Mi Querella Con Paz - Héctor Aguilar Camín
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Mi querella con Paz1 ABRIL, 2015 Hctor Aguilar Camn
Hctor Aguilar Camn ofrece su versin de una
querella cultural que electrific los aos finales del
nexos hoyVIERNES, 3 DE ABRIL DE
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querella cultural que electrific los aos finales del
siglo XX y termin por enfrentar a las dos revistas
mexicanas ms influyentes en trminos
intelectuales: nexos y Vuelta. Lo que el lector
encontrar aqu es una lectura de los encuentros
y desencuentros que el autor de estas pginas
tuvo con Octavio Paz: un retrato de las
contrariedades de la vida pblica y de los tics de
un medio cultural entregado, por igual, al elogio y
al dicterio
1
En 1972 escrib con Enrique Krauze un breve
texto deplorando que los escritores conocidos de
Mxico abusaran de su personaje y opinaran de
todo. Krauze tena veinticinco aos y yo veintisis,
escribamos nuestras tesis de historia para un
2015
LA SEMANA SANTA
La pasinreligiosaJean Meyer
Nuevocatecismo paraindios remisosCarlos Monsivis
Anniedesapareci enSemana Santa
Sabina Berman
guila, nopal ycruz
Solange Alberro
EDICIN IMPRESA
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doctorado en El Colegio de Mxico. Nuestro texto
fue publicado en el suplemento La cultura en
Mxico el 9 de agosto de 1972. La portada del
suplemento llevaba como ttulo En torno al
liberalismo de los setentas. Inclua escritos del
director del suplemento, Carlos Monsivis, del
filsofo Carlos Pereyra y del escritor Hctor
Manjarrez, adems del de Krauze y el mo. Por el
resto de sus das Paz y sus repetidores se
referiran a esta publicacin como el lugar donde
haban sido expulsados del discurso poltico.
He vuelto a leer aquellos textos. Primera sorpresa:
el nico personaje del Mxico liberal de la poca
al que se menciona por su nombre es Jess
Reyes Heroles, clebre historiador del liberalismo,
entonces presidente del PRI. Lo menciona Carlos
Monsivis en el texto introductorio. Dice que la
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polmica sobre el liberalismo del momento tiene
sentido para
contribuir a la distincin entre
antiintelectualismo y crtica poltica y cultural.
[...] Por antiintelectualismo entendemos [...]
las declaraciones del licenciado Reyes
Heroles, alto ejecutivo del PRI, quien advirti
en el engreimiento de los intelectuales una
de las causas bsicas de los problemas de
Mxico. Se ha querido ungir a los
intelectuales con la responsabilidad de la
presente crisis. [...] El antiintelectualismo
puede ser una forma aguda de represin y
confusin profesionalizada.
Este era el blanco explcito del texto de Monsivis:
Jess Reyes Heroles, el mayor representante del
1
Actualidad delpasado
LaexperienciareligiosaJean Meyer
Lo ms ledo
Mi querellacon Paz
Las razonesde latmbola
AMLO yChigurh
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Jess Reyes Heroles, el mayor representante del
liberalismo oficial, quien segn Monsivis culpaba
a los intelectuales de los problemas de Mxico. El
otro frente de la polmica eran los representantes
del liberalismo ideolgico, vistos por l como una
extensin del liberalismo oficialista de Reyes
Heroles. Eran los intelectuales y los escritores,
deca Monsivis, que al apoyar finalmente al
Sistema, participan de su accin enajenadora.
Esta ltima lnea era el eje del artculo de Pereyra.
Los liberales mexicanos de los setenta, escribi
Pereyra, no ejercan la crtica contra la ideologa
dominante sino por excepcin, como si la
irracionalidad del rgimen capitalista slo se
manifestase en esas circunstancias
excepcionales. La conclusin de Pereyra era:
La ciudadque nosinventa
La identidadde gneronos viene dela naturaleza
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En la medida en que se va configurando un
autntico discurso poltico en oposicin a la
ideologa dominante, esos intelectuales
liberales quedan cada vez ms aislados y no
expresan sino su propia ausencia de la
realidad nacional. Lo totalizador de sus
sentencias no les da ya presencia alguna.
Esto es lo ms cercano que hay en todo el
nmero de aquel suplemento de 1972 a la idea de
una expulsin del discurso pblico.
El texto de Manjarrez est dedicado a las
contradicciones morales y los lmites prcticos del
intelectual humanista. Cuando el intelectual
humanista salta a la accin poltica, dice
Manjarrez, traiciona el espacio de su
independencia y se vuelve un poltico ms. Su
2
Nuestrosblogs
Crisis institucional y
Gobierno Abierto
Blog de la redaccin
Las noticias jurdicas
ms relevantes en el
mundo. Primer
Reporte 2015
El juego de la
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prestigio esencialmente moral se mediatiza y
diluye al aplicarse a la prctica. En el texto de
Krauze y mo no aparece la palabra liberal, de
modo que mal pudimos dedicarnos l y yo a
expulsar a los liberales de ninguna parte.
Los textos que gloso han pasado a la pequea
historia de la vida intelectual mexicana como
3
El juego de la
Suprema Corte
Los franeleros
La brjula
Cmo le va al
mercado del arte en
estos tiempos?
La rotativa
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referentes del intento dogmtico de la izquierda
de expulsar a los liberales del discurso pblico.
La verdad es que nadie expulsa a nadie. Ni
Monsivis ni Pereyra ni Manjarrez son en sus
textos la izquierda dogmtica, ni Paz es entonces
el liberal hertico que sugiere la idea de expulsin.
Los liberales de que hablan Monsivis y Pereyra
en sus textos son los herederos de una peculiar
tradicin mexicana, segn la cual se puede ser
liberal y convivir sin mayores tensiones con
regmenes polticos ostensiblemente antiliberales,
como el porfirismo de principios del siglo XX o el
priismo de los setenta.
Nadie era liberal en 1972 a la manera de Flores
Magn o de Francisco I. Madero. No haba
liberales dispuestos a levantarse en armas si era
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necesario para restaurar las libertades. Los
liberales de los aos setenta lo eran a la manera
de Justo Sierra frente a Porfirio Daz y de Jess
Reyes Heroles frente al PRI. Creo que lo que
Monsivis y Pereyra reprochaban en el fondo era
la falta de compromiso del liberalismo de la poca
para defender y exigir las libertades bsicas,
administradas a su gusto por un rgimen
presidencial autoritario emanado de la
Revolucin mexicana. Hacan la crtica del
posibilismo liberal en un orden antiliberal.
Paz se dio por aludido y public una respuesta sin
firma desde la revista Plural que editaba el diario
Exclsior y l diriga. De mi texto con Krauze dijo
que era la ocurrencia de una pareja de siameses
intelectuales dueos de medio cerebro en dos
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cuerpos. Recuerdo haberle dicho a Monsivis:
Al menos medio cerebro. No, se carcaje
Monsivis: Un cuarto. Medio cerebro en dos
cuerpos: un cuarto para cada uno. Aos
despus, Krauze se dijo feliz de que en Plural lo
hubieran deletreado con esa ocurrencia. No es
eso lo que yo recuerdo que le pas en aquellos
das. A m la respuesta de Paz me dej ver un
rasgo de autoridad que odiaba. Un insulto
annimo desde las alturas del olimpo. Yo no lo
haba insultado a l, haba intentado una crtica a
los escritores que abusaban de su personaje. l
haba respondido lo que respondi.
2
Era agosto de 1972.
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Los textos de aquel suplemento tenan mucho que
ver con los pronunciamientos de Paz y de Fuentes
un ao antes a favor de la decisin de Luis
Echeverra de investigar la represin del Jueves
de Corpus de 1971. La manifestacin de aquel 10
de junio celebraba el regreso del exilio de varios
lderes estudiantiles del 68. Fue agredida a tiros y
palos por una fuerza paramilitar del gobierno de la
ciudad conocida como Los Halcones. Echeverra
decret el cese inmediato del regente, Alfonso
Martnez Domnguez, y prometi una
investigacin a fondo de la matanza. Su gesto
atrajo la simpata de intelectuales y universitarios.
Paz lleg a decir que Echeverra le haba
devuelto la transparencia a las palabras. A
Fuentes le fue atribuida una declaracin que en
realidad es de Fernando Bentez, gran demiurgo
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del periodismo cultural de la poca: Echeverra o
el fascismo. Ninguna de las dos declaraciones
cay bien en el mundillo de La cultura en Mxico,
cercano a la izquierda universitaria y al agravio
del 68. En junio de 72, Paz asisti a una reunin
que Fuentes organiz en Nueva York para que
Echeverra se reuniera con intelectuales
estadunidenses. Paz percibi la suspicacia que
provocaban aquellas cercanas y abri un debate
en las pginas de Plural sobre las relaciones de
los escritores y el poder. De aquellos das y
aquellas prevenciones, en muchos sentidos
ridculas, sobre la pureza o la impureza poltica de
la repblica de las letras, sali uno de los ms
txicos y desencaminados debates de la vida
pblica mexicana de las dcadas siguientes, el de
la pureza de los escritores y el diabolismo del
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poder.
Desde el punto de vista intelectual, Paz cargaba
ya cierto desencuentro con su medio. En Postdata
(1970) haba ofrecido una explicacin
psicoanaltica y mitolgica del 2 de octubre del 68,
marca fnebre de mi generacin. Escribi:
Como esos neurticos que al enfrentarse a
situaciones nuevas y difciles retroceden,
pasan del miedo a la clera, cometen
acciones insensatas y as regresan a
conductas instintivas, infantiles o animales, el
gobierno regres a periodos anteriores de la
historia de Mxico: agresin es sinnimo de
regresin. Fue una repeticin instintiva que
asumi la forma de un ritual de expiacin; las
correspondencias con el pasado mexicano,
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correspondencias con el pasado mexicano,
especialmente con el mundo azteca, son
fascinantes, sobrecogedoras y repelentes. La
matanza de Tlatelolco nos revela que un
pasado que creamos enterrado est vivo e
irrumpe entre nosotros. Cada vez que
aparece en pblico, se presenta
enmascarado y armado; no sabemos quin
es, excepto que es destruccin y venganza.
Es un pasado que no hemos podido
reconocer, nombrar, desenmascarar.
Lo que nosotros queramos, como deudos
asumidos de la matanza de Tlatelolco, no era
explorar la neurosis del gobierno, culpar al
pasado azteca o explorar la vena sacrificial de
nuestro origen. Queramos una crnica de los
hechos y unos responsables polticos. Dej
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constancia de mi propio desencuentro con esa
versin sacrificial de Paz en un texto de 1977.
Escrib:
Postdata fue a la vez un llamado congregador
y un punto de llegada, el lmite de la
credibilidad de una versin de la historia y la
poltica de Mxico. Lo primero, por su fuerza
moral, porque hizo pblica de nuevo luego
de dos aos sombros de fin de sexenio la
enormidad del hecho que le daba origen. [...]
Lo segundo porque esa desesperacin y esa
asfixia estaban demasiado cerca de la
densidad fsica, moral y diazordacista del
hecho como para compartir con Paz una
explicacin mtica de la matanza. La
explicacin requerida exiga a la vez una
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historia y una reivindicacin poltica. Era
preciso saber quines, cmo, por qu, los
dilogos, las reacciones, la puesta en escena
exacta, la reconstruccin fiel. E
inmediatamente despus, era preciso el
castigo de los culpables, la revancha jurdica
y poltica de una ciudadana expuesta y
masacrada en aras de los delirios de
autoridad de un paranoico.
Esta sensibilidad divergente, ms los
acercamientos de Paz, Fuentes y otros escritores
al presidente Echeverra, haban creado una
distancia cenacular entre el grupo de La cultura
en Mxico y los personajes mayores de la vida
intelectual mexicana. La incomodidad de
Monsivis con las actitudes de Paz y Fuentes
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alimentaba la intensidad de la querella. En
Monsivis convivan la vocacin de marginalidad
y la necesidad de protagonismo. Reconoca a sus
intelectuales mayores pero no acababa de
rendirse a ellos. Mantena hacia Paz y hacia
Fuentes una admiracin cabal pero mediada por
una distancia crtica y una satrica, a la vez lcida
y resentida, distancia social.
Lo que rega el momento cultural no era lo que
discutamos en nuestros cenculos o
publicbamos en nuestras pginas, sino lo que
pasaba en el ms amplio paisaje de la vida
pblica. Dominaba ese paisaje la contagiosa
efervescencia del nuevo presidente, Luis
Echeverra, con su llamada apertura
democrtica. Pareca haber en la presidencia un
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nuevo toque de sensibilidad, que acab en
demagogia, y un estimulante activismo, que
acab en desmesura, Pero el arranque fue
elctrico, abri puertas y ventanas, ofreci un
discurso presidencial autocrtico, abri los brazos
a las universidades y los intelectuales. Echeverra
dio el Premio Nacional de las Letras en 1971 a
Daniel Coso Villegas, uno de los intelectuales de
la cepa liberal que honraban su estirpe aunque
pareciera desledo o poco radical a la opinin
pblica herida y galvanizada por el 68. Los
activistas y los intelectuales de la sensibilidad
sesentayochera no soaban con la democracia
liberal sino con la revolucin socialista.
La apertura de Echeverra sacudi tambin el
establecimiento poltico, dio espacio a nuevos
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movimientos sindicales, como la Tendencia
Democrtica de los electricistas, y al activismo de
nuevas organizaciones urbanas y campesinas. El
discurso que bajaba de Los Pinos volvi a tener el
tono populista del lder que lo puede y lo quiere
todo, aunque acabe normalmente arruinndolo
todo. El presidente apareca por todas partes,
oyendo, agitando, regaando, prometiendo. Y
dejando hablar a otros. Este es el clima de
libertad poltica que Coso Villegas reconoci en
el pas al recibir el Premio Nacional de las Letras
del ao 71. Es en esa atmsfera donde surgen
las palabras aquiescentes del alto mundo
intelectual hacia el nuevo presidente y su
promesa de renovacin. Todo lo que parece
ilusin y pacotilla hoy, es en aquel momento una
promesa creble, un llamado a creer. Tambin una
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invitacin a moverse hacia las propias metas. En
ese ambiente pblico es que el director de
Exclsior, Julio Scherer, ofrece a Octavio Paz la
revista Plural y se dispara l mismo hacia un
periodismo crtico que al final ha de costarle el
diario, y la esperanza.
La apertura democrtica echeverrista es la
mezcla confusa pero intensa de lo que baja de la
presidencia y lo que sube de la sociedad en forma
de lideratos contenidos y agravios sin retorno.
Entre los primeros hay que citar los sacudimientos
en las relaciones del gobierno con sus clientelas
tradicionales, en particular con los empresarios,
que resienten la crtica poltica y el
intervencionismo econmico presidencial. Entre
los segundos, la aparicin de movimientos
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guerrilleros en el campo y la ciudad. La apertura
democrtica convive con la represin, los atisbos
del cambio democrtico van de la mano con los
disparos del asalto al cielo revolucionario.
3
Las historias intelectuales al uso de aquellos aos
reparan demasiado en lo que los escritores
escriben y discuten entre ellos. Pero la repblica
de las letras es slo una regin de la repblica en
general, y una regin particularmente sensible. No
marca el pulso de la nacin, pero vive inmersa en
sus vaivenes, atenta a sus seales. De hecho,
habla ms de poltica que de letras.
Durante el sexenio echeverrista la repblica
letrada sufre un cambio maysculo, que a la vez
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la fortalece y la diluye, la hace ms visible, pero la
subordina a los rpidos del ro ms ancho que
llamamos opinin pblica. El mundo cultural se ve
particularmente marcado por los cambios de la
prensa de los setenta. Tal como suger en un texto
de finales de aquel periodo presidencial:
No fue un grupo de intelectuales sino un
peridico, el Exclsior, quien llev a la
prctica las reglas de la Apertura
democrtica, el dilogo y la autocrtica. [...]
Da con da, la primera plana de Exclsior
registr la obsesiva descomposicin poltica y
moral de un pas que se haba fingido la
Jerusaln Libertada y era slo el apogeo de
Sodoma y Gomorra. Exclsior busc,
encontr, invent las noticias, los personajes,
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las situaciones requeridas para cumplir su
vasta empresa de los setenta: denunciar,
recordar, polemizar, ser el centro de una
opinin pblica que fueron creando sus
arbitrariedades y sus riesgos, sus muchos
aciertos y su solidaridad con las mejores
causas liberalizantes. [Durante esos aos]
Exclsior fue, como quisieron sus fundadores
y quiere su lema explcito, el peridico de la
vida nacional, de todo lo que pudo y quiso
moverse, de todo lo que no fue ni quiso ser el
catafalco, el saldo, la anatoma de la tumba
de la vida nacional. [...] El 8 de julio de 1976,
una larga ingeniera de presiones internas y
externas determin la expulsin de siete
cooperativistas de Exclsior, entre ellos el
director Julio Scherer Garca, el subdirector
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Manuel Becerra Acosta y el gerente Hero
Rodrguez Toro. Con ellos sali
prcticamente toda la planta de redactores y
editorialistas que haban hecho del peridico
el instrumento polmico, informativo y crtico
que era. En la edicin del 9 de julio, una
cabeza de la plana internacional resumi la
cada profesional del diario: al informar sobre
una junta plenaria de partidos comunistas
orientales en Rumania, el cabeceador afirm:
Rusia clama victoria en la junta roja.
El llamado golpe a Exclsior de 1976 reuni a la
comunidad intelectual en un mismo impulso de
crtica al poder y fundacin de nuevos espacios.
El entorno de vida pblica que reconoci ese
agravio y lo dej prosperar, fue el creado por la
10
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reforma poltica de 1978, emprendida por el nuevo
presidente Jos Lpez Portillo y por su secretario
de Gobernacin, aquel liberal posibilista a quien
Monsivis haba criticado por su nombre en el
suplemento de La cultura en Mxico sobre el
liberalismo de los setentas: Jess Reyes
Heroles.
La reforma poltica de Reyes Heroles y Lpez
Portillo fue diseada para abrir espacios polticos
a la izquierda. Queran sacarla de las tentaciones
guerrilleras y de las universidades pblicas,
convertidas durante los setenta en verdaderos
campamentos de izquierdismo radical. La reforma
poltica de aquellos aos legaliz la existencia del
Partido Comunista y garantiz una representacin
proporcional a las oposiciones en la Cmara de
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Diputados. Acompa su debate de los cambios
polticos con un nuevo clima de libertades
pblicas, tolerancia a la crtica y estmulo a la
pluralidad.
En el mbito periodstico y cultural, la reforma
poltica fue de fundaciones y refundaciones. En
1976 se crea la revista Proceso, hija de los
periodistas desplazados de Exclsior bajo la
figura, ya legendaria entonces, de Julio Scherer.
En 1977 el mayor de los intelectuales mexicanos,
Octavio Paz, funda Vuelta, sucednea de la
revista Plural que haba publicado bajo los
auspicios de la cooperativa de Exclsior. En
noviembre de 1978 se funda el diario unomsuno,
bajo la direccin de Manuel Becerra Acosta Jr.,
expulsado con Scherer del diario Exclsior. En
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1978 se funda la revista nexos, vecina cultural del
grupo de La cultura en Mxico, una primera salida
al mundo del nimo de conocimiento y debate
publico de una comunidad acadmica que viva en
tensin crtica e ideolgica con la cultura literaria
dominante. En particular, con Paz y Vuelta.
Como un
filamento
de
aquella
tensin,
en
octubre
de 1978
publiqu
en nexos
-
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un
artculo
sobre las
reflexiones que Paz acababa de hacer en
Proceso: 1978: entre las convulsiones y la
inmovilidad. Me haba parecido una visin
desoladora. Recuerdo que mientras la recorra,
pensaba en mi hermano Luis Miguel, 10 aos
menor que yo, que lea a Paz con fervor de poeta
adolescente. Me rebel la idea de que un autor
deslumbrante, casi proftico para el joven poeta
que era Luis Miguel, pudiera ofrecerle ahora,
ofrecernos, este plato de sangre: una mirada
brutal, impostadamente lgubre, del mundo en
que vivamos. Quiz por este desvo freudiano de
mi propio rechazo generacional a la
desesperanza de Paz, us el siempre mal
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argumento de la edad para rechazar su
descripcin. Escrib una glosa de su visin
apocalptica diciendo que Paz haba envejecido
mal y rechac circunstanciadamente su
diagnstico, oscuro hasta el conservadurismo,
sobre la condicin del mundo. Record la lnea de
Quevedo, que haba servido de epgrafe a uno de
los libros de Paz, Calamidades y milagros: Nada
me desengaa, el mundo me ha hechizado.
Aquel libro reuna poemas escritos entre 1937 y
1948. Los aos del hechizo del poeta, segua mi
texto,
eran para el mundo los de la guerra mundial y
el exterminio judo, los de la barbarie nazi y la
contrabarbarie aliada sovitica, la iniquidad
neocolonial de la postguerra, la debacle
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europea, la expansin imperial
norteamericana. [...] Pero la mirada joven,
intensa y eufrica del poeta de entonces
saba reconocer, a contracorriente de la
Muerte, la Nada y las Calamidades, el
milagro y el agua lmpida, la plenitud del
cuerpo y el poder fundador de la palabra.
Treinta aos despus, la mirada vidriosa del
poeta, consumida en la desolacin, no sabe
ni quiere ver en el mundo otra cosa que una
[...] noche de espanto. Con la juventud de
quien miraba, se marcharon del mundo los
milagros, slo quedaron las calamidades.
Proced entonces a repetir, irnicamente, la
coleccin de males que el poeta vea en el mundo
de 1978: Las revoluciones se han petrificado en
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tiranas desalmadas; los alzamientos libertarios
han degenerado en terror homicida. Occidente
vive en la abundancia, pero corrodo por el
hedonismo, la duda, la dimisin. La gran
novedad del siglo XX, no haba sido la aparicin
del socialismo, sino la del Estado totalitario,
dirigido por un comit de inquisidores.
Europa?: Todos sabemos que vive un fin de
poca. El mundo socialista?: Por ms grandes
que hayan sido los cambios despus de la muerte
de Stalin, la URSS y sus satlites son
esencialmente lo que fueron desde su origen:
ideocracias totalitarias. El Tercer Mundo?:
Dictaduras, luchas intestinas y guerras
exteriores, unas con otras con la intervencin de
las grandes potencias, zarabanda grotesca de
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disfraces ideolgicos, matanzas que dejaran
boquiabiertos a los asirios, los trtaros y los
aztecas. La Amrica Latina?: Todos sus
sacudimientos, sin excepcin alguna, han
terminado en dictaduras militares. Los polticos
de Occidente?: Mezcla propia de miopa y
cinismo. Los intelectuales de Occidente?: Han
revelado durante los ltimos aos una frivolidad
moral y poltica no menos escandalosa que la de
los gobernantes.
Y el movimiento de rebelin juvenil de la dcada
pasada que tantos entusiasmos despert, los
hippies con su eco de los antiguos gnsticos?:
Se han evaporado. La revuelta estudiantil que
recogi la gran herencia libertaria?: Termin
engendrando bandas terroristas. El movimiento
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de liberacin femenina?: Tambin ha sufrido el
contagio de la ideologa. El reciente
acercamiento de cristianismo y marxismo?: Una
depravacin moral. Nuestro tiempo, en suma?:
El de la guerra universal, permanente y
transmigrante. Resumen?:
Si la historia es una pieza de teatro, hay que
confesar que no tiene pies ni cabeza. El texto,
corrompido por autores infieles ha sido
escrito por un loco cuyo perverso mtodo de
composicin se reduce a esmaltar las
improvisaciones con crmenes e
incoherencias.
De la comparacin con el poeta adnico de los
aos treinta y el apocalptico relator de la miseria
del mundo de los aos setenta conclu: Paz es
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del mundo de los aos setenta conclu: Paz es
sustancialmente inferior a su pasado y est,
polticamente, a la derecha de Octavio Paz.
Recib la calificacin de gatillero por parte de
alguno de los escritores cercanos a Paz y no
mucho ms.
11
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En 1979, a propsito de la publicacin de El ogro
filantrpico, escrib una larga resea crtica. La
resea incurra en algunos de los reproches
ideolgicos al uso de la izquierda de entonces,
pero apuntaba tambin al mecanismo ensaystico
de Paz. El mecanismo haba sido descubierto por
Jorge Aguilar Mora en La divina pareja: historia y
mito en Octavio Paz. La huella de Aguilar Mora
est presente en mi resea desde el ttulo:
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Metforas de la tercera va. Trat en esa resea
de mostrar la forma en que el mecanismo
discursivo de Paz, explorado por Aguilar Mora,
acuda a las metforas como atajos de la
reflexin. Atajos brillantes, al final de los cuales la
historia de carne y hueso desapareca para
resolverse en radiantes metforas. Uno de los
pasajes de mi crtica se refiere a la sobreposicin
metafrica del Edn y el Ejido, peculiar de la
visin histrica de Paz sobre el zapatismo (el de
Emiliano Zapata, 1910). Mi conviccin entonces y
ahora, es que no hubo nunca Edn en el Ejido ni
hay mucho que entender en el ejido como un
cumplimiento del mito del regreso a los orgenes.
Edn es mucha metfora para Ejido, salvo por el
argumento contrario: el ejido ha resultado ser un
edn al revs.
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La resea estaba orientada a sustentar la
aseveracin previa sobre la inferioridad de la
visin poltica del Paz de los setenta respecto de
su pasado. Terminaba describindolo como el
intelectual orgnico del Estado creado por la
Revolucin mexicana:
A semejanza de ese mismo Estado en cuyo
horizonte histrico creci y se form Paz
ha terminado inclinndose por su vena
histrica conservadora. [...] Paz abandona la
Revolucin Mexicana en la misma medida en
que la Revolucin ha abandonado sus races
populares para entregarse a las fuerzas del
capitalismo. Por eso puede decirse que Paz
como el Estado o la Revolucin Mexicana
es inferior a su pasado y est,
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polticamente, a la derecha de Octavio Paz.
No recuerdo que esta larga resea produjera una
reaccin de Paz, aunque acendr, desde luego, el
nimo de querella cultural entre la revista Vuelta y
el binomio de la revista nexos/suplemento La
cultura en Mxico que dirigan, respectivamente,
Enrique Florescano y Carlos Monsivis. Yo era
entonces secretario de redaccin de nexos.
Sobre lo que el fuego de las querellas culturales
poda llevar a la cabeza de Paz, hay una pequea
historia, referida por Antonio Alatorre
precisamente a propsito del libro de Aguilar
Mora, La divina pareja. Alatorre escribi:
Confieso que me cost trabajo leer este libro
y que me hubiera sido imposible hacer de l
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una crtica precisa, pero haba jvenes
exigentes e inquietos que no slo lo lean
sino que lo estudiaban, y una vez, varios
meses despus de su publicacin, les o decir
que La divina pareja no haba tenido reseas
en revistas ni suplementos culturales porque
este era un mundo controlado por la mafia
de Octavio Paz y haba consigna de aplicarle
la ley del hielo. La cosa me pareci cuento,
fantasa de muchachos muy amigos de
Jorge, pero me qued con ganas de saber
qu haba. Justamente, por entonces
(noviembre de 78) me top en El gora con
Huberto Batis, que a la sazn haca en
sbado una especie de crnica literaria de la
semana, y le dije: T que te mueves en el
mundo de hoy porque yo me muevo en el
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de ayer, tendrs que saber si existe tal
mafia; sera triste que a Octavio le sucediera
lo que a don Alfonso (Reyes), a quien durante
mucho tiempo le estuvo negado el beneficio
de la crtica. Batis, tras un breve silencio, me
contest lo que yo me esperaba: No creo
que haya tal cosa: Jos de la Colina, por
ejemplo, me pidi que researa el libro de
Aguilar; lo que pasa es que cuesta trabajo
leerlo. Y en su crnica de sbado siguiente
incluy un resumen de nuestra charla.
Inmediatamente me lleg una carta de
Octavio que dice, en esencia: Yo te haba
tenido por amigo (de segunda clase, pero
amigo), y ahora veo que te has pasado al
bando de mis enemigos. Al final de esta
carta violenta me arroja como insulto
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supremo la palabra dfroqu, o sea
seminarista destripado (porque en efecto,
yo fui seminarista). Mi carta de respuesta
dice, en esencia: Eso que cuenta Batis
sucedi en efecto, pero te ruego que leas de
nuevo su crnica, porque tu lectura es
torcida. Yo no le hice saber a Batis que exista
una mafia Octavio Paz. Lo que le dije fue:
Sera triste que la hubiera (y me alegra saber
que un buen conocedor como t no cree que
la haya). La respuesta de Octavio tard unas
semanas. No me lleg por carta sino por
telfono, y fue muy breve (pues, segn me
explic, estaba en esos justos momentos a
punto de irse a Cuernavaca). Lo que me dijo
fue: Olvidemos el enojoso asunto y sigamos
tan amigos como antes.13
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En 1984 Paz recibi el Premio de la Paz que
otorgan los libreros alemanes. Las crticas que
hizo en su discurso de recepcin del premio a la
revolucin sandinista y la revolucin salvadorea
desataron en Mxico una ola de protestas contra
el poeta que terminaron en la quema de su efigie.
Paz mismo dijo ms tarde que aquella quema era
el acto de una multitud de frenticos, pero el
hecho qued en la resea de sus malos tratos con
la izquierda como un clmax de intolerancia contra
el pensamiento y la obra de Paz. Aquella quema
de su efigie, hecha frente a la embajada
estadunidense, ha sido pieza obligada en la
descripcin de Paz como un escritor asediado, en
cierto modo perseguido, por la intolerancia de la
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izquierda mexicana. Creo que la realidad estaba
lejos de esto.
Paz era el intelectual mayor y el ms reconocido
de Mxico. Actu siempre como cabeza del grupo
cultural ms influyente y compacto que haba en
el pas, del que Paz era jefe indiscutido y oficiante
mayor. Jefe espiritual, lo llama su bigrafo y
testigo Christopher Domnguez. Yo dira que
era, fue, es el ltimo mandarn de la cultura
mexicana. Ejerci su mandarinato con pasin y
minuciosidad. Se senta incomprendido, rodeado
de afrentas, rechazos y ninguneos. Actuaba en
consecuencia: regaando la ignorancia de sus
crticos y arremetiendo contra lo que no titubeaba
en llamar sus enemigos. Lleg a crear y a
creerse la ilusin de que era un intelectual
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perseguido, solitario, que alzaba su voz contra el
mundo. Era en realidad la gran figura de la vida
intelectual mexicana y latinoamericana. Se le
tema y admiraba por igual. Y su poder era real.
Cuando protest en 1992 porque el Conaculta
particip en la organizacin del Coloquio de
Invierno, el gobierno le entreg sin chistar la
cabeza del entonces presidente de Conaculta,
Vctor Flores Olea.
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Su desencuentro con la izquierda mexicana,
desde luego, fue real. Creo que se debi en gran
parte a que nadie entendi aqu, dentro de la
izquierda ni fuera de ella, que Paz hablaba contra
la Revolucin y contra el socialismo real con celo
de antiguo creyente. Paz no tuvo el cuidado, la
destreza o la humildad de ejercer su crtica contra
la izquierda y contra el socialismo recordando su
fervor de muchos aos por la Revolucin de
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Octubre (con maysculas). No habl de eso con
claridad sino en sus ltimos aos, particularmente
en su texto Itinerario, de 1992. Ah, y en Primeras
letras, la recoleccin de sus escritos de juventud,
publicada en 1988, nos enteramos muchos de
cunto haba credo Paz en la Revolucin de
Octubre y de las etapas de su desengao. Slo
ah dej ver hasta qu punto aquella utopa lo
haba marcado. Todava en 1968 crea ver en el
movimiento estudiantil francs un cumplimiento
tardo de la profeca revolucionaria de Marx.
Creo que una pedagoga pblica ms explcita de
su camino de Damasco hacia el desengao de la
Revolucin, habra facilitado el dilogo con la
izquierda o, al menos, lo hubiera puesto en su
verdadera lgica histrica. Paz habra podido
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decir: yo padec ese sueo y les cuento que
termina en pesadilla, la pesadilla del socialismo
real del siglo XX. Una discusin ms abierta de su
propia fe desencantada, lo habra ayudado quiz
a ser ms tolerante, desde luego ms
convincente, frente a la ceguera que combata.
Quiz eso hubiera abierto el espacio a un dilogo,
incluso a un combate, no a la gritera que domin
aquella divergencia.
Por lo que hace
a la efigie
quemada, no
dira que fue el
clmax de una
persecucin de
la izquierda
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contra Paz por
su
pensamiento.
Fue la
ocurrencia de
un grupo ultra
que
probablemente
no haba ledo
un libro de Paz.
Una ocurrencia
estpida, como
todo lo que
viene de la
ultra. La
ultraizquierda
no persigui en
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Mxico a
intelectuales de
renombre. Tuvo
amenazados
de muerte y mat a maestros y activistas
universitarios dentro de la misma izquierda, como
a Carlos Guevara, asesinado en los pasillos de la
universidad de Sinaloa, y al trotskista Adolfo
Peralta, tiroteado en un estacionamiento de la
Universidad Autnoma de Mxico. Amenazados
por los enfermos de Sinaloa y otras formaciones
ultras estuvieron durante mucho tiempo
personajes reformistas de la izquierda, como
Rolando Cordera, Jos Woldenberg, Gilberto
Guevara Niebla, primo del Carlos Guevara
asesinado en Culiacn. La comunidad intelectual
tuvo que lamentar la muerte del talentoso y
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prometedor filsofo Hugo Margin, amigo y
colaborador de la revista Vuelta, pero su trgica
muerte no fue resultado de un atentado contra
una revista porque sus reflexiones irritaran a la
izquierda terrorista. Fue un desenlace mortal en el
curso de un secuestro, hecho efectivamente por
bandas armadas de la izquierda para cobrar un
rescate, no para ejercer por las armas un ajuste
de cuentas ideolgico. Margin recibi en la
femoral uno de los disparos que sus
secuestradores hacan al piso para amedrentarlo,
y se desangr en manos de sus captores. Fue un
atentado que ensombreci el mundo cultural y
poltico de Mxico, porque Hugo Margin era un
personaje de la vida intelectual por sus propios
mritos, pero era tambin hijo de un prominente
personaje de la vida pblica, del mismo nombre,
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en su momento secretario de Hacienda y
embajador en Washington.
Sobre el discurso de Frncfort de 1984 escrib un
texto con algunos exabruptos tercermundistas,
que hoy sera incapaz de suscribir. Paz dijo en su
discurso: las grandes naciones democrticas de
Occidente han dejado de ser el modelo y la
inspiracin de las elites y las minoras de otros
pueblos. Yo encontr en esto un deplorable
eurocentrismo colonizado. Mi nota daba cuenta,
sin embargo, de un aspecto central de aquella
gritera. Lo que dispar la protesta de 1984 contra
Paz, la agitacin que termin en la quema de su
efigie, no fue tanto el discurso mismo como su
difusin beligerante, restringida al pasaje
centroamericano, hecha por la televisin privada.
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El dilogo y el ruido no fue conocido completo en
Mxico sino varias semanas despus, cuando lo
que entonces se llam el linchamiento de Paz
haba pasado. En mi opinin, Paz pag entonces
una factura que no era suya, pues inclua el
rechazo de diversos crculos a las posiciones
polticas de Televisa, empresa a la que Paz se
haba acercado. La empresa, que haba sido
clave en la demolicin de Exclsior slo ocho
aos antes, pregonaba, en su propio servicio,
aquel acercamiento. Para el mundo de la
izquierda y para los deudos culturales y
periodsticos del Exclsior de Scherer el
acercamiento de Paz a la televisora era en el
mejor de los casos inexplicable; en el peor,
escandaloso.16
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6
En 1986 las discutidas elecciones de Chihuahua
unieron a las revistas nexos y Vuelta, y a un buen
grupo de personajes culturales, en un manifiesto
de protesta contra el fraude y a favor de la
democracia. El PRI haba ganado 98% de los
puestos en contienda, pero Chihuahua estaba en
rebelin cvica. El manifiesto apareci el 24 de
julio de aquel ao. Externaba una duda
razonable sobre el proceso y sostena que las
autoridades, procediendo de buena fe, deben
restablecer la concordia y anular los comicios en
Chihuahua. El manifiesto vena firmado por
nombres de la vida cultural de Mxico que
probablemente no haban aparecido nunca juntos,
entre ellos Octavio Paz. La consecuencia de17
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aquel desplegado fue que una comisin de los
abajofirmantes nos reunimos con el entonces
secretario de Gobernacin, Manuel Bartlett, para
discutir nuestra demanda. El secretario dijo que el
expediente de la eleccin era contundente y
limpio. Le pedimos que nos diera el expediente
completo y nos dejara revisarlo para ofrecer un
veredicto acadmico. El estudio lo hizo Juan
Molinar, entonces frecuente colaborador de nexos
en materias electorales. Su anlisis se public al
ao siguiente en nexos, con el ttulo Regreso a
Chihuahua. Molinar tard meses en descubrir
una parte del secreto de aquellas elecciones: en
varios pueblos perdidos en los que nadie
reparaba, la alquimia oficial haba hecho aparecer
ms votantes que habitantes. Aquello no probaba
el fraude general, pero mostraba una conducta
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inaceptable en un gobierno que tena entonces
pleno control del proceso electoral, su
organizacin y su cmputo.
7
Luego de las elecciones de 1988, en las pginas
de La Jornada, que hervan con el tema, compart
con Paz dudas paralelas sobre el triunfo electoral
de la izquierda que se daba por descontado en
aquel entorno, junto con la acusacin general de
fraude.
En las elecciones del 6 de julio de 1988 explot el
control gubernamental de las elecciones. La
escisin del PRI encabezada por Cuauhtmoc
Crdenas fractur en su centro la hegemona
priista y dio paso a una avalancha electoral de
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oposicin cuyas cifras oficiales al final fueron de
50.4% para el candidato del PRI y 31.1% para el
candidato de la escisin priista y de la izquierda,
Cuauhtmoc Crdenas. Todos supimos desde el
mismo 6 de julio que la eleccin haba sido ms
competida que lo que decan los resultados
oficiales y que un conteo limpio de los votos
habra dado cifras muy distintas. Nadie sensato o
informado dijo entonces, ni dice hoy, que las
elecciones de 1988 fueron limpias. La certidumbre
general es que fueron manipuladas. Las aguas se
dividan en el siguiente paso: quitando esa
manipulacin, haba ganado Crdenas o segua
ganando Salinas?
Yo fui de la segunda creencia, entre otras cosas
porque tuve acceso informal en aquellos das al
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entorno de los estadsticos del PMS (Partido
Mexicano Socialista), nicos que hacan cuentas
electorales en la coalicin de partidos de
Crdenas. Tenan la informacin completa slo de
las casillas que los cardenistas haban vigilado (la
ciudad de Mxico y algunos estados). Pero si
extrapolaban estadsticamente esos resultados al
resto del pas, les daba una derrota de la
candidatura de Crdenas. Pocos das despus
de la eleccin, yo arriesgu mi propia opinin
sobre el tema. Dije que la eleccin estaba llena de
irregularidades, que deba ser limpiada, pero que
la misma avalancha de votos cardenistas que
inducan la ilusin del fraude, desmenta la
afirmacin de que la eleccin haba sido
totalmente controlada. El hecho histrico era que
las elecciones se haban salido de las manos del
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gobierno. En ese sentido, eran las elecciones ms
competidas, menos inventadas, que yo poda
recordar.
El 10 de agosto de 1988, un mes despus de la
eleccin, Paz public una serie de tres artculos
en La Jornada. En el ltimo, Entreluz: alba o
crepsculo?, rehus la certidumbre vigente en la
izquierda, artculo de fe en La Jornada, de que la
eleccin presidencial de ese ao haba sido un
fraude total y que el triunfador haba sido
Cuauhtmoc Crdenas. Paz escribi:
No voy a detenerme en el anlisis de las cifras
que presentan unos y otros. Son del dominio
pblico y la prensa no hace todos los das sino
hablar de estadsticas electorales. Creo que todo
aquel que examine con imparcialidad y sin pasin
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este asunto llegar a conclusiones parecidas a las
mas. Sin duda hubo irregularidades, adems
torpezas y errores. [...] Todos exigimos que el
Colegio Electoral examine cada caso con el
mayor rigor. [...] No es imposible que la oposicin
haya ganado en ms distritos de los que hasta
ahora se le han reconocido. Pero una cosa es
formular esas legtimas reservas y reclamaciones,
otra exigir la anulacin de las elecciones (como
haca Clouthier, el candidato del Pan) o
autoproclamarse presidente electo (como
Crdenas o sus seguidores) La pretensin de
Crdenas es insensata: cmo puede probar que
gan la eleccin? [El texto en cursivas, mo,
HAC.]
Paz tena la duda, planteada en el ttulo de su
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artculo, de si el cuerpo poltico mexicano, ms
que nunca una pluralidad no concertada, optara
por dar el paso siguiente hacia la constitucin de
un autntico rgimen de partidos o regresara a la
tradicin histrica del todo o nada en que el
ganador negaba al vencido y el vencido se
rebelaba contra el ganador.
Confieso que le con alivio sus artculos porque
introducan una voz potente pero ecunime en un
debate de callejn, donde no caban los matices.
Pregunt en su ltimo artculo: Alba o
crepsculo?. Nos acercbamos a una nueva
poca o bamos de regreso a pocas oscuras del
pasado en que los pleitos electorales escindan y
sangraban a la nacin? Yo respond a su
interrogante cuatro das despus, el 16 de agosto
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de 1988, en las mismas pginas de La Jornada:
Alba, con nubes. Agradec en ese texto que Paz
hubiera trado al gritero y el inmediatismo del
debate, un don inapreciable en estos momentos:
el equilibrio. Y a sus hermanas gemelas: claridad,
naturalidad. Dije que dado el comportamiento de
los lderes de la oposicin y las advertencias
amenazantes del gobierno, haba perdido el
optimismo sin reservas sobre una transicin
pacfica, concertada, inteligente, a la democracia,
pero dije tambin que pese a la ceguera y la
insensibilidad de las cpulas, en mi opinin
terminara imponindose el mandato colectivo de
julio por una transicin pacfica. Mi texto
terminaba: Alba o crepsculo?, se pregunta
Paz. Alba, pienso yo, pero con nubes y algunos
temblores.22
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8
Das despus de aquel artculo, el 29 de agosto,
Paz me mand firmado un ejemplar de Primeras
letras. La dedicatoria deca: A Hctor Aguilar
Camn, con antigua estimacin intelectual y nueva
amistad.
Alguien tuvo la ocurrencia de que, dos das
despus, en el ltimo informe de gobierno de
Miguel de la Madrid, Paz y yo quedramos
sentados en butacas contiguas. No nos
conocamos personalmente. Me present y me
dijo:
Ah, es usted. No s si decirle que mucho gusto.
Pues mucho gusto le dije yo.
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Cambiamos comentarios sobre lo absurda que
era por momentos la ceremonia del informe
presidencial. Recib despus, a travs de Enrique
Krauze, una invitacin de Paz a comer. Comimos
los tres en el restaurante Passy. No recuerdo con
precisin de qu hablamos, supongo que de los
tiempos que venan para Mxico.
Creo que, aparte de nuestras dudas sobre el
triunfo de Crdenas, en esos momentos
comparta con Paz, aunque nunca lo hubiramos
hablado, algunas expectativas sobre la
modernizacin deseable de Mxico que asomaba
en la propuesta de Salinas de Gortari, el
candidato del PRI. En uno de sus tres artculos
publicados en La Jornada, Paz haba externado
su esperanza en este sentido. En medio de la
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crisis heredada de los aos ochenta, deca Paz, el
gobierno del presidente De la Madrid haba hecho
un primer esfuerzo de realismo consistente en
desmantelar de una vez por todas el
patrimonialismo del gobierno y convertir a Mxico
en una sociedad y en un Estado realmente
modernos. La modernizacin, escribi Paz, poda
definirse sumaria y esencialmente, como una
tentativa de devolver a la sociedad la iniciativa
que le fue arrebatada. Era la reforma que haban
emprendido Felipe Gonzlez y Miterrand en
Europa, Gorbachov en la Unin Sovitica y hasta
Den Xiao Ping en China. La modernizacin de
nuestra economa, segua Paz, es inseparable
de la reforma poltica, social y cultural. Todas ellas
pueden resumirse en la palabra: democracia. Una
fraccin del grupo dirigente la ms joven,
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inteligente y dinmica se decidi por la
modernizacin.
Nada de esto poda ver Paz en el movimiento
cardenista, ms bien todo lo contrario:
Algunos periodistas han dicho que se trata de
un movimiento de centro-izquierda,
semejante a los socialismos de Espaa y
Francia. Nada ms falso. El neocardenismo
no es un movimiento poltico moderno
aunque sea otras cosas, unas valiosas, otras
deleznables y nocivas: descontento popular,
aspiracin a la democracia, desatada
ambicin de varios lderes, demagogia y
populismo; adoracin del padre terrible: el
Estado y, en fin, nostalgia por una tradicin
histrica respetable pero que treinta aos de
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histrica respetable pero que treinta aos de
incienso del PRI y de los gobiernos han
embalsamado en una leyenda piadosa:
Lzaro Crdenas.
No poda sino coincidir con Paz, a la letra, en esta
visin, porque era en muchos sentidos la que yo
haba ido construyendo durante los aos del
gobierno de Miguel de la Madrid, en medio de la
larga crisis heredada de Jos Lpez Portillo,
autonombrado, creo que con lucidez, el ltimo
presidente de la Revolucin mexicana. Haba
visto en la campaa de De la Madrid del ao 81,
que cubr como cronista para el diario
unomsuno, cmo se mova en el interior del PRI
el impulso de esa fraccin del grupo dirigente
comprometida con la modernizacin, con la
reforma del establecimiento priista, pero tambin,
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y ah la paradoja, con su uso. Haba arriesgado la
descripcin de ese nuevo animal poltico en una
crnica del ao 82:
El sistema mexicano suea febrilmente su
monstruo de relevo: una nueva clase poltica
capaz de mezclar tradiciones arcaicas y
modernidades anticipatorias, de tener por
igual arraigo en Harvard que en Teziutln,
doctorados en Nanterre con votos en
Ecatepec, la capacidad de descifrar con
precisin equivalente los cambios en Wall
Street que anuncian turbulencias financieras
y los discursos sobre la unidad revolucionaria
en la sierra de Guerrero que anuncian
inminentes asesinatos de rivales polticos. [...]
Este es el nuevo monstruo que suea la
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razn histrica del sistema poltico mexicano.
No sabemos lo que sueen sus instintos.
Hablamos solamente de un embrin, y no
tiene el futuro comprado.
Del establecimiento priista, de la sombra de la
Revolucin mexicana, vena huyendo yo, al igual
que una parte de mi generacin. Aquella sombra
se resuma para nosotros en el 2 de octubre de
1968. Para m, el uso y abuso de lo que Paz
llamaba el patrimonialismo del gobierno haba
llegado a un lmite en la constatacin de los
efectos catastrficos de la nacionalizacin de la
banca de 1982. En su momento, yo haba
celebrado esa nacionalizacin como un triunfo del
Estado y de la sociedad sobre los desaforados
intereses privados. Pero en el tnel de los aos de
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crisis que siguieron, a la vista de la herencia de
deuda, inflacin y crisis econmica, empec a ver
aquel supuesto triunfo del Estado y de la sociedad
como una derrota: un extremo inaceptable de
discrecionalidad del gobierno, el fin de los
instrumentos histricos de una poca y la
necesidad de pensar la siguiente. Mis
cavilaciones sobre el nuevo camino, el nuevo
equilibrio de Estado y mercado, corporativismo y
democracia, estabilidad y reforma que necesitaba
el pas, fue la materia del libro Despus del
milagro, que publiqu justamente en el ao de 88,
poco antes de las elecciones de julio.
En un ensayo anticipatorio de ese libro, El canto
del futuro, publicado en 1986, escrib:
Hay en el bastidor del cierre de milenio
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Hay en el bastidor del cierre de milenio
mexicano, la euforia y la pesadumbre de un
fin de poca, un aire de muerte y renovacin.
[...] En el lado del Mxico que muere est el
desvanecimiento de viejas realidades, como
el crecimiento econmico sostenido [...] y el
pacto corporativo como eje de la negociacin
de clases y elites. Menos obvios, pero
igualmente tocados por la historia, parecen
otros axiomas de la vida mexicana: el
presidencialismo omnmodo con su sistema
de partido dominante, el nacionalismo como
emanacin de la cultura estatal
posrevolucionaria, la ciudad de Mxico como
ombligo del pas. En el lado del Mxico que
nace, estn los frutos de la septuagenaria
paz mexicana, los hijos sociales de la
modernizacin: clases medias y ciudadanas
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emergentes, una nueva sociedad de masas
urbanas y los aparatos de comunicacin que
la uniforman con el mismo vaho de
expectativas y consumos; una insurreccin
electoral, una beligerante opinin pblica. Y
las llamadas del futuro: la aparicin de un
nuevo centro histrico nacional en el Norte de
Mxico, la insercin del pas en el mercado
mundial mediante la integracin con Estados
Unidos y la economa de maquila. [...] Fin de
poca. A contracorriente, en medio de la
crisis de la economa, emerge una nueva
sociedad urbana, desigual, sin destino
laboral, irritada, sacudida, dispuesta a
cambiar. Su movimiento diluye tradiciones y
clausura eficacias, exige reformas y
participacin. Hija de la modernizacin
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econmica, reclama una modernizacin
poltica, un nuevo pacto nacional. Las
condiciones de posibilidad de ese pacto
pueden resumirse en dos palabras: empleo y
democracia. Ninguna propuesta de desarrollo
podr ser efectivamente nacional, si no
responde a los dieciocho millones de
mexicanos que demandarn empleo en los
ltimos quince aos del siglo XX. Y ninguna
convocatoria poltica ser verosmil, sin una
definitiva apertura democrtica. Empleo y
democracia son a los ochentas lo que la tierra
y la organizacin corporativa fueron a los
treintas. Y el Mxico urbano reclama su
Lzaro Crdenas.
La gran paradoja del neocardenismo es que traa
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la vieja letra del nacionalismo revolucionario en la
novsima tonada de la democracia. Salinas traa
la letra de la modernidad en los acordes viejos de
la manipulacin electoral priista. El pas tena los
cables cruzados, y la repblica de las letras,
supongo que inevitablemente, tambin.
9
Paz vio con buenos ojos la iniciativa del nuevo
gobierno de crear el Conaculta. Dio algunas ideas
al respecto. Recuerdo que compartimos
deliberaciones sobre la creacin del sistema de
becas para creadores y, si no recuerdo mal, la
primera ronda sobre el primer otorgamiento de
aquellas becas. Pero su acuerdo con la promesa
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de modernizacin del salinismo iba ms all, y en
eso compartamos expectativas que la historia
subsecuente convirti, no del todo pero en
muchos sentidos, en frustraciones.
Mi convergencia con Paz en aquellos meses fue
saludada por l al pasar de una conversacin con
la revista japonesa Ichiiko Internacional. La
entrevista fue una pequea sinfona de sus temas
y obsesiones. A la pregunta sobre los escritores
crticos interesantes que haba en Mxico, Paz
respondi que Gabriel Zaid y Enrique Krauze de
Vuelta, pero que haba tambin buenos escritores
en otros crculos, como Carlos Monsivis y yo.
Paz debi dar esta entrevista a fines de 88. Fue
publicada en marzo de 1989. La cada del Muro
de Berln en noviembre de ese ao signific el
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regreso de la esperanza a la visin de Paz sobre
el futuro. Dio lugar a uno de sus grandes libros de
circunstancias: Pequea crnica de grandes das.
Fui invitado a presentarlo. Escrib un texto
celebrando el regreso de Paz al gran hechizo del
mundo, y aprovech la ocasin para acabar de
tender un puente hacia l. Escrib en ese texto,
publicado en nexos en septiembre de 1990:
Hay que decir que Paz ha acertado a lo largo
de estos aos en varias de las cuestiones
fundamentales de nuestra vida poltica e
intelectual, y que todos somos, o al menos
yo, sus deudores por ello.
En primersimo lugar, Paz acert hace mucho
tiempo en anticipar la demanda de pluralidad
y democracia que hoy es, por fortuna, el
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y democracia que hoy es, por fortuna, el
centro de la vida pblica del pas.
En segundo lugar, acert en su exigencia de
no contemporizar con las monstruosidades
polticas de los pases del socialismo real, ni
con sus coartadas intelectuales.
En tercer lugar, acert en sealar las
rigideces tericas y las complicidades
prcticas de las izquierdas latinoamericanas
con el paradigma autoritario socialista y con
las diversas ilusiones sangrientas de las vas
armadas a la revolucin.
Para celebrar y discutir los alcances de la Cada
del Muro, la revista Vuelta organiz un encuentro
internacional de escritores con el tema La
experiencia de la libertad. El encuentro,
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patrocinado por Televisa, fue en septiembre de
1990. Fui invitado, lo mismo que otros miembros
de nexos. Pero no fueron invitados ni Carlos
Fuentes, distanciado de Paz por un perfil
derogatorio del novelista publicado en Vuelta, ni
Gabriel Garca Mrquez de quien los
organizadores dijeron que no era un hombre de
ideas.
10
En 1990 Paz gan el Premio Nobel. Lo celebr
con una declaracin que fue publicada en la
primera plana del diario Exclsior. Elena
Poniatowska consign en un libro suyo algo de lo
que, segn ella, yo deca en esos tiempos, en
reuniones sociales, sobre Paz. Me reconozco en
esas palabras:
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Lo asombroso de Paz es la juventud con la
que sigue discutiendo sus ideas. Es una
inteligencia que se ha rehusado a esa
tolerancia que es simple fatiga o desinters,
caractersticas de los intelectuales que a
partir de cierta edad toman actitudes de
patriarcas bonachones, como Alfonso Reyes.
Creo que la inteligencia de Paz trabaja
siempre y a todas horas pensando algo en
contra de alguien o en contra de un punto de
vista. [...] Esto que usted dice es cierto,
pero. No ha perdido sus reflejos,
reacciona siempre de la misma forma; est
con el no y el pero en la boca. Continuamente
deslinda sus acuerdos y desacuerdos con
una pasin que no tienen los jvenes. Para
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los jvenes, escuchar a Paz es una leccin
de vitalidad intelectual y una leccin de
civismo en Mxico, donde nos cuesta tanto
trabajo definir nuestros pensamientos frente
a otros.
11
En febrero de 1992 el Conaculta, la UNAM y la
revista nexos, de la que yo era director,
organizamos el Coloquio de Invierno. Un intento
de pensar la situacin del mundo y de Mxico
desde una perspectiva yo dira que
socialdemcrata. Fueron tambin convocantes
Pablo Gonzlez Casanova, Carlos Fuentes,
Gabriel Garca Mrquez y Jorge Castaeda,
ninguno de ellos invitados al encuentro del ao
anterior de Vuelta: La experiencia de la libertad.
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Fueron invitados al Coloquio de Invierno varios
miembros y colaboradores de la revista Vuelta,
entre ellos Julieta Campos, Alejandro Rossi,
Alberto Ruy Snchez y el propio Octavio Paz, a
quien convoc personalmente el rector de la
UNAM, Jos Sarukhn. Paz pidi una entrevista
con el rector y fue a verlo con uno de sus
colaboradores. Le dijo al rector que
probablemente l, como vena del universo
cientfico, desconoca los intrngulis de la vida
literaria y cultural. La convocatoria del Coloquio
era muy desbalanceada, pero l poda ayudar a
equilibrarla. Empez entonces a decir quines
deban ser invitados entre los que faltaban y
quines desinvitados, entre los propuestos. El
entonces rector Sarukhn le explic que el
Coloquio estaba convocado ya, que con gusto
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poda aadir asistentes, pero no redisear el
elenco. Paz declin participar y se declar
despus invitado tardamente al Coloquio. Su
furia fue la de Aquiles.
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El Coloquio, celebrado en la UNAM y transmitido
como primer acontecimiento por el recin creado
canal cultural del gobierno, el Canal 22, fue un
xito de prensa y de pblico. Paz vio en el hecho
una vasta maniobra para apoderarse de los
centros vitales e institucionales de la cultura
mexicana. Dedic dos nmeros de la revista
Vuelta, con textos de todos sus colaboradores a
denunciar lo que llam La conjura de los
letrados. No creo que haya en la historia de las
revistas culturales de Mxico un ataque del
tamao que Paz lanz en Vuelta contra nexos.
Fue una querella total y triunf en toda la lnea.
Cobr la cabeza del presidente del Conaculta,
Vctor Flores Olea. Y la conjura de los letrados no
sigui adelante, entre otras cosas, sencillamente,
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porque nunca la hubo: no exista. La nocin un
tanto paranoica de nexos como una revista de
conjurados en busca de poder cultural describe
ms la cabeza de los acusadores que el
comportamiento de los acusados. Hubo siempre
en nexos gente a la que le interesaba tener
puestos y responsabilidades en el gobierno. Fue
una pequea, aunque visible y talentosa, minora.
Desde sus inicios nexos estaba vacunada contra
la hipcrita y pretenciosa nocin de que los
intelectuales y los acadmicos no deban tener
tratos con el gobierno ni trabajar en l. Para
empezar, estaban la historia y las convicciones
pblicas del creador de la revista, Enrique
Florescano, que fue director del INAH, lo mismo
que Guillermo Bonfil, uno de sus miembros
fundadores. Pablo Gonzlez Casanova, otro
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fundador de nexos, haba sido rector de la UNAM,
que en sus tiempos era como ser el ministro de
cultura del pas. El economista Carlos Tello
Macas fue secretario de Programacin y
Presupuesto en el gobierno del presidente Lpez
Portillo, y Rolando Cordera, su asesor. El
periodista Jos Carreo Carln haba sido
funcionario de Coplamar, el programa contra la
marginacin tambin del gobierno de Lpez
Portilllo. Fue columnista de nexos, subdirector de
La Jornada, subdirector de El Universal, director
de El Nacional y luego jefe de prensa del
presidente Salinas de Gortari. Arturo Warman,
uno de los mayores antroplogos de Mxico, fue
director del Instituto Nacional Indigenista, y
despus secretario de Reforma Agraria con el
mismo Salinas. Jos Mara Prez Gay, primer
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director del Canal 22, tambin con Salinas, fue
ms tarde embajador con el presidente Fox y al
final de sus das asesor, amigo y partidario pblico
de Andrs Manuel Lpez Obrador. El gran lder
del 68, muy cercano a la revista, Gilberto Guevara
Niebla, fue subsecretario de Educacin con el
presidente Zedillo. Jos Woldenberg, joven
fundador de nexos, llegara a ser consejero
electoral ciudadano y luego presidente del IFE,
del que sali a dirigir nexos en el ao 2005. Un
asiduo colaborador, Juan Molinar Horcasitas, fue
diputado y luego director del IMSS y secretario de
Comunicaciones del presidente Felipe Caldern.
Julio Frenk, otro de los fundadores jvenes de
nexos, fue secretario de salud con el presidente
Fox. Un asiduo colaborador y crtico de nexos,
Jorge G. Castaeda, fue secretario de Relaciones
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Exteriores del mismo Fox. Si uno pone todos
estos nombres juntos parecen muchsimos. Pero
si los pone en el tiempo y los compara con los
muchos otros escritores y personajes de la cultura
que han sido miembros del consejo de redaccin
de nexos, o sus colaboradores frecuentes, ver
que los personajes cercanos a nexos que tuvieron
altos puestos en el gobierno fueron,
efectivamente, una minora.
Los miembros y colaboradores de nexos que
tuvieron puestos pblicos los consiguieron por sus
propios mritos, no por escribir en la revista o
porque la revista funcionara como una bolsa de
empleo o un cenculo de influencia en los pasillos
del poder. No haba estrategias editoriales
acordadas para ganar puestos o apoyar
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ambiciones polticas. se no era el modus
operandi de nexos. La revista no se ocupaba de
promover a sus miembros ni tena fuerza ni
visibilidad para hacerlo. Por lo que a m toca,
nunca me tentaron los puestos pblicos. Rehus
ofertas del secretario de Educacin Reyes
Heroles y del presidente Salinas, y tambin el
rumor de la prensa de Quintana Roo, que,
vindome una vez de gira con Salinas, decidi que
iban a hacerme candidato a la gubernatura de ese
estado, mi estado natal. Desment el rumor con
una declaracin formal diciendo que no tena ni
arraigo ni oficio para el puesto.
Fue mi cercana personal con Salinas, a la que
debo una crnica larga, la que hizo verosmil o
inventable la idea de que nexos era un espacio de
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bsqueda y de ejercicio de poder. Nadie pensaba
que mi cmplice importante en aquellas
supuestas maniobras culturales fuera el
responsable del Conaculta, sino el presidente
mismo, Carlos Salinas, a quien Paz no mencion
en su diatriba una sola vez aunque era
evidentemente a l a quien estaban dirigidas su
queja y su querella. La querella adquiri para la
prensa un soterrado nivel presidencial, e indujo
ataques y defensas de esa intensidad, igual que
sucedera meses despus con la discusin sobre
los libros de texto. La sombra soterrada del
presidente en la querella por el Coloquio de
Invierno volvi a las revistas materia de columnas
de chismes y gacetillas polticas sin fin.
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He reledo en estos das lo que Paz escribi en
Vuelta encabezando aquella zarabanda, como l
dira. Me sorprende la melancola de algunos
pasajes, el pozo de maltrato personal donde
senta estar metido el entonces ms reconocido
intelectual de Mxico y del orbe hispnico.
Escribi Paz en abril de 1992:
Durante aos y aos me rode la
indiferencia; despus, la suspicacia. Fui
excluido, ninguneado, negado. Tarde ya,
logr que me escuchasen; apenas
comprendieron lo que deca, me apedrearon.
Claro, no todo ha sido sinsabores, reticencias
y vejmenes: tambin he tenido
satisfacciones y recompensas. Casi todas,
tengo que decirlo, han venido de fuera. Aqu
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he sido aceptado tarde y de mala gana. En
los ltimos aos alcanc alguna notoriedad.
Fue peor: mi nombre, antes rodeado de
silencio, ahora provoca denuestos e
improperios. Mis amigos me dicen: No hagas
caso, esos gritos son los de una minora
vociferante, siempre resentida y hoy ms por
su gran derrota histrica en Rusia y en todo el
mundo. T eres uno de sus chivos
expiatorios. Quizs es cierto. De todos
modos es inquietante que parte de la prensa
y de la opinin ilustrada de Mxico
pertenezca a esa minora chacarrachaca y
que los ms sensatos no intenten siquiera
callarla.
Callarla? Lo que Octavio Paz quera era
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callar a esa minora? Y que la callaran los ms
sensatos miembros o vecinos de ella? Eso es
realmente lo que quera: callarla? Creo que no,
creo que se haba excedido en su discurso de
desplazado, de maltratado, de ninguneado. (Por
cierto chacarrachaca quiere decir ruido de
algazara, alboroto o disputa: en lo alto de la furia o
la melancola, quedaba siempre el escritor.)
Sobre el tamao de la furia que aquel Coloquio
indujo en Paz, y sobre sus tentaciones
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disciplinarias, he ledo, tambin con incredulidad,
el testimonio de Christopher Domnguez Michael,
miembro por largos aos del caucus de Vuelta.
Escribe Domnguez Michael:
Paz era dado a maldecir a quienes admiraba,
respetaba o quera. Casi siempre rectificaba,
das despus, y las aguas volvan a su cauce
aun cuando las diferencias, generalmente
polticas, prevalecieran. Alguna vez llegu a
su departamento urgentemente convocado
para tramitar la expulsin, por desleales, de
Vuelta, de un par de amigos suyos (Alejandro
Rossi y Julieta Campos) que haban decidido
integrarse al consejo consultivo del Canal 22,
canal de televisin recin creado por el
presidente Salinas de Gortari y concesionado
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al grupo rival, el de la revista nexos. Tambin
Paz estaba molesto con Rossi y Campos
porque haban asistido, entre el 10 y el 12 de
febrero de 1992, al Coloquio de Invierno. [...]
No s cmo pero en dos das todo se arregl
y aquella tarde de conjurados, por suerte,
qued olvidada. [...] Para sobrevivir en Vuelta
se requera cierta sangre fra y vivir bajo la
amenaza de caer en desgracia. Quienes no
toleraban ese ambiente, con humor o con
malicia, eran quienes solan irse de la
revista.
13
El 30 de septiembre de 1993 la revista Proceso
public una larga entrevista de Julio Scherer a
Octavio Paz. En un pasaje de la entrevista, Paz
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volvi a recordar las crticas y exclusiones de
aquellos, sus ms acerbos censores,
parapetados en el suplemento cultural de
Siempre!, aquellos que en 1972 le haban dirigido
unas crticas . Luego le puso a Scherer un
ejemplo del ninguneo de que segua siendo
objeto. Dijo:
Nada daa ms a la literatura que el silencio.
Prefiero las stiras de Quevedo y Gngora o
las de Neruda y Novo aunque hayan sido
escritas con bilis y caca a la de nuestro
ninguneo. Te dar un ejemplo. Es nimio y lo
recuerdo sin inquina, slo por mi maldita
mana de poner los puntos sobre las es. En
Plural apareci una serie de artculos mos
sobre la guerrilla juvenil activa en ese tiempo.
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Mis artculos eran un anlisis y un juicio
severo de la teora y la prctica terroristas;
fueron recogidos en El ogro filantrpico. [...]
Pues bien, una reciente y muy elogiada
novela de Hctor Aguilar Camn (La guerra de
Galio) tiene precisamente por tema la
guerrilla de esa poca; en ella se extiende
largamente sobre las polmicas que
desataron entre los intelectuales mexicanos
las acciones de los terroristas. El libro es un
verdadero roman a clef y de ah que su autor
no vacile en llamar a su obra novela
histrica. Sin embargo, aunque se propuso
el retrato de una poca, escamotea
totalmente la posicin de Plural y mis crticas.
Poco despus de aparecida la entrevista, el 27 de
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octubre le escrib una carta a Paz comentando
sus palabras. Le dije que no reconoca ni mis
intenciones ni mi novela en la descripcin que
haca de ellas, que no me haba propuesto hacer
una novela histrica, ni una novela sobre la
guerrilla, sino un fresco de los desgarramientos
morales de mi generacin. Al final de la carta,
escrib:
En relacin al ninguneo, creo haber sido,
demostradamente, uno de sus ms activos y
pblicos lectores, ya que no uno de los ms
inspirados o de los ms aquiescentes. En
todo caso, creo haber reconocido mis
cambios y miopas en el curso de mi relacin
con sus libros y con su presencia en el
mundo intelectual y poltico de Mxico. Es
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una relacin que, por mi parte, no ha dicho su
ltima palabra y no la dir, creo, mientras la
obra de usted siga, como sigue, emitiendo
nuevos significados y antiguas verdades.
Paz me respondi el 11 de enero de 1994, ya con
la rebelin chiapaneca en curso, sobre la que
tuvimos en esos das nuevas convergencias. Me
dijo que no le convencan mis razones, que mis
omisiones de sus crticas a la guerrilla y a la
revolucin eran una falla de la imaginacin
novelesca, pero tambin una falla de la
imaginacin moral. Y agreg:
Pienso que su omisin es un sntoma
colectivo. Su generacin, por buenas y malas
razones, como siempre, abraz con pasin
las ideologas de izquierda (para seguir
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las ideologas de izquierda (para seguir
usando un trmino inexacto). La realidad,
ayudada por la reflexin ha disipado esas
quimeras sangrientas. Algunos han tenido el
valor y la inteligencia de aceptar estas
enseanzas de la historia y de rectificar.
Usted es un ejemplo mayor de ese gran
cambio. Sin embargo, a diferencia de lo que
ha ocurrido en otros pases con intelectuales
de regreso de esos espejismos (Gide,
Camus, Koestler, Semprn y tantos otros)
ustedes nunca han explicado las razones
polticas, filosficas y morales que los han
llevado a pensar como ahora piensan. Por
qu? Orgullo, disimulacin? No lo s. Pero
llmese como se quiera a ese silencio, lo
cierto es que ha hecho mucho dao. Otro
gallo nos cantara si ustedes hubieran
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explicado pblicamente los motivos de su
cambio.
A fines de enero respond a Paz una carta larga.
Uno de sus pasajes responda a su nocin de las
omisiones de mi novela como sntoma colectivo
de las ideologas de izquierda. Escrib:
Desde luego no me pienso a m mismo como
sntoma colectivo de nada, ni estoy dispuesto
a asumir las faltas, aciertos o
responsabilidades de ningn colectivo.
Ustedes nunca han explicado las razones
polticas, filosficas y morales que los han
llevado a pensar como ahora piensan, dice
usted. Pero quines son ustedes? Y por
qu una falla de mi novela se vuelve un
sntoma colectivo y no un error mo?
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sntoma colectivo y no un error mo?
Crame que es un recurso poco conducente
a la claridad en el debate, referirse a la
izquierda en bloque, como un cajn de sastre
en el que caben todos y, al final, bien a bien
no se reconoce nadie. [...] No he sido nunca
aclito de la Revolucin, conspirador
leninista, propagandista ni turista de la
revolucin cubana, monaguillo de partido,
negador de los crmenes de Stalin ni
aterrado doctor terrorista. Bien a bien, no he
sido ni siquiera marxista, aunque la lectura de
Marx y del Marx historiador fue una de las
grandes sacudidas de mi vida.
En otro pasaje de su carta Paz deca:
La ausencia de un examen de conciencia
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la expresin es justa, a pesar de sus resabios
religiosos ha favorecido la hipocresa de
nuestros letrados. Y ahora su desenfreno.
Los sucesos de Chiapas han interrumpido su
voluntaria amnesia de estos aos. Sus viejas
obsesiones ideolgicas han despertado y los
hacen nuevamente proferir desvaros. La
gritera de nuestros santones y santonas ha
sido y es indecente. La prensa est
atiborrada de declaraciones, artculos y
caricaturas en las que docenas de almas
pas, despus de condenar ritualmente y de
dientes afuera a la violencia, justifican moral y
polticamente a la revuelta, presentndola
como una accin a un tiempo espontnea,
inevitable, justa y an redentora.
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Como digo, la rebelin de Chiapas haba vuelto a
acercar nuestra mirada sobre el pas y tambin
sobre la izquierda. Personalmente, en Proceso,
en La Jornada, y en la revista nexos, haba hecho
la crtica de la violencia y del renacimiento de las
tentaciones de la izquierda por el camino de las
armas. Haba sentido en Paz un cierto fondo de
simpata por esa misma antigua tentacin de la
revolucin, un cierto encantamiento con el
subcomandante Marcos, cuyo talento literario
elogi, y tambin cierta culpa, la culpa que
envolva a la sociedad bien pensante de Mxico
por los indgenas y los desposedos cuyo destino
sola ignorar. Pensaba en esas cosas en este
pasaje de mi segunda carta:
Usted, como yo, como muchos otros
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mexicanos, no es responsable ni inductor,
ni perpetuador, ni beneficiario de la miseria
de los indgenas y los pobres de Mxico.
Tampoco de haber olvidado su existencia,
mucho menos de haber justificado alguna vez
su opresin. He echado de menos en su obra
poltica, y es una de nuestras diferencias de
perspectiva, un tratamiento ms intenso de
los problemas de la desigualdad, la pobreza,
y la opresin que ambas cosas implican. Pero
en trminos de los instrumentos intelectuales
y literarios que usted ha elegido, hay en su
obra ms genuina preocupacin por esos
problemas, ms compromiso ntimo con el
mundo indgena y ms eficacia en el
sealamiento de los agujeros sociales del
pas, que en las preguntas de buen efecto,
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pero en el fondo demaggicas, del
subcomandante Marcos. Si alguien tiene que
pedir perdn a los indgenas son sus
explotadores, y tambin, de otro modo, la
secuela interminable de instituciones,
activistas y redentores que se han propuesto
salvarlos y, al final, no nos han entregado sino
nuevos fracasos. Ahora nos entregan algo
peor: este alzamiento en forma, dirigido por
un nuevo intermediario de la tragedia
indgena, celebrado por nuestra legin
urbana de sbitos indigenistas,
comprometidos desde ayer con la justicia e
indignados con la intolerable explotacin de
la que no haban hablado desde la ltima
fiesta de fin de ao en Coyoacn. Sobre todo,
deslumbrados con su buena conciencia, los
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brazos alzados al cielo y los ojos en blanco,
en nico comentario bien pensante ante la
nica realidad de La