Introduccion a Una Sociologia de La Droga(1)

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Describi una analisis substantiva de la politica de las drogas

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    INTRODUCCINA UNASOCIOLOGADE LA DROGA *

    Problemas y contradicciones del control penalde las drogodependencias

    Por: Dr. Alesandro Baratta,Director del Instituto de Filosofa y Sociologa Jurdicade la Universidad del Saartand (Alemania).

    1.ElStatus Quo de la poltica sobre la droga y la estructuracomunicativa de las sociedades Industrializadas avanza-

    das.

    La poltica actual sobre la droga en nuestras sociedades, es decir,la poltica de criminalizacin de ciertas drogas, constituye un sistema

    "autorreferencial", o sea, un sistema que se autorreproduce ideolgica y

    materialmente. 1

    Por reproduccin ideolgica se entiende el proceso general a travs

    del cual cada actor o grupo de actores integrados en el sistema encuentra

    confirmacin de su propia imagen de la realidad en la a c t i t u d d e l o s

    otros actores. Este mecanismo puede ser representado por un crculo

    cerrado.

    de los otros de tal modo que es difcil o improbable una modificacin de

    su imagen de la realidad y de sus actitudes.

    Por reproduccin material se entiende el proceso en base al cual la

    accin general del sistema, determinada por una imagen inicial de la

    realidad, modifica parcialmente la misma realidad hacindola, en unafase posterior, ms parecida a la imagen de partida. Es decir, se trata

    del proceso en virtud del cual el sistema produce una realidad conforme

    1.Para una profundizacin en los principales elementos de una teorasistmica aplicada a los sistemas sociales, en particular para los conceptosde autorreferencialidad y "autopoiesis", se remite a la obra fundamental deN. LUHMANN. Soziale System Grundiss einer allgemeinen Theorie. Frank-

    furt a.M. 1981. Sin embargo, la hiptesis aqu desarrollada y las tesis pre-sentadas en este trabajo quedan lejos de constituir una aplicacin "orto-doxa" de la teora sistemtica de Luhmann.

    ' Reproduccin autorizada por el autor.

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    a la imagen de la cual surge y que la legitima. Podemos representar este

    pro-ceso por una espiral. Cuanto ms se desarrolla la espiral, ms se

    acerca la realidad a la imagen inicial dominante del sistema.

    En el caso del sistema de la droga, dicha realidad est caracte-

    rizada por cuatro elementos:a) la relacin necesaria entre consumo de droga y dependencia (y

    la evolucin necesaria desde la dependencia de las drogas blandas a las

    drogas duras);

    b) la pertenencia de los toxicmanos a una subcultura que no com-

    parte el sentido de la realidad propio de la mayora de los "normales";

    c) el comportamiento asocial y delictivo de los drogodepen-

    dientes, que los aisla de la vida productiva y los introduce en carreras

    criminales;

    d) el estado de enfermed psicofsica de los drogodependientes y

    la irreversibilidad de la dependencia.

    Sin embargo, los conocimientos cientficos nos muestran que esta

    imagen no corresponde a la realidad: en relacin a lo que ocurre cuando

    se consumen drogas ilegales, los elementos que la componen representan

    ms bien la excepcin que la regla.

    En la actualidad, en una fase posterior a la "inicial", la gran ma-

    yora de los consumidores de drogas ilegales no es dependiente, no forma

    parte de una subcultura "desviada", no es asocial ni criminal ni tampoco

    est enferma (hay muchsimas ms enfermedades y muertes causadas

    por las drogas permitidas, como el alcohol y el tabaco); y por ltimo, '

    desde un punto de vista clnico y social, la drogodependencia se puede

    curar.

    Sin embargo, hoy la distancia entre la realidad y su imagen tiende

    a disminuir. Actualmente hay ms consumidores dependientes que du-

    rante la fase "inicial"; ms drogodependientes marginados en subcultu-

    ras que contravienen normas penales y estn integrados en trayectorias

    criminales; la dependencia de drogas ilegales hoy resulta menos cura-

    ble de lo que lo sera si no hubiera intervenido la justicia penal en esta

    zona problemtica de la sociedad representada por la drogodepen-dencia.

    Para darnos cuenta de este proceso de autorreproduccin ideolgica

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    y material del sistema podemos utilizar conceptos tomados de la socio-

    loga moderna, como el teorema de Thomas y la profeca que se autorrea-

    liza. Segn el teorema sociolgico conocido por el nombre de sus autores.

    William y Dorothy Swaine Thomas 2,si se afirma una determinadaimagen de la realidad, esta imagen produce efectos reales correspon-

    dientes. En realidad, en el sistema de la droga, la reaccin social crimi-

    nalizadora produce por si misma la realidad que la legitima. La repre-sentacin de la droga que est a la base de la poltica en este sector y que

    ha sido utilizada por parte de los "empresarios morales"3en la

    construccin del problema social correspondiente es, en este sentido, una

    profeca que se autorrealiza", segn el mecanismo social descrito por

    Robert K. Mer-ton.

    Utiliz una nocin sociolgica de sistema, entendido como estruc-

    tura referencial de comportamientos y de significados. Los sistemas so-

    ciales pueden ser, en relacin a su extensin, ms o menos generales o ms

    o menos especficos. Generalmente podemos considerar todo sistema a su

    vez, como subsistema especfico de un sistema ms general.

    Por su parte, los sistemas de referencia construidos para estudiar un

    subsistema especfico pueden ser ms o menos adecuados. La bsqueda de

    sistemas de referencia cada vez ms adecuados para examinar un siste-

    ma concreto puede denominarse "progresin metodolgica"4. Se trata de

    un proceso de abstraccin progresiva. El mximo nivel de abstraccin se

    2. Vase W. y D. SWAINE THOMAS. "Situations defined as Real are Real inthen Consequences", en P. GREGORY y A. HARVEY. Social PsychologyThrough Symbolic Interactions. Massachussets-Toronto, pp. 154-155.

    3. Sobre la "construccin" de los problemas sociales y el papel de los "empre-sarios morales" en el marco sociolgico del interaccionismo simblico,

    vase M. SPECTOR y J. KITSUSE. Constructing Social Problemas, MenloPark (Cal.) 1976. Sobre la teora de los problemas sociales y la construccinsocial" de la realidad, as como para la discusin del interaccionismo simb-l i co y sus consecuencias en criminologa vase A. BARATTA "Problema

    sociali e percezione della criminaliti en Del Delitti e delle Pene! 1, 1, 1983, pp.15-39; A. BARATTA, Criminologa crtica y crtica del derecho penal Siglo XXIeditores, Mxico, 1986.

    4. Vase R. K. MERTON. "The self-fulfilling Prophecy" en Social Theory andSocial Structure, Illinois. 2a. ed., 1957, pp. 421-436. Para un interesantedesarrollo del concepto de self-fulfilling prophecy vase J. YOUNG, el cual,refirindose a la accin de la polica, habla de transformacin de la fantasaen realidad: "The role of the Police as Amplifiers of Deviancy. Negotiators ofReality, and Translators of Fantasy", en Images of Deviance. Londes. 1971,pp.27 y 22.

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    alcanza cuando se ha construido el sistema de referencia ms adecuado

    para desarrollar el inters cognoscitivo que preside el estudio de un sis-

    tema determinado. As, en nuestro caso, el subsistema "poltica de la

    droga" puede ser estudiado en relacin a diversos sistemas de referencia:

    la comunidad local, el Estado o un sistema todava ms amplio. El sis-

    tema de referencia ms adecuado para una compresin cabal del fen-

    meno parece ser la estructura poltica y econmica supranacional de lasociedad tardocapitalista en que vivimos.

    Los sistemas pueden clasificarse en funcin del grado de homoge-

    neidad interna, es decir, de consenso entre los actores. Desde este puntode vista los sistemas se disponen, graduando el nivel de homogeneidad

    interna, entre dos polos: el "sistema abierto" y el "sistema cerrado". En

    el primero caso predomina el disenso y la dinmica del cambio en la

    estructura de comportamientos y significados. Un ejemplo de sistema

    abierto es el actual sistema de relaciones entre administracin de lajusticia y ciudadana en Italia y en otros pases5. Por el contrario, en elsistema cerrado una "mayora" homognea se extiende a todos los grupos

    de actores, casi siempre a excepcin de uno que constituye una minora

    disidente. Un sistema de este tipo es altamente homogneo y refractario

    a las transformaciones y por lo tanto tiene la apariencia de ser ms

    estable, al contrario de lo que sucede en un sistema abierto.

    El sistema de la droga constituye un ejemplo significativo de siste-

    ma cerrado. Una de sus principales caractersticas es, en realidad, elhecho de que los actores se confirman recprocamente en su actitud favo-

    rable a la actual poltica de la droga. A este condicionamiento positivo

    recproco escapa nicamente un grupo de actores, el constituido por los

    drogodependientes. La presencia de este nico grupo "desviado" (es de-

    cir, desviado en relacin a la representacin de la realidad aceptadapor la mayora) refuerza el sistema cerrado aumentando su capacidad deautorreproduccin.

    Paradjicamente, en las sociedades complejas sujetas a procesos de

    5 .Las actitudes y las polticas relativas a la transformacin del papel de la jus-ticia y de los jueces y a la reforma de sus prerrogativas y responsabilidades

    se encuentran actualmente en el centro del debate en Italia, sin que los"frentes" en la controversia correspondan a las clsicas oposiciones ideo-lgicas entre distintas reas sociales y polticas ni entre los medios decomunicacin correspondientes. -

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    rpida transformacin, los circuitos cerrados alcanzan la mxima repro-

    ductibilidad no cuando hay una total homogeneidad entre las actitudes

    de los actores, sino cuando hay homogeneidad entre todos a excepcin de

    un grupo particular de actores. En estos casos es fcil que el grupo des-

    viado asuma la funcin simblica del chivo expiatorio. La hostilidad

    general dirigida hacia el chivo expiatorio mantiene vivo un alto grado

    de consenso, estabiliz la integracin de la mayora. Esto se verifica so-bre todo cuando, como en el caso del circuito de la droga, estamos en

    p r e se n c ia de un sistema de control social y la minora desviada constituye el

    grupo en relacin al cual se ejerce el control.

    En los sistemas cerrados el papel de los medios de comunicacin de

    masas es fundamental. Esto no significa, sin embargo, como a veces se nospresenta, que los medios de comunicacin impongan a la "opinin pbli-

    ca" y a los otros actores del sistema una determinada imagen de larealidad o determinadas actitudes. Por el contrario, la relacin entre los

    medios de comunicacin y los otros actores es, ms bien, una relacin de

    condiciona-miento mutuo. La teora de la relacin unilateral de condi-

    cionamiento del pblico por parte de los medios de comunicacin ha sido

    abundantemente criticada y superada desde hace tiempo por la

    sociologa de la comunicacin6 . Si este teora fuese vlida sera difcil

    comprender, entre otras cosas, por qu peridicos y medios de comunica-

    cin de orientacin diferente producen una orientacin convergentecuando se refieren a sistemas cerrados, como sucede exactamente en el

    caso de la poltica de la droga, en vez de reflejar los antagonismos y las

    diferencias que los dividen en la mayor parte de las otras cuestiones,como puede observarse cuando los mismos medios intervienen en el

    mbito de un sistema abierto.

    Si existe, como en nuestro caso, un consenso generalizado en el p-

    blico hacia la actual poltica de la droga, los medios de comunicacin re-

    flejan este consenso independientemente de sus diferentes posiciones so-

    bre otros temas. La convergencia, sobre el tema de la droga, por parte de

    peridicos que pertenecen a posiciones ideolgicas diferentes ha sido

    claramente demostrada por los anlisis de contenido, por ejemplo el

    efectuado sobre los diarios alemanes "Die Welt" y "Sddeutsche Zei-

    6.Vase, entre otros. S. COHEN y J. YOUG. The Manufacture of News,London, 1974; V. MEUDT. Drogen und ffenthchkeit. Munich 1977.201

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    tung" en el perodo entre 1967 y 1977. Resultados similares se han obte-

    nido analizando la prensa inglesa y la de Nueva York7

    En realidad los medios de comunicacin dependen de las actitudes

    preexistentes en el pblico, en la situacin llamada precomunicativa, no

    menos de lo que las actitudes del pblico y de los otrs actores dependen,

    a su vez, de los medios de comunicacin. Por lo tanto, si las actitudes pre-

    existentes son homogneas, igualmente lo ser el flujo de informacin de

    los medios8. En los sistemas cerrados, como en el caso de la poltica de la

    droga, esta interdependencia y la correspondiente homogeneidad de los

    mensajes emitidos por los medios de comunicacin es evidente, constitu-

    yendo un elemento determinante de su autorreproduccin material eideolgica.

    En la reproduccin del circuito de la droga cada grupo de actoresdepende de los otros y, a su vez, los condiciona. As, por ejemplo, los

    polticos dependen de la imagen del problema social y de las actitudes

    presentes en el pblico, del cual provienen sus electores. En la seleccin

    de las informaciones, los medios de comunicacin de masas dependen de

    las actitudes existentes en el pblico y de su demanda de informacin y

    confirmacin de la imagen que tiene de la realidad. Activando y actua-

    lizando tendencias ya existentes en el pblico y ofreciendo a los indivi-

    duos un importante elemento de agregacin y de consenso, los medios de

    comunicacin condicionan no slo la imagen de la realidad sino la reali-

    dad misma. A su vez, los expertos y los cientficos, as como las instan-

    cias de la justicia penal, en sus actitudes y, comportamientos estn

    influenciados por la seleccin de las informaciones efectuadas por los

    medios de comunicacin. Esta seleccin condiciona la percepcin selec-

    tiva de la realidad, a la que no escapa la misma actitud cientfica en el

    anlisis del problema de la droga; es decir, la seleccin de la hiptesis

    7. Referencias en St. QUENSEL. "Gedankengefngnisse und ihte drogenpo-htische Wirksamkeit", en St. QUENSEL. Drogenland. Cannabis, Heroin,Methadon freine neue Drogenpolitik. Frankfurt. 1982, pp. 23-24 (32) Launidimensionalidad y la homogeneidad de la imagen del problema de la drogaen los distintos medios de informacin se deduce tambin de una inves-

    tigacin llevada a cabo sobre la prensa espaola en el perodo septiembre1985, mayo 1986; vase J. L. PRIETO. "La imagen de la droga en la prensaespaola", en Comunidad y Drogas. 4, 1987, pp. 29-45.

    8. Vese v. MEUDT, op. cit. (nota 6).

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    a verificar, de los factores a considerar y de sus interrelaciones, de los

    mtodos y del mismo marco terico y conceptual de las investigaciones.

    De esta manera, puede sintetizarse este proceso circular con las palabras

    de Meudt, segn el cual "los expertos, las instituciones, el pblico y la

    pren-sa se refuerzan recprocamente; todos ellos desarrollan tanto a

    nivel real como simblico la guerra contra el problema de la droga, queest dirigi-da esencialmente slo contra los consumidores"9

    La elevada interdependencia entre los mensajes de los medios de

    comunicacin y las actitudes del pblico y de los otros actores en los sis-

    temas cerrados, representa un aspecto particular del modo en que se rea-

    lizan en general los procesos de comunicacin en las sociedades indus-

    triales avanzadas. En nuestra sociedad, la esfera de comunicacin de ex-

    periencias directas deja cada vez ms espacio a una "comunicacin a tra-

    vs de los medios". Esta propiedad de la estructura comunicativa de

    nuestra sociedad puede ser comprendida mejor si se tienen en cuenta las

    distintas formas que pueden asumir los fenmenos de comunicacin entre

    personas a travs de los medios. En primer lugar tenemos la "comunica-

    cin simultnea entre espectadores": los sujetos asisten al mismo tiempo

    al espectculo de la realidad ofrecido por los medios de comu-nicacin.

    Esta forma de comunicacin constituye al mismo tiempo una forma de

    aislamiento de los sujetos comunicantes. Desde este punto de vista

    podem os denom in arla "in com unic aci n de m asas", porq ue el espect culo

    al que asisten A y B (por ejemplo un matrimonio anciano sentado ante el

    televisor) sustituye al intercambio de experiencias directas de la

    realidad entre los mismos sujetos, mientras que ese mismo espectculo es

    visto al mismo tiempo por millones de telespectadores.

    En segundo lugar tenemos la "comunicacin consecutiva entre espec-tadores". En este caso la incomunicabilidad entre espectadores cede el

    paso a la comunicacin entre personas, pero slo en parte. En efecto, A y

    B continan siendo en buena medida los espectadores del caso anterior,

    an cuando se comunican entre ellos. Comunicacin consecutiva entre es-

    pectadores significa que A y B, ms que sus experiencias directas de la

    realidad, continan intercambindose las imgenes del espectculo de la

    realidad que les ofrecen los medios de comunicacin.

    La comunicacin simultnea y la comunicacin consecutiva a travs

    9.Vese v. MEUDT, op. cit. (nota 6), p. 201.

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    de los medios, los dos aspectos de la interaccin social en la "sociedad de

    la comunicacin de masas", tienen particular importancia en la determi-

    nacin de la conservacin de los sistemas cerrados. La sustitucin de las

    experiencias directas por la experiencia del espectculo se produce segn

    los contenidos ofrecidos por la comunicacin en la medida en que stos

    estn alejados de la experiencia cotidiana de los actores. Tal fenmeno,

    que ha sido denominado "colonizacin de los mundos de vida por parte

    del sistema"10 , afecta del mismo modo a todos los mbitos de la vida

    cotidiana y afectiva; sin embargo la represin de la experiencia di-recta

    se verifica de manera ms evidente en la esfera de la poltica. Cuantoms alejadas estn las instancias de las decisiones polticas de la

    realidad sobre la que actan, ms escatimada ser esta esfera a la

    experiencia directa; es decir, cuanto ms se pase de los niveles de las po-

    lticas locales a los niveles ms abstractos de las polticas regionales,

    nacionales e internacionales, y cuanto menos operativos sean en los dis-

    tintos niveles los instrumentos de la participacin poltica de los

    ciudadanos11 . En una sociedad en la que tal participacin tiende a de-

    crecer (sociedad tendencialmente tecnocrtica) la poltica se convierte

    cada vez ms en "espectculo"12; los sistemas abiertos tienden a cerrar-

    se; los sistemas cerrados tienden a ser cada vez menos permeables a cam-

    bios.

    En ambos tipos de sistema se produce una cantidad de microcambiosque en muchos casos cumplen la funcin de estabilizarlos en sus princi-

    pales caractersticas. Este fenmeno de los "cambios que no cambian"

    puede observarse tambin en el sistema de la droga. Por ejemplo, hasta

    ahora los "cambios" introducidos en la legislacin penitenciaria (pin-

    sese en el caso italiano) para favorecer el tratamiento alternativo de los

    drogodependientes responsables de conductas penales o para transferir

    la intervencin de la justicia penal desde la persecucin del consumo a la

    del trfico, desde la venta al por menor al gran comercio de drogas, no

    10. Sobre la historia del concepto del "mundo de vida" en la sociologa contem-pornea y sobre la "colonizacin del mismo por parte del sistema (poltico-econmico) vase J. HABERMAS. Theorie des Kommunikativen Handeins.II. Zur Kritik der funktionalistischen Vernunft. Frankfurt, 1981.

    11. Vase, en este sentido, L. HULSMAN. "Drug Policy as a Source of Drug

    Problemas and a Vehicle of Colonisation and Repression", en Ch. KAPLAN,M. KOOYMAN, W. SENGERS (eds.). Proceedings of the Second Work-sahop on Drug Policy Oriented Research, Rotterdam, 1985, pp. 44-81.

    12. Vase, para este enfoque, el reciente libro de G. STATERA. La polticacome spettacolo, Roma,1987.

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    han producido ningn cambio significativo desde el momento en que las

    crceles se encuentran siempre ms abarrotadas de drogodependientes13.

    Si son stas las caractersticas de la estructura comunicativa ennuestra sociedad, ello significa que todo el sistema social, y no slo sus

    subsistemas, tiende a transformarse en un sistema cerrado que se autorre-produce material e ideolgicamente, mientras que las posibilidades de

    romper la espiral de los sistemas cerrados y del sistema total se reducen

    cada vez ms. Desde este punto de vista la situacin del "sistema dro-

    ga" es paradigmtica: tanto ms si se tiene en cuenta la poderosa in-

    fluencia de las decisiones internacionales sobre las orientaciones a nivel

    nacional, consecuencia de la "internacionalizacin" de la poltica de la

    droga iniciada con la Single Convention de 1961.

    2 . Efectos primarios y secundarios de las drogas.

    Segn una importante lnea de investigacin, por efectos secun-darios de la droga se entiende los efectos debidos a la criminalizacin .

    Por el contrario, efectos primarios son aquellos producidos por lanaturaleza propia de las sustancias psicotrpicas independientemente

    de la penalizacin de su uso. Por ejemplo, efectos negativos, que pueden

    constituir el fundamento legtimo de una poltica preventiva, educativay de informacin, son los perjuicios para la salud del consumidor y el

    riesgo de dependencia; pero estos efectos pueden producirse tanto con el

    uso de las drogas ilegales como con el de las legales. Por otra parte, no to-

    dos los efectos de todas las sustancias psicotrpicas son negativos, pues

    como se sabe dependen no slo de la naturaleza farmacolgica, sino de

    otra serie de factores como la entidad del consumo, las condiciones del

    consumidor, las condiciones y el contexto social en que se realiza el consu-

    mo, etc. En nuestra cultura, nadie podra negar el efecto "positivo" de unbuen vaso de vino o de una taza de caf. Segn los resultados de lasinvestigaciones sobre los efectos secundarios de las sustancias prohibi-

    13. Sobre la l i mitacin en la aplicacin de las medidas alternativas a los txico-dependientes, verificada en Italia hasta marzo de 1987, en relacin conaquellas previstas por la ley penitenciaria de 1985, la ley nmero 689 de1981, la nmero 297 de 1985 y finalmente la nmero 663 de 1986, vase el

    reciente estudio de L. DAGA. "Le misure alternative al carcere. Appli-cazione delle norme legislative", ponencia presentada en el congreso Tos-sicodipendenti e carcere: alternative ella detenzione e reinsenmento nellasociet. Cremona. 20-21 marzo, 1987.

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    das14. stos son bastantes ms importantes que los efectos primarios, tan-

    to en relacin con los consumidores como con la sociedad.

    Una caracterstica de los efectos secundarios comn a todos los cono-cidos hasta el momento es que, a diferencia de los primarios, son califi-

    cables como negativos desde todos los puntos de vista. As pues, podemos

    llamarlos "costos sociales" de la penalizacin de la droga. Estos costosderivan en parte de la penalizacin propiamente dicha, y en parte de la

    reaccin social informal, es decir, de la actitud negativa del pblico in-

    ducida, a su vez, por la penalizacin y activada por la accin de los me-

    dios de comunicacin.

    Segn una concepcin rigurosamente sistmica del crculo de ladroga, hipotticamente se podra demostrar que es el crculo cerrado en

    su conjunto el "lugar" en que se producen los efectos secundarios de las dro-gas ilegales. La literatura reciente tiende a clasificar los costos sociales

    de lapenalizacin de la droga en relacin a:

    a) Los consumidoresb) Su ambiente social

    c) El sistema de la justicia penal

    d) Los sistemas alternativos de control de la drogodependencia,en particular el sistema teraputico-asistencial y el sistema informa-tivo educativo. Por las razones sistemticas que se indicarn, puedeaadirse un quinto punto relativo a:

    e) Los efectos de la penalizacin sobre el mercado de la droga.

    Los consumidores

    Por lo que se refiere a los consumidores es til tener en cuenta unadistincin propuesta por Sengers 15, para el estudio de la etiologa en

    este campo, entre consumidores, dependientes y "drogadictos" (yonquis).

    14. VaseL HULSMAN, op. cit. (nota 11): A PILGRAM, "Die Kosten der Krimi-nalisierung des Drogenkonsums", en R. MADER, H.S. STROTZKA (eds.).Drogenpolitik zwischen Therapie und Strafe, Viena, 1980, pp. 117-148. S.SCHEERER. "Drogenkontrolien", en S. SCHEERER el VOGT (eds.) Drogen

    und Drogenpolitie. Ein Handbuch, manuscrito de prxima publicacin.15. W. SENGERS. On Search, of mejor Problemas about the Prevention of Jun-

    kyzation, en Ch. KAPLAN, M. KOOYMAN, W. SENGERS, op. cit. (nota 11).

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    Desde luego la "marginalizacin" de los drogodependientes es un efecto

    de la ilegalidad de la droga; el aislamiento social de una parte

    relativamente pequea de ellos (los "drogadictos") es un efecto de la

    estigmatizacin de que han sido hechos objeto. Esta determina en ellosla tendencia a buscar la confirmacin de su percepcin de la realidad en

    la subcultura de los drogodependientes, lo que a su vez aumenta el aisla-miento.

    Buena parte de los efectos negativos del consumo de drogas ilega-

    les, que se estudian incorrectamente como efectos primarios de la droga,

    resultan ser en realidad efectos secundarios. La falta de diferenciacin

    entre los efectos nos da tambin razn de las incongruencias en que incurre

    peridicamente el planteamiento etiolgico de la criminologa tradicio-

    nal y sus imprecisiones al atribuir las causas de la criminalidad a la

    drogodependencia o, al contrario, de la drogodependencia a la crimina-lidad.

    En realidad, como ha sido demostrado hace ya tiempo, la mayora

    de los efectos ms graves de la droga sobre la salud y el estatus social del

    drogodependiente dependen de las circunstancias en que se produce el

    consumo de droga ilegal en un rgimen prohibicionista: la calidad de lasustancia, que no est sometida a ningn control debido a que es mercan-

    ca ilegal; las condiciones higinicas y de vida en que se realiza el con-sumo, que aaden muchos nuevos riesgos a los efectos primarios, el precioelevado de las drogas, que favorece la insercin de una parte de losdrogodependientes en el contexto criminal del trfico para procurarse la

    sustancia, o induce a otras conductas ilegales con la misma finalidad. La

    investigacin sociolgica ha demostrado que los primeros contactos de

    los jvenes consumidores con la polica son los que los han conducido aentrar en la "carrera" de drogodependientes16.

    Por efecto de la represin y la estigmatizacin, la situacin psqui-

    ca de los drogodependientes criminalizados se transforma no pocas veces

    en el sentido del estereotipo hoy dominante. En los sujetos ms sensibles

    se determinan sndromes de ansiedad, de aislamiento e incluso altera-

    ciones de la personalidad, que corresponden a los efectos de la droga des-

    16.Vase C.R. SANDERS. "Caught in the Con-Game: The Young White DrugUser's Contact with the Legal System", en Law and Society, IX, 1975, pp.197-217.

    207

  • 5/24/2018 Introduccion a Una Sociologia de La Droga(1)

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    critos como normales en el "discurso oficial" del sistema autorrefe-rencial. En efecto, aqu estos sndromes son valorados como tpicos del

    drogodependiente y como efectos primarios de las drogas ilegales. Lossndromes detectables en una parte de los "yonquis" aparecen precisa-mente en el momento en que la poltica de la penalizacin y el este-

    reotipo del drogodependiente enfatizado por los medios de comunicacinsurten sus propios efectos. "La poltica de la droga determinada por esta

    estructura de actitudes -escribe Quensel-17

    produce as su propia

    realidad, como demuestra su historia durante el ltimo decenio".

    En los Estados Unidos y en Europa, esta historia es en nuestros das

    el resultado final del proceso llevado a cabo por efecto de la penaliza-

    cin a nivel nacional e internacional; de la transformacin del control de

    la droga desde una poltica "blanda" en los aos sesenta a la poltica"dura" de los aos setenta. Este fenmeno presenta inquietantes analo-

    gas con la transformacin de las formas "blandas" de la protesta polti-

    ca juvenil de los aos sesenta, en Europa, en las formas violentas de los

    aos sesenta, una transformacin debida fundamentalmente a la despro-

    porcionada represin policial de los movimientos de protesta de los aos

    sesenta 18.

    El ambiente social

    Tambin el ambiente social que rodea a los drogodependientes est

    negativamente influenciado por su estigmatizacin. El sufrimiento de

    los padres y de las personas cercanas, el riesgo de marginacin que igual-

    mente les amenaza, las graves y dramticas alteraciones de las relacio-

    nes de los drogodependientes con su ambiente de origen, son aspectos

    transcendentes del problema social de la droga que derivan, en su mayorparte, de la situacin en que viene a encontrarse el drogodependiente acausa de la prohibicin penal.

    Para evitar una imagen inexacta de los efectos secundarios de la

    droga en relacin a los consumidores y a su ambiente social, es oportuno

    17. ST. QUENSEL, op. cit. (nota 7), p. 35.18. Vase, para esta interpretacin, F. SACK y H. STEINER. Protest unReaktion. Ayalysen zum Terrorismus, editado por el Bundesminister desInneren, vol IV, Westdeutscher Veriag, 1984.

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    hacer una precisin: no hay nada ms alejado de la realidad del mundo

    de la droga que su representacin unidimensional por parte del "discurso

    oficial"19. El "mundo de la droga" son en realidad los "mundos de ladroga". Ms all de la "escena" que se caracteriza por su enorme visibi-

    lidad social, puesta en evidencia por los medios de comunicacin, existen

    otros mundos subterrneos, discretos e invisibles y, desde este punto devista,privilegiados. Existen innumerables consumidores y adictos que,

    contrariamente al estereotipo prevaleciente, continan desarrollando su

    rol de profesionales y trabajadores dependientes sin perjuicios ulteriores

    para su identidad social. En estos casos, que son relativamente ms nu-

    merosos, los consumidores y sus familias quedan exentos de los costes

    sociales de la penalizacin. Se ha puesto de manifiesto una tendencia a

    la transformacin del mundo de la droga hacia la figura de aquel consu-

    midor que tiene la costumbre de "picarse" el sbado y el lunes ir regu-larmente al trabajo20. Sin embargo, al igual que otros recursos, el privi-

    legio de la participacin en estos mundos ocultos est desigualmente

    distribuido en la sociedad. Tambin en el sistema de la droga, la perte-

    nencia a grupos sociales ms desaventajados produce una mayor exposi-

    cin al peligro de ser confinado al mundo de la marginacin y de la

    criminalidad, mientras que la participacin en el consumo de drogas ile-

    gales est presente en todas las reas sociales.

    La justiciapenal

    Los efectos negativos de la penalizacin de la droga sobre el siste-

    ma de la justicia penal no son menos evidentes. En primer lugar, este nue-

    vo campo de actividad ha polarizado una parte del sistema de la justi-

    cia penal nacional e internacional hacia un objetivo que, a la luz de los

    hechos, resulta prcticamente inalcanzable, impidindole plantearse

    objetivos probablemente ms "realistas". A pesar de los xitos de que nos

    informan diariamente los medios de comunicacin de masas (detenciones,

    decomisos), a escala mundial no puede notarse un resultado apreciable

    de la represin penal sobre el trfico nacional e internacional y sobre el

    19. Para una desmitificacin del estereotipo del consumidor de herona, cons-truido exclusivamente en torno a la figura del drogodependiente, vase, en-tre otros, G. ARNAO, II dilemma eroina, Milano, 1985.

    20. Vase C. CALVARUSO. "Droga in Europa: qualit delle esperienze a con-fronto", en Comunicazione e droga, Actas del Congreso "Droga e flussi in-formativi en Europa". Roma, 11-13 de noviembre de 1985, Roma 1986, pp.17-25 (20).

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    consumo de drogas. Segn clculos de los expertos, todava hoy, la accinde la justicia penal slo retira del mercado una cantidad de sustancias

    ilegales que va del 5 al 10% del total. Esforzndose al mximo y tra-

    bajando en las condiciones ptimas, el impacto de la accin de la justicia

    penal sobre la oferta de droga no podra superar, casi con toda seguridad,

    el doble de este porcentaje. Por tanto es evidente que la accin de lajusticia penal no puede modificar de manera relevante los actuales pro-

    blemas de la drogodependencia.

    En ciertos pases, la disminucin del consumo de determinadas

    drogas no puede atribuirse con evidencia cientfica a la intervencin de

    la accin penal. Por el contrario, las experiencias de despenalizacin del

    consumo de cannabis llevadas a cabo en Holanda

    21

    y en algunos Estadosde los Estados Unidos

    22muestran que el consumo no ha aumentado.

    Serios son los riesgos de degeneracin del sistema de la justiciapenal. Este es uno de los campos en que la accin de la polica tiende a

    situarse en los lmites de la legalidad. Lo cual se debe a las formas t-picas que asumen las prcticas de la polica en ste y otros sectores de la

    "criminalidad sin vctimas"23, en los que la polica debe procurarse ma-

    teriales de prueba sin poder contar con la denuncia y la colaboracin porparte de las vctimas. Las prcticas ilegales o semilegales de negociarla colaboracin de confidentes a cambio de garantizar inmunidad, de

    infiltracin de agentes provocadores y otros mtodos dudosos usados por

    la polica al margen de la legalidad han sido objeto de anlisis y denun-

    cias no slo en nuestros das sino tambin en una literatura ya clsica24.

    La penalizacin de las drogas produce efectos negativos para el

    sistema de la justicia penal no slo desde el punto de vista de las prc-

    ticas de la polica, sino tambin en relacin con la violacin de algunos

    principios fundamentales del Estado de Derecho. En una publicacin ofi-

    cial ha sido constatada la tendencia de la legislacin sobre la droga a

    21. Vase L. HULSMA N, op. cit. (nota 11), pp. 70 y ss.22. Vase S.T. QUENSEL, "Zur Ideologa des Cannabis verbots", en S.T.

    QUENSEL. Drogeland, op. cit. (nota 7), pp. 76-95 (94).23. Sobre el concepto de "crmenes sin vctima" vase E. D. SCHUR. Crimes

    without Victimas Deviant Behavior and Public Policy, Prentice Hall Inc. NewJersey, 1965.

    24. Vase H. H. SKOLNICK, Justice without Trial, Nueva York, 1973.

    210

  • 5/24/2018 Introduccion a Una Sociologia de La Droga(1)

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    alejarse de los principios generales del derecho 25. La idea del "derecho

    penal mnimo" como criterio inspirador de una justicia penal adecuada a

    los principios del Estado de Derecho y a los derechos humanos 26, impone

    que, para lapenalizacin de comportamientos problemticos, se respeten

    algunas condiciones "sine qua non". En el campo de las drogas, la polti-

    ca criminal tiende a desconocer estas condiciones, a violar los principios

    del derecho penal "liberal".

    En primer lugar, el principio de legalidad resulta violado con las

    prcticas de negociacin con el mundo de la criminalidad y las inmuni-

    dades concedidas a los informadores. El principio de idoneidad impone

    que se demuestre rigurosamente que la penalizacin es un medio til para

    controlar un problema social determinado. Ahora bien, las experiencias

    y las investigaciones sobre la eficacia de la accin de la justicia penal enel control de la droga demuestran que la penalizacin no es un medio til

    para controlar y resolver los problemas de la drogodependencia sino que,

    por el contrario, los agrava. Tambin el principio de la subsidiaridad,que impone la demostracin previa de que no hay alternativas adecua-

    das a la penalizacin, resulta violado por la intervencin del sistemapunitivo. Esta intervencin no slo no tiene en cuenta las alternativas

    existentes, sino que influye negativamente sobre los sistemas terapcu-

    tico-asistencial e informativo-educativo utilizados paralelamente alsistema penal. El principio de proporcionalidad de la pena a la

    gravedad del perjuicio social del delito resulta adems violado por una

    legislacin que ha visto aumentar, antes que disminuir, la severidad delas penas. En el caso de la tenencia y consumo de drogas este principio

    debera ser aplicado con un particular rigor, respetando la coherencia

    lgica de sistemas punitivos como el italiano que, por principio, no

    penalizan la autolesin ni tampoco el intento de suicidio. Finalmente, el

    principio de racionalidad, que impone tener en cuenta las razones a favory en contra de la penalizacin en relacin al clculo de los "beneficios" -

    25. En una investigacin reciente realizada por el Instituto de Investigacin delas Naciones Unidas para la Defensa Social (UNSDRI-Roma) sobre las legis-laciones penales en el campo de la droga en un nmero representativo de

    pases con diferentes sistemas polticos y niveles de desarrollo, se sealaesta tendencia de los sistemas penales en materia de droga a apartarse delos principios generales del derecho. Cfr. UNSDRI. Drugs and Punishment,

    an up todate Interregional Survey on Drug-Related Offender. Roma, 1988.26. Vase A. BARATTA. "Principi del diritto penale minimo", en Doctrina penal,

    1987.

    2 1 1

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    si es que los hay y de los costes sociales producidos por ella, resultaclara-mente violado por la poltica actual de la droga; ningn discurso

    cientficoha podido demostrar en los ltimos tiempos los beneficios de

    la penalizacin , mientras que, por el contrario, muchos han demostrado

    sus altos costes sociales.

    El incremento de la poblacin penitenciaria debido a las deten-

    ciones por delitos relacionados con la droga, as como la difusin del con-

    sumo de droga y de sus derivados a bajo precio en las crceles de muchos

    pases, se incluyen igualmente entre los costes sociales de la penali-

    zacin del uso de sustancias estupefacientes27.

    La penalizacin de la droga expone al sistema penal a gravescontradicciones internas28. El elevado ndice de reincidencia y el escaso

    xito preventivo que son caractersticas generales de la intervencin de

    la institucin penitenciaria, expone al sistema de la justicia penal,particularmente en el caso de la penalizacin de la droga, a una crisis

    potencial de legitimacin y de credibilidad.

    Los sistemas alternativos de control

    Los efectos de la penalizacin no son menos negativos para elfuncionamiento de los otros sistemas de control: el sistema teraputico-

    asistencial y el informativo-educativo. La penalizacin impone al tra-

    tamiento teraputico-asistencial condiciones que entran en contradiccin

    con los mtodos ms avanzados desde el punto de vista cientfico y

    prctico. En la prctica, el sistema de tratamiento y de asistencia est

    integrado en el de la justicia penal. Legislaciones sobre la droga, como

    27. Sobre la difusin de la toxicodependencia en las crceles italianas, dr. R.CASTELLANI. "Diffusione delle tossicodependenze in carcere. Risultati diun rilevamento nazionale sui tossicodependenti detenuti", en Rassegnapenitenziaria e criminologica, 1-3, 1984, pp. 205-207.

    28. Vase en este sentido, respecto a la legislacin espaola y los actualesproyectos de reforma en este pas. Cfr. J.L. DIEZ RIPOLLES, "La polticasobre drogas en Espaa a la luz de las tendencias internacionales. Evo-lucin reciente", en Anuario de Derecho Penal, XL, 2, 1987, pp. 347-400: C.GONZALEZ ZORRILLA. "Drogas y control social", en Poder y Control, 2,

    1987, pp. 49-65.

    212

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    por ejemplo la alemana actual reformada en 1982: que pretenden dar

    prioridad al tratamiento y despenalizar el consumo demuestran, en la

    prctica, su contradiccin con esta finalidad declarada.

    En primer lugar, los lmites mximos de condena para poder aco-

    gerse al tratamiento alternativo a la prisin, son fcilmente superadospor las penas previstas por posesin de sustancias psicotrpicas y porotros delitos relacionados con la droga. Sobre la efectiva funcin bene-

    ficiosa del tratamiento alternativo tambin inciden negativamente la

    discrecionalidad de los criterios de aplicacin de la pena, como el de la

    "cantidad mnima" de la sustancia poseda, introducido por la ley ita-liana de 1975. En la mayor parte de los casos la consecuencia es la pri-sin preventiva, que puede perjudicar gravemente la posibilidad y la

    disposicin del drogadicto a someterse a un tratamiento voluntario enrgimen de libertad.

    En segundo lugar, la revocacin del privilegio del tratamiento al-

    ternativo en el caso de interrupcin del mismo por culpa del drogodepen-

    diente (en la prctica por reincidencia) prevista por legislaciones como

    las sealadas, introduce un elemento de precariedad y de amenaza muy

    perjudicial en el curso de los tratamientos "voluntarios". Se sabe que la

    reincidencia y la interrupcin del tratamiento pueden ser consideradasfisiolgicamente como episodios "normales" en el proceso de desintoxi-

    cacin, y no significan necesariamente el fracaso del mismo29.

    En tercer lugar, las funciones de control que la legislacin y la

    praxis atribuyen de hecho al personal sanitario y asistencial (en rela-

    cin, por ejemplo, a las informaciones que deben ser transmitidas a los

    rganos competentes de la justicia penal para demostrar que continan

    existiendo las condiciones para disfrutar del beneficio del tratamiento

    fuera de la prisin) influyen negativamente sobre la relacin entre el

    mdico o el psiclogo y el usuario y, ms en general, entre asistente y

    asistido; una relacin que debe ser de plena comunicacin y confianza.

    Por lo que se refiere al sistema informativo-educativo, en no pocas

    intervenciones llevadas a cabo en el campo escolar o a travs de los

    medios de comunicacin ha resultado evidente el lmite estructural de

    29. Cfr.para este concepto, L. CANCRINI. Quei temerari sulle macchine volanti,Roma. 1982, pp. 82 y ss.

    213

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    una metodologa educativa basada exclusivamente en el estereotipo ne-

    gativo de la droga y de sus consecuencias, centrada a nivel simblico so-

    bre el entorno criminal en vez de centrarse sobre contenidos y proyectos

    positivos. Por otra parte, la falta de diferenciacin entre drogas blan-

    das y duras en las intervenciones pedaggicas, la confusin del consumo

    con la dependencia y la degeneracin fsica y psquica del consumidor,

    pueden dar lugar a los llamados efectos "bumern" cuando las interven-

    ciones son dirigidas a un pblico juvenil con experiencias divergentes del

    mensaje que se transmite. Se producen estos efectos, que son lo opuesto a

    las finalidades de la accin pedaggica, cuando la contradiccin entre su

    contenido y la experiencia del destinatario determina en ste una acti-

    tud de rechazo del mensaje pedaggico y de la autoridad que lo emite.

    No sorprende que una poltica de informacin sobre la droga en lascondiciones impuestas por el crculo de la penalizacin pueda comportar

    un ndice elevado de inexactitudes y errores, que ponen fcilmente de

    manifiesto los programas de evaluacin de estos proyectos. As, porejemplo, una investigacin llevada a cabo por el National Council onDrugs Education ha demostrado que el 84% de una muestra de 220 pe-

    lculas sobre el consumo de drogas contiene inexactitudes desde el punto

    de vista cientfico y errores psicolgicos".

    El mercado de la droga

    El discurso sobre los aspectos econmicos de la penalizacin de la

    droga, antes que a los "efectos", se refiere a las "relaciones funcionales"de la penalizacin con el sistema poltico-econmico en su conjunto, con el

    comportamiento de los sujetos econmicos segn la "racionalidad" del'

    sistema y las exigencias de su reproduccin. Sin embargo, es posible ais-

    lar algunos efectos econmicos de la penalizacin para utilizarlos provi-sionalmente en la reconstruccin del subsistema de control de la droga,

    sin perjuicio de una ulterior "interpretacin funcional" en la ptica de las

    relaciones del subsistema con el sistema poltico-econmico en su conjun-

    to. As, al analizar los costos sociales del sistema de control penal sobre

    la droga, es posible y oportuno destacar el hecho ya estudiado en profun-

    didad por la ciencia econmica, particularmente en el marco de la teora

    sistmica del mecado31, de que la penalizacin de las drogas incorpora

    30. Referencias en A. PILGRAM, op. cit. (nota 14),p. 143.31 . Vase H. J. KUNZ, Marktsysteme und Information. "Konstitutionelle

    Unwissenheig" als Ouelle von Ordnung. Tbingen, 1985, p. 93 y ss.

    214

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    una variable artificial de efectos trascendentes a la estructura del

    mercado de las mismas. Esto significa un aumento de ms de mil veces

    del precio "en la calle" de las sustancias en comparacin con lo que po-

    dra ser su valor en un mercado sin prohibicin legal.

    La influencia de esta variable introducida en el mercado de ladroga sobre la entidad que asume el problema social de la drogodepen-

    dencia es decisiva. Buena parte de los efectos secundarios de la droga

    sobre los distintos sectores que se acaban de sealar, encuentran en este

    elemento econmico estructural su verdadera raz. Particularmente, la

    intervencin de la delincuencia organizada, en ste como en otros merca-

    dos en que la prohibicin legal produce una relacin entre costes y bene-

    ficios impensable para el mercado de bienes y servicios legales, reclama

    preferentemente la atencin de la literatura cientfica. Desde esta pers-pectiva asume gran relevancia la situacin de los drogodependientes"yonquizados", que se convierten en el eslabn ms explotado y reprimi-

    do de la cadena del trfico de drogas. Si nos referimos a los drogode-pendientes de los pases desarrollados, su participacin "proletari-zada" en el gran circuito de la economa de la droga slo es comparable

    con la de los campesinos del tercer mundo, productores de las sustancias

    de base para las drogas, privilegiados respecto a los desheredados de su

    mismo pas, pero no menos explotados y controlados en el sistema de ladroga de lo que lo son los consumidores-distribuidores situados en el ex-

    tremo opuesto del sistema.

    Como en todos los sectores de la demanda y de las necesidades que

    las determinan, el consumo de droga est ya afectado negativamente por

    la estructura misma de una economa de mercado, como es la economa ca-pitalista, en la cual la produccin no est fundamentalmente determi-

    nada por las necesidades del hombre productor y consumidor, sino que

    stos son potencial o actualmente manipulados y el hombre convertido en

    un instrumento de magnificacin del beneficio y de acumulacin de ca-

    pital en el inters de la reproduccin del sistema econmico en su con-

    junto. Esta es una situacin de subordinacin estructural al productor-

    consumidor en un sistema productivo cuyo verdadero centro y sujeto no esel hombre sino el "sistema" mismo que se autorreproduce a su costa. Esta

    perversin fundamental de la relacin entre ser humano y sistema por lacual el sistema usurpa la calidad de "sujeto" que le compete al hombre,

    ya tiene por s misma efectos negativos y desestabilizadores en lo que se

    refiere a un consumo cultural e higinicamente idneo de ciertas drogas.

    215

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    'Pero la intervencin del sistema de la justicia penal sobre el mercado de

    la droga ha agravado enormemente la situacin, a costa de los consumi-

    dores y de toda la sociedad, convirtiendo su demanda en la condicin ne-

    cesaria y suficiente para la perpetuacin de un proceso de produccin de

    grandes beneficios y de acumulacin de capital.

    3.Fracaso o xito, racionalidad o irracionalidad de la poltica

    de control de la drogodependencia: relatividad de la distin-

    cin.

    Teniendo en cuenta los resultados del anlisis de los costes sociales

    de la penalizacin de la droga y los escasos efectos de esta polticasobre la oferta y la demanda de sustancias ilegales, sera legtimo

    hablar de fracaso de la actual poltica criminal respecto al problema dela drogodepen-dencia. Ahora bien, es adecuado hablar de "fracaso"?No podra for-mar parte, este modo de hablar, del mismo circuito de la

    penalizacin, del sistema cerrado de la poltica de control de las

    drogas?

    Del mismo modo que para la crcel, vieja institucin cuyo fracaso

    ha sido sealado desde hace mucho tiempo por los crticos, en el caso de

    la penalizacin de las drogas, un discurso cientficamente correcto debeconsiderar no slo las funciones declaradas de las instituciones (control

    de la criminalidad, control del consumo de drogas) que no se realizan ,

    sino tambin y sobre todo las funciones latentes que se realizan32.

    Foucault33, nos ha mostrado lo productivo que es para un anlisis cien-

    tfico de la crcel dejar a un lado la perspectiva ideolgica del fracaso y

    utilizar ms bien la historia de su "xito"; relegar a un segundo plano las

    funciones declaradas para interpretar el fenmeno a travs de una re-

    construccin de las funciones reales. Desde este punto de vista sera posi-

    ble, incluso en el caso de la penalizacin de las drogas, reconstruir funcio-

    nes econmicas y polticas que pueden explicar histricamente cun efi-

    32. Vase R. K. MERON, "Manifest and Latent Functicns", en Social Theory andSocial Structure, H. Illinois, 2a. ed, 1957, pp. 19-84. Respectoa las fun-ciones latentes del sistema penal, vase, H. STEINERT. "Uber die Funk-tionen des Strafrecths", en M. NEIDER (eds.). Festchrift fr Christian Broda.Viena, 1976. G. SMAUS, Gerlinda, "Technokratische legitimierungen desStrafrecths", en Zeitschrift fr Rechtssoziolokp gie, VI, 1, 1985, pp. 90-103.A. BARATTA. "Viejas y nuevas estrategias en la legitimacin del DerechoPenal", en Poder y Control, 1986, pp. 77 y ss.

    33. Vase M. FOUCAULT, Vigilar y Castigar, Siglo XXI, Madrid 1981.

    216

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    caz ha sido y contina siendo, para la conservacin del "sistema" pol-tico-econmico del capitalismo avanzado, el gran esfuerzo llevado a ca-

    bo en la construccin de la actual poltica de la droga desde finales de los

    aos sesenta en adelante; darnos cuenta de su utilizacin y conservacin

    en nuestros das a pesar de la evidencia del fracaso.

    En realidad, un anlisis ms amplio del problema de la drogadebera considerar, en primer lugar, la interrelacin funcional que existe

    en el sistema econmico mundial entre la circulacin legal y la ilegal de

    capitales. En segundo lugar, se deberan examinar histricamente las

    amplias oportunidades de control poltico de las contraculturas que ame-

    nazan el establishment de la sociedad norteamericana y europea me-

    diante la dramatizacin del problema de la droga durante la llamada

    "crisis de la herona" a finales de los aos sesenta34

    , habra que exa-minar igualmente las oportunidades de intervencin en otros pases que

    la penalizacin de la droga permite hoy a favor del establishment in-

    ternacional del poder (pinsese en la intervencin directa o en las ame-

    nazas de intervencin de aparatos militares estadounidenses en Bolivia

    y en otros pases latinoamericanos)35.

    Para comprender histrica y sociolgicamente el crculo actual de

    la droga es necesario, ante todo, liberar el anlisis terico de su subor-dinacin al crculo mismo; abandonar el punto de vista interno al sistema

    cerrado de la penalizacin y adoptar decididamente un punto de vista

    externo. Slo as, desarrollando un verdadero metadiscurso que tengapor objeto el crculo de la droga y los discursos que forman parte del mis-

    mo (de expertos, de polticos, de instituciones, de medios de comunicaciny de la llamada "opinin pblica"), ser posible liberarse de las que a

    este respecto han sido llamadas "prisiones del pensamiento"36. Son pri-

    34. Vase,entre otros, C. W. LIDTZ y A . WA LKE R, "The "Drug Crisis". Doing Mo-rality as a Societal Process", en C. W. LIDZ y A. WALKER, Heroin, Devianceand Morality, Londres, 1980, pp. 35-38.

    35. Para una primera aproximacin al anlisis de la poltica de la droga desde elpunto de vista de las relaciones entre Estados Unidos y pases latinoame-ricanos, vase R. DEL OLMO, "La cara oculta de la droga", en Poder y Con-trol, 2, 19487, pp. 23-48; F. CARRASQUILLA, "Hacia una alternativa en lapoltica de las drogas en Amrica Latina", resumen de la conferencia pre-

    sentada en las Jornadas Hispano-Colombianas sobre la legislacin y eltratamiento de la droga, Universidad Autnoma de Barcelona, Bellaterra, 21-23, noviembre 1987.

    36. Vase ST. QUENSEL, op. cit. (nota 7).

    217

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    siones en las cuales el mismo pensamiento cientfico corre el riesgo de

    permanecer encerrado, operando como instrumento de conservacin del

    "statuos quo" y manifestndose como responsable, al mismo tiempo, del

    fracaso de la poltica de control de las drogas (en relacin a las incontes-

    tables exigencias de contrarrestar los efectos primarios negativos de las

    sustancias psicotrpicas) y del xito de la misma (en relacin a las fun-ciones "latentes").

    Me he propuesto hacer una introduccin al problema de la droga

    desde el punto de vista de la sociologa y de la criminologa. Pero a este

    respecto sera ms exacto hablar de los puntos de vista de "las

    puntos de vista en dos extremos, podemos decir que hay una criminologa

    que est dentro y otra que est fuera del sistema cerrado de la poltica dela droga37. Lo que se puede decir para la criminologa puede decirse

    tambin para la racionalidad, ya que no hay "racionalidad" o "irracio-

    nalidad": hay dos "racionalidades" de las que se derivan dos modelos

    de "poltica racional" de la droga, segn se ponga al hombre como centro

    de referencia de los valores y de los fines del sistema poltico y econ-

    mico o, por el contrario, se subordine el hombre al sistema. Hay una ra-

    cionalidad del sistema en la que el hombre es solamente un subsistemafuncional del sistema existente y de su reproduccin, y una racionalidad

    para el hombre, en la que los hombres se unen para cambiar el "sistema"

    y alcanzar una existencia ms digna y libre para todos. A mi entender,la poltica actual de las drogas se sita dentro de la primera raciona-lidad; y la poltica "alternativa" dentro de la segunda.

    El centro de una poltica alternativa de control de las drogo-

    dependencias no es el sistema, sino el hombre, no es la represin, sino laoferta de servicios de asistencia y de cura y, sobre todo, la prevencin de

    la demanda de drogas de alto riesgo (incluyendo tambin, por supuesto,

    las "legales"). Pero, desde luego, en esta poltica alternativa preven-

    cin de la demanda no significa tanto manipulacin de sus fuentes como,

    ms bien, desarrollo de las condiciones adecuadas para conseguir laliberacin respecto a la necesidad del consumo de drogas.

    37.Vase A. BARA TTA, "Die Kritische Kriminologie und thre Funktion in derKriminalpolitik", en Kriminalsoziologische Biographipe, XII, 49, 1985, pp. 38-

    218

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    En primer lugar, si la demanda de "droga" surge hoy en gran parte

    de la necesidad de evadirse de las angustias producidas por la reali-

    dad, liberarse de esta necesidad significa sobre todo construir el proyecto

    de una realidad, es decir, de una sociedad, ms justa y humana que no

    produzca la necesidad de escapar de ella sino la de vivirla. En segundo

    lugar, en la medida en que la demanda de determinadas drogas, hoy le-gales o prohibidas, responde a necesidades de estimulacin intelectual o

    afectiva, de comunicacin, de desahogo y de placer fisiolgicamente ra-

    dicadas en las diferentes tradiciones culturales, "liberacin de esas nece-

    sidades" significa tanto en relacin con las drogas como con cualquier

    otra mercanca, rescatar en la medida de lo posible su valor de uso de la

    violencia de la lgica capitalista del valor. Esta lgica transforma ca-da recurso, de medio para satisfacer necesidades, en medio de valoriza-

    cin del capital; y a los hombres, es decir a los productores-consumidores,de sujetos y finalidad del proceso productivo, en instrumentos, en objetos

    de manipulacin.

    La mercantilizacin salvaje de ciertas drogas, que es la conse-

    cuencia de su prohibicin, no es sino el grado extremadamente perverso

    que alcanza en este caso, en virtud de la variable artificial introducida

    en el mercado, la mercantilizacin general de todas las cosas que se pro-

    ducen dentro de un sistema de relaciones sociales de produccin en el quelos intereses de la reproduccin del "sistema" prevalecen sobre lasnecesidades reales de los hombres y las condicionan. La historia de las

    drogas antes de la economa capitalista demuestra que las drogas son,con alguna rara excepcin, un aspecto normal de la cultura, de la religin

    y de la vida cotidiana en cada sociedad, no un "problema". Se con-1vierten en un problema con la llegada del mercantilismo y con la afir-

    macin, a nivel mundial, del modo de produccin capitalista. Es a partir

    de ese momento cuando las drogas pierden su vinculacin secular con laseconomas locales y se convierten en objeto de rpidos procesos de trans-

    culturizacin. En el viejo mundo, las "nuevas" drogas importadas desde

    el nuevo mundo se convirtieron, segn los intereses polticos y eco-nmicosprevalecientes, en un gran problema moral o religioso o en un gran negociopara comerciantes o monarcas; objeto de prohibicin o, por el contrario,

    de promocin y de imposicin38. Por otra parte, en los pases "perifri-

    38. Cfr. G. AUSTIN, "Die europische Drogenkrise des 16 und 17 Jahthundert", enG. ULKER y K. VON WELCK (eds.), Rausch und Realitt, Drogen in Kulturver-gleich, Hamburgo, 1982, pp. 116-132.

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    cos" la produccin, el comercio e incluso el consumo de drogas tradi-cionales o importadas cayeron en parte bajo el dominio del capital de los

    pases "centrales" y fueron integrados en la circulacin legal o ilegal de

    ste.

    Desde entonces la historia de las drogas pertenece cada vez menosa la historia de las culturas locales y cada vez ms a la historia de laeconoma capitalista. Esta historia conoce, junto al extremo de la violen-

    cia de la prohibicin, el extremo igual y contrario de la imposicin bru-

    tal a pueblos dominados, ms all de los lmites tolerables fisiolgica y

    culturalmente. Pinsese en la alcoholizacin de los grupos autctonos en

    los territorios ocupados por los europeos en Amrica del Norte y en la

    "guerra del opio" contra China llevada a cabo por Inglaterra durante el

    siglo pasado. En este sentido, el problema "actual" de la drogodepen-dencia es tambin, en parte, un aspecto de la contradiccin fundamental

    de nuestro sistema de relaciones sociales de produccin; una de las mu-

    chas distorsiones que ste produce en relacin con las posibilidades po-

    tenciales de desarrollo equilibrado de las necesidades reales de los hom-

    bres y de la produccin de recursos para satisfacerlas en el mbito depoblaciones y culturas diferentes39.

    4.Conclusin. La hiptesis de la despenalizacin y las res-puestas alternativas al problema social de la drogodepen-dencia.El ncleo principal de una poltica alternativa de control de la

    39. Esta situacin de subordinacin estructural del productor-consumidor en el

    sistema productivo es la base material de la inversin general de valorescomo consecuencia de la cual, en la relacin entre el hombre y el "sistema",es el segundo y no el primero el centro de los objetivos y el valor funda-mental; el "sistema" usurpa la calidad de "sujeto" que compete al hombre(Cfr. A. BARATTA. "Notase para una teora de la liberacin", en Poder y Con-trol, 1, 1987, pp. 107-121). Esta subordinacin de las necesidades huma-nas y de su satisfaccin a las exigencias de la acumulacin capitalista tieneya por si misma efectos negativos y desestabilizadores respecto a un con-sumo higinica y culturalmente idneo de ciertas sustancias psicotrpicas.Pero la intervencin de la justicia penal en el mercado de la droga ha agra-

    vado enormemente la situacin a expensas de los consumidores y de lasociedad, transformando la demanda de droga en una condicin de creci-miento del sector ilegal, y, por lo tanto, ms salvaje de la acumulacin capi-talista.

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    drogodependencia est ya presente, si bien de forma contradictoria, en

    las tendencias recientes de algunas legislaciones europeas orientadas

    hacia la despenalizacin del consumo y de la posesin de droga, en can-

    tidad limitada, para el autoconsumo. Pinsese, por ejemplo, en las legis-

    laciones sobre la droga en Italia, Holanda, Alemania y Espaa. Sin em-

    bargo, las experiencias de estos pases demuestran que para conseguir una

    autntica despenalizacin del consumo es necesario ir ms all de las le-

    gislaciones actuales y pasar a una poltica de despenalizacin y de con-

    trol alternativo al penal tanto en el sector de la produccin como en el

    del trfico, sin temor a entrar en conflicto con tabes en estos momentos

    arrai-gados en la sociedad. Sin este paso ulterior, el tratamiento delconsu-midor alternativo a la intervencin penal continuar siendo una

    utopa desde el momento en que, como sabemos, la mayor incidencia de la

    justiciapenal recae sobre los consumidores.

    Quiz una poltica general de despenalizacin que se extiendatambin a la produccin y al trfico podra ser a fin de cuentas una "uto-

    pa" ms concreta, es decir ms realizable, que la perseguida por nues-

    tras legislaciones. Sin embargo, si esta poltica de despenalizacin se

    manifiesta como impopular, ello se debe en parte al hecho de que se con-

    funde despenalizacin con desregulacin; como si por el simple hecho de

    no utilizar o de utilizar mucho menos el instrumento penal para el con-trol, produccin, trfico y suministro de la droga tuvieran que quedar sin

    ningn control por parte del Estado y de la comunidad. Los expertos y los

    estudiosos favorables a un cambio de la actual poltica de control de ladroga estn lejos de sostener que despenalizacin signifique esto. Por el

    contrario, slo significa eliminar en gran parte la intervencin de un sis-

    tema de control con escasa eficacia y graves efectos negativos y, al mis-

    mo tiempo, dar mayor espacio a la intervencin de sistemas ms adecua-

    dos, como el informativo-educativo y el teraputico-asistencial. Nor-mas administrativas de control apoyadas por sanciones adecuadas y ra-

    cionales seran de todos formas necesarias en el caso de una despena-

    lizacin de la produccin y de la distribucin40.

    Se trata, entre otras cosas, del control de la calidad de las sustan-cias, de la prohibicin de suministrarlas a menores y del control del uso

    de la droga en el mbito de la circulacin viaria y de determinadas acti-

    40.Vase J. L. DIEZ RIPOLLES, op. cit. (nota 28).

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    vidades laborales, de la prohibicin de la publicidad (por supuesto

    extendida a todas las drogas peligrosas, incluidas las legales); se trata,

    finalmente, del control administrativo y fiscal de la actividad produc-tiva y comercial relativa a la droga para impedir la formacin de mo-

    nopolios y nuevas formas de ingerencia del crimen organizado en este sec-.

    tor, y de establecer, al mismo tiempo, nuevas relaciones polticas inter-nacionales para favorecer medidas tendentes a incentivar la produccin

    agrcola alternativa en los pases productores y reconducir la produccin

    de los productos de base de la droga a sus lmites culturales y tradicio-

    nales originarios.

    En el mbito de la comunicacin entre expertos y estudiosos, el

    modelo de la despenalizacin es ya una alternativa sobre la que se discu-

    te seriamente en los organismos competentes, en los libros, en las revistascientficas y en los congresos nacionales e internacionales 41 . Pero el tema

    de la drogadiccin ocupa un lugar central en la opinin pblica, y para

    sta el modelo de la despenalizacin no parece todava "actual". Los

    medios de comunicacin de masas seleccionan negativamente las infor-

    maciones que podran contribuir a disminuir la impermeabilidad de las

    actitudes consolidadas y concurren ms bien a reproducir, en relacin al

    problema de la droga, la alarma social y la demanda de penalizacin ,que en vez de disminuir crece entre el pblico. En la medida en que la re-

    lacin entre los "hombres del gobierno " y su "pblico" permanezca pri-

    sionera del modelo tecnocrtico de la poltica como marketing, los "son-

    deos" de las actitudes irracionales presentes en la llamada opinin p-

    blica (que por otra parte no es ms que la media de las opiniones "pri-

    vadas" de los individuos aislados)42continuarn sustituyendo al "uso

    pblico de la razn"43por parte de los ciudadanos, es decir, su partici-

    pacin argumentada y responsable en el control y en la orientacin de lapoltica. En estas condiciones, el tema de la despenalizacin como prin-

    cipio de una respuesta nueva al problema de la droga corre el peligro de

    41 . Vase, ltimamente, las conclusiones de la "Conference on Drugs-Policiesin West-EUROPE". Tilburg University, 30 may-2 june 1988.

    42. Cfr. W. HENNIS. Meinungsforschung und Representativa Demokratic,Tubinga, 1957, pp. 32-33, al cual se remite para una aplastante desmi-

    tificacin de los sondeos de opinin como instrumento de la "democracia re-presentativa". Cfr. tambin en este sentido. G. SCHMIDTCHEN. Die be-graffe Nation, Friburgo, 1959.

    43. Me parece que en este contexto es todava muy vlida la frmula utilizadapor Kant en el escrito Qu es la ilustracin? (1784).

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    permanecer confinado en el recinto de los discursos ilustrados pero "im-

    populares", porque las actitudes punitivas generalizadas entre el pbli-

    co siguen siendo el criterio orientador del intercambio entre prestaciones

    de seguridad slo aparente y a bajo costo por parte de los "polticos" y

    prestaciones electorales a bajo precio por parte de los "privados".

    Parece que la poltica como espectculo no puede permitirse temas

    impopulares, porque la estructura comunicativa sobre la que se basa est

    determinada por circuitos cerrados de la comunicacin "entre especta-dores". Y el espectculo ofrecido por una redada de la polica en el "es-

    cenario" de la droga o por el anuncio de un endurecimiento de la legis-lacin represiva da ms tranquilidad a los espectadores y resulta menos

    costoso y ms lucrativo electoralmente para los actores polticos de lo

    que podra serlo una revisin fundamental de la actual poltica de con-trol de la drogodependencia inspirada en el modelo de la "racionalidad

    del hombre", as como la puesta en marcha de una serie articulada de

    servicios adecuados a las diferentes dimensiones del problema de ladrogodependencia antes, durante y despus de una despenalizacin "con-

    trolada".

    Al igual que en otras esferas problemticas de la poltica institu-

    cional, en la poltica de control de las drogodependencias los cambios del

    statu quo presuponen modificaciones no slo de las costumbres mentales yde la "cultura" dominantes en una sociedad sino tambin transforma-

    ciones de la misma estructura comunicativa y de los mecanismos polticos

    de representacin y participacin. Se trata de promover circuitos comu-

    nicativos alternativos basados en la emancipacin y la valoracin de la

    experiencia directa de las personas, de sustituir la "comunicacin entre

    espectadores" por una autntica "comunicacin poltica de base"

    44

    , defavorecer la participacin democrtica de los ciudadanos a todos los ni-

    veles decisionales, de desarrollar procesos descentralizados de infor-

    macin y de elaboracin colectiva de la informacin que se opongan a la

    lgica de los sistemas cerrados.

    Slo una gran movilizacin ciudadana y cultural en nuestra socie-

    dad puede permitir, tambin en el campo de las toxicodependencias, ha-

    44. Sobre este concepto Cfr. G. SCHMIDTCHEN, op. cit. (nota 41).

    223

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    cer "populares" las razones del hombre e impopulares las razones del

    "sistema" 45.

    45. Algunos hechos nos demuestran que la hiptesis de la despenalizacin estsaliendo de los lmites de un discurso entre especialistas. En los ltimos

    tiempos ha sido objeto de atencin y de adhesin por parte de grandesdiariosy revistas Cfr. el editorial de EL PAIS de 22 de mayo de 1988. Sinembargo, un editorial algo anterior en el tiempo, y en la misma direccin, delperidico conservador THE ECONOMIST seala en el mismo momento que lahiptesis se est volviendo actual en los crculos polticos y econmicos dederecha, como se deduce tambin de recientes posiciones que se registranen estos mismos crculos en los Estados Unidos. Evidentemente, esto notiene mucho que ver con la recuperacin del poder de conocer y decidir porparte de los ciudadanos y del "pueblo", constituye ms bien un cambio de laestrategia de una parte de los grupos dominantes en el campo de la droga

    debido a ciudadosos y actualizados clculos de sus propios intereses. Sur-ge as la posibilidad de que el necesario cambio de la poltica de la droga sproduzca, ms que como resultado de una movilizacin civil y de una batallaprogresista, como una operacin tecnocrtica y por impulso de grupos do-minantes. Esto es lo que ocurri en Estados Unidos, donde el movimientoque condujo a la legislacin sobre el alcohol en 1933 fue promovido y soste-nido por un grupo de propietarios del gran capital industrial y financiero, aligual que la oligarqua econmica promovi y apoy el movimiento que ven-ticuatro aos antes haba llevado a la legislacin prohibicionista. Cfr. sobreestos aspectos de la historia del prohibicionismo en Estados Unidos, G.

    LEVINE, Massigkeitsbewegung und Prohibition in den USA. Hamburgo,1982, pp. 241-251.