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Faventia 25/2, 2003 179-199 RESSENYES En su Demystifying Mentalities (1990), Geoffrey E. R. Lloyd, como siempre a tra- vés de su lúcida y estimulante pluma, nos recomendaba a los historiadores —en un sentido amplio y multidisciplinar— un con- sejo estratégico, a saber: que sería mucho más productivo ver el problema de las men- talidades mejor en términos sociológicos que no puramente psicológicos. Esta ya no tan nueva manera de hacer historia se nos muestra como sumamente atractiva, suge- rente, pero a la vez no está exenta del pro- blema de su validez y utilidad. Reconstruir la urdimbre de los procesos y mecanismos de pensamiento, del conjunto de creen- cias de un grupo en el seno de una sociedad y en un momento histórico determinado requiere, quizás, de dos de las recomenda- ciones del método cartesiano, evitar la pre- cipitación y la prevención. Sin olvidar tam- poco que la tarea se complica cuando aparece el problema de lo que los antro- pólogos han llamado las diferencias entre las categorías mentales de los actores y de los observadores. Por supuesto, cuenta con toda la razón el Dr. Requena cuando afir- ma que la racionalidad moderna no tiene ningún derecho a despreciar como anec- dóticas o fruto de la irracional superstición el acervo de creencias que no acepta, com- parte o entiende, pero tampoco es menos verdad que es con la única racionalidad con que contamos y ahí, sin duda, planea una limitación hermenéutica. Sin embargo, tuviese o no razón Lévy-Bruhl cuando afir- maba que todos los seres humanos tene- mos las mismas categorías mentales, lo cierto es que los resultados inapelables de una escuela historiográfica como la fran- cesa de los Annales ha de animarnos, por fuerza, a reconstruir lo que Lucien Febvre llamó el outillage mental de los grupos sociales, esto es, de aquellos hombres y mujeres que fueron protagonistas de la his- toria, desde el estamento o clase social al que les tocó en suerte pertenecer, de sus creencias e ideas, de los presupuestos cons- cientes e inconscientes y de la estructura de creencias que condicionaba sus formas de pensamiento y que interactuaban con unas formas de sociedad. Miguel Requena, profesor en el Departamento de Historia de la Antigüedad y de la Cultura Escrita de la Universidad de Valencia, aceptó el reto de atrapar en la red a las proteicas mentalidades cuando esco- REQUENA, Miguel. 2001. El emperador predestinado. Los presagios de poder en época imperial romana. Madrid: Fundación Pastor de Estudios Clásicos, 2001, 225 p.

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REQUENA, Miguel. 2001.El emperador predestinado. Los presagios de poder en época imperial romana.Madrid: Fundación Pastor de Estudios Clásicos, 2001, 225 p.

En su Demystifying Mentalities (1990),Geoffrey E. R. Lloyd, como siempre a tra-vés de su lúcida y estimulante pluma, nosrecomendaba a los historiadores —en unsentido amplio y multidisciplinar— un con-sejo estratégico, a saber: que sería muchomás productivo ver el problema de las men-talidades mejor en términos sociológicosque no puramente psicológicos. Esta ya notan nueva manera de hacer historia se nosmuestra como sumamente atractiva, suge-rente, pero a la vez no está exenta del pro-blema de su validez y utilidad. Reconstruirla urdimbre de los procesos y mecanismosde pensamiento, del conjunto de creen-cias de un grupo en el seno de una sociedady en un momento histórico determinadorequiere, quizás, de dos de las recomenda-ciones del método cartesiano, evitar la pre-cipitación y la prevención. Sin olvidar tam-poco que la tarea se complica cuandoaparece el problema de lo que los antro-pólogos han llamado las diferencias entrelas categorías mentales de los actores y delos observadores. Por supuesto, cuenta contoda la razón el Dr. Requena cuando afir-ma que la racionalidad moderna no tieneningún derecho a despreciar como anec-

dóticas o fruto de la irracional supersticiónel acervo de creencias que no acepta, com-parte o entiende, pero tampoco es menosverdad que es con la única racionalidad conque contamos y ahí, sin duda, planea unalimitación hermenéutica. Sin embargo,tuviese o no razón Lévy-Bruhl cuando afir-maba que todos los seres humanos tene-mos las mismas categorías mentales, locierto es que los resultados inapelables deuna escuela historiográfica como la fran-cesa de los Annales ha de animarnos, porfuerza, a reconstruir lo que Lucien Febvrellamó el outillage mental de los grupossociales, esto es, de aquellos hombres ymujeres que fueron protagonistas de la his-toria, desde el estamento o clase social alque les tocó en suerte pertenecer, de suscreencias e ideas, de los presupuestos cons-cientes e inconscientes y de la estructura decreencias que condicionaba sus formasde pensamiento y que interactuaban conunas formas de sociedad.

Miguel Requena, profesor en elDepartamento de Historia de la Antigüedady de la Cultura Escrita de la Universidad deValencia, aceptó el reto de atrapar en la reda las proteicas mentalidades cuando esco-

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gió como tema de tesis doctoral el análisisde los presagios de poder en época imperialromana, trabajo académico que fue defen-dido con el título La concepción sociológi-ca del poder en el imperio romano: losomina imperii, y que fue dirigido por unaugur experimentado, el Dr. Francisco JavierFernández Nieto.

La mención de que el trabajo que pre-sentamos parte de una tesis doctoral esintencionada. Por un lado, porque debe-mos fijarnos que en su título se recoge pru-dentemente el sabio consejo de Lloyd, asaber, mejor enfrentarse a las mentalida-des desde la sociología que desde la psi-cología —creo que ha sido precisamentelo contrario lo que a veces ha extraviado aalgún que otro acólito de la escuela deParís. Por otra parte, Miguel Requena hasabido enhebrar con un discurso placente-ro y renovado la retórica de un trabajo detesis doctoral, que el academicismo enri-quece en la precisión pero que lastra ine-vitablemente en la fluidez de la prosa, esdecir, que el autor no reproduce aquí unatesis, sino que ha sabido acercar al lectorsu sugerente interpretación de los presa-gios de poder con el estilo necesario paratrascender, con rigor, las paredes de loscenáculos académicos, sin precipitación,decíamos más arriba, pero evitando tam-bién en la extracción de conclusiones aque-lla prevención obsesiva y medrosa quedecía Goethe lo convertía a menudo en unenfermo de indecisión. Un trabajo de inves-tigación como éste ha de ser prudente, perotambién armarse de la audacia necesariapara aportar algo nuevo, y eso la lecturadel libro lo corrobora sobradamente, asaber: las formas de recepción entre lossúbditos del príncipe de su programa ideo-lógico y de los avatares vinculados al ejer-cicio de su poder.

El emperador predestinado, un bello títu-lo sugerido por un miembro del tribunal queen su día juzgó la tesis doctoral, el Dr. MarcMayer, posee, más allá de otras virtudes queiremos destacando en su momento, el méri-to de reivindicar la utilidad de una fuente

ciertamente investida hasta hace bien pocotiempo de escaso crédito y valor: la HistoriaAugusta. No es éste, sin embargo, el únicomanantial en el que bebe el autor para desen-trañar el significado de los presagios depoder —ahí están las Vidas de los doceCésares de Suetonio, entre otros—, perocreo que el autor demuestra sobradamentecómo uno de los elementos al que más vecesse ha recurrido injustamente para restar cré-dito a la Historia Augusta, los omina impe-rii, no son la prueba de la ínfima calidad yfiabilidad de la información transmitida pordicha obra, un mero calco de un modelo lite-rario del pasado, sino el reflejo de una rea-lidad histórica y contemporánea al empera-dor biografiado.

El libro está compuesto por cuatro capí-tulos, correspondientes respectivamente yen este orden a los emperadores Vespasiano,Antonino Pío, Alejandro Severo y Augusto.Puede resultar chocante, a primera vista,que se coloque a Augusto al final del tra-bajo, pero las razones del autor, como sepuede comprobar tras la lectura, no son des-cabelladas: el fundador del imperio es elemperador al que se le atribuyen más ominay los más complejos, por lo que acaba porresultar muy sabio el criterio de ordenación,ya que cuando nos adentramos en las pági-nas en donde se analizan los presagios a élrelativos contamos ya con un bagaje quenos ayuda en el esfuerzo hermenéutico.Asimismo, cada capítulo se articula a tra-vés de la siguiente vertebración: un desa-rrollo y crítica de las teorías emitidas sobrecada presagio y el análisis individualizadode los mismos; un examen comparativo delpresagio en cuestión y los otros omina atri-buidos al mismo emperador; la posible rela-ción del presagio con el contexto político ysocial de la época; y, finalmente, un estu-dio de la cronología interna de cada relatoominal.

Las conclusiones que se nos brindan sonsumamente reveladoras. En primer lugar,la idea de que los relatos ominales son, ensu mayoría, un reflejo deformado del pro-grama ideológico imperial, proyectado

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hacia la población a través de los canalesoficiales, pero —y aquí creo que se encuen-tra el hallazgo más destacable de la investi-gación— asimilado y adaptado al utillajemental de una población que hace suyo, yde una manera comprensible, dicho pro-grama, encajándolo en unas categorías men-tales más próximas e inmediatas a su expe-riencia vital. Formas de recepción que,según el autor, no son exclusivas de lacultura greco-latina, sino que formaríanparte de los ritos cultuales y de investidurapropios del ámbito indoeuropeo o medite-rráneo. Ciertamente, se recogen paralelosorientales —por citar un ejemplo, de lospersas—, pero quizás habría que extremaraquí la prudencia y someter a cuarentenalos relatos ominales relativos, por ejemplo,a un Ciro o a un Darío y desvelar si son elreflejo de una tradición indoeuropea o, con-trariamente, una simple interpretatio grae-ca de un presagio mal entendido. Subrayoque recomiendo la prudencia interpretati-va, que no el escepticismo, y para nada des-miento —sería una insensatez— que lospresagios de poder u otros relatos omina-les formen parte de un acervo común indo-europeo, sino que creo que se impone comoimperativa la autopsia de las fuentes clási-cas cuando nos explican y narran los nómi-ma, la mentalidad, la ideología, la religión,el derecho o muchas otras de las manifes-taciones del espíritu de la alteridad. No esese, por supuesto, el cometido del trabajodel profesor Requena, quien además, comopor ejemplo en el caso del emperadorAlejandro Severo y la novela sasánidaKarnamak i Artaxser i Papakan, acostum-bra a trascender el ámbito de las fuentesclásicas cuando busca paralelos más alládel mundo greco-romano, evitando así elque ha sido no pocas veces, y hasta no hacedemasiado tiempo, el vicio de una histo-riografía helenocéntrica o demasiado ape-gada a la superior fiabilidad de una fuentede época romana frente a un documento deprocedencia oriental.

Por el libro desfilan toda una plétorade prodigios fabulosos que, como el autor

demuestra inapelablemente, forman partede la figura, el programa político y el con-texto histórico de los emperadores men-cionados. Así, se transforma un programaideológico imperial adaptándolo a las cate-gorías mentales de una conciencia colec-tiva muy influenciable por el crecimien-to extraordinario de árboles y plantas, porfenómenos astronómicos o meteorológi-cos o por la presencia de animales quesimbolizan el poder real. Palmeras, come-tas y rayos, serpientes, caballos y leones,pero también objetos depositarios delpoder soberano como cetros, paladios, dia-demas y púrpuras se enhebran como sím-bolos en unos relatos ominales de rai-gambre popular, de un pueblo que sientecomo incuestionable la vinculación deldestino de un hombre, de un emperadory de una comunidad a la naturaleza vivay dinámica en la que se mueven. Seimpone, pues, engarzar la legitimación delpoder con el ritual, la investidura con elculto y tras ese vínculo no se amaga laintención de quien redacta un programaideológico imperial —o al menos no tansólo—, sino la mentalidad de un pueblono sólo más sensible y sugestionable conlos mirabilia o los prodigia, sino necesi-tado también de hacer suyo un programaideológico a través de unos omina verte-brados por unas fuerzas vivas, mágicas,que vayan más allá de la frialdad lapidariao broncínea de unas res gestae divi augus-ti y que se ajusten mejor a sus creenciasy supersticiones. Esa manifestación de lacultura popular, incluso sin entender yasu significado, será después recopiladapor los historiadores, ordenándola crono-lógicamente y no sin un cierto despreciointelectual del que ve en ella la improntade lo meramente anecdótico o supersti-cioso.

El lector ávido de más relatos ominalespodrá satisfacer su curiosidad intelectualcon la lectura de un trabajo complementa-rio del mismo autor y que en breve verá laluz: Lo maravilloso y el poder. Los pre-sagios de imperio de los emperadores

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Aureliano y Tácito en la Historia Augusta.Pero si tuviésemos que resumir en uno elmérito de El emperador predestinado seríael que su autor haya sabido hacer suyas —y, gracias a él, nuestras— las palabras deMarc Bloch: consideré que podía hacerse

historia con lo que hasta entonces no eramás que anécdota.

Manel García SánchezUniversitat de Barcelona

CEIPAC

MARTÍN, José Carlos. 2003.Isidori Hispalensis Chronica.Isidori Hispalensis Opera. Corpus Christianorum, Series Latina CXII.Turnhout. Brepols Publishers. 310 p. + 239. ISBN 2-503-01121-7.

José Carlos Martín Iglesias nos ofrece la edi-ción de la Crónica de Isidoro de Sevillacomo resultado de su trabajo de tesis doc-toral por l’École Practique des Hautes Étu-des, IVe section, dir. F. Dolbeau. Hay queagradecer a la editorial Brepols que hayatenido la habilidad de publicarlo en su pres-tigiosa colección de textos cristianos medie-vales (Corpus Christianorum), que ha aco-gido en su prensa no sólo una composiciónimpecable de la edición del texto latino (sicen la p. 13*, para una palabra en griego inin-teligible), sino también un amplio estudiode introducción (en francés) y unos exhaus-tivos índices analíticos.

En las páginas preliminares queda justi-ficada la necesidad de esta publicación: lahabían pedido especialistas en san Isidorotan conscientes como Manuel Díaz y Díazy Jacques Fontaine, pero también, en ciertomodo, Theodor Mommsen, el autor de laúnica edición científica hasta el momento(Berlín, 1894), ya que había reconocido unode los problemas de este texto sin llegar asolucionarlo: la distinción clara entre las dosredacciones del mismo y su relación con elepítome de la Chronica que aparece enEtymologiae V, 39. Martín se propone, pues,esta finalidad, junto a otros dos deberes nomenos importantes: el problema de la tradi-ción de los manuscritos y el problema de lasfuentes que inspiran el texto.

Creo que del estudio de Martín se puedededucir cuál ha sido la evolución de su tra-

bajo, cosa que prueba la claridad con que haempleado el método que ha elegido. Acep-tada la hipótesis de la existencia de dosredacciones de la crónica isidoriana, el filólo-go se ha ocupado, en primer lugar, de locali-zar y clasificar los manuscritos que contienenel texto. Ante 118 manuscritos más unatraducción en francés medieval (ms. s. XIV),dos impresiones renacentistas (Roma, c. 1474 y Turín, 1593) y la mencionada edi-ción de Mommsen, el autor ha decidido tra-bajar, al lado de tales ediciones, con los quehan sido fechados entre los siglos VII y X (entotal 27 mss.), más otros tres (ver p. 56), losllamados r, F, a, posteriores, pero halladossignificativos para el estudio de la tradición.En suma, la fijación crítica del texto se habasado en 31 manuscritos seleccionados,básicamente, por el criterio cronológico.

Hay que señalar que uno de los méritosde esta edición es el haber añadido 37manuscritos a la relación que había dadoMommsen. Y hay que reconocer tambiénque el autor ha hecho explícitas críticas a laedición anterior (las más importantes, ya lashemos señalado, son el no haber distinguidolas dos redacciones ni haber estudiadoexhaustivamente las fuentes). Martín tam-bién hace explícita la deuda que le debía almaestro alemán, puesto que este estudio hacesospechar que tal edición ha sido su libro decabecera durante algunos años. Por ejem-plo, Martín ha mantenido con siglas enmayúsculas la asignación que Mommsen

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había dado a los manuscritos, mientras quelos que él aporta en esta edición han sidollamados con letras en minúscula. En senti-do estricto, cada una de las entradas de estasminúsculas en el aparato de variantes resul-ta ser una crítica a la edición anterior. Dichode otro modo, su edición recoge la edi-ción de Mommsen, lo cual deberá ser con-siderado como otro mérito de este trabajopor quienes lo utilicen como edición crítica.

Clasificados los manuscritos y elegidoslos que conformarán su edición (ver el cons-pectus siglorum, ubicado, correctamente, enla cabecera del texto latino, p. 2-3), Martínconforma tres grupos: llama C-I a la prime-ra redacción isidoriana de la Chronica, com-puesta hacia el año 615-616 (22 mss.). C-2se corresponde con la redacción definitiva,según Martín, compuesta hacia el año 626por el mismo san Isidoro (4 mss). Sin embar-go, descubre una redacción intermedia entreC-I y C-2 transmitida en 5 mss. Esta redac-ción intermedia, próxima a C-2, resultaráimportante para explicar el epítome de Etym.V, 39. Llegamos, pues, a una de las conclu-siones más contundentes de este trabajo: elautor ha decidido editar separadamenteambas redacciones en páginas paralelas y noconsiderar C-2 como una amplificación ocorrección de la primera redacción.

Así pues, la edición del texto latino reser-va las páginas pares para la edición de C-1,con los manuscritos que la contienen y laspáginas impares para la edición de C-2, igual-mente con los manuscritos respectivos máslos de la versión intermedia. Creo que estadecisión es destacable y acorde con criterioscientíficos. Está traída con un rigor extremo(por ejemplo, el autor recoge en el aparatocrítico variantes gráficas para los sustantivos).El stemma codicum que ha diseñado en elestudio preliminar funciona en la práctica delaparato crítico. Sin embargo, en mi opiniónse demuestra una vez más que la edición crí-tica de un texto es una hipótesis de trabajo.

Ya que he tenido la osadía de referirmeal proceso de redacción de este trabajo, creoque puedo arriesgarme a expresar una obser-vación que me ha suscitado esta lectura: si

la mayoría de manuscritos de las redaccionesintermedia y definitiva (C-2) se encuentrano son manuscritos centroeuropeos, ¿no esposible que tal redacción sea una modifica-ción del texto ajena al control del autor?Hablar, pues, de redacción y de recensiónparece una hipótesis de trabajo. Creo que lavinculación de C-2 con el epítome de lasEtimologías sigue creando muchas dudas;sin embargo, esta vinculación ha sido unaprueba para reconocer en san Isidoro el res-ponsable de la segunda redacción. Pongamospor ejemplo una de las diferencias másrepresentativas entre C-1 y C-2, según seña-la Martín: el prólogo de C-1 limita el tiem-po de la cronología en Sisebuto (C-1 inc. 2«usque ad Augusti Eracli uel Sisebuti regisprincipatum»), mientras que C-2 se alargahasta Suintila (C-2 inc. 2 «usque ad AugustiEracli uel Suinthilani regis principatum»).La edición del epítome que hallamos enEtym. V, 39, 42 [por la edición de J. OrozReta - M.A. Marcos Casquero (BAC,Madrid, 1993)] dice que llega hasta Sisebuto,lo cual relaciona al epítome más claramen-te con C-1 que con C-2. Las pruebas queMartín alega para demostrar que (la redac-ción intermedia de) C-2 influye en el epíto-me son convincentes, sin embargo puedenhallarse otras variantes como la anterior quemantienen la vinculación con C-1.

No quiero dejar de reseñar el estudio delas fuentes, ya que ha sido otro de los obje-tivos de este trabajo. Efectivamente, el índi-ce de autores demuestra que la influencia desan Eusebio y san Jerónimo, como tambiénsan Agustín, han sido claves para sanIsidoro. De aquí habrá que corroborar aspec-tos culturales de la tradición medieval. Elíndice de fuentes es muy completo y, cohe-rentemente, quiere distinguir si la influen-cia de un autor ha sido sobre una u otra delas redacciones. Hubiera sido útil un índicede lugares y de nombres.

Óscar de la Cruz PalmaUniversitat Autònoma de Barcelona

Departament de Ciències de l’Antiguitat i de l’Edat Mitjana

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FIDORA, Alexander; NIEDERBERGER, Andreas. 2002.Vom Einen zum Vielen: Der neue Aufburch der Metaphysik im 12. Jahrhundert(Eine Auswahl zeitgenössischer Texte des Neoplatonismus).Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann (Texte Philosophie). XLVII + 178 p. ISBN 3-465-03209-8.

Es bien sabido que las historias de la filo-sofía están repletas de tópicos. En cuanto ala Edad Media, uno de los lugares comu-nes más difundidos y al mismo tiempo másdistorsionados sea tal vez la opinión que,tan sólo a partir del siglo XIII y de su recep-ción e interpretación sistemática del Corpusaristotelicum, la filosofía llegó a afirmarsecomo ciencia autónoma frente a la teolo-gía. De esta suerte, en la percepción delMedioevo, los siglos anteriores al XIII, ysobre todo su inmediato antecedente, elsiglo XII, han estado, por así decirlo, tanoscurecidos por la gigantesca sombra quelas grandes figuras, como santo Tomás, vol-caron sobre ellos, que muy pocos son aúnlos trabajos sobre el tema que demuestrenla originalidad filosófica de esta época. Elpresente volumen da un impulso decisivopara remediar precisamente este puntomuerto de nuestra percepción mostrandocómo ya en el siglo XII, es decir, antes dela entrada fulminante del Estagirita en elmundo latino, se desarrollan unas teoríasauténticamente metafísicas en el contextode la discusión neoplatónica sobre la pro-cesión de lo Múltiple (el mundo) a partirdel Uno, su primera causa.

Con este fin, Fidora y Niederberger hanreunido, en versión original latina y níti-da traducción alemana, una interesantísi-ma serie de autores y textos del XII acercade dicha discusión neoplatónica; textos,todos ellos, injustamente caídos en el olvi-do. La antología comienza con fragmen-tos del comentario de Thierry de Chartresal Génesis, interpretando la «ratione phy-sice». Sigue un sermón filosófico del cis-terciense Isaac de Stella cuyas considera-ciones metafísicas (que anticipan laanalogia entis) se testimonian contunden-temente contra el supuesto antiintelectua-

lismo de su orden. El siguiente autor,Arcado de San Víctor, perteneciente a lafamosa Abadía parisiense homónima,introduce una sugestiva perspectiva en latemática de lo Múltiple y lo Uno, en tantoque no sólo niega que la creación sea una,sino también que sea múltiple, reservan-do ambas calificaciones para su creador.Tras éste, nos apostamos al Liber de cau-sis (traducción alemana de los citadosautores y reseñada en Faventia 24/1(2002), p. 234-235), que se nos presentacomo un texto traducido del árabe al latínen la ciudad de Toledo, y cuya influenciaen la metafísica tomista será enorme. Entreotros documentos toledanos se ofrecen elDe unitate de Domingo Gundisalvo, queestá entre las obras más comentadas delgran arcediano, así como el Libro de losXXIV filósofos —curioso relato de unencuentro entre veinticuatro filósofos,quienes aportan su particular definición deDios. La antología se cierra con Alano deLille, el doctor universalis y su Regulaecaelestis iuris.

Frente a estos textos, que aquí por faltade espacio tan sólo hemos podido mencio-nar brevemente, los autores apuntan, en subien documentada introducción así comoen los respectivos comentarios con queapostillan el final del libro, a una marcadatendencia en las reflexiones del siglo XII,las cuales parten de lo que Fidora yNiederberger llaman «pensar la fe», esdecir, la teología en sentido estricto parallegar a un nivel más elevado: «pensar loque significa “pensar la fe”». Fidora yNiederberger observan un concepto demetafísica trascendental (en sentido kan-tiano), en referencia a que los autores delXII no se preguntan ya por la fe misma —o, mejor dicho, no exclusivamente—,

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sino que se preguntan, ante todo, por lascondiciones de la posibilidad de pensar enesta fe. ¿Cuáles son las estructuras ontoló-gicas y gnoseológicas que vuelven posiblehablar de la criatura, de la creación en sutotalidad y de su creador? He aquí la pre-gunta metafísica que, como muy biendemuestran los autores, ya mueve a los filó-sofos del siglo XII. Claro está que esta cues-tión no es del todo análoga a la preguntaque dominará las discusiones metafísicasdel siglo venidero: el ens in quantum ens.Pero, ciertamente, la metafísica entendidaexclusivamente como ontología, no puedey no debe sustituir a la metafísica comociencia trascendental.

En resumen, Fidora y Niederberger coneste libro no tan sólo presentan una colec-

ción de textos que son de una inmensariqueza y belleza tanto conceptual como,por cierto, también literaria —y que, ade-más, hacen justicia a la aportación hispá-nica en filosofía medieval—, sino que, yaquí está su mayor mérito, dan una visiónsistemática de las intrincadas relacionesentre filosofía y teología en el siglo XII lle-gando a un concepto de metafísica que —contra todos los tópicos— nada ha per-dido de su actualidad.

Jordi Pardo PastorARCHIVIVM LVLLIANVM

Universitat Autònoma de Barcelona e Instituto Brasileiro de Filosofia e

Ciência Raimundo Lúlio («Ramon Llull»)[email protected]

VIDAL-NAQUET, Pierre. 2002.El món d’Homer. Breu història de la mitologia grega.Trad. catalana: Barcelona, Editorial Empúries, 108 p.ISBN: 84-7596-868-6.

L’èxit rotund de l’edició original francesad’aquest llibre (publicat l’any 2000) ha estatconfirmat fa poc per una autèntica forrollaentre el públic transalpí arran de la versióitaliana. Ara caldrà veure si l’esforç de laBiblioteca Universal Empúries es veuràrecompensat d’alguna manera, havent posaten un català digníssim (s’han manllevat lescites de l’Odissea de la traducció de CarlesRiba), per haver pres una més que lloableiniciativa editorial.

No hi pot quedar lloc per al dubte. Tenimal nostre abast una obra que l’il·lustre his-toriador i humanista de renom internacionalsembla haver escrit més amb el cor que noamb una biblioteca a la seva esquena: el lli-bre no només va dedicat als seus néts, s’a-dreça «als lectors de totes les edats» i a totsens diu «m’agradaria que compartíssiu… lajoia que m’han donat, que encara em donen,aquestes dues epopeies» (p. 10).

I doncs, què ve a explicar un dels màximsexperts en la societat i pensament de l’antiga

Grècia en aquestes pàgines? Val la pena, ensdemanem, posar-se dins les aigües —cadacop més procel·loses— dels poemes homè-rics sense que cap estudiós primfilat o pri-moter no vulgui trobar ocasió per a polemit-zar i vanar-se alienis bonis? La resposta dePierre Vidal-Naquet és contundent i del totassenyada. Ell n’ha fet una selecció divul-gativa però tampoc no s’ha vist impedit pera tractar les grans qüestions —eternamentobertes— que sorgeixen a l’hora d’interpre-tar aquella societat de guerrers (la gran pro-tagonista de les epopeies), la geografia o llurscostums. A més a més, entre els punts cen-trals del llibre es troben els temes de la mort(qui no s’ha sentit interpel·lat d’una o altramanera després de llegir el cant XI del’Odissea?), els déus, la dona, els joves: quantal tema religiós, Homer no està lligat a cap«ortodòxia» ni pledeja amb els déus; pel quefa al paper de les dones, Vidal-Naquet recor-da que és Penèlope qui motiva el retornd’Ulisses, és Nausica qui el descobreix des-

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valgut a la platja i pensa en el matrimoni, ésla vella dida qui el reconeixerà a palau… Elsefebs que s’inicien en el món adult van d’uncostat a l’altre, talment Telèmac que refun-da la ciutat convocant l’assemblea.

I de la poesia i del poeta, què ens en diuHomer? Vidal-Naquet afirma que Homerinventa el monòleg interior quan Hèctor had’enfrontar-se contra el seu enemic. LaIlíada és l’inici de la poesia èpica, per béque es pugui suposar que altres poemes vanexistir abans. I els nostres relats d’aventu-res no són menys lineals que l’Odissea. Mésencara, tot continuant amb els paral·lelis-mes de composició poètica, deixem a l’au-tor mateix la comesa d’enllestir aquestpaper: «Kosovo és una plana habitada prin-cipalment per albanesos, però té un paperimportant en l’imaginari del poble serbi,com es va comprovar encara a la primaveradel 1999. En aquesta plana, un exèrcit decristians serbis i albanesos, dirigit pel prín-cep serbi Llàtzer, es va enfrontar el 1389,

1. Sobre esto, vid. e. g. D. NÖRR, «Spruchregel undRomanistische Abteilung, LXVIII, 1972, p. 18 s

al lloc anomenat el Camp de les merles,amb un exèrcit turc otomà comandat pelsoldà Mourad. Els dos caps d’exèrcit vanser morts, però els turcs en van ser els ven-cedors. No obstant això, amb aquesta bata-lla va néixer una tradició èpica. Els bardsèpics, als cafès de la regió de Novi Pazar,recitaven versos a milers i sabien de memò-ria gegantines epopeies que posaven enescena els combats entre serbis i otomansi, sobretot, la batalla del Camp de les mer-les. Aquests poetes eren analfabets. Und’ells fins i tot era cec. Un autèntic mira-cle. A més a més, quan se’ls ensenyava allegir, perdien les seves facultats poètiques»(p. 101). Sembla, doncs, que hi ha trets del’ànima grega —altrament dit amb un nompropi, Homer— que no són irrepetibles;però, fins quan?

Ramon Torné i TeixidóIES Matadepera (Barcelona)

[email protected]

VICÉN ANTOLÍN, Carlos. 2002.Diccionario de expresiones y términos jurídicos latinos.Barcelona, 2ª edición.

Este diccionario salió por primera vez a laluz en 1994. En la edición a que hacemosreferencia son pocas las novedades: se limi-tan —en lo esencial— a la adición de tresapéndices, dedicados, respectivamente, alos juristas romanos, a las leyes y a lossenadoconsultos. La obra incluye, comoindica su título, términos y expresiones lati-nas del ámbito del Derecho, tomando eltérmino «expresiones» en sentido amplio:en algunos casos, por afán de precisar,hablaríamos de máximas, en otros de regu-lae y en otros, por fin, de brocardos, peroesa distinción —no siempre fácil— quedaobviada en el texto. El problema no deja detener su trascendencia, pues el enunciado

de una regla suele ser muy posterior a lavigencia y a la aplicación de su contenidoy, en más de un supuesto, su enunciaciónrebasa los límites estrictos del Derechoromano1.

Si se reconoce el peso que la terminolo-gía jurídica latina cuenta en nuestra tradi-ción, es loable el empeño del autor en aco-meter este trabajo, aunque el silencio sobrecuáles son sus verdaderos propósitos —noexiste prólogo que los fije— constituyanuestra principal dificultad para valorarlo.Con el simple cometido de desarrollar talaserto, recordemos algo tan obvio como queun diccionario será de consulta útil sólo si suconfección está guiada por un criterio uni-

Generalisierung», Zeitschrift der Savigny-Stiftung..

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forme. Tal vez esta afirmación podría pare-cer excesivamente general para centrar nues-tro comentario, si no fuera porque resultaimprescindible conocer los objetivos de undiccionario para decidir sobre su utilidad.Esos objetivos, como indicábamos, no pode-mos adivinarlos: la consulta de algunasvoces revela la carencia de ese criterioinformador.

Si acudimos a uno de los textos básicosde lexicografía en nuestro país, fuerza escoincidir con su autor —que formula muyatinadamente un principio elemental de ladisciplina— en considerar la informaciónlexicográfica como «un conjunto de res-puestas a un conjunto de preguntas, las delusuario potencial» (H. Mederos, «El dic-cionario entre la semántica y las necesida-des de los usuarios», en C. Alvar Ezquerra[edd.], Aspectos de la lexicografía con-temporánea, Barcelona, 1994, p. 104).Insistimos en que nuestro desconocimien-to de a qué usuario potencial ha dirigido elautor su tarea conlleva nuestra dificultaden valorarla. No sabemos si ha pensado enel filólogo, en el práctico forense, en el his-toriador del Derecho o tal vez en el civilis-ta, por citar sólo algunos ejemplos. Esto esasí porque el «conjunto de preguntas» noqueda definido, al menos a tenor de algu-nas entradas que nos ha sido dado exami-nar. Dejando para después la mención delos ejemplos, avanzaremos que, por lo visto,el autor no se ha centrado en la terminolo-gía jurídica propiamente romana, sino queha dado también cabida a la tradición roma-nística, en su acepción más amplia. Esto noes en sí mismo erróneo, pero quizá sí losea que se haga en unos casos y no en otros;que unos términos se definan en la acep-ción prioritaria dominante en determinadomomento histórico (concretamente entrelos siglos II aC-III dC), mientras que otros secaractericen según una acepción surgidaposteriormente. Si no se justifica, resultadesconcertante que se incluyan máximas—regulae, en este caso— extraídas del títu-lo 17, libro 50 del Digesto (de diversis regu-lis iuris antiqui) junto con brocardos de ori-

gen medieval. Esto lleva a paradojas: el tér-mino que se define en su acepción máscomún en el período clásico muchas vecescarece de utilidad para un civilista o unpráctico del Derecho y el término que sedefine por una acepción posterior no ten-dría cabida, si no se especifica su evolu-ción, en un diccionario donde predominanlos términos vinculados al llamado«Derecho romano clásico» y en el cual seinsiste en los juristas romanos, las leyes ylos senadoconsultos.

Tal vez el principal escollo para orien-tarnos sobre qué lector potencial ha tenidoel autor en cuenta lo hallamos en que, juntoal término, no aparece la delimitación his-tórica en la que es definido, ni junto a laexpresión se menciona el contexto de dóndederiva. El prescindir de esta caracterizaciónfundamental y, sobre todo, el no manteneruna coherencia entre una definición y otraimpide una consulta provechosa. Insistimosen que sería lícito haber recopilado un con-junto más o menos representativo de tér-minos y brocardos con el fin exclusivo detraducirlos al práctico del Derecho, perohabría que relegar, en tal caso, las acep-ciones puramente históricas, sin sentidopara ese lector potencial. O —si se quie-re— la precisión histórica se tendría queañadir a la acepción hoy más corriente paraque ese lector completara la informaciónque necesita. De este modo, apuntamos, ellector potencial ya no sólo sería el prácti-co del foro, sino cualquier lector interesa-do en la terminología jurídica latina, queexcede, como parte esencial de nuestra cul-tura, del terreno puramente vinculado alDerecho.

La comparación con otros trabajos desimilar naturaleza servirá para precisar cuáldebería ser, a nuestro lego entender, el cri-terio de elaboración deseable. Existen enel ámbito de la terminología jurídica latinaejemplos de todo tipo, desde diccionarioscentrados en la terminología jurídica roma-na (A. Berger, Encyclopedic Dictionary ofRoman Law, Philadelphia, 1953 o, entrenosotros, el de F. Gutiérrez-Alviz, Dic-

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cionario de Derecho Romano, Madrid,4ª ed., 1982, o el de M.J. García Garrido,Diccionario de Jurisprudencia Romana,Madrid, 1982, acaso más aconsejable queel anterior) a los diccionarios de máximasque engloban el Derecho romano y el iuscommune (D. Liebs, Lateinische Rechtsre-geln und Rechtssprichwörter, Múnich, 5ªed., 1991; L. De Mauri, Regulae iuris: rac-colta di 2000 regole di diritto, Milán, 11ªed., 1984, o el epígrafe también tituladoRegulae iuris en R. Domingo, ed., Textosde Derecho Romano, Pamplona, 1998),pasando por los diccionarios de términosy máximas concebidos para la práctica delforo. Podrían anotarse, en este último capí-tulo, obras muy utilizadas en el pasado yque hoy pueden servir para calibrar el usoaún mayor que en este dominio ha tenido laterminología jurídica latina. Destaquemosentre ellas el tantas veces esgrimidoBreviarium advocatorum seu rotundioresjuris regulae, secundum ordinem materia-rum alphabeticum dispositae, Barcelona,1841, editado antes y después de esa fechaen diversos puntos de Europa. En esa línea,constituye hoy un trabajo modélico el titu-lado Reglas jurídicas y aforismos con juris-prudencia actualizada y remisiones a lalegislación vigente, de R. Domingo y B. Rodríguez Antolín (Pamplona, 1999).Aquí, el criterio seguido por los autores síestá claramente definido: recopilar y tra-ducir los mil brocardos más citados por lajurisprudencia del Tribunal Constitucional,del Tribunal Supremo, e incluso de Tri-bunales extranjeros, con la consideraciónprincipal de la legislación española y delos otros países de la Unión Europea. Seañade a ello una relación de expresioneslatinas de uso forense.

Los ejemplos del libro de Vicén Antolínse citarán en comparación con los dicciona-rios de Liebs y Domingo. A nuestro juicio,se impone hacerlo así porque estos dos refe-rentes nos ofrecen un término de compara-ción más adecuado ya que, entre otrasvirtudes, ambos citan el origen de la máximaque traducen. Así, la simple consulta de

algunas de las entradas de ambos —y sucomparación con el caso analizado— sirvepara centrar nuestra crítica. Por ejemplo, laregla non bis in idem, que Liebs (op. cit.,p. 125) señala como de origen canónico(menciona a Juan Teutónico como el pri-mero que hubo de formularla, glosando elDecreto de Graciano) y que Domingo (p. 92)llega a relacionar con la Vulgata (Nahum, 1,9: non iudicabit Deus bis in id ipsum) es cita-da sin más detalle en el libro comentado, locual, en un contexto donde aparecen viejasinstituciones como el peculium o la usurpa-tio trinoctii (p. 212) o donde se define la pra-escriptio simplemente como «parte de la fór-mula» (p. 162) causa cierta confusión. Éstaaumenta más aún cuando el autor define lalitis contestatio, institución clave en el pro-ceso formulario, como simple «contestacióna la demanda» (p. 119: litis contestata, «con-testada la demanda»). Apreciamos en esteproceder cómo se incluyen definiciones detérminos hoy en desuso, o con un uso actual-mente muy distinto, como definiciones detérminos situados en la época clásica delDerecho romano, pero trazadas a partir deinstituciones actuales, es decir, de modo ana-crónico.

Por lo demás, continuando con esosdesenfoques históricos, la comparacióncon Liebs y Domingo nos resulta de nuevoilustrativa: merece en ese sentido desta-carse la incorporación del brocardo, nullapoena sine lege (p. 144). Liebs precisa que,aunque con base en las fuentes romanas,como tal brocardo y con el sentido actualno ha sido formulado hasta P.J.A. vonFeuerbach; Domingo (p. 98) cita ademásun ejemplo de nuestra tradición, como esel Fuero Juzgo. El ejemplo es útil parahacerse una idea de cómo a partir de unaexpresión similar (D. 50, 16, 131, Ulp. 2ad legem Iuliam et Papiam y D. 50, 16,244, Lab., 4 pith. a Paulo epit.), pero cir-cunscrita a contextos muy diferentes, seha extraído una máxima de sentido general.De todos modos, puesto que esta expre-sión se enmarca en un diccionario dondeaparecen términos de actualidad dudosa,

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requerirá una precisión aclaratoria al modode los ejemplos citados que, una vez más,no aparece. Lo mismo puede argüirse dedura lex, sed lex, tratado por D’Ors de unmodo comparable al caso anteriormentereferido2.

En resumen: si se tratara de un diccio-nario de términos jurídicos latinos que nose ciñera al Derecho romano convendríaprecisar el contexto histórico, de modo queel lector potencial pudiera diferenciar eltérmino que corresponde a una institucióndel pasado de aquél que sigue utilizándo-se hoy, aunque no siempre con idénticosignificado. Por eso, cuando el términopraescriptio pervive en una acepción dife-rente de la mencionada (cf. e. g. arts. 1959y s. Cc.) se impone no sólo citar esa acep-ción, sino explicar, apelando a la historia,cómo y por qué ha evolucionado ese tér-mino. Proceder de este modo evitaría ine-xactitudes como son traducir peculium por«conjunto de bienes» (p. 157), causa tra-ditionis por «fundamento de la transmi-sión» (p. 38) o legitimus por «legítimo».Aunque en ciertas circunstancias y endeterminados contextos cupiera traducirde ese modo, se olvida que, al menos segúnDonatuti, legitimus significaba originaria-mente ajustado a la lex, que es preciso con-cretar a qué tipo de transmisión nos refe-rimos al hablar de causa traditionis o,respecto al peculium, que aunque de modono técnico sea lícito hablar de él —enDerecho romano— como conjunto de bie-nes considerados aparte dentro de un patri-monio (D. 32, 7, 9, 1, cf. A. D’Ors, Dere-cho Privado Romano, Pamplona, 5ª ed.1983, p. 295, § 224, en adelante, DPR) elenunciado de su definición no puede redu-cirse de tal modo, sobre todo si se insisteen incorporar la terminología relativa a lasituación patrimonial de los potetatesubiectii. Adolecen de imprecisiones pare-

2. Inexplicablemente, Domingo no se refiere a eSobre el parecer de D’Ors, vid. IGLESIA FERREIR

del Derecho Español, LIII, 1983, p. 537 s.

cidas las entradas parapherna (p. 156),conceptuados como «bienes extra dotales»—cosa que sería cierta en Derecho justi-nianeo, pero no antes, pues, por citar unejemplo, existe la masa denominada pròs-fora, no incluible ni en la dote ni en losparafernales— o pietas, definida lisa y lla-namente «sumisión a las instituciones».Respecto a la caracterización de las leyes ylos senadoconsultos, hallamos tanto defi-niciones excesivamente laxas como la deLex Rhodia de iactu (se dice tan sólo —p. 228— que regula «situaciones delcomercio marítimo», cosa que se nos anto-ja vaga e inconcreta por demás) o la de lalex Voconia («sobre diversas situacionesacerca de derechos y legados», p. 229)como descubrimos, también, inclusionesdiscutibles: tal sería la de la lex Iulia defundo dotali, que probablemente no se tratepropiamente de una lex, sino tan sólo deun capítulo de la lex Iulia matrimonial(DPR, p. 400, § 344, n. 4). Abundan erro-res algo más notables, como traducir actiofurti —un concepto harto complejo (DPR,p. 431 s., § 369) como «hurto».

En resumen, lo meritorio del propósito—y de algunos de sus frutos— se desvane-ce ante la falta de un criterio temporal fijoy, a esta carencia, se suman algunos erroresque, en la mayor parte de los casos, puedenreconducirse precisamente a esa falta de cri-terio. Los apéndices no añaden, por otraparte, ninguna información destacable. Losjuristas se mencionan sin datos biográficos,por lo que se nos priva de saber, por ejem-plo, a qué escuela pertenecieron, dato noprecisamente innecesario. Respecto a lainclusión de apéndices sobre leyes y sena-doconsultos, aquéllas y éstos, como yahemos señalado, se definen de modo exce-sivamente general por lo que su incorpora-ción parece de poca utilidad. Una nuevaedición en que se enunciara el criterio

ste extremo en su comentario a dura lex sed lex.ÓS, «Dura lex sed servanda», Anuario de Historia

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seguido y en el que, de acuerdo con éste, sedefinieran términos y expresiones podríaaconsejar incluir tales apéndices o, por elcontrario, prescindir de ellos. Sólo partien-do de un lector potencial claramente determi-nado se puede acotar el vasto campo de la

1. Cfr. Dissertatio, 1.

terminología jurídica latina a que se consa-gra un instrumento como es un diccionario.

C. Sánchez-Moreno EllartUniversidad de Valencia

carlos.sá[email protected]

LABBE, Jacobi JosephiDissertatio ludicro-seria, Num possit aliquis extra Italiam natus bene latinescribere, contra quam Robertus pronuntiat?ABAD, Diego JoséDisertación joco-seria, Si alguien nacido fuera de Italia puede escribircorrectamente el latín, en contra de lo que opina Roberti.Introducción, traducción y notas de Roberto Heredia CorreaAguascalientes: Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2000, XXIV + 20 + 20 p.

Roberto Heredia Correa, investigador delInstituto de Investigaciones Filológicas de laUniversidad Nacional Autónoma de México,es asiduo estudioso de las letras latinas y dela cultura novohispana. Así lo demuestransus múltiples publicaciones. Ahora da a laluz pública su traducción de la interesantí-sima Dissertatio ludicro-seria del jesuitamexicano, oriundo de Michoacán, DiegoJosé Abad. Su traducción va precedida deuna presentación de Enrique Luján Salazar,así como de un prólogo de él mismo, quelleva por título «Sátira y crítica en DiegoJosé Abad». Después de la traducción,encontramos notas al texto latino y notas altexto español.

Como es bien sabido, Abad, al igual quesus compañeros de religión, fue desterrado aItalia en 1767. En México había empezadoa escribir su poema teológico y cristológi-co De Deo Deoque Homine Heroica, el cualfue concluido en Italia. En 1773, seis añosantes de su muerte, a petición de muchos desus amigos fue publicado este poema, queentonces estaba distribuido en treinta can-tos, y que posteriormente sería publicado,en su forma definitiva, en cuarenta y trescantos, en 1780. Aquella publicación le atra-

jo los más grandes elogios de muchos hom-bres de letras, según afirma Manuel Fabri,biógrafo de Francisco Xavier Alegre y deAbad.

Como bien informa Roberto Heredia, ycomo lo dice el mismo Abad al principio desu Dissertatio, el escritor y latinista GiovanniBattista Roberti había expresado, en una cartaenviada al «ilustre erudito y científicoFrancesco Maria Zanotti, también latinistanotable», la imposibilidad de que los extran-jeros fueran tan buenos escritores latinoscomo los italianos. Roberti afirmaba: «Losescritos de los extranjeros huelen a cierta“extranjeridad” que los oídos finos rechazan[…] Las palabras son latinas, latinos losadverbios, latinas las partículas, latino a laperfección cada elemento, y, sin embargo,de aquí no resulta un discurso latino.»1

Yo supongo que Roberti conoció la edi-ción, ya mencionada, del poema de Abad, yque supo de los elogios que fueron tributadosal jesuita mexicano. Llama la atención elhecho de que la carta haya sido enviada aZanotti, quien, como asevera Manuel Fabri,fue uno de los más entusiastas admiradoresde Abad, precisamente por su Poema heroi-co, calificado por Zanotti como «Divino

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poema» y elogiado por su hermosura. Lacarta de Roberti fue publicada en 1774, apro-ximadamente un año después de la publica-ción del poema abadiano.

Es muy probable que el éxito del jesuitamichoacano haya suscitado en Roberti cier-ta envidia. Con lo cual no pretendo afirmarque éste fue el motivo que llevó al italianoa menospreciar a los extranjeros. RobertoHeredia aclara: «La contienda era vieja. Sehabía recrudecido con la presencia en Italiade los varios millares de jesuitas expulsos,los más de ellos latinistas y doctos en diver-sas disciplinas.»2

Sea como fuere, lo cierto es, como muyatinadamente interpreta el prologuista, quelos argumentos refutatorios de Abad, en estaDissertatio, son muy sólidos. Y no podía serde otro modo, pues Abad era todo un huma-nista, grande entre los grandes. Manuel Fabriasevera que Abad, Clavigero y FranciscoXavier Alegre lograron con sus escritos«gran renombre entre los eruditos italianos,y aun fuera [de Italia], en las letras griegas ylatinas, en historia, en filosofía, en teologíay en el estudio de todas las óptimas disci-plinas.»

La Dissertatio no era necesaria para reba-tir a Roberti. El Poema heroico era, por símismo, refutación suficiente. Son más elo-cuentes los hechos que las palabras. Pero, siAbad escribió la Dissertatio, lo hizo, no poriniciativa personal, sino a solicitud expresay repetida del jesuita francés TeófiloBlanchard. Por otra parte, vale la pena acla-

2. Cfr. Introducción, p. VII.3. Cfr. Introducción, p. XIV.

rar que los argumentos de Abad no se basanen su propia obra literaria, sino en la demuchos otros extranjeros.

En mi opinión, el prólogo de RobertoHeredia contiene la información suficientepara introducir al lector al texto de laDissertatio, y los juicios por él emitidos,sobre todo al final del prólogo, son del todoacertados. Cotejé la traducción con el textolatino, y puedo afirmar que ésta recoge fiel-mente tanto las escenas como los marcos delescrito abadiano. Sólo encontré dos o tresdetalles, que, más que errores, seguramen-te son erratas. Por ejemplo, en el número 6,se lee Italis omnibus, y en la traducción, «alos italianos». Es evidente que falta traducirla palabra omnibus. Por lo que respecta a lasnotas, considero que son muy útiles, ya queayudan a comprender mejor la Dissertatio.

Volviendo al texto de Abad, por la formaen que se hace la refutación, percibo una lec-ción moral: de prudencia, de cordura, de sen-satez, de moderación, de modestia, desencillez. Coincido con Roberto Heredia enque la Dissertatio es, por sí misma, por sulatinidad, «el argumento principal de ladefensa y el vocero de todos los involucradosen la causa.»3 Podemos añadir, con relacióna este texto de Abad, que las palabras sonlatinas, latinos los adverbios, latinas las par-tículas, latino a la perfección cada elemento,y que, además, de aquí resulta un discursolatino.

Julio Pimentel Álvarez

CORONEL RAMOS, Marco Antonio. 2002.La sátira latina Madrid: Editorial Síntesis. Col. Historia de la Literatura Universal / Géneros y Temas 8, 303 p.

Todavía estamos faltos en nuestras latitudesde un tipo de obras de divulgación que com-binen armónicamente el saber acumulado

en los cenáculos académicos con una volun-tad de acercamiento a un lector neófito o,simplemente, inquieto por conocer los ejes

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vertebradores de la tradición cultural occi-dental. Ese saber navegar, prudente y experi-mentado, lo demuestra Marco Antonio Co-ronel Ramos, un joven profesor titular defilología latina de la Universidad de Valencia,en esta pequeña gran obra sobre la sátira lati-na y ello gracias al acierto de no anclar enlas plácidas aguas de ese puerto en el que,a priori, se sentiría más seguro, a saber, elde la teoría satírica clásica, sino con la auda-cia también de surcar las aguas de la sátiramedieval, de la sátira neolatina, de la sáti-ra latina del XVIII, de la sátira vernácula delos siglos XVI al XVIII o de la poesía maca-rrónica. A ello hay que sumar un periplomenos ambicioso que fija el inicio de esta tra-vesía: sintetizar en poquísimas pero precisaspáginas la reflexión teórica contemporáneasobre la sátira, la de N. Frye, de G. Lukács ode M. Bajtin, por citar tres nombres ilustres.

La obra se inicia con una sentencia quenos pone en guardia contra el riesgo quedepara a aquél que se afana por definir laesencia de la sátira, esto es, su labilidad yversatilidad como género literario, motivadopor la sencilla razón de que es fácil caer enla trampa de confundir la sátira con lo satí-rico. A todo ello debemos sumar una de lasdificultades intrínsecas del género —si sequiere de cualquiera de los géneros litera-rios, pero acentuado en el caso de la sátira—y que obliga al lector a un esfuerzo adicional:el imperativo de conocer el contexto histó-rico de la misma y en el que se engarzanmuchos significantes que quedarían veladospara el desconocedor del cronotopo de laobra literaria. Cabe resaltar aquí otra preci-sión reveladora que debemos imponernoscomo precaución cuando leemos una obrasatírica, a saber, la de no confundir lo satí-rico con lo irónico, que aunque en aparien-cia próximos no responden exactamente almismo tipo de talante, ya que el primerobusca expresarse a través de la fantasía, laexpresividad de lo grotesco y la toma de par-tido explícita por parte del autor, mientrasque lo segundo se funda en el realismo y suautor expresa una cierta opacidad sobre cuáles el lugar en el que se sitúa —trasciende lo

social— y desatiende algo inmanente, segúnel criterio de Lukács, a la actitud satírica: laoposición entre lo real y lo ideal en el deve-nir de la historia. Finalmente, si a todo lodicho sumamos el hecho de que la actitudsatírica encuentra formas de desarrollo enotros géneros más allá del de la propia sáti-ra —teatro, novela, lírica, cuento y un largoetcétera— se ve confirmada nuestra valora-ción inicial, es decir, que son necesariasobras como las de Coronel Ramos, en lasque se ponga fin a la indefinición o confu-sión de la que podríamos ser víctimas.

Decíamos que se iniciaba la obra conunas breves páginas sobre la teoría satíricacontemporánea, sobre sus elementos cons-titutivos y su función socioliteraria, esta últi-ma, sin duda, una de las aportaciones de lateoría literaria marxista. A los nombres arribacitados convendría aquí añadir a otros com-pañeros de viaje como A. Brilli, J. Brum-mack o L. Guilhamet, teóricos cuya refle-xión podría sintetizarse en los cinco rasgosesenciales que para Coronel Ramos definena la sátira: la censura social, la indignacióndel autor frente a su época, el compartir autory público un código moral que permita ladescodificación de las ambivalencias,la intersección de estilos irónicos, paródi-cos y sarcásticos y, finalmente, que el estudiode la sátira es indisociable de su contextohistórico.

El capítulo segundo está dedicado a lateoría satírica latina clásica. Pero a pesar dela sentencia de Quintiliano (satura quidemtota nostra est), el autor es consciente deque no puede obviar el papel jugado por lasátira menipea, la de aquellos autores grie-gos que, como Menipo de Gádara, mezcla-ron estilos y entroncaron, haciendo uso delprosímetro, con la diatriba cínico-estoicahelenística. Ante la ausencia a referenciaalguna a la sátira en la Poética aristotélica,son imprescindibles en el hallazgo de losorígenes del género los pasajes de Tito Livio(VII 2), Horacio (Sat. I 4; Sat. I 10; Epist.II 1, 139-155; Epist. II 2, 58), Quintiliano(X 1, 93-95) o Diomedes (Gramm. Lat. I485, 30 H. Keil). Para Livio, los orígenes

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de la sátira se vincularían a las danzas reli-giosas etruscas del siglo IV aC, a las prime-ras imitaciones romanas de las mismas(iocularia), a la aparición de las saturae, alas fabulae de Livio Andrónico y a las ate-lanas. A ello habría que sumar la identifi-cación de la satura con las partes habladasde la comedia. Quintiliano, en cambio, vioen Lucilio al primer autor satírico, sentencióque Horacio representó el estilo satírico máspuro y que Varrón y Persio fueron los otrosdos grandes gigantes de la sátira latina. FueDiomedes el encargado de enfrentarse a laetimología de satura, proponiendo cuatroétimos diferentes: el griego sátyros, la expre-sión lanx satura, una metáfora culinaria (aquodam genere farciminis) y la formaciónlex satura. La didáctica aportación deCoronel Ramos consiste en sintetizar encinco la lex operis de la sátira romana clá-sica: 1) evidenciación de los vicios socia-les, 2) reflejar la problemática moral queafecta a los habitantes de la ciudad, 3) lacomplicidad moral entre el ego narrativo ysu público, 4) la imitación del lenguaje coti-diano, la parodia de la grandilocuencia y lahibridación formal y 5) el uso del hexáme-tro dactílico en la sátira regular, la deLucilio, Horacio, Persio y Juvenal, la quellama a cada cosa por su nombre, que esmisógina, que se identifica con la preguntade Horacio ¿Qué impide decir la verdadaun riendo? (Sat. I, 1, 24) y a la que se lededica el capítulo tercero del libro; y el pro-símetro en la menipea, la que ridiculiza lodemasiado humano y, preferentemente, lasideas de los filósofos, heredera del cinismogriego y el didactismo romano, la de Varrón,Séneca, Petronio, Luciano de Samosata —escrita esta última en griego, pero inspi-radora del género satírico latino huma-nístico—, Marciano Capela, la menipeacristiana de Boecio, Fulgencio y Enodio y,cerrando el círculo, la del emperador após-tata, Juliano. Su análisis es el cometido delcapítulo cuarto, recordándosenos al finalque el estilo paródico-polémico y el méto-do alegórico fue la herencia que recibió laEdad Media.

Hay que destacar que con el capítuloquinto, el dedicado a la sátira medieval, sevea cumplido el otro gran mérito del libro,esto es, el de seguir la huella y evoluciónde la tradición satírica clásica desde laEdad Media hasta la modernidad. En elloel autor juega con una cierta ventaja, la vir-tud de haberse doctorado con un trabajosobre las traducciones latinas en verso deAusiàs March realizadas por VicentMariner, tesis galardonada con el PremiMenéndez Pelayo de l’Institut d’EstudisCatalans de 1995 y que sirvió como basedel libro L’Ausiàs March llatí de l’huma-nista Vicent Mariner (1997), premiado alaño siguiente con el Premi de la Crítica del’Institut Interuniversitari de FilologiaValenciana. Esta línea de investigación deCoronel Ramos, sin desatender nunca laliteratura clásica latina, avala el que elautor se lance a través de la flecha del tiem-po con el aplomo con el que se mueve porcronotopos ajenos a una gran mayoría declasicistas, a aquellos que sienten pocoapego por la tradición clásica.

Desde el 476 hasta aproximadamente el1350, la sátira latina perduró a través de lapervivencia del espíritu crítico y didáctico, delas recetas de moral cristiana, si bien al pre-cio de sacrificar el género como tal, cuandono se trasformó lo satírico en epigramático.El metro épico fue entonces sustituido porformas métricas de uso religioso y, comoseñaló Bajtin, por la proliferación en la lite-ratura medieval de las tendencias carnava-lescas. El contexto histórico halló entoncesun riquísimo campo abonado en las polé-micas religiosas y la sátira anticlerical, ocu-pando la crítica a la simonía un lugar desta-cado, pero sin desatender tampoco la críticapolítica, con la denuncia de los abusos delsistema feudal. Los autores que fijaron suatención como teóricos en el género satíri-co fueron Bernardo de Morlas, Mathieu deVendôme, Remy de Auxerre y Juan de Gar-landia, mientras que como satirógrafosclásicos de la Edad Media contamos, denuevo, con Bernardo de Morlas, con Jeande Hauteville, Gautier de Châtillon, Jean de

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Meung, Juan de Salisbury, Bernardo deCluny o la poesía goliárdica. No son desa-tendidas tampoco ni la sátira vernáculamedieval ni la sátira bizantina.

El capítulo sexto está dedicado a la sáti-ra neolatina humanística, que como conse-cuencia de la imitación de los modelos clá-sicos propició la reaparición de la sátiraregular. Fueron entonces centros de interésde la sátira la dependencia de lo cotidia-no de la realidad social, las polémicas teo-lógicas fruto de la reforma protestante —los jesuitas fueron actores principales—,la aparición del latín macarrónico o la pro-pagación del escepticismo y el relativismo,consecuencia del descubrimiento deAmérica. Desde el punto de vista de la teo-ría satírica, los dos pilares fueron entoncesla teoría retórico-poética clásica y la obser-vancia de los usos de los satirógrafos roma-nos, todo ello enmarcado también en losinteresantes contextos de la Italia dePoliciano —con Aristóteles y Horacio comocampeones— o de la famosa querelle desanciens et des modernes del XVII francés.La sátira fue entonces concebida como lamedicina del alma, la sanación intelectual,sin perder de vista la herencia medieval dela exigencia cristiana de un estilo elevado.De cita obligada son los nombres de Esca-

lígero, Minturno, Campanella —con unapoética éste de inspiración platónica— y elgigante de la teoría satírica humanista,Casaubon. No faltaron satirógrafos ilustrescomo Erasmo, Lipsio y las utopías de Moro,Campanella o Bacon, o los viajes literariosdel estilo del lunar que fluyó de la plumade Kepler.

La obra concluye con unos apéndicessobre la sátira latina del XVIII —ahí está lapoética de Boileau—, la poesía macarrónica,que se inició en los ambientes universitariosde la Padua de finales del Quattrocento, y lasátira vernácula de los siglos XVI al XVIII.Las últimas páginas del libro están dedicadasa un útil índice nominal, a un preciso glo-sario y a unos didácticos cuadros sinópticosde cronología.

En definitiva, es La sátira latina deMarco Antonio Coronel Ramos una obraexcelente, con impronta de autor, y que reve-la que la filología clásica peninsular tienegarantizada una continuidad de calidad quenos sitúa, ya por fin y con una voz propia, alos niveles de las producciones germánicas,galas, itálicas o anglosajonas.

Manel García SánchezUniversitat de Barcelona

CEIPAC

GRIFONI, C. (ed.). 2003.Otfridi Wizanburgensis glossae in Matthaeum.CORPVS CHRISTIANORVM, Continuatio Mediaeualis CCTurnhout: Brepols & Publishers, I-XXIV. 394 p. ISBN 2-503-05001-8 HB

Esta edición se presenta organizada en tresimportantes apartados: una Introduzione(V-XXV), el texto propiamente dicho de lasGlossae in Matthaeum (3-369) y unos com-pletos índices (373-92).

El códice Weissenburg 26 de Wol-fenbüttel, conservado en la Herzog AugustBibliothek alsaciana, fue objeto de atenciónal principio de los años setenta del siglo XX.Fue Hans Butzmann quien fijó su datación

en la segunda mitad del siglo IX, asegurandoque había sido producido en el mismo escri-torio monástico, lugar y tiempo en que elmonje Otfrido se dedicaba a componerel Liber Evangeliorum, «una armonia evan-gelica in versi, scrita in volgare in quantoindirizzata explicitamente a coloro che ave-vano difficoltà a comprendere il latino»(p. VI). Esta armonia evangelica no era otracosa que la presentación del texto evangéli-

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co acompañado de una interpretación «inchiave spirituale e morale». Pero todavíaWolfgang Kleiber iría más lejos al aseguraren 1971 que la mano de Otfrido se hallabaen otros nueve manuscritos del mismomonasterio, y en especial en el Weiss. 26,del cual habría sido redactor y copista prin-cipal el eminente discípulo de RábanoMauro, además de ser un excelente copistade obras de gramática y patrísticas.

La disposición material del códice seofrece estructurada en tres columnas: en lacolumna central se presenta el texto evan-gélico de Mateo, y puede observarse queencima de muchas palabras aparecen signosdistintos que remiten a las glosas marginales,situadas a ambos lados del texto bíblico;estos signos son recogidos por el editor enlas primeras páginas del volumen, a las queantecede una reproducción del folio 49v delmentado códice.

Grifoni se plantea el estudio de las fuen-tes de las glosas otfridianas (p. VIII-XIV):catorce fuentes latinas y una fuente griega, alas que cabe añadir las referencias bíblicas.La sistematización de estas glosas parte deuna fuente-base tratada con el siguiente cri-terio: a partir del Ps. Beda, que es substitui-do desde Matth. 26,8 por el comentario aMateo de Rábano Mauro, por explicacionesprocedentes de comentarios a Mateo (ver-sículos comentados del mismo evangelistaprocedentes de obras no dedicadas sistemá-ticamente a su interpretación y de otras obrasque no tienen relación alguna con dichoevangelio). El editor especifica el tipo de uti-lización que se ha hecho de las distintasfuentes secundarias, y asegura que el textobíblico transcrito en la columna centralcorresponde a la Vulgata de san Jerónimo,lo que no significa que se mantenga unaidentidad textual con las citas bíblicas apun-tadas en las glosas marginales.

En cuanto al uso de las distintas fuentesen este códice, cabe reseñar la diferente pre-sencia de las mismas (uide INDEX AVCTORVM,p. 383-92): el autor más citado es, lógica-mente, Rábano Mauro, seguido por Hilariode Poitiers, Esmaragdo (el Comes) y san

Jerónimo, mientras que el texto del Ps. Beda,su Expositio in euangelium Matthaei, esutilizado íntegramente hasta el versículoXXVI 7; seguirán las citas de Alcuino, Am-brosio, Agustín, Beda Venerable, Cesario,Ercamberto de Fulda, Gregorio I, Ps. Jeró-nimo, Isidoro de Sevilla y Orígenes deAlejandría.

El Index locorvm sacrae scriptvrae(p. 373-81) refleja las inclinaciones delcopista y autor: admitiendo la presenciatodopoderosa del evangelio de Mateo, segui-da por la de los otros tres evangelistas, lascitas de los salmos encabezan las prefe-rencias del autor, seguidas por las de Isaíasy la epístola Ad Romanos, con presencia devarios libros del Antiguo Testamento y diver-sas cartas neotestamentarias hasta llegar alApocalipsis.

Según Grifoni, las Glossae in Matthaeumtuvieron dos fases distintas: en una primerafase se anotaron las glosas del Ps. Beda y,seguramente también, las de Rábano Mau-ro; en una segunda fase se añadieron lasdemás en los espacios libres marginales.

Los Criteri di edizione (p. XIV-XXII) jus-tifican que el editor haya hecho una trans-cripción exacta del texto codicológico sinadaptarlo a la normativa ortográfica vigentedel latín, argumentando que este criterio per-mite distinguir el autógrafo otfridiano y, enotros casos, los antígrafos utilizados por elglosador, habida cuenta de que, a pesar de«la stretta dipendenza, anche a livello orto-grafico», el copista ha mantenido unaenorme multiplicidad de formas. Además,el editor precisa que ha conservado la inter-cambiabilidad de grafías, tales comoae/oe/e/, formas asimiladas y disimiladasverbales, errores morfológicos, de concor-dancia, particularidades sintácticas, etc., todolo cual queda recogido en las páginas indi-cadas.

Finalmente, la edición del texto. El textolatino comprende: Praefatio (Beatissimopapae Damaso Hieronimus), Prologus IIIIeuangeliorum, Capitulatio, <Argumentum>,<Canones euangeliorum> y veintiocho capí-tulos. El texto se presenta apoyado por tres

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aparatos: el de las citas bíblicas, el de lasfuentes y el aparato crítico al texto. La difi-cultad de transcribir gráficamente incluso eltexto en sus tres columnas ha propiciado queel editor opte por transcribir el texto bíbli-co central en letras versales, seguido por elde la glosa correspondiente, separadosambos textos por dos puntos; en los aparatoscorrespondientes figuran con toda exactitudla procedencia de los textos, las referenciasde las fuentes bíblicas y el aparato crítico.

Esta edición se convierte en un verdade-ro instrumento de trabajo para biblistas, teó-logos y patrólogos. Dado que nuestros inte-reses se centran más bien en el estudio delas fuentes, queremos remarcar que, en elcaso de esta edición, han sido perfectamen-te recogidas. Me sorprende, sin embargo,que no aparezca ninguna cita de algún escri-tor clásico, habida cuenta de que en elsiglo IX sus obras figuraban en las bibliote-cas monásticas y se daba un creciente inte-rés por sus contenidos.

El editor ofrece un texto puntuado conmucho criterio, siguiendo el proceder tradi-cional de la escuela germánica. Sin embar-go, habría que pensar en una puntuación másflexible, que compaginara el uso habitual enlas lenguas centroeuropeas con el de las len-guas latinas. Así, por ejemplo, creemos queno se habría de separar un sujeto de su verboa pesar de tratarse de un relativo con ante-

cedente elidido: ut credat Christo celestiapraedicant[,] qui gloriam... concupiscit(p. 287, 33-4); o bien añadir alguna comaque precise mejor la función, como (p. 286,26-7) qui grandia iubent et minora fa-ciunt<,> accipi potest... (ibidem, 27-8) qui-bus alligantur<,?> onera<,?> spiritaliter...

Hay un peligro que amenaza constante-mente el trabajo del filólogo que hay quedenunciar, aunque se trate sólo de aspectosformales. Las ediciones críticas deben serconsideradas incluso en sus pormenores, yreclaman una atención más delicada porparte de los programas informáticos, cuandose trata de la partición de las palabras latinasal final de línea. Así, en la presente ediciónhemos notado algunas de esas anomalías queintroducen los programas informáticos, queexigen más y más la atención del editor. Eneste sentido hemos recogido sólo algunasmuestras: PROP-HETAE (p. 155, 380-1); PL-VRIME (p. 161, 140-1); ER-VNT (bis,p. 239, 178 y 179-80); tran-seunt (p. 309,369); tran-situ (p. 322, 11). En general, sehabría de exigir la realización de un pro-grama informático para escribir el latín concorrección, por razones suficientes que ellector ya puede presuponer.

Pere Villalba VarnedaUniversitat Autònoma de Barcelona

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LEEMANS, Johan (ed.); JOCQUÉ, Luc (asist.). 2003.Corpus Christianorum 1953-2003. XENIVM NATALITIVM

Turnhout: Brepols & Publishers. 375 p. ISBN 2-503-51481-2

La editorial Brepols nos sorprende una vezmás con esta nueva publicación, con la quese autorregala a modo de «presente natali-cio», dedicado a ella por su perseverancia yvoluntad de superación, a todos los colabo-radores que, durante estos últimos cincuen-ta años, le han confiado sus trabajos y atodos los seguidores que han sido fieles a su

empresa. ¡Felicidades, pues, por este excep-cional evento científico!

Esta obra consta de un Preface (p. 7-55:recuerda las dos grandes partes del estudio,es decir, la historia del Corpus Christia-norum, y una segunda parte en la que seofrece un florilegio de textos patrísticos ymedievales, para acabar remarcando la intro-

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ducción de fotos de algunas esculturas deToni Zenz), un estudio diacrónico sobre eldesarrollo de las ediciones, Fifty years ofCorpus Chistianorum (p. 9-55), unaCollectionum descriptio (p. 57-209), unosFlosculi (p. 211-337) y unos índices de lostítulos publicados (Onomástica, p. 339-73).

Johan Leemans desarrolla en Fifty yearsof Corpus Chistianorum todo el proceso his-tórico del Corpus Christianorum (CC) desde1953 hasta el presente. El nacimiento delCC se da en un momento de renacimientode los estudios patrísticos, momento en queDom Eligio Dekkers plantea un proyectoambicioso en 1948, a pesar de las circuns-tancias históricas de la posguerra, en unartículo titulado New Edition of EarlyChristian Texts, firmado por Brepols y laabadía de Sint-Pieter (Steenbrugge) y publi-cado en Sacris Erudiri (1; 1948; 405-14),revista fundada por él mismo. El sueño deDekkers fue publicar todos los textos cris-tianos, incluyendo documentos conciliares,inscripciones, textos litúrgicos y autoresanticristianos, como Procopio y AmmianoMarcelino, todo ello sobre la base de unaorganización cronológica, geográfica y sis-temática hasta el período carolingio: SeriesLatina, Series Graeca, Series Orientalis.Naturalmente, toda planificación es sus-ceptible de reformas, y así ocurrió: la rea-lidad posterior superó el sueño del eruditomonje.

Los primeros volúmenes aparecieronentre 1951 y 1955 en medio de muchísimasdificultades de todo tipo. Sin embargo, elperíodo 1956-1969 representó la verdaderaexpansión del sueño de Dekkers, y en la con-cepción de su proyecto añadió la exigenciacientífica en los textos que se tenían quepublicar: las ediciones debían basarse en elestudio de todos los manuscritos y en la con-fección de un detallado aparato crítico. Losaños 1969-1996 abren el período de las gran-des colaboraciones e integraciones de otrascorrientes de investigación. Así, como ejem-plo de ello, el Raimundus-Lullus-Institut dela Universidad de Friburgo de Brisgovia,fundado por F. Stegmüller en 1957, incor-

poró las Raimundi Lulli Opera Latina a par-tir de 1978 en el apartado ContinuatioMediaeualis.

Leemans termina su estudio mencio-nando los proyectos de futuro. Además de lacreación de diversos instrumentos electró-nicos, se replantea una idea de Dekkers con-sistente en la publicación también de tra-ducciones a las lenguas modernas y de lasantiguas uersiones. El futuro del CC estágarantizado, pero Leemans invita con opti-mismo a todos los estudiosos a aportar sustrabajos e ideas: «editing the Fathers,understanding the Fathers, learning fromthe Fathers but, above all, enjoying theFathers».

La Collectionum descriptio va a cargo delos distintos responsables. Así, el directorde la Series Latina, Prof. Dr. FernandDossier (p. 59–77), recuerda la nada des-preciable cifra de 175 volúmenes publica-dos hasta el momento, pero lamenta quetodavía haya autores importantes, comoAmbrosio, Boecio e Isidoro, que estén pocorepresentados, así como también otros docu-mentos sobre la organización de la Iglesia,y recuerda la intención de Dekkers de com-binar nuevas ediciones con reediciones. Acontinuación, Dossier hace un recuento delas principales publicaciones en distintascolecciones, además de las del CC, como elCSEL y las Sources Chrétiennes en las dis-tintas secciones: la iglesia africana, la igle-sia hispánica, el mundo anglosajón, la iglesiaitálica, la iglesia gálica. Dossier comenta laedición de poetas (Comodiano, ClaudioMario Víctor, Prudencio), de textos de laadministración de la Iglesia, sobre educa-ción, y apoya la edición de textos «not aut-hentic» o de autores que han vivido a la som-bra de los «greats», pues se trata de obras«not without importance for our knowledgeof the history of dogma, exegesis, and otherissues», así como de obras dubia o spuria.A continuación, el propio Dossier (p. 79-108) ofrece un recuento de los logros obte-nidos en el Corpus Christianorum, Con-tinuatio Mediaeualis y también de susolvidos, siguiendo un orden cronológico:

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renacimiento carolingio, renacimiento oto-niano, los movimientos espirituales e inte-lectuales de los siglos XI y XII con sus maes-tros, la eclosión «humanista» del siglo XII,los autores de los siglos XIII y XIV, los auto-res hispanos, las cruzadas y diversos temassobre liturgia y vida de la Iglesia.

Martín McNamara (p. 111-4) resume loslogros y propósitos de la subserie ScriptoresCeltigenae iniciada en 1987 y dirigida porél, con el fin de publicar los escritores irlan-deses.

El Dr. Fernando Domínguez (p. 117-9)recuerda la personalidad de Ramon Llull,su producción de más de 280 obras, la edi-ción maguntina de 1721-1742 y los oríge-nes de las Raimundi Opera Latina dirigidasdesde el Raimundus-Lullus-Institut de laUniversidad de Friburgo de Brisgonia, ypuntualiza la frecuencia con que, en los diezúltimos años, y también en los venideros,han aparecido y seguirán apareciendo losvolúmenes lulianos: «Können wir in dernächsten Zukunft, wie bereits in den letz-ten Jahren, mit dem Erscheinen einesBandes pro Jahr rechnen».

El Prof. Dr. Guido de Baere (p. 121-3)presenta el estado de las publicaciones delas obras de Jan van Ruusbroec (XIII-XIV),nacido al sureste de Bruselas. De sus oncetratados y siete cartas, publicados desde1988, sólo queda por editar el In taberna-culum foederis comentaria, que ocupará dosvolúmenes y se prevé para el 2005.

El Prof. Dr. E. C. Coppens (p. 127-9),director de las Gerardi Magni OperaOmnia, que recogerán en siete volúmeneslas obras del holandés Geert Grote (1340-1384), fundador de la deuotio moderna, ase-gura que las obras de este religioso, publi-cadas desde el siglo XIX, ven ahora laposibilidad de una edición más rigurosa bajolos auspicios del Titus Bradsma Instituut deNimega y cuenta ya con dos volúmenespublicados.

El Prof. Paolo Lucentini y la Dra. VittoriaPerrone Compagni (p. 131-4), como direc-tores del proyecto Hermes Latinus: OperaOmnia, nacido en 1986-1988, se proponen

publicar los textos herméticos desde la edadtardoantigua hasta 1500: la colección cuen-ta ya con tres volúmenes publicados (1994,1997, 2001).

El Prof. Brian Merrilees (p. 137-8), edi-tor de los Lexica Latina Medii Aevi, recuer-da que los objetivos de estas ediciones com-prenden la publicación de los léxicos latinosy de los bilingües (latín-francés), cuyos pri-meros volúmenes han aparecido en 1994,1998 y 2003.

El Prof. Dr. Paul Tombeur (p. 141-57) dauna amplia perspectiva sobre los InstrumentaLexicologica Latina desde que en 1978 seinstituyó la cooperación entre CC y elCetedoc.

El Prof. Dr. Peter Van Deun (p. 159-62),director de la Series Graeca, ofrece el pano-rama de las publicaciones iniciado en 1976y marca las líneas que hay que seguir. Lasección se complementa con el CorpusNazianzenum y el Thesaurus PatrumGraecorum, dirigidos por el también orien-talista Prof. Dr. Bernard Coulie, ambos dela Universidad Católica de Lovaina.

Las siguientes secciones incluyen laSeries Apochryphorum (Jean-Daniel Kaestli,p. 175-89), la Lingua Patrum (Prof. Dr. M.Van Uytfanghe, p. 191), las AutographaMedii Aevi (Prof. Claudio Leonardi, p. 193-6) y las Hagiographies (Prof. Dr. GuyPhilippart, p. 199-207).

La tercera parte (p. 211-335) recoge tex-tos en edición bilingüe con breves explica-ciones de los siguientes autores: AmbrosiusMediolanensis, Apponius, Chromatius Aqui-leiensis, Augustinus (cuatro textos), BedaVenerabilis, Adomnanus, Acta Andreae,Amphilochius Iconiensis, Maximus Con-fessor, Iohannes Scottus Eruigena, SeduliusScottus, Rupertus Tuitiensis, Aelredus Rie-vallensis, Petrus Blesensis, Iacobus de Vitria-co y Salimbene de Adam, acompañados delas ilustraciones de Toni Zenz (n. 1915).

Esta obra concluye con los Onomásticao catálogo de los Scriptores Latini, Scrip-tores Graeci y Apocrypha.

A la vista de los resultados, quedan bienlejos las primeras planificaciones. Desde

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la dirección de la revista de filología clási-ca FAVENTIA, deseamos un rápido cum-plimiento de todos los propósitos formu-lados, con la esperanza de que el CorpusChristianorum sea, más que una actualiza-ción de Migne, un verdadero foro de en-

cuentro de todos los estudiosos medieva-listas.

Pere Villalba VarnedaUniversitat Autònoma de Barcelona

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