Marketing de Película nostálgica · carrera Carabobo como con la calle sesenta y pico. Una noche...

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He leído que Cine Colombia nació en Medellín por allá a �nales de la década del 20 del siglo pasado y que una de las primeras películas colom-bianas es antioqueña, producida o dirigida por Gonzalo Mejía: “Bajo el cielo antioqueño”. Sin embargo no tengo la posibilidad de remontarme a esas fechas. VivI mis primeros años por el sector del Hospital San Vicen-te de Paul y si mal no recuerdo tuve la oportunidad de ir a cine por prime-ra vez unos 35 años después de la fundación de Cine Colombia, cuando aun muy joven me llevaron a ver Los Diez Mandamientos, una película monumental para su época. Fue en el teatro Olympia, que quedaba en la carrera Carabobo como con la calle sesenta y pico. Una noche larga, tediosa, pesada, pues junto a mi escasa edad creo que aun no había cumplido los 10 años, era una película con subtítulos, a la cual asistí en horas de la noche, saliendo casi a media noche y debiendo regresar a casa caminando. Creo que parte de la película la pase dormido. Digamos que no fue la experiencia mas impactante; además no estaba acostum-brado a esta actividad, aun no conocía la televisión y no había para mi muchos referentes en torno al séptimo arte. Pero mi mamá no se de dónde, o tenía a�ción por el cine o nos quería entretener llevándonos a cine. Vinieron entonces las películas de Joselito en el Teatro Junín que también leí fue inaugurado en 1924 (sí allí donde hoy está el edi�cio Coltejer), donde en las afueras vendían �lminas de recortes de películas y había compra venta y cambio de revistas que llamábamos de muñequi-tos o comics; en la construcción del edi�cio mas emblemático de la ciudad, se dejó espacio para teatros y se establecieron por primera vez creo dos teatros contiguos el Junin 1 y Junín 2 (y tal vez el 3). También nos llevaban al teatro Lido (en el Parque de Bolívar), en el cual nos descrestábamos viéndonos patas arriba en el espejo del techo en el hall de entrada. Pasados algunos años, tal vez iniciando los sesenta ya un poco mas grandecito y con la posibilidad de ir solo, fui en varias ocasio-nes al teatro Guadalupe en la carrera Bolívar (frente a las antiguas o�cinas de El Colombiano) y allí tuve la oportunidad de ver una serie muy atracti-va sobre Spartacus y otros gladiadores. Aunque para entrar a algunas se requería cédula y en ocasiones me devolvieron de la puerta de ingreso. teniendo que ir a “revender” la boleta. Después este teatro se dedicó a películas de cine X.

Teatro Olympia. Fotografía tomada de Fotos Antigüas de Medellin.www.facebook.com/FotosAntiguasDeMedellin

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Algunos matinales (cine de 11 a.m. los domingos) los vi en el Teatro Metro Avenida, en La Playa, donde están hoy en día las o�cinas de Con-�ar, o en el Teatro María Victoria en Junín entre la Playa y Maracaibo (primero restaurante y después almacén de ropa); y como se desprende de lo indicado, la mayoría de los teatros para ver cine estaban localizados en el centro de la ciudad. Allí mismo vinieron después el Odeón y el Cid, en su momento el mas grande de la ciudad, para mas de mil espectado-res y donde se presentaban películas en formato 70 mm, (hoy es un centro comercial).

Otro al que tuve la oportunidad de asistir, fue uno que se llamaba Cine-landia y estaba ubicado en un segundo piso en Junín con Colombia; fue uno de los primeros que presentó cine continuo, ubicado frente al edi�-cio Gran Colombia donde habían unas o�cinas del Banco Comercial Antioqueño (después Santander y hoy Corpbanca). También estaban en el sector el Opera (hoy también centro comercial o sanandresito de celu-lares), Odeón y el Dux, cerca al parque de Bolívar; luego el teatro Libia que se caracterizó por presentar un cine digamos de corte intelectual. También con el mismo corte posteriormente y resistiendo un poco mas estuvo Cine Centro.

Existieron otros teatros hacia el sector de Guayaquil, los cuales no conocí por temor o tal vez porque nadie me invitó; fueron el Granada y el Medellín ubicados en la carrera Bolívar cerca la calle San Juan y el Kemper en San Juan con Palacé, los cuales no sé por qué razón no gozaban de muy buena reputación. También estaba en el centro de la ciudad un teatro al cual tenía prohibido asistir: el Sinfonía (aun existe allí en la carrera Sucre con Caracas) donde el tipo de películas que presentaban estaba censurado por ser las que allí presentaban todas clasi�cadas como “pornográ�cas”, según leía en una columna que se publicaba en el periódico El Colombiano y que tal vez se titulaba “clasi�cación moral de las películas”. Me acuerdo en este momento de otro de los teatros del centro de Medellín, uno pequeñito que quedaba en Caracas (calle 54) con Ecuador (carrera 48) cuyo nombre creo era Aladino, donde hoy hay un centro comercial. Ah… también el teatro Diana donde vi a principios

de los 70 una película entre romanticona e incitante: Fresas de la amargura, sobre una huelga en una universidad gringa, que me causa muy grata recordación y tal vez me despertó algunos sentimientos solidarios en mis primeros años universitarios. Y el Radio City, -frente al Odeón-, donde con una compañera de la U. en una tarde escapados vimos El último tango en París, película con la cual quedó un poco digamos “traumatizada” no sé si, interesada, con las escenas de Marlon Brando y María Schneider (toda su vida había estudiado con monjas). En el centro pero hacia el sector de San Benito estuvo el Alameda, donde vi y repetí una película: Viaje fantástico, en la cual se sumergía un grupo de investigadores a través del torrente sanguíneo al cuerpo humano, tremendo descreste para esos años y esa edad. Recuerdo de esos años universitarios (principio de los 70) la intencionalidad de crear un cine club en Ea�t a cargo de los especialistas Luis Fernando Calderón y si mal no estoy Orlando Mora, (impulsados tal vez por la organización estudiantil CCB –Comité Central de Base- y apoyados por Bienestar Universitario y Comunicaciones, Raúl Hincapié y Jorge Tabares). el cual no tuvo mucha duración. Hablamos por la época de Pacholo el del Subterráneo en El Poblado. La programación de cine la conocíamos en los periódicos, en las fachadas de los teatros donde en grandes carteleras (vallas pintadas por “grandes muralistas”), o por medio de perifoneo que se hacía en los barrios.

Bueno, supongamos que por estos párrafos han tratado de establecer mi edad, lo que –a mi edad- no me preocupa, pero lo que si con�eso para claridad de los lectores es que no me tocó ver cine mudo, todo lo que vi fue sonoro. A mediados de los sesenta nos trasladamos a vivir al occidente de la ciudad, al barrio La Floresta, lo que me permitió “explorar” otros sectores, entonces en el próximo número de MKT Mundo del Marketing, les contaré acerca de los teatros de esa zona y otros que existieron en algunos barrios de la ciudad (Belén, Manrique, Buenos Aires, La América), porque en esos años los teatros llegaban a su público donde éste estuviera y no existían aun los grandes centros comerciales con sus multiplex.