Elogio al río Chili
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8/10/2019 Elogio al ro Chili
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P O R : H L A R O A N D R F U E N E S P A S T OR H I S T O R I A D O R Y E S C R I T O R E j p ^ h c
ELOGI ND O L RO CHILI
La presentacin de la prosa po-
tica Elogio al Ro Chili del conno-
tado socilogo e investigador are-
quipeo Juan Guillermo Carpi Mu-
oz, se realiz el 22 de octubre en
el marco de la campaa Causa del
Chi l i , que viene org anizando la
Autoridad Nacional del Agua (ANA)
con la finalidad de sensibilizara los
ciudadanos e incentivar a la pro-
tecc in de nuestros recursos natu-
ra les .
Gran parte de la produccin li-
teraria de hace media centuria, gi-
raba en torno a los smbolos de la
arequipeidad. Evidentemente, en
dichas composic iones-cuyos intr-
pretes buscaban enriquecer nues-
tros va lores cultura les- el volcn
Msti y el ro Chili , comenza ron
a cobrar protagonismo.
Ambos const i tuyeron el pr inc i-
pa l med io de insp i ra c in pa ra
nuestros escr i tores por lo menos
duran te e l s ig lo XX , un co r ts
acompaamiento que invitaba a los
lectores a reflexionar sobre la ri-
queza natura l , y en inf in i ta pers-
pect iva , proyectaron dos elemen-
tos de nuestra ident idad. El lo ex-
pl ica el ref lejo de su imponente
esplendor que encontramos en los
versos de Csar Atahualpa Rodr-
guez Olcay, quien en su Canto
Arequipa , menciona :
"... Partido en dos est el va lle
por inmenso escalofro,
que le produjo hace tiempo la
pualada del ri...
El Chachani de anchas faldas y
el Misti de belfos rotos
guardan cautelosamente los fu-
turos terremotos...".
Indudablemente, la poesa t ra-
dicionalista de aquella poca, no
solo pretenda hermanara todos los
elementos caracter st icos de Are-
quiDa (basta observa- al M isti cc -
sombrero) , tambin buscaba expl i-
car aquel paisaje mstico que tiene
como primeras figuras: los volca-
nes y el ro. Federico M. ligarte, en
su Himno a Arequipa , incremen-
t el va lor de su ex istenc ia :
"... Con la cumbre del Misti hoy
se elevan
tus anhelos de paz hasta Dios
y las linfas del Chili se llevan
hasta el mar tus cantares de
amor..."
Esta sincrona produce un efec-
to musical que otorga a cada esce-
nario un aire paradisiaco. Alcanza
plenitud en otras construcciones li-
terarias como en las estrofas del
Himno del Colegio Nacional de la
Independencia Americana , cuando
los alfeiques cantamos a viva voz:
"...entre el Misti y el Chili, fundaron
/de Arequipa el plantel nacional".
Aqu, Ugarte, concede a este ar-
monioso encuentro un carcter sa-
grado.
Dicho razonamiento permite in-
terpretar la composicin de Juan G.
Carpi Muoz, la cual da veracidad
a los conceptos expuestos. Aqu, el
autor, propicia el aleteo de las pa-
labras hasta lograr que sus deste-
llos dorados reverberen en el lec-
tor. As lo advierte en el primer re-
gln: "Nadie se acuerda de ti, pa-
dre mo ".
Siguiendo la senda imprevista
del cauce del ro, Carpi Muoz,
mediante un lenguaje literario ex-
quisi to y bel lo , nos muestra las
bondades del Chili : "....irrigas un
palmo del desierto y por eso te re-
presamos, te encanutamos, te lle-
vamos en acequias, te convertimos
en electricidad...". Es to permi te
traer a colacin, que las acequias,
fueron los principales canales de
irrigacin desde pocas prehisp-
nicas; su importancia histrica se
puede ponderar en las actas de
cabildo del siglo XVI, pues median-
te una ser ie de ordenanzas, las
autoridades buscaban mantener su
infraestructura en bu enas condicio-
nes a fin de preservar la calidad
del recurso hdrico.
Efect ivamente, el agua se con-
dujo a las tierras de cultivo median-
te los acueductos y/o acequias, y
quin proporcionaba la sustancia
vivificante era el majestuoso "Chi-
li'. A ello se deben las siguientes
expresiones l i terar ias :
" oasis del
desierto", "prncipe de los principios
de todos los seres que vivimos de
tu caudal", "espina dorsal de mi ciu-
dad", "cordn umbilical".
Cada f rase -pac ientemente es-
tructurada* posee un valor conno-
tat ivo , cuyo r i tmo a lcanza var ias
dimensiones, como cuando alude
a la com paracin para vincu lar
dos enunciados etreos:
"Ascomo
en el ande fro no puede haber un
ser ms maravilloso que el sol...
nadie puede haber ms importan-
te que t [en referencia al Chili] .
Acompaan una ser ie de expl ica-
ciones que justif ican la relacin.
Mientras el sol del ande
"da calor,
da vida"; el ro, es "sangre de
nuestras venas, alegra de todos los
verdes, lgrima de los sauces...".
En los s iguientes prrafos, el
autor acoge al cosmos con el pro-
psito de reafirmar la naturaleza
divina del ro Chili : "...t: nube di-
luida, sudor del cielo, miccin del
universo, bajas, bajas y bajas, y
nunca dejas de bajar", "hilo de la
constancia ique nunca se termine
tu madeja sideral ", "y avanzas
solemne levantando tu espada de
plata y con un tajo divides en sta
y la'utra banda al universo y par-
tes en dos mi ciudad".
Hallamos tambin, una sucesin
de elementos que pertenecen a
una misma unidad, por ejemplo,
siendo el ro "fuente de todas las
acequias", es "el jugo picante de
los rocotos cholos" , "la agres iva
sustancia de la cebolla morada", "el
afrodisiaco del organo", "el ama-
rillo de la retama", "la esencia del
ajo", "la sangre del texao", "el sa-
bor incomparable de nuestros cho-
clos tiernos y el aroma atesorado
por la celosas papayas". En este
caso, se produce una enumeracin
literaria donde destaca la flora que
caracteriza a nuestra regin.
Por otra parte, abundan las fi-
guras retricas. Es preciso indicar
que la anfora tiene lugar en toda
la composicin, produciendo efec-
tos sonoros y remarcando ideas.
Veamos el siguiente caso:
"y avan-
zas, escoltados por ratones y la-
gartijas...
,
"y avanzas mientras te
sobrevue lan jilgueros, golondrinas,
pacochas y chiguancos", "y avan-
zas... cantando a borbotones de ale-
gra...", "y
avanzas...
escurrindote
con despreocupacin", "...y avan-
zas... y avanzas poniendo dinamis-
mo en todos los paisajes". Este re-
curso gramatical siempre genera
consonancias ante una afirmacin,
la cual e s : "Pero, tu bramido, se
convierte en murmullo". Y luego,
sigue su curso cruzando los valles.
Elogio del ro Chili es un argu-
mento para la vida; el encuentro
con nuestras costumbres y t radi-
ciones; un homenaje a la ciudad y
sus recursos; y un mensaje para
todas las generac iones, que sin
gestos ampulosos ni gritos, vislum-
bra con un resquicio de luz, es la
esperanza , pues f ina l iza con emo-
t ividad: "Y, si maana, por cata-
clismo feroz que nadie quiere, to-
dos nos vamos, el Chili quedar y
recrear la vida...".
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PROYECTO DE MODERNIZACIN DE LA
GESTIN DE LOS RECURSOS HDRICOS
PROGRESO
P R TODOS
ERU
u t o r i d ad N ac i o n a l d e l Ag u a
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ELOGIO DEL RO HILI
(Por Juan Guillermo Carpi Muoz)
Porque llevas poc as agu as y recorres distancias breves: NADIE SE ACUE RDA DE TI, PADRE M O
... y, sin embargo, to do s e inicia de ti en este oasis del desierto, prncipe d e los principios de tod os los
seres que vivimos de tu caudal y que, por ello, no nos apartamos de tu ribera. El Amazonas, con ser
el rey de los ros del mundo, te envidia. A ti, humilde de esmirriado lecho, plebeyo de flaqusimo
caudal; porque t, sob erbio ro que quiere ser mar en trnsito, desa gua - colosa l- su inmen so y verde
reino; en cambio t, no desaguas, irrigas un palmo del desierto y por eso te represamos, te encanuta-
mos, te llevamos en acequias, te convertimos en electricidad, oh, invalorable obsequio de Neptuno
Si el rey siempre ser tem ido, t sers siem pre bien venido en este oasis.
As como en el ande fro no puede haber un ser ms maravil loso que el sol, que al dar calor, da
la vida; as, frente a este desierto q ue nos sep ara del mar y nos emp uja co ntra las mo nta as, nadie
puede ser ms impo rtante que t: sangre de nuestras venas, a legr a de todo s los verdes, lgr ima
de los sauces, dulzor de la arracacha, frescura del cuaresmil lo, alma que germina el guiapo y le
saca la sustancia al hervir en todas las chichas, d isputado t rofeo de camayos, d iamante di lu ido
de nuestra coqueta luna.
Cuand o Los And es quisieron i r a conoce r el mar y los detuvo el desier to, bajaste t: pa ccha de
estrel las peque as y besaste al ocan o con el fuego apasiona do del volcn. Pero com o el agrade-
cido mar, man da perm anentem ente su s saludos al Misti , t: nube di lu ida, sudor d el c ie lo, m iccin
del universo, bajas, bajas y bajas, y nunca terminas de bajar. Hilo de la constancia que nunca se
termine tu m adeja sideral
Al bajar, maridas las gotas de l luvia y de escarcha con las piedras y los guijarros Desde cundo
empez y hasta cundo l legar tu loco empeo de desgranar, poco a poco, a Los Andes y t rans-
portarlos hasta el fondo del mar?
Al principio bajas tormentoso y saltarn: fur ia de todas las l locl las, chispa de todos los focos,
fuerza de todas las fuerzas, l der de todas las piedras (que en cortejo mult i tudinario te siguen para
tumbar todos los cercos de la injusticia y edif icar todos los cimientos de la esperanza).
Pero, tu bram ido, se convier te pronto en m urmul lo y, avanzas solemne levantando tu esp ada de
plata y con un ta jo div ides en sta y la 'utra banda al universo y par tes en dos a mi c iuda d, com o
si fuera un jugoso aurimelo. Y avanzas, escoltado por ratones y lagart i jas que con marcial talante
enristran cardos l istos para el ataque. Y avanzas, mientras te sobrevuelan j i lgueros, golondrinas,
pacochas y chiguancos. El los te dan su sombra y t: espejo del f i rmamento, les devuelves su
imagen. Y avanzas, con el plstico deslizamiento de tus occollos, entre el mirar f i losfico de tus
anf ib ios sap os y con el temb loroso despeje d e las nerviosas t ruchas, que a veces prefieren jugar
a la ronda cont igo en cada remol ino.
. . .Y avanzas. . . rempujando las piedras y acomodndolas a los costados para que puedan
es pe cta r tu m archa t r iunfal , tu avance sin sosiego. Y avanzas. . . peinando el musgo, desf lec ndo-
te entre las cor taderas, acar ic iando rocas que de amo r tan constan te suavizan sus formas y agr ie-
tan sus entraas. Y avanzas. . . cantando a borbotones de alegr a cuando pronuncias tu cada
encimando a las piedras. Y avanzas. . . escurr indote con despreocupacin en algunos t ramos de
tus or i l las, donde charchasugas al vuelo (equipadas mejor que el ms sof ist icado hel icptero de
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reconocimiento) aguzan su mirada hasta encontrar un charco, donde mi les de mosquitos con
vehemencia te beben por sus impercept ib les t rompas. Y avanzas. . . y avanzas. . . poniendo dina-
mism o en todos los paisajes, e l los se quedan y t les arrancas tod os sus m ensajes en t roncos y
ramas, que como tar jetas repartes o plantas como estacas en toda tu r ibera. Y avanzas. . .
aunque en direccin contrar ia te sobrevuelan una pareja enamorad a de pat i l los de pecho colora-
do, que buscan escond er sus nt imos afanes entre los cha cha com os y las chilcas, l ibrndose de
la indiscreta pe rsecucin de un grupo d e verdes per icos palomi l las.
Y avanzas. . . y avanzas. . . mientras discip l inadas hi leras de hormigas di luyen sus fat igas
cuando te abrevan, mientras acrobt icas moscas recurrentes restr iegan sus manos encima de
una piedra com o quien se prepara para ti rarse una huac acha en tus refrescantes aguas. Y avan-
zas. . . mientras l levas -cual nave al garete- una hoja lanceolada de f ragancioso eucal ipto y un
racimo de coloradas pepas de mol le que despel le jan sus cuerpos, que ya quisieran ser boyas,
para salvarse de esa pesadil la hecha diluvio que las catata sin misericordia.
Y avanzas, fuente de todas las acequias (sacerdot isas que reparten en comunin tu div ino
cuerpo por todos los campo s) y, entonces, p intas todos los verdes: acuarel ista mx imo y s agra-
do, no existe quien pueda em ular tus viv i f icantes t razos Porque t, slo t, eres el jugo picante
de los rocotos cholos, eres la agresiva sustancia de la cebolla morada; eres, adems, el afrodi-
siaco del organo, el amaril lo de la retama, la esencia del ajo, la sangre del texao, el sabor
incomparable de nuestros choclos t iernos y el aroma atesorado por las celosas papayas.
Y avanzas, prisionero, enca nuta do qu l indo es pon erte en l ibertad en mi pi ln casero Las
jarras, los baldes, las cantari l las se disputan por recibirte y tenerte. Y oh, magnnimo padre
Lavas toda s las manchas, h ierves en todos los chup es y eres el mejor dem crata de todas nues-
tras mesas pues d esde un vaso de crista l cor tado , o desde un jarr ito despo rt i llado, te convier tes
en el contento de nuestra sed, lu jo de cada comida, puquio de cada garganta, paci f icador de
esculidos intestinos.
Espina dorsal de mi c iudad que, por ahora, t iene ms grande el pulmn izquierdo que el
vecino, avanzas presuroso porque no quieres ser enyu gado por los puentes. Mensa je del Tuturu-
tu. Lujuria de las palomas. Si en tu ausencia ni siquiera podramos jugar el carnaval por qu
permit as, hasta hace po co, que las cur t iembres d el Resbaln te pintaran, te emb orracharan y te
mandaran a comer guayabas a Uchumayo? Y, hoy en da, por qu permites que los desalma-
dos boten en t i todas sus inmundicias? Por qu no te los tragas y te los l levas, golpe a golpe,
y los t iras en el desierto para que el sol les d la muerte lenta que se merecen por tan tamaa
ignominia? Algo tenemos que hacer ya, radical y perentor iamente, para l impiar tus aguas, para
devolverte tu prestancia de ser un ro l impio, un padre fecundo, dador de vida y alegra en este
pequeo valle que se extiende, ubrr imo, en tus r iberas.
Ro sencillo, Chili sereno: si hay vida en este de sierto es porque t la creas y recreas en c ad a instante.
En el pr incip io era el r o, y el r o era el Chili . Mu ch o d esp us vino el hom bre. C uan do los yara-
bayas, puquinas y cahuana-kunt is comprendieron que el r o era la v ida se quedaron a su lado.
Cuando l legaron los arrogantes j inetes moros y europeos, tuvieron que apearse del cabal lo y
best ias y barbad os -ha cin dole reverencias- abrevaron de su fuente. Y, s i maana, por catacl is-
mo feroz que nadie quiere, todos nos vamos, el Chil i quedar y recrear la vida. Porque el Chil i
no es ro, es el cordn umbil ical de mi querida Arequipa.
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J u a n G u i l l e r m o C a r p i M u o z
(Arequipa, 1945) es investigador de la historia y la cultura
popular arequipea. Fue Director Nacional del Instituto Nacional de Cultura y profesor de la
Universidad Nacional San Agustn de Arequipa. Entre sus publicaciones figuran "El yarav
arequipeo" (1976), "Texao Arequipa y Mostajo. La historia de un pueblo y de un hombre"
(1980-1982), "Arequipa: sus fiestas y comida tpica" (1997), "Diccionario de Arequipeismos"
(1999, 2012). Este 2014 public su vigsimo sexto libro El Pendn Musical de Arequipa sobre la
msica tradicional arequipea. Esta ltima obra fue acompaada de 635 canciones arequipeas.