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Helio Gallardo Imaginarios sobre el pobre en América Latina Abstract. The purpose o/ this paper is to picture the main Latin American social represen- tations o/ the poor and the "empobrecidos" (impoverished people) imagined and sustained by social consciousness during the second half o/ the Twentieth Century. The article belongs to the field o/ social and political philosophy, and works with the concepts o/ social production o/ consciousness, identifications (against identities) and the ideological discourses that serve them. Resumen. El trabajo dibuja algunas de las principales representaciones sociales sobre el pobre y los empobrecidos en los imaginarios lati- noamericanos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Filosóficamente, el tema se inscribe en el campo de la producción social de la concien- cia, las identificaciones, por oposición a las identidades, que de ellas se derivan, y las repre- sentaciones y discursos ideológicos que las materializan. La pobreza de sectores significativos de la población siempre ha ocupado la atención de los imaginarios latinoamericanos 1 . A veces, estos imaginarios sostienen una mirada compasiva so- bre el pobre. En otras, lo determinan como ame- naza o desprecio (lo que no se debe ser) y, más recientemente, como culpable por su situación. La mayor parte de estas sensibilidades construye al pobre precisamente como una condición o ca- rácter: se es pobre como se es perro o maleza. Analíticamente, conviene, por tanto, distinguir entre el pobre como estado y el empobrecido. El pobre, o socioeconómicamente 'humilde', es un efecto de determinaciones sociales a las que se ignora. 'Empobrecido' designa, en cambio, no sólo el efecto, sino los procesos mediante los cuales se constituye al pobre. Entre nosotros, los imaginarios y actitudes que constituyen al pobre como empobrecido, o sea como producción so- cial, han sido pocos y de minorías. Aunque nos interesan aquí sólo los imagina- rios que se gestan y manifiestan durante la segun- da mitad del siglo que termina, existe uno que se- guramente es matriz o interlocutor de todos ellos, y cuyas diversas expresividades podrían rastrear- se hasta la Conquista y la Colonia-. Se trata de la consideración del pobre como alguien que no puede valerse por sí mismo. Es la situación del huérfano, viuda (en las economías/sociedades con baja productividad) o del anciano. El antecedente cultural remoto de este imaginario es bíblico. En la economía/sociedad judía primitiva (una forma de comunidad) un pobre era motivo de escándalo debido a que condensaba dos situaciones: no po- der valerse por sí mismo y no ser asistido por los otros. El pobre se constituía así en un diagnóstico vivo de que la comunidad era insolidaria y hasta hostil hacia algunos de sus miembros. La relación comunitaria no producía pobres. Estos eran el re- sultado de eventos 'naturales'. Pero la comunidad no asistía a sus pobres y por ello estaba en falta social. Para esta percepción, el pobre no puede ser desligado de la relación social que se establece con él. Ella asume que si existen pobres socioeco- nómicos, o sea individuos que no pueden valerse por sí mismos, es porque la comunidad misma se ha empobrecido moral, cultural o religiosamente. Este imaginario debió llegar a lo que es hoy Amé- rica Latina con el evangelio '. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (101), 59-70, Julio-Diciembre 2002

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Helio Gallardo

Imaginarios sobre el pobre en América Latina

Abstract. The purpose o/ this paper is topicture the main Latin American social represen-tations o/ the poor and the "empobrecidos"(impoverished people) imagined and sustainedby social consciousness during the second half o/the Twentieth Century. The article belongs to thefield o/ social and political philosophy, andworks with the concepts o/ social production o/consciousness, identifications (against identities)and the ideological discourses that serve them.

Resumen. El trabajo dibuja algunas de lasprincipales representaciones sociales sobre elpobre y los empobrecidos en los imaginarios lati-noamericanos posteriores a la Segunda GuerraMundial. Filosóficamente, el tema se inscribe enel campo de la producción social de la concien-cia, las identificaciones, por oposición a lasidentidades, que de ellas se derivan, y las repre-sentaciones y discursos ideológicos que lasmaterializan.

La pobreza de sectores significativos de lapoblación siempre ha ocupado la atención de losimaginarios latinoamericanos 1. A veces, estosimaginarios sostienen una mirada compasiva so-bre el pobre. En otras, lo determinan como ame-naza o desprecio (lo que no se debe ser) y, másrecientemente, como culpable por su situación.La mayor parte de estas sensibilidades construyeal pobre precisamente como una condición o ca-rácter: se es pobre como se es perro o maleza.Analíticamente, conviene, por tanto, distinguirentre el pobre como estado y el empobrecido. Elpobre, o socioeconómicamente 'humilde', es un

efecto de determinaciones sociales a las que seignora. 'Empobrecido' designa, en cambio, nosólo el efecto, sino los procesos mediante loscuales se constituye al pobre. Entre nosotros, losimaginarios y actitudes que constituyen al pobrecomo empobrecido, o sea como producción so-cial, han sido pocos y de minorías.

Aunque nos interesan aquí sólo los imagina-rios que se gestan y manifiestan durante la segun-da mitad del siglo que termina, existe uno que se-guramente es matriz o interlocutor de todos ellos,y cuyas diversas expresividades podrían rastrear-se hasta la Conquista y la Colonia-. Se trata de laconsideración del pobre como alguien que nopuede valerse por sí mismo. Es la situación delhuérfano, viuda (en las economías/sociedades conbaja productividad) o del anciano. El antecedentecultural remoto de este imaginario es bíblico. Enla economía/sociedad judía primitiva (una formade comunidad) un pobre era motivo de escándalodebido a que condensaba dos situaciones: no po-der valerse por sí mismo y no ser asistido por losotros. El pobre se constituía así en un diagnósticovivo de que la comunidad era insolidaria y hastahostil hacia algunos de sus miembros. La relacióncomunitaria no producía pobres. Estos eran el re-sultado de eventos 'naturales'. Pero la comunidadno asistía a sus pobres y por ello estaba en faltasocial. Para esta percepción, el pobre no puede serdesligado de la relación social que se establececon él. Ella asume que si existen pobres socioeco-nómicos, o sea individuos que no pueden valersepor sí mismos, es porque la comunidad misma seha empobrecido moral, cultural o religiosamente.Este imaginario debió llegar a lo que es hoy Amé-rica Latina con el evangelio '.

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y seguramente llegó, pero no se manifestócon el alcance comunitario que le atribuyó elpueblo judío. Por razones sociohistóricas queaquí no es posible examinar", el pobre entre no-sotros fue desvinculado de sus relaciones socia-les (adscripción a la comunidad) y visto como unobjeto exterior. En cuanto alguien/objeto, el pobrepuede ser tratado como 'pobrecito', o sea comoalguien (o algo) carencial a quien se puede (o de-be) ayudar con limosna, regenerar moralmentemediante la educación o capacitar para que ejerzalos trabajos peor pagados. Esta mirada exterior y'generosa' sobre el pobre nutrió mucho tiempo,por ejemplo, la actividad asistencial de Cáritas,una estructura de la iglesia católica latinoamerica-na. Pero, desde luego, no se limitó a ella.

Existe una intensa diferencia cualitativa en-tre valorar al pobre como alguien a quien se lepuede conceder limosna (muchas veces a cambiode algo, trabajo gratis, por ejemplo) y sentir queal pobre se le debe comunitariamente algo. Estoúltimo implica reconocerlo como ser humano ne-cesitado y entender que nosotros contribuimos asu pobreza, cuando no a su empobrecimiento.Así, la existencia de los empobrecidos resulta so-ciohistóricamente vinculante. Este era en parte elsentido de los documentos de Medellín que ha-blaron de la pobreza como una "injusticia queclama al cielo'". Cuando se ve en el pobre uncierto tipo de 'objeto', o sea cuando no se loaprecia como un empobrecido que nos determinae interpela a nosotros como empobrecedores, re-sulta más cómodo reducir la pobreza a su expre-sión socioeconómica. La miseria económico/so-cial se capta inmediatamente por los sentidos: co-lores, olores, gestualidades, vivienda, ropa, len-guaje, corporeidad, etc., todo denuncia e identifi-ca al socioeconómicamente empobrecido. Unrasgo del imaginario que ve en el pobre una índo-le o naturaleza que se determina a sí misma (osea con ausencia de las relaciones sociales queconstituyen su empobrecimiento) consiste preci-samente en su voluntad de desideruificacián conel pobre. Ver al pobre como objeto se convierteen des identificarse respecto de él y no únicamen-te en desidentificarlo: yo no soy como él, nosoypobre, se autoproclama la mirada que observa alpobre como una índole que se determina a sí mis-

ma. En relación con este proceso de desidentifi-cación (que contiene la atribución de identida-des) es que se le atribuye al pobre ser flojo, alco-hólico, mujeriego, abúlico, incapaz, bruto o de-lincuente. Detrás de cada una de estas identifica-ciones el imaginario social sostiene y exclama:[Yo no soy así! Se le da limosna al pobre precisa-mente porque uno es su diverso. Y se exige garro-te policial contra él por idéntico motivo.

La ampliación, más analíticamente justa, delempobrecido como alguien a quien se ha impues-to una lógica de sometimiento, o sea como al-guien a quien se priva de poder y de su carácterde sujeto autónomo y que, por ello, puede resis-tir la opresión y movilizarse para transformar susituación, no apela, en cambio, únicamente a lossentidos. Un joven en pleno estado físico no pa-rece mostrar inmediatamente el empobrecimien-to social determinado por el imperio adultocén-trico. Una mujer con sus dos hijos pequeños yque conduce un auto de precio mediano o supe-rior no evoca con su presencia la dominaciónmasculina y patriarcal que la empobrece en cadasituación diaria. No se trata de un asunto pura-mente objetivo. No tenemos los sentidos adecua-dos para captar es!as miserias porque se nos im-pide producirlos. Estos y otros empobrecimien-tos ligados al ejercicio de los imperios sociales,exigen, para ser captados empíricamente, una re-flexión sobre el sujeto humano y sobre sus posi-bilidades de autoconstitución en formacioneseconómico/sociales específicas. Si no se constru-ye esta dimensión analítica o teórica, la experien-cia del empobrecido por la dominación de géne-ro, racial, étnica, adultocéntrica o económica, re-sulta o invisibilizada o sesgada: advertimos, conalgún malestar, las señales de la miseria, pero nosabemos ni asumirla ni explicarla. La vivenciadel empobrecimiento, incluso para quienes lo vi-ven, se torna, así, ideológica.

El primer imaginario" ideológico que aquínos interesa es el que se representa y postula alpobre como marginal. Esta manera de constituiral pobre surgió en el contexto de una percepciónmás amplia, el desarrollismo que, como templecultural, saturó la sensibilidad dominante latinoa-mericana y caribeña en las décadas de la posgue-rra mundial y se extendió todavía, aunque ya sin

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dominar, a la década de los ochenta para perdervigor en el final del siglo. El desarrollismo es unaideología de la modernización. En su forma másamplia, asocia modernización con industrializa-ción y, en cierta medida, desarrollo con calidadde vida, no con mero crecimiento. Para la sensi-bilidad desarrollista, todas las economías/socie-dades pueden alcanzar el desarrollo si remuevenlos obstáculos que bloquean su modernización.Estos obstáculos son, obviamente, caracterizadoscomo rémoras prernodemas. La organización oli-gárquica y latifundaria del agro, el componenteindígena de la población, el analfabetismo, el ca-tolicismo como forma medieval del cristianismoo, en una versión más fina, el intercambio desi-gual que anima al comercio internacional, etc.,pueden ser considerados obstáculos cuya remo-ción conducirá, tarde o temprano, al desarrollo.En esta perspectiva el marginal (o sea el pobre)es concebido como alguien ubicado en el bordeexterno del proceso de desarrollo. Para este ima-ginario la modernización avanza desde el centrohacia la periferia. Desde lo urbano (centro) hacialo rural (periferia). Desde el centro de la ciudadhacia su propia periferia urbana". En el curso dela modernización, quien se ubicaba en el bordeexterno del proceso de desarrollo, el 'marginal',será alcanzado por éste e integrado a la moderni-dad. El pobre alcanza así un doble rango: o espremoderno (un ejemplo clásico sería la pobla-ción indígena rural de América) o constituye unadisfuncián. Si es lo último, el mismo sistema (elEstado, la empresa privada) proveerá alguna sali-da técnica y política para resolver la disfunción.

La imagen del pobre como 'marginal' inspi-ró incluso una sociología que fundamentaba yproyectaba a su vez una política social: la promo-cián popular', Su principal expositor describíaasí la relación entre lo popular y la marginalidad:

Nuestra acepción del vocablo "popular (. ..) se refiereexclusivamente al sector "marginal" de una sociedad:a esa parte de la población que no sólo está en el últi-mo nivel de la escala social sino que, lo que es peor,está fuera de escala; que no pertenece (...) a la socie-dad global, ni siquiera como clase baja,"

Descontextualizado, el texto permitiría aso-ciar al 'marginal' con la representación más cer-

cana del pobre como 'excluido'. Pero a diferen-cia de este último, el 'marginal' es recuperable.La fórmula 'promocián' del marginal precisa-mente apunta a esta característica integradora.Una agencia externa es capaz de recuperar parala 'sociedad bien ordenada' al más pobre. El em-pobrecido no es dueño de su destino ni siquierapara salir de pobre. La 'agencia externa' lo con-duce a. una sociedad/meta que él no determina.Estrictamente, no puede darse en él (excepto co-mo ausencia) la sujetividad. O sea, el deseo y vo-luntad de ser sujeto y las acciones que lo testimo-nian. Estructuralmente, el marginal sería muestrade la existencia de dos mundos sociales: el inte-grado (poderoso) y el fragmentado (impotente).Cada uno con sus leyes. Pero solo uno con capa-cidad de acción libre.

Cuando se asocia la desagregación internaque se atribuye al 'marginal' con una visión'científica' objetiva 10 que examina su existen-cia como objeto etnográfico, puede aparecer lacultura de la pobreza. El empobrecido es vistoaquí como alguien funcional a su propio mun-do. El mundo latinoamericano de los no inte-grados existe y se reproduce como tal mundo.Es simplemente distinto, aunque para la etno-logía comparada resulte asimismo carencial!'.Un especialista, por ejemplo, descubre concierto asco y altanería que en el mundo de los'pobres se da rara y extraviadamente el senti-miento del amor:

Para mí, entre las cosas más sorprendentes acerca deestas familias, está su malaise (mal/estar) general, larareza entre ellas de felicidad o contento, la rareza delefecto. El afecto mostrado, o aquello que llamamos"amor", excepto durante el período relativamente bre-ve del cortejo y el inicial del matrimonio, es una mani-festación rara entre los más pobres, la gente simplistadel mundo. Por encima de todo, allí donde dominan elhambre y la incomodidad, queda poca energía sobran-te para las emociones cálidas, delicadas, menos utilita-ristas, y escasa oportunidad para una felicidad activa. 12

La pobreza sería una cultura (?) rara y atra-sada, condenada a desaparecer "ante el asalto dela Era Tecnológica" 1 3 protagonizado por la gentede 'tez clara' a la que los pobres tercermundistas,objetos de conmoción y extinción, odian:

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los empobrecidos eran constituidos y proyecta-dos por el imaginario oligárquico y neoligárqui-co latinoamericano dominante como una oscuraamenaza de los distintos, el proceso cubano, aun-que sin pretenderlo, consolida esa apreciación.Pero en la sensibilidad revolucionaria los empo-brecidos (ya no más los pobres) no conformanuna amenaza social y cultural, sino un sector dela fuerza política transformadora que destruye elantiguo orden que los empobrecía y construye elnuevo que los libera y enaltece, no en cuanto po-bres, sino como seres humanos (sujeto revolucio-nario popular). Los empobrecidos son exaltadospor este imaginario ya que su mera sobrevivenciaes resistencia y virtual producción de vida queaspira a crecer desde sí misma. Aunque el ante-cedente de esta sensibilidad se encuentra en laRevolución Agraria Mexicana (Zapata), él mate-rializa su mejor expresión en el proceso cubano.Se trata, en la década de los sesenta, de un ima-ginario de minorías, que busca emerger como al-ternativa. Desde él, el empobrecido es apreciadocomo efecto de relaciones sociales de explota-ción, discriminación y opresión, locales e inter-nacionales. Pero este mismo empobrecido, bajociertas condiciones, se activa y moviliza desde sícomo parte del sujeto popular y revolucionario.El imaginario ha abandonado enteramente la pri-mitiva valoración judía acerca de un sustento co-munitario que resolvería éticamente las situacio-nes de empobrecimiento. La voluntad de desnu-dar y superar los conflictos sociales se pone enmanos de la acción política de los pobres. Un tex-to clásico narra el despliegue épico de los empo-brecidos de la ciudad y del campo que se elevana su humanidad negada mediante la movilizaciónrevolucionaria:

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En todo el mundo hay odio para aquellas naciones queestán en la era del maquinismo y tienen gente de teze/ara a la que rápidamente se imita. Uno de los prime-ros logros que se sufren es la desolación cultural. 14

Es inusual encontrar tan compendiadamenteuna 'explicación' ideológico/científica de la po-breza determinada como lo enteramente otro,causada por sí misma, despreciable y a la vez, encierto modo, en cuanto portadora de la desagre-gación y del caos, temible. La pobreza se mues-tra así como algo odioso, abyecto. Aunque demanera más hosca, esta interpretación también seinscribe en la sensibilidad de la modernizacióndesarrollista, pero desplaza la noción de 'integra-ción', propia de la mirada marginalista, por la dela 'desaparición' o 'extinción', derivadas de unaFilosofía de la Historia etnocéntricamente civili-zatoria. Su gestación 'foránea' no dificulta queella exprese y refuerce los imaginarios oligárqui-cos que en América Latina y el Caribe han dife-renciado a los empobrecidos como los absoluta-mente distintos a los que hay que evitar porque suestilo de vida/muerte constituye o una imperti-nencia o una amenaza'>. En el ángulo pintoresco,la pobreza legitimada como una forma de exis-tencia (y a veces de vida) autónoma y paralela ala de los no/pobres gesta programas como ElChavo del Ocho o los numerosos comics (el Ter-cer Reich, de Palomo, por ejemplo) latinoameri-canos que satirizan desde la mierda del conventi-110o del basurero el 'orden de las cosas' . Más so-cialmente, la antropología de la pobreza resultainterlocutora de los circuitos de pobreza sin espe-ranza que refuerza la polarizante práctica neoli-beral durante las décadas del final del siglo. Ensu vertiente más ominosa, da pie a las cacerías demiserables y de niños de la calle, a la ejecuciónde los 'desechables', a la violación sistemática dederechos humanos de los 'diferentes' y pobrespor la policía, y a la tesis de los Toffler de que elsiglo XXI verá la guerra de los ricos contra lospobres'", o sea de los poderosos contra los impo-tentes, con un final previsible.

Antropología de la pobreza se publicó en in-glés en 1959. Para América Latina y el Caribe esel año del éxito de la etapa de asalto al poder deEstado por el pueblo revolucionario cubano. Si

Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir lasmasas hambrientas de indios, de campesinos sin tie-rra, de obreros explotados, la van a escribir las masasprogresistas; los intelectuales honestos y brillantesque tanto abundan en nuestra sufridas tierras de Amé-rica Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya quellevarán adelante nuestros pueblos maltratados y des-preciados por el imperialismo, nuestro pueblos desco-nocidos hasta hoy que ya empiezan a quitarle el sue-ño. Nos consideraba rebaño impotente y sumiso; y yase empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de

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doscientos millones de latinoamericanos en los queadvierte ya sus sepultureros el capital monopolistayanqui.r/ Con esta humanidad trabajadora, con estosexplotados infrahumanos, paupérrimos, manejadospor los métodos de fuete y mayoral no se ha contado ose ha contado poco (...) Pero la hora de su reivindica-ción, la hora que ella misma se ha elegido, la vienen se-ñalando, con precisión, ahora, también de un extremo aotro del continente. Ahora, esta masa anónima, estaAmérica de color, sombría, taciturna, que canta en to-do el continente con una misma tristeza y desengaño,ahora esta masa es la que empieza a entrar definitiva-mente en su propia historia, la empieza a escribir consu sangre, la empieza a sufrir ya morir (... ) Ahora sí, lahistoria tendrá que contar con los pobres de América,con los explotados y vilipendiados de América Latinaque han decidido empezar a escribir ellos mismos, pa-ra siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos, undía y otro, a pie, en marchas sin término de cientos dekilómetros, para llegar hasta los 'olimpos' gobernantesa recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de pie-dras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día,ocupando las tierras, fincando sus garfios en la tierraque les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve,llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas,haciéndolas correr en el viento por entre las montañaso a lo largo de los llanos. Yesa ola de estremecido ren-cor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que seempieza a levantar por las tierras de Latinoamérica,esa ola ya no parará más (...) Porque esta gran huma-nidad ha dicho "[Basta!" y ha echado a andar". 17

Para el proceso revolucionario cubano, pues,los empobrecidos no sólo construyen autoestimae historia con su lucha, sino que aportan tambiéncon ella a la configuración de humanidad genéri-ca. Este imaginario heroico nutrió buena parte dela política de izquierda de los años sesenta y se-tenta e impactó áreas que se consideraban exte-riores a las luchas populares. Teniendo como re-ferencia el asalto al cielo de los empobrecidos(pobladores, indígenas, campesinos, jóvenes,afroamericanos, mestizos, trabajadores) que seautoconfiguraban como protagonistas revolucio-narios, prosperaron la pedagogía del oprimido(concientización) y la educación popular, la so-ciología emancipadora y la centrada en la depen-dencia, la economía política de inspiración popu-lar, la teología latinoamericana de la liberación,el esfuerzo por configurar una fe religiosa libera-

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dora y una iglesia de los pobres y la estética deuna nueva canción y de una distinta manera dehacer resonar la literatura.

Pero el mensaje y el testimonio de este ima-ginario no cuestionaron y alcanzaron a las mayo-rías. Décadas de imperio y sensibilización oligár-quicos, la visceral propaganda anticomunista, lasdudas de la izquierda más tradicional ante un su-jeto popular que se autoconstituía sin una van-guardia ortodoxa y que no privilegiaba ritual-mente al proletariado, el asesinato de Guevara enBolivia, los reiterados fracasos de la lucha arma-da en todo el subcontinente, la inserción de Cubaen la división internacional del trabajo socialistay el vigoroso pero exasperado llamado de la nue-va sensibilidad para comprometerse radicalmen-te en la lucha política revolucionaria facilitaronque, junto al empobrecido/sujeto de su propiahistoria, coexistieran, mayoritariamente, el 'po-brecito', el 'marginal', el pobre sin esperanza y elrepugnante delincuente miserable.

Los regímenes de Seguridad Nacional(1964-1990) replicaron directamente al imagina-rio proveniente del proceso revolucionario cuba-no relacionando pobre con subversivo y hacien-do de este último, vía el terror de Estado y la im-punidad, alguien, o algo, a quien se debe despo-jar de todo poder. Al moverse brutalmente en es-te sentido, recalificaron la imagen del pobre co-mo amenaza virtual cambiándola por la del po-bre como conspirador efectivo y llevaron la po-breza (bajo su forma de impotencia) al campomás elemental y agónico de los derechos huma-nos. La sistemática violación de éstos tuvo, asi-mismo, el efecto de acercar a las capas mediaslatinoamericanas, usualmente poco interesadaspor la pobreza socioeconómica de las mayorías,a una percepción ampliada del empobrecimientocomo desamparo humano. Esta nueva y dramáti-ca representación de la pobreza, sin embargo,deberá aguardar hasta la década de los noventapara, ligándose con otras fuentes, emerger comoun imaginario alternativo del empobrecimientoentendido como desamparo y ausencia de sujetoque convocan a una lucha contra los desempode-ramientos plurales y sistemáticos producidos yreproducidos por el 'orden' vigente. Durante elperíodo de Seguridad Nacional, en cambio, se

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sean sus vicarios. No es raro que en el período loscreyentes religiosos progresistas pongan en cir-culación la imagen de "la voz de los que no tie-nen voz". Esta referencia olvida que la mera pre-sencia de los empobrecidos socioeconómicos ode los torturados y desaparecidos grita y que laausencia social no es la de su voz sino la de losoídos que debían escuchar los reclamos, las pug-nas y los esfuerzos ignorados/rechazados (mu-chas veces brutalmente) de los empobrecidos poralcanzar control sobre sus existencias.

Todavía, percibir al empobrecido como 'in-significante' implica que la mirada que lo apreciase imagina a sí misma significante. La relaciónque esta mirada establece con el pobre es unila-teral y vertical. Se alimenta en parte de la sensi-bilidad propia de una posesión de la verdad mo-ral que suele nutrir los imaginarios eclesiales.Monopolio de la moral y monopolio de la gracia.El empobrecido resulta así una excusa para'evangelizar' individualmente tanto a dañadoscomo a opulentos. La excusa, y no exactamentede paso, abre el camino personal e institucionalhacia la salvación eterna. No reconocer la plenaestatura humana que se niega al empobrecidocontiene la ideología del envanecimiento/desva-necimiento invisibilizador de la realidad socialque el antiguo mensaje judío contenía: si existendesdichados, es que todos somos pobres. Y si noexiste miseria (económica, moral, cultural), ellono implica que hayamos llegado al final de la his-toria, sino únicamente al inicio de una nueva for-ma de entender y vivir la liberación. En ella co-rresponde reconocemos y acompañamos comovirtuales empobrecedores y efectivos empobreci-dos en la tarea permanente de construir cada vezun mundo (instituciones) sin sometimiento. Des-plazados estos criterios autocríticos y constructi-vos, carece de sentido renovador, en relación conla experiencia de fe religiosa y con las estructu-ras eclesiales, una teología de la liberación.

Precisamente la falsa por ineficaz 'opciónpreferencial por los pobres', de inspiración reli-giosa, abrió el paso a otros imaginarios. En la se-gunda parte de la década de los ochenta, y a par- .tir de un análisis de la experiencia peruana, losmás pobres, caracterizados como 'trabajadoresinformales', 'empresariado emergente' y 'capital

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intentará (no existían otros caminos) superar el de-samparo mediante el recurso a los tribunales dejusticia y a la solidaridad internacional. La ausen-cia social de sujeto se invisibilizará así mediante elesfuerzo, en ese momento legítimo,. por la recu-rrencia al sujeto de derechos jurídicos y a una desus referencias ideológicas: la humanidad violaday dolida. Una inercia cultural y política, que es almismo tiempo una comodidad heroica, determina-rá otra vez en el pobre una naturaleza carencial.

Testimonio excepcional de esta inercia políticarespecto de los empobrecidos es el dado por algu-nos de los más importantes exponentes de la teolo-gía latinoamericana de la liberación. En un trabajofundante, G. Gutiérrez, caracteriza así al 'pobre':

El término pobre encierra una realidad compleja. Talvez la mejor aproximación a ella consiste en decir quepobre es el insignificante, aquel que no es relevantepara la sociedad y cuyos derechos más elementales ala vida, la libertad y la justicia son violados perma-nentemente.V

'Insignificante' es quien no está en condicio-nes de entregarle sentido a lo que hace. En caste-llano, 'insignificante' es también lo que por pe-queño carece de valor y es despreciable. En rea-lidad, un empobrecido es alguien a quien se lepriva, la organización social le priva, de su capa-cidad para ser sujeto. Desde una perspectiva Iibe-radora, el 'pobre' no es por tanto un insignifican-te, sino el hecho social y teológico de mayor sig-nificación: es signo tanto de la discriminación es-tructural como de la ausencia de Dios y de susubstitución por ídolos. Cuando se aprecia al po-bre como 'insignificante' se le objetiva, como enla sociología de la marginalidad, y se le declaraincapaz de autoconstituirse como sujeto. Este cri-terio de Gutiérrez no es compartido por el plan-teamiento de otro autor cristiano en el período,Paulo Freire, cuya tesis "nadie educa a nadie, to-dos nos educamos mutuamente mediante nues-tras interacciones", supone que el adulto analfa-beto es significante y puede crecer en su capaci-dad para darle su carácter a los procesos que lo

. involucran o que él acomete.En otro ángulo, el pobre como insignificante

pareciera invitar a que otros, los efectivamentesignificantes, 'hablen por él', signifiquen por él,

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humano', fueron empleados para multiplicar losfrentes de guerra antiestatistas que la ideologíaneoliberal ponía entonces en el centro del debate.Como todo esfuerzo de reconstitución, la nuevamirada declaraba su completa ruptura con el pa-sado. En él, tanto la izquierda como la derechapolíticas habían cultivado un prejuicio antiem-presarial contra el pobre para estereotiparlo o co-mo un eterno minusválido necesitado de ayuda ocomo empleado doméstico o como curiosidadfolklórica 19. Por el contrario, los informales, untipo de empresariado competitivo, eran expresiónde una nueva cultura, la del rechazo a la depen-dencia política. Ellos mostraban su iniciativa almigrar, al cortar sus raíces careciendo de un futu-ro cierto, al aprender a discernir las necesidadesde sus clientelas y al descansar más en sus habi-lidades que en el temor a la competencia. Por sudemostrada capacidad para arriesgar y calcularlos trabajadores informales gestaban las condi-ciones para una base empresarial amplia. Vistosempresarialmente, los pobres se constituían enfactores fundamentales del desarrollo:

En el Perú la informalidad ha convertido a gran can-tidad de gente en empresarios. Es decir, individuos quesaben aprovechar oportunidades, administrando conrelativa eficiencia los recursos disponibles, incluyendosu propio trabajo.!/ Este es el fundamento de cualquierproceso de desarrollo, porque la prosperidad no esotra cosa que la posibilidad de combinar recursos in-tercambiables en base al trabajo productivo (. ..) Laprosperidad viene de saber aprovechar recursos, no detenerlos.!/ Esta nueva clase empresarial es un recursomuy valioso: constituye el capital humano indispensa-ble para el despegue econámico.í"

Para este imaginario, los migrantes informa-les21 no sólo eran un factor cultural económicodecisivo, sino prueba de sobrevivencia cuando nose tiene nada, válvula de escape para las tensio-nes sociales e integradores de la marginalidad ala economía monetaria. El informal probaba queel pobre deseaba vencer individualmente la po-breza y alcanzar el éxito empresarial. El informalno era ni pobrecito ni insignificante. Para que al-canzara sus metas lo único que hacía falta eracambiar las instituciones legales de modo quepudiese participar sin trabas en el mercado libre:

La respuesta es cambiar las instituciones legales paraabaratar los costos de producir y alcanzar la prospe-ridad. Dar acceso a todos para que integren la activi-dad económica y social, y compitan en igualdad decondiciones. El objetivo sería una economía de merca-do moderna, que hasta ahora es la única receta cono-cida para lograr el desarrollo en base a un empresa-riada difundido.í?

La última referencia nos indica que el interésdel imaginario se centraba más en la concurren-cia en un mercado libre que en el pobre. Para sudiagnóstico, el pobre constituía un efecto del Es-tado mercantilista. Se disiparía si las relacionessociales se conformaban mediante la relacionali-dad de un me~cado moderno. Pese a su afán porromper con el pasado, el imaginario retornaba lareducción de la pobreza a sus indicadores mera-mente económicos. Los empobrecimientos degénero, étnicos, religiosos, generacionales, labo-rales, etc., obviamente, no pueden ser resueltospor el mercado. Exigen una voluntad política yuna acción pública que puede o no manifestarseen la acción de las instituciones estatales.

El imaginario que valoraba al pobre como unempresariado emergente, que demandaba latransformación de las instituciones políticas demodo que pudiera florecer el capitalismo compe-titivo, se gestó durante lo que la Cepalllamó "déca-da perdida" y de "doloroso aprendizaje". Las expre-siones hacían referencia a la caída de la produccióny a la pérdida de peso de las economías/sociedadeslatinoamericanas en el intercambio mundial. Algu-nas de estas economías/sociedades retrocedieron du-rante la década de los ochenta más de veinte años.Desde luego, la pobreza, las emigraciones locales einternacionales por la sobrevivencia, el desempleoabierto y la polarización social aumentaron. En elmismo movimiento, los apremios internacionales yoligárquico/tecnocráticos para la liberalización y ladesrregulación (neoliberalismo) de estas economías-/sociedades se hicieron más intensos. Perú específi-camente debió sufrir la agresión directa del FMI porintentar una política autónoma para el servicio de sudeuda externa. El subempleo en Lima superaba el70% de la población. La inflación crecía a más del45% mensual. Políticamente, la insurgencia armadaamenazaba con alcanzar el triunfo. En estas condi-ciones, casi en el límite, el imaginario liberal

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Vivimos en un mundo de desencanto, es un mundo sinexcusas, sin culpa, sin yanquis. 'Imperialismo', 'sobe-ranía', 'la deuda' =susurros que ya no sirven paraproclamarse como víctimas. 24

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convoca a los pobres a la constitución de un mer-cado moderno. Como es imposible invitarlos aser obreros les asigna su más alto valor, el serempresarios, aunque ilegales. El pobre, o sea elsin capital porque ni posee medios de producciónni explota fuerza laboral, mágicamente, se con-vierte en individuo/empresario. Los pobres, en susufrimiento y fragmentación, en su deambularpara sobrevivir, son aquí determinados como ca-pital humano aunque nadie haya invertido (edu-cación, salud, seguridad) nunca nada en ellos.

Desde luego, el emergente empresariadoempobrecido no logró prosperar más allá de lasobrevivencia. La optimista percepción que lo al-zaba como factor de desarrollo fue arrollada porel imaginario neoliberal. Para este imaginario, ensu versión doctrinal ortodoxa latinoamericana, elpobre es culpable. Su culpabilidad se deriva deno producir con eficiencia para el mercado mun-dial y de no consumir con opulencia. Aunque lospropósitos del pobre sean los de prosperar, elmercado le retribuye exactamente el valor mer-cantil de sus acciones, es decir nada o casi nada.Pero el mercado es un mecanismo, no una volun-tad. De la sistemática exclusión que el mercadorealiza con quienes ni producen con eficiencia niconsumen con opulencia, ni se empoderan parallevar a cabo alianzas estratégicas, sólo son cul-pables los mismos pobres y los políticos populis-tas y paternalistas. La nueva imagen del pobre harealizado un giro completo desde su remoto ante-cedente judío. La responsabilidad por su empo-brecimiento es de los mismos empobrecidos. Elpobre deja de ser un signo social y se convierteen señal de improductividad que indica la huida.Señal de lo que no se debe ser. Señal para refor-zar una insolidaria fuga hacia adelante, hacia eléxito individual. Los pobres ya no son motivo deescándalo, sino de repulsión y de abandono:

La experiencia enseña que lo mejor para ayudar a lospobres es no tratar de defenderlos.l'

A la consigna de que la mejor política sociales no tener ninguna, se agrega la de la ausenciade responsabilidad sistémica o social. Cadaquien, y cada pueblo, responde exclusivamentepor su condición:

En síntesis, el pobre como otro individuomás ante el mercado libre. Y que sean las fuerzasque dominan en este último las que decidan. Enalgunos casos, se deja espacio para la limosna ea-suística siempre que ella no interfiera con la lógi-ca del mercado.

Un mérito del imaginario neoliberal-', no porfuerza intencional, ha sido el de extender la refe-rencia al pobrea todos los trabajadores, en primerlugar, y, después,jerarquizar su segmentación. Ladinámica del mercado capitalista, especialmenteen las condiciones latinoamericanas, despotencia ala fuerza de trabajo como condición de ganancia.A este desempoderamiento, agrega la segmenta-ción. Del pobre en general, como alguien sin po-der, separa 'los más pobres', los excluidos socioe-conómicos. El habla paramilitar colombiana aña-dió un escalón más a esta jerarquía: el desechable,es decir el que debe ser eliminado para que puedanexistir el bien, la verdad y la belleza. La importan-cia del dispositivo neoliberal que extiende el em-pobrecimiento a todos los trabajadores, los utiliza-dos, los cesantes y los no utilizables, es que facili-ta vincular la pobreza con la ausencia de poder".Un trabajador asalariado tradicional resultaba em-pobrecido porque su condición lo despotenciabapara darle carácter (positivo) al proceso de trabajo.Ahora, además, su salario puede ubicarlo por de-bajo de la línea de pobreza. Los nuevos pobres sue-len ser gente que labora. Un joven tradicional eraempobrecido, en cuanto joven, por la dominaciónadultocéntrica. Ahora, emparejado y como 'nuevopobre', debe asumir que el ingreso familiar no lofaculta para darse el nivel de sobrevivencia que te-nía con sus padres. Las mujeres humildes, que encuanto mujeres resultan empobrecidas debido a susometimiento a los imperios masculino y patriar-cal, refuerzan ahora su impotencia social en la ex-pansión del empleo informal, el desempleo y lainactividad. Para no multiplicar ejemplos, el em-pobrecimiento latinoamericano puede asociarsehoy con más facilidad con diversas lógicas o rela-ciones de sometimiento. Mediante estas relaciones,

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todo el mundo se empobrece, pero algunos actorespersonifican las dominaciones y otros, en cambio,sufren sus imperios. Una joven rural indígena ycatólica chachi (Ecuador) condensa muchos so-metimientos y anuncia muchas luchas.

En el otro frente, el reconocimiento de ex-cluidos y desechables y de desempoderados detodo tipo, pone en evidencia la radical antihuma-nidad y la universalidad falsa inherente a las so-ciedades mercadocéntricas. En ellas, el pobre-/culpable atrae o convoca a la muerte. El desem-poderamiento neoliberal puede asociarse de estamanera casi de inmediato con la referencia gesta-da por las prácticas de los regímenes de Seguri-dad Nacional: la pobreza como desamparo. De-sempoderamiento y desamparo constituyen yanuncian la muerte en soledad, o, lo que lo mis-mo, la impunidad (que se desea inexistencia) delos victimarios. Para la comunidad judía, el pobreexcitaba la solidaridad. Para la práctica neolibe-ral, la pobreza convoca a una muerte de la quenadie, excepto la víctima, puede ser culpabiliza-do. Pero el mismo imaginario abre la posibilidadpara que todos los desempoderamientos sociales(explotación, exclusión, adultocentrismo, etno-centrismo, racismo, patriarcalismo, idolatríaetc.), y cada uno de ellos, sean sentidos y recha-zados por sus víctimas, y por quienes solidarizancon ellas, como procesos/situaciones de muerte.El empoderamiento se presenta también comouna autopropuesta de la necesidad de amparo.

Este último imaginario sobre el empobreci-miento humano, el que lo liga con la acción desujetos autónomos que buscan su empodera-miento y construyen su identidad mediante la Lu-cha contra las lógicas e instituciones de someti-miento existentes, creó sus antecedentes, comohemos indicado, en la década de los sesentas. Seha expresado con vigor diverso en América Lati-na, principalmente a través de luchas sociales dela mujer con teoría de género, del ecologismo ra-dical, de los esfuerzos por recuperar el movi-miento de jóvenes y estudiantes y de reconfigu-rar la movilización de los pueblos originarios, dela revitalización cooperativa y de la expresividadantiidolátrica de la fe religiosa. Su imaginario so-bre la pobreza afecta de modo positivo otras rno-vilizaciones y luchas más tradicionales, como las

del Movimiento de los Sin Tierra brasileño o lareconceptualización de la lucha sindical. Se tratade un imaginario popular sobre la pobreza, aun-que no todos los sectores que participan de él sereconozcan bajo esa caracterización. Ecologistas,mujeres con teoría de género, luchadores por lademocratización, el Estado de derecho y los fue-ros humanos, campesinos sin tierra, cooperativis-tas, indígenas, jóvenes y estudiantes, creyentesreligioso antiidolátricos, trabajadores defendien-do el mercado laboral y su incidencia sectorial enla distribución de la riqueza, son todos sectorespopulares, social y políticamente, en cuanto sereconocen sufriendo situaciones de sometimientoy agresión y se organizan y movilizan para can-celarlas. La variedad de sus luchas y manifesta-ciones configura un imaginario emergente, testi-monial y político, subversivo, que aspira a que sucontribución en la producción de nuevas relacio-nes sostenibles de sociabilidad inclusiva geste lascondiciones en las que cada ser humano nuevo(individuo) pueda construir humanidad genérica.No es el imaginario dominante o más extendido-?y suele presentarse segmentado, pero la necesi-dad de su articulación se abre paso. En tiemposque parecieron exclusivamente de derrota, esteimaginario es uno de los fundamentos sociales yculturales de la esperanza. Y lo más importantees que recupera y amplía el empoderamiento, laautoestima y la construcción de identidad en lamovilización y la lucha autónomas de quieneshistóricamente han sido discriminados como in-significantes o abyectos y silenciados hasta en sumuerte como víctimas necesarias.

Notasl. Desde luego, esta atención posee un correlato ob-

jetivo. Sin ánimo de hacer historia, en el año 2000América Latina y el Caribe tienen 224 millonesde seres humanos empobrecidos socioeconómi-camente, cifra que es la más alta de su historia.En el mismo movimiento, de cada 100 empleos,67 se crean en el sector informal (que comprendeya el 47% de los empleados urbanos). En prome-dio, estos trabajadores informales perciben la mi-tad de la remuneración de los empleados en lasescasas áreas dinámicas de la economía. En más

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del 70% de los países, los salarios de los trabaja-dores en 1998 eran inferiores a los de 1980 (Cf.Cepal: La brecha de la equidad: una segundaevall/ación).

2. En 1525, el dominico Tomás Ortiz declaró anteel Consejo de Indias, que "los indios son másestúpidos que los asnos y rehúsan mejorarse ennada" (Cf. L. Hanke: Estudios sobre fray Barto-lomé de Las Casas, p. 36). De esta fórmula tangeneral pueden seguirse tanto o la guerra y la es-clavitud fieras como la 'compasión' religiosa,cultural o la integración subordinada a una deter-minada economía política. La caracterización et-nocéntrica de Ortiz introduce, asimismo, a la con-sideración del empobrecido como alguien a quienno se reconoce o se concede poder. El indígenaoriginario de América es el empobrecido clásicode nuestras sociedades/economías. Es determina-do como 'pobre' aunque posea bienes materiales.

3. El criterio bíblico es más amplio y liga sistemáti-camente pobres con presos y oprimidos. Estoconfirma que el empobrecido es alguien a quiense ha quitado poder. El discurso bíblico no conde-na la riqueza sino bajo su forma lujuriosa (lograr-la o usarla a costa del otro) (Cf. J. Severino Croat-to y otros: Los pobres. Encuentro y compromiso).

4. Las economías/sociedades latinoamericanas seconstituyen sobre imperios económicos, políticos yculturales unilaterales e implacables. Técnicamen-te, desde la acción de un amo que no admite ser re-conocido por sus víctimas. Por ello, los pobres nopueden ser asumidos sino como 'otros', distintos,ajenos. Dicho sumariamente, nuestras economías-/sociedades no constituyen comunidades y ello fa-cilita determinar al pobre o como 'pobrecito' (obje-to de limosna) o como amenaza externa.

5. La referencia específica dice: "Existen muchos es-tudios sobre la situación del hombre latinoamerica-no (sic). En todos ellos se describe la miseria quemargina a grandes grupos humanos. Esa miseria,como hecho colectivo, es una injusticia que clamaal cielo" (Consejo Episcopal Latinoamericano: Me-dellín. Conclusiones, p. 25). Estrictamente, no cla-ma al cielo sino a la configuración de una voluntadético/política que transforme las condiciones queproducen la pobreza, la opresión y la muerte en si-tuaciones de encuentro humano, goce y creación devida. Con mejor o peor estilo, la jerarquía latinoa-mericana indicó en Medellín (1968) este camino.Por supuesto, la iglesia no se hizo caso a sí misma.

6. Llamo 'imaginario' a una sensibilidad sociohistó-rica que constituye algún dominio de lo real.'Ideológico' hace referencia a las condiciones de

gestación, o sea de dominación, sometimiento oliberación, de un imaginario determinado. 'Ima-ginario' remite aquí a la sociedad instituida y noa la sociedad instituyente, de acuerdo a la analíti-ca de C. Castoriadis (Cf. Castoriadis: Lo imagina-rio: la creación en el dominio históricosocial).

7. Debería agregarse, desde las economías/culturascentrales hacia las economías/culturas de la perife-ria, pero el imaginario desarrollista más vigoroso(encabezado por EUA), pasa por la negación de unsistema mundial. Así, cada economía por separadosería enteramente responsable por su desarrollo.

8. En la sociología de la marginalidad, el principalrasgo del marginal es su ausencia de participaciónpasiva (no recibe bienes sociales como educa-ción, empleo y seguridad) y activa (capacidad pa-ra imprimirle carácter a las decisiones sociales).A esta última se le atribuye un rango causal.

9. R. Vekemans: La prerrevolucián latinoamerica-na. p. 63.

10. Desde luego, no es 'objetiva', sino que está domi-nada por sentimientos etnocéntricos y por el mitoiluminista del 'progreso'. Pero sus portadoresconsideran estas ideologizaciones como 'natura-les' al ser humano y a la Historia.

11. La sistematización clásica de este punto de vista,aunque no haya sido la intención del autor, se en-cuentra en los trabajos de O. Lewis: Antropologíade la pobreza y Los hijos de Sánchez:

12. O. La Farge: "Prólogo" a Antropología de la po-breza, págs. 12-13, paréntesis nuestro. La obser-vación es tan desafortunada que el mismo prolo-gado (Lewis) la-rechaza.

13. lbid.c i». 13.14. ldem.15. La ambigüedad con que el desarrollismo percibe

al empobrecido se advierte en la producción lite-raria. En Chile, por ejemplo, Egon Wolff produceuna obra de teatro, La invasión, en la cual quienesviven en el otro lado del río invaden y saturan lacasa/habitación de una familia santiaguina de ca-pas medias altas. Más recientemente, J. Serratrnusicalizó y popularizó un poema de Benedetticon un tema semejante. 'Naturalmente' asocia-mos pobreza con delincuencia.

16. Cf. A. Toffler: Las guerras del siglo XXI, cap.XXII. La pareja Toffler no parece saber que siem-pre ha existido una guerra de los opulentos contralos pobres.

17. F. Castro: 11 Declaración de La Habana, págs.484-485.

18. G. Gutiérrez: Teología de la liberación, p. 396,nota 1. Otros autores, como J. L. Segundo, en

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cambio, asocian 'pobreza' con sometimiento so-ciohistórico (relacionalidad), no con un empeque-ñecimiento objetivo. Entenclido así, el 'pobre'convoca y es sujeto de prácticas de liberación. Pe-ro estos autores fueron escasamente socializadosdurante la década de los setenta.

19. Cf. H. de Soto: El otro sendero, p. 295 Y siguien-tes.

20. De Soto, op. cit., págs 296-97.21. 'Informal' enfatiza aquí a quien se salta las trabas

legales.22. De Soto, op. cit., p. 297.23. P. Apuleyo y otros: El manual del perfecto idiota

latinoamericano, p. 86.24. B.B. Levine: Un manifiesto liberal para América

Latina en un mundo de desencanto, p. 65.25. El imaginario neo liberal sobre el pobre tiene ya

un despliegue en América. Al desapego políticoinicial (puesto que de todo individuo se ocupabael dispositivo del mercado) lo ~sustituyó la aten-ción focalizada y puntual a los pobres, para evitarsu explosividad. Hacia la mitad de la década delos noventa comenzó a decirse que invertir en ca-pital humano (educación, salud) era bueno paracaptar inversión y hacer buenos negocios. Desdeluego, estas tres percepciones pueden darse com-binadas.

26. La sociología de la década de los noventa tomanota de la aparición de los "nuevos pobres" aquienes diferencia de los "pobres estructurales".Los recién llegados son el efecto de la crisis eco-nómica, su 'solución' neoliberal y, también, de lasguerras. Socialmente se trata de trabajadores des-plazados del estrecho sector dinámico de la eco-nomía, de empleados públicos 'privatizados' ycon dificultades de reinserción laboral, parejas jó-venes que no consiguen reeditar el nivel de vidade sus hogares de origen, trabajadores ancianos,jubilados y pensionados que han visto caer el va-lor de sus prestaciones (Cf. Flacso: Los pobrescuentan). Los nuevos pobres parecen tener susnecesidades básicas satisfechas, pero su ingresose sitúa por debajo de la línea de pobreza. Apar-tándonos de la sociología oficial, habría que agre-gar a estos nuevos pobres la masiva presencia ur-bana de niños "de la calle".

27. Por tratarse de un imaginario contestatario, debesoportar el embate de la izquierda más tradiciona!que suele ver en los movimientos sociales una es-pecie de "limosneros de la lucha de clases". Enotro frente, las políticas del Banco Mundial, laCepal y el Programa de las Naciones Unidas parael Desarrollo (PNUD) han vuelto a focalizar du-

rante la década de los noventa la atención en elpobre socioeconómico ya bajo la forma de medi-ciones de la pobreza o como sesgada preocupa-ción por el 'desarrollo humano'. En el primer ca-so, se busca conocer a los pobres para manipular-los. En el segundo, darle un rostro 'más humano'y competitivo a la caída planetaria de la calidadde la existencia. Esta proyecciones son incompa-tibles sólo con el imaginario que el constituye alpobre como sujeto que construye su identidad enla lucha socialliberadora. Sin embargo, a! vincu-larse con facilidad con otros imaginarios preexis-tentes, el del BM, Cepal y PNUD puede expresar-se ideológicamente como sentido común. Más re-cientemente, y al finalizar el siglo, con la colabo-ración de la Facultad Latinoamericana de Cien-cias Sociales, el BM pareciera dispuesto a enfo-car la pobreza como un fenómeno complejo en elque concurren determinaciones económicas, so-cio/culturales y políticas. Flacso lo hace median-te la categoría de 'exclusión social'. Pero habríaque insistir en que la exclusión socia! (la ausenciade sujeto) no es una disfunción, sino una produc-ción sistémica. Es poco probable que el BM quie-ra llegar hasta ese nivel de 'comprensión'

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