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Las manos del greco [microform]
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,, DEL GRECO,,,
POEMAS DE BRANDAN CARAFFA
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UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY AT URBANA-CHAMPAIGN
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iSEP 2 8 1988
L161—O-1096
LAS MANOS DEL GRECO
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SEP 2 8 1988
L161—O-1096
/6
LAS MANOS DEL GRECO
BRANDAN CARAFFA
LAS MANOS DEL GRECO
LA SOMBRA DEL PINO
INTERMEZZO; VASOS PROFANOS
VOCES ANTIGUAS « EL MÚSICO Y
LAS BAYADERAS x CREPÚSCULOS
NOCTURNOS
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BUENOS AIRES
357707 — Talleres *Casa Jacofao Peuser
»
1921
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DEL MISMO AUTOR
EN PREPARACIÓN:
EL CRISTO ROJO,^ (POEMAS CONTEMPORÁNEOS)
TEDIUM VITAE( VERSOS)
í J y.íC. ' / .;.. . ) í V
ñ
JULIO \J. GONZñLEZ
JOSÉ MñRÍñ CÉSñRY
JUSTINO ñ. CÉSñR
Cuya sangre alienta en secreto la emoción de este libro.
Fraternalmente,
El ñuTOR.
i
TRÍPTICO
(Darás tu obra como se da un hijo :res-
tando sangre de tu corazón, es decir la
harás con todas tus fuerzas)
.
Gabriela Mistral.
EL ARTE
El arte no es ni el juego, ni lo inútil, ni una copia ser-
vil de lo dado. El arte, es la vida que se postula a sí
misma. Una autosuperación de las formas en el pen-
samiento. El arte es el lenguaje activo. Es la conciencia
que el hombre adquiere del Universo, y la restitución
que hace éste de su integridad al individuo. El arte es
la síntesis de la materia y del espíritu. El equilibrio
perfecto entre el pensamiento y la acción. Alma, podrá
llamarse al ser perfecto producido por el arte. El ins-
trumento del arte, es la metáfora. Su fin, la asimilación
completa de las cosas por el hombre. Su conquista defi-
nitiva, el «verbo activo >. El artista no puede ser por
lo tanto ni un cerebral, ni un intelectual, ni un senti-
mental solamente. Es el hombre llegado a su máximo
grado de evocación social.
ü^
LA METÁFORA
La metáfora es la lógica del arte, y por lo tanto su
instrumento. El hombre por el pensamiento actúa sobre
las cosas y éstas a su vez sobre él por la materia. Laharmonía de ambas fuerzas, se llama conocimiento. Yjuzgar y conocer son un mismo acto. El juicio, es la
resultante absoluta de dos o más relatividades. La me-
táfora es al arte, lo que la afinidad es a la química. Ella
produce por simpatía el acercamiento de todas las co-
sas. Prepara los elementos para que el hombre juzgue.
El juicio es pues el <verbo activo». Y éste, la relación uni-
versal, instantánea de una cosa, producida por el espíritu.
Es decir, su conocimiento absoluto. Conocimiento absoluto,
es el dominio que el hombre tiene sobre una cosa de la
cual saca instantáneamente todo el provecho físico y es-
piritual que ella puede darle, en sus afinidades con todo
el Universo. Dominio, es la capacidad de acción que la
técnica da al actor. Y ésta, la complicidad de energías
que tienden a revelar al hombre, su potencia adquirida,
en función de su fuerza original desplegada sobre las co-
sas. El lenguaje es el camino que en su lucha por el
conocimiento, va abriendo el espíritu, hasta conseguir
colocarse en el centro matemático de todas las cosas.
La metáfora es por lo tanto, la gimnasia del lenguaje y la
que transforma al pensamiento de palabra o verbo pasivo,
en idea o «verbo actuante».
EL ARTISTA
El artista, es la revelación tácita del arte. La vida
realizando su máximo postulado. Mas que un creador,
es una creación continua. Es un acumulador de las ener-
gías eternas, que se harmonizan al contacto con sus ener-
gías propias. Así su acto no puede ser el reflejo de un
aspecto fragmentario. Ni un derroche unilateral, ni tam-
poco una economía. Debe permanecer íntegramente den-
tro de los límites de su individualidad unlversalizada. Eneste sentido el mundo no puede haber < salido» de las
manos de Dios. El génesis, no tiene sentido como obra
emanada de perfección. Es absurdo. El universo tiene
que « estar > en Dios. Y si está en Dios, no puede haber
existido jamás el < verbo», separado de la «cosa>. Dios,
el verbo y la cosa, son una trinidad simultánea, en el
tiempo y el espacio. El arte, o sea la acción perfecta,
lleva al hombre a realizar ese milagro: El Artista. Osea el espíritu en posesión de todos sus medios de ¿^rar,
en el sentido del conocimiento. La acción supone con-
tacto y por lo tanto sociedad y harmonía cuando es per-
fecta. Socializar una cosa es colocarla de tal manera,
que el hombre pueda sacar de ella y ella a su vez de
todas para él, todo lo que el Universo coincidente en el
acto, puede darle para su vida. Es por esto que el artista
tiene algo de Mago. Pensar es evocar y evocar es recrear.
Y el artista, para obrar, evoca. El artista perfecto tendrá
en su carne, toda la belleza y la harmonía del Universo
potencializadas. Y su voluntad las evocará a su capricho.
Y será en él la trinidad milagrosa : El Músico. El Instru-
mento. Y la harmonía. El artista es pues, el hombre que
ha alcanzado su máximo poder de evocación social.
5
PSIQUIS
Sueño maravilloso como nube inasible
rebelde ante el abrazo de la forma suprema,
que atormenta al artífice con sed inextinguible,
huyendo de la estatua y huyendo del poema.
Divina floración cuyas eternas rosas
tan solo se nos brindan en el presentimiento
y en la fiebre secreta de carnes dolorosas,
de carnes maceradas en un dulce tormento.
Esencia inalcanzable por la humana belleza.
V^estal que habla un lenguaje en el que Dios palpita
y ahonda hasta el abismo la fuente de tristeza
del alma que ha escuchado su música infinita..
Llama eterna y divina en la que se abrasaron
las almas visionarias, y que tornó inmortales
esos vasos de mármol en los que aprisionaron
su gloriosa miseria de mendigos ideales.
Embriaguez sobrehumana, ante cuyos fulgores
en los que brilla y quema la llama del Destino,
se esfuman en un rapto fugaz de resplandores
los ópalos del opio, los topacios del vino. ..
Inquietud misteriosa que en Platón fué harmonía,
que en Homero dio héroes y tragedia en Esquilo
y cuyo claro símbolo de invisible teoría,
son las manos ocultas de la Venus de Milo.
10
INVOCACIÓN
¡Emoción I ¡Emoción! Divina forjadora,
de Mundos luminosos.|
Impalpable creadora
de espíritus sublimes, de destinos gloriosos,
de admirables varones de brazos poderosos
ante cuyos designios fatales portentosos
surgían cien Américas de la ola traidora
y bajo el sol brillaban Cipangos fabulosos...
De supremos artífices.
Magos maravillosos en cuyas blancas manoslas formas repetían génesis sobrehumanos . .
.
Y de genios que uncían a su carro la Aurora
y arrancaban secretos al tiempo hora tras hora .
.
Que eran para el amor consagrados pontífices
de gestos infalibles y de infalibles labios
y cuyos claros ojos por innata realeza
tan solo reflejaban infinitos y sabios
los rayos misteriosos de la eterna belleza. .
.
De sublimes varones,
de mártires y santos
de atormentadas carnes, en cuyos corazones
las bestias del instinto por un secreto espanto
ciegas enmudecían.
Varones que sabían
de la voz de las almas el misterioso encanto
y por sobre las llagas que en sus carnes se abrían
eran mansos y dulces como un divino canto I . .
.
De humildes forjadores
11
del hierro y de la piedra;
pálidos cavadores
ante cuyas espaldas la obscuridad se arredra . .
.
De heroicos buscadores
del coral y la perla, del diamante y del oro,
de los mares profundos en las raras cavernas
o en el gran corazón de montañas eternas. . .
cuyo golpe sonoro
sobre el recio granito de timbre soberano,
ha dominado el coro
terrible de las fraguas ocultas de Vulcano . . .
¡Emoción! ¡Emoción!... divina forjadora
de mundos luminosos,
impalpable creadora
de espíritus sublimes, de destinos gloriosos.
¡Baña, baña mi frente con la luz de tu Aurora
y así por siempre sea luminosa y sonora ! . .
.
-dDd-
12
LA SOMBRA DEL PINO
ñ mi hermano en la carne y el espí-
ritu Julio ti. Brandan.
LIBRO I
IBA EL PEREGRINO
Iba el peregrino
como un blanco sueño siguiendo el camino
Era joven j fuerte; muy rubio y rosado;
muy claros los ojos; el labio sombreado
apenas de bozo;
el tórax en flor, fuerte y musculoso;
el brazo nervudo.
Y bajo la túnica, semi desnudo
con algo de Heracles, con algo de Diana,
iba el peregrino como un Dios hermoso
bajo el cielo de oro de aquella mañana..
.
15
EL MILAGRO
Yo vivo con los ojos abiertos y azorados
cual dos astros que hirieran en su estupor la noche,
o como dos pupilas en la visión de un santo . .
.
Yo vivo con los ojos profundamente abiertos
bajo el cielo infinito, como dos grandes lagos
o como dos gargantas
de un volcán apagado. .
.
Yo vivo con los ojos en éxtasis eterno
plenos de la inquietante sensación del espacio,
por que mi alma en el fondo de su luz escondida
— como una perla rara que bajo el mar atlántico
soñara con diademas sobre gargantas regias—vive esperando absorta que al fin bajo los astros
surja la ñor extraña, cuyo perfume borre
toda memoria triste de sufrimiento humano. . .
surja la flor extraña, cuyos pétalos sean
llamas reveladoras ; la luz de un gran milagro ! . .
.
Así voy con los ojos profundamente abiertos
esperando. . . esperando. .
.
maravillosos dones, claros diluvios de oro,
con los ojos sedientos como un cauce agotado...
Así voy con los ojos profundamente abiertos
esperando otro génesis de otro mundo más alto,
con los ojos abiertos como un divino abismo
bajo un mar infinito que no alcanza a colmarlo...
¡Así voy con los ojos profundamente abiertos
esperando en la noche, la eclosión del milagro ! . . .
16
EXALTACIÓN
Canta alma mía. Canta. Reedifica tu llanto
con el vino de Grecia sereno de mil años;
y como un viejo Homero 7a ciego, da tu canto
más allá de la vida y la muerte y sus daños . .
.
Afirma tu divina voluntad del instante,
con la flor que los dioses, marchitaron en vano.
Y en tus manos el tiempo de misterio fragante,
sea ráfaga y lastre del corazón humano.
Cisne transfigurado da tu canto alma míacomo una dulce Leda, por un dios fecundada;
y que el plumaje muerto de tu melancolía
ponga en el cielo tonos de claridad rosada.
Que tu voz sea un salmo sobre la tumba abierta
del agora doliente de Amiel. Y que el destino
que jugó con sus horas, para ti abra la puerta
que separó sus ojos de lo eterno y divino.
Canta alma mía. Canta por la enorme tristeza
que floreció en tu senda más feraz cada día;
por que ella te curó de la inútil fiereza
y te dio una secreta virtud de simpatía.
Canta por los dolores que tu carne quemaron
y que fueron hogueras sin piedad del minuto;
por que ellos en materia preciosa transformaron
el barro que alejaba tu ser de lo absoluto.
17
Canta por las pequeñas miserias que te hirieron
por que fueron guijarros que formaron montañas
y aunque sean de escoria, las cumbres siempre dieron
a los ojos espacio... perspectivas extrañas...
Canta por el amor que en ti fué como un mar
de costas pantanosas, pobladas de bacterios
al cual nunca tus labios pudieron alcanzar
roídos por la fiebre de todos los misterios . . .
Canta por la existencia de esta gran caravana
de monstruos y de ciegos, de locos y de enfermos,
que al fin el ritmo surge sobre la historia humana
como el loto divino de los pantanos yermos...
Canta por el enigma de la vida y la muerte.
Padres que concibieron la voluptuosidad
en forma de una eterna bayadera: La suerte,
que esquiva su belleza o la da sin piedad. .
.
Canta por los terrores, por el dogma y la duda
que al igual de la forja sobre el acero vil
la vista hicieron clara de Platón y de Budha
y a ti como un espejo de plata y de marfil.
Canta en fin por la tierra, por el cielo y el agua
y por lo que no vieron y amaron tus pupilas
que es todo fuego y música, luz y canto en la fragua
y en ti la aurora dulce de unas nupcias tranquilas.
18
EL MENSAJE
Era un cisne la nubeestilizada y blanca.
Era un cisne la nube
y los hombres callaban.
Y surgía en el cielo
de ciudades lejanas.
Y las raras pupilas,
sin dolor extasiaba.
Las auroras de oro
y las noches de plata
detenerlo querían,
pero el cisne pasaba. .
.
Y una dulce tristeza
que era canto y mortaja
se encendía en la piedra
se abismaba en el agua .
.
¡Era un cisne la nubeestilizada y blanca!. .
.
¡Era un cisne la nube
y los hombres callaban!.
19
LOS PEREGRINOS ILUSOS
Vinieron por el mar, sobre negros tritones.
¿Cantaban? Tal vez dieron sus voces a la ola.
Pero la barca negra de las hondas canciones,
perseguía su estela por la ruta más sola. .
.
Eran fuertes y osados, desafiaban ciclones
y tenían el gesto del que todo lo inmola . . .
Pero los Templos negros de las rojas unciones
oficiaban sus ritos, en la noche más sola.
Y fueron imponentes, hermosos, milagrosos,
y la virgen dormida se despertó violada
mientras la gran serpiente se mordía la cola . . .
Pero un día rebaños de innumerables osos
bajaron de la estepa vengadora y helada,
y fueron roja ofrenda que se tragó la ola.
¡CIUDAD MARAVILLOSA!
Vivir en una clara ciudad maravillosa
de Templos encantados, brillante y misteriosa
que surgiera en la noche como un trozo de espacio
florecido de astros de oro y de topacio ..
.
y a cuyos pies las olas de un mar desconocido
elevaran un salmo de belleza y de olvido . .
.
20
Vivir en una clara ciudad donde los hombres,
ya nada recordaran de razas ni de nombres . . .
cuyos labios divinos que sangraron pecados
se hubieran vuelto rosas de luz, transfigurados;
cuyos ojos astrales— que el odio encegueciera —pudieran ver la gloria del alma toda entera.
Vivir en una clara ciudad cuyas pasiones,
— convertidos en mármol eterno sus leones —fueran blancas vestales de ardientes religiones
en cuyos santuarios, brillaran los fuegos
de todos los dioses cristianos y griegos...
Ciudad cuya alma inmensa palpitara desnuda
ante el trono de Osiris, de Tammuz o de Budha. .
.
Monumento supremo que encerrara en sus losas
todo el arte anhelado por las almas gloriosas.
Ciudad en donde fueran siempre eternas las rosas
como el sueño divino del alma de Platón
y eterno todo aquello que hoy es perecedero
amor, verdad, belleza, caridad, redención . .
.
Ciudad cuyo arte fuera, inmortal y prístino
como el sueño secreto de Ticiano y Leonardo
penetrando en los seres con la virtud de un dardo
de misterio empapado. Ciudad de arte divino
que encerrara en sus líneas, entero el universo
y fuera embriagador cual olímpico vino
en la estatua, en la nota y en la gloria del verso . .
,
Ciudad de arte encantado
que alumbrara el destino
del hombre y abrasara las almas en un fuego
de inspiración suprema, cual no la vio ni el griego
que la Venus de Milo como un Dios engendrara. .
.
Ciudad profunda y rara
21
en cuya dulce atmósfera de misterio y de sueño
cual un diamante roto la carne se apagara
y herida la li^uria, en su insaciable empeño,
en vano ante los ojos sin mancha se agitara...
Y morir en la torre sagrada del santuario
como ídolo vencido por viento milenario
bajo los claros astros, tendido sobre pieles
de Asia, en el regazo de una soñada Aspasia
divina y perfectísima, fuente de toda gracia,
acariciando el lomo de mis fieles lebreles
y escuchando a mis pies como un sabio tirano
el delirio extrahumano
de las almas postradas
y apagar para siempre mis pupilas cansadas
de ver todas las vidas, reales y soñadas. .
.
¡Oh morir como un dios de una muerte gloriosa
en una clara y dulce, ciudad maravillosa I
elegía de la carne triste
¡Dejar de ser, dejar de ser un día,
dejar de ser, oh pobre carne mía
que fuiste bajo el sol urna sombría
donde el dolor con mano cautelosa
de artífice sediento y taciturno,
fué volcando una vida misteriosa
de lobreguez, de pájaro nocturno!...
¡Dejar de ser, dejar de ser un día,
dejar de ser oh pobre carne mía
22
tu que ansiabas la luz y la harmonía
el canto, la ilusión j la belleza,
por sobre el velo eterno de tristeza
que tu mundo de sombras envolvía!..,
¡Dejar de ser, dejar de ser un día
dejar de ser oh pobre carne mía
tu que hallabas la espina que te hería
satánica, certera y alevosa,
si buscabas la flor maravillosa
que en tu sueño divino florecía!. . .
¡Dejar de ser oh triste carne mía
tu que fuiste tan débil y tan pura
que no existió lujuria ni amargura
que no te profanara y desgarrara,
que en tu virginidad no se cebara!
¡Dejar de ser oh pobre hermana mía
tu que fuiste tan fiel, en la agonía
del canto, de la luz y la esperanza
que sin culpa tal vez y sin pecado,
al horror de la tétrica matanza
ofrecías tu pálido costado
como un dulce Jesús crucificado ! . . .
¡Dejar de ser oh pobre carne mía
tu que fuiste tan única y tan sola
que no pudo el azote de la ola
desfigurarte ante la luz del día!
Y sufriste la gloria del zarpazo
vil y cobarde y del escarnio injusto,
viendo arrastrar y hollar cada pedazo,
como si vieras un misterio augusto . .
.
¡Oh pobre carne mía que has sufrido
como Jesús, por una culpa ajena.
23
la infamia de la cruz y la cadena
que hasta tus blancos huesos ha roído!
¡Oh pobre carne mía que has vivido
mirando lo insondable de la penasin poder ahogar jamás la hiena
que en la noche tu sangre ha consumido!,
¡Dejar de ser! Pronuncian las estrellas
como gotas de llanto irredimibles...
¡Dejar de ser! La sombra ya sin ellas
clama en palabras casi perceptibles...
¡Dejar de ser! El mar ruje espantoso
como garganta de titán, cansada.
¡Dejar de ser! El viento gime ansioso
como una lengua hirviente y condenada.
¡Dejar de ser! La piedra grita inerte
y el árbol y la luz, Tagua y el lodo.
¡ Oh pobre carne mía, todo, todo
te canta la elegía de tu muerte ! . .
.
LA SED
Tu te preguntas ¿cuándo llegaré hasta los astros?
¡Oh pobre alma que luchas contra una sombra arcana!
Y hay una voz oculta que te responde ¡Nunca!. .
.
Y hay otra voz más clara que te dice ¡ Mañana ! . .
.
Palabras que el misterio va diciendo en la noche
confusas como el canto de un mar que está distante.
.
Tu las escuchas alma, levantando los ojos
implorante y desnuda como un interrogante.
24
Y florecen las rosas de la quimera negra
que el viejo Shopenhauer entronizó en el mundo
y tu ansias partir en dos la vía láctea
columna vertebral del abismo infecundo.
Y florecen los lirios de la quimera blanca
que el dulce Nazareno, sembró sobre la vida
y anhelas los martirios de mil anacoretas
que hagan sangrar tu angustia como sangra una herida.
Tu te preguntas ¿cuándo llegaré hasta los astros?
jOh pobre alma juguete de una fuerza extrahumana!
Y hay una voz terrible que te responde j Nunca
!
Pero otra voz más clara te responde ¡Mañana!
¡ALMA!...
¡Oh alma mía! Tu no tienes palabras
pues vives tan lejos del engaño
divino de las cosas,
que miras este mundo de la carne que sufre,
como un viejo ermitaño
que apenas recordara
perfumadas praderas, florecidas de rosas . .
.
¡Oh alma mía! Tu no tienes palabras
porque no necesitas deñnir la existencia
para saberlo todo, y comprenderlo todo;
porque tu misma eres, el principio, la esencia,
la substancia, el misterio y la forma y el modo,
¡ Oh alma mía ! Tu no tienes palabras.
25
Te abstraes en el seno
de la vida original, de la fuente insondable
donde solo hay un límite
— Vértice donde inciden, lo eterno y lo inestable
—
que es la contemplación del todo por sí mismoen el fondo absoluto de su inmortal abismo . .
.
¡Oh alma míal Tu no tienes palabras
porque estás por encima
de las perecederas formas
que no llegan al fondo de la infinita sima
donde se desvanecen la materia y sus normas.
Porque sería para ti la palabra
como el pecado original para el hombre
una cárcel tal vez, un hipogeo
en donde lucharías por librarte del nombre,
como la carne triste del eterno deseo...
¡Oh alma mía! Tu no tienes palabras
por eso mis pupilas atónitas te miran
con la emoción sagrada de unos ojos de niño.
Y así como sus labios apenas si suspiran
sonidos que la flauta de Dios tal vez modula,
así mis pobres labios que son vanos despojos
pronuncian ¡alma! para sondar la vida mía. ..
¡Oh alma mía! Tu no tienes palabras.
Cómo expresar lo vago, lo eterno, lo insondable,
la luz de esos instantes tan raros y profundos
en que estás más allá del espacio y del tiempo
bajo el sutil influjo, secreto y admirable
de la sorda corriente que alimenta los mundos.
En que el amor agotas de un solo y hondo sorbo
cual mis labios la taza de café tan pequeña.
En que el dolor exprimes de un solo y rudo golpe
26
como una uva pequeña entre mis blancos dientes,
fatigas y torturas, orgullos y ambiciones
como un viejo faquir, desdentadas serpientes
y en que la muerte sueña de ti tan cerca, cerca,
que descansas en ella, tu eternidad intacta,
como yo mi implacable fugacidad exhausta
tendido en estos blandos y rojos almohadones...
¡Oh alma mía! Tu no tienes palabras.
Por eso cuando llegas al fondo
ignorado de las cosas
mis labios que sólo comprenden
a través de las formas,
buscan palabras de sentido muy hondo
frases perfectas y milagrosas^x
para encerrarte en ellas con tu esencia
como a un perfume raro o a una hostia
en un copón de oro y de diamantes.
Pero tú la rebelde a toda forma
te escapas de la frase cincelada
y sutil como una mariposa;
de la palabra antigua y sabia
profunda y majestuosa
con ritmo de montañas
y con sabor de olas;
del concepto sintético
que el gran misterio esboza,
y de la idea infinita
que casi ya no nombra
y sólo queda de mis ansias
tal vez absurdas, locas,
unas palabras tristes
caducas rumorosas
27
apenas perceptibles
surgiendo de la boca
como de un corazón
la sangre gota a gota:
¡ Nostalgia 1 ¡ Tristeza
!
¡Amor! ¡Dolor!
¡ Misterio
!
Y después el terror
de ver a la suprema, a la eterna belleza,
huyendo eternamente de nuestro cautiverio. .
¡Oh alma mía! Tur no tienes palabras
pues vives tan lejos del engaño
divino de las cosas,
que miras este mundo de la carne que sufre
como un viejo ermitaño
que apenas recordara
perfumadas praderas florecidas de rosas...
LAS TORRES
Amo las torres altas
bajo los claros cielos.
Alma mía en tu torre
ven la luz mis anhelos.
Sonoras son las cúpulas
harmoniosas y bellas.
Alma mía tu canto
resuena en las estrellas.
28
Descansan en las cúspides
águilas y golondrinas.
Alma mía en tu seno
sueñan aves divinas.
Las torres se derrumban
pero el canto perdura. .
.
¡Alma mía en la muerte
perdurará, tu albura!
PASAN LOS NIÑOS
Hay un temblor divino
como de estrellas claras.
Un rumor transparente
como un batir de alas
una inquietud tan leve
inmaterial y extraña
que ha invadido de pronto
la calle de mi casa
poniendo hasta en el aire
de la tarde pesada
frescura de jazmines
y claridades de alba,
que lleno el corazón
de dulces esperanzas
con inquietud profunda
le he preguntado a mi alma:
¿Acaso es el milagro
29
que tú, oh desencantada,
tanto tiempo esperaste,
que al fin se acerca o pasa?
Y con las manos juntas
sobre el pecho crispadas
he salido anhelante
y he abierto la ventana.
Y una estela de oro
rumorosa y liviana
frágil como la estela
de una barca en el agua
me ha herido dulcemente
de golpe la mirada
y he sentido un aroma
de carne perfumada
que solamente deja
tras sí la carne santa.
Y he quedado mirando
sin pesar ni nostalgia,
como si aquello fuera
la luz por mí esperada,
aquella estela de oro
aquella caravana
de cabecitas rubias,
de carne sonrosada,
de bracitos tan leves
tan ágiles como alas
de ojitos constelados
de ilusiones muy blancas
de boquitas tan frescas
que más que hablar cantaban.
Y he quedado mirando
30
aquella caravana
de niños tan alegres
cual dioses, que pasaba. .
.
Iban todos serenos
la frente levantada.
Yo vi sus piececitos
saltar cual si volaran
y una atmósfera suya
de luz transfigurada
de frescura j de gloria
que en la tarde no estaba,
sus blancos cuerpecitos
de un lampo circundaba . . .
iban todos serenos.
Y su alegría santa
me hizo pensar que acaso
con ellos Cristo estaba,
y que ellos lo veían
guiar su caravana.
¡Oh! No había miseria
ni dolores, ni nada
del tormento que quiebra
después la vida humanaen aquel bello enjambre
de caritas rosadas.
Y ellos así, tan frágiles
como una frágil laca
así tan pequeñitos,
-
frente a las cosas, daban
una impresión más honda,
más inmortal, más clara,
que aquel gigante enorme
31
de ciclópea espalda
de músculos de acero,
que mostraba en su cara,
el signo misterioso
del cansancio del alma,
de la ambición herida,
de la desesperanza
suprema y sin remedio
con que la vida marca
sin excepción alguna,
al poderoso, al paria
y que es el patrimonio
de la existencia humana.
jSíl Ellos eran dioses.
No ambicionaban nada
pues todo lo tenían,
apenas lo pensaban.
¡Sil Ellos eran dioses.
Y aquella caravana,
de niños indefensos,
no era tal, sino una Agora
divina y milagrosa
donde se congregaban
guerreros poderosos,
sabios de luengas barbas,
poetas inmortales,
santos de carne pálida,
grandes enamorados,
viajeros y monarcas.
Y todos absolutos
eternos como el alma
porque aun no sabían
32
de la traición callada
con que el destino aleve
todos los sueños mata 1 . .
.
¡Sil Ellos eran dioses
no recordaban nada.
Sentían la existencia
detenida en sus almas,
mirándose a sí misma
como en una fontana.
Por eso iban serenos
pues sus ojos bogaban
en ese mundo altísimo
de ideas invioladas
que ellos tan sólo miran
y ya el hombre no alcanza!.
jSíI Ellos eran dioses
pues no tenían llagas
porque eran todos puros,
más puros que las lágrimas.
Y al sentir yo el contacto
de mi .carne quemada
por todos los deseos
incestuosos que claman
como rojas serpientes
en mi ser incrustadas,
con esa carne nítida
profundamente sana
que camina intangible
a través de las llamas
porque ella misma es fuego
original, que abrasa
todo fuego, he pensado
33
que si Dios, si la clara
conciencia de las cosas
desde la obscura nada
donde piensa en sí misma
a la tierra bajara,
descendiendo a la forma,
lo haría, ¡oh forma santal
bajo el cuerpo de un niño
que nunca caducara. .
.
Y he pensado en Jesús
y he visto que su barba
su vida entre los hombres
su sangre derramada,
fueron todas miserias
que hicieron de su estampa
tan solo un Dios caído.
Y he preguntado a mi alma:
si aun su gran milagro
de vanidad aguarda;
y en palabras eternas
en un canto que alzaba
la vida hasta el misterio
del ansia revelada,
me ha respondido trémula
de una emoción sagrada:
¡El único milagro,
sobre el amor que mata
sobre el oro que angustia
sobre el poder que abrasa,
el único milagro,
es volver a ser casta,
tan serena, tan fuerte.
34
tan sencilla y tan sabia
como un alma de niño
!
La rubia caravana
se ha perdido a lo lejos.
La calle de mi casa
de nuevo queda sola.
Pero yo en la ventana
la frente pensativa,
permanezco. ¿Por qué?
porque aquella algazara
divina, tras su paso
ha dejado una clara
sensación de lo eterno,
y quiero prolongarla
como a un encantamiento.
¡Oh dulce caravana
cómo tu paso leve
cómo tu carne blanca,
ha tornado esta calle
más divina y más santa!.
LA LLAMA
Quémame, oh dolor, que el fuego purifica.
Mis ojos ya parecen corazones de sombra,
pero aun tienen lágrimas, y yo quiero verterlas
para poder clamar que ya Dios no me asombra.
35
Quémame, oh dolor, haz que esta carne impura,
se vuelva transparente, lívida como la cera
y que al andar mis manos, parezcan bajo el cielo
dos plumas desprendidas de la eterna quimera.
Todavía en mis venas, hay demasiado aliento
y mis sueños se nutren demasiado del mundo,
todavía el veneno de la hembra infinita,
me esclaviza al zodiaco del instinto profundo.
Quémame oh supremo sacerdote del alma
sutiliza mis nervios cual cordaje divino
hazme irreal y liviano; que mi cuerpo parezca
la sombra estilizada de un santo Bizantino.
Y así cuando mis ojos no teman a la muerte,
que penetre en mi espíritu, como en un templo gótico,
la mujer que no tema desafiar al destino,
ni beber de mi amor, el terrible narcótico.
LA AMADA FIEL
Hoy tornas a mis brazos, vieja tristeza mía
como una amada muerta que de pronto volviera
y al recobrar tus ojos, que ansié perder un día
que está en su luz, comprendo por fin toda quimera.
Hacía mucho tiempo, un mes, un año acaso
que tú ya no danzabas, sobre mi alma ligera. .
.
Pero mis alegrías fueron cual frágil vaso
que se rompió, y huyeron, tras de la primavera.
36
Hoy mi amigo me dijo palabras dolorosas. .
.
¿Es que en todas las almas, mueren al fin las rosas?
IYo estoy contigo amada, tan sereno y tan fuerte!
Delante de mí pasan tal vez millares de hombres.
Pero tú nada temes ¡tú sabes que sus nombres,
no estarán en mis labios en la hora de la muerte!
LAS ALAS
EL ALMA
¿Donde estás carne mía que yo ya no te veo?
LA CARNE
Hacia tí voy hermana a través del deseo. . .
LA CARNE
¿Donde estás alma mía que no veo tu albura?
EL ALMA
Te estoy buscando hermana en la infinita altura
a través de la sombra de aquello que perdura. .
.
-D-
37
oración' carnal
IOh pobres ojos míos, sed estrellas
alguna vez ya que soñasteis tanto
y por la luz vertisteis vuestro llanto
oh pobres ojos míos, sed estrellas 1 ..
.
¡Oh pobres manos mías, sed livianas
ya que el bien y el amor ambicionasteis
ya que por la verdad os macerasteis,
oh pobres manos mías, sed livianas ! . .
.
¡Oh pobre carne mía, sé harmonía
ya que la forma eterna fué tu culto
ya que buscaste su sentido oculto
oh pobre carne mía, sé harmonía ! ..
.
v!'
Fin del Libro I
38
INTERMEZZO:
VASOS PROFANOS
ñ Juan Dionisio Naso Prado, devotamente.
RETRATO
Rara mezcla de gran Señor y vagabundo.
Amando a Buckingham a ratos
y otras veces soñando con asolar al mundocomo pirata en viejos barcos
curtidos de canciones obscenas y de alcohol.
De Gaspard de la Nuit legítimo retoño,
está inmóvil. Su mano— pálida flor de otoño—descansa sobre un libro. ¿Aretino? ¿Platón?
y sus ojos muy dulces aunque también faúneseos,
persiguen en el humo de su cigarro opiado,
tal vez extraños arabescos,
tal vez un signo de su hado.
Hace ya mucho tiempo, que para él la vida,
ha dejado de ser un cuento razonable.
Lleva en su corazón una incurable herida
y en sus áticos labios, una sed incurable.
El sabe ya que el mundo es misterioso y trágico
y le bastan sus sueños sus secretos de artista. .
.
Cada hora en su prisma brilla una nueva arista
y así junto al misterio, aun pone algo mágico. .
.
Presiente que el destino,
quien sabe porqué cuenta que ha de cobrar ahora
le ha arrancado de pronto del fausto florentino
41
en que viviera otrora,
para hacerle habitar las modernas ciudades,
donde pasea altivo su imperial nostalgia
de héroe sin gloria, de Nerón sin crueldades
¡ con un alma de fuego tras la mirada fría ! . .
.
Piensa ya que no vale la pena rebelarse...
Todo es igual: Un vaso, un soneto, unos labios..
Y hoy ríe si recuerda que quiso suicidarse . .
.
¡Oh el tiempo nos vuelve a pesar nuestro sabios!, .
.
Contempla en el panneau a los dos capitanes
de irlandés que disputan, bebiendo en la taberna.
Soldados, amadores, cortesanos, rufianes . . .
que jugaban su vida por una patria eterna,
igual que por un naipe bien o mal barajado. ..
Y comprende que aquellos sabían lo que hacían
y añora aquel vivir incierto y agitado
en el que Rabelais y Montaigne reían. .
.
Después fija sus ojos en la extraña viñeta
que sus pálidos dedos al azar han abierto.
Y como duendecillos bailando en ronda inquieta
sobre el papel de Holanda, surge el mudo concierto
de las letras antiguas.
Y un placer infinito de sutiles y ambiguas
sensaciones embarga su curiosa retina,
en una sinfonía que evoca en tonos rojos
caravanas preciosas sobre la arena fina
o crueldades sombrías sobre blancos despojos...
Y una sonrisa extraña
sus pupilas profundas sataniza un instante,
y su rostro cansado, de claridad se baña. .
.
42
Después saca del pecho con un gesto arrogante
de su mano nerviosa,
una cajita de oro. Su lengua hace una glosa
de desprecio y de hastío, mientras la aguja fina
clava como una abeja su aguijón de morfina. .
.
Y llena la retina
de ciudades extrañas y resplandores rojos,
sobre el duro respaldo medioeval del tallado
sillón, tal vez herencia de algún antepasado,
el soñador cansado
ebrio de la conciencia de su dulce pecado,
como un Dios va cerrando lentamente los ojos...
A DORIAN GRAY
Yo te amo Dorian Gray sin haber visto nunca
ni el fuego de tus ojos, ni el nácar de tus manos.
Y añoro la belleza de tu existencia trunca
que fué como una ñor de atributos paganos.
La noche tuvo miedo del supremo poema
que en tu carne perfecta perpetuaba la línea
y en sus grutas de oro te emulaba en la gema
y en el secreto escorzo de la piedra apolínea.
Pero tú con el ritmo que en ti voleó la vida
plasmaste la Harmonía que una vez solo canta,
la nota nunca dada por la flauta Panida;
la androgenia liviana de una leve Atalanta.
43
Vaso claro j sintético d«l génesis perdido
en el que palpitaban a un tiempo Adán y Evacomo si sus dos ansias se hubieran transfundido
en el sutil milagro de tu existencia nueva.
Bello como la mano de Dios; como el pecado
satánico y glorioso era si sonreía.
¡ Dorian Gray I dulce música ; sobre tu cuerpo amadola harmonía del mundo como una flor se abría.
Yo te amo Dorian Gray y te busco en la vida
y persigo en el arte tu línea turbadora.
Pero todo me dice que tu mano homicida,
es flor que solo vive la gracia de una hora.
Y ante mis ojos tristes, pasan sombras antiguas
serenas, misteriosas, como grandes estrellas.
Tu vas con un cortejo de criaturas ambiguas
y al verte, toda mi alma se va también con ellas.
A GEORGES CARPENTIER
Digno de presidir olimpiadas divinas
bajo el cielo sereno de las tardes eolias
y en la sombra fragante de un bosque de magnolias
ser cantado por Píndaro, con notas sibilinas.
Ruskin te hubiera amado, él prerrafaelista
a ti vaso perfecto transportado de Grecia
a los vastos parterres de la sutil Lutecia
donde danzan tus músculos de luchador y artista.
44
Ruskin hubiera dado fin, a su gran tristeza
de sátiro cristiano, con la fuerza j la gracia
que brotan de tu cuerpo, fuente de aristocracia
y de las dulces curvas, en que él vio la belleza.
La potencia de Heracles, la elegancia de Apolo
y una suprema llama que brilla en tu sonrisa,
hubieras sido el hombre que amara Monna Lisa.
En ti veo la incógnita que torturó a ese ídolo.
Forma imperecedera por cuya línea alcanza
su expresión más divina, su elán, la inteligencia
y en cuyas actitudes del ritmo la honda ciencia
agota en su harmonía la música y la danza.
Forma más alta y clara que Isadora o que Ida
porque en ti del varón fulge la luz creadora
mientras en ellas clama pasiva y opresora
la sugestión estática de recibir la vida.*o'
Todo el arte del mundo — la fiebre de la forma —descansa en tus deltoides sus siglos infructuosos
y se extiende en tus miembros cual sobre pieles de osos
a gozar el milagro de hallar en ti su norma.
De Dorian Gray hermano en la Venus de Milo
hubieras a Osear Wilde de su estetismo puro
y de su amor satánico, redimido al conjuro
de tu sonrisa clara y tu moderno estilo.
A ambos os contemplo en mi Agora dilecta
el uno danza y ríe, el otro sueña inerte ...
Y mientras Dorian Gray dialoga con la muerte,
Georges apura el filtro de una vida perfecta.
45
A NERÓN
Tu supiste el secreto — rojo monstruo divino —
del cosmos. Y tus manos profanaron a Dios.
Tu trono estaba en medio del humano destino
y los mares y el viento se abrían en tu voz.
Tu supiste el secreto del por qué y del como
y tu risa fué enorme, tu risa de inmortal
y de la bestia rubia sobre el rosado lomo
paseaste tu albedrío por sobre el bien y el mal.
Tu supiste el secreto, soberbio voluptuoso
y en tí no hincó su garra de miseria el dolor.
Fuiste libre y pagano y hermoso como un oso
porque Roma era el mundo y tu su emperador.
Tu supiste el secreto. Y tu ser claro y fuerte
sin un remordimiento, llegó a la perfección.
Las fuerzas misteriosas de la vida y la muerte,
se condensaban todas sobre tu corazón . . .
Tu supiste el secreto. Poema bizantino
realizado. Tus ojos vieron toda la luz
y artífice supremo, incendiario, asesino,
tan solo te faltó morir sobre la cruz.
Tu supiste el secreto. Poeta milenario.
Tu solo realizaste todo sueño ¡Nerón!
Tu solo fuiste el Dios de tu propio santuario.
Tu, solo tú, sondaste toda extraña pasión.
46
Y agotaron tus nervios sutiles y afinados
la potencia infinita de la animalidad
y el ritmo de los astros se mezcló en tus pecados
y superó a los dioses tu serena crueldad.
Tu supiste el secreto ¿qué embriaguez sobrehumana
corrió como una sierpe por tu espina dorsal
cuando Roma entre llamas se hundía soberana -
y a tus pies mil esclavos te ungían inmortal?
Tu supiste el secreto ¿qué placeres de esteta
tu emoción abismaron, cuando supremo actor
clavabas el precioso puñal con mano inquieta
y el fuego sorprendías del último estertor?
Tu supiste el por qué del humano delirio
y tu risa fué enorme, tu risa de inmortal.
Sobre la bestia rubia tronchaste todo lirio
y aspiraste las rosas del jardín ancestral. . .
Tu supiste el secreto. Omnipotente niño,
jugaste con la vida como con una ñor...
Y sobre tus espaldas la púrpura, el armiño,
se redimen por siempre de injusticia y dolor.
La historia te condena. Pero los hombres amantu recuerdo siniestro, tu delirante luz ,
desfigurada por dos mil años que clamanbajo la sombra augusta que baja de la cruz.
La nostalgia los vence y en silencio te admiranporque la bestia anhela quebrar su esclavitud
pero el miedo y el odio contra su ardor conspiran
y muere bajo el yugo de una inútil virtud.
47
Pero todos presienten que tú monstruo divino
eres el prototipo de toda perfección . .
.
Y que tu sombra extraña surge en todo camino
por donde corra libre sin ley el corazón.
Tu viniste de Grecia, fuiste su obra maestra
no has tenido tu Homero, porque lo fuiste tú . . .
Después vino el veneno de la tristeza nuestra
y los remordimientos j horror de Belcebú ...
Y así te han emulado, pero sin brillo y gloria
parodias miserables, Guillermo o Napoleón
debiste ser el acto postrero de la historia
después de ti los amos ya no tienen perdón.
Y toda la tragedia del gran mundo cristiano
después de ti resulta como un acto de más.
El hombre enfermo y triste ya demasiado, humanotu salud y tu fuerza no alcanzará jamás.
Tu miraste en el fondo del pasional abismo
Y tu risa fué enorme, tu risa de inmortal.
Y dijiste el secreto de la vida: ¡Egoísmo!...
Y te pusiste al ritmo del ritmo universal.
Y claro solo y fuerte soberbio voluptuoso
sin un remordimiento, fuiste asombro de Dios
libre, fiero y pagano y hermoso como un oso
tu muerte fué el crepúsculo del último hombre Dios
,
-gDo-
48
;
VOCES ANTIGUAS
ñ Juan Filloy buceador de Ciudades
ñntiguas.
LIBRO II
AVATARES
Mi vida es una extraña sensación de atavismo.
Pretérito y distante mi ser vive sus tioras
soñando desde el fondo de un insondable abismo
con el beso ilusorio de lejanas auroras.
A veces surge un nauta de mi romanticismo
que dominó los mares y amó sobre las proras
de plata, y otras veces presiento que yo mismo
he sido el gran califa de mil ciudades moras.
De pronto mis pupilas deslumhran tentadores
la púrpura y el oro de la ciudad maldita
y mis labios se aroman de elixires ambiguos.
O siento que en mi carne que fué de emperadores
la gran serpiente negra de sus lujurias grita
los ritos incestuosos de los dioses antiguos.
-D-
51
EL PEREGRINO INQUIETO
Yo no sé lo que busco, yo no sé lo que quiero,
mi anhelo es una esfinge como el desierto muda
ante cuyas pupilas de lividez de acero
danza toda mi vida quimérica y desnuda.
Mi espíritu sediento de un elixir postrero
ha gustado tan sólo las mieles de la duda
y a veces con Moisés y a veces con Homero
ha levantado altares a Venus, Cristo y Budha.
El odio y el amor sagrados, son mis báculos
y del crimen he visto asirme los tentáculos,
porque busqué el abismo también en mi camino.
Y voy bajo los astros palpando y viendo todo
con la esperanza suma de que algún día el lodo
cante el divino salmo que aclare mi destino.
EXALTACIÓN
Eternamente sólo yo he de alcanzar mi sueño.
Asceta en la Tebaida o en Roma emperador
alas si es necesario se forjará mi empeño
más duro que el diamante, más fuerte que el dolor.
Para las cumbres águila, perla para los mares
monstruosa flor de carne o casta flor de amor
he de hacer que florezcan al fin mis avatares,
cual ojos que se abrieran para el primer fulgor.
52
Constelado de gemas me dormiré ante el Budha
crepuscular y antiguo de Kandy o de Labore
o danzaré con mi alma genésica y desnuda
sobre los tres mil años que sueñan en Luksor.
Efebo fatigado sobre el vientre de Venus
escucharé de Grecia la divina, el rumor,
o como perro hambriento lameré de Jesús
las llagas con el ansia del transfigurador.
Dominaré la selva gigantesca y colérica
con mi flauta divina y mi extraño fervor,
y cual un nuevo Orfeo, en Oriente o América
sabré el lenguaje eterno del león y la flor.
Sobre mis elefantes, encantaré a la vida
como a una gran serpiente faquir encantador
y he de tenerla entonces bajo mis pies dormida
junto a las dos panteras del odio y del dolor.
Todo será en mi espíritu sendero incomparable
florecido y brillante sol purificador
por los que irá mi planta de mendigo admirable
Nerón o Isaías, Homero, Bruto o Job.
Nada lo habré perdido. Todo lo habré sondado
hasta agotar el cáliz fascinante y traidor
y mi ser ilusorio del polvo despojado
será como una virgen consagrada al amor.
Y así cuando mi anhelo esté pulido y terso
como una gema pura de brillo cegador,
volaré hasta mi sueño por sobre el universo
en alas de la muerte, mi postrer ascensión.
53
ESTABA LA PRINCESA ANTIGUA
Estaba la princesa antigua
sobre su trono de pórfido y de oro
satánica y divina flor ambigua
inaccesible como un gran tesoro.
Eran sus ojos extrañas malaquitas
espolvoreadas de diamantes rotos
y en sus senos — durísimas dioritas —florecían fantásticos dos lotos.
Era entre el jaspe de las columnatas
envuelta en el misterio y los aromas
como el alma de cien Mahabaratas
de cien Jerusalems y cien Sodomas.
Y era su carne lúcida y ambigua
como rosados mármoles de Jonia
sacerdotisa sabia de la antigua
y esotérica luz de Babilonia.
Inmóvil en el Templo, esfinge muda
custodiaba la sombra del santuario
donde todo de oro enorme Budha
desnudaba su ombligo milenario.
Y echados a los pies de la princesa
uno tras otro cual raros avatares
tres monstruos de quimérica fiereza
dormían palpitantes los hijares.
54
El primero era el dolor, sin ojos, ciego
era una masa informe y espantosa
que a veces se inflamaba como el fuego
y a veces como sombra erra borrosa.
La lujuria era el segundo, su cabeza
una esfinge sangrienta semejaba
y su cuerpo de sierpe o de diablesa
era una llama verde si brillaba.
El tercero era el odio ; de sus ojos
brotaban como rayos fulminantes
resplandores satánicos y rojos
y eran sus garras pulpos fascinantes.
Estaba la princesa antigua
sobre su trono de pórfido y de oro
— satánica y divina flor ambigua —inaccesible como un gran tesoro.
ERA EN UNA CIUDAD PANIDA
Era en una ciudad Panida
de la Atlántida perdida
ciudad divina y singular.
Yo era un tirano poderoso
decadente artista y nervioso
fantástico y crepuscular.
55
Entre los mármoles helados
y los metales cincelados,
era un fulgor mi corazón.
Y era mi carne entre los humos
de los perfumes y los zumos,
misteriosa palpitación.
Impenetrable, sabio y frío,
era un enigma mi albedrío
inagotable como el mar . .
.
Mientras pugnaban en mi manotodo lo humano y lo extrahumano
por tomar forma y palpitar . .
.
Era en una ciudad Panida
de la Atlántida perdida
ciudad divina y singular
Diez mil esclavas yo tenía.
Cada crepúsculo moría
la más hermosa. Pues mi amor
vastago fiel de emperadores
gustaba amarlas entre horrores
y sorprender el estertor.
¿ Qué vieron Síbaris, Petronio
el rojo sueño Babilonio
la extraña Roma de Nerón
ni el cruento imperio Bizantino
de más satánico y divino
que mi doliente corazón ?
¿Dónde el artista milagroso
creador de un sueño voluptuoso
de un gran transporte, de un dolor
que haya siquiera imaginado
56
resonador tan delicado
como mi carne en el temblor ?
Yo era una realidad suprema
toda mi vida era un poema
en claro-obscuro de Rembrandt.
Y en mi dorado cautiverio
violando yo todo misterio
era el Señor de lo mortal
Era en una ciudad Panida
de la Atlántida perdida
ciudad divina y singular.
Yo era un tirano poderoso
decadente artista y nervioso
fantástico y crepuscular . .
.
LA REINA DE SABA
Como un príncipe bárbaro mi orgullo
sobre tu corazón clavó su planta,
y quedó embelesado contemplando
sus arreos preciosos que brillaban.
Conquistador del día y de la noche
soles de oro y estrellas de esmeralda,
sobre tu corazón se vio mi orgullo,
y la muerte a sus pies como una esclava.
Danzó tu corazón ritmos antiguos
lujuriantes, divinos, lentos, sabios.
57
y en la noche fantástica los soles
colmaron el abismo de presagios . .
.
Danzó tu corazón, y extrañas bestias
divinas, para verlo se asomaron;
y en el coro secreto fué mi orgullo,
como un príncipe incauto y tributario.
DOLOR ANTIGUO
Sobre la trompa lustrosa
aquel elefante blanco
te sostenía desnuda
inquietante y extasiado.
Todo el palacio exhalaba
un gran malestar felino
y los marfiles fulgían
con luz de incestuosos mitos.
.
Encadenado en el pórtico
yo te miraba llorando
y en el silencio de muerte,
todo era dulce y extraño . .
.
Tú estabas desfallecida
como una perla en el agua
mientras temblando tus manos
al monstruo le acariciaban.
58
Extática dio la hora
del estupor j el milagro
y perfumaron las rosas
de un nuevo y raro pecado.
Inmóvil yo te miraba
ebrio de extraña delicia
y en el silencio de muerte,
¡pasó una cosa infinita!
-D-
MANDARINA
¡Mandarina, tu nombre! ¡Tu nombre Mandarina!
Cómo me hace soñar, con países lejanos...
Cielos maravillosos de Bagdad o de China,
cultos desconocidos, monumentos arcanos . .
.
¡Mandarina, tu nombre! Como suena a salterio,
y a música divina . . .
Cómo canta tu nombre, Mandarina, el misterio
del alma femenina que envenena y fascina.
¡Mandarina, Mandarina,
dame el opio y la morfina,
de tus ojos, de tus labios,
de tu carne Mandarina!. .
.
En tus ojos zodiacos, de tentación y hondura,
y en toda tu persona, tan vaga, rara y fina,
igual que un sortilegio, que en secreto perdura,
pone su extraño encanto, tu nombre ¡Mandarina! .
.
59
¡Mandarina tu nombre! ¡Tu nombre Mandarina!...
Cuan dulce me es hundirme, cual en blandos cojines
en tu nombre. Parece que para mi termina
todo dolor humano, y mi ser se avecina
a la eterna emoción. ¡Oh lejanos confines
a donde me transporta, tu nombre ¡Mandarina!. .
Con sólo pronunciarlo, una embriaguez divina
embarga mis sentidos. ¡Oh~) perfumes exóticos,
mirras y cinamomos, sándalos, laca, encina,
sedas, jaspes, basaltos, y sagrados narcóticos!...
¡Mandarina, Mandarina,
dame el opio y la morfina
de tus ojos, de tus labios,
de tu carne Mandarina!
Cómo me siento cerca de la mujer soñada,
cuando en mi oído cantan, cual flauta peregrina,
¡Mandarina! el murmullo de la noche estrellada...
¡Mandarina! la fuente; mis labios ¡Mandarina!
¡Mandarina tu nombre! ¡Oh poema supremo!...
Bajo la luna llena que un gran mar ilumina,
sobre una débil barca sin timón y sin remo,
toda una eternidad, que mi amor adivina,
¡yo he estado diciendo tu nombre Mandarina!. . .
60
DANZA MACABRA
Tendida sobre el césped, luminosa y desnuda
como la reina impura de un decadente imperio,
yace la reina pálida, bajo^i^a luna muda,
soñando, en el silencio mortal del cementerio.
Su cuerpo salpicado de sangre pavorosa
parece florecido de asfódelos extraños
y entre los panteones surge maravillosa
su carne vencedora de ciento diez mil años.
Como sobre la piel de una enorme pantera
sobre su cabellera de colares cambiantes
tendida está la reina poderosa y artera
consteladas sus manos de mortales diamantes.
Sus muertos ojos fulgen como ópalos vesánicos
en la mueca engarzados de su faz cadavérica
y tienen sus sortijas resplandores satánicos
sobre el imperio eterno de sus dedos quiméricos.
Guardan su ^eño gnomos con barbas de serpientes
con ojos que parecen gigantescas arañas
y danzan en silencio rechinando los dientes
y agitando en el aire poderosas guadañas.
A sus pies yace inmóvil una enorme tigresa
sedienta de deseos, de sangre y de lujuria.
Si de pronto levanta con vigor la cabeza
la reina se despierta poseída en su furia.
61
MIBHHHH
Mientras la reina sueña, los buhos y los cuervos
chillan en el festín rojo de los osarios.
Los gnomos satanizan con sus gestos protervos
y fulgen las guadañas cual raros lampadarios.
La noche— sol eterno para los cementerios —abre el gran sortilegio de sus vidas fantásticas
y surgen de la sombra de todos los misterios
formas enloquecidas, muchedumbres orgiásticas.
Los cipreses remedan cuerpos de torturados
en un derrumbamiento de dantescas balumbas
mientras mil fuegos fatuos — diablos alucinados
huyendo de sí mismos — se pierden en las tumbas.
Todas las cosas danzan o tiemblan poseídas
de un espantoso vértigo, de una inmensa locura
pero la reina duerme soñando con las vidas
que ha de tronchar su mano de pitonisa impura.
De pronto la tigresa levanta la cabeza.
La reina se estremece. La danza extraña cesa.
Y cual si hubieran sido por la tierra tragadas
desaparecen todas las sombras espantadas.
La reina se levanta. Sus ojos incisivos,
están fosforescentes. ¡Es que Va hacia los vivos!. .
.
Pero antes de lanzarse a la terrible orgía
con sangre tibia y dulce, gusta la carne fría
consumida y estéril, la carne amoratada
que huele a negro crimen y a gloria chamuscada,
y ordena a la tigresa que con garra filosa
desentierre el cadáver de un efebo en el acto.
62
La tigresa obedece, y la reina espantosa
viola el cuerpo sangriento de un doncel putrefacto.
Luego con gesto lúbrico de un ardor infinito,
se lanza a las ciudades, deja los cementerios.
Y de nuevo comienza sobre el césped maldito
la balumba macabra de trasgos y misterios.
DEMI MONDAINE
¿Cleopatra, Salomé, tal vez Aspasia?
Su porte evoca imperios fabulosos
ciudades de marfil, leyendas de Asia
perlas y cinamomo y pieles de osos.
Hija del oro y de la aristocracia
lució en Viena y París, trenes lujosos.
Y fué dada en rehén a la desgracia
por el capricho de los poderosos.
Y aquella que inspiró cien madrigales
de eterno amor a castos colegiales,
se tuvo que vender hasta en la China.
Y hoy consuela su cáncer y su hastío
con un marido inglés correcto y frío,
y muchas inyecciones de morfina.
63
DESCONOCIDA
Esta cara inquietante, llena de pensamiento.
Esta mujer extraña
de tez de marfil viejo.
Cuyo divino rostro
de un óvalo perfecto
evoca vagamente
la reliquia intangible de algún rito ya muerto— un gigantesco loto
de un solo y raro pétalo —Esta efigie enigmática que estando descubierta
parece que mirara detrás de un denso velo.
Esta mujer extraña
que asombra y que da miedo
de negra cabellera y labios transparentes
en los que tiembla siempre la visión del silencio;
con dos enormes ojos
de lánguidas pestañas de opaco terciopelo,
de párpados violados
y pupilas profundas como un dolor eterno,
dos pupilas de sombra
dos pupilas de féretro ....
Esta mujer extraña que palpita en la tela
encarnando la psiquis del tiempo y del misterio,
y cuya efigie inmóvil
da sensación de Templo.
Esta mujer extraña que apoya la cabeza
sobre sus manos, finas, irreales, de muerto. .
.
en cuyos dedos fulge
fantástico y siniestro
64
— como si fuera el alma de esas dos manos ciegas
un gran brillante negro.
Esta sacerdotisa cuyos ojos parecen
sondar una infinita claridad hacia adentro,
cual si se recordaran
de su largo y divino peregrinar de cientos
y de miles de años
animando los cálices fragantes de otros cuerpos.
Esta mujer extraña que asombra y que da miedo
con sus pupilas verdes, como fosforescentes
pupilas que yo he visto brillar en los museos,
¡esta mujer sería
la sima de mis sueños
donde se apagarían
por siempre mis deseos ! . .
.
-n-
AMOR CEREBRAL
Esta blanca mañana de histeria y misticismo
un amor cerebral, sueña en mi torre de oro,
mi carne yace muerta — y unos ojos de abismo
perfílanse en la niebla ¡son los ojos que adoro!
Con ellos abriría las puertas del misterio,
mi amor sería el cáliz de una biblia profana,
mis labios vibrarían como un mago salterio,
y en sus labios, el signo de la palabra arcana .
.
65
Desnuda y luminosa como un ídolo ambiguo
diría la verdad suprema de la muerte...
mi amor como en el fondo glacial de un templo antiguo
sería un vaso eterno, maravilloso, inerte...
Pupilas milenarias, oh flores milagrosas
de algún país de esfinges, que ilumináis mi vida
¿cuándo de vuestra luz las consagradas rosas
despertarán en mi alma la harmonía prohibida?
Mi carne yace muerta. . . sin nervio y sin deseo,
bajo la mano helada de una mujer que ignoro
y en un silencio extraño, de cripta, de hipogeo,
un amor cerebral sueña en mi torre de oro.
LA SOMBRA
Hace ya cuanto tiempo que te buscaba en vano
peregrino incansable de mil pasadas vidas
igual que a estrella errante sobre el género humano
sin encontrar la senda de tus huellas perdidas.
Te he buscado en las ruinas de las ciudades trágicas
de civihzaciones exóticas y antiguas,
en los viejos papiros y en las pupilas mágicas
de sus divinidades turbadoras y ambiguas.
66
Te he amado en Semíramis y en Cleopatra y en todas
las divinas mujeres que arrastraron imperios
y he sentido en la sombra glacial de las pagodas,
tu presencia velada, detrás de los misterios.
Te he visto en el poema supremo que soñaban
mis ojos y mis manos, de absoluta harmonía
y en las dulces angustias que en Beethoven sangraban
y en los abstractos mares de la filosofía.
Y en toda primavera te han puesto mis deseos
en el oro y el agua y en las piedras preciosas
y en las modernas urbes, soñando en los museos —te he visto en actitudes, extrañas, milagrosas.
Y hoy que al fin te poseo forma dulce y concreta
por mi amor aclarada sobre la carne triste,
comprendo que es la llama del alma siempre inquieta
la que te eternizaba en todo lo que existe.
Y que en el claro ritmo sin principio del Todo
has sido tú y tu carne secreta nebulosa
que al fin brillante y única se reveló en el lodo
y fué para mi espíritu por misterioso modo,
la música divina de la estrella y la rosa.
-a-
67
ÉXTASIS
Son extraños instantes en que mi alma se muere,
mi pensamiento es vago, como un pálido incienso
ni la ilusión me ama ni el recuerdo me hiere.
Mi corazón dormita del olvido suspenso . .
.
Soy un ídolo eterno cuyas áureas pupilas
no turban los dolores ni los sueños humanos,
mis anhelos se aplacan cual las aguas tranquilas
ni amenazo ni ofrendo, son de piedra mis manos.
Soy un ídolo eterno, en la penumbra incierta
de un templo milenario del corazón de Asia . .
.
Mi carne de basalto sin alma, está ya muerta
ni sufre, ni desea, en la suprema gracia.
Fin del Libro II
68
EL MÚSICO Y LAS BAYADERAS
ñ Federico Bas Dáwila, en cuyo
espíritu canta ¡a música y en cuyos
ojos danzan las bayaderas.
LIBRO 111
RITMOS
Esta noche te he vuelto a encontrar ¡oh fantasma
imposible y divino de la mujer que lloro!,. .
Era la imagen viva que mi recuerdo plasma,
aquella bailarina que en una nube de oro
— luces y cabellera, joyas y pedrería —ante mis ojos tristes y atónicos surgía
bíblica y formidable como una profecía.
Inmaterial, profunda, blanca, toda desnuda
danzaba ante mis ojos ¡tan inquietante y sola!...
y el cáliz de su cuerpo, que era el ritmo, una aureola
de eternidad bañaba. Mi carne estaba inerte
y gloriosa, triunfando de la vida y la muerte.
Mi alma estaba muda
y mi ser se sentía, inmortal como Budha.
Yo miraba el fulgor de sus ojeras lilas
— ñores alucinantes de un jardín de sibilas —y en la atmósfera ardiente que sus raras pupilas
poblaban de infinitas visiones intranquilas,
tomaban cuerpo todos mis sueños más extraños.
71
Y pasaba en silencio la antigua caravana
de mis presentimientos:
las noches de Caldea, las mañanas de Grecia,
Egipto misterioso, la India con sus templos . .
.
Y el apremio de una ansia terrible y sobrehumana
que no era de estos tiempos, que era de miles de años,
me aclaraba el secreto de lo desconocido
;
y en las pupilas áureas de la mujer desnuda
que danzaba serena más allá del pecado— como en las claras aguas de un mar antes surcado —
mis ojos, avatares sin temor y sin duda,
veían el cadáver del gran amor perdido . .
.
Y mi dolor clamaba como un niño inocente
muriéndose de sed al borde de una fuente.
Y mi ser presentía
que aquella bayadera de manos misteriosas
luminosa y doliente como mi fantasía,
cual en un cofre de oro, en su carne de rosas
guardaba el gran secreto, la ignorada harmonía
de todos mis destinos
humanos y divinos
Y ante mis ojos tristes danzaba blanca y sola,
ritmos innumerables y amargos cual la ola...
Y una voz que venía
del fondo de mi mismo,
clara voz de profeta, clamando me decía:
«Por qué buscas la muerte, el dolor y el abismo.
Por qué buscas el alma, si eres solo egoísmo.
La mujer es la sierpe y el puñal y el veneno.
Salomón vio el fulgor de sus ojos de jaspe.
72
Y Herodes le ofrendó sobre su erecto seno
la voluptuosidad de la sangre .
.
La mujer es la hembra que derrota a la Cruz
y llora por la carne del dulce Nazareno.
¡La mujer es la sombra, disfrazada de luz!»...
Y ante mis ojos dulces danzaba blanca y muda,
como una clara estrella sobre el vientre de Budha . .
.
Y otra voz embriagante que yo amo demasiado
para no comprenderla; una voz que tenía
el irresistible poder del pecado
con un timbre glorioso
más divino que el arpa de David, me decía:
«Yo soy el ánfora eterna del gozo.
Inagotable y bella como la misma vida
en mi pecho descansa su frente el universo,
adormecido al son de mi flauta Panida . .
.
Soy el sueño y el canto; soy la línea y el verso.
Soy la fiebre en los ojos del Genio y del Profeta.
En Jericó mi labio fué divina trompeta
que conmovió los muros.
Mi cetro está en la cumbre del Santo y del Poeta.
Y en los antros impuros
danzan a mi capricho la maldad y el deseo.
Yo soy para los hombres, el único Leteo
donde la carne triste puede hallar el olvido;
y Adán sobre mi vientre de eterna tentadora
desprecia el Paraíso, para siempre perdido.
Yo soy la eterna forma, dando al mar y a la aurora
mi luz y mi harmonía de Venus vencedora.
Sin el altar rosado de mis muslos fatales
73
¿hubiera habido Horneros y Cristos inmortales?
¿Acaso hubiera nunca revelado el demonio
a los hombres las gemas, el oro y los metales?
Yo soy Cleopatra haciendo beber al gran Antonio,
el misterioso néctar de mis besos divinos.
Mis dos brazos tan frágiles como tallos de loto
sostuvieron del mundo los arcanos destinos.
Y el trono de los Césares a mis pies cayó roto
con solo una mirada de mis ojos felinos.
¿Qué importaban ni Roma, ni el mundo, ni la historia
al hombre que radiante contempló la belleza
de mi cuerpo desnudo y olvidó la tristeza
de no ser como un Dios, de mi amor en la gloria?
Yo soy todo el pasado, el presente, el futuro
¡por la vida que anhelas a amarme te conjuro!»..
.
Y ante mis ojos llenos de inmortal alegría
danzaba formidable como una profecía. . .
iOh su ritmo profundo más bello que el de un astro
!
¡Oh el marfil y el oro y el divino alabastro
de su carne que ardía como llama ondulante
cuando era un torbellino, fantástico y brillante
deshaciéndose en pétalos de gemas y alabastro
!
¡ Oh su ritmo profundo
divino como el ritmo del corazón del mundo ! . .
.
Yo estaba fascinado igual que debe estarlo
el hombre a quien la sima sin fondo va a tragarlo
de luminoso abismo.
Y enfermo de las rosas de un total egoísmo
que en mi alma florecían, enormes, lujuriosas,
yo anhelaba esas ánforas de amor maravillosas
74
que sus carnes fingían en un dulce espejismo,
Y ante mis pobres ojos, vencidos ya, sin duda,
danzaba como un áspid, mortal, blanca, desnuda 1
LA MUERTE DEL CISNE
Yo te había soñado oh pájaro divino
cisne y mujer. Ambigua forma que mi deseo
amara con amor extraño y bizantino ! . .
.
Yo te había soñado bogando en el Leteo
de mi amor, florecido de pétalos de seda
y embalsamando el aire con tu suave aleteo.
Y te he visto en la fiebre de mis noches de aeda
con tu cuello enarcado
como el iris flexible de la pierna de Leda.
Con tus alas que eran sobre el lago encantado
dos brazos implorantes o dos ánforas puras
de brillante alabastro fino y estilizado.
Con tu cuerpo que era
la carne de Afrodita vaciada en las alburas
de un plumaje de nieve y con tu cabellera
de oro y de diamantes en cuyo fondo incierto
fulgía la mirada de cisne y bayadera
de tus ojos velados. .
.
Yo te había soñado oh pájaro divino
con un amor extraño, doliente y bizantino.
ÍO
Y en ese mundo lleno de sueños no alcanzados
en que mi amor sangraba,
fué donde la quimera de tu ser vio la vida.
Y ante el milagro eterno que al fin se revelaba,
danzaron mis estrellas una danza prohibida
y brillaron los bosques j los mares cantaron
y surgieron de mi alma más profundos y claros
los caminos sin mancha, de otra raza adanida.
Y tu ser imposible tomó vida en secreto
y surgió cual de informe basamento de Paros
la línea misteriosa de tu cuerpo concreto.
¡Oh pájaro divino de cuerpo tan ambiguo,
que la sabiduría del ritmo y la belleza
que el alma decadente de algún magnate antiguo
imaginara, llevas en tu hermosa cabeza
de andrógino de seda.
Yo te había soñado hijo del Cisne y Leda
con tu cuello enarcado
cual la pierna divina de la diosa. Tus alas
que son como dos brazos implorantes, dos puras
ánforas de alabastro, repletas de dulzuras
y tus ojos velados cual los ojos de Palas.
¡Danza, danza enigmático tu secreta harmonía
aun no descubierta por la selva sombría! . . .
Pasea tu inquietante fulgor por las ciudades
donde hay ojos sedientos de absurdas impiedades.
Muéstrales a los hombres con tu invencible hechizo
las puertas ignoradas de un nuevo paraíso.
Transporta con tus alas sus anhelos pequeños
de bestiecillas dóciles, al reino de tus sueños.
Derrama cada noche sobre sus frentes mustias,
la piadosa ilusión de más altas angustias.
76
Da tu canto al silencio que sus almas ahoga
y puéblalo de voces, cual misteriosa droga . .
.
¡Danza, danza Pavlowa, danza bestia divina
cisne y mujer tus ritmos con gracia sibilina.
Y al morir cada noche — como una ansia secreta
de encontrar en tu sombra, la luminosa veta
de una eterna harmonía — déjales en los ojos
la visión milagrosa de tus blancos despojos!...
LA BAILARINA IMPÚBER
Abdul Hamid, te hubiera amado
en la ciudad de los cien quioscos
cubierta toda de esmeraldas
y sobre un lecho todo de oro.
El rubio príncipe de Gales
por ti se hubiera destronado
y sobre blancos elefantes
cargados de rubíes
hubiérate raptado.
Y yo del reino de los sueños
emperador y esclavo,
sobre un lecho negro de ágata
te iniciaría en el pecado.
77
ídolo
Danzabas como un ídolo, sonriendo. Tu silueta
cosmopolita y rara, sobre un fondo algo ambiguo
se destacó. Y tus ojos, sinfonía en violeta,
rozaron la nostalgia de alguna tela antigua.
Yo te miré; y en mi alma tu plenitud fué daño
que rebalsó el abismo virtual de mi delirio,
y se volcó en mi sangre, como un perfume extraño
que de pronto colmara la unción de un vaso Asirlo.
Envuelta en ricas telas, que no soñó el Ticiano
— divina obra maestra de exquisitos latidos—Era de oro tu cuerpo, divino, más que humano,
reencarnando los mitos ya desaparecidos.
Yo te miré. La música profundizó el espacio
y soñé nuevos ritos de amor con tu ser nuevo.
Tu mano era el engarce de marfil de un topacio
y tu pie el cofre sádico de mis ansias de efebo.
Ornada así de joyas, de telas y de pieles
artificial y rara. Mujer, estatua, llama,
brillabas en la cima de futuras Babeles
y eras la pitonisa moderna de mi drama.
Bajo tu sugestión mis sentidos danzaron
como donceles nubiles, bajo la primavera
hasta que fatigados, cual monjes se internaron
en la loggia enigmática que abrían tus ojeras.
78
Y mi tristeza sádica de artista insatisfecho
se despertó de pronto sedienta de tu vida
y fué roja serpiente que se enroscó en tu pecho,
donde bajo tu mano quedóse adormecida.
CISNES NEGROS
Eran los dos cisnes negros
en la claridad del agua,
las carabelas de mis deseos,
sobre el mar de tu carne blanca.
Tenían el pico rojo
tornasolado de esmeralda
un rubí en cada ojo
y el plumaje negro de ágata.
Navegaban lentamente
como una antigua caravana
puesta la proa hacia el oriente
bajo el sol de la mañana.
Una estela de oro y sangre
tras su paso hería el agua
como aquella presagiante
del cortejo de Cleopatra.
Y eran raros y diabólicos
y fantásticos y extraños
con sus cuellos hiperbólicos
y sus gestos de Imperator.
79
IMMBHHBHBaHMHMi
Y al pasar bajo la fronda
silenciosos, encarnaban
las carabelas de mis deseos
sobre el mar de tu carne blanca.
EMBALSAMADA
Para luchar contra la muerte obscura
y arrancarte al festín de los gusanos,
tu cuerpo violaré con ciencia impura
y el escalpelo brillará en mis manos.
Arrojaré sin asco ni amargura
tus entrañas en fétidos pantanos,
y hostil te robaré a la sepultura,
como una perla a trágicos océanos.
Y tan blanca como antes en el lecho
aguzarás mi espíritu insaciable
con el enigma de tu forma inerte.
Y así mi amor sobre tu helado pecho
cada noche en la cópula espantable,
disputará tu esencia con la muerte.
-D-
80
LA RUBIA Y LA MORENA
A Leticia y Amelita Alcain.
Bajo los álamos de plata negra
junto al lago que el sol doraba a fuego,
deshojaban la rubia y la morena
la flor maravillosa de sus sueños.
En el parque Invernal la siesta de oro
con la esperanza de la primavera
cantaba la canción de los retoños
y era un himno solar de vida eterna.
Las barcas dormitaban sobre el agua
su quietud enervante de leyenda
y soñaban. . . soñaban. . . al mirarlas,
la rubia y la morena.
Dos ojos negros, negros, inquietantes
de profundas pupilas azoradas
y dos ojos azules palpitantes
de pupilas de cielo y agua clara.
Un cuerpo ideal y esbelto de Murillo
y otro cuerpo sensual de Alma Tadema,
dos poemas de amor eran distintos,
la rubia y la morena.
¿Qué soñaban aquellas cabocitas
en la tibia fragancia de aquel parque
mientras iba cayendo pensativa
la paz crepuscular sobre la tarde?
81
¿Qué quimeras, rozaban con sus alas
esas frentes de lirios y de sedas?¿Qué en silencio soñaban y soñabanla rubia y la morena?
¿Era muerte, era amor o era vidalo que aquellas miradas contemplaban?Tal vez yo vi en sus labios la sonrisa,
tal vez yo vi correr alguna lágrima.
No sé, Pero de pronto ante mis ojos
una visión pasó llena de vida.
Eran: Venus desnuda rosa y oro,
junto a Psiquis quimérica dormida.
Después volví a mirar todo turbadobajo los álamos de plata negra
y estaban pensativas y soñandola rubia y la morena.
Fin del Libro m;r.
—
w
82
CREPÚSCULOS
ñ Horacio Pizarro,
alma crepuscular.
LIBRO IV
I.
Crepúsculo que llegas maravillosamente
lleno de ensoñaciones y músicas del alma
a tender silencioso sobre la vida un puente
que es un paso de estrellas al reino de la calma.
Tu magia es la serena magia del agua quieta.
Eres como esos ojos de mujer — melancólico —que envían a la muerte, lentamente al poeta
desdichado, en la barca de un delirio alcohólico.
Dónde tus palideces divinas de ultratumba
dónde tu lividez de violadas ojeras.
Dónde ese poderío que apaga la balumba
del mundo y enmudece las ciudades enteras.
Hay algo del misterio de la muerte ignorada
en el temblor divino que anuncia tu llegada.
Hay un espanto breve y hay una anunciación.
Absorta queda toda cosa que tiene vida
y toda cosa muerta palpita estremecida
como si fuera un cuerpo que sangra; un corazón.
85
A-.}
Crepúsculo imperator, en ti todo se encierra.
El que Hora en tu seno, encuentra un mar de llanto
el que ama en tu seno un mar de amor encuentra.
Eres la mano oculta que eterniza la tierra
la miseria idealiza, hace dulce el quebranto,
j en cuya magia extraña, todo el enigma vela.
Los destinos humanos saben de tus liturgias.
La mente ve un crepúsculo de lividez extraña
cuando la mano suma, con sabias taumaturgias,
del caos y la sombra sin fin, rasgó la entraña.
•
Los hombres en la historia sonámbulos y arcanos
en la penumbra grave de un crepúsculo pasan
como sombras furtivas, trágicos, sobrehumanos,
con las manos sangrientas, implorantes y atadas.
Y cada alma que canta, que amenaza o que implora
en la eterna ilusión, del dolor y la vida,
es un hondo crepúsculo, misterio sin aurora,
débil barca en lo inmenso de la sombra perdida.
Crepúsculo que llegas maravillosamente,
lleno de ensoñaciones y músicas del alma
¿serás una ilusión fugaz de nuestra mente
que en la noche postrera se esfumará en la nada?
86
II.
Estoy frente a la tarde que muere lentamente.
Palabras ¡para qué si ellas no dicen nada!...
Más dulce es, como un árbol descubierta la frente
sorprender en silencio la verdad esperada.
Alma mía tu sabes que las cosas son santas
que una emoción de templo, conmueve el universo.
Que hay un solo misterio, sean piedras o plantas
que entre tú y la tarde, no hay un tono diverso.
Para que pues palabras, que son espejos rotos,
para que descripciones que hacen más denso el velo.
Para que imaginar horizontes remotos
si en ti misma está toda la belleza del cielo.
Oh alma mía tu eres la clavija secreta
que regula la eterna, la divina harmonía
y en tu mano se esconde la suprema paleta,
que convierte en milagro, la claridad del día.
Por ti todas las cosas ocultan un sentido.
Por ti tienen su lengua los bosques y los mares,
sin ti todo sería como un templo derruido,
como dioses antiguos sin culto y sin altares.
Sin ti sería un caos sin fin y sin comienzo.
Ya no habría el misterio profundo de la muerte.
¿Y para qué las rosas? Tan solo un Dios inmenso
flotando en el espacio sin límites, inerte.
87
¡Oh alma mía sujeta tus palabras confusas
que entre tú y la tarde, ponen su inútil valla.
Si quieres sorprender las verdades infusas
que guarda lo infinito, mira, escucha y calla!
III.
Es la hora del crepúsculo, serena está la tarde
las sombras van cubriendo de azul todo fulgor
los colores se esfuman en medias tintas vagas
y cobra transcendencia divina hasta un rumor . .
.
Envueltas en un manto de niebla y de misterio
extáticas meditan frente al inmenso altar,
las cosas; y solemnes, hieráticas, eternas,^
algún divino rito parecen oficiar.
El paisaje es de ensueño. Un valle perfumado
por campestres aromas, que va a morir allá
en un manso declive, junto al agua serena
de un río. Hay un camino que hasta la sierra va.
Esta duerme a lo lejos, recostada en un cielo
qne va haciendo más densa la luz, violeta- azul.
La arboleda refleja, tonos verdes grisáceos
en la incierta penumbra. El espacio es un tul
que ha velado las formas. Todo se hace fantástico.
Se oyen graves acordes, cadencias sin igual
rumores que en las frondas se alargan como manos
de ciegos que buscaran ignota claridad.
88
MHMI
Dolores infinitos, ñorecer de quimeras,
todo lo que hace al alma, sollozar o soñar
como raros perfumes de ocultos sahumerios
van dehojando ensueños en la tarde otoñal.
El paisaje. La tarde con sus evocaciones.
La paz casi angustiosa de su serenidad. . .
Nuestra alma transfundiendo su verdadera esencia
amor... dolor... ensueños... todo ¿para qué más?
IV.
La muerte ¡oh la muerte! Y yo estoy entre ñores
en el ocaso dulce de la tarde otoñal
en un divino olvido de todos mis dolores,
mientras la fuente tañe su sistro de cristal.
La muerte ¡ oh la muerte ! siento que en mi garganta,
con suavidad se posa la secreta obsesión.
Como si desde el agua o detrás de una planta
acechando estuviera, alguien mi corazón.
Y es una duda mansa sin sombra y sin angustia
como el perfume de una glacial serenidad
igual que si mi carne se fuera haciendo mustia
con las rosas que van perdiendo claridad.
Y es un sutil espanto superficial y breve
como una paz turbada de un vago sinsabor
como si yo supiera que ese paso tan leve
que me acecha, es el paso de algún secreto amor.
89
Y sin querer se posan en mi pecho mis manos
como dos mariposas profundas de inquietud
que ansiaran ocultar de otros ojos profanos,
a mi alma poseída de rara excelsitud.
Y hay en el cielo vuelos de sedas y de tules
irisados de tonos de un desmayo lustral.
Y mis ojos se van por senderos azules
abismando en el dulce crepúsculo otoñal.
De la sala en penumbra por la puerta entreabierta,
distingo dos retratos colgando en la pared
el de la que está viva, sonriendo al de la muerta.
Dos fuentes que encendieron en mi alma la honda sed.
Y pienso en esas dos mujeres elegidas,
la que se fué muy niña y era la perfección.
La otra veinte años apenas, confundidas
en una sola forma para mi corazón.
Y en el vago horizonte de la tarde violeta
siento como mi ser palpita entre las dos.
Y es la viva el futuro, la esfinge que me inquieta
y es la muerta el pasado, los designios de Dios.
Y comprendo que este hondo mensaje del silencio
es la voz de mi mismo: nostalgias y ambición.
Y que ya tal vez nunca, la fuente de Juvencio
bañará con su filtro mi herido corazón.
Y yo sombra, entre sombras, veo morir el día.
La que se fué me llama desde la eternidad.
La que queda y ya nunca jamás podrá ser mía
me atrae con los signos de la fatalidad.
90
Y una secreta lágrima me irisa la pupila
mientras mi pensamiento dulce divagador
sueña que aquella perla que resbala tranquila
es la nupcial ofrenda que me envía el dolor.
La muerte ¡oh la muerte! Y yo estoy entre flores,
rosales de la tierra y de mi corazón
mientras la tarde apaga sus místicos fulgores,
en un desmayo lento de sombra y emoción.
La muerte ¡oh la muerte! Por qué tan dulce idea
me acaricia los párpados, cansados de esperar,
y ante el presentimiento mi carne dice ¡sea,
oh divina sirena, por fin veré tu mar ! . ,
.
La muerte ¡oh la muerte! Y yo estoy entre flores
en el ocaso lento de la tarde lustral
en un divino ensalmo de todos mis dolores,
mientras la fuente tañe su sistro de cristal.
Y hay en el aire vuelos de sedas y de tules
y hay en mi alma aleteos de una embriaguez letal
y mis ojos se van por senderos azules,
abismando en el hondo crepúsculo otoñal.
91
V
¡Crepúsculos del Otoño
en marfil y en oro viejo
cuando el sol se pone triste,
cuando el sol se pone enfermo!
¡Crepúsculos del Otoño
llenos de místico anhelo
con rosas mustias que lloran
y palideces de muerto!
¡Como agonizan los parques
con vuestra luz en secreto!
¡como suspiran las hojas
su dolor desfalleciendo!
Y el frío de aquellas brisas
que entristece hasta los huesos
y la canción de amargura
de los ramajes ya secos.
Roces furtivos de sedas
que se esfuman en lamentos
y algún surtidor que llora,
por un rosal cadavérico.
¡Como se empañan las aguas
como se cubren de velos!
Los arroyos cómo cantan
la gris canción del Invierno.
92
^gíjg^^ammtiimmmmmmmmmmm
Cómo se esfuman las sendas
bajo los pinares negros,
como se llenan de sombras
de fantasmas y de espectros.
Todas las cosas se miran
como en la bruma de un sueño,
perfumes desconocidos,
vahos de pálido incienso.
¡Y esa inquietud imperiosa
que en todo pone su miedo
y ese malestar que ahoga
y que traspasa el silencio!
Crepúsculos del Otoño
en marfil y en oro viejo
cuando sollozan las tardes
moribundas bajo el cielo.
1 Como se van mis tristezas
en vuestra luz conociendo,
como me veo yo mismo
en vuestro rostro esquelético!
Yo también llevo en el alma
siempre un otoño perpetuo
y un sol pálido y muriente
de marfil y de oro viejo.
Y un surtidor que solloza
con una voz de misterio
por un rosal que hace mucho
no sé cuando quedó muerto.
93
¡Crepúsculos del Otoño
dulces poetas del tiempo
cante la voz de las cosas
nuestro desconsuelo eterno 1
VI.
Tarde dorada de Otoño
de cielo azul transparente
en vuestro seno mi cuerpo
soñando se desvanece.
Tendido junto a un arroyo
que entre sauzales se pierde,
como una humilde violeta
mi corazón reflorece.
Puestos los ojos al cielo
sin mirar el campo verde
escucho el canto del agua
de voz inefable y leve.
Y poco a poco mi vida
que dolor ni pena siente
en el cielo y en el agua
se va muriendo parece.
IOh lasitud inñnita
en que ya nada se quiere
en que el fugaz pensamiento
sin meditar va y viene.
94
Como una flor jugueteando
sobre la inquieta corriente 1
¡Oh comunión en que brotan
flores de paz en la frente!
Quien pudiera tarde de oro
estarse así para siempre
llenas de azul las pupilas
la carne dulce j sin ñebre.
Con los ojos encantados
y las manos rosa y nieve
llenos los castos oídos
de música de agua leve.
¡Oh tarde dulce de Otoño
de cielo azul y agua verde
quien pudiera, quien pudiera
estarse así, siempre, siempre.
Tendido de cara al cielo
y escuchando la corriente
hasta que al fin entornara
nuestros párpados la muerte.
95
VII.
Yo voy con mi vida, por un caminoque pudiera ser senda de un viaje eterno.
Brilla la luna sobre el invierno
de un parque envejecido por el destino.
La cinta blanca de mi sendero
se esfuma y muere en el infinito
y el cielo pálido pebetero
es como el templo de un muerto rito.
Bajo su bóveda finge que duerme,
ciudad lejana de tintes rojos
como una esfinge que hendiera inerme
sus cien millones de áureos ojos.
Sutil y tenue surge el diseño
de la arboleda ya deshojada
y es una atmósfera plena de ensueño
que dice todo y no dice nada. .
.
Yo he puesto a mi alma sobre una estrella
que se ha dormido, que ya no duda
y sigo el viaje junto con ella
por mi alba senda pálida y muda.
Paisaje místico, flor de quimera
hora de una honda calma lograda,
que incita al alma para que mueradiciendo todo, sin decir nada.
96
VIII.
i
¡A donde están los ojos que puedan comprenderte.
A donde están los labios que te sepan hablar,
oh parque, a donde el verso capaz de poseerte,
a donde el alma inmensa que te pueda igualar!
¡ Oh parque ! Tu silencio, tu sombra, la hermosurade tus aguas cambiantes, de luz crepuscular,
son sueños imposibles de una dulce locura
a la que nuestras almas, nunca podrán llegar.
En tu seno hay un mundo secreto y escondido.
Tu aroma es un mensaje; tu brisa es un gemidocada hoja es un fantasma que nos llama al pasar.
Pero como si fuéramos de dos mundos extraños
tu misterio y el nuestro desde hace miles do añosse buscan anhelantes, sin poderse encontrar.
IX.
Un cielo gris que sueña sutilezas divinas.
El río todo de oro, con sus barcos dormidos.
Y la ciudad opaca, como ciudad en ruinas
bajo la lluvia tenue que apaga los sentidos.
Los ojos escudriñan lejanías marinashorizontes extraños, para siempre perdidos
y los labios evocan tardes Alejandrinas,
en que eran los mortales, como dioses caídos.
97
Todo parece enfermo de una nostalgia antigua.
Y el humo de los barcos la dulce forma ambiguade viejos dioses muertos un instante figura.
Mientras mi alma embriagada de cien humanidadesprofundamente evoca, milagrosas ciudades
desde el fondo brillante de su rara amargura.
X.
La ciudad es de cristal
bajo la lluvia invernal.
Pone la niebla en los ojos,
vagos resplandores rojos.
Y hay en el aire palacios
irisados de t%)acios
y bajo el suelo, glaciales
raras ciudades boreales
cambiantes como vitrales.
Llegan mensajes del Polo
al corazón que está solo
sin un recuerdo, ni un trino.
Y en el alma toda jíálida
va surgiendo la crisálida
de un verde mo'nstruo marino.
Todo es vago todo es viejo
y los hombres y las cosas
son cual lejanos reflejos
de ciudades milagrosas.
98
Las luces entre la niebla
son ojos fosforece ntes
de quimeras decadentes
que luchan con las tinieblas.
Y el alma brillante y dura
como un diamante maldito
sin una queja ni un grito
sorbiendo va su amargura.
Ya no hay horror ni dolor
por las agujas del frío.
Duerme insensible el hastío,
duerme insensible el amor.
Y en la blancura inmutable
de una helada Monna Lisa
el corazón eterniza
su anhelo de lo impalpable.
XL
Yo te dije: Hoy vamos a amarnos en silencio.
Te tomé de la mano y te llevé a la sala.
Tú me seguiste como en un sueño ...
¿Por qué ansiaba sentirte junto a mí sin mirarte?
La penumbra pesaba como un presentimiento,
y sobre las estatuas había un vuelo de almas.
Yo te dije: es preciso. . . ven. . . despacio. . . en silencio,
¿Por qué ansiaba luchar sin amparo en la sombra?
Sobre el diván tendiste la rosa de tu cuerpo.
Su aroma hizo temblar al Hermes de basalto . .
.
99
Yo me senté a tu lado inmóvil como un muerto.
La tarde se alejaba al trote silencioso
de sus cien elefantes y de sus cien camellos
blancos y silenciosos, como bestias divinas.
Las sombras adoraban sus ídolos eternos
y en el cielo del parque, serenas empezabana florecer las rosas brillantes del misterio.
Estábamos extáticos, éramos dos esfinges
a cuyos pies moría la inmensidad del tiempo.
En el jardín la fuente cantaba un son de platas
profundo como el canto fantástico de un ciego.
Nuestros perfiles vagos, quiméricos, extraños
se iban en una fuga de tonos diluyendo. .
.
y arcanas nuestras almas, aún enmudecían.
Estábamos extáticos, éramos dos espectros.
¿Por qué ansiaba olvidar el sabor de tu carne?
Aún se adivinaba el blanco sortilegio
de tus dos senos blancos, hirie;i^Bi como un áspid.
Aún sobre el cadáver helado de\^s nervios
como un vampiro de oro brillando en la tiniebla
cernía sus dos alas siniestras el deseo.
Mi voluntad luchaba con brazo de gigante.
¿Por qué ansiaba mi amor morir para tu cuerpo?
Ya la noche traía por lívidos caminos,
en lenta caravana sus elefantes negros
ya las sombras habían sumido en el olvido
las formas, la materia, lo mórbido, lo cierto.
Por fin estabas dentro de mí. Por fin te amabasin sexo y sin contacto. En esencia, en misterio.
Tu y yo no existíamos. Era un JEl, era un logos
¡por fin nuestras dos almas, llegaban a lo eterno!.
Hubo un sereno instante, de infinitud suprema.
100
Pareció que ya íbamos a dejar nuestro cuerpos.
Después en la quietud pasói^na extraña angustia
y de pronto un sollozo martirizó el silencio.
Brilló ante mis pupilas la sentencia maldita
y se encogió temblando, mi corazón de miedo. .
.
¡Ven pronto! me dijiste. ¡Acércate a mis labios,
es la muerte, la intrusa, no puedo más, no puedo!
¡acércate a mi carne, que nos sienta la vida
pronto que ya en la muerte se abisman nuestros cuerpos
!
Entonces en una ansia de vivir infinita,
tensioné brutalmente mis agotados nervios
y como una pantera me abalancé a tu boca!
¡En el silencio trágico, sonó inmortal un beso!
v!/
Fin del libro IV
101
NOCTURNOS
LIBRO V
¡Ya no te bastan las palabras alma!
Ni la música azul ni la profana.
Solo tú y tu dolor y tu esperanza
y tu vida y tu muerte ¡Alma! ¡Alma!. .
,
Por las calles desiertas y sombreadas
que la luna de julio torna ancianas,
vas paseando al azar tus viejas llagas
que se ocultan del sol cada mañana.
Y te siento muy vieja ya pobre alma.
No en vano a grandes sorbos toda el agua
del mundo has apurado, cuando aun nada
sabías de los filtros y eras blanca
y feliz por que todo lo ignorabas.
Mas tú que en toda fuente te saciabas
y en toda senda se posó tu planta,
en vez de las estrellas de oro y plata,
y del amor de la mujer soñada,
fuiste hallando tu sombra, en otras almas,
cada vez más profunda y más helada.
Y un veneno sutil que lento mata
ha ñorecido tu blancura en llagas.
105
IPalabras 1 para qué. Ya no hay palabrasen el cielo y la tierra. Solo hay alma,tu tragedia, tu culpa involuntaria.
Antes, cuando el dolor te estrangulaba,
como el trompo de D'Ors, también danzabas.Y la amargura de la ola amargaante el capricho de la forma rara
o la sonoridad de sus gargantas,
olvidabas. Y azul se desplegaba,
un desfile de imágenes, fantasmasque sin curar tus males te embriagaban.
. Pero aquel faquirismo que engañabatus dolores de ayer, ya no te engaña.Y hoy bajo la luna— llaga extraña—comprendes lo incurable de tus llagas.
Y la* ola que ayer te deslumhraba,se deshace en tu boca ¡cuan amarga 1. .
.
Un gato macilento la calzada
torna más misteriosa y desolada.
Un gran árbol asoma su callada
y angustiosa quietud sobre las tapias.
El rumor de un tranvía lejos pasa,
como una pesadilla que se apaga.
Y los focos, pupilas que se espantande sí mismas, tiritan como larvas.
¡Esta es la ciudad que duerme y calla,
preñada de impurezas y fantasmas!
Ni tú luna, mentira biselada,
cabeza de bacante desgreñada;
ni vosotras estrellas, dulces hadasde otras horas más dulces y más claras,
conseguiréis que mi alma atribulada.
106
os cante en su ilusión bellas palabras.
Sus labios están secos. Su garganta
ha perdido esta noche cruel, el habla;
y recuerda su voz que ayer sonara,
como un eco de música olvidada:
Un amor infinito, una soñada
transfusión insensible de dos almas.
Una ciudad divina, inmaculada;
un arte de belleza, pura y casta,
y al fin la humanidad provista de alas,
realizando sus sueños y sus ansias . .
.
¡Pero calla alma mía, ya no bastan
para tu gran dolor, solo palabras,
que han gritado al vacío tantas almas 1
Te queda solo la verdad amarga
de verte capilar sobre la nada.
La voluptuosidad desesperada,
de torturarte sobre la Tebaida
de tus horas, futuras y pasadas,
y un amor infinito, y una clara
compasión de ti misma y de tus llagas.
¡ Palabras 1 para que, ya no hay palabras
en el cielo y la tierra. Solo hay alma,
¡tu tragedia inmortal, frente a la nadal
107
II.
La Villa, duerme, duerme, bajo la luna llena.
¡ Oh helada media noche del Otoño romántico
que pones en la línea de plata del camino
como el presentimiento de un profundo cansancio!
Yo voy con mi tristeza, lentamente, en silencio
sin más acompañante que el ruido de mis pasos
sobre la arena. Solo con mi dolor antiguo.
Y aquel enervamiento de un mundo todo pálido
despierta mis dolores de todo lo vivido
de todo lo imposible, de todo lo ignorado.
Y una palabra sola de angustia o de esperanza,
quisieran pronunciar en la noche mis labios.
Pero un sollozo inmenso, me ahoga y me enmudece.
¡ Oh pobres labios míos, aun demasiado humanos ! . .
.
Y una voz que se eleva del fondo de mi mismome dice que muy cerca de mi alma está vibrando
la mágica palabra que no sube a mi boca.
Entonces me detengo sobre el camino blanco,
y aguzando el oído, tímidamente escucho:
El primero es el canto dulce de los regatos
con su divina música de innumerables gemas
que fueran en la sombra saltando y resbalando.
Y él habla de las grutas verdes y misteriosas
consteladas de perlas y corales rosados
donde blancas sirenas de ojos fosforecentes
ocultan navegantes hermosos y arriesgados.
Y de las grutas rojas, brillantes, donde fulgen
el granate, el rubí, la amatista, el topacio
;
donde los viejos gnomos de ojillos de diamantes
aprisionan la luz que baja de los astros.
108
en la plata y el oro y en las piedras preciosas
con que incansables forjan sus palacios fantásticos.
]0h la canción del agua que cuenta los enigmas
raros y obsesionantes del mundo subterráneo!
La Villa duerme, duerme, bajo la luna llena.
Después es el rumor siniestro do los álamos,
con su fragor lejano de blancos esqueletos,
danzando enloquecidos en un estrecho abrazo.
Y él habla de las noches pobladas dé fantasmas
y de vuelos sombríos que surcan el espacio
y de aletazos húmedos que erizan la mejilla
y de helados silbidos que crispan las dos manos.
¡Oh rumor de las hojas que evocan en Otoño
toda la extraña ciencia del frío y del espanto ! . .
,
La Villa duerme, duerme, bajo la luna llena.
Por fin sobre las voces del agua y de los álamos
se eleva el coro agudo del llanto de los perros
que surge intermitente de un barrio y otro barrio.
Y él habla de las almas quemadas por el fuego
de inmensas ambiciones y anhelos no saciados.. .
¡Oh lúgubre plegaria que surgiendo en la noche,
parece un gran lamento por la tierra lanzado
que encarnara en su lengua siniestra, todo el odio
y el dolor, la esperanza y la lujuria humanos!..
.
109
La Villa duerme, duerme, bajo la luna llena...Y yo como una estatua sobre el camino blancobajo la media noche del Otoño, desnuda,sigo la voz oculta del misterio escuchando.
III.
Camino lleno de luna,
como mi alma de tristeza
que vas abriendo en la nocheuna sugestión inmensa.
'
Camino blanco y borroso
que no pareces de tierra
y sí más bien hecho todo
con polvo claro de estrellas.
Camino ¿de donde vienes?
¿a donde llevan tus huellas?
¡Oh yo no quiero saberlo!
Yo hago con ti mi leyenda.
Y así divina y desnuda,
mi alma siguiendo tu sendasueña que tú la conduces,
a su país de quimeras.
Y en tus arenas de plata
y en el brillo de tus piedras,
forja palacios y grutas,
llenos de vidas secretas. .^
Y en los furtivos murmulloscon que la noche te puebla,
escucha voces ocultas
110
que dicen cosas eternas.
Camino lleno de luna
como mi alma de tristeza
¡por ti se acerca mi vida
poco a poco a las estrellas!
IV
Una luna pálida, de extraña blancura
y un cielo en que brillan estrellas murientes.
Abajo, en la noche, la ciudad obscura,
en que vagan torvos, fantasmas dolientes.
Un sabor intenso de gran sepultura ...
Hojas que recuerdan un chirriar de dientes;
el viento que silba con loca amargura,
y cosas hostiles y voces hirientes...
El eco lejano de un coche que pasa. .
.
El profundo estrépito que atruena una casa,
al golpear el viento la puerta olvidada. .
.
Y en medio de todo, trágica y distante,
la vaga silueta de algún ser errante,
que arrecia en la noche, su pena ignorada. .
111
V.
Las tres de la mañana bajo el café desierto.
La orquesta se ha callado. Ya no hay canto en las cosas.
Y yo divino y triste, sereno ¿ómo un muerto,
contemplo mi existencia. . . Mis horas dolorosas. .
.
Y un amor imposible ¡fatal abismo abierto!
Y una sed insaciable de aventuras gloriosas ... *
Y un dolor incurable, por inmenso y por cierto. .
.
¡ Y saber que no estoy sobre un leicho de rosas ! . . .
Y la ciudad eterna de la noche y el día,
palpitando terrible como algo irremediable.
Y en las luces, la fiebre del amor y la muerte . . .
¡ Oh tres de la mañana, tu sabes la harmonía
de las almas que callan su fracaso incurable
y son rosas de sangre que deshoja la suerte!.. .
VI.
Bajo el manto de plata de la luna llena
eras lirio inmutable de un jardín de neurosis. .
.
Tu silueta de Icono, mortalmente serena,
se constelaba de astros en suprema apoteosis.
Yo me arrastré llorando, preso de un paroxismo
de doloroso amor, hasta abrazar tus piernas . .
.
Tú callabas inmóvil. . . Yo te soñé un abismo
donde amaban mis vidas, hasta tornarse eternas . .
.
112
Después llegué a tus labios, y sentí miedo y frío,
Sobre el teclado mudo, pasó un temblor incierto . .
.
Tú callabas inmóvil. . . Tu cuerpo no fué mío. .
.
¡Bajo una gran tristeza, mi sexo estaba muerto!...
VIL
Morir sobre las olas de una aurora radiante
con el alma infinita de pensar y soñar,
sintiendo el peso enorme y abismal del instante
como el batir furioso de los genios del mar.
Saber que ya no queda para el alma anhelante
ni una sombra siquiera que poder alcanzar.
Si, tan solo el misterio, fatal y amenazante. .
.
IY entregarse al quien sabe, como un Dios, sin dudar!
Clavando enloquecido, la pupila de acero,
en la luz peregrina del ensueño postrero,
hasta que toda estrella dejara de brillar. .
.
Y cuando ya el sol de oro, cantara sobre el día,
maravillosamente, hundirse en la harmonía
eterna, para siempre ¡ entre el cielo y el mar ! .
.
-ik-
FiN DEL Libro V4^
113
.EPILOGO
El acróbata bailaba
sobre la cuerda y reía.
Era hermoso y parecía,
que más que bailar, volaba . .
.
La bruja que lo acechaba,
lo miraba. . . lo miraba. .
.
Y una mueca contraía
su boca que sonreía . .
.
Ágil liviano y artista,
daba un salto y otro salto.
Y como un dios desde lo alto,
miraba brillar la pista. .
.
La bruja acechaba lista
con sus ojos de basalto,
para atraparlo sadista,
que diera el salto más alto.
115
Entró de pronto la amada
y sus ojos se embriagaron
y sus músculos saltaron
con una destreza osada.
Pero al caer ya tizada,
cedió la cuerda. Y su salto,
fué el último y el más alto .
.
Y mientras el se moría,
jcon sus ojos de basalto
la bruja se sonreía 1. .
.
116
ÍNDICE
Página
Dedicatoria 5
Tríptico : El arte — La metáfora — El artista 7
Psiquis 10
Invocación ,H
La Sombra del Pino — Libro I.
Iba el peregrino 15
El milagro 16
Exaltación l'i^
El mensaje 19
Los peregrinos ilusos • - • • • 20
¡ Ciudad maravillosa !20
Elegía de la carne triste 22
La sed 24
iAlma! 25
Las torres 28
Pasan los niños 29
La llama ^La amada fiel ^Las alas ^^
Oración carnal ^
liíTERMEZzo : Vasos profanos.
Retrato *1
A Dorian Gray ^3A Georges Carpentier *1
A Nerón ^^
Voces Antiguas — libro 11
.
Avatares 51
El peregrino inquieto 52
Exaltación 52
Estaba la Princesa antigua 54
Página
Era en una ciudad Panlda 55
La Reina de Saba 57
Dolor antiguo 58
Mandarina 59
Danza macabra 61
Demi mondaine. 63
Desconocido 64
Amor cerebral 65
La sombra 66
Éxtasis 68
El músico y las bayaderas — Libro III .
Ritmos ? 71
La muerte del cisne 75
La bailarina impúber 77
ídolo 78
Cisnes negros 79
Embalsamada 80
La rubia y la morena 81
Crepúsculos — Libro IV.
1 85
II 87
III 88
IV 89
> V 92
VI 94
Vil 96
Vm 97
C IX 97
X 98
XI 99
NocTxmNos — Libro v.
I '. 105
IIj¡,
108
III 110
IV 111
V, 112
VI 112
VII 113
Epílogo 115
TALLERES PEUSER
í*..