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OUTDOORS OUTDOORS 54 55 E l Agartha, yate de altamarbautizado en honor a la mítica ciudad subterránea, está preparando sus velas para zarpar. Su casco Fuji 35 corta suavemente las aguas, evitando un bajo a la salida del canal Tenglo. Hoy los cielos están despejados, y las balizas marcan con claridad los lími- tes de esta trampa, en la que seguramen- te otras embarcaciones menos precavidas han tocado fondo. En cubierta se preparan Sergio y Hermann, los tripulantes que el capitán Carlos Lonza tiene dispuestos para esta aventura de na- vegación al fiordo Comau, donde aprende- remos algunas técnicas básicas del despla- zamiento a vela y exploraremos las salvajes tierras que se ubican lejos del urbanizado panorama de tabernas marineras y malls una de las ciudades más ajetreadas de la región de Los Lagos, Puerto Montt. Por la radio se escuchan transmisiones de emergencia. Nos avisan que en el paralelo 44 sur alguien se cayó al agua, con vesti- menta roja y azul. El tiempo es bueno, no nos amedrentamos y ya fuera del canal, en una zona más abierta del seno de Relon- caví, desplegamos la vela mayor y la trin- quetilla para empezar a desplazarnos con la sola propulsión del viento. Las lanchas pesqueras nos acompañan en la travesía, en que vamos cotejando nuestros derrote- ros a costa y mar: nos acercamos al paso Nao, que cruza entre la punta Trentelhue y la isla Queullín, a poca distancia del peli- groso banco San José, que se formó a par- tir de una gran colonia de moluscos. Por el costado de babor, un grupo de toninas nos supera. Es el primero de muchos que encontraremos en los 4 días de travesía a bordo del Agartha. Fantasía en los Fiordos Son las 20:30 horas y el sol ya se escondió en el poniente. Avistamos las casas celes- tes que corresponden a las termas de Llan- Los límites del fiordo Comau está a una distancia aproximada de 70 millas naúticas de Puerto Montt. Surcar en un velero sus canales de montaña es experimentar la Patagonia a un nivel íntimo, impulsándose por los cambiantes vientos que fluyen por sobre y entre sus cumbres, que puede regalar la comprensión del esfuerzo de sus pioneros por asentarse en esta aún virgen tierra. Texto: José Francisco Hurtado • Fotos: Sergio Muñoz y José Francisco Hurtado Una OUT TOURS, en los fiordos de la X región “Hay algo en común entre las artes de la navegación y la escalada. Cada una esta íntimamente ligada a cosas elementales, que en determinados momentos demandan a quienes practican estas artes, toda la prudencia, fortaleza y auto- confianza que puedan tener” H.W. Tilman, Mischief in Patagonia en Patagonia soplar vela por cahué, ubicadas en la zona norte de la isla del mismo nombre, y en la alturas, la cum- bre del cerro Calzoncillo (1180 msnm) que tiene un pequeño sombrero de nubosidad. Luego de un rodeo a la isla, atamos cabos en bahía Manila, donde fondearemos para nuestra primera noche de camaradería, gozando en cubierta de las cálidas y espe- ciadas preparaciones de Carlos y Hermann, bajo un cielo de deslumbrantes estrellas. Cerca de las 08:00 comienza nuestro se- gundo día de nevegación y nos dirigimos, esta vez propulsándonos a motor, al estero Quintupeu. Las montañas -se observan el volcán Yates y Hornopirén- caen a pique al frío mar, creando cotas de profundidad cercanas a los 50 metros. La pureza y ma- jestuosidad del lugar llaman a Sergio, que es un ávido lector, a recordar la imaginería tolkeniana del Señor de los Anillos; nave- gamos entre paredes de granito cubiertas por una exhuberante vegetación de coi- hues, tepas y lengas que parecen invocar historias de fábula. Pero estas aguas tran- quilas, donde el entorno sugiere imaginar veleros míticos y yates de recreo, han sido escondite de guerra. El capitán Lonza nos cuenta que fue aquí donde el SMS Dresden se escondió en 1915, luego de sobrevivir a la batalla de las Malvinas, enfrentamien- to donde fue el único buque alemán que se salvó del fuego británico. La hermosa vista de una cascada, que ge- nera ondas en las hoy tranquilas aguas de Quintupeu, nos relaja la vista, antes de vi- sitar una colonia de lobos marinos, que con su griterío familiar -rugidos de los grandes machos, bullicio juvenil y chillido de crías- nos muestran que la vida de los fiordos tie- ne también un fuerte dinamismo. Aguas llenas de vida Soltamos la Génova y la vela Mayor y ya en el fiordo Comau propiamente tal, con Ser- gio al timón, vamos navegando a la cuadra,

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Navegacion Fiordo Comau

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El Agartha, yate de altamarbautizado en honor a la mítica ciudad subterránea,

está preparando sus velas para zarpar. Su casco Fuji 35 corta suavemente las aguas, evitando un bajo a la salida del canal Tenglo. Hoy los cielos están despejados, y las balizas marcan con claridad los lími-tes de esta trampa, en la que seguramen-te otras embarcaciones menos precavidas han tocado fondo.En cubierta se preparan Sergio y Hermann, los tripulantes que el capitán Carlos Lonza tiene dispuestos para esta aventura de na-vegación al fiordo Comau, donde aprende-remos algunas técnicas básicas del despla-zamiento a vela y exploraremos las salvajes tierras que se ubican lejos del urbanizado panorama de tabernas marineras y malls una de las ciudades más ajetreadas de la región de Los Lagos, Puerto Montt.Por la radio se escuchan transmisiones de emergencia. Nos avisan que en el paralelo 44 sur alguien se cayó al agua, con vesti-menta roja y azul. El tiempo es bueno, no nos amedrentamos y ya fuera del canal, en una zona más abierta del seno de Relon-caví, desplegamos la vela mayor y la trin-quetilla para empezar a desplazarnos con la sola propulsión del viento. Las lanchas pesqueras nos acompañan en la travesía, en que vamos cotejando nuestros derrote-ros a costa y mar: nos acercamos al paso Nao, que cruza entre la punta Trentelhue y la isla Queullín, a poca distancia del peli-groso banco San José, que se formó a par-tir de una gran colonia de moluscos. Por el costado de babor, un grupo de toninas nos supera. Es el primero de muchos que encontraremos en los 4 días de travesía a bordo del Agartha.

Fantasía en los FiordosSon las 20:30 horas y el sol ya se escondió en el poniente. Avistamos las casas celes-tes que corresponden a las termas de Llan-

Los límites del fiordo Comau está a una distancia aproximada de 70 millas naúticas de Puerto Montt. Surcar en un velero sus canales de montaña es experimentar la Patagonia a un nivel íntimo, impulsándose por los cambiantes vientos que fluyen por sobre y entre sus cumbres, que puede regalar la comprensión del esfuerzo de sus pioneros por asentarse en esta aún virgen tierra.

Texto: José Francisco Hurtado • Fotos: Sergio Muñoz y José Francisco Hurtado

Una

OUT TOURS, en los fiordos de la X región

“Hay algo en común entre las artes de la navegación y la escalada.

Cada una esta íntimamente ligada a cosas elementales, que en

determinados momentos demandan a quienes practican estas artes,

toda la prudencia, fortaleza y auto-confianza que puedan tener”

H.W. Tilman, Mischief in Patagonia

en Patagoniasoplarvela

porcahué, ubicadas en la zona norte de la isla del mismo nombre, y en la alturas, la cum-bre del cerro Calzoncillo (1180 msnm) que tiene un pequeño sombrero de nubosidad. Luego de un rodeo a la isla, atamos cabos en bahía Manila, donde fondearemos para nuestra primera noche de camaradería, gozando en cubierta de las cálidas y espe-ciadas preparaciones de Carlos y Hermann, bajo un cielo de deslumbrantes estrellas. Cerca de las 08:00 comienza nuestro se-gundo día de nevegación y nos dirigimos, esta vez propulsándonos a motor, al estero Quintupeu. Las montañas -se observan el volcán Yates y Hornopirén- caen a pique al frío mar, creando cotas de profundidad cercanas a los 50 metros. La pureza y ma-jestuosidad del lugar llaman a Sergio, que es un ávido lector, a recordar la imaginería tolkeniana del Señor de los Anillos; nave-gamos entre paredes de granito cubiertas por una exhuberante vegetación de coi-hues, tepas y lengas que parecen invocar historias de fábula. Pero estas aguas tran-quilas, donde el entorno sugiere imaginar veleros míticos y yates de recreo, han sido escondite de guerra. El capitán Lonza nos cuenta que fue aquí donde el SMS Dresden se escondió en 1915, luego de sobrevivir a la batalla de las Malvinas, enfrentamien-to donde fue el único buque alemán que se salvó del fuego británico.La hermosa vista de una cascada, que ge-nera ondas en las hoy tranquilas aguas de Quintupeu, nos relaja la vista, antes de vi-sitar una colonia de lobos marinos, que con su griterío familiar -rugidos de los grandes machos, bullicio juvenil y chillido de crías- nos muestran que la vida de los fiordos tie-ne también un fuerte dinamismo.

Aguas llenas de vidaSoltamos la Génova y la vela Mayor y ya en el fiordo Comau propiamente tal, con Ser-gio al timón, vamos navegando a la cuadra,

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manteniendo una velocidad promedio de 5 nudos, en sucesivos largos que nos van acercando a nuestra meta de hoy: las ter-mas de Porcelana. El mar ya no es la taza de leche que era temprano en la mañana; el mediodía despierta el viento y se levantan blancas cabrillas sobre el tapiz oceánico de Comau. Nos detenemos cerca de la costa, y en el Zodiac nos dirigimos al muelle de la fun-dación y centro científico San Ignacio de Huinay. Además de ser recibidos por un grupo de kayakistas, un grupo de 10 delfi-nes se cruzan cuando bajamos del Agartha, y podemos escuchar también a algunos niños jugando a ser radioaficionados. Las instalaciones de Huinay son de 2001 pero realmente se ven impecables y en total ar-monía con la naturaleza. Una vez en tierra nos movemos libremente y, tentados por la vista, salimos en búsque-da de la torre de observación para tener un mejor panorama. En los mismos pasillos de las áreas comunes se pueden ver documen-tos impresos a modo de “libros de carteles” donde se puede conocer más de la flora lo-cal y de Chile, así como de la sorprendente vida marina del fiordo, que tienes especies

que han sido descubiertas por los hombres y mujeres de ciencia que trabajan constan-temente en estas latitudes.. En la costa, al norte del muelle, encontra-mos unos viejos lanchones chilotes que están en restauración. Hermann nos co-menta que en Puerto Montt algunos selec-tos artesanos aún trabajan estas embarca-ciones de antaño, que también se pueden encontrar en versión “de litro” navegando dentro de una botella. Ver las lanchas, con mástiles de alerce y botavaras a la altura del tobillo de quien va en cubierta, con sus tremendas bodegas de carga de 10 x 5 me-tros -donde la mujer y el hombre chilote pelaban las papas e incluso prendían bra-seros- es transportarse al pasado sin mo-tores, en que la vela y el remo hacen lo que hoy cumple la gasolina.

Un animoso caldilloDe atardecida llegamos a nuestro puerto más austral, en las termas de Porcelana. Con las últimas horas de luz salimos a una cercana desembocadura a intentar algo de pesca, pero nos quedamos solo con el gus-to de hacer unos lances y gozar del ocaso,

acompañados del tranquilizante rumor del río y sus piedras. Mañana tendremos un día de relajo en aguas tibias, así que nos acostamos tem-prano. Sergio y Hermann, luego de comer, se enfrentan en una serie de partidas de ajedrez, de las que salen más menos empa-tados. Antes de dormir, le doy una repasa-da a la nutrida biblioteca del capitán Lon-za, donde se encuentran desde novelas de Kerouac hasta manuales de reconocimien-to de cetáceos de Patagonia. Quedamos con Hermann de salir a bucear temprano, así que con la idea de probar las gélidas aguas de los fiordos antes que las de Porcelana, concilio el sueño, mecido por el suave vai-vén del oleaje.Energizados por el desayuno y el buen día, nos subimos al Zodiac y nos acercamos a las zonas más rocosas de la costa donde Hermann, con su desarrollado ojo de buzo comercial, le parece más factible encontrar el botín de mariscos y peces. En cosa de minutos, Hermann emerge con una pie-dra completamente cubierta de generosas cholgas, que voy desprendiendo ayudado de un cuchillo. Al término de nuestra ope-ración subacuática quedaremos bien apro-

tero “en remojo” y pillo mi lugar perfecto. Sin más compañía que mi propio reflejo, el sol empieza a ocultarse e ilumina con luz dorada la bruma que se forma entre el ver-dor y vida que crece alrededor de las aguas.

La tempestadEl viento azotó el Agartha en la noche. Su rugido entre los mástiles y las señales de los instrumentos confirmaban lo que está-bamos viendo en los cielos y en el informe meteorológico que teníamos desde tierra. Despertamos cerca de las 06:00, sin mayor problema. Como medida de precaución, por si hubiera llegado a soltarse el ancla, Carlos había dejado el GPS con una alar-ma para indicar el cambio de posición que implicaría el desprenderse de nuestra co-nexión al fondo del fiordo. El Zodiac quedó inclinado y sin tapón, de manera que no se doblaran los brazos que lo sujetan, con la lluvia que aún sigue rociando la cubierta.La presión del aire había bajado y nuestro barómetro ya no estaba gravitando tanto al “fair” sino al “change”. Tendríamos que despedirnos antes de lo previsto de Porce-lana, en nuestro cuarto y final día de viaje.

visionados de moluscos y con un par de rollizos para animar nuestro caldillo.

Vapores de la selvaAprovechando el ánimo me lanzo a recono-cer los fondos de Porcelana, en apnea, sa-ludando a las estrellas de mar y jaibas que viven en las profundidades que alcanzo sin equipo de aire. El gua es mucho más dulce en los fiordos, así que los tragos que a ve-ces me doy por el snorkel no me dejan ese gusto océanico típico del buceador. A puro brazo llego al Agartha, donde con Hermann preparamos un rico almuerzo y conversa-mos de vueltas al mundo, de lo difícil que resulta cazar peces con una flecha roma y sobre la vida de los hombres que transan la estabilidad de la tierra por el cambiante ir y venir del mar. Con el estómago lleno me doy el premio fi-nal y en el zodiac salgo a las termas de Por-celana, que con sus piscinas humeantes y arroyos en la selva siempreverde de hele-chos, chilcos, canelos y jurásicas nalcas, me transportan a un estado más natural. Me encuentro con el capitán Lonza que viene retirándose después de disfrutar el día en-

UNA FRA-SE

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GUÍA DE SERVICIOS• Termas de Llancahué: Ubicadas en la isla del mismo nombre, se puede acceder a ellas navegando desde Puerto Montt o más cercanamente en tierra, navegando 50 minutos desde Hornopirén. www.termasdellancahue.cl

• Buceo Científico: La Fundación Huinay tiene una estación de buceo científico, para la que pueden postular investigadores de diversas áreas. Para los seleccionados ellos cuentan con tanques, plomos y un taller para reparaciones. Para el buceo en los fiordos, recomiendan usar traje seco y equipo personal en perfecto estado. Con las licencias adecuadas, los particulares también pueden bucear en la zona. www.fundacionhuinay.cl

• Termas de Porcelana: El valor de la entrada es de 7.000 pesos y se cancela a la encargada de cuidar el lugar, que está hacendada en la casa que queda camino a las termas. Contacto: 08-2620185

• Kayak en los Fiordos: remando desde Hornopirén se puede navegar a distinta locaciones de Comau. El guía Sebastián Kruger realiza además otras operaciones de turismo aventura en Los Lagos y Chiloé.Contacto: [email protected]

• Buceo desde Puerto Montt: Inmersiones en el estuario de Reloncaví, expediciones al lago Llanquihue, buceo con lobos y más es lo que ofrecen en Ecosub, centro de buceo ubicado en la Panamericana 510. www.ecosub.cl

Con la baja de la marea nos desplazamos ayudados por la ola, a cerca de 7.5 nudos. Sergio, que sabe muy bien de flujos por sus estudios de ingeniería, nos cuenta junto a Carlos sobre como el juego de mareas pue-de dar la ilusión de desplazarse, cuando a veces lo que uno hace es algo así como ca-minar sobre la huincha de una trotadora; en todo caso, en este minuto el juego nos favorece.El viento viene del noroeste y está rolan-do; nos acercamos a la punta Lilihuapi y al lado oeste de la isla Llancahué, en que hiciéramos fondeo nuestra primera noche. Por radio escuchamos que la situación si-nóptica es de inestabilidad postfrontal. Nuestra navegación va de lado a lado, es-quivando como en un slalom las boyas que marcan los espineles de los pescadores. To-dos estamos en cubierta vestidos en trajes de agua y el oleaje nos tiene en constante estado de alerta.

A tierraYa en aguas del golfo de Ancud vemos un claro en la nubosidad, que se acerca rá-pido a nosotros. Con vela rizada, dado lo cambiante del viento, vamos apuntando el compás al rumbo de isla Puluqui, para pre-pararnos a pasar del golfo de Ancud al seno de Reloncaví. Estamos en el claro que habíamos detec-tado antes y el barómetro mejora al “fair”. Ahora navegando a la cuadra y a reposados 3.2 nudos, jugamos algo con las velas: le damos tangón para fijar la Génova en una oreja de burro -para hacer un largo empo-pado- pero el viento llega desde la proa jus-to cuando terminamos la maniobra. Así, entre navegación, conversa de corrien-tes y su energía, lectura de crónicas mari-neras, platos de mariscos y algo de caldi-llo que había guardado del día anterior, se pasa el día entero. Llegamos, a eso de las 18:00, con la bienvenida de un hermo-so arcoiris, a la Marina del Sur en Puerto Montt. La mujer de Carlos nos recibe, or-denamos nuestras pertenencias y salimos todos juntos a celebrar en un lugar clásico del puerto, el Cirus. Una última cerveza y es el momento de despedirse de los com-pañeros del Agartha.