Ellery Queen [=] El misterio del ataud griego

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5/23/2018 ElleryQueen[=]Elmisteriodelataudgriego-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/ellery-queen-el-misterio-del-ataud-griego 1/505 Ellery Queen E E L M M I I S S T T E E R R I I O D D E E L L  A A T T A A U U D D  G G R R I I E E G G O

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    EEEElllllllleeeerrrryyyy QQQQuuuueeeeeeeennnn

    EELLMMIISSTTEERRIIOODDEELLAATTAAUUDD

    GGRRIIEEGGOO

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    PRLOGO

    Parceme obra de especial inters prologar El misterio

    del atad griego, por cuanto su publicacin fue precedida por

    una extraordinaria oposicin de parte de Mr. Ellery Queen en

    lo tocante a su consentimiento.

    Los lectores de Mr. Queen recordarn, posiblemente,

    por lo ya expresado en anteriores prlogos de otras novelas deQueen, que slo por rarsima casualidad estas autnticas

    memorias del hijo del inspector Richard Queen, luego de

    refundidas en el crisol de la novelstica popular, fueron

    entregadas a la avidez del pblico lector, no sin que antes los

    Queen se retiraran a descansar en cierta asoleada regin de

    Italia, para disfrutar de sus laureles. No obstante ello,despus de lograr persuadir a mi amigo de dar a publicidad

    la primera de sus hazaas1, el caso Queen inicial que goz del

    honor de aparecer en forma de libro, todo se desliz entonces

    en el mejor de los mundos y no tropezamos con dificultad

    alguna en convencer a este simptico joven, a veces un tanto

    terco y difcil, de permitir la novelizacin de sus fidedignasaventuras acaecidas durante la poca en que su seor padre

    actu como inspector de la Oficina de Detectives del

    Departamento de Polica de Nueva York.

    A buen seguro que el amable lector se maravillar de la

    1El misterio del sombrero de copa, publicado en laBiblioteca de Bolsillo.

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    oposicin de Mr. Queen en dar su licencia para la impresin

    del caso Khalkis. Ello se debe a una interesante dualidad de

    razones. En primer lugar, el caso Khalkis ocurri en lasprimeras etapas de su carrera como investigador no oficial,

    protegido por el ala paternal de la autoridad del inspector

    Queen; de hecho, Ellery no haba cristalizado todava en ese

    tiempo su famossimo mtodo analtico deductivo. En

    segundo lugar - y barrunto que esta razn es la ms poderosa

    de ambas - Mr. Ellery Queen sufri, hasta el ltimo momentomismo, una zurra formidable y altamente humillante en este

    resonante caso Khalkis. Ningn individuo, aun el ms

    modesto - y Ellery Queen, como l mismo convendr, no lleva

    ni pizca de modestia en el espritu - siente especial placer en

    mostrarle al mundo las llagas de sus fracasos. Nuestro buen

    amigo fue avergonzado en pblico, y la herida ha dejado suscicatrices. "No!" - dijo categricamente -. "No me place la idea

    de verme vapuleado de lo lindo de nuevo, ni siquiera en

    letras de molde!"

    Slo cuando el editor y un servidor puntualizamos que

    el caso Khalkis (publicado bajo el presente ttulo de El

    misterio del atad griego) comport uno de sus ms brillantesxitos, y no un fracaso, como l pareca imaginar, Mr. Ellery

    Queen comenz a flaquear, a vacilar, a venrsele al suelo su

    decisin y, finalmente, levantando las manos hacia el cielo, se

    entreg a nuestra amistosa pertinacia con armas y bagajes.

    Albergo la firme conviccin de que los sorprendentes

    escollos de que estaba erizado el caso Khalkis condujo a

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    Ellery por una senda que luego le deparara infinitas victorias

    a cual ms brillante. Antes de concluir este caso, nuestro

    amigo sufri la prueba del fuego y...Pero juzgo cruel amargarte el placer, sibartico lector.

    Acepta, eso s, mi palabra - la palabra de alguien que conoce

    cada detalle de todos los asuntos en que Ellery aplic la

    vibrante agudeza de su cerebro - de que el caso intitulado El

    misterio del atad griegoes la ms admirable aventura Ellery

    Queen.Buena caza, lector!

    J. J. McC.

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    PERSONAJES

    GEORG KHALKIS, comerciante en artculos de arte.

    GILBERT SLOANE, gerente de las Galeras Khalkis.

    DELPHINA SLOANE, hermana de G. Khalkis.

    ALAN CHENEY, hijo de D. Sloane.

    DEMMY, primo de Khalkis.

    JOAN BRETT, secretaria de Khalkis.

    JAN VREELAND, esposa de Vreeland.

    NACIO SUIZA, director de las Galeras Khalkis.

    ALBERT GRIMSHAW, ex presidiario.

    DOCTOR WARDES, mdico oculista britnico.

    MILES WOODRUFF, abogado de Khalkis.

    JAMES J. KNOX, multimillonario y amateur de arte.

    DOCTOR DUNCAN FROST, mdico de cabecera de Khalkis.

    MRS. SUSAN MORSE, una vecina.

    JEREMIAH ODELL, plomero.

    LILY ODELL, esposa del anterior.

    REV. JOHN HENRY ELDER.

    HONEYWELL, sacristn.

    WEEKES, mayordomo de Khalkis.

    MRS. SIMMS, ama de llaves de Khalkis.

    PEPPER, ayudante del fiscal Sampson.

    SAMPSON, fiscal.

    COHALAN, detective de la fiscala.

    DOCTOR SAMUEL PROUTY, mdico legista.

    EDMUND CREWE, tcnico arquitecto.

    UNA LAMBERT, perito caligrfico.

    "JIMMY", experto en impresiones digitales.

    TRIKKALA, intrprete griego.

    FLINT, HESSE, JOHNSON, PIGGOT, HAGSTROM, RITTER, detectives.

    THOMAS VELIE, sargento detective.

    DJUNA.

    INSPECTOR RICHARD QUEEN.

    ELLERY QUEEN.

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    LIBRO PRIMERO

    En ciencia, en historia, en psicologa, en todas las

    disciplinas que requieren aplicacin de pensamiento ante la

    aparicin de los fenmenos, las cosas no son, a menudo,

    como parecen ser. Lowell, ilustre pensador norteamericano,

    deca: Un sabio escepticismo es el primer atributo de un

    buen crtico. Pienso que, precisamente, el mismo teorema

    puede ser planteado por el criminlogo...

    La mente humana es un ente aterrorizante y tortuoso.

    Cuando alguna parte de ella se tuerce - aunque ello ocurra en

    grado tan infinitesimal que todos los instrumentos de la

    moderna psiquiatra no logran discernir esa desviacin - el

    resultado es susceptible de tornarse confuso. Quin podra

    describir un motivo? Una pasin? Un proceso mental?

    Mi consejo, la rspida conclusin de quien sepultara

    sus manos durante muchos aos, quizs ms de cuantos

    quisiera recordar, en los inapresables vapores del cerebro

    humano, es el siguiente: Usad vuestros ojos, usad las

    diminutas celulillas grseas que os diera Dios, pero

    manteneos siempre alerta. En la criminalidad existe trama,

    pero no lgica. Vuestra obra es dar coherencia a la confusin,

    imponer el orden en el caos.

    Alocucin final del profesor FLORENZ BACHMANN,

    en su curso de Criminologa Aplicada, dictado en la

    Universidad de Munich (1920).

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    EL PLANO DE LA CASA DE KHALKIS

    A - Biblioteca de Khalkis.

    B - Dormitorio de Khalkis.

    C - Dormitorio de Demmy.

    D - Cocina.

    E - Escalera 2opiso.

    F - Comedor.

    G - Sala.

    H - Vestbulo.

    J - Cuartos de los sirvientes.

    K - Baos.L - Cuarto de los Vreeland.

    M - Cuarto de los Sloane.

    N - Cuarto de Joan Brett.

    O - Cuarto del Dr. Wardes.

    P - Cuarto de Cheney.

    Q - Cuarto de husped.Altillo no dividido en cuartos.

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    1.

    Desde el principio mismo, el caso Khalkis trasunt una

    nota trgica. Comenz con la muerte de un anciano, hecho

    ste en extraa armona con lo que le reservaba el porvenir.

    El fallecimiento de dicho anciano fue tejiendo su trama, a

    semejanza de una meloda de contrapunto, al travs de todos

    los intrincados compases de la marcha fnebre subsiguiente,

    en la cual estaban ausentes los acordes correspondientes a

    seres inocentes. En su parte final estall en un crescendo de

    culpabilidad orquestal, un canto de muerte, macabro y

    horrible, cuyos ecos repercutieron en los odos de todo Nueva

    York mucho tiempo despus que se apagara el son de la

    postrera nota de tragedia y de horror.

    Cabe aseverar que cuando Georg Khalkis falleci de un

    ataque cardaco, nadie - y menos aun el propio Ellery Queen -

    sospech que ese suceso constitua el preludio de una

    Sinfona de Crmenes. De hecho, es harto dudoso que Ellery

    Queen se enterara siquiera de la muerte de Georg Khalkis

    antes de que el suceso llegara a su conocimiento, poco menos

    que por fuerza, tres das despus que los restos mortales del

    anciano ciego fueran inhumados, con el ceremonial de

    prctica, en el lugar en que todos crean que sera su ltima

    morada.

    Los peridicos olvidaron hacer resaltar, en sus

    primeras noticias de la muerte de Khalkis, el detalle

    concerniente a la interesante situacin de la tumba del

    anciano. Ello traa a luz ciertos pormenores curiosos del viejo

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    Nueva York. El palacio de Khalkis, de frente parduzco, estaba

    situado en la calle 54, este, elevndose junto a la tradicional

    iglesia de la Quinta Avenida que ocupa la mitad de lamanzana entre aqulla y la avenida Madison, mientras que

    por el norte y por el sur est flanqueada por las calles 55 y

    54, respectivamente. Entre la mansin de Khalkis y la iglesia

    se extiende el cementerio, considerado como uno de los ms

    antiguos de la ciudad. En dicho campo santo deban ser

    enterrados los restos mortales del anciano potentado. Lafamilia Khalkis, que durante casi dos centurias haba sido

    feligresa de dicha iglesia, no estaba afectada en modo alguno

    por esa ordenanza municipal que prohbe entierros en el

    corazn de la ciudad. Sus derechos a dormir el ltimo sueo

    bajo la sombra de los rascacielos de la Quinta Avenida

    quedaron establecidos en virtud de su tradicional posesin deuna de las bvedas subterrneas del cementerio aludido.

    Dichas bvedas eran invisibles a los transentes, por cuanto

    sus tneles se hunden alrededor de un metro bajo tierra, y,

    por ende, el suelo del campo santo no aparece quebrado por

    las sombras trgicas de las tumbas. El funeral fue tranquilo,

    sin lgrimas, y en privado. El cadver, convenientementeembalsamado y vestido con sus prendas de gala, fue

    depositado en un vasto atad, negro y lustroso, colocado

    sobre un catafalco que los empleados de la Empresa de

    Pompas Fnebres dispusieron en la sala del primer piso de la

    mansin. Elder, pastor de la iglesia contigua, ofici los

    servicios fnebres. No se advirti seal alguna de excitacin o

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    emocin, y salvo un sospechoso desmayo, representado con

    vigor por Mrs. Simms, ama de llaves del difunto, no hubo

    ningn acceso de histerismo.No obstante ello, como sealara luego Joan Brett, algo

    vidrioso cernase en la casa. Algo que atribuiramos a la

    misteriosa intuicin femenina que las eminencias cientficas

    tachan, precipitadamente, de tontera pura. Sea como fuere,

    Joan describi ese algo como cierta "tensin en el aire". Desde

    luego, no atinaba a individualizar al individuo o a losindividuos causantes de esa tensin... si sta en realidad

    exista. Cumple subrayar que, antes al contrario, todo pareci

    desarrollarse normalmente, y con ese toquecillo, conveniente

    de dolor ntimo, inexteriorizado. Concluidos los sencillos

    servicios fnebres, por ejemplo, los miembros de la familia y

    un puado de amigos y empleados o colaboradores desfilaronante el tmulo, dieron en silencio su postrer adis al cadver,

    y luego regresaron con decoro a sus respectivos lugares.

    Delphina llor, pero a la manera de los aristcratas: una

    lagrimilla, un sollozo, un suspiro. Demetrios - a quien

    ninguno soara siquiera en llamar por otro nombre que no

    fuera el de Demmy - clav su fija, y a la vez, ausente miradaestpida en la faz fra de su primo tendido para siempre en el

    atad. Alan Cheney, de rostro un poco empurpurado, sepult

    sus manos en los bolsillos de su jacket, esbozando muecas en

    el aire. Gilbert Sloane palme la mano regordeta de su mujer.

    Nacio Suiza, director de la Galera de Arte de Khalkis,

    correcto hasta en el ltimo detalle en su atuendo, aguardaba,

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    con aire lnguido, en un rincn. Woodruff, abogado del finado

    Khalkis, sonse estrepitosamente las narices. Una escena por

    dems natural y correctsima. A continuacin, el encargadodel ceremonial fnebre, un sujeto de expresin preocupada y

    continente de enriquecido, de nombre Sturgess, puso en

    movimiento a sus subordinados, y en un periquete la tapa del

    atad fue atornillada. Slo quedaba ahora organizar la

    postrera procesin. Alan, Demmy, Sloane y Suiza se ubicaron

    junto al catafalco, levantaron el atad sobre sus hombros,bajo el severo examen profesional de Sturgess, y las preces

    del reverendo Elder, y, finalmente, el fnebre cortejo avanz

    en direccin a la calle.

    Ahora bien, cumple informar a los lectores de que Joan

    Brett - como reparara luego el propio Ellery Queen - era una

    jovencita sagaz y sutil. Si haba sentido aquella "tensin en elaire", a buen seguro que sta exista. Pero, dnde? Desde

    qu direccin? Pareca tan difcil acusar a alguien de ello!

    Acaso proceda del barbudo doctor Wardes, quien cerraba la

    marcha juntamente con Mrs. Vreeland. O bien de los que

    llevaban el atad. O acaso de los que iban a la zaga del

    mismo, junto a Joan. A decir verdad, bien podra proceder dela misma mansin, emanando de la extraa desesperacin de

    Mrs. Simms, desplomada en su lecho, o bien de Weekes, el

    mayordomo, quien se acariciaba vagamente el mentn en el

    estudio del difunto.

    Por cierto que esa tensin misteriosa no puso

    obstculos en la marcha del cortejo fnebre, que no penetr

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    en el cementerio por la puerta principal de la calle 54, sino

    por una puertecilla excusada abierta en el callejn privado

    circundado por las seis residencias de las calles 54 y 55.Doblaron a la izquierda y atravesando el portn del costado

    oeste del callejn en cuestin, penetraron en el cementerio.

    Los transentes y curiosos, apiados como moscas en las

    verjas de la calle 54, se vieron defraudados en sus esperanzas

    de presenciar el cortejo; sta fue, precisamente la razn por la

    cual la familia escogi aquella marcha discreta por lapuertecilla lateral. Los curiosos, encaramados en las verjas

    coronadas de lanzas, atisbaban el cementerio a travs de los

    barrotes de hierro; entre ellos pululaban periodistas y

    cameramen, y todos guardaban extrao silencio. Los actores

    de la tragedia no pararon mientes en aquellos entremetidos.

    Al cortar camino por el pelado campo santo, otro pequeogrupo de personas apareci a su vista, rodeando una cavidad

    rectangular en el csped, y un montculo de tierra

    matemticamente excavado. Dos sepultureros - ayudantes de

    Sturgess - y Honeywell, sacristn de la iglesia, aguardaban

    all la llegada de la procesin funeraria, junto a una anciana

    diminuta, tocada con un sombrerillo negro, harto pasado demoda, que a cada instante enjugaba sus ojos enturbiados por

    la edad.

    Si fuera menester dar crdito a la intuicin de Joan

    Brett, la tensin pareci redoblar de intensidad.

    Pese a ello, la escena subsiguiente pareci tan inocente

    como todo lo ya ocurrido.

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    Siguieron los preparativos rituales de prctica; un

    sepulturero, inclinado sobre la hmeda tierra, asi la manija

    de una vetusta puerta de hierro, comida por el orn yencajada horizontalmente en el terreno; los rostros de los

    circunstantes sintieron el hlito caracterstico de los espacios

    confinados; el atad fue descendido con cuidado hasta la

    cripta de abajo, flanqueada de ladrillos viejos, enmohecidos;

    un ajetreo de sepultureros; algunas palabras proferidas en

    tono bajsimo, respetuoso, el deslizamiento del cajn fnebrea un lado, hasta desaparecer de la vista, rumbo a uno de los

    innumerables nichos de la vasta bveda subterrnea; la

    puerta de hierro despidi un portazo metlico, siniestro; la

    tierra y la hierba cubri de nuevo la boca de la bveda...

    Y Joan Brett sinti que en ese momento algo de la

    tensin flotante en el ambiente esfumbase como porensalmo...

    2.

    Esfumado... es decir, esfumado hasta pocos minutos

    despus que los deudos y sus acompaantes regresaran a la

    mansin por el callejn interior.

    La tensin volvi a materializarse entonces, subrayada

    esta vez por una serie tal de horribles acontecimientos que

    luego tornaron clara su fuente de emanacin.

    El preanuncio de los futuros sucesos reson en boca de

    Miles Woodruff, abogado del difunto Khalkis. El panorama del

    caso parece punzante en este punto. El reverendo Elder haba

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    regresado a la casa de la familia Khalkis a los efectos de

    brindar a los deudos sus evanglicos consuelos, llevando a la

    zaga al atildado y modosito Honeywell. La diminuta ancianade ojos brillantes que aguardara el paso del cortejo en el

    cementerio, se encontraba ahora en la sala, inspeccionando

    el tmulo funerario con ojos crticos, mientras Sturgess y sus

    ayudantes se afanaban retirando los lgubres accesorios de

    su labor. Nadie invit a entrar a la vieja mujer, y ninguno

    pareci reconocerla o notar siquiera su presencia en lamansin, salvo acaso el idiota Demmy, quien la contemplaba

    con ojos en que brillaba cierto ligero disgusto.

    Los dems ocupaban sillas o vagaban por los salones

    cercanos; entablbanse pocas conversaciones; nadie, con

    excepcin de los empleados de pompas fnebres pareca

    saber lo que deba hacer.Miles Woodruff, inquieto como todos, pugnando por

    evadirse de aquella atmsfera tensa y extraa, penetr al azar

    en la biblioteca del muerto, y Weekes, el mayordomo, salt

    sobre sus pies, presa de cierta confusin; al parecer, el buen

    hombre haba estado descabezando un sueecito. Woodruff

    agit la mano y siempre sin rumbo fijo, absorto en suslgubres pensamientos, atraves la sala en direccin al

    trecho de pared, situado entre dos estanteras de libros, en

    que estaba empotrada la caja fuerte de Khalkis. Woodruff

    afirm luego tozudamente que su accin de manipular con

    los discos de combinacin de la caja, accin que motiv la

    apertura de la puertecilla, fue puramente maquinal. Y segn

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    afirmara luego, no abrigaba la intencin de buscarlo... ni

    mucho menos esperaba descubrir su desaparicin misteriosa.

    Cielos! Si menos de cinco minutos antes del entierro l lohaba examinado! Con todo, segua en pie el hecho de que

    Woodruff haba descubierto, bien por casualidad, bien

    adrede, que eso haba desaparecido, al igual que la caja de

    hierro, descubrimiento ste que hizo vibrar una campanada

    de alarma dando lugar a la reaparicin de la extraa tensin

    en el aire, que condujo a los horribles acontecimientosinmediatos.

    La reaccin del abogado ante aquella desaparicin fue

    sorprendente. Volvindose hacia Weekes, tron:

    - Toc usted la caja fuerte?

    El mayordomo balbuce una negativa formal, y

    Woodruff resopl de ira.- Cunto tiempo estuvo usted ah sentado? -

    pregunt.

    - Desde que el cortejo fnebre sali de casa al

    cementerio, seor.

    - No penetr nadie en la habitacin mientras usted

    estaba aqu sentado?- Ni un alma viviente, seor.

    Weekes temblaba de miedo. A los ojos del viejo y servil

    mayordomo era aterrorizante la postura desptica, de amo,

    del abogado. Woodruff aprovechbase de su altura y

    corpulencia, de su rostro rojo y de su voz carrasposa para

    apabullar al viejo criado y reducirlo casi a las lgrimas:

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    - Usted dorma como un lirn cuando entr en la

    biblioteca! - bram.

    - Slo dormitaba, seor - gimi el mayordomo -. Slodormitaba, seor... Acaso no le o entrar aqu, seor?...

    - Hum! - Woodruff se abland un tanto -. Creo que

    tiene razn. Vaya a decirles a Mr. Sloane y Mr. Cheney que

    vengan aqu al momento. Vivo!

    Woodruff estaba ante la caja fuerte, en actitud

    imperiosa, cuando los dos hombres entraron, sorprendidosen la habitacin. El abogado los mir con aire desafiante y en

    silencio, con las maneras que desplegaba ante testigos

    difciles. Repar al momento en cierta turbacin de Sloane,

    cuya esencia exacta no atin a discernir. En cuanto a Alan, el

    joven haca visajes para no perder la costumbre, y cuando se

    adelant hasta Woodruff, ste olfate whisky en su aliento.Woodruff no se anduvo con rodeos. Cay sobre ellos como un

    alud, sealando la caja fuerte, y mirndolos con expresin

    suspicaz. Alan sacudi su cabeza de len; era un mocetn en

    la flor de la edad, elegantemente ataviado a la ltima moda

    londinense. Sloane nada dijo, limitndose a encoger sus

    hombros.- Muy bien! - murmur Woodruff -, pero es necesario

    llegar al fondo mismo del caso, caballeros. Y ser ahora

    mismo!

    Woodruff pareca hallarse en la gloria. Convoc a todos

    los de la casa en el estudio.

    Parecer sorprendente, pero la verdad es que menos de

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    cuatro minutos despus del regreso del cortejo fnebre a la

    mansin, Woodruff los tena a todos en la palma de la mano:

    a todos, incluso al propio Sturgess y sus ayudantes. Elabogado tuvo la dudosa satisfaccin de orles negar haber

    tocado siquiera la caja fuerte en el curso de aquel da

    sombro.

    En ese instante tragicmico, Joan Brett y Alan Cheney

    fueron sorprendidos por el mismo pensamiento. Ambos se

    precipitaron hacia la puerta, salieron fuera del cuarto ypenetrando en el vestbulo, descendieron volando las

    escaleras hacia el saln de entrada de la mansin. Woodruff,

    profiriendo un juramento, lanzse tras ellos, sospechando

    ignorar algo importante. Alan y Joan abrieron la puerta del

    saln aludido, cruzaron aprisa el vestbulo y a poco llegaron

    al umbral de la puerta de calle, enfrentando a un grupo depersonas aparentemente sorprendidas por aquella irrupcin.

    Woodruff lleg, jadeante, tras ellos. Joan pregunt a los

    circunstantes si alguien haba salido de la casa en la pasada

    media hora, interrogante coreado por Alan y Woodruff. Un

    mocetn, periodista a buen seguro, bram una negativa,

    mientras otro se desgaitaba preguntando por qu no lesdejaban entrar en el palacio, prometiendo, al mismo tiempo,

    no tocar nada. Alan pregunt de nuevo si alguien haba

    entrado, y recibi por respuesta una atronadora negativa.

    Woodruff tosi, conmovido su aplomo por aquella escena en

    pblico, y arreando de vuelta a la joven pareja a la casa, ech

    la llave a las puertas.

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    Con todo, el abogado no era hombre de aplomo fcil de

    conmover. Recobro su sangre fra no bien reentr en la

    biblioteca, en donde aguardaban los dems, sentados o depie, con expresin ligeramente expectante. Formul rpidas

    preguntas a unos y a otros, torturndoles con alevosa, y casi

    jur de ira desilusionada cuando descubri que la mayora de

    los allegados del difunto conocan la combinacin de la caja

    fuerte.

    - Bien est, caballeros! - refunfu -. Alguien trata dejugarnos una malsima partida. Alguien miente! Pero pronto

    - muy pronto! - descubriremos quin es, palabra de honor -

    pasese de arriba abajo ante los circunstantes -. S ser tan

    listo como cualquiera de ustedes. Es mi deber revisar a cada

    uno de la casa. Y ahora mismo. En seguida! - todos cesaron

    de asentir -. Oh! S que a algunos no les agrada la idea.Creen acaso que a m mismo me gusta? Pero lo har. Eso

    fue robado bajo mis propias narices. Mis narices!

    En ese punto, pese a la grave situacin, Joan ri entre

    dientes; las narices de Woodruff no abarcaban mucho espacio

    en el mundo.

    Naci Suiza, el barbilindo inmaculado, sonri consuavidad:

    - Oh! Vamos, vamos, Woodruff! Menos melodrama! La

    cosa debe tener alguna explicacin sencilla. Usted dramatiza!

    - De veras, Suiza, de veras? - Woodruff volvi su

    mirada de Joan a Suiza -. Ya veo que le disgusta ser revisado.

    Por qu?

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    - Estamos acaso en un tribunal? Reprtese, hombre!

    Quiz - seal con sarcasmo -, quiz usted se equivoc

    cuando crey ver el cofre en la caja fuerte cinco minutosantes del funeral.

    - Equivocado? Yo? Ya ver usted que no erraba

    cuando uno de ustedes resulte ladrn!

    - De todos modos - respondi Suiza, mostrando sus

    dientes blanqusimos - no tolerar procedimientos de mano

    fuerte. Intente nada ms revisarme, amigo, y yo...En ese punto ocurri lo inevitable; el abogado perdi

    los estribos. Sacudi bramando su puo velludo ante la nariz

    aguilea y desdeosa de Suiza, y balbuce finalmente:

    - Por el cielo, ya ver usted de qu soy capaz!

    Demontres! Pronto sabr lo que es tener mano fuerte!

    Y concluy haciendo lo que deba haber hecho en unprincipio: asi con rabia uno de los dos telfonos del

    escritorio del difunto, disco febrilmente un nmero, tartaje

    algo a un inquiridor invisible, y recolg el tubo con estruendo,

    al tiempo que gritaba a Suiza, con acento maligno:

    - Veremos si le revisan o no, amigo mo! Por orden del

    fiscal del distrito, Mr. Sampson, todos los presentes en lacasa no deben mover un pie fuera de aqu hasta que haya

    llegado la polica y dems autoridades competentes!

    3.

    El ayudante del procurador del distrito, Mr. Pepper, era

    un joven de personalidad atractiva. El caso progres con

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    lentitud desde que l puso pie en la mansin de Khalkis,

    menos de media hora despus de la llamada telefnica de

    Woodruff. Posea el don de tirar de la lengua a la gente, puesconoca el valor de la adulacin, talento ste que Woodruff,

    modesto picapleitos, nunca haba adquirido. Con no poca

    sorpresa, Woodruff mismo se sinti mucho mejor luego de

    breve conversacin con Pepper. Nadie repar en lo ms

    mnimo en la presencia de un individuo carirredondo, cigarro

    en boca, que acompaaba a Pepper; tratbase de un detectivellamado Cohalan, adscrito a las oficinas del procurador del

    distrito; Cohalan, siguiendo el consejo de Pepper, limitbase a

    montar guardia en el umbral de la puerta del estudio y a

    fumar en silencio su grueso cigarro. Woodruff llev de prisa a

    Pepper a un rincn, y le relat la historia del extrao funeral.

    - La situacin qued planteada as, Pepper: cincominutos antes de formarse el cortejo fnebre, fui al

    dormitorio de Khalkis, y tomando la llave de la caja de hierro,

    regres al estudio, abr sta y la cajita de acero... y lo vi all,

    ante mis propios ojos. Ahora bien...

    - Qu vio all, Woodruff?

    - No se lo dije antes? Vaya cabeza la ma! Se trata delnuevo testamento de Khalkis! El nuevo! Entiende? No cabe

    duda de que el nuevo testamento estaba, en la cajita de

    acero; lo saqu de adentro y vi mi propio sello sobre el

    precioso documento... Luego lo reintegr a su lugar, ech la

    llave a la cajita y a la caja fuerte, y sal del cuarto...

    - Un momento, Mr. Woodruff! - el poltico Pepper

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    siempre se diriga con un ceremonioso "Mr" a los hombres de

    quienes necesitaba informaciones -. Nadie ms posea llave

    de la cajita de acero?- Absolutamente nadie! Esa llave es nica, segn

    afirmara el propio Khalkis poco tiempo atrs; y la hall entre

    las ropas de Khalkis, guardadas en su dormitorio. Despus

    de cerrar con llave la caja fuerte y la cajita de acero, proceda

    a colocarla en mi propio llavero. Y aun la conservo, Pepper! -

    el abogado hurg con torpeza en uno de sus bolsillos yextrajo una cartera-llavero; sus dedos temblequeaban

    mientras escoga una llavecita, que procedi a desenganchar

    y entregar al polica -. Jurar ante Dios que todo el tiempo

    estuvo en mi bolsillo. Demonios! Nadie podra habrmela

    robado a m! - Pepper asinti con gravedad -. No hubo tiempo

    siquiera. Apenas sal de la biblioteca, dise comienzo a laceremonia del cortejo fnebre. Cuando regres, el instinto o

    la intuicin me hizo volver aqu, abrir la caja fuerte y...

    Cielos! La cajita de acero y el testamento haban

    desaparecido misteriosamente!

    - Tiene idea de quin puede habrselos llevado?

    - Idea? Idea? - Woodruff ech un vistazo en torno -.Tengo ideas de sobra, pero ni pizca de pruebas. Ahora bien,

    Pepper, en resumidas cuentas, la situacin se presenta as:

    primero, cada uno de los que estaban en la casa en el

    momento en que vi el testamento en la cajita de acero se

    encuentra an aqu. Segundo, todos los participantes en la

    ceremonia fnebre abandonaron el palacio en grupo;

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    formando grupo pasaron del callejn interior al cementerio, y

    podran dar cuenta exacta de todos sus actos all; adems, no

    se pusieron en contacto con ningn extrao, salvo el puadode personas que nos aguardaba en torno a la tumba. Tercero,

    cuando el grupo original retorn a la casa, dichos extraos

    regresaron tambin con nosotros, y todava se hallan aqu.

    - Interesante situacin! - los ojos de Pepper brillaron

    de entusiasmo profesional -. En otras palabras, si alguno de

    los integrantes del grupo primitivo hurt el testamento deKhalkis, y lo pas a uno de esos extraos, tal accin le ser

    de poco provecho, pues bastar una revisin prolija para

    ponerlos en descubierto; amenos que fuera escondido por el

    camino o bien en el propio cementerio... Muy interesante!

    Interesantsimo, Mr. Woodruff! Bien, quines son esos

    extraos, como les llama usted?- Ah est uno de ellos - el abogado seal a la

    diminuta mujer del anticuado sombrerito -. Es una tal Mrs.

    Susan Morse, solterona medio loca que vive en una de las

    seis casas contiguas al pasaje. Por lo tanto, es vecina nuestra

    - Pepper asinti, y Woodruff apunt al sacristn, encogido y

    medroso detrs del reverendo Elder -. Luego figuraHoneywell, que es ese individuo timorato de all, sacristn de

    la iglesia vecina; y finalmente, los dos hombres a su lado,

    ambos sepultureros y dependientes de aquel individuo de

    ms all, de nombre Sturgess, representante de la Empresa

    de Pompas Fnebres. Ahora bien, el cuarto punto es que,

    mientras estbamos en el campo santo, nadie penetr o sali

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    de la casa: yo mismo establec ese importante detalle de boca

    de los periodistas agrupados a la puerta de casa. Y yo mismo

    ech la llave a las puertas despus de eso; de modo, pues,que nadie pudo entrar o salir de aqu desde entonces, Pepper.

    - Hum! Creo que me est embarullando el caso, Mr.

    Woodruff - murmuraba el detective cuando un vozarrn acre

    retumb detrs de l, y, al volverse, se encontr frente a Alan

    Cheney, ms encarnado que nunca, que blanda su ndice

    acusador ante las narices de Mr. Woodruff.- Oiga usted, oficial! - bramaba el muchacho -. No le

    crea! Es falso que llamara o interrogara a los periodistas! Fue

    Miss Joan Brett... Joan Brett!... No es cierto, Joanie?

    Joan posea lo que podra describirse como el

    fundamento de una expresin helada en su carita agraciada;

    su cuerpo era alto y esbelto, su mentn altivo, sus ojos muyclaros y vivaces, y su naricilla susceptible de gestos

    desdeosamente altivos. Mir junto a Cheney en direccin de

    Pepper, y respondi con acento fro y vibrante a la vez:

    - Creo que se achisp de nuevo. Mr. Cheney. Y le

    suplico que no me llame "Joanie". Detesto las familiaridades!

    Alan contempl, boquiabierto, los interesanteshombros de la muchacha.

    - Se ha vuelto a embriagar - dijo Woodruff a Pepper -.

    Es Alan Cheney, sobrino de Khalkis y...

    Pepper se excus y camin tras Joan, quien le enfrent

    con aire un tanto desafiante.

    - Fue usted quien pens en interrogar a los

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    periodistas, Miss Brett?

    - Pues claro est! - luego dos rosas adorables

    aparecieron en sus mejillas -. Por supuesto, Mr. Cheneypens tambin en eso; salimos juntos, y Mr. Woodruff nos

    sigui. Es notable que ese jovenzuelo ebrio tuviera la

    galantera de destacar la accin de una mujer en...

    - S, s, desde luego, Miss Brett - Pepper sonri, con esa

    su sonrisa cautivadora que reservaba para el sexo bello -.

    Usted es la...?- Era la secretaria de Mr. Khalkis.

    - Un milln de gracias - Pepper regres junto al

    apaciguado abogado -. Bien, Mr. Woodruff, deca usted...?

    - Nada ms que lo necesario para desbrozarle el

    terreno, Pepper - Woodruff se aclar la garganta -. Iba a

    informarle que las dos nicas personas presentes en la casadurante el funeral fueron Mrs. Simms, ama de llaves, quien

    sufri un desmayo luego del fallecimiento de Mr. Khalkis, y

    permaneci confinada en su dormitorio desde ese momento; y

    el mayordomo Weekes. Ahora bien, Weekes - y eso es lo

    increble del caso - estuvo dentro de la biblioteca todo el

    tiempo que dur nuestra ausencia. Y jura y perjura que nadieentr all. Todo el tiempo tuvo bajo sus ojos la caja fuerte.

    - Bien, ya vamos concretando - respondi Pepper -. Si

    podemos dar crdito a Weekes, nos ser posible determinar

    con mayor precisin el momento en que ocurri el hurto. De

    fijo, ello sucedi durante los cinco minutos transcurridos

    entre el instante en que usted estudi el testamento y el

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    momento en que el cortejo sali de la casa. Es bien sencillo.

    - Sencillo? - Woodruff no pareca demasiado seguro.

    - Ni ms ni menos. Cohalan, ven aqu - el detectivecruz el saln, seguido por ojos casi todos inexpresivos -.

    Escchame! Buscamos un testamento hurtado, que se halla

    en uno de cuatro lugares. O bien ha sido escondido en la

    casa, o se encuentra en poder de alguno de los de la casa; o

    ha sido arrojado en algn punto del pasaje particular; o se

    halla en el propio cementerio. Iremos eliminndolos uno poruno. Aguarda un momento mientras me comunico por

    telfono con el jefe.

    Disco el nmero telefnico de la oficina del procurador

    del distrito, Mr. Sampson, y a poco regres frotndose las

    manos.

    - El jefe enviar gente para ayudarnos. Despus detodo, investigamos un delito. Mr. Woodruff, rugole cuidar de

    que nadie salga de esta habitacin mientras yo y Cohalan

    vamos a inspeccionar el cementerio y el pasaje. Un

    momento, por favor, caballeros! - los circunstantes le miraron

    boquiabiertos -. Mr. Woodruff queda encargado de la

    direccin de las cosas, y ustedes deben cooperar buenamentecon l. Qu ninguno abandone el cuarto! - ambos detectives

    salieron de la habitacin.

    Quince minutos despus regresaban con las manos

    vacas, encontrando a cuatro recin llegados en la biblioteca.

    Integraban el grupo el sargento Thomas Velie, gigante de

    cejazas negras, adscrito al servicio del inspector Queen, dos

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    de los hombres del propio Velie, Flint y Johnson, y una

    corpulenta mujer polica. Pepper y Velie, sostuvieron un grave

    coloquio en un rincn; Velie se mantena reservado y frocomo de costumbre, en tanto que los dems aguardaban en

    pattico silencio.

    - Registraron a fondo el pasaje y el cementerio?

    - S; pero no estara de ms que usted y sus hombres

    reinspeccionaran el terreno - replic Pepper -, para mayor

    seguridad.Velie mascull algo a Flint y Johnson, quienes salieron

    del cuarto. Velie, Cohalan y Pepper iniciaron una revisin

    sistemtica del palacio, partiendo de la habitacin en que se

    encontraban, el estudio de Khalkis, y cubrieron

    cuidadosamente todo el dormitorio y el cuarto de bao del

    difunto, y el dormitorio del idiota Demmy. Regresaron, yVelie, sin dar explicaciones, reinspeccion el estudio. Trajino

    alrededor de la caja fuerte, en los cajones del escritorio del

    muerto, entre los libros y estantes alineados sobre los

    muros... Nada escap a sus ojos, ni siquiera un pequeo

    taburete colocado en una alcoba, sobre el cual reposaban un

    filtro y vajilla de t; Velie, con inmensa gravedad, sac laapretada tapa de la cafetera y curiose dentro. Gruendo,

    encabez el grupo fuera de la biblioteca, saliendo al vestbulo,

    desde donde se desperdigaron para revisar la sala, el

    comedor, las cocinas, cuartitos y despensa de los fondos. El

    sargento examin con cuidado especial las desmanteladas

    piezas del ceremonial fnebre proporcionadas por la empresa

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    de pompas fnebres de Sturgess; pero no descubri nada.

    Treparon las escaleras, e invadieron los dormitorios de los

    altos como hordas vndalas, evitando nicamente elsantuario de Mrs. Simms; seguidamente, subieron al altillo, y

    levantaron nubes de polvo huroneando entre viejos

    escritorios y apolillados bales.

    - Cohalan - orden Velie - encrgate de los stanos.

    El detective mordisque su cigarro, ya apagado, y

    descendi con desgano las escaleras.- Bien, sargento - dijo Pepper, mientras ambos se

    apoyaban, resoplando, contra el desnudo muro del altillo -,

    me parece que no queda ms remedio que resignarnos a

    cumplir el trabajillo sucio. Maldito sea! No quera tener que

    revisar a esas personas!

    - Despus de tanta roa - expres Velie,contemplndose los dedos sucios - creo que eso ser un

    verdadero placer. Bajaron las escaleras. Flint y Johnson se

    les reunieron.

    - Buena suerte, muchachos? - gru Velie.

    Johnson, sujeto de continente opaco y cabellos grises,

    se rasc la nariz, y murmur en respuesta:- Ni pizca, sargento. Por otra parte, para empeorar las

    cosas, dimos con una criadita - doncella de servicio o algo por

    el estilo - que trabaja en la casa situada enfrente del pasaje,

    quien nos asegur haber estado presenciando el cortejo

    fnebre desde una ventana de los fondos y que... Bueno,

    sargento, la chica afirma que, con excepcin de dos hombres

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    - Mr. Pepper y Mr. Cohalan, segn barrunto - nadie sali por

    los fondos de esta casa desde el momento en que el cortejo

    regres del cementerio. Y tampoco sali nadie por los fondosde casa alguna del pasaje y...

    - Y en el cementerio? - interrumpi el sargento.

    - La suerte no nos sonri tampoco all, sargento. La

    mitad de los periodistas de la ciudad se apostaron al otro

    lado de las verjas de hierro correspondientes al costado de la

    calle 54 del cementerio. Bien, aseguran que en ste no vieronalma viviente desde que se marcharon los deudos de

    Khalkis...

    Cohalan llegaba en ese momento. Ante la muda

    pregunta de su superior, sacudi tristemente la cabeza.

    - Bueno - murmur Velie al fin -, hay que tomar al toro

    por los cuernos - avanz hacia el centro de la habitacin yalzando la cabeza, bram:

    - Atencin!

    Los circunstantes se irguieron en sus asientos y algo

    del cansancio impreso en sus rostros pareci desvanecerse.

    Alan Cheney, agazapado en un rincn, con la cabeza entre las

    manos, se balanceaba suavemente. Mrs. Sloane haca largotiempo que haba agotado su reserva de lgrimas

    ceremoniosas y decorosas; el propio reverendo Elder

    exteriorizaba una expresin expectante en su rostro aniado.

    Joan Brett miraba fijamente al sargento Velie.

    - Bien, seoras y seores - comenz Velie con voz

    spera -, no es mi deseo faltarle el respeto a nadie; pero tengo

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    un trabajo entre manos y es menester que lo cumpla como

    corresponde. Ordenar revisar a todos los de la casa... y si es

    necesario, no vacilar en dejarles en cueros... El testamentohurtado slo podra estar en un lugar: entre las ropas de una

    persona de la casa. Si son comprensivos, se resignarn a la

    revisin como buenos muchachos. Cohalan, Flint, Johnson!

    Ocpense de los hombres! Seora - volvise hacia la robusta

    mujer polica -, ocpese usted de las damas; llvelas a la

    sala, cierre las puertas, y... manos a la obra! Y si no lodescubre sobre ninguna de ellas, revise al ama de llaves y su

    cuarto de arriba. Al avo!

    El estudio estall en una algaraba de conversaciones

    airadas, comentarios variados, protestas dbiles. Woodruff

    hizo girar sus pulgares ante el escritorio, y contempl con

    benevolencia a Suiza; ste sonri, ofrecindose como primeravctima a Cohalan. Las mujeres salieron aprisa del estudio, y

    Velie tom uno de los telfonos, vociferando:

    - Departamento de Polica!... Dme con Johnny... -

    Johnny?... Ve a buscarme en seguida a Edmund Crewe... No

    te demores.

    Reclinado contra el escritorio, observ framente cmolos tres detectives se encargaban, uno a uno, de los hombres,

    y exploraban minuciosamente sus cuerpos. Velie alz, de

    sbito, un brazo; el reverendo Elder, sin protesta alguna,

    aprestbase a ser la prxima vctima.

    - Reverendo... Oye, Flint, djale!... En su caso,

    reverendo, excusaremos la revisin.

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    - Nada de eso, sargento - replic el pastor -. De acuerdo

    a sus sospechas, soy tanto una posibilidad como los dems...

    - sonri al ver la indecisin reflejada en la faz de Velie -. Muybien! Revisar mis ropas en su presencia, sargento - los

    escrpulos de Velie en el sentido de colocar sus manos

    irreverentes sobre el ministro de Dios no le impidieron, por

    cierto, observar con ojos atentos al pastor, mientras ste

    daba vuelta a sus bolsillos y aflojaba y descea sus ropas,

    obligando a Flint a pasarle las manos por el cuerpo.La mujer polica regres al estudio gruendo una

    lacnica negativa. Las mujeres - Mrs. Sloane, Mrs. Morse,

    Mrs. Vreeland y Joan - enrojecan de vergenza, y pugnaban

    por evitar las miradas masculinas. La polica asegur luego

    que el ama de llaves pareca tan inocente como las dems.

    Sigui un largo silencio. Velie y Pepper mirbansesombramente; el primero, confrontado con una

    imposibilidad, refunfuaba entre dientes; el segundo,

    reflexionaba furiosamente.

    - Me huelo algo turbio por alguna parte - dijo Velie, con

    voz maligna -. Est usted bien segura, seora, de que...? La

    mujer polica se limit a hacer visajes desdeosos. - Oiga,sargento - exclam de sbito, Pepper, apresando la solapa del

    saco de Velie -, aqu intuyo algo vidrioso, como dice usted,

    pero no podemos rompernos la cabeza estrellndola contra la

    pared. Es posible que exista algn cuarto secreto o algo por el

    estilo y... Crewe, el experto en arquitectura, lo localizar

    pronto, si es que existe realmente... Despus de todo, hemos

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    hecho cuanto pudimos. Y no es posible mantener aqu,

    indefinidamente, a esas personas, en especial a los que no

    viven en esta casa...Velie pate con rabia la alfombra:

    - Demonio! El inspector me descuartizar vivo por el

    fracaso! - gru.

    El asunto desarrollse con ritmo vertiginoso. Velie dio

    un paso atrs, y Pepper indic, cortsmente, que los extraos

    a la casa podan marcharse, y que aquellos que residan enella no podran abandonarla sin permiso oficial y sin ser

    revisados a conciencia cada vez que as lo hicieran. Velie hizo

    una seal con el pulgar a la mujer polica y a Flint - joven

    musculoso y nervudo - y encabez el grupo fuera del cuarto,

    apostndose en el saloncillo de recepcin, en donde se ubic,

    con aire sombro, junto a la puerta frontal. Mrs. Morsearticul un chillido medroso, al echar a andar,

    trabajosamente, detrs del polica. Velie orden revisarla de

    nuevo; al reverendo Elder esboz una dbil sonrisa, pero

    examin personalmente al aterrorizado sacristn Honeywell.

    En el nterin, Flint revisaba de nuevo a Sturgess, a sus dos

    ayudantes y al fastidiado Naci Suiza.Como todas las veces anteriores, la revisin fue

    infructuosa.

    Luego de ausentarse los extraos a la casa, Velie

    regres a la biblioteca, apostando a Flint enfrente de la

    mansin, desde donde poda vigilar la puerta principal y la de

    los stanos.

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    Johnson fue despachado a ocupar su puesto ante la

    puertecilla de los fondos, abierta al final de una serie de

    peldaos de madera conducentes al pasaje interior; en tantoque Cohalan vigilaba la entrada correspondiente a los fondos

    de los stanos.

    Pepper engolfbase en grave conversacin con Joan.

    Cheney se acariciaba sus revueltos cabellos y haca muecas a

    espaldas de Pepper. Velie llam por seas a Woodruff.

    4.

    Edmund Crewe asemejbase tanto a la clsica

    caricatura del profesor olvidadizo, que Joan Brett reprimi

    con no poca dificultad sus deseos de rersele en plena cara.

    Mr. Crewe, felizmente, comenz a hablar, y el impulso muri

    antes de exteriorizarse:

    - Propietario de la casa? - su voz resonaba como un

    chispazo, pungente y restallante.

    - Es el finadito - respondi, bajo, Velie.

    - Tal vez yo pueda serles de ayuda - terci Joan.

    - Qu antigedad tiene la casa?

    - Francamente, yo... no lo s...

    - Hgase a un lado, entonces. Quin lo sabe?

    Mrs. Sloane sonse delicadamente las narices en un

    pauelo diminuto:

    - No cuenta menos de ochenta aos de antigedad,

    caballero - dijo.

    - Fue refeccionada - indic vidamente Alan -. S...

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    refeccionada!... Y muchas veces. To me lo dijo.

    - Poco preciso - Crewe pareca fastidiado -. Dnde

    estn los planos?Todos se miraron con aire de duda.

    - Bueno, amigos - refunfu -. Quin sabe algo sobre

    el particular?

    Al parecer, nadie saba palabra al respecto. Esto es,

    hasta que Joan, frunciendo sus labios perfectos, murmur:

    - Aguarden ustedes un instante! Mr. Crewe, se refiereusted a heliografas y otras cosas anlogas?

    - Vamos, vamos, jovencita! Dnde estn esos planos?

    Vivo!

    - Creo que... - musit Joan, dubitativamente, y luego se

    dirigi hacia el escritorio del difunto, en donde comenz a

    rebuscar en un cajn rebosante de papeluchos amarillentospor el tiempo. A poco, entresac un trozo de papel

    blanqusimo, con un conjunto de heliografas, dobladas,

    sujetas al mismo -. Es esto lo que usted buscaba, Mr.

    Crewe?

    El perito le arranc las hojas de la mano, avanz

    majestuosamente hasta el escritorio y acto seguido procedi asepultar su narizota puntiaguda en los planos. De vez en

    cuando asenta. De sbito, sin decir palabra a los

    circunstantes, abandon de prisa el cuarto, con los planos en

    la mano.

    Los actores del drama volvieron a quedarse como

    esfinges.

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    - Es preciso que usted sepa algo importante, Pepper -

    Velie llev aparte a Pepper y luego asi el brazo de Woodruff

    con una gentileza que casi le arranc un alarido de dolor -.Esccheme, Mr. Woodruff: el testamento fue hurtado con

    algn propsito deliberado... Eso cae de su peso!... Dijo

    usted antes que se trataba de un testamento nuevo... Bueno,

    quin sale perdiendo con esta desaparicin?

    - Francamente...

    - Por lo dems - indic Pepper, meditabundo -, no creoque el caso, fuera de su carcter delictuoso, sea muy serio.

    Siempre podramos establecer la intencin del testamento

    recurriendo a la copia del documento que, a no dudarlo, obra

    en su poder, Mr. Woodruff.

    - Que me cuelguen si no est usted equivocado de

    medio a medio! - resopl el abogado -. Escchenme,caballeros! - se acerc an ms a los policas, mirando en

    torno con suspicacia -. Es imposible establecer ahora las

    intenciones del viejo! Eso es lo curioso y trgico del asunto...

    El antiguo testamento de Khalkis fue vlido hasta la maana

    del viernes ltimo. Las disposiciones testamentarias eran

    sencillas: Gilbert Sloane heredara las Galeras Khalkis, queincluyen por igual, las exposiciones correspondientes a piezas

    de arte y curiosidades, y su galera artstica particular.

    Insertbanse, asimismo, dos legados de dinero: uno para

    Cheney, sobrino del viejo, y otro para su primo Demmy, que

    es ese rstico medio idiota que ven all... La mansin y sus

    efectos personales pasaran a poder de su hermana, Mrs.

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    Sloane. Adems, figuraban las mandas usuales: dinero en

    efectivo para Mrs. Simms y Weekes, a varios empleados, una

    exposicin detallada de los objetos a donarse a museos ygaleras, y otras disposiciones similares.

    - Quin fue designado albacea ejecutor? - pregunt

    Pepper.

    - James J. Knox.

    Pepper silb y Velie hizo cara larga:

    - Se refiere usted a Knox, el multimillonario? Elchiflado por los objetos artsticos?

    - El mismo, caballeros. Era el mejor cliente de Khalkis,

    y casi podramos calificarlo de amigo, considerando que

    Khalkis le design albacea de sus bienes.

    - Vaya un amigo! - gru Velie -. Por qu no

    concurri hoy a los funerales?- Mi querido sargento - murmur el abogado,

    desorbitado -, no lee usted, acaso, los diarios? Mr. Knox es

    todo un personaje! Notificado en seguida del fallecimiento de

    Khalkis aprestbase a asistir a las exequias cuando a ltimo

    momento le llamaron de Washington. De hecho, fue esta

    maana. Los peridicos informaron que fue una llamadapersonal del presidente, algo relacionado con las finanzas

    federales.

    - Cundo regresar? - interrog Velie, implacable.

    - Nadie parece saberlo, amigo mo.

    - Bueno, eso es poco importante - terci Pepper -. Bien,

    hblenos del nuevo testamento.

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    - El nuevo testamento, verdad? S, s - Woodruff les

    mir con aire taimado -. He aqu la parte enigmtica del

    caso! El jueves ltimo, hacia la medianoche, recib unallamada telefnica de Khalkis, quien me orden llevarle el

    viernes por la maana - es decir, al da siguiente - el borrador

    completo de un nuevo testamento. Ahora bien, emppense

    ustedes de este punto, caballeros: el nuevo testamento deba

    ser un duplicado exacto del anterior, excepcin hecha de un

    cambio importante: la omisin del nombre de Gilbert Sloanecomo futuro beneficiario de las Galeras Khalkis. El espacio

    correspondiente en el documento deba quedar en blanco a

    los efectos de consignar en l un NUEVO NOMBRE...

    - Sloane, eh? - Pepper y Velie estudiaban

    solapadamente al abogado -. Siga usted, Mr. Woodruff.

    - Bien; orden la redaccin del nuevo testamento en lasprimeras horas de la maana del viernes y me dirig a esta

    casa con l considerablemente antes del medioda. Encontr

    solo a Khalkis. Siempre fue un tipo curioso de manaco - fro,

    duro y terminante - pero esa maana pareca turbado por

    algo... De todos modos, me dio a entender con claridad que

    nadie - ni siquiera yo, caballeros - deba conocer el nombredel nuevo beneficiario de sus Galeras. Puse el documento

    delante de l de modo que pudiera llenar el blanco con

    comodidad - lleg a obligarme a cruzar la habitacin, bien

    lejos de su lecho! - y luego garabate un nombre, segn

    presumo, en el espacio aludido. l mismo le pas el papel

    secante, dobl aprisa la hoja, orden que Miss Brett, Weekes

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    y Mrs. Simms atestiguaran la suscripcin, ech la firma, sell

    el testamento con ayuda ma, y seguidamente lo guard en la

    cajita de acero depositada en su caja fuerte, cerrando ambasl mismo con sus propias manos. Y ah tienen ustedes,

    caballeros, el motivo por el cual nadie, salvo Khalkis, conoca

    el nombre del nuevo beneficiario de sus famosas Galeras.

    Ambos policas rumiaron el asunto largamente.

    - Quines conocan las disposiciones testamentarias?

    - inquiri luego Pepper.- Todos. En la casa se rumoreaba mucho... El propio

    Khalkis no hizo ningn secreto al respecto. En cuanto al

    nuevo testamento, el viejo no hizo hincapi con respecto a la

    necesidad de no divulgar el hecho de que acababa de

    suscribir un nuevo documento, y no vea motivo alguno para

    callarme. Naturalmente, los tres testigos aludidos lo sabantodo, y supongo que propagaron el secreto a los cuatro

    vientos.

    - Sloane lo saba? - pregunt speramente Velie.

    - Claro que s, caballero! - afirm Woodruff -. De

    hecho, esta maana telefone a mis oficinas, interrogndome

    acerca de si el cambio le afectaba en alguna forma. Bueno, leinform de que alguien ocupaba ahora su lugar y que nadie,

    salvo el propio Khalkis, conoca su identidad, y l...

    Los ojos de Pepper echaron chispas.

    - Al demonio, amigo, usted no tena el derecho de

    hacerlo! - gru.

    - Bueno, vea usted, Pepper, yo... - musit dbilmente

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    Woodruff -. Acaso no deb... En fin, confieso que imaginaba

    que Mrs. Sloane sera la nueva beneficiara del testamento y

    que, en ese caso, Sloane se adueara de las Galeras porintermedio de su esposa, con lo cual no perderamos nada

    que...

    - Vamos, vamos, amigo! - refunfu Pepper, con

    desdeoso tonillo en su voz -. sa fue una evidente

    traicioncilla a su cliente, Woodruff. Muy mal hecho! En fin,

    es intil lamentarse sobre la leche derramada. Bien, cuandousted examin el nuevo testamento cinco minutos antes de

    las exequias, averigu el apellido del nuevo beneficiario?

    - No... No abrigaba la intencin de abrir el testamento

    hasta despus de las ceremonias fnebres.

    - Est usted seguro que era el documento autntico?

    - Positivamente seguro!- Ese testamento consignaba una clusula

    revocatoria?

    - Si.

    - Qu es eso? - mascull Velie, suspicaz -. Qu

    significa eso?

    - Lo bastante para darnos una fuerte jaqueca -respondi Pepper -. La inclusin de una clusula revocatoria

    en un nuevo testamento entraa el propsito de establecer la

    intencin del testador en el sentido de revocar todos los

    anteriores testamentos. Y eso comporta el hecho de que el

    viejo testamento, vlido hasta la maana del viernes ltimo,

    carece por completo de valor legal, ya sea que se encuentre o

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    no el nuevo testamento. Y si no lo encontrramos y no

    podemos establecer la identidad del nuevo beneficiario de las

    Galeras Khalkis, ste ser considerado como fallecidointestado. Un lo enorme, caballeros!

    - Y eso implica - agreg Woodruff, sombramente - que

    los bienes de Khalkis sern divididos de acuerdo a los

    derechos respectivos de cada uno de los herederos legales.

    - S, comprendo - mascull Velie -. Ese Sloane recibir

    su tajadita, ocurra lo que ocurra, mientras no seadescubierto el nuevo testamento. El pariente ms prximo de

    Khalkis es su hermana, Mrs. Sloane, segn creo... Bravo!...

    Un buen golpe!

    Crewe, quien se haba paseado por la biblioteca como

    un len enjaulado, arroj las heliografas sobre la mesa del

    escritorio, y se aproxim al grupo.- Y bien, Edmund? - pregunt Velie -. Cmo le fue?

    - No hall nada. Ni paneles mviles, ni cuartos

    secretos. No existen espacios entre los muros. Los cielos

    rasos y pisos son slidos... como los construan en los

    buenos tiempos!

    - Demontres! - gru Pepper.- No, seor - asever el perito -. Si el documento no se

    encuentra encima de ninguna de las personas de la casa,

    cranme cuando les aseguro que no se halla en punto alguno

    del edificio.

    - Pero eso es imposible! - tron exasperado, Pepper.

    - Bueno, pues es as, jovencito -. Crewe sali a trancos

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    de la habitacin y a poco oyeron el portazo dado por la puerta

    de calle.

    Los tres hombres no articularon palabra. Velie, sinexplicarles nada, sali atropelladamente del estudio,

    regresando minutos ms tarde ms cejijunto y carilargo que

    nunca.

    - Pepper - mascull rabiosamente -. Me rindo!

    Renuncio! Inspeccion el cementerio y el pasaje. Nada!

    Seguro que lo destruyeron... Qu les parece?- No s; tengo una idea - respondi Pepper - pero eso es

    todo. Primero debo discutirla con el jefe.

    Velie sepult sus puos en los bolsillos, estudiando el

    campo de batalla.

    - Bueno - refunfu -, considrenme hombre liquidado.

    Escchenme, amigos: Cuando salga de esta casa, proceder aclausurar esta habitacin y las dos contiguas. Entienden?

    Nadie debe entrar aqu dentro! Tampoco nadie debe tocar

    nada del cuarto de Khalkis, o de Demetrios... es preciso

    dejarlo todo exactamente como est ahora! Y algo ms aun:

    Entren y salgan de la casa, si les parece, pero como todas las

    veces sern revisados minuciosamente, les recomiendoabstenerse de jugarretas. Eso es todo.

    - Con su permiso, caballero...

    Alguien habl con voz cavernosa. Velie volvise con

    lentitud. El doctor Wardes avanzaba hacia l; tratbase de un

    hombre de mediana estatura, barbudo como los antiguos

    profetas, pero con un fsico casi simiesco. Sus brillantsimos

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    ojos castaos, colocados muy juntos, contemplaban casi con

    burla al adusto sargento.

    - Qu quiere usted? - mascull Velie, esparrancadosobre la alfombra. El mdico sonri:

    - Sus rdenes no involucran grandes inconvenientes

    para los residentes habituales de la casa, pero a m s que me

    afectarn harto desagradablemente. No s si sabe usted que

    slo soy uno de los huspedes de Khalkis, sargento, y... Es

    indispensable que goce indefinidamente de la hospitalidad deesta tristsima mansin, amigo mo?

    - Oiga! Despus de todo, quin es usted? - Velie dio

    un paso adelante.

    - Mi nombre es Wardes, y soy ciudadano britnico -

    replic el barbudo, parpadeando -. Soy mdico... especialista

    en ojos... Desde hace algunas semanas tena en observacina Mr. Khalkis.

    Velie gru. Pepper se le acerc y susurr algo en su

    odo. El sargento asinti y Pepper dijo:

    - Naturalmente, doctor Wardes, nosotros no queremos

    causar molestias a ninguno de los huspedes de la casa. Es

    usted libre en absoluto de marcharse de ella cuando guste.Desde luego - agreg, sonriente -, no objetar usted una

    ltima formalidad, verdad que no? Algo as como una

    revisin concienzuda de su persona y equipajes cuando

    abandone la casa?

    - Objetar? Ciertamente que no, seor! - el facultativo

    jugueteaba con su larga barba castaa -. Por otra parte...

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    - Oh, qudese usted, doctor! - chill Mrs. Sloane -. No

    nos abandone en este trgico momento! Se port usted tan

    bien con...- S, doctor... no se marche! - La nueva voz proceda de

    una hermosa mujer, de turgente pecho, y de ojos y cabellos

    negros.

    El galeno se inclin y murmur algo inaudible, y Velie

    pregunt aprisa:

    - Quin es usted, madame?- Mrs. Vreeland. Vivo aqu. Mi esposo es... era

    representante viajero del Mr. Khalkis.

    - No la comprendo, seora. Representante viajero?

    Cmo se entiende eso? Y dnde est su esposo?

    La mujer enrojeci violentamente:

    - No me gusta su tono, caballero! No le reconozconingn derecho de interpelarme en ese tonillo irrespetuoso!

    - Trague saliva, hermana, conteste rpido a mi

    pregunta - los ojos de Velie se volvieron fros como el hielo.

    El arranque de clera de la mujer naufrag al punto:

    - Se encuentra... en algn lugar del Canad... en un

    viaje de "exploracin".- Bien, tratamos de localizarle - terci Sloane,

    inesperadamente. Sus aceitados cabellos negros, su bigotillo

    recortado, sus ojos aguados, bolsudos, le daban un aspecto

    extrao de individuo disipado -. S, tratamos de localizarle...

    La ltima vez que supimos de l andaba a la pesca de

    algunos viejos tapices de gran valor para la casa Khalkis.

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    Operaba teniendo como base a Qubec. Aun no recibimos

    noticias de l, aunque le enviamos un mensaje al hotel en

    que parara por ltima vez. Tal vez se entere de la muerte deGeorg por los diarios.

    - Y quiz no - respondi Velie con aspereza -. Okay!

    Se queda usted, doctor Wardes?

    - S... puesto que me lo solicitan... Ser un placer para

    m - el mdico retrocedi unos pasos, ingenindose para

    acercarse lo ms posible a la imponente figura de Mrs.Vreeland.

    El sargento le mir obscuramente y haciendo seas a

    Pepper, abandon con ste el saln. Woodruff les sigui

    pisndoles los talones. Todos los circunstantes abandonaron

    atropelladamente la biblioteca y Pepper cerr la puerta tras s

    con infinito cuidado.- Qu demontres le ocurre ahora? - inquiri Velie a

    Woodruff.

    - Vean ustedes - replic el abogado en tono spero -.

    Pepper se crey autorizado antes a acusarme de cierto error

    de juicio. Bien, no abrigo la intencin de correr ningn albur,

    sargento: deseo que usted mismo me revise de los pies a lacabeza... Usted mismo!... Recuerde que ah dentro no

    inspeccionaron mis ropas y...

    - Vamos, vamos, no lo tome usted a la tremenda, Mr.

    Woodruff! indic Pepper, suavemente -. De fijo que no...

    - Creo que es una bonsima idea - terci Velie con

    acritud. Sin andarse con chiquitas, palp, hurg y pellizc al

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    abogado quien, a juzgar por su expresin, no esperaba

    aquello ni por pienso. Velie revis con cuidado todos los

    papeles encontrados en los bolsillos de Woodruff. Al fin, dejen paz a su vctima -. Limpio como la nieve, Woodruff.

    Andando, Pepper!

    En la calle encontraron a Flint, el joven y membrudo

    pesquisa, lidiando con el chasqueado grupo de periodistas,

    un puado de los cuales aferrbase tenazmente a las verjas.

    Velie prometi enviar refuerzos al sudoroso mocetn, aligual que Johnson, apostado en los fondos del palacio, y a la

    mujer polica, de guardia en el interior. Acto seguido atraves,

    con gesto hosco, los portones de hierro. Semejantes a un

    enjambre de avispas, los reporteros zumbaron en torno a los

    dos policas:

    - Qu pasa, sargento?- Cul es el lo del da?

    - chenos unas migajitas, hombre!

    - Vamos, Velie, no sea testarudo!

    - Cunto le dieron para hacerse el mudo?

    Velie arranc de sus hombros las manos de los

    moscardones, y en compaa de Pepper refugise en elautomvil policial que aguardaba en el cordn de la acera.

    - Qu demontres dir ahora al inspector? - gimi Velie,

    mientras el coche rodaba por el asfalto -. De fijo que me

    desuella vivo!

    - Qu inspector?

    - Richard Queen - el sargento fij su mirada

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    malhumorada en la rojiza nuca del chfer -. Bueno, hicimos

    cuanto pudimos. Y dejamos la casa de Khalkis poco menos

    que en estado de sitio. Y enviar a uno de los muchachospara que inspeccione la caja fuerte en busca de impresiones

    papilares.

    - Bah! Menguado ser el provecho que sacaremos de

    eso! - la vivacidad de Pepper habase disipado -. El

    procurador del distrito me pondr tambin de vuelta y

    media... Hum!... Ser mejor que no me aleje mucho de lacasa de Khalkis. Maana volver a caer por all para ver qu

    novedades hay... Y si esos imbciles encerrados en la casa

    pretenden armar alboroto contra nuestras medidas...

    - Uff! Tonteras! - refunfu el sargento.

    5.El jueves siete de octubre por la maana, el procurador

    del distrito, Mr. Sampson, convoc a muchas personalidades

    a un verdadero consejo de guerra. Ese da Ellery Queen fue

    formalmente presentado al complejo enigma que

    oportunamente lleg a conocerse bajo el nombre de: "Caso

    Khalkis". En aquel tiempo, Ellery era ms joven y ms gallito

    que ahora, y dado que sus relaciones con la polica de Nueva

    York no se encontraban entonces tan firmemente cimentadas

    como al presente, se le consideraba aun como un intruso, un

    entremetido, pese a su privilegiada condicin de hijo del

    inspector Queen. Por supuesto, sospechamos que el bueno

    del inspector Queen abrigaba sus dudas con respecto a la

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    supuesta habilidad de Ellery para combinar la razn pura

    con la criminologa prctica. Los pocos casos en que Ellery

    aplicara sus facultades de deduccin, aun en lentaformacin, establecieron, empero, un antecedente que

    explicaba su fra determinacin de integrar el gran consejo

    cuando Sampson tocara a somatn.

    La verdad desnuda es que Ellery Queen no saba

    palabra del fallecimiento de Georg Khalkis, y muchsimo

    menos acerca del testamento hurtado. Por ende, fastidigrandemente a Sampson formulndole preguntas cuya

    respuesta conocan todos los presentes, salvo el propio Ellery.

    Sampson se mostr irritado. El mismo inspector pareca

    molesto y Ellery termin por hundirse en uno de los mejores

    sillones del procurador estatal, traicionando ligero bochorno y

    fastidio.Todos estaban solemnes. Sampson, casi en los

    comienzos de su carrera de fiscal, era un individuo delgado,

    en la flor de la edad; sus ojos eran vivaces y traslucan no

    poco azoramiento ante aquel problema exasperante, que tan

    ridculo pareca hasta que se le examinaba de cerca. Pepper,

    integrante del cuerpo de colaboradores de Sampson, eramucho ms ducho en cuestiones criminolgicas; su cuerpo

    macizo y saludable todo entero reflejaba desesperacin. El

    viejo Cronin, primer ayudante del fiscal Sampson, era mucho

    ms ducho en cuestiones criminolgicas que sus dos colegas;

    veterano de la oficina, posea cabellos rojos y maneras

    nerviosas, y era elstico como un potrillo y sabio como un

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    viejo rosillo. El inspector Richard Queen, ms parecido a un

    pjaro que nunca, mostraba en el grupo su cara afilada y

    blancuzca, sus cabellos espesos y canosos y sus pobladosmostachos; anciano esbelto y menudo, posea un gusto

    extravagante en cuanto a corbatas, la elasticidad potencial de

    un sabueso y un vasto conocimiento en criminologa

    ortodoxa. Jugueteaba con exasperacin con su venerable

    tabaquera de rap.

    Y por fin, estaba el propio Ellery Queen... Ellery eltravieso castigado. Cuando haca hincapi en algo, esgrima

    sus centelleantes lentes. Cuando sonrea, sonrea de oreja a

    oreja, distorsionando un rostro agraciado, de largas y

    delicadas facciones y ojos grandes y lmpidos de pensador. En

    ese instante observaba con atencin al fiscal Sampson, y el

    fiscal Sampson se senta pronunciadamente incmodo.- Bien, caballeros, tropezamos de nuevo con la

    cantinela de siempre - murmur Sampson -. Multitud de

    pistas, pero sin meta a la vista. Pepper, descubri usted algo

    capaz de dejarnos boquiabiertos?

    - Ni el ms mnimo indicio de importancia - replic,

    aplastado, Pepper -. Desde luego, ech mano de ese individuoSloane en la primera oportunidad que le encontr solo...

    Recuerden ustedes que l es el nico perdedor en el nuevo

    testamento Khalkis. Bueno, Sloane se cerr en sus negativas

    como una ostra... negndose de plano a formular

    declaraciones... Qu poda haber hecho yo? Carecemos de

    pruebas!...

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    - Siempre existen formas de... - musit, vagamente, el

    inspector.

    - Necedades, viejo! - replic, acremente, el fiscal -.Contra l no poseemos ni brizna de evidencia... No es posible

    amedrentar a tipos como Sloane por simples sospechas,

    fundadas en el hecho terico de que tena motivos para

    hurtar el testamento en cuestin. Qu ms, Pepper?

    - Bueno, Velie y yo estbamos bien hundidos y as lo

    comprendimos. Carecamos de derecho legal para aislar lacasa del mundo, y Velie tuvo que retirar ayer a sus hombres.

    Como no estaba dispuesto a rendirme as como as, decid

    permanecer en la casa toda la noche, movido por cierto

    impulso extrao que... Bueno, no creo que valga un pito lo

    que yo...

    - Vio algo? - inquiri Cronin.- S... vi algo, pero... - musit, vacilante, Pepper -. Oh,

    no, no!... No creo que eso signifique mucho... Es una

    muchacha adorable... incapaz de...!

    - De quin demontres habla usted, Pepper? - gru

    Sampson.

    - De Miss Brett... Joan Brett - replic Pepper, conpalmaria repugnancia -. A la una de la madrugada de hoy la

    vi rondando por la biblioteca de Khalkis. Desde luego, no

    tendra que haber estado all, pues Velie les indic

    claramente que se mantuvieran apartados de esa habitacin.

    - Es la encantadora secretaria de nuestro misterioso

    difunto, verdad que s? - pregunt lnguidamente Ellery.

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    - S, s - Pepper pareca con la lengua trabada -. Bueno,

    la chica anduvo curioseando un rato dentro de la caja

    fuerte...- Hum! articul el inspector.

    - ...pero barrunto que no descubri nada, pues se

    qued quieta unos instantes en el centro de la habitacin y

    luego de dar una patada en el piso, como con ira, se march

    de all.

    - No la interrog? - mascull el fiscal.- No, Mr. Sampson. Vea usted, no creo que haya en eso

    nada vidrioso y...

    - Conviene que domine esa tendencia a dejarse

    embaucar por caas bonitas - bram el fiscal, martilleando

    cada palabra con un balanceo de su ndice -. Vaya si la

    vamos a interrogar... y vaya si tendr que aguantarse elchubasco, amigo mo!

    Pepper balbuce algo, enrojeci hasta las orejas, y al

    final decidi callarse.

    - Algo ms?

    - Nada ms que lo rutinario. Cohalan contina de

    servicio en casa de Khalkis, al igual que la mujer polica deVelie. Ambos siguen revisando a los que salen de la casa.

    Cohalan tom nota de los visitantes - agreg Pepper,

    hurgando en su bolsillo interior y extrayendo, al fin, un

    mugriento trozo de papel profusamente garabateado con lpiz

    - que se apersonaron al lugar a partir del martes ltimo. La

    lista es completa hasta anoche.

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    Sampson arranc de su mano la lista y ley alto:

    - Reverendo Elder... Mrs. Morse - es la vieja chiflada,

    no? - James J. Knox - de regreso, eh? - Clintock, Eillers,Jackson, periodistas... Y quines son estos individuos,

    Pepper? Robert Petrie y una tal Mrs. Duke?

    - Dos opulentos clientes del difunto. Vinieron a

    presentar su psame a los deudos.

    Sampson apretuj el papel con aire ausente:

    - Bueno, Pepper, cuando recibimos la llamadatelefnica de Woodruff, usted solicit la investigacin del caso

    y yo le brind la oportunidad de lucirse, pero... No deseo

    ahora machacar sobre el asunto, mas tendr que eliminarle

    de l si se deja otra vez embaucar por los indudables

    encantos de Miss Brett, olvidando la voz del deber... Bueno,

    basta por el momento. Cmo plantea usted el caso, Pepper?Concibi alguna idea?

    - No quisiera... - Pepper trag saliva -. Bueno, s, tengo

    una idea, jefe. Apriorsticamente, los hechos conforman un

    asunto imposible. El testamento tendra que estar en casa...

    y no lo est! Demontres! - asest palmadas en el escritorio

    del fiscal -. Existe un solo hecho que torna imposible a todoslos dems. Y es que Woodruff vio el testamento en la caja

    fuerte cinco minutos antes de las exequias. Bueno,

    caballeros, slo contamos con su palabra al respecto. Creo

    que entendern lo que quiero insinuarles.

    - En concreto - respondi Sampson, meditabundo - que

    Woodruff menta al afirmar haber visto ese documento en

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    dicho instante. En otras palabras, qu el testamento podra

    haber sido hurtado mucho antes de ese perodo de cinco

    minutos, y que el autor de esa fechora dispuso de l enmomentos en que sus movimientos estaban sin fiscalizar?

    - Usted lo ha dicho, Mr. Sampson. Escuche: es preciso

    obrar con lgica, verdad? El testamento no podra

    desaparecer en el aire, no?

    - Cmo podramos saber que el testamento no fue

    escamoteado durante ese lapso de cinco minutos? - objetSampson -. Cmo asegurarnos que no lo quemaron, o lo

    desmenuzaron o algo por el estilo?

    - Amigo Sampson - terci suavemente Ellery -, no es

    fcil quemar o desmenuzar una cajita de acero, no?

    - Es cierto - murmur el fiscal -. Dnde diablos se

    encuentra esa cajita?- Eso es lo que digo! - tron Pepper, triunfal -.

    Woodruff miente descaradamente! El testamento y la cajita

    de acero jams estuvieron en la caja fuerte en el momento en

    que nos lo asever Woodruff!

    - Cielos! - estall el inspector -. Por qu? Por qu

    mentira ese hombre?Pepper se encogi de hombros.

    - Caballeros - puntualiz con burla Ellery -, ninguno de

    ustedes analiza el problema en forma apropiada. El caso

    Khalkis requiere, como ninguno, un anlisis profundo, en el

    cual es menester tomar en consideracin todas y cada una de

    las posibilidades emergentes.

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    - Supongo que usted lo habr analizado

    concienzudamente, joven, verdad? - refunfu celosamente

    el fiscal.- Ejem!... S, s... Desde luego!... Y mi anlisis nos

    aboca a una posibilidad interesante... interesantsima, por

    mejor decir... Recapitulemos los hechos hasta el presente -

    indic Ellery, acadmicamente -. Concordarn conmigo en

    que existen dos posibilidades suplementarias: 1), el

    testamento no existe en este momento, y 2), el testamentoexiste en este momento.

    "Consideremos la primera posibilidad. Si el nuevo

    testamento no existe, ello significa que Woodruff minti

    asegurndonos haberlo visto en la caja fuerte cinco minutos

    antes del entierro, lo cual implica que el documento en

    cuestin ya haba sido destruido por persona o personasdesconocidas. O bien Woodruff dijo la verdad: entonces el

    testamento fue hurtado despus que lo vio, durante ese

    perodo de cinco minutos, y el escamoteador lo destruy. En

    este ltimo caso, el ladrn podra haber quemado o

    desmenuzado el testamento, eliminando las partculas por

    medio del lavabo del cuarto de bao, por ejemplo; sinembargo, como puntualizara poco antes, el hecho de que la

    cajita de acero no apareciera destaca la improbabilidad de

    esta teora. No fueron encontrados vestigios de la cajita de

    acero. En tal caso, dnde se encuentra? Es de presumir que

    fue llevada fuera de la casa de Khalkis. Y si la cajita de acero

    no apareciera destaca la improbabilidad que el testamento

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    tambin fue retirado de la casa, y no destruido. Con todo,

    aseveran ustedes que, dadas las circunstancias, si Woodruff

    deca la verdad, la cajita de acero no podra haber sidoescamoteada fuera de la mansin del difunto. Llegamos,

    pues, a un impasse en nuestra primera posibilidad. En

    cualquier caso, si es cierto que el documento fue destruido,

    no nos queda paso por dar ni...

    - Y a eso llama usted ayuda, cooperacin? - refunfu

    Sampson, volvindose hacia el inspector -. Demontres,jovencito! - tron en pleno rostro de Ellery -. Todo eso lo

    sabemos al dedillo. A qu viene tanta palabrera?

    - Querido pap - respondi Ellery lgubremente,

    volvindose a su padre -, cmo permites que este hombrn

    malo insulte a tu hijito? Oiga, Sampson! Se anticipa usted a

    mis argumentaciones, y eso atenta contra la lgica.Desechada la teora destructiva, caballeros, encararemos el

    anlisis de la otra hiptesis, vale decir, la de la existencia real

    del testamento en este momento. Prstenme atencin,

    caballeros! Todos los que abandonaron la casa para

    acompaar los restos de Khalkis al cementerio, regresaron

    juntos a la casa. Slo dos individuos permanecieron en ella;uno de ellos es Weekes, el mayordomo, quien dormitaba en el

    estudio mientras los dems estaban ausentes. Nadie penetr

    en la casa durante las exequias! Y en momento alguno se

    produjeron contactos entre los concurrentes al entierro y

    gentes extraas a la casa.

    "De modo, pues, que el documento no fue encontrado

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    en la casa de Khalkis, ni entre las ropas de ninguno de los

    circunstantes, ni en la plazoleta interior, ni en el propio

    cementerio. Caballeros, suplico, ruego, imploro a cada uno deustedes - concluy Ellery, con destello maligno en sus

    pupilas - que me permitan formularles una pregunta

    esclarecedora: qu fue la nica cosa que sali de la casa

    durante el entierro, la nica que no retorn y que nunca fue

    inspeccionada desde que se descubri la desaparicin del

    testamento?- Necedades! - mascull Sampson -. Todo fue

    revisado... Y que me cuelguen si no fue a fondo! No creo que

    lo ignore, mi sabio amigo...

    - Desde luego, hijo! - terci el inspector con suavidad

    paternal -. Nada se dej olvidado... O no comprendiste bien

    este punto cuando te fueron informados los detalles del caso?- Oh, mi pobre alma quejicosa! - gimote Ellery -.

    "Nadie es tan ciego como los que no quieren ver..." S, nada

    qued olvidado, descartado, mi adorado progenitor agreg

    luego -, nada... salvo el mismo atad, con el cadver de

    Khalkis adentro!

    El inspector parpade. Pepper carraspe. Cronin soltuna risotada extraa, mientras Sampson se pegaba una

    sonora palmada en la frente. Ellery sonrea con triunfal

    desvergenza.

    - Eso fue agudo! - Pepper reaccion el primero,

    brindando amplia sonrisa al pichn de detective -. Eso fue

    agudo, Mr. Queen!

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    - Yo, Queen... - el fiscal tosi, perturbado, en su

    pauelo -. Bueno, retiro lo dicho. Contine usted, jovencito! -

    Bien, caballeros - prosigui Ellery -, es una verdaderasatisfaccin dirigir la palabra a tan comprensivo auditorio. El

    punto en cuestin es seductor. En la excitacin resultante de

    los precipitados preparativos de ltimo momento, nada ms

    sencillo para el ladrn que abrir la caja fuerte, extraer la

    cajita de acero con el testamento adentro y, aprovechando

    una oportunidad propicia, deslizar cajita y testamento dentrode los pliegues de la mortaja del amigo Khalkis.

    - Es innegable - murmur el inspector Queen - que

    ocultar ese documento en el atad de Khalkis hubiera sido

    tan efectivo como destruirlo.

    - Precisamente, pap. Para qu destruir el testamento

    si ocultndolo en el atad de Khalkis el aprovechado ladrnlograba el mismo propsito? En verdad, no tena razn

    alguna para creer, dado que Khalkis haba fallecido de

    muerte natural, que el atad sera reabierto antes del Juicio

    Final, caballeros... Ergo, el documento es eliminado del

    mundo de los mortales con la misma seguridad que si

    hubiera sido quemado y arrojadas sus cenizas por undesage.

    "Por aadidura, cabe una justificacin psicolgica de

    esta teora audaz. Woodruff posea la nica llave de la cajita

    de acero. El ladrn, por lo tanto, no poda abrir o fracturar la

    cerradura en el breve lapso de cinco minutos. Tampoco poda

    cargar con la cajita de acero y andar pasendose con ella tan

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    tranquilo. Alors, messieurs, cajita y testamento se

    encuentran, probablemente, en el cajn fnebre de Khalkis.

    Si la informacin es de su agrado, caballeros, squenle elmayor jugo posible. He dicho.

    - Una exhumacin inmediata me parece perfectamente

    procedente - dijo el inspector, ponindose de pie.

    - Es lo ms atinado. - Sampson tosi de nuevo y mir

    al polica -. Como puntualizara Ellery, no es del todo seguro

    que el testamento se encuentre all dentro. Tal vez Woodruffminti... Con todo, es preciso reabrir el atad para

    asegurarnos. Qu opina usted, Pepper?

    - Opino - Pepper sonri - que el brillante anlisis de Mr.

    Ellery Queen dio justo en el clavo.

    - Est bien! Disponga la exhumacin para maana por

    la maana.- Quiz se nos presenten inconvenientes para obtener

    esa orden, jefe - Pepper pareca turbado -. Despus de todo,

    no se trata de un desenterramiento basado en sospechas de

    homicidio. Cmo nos justificaremos ante el juez?...

    - Valo a Bradley. Suele ser muy liberal en estas

    espinosas cuestiones. Luego le hablar yo mismo. No habrdificultades, Pepper. Andando! - Sampson tom el telfono y

    disco el nmero de la casa de los Khalkis -. Cohalan?...

    Habla Sampson... Imparte instrucciones a cada uno de los de

    la casa en el sentido de que concurran maana por la

    maana a un acto interesante... S, diles que exhumaremos el

    cuerpo de Khalkis... Exhumar, idiota!... Cmo?... Quin?...

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    Ah!... Bueno, comuncame con l... - una pausa breve -.

    Hola!... Mr. Knox? Habla el fiscal Sampson... S, una pena...

    una verdadera lstima!... Bueno, ocurre que algo sali arelucir en el caso y es necesario proceder a la exhumacin del

    cadver... Oh, es absolutamente preciso, seor!... Qu?...

    Naturalmente que lo sentimos muchsimo, Mr. Knox, pero...

    a la fuerza ahorcan!... No se preocupe... correremos nosotros

    con el caso...

    Colg suavemente, diciendo:- Qu situacin! Knox fue designado ejecutor de un

    impresentable testamento, y si ste no es hallado y no

    podemos establecer la identidad del nuevo beneficiario de las

    Galeras Khalkis, no habr ejecutor testamentario. Bueno,

    Knox parece muy ansioso al respecto. Haremos que le

    nombren administrador de los bienes Khalkis si el documentoen cuestin no es hallado maana en el atad. Dijo que

    permanecera all todo el da. Gran bondad la suya tomarse

    tanto inters en el caso!

    - Asistir al desentierro? - pregunt Ellery -. Siempre

    rabi por conocer multimillonarios.

    - Dice que no... Parece que tiene que ausentarse de laciudad en las primeras horas de la madrugada de maana.

    - Otra ambicin infantil destrozada - murmur

    lgubremente Ellery.

    6.

    De modo, pues, que el viernes 8 de octubre Mr. Ellery

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    Queen fue presentado a los involuntarios actores del drama

    Khalkis en el propio escenario de la tragedia.

    El grupo reunise en la sala de la mansin el viernespor la maana; y mientras aguardaban el arribo del ayudante

    de Sampson, Mr. Pepper, y del inspector Queen, Ellery trab

    conversacin con una muchachita alta y sonrosada, inglesa

    por ms seas y de modales encantadores.

    - Es usted la famosa Miss Joan Brett, verdad?

    - Seor - respondi ella, con severidad -, cuenta ustedcon esa ventaja sobre m dobl sus manecitas blancas sobre

    el regazo y luego mir de soslayo hacia la puerta, donde

    Woodruff y Velie conversaban con animacin -. Doy por

    seguro que usted es un poli, no?

    - Una msera sombra de polica, seorita. Apenas si soy

    Ellery Queen, insignificante astillita del ilustre inspectorQueen.

    - No creo que sea usted una sombra muy convincente,

    Mr. Queen.

    Ellery detall, con ojos harto masculinos, su altura, su

    anchura y su hermosura.

    - De todos modos - indic - sa es una acusacin quenunca le ser dirigida, Miss Brett.

    - Mr. Queen! - ella se irgui, sonriente -. Acaso se

    atreve a arrojar flores sobre mi silueta?

    - Espritu de Astart! - murmur Ellery, examinando el

    cuerpo de la chica con aire crtico -. A decir verdad, ni

    siquiera se lo haba notado.

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    Rieron al unsono del chiste de Ellery, y ella agreg:

    - Pues yo soy un espritu de gama diferente, Mr. Queen.

    Confieso que soy muy psquica.Y as fue cmo Ellery se enter, inesperadamente de la

    "tensin en el aire" reinante en la casa el da de los funerales.

    Vibraba tambin una nueva tensin cuando Ellery se excus

    ante la muchacha para acudir al encuentro de su padre y Mr.

    Pepper, mientras el joven Alan Cheney le miraba fijamente

    con expresin homicida.A la zaga de Pepper y del inspector lleg el detective

    Flint, arrastrando consigo a un hombrecillo, diminuto,

    anciano y rechoncho, que sudaba a mares.

    - Quien es se? - gru Velie, obstruyndole la

    entrada a la sala.

    - Asegura que su lugar est aqu - dijo Flint, apresandoel brazo gordezuelo del hombre -. Quin es usted, amigo?

    El recin llegado pareca pasmado. Pequeo, rechoncho

    y holands, tena cabellos undosos y blancos, y sonrosados

    cachetes de angelito. Buf con desconcierto, y la expresin de

    su fisonoma se torn ms medrosa