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    En torno alos lm ites de larepresentacin.El nazismoy la soluciit finalSaul Friedlander(compilador)

    eUniversidadNacionalde Qu ilrneEditorialBernal , 2007

    U N I V E R SI D A D N A C I O N A L D E Q U I L M E SRectorDaniel Gomez

    VicerrectorJorge Flores

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    IntroduccinSaul Friedlander

    Cuan do esta maana entr en nuestra oficinita, haba nterrible desastre: la haban requisado como vestuario parauna rev ista musical. La revista se est apoderando de todo elcampo. No h ay uniformes para la gente que trabaja afuera..pero la revista tiene un "ballet en uniforme% as que da ynoche se cosen uniformes con mangas acolchadas para los bailarines. Se arranc madera de la Sin'goga de. Aseen parahacer el escenario. [...] Ay, Mara, M ara! Antes del ltimotransporte, la gente que tena que irse trabajaba sin pararpara la revista;Aq1 todo tiene una locura Y una tristezaindescriptiblemente bufonescas.'C A R T A D E E T T Y H I IL E S U M a u n a am i g a , Como deConcentracin W esterbork (H olanda), 2 de septiembre de 1941Hillesum muri en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943.

    Mu chos de quienes participan en este libro no suelen ser oradores enlos debates sobre el Holocausto. Aunque algunos son estudiosos quese han ocupado ampliamente de temas cercanos al nazismo y .elexterminio judo en Europa, la mayora no lo es. Nuestro objetivo noes tratar un aspecto histrico especfico entre dichos sucelos, o biensu expresin particular en la literatura, en las artes, o en la filoso.fa. Nuestro presupuesto subyacente es que tratamos un cierto tipo.de acontecimiento que exige un abordaje global y una reflexin-en eral sobre las dificultades que plantea su representacin.Este proyecto suscita duda s que no son fciles de disipar. SeRuede discutir tericamente sobre el exterminio de los ju dos 'enEuropa? No es inaceptable que se debatan de manera formal y abs-1 Hillesum, Etty, L e t t e r s fr o m W e s t e r b o r k , Nueva York, 1986, p. 142. 1 21

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    tracta las cuestiones referidas a esta catstrofe? Lo sera, en efecto,si estos abstractos asuntos no guardaran una relacin directa con laforma en que la cultura contempornea remodela la imagen delpasado. El recuerdo actual del nazismo y sus crmenes est bajo la--' influencia directa de los giros intelectuales que se dan en el mundo y que intrnsecamente estn ligados a los problemas aqu tratados.Por lo tanto, la discusin se hace claramente necesaria; ms aun, esevidente que ninguno de los participantes ha olvidado el horror queest atrs de laspttlabrItIM>;:"' -El problema bsico del qe liernoad ocuparnos ha estado presen-te en la mente de muchos apenas termin la guerra, y lo que TheodorAdorno dijera acerca de escribir poesa despus de Auschwitz --amenudo malinterpretado se ha convertido en el punto de referenciams conocido. No obstante, el desafio se ha hecho ms palpable en lasltimas dos dcadas, como producto de una constante formulacin yreformulacin de la imagen de la era nazi. Durante los ario setentadel siglo xx, el cine y la literatura le abrieron paso a un cierto "nuevodiscurso". 2 La historiografa sigui ese camino, y a mediados de ladcada de 1980 se vieron acaloradas disputas sobre las nuevas inter-pretaciones histricas de la solucin final (de las cuales el caso msclebre fue el "debate de los historiadores" alemanes), y en trminosms generales, sobre la adecuada historizacin del nacionalsocialis-mo, es decir, de "Auschwitz". En estos diversos mbitos, surgieronnuevos relatos del nazismo y aparecieron nuevas formas de represen-tacin. Muchas veces parecan poner a prueba ciertas fronterasimplcitas, planteando no slo problemas estticos e intelectuales,sino tambin morales. La cuestin de los lmites de la representacindel nazismo y sus crmenes se ha vuelto un tema recurrente con rela-cin a varios asuntos concretos. Nuestro inters, en este caso, es elaspecto global del problema.El incentivo ms directo para el ciclo de conferencias que deriven este volumen fue un debate,lobre "Historia, acontecimiento y dis-

    curso" llevado a cabo en 1.989J en el cual Hayden White y Carlo2 Vase Friedlander, Saul, Reflections of N azism: An Essay on Kitsch andDeath, Nueva York, 1984.

    Ginzburg expusieron visiones opuestas sobre el carcter de la ver-dad histrica. Las perdurables controversias sobre la historizacindel nazismo alimentaron los ecos de esa discusin. El exterminio delos judos de Europa, como caso extremo de crimen en masa, haceque los tericos del relativismo histrico tengan que enfrentarse alos corolarios surgidos de posturas muy ligeramente asumidas entrminos abstractos. Por supuesto, las cuestiones bsicla que aqu ?.zse plantean tambin se refieren a otras formas de representacinadems de la historia.La esencia misma de este proyecto -requera la.expree . ' e, unagran diversidad de opiniones, de las cuale hay algunas que no com-parto. Por lo tanto, esta introduccin no es meramente Una presen-tacin tradicional y una enumeracin de los temas abordados por losparticipantes, todo eso visto desde un editor "neutral", sino que es,asimismo, una expresin personal.El exterminio de los judos de Europa es tan accesible a la represen-tacin y la interpretacin como cualquier- otro suceso histrico. Slo ))que en este caso tratamos con un hecho _que pone a prueba nuestrastradicionales categoras de conceptualizacin y representacin: un"suceso lmite". Lo que hace de la solucin final un suceso limite es (Iel hecho de ser la forma ms radical de genocidio que encontramos%la historia: el intento voluntario, sistemtico, industrialmenteopfanizado y ampliament exitoso de exterminar por- cofetpieto ungrupo humano en el marco de la sociedad occidental del siglo XX . Enpalabras de Jrgen Habermas:

    All [en Auschwitz] sucedi algo que hta ahora nadie haba pensa-do siquiera que era posible. Alli se alcanz a tocar algo que represen-ta la capa ms profunda de solidaridad entre todo aquello con rostrohumano; a pesar de todos los habituales actos de bestialidad de lahistoria humana, siempre se haba dado por sentado que esa capacomn era algo slido. [...] Auschvvitz ha- alterado las bases para lacontinuidad de las condiciones de vida en la historia. 3

    3 Habermas, Jrgen, Eine Art Schadensabwicklung, Francfort del Men,

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    Parecera obvio que u na manifestacin tan monstruosa del "poten-cial" humano no podra ser olvidada o reprimida. Si a eso se sumaque los autores invirtieron esfuerzos considerables no slo en disi-mular, sino en borrar todos los rastros de sus acciones, la obligacinde dar testimonio y registrar el pasado resulta aun m s apremian-te. Este postulado implica, muy lgicamente, la idea imprecisa perosionado o banalizado por representaciones groseramente inapropia-das. Una cierta pretensin de "verdad" se vuelve imperativa. Lo cual'sugiere, dicho en otras palabras,_que la represltacin tiene lmitesr i q ue no se de b e r an t ran sgre d i r , pe ro q ue fci lm e n te pue de n se r t ran s-:gredidos. Cules seran las caractersticas de semejante transgre-sin, sin embargo, es a lgo mucho m s arduo de lo que nu estras definiciones han sido capaces de abarcar hasta ahora.Pu ede que s intamos la obligacin de regis trar este pasadomediante un cierto "relato maestro", sin que podamos definir real-mente los compon entes necesarios. El motivo del sentimiento deobligacin es claro, pero la dificultad a la hora de establecer los ele-mentos propios de ese relato maestro (salvo al m s sencillo nivel fi-tico) acaso surgen de la impresin* que este suceso, si se lo percibeen su totalidad, bien puede significar ms que la m era suma d e su scomponentes. De este modo, el problema parece encuadr arse dentrode fronteras intangibles, pero en absolut o imperceptibles. El dilemaque identificamos no es el de la transgresin grosera (negar elH olocausto, por ejemplo). El criterio refractario parece ser una espe-cie de incomodidad. El problema no es ni estrictamente cientfico nimanifiestamente ideolgico: no se puede definir con exactitud qu eslo que est mal en una cierta representacin de los hechos, pero, talcomo lo sugiere Christopher Browning, se nota cundo una interpre-tacin o una representacin est equivocada. P uede que esa reac-cin se deba a la sensibilidad o a la hipersensibilidad que es comna una generacin especfica, ya se trate de judos, de alemanes, o de1987, p. 163. E n ingls, en The New Cons ervatism: Cultural Criticism and theHistorians' Debate, Cambridge, 1989.

    otras personas todava mu y sensibles a la poca nazi? Creo coincidircon Dominick L aCapra en qu e el problema de la "transferencia", en \este caso, est de hecho ms difundido y es por lejos ms complejo. 'que la mayo ra de los dems sucesos htstrkos, por lo que no se limi-ta a qu ienes fueron sus contemporneos.Ensegu ida volver a la cuestin de larenciak P or ahoranues p ema como e e co ntaci n dlos tpi-cos qu e plantean el relativismo histrico y la exferimentacin est-tica de cara a dos restricciones posiblemente opuestas: la necesidadde "verdad", por un lado, y los problemas que suscitan la opacidadde los sucesos y la opacidad del lenguaje en si, por el otro. D icho dile- /Ima nos lleva a considerar los siguientes puntos: las implicancias del Lrelativismo histrico en general; las implicancias de la elaboracin -de una cierta cantidad de relatos histricos sobre el nazismo y lasolucin final, en tanto los hechos no sean fa lseados (sa es la esen.-cia de diversas argum entaciones respecto a la h istorizacin delnazismo y la solucin f inal); la existencia o no de lbiaites para lasrepresentaciones literarias o artsticas d la Sho (en trminosgenerales); las implicancias con tradictorias de los acercamientosespecficos a este ltimo tipo de abordaje.Permtaseme que me extienda sobre este punto, dado que estligado a posturas epistemolgicas, estticas e ideolgicas opuestas:se trata del "posmodernismo", en tanto opo sicin a los modos tradi-cionales y modernos de representacin.En primer lugar, algunos obvios problemas de lmites segn losentendemos aqu ya han aparecido como producto de la aplicacinde la esttica posmoderna en el tratamiento del nazismo y la S ho,desde Luchino Visconti y Lisia Wertraller a Hans Jrgen Syberbergen cine, pasando por Michel Tou rnier en literatura, hasta algunaspinturas de A nselm Kiefer, entre otros. Como es lgico, se podradefender la necesidad de ambigedad ideolgica y experimentacinesttica tratndose de sucesos que parecen escapar a-las -habituales.categoras de representacin.En segundo lugar, el hecho de que el pensamiento posmodernorechace la posibilidad de identificar una realidad o una verdad eita-ble ms all de la constante polisemia y autorreferencialidad de las

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    construcciones lingsticas supone el desafo de establecer las reali-dades y las verdades del Holocausto. Y a la inversa, la amplitudmisma del posmodernismo ante lo que todava no se deja formularde manera tajante, y que apenas se percibe, se relaciona directa-mente con todo aquel que piensa que incluso los tratamientos hist-ricos ms exactos de la Sho poseen, en el fondo, una ciertaopacidad, que choca con los tradicionales relatos histricos.Por ltimo, la solucin final es justamente lo que permite que elpensamiento posmoderno cuestione< la validez de cualquier visintotalizadora de la historia, de cualqiiier referencia a un metadiscur-so definible, abrindole paso, as, a una multiplicidad de abordajesigualmente vlidos. Pero es esa multiplicidad, sin embargo, lo quepuede llevar a cualquier fantasa esttica, lo que a su vez se opone ala necesidad de establecer una verdad estable en lo que se refiere aese pasado.Jean-Fran9ois Lyotard se vale de "Auschwitz" para demostrarque es imposible que haya un discurso simple e integrado con rela-cin a la historia y la poltica. Las voces de los autores de los hechosy las de las vctimas son esencialmente heterogneas, y se excluyenmutuamente. La bsqueda de totalidad y de consenso es, en opinin

    de Lyotard, el fundamento mismo de los emprendimientos fascistas.En cuanto a la indeterminacin, la insuficiencia que nos acomete altratarse de "Auschwitz", logra expresarla utilizando una metforamuy llamativa: la de un terremoto capaz de destruir todos los ins-trumentos de medicin. Dado que ya no habra posibilidad alguna deestablecer una evaluacin precisa, "cientfica" de dicho sismo, losinvestigadores podran llegar a decir que no se enteraron de nada.Pero para el "hombre comn", no obstante,quedara en el recuerdo la compleja sensacin de que ha ocurridoalgo indefinido: inutatis ?nutandis, el silencio que los crmenes deAuschwitz le imponen al historiador es una seal para la genteordinaria. Las seales no son referentes validables segn un rgi-men cognitivo, sino que indican que algo que se debera poder poneren palabras no se puede formular con los conceptos en circulacin.[...] El silencio en torno a la frase "Auschwitz era el campo de exter-

    minio" no es un estado de ninto..[tat deune]: es una seal de quehay algo que debera decirse y que no se dice, algoAue carece dedeterminacin. 4

    De modo que por un lado, nuestras tradicionales categoras de con-ceptualizacin y representacin bien pdeden ser insuficientes, ynuestro lenguaje mismo bien puede ser problemtico. Y por otrolado, frente a estos sucesos sentimos la necesidad de contar conalgn relato estable; un campo infinito de discursos posibles planteala cuestin de los lmites con marcada severidad.En su prlogo a Heidegger y "los judos" de Lyotard, David Carollexpresa con justeza lo que est en discusin:

    Se nos exige que juzguemos los - efectos filosficos, literarios, polticos,histricos y morales de las diversas foimas de hablar o de no hablarsobre "eso" [la Sho], y sin embargo no tenemos los sistemas de creen-cia o de saber, ni las reglas, ni la certeza histrica, ni los conceptosfilosficos o politicos necesarios para, deducir o determinar un juicio.Si para Lyotard (y para Kant) la falta de riterihs . dtciaivos es lo quecaracteriza el "campo" politice y el canal esttico en general, dichaindeterminacin cobra especial significado cuando se trata de laSho, ese caso extremo del saber y del sentir, ante el que los sistemas .-de creencia y de pensamiento, todas las formas de expresin literariay artstica, parecen irrelevantes, e incluso criminales. Esto ~atena \-)el papel de la facultad crtica, sino que por el contrario, la vuelve ms /vital y necesaria. 5

    En suma, el carcter de los sucesos con los que tratamos puede lle-var a abordajes diversos en cuanto a la representacin- , y la francanegacin de la mayora de ellos no hara justicia a las-contradicto-rias exigencias que plantea la evocacin del pasado.4 Lyotard, Jean - Franqois, The Dfferend: Phrases in-Dispute, Minneapolis,1988, pp. 56-57.5 Caroll, David, "Prlogo" a Lyotard, Jean - Franqois, Heidegger and "theJews", Minneapolis, 1990, p. 11.

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    H ay que referir a su origen mismo la cuestin del conocimiento hist-rico, de la "verdad" histrica, que estuvo presente al comienzo de estedebate. Los corolarios de la postura de Hayden W hite se pueden con-frontar ya en ese momento inicial. White no cuestiona la posibilidaddejar la realidad o incluso la exactitud de los sucesos histricos. Sloque u na mera enu meracin de sucesos, en el mejor de los casos, pro-aca a o, esinevitable hacer un entramado coherente que vincule el principio, ely el final en un marco de interpretacin especfico.La postura de W hite, ya conocida en la actualidad, apunta a sis-tematizar una teora de la interpretacin histrica basada en u naredefinicin fundamental de la tradicional comprensin histrica: ellenguaje en s le impone al relato histrico una limitada seleccin deformas retricas, las que implican entramados especficos, modelosexplicativos y postur as ideolgicas. Esta eleccin inevitable determi-na la especificidad de las diversas interpretaciones de los sucesos5 histricos. No hay ningn criterio externo u "objetivo" para estable-cer que una cierta interpretacin es ms verdadera que otra. En estesentido, W hite est cerca de lo qu e podramos calificar u n abordajeposmoderno de la historia.n su artculo " La polt ica de la interpretacin histrica", deq . 982 W hite sugiri que la his toriorfifitaido la indeterminacin de lorespecto es, segn l, la visin fascia

    E l tipo de perspectiva histrica que iutplcitamente he alabado es laque convencionalmente se asocia con las ideologas de los regmenes( fascistas. Algo as como la idea schilliriana del sublime histrico o su1, versin nietzscheana estn presentis, sin duda, en el pensamiento de{ ! filsofos tales como H eidegger y IGentile, y en las intuiciones de1.1.Hitler y Mussolini. . . .(6 Con respecto a Hayden W hite y su proximidad a la visin posmoderna de lahistoria, vase en particular Ankersmit, E R., "Historiography and Postmoder-nism", His tory and Theory , 28, N2, 1989, as como el debate posterior en Hi s tor ya n d T h e o r y , 29, N' 3 , 1990.28 1 Saul Friedlander No obstante, agreg:1 V n e n i o s q u e c u i d a r n o s d e un sentimentalismo que n os hara impug-nar tal concepcin de la historia simplemente porque, estado aso -ciada a las ideologas fascistas. H a y q u e h a c e r f r e n t e a l h e c ho c l e t i t h ec u a nd o s e t r a t a d e a p r e h e n d e r e l r e g i s t r o h i s t r i c o , no h a y m o t i v o s e n Para la m ayora de los historiadores, una descripcin precisa deldespliegue de los su cesos ha de conllevar su propia interpretacin,su propia v erdad. Tal es el efecto, por ejemplo, de la evidencia emp-rica que presenta Christopher Browning en su informe del derrote:ro asesino de la Un idad 101 de la Ordnungspolizei de Hambu rgocuando fu e transferida al pequeo pob lado polaco (judo) de Jozefow,el 13 de julio de 194 2. La descripcin cuidadosamente detallada yprecisa que hace Brow ning del comportamiento de dicha unidad y delos individuos que la integraban, mostrando el pasaje de la "norma-lidad" de u na formacin regular de polica al funcionamiento comoinstrumento de asesinato en masa, sustancia intuitivamente unmarco interpretativo q ue v a m s all de la historia de esa serie de_acontecimientos en particular. Para Brow ning iio existen las cate-goras claramente ntidas y separadas de hechos verificables, por unlado, y pura interpretacin, por el otro. Lo que hay, en cambio, es unespectro, o una continu idad": la masa misma de hechos verificables -con relacin a la solucin final determina la interpretacin global, yno al revs. Sub siste, sin embargo , la pregunta de cmo mov erse desde la crnica (Hayden White probablemente considerara el des-garrador relato de Brown ing como un a crnica) hacia los niveles bis-7 W hi te , Ha y de n , The Content of the Form: Narrative Discouree andHi s tor i cal R epr es en tat i on , Baltimore, 1987, p. 74, subrayado mo.Introduccin 1 29dicional siempre hanica excepcin alhistoria. Escribi: e regs ro u Tinco mismo para p re enr una orina construir es e n t i d o a n t e s q u e o t r a . 7Y au nque W hite ha admitido tanto los transparentes horrores delfascismo como el dilema que surge de su relativismo extremo, nuncaofreci solucin alguna antes de intentar asumir una posicin com- (,prometida en este libro..p --; litWi et

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    toriogrficos en los que los marcos interpretativos son determinan-tes, no obstante la abundancia de material disponible.Mientras que la crtica que hace Christopher Browning de Whiteadopta, en efecto, la postura de la "descripcin densa", Amos Funkens-x-( tein trata de demostrar la paradoja a la que podra conducir el rela-tivismo de White invocando el gnero retrico y polmico de la"contrahistoria". Sin embargo, l tambin debe justificar el hecho deque algunos ejercicios de "creacin de mundos" son menos arbitra-rios que otros apelando a un criterio intuitivo no distinto al deBrowning. "La realidad", escribe, "cualquiera sea su definicin, si esautntica debe 'surgir' [del relato], tal como el 'ser' heideggeriano, yal igual que ste, sin manifestarse jams en forma directa".La crtica de Perry Anderson se opone frontalmente a las catego-ras analticas de White. Al final de su examen de ZweierleiUntergang de Andreas Hillgruber, uno de los textos centrales del^". "debate de los historiadores", 8 Anderson anota:En primer lugar, la evidencia material fija ciertos lmites absolutos.Negar la existencia del rgimen o de sus crmenes est totalmentedescartado. [...] Las estrategias narrativas, para ser crebles, siempreoperan dentro de este tipo de lmites externos. En segundo lugar, sinembargo, dichas estrategias a su vez estn sujetas a una doble limi-tacin interna. Por un lado, ciertos tipos de evidencia impiden ciertostipos de entramado: no se puede escribir histricamente la solucinfinal como romance o como comedia. Por otro lado, todo entramadogenrico slo posee un dbil poder determinativo con respecto a laeleccin de evidencia. Hillgruber supo retratar legtimamente elderrumbe de Prusia Oriental como un hecho trgico; mas esa elec-cin, admitida por la evidencia, no dict por s sola toda la cadena dejuicios empricos especficos que hacen a su relato.

    Si bien las crticas a la postura de White que hasta ahora hemosmencionado optan por un abordaje epistemolgico, el apasionado8 Hillgruber, Andreas, Zweierlei Untergang: Die Zerschla udes Deutschen

    8 6.eiches und das Ende des europaischen Judentum s, Berln, 9

    alegato que hace Carlo Ginzburg en pos de la objetividad y la verddhistrica se apoya tanto en una-actitud profundamente tica comoen categoras analiticas. Ginzburg cita una carta del historiadorfrancs Pierre Vidal-Naquet en alusin a l controversia sobre laexistencia o no de las cmaras de gas en los campos nazis, .suscita-da en Francia por los "revisionistas" tales como Robert Faurisson.Escribe Vidal-Naquet:Estaba convencido de que ya haba un discurso sobre las cmaras degas de que todo haba de pasar por lo que se dice; pero ms all de eso,o antes de eso, segua habiendo algo irreductible, algo que para bien opara mal yo segua llamando "la realidad". Sin ella, cmo podramosdistinguir entre ficcin e historia?

    Y aqu volvemos, por cierto, y tal como lo advirtiera Hayden White,al ncleo "irreductible" de nuestra discuin;*aqt1.---nos enfrentamosal insorteable vnculo entre las dimensiones ticas y epistemolgicasde nuestro debate. En lugar de concentrar su crtica en los concep-tos mismos de White, Ginzburg busca descubrir los orgenes intelec-tuales de la perspectiva de White, as como sus posibles )

    Ginzburg subraya la influencia intelectual que ejerciera sobre elpensamiento de White el neoidealismo italiano, sobre todo Benedettor.Croce y Giovanni Gentile. El idealismo radiCal de Gentile, su recha-zo de toda verdad derivada de los hechos, lo condujo, en el contextode la Italia fascista (de la cual era su principal filsofo), a establecerla "efectividad" como solo criterio de validez para cualquier-interpre-tacin histrico-poltica. Segn Ginzburg, en "La poltica de la inter-pretacin histrica" White finalmente se equivoca cuando arriba adistincin entre interpretacin verdadera y mentira, y tambin l -parece confiar en el criterio de la "efectividad" como nico modo for-zoso de distincin. (En mi opinin, la postura de White es pasible delecturas diferentes en este punto.) Para Ginzburg, la influencia delfilsofo del fascismo sobre la teora histrica de White queda induda-blemente establecida. Por ltimo, Ginzburg redondea su tesis afir-mando la ms extremada oposicin al relativismo de White: incluso

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    la voz de unl solo testigo nos da acceso al dominio de la realidad his-trica, permitindonos aproximarnos a una verdad histrica.r u n topos de la narracin h istrica juda a lo largo de los siglos: laAl comienzo de su trabajo, Ginzburg analiza lo que bien puede sersupervivencia de dos testigos que relatan grandes catstrofes. Hacemenos de cincuenta aos, t o po s y realidad se hi itrico y os hechos verificables coincidieron. En loscasos referidos por Ginzburg, sobrevivieron dos testigos de las cua-renta personas que se suicidaron en masa. En el campo de extermi-nio de Belzec, sobrevivieron dos de los aproximadamente seiscientosmil judos masacrados en el lugar.La postura que H ayden White expresa en este tomo parece ser unabsqueda de compromiso, una forma de escapar a los corolariosconnotaciones ms extremos de su relat ivismo. En palabras deMartin Jay:

    En su ansiedad por no ser incluido entre aquellos que abogan por cier-to tipo de "todo vale" relativista, que podra darle argu mentos a losrevisionistas escpticos acerca del Holocausto, termina por socavar loms potente de su celebrada crtica al ingenuo realismo histrico.Pero la postura comprometida de W hite es distinta de lo qu e Jaysugiere. Jay cree en la posibilidad de llegar a un consenso dentro dela comunidad de eruditos sobre la base de un proceso habermasianode razn comu nicativa. - (A propsito, una posicin semejante nohabra de ser menos un anatema para Carlo Ginzburg qu e lacin tradicional de W hite, en tanto la verdad se establece, en defini-tiva, construyendo un consenso racional, lo cual no necesariamenteimplica docum entos y testigos.) W hite admite que no se puede usarcualquier tipo de entramado para narrar histricamente toda seriede sucesos: "En el caso de un entramado de lo acontecido durante elTercer Reich en forma 'cmica' o 'pastoral' , sin duda tendramosmotivos para apelar a 'los hechos', a fi n de descartarlo de la lista det i `relatos posibles' del Tercer Reich". La hiptesis del entramado irni-

    co, que dara pie a un comen tario metacrtico sobre entramadoscmicos o pastorales del Tercer Reich, no planteara ningn proble-ma especfico, porque suprimira la validez de dichos entramados.La cuestin es que los entramados pastorales o cmicos quedanexcluidos por "los hechos" en tan to discursps independientes y cre: 1"bles sobre esos sucesos. es ecas,y despus de todo, -resultan insostenibles cuando se consideran s uscorolarios en este contexto. Por ejemplo, qu hab ra pasado si losnazis hubieran ganado la guerra? Sin du da, habra habido una pl-tora de entramados pastorales sobre la vida en el Tercer Reich y deentramados cm icos sobre la desaparicin de sus vctinias, sobretodo los judos. En este caso, cmo definira Wh ite, que claramenterechaza toda v isin revisionista del H olocausto, un criterio ePiste-_,molgico para refutar u na interpretacin cmica de los hechos sinaludir a la "efedividad poltica"?W hite enfatiza mucho la bsqueda de una "voz" adecuada pararepresentar acontecimientos tales como el nazismo y el H olocausto, -vale decir, de un modo retrico qu e se aplique a-sucesos extrems enla era moderna. Sin adentramos aqu en una discusin de la "vozmedia" o de la "escritura intransitiva", que W hite considera el modoapropiado, me atrevera a sealar que la co nclusin de dicha bs-queda est bastante a la vista: e s la realidad y el significado de lascatstrofes modernas lo que eng endra la bsqueda de una nueva vozy no el uso de una voz esp ecfica lo que construye el significado detales catstrofes.En el segundo grupo de ensayos, la aguda dicotoma que he tratadode bosquejar se repite en torno a u n patrn de asociaciones algo mscomplejo. El texto inicial de Dominick L aCapra apu nta en diversas direcciones: la bsqu eda de nu evas categoras de anlisis histrico /2ante la solucin final (en este sentido, LaCapra est cerca de la pos-k .rica por parte de W hite); y la importancia de la posicin subjetiva del historiador para comprender cualqu ier abordaje de estos sucesos(postulado qu e necesariamente l leva al problema d e la identidad

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    puede percibir y reconstruir ex post la racionalidad perversa que losnazis utilizaban para engaar a sus vctiraas, hacindoles imposibleentender la "lgica" de sus torturadores.La segunda lnea de anlisis de LaCapra se refiere a la inevita-ble restriccin que pesa sobre el historiador al estudiar el pasadodesde una posicin subjetiva en cuanto a ese mismo pasado: y porlo tanto, asumiendo una relacin ineludiblemente transferencialpara con ese objeto de estudio. "El Holocausto", escribe LaCapra,"pone en contacto al historiador con la trapsfereinta- en la --formams traumtica imaginable, pero de un modo que habr de variarsegn la posicin del analista. El caso ser distinto, incluso median-te manifestaciones formalmente idnticas, si el historiador o el ana-lista es un sobreviviente, un familiar de sobrevivientes, un ex nazi,un ex colaborador, un familiar de ex nazis o colaboradores, un judoo alemn joven y alejado de todo trato directo con la supervivenciao la participacin, o alguien relativamente "ajeno" a todb estos pro-blemas". El "sin salida" retrico de Hayden White se ve sustituido -,aqu por restricciones psicolgicas que inevitblinente configuranel discurso del historiador, que sin embargo estn sujetas a la refle-xin personal y la "elaboracin".

    Siguiendo la misma lnea de razonamiento, Eric Santner - obSer-va en qu forms se dio la "elaboracin" o la "representacin" conrelacin al pasado nazi en el complejo proceso de recuperacin deuna ideritidad alemana, segn lo muestran el "debate de los listo-riadores" o la produccin de la serie televisiva Heimat . Pero Santnerdesarrolla la idea de elaboracin, y haciendo referencia a Ms alldel principio del placer de Freud, seala una cierta forma de lidiar (reactualizando permanentemente pequeos actos de prdida y de"redencin" de ese pasado. Segn Santner, sin embargo, este,caminono fue al fin y al cabo el que adopt la mayor parte d los alemanes,que prefiere "fetichizar" el relato del perodona -ti; en otrasevitar el dolor, optando por recdnfigurar sin riesgos sus momentos : 4ms arduos. La conclusin de Santner sugiere cul puede ser el:1 -futuras de la mayora de los alemanes:

    Introduccin I 35

    alemana, pasando por varias formas de elaborar o reprimir el pasa-do nazi, como lo muestra el trabajo de Eric Santner). El foco quetanto LaCapra como Santner ponen en el aspecto psicolgico de losdilemas de la Alemania de posguerra encuentra una tenaz oposicin( en aquellos que, por motivos crtico-ideolgicos, ven en el capitalis-mo occidental y su "racionalidad" especfica la matriz en la cual sedesarrollaron el nazismo y sus crmenes.Buscando nuevas categoras de anlisis histrico, LaCapra cues-tiona bsicamente cualquier abordaje positivista: el historiador deberepensar las categoras tradicionales cuando se enfrenta a aconteci-mientos como el Holocausto, los que a su vez pueden llevarnos a unareconsideracin aun ms radical. "No creo", escribe LaCapra, "quelas tcnicas convencionales -que en muchos aspectos son necesa-rias- siempre sean suficientes, y en cierta medida, el estudio delHolocausto puede ayudarnos'i reconsiderar los requisitos de la his-toriografa en general". Aunqe esta postura me resulta muy convin-cente, al cabo depende del desarrollo concreto del nuevo pensamientohistoriogrfico y de la posibilidad de alcanzar una conceptualizacinde las nuevas categoras requeridas por sucesos tales como elHolocausto. Dejando de lado la bsqueda de White en pos de un

    nuevo modo retrico, de una nueva forma de narrar estos eventos,51 por lo menos uno de los participantes ha intentado trabajar con unas nueva categora de anlisis histrico: me refiero a la idea de "contra-, !Irracionalidad" que propone Dan Diner.Diner extrae su concepto de la actitud propia de los ConcejosJudos al enfrentarse a las demandas y las polticas de los nazis.Dicha actitud, instigada por el accionar nazi, era incapaz, no obstan-te, de reconstruir racionalmente la "lgica" de ese accionar: "desdela perspectiva del Judenrat", escribe Diner, "[...] resulta posible lle-,gar a la conclusin de que si la racionalidad tena algo que ver con/todo eso, podra definrsela como una racionalidad 'fracturada".

    --)\Cuando el historiador observa los hechos desde la perspectiva de losJudenrte, "la sustancia misma acta en el sentido de cancelar, dedesactivar la conexin entre una suposicin de racionalidad, o lahabilidad misma de entender, y una reconstruccin dotada de senti-do". Se podra agregar, sin embargo, que el historiador fcilmente34 1 Saul Friediander

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    Acaso haya pocos motivos para tener la esperanza de que este cru cialperodo de reconstitucin nacional pu eda llegar a ser una verdaderaoportunidad de reflexionar. Reflexionar no slo sobre todas las cues-tiones referidas al derrumbe del socialismo, que de hecho son formi-dables, sino tambin sobre un ampli espectro de problemas morales,polticas y psicolgicos que no han dejado de emanar de los traumasdel nazismo y la solucin final.L a posicin de Santner est muy cerca de la de Jrgen Habermas.F orma p ar te de lo q ue p odr amos l lamar e l t radic ion al re lato maes-tro sobre e l "cam in o esp ec ia l" ( S o nd erw eg ) de la historia alemana,que con du jo a la cat strofe n az i . Ese camin o esp ec ia l sup on e p ara la

    ; Alemania de posguerra el deber de una lenta elaboracin, la que. . 5 " 1 habra de llevarla a una nueva identidad que vincule de nuevo alos alemanes con la tradiCin liberal de Occidente. Esta visin de lahistoria alemana se encuadra en una concepcin de la racionalidadcomo algo progresivo, y de hecho postula al nazismo, su ideologaexplcita y sus cr men es, como con trai in ag en absoluta de los idealesdel Iluminismo occidental.Esta p ostura p u ede ser y ha s ido atacada desde tres n g ulostotalmente distintos. Los crticos de derecha, ya sean historiadoresneoconservadores alemanes o anticomunistas extremos (sobre todoen la actual Europa oriental), apuntan a socavar las ideas de undesarrollo histrico especial bajo la forma del Sonderweg alemny de una especific idad prop ia de los crmenes de la solucin final. Susesfuerzos son , p or un lado, e l p roducto de p osturas n ac ion ales tradi-c ion ales en Aleman ia , y p or otro lado, tratan de p on er en la p alestrala magni tu d d e los c r me ne s " b o lc h e v iq u e s" , pr oponie nd o u na nu e v a

    in terp retac in g lobal de los su cesos mun diales desde 1917 ., El segundo frente de ataque es el de la izquierda, que consideraj el desarrollo del capitalismo occidental como portador general de las) polticas de opresin y exterminio en todas sus variantes y matices.El nazismo (o el fascismo en general) aparece as como un rebrotesingularmente barbrico del sistema capitalista occidental. Esteataque est ligado en muchos aspectos a la crtica posmoderna alcurso y al discurso de la modernidad.36 1 Saul Friediander

    Por ltimo, la tercera critica nace de la total desesperanza anteel proceso de la c ivilizacin, como resultado de que "Auschwitz" hayaacontecido. La 'Dialctica del Iluminismo" no da lugar, desde estaptica, a ninguna fe en e l tr iunfo final racionalidadAlgunos aspectos del segundo tipo de b'tica tienen exj iresin eneste libro. Previsiblemente, uno de los blancos principales de dichascrit icas ha sido Jrgen Habermas, o ms estr ictamente, la forma en la que se ref iere a l lugar histrico de "Auschw itz". Los crt icos de izquier-d a se e nfoc an e n la " u t i l iz ac in" q u e H ab e r mas h ac e d e " Au sc h witz " ,en su concepcin general del Iluminismo y el progreso de la raciona-lidad, y sobre todo en su e lecc in de "Occ iden te" como rep resen tan - -r

    Vincent Pecora le recrimina a Habermaa el haber,glegida,un punto '-de vista occidental, sealando que la historia de Occidefite es en smisma u n a h istor ia de op resin y de masacres , e in c luso de p ol t icas -hgenocidas: esta historia no pu ede ofic iar de referente para condenar labarbar ie n az i . Ut i l izan do la con den a de l I lumin ismo que hacen M axHorkheimer y Theodor Adorno, Pecora comparte el duro juicio de stossobre una c ivilizacin qu e elimin y e limina sistemticamente la "otre-dad" para apuntalar su crt ica de la visin habermasiana del nazismoy lasolucin final en la historia. Sande Cohen comienza con una crt i-ca similar, basndola ms especficamente en una crtica al capitalis- 'mo o cc iden tal . A la p o stura in ic ia l de Haberma s, le op on e e l d iscursol iberador del posraodernismo y la nocin del lugar de " Auschw itz" en lacivilizacin occidental propia de Jean-Francois Lyotard.El an l isis que M ario Biag io l i realiza de la "c ien c ia" n az i en los _campos parece pertenecer, illrimera vista, a otro grupo de , proble,mas. No obstan te , sus con c lusion es lo Ubican ideolg icamen te

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    Si bien no estoy de acuerdo con todas las posturas expuestas eneste libro, ninguna est tan lejos de m como para querer descartar-la totalmente. Se trata, despus de todo, de una cuestin de maticesdentro de un tema abierto y complejo. Un caso especfico es la con-vergencia de crticas izquierdistas a Habermas. En mi opinin, esascrticas no han tenido suficientemente en cuenta la propia crticaque hace Habermas de diversos aspectos de la esfera econmico-pol-' tica dominante y del continuo colapso de la racionalidad funcionalen el dominio del "mundo de la vida", el dominio de la razn comu-nicativa. Es en ese contexto general que hay que entender tanto lacrtica habermasiana de los desarrollos que se dan en la RepblicaFederal Alemana como su referencia a "Auschwitz". Pero incluso entrminos de su crtica especfica y concreta al actual proceso alemn,no se puede negar el papel intelectual y moral que Habermas hajugada-en la cultura poltica alemana en lo tocante a la relativiza-cin del pasado nazi. En ese marco, hablar de su "utilizacin" de"Auschwitz" es injustificado; en cuanto a la sistemtica referencia alos valores occidentales, a m me parece algo esencial.,i desacuerdo con esas tesis "antioccidentales" se extiende alfilme de Hans Jrgen Syberberg Hitler: Ein Film aus Deutschland.Soy probablemente ms crtico de la pelcula que Anton Kaes en suminucioso y sutil anlisis. Syberberg lanza su ataque a Occidentedesde un -ngulo neoconservador, neorromntico. Para l, Hitler esla expresin de los ms secretos deseos de la civilizacin occidental:es el producto del romanticismo pervertido, pero fundamentalmentedel envenenamiento del alma romntica a manos del racionalismomoderno y la civilizacin industrial. Hitler el cineasta, el escenifica-dor que eligi el mundo como escenario, aparece, en algunas expre-siones de Syberberg, como alguien que no es ms criminal que losproductores del supremo veneno del espritu occidental: la industriacultural de Hollywood. Para Syberberg, el nazismo es el producto yla multiplicacin homicida del impulso destructivo - de la moderni-dad. Pero la solucin final, el nazismo y la modernidad al cabo pier-

    I den todo significado cuando se los mira desde la perspectiva csmicaa la que Syberberg apela, invocando galaxias o narrando mitos sobreel origen y el fin del mundo.

    Mientras que el primer grupo de textos se ocupa esencialmente decuestiones de relativismo histrico y el segundo, de crtica ideolgi-ca (la crtica de la "ideologa alemana" y la de la "ideologa occiden-tal" con relacin a la poca nazi), el tercer grupo abarca desde losproblemas de la representacin esttica de la Sho hasta las comple-jidades de la apropiacin y la mala apropiacin de ese tipo de arte yliteratura, y al cabo, hasta algunas afirmaciones generales sobre laSho, su recuerdo, y su lugar en la conciencia actual.Muchos consideran a Syberberg un mago de la representacindel nazismo, de "Hitler", de la solucin final. Y en efecto, es el crea-dor de una cierta cantidad de discursos conflictivos, el inventor deuna cadena casi infinita de representaciones. Para Anton Kaes, apesar de algunos agudos comentarios crticos que hace sobre las pre-misas ideolgicas de Syberberg, este permanente rasgo alitudgpona- 7tructivo de la esttica posmoderna, este rechazo d la narrativa- 1 .cerrada, este implacable tanteo de las ms hondas regresiones de la -- 1imaginacin alemana, la romntica, y la occidental, exige una com-prensin polifactica, que puede resultar confusa, pero qii'e tambin :puede resultar muy significativa para encarar ese pasado.Kaes escribe:

    La mltiple codificacin posmodernista del filme, as como la posturapermanentemente osci lante del autor/realizador como bricoleur, exigeun pblico dispuesto a adentrarse en el resbaloso reino de la textuali-dad (y si se recurre a declaraciones del director que pudieran limitarel sentido potencial del filme, no se le hara justicia a la polivalenciadel principio de collage que rige la pelcula). No es una sorpresa quela proliferacin, la disyuncin y la estratificacin de sonidos e imge-nes conflictivos tratndose de un tema como el nazismo y la solucinfinal planteen un peligro. La mera cantidad da perspectivas en con-flicto (incluyendo siempre la ptica del nazi) con la que se muestia_ensimultneo cada suceso lleva, inexorablemente, a una ambivalenciaque no impide ciertas lecturas del filme (como la de los alemanes enel papel de vctimas, la nostalgia de una Heimat y la sensacin de unagrandeza perdida, etc.) que tienen claras implicancias revisionistas.[...] El espectador tiene l tarea d entablar un dilogo con el filme y

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    ras en la narrativa posinoderna , si bien dominan la esttica delfilme, no transmiten un mensaje esencialmente complejo y mltiple,sino que encubren un discurso ideolgico descaradamente agresivo.El experimento de Syberberg no h ubiera llamado mucho la aten :,cin de no ser por su tema: H itler, nazismo, solucin final. Loseala que los problemas de lmites que examinamos a u en consi erar con facilidad y en abstracto, sino que deben ser vis-tos en su contexto. Cada obra crea prob lemas que le son propios,pero la mayora de ellas parece girar de un modo u otro en torno aun cierto tipo de "verdad". Da la sensacin, por ejemplo, de queobras literarias que usan elementos alegricos para jiresentar" -Sho tienen que hacer suficientes referencias directas a los hechos"reales" para evitar la posibilidad de un divorcio total, de distaiiciaalegrica excesiva. Las novelas de Aharon Appelfeld y David ysz-- 3que a la vez tiene algo de alegora y algo de novela realista. Dicho enotras palabras, la funcin de los elementos realistas en las alegoras 'que tratan sobre la Sho (soy consciente del aspecto contradictoriode esta formulacin) parece ser distinta a la funcin qu e cumpleri enla alegora en general.Por esto, el problema de realismo qu e plantea Berel Lang no sepuede desechar con facilidad. Su argumento no es que el desafio quesupone la ficcionalizacin sea insuperable, sino "que es inevitable yque al mismo tiempo goza de fuerza inusual y de forma inusu al",41-debido al tema qu e tratamos. 'John 'Felstiner dice sobr Celan que '"nunc a estaba demasiado incmodo si tena que hablar sobre la- ver-dad con relacin a la poesa".Es m s fcil sealar obras literarias y artsticas que transmitenuna sensacin de cierta "suficiencia" a la hora de hacer qu e el lectory el espectador capten la S ho que definir los elementos que susci-tan esa sensacin. Se podra pensar rpidamente, entre varios ejem-plos muy conocidos, en las historias de Ida Fin.k o en el f i lme deClaude Lanzmann Sho. Un denominador comn sal ta a la vista: la ' -exclusin de un realismo directo, documental, y el uso de algn tipode rea l i smo a lusivo o d i s ta ncia d o. La realidad est ah, con toda surigidez, pero se la percibe mediante u n filtro: el de la memoria (dis-

    crear su propia versin de la historia nazi, que la pelcula despliegaen toda su amedrentadora complejidad.El fi lme de Syberberg es una estupenda muestra del problema de,-2 \ lmites con el que tratamos. El virtuosismo del aspecto esttico es; ta l que el espectador queda hechizado, no obstante la extremaababigiledad de los mltiples mena es euna e ente. discurso an tioccidental se mezcla con la abru -madora nostalgia en pos del romanticismo alemn, que brota conti-nua mente en la representacin del nazismo en s . Algunos de losms conocidos documentos del exterminio del judasmo europeo, dehecho, son dichos y repetidos mientras Heinrich Himmler suda y seretuerce bajo las giles manos de su masajista finlands, FelixKersten. Pero la impulsiva esttica adormece todo sentimiento dehorror, incluso cuando la fantasmal figura de un ss aparece repeti-das veces en la pantalla. En sntesis, en esta posmoderna presenta-cin del nazismo y la solucin final, la dimensin estticainevitablemente domina y apabu lla al espectador q ue carece delconocimiento necesario sobre los hechos. Y dicho sea de paso, acasosea ste el problema de cualquier representacin posmoderna delnazismo y de la Sho: la voz del autor de los hechos carga con todala fuerza del atractivo esttico; 9 las v ct imas slo cargan con e l"horror y la piedad.No se pu ede dejar de mencionar un l ibro de Syberberg querefuerza el mensaje del filme (con el agregado de una fuerte dosis deafirmaciones sobre el dominio americano-judo de la cultura alema-na de posguerra). 10 Dicho libro parece probar que las varias ruptu-

    9 Los cuadros de Anselm Ki ef er han suscitado a veces cuestiones similares alas planteadas acerca de la pelcula de Syberberg. Si bien el abordaje es casi elmismo, a m me parece que el efecto final de los cuadros de Kiefer es el opuestoal del Hitler de Syberberg. Seria til identificar los minsculos cambios de nfa-sis que hacen a esa diferencia. Sobre otros aspectos de la pintura de Kiefer rela-cionados con esto, vase Andreas Huyssen, "Anselm Kiefer: The Ibrror of History,r'r the Temptation of Myth", O ctober , 48, primavera de 1989.10 Syberberg , Ha ns J rg en , Vom Unglck unid Glck der Kunal inD eutschland nach dem le t z ten Kr iege , Munich, 1990.40 1 S au l P r ied lan der Intr o duc c in 1 4 1

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    tancia en el tiempo), el del desplazamiento espacial, el de algunaclase de margen narrativo que deja sin decir lo indecible. 1 1Aun cuando lo indecible se presenta en forma casi directa, laexistencia de dicho margen narrativo aparece como una necesidad,a fin de que nuestra capacidad de comprensin y percepcin quedecompletamente embotada, a fin de que pongamos una barrera inter-na que complemente la ausencia de distanciamiento externo. Undistanciamiento esttico semejante, externo, forma parte sin dudas de Sho, de Lanzmann. Pinsese en Simon Srebnik, uno de los dossobrevivientes de Chelmno, al regresar al lugar cuarenta aos des-pus de lo ocurrido:

    Es d i fic il de reconocer, pero era aqu. Aqu quemaban gente [...] S,ste es el lugar. Nunca nadie volvi a salir [...] Fue terrible. Nadie lopuede describir [...] Y nadie puede entenderlo. Incluso yo, aqu, ahora[...] No puedo creer que est aqu. La verdad, no puedo creerlo.Siempre fue igual de pacfico, este lugar. Siempre. Cuando quemabandos mil personas judos por da, era igual de pacifico. Nadieyrita-ba. Cada uno haca lo suyo. Era silencioso. Pacfico. Tal como ahora. 1 2

    .. ( -7("Al fin y al cabo es mi historia", de Yael Feldman, analiza los meca-nismos de apropiacin ideolgica de la Sho en la literatura israel,y se concentra en un mbito . en el que convergen la teora de larepresentacin y la-poltica de la memoria-. Para ls parmetros deeste libro, es imposible adentrarse en los detalles de la literaturaisrael sobre la Sho y confrontar la postura de Feldman. Lo que ellaprobablemente considera una transgresin manifiesta es, en mi opi-nin, un proceso mucho menos obvio: las diversas corrientes de la11 Para un anlisis de la tcnica d el desplazamiento esttico, vase en parti-cular Koch, Gertrud, "The Aesthetic Transformation of the Image of theUnimaginable: Notes on Claude Lanzmann's Shoah", October, 48, primavera de1989.12 Lanzmann, Claude, Shoah, Nueva York, 1985, p. 6. Me valgo del extractode las palabras de Srebnik que hace Shoshana Felman. Vase Shoshana Felman,"In an Era of Testimony: Claude Lanzmann's Shoah", Yale French Studies,noviembre de 1991, p. 61.

    42 1 Saul Friedlander

    literatura israel sobre la Sho expresan, me parece, - Un campo muyvasto de posturas ideolgicas.En todo caso, que la apropiacin ideolgica sea abierta no es elproblema ms inquietante. La Sho se enfrenta con un necesario eirresoluble problema de "naturalizacin", que Sidra Ezrahi ya defi-niera duramente:

    Dado que la "tierra quemada", que es el emplazamiehto de este len-guaje, no puede generar un pblico natural para ste, la cuestin dela naturalizacin se vuelve crucial. Dnde, en nuestra geografasimblica, podemos ubicar Auschwitz o el Gueto de Varsovia: enPolonia? En la Europa ocupada por los nazis? En el extenso y reso-nante espacio de la memoria juda? O en el limite metonmico de lacivilizacin occidental?

    Tanto John Felstiner como Sidra Ezrahi intentan desanudar algu-nas paradojas de dicha "naturalizacin".El anlisis que Felstiner hace de-la recepcin y apropiacin deCelan en Alemania se detiene en una situacin ms-`imponible" aun:en los colegios se recita oralmente el poema "para hacer audible lapolifona" (la cita proviene de una publicacin para docentes deAlemania), pero como dice Felstiner, "ni una frase [en el meticulosoanlisis de los elementos contrapuntsticos - en Todefugel advierteque la forma misma del poema, el ritmo y la repeticin,-tk propi-cios a las tcnicas pedaggicas, pueden de por s al imitar la maes-tra musical alemana condenar a la nacin que orquest elgenocidio". Ezrahi aborda tanto el problema general de la apropia-cin como las cuestiones especficas de la poesa de Celan y de Pagis.Evoca la existencia de un "pblico natural", el de los sobrevivientes,lo cual supone una barrera contra la apropiacin incorrecta, unacdmprnsin inmediata entre autor y lector. Pero ms all de este. (menguante) grupd, n asunto se vuelve Inabordable. Al escribir - enhebreo, Dan Pagis encontr en Israel el pblico natural, normal-mente basado en la comunidad del lenguaje y en referencias existen-ciales e histricas? La respuesta me parece elusiva. En definitiva,los versos de Dan Pagis o las historias de Aharon Appelfeld surgen

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    del ambiente hebreo y a la vez estn distanciados de l. Y en cuantoa las poesas en alemn de Celan, escritas en la Europa posterior alH olocausto, es posible que sea su repliegue hacia un lenguaje cre-cientemente hermtico lo que les asegura la inviola, ilidad ante las

    laalas interpretaciones. "Cuanto ms personal o i 'osincrsica es laescritura", escribe Ezrahi, "ms inmune ha de ser a la degradacinora y su re canon enstorm .El problema del "pblico", de su manipulacin, su apropiacin, osu rechazo de la S ho, en efecto, se puede entender en trminos msamplios. Claro que aqu volvemos a rozar los lmites que correspon-den tanto a los sucesos en s como a su aceptacin por parte delpblico. Como seala Geoffrey H artman, el aspecto "increble" de lossucesos desafa la "credibilidad del pensamiento redentor". "L a Sh ofue algo tan amenazador", agrega, "q ue la desconfianza [. . . ] l leghasta los propios sobrevivientes y se sum a l silencio del mundo.S - Cua ndo les vuelve el habla, dos frases se destacan de sus testimo-., mos: Estuve all' y 'No poda creer lo que hab a visto'."Tal "incredibilidad' va en contra del "imperativo categrico" queha dominado la existencia de todos aquellos que vivieron esos suce-sos y de muchos otros: rescatar la memoria. Como a menudo se hadicho, sa era una de las necesidades fundamentales de los prisione-) ros de los campos y de aqu ellos que llegaron a presenciar la libera-1 cin: "La necesidad de contar nuestra historia a 'los dems', de hacerque 'los dems' participen de ella", en palabras de Primo L evi, "habaasumido para nosotros, antes de la liberacin y aun despus, elcarcter de un impulso inmediato y virulento, hasta el grado de com-petir con las otras necesidades elementales". 1 3

    Mientras que el trabajo final de Geoffrey Hartman * contiene, entreotros temas, una reflexin sobre la memo ria, la contribucin de13 Levi , Primo, Survival in Auschwitz, Nueva Y ork, 1961 , pp. 5-6. CarloGinzburg cita este prra fo en el captulo 5 de este volumen.* El trabajo de H artman, ltimo captulo de la versin original de la presen-te compilacin, no fue incluido en la tradu ccin en castellano por no estar dispo-nibles los derechos de autor (N . del E.).

    Peter H aidu explora la universalizacin del significado de la Sho.Tal como se lo suele formular, en efecto, este problema tan larga- Iconsidere a la Sho un hecho excepcional o un hecho que pertenecea u na categora histrica ms amplia, eso no desdice la posibilidadde encontrarle un significado universalmente vlido. La dificultadprecisa referirse Sho a ara q ue se la entienda plenamente . LaSho posee un , excedente, no se pu ede definir ese excedente si noes mediante algn-t 9. . afirmacin general acerca de algo "que sedebera poder poner en palabras, [perol no se puede". Cada - uno denosotros trata de hallar alguna de esas palabras.En la lnea de lo que Hartman presenta como "u na parbola delltimo da", al comienzo de su trabajo, se podra apelar a u na formacasi mstica de exposicin. Alternativamente, podemo s tratar dehallar la aplicabilidad concreta de una " voz media", siguiendo la pro-puesta de White, o podemos concentrarnos, claro, en.una cierta can-tidad de modos y abordajes posibles, que aqu se analizan, con todala incertidumbre del caso. La mayor p arte de ellos probablemente esnecesaria, mas ninguno resulta suficiente. Y en torno a los intentosms extremos prevalece la ambigedad.A pesar de la importancia que se les puede adjudicar a los ensa-yos posmodernos con aquello que escapa al menos parcialmente alas categoras histricas y artsticas de representacin ya estableci-das, es probable que a lo largo de esta introduccin se haya hechovisible que la equivocacin del posmodernismo en cuanto a la "reali-dad" y la "verdad" (en definitiva, se es su relativismo fundamental)se enfrenta a cualquier discurso sobre el nazismo y la Sho con con-siderables dificultades. No puedo sino suscribir a las palabras ya'fi' citadas de Pierre Vidal-Naquet: "Estaba convencido d que [...1 todo- haba de pasar p or lo qu e se dice; pero ms all de eso, o antes deeso, segua habiendo algo irreductible, algo que para b ien o para malyo segua llamando 'la realidad'. Sin ella, cmo podramos distin-guir entre ficcin e historia?" Y en efecto: cmo no vamos a querer .acontecimientos extremos como la Sho ? Pero la verdad a la que

    44 f Saul Friedlanderntroduccin 1 45

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    apunta especficamente el discurso histrico, en este caso opuesto alde la ficcin, precisa que se mantengan abiertos tambin otros cami-nos convergentes: "Eso no anula la posibilidad de que se haga arte;al contrario, lo requiere para transmitir el hecho, para realizarlo ennuestras conciencias de testigos". 1 4El material documental en s contiene la historia de incidentesminsculos que parecen escapar a los abrumadores contornos de lacatstrofe generalizada, pero que expresan, no obstante, ese exceden-te que no se deja poner en palabras, o dicho de otra manera, que arro-ja una extraordinaria incertidumbre en la mente del lector, ms alldel significado ltimo y la "concrecin" absoluta de lo que se le infor-ma. En este caso, justamente porque los sucesos son "minsculos",parece abrirse un vaco en torno a los hechos.Lituania, a comienzos de 1942. El Einsatzkommando 3 del Einsatz-. gruppe A, al mando del coronel de la Ss Karl Jaeger, ha completadola ejecucin de aproximadamente 137 mil judos, entre los cualeshaba 55 mil mujeres y 34 mil nios. ste es el apocalptico trasfon-do. Un incidente entre otros miles aparece el 14 de enero de 1942 enel Diario del Gueto de Kovno. Dice as: "Se dio orden de que llevarantodos los perros y gatos a la pequea sinagoga de la calle Veliuonos,donde se los mat". Una nota al pie agrega un datotomplementario:"Los cuerpos de los perros y gatos permanecieron en la sinagoga de. la calle Veliuonos durante varios meses; a los judos se les prohibisacarlos". 1 5

    14 Felman, Shoshana, op. cit., p. 41.15 Tory, Avraham, Surviving the Holocaust: The Kov no Ghetto Diary,Cambridge, 1990, p. 67.

    1. Memoria aleman, interrogacin judicialy reconstruccin histrica: -escritura de la historia de los autoresa partir del testimonio de posguerraChristopher R. Browning

    Poco antes del amanecer del 13 de julio de 1942, un convoy decamiones cargados con ms de 450 hombres del Batalln Policial deReserva 101 se detuvo en la aldea polaca .de Jozefow, a unos 80 kmal sur de Lublin, la capital de distrito. 1 -Se estimaba que.esos oficia-les de reserva, todos hombres de familia, de mediana edad, y en sumayora miembros de la clase trabajadora - la ciudad deHamburgo, eran demasiado viejos como pra ser tiles al Ejrcitoalemn (la edad promedio era de 39 aos), por lo lile se los habadestacado a las unidad de reserva dala Polica del Orden. Habanllegado a Polonia menos de tres semanas antes. Esta haba de sersu primera accin importante, perq an noits haban dicho qu,ocurrira.El comandante del batalln era el mayor Willielm Trapp, un poli-ca de carrera de 53 aos de edad al que sus hombres llamaban afec-tuosamente "Pap Trapp". Cuando ya rompa el da, los reuni en unsemicrculo. Con voz ahogada y lgrimas -eri 16 ojos, se esforzostensiblemente por controlarse mientras explicaba la misin delgrupo. Tenan que llevar a cabo una tarea terriblemente desagrada-ble, dijo, ue no le gustaba, pero las rdenes provenan de las mxi-mas auto idades. Si los ayudaba en algo, deban. recordar que enAlemania las bombas caan sobre mujeres- y nios, que los judos

    1 Este relato est basado en mi libro Ordinary M en: Reserve Police Battalion101 and the Final Solution in Poland, Nueva York, Aaron Asher Books, Harper-Collins, 1992:

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    7. Representar el Holocausto: reflexionessobre el debate de los historiadores

    E l Historikerstreit o "debate de los historiadores alemanes" estallen el verano de 1986. Se ocasion a raz de un artculo del historiador Ernst Nolte, publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeiiug. 1Dos ar t cu los de J rg en H abermas ap arec idos en Die Zeit lo promo-v ieron a l ran g o de con troversia p bl ica , ya que n o de cause clbre. 2Co mo el pr opio H ab e r mas lo r e c onoc ier a , el Historikerstreit p lan temucha s cuest ion es bsicas , que iban desde la esen c ia de la w p ap ren -sin histrica hasta la forma en que se conceba a s riiisnia laRepblica Federal de Alemania. Cualesquiera fuesen sus_ motivospersnales o sus agendas, las opiniones de los historiadores revisio--nacionalista que ante todo se haca notar entre las fuerzasconservadoras, deseosas de reescribir el pasado nazi con el fin de

    1 Nolte, Ernst, "Vergangenheit, die nicht vergehen wil l", F r an kf ur t erAl lgemei n e Z ei tun g, 6 de junio de 1986. Las referencias a ese artculo bajo el ttu-lo de "Vergangenheit"se incluyen en el texto. Las contribuciones alHistorikerstrei t han sido compiladas por Ernst Reinhard Piper en "His tor ikers tre i t":D ie D okum entat ion der .Ko ntrouerse um die Einz igar t igke i t der nat ionalsoz ial is -t i schen Judenuernkhtung, Munich, Piper Verlag, 1987. Vase tambin el nme-ro especial de N e w G e r m a n C r i t iq u e , 44, primavera-verano de 1988.2 Habermas, Jrgen, "E ine Art Schadensabwicklung: Die apologetischenTendenzen in der deutschen Zeitgeschichtsschreibung", D ie Ze i t , 11 de julio de1986; trad. Jeremy Leaman en N e w G e r m a n C r i t i q u e , 44, 1988, pp. 25-39, con elttulo "A Kind of S ettlement of Damages (Apologetic 'andencies)". "Vom 5ffentli-chen Gebrauch der H istorie", Di e Zei t , 7 de noviembre de 1986; trad. por JeremyLeaman en N e w G e r m a n C r i t i q u e , 44, 19 88, pp. 40-50, con el ttulo "Concern ingthe Public U se of History". Las referencias remiten a las traducciones al ingls,y los nmeros de pgina se incluyen en el texto.

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    ofrecer una identidad germana "positiva" o afirmativa en el presen-te. ste es el contexto amplio del debate, que nos da el cdigo o elsubtexto para entender discusiones que de otro modo parecen pura-mente metodolgicas y poco relevantes.No hay que confundir el Historikerstreit con la cuestin de la"historizacin" (Historisierung) en general, aunque examinar aten-tamente este debate ayuda a profundizar en cmo tiene lugar la"historizacin" y qu funciones cumple en contextos especficos. Laidea neoconservadora de que la historia, en tanto sustituto secularde la religin, le da un sentido (Sinnst iftung) satisfactorio a aquellosque han sido desarraigados por los procesos de modernizacin sirvepara desviar la atencin no slo de los aspectos negativos del pasa-do, sino tambin de ciertos problemas modernos que no estn deltodo disociados de dilemas y dificultades anteriores. Como ya loviera Nietzsche hace tanto, la historia como sustituto de la religines un dispositivo claramente ideolgico, que juega el dudoso rol pro-videncial de proporcionar un sentido inmerecido y compensatorio.En su libro de 1988, Charles Maier formula la concepcin predo-minante que se tiene de los asuntos especficamente historiogrficosdebatidos en el Historikerstreit, concepcin con la que el propioMaier est bsicamente de acuerdo:

    La cuestin central era si los crmenes nazis fueron algo nico, untipo especfico de legado maligno, que aplastaba irreparablementetoda posible idea de nacionalidad alemana, o si fueron algo compara-ble a otras atrocidades nacionales, en especial el terror stalinista. Lasingularidad, se ha dicho, no debera ser un tema tan importante;matar sigue siendo horrendo, hayan o no otros regmenes cometidouna matanza. La comparabilidad no puede excusar a nadie. Sinembargo, se percibe correctamente a la singularidad como algo cru-cial. Si Auschwitz es reconocidamente horrible, pero horrible slocomo una muestra ms de genocidio (como lo insinan los denomina-dos revisionistas), entonces Alemania an puede aspirar a que se lebrinde la misma aceptacin nacional que no se le niega a los autoresde otras masacres, como la Rusia sovitica. Pero si la solucin finalno es comparable a nada (como lo sugieren los historiadores rivales),

    no se puede "elaborar" el pasado ni normalizar el futuro, y la nacinalemana estar contaminada para siempre, como un pozo par siem-pre envenenado. 3

    La perceptiva y equilibrada formulacin de Maier ofrece un excelen-te punto por donde comenzar cualquier discusin contempornea delHistorikerstreit. Es de notar que Maier apela a la oposicin binariaentre lo nico y lo comparable (o lo general), una de- las Oposicionesms antiguas del pensamiento histrico; y dicha oposicin cobra unsignificado esplcial si bien discutible en el contexto del debate. Elprimer prrafo de Maier tiene una estructura manifiestamente con-tradictoria: la singularidad no es el tema, la singularidad s es eltema. Creo que esa contradiccin no debilita el argumento, pero laapora que esconde debe ser sometida a anlisis. Pues puede estarindicando que se trata a la vez de deconstruir la oposicin binaria yde ver justamente cmo f ciona histrica e ideolgicamente. Ver, i 3 .cmo opera esa oposicin s necesario al examinar.cmo se codificanla singularidad y la comparabilidad en una situacin histrica eideolgicamente especfica._ Deconstruir la oposicin es necesariocuando se intenta plantear el problema en forma distintm inclusodefinir el tema "central".Yo dira que una cuestin histrica crucial si no la-cuestin cru-cial es si se le presta atencin (y cmo se lo hace) al Holocausto, 4

    3 Maier, Charles, The Unmasterable Past, Cambridge, Harvard UniversityPress, 1988, p. 1. Vase tambin el informado y lcido trabajo de Richard J. EvansIn Hitler's Shadow: West German Historians and the Attem pt to Escape the NaziPost, Nueva York, Pantheon Books, 1989, que apareci despus de que este ensa-yo estuviera casi listo. Acaso el libro de Evans se lee mejor como un complementoal de Maier, pues describe un trasfondo que el anlisis de Maier, ms agudo y con-ceptual, suele dar por sentado, y le presta relativamente poca atencin a ciertasfacetas del Historikerstreit ( c o m o el papel de Habermas), que Maier desarrolla.Evans, sin embargo, parece actuar bajo el supuesto dellie se puede contrarrestareficazmente una discusin si se aducen y se evalan las pruebas pertinentes a losreclamos. Este abordaje, obviamente necesario, no basta para tratar aspectos_menos racionales de ciertas "discusiones", como los que enfoco en mi anlisis.4 El concepto de Holocausto, claro, es problemtico. Pero estamos-en un reaen la que no hay opciones fciles, no comprometidas, o puraniente objetivas. Tal

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    o si se aparta la atencin de l en forma tal que disminu yen lasposibilidades de que se lo pu eda elaborar en algu na medida. Elintento de formular u na descripcin histrica del Holocausto pro-vee un caso limite de un problema al que se enfrentan los historia-dores en general . Dicho problema se expresa mejor, acaso, entrminos psicoanalt icos: cmo se podran gestionar relacionestransferenciales con el ob'eto de estudio or mediociertos procesos ya activos en ese objeto se repitan con variacionesmayores o menores en la descripcin del historiador? 5 El Holocaustovez sea mejor no obsesionarse con un trmino en p articular y usar diversos tr-minos limitando siempre sus alcances. Al tratar fenmenos fronterizos, inevita-blemente se corre el r iesgo de repetir la tendencia a desviarse o ha cia laelevacin sacrificial o hacia la reduccin burocrtica. No obstante, creo que hayal menos tres motivos para u t il izar el concepto de H olocausto aun si se t ieneconciencia de su ndole problemtica y no se quiere otorgarle un rango privile-giado: 1) dada la falta de trminos inocentes, H olocausto puede ser u na de lasmejores opciones en un mbito lingstico tan tenso e imposible. Incluso existela posibilidad de que al recurrir a trminos como el de aniquilacin o el de solu-cin final, se reproduzca inadvertidamente la terminologa nazi. Holocausto esa la vez menos burocr tico y menos banal que algunas otras alternativas; 2) pordiversos motivos, el concepto ha ap arecido en las palabras de las vctimas mis-mas, y hay razones rituales y ticas para respetar esa eleccin; 3) el uso ba stan-te extendido del trmino , incluyendo su uso por p arte de quienes no fueronvctimas, hasta cierto punto lo ha hecho algo de rutina y ha ayudado a contra-rrestar sus connotaciones sacrificiales sin reducirlo por completo a un clich, sibien hay que cuidarse de su papel en lo que Alvin H . Rosenfeld ha denominado"la pornogr afa del Holocausto", prom ovida en especial por la divulgacin y lacomercializacin en los medios de comunicacin. Va se "Another Revisionism:Popular Culture and the Changing Image of the Holocaust", en Bitburg in Moraland Political Perspective, ed. Geoffrey Hartman'; Bloomington, IndianaUniv ersity Press, 1986, pp. 90-102. Vase tambin S aul Friedlander, Reflectionsof Nazism: An Essay on Kitsch and Death, trad . Thomas W eyr, Nueva York,Harper & Row, 1984.

    5 Un provechoso comienzo de abordaje de este problema fue hecho porTheodor W. Adorno en "W hat Does Coming to Terme with [A u f ar bei tu ng] the PastMean?", trad. Timothy Bahti y G eoffrey H artman, en Bitburg in Moral andPolitical Perspective, op. cit., ed. Geiiffrey Hartm an, pp. 114-129. Co mo lo obser-va Adorno , "El esclarecimiento de lo que su cedi en el pasado debe operar, antetodo, contra un olvido q ue con demasiada facilidad se deja llevar bien con lo q uese olvida, y lo justifica" (p. 125). Hay q ue notar q ue el concepto de transferencia,174 1 Dominick LaCapra

    pone en c ontacto al historiador con la transferencia en la formams traum tica imaginable, pero de un modo qu e habr de variarsegn la posicin del analista. El caso ser distinto, inclusomediante manifestaciones formalmente idnticas, si el historiadoro el analista es un sobreviviente, un familiar de sobtevivientes, unex nazi, un ex colaborador, un familiar de ex nazis o colaboradores, --

    supervivencia o la participacin, o alguien relativamente "ajeno" atodos estos problemas. Ciertas manifestaciones, o incluso orienta-ciones ntegras, pueden pa recer apropiadas para algu ien en unaposicin dada, pero no en otras. (Por ejemplo, sera ridculo que yotratara de asum ir la voz de Elie Wiesel o Saul Friedlander; en cier-to sentido, no tengo derecho a esas voces; adem s, al padecer lafa l ta de una voz aceptable, me veo forzado a hacer ms c i tas ycomentarios de los que de otra forma hara.) Por lo tanto, au nquecualquier historiador pu eda tener u na "investidura" caracterstiCaen los sucesos del Holocau sto; no todas las investiduras. (o cate-xias) son iguales, ni todas las manifestaciones, retricas, o lasorientaciones estn disponibles del mismo modo para ioezdiiversoa,z,hstoradores --Es as que la forma en que se usa el lenguaje es crtica para ges-tionar una relacin transferencial. Y tambin - es,..,dt.cijiya p aradeterminar cmo se definen y redefinen las posiciones de cada suje-to. Ciertas voces no estaran disponibles para ciertos historiadores,pero seran ms posibles para otros. Pero ningn historiador debe-ra darse por satisfecho con una voz convencional, que allana o ruti-niza problemas que plantean exigencias particulares y desafosespeciales. No creo que las tcnicas convencionales que en muchos -aspectos son necesarias siempre sean suficientes, y en cierta medi-que utilizo en mi exposicin, no se basa en una simple analoga con la situacinde anlisis, sino en la idea mucho m s fuerte de qu e esta ltima es una versincondensada de un proceso transferencia! general que caracteriza a las relaciones,un proceso del cu al la s ituacin edpica es una variante. Sobre esto , vase mi"Psychoanalisis and History", en Soundings in Crit ical Theory, Ithaca, CornellUniversity Press, 1989, pp. 30-66.

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    da, el estudio del Holocausto puede ayudarnos a reconsiderar losrequisitos de la historiografa en general. Las tcnicas convenciona-les son particularmente inadecuadas con respecto a sucesos que, enefecto, son cuestiones lmite. Ante hechos semejantes el lenguajepuede colapsar, y el minimalismo puede terminar siendo la mejorforma de representacin. Aun as, sostengo que es ms factiblesealar qu es lo que no funcion que legislar sobre el enfoque aadoptar para tratar de escribir o hablar sobre el Holocausto.Adems, en este caso el silencio no es idntico a la mudez, y laforma en que el lenguaje colapsa es por s sola un proceso significa-tivo y elocuente. En cualquier evento dado, quien usa el lenguajeincluyendo al historiador se halla bajo restricciones y obligacio-nes especiales, que evita confiando en procedimientos estndar. Engeneral, se puede pensar al positivismo como un abuso del mtodocientfico, merced a que se autonomiza la dimensin constatativa oemprico-analtica del discurso de un modo que niega el problemade la transferencia. (De hecho, una forma de definirlo es como unanegacin de la transferencia.) El positivismo y las tcnicas estndarde indagacin estrictamente emprico-analtica nunca parecen msdeficientes que cuando se refieren al Holocausto. La forma en quelos historiadores deberan utilizar el lenguaje con referencia a lasposiciones que ocupan como sujetos y que tratan de fraguar es unacuestin apremiante, sin soluciones prefabricadas o exactas, y queno se puede obviar regresando a la categora del tipo. Decir esto noequivale a negar el importante papel de la objetividad; no obstante,la objetividad se vuelve una tarea ms ardua y problemtica, rede-finida con relacin al intento de contrarrestar modos de proyeccin,autoindulgencia, y partidismo estrecho en el intercambio con elpasado. (Aqu se puede recurrir a la idea "posdeconstructiva" deobjetividad, que se resiste a la absolutizacin o al rango fundamen-tal, pero que posee ciertos usos vlidos en conjuncin con el concep-to socialmente sensible y psicoanalticamente informado deposicin como sujeto.)A la luz de lo que he venido sealando, los crmenes nazis son encierto sentido nicos y comparables a la vez. Son nicos no slo por-que provocan un efecto peculiar en la gente que tiene una especfica

    relacin "de vida" con ellos y ocupa diversas posiciones como sujeto;tambin son nicos porque son hechos tan . extremos que resultaninclasificables, y conminan o incitan a guardar silencio. Pero- se loscompara con otros sucesos en la medida en que comparar es esencialpara poder llegar a comprender. El problema es cmo se lleva a caboel proceso de comparacin, y qu funciones cumple. Ver elHolocausto desde el punto de vista de la transferencia es, hasta cier-to grado, hacerlo comparable; pero el concepto de transferencia tieneel valor de permitirnos marcar las diferencias de potencial tratim-tico de los sucesos, situando al Holocausto como caso lrt; uepone a prueba e incluso puede alterar categoras y comparacionesprevias. Si se las usa en cierta forma, las comparaciones pueden ser-vir a funciones claramente igualadoras.Se me ocurre que el mayor peligro actual (al menos en el contex-to del debate de los historiadores) es que ciertas comparaciones pue-den funcionar como mecanismos de negacin que no nos permiten"elaborar" problemas. De hecho, pueden confundir engaosamentela normalidad con una normalizacin niveladora. La descripcinaparentemente 'equilibrada de una situacin fuera de equilibrioante todo la apelacin a comparaciones que muestran serenamen-te cmo se distribuye el horror en la historia puede estar codifica-da como un mecanismo de negacin que- busca la normalizacin yuna identidad "positiva" evitando o repudiando los*reqiiisitos crti-cos y autocrticos de la comprensin histrica y de -cualnier cosaque se acerque a la "normalidad". El hincapi ev. la_sipgularidadtiene la virtud de oponerse a la normalizacin y puede ser contex-tualmente efectivo en tanto estrategia acotada de inversin. Perotambin puede ser conducente a "expresar" problemas en vez de ela-borarlos. Con respecto a toda situacin sumamente traumtica (cla-ramente el Holocausto), puede que "expresarse" un peco seainevitable, y hasta necesario. Ms aun: las crtjcas al hecho dexpresarse, que a veces pueden tener validez parcial (sobre todocuando abordan el - problema del uso autolegitimador y virtuoso delHolocausto como "capital simblico"), a su vez pueden actuar refor-zando tendencias favorables a la negacin. Aun as, un panoramahistrico y crtico debera tratar de ofrecer cierta distancia para con

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    los hechos, necesaria a la hora de guardar cierto grado de objetivi-dad y perspectiva crticasUna funcin crtica de las comparaciones en la historia es la derevelar no slo semejanzas, sino tambin diferencias importantes.Las comparaciones que acentan slo la similitud son dudosas ipsofacto. A pesar de algunos desacuerdos con H abermas, Eberhard

    IIIIIda de por qu el Holocausto es nico en este sentido: "El exterminionazi de los judos fue nico porque nu nca antes un E stado, bajo laautoridad responsable de su lider, haba decidido y anunciado q ueun especfico grupo de seres humanos, incluyendo ancianos, muje-res, nios y bebs, sera asesinado hasta el ltimo de ellos, imple-mentando dicha decisin con todos los medios a su alcance". 7 Jackelsubraya aqu la importancia del antisemitismo oficial, que implica-ba u na poltica sistemtica y estatal de exterminio, dirigida contraun pueblo entero y con el propsito expresamente expiatorio de eli-minar una fu ente putativa de contaminacin.A lo largo de mi anlisis, tratar de dar mayor solidez al esque-ma qu e he expuesto. Me gustara empezar discutiendo brevementelos dos historiadores revisionistas ms prominentes: Ernst Nolte yAndreas Hillgruber. (No q uiero complicar las cosas introduciendootros revisionistas como Michael Strmer.)La premisa filosfica del anlisis de Nolte es su concepto de tras-cendencia, con el cual describe la emancipacin radical del individuo6 "Workin.g though" ("elaboracin") es la traduccin del concepto de Freuddur char bei t en . "Denial" ("negacin") o "disavowal" ("rechazo"), por supuesto, aquvale por Ver leugn un g no en su sentido vu lgar, sino en su sentido psicoanaltico,y puede implicar formas sutiles e intrincadas de evasin, a menudo gracias a

    modos relativamente complejos (aunque a veces paranoicos y circulares) de argu-mentacin. (Las formas m s sofisticadas de revisionismo no niegan simplementela existencia de las cmaras de gas.) Al "expresarse", el pasado se repite compul-sivamente como si estuv iera presente, las resistencias no se enfrentan, y la memo-ria y el juicio se ven socavados. La meta de la terapia es que se pase de la negaciny la "expresin" a la "elaboracin": un pasaje siempre renovado y muy frgil, quequiz nu nca se logre definitivamente.7 Jackel, Eberhard, "D ie elende Praxis der Untersteller", en Di e Zei t , 12 deseptiembre de 1986.

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    con respecto a la tradicin. El individuo trascendente est atomizadoy desarraigado, y precisa la historia como sustituto de la tradicinque ha perdido, en especial la tradicin religiosa. La -amedrentado-ra tarea q ue enfrenta el historiador en A lemania consiste en sumi- nistrar una respuesta vincu lante a la anoraia. , valindose de unanocin de tradicin que el individuo en busca de races y de sentido.111e;. E mtock;comparativo es un medio clave para que la propia nacin llegue a serun objeto de compromiso sostenido y un baluarte contra la amenazacomunista .en Occidente.Mediante preguntas retricas, Nolte pone a la comparacin en el .sendero ambiguamente metafisico (y quiz m gico) de hacer que loscrmenes nazis sean un derivado o una imitacin de algo ms b si-co y originario, e incluso llega a insinuar que fu eron preventivos conrespecto a la arquetpica amenaza bolchevique. Por consiguienteresucita la trillada reivindicacin de que al menos los nazis les hicie-ron frente a los bolcheviques, defendiendo por ende los intereses dela civilizacin occidental. En la idea de Vergangenheit rpasado") de_Nolte: "Acaso Hitler y los nacionalsocialistas llevaron-adelante una.accin `asitica' quiz slo porque se consideraban a s mismos y lossuyos vctimas reales o potenciales de una accin `asitica'? E lArchipilago Gu lag no era ms originario [ursprnglicher] qu eAuschwitz? El `asesinato clasista' de los bolcheviques no fue acasoel prius lgico y concreto del 'asesinato racial' de los nacionalsocia-listas? No fue un error cientfico el haberse enfocado en el ltimo yolvidar el primero, aunque es probable que tuvieran un nexo causal?"Para N olte , por lo tanto, el Gulag podra haber "cau sado"Auschwitz: los nazis lo hicieron porque los rusos lo hicieron antes, ylos nazis tenan miedo de q ue los ru sos se lo hicieran a ellos. Ladesignacin del Holocausto com6 accin "asitica" pergea la pasmo-sa proeza de proyectar la culpa fu era de los alemanes, en medio deuna difamacin ra cial que es especialmente ofensiva en vista delcontexto. La invocacin final a la ciencia es una mera tctica de pro-paganda con la q ue se intenta darle credibilidad a una imputacincausal extravagantemente especulativa e inverosmil; adems, tienereminiscencias de las tcticas nazis. Con un a consum ada falta de

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    sensibilidad, Nolte tambin afirma que la solucin final fue de pors algo no tan distinto a otros pogromos de aniquilacin en masa"excepto por la sola excepcin de la tcnica del gaseo". En un ensa-yo previo, Nolte haba llegado al absurdo extremo de sugerir que sepoda pensar la solucin final como un ataque preventivo contra losjudos y que haba sido inducida por Chaim Weizmann y su "decla-racin oficial de los primeros das de septiembre de 1939, segn lacual los judos de todo el mundo habran de pelear a favor deInglaterra".8No obstante todo esto, Nolte se apura a alertamos sobre lasnociones indiscriminadas de la "culpa" alemana, nociones queinconscientemente repiten el tipo de pensamiento con el cual losnazis se autoconvencieron de la "culpa" de los judos. Ni tampocopodramos querer negar el predominio de la atrocidad en el siglo xx.Pero Nolte insiste en dicho predominio, no tanto para enfatizar suimportancia, sino ms para mitigar ya que no evadir la conductapropia de los nazis. En virtud de su premisa (o su fijacin) segn lacual el comunismo es la causa ltima de todos los males modernos,la argumentacin de Nolte asume una estructura circular, paranoi-ca, que lo hace impermeable a la refutacin. Su argumentacintiene, adems, el rasgo distintivo de la transferencia descontrolada,repitiendo acrticamente las caractersticas de su objeto de estudio.Habermas mismo admiti que no se pueden amalgamar las opi-niones de Nolte y Andreas Hillgruber. En los dos ensayos que reunicomo libro en 1986, sin embargo, Hillgruber relativiz hasta ciertopunto el Holocausto, sobre todo mediante comparaciones, por ejem-plo, con "las prcticas de exterminio y reubicacin [Ausrottung s- undUmsiedlungspraktiken]" de Stalin. 9 El subttulo del libro deHillgruber, feamente elegido, lo delata ya en su oposicin de "la des-truccin del Imperio Alemn" y "el fin de la judera europea". Tanto

    8 Nolte, Ernst, "Between Myth and Revisionism? The Third Reich in thePerspective of the 1980s", en Aspects of the T hird Reich, ed. H. W. Koch, Londres,Macmillan, 1985, p. 27.9 Hillgruber, Andreas, Zweierlei Untergang Die Zerschlagung des DeutschenReiches und das Ende des europaischen - Judentums, Berlin, Siedler, 1986, p. 67.

    el eufemismo de "el fin" (en contraste . con "la destruccin", claramen-te enftico) como la impersonalidad de "judera" (que crea un falsoparalelismo con el Reich) dan pruebas de un proceso de normaliza-cin y rutinizacin.Hillgruber rastrea el antisemitismo en Alerritilitt, y hace notar(p. 96) la prioridad de la destruccin , de los judos en la politicanazi aun en el ltimo tramo de la guerra. En un lugar (p. 98),incluso, alude a la singularidad histrica de lo sucedido (historischeEinmaligkeit des Vorgangs). Pero insiste en que, mientras queotros seguan adelante y podran hasta ser culpables de indiferen-cia, la solucin final fue el emprendimiento distintivo de Hitler. Dehecho, en el marco de un escrito relativamente breve, Hillgruber lededica un espacio desproporcionado a la cuestin del papel deHitler en la solucin final. Ms aun, aduce que los aliados no res-pondan a los crmenes nazis, sino que estaban movidos por la pol-tica respaldada por la fuerza, y que actuaban bajo. el engao deuna falsa imagen del militarismo prusiano, la que alentabala pre-suntamente antigua aspiracin de desmembrar Alemania y des-truir su corazn, Prusia. En este sentido, Alemania fue vfctima.Durante la fase final de la guerra, los- sucesos del frente orientalfueron slo aspectos de una lucha normal en aras del dominio y deun intento heroico y desesperado de salvar tanta cultura y pobla-, pin alemana como fuera ppsible del carnicero ejrcito ruso. ParaHillgruber, el historiador debe simpatizar con los alemanes deleste, en especial con los soldados germanos que peleaban contraviento y marea en el frente oriental, unos soldados que eran vcti-mas por cuenta propia en tanto defensores de una causa que yahaba sido sacrificada a la poltica respaldada por la fuerza. Estereclamo de Hillgruber es notoriamente unilateral, ante todo si setiene en cuenta el hecho de que la continuacin de la guerra en elfrente oriental prolong a su vez las operaciones en los campos deexterminio. Lo que lo hace posible es el carcter jeneralizador yesencializante de su visin de la situacin de los soldadOs alema-nes y por lo menos en este libro las limitaciones de su investiga-cin sobre el grado de la complicidad militar en la politica nazi y delas atrocidades militares cometidas contra soldados y civiles rusos

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    en el es te . Deformando una d is t incin de Max W eber, Hi l lgrubertambin con trasta lo que con sidera la tica loablemente realista dela responsabilidad individual, propugnada por los lideres del Partido,del Estado y de la m ilicia en el frente oriental, y una tica no realis-ta de la conviccin ntima, que fu e la que movi a aq uellos que aten-taron contra la v ida de Hitler.e abo = do el estudio de H illgruber en forma selectiva, desta-cando algu nos rasgos y s in re ferirme a la cu est in re trica , tanimportante, de cmo es qu e estos se inscriben en el anlisis erudito y a veces intrincado de un historiador con una reputacin profe-sional muy slida. No obstante, hay que reconocer que por momen-tos el estudio de Hillgruber es cuestionable, aun cu ando, comparadocon el de Nolte, parece ms histrico, menos filosfico, ms autoriza-do por publicaciones previas, y por ende m s profesionalmente res-petable. (La mayora de los historiadores coincidira probablementecon H abermas en qu e la categora de Nolte no mejora por el hechode haber estudiado con H eidegger.) De hecho, para un cierto pbli-co, el enfoqu e de Hillgruber pu ede ser ms efectivo qu e el de Nolteal legitimar u na relativizacin ms cu idada y sofisticada. Por cierto,dejarse llevar por H illgruber y terminar hacindole el juego es todauna tentacin. Sin emba rgo, para entender su papel en el debate delos historiadores no alcanza con aislar y evaluar el v alor de verdadde sus tesis una por u na; tambin es preciso analizar cmo funcio-nan esas tesis en su relato. De lo contrario se corre el riesgo de des-plazar la normalizacin a la propia comprensin qu e se efecta deltexto de H illgruber y tal vez, sin qu erer, participar as de una rela-tivizacin aun ma yor.El concepto de trascendencia de Nolte es, en ciertos aspectos, elnegativo de la nocin de emancipacin e Ilustracin de la que JrgenHabermas se ha vuelto el abanderado. 1 0 A v eces , la imagen que el

    10 Bitburg forma parte del contexto mayor en e l que hay que si tuar alH i s t o r i k e s t r e i t . E n el artculo que escribi en Bitburg, Habermas prefigur algu-nos tems que luego desarrollara en la descarga que inici el debate. Vase "DieEntsorgung der deutschen Vergangenheit: Ein k ulturpolitisches Pamphlet", Di eZ ei t , 24, mayo de 1985; trad. Thomas Levin com o "Defusing the Past: A P olitico-Cultural Tract", en B i tbur g i n Mor al an d P ol i t i cal P er s pect i ue, op. c i t . , pp. 43-51.182 1 Dominick LaCapra

    propio H abermas t iene de s y su recepcin de la tradicin de laracionalidad crtica q ue procura defender lo inducen a caricaturi-zar crt icos mayores de esa tradicin (como Jacq ues Derrida, enquien H abermas equivocadamente ve un mero mst ico, un anrqui -co opositor de la razn); dichos crticos lo llevan, adems, a hacerconcesiones slo con versiones bastante restringidas de ideas que sedesvan de la racionalidad sin meram ente negarla (como e incon s-ciente freudiano). Pero la intervencin de Habermas en elH is tor iker s t r e i t le ha permitido mostrar su mejor cara, incluso for-mulando de forma ms contu ndente algunos de sus argumentos fun-damntaes __En una de sus intervenciones, Habermas propone una sorpren-dente formulacin de la relacin entre responsabilidad colectiv y elpapel pblico de la memoria:

    En Alemania tenemos la obligacin aun si nadie m s est dispues-to ya a asumirla de mantener vivo el recuerdo del sufriminto deaquellos que murieron a manos de alemanes; y debemOs mantenerlovivo pblicamente, no slo en nu estra mente. Esos muertos t ienen;ante todo, el derecho a reclamar el frgil poder anam.nsico de unasol idar idad qu e qu ien es n ac ieron desp us s lo p ueden e jercermediante la memoria, que siempre se renueva, que a menudo se des-espera, pero qu