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    As the brilliant capitalism of the age of information takes shape and strengthens, so

    does its identity, deeply marked by business ideology. The mercantilisation of social

    life, the businessification of social relations and the individualist and contractual

    type outlook comprise the current temperament of the so-called information

    society. The expansion of these formulae can blatantly be seen today in the sphere

    of labour in such a way that the business format has come to dictate, more than

    ever, the new protocol for industrial relations. This article analyses some of the traits

    of this labour totalitarianism applied to the most fragile groups in the labour market

    107Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    ISSN: 1131-8635

    La invasin de la ideologa empresarialen los mrgenes del mercado de trabajo:

    inseguridad laboral, paro e insercin

    The invasion of business ideologyinto the fringes of the labour market:

    labour insecurity, unemploymentand insertion

    Antonio SANTOS ORTEGA

    Dpto. Sociologa-Univ. [email protected]

    En recuerdo a Andrs Bilbao

    Conforme el flamante capitalismo informacional va cobrando forma y fuerza, va tam-

    bin desvelndose su identidad y su carcter profundamente marcados por la ideo-

    loga empresarial. La mercantilizacin de la vida social, la empresarializacin de lasrelaciones sociales y una visin contractualista e individualista constituyen el tempe-

    ramento actual de la llamada sociedad de la informacin. La expansin de estas

    frmulas se deja notar hoy de forma evidente en el mbito laboral, de manera que la

    forma empresa ha pasado a dictar, ms que nunca, el nuevo protocolo de las rela-

    ciones laborales. En este artculo se analizarn algunos de los rasgos de este totali-

    tarismo laboral aplicados a los colectivos ms frgiles del mercado de trabajo, cada

    vez ms forzados a convertirse enmanagers de s mismos. Se prestar especial aten-

    cin a cmo este proceso ha conducido a una redefinicin de la categora de paro,

    con profundas repercusiones sobre los parados y sus condiciones de insercin profe-

    sional.

    RESUMEN

    ABSTRACT

    PALABRAS

    CLAVE

    Gestindel desempleo.

    Empresarializacin.Insercin.

    Polticasde empleo.

    Empleabilidad.

    KEY

    WORDS

    Unemploymentmanagement.

    Businessification.Integration.Employment

    policies.Employability.

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    La cultura de empresa es una fuerza en auge en el flamante capitalismo informacional. Con

    ms intensidad que nunca, la mercantilizacin de la vida social, la empresarializacin de las

    relaciones sociales y una visin contractualista e individualista constituyen el temperamento

    actual de la llamada sociedad de la informacin. Los gobernantes simpatizan con esta cul-tura, elogian sus logros, frecuentemente son ellos mismos los que representan la figura del

    presidente-empresario: Berlusconi gan las elecciones en Italia a base de un discurso empre-

    sarial y de una potente tcnica de marketing que no ocultaba que era la persona ms rica de

    Italia y la 14 mundial. La expansin de estas frmulas se deja notar hoy con fuerza en el mbi-

    to laboral, de manera que la forma empresa ha pasado a dictar, casi en solitario, el nuevo pro-

    tocolo de las relaciones laborales. En este artculo se analizarn algunos de los rasgos de este

    totalitarismo laboral vestido con el uniforme del managery aplicado a los colectivos ms frgi-

    les del mercado de trabajo. Se prestar especial atencin a cmo este proceso ha conducido a

    una redefinicin de la categora de paro, con profundas repercusiones sobre los parados y sus

    condiciones de insercin profesional.

    Los antecedentes ms recientes de esta imagen incuestionable de la empresa como institu-

    cin se encuentran en los procesos de crisis y cambio econmico que se producen en el ltimo

    tercio de siglo XX. Desde 1973, la poltica econmica de la mayor parte de los gobiernos occi-

    dentales se orient hacia un permanente plan de ajuste econmico que inclua congelaciones

    salariales, rebajas de prestaciones sociales y desregulacin en el mercado de trabajo. Los

    empresarios comandaron estos procesos y elevaron la competitividad, la productividad, la efi-

    cacia y la flexibilidad a imperativo bsico en el funcionamiento social y laboral del capitalismopostcrisis. Las estrategias de flexibilidad para abaratar costes se implantaron en los ncleos

    medulares del sistema econmico: flexibilidad productiva a travs de la reorganizacin del

    espacio industrial; flexibilidad tecnolgica gracias al creciente protagonismo de las nuevas

    tecnologas de la informacin y la comunicacin; flexibilidad organizativa mediante las

    nuevas concepciones de la firma, de los organigramas y del marketing; flexibilidad en el uso

    de la mano de obra con la extensin de la temporalidad laboral; flexibilidad financiera

    basada en una fuerte liberalizacin de las operaciones burstiles y, finalmente, flexibilidad

    ideolgica merced a una creciente dominacin sobre las clases populares y a una extensin

    de los estilos de vida proempresariales.

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    108Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    SUMARIO 1. Workfare a la europea: insercin y nuevas pautas de tratamiento del

    paro. 2. El buen parado: la figura legtima de la empleabilidad.

    3. Conclusiones: Activas a los parados, las conexiones de la esfera de la inser-

    cin con la flexibilidad laboral. 4. Referencias

    who are increasingly forced to become their own managers. Special attention will be

    paid to how this process has led to redefining the category of unemployment with a

    deep repercussion on the unemployed themselves and their conditions for labour

    reintegration.

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    No hay duda de que estos han sido los pilares que actualmente han encumbrado la raciona-

    lidad econmica, la lgica mercantil y los modelos empresariales al rango de principios recto-

    res de la vida social. La rentabilidad y la viabilidad econmica y presupuestaria mandan sobre

    la rentabilidad social y una nueva contabilidad restrictiva ensombrece la ciudadana social. Ms

    concretamente, este periodo ha sido escenario de una profunda reformulacin del desempleo

    y de todo lo que le rodea: la proteccin social, las estructuras y funciones de los servicios de

    empleo, el tratamiento dirigido a los parados y los estilos ideolgicos que sobre ellos recaen.

    Las estrategias de flexibilidad que han servido para renovar el modelo de acumulacin capi-

    talista han causado la creacin de abundantes bolsas de paro desde finales de los setenta. El

    paro resulta ser una variable para ajustar ms convenientemente los recursos empresariales.

    Las virtudes del ejrcito industrial de reserva reaparecen para generar una base slida a los

    procesos de reestructuracin en curso y para restaurar un equilibrio de fuerzas favorable a los

    empleadores. El chantaje y el miedo que el desempleo ejerce se cierne sobre los ms dbilesdel mercado de trabajo y coarta cualquier reivindicacin. Una vez aprendida esta leccin, los

    ms estables han ido sufriendo tambin el ultimtum del paro de forma paulatina y gradual en

    el transcurso de las dos ltimas dcadas. El paro funciona como un excelente mecanismo de

    socializacin para las nuevas reglas de juego que trae la flexibilidad laboral. Socializacin y

    aprendizaje del miedo, que bien dosificado, no une, sino destruye el sentimiento colectivo.

    Las conexiones entre el paro y la precariedad laboral son cada vez ms evidentes. El segui-

    miento de las trayectorias de los parados desvela cmo su paso por episodios laborales preca-

    rios no son una casualidad. Esta circunstancia pone de manifiesto los estrechos vnculos actua-

    les entre el paro y el empleo, vnculos que no existan tan acentuados en el modelo de empleo

    estable. En ese momento, el empleo y el paro se lean bien en trminos de stock, como magni-

    tudes estticas o poco dinmicas. Hoy, en cambio, el empleo y el paro se articulan con conec-

    tores muy dinmicos como son la rotacin y la movilidad laboral.

    A la vez que el empleo se ha desregulado y desestabilizado, el paro tambin ha sufrido vaive-

    nes de este tipo. El desempleo actual se entiende mejor si lo interpretamos en paralelo a los

    cambios en el empleo. El paro de larga duracin, denso y esttico, de mitad de los ochenta no

    ha desaparecido, pero ha cedido el protagonismo al paro recurrente, fluido y rotatorio. La

    sociedad del pleno empleo hacia la que se nos repite que nos dirigimos no ser una sociedadsin paro, sino una sociedad donde el paro no ser tan duradero. Contratos breves, entradas y

    salidas del empleo, altas y bajas en la seguridad social, descenso del paro en las estadsticas a

    costa de cambios en las formas de medir. Los ltimos aos han demostrado que es posible des-

    truir empleo a la misma velocidad que se crea, incluso en las mejores coyunturas siguen elimi-

    nndose un buen nmero de puestos de trabajo.

    La fluidez es el nombre propio del nuevo modelo en gestacin de paro-empleo. El trabajo a

    ritmo de flexibilidad requiere que un segmento importante de la mano de obra interiorice la

    rotacin y la movilidad en el trabajo como ejes de la normalidad laboral actual. Los jvenes

    parados personalizan bien esta fusin entre el paro y el empleo: son partes del mismo momen-

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    to y para muchos van a marchar casi paralelamente en su carrera profesional. Esta movilizacin

    no es solo un recurso de reduccin de costes para las empresas. El habitus flexible de los para-

    dos garantiza adems una conformidad ideolgica con el protocolo de la inestabilidad. Lo

    importante es estar siempre buscando empleo y aceptar las nuevas normas del juego

    1

    .La pretensin de este artculo es investigar sobre las actuales representaciones sociales en

    torno al desempleo y apreciar hasta qu punto son cada vez ms permeables a la cultura de la

    empresa y a la nueva ptica liberal. A la vista de las recientes medidas de reforma de las pres-

    taciones de desempleo y de las nuevas orientaciones de las polticas de empleo, parece que no

    sera difcil coincidir en que asistimos a una triple metamorfosis en la definicin social del

    desempleo, que incluye: primeramente, el resurgimiento del estereotipo negativo de parado2;

    segundo, la puesta en marcha de nuevos tratamientos dirigidos a los desempleados y, tercero,

    la creacin de nuevos modelos ejemplares que guen sus comportamientos, nuevos patrones

    de conducta para el buen parado. Para detallar esta triple transformacin, nos centraremos,

    en primer lugar, en examinar el papel que las polticas de empleo han tenido en la construc-

    cin y difusin de estos estereotipos y, en segundo lugar, en analizar los perfiles progresiva-

    mente empresarializados del nuevo modelo de parado.

    1. Workfare3 a la europea: Insercin y nuevas pautas de tratamiento del paro

    Desde finales de los setenta, el aumento del paro provoc el desarrollo de una amplia gama

    de polticas de empleo dirigidas a insertar a los colectivos de desempleados en el mercado de

    trabajo. Esta idea de insercin pas pronto a vertebrar los diversos mbitos de las polticas

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    110Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    1 En este artculo no se va a profundizar mucho en la descripcin concreta que estas nuevas vinculacionesentre paro y empleo desencadenan en el mercado de trabajo. Pueden encontrarse argumentos interesantes entorno a estos procesos en las publicaciones recientes de Alonso (2000), Bilbao (1999), Migulez (2002), Prieto(2002). Asimismo, datos estadsticos que asientan la hiptesis de las conexiones crecientes entre paro yempleo pueden verse en Santos (2002).

    2 Este estereotipo negativo dominante consistira en sospechar de los parado y en exigir un control rigu-roso sobre ellos ya que son considerados como deudores de una sociedad que ha salido en su ayuda. Como con-traprestacin a sta, los parados deben acreditar un comportamiento intachable y una probada voluntad de

    salir del desempleo. La desconfianza impregna las relaciones entre los ocupados contribuyentes y los para-dos y las etiquetas de parado-defraudador, vago, intil y otras identificaciones arraigan en estos ltimos aos.Estas proyecciones culpabilizadoras sobre los desempleados son una perfecta cortina de humo que impideanalizar con nitidez la crisis del empleo y de la proteccin social. Los parados, vctimas de ambas, se convier-ten, de cara a este estereotipo negativo, en culpables de estas evoluciones y en fuente de gasto y prejuicio parael conjunto de trabajadores. Los discursos minoritarios que mantienen una posicin de defensa hacia los para-dos son tildados de irresponsables, acomodaticios y fuera de la realidad.

    3 La expresin workfare es una forma de denominar el estilo de las polticas de empleo en los EstadosUnidos. Resumidamente, estn caracterizadas por un fuerte control que las autoridades ejercen sobre losparados a la hora de conceder subsidios por lo general de muy baja cobertura y cuanta; por una fuerte pre-sin hacia la obligacin al trabajo con la persistente insistencia en la bsqueda de empleo y con la creacinde categoras de parados merecedores o no de la ayuda estatal y, adems, por la interpretacin del desem-

    pleo como un problema individual, no social, con la consiguiente responsabilizacin y culpabilizacin de losparados.

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    sociales. Robert Castel (1997) ha vinculado el surgimiento de la idea de insercin social y pro-

    fesional, y de sus correspondientes polticas, con el ascenso de la precariedad laboral y la vul-

    nerabilidad social que esta comporta. Estos dos procesos tienen una fuerte capacidad de segre-

    gacin de colectivos con problemas. Para stos, la integracin social se halla en peligro y las

    polticas de insercin surgen, en opinin de Castel, para recrear espacios de sociabilidad que

    ha deteriorado el nuevo orden econmico y empresarial global. El lugar de las polticas de

    insercin queda as localizado entre las universalistas polticas de integracin que pierden

    peso con los recortes del Estado de bienestar y las exclusivistas polticas de asistencia que

    siguen dedicadas a la marginacin extrema. En trminos morales, han jugado el papel de dar

    una salida honrosa a los grupos ms tocados por el deterioro econmico al ocuparse de los indi-

    viduos vlidos invalidados por la coyuntura econmica. En trminos tcnicos, suponen el

    surgimiento de una nueva rea de polticas de vulnerabilidad que se especializa en el trata-

    miento de los problemas de las posiciones dbiles y excluidas del mercado de trabajo lossur-numraires, intiles para el mundo, no-fuerzas sociales, normales intiles, en la

    variada y expresiva terminologa de Castel. A raz de todas estas transformaciones, los deba-

    tes que se han producido alrededor de los significados y las implicaciones del concepto de

    insercin, como eje de las nuevas polticas sociales, son de una gran relevancia para el anlisis

    del tratamiento del paro.

    En resumen, el hecho que interesa resaltar es que el campo de la insercin, con todas sus

    variadas polticas y colectivos, es un espacio de gestin del trabajo y de la mano de obra exce-

    dentaria y a veces marginal. Las conexiones de las prcticas de insercin con la esfera del mer-

    cado de trabajo son fundamentales. No se trata solo de un modelo de tratamiento del desem-

    pleo y el infortunio social sino un modelo de tratamiento del trabajo en determinadas capas

    sociales, sexuales y generacionales.

    Los objetivos insistentemente declarados por los responsables de la gestin de estas polti-

    cas han sido: mejorar los insuficientes niveles de formacin y cualificacin de los afectados por

    el desempleo prolongado; guiar y encauzar su bsqueda de empleo; impedir situaciones de

    exclusin ligadas largos periodos de paro y compensar las desventajas particulares de estos

    parados respecto al conjunto a base de los ya mencionados programas de formacin, de reduc-

    cin de cargas sociales para los empresarios que contratan a parados de larga duracin, de crea-cin de todo un sector pblico o parapblico de empleos protegidos especficos destinados a

    ellos y de un variado repertorio de herramientas de diagnstico y tratamiento basado en la

    orientacin y en el seguimiento de los parados. Todos estos objetivos explcitos han fortaleci-

    do y legitimado el papel de las polticas de fomento de empleo, que hoy tienen un lugar rele-

    vante en el panorama laboral postfordista.

    Conforme estas medidas de empleo acumulaban experiencia y aos de aplicacin, ya en los

    noventa, fue gestndose todo un complejo aparato tcnico de anlisis y codificacin del campo

    de problemas de los parados. En los dispositivos y en el tipo de intervenciones ms recientes,

    predomina una orientacin de evaluacin individualizada de los parados, que se convierte en

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    la piedra angular de la moderna concepcin del paro: los mecanismos de motivacin, tutela y

    tratamiento personalizado se imponen como base del tratamiento del desempleo prolongado.

    Los criterios para la categorizacin, clasificacin y distincin tipolgica de los parados surgen

    de los extensos programas de entrevistas, seguimiento y control de los parados, que dan como

    resultado diagnsticos y terapias diferenciales para las variadas problemticas del paro.

    Los servicios de empleo y todo un cuerpo tcnico, compuesto por psiclogos, orientadores

    profesionales y otros expertos, legitima cientficamente esta progresiva psicologizacin del

    problema del paro. Las evaluaciones individuales de los parados, los chequeos sobre su emple-

    abilidad y la construccin de itinerarios y de proyectos personales en los que los desempleados

    se impliquen, se revela como un instrumento de intervencin que delata cmo el nuevo para-

    do pasa a convertirse, en los noventa, en un colectivo objeto de cuidados, casi medicaliza-

    dos, frente a momentos anteriores en los que era ms bien un sujeto de derechos, benefi-

    ciario de prestaciones sociales (Demazire y Pignoni, 1998). En muchas ocasiones, losprofesionalizados servicios de empleo ofrecen a los parados no un empleo, sino que en esta

    lgica de cuidados, se les ofrece un proyecto profesional, consistente en un recorrido en el

    cual se combinan medidas bsicas de socializacin, cursos de formacin, periodos de prcti-

    cas, pequeas experiencias ocupacionales que, supuestamente, van acercando al parado al

    empleo y apartndole de la enfermiza condicin de parado. Aunque hay que decir que, en este

    tratamiento virtual que reciben, nadie asegura finalmente un empleo a estos parados, cuando

    realmente su demanda y su necesidad es precisamente esa. Este enfoque ortopdico desme-

    nuza nuevamente a los parados, designa situaciones y establece intervenciones diferenciales

    acordes con el grado de hndicap que presentan. Adems, frecuentemente, instala a los des-

    empleados en un estadio de provisionalidad que parece no desembocar nunca en un empleo

    real. La lgica de la trayectoria hacia el empleo a menudo solo ofrece una perennizacin en el

    limbo de la formacin o en el submundo laboral de las actividades pseudo-laborales tareas de

    utilidad colectiva, prcticas, becas, etc.

    La individualizacin y la psicologizacin en el tratamiento del problema del paro omiten una

    discusin ms profunda. A fuerza de poner el acento en este enfoque del caso individual, se

    sustrae un anlisis a fondo de los procesos econmicos y sociales que condenan al paro a colec-

    tivos numerosos. Con esta perspectiva individualizadora de las causas, cada parado queda ais-lado y es responsabilizado de salir por sus propios medios de esa situacin con ciertas ayudas

    de los servicios pblicos, que quedan as legitimados. La motivacin, la falta de proyecto, algu-

    nos hndicaps personales o una formacin inadecuada se convierten en la quintaesencia de la

    explicacin del paro de larga duracin. En esta visin miope, o ciega, poco se dice de las con-

    diciones estructurales que provocan la inempleabilidad y de las responsabilidades sociales que

    van ms all de la casustica de lo personal: como si las estrategias de las empresas o las polti-

    cas econmicas fuesen inocuas en la produccin del paro.

    Habra que estar realmente alarmado de ver cmo se impone un modelo de gestin del des-

    empleo que se caracteriza a la vez por la inexistencia de un debate pblico, la primaca de una

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

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    accin tecnocrtica ciega, la instrumentalizacin de las ciencias sociales, que sirven de cober-

    tura a la accin de los expertos en empleo y la creacin de productos mediticos, que elevan el

    nivel de ignorancia de las personas sobre el tema del paro. En el campo de la justicia social, el

    debate que las desigualdades de empleo suscitan se ha silenciado y se ha activado un tipo deintervencin sobre el paro ciega y escasamente discutida, que relega la reflexin y prima la

    puesta en marcha de medidas y dispositivos bien presentados, pero de dudosa eficacia. Los

    tcnicos de los servicios de empleo solo sirven para gestionar y reproducir la versin oficial

    mediante informes con gran aparato terminolgico y grfico, pero vacos de contenido expli-

    cativo. El papel de estos expertos no est relacionado con la calidad de las hiptesis y de los

    mtodos que se han empleado para sostener los resultados producidos, sino, al contrario, por

    la capacidad pragmtica de legitimar las representaciones oficiales sobre la cuestin. Toda

    esta puesta en escena concluye con una presentacin pblica del problema del paro en la que

    lo que realmente importa es la repeticin televisiva de los tpicos oficiales y la apariencia de

    que se est haciendo todo lo posible por los parados.

    Estudiadas a fondo, las polticas de fomento de empleo muestran problemas que menguan

    radicalmente su credibilidad. Presentan una enmaraada estructura de instituciones en torno

    a ellas, con solapamientos habituales; estn afectadas por una falta de continuidad, que impi-

    de identificar las ms acertadas y mejorarlas sucesivamente. A menudo, consisten en inter-

    venciones contradictorias y poco operativas. La evaluacin sobre sus efectos es escasa y triun-

    falista, apoyada en un aparato estadstico poco capaz de captar el impacto a lo largo del tiempo

    de los efectos de las medidas sobre los parados. Corrientemente, su eficacia y fiabilidad no seconcretan, simplemente se les supone. Buena parte del personal que atiende los dispositivos

    sufre problemas de cualificacin y de estabilidad laboral, lo cual no es una buena premisa para

    obtener buenos resultados; la dependencia excesiva del ciclo poltico y de las promesas electo-

    rales perjudica el funcionamiento de los programas, de manera que se asiste a una saturacin

    de medidas sin que las ya aplicadas anteriormente hayan sido bien aprovechadas. Finalmente,

    la falta de control y la lgica de ayudas a fondo perdido ha propiciado el abuso y la depreda-

    cin, llegando a veces al fraude y la estafa, fruto de la connivencia entre los gestores pblicos

    que otorgan los fondos y las organizaciones que hacen uso de ellos.

    1.1. La sombra de la ideologa empresarial planea sobre las polticas pblicas de empleo

    No es fcil hacer periodizaciones en el corto periodo de vida de la nocin de insercin y de

    las polticas de empleo basadas en ella, pero en los noventa comienza a asentarse un enfoque

    de la insercin laboral que se escora progresivamente de una orientacin formativo-laboral

    hacia una lnea de actuacin ms claramente ocupacional. Los sntomas en que se traduce son:

    primero, la creacin de actividades laborales de muy diverso estilo, la consigna habra pasado

    a ser la de poner al parado a trabajar; segundo, el apoyo creciente y la demanda de participacin

    a las empresas; tercero, la atencin ms personalizada al desempleado de cara a trazar un reco-

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

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    rrido hacia el empleo pierde fuerza el estatuto de parado en formacin y emerge el estatuto de

    parado entendido como futuro asalariado empleable.

    La propagacin de la ideologa y de la racionalidad econmica que se observa en otros mbi-

    tos de las relaciones sociales tambin se concreta en el de las polticas de empleo: la accin

    publica en este terreno se subordina progresivamente a la lgica del mercado. El proceso de

    produccin de la insercin por parte de los servicios pblicos cada vez est ms teido por los

    criterios econmicos y se disea a imagen y semejanza de los nuevos estilos de gestin empre-

    sarial. Se calcula la viabilidad de las intervenciones; se mide su eficacia, rentabilidad y costes;

    se buscan fuentes de financiacin y partenariados con las empresas. La terminologa econ-

    mica y las herramientas del managerse filtran cada vez con mayor naturalidad en las prcticas

    de los profesionales de la insercin, que se convierten as en managers en su campo, jefes de

    personal, gestores de recursos humanos no utilizados, en paro. Con fuerza creciente, los aos

    noventa ven como se extiende en las polticas de empleo esta nueva ideologa consensual decolaboracin con las empresas4.

    Como hemos adelantado, estas tendencias estn emparentadas con la empresarializacin de

    la vida social y de la actuacin del Estado desde los aos ochenta. En este sentido, las tenden-

    cias hacia la modernizacin de ste ensalzan la visin estratgica y la racionalidad econmica

    sobre cualquier otro tipo de racionalidad social. La accin pblica se concibe progresivamente

    como una prestacin eficaz que debe conocer bien el medio en que acta y ofertar servicios de

    calidad y personalizados. De la lgica ms universal de los medios se transita hacia una lgica

    de los resultados. Jacques Donzelot (1991) denomin lo social de tercer tipo a estas nuevas

    tendencias estatales que sustituan las grandes polticas por pequeas polticas de solidaridad

    que anteponan el pragmatismo, la lgica del corto plazo y los principios contractualistas sobre

    los derechos atributivos y la discrecionales en la accin social. Serge Ebersold (2001) ha habla-

    do de Estado estratega para describir este cambio de papeles del Estado en la transicin de la

    sociedad salarial a la sociedad de empresa, donde la cohesin social se deja penetrar cada vez

    ms por la iniciativa privada y se torna en un asunto de empresa e, igualmente, donde el cam-

    po jurdico-poltico se tie de los principios econmicos, y lleva a la poltica a convertirse en

    un apndice subordinado, pero activo, del campo de lo econmico.

    En este sentido, la categora de integracin social es paulatinamente sustituida por la deinsercin social. La primera, propia de momentos anteriores a los ochenta y preponderante

    hasta entonces en la terminologa de las ciencias sociales, implicaba una concepcin de la

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    114Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    4 En Espaa, el INEM abre cada vez ms puertas a las empresas en la gestin del desempleo.Recientemente, ha destinado 1900 millones de euros para ensayar la insercin de parados de larga duracinpor parte de empresas privadas en concreto la Fundacin Adecco y la Asociacin Espaola de Consultoras deOutplacement a quienes otorga subvenciones por la colocacin de parados. Esta cesin de competencias pro-pias al mundo de la empresa es un buen ejemplo de los estilos empresarializadores que estamos comentando.Con esta tendencia a desplazar las funciones de colocacin a las empresas privadas y las responsabilidades de

    la bsqueda al propio parado, los servicios de empleo bien podran desaparecer y no se notara mucho con estaola de privatizacin.

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    colectividad como un todo, donde se comparten valores comunes que sirven para integrar a los

    individuos. La insercin, en cambio, invierte el tipo de relacin de los individuos con lo social:

    la interdependencia de los individuos reside en la capacidad de cada uno de contribuir indi-

    vidualmente a la existencia y al desarrollo de un todo (Ebersold, 2001: 62). La formacin de

    este todo es continua y no se concluye nunca porque, en esta concepcin individualista, la per-

    tenencia social no puede pensarse de manera definitiva sino que debe merecerse permanen-

    temente, demostrando la contribucin de cada uno a la colectividad medida por los esfuerzos y

    las competencias logradas por el individuo. La concepcin de la integracin social dibujaba una

    sociedad estable guiada por el progreso general como meta social. Por el contrario, la sociedad

    de la insercin se gua por la idea ms empresarial de proyecto que, a diferencia de la nocin

    de progreso, rehuye la promesa de un futuro. Al contrario, exige capacidades de anticipacin,

    de auto-superacin y de autoanlisis sobre el pasado y el presente. El futuro pasa por el esfuer-

    zo y el sufrimiento personal ms que por el apoyo en el Estado (ibid. p. 63).Esta visin empresarial del proyecto individual, generalizada como principio de organiza-

    cin social, convierte a todos, formalmente, en actores responsables que, persiguiendo sus

    fines individuales, participan socialmente. Este modelo de participacin formal, aplicado a

    todos por igual a travs de la igualdad de oportunidades, debilita y marginaliza a aquellos gru-

    pos cuyas posiciones sociales, representaciones del mundo y modelos de identidad son menos

    eficaces, con menos valor de mercado y de relaciones sociales, menos emprendedores para

    este escenario estratgico de la sociedad de empresa. En este marco, las desigualdades se

    reinterpretan como incapacidad para aprovechar las oportunidades que ofrece el sistema y no

    como desigualdad real de posicin social. Esta concepcin elimina o reduce al mximo el con-

    flicto tradicional de la desigualdad de origen de cualquier agenda poltica que se rija por los

    principios individualistas de la sociedad de mercado. El vnculo social se mantiene en estas

    sociedades debido a que las desigualdades se interpretan como ocasionadas por un esfuerzo y

    una vala diferencial de los individuos en la participacin; debido, igualmente, a que todos

    comparten una igualdad de trato independiente de su proveniencia y, finalmente, el vnculo se

    mantiene porque las situaciones ms llamativas de desigualdad son atendidas por el sistema a

    travs de programas asistenciales para pblicos en dificultad.

    Este marco consigue evacuar cualquier discusin sobre el reparto mejor de la riqueza y sobrelas ya mencionadas desigualdades de condicin. Las nicas desigualdades que se observan

    provienen de diferencias en el esfuerzo y en la implicacin. Estas diferencias discriminan, en

    un extremo, a los ms productivos que mejoran el rendimiento del sistema a travs de su

    aportacin, de los menos productivos a los que se les podr motivar, apremiar o reclamar

    una mayor autoresponsabilizacin de cara a su participacin en la sociedad.

    De la integracin a la insercin, del progreso al proyecto, de la igualdad de derechos a la

    igualdad de oportunidades, del ciudadano al usuario. Si se trasladan estas concepciones de una

    sociedad de empresa a la prctica de la insercin, es fcil comprender sus efectos: la subordi-

    nacin de la accin pblica a la racionalidad econmica ha fragilizado las instituciones y los

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    115 Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    principios en los cuales se sostena la pertenencia y la identidad social de los colectivos ms

    vulnerables de la sociedad salarial. La nueva lgica de la insercin reclama ahora un proyecto

    de participacin personal basado en la autorresponsabilidad y en el aprovechamiento de la

    igualdad de oportunidades, esto dar derecho al arsenal de medidas de insercin y de discri-minacin positiva para los grupos con dificultades de empleabilidad. Para Serge Ebersold lo

    que en esta esfera de la insercin y de las polticas de empleo se inventa es una nueva catego-

    ra, el inempleable, producto de la economizacin de las relaciones sociales y de la empresa-

    rializacin de las polticas de empleo. El inempleable carece de lo que estas ltimas han defi-

    nido como la causa de su situacin: la empleabilidad. La nueva figura supone un cambio

    respecto a la imagen clsica del parado y trata de dar sentido a la diversificacin de formas de

    desempleo que los ochenta traen consigo y

    permite, as, pensar y poner en marcha las nuevas opciones de codificacin de estatutos y nuevasidentidades que se despliegan en el marco de las polticas de insercin, para responder a las situa-ciones intersticiales generadas por la disgregacin de la sociedad salarial. Estas nuevas identida-des resultan as socialmente aceptables y se instituye un espacio especfico de gestin de la inem-pleabilidad. (Ebersold, 2001:116).

    2. El buen parado: la figura legtima de la empleabilidad

    La empleabilidad es uno de los principales pilares de la actual estrategia europea para el

    empleo, junto al espritu empresarial, la adaptabilidad y la igualdad de oportunidades.

    Bsicamente, implica dotar al parado de las competencias dinmicas y actualizadas para una

    actividad laboral y mejorar sus comportamientos de bsqueda de empleo. En la jerga europe-

    sta implica:

    garantizar que los desempleados disponen de las cualificaciones y los incentivos adecuados parareincorporarse al trabajo y promover un mercado laboral abierto a todos. Este pilar conlleva doselementos clave de la estrategia, a saber, el enfoque preventivo para combatir el paro de larga

    duracin y el enfoque activo, que consiste en procurar que las polticas fomenten la participacinactiva. (Comisin Europea, 2001: 6).

    La empleabilidad es el principio rector de la poltica de empleo en la era de la flexibilidad y

    trata de romper con la regulacin fordista del paro: el Estado, ahora, no puede asegurar el

    empleo, pero debe asegurar la empleabilidad. Este nuevo objetivo es otro de los sntomas de la

    empresarializacin de la vida social y, en concreto, de la esfera de las polticas de empleo. La

    empleabilidad es indisociable de la concepcin jurdico poltica contractualista que hemos vis-

    to en el apartado anterior, en la cual el estatus del parado pasa de ser de demandante de

    empleo-perceptor de prestaciones al de parado emprendedor, en el que el desempleado

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    116Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    debe aportar por s mismo muchas de las condiciones que le pueden llevar a acceder al empleo;

    debe demostrar sus facultades para activarse; debe justificar su validez para un proyecto de par-

    ticipacin en la sociedad del empleo y, as, legitimar la ayuda pblica que pueda recibir. Todo

    ello acompaado de una especie de compromiso contractual que le obliga a responsabilizarse

    de su propia insercin. La naturalizacin de la lgica empresarial comienza a estar a la orden

    del da en el terreno de la gestin del desempleo. La empleabilidad proyecta una nueva repre-

    sentacin del paro que trata de oponer la imagen pasiva y esttica del parado preceptor de sub-

    sidios a la imagen dinmica de un nuevo paradigma de parado activo el buen parado que

    en este apartado vamos a tratar.

    Hemos visto que las prcticas de los operadores de los servicios de empleo muestran una

    creciente permeabilidad a los valores y a la cultura de empresa. La terminologa que sta irra-

    dia se generaliza en el mbito de la gestin del paro: movilizar los recursos inactivos, nuevas

    oportunidades de crecimiento, trabajo de calidad, gestin por objetivos, desafo estratgi-co, etc. Terminologa, digamos, bajo sospecha, adoptada por los servicios de empleo sin

    cuestionar su procedencia y sus implicaciones. Una reciente declaracin del Grupo de

    Prospectiva de alto nivel de los servicios pblicos de empleo de los pases europeos (2001) real-

    za este regusto empresarial. La nueva ptica que deben adoptar es la de aumentar las oportu-

    nidades de los demandantes de empleo y ayudarles a adquirir, recuperar y mantener compe-

    tencias suficientes, crear servicios nuevos y personalizados que propicien las actitudes

    autnomas de sus clientes. Las estrategias pro-activas tienen prioridad sobre las posicio-

    nes reactivas, esto permitir a cada parado valorar sus oportunidades sobre el mercado de

    trabajo.

    La moda de la actual gestin de los servicios de colocacin es captar al parado desde el ini-

    cio de la inscripcin y determinar una evaluacin del perfil del candidato a travs de un trata-

    miento individualizado. Esto permite contar con un registro de las potencialidades del parado

    y contar con un pronstico individual de sus oportunidades profesionales: competencias, for-

    macin, experiencia profesional, as como la voluntad de mejora, la motivacin y las actitudes

    para aceptar y seguir las recomendaciones de los tcnicos. Esta estrategia personalizada de

    bsqueda de empleo basada en la lgica deprofilingde perfilar las capacidades del candida-

    to, va acompaada de un contrato o compromiso de insercin, que ratifica un acuerdomediante el cual las partes se comprometen a llevar a buen fin el proceso de reinsercin. El

    demandante podr utilizar los servicios de empleo a cambio de implicarse en este proyecto de

    insercin tocado por los modos contractuales y que le obligarn a implicarse, a no perder la

    motivacin, a buscar activamente, etc. De alguna forma, los servicios de empleo conceden un

    crdito al desempleado en forma de servicios gratuitos que incrementan su empleabilidad y

    ste debe responder a esa confianza haciendo buen uso de los recursos que se han puesto en su

    mano: orientacin, formacin, sistemas de bsqueda, ofertas de empleo. Peridicamente, se

    realizar un balance y un evaluacin detallada de los logros del parado en una dinmica de

    seguimiento individualizado que revalidar o no la confianza en el parado. Este compromiso-

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    117 Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    proyecto es esencial en la arquitectura actual de los servicios de empleo. La ltima y polmica

    reforma del desempleo lo incorpora en su versin completa.

    La consigna ms repetida es la de la activacin, que no quiere decir otra cosa que la implica-

    cin del parado en la bsqueda activa y la disposicin a aceptar los empleos adecuados que sele ofrecen y sobre los que las legislaciones y los servicios de empleo tienen cada vez ms con-

    trol. Los nombres ms recientes en la Unin Europea sobre los planes de funcionamiento de

    los servicios de empleo no dejan lugar a dudas del protagonismo de la activacin: en Blgica se

    ha puesto en marcha el Plan Activa al inicio del 2002; en esa misma fecha en Alemania ha

    entrado en vigor la ley job-aqtiv; en Francia, desde 1998, funciona el Programme daction

    personnalise pour un nouveau depart, que tiene como base la creacin de un project daction

    personnalise, tambin denominado por los operadores del servicio de empleo francs feui-

    lle de route. Parece que los trminos de nouveau depart o el de feuille de route indican esa

    primaca de la movilidad y la activacin. En Espaa, la originalidad a la hora de buscar nombresa estas nuevos estilos de gestin no ha estado a la altura de sus homlogos europeos, pero no

    cabe duda de que el decreto aprobado en mayo de 2002 el conocido decretazo concuerda en

    los principios ideolgicos y operativos que hoy se extienden por toda Europa. Los siguientes

    textos extrados del Decreto Ley 5/2002, de 24 de mayo son inequvocos a este respecto, el des-

    empleado debe:

    Suscribir y cumplir las exigencias del compromiso de actividad. Buscar activamente empleo,

    participar en acciones de mejora de la ocupabilidad, que se determinen por el Servicio Pblico deEmpleo, en su caso, dentro de un itinerario de insercin. [...] A los efectos previstos en este ttu-lo, se entender por compromiso de actividad el que adquiera el solicitante o beneficiario de lasprestaciones de buscar activamente empleo, aceptar una colocacin adecuada y participar enacciones especficas de motivacin, informacin, orientacin, formacin, reconversin o inser-cin profesional para incrementar su ocupabilidad, as como de cumplir las restantes obligacio-nes previstas en este artculo. (BOE n125, 25.5 2002)

    La prioridad de los servicios de empleo y la presin a los desempleados buscan un propsi-

    to claro: poner a trabajar al parado a toda costa:

    La colocacin que se ofrezca al trabajador se entender adecuada con independencia de laduracin del trabajo, indefinida o temporal, o de la jornada de trabajo, a tiempo completo o par-cial, o de la cotizacin, o no, por la contingencia de desempleo. (BOE n125, 25.5 2002).

    Con esta presin sobre los parados no es extrao que consideren su actividad de bsqueda

    como un autntico trabajo.

    Movilizacin, Activacin son los medios mediante los que buscar empleo se convierte en

    una profesin: de profesin parado. El habitus del parado buscador incluye su propia autoeva-

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    118Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    luacin, el calcular sus capacidades y el trazar su recorrido hacia el empleo. Las tcnicas de bs-

    queda de empleo que reciben en los cursos de formacin o en las sesiones de orientacin cre-

    an estas disposiciones y moldean la figura del parado buscador.

    Ms all de las prcticas cotidianas, la ideologa de la activacin va encontrando un terreno

    abonado en la mentalidad de los parados, que, generalmente, es permeable a todos los princi-

    pios contenidos en los mdulos de bsqueda de empleo y que acoge bien todo tipo de pauta que

    le pueda prometer conseguir empleo con ms facilidad, y ms si proviene de los tcnicos de los

    servicios de empleo, que deben saber lo que se hacen. La necesidad suplementaria de los para-

    dos de mostrar su buen comportamiento y su cumplimiento de las normas les lleva a aceptar

    sin mucho cuestionamiento la activacin y la movilizacin.

    Las publicaciones de los especialistas en recursos humanos se difunden en las oficinas de

    empleo y en los centros de formacin, divulgando los principios operativos y la visin legti-

    ma de la bsqueda de empleo que deben emprender los parados. En la mayora de estas publi-caciones, el desempleo es objeto de una redefinicin acorde con los nuevos tiempos de la fle-

    xibilidad y del pensamiento positivo. El paro es as rediseado no como un periodo de penosa

    fragilidad y de carencia, sino como un periodo de nuevas oportunidades profesionales y

    sociales, un ocasin para mejorar y recualificarse, incluso para convertirse en empresario y,

    siempre, para abandonar la acomodaticia estabilidad de la condicin salarial y abrir un nue-

    vo rumbo.

    El paro no es nada excepcional. Es una circunstancia de la vida a la cual todos estamos expues-

    tos. Lejos de ser un drama, es descrito como una experiencia aprovechable. La situacin deintrospeccin que genera permite al parado redescubrirse y de estar en mejor disposicin dedefinirse un futuro profesional y social acorde con las exigencias del mercado y ajustado a laspropias aptitudes. Las dificultades que se crean inicialmente se revelan despus positivas. [...]Descubrirse a s mismo, encontrar nuevos amigos, identificar un proyecto, adquirir una cuali-ficacin son otras tantas oportunidades que convierten al paro en un trampoln, siempre que sedesactiven las trampas de la inactividad y se utilicen bien los recursos ofrecidos. (Ebersold,2001:142).

    Esta moderna representacin del desempleo corresponde al actual arquetipo dominante delparado: el parado activo, o activado. Obligado a adoptar un cdigo de conducta que rige tanto

    en las cualidades morales y psicolgicas que debe interiorizar, como en sus expresiones fsicas,

    gestuales, relacionales y de presentacin. Esta especie de declogo del buen parado estipula lo

    siguiente:

    El parado tiene una prioridad: ha de estar predispuesto hacia el trabajo porque solo as se ase-gurar de no perder las virtudes socializadoras de ste puntualidad, respeto a los jefes, cumplirresponsabilidades y compromisos. La bsqueda de empleo, o de cualquier cosa que se le parez-ca, es el primer deber del parado.

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    119 Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    Saber venderse: La bsqueda de empleo ha de ser planteada como una estrategia comercial. Elempleador es un mercado que el parado tiene que conquistar, para ello tiene que ser competitivoy vencer a los otros parados competidores. La mera bsqueda de empleo no es una buena estrate-gia de venta, el parado que vende bien es el que ofrece un servicio a un empresario. Esta ltima

    actitud es la clave del xito ya que denota actividad. La simple espera o la bsqueda por mediosconvencionales poco eficaces denota pasividad y est condenada al fracaso. El desempleado debe,pues, optimizar su posicin en el mercado: seleccionar los contactos, detectar oportunidades deempleo y perfeccionar sus tcnicas de presentacin.

    Ser eficaz y tener un proyecto: es preciso demostrar que el paro no te ha fragilizado, sino for-talecido. Para ello, no se debe mostrar impaciencia ni incuria en la presentacin del currculo.Disear un proyecto demuestra que se es capaz de partir de cero y de romper los vnculos con unpasado de desempleo que anquilosa. En este sentido, lo ms importante en la vuelta al empleo noes haber abandonado la condicin de parado o tener un salario, sino volver a encontrarse en un

    contexto laboral que te permite recobrar y redinamizar todas las virtudes tcnicas y comporta-mentales que te consolidan en el empleo.

    Demostrar capacidad de organizacin: ser capaz de trabajar en la bsqueda en equipo indicaque se est en condiciones de integrarse en la lgica organizativa de una empresa. Igualmente, esrecomendable plantearse objetivos, plazos, estrategias, hacer balances de las acciones realizadas.

    Manejar bien la informacin: conocer los gustos empresariales y los de las empresas concre-tas que ofrecen trabajo, preparar las entrevistas, demostrar autocontrol, renovar los contactos ylas redes de relaciones.

    Todas estas recetas, acompaadas por una conveniente incitacin tcnica y motivacionalpor parte de los expertos en bsqueda de empleo, representan la glorificacin de los modos de

    actuacin del empresario. Esta lgica de la activacin y la empleabilidad es el dulce veneno

    que se prescribe a los parados, prometindoles la curacin del paro, pero, a la vez, inoculndo-

    les toda la cepa de valores y comportamientos empresariales. La esfera de la insercin es un

    espacio de instruccin en los valores empresariales.

    No hay que olvidar que muchas de estas mismas creencias, y otras parecidas, son las que

    se dirigen a los trabajadores ocupados: hay que ser activo y creativo, no limitarse a esperar

    el salario a fin de mes, hay que tener visin estratgica, anticiparse a los cambios, capaci-dad de adaptacin; hay que demostrar proximidad psicolgica, profesional, cognitiva, tc-

    nica, tica hacia la empresa. El nuevo protocolo empresarial es un arma contra cualquier

    viejo lema del pasado obrero: se recorta espacio al empleo garantizado y se impone la cre-

    atividad y las capacidades personales, que determinarn cmo los ms aptos ocuparn los

    mejores puestos5.

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    120Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    5 Para una exploracin a fondo de los nuevos estilos empresariales aplicados al trabajo, se remite al lec-

    tor al libro de Boltanski y Chiapello (2002) en el que se repasa la formacin de este nuevo espritu del capita-lismo impregnado por los discursos del manager y el emprendedor.

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    3. Conclusiones. Activar a los parados, las conexiones de la esfera de la insercin

    con la flexibilidad laboral

    Llegados a este punto, no parece difcil plantear algunas conclusiones tras este rastreo que

    se ha realizado en las polticas de empleo y donde parece que las huellas de la flexibilidad labo-ral tambin han dejado su marca. La activacin conecta el mundo del paro y con el de la ocupa-

    cin y se basa en los mismos principios. Tambin, en el angustioso territorio intermedio entre

    el paro y el empleo que suponen las regulaciones de plantilla y los despidos potenciales de las

    grandes empresas, Emmanuel Defouloy (2001) ha registrado, en el caso de las fbricas france-

    sas de Levi Strauss, todo el bloque de justificaciones empresariales que acabamos de revisar:

    las trabajadoras tienen miedo al cambio, poca movilidad, falta de empleabilidad,

    desean slo ms dinero. La empresa no es culpable del cierre, la culpa es de las trabajado-

    ras que no se ajustan. Este ejemplo sobre la falta de flexibilidad reclamada por la empresa

    pone de relieve los paralelismos que existen entre paro y empleo en la actualidad.

    Las polticas de insercin constituyen uno de los componentes de la argamasa que est

    asentando un espacio fluido de prcticas dirigidas a inyectar flexibilidad y a activar la mano de

    obra para los requerimientos de la reestructuracin capitalista que campea en estas dos ltimas

    dcadas. Este espacio est organizado por una accin conjunta entre el Estado y el mercado y

    cobra forma mediante dos estrategias que ya hemos sugerido en prrafos anteriores y que en

    este apartado perfilamos y sintetizamos un poco ms. Estas dos estrategias son: en primer

    lugar, la contribucin de las polticas de empleo a la desestabilizacin del modelo de empleo

    estable y, en segundo lugar, la activacin de los parados y la creacin para ello de mecanismosde control.

    En primer lugar, respecto a los procesos de desestabilizacin del trabajo, las polticas de

    empleo han colaborado en conseguir que la lgica de la competitividad de la empresa no

    encontrase obstculos. La flexibilidad de la fuerza de trabajo ha sido, durante todo el periodo,

    uno de los pilares fundamentales sobre el que se ha sustentado la rentabilidad del capital. Por

    ello, las subvenciones por creacin de puestos de trabajo, los beneficios fiscales o la continua

    creacin de formas contractuales, cada vez ms propicias para la empresa, han sido y contin-

    an siendo una va muy frecuentada por las polticas de empleo, que ha favorecido a los empre-sarios a costa de la degradacin de las condiciones de vida de los trabajadores.

    Ms all de las ventajas econmicas concretas que permite el fomento del empleo a travs de

    subvenciones directas a las empresas, las polticas de empleo han aportado todo un arsenal de

    modos de persuasin para la aceptacin ideolgica de la flexibilidad. Lo que Gerard Mauger

    (2001) ha definido como la inculcacin de un habitus flexible congruente con los principios

    de empresa: dinamismo, facultad de adaptacin, ingenio, motivacin, apertura de espritu,

    flexibilidad, iniciativa, adaptabilidad, velocidad de ejecucin.

    Hemos visto que el propio personal de los servicios de empleo es un instructor mediador en

    esta produccin de la insercin flexible. Su actuacin ha de adaptarse a las necesidades fluc-

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    121 Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    tuantes del mercado, a las posibilidades que surgen sobre la marcha y a introducir a los para-

    dos en la aceptacin de las precarias ofertas que reciben.

    La flexibilidad, la polivalencia, el empleo justo a tiempo, la bsqueda permanente de equili-brios precarios, la creatividad, la contextualizacin de los saberes y de las prcticas est en elncleo del marco institucional de gestin del no-empleo. (Ebersold, 2001: 59).

    Este repertorio de competencias es manejado y aplicado a los parados que se mueven en

    este espacio inestable que es el de la insercin. Un espacio laboral paralelo en el cual cuesta

    mucho trabajo hacerse con un empleo normal, aunque siempre se est conectado a la preocu-

    pacin por conseguirlo y siempre se est dispuesto a ocupar cualquier empleo instersticial de

    los que abundan en el territorio de la insercin: no son empleos estables, aunque, a veces lo

    parezcan.A travs de esta ilusin de normalidad de los cuasiempleos, la inestabilidad se instaura como

    normal. La realidad confirma, en cambio, la breve duracin de los dispositivos de insercin, de

    medidas y contratos que se truncan y no tienen continuidad, los largos recorridos de inestabi-

    lidad. Trabajos porosos, por donde se filtra la precariedad. Esta zona intermedia entre el paro

    y el empleo est caracterizada por la incertidumbre, por una pauta de puro recorrido y por

    la experimentacin de diferentes formas de flexibilidad y precariedad laboral.

    Paradjicamente, la intermitencia generalizada del empleo en las polticas de insercin se

    acompaa por el riesgo permanente del retorno del paro.

    Muy frecuentemente, los empleos de insercin se mueven en tierra de nadie, siempre en la

    periferia de la normalidad laboral: en ocasiones es difcil saber, realmente, quin es el emple-

    ador, qu derechos sociales o sindicales se tienen, cmo se resuelve una situacin de acciden-

    te de trabajo, cmo repercute fiscalmente el empleo realizado. Un sinfn de circunstancias que

    delatan la falta de transparencia laboral en este espacio de las polticas de empleo. Estas din-

    micas estn generando estatutos jurdicos y sociales intermedios que circulan entre la seguri-

    dad del modelo de empleo estable, con todas sus garantas jurdicas, y las de la dependencia de

    las situaciones de paro y, en su extremo, de pobreza. La proliferacin de formas de trabajo tem-

    poral, y la variedad de estatutos laborales que provoca, contribuye a revertir el proceso histri-co de uniformizacin del trabajo que se haba fraguado, a lo largo del siglo, en torno al trabajo

    asalariado estable.

    En segundo lugar, adems de allanar el terreno a la flexibilidad laboral, las polticas de

    empleo contribuyen a facilitar el control de una poblacin excedente, que no logra su ingreso

    en el mercado de trabajo y que puede convertirse en un importante problema social. Para ello,

    estas polticas colaboran a construir una identidad de parado inofensiva, que no choque con los

    fines de la economa e intentan limar las aristas que pudieran convertir a esta figura del para-

    do en un problema de orden pblico. Asimismo, promueven la interpretacin del paro como

    un problema individual o familiar, pero no social y poltico. La responsabilizacin del parado

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

    122Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

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    como nico culpable de su situacin ha marcado la orientacin individualista y psicologicista

    de las polticas de empleo, esto ha hecho predominar este enfoque individualizante-actitudi-

    nal sobre otros que pudieran incidir ms en una explicacin sobre las causas y soluciones

    sociales. De esta manera, se ha construido un sistema disciplinario de organizacin del tiem-

    po de los desempleados, por lo general infravalorando a estos y llenndoles de deberes y obli-

    gaciones administrativas cursillos, entrevistas, inspecciones, colas en sellado de la demanda

    de empleo en el INEM. Igualmente, se ha influido sobre las representaciones colectivas, de

    manera que se resaltasen exageradamente los comportamientos censurables y vergonzantes de

    los parados la perenne sospecha del parado defraudador, cuando en realidad estas prcti-

    cas delictivas no son, ni mucho menos, mayoritarias. Desde este punto de vista, la insercin se

    muestra como una ortopedia moral, un instrumento de reforma de las costumbres, de

    transformacin de las cualidades morales, sociales y profesionales, de habituacin o rehabi-

    tuacin al trabajo, de adquisicin de propiedades comportamentales y disposiciones ticas queaseguren una congruencia con las empresas.

    El repertorio de dispositivos que constituyen este modelo de tratamiento disciplinario del

    parado merecera por s solo un tratado. No podemos detenernos mucho en ello, pero s con-

    viene mencionar un ejemplo del progresivo predominio de un modelo de poltica de empleo

    de corte liberal, que restringe los derechos de los parados y eleva el estilo disciplinario a cotas

    solo comparables a los viejos tratamientos correccionales de los sin trabajo en los inicios de

    la industrializacin. Loc Wacquant (2000) ha ilustrado magistralmente este proceso en los

    Estados Unidos, pas lder en la exportacin de estas orientaciones que propugnan la obliga-

    cin al trabajo. Para Wacquant, su divulgacin corre pareja a la retirada del Estado social y a la

    progresiva conversin del Estado de bienestar en un Estado Penal-Policial. Este es el marco

    sociopoltico en el que la posicin econmica neoliberal se ha conjugado con la reaparicin de

    una neofilantropa autoritaria que ha servido de caldo de cultivo para la extensin de esta ide-

    ologa del Workfare. En este nuevo orden, el Estado se convierte en un tutor moral inflexible que

    vela por el bien de los parados imponindoles la obligacin al trabajo. En sus posturas ms

    extremas, esta mentalidad considera el no-trabajo como un acto poltico que demuestra la

    necesidad del recurso a la autoridad. El Estado Providencia, y su aire maternal, ha de ser susti-

    tuido por un Estado Penal, con un carcter paternal, que impartir la asistencia slo a aquellosparados merecedores que se porten bien. Este merecimiento es directamente proporcional al

    grado de individualizacin, de autoimplicacin y de predisposicin cognitiva del parado res-

    pecto a la idea de que los problemas laborales son debidos a comportamientos individuales y

    falta de responsabilidad personal. En Estados Unidos, las clases humildes, el subproletariado

    urbano, preferentemente negro, es responsabilizado de su situacin de miseria debido a esta

    pobreza moral que les hace dependientes de la asistencia estatal.

    En paralelo, este mismo subproletariado urbano ha sido perseguido implacablemente por

    el sistema policial y penal. Esta criminalizacin de la miseria ha sido, siguiendo a Wacquant, la

    estrategia seguida por el capital para imponer la precariedad laboral en la nueva economa

    Antonio Santos Ortega La invasin de la ideologa empresarial en los mrgenes del mercado de trabajo...

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    americana. La alternativa para estas poblaciones se reduce a aceptar los trabajos descualifica-

    dos o a caer en conductas delictivas y acabar en prisin. Las conexiones entre la tolerancia

    cero ante el delito y el mercado de trabajo del nuevo capitalismo aparecen as evidentes: crcel

    o trabajo precario, en forma de un crculo vicioso en el que siempre se pasa por los malos tra-

    bajos, ms de dos millones de presos en Estados Unidos pueden confirmarlo. Mike Davis con-

    firma estas tesis, el keynesianismo carcelario que se ha extendido en este pas ha producido

    una inflacin de legislacin dura que en pocos aos ha llenado las crceles americanas. A este

    paso, ironiza Davis, los gobiernos tendrn que derruir las universidades para construir prisio-

    nes, pero es que, adems, no se trata de un mal negocio: en un siniestro crculo virtuoso de la

    economa, las prisiones son una fuente de empleo y de mejoras econmicas para los pueblos

    donde se instalan, con los beneficios extrados del trabajo de los presos se paga la iluminacin

    del estadio de bisbol (Davis, 2001).

    La interpenetracin del Estado penal y del Estado social se acenta: los receptores de ayudassociales son controlados disciplinariamente; en las familias underclass, las madres (welfare

    mothers) son atendidas por sector social y los padres por el sector penal del nuevo estado pos-

    tkeynesiano; el nico sistema sanitario que muchos de ellos conocen es el que se tiene en pri-

    sin. Wacquant considera que, adems del sistema carcelario, en los pases europeos con tra-

    diciones estatales fuertes y con mercados de trabajo ms reglamentados,

    la regulacin punitiva de los sectores pauperizados del nuevo proletariado postfordista se efectaprincipalmente por medio de dispositivos panpticos cada vea ms elaborados e invasivos, direc-tamente integrados en programas de proteccin y asistencia. (Wacquant, 2000:123-4).

    Wacquant mantiene que, a pesar de que este social-panoptismo pueda adoptar formas dife-

    rentes en Europa y en Estados Unidos, la tolerancia cero y la pauperizacin penal, y las consi-

    guientes reinsercin cero y reincidencia programada, son una pieza comn de una regresin

    del Estado hacia sus rasgos ms punitivos en un modelo econmico que lo celebra y lo impul-

    sa: La mano invisible del mercado con el guante de hierro del Estado (ibid.p.156) 6.

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    124Cuadernos de Relaciones Laborales2003, 21, nm. 1 107-128

    6 Un ejemplo de esta tendencia expansiva del Estado vigilante es el pago de 4 millones de dlares que ungrupo de empresarios mejicanos ha realizado para que el alcalde de la capital azteca contrate a Rudolph Giulianiex alcalde de Nueva York y entusiasta defensor de la tolerancia cero como asesor para la aplicacin de estemodelo policial-penal en la Ciudad de Mjico. La exportacin de estos estilos est perfectamente descrita enel libro de Wacquant y los ejemplos de variaciones y mutaciones en Europa de este modelo son numerosos.

    7 Desde 1998, con el inicio tras la cumbre de Luxemburgo de un modelo de poltica europea comn, lostintes neoclsicos (Barbier, 1998) se han acentuado con la implantacin de cuatro pilares que guan las direc-trices para el empleo: empleabilidad, espritu empresarial, adaptabilidad e igualdad de oportunidades. Laspolticas de empleo entran en el reino de la activacin. Si bien esta es la tendencia principal, existen mltiplespropuestas llevadas a cabo en pases concretos de la Unin que, desde una ptica socialreformista, mantienenuna coherencia con la tradicin del Estado social europeo y, a la vez, una sensibilidad mayor hacia los parados.

    Las propuestas para mejorar la calidad de los empleos; construir un nuevo derecho que permita dar seguridada las trayectorias individuales (Supiot, 1999); proponer pasarelas entre las diferentes formas de actividad

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    La situacin europea dista an de la americana, pero algunos advierten del sesgo cada vez

    ms visible de las polticas de empleo europeas hacia la obligacin al trabajo, que en nuestro

    continente adquiere el eufemstico apelativo de activacin de los parados7. Es cierto que ade-

    ms del nombre, las tonalidades de esta activacin no son tan sombras como las de la sociedad

    americana. Ya nos hemos referido en apartados anteriores a esta obsesin de las polticas de

    empleo hacia la activacin de los parados, pero nos detendremos en un ltimo aspecto: se tra-

    ta de la ms reciente ofensiva contra las prestaciones por desempleo y de la reformulacin del

    concepto de empleo adecuado.

    El recorte de las prestaciones por desempleo es una constante en la Europa de los noventa.

    La diferencia de contenido de las ltimas reformas es la vinculacin de estos recortes con el

    reajuste del concepto de empleo adecuado, que obliga al parado a aceptar una oferta de empleo

    propuesta por los servicios pblicos si no quiere ver reducido su subsidio. Este concepto de

    empleo adecuado proviene del periodo fordista, en el cual el pleno empleo garantizaba unagran apertura en la posibilidad de los parados de elegir un empleo conveniente a sus capacida-

    des. El escenario postfordista ha cambiado la situacin, la definicin de pleno empleo es hoy

    mucho ms restrictiva, ms apegada a las condiciones macroeconmicas estructurales de cre-

    cimiento y no deja apenas margen de eleccin a los parados. El pleno empleo actual se persi-

    gue mediante la creacin de empleos a toda costa, sea cual sea su calidad, y para ello hay que

    activar y movilizar todo el potencial de fuerza de trabajo con la finalidad de garantizar el cum-

    plimiento de los objetivos econmicos.

    La abundante masa de empleos de servicios de baja productividad que la economa infor-

    macional produce requiere reformas en el mercado de trabajo que vayan en la direccin de las

    que actualmente vivimos: rebajar los costes de la mano de obra, obligar a la aceptacin de cual-

    quier tipo de trabajo a los parados, reducir el precio del despido y de las prestaciones por des-

    empleo y conseguir as cuadrar el posible dficit pblico. Los derechos de los desempleados

    menguan hasta conseguir que casi el nico derecho actual del parado sea, ms bien, encontrar

    un empleo. Se dice, por parte de los economistas ms conservadores, que el subsidio de paro

    debera desaparecer porque desincentiva al desempleado para buscar empleo. Lo que desin-

    centiva no es el subsidio de paro, sino las malas condiciones de los empleos que se les ofrecen

    a los parados, empleos, en muchas ocasiones, inaceptables.Los cambios en los contornos del desempleo que hemos sealado en apartados anteriores

    van ligados a transformaciones socioeconmicas muy relevantes que estn provocando res-

    quebrajamientos en la estructura social que configur el fordismo. Las polticas de empleo han

    tendido a pensar que el paro actual podra resolverse slo con sus recetas acompaadas de un

    crecimiento econmico, sin dedicar una atencin profunda a las cuestiones de la exclusin, los

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    domstica, formativa, asociativa, laboral y crear mercados transicionales que organicen las transiciones

    entre stas e impidan la exclusin (Gazier, 1998); desarrollar formas de economa solidaria (Laville, 1997), sonalgunas ideas que, aunque discutibles, abren vas ms creativas que la monotemtica activacin.

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    derechos sociales o la organizacin del trabajo. Esto minimiza el problema de empleo ante el

    que hoy nos encontramos. El paro no se resuelve promoviendo la creacin masiva de malos

    empleos, as solo se elimina el paro estadstico, pero sigue sin alcanzarse el objetivo de crear

    buen empleo y adems se estn generando nuevas situaciones conflictivas ligadas a la des-igualdad e inestabilidad laboral, a la accidentalidad, a la intensificacin del trabajo y los turnos,

    etc. No se pueden dejar las polticas de empleo en manos de las empresas y de sus cclicas ape-

    tencias y necesidades de creacin de puestos de trabajo. La aspiracin de una buena poltica

    pblica debe ser ofrecer nuevos instrumentos que permitan una mejora global de la situacin

    de empleo, que reduzcan al mximo el desempleo, que promuevan la estabilidad laboral, que

    regulen el tiempo de trabajo, que fomenten las nuevas reas y necesidades para poder desarro-

    llar empleos creativos, tiles para la colectividad y no slo para las empresas.

    En paralelo, se hace cada vez ms urgente controlar el poder material y simblico de stas,

    que, en el segmento ms precarizado del mercado de trabajo, estn haciendo imperar el abuso

    como prctica normalizada, con la consiguiente indefensin de los trabajadores sobre una

    variada gama de triquiuelas y trampas legales: empresas que no hacen contratos; que pagan o

    contratan menos horas de las que realiza el empleado, que pagan en negro; que contratan en

    puestos por debajo de la categora; que pagan sueldos misrrimos; que manejan las subvencio-

    nes y los plazos de edad de los contratados, despidiendo a trabajadores que no dan derecho a

    subvencin por fomento de empleo para contratar a nuevos empleados ms jvenes y volver a

    acceder a las ayudas; que fuerzan a la plantilla a trabajar con contratos mercantiles o en rgi-

    men de falsos autnomos; que hacen firmar finiquitos en blanco a la vez que se firma el con-

    trato laboral; que ocultan datos. Todos estos excesos denotan un funcionamiento paralegal de

    las empresas. Boaventura de Sousa Santos (2002) ha hablado de fascismo contractual para

    describir estas prcticas que se producen en el amplio margen de sombra legal de que gozan las

    empresas en el momento actual. A pesar de estos usos fraudulentos, stas acumulan tal canti-

    dad de poder simblico que an consiguen hacer pasar por eficacia y competitividad lo que no

    son sino comportamientos delictivos: una forma muy particular de entender por su parte el

    laissez faire en el mbito de lo legal.

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