Fábula "El perro y el trozo de carne"

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Había una vez un perro muy glotón que siempre estaba buscando entre las basuras y los desperdicios a ver si encontraba algo de comer. No solía conseguir gran cosa de esta manera, pero un día se encontró con un hermoso trozo de carne, grande y jugoso; al principio no dio crédito a sus ojos, pensó que se trataba de una visión… Se abalanzó por fin sobre él y se marchó corriendo en busca de un lugar donde saborearlo a gusto. Al pasar junto a un estanque, miró de reojo hacia el agua y cuál no sería su asombro al ver junto a la superficie, como flotando a pocos centímetros de profundidad, otro trozo de carne tan grande y apetitoso como el que llevaba en la boca. Creyó ver que otro perro lo llevaba entre sus dientes, del mismo modo que él llevaba su bocado. Y pensó entonces que no debía resultar difícil obtener para sí aquel trozo de carne. Entonces se dijo a sí mismo que debía ser astuto y obrar con inteligencia para llevar a cabo su plan. Fue acercando el morro poco a poco al agua, y cuando estuvo a pocos centímetros de la superficie no pudo aguantar más y abrió la boca para agarrar la carne que veía flotar en el estanque. Naturalmente, al abrir la boca se le cayó al agua el trozo que llevaba, y el otro también desapareció, pues no era más que el reflejo del primero en la tranquila superficie del estanque. A veces, para perseguir una ilusión sin fundamento, descuidamos lo que ya tenemos y acabamos quedándonos sin nada. Como dice el refrán: “vale más pájaro en mano que ciento volando”. “El perro y el trozo de carne”, Fábulas de Esopo.

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Había una vez un perro muy glotón que siempre estaba buscando entre las basuras y los desperdicios a ver si encontraba algo de comer. No solía conseguir gran cosa de esta manera, pero un día se encontró con un hermoso trozo de carne, grande y jugoso; al principio no dio crédito a sus ojos, pensó que se trataba de una visión… Se abalanzó por fin sobre él y se marchó corriendo en busca de un lugar donde saborearlo a gusto. Al pasar junto a un estanque, miró de reojo hacia el agua y cuál no sería su asombro al ver junto a la superficie, como flotando a pocos centímetros de profundidad, otro trozo de carne tan grande y apetitoso como el que llevaba en la boca. Creyó ver que otro perro lo llevaba entre sus dientes, del mismo modo que él llevaba su bocado. Y pensó entonces que no debía resultar difícil obtener para sí aquel trozo de carne. Entonces se dijo a sí mismo que debía ser astuto y obrar con inteligencia para llevar a cabo su plan. Fue acercando el morro poco a poco al agua, y cuando estuvo a pocos centímetros de la superficie no pudo aguantar más y abrió la boca para agarrar la carne que veía flotar en el estanque. Naturalmente, al abrir la boca se le cayó al agua el trozo que llevaba, y el otro también desapareció, pues no era más que el reflejo del primero en la tranquila superficie del estanque.

A veces, para perseguir una ilusión sin fundamento, descuidamos lo que ya tenemos y acabamos quedándonos sin nada. Como dice el refrán: “vale más pájaro en mano que ciento volando”.

“El perro y el trozo de carne”, Fábulas de Esopo.