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Repeating Lenin

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  • Repeating Lenin?: Del 68 a los movimientos globales kmarx.wordpress.com /2016/01/04/repeating-lenin-del-68-a-los-movimientos-globales/

    Antonio Oliv

    Recin estrenado ao nos ponemos nuevamentecon las lecturas. Por si alguna anda despistada, osrecordamos que an anda pendiente conformar elgobierno y tras la decisin de las CUP enCatalunya, que apuntan a nuevas elecciones ynuevos bloques, esperamos ver a la poltica enaccin.

    Una de las primeras recomendaciones de lectura esel trabajo que present a las I Jornadas de AnlisisPoltico Crtico, Pablo Iglesias Turrin, antaoprofesor y hoy poltico de xito. Un interesante textosobre accin colectiva, Estado, transformacin

    Saludos. Oliv

    ______________________________________________________________

    REPEATING LENIN?: DEL 68 A LOS MOVIMIENTOS GLOBALES

    Pablo Iglesias Turrin

    Temas abiertos (a modo de introduccin)

    Se atribuye a los bolcheviques la afirmacin segn la cual, en la Rusia de 1917, el poder estaba tirado enlas calles. Sea como fuere, lo que recogieron del suelo Lenin y los suyos no termin de transferirse aesas estructuras de contrapoder que eran los soviets, sino que ms bien dara vida un poderossimoleviatn capaz de desafiar nada menos que los fundamentos del sistema mundial en sus componenteseconmico y poltico. La clase que haba llevado a los reyes y nobles a la guillotina vea ahoraamenazado su gaznate merced a una inesperada revolucin dirigida por un minsculo partidode marxistas heterodoxos que haban logrado el apoyo de los obreros industriales rusos y de algunossectores del campesinado y los soldados de ese pas.

    En su Repeating Lenin, Slavoj Zizek reivindica la reflexin leninista como el momento clave de lectura delas transformaciones del Capitalismo en su fase imperialista. Lenin no solo adapta el marxismo a sutiempo (el anlisis concreto de la situacin concreta) sino que llama a la accin revolucionaria a pesar dela ausencia de condiciones histricas. Mientras que los marxistas ortodoxos defendan la necesidad deuna fase de parlamentarismo burgus que abriera las puertas al desarrollo econmico de Rusia yal crecimiento y consolidacin poltica de su clase obrera, el jefe de los bolcheviques dijo aqu y ahora yapost por recoger aquello que andaba tirado por las calles.

    De alguna forma, la accin de los bolcheviques dirigida a conquistar el poder no fue sino llevar a susltimas consecuencias la que Wallerstein (1990) ha definido como la estrategia fundamental de losmovimientos socialistas desde el fracaso de la revolucin de 1848, a saber, utilizar los instrumentos delpoder estatal para transformar la sociedad.

  • El Estado como sujeto desafiado o principal interlocutor de la actividad poltica no fundament solamente,como dice Wallerstein, la poltica de los movimientos socialistas y nacionalistas hasta la revolucin del 68(2000:29), sino la del conjunto de los actores polticos.

    En la presente ponencia defendemos que el elemento fundamental de la revolucin del 68 y su principallegado en los movimientos globales anticapitalistas es, precisamente, haber puesto en cuestin lasestrategias histricas de los movimientos antisistmicos centradas en el Estado en tanto que instrumentopara la transformacin social, depositario del poder soberano.

    En la defensa de nuestra tesis doctoral, que llevamos a cabo en mayo de 2008, buena parte de lasobjeciones que recibimos ponan en cuestin el carcter postnacional de la accin colectiva queatribuimos a los movimientos globales.

    A continuacin, explicaremos el surgimiento de los movimientos sociales y el repertorio nuevo de accincolectiva como consecuencias de la consolidacin del Estado y el Capitalismo industrial. Despus nosreferiremos a la configuracin del Estado como clave fundamental para entender la actividad poltica delos movimientos antisistmicos (sociales y nacionalistas), al menos desde la segunda mitad del siglo XIXhasta el fin del que Hobsbawm llamara breve siglo XX. Describiremos, a continuacin, las protestas del68 como un desafo al orden poltico de Yalta y a las estrategias de transformacin social dirigidas alEstado que, hasta entonces, determinaron la praxis de los movimientos clsicos. Por ltimo,defenderemos que la irrupcin de los movimientos globales anticapitalistas permite hablar de un repertoriopostnacional de accin colectiva en el que el Estado ha dejado de ser la institucin fundamentalpara entender las estrategias de estos nuevos movimientos antisistmicos.

    El Estado como clave para entender el repertorio nuevo de accin colectiva y el surgimiento de losmovimientos sociales

    La intervencin de Pedro Ibarra en nuestra defensa de tesis comenz con una reivindicacin delpensamiento de Charles Tilly1. Una de las mayores aportaciones de Tilly a la investigacin sobre losmovimientos sociales fue desarrollar un modelo histrico-estructural de anlisis de la accin colectiva.Segn este enfoque, conocido como el proceso poltico, las formas de accin colectiva dependen del tipode autoridades que enfrentan los desafiantes y del tipo de estructuras a travs de las cuales se configurael poder poltico. En funcin de una serie de elementos del desarrollo histrico del Capitalismo (enparticular el reforzamiento de los llamados Estados nacionales y la extensin del industrialismo) loscaracteres de las diferentes expresiones de la accin colectiva se modifican, pudindose agrupar en dosgrandes grupos: acciones propias de un repertorio tradicional (previo a la industrializacin y ala consolidacin de los Estados como maquinarias burocrticas incontestadas en su mbito territorial) yacciones propias de un repertorio nuevo, nacional y moderno (Tilly, 1984) 2.

    Las formas de accin colectiva del repertorio tradicional se caracterizan por ser localistas, poco flexibles,violentas y directas (suelen ponerse como ejemplos de este repertorio los motines de subsistencia o ladestruccin de maquinaria). Por el contrario, con la llegada de la modernidad industrial, las formas deaccin colectiva se harn modulares3, algo menos violentas (debido fundamentalmente a que el poder delas armas comienza, efectivamente, a ser un monopolio del Estado en su mbito territorial) y, en general,indirectas a la hora de reconfigurar las relaciones de poder (quiere esto decir que la puesta en prctica dela accin colectiva rara vez tiene un carecer definitivo respecto al elemento de conflicto sobre el queacta). Suelen ponerse como ejemplos de este repertorio la manifestacin, la recogida de firmas o laspeticiones colectivas.

    La forma ms desarrollada de este repertorio nuevo de accin colectiva es el propio movimiento social, entanto que conjunto complejo de dispositivos de accin que se sostienen el tiempo. El movimiento sociales, en s mismo, un fenmeno de la modernidad (Romn, 2002:14) y un producto de la organizacin de la

  • clase obrera. De hecho, como sealan varios autores (Pastor, 1991; Mess, 1998; Laiz 2002, entreotros) la historia de los movimientos sociales nace como historia del movimiento obrero.

    La propia nocin de movimiento social tiene, de hecho, su origen en un estudio sobre el movimientoobrero francs publicado en Prusia por Lorenz Von Strein, a mediados del siglo XIX. Para evitar unacensura que difcilmente hubiera tolerado el vocablo socialista (Prez Ledesma, 1994:59), en el ttulo deltrabajo, Strein llamo a su obra Historia del movimiento social en Francia (1789-1850) (Mess, 1998: 299).

    Si pensamos en una nocin ulterior, la de nuevos movimientos sociales o NMS, que result determinantepara los estudios sobre la accin colectiva a partir de los aos 70 configurando varios paradigmas deanlisis, vemos que el elemento determinante del trmino es el hecho de diferenciar las estructuras de losmovimientos pacifistas, feministas, ecologistas y estudiantiles del carcter burocrtico4 de lasorganizaciones del movimiento obrero tradicional. No hace falta afinar mucho el anlisis paradarnos cuenta de que si hay un elemento que diferencia la estructura de los NMS respecto a lasorganizaciones de los movimientos antisistmicos clsicos (partido y sindicato) es el papel que seatribuye al Estado como objeto de la accin poltica. Mientras las organizaciones socialistas clsicas,tanto en su versin leninista como en su versin socialdemcrata, estaban concebidas para el asalto delpoder poltico del Estado aunque fuera por diferentes medios, las estructuras de los NMS (al menos hastael cisma de los verdes alemanes) se orientaban hacia una actuacin en los mbitos sociales. Sialgo puede querer decir la consigna lo personal es poltico es, precisamente, que hay poltica ms alldel Estado.

    Pues bien, como vamos a tratar de argumentar, el punto de partida de este cuestionamiento de lasestrategias hacia el Estado de los movimientos clsicos est en el 68.

    Como vemos, el Estado no solo est en el origen de los movimientos sociales en tanto que dispositivoscomplejos de accin colectiva del repertorio nuevo, sino que el surgimiento de una nocin (los NMS) quepretende describir un conjunto de movimientos nuevos en base a sus diferencias con los clsicos,descansa asimismo en el anlisis de la relacin Estado-Poltica-Movimiento.

    Las estrategias hacia el Estado de los movimientos antisistmicos clsicos

    El Estado, en tanto que depositario de un poder insuperable, representa la institucin fundamental paraentender eso que se conoce por modernidad. Sin embargo, no hay que olvidar que ello, a diferencia de loque pueda parecer, represent una novedad histrica.

    Si Maquiavelo admiraba a Fernando el Catlico era porque ste empezaba a poseer lo que a lositalianos les faltaba. Algo que, como no se le escapaba al florentino, representaba la clave de la poltica,esto es, el mejor dispositivo imaginable para acumular poder. Las tareas del gobernante que se describenen El prncipe son, al fin y al cabo, las necesarias para desarrollar y gestionar un aparato de poder estatal.

    El Estado, en tanto que espacio fundamental de la accin poltica de diferentes actores, contenedor deregmenes normativos particulares, fuentes de produccin y administracin jurdica, una historia y unaserie de caractersticas culturales ms o menos especficas, etc. se convirti en el terreno de estudiofundamental de la Ciencia que nace con Maquiavelo5.

    En el siglo XIX, cuando los fenmenos de protesta social se articulan en movimientos sociales tras eldesarrollo del Capitalismo industrial6 (lo que explicbamos anteriormente al referirnos a los repertorios deaccin colectiva), la principal caracterstica que terminar definiendo la praxis poltica de esosmovimientos ser su intento de conquista del poder poltico del Estado como elemento fundamental parala consecucin de sus objetivos.

    En diferentes trabajos, Wallerstein se ha referido a este aspecto en el desarrollo de los movimientos

  • antisistmicos (socialistas y nacionalistas) a partir del siglo XIX. Este autor establece 8 caractersticascomunes del desarrollo histrico de estos dos tipos de movimientos entre la segunda mitad del XIX,cuando los movimientos empiezan a contar con estructuras slidas partidos, sindicatos y eventualmentemilicias armadas- para hacer poltica, y 1970 (2002:29-33).

    De esas 8 caractersticas comunes vamos a destacar 3.

    En primer lugar, tanto los movimientos nacionalistas como el movimiento obrero experimentaron undebate en torno a si deban orientar o no su estrategia poltica hacia la conquista del Estado comomecanismo fundamental para lograr los objetivos polticos. En el caso el movimiento obrero esta fue lalnea de fractura fundamental entre marxistas y anarquistas en la Primera Internacional. En el caso delos nacionalistas, el debate marcaba la diferencia entre el nacionalismo cultural y el nacionalismo poltico(ntese que el adjetivo poltico es una referencia directa al Estado). En ambos casos, los ganadores deldebate fueron los que apostaban por ocupar el Estado.

    En segundo lugar, una vez establecido el Estado como objetivo fundamental de la accin poltica, enambos movimientos se abri un debate tctico sobre los medios para conquistarlo; la famosa tensinReforma-Revolucin. En el caso de las organizaciones socialistas europeas, los partidarios de lareforma lograron, en general, imponer sus posiciones en los principales pases europeos. Pero hubo unaimportante excepcin, Rusia, donde el ala insurreccionalista (los bolcheviques) del PartidoObrero Socialdemcrata Ruso lograron ser mayoritarios desde principios de siglo y, en octubre-noviembrede 1917, lograr importantsimos apoyos entre las masas rusas (algo que, en general, no ocurri en otrospases, como en Alemania, donde los spartakistas fueron derrotados por la Socialdemocracia).

    La tercera caracterstica comn de los movimientos socialistas y de liberacin nacional fue su incapacidadpara desarrollar la estrategia de dos pasos (conquista del Estado-transformacin social) que se habanplanteado. Este es uno de los elementos histricos ms destacables del siglo XX.

    En los aos 60, el xito mundial de los comunistas, de los socialdemcratas y de los movimientos deliberacin nacional era una realidad incuestionable. Los partidos comunistas gobernaban en Europa delEste y en buena parte de Asia Oriental; los socialdemcratas haban alcanzado el poder en algunos delos pases ms importantes del mundo rico (el SDP en Alemania, los laboristas en Reino Unido) ylos movimientos de liberacin nacional lograban la independencia de sus pases en un fenmeno dedescolonizacin poltica sin precedentes. Sin embargo, los movimientos antisistmicos no estabanlogrando, desde el poder del Estado, las transformaciones sociales a las que aspiraban.

    En buena parte de los casos, los regmenes comunistas (a pesar su papel internacional comosostenedores de movimientos progresistas en todo el mundo) se convirtieron en maquinarias autoritariasque no terminaron de poner en cuestin ni la explotacin econmica ni un sistema econmico mundialfundamentado en la acumulacin de capital y la competicin en el mercado global.

    Si los socialdemcratas europeos lograron hacer reformas que llevaron a la construccin del que seraconocido como Estado del bienestar fue en gran medida por una alianza con las clases dominantes paraahuyentar el peligro comunista (como se ha comprobado tras el desmantelamiento de muchos de loselementos del welfare en los 90) pero no pasaron de ser, en el mejor de los casos, gestores delCapitalismo con cierta conciencia redistributiva.

    Los movimientos de liberacin nacional (marxistas o no) por su parte, no fueron capaces de alterar lasestructuras econmicas de explotacin y dependencia que les ataban a los poderes del centro en unaposicin de subalternidad. La independencia poltica abri paso a lo que se conoce como neocolonialismoo colonialismo econmico.

  • Si pensamos en Cuba, donde lucha de liberacin nacional, el anti-imperialismo y el marxismo secombinaron, vemos que, a pesar de las profundas reformas llevadas a cabo por los revolucionarioscubanos, el pas no dej de ser una economa perifrica, sin soberana energtica ni militar (en especialtras la crisis de los misiles) basada en la exportacin de azcar y en los subsidios soviticos. Losdramticos cambios en la estructura econmica de la isla (tendentes hacia la liberalizacin del mercadopara poder ser competitivos en el mercado mundial) que tuvieron que llevar a cabo sus gobernantes trasla desaparicin de la URSS, son un buen ejemplo de lo que decimos.

    De alguna manera, los movimientos antisistmicos clsicos tuvieron xito en el primer paso de suestrategia (la conquista del poder del Estado) pero fracasaron en el segundo (cambiar el mundo, comodice Wallerstein).

    A nuestro juicio, lo ms importante del 68, como proceso revolucionario mundial, es la reaccin ante estefracaso.

    El fracaso de Lenin y el 68

    Cuando el jefe de los bolcheviques rusos logr imponer su heterodoxia entre los cuadros de suorganizacin, no pensaba que fuera posible la construccin de algo que pudiera parecerse al Socialismo,en los lmites geogrficos de Rusia. Si para algo poda servir aprovechar la situacin excepcionalgenerada por la guerra en Europa, era para desencadenar un proceso revolucionario general en el viejocontinente. La insurreccin rusa deba ser la chispa que encendiera las maquinarias polticas de losmovimientos socialistas realmente importantes y con capacidad para dirigir un proceso de transformacinde escala internacional: el movimiento obrero alemn en primer lugar, y el francs y el ingls, en segundolugar.

    Sin embargo, ese acontecimiento que, en palabras de Eric Hobsbawm (1995), inici el breve siglo XX,qued finalmente limitado en las fronteras rusas y sirvi para establecer unas reglas de la poltica mundialque, tras las Segunda Guerra Mundial, quedaron inalteradas en lo esencial hasta la cada del muro deBerln. El breve siglo XX fue el siglo de la poltica de los Estados.

    Por lo tanto, a pesar de la lucidez leninista que trat de entrever una poltica ms all del Estado, eldesarrollo de los acontecimientos circunscribi las posibilidades polticas de los movimientosantisistmicos al mbito estatal. La poltica de construccin del Socialismo en un solo pas y defensa de laUnin Sovitica fue la clave que articul al movimiento comunista internacional tras la derrota de losespartaquistas y el fracaso de los intentos trotskistas de construir un movimiento paralelo al comunismooficial.

    Con el movimiento comunista -al que Tarrow defini como el ms importante del siglo XX (2004:274)-convertido en un instrumento de la poltica exterior (pragmtica por definicin) de la URSS, el leninismodej de ser la clave heurstica de la transformacin revolucionaria para convertirse en un conjunto derecetas para la actividad poltica estatal de los partidos comunistas, en el marco de los intereses dela URSS. Esta prdida de la heurstica revolucionaria, es la clave del fracaso de Lenin.

    La derrota de los revolucionarios y los republicanos en Espaa y la divisin geopoltica del mundo enreas de influencia entre la URSS y Estados Unidos, tras la Segunda Guerra Mundial, no hicieron sinoconsolidar esa realidad. Es cierto, como sealaremos a continuacin, que el maosmo chino y su nocinde la lucha de clases como proceso permanente e inherente a la propia construccin del Socialismo abrialgunas esperanzas entre los izquierdistas de todo el mundo (esta es la clave principal para entender a laextrema izquierda sesentayochista) pero Liu Shao-Chi venci a Mao en su polmica sobre si China era ono socialista.

  • Mientras el PCUS defenda la posibilidad de construir el Socialismo de manera particular en diferentesestados, el PCCh de Mao consideraba que ese proceso solo se poda dar de manera simultnea.Mientras Mao defenda que la lucha de clases continuaba y se agudizaba despus de la toma del poderpor parte de los comunistas, Liu Shao-Chi, en la lnea de los soviticos, defenda que en China (como enla URSS) no haba ya lucha de clases7. Finalmente el pragmatismo se impondra en China, que quedaraconvertida para siempre en un proceso poltico nacional que, desde Deng Xiaoping, se ha demostradocomo el gestor estatal del Capitalismo ms eficiente a nivel mundial, siendo el ms serio aspirante aponer en cuestin la hegemona de los USA8.

    El breve siglo XX empez a agotarse con la intensificacin de los procesos de integracin econmica y elfin del Fordismo. En algunos de los pases centrales se habl de sociedades de la abundancia y defrustracin de las aspiraciones generacionales. El proceso poltico global ms relevante que acompa aese conjunto de transformaciones que empezaban a erosionar el orden de Yalta, fue la revolucin del 68.

    En la defensa de nuestra tesis, expusimos de manera ms sinttica este planteamiento. La respuesta deJaime Pastor9 (quien adems fue protagonista en primera persona de los acontecimientos del 68 enFrancia y Espaa) fue ms que clara: en el 68 no se puso en cuestin la estrategia de conquista del poderestatal por parte de la izquierda radical.

    Ello no se producir hasta los aos 80. En el 68 lo que se produce ms bien es una proliferacin depequeos partidos con aspiraciones revolucionarias desde visiones hiperleninistas. Para Jaime Pastor,Wallerstein tan solo sugiere que el 68 deja una serie de preguntas abiertas sobre la posibilidad de queexistan formas de poder social ms importantes que el poder poltico.

    En lo que al anlisis de Wallerstein se refiere, basta a acudir a sus textos; en especial su artculo 1968,Revolution in the World-System (2002[1989]) para darnos cuenta de la claridad de su planteamiento. Latesis segunda del citado artculo declara que la protesta del 68 se produjo tambin contra los movimientosantisistmicos de la vieja izquierda y en el desarrollo de la misma se alude especficamente al fracaso dela estrategia de transformacin social desde el Estado (2002 [1989]:348).

    En lo que se refiere a la proliferacin de grupos de extrema-izquierda desde posiciones hiperleninistas,entendemos que la clave para entenderlos es la crtica radical que plantearon a las organizaciones y a lasestrategias polticas de la izquierda clsica. El 68 no solo fue una revolucin contra la hegemona de losEEUU y las formas de organizacin social del Capitalismo, sino tambin contra el Socialismo realde influencia sovitica y, sobretodo, contra las organizaciones y las estrategias de la izquierda clsica enlos pases occidentales.

    Si por algo puede definirse a los grupos de izquierdistas que abrazaron el trotskismo y el maosmo es porun intento de volver al punto de partida de la reflexin leninista de 1917; la posibilidad de una revolucinmundial. El hiperleninismo de los revolucionarios del 68 tiene poco de clsico si por ello se entiende esemarxismo-leninismo (con guin) que fue la doctrina pragmtica del comunismo oficial sovitico y susorganizaciones polticas dependientes en otros pases. Si muchos izquierdistas miraron a China fueporque la revolucin cultural pareca representar un desafo revolucionario a la realpolitik sovitica.

    Es precisamente en esa dinmica de recuperacin de una perspectiva global de la lucha revolucionariadonde se entienden los intentos revolucionarios perifricos como la Tricontinental del Che Guevara y sutctica foquista o el panafricanismo revolucionario de Frantz Fanon.

    La terrible consecuencia10 de los jvenes guerrilleros urbanos europeos de la Fraccin del Ejrcito Rojoen la Repblica Federal de Alemania, o de los weathermen norteamericanos tratando de llevar la guerraimperialistas al corazn de la metrpoli, hijos del 68 donde los haya, camina en la misma direccin: unalejamiento de la izquierda clsica y una apuesta por la globalizacin de la lucha poltica en clave militar-

  • revolucionaria.

    Cuando a da de hoy nadie cuestiona el globalismo de Al-Qaeda en su forma de concebir su prcticareligiosa-poltica-militar (ese terrorismo global usado por EEUU y sus aliados para justificar su polticaexterior) es importante recordar que del 68 nacieron proyectos revolucionarios armados en todo el mundoque trataron de desafiar muchas al mundo bipolar.

    Los jvenes europeos y norteamericanos que decidieron practicar la lucha armada en el corazn delCapitalismo nunca tuvieron ninguna posibilidad de vencer (aunque en el caso de los alemanes, mientrasrecibieron la proteccin y cierto apoyo logstico de la RDA fueron un factor de desestabilizacin nadadespreciable); el Che fue asesinado vctima quiz de sus propios errores tcticos y Frantz Fanon,despus de tratarse sin xito su leucemia en la URSS y en EEUU, mora en un hospital de Nueva Yorksiendo testigo de la derrota del panafricanismo. En China, el fracaso de Mao limit las ilusiones en unproyecto del que la izquierda occidental nunca lleg a conocer mucho ms que los mitos de la literaturade Malraux.

    Sin embargo, los revolucionarios del 68 cambiaron la forma en que habra de desarrollarse la accincolectiva para siempre. Desde entonces, la accin colectiva recorri caminos distintos a la estrategia endos pasos y a la centralidad de la clase obrera fordista en la transformacin social.

    En los 70 y en los 80, tras los movimientos estudiantiles, llegaran los NMS (ecologistas, verdes yfeministas) y las campaas por los derechos de las minoras. Estos movimientos rechazaban la conquistadel poder del Estado y las formas organizativas jerrquicas concebidas para ocupar y gestionarorganizaciones administrativas estatales.

    Rechazaron que los problemas de las mujeres y las minoras tnicas fueran a solucionarse en una etapaposterior a la liberacin material y pusieron el acento en la politicidad de ciertos aspectos de la vidapersonal y de la forma de existencia social, yendo ms all de la nocin de alienacin en los procesosproductivos. Hasta la victoria de los realos en Alemania, los NMS fueron un punto de referencia para elradicalismo de izquierda, al menos en Europa y EEUU.

    Ya en los 90, la izquierda radical sufra en sus carnes la crisis de identidad derivada la cada del muro deBerln y de la derrota definitiva del proyecto sovitico.

    Como corolario a la ideologa fukuyamista se pens incluso en un crepsculo definitivo del antagonismopoltico en los pases del centro y en su sustitucin progresiva por formas ms o menosinstitucionalizadas de solidaridad asistencial a travs de ONGs o asociaciones humanitarias. PedroIbarra y Benjamn Tejerina escriban en 1998 sobre la emergencia de nuevos actores que operan en elmbito de la solidaridad con los sectores menos favorecidos o marginados de las sociedadesoccidentalesEste grupo de movimientos por la solidaridad ha conseguido tal grado de expansin ytal reconocimiento social que la opinin pblica tiende a confundirlos con la totalidad de los movimientossocialesDesde la perspectiva del discurso social dominantede los marcos centrales de interpretaciny otorgamiento de sentidoestos movimientos solidarios son los verdaderos movimientos sociales(Ibarra/Tejerina, 1998:10).

    Sin embargo, el primero de enero de 1994, coincidiendo con la entrada en vigor el tratado de librecomercio entre EEUU, Canad y Mxico, un ejrcito guerrillero indgena se levantaba en Mxicodefiniendo en su discurso al Neoliberalismo como enemigo de la humanidad. Poco despus, de las redesinternacionales de solidaridad con el Neozapatismo mexicano surgieron los colectivos que llevaron a cabolos llamamientos a la accin en Seattle (1999) y Praga (2000) de los que nacera, almenos mediticamente, el movimiento global.

  • La protesta global ms all del Estado: Repeating Lenin?

    Una de las crticas planteadas por Paloma Romn en el acto de defensa de nuestra tesis fue que, aduras penas, quedaba clara en nuestro texto la distincin entre Estado y Nacin y que haba unacontradiccin inherente en defender la decadencia tendencial de las atribuciones soberanas del Estado yreferirnos continuamente al Estado espaol.

    Respecto a esta segunda crtica debemos reconocer que es absolutamente justa y as lo aceptamos en elacto. An cuando en el prefacio de la tesis dedicamos unos prrafos a explicar por qu hay momentos enlos que hablamos de Espaa y momentos en los que hablamos de Estado espaol a lo largo del texto, lacontradiccin no deja de ser evidente. Como sealaba Romn Qu sentido tiene hablar de Francia,Alemania, Italia y del Estado espaol? Si, por otro lado, hemos defendido hasta la saciedad que elEstado no es lo que era Acaso estamos otorgando al Estado cuyo nombre oficial es Espaauna relevancia particular?

    En la replica sealamos que el trmino que realmente nos hubiera gustado usar es el de ProvinciaEspaa, acuado por Carlos Prieto en un artculo en la New Left Review (2005), pero que elloprobablemente hubiera despertado reacciones difciles de prever entre los miembros del tribunal. Habatambin una razn ulterior para no utilizar la denominacin Provincia Espaa que no sealamos en elacto de defensa pero que vamos a reconocer ahora. La nocin de Carlos Prieto, que nos parecevirtuosa, desencaden una dura reaccin11 por parte del profesor y activista gallego, afincadoen Catalua, Raimundo Viejo Vias. Para Raimundo, la propia nocin revela en s misma una suerte deespaolismo (al reconocer implcitamente, al nombrarla, la existencia de una realidad nacional ydesconocer otras). Por espaolista si que no estbamos dispuestos a pasar y por eso reservamos paramejor ocasin un ajuste de cuentas con Raimundo a propsito de este tema.

    Respecto a la primera crtica planteada por Romn queremos sealar lo que sigue. La propia nocin deNacin resulta extremadamente conflictiva pero precisamente en la medida en que es perfectamentedisociable del concepto de Estado (de otro modo, no habra movimientos nacionalistas cuya aspiracin esun Estado). Asimismo, la nocin entra de lleno en cuestiones referidas a la cultura y a las identidades. Esevidente que en nuestra tesis no tenemos demasiado inters por la nocin de nacin y si por la de Estado,en tanto que depositario de poder pero, desde el momento en que identificamos el poder estatal con lasoberana, est no puede residir en el Estado sin ms, sino en la Nacin, como histricamente se hanencargado de normativizar los ordenamientos constitucionales. Por eso, cuando hablamos de poderpostnacional queremos decir que se ha producido un trasvase de las atribuciones soberanas desde elEstado hacia agencias globales de gestin. Ese tipo de soberana, que ser sobre la que dirijan su accinlos movimientos globales es, por lo tanto, postnacional.

    El desarrollo del Capitalismo global que acab con una URSS, incapaz de competir en el mercadomundial (Boswell/Chase-Dunn, 2000: 133-157), provoc tambin una tendencia a la transferencia delpoder soberano desde las agencias administrativas estatales hacia agencias supranacionales de gestiny produccin econmica, jurdica, militar y poltica de tipo regional (como la Unin Europea a pesar de susfracasos a la hora de seguir aglutinando poderes polticos) o de tipo global (como las organizaciones queheredaron el orden econmico de Bretton Woods; la OMC, el FMI y el BM y, en el plano militar, laltimamente tan globalizada OTAN). Al mismo tiempo, la influencia poltica a travs de lobbies globales delas corporaciones multinacionales no ha dejado de crecer.

    Aunque, histricamente, ningn Estado ha podido nunca sustraerse completamente a las dinmicaspoltico-econmicas sistmicas, en la actualidad, las limitaciones a la hora de tomar decisiones queafecten de manera seria a la economa, que pongan en cuestin el papel militar que juega ese Estado enel rea geopoltica en la que se adscribe o que planteen reformas polticas que no sintonicen con su rearegional de referencia, tienen una dimensin indita.

  • Este conjunto de limitaciones a la soberana ha provocado que el Estado, en tanto que interlocutor osencillamente sujeto desafiado o a cuyo poder aspiran los diferentes actores polticos (partidos omovimientos) sea cada vez menos poderoso, an cuando su papel siga resultando fundamental. Comovenimos diciendo, ahora ms que nunca, son las organizaciones de gestin global las que ven aumentarsu poder soberano (sin legitimacin en nacin o mecanismo procedimental alguno), siendo losverdaderos productores de las decisiones econmicas de alcance global.

    Durante el acto de defensa de nuestra tesis, Ariel Jerez llam la atencin sobre la importancia del Estadoen los procesos de transformacin en curso en Amrica Latina. Es cierto que el proceso liderado porVenezuela (y al que, con diferentes ritmos, se han incorporado Ecuador y Bolivia) en un contexto defracaso y retroceso de las polticas neoliberales en el conjunto de la regin, ha abierto muchasesperanzas y ha generado cambios importantes. Sin embargo, nos parece un error pensar que la clavedel proceso est en el potencial transformador de las estructuras estatales. Si Venezuela est jugando unpapel tan importante no es ni por las virtudes polticas de su presidente (muchas de ellas discutibles) nipor la eficacia de su administracin (muy discutible tambin) sino por la posicin de privilegio del Estadovenezolano en tanto que gestor de un recurso determinante (el petrleo) en el mercado mundial. Ello es loque permite a Venezuela destinar recursos a polticas sociales e incluso llevar a cabo una poltica exteriorcomprometida y beligerante contra los EEUU. Si pensamos en Paraguay, por ejemplo, donde elizquierdista Fernando Lugo acaba de alcanzar la presidencia, es difcil ser muy optimista a la hora deimaginar las posibilidades de transformacin poltica de un gobierno dependiente de la exportacin desoja transgnica y del contrabando, cuya soberana energtica est en manos de Brasil. De muy poco leva a servir a Lugo su estadito para mejorar la vida de la gente; su nica opcin, como la del Gobiernoboliviano amenazado desde dentro y desde fuera y la de tantos otros, es apostar por un proyecto deintegracin con otros pases latinoamericanos. El Estado, en siglo XXI, se queda ms que corto para latransformacin social.

    La gran leccin del 68 fue precisamente poner al descubierto el fracaso de las estrategias detransformacin social desde el Estado de los movimientos antisistmicos clsicos. Si la extrema izquierdamir a China y a los movimientos guerrilleros perifricos fue porque parecan representar una posibilidadrevolucionaria en un mundo pactado. Si los NMS y los movimientos de solidaridad se ocuparon deaspectos de la forma de existencia social descuidados por la izquierda clsica (el gnero, elmedio ambiente, la sexualidad, la proteccin de las minoras, etc.) fue porque descubrieron que el poderde regular la vida no solo se hallaba en las estructuras administrativas del Estado.

    La gran aportacin de los movimientos globales ha sido dirigir su mirada all donde esta el poder; lasinstituciones de gestin del Capitalismo global. De alguna forma, ello les ha situado en el punto de lareflexin leninista previo a la insurreccin, a saber, la actualizacin del marxismo ante el desarrollo delCapitalismo imperialista de la poca.

    Estamos seguros de que los movimientos globales tienen pocas posibilidades a corto plazo dedesencadenar un proceso revolucionario global, pero se han situado exactamente en el lugar donde lareflexin y le heurstica revolucionaria son posibles; el espacio postnacional. Ello les ha dado ciertaventaja sobre otras agencias polticas tales como los partidos, cuyas estructuras siguen centradas enunidades administrativas menores. No debe olvidarse que esta es una de las claves que explica lasdificultades de estos a la hora de influir en organizaciones regionales o globales. Si pensamos en Europa,es cierto que los partidos representados en su parlamento se organizan por tendencias, pero a nadie seles escapa la escasa relevancia de este parlamento en relacin a las competencias de la Unin.

    En ese sentido, los movimientos globales han puesto sobre la mesa el problema de las inercias, tanto delos partidos y los sindicatos tradicionales que siguen privilegiando el escenario estatal en su actividad,como de los movimientos nacionalistas que siguen pretendiendo aspirar a la formacin de un Estado

  • como instrumento de transformacin.

    Recientemente, el profesor Cotarelo polemizaba desde su blog con la profesora Consuelo Laiz apropsito del un libro que esta politloga comparte con Patxi Zabaleta y Juan Jos Laborda, en el que eldirigente abertzale y el de la federacin vasca del PSOE discuten a propsito de la compatibilidad entreizquierda y nacionalismo. Si efectivamente la clave del debate es esa (solo conocemos el libro por laresea de Cotarelo) no entendemos la importancia de darle vueltas a una discusin iusfilosfica sobre lapreeminencia de los derechos individuales sobre los colectivos o viceversa. Si el problema es sinacionalismo e izquierda son compatibles, la clave habr de estar en si el Estado es un instrumento detransformacin social efectivo o no.

    Si la izquierda cometi un error en el siglo XX, fue el despreciar la fuerza de los elementos tnicos ynacional-populares a la hora de articular polticamente a las clases subalternas. Nadie puede negar laimportancia de esos elementos a la hora legitimar un Estado. Pues bien, si de lo que se trata es deconquistar el Estado, nacionalismo e izquierda sern perfectamente compatibles y altamenterecomendables, como siempre tuvieron claro los revolucionarios perifricos. Sin embargo, a da de hoy,quiz la cuestin que debieran plantearse los patriotas vascos de izquierda (a los socialistas vascosentiendo que difcilmente se les puede aplicar este calificativo) es si un Estado propio iba a representar unavance en clave socialista.

    Hemos explicado ya la distincin entre las formas tradicionales y modernas de los repertorios tradicional ynuevo de accin colectiva, para comprender lo que llamamos repertorio postnacional. En el periodoactual, las transformaciones del Capitalismo hacia modalidades productivas flexibles y la tendenciadecadente del Estado como agencia detentadora de la soberana en favor de instituciones de gestinglobal, han posibilitado formas de accin colectiva que no se dirigen al poder del Estado comoprincipal adversario, interlocutor o instrumento para la transformacin. Este es el principal desafo quehan lanzado los movimientos globales al replantear algo que fue fundamental en la genealoga de losmovimientos socialistas y que estaba vivo en la reflexin de Lenin en 1917, a saber, la movilizacinpoltica ms all de los lmites del Estado. Quiz esto es algo que los nacionalistas de izquierda no hanterminado de entender todava.

    Notas

    1 La intervencin est disponible tambin en you tube, vase http://www.youtube.com/watch?v=BFVw56GhQK8

    2 Tarrow refiere tambin una dimensin cultural de los repertorios de accin colectiva en tantoque contenedores de una cultura poltica de la protesta que define lo que los desafiantes saben hacer y loque se espera que hagan (Tarrow, 2004:59).

    3 La modularidad de una forma de accin colectiva alude a la facilidad de la misma para ser llevada ala prctica en diferentes contextos y espacios y con finalidades distintas. Respecto a la modularidad dela construccin de barricadas en al Paris del siglo XIX, Tarrow seala: los franceses saban dondehacerlas y haban aprendido a usarlas (2004:58).

    4 No damos aqu a la nocin burocracia una connotacin negativa. Entendemos que, al menosdesde Michels, las dinmicas organizacionales tienen una serie de tendencias inevitables.

    5 Hasta tal punto que, como sabemos, para los aspectos referidos al sistema poltico internacional(o interestatal) se crearon disciplinas o sub-disciplinas como las relaciones internacionales, en unaposicin subalterna (al menos en la Europa continental) respecto al Derecho, la Historia o la propiaCiencia Poltica.

  • 6 Tales fenmenos de protesta social representan un rea de estudio distinta de la que se encarga delos movimientos sociales. Entre los estudios ms famosos referidos a las formas de protesta previasal movimiento obrero, destacan trabajos como los de Rud (1978), Edward Thompson (1989), oEric Hobsbawm (1974). En lo que se refiere a las rebeliones con perfiles tnicos en reas perifricas,puede destacarse el clsico de C.L.R. James Los jacobinos negros sobre una revolucin dentro deuna revolucin, Hait, donde los esclavos llevaron ms lejos que nadie muchas de las claves de larevolucin francesa.

    7 Al respecto de la polmica, Wallerstein seala: Mao Tse-Tung propone entender la sociedadsocialista como un proceso ms que una estructura. Como Frank y Sweezyconsidera el sistema-mundoy no el Estado-nacin como unidad de anlisis. El anlisis de los acadmicos soviticos, por elcontrario, plantea la existencia de dos sistemas-mundo con dos divisiones del trabajo distintas, quecoexisten uno junto a otro, aunque el sistema socialista aparezca dividido (Wallerstein, 2002[1974]: 96).Precisamente aqu, en la crtica al doctrinarismo y al pragmatismo estatalista sovitico, est una de lasclaves para entender el inters por el maosmo de la izquierda radical en el 68.

    8 Vase, al respecto, Arrighi (2007).

    9 La intervencin est disponible en you tube. Vase: http://www.youtube.com/watch?v=BFVw56GhQK8

    10 La expresin la hemos tomado del ttulo de una entrevista al militante de la RAFStefan.Wisniewski (2000).

    11 Y en lo que a nosotros respecta una largusima discusin que se prolong hasta alta horas deuna madrugada del verano de 2007.

    Bibliografa citada

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    Repeating Lenin?: Del 68 a los movimientosglobales