Neoplatonismo en La Lirica Amorosa Del Siglo de Oro

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NEOPLATONISMO EN LA LRICA DEL SIGLO DE ORODOS SONETOS DEL CONDE DE VILLAMEDIANACARLOS MATA

This paper studies some neoplatonic aspects which are detectable in the lo ve poetry of the Spanish Golden Age, particular! y in two sonnets of Juan de Tasis y Peralta, Conde de Villamediana (c. 1582-1622).

"Si luz me ciega, ceguedad me gua" (Conde de Villamediana, nm. 75, v. 6)

1. El neoplatonismo como cdigo potico. Al hablar aqu de Neoplatonismo en la lrica del Siglo de Oro, no me estoy refiriendo estrictamente a la escuelafilosficainaugurada por Plotino y continuada por Porfirio, Jmblico, Proclo y otros autores1, sino a un reflejo, a una huella que ese cuerpo doctrinal ha dejado en la literatura barroca y, en concreto, en los sonetos del Conde de Villamediana que luego voy a comentar. Por tanto, el concepto de neoplatonismo que manejo aqu remite, no tanto a una doctrinafilosfica,sino ms bien a un cdigo potico que informa parte de la lrica amorosa del Siglo de Oro. En efecto, podramos afirmar que, grosso modo, son tres las principales tradiciones que convergen en las teoras amorosas de la poca barroca: por un lado, la tradicin de la poesa trovadoresca y cancioneril inserta en los tpicos del amor corts (el servicio a la dama, el fino amor, el galardn, etc.); por otro, laricainfluencia del dolce stil nuovo y de Petrarca y los post-petrarquistas (que insiste en el endiosamiento de la amada, convertida ya en una donna angelicat); y, en tercer lugar, una corriente neoplatnica o neoplatonizante (tambin idealizadora del amor y la mujer, basadaVase J. Alsina Clota, El neoplatonismo. Sntesis del espiritualismo antiguo, Anthropos, Barcelona, 1989.Anuario Filosfico, 2000 (33), 641-653

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en las teoras derivadas de los tratadistas del Renacimiento como Marsilio Ficino, Pietro Bembo o Len Hebreo). A veces, los elementos procedentes de estas tres grandes tradiciones -en principio distintas- presentan sin embargo rasgos comunes o semejantes y en algunos textos resulta difcil discernir con exactitud qu pertenece a cada una de ellas. Ese sincretismo se da, especialmente, entre elementos petrarquistas y neoplatnicos. De hecho, Pozuelo Yvancos ha visto en el neoplatonismo de la lrica de los siglos XVI y XVII -en tanto sistema literario- un extraordinario esfuerzo de sntesis de todas esas corrientes y teoras amorosas2. De esas tres tradiciones (amor corts, petrarquismo y neoplatonismo), es quiz la del petrarquismo la que proporciona a los poetas el fondo expresivo ms importante a la hora de explorar lricamente las relaciones del tringulo formado por el amante, el Amor y la amada. Sobre ese sustrato, comn a toda la poesa amorosa del Barroco, se insertan otros motivos de raigambre ms bien neoplatnica que estn presentes, con importancia y matices diferentes, en la poesa de Garcilaso, Herrera, Lope de Vega, Quevedo, Gngora, Salinas o Villamediana3. Y, como sucede con todo loJ. M. Pozuelo Yvancos, El lenguaje potico de la lrica amorosa de Quevedo, (cit. El lenguaje potico), Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Murcia, Murcia, 1979, escribe: 4*para nosotros las poticas neoplatnicas actuaron de sntesis aglutinante de toda la macroestructura semntica del amor en la lrica de los siglos XVI y XVTT (60). Ms adelante aade que esas poticas neoplatnicas son "un formidable esfuerzo de sntesis tpica de gran parte de los contenidos de la tradicin cortesana y petrarquista a los que se incorpor, claro, un racimo nada despreciable de tpicos especficamente neoplatnicos" (98). 3 Este aspecto ha sido especialmente estudiado para la poesa de Quevedo: vanse los trabajos de S. Fernndez Mosquera (La poesa amorosa de Quevedo. Disposicin y estilo desde "Canta sola a Lisi", Gredos, Madrid, 1999), O. H. Green (El amor corts en Quevedo, trad. de F. Yndurin, Librera General, Zaragoza, 1955), J. Olivares (La poesa amorosa de Francisco de Quevedo, Siglo XXI, Madrid, 1995) y J. M. Pozuelo Yvancos ("Aspectos del neoplatonismo amoroso de Quevedo", en Homenaje al Profesor Muoz Corts, Universidad de Murcia, Murcia, 1977, II, 547-68). Para las teoras amorosas vigentes en el Barroco, los trabajos de J. Garca Gibert (La imaginacin amorosa en la poesa del Siglo de Oro, Universidad de Valencia, Valencia, 1997) y, sobre todo, G. Seres (La transformacin de los amantes. Imgenes del amor de la Antigedad al Siglo de Oro, Crtica, Barcelona, 1996). Para la influencia de Petrarca y el petrarquismo en Espaa, los de G. Cabello Porras (Ensayos sobre tradicin clsica y petrarquismo en el Siglo de Oro, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almera, Almera, 1995), J. G. Fucilla (Estudios sobre el petrarquismo en Espa-

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que por su repeticin se convierte en tpico, esos lugares comunes -muy fcilmente identificables- terminan siendo susceptibles de ser parodiados; sirva de muestra el conocido soneto burlesco de Quevedo: "Quiero gozar, Gutirrez, que no quiero / tener gusto mental tarde y maana"4: frente al amor intelectualizado ("gusto mental"), reiterado hasta la saciedad en poemas y comedias de la poca, la apicarada voz lrica quevediana proclama su deseo de gozar, voz que tena un marcado y concreto significado sexual. En definitiva, ese neoplatonismo literario -llammosle as, para entendemos- que aqu voy a estudiar ejemplificado en algunos textos del Conde de Villamediana constituye un sistema literario que, nutrindose no tanto de la doctrina neoplatnica original sino de sus comentadores y continuadores renacentistas, aporta un lxico procedente del campo de lafilosofa,una serie de conceptos, una imaginera (metforas, imgenes lricas...) y determinados recursos retricos y expresivos. Ese cdigo potico es, como deca, un patrimonio compartido por todos los poetas renacentistas y barrocos, un bien mostrenco sobre el que operar la peculiar originalidad temtica y estilstica de cada escritor, esto es -por decirlo con Pozuelo Yvancos-, su capacidad des-automatizadora de esos tpicos y motivos heredados la tradicin5. Pero voy a detenerme ya en el comentario de la presencia de algunos elementos neoplatnicos en la lrica amorosa del Conde de Villamediana, y ms concretamente en el anlisis de algunos de sus sonetos en los que ese cdigo potico, ese neoplatonismo literario al que me he referido, aparece reflejado con especial intensidad.a, Instituto Miguel de Cervantes, Madrid, 1960), M. P. Maero Sorolla {Imgenes petrarquistas en la lrica espaola del Renacimiento, PPU, Barcelona, 1990), I. Navarrete (Los hurfanos de Petrarca. Poesa y teora en la Espaa renacentista, versin espaola de A. Cortijo Ocaa, Gredos, Madrid, 1997) y E. Segura Covars (La cancin petrarquista en la lrica espaola del Siglo de Oro: (Contribucin al estudio de la mtrica renacentista), CSIC, Madrid, 1949). 4 F. de Quevedo, Poesa original completa, ed. de J. M. Blecua, Planeta, Barcelona, 1962, n 609. 5 J. M. Pozuelo Yvancos, El lenguaje potico, 16, explica que la lrica amorosa de Quevedo "est construida y es explicable como desautomatizacin de la norma potico-lingstica renacentista, heredada en su mayor parte del petrarquismo"(16).

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2. El neoplatonismo en los sonetos de Villamediana. Resulta difcil, al acercarse a la figura y a la obra de Juan de Tasis y Peralta (Lisboa, h. 1582-Madrid, 1622), escapar al poderoso influjo de su leyenda6, que lo ha convertido en prototipo de enamorados, en un nuevo Macas, patrn de todo idealismo amoroso. Por otra parte, hay que evitar los tentadores paralelismos que pueden establecerse entre sus versos y sus circunstancias vitales: Villamediana es el cantor del alto atrevimiento (el de haber puesto los ojos y el pensamiento en la reina de Espaa, doa Isabel de Borbn?) que conduce a una muerte buscada (y, efectivamente, el Conde morira asesinado en las calles de Madrid). En Villamediana, vida, leyenda y poesa parecen querer darse la mano a cada instante7. De hecho, la obra del Conde no ha recibido tanta atencin crtica como su personalidad, su circunstancia vital y su leyenda: as, su supuesto amor por la esposa de Felipe IV, su rivalidad poltica con el Conde-Duque de Olivares y su violenta muerte han eclipsado parte del inters que debera haber despertado su produccin literaria, la cual tuvo en su poca un xito muy considerable (la edicin prncipe de sus obras fue la de Zaragoza, 1629; hasta 1648 alcanz seis ediciones). Luego qued relegado al olvido: el desprestigio de la crtica por el culteranismo arrastr de rechazo a toda la poesa de Villamediana, discpulo privilegiado de Gngora. Sin embargo, en las ltimas dcadas su obra se ha revalorizado, y hoy

"Villamediana, carne de leyenda" titula J. B. Pedraza uno de los apartados de su "Prlogo" a Conde de Villamediana, Obras (Facsmil de la edicin prncipe, Zaragoza, 1629), Editorial Ara ovis, Aranjuez, 1986. Ms tarde escribe: "Al leer la lrica amorosa de Villamediana es difcil sustraerse al influjo de su leyenda y de su biografa. En sus versos aparecen constantemente temas y motivos en los que adivinamos el trgico destino que le acechaba. Versos que anuncian muertes y desdichas, voluntad de ascender y cadas vertiginosas. La tradicin petrarquesca alimentaba con sus tpicos este concepto fatalista del amor, siempre abrazado a la muerte" (XXIV). 7 Seran los suyos versos platnicos para cantar un amor platnico? Ni lo sabemos ni nos interesa el saberlo. Avanzar por ese camino del posible autobiografismo de los textos -la identificacin de poeta y voz lrica, del escritor como persona histrica real y del emisor interno del poema- siempre resulta demasiado peligroso y no aporta nada fundamental al estudio de los textos literarios.

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contamos con ediciones de su corpus lrico completo . Ya en 1886 Emilio Cotarelo -en uno de los trabajos pioneros sobre Villamediana- pona de relieve la importancia de sus sonetos9; Luis Rosales, en 1969, le otorgaba el primer puesto entre nuestros poetas de amor: "Villamediana no tiene lpida ni epitafio digno en ese cementerio que ha conseguido ser, en sus mejores instantes, nuestra sufrida historia literaria. Es, sin embargo, nuestro primer poeta de amor. Este es su puesto. En su lrica amorosa, contina la expresin delicada, profunda, traslcida de Garcilaso: la tradicin de su espiritualidad. Su verso no parece escrito: est dicho en voz baja. No se elabora artsticamente, ni se apoya en imgenes que se refieran al mundo natural. Slo est sostenido por el dolor: es el camino del aire. Tan leve, tan irreparable, tan fundida al espritu es su expresin!"10. Tambin en fechas recientes han aportado importantes contribuciones a su estudio Rozas, Pedraza y Ruiz Casanova1 ].Vanse las ediciones debidas a J. F. Ruiz Casanova (Juan de Tassis, Conde de Villamediana, Poesa impresa completa, Ctedra, Madrid, 1990) y J. M. Rozas (Obras, Castalia, Madrid, 1969). "Lo mejor de las obras serias del Conde son, a no dudar, sus sonetos, de los que compuso como unos doscientos o pocos ms. En todos ellos aparece una entonacin robusta, estilo grave y sentencioso, versificacin en general buena; pensamientos filosficos y profundos; pocas veces hace uso de los peregrinos giros culteranos: pueden sacarse de la coleccin como unos cuarenta o cincuenta dignos de un poeta superior a su fama", E. Cotarelo y Mori, El Conde de Villamediana. Estudio biogrfico-crtico con varias poesas inditas del mismo, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1886,219. 10 L. Rosales, Pasin y muerte del Conde de Villamediana, Gredos, Madrid, 1969,158. 1 ' Los trabajos de conjunto ms importantes para el estudio de la figura y obra de Villamediana son los de N. Alonso Corts, La muerte del Conde de Villamediana, Imprenta del Colegio de Santiago, Valladolid, 1928; E. Cotarelo y Mori; J. E. Hartzenbusch, Discursos ledos ante la Real Academia en la recepcin pblica de don Francisco Cutanda, el 17 de marzo de 1861, Rivadeneyra, Madrid, 1861, 39-90; L. Martnez de Merlo (ed.), El grupo potico de 1610. Villamediana y otros autores, S. A. de Promocin y Ediciones / Club Internacional del Libro, Madrid, 1986; F. B. Pedraza, "Prlogo" a Conde de Villamediana, Obras, V-XLIV; L. Rosales; J. M. Rozas, 'Trlogo" a Villamediana, Obras, 772; El conde de Villamediana. Bibliografa y contribucin al estudio de sus textos, CSIC, Madrid, 1964; y J. F. Ruiz Casanova, "Introduccin" a Conde de

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Hay que sealar que la poesa amorosa de Villamediana presenta los ms variados registros, que van, en palabras de Pedraza, "desde la obscenidad prostibularia al ms encendido neoplatonismo"12. A continuacin ofrezco algunas calas, a la fuerza selectivas, en los sonetos del Conde que presentan un tono ms neoplatnico13. Estos textos pertenecen al primero de los cuatro mundos poticos que Rozas distingui en la produccin de Villamediana, puesto bajo la advocacin de caro, que recoge la lrica amorosa escrita entre 1600-1610, aproximadamente. Ruiz Casanova ha resumido muy bien la imbricacin de elementos de esas dos grandes tradiciones amorosas, la cortes-cancioneril y la petrarquistaneoplatnica, que se aprecia en el conjunto de esos poemas: "Villamediana presenta dos momentos bien diferenciados: uno, quiz hasta 1611 -fecha de su viaje a Italia-, en el que el autor trata el tema amoroso desde los presupuestos corteses y cancioneriles, tanto en el nivel retrico (derivaciones, poliptotos, paronomasias, paradojas, anttesis) como en cuanto al nivel lxico (la expresin paradjica del estado del amante, la metfora de la crcel de amon>, el amante como esclavo o reo, el servicio, galardn, vasallaje, el tratamiento de vos, el tema de la ley de amor, las cadenas que supone el amor, las dualidades razn / pasin, etc.); y un segundo en el que da entrada a los tpicos petrarquistas y neoplatnicos (los ojos de la dama, lasflechaso rayos que lanza, la guerra trabada, la imagen del laberinto, la metfora nutica, la ejemplificacin mitolgica, o el tema del silencio), junto a elementos clsicos, tanto hordanos como virgilianos, como son la visin beatfica, laVillamediana, Poesa impresa completa, 7-68. F. B. Pedraza, en su "Prlogo", XII, ha visto en l "un poeta de excepcin". Sobre esta edicin, vase M. Carmen Pinilios, "Escolios a la poesa impresa de Villamediana", Criticn, 1995 (63), 2946. 12 F. B. Pedraza, Prlogo a Obras, XI. Y aade: "El neoplatonismo, el endiosamiento de la amada [...] contrasta con sus aficiones prostibularias y donjuanescas. [...] Quiz el neoplatonismo de su lrica grave no sea ms que el contrapeso que haca oscilar violentamente la balanza de un siquismo desequilibrado. En toda su vida, Villamediana no logr dar con la serenidad y la satisfaccin que le permitieran reconciliarse consigo mismo y con la sociedad" (XXIV-XXV). 13 La numeracin de todos los textos que cito corresponde a la edicin de J. F. Ruiz Casanova.

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metfora del destierro, el marco buclico, la inscripcin de amor y otros, que dan noticia de su sntesis potica14. En varios de estos poemas de trasfondo petrarquista y neoplatnico -ya indicaba antes que a veces resulta difcil el deslinde- la voz lrica analiza su estado anmico, en un ejercicio de profunda introspeccin15, para descubrirse enajenado: es un sujeto que se encuentra mal consigo mismo, que huye fuera de s, que est desterrado de toda esperanza (n 184, v. 14, "el que se desterr de la esperanza"), en estado casi de locura. Es tambin el reo preso en las cadenas de amor o el nufrago que, no escarmentado de los peligros sufridos en anteriores ocasiones, se lanza a una nueva navegacin amorosa (vase n 76, v. 3; n 133, v. 11; n 186, w. 45). Villamediana es el poeta del silencio y el sufrimiento amorosos (vanse los sonetos que comienzan "Oh cunto dice en su favor quien calla..." y "Callar quiero y sufrir, pues la osada...", n 11 y 63, respectivamente; y estos otros textos: "En manos del silencio me encomiendo", n 96, v. 9; "el preso corazn, la lengua muda", n 148, v. 8; "un morir pretendido, un sufrir mudo", n 156, v. 14), aunque se trate siempre de un sufrimiento gozoso por el que hay que estar agradecido a quien lo causa ("lo que ms siento ms os agradezco", n 115, v. 11). Poeta tambin de la osada, del alto atrevimiento (vase el soneto n 66, "Es tan glorioso y alto el pensamiento...", o el verso "es slo para amar mi atrevimiento", n 191, v. 8), de una porfa amorosa que es locura ("del bien incierto y de mi mal seguro", n 191, v. 14), que puede sufrir una cada en castigo de su arrogancia (Villamediana recurre confrecuenciaa los mitos de caro y Faetn, smbolos claros de aquellos que se elevan por encima de sus posibilidades para terminar cayendo castigados; ver por ejemplo, para el primero, los n 5, 78 y 136). Es igualmente el cantor de la ausencia y la distancia de la amada (vase el n 50, "Ausencia de

14 J. F. Ruiz Casanova, "Introduccin" a Conde de Villamediana, Poesa impresa completa, 31. 15 Recurdese el famoso modelo garcilasiano "Cuando me paro a contemplar mi 'stado..."; Garcilaso de la Vega, Poesas castellanas completas, ed. de E. L. Rivers, Castalia, Madrid, 61989, soneto I.

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dos almas en distancia..."), de su olvido16 y desdn ("Muerto en lo ms oscuro del olvido", n 153, v. 5; "S que cuanto ms lejos, ms os quiero", n 163, v. 11). E, igualmente, del no arrepentimiento ("Muerto estar y jams arrepentido, / pues si por veros fue mi desventura, / dichosamente he sido desdichado", n 150, w. 911). Forzado a amar sin esperanza alguna ("amar es fuerza y esperar locura"17), el sujeto lrico de estos poemas queda condenado a un "esperar oscuro" (n 77, v. 14): aunque trata de buscar "en mar de sinrazn puerto de olvido" (n 90, v. 8), ve continuamente "la esperanza que mengua, el mal que crece" (n 111, v. 6) y se siente amenazado por la presencia continua de la muerte (una muerte presentida y apetecida, la muerte buscada, vista como un remedio temido y deseado a un mismo tiempo como nica salvacin posible: "Huyo del bien porque morir deseo" (n 190, v. 9), muerte, en fin, pregonera de su misma pasin inconfesada. Pero entremos ya en materia ms propiamente neoplatnica. Muy conceptual es, por ejemplo, el soneto n 45, como prueba su primer cuarteto: "Como amor es unin alimentada con parto de recproca asistencia en la mayor distancia est en presencia por milagros de fe calificada" (w. 1-4). Este soneto-definicin se construye en tomo a dualidades antitticas como razn / amor, ausencia / presencia y distingue entre un amor puramente humano y otro espiritual, que pertenece a la porcin superior (v. 9). Tambin desde un planteamiento neoplatnico se construye el n 50, en tomo al tema de la ausencia y la distancia, y la dualidad ya planteada amor fsico / amor espiritual:

La contraposicin entre la memoria del amante y el olvido de la amada apareca tambin en el n 174, w . 13-14: "permitiendo que quede mi memoria / en vuestro olvido siempre sepultada". 17 Ese soneto n 66 es importante, y bello. Comienza: "Es tan glorioso y alto el pensamiento / que me mantiene en vida y causa muerte / que no s estilo o medio con que acierte / a declarar el bien y el mal que siento" (w. 1-4); y concluye con la ya citada invocacin al amor para que sea osado, porque "amar es fuerza y esperar locura" (v. 14).

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"Ausencia de dos almas en distancia, y debe ser distancia, mas no ausencia, cuando amor, en ideas de presencia, de inseparable unin forma constancia" (w. 1-4). Como vemos, el lxico empleado es de raigambre neoplatnica. Ms adelante, en ese mismo soneto, se habla de la "lcita jactancia mental de afectos puros" contrapuesta a la "material violencia", y se oponen los ojos ciegos y mortales a la parte superior: "La parte superior del pensamiento, / en complicados udos con su objeto, / logre prendas de fines inmortales" (w. 12-14). El n 103, que canta "Estos mis imposibles adorados...", plantea el tema del amor ms all de la muerte, en particular en sus w. 12-14, al afirmar que la fe "har que viva amor aunque yo muera, / y vos iris adonde el alma fuere, / que esto no me podr quitar la muerte". Como anota su editor moderno, podemos relacionar su tema con el del famoso soneto de Quevedo "Cerrar podr mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco da.. ,"18, que canta ese "Amor constante ms all de la muerte". Importante por desarrollar la metfora amada^luz es el n 117, "Milagros en quien slo estn de asiento...". Se articula como una serie de apostrofes a la amada ("Milagros... resplandeciente norte... xtasis puro... misteriosa razn... ejecutiva luz, noble crdito... oriente"), y el remate es: "cierta muerte hallara en vos mi vida / a ser morir, morir por esos ojos" (w. 13-14; modifico la puntuacin de Ruiz Casanova). En la luz insiste tambin el n 119, "De aquella pura imagen prometida, / que en la mente inmortal se fue formando...". No har falta recordar la importancia vital que en las teoras neoplatnicas tienen los ojos, la mirada, como vehculos transmisores del amor. En palabras del mencionado Ruiz Casanova: "Este soneto amoroso es todo l un tratado platnico del amor. La Idea se concreta en 'especies', y la pasin, desde su propia idea, alimenta la paradoja de la 'muerte en vida' del amante. La voluntad sobrepasa a la razn y conduce al amante hacia el finSoneto n 472 (ed. Blecua). Para este soneto vase tambin Francisco de Quevedo, Un Herclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, ed. de L. Schwartz / 1 . Arellano, Crtica, Barcelona, 1998, n 134, 227-228, con las notas de los editores y la bibliografa a que remiten.

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menos indicado. Destaca en la composicin el lxico utilizado por el Conde (especies, comprensin, idea, bien, forma, accin, fines), trminos propios del lenguajefilosficoplatnico"19. El n 121, que comienza "Divina ausente en forma fugitiva", insiste en la idea de la ausencia, y a l pertenece este bellsimo verso cuarto: "yo quedo en soledad de luz altiva". No menos sugerente es el verso quiasmtico con que se remata, segn el cual el amante se halla "con noche eterna y con eternos males". Algunos de estos sonetos que he comentado brevemente pueden resultar para el gusto de hoy muy fros, demasiado intelectuales por el excesivo rigor conceptual de su construccin, si bien presentan aciertos parciales -algunos versos sueltos, un cuarteto o un terceto- de superior belleza. Sin embargo, en otras composiciones eserigoren la construccin del soneto no est reido con el sugerente poder expresivo y un ms alto aliento potico. 3. Dos sonetos neoplatnicos. Me refiero concretamente a los sonetos que comienzan "El que fuere dichoso ser amado..." e "Imagen celestial, cuya belleza...", en los que la tradicin heredada cuaja -por la perfecta construccin de esos textos, por su intensidad expresiva y por su fuerza emotiva- en dos de las composiciones ms hermosas del Conde y, tambin, de toda la poesa en lengua castellana. El primero (n 193) dice as: "El que fuere dichoso ser amado, y yo en amor no quiero ser dichoso, teniendo, de mi mal propio envidioso, a dicha ser por vos tan desdichado20. Slo es servir servir sin ser premiado; cerca est de grosero el venturoso; seguir el bien a todos es forzoso,J. F. Ruiz Casanova, Introduccin a Conde de Villamediana, Poesa impresa completa, 195 nota. 20 La edicin de Ruiz Casanova dice "a dicha de ser por vos tan desdichado", que hace el verso largo. Lo enmiendo.

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yo slo sigo el mal sin ser forzado. No he menester ventura para amaros: amo de vos lo que de vos entiendo, no lo que espero, porque nada espero; llvame el conoceros a adoraros; servir, mas por servir, slo pretendo: de vos no quiero ms que lo que os quiero". La composicin, bellsima, rene varios motivos corteses, petrarquescos y neoplatnicos: el servicio a la dama sin esperanza -ni deseo- de premio, el gustoso sufrimiento de amor, la religio amoris (v. 12, "adoraros"), el amor concebido aqu como conocimiento o entendimiento intelectual del objeto amado (aspecto ste ya apuntado en otro soneto del Conde: "Quereros entender es no entenderos, / pensar en vos parece confianza, / atreverse a miraros es perderos", n 127, w. 12-14). Como escribe Pozuelo Yvancos, "Es doctrina neoplatnica tambin que el amor se ofrece al amante por va de conocimiento y que implica ausencia de la cosa amada"2 l, y ya antes haba explicado la oposicin ver / entender, como dos formas graduales de percepcin: "Ver es apreciar la hermosura sin ms; entender es conocer a travs de ella su significado interior"22. Sobre este soneto, que recuerda el de Lope "Ya no quiero ms bien que slo amaros.. ."23, ha escrito Rosales: "No se puede ir ms lejos en el acierto potico, en la fijeza y nitidez de la expresin, en la delicadeza del sentimiento. Son muchos los sonetos amorosos de Villamediana que tienen este logro, pero aqu y ahora no nos importa destacar su valor literario, sino su valor expresivo, que constituye, indudablemente, una de las cimas de la espiritualidad espaola"24. El otro texto se titula "A un retrato" (n 269, catalogado entre los sonetos lricos, con variantes importantes en el n 266, "OfenJ. M. Pozuelo Yvancos, El lenguaje potico, 75. J. M. Pozuelo Yvancos, El lenguaje potico, 72. 23 Sus cuatro primeros versos son: "Ya no quiero ms bien que slo amaros, / ni ms vida, Lucinda, que ofreceros / la que me dais, cuando merezco veros, / ni ver ms luz que vuestros ojos claros", Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. de A. Carreo, Crtica, Barcelona, 1998, soneto 133, n 170. 24 L. Rosales, 162.

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sas son, seora, las que veo...", y en el nm. 271, "Ofensas son por cierto stas que veo.. ."25): "Imagen celestial, cuya belleza no puede sin agravio ser pintada, porque mano mejor, ms acertada, nofitanto a la naturaleza. En esto ver el arte su flaqueza: quedando vida y muerte as pintada, est menos hermosa que agraviada sin quedarlo la mano en su destreza.26 Desta falta del arte, vos, seora, no quedis ofendida, porque el raro divino parecer est sujeto. Retrato propio vuestro es el aurora, retrato vuestro el sol cuando es ms claro, vos, retrato de Dios el ms perfeto. Tambin aqu se da una interesante acumulacin de motivos: se parte del retrato de una dama -motivo reiterado en la lrica amorosa, lo mismo que en las comedias auriseculares-, pero no se utiliza para la tpica descriptio puellae, sino para presentar la belleza fsica de la amada con valor trascendente: esa belleza fsica de la dama es trasunto de la belleza de su alma, y sta lo es a su vez de la Suma Belleza que es Dios. El poema se basa en imgenes de luz y claridad: la aurora y el sol son retratos de la mujer amada, de la misma manera que sta es retrato de la Divinidad. Con esto enlaza otra cuestin muy debatida en el Renacimiento y el Barroco, la del arte como imitacin de la naturaleza, que es bella precisamente por su misma variedad (con ecos en numerosas obras literarias como el Quijote y el Persiles de Cervantes o la Dorotea de Lope de Vega). Aqu, el artista no es capaz de captar la belleza de la dama, pero su arte no es culpable, porque esa bellezafsicaes reflejo de la Hermosura divina (pintada por otra "mano mejor, ms acertada", esto es, por Dios, que confrecuenciaaparece en otros textos bajo el tipo alegrico de "Divino Pintor"). Por otra parte, la estructura circular del soneto (comienza con "Imagen celestial" y26

Para esas variantes, ver L. Rosales, 159-160. Modifico la puntuacin del soneto que trae Ruiz Casanova, para darle mayor sentido.

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NEOPLA TONISMO EN LA RICA DEL SIGLO DE ORO

acaba en "retrato de Dios el ms perfeto") redondea desde el punto de vista estructural esta hermosa composicin27. Como he tratado de mostrar en este apretado resumen, dispersos en los sonetos lricos del Conde de Villamediana podemos encontrar distintos motivos tomados de las teoras amorosas de raigambre neoplatnica vigentes en la poca. Un rastreo exhaustivo dara resultados interesantes en otros autores. En cualquier caso, creo que los ejemplos aducidos bastan para mostrar la importancia de esa huella que la doctrinafilosficaneoplatnica dej impresa -valga la expresin- en la lrica amorosa espaola del Siglo de Oro.Carlos Mata Indurin Departamento de Literatura Universidad de Navarra 31080 Pamplona Espaa [email protected]

~ Ruiz Casanova anota que el mismo tema se aborda en el soneto de Quevedo n 364, en Poesa original completa, ("A un retrato de una dama. Soneto amoroso", que comienza "Tan vivo est el retrato y la belleza..."), aunque con tratamiento distinto.

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