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La Jornada deAhuachapán:
12 de dicielTIbre de 1944
Jorge Arias GómezHistoriador y jurista salvadoreño
La Jornada de Ahuachapán:12 de diciembre de 1944
Jorge Arias GómezHistoriador y jurista salvadoreño
"¡La persona que quiere recordar no puede quedarsesentada en un sitio y esperar que los recuerdos lleguen solos! ¡Los recuerdos se han desperdigado por
todo el mundo y uno tiene que viajar para encontrar-los y hacerlos salir de sus escondrijos! "
Milán Kundera
Recuerdos marcados al rojo vivo
Este 12 de diciembre se cumplen 59 añosde la llamada "Jornada de Ahuachapán",protagonizada por varios centenares dejóvenes, en su mayoría estudiantes universitarios y de secundaria así como porobreros y campesinos, dirigidos militarmente por oficiales del Ejército salvadoreño que se encontraban de baja a raízde la fracasada insurrección cívico-militardel 2 de abril de 1944, contra la dictadura del Gral. Maximiliano HernándezMartínez. El objetivo de esa acción armada, era derrocar al ene!. Osmín Aguirrey Salinas, quien accediera a la Presidencia de la República mediante un golpe deEstado preparado cuidadosamente y ejecutado por la cúpula militar el 21 deoctubre del mismo año.
Confieso que los recuerdos siempre estánpisando mis talones como indicándomeque con mi muerte quedarán sepultadosen el olvido. Vívidas imágenes vienen ami memoria, recorriendo los muchos ca-
minos que he transitado durante mi existencia. Algunos de esos recuerdos se handesviado en veredas conducentes al extravío o a la pérdida paulatina de su original colorido hasta convertirse en una tonalidad sepia como esa que domina laatmósfera de los sueños. Otros, quizás losmás dolorosos, han sido, como dijeraCésar Vallejo, " ...caídas hondas de losCristos del alma". Pero la verdad es queesos recuerdos allí están, a manera demarcas hechas con fierro ardiente. Unode ellos, es, precisamente, el del 12 dediciembre de 1944, cuando naci de nuevo y me gradué de hombre.
1944, históricamente trascendental
Entre los hechos políticamente relevantesde 1944, cabe destacarse:
1. El funcionamiento de una AsambleaConstituyente, convocada por el Gral.Martínez, mediante un plebiscito amañado, que aprobara reformas a la Constitución de 1939, pero que propiamente re-
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dactaba una nueva. Ante la perspectiva deque en 1945, terminaría el tercer periodo presidencial del dictador, la Constituyente acordó que Martínez sereenganchara a partir del 1 de marzo de1944 hasta el 31 de diciembre de 1949.
2. La insurrección cívico-militar del 2 deabril, que fracasara debido a garrafaleserrores cometidos por sus dirigentes militares y civiles. Como consecuencia,Martínez condenó a muerte, entre reospresentes y ausentes, a 35 militares y 10civiles. De todos los condenados, 10 militares y un civil (Víctor Manuel Marín),fueron fusilados.
3. El 25 de abril, los estudiantes universitarios se declararon en huelga, jurando queno volverían a clases sino hasta que fuera derrocado Martínez. Escalonadamente,y en forma rápida, se sumaron al movimiento estudiantes de secundaria, empleadospúblicos y trabajadores de las empresasprivadas. En la primera semana de mayo,la huelga era general, estaba totalmenteparalizado el país. Las calles centrales deSan Salvador, fueron tomadas por decenasde miles de capitalinos y millares se reuníanfrente a la esquina de la Universidad (formada por la 2a. Calle Oriente y laAvenida Cuscatlán). En este punto, uno delos balcones del paraninfo se transformóen tribuna desde la cual se orientaba y sedaba cuenta del estado de la situación.Cabe apuntarse, que la oficialidad de bajorango y soldados enviados con el propósito de reprimir al pueblo, no lo hicieron.Los dirigentes visibles de la huelga, llamaron a la gente a fraternizar con ellos.
4. La llamado "huelga general de brazoscaídos", fue, pues, encendida por los estudiantes universitarios. Esta poderosa resistencia pacífica, indudablemente seguía
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las lecciones de Gandhi, quien la practicara al rapaz imperio británico hastalograr la independencia de la India. Martínez renunció a la presidencia el 8 demayo, pero dejó intacto el aparato delEstado: La Asamblea Constituyente, que sehabía transformado en Asamblea NacionalLegislativa, siguió incólume; como Presidente que le sucediera, escogió el dictador auno de sus incondicionales, el Gral. Andrés 1. Menéndez. Lo mismo sucedió conla Corte Suprema de Justicia.
La renuncia de Martínez tuvo como antecedente inmediato, la muerte de JoséWrigth Alcaine -de ciudadanía norteamericana- a manos de un policía. Tomandoen cuenta este suceso, el embajador delos Estados Unidos le notificó al dictadorque el gobierno de Washington le retiraba su apoyo. Martínez salió del país el 9de mayo rumbo a Guatemala.
5. Posteriormente a la caída de Martínez,hubo un acuerdo político de los líderes dela huelga general con los diputados a laAsamblea Nacional Legislativa, en lo concerniente a que el presidente de la República, sería provisional y por corto tiempo, ya que precisaba encauzarse al paíspor la vía democrática constitucional. ElGral. Andrés Ignacio Menéndez inicia, así,lo que fuera denominado "Régimen depalabra de honor" debido a los vacíosjurídicos que debían llenarse después decasi trece años de dictadura. Fue unanegociación política basada en el honory la buena fe de los detentadores del poderlegislativo y el jefe del ejecutivo. La vidademostró que, de parte de la reacciónconsolidada en los altos mandos del ejército, tal honor fue inexistente y que labuena fe de los dirigentes populares tenía como fundamento la ingenuidad einexperiencia políticas. En realidad, los
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altos dirigentes de la huelga general, buscaron los más prístinos caminos de la legalidad que condujo a los despeñaderosdel fracaso. Dicho con exactitud, en 1944no hubo revolución. El buscar la legalidadpara consolidar regímenes de hecho en ElSalvador, o de cualquier medida que tenga carácter institucional, es una constante histórica sobre la cual caben muchísimas reflexiones críticas.
6. En junio de ese 1944, en el campopolítico había las siguientes organizaciones:Acción Democrática Salvadoreña -fundadaen 1938-, Partido Unión Democrática, deamplia base popular, que apoyaba la candidatura del Dr. Arturo Romero, líder civil indiscutible de la lucha antimartinista;Unión Nacional de Trabajadores, partidoobrero fundado por el Partido Comunistade El Salvador. En la cima de su prestigio,estaba la AGEUS. Estas organizaciones,juntamente con el Cuerpo Médico de ElSalvador, Cuerpo de Abogados y Cuerpode Odontólogos, formaron, a fines de junio, el Frente Unido Democrático, cuyopropósito era velar por el mantenimientode la unidad de las fuerzas democráticaspara impulsar cambios políticos e institucionales urgentes que necesitaba el país.
7. El 28 de junio, presionada por masivasmanifestaciones populares (en lascuales el himno que se cantaba enlas calles de San Salvador, era "LaMarsellesa", aprendido en las escuelas primarias debido alafrancesamiento del sistema educativo), la Asamblea Nacional Legislativa emitió un decreto que convocaba a elección de una AsambleaConstituyente. El poder Ejecutivo loobjeta, sosteniendo que no quedaba otro camino que ceñirse a laConstitución de 1939 y sus reformas
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de 1944, dictadas por Martínez. Se originó una contradicción aguda entre los trespoderes del Estado. A estas fechas, en laCorte Suprema de Justicia ya figuraban abogados de elevado prestigio. Sin embargo,las presiones de los altos mandos del ejército, desembocaron en la convocatoria aelección de una Asamblea Nacional Constituyente, en los días 7, 8 Y 9 de enerode 1945. Esta situación condujo a unaabierta beligerancia política de la cúpulacastrense, cómplice de la dictaduramartinista. A principios de julio, se llevóa cabo en Casa Presidencial, una JuntaPatriótica en la que participaron los trespoderes del Estado, delegados de partidospolíticos, candidatos a la presidencia dela República, agrupaciones gremiales, periodistas y personas independientes. LaJunta resolvió, unánimemente, convocar aelecciones simultáneas de Presidente yVicepresidente de la República y Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, en los días 14, 15 Y 16 de enero de1945. Asimismo, se acordó adoptar laConstitución de 1886 -fetiche jurídico liberal, ante el cual, en ese tiempo, nosprosternábamos de rodillas, con reverencia casi religiosa- señalándose, asimismo,el 14 de julio próximo para su juramentación. Esta se hizo en el Estadio Nacional de La Flor Blanca en forma solemne
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y masiva. Hubo un mal augurio: el pabellón nacional fue izado al revés. ¡Error?¡Mala intención? Nadie, hasta el momento, ha tenido ninguna explicación.
El golpe del 21 de octubre
En el campo electoral, todo indicaba queel Dr. Arturo Romero -llamado "El Hombre Símbolo de la Revolución"- ganaría laPresidencia de la República. El apoyopopular era más que evidente. A mi entender, el Dr. Romero fue el último caudillo de nuestra historia. No ha habido,posteriormente a él, persona que inspirara tanta pasión, esperanzas y confianza enel pueblo. Desgraciadamente, la oligarquía,los altos mandos del Ejército y los jerarcasde la Iglesia católica, se confabularon paralevantar el fantasma del comunismo.
De esta manera, un anticomunismo visceralse inscribió en las banderas de los reaccionarios cuya contraofensiva se puso enevidencia: Los púlpitos se transformaron entribunas contra el "peligro rojo"; 105 altos
mandos castrenses propugnaron un ordenpúblico signado por el silenciamientopopular y la obstaculización policial demanifestaciones. Los grandes cafetalerosfundaron el Partido Agrario, oficializaronla candidatura del Gral. Salvador CastanedaCastro y crearon el Partido Unión SocialDemócrata (PUSO). Proliferaron losplumíferos a sueldo que, semanalmente,publicaban diversos pasquines plagados decalumnias e injurias contra las fuerzaspopulares e hilvanados con un anticomunismo destinado a sembrar terror pánico.
Al mediodía del 20 de octubre, llegó lanoticia de que en Guatemala había sidoderrocado el Gral. Federico Ponce Vaides,sucesor del dictador jorge Ubico, y queen su lugar se había instalado una junta
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integrada por el capitán jacobo ArbenzGuzmán, Jorge Toriello y el mayor Francisco Javier Arana. El pueblo en armashabía hecho posible el triunfo y, así, abrircamino para la profundización de unaverdadera revolución. Para celebrar esteacontecimiento, el Partido Unión Demo
crática, convocó a un mitin para las primeras horas de la noche del mismo día20, el cual se realizó en la Plaza Libertad.Esta plaza, es digno de recordarse, antesdel derrocamiento de Martínez tenía elnombre de Parque Dueñas (en homenajea Francisco Dueñas, el verdugo del Gral.Gerardo Barrios ), pero, de hecho, fuerebautizada por el pueblo capitalino comoPlaza Libertad. Ignoro si hubo o no acuerdo de la comuna capitalina sobre su nuevanominación.
La Plaza Libertad llena ese 21 deoctubre
El mitin fue celebrado a partir de las seisde la tarde. La plaza estuvo totalmentellena de gente y el ambiente que privaba
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era el de una fiesta cívica. El punto central de 105 oradores fue el estallido revolucionario en Guatemala con las consiguientes expresiones de solidaridad y simpatías frente al acontecimiento. En misconversaciones con amigos y concurrentes a la masiva reunión, advertía muy claramente que lo que acababa de sucederen Guatemala, era una especie de premonición para la situación salvadoreña y, portanto, espejo en el que debíamos vernos,dado que la etapa post-ubiquista, con elGral. Ponce Vaides a la cabeza del gobierno, tenía profundas similitudes con lo queestaba sucediendo en nuestro país, aunque, a decir verdad, el Gral. Andrés Ignacio Menéndez, apodado "Cemento Armado", por su terquedad de mantenerse ensus cuatro una vez tomada una decisión,era, además, débil de carácter, ma[eabley manejable.
Estas fueron características que el Gral.Martínez tomaba en cuenta, para que cadavcz que quería observar las aparienciaslegales para reelegirse, nominaba a[ leal"Cemento Armado" para que le tuviera la"guayaba" presidencial. Por la crítica ytensa situación que imperaba en nuestropaís, se vislumbraba entre [as masas lafirme decisión de tomar las armas pararesolverla.
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50 político de las masas; emergieron anhelos y aspiraciones guardados que propugnaban un cambio verdaderamente democrático, aunque, en mucho, las aspiracíones populares tenian un sello de vaguedad. Esto era un claro reflejo de inexperiencia política, aunque había una evidentedisposición de defender lo poco que sehabía logrado aun a costa de [a propiavida. Los que contábamos veinte años deedad, cuando Martínez cae del poder,vivimos desde nuestro nuestra infanciatrece años de dictadura, con estado de sitiopermanente, sin derechos y garantías democráticas, sin derechos sociales.
Estaban, día a día, coartadas las libertadesde reunión, de expresión, de imprenta, etc.En las estaciones terminales de los ferrocarriles, lo mismo que en 105 pocos autobuses de servicio interdepartamcntalcs,había policías de paisano que hacían laslistas de las personas que viajaban o quellegaban a San Salvador y otras ciudades.Mi padre, era trabajador ferroviario y, porello, conocí a varios de esos policías quienes en largas tiras de papel o en libretas,anotaban 105 nombres de [05 pasajeros deltren con una rapidez impresionante.
Vuelvo al mitin de solidaridad con el pueblo de Guatemala. En los discursos fue
Esto que afirmo, alimentaba 105 tcmores, al mismo tiempo que suanticomunismo, entre 105 altos mandos del ejército y la oligarquía. Debodecir, asimismo, quc la siembra delterror de parte dc la reacción, eraalimentada por el lenguaje jacobinoempleado por algunos dirigentes demasas. Posibilidad y realidad eranconfundidas, porque bien vistas lascosas, después del derrocamiento deMartínez, hubo un evidcnte ascen-
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exaltado el mOVimiento revolucionarioguatemalteco y no faltaron intervencionesque, haciendo el parangón entre la situación salvadoreña y la guatemalteca, sacaron la conclusión de que en El Salvador,lo que se vislumbraba era una insurrecciónarmada. Como concurrente al mitin, pudedarme cuenta de la euforia popular queen esa noche provocaron los encendidosy emotivos discursos.
Impulso final del golpe
Una vez finalizado el mitin, hubo un desfile masivo que se dividió en dos columnas: una, que evitó pasar frente al localdel comité del Partido Unión Social Demócrata que ya se perfilaba como el oficial; y otra, encabezada por un provocador,anciano militar de apellido Aveiar, que sílo hizo. Entre los manifestantes de estasegunda columna, hubo palabras subidasde tono y del local se hicieron varios disparos lo que provocó la muerte de dospersonas. Al sonar más disparos, la manifestación se disolvió. Este suceso duró unoscuantos minutos.
Fue un incidente que no tenía nada deextraordinario. Sin embargo, lo acaecidoen esa noche del 20 de octubre fue la gotaque rebasó la impaciencia de los golpistasque protagonizaron el madrugón del 21de octubre. Los conspiradores ya teníanpreparado, con suficiente antelación, undenominado "Plan de Emergencia" "paracuando la Junta Militar ( ya organizada ensecreto ) se viera precisada a actuar deconformidad a las circunstancias". (sic) Nocabe ninguna duda que los golpistas tomaron muy en cuenta lo acaecido enGuatemala, pasando, así, del pánico quese había apoderado de ellos, al ataque yderrumbe de las esperanzas democráticasdel pueblo salvadoreño.
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En mi trabajo El golpe del 21 de octubrede 1944, doy pormenores de esemadrugón fatídico y remito a él a quienesquieran ampliar este punto. Tales pormenores fueron tomados de unos artículos delGral. Salvador Peña Treja, tituladas Memorias de un Militar y La Historia y sus Hombres, con su política romántica y de campanario, publicados a principios de los años60. Resumidamente dicho, a las seis de lamañana del 21 de octubre, el Cnel. OsmínAguirre y Salinas, de Director de la PolicíaNacional saltó a la Presidencia de la República. Se inauguraba una etapa de terrorcuyos blancos fueron los partidos políticosdemocráticos y los movimientos sociales ygremiales. La sangre fue abundantementederramada en diversas ciudades de El Salvador. La represión fue brutal.
Huellas indelebles en nada secundarias
A medio año de 1944, para ser precisosel 1 de julio, los altos mandos castrensespublicaron, a nombre del Ejército, unmanifiesto en el que exigían orden y pazen beneficio de la familia salvadoreña yde la economía. "Nosotros -decía el documento- somos los centinelas de todaslas garantías constitucionales. Aspiramosúnicamente a que la Ley impere con todosu esplendor. Nada más hermoso que elcumplimiento de la ley". En otras líneas,se leía: "Tened confianza plena en el Ejército que es la salvaguardia de las instituciones republicanas y sostén de las garantías constitucionales y que no está guiado por otro anhelo que el de la auténtica grandeza de nuestra Patria". De inmediato, el Gobierno Provisional le dio supleno respaldo.
En vista de lo anterior, los Directores deDiario Latino, La Prensa y La Tribuna (extraño diario, históricamente proteico en su
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forma, nombres y contenido, pues fuefundado con el nombre de Diario Nuevo,en tiempos de Martínez, como diariosemioficial; después adoptó, sucesivamente,los nombres de La Tribuna, Tribuna Librey hoy el de El Mundo), suscribieron unmanifiesto dirigido al Ejército Nacionaldejando constancia del peligro que corríanlas conquistas políticas logradas con elderrocamiento de Martínez, exigiendo a lospocos militares que se escudaban "en lafuerza de las armas", garantía y respetopara las libertades conquistadas.
A esos mandos castrenses les refrescabanla memoria recordándoles la conducta delEjército frente a Martínez, quien cambió laConstitución de 1886 para perpetuarse enel poder ante lo cual las Fuerzas Armadasnada dijeron, agregando cómo el martinatohabía violado reiteradamente la Constituciónante el silencio absoluto de las mismas.
El manifiesto abierta y airadamente, sostenía: "Ya hemos dicho que no queremosque se derrame sangre. Pero al mismotiempo afirmamos de manera rotunda queel pueblo salvadoreño no quiere su sangre al precio de que se restrinja su libertad y se coarten sus derechos. Si mássangre es necesaria para cimentar nuestralibertad, sangre joven y generosa está dispuesta a correr, a verterse a torrentes enaras de la Patria".
El manifiesto fue firmado por Miguel Pinto, de Diario Latino; Alex Dutriz, de LaPrensa; y Pedro Geoffroy Rivas, de LaTribuna. Napoleón Viera Altamirano, deEl Diario de Hoy, se negó rotundamentea suscribirlo.
Resistencia contra el osminato
La Corte Suprema de justicia, cabeza delPoder judicial, después de la caída de
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Martínez, fue electa por la AsambleaNacional Legislativa bajo fuerte presiónpopular. Como Presidente, figuraba el Dr.Miguel Tomás Malina. Los demás integrantes eran: los Dres. David Rosales, Sarbelio Navarrete, Alonso Reyes Guerra, Francisco Chávez Galeano, Rafael AntonioCarballo y Lucilo Villalta.
El 1 de noviembre, "desde un lugar de laRepública", el Dr. Malina se proclamabalegítimo Presidente Constitucional de laRepública de conformidad a la Constitución de 1886 y exhortaba al pueblo a lalucha; decía que estaba dispuesto a llegarhasta el fin.
El siguiente paso de esta resistencia, fueel de formar en Guatemala un "GobiernoSalvadoreño en el Exilio", encabezado porel propio Dr. Miguel Tomás Malina. Estadecisión alimentó entre la gente, la versiónde que en Guatemala podría obtenersearmas para combatir el nuevo despotismo.
El hecho es que en las conversacionesíntimas entre amigos y en los hogarescontrarios a la nueva tiranía, la versióncreció muy rápidamente y como riadainundó la voluntad de lucha de amplísimascapas de la población. Numerosos gruposde jóvenes, principalmente estudiantesuniversitarios y de educación media, asícomo jóvenes obreros, traspasamos la frontera y nos fuimos a Guatemala. Yo acababa de cumplir 21 años y cursaba segundo año en la Facultad de jurisprudencia y Ciencias Sociales.
La bendición de mi madre
Cuando corrió el rumor de que en Guatemala había posibilidad de conseguir armas, varios compañeros, que estudiábamosen la Universidad y que nos habíamos
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diplomado de bachilleres en el InstitutoNacional "Gral. Francisco Menéndez ", nospusimos de acuerdo para irnos a la tierradel Quetzal. Cuando le comuniqué a mimadre mi decisión y pedirle su bendición,ella, con lágrimas en los ojos aunque sinlamentos, me dijo: "Dios te bendiga. Regresarás sano y salvo". Agregó: "Conozco la firmeza de tus propósitos. Demássería pedirte, y hasta rogarte, que no viajaras, porque sería inútil convencerte delo contrario. Para satisfacerme, dirías queno viajarás pero estoy segura de que loharás. Cumple tu palabra con los demáscompañeros ".
El 5 de noviembre, Día del Primer Grito deIndependencia en Centroamérica, que, porcierto, fue un domingo, día lleno de sol ycon cielo totalmente azul, salimos de lacapital a las dos de la tarde, llenos de esperanzas pero tristes, Andrés Amador, Amadeo Cortez Martínez y Jesús Garda Montenegro (quienes años después se graduarían de médicos) y Ángel Ovidio Malina.
En Santa Ana tomamos el tren de la IRCAque llegaba a la ciudad de Ahuachapánen las primeras horas de la noche. Tansólo fue llegar y buscamos contacto conlos hermanos Castro (quienes estudiabanen el Instituto Nacional), a quienes les llamaban "Los puros", dado el color tabaco de su piel. Ellos nos proporcionaronalbergue y al siguiente día, 6 de noviembre, salimos hacia la frontera a eso de lasocho de la mañana.
Caminamos, ininterrumpidamente por caminos vecinales y veredas para evadirpuestos de guardia y patrulleros cantonales.Así, bordeamos la Laguna del Llano, hasta llegar, finalmente, al Paso de Calapa enterritorio salvadoreño. El ascenso de lascumbres que teníamos frente a nosotros,
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fue escabroso. Dichosamente fuimos guiados por unos campesinos que, día a día,bajaban desde territorio chapín con suscacaxtles llenos de jocotes de azucarónpara venderlos en Ahuachapán. A su retorno llevaban bastimento para su propioconsumo o para la venta entre pobladores de los miserables caseríos.
A eso de las seis y media de la tarde llegamos al cantón El Carrizo. Nuestros guíasgenerosos y oficiosos, nos indicaron quenos presentáramos ante el destacamentodel ejército guatemalteco que había enla pequeña población. Lo hicimos. Fuimosrecibidos por su comandante, Cnel.Avelino Treja, quien nos dijo que teníainstrucciones oficiales de auxiliar a los salvadoreños que atravesaran ese lugar fronterizo. Buscó albergue, en donde dormiríamos. El Carrizo está en una elevadacumbre desde la cual se divisa gran parte del territorio salvadoreño. En la zonafronteriza, Turín, Ahuachapán, Santa Anay otras poblaciones, debido al alumbrado público, parecían puñados de luciérnagas. El frío calaba hasta el tuétano denuestros huesos.
Una hora después, dos de los vendedores de jocotes nos invitaron al velorio deun niño que en la mañana había fallecido. Aceptamos. El cuerpo del infante reposaba en una caja de jabón recubiertade papel de empaque blanco. La pobreza de los deudos era impresionante. Nonos habíamos recuperado de nuestra pena,cuando empezaron a rasgar una guitarray una mandolina y los dolientes e invitados iniciaron el baile en el pequeño espacio del rancho pajizo. Nos dieron debeber guaro destilado por ellos mismos ytamales. No faltaron ni el rezo ni los lamentos, aunque se conformaban con decir que si bien ellos habían perdido a un
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familiar, el cielo había ganado un angelito. Es el consuelo universal entre nuestroshumildes que aún se cultiva.
Nuestra partida de El Carrizo
A muy tempranas horas, el Cnel. Treja nosinvitó a desayunar. A eso de las seis de lamañana del día 7 de noviembre, y frentea filas de soldados y de patrulleros preguntó:"¡Quién de ustedes acompañará a los jóvenes para llevarlos a El Chaparrón?". Ninguno de los diez patrulleros levantó lamano. Entonces, a dedo señaló a uno deellos: "Irás vos", le dijo y, de su bolsillo, ledio doce centavos de quetzal para el almuerzo. Estos doce centavos equivalían adoce "Iens" (descomposición popular de"cent"; el quetzal estaba a la par del dólar en ese tiempo). Inmediatamente despuésde la escogitación de nuestro guía, marchamos pasadas las seis de la mañana.
A eso de las doce del día, nos percatamos del por qué no hubo ningún voluntario que quisiera servirnos de guía. Elmaestro de una pequeña escuela rural nosinvitó a compartir su comida. Luego depreguntarle en dónde estaba El Chaparrón,sobre la carretera panamericana, nos dijo,señalando con su índice: "Queda allá, endonde 'azulean' aquellos cerros". Entonces,decidimos que el guía regresara y que nosdirigiríamos preguntando a gente queencontráramos en ese frío páramo, en elcual me impresionara el vuelo de los cuervos que, azotados por el viento, parecíanhojas de papel carbón al garete.
Nos ubicamos a eso de las cinco y media de la tarde en El Chaparrón. Aquíabordamos un camión de volteo de obraspúblicas que nos condujo a Jutiapa, endonde nos presentamos al comandante delcuartel. Se nos proveyeron alimentos y
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lugar en donde dormir. El día 8, a eso delas diez y media de la mañana en uncamión del ejército, nos condujimos a laciudad de Guatemala a donde arribamosa eso de [as cuatro de la tarde. El teniente que iba en el camión, nos dio indicaciones de que la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) nos atendería encuanto la contactáramos.
Solidaridad activa y fraternal
Inmediatamente que llegamos ciudad deGuatemala, nos dirigimos a la Facultad deDerecho ubicada en uno de los antiguospalacios coloniales, frente al edificio delCongreso, sobre [a sa. Avenida y a inmediaciones del Palacio Nacional. Allí estaba instalada una oficina destinada exclusivamente a la atención de estudiantes que,procedentes de Honduras y El Salvador,buscaban refugio. Fuimos rápidamenteatendidos. Los encargados tenían listas depersonas y de familias que ofrecian hacersecargo de uno, dos o más estudiantes. Midestino fue el de [a familia Porras. Guillermo, uno de sus miembros, llegó al díasiguiente, 9 de noviembre, para llevarmea su hogar.
Fui recibido por Doña Raquel v. de Porras,madre de diez hijos de los cuales permanecían solteros sólo tres: Ricardo, elmayor de ellos; Guillermo y Elena, la menorquinceañera, quienes habitaban una grancasa colonial remodelada según las exigencias modernas. Esta mansión se hallaba acuadra y media de [a 6a. Avenida, la máscolorida y bulliciosa arteria de la ciudad,con grandes y pequeños almacenes, restaurantes, cafés, librerías, radiodifusoras,cines y nigth clubs.
El rango social de la familia Porras era declase media alta, de muy refinadas costum-
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bres aunque nada embarazosos. Al contrario, eran muy naturales, de exquisita cordialidad. La cálida atmósfera de que fuirodeado me hizo sentir como un miembromás de la familia. Dolores, una de las hijas, era esposa de Horacio Castillo, quiense contaba entre los herederos de la familia Castillo, dueños de la más grande empresa cervecera de Guatemala que producía la cerveza Gallo. A la familia Porras mevinculó por muchos años una amistad muyfirme. Sin embargo, debido a las variadísimasvicisitudes experimentadas en mi vida, misrelaciones epistolares se volvieron más raras y la amistad devino, con el tiempo, enun grato recuerdo que aún llevo en lo mástierno de mis sentimientos.
Elenita, era una aventajada estudiante depiano. Empezó a tocar este instrumentodesde su infancia. Ocupab" varias horasde cada día para repasar sus lecciones. Fueen estas circunstancias que conocí el Preludio en Do sostenido menor, de SergueiRachmáninov , varios Nocturnos deDebussy y algunos fragmentos de sonatas de Beethoven.
Su madre y hermanos habían hecho unadiscoteca de clásicos con las rápidamente desgastables y quebradizas pastas dela época. Sus revoluciones eran de 75 porminuto. De manera que una sinfonía ouna sonata debían escucharse en cortosfragmentos y estar atentos para darle vueltaal disco. Sin embargo, las veladas eranagradables y ayudaba mucho la modernaortofónica R.C.A. Víctor.
Aprendizaje en mi amor a Guatemala
La familia Porras, con la venerable DoñaRaquel a su cabeza, rompió rápidamente,en mil pedazos, todo un conjunto de ideasadversas que al pueblo de Guatemala yo
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le tenía. Si bien es cierto que no aparecían escritas en manuales ni en libros, sicorrían en boca de todos los estratos sociales salvadoreños. Ni siquiera mis buenos maestros ni mis generosos padres, tanrebosantes de humanidad, escapaban aideas que, con el tiempo, me percaté queestaban cargadas de maloliente chovinismo.Aquel decir, que dichosamente desapareciera para siempre entre la gente del pueblo, de "Guatemala, gente mala; Honduras, gente dura; Nicaragua, gente nagua;Costa Rica, gente pisirica; El Salvador, gentede valor", circuló como moneda falsadurante decenios y decenios.
En los cuentos que en las primeras horas de la noche nos contaban nuestrosmayores, el vivo que siempre "domaba"a gentes de los restantes países centroamericanos era el salvadoreño, quien era también ingenioso y trabajador. En cambio,el chapín era hipócrita; el hondureño, haragán; el nicaragüense, confianzudo; y eltico, aseñorado y egoísta. Además, se nosaseguraba, con una seriedad de catedrático de las mejores universidades europeas,que el Himno de El Salvador en un concurso internacional de himnos (cuyo lugarjamás se mencionó ni la fecha de su realización), había obtenido el tercer lugar, correspondiendo el primero y el segundo,respectivamente, a La Marsellesa y alHimno de México. Estas mentiras, y muchas más, eran el pan cotidiano de nuestras conciencias ingenuas.
Estas primeras experiencias en Guatemala, que se ampliaron en mis contactos conestudiantes y personas de otros sectoressociales, derrumbaron totalmente los prejuicios que habían cultivado en mi conciencia nuestros mayores. Los miembros de lageneración del 1944 que nos autoexiliamosen Guatemala, aprendimos a amarla en-
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trañablemente. Cuando retornamos a ElSalvador, éramos portadores de un mensaje de amor.
Guatemala se transformó en lugar de asilo de los perseguidos por las dictadurasexistentes a lo largo de América Latina. Enmi segundo exilio, en 1952, fraternicé conchilenos, hondureños, nicaragüenses, españoles y de otras nacionalidades. Cuandola revolución democrático-burguesaguatemalteca, de amplia participaciónpopular (que no otra cosa era lo que sucedía en Guatemala, después del 20 deoctubre de 1944) fue derrotada por elimperialismo yanqui en 1954, nos causóprofundo dolor. Las enseñanzas de estarevolución que, por sus características, erala primera que ocurría en América Latina,fueron de mucho provecho para los revolucionarios salvadoreños y de otros paísesdel continente.
Personas y hechos rescatables del olvido
Menos de un mes estuve en la ciudad deGuatemala. A esto me referiré más adelante, porque antes le doy paso a ciertotipo de recuerdos que, por lo común, nollegan ni siquiera a transformarse en polvo de la historia, pero que tienen cabidaen lo profundo de nuestras conciencias.A este propósito, quiero dejar constanciade algunos nombres y hechos que, enmenos de treinta días, quedaron grabadosen mi mente.
En la calle, en casuales encuentros ensorbeterías como la de Benjaminson -endonde algunos "refaccionábamos" a esode los tres o cuatro de la tarde, aunqueno todos los días-, llegaban compatriotassalvadoreños conocidos y desconocidosmíos. Recuerdo a Mario Mena Valle (compañero de bachillerato, pero más que
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compañero, amigo, y más que amigo,hermano), Mario Salazar Valiente (conquien forjamos una amistad de toda lavida), Ernesto Núñez, Arturo Reyes Baños,Ángel Góchez Marín, Carlos ArmandoDomínguez, Humberto Cuestas, Raúl Rodríguez, "El Peche" Tovar, Raúl Valiente,Napoleón Noches Palacios, Walter Hurtartey Herbert Lindo.
A los dos últimos los veíamos como a unosniños, por sus rostros y débil estructuracorporal. Además, pude darme cuenta dequienes arribaban a Guatemala en unaoficina que había sido instalada en elcentro de la ciudad, la cual estaba a cargo de un Odontólogo salvadoreño deapellido Vásquez. Se llevaba un listado detodo aquel que deseaba incorporarse a laresistencia activa contra el osminato, valedecir pelear con las armas en la mano.Añado que el Dr. Vásquez, por los añossesenta, sería Rector de la Universidad deEl Salvador por error. Paso a resumirlo.
En el primer quinquenio de los sesenta, sino recuerdo mal, la Rectoría de la UESestaba vacante. Un grupo de estudiantesy de profesionales creyó conveniente queel alto cargo universitario fuera desempeñado por el Dr. Marco Antonio Vásquez,médico prestigioso de Ahuachapán, distinguido, además, por su honestidad política y su ideología democrática. La Comisión encargada de proponerle la candidatura, tuvo una confusión: a quien buscófue al Doctor Vásquez, el odontólogo deSanta Ana, quien no vaciló ni un instanteen aceptar la propuesta. El organismo elector universitario, lo elevó, pues, al cargode Rector de nuestra Alma Máter.
Anécdota ilustrativa
Ernesto Núñez, quien sería ingeniero civily arquitecto, se albergó en un pequeño
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hotelito (más bien guest house, ubicado ainmediaciones de la concha acústica delparque central. En los encuentros casuales que teníamos, una tarde nos contó quecada día, a eso de los cinco y media dela mañana, cuando todos los huéspedesdormían, escuchaba órdenes militares, querebasaban el medio tono, así: "iNi un pasoatrás! iAdelante!. .. ¡Qué te pasa, te acobardas? ¡Coraje, Ascencio, tres pasos adelante!". "Una mañana de tantas -añadíaNeto-, me levanté en el instante en quese daba la orden de tres pasos adelante,y vi al Cnel. José Ascencio Menéndezentrando al baño emponchado".
Este militar, era en esos momentos Ministro de Defensa del Gobierno Salvadoreñoen el exilio. Invito a quienes lean estas líneas a que mediten si el estimado militartenía o no razón para hacer ese drama antesde practicar sus abluciones. Noviembre, diciembre y enero, son los meses más fríosen Guatemala y en el hotelito no habíaservicio de agua caliente.
Encuentro con mi hermano
A mediados de noviembre tuve la gratanoticia de que mi hermano Gonzalo estaba en Guatemala. Inmediatamente, nospusimos en contacto. En cuanto a la salud de mis padres y hermanas, todo andaba bien, aunque se percibía en ellosmucha preocupación y tristeza. Gonzalome dijo que nuestro padre le había encargado, velar por mi seguridad en las acciones armadas que prontamente protagonizaríamos, que combatiéramos juntos.
Dicho con otras palabras: él y yo deberiamos salir con vida de esa aventura. Laconfianza de nuestro padre depositada enmi hermano tenía cierto fundamento.Gonzalo había prestado su servicio mili-
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tar obligatorio entre 1940 y 1943, en elPrimer Regimiento de Infantería, destacándose como un buen soldado quien rápidamente ganó las jinetas de cabo y, después, de sargento de compañía.
Conocía muy bien el manejo de las armasusadas por nuestro ejército en ese tiempo. MI hermano me aventajaba en tresaños de edad. A muchos de los oficialesque habían participado en la insurreccióncívico-militar del 2 de abril y que habíanescapado de la pena de muerte exiliándoseen Guatemala, los conocía.
Gonzalo fue acogido por una familia deapellido Moscoso, quienes vivían en unazona residencial a inmediaciones del Zoológico Nacional y del gran parque deexposiciones, al sur de la ciudad. DoñaMarta de Moscoso y sus hijasquinceañeras, Marta y Consuelo, practicaban una exquisita solidaridad con los tressalvadoreños que eran atendidos por ellasEstos vivían, decorosamente, en un cuarto de un apartamento aledaño.
Recuerdo indeleble es el del arribo del Dr.Arturo Romero a Guatemala, el mismo díaen que mi hermano también llegara. Lointerpretamos como un indicio de que laacción armada estaba muy próxima. Loshechos, así lo demostraron.
¿Entrenamiento militar?
La noche del 27 de noviembre, mi hermano me comunicó que al siguiente día tendríamos entrenamiento militar en una finca situada al sur de la capital guatemalteca;que debíamos estar listos a las seis de lamañana. Al llegar al lugar, conducidos porunos camiones de obras públicas al lugarseñalado, nos dimos cuenta de que sóloéramos un puñado de muchachos que no
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llegaba ni a las veinticinco personas. A pesarde nuestra extrañeza, comentamos con mihermano que quizás en otras fincas abandonadas había reuniones similares.
Este entrenamiento consistió, esencialmente, en la comprobación de nuestra resistencia para durar cinco horas consecutivas -con brevísimos descansos- en actividad, subiendo y bajando el terreno, porcierto muy escabroso. Al mediodía, finalizamos. No tuvimos en nuestras manosninguna arma. Quienes, como yo, habíamos hecho alguna experiencia militar enel Instituto Nacional "Gral. Francisco Menéndez", durante cinco años, resistimos laprueba, no así los muchachos procedentes de colegios privados.
Se nos prometió que, en próximos entrenamientos, podríamos manipular un fusil.Entre los oficiales que dirigieron el entrenamiento, estaban el capitán Daniel Guevara Paiz, Subtenientes Salvador Crespo,Salvador Luna y unos cuatro más. Dejoconstancia que en mi vida, en lo queconcierne a tareas que revisten ciertasecretividad, he observado este principio:No debo saber más de lo estrictamentenecesario para cumplir con el papel queme corresponde en una actividad. La vidaconfirma que eso de "sólo a vos te lodigo", en la confianza de que el que escucha no saldrá "con el pito y el tambor"a presumir de "sabido", es total y absolutamente ilusorio. El hamo sapiens sapiens,debería definírsele como hamo sapiens"chambroso".
Llega diciembre. El lunes 4, se nos informó que tendríamos entrenamiento nocturno. Algunos fuimos concentrados en ungalpón de obras públicas y a eso de lasocho y media de la noche abordamoscamiones nacionales de volteo. Quienes
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conocíamos el camino, nos percatamos deque el rumbo era el oriente de Guatemala, buscando la frontera. La luna estabamuy hermosa, el cielo sin nubes. Viajábamos sólo con lo que teníamos puesto. MIhermano, en voz baja, me decia que, precisamente, íbamos camino de un puntofronterizo. Lo que algunos guardábamoscomo secreto, ya era conocido en muchosmedios sociales de Guatemala.
En efecto, tragos de por medio en nopocos de los candidatos a combatientes,éstos se despidieron de las familias que leshabían dado acogida y de sus novias,dándoles cuenta del "secreto" y cantando,muy entusiasmados y a grandes voces, unacanción que estaba de moda en ese tiempo, cuyos primeros versos decían: "Vengo a decirle adiós a los muchachos porque muy pronto me iré para la guerra ... "
Instalación del campamento
El martes 5 de diciembre, a eso de lascuatro y media de la madrugada, con frío,desvelados y con hambre, bajamos de loscamiones en el casco de una haciendacercana a Jalpatagua. Éramos como doscientos combatientes, sin armas, sin logística que cubriera nuestras más elementales necesidades. Pese a que ofrecimos alas vivanderas, que preparaban el desayuno de algunos trabajadores, pagarles poruna tortilla con sal y un poco de café, ellasnos respondíeron que no alcanzaba paratanta gente y que tenían sólo lo necesario para dar de comer a los mozos.
La escasez, rayana en la pobreza extrema,era más que evidente. No quiso entendersecon algunos de nosotros para que nosprepara algo que comer en el almuerzo.El hambre no espera y desespera. Mi hermano juró que comeríamos, aunque fué-
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ramos unos cuantos. Le echamos la vistaa una chompipa que, seguramente la estaban engordando para la Nochebuena.Con la complicidad de un estudiante universitario de derecho, de apellido Crespo,tan delgado que, como él mismo decía,podía esconderse tras un poste de la luzeléctrica, se procedió a la "desaparición"de la jolota.
A Crespo, quien se defendía de la intemperie con un enorme saco, no le costóesconder a la animalita. Nos fuimos a unaquebrada un tanto alejada de la casa dela hacienda, y unos doce hambrientoscombatientes revolucionarios pudimossatisfacer, aunque a medias, nuestra primordial necesidad de alimentos. Este tipo de"cache ría" , se repetiría en los días quepernoctamos en el campamento que instaláramos cerca de Conhuaco.
Hicimos champas pajizas y el suelo lorecubrimos de abundante paja que cubríalas serranías que nos rodeaban. No contábamos con que la hierba estaba plagada, abundantemente, de garrapatas en elestado de "mostacilla", de manera que enlas noches el rasca y rasca nos impedíaun descanso normal lo mismo que el hambre, pues comíamos tortillas y frijoles unavez al día. La pobreza de los lugareños eraimpresionante.
Organización de compañías
No fue sino hasta el 8 de diciembre quenos llegaron las armas en cajas que contenían viejos fusiles máuseres, de cinco tiros,hechos en Oviedo, España. Se nos dio alimpiar dos fusiles, uno para nuestro uso yotro que sería transportado para armar a la"resistencia interna" organizada en Ahuachapán, y en otras ciudades importantes, de lacual se nos hablaba insistentemente.
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Fueron organizadas las compañías. La mía,que bautizáramos "2 de abril", quedó almando del Capitán Daniel Guevara Paiz.A mi hermano se le nominó sargento responsable de una escuadra de once hombres y yo fungí como cabo. El arma máspesada que se nos encargó fue una ametralladora francesa, marca Hotchkis; además, se nos proporcionó unasubametralladora inglesa, de tolva, Lewis.El día 9, hubo entrenamiento general detiro. En la noche, muy preocupado, mihermano me dijo: "Apenas el 15% de loscombatientes puede manejar un fusil".
Ultimas horas en el campamento
Después del entrenamiento, se entregó acada combatiente 200 cartuchos para losfusiles máuser Oviedo, "mosquetones" queaumentaban de peso en relación directacon el cansancio de quien lo llevaba. Raroera el combatiente que tenía alguna especie de morral para las balas, de maneraque me vi precisado a cortarle las piernasa un pantalón que tenía como mudada derepuesto. Una, se la di a mi hermano yla otra fue para mi uso. Las improvisadascartucheras las amarramos con una pitaque, pasando por nuestro cuello, colgamosbajo nuestras axilas izquierdas. Reunida laescuadra, Gonzalo nos hizo algunas reflexiones: "Yo no temo tanto a las balasque nos dispare el enemigo.
Tengo miedo a las que perforen nuestrasespaldas, disparadas por los compañerosque no saben manejar un fusil. Debemos,pues, cuidarnos tanto de las balas quevengan de frente como de las que puedan venir a nuestras espaldas". Sus instrucciones descansaban en su experiencia.
Durante su servicio militar de tres años,participó en maniobras en las que se dis-
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paraban balas de verdad y no de salva.Hubo casos de heridos, y hasta de muertos accidentales, porque a algunos soldados, nerviosos o inexpertos, "se les iba eltiro". En la noche de este 9 de diciembre,antes de la hora de dormir, supimos queal siguiente día marcharíamos hacia la frontera de El Salvador.
Debo anotar que a esta fecha, variosmuchachos habían desertado. Los quequedamos, a pesar del hambre, del frío,de las garrapatas y de carencias elementales, rebosábamos de optimismo en eltriunfo. Lo que más alimentaba nuestrasesperanzas, era la convicción de que existía un "frente interno" del cual se nos hablaba insistentemente. En la ciudad deAhuachapán, que era nuestra meta inmediata, se aseguraba que los combatientesdel "frente interno" esperaban las armasque llevábamos para unirse al combatecontra la tiranía.
Marcha a la frontera
El domingo 10 de diciembre, después decomer nuestra ración de tortillas y frijoles,tres compañías formamos filas con nuestras armas en un escampado del campamento. Recuerdo, con nitidez, los rostrosde Ángel Góchez Marín, de Mario Salazar Valiente, de Mario Mena Valle y deotros compañeros con quienes convivimosbajo las champas pajizas y compartimosnuestro entusiasmo patriótico. El aislamiento, en cuanto a noticias del interior del país,era total. Una vez formados, el CapitánDaniel Guevara Paiz nos dirigió unas breves palabras acerca de nuestra misión yde las normas disciplinarias básicas a quenos debíamos ceñir estrictamente.
No olvido sus palabras, que no me eranextrañas porque ya las había escuchadoen el Instituto Nacional "Gral. Francisco
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Menéndez" cuando cursaba el bachillerato bajo régimen militar: ·"Este fusil quellevan es su vida, es su padre, es su madre. Jamás, bajo ninguna circunstancia,deben desprenderse de él, ni extraviarloni olvidarlo." Seguidamente, hizo uso dela palabra para despedirnos un conocidomaestro normalista, Carlos Lobato, con expresiones llenas de emoción y deabundoso lirismo.
A eso de las tres de la tarde, bajo un solabrasador, emprendimos nuestra marchaen territorio muy escabroso, interrumpiéndola a eso de las nueve de la noche. Cansados, sedientos y hambrientos, dormimosa campo raso. El frío era otro de nuestros azotes. El cielo lucía sin una nube;las estrellas brillaban, a mi parecer, másde la cuenta; eran claramente distinguiblesvarias constelacíones. Para mí no habíalugar para extraviarme en esa inmensidadinconmensurable del espacio que abarcaba mi vista: la Osa Mayor me señalabael norte. Sabía distinguir Las Siete Cabritas, El Arado, Los Ojos de Santa Lucía,para orientarme en las noches.
Mis padres me habían enseñado desde niñoa distinguir nuestro planetario al natural.Ante esa inmensidad, que por lo inconmensurable siempre me ha producido miedo,meditaba acerca de nuestra pequeñez humana y de la fragilidad de nuestras vidasque, jugándolas al azar, como en una ruleta, con plena conciencia, podríamos conservarlas o perderlas. Con el pequeñísimofardo a mis espaldas -en realidad, untanatillo- de mis 21 años, pensaba firmemente que saldría bien de la aventura y quedesfilaríamos, triunfantes, en la llamadaDoble Vía (hoy Alameda Roosevelt ) hasta la Catedral Metropolitana, en medio devítores de la multitud y que tranquilamente, reanudaría mis estudios.
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Empapados de sereno, despertamos a esode las seis de la mañana. Fue hasta estemomento que nos dimos cuenta de quecerca había una plantación de caña de azúcar. Ni cortos ni perezosos, cortamos cañas para mitigar el hambre. Así desayunamos y almorzamos. En este lugar acampamos hasta las dos y media de la tarde, horaen que se presentó el Dr. Arturo Romero,quien, desde un pequeño montículo, ycubierto con un pesado poncho de lanablanca, con algunos adornos discretos, nossaludó con las manos en alto y pronuncióunas brevísimas palabras deseándonos eltriunfo. Estaba acompañado por un puñado de civiles a quienes no conocía.
Un poco antes de las tres de la tarde,reanudamos la marcha. La fatiga era general pero silenciosa; como espectadorobservaba que mis compañeros ya erancombatientes desgastados, princípalmentepor la falta de alimentacíón apropiada queya alcanzaba ocho días. Yo mismo estaba consciente de mi propio desgaste. Aeso de las once de la noche, descansamosen un caserío que, según me dijo mi hermano, era el más cercano a Los Órganos,en territorio salvadoreño, sobre el Río Paz.
Gonzalo se las arreglaba para aliviar nuestrased y hambre. Consiguió agua y tortillascon un poco de sal. Esta fue nuestra cenade privilegiados, porque los demás compañeros no consiguieron nada. Se nosprohibió terminantemente fumar o hablaren alta voz porque el eco y el vientopodían denunciar nuestra presencia apatrullas de la Guardia Nacional destacadas en puntos cercanos del río diivisorio.
El martes 12 de diciembre, a eso de lasdos y media de la madrugada, empezamosel descenso, en columna india, en mediode una densa oscuridad, por vereda muy
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inclinada y resbaladiza. Nuestros mejoresguías eran los mulos que cargaban munición y armas, animales que tienen unsentido acertado de los pasos que debendar de noche y en malos caminos. A pesarde la lentitud de la marcha, hubo tropezones y caídas. Antes de emprender lamarcha, fueron distribuidos octavos de litro de aguardiente para cada dos combatientes dizque "para calmar la sed". Nunca había tomado bebidas alcohólicas, razón por la cual obsequié mi ración a unode mis compañeros. Cuando llegamos alas riberas del río, en el horizonte se anunciaba el día.
Primeros combates
A eso de las cinco y media de la mañana del 12 de diciembre, sin quitarnos laropa, pasamos rápidamente el río Paz ala altura de Los Órganos. Todos, sedientos, rellenamos de agua nuestros estómagos. ¡Qué delicía! Fue muy reconfortante.A marcha forzada nos introdujimos a territorio salvadoreño. Nuestra escuadra, queconformaba el segundo grupo de la 2a.Compañía "2 de abril", tenía por misiónapoyar la primera sección de ésta. Quizáscon mucha anticipación, a eso de las ochode la mañana, previendo inminentes choques con tropa del ejército salvadoreño,mi hermano ordenó que descargáramos delmulo la ametralladora. Esta arma, colocada en su trípode resultaba muy pesadadebido al ritmo de nuestra marcha. Además del fusil y los cartuchos, me tocócargar dos cajas de parque de la ametralladora. Hubo momentos en que sentía quelos brazos se me desprendían y que mipeso de ese entonces -110 libras- se reduciría a mínimas expresiones.
Sin embargo, mi organismo respondía bienal cansancio sin decaer mi ímpetu en nin-
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gún momento. Lo mismo sucedía con losdemás compañeros de escuadra. La 1a. y2a. compañías, formaban la vanguardia; la3a. y 4a., iban al medio, y la Sa. estabaa la retaguardia. En total, éramos cerca de800 combatientes. En nuestro campamentocercano a Conhuaco, sólo sabíamos de laexistencia de nuestras tres compañías. Delas dos restantes, me percaté hasta elmomento en que casi estábamos por entrar en combate.
A una legua de la ciudad de Ahuachapán,a eso de las diez horas, tuvimos el primercombate. Fuimos atacados, en un campollano, por un contingente de guardiasnacionales que habían sido conducidos endos camiones. Estaban armados con ametralladoras pesadas y carabinas denominadas "solotur" que disparaban ráfagas. Simultáneamente, otros contingentes, atacaban nuestra retaguardia. La confrontaciónduró una media hora con intenso tiroteo.Una ametralladora que nos tuvo a raya fuesilenciada por certeros tiros de nuestraHotchkis manipulada por mi hermano.
Cuando las balas pasan cerca de uno, elzumbido es como el de un abejorro y ellugar de donde disparan puede advertirse,si hay maleza o hierbas, por el movimientode éstas porque los proyectiles rasantesdejan una especie de traza. Uno de loscamiones fue seriamente averiado y el otrose volcó porque su chofer fue muerto. Alas once de la mañana, caza bombarderos North American nos ametrallaron ybombardearon sin causarnos bajas. El grueso de nosotros había aprovechado hastael último charral para ocultarse y otra partehabía avanzado a unos cafetales cercanos.
Marcha a la ciudad de Ahuachapán
La 1a. y 2a. Compañías se reagruparon enun cafetal muy sombreado de pepetos. La
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sed, ¡siempre la sed!, tratábamos de satisfacerla hundiendo un yatagán, que portaba mi hermano, en las matas de huerta parachupar su tetelque sabia. En los humildesranchos de colonos que habían huido,encontramos agua y dulce de tapa lo mismo que nixtamal y uno que otro huevo.
Para nosotros, todo fue bastimento. Escena que siempre viene a mi memoria, esla que viera a eso de las dos de la tardecuando, sentados en el tronco de un árbol caído, Mario Mena Valle, mi hermano y yo, sin decir palabra, observábamos detenidamente nuestros rostros lomismo que los de los demás compañeros.Sus ojeras parecían como retocadas conpolvo de plomo, los ojos hundidos, losrostros demacrados. Lo mismo observabaen los oficiales.
Ellos tampoco pronunciaban palabra alguna. Mis pensamientos giraban en torno aun eje: la posibilidad de la derrota. A esode las cuatro de la tarde, el Capitán Guevara Paiz nos comunicó que marcharíamosa la toma de la ciudad e inmediatamentedespués nos pusimos en camino. Las otrastres compañías atacarían por el lado delllano. En columna india, a cada lado delos caminos vecinales, marchamos sigilosamente. Como a las siete y media de lanoche, antes de llegar al barrio El Molino, un retén, desde lo alto de un pequeño paredón, nos abrió fuego granizado,precisamente en el punto en que iba nuestra escuadra. Vi las bocas de fuego de unfusil ametrallador y de los máuseres.
Quienes sufrieron bajas fueron los de lacolumna que bordeaba la izquierda del camino. Fue aquí en donde cayó gravementeherido Manuel Ariz Lagos, joven combatiente ahuachapaneco que nos había servido de guía. Yo sangraba de mi brazo
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izquierdo y pensé que había sido baleado.Dichosamente, fue sólo una rozadura.Algunos soldados del retén murieron porla respuesta que les dimos, otros huyeron.
Aceleramos la marcha hacia el parque dela ciudad el cual ocupamos rápidamentelo mismo que el telégrafo y la llamadaGuardia de Cárcel, integrada por guardiasnacionales. Algunos combatientes tomaronla iniciativa de poner en libertad a los presos; otros, seguimos adelante para atacarel edificio que ocupaba la policía nacional y el cuartel del 60. Regimiento. El alumbrado público no fue interrumpido, lo quecontribuyó a divisar nuestros blancos ytambién para que nos divisaran. Nos llamó la atención que del cuartel no se noshiciera ningún disparo cuando nos acercamos y que quienes presentaban combateeran guardias nacionales.
Nuestra euforia empezó a disminuir cuandonos percatamos de las bajas habidas ennuestras filas. El edificio del Grupo Escolar, ubicado frente a uno de los lados delparque fue escogido como hospital de sangre. Cuando entré, me estremecí por el número de baleados y de muertos y la carencía absoluta de medios para prestarsiquiera los primeros auxilios. Quienes nosorganizaron para esta lucha no previeronque se necesitaba médicos y personalparamédico. Igual conmoción sentí al vervarios muertos en el parque entre los quese hallaban heridos que clamaban a grandes voces, con impresionantes llantos yentre vómitos de sangre, por sus madreso sus padres.
El inexistente "frente interno"
Los que hemos vivido momentos difíciles o cruciales, podemos dar fe de quemuchas veces, en forma espontánea, sur-
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gen consignas que contagian inmediatamente. Tal fue la de "¡Liberados!" quegritáramos, hasta enronquecernos, al calmarse los balazos en esa noche del 12de diciembre. Coreábamos la consigna,con la convicción de ser heraldos deuna buena nueva y que, como llavemágica, abriría, de par en par, puertasde muchos hogares en que algunoshombres del "frente interno" tomarían lasarmas que trajimos de Guatemala y,además, se nos ofrecerían algunos alimentos yagua fresca.
Pero no fue así. Los habitantes de Ahuachapán nos recibieron a puertas y balcones cerrados; ni un saludo, ni un tan soloplato de comida nos fue ofrecido. El terror pánico se había apoderado de todoslos citadinos. Fue entonces que la verdadse nos apareció en toda su desnudez: Noexistía ningún "frente interno" en el cualhabíamos fundamentado nuestras esperanzas de triunfo. La impudicia política depersonas que sobre nuestra sangre calculaban acceder al poder, se habían inventado semejante mentira.
A pesar de esta dura realidad, nuestraescuadra fue enviada a la entrada deAhuachapán, en un punto de la carretera que conducía a Santa Ana, a fin de ayudar a detener fuerzas del ejército que yavenían en camino. Más o menos a la unade la mañana, cuando escuchábamos unoque otro disparo, llegó a nuestro retén uncompañero, de apellido Ortega, con quiencursáramos la escuela primaria, para avisarnos que todo había acabado y que laorden era retirarse. Rápidamente, nosdirigimos al parque central de la ciudadque ya estaba casi desierto, aunque conmuchos cadáveres. En este momento, física y moralmente me derrumbé.
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¿Nacer de nuevo?
Entre las personas de mi familia a quienesdedicara mi tesis doctoral, se halla mihermano. Dice literalmente: "A la memoria de mi hermano Gonzalo, quien por unadecisión suya hizo posible que mi vida seprolongara un 12 de diciembre de 1944".Pienso que hoy tengo la oportunidad deexplicarme.
El demoledor sismo, que tirara por el suelomi estructura física y moral, quebrantó enmí el ánimo de seguir marcha adelante,en unas circunstancias de "sálvese quienpueda" porque, en concreto, eso significaba la orden de retirarse. "Yo me quedo, pase lo que pase", le dije a mi hermano. Su inmediata respuesta fue esta: "Sitú te quedas, yo me quedo. porque jamáste dejaría solo.
Quedarnos, significaría una muerte segura porque estoy dispuesto a resistir hastala última bala. Mi anhelo es vivir y tú debesvivir. Solamente ganando la frontera podremos salir con vida". Acababa de terminarestas palabras, cuando apareció un muchacho jineteando un caballo. Mi hermano leordenó: "¡Bájate!". "Yo lo he conseguidoy es mi salvación", le respondió el jinete.Gonzalo, insistió: "¡Bájate!" y a la palabra unió la acción desenvainando su machete: "¡Te bajaré a cintarazos!", le conminó, ante lo cual el muchacho se vioobligado a desmontar.
Ocupé su lugar sin abandonar mi fusil niel parque; además, apoyada en la partedelantera de la montura, cargué un fusilametrallador Madsen con sus respectivascajas de parque. De esta forma, con apenas cinco hombres de nuestra escuadra,emprendimos la retirada tomando la carretera hacia Tacuba. Tal es la motivación de
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la dedicatoria a que he aludido, y mepregunto: "¡Nací de nuevo ese día? "
Tomamos la polvorienta carretera. Observé una escena conmovedora hasta el estremecimiento: en sus orillas nuestroscombatientes, vencidos por la fatiga, sehabían acostado para dormir. Los ronquidos, de variados tonos, denotaban su presencia. Era previsible que en esta situación, serían fácil presa de las fuerzas enemigas. Y así fue, como lo supiéramosposteriormente: patrulleros cantonales fueron los primeros en hallarlos y en atacarlos a machetazos, dedicándose a cortarcabezas o mutilándoles extremidades.
El machetazo predilecto era el dado al ladoizquierdo del rostro, acompañado de estas palabras: "¡Para que te parezcás al Dr.Romero, hijueputa!". Recordemos que elDr. Arturo Romero, cuando fuera capturado camino a Honduras, por patrulleroscantonales, ya cuando Martínez lo habíacondenado a muerte, fue herido del ladoizquierdo de su rostro.
Era aún de madrugada y decidimos descansar. Entramos a una finca, pasando supuerta de golpe, divisando, como a unacuadra, una casa a oscuras. A estas horas, a nuestro grupo se habían unido Ángel Góchez Marín, Ulfano Núñez y JorgeHidalgo. En medio de unas parras, que nosocultaban completamente, reposamos hastadormirnos. Nos despertó el tableteo de lasametralladoras cuyo eco provenía del liana El Espino, zona cubierta por nuestras3a. y sa. compañías.
Apenas había aclarado en esa fría mañana, y ya se escuchaba el incesante zumbido de los aviones en picada y el estallidode sus bombas y el típico estruendo de losmorteros. Logramos descansar hasta eso de
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las diez de la mañana. Entonces, encargamos a Góchez Marín que indagara acercade los habitantes de la casa. Regresó muycontento porque un señor, ya entrado enaños, propietario de la finca, nos invitabaa comer. Dejamos las armas ocultas y pasamos al interior. Conversamos con nuestro inusitado anfitrión, quien ya sabía delos sucesos de la ciudad de Ahuachapán,y nos manifestó que él conocía al Dr.Arturo Romero, por quien expresó sussimpatías.
Un poco antes del mediodía, cuando nosdisponíamos a almorzar, la sirvienta queatendía al anciano, muy nerviosa nos dijoque un hijo suyo le acababa de informarde que estaban muy cerca los "blanquillos", es decir patrulleros c.lntonales. Laatenta mujer, a nuestra pregunta de cuálera el mejor camino hacia la frontera hastaencontrar el Río Paz, nos respondió queera el río Nejapa, a inmediaciones de lapropiedad. Precisamente, la propiedad llevaba el nombre "Finca Nejapa".
Rápidamente, ingerimos algo de alimentoy llevamos unas raciones de tortillas ygallina. Recogimos nuestras armas, dejamosel caballo y tomamos el cauce del río demuy poco caudal que, poco a poco, fueaumentando. Tuvimos la ventaja de quenuestra vereda acuática serpenteaba en uncañón rocoso muy difícil de subir o debajar. Nos sentimos seguros y caminamoscon paso acelerado. En nuestro trayectohabía evidencias, como decir cartuchos yalgunos fusiles, de combatientes que nosantecedieron en la retirada.
Nuestra última noche en tierra patria
En el punto en que se juntan los ríosNejapa y El Molino, se forma el río LosHervideros. Debido a su abundante cau-
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dal, nos fue imposible seguir su cauce. Aestas horas, las cinco de la tarde, nuestroszapatos estaban totalmente empapados.Las suelas se habían vuelto esponjosas algrado que los guijarros presionaban dolorosamente las plantas de nuestros pies. Enel trayecto que seguimos, cuatro vecessobrevoló un avión de reconocimiento perotuvimos el cuidado de interrumpir nuestra marcha y ocultarnos entre las rocasmientras se alejaba.
Escalamos por una vereda hasta llegarcerca del parteaguas de Loma Larga. Lanoche estaba muy próxima y decidimosdormir entre los pajonales que poblabanla región hasta volver el paisaje de coloramarillo oro; juntamos piedras para delimitar el fogón que encendiéramos y, así,evitar un incendio. Nos quitamos los zapatos para secarlos y a dormir.
El viento azotaba con fuerza. La noche sevolvió muy fría. Nuestro sueño fue profundo. Cuando despertamos, con los primeros rayos del sol, con gran pena nos dimos cuenta de que los zapatos de mi hermano se habían hecho carbón y los míosestaban parcialmente quemados. Gonzalo resolvió el problema cortando las piernas de su pantalón, transformándolos enbermudas, y con sus tiras fajó sus piescaminando no sin alguna dificultad. Desde el punto en que pernoctamos, ya sedivisaba, cercano, el Río Paz.
En territorio guatemalteco
Cada uno del grupo hizo con su ropa unpequeño tanate para atravesar el río. El vadoque encontramos fue apropiado, aunque elagua llegaba hasta nuestras tetillas. La corriente era bastante fuerte, porque el ríopasa por un cañón un tanto estrecho. Alganar la orilla derecha, ya estábamos en
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Guatemala. La práctica es muy elocuentepara demostrar la calidad artificial de lasfronteras en Centroamérica. ¡Qué es esode que basta atravesar un río o de rebasar un mojón limítrofe para que nos encontremos en otro país istmeño y que alpatrioterismo, que fatalmente deviene enjingoísmo, se le ocurra inventarse identidades que llegan hasta el ridículo?
Empezamos a buscar alguna vereda quenos sacara del lugar porque lo considerábamos inseguro. Una patrulla del ejércitosalvadoreño o de "blanquillos" podríadivisarnos fácilmente desde la otra orillay ser blanco fácil. No la encontramos.Entonces intentamos escalar los farallonesde enormes piedras que estaban frente anosotros, con la esperanza de encontraralgún camino o de divisar mejor, desde loalto, si es que lo ganábamos, el panorama para seguir la marcha.
Fue imposible. Bajamos de nuevo a la orilla del río y mi hermano, pese a mi opinión en contrario (muy respetuosa de lapropiedad privada, a pesar de estar famélicos), decidió sacrificar una ternera de unpequeño ato de reses vacunas que abrevaba en el río. Un certero balazo en sucabeza bastó. Ninguno del grupo teníacuchillo o navaja. En la retirada nos habíamos desprendido del machete y demáspesos que, erradamente, consideramos inútiles. Una botella de vidrio, que estabaentre las piedras, fue nuestra solución. Laquebramos, con el cuidado de que se despedazara en fragmentos largos y con éstoshicimos la faena para obtener carne.
Encendimos una fogata con leña que pronto se transformaría en carbones para hacer un asado. En medio de nuestraatenazante hambre, hubo este episodioque, cada vez que lo recuerdo, me pro-
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duce una sonrisa. Angelito -como le decíamos a Ángel Góchez Marín-, muy solícito nos dijo que era experto en el asado de carne. Ensartó varios pedazos en unavara muy fuerte y a nuestra vista comenzó su tarea. El olor de la carne asadaaumentó nuestra hambre, pero Angelito,después de comerse lo asad ita, decía:"Todavía no está de punto", al tiempo quese acomodaba sus lentes montados enmetal dorado, estilo Glenn Miller. Cuando a la tercera o cuarta vez repitió el "todavía no está de punto", Ulfano -quien yale había entrado a la carne cruda conmordidas desesperadas, lo mismo que otroscompañeros- le dijo a nuestro chef: "Hombre, no jodás. Nosotros sólo estamos paraverte comer. ¡Que cada uno ase su pedazoal gusto!".
De manera que optamos por asar nuestras porciones bien cocidas o a términomedio. Saciada nuestra hambre, decidimos,muy alegres, bañarnos en las claras aguasdel río. Ya era casi mediodía, cuando nomuy lejos, río arriba, escuchamos un disparo. Respondimos. Hubo dos disparos.Con igual número contestamos. Lo interpretamos como una especie de diálogocon gente amiga. Encontramos una vereda que, en nuestra ofuscación acicateadapor el hambre, no habíamos visto.
Como a unas cinco cuadras, o más, hallamos a un grupo de compañeros quienes volvieron por nuestros pasos y aprovecharon la res sacrificada. Entre las personas del grupo con el cual nos encontramos, es inolvidable la imagen de unhombre de unos cincuenta años de edad-o quizás menos-, de tez blanca, requemado y evidentemente mal de salud. Le pregunté si estaba enfermo, respondiéndomeque padecía de hipertensión y que susmedicinas se le habían terminado. Era
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telegrafista de profesión de apellido Huezo. Como caso excepcional, él se habíaunido a nuestros combatientes en la ciudad de Ahuachapán. A eso de las dos dela tarde, el grupo, que ya sumaba unasquince personas, marchó a la poblaciónmás cercana: jalpatagua. Llegamos a estelugar cuando el sol estaha por ocultarseen el horizonte.
Revelaciones desconcertantes
En Jalpatagua estahan reunidos, en elpequeño parque, unos veinticinco combatientes. Cuando nos vieron, espontánea yunánimemente, gritaron: "¡Vivan los compañeros!", "¡Viva el sargento Arias'''. Nosalíamos de nuestra sorpresa. Del grupo,corrió hacia nosotros Edgardo CuerraHinds, con quien seguíamos la carrera dederecho en la Universidad.
Con inocultahle alegría, dijo que a losArias -refiriéndose a mi hermano y a mínos tenían por muertos, pues la escuadra
a la que pertenecíamos habia cubierto laretirada de los que salieron camino deTacuba. Mi hermano se encargó de relatarque si bien, al parecer, fuimos los últimosen salir de Ahuachapán, no habíamos librado combate con nadie y que las fuerzasdel ejército, al parecer, habían concentrado su ataque contra las compañías que sequedaron en el llano El Espino.
De todas maneras, agradeció las demostraciones de alegría por encontramos con vida.Cuando algunos pobladores de ialpataguase dieron cuenta de que mi hermano notenía zapatos y yo estaba medio calzado,rápidamente consiguieron dos pares usadosque nos vinieron de maravilla. El alcalde delpueblo nos prestó atenciones muy cordiales, diciéndonos que el 16 habría camiones que nos conducirían a Jutiapa; además,
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nos proveyó de la alimentación básica: tortillas y frijoles.
En las conversaciones que tuvimos esamisma noche, empezamos a conocer hechos que, por la lógica de la situación enque habiamos vivido desde nuestra salidade Guatemala, ignorábamos, tales comolos siguientes: lo.) Que el 8 de diciembre hubo en San Salvador una acción armada que debia ser simultánea con nuestro ataque a Ahuachapán, y que entre losmuertos en la acción estaban dos universitarios: el Dr. Francisco Chávez Galeanoy Br. Humherto Rodríguez Salamanca. 20.)Que el Cne!. Osmín Aguirre y Salinas habíaordenado, lacónicamente a las fuerzasgubernamentales, que "no hubiera prísioneros", lo cual podia interpretarse de dosmaneras: que todo comhatiente, real opresunto, fuera dejado en lihertad; o quetodo capturado en acción o fuera de ésta,debía ser matado.
La mayoría de oficiales al servicio delgobierno, al parecer le dieron la segundainterpretación, pues la cantidad de muertos, de parte nuestra fue muy elevada. Secalcula que fueron unos 400. 30.) Quehubo acción armada en el poblado ElPajonal, en Santa Ana, cerca de la frontera y que, propiamente, fue una escaramuzasin ninguna importancia para nuestra causa,pues los combatientes se retiraron a lasprimeras de cambio. 40.)
Que en la madrugada del 12 de diciembre, cuando estábamos por atravesar el RíoPaz, en distintos tramos, bajo diversasrazones nos abandonaron, Julio Adalberto Rivera, Guillermo Fuentes Castellanos yotros más cuyos nombres no recuerdo.Según se nos informara, Fuente Castellanos sostuvo que era una aventura irresponsable nuestra acción de armas. Asimismo,
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no pocos muchachos se plegaron a estaactitud, aunque tiempo después, al comprobar que lo dominante entre el puebloera el de considerar la jornada de Ahuachapán como un acto altamente patriótico y heroico de la juventud, algunos quedesertaron se vanagloriaban de haberparticipado.
Otras revelaciones
El 16 de diciembre fuimos trasladados aJutiapa, en donde había contingentes delejército guatemalteco a la espera de unposible ataque del ejército salvadoreño.Encontré a otros compatriotas y amigos,entre éstos a Ángel Ovidio Malina conquien hiciéramos juntos la escuela primaria y secundaria. Ovidio me contó que elComandante supremo de nuestras fuerzasfue el Coronel e Ingeniero Félix de JesúsOsegueda y que el comandante de lascompañías que atacaríamos a Ahuachapán, era el Coronel José Ascencio Menéndez. Ovidio formaba parte de la PlanaMayor de este Coronel. Hasta entonces,supe quienes integraban la alta direcciónde nuestra acción de armas.
Ovidio, como testigo, me decía que elmismo día 12 de diciembre, a eso de lasdos y media de la tarde, el CoronelOsegueda decidió poner los pies enpolvorosa. En lo que corresponde al Coronel Menéndez, hombre de temperamento nervioso que parecía un motor eléctrico en funcionamiento, Ovidio me relatóque, con temor evidente, más o menosa las tres de la tarde, dijo, señalando consu dedo índice: "Enemigos aquí, enemigosallí, enemigos allá y acullá.
Estamos rodeados, estamos perdidos. ¡Retirémonos!". Sin saberlo, las compañías queestaban ocultas en el cafetal, a las que ya
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hiciera referencia, se aprestaban al avance sobre Ahuachapán. Lo informado, erademostrativo de que no había comunicación ni coordinación entre los altos y bajosmandos, tan estrictamente necesaria en acciones de guerra.
Carecíamos de radiotransmisores, ya en usoen la época y de mensajeros. A nuestrosoficiales y a nosotros mismos, simple ysencillamente, se nos mandó al matadero. Estas malas noticias, que calaron hasta lo más profundo de mi conciencia, fueron motivaciones decisivas para que buscara un camino que esclareciera mi incipiente cosmovisión y que me condujeraa observar y analizar con realismo elmundo de los hombres, en general, y delpolítico en particular. A mis 21 años, nuncahabía pertenecido a ningún partido nisecta. Esto es explicable: mi niñez, infancia, adolescencia y comienzos de mi juventud, transcurrieron bajo el despotismodel Gral. Martínez. Además, estaba fuerade mis aspiraciones llegar a algún puestode la burocracia estatal. El altruismo, ensu forma más pura, movilizaba mi conciencia. Apenas era una cifra, o quizás menos,en una situación histórica que marcó mivida. En suma, los acontecimientos de 1944me ayudaron a desarrollar una concienciacrítica y autocrítica. Desde entonces, éstaha venido conmigo de la mano. Salí demi infancia política en busca de mi juventud política.
En la ciudad de Guatemala
El domingo 17 de diciembre, trece díasdespués de nuestra salida "secreta" a un"entrenamiento nocturno", fuimos conducidos desde Jutiapa a la capitalguatemalteca. Volví a la casa de la familiaPorras, cuyos miembros, al verme, sin inhibición alguna, manifestaron su alegría
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acompañada de lágrimas. Estaban, en elmomento de mi regreso, Doña Raquel,Ricardo, Guillermo y Elenita, quienes, según informaciones periodísticas, la matanzade jóvenes combatientes había sido grande y cruel. Me invitaron al servicio religiosode la noche en la iglesia de San Francisco, para darle gracias a Dios por mi retorno. Les acompañé al acto litúrgico y mipensamiento lo llené con profundos anhelos de que mis padres y hermanas aliviaran sus sufrimientos mientras llegabannoticias dadas por mí mismo.
Lo primero que hice al día siguiente, fueenviar un telegrama que suscribimos Gonzalo y yo. Enseguida, redacté a mano unalarga carta, esbozo de diario de mis experiencias que abarcaba desde el 5 de noviembre, cuando partiera de San Salvador, hasta el 17 de diciembre. Precisamente, esta carta, guardada por mi madre y, enseguida, pormis hermanas, me ha servido de guía pararedactar este escrito. No debo olvidar quefue gentil portador de la carta dirigida a mimadre, el entonces bachiller Gustavo Cartagena, quien se graduaría en Ingeniería Civilen nuestra Universidad Autónoma.
Relatos y más relatos
Punto preferido para contactamos connuestros compatriotas, era la pérgola delparque central, en donde, en determinados días, había conciertos en su conchaacústica. En esta quincena de diciembre,ya se habían implantado el espíritu navideño y el alegre ánimo para despedir elaño viejo y recibir el nuevo. Recordábamos las circunstancias en que personas yamigos, que habían tratado con nosotros,desaparecieron para siempre.
Ovidio Malina me contó que, precisamente, como miembro de la plana mayor del
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Cnel. Ascencio Menéndez, cuando estaban en un cafetal, vio que Herbert Lindose había sentado al pie de un árbol, claramente extenuado por la fatiga y que elataque de las fuerzas gubernamentales erainminente en la zona. Ante esto, el auxilio que le prestó a Herbert fue el de retirar de un hoyo para cafeto, algo amplio,la hojarasca acumulada, introduciendo enél, en posición fetal, al joven muchachocon rostro de niño. Le dejó el fusil y suparque y, enseguida, lo recubrió con lamisma hojarasca. Herbert se quedó dormido y, seguramente, fue en esa situaciónque soldados del gobierno o patrulleroslo encontraron y asesinaron.
De estos recuerdos no omito a VicenteDurán Sánchez, con quien fuéramos buenos vecinos en el Barrio Lourdes. Chente,quien vendía miel de sus colmenas, siempre vestido de blanco, no conocía la tristeza. En acción, cuando se había hechoprisioneros a dos guardias, él descuidódesarmar a uno de ellos. Mientras le hacía un discurso acerca de nuestra acciónliberadora, el guardia tomó su fusil y ledisparó certeramente al corazón. Viene ami memoria Gustavo Trigueros, de unos17 años, hermano menor de una familiamuy amiga mía. Tavo murió en acción.Integraba una columna de zapadores almando del Br. Raúl Valiente (quien segraduaría de Ingeniero Civil), la cual, cuando llegó al cementerio de Ahuachapán, fueemboscada por guardias nacionales.
Recuerdo de algunos oficiales
Entre los oficiales que nos acompañaran,recuerdo al Teniente Aviador EnriqueAberle, de quien mi hermano era amigo.Le llamaban cariñosamente "El patojo"Aberle. Con mucho respeto guardo en mimemoria a los tenientes Salvador Crespo,
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Ricardo Lemus Rivas (Aviador), Jorge Azahar y al Mayor Felipe de J. Carpio. De otrosoficiales que participaron en la acción, mehablaron diversos compañeros. En total,fueron algo así como 20 oficiales los queestaban asilados en Guatemala en elmomento de nuestra invasión, pero, repito, no todos participaron. Recuerdo, asimismo, que se jugó la vida en las acciones de Ahuachapán, un Capitán guatemalteco de apellido Barrios quien, en plenabalacera en el parque de la ciudad, medijo que era admirable nuestro arrojo, puescasi a pecho desnudo peleábamos contraun ejército profesional.
Últimos días del año 1944
La última quincena de diciembre estuvollena de alegría. Las posadas eran celebradas por la familia Porras con devoción yentusiasmo. Cuando les correspondió hacer la suya, la casa pareció pequeña porla nutrida concurrencia. Por otra parte, conGuillermo y E[enita escogíamos en las iglesias cercanas la posada que tenía visos deser la más alegre. De esta forma, pude hacermuchas amistades que el tiempo y la distancia se encargarían de transformarlas enamables recuerdos.
El adorno principal en los comedores, durante estas festividades, eran las sartas defrutos de la olorosa manzanilla, separadascon papel brillante de varios colores. Labebida infaltable y más abundante, fuera delos licores fuertes, era el xúchele o aguadulce, hecha a base de cáscara fermentada de piña y de rapa. Además, el bailongoera de rigor después de la pastorela. Noera raro trabar amistad con alguna muchacha hasta el punto de considerarla "tráida"(como decían los guatemaltecos) o seanovia, aunque fuera sólo de ojos y apretones de mano.
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Los dias finales de 1944 pasaron muyrápidamente. A[ recibimiento de 1945,concurrió mi hermano y celebramos conla familia Porras la llegada del nuevo año.La tristeza, por el drama sucedido en ElSalvador a [o largo de 1944, era el invisib[e telón de fondo en mis pensamientos.
Enero de 1945
Entre los exiliados en Guatemala, circulaban comentarios acerca de las presionesde la Embajada norteamericana en El Salvador hacía al gobierno del Cnel. OsmínAguirre y Salinas para que celebrara elecciones presidenciales. Las hubo en febrero sólo con la participación del Partido deUnificación Social Democrática, patrocinado por la oligarquía cafetalera, la cualapoyaba al Gral. Salvador Castaneda Castro. Días antes de las elecciones, se retiraron del proceso electoral el escuálidoy políticamente insignificante Frente SocialRepublicano, jefeado por Napoleón VieraAltamirano; el Partido del Pueblo Salvadoreño, creado por el populista José CiprianoCastro; y el Partido Fraternal Progresista,cuyo caudillo tradicional era el pintoresco Gral. Antonio Claramount Lucero, considerado liberal de viejo cuño. CastanedaCastro asumiría la Presidencia de la República el 1 de marzo. Cierto aflojamientode la persecución política, fue aprovechadapor muchos exiliados para retornar a ElSalvador. Yo tenía otra meta: México.
Viaje a México
Con Mario Mena Valle, quien cursabasegundo año de la carrera de medicina ennuestra Universidad, decidimos situarnosen la ciudad de México para ingresar ala UNAM. Mi ideal era graduarme demédico y si decidí estudiar derecho en ElSalvador, fue porque mi padre no podía
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sostenerme, puesto que además de cara,era de rigor estudiar a tiempo completo.Entonces, por ser la carrera de Jurisprudencia y Ciencias Sociales la más barata y laque podía permitirme trabajar para sufragar mis estudios, opté por ella. Con escaso dinero, aunque suficiente para arribar a nuestro destino, partimos en la segunda quincena de enero. Ambos llevábamos, debidamente legalizados, nuestros diplomas de bachiller y demás atestados necesarios para legitimar nuestra calidad deestudiantes. En ese entonces, resultabamucho más barato estudiar en el paísazteca que en nuestro país.
No viene al caso detallar el viaje por trenque nos puso al descu bierto bellos paisajes y lo duro que es viajar, en medio degallinas, monturas y tanates, aunque taldureza se aliviaba con la cordialidad delos viajeros, evidentemente pobres quecompartían su sustento con nosotros. Enpocas palabras, con Mario -de quien dijera en una de estas páginas, que más quecompañero era un amigo y que más queamigo era un hermano- llegamos a la yaenorme ciudad de México, cuya población,en ese tiempo, era la de El Salvador.
Dimos los pasos para iniciar nuestros estudios aunque el período lectivo estaba a laspuertas se nos dijo que había excepciones.Cubiertas las exigencias académicas, escribí a mi padre quien me contestó reiterándome que no podía costear mis estudios.
Aunque Mario, si podía iniciarlos, al comprobar mi imposibilidad de seguir enMéxico, se "enfermó" de mal de Patria yme dijo que regresaríamos juntos. Obtuvimos trabajo como vendedores de laFábrica de Jabones "Jardines de California",ganándonos el aprecio de nuestro jefe deventas y de esta forma, permanecimos
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varios meses que nos proveyeron de valiosas experiencias. El relato de mi primera estancia en México, es muy largo.Después he estado en esta bella República, de paso, por semanas o por años,muchas veces; y dejo constancia de quede autoridades y personas mexicanas jamás he recibido injuria alguna. Todo locontrario. Tal es el sólido fundamento paraguardar por México y por su pueblo, admiración y amor entrañables.
Mario y yo regresamos a El Salvador. EnGuatemala, planeamos nuestra ruta: Primera estación, Chiquimulilla, de donde, a pie,nos dirigimos a La Garita Chapina. Un guíanos condujo evitando Bola de Monte, enterritorio patrio, porque había un puestode guardia fronterizo que una vez salvado, ganamos la playa hasta llegar a la barrade Santiago que recorrimos en canoa;enseguida, caminamos por la playa hastael puerto de Acajutla a donde llegamos alatardecer. En este lugar, dormimos en laplaya confundiéndonos con los veraneantes de fin de semana. En horas de lamañana del siguiente día, tomamos el trenque nos conduciría a San Salvador.
La alegría de mis padres, hermanas y hermano, disminuyó mi pena, esa que unosiente cuando inferimos dolor a las personas que nos aman y que amamos. A finde sopesar las condiciones del ambiente,en cuanto a persecución política, a pesarde que tanto Mario como yo no teníamosninguna significación política pero sí lacalidad de estudiantes universitarios, primero optamos por pasar una quincena enuna hacienda de Don Pedro Valle, padrede mi entrañable amigo, en Usulután. Elcasco se hallaba bastante cerca a unasbellas playas. Fueron dos semanas demeditación y de lectura de periódicos,tanto atrasados como del día, y de escu-
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char las radios nacionales. Después de estapausa reconfortante, hicimos gestiones parareanudar nuestros estudios universitarios.
Mi visión coincidía con la de mis compañeros de estudios, en el sentido de que, apesar del estado de sitio existente, si unose armaba del valor, decisión y audacia, sepodía hacer uso de la maltratada libertad deprensa, aunque se expusiera al acoso de lapolicía y dar con sus huesos en las ergástulasde las cárceles. La categoría "desaparecido"no estaba de moda en El Salvador.
La Asociación General de EstudiantesUniversitarios Salvadoreños (AGEUS), sedecidió a combatir políticamente. Caberecordar que una vez instalado el osminato,el semanario Opinión Estudiantil continuósaliendo impreso en mimeógrafo. Esteperiódico, que apareciera por primera vezen 1918, como "Semanario Independiente de los Estudiantes Universitarios de ElSalvador" (y que amerita escribirse su historia ), inaugura su "Época 10" en 1945.El número de cada época significaba elnúmero de veces que había sido reeditadodespués de sufrir cierres violentos por partedel gobierno. La plana de redacción electademocráticamente en 1945, estuvo integrada así: Director, Carlos Armando Domínguez; Jefe de Redacción, Carlos Díazdel Pinal (recientemente fallecido). Redactores: Víctor Daniel Rubio (fallecido), Arturo Alonso Alvarado, David HernándezEchegoyén (fallecido), Luis Alonso Posada(fallecido) y Jorge Arias Gómez (falllecióen junio de 2002).
Los existencialistas dicen que "el hombrees él y sus circunstancias". En efecto, lacircunstancia de haber sido electo redactor, primero, y enseguida director, de unperiódico de gran prestigio popular, delarga trayectoria combativa y democrático,
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me abrió el camino para poner en práctica una de mis vocaciones: practicar el periodismo socio-político, analítico, crítico ysin tapujos. Según mi entender, la ética periodística exige que la verdad jamás debeser objeto de ocultamientos mañosos nienvuelta con malabarismos que pretendenquedar bien con Dios y con el Diablo.
Epílogo
Durante un año, más o menos, despuésde la jornada de Ahuachapán, me acosó, repetidamente, esta pesadilla: Soñabaque en el punto de mira de mi fusil, y conmi dedo índice derecho en el gatillo, enel segundo tiempo de disparar, estaba,inmóvil, un soldado del ejército. Mi conciencia me exigía: "iNo dispares!". Sinembargo, en el combate, ya cuando losideales patrios se han ido a los calcañales y en lo que uno piensa es en quepuede perder la vida o quitársela al adversario quien nos la puede segar, yo escogía disparar. Sin embargo, antes dehacerlo, despertaba sudoroso y angustiado. Asimismo, soñaba lo contrario: Meveía, desarmado, ante un punto de miracuyo anónimo fusilero dispararía directamente a mi pecho. Me hallaba en unpáramo, totalmente desnudo de vegetacióny sin el más mínimo escondrijo para evitar mi muerte.
Precisamente, al escuchar el disparo, despertaba angustiado y sudoroso. Esto loconversé solamente con mi madre quien,con sus consejos y reflexiones, expulsé demi pensamiento la idea fija, que me torturaba, de haber quitado la vida a otroshombres. Siempre que evoco la dolorosaaventura de Ahuachapán, estoy seguro quelas raíces profundas de mi pacifismo están hundidas en esta experiencia y que aunlas guerras justas, como la librada por
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nuestro pueblo durante doce años, tienenmucho de supervivencias. zoológicas yaque en el momento del combate el hombre se bestializa.
Otra de mis experiencias es la de que lavalentía y la cobardía están separadas poruna delgadísima y transparente película.Esto lo ponemos a prueba en las llamadas "situaciones límite", cuando uno, sóloacompañado de su libertad moral, decideser valiente o cobarde. Quienes aseguran no conocer el miedo de perder la vida,mienten. En los combates en que la vidaestá realmente en juego, surge el temorque crece hasta transformarse en miedo,colocándonos, así, en una "situación límite". Esto lo manifiesto con entera modestia. Jamás ha pasado por mi mente considerarme o que se me tenga por héroe.
Hace varios años, al referirme a la Jornada de Ahuachapán, escribí: "Realzo estaacción protagonizada por la juventud demi generación, y bajo la dirección suprema de políticos de la época, no para señalar, acusadoramente, responsabilidadesque cupieron a los que conscientementesabían que todo aquello culminaría en unadolorosa aventura, sino para subrayar quenuestra ardentía era imposible de ser apaciguada y que nuestra acción, basada enconvicciones libertarias, podía tener comorúbrica la muerte. Actuamos, cumpliendola promesa de llegar hasta las últimasconsecuencias ...valientemente, rebosantesde romanticismo, sin esperar recompensaspersonales. Fuimos la materialización mismadel altruismo con un fusil en la mano."
En estos recuerdos omito, por consiguiente,mis criterios sobre el Gobierno Salvadoreño en el Exilio y el papel de muchospolíticos del momento, que fueran resultado de mis análisis posteriores. Esta es una
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tarea que debo cumplir antes de que lacuenta regresiva de mis años llegue a cero.Digo, con toda claridad, que este escritoque ahora finalizo, pertenece al género dela historia oral. He relatado, sencillamente, parte de mis vivencias en ese memorable año de 1944, las cuales, espero,formarán parte de un libro que desde hacealgún tiempo decidí que se titulará Tengo algo que contar.
Para la memoria histórica de los estudiantes de la UES
Entre el 20 de abril y el 1 de mayo de1957, se celebró en la ciudad de La Plata, Argentina, el 11 Congreso Latinoamericano de Estudiantes organizado por laFederación Universitaria de Argentina(FUA). En este Congreso, si la memoria nome falla, estuvo representada la AG EUS porel entonces bachiller Abel Salazar Rodezno. El informe central, titulado Situaciónpolítico-social de América Latina fue preparado por el representante de la FUA,Gregorio Selser, y presentado por la delegación de Argentina ante dicho evento.Pues bien, entre las ponencias aprobadasen este evento, se halla la siguiente:
"a) El 1I Congreso Latinoamericano deEstudiantes en consideración de laconveniencia de concretar la unidadestudiantil latinoamericana
Resuelve:
1) Instituir el Día del Estudiante Latinoamericano, jornada que simbolizarásu lucha en pro de los principios sustentados.
2) Fijar esa fecha el 12 de diciembre,aniversario de la masacre estudiantilsalvadoreño de 1944.
3) Su organización se coordinará por
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medio de las Oficinas de RelacionesEstudiantiles latinoamericanas(OREl)."
Queda, así, consignado este dato que simboliza la fraternidad y solidaridad que, muyafanosamente, buscaban los estudianteslatinoamericanos en el decenio de los cincuenta, época en que estaban en el ordendel día de las luchas estudiantiles, temastales como la reforma agraria, la defensaeconómica de América latina, lucha contra el imperialismo, los pactos militares quecondujeron al establecimiento de sangrientasy férreas dictaduras, el problema del Canalde Panamá, problemas limítrofes entre paísesdel sub-continente que amenazaban guerras, el colonialismo, etc.
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Hoy, todo eso, y mucho más relacionadocon las luchas estudiantiles y de la juventud en general, es un pasado totalmentedesconocido. En nuestro caso concreto, lajuventud salvadoreña carece de memoriahistórica no porque así lo quiera, sinoporque este complejo fenómeno es provocado por múltiples causas endógenas(educativas, políticas, la alienación inducidaen la conciencia colectiva por los mediosde comunicación masiva, la obediencialacayuna a las potencias que dominan laglobalización, etc.) y exógenas (latransculturización que arrasa con nuestrosdébiles valores históricos, sociales y culturales).
San Salvador, 22 de enero de 2002
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