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    EL TEXTO dc esta scgur~ daedici6n en castellano es el que,entonces tmducido por mi a1 inglCs y ahora corregido y au-mentado, sirvi6 de original para la edici6n inglesa publicadaen Bloomington, 1961, por la Indiana University Press yreeditada por la Grebnwood Press, 1972, W est Port, Con-necticut.E n el pr6logo de esa edici6n -tambiCn reproducido en&a- expliqub la gbnesis del libro y di cuen ta dc las exten-sas adiciones quc introdujc rcspecto a la primcra edicihn encastellano, IJondo de Cultura Econ6niica, Mkxico-BuenosAires, 1958. Nada, pues, tengo quc agrcgar aqui, salvo dejartestimonio del beneplAcito que m e causa la oportunidad deofrecer a1 lector dc lengua espafiola esta renovada versi6nde la obra quc, cntre las mlas, estimo la mcn os indigna deexponerse de nuevo a 10s rigores de la luz phblica.Temixco, junio de 1976. E O G.

    LATESIS central dc cste libro tiene un largo proceso de ges-taci6n. Dcscle 1940, cuando me fue cncomendada la tzrea dereedita; la gran obr a liistljrica del padrc Jost: de Acosta,' per-cibi vagamcntc quc la aparicihn cle Arnkrica en el seno de laCultura Occidental no se explicaba de un lilodo satisfactoriopcnsandc que liabia sido dcscubierta un bucn dia de oc-tubre de 1492. E II cfccto, cn ins piginas de Acosta se trans-parentaba la exislcncia de un proceso explicativo del ser delNucvo Mundo quc parccia innecesario dc ser cierta aquellainter prcta cihn . A esc proceso llamC, por cutonces, la con-quista filosljfica de AmCrica cn un pcquciio libro qu c publi-qu6 dos anos mas tard c.? La solucibn a la dud a q ue asi habiasurgido rcspccto a la manera traditional de cn te~ider l pri-mero y j u s t n ~ ~ ~ e n t camoso viaje dc Crist6bal Col6n, reque-ria, sin embargo, una nieditacihn previa accrca del valor yscntido de la verdad quc elabora la cicncia histbrica, y a talexigcncia sc dcbc qu c 11aya publicado en 1 947 un libro don deexamink dcsde el punto de vista de mi preocupaci6n, tandecisivo pro bl e~ na .~ n esta obm, pese a afirmaciones quehoy consider0 deben ser revisadas,' puse cn claro, para m ipor lo menos, la necesidad de considcrar la historia dcntrode una perspcctiva ontol6gica, es decir, como un procesoproductor dc cntidadcs histbricas y no ya, seglin es habitual,corno un proccso que da por supuesto, como algo previo, a1set de dichas entidades. Estas reflexiones nic sirvieron paracomprender que el concepto fundamental de esta manerade entender la historia era el de invenci6n , po rque el decreaci6n , que sup onc producir algo ex nihilo, s610 tienesentido deiltro del hmbito de la fe rcligiosa. Asi fue c6mo1leguC a sospecliar que la clave para resolver el problema dela aparici6n hist6rica d e Ambrica estaba en considerar esesuccso como el rcsultado de una invenci6n del pensam ientooccidental y no ya como cl de on dcscubrimiento meramentefisico, realizado, adembs, por casualidad. Pero para q ue esa9

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    sospecha se convirtiera en convicci6n, hacia falta sujetar aun examen critic0 10s fundamentos de la manera habitualde entender el suceso, de suerte que emprcndi una investiga-cihn con el objcto de reconstruir la historia, no dcl descu-brimiento de America , sino de la idea de que Amdrica h bisido descithierta. Los resultados de este trabajo, publicadosen 1951; m c permitieron m ostrar que, llevacla a sus conse-cuencias 16gicas, esa idea se reducia a1 absurdo, o lo que eslo mismo, que era una manera inadecuada de comprender la Irealidad histbrica a que se referia. Removido asi el obsthcu-lo que significaba la existencia de una interpre taci6n qu evenia aceptindose como verdadera, el camino estaba abiertopara inten tar una explicaci6n m is satisfactoria de 10s acon-tccimientos, del mismo mod0 que lo esti para un hombrede ciencia criando ha descubierto que la hipbtesis vigenteno da raz6n de la totalidad del fenhmcno. Apoyado, pues,en las conclusiones de la investigacibn previa, procedi a plan-tear el problcma en 10s terminos autorizados por ella, y en1958, bajo el titulo de La invenci6n de AmOrica, publiquk10s resultados de este nuevo intent0.O Por liltimo, cuando laUniversiclad cle Indiana me confiri6 el honor de designameprofcsor visitante bajo 10s auspicios de la Patten Foundation,tuve la oportunidad de revisar en conjunto las ideas conte-nidas en 10s clos iiltimos libros que he mencionado, incitadopor la necesidad de exponerlas sumariamente n el cursophblico que sustentk en dicha Universidad durante 10s me-ses de noviembre y diciembre de 1958. Pude, asi, afinar con-siderablemente algnnos puntos, corregir ciertos errores y sub-sanar omisiones, trabajo que he aprovechado para la redacci6nde la presente obra.La raz6n primordial en consignar 10s anteriores anteceden-tes es para que el lector quede advertido de que el libro quetiene entre las manos no es, ni con mucho, una mera reedi-ci6n dcl anterior qu e lleva el mismo titulo. E n efecto, nos610 se han incorporado un resumen de la historia y criticadc la idea clcl clescubrimiento de America (Prim era Parte ) yuna presentaci6n del horizonte cultural que sirvib de fondoa1 proceso cle la invenci6n de Amhica (Segunda Parte), sino

    que se 11s aiiedido una cspeculaci6n final (Cuarta Parte)accrca de la estructura del ser americano y de su desarrollohist6rico con fo que se pretende ofrecer una explicaci6n afondo de la raz6n de ser de la existencia de las dos Am6ricasy de su respectivo significado dentro dcl amplio marc0 de lahistoria universal. Se trata, en lo esencial, dcl mismo libro;pcro por tan considerablemente ampliaclo puede y debe te-nerse por otro. Por eso y a fin de evitar el peligro de unaconfusihn, le bemos puesto a b t e un subtitnlo distinto.Nechas las anteriores explicaciones es pertinente repetir algodc lo expuesto en el pr6logo de la primera cdicibn, porque setrata d e unas consideraciones ta m b ih aplicablcs a esta. Dijeentonces que este trabajo puede entenderse en un sentidomuy literal, coino una comunicaci6n de indole cientifica encuanto que en ninghn momento se pretende en clla involu-crar 10s problemas de las primeras causas y de las ultimas me-tas del fe dm en o que en 61 se estuclia. Qu ~e ro ecir que enmod0 alguno se trata de una investigacihn orientada por unaidea previa acerca de la finalidnd trascendente o inmanentedel devenir hist6rico. Aqui no carnpea ni un provide~lcialis-mo religioso, ni una teleologia idealista, porquc no en van0nos ha ensciiado la experiencia quc tales sabidurias exceden10s lirnites del entend imien to humano. Esto no impide, sinembargo, que quien asi lo quiera, pucda leer detr6s de nues-tras descripciones una intencibn divina o unos prop6sitos cbs-micos. Aqui cainpea, en todo caso, la nocihn del devenirhist6rico cor11o un proceso que cumple a su mod0 las finali-dades de la vida, lo que es decir bien poco, porquc ello nohace sino rcmitirlo a fondos que se l~ un de u n el misterio.Se trata, por consiguiente, de unas descripcioncs, y hasta eso,harto esqnerniticas, como podrian ser las de un bihlogo que,asomado a1 niicroscopio, se conforma con comunicar susobscrvaciones acerca de la manera en que se reproduce, pon-gamo s por caso, la cClula de un tejid o vivo. Si se me p erm itela imagen, quisiera que se viera en este libro algo asi comouna investigacibn de la fisiologia de la historin; pero de lahistoria entenclidn, no ya como un acontecer qu c le pasa

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    lHasta que por fin vino alguien a descubrirmelEntrada del 12 de octubre de 1492 en unimaginario Didno nt mo z Amdrica

    No SER dificfl convenir en que el problema fundamentalde la historia americana estriba en explicar satisfactoriamentela aparici6n de Amkrica en el seno de la Cultura Occidentalporq ue esa cuesti6n involucra ni mSs ni menos la maneraen qu e se conciba el set de Amkrica y el sentido qu e ha deconcederse a su historia. Ahora bien todos sabernos qu e larespuesta tradicional consiste en afirmar q ue Amkrica se hizopatente a resultas de su descubrimiento idea que ha sidoaceptada com o algo de suyo evidente y constituye hoy porhoy uno d e 10s dogmas de la liistoriog-afia universal. Per oipuede realmente afirmarse que Amkrica fue descubierta sinincumrse en un absurd07 Tal es la duda con que queremosiniciar estas reflexiones.Empecemos por justificar nuestro escepticismo mostran-do por qu6 motivo es licito suscitar una duda a1 parecer tanextravagantc. La tesis es b t a : q ue a1 llegar Colbn el 2 deoctubre de 1492 a una pequeiia isla que 61 crey6 perteneciaa un archipiblago adyacente a1 Jap6n fue como descubrib aAm hic a Bien per0 preguntemos si eso fue en verdad lo quekl Col6n hizo o si eso es lo quc ahora se dice que hizo. Es.obvio qu e se trata de lo segundo y no de lo primero. Esteplanteamiento es decisivo porque revela de inmediato quecuando 10s historiadores afirman que Ambrica fue descubier-ta por Col6n n o describen un hecho d e suyo evidente sinoque nos ofrecen la manera en que seghn ellos debe enten-

    i derse u n hecho evidentemente muy distinto: es claro enefecto que no s lo mismo llegar a una isla que se Cree cer-cana a1 Jap6n que revelar la existencia de un continente de

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    6 IIIS'I'ORIA Y C R l Tl C A DE LA IDEAla cud, por otra parte, nadie podia tener entonces ni la me-nor sospecha. E n suma, se ve que no se trata d e lo qu e sesabe documentalmente quc acontccio, sino clc una idea acer-ca de lo qu c se snbe que acontecii,. Diclio de otro rnodo, q uecuando sc nos ascgura que Col6n descubri6 a Amirica nose trnta de UII hc cl~ o, iiio mera men te clc la interpretacib nde uii li ecl ~o . l'ero si csto es asi, serh neccsario adm itir q ueliarla in ~p id e, alvo la pereza o la rutina, clue se ponga enduda la validcz de esa mancra peculiar de entcndcr lo quehizo Colhn cn aquclla memorable fecha, puesto quc, en defi-nitiva, no es sino una ~nanera, ntre otras posibles, de enten-derlo. Es, pucs, licito suscitar la duda q ue, en efecto, hem ossuscitado.Pero suscitada la duda, es niuy importante comprenderbien su alcance, porque hay riesgo dc illcurrir en un equivo-co que conduciria a una confusi6n lamentable. Entiinda sebien y de una vcz por todas: el problcma que planteamos noconsiste en poner en duda si fuc o no fuc Col6n quicn des-cubrib Amkrica, ya que csa duda supone la admisi6n de laidea cle qu e AmCrica fue clescuhierta. No, nue stro problem aes 16gicamentc anterior y ni i s radical y profundo: consiste enponer en cluda si 10s liechos quc hasta aliora se han cnten-dido conlo el dcscubrimiento clc America debeii o no debenseguir cntcn diindo se asi. Por consiguicnte, lo que vamos aexamina i no es c6m0, cuhndo y quiCn descubri6 Amirica,sino si la idea misma dc que Amkrica fuc dcscubicrta cs unamanera adccuada dc entcncler 10s acnntccimientos, es decir,si con esa idea se logra o no explicar, sin objeci6n 16gica, latotalidad del fenbmen o hist6rico dc que se trata. Nada , piles,tieiie cle extravagante nucstra actitud. Es la de un hombrede ciencia que, frente a una hip6tesis la sujeta a ievisi6n, yapara conformarsc con ella si no encuentra una explicacibnmejor, pa para rechazarla y substituirla por otra en caso con-trario. Ta l ha sido siempre la marclla en el progreso delconocin iien to.Nos persuadimos de que las consideraciones antcriores sonsnficientes para que, por lo menos, sc nos conceda el bene-ficio de la cluda. Quien no lo estime asi, debc suspender esta

    EL DESCUBRIMIENTO D E AMERICAlectura para scguir cncastillado en sus opiniones tradiciona-les. Quicn, por el contrario, comprenda que cstamos fientea un vercladero problema ha claclo ya el paso decisive: ha des-pertado, com o decia Kant, dc su s~ iei io logmitico.Una vez puesta en d~idaa validez de la idea que explicala aparici6n clc America como el resultad o d e su descubri-miento, debemos pensar de qu6 modo puedc ponerse a prue-ba. E n principio esto no ofrece mayor clificultad. E n efecto,como toda interpretaci6n responde a una exigencia previa, quces de donde depende su verdad, el probleiiia se reduce a exa-min ar si diclia exigencia coliduce o no a u n absurdo,. porquees claro que d e ser asi se debe rechazar la interpretaci6n parasubstit~lirlapor otra rids satisfactoria. Pero jc6m0, cnton-ces, cornprobar si eso acontecc en nuestro caso7 He aqui lacuestibn.

    Pues bien, como la idea dc clue ColGn descubri6 a Amrica cuando aport6 a una isla que crey6 cercana a1 Jap6n nodescribe el suceso liist6rico seghn aparcce en 10s testimonies.~es obvio quc la exigencia quc gener6 aquclla interpretationno procede del funtla~l~cntomnirico dcl hccho interprctdn--es ciecir, es obvio quc no sc traia de una interpretaci6n apo-yada de 10s lieclios ( a posteriori), sino de una interpretaci6nfun dad a en una idea previa accrca de 10s hcchos (a @ion).Pero si eso es asi, iqu6 es lo que debemos examinar paraaveriguar en qu6 cons~ste s idea previa para poder compro-bar si conduce o no a un absurdo? La respuesta no ofreceduda: puesto que cn nada aprovecha examinar el hecho in-terpretado, porque de 61 no depende la idea, es claro quedebemos examinar el hecho m ismo cle la intcrprctaci6n q ue esun hecllo tan llist6rico como cl otro. E n una palabra, quepara saber a qu6 sc debc la idea de que Col6n descubri6Amkrica a pesar de que se sabe quc 61 cjecut6 un act0 muydistinto, es necesario averiguar cuhndo, c6mo y por qu6 sepens6 eso por primera vez y por qu 6 se sigue aceptando. Esdecir, seri necesario reconstruir la historia, no del descubri-mi mto de Amdrica, sino de l ide de que Amdrica fu des-cubierta, que no es lo mismo. Y eso es lo que vamos a hater.

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    I'uesto que nuestra tarea consistc cn contar la historia de laidca del descubrimiento clc Am6rica, lo primer0 que debepreocuparnos es averiguar cl origen d e esa idea. Sabemos queCo1611 no es responsahlc de ella. ic ui nd o, entonces, se con-cibii, por prirnera vez cl viajc dc 492 como una enlpresa dedescubrimiento?Una pesquisa documental realizada en otra obra,l nos en-seild que la idea se gcst6 cn un rumor popular q ue 10s emditosllaman la leyenda clcl piloto an6nim o2'.Vamos a recordarlobrcvcmente de acuerdo con,las noticias del padrc Bartolorn6dc las Casas, el tcstigo mhs direct0 que tenemos acerca decse particular. Dicc quc 10s primitivos colonos clc la IslaEspaliala (H ai ti einpczd a poblarse por 10s cspafioles en1494 , entre quienes habia algunos que acompafiaron a Co-16n en su primer viaje, estaban persuadidos dc que el motivoque determi116 a1 alinirante para hacer la travcsia, fue el de-seo de illostrar la cxistcncia de unas tierras desconocidas de lasque tenia noticia por el aviso que le dio un piloto cuya navehabia sido arrojada a sus playas por una tem pc ~t ad .~Considerando la temprana fecha y cl contenido del relato,es forzoso concluir que en 61 se concibe por primera vez elviaje de 1492 como una empresa de descubrimicnto, puestoquc en lugar de admitir el verdadero prop6sito que anim6 aCol6 n --que era llegar a1 extrerno orien tal de Asia-, se diceque su finalidad fue revelar unas tierras desconocidas.

    Esta manera de compren der la leyenda ha sido objetadapor dos motivos. Se alega que es indebiclo conced erle el sen-tido de una interpretacihn del viaje colombino, primero, por-que el hecho q ue se relata es falso y se yn do , porqrie la le-yenda no tuvo ese objeto, sino que fue forjacla como n naamla polbmica para emplearse en contra de 10s intercses yprestigio de Colhn.' Ahora bien, admitien clo la vcrdad deesas dos circunstancias, no es dificil ver quc ninguna consti-tiiye una objeci6n a nuestra tesis. En efecto, respccto a laprimera es obvio que la falsedad objetiva del relato no impidequc coiltenga una intcrpretaci6n del suceso a clue se refiere.

    DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA 19Si hicitramos caso de ese argument0 la mavoria clc 10s histo-riadorcs modemos tendrian que afirmar quc, por ejcmplo, La

    iuddd de Dios de San Agustin no contiene una interpreta-ci6n de la historia universal, porque es falso quc cxista unaproviclencia divina qu e non na y rige 10s destinos humanos. E lsegunclo cargo es igualmente incficaz, porque cs claro quede ser cierto que la leyenda tuvo por prop6sito fabricarun arnia polemica contra 10s intereses y prestigio cle Coldn,s610 concedihndole el significado dc una interpretaci6n delviaje podia servir para esc cfccto. Es como si, para toniar clmismo ejemplo, se alegara que no es debido accptar a Ciudad de Dins como una interpretacidn de la historia univer-sal, porque el objeto quc persigui6 San Agustin a1 escribirlafue, corno en efecto fue, ofreccrle a1 Cristianismo un annapol6mica contra los paganos. Dejemos a un lado, pucs, esassupuestas objeciones, y pasemos a considerar la verdaderadificultad que presenta el hecho mismo de n cxistencia dela leyenda y del amplio crkdito que, como es sabido, se leconcedi6 de inmediato.E n efecto, no es Mcil comp render a primera vista c6mopudo surgir la leyenda y por qu6 fu e aceptada por enciinay a pesar de que la creencia cle Col6n de haber llegado aAsia se divulg6 como cosa phblica y notoria a1 regrcso de suprimer viaje. La solucihn a estc pequeiio enigma ha preocu-pado a muchos escritorcs modcrnos, sin que, a clccir verdad,lo hayan resuelto satisfactoriamente, porque o se limitan amostrar su indignacidn contra el an6nim o envidioso queinvcnt6 tan fea calumnia, o bien niegan el problema en lu-gar de resolverlo, alegando, co ntra tod a eviclencia, qu e lacreencia de Co16n era un secreto del que no estaban entera-dos 10s historiadores.' mi me parece que la soluci6n seencuentra n el general escepticismo con que fue recibida lacreencia de C0l6n,8 porque asi se entiende que, fuera de 10scirculos oficiales bien enterados, se dudara de la sinceridadde cse italiano burlador como le decian algunos,0 y quc, potlo tanto, se buscara una explicaci6n a su viaje apoyada enalguna circunstancia m5s o menos plausible. Se pucclcn im a-ginar muchos posiblcs pretextos, e incluso algunos eruclitos

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    5 I l IST ORIA CRfTIC E L IDEycndo su ser, ondeante, movible y perccedero como el seltodo lo que es vida; y su historia ya no serA eso que 'lepasado a Anic5rica, sino eso qu e ha sido, es y va siendo .De estas consideraciones sc desprende que el resultadcnuestro anlilisis represcnta, por el lado negativo, la banca.,,.ta y desmonte de la vieja concepci6n esencialista de la histo-ria arnericana; pero, por el lado positivo, significa la aperturade una via para alcanzar nna visi6n accrca de ella, didmicay viva. Pero si esto es asi, si ant e nuestros ojos se despliegaesa posibilidad, lo primero y lo que siempre hay que tenerpresente es que ya no contamos, ni dcbemos contar nuncacon una idca pr or de lo qne es Amkrica, puesto que esanoci6n es una resultante d e la invcstigacihn hist6rica y no,como es habitual suponer, una premisa 16gicamente anteriora ella. Esto quiere decir, entonces, que estamos avocadosintentar un proceso diametrallnente inverso a1 traditional sipretendernos abordar cl gran problema hist6rico americano,o sea, aclarar chmo surgi6 la idea de Arn6rica en la concien-cia de la Cultura de Occidente. E n efecto, en lclgar d e partirdc una idea preeoncebida acerca de Amkrica para tratar deexplicar -ya vimos a qu6 precio- c6mo descubri6 Col6 nel ser de ese ente, debemos partir d c lo que hizo Col6n paraexplicar ccimo se lleg6 a co ncederle ese ser. Y si el lector h atenido la paciencia de seguimos hasta aqu i con suficienteatencibn, advcrtirh que, desde el punto de vista del procesocuya historia hcmos reconstruido, este nuevo camino no essino el de aceptar plenamente el scntido hist6rico de la em-press de Col6n tal corno se decluce de sus intenciones perso-nales, en lugar de cancelar su significado con10 se hizo en lasdos bltiinas etapas de aquel proceso. Resulta, ento nces, si sequierc, que nuestro intento puedc considerarsc como una eta-pa subsiguiente del mismo desarrollo, pero cina etapa que,comprendiendo la crisis a que conduce el insensato empefiode man tener la idea dcl clescubrimiento de AmCrica, lo aban-dona en busca de un nuevo conccpto que aprellenda de unmod0 mAs adecuado la rcalidad de 10s hechos. Y ese con-c e p t~ , odemos anticiparlo, es el de una AmCrica inventada,qoe no ya el de la vieja nocicin de una AmCrica descubierta.

    SEGUND RTE

    EL HORIZONTE CULTUML

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