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    TRADICIN LIBERAL ARGENTINA

    Ezequiel Gallo*

    Introduccin

    Desde c. 1880 hasta c. 1914 la economa argentina registruna de las tasas de crecimiento econmico ms altas del mundo. Laexpansin econmica gener un cambio profundo de la estructurasocial como consecuencia de la entrada de millones de inmigrantes

    europeos y de un rpido proceso de movilidad social ascendente. Nomenos significativos, aunque ms lentos, fueron los cambios regis-trados en la vida poltico-institucional. El perodo se inici con unrgimen de democracia restringida y concluy con la sancin de laley Senz Pea (1912), que gener comicios con amplia participa-cin popular que hicieron posible el triunfo electoral del principalpartido de la oposicin, la Unin Cvica Radical.1

    Uno de los factores que posibilitaron el proceso de expansiny modernizacin socioeconmica fue la sancin previa de un marcolegal de clara inspiracin liberal. El proceso de renovacin ju-

    rdica tuvo su inicio con la sancin de la Constitucin Nacional(1853), un documento muy influido por la Constitucin estado-unidense de fines del siglo XVIII. El perodo de predominio de las

    Ph. D. en Historia, Universidad de Oxford; Investigador y Profesor delInstituto Torcuato Di Telia, del Centro de Estudios Internacionales dela Universidad de Belgrano y el ESEADE. Entre sus libros destacan

    La Formacin de la Argentina Moderna (Paids, 1968); La RepblicaConservadora (Paids, 1973); La Argentina del Ochenta al Centenario(Editorial Sudamrica, 1980); La Pampa Gringa (Editorial Sudameri-cana, 1984).El Dr. Gallo fue distinguido en 1975 con la Simn Guggenheim Fellow-ship y es miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios P-blicos.La bibliografa sobre esta etapa historica es muy amplia. Puede consul-tarse, entre otros, a Roberto Cortes Conde, El Progreso Argentino 1880-1914 (Buenos Aires, 1979); Natalio Botana, El orden conservador. La

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    ideas liberales se extendi hasta los aos veinte de la presente cen-turia, y dej huellas visibles en el pensamiento de corrientes ideo-

    lgicas de signo opuesto. Los escritos econmicos de Juan B. Justo,fundador del Partido Socialista, y las declaraciones de los sindica-tos anarquistas sobre temas similares son una buena prueba de laafirmacin precedente.2

    La Constitucin de 1853 nos remite directamente a los escri-tos de su principal inspirador, Juan Bautista Alberdi (1810-1884).Este autor fue el expositor ms sistemtico y original de las ideasliberales clsicas de la Argentina. Su tarea intelectual se vio posible-mente facilitada por su largo alejamiento de los conflictos polticoslocales.3 Su obra ms influyente (Las Bases) estuvo claramente ins-

    pirada en El Federalista norteamericano, y en su Autobiografadej explcitamente sentada su deuda intelectual con autores comoLocke, Smith, Bentham, Say, Tocqueville, Constant, Bastiat yotros. Alberdi tuvo una comprensin cabal del principio rector delpensamiento liberal, el del gobierno limitado:

    "Si los derechos civiles del hombre pudieran mantenerse por smismos al abrigo de todo ataque... si nadie atentara contranuestra vida, persona, libre accin, propiedad, etc., el go-bierno... sena intil.... Luego el Estado... no tiene ms objeto

    final y definitivo que la observacin... de las leyes civiles, queson el cdigo de la sociedad y de la civilizacin misma... "4

    La cita precedente parece directamente extrada de Locke o deConstant.5 Alberdi fue tajante, tambin, en su adhesin al principiode la indivisibilidad de las libertades y, como surge del texto que seacompaa, otorg un lugar central a los derechos econmicos y ci-

    poltica argentina entre 1880 y 1914 (Buenos Aires, 1977) y La Tra-dicin Republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas polticas de su tiempo(Buenos Aires, 1984); Tulio Halpern Donghi, Proyecto y Construccinde una Nacin. Argentina 1846-1880 (Caracas, 1980); Francis Korn,Los huspedes del veinte (Buenos Aires, 1975); Ezequiel Gallo, La Pam-pa Gringa (Buenos Aires, 1983). De reciente aparicin son los captulosde Roberto Corts Conde y Ezequiel Gallo sobre historia econmica ysocial del perodo incluido en el volumen quinto de la Cambridge Historyof Latin America (Cambridge, 1986).

    2 Ver el captulo de Ezequiel Gallo mencionado en la nota anterior.3 La bibliografa ms completa sobre Alberdi sigue siendo Jorge Mayer,

    Alberdi y su tiempo (Buenos Aires, 1963).4 La cita es de Obras Completas (O.C.) (Buenos Aires, 1886, vii, pp. 90-1).

    Cfr., adems, Bases y Puntos de Partida para la Organizacin de la Confe-deracin Nacional en O.C., iii, y Autobiografa (Buenos Aires, 1927,pp. 73-4).

    5 Para una descripcin del concepto de gobierno limitado en los autoresclsicos cfr. Ezequiel Gallo, "Notas sobre el liberalismo clsico" en Estu-dios Pblicos (Santiago, Chile, N 21, verano 1986).

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    viles. Del tronco comn de la tradicin liberal, Alberdi elabor unacombinacin un tanto peculiar. Su radicalismo en el tema econmi-

    co-social contrast fuertemente con la actitud conservadora y gra-dualista que exhibi en el campo poltico-institucional. En este lti-mo mbito los escritos de Alberdi aparecen como extremadamenteatentos a las tradiciones vigentes en el Ro de la Plata y obsesiona-dos con la larga secuela de guerras civiles, anarqua y dictadura quesigui el primer medio siglo de vida independiente argentina. Alber-di crey que la solucin a este problema era la constitucin de unpoder nacional fuerte, con lo cual promovi una posicin ms cen-tralista que la adoptada en el modelo constitucional norteamericanoque tanto admiraba.6 Es interesante releer sus dos ltimos trabajos

    (c. 1880) para observar cmo la tensin entre radicalismo econ-mico-social y conservadorismo poltico se mantuvo vigente hasta elfinal de su vida intelectual.7

    El conservadorismo poltico de Alberdi ejerci una poderosainfluencia en la vida institucional argentina. Hemos incluido dostextos que son ilustrativos de esa influencia. El primero se debe a lapluma, tan errtica como excitante, de Domingo F. Sarmiento(1811-1888), el mayor contrincante intelectual de Alberdi. Sarmien-to no fue un liberal clsico sistemtico, pero la impronta de esa co-rriente de ideas est presente en muchos de sus escritos. El textoque se incluye pertenece a la poca conservadora de Sarmiento,muy influida por su experiencia como Presidente de la Repblica(1868-1874). El rechazo a las ideas contractualistas de Rousseau ysu violenta crtica a la Revolucin Francesa eran consistentes con suprdica en pos de la consolidacin de un poder poltico fuerte ycentralizado. El texto (notablemente reminiscente de Edmund Bur-ke) es, tambin, ilustrativo de su preferencia por un ritmo cautelosoy gradual de cambio poltico-institucional.8

    El general Julio Roca (1843-1914) es considerado, con alguna

    justicia, como el gran arquitecto del rgimen poltico que rigi lavida argentina entre 1880 y 1916. Dos veces presidente de la Rep-blica (1880-6 y 1898-1904), Roca fue un poltico prctico muypoco inclinado a consideraciones tericas.9 No es difcil, sin embar-go, encontrar los temas alrededor de los cuales gir su pensamientopoltico. Es clara, por ejemplo, la influencia ejercida en Roca por laobra de Alberdi y los escritos de la dcada del setenta de Sarmiento.

    6 En este punto, como se sabe, Alberdi estuvo influido por la experienciachilena. Cfr. N. Botana, El orden conservador, p. 62.

    7 "La Omnipotencia del Estado es la Negacin de la Libertad Individual"en O.C., viii, y "La Repblica Argentina consolidada en 1880 con la ciu-dad de Buenos Aires por Capital", O.C., viii.

    8 Para Sarmiento cfr. A. W. Buakleg, Vida de Sarmiento (Buenos Aires,1966). Cfr. el interesante cotejo entre las ideas de Sarmiento y las de Al-berdi en N. Botana, La tradicin republicana, loc. cit.

    9 Para Roca cfr. Ezequiel Gallo, "El Roquismo" (Todo es Historia, BuenosAires, NO 100, 1975).

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    Sus mensajes presidenciales lo muestran como un representan-te muy expresivo de la vertiente conservadora y nacionalista del

    pensamiento liberal, y tuvo una marcada desconfianza por el en-tusiasmo reformista de algunos de sus adversarios polticos. ParaRoca, todo apresuramiento en la marcha hacia una democracia ple-na pona en peligro la estabilidad institucional tan trabajosamentealcanzada. Los cambios en los hbitos y tradiciones prevalentesslo podan operar lentamente y mientras no se modificaran segui-ra latente el peligro de la anarqua y la guerra civil.

    La otra gran obsesin de Roca fue la unin nacional. En estetema Roca adhiri a la tradicin liberal-nacionalista decimonnicaque tanta influencia ejerci en el continente europeo. Al conside-rar a la nacin como algo autnomo y superior a los individuos quela componen, esta corriente ideolgica introdujo conceptos queentraron en tensin con algunas ideas del liberalismo clsico. Enla cita sobre temas econmicos (1882), por ejemplo, se postulanpara el gobierno tareas que la nacin, segn Roca, exiga perentoria-mente para su unificacin y crecimiento. Esta obsesin por la uninnacional, contempornea con un cierto temor a la diversidad cos-mopolita, acentu an ms los rasgos centralistas que desdibujaronsignificativamente al federalismo argentino.10

    Bartolom Mitre (1821-1906) fue otro de los polticos de rele-vante actuacin pblica durante el perodo de la Organizacin Na-cional. Presidente de la Repblica (1862-8), su influencia se exten-di hasta su muerte en 1906.11 Mitre puede ser ubicado en unaposicin poltica intermedia entre el liberalismo conservador y na-cionalista de los autores citados precedentemente y la vertienteradical-federalista representada por Leandro Alem. El texto que seincluye es un buen ejemplo de la influencia del liberalismo econ-mico en el pensamiento poltico de la poca. Parte de su intersradica en el hecho de que se trata de una apologa moral y prcticadel comercio, la actividad econmica ms denostada por los crti-cos del liberalismo.

    Leandro Alem (1842-1896), fundador de la Unin Cvica Ra-dical (1891), fue uno de los ms activos y fogosos opositores del r-gimen poltico inaugurado en 1880. Su adhesin al principio centraldel liberalismo clsico est claramente explicitada en el texto(1880) que se acompaa ("gobernad lo menos posible"). Tampocoexisten en el escrito ambigedades en lo que se refiere a su actitudfrente al liberalismo econmico. Ms de diez aos despus, en las

    10 Las tensiones entre liberalismo clasico y nacionalismo decimonnicofueron muy bien tratadas por Lord Acton en "Nationality", en LordActon, Essays in the Liberal Interpretation of History (Chicago, 1967).

    11 No existe un anlisis riguroso del pensamiento de Mitre. Para un trata-miento biogrfico cfr. J. S. Campobassi, Mitre y su poca (Buenos Aires,1980). Vase tambin T. Halpern Donghi, Proyecto y Construccin deuna Nacin, loc. cit.

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    vsperas de la fundacin de la Unin Cvica Radical, Alem reitersu fuerte oposicin a la intervencin estatal en la vida econmica:

    "El Banco Oficial constituye un peligro permanente, porquesiempre es un medio poltico sujeto a la influencia de las pre-siones partidistas. Trabajar, entonces, contra este gnero deestablecimientos es hacer obra de cordura y patriotismo... Siel Estado... que maneja el tesoro, el ejrcito, la escuadra,los empleados pblicos constituyendo ya una fuerza enorme,se encuentra adems dotado del poder de manejar el crdito

    particular de los ciudadanos, stos en realidad no existen comohombres libres... El Banco Oficial, entonces, es un elemento

    perturbador del orden social y sera sabia la poltica que tiendaa suprimirlo".12

    De los textos citados surge con claridad, tambin, que Alemse inscriba en la vertiente anticonservadora del pensamiento libe-ral. Su rechazo a la tradicin es ms que significativo al respecto.Alem era, por otra parte, un acrrimo enemigo de la concentracindel poder poltico. En pocos autores argentinos el conocido dictumde Lord Acton ("el poder tiende a corromper y el poder absoluto

    tiende a corromper absolutamente") alcanz tanto vigor expresivo.De ah su defensa radical del federalismo y el parlamentarismo, susurgencias a cualquier precio (aun el del enfrentamiento armado)por alcanzar prcticas democrticas genuinas, su oposicin a la exis-tencia de ejrcitos permanentes y de bancas oficiales, etc.

    Hay un aspecto un tanto paradjico en el pensamiento deAlem. Su rechazo a la autoridad convive con una exaltacin de laaccin poltica, una accin que lleva necesariamente al acceso a esepoder aborrecido. Alem parece aqu combinar su crtica a la liber-tad de los "antiguos" con una valoracin positiva del concepto de

    virtud cvica que tenan esos mismos "antiguos". Tengo la casi segu-ridad de que Alem nunca ley el "Ensayo sobre la historia de la so-ciedad civil" de Adam Ferguson, pero sus escritos y actitudes enestos temas traen fuertes reminiscencias de la obra del autor esco-cs.13

    No fue el liberalismo a la Alem el que prevaleci en la Argen-tina. La tradicin que l represent desapareci prcticamente de lavida poltica local con su muerte en 1896. Ciertamente sus ideas dedescentralizacin poltica y sus convicciones federalistas ni siquiera

    12 El texto completo en La Prensa (Buenos Aires, 24 de noviembre de1981). Para Leandro Alem la mejor fuente siguen siendo sus Obras Com-

    pletas precedidas por una serie de monografas sobre su vida y su poca.(Buenos Aires, 1956, 8 volmenes.)

    13 Cfr. Ezequiel Gallo; "Adam Ferguson; Ciencia, Virtud y Sociedad" enLa Economa como disciplina cientfica. Ensayos en honor del Dr. Fran-cisco Valsecchi (Buenos Aires, 1982).

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    tuvieron eco favorable entre quienes lo sucedieron en la direccindel partido poltico que l fundara. Lo que predomin fue la ver-tiente liberal-conservadora delineada por Alberdi y tan expresiva-mente representada por Sarmiento y Roca.

    Despus de la primera guerra mundial comienza el proceso dedeclinacin de la influencia liberal, proceso lento y gradual durantelos aos veinte pero que adquiri gran velocidad en las dos dcadasposteriores. Lo nico que subsisti del perodo aqu analizado fue-ron los elementos ms dudosamente liberales, aquellos que enfati-zarpn la importancia de centralizar el poder poltico. No fue muydifcil, por cierto, trasladar esta concepcin a aspectos de la vida co-tidiana (econmicos, sociales, culturales, etc.) que antes haban per-

    manecido fuertemente arraigados en el dominio privado. Una conse-cuencia no querida de un pensamiento que tuvo metas claramenteopuestas y que, ciertamente, hubiera horrorizado a los exponentesde la vertiente liberal que postul la consolidacin de un poder pol-tico fuerte y centralizado.

    Seleccin de Textos

    Juan Bautista Alberdi:

    ...Conviene tener presente a cul de las escuelas en que sehalla dividida la ciencia econmica pertenece la doctrina de la Cons-titucin argentina; y cules son las escuelas que profesan doctrinasrivales y opuestas a la que ha seguido esa Constitucin en su planeconmico y rentstico (...)

    Sobre cada uno de esos elementos ha surgido la siguiente cues-tin que ha dividido los sistemas econmicos. En el inters dela sociedad, vale ms la libertad que la regla, o es ms fecunda la

    regla que la libertad? Para el desarrollo de la produccin, es mejorque cada uno disponga de su tierra, capital o trabajo a su entera li-bertad, o vale ms que la ley contenga algunas de esas fuerzas yaumente otras? Es preferible que cada uno las aplique a la indus-tria que le diere gana, o conviene ms que la ley ensanche la agricul-tura y restrinja el comercio, o viceversa? Todos los productos de-ben ser libres, o algunos deben ser excluidos y prohibidos, con mirasprotectoras? (...)

    La escuela mercantil, representada por Colbert, ministro deLuis XIV, que slo vea la riqueza en el dinero y no admita otrosmedios de adquirirla que las manufacturas y el comercio, seguanaturalmente el sistema protector y restrictivo. Colbert formul ycodific el sistema econmico introducido en Europa por Carlos Vy Felipe II. Esa escuela, perteneciente a la infancia de la economa,contempornea del mayor despotismo poltico en los pases de suorigen galo-espaol, representa la intervencin limitada y despticade la ley en el ejercicio de la industria (...)

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    A esta escuela se aproxima la economa socialista de nuestrosdas, que ha enseado y pedido la intervencin del Estado en la or-

    ganizacin de la industria, sobre bases de un nuevo orden social msfavorable a la condicin del mayor nmero. Por motivos y con fi-nes diversos, ellas se dan la mano en su tendencia a limitar la liber-tad del individuo en la produccin, posesin y distribucin de lariqueza.

    Estas dos escuelas son opuestas a la doctrina econmica en quedescansa la Constitucin argentina.

    Enfrente de estas dos escuelas y al lado de la libertad, se hallala escuela llamada physiocrtica, representada por Quesnay, y lagrande escuela industrial de Adam Smith.

    La filosofa europea del siglo XVIII, tan ligada con los orge-nes de nuestra revolucin de Amrica, dio a la luz la escuela physio-crtica o de los economistas, que flaque por no conocer ms fuen-te de riqueza que la tierra, pero que tuvo el mrito de profesar lalibertad por principio de su poltica econmica, reaccionando con-tra los monopolios de toda especie. A ella pertenece la frmula queaconseja a los gobiernos: dejar hacer, dejar pasar- por toda inter-vencin en la industria.

    En medio del ruido de la independencia de Amrica, y en vs-

    peras de la revolucin francesa de 1789, Adam Smith proclam laomnipotencia y la dignidad del trabajo; del trabajo libre, del trabajoen todas sus aplicaciones agricultura, comercio, fbricas como elprincipio esencial de toda riqueza (...)

    Esta escuela, tan ntima, como se ve con la revolucin de Am-rica, por su bandera y por la poca de su nacimiento, que a los se-senta aos ha tenido por nefito a Roberto Peel en los ltimos dasde su gloriosa vida, conserva hasta hoy el seoro de la ciencia y elrespeto de los ms grandes economistas. Su apstol ms lcido, suexpositor ms brillante es el famoso Juan Bautista Say, cuyos escri-

    tos conservan esta frescura imperecedera que acompaa a los pro-ductos del genio (...)A esta escuela de libertad pertenece la doctrina econmica de

    la Constitucin argentina, y fuera de ella no se deben buscar comen-tarios ni medios auxiliares para la sancin del derecho orgnico deesa Constitucin.

    La Constitucin es, en materia econmica, lo que en todos losramos del derecho pblico: la expresin de una revolucin de liber-tad, la consagracin de la revolucin social de Amrica (...)

    La Constitucin no intenta hacer del pas un mercado; de larepblica una bolsa de comercio; de la nacin un taller. Tomandoel pas como es por la obra de Dios, con sus necesidades morales ala vez que fsicas, y sirvindole en sus intereses de todo orden, laConstitucin de la Confederacin Argentina satisface las exigenciasde la economa cristiana y filosfica, sin incurrir en las extravagan-cias y descarros del socialismo, que con tanta razn ha espantado

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    a los hombres de juicio, proponiendo remedios ms aciagos que elmal.

    La libertad, cuyos beneficios procura asegurar la Constitucin,no es la poltica exclusivamente, sino la libertad de todo gnero,tanto la civil como la religiosa, tanto la econmica como la inteli-gente, pues de otro modo no la prometera a todos los hombres delmundo que quieran habitar el suelo argentino.

    (...) La libertad econmica esencialmente civil es la libertad deposeer y tener, de trabajar y producir, de adquirir y enajenar, deobligar su voluntad, de disponer de su persona y de sus destinos pri-vados (...)

    La libertad econmica es para todos los habitantes, para na-cionales y extranjeros, y as deba ser. Ceirla a slo los hijos delpas habra sido esterilizar este manantial de riqueza, supuesto queel uso de la libertad econmica, ms que el de la libertad poltica,exige, para ser productivo y fecundo, la aptitud e inteligencia quede ordinario asisten al trabajador argentino de esta poca (...)

    Todo reglamento que so pretexto de organizar la libertad eco-nmica en su ejercicio, la restringe y embaraza, comete un dobleatentado contra la Constitucin y contra la riqueza nacional, queen esa libertad tiene su principio ms fecundo (...)

    El derecho al trabajo y de ejercer toda industria lcita es unalibertad que abraza todos los medios de la produccin humana, sinms excepcin que la industria ilcita o criminal, es decir, la indus-tria atentatoria de la libertad de otro y del derecho de tercero. To-da la grande escuela de Adam Smith est reducida a demostrar queel trabajo libre es el principio esencial de toda riqueza creada (...)

    La libertad de usar y disponer de su propiedad es un comple-mento de la libertad del trabajo y del derecho de propiedad; garan-ta adicional de grande utilidad contra la tendencia de la economasocialista de esta poca, que, con pretexto de organizar esos dere-chos, pretende restringir el uso y disponibilidad de la propiedad(cuando no niega el derecho que sta tiene de existir), y nivelar eltrabajo del imbcil con el trabajo del genio (...)

    La libertad de asociacin aplicada a la industria es uno de losresortes ms poderosos que reconozca la produccin econmicamoderna y en la Repblica Argentina es garanta del nico mediode satisfacer la necesidad que ese pas tiene de emprender la cons-truccin de ferrocarriles, de promover la inmigracin europea, deponer establecimientos de crdito privado, mediante la accin de

    capitales asociados o unidos, para obrar en el inters de esos fines yobjetos.La libertad de asociacin supone el ejercicio de las otras liber-

    tades econmicas; pues si el crdito, si el trabajo, si el uso de lapropiedad, si la locomocin no son del todo libres, para qu ha deservir la libertad de asociacin en materia industrial? (...)

    La libertad de ensear y aprender se relaciona fuertemente conla produccin de la riqueza, ya se considere la primera como indus-

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    tria productiva, ya se miren ambas como medio de perfeccionar y deextender la educacin industrial, o como derogacin de las rancias

    leyes sobre maestras y contratos de aprendizaje. En este sentido lasleyes restrictivas de la libertad de ensear y aprender, a la par queofensivas a la Constitucin que las consagra, seran opuestas al inte-rs de la riqueza argentina (...)

    Vemos, por todo lo que antecede, que la libertad, consideradapor la Constitucin en sus efectos y relaciones con la produccineconmica, es principio y manantial de riqueza pblica y privada,tanto como condicin de bienestar moral. Toda ley, segn esto,todo decreto, todo acto, que de algn modo restringe o comprome-

    te el principio de libertad, es un ataque ms o menos serio a lariqueza del ciudadano, al Tesoro del Estado y al progreso materialdel pas. El despotismo y la tirana, sean del poder, de las leyes o delos reglamentos, aniquilan en su origen al manantial de la riquezaque es el trabajo libre, son causas de miseria y de escasez para elpas, y origen de todas las degradaciones que trae consigo la pobre-za (...)

    En todas esas libertades aseguradas al comercio y a la navega-cin, la Constitucin ha servido admirablemente a la produccinde la riqueza argentina, que reconoce en la industria comercial sums rico y poderoso afluente. Por mejor decir, esas libertades noson sino derechos concedidos a la produccin econmica: la liber-tad es el medio, no el fin de la poltica de nuestra Constitucin.

    Cuando decimos que ella ha hecho de la libertad un medio yuna condicin de la produccin econmica, queremos decir que laConstitucin ha impuesto al Estado la obligacin de no intervenirpor leyes ni decretos restrictivos en el ejercicio de la produccino industria comercial y martima; pues en economa poltica, lalibertad del individuo y la no intervencin del gobierno son doslocuciones que expresan un mismo hecho (...)

    Poseer la libertad econmica escrita en la Constitucin esadquisicin preciosa sin la menor duda: pero es tener la idea, no elhecho; la semilla, no el rbol de la libertad. La libertad adquierecuerpo y vida desde que entra en el terreno de las leyes orgnicas, esdecir, de las leyes de accin y de ejecucin; de las leyes que hacen loque la Constitucin dice o declara solamente.

    Mientras dejis que nuestros gobernadores y presidentes repu-

    blicanos administren los intereses econmicos de la repblica segnlas leyes y ordenanzas que debemos a aquellos furibundos enemigosde la libertad de comercio y de industria, qu resultar en la ver-dad de los hechos? Que tendremos el sistema colonial en materiaseconmicas, viviendo de hecho al lado de la libertad escrita en laConstitucin republicana.

    En efecto, todas las libertades econmicas de la Constitucinpueden ser anuladas y quedar reducidas a doradas decepciones, con

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    slo dejar en pie una gran parte de nuestras viejas leyes econmicas,y promulgar otras nuevas que en lugar de ser conformes a los nuevos

    principios, sean conformes a nuestros viejos hbitos rentsticos yfiscales, de ordinario ms fuertes que nuestros principios (...)Encarnado en nuestras nociones y hbitos tradicionales el sis-

    tema prohibitivo nos arrastra involuntariamente a derogar por laley, por el decreto, por el reglamento, las libertades que acepta-mos por la Constitucin. Caemos en esta inconsecuencia, de que estestigo el extranjero, sin darnos cuenta de ella. Nos creemos secua-ces y poseedores de la libertad econmica, porque la vemos escritaen la Constitucin; pero al ponerla en ejercicio, restablecemos el

    antiguo rgimen en ordenanzas que tomamos de l por ser las ni-cas que conocemos, y derogamos as el rgimen moderno con la me-jor intencin de organizarlo (...)

    La libertad econmica es de todas las garantas constituciona-les la ms expuesta a los atropellamientos de la ley.

    Se pueden llamar econmicas: la libertad de comercio y de na-vegacin, el derecho al trabajo, la libertad de locomocin y de trn-sito, la de usar y disponer de su propiedad, la de asociarse, consagra-das por los artculos 10, 11, 12 y 14 de la Constitucin.

    El goce de estas libertades es concedido por la Constitucina todos los habitantes de la Confederacin (son las palabras de suartculo 14). Concederlas a todos, quiere decir concederlas a cadauno; porque si se entendiese por todos, el Estado que consta delconjunto de todos los habitantes, en vez de ser libertades seranmonopolios del Estado los derechos consagrados por el artculo 14.Toda libertad que se apropia del Estado, excluyendo a los particu-lares de su ejercicio y goce, constituye un monopolio o un estanco,en el cual es violado el artculo 14 de la Constitucin, aunque sea

    una ley la creadora de ese monopolio atentatorio de la libertadconstitucional y de la riqueza. La ley no puede retirar a ninguno losderechos que la Constitucin concede a todos (...)

    Conceder la libertad segn la ley, es dejar la libertad al arbitriodel legislador, que tiene el poder de restringirla o extenderla. Enpoder de la buena intencin, este rgimen puede convenir al ejerci-cio de la libertad poltica, pero ni con buena ni con mala intencinpuede convenir al ejercicio de la libertad econmica, siempre ino-fensiva al orden, y llamada, como he dicho en otra parte, a nutriry educar a las otras libertades.

    No participo del fanatismo inexperimentado, cuando no hi-pcrita, que pide libertades polticas a manos llenas para pueblosque slo saben emplearlas en crear sus propios tiranos. Pero deseoilimitadas y abundantsimas para nuestros pueblos las libertadesciviles, a cuyo nmero pertenecen las libertades econmicas de ad-quirir, enajenar, trabajar, navegar, comerciar, transitar y ejercer todaindustria (...)

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    (...) No hay ms que un sistema de reglamentar la libertad; y esel de que la libertad de los unos no perjudique a la libertad de los

    otros: salir de ah, no es reglamentar la libertad del trabajo; es opri-mirla. Los cdigos comercial, agrcola y fabril tienen toda la misinde organizar el trabajo.*

    Bartolom Mitre:

    La Repblica Argentina, seores, es la nica nacin sudameri-cana que no ha sido poblada por el aliciente de los metales precio-sos, la nica que no ha debido su formacin, su desarrollo y su pros-peridad gradual a esa magia del oro y de la plata encerrada en su

    seno que atrajo hacia las playas americanas la inmigracin europeadesde el descubrimiento del Nuevo Mundo. Mxico con sus ricasminas, el Per con sus montones de oro, Chile con su plata, el Bra-sil con su oro y pedreras, las perlas de las Antillas y Tierra Firme,las esmeraldas y los palos de Centro Amrica, y ms o menos todaslas dems comarcas cuyos nombres se leen en el mapa de este con-tinente, debieron su fomento y su origen a este gnero de riquezasde que nosotros carecamos. Por mucho tiempo su riqueza fue me-dida por sus montones de oro, plata y piedras preciosas que hacanresaltar nuestra pobreza, mientras que hoy esos montones de bri-llantes son escoria de hornallas apagadas en comparacin de las ri-quezas que el comercio y la industria han creado y que ya el oro nopuede medir por s solo.

    Nosotros los desheredados de esta lluvia de oro, no tenamosni aun las ricas producciones de los trpicos que convidaban a losnuevos pobladores con pinges ganancias. Llanuras cubiertas de ma-lezas, encerradas entre montaas estriles, ros sin piedras y terrenoscaticos que la limitaban, la colonizacin del Ro de la Plata es unfenmeno digno de llamar la atencin, porque es la nica de la po-

    ca del descubrimiento que en Sudamrica haya nacido y crecidopidiendo a la tierra nicamente el pan de cada da por medio deltrabajo productor; la nica que naci y creci en medio del hambrey de la miseria, no obstante de que al nacer fue bautizada con unnombre que slo el porvenir deba justificar. El nombre del Ro dela Plata fue una promesa brillante que el comercio se ha encargadode realizar.

    Esta pobre colonia salvada por el trabajo despus de proveera las ms primeras necesidades de la vida, estaba condenada a vege-tar en la oscuridad y la miseria, y a perecer probablemente, si el co-mercio no hubiese venido a inocularle ese aliento de vida inmortalque aumenta la robustez de las sociedades a medida que el tiempopasa. Pero el desarrollo del comercio era imposible dadas las leyesrestrictivas que eran la base del sistema colonial de la madre patria.

    * Extractos de Sistema Econmico y Rentstico de la ConfederacinArgentina segn la Constitucin de 1853, en Obras Completas, IV, 1887.

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    Cerrados sus puertos, estancados sus frutos, condenada a proveersede los artefactos europeos atravesando por tierra toda la Amrica

    meridional, nuestro sistema comercial era una violacin de todas lasleyes naturales, un desperdicio lamentable de fuerzas en que se gas-taba la vida sin aumentar el capital social, era un orden de cosas enque al fin la colonia deba sucumbir estrilmente.

    El comercio la salv de la muerte y le infundi nueva vida, ycosa singular, las hostilidades que se dirigan contra la colonia paraherir en ella la madre patria, fueron las que ms directamente con-tribuyeron a restablecer el equilibrio de la ley econmica, lanzandolas producciones por los caminos trazados por la mano del Creador.Los muros de la Colonia del Sacramento, levantados como protec-cin al contrabando, sirvieron de asilo al comercio; all se fortific,all enarbol su bandera y sostuvo el sitio contra el monopolio,hasta que al fin el comercio lanzado por sus caminos naturales llega ser una funcin moral para estos pases, que no poda suspendersesin comprometer su misma vida.

    Los contrabandistas del mundo entero y las expediciones co-merciales y militares de la Inglaterra al principio de este siglo, con-tribuyeron a derribar las ltimas barreras del monopolio, hasta quevino la revolucin y dio al comercio universal su carta de ciudada-

    na. Bajo los auspicios de este noble origen, los hijos de esta tierraas como los comerciantes que se hallan aqu presentes, cualquierael pas del mundo en que nacieron, deben reconocerse como hijosde una misma madre fecunda y generosa. Sea que pertenezcan a laviril raza anglosajona que ha dilatado la esfera de la actividad huma-na, sea que vengan de las regiones que los fenicios recorrieron ins-pirados por el genio del comercio, ya estn posedos del espritumercantil de aquellas repblicas italianas de la edad media, que des-cienden de los industriosos flamencos o hayan levantado estatuasa un salador de arenques, llmense britnicos, belgas, franceses, ita-lianos, holandeses, alemanes, espaoles, lusitanos o se hallen com-prendidos bajo el nombre comn de americanos, todos debemos re-conocernos como hermanos.

    Y no slo debemos reconocernos como hermanos por el co-mn origen y por haber sido todos alimentados por el mismo senomaternal, sino porque tambin todos profesamos la religin del de-ber bajo los auspicios de la austera y santa ley del trabajo comn ysolidario.

    El comercio es un trabajo y un trabajo fecundo, que civiliza,enriquece y mejora la condicin humana, participando del doble ca-rcter de poder material y de grandeza moral que lo hace digno deadmiracin y respeto; y por eso he dicho antes que iba a hablar conmi corazn y con mis convicciones.

    Por eso me inclino ante el comercio, no por sus innumerablesnaves mercantes que pueblan los mares del orbe, no por el valor desus mercaderas, ni por el poder de sus capitales ni por la multipli-

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    cidad de sus transacciones ni por el influjo real que tiene en el ordenfsico y poltico, sino por su influencia eficaz en el progreso huma-no, por su accin directa sobre el hombre considerado como sermoral y ms que todo por el equilibrio que mantiene y las armonasque produce entre el mundo fsico y el mundo moral.

    El comercio es preconizado por unos y difamado por otros.Es preconizado por aquello que tiene de ms visible y vulgar,

    que es su influencia directa sobre la produccin y la riqueza y susresultados inmediatos sobre el bienestar de las sociedades y de losindividuos; pero no todos se elevan a la ley superior que preside asu desarrollo, y a su accin latente, constante y poderosa sobre lasconciencias.

    Es estigmatizado como una condenacin del egosmo por sec-tarios de la moral que se creen espiritualistas porque hablan en nom-bre de una generosidad mal entendida al mismo tiempo que incu-rren en las aberraciones del ms grosero materialismo. Para ellos elarte de comprar y vender es contrario a la ley de la caridad, sinacordarse de las severas palabras del Apstol del Evangelio quehaca indigno del pan al que no trabajaba; y el bello ideal es paraellos la vida gratuita en el goce comn de las riquezas adquiridas porotros.

    Lo que ms asombro causa y ms atrae la atencin de todos eslo que llamaremos la potencia mecnica, del comercio, que remuevepesos, que equilibra masas, dirige fuerzas y hace funcionar mqui-nas complicadas de produccin o de crdito. Lo que ms cautiva laatencin del pensador, cuando medita sobre los fenmenos trascen-dentales del comercio, es su funcin elemental, la que puede llamar-se el principio generador de todo su mecanismo, es decir, la compray la venta de las cosas. Precisamente el comercio es grande y nobleporque es el arte o la ciencia de comprar y vender, porque la com-pra y la venta son la evolucin lgica y natural para producir rique-

    za, elaborar capital, aumentar la capacidad productiva del hombre,incrementando a la vez los goces intelectuales y morales, hacindo-lo responsable ante las leyes de la creacin y los fines para que lodestin el Creador. Si las cosas no se comprasen y vendiesen, elhombre yacera en el aislamiento y la miseria y en la ms deplorableabyeccin moral. Si los objetos no tuviesen valor venal, los cam-bios de los productos de la naturaleza seran estriles para producirel fenmeno de la capitalizacin, que es el fin del comercio.

    En efecto, seores, no se puede crear riqueza sino arrebatn-

    dola a la naturaleza para ponerla al servicio del hombre, enrique-cindolo a la vez; no se puede elaborar capital sino obrando sobrelos elementos de la riqueza conquistada; y como no se adquiere ri-queza y capital sino por el trabajo y el ahorro, como no se puedeconservar la una y fecundar el otro sino por transformaciones suce-sivas que hacen experimentar los cambios. Sin la compra y sin laventa, no se tendra nada durable, se consumira todo lo creado yvolveramos a ser los esclavos de la desnudez y de la miseria de que

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    fuimos redimidos por el trabajo. Sobre todo se paralizara la accinactiva y fecundante del capital circulante que es la gran palanca que

    maneja el comercio, y a que la compra y la venta da impulso, per-petuando y agrandando la rica herencia que se transmite de gene-racin en generacin, y a que est incorporado el trabajo y el sudorde los que nos han precedido en la tarea, por lo cual se transmite noa ttulo de don gratuito, sino a condicin de perseverar en la fatiga.

    Slo los que desmayan en la varonil tarea de la vida, slo losque no tienen energa ni capacidad para producir, slo los que espe-ran del esfuerzo ajeno lo que no pueden alcanzar por s mismos, sonlos que pregonan la cobarde y vergonzosa teora de los goces gra-tuitos no conquistados con el sudor de sus frentes.

    Sera verdaderamente una calamidad y una ruina para la huma-nidad, si las cosas no se comprasen y se vendiesen y si todo se dieseen balde. Todos tendramos un banquete diario tan esplndido co-mo ste; los vinos generosos manaran de las copas y la humanidadengalanada y coronada de flores se entregara a las delicias de unafiesta tan brillante como pasajera. Qu sucedera despus? Siendola riqueza y el capital un resultado del trabajo acumulado por mu-chas generaciones, el da en que lo fuesen gratuito, se empezara aconsumir el capital creado sin reponerlo por nuevo trabajo y nueva

    elaboracin, sin atesorar por medio del ahorro, y hasta que consu-mido todo el capital creado y acumulado, la fuente de la vida seagotase, el movimiento se paralizase y el hombre tornase a ser aque-lla especie de bestia del estado primitivo que fue civilizado por la di-visin del trabajo, aquel esclavo de la naturaleza bruta que fue re-dimido por el capital acumulado, aquel ser vegetativo y sin valor al-guno moral y material que merced a los dotes que debe a la laborno interrumpida, hoy domina la creacin y se gobierna a s mismotan slo porque compra y vende, es decir, porque tiene un valor in-trnseco y porque da valor a las cosas, y con ellas crea y alimenta

    el capital social que es el principio de vida en la economa del g-nero humano, como el capital circulante es su sangre.Los hijos legtimos del trabajo podemos romper con mano

    tranquila y conciencia serena el pan de cada da en el banquete dela vida, penetrados de que obramos el bien y profesamos una doc-trina sana y moral a la vez que digna de las almas fuertes, cuandoelevamos el trabajo solidario sobre la holgazanera, y cuando abo-gamos en favor del mayor valor que el sudor y la inteligencia hu-mana incorpora a los objetos que elabora y a la labor a que preside,cualquiera sea su naturaleza.

    Puede decirse que moralmente somos dos grandes convidadoslos que estamos representados en esta mesa: el comercio y la pol-tica. Por una parte, los trabajadores de un perodo dado en la pol-tica segn la ley de renovacin de la democracia, es decir, los gober-nantes, los administradores, los legisladores, los elegidos por el pue-blo para presidir a la labor de una poca, y a la par de ellos los sol-dados que han combatido en primera fila con la espada en pro de

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    nuestros principios. Por otra, los jornaleros de todos los das, losque trabajando para s, laboran para todos acrecentando la riquezapublica, los comerciantes que vienen a saludarnos al trmino denuestra fatigosa jornada y nos brindan con la copa del festn, con-fundindose en un solo sentimiento, as los trabajadores del bufetecomo los trabajadores del escritorio, a la par de los trabajadores delcampo de batalla.

    Todos hemos sido trabajadores al servicio de la buena causa, yen las luchas contemporneas en que todos hemos sido actores, seha hecho sentir no slo la accin eficiente del gobierno a la par dela accin poderosa del capital, sino tambin la accin irresistible ybenfica de los principios profesados por unos y proclamados porotros, y practicados por todos en el nombre y en el inters de la li-bertad y la justicia.

    En la guerra del Paraguay que ha terminado ya, o puede darsepor terminada, ha triunfado no slo la Repblica Argentina en sucapacidad poltica de nacin, no slo la triple alianza en reivindi-cacin de sus derechos, sino tambin los grandes principios del librecambio, que son los que vivifican el comercio. Para el comercio sehan derribado tambin las fortalezas que amenazaban las cosas; paral tambin se han roto las cadenas que obstruan el ro Paraguay;para l y por l tambin se ha conquistado la franca navegacin delos ros superiores; la libertad de comercio y la derrota del mono-polio y la explotacin de los pueblos por sus tiranos; como para ltambin se ha conquistado la paz presente y futura de estas regio-nes entre s, dando mayores garantas al desarrollo del trabajo, quehoy puede contar con el tiempo y el espacio para ejercitar su accin.

    En todas partes el trabajo representado por el comercio tie-ne que vencer resistencias y tiene que luchar valerosamente entre los

    combatientes de primera fila; pero entre nosotros sucede esto conmayor frecuencia, porque estamos todava en el perodo del experi-mento y del desarrollo. Por eso, adems de la corona de oliva quesimboliza sus pacficos triunfos, tiene tambin aqu su corona delaurel por los triunfos, que en su nombre, en su inters y por suaccin ms o menos directa se ha conseguido por otros con las ar-mas de la civilizacin a costa de fatigas, peligros y sangre generosa-mente derramada.

    Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa cam-

    paa a recibir la merecida ovacin que el pueblo les consagre, po-dr el comercio ver inscriptos en sus banderas victoriosas los gran-des principios que los apstoles del libre cambio han proclamadopara mayor gloria y mayor felicidad de los hombres, porque tam-bin esos principios han triunfado.

    Por eso brindo por la grandeza moral y material del comercio,por sus triunfos fecundos y pacficos, por las conquistas hechas por

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    las armas de la civilizacin en su inters y en su nombre, y comorepresentante de sus principios por el distinguido comercio de Bue-

    nos Aires en particular, y el comercio argentino en general, acree-dor a la doble corona que reverdece cada da regado por el sudorfecundante de los trabajadores.*

    D. F. Sarmiento:

    Los Desfallecimientos y los Desvos

    (. . .)Encontramos en estos das, un diario viejo, rejuvenecido

    con las canas pintadas para parecer de esta vida, la frase pacto so-cial, el contrato social de Rousseau, el pacto celebrado entre losprimeros hombres que se constituyeron en sociedad, el pacto deThomas Payne en los Estados Unidos, y nos restregamos los ojos,una y dos veces, para asegurarnos de que deca pacto social: y pactosocial dice en 1879 un escritor, bajo el imperio de una Constitucinescrita; y tan dice pacto, que saca las consecuencias de todo pactodo ut des contrato de daca y toma, por lo cual "slo debemos res-peto a los gobiernos legtimos - nos negamos a obedecer, y como esnatural, no nos dejamos exterminar".

    Tenemos pues el contrato social de Rousseau, que para fundarla razn del contrato social estableci lo que pareca verdad, enton-ces, protestando contra los hechos histricos y en vindicacin dela dignidad humana, "que el hombre ha nacido libre, y que por to-das partes se le encuentra encadenado".

    (. . .)Se propuso, pues, al mundo, restablecer el imaginario pac-to social primitivo, y destruir las iniquidades que los siglos, la con-quista, la usurpacin, haban venido acumulando sobre la cabezadel pueblo; y un da el pueblo (francs), veinticuatro millones de

    hombres, la mayor parte ignorantes, fanatizados por la idea delcontrato social, emprendieron, interrumpiendo de golpe la cadenahistrica y derrumbando la armazn del gobierno tradicional, de-volver al hombre la igualdad primitiva, y para ello guillotinaron mi-lln y medio de hombres, desiguales, por ser clrigos, nobles, ricos,ilustrados, o indiferentes siquiera, y como saber leer era tambinuna desigualdad, enorme en un pueblo ignorante en general, decla-raron aristcratas a los que saban leer y escribir.

    La revolucin para hacer la igualdad de la fraternidad y la li-bertad la ley universal, produjo el imperio de un soldado feliz, y el

    pueblo libre no conoci ms ley que la disciplina militar de los ejr-citos, ni otra igualdad que la de llegar uno a mariscal, por cada cienmil que muriesen en los campos de batalla, ni ms fraternidad que lade matar otro milln y medio de hombres, para extender por toda

    * Discurso al comercio de Buenos Aires (21/2/1869) en Obras Completas,XVI, Buenos Aires, 1959.

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    Europa, no ya la libertad, sino la conquista a merced de la ambicinde un sublime loco, arrasado en ideas de gobierno. No seguiremos a

    este pueblo en su peregrinacin de cuarenta aos por el desierto,hasta llegar recin hoy mutilado, vencido, desahuciado, desencanta-do del pacto social, a buscar en otras ideas las bases del gobierno.

    Y haba un buen ejemplo que seguir. Otra nacin, la que losderrot y humill, con la inconmovible base de su poder, la Inglate-rra, libre de siglos atrs, no haba emprendido hacer iguales a loshombres rehacer el gobierno bajo bases racionales, sino que acep-tando su gobierno de un conquistador, que se impuso rey, con susgenerales que se llamaron lores, es decir seores, se distribuyeron elpoder, que hicieron hereditario, y bajo esa base inicua se fue desen-volviendo un gobierno, entre el rey y los lores, el pueblo conquis-tado fue adquiriendo libertades y un poco de representacin en otroParlamento donde haca or sus quejas, hincados de rodillas elspeaker u orador que as se llama hasta ahora el Presidente de losComunes (de los no privilegiados) hasta que se les reconoci la fa-cultad de imponer derechos y contribuciones al pueblo, lo que nopodan hacer ni el rey ni los lores.

    Y con estos sencillos principios, casi la mayor parte del puebloprivado del derecho de elegir diputados, que slo tenan ciertas cor-

    poraciones, aldeas y ciudades, han llegado hasta nuestro tiempo,sin hacer revoluciones, avanzando poco a poco el pueblo en franqui-cias electorales y en seguridad y justicia; hasta que han dado al mun-do sus instituciones, a la geografa una repblica como los EstadosUnidos, y a su pas el dominio de la India, el frica, y la posesinde diez mil islas en todos los mares, que sus naves dominan.

    Las colonias inglesas, pobladas por los perseguidos de la ma-dre patria, a causa de opiniones religiosas, puritanos, catlicos,cuqueros, anabaptistas, etc., cuando eran ya una nacin, y en nom-bre del derecho de estar representadas en la Cmara, nico poder

    que puede imponer derechos, y representadas por un Congreso delas colonias, de delegados del pueblo y no el pueblo mismo o un mi-litar como Washington se vieron forzados a darse un gobierno gene-ral, despus de conquistar su independencia, y entonces lleg la oca-sin, nica en el mundo, de celebrar un pacto social.*

    Julio A. Roca: . -

    El perodo legislativo que os espera es de suma labor y requiere

    toda vuestra constancia, honorables seores.Parece que furamos un pueblo nacido recin a la vida nacio-nal, pues tenis que legislar sobre todo aquello que constituye losatributos, los medios y el poder de la nacin tan grande era la fal-ta de una capital permanente para la repblica.

    * "El Contrato Social en la Repblica Argentina" en El Nacional, BuenosAires, 14 de enero de 1879.

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    Ahora podis dictar vuestras leyes con entera libertad y con laconciencia de que ellas sern fielmente obedecidas, sin temor de

    que n ingn gobernador de provincia, rompiendo con todas las prc-ticas, venga a protestar en este recinto, tratando de violentar vues-tras sanciones.

    Es de urgente necesidad, ante todo, completar la federaliza-cin de esta ciudad, dando leyes sobre Administracin de Justicia,Municipalidad y Educacin Comn, y determinando el modo y for-ma de su representacin en el Congreso. (1881.)

    No es confiadas en los entusiasmos de la plaza pblica ni en losarrebatos del momento, que las naciones conservan su independen-cia e integridad, sino con la paz interior, las virtudes cvicas del

    ciudadano y el respeto al principio de autoridad y el acatamiento ala Constitucin y a las leyes. (1881.)La supresin del curso forzoso y la uniformidad de la moneda

    para toda la repblica, que ha de contribuir poderosamente a robus-tecer la unidad nacional, tienen el ms alto inters para el pas.

    El curso forzoso y los privilegios, que son contrarios a la ndo-le del gobierno libre y al espritu de la Constitucin que garante lalibertad de industria y de comercio, excluyen los capitales extran-

    jeros, producen enormes perturbaciones en las transacciones y cau-san prdidas reales al tesoro nacional.

    Todo esfuerzo del Honorable Congreso y del Poder Ejecutivopara libertar el pas de esta carga, ser ampliamente compensado.

    El da que hayamos establecido la unidad monetaria y nos pre-sentemos ante el mundo sin privilegios ni papeles inconvertibles,tendremos un grande aumento de capitales extranjeros. Las malasmonedas que no pueden salvar los lmites de una localidad deter-minada sin perder su valor, como los idiomas primitivos en las ra-zas de Amrica, no son vehculos de civilizacin; y si hemos pro-gresado a pesar del caos monetario en que hemos vivido y vivimos

    todava, dbese tan slo a la exuberancia de vida con que hemossido dotados. (1881.)Esta opinin se apoya en una prescripcin constitucional,

    cuyos autores previeron que un pas extenso, despoblado y sincapital, necesitara durante mucho tiempo de la iniciativa y accindirecta de los poderes pblicos, para promover estos beneficios.

    As, la nacin ha construido y construye ferrocarriles y lneasde telgrafos con su capital, o ha contribuido a los trabajos con par-te de l o con su garanta, y gastado enormes sumas para promoverla inmigracin. Si todas estas mejoras se hubiesen esperado de laaccin individual o de corrientes espontneas, no es exageradoafirmar que muy poco tendramos que contar en el presente.

    La creacin, pues, de un Banco de Estado no estara en pugnani con los antecedentes del pas ni con las prescripciones consti-tucionales ni con la experiencia que nos ensea que la accin par-ticular es todava muy dbil para llevar a todos los extremos de larepblica las facilidades del capital y del crdito. (1882.)

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    Que sea sta nuestra aspiracin pblica; la paz y el orden; rea-licemos este programa, y la luz que empieza a irradiar sobre la re-

    pblica se convertir en un foco que, cual otra estrella de Oriente,anunciar al mundo que existe en este extremo sur del continenteamericano, abarcando cuatro veces mayor espacio que la Francia yno menos frtil que ella, una nacin abierta a todas las corrientesdel espritu, sin castas, sin preocupaciones religiosas ni sociales, sintiranas ni comuna nuevo templo sobre la faz de la tierra , don-de se consagran todas las libertades y todos los derechos del hom-bre. (1883.)

    Los gobiernos estables y seguros son poderosos agentes deprogreso en los pueblos nuevos; pero la sana aplicacin de las leyes

    por los jueces, como ms ntimamente ligada con los intereses indi-viduales de los ciudadanos, refleja un estado de civilizacin mselocuente an, como forma de garanta para el regular desenvolvi-miento de la vida social. (1884.)

    Concluyo felizmente mi gobierno sin haber tenido en todo lque informaros de guerras civiles, de intervenciones sangrientas, delevantamientos de caudillos, de emprstitos gastados en contenerdesrdenes y sofocar rebeliones, de depredaciones de indios, de par-tidos armados y semialzados contra la autoridad de la nacin, sin

    haber decretado, en fin, un solo da el estado de sitio, ni condena-do a un solo ciudadano a la proscripcin poltica.La paz, que es la primera necesidad y la ms viva aspiracin

    de un pueblo, no se ha conmovido por primera vez en la repblicadurante seis aos consecutivos. (1886.)

    Para juzgar si hemos hecho el mismo camino, si hemos progre-sado con igual proporcin en el orden moral y poltico; para juzgarsi tenemos ahora ms o menos libertad, ms o menos franquiciasconstitucionales, ms o menos regularidad en el ejercicio de nuestrasleyes constitutivas, ms o menos respeto a la autoridad nacional yde sta a los derechos de las provincias y de los ciudadanos; parajuzgarnos en este orden, es necesario no medirnos con abstraccinde nuestro pasado, o por el ideal que se forja el patriotismo, o porel ejemplo de otros pueblos ms viejos que nosotros, y que han en-trado a la vida independiente mejor preparados que la RepblicaArgentina y todas las dems nacionalidades americanas de origen la-tino; es necesario compararnos con nuestro pasado reciente, con elmodelo de lo que hemos sido en las administraciones anteriores.(1886.)

    Se habla de fraudes, de violencias, de abusos de autoridad. Elgobierno general no es responsable de los actos y conducta de todoslos funcionarios de la repblica que intervienen en el mecanismoelectoral, y tal vez sera un peligro para nuestra forma de gobiernoque pudiera intervenir para corregir actos electorales en las provin-cias. El ltimo juez, en ese caso, sois vosotros.

    Debemos considerar, por otra parte, que por ms rpidos quesean nuestros progresos, no es dado exigir que se extingan en un

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    momento hasta los resabios de pocas anteriores, tan llenas de estaclase de irregularidades y tan recientes en nuestra vida. Esos fraudes,esas violencias, esos abusos ...se irn atenuando y corrigiendo pocoa poco por los goces de la paz, la educacin de los partidos y la in-fluencia de la razn pblica que cada da se ilustra y aprende mscon la experiencia y la difusin de la enseanza. (1886.)*

    Julio A. Roca:

    He hablado de la moneda, tocando as un problema que recla-ma nuestras meditaciones. El pas ha vivido casi siempre bajo la in-conversin, pero sin abandonar la esperanza de salir de ese rgimen,aunque haya faltado, generalmente, un propsito firme a los ele-mentos necesarios para llevarlo a la prctica. A medida que la na-cin ha ido adelantando, con la importacin de hombres y de ca-pitales, y con el crdito abierto en los mercados extranjeros, se hahecho sentir ms y ms la necesidad de salir de la inseguridad y delas fluctuaciones, que cierran el crdito, alejan los capitales, detie-nen la inmigracin y enervan el movimiento comercial.

    El curso forzoso y la depreciacin de la moneda, que varaconstantemente, en uno y otro sentido, segn las circunstancias,

    levantando y derribando fortunas, obra tambin como la ms one-rosa y la ms cruel de las contribuciones, pesando principalmentesobre las clases menos acomodadas, y perturbando todas las relacio-nes del cambio y de la vida civil, sea que la moneda legal se deprimaen proporciones exageradas, favoreciendo singularmente a los deu-dores, sea que se valorice rpidamente agravando notablemente elpeso de las deudas. (1899.)

    Alguna otra provincia ha experimentado tambin, antes deahora, dificultades o conflictos que provocaron la intervencin na-cional. Ellos proceden, las ms veces, de una deficiente preparacinpara el gobierno propio. Algo ms que un instrumento orgnico serequiere para constituir un verdadero sistema poltico y constitu-cional. Hay que hacerlos penetrar en los espritus y arraigar en lascostumbres, identificarlo con el pueblo, y hacerlo amar de los ciu-dadanos encargados de aplicarlo. Sin esa condicin, no es raro quelos pueblos tropiecen a menudo en la prctica de instituciones quesuponen capacidad y virtudes democrticas. Eso mismo debieraaconsejamos la moderacin y la tolerancia, dejndonos el convenci-miento de que tales efectos no se corrigen sino por la educacin

    cvica y por el uso ordenado y constante de los derechos y resortesconstitucionales. (1899.)La justicia, base fundamental de la organizacin social, el

    signo ms alto de la civilizacin de un pueblo, ha cado entre noso-tros en bastante descrdito. El problema judicial de la nacin debe

    * Extracto de mensajes presidenciales en Museo Roca, Mensajes de Rocade 1880 a 1886, Buenos Aires, 1966.

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    ser afrontado resueltamente, no slo por deber moral sino como elmedio ms eficaz de contribuir, garantiendo mejor la vida, la pro-

    piedad y los derechos en general, a los progresos materiales y posi-tivos del pas. Sera ilusorio, sin una buena justicia, pretender ins-pirar confianza al trabajo, al capital, a la inmigracin y a todas esasenergas, extraas o propias, que la nacin necesita atraer y radicaren su suelo. (1899.)

    Cada vez estoy ms penetrado de la necesidad imperiosa de re-primir esos movimientos subversivos que tanto han retardado laconsolidacin de las instituciones, salvando as el principio de auto-ridad sin el cual no hay orden posible.

    Una insurreccin amenaza con trastornos profundos a la socie-dad. La victoria por las armas significara violencia, convirtiendo alos oprimidos de hoy en opresores al da siguiente, y a los supuestosopresores del da siguiente, en conspiradores de maana, en unalucha sin trmino, en que seran sacrificados los intereses moralesy materiales de las provincias afligidas por semejantes vicisitudes.

    Esas insurrecciones interrumpen y detienen en vez de acelerarla trabajosa educacin de nuestros pueblos. La experiencia demues-tra, por otra parte, que el cambio de hombres o mandatarios, obte-nido violentamente, nunca ha importado un cambio de poltica, ni

    mejorado la suerte de las provincias.Hay que salir, pues, de ese crculo funesto. Las cuestiones depredominio poltico deben resolverse pacficamente en las urnas, ytodo agravio debe encontrar reparacin en las leyes y en la justicia,provinciales o federales. (1900.)

    Se notan sin duda grandes defectos y deficiencias en las prc-ticas de nuestras instituciones polticas, pero no deben desconocer-se las ventajas que proporciona la continuacin de un orden regular,aunque adolezca de defectos cuya eliminacin no dependa de laaccin de los gobiernos, cualquiera que sea su origen, y slo puedendesaparecer con el tiempo, los progresos de la civilizacin y la trans-formacin de la educacin y las costumbres polticas. (1901.)

    La vida poltica interna no ofrece a la observacin ningn fe-nmeno excepcional, no obstante las agitaciones por que han pasa-do algunas provincias con motivo de la renovacin de sus autorida-des. Ella se desarrolla y mejora gradualmente en la medida de laeducacin social o de los factores que concurren a formarla. La no-cin general del gobierno libre, las prcticas electorales, las institu-ciones republicanas, son el producto de una civilizacin que avanza

    con la calma de la naturaleza.Nuestro rgimen constitucional es excelente, pero su eficaciadepende ante todo de la cultura pblica, sin que eso importe excluirla influencia natural de leyes previsoras y prcticas, o de reformasreclamadas con justo ttulo. (1902.)

    Hemos recorrido en nuestra corta y accidentada existencia na-cional, a travs de largos sufrimientos, guerras civiles, crisis, tira-nas y desrdenes, un camino inmenso, y podemos hoy mirar el

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    porvenir sin las incertidumbres y angustias de otras pocas, que msde una vez hicieron desesperar de nuestra suerte a los patriotas ms

    sinceros y a los caracteres mejor templados y ms confiados en lasfuerzas que elaboraban la trama de la vida y modelaban el alma dela nacin argentina.

    Nos quedan sin duda muchos esfuerzos an que hacer y mu-chas conquistas que alcanzar sobre nosotros mismos, tan propen-sos a forjarnos ideales lejanos y a exigir la ltima expresin de la sa-bidura poltica en el gobierno, en los partidos y en las prcticasconstitucionales, que suponen un grado de perfeccionamiento su-premo al que no han alcanzado todava pueblos que cuentan con si-glos de existencia.

    Ms que en la ley escrita, la forma republicana reposa en h-bitos y costumbres pblicos. (1903.)*

    Leandro Alem:

    Cierto es que no todos se atreven a confesar la reaccin, y sos-tienen algunos que la evolucin proyectada tiende precisamentea consolidar el rgimen federativo, estableciendo el ''equilibrio"necesario, porque esta influencia portea pesa demasiado ya. Y es

    para abatir esta influencia que se entrega a la direccin inmediatadel Poder Central la gran ciudad principal de la repblica, poniendo,por consiguiente, en manos de aquella autoridad esta gran suma deelementos eficaces, en todo orden de ideas, que guarde en su senola codiciada ciudad del Plata.

    Un momento sobre esta teora del equilibrio. Ella halaga mu-cho, seor Presidente, a los partidarios del "gobierno fuerte".

    Este es el programa que levantan de continuo los que no quie-ren gobernar, sino "dominar"; este programa, en una palabra, quecon frecuencia usan los dspotas para desenvolver sus planes som-bros.

    Qu significa este equilibrio en el rgimen interno que tene-mos? Acaso consiste nicamente en las relaciones recprocas delos Estados de la Unin?

    Dada la naturaleza de nuestro sistema de gobierno, en qudebemos fijarnos ms? Creo firmemente que en la respectiva posi-cin de los Estados Federales con el Poder Central, porque esto esuna verdad incontestable; cuando el Poder General "por s solo"tenga ms fuerza que todos los Estados Federales juntos, el rgi-men quedar escrito en la Carta, pero fcilmente podr ser y serpaulatinamente subvertido en la practica y, al fin, avasallado com-pletamente en cualquier momento de extravo.

    El Poder Supremo en la repblica federalmente constituida,que reconoce personalidad poltica en las diversas colectividades

    * Extractos de mensajes presidenciales en Museo Roca, Mensajes de Ro-ca de 1899 a 1904, Buenos Aires, 1966.

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    que la forman, debe ser "relativamente" fuerte, y disponer nadams que de los elementos necesarios para los fines generales de la

    institucin, porque no es admisible que todos los Estados se alzaransin razn y sin justicia contra esa autoridad, funcionando legtima-mente. Pero si en su mano tiene y centraliza la mayor suma de loselementos vitales y de fuerzas eficaces, la repblica depender de subuena o mala intencin, de su buena o mala voluntad, de las pasio-nes y de las tendencias que la impulsen. La dictadura sera inevita-ble siempre que un mal gobernante quisiera establecerla, porque nohabra otra fuerza suficiente para controlarlo y contenerlo en susdesvos.

    Y estas consideraciones son tanto ms exactas en este caso yentre nosotros, atendiendo al estado y a las condiciones en que seencuentran otras provincias, incapaces todava de inspirar respetoal mandatario extraviado, ni de ejercer una influencia saludable quelo detuviera en sus primeros pasos o en la ejecucin de sus pensa-mientos. El nico Estado que en esta situacin se presenta es, pre-cisamente, Buenos Aires, al que se debilita de esta manera, y parafortalecer ms el Poder Central con los elementos que se le des-prenden.

    Mal camino lleva el equilibrio que se busca; y errneo a todas

    luces es el propsito que se tiene en vista.Esta teora del equilibrio, como la entienden los que la quierenaplicar, los autores de la evolucin que combato, me trae el recuer-do de los comunistas que tambin quieren "equilibrar" en el ordensocial. Son verdaderos "niveladores". Las fortunas deben ser igua-les, dicen stos, porque los ricos ejercen una influencia nociva enla sociedad, y hacen una verdadera presin sobre los pobres quecomponen el mayor nmero.

    As queremos hacer ahora nosotros, en el orden poltico dela repblica.

    "Buenos Aires est ya muy rico y la influencia que su posicinle da causa desconfianzas y prevenciones en las otras provincias; ypuede ser que peligre alguna vez la nacionalidad argentina".

    Desde luego, resalta la exageracin de estos temores, aun acep-tada su sinceridad, y el medio de equilibrar no deja de ser originaly extravagante. Yo comprendera ese equilibrio y lo aplaudira,con medidas eficaces para mejorar el estado de las otras provincias,para hacerlo de igual suerte a los otros, en vez de enriquecer al po-bre para que nadie se resienta en el organismo general; proceder de

    esta manera, deca, es practicar el comunismo en poltica y obrarcon la mayor imprevisin en la Repblica Argentina.Esta teora del equilibrio, por fin, seor Presidente, entraa

    una verdadera resistencia a la ley soberana del progreso y destruyecompletamente los ms laudables esfuerzos y los ms nobles est-mulos.

    Para qu gastar fuerzas y actividad en hacer levantar una po-sicin, que debe dar tambin una legtima influencia?

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    Para qu la provincia mutilada de Buenos Aires se ha de en-tregar a una labor asidua que la coloque en el andar del tiempo a la

    misma altura de que por esta evolucin desciende, si al fin ese po-der y esos prestigios, considerados otra vez como perjudiciales y pe-ligrosos, sufrirn la misma suerte que en este momento se les de-signa?

    He dicho, seor Presidente, que todos esos temores que se ma-nifiestan son imaginarios, y que el peligro consiste, precisamente,en la tendencia y el propsito que entraa esta evolucin; y deboexaminar, en breves momentos, las condiciones en que por nuestraCarta est el Poder Central, con todos los elementos de que porella dispone.

    Nuestra Carta Nacional es ms centralista que la norteamerica-na y la suiza. Nuestra legislacin es unitaria, como no lo es en la pri-mera y las facultades respecto del ejrcito no estn en la segunda. Ypuedo aventurarme a decir que nuestro Ejecutivo es ms fuerte to-dava que el mismo Ejecutivo de Inglaterra, no obstante ser monr-quica aquella nacin.

    El Presidente de la Repblica Argentina es el General en Jefede un respetable ejrcito de mar y tierra, y puede colocarlo donde llo juzgue conveniente. Este ejrcito no tiene lmite sealado por la

    Constitucin, y el Congreso puede aumentarlo a su juicio.El tesoro nacional est bien provisto, pues tiene las rentas prin-cipales que producen los Estados, siendo su mayor parte la que pro-cede de Buenos Aires; acaso un sesenta o un setenta por ciento delas que esta provincia produce.

    El Ejecutivo Nacional compone su gabinete a voluntad y lomantiene del mismo modo, sin que haya fuerza legal que se lo pue-da impedir.

    Las provincias no pueden levantar ni mantener tropas de l-nea ni armar buques; y por fin el Gobierno Nacional tiene el dere-

    cho de intervencin en aqullas.Y yo pregunto y espero que se me conteste con espritu des-

    prevenido: si es posible con todo a la vista, sostener, como se hadicho que es frgil y vacilante la base de la autoridad nacional? Sies posible que, marchando como se debe marchar y aplicndose laley imparcialmente, pueda alguna vez peligrar la existencia de esaautoridad y de la nacionalidad argentina, por disturbios y aconte-cimientos ms graves que los que se acaban de producir?

    No, seor Presidente; la autoridad nacional tiene todas las atri-

    buciones y todos los elementos necesarios para conservarse en cual-quier emergencia, para guardar el orden y abatir todo movimientoirregular.

    (. . .)Dominando previamente en esta capital, por medio de susagentes y allegados, quin podr contenerlo despus?

    Es una tendencia natural del Poder a extender sus atribuciones,a dilatar su esfera de accin y a engrandecerse en todo sentido; ysi ya observamos ahora cmo se arrojan sombras, de continuo, so-

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    bre la autonoma de algunas provincias, influyendo sensiblemente laautoridad nacional en actos de la poltica y del rgimen interno de

    aqullas, qu no suceder cuando se crea y se sienta de tal ma-nera poderosa y sin control alguno en sus procedimientos?Creo firmemente, seor, que la suerte de la Repblica Argen-

    tina Federal, quedar librada a la voluntad y a las pasiones del jefedel Ejecutivo Nacional.

    (. . .) Gobernantes voluntariosos y mal inclinados haban hechosentir, ms de una vez, sobre el pueblo, los perniciosos efectos de lacentralizacin, interviniendo en todas partes, llevando su accin atodas las localidades, gobernndolas a su voluntad por medio de susagentes, su autoridad era inquebrantable y todo lo dominaban y lo

    podan avasallar, sin encontrar resistencias eficaces.La descentralizacin era reclamada por el pueblo, que sintin-dose con aptitudes para dirigir por s mismo los negocios comuna-les, no quera permanecer bajo la tutela de un poder que todo loabsorba.

    La Constitucin del '73 respondi a esas legtimas aspiracio-nes y sancion la autonoma de las comunas, emancipndolas deaquella intervencin nociva, que ahogaba la iniciativa y debilitabasu actividad, librando su suerte y su destino a la voluntad de un go-bernante.

    As aseguraba la libertad con el orden. Ni una ni otra queda-ban dependientes del mal gobernante. Las colectividades comunales,dueas de s mismas y responsables de sus actos, seran las primerasen trabajar una situacin normal que les asegurase sus derechos, im-pulsando el progreso y desenvolvimiento de sus legtimos intereses.

    Descentralicemos, pues, en la provincia y habremos conjuradotodo el peligro para el porvenir, pero no centralicemos al mismotiempo en la nacin, incurriendo en contradicciones inexplicablesy engendrando el mismo mal con ms graves consecuencias.

    Pero la solucin que damos a este problema poltico, nos con-testan los sostenedores, es la solucin que la historia y la tradicinnos aconsejan: Buenos Aires es la capital tradicional e histrica dela Repblica Argentina.

    Esto no es exacto; y parece increble, seor Presidente, que al-gunos espritus distinguidos hagan tan lamentable confusin deideas.

    En primer lugar, es un malsimo sistema tomar la tradicin co-mo razn suprema y decisiva para la solucin de estos problemas dealta filosofa poltica. Es de la escuela conservadora y aun puedollamarla estacionaria, que se levanta todava al frente de la escuelaracional y liberal.

    La tradicin, tomada en ese sentido, quiere mantenernos conla vista fija en el pasado, nicamente, sin dirigirla un momento alporvenir; quiere ligarnos con vnculos inflexibles a situaciones ypocas que han desaparecido, levantando una barrera en el caminodel progreso y desconociendo las exigencias modernas.

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    No es el sistema que nos conviene adoptar si queremos avanzarfrancamente en el sendero que nos sealaron nuestros mayores,

    cuando luchaban entusiastas e iluminados por grandes esperanzas,para quebrar la dominacin monrquica y legarnos una nacin viril,que fuera ejemplo en este continente a los pueblos que quisieranvivir en libertad.

    "Para mantener las instituciones libres en su verdadero espri-tu escribe uno de los ms distinguidos publicistas americanos,es indispensable hacer una alta distribucin del poder poltico, sinninguna consideracin a las circunstancias que hayan dado origen ala formacin del gobierno. Este es un gran problema de filosofa

    poltica y no una simple cuestin accidental en la historia de unaclase particular de instituciones".(. . .)Y qu significa esto de los "gobiernos fuertes"? Qu

    alcance tiene la frase? Hasta dnde va el propsito de la evolucin?Yo no lo entiendo bien, seor Presidente, ni puedo explicrme-

    lo de una manera satisfactoria.En un pas constituido, que tiene por su Carta Orgnica per-

    fectamente distribuidos los poderes y deslindadas las atribuciones,yo no comprendo otro gobierno fuerte sino el de la ley severa eimparcialmente aplicada, con los elementos necesarios para hacerlarespetar.Tiene el Poder Central esos elementos? Acabo de examinarlosen mi exposicin anterior, ponindolos a la vista de todos. Un gobier-no que dispone de la gran parte de la renta de la nacin, y con facul-tades ilimitadas para mantener un ejrcito permanente, que puedecolocarlo y distribuirlo a su voluntad, es un poder muy respetable,seor Presidente, es una autoridad que siempre se har obedecer enel ejercicio de sus atribuciones. Nada tiene que temer procediendolegtimamente. Toda y cualquier transgresin que se pretenda, ser

    sin esfuerzo reprimida. Acabamos de verlo en estos ltimos sucesos.La tendencia autoritaria se desenvuelve entre nosotros de unamanera alarmante. Son los partidarios de esa escuela que atribuyenal "poder social" derechos absolutos e independientes, sin pensarque slo es un encargado de armonizar y garantir los derechos de losasociados. Son los que pretenden la infalibilidad en la "autoridadsuprema", puesto que sus rdenes deben ser cumplidas y acatadassin observacin ni control de ninguna especie. All donde el "poder"habla y procede, all estar necesariamente la razn. Es el que debedirigirlo todo, porque es el que mejor piensa y obra tambin.

    No es sta nuestra teora, ni ha de ser, por cierto, la de todosaquellos que, amando sinceramente nuestras instituciones democr-ticas y no reconociendo entre nosotros ms soberano que el pue-blo, del cual los gobernantes son simples mandatarios, buscan solu-ciones distintas a las de aquellos seores, a fin de que esos gober-nantes no usurpen los derechos de su mandante.

    No desnaturalicemos, pues, las instituciones por las que tantohemos luchado y tantos sacrificios han hecho nuestros mayores.

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    Con las vacilaciones inevitables y naturales en un pueblo nue-vo, ellas se han ido radicando paulatinamente, y en vez de hacer una

    reaccin infundada, debemos todos propender a que se desenvuelvany perfeccionen, separndoles todo obstculo en su marcha progresi-va. "El medio ms seguro de conservar una forma establecida diceun notable publicista que acaba de escribir un bello libro sobre lateora del Estado, es evitar todo abuso de la autoridad para queella no degenere. El poder legtimo tiene poco que temer mientrasproceda con justicia y con derecho y no piense sino en el bien p-blico. Es el que por sus desvos e irregularidades suele minar de con-tinuo sus propios fundamentos, desprestigiando su autoridad moral.Y el abuso del poder es tanto ms temible a medida que dispongade mayores elementos. Ms el poder es fuerte, ms la corrupcines fcil. Para asegurar el poder legtimo, es necesario impedir a todotrance que l exagere sus facultades, y es indispensable buscarleel contrapeso que prevenga lo arbitrario. Es un mal amigo de los go-bernantes, el que llama a toda contradiccin seria y firme, una rebe-lin o una traicin. Un hombre de Estado sabe aprovechar las mis-mas fuerzas contrarias para corregir sus abusos, librarse de erroresy redoblar sus esfuerzos en el sentido de bien pblico".

    Ms el poder es fuerte, ms la corrupcin es fcil, dice el publi-

    cista, y sus abusos son tanto ms temibles a medida que dispone demayores elementos.(. . .)Los partidarios de la centralizacin se equivocan en los

    resultados que esperan. Cometen un grave error filosfico en susapreciaciones.

    La concentracin del poder no produce ese vigor y esa mayorvitalidad de un pas. Tendr a su disposicin mayor cantidad de ele-mentos, pero la fuerza de stos se debilitar paulatinamente, porqueas se debilita su propia iniciativa y su propia actividad, que es elimpulso verdadero del progreso.

    La centralizacin, atrayendo a un punto dado los elementosms eficaces, toda la vitalidad de la repblica, debilitar necesaria-mente las otras localidades; y como muy bien dijo Laboulaye, es laapopleja en el centro y la parlisis en las extremidades. Y es necesa-rio que los hombres pblicos, los polticos previsores, no olvidenque la apopleja en poltica suele llamarse revolucin.

    S, concentracin y revolucin son dos palabras de una mismadata; son dos nombres de una misma enfermedad.

    La misin del legislador moderno es, precisamente, en sentido

    contrario al que van los autores de esta evolucin; consiste en desen-volver la actividad del individuo, de la familia, de la asociacin, deldistrito, del departamento y de la provincia en toda la repblica,teniendo presente que el Estado es un organismo viviente y que lafuerza de todos sus miembros es la fuerza del cuerpo entero.

    La centralizacin tiene adems este gravsimo inconveniente:que como trae todos los elementos y la vitalidad del pas a un solopunto, cuando ese punto vacila, cuando hay un sacudimiento, toda

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    la nacin se conmueve profundamente. No tiene fuerzas convenien-temente distribuidas; all est todo; all est el corazn; all se da el

    golpe a toda la nacionalidad.(. . .)No hay tal tendencia centralizadora, repito. En economacomo en poltica, estrechamente ligadas, porque no hay progresoeconmico si no hay buena poltica, una poltica liberal que dejeel vuelo necesario a todas las fuerzas y a todas las actividades; eneconoma como en poltica, deca, la teora que levantan los princi-pales pensadores, los hombres ms distinguidos del antiguo y delnuevo continente, teora que se va inculcando, por as decirlo, en elseno de todas las sociedades, se puede condensar, y ellos la sinteti-zan en esta sencilla frmula: "No gobernis demasiado"; o mejordicho o mejor expresada la idea: "Gobernad lo menos posible".

    S, gobernad lo menos posible, porque mientras menos gobier-no extrao tenga el hombre, ms avanza la libertad, ms gobiernopropio tiene y ms fortalece su iniciativa y se desenvuelve su activi-dad.

    Las repblicas antiguas, las repblicas de la Grecia, no com-prendieron el sistema, no descubrieron el secreto para levantar yperfeccionar sus instituciones; y as las hemos visto ser vctimas al-gunas veces del despotismo, y decaer prematuramente. All el ciu-dadano era libre, pero dentro del Estado, al cual estaba inflexible-mente ligado y al cual perteneca exclusivamente.

    La libertad es una fuerza, dice Laboulaye, que puede dirigirseal bien como puede dirigirse al mal. Oprimida, estalla necesariamen-te. Dejadla andar, que ha de producir benficos resultados, segn lamano que la dirija. Los americanos han comprendido bien esta idea,tratando a la libertad poltica como a la libertad natural, porque esla misma libertad; y es el "individualismo", poltico y religioso, elsecreto y la causa de su bienestar y de su prosperidad; esto es, laautonoma, comenzando desde el individuo, garantida en sus "ma-

    nifestaciones regulares", pero nada ms que garantida, sin la protec-cin ni el tutelaje nocivo del poder superior.*

    * Extractos del discurso sobre Federalizacin de Buenos Aires, pronuncia-do en la Legislatura Provincial (Nov. de 1880) en Obra Parlamentaria de