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ETICA AMBIENTAL

SEMINARIO DE ETICA Y SOCIEDAD ETICA AMBIENTAL

AO DE DIVERSION PRODUCTIVA Y DEFORTALECIMENTO DE LA EDUCACION

UNIVERSIDAD PARUANA LOS ANDESFACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y CONTABLESESCUELA ACADEMICO PROFESIONAL DE ADMISTRACION Y SISTEMAS

ETICA AMBIENTAL

CATEDRA: SEMINARIO DE ETICA Y SOCIEDAD

CATEDRATICO: CPC. WALTER TIBRCIO CARNERO

CICLO: VII

SECCION: B1 404

ESTUDIANTES: HUARCAYA ROMRO ESTER ILLESCA CCAHUANA MARI LUZ JULIAN LLULLUY ANDROMEDFA

CHORRILLOS HUANCAYO 2015 I

PENSAMIENTO

A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas, nieves, ardores y miedos de las noches veladores(S. Juan de la Cruz: Cntico espiritual)

INDICE

INTRODUCCION DEFINICION . 05OBJETIVO . 061. MORAL, TICA Y TICA AMBIENTAL . 08 1.1. La moral 081.2. De la moral a la tica 081.3. De la tica a la tica ambiental.. 10 1.4. Un poco de historia 111.4.1. La tradicin aristotlica 111.4.2. Las tradiciones modernas: la tradicin kantiana 131.4.3. Las tradiciones modernas: la tradicin utilitarista.. 141.4.4. Las tradiciones posmodernas.. 162. NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE LA TICA AMBIENTAL .. 162.1. La necesidad de una tica ambiental. 162.1.1. La naturaleza y la polis: un giro copernicano. 172.1.2. Lo natural y lo artificial: fusin sin confusin.. 182.2. La posibilidad de una tica ambiental. 202.2.1. Tiempos modernos. 202.2.2. El fin de los tiempos modernos.. 222.2.3. Actual.. 253. EL VALOR DE LOS SERES DE NUESTRO ENTORNO .. 263.1. La doble reduccin: cientificista y seleccionista..... 263.2. Biologa y tica. 273.3. La ciencia y algo ms: poesa, religin, filosofa................................................. 283.4. Vivientes y no vivientes 293.5. Distintos tipos de vivientes.... 303.6. Organismos, especies, ecosistemas, poblaciones y la indiferencia de Gaia.. 32

4. DIMENSIONES TICAS DE LOS PROBLEMAS AMBIENTALES 334.1. Los problemas ambientales segn el informe Geo-2000.. 344.2. Reflexiones sobre la percepcin de los problemas ambientales (el caso del cambio climtico).. 364.3. Dimensiones ticas de los problemas ambientales. 384.4. La dimensin supranacional de los problemas ambientales.. 384.5. La dimensin supra especfica de los problemas ambientales. 404.6. La dimensin intergeneracional de los problemas ambientales. 42

5. PROPUESTAS PARA UNA TICA AMBIENTAL.. 435.1. La tica como parte de la nueva conciencia ambiental 435.2. Una ordenacin de las lneas de pensamiento en tica ambiental. 445.3. El antropocentrismo.. . 445.4. Biocentrismo, ecocentrismo, tica de la Tierra y Deep Ecology 455.4.1. El Biocentrismo. 455.4.2. El ecocentrismo.. . 465.4.3. La tica de la Tierra. 465.4.4. La ecologa profunda (Deep Ecology) 475.5. Ecologa social y ecofeminismo. 485.5.1. La ecologa social. 495.5.2. Ecofeminismo 505.6. Humanismo 515.6.1. El utilitarismo 525.6.2. La tica de la responsabilidad. 525.6.3. La tica ambiental cristiana 525.6.4. La tica ambiental aristotlica, el pluralismo y el sentido comn 53

6. OBJETIVOS ESTRATEGICOS DE LA ETICA AMBIENTAL. 547. IMPORTANCIA DE LA TICA AMBIENTAL 55CONCLUCIONES.. 56BIBLIOGRAFIA 57

INTRODUCCION

En poco tiempo hemos cobrado un poder tcnico que contiene, como comprimidas, como agazapadas a la espera, todas las promesas y todas las amenazas. Estamos comenzando a entrever, a palpar casi, el tamao de nuestro mundo natural, sus debilidades, sus zonas ms delicadas. Sabemos que, para bien o para mal, una buena parte de nuestro entorno ha cado bajo nuestra responsabilidad. El ser humano se ha convertido, en palabras de Stephen Jay Gould, en "guardin y regulador de la vida en la Tierra". Conocemos los daos ambientales que hemos causado e intuimos los peligros que se ciernen. Y precisamente esta conciencia hace que valoremos ms lo precario, lo amenazado, lo frgil. He aqu un nuevo sentido de los versos inagotables de Hlderlin: "Pero donde est el peligro all nace lo que salva". Vivimos como problema nuestra relacin con el entorno natural. Ante el desconcierto apelamos a la ciencia como gua. Al fin y al cabo es lo que hemos hecho durante los ltimos siglos. Pero la ciencia no responde ya con promesas de certeza. Somos conscientes de que la ilusin de la certeza es ya cosa pasada, que tenemos que convivir con la incertidumbre y el riesgo. Y aun as queremos tomar las decisiones ms razonables y correctas, contando con la ciencia, s, pero sin dejarlo todo en sus manos, ni en las manos de la fuerza, del poder, del azar o del destino. Comenzamos, pues, a sospechar que la respuesta a los problemas ambientales no puede limitarse a un mero apao tcnico o de gestin, que nada se resolver sin una reconsideracin profunda de la naturaleza, del ser humano y de su funcin en el mundo. Los problemas ambientales son, en el fondo, problemas de cosmovisin, cuestiones filosficas. Esta conviccin ha impulsado el nacimiento y desarrollo en los ltimos veinte aos de la tica ambiental.

Cada uno sabe muy bien hasta dnde llega su capacidad de decisin. No puedo decidir la velocidad de propagacin de la luz, ni el tiempo meteorolgico. Algunas cosas sencillamente ocurren.

La filosofa moral, o tica, es la propia moral pero precisada, desarrollada, potenciada en cuanto a su espritu crtico y a sus dosis de ilustracin.

El utilitarismo tiene una gran audiencia entre los que se dedican a la tica ambiental. En parte porque esta disciplina ha nacido en el mundo anglosajn, donde el utilitarismo es tomado casi como la perspectiva moral por antonomasia.

ETICA AMBIENTALDEFINICINUna tica ambiental es bsicamente una tica basada en la justicia social para todos sin discriminacin de casta, raza, sexo, religin, ideologa, regin o nacin. (UNESCO, 1990, 51). Tambin es un factor relevante de todo sistema econmico, poltico y social ya que en ste hay implcita una visin determinada del hombre, de su ser, sus atributos, su origen y su destino.Es la rama de la filosofa que considera especialmente las relaciones entre los hombres y el medio ambiente en el cual se desenvuelven y que se preocupa y ocupa especialmente de regular que las acciones de los seres humanos no atenten contra el desarrollo y la evolucin de los ambientes naturales.A mediados del siglo pasado, comenz a denunciarse pblicamente los daos que en el medio ambiente perpetraban tanto las industrias como los hombres con escasa conciencia respecto del respeto por el medio ambiente.En tanto, esta creciente situacin dispar la necesidad de la creacin de un espacio especfico que vele por el cuidado de nuestra naturaleza y que en caso contrario castigue a quienes no obran en este sentido.Es decir, la tica ambiental propone una normativa moral que exige responsabilidad por parte de las empresas y de los hombres en cuanto al cuidado de nuestro entorno natural.La propuesta fundamental de esta rama de la tica es procurar el bienestar entre la sociedad y la naturaleza para que los seres humanos podamos desarrollarnos en un ambiente natural cuidado.En este sentido la tica ambiental profundiza y aborda temas como ser: las obligaciones que los individuos tienen con el medio ambiente y en orden a ello cmo deben ordenar sus acciones para no afectarla; tambin, la tica ambiental propone que el ser humano debe ser responsable de todo el planeta que habita por lo cual deber actuar en funcin de cuidarlo a futuro para que sus acciones no afecten su presente inmediato pero tampoco a su prjimo.En tanto, tal cuestin nicamente ser plausible de lograr con el compromiso efectivo de los hombres.Afortunadamente, en la actualidad y tras dcadas de denuncia y de insistencia en la instalacin de la problemtica en los medios de comunicacin masiva, el tema de la crisis medioambiental se ha convertido en un tema mundial y entonces, estados, individuos y organizaciones de defensa del ambiente, vienen proponiendo diversas soluciones y alternativas, aunque claro, la tarea de educacin no es sencilla y como decamos requiere de un compromiso concreto.

En primer lugar, la tica ambiental es un concepto amplio: tica ambiental y polticas internacionales mientras que la tica tradicional se ocupa principalmente de los deberes mutuos entre los seres humanos, especialmente entre contemporneos, la tica ambiental se extiende ms all de la comunidad y la nacin, pues atae no slo a todas las personas en todos los lugares, sino tambin a los animales y a la naturaleza la biosfera tanto ahora como en el futuro inmediato, incluyendo as a las generaciones venideras.

En segundo lugar, la tica ambiental es interdisciplinaria: existen muchas coincidencias entre las preocupaciones y las reas de consenso de la tica, de la poltica, de la economa, de las ciencias y de los estudios sobre el medio ambiente. Las perspectivas y metodologas propias de estas disciplinas constituyen una importante inspiracin para la tica ambiental, y sta, a su vez, ofrece fundamentos axiolgicos para esas disciplinas. De esta manera, ambas partes se fortalecen, se influyen y se apoyan mutuamente.

En tercer lugar, la tica ambiental es plural: desde el momento mismo en que fue concebida, ha sido una disciplina en la que compiten entre s diferentes ideas y perspectivas. Tanto el antropocentrismo como la teora de la liberacin y los derechos de los animales, el biocentrismo como el ecocentrismo, proporcionan justificaciones ticas singulares y, en cierto modo, razonables para la proteccin del medio ambiente. Sus enfoques son diferentes, pero sus objetivos suelen ser los mismos y ambos han llegado a este consenso: todos tenemos la obligacin de proteger al medio ambiente. Las ideas bsicas de la tica ambiental se sustentan y estn contenidas en diversas tradiciones culturales de fuerte arraigo; el pluralismo de las teoras y perspectivas multiculturales es esencial para que la tica ambiental conserve su vitalidad.

En cuarto lugar, la tica ambiental es global: La crisis ecolgica es un problema planetario: la contaminacin del entorno no respeta fronteras nacionales y ningn pas puede abordar por s slo este problema. Para hacer frente a la crisis ambiental global los seres humanos deben llegar a un consenso de valor y cooperar entre s a nivel personal, nacional, regional, multinacional y mundial. La proteccin global del ambiente requiere una administracin global y, por consiguiente, la tica ambiental ser por esencia una tica global con una perspectiva global. En quinto lugar, la tica ambiental es revolucionaria. En el plano de las ideas, sta impugna el antropocentrismo dominante y profundamente enraizado de la tica general moderna y hace extensivas nuestras obligaciones a las generaciones futuras y a seres no humanosLa tica ambiental intenta encontrar un sistema econmico que contemple los lmites de la Tierra y las exigencias de la calidad de la vida. En el terreno poltico, propugna un orden econmico y poltico internacional ms equitativo, basado en los principios de la democracia, la justicia global y los derechos humanos universales.

OBJETIVO DE LA TICA AMBIENTAL La tica ambiental no tiene como objetivo establecer normas generales que prescriban como deben actuar ambientalmente los seres humanos. La tica ambiental no tiene por objeto determinar un ideal moral ambiental, antes bien, tienen por objeto definir las condiciones que hacen posible ese ideal. El objetivo central de la tica ambiental es evaluar y orientar la conducta humana hacia un equilibrio armnico.

1. MORAL, TICA Y TICA AMBIENTAL1.1. LA MORALCada uno sabe muy bien hasta dnde llega su capacidad de decisin. No puedo decidir la velocidad de propagacin de la luz, ni el tiempo meteorolgico. Algunas cosas sencillamente ocurren. Pero otras dependen de m en buena medida. Puedo encender o no la luz, si llueve puedo bailar bajo la lluvia o protegerme de la misma. Hay decisiones que pertenecen al mbito de mi libertad, en las que puedo optar por uno u otro curso de accin y, lo que es ms importante, respecto a las cuales puedo inventar nuevos cursos de accin. Hay algunos acontecimientos en el mundo que son hechos por m: mis acciones. De stos yo soy la causa principal y el principal responsable. Si ya los he llevado a cabo me pregunto si merecen elogio o reproche, si todava estn entre mis proyectos, puedo dudar acerca de si debo o no realizarlos.Dado que la perspectiva moral es la de la primera persona, la moral siempre es de una persona concreta. Slo por abstraccin podemos hablar de la moral de un pueblo, de una nacin, de una sociedad, de una clase o de un colectivo... As, mi moral ser el conjunto de los hbitos, costumbres, disposiciones, actitudes, valores, ideales de vida, patrones de conducta, modelos ejemplares, criterios, emociones, intuiciones, consejos, recomen- daciones, mximas, tradiciones, normas (cdigos, leyes, principios, preceptos, mandatos, prohibiciones)... con los que cuento para decidir mi accin.1.2. De la moral a la ticaLa reflexin es la marca de fbrica del hacer humano. Si somos reflexivos en la creacin cientfica o artstica, por qu no en la creacin tica. No tenemos ms que apelar de nuevo a nuestra experiencia personal para darnos cuenta de que tambin somos reflexivos en el terreno moral. Quien acta slo siguiendo normas, sentimientos o costumbres, sin reflexionar sobre las mismas, no es plenamente un ser moral. La reflexin aparece cuando la rutina falla, cuando por alguna causa nos extraamos. La reflexin nos permite cultivar unos hbitos u otros, utilizar nuestras emociones o las normas que nuestra sociedad nos propone sin ser esclavos de las mismas. Nos permite, en definitiva, preservar y desarrollar nuestra libertad, sin la cual no hay autntica moral. Es decir, un ser moral es al mismo tiempo un ser que revisa su moral, de lo contrario no hay tal moral, sino pura esclavitud de la norma o del hbito o de la tradicin.La filosofa moral, o tica, es la propia moral pero precisada, desarrollada, potenciada en cuanto a su espritu crtico y a sus dosis de ilustracin. No olvidemos que toda moral digna de tal nombre es ya en alguna medida abierta, crtica, reflexiva. De no ser as nunca hubiera surgido la tica. La tica nace de la sabidura moral comn, y a partir de ah se desarrolla, sin perder su conexin con la moral, su suelo nutriente. Al producir- se la transicin desde la moral a la tica se da tambin un cambio desde la perspectiva moral, que es la de la primera persona, hasta la perspectiva universal propia de una disciplina filosfica o cientfica. Es decir, si la moral es siempre mi moral, la tica debe aspirar a tener una validez universal. Ahora bien, los dos puntos de vista tienen que mantenerse siempre presentes, en dilogo. Las limpias y fras normas universales, por s solas, no motivan, mientras que el abandono a la pura subjetividad es una amenaza para la verdad y la justicia. Para que nuestra tica sea eficaz se requiere el desplazamiento del amor, que en principio es amor propio, a los dems, e incluso a la norma, con pretensiones de universalidad. Aristteles llega a decir en su tica a Nicmaco que el malvado no es amigo ni de s mismo, dando a entender que el amor propio es condicin previa para la amistad con los otros. En la persona concreta, con su circunstancia familiar, social, laboral, con su ubicacin en la vida y en la historia de su comunidad, con su carcter y sus emociones, ah est la motivacin para la accin, jams en una norma abstracta, por muy "racional" que se pretenda. Pero, por otra parte, la universalidad de nuestros criterios de accin es imprescindible para que podamos obrar con justicia. Algo as est supuesto en mximas morales que renen los dos polos, como "no hagas a los dems lo que no quieres que te hagan a ti" o "ama al prjimo como a ti mismo".En resumen:a) La tica es una parte de la filosofa que trata acerca del bien y del mal y que se desarrolla en continuidad con la reflexin moral. Gracias a esa continuidad la tica tiene valor normativo. Es decir, sus conclusiones hacen que mantengamos o modifiquemos nuestras orientaciones morales, y as debe ser. La tica no es una mera descripcin de lo que cada uno o cada sociedad considera bueno o malo. Nadie debe aceptar la obligacin de llevar un velo ante la boca por el mero hecho de que la mayor parte de sus conciudadanos la acepte. ste es un dato sociolgico sin valor normativo. Si la sociologa me informase de que alguna de mis orientaciones morales es mayoritariamente rechazada, ste sera un motivo para reflexionar, pero no la razn para cambiarla. La tica tampoco puede ser una mera aclaracin del lenguaje moral. Por supuesto, para el que se dedica a la tica, tanto los estudios empricos, como los anlisis del lenguaje moral son de gran ayuda, pero la tica como tal es algo distinto de la sociologa o del anlisis lingstico, pues tiene un carcter normativo del que stos carecen.b) La tica tiene que ver con los sentimientos y las emociones, pero no se reduce a eso, tiene tambin una base racional. Se puede argumentar acerca del bien y del mal de nuestras acciones y tambin de nuestros criterios morales. De esto se ocupa la tica, de la base racional de la moral.c) Y, por ltimo -aunque quiz sea lo ms importante-, la tica es una disciplina prctica: segn afirma Aristteles en tica a Nicmaco, estudiamos tica porque queremos hacernos mejores, no por un puro inters terico.

1.3. De la tica a la tica ambientalLa tica ambiental trata desde un punto de vista racional los problemas morales relacionados con el medio ambiente. Esta rama de la tica tiene cada da ms importancia, dado que los problemas ambientales estn hoy muy presentes, pues nuestra capacidad de intervencin sobre el medio es cada vez mayor. La idea de que la tica ambiental es sencillamente tica aplicada es errnea. Para empezar porque la tica se construye desde abajo hacia arriba, desde la experiencia moral hacia los principios ms abstractos, y no al revs. La palabra "tica" procede el griego (ethos), que significaba en principio morada y ms tarde costumbre o carcter. La palabra "moral" viene del latn (mos, moris) y quiere decir prcticamente lo mismo, tambin est relacionada con la morada y con la costumbre. Pues bien, la moral, como la morada, no se puede empezar por el tejado, como sugiere la idea de tica aplicada. Considerando la tica ambiental como tica aplicada damos a entender que ya disponemos de unos principioticos generales, de validez universal y que lo nico que tenemos que hacer es aplicarlos a los casos concretos en los que se dirimen problemas ambientales. Esta imagen de la tica induce a confusin. Los tales principios, cuando los hay, son fruto de la experiencia moral surgida de la accin concreta en circunstancias concretas. Aristteles afirmaba que slo realizando acci nes justas se hace uno justo y que "lo que hay que hacer despus de haber aprendido lo aprendemos hacindolo".En segundo lugar, como todos sabemos, la posesin de principios generales no garantiza que actuemos correctamente en los casos concretos, pues se requiere prudencia y equidad para la aplicacin de los principios generales, de lo contrario, de la aplicacin mecnica de los mismos, se pueden seguir las mayores injusticias. La prudencia y la equidad no pueden ser reducidas a su vez a principios generales, sino que son sabe- res vivos.En tercer lugar, la relacin entre los principios y los casos particulares es de ida y vuelta, dialctica. Hablando en concreto de tica ambiental, puede resultar que la tica general acabe sufriendo modificaciones importantes a causa de la aparicin de un nuevo ncleo de problemas. De hecho esto es lo que est sucediendo. Las cuestiones de tica ambiental estn poniendo en apuros a las ms reputadas tradiciones de pensamiento tico, incluso algunos piensan que a toda la tradicin tica occidental. Pondr un ejemplo: la tradicin contractualista moderna, con prestigiosos representantes en la actualidad, como John Rawls, sostiene que una sociedad es justa si sus normas de convivencia pueden ser pensadas como un contrato aceptado libremente en condiciones de igualdad por todos los afectados. Se piensa, por supuesto, en personas libres e iguales que conviven. Nada de esto nos ayuda cuando hablamos de la justicia en las relaciones entre generaciones muy distantes, o entre personas y animales no humanos. En consecuencia, el nuevo dominio de problemas ambienta- les no es meramente un campo para la aplicacin de normas ticas pre-existentes, sino un banco de pruebas para las mismas y una fuente de sugerencias para un nuevo pensamiento tico.En definitiva, la reflexin tica es necesaria tambin cuando se dirimen cuestiones ambientales. Se requiere una base racional para tomar decisiones ambientales buenas y correctas desde el punto de vista moral.Quiz sea este el mejor momento para hacer un par de aclaraciones terminolgicas. Prefiero hablar de "tica ambiental" y no de "tica medioambiental" o "tica del medio ambiente" por una mera razn de breve- dad: "tica ambiental" es ms breve que cualquiera de las otras dos ex- presiones y ninguna de ellas aade nada de contenido. En segundo lugar, a veces se distingue entre "tica ambiental" y "tica ecolgica". Prefiero la primera expresin por evitar el sesgo cientificista de la segunda. Por su- puesto, la informacin sobre ecologa ser de mximo inters para la tica ambiental, pero sta no es una parte de la ecologa. La biologa, y en especial la ecologa, es tan inhbil para formular juicios de valor como cualquier otra ciencia, mientras que la tica ambiental tiene una funcin normativa.1.4. Un poco de historiaTanto la moral como la tica filosfica son viejas realidades histricas, que se han ido haciendo a lo largo del tiempo. La primera tiene tanta antigedad como la humanidad misma, la segunda se remonta al menos a los das de Scrates. Los textos homricos, el Libro de los Muertos, el Poema de Gilgames o el Antiguo Testamento, recogen los ecos de venerables tradiciones orales repletas de enseanza moral que parecen hundir sus races en un frtil solar milenario. Y sabemos que al menos desde Scrates los seres humanos comenzaron a preguntarse de modo filosfico sobre la naturaleza del bien. Algo hay que decir, pues, del pasado de la tica si pretendemos entender la tica ambiental. Alasdair MacIntyre afirma: "La tica se escribe a menudo como si la historia del tema slo tuviera una importancia secundaria e incidental"6. La verdad es que en pocos terrenos la perspectiva histrica aporta tanto y es tan necesaria como en tica, pero aqu, evidentemente, no podemos hacer una historia de la tica. Lo que si podemos hacer es una referencia muy escueta a algunas tradiciones de la filosofa moral seleccionadas bajo dos criterios: me referir tan slo a aquellas tradiciones que, aunque tengan una cierta antige- dad, siguen vivas; y, por otro lado, aun de entre las tradiciones vivas, slo voy a referirme a las que tienen algo que decir respecto a la tica ambiental, y no algo anecdtico, sino que aportan una visin global e integrada de lo que debe ser la tica ambiental.1.4.1. La tradicin aristotlicaLa tradicin aristotlica se remonta a los escritos de Aristteles (384-322 a. C.). Su filosofa moral se expone bsicamente en un libro, la tica a Nicmaco, que "sigue siendo reconocido -afirman Adela Cortina y Emilio Martnez- como una de las obras cumbre de la filosofa moral". Lo importante de la afirmacin que cito es el "sigue siendo". La filosofa moral de Aristteles se ha prolongado hasta nuestros das como una tradicin viva. Su contenido es especialmente iluminador para las cuestiones ambientales: no en vano Aristteles fue tambin quien puso en pie la primera biologa cientfica que se conoce, as como una metafsica para la cual los seres por antonomasia son los vivientes.La tica aristotlica no es un conjunto abstracto de normas elabora- das al margen de la vida moral, sino una reflexin filosfica sobre la accin humana tal como es, y sobre sus aspectos morales. Aristteles no pretende inventar una moral nueva desde la tica filosfica, sino aclarar los problemas morales concretos. Su punto de partida es el siguiente: "Todo arte y toda investigacin, toda accin y eleccin parecen tender a algn bien"8. A poco que pensemos nos damos cuenta de que cuando alguien hace algo o elige algo, cuando practica un arte o una tcnica o investiga, siempre busca algn bien. Quien hace unos zapatos quiere hacer unos buenos zapatos. No tiene mucho sentido realizar una actividad intencionadamente mal. Incluso cuando eso parece ocurrir, lo que sucede en realidad es que estamos haciendo otra cosa. As, alguien puede llevar un negocio decididamente mal, pero a travs de ello seguro que busca algo que le parece ms importante y mejor; por ejemplo puede estar utilizando el negocio como tapadera de otras actividades que son a las que realmente se dedica. Como se ve, el bien que se persigue con cada accin no tiene por qu ser bueno desde el punto de vista moral. Lo que sucede con estos bienes parciales es que no son bienes ltimos. Es decir, uno quiere hacer unos zapatos para venderlos o para caminar con ellos, y quiere venderlos para obtener un dinero con el que comprar algo, o quiere caminar para mejorar su salud... La cadena no puede ser infinita, pues de serlo nunca nos pondramos a hacer nada, pues no alcanzaramos, en un tiempo finito, a ver cul es el fin de nuestra accin, con lo que quedaramos sin motivacin para poner- nos manos a la obra. Pero, dnde acaba esta cadena?, o sea cul es el fin, y por lo tanto el bien, de todas nuestras acciones, de nuestra vida como un todo? Aristteles responde, y no se aleja mucho de lo que diran la mayor parte de la personas, que el fin de la vida es la felicidad.Aristteles despliega aqu una antropologa muy realista. El ser humano es "inteligencia deseosa o deseo inteligente"9. La adecuacin de los dos polos (intelecto y deseo) debe hacerse por integracin, sin que ninguno de los dos sufra violencia para adecuarse al otro, pues en ese momento el hombre se estara haciendo traicin a s mismo, estara dejando de ser autntico, verdadero. Esto sucede tanto si los deseos son negados en un ascetismo extremo, como si imperan sin restriccin sobre la inteligencia hasta obnubilarla y falsificarla.La teora aristotlica de la accin permite una correcta integracin del deseo como mvil de la accin (por ejemplo, el mdico quiere sanar al enfermo), el intelecto que sabe cmo hacerlo (el mdico sabe que el paciente necesita calor y que hay una manta en el armario) y el movimiento que realiza la accin (el mdico coloca la manta sobre el paciente). El deseo sufre un proceso de diferenciacin a travs de la deliberacin intelectual. Cuando el deseo diferenciado intelectualmente llega a un cierto grado de especificacin, conecta con el repertorio de movimientos disponibles, y se convierte l mismo en movimiento, en accin. No se puede dar calor a alguien, as, en abstracto, pero s se puede calentar-a-este- enfermo-poniendo-sobre-l-esta-manta-que-est-en-este-armario. El deseo no es exterior al intelecto o al movimiento, ni el intelecto al movimiento, sino que el movimiento es deseo diferenciado, incubado mediante la deliberacin intelectual. El deseo y el intelecto se modifican y construyen mutuamente hasta convertirse en accin. No hay aqu una relacin de medios afines, como si los unos fuesen exteriores a los otros, como si el deseo simplemente pusiera los fines y el intelecto se limitase a buscar los medios. Los medios empleados no son distintos del fin buscado: son la forma concreta del fin, son el mismo fin hecho movimiento.En un mundo injusto, dira Aristteles, mejor padecer la injusticia que cometerla, pero mejor an es no tener que padecerla ni cometerla. Por qu hemos de aceptar un mundo en que el virtuoso sea necesariamente infeliz? Aqu encontramos el entronque de la tica con la poltica. Una sociedad aceptablemente justa es aquella en que la buena vida y la vida buena no son incompatibles. No es que aspiremos a un reino terrenal perfecto en que la virtud sea siempre recompensada. Es ms, este tipo de maximalismos utpicos han trado histricamente ms sufrimiento que justicia. Pero s se pueden pedir a las menos algunas reformas para que cada cual pueda buscar su felicidad de modo ntegro, sin tener que elegir entre bienestar y virtud.De la misma forma, la tica ambiental no puede consistir slo en un conjunto de prohibiciones dirigidas a la proteccin del medio a costa del sacrificio de las personas, sino que tambin tiene su cara poltica. La tica ambiental tiene que hablarnos tambin del tipo de sociedad en la que una persona que favorezca la conservacin del mundo natural pueda, si no darse la buena vida, s al menos llevar una vida agradable y digna. Dicho de otro modo, no se pueden separar tica ambiental y poltica ambiental. Y, en el terreno poltico, el aristotelismo se presenta como un reformismo. Huye tanto de los planteamientos utpicos, que tienden a sacrificar lo bueno presente en aras de lo mejor futuro, como del inmovilismo, que impide la crtica y el progreso. En cuanto a la poltica ambiental, esto podra traducirse hoy en una crtica prudencial de la tecnociencia, del estilo de la que ha puesto en pie Hans Jonas. Esta visin crtica de la tecnociencia desde la tica quiz decepcione a cientificistas y tecnologistas, a los que piensan que el progreso humano consiste en el adelanto de la tecno- ciencia. Pero, por otro lado, el aristotelismo aplicado a la poltica ambiental invita a la aceptacin y valoracin positiva del progreso tecnocientfico, del bienestar y del saber que mediante el mismo se ha logrado, antes que a un rechazo frontal y utpico de la tecnociencia. Esto quiz decepcione al ecologismo ms radical. El dicho popular y la letra zarzuelera afirman que las ciencias progresan que es una barbaridad. Hay quien prefiere fijarse en el progreso, y quien slo ve la barbaridad. Merece la pena, no obstante, mantener en mente ambas caras de la tecnociencia, y tratar mediante reformas sensatas de potenciar su capacidad de progreso y minimizar su potencial para producir barbaridades.1.4.2. Las tradiciones modernas: la tradicin kantianaSi en una historia de la filosofa slo pudiramos incluir dos nombres propios, muchos consideraramos que el de Kant debera ser uno de ellos. Si se nos permitiesen cuatro, entonces sera imperdonable no incluirlo. La tradicin kantiana ha de ser tenida en cuenta para la tica ambiental porque la obra de Kant (1724-1804) constituye un importantsimo punto de inflexin en la historia del pensamiento. La influencia de Kant se ha dejado sentir de modo especial en la teora del conocimiento y en la filosofa prctica. Los textos ms importantes sobre uno y otro tema son respectiva- mente la Crtica de la Razn Pura y la Crtica de la Razn Prctica. Sea para afirmar las tesis kantianas, sea para matizarlas, desarrollarlas, aplicarlas o negarlas, todos los filsofos posteriores han tenido que referirse a ellas.En gran medida la tica ambiental se ha desarrollado en oposicin a la tradicin kantiana, a la que muchos ambientalistas encuentran demasiado antropocntrica. Eso lo discutiremos ms abajo. Aqu intentar una presentacin mnima de la tica kantiana, de forma que podamos despus ponderar los argumentos de quienes la critican desde la tica ambiental.Quiz hay dos ideas de Kant que pueden darnos el tono de lo que es su filosofa moral. En primer lugar est la idea de buena voluntad. Segn Kant, cualquier cosa, desde las riquezas a la inteligencia o la salud, puede ser buena o mala segn para qu se use, pero una buena voluntad es buena siempre, de manera incondicionada. Lo importante es la intencin del agente. Despus, puede resultar que su torpeza o cualquier circunstancia frustre el intento. Pero lo que cuenta es la intencin del sujeto, ms que el resultado objetivo.Slo como medios, sino tratadas como fines. El ser humano no es una cosa ms, no es un algo, sino un alguien.Estas tesis de Kant constituyen una de las afirmaciones ms claras y valientes de la dignidad humana y del valor de cada persona, sin distincin ni discriminacin. El mero hecho de que hayan sido formuladas puede ser exhibido como una muestra patente de progreso filosfico y humano. Adems, gracias entre otras cosas a la claridad de Kant en este punto, tiene hoy vigencia la apelacin a la dignidad de la persona y a los derechos humanos. Cuando dirigimos nuestras crticas a la tradicin kantiana y en tica ambiental habr que hacerlo con frecuencia-, no podemos hacerlo de modo que pongamos en peligro lo que es una autntica con- quista de la humanidad.Kant pensaba que slo son vlidas las normas que tienen unos ciertos rasgos formales, las que presentan la forma de la razn. La prueba que propone Kant para saber si un imperativo moral es o no vlido consiste en lo siguiente: si puedo querer que sea una ley universal, entonces es vlido. Aqu el "puedo" tiene carcter lgico, es decir, hay cosas que no puedo querer porque son contradictorias: no puedo querer, por ejemplo, que llueva y que no llueva al mismo tiempo. Apliquemos el algodn kantiano a un caso que el propio Kant contempl. Supongamos que quiero poner a prueba la limpieza del siguiente precepto moral: "puedo romper una promesa siempre que me convenga". Ahora intentemos universalizar- lo. Si todo el mundo siguiese la misma regla, est claro que las promesas no valdran nada y nadie confiara en ellas. Decir "yo prometo" no significara nada, de modo que yo no podra faltar a mis promesas porque no podra ni siquiera formular promesas. As pues, al universalizar el precepto, resulta una contradiccin: quiero poder formular promesas y al mismo tiempo tambin quiero no poder formularlas. En consecuencia, el preceptoSin embargo, el humanismo y el universalismo le han valido al pensador de Knigsberg sendas acusaciones de antropocentrismo y de imperialismo de la razn. Ninguna de las dos objeciones tiene mucho alcance, y si algo hay que objetar hoy ante la tradicin kantiana es que no logra que sus buenas intenciones -y entiendo por tal precisamente el humanismo y el universalismo- sean intelectual y socialmente eficaces. Y eso a pesar de que muchos kantianos no estn lejos del poder cultural. Tienen los me- dios, pero no logran convencer. Dnde reside su debilidad? Donde en el pasado se hallaba su fuerza: en el tipo de retrica que manejan. As es de caprichosa la moda. Hoy el rigor lgico, la certeza cartesiana, el automatismo, ya no son lo ms chic; se lleva ms el pensamiento dbil, borroso, la metfora frente al concepto, la narracin frente al argumento, el caos frente al determinismo antan. Las estructuras kantianas -si los kantianos me perdonan la metfora- son como viejas fbricas herrumbrosas para el gusto postmoderno. Y cuando los kantianos de hoy se empean en poner- las al da, lo que hacen es algo as como arqueologa industrial: les salen indefectiblemente museos o edificios de oficinas.La filosofa kantiana propone una desnaturalizacin de la tica que en poco ayuda a la tica ambiental, pues la dignidad del hombre no hay por qu establecerla por contraste con el resto de los seres, sino en continuidad con ellos. Propone una retirada logicista que en poco ayuda a la motivacin psicolgica. Slo convence a los que ya son virtuosos y viven conforme a la razn, a los que tienen buena voluntad. Y, por aadidura, puede servir de coartada a cualquier otro. Kant produce una desconexin entre deber y felicidad que es del todo antinatural y que hace aparecer la moral como una fuerza ingrata y a contrapelo. La felicidad se entiende como un mvil humano demasiado natural -y tanto que lo es!- como para ser moral. La reunin del bien moral y de la felicidad en lo que Kant llama el bien supremo es lo que da sentido ltimo a su tica. Pero tal reunin slo est garantizada bajo el supuesto de que seamos inmortales y de que exista un Dios justo. Estos supuestos son introducidos por Kant, junto con el de la libertad, como postulados de su tica. Pero estos supuestos no son aceptados de modo unnime hoy da, lo cual lleva a algunos al escepticismo moral. En los kantianos contemporneos, de la conexin entre bien moral y felicidad nunca ms se supo, les queda como residuo un mero formalismo inspido e inoperante.Por ltimo, en Kant, una vez que se elimina la felicidad como motivacin moral de nuestras acciones, se produce una devaluacin de la prudencia, que es la virtud que nos orienta en la consecucin de la felicidad. Pero, si algo precisamos hoy da, una vez que el ideal de certeza ha sido abandonado, es la virtud de la prudencia. Sin ella parece imposible establecer cautelas apropiadas para la tecnociencia.Todo lo dicho explica que en tica ambiental los kantianos actuales, como Rawls y Habermas y sus seguidores, anden ms bien a la defensiva. Principalmente reaccionan, y tratan de ajustar sus antiguas teoras a los nuevos retos. Ms abajo tendremos ocasin de sopesar en qu medida lo consiguen.

1.4.3. Las tradiciones modernas: la tradicin utilitaristaEl utilitarismo tiene una gran audiencia entre los que se dedican a la tica ambiental. En parte porque esta disciplina ha nacido en el mundo anglosajn, donde el utilitarismo es tomado casi como la perspectiva moral por antonomasia. Los clsicos del utilitarismo son Jeremy Bentham (1748-1832), John S. Mill (1806-1876) y Henry Sidgwick (1838-1900). Ninguno de ellos sera imprescindible en una historia de la filosofa limita- da a cuatro nombres. Para los utilitaristas una accin o una norma son buena o mala en funcin de sus resultados. Ser buena si resulta til y mala en caso contrario. La principal virtud del utilitarismo es lo sencillo que resulta. En apariencia, claro. Porque ahora toca preguntarse: til para qu?, til para quin? Es evidente que la utilidad es un concepto relativo. Lo que es til para clavar una punta no sirve para cortar el pan, lo que resulta utilsimo para uno no lo es tanto para otro... Por eso el utilitarismo necesita un complemento que ponga los fines. Ese complemento, que le sienta como un guante, es el hedonismo. As ya podemos ser ms explcitos: es buena una accin o una norma si resulta til para producir placer o evitar dolor. Aunque todava no sabemos para quin. Da la impresin de que el hedonismo ms simple y brutal -mi placer a costa del dolor de los dems- produce mala conciencia. Por eso se ha ido refinando a lo largo de la historia. Mi placer, si es posible sin dolor para otros. Mi placer, si es posible con placer tambin para otros. En la era del pensamiento social: el mayor placer para el mayor nmero de humanos. Y en la poca de la ecologa: el mayor placer para el mayor nmero de sintientes.El utilitarismo, por otro lado, comparte con otras tradiciones modernas una relacin inadecuada con la ciencia. En el caso de la tradicin kantiana, esta relacin se convierte, como hemos visto, en una huida del naturalismo. En el caso de los utilitaristas sucede lo contrario. Intentan incorporar a la filosofa moral las bondades que aprecian en la ciencia natural. Bentham, por ejemplo, parte de una psicologa asociacionista y mecanicista. Por eso el placer y el dolor estn en la base de todo, porque se consideran datos de conciencia indubitables otra vez la obsesin por la certeza-, que tienen la misma funcin en moral que otras percepciones sensibles en la ciencia emprica. Por eso tambin el intento de disolver el razonamiento moral en clculo. Por este expediente se desaloja del razonamiento moral a la prudencia. La misma causa que en el caso del kantismo, una imagen distorsionada de la ciencia, conduce, por caminos distintos, a los mismos efectos, una depreciacin de la prudencia.El utilitarismo propone, en lugar de la siempre incierta estimacin prudencial, un clculo riguroso de placeres y dolores. Pongamos un ejemplo: en un pas con crceles de alta seguridad, un tipo es condenado a muerte; para su mayor placer y menor dolor, lo mejor sera la conmutacin de la pena, pero el gobernador se pone a calcular y le sale que la muerte del reo, en lugar de su permanencia en prisin, proporciona un poquito de placer a muchos de sus conciudadanos; es evidente que es as, puesto que la muerte del reo le har ganar muchos votos; el placer que recibe cada uno es poquito, pero muchos pocos...; tampoco es desdeable el placer que el gobernador, investido candidato a la presidencia de la nacin, obtendra en caso de ganar las elecciones; ste s que es un placer grandote, para uno slo, s, pero de un tamao imponente; en consecuencia, bajo estrictos criterios morales, decide no indultar. Alguien se ha puesto en serio a sumar los placeres de los votantes, aadirles el montan- te en placer presidenciable, y comparar el total con el displacer del reo por su vida frustrada y por la ejecucin en s misma y por el llanto de su seora madre y...? Un clculo imposible, como se ve. Y qu sucedera ste? es un caso imaginario- si el presidenciable y dos o tres ms supieran de buena tinta que el reo es inocente? Pues que para un utilitarista consecuente nada cambia. A la silla con l. Lo que suele pasar es que en este punto los utilitaristas se vuelven inconsecuentes y exclaman: No, eso no!, eso sera una injusticia! S, lo sera, por ejemplo bajo el criterio kantiano de la dignidad humana, pero no bajo el criterio del clculo de placeres y dolores. Algunos responderan que el utilitarismo de la norma salva la objecin. Pero no es as, pues tambin una norma injusta puede mantenerse durante un tiempo con la disculpa de que produce ms placer que dolor. Esto sucede especialmente en sociedades corrompidas moralmente. Podemos pensar como caso extremo en las normas contra los judos dictadas en la Alemania nazi. Nada ms alejado de la mente de los utilitaristas que el nazismo, pero lo cierto es que se quedan sin argumentos frente a l; es ms, le entregan todas las armas.Dicho de otro modo, el placer es un bien, pero no puede identificarse con el bien, porque todos sabemos, hedonistas y utilitaristas incluidos, que hay placeres buenos y otros malos, que algunos se obtienen dignamente y otros arteramente, que el dolor se puede evitar con honradez o con deshonra. Esta objecin palmaria aparece ya en la tica a Nicmaco. Sin embargo, el hedonismo en su versin utilitarista sigue teniendo hoy da un enorme predicamento por su apariencia de simplicidad y objetividad emprica, y por- que nos libra, tambin en apariencia, de tediosas discusiones metafsicas.La obra de algunos utilitaristas contemporneos es clave en tica ambiental. Me refiero, sobre todo a Peter Singer, quien ha propuesto la extensin de la consideracin moral a los animales, y a Brian Norton, que aplica la perspectiva utilitarista a problemas ecolgicos, como el de la preservacin de la biodiversidad.1.4.4. Las tradiciones posmodernasUn cambio hacia una tica realmente holista y noantropocntrica requerira una ruptura radical con la tradicin. Hacia el final de Liberacin animal, Peter Singer nos dice: 'La filosofa debe poner en cuestin los supuestos bsicos de la poca [...] Por desgracia la filosofa no siempre encarna su papel histrico' [...] En opinin de muchos ecologistas, el propio Singer [...] es culpable exactamente de este fallo. Todo lo que sigue en este libro implcitamente asume este reto de 'poner en cuestin los supuestos bsicos de la poca'.Y todo lo que sigue en su libro es la tica ambiental de los biocentristas, ecocentristas, tica de la tierra, ecologa profunda, ecologa social y ecofeminismo. Singer no deja de ser un utilitarista, lo cual para los representantes de los citados movimientos est demasiado cerca de la "tradicin". Todas estas lneas de pensamiento han surgido como una ruptura, o tras una ruptura, con las tradiciones modernas.Como hemos visto hasta aqu, las principales tradiciones modernas se mueven en un ambiente de valoracin extrema de la ciencia y de una cierta idea de razn, de bsqueda de la certeza y de huida de las discusiones metafsicas. Sobre los nuevos valores de la ciencia moderna intentan poner en pie un nuevo orden moral. La empresa puede intentarse separando radicalmente la filosofa moral de la ciencia natural, de modo que no se estorben mutuamente -para ti el cielo estrellado, para m la ley moral-, y dotando a la filosofa moral del rigor lgico que se atribuye a la ciencia. sta es la apuesta de Kant. Una segunda opcin, la utilitarista, consiste en convertir la filosofa moral misma en una especie de ciencia natural, con base en una psicologa mecanicista de placeres y dolores y en un clculo de los mismos.Los pensadores posmodernos encuentran su fuente de inspiracin en Nietzsche y en Heidegger. Su fuerza reside en su crtica a los excesos del racionalismo moderno, en muchos sentidos acertada, a la sacralizacin del pensamiento conceptual, del mtodo cientfico, del progreso tecnolgico y de la razn como algoritmo. Esta crtica libera de los presupuestos racionalistas, y crea una nueva atmsfera cultural en la que nace la tica ambiental. No es que Nietzsche fuese un pensador ecologista, ni que los ecologistas sean todos nietzscheanos, pero su crtica a la escala de valores ms tpica de la modernidad y algunas de sus ideas facilitaron el camino a los defensores del pensamiento ecolgico. Por ejemplo, en Nietzsche hay evidencia de antiantropocentrismo. El comienzo de uno de sus escritos, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, es muy revelador. All dice:En algn apartado rincn del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto ms altanero y falaz de la "Historia Universal": pero, al fin de cuentas, tan slo un minuto. 2. NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE LA TICA AMBIENTALEl proyecto moderno de una ciencia aplicada que resuelva los problemas de la vida humana ha conocido un xito parcial. Las ciencias se han desarrollado intensamente en los cuatro ltimos siglos, y su aplicacin tecnolgica ha resultado terriblemente eficaz. El xito, sin embargo, es parcial, puesto que la vida del ser humano an est plagada de problemas, es ms, algunos de ellos tienen su origen en el propio desarrollo tecnocientfico. En esta situacin podemos hacernos la pregunta tica por antonomasia: qu debemos hacer? Pero no podemos contestar inmeditamente con claridad, porque el mismo desarrollo tecnocientfico ha cambiado drsticamente nuestra forma de vida, y con ello ha puesto en cuestin nuestras intuiciones morales. Durante los dos ltimos siglos, la tecnociencia ha producido un giro copernicano en las relaciones entre el ser humano y la naturaleza, y ha trastocado la tradicional distincin entre lo natural y lo artificial. As pues, en nuestros das se ha vuelto necesaria la reflexin tica sobre nuestras relaciones con la naturaleza. La urgencia de la misma se hace ms patente cuando lo que consideramos bello y valioso, incluso imprescindible para nuestra vida, comienza a correr peligro. El temor -es triste decirlo- se convierte aqu en el mejor aliado de la lucidez, segn ha sealado Hans Jonas.Decir, los rasgos culturales y sociales propios de la postmodernidad han posibilitado su nacimiento, que no habra sido posible durante los tiempos modernos. El detectar las condiciones que han hecho posible el surgimiento de la tica ambiental es un ejercicio muy rentable, ya que as nos enteramos de qu atmsfera necesita, de cul es el suelo en el que mejor prospera.2.1. La necesidad de una tica ambientalTenemos noticia de las dificultades histricas en la relacin del ser humano con la naturaleza. Es ms, como sugiere Aldo Leopold en su obra clsica A Sand County Almanac, toda la historia humana podra ser relatada como la historia conjunta del ser humano y de la tierra que habita. Se ganara as en objetividad y capacidad explicativa. Una buena parte de los fenmenos histricos, como epidemias, migraciones, ciclos econmicos..., seran vistos tambin desde la perspectiva ecolgica que se cruza con los aspectos tratados de modo tradicional por los historiadores. Aqu, no obstan- te, tenemos que conformarnos con unas pocas pinceladas para darnos cuenta de que las dolencias infligidas por la tcnica humana a la naturaleza no comenzaron ayer, ni son exclusivas de nuestro tiempo.En general, algunos de las problemas ambientales propios de las aglomeraciones urbanas y de los monocultivos empezaron a insinuarse hace ms de tres milenios, con el desarrollo de civilizaciones agrcolas en los valles de algunos grandes ros. Las explotaciones mineras siempre han producido problemas paisajsticos y de contaminacin de las aguas. El singular paraje de Las Mdulas, en Len, resulta hoy digno de contemplacin, pero su origen est en una explotacin minera realizada por los romanos a base de erosionar la tierra con torrentes de agua artificiales. Aparte de la modificacin paisajstica y del agotamiento de los recursos aurferos, esta minera se fundaba en la explotacin laboral de trabajado- res libres y esclavos, que en gran nmero moran en las galeras inundadas. Por otra parte, desde que existen las minas de carbn, las aguas de las cuencas mineras bajan ennegrecidas.No obstante existen diferencias en cuanto a la magnitud y globalidad de los problemas, y tambin en cuanto a la conciencia de cada poca. La nuestra es una poca dominada por la conciencia de nuestro poder tecno- lgico y de la crisis ecolgica. Es probable que esto no haya ocurrido nunca en el pasado, cuando las posibilidades tcnicas eran ms parcas, los problemas ambientales tenan rango local y la conciencia de los mismos era muy limitada. As pues, podemos preguntarnos cmo han visto los seres humanos en el pasado su relacin con la naturaleza. Slo respondiendo a esta pregunta apreciaremos la magnitud del cambio operado en tiempos muy recientes.2.1.1. La naturaleza y la polis: un giro copernicanoEs posible que la imagen ms extendida de la naturaleza en el pasado haya sido la de un ser de dos caras. Por un lado es la madre amorosa que provee de todo lo necesario para la vida y de algunos placeres que hacen la vida ms humana y digna de ser vivida. Por otra parte, la naturaleza con frecuencia se muestra avara y exige del ser humano el esfuerzo del trabajo y del ingenio para arrancarle sus bienes ms preciados, y en los peores momentos se vuelve un monstruo que atormenta y devora a sus hijos con la enfermedad o con las sacudidas de la tierra, los sorprende en el mar con el soplo invernal o les niega el agua.Si la Tierra es vista como "incansable y eterna", el hombre se califica por su "ingenio". Gracias a l cobra las piezas que la naturaleza permite y escapa de su furia. A veces. Porque "de Hades...", ya se sabe.Slo en el tercer grupo de versos aparece la ciudad, la base desde la que el hombre obra incursiones en la naturaleza, el santuario de su cobijo. En torno a la polis tenemos el pensamiento, el lenguaje, las costumbres. Frente a la naturaleza de dos caras, el hombre aprendi "costumbres de civil convivencia y a huir de la helada lluvia". Para defenderse de la naturaleza, el hombre fund pequeos reductos, siempre en el seno de la naturaleza y apenas aislados de ella, polis en las que conviva con otros hombres. ste era el mbito propio de lo tico: la relacin entre seres humanos que conviven. El bien y el mal hacen acto de presencia una vez que ha sido introducida la polis, con sus "costumbres de civil convivencia". La tica perteneca a la ciudad y no sala de sus muros.As fueron las cosas tambin en la Edad Media. Salvo la extraa excepcin de un San Francisco de Ass, nadie pens las relaciones con los seres naturales como relaciones de carcter tico. Y as han continuado las cosas prcticamente hasta nuestros das. Pero hoy la ciudad ya es global y es la naturaleza la que est en su seno, hoy el poder de nuestra tcnica es tan amplio que nadie puede ignorar la amenaza que supone; hoy, por decirlo con las palabras de Hans Jonas, la naturaleza tambin ha cado bajo nuestra responsabilidad. Las metforas con las que pensamos nuestra relacin con la naturaleza han cambiado: de la madre naturaleza, en cuyo seno estaba la ciudad de los hombres, a la aldea global en cuyo seno quedan reductos naturales. Antiguamente los caminos unan pequeos ncleos habitados por humanos a travs de extensiones vrgenes, mientras que hoy comenzamos a pensar en corredores que comuniquen los espacios naturales protegidos, a travs de autopistas y conurbaciones, hasta convertirlos en una red. Estamos a un paso de pensar la naturaleza como hija del ser humano, situada dentro de su mbito de responsabilidad.2.1.2. Lo natural y lo artificial: fusin sin confusinYa hemos visto cmo se han invertido las relaciones entre naturaleza y sociedad, hasta convertir lo natural en asunto poltico, lo cual exige una renovacin de la reflexin tica. Pero esta renovacin viene exigida tambin por el cambio producido en las relaciones entre lo natural y lo artificial. "Artificial" y "natural" no distinguen ya dos dominios separados de objetos, sino dos tipos de causas que confluyen sobre los mismos objetos.La distincin entre lo natural y lo artificial merece ser repensada y puesta al da, pues a cada instante la accin del hombre llega ms lejos y ms hondo en la naturaleza, y es ya de tal grado y extensin que se funde con la accin de la propia naturaleza en casi cada una de sus manifestaciones, al menos dentro del planeta que nos acoge. Slo en el espacio, y en algn rincn abisal o escondido de nuestro planeta queda lo natural puro. Ni siquiera se puede hablar con propiedad de reservas naturales. De hecho no hay nada ms artificial que un parque natural, donde todo est legislado, regulado, medido y contado. Incluso los llamados santuarios de la biosfera son, como mnimo, espacios cuyo aspecto virgen se consiente y muchas veces se protege. De hecho, el tradicional objetivo de la primera generacin de conservacionistas era la preservacin de espacios natura- les no tocados por la mano del hombre. Actualmente este objetivo ha sido desplazado por la bsqueda de la biodiversidad. La biodiversidad como objetivo no distingue entre lo natural y lo artificial, lo cual era clave para el conservacionismo ms tradicional.Estn, pues, bajo la mano del hombre casi todos los espacios de la Tierra. Cualquier vuelta a una naturaleza salvaje, con su doble faz, con la estabilidad inatacable que le atribuan los antiguos, no pasa de ser una romntica ilusin. Hasta el desmontaje de nuestro sistema tecnolgico, si tal fuera posible, tendra que ser conducido tecnolgicamente para evitar la simple catstrofe, y su resultado sera ya para siempre en cierta medida artificial. La naturaleza ha pasado decididamente a estar, en su conjunto, a expensas de la decisin del hombre; es vista en todas sus partes como recurso para paliar las necesidades humanas y aumentar el bienestar, incluso como recurso para satisfacer el anhelo humano de contemplar algo an virgen, o al menos de saberlo existente. As pues, casi todo en nuestro planeta, y en un entorno cada vez ms amplio del mismo, se ha vuelto, en cierto sentido artificial.No slo los ecosistemas estn recorridos por la voluntad del hombre, voluntad de hacer o de dejar, sino que los mismos vivientes individuales pueden ser hoy fruto de la intervencin humana. De hecho, siempre ha habido vivientes moldeados por la mano del hombre, al menos desde el Neoltico. La cra y el cultivo selectivo han esculpido nuestro trigo y nuestros perros. Hoy, la posibilidad de intervenir sobre el genoma constituye una herramienta mucho ms poderosa y precisa para esta tarea de moldeado. Y mucho ms peligrosa. Cada vez ms seres vivos son "hbridos" de naturaleza y artificio. En el lmite se podra pensar en un viviente constituido artificial- mente a partir de sus elementos moleculares por mtodos bioqumicos.Por otro lado, cuando imaginamos que los objetos artificiales se re- velan con claridad como tales, no podemos perder de vista la existencia de presas construidas por castores, de nidos, de telas urdidas por araas... De hecho, como observ Aristteles, el arte imita a la naturaleza, no slo en el sentido trivial de que imita sus productos, sino en el sentido mucho ms interesante y profundo de que imita su dinamismo, su capacidad creativa. Por ello, los productos del arte y los de la naturaleza se distinguen ms por la identidad de su autor que por su aspecto o estructura. Incluso el azar imita a la naturaleza y se burla del arte produciendo seres semejantes a los que con tanto trabajo construyen una y otro. Pero el azar lo hace rarsimas veces, mientras que en la naturaleza y en el arte hay regularidad (aunque no estricta).Nada excluye que en un futuro las dos vas de fabricacin de la vida, bioqumica e informtica, confluyan, dada la deriva de las investigaciones informticas hacia la simulacin de funciones cada vez ms ele- mentales y la incipiente utilizacin de componentes biolgicos para el diseo de computadoras.Todo lo dicho parece dificultar la distincin entre lo natural y lo artificial, mas dicha distincin es importante para la tica ambiental. Lo es en cuanto a la extensin de nuestra responsabilidad, y lo es en cuanto a la dignidad y valor de los seres. Nuestra responsabilidad no se extiende ms all que nuestro poder, no alcanza a lo puramente natural. Nada nos pue- de hacer responsables de la muerte y del sufrimiento que de ninguna manera podemos evitar. Pero los lmites de nuestro poder son cada vez ms amplios y fluidos y la responsabilidad nos llega por accin y por omisin. Dejar a su aire un santuario de la bioesfera sobre el que podramos intervenir no nos exime de responsabilidad sobre el mismo, pues la mera decisin de no intervenir, pudiendo hacerlo, nos hace contraer ya una responsabilidad. La responsabilidad llega hasta donde llega nuestro poder, no slo nuestro hacer efectivo, y hay que ver la mano del hombre tanto cuando se cierne sobre los vivientes como cuando, por decisin propia, se mantiene sobre ellos sin tocarlos.En cuanto al valor de los seres, tenemos que reconocer que no depende de que sobre ellos haya intervenido o no el hombre, sino de su condicin o no de vivientes y de su forma de vida. La mano del hombre en la cra de ganado, en la agricultura, en la gentica, pone artificialidad en los seres que toca, pero no los hace por ello meros artefactos. El maz transgnico y el ratn mutado en un laboratorio siguen siendo seres vivos a efectos ontolgicos y ticos. Por el otro lado, los artefactos evolucionan hacia la simulacin de la inteligencia y la vida, pero no son ni inteligentes ni vivos ni merecen el mismo trato; sus fines, estructura, dinamismo y sentido es puesto por el hombre y no es propio. La fuente de su valor es externa, valen, sobre todo, en la medida en que son fruto de la creatividad humana y sirven al hombre. Sabido es que hasta cierto punto la obra se independiza del autor, y a veces incluso del uso previsto, pero no cabe duda de que la fuente principal de su valor est en el autor y en el usuario. Establecemos la cautela del sobre todo para no negar por completo un valor intrnseco a los artefactos, especialmente las obras de arte, las complejas obras ingenieriles y los sistemas conceptuales.En consecuencia, el alcance del poder de accin del hombre mide su responsabilidad, pero no la dignidad de los seres que toca, que debe seguir siendo medida por su condicin de vivientes o no vivientes y, en el caso de los vivientes, por su forma de vida. Es ms, aun en el caso extremo de que el hombre fuese capaz de fabricar un autntico viviente, de hacer con seres no vivos un viviente, ste sera a todos los efectos morales un viviente. No hay por qu descartar la posibilidad de que los fines propios de la nueva criatura y los de su fabricante entren a la larga en conflicto. Obras de ficcin como Frankenstein, la novela de Mary Shelley, o la pelcula Blade Runner, sugie- ren situaciones de este tipo. Pura ficcin?Por un lado parece que pisamos casi el terreno de la novedad absoluta, pero por otro, la tradicin filosfica ya nos haba preparado para enfrentarnos con tales problemas ontolgicos y morales. Al fin y al cabo, se trata de no confundir el ser con su gnesis, de no reducir el primero a la segunda, como tantas veces de modo errneo se hace.Por ltimo, debe quedar al menos planteado el problema de si es o no deseable una confusin definitiva y extrema entre naturaleza y artefacto.

2.2. La posibilidad de una tica ambiental"Lo que es, es posible", deca el viejo lgico, y quin se atrevera a llevarle la contraria! La tica ambiental existe desde hace al menos veinte aos, cuando la produccin de escritos sobre estos temas era ya tan importante que empezaron a surgir revistas internacionales especializadas, como Environmental Ethics. As pues, aqu no intento demostrar que la tica ambiental es posible, sino mostrar cmo ha sido posible. Puestos a resumir, podramos decirlo as: el fin de los tiempos modernos ha hecho posible la tica ambiental. Es una disciplina postmoderna. Ms aun, la conciencia ecolgica es una de las seas de identidad del mundo actual.2.2.1. Tiempos modernosEn primer lugar, es tpico de la modernidad un movimiento pendular en antropologa. Se empieza por concebir al ser humano bsicamente como un ser racional. Se exalta y diviniza la razn, incluso con el honor tipogrfico de la mayscula: La Razn. Pero el olvido de la parte sentimental, desiderativa, animal, ldica, del ser humano, acaba por pasar factura y el racionalismo ms estricto viene a rendirse ante la fuerza y la evidencia del deseo. No hace falta rebuscar en los textos de los irracionalistas ms extremos. Espinosa define al ser humano como deseo, olvidando la razn, y Hume declara que sta es, y debe ser, esclava de las pasiones. En resumen, lo que es tpica- mente moderno es la desintegracin de deseo e intelecto, y la concepcin unilateral del ser humano como lo uno o lo otro. Por supuesto, una tica ambiental estrictamente racionalista, que olvide la vinculacin sentimental del ser humano con el resto de los seres, especialmente los vivientes, no mueve a nadie. Y en el otro extremo, el refugio en la actitud sentimental, resulta sobre todo un peligro incalculable para la vida en sociedad. La tica ambiental depende de la superacin de esta esquizofrenia del hombre moderno. En palabras de Aldo Leopold: "La evolucin de una tica de la tierra es un pro- ceso intelectual tanto como emocional".En segundo trmino, es tpica de la modernidad la identificacin de la razn humana con un supuesto mtodo cientfico y, en el final de los tiempos modernos, con la racionalidad tecnolgica. Esta identificacin ha condenado a la filosofa, y en especial a la filosofa prctica, a una difcil marginalidad. La sospecha de irracionalidad ha recado insidiosamente sobre la metafsica y la tica, la negativa a considerarlas como disciplinas intelectuales "decentes" ha sido una constante de los tiempos modernos. El resultado es que al final de la modernidad, la ciencia y la tcnica queda- ron como nico punto de referencia autorizado para guiar la accin huma- na, y el ser humano sin posibilidad de criticarlas, sin un terreno slido desde donde hacerlo. Las ideologas tpicamente modernas, como el cientificismo y el tecnologismo, son un obstculo insalvable para el nacimiento de la tica ambiental. Slo la superacin de ambas ha procurado una ocasin y un respiro a la crtica filosfica sobre la tecnociencia.En tercer lugar, la misma concepcin tpicamente moderna del llamado mtodo cientfico y de la tcnica privilegia los valores de la certeza y del automatismo sobre cualesquiera otros. No es que la certeza no sea valiosa. Lo es, y como tal debe ser buscada. El problema es que los valores a veces entran en conflicto. Con frecuencia la certeza entra en conflicto con la verdad. En ese caso, lo moderno ha sido el optar por la certeza, a expensas de la verdad. Podemos estar muy seguros, ciertos, de nuestros contenidos de conciencia, de nuestras ideas, como apreci Descartes, pero no de que stas coincidan con el estado real de las cosas, no de que sean verdaderas. Si privilegiamos la certeza ante todo, nos encontraremos con que nuestro conocimiento ya no versa sobre la realidad, sino sobre nuestras ideas. Es sta una maniobra muy parecida a la del borracho del chiste, que buscaba las llaves de su casa bajo la farola porque es ah donde haba luz. Ya que no podemos obtener conocimiento cierto sobre la realidad, pues siempre existe algn margen de error, centrmonos en nuestras propias ideas y sensaciones, sobre las que s podemos estar bien seguros. As ha sucedido en la lnea empirista y en la racionalista. La culminacin de este proceso est en los diversos idealismos modernos. Como efecto prctico ha resultado una desvalorizacin y una falta de respeto a la realidad en s misma, en su genuina dinmica. De esta falta de respeto a la realidad deriva en gran medida la actual crisis ecolgica. Nada ms claro en este punto que un texto de Karl Popper:Incluso los ms extremosos crticos de la razn moderna han aceptado con fcil mansedumbre la hipervaloracin de la certeza y la caracterizacin moderna de la razn. En lugar de probar un concepto distinto de razn, no tan vinculado al valor de la certeza y ms comprometido con la realidad y la verdad, se han decantado hacia el irracionalismo. Esta va tampoco ayuda nada en cuestiones prcticas, ni a la hora de establecer una discusin pblica ni de buscar consensos sobre problemas ambientales.Respecto al automatismo cabe decir algo parecido a lo que hemos afirmado sobre la certeza. La automatizacin de ciertas funciones es deseable y constituye un valor, pero la identificacin de la razn con un algoritmo es sencillamente un despropsito. Donde hay automatismo no hay razn humana. La razn humana queda fuera: ella pone los fines, disea la mquina, recoge, valora y utiliza los resultados, vigila siempre el proceso que ha delegado. Donde se requiere inventiva, creatividad, estimacin prudencial, ah es precisa la razn humana. Por otra parte, el mecanicismo (y otras doctrinas de la misma familia, como el reduccionismo, el determinismo o el materialismo) como filosofa de la naturaleza es un error, y no un error cual- quiera, sino uno de los que producen sufrimiento y desastres. Ni los anima- les son mquinas, ni el sistema solar es un reloj. Si pensamos que los vivientes son mquinas sin espritu, seremos insensibles a su dolor. Si creemos que el sistema solar es un reloj (y el clima de nuestro planeta un reloj de bolsillo), lo ms probable es la catstrofe. Es ms, en justa correspondencia consideraremos al ser humano o bien como una mquina con fantasma, lo cual nos trae todos los inconvenientes del dualismo, o bien como una simple mquina, rebajando as su dignidad hasta la de una herramienta. No hay otra alternativa para un mecanicista consecuente. Para una persona consecuente, que no quiera considerarse ni una mquina ni un fantasma, queda la opcin de abandonar la constelacin conceptual del mecanicismo. Con ello lograr adems un mayor aprecio por el resto de los vivientes y un mayor respeto hacia la realidad natural. El paralelismo que hemos establecido puede resultar muy esclarecedor. Por un lado, la tendencia hacia la autonoma en lo poltico no fue vivida meramente como un hecho, sino como una justa exigencia moral. Algo parecido puede decirse en el terreno intelectual, donde la libertad para el pensamiento filosfico, cientfico, poltico, o para la produccin artstica, fue sentida al mismo tiempo como un bien moral y como una forma de progreso humano. Pero el paralelismo va incluso ms all. La autonoma de las naciones-estado, y de unos poderes del estado respecto a los otros, dependa de un delicadsimo equilibrio de poder y de una voluntad de respeto mutuo. Como se sabe, muchas veces el equilibrio result demasiado frgil, la voluntad demasiado dbil y las tentaciones de imposicin demasiado intensas y peligrosas. De las nuevas entidades nacidas como pares, con frecuencia alguna pretendi asumir el viejo papel de cabeza en un nuevo orden jerrquico. En la esfera intelectual se fue imponiendo paulatinamente la visin cientfica del mundo y la racionalidad de la eficacia tecnolgica. Este proyecto tiene sus races en el pensamiento de Descartes y de Bacon, as como en el xito espectacular de la fsica newtoniana, y se desarroll a travs de la mentalidad ilustrada y positivista.Sin embargo, la extensin inmoderada de lo tecnocientfico no siempre ha trado beneficios para la vida de los seres humanos y del resto de los habitantes del planeta. Adems de conocimiento y bienestar, se ha producido una nivelacin poco respetuosa de otros valores y tradiciones, se han generado desastres y sufrimiento. Sobre todo durante el siglo XX, hemos visto cmo las peores intenciones polticas se han aliado con los ms avanzados medios tecnocientficos para producir sufrimiento y destruccin. El siglo que ha conocido progresos innegables, como el perfeccionamiento de la anestesia y de los antibiticos, tambin ha visto las tcnicas ms eficaces para producir dolor y muerte. Baste con decir que, segn algunos historiado- res, durante la ltima centuria han cado vctimas de la guerra del orden de 140 millones de humanos y los daos infligidos a otros seres naturales tampoco han sido desdeables. Sera simplista e injusto achacar la culpa, sin ms, a la tecnociencia, pero es obvio que semejantes "xitos" no se hubiesen cumplido sin su ayuda. Si una conclusin cabe, es que no se puede dejar a la tecnociencia en exclusiva el timn de la vida humana, ni siquiera se le debe permitir un mbito de autarqua absoluta, sino que tambin ella debe estar engranada en un juego de controles y contrapesos, controles ponderados que no anulen su legtimo margen de autonoma.En resumen, el mundo antiguo-medieval busc algn tipo de orden jerrquico. El moderno estuvo posedo por la idea de autonoma, frecuentemente exagerada hasta la autarqua, y a veces incluso ms all, hasta la recada en la imposicin de ordenaciones jerrquicas.Parece que el mundo actual debera ensayar algo distinto, quiz el cultivo de relaciones sistmicas. La perspectiva sistmica no es ajena al reciente desarrollo de la teora general de sistemas, de la ecologa, con su insistencia en la nocin de ecosistema, de la termodinmica de los sistemas alejados del equilibrio, y de otras ramas de las ciencias matemticas, naturales y sociales que prestan atencin a la complejidad de las relaciones y a la interdependencia de las entidades. Pero la vigencia de la perspectiva sistmica tambin se debe a la simple constatacin histrica de que tanto la jerarqua cerrada, como la autarqua absoluta tienen sus limitaciones y peligros. Y adems, se alimentan mutuamente. En una perspectiva sistmica, cada una de las entidades necesita de las dems como su entorno; aunque dependen unas de otras, no hay estricta jerarqua, pero tampoco hay autarqua, pues el cierre al trfico de informacin, materia y energa, significara simplemente la muerte.2.2.2. El fin de los tiempos modernosEl gran proyecto tecnocientfico de mediados del siglo XX consisti en el desarrollo de una bomba atmica. Cuando se puso en marcha el Proyecto Manhattan nadie pregunt por la tica, salvo a posteriori, como lamento. Baste con recordar que en l se gastaron 2.191 millones de dlares, que su resultado ltimo sirvi para generar una terrible masacre, que todos los equilibrios de la guerra fra (la poltica mundial de cuatro dcadas) dependieron de la investigacin y el desarrollo nuclear, y que slo a partir del lanzamiento de la bomba atmica se abri un debate tico sobre la funcin de la tcnica en el que todava estamos.El gran proyecto de finales del siglo XX es el Proyecto Genoma Humano (PGH). Los proponentes de dicho proyecto han tenido inters por las implicaciones ticas y sociales del mismo. No hace mucho se reuni en Valencia un congreso sobre dichos temas organizado por uno de los cientficos implicados en el PGH, Santiago Grisola. Puede valer tambin como seal el hecho de que el Plan Nacional de I+D en Espaa -y sta es la regla general en la Unin Europea- contempla ahora como rea prioritaria las implicaciones ticas de la biotecnologa, y pide que todos los proyectos cumplan ciertas condiciones ticas, por ejemplo en relacin con el trato a los animales de laboratorio.Qu ha cambiado en medio siglo? Lo ms obvio: la ciencia con mayor repercusin social ya no es la fsica, sino la biologa. Pero esto, con ser importante, es coyuntural. Cualquier da se da un avance significativo por ejemplo en fusin nuclear y la fsica pasa de nuevo al primer plano. No obstante, cierto estilo propio de la biologa y de la medicina ha impregnado nuestros modos de pensar y eso no cambiar fcilmente. No es fcil que reaparezca un programa reduccionista a gran escala, ni que el determinismo recobre resuello, no es probable que se olvide de nuevo la complejidad de la realidad. Y se puede apreciar otro cambio: los cientficos comienzan a valorar la tica, la consideran un cuerpo de conocimiento razonable y se dignan a dialogar con ella de igual a igual, lo cual hubiera sido impensable hasta la segunda mitad del siglo XX.Qu significado tiene este cambio en la valoracin de la tica? Es una manifestacin de un cambio ms hondo, de una variacin cultural profunda, que afecta a todos los mbitos de la vida. Podramos decir que los tiempos modernos han concluido y que ha dado comienzo algo nuevo, poco perfilado, an incgnito, que llamamos postmodernidad. Este es un trmino negativo, no dice nada en cuanto al contenido de ese "algo", tan slo que viene despus de lo moderno. Pero es justo que sea as, pues de momento todos los caminos estn abiertos y el desconcierto es la nota predominante.Pero qu ha sucedido entre el Proyecto Manhattan y el PGH? Nada menos que una Guerra Mundial en la que murieron millones de personas, algunas por el efecto de bombas nucleares lanzadas desde sofisticados ingenios aeronuticos, otras muchas guerras menores en las que las vctimas, la mayora civiles, murieron o sufrieron por armamento convencional o biolgico o qumico producido con las ms exigentes tecnologas y basado en el conocimiento cientfico ms elaborado. Ha sucedido un genocidio crudelsimo conducido por expertos que aplicaron sus conocimientos cientficos y tecnolgicos a la eugenesia y al confinamiento y asesinato masivo. Millones de personas malvivieron o murieron en campos de concentracin y exterminio, tanto nazi como sovitico. En los pases comunistas la represin fue masiva y duradera (todava dura en pases como Cuba y China) y muchas veces apoyada en conocimientos cientficos, como los de la psiquiatra, y "legitimada" por una concepcin supuestamente cientfica de la realidad y de la historia. Y, en conjunto, los mayores logros tecnocientficos han sido compatibles con el hambre y con un reparto de la riqueza y de los riesgos muy injustos.En resumen: en la segunda mitad del siglo XX se hicieron evidentes algunos de los efectos ms dainos del desarrollo cientfico y tecnolgico descontrolado, se hizo evidente que el progreso cientfico y tecnolgico no garantiza el progreso humano, y quedaron patentes algunas de las ms perversas utilizaciones ideolgicas de la ciencia y de la tcnica.La tica ambiental es posible slo como disciplina postmoderna. Pero aun as admite varios enfoques. Es posible como disciplina antimoderna y antioccidental; as es practicada por algunos seguidores de la llama- da Deep Ecology (Ecologa profunda). Una segunda posibilidad consiste en el intento de rehabilitacin de lo moderno mediante algunos retoques, ya sea en la lnea benthamita o kantiana. El utilitarismo tiene todava un gran predicamento en la tica ambiental anglosajona, y el pensamiento de kantianos contemporneos, como Rawls o Habermas, comienza a aplicarse a cuestiones de tica ambiental. A estas posiciones podemos de- nominarlas neomodernas.As pues, la tica ambiental es una disciplina postmoderna, s, pero sera errneo plantearla en clave antimoderna. No olvidemos que la modernidad nos ha dado mucho. Nos ha dado una buena parte de lo que se requiere para hacer tica ambiental. Nos ha dado los valores establecidos por el kantismo prctico, por las sucesivas declaraciones de derechos humanos, desde la seminal Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, o por constituciones ejemplares y admirables, como la americana o la espaola de 1812. No debera plantearse en clave antimoderna porque no es bueno el desprecio hacia el pasado; no se debe pagar a los modernos con la misma moneda con que ellos pagaron a los medievales, ni cancelar una era con el nico argumento de que ya no est de moda. No, porque las pocas no se suceden oponindose. El abandono del historicismo moderno -en gran medida gracias a Popper- es precisamente lo que nos permite hoy tener en cuenta todava lo moderno, sin buscar el contraste entre el pasado y el presente como noche y da, contraste que tanto gustaba a los renacentistas, a los ilustrados y a Hegel. Quienes no despreciamos la tradicin podemos integrar lo mejor de lo moderno en algo que no debe reputarse como absolutamente nuevo o nacido de la nada. Podemos reconocer sin reservas que los modernos nos han dado el estado-nacin, que ha sido en el pasado una magnfica herramienta para la superacin del tribalismo, y que todava puede ser til en la transicin hacia unidades polticas mayores. A ellos hay que agradecer las condiciones sociales en que ha nacido la legitimidad democrtica y las sociedades ms prsperas, con mejores oportunidades para sus ciudadanos y en las que se ha podido expresar la propia queja ecologista. Del espritu moderno proceden los grandes avances en el conocimiento de la naturaleza, en biomedicina, en comunicacin humana y transporte, y con ello en el cono- cimiento mutuo de los humanos...Entonces, por qu no aceptar las posiciones neomodernas? Hay motivos coyunturales, como la prdida de eficacia retrica de las tradiciones modernas, y otros ms de fondo. Por ejemplo, el filsofo britnico Robin Attfield seala que las tradiciones modernas son incapaces de fundamentar la relevancia moral de los seres no humanos, o lo hacen de un modo antropocntrico, sin otorgarles el valor que poseen en s mismos. Como veremos ms abajo, slo el desbloqueo de la investigacin en metafsica nos habilita para hacer justicia al valor intrnseco de los seres. Pero esto supone salir ya de la atmsfera de la modernidad, como ha demostrado Hans Jonas. La tica ambiental, pues, no debera plantearse en clave de oposicin a la modernidad, pero tampoco desde una actitud neomoderna, porque no se llega lejos en brazos de la nostalgia30 y de la reaccin. Los neomodernos slo reaccionan ante los nuevos problemas ticos, que les desbordan, con remiendos o extensiones. Uno puede agarrarse a las estribaciones del kantismo como a un clavo ardiendo, e intentar el desarrollo de un concepto de deberes imperfectos o indirectos. Uno puede recomponer las ideas de Rawlso de Habermas hasta hacer que se enfrenten discretamente a problemas para los que no fueron pensadas. Pero todo ello se hace a posteriori, como reaccin, a la defensiva, fuera de tiempo y sazn. Y esto cuenta en contra de los neomodernos.La figura del cambio poltico en la modernidad ha sido la revolucin. La modernidad ha vivido revoluciones por causas justas que se han pasa- do de rosca, han cado en la desmesura hasta acabar en imperios, terror y totalitarismo. La figura anloga -y mucho ms recomendable- en los tiempos postmodernos es la transicin. Incluso la misma modernidad ha visto llegar su final de la mano de una cadena de procesos de transicin.Las filosofas modernas se basaron mayoritariamente en una idea de la ciencia que no es la actual. Muchos pensadores daban por supuesto que el determinismo o el mecanicismo vienen exigidos por la ciencia, cosa que hoy nadie cree. Eso no echa por tierra automticamente sus doctrinas, pero s exige una cuidadosa reconsideracin de las mismas. Los filsofos modernos, por evidentes razones cronolgicas, no conocieron ni la fsica cuntica ni la teora de la relatividad, no sospecharon la termodinmica de los sistemas lejos de equilibrio, apenas algunos de ellos pudieron tener noticia de las geometras no-euclidianas, y ninguno pudo meditar sobre la geometra fractal, no conocieron el crecimiento de las ciencias humanas en el siglo XX, y casi ninguno pudo valorar las aportaciones del psicoanlisis o de la teora de la evolucin... Son muchas razones, pues, las que hacen inviable e indeseable una simple vuelta atrs, a los tiempos modernos, aunque sea bajo la forma de una modernidad retocada.2.2.3. ActualHay una tercera forma de practicar la tica ambiental, llammosle actualista, en honor a los conceptos de acto y de accin, as como por su radicacin en el mundo actual (expresin ya consagrada entre los historia- dores). Con un respeto exquisito a la modernidad social y poltica, trata, sin embargo, de darle otras bases filosficas distintas de las tpicamente modernas. Rechaza el dogma moderno segn el cual no existen verdades metafsicas, y echa mano de una metafsica de origen aristotlico, desde la cual es posible pensar el valor de los seres, y en particular de los vivientes. Pero a esto aade elementos que son tpicamente postmodernos, como la crtica al cientificismo y al tecnologismo, el reconocimiento del riesgo y de la incertidumbre propia de la accin humana, el abandono de la perspectiva utpica. A cambio del utopismo, esta tercera va nos propone el respeto y el amor a la realidad en su estado presente, sin que esto excluya, claro est, la posibilidad de ir mejorando algunos aspectos de la misma mediante reformas. Slo existe una salvedad: en ningn caso deberamos jugar con los rasgos antropolgicos bsicos que posibilitan la accin propiamente humana. Cuando nuestro afn experimentador llega a tocar las facultades humanas, intelectuales y morales, que permiten la propia experimentacin, entonces se convierte en algo peligroso por irreversible. Respecto a las bases de la accin humana s que se debe decir aquello de "los experimentos con gaseosa!". Esta tercera forma de en- tender la tica ambiental se funda en una antropologa integradora. El ser humano es animal y racional, o mejor: animal racional, sin "y". Es animal poltico, es inteligencia deseosa y deseo inteligente. Jams debera ir lo uno sin lo otro, ni lo uno sujeto a lo otro, sino lo uno y lo otro integrados.En resumen, y atribuyendo a cada cual lo suyo: el pensamiento moderno desemboc en una antropologa algo esquizofrnica, que insista unilateralmente en la razn o en la pasin. Ante ello, aqu se propone una antropologa integradora. Ante la identificacin entre razn y tecnociencia, aqu se propone una razn prudencial, desde la cual se puede juzgar el propio desarrollo de la tecnociencia y sus efectos sobre las personas y el ambiente. La recuperacin en nuestros das de una racionalidad prudencial se debe en buena medida a la obra del pensador francs Pierre Au- benque. Ante la preferencia moderna por el automatismo, aqu se valora la prudencia, que es un trmino medio entre el algoritmo y el anarquismo. Por supuesto, una vez que rechazamos la identificacin entre razn y ciencia, estamos en condiciones de criticar tambin el dogma antimetafsico de la modernidad, tal como ha sugerido el filsofo alemn Hans Jonas, y en condiciones de elaborar una metafsica realista til para la tica ambiental. Ante la obsesin moderna por la certeza, aqu se apuesta por el falibilismo inspirado en los escritos de Charles S. Peirce y de Karl Popper. El afn de autonoma, que tan buenos resultados ha producido en el terreno poltico, es respetable y valioso siempre que se mantenga en trminos prudentes, es decir, siempre que no degenere en afn de autarqua e imposicin de nuevas jerarquas. La mejor propuesta que conozco para buscar este difcil equilibrio es el pensamiento sistmico. El enfoque sistmico se viene aplicando desde hace dcadas en ecologa. Dan buena fe de ello los textos del eclogo espaol Ramn Margalef. Recientemente el filsofo italiano Evandro Agazzi ha utilizado la teora de sistemas para pensar las relaciones entre la tica y la tecnociencia. Sus investigaciones en este sentido pueden ser de enorme utilidad para la tica ambiental.3. EL VALOR DE LOS SERES DE NUESTRO ENTORNOPara discutir responsablemente lo que debemos hacer en materia ambiental, es necesario conocer los elementos que forman nuestro entorno, vivientes y otros seres naturales y artificiales, saber cul es su naturaleza y su valor objetivo. De lo contrario nos veremos obligados a tomar decisiones en funcin tan slo de la utilidad que tengan para nosotros, o sobre la base de simples preferencias individuales o modas sociales, de modo burdamente antropocntrico. Hay quien niega que se pueda ir ms all de la utilidad, los gustos o las modas. En mi opinin se puede tratar de manera razonable sobre el valor que los seres tienen en s mismos. Lo que es y lo que vale esta planta o este animal concreto, no depende bsicamente de que nos resulte ms o menos til, agradable o conveniente, su realidad y su valor no estn pendientes nicamente de nuestra mirada. Estn ah, en el mundo, aunque nosotros ni siquiera sepamos de su existencia. Se puede aceptar que la utilidad para nosotros aade valor a los seres, pero lo que vale en s cada uno no queda en suspenso hasta que concluyamos nuestra contabilidad.Para aclararnos sobre la naturaleza de los seres que nos rodean y acerca de su valor, tenemos que emplear los conocimientos que nos aportan las ciencias, muy especialmente la biologa. Pero recaeramos en el cientificismo si penssemos que las ciencias naturales son nuestra nica fuente de conocimiento sobre el entorno. No es as. En este terreno son de suma utilidad tambin otras ciencias, as como las artes, la religin, la experiencia cotidiana, el trato directo con los vivientes, los saberes tradicionales y el sentido comn crtico. Por supuesto, es tambin imprescindible la investigacin de carcter filosfico sobre los seres y su valor. En lo que sigue tratar de justificar y desarrollar estas afirmaciones. Intentar ofrecer una idea concisa y plural de lo que son los vivientes y otros seres naturales y artificiales y del valor que tienen, empleando todas las herramientas cognoscitivas disponibles, desde las cientficas a las filosficas.3.1. La doble reduccin: cientificista y seleccionistaPor razones que irn apareciendo, de todos los seres que componen nuestro entorno son los vivientes concretos, cada planta, cada animal, los que ms importancia tienen para la tica ambiental. Es bueno que dispongamos de oxgeno atmosfrico, pero lo es porque existen plantas y animales que lo necesitan para su vida. Es fcil ver que en ausencia de vivientes tan buena es una atmsfera como otra. Pues bien, en el conocimiento de los vivientes se ha operado desde hace tiempo una doble reduccin que limita nuestra comprensin de los mismos. La primera reduccin podemos denominarla cientificista. Segn este punto de vista, el conocimiento de los seres, incluido el hombre en todas sus dimensiones, debe confiarse nica y exclusivamente a las ciencias. Segn la reduccin cientificista, lo que podemos aprender sobre los vivientes nos lo ensea la biologa y slo la biologa (entre cuyas ramas se contaran la sociobiologa, la epistemologa evolucionista y la tica evolucionista). Importa decir que el cientificismo es una ideologa, no una ciencia. Tampoco es la nica ideologa compatible con la ciencia, sino que ms bien constituye una amenaza para la misma.La segunda reduccin, que podramos llamar seleccionista, se ha operado dentro ya del mbito de la biologa, pues la misma se reduce a menudo a la teora de la evolucin y, en especial, a la teora de la evolucin por seleccin natural. Es ms, con frecuencia se habla de una versin de la misma, la que se ha constituido en la ortodoxia neodarwinista, la versin sinttica, que acaba por reducir la lucha darwinista por la existencia al clculo estadstico de la gentica de poblaciones. Procediendo as, tendemos a olvidar, en primer lugar, la diferencia entre el hecho de la evolucin y las teoras de la evolucin. Es evidente que el proceso evolutivo es una secuencia de acontecimientos nica e irrepetible, mientras que las teoras que intentan dar cuenta de este hecho han sido y son plurales. No debe extraar que esto sea as, lo raro sera que una sola teora pudiese dar cuenta de todos los aspectos de un fenmeno tan complejo y prolongado como la evolucin. Pero, adems, esta segunda reduccin, al centrarse slo en la biologa evolutiva, con frecuencia desatiende al resto de las ramas del conocimiento biolgico, tan distintas y plurales, y que pasan a concebirse slo como especificaciones de la teora de la evolucin por seleccin natural.El resultado de esta doble reduccin ha sido negativo en muchos sentidos, en primer lugar para la propia teora de la evolucin por seleccin natural: una buena teora cientfica, que da cuenta de muchos hechos biolgicos, se ha estirado para cubrir mbitos explicativos que no le son propios, de manera que, cuando se aplica a tales mbitos, se convierte en una mala y peligrosa teora poltica (slo hay que recordar los desatinos del llamado darwinismo social), en una epistemologa inconsistente, en una tica insuficiente y tambin aquejada de inconsistencias y razonamientos circulares, as como en una ingenua y en muchos sentidos err- nea metafsica. En segundo lugar, esta doble reduccin ha empobrecido considerablemente nuestra comprensin de la naturaleza y del ser huma- no al dejar en segundo plano buena parte del conocimiento biolgico pa- sado y presente y al prescindir de otras vas de acceso a la realidad viva, como pueden ser la filosofa, la religin, la experiencia cotidiana, las tradiciones culturales o el arte, y muy sealadamente la poesa.

3.2. Biologa y ticaEl conocimiento biolgico es el resultado de la integracin de muchas disciplinas y teoras, actuales e histricas. Algunas de las teoras son claramente errneas. Por ejemplo, tras los experimentos de Pasteur y de Waismann podramos decirle a Lamarck que no se da la generacin espontnea como l supona, o que los caracteres adquiridos no se heredan. Pero el lamarckismo y otras teoras caducas, a despecho de lo que nosotros podramos decir a Lamarck, pueden an tener algn valor por lo que pueden decirnos a nosotros. No hay aqu ni asomo de relativismo lamarckismo tal y como lo formul Lamarck es simplemente una doctrina refutada-, sino una actitud cuidadosa con la his