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Literatura hispanoamericana II Paper-14 | | Module-06 Repaso: La literatura hispanoamericana del siglo XVIII y XIX Content writer Carlos Izquierdo Tobías Former Visiting Faculty JMI, Central University New Delhi Language reviewer Dr. Murad Khan Assistant Professor Aligarh Muslim University Content reviewer Mala Shikha Assistant Professor Doon University

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Literatura hispanoamericana II Paper-14 || Module-06 Repaso: La literatura hispanoamericana del siglo XVIII y XIX Content writer Carlos Izquierdo Tobías Former Visiting Faculty JMI, Central University New Delhi

Language reviewer Dr. Murad Khan Assistant Professor Aligarh Muslim University Content reviewer Mala Shikha Assistant Professor Doon University

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Módulo 6. Repaso: La literatura hispanoamericana del siglo XVIII y XIX

1. El siglo XVIII: Del barroco a la ilustración

2. El siglo XIX (A): Entre neoclasicismo y romanticismo

3. El siglo XIX (B): El romanticismo y la gauchesca rioplatense

4. El siglo XIX (C): La expansión romántica en el continente.

5. El siglo XIX (D): La transición hacia el realismo y el naturalismo.

6. Bibliografía

1. El siglo XVIII: Del barroco a la ilustración

El siglo XVIII americano no parece haber sido en absoluto el más original en la literatura del continente. Los modelos barrocos se habían ido agotando. No ayudaba a renovación de los modelos estéticos la persistencia de una corte, la de Felipe V, encerrada en sí misma, en el pensamiento escolástico, el nacionalismo y la fe contrarreformada. Mientras tanto Francia se adentraba en el poder de la razón y la observación y el desarrollo de las libertades civiles e Inglaterra impulsaba el uso de máquinas y la defensa del libre comercio pavimentando el camino de la revolución industrial.

El estilo rococó surgió en la arquitectura y las artes decorativas y se trasladó después a la literatura. El hecho de que el rococó sea una derivación del barroco, ha hecho que algunos autores califiquen la transición entre los dos estilos con la noción de barrococó que bien define el arte escritores hispanoamericanos de la época como Peralta. El rococó antepone la delicadeza a la grandeza, la discreción a la genialidad, el coqueteo al devaneo erótico. En el rococó americano destaca la nueva percepción de la naturaleza, no como reflejo de la grandeza divina, sino como refugio del hombre.

El jurista, ingeniero, astrónomo, matemático, filósofo, geógrafo, retórico, teólogo, clasicista, y políglota limeño Pedro de Peralta y Barnuevo (1663-1743) es una de las figuras más relevantes que se mueven entre el barroco y el iluminismo. Catedrático de la Universidad de San Marcos y tres veces rector de la misma, desarrolló su actividad en Lima. Fue miembro de la Academia de las Ciencias de París, entre otros puestos. Afrancesado y extraordinariamente cultivado, escribió alrededor de media centena de libros. Entre sus obras se encuentran Lima fundada o conquista de Perú (1732) o Historia de la España vindicada (1730) donde muestra una gran ambigüedad al defender la conquista española y a la vez pedir cierta autonomía para la sociedad criolla.

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Pedro de Peralta y Barnuevo

Fuente:

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/63/Peralta_Barnuevo.jpg

Más destacable que el de Peralta es el teatro de Fray Francisco del Castillo y Tamayo, “El Ciego de la Merced” (1716-1770), un monje hedonista y liviano, amante de las tertulias y la vihuela. Entre las obras del Ciego han quedado la hagiografía El redentor no nacido, mártir, confesor y virgen, San Ramón, la comedia de enredo Todo el ingenio se allana, el auto sacramental Guerra es la vida del hombre o la comedia histórica La conquista del Perú, la tragedia mitológica Mitrídates, rey del Ponto.

Un aspecto importante de la historia de aquellos años fue la expulsión en 1767 de los jesuitas de España y territorios de ultramar por parte del rey Carlos III que se había sentido afrentado por el papado y acusó a esta orden de haber estado detrás del mismo. La ausencia en América de los jesuitas, el grupo religioso más abierto a las nuevas ideas, afectó grandemente al desarrollo de la cultura en el continente. La orden se refugió en el Vaticano y, en la nostalgia y la tristeza de la partida, llevó a cabo un intenso estudio de América que alimentaría después ideas autonomistas y antimonárquicas entre la sociedad criolla.

En Nueva Granada destaca la obra mística y personal de la monja Francisca Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742), también conocida como “Madre Castillo”. Aparte de su tendencia hacia la mística, cabe resaltar también su talento para la escritura autobiográfica.

En los mismos años en los que la Madre Castillo desarrollaba su obra, muchos viajeros y científicos europeos redescubrían América desde las nuevas perspectivas que la ciencia ofrecía. El movimiento científico y filosófico de Colombia y Ecuador deben mucho al ecuatoriano Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747-1795) y al colombiano Francisco de Caldas (1771-1816).

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La poesía parece haber sido el género perdedor durante estos años. Podemos, sin embargo, mencionar a Juan Bautista Aguirre (1725-1786), Fray José Manuel de Navarrete (1768-1809) y Manuel José de Lavardén (1754-1809?). El teatro no corre mejor suerte que la poesía en este siglo. La pérdida de la calidad y cantidad de la producción teatral del momento se debe, según José Miguel Oviedo, a que la Iglesia prohibió las representaciones al aire libre y a que los empresarios, debido a la falta de apoyo de las instituciones, se vieron obligados a invertir en un teatro poco innovador para obtener beneficios. Las obras más significativos, las de Peralta, “El Ciego de la Merced” y Olavide, no son de gran calidad.

El neoclasicismo domina en las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX. El orden colonial entra aquí en crisis mientras grupos de criollos, las primeras burguesías nacionales, comienzan a soñar con una nación libre del dominio de la metrópoli. La violenta defensa del sistema colonial que el despotismo ilustrado había promovido no había hecho sino hacer sus injusticias aún más evidentes. Junto al descontento de las sociedades criollas hacia la corona española, España hubo de enfrentarse a las aspiraciones de Francia, Inglaterra, Holanda y Portugal que buscaban sustituirla como potencia dominante en el nuevo continente. José Miguel Oviedo divide la época neoclásica en dos fases. En la primera fase encontramos “una inclinación general hacia una especia de racionalidad ejemplarizante y una visión profética casi ilimitada” (316) con figuras como Carrió de la Vandera, Olavide, Viscardo y el padre Mier. La segunda fase conecta la sentimentalidad neoclásica con la idea heroica de la libertad prerromántica y será analizada en la siguiente sección.

Para concluir esta sección, debemos resaltar el especial papel que desempeñó el periodismo en los debates de la época en relación a la emancipación de las regiones americanas. Instrumento ideal de la revolución ilustrada, el periodismo tuvo también una versión clandestina que supo agitar las conciencias y cuestionar la autoridad colonial con menos trabas ideológicas que el más oficial.

2. El siglo XIX (A): Entre neoclasicismo y romanticismo

A comienzos del siglo XIX, la literatura hispanoamericana comienza a mostrar los desencuentros y asimilaciones entre la estética del neoclasicismo y las nacientes formas del romanticismo. Sucede esto en un momento en el que las letras se incluyen en el movimiento político que busca la emancipación de las colonias y el establecimiento de naciones soberanas. Por esta razón, José Miguel Oviedo considera que la literatura de este periodo es una literatura “comprometida” (1995: 338).

El traslado a Bayona en 1808 del rey Fernando VII, que abdica a favor de José I Bonaparte se traduce en las colonias, en un momento fundamental de la lucha emancipadora, en un apoyo al rey depuesto, por un lado, y una consolidación del poder de los dirigentes coloniales, por otro. Las Cortes de Cádiz de 1810 reconocen la igualdad de derechos de diputados americanos y peninsulares. Sin embargo, cuando Fernando VII regresa al poder en 1914, lo hace imponiendo un régimen absolutista que termina avivando el fuego de la lucha independentista. La literatura recoge las ansías americanistas del momento.

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Es esta una época en la que los hombres de letras y los líderes políticos se inspiran mutuamente y en la que el romanticismo es aún una noción débil pero que en las décadas siguientes será la base de la literatura.

El mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) destacó en la novela y el periodismo. Quizá el primer novelista moderno en desarrollar temas hispanoamericanos, Lizardi buscó modelos en la picaresca, ya en desuso en la metrópoli, en una literatura de carácter ejemplarizante. Sin embargo, sus inclinaciones prerrománticas se dejan caer en su novela Noches tristes (1818), imitación de Noches lúgubres (1778-1790) de Cadalso. Lizardi fue un reformista moderado que no responsabilizaba al orden colonial de los males de su sociedad, no comulgaba por tanto con el sentimiento antihispánico y ultranacionalista de los criollos ilustrados mexicanos. Mucho más relevante fue su prosa periodística y narrativa. Lizardi fundó, dirigió y colaboró en varios periódicos en los que no sólo comentaba sobre la sociedad de su tiempo, sino que además servía a los objetivos ilustrados de informar, educar, entretener y criticar (Oviedo, 341). El Periquillo Sarniento (1816) es quizá su novela más relevante.

José Joaquín Fernández de Lizardi

Fuente:

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/52/Joaqu%C3%ADn_Fern%C3%A1ndez_de_Lizardi.png

La literatura de la emancipación posee un lugar de excepción para el militar y político, fundador de la Gran Colombia y Bolivia, Simón Bolívar (1783-1830). Su figura inspiró a muchos literatos patrióticos que lo convirtieron en el material de sus aventuras poéticas. Bolívar fue también el autor de discursos, escritos y cartas que nos hablan del proceso

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ideológico de la emancipación. En estos textos encontramos a un criollo culto que hace gala de las peculiaridades de su léxico.

Las ideas del venezolano Francisco de Miranda (1750-1816) también inspiraron el pensamiento independentista hispanoamericano. Influyó grandemente sobre Bolívar y, como Olavide, llevó una vida de novela: fue soldado en Melilla Y argel, viajó a los Estados Unidos y conoció a Washington, fue protegido del Príncipe Potemkin y la emperatriz Catalina la Grande de Rusia, y perseguido por la justicia española. Su Diario resume las pericias de su vida y su pasión por el arte y los libros. El limeño Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841) ha de ser también contado en este grupo de precursores del pensamiento político de la emancipación en su expresión literaria. Reformista ilustrado, propuso en su Plan del Perú (1823) la creación de una monarquía benevolente y eficiente en su país. Trabajó para la Confederación de Bolívar pero se opuso a su dictadura vitalicia. Otra de sus obras fue Cartas americanas (1823).

El poeta del momento más cercano al romanticismo fue el cubano José María Heredia (1803-1839). Dedicada a la liberación de su patria, sus continuos viajes y lecturas de algunos románticos como Byron, Chateaubriand o Lamartine marcaron su sensibilidad y su poesía que fue de tipo civil, amoroso e histórico. Sus poemas más destacados fueron las silvas “En el Teocalli de Cholula” y “Niágara” que muestran el yo romántico que subjetiviza el paisaje.

El escritor venezolano Andrés Bello (1781-1865) es también uno de los precursores de la literatura y pensamiento de la emancipación. Nacido en Caracas, Bello desarrollo una obra que sigue el humanismo clásico de afiliación europea, pero atenta a la sensibilidad de los tiempos y comprometida con las realidades del continente americano. Poeta, periodista, crítico, filólogo, legislador, pedagogo, etc., Bello vivió en Venezuela, Londres y Chile.

3. El siglo XIX (B): El romanticismo y la gauchesca rioplatense

El romanticismo, que llegó a Europa en el primer tercio del siglo XIX, se extendió por América con un ímpetu sin precedentes. Fenómeno literario pero también filosófico y político, el romanticismo fue adaptado en el nuevo continente a sus específicas circunstancias culturales e históricas. El romanticismo es una reacción contra los valores normativos del neoclasicismo y defiende la fantasía individual y las formas autóctonas de expresión de cada pueblo.

En América, el romanticismo se concibió como un instrumento del proceso de emancipación de las colonias en su viaje hacia su constitución como naciones soberanas. José Miguel Oviedo insiste en el hecho de que el primer nacionalismo literario hispanoamericano es romántico y es el germen de las literaturas nacionales (1997: 16). Aquí encontramos un interés por la historia y la exaltación de la naturaleza. El romanticismo vino acompañado en América por una renovación del lenguaje poético, la popularidad y variedad de registros de la novela y el éxito del teatro en su versión secular.

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El grupo de escritores románticos argentinos conocido como los “proscritos” está compuesto por Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, José Mármol, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, y debe su nombre al hecho de que fueron perseguidos por el dictador Juan Manuel Rosas. Estos destacan como la generación romántica más notables de Hispanoamérica.

Esteban Echeverría

Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8a/EstebanEcheverria.jpg

En paralelo a la escuela romántica de los “proscritos” se desarrolla en el área rioplatense la poesía gauchesca. Recordamos aquí que los gauchos eran mestizos que se habían adaptado a a una vida de pastoreo de reses en la pampa argentina. La poesía gauchesca de este periodo supone una novedad porque se aparta de los modelos y temas tradicionales de la literatura culta y comienza a apelar a un público nuevo, más numeroso y que no está compuesto por los segmentos sociales a los que pertenecen sus autores. Esta poesía además hace uso de la entonación oral y popular del habla de los gauchos. En la corriente gauchesca encontramos a Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo, Antonio Lussich y, por supuesto, José Fernández. La obra maestra de la gauchesca y una de las grandes obras de la literatura hispanoamericana del siglo XIX es el Martín Fierro de José Hernández (1834-1886). Al contrario que la tradición gauchesca anterior, José Hernández huye de lo anecdótico y pintoresco y busca las esencias del mundo pampeano en la figura del gaucho. Su poema se alza en contra de la idea, promovida por los “proscritos”, de que los males de la nación eran el resultado del atraso del gaucho. Para Hernández, la verdadera causa del problema era el desconocimiento que el resto del país tenía de esa región de Argentina donde habitaba el gaucho.

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4. El siglo XIX (C): La expansión romántica en el continente.

A mediados del siglo XIX, el romanticismo era la estética dominante en Latinoamérica. Cuando intentamos establecer cronologías y valorar la relevancia de este movimiento, nos encontramos con diferencias importantes en casa país. Durante las muchas décadas que los modos y gustos románticos deambularon por América, estos evolucionaron y se mezclaron con otras tradiciones como el costumbrismo o con corrientes bien distintas como el realismo.

Es necesario, por tanto, reconocer esta heterogeneidad del romanticismo en Hispanoamérica si además tenemos en cuenta la gran cantidad de autores y obras del periodo. José Miguel Oviedo opina que el romanticismo del continente ha dejado mayor calidad en la prosa, tanto novela, cuento o ensayo, que en la poesía o teatro y añade que la novela moderna hispanoamericana alcanza su relevancia social como género con esta estética (1997: 69).

El romanticismo cala pronto en Cuba quizá por influencia de José María Heredia (1803-1839), del que hablamos en el módulo 2. También pudieron haber influido la presencia de tradiciones criollas y africanas, la música, el paisaje de la isla, etc. Cabe recordar aquí que Cuba era aún posesión española en 1898 y que, por tanto, tiene sentido pensar, que el romanticismo se pusiera al servicio de la afirmación de la nación cubana y la lucha independentista.

En los albores del romanticismo cubano encontramos a Diego Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido como “Plácido” (1809-1844), y a José Jacinto Milanés (1814-1863). Sin embargo, los dos grandes del romanticismo cubano fueron Gertrudis Gómez de Avellaneda y Cirilo Villaverde.

Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) escribió poesía, novela, teatro, ensayo, memorias, cartas, etc. Su novela Sab fue publicada en Madrid en 1841 y su primera colección de poemas en 1850. De espíritu rebelde y con ideas provocadores para el momento sobre el matrimonio y la independencia de las mujeres, Gómez de Avellaneda, se convirtió uno de los literatos más populares de su época. En cuanto a su poesía, cabe destacar su especial talento para el ritmo poético.

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Gertrudis Gómez de Avellaneda

Fuente:

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/19/Gertrudis_G%C3%B3mez_de_Avellaneda.jpg

Cirilio Villaverde (1812-1894) se hizo célebre gracias a Cecilia Valdés o La Loma del Ángel. Es interesante ver cómo una novela escrita en el periodo romántico, se reescribe en una época en la que reinan el realismo y el naturalismo. Cecilia Valdés denuncia el sistema esclavista a la vez que extiende la idea de esclavitud a la situación por la que pasaba Cuba bajo el dominio colonial.

El romanticismo llegó pronto a México y alcanzó gran popularidad gracias a literatos como Fernando Calderón (1809-1845) e Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), iniciadores del movimiento en la región. Guillermo Prieto (1818-1897), político, periodista y literato, dio voz al mundo del suburbio pobre que bien conocía. Su proyecto poético era uno de tinte popularista, cercano al lirismo del suburbio, que además debía ser auténticamente mexicano. Su poesía está recogida en Poesías escogidas (1879), Musa callejera (1883), Romancero nacional (1885) y Colección de poesías escogidas (1895-1897). Junto con su obra periodística, que apareció en El Siglo XIX, y sus crónicas de viaje, la poesía de Prieto muestra a un “gran comentarista de la actualidad” (Oviedo, ibid: 89).

Si bien la poesía mexicana del periodo no es de gran trascendencia, es importante mencionar a Manuel Acuña (1849-1873). Este poeta que se suicidó con cianuro a los veinticuatro años escribió más de ochenta poemas que parecen evocar a Bécquer en su intensidad. El célebre “Nocturno” está dedicado a su amor no correspondido Rosario de la Peña.

Manuel Payno (1810-1894) mostró el interés de Lizardi por retratar la sociedad mexicana, pero los barrios pobres fueron su preferencia. Fue uno de los primeros escritores mexicanos de novelas cortas, algunas de las cuales recopiló en Tardes nubladas (1871). Oviedo escribe que la obra de Payno es, más que romántica, “una especie de costumbrismo animado por un espíritu reformista” (91). También escribió novelas extensas como El fistol del diablo (1859)

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que recupera el mito de Fausto para contar la historia de un joven de clase alta que vende su alma al diablo para disfrutar de su donjuanismo. Aquí destacan la descripción del cuadro social y las referencias a la historia política del momento.

En la segunda generación de románticos mexicanos se incluyen José María Roa Bárcena, Ignacio Manuel Altamirano y Vicente Riva Palacio.

La Gran Colombia se dividió en 1830 en Venezuela y Colombia y ambas naciones aprovecharon el ímpetu del romanticismo para su afirmación nacionalista. Entre los poetas venezolanos hay que destacar a José Antonio Maitín (1814-1874) que cantó a la naturaleza y a Bolívar. Es intenso su poema dedicado a la muerte de su esposa, “Canto fúnebre”. Juan Antonio Pérez Bonalde (1846-1892) parece ya acercase al modernismo aunque su obra, Estrofas (1877) y Ritmos (1880) es la de un romántico depurado.

Quizá los poetas colombianos más relevantes fueron José Eusebio Caro (1817-1853) y Rafael Pombo (1833-1912). Caro destaca en el romanticismo hispanoamericano por su sentido riguroso de la forma, algo poco común en el periodo. Rafael Pombo pertenecía a la segunda generación de románticos colombianos. Escribió poesía, fábulas y cuentos. Su lírica apareció reunida póstumamente en los dos volúmenes Poesías (1916-1917). Es una poesía que recorre todos los temas, patriótica, política, satírica, amorosa, religiosa, etc. El amor, que es convencional en sus primeras obras, se diluye más tarde en la soledad y el desengaño. La naturaleza muestra al hombre como un ser pequeño.

Será otro colombiano es que se alzará como la expresión romántica por antonomasia. Se trata de Jorge Isaacs (1837-1895), autor de la novela María (1867). Isaacs nació en Cali en una familia acomodada aunque durante su vida tuvo que hacer frente a muchos apuros económicos que lo hicieron un hombre frustrado. Sin embargo, escribió una de las obras clásicas del romanticismo americano, María, una novela que cuenta los amores de Efraín y María en una combinación de fuentes literarias y experiencias personales. El personaje de María está concebido a la manera de las heroínas de la literatura romántica, mientras que el de Efraín muestra en su carácter y experiencias la del autor de la novela.

Las dos grandes figuras del romanticismo ecuatoriano fueron Juan Montalvo (1832-1889) y Juan León Mera (1832-1894). Aunque los dos nacieron el mismo año y en Ambato, fueron personalidades completamente diferentes. Mientras que Mera, católico reaccionario y defensor de un americanismo literario apoyó al dictador ultracatólico y ultraconservador Gabriel García Morena, Montalvo, liberal e hispanizante, tuvo que salir al exilio.

Juan Montalvo fue un gran prosista y uno de los ensayistas más celebrados del momento. Sus escritos revelan su odio a García Moreno y su rechazo de la dictadura y religión católica.Al contrario que Montalvo, Juan León Mera alimenta sus escritos con las raíces nativas del país y el mundo de los indígenas como podemos ver en su leyenda en verso La Virgen del Sol, recogida en Melodías indígenas (1887) y sus estudios sobre poesía quechua Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana desde su época más remota hasta nuestros días (1868).

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El romanticismo en el Perú arraigó mucho más tarde que el resto de los países hispanoamericanos y no destacó en gran medida con excepción del que recorre la prosa de Ricardo Palma (1833-1919) que trascendió las fronteras del país. Palma es la cumbre de la prosa romántico-costumbrista del siglo XIX. Destacó especialmente en el género de la tradición, que elabora literariamente narraciones orales, fiestas o costumbres propias de un pueblo (definición de la RAE).

5. El siglo XIX (D): La transición hacia el realismo y el naturalismo.

Debido a su larga en el continente americano, el romanticismo tuvo que adaptarse a circunstancias en las que ya comenzaban a imperar otros moldes literarios. El realismo, como ocurrió también en Europa, aparece en los románticos con diferentes niveles de intensidad. También a finales del XIX nos encontramos con la influencia del naturalismo. Para complicar aún más la categorización, los naturalistas americanos no son un grupo aparte sino que aparecen mezclados con realistas y románticos rezagados. El naturalismo alcanza incluso a tendencias como el criollismo o el regionalismo ya a principios del siglo XX.

El realismo busca la correspondencia entre el mundo literario y el mundo real. Asimismo la creación deja de concebirse como una acto excepcional de creación artística y pasa a presentarse como algo cercano a la experiencia de cualquier hombre. Es por ello que esta nueva literatura se nutre de personajes menos extraordinarios, de imágenes de la sociedad como algo mutable y contradictorio, de formas del lenguaje de la calle, del pueblo, de descripciones de la época y los males de la modernidad.

El realismo también aparece como una reacción a la estética e ideología del liberalismo. La riqueza generada por las políticas liberales comienza a verse como el resultado de las renuncias y sufrimientos de las clases más humildes.

Cuando el énfasis en la observación del realismo se cruza con el método experimental de la ciencia, nace la pretensión de verificabilidad objetiva del naturalismo. De ahí que la herencia biológica y la persecución empecinada de bienes materiales sean temas omnipresentes en la literatura naturalista. Asimismo, mientras que en Europa el naturalismo se desarrolla en el contexto de la expansión industrial, en América lo hace en el de la explotación colonial.

Destacamos aquí a Alberto Blest Gana (1830-1920) que es considerado el fundador del realismo chileno. Su obra se sitúa en la transición entre romanticismo y realismo ya que tanto describe el entorno social como utiliza de tramas de tono romántico. Considerado el mejor retratista de su época, su obra puede bien entenderse como una gradual progresión desde la novela sentimental romántica a una que integra el realismo social. Ejemplo de lo primero es El ideal de un calavera (1863). El interés por el realismo comienza con Martín Rivas (1862) y toma su forma más clara con Durante la Reconquista (1897). Sin embargo, es importante señalar que incluso sus últimas novelas no pierden las marcas románticas. Su obra insiste en la presión de eventos históricos en los destinos individuales mientras narra el ascenso, desarrollo y decadencia del liberalismo chileno de lo cual Blest Gana fue testigo.

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Alberto Blest Gana

Fuente:

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La así llamada “Generación del 80” reunió en Argentina a escritores, políticos y científicos. Estos formaron la élite gobernante durante la República Conservadora, 1880-1916. Procedentes de familias aristocráticas, los intelectuales de este grupo colaboraron con el Estado positivista en diferentes tareas, ministerios, diplomacia, diversas campañas, etc. Asimismo practicaron la literatura en el café, los salones, los grandes periódicos con un aire snob y combinaron la creencia de que estaban cumpliendo una misión para el bien de la nación con un gran interés por hablar de sí mismos. Gustaron de la improvisación y el fragmentarismo en una prosa humorística y ligera. Los escritores quizá más representativos de esta tendencia son Eduardo Wilde (1844-1913), Miguel Cané (1851-1905) y Lucio V. Mansilla (1831-1913).

La novela nacional uruguaya tiene como fundadores a Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921) y Javier de Viana (1868-1926). Los dos fueron también maestros del cuento. La obra de Acevedo Díaz muestra el camino de la narrativa uruguaya del último tercio del siglo XIX a través del romanticismo, el realismo y el naturalismo. Su relato “El combate de la tapera” se inspira en “el combate del Catalán”, que enfrente en 1816 a las invasoras tropas portuguesas, bien preparadas, con bandas de gauchos y otros resistentes.

Javier de Viana también muestra su interés por el mundo gauchesco, pero mientras que los gauchos de Acevedo Díaz eran lo que lucharon por la independencia nacional, los de Viana pertenecen al mundo contemporáneo del autor, son los gauchos que sufren la decadencia del campo durante las sangrientas guerras civiles como podemos ver en Gaucha (1899) y Gurí y otras novelas (1901).

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En México encontramos literatos que en sus novelas y cuentos muestran diferentes alianzas estéticas, desde el costumbrismo y el romanticismo hasta el realismo y naturalismo e incluso marcas del modernismo. Pero entre 1880 hasta finales de la primera década del siglo XX, el realismo-naturalismo es dominante. Coincide de este modo con el periodo en el que Porfirio Díaz sostuvo el poder del país. De los muchos realistas-naturalistas Federico Gamboa (1864-1939) fue el más destacado. Aunque escribió seis novelas, ninguna es tan recordada como Santa (1903), que aparte de haberse reeditado en numerosas ocasiones cuenta con versiones teatrales, televisivas y cinematográficas. José Miguel Oviedo nos recuerda que esta obra de Gamboa es “la primera incursión objetiva, no idealizada, de la novela hispanoamericana en el submundo de la prostitución en el continente, como negocio del placer y como verdadera industria urbana” (ibid: 188).

6. Bibliografía

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