Mi Querella Con Paz - Héctor Aguilar Camín

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pdfcrowd.com open in browser PRO version Are you a developer? Try out the HTML to PDF API INICIO NÚMERO ACTUAL ARCHIVO BLOGS CULTURA LIBROS SUSCRIPCIONES CAL Y ARENA Mi querella con Paz 1 ABRIL, 2015 Héctor Aguilar Camín Héctor Aguilar Camín ofrece su versión de una querella cultural que electrificó los años finales del nexos hoy VIERNES, 3 DE ABRIL DE

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Mi querella con Paz - Héctor Aguilar Camín

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    INICIO NMERO ACTUAL ARCHIVO BLOGS CULTURA LIBROS SUSCRIPCIONES CAL Y ARENA

    Mi querella con Paz1 ABRIL, 2015 Hctor Aguilar Camn

    Hctor Aguilar Camn ofrece su versin de una

    querella cultural que electrific los aos finales del

    nexos hoyVIERNES, 3 DE ABRIL DE

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    querella cultural que electrific los aos finales del

    siglo XX y termin por enfrentar a las dos revistas

    mexicanas ms influyentes en trminos

    intelectuales: nexos y Vuelta. Lo que el lector

    encontrar aqu es una lectura de los encuentros

    y desencuentros que el autor de estas pginas

    tuvo con Octavio Paz: un retrato de las

    contrariedades de la vida pblica y de los tics de

    un medio cultural entregado, por igual, al elogio y

    al dicterio

    1

    En 1972 escrib con Enrique Krauze un breve

    texto deplorando que los escritores conocidos de

    Mxico abusaran de su personaje y opinaran de

    todo. Krauze tena veinticinco aos y yo veintisis,

    escribamos nuestras tesis de historia para un

    2015

    LA SEMANA SANTA

    La pasinreligiosaJean Meyer

    Nuevocatecismo paraindios remisosCarlos Monsivis

    Anniedesapareci enSemana Santa

    Sabina Berman

    guila, nopal ycruz

    Solange Alberro

    EDICIN IMPRESA

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    doctorado en El Colegio de Mxico. Nuestro texto

    fue publicado en el suplemento La cultura en

    Mxico el 9 de agosto de 1972. La portada del

    suplemento llevaba como ttulo En torno al

    liberalismo de los setentas. Inclua escritos del

    director del suplemento, Carlos Monsivis, del

    filsofo Carlos Pereyra y del escritor Hctor

    Manjarrez, adems del de Krauze y el mo. Por el

    resto de sus das Paz y sus repetidores se

    referiran a esta publicacin como el lugar donde

    haban sido expulsados del discurso poltico.

    He vuelto a leer aquellos textos. Primera sorpresa:

    el nico personaje del Mxico liberal de la poca

    al que se menciona por su nombre es Jess

    Reyes Heroles, clebre historiador del liberalismo,

    entonces presidente del PRI. Lo menciona Carlos

    Monsivis en el texto introductorio. Dice que la

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    polmica sobre el liberalismo del momento tiene

    sentido para

    contribuir a la distincin entre

    antiintelectualismo y crtica poltica y cultural.

    [...] Por antiintelectualismo entendemos [...]

    las declaraciones del licenciado Reyes

    Heroles, alto ejecutivo del PRI, quien advirti

    en el engreimiento de los intelectuales una

    de las causas bsicas de los problemas de

    Mxico. Se ha querido ungir a los

    intelectuales con la responsabilidad de la

    presente crisis. [...] El antiintelectualismo

    puede ser una forma aguda de represin y

    confusin profesionalizada.

    Este era el blanco explcito del texto de Monsivis:

    Jess Reyes Heroles, el mayor representante del

    1

    Actualidad delpasado

    LaexperienciareligiosaJean Meyer

    Lo ms ledo

    Mi querellacon Paz

    Las razonesde latmbola

    AMLO yChigurh

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    Jess Reyes Heroles, el mayor representante del

    liberalismo oficial, quien segn Monsivis culpaba

    a los intelectuales de los problemas de Mxico. El

    otro frente de la polmica eran los representantes

    del liberalismo ideolgico, vistos por l como una

    extensin del liberalismo oficialista de Reyes

    Heroles. Eran los intelectuales y los escritores,

    deca Monsivis, que al apoyar finalmente al

    Sistema, participan de su accin enajenadora.

    Esta ltima lnea era el eje del artculo de Pereyra.

    Los liberales mexicanos de los setenta, escribi

    Pereyra, no ejercan la crtica contra la ideologa

    dominante sino por excepcin, como si la

    irracionalidad del rgimen capitalista slo se

    manifestase en esas circunstancias

    excepcionales. La conclusin de Pereyra era:

    La ciudadque nosinventa

    La identidadde gneronos viene dela naturaleza

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    En la medida en que se va configurando un

    autntico discurso poltico en oposicin a la

    ideologa dominante, esos intelectuales

    liberales quedan cada vez ms aislados y no

    expresan sino su propia ausencia de la

    realidad nacional. Lo totalizador de sus

    sentencias no les da ya presencia alguna.

    Esto es lo ms cercano que hay en todo el

    nmero de aquel suplemento de 1972 a la idea de

    una expulsin del discurso pblico.

    El texto de Manjarrez est dedicado a las

    contradicciones morales y los lmites prcticos del

    intelectual humanista. Cuando el intelectual

    humanista salta a la accin poltica, dice

    Manjarrez, traiciona el espacio de su

    independencia y se vuelve un poltico ms. Su

    2

    Nuestrosblogs

    Crisis institucional y

    Gobierno Abierto

    Blog de la redaccin

    Las noticias jurdicas

    ms relevantes en el

    mundo. Primer

    Reporte 2015

    El juego de la

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    prestigio esencialmente moral se mediatiza y

    diluye al aplicarse a la prctica. En el texto de

    Krauze y mo no aparece la palabra liberal, de

    modo que mal pudimos dedicarnos l y yo a

    expulsar a los liberales de ninguna parte.

    Los textos que gloso han pasado a la pequea

    historia de la vida intelectual mexicana como

    3

    El juego de la

    Suprema Corte

    Los franeleros

    La brjula

    Cmo le va al

    mercado del arte en

    estos tiempos?

    La rotativa

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    referentes del intento dogmtico de la izquierda

    de expulsar a los liberales del discurso pblico.

    La verdad es que nadie expulsa a nadie. Ni

    Monsivis ni Pereyra ni Manjarrez son en sus

    textos la izquierda dogmtica, ni Paz es entonces

    el liberal hertico que sugiere la idea de expulsin.

    Los liberales de que hablan Monsivis y Pereyra

    en sus textos son los herederos de una peculiar

    tradicin mexicana, segn la cual se puede ser

    liberal y convivir sin mayores tensiones con

    regmenes polticos ostensiblemente antiliberales,

    como el porfirismo de principios del siglo XX o el

    priismo de los setenta.

    Nadie era liberal en 1972 a la manera de Flores

    Magn o de Francisco I. Madero. No haba

    liberales dispuestos a levantarse en armas si era

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    necesario para restaurar las libertades. Los

    liberales de los aos setenta lo eran a la manera

    de Justo Sierra frente a Porfirio Daz y de Jess

    Reyes Heroles frente al PRI. Creo que lo que

    Monsivis y Pereyra reprochaban en el fondo era

    la falta de compromiso del liberalismo de la poca

    para defender y exigir las libertades bsicas,

    administradas a su gusto por un rgimen

    presidencial autoritario emanado de la

    Revolucin mexicana. Hacan la crtica del

    posibilismo liberal en un orden antiliberal.

    Paz se dio por aludido y public una respuesta sin

    firma desde la revista Plural que editaba el diario

    Exclsior y l diriga. De mi texto con Krauze dijo

    que era la ocurrencia de una pareja de siameses

    intelectuales dueos de medio cerebro en dos

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    cuerpos. Recuerdo haberle dicho a Monsivis:

    Al menos medio cerebro. No, se carcaje

    Monsivis: Un cuarto. Medio cerebro en dos

    cuerpos: un cuarto para cada uno. Aos

    despus, Krauze se dijo feliz de que en Plural lo

    hubieran deletreado con esa ocurrencia. No es

    eso lo que yo recuerdo que le pas en aquellos

    das. A m la respuesta de Paz me dej ver un

    rasgo de autoridad que odiaba. Un insulto

    annimo desde las alturas del olimpo. Yo no lo

    haba insultado a l, haba intentado una crtica a

    los escritores que abusaban de su personaje. l

    haba respondido lo que respondi.

    2

    Era agosto de 1972.

    4

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    Los textos de aquel suplemento tenan mucho que

    ver con los pronunciamientos de Paz y de Fuentes

    un ao antes a favor de la decisin de Luis

    Echeverra de investigar la represin del Jueves

    de Corpus de 1971. La manifestacin de aquel 10

    de junio celebraba el regreso del exilio de varios

    lderes estudiantiles del 68. Fue agredida a tiros y

    palos por una fuerza paramilitar del gobierno de la

    ciudad conocida como Los Halcones. Echeverra

    decret el cese inmediato del regente, Alfonso

    Martnez Domnguez, y prometi una

    investigacin a fondo de la matanza. Su gesto

    atrajo la simpata de intelectuales y universitarios.

    Paz lleg a decir que Echeverra le haba

    devuelto la transparencia a las palabras. A

    Fuentes le fue atribuida una declaracin que en

    realidad es de Fernando Bentez, gran demiurgo

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    del periodismo cultural de la poca: Echeverra o

    el fascismo. Ninguna de las dos declaraciones

    cay bien en el mundillo de La cultura en Mxico,

    cercano a la izquierda universitaria y al agravio

    del 68. En junio de 72, Paz asisti a una reunin

    que Fuentes organiz en Nueva York para que

    Echeverra se reuniera con intelectuales

    estadunidenses. Paz percibi la suspicacia que

    provocaban aquellas cercanas y abri un debate

    en las pginas de Plural sobre las relaciones de

    los escritores y el poder. De aquellos das y

    aquellas prevenciones, en muchos sentidos

    ridculas, sobre la pureza o la impureza poltica de

    la repblica de las letras, sali uno de los ms

    txicos y desencaminados debates de la vida

    pblica mexicana de las dcadas siguientes, el de

    la pureza de los escritores y el diabolismo del

    5

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    poder.

    Desde el punto de vista intelectual, Paz cargaba

    ya cierto desencuentro con su medio. En Postdata

    (1970) haba ofrecido una explicacin

    psicoanaltica y mitolgica del 2 de octubre del 68,

    marca fnebre de mi generacin. Escribi:

    Como esos neurticos que al enfrentarse a

    situaciones nuevas y difciles retroceden,

    pasan del miedo a la clera, cometen

    acciones insensatas y as regresan a

    conductas instintivas, infantiles o animales, el

    gobierno regres a periodos anteriores de la

    historia de Mxico: agresin es sinnimo de

    regresin. Fue una repeticin instintiva que

    asumi la forma de un ritual de expiacin; las

    correspondencias con el pasado mexicano,

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    correspondencias con el pasado mexicano,

    especialmente con el mundo azteca, son

    fascinantes, sobrecogedoras y repelentes. La

    matanza de Tlatelolco nos revela que un

    pasado que creamos enterrado est vivo e

    irrumpe entre nosotros. Cada vez que

    aparece en pblico, se presenta

    enmascarado y armado; no sabemos quin

    es, excepto que es destruccin y venganza.

    Es un pasado que no hemos podido

    reconocer, nombrar, desenmascarar.

    Lo que nosotros queramos, como deudos

    asumidos de la matanza de Tlatelolco, no era

    explorar la neurosis del gobierno, culpar al

    pasado azteca o explorar la vena sacrificial de

    nuestro origen. Queramos una crnica de los

    hechos y unos responsables polticos. Dej

    6

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    constancia de mi propio desencuentro con esa

    versin sacrificial de Paz en un texto de 1977.

    Escrib:

    Postdata fue a la vez un llamado congregador

    y un punto de llegada, el lmite de la

    credibilidad de una versin de la historia y la

    poltica de Mxico. Lo primero, por su fuerza

    moral, porque hizo pblica de nuevo luego

    de dos aos sombros de fin de sexenio la

    enormidad del hecho que le daba origen. [...]

    Lo segundo porque esa desesperacin y esa

    asfixia estaban demasiado cerca de la

    densidad fsica, moral y diazordacista del

    hecho como para compartir con Paz una

    explicacin mtica de la matanza. La

    explicacin requerida exiga a la vez una

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    historia y una reivindicacin poltica. Era

    preciso saber quines, cmo, por qu, los

    dilogos, las reacciones, la puesta en escena

    exacta, la reconstruccin fiel. E

    inmediatamente despus, era preciso el

    castigo de los culpables, la revancha jurdica

    y poltica de una ciudadana expuesta y

    masacrada en aras de los delirios de

    autoridad de un paranoico.

    Esta sensibilidad divergente, ms los

    acercamientos de Paz, Fuentes y otros escritores

    al presidente Echeverra, haban creado una

    distancia cenacular entre el grupo de La cultura

    en Mxico y los personajes mayores de la vida

    intelectual mexicana. La incomodidad de

    Monsivis con las actitudes de Paz y Fuentes

    7

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    alimentaba la intensidad de la querella. En

    Monsivis convivan la vocacin de marginalidad

    y la necesidad de protagonismo. Reconoca a sus

    intelectuales mayores pero no acababa de

    rendirse a ellos. Mantena hacia Paz y hacia

    Fuentes una admiracin cabal pero mediada por

    una distancia crtica y una satrica, a la vez lcida

    y resentida, distancia social.

    Lo que rega el momento cultural no era lo que

    discutamos en nuestros cenculos o

    publicbamos en nuestras pginas, sino lo que

    pasaba en el ms amplio paisaje de la vida

    pblica. Dominaba ese paisaje la contagiosa

    efervescencia del nuevo presidente, Luis

    Echeverra, con su llamada apertura

    democrtica. Pareca haber en la presidencia un

    8

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    nuevo toque de sensibilidad, que acab en

    demagogia, y un estimulante activismo, que

    acab en desmesura, Pero el arranque fue

    elctrico, abri puertas y ventanas, ofreci un

    discurso presidencial autocrtico, abri los brazos

    a las universidades y los intelectuales. Echeverra

    dio el Premio Nacional de las Letras en 1971 a

    Daniel Coso Villegas, uno de los intelectuales de

    la cepa liberal que honraban su estirpe aunque

    pareciera desledo o poco radical a la opinin

    pblica herida y galvanizada por el 68. Los

    activistas y los intelectuales de la sensibilidad

    sesentayochera no soaban con la democracia

    liberal sino con la revolucin socialista.

    La apertura de Echeverra sacudi tambin el

    establecimiento poltico, dio espacio a nuevos

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    movimientos sindicales, como la Tendencia

    Democrtica de los electricistas, y al activismo de

    nuevas organizaciones urbanas y campesinas. El

    discurso que bajaba de Los Pinos volvi a tener el

    tono populista del lder que lo puede y lo quiere

    todo, aunque acabe normalmente arruinndolo

    todo. El presidente apareca por todas partes,

    oyendo, agitando, regaando, prometiendo. Y

    dejando hablar a otros. Este es el clima de

    libertad poltica que Coso Villegas reconoci en

    el pas al recibir el Premio Nacional de las Letras

    del ao 71. Es en esa atmsfera donde surgen

    las palabras aquiescentes del alto mundo

    intelectual hacia el nuevo presidente y su

    promesa de renovacin. Todo lo que parece

    ilusin y pacotilla hoy, es en aquel momento una

    promesa creble, un llamado a creer. Tambin una

    9

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    invitacin a moverse hacia las propias metas. En

    ese ambiente pblico es que el director de

    Exclsior, Julio Scherer, ofrece a Octavio Paz la

    revista Plural y se dispara l mismo hacia un

    periodismo crtico que al final ha de costarle el

    diario, y la esperanza.

    La apertura democrtica echeverrista es la

    mezcla confusa pero intensa de lo que baja de la

    presidencia y lo que sube de la sociedad en forma

    de lideratos contenidos y agravios sin retorno.

    Entre los primeros hay que citar los sacudimientos

    en las relaciones del gobierno con sus clientelas

    tradicionales, en particular con los empresarios,

    que resienten la crtica poltica y el

    intervencionismo econmico presidencial. Entre

    los segundos, la aparicin de movimientos

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    guerrilleros en el campo y la ciudad. La apertura

    democrtica convive con la represin, los atisbos

    del cambio democrtico van de la mano con los

    disparos del asalto al cielo revolucionario.

    3

    Las historias intelectuales al uso de aquellos aos

    reparan demasiado en lo que los escritores

    escriben y discuten entre ellos. Pero la repblica

    de las letras es slo una regin de la repblica en

    general, y una regin particularmente sensible. No

    marca el pulso de la nacin, pero vive inmersa en

    sus vaivenes, atenta a sus seales. De hecho,

    habla ms de poltica que de letras.

    Durante el sexenio echeverrista la repblica

    letrada sufre un cambio maysculo, que a la vez

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    la fortalece y la diluye, la hace ms visible, pero la

    subordina a los rpidos del ro ms ancho que

    llamamos opinin pblica. El mundo cultural se ve

    particularmente marcado por los cambios de la

    prensa de los setenta. Tal como suger en un texto

    de finales de aquel periodo presidencial:

    No fue un grupo de intelectuales sino un

    peridico, el Exclsior, quien llev a la

    prctica las reglas de la Apertura

    democrtica, el dilogo y la autocrtica. [...]

    Da con da, la primera plana de Exclsior

    registr la obsesiva descomposicin poltica y

    moral de un pas que se haba fingido la

    Jerusaln Libertada y era slo el apogeo de

    Sodoma y Gomorra. Exclsior busc,

    encontr, invent las noticias, los personajes,

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    las situaciones requeridas para cumplir su

    vasta empresa de los setenta: denunciar,

    recordar, polemizar, ser el centro de una

    opinin pblica que fueron creando sus

    arbitrariedades y sus riesgos, sus muchos

    aciertos y su solidaridad con las mejores

    causas liberalizantes. [Durante esos aos]

    Exclsior fue, como quisieron sus fundadores

    y quiere su lema explcito, el peridico de la

    vida nacional, de todo lo que pudo y quiso

    moverse, de todo lo que no fue ni quiso ser el

    catafalco, el saldo, la anatoma de la tumba

    de la vida nacional. [...] El 8 de julio de 1976,

    una larga ingeniera de presiones internas y

    externas determin la expulsin de siete

    cooperativistas de Exclsior, entre ellos el

    director Julio Scherer Garca, el subdirector

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    Manuel Becerra Acosta y el gerente Hero

    Rodrguez Toro. Con ellos sali

    prcticamente toda la planta de redactores y

    editorialistas que haban hecho del peridico

    el instrumento polmico, informativo y crtico

    que era. En la edicin del 9 de julio, una

    cabeza de la plana internacional resumi la

    cada profesional del diario: al informar sobre

    una junta plenaria de partidos comunistas

    orientales en Rumania, el cabeceador afirm:

    Rusia clama victoria en la junta roja.

    El llamado golpe a Exclsior de 1976 reuni a la

    comunidad intelectual en un mismo impulso de

    crtica al poder y fundacin de nuevos espacios.

    El entorno de vida pblica que reconoci ese

    agravio y lo dej prosperar, fue el creado por la

    10

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    reforma poltica de 1978, emprendida por el nuevo

    presidente Jos Lpez Portillo y por su secretario

    de Gobernacin, aquel liberal posibilista a quien

    Monsivis haba criticado por su nombre en el

    suplemento de La cultura en Mxico sobre el

    liberalismo de los setentas: Jess Reyes

    Heroles.

    La reforma poltica de Reyes Heroles y Lpez

    Portillo fue diseada para abrir espacios polticos

    a la izquierda. Queran sacarla de las tentaciones

    guerrilleras y de las universidades pblicas,

    convertidas durante los setenta en verdaderos

    campamentos de izquierdismo radical. La reforma

    poltica de aquellos aos legaliz la existencia del

    Partido Comunista y garantiz una representacin

    proporcional a las oposiciones en la Cmara de

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    Diputados. Acompa su debate de los cambios

    polticos con un nuevo clima de libertades

    pblicas, tolerancia a la crtica y estmulo a la

    pluralidad.

    En el mbito periodstico y cultural, la reforma

    poltica fue de fundaciones y refundaciones. En

    1976 se crea la revista Proceso, hija de los

    periodistas desplazados de Exclsior bajo la

    figura, ya legendaria entonces, de Julio Scherer.

    En 1977 el mayor de los intelectuales mexicanos,

    Octavio Paz, funda Vuelta, sucednea de la

    revista Plural que haba publicado bajo los

    auspicios de la cooperativa de Exclsior. En

    noviembre de 1978 se funda el diario unomsuno,

    bajo la direccin de Manuel Becerra Acosta Jr.,

    expulsado con Scherer del diario Exclsior. En

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    1978 se funda la revista nexos, vecina cultural del

    grupo de La cultura en Mxico, una primera salida

    al mundo del nimo de conocimiento y debate

    publico de una comunidad acadmica que viva en

    tensin crtica e ideolgica con la cultura literaria

    dominante. En particular, con Paz y Vuelta.

    Como un

    filamento

    de

    aquella

    tensin,

    en

    octubre

    de 1978

    publiqu

    en nexos

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    un

    artculo

    sobre las

    reflexiones que Paz acababa de hacer en

    Proceso: 1978: entre las convulsiones y la

    inmovilidad. Me haba parecido una visin

    desoladora. Recuerdo que mientras la recorra,

    pensaba en mi hermano Luis Miguel, 10 aos

    menor que yo, que lea a Paz con fervor de poeta

    adolescente. Me rebel la idea de que un autor

    deslumbrante, casi proftico para el joven poeta

    que era Luis Miguel, pudiera ofrecerle ahora,

    ofrecernos, este plato de sangre: una mirada

    brutal, impostadamente lgubre, del mundo en

    que vivamos. Quiz por este desvo freudiano de

    mi propio rechazo generacional a la

    desesperanza de Paz, us el siempre mal

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    argumento de la edad para rechazar su

    descripcin. Escrib una glosa de su visin

    apocalptica diciendo que Paz haba envejecido

    mal y rechac circunstanciadamente su

    diagnstico, oscuro hasta el conservadurismo,

    sobre la condicin del mundo. Record la lnea de

    Quevedo, que haba servido de epgrafe a uno de

    los libros de Paz, Calamidades y milagros: Nada

    me desengaa, el mundo me ha hechizado.

    Aquel libro reuna poemas escritos entre 1937 y

    1948. Los aos del hechizo del poeta, segua mi

    texto,

    eran para el mundo los de la guerra mundial y

    el exterminio judo, los de la barbarie nazi y la

    contrabarbarie aliada sovitica, la iniquidad

    neocolonial de la postguerra, la debacle

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    europea, la expansin imperial

    norteamericana. [...] Pero la mirada joven,

    intensa y eufrica del poeta de entonces

    saba reconocer, a contracorriente de la

    Muerte, la Nada y las Calamidades, el

    milagro y el agua lmpida, la plenitud del

    cuerpo y el poder fundador de la palabra.

    Treinta aos despus, la mirada vidriosa del

    poeta, consumida en la desolacin, no sabe

    ni quiere ver en el mundo otra cosa que una

    [...] noche de espanto. Con la juventud de

    quien miraba, se marcharon del mundo los

    milagros, slo quedaron las calamidades.

    Proced entonces a repetir, irnicamente, la

    coleccin de males que el poeta vea en el mundo

    de 1978: Las revoluciones se han petrificado en

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    tiranas desalmadas; los alzamientos libertarios

    han degenerado en terror homicida. Occidente

    vive en la abundancia, pero corrodo por el

    hedonismo, la duda, la dimisin. La gran

    novedad del siglo XX, no haba sido la aparicin

    del socialismo, sino la del Estado totalitario,

    dirigido por un comit de inquisidores.

    Europa?: Todos sabemos que vive un fin de

    poca. El mundo socialista?: Por ms grandes

    que hayan sido los cambios despus de la muerte

    de Stalin, la URSS y sus satlites son

    esencialmente lo que fueron desde su origen:

    ideocracias totalitarias. El Tercer Mundo?:

    Dictaduras, luchas intestinas y guerras

    exteriores, unas con otras con la intervencin de

    las grandes potencias, zarabanda grotesca de

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    disfraces ideolgicos, matanzas que dejaran

    boquiabiertos a los asirios, los trtaros y los

    aztecas. La Amrica Latina?: Todos sus

    sacudimientos, sin excepcin alguna, han

    terminado en dictaduras militares. Los polticos

    de Occidente?: Mezcla propia de miopa y

    cinismo. Los intelectuales de Occidente?: Han

    revelado durante los ltimos aos una frivolidad

    moral y poltica no menos escandalosa que la de

    los gobernantes.

    Y el movimiento de rebelin juvenil de la dcada

    pasada que tantos entusiasmos despert, los

    hippies con su eco de los antiguos gnsticos?:

    Se han evaporado. La revuelta estudiantil que

    recogi la gran herencia libertaria?: Termin

    engendrando bandas terroristas. El movimiento

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    de liberacin femenina?: Tambin ha sufrido el

    contagio de la ideologa. El reciente

    acercamiento de cristianismo y marxismo?: Una

    depravacin moral. Nuestro tiempo, en suma?:

    El de la guerra universal, permanente y

    transmigrante. Resumen?:

    Si la historia es una pieza de teatro, hay que

    confesar que no tiene pies ni cabeza. El texto,

    corrompido por autores infieles ha sido

    escrito por un loco cuyo perverso mtodo de

    composicin se reduce a esmaltar las

    improvisaciones con crmenes e

    incoherencias.

    De la comparacin con el poeta adnico de los

    aos treinta y el apocalptico relator de la miseria

    del mundo de los aos setenta conclu: Paz es

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    del mundo de los aos setenta conclu: Paz es

    sustancialmente inferior a su pasado y est,

    polticamente, a la derecha de Octavio Paz.

    Recib la calificacin de gatillero por parte de

    alguno de los escritores cercanos a Paz y no

    mucho ms.

    11

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    4

    En 1979, a propsito de la publicacin de El ogro

    filantrpico, escrib una larga resea crtica. La

    resea incurra en algunos de los reproches

    ideolgicos al uso de la izquierda de entonces,

    pero apuntaba tambin al mecanismo ensaystico

    de Paz. El mecanismo haba sido descubierto por

    Jorge Aguilar Mora en La divina pareja: historia y

    mito en Octavio Paz. La huella de Aguilar Mora

    est presente en mi resea desde el ttulo:

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    Metforas de la tercera va. Trat en esa resea

    de mostrar la forma en que el mecanismo

    discursivo de Paz, explorado por Aguilar Mora,

    acuda a las metforas como atajos de la

    reflexin. Atajos brillantes, al final de los cuales la

    historia de carne y hueso desapareca para

    resolverse en radiantes metforas. Uno de los

    pasajes de mi crtica se refiere a la sobreposicin

    metafrica del Edn y el Ejido, peculiar de la

    visin histrica de Paz sobre el zapatismo (el de

    Emiliano Zapata, 1910). Mi conviccin entonces y

    ahora, es que no hubo nunca Edn en el Ejido ni

    hay mucho que entender en el ejido como un

    cumplimiento del mito del regreso a los orgenes.

    Edn es mucha metfora para Ejido, salvo por el

    argumento contrario: el ejido ha resultado ser un

    edn al revs.

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    La resea estaba orientada a sustentar la

    aseveracin previa sobre la inferioridad de la

    visin poltica del Paz de los setenta respecto de

    su pasado. Terminaba describindolo como el

    intelectual orgnico del Estado creado por la

    Revolucin mexicana:

    A semejanza de ese mismo Estado en cuyo

    horizonte histrico creci y se form Paz

    ha terminado inclinndose por su vena

    histrica conservadora. [...] Paz abandona la

    Revolucin Mexicana en la misma medida en

    que la Revolucin ha abandonado sus races

    populares para entregarse a las fuerzas del

    capitalismo. Por eso puede decirse que Paz

    como el Estado o la Revolucin Mexicana

    es inferior a su pasado y est,

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    polticamente, a la derecha de Octavio Paz.

    No recuerdo que esta larga resea produjera una

    reaccin de Paz, aunque acendr, desde luego, el

    nimo de querella cultural entre la revista Vuelta y

    el binomio de la revista nexos/suplemento La

    cultura en Mxico que dirigan, respectivamente,

    Enrique Florescano y Carlos Monsivis. Yo era

    entonces secretario de redaccin de nexos.

    Sobre lo que el fuego de las querellas culturales

    poda llevar a la cabeza de Paz, hay una pequea

    historia, referida por Antonio Alatorre

    precisamente a propsito del libro de Aguilar

    Mora, La divina pareja. Alatorre escribi:

    Confieso que me cost trabajo leer este libro

    y que me hubiera sido imposible hacer de l

    12

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    una crtica precisa, pero haba jvenes

    exigentes e inquietos que no slo lo lean

    sino que lo estudiaban, y una vez, varios

    meses despus de su publicacin, les o decir

    que La divina pareja no haba tenido reseas

    en revistas ni suplementos culturales porque

    este era un mundo controlado por la mafia

    de Octavio Paz y haba consigna de aplicarle

    la ley del hielo. La cosa me pareci cuento,

    fantasa de muchachos muy amigos de

    Jorge, pero me qued con ganas de saber

    qu haba. Justamente, por entonces

    (noviembre de 78) me top en El gora con

    Huberto Batis, que a la sazn haca en

    sbado una especie de crnica literaria de la

    semana, y le dije: T que te mueves en el

    mundo de hoy porque yo me muevo en el

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    de ayer, tendrs que saber si existe tal

    mafia; sera triste que a Octavio le sucediera

    lo que a don Alfonso (Reyes), a quien durante

    mucho tiempo le estuvo negado el beneficio

    de la crtica. Batis, tras un breve silencio, me

    contest lo que yo me esperaba: No creo

    que haya tal cosa: Jos de la Colina, por

    ejemplo, me pidi que researa el libro de

    Aguilar; lo que pasa es que cuesta trabajo

    leerlo. Y en su crnica de sbado siguiente

    incluy un resumen de nuestra charla.

    Inmediatamente me lleg una carta de

    Octavio que dice, en esencia: Yo te haba

    tenido por amigo (de segunda clase, pero

    amigo), y ahora veo que te has pasado al

    bando de mis enemigos. Al final de esta

    carta violenta me arroja como insulto

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    supremo la palabra dfroqu, o sea

    seminarista destripado (porque en efecto,

    yo fui seminarista). Mi carta de respuesta

    dice, en esencia: Eso que cuenta Batis

    sucedi en efecto, pero te ruego que leas de

    nuevo su crnica, porque tu lectura es

    torcida. Yo no le hice saber a Batis que exista

    una mafia Octavio Paz. Lo que le dije fue:

    Sera triste que la hubiera (y me alegra saber

    que un buen conocedor como t no cree que

    la haya). La respuesta de Octavio tard unas

    semanas. No me lleg por carta sino por

    telfono, y fue muy breve (pues, segn me

    explic, estaba en esos justos momentos a

    punto de irse a Cuernavaca). Lo que me dijo

    fue: Olvidemos el enojoso asunto y sigamos

    tan amigos como antes.13

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    5

    En 1984 Paz recibi el Premio de la Paz que

    otorgan los libreros alemanes. Las crticas que

    hizo en su discurso de recepcin del premio a la

    revolucin sandinista y la revolucin salvadorea

    desataron en Mxico una ola de protestas contra

    el poeta que terminaron en la quema de su efigie.

    Paz mismo dijo ms tarde que aquella quema era

    el acto de una multitud de frenticos, pero el

    hecho qued en la resea de sus malos tratos con

    la izquierda como un clmax de intolerancia contra

    el pensamiento y la obra de Paz. Aquella quema

    de su efigie, hecha frente a la embajada

    estadunidense, ha sido pieza obligada en la

    descripcin de Paz como un escritor asediado, en

    cierto modo perseguido, por la intolerancia de la

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    izquierda mexicana. Creo que la realidad estaba

    lejos de esto.

    Paz era el intelectual mayor y el ms reconocido

    de Mxico. Actu siempre como cabeza del grupo

    cultural ms influyente y compacto que haba en

    el pas, del que Paz era jefe indiscutido y oficiante

    mayor. Jefe espiritual, lo llama su bigrafo y

    testigo Christopher Domnguez. Yo dira que

    era, fue, es el ltimo mandarn de la cultura

    mexicana. Ejerci su mandarinato con pasin y

    minuciosidad. Se senta incomprendido, rodeado

    de afrentas, rechazos y ninguneos. Actuaba en

    consecuencia: regaando la ignorancia de sus

    crticos y arremetiendo contra lo que no titubeaba

    en llamar sus enemigos. Lleg a crear y a

    creerse la ilusin de que era un intelectual

    14

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    perseguido, solitario, que alzaba su voz contra el

    mundo. Era en realidad la gran figura de la vida

    intelectual mexicana y latinoamericana. Se le

    tema y admiraba por igual. Y su poder era real.

    Cuando protest en 1992 porque el Conaculta

    particip en la organizacin del Coloquio de

    Invierno, el gobierno le entreg sin chistar la

    cabeza del entonces presidente de Conaculta,

    Vctor Flores Olea.

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    Su desencuentro con la izquierda mexicana,

    desde luego, fue real. Creo que se debi en gran

    parte a que nadie entendi aqu, dentro de la

    izquierda ni fuera de ella, que Paz hablaba contra

    la Revolucin y contra el socialismo real con celo

    de antiguo creyente. Paz no tuvo el cuidado, la

    destreza o la humildad de ejercer su crtica contra

    la izquierda y contra el socialismo recordando su

    fervor de muchos aos por la Revolucin de

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    Octubre (con maysculas). No habl de eso con

    claridad sino en sus ltimos aos, particularmente

    en su texto Itinerario, de 1992. Ah, y en Primeras

    letras, la recoleccin de sus escritos de juventud,

    publicada en 1988, nos enteramos muchos de

    cunto haba credo Paz en la Revolucin de

    Octubre y de las etapas de su desengao. Slo

    ah dej ver hasta qu punto aquella utopa lo

    haba marcado. Todava en 1968 crea ver en el

    movimiento estudiantil francs un cumplimiento

    tardo de la profeca revolucionaria de Marx.

    Creo que una pedagoga pblica ms explcita de

    su camino de Damasco hacia el desengao de la

    Revolucin, habra facilitado el dilogo con la

    izquierda o, al menos, lo hubiera puesto en su

    verdadera lgica histrica. Paz habra podido

    15

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    decir: yo padec ese sueo y les cuento que

    termina en pesadilla, la pesadilla del socialismo

    real del siglo XX. Una discusin ms abierta de su

    propia fe desencantada, lo habra ayudado quiz

    a ser ms tolerante, desde luego ms

    convincente, frente a la ceguera que combata.

    Quiz eso hubiera abierto el espacio a un dilogo,

    incluso a un combate, no a la gritera que domin

    aquella divergencia.

    Por lo que hace

    a la efigie

    quemada, no

    dira que fue el

    clmax de una

    persecucin de

    la izquierda

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    contra Paz por

    su

    pensamiento.

    Fue la

    ocurrencia de

    un grupo ultra

    que

    probablemente

    no haba ledo

    un libro de Paz.

    Una ocurrencia

    estpida, como

    todo lo que

    viene de la

    ultra. La

    ultraizquierda

    no persigui en

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    Mxico a

    intelectuales de

    renombre. Tuvo

    amenazados

    de muerte y mat a maestros y activistas

    universitarios dentro de la misma izquierda, como

    a Carlos Guevara, asesinado en los pasillos de la

    universidad de Sinaloa, y al trotskista Adolfo

    Peralta, tiroteado en un estacionamiento de la

    Universidad Autnoma de Mxico. Amenazados

    por los enfermos de Sinaloa y otras formaciones

    ultras estuvieron durante mucho tiempo

    personajes reformistas de la izquierda, como

    Rolando Cordera, Jos Woldenberg, Gilberto

    Guevara Niebla, primo del Carlos Guevara

    asesinado en Culiacn. La comunidad intelectual

    tuvo que lamentar la muerte del talentoso y

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    prometedor filsofo Hugo Margin, amigo y

    colaborador de la revista Vuelta, pero su trgica

    muerte no fue resultado de un atentado contra

    una revista porque sus reflexiones irritaran a la

    izquierda terrorista. Fue un desenlace mortal en el

    curso de un secuestro, hecho efectivamente por

    bandas armadas de la izquierda para cobrar un

    rescate, no para ejercer por las armas un ajuste

    de cuentas ideolgico. Margin recibi en la

    femoral uno de los disparos que sus

    secuestradores hacan al piso para amedrentarlo,

    y se desangr en manos de sus captores. Fue un

    atentado que ensombreci el mundo cultural y

    poltico de Mxico, porque Hugo Margin era un

    personaje de la vida intelectual por sus propios

    mritos, pero era tambin hijo de un prominente

    personaje de la vida pblica, del mismo nombre,

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    en su momento secretario de Hacienda y

    embajador en Washington.

    Sobre el discurso de Frncfort de 1984 escrib un

    texto con algunos exabruptos tercermundistas,

    que hoy sera incapaz de suscribir. Paz dijo en su

    discurso: las grandes naciones democrticas de

    Occidente han dejado de ser el modelo y la

    inspiracin de las elites y las minoras de otros

    pueblos. Yo encontr en esto un deplorable

    eurocentrismo colonizado. Mi nota daba cuenta,

    sin embargo, de un aspecto central de aquella

    gritera. Lo que dispar la protesta de 1984 contra

    Paz, la agitacin que termin en la quema de su

    efigie, no fue tanto el discurso mismo como su

    difusin beligerante, restringida al pasaje

    centroamericano, hecha por la televisin privada.

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    El dilogo y el ruido no fue conocido completo en

    Mxico sino varias semanas despus, cuando lo

    que entonces se llam el linchamiento de Paz

    haba pasado. En mi opinin, Paz pag entonces

    una factura que no era suya, pues inclua el

    rechazo de diversos crculos a las posiciones

    polticas de Televisa, empresa a la que Paz se

    haba acercado. La empresa, que haba sido

    clave en la demolicin de Exclsior slo ocho

    aos antes, pregonaba, en su propio servicio,

    aquel acercamiento. Para el mundo de la

    izquierda y para los deudos culturales y

    periodsticos del Exclsior de Scherer el

    acercamiento de Paz a la televisora era en el

    mejor de los casos inexplicable; en el peor,

    escandaloso.16

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    6

    En 1986 las discutidas elecciones de Chihuahua

    unieron a las revistas nexos y Vuelta, y a un buen

    grupo de personajes culturales, en un manifiesto

    de protesta contra el fraude y a favor de la

    democracia. El PRI haba ganado 98% de los

    puestos en contienda, pero Chihuahua estaba en

    rebelin cvica. El manifiesto apareci el 24 de

    julio de aquel ao. Externaba una duda

    razonable sobre el proceso y sostena que las

    autoridades, procediendo de buena fe, deben

    restablecer la concordia y anular los comicios en

    Chihuahua. El manifiesto vena firmado por

    nombres de la vida cultural de Mxico que

    probablemente no haban aparecido nunca juntos,

    entre ellos Octavio Paz. La consecuencia de17

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    aquel desplegado fue que una comisin de los

    abajofirmantes nos reunimos con el entonces

    secretario de Gobernacin, Manuel Bartlett, para

    discutir nuestra demanda. El secretario dijo que el

    expediente de la eleccin era contundente y

    limpio. Le pedimos que nos diera el expediente

    completo y nos dejara revisarlo para ofrecer un

    veredicto acadmico. El estudio lo hizo Juan

    Molinar, entonces frecuente colaborador de nexos

    en materias electorales. Su anlisis se public al

    ao siguiente en nexos, con el ttulo Regreso a

    Chihuahua. Molinar tard meses en descubrir

    una parte del secreto de aquellas elecciones: en

    varios pueblos perdidos en los que nadie

    reparaba, la alquimia oficial haba hecho aparecer

    ms votantes que habitantes. Aquello no probaba

    el fraude general, pero mostraba una conducta

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    inaceptable en un gobierno que tena entonces

    pleno control del proceso electoral, su

    organizacin y su cmputo.

    7

    Luego de las elecciones de 1988, en las pginas

    de La Jornada, que hervan con el tema, compart

    con Paz dudas paralelas sobre el triunfo electoral

    de la izquierda que se daba por descontado en

    aquel entorno, junto con la acusacin general de

    fraude.

    En las elecciones del 6 de julio de 1988 explot el

    control gubernamental de las elecciones. La

    escisin del PRI encabezada por Cuauhtmoc

    Crdenas fractur en su centro la hegemona

    priista y dio paso a una avalancha electoral de

    18

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    oposicin cuyas cifras oficiales al final fueron de

    50.4% para el candidato del PRI y 31.1% para el

    candidato de la escisin priista y de la izquierda,

    Cuauhtmoc Crdenas. Todos supimos desde el

    mismo 6 de julio que la eleccin haba sido ms

    competida que lo que decan los resultados

    oficiales y que un conteo limpio de los votos

    habra dado cifras muy distintas. Nadie sensato o

    informado dijo entonces, ni dice hoy, que las

    elecciones de 1988 fueron limpias. La certidumbre

    general es que fueron manipuladas. Las aguas se

    dividan en el siguiente paso: quitando esa

    manipulacin, haba ganado Crdenas o segua

    ganando Salinas?

    Yo fui de la segunda creencia, entre otras cosas

    porque tuve acceso informal en aquellos das al

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    entorno de los estadsticos del PMS (Partido

    Mexicano Socialista), nicos que hacan cuentas

    electorales en la coalicin de partidos de

    Crdenas. Tenan la informacin completa slo de

    las casillas que los cardenistas haban vigilado (la

    ciudad de Mxico y algunos estados). Pero si

    extrapolaban estadsticamente esos resultados al

    resto del pas, les daba una derrota de la

    candidatura de Crdenas. Pocos das despus

    de la eleccin, yo arriesgu mi propia opinin

    sobre el tema. Dije que la eleccin estaba llena de

    irregularidades, que deba ser limpiada, pero que

    la misma avalancha de votos cardenistas que

    inducan la ilusin del fraude, desmenta la

    afirmacin de que la eleccin haba sido

    totalmente controlada. El hecho histrico era que

    las elecciones se haban salido de las manos del

    19

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    gobierno. En ese sentido, eran las elecciones ms

    competidas, menos inventadas, que yo poda

    recordar.

    El 10 de agosto de 1988, un mes despus de la

    eleccin, Paz public una serie de tres artculos

    en La Jornada. En el ltimo, Entreluz: alba o

    crepsculo?, rehus la certidumbre vigente en la

    izquierda, artculo de fe en La Jornada, de que la

    eleccin presidencial de ese ao haba sido un

    fraude total y que el triunfador haba sido

    Cuauhtmoc Crdenas. Paz escribi:

    No voy a detenerme en el anlisis de las cifras

    que presentan unos y otros. Son del dominio

    pblico y la prensa no hace todos los das sino

    hablar de estadsticas electorales. Creo que todo

    aquel que examine con imparcialidad y sin pasin

    20

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    este asunto llegar a conclusiones parecidas a las

    mas. Sin duda hubo irregularidades, adems

    torpezas y errores. [...] Todos exigimos que el

    Colegio Electoral examine cada caso con el

    mayor rigor. [...] No es imposible que la oposicin

    haya ganado en ms distritos de los que hasta

    ahora se le han reconocido. Pero una cosa es

    formular esas legtimas reservas y reclamaciones,

    otra exigir la anulacin de las elecciones (como

    haca Clouthier, el candidato del Pan) o

    autoproclamarse presidente electo (como

    Crdenas o sus seguidores) La pretensin de

    Crdenas es insensata: cmo puede probar que

    gan la eleccin? [El texto en cursivas, mo,

    HAC.]

    Paz tena la duda, planteada en el ttulo de su

    21

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    artculo, de si el cuerpo poltico mexicano, ms

    que nunca una pluralidad no concertada, optara

    por dar el paso siguiente hacia la constitucin de

    un autntico rgimen de partidos o regresara a la

    tradicin histrica del todo o nada en que el

    ganador negaba al vencido y el vencido se

    rebelaba contra el ganador.

    Confieso que le con alivio sus artculos porque

    introducan una voz potente pero ecunime en un

    debate de callejn, donde no caban los matices.

    Pregunt en su ltimo artculo: Alba o

    crepsculo?. Nos acercbamos a una nueva

    poca o bamos de regreso a pocas oscuras del

    pasado en que los pleitos electorales escindan y

    sangraban a la nacin? Yo respond a su

    interrogante cuatro das despus, el 16 de agosto

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    de 1988, en las mismas pginas de La Jornada:

    Alba, con nubes. Agradec en ese texto que Paz

    hubiera trado al gritero y el inmediatismo del

    debate, un don inapreciable en estos momentos:

    el equilibrio. Y a sus hermanas gemelas: claridad,

    naturalidad. Dije que dado el comportamiento de

    los lderes de la oposicin y las advertencias

    amenazantes del gobierno, haba perdido el

    optimismo sin reservas sobre una transicin

    pacfica, concertada, inteligente, a la democracia,

    pero dije tambin que pese a la ceguera y la

    insensibilidad de las cpulas, en mi opinin

    terminara imponindose el mandato colectivo de

    julio por una transicin pacfica. Mi texto

    terminaba: Alba o crepsculo?, se pregunta

    Paz. Alba, pienso yo, pero con nubes y algunos

    temblores.22

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    8

    Das despus de aquel artculo, el 29 de agosto,

    Paz me mand firmado un ejemplar de Primeras

    letras. La dedicatoria deca: A Hctor Aguilar

    Camn, con antigua estimacin intelectual y nueva

    amistad.

    Alguien tuvo la ocurrencia de que, dos das

    despus, en el ltimo informe de gobierno de

    Miguel de la Madrid, Paz y yo quedramos

    sentados en butacas contiguas. No nos

    conocamos personalmente. Me present y me

    dijo:

    Ah, es usted. No s si decirle que mucho gusto.

    Pues mucho gusto le dije yo.

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    Cambiamos comentarios sobre lo absurda que

    era por momentos la ceremonia del informe

    presidencial. Recib despus, a travs de Enrique

    Krauze, una invitacin de Paz a comer. Comimos

    los tres en el restaurante Passy. No recuerdo con

    precisin de qu hablamos, supongo que de los

    tiempos que venan para Mxico.

    Creo que, aparte de nuestras dudas sobre el

    triunfo de Crdenas, en esos momentos

    comparta con Paz, aunque nunca lo hubiramos

    hablado, algunas expectativas sobre la

    modernizacin deseable de Mxico que asomaba

    en la propuesta de Salinas de Gortari, el

    candidato del PRI. En uno de sus tres artculos

    publicados en La Jornada, Paz haba externado

    su esperanza en este sentido. En medio de la

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    crisis heredada de los aos ochenta, deca Paz, el

    gobierno del presidente De la Madrid haba hecho

    un primer esfuerzo de realismo consistente en

    desmantelar de una vez por todas el

    patrimonialismo del gobierno y convertir a Mxico

    en una sociedad y en un Estado realmente

    modernos. La modernizacin, escribi Paz, poda

    definirse sumaria y esencialmente, como una

    tentativa de devolver a la sociedad la iniciativa

    que le fue arrebatada. Era la reforma que haban

    emprendido Felipe Gonzlez y Miterrand en

    Europa, Gorbachov en la Unin Sovitica y hasta

    Den Xiao Ping en China. La modernizacin de

    nuestra economa, segua Paz, es inseparable

    de la reforma poltica, social y cultural. Todas ellas

    pueden resumirse en la palabra: democracia. Una

    fraccin del grupo dirigente la ms joven,

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    inteligente y dinmica se decidi por la

    modernizacin.

    Nada de esto poda ver Paz en el movimiento

    cardenista, ms bien todo lo contrario:

    Algunos periodistas han dicho que se trata de

    un movimiento de centro-izquierda,

    semejante a los socialismos de Espaa y

    Francia. Nada ms falso. El neocardenismo

    no es un movimiento poltico moderno

    aunque sea otras cosas, unas valiosas, otras

    deleznables y nocivas: descontento popular,

    aspiracin a la democracia, desatada

    ambicin de varios lderes, demagogia y

    populismo; adoracin del padre terrible: el

    Estado y, en fin, nostalgia por una tradicin

    histrica respetable pero que treinta aos de

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    histrica respetable pero que treinta aos de

    incienso del PRI y de los gobiernos han

    embalsamado en una leyenda piadosa:

    Lzaro Crdenas.

    No poda sino coincidir con Paz, a la letra, en esta

    visin, porque era en muchos sentidos la que yo

    haba ido construyendo durante los aos del

    gobierno de Miguel de la Madrid, en medio de la

    larga crisis heredada de Jos Lpez Portillo,

    autonombrado, creo que con lucidez, el ltimo

    presidente de la Revolucin mexicana. Haba

    visto en la campaa de De la Madrid del ao 81,

    que cubr como cronista para el diario

    unomsuno, cmo se mova en el interior del PRI

    el impulso de esa fraccin del grupo dirigente

    comprometida con la modernizacin, con la

    reforma del establecimiento priista, pero tambin,

    23

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    y ah la paradoja, con su uso. Haba arriesgado la

    descripcin de ese nuevo animal poltico en una

    crnica del ao 82:

    El sistema mexicano suea febrilmente su

    monstruo de relevo: una nueva clase poltica

    capaz de mezclar tradiciones arcaicas y

    modernidades anticipatorias, de tener por

    igual arraigo en Harvard que en Teziutln,

    doctorados en Nanterre con votos en

    Ecatepec, la capacidad de descifrar con

    precisin equivalente los cambios en Wall

    Street que anuncian turbulencias financieras

    y los discursos sobre la unidad revolucionaria

    en la sierra de Guerrero que anuncian

    inminentes asesinatos de rivales polticos. [...]

    Este es el nuevo monstruo que suea la

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    razn histrica del sistema poltico mexicano.

    No sabemos lo que sueen sus instintos.

    Hablamos solamente de un embrin, y no

    tiene el futuro comprado.

    Del establecimiento priista, de la sombra de la

    Revolucin mexicana, vena huyendo yo, al igual

    que una parte de mi generacin. Aquella sombra

    se resuma para nosotros en el 2 de octubre de

    1968. Para m, el uso y abuso de lo que Paz

    llamaba el patrimonialismo del gobierno haba

    llegado a un lmite en la constatacin de los

    efectos catastrficos de la nacionalizacin de la

    banca de 1982. En su momento, yo haba

    celebrado esa nacionalizacin como un triunfo del

    Estado y de la sociedad sobre los desaforados

    intereses privados. Pero en el tnel de los aos de

    24

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    crisis que siguieron, a la vista de la herencia de

    deuda, inflacin y crisis econmica, empec a ver

    aquel supuesto triunfo del Estado y de la sociedad

    como una derrota: un extremo inaceptable de

    discrecionalidad del gobierno, el fin de los

    instrumentos histricos de una poca y la

    necesidad de pensar la siguiente. Mis

    cavilaciones sobre el nuevo camino, el nuevo

    equilibrio de Estado y mercado, corporativismo y

    democracia, estabilidad y reforma que necesitaba

    el pas, fue la materia del libro Despus del

    milagro, que publiqu justamente en el ao de 88,

    poco antes de las elecciones de julio.

    En un ensayo anticipatorio de ese libro, El canto

    del futuro, publicado en 1986, escrib:

    Hay en el bastidor del cierre de milenio

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    Hay en el bastidor del cierre de milenio

    mexicano, la euforia y la pesadumbre de un

    fin de poca, un aire de muerte y renovacin.

    [...] En el lado del Mxico que muere est el

    desvanecimiento de viejas realidades, como

    el crecimiento econmico sostenido [...] y el

    pacto corporativo como eje de la negociacin

    de clases y elites. Menos obvios, pero

    igualmente tocados por la historia, parecen

    otros axiomas de la vida mexicana: el

    presidencialismo omnmodo con su sistema

    de partido dominante, el nacionalismo como

    emanacin de la cultura estatal

    posrevolucionaria, la ciudad de Mxico como

    ombligo del pas. En el lado del Mxico que

    nace, estn los frutos de la septuagenaria

    paz mexicana, los hijos sociales de la

    modernizacin: clases medias y ciudadanas

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    emergentes, una nueva sociedad de masas

    urbanas y los aparatos de comunicacin que

    la uniforman con el mismo vaho de

    expectativas y consumos; una insurreccin

    electoral, una beligerante opinin pblica. Y

    las llamadas del futuro: la aparicin de un

    nuevo centro histrico nacional en el Norte de

    Mxico, la insercin del pas en el mercado

    mundial mediante la integracin con Estados

    Unidos y la economa de maquila. [...] Fin de

    poca. A contracorriente, en medio de la

    crisis de la economa, emerge una nueva

    sociedad urbana, desigual, sin destino

    laboral, irritada, sacudida, dispuesta a

    cambiar. Su movimiento diluye tradiciones y

    clausura eficacias, exige reformas y

    participacin. Hija de la modernizacin

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    econmica, reclama una modernizacin

    poltica, un nuevo pacto nacional. Las

    condiciones de posibilidad de ese pacto

    pueden resumirse en dos palabras: empleo y

    democracia. Ninguna propuesta de desarrollo

    podr ser efectivamente nacional, si no

    responde a los dieciocho millones de

    mexicanos que demandarn empleo en los

    ltimos quince aos del siglo XX. Y ninguna

    convocatoria poltica ser verosmil, sin una

    definitiva apertura democrtica. Empleo y

    democracia son a los ochentas lo que la tierra

    y la organizacin corporativa fueron a los

    treintas. Y el Mxico urbano reclama su

    Lzaro Crdenas.

    La gran paradoja del neocardenismo es que traa

    25

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    la vieja letra del nacionalismo revolucionario en la

    novsima tonada de la democracia. Salinas traa

    la letra de la modernidad en los acordes viejos de

    la manipulacin electoral priista. El pas tena los

    cables cruzados, y la repblica de las letras,

    supongo que inevitablemente, tambin.

    9

    Paz vio con buenos ojos la iniciativa del nuevo

    gobierno de crear el Conaculta. Dio algunas ideas

    al respecto. Recuerdo que compartimos

    deliberaciones sobre la creacin del sistema de

    becas para creadores y, si no recuerdo mal, la

    primera ronda sobre el primer otorgamiento de

    aquellas becas. Pero su acuerdo con la promesa

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    de modernizacin del salinismo iba ms all, y en

    eso compartamos expectativas que la historia

    subsecuente convirti, no del todo pero en

    muchos sentidos, en frustraciones.

    Mi convergencia con Paz en aquellos meses fue

    saludada por l al pasar de una conversacin con

    la revista japonesa Ichiiko Internacional. La

    entrevista fue una pequea sinfona de sus temas

    y obsesiones. A la pregunta sobre los escritores

    crticos interesantes que haba en Mxico, Paz

    respondi que Gabriel Zaid y Enrique Krauze de

    Vuelta, pero que haba tambin buenos escritores

    en otros crculos, como Carlos Monsivis y yo.

    Paz debi dar esta entrevista a fines de 88. Fue

    publicada en marzo de 1989. La cada del Muro

    de Berln en noviembre de ese ao signific el

    26

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    regreso de la esperanza a la visin de Paz sobre

    el futuro. Dio lugar a uno de sus grandes libros de

    circunstancias: Pequea crnica de grandes das.

    Fui invitado a presentarlo. Escrib un texto

    celebrando el regreso de Paz al gran hechizo del

    mundo, y aprovech la ocasin para acabar de

    tender un puente hacia l. Escrib en ese texto,

    publicado en nexos en septiembre de 1990:

    Hay que decir que Paz ha acertado a lo largo

    de estos aos en varias de las cuestiones

    fundamentales de nuestra vida poltica e

    intelectual, y que todos somos, o al menos

    yo, sus deudores por ello.

    En primersimo lugar, Paz acert hace mucho

    tiempo en anticipar la demanda de pluralidad

    y democracia que hoy es, por fortuna, el

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    y democracia que hoy es, por fortuna, el

    centro de la vida pblica del pas.

    En segundo lugar, acert en su exigencia de

    no contemporizar con las monstruosidades

    polticas de los pases del socialismo real, ni

    con sus coartadas intelectuales.

    En tercer lugar, acert en sealar las

    rigideces tericas y las complicidades

    prcticas de las izquierdas latinoamericanas

    con el paradigma autoritario socialista y con

    las diversas ilusiones sangrientas de las vas

    armadas a la revolucin.

    Para celebrar y discutir los alcances de la Cada

    del Muro, la revista Vuelta organiz un encuentro

    internacional de escritores con el tema La

    experiencia de la libertad. El encuentro,

    27

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    patrocinado por Televisa, fue en septiembre de

    1990. Fui invitado, lo mismo que otros miembros

    de nexos. Pero no fueron invitados ni Carlos

    Fuentes, distanciado de Paz por un perfil

    derogatorio del novelista publicado en Vuelta, ni

    Gabriel Garca Mrquez de quien los

    organizadores dijeron que no era un hombre de

    ideas.

    10

    En 1990 Paz gan el Premio Nobel. Lo celebr

    con una declaracin que fue publicada en la

    primera plana del diario Exclsior. Elena

    Poniatowska consign en un libro suyo algo de lo

    que, segn ella, yo deca en esos tiempos, en

    reuniones sociales, sobre Paz. Me reconozco en

    esas palabras:

    28

  • pdfcrowd.comopen in browser PRO version Are you a developer? Try out the HTML to PDF API

    Lo asombroso de Paz es la juventud con la

    que sigue discutiendo sus ideas. Es una

    inteligencia que se ha rehusado a esa

    tolerancia que es simple fatiga o desinters,

    caractersticas de los intelectuales que a

    partir de cierta edad toman actitudes de

    patriarcas bonachones, como Alfonso Reyes.

    Creo que la inteligencia de Paz trabaja

    siempre y a todas horas pensando algo en

    contra de alguien o en contra de un punto de

    vista. [...] Esto que usted dice es cierto,

    pero. No ha perdido sus reflejos,

    reacciona siempre de la misma forma; est

    con el no y el pero en la boca. Continuamente

    deslinda sus acuerdos y desacuerdos con

    una pasin que no tienen los jvenes. Para

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    los jvenes, escuchar a Paz es una leccin

    de vitalidad intelectual y una leccin de

    civismo en Mxico, donde nos cuesta tanto

    trabajo definir nuestros pensamientos frente

    a otros.

    11

    En febrero de 1992 el Conaculta, la UNAM y la

    revista nexos, de la que yo era director,

    organizamos el Coloquio de Invierno. Un intento

    de pensar la situacin del mundo y de Mxico

    desde una perspectiva yo dira que

    socialdemcrata. Fueron tambin convocantes

    Pablo Gonzlez Casanova, Carlos Fuentes,

    Gabriel Garca Mrquez y Jorge Castaeda,

    ninguno de ellos invitados al encuentro del ao

    anterior de Vuelta: La experiencia de la libertad.

    29

    30

  • pdfcrowd.comopen in browser PRO version Are you a developer? Try out the HTML to PDF API

    Fueron invitados al Coloquio de Invierno varios

    miembros y colaboradores de la revista Vuelta,

    entre ellos Julieta Campos, Alejandro Rossi,

    Alberto Ruy Snchez y el propio Octavio Paz, a

    quien convoc personalmente el rector de la

    UNAM, Jos Sarukhn. Paz pidi una entrevista

    con el rector y fue a verlo con uno de sus

    colaboradores. Le dijo al rector que

    probablemente l, como vena del universo

    cientfico, desconoca los intrngulis de la vida

    literaria y cultural. La convocatoria del Coloquio

    era muy desbalanceada, pero l poda ayudar a

    equilibrarla. Empez entonces a decir quines

    deban ser invitados entre los que faltaban y

    quines desinvitados, entre los propuestos. El

    entonces rector Sarukhn le explic que el

    Coloquio estaba convocado ya, que con gusto

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    poda aadir asistentes, pero no redisear el

    elenco. Paz declin participar y se declar

    despus invitado tardamente al Coloquio. Su

    furia fue la de Aquiles.

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    El Coloquio, celebrado en la UNAM y transmitido

    como primer acontecimiento por el recin creado

    canal cultural del gobierno, el Canal 22, fue un

    xito de prensa y de pblico. Paz vio en el hecho

    una vasta maniobra para apoderarse de los

    centros vitales e institucionales de la cultura

    mexicana. Dedic dos nmeros de la revista

    Vuelta, con textos de todos sus colaboradores a

    denunciar lo que llam La conjura de los

    letrados. No creo que haya en la historia de las

    revistas culturales de Mxico un ataque del

    tamao que Paz lanz en Vuelta contra nexos.

    Fue una querella total y triunf en toda la lnea.

    Cobr la cabeza del presidente del Conaculta,

    Vctor Flores Olea. Y la conjura de los letrados no

    sigui adelante, entre otras cosas, sencillamente,

    31

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    porque nunca la hubo: no exista. La nocin un

    tanto paranoica de nexos como una revista de

    conjurados en busca de poder cultural describe

    ms la cabeza de los acusadores que el

    comportamiento de los acusados. Hubo siempre

    en nexos gente a la que le interesaba tener

    puestos y responsabilidades en el gobierno. Fue

    una pequea, aunque visible y talentosa, minora.

    Desde sus inicios nexos estaba vacunada contra

    la hipcrita y pretenciosa nocin de que los

    intelectuales y los acadmicos no deban tener

    tratos con el gobierno ni trabajar en l. Para

    empezar, estaban la historia y las convicciones

    pblicas del creador de la revista, Enrique

    Florescano, que fue director del INAH, lo mismo

    que Guillermo Bonfil, uno de sus miembros

    fundadores. Pablo Gonzlez Casanova, otro

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    fundador de nexos, haba sido rector de la UNAM,

    que en sus tiempos era como ser el ministro de

    cultura del pas. El economista Carlos Tello

    Macas fue secretario de Programacin y

    Presupuesto en el gobierno del presidente Lpez

    Portillo, y Rolando Cordera, su asesor. El

    periodista Jos Carreo Carln haba sido

    funcionario de Coplamar, el programa contra la

    marginacin tambin del gobierno de Lpez

    Portilllo. Fue columnista de nexos, subdirector de

    La Jornada, subdirector de El Universal, director

    de El Nacional y luego jefe de prensa del

    presidente Salinas de Gortari. Arturo Warman,

    uno de los mayores antroplogos de Mxico, fue

    director del Instituto Nacional Indigenista, y

    despus secretario de Reforma Agraria con el

    mismo Salinas. Jos Mara Prez Gay, primer

  • pdfcrowd.comopen in browser PRO version Are you a developer? Try out the HTML to PDF API

    director del Canal 22, tambin con Salinas, fue

    ms tarde embajador con el presidente Fox y al

    final de sus das asesor, amigo y partidario pblico

    de Andrs Manuel Lpez Obrador. El gran lder

    del 68, muy cercano a la revista, Gilberto Guevara

    Niebla, fue subsecretario de Educacin con el

    presidente Zedillo. Jos Woldenberg, joven

    fundador de nexos, llegara a ser consejero

    electoral ciudadano y luego presidente del IFE,

    del que sali a dirigir nexos en el ao 2005. Un

    asiduo colaborador, Juan Molinar Horcasitas, fue

    diputado y luego director del IMSS y secretario de

    Comunicaciones del presidente Felipe Caldern.

    Julio Frenk, otro de los fundadores jvenes de

    nexos, fue secretario de salud con el presidente

    Fox. Un asiduo colaborador y crtico de nexos,

    Jorge G. Castaeda, fue secretario de Relaciones

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    Exteriores del mismo Fox. Si uno pone todos

    estos nombres juntos parecen muchsimos. Pero

    si los pone en el tiempo y los compara con los

    muchos otros escritores y personajes de la cultura

    que han sido miembros del consejo de redaccin

    de nexos, o sus colaboradores frecuentes, ver

    que los personajes cercanos a nexos que tuvieron

    altos puestos en el gobierno fueron,

    efectivamente, una minora.

    Los miembros y colaboradores de nexos que

    tuvieron puestos pblicos los consiguieron por sus

    propios mritos, no por escribir en la revista o

    porque la revista funcionara como una bolsa de

    empleo o un cenculo de influencia en los pasillos

    del poder. No haba estrategias editoriales

    acordadas para ganar puestos o apoyar

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    ambiciones polticas. se no era el modus

    operandi de nexos. La revista no se ocupaba de

    promover a sus miembros ni tena fuerza ni

    visibilidad para hacerlo. Por lo que a m toca,

    nunca me tentaron los puestos pblicos. Rehus

    ofertas del secretario de Educacin Reyes

    Heroles y del presidente Salinas, y tambin el

    rumor de la prensa de Quintana Roo, que,

    vindome una vez de gira con Salinas, decidi que

    iban a hacerme candidato a la gubernatura de ese

    estado, mi estado natal. Desment el rumor con

    una declaracin formal diciendo que no tena ni

    arraigo ni oficio para el puesto.

    Fue mi cercana personal con Salinas, a la que

    debo una crnica larga, la que hizo verosmil o

    inventable la idea de que nexos era un espacio de

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    bsqueda y de ejercicio de poder. Nadie pensaba

    que mi cmplice importante en aquellas

    supuestas maniobras culturales fuera el

    responsable del Conaculta, sino el presidente

    mismo, Carlos Salinas, a quien Paz no mencion

    en su diatriba una sola vez aunque era

    evidentemente a l a quien estaban dirigidas su

    queja y su querella. La querella adquiri para la

    prensa un soterrado nivel presidencial, e indujo

    ataques y defensas de esa intensidad, igual que

    sucedera meses despus con la discusin sobre

    los libros de texto. La sombra soterrada del

    presidente en la querella por el Coloquio de

    Invierno volvi a las revistas materia de columnas

    de chismes y gacetillas polticas sin fin.

    12

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    He reledo en estos das lo que Paz escribi en

    Vuelta encabezando aquella zarabanda, como l

    dira. Me sorprende la melancola de algunos

    pasajes, el pozo de maltrato personal donde

    senta estar metido el entonces ms reconocido

    intelectual de Mxico y del orbe hispnico.

    Escribi Paz en abril de 1992:

    Durante aos y aos me rode la

    indiferencia; despus, la suspicacia. Fui

    excluido, ninguneado, negado. Tarde ya,

    logr que me escuchasen; apenas

    comprendieron lo que deca, me apedrearon.

    Claro, no todo ha sido sinsabores, reticencias

    y vejmenes: tambin he tenido

    satisfacciones y recompensas. Casi todas,

    tengo que decirlo, han venido de fuera. Aqu

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    he sido aceptado tarde y de mala gana. En

    los ltimos aos alcanc alguna notoriedad.

    Fue peor: mi nombre, antes rodeado de

    silencio, ahora provoca denuestos e

    improperios. Mis amigos me dicen: No hagas

    caso, esos gritos son los de una minora

    vociferante, siempre resentida y hoy ms por

    su gran derrota histrica en Rusia y en todo el

    mundo. T eres uno de sus chivos

    expiatorios. Quizs es cierto. De todos

    modos es inquietante que parte de la prensa

    y de la opinin ilustrada de Mxico

    pertenezca a esa minora chacarrachaca y

    que los ms sensatos no intenten siquiera

    callarla.

    Callarla? Lo que Octavio Paz quera era

    32

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    callar a esa minora? Y que la callaran los ms

    sensatos miembros o vecinos de ella? Eso es

    realmente lo que quera: callarla? Creo que no,

    creo que se haba excedido en su discurso de

    desplazado, de maltratado, de ninguneado. (Por

    cierto chacarrachaca quiere decir ruido de

    algazara, alboroto o disputa: en lo alto de la furia o

    la melancola, quedaba siempre el escritor.)

    Sobre el tamao de la furia que aquel Coloquio

    indujo en Paz, y sobre sus tentaciones

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    disciplinarias, he ledo, tambin con incredulidad,

    el testimonio de Christopher Domnguez Michael,

    miembro por largos aos del caucus de Vuelta.

    Escribe Domnguez Michael:

    Paz era dado a maldecir a quienes admiraba,

    respetaba o quera. Casi siempre rectificaba,

    das despus, y las aguas volvan a su cauce

    aun cuando las diferencias, generalmente

    polticas, prevalecieran. Alguna vez llegu a

    su departamento urgentemente convocado

    para tramitar la expulsin, por desleales, de

    Vuelta, de un par de amigos suyos (Alejandro

    Rossi y Julieta Campos) que haban decidido

    integrarse al consejo consultivo del Canal 22,

    canal de televisin recin creado por el

    presidente Salinas de Gortari y concesionado

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    al grupo rival, el de la revista nexos. Tambin

    Paz estaba molesto con Rossi y Campos

    porque haban asistido, entre el 10 y el 12 de

    febrero de 1992, al Coloquio de Invierno. [...]

    No s cmo pero en dos das todo se arregl

    y aquella tarde de conjurados, por suerte,

    qued olvidada. [...] Para sobrevivir en Vuelta

    se requera cierta sangre fra y vivir bajo la

    amenaza de caer en desgracia. Quienes no

    toleraban ese ambiente, con humor o con

    malicia, eran quienes solan irse de la

    revista.

    13

    El 30 de septiembre de 1993 la revista Proceso

    public una larga entrevista de Julio Scherer a

    Octavio Paz. En un pasaje de la entrevista, Paz

    33

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    volvi a recordar las crticas y exclusiones de

    aquellos, sus ms acerbos censores,

    parapetados en el suplemento cultural de

    Siempre!, aquellos que en 1972 le haban dirigido

    unas crticas . Luego le puso a Scherer un

    ejemplo del ninguneo de que segua siendo

    objeto. Dijo:

    Nada daa ms a la literatura que el silencio.

    Prefiero las stiras de Quevedo y Gngora o

    las de Neruda y Novo aunque hayan sido

    escritas con bilis y caca a la de nuestro

    ninguneo. Te dar un ejemplo. Es nimio y lo

    recuerdo sin inquina, slo por mi maldita

    mana de poner los puntos sobre las es. En

    Plural apareci una serie de artculos mos

    sobre la guerrilla juvenil activa en ese tiempo.

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    Mis artculos eran un anlisis y un juicio

    severo de la teora y la prctica terroristas;

    fueron recogidos en El ogro filantrpico. [...]

    Pues bien, una reciente y muy elogiada

    novela de Hctor Aguilar Camn (La guerra de

    Galio) tiene precisamente por tema la

    guerrilla de esa poca; en ella se extiende

    largamente sobre las polmicas que

    desataron entre los intelectuales mexicanos

    las acciones de los terroristas. El libro es un

    verdadero roman a clef y de ah que su autor

    no vacile en llamar a su obra novela

    histrica. Sin embargo, aunque se propuso

    el retrato de una poca, escamotea

    totalmente la posicin de Plural y mis crticas.

    Poco despus de aparecida la entrevista, el 27 de

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    octubre le escrib una carta a Paz comentando

    sus palabras. Le dije que no reconoca ni mis

    intenciones ni mi novela en la descripcin que

    haca de ellas, que no me haba propuesto hacer

    una novela histrica, ni una novela sobre la

    guerrilla, sino un fresco de los desgarramientos

    morales de mi generacin. Al final de la carta,

    escrib:

    En relacin al ninguneo, creo haber sido,

    demostradamente, uno de sus ms activos y

    pblicos lectores, ya que no uno de los ms

    inspirados o de los ms aquiescentes. En

    todo caso, creo haber reconocido mis

    cambios y miopas en el curso de mi relacin

    con sus libros y con su presencia en el

    mundo intelectual y poltico de Mxico. Es

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    una relacin que, por mi parte, no ha dicho su

    ltima palabra y no la dir, creo, mientras la

    obra de usted siga, como sigue, emitiendo

    nuevos significados y antiguas verdades.

    Paz me respondi el 11 de enero de 1994, ya con

    la rebelin chiapaneca en curso, sobre la que

    tuvimos en esos das nuevas convergencias. Me

    dijo que no le convencan mis razones, que mis

    omisiones de sus crticas a la guerrilla y a la

    revolucin eran una falla de la imaginacin

    novelesca, pero tambin una falla de la

    imaginacin moral. Y agreg:

    Pienso que su omisin es un sntoma

    colectivo. Su generacin, por buenas y malas

    razones, como siempre, abraz con pasin

    las ideologas de izquierda (para seguir

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    las ideologas de izquierda (para seguir

    usando un trmino inexacto). La realidad,

    ayudada por la reflexin ha disipado esas

    quimeras sangrientas. Algunos han tenido el

    valor y la inteligencia de aceptar estas

    enseanzas de la historia y de rectificar.

    Usted es un ejemplo mayor de ese gran

    cambio. Sin embargo, a diferencia de lo que

    ha ocurrido en otros pases con intelectuales

    de regreso de esos espejismos (Gide,

    Camus, Koestler, Semprn y tantos otros)

    ustedes nunca han explicado las razones

    polticas, filosficas y morales que los han

    llevado a pensar como ahora piensan. Por

    qu? Orgullo, disimulacin? No lo s. Pero

    llmese como se quiera a ese silencio, lo

    cierto es que ha hecho mucho dao. Otro

    gallo nos cantara si ustedes hubieran

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    explicado pblicamente los motivos de su

    cambio.

    A fines de enero respond a Paz una carta larga.

    Uno de sus pasajes responda a su nocin de las

    omisiones de mi novela como sntoma colectivo

    de las ideologas de izquierda. Escrib:

    Desde luego no me pienso a m mismo como

    sntoma colectivo de nada, ni estoy dispuesto

    a asumir las faltas, aciertos o

    responsabilidades de ningn colectivo.

    Ustedes nunca han explicado las razones

    polticas, filosficas y morales que los han

    llevado a pensar como ahora piensan, dice

    usted. Pero quines son ustedes? Y por

    qu una falla de mi novela se vuelve un

    sntoma colectivo y no un error mo?

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    sntoma colectivo y no un error mo?

    Crame que es un recurso poco conducente

    a la claridad en el debate, referirse a la

    izquierda en bloque, como un cajn de sastre

    en el que caben todos y, al final, bien a bien

    no se reconoce nadie. [...] No he sido nunca

    aclito de la Revolucin, conspirador

    leninista, propagandista ni turista de la

    revolucin cubana, monaguillo de partido,

    negador de los crmenes de Stalin ni

    aterrado doctor terrorista. Bien a bien, no he

    sido ni siquiera marxista, aunque la lectura de

    Marx y del Marx historiador fue una de las

    grandes sacudidas de mi vida.

    En otro pasaje de su carta Paz deca:

    La ausencia de un examen de conciencia

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    la expresin es justa, a pesar de sus resabios

    religiosos ha favorecido la hipocresa de

    nuestros letrados. Y ahora su desenfreno.

    Los sucesos de Chiapas han interrumpido su

    voluntaria amnesia de estos aos. Sus viejas

    obsesiones ideolgicas han despertado y los

    hacen nuevamente proferir desvaros. La

    gritera de nuestros santones y santonas ha

    sido y es indecente. La prensa est

    atiborrada de declaraciones, artculos y

    caricaturas en las que docenas de almas

    pas, despus de condenar ritualmente y de

    dientes afuera a la violencia, justifican moral y

    polticamente a la revuelta, presentndola

    como una accin a un tiempo espontnea,

    inevitable, justa y an redentora.

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    Como digo, la rebelin de Chiapas haba vuelto a

    acercar nuestra mirada sobre el pas y tambin

    sobre la izquierda. Personalmente, en Proceso,

    en La Jornada, y en la revista nexos, haba hecho

    la crtica de la violencia y del renacimiento de las

    tentaciones de la izquierda por el camino de las

    armas. Haba sentido en Paz un cierto fondo de

    simpata por esa misma antigua tentacin de la

    revolucin, un cierto encantamiento con el

    subcomandante Marcos, cuyo talento literario

    elogi, y tambin cierta culpa, la culpa que

    envolva a la sociedad bien pensante de Mxico

    por los indgenas y los desposedos cuyo destino

    sola ignorar. Pensaba en esas cosas en este

    pasaje de mi segunda carta:

    Usted, como yo, como muchos otros

    34

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    mexicanos, no es responsable ni inductor,

    ni perpetuador, ni beneficiario de la miseria

    de los indgenas y los pobres de Mxico.

    Tampoco de haber olvidado su existencia,

    mucho menos de haber justificado alguna vez

    su opresin. He echado de menos en su obra

    poltica, y es una de nuestras diferencias de

    perspectiva, un tratamiento ms intenso de

    los problemas de la desigualdad, la pobreza,

    y la opresin que ambas cosas implican. Pero

    en trminos de los instrumentos intelectuales

    y literarios que usted ha elegido, hay en su

    obra ms genuina preocupacin por esos

    problemas, ms compromiso ntimo con el

    mundo indgena y ms eficacia en el

    sealamiento de los agujeros sociales del

    pas, que en las preguntas de buen efecto,

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    pero en el fondo demaggicas, del

    subcomandante Marcos. Si alguien tiene que

    pedir perdn a los indgenas son sus

    explotadores, y tambin, de otro modo, la

    secuela interminable de instituciones,

    activistas y redentores que se han propuesto

    salvarlos y, al final, no nos han entregado sino

    nuevos fracasos. Ahora nos entregan algo

    peor: este alzamiento en forma, dirigido por

    un nuevo intermediario de la tragedia

    indgena, celebrado por nuestra legin

    urbana de sbitos indigenistas,

    comprometidos desde ayer con la justicia e

    indignados con la intolerable explotacin de

    la que no haban hablado desde la ltima

    fiesta de fin de ao en Coyoacn. Sobre todo,

    deslumbrados con su buena conciencia, los

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    brazos alzados al cielo y los ojos en blanco,

    en nico comentario bien pensante ante la

    nica realidad de La