Hall Manly - El Guru

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    Manly Hall

    EL GURThe Guru

    (1959)

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    Coleccin Manly Hall

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    Manly Palmer Hall El Gur

    EL Gur

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    PREFACIO

    Este es un relato sobre el modo de vida oriental. Tuve el privilegio de conocer personalmente al viejo ymaravilloso maestro hind a quien llamo El Gur. Algunas cosas que l aqu cuenta me las dijorealmente. El personaje a quien asign el nombre de Nadu es tambin real; por medio de l encontr alGur. Fue el mismo Nadu quien me relat su vida y cmo se convirti en discpulo del venerablemaestro.

    Algunas partes de mi relato estn integradas por sucesos biogrficos de discpulos ms antiguos, de talmodo entrelazados que crean una narracin tpica de la vida de la disciplina oriental.Fueron cambiados nombres y lugares, como deferencia hacia el misticismo oriental, que no es dado adestacar las experiencias personales. Cuando alguien se entrega a la santidad, escoge la senda de lasimplicidad y la humildad, y realiza buenas acciones pero sin desear atribuirse mrito por ello.El Seor de los Seores es tambin una persona real. Quiz lo describan mejor las palabras del mismoGur cuando me expres sentado en su cuadrado de tela blanca, en la casa de Nadu, en Calcutta: Nosresulta difcil entender por qu los occidentales dudan de la existencia de los Grandes Hermanos de lasMontaas Nevadas. Nosotros los conocemos, nuestros padres los conocieron, y ellos fueron parte de laida de nuestra raza desde el comienzo.Cuando echamos una mirada alrededor de nosotros, en nuestro mundo occidental, algunos abrigamos la

    secreta esperanza de que llegue el da en que los sabios tengan tambin aqu sus discpulos y enseen lasgrandes verdades del mismo modo simple y bello con que fueran instruidos en la India, esa tierra distantey extraa donde los Dioses todava caminan entre los hombres.

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    I

    Que la graciosa Diosa Saraswati, Seora del Vina, que canta obre las gloriosas gestas de los hroes, me

    conceda el poder de las palabras para documentar las virtudes de mi Gur bendito, el santificado Sri

    Ramachandra Arjunananda PurascharanacharyaMi nombre es Nadu Chatterji; nac en un villorio de la Bengala superior. El da de mi nacimiento un pundit

    erudito calcul mi horscopo y segn las posiciones de los planetas de mi nacimiento, predijo que yoescogera la vida religiosa.Cerca de la fecha de mi cumpleaos decimotercero hubo una gran asamblea de Santos en la ciudad sagradade Allahabad. Todos los das los clebres maestros y. sus discpulos atravesaban las calles de nuestropueblo rumbo a la convencin de los Santos vivientes.Una maana mi padre dijo :- Damos gracias al Mahadeva pues ste es realmente un da afortunado; el Jagat Gur, el maestro demaestros, el Santo de Putteshawar, que viaja a Allahabad, cruzar nuestro villorio antes que se ponga elsol.Luego mi padre habl de esta manera sobre el venerable Santo Sri Ramachandra ArjunanandaPurascharanacharya Es realmente un Rishi del bosque, pues vive en sitio recluido y formul juramento

    de no cortarse el pelo. Nadie conoce la edad de Jagat Gur, mas los ancianos dijeron que los padres de suspadres fueron sus discpulos. Los Dioses le aman, conoce los hondsimos misterios de los Vedas y esdueo del arte mgico del Tantra. Sus discpulos estn en todas partes de la India, y les habla dirigindolessus pensamientos con su respiracin a travs del espacio.Cada la tarde los habitantes de nuestro villorrio se congregaron a lo largo del camino que vena delbosque. Cada uno esperaba ser lo bastante afortunado como para recibir la bendicin del ilustre sabio quelleg golpeando la endurecida senda con el cayado de hierro que empuaba, cuando las largas sombras seopacaban en el crepsculo.El Jagat Gur era un hombre alto y delgado, de cuerpo enteco a causa de sus ayunos y austeridad. Slovesta una pampanilla y la sagrada cuerda enroscada. La barba enmaraada le cubra el pecho y su cuerpoestaba cubierto de arcilla gris. Su larga cabellera estaba veteada de gris y colgaba casi hasta el suelo;pareca muy viejo pero el Jagat Gur haba caminado ms de trescientos veinte kilmetros para asistir a lasolemne convocacin de Allahabad.Detrs del gran Santo, a una respetuosa distancia, haba una cantidad de chelas y discpulos, unos cincuentaen total, que realizaran su peregrinacin con su maestro.Permanec de pie, junto a mi padre, cuando el. Gur bendito se aproximaba, y al sentirlo cerca un intensoanhelo se apoder de m, por lo que, corr hacia l y me lanc sollozando entre los brazos del gran hombre.El Gur me abraz con extrema ternura; luego me dijo:Nadu Chatterji, eres mi discpulo. Deja a todos los dems y acompame a recorrer la vieja ruta de losDioses.As fue como a los trece aos de edad part de mi hogar paterno tan slo con un atadito de mudas y un lota

    de un latn para agua, y me march a Allahabad con el Jagat Gur.Jams retorn a mi aldea natal. Mis padres se sintieron satisfechos porque habase cumplido la profeca demi nacimiento. Encontr la santidad y estoy contento.Este es el relato verdadero de cmo sucedi que hall al Gur bendito y doy las gracias a los Pies de Lotode la Gran Madre porque en alguna vida anterior merec el privilegio de convertirme, en su discpulo.

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    II

    Durante el trayecto hacia Allahabad camin con los dems discpulos detrs del Gur. Atravesamosmuchos pueblos y villorrios, y en todas partes los habitantes se congregaron para rendir homenaje al granmaestro.Cuando llegamos a Allahabad muchos santos ya estaban all reunidos para el Kumbhmela. Llegaban

    devotos de todas partes de la India, y muchos eran los maestros famosos y santos venerables integrados a laasamblea.Todos conocan al Gur y se le recibi con muy marcadas muestras de respeto. Para el tiempo de lasgrandes ceremonias se haba reunido casi un milln de religiosos en torno de la ciudad sagrada. No habacapacidad para ellos dentro de las murallas por lo que prepararon campamentos temporarios en las afueras,entrando a Allahabad slo para los ritos religiosos.Muchos ascetas estaban ligados por juramento al cumplimiento de ciertas penitencias; otros practicabanespeciales disciplinas de purificacin y autocontrol. Recuerdo que uno, llegado de las colinas de Nilgiri,llevaba en su mano derecha un terrn de tierra en la que plantara una semilla que regaba diariamente; lasemilla haba brotado y la planta floreca en su mano, con las races enroscadas en sus dedos.Un viejo Swami, de los Lagos de Dilwara, resolvi controlar su mente cerrando su mano izquierda sin

    abrirla nuevamente en toda su vida. Haca muchos aos que iniciara su experiencia y las uas habancrecido, atravesando el dorso de su mano.Si bien el Gur no enseaba esas prcticas a sus discpulos, respetaba en los dems estas muestras desinceridad, y saludaba a todos los mendicantes con palabras afectuosas y amigables.Al entrar a la ciudad, el Gur march directamente hacia los Ghats ubicados junto al ro Jumna; todosseguimos en respetuoso silencio. Cerca del segundo Ghat el Gur gir y, luego de ascender varios peldaoscay de rodillas ante un hombre muy anciano sentado bajo una sombrilla de bejuco. Al ver mi asombro, ude los discpulos me susurr:Ese es el Seor de 1 Seores, el Rishi Sublime, Azurelama, el amado maestro del Gur; no tiene edad;nadie le ve en el Kumbhmela salvo una vez cada doce aos. El da de la ceremonia siempre se sienta aqu;pero nadie le ve llegar y nadie le ve partir.Lleno de curiosidad, me volv para mirar al sublime Seor que es maestro de mil Gurs. Sentado sobre ialmohadn de seda amarilla, usaba un manto color azafrn de lana basta. En torno de su cuello habamuchas sartas de grandes cuentas de madera. Su cabello pareca las nieves glaciales sobre la cima delHimavat; caa sol sus hombros en suaves ondas brillantes. Su rostro oscuro, sin arrugas, y sus grandes ojos,suaves como del antlope, miraban con benigna contemplacin la forma inclinada de nuestro Gur. En lafrente del Seor de los Seores haba una marca de casta de arcilla amarillenta, en forma de parrilla, y enmedi de sta el tridente de Shiva.l Seor de los Seores estaba sentado con las piernas cruzadas sobre su almohadn, con un viejo librabierto sobre sus rodillas; con una mano acariciaba las h hebras plateadas de su barba.Hablo mi Gur:

    Sublime Padre en Dios: acepta el saludo de tu hijo espiritual.El Seor Rishi inclin su cabeza: Bienvenido, hijo mo, a la convencin de los santos en los dassagrados del Kumbhmela. Mi paz sea contigo y con tus discpulos. Acrcame al joven que trajiste en esteviaje.El Gur me llam, y con gran temor y reverencia, escal los peldaos del Ghat con mis rodillas,postrndome a los pies del Seor de nvea cabellera. El Rishi extendi su mano sobra m, y sus dedos eranlargos y delgados; pareca ver a travs de su mano.Nadu Chatterji, me dijo por medio de la sabidura del Gran Seor de la Concha y del Chakra hasllegado a integrar la Hermandad de la Vida Santa. Obedece a tu Gur en todo, y preprate para servir anuestra Gran Madre. El da que hayas cumplido todo, segn las instrucciones de tu Gur, nos volveremos aver. Son miste- Posos los caminos de los Dioses, Nadu Chatterji, pues sers anciano cuando vuelvas a ver

    la sombra de mi mano. Om Tat Sat.

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    El Gur se sent durante varias horas a los pies del Seor de los Seores, y ambos conversaron sobre elgobierno de la Hermandad. Al final, el Rishi de cabellos blancos abraz a mi maestro, y luego volvi a lasosegada contemplacin de su libro como si nadie hubiese cerca.Despus, concluida la celebracin de la Diosa) pasamos nuevamente junto al Segundo Ghat pero el Rishide cabellos blancos haba desaparecido, ocurriendo otro tanto con su almohadn y su sombrilla.As fue como tuve el privilegio de ver el rostro de uno de los Doce Seores de la Ciudad Sagrada; y sta

    fue la primera de las grandes bendiciones que recib al convertirme en discpulo del gran Jagat Gur.

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    III

    Tena yo quince aos y corra el verano. El Gur viaj con algunos discpulos personales a travs del Pasode Khyber para participar en una celebracin en honor de la Diosa Kali. Aunque yo era muy joven, fuedeseo del Gur que lo acompaase; y fue as que se me permiti presenciar la gran ceremonia.Insumi varias semanas llegar a las colinas de Khyber. Caminamos muchos das atravesando profundos

    valles y cornisas de cumbres escarpadas. Al fin llegamos a un templete antiqusimo ubicado sobre unavasta planicie que se alzaba a unos trescientos metros sobre el valle.El altar de Kali era de piedra basta, cuadrangular y de unos cuatro pies de alto. En el centro de cada uno delos lados del altar haba un enorme anillo de hierro. A un cuarto de milla del altar mismo, junto a unarroyuelo, haba casas de descanso para refugio de los peregrinos. Cerca de un centenar de santosvenerables y eruditos estaban congregados en las casas de descanso, aguardando la llegada de mi Gurquien, por lo que yo saba, presidira la ceremonia.A la maana siguiente, al amanecer, luego de completar nuestras devociones religiosas, formamos unaprocesin desplazndonos hasta el altar. Aqu el grupo se disgreg y form un crculo de unos noventa yun metros de dimetro alrededor del templete central. Se adelantaron varios discpulos portando ofrendas.Estas eran montoncitos de cereales, frutas y flores, y pequeas imgenes confeccionadas con sebo. Todo

    esto fue amontonado sobre la chata superficie del altar. Luego fueron tradas cuatro cabras vivas,sujetndolas en cada uno de los anillos de hierro a los costados del altar. Una vez concluidas las tareasencomendadas, los discpulos se apartaron a corta distancia para presenciar la ceremonia, y entonces meun a ellos.Sentados en el suelo, con las piernas cruzadas, los santos procedieron a asumir ciertos mudras, o posturasde las manos y el cuerpo. Formaron un gran anillo, cada hombre a unos seis metros del que le segua acontinuacin. Ofrecan un extrao aspecto estos mendicantes de largas cabelleras y cuerpos cubiertos dearcilla. Mi Gur se sent al Este del crculo, sosteniendo una campalilla de plata con la que regulaba losritos.En el difano y sutil aire montas surgi lentamente el firme cntico de los mantrams. Todos los santosentonaron al unsono las silabas sagradas. Al principio sus voces semejaban un bajo murmullo, pero amedida que pasaban las horas el sonido aument para retumbar por las montaas como un ritmo extrao ysalvaje. El ritmo del cntico lleg a parecerse al firme percutir de un gran tambor.Pareca que mi corazn cambiaba su ritmo para adecuarse al cntico. Cada vez ms fuerte y claro lleg aser el ritmo preciso del ritual, y con diferencia de escasos minutos yo poda or por encima del sonido delcntico el retintn suave y ntido de la campana del Gur.El sol haba surgido luminoso, como una esfera de fuego dorado en el cielo sin nubes; pero cerca delmedioda se form una niebla que, flotando sobre las corrientes de la brisa, se iba enroscando ydesenroscando entre las montaas. Las nubes oscurecieron al sol hasta que todo revisti apariencia decrepsculo. Las nubes se cargaron y ennegrecieron y el trueno rod por el Paso del Khyber. Verdesrelmpagos cortaron las negras nubes y parecieron golpear la tierra en nuestro derredor con percusin

    terrible. Por encima de los sonidos de los elementos, y del trueno que retumbaba y volva a retumbar atravs de las profundas gargantas y a lo largo de los picos cubiertos de nieve, llegaba el ritmo implacabledel cntico. Los mantrams se mezclaban con la voz de la tormenta y pareca que toda la naturalezaentonaba de consuno la extraa meloda de la danza de Kali.Soy hombre veraz y explicar exactamente lo que ocurri ese da entre las montaas del Kanchanjungha,Casi al promediar la tarde la tormenta lleg al mximo; el aire tema un tono verde electrificado, y eltumulto de los elementos lleg casi al lmite de lo que los humanos pueden soportar. Entonces, deimproviso, una columna de vapor se form directamente sobre el altar, elevndose como una gran hebra dehumo de incienso para mezclarse con las nubes tormentosas de lo alto. El vapor empez a girar; sudensidad creci hasta que un arremolinado cono de unos treinta metros de alto oscil sobre el altar.Luego, en medio del cono, lleg la Diosa Kali cabalgando sobre la tormenta. Su cuerpo era azul como el

    cielo, y sus manos y pies rojos con sangre del sacrificio. Su largo cabello volaba como nubes de oscuraluminosidad, y sus ojos destellaban como soles dorados. Tena ocho brazos y llevaba una guirnalda demanos humanas. Bailaba en el cono vaporoso como si lo hiciese sobre el cuerpo postrado de la tierra. Su

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    enorme figura de pronto proyect hacia abajo uno de sus brazos. Vi el resplandor de una gran mazaimpulsada con potencia irresistible. Un estallido enceguecedor hizo aicos las montaas: la Diosa habagolpeado el altar con su hacha de batalla. Llamas azules brotaron en todas las direcciones. El repentinoresplandor nos encegueci.Despus, a medida que nuestros ojos recuperaron su potencia, vimos que Kali se haba marchado; el conoarremolinado, convertido solamente en una hebra vaporosa, se desvaneca en la brisa.

    Las nubes de tormenta desaparecieron y en unos pocos momentos el cielo estaba despejado. El sol pendacomo una esfera de cobre sobre los glaciares de las montaas occidentales. El cntico de los santosmengu lentamente.Al anochecer ces el ritual; los mendicantes se pusieron de pie y en callada procesin retomaron a lascasas de descanso para pasar la noche en oracin.El Gur se me acerc y, tomando mi mano, me condujo al pie del altar.Mira, hijo mo, cmo la gran Diosa acept las ofrendas de sus Santos. Mira, cada flor est marchita ymuerta; de todas las frutas slo quedan hollejos; y del cereal no resta nada, salvo pajas.Tom un puado de esas pajuelas y las ech al aire donde flotaron como polvillo. Not tambin que lascuatro cabras estaban muertas, y el Gur me explic que la Diosa haba tomado toda la sangre de suscuerpos.

    La tarde siguiente el Gur y sus discpulos empezaron su viaje de regreso. Estaba muy deseoso de llegar aCalcutta, donde quera hacer los arreglos para mi educacin. Jams haba yo asistido al sacrificio a Kali,pero otros discpulos que efectuaran el viaje en aos recientes me dijeron que nada haba cambiado.Pens que algn da yo llevara mis propios discpulos hasta la regin de Khyber. Pero el Gur dijo que mivida se conducira en otra direccin...Y cuanto l quiera es mi ley y mi gozo.

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    IV

    El Gur tena unos 60.000 discpulos. En su mayora vivan en varias partes de la India y unos pocosresidan en Europa y Amrica. De este grupo menos de 400 vieron alguna vez al Gur. El maestro tenaunos 100 discpulos avanzados, y stos dirigan las vidas de los mltiples discpulos y chelas inferiores. Yde este modo el Guru se mantena en contacto con su gran ncleo de seguidores.

    Muchos discpulos que jams vieran a su maestro conocan su voz, habiendo recibido sus instruccionesdurante la meditacin. El Gur cada da se mantena recogido durante una hora durante la cual reciba losimpulsos pensantes de sus estudiantes, y responda sus preguntas a travs de las sutiles corrientes de lamente. Durante estos perodos de comunin interior, el Gur no poda ser perturbado, y los discpulostenan por misin procurar que nadie se le acercase ni hablase hasta que hiciese seas de haber concluidosu labor.Entre los discpulos del Gur haba un comerciante holands, que viva en Bombay. Era un buen hombre,y el Gur tena gran esperanza de que este holands avanzase mucho en su dominio de los secretos de lanaturaleza. Por ello el Gur volva frecuentemente sus pensamientos hacia el comerciante holands, y aveces discuta con nosotros sobre el progreso espiritual de este discpulo favorito.El Gur deca:

    Mi hijo espiritual de Bombay hoy tuvo una buena meditacin.O en otra ocasin observaba:Mi hijo espiritual de Bombay est fastidiado por ese hombre del banco. No es bueno que los negociosinterfieran el crecimiento del alma.Mynheer Van Stuiten era casado y tena dos hijitas. El Gur mova su cabeza en seal de aprobacin,observando:Est muy bien; mi hijo de Bombay pas la tarde jugando con sus dos niitas. Es un buen padre defamilia, lo cual concuerda con los Vedas. El hombre que nace debe pagar su deuda ala naturaleza. Un buenpadre es un buen discpulo.Una tarde el Gur sali con algunos de nosotros en una breve excursin a las colinas. Su discpulo mayor,que viva con nosotros, s dedicaba a la botnica y las hierbas, y cuando la ocasin lo permita el Gur loacompaaba explicndole los misterios de la vida vegetal.Haca una hora desde que abandonramos el Ashram, habiendo recogido una cantidad de plantas para suulterior estudio), cuando el Gur se detuvo en el sendero y elev su vista hacia el sol. Naturalmente,nosotros tambin miramos, y despus de unos pocos segundos vimos un objeto blanco y pequeo que caadel cielo. Revolote, agitado por una leve brisa, cayendo cerca del Guru. Luego ste extendi su mano yvio que el objeto era un trozo de papel plegado que, como una avecilla, vino a reposar en sus dedos. ElGuru lo abri y volvindose hacia nosotros nos dijo:Este es un mensaje de mi hijo de Bombay. Est en gran necesidad. Ir hacia l.Los discpulos ms viejos entendieron de inmediato y prepararon al Gur para el viaje. Miraron enderredor y hallaron un lugar recluido bajo las ramas de un gran rbol. El Guru se sent sobre un

    almohadn confeccionado apresuradamente con hojas y ramitas. Luego Banu, un buen hombre quesiempre atenda al maestro, alcanz al Guru su cayado rematado en una horqueta.Este cayado era un codal bellamente labrado, confeccionado con teca, de unos cuarenta y cincocentmetros e largo, con su terminal superior en horqueta para sostener el codo del Gur mientraspermaneca sentado en el suelo. Sentado cmodamente con una mano sobre su rodilla y el otro brazosostenido por el cayado, el Gur cerr sus ojos y empez a entonar un mantram. Cuatro de los discpulosse sentaron cerca del maestro y el resto se ubic a mayor distancia para evitar interrupciones. Lentamentela cabeza del Gur se hundi sobre el brazo que sostena el cayado y pareci quedarse dormido. En cuantoal resto de este relato me remitir a lo que despus me contara Mynheer Van Stuiten.,El comerciante holands haba enviado a sus dos hijas y a su esposa a un recreo montas para queescapasen del calor del verano de la India. Sin aviso estall el clera en el villorrio donde la familia pasaba

    las vacaciones, y la hija menor, de unos seis aos, cay enferma. Mynheer Van Stuiten corri hacia ellosllevando al mejor mdico de Bombay, pero la criatura decaa rpidamente y su muerte era slo cuestin dehoras. En su desesperacin el padre escribi aquella esquelita al Gur y, luego de cumplir ciertos ritos

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    misticos, inciner el papel aventando las cenizas. De algn extrao modo estas cenizas llegaron al Gur,cayendo en sus manos en forma de esquela, enteramente incombusta.En la casa donde yaca la enfermita, padre, madre, mdico y enfermera de la familia estaban sentados entorno del lecho, observando el curso de la terrible enfermedad. De repente, las cortinas que separaban elcuarto de otra estancia, se hicieron a un lado y el Gur entr tranquilamente.Van Stuiten nunca haba visto a su maestro, pero al instante supo que era el Gur. La buena esposa,

    MevrouwVan Stuiten, el mdico, y la enfermera nada vieron, y no pudieron entender la repentina agitacin quesacuda al padre, quien cay de rodillas, sollozando, con su cabeza contra el costado del lecho. El Guru sedesplaz hacia la enfermita, y extendiendo su mano toc el rostro afiebrado de la niita delirante. Estaabri sus ojos y vio al Gur, y aunque su apariencia era algo extraa, no tuvo miedo pues slo observ labelleza de sus ojos.El Gur le habl as:Estuviste dormida, pequea Sita, pero ahora ests despierta. Es tiempo d que vayas a jugar con tuhermana que est triste por ti, Ven, vamos juntos.Todo cuando el mdico vio fue que la niita extendi su mano como si se aferrase a alguien, se levant dellecho tranquilamente y atraves corriendo la puerta hasta el jardn. Pocos minutos despus se la oa rer y

    jugar con su hermana...Despus de unos veinte minutos el Gur alz la cabeza de su brazo, y habl a sus discpulos congregados asu alrededor:Mi hijo holands es feliz ahora. Su hijita est jugando con su hermana, y nosotros podemos continuardiscutiendo el valor medicinal de estas hierbas.

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    V

    Una maana el Gur me pidi que acudiese a su cuarto del Ashram para discutir el problema de mi futuro.El maestro estaba sentado contra la pared sobre un gran retazo de tela blanca. Me hizo seas para que mesentase cerca de l.

    Eres un nio todava empez el Gur y es necesario, hijo mo, prestar consideracin a tueducacin. Qu profesin o comercio escogiste corno carrera?Le respond al instante:Bendito maestro, slo deseo la vida santa, estar cerca de ti, servirte, obedecerte. No tengo otra ambicin.El Gur fum en silencio su narguile durante unos instantes, y luego continu:Se estn produciendo grandes cambios en el mundo y los jvenes deben prepararse para ubicarseapropiadamente en el nuevo estilo de vida que llega a la India. Siempre habr santos porque suyo es elcamino de los Dioses. Pero estos nuevos santos debern ser sabios en el conocimiento de las razas blancas.Slo de este modo pueden servir a la Gran MadreHar cuanto me digas repliqu. Eres el maestro de mi cuerpo y mi vida. La virtud de un discpuloest en la obediencia.

    El Gur asinti comprensivamente con la cabeza:Te enviar a la escuela y despus a la Universidad, para que cuentes con todas las ventajas de laeducaciny el conocimiento. Escoger para ti la honrosa profesin mdica. Nadu Chatterji: sers mdico. De estemodo aprobars tu discipulado, sirviendo a los enfermos y procurando salud a nuestro pueblo. Nosdirigiremos inmediatamente a Calcutta y all te inscribir en la mejor escuela.Sent gran pesadumbre en mi corazn y le pregunt:Amado maestro, esto significa que me separare de ti?S, por un tiempo, pero en el verano podrs volver a m; y yo estar en Calcutta en numerosas ocasiones.Hijo mo, el principio de la sabidura es la autodisciplina. Obedeciendo te engrandecers.Me inclin y toqu reverentemente el pie de mi Gur, y l puso su mano sobre la ma. Sollozaba mi vozcuando repliqu:Obedecer; pues para m tu palabra es la palabra de los Dioses.As sucedi que pocos das despus viajamos a Calcutta en un tren ingls; y el Gur me llev a la escuelade un clebre mowlana. Este erudito era un caballero mahometano de mentalidad y conocimientosprofundos.El mowlana nos recibi en un estudio amueblado al estilo europeo. Era un caballero bajo y robusto, quellevaba pantalones listados y chaqu. A no ser por su piel oscura y su ajustado turbante, habra parecido uncaballero ingls. Mi Gur usaba ropa amarillenta, de seda, y sus cuentas, y portaba su cayado de hierro,llevndome de la mano.-Estimadsimo amigo mowlana Abu-Bakar, este es mi hijo en Dios, Nadu Chatterji. Lo pongo a tu

    cuidado, para que lo prepares para la Universidad. Le ensears todas las artes tiles, de Oriente yOccidente; y deseo especialmente que posea cuatro idiomas adems de su lengua verncula. Esos idiomassern ingls, alemn, griego y latn.El mowlana Abu-Bakar se frot las manos e inclin su cabeza:-.Ser corno dices, Estimadsimo y Veneradsimo.Entonces el Gur concluy:Deber ser mdico; instryelo en todas las cuestiones tiles para el arte de curar. Mantenlo en tu casa,considralo hijo tuyo, e instryelo en tu fe; pues deber saber que todo Dios es uno so1o Le visitar enocasiones. Dale todo lo necesario para su comodidad, s estricto pero benvolo; y envame la cuenta.El Gur se levant y me abraz, y coloc mi mano en la del mowlana. Abu-Bakar toc su frente y seinclin ante el Gur:

    La paz de Al more entre nosotros; ser un padre para el nio.De este modo empez mi educacin, y viv en la casa de Abu-Bakar durante tres aos y medio.

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    VI

    Fue durante mi segundo ao en la escuela de AbuBakar cuando pas mis vacaciones con el Gur en unsolitario Ashram cerca de Simla, en las montaas himalyicas. Aquel tena consigo slo tres discpulos enesta ocasin, pues haba resuelto cumplir un ayuno y disciplina prolongados, y necesitaba un periodo de

    purificacin porque debi pasar varios meses en Agra y las vibraciones de la ciudad haban sido difciles.Llevaba unas tres semanas con el Gur cuando me dijo:hijo mo, estas son las viejas montaas donde los Dioses moraron en los antiguos tiempos. Estos sonsitios de oracin y meditacin, y ya es tiempo de que salgas a cumplir tu primera vigilia. A unos sesenta ydos kilmetros al Norte hay un viejo monasterio de los Lamas Gorras Rojas, y unas pocas millas ms allhay un Ashram que est reservado a mis discpulos. All irs solo, y permanecers un mes, consagrando tutiempo a escuchar la voz de nuestra Gran Madre, que nos habla en estas colinas sagradas.A la maana siguiente, llevando conmigo slo mi lota de agua y unos pocos adminculos necesariosenvueltos en tela blanca, descend solo por un senderillo que conduca a travs de las montaas hasta elmonasterio de los Gorras Rojas.Esta fue la primera oportunidad en que estuve enteramente solo en un bosque extrao y montaraz, y al

    principio tuve miedo. Por la noche haba muchos sonidos extraos, y tuve conciencia de que me rodeabanpor todas partes animales salvajes. Me llev cerca de diez das llegar al Ashram, y aunque muchas vecesme pareci haber perdido el rumbo, llegu sano y salvo a la casita blanca, d barro, de una sola habitacin,que era el lugar de descanso de los discpulos del Gur. Puse paja nueva en el piso, y luego me entregu ala contemplacin. En las cercanas haba agua fresca, y viv de frutas y bayas que encontr en el bosque.Rpidamente transcurri un mes pero cada vez tuve menos conciencia del tiempo. Pas muchos dasescuchando la suave voz que pareca hablarme desde la tierra, el aire y el arroyo cercano. Y yo estaba felizy contento, pues saba que stas eran las voces de nuestra vieja Madre de las Montaas.Unos pocos das antes del tiempo de mi partida, sal una maana a caminar por un estrecho senderoorillado por un follaje bajo y tupido. Haba avanzado slo unos noventa metros cuando de repente, y sinaviso, un fuerte golpe sacudi mis espaldas. El golpe fue muy doloroso, y me derrib maltrecho y atnitoentre los arbustos del costado del sendero.Mir hacia arriba, aturdido y un poco lesionado, y vi al Gur de pie sobre el sendero. El haba sido quienme propinara el golpe con el cayado de hierro que blanda en una mano. Al mirar el rostro del granhombre, ste seal el sendero con su dedo; y vi enroscada en el medio una vbora con su lengua bfidaque lanzaba destellos hacia adentro y hacia afuera de su boca que semejaba una luz roja.El Cur habl:Si hubieses bajado tu pie, Nadu, te habra mordido mortalmente.Entonces el Gur se dio vuelta y, dando unos pocos pasos, desapareci en una curva del sendero. De unsalto me puse de pie y corr tras l, mas cuando llegu a la curva del camino all no haba nadie.Despus, por uno de los discpulos, supe que, en el instante en que le v, el Gur estaba a unas cien millas,

    en Simia, enfrascado en una seria conversacin.El Raj de Putteshawar haba acudido al Gur para interrogarle acerca del gobierno del Estado. El Gurrecibi al Raj aunque forzado a interrumpir su aislamiento. Luego de hablar durante un rato, de repente,el Guru dijoAlteza, en este momento mi hijo en Dios est a punto de poner su pie sobre la cabeza de una vbora;debo aucudir a l.El Gur permaneci en silencio durante varios minutos, y el Raj se mantuvo discretamente taciturno.Luego mi maestro habl nuevamente al Raj:Pas el peligro; podemos proseguir nuestra discusin. De modo que el bendito Gur conoca todas lascosas que tenan lugar en el mundo y siempre estaba atento a las necesidades de sus hijos; y le estoyreconocido por su graciosa bondad de extender su amor hacia m, que soy el menos digno de sus chelas.

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    VII

    Cuando el mowlana Abu-Bakar inform al Gur que yo estaba listo para dar el examen de ingreso a launiversidad, mi maestro lleg inmediatamente a Calcutta para hacer los arreglos para mi matriculacin.Por primera vez en mi vida vest ropas inglesas, que mi mowlana orden confeccionar a su propio sastre.

    Yo estaba incmodo pero muy complacido de mi apariencia. El Gur lleg con dos discpulos, y mowlanaAbu-Dakar le mostr mi boletn que era muy meritorio.Por la tarde el Gur se dirigi conmigo al gran edificio de la Universidad, dotado de pilares de piedrasimilares a los de un templo griego. Subimos el amplio tramo de peldaos y entramos a un largo corredorflanqueado con retratos y bustos de ilustres eruditos y cientificos. Era muy impresionante. Al fin llegamosa una gran puerta siendo introducidos en el estudio del doctor DeemsBrowne, un caballero de aspectodelicado y sapiente, de rostro muy ingls y corto cabello canoso. Encima de su escritorio haba un retratoal leo, tamao natural, de la Reina Victoria, con su atuendo de Emperatriz de la India.El Gur se volvi hacia m:Nadu Chatterji, este es mi estimado amigo Sir Edward Deems-Browne, hombre sapientsimo en cienciaoccidental, y cirujano famoso. El es tu nuevo padre en cuanto a educacin.

    El ingls se levant de su silla y, acercndose al Gur, efectu una leve y rgida inclinacin, como si noacostumbrase inclinarse ante los dems hombresSri Purascharanacharya, eres mi amigo de muchos aos; har todo cuanto pueda por este joven, puedesconfiar en ello.Mir los ojos del doctor ingls, que eran brillantes y muy azules, y vi en ellos un gran amor cuandocontemplaba el rostro de mi Gur. Entonces comprend que Sir Deems-Browne era un amigo de la India, yentenda el alma de nuestro pueblo. Por ello me sent contento; poda confiar en que este hombre amableme guiase por la senda del conocimiento.El Jagat Gur discuti con el doctor sus planes sobre mi persona. Se convino en que yo vivira en la casade un rico caballero perteneciente a la secta de los jamos. Este hombre haba fundado una casa para

    jvenes estudiantes y slo se admita que viviesen all los mentalmente contrados.Planeronse mis cursos y se decidi que me especializase en ciruga general y enfermedades tropicales. Elcurso insuma cinco aos y medio, pero el doctor era de opinin que yo poda completarlo en un lapsomenor, debido a la excelente preparacin recibida del mowlana Abu-Bakar.El perodo universitario se iniciaba una semana despus, y en el nterin viv en el Ashram del Gur, cercadel templo de Shiva, en Calcutta.El Gur reciba muchos visitantes, pues su llegada a Calcutta fue una ocasin importante para susnumerosos discpulos que vivan en la regin. Todos llegaron a tributar su respeto, y muchos trajeronofrendas de frutas, flores y cuadritos religiosos.El Gur levantase de su cojn todos los das a las cinco de la maana. Luego se baaba, y en algunasocasiones yo tena el privilegio de ayudarle en su bao matutino. Las otras dos horas siguientes las

    reservaba para sus devociones.Despus de estos ritos el Gur se desayunaba con arroz y te, y luego hacia las siete y media se sentabasobre una gran tela blanca para recibir a los visitantes. Quienes llegaban hasta l eran de todas las clases yrazas, y haba siempre una larga fila de zapatos y zapatillas fuera de la entrada del Ashram. Todos cuantosingresaban se quitaban el calzado en seal de respeto hacia nuestro santo maestro, y al entrar en supresencia se sentaban con las piernas cruzadas en un rincn de la tela blanca.El Gur hablaba a cada uno en su propio idioma, y en su mayora las entrevistas duraban slo unos pocosinstantes. A la una en punto el Gur tomaba su segunda colacin, generalmente fruta, y luego descansabadurante una hora. A las dos y media daba instrucciones a sus discpulos, y a las cuatro reciba otra vez alos visitantes. A las siete tena su colada vespertina de arroz con azafrn y frutas cocidas en l. Hacia elocaso caminaba con unos pocos discpulos suyos, efectuando a veces un corto peregrinaje hasta algn

    templete cercano. Por las noches el Gur se hallaba usualmente con una disposicin mental jovial, y aveces narraba sucesos de su niez y tambin de la gente importante que ese da acudiera a l en procura de

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    instruccin. Siempre era una bendita oportunidad la de estar con el Gur por las noches.A las diez en punto se retiraba a meditar y no le volvamos a ver hasta la maana siguiente. Este fue su dacuando estuvo en la ciudad, y yo tuve el privilegio, en esta ocasin, de estar cuatro noches con l, por loque doy gracias a la Madre Bendita.

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    VIII

    El Gur pas varias semanas en Calcutta durante el verano de mi tercer ao en la Universidad. Le vi alpunto pues l deseba interiorizarse de los efectos de mi instruccin cientfica sobre mi vida yconvicciones religiosas.

    Le impuse fielmente del progreso efectuado en mis estudios, asegurndole al Gur que siempre cumplamis devociones al levantarme, y rezaba a la Gran Madre para que me brindase la comprensin de lascosas que estaba aprendiendo. Al principio de cada clase yo invocaba la bendicin del Supremo sobre miprofesor y mis condiscpulos.El Gur escuch con seriedad y con su cabeza dio una seal de aprobacin:Eso est bien, Nadu, hijo mo en Dios; pues todo conocimiento es don del espritu; y slo a quienesson agradecidos en espritu y conocimiento se abrir como los ptalos del loto. De tus maestrosoccidentales, Nadu, aprenders el arte y las ciencias; y de tus maestros orientales debers descubrir e1misterio interior de la sabidura. No ests educado, ests meramente bien instruido. Slo estarsverdaderamente educado cuando te halles iluminado por la verdad interior. Pues la verdad interior tomahechos muertos y los vivifica; e inspira el para que use el conocimiento en servicio de los dems. Yo

    saba esto en mi corazn y permanec silencioso; y en mi silencio pude sentir el pensamiento de mimaestro cantando en mi mente como los antiguos himnos de los Vedas.De improviso, en mi ensoacin, el maestro habl nuevamente:Mira, Nadu! Cuando mir al Gur, apreci que sostena algo en sus manos. Abri un poco sus dedos yv una roja ardillita que se asomaba entre ellos. La ardilla careca totalmente de miedo y, corriendo porlas manos abiertas del Santo, jugaba en sus brazos, se ocultaba en su largo cabello y finalmente seposaba en su hombro con la carita apoyada junto a su barba.El Gur acarici al animalillo, diciendo:Y ahora Nadu, hijo mo, te mostrar un misterio. En tu Universidad estudiaste este animalito, no esas?S, amado maestro, aprend todo lo que los libros ingleses pueden decirme. Quisieras que tedescribiese las partes de la ardillita .y todo cuanto se sabe sobre ella?No, hijo mo. Slo te plantear una pregunta. Por qu existe la ardilla?Qued taciturno pues saba que no podra responder. Entonces el Gur prosigui:El conocimiento, hijo mo, consiste en conocer los nombres de todos los miembros y la estructura deesta ardillita; pero la sabidura consiste en descubrir la vida de este animalito, en medio de todas suspartes y miembros. Por esta razn, Nadu, al final debes retomar a los Maestros de las Montaas Blancas.Pues slo a travs de las antiguas artes enseadas a los primeros Santos, podrs llegar a conocer elcorazoncillo que palpita en una ardillita roja. Todos los grandes y los eruditos carecen de esteconocimiento hasta que se deciden a ingresar en las montaas y aprender de la voz de la Madre.Si ante esto yo hubiese sentido la inclinacin de aceptar el modo de pensar de los blancos, las palabras

    de mi maestro hubiesen bastado para disipar la ilusin por siempre.El Gur continu:Mrame, Nadu, y mira a la ardillita roja.El Gur llev su mano hasta el hombro y tom suavemente al animalillo, acariciando su lomo y su largacola esponjada. Luego, sosteniendo la ardilla entre sus manos, sopl en ella y musit varias palabras enel antiguo lenguaje de Senzar, que no pude entender.De pronto, la ardilla se transmut ante mis ojos en un pajarillo marrn de pecho rojo y pico amarillo. Elpjaro revolote un instante y luego se pos en un dedo del Gur, ensayando un canto suave y ntido.El maestro me mir;Nadu, parece un milagro el que yo haya cambiado una ardilla roja en un pajarillo marrn? No es unmilagro; esto se debe a que musit palabras de poder, y una ruedita giratoria en el corazn de la ardilla

    dio vueltas ms rpidamente; y por este preciso giro la ardilla se transmut en pjaro. Hijo mo, este es elsecreto de la respiracin y del Yoga. Lo mismo ocurre cuando vas a la escuela; tu conocimiento ser

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    IX

    El Gur haba recibido de uno de los Maharajs el usufructo de una considerable extensin de tierra. Lapropiedad estaba en las montaas, cerca de Darjeeling, en las colinas al pie de las montaas delKanchanjungha, En la propiedad haba un viejo templo y parte de un claustro en ruinas. A la sombra de

    una arcada rota el Gur dictaba sus clases, y llegaban muchos estudiantes a recibir instruccin. Habaalgunos que no pertenecan a su escuela y que asistan a sus disertaciones en diversas ocasiones.Una tarde, Chuni Sen, uno de los chelas ms jvenes, se acerc al Gur con considerable excitacin ensus ademanes. Recin regresaba de un villorrio cercano donde se interiorizara de un inusual sucesoinminente:Maestro bendito, exclam Chuni Sen acabo de saber que Su Alteza Real, el Maharaj de Indopurenvi a su hijo, el Prncipe Nahib, para que asista a tus disertaciones de verano. Su Alteza llega encarruaje esta tarde.El Gur sonri e inclin su odo:S, Chuni Sen, el Prncipe Nahib est en camino para unirse a nuestra reunin; mas no permitas que laocasin agite tu mente con demasiadas esperanzas. Sospecho que Su Alteza es mal estudiante.

    A las cinco en punto omos en el valle sonidos de que se acercaban carruajes y poda verse una nube depolvo que surga del camino de tierra. Los discpulos ms viejos ignoraron estudiadamente laaproximacin del husped real, pero Chuni Sen y varios chelas ms jvenes estaban visiblementeimpresionados y observaban el rostro del Gur con discretas miradas de reojo.Nuestro maestro se haba retirado de la sombra de la arcada en ruinas para disfrutar el ltimo calor del solponiente. Un comarcano le haba trado algunas confituras en un cuenco de arcilla y el Gur las comalentamente con una cuchara de madera tallada. Pareca totalmente despreocupado de la presencia delestudiante real.E1 templo en ruinas estaba a corta distancia de un camino oculto en parte por un soto de cedros jvenes, ylos carruajes se detuvieron entre estos rboles. El Gur se dirigi a m:Nadu, hijo mo, recibe a nuestros huspedes y dales la bienvenida.De modo que me levant y baj hasta el camino, mientras los jvenes chelas sentados a un costado memiraban con curiosidad.El primer carruaje era muy grande y bello, y en las puertas estaban los timbres de los prncipes deIndopur. El carruaje era conducido por un cochero de barba y librea, y dentro estaba sentado un jovenimpecablemente vestido a la europea. En el segundo carruaje, menos pomposo, haba otro hombre,evidentemente el valet del prncipe, rodeado por una gran cantidad de equipajes. Haba tambin un granvagn cargado con pesadas cajas, bolsos y paquetes. Esto se hallaba al cuidado de dos sirvientes.El cochero abri la puerta, y entonces el Prncipe se puso de pie y descendi del carruaje con grandignidad, llevando un fino bastn negro. Me adelant e hice una profunda reverencia:En nombre del Gur bendito, Sri Ramachandra Arjunananda Purascharanacharya, te doy la bienvenida,

    Prncipe Nahib de Indopur, al Ashram de Kailasvastu. Soy Nadu Chatterji, humilde discpulo del Gur.El Prncipe Nahib agradeci mis saludos con una altiva inclinacin de su cabeza; luego se par junto alcarruaje mirando en derredor. Finalmente escogi un espacio abierto en una pequea elevacin sobre elcamino, lo seal con su bastn y dijo a su valet:Alza all mi campamento.Luego me dio la espalda, se dirigi a la loma y observ mientras sus sirvientes acarreaban su equipaje.Como ya no era necesaria mi presencia, regres ante el Gur y le hall cubriendo su escudilla deconfituras con varias hojas verdes a fin de mantener fresco su contenido. El Gur rea traviesamente paras y sus ojos chispeantes delataban buen humor.Llam a los jvenes chelas, cuyos rostros estaban encendidos de excitacin:Vayan, hijos mos, y aprendan cmo el joven Raj alza su tienda. ,

    Los jvenes se alejaron presurosos y, buscando sitios ventajosos, se sentaron en cuclillas sobre sustalones, mientras los sirvientes de Su Alteza armaban una gran tienda de lona roja y blanca, que estaba

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    dividida en varias habitaciones. Estas se hallaban elegantemente provistas de muebles desmontables y elsuelo estaba cubierto de gruesas alfombras. Los dientes de Chuni Sen brillaban a la luz de la tardemientras miraba al valet unir una gran baera desmontable, y susurr a otro Chela:El joven prncipe se propone estar cmodo. Nuestro Gur es quien merece estos lujos.El Prncipe Nahib cen con slidos platos de plata, servidos con toda formalidad en la abierta entrada de

    su palacio de lona. Pero esa noche tuve el privilegio de baar al Gur con un balde de madera.Todo el da siguiente el Prncipe Nahib estuvo sentado en una gran silla, esperando que se le llamase apresencia de mi maestro. Al otro da tambin esper; y la noche siguiente estaba visiblemente fastidiado.Hacia la media maana del tercer da su valet se acerc al Gur para indagar respecto de una cita. Mimaestro revelaba suma seriedad y dignidad, pero sus ojos rebosaban de buen humor al informar al valetque considerara la cuestin y que regresase por la tarde.Poco antes de anochecer el valet regres y permaneci un rato con el Gur. Yo estaba sentado cerca de lapuerta cuando o el sonido tintineante de la campana de mi maestro. Entr inmediatamente y me sent enel suelo, en silencio. El Gur volvise hacia m:Hijo mo en Dios, este es Rama Datta, un buen hombre que desciende de la raza del Sol. Le heaceptado como discpulo mo. Permanecer con nosotros como un miembro de la Hermandad.

    Tuve el privilegio de llevar estas nuevas al Prncipe Nahib, y eleg dos jvenes chelas para que meacompaasen en esta importante misin. Su Alteza nos recibi cortsmente, aunque sin vivacidad, ypregunt por qu no haba regresado su sirviente.Tras la formalidad del saludo habl de esta manera:Alteza: te traigo los saludos del Gur; l sabe que te regocijar saber que en esta hora acept a tu valeten la Hermandad, confirindole el mrito extraordinario de convertirse en su discpulo. Mi Gur tambindesea transmitirte su gratitud por haberle trado este hombre admirable.No podra describir el efecto que mis palabras produjeron en el joven Raja. Baste decir que ordendesmantelar su campamento de inmediato; y los dos chelas que me acompaaban ayudaron a empacar suspertenencias. Una hora despus el Prncipe de Indopur parti en su brillante carruaje.Me enter que cuando Su Alteza Real, el Maharaj, supo lo ocurrido, dispuso transferir la sucesin a unhijo menor.Fue de este modo como Rama Datta, el Rajput, se convirti en discpulo del Gur bendito. Permanecicon el maestro dieciocho aos y luego fund un Ashram en Londres. Era un buen hombre.

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    X

    El Gur mencionaba ocasionalmente a su discpula inglesa y con similar intermitencia reciba de ella unacarta voluminosa, llena de preguntas. Entonces el Gur sacaba cuidadosamente de su negra caja de metalun anticuado par de anteojos de armazn de oro y pasaba varias horas leyendo la carta con esmero.

    Luego dictaba la respuesta a uno de nosotros que escriba en ingls. El Gur se interesaba mucho por esadama inglesa y un da me dijo que haba sido discpula suya durante ms de quince aos. .Finalmente; en una de las cartas lleg la nueva de que la seorita Hardwick, que enseaba en una escuelapara jovencitas de familias distinguidas, pasara sus vacaciones de verano en la India, para encontrarsecon el Gur. Haba ahorrado de su modesto sueldo durante aos para hacer posible este viaje.El maestro estaba en su retiro, cerca de Darjeeling, cuando se enter que la seorita Hardwick estaba ins-cripta en el Royal Hotel, de Calcutta. El Gur envi a uno de sus discpulos ms viejos, Chundra Bose,para ubicarla y guiarla hasta el Ashram.Como deferencia a la tradicin inglesa, el Gur envi luego un discpulo a Nueva Delhi quien requiri lapresencia de dos jvenes doncellas del Abogado General, que fueran discpulas suyas muchos aos. Estasdos damas hindes acudieron prontamente y se les confi la tarea de preparar el mejor cuarto del Ashram

    para la husped extranjera.Por ello todo estuvo en admirable orden cuando Chundra Bose lleg conduciendo el par de bueyes y elpequeo vagn. En la parte trasera del vagn la seorita Hardwick estaba sentada sobre sus valijas, conun gran parasol sobre su cabeza.La seorita Madeline Hardwick era una mujer alta y angulosa, de cabello corto y canoso, y mentn firmey agresivo. Usaba un traje sastre de tweed gris y slidos zapatos troteur de taco bajo.El Gur recibi a la seorita Hardwick en su asiento favorito, a la sombra de la arcada en ruinas. Era fcilde ver que la dama inglesa, muy nerviosa, senta profunda veneracin por el gran sabio. El Gur semostraba muy amable haciendo todo lo posible para que la visitante extranjera estuviese cmoda. Trasunas pocas palabras de saludo, el maestro agit su campanita y las dos damas hindes se acercaron paraubicar a la dama inglesa en la habitacin preparada.La seorita Hardwick permaneci en el Ashram tres semanas, y se interes vivamente por todo lo quehacamos. Tena consigo un lbum de dibujo y realiz numerosos bocetos, con la intencin decompletarlos en tempera cuando regresase a su hogar.Un da el Gur me llam:Nadu, hijo mo en Dios, qu hace esta tarde la dama inglesa?Est afuera, cerca del tanque en ruinas, preparando un boceto del viejo claustro, venerabilsimomaestro repliqu. Y lleva consigo la sombrilla verde.El Gur movi su cabeza lentamente:Ella es muy sincera y afanosa. Pero ay! estos ingleses... Les es difcil adaptar su mente a la vidacontemplativa. La seorita Hardwick jams est quieta; est tan empeosamente ocupada en tratar de

    aprender, que no le queda tiempo para aprender.Quiz, Maestro suger porque estudi en escuelas inglesas pueda yo ensearle a entender la vidadevocional.El Gur se mes la barba reflexivamente, y luego me observ sonriente:S, Nadu, te convertirs en el Gur de la dama inglesa. Es mejor que vayas ahora y le des la primeraleccin.Encontr a la seorita Hardwick sentada sobre una roca, con su lbum de dibujo sobre las rodillas,dibujando con una mano y con la otra sosteniendo la sombrilla. Me sent en silencio y observ el dibujo.Cuando lo termin me pidi la opinin. Le repliqu: --Es muy bonito, Memsahib, pero por qu trazatantas lneas pequeas cuando un solo trazo firme bastara? Entre nosotros primero dibujamos el cuadroen nuestra mente; y luego, con unos pocos trazos directos transferimos el pensamiento al papel.

    La seorita Hardwick me mir fijamente; y luego me pregunt con lentitud: Qu trata de decirme, doctor Chatterji?

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    Al ver que no estaba ofendida, continu: Usted hace muchas lneas, seorita Hardwick, porque no sabednde debe estar la lnea correcta. No tiene el valor de confiar todo a un simple trazo de lpiz. No esas?La seorita Hardwick pens por un momento, y luego, bajando el lpiz convino conmigo:Efectivamente, lo que usted dice es verdad. Carezco del valor de dibujar un cuadro con unos pocos

    trazos audaces de mi lpiz.De repente me pareci sentir al Gur detrs de m; Volv mi cabeza; pero l no estaba all. Sin embargo,su voz me musit al odo: Sigue hijo mo; dselo ahora; pues ella piensa tal como dibuja... con muchaslneas cortas e inciertas.Animado por la conviccin de que el Gur aprobaba, le expliqu tan simplemente como pude el secretode nuestra filosofa:Memsahib Hardwick, el Gur desea que sus aos de fiel discipulado sean coronados con el logro delSamadhi. Mientras usted estuvo con nosotros busc la verdad tal como dibuj este cuadro, concentenares de pequeos movimientos inciertos de su mente. Jams estuvo quieta; jams la lnea simple ynica que es la evidencia del gran artista. No tenga miedo. No ande a tientas con sus pensamientos en posde aquello que est ms all del poder del pensamiento. Cultive la simplicidad del silencio.

    Esa noche la seorita Hardwick me pregunt si poda ver al Gur. Este la recibi de inmediato y escuchsu pedido:Venerabilsimo maestro, empez la dama inglesa cmo puedo lograr la realizacin y llegar alcompleto desapego que existe aqu entre esta gente santa?El Gur extendi su mano hasta un platito y tom un lirio acutico que Chuni Sen le diera una hora antes.Se lo alcanz a la seorita Hardwick, con el tallo todava goteando:Hija ma, lleve esto a su cuarto y medite en ello; y cuando haya descubierto su significado, regrese ydgamelo.De acuerdo a las dos damas hindes de Nueva Delhi, la seorita Hardwick no abandon su cuartodurante cinco das; y luego, con la flor muerta y marchita en su mano regres ante el Gur. Todosnotamos cuan plida y callada estaba, y advertimos que no haba dormido.El Gur escuch atentamente cuando la seorita Hardwick narr su historia: La primera noche tomcada vez mayor conciencia de la belleza de esta flor. El segundo da aument mi comprensin sobre elmodo maravilloso en que est hecha. El tercer da me encontr parangonando toda la vida con esta flor; yel cuarto da experiment esta flor en mi propio corazn. Pero al quinto da no tuve ms conciencia de lavida ni de la flor, ni de m misma. Se apoder de m una gran quietud; y al mirar la marchita flor queflotaba en el agua, no pude pensar, ni asombrarme ni sentir. Pareci como si el tiempo hubiese cesado, yque todo lo que quedaba fuese un dolor extrao e impersonal que era muy bello. No puedo describir mseso, gran maestro.El Gur mir sus manos que yacan abiertas en su regazo:Ha obrado bien, seorita Hardwick; piense ahora que podr dibujar sus cuadros con una sola lnea

    valerosa.Al da siguiente la seorita Hardwick parti para Calcutta, sentada sobre sus valijas y empuando susombrilla verde. El Gur no recibi ms cartas de ella.Un da le preguntamos por qu ella haba dejado de escribir. Sonri y replic:No es necesario escribir ms cartas cuando el corazn puede hablar al corazn.

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    XI

    Un joven pundit llamado Bishma Ray era maestro primario en el pueblo que estaba a unos pocoskilmetros de nuestro Ashram. A veces, los sbados por la tarde, traa una cantidad de sus alumnos anuestro retiro porque al Gur le gustaba escucharles recitando sus lecciones. Nuestro maestro se sentaba

    a la sombra de la arcada en ruinas, y los nios, que frisaban entre los 10 y 14 aos de edad, permanecanen su presencia y respondan diversas preguntas sobre historia, geografa y matemticas.Un sbado el Pundit Ray trajo consigo un gran mapa enrollado, de tela; lo colg sobre la paredcita juntoa la arcada, y los alumnos de quinto grado, cuando se les peda, sealaban la ubicacin de varias ciudadesy pases. Esto complaca particularmente a nuestro Gur, quien sonrea y asenta con su cabeza cada vezque uno de los nios ubicaba su ndice en el sitio correcto del mapa.Era como un juego. Uno de los ms pequeos, que llevaba una camisa listada de calic, eraespecialmente veloz en responder las preguntas. Y dnde est Chicago, hijo mo? sonri el Gur.Recuerdo cmo el jovencito se puso de pie de un salto, se inclin ante el Gur y su maestro, y corriendohasta el mapa oprimi su pequeo pulgar en el sitio apropiado. El Gur sonri:

    Muy bien, realmente muy bien. Y porque eres tan preciso pienso que es mejor que corras camino abajoun kilmetro y encuentres al caballero norteamericano, de Chicago, que se perdi tratando de encontrarel Ashram.El nio sali corriendo tan rpidamente como se lo permitan sus cortas piernas gordas; y debido a que elGur estaba evidentemente tan feliz, los dems nios tambin pensaron que estaba permitido que ellostambin sonriesen.Nuestro Gur cambi opiniones sobre el caballero norteamericano con el Pundit Ray:Acude a nosotros con una carta de presentacin del editor del Forwardde Calcutta. Muy buen diario;lo leo a veces cuando tengo tiempo. En su pas a este norteamericano lo llaman periodista, y ser muyinteresante.El Gur se volvi hacia los nios:Ahora: hijitos mos, no deben burlarse de nuestro amigo periodista; tampoco deben hacerle ningunatravesura pues l se considera persona muy importante.De inmediato todo vestigio de sonrisas desapareci de las diez caritas, y los nios se sentaron en silencio,como una fila, de anxanos yogins, mientras su maestro Pundit Ray daba muestras de aprobacin.Entonces nuestro Gur se volvi hacia m, diciendo:Nadu, hijo mo, treme mi peine y mi buena vestidura amarilla; debo tener muy buena apariencia puesme sacarn una foto.Me apresur a llevarle al maestro las cosas que me peda, pero todos nosotros estbamos muyconsternados y confusos; el Gur nunca permiti que se le fotografiase.El maestro me permiti graciosamente que le peinase y atase el cabello y estaba terminando las distintas

    trenzas largas cuando el periodista norteamericano lleg al angosto sendero que conduca hasta elAshram. El pequeo Babu, con su camisa listada de calic, caminaba solemnemente delante, llevandofrente a s, con ambas manos, el sombrero del norteamericano, como si fuese la corona del Imperio. ElGur mir por encima de la armazn de sus anteojos de oro, pero su expresin no cambi.El caballero norteamericano llevaba un pequeo bolso de viaje en una mano y una mquina porttil deescribir en la otra. Alrededor de su cuello llevaba varias correas de las que colgaban cmaras y otrascajitas. Era bajo y robusto, con muy poco cabello, y su rostro estaba bronceado como si hubiese pasadomucho tiempo al aire libre. Sus ojos eran penetrantes, y tras una rpida ojeada en derredor se adelantdirectamente hacia el Gur. A unos tres metros del Maestro se detuvo, y bajando sus bolsos, llev unamano al bolsillo interior de su saco para sacar su carta de presentacin.Fue entonces cuando habl el Gur:

    Bienvenido al Ashram de Kailasvastu, seor Miller. Y no se preocupe de buscar la carta depresentacin. La dej en el cajn de su cmoda en Calcutta. La carta era de mi querido amigo,

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    Subrahmanya Das, del Forwardde Calcutta, y me pide que le brinde la ayuda que pueda en la cuestinde un libro que usted est escribiendo sobre los santos de la India. Confo en que podamos ofrecerlecomodidad en nuestro humilde ambiente.El Gur se volvi hacia el niito que todava sostena el sombrero:Babu, hijo mo, mustrale al seor Miller dnde est Chicago en el mapa. Muy bien; ahora esto es ms

    difcil. Puedes encontrar Pittsburgh? Vea, seor Miller. Babu acaba de poner el dedo en su lugar natal.El seor Miller estaba francamente azorado. El Gur despus me dijo que eso era siempre necesario paraconsternar a los periodistas norteamericanos, que son una clase de gente muy peculiar. Sin embargo,poco despus el seor Miller se hall enteramente a sus anchas. Le dimos la mejor habitacin, y lespresentamos a los diversos discpulos y al Pundit Ray.Advert que el periodista norteamericano observaba con ansiedad el sol de la tarde, y se me ocurri quedeseaba fotografiar al Gur por la tarde, temprano. Como el maestro ya haba dado su consentimiento, leayud a armar el trpode y preparar la cmara. El Gur me hizo sacar dos reliquias sagradas y un cuadritode Krishna, y stos fueron colocados en el piso, al lado del maestro, cuando se tomaron las fotos.El seor Miller era muy eficiente, y el Gur muy amable; pero despus, al revelarse las pelculas enCalcutta, slo eran visibles las reliquias, con el resto de las placas totalmente veladas.

    Despus el Gur me aclar que no hubiese sido corts discutir con el periodista norteamericano, de modoque se encarg de solucionar la cuestin a su modo...

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    XII

    El seor Miller permaneci diez das en el Ashram y durante ese tiempo nos formul a todos grancantidad de preguntas. Nos esforzamos por contestarlas pero el periodista norteamericano poco entendael aspecto ms profundo de nuestras creencias. Asisti a varias clases que el Gur imparti por las tardes,

    y como deferencia hacia l nuestro maestro habl en ingls parte del tiempo. El seor Miller escribimuchsimo con su mquina, y me ley algo de su manuscrito. Empleaba palabras muy bonitas y era muyrespetuoso para con el Gur; pero dudo que si los norteamericanos leen su libro logren ms que una ideamuy incompleta de nuestra filosofa.Al tercer da de su visita el seor Miller tuvo la idea de escribir un artculo especial en forma de reportajeal Gur bendito. Me encargaron que arreglase esto de modo que acud al maestro en procura de suconsentimiento. El Gur estuvo de acuerdo y fij la fecha para el viernes siguiente, al atardecer. Yo sabaque un reportaje es una cuestin importantsima para los periodistas norteamericanos, pues una vezpublicado en un diario o peridico lo leen millones de personas.El viernes el seor Miller sac punta a muchos lpices y arm una mesita para tomar cada palabrataquigrficamente, al estilo de idioma abreviado que mucho utilizan los periodistas norteamericanos. El

    Gur haba acudido por la maana a la casa de un granjero local cuyo hijo recibiera una visin de laDiosa Durga. Le haban acompaado varios discpulos, pero yo me qued con el seor Miller paraproporcionarle toda la informacin que requiriese sobre la vida del Gur.El reportaje se inici a las tres de la tarde. Debido a la importancia de la ocasin se permiti queestuviesen presentes la mayora de los discpulos y algunos chelas. Se efectu una invitacin especial alPundit Bishma Ray, que estaba muy deseoso de asistir. Lleg de las colinas un erudito budista y elsacerdote brahmn del templo de un villorrio cercano trajo consigo a su to, que era ciego pero estabamuy bien informado. Los alumnos de la clase de historia de la escuela local queran asistir, pero se temaque tantos nios llegasen a distraer. El seor Miller acept amablemente que el Pundit Ray leyese unatranscripcin de la entrevista ntegra en una reunin especial de toda la escuela.Rpidamente, a las tres en punto, el Gur se ubic en su almohadn favorito, y luego de una breveoracin a la Gran Madre anunci que estaba listo para ser reporteado.El seor Miller empez preguntando sobre la actitud del Gur para con la poltica anglo-hind, a lo queel maestro se rehus amablemente a discutir. El seor Miller fue lo bastante discreto como para nopresionar sobre la cuestin e hizo girar la conversacin sobre la teora de la relatividad de Einstein.El Gur explic que el trmino "relativo" debera aplicarse a todo lo cognoscible por el intelecto; y eltrmino "absoluto" a la Realidad Universal que es posible descubrir slo mediante la realizacin interna.La discusin se torn muy erudita, y not que el periodista norteamericano tena alguna dificultad enescribir en sus extraos signos las observaciones del Gur sobre la inclinacin del plano del continuum.El seor Miller luego interrog sobre la reaccin del Gur respecto de los logros de la ciencia occidentalen general. Fue entonces cuando nuestro amado maestro habl as: Las ciencias de Occidente, hijo

    mo, realizaron muchas cosas grandes y buenas; pero se limitaron dentro de los estrechos confines delmundo material En Oriente tambin tenemos grandes cientficos; carecen de laboratorios y equipocientfico; pero con la disciplina de nuestra antigua religin y filosofa convirtieron sus cuerpos y mentesen los ms perfectos de todos los instrumentos cientficos. Aquellos grandes Yogins exploraron las dis-tancias del tiempo y del espacio, y llegaron a entender las causas mientras sus pensadores occidentalesestuvieron estudiando solamente los efectos.El seor Miller presion sobre el tema: Entonces, usted aconsejara que los cientficos orientales yoccidentales uniesen sus esfuerzos y compartiesen su conocimiento?El Gur movi su cabeza:Yo recomendara, seor Miller, que ustedes escogiesen de sus grandes universidades e institucionescientficas cinco de sus fsicos mximos. Hombres no slo esclarecidos mentalmente, sino de mente

    liberal, que hayan descubierto lo bastante como para comprender que debern descubrir ms. Envenestos hombres a la India, la tierra cuna del conocimiento. Djenlos aqu con nosotros para que obedezcan

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    nuestras normas y vivan segn nuestras disciplinas y reglamentaciones. Que permanezcan diez aos, yluego regresen a su propio pas y apliquen lo aprendido, segn los dictados de sus propios corazones.Mediante esta accin ustedes revolucionaran la estructura ntegra del conocimiento occidental,adelantando su civilizacin por lo menos mil aos.En la pausa que sigui a las palabras inmortales del Jagat Gur, el ciego to del sacerdote brahamn

    aspir con tono de intensa satisfaccin, y todos sentimos que habamos tenido el privilegio de orpalabras de muy honda sabidura.Entonces el seor Miller pregunt si era posible que los pueblos occidentales desarrollasen los extraospoderes clarividentes de los sabios orientales. El Gur replic afirmativamente, aadiendo que si lospueblos occidentales desarrollasen una vida contemplativa, y liberasen sus mentes de la presin de susambiciones econmicas, podran hacer evolucionar sus naturalezas espirituales.Despus de otra conversacin sobre tpicos interesantsimos, el seor Miller formul su pregunta final:Sri Purascharanacharya, tiene usted algn mensaje que guste publicitar entre el pueblo de NorteAmrica de parte de los Santos vivos de la India?El Gur permaneci en silencio durante un momento, y todos esperamos sus palabras. Luego dijosimplemente:

    S, dgale al pueblo norteamericano que sea prctico.Despus de varios minutos de pensativo silencio, el Gur continu:Una nacin no es prctica porque tenga gran fortuna, o fuertes armamentos, ni porque sea duea dedesacostumbrada habilidad o ingenio. Como lo expresa nuestra mxima oriental, 'Un hombre no es Rajporque tenga muchos elefantes'. Una nacin slo es verdaderamente grande cuando utiliza sabiamente losrecursos de que dispone. El sabio uso determina no slo grandeza sino tambin sobrevivencia. Parasobrevivir, una nacin debe dedicar todo cuanto tiene al servicio de su propia necesidad. Norteamricapara ser prctica, debe usar su riqueza y poder, para asegurar la completa felicidad y bienestar de supropio pueblo, y la mejora y proteccin de todos los dems pueblos menos afortunados que ella.Luego de terminar de hablar, el bendito Gur indic que el reportaje haba tocado a su fin. Pidi unaescudilla de arroz y un poco de te, e invit al seor Miller a compartir con l esta simple comida.Despus, como sorpresa especial, se sirvi arroz y te a todos los presentes, de modo que todos tuvieron elprivilegio de compartir la comida con nuestro maestro.Fue un reportaje esplndido, y el seor Miller lo redact bellamente, y algn tiempo despus recibimosuna copia impresa de uno de los diarios norteamericanos. El diario inclua un dibujo del Gur que no eramuy preciso, sealando la lamentable circunstancia de que las fotografas tomadas al maestro no habansalido bien.Por sugerencia del Pundit Ray se envi una copia del reportaje al Virrey, requirindose que a su vezfuese elevada a su Majestad el Rey Emperador.

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    XIII

    El Gur regres del Kumbhmela tres semanas antes que yo cumpliese 25 aos. El Pundit Bishma Hayhaba deseado grandemente acompaar al maestro, por lo que dict clases en la escuela primaria localdurante las semanas de la peregrinacin. Recuerdo bien la ocasin, pues el pequeo Babu trat una

    maana de montar una vaca blanca de su padre hasta la escuela, cayndose a la entrada de sta. Leentablill la mueca. Babu fue mi primer paciente en la prctica de la medicina.El Gur estaba de muy buen humor cuando lleg al Ashram despus del largo peregrinaje. Le gustabamucho caminar y siempre deca que la experiencia espiritual del Kumbhmela y las interesantes personasque encontraba en el trayecto aumentaban su fuerza, aadiendo aos a su vida.Una maana, pocos das antes de mi cumpleaos, lleg temprano el cartero del pueblo con una cartalarga e importante para el Gur, El maestro la ley con gran inters, movi su cabeza varias veces enseal de aprobacin, y sonri para s. Luego me mir por encima de sus anteojos de armazn dorado. Yoestaba muy curioso, pero no me dio explicacin alguna y no estaba bien de mi parte formularle preguntasal respecto. El maestro hablara cuando le pluguiese hacerlo.Chundra Bose, que todava viva con nosotros, fue llamado varias veces a consulta con el Gur, y al ver

    que yo estaba muy interesado en las misteriosas conversaciones, me inform tranquilamente que nuestromaestro estaba planificando una gran fiesta de cumpleaos en mi honor. Me abrumaba pensar que el granhombre consagrase su tiempo y energa a una finalidad tan humilde. Ms Chundra Bose me asegur quelos planes procuraban gran placer al Gur.Mi cumpleaos vigsimo quinto fue una ocasin que siempre recordar. El Gur decidi, debido al buentiempo reinante, que las fiestas se celebrasen sobre un terreno liso, frente a la arcada en ruinas, dondegustbamos sentarnos. A la maana temprano empezaron a llegar amigos del pueblo, trayendo frutas yconfituras vernculas. Los chelas haban puesto gran cantidad de arroz con azafrn en la enorme marmitade hierro en la que se cocinaba nuestra comida diaria. Fueron invitados varios pundits importantes, y elpadre del pequeo Babu, en agradecimiento a la cura de la mueca quebrada de su hijo, aport con losservicios de tres excelentes msicos del lugar, incluyendo una celebrada anciana, totalmente ciega, quetocaba muy bien el vina. Se fij las cuatro de la tarde como hora del banquete y, poco antes de las tres,Chundra Bose lleg a la pequea cabaa donde yo viva, para anunciarme que el Gur requera mipresencia en el Ashram.Despus de sentarme en el rincn de la tela blanca a poca distancia de mi bendito maestro, el Gur secalz lentamente sus anteojos y abriendo una cajita sac la gran misiva que el cartero trajera a principiosde semana.Nadu, hijo mo, empez el Gur, abriendo la carta-s que sers feliz al saber que recib de tu padreeste largo y bello mensaje, y esta nota ms pequea de tu madre. Estn felices y bien, y contentos con elprogreso que has hecho. El ltimo de sus hijos se cas y orden su vida, por lo que planean retirarse alvalle de Kashmir donde consagrarn los aos que les restan a las obras santas.

    --Tu padre vendi su negocio y con esta carta me envi un giro bancario por veinticinco mil rupias. Estedinero ser utilizado para establecerte en tu prctica mdica. Los Dioses han sido buenos contigo, Nadu,hijo mo; y s que recordars en tu devocin diaria la bondad de tu madre y de tu madre.Slo pude replicar:Bendito maestro, desde que fui tu discpulo siempre rec por la felicidad de mis padres.El Gur movi la cabeza:Eres un buen hijo, Nadu; y ahora lleg el tiempo de que asumas tus deberes de padre de familia, deesposo y de siervo de tu pueblo.El Gur coloc las cartas sobre la tela blanca, a mis pies, junto con el cheque: Necesitars esto; lascartas las conservars entre tus bienes ms sagrados, y el dinero servir para adquirir equipo cientfico ymedicinas. Este es realmente tu natalicio; pues lleg tu nueva vida, una vida en el mundo... sirviendo a

    los enfermos.

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    Guard silencio; y el Gur aguard, abstenindose amablemente de interferir mis pensamientos. Luego,cuando le mir sonriente, el maestro continu:Es ley de nuestro pueblo que cada hombre que llega al mundo deba pagar su deuda, y cada mujertambin. Slo trayendo a la vida nuestros hijos y dndoles las mismas oportunidades que nosotrosdisfrutamos, cumplimos con el espritu de los Vedas. Sers el padre de dos hijos, un hijo y una hija. Los

    cuidars, los educars, y los establecers en su rumbo de vida. Esta es la ley del padre de familia. Unavez cumplido tu deber, entonces puedes retirarte a la contemplacin de las cosas espirituales. Ahoradebes vivir en el mismo mundo que los hombres corrientes aceptaron como su suerte mortal. El Gurextendi su mano e hizo sonar la campanilla de plata. Chundra Bose corri la cortina de entrada y entr.El Gur sonri e inclin su cabeza. Un instante despus regres Chundra Bose, introduciendo a una

    jovencita hind que llevaba un sari azul plido; la muchacha se adelant tmidamente y se sent en elrincn opuesto de la tela blanca.Nadu, hijo mo, esta es la esposa que eleg para ti. Su padre fue uno de mis discpulos. Conoce nuestromodo de vida y te servir fielmente en todas las cosas. Ser la seora de tu casa y la madre de tus hijos.As fue como encontr a Radha, que pas a ser mi esposa segn la voluntad de mi bendito Gur, y jamslament su decisin; fue sabia pues l conoce los corazones de todos los que viven.

    Concluy la entrevista, llegaron los invitados; salimos a su encuentro y en el banquete fue anunciadapblicamente mi boda. Radha se sent junto a m y me sirvi arroz con azafrn de una escudilla demadera. En verdad fue una gran ocasin, y nuestro Gur estaba tan complacido que, al caer la noche,enton viejas canciones de las montaas, canciones que el Dios Indra entonara antes que el mundoestuviese concluido; y la anciana ciega acompa las canciones con su vina.

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    XIV

    Al da siguiente de mi cumpleaos, el Gur discuti conmigo los planes de mi carrera profesional. lhaba hecho todos los arreglos, y slo era necesario ponerme al tanto de sus decisiones.Cuando nos sentamos a la sombra del arco en ruinas, el Gur me habl as:

    Me comuniqu con su Alteza Real, el Maharaj Rama de Dharapur; es un hombre muy progresistaque fue llevado al trono por el peculiar favor de los dioses, pues naci como pastorcillo. El Rama con-sagra sus vastos ingresos a la educacin de su pueblo. Construy escuelas y universidades, bibliotecas ycolegios mdicos, y est muy deseoso de mejorar la salud de todos sus sbditos. Su Alteza Real expresamablemente su voluntad de ser tu protector, y te ofrece el apoyo del Estado en un programa que aportemedicina y mtodos curativos occidentales a los villorios de su Reino.Por tanto, viajars inmediatamente a Dharapur, donde presentars estas cartas al Maharaj Rama. Bajola proteccin de un hombre tan delicado y noble tendrs muchas oportunidades, no slo en la practicaprivada, sino tambin de construir instituciones, crear nuevas leyes, y de muchas maneras mejorar la vidadel pueblo. Ve, hijo mo, y que mi bendicin est contigo en todas las cosas. No nos volveremos aencontrar hasta que enve por ti.

    Fue as como abandon el Ashram de Kailasvastu. El Gur me abraz y me entreg ciertos escritosnecesarios para el viaje. Asimismo una suma de dinero suficiente para mis necesidades personales. El restodel da lo pas simplemente empacando y despidindome de los muchos chelas y discpulos que haballegado a conocer y amar.Radha haba regresado a la casa de su padre, y nos casaramos en Dharapur. El Gur bendito ya habahecho por adelantado los arreglos para la ceremonia.Viaj dos das en tren y llegu a la bella ciudad de Dharapur cada la tarde. Las calles eran muy anchasy haba muchos parques y jardines. Recuerdo que en uno de los parquecillos haba una delicada estatuadel Maharaj montado sobre un brioso corcel.Present mis cartas en palacio y de inmediato se me admiti en presencia del Rama. Se hallaba en unbello saln, cuyas paredes eran de espejos en su totalidad. Su Alteza Real era un hombre de medianaedad, bajo y ms bien liviano. Llevaba un largo saco de seda amarilla y una ajustada gorrita negra.Tena un rostro delicado y noble, con ojos bondadosos que me recordaban los de mi Gur bendito.Despus de tributarle mi respeto, el Rama me pidi que me sentase; y en sustancia las palabras queme dirigi fueron las siguientes:Dr. Chatterji, usted es un joven que inicia su camino en la prctica de la medicina. Aqu, en Dharapur,necesitamos doctores, doctores jvenes, doctores de nuestro pueblo y de nuestra raza. Tenemos variosmdicos britnicos excelentes, y trabajaron duramente; pero no entienden a la India que nosotros cono-cemos. Ellos traen ciencia, no traen comprensin.Su eminente maestro, el gran Santo Purascharanacharya, le ense a usted muchas cosas; misterios delalma y de la mente. Si usted combina las verdades espirituales que aprendi de l, con el conocimiento

    cientfico que gan en las universidades, se convertir en un gran lder de nuestro pueblo.Le asegur al Maharaj que mi nico deseo era servir a la India, y de este modo mantenerme fiel a lagran filosofa que aprendiera del Gur. El Rama estaba complacido, y me extendi su mano al estilooccidental, pues haba vivido mucho tiempo en Europa,-Entonces, maana, continu nos encontraremos aqu, en palacio; e ir con usted al nuevo hospitalque se inaugur hace menos de un ao. All les presentar a los doctores britnicos y locales. Seraaconsejable que se quedase en el hospital un ao o dos, para familiarizarse con el vasto programa de saludpblica que hemos desarrollado. Luego le pondr a cargo de un nuevo hospital, ahora en construccin, enlas Provincias del Norte. Lamentablemente, algunos estados vecinos no tienen un plan bien organizadopara combatir las enfermedades vernculas, y stas trasponen constantemente nuestras fronteras. Sernnecesarias normas higinicas y sanitarias para combatir estas epidemias. Hasta maana, entonces, Dr.

    Chatterji, y que Dios sea con usted.

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    Al da siguiente viajamos por la ciudad de Dharapur, visitando no slo el nuevo hospital sino tambinvarias clnicas y escuelas. Me asombr la sabidura con que el Rama gastaba su gran fortuna parafomentar la situacin de sus sbditos. Estaba muy orgulloso de las cosas ya realizadas, y su entusiasmo mehizo sentir que era un gran privilegio trabajar con l.Cuando nos despedimos, al anochecer, el Rama se volvi hacia m, sonriendo: Comprendo, Dr.

    Chatterji, que se tiene que casar dentro de pocas semanas en el Ashram de su maestro, aqu enDharapur.Al advertir que yo estaba levemente confuso ante lo repentino de la pregunta indirecta, el Rama meapret la mano y me dese todo gnero de felicidad y buen xito.El da de la boda, una vez reunidos todos en el Ashram, lleg un mensajero. Me trajo una bellafotografa del Rama, autografiada, y con un armazn de rubes y esmeraldas; y de la Maharani un saride hilo de oro slido para Radha. El Rama expresaba sus excusas por no hacerse presente, y explicabaque deba efectuar su viaje habitual a las fuentes minerales de Baden, en Alemania.Permanec en el hospital de Dharapur un ao y medio, y luego se me design para el nuevo hospital enlas colinas del Norte. Aqu cont con un plantel de doctores y enfermeras jvenes, y durante los primerosmeses tambin fue mdico residente un cirujano de la armada britnica. Cuando parti me hice cargo del

    manejo de toda la institucin, que tena ciento veinte camas, y qued como director del hospital durantedoce aos.

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    XV

    Mi nuevo hospital estaba ubicado en los alrededores de un villorrio. Radha y yo decidimos no vivirdentro del sector del hospital; de modo que ocupamos una casa de las cercanas con un agradable

    jardn y varios rboles linos y viejos. Junto a la casa haba un edificio separado, y all establec una

    oficina y un pequeo laboratorio. Estos arreglos me permitieron llevar a cabo una prctica privadaadems de mi labor en el hospital. La labor privada era importante pues me puso en estrecho contactocon la vida del pueblo, lo cual es difcil en una gran institucin.Todo se cumpli con la exactitud con que lo predijera mi Gur. Dos aos despus de establecernos ennuestra casita, naci mi hijo. Le llamamos Ramachandra, en honor del Gur. La criatura naci en elhospital y el doctor Malhar Dan, joven fino, colega mo ms joven, realiz la labor obsttrica. Al aosiguiente naci nuestra hija, y la llamamos Lilya, en honor de la madre de mi esposa.A fin de aumentar la efectividad del programa sanitario que el Maharaj Rama financiaba tangenerosamente, inici una encuesta de salud en diversos pueblecitos y villorrios de mi distrito. Documenttodos mis descubrimientos aadiendo notas y sugerencias sobre cmo podran mejorarse las condiciones.Radha particip activamente en esta labor, visitando los hogares de las diversas clases y sugiriendo

    medidas higinicas y eugnicas. Yo esperaba poder recopilar un informe detallado de estas notas yobservaciones para presentrselo al Rama.Luego de trabajar en las notas casi cuatro aos, me parecieron suficientemente completas como paraelevrselas a su Alteza Real. El secretario del hospital se ofreci amablemente a sacar una copiamecanografiada completa, que envi al Rama con una larga carta explicativa.Pasaron varias semanas sin noticias de Dharapur y yo empezaba a temer que mi informe no hubieseagradado al Maharaj. Una tarde, apenas llegado de mi labor en el hospital, o que el motor de unauto se detena frente a la casa, Era un vehculo viejo y ruinoso perteneciente a Anadeo Rao, queinsista en llamarlo taxi.Sal a la puerta, esperando que fuese un paciente no demasiado bien como para llegar caminando a mcasa. Pero el caballero pequeo y morrudo con traje gris de hombre de negocios que sali del auto era elmismo Maharaj Rama.Nadie esperaba a Su Alteza Real y el seor Rao no tena idea de la identidad del importante pasajeroque trajera desde el tren.Llevando una pequea valija y un gran portafolio, el Rama ingres a nuestro jardincito, y me apresura salir a su encuentro. Rehus permitirme que llevase su equipaje y entramos juntos a la casa. Su AltezaReal trat amablemente a mi esposa y se mostr muy complacido al ver a mis hijos.La visita era tan inesperada que no pudimos efectuar preparativo alguno para cumplimentar a Su AltezaReal, y sta insisti que no altersemos de modo alguno la rutina de nuestra vida diaria. El Maharaj Ramapermaneci en nuestra casita casi una semana. Era una persona muy simple y natural, enteramentedespreocupada de su alta posicin. Dorma en nuestro sobrio lecho, comparta nuestra comida y caminaba

    conmigo todos los das hasta el hospital. La noche siguiente, cuando terminbamos de cenar, el Rama mehizo saber que deseaba discutir m informe. Comprendiendo que Su Alteza Real deseaba mantenerconmigo una conferencia de negocios, Radha se levant y excus; pero el Maharaj dijo tranquilamente:Seora Chatterji, usted ayud en la preparacin de este informe, y nos alegrara que se quedase. Estaes la India moderna, donde hombres y mujeres pueden contribuir por igual al progreso de nuestro Estado.Eso demostraba que el Rama estaba complacido con la informacin que le enviramos. Nos felicit porel espritu de servicio que nos indujera a la larga y difcil tarea de recopilar la informacin. Fue lobastante amable como para aprobar mis sugerencias e indic que recibiran atencin inmediata.Su Alteza Real estaba tambin profundamente interesado por la prctica privada que yo estableciera, yme pidi le dejase ver el archivo de mis historias clnicas. Discut con l Varios casos importantes,sealando que la mayora de ellos surga de desnutricin y deficiencia clnicas. El suelo estaba

    empobrecido por miles de aos de cultivos, y sera menester desarrollar un programa de cosechasalternadas y fertilizacin qumica, a fin de corregir las causas de ese estado de cosas.

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    Nuestra discusin fue interrumpida por la llegada de los hombres principales del pueblo que, enteradosde la presencia del Rama, deseaban presentarle sus respetos. El Maharaj consinti en recibirlos, y larecepcin dur hasta cerca de medianoche. En el transcurso de estas horas acudieron casi todos loshabitantes de la comunidad pues Su Alteza Real era considerado con suma estima por todos sus sbditos.Sunkar Das, que tena once hijos, pidi permiso para presentarlos, y los nios se alinearon como en

    escalera. La seora Das, que era apenas ms alta que el ms joven de sus hijos, estuvo extremadamentereticente y llev su saritan tan cerca de su rostro que slo eran visibles sus ojos cuando se inclin ante elPrncipe.Dhond Rao, que slo tena un ojo, era platero y deseaba ofrecer un plato de plata que Su Alteza aceptamablemente. Subha Bisay, el poeta local, haba compuesto un breve poema en honor de la visita delMaharaj. Deca as:Nuestros corazones son como pequeos jardines junto al camino del pueblo;El amor hacia ti colma estos jardines con flores relucientes. Ten la bondad de aceptar, Gran Prncipe,estas flores espirituales, Pues su fragancia se debe a tu tierno cuidado.El Rama fue lo suficientemente gentil como para pedir una copia, diciendo que mantendra el poema ensu memoria como recuerdo de esta ocasin.

    El Rama tuvo una palabra bondadosa y una amable sonrisa para cada visitante, y cumpliment a lasmadres por la belleza y mritos de sus hijos. Su actitud en toda esa noche larga y fatigosa fue la de unpadre amoroso, hondamente interesado en la felicidad de sus hijos. Fue una bellsima ocasin, y mirespeto hacia Su Alteza Real creci hasta un profundo afecto personal.Al trmino mismo de la velada, Mahadeo Rao se acerc vacilante para disculparse por cobrar alMaharaj la tarifa del taxi. Todava tena las monedas que le diera el Prncipe, y pidi permiso paradevolvrselas. Sin embargo, Su Alteza Real insisti en que su situacin financiera le permita pagar latarifa sin inconvenientes.Antes de marcharse, el Rama invit a Radha, a m y a nuestros hijos a ser sus huspedes en Palacio encualquier tiempo que desesemos efectuar el viaje a Dharapur. Recomend que fusemos el prximo mesde febrero, cuando se celebrara una importante reunin de cientficos y mdicos de diversos estados delpas.Mahadeo Rao insisti en llevar a Su Alteza Real hasta el tren,y como l era el nico que tena automvilen el pueblo, tuvo ese privilegio por lgica incontrastable. Rao arregl de tal modo el trayecto hasta laestacin que el Rama atraves todas las calles principales. Todos los habitantes salieron a saludar a SuAlteza Real con gran entusiasmo. Luego el pueblo form una procesin detrs del automvil, yacompa al Maharaj hasta la estacin. Esta fue la ocasin ms importante en la vida del pueblo desdela muerte de un clebre Santo, casi 200 aos antes.

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    NADU

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    XVI

    Mi hijo tena diez aos cuando recib mi primera carta del Gur. El maestro expresaba su satisfaccin porla obra que yo realizaba, sobre la que se mantena constantemente informado. Expresaba el deseo de quellevase a mi familia hasta l en la primera oportunidad que se me presentase a fin de conferir su

    bendicin a los nios.El deseo del Gur es lo primero en la vida de sus discpulos, de modo que efectu inmediatos arreglospara una breve ausencia del hospital. Yo haba instruido a mis hijos en las doctrinas de mi benditomaestro, y jvenes como eran, comprendan plenamente el significado de la ocasin.El Gur estaba en su Ashram de Kailasvastu, y viajamos por tren, realizando en automvil la ltima partedel trayecto. Aunque no vea el Ashram desde haca doce aos, nada haba cambiado. Los chelas habancrecido y otros jvenes ocupaban sus lugares, prevaleciendo la misma atmsfera amable.El Gur estaba sentado en su sitio favorito, a la sombra de la arcada en ruinas, y yo no poda observarque hubiese envejecido de modo alguno. Al acercarnos, el Gur sonri saludando e inclin su cabezacomo era su costumbre:Nadu, hijo mo en Dios, y Radha, hija ma en Dios, os doy la bienvenida en nombre de nuestra Santa

    Orden. Y estos pequeos, no son mis nietos en Dios? Ellos son tambin bienvenidos.Ambos nios tenan conciencia de la presencia del gran hombre, y le miraban con persistencia ycuriosidad. Yo les haba hablado mucho del Gur y les debi parecer uno de los Dioses.El maestro extendi su mano hacia los nios:No temis; venid y sentaos aqu, junto a mi-Mi hijo fue el primero en atreverse y, tomando a Lilya dela mano, la aproxim al Gur, sentndose los dos juntos, frente a l.Al ver que el maestro deseaba estar con los nios, Radha y yo nos apartamos a una corta distancia yhablamos con los discpulos a quienes yo conociera antes.Estbamos enfrascados en eso cuando o el argnteo retintn de la risa de Lilya, y mirando hacia el Gurvi que nuestra hijita estaba sentada en su regazo; y el joven Ramachandra estaba comiendo confituras delcuenco que escondieran, no demasiado cuidadosamente, en un sitio fresco cerca del Gur. El mismomaestro estaba de alegre humor y advertimos que haba atrapado los corazones de nuestros hijos.En esta ocasin estuvimos slo tres das en el Ashram, porque me era difcil estar lejos del hospital. ElGur comprendi esto y me asegur que mi primer deber eran mis pacientes.A la noche siguiente de nuestra estada, el bendito Gur celebr una pequea ceremonia que permanecerpor siempre como uno de los bellos recuerdos de nuestras vidas. Nos recibi a todos juntos en el Ashram,y nos sentamos bordeando la gran tela blanca. Primero el maestro habl a los nios: Nietos mos enDios, para vosotros la vida recin empieza. En los das por venir tambin buscaris la santa vida. Este esvuestro Dharma; pues antes de vuestros nacimientos estuvisteis consagrados a los Dioses y al servicio denuestra Gran Madre.Los nios estaban muy callados y a travs de sus ojos brillaba una honda y bella comprensin. El Gur

    extendi sus manos y las coloc sobre la cabeza de ambos:Y ahora, mis pequeos, aceptad la bendicin de un anciano que sirvi largamente a los Dioses y es elGur de vuestro padre. Que el Grande, que es el Seor de todo el mundo, y que est entronizado porsiempre sobre las siete espirales de la serpiente eterna, que el Grande os bendiga a travs de las manos desu siervo. Que l os conserve por siempre a la luz de su espritu, guindoos por el camino de la rectitud.Om Tat Sat.El Gur retir sus manos de las cabezas de los nios y tom la mano derecha de cada uno de ellos:Segn la Voluntad del Gran Seor, os convertiris en mis discpulos, como vuestro padre lo fueraantes que vosotr