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167 reseñas EL RADICALISMO Y LAS LUCES* Michael Sauter La historiografía de las Luces se encuen- tra ahora en el cabo de un desarrollo que se volvió notable en la década de los ochenta. En ese momento los historiadores redescu- brieron las contribuciones de Reinhart Ko- selleck y Jürgen Habermas al estudio de la efervervesencia cultural del siglo XVIII, lla- mado de las Luces. 1 A pesar de que cada autor se aproximó a la Ilustración desde su perspectiva personal –y no sin bastante ba- gaje ideológico– ambos entendieron éste movimiento cultural por medio de la crea- ción de la publicidad del siglo XVIII. Esta conexión específica de ideas con prácticas culturales ofrecía una manera de hacer el es- tudio de la Ilustración más socialmente in- cluyente, al tiempo que liberaba la discusión de un discurso marxista cada vez más osifi- cado sobre la siempre creciente burguesía, la cual historiadores como Robert Darnton ya habían comenzado a desmantelar desde una perspectiva más micro-histórica. 2 Kosel- leck y Habermas crearon un esquema teó- rico en el cual el traslado de ideas podía volverse político. Hicieron esto al enfatizar la aparición de nuevos espacios públicos –la imprenta, los salones, los clubes de lectura y las logias masónicas– así como el incremento correspondiente del cotorreo del crítico público. Siguiendo ésta aproxima- ción, el crecimiento de la libre discusión restó importancia a las fuentes existentes de autoridad, incluyendo a las entonces más cruciales, el Estado monárquico y la Iglesia cristiana. Según la literatura de la esfera pública, el incremento en el libre pensamiento de- bilitó tanto al Estado como a la Iglesia, sien- do su más importante resultado la Revo- lución francesa, el momento en el cual “la modernidad” nació. A través de la dé- cada de los ochenta y entrando a la primera década de este milenio, apareció una hues- te de libros que dio luz al siglo XVIII; algunos de estos libros estaban interesados en nuevas formas de entender la cultura política, mientras que otros la abordaban más ampliamente. La mayoría de los tra- bajos importantes se dedicó a la historia francesa, pero otros trataron también sobre historia alemana y holandesa. La mayor parte de los trabajos que emergieron eran relativamente estrechos en su concepción, lidiando constantemente con un solo país o con un aspecto individual de interés pú- blico, como la masonería. 3 Lo que ha faltado hasta ahora es, sin embargo, una lectura sintética que en- tienda a la Ilustración como algo más que * Traducción del inglés de Carolina Montejo. 1 Los trabajos traducidos son: R. Koselleck, Kritik und Krise: Ein studie zur pathologense der bürgerlinchen Welt (Baden-Baden,1959), J. Habermas, Structurwandel der Öffentichkeit: Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gessellshaft (Neuweid, 1962). 2 R. Darnton, The literary Underground of the Old Regime (Cambridge, Mass.,1982). 3 R. Haleví, Les Loges maçonniques dans la France d´ancien Régime. Aux origines de la sociabilité démocratique (París, 1995).

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EL RADICALISMO Y LAS LUCES*

Michael Sauter

La historiografía de las Luces se encuen-tra ahora en el cabo de un desarrollo que sevolvió notable en la década de los ochenta.En ese momento los historiadores redescu-brieron las contribuciones de Reinhart Ko-selleck y Jürgen Habermas al estudio de laefervervesencia cultural del siglo XVIII, lla-mado de las Luces.1 A pesar de que cadaautor se aproximó a la Ilustración desde superspectiva personal –y no sin bastante ba-gaje ideológico– ambos entendieron éstemovimiento cultural por medio de la crea-ción de la publicidad del siglo XVIII. Estaconexión específica de ideas con prácticasculturales ofrecía una manera de hacer el es-tudio de la Ilustración más socialmente in-cluyente, al tiempo que liberaba la discusiónde un discurso marxista cada vez más osifi-cado sobre la siempre creciente burguesía,la cual historiadores como Robert Darntonya habían comenzado a desmantelar desdeuna perspectiva más micro-histórica.2 Kosel-leck y Habermas crearon un esquema teó-rico en el cual el traslado de ideas podíavolverse político. Hicieron esto al enfatizarla aparición de nuevos espacios públicos

–la imprenta, los salones, los clubes delectura y las logias masónicas– así como elincremento correspondiente del cotorreo delcrítico público. Siguiendo ésta aproxima-ción, el crecimiento de la libre discusiónrestó importancia a las fuentes existentes deautoridad, incluyendo a las entonces máscruciales, el Estado monárquico y la Iglesiacristiana.

Según la literatura de la esfera pública,el incremento en el libre pensamiento de-bilitó tanto al Estado como a la Iglesia, sien-do su más importante resultado la Revo-lución francesa, el momento en el cual“la modernidad” nació. A través de la dé-cada de los ochenta y entrando a la primeradécada de este milenio, apareció una hues-te de libros que dio luz al siglo XVIII;algunos de estos libros estaban interesadosen nuevas formas de entender la culturapolítica, mientras que otros la abordabanmás ampliamente. La mayoría de los tra-bajos importantes se dedicó a la historiafrancesa, pero otros trataron también sobrehistoria alemana y holandesa. La mayorparte de los trabajos que emergieron eranrelativamente estrechos en su concepción,lidiando constantemente con un solo país ocon un aspecto individual de interés pú-blico, como la masonería.3

Lo que ha faltado hasta ahora es,sin embargo, una lectura sintética que en-tienda a la Ilustración como algo más que

* Traducción del inglés de Carolina Montejo.1 Los trabajos traducidos son: R. Koselleck, Kritik und

Krise: Ein studie zur pathologense der bürgerlinchen Welt(Baden-Baden,1959), J. Habermas, Structurwandel derÖffentichkeit: Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichenGessellshaft (Neuweid, 1962).

2 R. Darnton, The literary Underground of the Old Regime(Cambridge, Mass.,1982).

3 R. Haleví, Les Loges maçonniques dans la Franced´ancien Régime. Aux origines de la sociabilité démocratique(París, 1995).

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un preludio a la Revolución francesa. Jo-nathan Israel ha intentado satisfacer estanecesidad en su Radical Enlightment:Philosophy and the Making of Modernity, 1650-1750 (2001).4

Un replanteamiento de las categoríashistoriográficas que aplicamos a las Lucessería ya tardío. Por una parte, la búsqueda dela esfera pública iluminada como fuente dela política moderna ha corrido su curso, yahora tenemos docenas de trabajos en unavariedad de temas, del cual ninguno, sinembargo, ofrece una visión holística.5 Porotra parte, la historiografía de la Ilustraciónaún existe a la sombra de los trabajos clási-cos-sintéticos del siglo XX, que incluyenThe Heavenly City of the Eighteenth-CenturyPhilosophers (1932) de Carl Becker, The Phi-losophy of the Enlightment (1932) de ErnstCassirer, The European Mind, 1680-1715(1934), y, European Thought in the EighteenthCentury, from Montesquieu to Lessing (1946)de Paul Hazard, al igual que The Enlight-ment: An Interpretation6 (1968) de Peter Gay.Los tres trabajos aquí reseñados proporcio-nan correciones útiles no sólo a las aproxi-

maciones sobre la esfera pública, sino tam-bién a estos viejos, sintéticos trabajos.

Radical Enlightment, de Jonathan Israel,es la más ampliamente concebida y desa-fiante historia de la Ilustración publicadaen los últimos cuarenta años. Al igual queBecker, Cassirer o Hazard, pero sin pareci-do alguno con la historiografía más recien-te, Israel ve a la Ilustración como un movi-miento cultural unitario que se extendiódesde Lisboa hasta San Petersburgo, desdeEstocolmo hasta Nápoles y casi en cual-quier lugar en medio. Israel debate que lospensadores de toda Europa estaban preo-cupados por los mismos problemas, leíanlos mismos libros y tenían los mismos hé-roes intelectuales –de los que se hablarámás adelante–. En general, Israel cree quela Ilustración fue un movimiento seculari-zante opuesto a todo conocimiento basadoen la autoridad, incluyendo sus formas polí-ticas, religiosas y de tradición. No hay nadaparticularmente novedoso en esta posición:Peter Gay vio a los philosophes de las Lucescomo paganos modernos que atacaban conremordimiento la religión, mientras queKoselleck sostuvo que el criticismo ilumi-nado trajo consigo el Estado moderno tem-prano. Buena parte del trabajo de Israel sebasa, pues, en interpretaciones más viejas.

Lo significativo del argumento de Is-rael está, sin embargo, en tres puntos espe-cíficos, que prometen un continuo replan-teamiento de nuestro entendimiento de lasLuces. Primero, Israel sostiene que la partemás importante de la Ilustración fue el “Ilu-minismo radical”, con lo cual se refiere a

4 J.I. Israel, Radical Enlightment: Philosophy and theMaking of Modernity 1650-1750 (Oxford, 2001)

5 Harold Mah ha hecho una crítica similar. H. Mah,Enlightment Phantasies: Cultural Identity in France and Ger-many, 1750-1914 (Ithaca, N.Y., 2003)

6 C.L. Becker, The Heavenly City of the Eighteenth-century Philosophers (New Haven, 1932), E. Cassirer, DiePhilosophie der Aufklärung (Tubigen, 1932), P. Hazard, Lacrise de la consience européene (1680-1715) (París, 1935), P.Hazard, La pensée européenne au XVIIIeme siècle: de Montesquieuà Lessing (París,1946), P. Gay, The Enlightment: AnInterpretation (Nueva York, 1968). También vale la penaconsultar a N. Hampson, The enlightment (Harmonsworth,1968).

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una amplia cadena clandestina de personasque leían a Spinoza y que como resultadose volcaban contra todas las autoridadestradicionales. Segundo, este Iluminismo ra-dical era de alcance internacional, exten-diéndose por fronteras nacionales y lingüís-ticas, como las francesas, holandesas,alemanas e inglesas, así como a una huestede personas en otras zonas culturales queabsorbieron ideas críticas por medio de lec-turas clandestinas, usualmente textosspinozianos. Tercero, y este punto es signi-ficativo, el Iluminismo radical hace a laIlustración más vieja de lo que se habíapensado, dado que se creía que había co-menzado alrededor de 1650 y acabado por1750, tiempo en el que Israel cree que sumomento crítico de secularización ya se ha-bía concretado. En este sentido, la Ilustra-ción fue un fenómeno del siglo XVII tantocomo lo fue del XVIII.

El argumento de Israel es que el Ilumi-nismo radical emergió de una discusiónfilosófica holandesa, tesis contraria a unavieja perspectiva que ve a las Luces salien-do de la importación de ciencia francesa yde filosofías inglesas (Newton y Locke) alcontinente.7 En esta manera de ver las co-sas, la Ilustración va de Locke y Newton aVoltaire y los philosophes, que luego fomen-taron la Revolución francesa al burlarse detodo cuanto estaba a la vista. Israel ofrece,

sin embargo, una genealogía alterna quecomienza con Spinoza en los Países Bajosy que luego se extiende al resto de Europaa través de un reparto de personajes pococonocida, como Balthasar Bekker en Ho-landa y Walther Ehlenfried Von Tschirn-haus en Alemania, antes de terminar conRousseau en Francia. En este sentido, tan-to Rousseau como la Revolución francesason herederos intelectuales de un judíosefardita que vivía de pulir lentes en elAmsterdam del siglo XVII. ¿Cómo puede seragrupado todo esto? El hilo que atraviesaeste análisis es la creencia de Israel en el in-herente significado político de la filosofía.En este caso, el “radicalismo” emerge delpanteismo de Spinoza, en el cual confluíanDios y materia, una posición que le restabaimportancia, según Israel, tanto a la reli-gión providencial como a todos los Estadosmodernos tempranos que se asociaban conésta. Puesto de manera simple, la filosofíade Spinoza rompió con el dominio de co-nocimiento que tenían la Iglesia y el Esta-do y, en ese sentido, fomentó la creacióndel mundo moderno.

El poder de la aproximación de Israelse encuentra en que tiene una respuesta acasi toda idea fundamental de los dos lite-raturas mencionadas anteriormente. Porejemplo, Paul Hazard argumenta que Eu-ropa confrontaba una crisis filosófica des-púes de 1680, la cual dejaba los funda-mentos para la crítica más completa de lasociedad. Israel tira esta crisis más haciaatrás, hacia 1650, y la ancla en debates filo-sóficos que preceden a esos sobre religión

7 Margaret Jacob ha asociado, por ejemplo, un “Ilu-minismo radical” inglés con el Newtonismo. M.C. Jacob,The Radical Enlightment: Pantheists, Freemasons, and Repu-blicans (Londres, 1981)

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en los cuales Hazard tuvo interés. Más im-portante aún, Israel argumenta que 1650marca el origen de una unidad conceptualque corrió hasta 1750, cuando cree que laetapa más radical de la Ilustración tuvo sufin. Esta posición debilita la interpretaciónde Peter Gay acerca del siglo XVIII, que ledio un lugar de preferencia sobre el XVII yque vio las críticas iluminadas en términosde renovación de tradiciones culturales pa-ganas. Para Israel, sin embargo, la Ilustra-ción debe ser entendida como algo comple-tamente nuevo en el mundo tempranomoderno, un producto de circunstancias es-pecíficamente temprano-modernas; ErnstCassirer no estaría en desacuerdo con estepunto. Sin embargo, la aproximación de Is-rael también resta importancia a la teología,que era inherente a Cassirer, y a su creenciade que las contibuciones más importantesdel siglo XVIII venían de su década de losochenta, particularmente visibles en la filo-sofía crítica de Kant. Siguiendo a Israel,para el momento en que Kant entraba enescena, la Ilustración estaba simplementesiendo recogida.

El libro de Israel también contiene im-portantes conocimientos críticos sobre ladiscusión de la esfera pública. Para la ma-yor parte, los eruditos de la esfera públicahan privilegiado el periodo posterior a 1750,en gran medida porque el mercado de laimprenta se volvió más prominente quenunca a medida que avanzaba el siglo XVIII.El trabajo de Israel ataca este énfasis. Porun lado, sostiene, contrario a toda la griteríaque seguramente vendrá de los kantianos,

que los conocimientos filosóficos más gran-des habían sido alcanzados hacia la primeramitad del siglo. Ésta es una afirmaciónfuerte, y uno puede dudar de su validez. Almismo tiempo, sin embargo, uno debe apre-ciar sus ideas sobre la esfera pública antesde 1750, ya que nos permiten notar patro-nes conservadores en ella antes de 1789.En muchas formas, el público se volvió me-nos radical a medida que se expandía paraincluir más personas. En este contexto,Israel abre la puerta al concepto del sigloXVIII de la República de las Letras, el cual,a diferencia de la literatura de la esfera pú-blica, incluía expresamente medios decomunicación informales tales como cartaso circulación de manuscritos. Los historia-dores deben ahora partir al siglo XVIII endos partes, la República de las Letras y laesfera pública iluminada.

Israel también estudia el problema delnacionalismo en la literatura de la esferapública, buscando entender la conexiónentre ideas y prácticas locales; esta litera-tura enfatiza nolens volens la aparición decomunidades lingüísticas nacionales, quese volvieron más grandes y complejas en elcurso del siglo XVIII, a medida que más es-critores publicaban en sus lenguas nativaspara audiencias locales (esto se hace másclaro en los casos de la esfera pública ale-mana, que alcanzó su etapa de madurezsólo despúes de 1760). Pero, ¿debilta elauge de comunidades de imprenta nacio-nales la visión de una Ilustración universal?En este punto Israel se opone a la recientetendencia entre algunos eruditos, promi-

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nentemente John Pocock, de ver la Ilustra-ción en términos de unidades nacionalesseparadas, conscientes las unas de las otras,pero trabajando de forma independiente.8

Para Israel, el tallar un amplio movimientointernacional en cuerpos nacionales es per-der de vista lo que hizo al periodo previo a1750 tan significativo para la posteriorhistoria.

El libro de Israel es un gran logro e in-fluenciará, sin duda, el entendimiento his-tórico de las Luces por generaciones. Ellibro tiene, sin embargo, algunas debilida-des que vale la pena anotar. La primera esla ausencia de Thomas Hobbes en lo queIsrael entiende como “radicalismo”. Comoha señalado Patricia Spingborg, Hobbespermaneció como un espectro por toda Eu-ropa durante el siglo XVIII, y de este modoseñalar a Spinoza como la llave maestra detodo pensamiento radical no puede ser sos-tenido históricamente.9 La ausencia deHobbes también supone otro tema: su ma-terialismo en Leviathan (1651) fue, en sucontexto, tan radical como el de Spinoza enTratactus Politicus (1670), el texto que real-mente expuso cuán corrosivas eran susideas. El materialismo de Hobbes en laprimera mitad de Leviathan justificaba unalectura tan radical como cualquiera de Spi-noza, sólo que Hobbes usó sus conocimien-

tos para justificar la autoridad política encontra de todas las formas de criticismo. Ade-más, el trabajo de Hobbes fue igualmentecorrosivo con respecto a las autoridades tra-dicionales, tanto que restó importancia a to-das las justificaciones tradicionales delEstado, sustituyéndolas con unas comple-tamente nuevas, basadas en la voluntad. Enese sentido, Hobbes era radical en toda me-dida, cosa que el trabajo de Israel excluye.He aquí el punto clave al evaluar el trabajode Israel: se basa en una única definición de“radical”, y trabajos posteriores deberánconsiderar eso. Nada de esto pretende su-gerir, claro, que el radicalismo basado enSpinoza no fuera importante; se desea re-saltar sólo que el fuerte énfasis que Israelhace en la naturaleza “internacional” delintercambio intelectual temprano-modernodebe ser llevado más allá de lo que él mis-mo lo lleva. Aun enmarcado en un contextointernacional, deben hacerse concesiones alas diferentes formas en que fue entendidoel radicalismo.

La segunda debilidad se encuentra enla distinción que hace Israel entre el Ilumi-nismo radical y el moderado. Primero, ladistinción no está suficientemente desarro-llada al interior del texto. A pesar de queIsrael identifica de manera clara la cadenaintelectual que propagó las ideas spinozia-nas por toda Europa –y ofrece una claradescripción de la oposición que generó estacadena– no está claro qué separaba a losradicales de los moderados, ya que ambostenían acceso a los mismos textos. Además,personas de ambos lados de la división com-

8 J. G. A. Pocock, Barbarism and Religion (Cambridge,1999), R. Porter y M. Teich, The Enlightment in NationalContext (Cambridge, 1981)

9 J. G. A Pocock, “Conservative Enlightment andDemocratic Revolutions”, Government and Oposition, 24(1989), 81-105

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partían el mismo trasfondo social y educati-vo, lo que hace aún más difícil explicar elporqué de su decisión de alianza. Aquí selevanta otro problema sobre el internacio-nalismo anteriormente discutido, es decir,no está claro qué nos previene de multipli-car iluminismos, aun a este nivel. Conside-remos que el trabajo de Israel nos deja condos iluminismos, y si añandimos, á la JohnPocock, un iluminismo conservador, esonos deja tres, cada uno enterado del otro ysin embargo distintos. ¿Por qué no seguirdividiendo a estos grupos en líneas cadavez más angostas? Radicales, moderados yconservadores seguramente difieren entresí en una variedad de temas. Por supuesto,las divisiones pueden probar ser aún másnumerosas que los iluminismos nacionalesde Pocock, y eso difícilmente representaríaalgún progreso histórico.

Sin embargo, dejando de lado las eva-sivas, el trabajo de Israel permanece comouna sorprendente contribución a la litera-tura, tanto por la envergadura de la investi-gación (Israel ha leído todo lo que los se-guidores de Spinoza produjeron) como porla profundidad de su imaginación histórica.Spinoza fue un caso más grande de lo quela mayoría de los historiadores habían creí-do, y las corrientes radicales existiera mu-chos años antes de que alguien escribieraun panfleto desagradable sobre Luis XVI.Uno puede no estar de acuerdo con algu-nas de las conclusiones de Israel, pero sutrabajo no puede ser ignorado, y por esa ra-zón influenciará a la escuela por futuras ge-neraciones.

Peter Reichel, Vergangenheitsbewältigung in

Deutschland. Die politisch-justitielle Auseinander-

setzung mit der NS-Diktatur nach 1945, Bonn,Bundeszentrale für politische Bildung, Schriften-reihe Band 433, 2003, 253 p.

Thomas Cieslik

Después de la Copa Mundial de Fútbolen Alemania, los periodistas de las seccio-nes culturales han iniciado un nuevo deba-te sobre el patriotismo alemán. Al contrariode otras naciones, Alemania ha tenido difi-cultades con el patriotismo a causa de lasrupturas históricas como el nacionalsocialis-mo. Las banderas o el himno nacional estu-vieron mal vistos, ya que se considerabaque estos símbolos patrios eran símbolosrepresentativos de la extrema derecha.

La nación Alemana ha sido reducida eidentificada con la cultura, la tecnología yla economía de mercado social. El ex mi-nistro de Relaciones Exteriores, JoschkaFischer, alguna vez declaró que Auschwitzfue la piedra fundadora de la RepúblicaFederal de Alemania. Pero el nombre deun campo de concentración como símbolode una nueva nación democrática y libre nopuede proporcionar una identificaciónpositiva con el Estado. Durante más de se-senta años, los alemanes han luchado conuna contradicción histórica. No obstante eléxito de su democracia, de su ley básica(Grundgesetz), de su reunificación y de suintegración a la Unión Europea, no hanaprendido a diferenciar entre el orgullo porsu desempeño como demócratas y su he-rencia histórica. El uso del término nación

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siempre ha sido crispado. Quizás el Mun-dial ha demostrado que los alemanes, espe-cialmente la generación joven, quieren sercomo los franceses, italianos o mexicanos:libres de definir su identidad con un patrio-tismo sin prejuicios.

Pero sin Geschichtsaufarbeitung y Vergan-genheitsbewältigung la definición de una nue-va identidad no funciona. El tema es undebate típicamente alemán. Los dos térmi-nos alemanes no existen en idiomas comoel español o el inglés. Mientras que en in-glés se dice coming to terms with the past, enespañol los términos se pueden traducircomo “analizar y asimilar las enseñanzasdel pasado”. Procesar el pasado o afrontarla historia y su memoria, lo cual también in-cluye la reconciliación con ella, todavía esun gran reto para las disciplinas de la cien-cia política y la historia en Alemania.

Peter Reichel, profesor de Ciencia Polí-tica de la Universidad de Hamburgo, en sulibro Vergangenheitsbewältigung in Deutschland(El análisis y la asimilación de las enseñan-zas del pasado en Alemania) hace una re-flexión sobre cómo los alemanes han logra-do este proceso de asimilación desde losjuicios de Nuremberg hasta el día de hoy.Desde una perspectiva histórica, explica losdiferentes conflictos con el pasado, en lapolítica y la justicia.

Reichel clasifica la “desnazificación”(Entnazifizierung) como un intento de puri-ficación política. Aun cuando después de laSegunda Guerra Mundial, en la zona ocu-pada por Estados Unidos (Baviera, Bremen,Hesse y Wurttemberg-Baden), 13 millones

de alemanes respondieron cuestionarios so-bre su relación con el nacionalsocialismo, laadministración de los aliados finalmentesólo clasificó a 1600 personas como culpa-bles de crímenes nazis. La gran mayoríaquedó sin castigo, muchas veces por las al-tas exigencias de los tribunales para trami-tar un juicio. La situación fue diferente enla zona soviética. Allá, todos los miembrosdel partido nazi perdieron sus funcionespúblicas, entre 160 mil y 260 mil sufrieronen campamentos penitenciarios y cerca deun tercio murió por las pésimas condicionesque prevalecían en estos campos.

Reichel dedica un capítulo de su obraal tema de la reparación (Wiedergutmachung).Describe con detalle el largo camino quefue necesario recorrer para lograr la com-pensación económica de los trabajadoresforzados. La reunificación alemana fue po-sible en parte gracias a que el gobierno ale-mán pagó altas indemnizaciones a los go-biernos de Europa del Este por las víctimasdel régimen nacionalsocialista. La respon-sabilidad de la Alemania reunificada culmi-nó en la ley de la “Fundación Memoria,Responsabilidad y Futuro”. El gobierno ydistintas empresas crearon un fondo que hapermitido pagar unos 15 mil marcos alema-nes (aproximadamente 7500 euros) a lostrabajadores forzados sobrevivientes. Sinembargo, solamente 1.2 millones de loscerca de 20 millones de personas que fue-ron víctimas del régimen nazi pudieron be-neficiarse de esta indemnización hasta elaño 2000. Reichel no clasifica esta últimaley como un acto de reconciliación, espe-

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cialmente dada la amenaza de demandascontra empresas alemanas establecidas enEstados Unidos, que en su momento hu-bieran podido causar un daño a la pérdidade imagen de la industria alemana.

Un capítulo importante contiene unadiscusión sobre los disidentes alemanes du-rante la Segunda Guerra Mundial. El aten-tado fracasado contra Hitler del 20 de juliode 1944, planeado por el coronel ClausGraf Schenk von Stauffenberg y otrosmiembros de la nobleza y del ejército, fueclasificado por muchos años como una altatraición. Hoy, ellos son los héroes de la opo-sición conservadora contra Hitler. Reicheldemuestra que la nueva República Federaly su ejército (Bundeswehr) tuvieron muchasdificultades para reconocer esta resistencia.

El discurso político sobre el pasado enla vieja República Alemana fue poco libre,debido sobre todo a la herencia del régi-men nazi. La ley contra la mentira o la ca-lumnia de los campos de concentración deAuschwitz proyecta hasta hoy una sombraen cuanto al manejo de la libertad de ex-presión. Un país democrático más maduropodría considerar las difamaciones de losneonazis como una expresión permitida enuna democracia, no obstante su tontería ymanipulación. Pero la democracia alemanano busca la confrontación con sus enemi-gos, las leyes subrayan ese tema tabú.Desafortunadamente, Reichel no analizalos peligros de esta “tabuización” del pasa-do. Los partidos de la extrema derecha,como el NPD (Partido Nacional-DemócrataAlemán), han logrado éxitos en algunos

parlamentos estatales del Este de Alema-nia, debido a la frustración económica, perotambién a la política de la población.

Desde hace algunos años la discusiónpolítica está a punto de liberarse de su cau-tiverio del pasado. Preguntas sobre la (no)integración de los extranjeros musulmanesen la sociedad alemana fueron hasta hacepocos años un tópico tabú. Pero la historiaha mostrado que la ignorancia es el primerenemigo de la democracia.

En fin, Reichel tiene razón cuandoafirma que el nacionalsocialismo funcionócomo la legitimación del nuevo ordenpolítico de las dos Alemanias, establecidasdespués de la Segunda Guerra Mundial. Ellibro refleja el controvertido discurso decómo los alemanes han luchado por lamemoria y el aprendizaje de su pasado–un ejemplo es la discusión sobre elMonumento del Holocausto en Berlín–.Reichel concluye con una advertencia: quelas próximas generaciones no olviden suresponsabilidad con la historia. Estasgeneraciones deben discutir las razones dela existencia del nacionalsocialismo. ¿Porqué los alemanes no pudieron evitar elascenso de Hitler y por qué los crímenessucedieron precisamente en Alemania? Noobstante esta asimilación de las enseñanzasdel pasado en Alemania, hoy la políticainternacional debe responder a las nuevasamenazas. En democracias débiles concrisis económicas siempre está latente elpeligro del populismo y del nacionalismodel siglo XX, los cuales prometen utopías yaconocidas y buscan chivos expiatorios para

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justificar las malas condiciones que preva-lecen. Aún en el siglo XXI, después de la ca-tástrofe de las ideas totalitarias que desem-bocaron en la Segunda Guerra Mundial yla Guerra Fría, la idea del socialismo estiloHugo Chávez es una nueva amenaza paralos pueblos. Los alemanes han aprendidosu lección; por ello el análisis y la síntesisde Reichel son un buen ejemplo para la re-flexión y la responsabilidad de los demásante la historia.

ALEMANIA EN LA REVISTAHISTORIA MEXICANA

Adolfo Castañón

A lo largo de su nutrida longevidad, larevista especializada Historia Mexicana,publicada por El Colegio de México, haregistrado la presencia de Alemania, de sushombres y de sus letras en la cultura mexi-cana en diversos artículos, algunos de loscuales nos permitimos aquí repasar.

1. En 1961 (vol. XI-oct/dic. 1991. núm.,2) el novelista Jacobo Chencinsky reseñabael libro de Marianne O. de Bopp: Contri-bución al estudio de las letras alemanas enMéxico (UNAM, México, 1961, 512 pp.). Ensu minuciosa reseña de este volumen querecapitula las relaciones literarias mexi-cano-alemanas desde el Virreinato hasta elsiglo XX, JCH apunta que el capítulo V (pp.297-328) de la obra mencionada “revisa condetalle la vida de los periódicos alemanespublicados en México hasta ahora, y sus

fundadores y colaboradores, así como lasimprentas y librerías que han existido; el VI

(pp. 329-342) se ocupa de los miembrosalemanes pertenecientes a asociacionescientíficas y literarias mexicanas, y de lasdiversas instituciones alemanas fundadasaquí; y el VII (pp. 343-349) examina laimagen que se ha venido formando deAlemania a través de las noticias sobrepersonajes y sucesos aparecidas en publica-ciones mexicanas a lo largo del siglo XIX.Advierte la doctora Bopp que está enpreparación una extensísima bibliografíamexicano-alemana…”

2. A su vez, la propia Marianne O. deBopp reseña “Una curiosidad bibliográfica”(en el vol. XII, jul-sep., 1962, núm. 1); serefiere ahí a la entidad antecedente delColegio Alemán: la Institución Katthain,que funcionó desde 1865 hasta 1885, nue-ve años antes de que se fundara en 1894 elactual Colegio Alemán, y luego a la revistaMittheilungen des Deutschen WissenschaftlichenVereins, editada por la Sociedad CientíficaAlemana, fundada en 1890.

La autora también refiere que en la re-vista Informaciones de la Sociedad Científi-ca Alemana, Mittheilungen des DeutschenWissenschaftlichen Vereins, se solicitó “lacolaboración de los socios para reunir todoslos datos relativos a la historia de los alema-nes en México, a fin de publicarla (…) Laserie de artículos empieza con algunas noti-cias sobre los negocios alemanes estable-cidos poco después de la declaración de In-dependencia; de acuerdo con ellas, en 1826ya existía gran número en Veracruz, Tam-

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pico, Aguascalientes, Zacatecas, San LuisPotosí y por supuesto en la mayor parte dela capital. La contribución alemana al co-mercio, las finanzas, la minería y otras acti-vidades es objeto de varios artículos intere-santes. Uno de Guillermo Brockmann seocupa de la ‘Participación del extranjero yespecialmente de Alemania en la mineríade México’; el autor expresa su pesar por-que los alemanes frecuentemente fueronvíctimas de estafas y patrocina la fundaciónde una empresa minera específicamentealemana. Es interesante un informe sobrela introducción del aceite de ajonjolí enMéxico, debida a iniciativa alemana; se re-produce un interesantísimo proceso de laInquisición, seguido, en el año de 1592, aun minero alemán, acusado de luterano yhereje, condenado a prisión y confiscaciónde bienes. El doctor Schmidtlein, médico,presidente del Casino Alemán en 1875, confrecuencia encargado del discurso oficial entodas las ocasiones solemnes, publica unartículo sobre la fundación y los primerosaños del Casino Alemán. En conexión conel proyecto anterior, la Sociedad resuelveabrir un registro de los primeros alemanes,que se establecieron en México, más o me-nos hasta el año de 1840.”

Finalmente, nos dice Bopp que “Elcuarto y último fascículo contiene la circu-lar que anuncia la decisión de la asambleageneral de 9 de enero de 1892, que disolvióla Sociedad Científica Alemania”.

3 “Paul Westheim, historiador del artemexicano” es el título de la necrología quepublica el historiador argentino Juan Adolfo

Vázquez (vol. XIII, abril-junio, 1964,núm. 4) sobre el eminente historiador ale-mán, nacido en 1886, llegado a México en1941, donde finalmente fallece 12 añosdespués, en 1963. Recuerda JAV que West-heim fue discípulo de W. Worringer en laUniversidad de Berlín y que con “Gide,Leger y Le Corbusier” había editado lasrevistas de arte “Das Kunstblatt y DieSchaffenden, y la serie de libros de arte OrbisPictus, para la que escribió un estudio sobrearquitectura de la India que significativa-mente comienza con estas frases: ‘En laIndia todo arte es arte religioso; es búsque-da de Dios, y la arquitectura es una plegariade piedra, expresión y efusión de poderosaemotividad religiosa’ y que desde esas pá-ginas “difundió la obra de Kokoscha, Kleey Chagall”. P. Westheim publicó en 1948“un artículo sobre los tejidos en el Méxicoprehispánico (‘Textile Art in Ancient Me-xico’, Ciba Review, Basilea, núm., 70, sep-tiembre de 1948) que comienza con unaexposición de la historia de México.

“Dos años más tarde aparece su Arteantiguo de México, cuya segunda edición, re-visada, es de 1956. Con esa obra Westheiminicia la publicación sistemática de sus in-terpretaciones del antiguo arte mexicanoen función de ideas metafísicas y recogien-do la contribución de diversos antropólogosmexicanos y europeos al conocimiento delas culturas mesoamericanas autóctonas. Elmismo afán de exégesis filosófica del arteindígena se advierte en los capítulos sobre‘Tezcatlipoca’ y ‘La idea de la inmortalidaden el México antiguo’ de su incesante libro

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La calavera (México, Fondo de CulturaEconómica, 1957). Westheim escribió tam-bién dos libros para la colección de Arte dela UNAM: La escultura de México (1956) y Lacerámica de México (1962), y otros en los quetrata diversos aspectos del arte mexicanoactual, como El grabado en madera en México(México, Breviarios del Fondo de CulturaEconómica, 1954) y Tamayo (1957): pero nopor ello abandonó por completo sus viejosamores. Así, retomando un tema al quemuchos antes habían consagrado un libro(Oskar Kokoscha, Potsdam, 1920), en 1961publica en Nueva York otro sobre Kokos-cha como dibujante (Der Zeichner Kokoscha).Entre tanto, al margen de sus libros, West-heim publica frecuentemente notas y ensa-yos en periódicos mexicanos, particularmen-te en ‘México en la cultura’, suplementodel diario Novedades, y luego en ‘La culturaen México’, que forma parte de la revistaSiempre.”

JAV subraya –no sin razón– que “hastala publicación de los libros de Westheimsobre el arte antiguo de México no se habíaintentado una tarea semejante en tan granescala, y que su obra ha contribuido comola de ningún otro de sus predecesores adespertar el interés científico y estético porlas creaciones artísticas de las viejas cultu-ras mexicanas”.

4. Finalmente, Enrique Semo presentaalgunos “Documentos mexicanos en archi-vos de la República Democrática Alema-na”. Se refiere ahí en lo fundamental alArchivo Central Alemán de la Ciudad dePotsdam, que lleva el nombre de Deutches

Central Archiv y refiere que “Este archivoconstituye la fuente principal para cual-quier estudio sobre el periodo 1870-1933.Son notables los fondos para el estudio delimperio colonial alemán en el cual existen270 volúmenes sobre viajes de exploración,1009 sobre asociaciones y empresas, 255 so-bre minas, 910 sobre agricultura, 135 sobreesclavitud, 98 sobre estadística y 1188sobre la Deutsche Colonial Gesellschaft (So-ciedad Colonial Alemana).

“El archivo tiene además importantescolecciones privadas y una biblioteca de 60mil volúmenes compuesta fundamental-mente por publicaciones oficiales, posterio-res a 1870: recopilaciones estadísticas, do-cumentos diplomáticos, etc.”

Beatriz Rojas (coordinadora), Mecánica política:

para un relectura del siglo XIX mexicano.

Antología de correspondencia política, México,Instituto Mora-Universidad de Guadalajara, 2006,305 pp.

Luis Medina Peña

En 1988 François Xavier-Guerra se la-mentaba de la victoria de la historia socialy económica sobre la historia políticaen América Latina y del consecuentepredominio del siglo XX sobre el XIX.Consideraba la aportación de Luis Gonzá-lez sobre el liberalismo triunfante y elPorfiriato a la Historia moderna de México deDaniel Cosío Villegas no sólo como unmodelo de comprensión de un momentopolítico, sino el “canto del cisne” de la

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historia política porque esa aportación fueescrita en pleno auge de la historia eco-nómica y social.1 El opúsculo de Guerra eratoda una argumentación, una exhortaciónalgo angustiada, para que el historiadorregresara al siglo XIX, pero sobre todo paraque recuperara la historia política. Dealguna manera se ha atendido al llamado,particularmente en México, y el ejemplomás reciente es la antología de cartas coor-dinada por Beatriz Rojas y publicada bajola marca del Instituto Mora. El estudio dela historia política mexicana está, pues,vivito y coleando, como lo demuestra estapeculiar antología de correspondenciapolítica. ¿Por qué peculiar? Por muchasrazones; pero resaltaré sólo las dos para mímás importantes.

Ante todo, porque no se trata de unaantología documental cualquiera; no per-tenece a las que se hicieron con propósitospedagógicos ni tampoco a las que secompusieron con fines de propaganda ofiliación político histórica (a las cuales sontan afectos los partidos políticos contem-poráneos). Es incluso peculiar dentro dela tradición académica de publicación deantologías porque, a través de 175 cartasque cubren de 1821 a 1903, se busca unpropósito específico: poner en claro lamecánica política en el siglo XIX. A estamecánica, los autores de la antología ladefinen como las formas reiteradas de

entender y hacer política basadas en unacultura compartida. Estas formas reite-radas de hacer y de entender la política sepautan a lo largo del tiempo como con-tinuidades históricas que trascienden lascronologías clásicas que muchas veceshan funcionado como camisas de fuerzapara la comprensión de los diversos mo-mentos, para seguir con la terminología deGuerra.

Esta antología es también peculiarporque nos propone la lectura de la corres-pondencia compilada a través de claves,entendidas éstas como conjuntos de con-ceptos que pueden servir de códigos queson, a su vez, medios para comprenderideas e imaginarios que impactaron a la so-ciedad política del periodo. Desde que lasemántica se cruzó en el camino de la his-toria y la semiótica encontró terreno fértilen la política, estos enfoques, si no se lescomplica demasiado con disquisicionesfilosóficas, resultan muy esclarecedores.Sobre todo en historia. Yo agregaría que alproceder con claves en historia hay dostareas a realizar: una es hacer la distincióndel significado de los conceptos entonces yahora (representación, por ejemplo), y la otraes rescatar el significado original dearcaísmos, de conceptos caídos en desusopero que en su momento tuvieron unsentido preciso (balancear o equilibrar unaelección, por ejemplo).

¿Y cuáles son las claves que nosproponen los autores de la antología? Anteshay que decir que la propuesta metodo-lógica parte de tres grupos de preguntas

1 François Xavier-Guerra, “El olvidado siglo XXI”,Balance de la historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988),IV Conversaciones de Historia, Pamplona, Ediciones de laUniversidad de Navarra, 1989, p. 593-625.

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básicas. ¿Cómo se comportan los actorespolíticos? ¿Qué actitudes asumen y quéestrategias despliegan? ¿Qué relaciones seestablecen entre los grupos existentesy cómo se articulan esas relaciones? Esdecir, conductas, actitudes, estrategias,tácticas y alianzas.

Con ello en mente, se nos proponen lasclaves siguientes: opinión pública, repre-sentación, elecciones, partido, facción, ca-cique, caudillo, dictador, redes sociales,junta, plan y pronunciamiento. Acepté lainvitación y con espíritu semiótico hicela lectura en estas claves de la correspon-dencia incluida en la antología. Al hacerloasí resultó evidente uno de los postuladosde los autores: las continuidades que le dansentido y explicación a la mecánica políticade todo el siglo XIX mexicano. En estetenor veo tres grandes continuidades: a) eldeseo de establecer tipos de acción políticaque subrayen más el acuerdo y el consensoque la división y el enfrentamiento; en estesentido una y la misma línea es la que unea Agustín de Iturbide con Porfirio Díaz;b) dirimir las diferencias políticas primor-dialmente con las pugnas en torno a la inte-gración de la representación nacional, másque intentar hacerlo por otros mediosmenos legítimos, lo que termina por ubicarel entorno electoral entre lo deseable y loposible, y c) tratar de encontrar el puntode equilibrio a las naturales tensiones delcentro con la periferia, tanto en el caso delos intentos de monarquía como en el casode las repúblicas, sean éstas centralistas ofederalistas. Leída así esta magnífica

antología, aparece un siglo XIX de aco-modos y de búsqueda de equilibrios másque un siglo con una primera mitad carac-terizada por el militarismo, el golpe deEstado y la ausencia de política, seguida deotra con una crudelísima dictadura.

Ahora las claves.

LA OPINIÓN PÚBLICA

La opinión pública la entendí como aquellarestringida a las élites políticas, fundada enperiódicos o en papeles impresos que seconcebían como instrumentos de combate,característica típica de la prensa decimo-nónica, pues el periodismo informativo yde entretenimiento no nacería sino hastaprincipios del siglo XX (El Imparcial).

Se ve claramente en las cartas que granparte del esfuerzo de los políticos de enton-ces se empeñaba en “formar” una opinióny que ésta, en efecto, se fuera formando nosólo por las noticias que entre sí se comuni-caban de manera epistolar, sino por los pe-riódicos y papeles impresos que se envia-ban. Unos se esforzaban por influir en losperiódicos de su localidad y, logrado lo an-terior, lo comunicaban a los cofrades de lamisma persuasión en un proceso de refor-zamiento mutuo de actitudes y con el pro-pósito de que el destinatario de un papelhiciera extensivo los argumentos en él con-tenidos a los amigos y simpatizantes de suentorno. Se trataba de un proceso que subey baja de las élites ubicadas en el centro po-lítico del país a las de las capitales estatalesy de éstas a la de los pueblos, y de regreso.

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Entre los miembros de la clase política decorte notabiliario circulaba esa informaciónen ambos sentidos. Con el tiempo, y ello seconstata claramente en las cartas, los perió-dicos regionales cobraron una mayor impor-tancia, quizá debido al mejoramiento de lascomunicaciones con la introducción del fe-rrocarril. Y la relevancia periodística provin-ciana llegará lejos pues crónicas y editoria-les habrán de reverberar hasta la capital delpaís. Es el caso de Bernardo Reyes que-jándose con el presidente Porfirio Díaz delos ataques en su contra instilados por losCientíficos en la prensa de la ciudad de Mé-xico, y luego obedeciendo la “indicación”de Díaz de suprimir los periódicos que des-de Monterrey atacaban a los Científicos.

CACIQUE, CAUDILLO Y DICTADOR

De las claves “cacique”, “caudillo” y “dic-tador”, la primera, creo, es un anacronismoque no sirve para leer las cartas; tampoco esútil para dilucidar la política decimonónicapues el término no estaba al uso entonces.Cacique es un fonema indígena que signi-ficaba “señor de vasallos”, fue exportado aEspaña para caracterizar el manejo electoralde hombres fuertes regionales durante laRestauración, y fue popularizado por PíoBaroja en su novela César o nada. Luegofue reimportado a México, quizá ya enplena época posrevolucionaria, para haceruna exitosa vida en innumerables escritosacadémicos de sociólogos y politólogos asícomo en superficiales análisis periodísticos,en los cuales se aplicó a cualquier personaje

que tuviera alguna influencia política local,regional o institucional, de Gonzalo N.Santos a Fidel Velásquez. Hoy el término“cacique” es plurisémico; en el siglo XIX nose usaba en política.

En cambio, “caudillo” llena mejor losrequisitos para la relectura propuesta por laantología, pues expresa el contenidomental que las élites de la época aplicabana los hombres fuertes regionales, conquienes necesariamente había que contarsi se quería lograr algo, a veces para hacertriunfar una revuelta convenciendo a lospueblos de su entorno, otras para unirfuerzas y combatir al invasor que no faltaba,a veces para ganar una elección en lascircunscripciones bajo su control. Tancaudillos eran Vicente Guerrero como JuanÁlvarez, Santa Anna, García Salinas oVidaurri. ¿Pero lo era Mariano Riva Palacio?En la historiografía los hombres fuertesregionales, los caudillos, han corrido conmala fama, quizá porque no pocos historia-dores han querido juzgarlos con la éticapolítica del siglo XX. Pero hay que admitirque en la época eran funcionales. Nisiquiera cabe preguntarse qué hubierapasado de no existir ellos. De no haber sidoellos, hubieran sido otros, pues la política leteme al vacío, y entonces la articulaciónpolítica y la transmisión de demandas, queno hacían los partidos políticos simple-mente porque no existían, la hacían loshombres fuertes. Eran, y permítanme lalicencia, partidos de bolsillo en sí mismos.Y aquí es donde se ubica otra de las clavespropuestas: las redes sociales (o clien-

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telismo), tan importantes en la mecánicapolítica de aquellos días y que sin loscaudillos no hubieran sido posibles. En laprimera mitad del siglo XIX, los caudilloseran por interés propio forzosa y natural-mente federalistas y, por lo tanto, libe-rales... o al menos se veían obligados aapoyar a la facción liberal, los puros depreferencia, porque eran los que defendíancon mayor decisión el federalismo. Losliberales moderados, como se ve en lascartas y lo ha explicado Erika Pani amplia-mente en otro lugar, terminarían pordesertar y unirse, muchos de ellos, alImperio de Maximiliano. Y conste que lohicieron por liberales, pero no por federa-listas. ¿Sería por las simpatías de los hom-bres fuertes regionales que los liberalespuros terminarían por imponerse? De serasí, estaríamos ante un caso claro de cómola modernidad se impone echando manode la tradición, lo cual sería un hallazgo queaportar a los remanentes de la teoría deldesarrollo político.

En cuanto al concepto “dictador”, lospersonajes que escribieron las cartas, cuyosestudios clásicos eran seguramente muyfirmes, lo entendían al modo romano y noen el sentido derogatorio que tiene en laactualidad: como alguien a quien se le otor-gaban facultades extraordinarias por tiempolimitado y sin supervisión inmediata delpoder legislativo, para que arreglara unasituación políticamente caótica o peligrosa.Una versión edulcorada de la dictadurafueron las facultades extraordinarias alpresidente de la República votadas y

consentidas por el poder legislativo.Presidentes con facultades extraordinariashubo muchos, pero dictador sólo SantaAnna, y su problema fue el de Julio César:quiso la dictadura de por vida.

JUNTA, PLAN Y PRONUNCIAMIENTO

Llegamos aquí a una tríada fundamental deconceptos para entender la mecánicapolítica del siglo XIX. En las cartas podemosver cómo los corresponsales ponen atencióny dan importancia a la letra e interpretaciónde los planes. Tanto el Plan de Iguala comoel de Tacubaya, el que emancipa a la nacióny el que termina con la constitución centra-lista de la Siete Leyes, resultan importantespara todas las facciones. Plan y conciliaciónde opiniones van de la mano, pues eseprecisamente fue el espíritu y el propósitodel de Iguala, decano de todos los planesmexicanos. Agustín de Iturbide sentó elejemplo: una forma de acción política escomponer un plan que incluya a todos(¡hasta al virrey!) en un propósito políticocapaz de ser compartido, en este caso laindependencia del país. Desde el inicio dela vida independiente de México, tanto elplan como el pronunciamiento fueron losmedios comúnmente aceptados de acciónpolítica para un escenario integrado, en sumayor parte, por actores políticos corpora-tivos (ejército, Iglesia y pueblos; mas no asílas clases políticas locales). La razón de sueficacia se debía a que el pacto que subya-cía o seguía al plan y al pronunciamiento sepodía convertir en fuente de la norma,

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como ha sugerido Antonio Annino en unartículo que no tiene desperdicio.2 Las his-torias tradicionales nos enseñaron que elplan y el pronunciamiento eran síntomasde caos, inestabilidad y “militarismo”.Vistos así, la primera parte del siglo XIX nohacía sentido políticamente, a menos quelos mexicanos de entonces fueran unconjunto de insensatos mentecatos. Perono lo eran; hacían política y la hacían a sumodo. Y el único modo posible es siempreel mejor modo.

Ya es tiempo de empezar a pensar nosólo en el plan y en el pronunciamiento,sino también en la manipulación electoralcomo formas de acción política legítima. Yde pensarlas como las únicas formas deacción posibles dada la naturaleza corpora-tiva de la mayoría de los actores que actua-ban en un contexto de incipiente desarrollopolítico, determinados por muy buenospropósitos (lograr la felicidad de la nación)pero todavía lastrados pesadamente por lasinercias coloniales.

Yo agregaría a las anteriores claveshistóricas las actas de los ayuntamientos,que por lo general se utilizaban para adherira un pueblo, vía el cabildo, a un plan y/o aun pronunciamiento. El acta de cabildo fuela pieza fundamental de toda la mecánicapolítica anterior a 1867, pues era el gozneque articulaba al plan con el apoyo popular.Y gracias a ella el plan puede ser, ahora sí,concebido como forma de acción política

que tiene como fin específico lograr elapoyo popular a través del convencimientode las corporaciones típicas de los pueblos:los ayuntamientos. Que la expresión de eseconvencimiento consignado en el acta delcabildo fuera colectiva y unánime no pre-senta problema alguno, pues los historiado-res ya han aceptado la profunda diferenciaentre la ciudadanía orgánica de entonces yla ciudadanía moderna e individual de hoy.

REPRESENTACIÓN, ELECCIONES, PARTIDO, FACCIÓN

Estas claves también son cruciales para en-tender buena parte de la mecánica políticadecimonónica de México. Pero a diferen-cia del plan, del pronunciamiento y delacta, más cercanas a formas corporativas dearticulación política, éstas son ya anuncio ypregón de modernidad política. Estas cla-ves están asociadas con el vocabulario delpensamiento político que evolucionó a raízde la Ilustración y que trajo consigo las másdiversas propuestas y los distintos expe-rimentos para racionalizar la política y elEstado.

La política de aquellos años se da enun marco institucional determinado por laausencia de un sistema de partidos. Así loseñala Beatriz Rojas en la introducción dela antología, explicando esa ausencia por lailustrada desconfianza de las élites al fac-cionalismo y el “espíritu de partido”. Y cla-ro, ello se constata indirectamente en lascartas, en donde el término partido, cuandose usa positivamente, corresponde más a

2 Antonio Annino, “El pacto y la norma. Los orígenesde la legalidad oligárquica en México”, Historias, 1984,núm. 5, p. 3-31.

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una corriente de opinión política que a una or-ganización permanente como la que conce-bimos en la actualidad. Y cuando se le usanegativamente, corresponde a un facciona-lismo pernicioso. Siempre el partido somosnosotros, los facciosos son los adversarios.La evidencia empírica es inobjetable y ahíestá en la correspondencia. Sin embargo,hay algo más allá, pues la pregunta es: ¿porqué en México no se desarrollaron los par-tidos y sí en otros países de América delSur, como Argentina y Chile, cuyas élitescompartían la misma cultura y los mismosprejuicios que las mexicanas? ¿Acaso fueronlos excesos faccionales sucedidos entre1828 y 1834 los que llevaron a convertir unadesconfianza en una convicción? Que lapregunta quede como hipótesis.

El plato fuerte de las cartas son los pá-rrafos referentes a las elecciones. Resultanilustrativas las cartas de puño y letra de va-rios agentes políticos enviadas por MarianoRiva Palacio y Mariano Otero, muñidoreselectorales (para emplear un término en-tonces en boga en España) del vasto Estadode México y de Jalisco, respectivamente.Las cartas confirman lo que ya se empezabaa saber por otros medios: 1) que fueron di-ferentes las elecciones antes y después de1857; 2) que el modelo electoral gaditano(indirecto de tres grados), adoptado en Mé-xico desde la constitución de 1824, concen-traba la negociación de los puestos parla-mentarios en el último colegio electoral, elde la capital del estado, que presidía el go-bernador; 3) que la competencia entre lasdiversas corrientes de opinión política era

dura y difícil, siempre acompañada de“maldades” e “irregularidades” cometidaspor todos con el propósito de “balancear laelección” en las dos instancias previas al úl-timo colegio electoral; 4) que el “centro”nacional tenía que contar con los goberna-dores para poder influir en las elecciones delas periferias; 5) que cuando el centro políti-co nacional mejor contó con ellos fue cuan-do los designaba directamente durante lavigencia del centralismo; 6) que aun así, losliberales lograban pasar los filtros, como lodemuestra la composición del Congreso del46, a veces gracias a artilugios contra naturacomo la alianza de moderados y “clericales”en las elecciones de Jalisco; 7) que los purosestaban siempre en minoría, lo cual duraríahasta que se impusieran con la revoluciónde Ayutla, que se dio gracias a la intransi-gencia de un caudillo, Juan Álvarez.

Todo ello viene a confirmar percepcio-nes de estudiosos de las elecciones ibero-americanas decimonónicas. Confirma quela manipulación electoral vía la influenciasocial no debe ser considerada una nota ne-gativa, pues “la representación de corteliberal se construyó precisamente para ins-titucionalizar y legitimar el principio de lainfluencia social”.3 Confirma que el cambiode sistema electoral de un mecanismo detres a otro de dos grados con la Constitu-ción de 1857, junto con la introducción deldistrito electoral, cambiaría la situación,pues a la larga sentaría las bases para la

3 Antonio Annino (coordinador), Historia de las eleccio-nes en Iberoamérica, siglo XIX Buenos Aires, Fondo de Cultu-ra Económica, 1995, p. 15.

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creación de una eficacísima maquinariaelectoral en la cual el gobernador quedaríasujeto a producir resultados electoralesmuy precisos.4

CAJÓN DE SASTRE O ¿HASTA DÓNDE

LLEGÓ LA CONCILIACIÓN?

Esta antología me confirma algunas conclu-siones que he derivado de lecturas de otrosautores, particularmente de aquellos (po-cos) que se han dedicado heroicamente aestudiar los congresos mexicanos en el sigloXIX. (Me refiero a Reynaldo Sordo Cedeñoy a Cecilia Noriega Elío, coautora de estaantología). Dada la mecánica política queesclarece esta antología, resulta evidenteque en los congresos mexicanos, sobre todoen aquellos denominados extraordinarios,que discutieron reformas constitucionaleso nuevas constituciones, prevaleció siem-pre un espíritu de conciliación, un tratarde avenir posiciones, algunas imposibles deconciliar como el centralismo y el federa-lismo, pero otras capaces de soportar algúntipo de acercamiento como los derechos in-dividuales y las garantías constitucionales.¿Acaso este espíritu conciliador logró tras-poner el abismo que representaron la Re-forma, la Constitución de 1857 y el triunfodefinitivo por la armas de un bando, paraencontrar su realización después de la Re-pública restaurada? Yo creo que sí, y la cla-

ve la da la carta de Díaz a Reyes en la que,tras un velado regaño entre líneas, le aclaraque su trabajo como presidente de la Re-pública fue siempre “formar centro”. Heahí otra de las claves para la lectura del pa-sado, sí, pero también del presente. En estaépoca de acerba competencia política su-puestamente democrática, ¿quién se preo-cupa en México por formar centro?

María Antonia Martínez. El despegue constructivo

de la Revolución. Sociedad y política en el alema-

nismo. México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 2004,185 p.

Luis Barrón

Uno de los resultados que se ven siempreque un régimen autoritario se desmorona yle da paso a un sistema político demo-crático es el cuestionamiento de la historiaoficial que intentaba legitimar el autori-tarismo. Se podría decir que, en cuanto sedemocratiza la política, se democratiza lahistoria. En México, los gobiernos del PAN

han querido sustituir el mito de los 70 añosde gobiernos revolucionarios con paz yestabilidad social por el mito de los 70 añosde autoritarismo. Si con claros fines polí-ticos los gobiernos del PRI quisieron borrarlas diferencias y los conflictos que se ha-bían dado durante los años de hegemoníade la “familia revolucionaria”, la oposiciónhecha gobierno ha querido también borraresas diferencias y conflictos para vender laidea de que todo fue siempre lo mismo: au-toritarismo, pobreza y división social. No se

4 Luis Medina Peña, Invención del sistema político mexi-cano. Forma de gobierno y gobernabilidad en México en el sigloXIX México, Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 294-298.

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puede decir que ésa sea una propuesta muydemocrática pero, por fortuna, para eso hayhistoriadores. El despegue constructivo de laRevolución, de María Antonia Martínez, nosayuda a entender por qué fue sólo “con lapresidencia de Miguel Alemán [que] seconsolidó, más allá de un sexenio, el primerproyecto político y económico del periodorevolucionario” (p. 7). Es decir, no todo fuemiel sobre hojuelas entre el grupo que“triunfó” después de la Revolución, y tratarde meter los tan mentados 70 años de go-biernos priístas en el mismo saco –parabien o para mal– sólo oscurece la historia denuestro siglo XX.

En relativamente pocas páginas y contan sólo dos capítulos (además de una muybuena introducción y unas no tan buenasconclusiones), María Antonia Martínez in-tenta demostrar que fue con la presidenciade Miguel Alemán que se dio un virajebastante abrupto en el rumbo que había to-mado el país bajo el timón de Lázaro Cár-denas, quien, a su vez, había cambiado porcompleto los objetivos que el grupo de So-nora persiguió durante los años veinte. Esenuevo rumbo se mantuvo hasta que la crisiseconómica de principios de los ochentavino a modificar de nuevo la propuesta dedesarrollo de “la Revolución”. Si “el logrode la justicia social se había constituido enel fin y la justificación del Estado revolu-cionario con Cárdenas”, dice Martínez, con“Ávila Camacho dicha idea fue sustituidapor el desarrollo económico” (p. 18), y conAlemán, “junto al esquema de desarrolloeconómico se estructuró un plan de cambio

político que, teóricamente, fue elaboradoen función del planteamiento de incre-mentar la participación y la competenciapolítica” (p. 9). Es decir, cuando menos enel discurso, Alemán trató de hacer compati-ble un modelo de desarrollo económico conun sistema político democrático.

Sin embargo, según la hipótesis deMaría Antonia Martínez, la materializacióndel proyecto alemanista “no sólo inhibió larealización de dichos presupuestos sinoque, además, no condujo a un incrementode la ampliación del debate público, la opo-sición o la lucha política. Por el contrario, seprodujo una transformación del autoritaris-mo en la cual los instrumentos de interme-diación entre el Estado y la sociedad civilsituaron a ésta en una relación subordinadacon respecto al primero” (p. 9). Es más, apesar de que algunos de los fines económi-cos se lograron –argumenta Martínez–, “elmodelo de modernización se empezó ya apercibir a finales del sexenio de Alemán nocomo capaz de disminuir las diferencias so-ciales y de lograr la justicia y el bienestarpara el conjunto de la sociedad, sino másbien como factor de exclusión social” (p. 98).

Aunque basado casi exclusivamente enun conjunto muy limitado de fuentes se-cundarias, el libro de María Antonia Martí-nez describe bien la crisis del modelo car-denista y el cambio que planteó MiguelAlemán. En el primer capítulo analiza lapropuesta modernizadora del modelo ale-manista y, en el segundo, la reacción de losprincipales grupos organizados de la socie-dad –sindicatos, empresarios y partidos po-

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líticos–, para concluir que, “si bien el pro-yecto de Miguel Alemán se elaboró, en lateoría, para modificar las bases económicasy políticas del régimen [para instaurar uncapitalismo moderno], la práctica evidencióque el interés se dirigía al impulso de undeterminado modelo económico y a impe-dir el establecimiento de una democraciarepresentativa, hecho que en el futuro habíade provocar importantes niveles de inesta-bilidad e incertidumbre para el propio sis-tema” (p. 166). Pero, entonces, la gran pre-gunta es: ¿por qué se consolidó el proyectoy logró perdurar hasta la crisis de 1982?

A pesar de ser un libro bien escrito (loque siempre se agradece) y que explicabien las razones del viraje después de la Se-gunda Guerra Mundial, El despegue construc-tivo de la Revolución no logra explicar quéfue lo que dio estabilidad a un proyectoque no sólo era a todas luces autoritario yexcluyente, sino que, según María AntoniaMartínez, se percibía como injusto en tér-minos sociales e ineficiente en términoseconómicos, pues era impulsado por un go-bierno plagado por la corrupción. Si “en lapráctica se recreó un sistema caracterizadopor la ausencia de la competitividad políti-ca, con un partido hegemónico en convi-vencia con unos débiles en el marco de unacultura política escasamente participativa”(p. 10), ¿qué fue lo que posibilitó la estabi-lidad política, la relativa paz social y la he-gemonía política del PRI?

Meter los 70 años de PRI en el mismosaco, decíamos, oscurece nuestra historiareciente y limita las posibilidades de acer-

carnos a nuestro pasado en el contexto deun sistema político democrático. Pero si laapertura del sistema político abre tambiénla puerta para que distintas interpretacio-nes de nuestra historia reciente compitan,otros estudios tendrán que sumarse al deMaría Antonia Martínez para llenar el hue-co. Si Miguel Alemán “inventó” la dictadu-ra perfecta, en principio no me parece quehaya sido posible dada la colaboración deuna “cultura política escasamente partici-pativa”. Tan errados están los que insistenen ver los 70 años de Revolución sin mati-ces como los que piensan que el gobiernoimpuso a la sociedad un sistema político au-toritario. Hasta que no tengamos claros losrasgos esenciales de la cultura política queprodujo la Revolución, no sabremos cómofue compatible la estabilidad con el autori-tarismo priísta, la exclusión social y el es-tancamiento económico. Por lo pronto, si-gue abierta la puerta para aprovechar lasoportunidades que la democratización brin-da: sigamos revisando la historia para en-tender las bases de lo que fue la dictaduraperfecta.

Abdou Filali-Ansary, Reformer l’Islam? Une intro-

duction aux débats contemporains. La Découverte,París, 2005, 284 p.

Javier Buenrostro

En la actualidad, abordar el tema del islamdesde un perspectiva académica, o conside-rando los debates intelectuales que suscitan

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las relaciones entre modernidad e islam, seha circunscrito a un pequeño grupo de es-pecialistas, dado que los medios masivos decomunicación están enteramente ocupadosen las expresiones violentas de los funda-mentalistas. Sin embargo, este debate gozade plena vitalidad, tanto en el mundo occi-dental como en el islámico, y de ningunamanera es un asunto pasajero ya que estápuesto en la mirilla desde hace varias dece-nas de años.

Para nosotros (Occidente) es un lugarcomún decir que el mundo islámico debemodernizarse política y socialmente, pare-ciendo sugerir que éste, en su seno, se nie-ga de forma contundente o simplemente loignora. Percepción equivocada. Abdou Fi-lali-Finsary (L’islam est-il hostile à la laïcité?,Le Fennec, 1996-Sinbad, 2002), filósofomarroquí, desmenuza historiográfica e in-telectualmente una veintena de autores–musulmanes y no musulmanes– que sehan centrado en las relaciones entre el is-lam y conceptos del mundo moderno comolaicidad, democracia o derechos del hom-bre, así como han reflexionado sobre si elislam es susceptible de una reforma religio-sa o si se pueden proponer lecturas moder-nas del Corán. Son interpretaciones del pa-sado, presente y porvenir del islam.

Para Filali-Finsary es en la década delos veinte del siglo pasado cuando se gestauna nueva era de debates dentro de la his-toria musulmana en cuestiones fundamen-tales como las correspondencias entre losagrado y lo profano, entre lo religioso y lopolítico, entre la fe y la historia. La caída

del Imperio otomano y las numerosas con-frontaciones con Occidente significaron de-masiado para el mundo musulmán, que co-noció profundas transformaciones en suinterior, entre otras la revolución de 1919en Egipto y su Constitución de 1923, el mo-vimiento nacionalista de Mustafá Kemal yel nacimiento de la Turquía moderna o larevolución de Muhammad Ben Abd al-Ka-rim al-Khatabi en Marruecos. Estos aconte-cimientos eran la parte política de un fenó-meno social profundo, provocado por losintercambios entre el islam y el mundo oc-cidental moderno. Ese cambio de paradig-mas en la esfera de lo social queda asentadoen trabajos como los de Mansour Fahmi, Lacondition de la femme dans l’Islam de 1913(reeditado por M. Harbi y H. Manna, París,1990)1 y Alí Abderraziq, Al-Islam wa Uçulal-Hukum [(El islam y los fundamentos depoder), La Découverte/ CEDEJ, París/ ElCairo, 1994].

La obra del alim (teólogo-jurista musul-mán) Abderraziq se convirtió en un hito enla historiografía de los países islámicos. Laperspectiva adoptada por él motivó discu-siones desde aproximaciones novedosas,por lo cual representa una obra decisivaque influyó en los posteriores análisis teóri-cos de los trabajos que se desarrollaron enlas décadas siguientes. Por su parte, en Oc-cidente el debate permaneció como si laobra del egipcio Adbderraziq y toda su re-percusión dentro del pensamiento árabe

1 Es el trabajo de su tesis de doctorado en la Sor-bonne bajo la dirección de Lucien Lévy Bruhl.

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contemporáneo no hubiera existido jamás.Es cierto que la relación entre islam y po-lítica es uno de los temas centrales en laagenda de nuestros días, pero esto parecereducirse a notas informativas sobre la vio-lencia perpetrada por los fundamentalistas,ignorando una de las problemáticas máscomplejas dentro del pensamiento moder-no. Es el trabajo de Abderraziq el que forjóalgunas de las primeras guías para dotar denuevas interpretaciones al mundo musul-mán con una pregunta fundamental: ¿elProfeta fue un rey? Con esa sola preguntala ortodoxia del islam se ha enfrentado amúltiples cuestionamientos. Por ejemplo,los sunnitas siempre han considerado al ca-lifato como una prolongación natural de lasprofecías, confundiendo las instituciones ylos actos humanos con referentes religiososy asociándoles un carácter sagrado. De ma-nera diferente, Abderraziq propone unadistinción entre creencias religiosas y pro-cesos históricos; entre distintos tipos de dis-curso, distinguiendo aquellos de carácterreligioso y los de carácter secular, etc.

Pero el trabajo de Abderraziq no es elúnico que abona en los elementos de unaposible reforma dentro del islam.2 Filali-Finsary expone los elementos esencialesen el pensamiento y en la obra de otros au-tores. En los escritos del egipcio-sudanésMuhammad Ahmad Khalafallah (Le Coranet l’Etat, Beirut, 1981) y en los del católicofranco-argelino Jacques Berque (Relire leCoran, Albin Michel, 1993) se pueden revi-sar nuevas propuestas con base en catego-rías lingüísticas y literarias que han enri-

quecido la lectura del Corán. Ernest Gellner(La sociedad musulmana, FCE, 1985) consi-dera en la transformación de la tradiciónmusulmana el influjo que ha tenido el mun-do moderno mediante el colonialismo yla industrialización. El historiador norte-americano Marshall G. S. Hodgson (Rethin-king World History: Essays on Europe, Islamand World History, Cambridge UP, 1993)propone una práctica intelectual de la his-toria y del islam histórico que nos hagacomprender los profundos cambios que havivido la humanidad sin pretender consti-tuir una filosofía de la historia con final in-cluido al estilo de las del siglo XIX. El tra-bajo del pakistaní Fazlur-Rahman (Islamand Modernity: Transformation of an Inte-llectual Tradition, University of Chicago,1982) muestra a la vez el manejo de losmétodos occidentales y una fe intensa yprofunda, por lo que sus invitaciones re-formistas suscitaron reacciones violentasde los grupos conservadores.3 MohamedCharfi (Islam y libertad, Almed, 2001), de-fensor de los derechos humanos y ministrode Educación en su natal Túnez, planteauna exposición crítica de la historia y delderecho musulmanes, además de concebira la educación como componente clave de

2 Aunque algunos autores han sugerido una reformareligiosa al estilo de la protestante del siglo XVI dentro de latradición cristiana, esto parece ser poco viable al carecer elislam de una jerarquía centralizada como es el caso delcatolicismo, por lo que la reforma debería estar más en elsentido de la separación entre Estado y religión del sigloXVIII –en el caso de México del siglo XIX.

3 Como es el caso de la mayoría de los autores presen-tados por el autor.

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la apertura democrática que deben tenerlos países musulmanes. Y la lista sigue.

Como contraparte del fundamentalis-mo o del islamismo radical, que es lo quesuelen atender y debatir en los medios decomunicación occidentales,4 existe ya unalarga tradición de pensamiento que pugnapor diversas reformas en el islam, y esa tra-dición tiene representantes tanto en Occi-dente como dentro de las comunidadesmusulmanes, en la propia umma. Los mu-sulmanes y el islam sostienen una relacióndirecta, de ida y vuelta con Occidente. Noson una comunidad aislada ni política, ni

económica, ni culturalmente. Los musul-manes no pueden actuar como si Occiden-te no existiera o no debiera existir. Ynosotros no podemos mantener una perse-cución permanente sobre una identidadsólo porque no la comprendemos o porquenos parece ajena. El islam debe ser, comocualquier religión, una cuestión que se guíemenos por dogmas que por una actitud es-piritual y ética.

4 Para ver con más detalle este punto está el trabajode Edward Said, Cubriendo el Islam, Barcelona, Debate,2005.