El Atahualpa ajedrecista

189
El Atahualpa ajedrecista: formación y usos de una imagen aparentemente verídica by Juan Morilla Romero, B. A. A Thesis In SPANISH Submitted to the Graduate Faculty of Texas Tech University in Partial Fulfillment of the Requirements for the Degree of MASTER OF ARTS Approved Sara Guengerich Chair of Committee Connie Scarborough John Beusterien Mark Sheridan Dean of the Graduate School May 2016

Transcript of El Atahualpa ajedrecista

Page 1: El Atahualpa ajedrecista

El Atahualpa ajedrecista: formación y usos de una imagen aparentemente verídica

by

Juan Morilla Romero, B. A.

A Thesis

In

SPANISH

Submitted to the Graduate Faculty

of Texas Tech University in

Partial Fulfillment of

the Requirements for

the Degree of

MASTER OF ARTS

Approved

Sara Guengerich

Chair of Committee

Connie Scarborough

John Beusterien

Mark Sheridan

Dean of the Graduate School

May 2016

Page 2: El Atahualpa ajedrecista

Copyright 2016, Juan Morilla Romero

Page 3: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

ii

AGRADECIMIENTOS

Fue hace unos dos años cuando vi por primera vez las palabras Atahualpa y

ajedrez en una misma frase. Rápidamente quedé atrapado por tan llamativa conexión, si

bien es cierto que en ese instante inicial no podía imaginar que esa historia iba a terminar

convirtiéndose en tan profundo objeto de estudio por mi parte. Aquel día que no sería

capaz de fijar en el calendario fue, en cambio, el kilómetro cero de una andadura

tremendamente enriquecedora que, ni mucho menos, ha llegado ya a su fin. Todavía

queda mucho camino por delante. Sin embargo, ahora que escribo estas líneas y que la

tesina está terminada y lista para ser enviada, no es momento de seguir mirando al frente

sino de echar la vista atrás y mostrar mi agradecimiento a todas las personas que, de una

u otra manera, me han acompañado y ayudado durante este proceso.

En primer lugar, me permito la licencia de escribir y dirigir este GRACIAS en

mayúsculas a los integrantes de mi comité, los profesores Sara Guengerich, Connie

Scarborough y John Beusterien. Les agradezco de todo corazón la dedicación y el

empeño que han puesto durante este tiempo para que, poco a poco, fuera encontrando

mi propia ruta hacia el Atahualpa ajedrecista. No puedo evitar tener unas palabras

especiales para Sara Guengerich, mi directora de tesina. Mi entusiasmo encontró el

complemento perfecto en sus inherentes ganas de ayudar. Jamás olvidaré su incesante

apoyo ni la manera en la que me guió y me hizo ver mucho más allá de lo que yo era

capaz de divisar. Todo un ejemplo.

También me gustaría recordar a todas las personas con las que contacté para

recabar información o hacerles alguna consulta relacionada con mi investigación. No

Page 4: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

iii

puedo más que decir muchas gracias por su tiempo y buena predisposición a Leontxo

García, José Antonio Garzón, Jimmy Entraigües, Antonio Gude, Natalia Matta-Jara,

Rafael Dumett, Dennis Siluk, Fernando Gómez Redondo, Joaquín Pérez de Arriaga,

Antón Busto, Carmen Martín Rubio, Fernando Iwasaki y Rodolfo Pérez Pimentel.

Espero no haberme dejado a nadie atrás. Cada detalle que me transmitieron, por pequeño

que fuera, se convirtió en una pieza indispensable para este gran puzle.

Cómo no, quisiera tener unas palabras hacia mi familia. A mis padres, Juan y

Mariché, y a mis hermanas, Mariché y Marta, les agradezco enormemente el aliento

constante que me brindan desde la distancia. No hay aire más puro.

Por último, y de manera simbólica, querría acordarme de todas y cada una de las

treinta y dos piezas que se dan cita sobre un tablero de ajedrez. Muchas gracias por los

buenos momentos vividos y, sobre todo, por ayudarme a entender un poco mejor esto

de la vida.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza.

¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza

De polvo y tiempo y sueño y agonía?

(Jorge Luis Borges)

Page 5: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

iv

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS ............................................................................................... ii

ABSTRACT ................................................................................................................. vi

LISTA DE IMÁGENES ........................................................................................... viii

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................1

CAPÍTULO 1. La llegada del ajedrez a América y los paradigmas identitarios en

la conquista del Nuevo Mundo ...................................................................................15

La democratización del ajedrez en Europa ...............................................................20

La gran eclosión del ajedrez: desde Valencia hasta el resto del mundo ....................27

El conquistador español y su propensión al juego .....................................................38

Los primeros ajedrecistas en las Indias .....................................................................42

La españolización de los incas a través de los juegos: un caso de transculturación 47

Ajedrez y convivencia en Cajamarca ........................................................................57

Conclusión .................................................................................................................61

CAPÍTULO 2. La formación del Atahualpa ajedrecista: desde la euforia de

Gaspar de Espinosa hasta el uso nacionalista de Ricardo Palma ...........................64

La negación del Olaf Holm .......................................................................................67

Espinosa, Andagoya y Cieza de León desdicen a Holm ...........................................70

El cronista español y sus circunstancias y motivaciones ...........................................80

De indicios de veracidad a la creación de una leyenda .............................................90

Conclusión ..............................................................................................................108

CAPÍTULO 3. El Atahualpa ajedrecista después de Ricardo Palma: una imagen

más viva que nunca ...................................................................................................113

Page 6: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

v

El ajedrez en las recientes reconstrucciones históricas del final de Atahualpa .......117

El ajedrez como símbolo del choque frontal entre dos mundos ..............................123

El antes y el después que marcó “Los incas ajedrecistas” de Ricardo Palma .........133

No hay Atahualpa ajedrecista sin Hernando de Soto .............................................141

La versión de Palma conquista la Prensa y la red ...................................................149

Conclusión ...............................................................................................................155

CONCLUSIÓN ..........................................................................................................159

OBRAS CITADAS ....................................................................................................172

Page 7: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

vi

ABSTRACT

Atahualpa, the last Inca emperor, likely learned to play chess during the nine-

month imprisonment he experienced before being condemned to death by the Spaniard

who conquered Cajamarca, Peru, in 1532. Even though this episode’s veracity maintains

unclear, it has spread so widely that it has become an almost indispensable aspect in

current characterizations on this indigenous leader of the Spanish conquest of the New

World.

Instead of trying to confirm or reject absolutely its authenticity in historical

terms, this Master’s thesis prefers to focus on the cultural dimension reached by this

topic. Hence, this work firstly draws the itinerary of the formation of what I call the

Atahualpa ajedrecista (The Chessman Atahualpa). Basically, this road map

chronologically links the testimonies (original manuscripts, historical narrations,

novels, poems, websites, and other cultural representations) that, from the colonial

period until present day, refer to this image.

Secondly, this research paper analyzes and compares the different and

occasionally deliberated uses that have been done of this image throughout the last five

centuries. On the one hand, the particular meaning that two well-known Spanish

conquerors, Gaspar de Espinosa and Pascual de Andagoya, gave to the Atahualpa

ajedrecista is especially significant in order to reinforce their personal and specific

interests. On the other hand, this work reflects how, since Ricardo Palma published his

short story “Los incas ajedrecistas,” this image has turned into a very powerful symbol

Page 8: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

vii

for the pro indigenous and nationalistic discourses that proliferated in the Andean

region, and South America in general, since the beginning of the twentieth century.

The brief but crucial comments made by Espinosa, Andagoya and the reputed

chronicler Pedro Cieza de León are the testaments on which I base my objection about

the validness of Olaf Holm’s point of view. In the mid-fifties, and in the unique

academic work that had been written on this topic so far, he categorically denied that

Atahualpa ever played chess. Apart from keeping that door open, I promote a

postcolonial view of this subject, as it takes part of the Andean collective thinking that

still condemns the Spanish conquest that caused the extinction of the Inca empire and

its culture.

Page 9: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

viii

LISTA DE IMÁGENES

1 Prenda de ropa característica de la civilización inca ................................. 46

2 Atahualpa es retratado junto a un tablero de taptana ................................ 48

3 Tablero de taptana ..................................................................................... 50

4 Una mujer muestra uno de los sets de ajedrez inca que vende ............... 125

5 Posición que se produce en la partida del filme Atahualpa (I) ............... 128

6 Posición que se produce en la partida del filme Atahualpa (II) .............. 128

7 Posición que se produce en la partida del filme Atahualpa (III). ............ 128

8 Posición en la apertura del llamado Gambito Atahualpa ........................ 154

Page 10: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

1

INTRODUCCIÓN

Imagine que el hombre finalmente ha sido capaz de construir una máquina del

tiempo que le permita viajar al pasado. Le animaría a que se desplazase hasta la

Cajamarca de principios de 1533, y, más concretamente, a que contemplase lo que

sucedió en la residencia convertida en prisión de Atahualpa, el último emperador inca,

en los meses que precedieron a su muerte. Apuesto por que antes o después vería cómo

dos de los conquistadores españoles se sientan frente a frente en una mesa y empiezan

una partida de ajedrez. Incluso, en cualquier otro momento podría llegar a observar que

quien ocupa uno de los asientos es el propio Atahualpa, quien también se dispone a

entretenerse con este juego que, por la apariencia de su tablero, compuesto de casillas

blancas y negras, le recuerda mucho a la taptana, ese entretenimiento inca que se

desarrollaba en un escenario similar aunque con pequeñas fichas y no con esas figuras

que reciben el nombre de rey, reina, alfil, caballo, torre o peón.

Mientras que este tipo de artilugios fantásticos sólo tienen cabida en la ciencia

ficción, sí disponemos en cambio de testimonios e indicios sólidos que invitan a pensar

que es muy factible que esa escena que usted ha visualizado realmente se produjera. En

cualquier caso, no se puede hablar de certidumbre absoluta, por lo que existe también

la posibilidad de que Atahualpa jamás jugara al ajedrez durante los meses que estuvo

arrestado a las órdenes de Francisco Pizarro y que, por tanto, este componente tan

peculiar y hasta exótico de su actual caracterización no tuviera ningún fundamento

historiográfico. Desde luego, no se puede prever lo que el día menos pensado puede

descubrirse en el manuscrito más insospechado o recóndito de cualquier archivo del

Page 11: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

2

mundo –El Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala

apareció sorprendentemente en la Biblioteca Real de Dinamarca cuatro siglos después

de haber sido escrito-, aunque a priori se antoja improbable que alguna vez llegue a

saberse a ciencia cierta si Atahualpa, efectivamente, practicó este juego en algún

momento durante sus últimos meses de vida y si, como algunos gustan de proclamar,

fue el primer ajedrecista de América.

Ha trascendido tan poco sobre los comienzos del ajedrez en América que resulta

inevitable hablar sobre supuestos. En realidad, que Atahualpa jugara o no al ajedrez es

casi lo de menos. Y lo es porque la confirmación absoluta de lo que hoy en día es tan

solo una hipótesis basada en argumentos de peso no variaría sustancialmente la lectura

que en la actualidad se hace de los acontecimientos que significaron el principio del fin

del imperio inca. De hecho, creo que tal validación, aun pudiendo resultar muy sonada,

simplemente aportaría un par de avances que tampoco catalogaría de extrema

trascendencia. De lograrse alguna vez esa siempre ansiada certidumbre, estimo que, en

primer lugar, se reforzaría la convicción existente de que, al menos por momentos, la

cordialidad imperó en la convivencia que hubo entre el líder indígena y sus captores,

mientras que en segundo lugar corroboraría algo que ya cuesta poner en duda a estas

alturas: el potencial intelectual de los indios, y de Atahualpa en particular, que era capaz

de desenvolverse en una actividad que requiere capacidad de cálculo, concentración,

análisis y estrategia, era equiparable al que se presuponía a los españoles de su época.

Esta segunda observación no intenta simplificar nuestra comprensión de la

capacidad intelectual de Atahualpa solo por comprender las reglas y los secretos del

Page 12: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

3

ajedrez, que estaba considerado como una de las más fieles manifestaciones del

pensamiento humanista occidental. Tal y como apunta James Lockhart cuando

desarrolla su concepto de “Double Mistaken Identity” (99-119), durante el proceso de

ajuste y asimilación mutuos que españoles e indígenas experimentaron durante su

concurrencia en el mismo espacio físico quedó palpable que, en realidad, y a pesar de

los malentendidos propios de las primeras etapas de ese contacto, las convergencias

entre unos y otros eran mayores que sus diferencias. Es decir, ambas partes no estaban

tan lejos desde el punto de vista intelectual. Simplemente, eran productos de culturas

diferentes. Por eso, una vez que asumieron que no se podía concebir al otro de acuerdo

a los parámetros de sumundo, tanto Atahualpa como Pizarro intentan comprender cómo

es el líder que tiene en frente con tal de lograr sus objetivos particulares.

Una vez hecha esta puntualización, y tras haber puesto también de manifiesto lo

arriesgado que resulta asegurar sin tapujos que Atahualpa jugó al ajedrez, entiendo que,

más que apuntar hacia la vertiente historiográfica, lo verdaderamente relevante es

ahondar sobre la manera en la que ha ido construyéndose una imagen, la del Atahualpa

ajedrecista, que, lejos de apagarse con el paso del tiempo, ahora está más consolidada

y viva que nunca. Por consiguiente, esta tesina pone el énfasis en la dimensión cultural

de este asunto y se enfoca fundamentalmente en dos aspectos. En primer lugar, establece

el itinerario de la imagen de lo que podríamos llamar el Atahualpa ajedrecista. Es decir,

examina los factores y documentos conocidos que, en los últimos casi quinientos años,

han propiciado que la figura de Atahualpa haya quedado irremediablemente ligada al

ajedrez. Y en segundo lugar, analiza el significado y el uso intencionado del que esta

Page 13: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

4

imagen ha sido objeto durante todo este tiempo. No en vano, algunos de los primeros

conquistadores españoles que asaltaron el Perú y después, desde los albores del siglo

XX, andinos y los hispanoamericanos en general, se sirvieron y se siguen sirviendo de

la indiscutible fuerza del Atahualpa ajedrecista para utilizarlo en favor de sus intereses

o reivindicaciones políticas y sociales.

Así las cosas, un detalle en apariencia irrelevante, que hasta ahora ha pasado más

bien desapercibido en los estudios coloniales y que, visto superficialmente, parece estar

condenado a no tener más rango que el de anécdota o curiosidad, se torna en cambio en

la vía de acceso hacia algo mucho más profundo. No en vano, a través de las distintas

figuraciones que muestran a Atahualpa moviendo con sentido las piezas del ajedrez se

puede, por ejemplo, comprender mucho mejor qué buscaban ante la Corona española

los destacados conquistadores Gaspar de Espinosa y Pascual de Andagoya, así como

llegar a cuán importante ha sido el resentimiento de los países hispanoamericanos hacia

lo español y su dominio colonial en la construcción de su propia identidad nacional a

partir de un discurso netamente pro indígena.

En el análisis y la exposición de sus argumentos, este trabajo sigue un orden

cronológico que va desde la captura de Atahualpa en Cajamarca hasta nuestros días.

Aun así, el primer capítulo comienza remontándose a tiempos todavía más pretéritos,

pues sólo de esta manera, ofreciendo un contexto lo más amplio posible, puede llegar a

comprenderse en toda su extensión lo que representa la presumible entrada en contacto

de Atahualpa con el ajedrez. Para empezar, es menester subrayar que no se trataría del

descubrimiento de un juego cualquiera por parte de un gran líder indígena, sino de su

Page 14: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

5

introducción al conocido como el juego de los reyes, al único que ha sobrevivido a los

últimos quince siglos de historia tras cautivar a las distintas civilizaciones que lo han

conocido, y, sobre todo, al juego que, por el simbolismo que se encerraba en su campo

de acción, era mucho más que un simple juego en aquella incipiente España imperial.

Así, cuando el ajedrez llegó al Nuevo Mundo a principios del siglo XVI, los

españoles exportaron mucho más que uno de sus juegos predilectos, ya que en sus

partidas, como si cada una fuera una espontánea e irrepetible obra teatral, quedaban de

manifiesto los valores y los principios más paradigmáticos del funcionamiento y la

mentalidad de su sociedad y de esa Europa de largas raíces medievales que, sin embargo,

avanzaba imparable hacia una nueva era, la modernidad. Esto es, estimo que es un

planteamiento demasiado simplista limitar la novedosa presencia del ajedrez en

América al encuentro de los nativos con un juego considerablemente distinto a los suyos

propios, pues la dimensión política y cultural de este descubrimiento por parte de los

indios va mucho más allá. Por el simbolismo inherente al ajedrez, es la demostración

más paradigmática de cómo se produjo la imposición de la identidad española en sus

nuevos dominios y el consiguiente proceso de transculturación que progresivamente

experimentaron los indígenas.

Casualmente, la llegada del ajedrez a América coincidió con el pasaje de la

Historia en el que este juego estuvo más estrechamente ligado a la realidad española.

Tal y como promulga el historiador José Antonio Garzón la reina Isabel La Católica

bien pudo haber inspirado la irrupción en el ajedrez de la dama actual, que fue creada

en 1475 por los poetas valencianos Bernat Fenollar, Narcís Vinyoles y Francí de

Page 15: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

6

Castellví, y fue presentada en sociedad a través del poema conjunto Scachs D’Amor.

Esta figura revolucionaria, capaz de realizar los movimientos del resto de piezas salvo

el caballo, transformó este juego de la misma forma que la monarca, con su empeño y

liderazgo políticos, variaría decisivamente el curso de los acontecimientos en la

península ibérica. Dinámica y poderosa como ninguna otra figura sobre el tablero, el

espíritu de la nueva dama, y del ajedrez moderno que ella origina y que rápidamente

triunfa por toda Europa y el resto del mundo, es el fiel reflejo de aquella España fuerte

y exultante que, por la gracia de Dios, se cree imparable y es capaz de culminar la

Reconquista cristiana y de empezar a conformar un vasto imperio al otro lado del océano

Atlántico.

Al margen de la fuerte carga simbólica que emanaba de cada set de ajedrez y del

estratégico anhelo de los conquistadores por españolizar y ganarse la alianza de

Atahualpa, varios detalles incitan a pensar que en absoluto es descabellado suponer a

Atahualpa familiarizándose con este juego en su prisión. Ya desde El libro de los juegos

de Alfonso X El Sabio queda latente que la cultura del juego era consustancial a la

identidad castellana y que, sin excepción alguna, ésta se encontraba profundamente

arraigada en todos los estratos de su sociedad. Además, para la época en la que se

sucedieron las expediciones al Nuevo Mundo, el ajedrez había dejado de ser un

entretenimiento exclusivo de esa elite social de la Edad Media que se concentraba en

torno a la corte y se había popularizado considerablemente. Buena prueba de ello son

las metáforas ajedrecísticas que pueden leerse en dos de las obras de referencia de la

literatura medieval española: Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, y

Page 16: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

7

La Celestina, de Fernando de Rojas. Si a eso se añade que los conquistadores españoles

gozaban de mucho tiempo libre y que Atahualpa, durante su cautiverio, seguramente

recibió el tratamiento que correspondía a un rey, no es de extrañar que, antes o después,

se produjera ese acercamiento.

Más que la idiosincrasia del ajedrez en sí, es muy probable que lo que más

llamara la atención de Atahualpa fuera la manera en la que los españoles concebían el

acto del juego. Éste es, sin duda, uno de los más claros ejemplos del fuerte choque

cultural que se produjo en los primeros tiempos de coexistencia entre ambas

civilizaciones: mientras que para los españoles el juego en general estaba íntimamente

unido a la idea de competición, al irrefrenable deseo de vencer al contrincante –tal

ambición provocaba que fueran acompañados de apuestas-, los incas lo entendían de

una forma bien distinta. Para ellos, los juegos no eran sinónimos de confrontación entre

dos contendientes sino representaciones amistosas que formaban parte de los rituales,

especialmente funerarios, que celebraban en ocasiones puntuales.

El lector, al detectar varias veces el uso del tiempo incondicional y del modo

subjuntivo en las frases que conforman las primeras páginas de esta introducción, puede

llegar a sospechar que esta tesina es un ejercicio de especulación. Sí, en cierta medida,

en lo que respecta específicamente a la constatación de la familiaridad de Atahualpa con

el ajedrez, lo es. En realidad, estimo que no queda más remedio que mantener una

postura algo escéptica mientras la incógnita de este enrevesado problema -no

precisamente matemático- siga sin poder ser despejada por completo. Aunque la

aspiración inicial de cualquier investigador sea atar todos los cabos sueltos con los que

Page 17: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

8

se topa durante sus indagaciones, hay ocasiones en las que, simplemente, por la

idiosincrasia del caso y las circunstancias que rodean al mismo, no es posible cerrarlo

definitivamente. Y este asunto, en mi opinión, es un buen ejemplo de ello.

Precisamente, el punto de partida de esta investigación fue el rebatimiento de la

tesis de Olaf Holm, quien, mediado el siglo pasado, y en el único artículo de carácter

académico que hasta ahora había sido publicado sobre la veracidad del vínculo

establecido entre Atahualpa y el ajedrez, descartó completamente la posibilidad de que

el rey hubiera entrado en contacto directo con este juego a través de los españoles que

lo mantuvieron preso. En mi opinión, tan contundente aseveración es un error por parte

del positivista Holm, quien bajo ningún concepto deja abierta la puerta a un

planteamiento contrario al suyo o a que, como terminaría ocurriendo, salieran a la luz

nuevas evidencias físicas que dejaran su afirmación en evidencia. De hecho, tal y como

se expone en el segundo capítulo de esta tesina, hay tres manuscritos originales de la

época colonial que no son citados por Holm y que ponen muy en entredicho su tesis.

Pese a no ser absolutamente concluyentes desde mi punto de vista, estos tres

documentos originales dan mucha consistencia a la teoría de que Atahualpa sí jugó al

ajedrez ya que, ni más ni menos, lo mencionan explícitamente.

En concreto, se trata de una carta que el adelantado Gaspar de Espinosa escribe

a Francisco de los Cobos, secretario de Estado y hombre fuerte del emperador Carlos I,

anunciando que la incursión de los hombres de Francisco Pizarro en el Perú había sido

un éxito y que, además, tenían bajo control a su rey, Atahualpa. La importancia de este

escrito es capital, ya que, por la fecha que aparece en la misma, el 1 de agosto de 1533,

Page 18: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

9

se deduce que pudo ser la primera notificación que llegó a la península ibérica

anunciando la entrada de los españoles en el imperio incaico. La segunda referencia

conocida al Atahualpa ajedrecista la realiza el conquistador Pascual de Andagoya en la

relación que, entre otros asuntos, escribe en 1545 sobre la conquista del Perú, mientras

que unos años más tarde el cronista oficial Pedro Cieza de León también lo evoca en su

Crónica del Perú.

Estos conquistadores, pese a no ser testigos de vista de lo sucedido en

Cajamarca, son fuentes de información a tener muy en cuenta porque, de una u otra

manera, estuvieron muy directamente involucrados en lo acontecido en el Perú. Aunque

juntos sólo suman tres brevísimos y esporádicos comentarios sobre la vertiente

ajedrecística del rey indígena -una producción poco significante a nivel cuantitativo si

se compara con todo lo que se escribió en las Indias-, sí es cierto que el contenido de

dichos testimonios es lo suficientemente sugestivo como para que no pasara

desapercibido para alguien como Antonio de Herrera, reconocido historiador del Siglo

de Oro español que, en su Historia General de las Indias, aspiró a recopilar por escrito

los acontecimientos más relevantes que se desencadenaron en el Nuevo Mundo. Este

trabajo, a su vez, fue una referencia ineludible para el no menos influyente William H.

Prescott, quien en 1847 escribió su History of the Conquest of Peru, la primera gran

obra contemporánea sobre la caída del imperio inca a manos de los españoles.

Mención a mención, el Atahualpa ajedrecista fue ganando envergadura muy

lentamente. Sin embargo, esta imagen que había mantenido un hilo de vida durante tanto

tiempo gracias a un muy esporádico goteo de frases sueltas, experimentará una eclosión

Page 19: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

10

extraordinaria y definitiva a partir de la tradición “Los incas ajedrecistas,” escrita a

principios del siglo XX por Ricardo Palma. Tras haber bebido como tantos otros del

extenso y minucioso trabajo de Prescott, el popular costumbrista peruano llevó esta

figuración hasta el gran público con una historia que, sin duda, significó un verdadero

punto de inflexión en el vínculo que siempre ha unido a Atahualpa con el ajedrez.

Palma, que tan a gusto se desenvuelve mezclando realidad y ficción, compone

un texto de apariencia fidedigna en el que se proclama que la maestría que había

alcanzado el rey inca en el juego del ajedrez pudo influir decisivamente en su condena

final a muerte. Semejante desenlace no pasa inadvertido en el Perú, y mucho menos

teniendo en cuenta cuál es el contexto en el que se produce la publicación de esta

tradición. Era un momento de máxima exaltación del origen indígena por parte de un

pueblo, el peruano, que trataba de sentar las bases sobre las que sustentar un sentimiento

de nación completamente propio e independiente del sello español.

Puede que en otras circunstancias “Los incas ajedrecistas” no hubiese tenido

tanta trascendencia, aunque también es muy posible que, en otras condiciones, este

relato no hubiera surgido o que, al menos, no lo hubiera hecho de la manera en que lo

conocemos. Por así decirlo, Palma, con mucha intención, y difuminando por completo

la frontera que distingue el hecho histórico de la creación literaria, sirve con su puño y

letra lo que la sociedad peruana ansiaba leer en ese preciso período, y es esa conjunción

perfecta la que explica tanto la popularidad que adquiere esta tradición como la nueva

dimensión, antes inimaginable, que alcanza a partir de ese instante el Atahualpa

ajedrecista. Así, desde hace un siglo, y debido exclusivamente a la entrada en escena

Page 20: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

11

de Palma, esta imagen se convertirá en un icono, en parte del imaginario colectivo de

todos aquellos marcados por un sentimiento de repulsa contra la conquista española del

Perú y el irreparable daño que supuso la paulatina destrucción de la civilización y la

cultura incas precolombinas.

Como se pone de manifiesto en el tercer capítulo, Palma prendió una llama que

aún hoy en día sigue encendida y muy viva. Sin embargo, eso no significa ni mucho

menos que desde ese momento el personaje histórico Atahualpa haya quedado

automáticamente relacionado con el ajedrez ni que aquellos que sí establecen esa

conexión la entiendan de la misma forma. De hecho, entre esa mayoría que da por válida

y cierta la unión entre el emperador inca y el juego de los sesenta y cuatro escaques, se

identifican tres tendencias.

En primer lugar, se observa un posicionamiento común en los trabajos de

carácter historiográfico que aspiran a reconstruir fehacientemente los acontecimientos

que marcaron la conquista del Perú. Éstos, que se basan principalmente en las fuentes

coloniales primarias y en trabajos anteriores de la misma naturaleza, recelan de la

autenticidad de la narración de Palma y prefieren limitarse a mencionar muy de pasada

que Atahualpa aprendió a jugar al ajedrez mientras estuvo arrestado por los españoles

sin detenerse lo más mínimo a hacer una lectura pausada sobre el significado que este

detalle tiene a nivel cultural.

En consonancia con esta perspectiva, se encuentran una serie de

representaciones o productos culturales de distinta índole que, aun recurriendo a la

imagen del Atahualpa ajedrecista, tampoco subscriben literalmente los hechos

Page 21: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

12

concretos de “Los incas ajedrecistas.” En buena parte de estos casos, se aprecia una

clara intencionalidad por parte de los autores, quienes, como también hiciera el propio

Palma, encuentran en el ajedrez una inmejorable vía para expresar metafóricamente el

dramatismo con el que buena parte de la población andina y sudamericana en general

revive tanto el final de Atahualpa como la subsiguiente caída del imperio inca.

Por último, cabe citar a un tercer grupo formado por textos fundamentalmente

literarios que de forma manifiesta continúan la senda trazada por Palma y, por tanto,

actúan como altavoces de esta versión y de lo que la misma representa. Es digno

subrayar que en este conjunto de referencias se incluyen un par de artículos

periodísticos, lo que sin duda acredita el sobresaliente alcance y el grado de credibilidad

que esta versión ha obtenido en los foros públicos. Precisamente, en términos de

difusión es especialmente reseñable el papel que en los últimos años ha desempeñado

internet, pues es casi imposible cifrar con exactitud la cantidad de páginas web en las

que, con mayor o menor detalle, se reproduce la tradición de Palma. Dejando a un lado

el debate en torno a la veracidad de este relato y a la autoridad de las voces anónimas

que han emergido en el nuevo escenario digital, lo más interesante es ver cómo, gracias

a la mediación de gente desconocida y de las posibilidades que ofrecen las nuevas vías

de comunicación de masas, esta historia, por la impresión que genera su desenlace y por

la carga pro indígena –o antiespañola- que transmite en su conjunto, ha adquirido más

fuerza que el resto de interpretaciones del Atahualpa ajedrecista.

“Los incas ajedrecistas,” en su denuncia del sinsentido que resultó ser la condena

a muerte de Atahualpa, también encumbra indirectamente la figura de Hernando de

Page 22: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

13

Soto. Palma, teniendo muy presente lo que había dejado escrito Antonio de Herrera, lo

retrata como el único apoyo verdadero que el rey inca había encontrado entre sus

captores españoles. Independientemente del rol que le adjudica el literato peruano, Soto

es, sin duda, uno de los nombres propios más razonablemente ligados al Atahualpa

ajedrecista. No en vano, antes de arribar al Perú, este conquistador de currículum

brillante batalló en Panamá junto a Francisco Pizarro y Gaspar de Espinosa, quien, como

ya se ha apuntado, fue el primero en anunciar desde Panamá el contacto de Atahualpa

con el ajedrez. ¿Sería Hernando de Soto quien efectivamente iniciara a Atahualpa en

ese juego? ¿Fue él quien informó de ello a Espinosa?

Éstas son solo algunas de las preguntas cuyas respuestas aún siguen en el aire.

Por eso, más que pretender establecer una verdad que sintetice y explique lo ocurrido

en términos absolutos, esta tesina prefiere centrarse en trazar la hoja de ruta que la

imagen del Atahualpa ajedrecista ha seguido desde su fase inicial de construcción hasta

hoy. Se trata de un recorrido que empieza con Gaspar de Espinosa en 1533 y que tiene

continuidad unos años más tarde con Pascual de Andagoya y con Pedro Cieza de León.

Después, será Antonio de Herrera el que tome el relevo, mientras que el siguiente

eslabón de esta cadena llevará el nombre de William H. Prescott. Todos ellos, bien como

conquistadores o como cronistas o historiadores, son protagonistas estrechamente

ligados a la conquista del Perú y la reconstrucción de sus hechos.

Después, llegará el turno de Ricardo Palma. Sobre él, y gracias a su imaginación

y su talento literario, recae el reconocimiento de haber popularizado más que nadie la

vertiente ajedrecística de Atahualpa. Sin embargo, en este sentido no debe olvidarse el

Page 23: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

14

papel que accidentalmente también jugó Felipe Guaman Poma de Ayala. En Su Primer

Nueva Corónica, redescubierto en Copenhague, Dinamarca, en 1908, pero publicado

por primera vez en París en 1936, este cronista híbrido, de origen indígena pero

educación española, afirma que Atahualpa jugaba al ajedrez cuando en realidad se

refería a la taptana. A efectos prácticos, tal confusión también contribuyó a consolidar

la impresión de que Atahualpa había conocido el ajedrez, pues la aparición de este libro,

por sus comentarios y grabados en favor de los indígenas y de denuncia del

comportamiento que tuvieron los españoles, significó una auténtica revolución en el

campo de los estudios coloniales.

Tras Palma, y gracias fundamentalmente a Palma, otros grandes nombres de la

literatura en español del siglo XX como José Lezama Lima, Ramón J. Sénder, Jorge

Luis Borges o Roberto Bolaño mantendrán al Atahualpa ajedrecista en el mejor de los

escaparates. Junto a ellos, otros escritores mucho menos conocidos para el gran público

también contribuirán, aunque de forma menos sonada, en esta causa. Todos y cada uno

de ellos, al igual que esos anónimos que escriben en blogs, foros o páginas webs, son

los responsables de que ésta no haya decaído. Todos aportan su granito de arena para

que esta figuración tremendamente sugerente sea una cuestión actual y no se haya

quedado en una mera anécdota del pasado. Todos han influido para que se dé por hecho

que Atahualpa jugó al ajedrez, aunque quizá nunca se sepa si ello realmente sucedió.

Page 24: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

15

CAPÍTULO 1

La llegada del ajedrez a América y los paradigmas identitarios en la

conquista del Nuevo Mundo

Sigue sin existir un consenso unánime entre los historiadores del ajedrez cuando

se trata de establecer el origen exacto de este milenario juego de estrategia, si bien es

cierto que los hallazgos arqueológicos más recientes refuerzan la teoría de que éste, o al

menos el chatrang, su antecedente conocido más cercano, surgió en Persia en torno al

siglo VI d.C.1 Pese a las leyendas que han llegado hasta nuestros días relatando el

nacimiento del ajedrez, que en su más pura esencia representa el enfrentamiento bélico

que mantienen dos ejércitos en el marco infinito de sesenta y cuatro casillas,2 es más

lógico pensar que su creación no se debió al ingenio de una sola mente privilegiada en

un momento puntual, sino que, en realidad, fue fruto de la evolución y el ajuste de

diversos juegos anteriores. Es decir, es consecuencia del “lento triunfo de la inteligencia

colectiva” (Shenk 33).

1 Descendiente del chaturanga, que se practicaba en la India, el chatrang muestra similitudes evidentes

con el ajedrez, ya que era un juego de inspiración bélica en el que, sobre un tablero de sesenta y cuatro

casillas, se enfrentaban dos ejércitos con el firme propósito de capturar, atrapar o aislar al rey enemigo.

Cada bando estaba formado por un rey, un ministro, dos elefantes, dos caballos, dos ruhks o carruajes y

ocho soldados de infantería. Los movimientos de algunas de estas piezas eran parecidos a los del ajedrez

actual. 2 De todas estas leyendas, la más popular, quizá porque refleja mejor que ninguna otra la esencia ilimitada

del ajedrez, es la que cuenta que el juego lo creó un tal Sissa, sabio de la corte de un rey indio que, como

recompensa por haber inventado tan asombroso juego, sólo pidió que, partiendo de un único grano de

trigo en la primera casilla del tablero, en cada una de las restantes sesenta y tres recibiera el doble de

granos de trigo que había en la anterior. La suma de los granos de trigo correspondientes a las sesenta y

cuatro casillas supera los tres trillones y medio de granos, una cantidad tan astronómica como el del

número de partidas distintas que pueden jugarse en un tablero de ajedrez, que es 10123. Por poner sólo un

ejemplo, esta cifra es considerablemente superior al número de átomos en el universo conocido, que es

igual a 1080 (García 217).

Page 25: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

16

Este continuo intercambio de conocimiento tuvo lugar en el amplísimo marco

de la Ruta de la Seda, que durante un buen número de centurias vinculó comercial,

cultural e intelectualmente a distintas partes de Asia.3 La expansión árabe, iniciada en

la primera mitad del siglo VII, propició que el ajedrez llegara al alcance de los

musulmanes, quienes lo practicaron y desarrollaron con fervor.4 Éstos lo difundieron

por Bizancio y el norte de África, y a través de las penínsulas itálica e ibérica lo

introdujeron en Europa, por donde rápidamente se propagó hasta convertirse incluso en

un aspecto esencial para el entendimiento de la cultura medieval (O’Sullivan 2).

El proceso de universalización del ajedrez dio un paso de gigante con el

descubrimiento, la conquista y la colonización de América que consumaron los

españoles a partir de 1492. No hay duda de que fueron ellos los que exportaron el ajedrez

al Nuevo Mundo, aunque llama poderosamente la atención el vacío documental que

existe en torno a este excepcional pasaje en la historia del considerado como el juego

de los reyes. Sirva como ejemplo que H. J. R. Murray, en su magna obra A History of

Chess (1913), que ha servido de referencia ineludible para todos los que posteriormente

3 La Ruta de la Seda fue, en realidad, un conjunto de rutas interconectadas cuyas distancias llegaron a

oscilar entre los 7.500 y los 35.000 kilómetros. Estas vías se originaron en torno al siglo II a. C. y

conformaron una de las redes de comunicación más activas y fructíferas que jamás hayan existido, pues facilitaron el flujo e intercambio de objetos materiales, creencias religiosas, conocimiento científico,

avances tecnológicos, arte y prácticas culturales. Desde el este de China hasta el mar Mediterráneo, estas

rutas mantuvieron conectadas a las antiguas y dispersas sociedades de Asia, siendo además determinantes

en el desarrollo de algunas de las grandes civilizaciones de la Humanidad (UNESCO, “Silk Roads”). 4 De hecho, los musulmanes fueron los autores de los primeros tratados ajedrecísticos. El legado árabe en

este sentido es de un valor incalculable. Los problemas de finales de partidas que compusieron son una

clara evidencia del profundo dominio del ajedrez que alcanzaron sus mejores jugadores. Sin ir más lejos,

de los 103 problemas que incluye Alfonso X El Sabio en El Libro de los juegos (1283), 88 son copias de

problemas que ya habían sido creados anteriormente por los musulmanes (Constable 305). Estos

ejercicios son el germen de una inagotable tradición posterior que aún perdura y que puede encontrarse,

por ejemplo, en periódicos de todo el mundo a diario.

Page 26: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

17

se han dedicado a indagar sobre el surgimiento, la evolución y la expansión del ajedrez,

no detalla este hecho en su extensísimo trabajo de casi novecientas páginas.5

El principal objetivo de este primer capítulo no es paliar la carencia de

información detectada en torno a la llegada del ajedrez a América y, más concretamente,

a su implantación en los vastos territorios que antes habían conformado el imperio

incaico. Tan ambiciosa y complicada aspiración, que, ojalá, algún día sea llevada a cabo

por algún ávido investigador, requiere de una altísima dosis de trabajo que claramente

se escapa de las posibilidades de esta tesina, aunque en las páginas que siguen se

ofrecerán contenidos y argumentos consistentes que podrían servir de punto de partida

para futuros estudios.

Más bien, este primer bloque, al margen de contextualizar el núcleo central de

mi investigación, se sirve del caso concreto del ajedrez para retratar el inevitable y

tremendo choque cultural que tuvo lugar en el área andina, donde dicha colisión,

simbolizada con el famoso encuentro en Cajarmarca entre los hombres de Francisco

Pizarro y el Inca Atahualpa, sigue grabada hoy en día en la memoria colectiva de los

5 Esta llamativa parquedad documental se mantiene en obras mucho más recientes que también han

abordado la historia del ajedrez. Ocurre, por citar solo un caso, en el libro La partida inmortal. Una

historia del ajedrez, de David Shenk, donde curiosamente sólo se hace mención a la llegada del ajedrez

a América a partir de una cita de Benjamin Franklin, una de las grandes celebridades de la historia de la

Humanidad que quedó subyugada por la magia de este juego: “A lo largo de épocas incontables ha sido

el entretenimiento de referencia de todas las naciones civilizadas de Asia, de los persas, de los indios y

de los chinos. Europa lo tiene desde hace un millar de años; los españoles lo extendieron por sus dominios

en América, y tuvo una aparición tardía en Estados Unidos” (20). Igualmente, dicha carencia de

información puede observarse en trabajos elaborados en Hispanoamérica, en los que el ajedrez recibe un

tratamiento marginal respecto a otros juegos, especialmente los de azar, que eran mucho más populares

(Zapata Gollán 26), o, simplemente, empieza a ser documentado a partir del siglo XVIII o XIX. De igual

manera, llama poderosamente la atención que sean mínimas las referencias al ajedrez que se encuentran

en el libro Juegos, fiestas y tradiciones en la América española, del historiador Ángel López Cantos,

aunque, en cualquier caso, es justo indicar que dicho trabajo es una importante fuente de información en

esta materia y que, sin duda, ha sido de gran ayuda en esta investigación.

Page 27: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

18

habitantes de esta región. Es decir, el ajedrez, fuente inacabable de metáforas “con la

que se puede explorar prácticamente toda la realidad” (Shenk 31), actúa en esta ocasión

como paradigma de dos procesos inseparables: por un lado, el de la implantación (o

imposición) de la identidad española en el Nuevo Mundo y, por el otro, el de la

consecuente transculturación amerindia. Al igual que el libro que el religioso Vicente

Valverde entregó a Atahualpa en su primer acercamiento en Cajamarca era la

representación física de la ley cristiana y de la autoridad de la Corona (a fin de cuentas,

eran lo mismo), otros objetos materiales, en este caso el tablero y las fichas de ajedrez,

fueron la vía a través de la cual se transmitieron en los nuevos territorios algunos

aspectos fundamentales de la cultura, la sociedad y la mentalidad hispanas, y, por

extensión, europeas de la época. Así las cosas, lo realmente importante de la llegada del

ajedrez a América no fue que el antiquísimo juego que se había originado casi mil años

antes al otro lado del planeta había alcanzado un nuevo continente, sino la dimensión

cultural que su presencia tuvo en un complejo escenario que acabó siendo compartido

por conquistadores españoles, indios nativos, mestizos y criollos.

El desarrollo del capítulo seguirá un orden cronológico para facilitar la

comprensión de su línea argumental, en la que se entrelazarán épocas y contextos

distintos. El punto de arranque será la progresiva popularización que el ajedrez

experimentó en Europa a lo largo de la Edad Media, pues su práctica pasó de estar

esencialmente limitada a las elites sociales que se concentraban en las cortes reales a,

por el contrario, generalizarse en las sociedades medievales. La literatura contribuyó de

manera decisiva en la paulatina democratización del ajedrez, que, sin duda, ocupó un

Page 28: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

19

papel protagónico en unos reinos hispánicos que entre sus costumbres tenían muy

arraigado el hábito del juego. Precisamente, la ciudad de Valencia, a finales del siglo

XV, fue el lugar donde se gestó el cambio que transformó radicalmente el ajedrez y

aumentó sustancialmente su práctica. Tal hito histórico no fue otro que la incorporación

al tablero de la nueva y poderosa dama, figura que, tal y como postula el historiador

José Antonio Garzón, parece estar inspirada en la reina Isabel la Católica.6 Dicha

novedad, impulsada desde la península ibérica hasta el resto del mundo por entonces

conocido, fue clave en el resurgimiento del juego, que se dinamizó enormemente y se

convirtió en un producto mucho más atractivo y acorde con la mentalidad de la

incipiente modernidad europea. Sin embargo, para este trabajo lo realmente

trascendente es el significado que adquirió el nuevo ajedrez. Éste se convirtió en un

inmejorable transmisor de los principios sobre los que se sustentaba el proyecto político-

expansionista emprendido por los Reyes Católicos, cuyo gobierno se vería

decisivamente reforzado tanto política como económicamente a raíz de la culminación

de la Reconquista cristiana en la península ibérica y el descubrimiento de América.

Precisamente, al nuevo continente llegaron una gran cantidad de conquistadores

que, como no podía ser de otra forma, mantuvieron allí sus juegos y diversiones. Es

más, los practicaron más que nunca, normalmente en exceso, y los fueron introduciendo

entre los nativos, que hasta entonces habían cultivado un concepto del juego muy

6 Esta tesis, abanderada en la actualidad por el español José Antonio Garzón, cuenta con el respaldo de

reconocidos historiadores y de un gran número de eruditos en esta materia, como H. J. R. Murray, Yuri

Averbakh, Marilyn Yalom, Alessandro Sanvito, David Levy, Kevin O’Conell, Diego D’Elia, Mario

Leoncini, Dagoberto L. Markl, Peter J. Monté, Franco Pratesi y David Schenk (Foro Valenciano del

Ajedrez, “Respaldo internacional”).

Page 29: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

20

diferente y ligado a diversos ritos ceremoniales. El ajedrez, por tanto, y al igual que

otras muchas manifestaciones culturales, fue testigo y actor en la coexistencia que hubo

entre los conquistadores y aquellos amerindios que, por su privilegiada posición social,

tuvieron relación directa con los españoles en las primeras décadas de la ocupación

española.

Ejemplo ilustrativo de dicha convivencia fue el período en cautividad de

Atahualpa, quien muy posiblemente jugó al ajedrez con sus captores españoles en los

meses que precedieron a su ejecución. Este escenario recuerda en cierta medida a lo que

dos siglos antes se había vivido en la corte del rey Alfonso X El Sabio, en la que

cristianos, judíos y musulmanes, en un contexto de convivencia más o menos tensa,

disfrutaban conjuntamente del ajedrez. Evidentemente, no es cuestión de trazar un

paralelismo entre ambas situaciones, pues cada una representa un modelo de

convivencia distinto, aunque sí es cierto que estos casos al menos nos permiten concluir

que el ajedrez, curiosamente un juego con un claro trasfondo bélico, pudo contribuir a

apaciguar los ánimos entre bandos enfrentados en situaciones de máxima tensión

política.

La democratización del ajedrez en Europa

La universalización del ajedrez se debe fundamentalmente a su irresistible

naturaleza embriagadora. Sólo así se explica que este juego haya cautivado a cientos y

cientos de millones de personas de todo el mundo a lo largo de sus casi quince siglos de

historia, siendo incluso nexo de unión entre culturas enfrentadas o sin vínculos directos.

Page 30: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

21

No es de extrañar, por tanto, su rápida expansión por Europa, donde se evidenció un

imparable proceso de democratización del ajedrez conforme iba avanzando la Edad

Media. Murray es contundente al escribir sobre ello: “During the latter part of the

Middle Ages, and especially from the thirteenth to the fifteenth century, chess attained

to a popularity in Western Europe which has never been excelled, and probably never

equalled at any later date” (428).7 Pese a que no se conservan muchas figuras o sets de

ajedrez medievales que así lo acrediten,8 “the frequent references to it in romances and

popular philosophical allegories of the game also confirm that chess was a central part

of the culture” (Adams 3).

Sin ir más lejos, dos de las grandes obras de la literatura medieval española

confirman dicha aseveración. Jorge Manrique, en la estrofa XXXIII de sus Coplas por

la muerte de su padre, utiliza la imagen del tablero de ajedrez para proclamar que su

progenitor, cual ejemplar peón, se jugó la vida en el campo de batalla repetidas veces al

servicio del rey de Castilla:

Después de puesta la vida

Tantas vezes por su ley

Al tablero;

Después de tan bien servida

La corona de su rey

Verdadero;

7 El tiempo ha dejado obsoleta esta apreciación de Murray, que escribió su reconocidísimo trabajo hace

algo más de cien años, a comienzos de un siglo, el veinte, en el que el ajedrez alcanzó una dimensión muy

superior a lo anteriormente conocido. Ello se debió a diversos factores, tales como la aparición de algunos

de los mejores jugadores de la historia, el desarrollo de las comunicaciones e, incluso, cuestiones políticas.

Por ejemplo, la lucha por el cetro mundial que protagonizaron el estadounidense Bobby Fischer y el

soviético Boris Spassky en plena Guerra Fría alcanzó unas connotaciones políticas antes inimaginables,

teniendo un seguimiento y una repercusión masivos en todo el mundo. 8 El conjunto más importante de piezas de ajedrez medieval actualmente conservado es el conocido como

The Lewis chessmen, formado por un total de 78 figuras (8 reyes, 8 reinas, 16 alfiles, 15 caballos, 12

torres y 19 peones) talladas en el siglo XII a partir de colmillos de morsa. Fueron descubiertas

semienterradas en la arena de una playa de la isla de Lewis, en el norte de Escocia, en 1831.

Page 31: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

22

Después de tanta hazaña

A que non puede bastar

Cuenta cierta,

En la su villa d’Ocaña

Vino la Muerte a llamar

A su puerta, … (163-164)

Esta imagen del tablero de ajedrez como representación del escenario donde

tienen lugar cosas importantes aparece también, y repetidas veces además, en La

Celestina. Precisamente, en la primera de las menciones que se encuentran en esta obra

-al comienzo del segundo cuarto-, se alude, según Julio Rodríguez Puértolas, a la estrofa

de Manrique: “Celestina: … ¡Ay cuytada de mí, en qué lazo me he metido! Que por me

mostrar solícita y esforçada pongo mi persona al tablero” (153).

No es éste el único comentario de inspiración ajedrecista que puede leerse a lo

lago de la obra de Fernando de Rojas. En el séptimo auto, y ante la insistencia de

Pármeno sobre Celestina para que mueva los hilos pertinentes para que Areúsa

corresponda el amor que él siente por ella, la alcahueta afirma: “(M)ás de tres xaques

ha rescebido de mí sobre ello en su absencia. Ya creo que esará bien madura. Vamos

camino por casa, que no se podrá escapar de mate” (188).

Es cierto que, en sus inicios europeos, el ajedrez fue patrimonio prácticamente

exclusivo de los nobles y los caballeros; es decir, de la aristocracia y la elite militar, que

lo consideraban un pilar básico en su educación al igual que la caza, la monta a caballo,

la música y la literatura (Constable 301)-. Sin embargo, con el paso del tiempo el juego

fue derribando esa barrera y fue poniéndose al alcance del resto de la sociedad. Esta

generalización puede entreverse a partir de algunas declaraciones de bienes y

Page 32: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

23

documentos legales de esta época, así como del hecho de que “chess seems increasingly

to be treated in twelfth-century sources as a known entity, something which does not

require special description or explanation” (Eales 15).

Como se ha demostrado un poco más arriba, la literatura jugó un papel decisivo

en este proceso expansivo. El propio Richard Eales se pregunta “why was this particular

game which was so widely adopted and taken so seriously by medieval writers?” (13).

Daniel O’Sullivan tiene una respuesta al respecto: “(I)t is a system capable of generating

infinite permutations … Its rules and potential for metaphorical or allegorical

representation invite poets and preachers to note the similarities between the world on

and the world off the chessboard” (2). De acuerdo a Eales, la riquísima simbología del

ajedrez dio pie a que la literatura medieval recurriera a imágenes y situaciones propias

de este juego para retratar diversos aspectos idiosincrásicos de lo caballeresco y lo

cortés. De estas representaciones, este autor destaca tres tipos: 1) la intrínseca

combatividad del ajedrez y el impetuoso deseo de ganar de sus jugadores como reflejo

del tesón y el carácter del caballero; 2) la partida de ajedrez entre un hombre y una mujer

como excepcional marco para el desarrollo de encuentros e historias románticas dentro

de los parámetros del amor cortés; y 3) el ajedrez como metáfora y alegoría de la guerra,

así como del rol que desempeña cada estamento social dentro de la jerarquía existente

(30-33).

Este último punto, “a picture of society in miniature charged with real symbolic

forcé” (33), cobró especial importancia en textos que, siguiendo la línea de los sermones

y los ejemplos de los predicadores, mostraban una manifiesta intención moralizante. De

Page 33: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

24

todos estos documentos, el más ambicioso e importante fue, sin discusión alguna, el

Liber de moribus hominum et officiis nobilium, escrito en latín por el dominico genovés

Jacobus de Cessolis en la segunda mitad del siglo XIII y traducido a prácticamente todas

las lenguas europeas del momento. Esto provocó que se convirtiera, y con mucha

diferencia, en el segundo libro más reproducido durante la Edad Media, estando casi a

la altura de la Biblia (Murray 537).9 “The Liber is a treatise, intended as advice to

princes, that narrates the story of a ruler who through his knowledge of chess ceases his

tyrannical ways, becoming a benevolent leader and, according to Jacobus, a better one”,

resume Jenny Adams, quien añade que en este libro el ajedrez actúa como “an

instrument of reform rather than as a simple reminder of social hierarchy” y subraya

que, en lugar de vincular el ajedrez únicamente con el ámbito del monarca, “[it] seeks

to absorb all people in its symbolic domain” (4).

Esta última afirmación es de gran trascendencia para entender la intencionalidad

que mueve la obra de Cessolis. Adams recurre a la lógica propia del ajedrez para

profundizar en la responsabilidad y el peso políticos -“social roles”- que el autor

medieval otorga a los distintos estamentos de la sociedad de su tiempo:

(T)he king may be the most important piece on the board, but the other

pieces have freedom of movement independent of the monarch and

thus can affect the outcome of the game. Nor was the king the only

person who could improve himself through chess. Jacobus suggests

that anyone who learns the game should be able to master his or her

role in the civic body and the rules that govern his or her actions. (5)

9 Murray registra una versión en catalán, Lo libre de les costumes dels homens e dels oficis dels nobles

sobrel Joch dels Escachs, existente en manuscritos del siglo XV, y una versión en castellano, Dechado

de la vida humana moralmento sacado del juego del Axedrez, que fue traducida por el licenciado Reyna,

vecino de Aranda del Duero (Valladolid), en 1549.

Page 34: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

25

Por tanto, como el rey precisa de la indispensable ayuda y del buen hacer de

todos los estamentos sociales para asegurar la prosperidad de su reino, la literatura

moralizante, que se sirve del ajedrez por su enorme potencial doctrinario, no debe

dirigirse únicamente al monarca y a quienes forman su corte, sino que tiene que llegar

a todos los ciudadanos. Éstos, por medio de este juego que funciona como órgano

articulador del ejercicio del poder, reciben instrucción sobre cuál es su papel en la

sociedad y sobre las posibilidades de su autonomía moral (7). Por este motivo, Cessolis

introduce algunas novedades muy significativas: si bien mantiene tal y como estaban

generalizadas las figuras del rey, la reina y el caballero (caballo en su traducción al

español), reinterpreta las figuras del alfil y la torre, que pasan a representar

respectivamente a los jueces y representantes del rey, y personifica los ocho peones que

ocupan la segunda fila de cada bando. En lugar de ser tratados como piezas anónimas

en un grupo homogéneo, éstos pasan a encarnar determinados colectivos profesionales

de la época para así fomentar su identificación con el pueblo llano (Murray 542-44).

Como muy acertadamente sintetiza David Shenk, el ajedrez fue “el Power Point

de la Edad Media”, “una plataforma con múltiples usos al servicio de poetas, filósofos

y otros intelectuales, quienes por medio de ella exploraron y presentaron una amplia

gama de ideas complejas de una forma muy gráfica y atractiva” (33).

En realidad, tanto en Castilla como en los otros reinos hispánicos, el ajedrez, y

todos los juegos en general, estaban profundamente arraigados a la identidad colectiva.

Buena prueba de ello es que Alfonso X El Sabio, en sus últimos meses de existencia y

Page 35: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

26

tras superar unos años realmente convulsos como monarca, puso todo su empeño para

por fin ver terminada su última y quizá más personal obra, el conocido como Libro de

los juegos (su título original es Libro del axedrez, dados e tablas y fue concluido en

1283). Esta obra, considerada como una de las grandes joyas de la literatura medieval,

destaca por su marcado carácter didáctico y divulgativo, pues el propósito del monarca,

que ya desprendía un manifiesto aire humanista mucho antes de que esta corriente se

generalizara en Europa (Anderson 448), era fijar las reglas y el conocimiento necesario

para disfrutar debidamente con estos juegos. No debe pasar desapercibido el comentario

que el rey sabio hace en el prólogo de su libro, en el que, muy significativamente,

pondera el ajedrez por encima de los dados y las tablas. No en vano, el monarca estima

que su intrínseca dependencia del intelecto humano lo convierte en “más assegado juego

e onrado” que los otros (20).10 En cualquier caso, todos ellos quedan definidos como

fuente de alegría para las personas, que en los juegos encuentran la evasión y la

satisfacción que mitigan los problemas que depara la vida: “Porque toda manera de

alegría quiso Dios que oviessen los omnes en sí naturalmientre por que pudiessen sofrir

las cueítas e los trabajos cuando les viniesen, por end los omnes buscaron muchas

maneras por que esta alegría pudiessen aver complidamente” (19).

Aunque puede afirmarse sin reservas que los fundamentos del ajedrez

terminarían siendo de dominio público entre los pobladores de la península ibérica, es

10 Para avalar su razonamiento, el rey sabio, gran precursor del Renacimiento español, rescata una vieja

leyenda sobre un monarca indio que “amava mucho los sabios e teniélos siempre consigo” y que consultó

a tres de su corte “sobre los fechos que nacién de las cosas”. El que a la postre terminaría introduciéndole

el ajedrez es el sabio que “dizié que más valié seso que ventura, ca el que vivié por el seso fazié sus cosas

ordenadamientre, e aun que perdiesse que no avié ý culpa, pues que fazié lo quel convinié” (20-21).

Page 36: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

27

oportuno puntualizar que la existencia de tantas referencias documentales y literarias

durante el medievo a otros juegos, especialmente a los de azar, induce a pensar que éstos

gozaban aún de una mayor popularidad en el grueso de los ciudadanos. Esta inclinación

era especialmente palpable entre los integrantes de los estratos más bajos de la sociedad,

que, lógicamente, se sentían más atraídos por el azar que por el razonamiento humanista,

que era una facultad en la que no habían sido educados y que, por tanto, no la sentían

como propia.11

La gran eclosión del ajedrez: desde Valencia hasta el resto del mundo

En 1475, siete siglos después de haberse convertido en un enclave determinante

para la introducción del ajedrez en Europa, la península ibérica, y más concretamente la

ciudad de Valencia, que por entonces aún pertenecía al reino de Aragón, albergó el

surgimiento del ajedrez moderno, que es prácticamente el mismo que hoy se sigue

jugando en todo el planeta. Localizar la partida de nacimiento del hito más trascendental

en la historia del ajedrez fue el gran reto que durante muchos años tuvieron ante sí los

historiadores especializados en este juego. Hasta hace no demasiado tiempo, la teoría

generalmente aceptada (principalmente porque la suscribía Murray, la voz de referencia

en este campo durante la mayor parte del siglo XX) situaba el epicentro de este

revolucionario cambio entre los reinos de Francia, Italia o España. Sin embargo, los

11 Ni siquiera las leyes establecidas por la Corona para regular y controlar los juegos de azar consiguieron

que su práctica se redujera. Mientras que los juegos de dados estaban terminantemente prohibidos desde

1387, diversas modalidades de los juegos de cartas, aquellas en las que el factor suerte quedaba

minimizado y se premiaba la habilidad del jugador, estaban permitidas siempre y cuando las apuestas y

los envites no superaran una cantidad determinada (López Cantos 272).

Page 37: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

28

resultados de las investigaciones iniciadas en los años ochenta por Ricardo Calvo y

rematadas decisivamente en las últimas dos décadas por José Antonio Garzón,

demuestran que el nuevo ajedrez fue creado por los poetas valencianos Bernat Fenollar,

Narcís Vinyoles y Francí de Castellví, quienes lo presentaron en sociedad a través de

un poema conjunto, Scachs d’Amor.12

Además, el encomiable trabajo de Garzón desemboca en una hipótesis que es

secundada por la gran mayoría de los historiadores de ajedrez más reconocidos del

mundo y que, aun sin haber sido completamente corroborada, es de una trascendencia

capital: la reina o dama, la nueva figura que es incluida en el juego en sustitución del

alferza y que se convierte con mucha diferencia en la más poderosa dentro del tablero

(no en vano, da nombre a este nuevo estilo), está inspirada en la reina de Castilla Isabel

la Católica.13

12 Que hoy en día se siga teniendo constancia de este poema es el resultado de un agraciado cúmulo de

casualidades. El manuscrito original, en paradero desconocido desde hace unos ochenta años, fue

casualmente descubierto en 1905, más de cuatro siglos después de su creación, por el padre Ignasi

Casanovas en el archivo de la Real Capilla del Palau Requesens en Barcelona. José Paluzíe, bibliófilo y

pionero en la historiografía del ajedrez español, es, en 1911, el primer investigador en estudiarlo en

profundidad y lo da a conocer a través de su Manual de ajedrez para uso de los principiantes. Él ya aporta

dos datos clave sobre este poema: 1) refleja la primera partida conocida que es jugada bajo las reglas del

ajedrez moderno, y 2) denota que esa nueva forma de jugar se está fraguando en esos tiempos, por lo que

la datación del poema debe corresponderse con la datación del origen del ajedrez moderno. El tercer

hecho determinante en este asunto lo protagoniza en 1914 Ramón Miquel i Planas, quien, siguiendo una

costumbre de la época, fotografió el manuscrito al completo (dichas fotografías se encuentran actualmente

en la Biblioteca de Catalunya) y lo publicó en Bibliofilia, una revista que editaba por entonces (Garzón,

Alió, and Artigas 66). Según Garzón, se sabe que a finales de la década de los veinte, el manuscrito se

encuentra en los Jesuitas de Sarriá, que compran el archivo del Palau Requesens. Ahora no está allí. Las

hipótesis que se barajan son tres: 1) el manuscrito fue vendido a algún coleccionista americano; 2) acabó

en algún punto de Europa, especialmente Holanda o Italia, tras la expulsión y dispersión de los jesuitas

de España; 3) se encuentra descatalogado, posiblemente junto a otros manuscritos del siglo XV, en el

Archivo Histórico de Cataluña, situado en la localidad barcelonesa de San Cugat del Vallés. Al menos,

parece descartada la posibilidad de que, como se pensaba, fuera quemado durante la Guerra Civil española

(Garzón). 13 Cuando Paluzíe da a conocer Scachs D’Amor en 1911, Murray debería tener ya muy avanzado su libro

A History of Chess, que fue publicado en 1913. Aun así, a última hora el historiador británico incluye una

Page 38: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

29

El poema, una alegoría del amor escrita en valenciano y compuesta de 64

estrofas, tantas como casillas o escaques tiene el tablero de ajedrez, narra una partida de

ajedrez –la primera conocida con las reglas modernas- entre Marte y Venus bajo el

arbitraje de Mercurio.14 Castellví mueve las fichas rojas de Marte (las blancas hoy),

mientras que Vinyoles hace lo propio con las verdes de Venus (negras) y Fenollar

desempeña el papel de Mercurio, que es el árbitro y se dedica a comentar las jugadas

que se van sucediendo y a explicar las nuevas reglas del juego. Más que la partida en sí,

la gran aportación de este poema consiste en que muestra por primera vez las

revolucionarias novedades que estos poetas promulgaron con tal de establecer un nuevo

ajedrez, el ajedrez de la dama, el cual no tardaría mucho en germinar y expandirse por

los reinos hispanos, europeos y de todo mundo, y que terminaría desplazando hacia un

breve mención sobre el poema en su libro (781), aunque ésta es superficial y en ningún momento

cuestiona su propio planteamiento sobre un indefinido origen del ajedrez moderno.

Ricardo Calvo, autor del libro El poema Scachs D’amor (siglo XV). Primer texto conservado sobre

ajedrez moderno (1999) fue el primer historiador contemporáneo en reivindicar el origen español del

nuevo ajedrez, si bien es cierto que Murray ya menciona que su coetáneo Von der Lasa ya defendía esta

hipótesis, fechándola igualmente en 1475 (777-78).

Por su parte, Govert Westerveld, en su trabajo La influencia de la reina Isabel la Católica sobre la nueva

dama poderosa en el origen del juego de las damas y el ajedrez moderno, ya proclamó en 1997 que la

nueva dama del ajedrez tenía por referente a la reina Isabel la Católica, mientras que la gran aportación

de José Antonio Garzón ha consistido fundamentalmente en la aportación de pruebas concluyentes que

han permitido reforzar y dar aún más fundamento histórico a esas hipótesis previas. 14 Las figuras de uno y otro bando representan conceptos estéticos y morales. De hecho, Castellví y

Vinyoles, en sus respectivas primeras intervenciones en el poema, se encargan de especificar el

significado que cada una encarna. Así, Castellví, en la estrofa I, proclama: “Tomando a la Razón por rey

sin preeminencia; a la Voluntad por Reina de gran poder, contempla por Alfiles a los Pensamientos y por

Caballos a los Loores de dulce elocuencia, las Torres son Deseos que inflaman la memoria, y los Peones,

Servicios que pugnan por el triunfo”. Por su parte, Vinyoles a continuación, en la estrofa II, presenta de

esta forma las figuras de Venus: “Para ejercitar su gloria quiso Venus por Roque a la cautelosa Vergüenza;

por Caballos Desdenes en pago merecido; por Alfiles, Miradas de dulce contemplación; por Dama tomó

a la agradable Belleza; y su Rey, como conviene a una historia de amor, fue el Honor, de existencia

siempre en peligro; por Peones de toda fidelidad tomó a las Cortesías, armándolas y guarneciéndolas de

toda, clase de fingimientos” (Westerveld 351).

Page 39: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

30

inevitable y progresivo olvido a la versión anterior del juego (se referirán a éste como

el ajedrez viejo).15

La figura del alferza, reproducción del visir musulmán, era una pieza

eminentemente defensiva que sólo podía desplazarse una casilla en diagonal.16 Su lugar

junto al rey, del que era su principal escolta, pasó a ocuparlo la nueva dama, que,

pudiendo realizar el movimiento de todas las demás figuras salvo el caballo, se convertía

en el actor con más potencial sobre el tablero y dinamizaba considerablemente un juego

que en ese momento corría el serio peligro de estancarse.17 Fenollar, en un comentario

que hace en el margen derecho de la estrofa 54, define por primera vez el movimiento

15 A lo largo de la historia del ajedrez, especialmente durante la Edad Media, fueron innumerables las

propuestas e intentos que se plantearon con mayor o menor éxito para modificar el juego. Esta inclinación

a mejorar el ajedrez por medio de nuevas reglas, que puede verse reflejada incluso en el propio Libro de

los juegos de Alfonso X El Sabio, dio pie a numerosas variantes locales que son conocidas con el nombre

de assizes. 16 Es cuanto menos llamativo que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua haya

eliminado el término alferza en su última versión, la vigesimotercera, que fue presentada en octubre de

2014 con motivo del tricentenario de esta institución. El misterio en torno a esta palabra no acaba ahí, ya

que en las ediciones anteriores había sido definida de manera incorrecta: “Figura del ajedrez que

originariamente ocupaba junto al rey el lugar que hoy tiene la reina, con los mismos movimientos que

esta” (RAE). Como es sabido, la reina y el alferza no se movían de igual forma sobre el tablero.

Curiosamente, la palabra no apareció en un diccionario hasta 1852 (en el de Castro y Rossi), casi cuatro

siglos después de que esta pieza empezara a dejar de utilizarse y fuera reemplazada por la nueva reina.

Entonces, la definición de la misma también fue errónea: “Lo mismo que alférez o caballo en el juego de

ajedrez.” A modo de ejemplo, se adjunta un fragmento del Libro de los juegos de Alfonso X El Sabio

que, como puede comprobarse, no se corresponde con la definición que se incluyó en los distintos

diccionarios: “Ell alferza anda a una casa en sosquino, e esto es por aguardar al rey e non se partir d’él e

por encobrirle de los xaques e de los mates cuando gelos dieren e pora ir adelante ayudandol a vencer

cuando fuere el juego bien parado” (xxxvi). 17 La aparición de la nueva reina, con su imponente libertad de movimientos, no es la única novedad

técnica que es presentada en Scachs D’Amor. De hecho, Fenollar introduce otras reglas: pieza tocada,

pieza jugada (estrofa 6); el salto del rey a la tercera casilla en su primer lance (estrofa 15), antecedente

del enroque actual; la obligatoriedad de avisar el jaque (estrofa 27); la captura del peón al paso (estrofa

39); las formas de conclusión del juego (estrofas 45, 48 y 51). No debe pasar desapercibido que en esta

partida el alfil se desplaza con su movimiento actual, que es distinto al movimiento que tenía en el ajedrez

medieval de procedencia árabe (salto en diagonal de dos casillas, como las piezas del juego de las damas).

El hecho de que en el poema no se haga mención a este nuevo movimiento del alfil invita a pensar que

éste ya era familiar para los jugadores de la época y el lugar y que, por tanto, como argumenta Garzón,

su aparición fuera anterior a la nueva reina (qtd. in Westerveld 351).

Page 40: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

31

de la nueva dama: “Diu que la reyna vagui axi com tots sino cavall” [Digo que la reina

mueva como todas (las piezas) excepto el caballo].18

La aparición de la reina se debe a la conjunción de dos aspectos principales, uno

de carácter técnico y otro de naturaleza política y social. Por un lado, existía la necesidad

de reformar el juego. Como recalca Garzón, “el ajedrez árabe, después de setecientos

años de práctica en Europa, había llegado a un punto muerto, puesto que no había

experimentado ninguna evolución.” Las partidas eran tan largas y lentas que casi

dejaron de jugarse al completo, provocando que se recurriera a jugarlas con dados para

agilizarlas o que se limitaran a la resolución de los problemas de finales de partidas

como los que había recopilado Alfonso X El Sabio.

Por el otro lado, y como indica también Garzón, el novedoso escenario que se

vislumbra en el tablero reproduce “los nuevos modelos y los nuevos roles que van a

surgir en los estados europeos modernos.” Esta consideración se personifica

fundamentalmente en la omnipresente figura de la nueva dama del ajedrez,19 que

18 Ésta y todas las traducciones de Scachs D’amor del valenciano antiguo al castellano que aparecen en

este capítulo están sacadas del libro La reina Isabel la Católica: su reflejo en la dama poderosa de

Valencia, cuna del ajedrez moderno y origen del juego de las damas, de Govert Westerveld, quien a su

vez se sirve de la traducción del poema que Miquel i Planas publicó en la revista Bibliofilia en 1914. 19 La utilización de la expresión nueva dama del ajedrez no sólo está justificada sino que, además, requiere

una importante explicación. En realidad, la figura de la dama o reina apareció en el ajedrez mucho tiempo

antes, a finales del siglo X, aunque esta pieza tenía el mismo movimiento que el alferza y, por tanto, no

estaba llamada a tener un papel tan protagónico en el juego. De hecho, el primer manuscrito conocido

que evidencia la existencia de la figura de la reina es el poema Versus de scachis, escrito por un monje

alemán anónimo en torno a 990. A partir de ese momento, la presencia de la reina será habitual en las

obras literarias europeas que de una u otra forma recurran al ajedrez, lo que para Marilyn Yalom

representa “the quintessential metaphor for the female power in the Western world” (xxiii). En su obra

Birth of the Chess Queen, esta académica subraya el poder que progresivamente fueron alcanzando

diferentes reinas en el panorama político europeo, las cuales dieron los primeros pasos hacia una

tendencia que alcanzó su máxima expresión con la reina Isabel la Católica, la gran reina de una Europa

moderna en la que también destacaron otras como Leonor de Aragón, María Tudor, Isabel I de Inglaterra,

Catalina de Médicis, Juana III de Navarra en Francia y María I, reina de Escocia (Shenk 77).

Page 41: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

32

resembla a la perfección el perfil político de Isabel la Católica, una gobernante

excepcional que abrió una nueva época casi en los albores del siglo XVI al convertirse

en la primera reina europea que atesoraba la máxima autoridad y que, por tanto, tenía

plenos poderes para regir los designios de un reino (Westerveld 321).20 La estrofa LIV

de Scachs d’Amor no puede ser más elocuente al respecto:

Mas nostre joch de nou vol enremar se

de stil novell e strany a qui be·l mira,

prenent lo pom, lo ceptr’e la cadira.

car, sobretot, la Reyna fa honrar se.

Donchs, puix que diu que mes val e mes tira,

per tot lo camp pot mol be passegar se,

mas torçre no, per temor ni per ira.

Quant mes se veu la libertat altiva,

mes tembre deu de caure may cativa. (qtd. in Westerveld 321)

[Pero nuestro juego quiere de nuevo engalanarse

con un estilo nuevo y excepcional, para quien bien lo mire

tomando la espada, el cetro y la silla

pero, sobre todo, se honra a la reina

Entonces, como ella es la que más vale y la que más tira

por todo el campo puede bien pasearse

pero no torcerse, ni por temor ni por ira

cuanto más se ve la libertad altiva

más debe temer de caer cautiva.]

Tal y como desarrolla Garzón en su artículo “Scachs D’amor: la prueba

definitiva del origen valenciano del ajedrez moderno,” que es recogido por Govert

Westerveld, dos extractos de esta estrofa son determinantes para vincular a Isabel la

20 Algunos autores puntualizan que, de forma complementaria, la aparición de una figura femenina tan

poderosa sobre el tablero responda también al creciente culto a la Virgen María (Garzón, Alió, and Artigas

67), si bien es cierto que anteriormente ya se había recurrido al ajedrez para honrarla. Valga como ejemplo

la referencia que ofrece Gómez Redondo, quien cita el prólogo del libro I de los Miracles de Nostre

Dame, de Gautier de Coinci, donde, en una partida entre Dios y el demonio, se identifica la figura

feminizada de la alferza con una guardiana protectora del rey, al que salva de los ataques de las piezas

rivales (“Milagros ajedrecísticos”).

Page 42: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

33

Católica con la creación de la dama del ajedrez moderno. En primer lugar, Fenollar, voz

de este fragmento del poema, dice que este nuevo ajedrez “realza la dignidad de la reina

otorgándole la espada, el cetro y el trono.” Aquí el poeta se refiere a la ceremonia en la

cual, el 18 de diciembre de 1474, escasos días después de la muerte del rey Enrique IV,

Isabel la Católica es proclamada reina de Castilla y hereda de su hermano los símbolos

que representaban el máximo poder del reino. Desde el punto de vista ajedrecístico,

Fenollar recurre a estos símbolos (la espada, el cetro y el trono) para ensalzar el

extraordinario poder que la nueva dama adquiere sobre el tablero.

En segundo lugar, y como complemento a la anterior apreciación, el poeta añade

más adelante: “Así, puesto que se dice que es ella (la reina) quien más vale y más

alcanza, pueda pasear muy bien por todo el campo.” Con esta frase, Fenollar se refiere

de una manera aún más explícita si cabe al peso específico que la reina adquiere en el

ajedrez moderno, donde sólo las sesenta y cuatro casillas del tablero (al margen, claro

está, del resto de figuras que en él se encuentren) pueden poner límites a su avances en

horizontal, vertical y diagonal.21 Esta autoridad adquirida en el juego también se

corresponde con los hechos que marcaron la coronación de la reina. No en vano, el 15

de enero de 1475 se firma la Concordia de Segovia, según la cual Isabel queda como

“reina y propietaria de Castilla” y Fernando el Católico es relegado al papel de rey

consorte (Westerveld 347-48).22

21 Obviamente, no todas las piezas del ajedrez tienen el mismo valor relativo, aunque hay veces que esa

importancia estimada varía dependiendo de la posición que existe sobre el tablero. La dama, como es

lógico, tiene el valor más alto (9), muy por encima del resto de las piezas: torre (5), alfil y caballo (3), y

peón (1). Es preciso puntualizar que esta valoración no es universal y que, por tanto, hay algunos

estudiosos del ajedrez que dan otros valores, aunque sí son muy próximos a éstos. 22 Yalom indica que es “probable” que los tres poetas tuvieran como referente a la reina Isabel la Católica.

Pese a no afirmarlo con la misma contundencia que los investigadores españoles (Westerveld es de origen

Page 43: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

34

Ricardo Calvo prueba la estrecha relación que existió entre el rey Fernando el

Católico, gran aficionado al ajedrez como la propia reina Isabel,23 y los tres poetas:

Fenollar, que pertenecía a una ilustre familia, fue capellán y maestro de la capilla del

rey; Vinyoles, doctor en leyes, fue propuesto por el monarca como juez supremo de la

Justicia Criminal; y Castellví, prestigioso cortesano de su tiempo en la Corona de

Aragón, fue primero camarero y después mayordomo del rey (qtd. in Westerveld 323-

24). Tal cercanía entre los autores de Schachs d’Amor y el monarca aragonés es un

argumento de peso que refuerza la tesis de que la creación de la nueva dama está

holandés pero lleva media vida afincado en España), da la sensación de admitir esta posibilidad como

muy factible: “Había surgido en Castilla una reina militante más poderosa que su esposo, luego, ¿por qué

no iba a surgir también dentro del tablero de ajedrez? (…) Éste puede haber sido el pensamiento de

aquellos ajedrecistas de Valencia que dotaron a la reina de una nueva y muy extensa capacidad de

movimientos” (qtd. in Shenk 78).

Garzón, por su parte, identifica otros tres comentarios de Fenollar que, aunque no tienen vigencia en el

ajedrez actual, sí refuerzan aún más su tesis, pues denotan total respeto hacia la monarca: en la estrofa

57, se establece que el peón no puede promocionar en una dama y que no puede haber más de una reina

por bando sobre el tablero; en la estrofa 60 queda reflejado que las reinas no pueden capturarse entre sí;

y en la estrofa 63 se afirma que el bando que pierda a su reina, perderá la partida. 23 Westerveld recoge que el cronista de la reina Isabel la Católica, Hernando de Pulgar, puso de manifiesto

en varias ocasiones el gusto del rey Fernando el Católico por el ajedrez, hasta el punto que había veces

en las que descuidaba sus obligaciones (329).

Garzón, por su parte, aclara que la afición por el ajedrez era compartida a partes iguales por los dos

monarcas desde antes de su matrimonio. Además, recurre a dos inventarios de libros que pertenecieron a

la reina para demostrar su gusto ajedrecístico. Primero, se sirve de una investigación de Diego Clemencín

para la Real Academia de la Historia sobre los libros que existían en el Alcázar de Segovia (Memorias

De La Real Academia De La Historia. Vol. 14. Madrid: Real Academia de la Historia, 1796. Print.),

donde descubre que la monarca poseyó un manuscrito en pergamino francés titulado Juego departido,

que era un libro técnico con problemas. Igualmente, cita el trabajo de Francisco J. Sánchez Cantón

(Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica. Madrid: Centro Superior de Investigaciones

Científicas, 1950. Print.) sobre los libros que Felipe II mandó trasladar desde la Capilla Real de Granada

hasta la librería de San Lorenzo del Escorial. Entre ellos se encontraban dos textos ajedrecísticos: “Libro

del juego del ajedrez; muy antiguo” y “De a folio, en romance, escrito de mano, en pergamino contiene

las Diferencias del juego del ajedrez; autor: el rey don Alfonso el Sabio. Para Garzón, el primero

“probablemente se trate de una versión manuscrita de la obra moralizante de Jacobo de Cessolis” y el

segundo era, “sin duda”, el Libro de los Juegos. Garzón, incluso, aporta documentos que relatan la

adquisición de diversos tableros y piezas de ajedrez por parte de los Reyes Católicos (“Nuevos

documentos” 253-56).

Page 44: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

35

indiscutiblemente vinculada a la coronación de la reina Isabel y al consecuente nuevo

orden político que se estableció en la península ibérica a partir de ese momento.

Garzón, por su parte, no duda un ápice al afirmar que las observaciones de

carácter técnico que ofrece Fenollar en el transcurso del poema “transmiten en realidad

un reglamento completo del nuevo ajedrez que ellos mismos acaban de crear” (qtd. in

Westerveld 351). El historiador basa su planteamiento en los comentarios que el propio

árbitro de la partida hace en diferentes momentos del poema. Por ejemplo, en la primera

estrofa puede leerse: “Pero nuestro juego quiere todavía adornarse con un estilo nuevo

y sorprendente.” Al expresarse utilizando los términos “nuestro juego” y “estilo nuevo

y sorprendente,” resulta evidente que los tres poetas utilizan el poema para dar a conocer

su propuesta, algo que también queda de manifiesto en la estrofa LX, cuando Fenollar

emplea las expresiones “según nuestro estilo” y “la regla de nuestra escuela.” Así las

cosas, es interesante comprobar que mientras el origen del ajedrez, como se ha mostrado

al inicio de este capítulo, sigue sin esclarecerse por completo, el nacimiento del ajedrez

moderno sí está completamente definido, pues, mientras no se demuestre lo contrario,

su invención responde a la imaginación y el empeño de tres hombres concretos, Bernat

Fenollar, Narcís Vinyoles y Francí de Castellví, de la Valencia de la segunda mitad del

siglo XV.

“El espíritu de ellos es muy renovador en todos los órdenes, y como aficionados

al ajedrez también van a querer implantar su sello ahí,” argumenta Garzón. Los tres

formaban parte del activo círculo literario y cultural que por entonces se generó en una

Valencia que, por su privilegiada localización, que la convertía en elemento de conexión

Page 45: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

36

de las rutas comerciales que unían la península ibérica con Italia y el centro de Europa,

era una de las ciudades más desarrolladas e importantes del viejo continente. Ese

esplendor en todos los órdenes concentrado en Valencia, que se enriquecía de los

intercambios materiales y culturales que mantenía con otras grandes ciudades de fuera,

impulsó una formidable producción literaria (La Dama del Ajedrez). No debe

sorprender, por tanto, que la primera obra impresa en España fuera Las Obres e trobes,

en la que se recopilan los poemas y las coplas que se presentaron en un recital

promovido precisamente por Fenollar en 1474 y en el que colaboraron conjuntamente

los tres autores de Scachs d’Amor (Garzón, Alió, and Artigas 67).24

Una vez que el ajedrez moderno fue creado por Fenollar, Vinyoles y Castellví,

esta renovada versión del juego paulatinamente se fue volviendo más popular en

Valencia y en los puntos de la península ibérica y del resto de Europa que por diversos

motivos estaban en permanente contacto con la ciudad levantina. En todos estos lugares,

el ajedrez viejo fue cayendo en desuso y fue reemplazado por ese nuevo ajedrez de la

dama que, comparado con el anterior, era prácticamente un juego nuevo. La nueva reina

24 La datación exacta de la fecha de creación de Scachs d’Amor, no reflejada en el manuscrito,

corresponde a José Antonio Garzón, quien, en sus pesquisas, partió de la premisa emitida por Ricardo

Calvo, que situó el poema entre 1470 y 1490, año en el que fallece Bernat Fenollar. La coronación de

Isabel la Católica como reina de Castilla y la convicción de que el poema, y el ajedrez de la dama que

promovían, celebraba dicho nombramiento, le movía a pensar que tuvo que ser creado en torno a 1475,

muy poco tiempo después de que acaeciera tan magno evento. Tres pistas más le harán decantarse por

esa fecha: 1) como se apunta en esta misma página, los tres autores ya colaboraban, es decir, hacían poesía

conjuntamente desde 1474; 2) una filigrana en el papel empleado para inmortalizar el poema es usada

especialmente en algunos de los primeros impresos que se hacen en Valencia, y en el entorno de los

poetas, entre 1474 y 1475; y 3) tal y como confirmó el Instituto Astrofísico de Canarias, situado en la isla

de La Laguna, en aquella época se produjeron dos conjunciones planetarias entre Marte, Mercurio y

Venus que pudieron ser contempladas a simple vista en Valencia. La primera, el 30 de junio de 1475 y la

segunda el 6 de junio de 1477. Por mayor concordancia con las otras pistas, Garzón concluye que el

poema debió crearse el verano de 1475, pues los propios poetas especifican en la primera estrofa que esa

conjunción dio pie al poema: “Habiendo encontrado Marte un templo a Venus, y teniendo entreambos en

su presencia a Mercurio…” (Garzón, Alió, and Artigas 67).

Page 46: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

37

lo había vuelto mucho más dinámico y atractivo, transformándolo en una representación

mucho más acorde con los tiempos que corrían.

Igualmente, Valencia también sería escenario de un segundo acontecimiento

determinante en el devenir del ajedrez. En 1495, veinte años después de la creación de

Scachs d’Amor y de que, por tanto, el nuevo ajedrez empezara a asentarse y ganarse el

favor de los jugadores, Francesc Vicent publicaba, también en valenciano, el Llibre dels

jochs partitis dels schachs.25 Considerado como la primera obra técnica de ajedrez

impresa en el mundo,26 “(e)ste libro nos da la evidencia de que el nuevo ajedrez ha

triunfado y se ha generalizado” (Garzón). La obra de Vincent se convertirá en un

elemento decisivo en la difusión del ajedrez de la dama. En este sentido, tan importante

como el esparcimiento de las copias impresas del mismo fue la sucesión de hechos que

marcaron la vida de este excepcional personaje. 27 Pese a que no se conocen muchos

detalles de su biografía, todo hace indicar que Vincent era de origen judío y que a

25 El título completo de la obra es Llibre dels jochs partitis dels schachs en nombra de 100 ordenat e

compost per mi Francesch vicent nat en la Ciutat de Segorb e criat e vehi de la insigne e valerosa ciutat

de Valencia. De los cien problemas que incorporaba, 79 eran del nuevo ajedrez de la dama. 26 En 1497, dos años después de la publicación del libro de Vicent, se publicó en Salamanca Repetición

de Amores y Arte de Ajedrez con 101 Juegos de Partido, de un misterioso autor apellidado Lucena. Las

últimas investigaciones apuntan a que es una traducción en castellano y ampliada del libro de Vicent.

Esta posibilidad es muy factible ya que el editor, Leonard Jud, había trabajado anteriormente en Valencia

con el activo círculo literario que allí existía y que en aquella época la copia de obras estaba a la orden

del día (La Dama del Ajedrez). 27 Garzón, Alió y Artigas prueban una compraventa de 30 ejemplares de este libro el 29 de enero de 1496,

por lo que se puede deducir que, dentro de las posibilidades de las imprentas de entonces, se hicieron

bastantes más copias. Ni mucho menos es descartable que muchas de ellas fueran quemadas por la

condición de judío del autor. Hay que ir hasta 1913 para encontrar la última constancia que se tiene de la

existencia de uno de estos ejemplares, que fue vendido en Barcelona (74). Las últimas indagaciones de

Garzón sitúan esta copia en Estados Unidos, aunque su paradero, al igual que el manuscrito original de

Scachs D’amor, es desconocido. Sin embargo, algunos buscadores de tesoros bibliográficos andan tras la

pista de este incunable perdido con la esperanza de hacerse con los 18.000 euros de recompensa con los

que los promotores del Premio Internacional Von der Lasa premiarán “a la primera persona que (…)

ofrezca una garantía absoluta de poder facilitar, en condiciones idóneas, la referida copia de la obra”

(Origen valenciano del ajedrez).

Page 47: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

38

principios del siglo XVI, escapando de la Inquisición española, huyó hacia Italia, donde,

obviamente, fomentó la práctica del ajedrez de la dama.28 Dos hechos sustentan esta

hipótesis: por un lado, en Perugia y Cesena se descubren sendos manuscritos,

seguramente escritos por él mismo, que, en realidad, son copias en italiano (con

expresiones técnicas en castellano y valenciano) de su libro ajedrecístico; y por el otro,

“en 1506 puede identificarse como Maestro Francesco, Spagnolo, maestro de Scacchi,

que impartía clases de ajedrez a Lucrecia Borgia en Ferrara” (Garzón, Alió, and Artigas

80).29

El conquistador español y su propensión al juego

Mientras el nuevo ajedrez de la dama se expandía constantemente por toda

Europa y por el resto del planeta, los dominios de la Corona española por el Nuevo

Mundo también iban siendo cada vez mayores. Fueron dos procesos simultáneos que,

en el caso concreto de América, se desarrollaron al mismo tiempo, ya que el nuevo

ajedrez se implantó en los territorios americanos tan pronto como los españoles iban

tomando posesión de los mismos. Según Garzón, en el Nuevo Mundo se dio un caso

excepcional: allí sólo se conoció el nuevo ajedrez. En su opinión, no tiene sentido pensar

28 Se calcula que un cuarto de la población valenciana de finales del siglo XV era judía. Esta comunidad,

identificada con la elite cultural y con un claro carácter innovador, se vio obligada a huir de la península

ibérica tan pronto como se puso en marcha la Inquisición. En torno a unos 200.000 judíos buscaron

refugio por el resto de Europa, especialmente en Italia, convirtiéndose accidentalmente en embajadores

del ajedrez de la dama que acababan de aprender en Valencia y, por tanto, en responsables de su rápida

expansión por el exterior (La Dama del Ajedrez). 29 Hija del valenciano Rodrigo Borgia, que en 1492 se convertiría en Papa bajo el nombre de Alejandro

VI, Lucrecia Borgia (1480-1519) recibió una educación culta y refinada, y, con tres matrimonios con

hombres importantes de la época, se vio implicada de lleno en los movimientos que su familia realizó

para tratar de controlar la ajetreada política italiana del momento.

Page 48: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

39

que en las zonas conquistadas llegara a jugarse al viejo ajedrez, pues la versión anterior

ya debía estar en desuso en la península ibérica cuando se produjeron los primeros

asentamientos reales en América:

Hay una generación en España, la que propugna la nueva forma de

jugar a partir de 1475, que sí batalla, por así decirlo, con el viejo

ajedrez. Ése es el motivo por el cual en el libro de Lucena, por

ejemplo, problemas de un estilo y del otro aparecen mezclados con

total naturalidad. Pero esa situación de temporal coexistencia sólo

acontece durante una generación, ya que en España, en torno a 1510,

nadie jugaba al ajedrez viejo. Así las cosas, y teniendo en cuenta que

el verdadero contacto o choque cultural con los indígenas americanos

se produce a partir de principios del siglo XVI, se puede afirmar sin

temor alguno que el ajedrez que llega al Nuevo Mundo es el nuevo, lo

cual es una paradoja tremenda porque en ese momento, en media

Europa, todavía se estaba jugando al viejo.

Independientemente del ajedrez que arribara a América de la mano de los

españoles, lo que es incuestionable es que los conquistadores que hasta allí llegaron en

busca de la fortuna que encarrilara sus vidas siguieron entreteniéndose al otro lado del

océano Atlántico con los mismos juegos (el ajedrez entre ellos) que antes de zarpar

habían sido parte de su día a día y habían contribuido a forjar su identidad como

españoles.30 “La pasión del juego llegó a América con los descubridores y

conquistadores, y a los pocos años se había transformado en una verdadera plaga social.

No hubo lugar, por remoto o pequeño que fuera, donde no se practicara y, casi siempre,

30 Esta conclusión también ha de hacerse extensible a otras formas de entretenimiento, las cuales quedan

clasificadas de la siguiente forma por Ángel López Cantos: las fiestas; las fiestas religiosas o solemnes;

las fiestas reales o “súbitas” y el carnaval; las diversiones caballerescas; los espectáculos; los juegos

deportivos y de habilidad; y los juegos de envite, suerte y azar (8-11). Es decir, conforme fue asentándose

la colonia española en el Nuevo Mundo, los distintos tipos de diversiones que eran propios de la cultura

castellana se implantaron en América, para disfrute de los colonizadores y también de los nativos, aunque

éstos, más bien, experimentaron un proceso de transculturación que, al menos al principio, fue

involuntario.

Page 49: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

40

con exceso,” sentencia al respecto Ángel López Cantos (269), quien, además, recalca

que no hubo clase ni estamento social que, independientemente de donde se encontrara,

permaneciera al margen de esta costumbre tan consolidada: “(A)fectaba a reyes, papas,

nobleza, clero alto y bajo, sin olvidar, por supuesto, al común ni a las mujeres” (291).31

Alfonso X El Sabio había dejado escrito dos siglos antes que la virtud del juego

reside en su práctica moderada y honesta. Sin embargo, en el Nuevo Mundo se rebasaron

sobrada y sistemáticamente los límites de lo debido. Ni siquiera pudieron evitarlo las

medidas adoptadas por la Corona española, que, alertada por la situación que se había

desencadenado y por la repercusión negativa que esta indeseada tendencia podía tener

en la estabilidad y en el correcto funcionamiento de la empresa conquistadora, trató

rápidamente de poner cerco al asunto. Por ejemplo, el rey Fernando el Católico exhortó

a los responsables de las distintas expediciones trasatlánticas a que se persiguiera con

ahínco el juego ilícito, llegando incluso a establecer multas a los infractores que

doblaban las penalizaciones que estaban vigentes en Castilla por el mismo motivo

(López Cantos 287). Sin ir más lejos, el cronista Cieza de León escribirá que Pizarro

nombró como alcalde mayor al hidalgo Juan de Porras para que, entre otras cosas,

castigara “ásperamente” a quienes “andaban metidos en juegos” (173).

El problema es que quienes debían velar por el juego limpio y por el

cumplimiento de las leyes en América eran los primeros que se las saltaban.

Simplemente, eran incapaces de controlar sus irrefrenables ganas de entregarse al juego

31 La coyuntura propició la proliferación de tahúres en el Nuevo Mundo. Eran considerados “hombres

viles, rufianes, ladrones, infames, etc...”, aunque lo cierto es que entre estos jugadores profesionales

llegaron a encontrarse incluso representantes de la élite social como Pedro de Alvarado y Hernán Cortés

(López Cantos (299).

Page 50: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

41

(especialmente, a los de azar) y a las apuestas que se hacían a partir de los mismos, que

por norma general sobrepasaban con creces las cantidades permitidas.32 Son muchos los

casos conocidos que podrían citarse para ilustrar cómo el juego alejó de sus obligaciones

y responsabilidades a quienes, en teoría, debían dar ejemplo de buena conducta al resto

de los españoles en el Nuevo Mundo. De hecho, entre los conquistadores sobre los que

colgaba el cartel de jugadores y apostadores empedernidos se encontraban nombres

propios tan relevantes como los de Pedrarias Dávila, Hernán Cortés, Pedro de Valdivia

o el propio Francisco Pizarro, a quien el Inca Garcilaso de la Vega, comparándolo con

Almagro, describe de esta forma en sus Comentarios reales:

El Marqués era mucho más inclinado a todo género de juegos que el

Adelantado, tanto que algunas veces se estaba jugando todo el día, sin

tener en cuenta con quién jugaba, aunque fuese un marino o un

molinero, no permitía le diesen bola (bolichear), ni hiciesen otra

ceremonia que a su dignidad se debía. Su amor propio le impedía

terminar una partida si iba perdiendo, y no existía fuerza humana que

lo arrancara del lugar a no ser que se produjera un alzamiento de

indios. Entonces acudía el primero al sitio del conflicto. (qtd. in López

Cantos 253)

En opinión de López Cantos, la irresistible inclinación de los españoles que

desembarcaron por toda América hacia el juego y a su práctica desmedida se explica a

partir de tres consideraciones fundamentales: 1) tenían mucho tiempo libre, lo que les

permitía entregarse a la más absoluta ociosidad y, por tanto, ser presas de los instintos

32 Dos de los miembros de la expedición de Francisco Pizarro, Rodrigo Ordóñez y Hernán Sánchez

Morillo, disputaron en la plaza de Cuzco “la más espectacular y copiosa partida de bolos que hasta

entonces se había disputado en el Nuevo Mundo, ya que los contendientes apostaron 11.000 pesos de oro

y 500 marcos de plata. Perdió Sánchez Morillo, que, en lo que duró el enfrentamiento, vio cómo se

esfumaba buena parte de la fortuna que había amasado en Perú (López Cantos 257).

Page 51: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

42

menos recomendables de acuerdo a los principios de la fe cristiana; 2) habían

conseguido mucha riqueza y de manera muy rápida, sobre todo en los primeros años de

la conquista; y 3) muchos de los conquistadores eran soldados que cruzaron el océano

Atlántico en busca de fortuna y que, por tanto, eran proclives a caer en la tentación de

toda aquella forma de diversión o entretenimiento en la que la suerte, los envites y el

azar estuvieran presentes (291-94).

Los primeros ajedrecistas en las Indias

Así las cosas, es innegable que los conquistadores españoles pasaron mucho

tiempo jugando en América. Jugaron a las cartas, a los dados y, por supuesto, también

al ajedrez, aunque quizá éste no fuera el tipo de juego que se asociara con el perfil que

abundaba mayoritariamente entre los conquistadores. Al margen de los manuscritos que

proclaman la familiaridad de Atahualpa con el ajedrez (se analizarán en el segundo

capítulo), es menester detenerse en algunos pasajes especialmente significativos que

avalan que el ajedrez estuvo muy presente entre algunos de los españoles llegados hasta

el Nuevo Mundo.

Uno de los casos más conocidos es el del gobernador Pedrarias Dávila, destacado

noble que se ganó el sobrenombre de “la ira de Dios” por su irrefrenable temperamento

y la manera en la que trataba a sus súbditos, tanto españoles como indios. Era un jugador

“empedernido” y cruzaba fuertes apuestas de todo tipo hasta cuando jugaba al ajedrez

(Mena García 177). Así lo puso de manifiesto el contador Diego de la Tobilla, quien en

cierto momento llegó a denunciar que “jugaba 50 y 100 y quizá 500 indios al ajedrez,

Page 52: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

43

sin distinguir si eran esclavos justamente o no” (Friede 152). Hasta el propio Bartolomé

de Las Casas dejó constancia del desenfreno con el que Pedrarias Dávila consumía sus

horas frente a un tablero de sesenta y cuatro escaques (39), si bien es cierto que ésta ni

mucho menos es la mención más interesante de cuantas hace de este juego el fraile

dominico en su extensísima obra. Como recoge el hispanista Fernando Gómez Redondo,

Las Casas, en uno de los llamativos apuntes sobre frenología que incluye en su

Apologética historia sumaria, opina que a los aborígenes, por las formas de sus cabezas,

se les daría bien el ajedrez:

Los que la cabeza alcanzan luenga de la frente al colodrillo, de la

manera de un martillo o, por mejor decir, de la hechura de una nado

que tiene el principio angosto como la proa y la parte postrera hacia

el colodrillo más capaz o más gruesa como la popa, y cuanto más

saliere afuera del pescuezo aquella parte, aquellos tales serán hombres

muy prudentes, próvidos y circunspectos y de todas partes regatados

y para las letras habilísimos; entre otras habilidades, si aprenden a

jugar al ajedrez serán grandes jugadores d’él. (qtd. in “El Ajedrez en

América”)

El caso de Pedrarias Dávila, aun siendo relevante, no deja de ser una anécdota.

Sin embargo, es preciso destacar que el ajedrez habría tenido un embajador de

primerísimo nivel en el Nuevo Mundo en caso de que algún día pudiera llegar a

confirmarse en todos los extremos que Ruy López de Segura, posiblemente el mejor

ajedrecista del mundo durante la segunda mitad del siglo XVI, efectivamente arribó a

Perú, como tenía intención, en 1570.33 José Antonio Garzón, Josep Alió y Miquel

Artigas muestran que una Cédula Real, conservada en el Archivo General de Indias, en

33 En ese momento, Ruy López rondaba la cuarentena y se encontraba en plena madurez, por lo que su

desplazamiento hasta América habría sido aún más llamativo (Garzón, Alió, and Artigas 165).

Page 53: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

44

Sevilla, y expedida a la Casa de la Contratación el 15 de septiembre de 1568 en El

Escorial de la mano del escribano del rey Felipe II,34 daba licencia “al Bachiller Ruy

López, clérigo presbítero,” para embarcarse hacia Perú, donde se encontraba su hermano

Alonso (165).

Además, en el Catálogo de Pasajeros a Indias perteneciente a 1570, aparece, en

el número 2.842, Ruy López: “El Bachiller Rui Lopez de Segura, clérigo, natural de

Zafra, hijo de Hernán López de Segura y de María López de Segura, al Perú. 12 de

octubre.” Es entonces cuando se vuelve más inquietante si cabe la ausencia de certezas

que envuelve la misteriosa biografía de Ruy López. Estos investigadores consideran que

“el barco debió partir en 1570, pues se conservan los registros de los maestres de las

naos que viajaron ese año,” y suponen que “si (Ruy López) regresó a España, ya no

volvió a ultramar.” Sin embargo, tampoco descartan la posibilidad de que no volviera a

España, aunque anhelan el descubrimiento de al menos un solo documento que

demuestre que Ruy López, efectivamente, tomó el barco en el que tenía un sitio

reservado y pisó el Nuevo Mundo (165).35

34 Gracias al ajedrez, Ruy López y el rey Felipe II tuvieron una relación muy estrecha. Al margen de la

citada Cédula Real que permitía al religioso embarcarse con destino al Nuevo Mundo, el monarca también

dio licencia para que, en 1561, se imprimiera en Alcalá el Libro de la invención liberal y arte del juego

del ajedrez, muy útil y provechosa para los que de nuevo quisieren aprender a jugarlo, como para los

que ya lo saben jugar. Este primer trabajo de Ruy López es “una de las obras más importantes e

innovadoras de la Historia del Ajedrez (Garzón, Alió, and Artigas 158), pues por primera vez plasma los

principios técnicos del ajedrez moderno. En este libro, Ruy López presenta y analiza la que actualmente

se conoce como Apertura Española o Ruy López, que aún hoy en día sigue siendo una de las más

utilizadas, si no la más utilizada incluso entre los ajedrecistas profesionales, en el comienzo de las

partidas. Además, Felipe II lo invitó a participar en el certamen internacional de ajedrez que organizó en

su corte en Madrid (probablemente, entre 1574 y 1575) y en el que también participaron Alfonso Cerón,

de Granada, y los dos mejores italianos de la época, Leonardo da Cutri y Paolo Boi. Es opinión casi

generalizada entre los historiadores que esta cita puede ser considerada como el primer torneo

internacional de maestros del ajedrez. 35 Al margen de su gran obra ajedrecística, Ruy López escribió otro libro, Grammaticae Institutiones,

escrito en latín y publicado en Lisboa en 1563. Garzón, Alió y Artigas lo definen como “un hombre muy

Page 54: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

45

Sea cual fuere el destino final de Ruy López, su figura es el máximo exponente

de un hecho sobradamente aceptado: la afición del clero al ajedrez. Antonio de

Valdivieso, obispo de Nicaragua y principal impulsor junto a Bartolomé de Las Casas

de la defensa de los derechos de los indios, estaría jugando una partida junto a otros dos

religiosos cuando fue asesinado por un grupo de españoles (Asturias 430). Por su parte,

Ricardo Palma, citando a Jiménez de la Espada, recuerda que Fray Gerónimo de Loaiza,

el primer obispo de Perú, fue un “vicioso” del ajedrez, hasta el punto de que tal adicción

estuvo cerca de alejarle de su cometido de acabar con el conquistador rebelde Francisco

Hernández Girón (426).36

Más llamativa es, sin duda, la referencia que hace el Inca Garcilaso de la Vega.

Pese a que él abandonó América con veinte años y que el grueso de su obra fue escrito

una vez que se encontraba en España, es relevante observar que un mestizo como él

empleó el ajedrez (signo inequívoco de que gozaba de una educación española y de que

conocía los entresijos del juego) para, en el capítulo XXVIII de la segunda parte de sus

Comentarios Reales, alabar las virtudes en el campo de batalla del maese Francisco de

Carvajal. Éste lideró un contingente de soldados en defensa de Gonzalo Pizarro que

culto, trabajador incansable, dispuesto a sentar cátedra en el campo que abordara y conspicuo polemista”

(166). De lo que no hay duda es de que ya tuvo que ser grande su figura para que Sebastián de Covarrubias

Orozco, en su Tesoro de la Lengua Castellana de 1611, dijera de él lo siguiente en la voz Çafra: “Otra

Çafra ay en Estremadura, donde hubo un muchacho que, siendo de muy poca edad, era tan gran jugador

de axedrez, que todos le reconocían la ventaja, y quedó el nombre de niño de Çafra” (qtd. in Garzón, Alió,

and Artigas 166). 36 La gran atracción que los religiosos sentían por el ajedrez en absoluto se correspondía con la postura

que la Iglesia cristiana tuvo hacia este juego en sus inicios en Europa. El hecho de que se tendiera a

jugarlo con dados para acelerar las partidas provocó que lo censuraran. Sin embargo, como apunta

Murray, esa animadversión fue remitiendo a partir del siglo XIII: “By 1250 the early prejudice of the

Church against chess had begun to weaken in view of the royal and noble patronage of the game, and the

monastic orders were freely accepting chess as a welcome alleviation of the monotony of convent life,

while a knowledge of chess had spread downwards from the inmates of castle and monastery to the

wealthier burgesses and merchants of the towns” (428).

Page 55: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

46

derrotó a los hombres de Diego Centeno en la batalla de Huarina, posiblemente uno de

los enfrentamientos más sangrientos de cuantos tuvieron lugar en Perú entre

conquistadores españoles. El triunfo militar de Carvajal le valió todo tipo de elogios por

parte del Inca Garcilaso, quien dice de él que era un “hombre tan esperimentado en la

guerra y tan diestro en ella, que sabia a cuantos lances habia de dar mate a su contrario,

como lo sabe un gran jugador de ajedrez que juega con un principiante” (519).

En otros casos, son menciones menores las que permiten mostrar el

conocimiento prácticamente generalizado que los españoles que poblaron el Nuevo

Mundo tenían del ajedrez. Olaf Holm especula con la posibilidad de que la vinculación

que hicieron algunos cronistas entre Atahualpa y el ajedrez, a su juicio sin fundamento,

pudo verse influenciada por los comentarios que algunos de los españoles llegados a

Cajamarca hicieron de los vestidos que llevaban los soldados del rey inca (see fig. 1),

los cuales fueron descritos como “axedrezados” o “a la manera de escaque” (92).

Figure 1. Prenda de ropa característica de la civilización inca con cuadrados blancos y

negros que recuerdan a un tablero de ajedrez. Dallas Museum of Art.

Page 56: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

47

Estos detalles, en apariencia sin demasiada trascendencia, contribuyen

igualmente a sustentar la teoría de Garzón, quien no esconde su convencimiento de que

Atahualpa, como mínimo, tuvo contacto con el ajedrez mientras estuvo cautivo en

Cajamarca: “Si no llegó a jugar al ajedrez, estoy seguro de que, al menos, tuvo que ver

cómo jugaban sus captores porque en ese momento el ajedrez era sumamente popular

entre los españoles. Era como el fútbol de aquella época.”

La españolización de los incas a partir de los juegos: un caso de transculturación

Hay un documento que, en cierto sentido, respalda el planteamiento de Garzón (fig. 2).

Se trata del grabado que aparece en el folio 387 del libro El primer nueva corónica i

buen gobierno, escrito por el cronista quechua Felipe Guaman Poma de Ayala a

principios del siglo XVII.

Page 57: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

48

Figure 2. Atahualpa, atado de pies y manos, es retratado junto a un soldado español

junto a un tablero aparentemente de la taptana. Felipe Guaman Poma de Ayala,

“Conquista Preso Atagualpaiga.”

En dicho dibujo, Atahualpa es retratado, maniatado y con cepo, mientras disputa

una partida de un juego que parece ser el alquerque con uno de los soldados españoles

que lo vigilaban durante su cautiverio.37 La importancia de este dibujo, obra de un nativo

que se propuso denunciar el trato vejatorio que los españoles dispensaron a los

indígenas, radica en que el mismo demuestra que los juegos actuaron como nexo de

unión entre Atahualpa y los españoles. Tal apunte resulta fácilmente comprensible si se

tiene en cuenta que estuvo preso durante nueve meses y que estos entretenimientos,

37 Al igual que el ajedrez, el alquerque, semejante al tres en raya actual, también es una herencia árabe.

Es uno de los juegos que el rey Alfonso X El Sabio incluye en su Libro de los juegos.

Page 58: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

49

incluso en las situaciones más complicadas, son la mejor vía de escape para pasar el

tiempo. Por tanto, si se admite este hecho, no hay motivos para pensar que no jugó al

ajedrez con sus captores, sobre todo teniendo en cuenta que recibió un tratamiento de

rey, que es lo que era, y que este juego, desde sus remotos inicios, era sello distintivo

de la elite social. La pregunta que surge de inmediato, y de las que quizá no sea posible

ofrecer una respuesta del todo convincente, es la siguiente: ¿por qué, entonces, Guaman

Poma no retrató a Atahualpa jugando al ajedrez en vez de a la taptana?38 He aquí una

suposición: es posible que prefiriera retratarlo disfrutando de un juego indígena en lugar

de uno español, sobre todo teniendo en cuenta la tónica predominante en su libro.

Sin embargo, hay otro aspecto relacionado con este retrato que es igualmente

importante. Guaman Poma, como si involuntariamente estuviera empeñado en rizar aún

más el rizo en este asunto, acompaña el grabado del siguiente comentario:

De como estando preso conuer saua ataualpa yinga con don fran.co

pizarro y don diego de alamagro y con los demás españoles y jugaua

con ellos en el juego de axedres q. ellos les llaman taptana y era muy

pacible príncipe y aci se contentaua co. los cristianos y daua su

hazienda y no sauia con q. contentalles y rregalalles. (388)

38 Es muy probable que Atahualpa no fuera el único líder indígena que previsiblemente entrara en contacto

con los juegos españoles. Por lo que dejó escrito Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la

conquista de la Nueva España, Moctezuma, huey tlatonai de los mexicas entre 1502 y 1520, también pasó

momentos distendidos con sus captores españoles durante su encarcelamiento. Sin embargo, en este caso

llama la atención que la actividad de recreo referida es el totoloque, un juego azteca en el que había que

pasar canicas, huesos u objetos similares por unos pequeños dados y a una determinada distancia. Así lo

reflejó Bernal Díaz: “Y aun algunas veces jugaba el Montezuma con Cortés al totoloque, que es un juego

que ansí le llaman, con unos bodoquillos chicos muy lisos que tenían hechos de oro para aquel juego, y

tiraban con los bodoquillos algo lejos a unos tejuelos que también eran de oro, e a cinco rayas ganaban o

perdían ciertas piezas e joyas ricas que ponían. Acuérdome que tanteaba a Cortés Pedro de Alvarado e al

gran Moctezuma un sobrino suyo, gran señor, y el Pedro de Alvarado siempre tanteaba una raya de más

de las que había Cortés. Y el Montezuma como lo vio, decía, con gracia y risa, que no quería que le

tantease a Cortés el Tonatio, que ansí llamaban al Pedro de Alvarado, porque hacía mucho ixoxol en lo

que tanteaba, que quiere decir en su lengua que mentía, que echaba siempre una raya de más. Y Cortés y

todos nosotros, los soldados que en aquella sazón hacíamos guarda, no podíamos estar de risa por lo que

dijo el gran Montezuma” (359).

Page 59: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

50

Aparentemente, hay una contradicción entre lo que muestra el grabado y lo que

deja escrito Guaman Poma. Holm explica que la confusión nace de la “poca flexibilidad

del quechua para incorporar nuevos aportes culturales y materiales y formar los

vocablos para la designación correspondiente al objeto nuevo,” y, tomando como

referencia los diccionarios quechua-español de Fray Domingo de Santo Tomás (1560)

y de Diego González Holguín (1608), concluye que cuando Guaman Poma escribe “el

juego de axedres” no se está refiriendo al ajedrez español concretamente, sino a un juego

de mesa que “ellos,” los quechuas, “llaman taptana,” que es como denominaban al

alquerque. Añade Holm que “en la forma inversa muchos de los juegos indígenas,

desconocidos para los españoles se los tradujeron como juegos de ajedrez, por la misma

razón, por ejemplo el cculluchuncana, que obviamente no tiene nada que ver con el

ajedrez, lo tradujo González Holguín como ‘axedrez’ o ‘tablas’” (100).

Figure 3. Imagen de un tablero de taptana incluida en el artículo de Holm. Zeballos M.,

Carlos, “Un tablero de taptana.”

Page 60: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

51

Debe resaltarse que tanto Atahualpa como el resto de indígenas no sólo

descubrieron nuevos juegos, los exportados por los españoles, sino también, y esto es

aún más importante, un nuevo concepto del juego, el de la competición. Al respecto,

Holm precisa que “(e)s la opinión generalizada que los indios no jugaron con la idea de

enriquecerse a costa de su contrario, lo que guarda completa concordancia con su

organización social-económica” (101). A continuación, este investigador remite a un

par de comentarios realizados por Guaman Poma, los cuales son de gran relevancia en

tanto en cuanto ofrecen una valiosa información sobre cómo se concebía el juego en la

sociedad incaica. Así, en el folio 243, el cronista peruano indica que los juegos formaban

parte de las celebraciones que el inca, junto a todo su pueblo, disfrutaba en abril, mes

en el que se congraciaban por la abundancia de productos naturales que habían sido

obtenidos en las cosechas agrícolas:39

Este mes está la comida maduro y ancí comen y ueuen y se hartan la

gente del rreyno a costa del Ynga. Y este mes los aues del cielo y los

rratones tienen qué comer. Todo el mes juegan los señores prencipales

al juego de riui [boleadores], choca, al uayro de ynaca, pichica de

hilancula y de challco chima [todos juegos] y juegan otros juegos y

rrecocijos. Tiene todo el rreyno en este mes de abril Ynca Raymi

[festejo del Inka] y se horadan las orejas en este mes todos, haua yncas

[pariente lejano de un Inka] como capac ynga [poderoso Inka],

uaccha yngas [Inka sin poder]. Con ello tienen gran fiesta entre ellos

y se conbidan unos con otros, ací como rrico como pobre. (245)

39 En este sentido, Holm argumenta que “(l)os juegos no fueron desconocidos porque los encontramos

frecuentemente en conexión íntima con el calendario incásico, el que a su vez gira alrededor de los ciclos

agrícolas y mágicos” (101).

Page 61: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

52

Más adelante, en el folio 314, Guaman Poma dejará constancia de que, para los

incas, el juego era un aspecto secundario, como demuestra el hecho de que aquellos que

se excedían en su práctica, jugando cuando no correspondía, recibían severos castigos:

Es que les manda asotar en los brasos y en las manos cinqüenta asotes

con la guaraca, que en el tienpo del Ynga nadie no jugaua ni prencipal

ni yndio pobre, cino a de jugar por mandado del Ynga. Todo el rreyno

an de trauajar; ya que no tenía que hazer hacía soga y trayýa leña o

paxa para su casa o texía cunpana [tejido] o hazía soga y hacía ojotas

[sandalias] o sobaua pellexo. En esto se ocupauan los indios. (316)

Holm observa una estrecha relación entre los juegos incas y las ceremonias y

creencias religiosas de éstos, apuntando que “en la zona andina existen además indicios

de que los juegos están asociados con los ritos funerarios” (102).40 Emilia Romero

encuentra una explicación a esta tendencia de los incas: “(H)allándose más cerca de la

naturaleza se manifiestan en ellos con más franqueza los instintos primarios, que en este

caso son de temor, e inducen al hombre a apartar de sí, en lo posible, lo que es causa de

desazón y de sufrimiento” (9). Por su parte, Wolf Krämer-Mandeau, al destacar la

existencia de juegos de pelota altamente desarrollados en ésta y otras civilizaciones de

la América precolombina, observa que el hecho de que éstos estuviesen tan unidos a los

cultos indígenas provocó que los colonizadores se opusieran al desarrollo de los mismos

e impidieran su contacto con los propios de los europeos (65-66).

Quizá ése sea el motivo de la “parquedad extraordinaria” que lamenta Romero

al comprobar que, entre los cronistas que relataron los primeros tiempos de la conquista,

40 En cambio, llama la atención que Gabriela Ramos, en su obra Death and Conversion in the Andes, no

haga ninguna referencia al respecto.

Page 62: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

53

apenas haya rastro de los juegos que practicaban los “antiguos peruanos.” Además,

especifica que los detalles que son de su interés aparecen en crónicas escritas varias

décadas después del asentamiento español en el Nuevo Mundo, “cuando ya los usos y

costumbres europeos se habían difundido vastamente” (11).41 Por esta razón, no es fácil

trazar una línea que separe con claridad los juegos completamente primitivos de

aquellos posteriores que ya pudieron estar influenciados por los españoles. Aun así, y

pese a la “escasez y confusión de datos” que se manejan sobre este tema, desvela la

existencia de diversos tipos de juegos antiguos peruanos, los cuales, por ejemplo, van

desde los bárbaros (Cama Iquiz) hasta verdaderas justas deportivas (Warachicuy)

pasando, incluso, por juegos de azar que se jugaban con frijoles o piedrecillas (Wayru).42

41 Esa distorsión se manifiesta precisamente en el epígrafe que adjunta a su obra Juegos del antiguo Perú,

donde destaca un extracto de los Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega en el que el juego aparece

desligado de los ritos ceremoniales de los incas y, en cambio, tiene por fin la diversión y el fomento de

la armonía entre los miembros de una misma comunidad: “Y mandaba (la ley del Inka) que dos o tres

veces al mes comiesen juntos los vecinos de cada pueblo delante de sus curacas, y se ejercitasen en juegos

militares, o populares para que se reconciliasen los ánimos y guardasen perpetua paz; y para que los

ganaderos y otros trabajadores del campo se alentasen, y regocijasen” (qtd. in Romero 7). 42 Gutiérrez de Santa Clara explica de la siguiente forma el juego del Cama Iquiz, que era una especie de

lucha deportiva que se practicaba en diciembre: “[M]andauan los señores Yngas a todos sus capitanes y

soldados que ensayasen unos con otros a manera de batalla, y el se ponía en un alto con toda su corte para

vellos muy bien. Poníanse, pues, los unos a una parte, y los otros en otra, tantos a tantos, en sus

escuadrones, y luego comenzaban a tirar con las hondas unas ciertas fructas que eran duras, y con estas

peleauan muy gentilmente, que salían muchos indios bien descalabrados, y algunos morían de las heridas

que les dauan; en fin, que para burlas era peligrosa, y para verse era cosa muy liuiana, aunque pessada”

(qtd. in Romero 16).

Romero, además, subraya que la fiesta del Warachicuy era una de las más grandes que celebraban los

incas. En su explicación de este juego, menciona al Inca Garcilaso de la Vega, quien lo considera

“equivalente a la ceremonia feudal de armar caballeros”. De acuerdo a la descripción realizada por el

cronista mestizo, en esta fiesta se mezclaban los ayunos con las invocaciones a la divinidad y algunos

juegos deportivos que los jóvenes aspirantes “habían de practicar antes de que les horadasen las orejas y

quedasen admitidos como guerreros y reconocidos aptos para el matrimonio (14-15).

Sobre el wayru, un juego ceremonial, en cambio sí se encuentran más referencias. Morúa dice que

“[j]ugaban estos indios con un solo dado que llaman Pichca, de cinco puntos por un lado, uno por otro,

dos por otro y por otro tres, y el otro lado cuatro y la punta con una cruz que vale cinco, y el suelo del

dado veinte y así juegan hoy en día; y esto lo usan así los indios como las indias: aunque fuera de conejos,

que ellos llaman cuyes, no juegan cosas de plata.” El padre José Arriaga apunta que durante el Pakarikuk,

el velorio de los difuntos que duraba cinco días, los indios solían jugar a este juego y, a continuación,

Page 63: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

54

Mayoritariamente, los juegos formaban parte de los rituales incaicos, aunque no

todos ellos tenían que ver con la muerte. Tal es el caso del juego de ayllu, que, como

exponen Reiner Zuidema (1989) y Mariusz Ziólkowski (1997), era en realidad un rito

con el resultado predeterminado a partir del cual el rey inca, por su condición de hijo

del dios Sol,43 ordenaba y redistribuía de acuerdo a su propio criterio los territorios que

los waka, miembros de la élite del Cuzco, iban conquistando en el transcurso de la

expansión imperialista de los incas. El religioso español Cristóbal Albornoz describe así

este juego en su Instrucción para descubrir todas las guacas del Perú y sus camayos y

haciendas:

Del machacuay usan el día de hoy en sus fiestas y taquíes, haziendo

un juego de ayllar que antiguamente jugava el inga, echando en alto

esta figura de culebra y hecha de lana; y los que apostavan echavan

sus illos, que son tres ramales de soga hecha de nervios de animales o

de cueros dellos, y a los cavos unas pelotas de plomo. (qtd. in

Ziólkowski 258)

Ziólkowski, en concordancia con lo que previamente estableció Zuidema, afirma

que el ayllu en sí es una representación de la “sumisión pacífica al poder del Inka” (261).

De hecho, al simular que perdían el juego ante el soberano, lo que en realidad hacían

era entregarle el control de todo aquello que habían ganado para que éste, a

continuación, y escenificando la relación de “reciprocidad asimétrica” (262) que los

unía, terminara recompensándolos con una parte de lo que habían obtenido o con otras

iban al río a lavar las ropas del muerto, mientras que Odriozola aclara que sólo lo jugaban cuando

empezaban a beber (qtd. in Romero 19-20). 43 Pachakuti Inka Yupanki estableció que las conquistas se llevaban a cabo en nombre del Sol, al que

igualmente se le consideraba dueño de los terrenos y de la gente conquistada (Ziólkowski 276).

Page 64: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

55

pertenencias.44 “Se trataba más bien (o sobre todo) de procedimientos prácticos, de un

sistema de apropiación del usufructo de las conquistas realizadas dentro del marco del

nuevo sistema de legitimización religiosa del poder del soberano,” resume Ziólkowski

(276), recalcando el carácter eminentemente legal del ritual y el simbolismo que

esconde.

Uno de los aspectos más destacados de los juegos incas es que “jugaban más por

entretenimiento que por codicia de ganancia” (Romero 20). Esta apreciación encaja a la

perfección con el comentario que el adelantado Pascual de Andagoya hace sobre

Atahualpa. El conquistador español, aun sin ser testigo de vista de lo sucedido en

Cajamarca, deja escrita una frase que puede ser de vital importancia para este trabajo,

pues no sólo pone de manifiesto que Atahualpa jugó al ajedrez antes de su muerte sino

que, además, desvela un detalle muy significativo sobre su comportamiento a la hora de

jugar: “Era tan señor que, jugando al ajedrez con un español, ponía vasos de oro contra

alguna cosa del español, y si ganaba no llevaba lo que ponía el español, y lo que él

perdía lo daba luego” (119).

Andagoya resalta el señorío de Atahualpa cuando juega al ajedrez, aunque, en

realidad interpreto que el conquistador español no es capaz de captar la esencia que se

esconde tras este comportamiento del líder inca. No es una cuestión de caballerosidad

por parte de Atahualpa; más bien, reacciona de acuerdo a la manera en la que él y todos

44 Albornoz explica de manera inmejorable el trasfondo de este rito con forma de juego: “A este juego

ganó el inga muchas provincias a las guacas que ya se las había(n) dado. Y los camayos de las guaca,

permitía el inga que jugasen las tales provincias con él por otras y se hazían perdedizos. Y después de

ganados por el inga por este medio de juego, las satisfazía el inga a las guacas y camayos con dalles tierras

y ganados y otros servicios. Son muchas las tierras que ganó a este juego de ayllar el machacuay” (qtd.

in Ziótkowski 258).

Page 65: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

56

los indios de su cultura conciben el juego. Es decir, espera una reciprocidad o

compensación del lado español (posiblemente en forma de libertad) después de que él,

por voluntad propia, les hiciera entrega de una parte de su riqueza. La partida de ajedrez,

por tanto, es simplemente un rito para Atahualpa, que no descubre en ella la necesidad

española de competir y superar al contrario, quien tampoco es concebido como rival o

enemigo.

El inca, a diferencia de sus captores, no juega para ganar. Es por ello que cobra

mucho sentido esa manera de proceder que tanto sorprende a Pascual de Andagoya, al

que llama poderosamente la atención la generosidad del rey inca. Atahualpa,

verdaderamente, no se jugaba su oro durante la partida de ajedrez; lo que realmente

hacía era entregárselo a una entidad que en ese momento estaba por encima de él, el

conquistador español, de la misma forma que los waka, de acuerdo a la tradición

indígena, ponían a disposición de los reyes incas los territorios y los bienes que

conseguían para el imperio. Por eso, si Atahualpa ganaba la partida no se llevaba lo que

había jugado el español, ya que el ritual del juego, ese mero formalismo que desgranan

Zuidema y Ziólkowski, sólo tiene sentido o validez cuando el ganador es la persona que

ocupa la posición de máxima jerarquía.

Este ejemplo es la prueba más palpable de que el concepto indígena del juego

poco o nada tenía que ver con el español, que, huelga decirlo, era también el europeo.

Ninguno era mejor que el otro; simplemente, ambos enfoques eran el fiel reflejo de

culturas, pasados y creencias muy diferentes. Esta divergencia enfatiza aún más si cabe

el impacto que debió generar entre los nativos la entrada en contacto con actividades de

Page 66: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

57

recreo que, como el ajedrez, son verdaderos envites estratégicos y tienen como fin

último la victoria sobre el oponente. Por consiguiente, el proceso de transculturación

que experimentaron los amerindios al entrar en contacto con los juegos españoles no se

limitó a la adaptación de los nativos a unas nuevas formas de entretenimiento, sino,

sobre todo, a la asimilación de un nuevo concepto del juego que nada tenía que ver con

rituales religiosos y sí mucho con el deseo de superar y derrotar al contrincante.

Ajedrez y convivencia en Cajamarca

Aun siendo la representación del enfrentamiento entre dos contendientes, lo más

importante es resaltar el papel que el ajedrez, y el juego en general, desempeñó en el

Nuevo Mundo como agente mediador entre españoles y nativos una vez que los

primeros establecieron su dominio en el Nuevo Mundo. Como ya se ha hecho notar, son

más bien escasos los testimonios que perviven sobre la práctica del ajedrez durante los

primeros años de la conquista de América, y en la mayoría de los casos (a excepción de

aquellos que mencionan a Atahualpa) éstos tienen por protagonistas a expedicionarios

españoles. Sin embargo, el caso concreto del rey inca sirve de ejemplo demostrativo de

lo que el ajedrez y otros juegos pudieron aportar en pos de una convivencia

medianamente apacible entre colectivos que mantenían una relación tensa.

El grabado de Guaman Poma anteriormente analizado no puede ser más explícito

al respecto. No en vano, y pese a la tirantez propia de los acontecimientos que se

sucedieron durante esos meses en Cajamarca, transmite cierta complicidad entre

Atahualpa y su anónimo captor español mientras ambos juegan juntos. Por las

Page 67: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

58

circunstancias y por su privilegiada condición de líder de todo un imperio, el rey inca,

aprisionado en el mismo lugar que Francisco Pizarro convirtió en su centro de

operaciones, fue el primero en experimentar en su propia persona lo que un tiempo

después habrían de vivir los nativos que sobrevivieron a la esclavitud y las nuevas

generaciones que habitaron los territorios incaicos una vez consumada la invasión

española.

El escenario del Perú recién ocupado por los españoles recuerda en cierta medida

al que previamente se había vivido durante algunos siglos en la península ibérica, donde,

hasta la reconquista de Granada en 1492, y en un clima de compleja y en ocasiones tensa

coexistencia, confluyeron en el mismo espacio físico tres culturas y religiones

diferentes: la cristiana, la musulmana y la judía. En cambio, se aprecia una diferencia

considerable entre un caso y el otro. Entre cristianos, judíos y musulmanes se produjeron

intercambios culturales “without any ethno-religious group assimilating the other but

rather as a result of living in an integrated fashion that allowed for reciprocal influence”

(Scarborough 11). Por el contrario, en América más bien tuvo lugar una tremenda

confrontación cultural que se resolvió unidireccionalmente con la paulatina

implantación de identidad española en detrimento de las tradiciones que eran propias de

las distintas comunidades indígenas.

Dejando a un lado esa clara e innegable divergencia, consecuencia de

circunstancias igualmente dispares, es preciso hacer el siguiente inciso: el grabado de

Guaman Poma inspira la misma sensación que los dibujos que ilustran los problemas de

ajedrez que Alfonso X El Sabio incluye en su Libro de los juegos. En estos retratos

Page 68: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

59

sumamente realistas, que pretendían ser un fiel reflejo de la vida diaria de la corte del

monarca castellano, puede observarse cómo cristianos, musulmanes y judíos, sin

importar su rango social y su papel en la residencia real, dejan a un lado sus diferencias

culturales y políticas y comparten el gusto que les une por el ajedrez. Si bien es cierto

que en la mayoría de los casos se retan individuos del mismo grupo social, étnico,

religioso o de género, y que, cuando no es así, normalmente la victoria corresponde al

representante del colectivo dominante en aquella sociedad, también conviene mencionar

que hay contadas ocasiones en las que, de manera intencionada, se rompe esta tendencia

y el triunfo cae del lado del contendiente socialmente más débil. Es lo que ocurre, por

ejemplo, en las derrotas que sufren tres cristianos de manos de otros tantos musulmanes

en las partidas 86, 88 y 103 (Constable 341).

El rey sabio, el primer gran impulsor de la unificación, aunque ésta fuera sólo

legal, de los reinos cristianos de la península ibérica (Brocato 305), recurrió al ajedrez,

suprema manifestación artística del raciocinio humano, para inmortalizar el ideal de una

coexistencia integradora. Sin embargo, en los primeros años del Perú español, la

convivencia sólo pudo ser entendida de una manera distinta, pues ésta fue más física

que real debido a las enormes dimensiones de la fractura social y cultural que la

conquista irremediablemente provocó.

El ajedrez, por tanto, es un muy buen termómetro para calibrar el grado de

coexistencia real que hay en una sociedad multicultural. En el caso concreto de Perú,

estimo que sólo una minoría nativa, aquella que gozó de un estatus privilegiado y que

tuvo una relación más o menos cercana y amistosa con los españoles, pudo tener acceso

Page 69: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

60

al ajedrez. Atahualpa, Guaman Poma y el Inca Garcilaso de la Vega pueden servir de

referencia para definir los perfiles de nativos que, por sus circunstancias especiales,

podrían haber tenido contacto con el ajedrez.

Atahualpa representa a la elite política indígena. Como ya se ha señalado, y sin

entrar ahora a valorar la credibilidad de los testimonios que lo vinculan al ajedrez, es

muy probable que, por su condición de rey inca y por haber mantenido una estrecha

relación con quienes comandaban la expedición de Francisco Pizarro, jugara al ajedrez

durante su encarcelamiento. En cierto sentido, el perfil de Guaman Poma es similar al

de Atahualpa, ya que, según él, era descendiente directo de dos familias de la realeza

andina y tuvo contacto personal con la cultura hispana mediante su rol de notario y

traductor. En su caso, el factor determinante que lo liga al ajedrez es otro: recibió una

educación española, como demuestra el hecho de que supiera escribir. Por último, en la

figura del Inca Garcilaso de la Vega quedan representados los mestizos, quienes

empezaron a proliferar conforme pasaron los años y aunaban las dos culturas de sus

antepasados.

Con esta clasificación no se pretende concluir que todos los integrantes o

herederos de la elite política inca ni todos los mestizos tuvieran contacto con el ajedrez

y, por tanto, se aproximaran a la cultura e identidad españolas a partir de este juego. Lo

único que se puede afirmar a partir de estas premisas es que, por sus respectivos perfiles,

la toma de contacto con el ajedrez habría sido más factible para estos colectivos que

para aquellos que en todo momento se mantuvieron subordinados.

Page 70: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

61

Conclusión

Una panorámica tan vasta como la aquí desarrollada se antojaba imprescindible

para contextualizar debidamente el contenido del siguiente capítulo, en el cual se

concentrará la materia prima que originó esta investigación. El exhaustivo análisis de

las fuentes primarias que desvelan la presunta toma de contacto que Atahualpa tuvo con

el ajedrez antes del prematuro final de su vida no podría ser entendido en toda su

dimensión sin este primer bloque introductorio. En el mismo, la llegada del ajedrez al

Nuevo Mundo se toma como el paradigma que permite ahondar sobre dos consecuencias

lógicas de la conquista: la imposición de la identidad española en los territorios

invadidos y el forzado proceso de transculturación que vivieron los nativos, quienes

progresivamente fueron asimilando y tomando como propias las manifestaciones

culturales que trajeron consigo los españoles.

Habida cuenta de la popularidad que a principios del siglo XVI había adquirido

el ajedrez en toda Europa y de la consustancial tendencia al juego por parte de los

españoles, la implantación en América de este pasatiempo tan en concordancia con los

fundamentos de la incipiente modernidad sólo puede interpretarse como una

consecuencia lógica de la conquista. En realidad, el ajedrez no fue más que una de las

muchas manifestaciones culturales españolas que cruzaron el océano Atlántico de la

mano de los colonizadores, quienes, conforme fueron echando raíces en los nuevos

territorios descubiertos, casi instintivamente siguieron poniendo en práctica allí las

diversas formas de diversión y entretenimiento que eran intrínsecas a la identidad

española. Esta reacción, tan natural como estratégica, era una demostración de autoridad

Page 71: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

62

y dominio sobre la población local, que experimentó un paulatino proceso de

españolización. Sin embargo, al mismo tiempo también era una demostración

irrefutable de que el Nuevo Mundo, efectivamente, era una extensión de la Corona

española, cuyos dominios aumentaron tan exponencialmente que todos juntos

terminaron formando un gran imperio.

El segundo capítulo se estructurará fundamentalmente a partir de cinco textos,

que serán objeto de una profunda revisión. No en vano, son la base a partir de la cual

asentaré mi tesis final sobre el asunto que nos ocupa. El punto de partida será un artículo

que ya ha sido referenciado: “Taptana o el ajedrez de Atahualpa: a los 425 años de

Cajamarca.” Escrito por el historiador y antropólogo Olaf Holm a mediados de la década

de los cincuenta, es el único trabajo eminentemente académico que trató con

anterioridad la supuesta vinculación de Atahualpa con el ajedrez. Este investigador

asevera con contundencia que el rey inca jamás jugó al ajedrez durante su cautiverio en

Cajamarca, conclusión a la que llega después de analizar los escritos surgidos a partir

de la conquista de Perú. Hay tres documentos que se escapan del escrutinio de Holm y

que, sin embargo, son de suma relevancia, ya que, cuanto menos, ponen en entredicho

su veredicto. Se trata de una carta que el licenciado Gaspar de Espinosa mandó al

comendador Francisco de Cobos en 1533, de la relación que el desafortunado

conquistador Gaspar de Espinosa escribió en España en 1545 y de la obra

Descubrimiento y conquista del Perú, escrita por el cronista Pedro Cieza de León. En

estos tres testimonios, contemporáneos a los sucesos de Cajamarca y escritos en el

Nuevo Mundo por personas que, aun sin ser testigos de vista de lo que allí ocurrió, sí

Page 72: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

63

tuvieron acceso a información de primera mano, se afirma que Atahualpa jugó al ajedrez

mientras estuvo preso.

El cuarto y último pilar de este capítulo es el relato “Los incas ajedrecistas,”

creado por el costumbrista peruano Ricardo Palma (también citado ya) hace

prácticamente un siglo. Este texto dio origen a lo que hoy día, mientras no aparezcan

pruebas concluyentes que remuevan los cimientos actuales, sigue siendo una leyenda.

Según la misma, Atahualpa no sólo aprendió a jugar al ajedrez durante su

encarcelamiento sino que, además, alcanzó tal maestría en el juego que ello, por los

celos que despertó entre algún conquistador español, fue decisivo en su condena final a

muerte. En este caso, mi trabajo procurará situar este relato dentro de su contexto

histórico y en el marco de la extensa obra literaria de Palma, que se desarrolla en una

ambigua frontera entre la historia y la ficción.

Page 73: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

64

CAPÍTULO 2

La formación del Atahualpa ajedrecista: desde la euforia de Gaspar de

Espinosa hasta el uso pro nacionalista de Ricardo Palma

¿Jugó Atahualpa al ajedrez durante su cautiverio en Cajamarca? Ésta no es una

pregunta que a día de hoy pueda ser respondida simplemente con un sí o un no, pues

hasta ahora no se ha tenido constancia de, al menos, una prueba tangible lo

suficientemente concluyente como para confirmar esta posibilidad en todos sus

extremos. Puede que ese documento irrebatible jamás salga a la luz o que, simplemente,

no exista, por lo que esos interrogantes que aún tenemos la obligación de colocar al

familiarizar a Atahualpa con el ajedrez podrían perpetuarse por los siglos de los siglos.

Tal incertidumbre no puede conducir al desánimo y, ni mucho menos, a aparcar

la curiosidad sobre una cuestión que, en apariencia, podría parecer una mera anécdota

pero que, en realidad, da pie a interpretaciones muy sugerentes. No en vano, está

enmarcada en un episodio clave en el inicio de la conquista del Perú y que aún despierta

un profundo sentir de repulsa entre muchos de los pobladores de los territorios andinos.

Como si remontara un río desde la desembocadura hasta su nacimiento, este segundo

capítulo trata de llegar al origen último de la creación del Atahualpa ajedrecista con el

firme propósito de analizar y evaluar cuán fundamentada y verídica puede ser esta

imagen que aporta un aditivo extraordinario a la caracterización de Atahualpa como

personaje histórico. No en vano, bajo ningún concepto debe obviarse lo que por

entonces significaba el ajedrez: era el juego por excelencia de quienes tenían la razón

Page 74: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

65

por bandera y uno de los símbolos que mejor definían esa incipiente España imperial

de comienzos del siglo XVI.

Este bloque de mi investigación está estructurado fundamentalmente en torno a

los cinco textos que, desde mi punto de vista, son esenciales para tener una visión lo

más amplia y completa posible de un asunto que no está exento de enigma y que ha

desencadenado una interesante disparidad de opiniones entre quienes lo han abordado

con mayor profundidad. El primero de estos textos es el artículo “Taptana o el ajedrez

de Atahualpa: a los 425 años de Cajamarca,” publicado en 1956 por el etnólogo,

historiador y antropólogo Olaf Holm. Su investigación se resume en la siguiente

valoración: “(E)stamos autorizados a llegar a la conclusión de que el Inca Atahuallpa

no jugó jamás al ajedrez durante su encarcelamiento en Cajamarca” (98).45

Básicamente, este crítico fija su veredicto en torno a dos puntos principales: primero,

en que ninguno de los testimonios que fueron escritos por los españoles durante los

primeros años de la conquista del Perú hace mención alguna a una supuesta vinculación

del rey inca con el ajedrez; y segundo, en la poca credibilidad que le merece como

historiador Antonio de Herrera, quien, varias décadas después de la muerte de

Atahualpa, fue el primero en mencionar ese supuesto hecho y, por tanto, abrió una senda

que otros escritores posteriores seguirían alargando.

El segundo, tercer y cuarto textos que analizo no forman parte de la bibliografía

citada por Holm, cuya tesis queda seriamente en entredicho por estos tres manuscritos

45 El artículo fue publicado en el número 24 de Cuadernos de historia y arqueología, una publicación de

la Casa de la Cultura Ecuatoriana con sede en Guayaquil, Ecuador. Un año más tarde, en 1957, este

trabajo sería presentado en la Primera Conferencia de Mesa Redonda de Arqueología, también en

Guayaquil.

Page 75: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

66

a los que probablemente no tuvo acceso y que, aunque sea brevemente, también

mencionan el hipotético buen hacer de Atahualpa en el juego del ajedrez. En concreto,

se trata de una carta que Gaspar de Espinosa mandó a Francisco de Cobos poco después

de producirse la toma de Cajamarca; de la relación que una década después escribió

Pascual de Andagoya; y de la tercera parte de la Crónica del Perú que Pedro Cieza de

León escribiría unos años más tarde, mediado ya el siglo XVI.

Aun sin ser testigos de vista de los hechos que desencadenaron la toma del Perú,

sí es cierto que, desde Panamá, Espinosa y Andagoya estuvieron estrechamente

relacionados con esta operación, pues Andagoya fue el primer español en tener

constancia de la existencia del imperio incaico y Espinosa, por su parte, subvencionó la

exitosa expedición liderada por Pizarro y Almagro con la que se consumaría la conquista

de este territorio. La cercanía entre ambos conquistadores, así como la vinculación que

uno y otro tuvieron con todo lo que rodeó a la captura de Atahualpa, otorga a sus escritos

una trascendencia sideral.

La relevancia de los mismos es comparable al documento firmado por Cieza de

León, que llegó a América poco después de consumarse la toma de Cajamarca y que,

desde el preciso momento en que inició su andadura por el Nuevo Mundo, mostró una

manifiesta vocación por contar lo que había sucedido durante la conquista española.

Pese a morir joven en 1554, dejó para la posteridad una extensa e interesante obra que

le ha valido ser considerado como el príncipe de los cronistas españoles en las Indias.

El último texto que será diseccionado en este trabajo es el relato “Los incas

ajedrecistas,” que forma parte de Las tradiciones peruanas que Ricardo Palma fue

Page 76: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

67

escribiendo durante varias décadas desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta los

primeros años de la siguiente centuria. En esta breve historia en la que realidad y ficción

se fusionan y conforman un todo indisoluble sin que quede claro dónde queda fijada la

línea que separa la una de la otra, Palma no sólo retrata a un Atahualpa ajedrecista, sino

que, además, proclama que su maestría en este juego pudo ser determinante en el

resultado del juicio rápido al que fue sometido por los españoles, que terminarían

condenándolo a muerte. La relevancia de esta narración no sólo reside en su llamativo

contenido, sino, sobre todo, en lo que ésta representa. Sin duda, ofrece una versión

alternativa sobre uno de los momentos más cruciales de la conquista del Perú con el

firme objetivo de construir un discurso con claros tintes nacionalistas en un momento

en el que la sociedad peruana se disponía a forjar su propia identidad a partir de la

recuperación de su pasado indígena y de un deseado y necesario distanciamiento de todo

lo que supuso la recién terminada colonización española.

La negación de Olaf Holm

Resulta cuanto menos llamativo que hasta la fecha un único trabajo de carácter

académico haya abordado con rigurosidad la posible toma de contacto de Atahualpa con

el ajedrez y que el mismo, además, tenga una antigüedad ya de sesenta años. Como se

ha avanzado en párrafos anteriores, Holm sentencia que, bajo ningún concepto, el rey

inca jugó al ajedrez durante su encarcelamiento en Cajamarca. Este investigador

fundamenta su tesis en que “ninguno de los primeros cronistas hace mención del juego

de Atahuallpa” (93). Como prueba de ello, cita al soldado Miguel de Estete, al que

Page 77: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

68

define como “observador agudo” y “relator frío;” al historiador Gonzalo Fernández de

Oviedo y Valdés, quien “tenía por cierto todo lo que decía Estete;” y a Francisco de

Xérez, cuyo relato “debe considerarse como un informe oficial, de prima hora” (93).

Holm hace especial hincapié sobre la “obra monumental” de Oviedo y Valdés, quien,

aun sin ser testigo de vista, sí tuvo la oportunidad de entrevistarse personalmente en

Santo Domingo con conquistadores que regresaban a España desde Cajamarca como los

propios Xérez y Estete, Hernando Pizarro, Diego de Molina, Pedro Corco, Johan

Cabezas, y Francisco de Grado (93-94). El balance final es el mismo en todos estos

casos: no hay rastro alguno del juego del ajedrez en las descripciones que todos ellos

hacen de Atahualpa.

Holm se apoya igualmente en la ausencia de comentarios al respecto que se

observa en los escritos que firmaron algunos personajes de referencia de aquella época.

Es el caso, por ejemplo, de Bartolomé de las Casas, quien para reflejar lo sucedido en

el Perú en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias se sirvió del testimonio

del testigo Fray Marcos de Niza. A Holm le parece muy significativo que alguien tan

deseoso de ensalzar las virtudes de los indígenas no haga mención alguna al ajedrez,

más aún si cabe teniendo en cuenta que en su obra Apologética historia sumaria afirma

que a los aborígenes, por la forma de sus cabezas, se les habría dado muy bien su

práctica.46 Del mismo modo, Holm también apunta que Francisco López de Gómara,

46 “Los que la cabeza alcanzan luenga de la frente al colodrillo, de la manera de un martillo o, por mejor

decir, de la hechura de una nado que tiene el principio angosto como la proa y la parte postrera hacia el

colodrillo más capaz o más gruesa como la popa, y cuanto más saliere afuera del pescuezo aquella parte,

aquellos tales serán hombres muy prudentes, próvidos y circunspectos y de todas partes regatados y para

las letras habilísimos; entre otras habilidades, si aprenden a jugar al ajedrez serán grandes jugadores d’él”

(Capítulo 1, página 25).

Page 78: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

69

que en su Historia General de las Indias subraya el problema de los españoles con el

juego, no dice nada sobre el tema que nos ocupa. Por último, también se refiere a Pedro

Pizarro. Éste, que escribió su relación sobre el descubrimiento del Perú “principalmente

movido por su disconformidad con muchas de las crónicas anteriores,” y que destacó

que Hernando Pizarro se convirtió en el “amigo íntimo” de Atahualpa mientras estuvo

apresado, tampoco deja huella alguna sobre el ajedrez en sus escritos (95).47

El primero que sí lo hace, según Holm, es Antonio de Herrera, quien escribe lo

siguiente en su Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra

Firme del Mar Océano:48

(E)ntreteniéndose los Castellanos en diferentes cosas, aunque el

principal era el juego; y para escusar los inconvenientes, que nacen de

él, había el Gobernador nombrado por Alcalde Mayor á Juan de

Porras; y algunos días después hizo su Teniente al Capitán Hernando

de Soto, que era de los que más agradaban á Atahuallpa, y todos

procuraban darle contento, y se entretenían en su conversación,

porque havia aprendido á jugar al Axedrez, y los Dados, y hablaba

admirablemente, y preguntaba cosas donosas, y agudas. (qtd. in Holm

96)

Sin embargo, este testimonio no goza de la aprobación de Holm, que sospecha

de la veracidad de dicho comentario porque fue escrito por alguien que jamás pisó el

Nuevo Mundo y que de sus fuentes escritas, algunas desconocidas, “tomó libremente lo

47 Aunque de manera menos detallada, Holm también apunta que Pedro Cieza de León, Juan Ortiz de

Zárate, Cristóbal de Molina, Pedro Sarmiento de Gamboa, Miguel Cabello Valboa, Fray Martín de Murúa

y el Inca Garcilaso de la Vega “no nos relatan nada respecto a un probable entretenimiento real en forma

de juego en la cárcel” (96). Como se demuestra en este trabajo, Cieza de León sí deja por escrito que

Atahualpa juega al ajedrez, aunque es probable que la tercera parte de su Crónica del Perú fuera transcrita

y hecha pública una vez que Holm hubiera concluido su investigación. 48 Como se apunta en el primer capítulo, Holm demuestra que cuando Felipe Guaman Poma de Ayala

afirma que Atahualpa “jugaua con ellos en el juego de axedres q. ellos les llaman taptana” no quería decir

en realidad que el rey inca jugaba al ajedrez con sus captores, sino al taptana, un juego nativo que se

correspondería por su similitud con el tres en raya actual (29-32).

Page 79: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

70

que le convenía,” pasándolo todo “a su estilo particular, tan diferente del de los nuevos

cronistas, que no fueron hombres letrados” (96).49

Más de dos siglos después, en 1847, William H. Prescott tomaría el recuento de

Herrera y en su Historia de la Conquista del Perú magnificaría aún más la hipótesis que

nos ocupa. “Según Prescott el Inca aprendió a jugar a los dados y al ajedrez, y de este

último el prisionero real se hizo experto, y pasó las largas horas de su confinamiento

muy divertido con este juego,” recoge Holm, quien puntualiza que este historiador, que

tenía una clara inclinación hacia el discurso narrativo, “influenció sobre muchos

historiadores y escritores posteriores” (97).50

Espinosa, Andagoya y Cieza de León desdicen a Holm

El planteamiento de Holm es eminentemente positivista. Fundamenta su tesis en

función únicamente del material tangible al que tiene acceso durante su investigación.

En su opinión, el hecho de que ninguno de los primeros textos que trascendieron sobre

la captura y muerte de Atahualpa hiciera mención alguna al ajedrez, y que tal

vinculación sólo apareciera setenta años después en la obra de un historiador que no se

caracterizaba precisamente por su minuciosidad a la hora de retratar la realidad, es

motivo más que suficiente para asegurar con la contundencia que lo hace que el rey inca

49 Según Holm, en el texto de Herrera, así como en los de todos aquellos que dieron por cierto todo lo que

él escribió, se evidencia “la necesidad de dar la impresión ante la Corona y la posteridad de que el último

Inca gozó de un tratamiento preferencial y humano por parte de los españoles, hasta que su vida tuvo un

abrupto” (91). 50

Concretamente, Prescott señala lo siguiente: “Atahuallpa in his confinement continued to receive the

same respectful treatment from the Spaniards as hitherto. They taught him to play with dice, and the more

intricate game of chess, in which the royal captive became expert, and loved to beguile with it the tedious

hours of his imprisonment” (441).

Page 80: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

71

nunca practicó este juego. A primera vista, el análisis que realiza en su artículo es sólido

y llega a resultar hasta convincente, si bien es cierto que su negación, sin dejar resquicio

alguno a una posibilidad contraria a la que él defiende, se antoja demasiado severa y

atrevida, sobre todo desde el mismo instante en que se comprueba que los textos de

Espinosa, Andagoya y Cieza de León, para mí claves en este caso, no han formado parte

de la bibliografía de su trabajo.

Holm se alinea con la etnohistoria, disciplina que, en sus propias palabras, “actúa

como un catalizador en la historiografía y la antropología” y es de gran importancia en

lo que él llama “la americanística.” Desde su punto de vista, la etnohistoria “se nutre

por excelencia de las fuentes escritas justamente en la época del contacto, y con el

estudio y la interpretación de ellas se establece una cooperación entre los historiadores

y antropólogos” (“Introduction” 7). En su opinión, esta aproximación interdisciplinar es

la clave para un mejor conocimiento de la realidad andina y de lo sucedido durante la

conquista del Perú:

En vista de que existen aún millares de forjas de manuscritos en los

archivos, sin estudiar, no necesariamente códices, crónicas o

relaciones, sino documentos quizás más triviales tales como visitas,

escrituras, testamentos, juicios, pleitos, etc. de la vida diaria, podemos

comprender que en esos está la vida diaria de aquella época y también

hay frecuentemente tantas referencias a la vida precontacto que se

permite reconstruir la vida andina antes de la llegada de los españoles.

Con el conocimiento de estos datos es que podemos escribir la historia

con mayor veracidad en lugar de repetir lo ya dicho ad infinitum o lo

que quizá es peor todavía escribir la historia con una tendencia

filosófica, política o con una influencia socio-económica del

momento, completamente alejada del contenido de las fuentes

antiguas y de la realidad andina. (“Introduction” 7)

Page 81: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

72

De acuerdo a esta declaración de principios publicada en 1976, Holm rechaza de

lleno cualquier interpretación o reflexión que trate de ir más allá de lo que aparece

textualmente en los manuscritos. Para él lo único válido es lo que quedó por escrito,

pues, tal y como entiende su oficio, son esos testimonios inmortalizados con tinta sobre

el papel los únicos que a ciencia cierta pueden hacer la distinción entre la verdad y la

especulación. Al margen de discrepar considerablemente sobre esa premisa que él

establece, entiendo que el primer gran error que comete Holm es dar por hecho que las

únicas pruebas que hubo, hay y habrá son las que él tuvo a su alcance o de las que tuvo

conocimiento.

Sin duda, tal presunción es tremendamente arriesgada, ya que nunca debe

descartarse por completo que en cualquier momento salga a la luz algún documento

inédito con información clave que bien pueda aportar datos muy valiosos sobre un tema

determinado o que, por el contrario, induzca a un cambio de opinión o a la

reinterpretación del mismo. Precisamente, eso es lo que estimo que sucede en este caso

concreto: a los documentos de Espinosa, Andagoya y Cieza de León, previsiblemente

desconocidos para Holm, se les supone tanto peso específico en este asunto que por sí

solos debilitan considerablemente la tesis de este crítico.

El primero de estos manuscritos es una carta recogida por Raúl Porras

Barrenechea que el adelantado Gaspar de Espinosa envió desde Panamá a Francisco de

los Cobos, secretario de Estado y mano derecha del emperador Carlos I. La misiva está

fechada el 1 de agosto de 1533, tan sólo unos días antes de que, el 29 de ese mismo mes,

fuera ejecutada la condena a muerte que se le impuso a Atahualpa. En dicha nota, Gaspar

Page 82: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

73

de Espinosa informa al comendador, que se encontraba en España, que habían recibido

unas cartas en las que se anunciaba “la gran nueva de lo descubierto en las provyncias

del Perú por el Gobernador e Adelantado Don Francisco Pizarro e Capitan e Mariscal

don Diego de Almagro su compañero e los españoles que con ellos están.” Espinosa

dice no querer entrar en muchos detalles porque éstos los daría Cristóbal de Mena en la

pertinente relación que redactaría para la Corona, por lo que tan sólo “en suma” desea

trasladarle “lo más notable,” que no es otra cosa que “fue Dios servido de dalles en las

manos el mayor Señor de toda la tierra, ques un cacique que se dice Tubanco e con él

pasados de dos millones de pesos de oro de minas por fundir, mucha cantidad en que ay

granos de a diez e de a ocho libras.” Tubanco es el nombre que, inicialmente, Espinosa

da a Atahualpa, quien a continuación queda descrito de la siguiente manera: “(L)a

persona del cacique es la mas entendida e de mas capacidad que se a visto e muy amigo

de saber e entender nuestras cosas; es tanta, que xuega al ajedrez harto bien” (qtd. in

Cartas del Perú 65-66).

Espinosa era ya por aquel entonces un conquistador con una más que notable

trayectoria en el Nuevo Mundo. Tal y como indica Soledad Acosta de Samper, se había

convertido en uno de los hombres de confianza de Pedrarias Dávila, al que había

acompañado en la fundación de la ciudad de Panamá en 1518.51 Gracias a sus

exploraciones y conquistas por Centroamérica, Espinosa amasó una gran fortuna, que,

unida a su “generosidad” con la Corona española, le valió un lugar privilegiado en la

Corte. De vuelta a América, desde Panamá “había ayudado con sus caudales á la

51 Anteriormente, había sido uno de los protectores de Vasco Núñez de Balboa, al que, a instancias de

Pedrarias Dávila, terminaría procesando y sentenciando a muerte.

Page 83: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

74

expedición de Pizarro y Almagro, y tuvo el mayor interés en que se aviniesen estos dos

Conquistadores” en el Perú, adonde llegaría poco tiempo después para morir finalmente

en Cuzco en 1537 (405).

Porras Barrenechea considera que Espinosa, así como el licenciado La Gama,

son “(l)os más constantes y solventes informadores, por su alta posición y por los

informantes que tienen en la propia expedición.” En su opinión, éstos “recogen los

mejores datos” por la autoridad que tenían. Por eso, entiende que las cartas de Espinosa

-de las ocho conservadas, seis van dirigidas al rey- son “verdaderas relaciones de todo

lo ocurrido en la tierra descubierta” ya que el propio monarca le había ordenado por

cédula de 19 de marzo de 1533 que le informara a través de una relación de todo lo que

aconteciera en aquella región. Este historiador señala que la amistad declarada de

Espinosa con Francisco Pizarro “hace pensar que el Licenciado recibiera noticias

directas del mismo Pizarro, y las transcribiera en sus cartas lo más fielmente posible,”

y termina apuntando que Espinosa, a quien “se le respetaba como a uno de los más

antiguos vecinos” de Panamá, era un “hombre de dinero e influencia en la Corte”

(Relaciones primitivas 37-38).

Existe también la posibilidad de que el informante de Espinosa fuera Hernando

de Soto y no Pizarro. A efectos prácticos es casi lo mismo, ya que Soto era uno de los

capitanes principales de la expedición comandada por Pizarro y ambos vivieron juntos

lo que sucedió con Atahualpa desde que fuera capturado en Cajamarca. La hipótesis de

Soto como informante se fundamenta en que él también conocía a Espinosa, pues había

luchado junto a él y Pizarro en Panamá a las órdenes de Pedrarias Dávila (Blanco

Page 84: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

75

Castilla 53). Además, según Antonio de Herrera, Soto era uno de los españoles que tenía

un trato más cercano con Atahualpa, por lo que podría haber sido uno de los que hubiera

jugado al ajedrez con él.

Como ya se ha indicado, el segundo testimonio que relaciona a Atahualpa con

el ajedrez y que no está incluido en el artículo de Holm procede de Pascual de Andagoya,

otro conquistador español que acompañó a Pedrarias Dávila por Centroamérica y que

también coincidiría con Espinosa en Panamá.52 En su relación de 1545, titulada Relación

de los sucesos de Pedrarias Dávila en las Provincias de Tierra Firme o Castilla del

Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la mar del Sur y costas del Perú y

Nicaragua, Andagoya recurre al ajedrez para ensalzar la figura de Atahualpa justo en el

pasaje en el que refleja críticamente la traición que éste sufrió por parte de Pizarro y

que a la postre terminaría costándole la vida:

Y dicho al Atabalica, les dijo que era mentira y que estuviesen ciertos

que no se movería indio en toda la tierra sin su mandado; y que cuando

algo viesen, que entonces lo matasen; y para certificarse, que enviasen

a el campo donde decían que estaba la gente a saber si era verdad; y

para esto salió el capitán Soto con cierta gente; y como la cosa era

ordenada por el Pizarro y los que le aconsejaban, antes que el Soto

volviese con la respuesta le mataron. El cual dijo grandes cosas al

tiempo de su muerte sobre la palabra que le habían quebrantado. Era

tan señor que, jugando al ajedrez con un español, ponía vasos de oro

contra alguna cosa del español, y si ganaba no llevaba lo que ponía el

español, y lo que él perdía lo daba luego; y un día el gobernador

mandó tomar aquellos vasos y echarlos en la casa del depósito; y como

él lo supo le dijo que por qué hacía echar allí lo que el otro le ganaba;

52 Porras Barrenechea ofrece algunos datos relevantes sobre la relación que existía entre estos tres

conquistadores. Por ejemplo, de Pascual de Andagoya dice que “(m)ientras gobernó Pedrarias, gozó de

posición preeminente y se enriqueció” ( “Relaciones Primitivas” 23) e indica que reemplazó a Gaspar de

Espinosa al frente de la Gobernación del río San Juan una vez que éste había fallecido (“Relaciones

Primitivas” 24).

Page 85: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

76

que no pensase que no había de cumplir con él lo que había prometido;

que le hiciese volver al otro lo que le había ganado; y que en aquello

le hacía creer que no era gran señor. (119) 53 54

En opinión de Porras Barrenechea, los manuscritos de Espinosa y Andagoya, por

el mero hecho de que ambos se encontraban en Panamá durante este momento inicial

de la conquista de Perú, son fuentes de información muy fiables:

Panamá era punto de partida y de aprovisionamiento de las

expediciones descubridoras de Nicaragua y del Perú. Del Gobernador

y de los Oficiales Reales de Panamá dependían los capitanes de esos

descubrimientos y a ellos tenían que rendir cuenta inmediata de sus

actos. De allí que la mayor parte de las noticias del Perú fueran

conocidas en España a través de las cartas de Panamá, sin perjuicio de

las que los propios capitanes dirigían por su cuenta al Rey.

(Relaciones Primitivas 36)

53 Pascual de Andagoya, siempre bajo la protección de Pedrarias Dávila, fue adquiriendo progresivamente

más y más peso en la vida política de Panamá. Rápidamente prosperó con sus negocios y no tardó mucho

en convertirse en regidor del ayuntamiento de la ciudad de Panamá, mientras que poco después fue

nombrado visitador general de indios. Su poderío económico era tal que, en 1522, organiza una

expedición que sería trascendental en el devenir de los acontecimientos, ya que “en ella se obtienen las

primeras informaciones precisas sobre la existencia de un imperio potentísimo y riquísimo, con un

nombre que canta como dice Chaunu: el Birú, Pirú y finalmente el Perú, y sus habitantes, los incas”. Sin

embargo, un desgraciado accidente, que a punto estuvo de costarle la vida y que lo dejaría físicamente

muy mermado durante tres años, provocó que, “ante los ruegos de Pedrarias”, Andagoya traspasara “la

licencia de exploración de aquellas tierras, y las informaciones recogidas durante su malograda

expedición, a Pizarro, Almagro y al eclesiástico Luque, quienes se alzaron finalmente con la gloria, la

fama y las riquezas que conllevó la conquista del imperio inca (Andagoya, and Blázquez 14). 54 Para Porras Barrenechea, la de Pascual de Andagoya es “una crónica tardía, escrita por un capitán que

conoció a todos los actores de la conquista, pero que no fué (sic) al Perú sino después de escrita su

crónica”. Además, añade: “Tuvo Andagoya una especial curiosidad por las costumbres de los pueblos

indígenas y describió siempre con minuciosidad sus vestidos, sus armas, sus juegos, sus formas sociales

y políticas y, particularmente, las creencias religiosas. Es el primer cronista etnógrafo. Sus datos son

originalísimos en lo que se refiere a los países hasta entonces recorridos por él (Panamá, río San Juan,

Popayán). En lo relativo al Imperio Inkaico recogió también la misma clase de datos, pero no por

observación directa sino por referencias, lo que le quita originalidad a su relato” (“Relaciones primitivas”

27).

Page 86: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

77

Por último, está lo que apunta Cieza de León en el quincuagésimo capítulo de la

tercera parte de su Crónica del Perú, que, bajo el título Descubrimiento y conquista del

Perú, no empezó a salir a la luz pública, y de manera escalonada, hasta mediados del

siglo XX. Cuando el cronista se refiere a la llegada de Almagro a Cajamarca -poco

después se desatarían las hostilidades que acabaron con la muerte de Atahualpa-,

comenta lo siguiente:

Almagro visitó Atabalipa, hablándole muy bien, ofreciéndosele por

buen amigo, de que el preso recibió conhorte. Y cuentan grandes cosas

los españoles de este Atabalipa; porque sabía ya jugar al ajedrez, y

entendía algo de nuestra lengua; preguntaba preguntas admirables,

decía dichos agudos y algunos donosos. Deseaba, con todo esto ver

recogido el tesoro, porque, cuando llegó Almagro se comenzaba a

traer, y había en Caxamarca diez o doce cargas de oro.55 (173)

A simple vista, la categórica tesis de Holm queda automáticamente en fuera de

juego con estos tres escritos, pues, al margen de la relación directa que establecen entre

Atahualpa y el ajedrez, todos ellos cumplen uno de los requisitos que impone este

investigador: son textos que fueron redactados en la misma época en la que se produjo

la toma de Cajamarca.56 Por tanto, Espinosa, Andagoya y Cieza de León no sólo

55

De acuerdo a Carmelo Sáenz de Santa María, Cieza de León es la principal fuente de información de

Antonio de Herrera (Cieza de León 22-23), a quien Holm desacredita e identifica como el primer escritor

español que relaciona a Atahualpa con el ajedrez. 56 Es de suponer que Olaf Holm no tuviera constancia de la carta de Gaspar de Espinosa ni de la relación

de Pascual de Andagoya cuando realizó su investigación sobre este asunto a mediados de la década de

los cincuenta del siglo pasado. En el caso contrario, su planteamiento quizá hubiera sido distinto. En

cualquier caso, hay referencias bibliográficas que demuestran que ambos textos ya eran conocidos por

aquel entonces. Raúl Porras Barrenechea publica Cartas del Perú en 1959, mientras que las primeras

referencias bibliográficas encontradas sobre la relación de Andagoya se remontan al menos a 1865

(Narrative of the Proceedings of Pedrarias Dávila in the Provinces of Tierra Firm, or Castilla de Oro,

Hakluyt Society, Vol. 34).

Page 87: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

78

cumplen con la exigencia temporal de Holm -son personajes coetáneos a los hechos

desencadenados en la región andina en torno a los 1530s- sino que, además, y pese a no

ser testigos de vista, es muy probable que tuvieran acceso directo a información

privilegiada sobre lo que allí sucedía, sobre todo Espinosa, que jugó un papel

protagónico en tan enjundioso proyecto.

Resulta paradójico que el argumento de Holm, que se sustenta en la autoridad

que él mismo otorga a la palabra escrita que proviene de las fuentes primarias que

considera fiables, se tambalee precisamente por la entrada en escena de unos

manuscritos que apuntan en sentido contrario al que se establece en su artículo. Por así

decirlo, se produce una colisión, un enfrentamiento entre textos, y son las mismas reglas

que establece el propio Holm -el poder que, a falta de otras pruebas físicas, concede

exclusivamente a la escritura como valedora de la verdad-, las que cuestionan la validez

de su tesis. Visto este desencuentro de escritos, varias preguntas nos asaltan. ¿Hasta qué

punto la compleja realidad puede resumirse fehacientemente en la muy limitada finitud

de una carta o una relación? ¿Acaso existe una única y absoluta verdad? ¿Acaso la

escritura es la única vía autorizada para la transmisión de los hechos? ¿Qué convierte a

una fuente colonial primaria en más creíble que otra? ¿Sería ese criterio realmente

indiscutible? ¿Por qué ha de ser más cercano a la verdad lo escrito, por ejemplo, por

Miguel de Estete que lo transmitido por Gaspar de Espinosa, Pascual de Andagoya o

Pedro Cieza de León?57

57 El artículo de Holm, en realidad, viene motivado por el grabado que Felipe Guaman Poma de Ayala

realiza en el folio 387 de El primer nueva corónica i buen gobierno, en el que retrata a Atahualpa jugando

con uno de sus captores a un juego de tablero. El descubrimiento de este ejemplar único en Det Kongelige

Bibliotek (Copenhague, Dinamarca) en 1908 revolucionó durante las siguientes décadas los estudios

Page 88: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

79

Este escenario plagado de interrogantes conduce irremediablemente a la

reflexión que Antonio Cornejo Polar hace al comienzo de su ensayo Escribir en el aire,

en el que profundiza sobre esa divergencia entre la oralidad y la escritura que provoca

la conformación híbrida o heterogénea de la literatura latinoamericana. El crítico

establece que la escritura irrumpió en el Perú, su país de origen, “no tanto como un

sistema de comunicación sino dentro del horizonte del orden y la autoridad, como si su

único significado posible fuera el Poder” (48).58 Es decir, allí donde hasta la llegada de

los conquistadores sólo se había practicado la oralidad, la palabra escrita se convirtió en

sinónimo de dominio y de imposición de lo español sobre lo indígena, siendo elevada a

la categoría de verdad absoluta e incuestionable por el simple hecho de ser la

representación física o el documento tangible que recogía la voz y la ley españolas.

Aun siendo irrebatible el planteamiento de Cornejo Polar, el caso que aquí nos

ocupa da pie a un oportuno y necesario inciso sobre el mismo: mientras que la

supremacía de la palabra escrita (la voz de los dominadores) sobre la tradición oral (la

voz de los dominados) ha sido tan evidente como determinante en la conformación del

relato histórico de la conquista que ha llegado hasta nuestros días, no es menos cierto

sobre la conquista del Perú. Es, por tanto, en ese contexto en el que se encuadra el trabajo de Holm, quien,

como ya se indica en el primer capítulo de esta tesina, demuestra que cuando Guaman Poma dice que

Atahualpa “jugaua con ellos en el juego de axedres q. ellos les llaman taptana” en realidad no quería decir

que el rey inca jugaba al ajedrez con sus captores, sino al taptana, un juego indígena que se correspondería

por su similitud con el tres en raya actual (29-32). Para reforzar su afirmación, Holm, que era

fundamentalmente arqueólogo, incluye un antiguo tablero de taptana, hecho de piedra arenisca, como el

que habrían utilizado alguna que otra vez Atahualpa y sus captores (Holm 102-103). 58 Casualmente, Cornejo Polar sitúa el “grado cero” (36) de dicha ruptura entre la oralidad indígena y la

escritura española en los incidentes que se desencadenaron en Cajamarca en la tarde del 16 de noviembre

de 1532, cuando Atahualpa, de acuerdo siempre a la visión de los cronistas españoles que relataron estos

acontecimientos, despreció un libro religioso que le había entregado el Padre Vicente Valverde.

Atahualpa, que jamás había tenido antes un libro entre sus manos, lógicamente no reaccionó como

hubieran deseado los conquistadores españoles, que inmediatamente procedieron a su detención.

Page 89: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

80

que entre los manuscritos españoles también se ha producido una lógica disparidad de

contenido que, incluso, en las situaciones más extremas, ha obligado a los críticos a

dudar o replantearse la fiabilidad de estos textos. El ejemplo más paradigmático de esta

falta de concordancia es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, donde

Bartolomé de las Casas describe una realidad de la conquista que nada tiene que ver con

lo que es común entre los otros cronistas. Salvando las distancias, en este trabajo es

palpable cómo esa falta de unanimidad entre las diferentes versiones de un mismo hecho

es prácticamente consustancial a cualquier detalle relacionado con la conquista, de ahí

que, ante semejante conflicto entre voces dominadoras, la postura más razonable sea la

de la imparcialidad.

El cronista español y sus circunstancias y motivaciones

En cierto sentido, Holm, a mediados del siglo XX, sigue dándole esa privilegiada

consideración a los manuscritos redactados sobre lo que haya podido transmitirse a

través de la oralidad. Para él, todo empieza y todo acaba en lo tangible, si bien es cierto

que al asegurar que Atahualpa “jamás jugó al ajedrez” se toma la licencia de desacreditar

algunos documentos que proclaman lo contrario porque sus coordenadas

espaciotemporales distan de las de los hechos estudiados. Al margen de esta discutible

filtración, el gran problema que pone en entredicho la tesis de Holm son los documentos,

para él desconocidos, de Espinosa, Andagoya y Cieza de León. Con ello no quiero decir

que la mera existencia de estos testimonios sea suficiente para desacreditar

inmediatamente a Holm y dar por cierto lo que estos conquistadores relatan, puesto que

Page 90: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

81

no debe obviarse una premisa que está sobradamente aceptada entre los colonialistas:

detrás de cada documento original escrito en o sobre el Nuevo Mundo existían por

norma general unos intereses personales de distinta índole que, bien por omisión,

exageración o mitificación, dieron como resultado un retrato ambiguo o distorsionado

de la realidad con la que se toparon los españoles y de los hechos que allí sucedieron.

Partiendo de esta premisa, es preciso señalar que el caso concreto de Espinosa

recuerda muy especialmente a lo que Beatriz Pastor denomina “la instrumentalización

de la realidad.” Para esta autora, se aprecia una clara tendencia por parte del grueso de

los conquistadores españoles hacia una “deformación profunda” de la realidad del

Nuevo Mundo con “fines estrictamente comerciales” (45).59 Esa propensión conduce a

una “ficcionalización” que tiene como resultado “una creación verbal mucho más

próxima a la ficción que a la realidad que pretende fielmente representar” (62):

El uso sistemático de un proceso de selección que excluye todo lo que

no interesa y reduce la realidad descubierta a los elementos de interés

comercial para Europa se conjuga con la sustitución sistemática y

voluntarista de ‘lo que es’ por ‘lo que se quiere que sea’, para

completarse con la afirmación de una serie de equivalencias que,

ligando el modo de representación a una ideología que trasciende los

límites del personaje, equipara definitivamente la identidad de todos

los aspectos de la realidad del Nuevo Mundo a la función de

mercancías que pretende imponérseles de acuerdo con las necesidades

del mercado occidental. (62-63)

Se sabe que Espinosa, sin ir más lejos, había regresado a América con la

bendición de la Corona y, en un guiño ni mucho menos gratuito hacia Carlos I, rey de

59 Para desarrollar su planteamiento, Pastor se centra en el análisis de los documentos que llevaron la

firma de Cristóbal Colón, pues, por tratarse del primer conquistador de América, en ellos se manifiestan

estas premisas de manera más clara.

Page 91: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

82

la España moderna temprana, había puesto sobre la mesa parte de su dinero para

financiar el asalto de Pizarro y Almagro al Perú. Dicha carta bien pudo ser el primer

reporte que llegó a la península ibérica sobre el éxito de tan relevante operación política

y militar en unos territorios que, hasta ese momento, no habían sido explorados y que a

la postre reportarían pingües beneficios a todas las partes implicadas, incluidos, cómo

no, tanto Espinosa como la propia Corona.

¿Qué explica o justifica que Espinosa incluyera la anécdota del ajedrez en un

texto tan breve? Cualquier respuesta que se ofrezca al respecto sólo deja de ser una

suposición, ya que es imposible concluir a ciencia cierta qué pasaba por la mente de este

conquistador para hacer tan sugestivo comentario. Pese a ello, e independientemente de

la veracidad o no de ese anuncio sobre la facilidad de Atahualpa para jugar al ajedrez,

estimo que esa mención distendida y en apariencia intrascendente es, en realidad, muy

significativa, ya que muestra una clara intencionalidad por parte del autor. Por un lado,

interpreto que, informando de la vertiente ajedrecística de Atahualpa, Espinosa buscaba

generar simpatía entre la Corona española y su homólogo inca, y más aun teniendo en

cuenta que el ajedrez hasta ese momento siempre había estado especialmente ligado a

las elites sociales.60 Por otro lado, la imagen de Atahualpa en torno a un tablero de

ajedrez permitía visualizar desde España que Pizarro y los conquistadores que formaban

su séquito, además de haberse hecho con el control de un área riquísima en recursos

60 Es muy probable que tanto Gaspar de Espinosa como Pascual de Andagoya jugaran al ajedrez. Tal

extremo no está contrastado, pero, al margen de la popularidad que el ajedrez había alcanzado a principios

del siglo XVI en España y en toda Europa, hay un dato que hace suponerlo: ambos desarrollaron buena

parte de sus respectivas carreras como conquistadores a la vera de Pedrarias Dávila, que, como quedó

demostrado en el primer capítulo, practicaba este juego con frecuencia (página 25).

Page 92: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

83

naturales, gozaban de la cordialidad del líder indígena. Esto en absoluto era un asunto

baladí en términos puramente estratégicos, ya que la complicidad de la máxima

autoridad de los incas podía ser interpretada como sinónimo de tranquilidad y ausencia

de peligro o amenazas en este nuevo e importante paso hacia delante en América. De

hecho, el propio Espinosa, justo después de informar de las capacidades del líder

indígena, añade en su carta una valoración muy elocuente al respecto: “(C)on tener esto

en su poder, toda la tierra está queda e anda un xpiano e dos, ciento e doze leguas; por

esta se puede dezir ques mucha mas cosa la verdad que lo que se dize” (qtd. in Cartas

del Perú 65-66).

Como quiera que fuese, es preciso incidir sobre el clima de euforia en el que esta

carta de Espinosa fue escrita, ya que a Panamá acababan de llegar las primeras noticias

sobre el éxito de la primera expedición española en suelo peruano y aún no se habían

desencadenado las tensiones que se producirían muy poco tiempo después y que

precipitarían la muerte de Atahualpa. Ésta fue muy controvertida en tanto en cuanto

evidenció una importante división entre los conquistadores españoles que se

encontraban en Cajamarca y también porque impidió que el rey inca, como era deseo

del rey emperador Carlos I, hubiera viajado hasta España.

Desde luego, no debe pasarse por alto que, de todos los manuscritos fechados y

localizados en las proximidades de los sucesos de Cajamarca, los de Espinosa,

Andagoya y Cieza de León son los tres únicos documentos (de los que se tiene

constancia) que unen al rey inca con el ajedrez. Por ejemplo, el citado Cristóbal de Mena

no hace ninguna referencia a este asunto en su relación, que en la línea del tiempo

Page 93: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

84

quedaría ubicada muy poco después de la carta de Espinosa y considerablemente antes

de la relación de Andagoya. De hecho, sobre Mena recae el honor de haber escrito la

primera relación que narró la conquista del Perú, siendo publicada de manera anónima

en abril de 1534 en Sevilla.61 Para Porras Barrenechea, la importancia de este primer

relato relativamente extenso reside en que es “el más inmediato de todos,” que “en él la

verdad no ha tenido aún tiempo para ser deformada,” y que, al ser un testimonio

“espontáneo,” “(n)o se trata de una versión oficial como las de Xerez o de Sancho,

adaptadas necesariamente a las conveniencias políticas de la expedición y a la defensa

de lo hecho” (Relaciones Primitivas 50). En su relación, Mena, que había quedado muy

descontento con el reparto que se había producido en Cajamarca, no dedica una sola

línea a describir el comportamiento de Atahualpa ni a la relación que tuvo con los

españoles durante los meses que estuvo preso, por lo que su fotografía del líder indígena

difiere de la que hacen tanto Espinosa como Andagoya y Cieza de León: mientras que

Mena afirma que la muerte de Atahualpa estaba justificada -“el qual lo merecia,” dice

textualmente (qtd. in Relaciones Primitivas 99)-, Espinosa y Cieza de León hacen una

brevísima descripción muy favorable del inca destacando su inteligencia y su gusto por

las cosas propiamente españolas como el ajedrez, y Andagoya denuncia que su muerte

no estaba justificada bajo ningún concepto.

61 La identificación entre el anónimo sevillano y Cristóbal de Mena corresponde a Porras Barrenechea,

quien apunta que este conquistador fue uno de los primeros en regresar a España tras la toma de Cajamarca

y que, como él mismo dejaría de manifiesto en su relación, lo hizo muy resentido con Pizarro: “(E)ra un

descontento del reparto y que ésta fué la razón de su retiro de la empresa conquistadora.” (Relaciones

Primitivas 47).

Page 94: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

85

Dicha ausencia de menciones sobre el ajedrez es igualmente significativa cuando

se comprueba que los descendientes directos de Atahualpa tampoco comentan nada al

respecto. Así, por ejemplo, no hay rastro de la palabra ajedrez en el libro Notas y

documentos sobre miembros de la familia del inca Atahualpa en el siglo XVI, en el que

Udo Oberem recopila las transcripciones de las probanzas que algunos de los muchos

portadores de la sangre de Atahualpa firmaron reclamando algún repartimiento o

hacienda que les permitiera subsistir y salir de la pobreza en la que decían que se

encontraban. Básicamente, el contenido de estas probanzas sigue siempre el mismo

patrón y quienes las solicitan, más que detenerse en detalles menores o aparentemente

secundarios, basan su solicitud en respuestas que respaldan sus peticiones. Por ejemplo,

en estos documentos puede leerse repetidas veces que Atahualpa era el señor del vasto

imperio incaico antes de que se produjera la conquista y que gozaba de muchos

dominios y privilegios en ella; que había entregado grandes cantidades de oro y plata a

los españoles, quienes se repartieron tan preciado botín; que tenía muchas mujeres, las

cuales habían estado junto a él durante su cautiverio y no eran accesibles a ningún

cacique; que, antes de morir, encomendó a Pizarro el cuidado de sus hijos; y que testigos

de diversa índole corroboran que quienes presentan dichas probanzas confirman la

descendencia de éstos, y hasta el parentesco físico, respecto al rey inca.

Del mismo modo, no hay rastro del ajedrez en las declaraciones de méritos y

servicios que consultadas en el Archivo General de Indias en Sevilla, España. Éstas

fueron remitidas por algunos de los soldados españoles que participaron en el asalto a

Cajamarca o que, incluso, estuvieron presentes en la prisión de Atahualpa. Son los

Page 95: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

86

casos, por ejemplo, de Diego de Agüero, Francisco López, Tomás Vázquez, Mancio

Sierra de Leguizamo, Francisco de Baena, Pedro de Barrantes, Juan y Jerónimo de

Aliaga, y Diego de Figueroa. Ninguno de estos protagonistas activos en el inicio de la

conquista del Perú dice nada al respecto. ¿Acaso para ellos no era significativo que

Atahualpa fuera una persona brillante y que supiera jugar al ajedrez? Puede que no o

que consideraran irrelevante este tipo de información en unos escritos que, en realidad,

tenían un propósito bien claro y bien distinto.

El hecho de que Espinosa y Andagoya muy seguramente bebieran de la misma

fuente de información –ya fuera Pizarro o Soto- y que entre ambos hubiera una cercanía

incuestionable –Andagoya ocupa el puesto de Espinosa en Panamá cuando éste muere-

, puede sembrar también lógicas dudas sobre la veracidad de sus testimonios. Sin

embargo, hay una serie de detalles muy significativos que demuestran que el papel que

tiene el ajedrez en sus textos no es exactamente el mismo, por lo que aparentemente

pierde fuerza la teoría de que tales referencias sean inventadas. Para empezar, hay una

diferencia de diez años entre la carta de Espinosa y la publicación de la relación de

Andagoya, por lo que cada uno escribe su texto en una etapa distinta de ese momento

histórico que fue la conquista del Perú –mientras Espinosa emplea verbos en tiempo

presente, Andagoya recurre al pretérito-.

Además, Espinosa, como ya se ha explicado, era parte muy interesada en la

operación de Pizarro y Almagro, y envió su carta con el propósito de dibujar un

escenario idílico a la Corona española –la mención que hace del ajedrez contribuye a

ello- justo antes de que se matara a Atahualpa y se desencadenaran los problemas entre

Page 96: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

87

los dos bandos de conquistadores. Por su parte, el relato de Andagoya tiene una función

completamente distinta, ya que entre sus objetivos está resumir cómo se produjo el

avance español en el Perú. Andagoya, conquistador marcado por el infortunio, ve con

lógico recelo lo que consumaron Pizarro y Almagro, y de sus palabras se deduce una

crítica a la manera en la que los españoles, y más concretamente Pizarro, se deshicieron

del rey inca. No en vano, escribe que Atahualpa “dijo grandes cosas al tiempo de su

muerte sobre la palabra que le habían quebrantado” y realmente recurre al ajedrez para

demostrar cuán “tan señor” era y dejar de manifiesto que Pizarro, a ojos del propio

Atahualpa, “no era gran señor” (119).62

Por último, hay un tercer punto no menos importante a la hora de distanciar el

recurso del ajedrez en Espinosa y en Andagoya. Básicamente, los dos aportan matices

diferentes sobre el rey inca: por un lado, Espinosa se limita a resaltar que Atahualpa

“xuega al ajedrez harto bien” con tal de probar que muestra simpatía hacia lo español -

“(m)uy amigo de saber e entender nuestras cosas” (66)-, y por el otro, Andagoya destaca

la nobleza y la generosidad del inca frente a la desconfianza que a él le inspiraba Pizarro.

La importancia del testimonio de Cieza de León no se limita exclusivamente a

lo que dice sobre Atahualpa y el ajedrez, sino también al hecho de que no se percibe una

relación directa entre este cronista y los otros dos conquistadores. Pese a que sólo han

62 La responsabilidad de Francisco Pizarro en el controvertido final de Atahualpa no está del todo clara.

Incluso hubo diversidad de opiniones entre los primeros cronistas españoles. Como ya se ha anotado,

Cristóbal de Mena declara que dicha sentencia contra el rey inca estaba totalmente justificada, mientras

que, por el contrario, el punto de vista de Juan Ruiz de Arce se asemeja al de Pascual de Andagoya: “Él

cumplió, como señor, aunque no se hizo con él como era razón. La causa fue porque unos oficiales del

Rey, que allí estaban aconsejaron al Gobernador que le matase, y luego estaría la tierra llana. Y para

matarle usó el gobernador de una cautela con los conquistadores: que los envió a descubrir tierra y

quedóse con aquellos que fueron en consejo de su muerte” (qtd. in Bravo Guerreira 91-92).

Page 97: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

88

trascendido una serie de datos muy básicos de su biografía, es harto improbable que

Cieza de León, que pisó suelo americano por primera vez en torno a 1935 y pasó la

primera etapa de su aventura americana por lo que es hoy Colombia, conociera

personalmente a Espinosa, que falleció en Cuzco en 1537. Este detalle es muy relevante,

ya que, teniendo en cuenta que las referencias sobre el rey inca y el ajedrez que dan uno

y otro son muy similares, descartaría casi por completo la posibilidad de que Espinosa

hubiera sido el informante directo de Cieza de León. Esto es, si ambos transmiten

prácticamente lo mismo pero nunca estuvieron juntos, es asumible que esas llamativas

virtudes que ellos y Andagoya proclaman sobre Atahualpa no fueran ningún secreto.

Tampoco parece factible que Cieza de León conociera de primera mano a

Andagoya. Se sabe que entró en el Perú con la expedición de Pedro de la Gasca y que

en abril de 1548 asistió a la batalla de Jaquijahuana, que enfrentó a las fuerzas de dicho

conquistador con las de Gonzalo Pizarro, muy cerca de Cuzco, donde unos meses más

tarde fallecería Andagoya. Si hubo algún contacto directo entre ambos, sólo pudo ser en

ese momento, aunque es de suponer que cuando Cieza de León recabó más información

relacionada con la conquista del Perú fue en la Ciudad de los Reyes, actual Lima, adonde

llegó poco después y fue nombrado cronista oficial de las Indias.

De lo que no hay ninguna duda es que los tres conquistadores reflejan en la figura

de Atahualpa una alteridad que nada tiene que ver con lo que era común en el discurso

colonial hispanoamericano. Según Rolena Adorno, en los escritos salidos tanto de

manos españolas como indígenas, predomina por norma general “la necesidad de

diferenciar jerárquicamente el sujeto del otro” para, de esta forma, “establecer y fijar las

Page 98: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

89

fronteras de la identidad” que separan y distinguen a conquistadores de conquistados

(66). Normalmente, esa diferenciación se realiza asignándole “un valor inferior y por

consiguiente, relativamente negativo” al representante, o representantes, del otro grupo

(66-67). Sin embargo, en el Atahualpa ajedrecista que muestran Espinosa, Andagoya y

Cieza de León se observa todo lo contrario: su capacidad para practicar el ajedrez, juego

propio y distintivo de los españoles, lo acerca más que lo aleja al estereotipo a partir del

cual los conquistadores juzgaban a los otros, y que estaba esencialmente basado en “los

valores de la cultura masculina, caballeresca y cristiana” (56).

En este momento es preciso volver a recuperar las palabras de Espinosa cuando,

justo antes de resaltar que Atahualpa “xuega al ajedrez harto bien,” apunta que “la

persona del cacique es la mas entendida e de mas capacidad que se ha visto e muy amigo

de saber e entender nuestras cosas” (qtd. in Cartas del Perú 65-66). Igualmente, es

necesario rescatar igualmente lo que dice Cieza de León, que “sabía ya jugar al ajedrez,

y entendía algo de nuestra lengua; preguntaba preguntas admirables, decía dichos

agudos y algunos donosos” (173). Si la mentalidad europea clasificaba a la nueva

humanidad dependiendo de su grado de similitud u oposición respecto a los esquemas

antropológicos escolásticos (Adorno 55-56), no cabe duda de que estos testimonios

muestran a un rey inca que, por ser “muy amigo de saber e entender nuestras cosas” y

“preguntar preguntas admirables,” encaja perfectamente con el modelo español y, sobre

todo, tiene derecho a ser incluido entre la gente de razón.

Así las cosas, la idea que transmiten Espinosa y Cieza de León es diametralmente

opuesta a los principios de Juan Ginés de Sepúlveda, quien, guiado por los valores

Page 99: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

90

militares caballerescos y basándose en lo que había sucedido en México, defendió la

superioridad de los europeos sobre los indígenas “en ingenio, habilidad, fortaleza de

ánimo y virtud” (qtd. in Adorno 58). Igualmente, la imagen de un Atahualpa capaz de

dar la talla en un juego en el que prima la capacidad de cálculo y razonamiento choca

por completo con las teorías del padre Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca,

en las que se consideraba que el amerindio era “adulto en lo físico pero mental y

psicológicamente un niño” y que, por eso, “era socialmente inferior y necesitaba la

dirección de otros” (Adorno 61).

De indicios de veracidad a la creación de una leyenda

La carta de Espinosa, la relación de Andagoya, la crónica de Cieza de León y, por qué

no también, el posterior texto de Antonio de Herrera, fueron el origen de la creación de

la imagen del Atahualpa ajedrecista. Sin embargo, dos autores muy posteriores a estos

tres primeros tuvieron una especial relevancia en la consolidación y popularización de

este asunto como parte de la caracterización adjudicada al rey inca. El primero de ellos

fue William H. Prescott, quien, como quedó dicho anteriormente, hizo referencia a esta

supuesta facultad de Atahualpa en su reconocido A History of the Conquest of Peru

(1874). Este prestigioso e influyente historiador americano se convertiría en uno de los

grandes referentes de Ricardo Palma, quien “sintió alto respeto” por su obra y se

encargaría de sobredimensionar en todos los sentidos la relación que podría haber

existido entre Atahualpa y el ajedrez (Winn 802). Lo consiguió por medio de su relato

“Los incas ajedrecistas,” uno de los últimos textos que engrosó esas Tradiciones

Page 100: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

91

peruanas que fue escribiendo durante décadas y que prácticamente terminarían

convirtiéndose en un género propio.63 En dicha narrativa, Atahualpa no sólo sorprende

a los que le rodean por su gran destreza a la hora de jugar al ajedrez (es la idea que

transmiten los primeros manuscritos y de la que se hace eco Prescott) sino que, además,

se deja entrever que tal maestría habría despertado una envidia insana en el tesorero

Riquelme. Éste, en señal de venganza, habría apoyado decisivamente la muerte de

Atahualpa en el juicio al que fue sometido y que se habría resuelto por un escaso margen

de 13 votos contra 11.64

El texto de Palma debe ser ubicado entre esas “biografías noveladas sobre la vida

y la muerte del último inca” a las que se refiere Holm (91). Para él, “Los incas

ajedrecistas” pertenece al campo de la literatura, de ahí que le reste importancia en su

investigación y apenas se limite a mencionarlo en su artículo. En su opinión, de las obras

de Palma, Benjamín Carrión, Neptalí Zúñiga, Blanco Castilla y Jorge Carrera Andrade,

entre otros, “es tan sólo natural esperar que un detalle como el mencionado es aún más

elaborado,” ya que todos ellos “se toman las libertades,” “de acuerdo con lo permitido

por el carácter de sus obras y por su época,” de inventar toda una historia a partir de un

supuesto hecho real (97).

La percepción de Holm sobre Palma es unánimemente compartida por la crítica

actual. Leavitt afirma que “(a) tradición from Palma’s pen is a heady cocktail consisting

63 Para Sturgis E. Leawitt, la contribución de Ricardo Palma a la literatura hispanoamericana es “unique”:

“(…) Palma developed a genre on his own, one of the few literary men in Spanish America about whom

this can be said. He modelled this narrative form so well that it has defied imitation to this day” (353). 64 En realidad, dicha tradición consta de dos partes: en la primera, el protagonista es Atahualpa, mientras

que la segunda está dedicada a Manco Inca, en cuyo trágico final –siempre según Palma- también tuvo

que ver el ajedrez ya que su muerte se produjo en una disputa que se originó a partir de una discusión que

tuvo en una partida que estaba jugando con unos españoles.

Page 101: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

92

of one part history and one part Palma, with dashes of jocose verse and folklore in

varying proportions” (351). Para Ángel Flores, “(l)a proporción en que la historia

interviene en la tradición es imposible de fijar si no se somete al escalpelo,” y al mismo

tiempo subraya que “lo admirable es cómo la fantasía irreprimible de Palma, que lo hace

falsear datos o suponer tal o cual escena inverosímil, no altera la vivencia histórica, que

resulta fiel e inmejorable” (37). Por su parte, Ruth Sievers Thomas también se postula

en esa misma dirección, ya que aclara que Palma “no despreció de ningún modo su

propio genio literario” y que “escribió las Tradiciones con el intento de presentar

leyendas y anécdotas y no una historia puntualmente fidedigna. Según esta autora, tan

peculiar estilo le permitió esta libertad de invención, sin aprensión de censura” (465).

Esta tendencia de Palma a recomponer libremente los tiempos pretéritos le valió

fuertes críticas por parte de su más acérrimo rival, Manuel González Prada, quien

instaba a poner las miras en el futuro del Perú y a frenar “la búsqueda en el pasado”

(Podestá 128). El 30 de octubre de 1888, en el transcurso de un discurso ofrecido en el

Teatro Olimpo, Prada lanzaría su ataque más severo contra Palma: “(E)n la prosa reina

siempre la mala tradición, ese monstruo enjendrado por las falsificaciones agridulcetes

de la historia i la caricatura microscópica de la novela” (qtd. in Podestá 129).

El origen de esta inclinación de Palma parece estar en el “lazo de unión” que, de

acuerdo a Conchita H. Winn, el literato peruano tuvo con las letras europeas.65 Esta

65 Winn describe a Palma como “(l)ector insaciable y ecléctico” (799) y recalca que devoró la literatura

que se producía en todo el mundo. “Aparte de sus lecturas en español, se adentró en las literaturas de los

Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Portugal, Alemania, Italia y el Brasil,” añade esta autora, al mismo

tiempo que enfatiza que Palma era considerado como “una de las personas mejor informadas, sobre la

literatura, en su época” (808).

Page 102: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

93

afinidad le hizo sentirse especialmente atraído por las obras del romanticismo, las cuales

le sirvieron de “estímulo directo para su obra poética” (808).66 En Tradiciones peruanas,

por tanto, confluyen dos instintos irrefrenables para él: por un lado, está su libertad

creativa, su necesidad de dar rienda suelta a su imaginación; y por el otro, su deseo de

recapitular y dejar por escrito la historia y el pasado en general de un país que disfrutaba

de sus primeros años como república independiente después de haber estado sometido

al dominio español por casi tres siglos. La unión de estos dos factores resultó en la

creación de un buen número de relatos híbridos que, si bien tienen en mayor o menor

medida un trasfondo real, son esencialmente textos literarios en los que la intervención

y, sobre todo, el sello de Palma resultan evidentes. Así lo concluye Thomas:

De todos los críticos de las Tradiciones, nadie podía censurarle a

Palma el haber incluido lo que leía con lo que escribía, porque era tan

hábil en el arte de incorporar toda concepción para formular un

conjunto intrínseco, que siempre predominó su personalidad

individual. (467)

Habida cuenta de la profunda tradición oral consustancial a los pueblos andinos,

la cual incluso sobrevivió al largo proceso de españolización en el que se vieron

envueltos durante tanto tiempo, sería un sinsentido pensar que el ávido lector Palma

sólo se nutrió de los innumerables libros que leyó o que consultó durante su vida. “Hay

críticos que admiten que Palma, como tradicionalista, se sirvió de cuanta fuente

utilizable le vino a la mano, de palabra o por escrito, y que pudiera darle el núcleo de

66 Para Prada, la obra y el estilo de Palma se alejaban de lo que, en su opinión, debía hacer un intelectual

de su prestigio: “El Perú no cuenta hoi con un literato que por el caudal i atrevimiento de sus ideas se

levante a’laltura de los escritores europeos, ni que en el estilo se liberte de la imitación seudo purista o

del romanticismo trasnochado” (qtd. in Podestá 129).

Page 103: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

94

una tradición,” indica Thomas (462), quien, además, se figura a Palma tomando nota de

cualquier “leyenda rara” que llegara a sus oídos para incluirla en su colección de

tradiciones (468).

Julio Ortega compara a Palma con el americano Mark Twain, y alaba que ambos

“pararon la oreja ante lo que sus contemporáneos consideraban el basurero del lenguaje

popular, y terminaron escribiendo como se hablaba y se debía escribir,

emancipadamente, en Lima y en Florida.” Este autor, que ve en Palma a “un Guaman

Poma de Ayala urbano,” recalca que “la oralidad está en todas partes,” y la describe

como “la traza viva que deja el pasado; la palabra mágica que transparenta la historia;

el eco del fragmentario discurso latente que es la colectividad” (xvii).

Precisamente, en “Los incas ajedrecistas” Palma entra en materia utilizando la

expresión “(s)e sabe, por tradición” (Palma, and Oviedo 426), lo que nos hace pensar

que el origen de lo que cuenta a continuación -la costumbre de los conquistadores de

reunirse todas las tardes en la prisión de Atahualpa- es indeterminado.67

Más relevante es lo que narra a partir de ese momento y, sobre todo, la fuente

que supuestamente le provee dicha información:

Allí, para los cinco nombrados y tres o cuatro más que no se

mencionan en sucintos y curiosos apuntes (que a la vista tuvimos,

consignados en rancio manuscrito que existió en la antigua Biblioteca

nacional), funcionaban dos tableros, toscamente pintados, sobre la

respectiva mesita de madera. (Palma, and Oviedo 426)

67 En concreto, Palma se refiere a “los capitanes Hernández de Soto, Juan de Rada, Francisco de Chávez,

Blas de Atienza y el tesorero Riquelme” (426).

Page 104: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

95

Palma se refiere a unos “sucintos y curiosos apuntes” que, supuestamente,

estuvieron archivados en la Biblioteca Nacional de Perú, en Lima, antes de que se

produjera la ocupación de la misma por parte de las tropas chilenas durante la Guerra

del Pacífico. La biblioteca, que habría llegado a recopilar en torno a cincuenta mil

ejemplares antes del conflicto armado con Chile, acabó en ruinas y saqueada (Leavitt

350), y perdiendo documentos de gran valía como podrían haber sido ésos que menciona

Palma. A día de hoy no puede garantizarse que dichos apuntes llegaran a existir

realmente, y menos aún si se tiene presente lo que apostilla Thomas: “Palma manifestó

a menudo a sus lectores la fuente de donde sacó detalles y citas, pero los engañó de vez

en cuando” (462).

Ante esta tesitura, juega a favor de Palma que fuera de dominio público que él

había leído, casi sin descanso, todo lo que había llegado al alcance de sus manos y que

es indiscutible que, no sólo durante el enfrentamiento con los chilenos, se perdió la pista

de muchos manuscritos de la época colonial. Sin embargo, la ausencia de otras pruebas

que demuestren la existencia de estos documentos y la reputación atribuida a Palma de

libre recreador del pasado, invitan a ser cautos respecto a la veracidad de ese comentario

y, por tanto, a dejar abierta la posibilidad de que dichos apuntes jamás existieran y que

su mención en esta tradición se deba esencialmente a un doble propósito. En primer

lugar, a su utilización como recurso metaficcional con el objetivo de dar la mayor

veracidad posible a un relato que, como es sabido, tiene aspiraciones de narración

histórica.68 Y en segundo lugar, a la necesidad del autor de añadir un nuevo argumento

68 Palma no es ni mucho menos el primer escritor que hace uso de este recurso literario. El mejor ejemplo

podemos encontrarlo en Don Quijote de la Mancha, donde Miguel de Cervantes atribuye la verdadera

Page 105: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

96

que reforzara aún más si cabe la reivindicación de sentimiento nacionalista que impera

y sostiene esta narración.

De hecho, aunque todas las miras de este relato están focalizadas en la denuncia

contra la conquista española, Palma aviva el fuego del resentimiento popular peruano

recuperando de algún modo lo sucedido con Chile, que en aquel momento era un

enemigo más reciente en la historia de su país. En esta referencia a la pérdida de

incalculable valor que, en términos de patrimonio histórico y cultural, supuso para el

Perú la desaparición de tantos libros y manuscritos –no en vano, son pilares básicos en

el forjamiento de la identidad de cualquier nación-, aprecio una lamentación muy

personal por parte de Palma. La eliminación de tanto material bibliográfico fue un revés

especialmente duro para él, que tanto uso hizo de los escritos existentes para compilar

en sus Tradiciones peruanas lo más parecido a una enciclopedia histórica del Perú. Es

por ello que, entre 1884 y 1912, realizó una labor encomiable al frente de la Biblioteca

Nacional. Durante este tiempo, trabajó incansablemente por recuperar una biblioteca

que había quedado seriamente desguarnecida tras la ocupación chilena. Como refleja

Leawitt, “(n)o small part of Palma’s job was to call on his many friends and

acquaintances both at home and abroad and ask them to send books to the library” (350).

Es por ello que él mismo se autodefinió como un bibliotecario mendigo.

En la irrupción de Atahualpa en “Los incas ajedrecistas,” Palma dibuja una

escena muy sugestiva: una tarde, el rey inca, que hasta ese momento siempre se había

autoría del libro a un escritor arábigo, Cide Hamete Benengeli, que, obviamente, resulta ser otro personaje

de ficción en dicha novela.

Page 106: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

97

limitado a observar en silencio y en un segundo plano el desarrollo de las partidas que

disputaban sus captores, intervino repentina e inesperadamente para ayudar a “su amigo

y amparador” Hernando Soto, que estaba pasando serios apuros en un envite que

disputaba frente a Riquelme:69

Pero una tarde, en las jugadas finales de una partida empañada entre

Soto y Riquelme, hizo el ademán Hernando de Soto de movilizar el

caballo, y el Inca, tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz

baja:

- No capitán, no....¡El castillo!70

La sorpresa fue general, Hernando, después de breves segundos de

meditación, puso en juego la torre, como le aconsejara Atahualpa, y

pocas jugadas después sufría Riquelme inevitable mate. (Palma, and

Oviedo 427)

La complicidad de Atahualpa con Hernando de Soto no es casual, ya que va en

sintonía con lo que publicó Antonio de Herrera a principios del siglo XVII en su

anteriormente citada Historia General. Que a Holm no le resultara convincente este

testimonio no significa que no tuviera valor para Palma, quien, seguramente, se inspiró

en el mismo para dar forma a su historia y para transmitir una imagen -qué más da si

ficticia o real- de respeto, cordialidad y paridad intelectual entre el rey inca y este

conquistador:

69 Es preciso apuntar que es muy improbable que, en el momento de la creación de Los incas ajedrecistas,

Palma conociera la existencia o el contenido de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe

Guaman Poma de Ayala. La fecha de publicación de su relato prácticamente se corresponde con el

redescubrimiento del mismo por parte de Richard Pietschmann en 1908. 70 El castillo es una de las denominaciones posibles de la pieza que comúnmente se conoce como la torre.

De hecho, en inglés esa figura recibe el nombre de “castle”, que se traduce como castillo en español.

Page 107: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

98

Después de aquella tarde, y cediéndole siempre las piezas blancas, y

al cabo de un par de meses el discípulo era ya digno del maestro

jugaba de igual a igual.71 (427)

Esta reacción que Palma adjudica a Atahualpa -“No capitán, no… ¡El castillo!”-

es uno de los ingredientes esenciales en sus Tradiciones. Para Darío Puccini, dicha

“inserción oral” (265) forma parte de “la doble oralidad” (266) que impera en estas

obras.72 Cuando Puccini utiliza este concepto se refiere, por un lado, a las fuentes orales

que Palma incluye en sus historias, y, por el otro, al “estilo oral” que caracteriza a sus

relatos, cada uno de los cuales se asemeja a “una conversación ininterrumpida” (266):

En efecto, lo que se tendría que estudiar en Palma es el hecho que no

sólo utiliza la tradición oral de los abuelos, de la historia que se ha

vuelto mito, de la interpretación oral de las crónicas, sino también que

aun cuando utiliza la tradición escrita la traduce en algo que se parece

a la tradición oral. Al fin y al cabo, su fantasía se enciende

precisamente ante las posibilidades conversacionales del discurso

narrativo. (267)

Más adelante, cuando esta tradición se aproxima a su final, Palma vuelve a

mencionar los apuntes de los que hipotéticamente se habría servido para componer este

71 No es ésta la primera ni la única vez que Palma utiliza el ajedrez para vincular las figuras de Hernando

Soto y Atahualpa. De hecho, en una tradición que dedica a la figura de este conquistador pueden extraerse

ideas que posteriormente se reproducirían en “Los incas ajedrecistas”: “Soto fué el primer español que

habló con Atahualpa, en su carácter de embajador, mandado por dos Francisco al campamento del Inca,

y logró de éste aceptase la invitación de pasar a Cajamarca. Atahualpa, en su prisión, tomó gran cariño

por Hernando de Soto, en el cual vió siempre un defensor. Hernando de Soto era verdaderamente

caballero, y tal vez el único corazón noble entre los ciento setenta españoles que apresaron al hijo del Sol.

Aun es fama que este conquistador pasaba horas acompañando en su prisión al desventurado monarca y

enseñándole a jugar al ajedrez. El discípulo llegó a aventajar al maestro” (R. Palma, and E. Palma 10-11). 72 Puccini argumenta que es “casi imposible” definir “un modelo standard” en las tradiciones de Ricardo

Palma, aunque detecta una serie de “ingredientes” que son comunes a todos los relatos de este tipo que

llevan su firma. Los más comunes y relevantes serían “el uso de la historia y de la crónica, el cuento oral,

el chiste, el refrán, el diálogo, la digresión, la referencia o cita ajena, la repetición, las pausas y las

autocensuras” (263-64).

Page 108: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

99

relato. Además, incluye un segundo testimonio directo de Atahualpa, quien reacciona

humildemente ante la mano que le tienden los españoles. Éstos, tras comprobar su

habilidad para jugar al ajedrez, pasan a considerarlo como uno de los suyos:

Comentábase, en los apuntes a que me referido que los otros

ajedrecistas españoles, con excepción de Riquelme invitaron al Inca;

pero éste se excusó siempre de aceptar, diciéndoles por medio del

intérprete Filipillo:

-¡Yo juego muy poquito y vuestra merced juega mucho! (427)

En este extracto, Palma introduce un nuevo personaje, el intérprete Felipillo,

dándole un rol protagónico en la relación que el rey inca habría mantenido con sus

captores y, en cierta medida, desdiciendo a Herrera, quien, con tal de ensalzar la figura

de Atahualpa, también escribe que “hablaba admirablemente, y preguntaba cosas

donosas, y agudas” (qtd. in Holm 96). Sin embargo, éste no deja de ser un asunto menor

para esta investigación, que encuentra mucha más sustancia en la retrato del monarca

indígena como persona rebosante de discreción y humildad. Si en la primera

intervención de Atahualpa, Palma ya precisa que el inca interrumpe a Soto “tocándole

ligeramente el brazo” y hablándole “en voz baja,” en esta segunda el autor insiste en

destacar su mesura al poner en su boca ese “(y)o juego muy poquito y vuestra merced

mucho.”

Por medio de este diálogo, Palma quiere establecer una clara oposición entre la

(supuesta) nobleza consustancial a los incas y la agresividad estereotipada de los

españoles, quienes se entregaban al juego de forma continuada, generalizada y

normalmente desmesurada. Esta manifiesta diferenciación antecede al último párrafo

Page 109: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

100

del relato, en el que Palma vuelve a remitirse a la “tradición popular” peruana y a lo que

“(d)ice el pueblo” para anunciar el desenlace de su historia, que es también el de la vida

de Atahualpa:

La tradición popular asegura que el Inca no habría sido condenado a

muerte si hubiera permanecido ignorante en el ajedrez. Dice el pueblo

que Atahualpa pagó con su vida el mate que por su consejo de

veinticuatro jueces, consejo convocado por Pizarro, se impuso a

Atahualpa la pena de muerte por trece votos contra once. Riquelme

fue de los trece que suscribieron la sentencia. (427)

“Los incas ajedrecistas” sigue la estructura narrativa que, según Ángel Flores,

se repite en la mayoría de las tradiciones y que está formada por tres partes claramente

diferenciadas. En el primer sector, Palma tiende a presentar una historia con la que

“pinta el ambiente.” En el caso del relato que nos ocupa, Palma dedica los dos primeros

párrafos para referirse a la tradición ajedrecística que existía en la península ibérica

desde la invasión musulmana de sus territorios y a la llegada del juego a América por

medio de los conquistadores españoles. Según Flores, la segunda parte suele quedar

reservada al “consabido parrafillo histórico donde se proporcionan los datos ciertos que

dan verosimilitud al relato” y que es “una digresión histórica que sirve como punto de

apoyo para que la imaginación vuele después.” En este texto, dicha función la cumplen

las referencias que hace al primer libro de ajedrez que llegó al Perú –Invención liberal

del arte de axedrez, de Ruy López de Segura-, y a lo escrito por Jiménez de la Espada,

quien hizo públicas las constantes distracciones del primer arzobispo de Lima, fray

Jerónimo de Loaiza, por culpa del ajedrez. Por último, en el tercer bloque, que

“redondea cada historia,” era común encontrar una anécdota “introduciendo diálogos,

Page 110: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

101

abundantes dichos y refranes y la infaltable moraleja o lección del asunto” (36). No hay

duda de que este tercer punto es el que se corresponde con la escena de Atahualpa

sorprendiendo a propios y extraños por su inesperada maestría en el ajedrez.

Como puede leerse en el párrafo final, Palma culpa prácticamente al ajedrez de

la muerte de Atahualpa, pues su habilidad en este juego despertó los peores instintos de

Riquelme, quien, en un momento tan decisivo como lo fue el juicio, se habría vengado

de aquel soplo del inca que le hizo perder una partida contra Soto.73 Con este desenlace,

Palma culmina un relato en el que muestra una representación de la alteridad basada en

el desequilibrio entre las partes implicadas. Siguiendo la estela de Guaman Poma, el

autor produce un discurso histórico desde la perspectiva de los sujetos colonizados y,

por tanto, retrata a los españoles como “una ‘tábula rasa’, vacía de contenidos útiles,

como para Sepúlveda lo había sido el amerindio” (Adorno 66). Esto es, Palma coloca al

indígena por encima del español y completamente identificado con “la cultura, la razón,

lo varonil, lo público, lo cortesano o caballeresco, lo cristiano” (Adorno 66), que son

valores diametralmente opuestos a los que, por norma general, transmitían los cronistas

españoles cuando radiografiaban a los nativos.

73 La teoría de que este desenlace de la vida de Atahualpa es únicamente fruto de la imaginación de Palma

cobra aún más sentido cuando se comprueba cómo en otras dos tradiciones en las que el autor se refiere

al juicio que se realizó contra el rey inca, “El que pagó el plato” y “Refutación a un texto de Historia,” no

hay una sola palabra que haga referencia a la implicación del ajedrez en el resultado final del mismo. Es

más, en ambos relatos Palma ofrece la lista de once españoles que votaron en contra de la muerte a

garrotazos de Atahualpa. Se trataría de Juan de Rada, Diego de Mora, Blas de Atienza, Francisco de

Chaves, Pedro de Mendoza, Hernando de Haro, Francisco de Fuentes, Diego de Chaves, Francisco

Moscoso, Alfonso Dávila y Pedro de Ayala. En la segunda de estas tradiciones, Palma justifica la mención

de estos conquistadores como “homenaje a esos once honrados españoles que votaron por que Atahualpa

fuese enviado a España para que allí decidiese el rey sobre su destino” (R. Palma, and E. Palma 1481).

Page 111: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

102

He aquí el mejor botón de muestra de esta contraposición: en su exaltación de la

figura del rey inca, Palma dice que éste es capaz de jugar “de igual a igual” al ajedrez

con los conquistadores e, implícitamente, en la partida que disputan Hernando Soto y

Riquelme que se resuelve a favor primero por la intervención decisiva y espontánea de

Atahualpa, transmite la idea de que el indígena, pese a su inexperiencia en un juego que

en ese momento era prácticamente nuevo para él, alcanza a ver sobre el tablero lo que

los españoles, o al menos Soto, no es capaz de vislumbrar. Esto es, hasta en un ámbito

en el que lo normal es que Atahualpa fuera inferior a los españoles, Palma lo retrata por

encima de ellos.

El empeño de Palma por desmentir o desafiar la preponderancia de la versión

española en el relato de lo sucedido en el final de Atahualpa hace que esta tradición sea

una expresión autoetnográfica. El concepto, acuñado por Mary Louise Pratt, se refiere

a aquellas “instancias en las que los sujetos colonizados emprenden su propia

representación de maneras que se comprometen con los términos del colonizador.” Se

trata de respuestas pro indígenas que tienen su origen en la necesidad de protesta o

confrontación ante la perspectiva que los europeos han creado y establecido de “sus

(usualmente subyugados) otros” de acuerdo a sus intereses y para su consumo propio

(35). Es decir, son documentos que dialogan y batallan dialécticamente con el punto de

vista preponderante en pos de dar cabida a la voz tradicionalmente oprimida, dando pie

al menos a una interpretación más plural y abierta de lo que fue la realidad colonial y

de lo que sucedió a raíz de la conquista del Perú.

Page 112: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

103

Curiosamente, “Los incas ajedrecistas” fue uno de los pocos relatos en los que

Palma rescató del olvido hechos o personajes protagonistas de la conquista del Perú, ya

que la gran mayoría de sus historias se refieren a los años de la colonia –tal circunstancia

fue utilizada por sus detractores para tildarlo de españolista-. No menos llamativo es el

momento en el que escribió este texto: éste, de 1910, fue uno de los últimos relatos de

Palma, y apareció en un momento en el que su figura estaba debilitándose públicamente

por la consolidación de las nuevas generaciones que, como Prada, concebían el Perú de

una manera muy diferente y, por tanto, clamaban por una literatura distinta. “Por un

lado apatía si no ignorancia frente (al) problema indígena,” expone, refiriéndose a

Palma, Podestá, quien completa la frase definiendo la tendencia de Prada como

“indigenismo en ciernes y preocupación por el cambio social” (132). Esto es, Palma,

que había creado sus Tradiciones fundamentalmente a base de deconstruir el pasado

virreinal, publica al final de su carrera literaria esta historia con claros tintes indigenistas

que en cierta medida se aleja de lo que había sido el grueso de su obra y que, en cambio,

está en plena consonancia con los nuevos aires que imperan en ese Perú de principios

del siglo XX. Ese Perú, muy lejos de recordar o recrear el pasado español, siente la

necesidad de establecer su propia identidad nacional a partir de la recuperación de su

origen y esencia indígenas.

Dicho contexto es clave para una mejor comprensión de este relato. No es menos

destacable el hecho de que en “Los incas ajedrecistas,” al igual que en todas las

tradiciones, sobresalga el componente literario o ficcional que, de acuerdo a Hayden

White, existe en toda narración histórica, en la que historia y literatura se fusionan para

Page 113: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

104

formar un todo indivisible. Para este crítico, cada texto que trata de reconstruir un hecho

histórico es, en realidad, un “verbal artifact” que da una forma específica y distintiva al

“always incomplete historical record” (82). Esta visión, sin duda, choca

considerablemente con el planteamiento defendido por los historiadores más

tradicionales y puristas, quienes estiman que los verdaderos relatos históricos son fieles

representaciones de lo acontecido:

But in general there has been reluctance to consider historical

narratives as what they most manifestly are: verbal fictions, the

contents of which are as much invented as found and the forms of

which have more in common with their counterparts in literature than

they have with those in the sciences. (82)

Así las cosas, para White, que sigue los pasos de Northrop Frye, la narración

histórica es un “bastard genre” que da como resultado productos que son fruto de “an

unholy, though not unnatural, union between history and poetry” (83). En el caso de

“Los incas ajedrecistas,” es evidente que el componente literario del relato tiene más

peso que el puramente histórico, aunque cualquier intento por cuantificar con cierta

exactitud la relevancia de uno y otro es un sinsentido ya que ambos intervienen

conjuntamente para crear una única unidad indisoluble que es la tradición en sí. En otras

palabras, no hay frontera que delimite la realidad de la ficción, que establezca hasta

dónde llega una y dónde empieza la otra. Sin ir más lejos, la simple selección y

ordenación de los eventos históricos que conforman cualquier relato histórico ya es un

acto literario, “that is to say fiction-making, operation” (White 85).

El objetivo de este proceso a través del cual se da una forma determinada a lo

que llamaríamos el relato histórico es “to familiarize the unfamiliar” (White 86). Es

Page 114: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

105

decir, éste se construye de tal manera que sea comprensible y tenga sentido para la

audiencia a la que va destinada, que lo interpretará de acuerdo a sus ideas preconcebidas.

Y para conseguir ese efecto, para vestir de otra forma la derrota indígena y la crueldad

de aquellos españoles que perpetraron la injusta condena a muerte de Atahualpa, Palma

se desmarca considerablemente de los relatos dominantes (sobre todo de las crónicas y

demás testimonios emitidos por los españoles) y crea una historia propia y alternativa

en torno a esa imaginaria partida de ajedrez que, a efectos prácticos, cumple la misma

función.74

Partiendo de estas premisas, la historia que Palma crea en torno a esa posible

maestría de Atahualpa en el ajedrez es, en realidad, una metáfora de los acontecimientos

que desembocaron en la muerte del rey inca:

As a symbolic structure, the historical narrative does not reproduce

the events it describes; it tells us in what direction to think about the

events and charges our thought about the events with different

emotional valences. The historical narrative does not image the things

it indicates; it calls to mind images of the things it indicates, in the

same way that a metaphor does. ... Properly understood, histories

ought never to be read as unambiguous signs of the events they report,

but rather as symbolic structures, extended metaphors, that ‘liken’ the

events reported in them to some form with which we have already

become familiar in our literary culture. … (I)t does not give us either

a description or an icon of the thing it represents, but tell us what

images to look for in our culturally encoded experience in order to

determine how we should feel about the thing represented. (White 91)

74 White afirma que “the greatest historians have always dealt with those events in the histories of their

cultures which are ‘traumatic’ in nature and the meaning of which is either problematical or

overdetermined in the significance that they still have for current life” (87). Por supuesto, lo sucedido en

Cajamarca, y más exactamente la muerte de Atahualpa, ha estado muy vivo en el imaginario colectivo de

los nativos de los países de la región andina.

Page 115: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

106

Está fuera de toda duda que la elección del ajedrez por parte de Palma para este

relato ni mucho menos es casual; todo lo contrario, está cargada de intencionalidad. De

hecho, es un símbolo poderosísimo. En pleno siglo XVI, el ajedrez era algo más que un

simple juego: era una de las más firmes representaciones del raciocinio humano y, sobre

todo, una de las grandes señas de identidad de la Corona y el incipiente imperio

españoles. Así las cosas, si el ajedrez se interpreta como un símbolo de la autoridad

española en el Perú, el argumento de “Los incas ajedrecistas” puede leerse como una

metáfora de lo sucedido en la conquista y, más concretamente, en el final de Atahualpa.

Dicha metáfora tiene cinco manifestaciones estrechamente interconectadas:

incertidumbre militar, superioridad inca, división interna entre los españoles, injusticia

y caída de un imperio. La incertidumbre se apoderó definitivamente de los españoles

ante el rumor de que Atahualpa, aun estando preso, podría estar preparando un

contraataque. En realidad, tras la aparente cordialidad que reinaba en la prisión de

Cajamarca, estaba teniendo lugar lo más parecido a una partida de ajedrez, en la que

tanto Atahualpa como Pizarro tomaban las decisiones y movían sus piezas de acuerdo a

lo que les interesaba en aquella situación ni mucho menos exenta de tensión. El temor

–parece que infundado- de los españoles a que el inca estuviera reorganizando a sus

hombres para realizar un ataque sorpresa y acabar con ellos es perfectamente

comparable a la contrariedad que se apodera de Riquelme en “Los incas ajedrecistas”

cuando comprueba en primera persona el potencial ajedrecístico de Atahualpa, quien

demuestra ser capaz de jugar “de igual a igual” y, por tanto, de poner en entredicho una

hegemonía intelectual que los españoles ni se paraban a cuestionar. En resumidas

Page 116: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

107

cuentas, tanto en la realidad como en la ficción, Atahualpa se convierte en una amenaza

para los españoles.

A partir del sorprendente talento de Atahualpa para jugar al ajedrez, Palma

resembla el sentir andino de superioridad inca ante la barbarie española. Éste se

manifiesta en el resentimiento que se apodera de Riquelme y que tanto condiciona su

decisivo voto a favor de la ejecución del inca.75 La extrema igualdad que se produce en

el juicio -Palma afirma que “(e)n el famoso consejo de veinticuatro jueces … se impuso

a Atahualpa la pena de muerte por trece votos contra once”- ilustra la evidente división

interna que existía entre los españoles, mientras que el signo del voto de Riquelme –“…

fue uno de los trece que suscribieron la sentencia”- es la más clara imagen de que, desde

el punto de vista andino, la condena a Atahualpa fue una injusticia, pues, tal y como

relata Palma, fue la reacción ante un temor inconsistente.76

Y, por último, la gran metáfora final: los conquistadores ganaron la partida que

decidió quién iba a dominar el Perú a partir de ese momento. No en vano, el ajedrez es

75 Esta interpretación cobra aún más sentido al leer la segunda parte de esta tradición, en la que se narra

cómo el ajedrez está por medio del asesinato de Manco Inca. “Estaba escrito que, como al Inca Atahualpa,

la afición al ajedrez había de serle fatal al Inca Manco,” escribe Palma, quien relata que los trágicos

sucesos ocurrieron una tarde, una vez vencido el bando almagrista, en la que Manco Inca jugaba una

partida con el español Gómez Pérez. En un lance del juego, Manco Inca y el español discuten por la

validez de un enroque que quería hacer el inca, y el enfrentamiento, según Palma, que dice reproduce un

manuscrito de un cronista anónimo que estaba en el tomo VIII de Documentos Inéditos del Archivo de

Indias, termina así: “El Inca alzó entonces la mano y diole un bofetón al español. Este metió la mano a su

daga y le dio dos puñaladas, de las que luego murió. Los indios acudieron a la venganza, e hicieron

pedazos a dicho matador y a cuantos españoles en aquella provincia de Vilcampa estaban” (Palma, and

Oviedo 428). Son muchas las similitudes entre esta historia y la de Atahualpa, aunque el hecho de que

no haya ninguna prueba documental que corrobore lo que cuenta Palma le resta aún más credibilidad a

este relato. 76 El sentimiento de injusticia que desprende Palma en Los incas ajedrecistas sobre la muerte de

Atahualpa casa perfectamente con lo escrito por Andagoya, quien también dejó constancia de su

desaprobación hacia la condena a muerte del rey inca argumentando que éste, al contrario de Pizarro,

siempre había cumplido su palabra.

Page 117: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

108

un juego de estrategia de inspiración bélica en el que se enfrentan dos ejércitos con el

único objetivo de derrocar al rey enemigo. No hay otro desenlace posible que pueda ser

considerado como victoria. Aquel bando que pierde a su monarca, la pieza más

importante de las dieciséis que tiene de inicio sobre el tablero, pierde la partida y, por

tanto, la guerra que está librando con su oponente. Básicamente, eso fue lo que ocurrió

en Cajamarca, donde el imperio inca fue incapaz de resistir el empuje español y terminó

rindiéndose ante la superioridad europea tan pronto como su rey quedó fuera del juego.

En cualquier caso, dicho resumen simplifica mucho lo sucedido ya que los españoles

contaron con la inestimable ayuda de las lides indígenas que eran contrarias a Atahualpa.

Como quiera que fuese, la caída de la pieza del rey Atahualpa sobre el tablero andino

significó la derrota del imperio inca y, por tanto, el fin de una partida que daría paso a

la verdadera conquista y a la colonización del Perú.

Conclusión

Tras este análisis, cuesta creer que la historia que Palma narra en “Los incas

ajedrecistas” esté basada en hechos reales y no sea producto de su elogiable

imaginación. Muy posiblemente se trate de un relato de ficción que se da la licencia de

transformar libremente el curso de los acontecimientos con tal de construir una historia

con gran impacto y con una sobresaliente carga nacionalista, que era lo que demandaba

en ese momento la sociedad peruana. En cualquier caso, e independientemente de la

incertidumbre en torno a la veracidad de su relato, Palma, con esta tradición, se

convierte en un decisivo eslabón de la cadena de escribientes que dejó para la posteridad

Page 118: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

109

la imagen del Atahualpa ajedrecista. Paradójicamente, esta cadena tendría en Guaman

Poma de Ayala a su más inmediato sucesor, ya que el controvertido apunte que el

cronista indígena hace en El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno, en el que, a

primera vista, da a entender que Atahualpa jugaba al ajedrez con sus captores -como se

mostró en el primer capítulo, Holm aclararía que, en realidad, Guaman Poma se refería

a la taptana- también tuvo mucho que ver en que generalmente se aceptara que el rey

inca practicó este juego.

Es harto probable que Palma cogiera la inspiración del texto de William Prescott,

quien, a su vez, se habría servido de lo que había escrito dos siglos antes un Antonio de

Herrera que, muy posiblemente, se apoyó en el testimonio de Pedro Cieza de León. Éste,

por su parte, y mientras no se demuestra lo contrario, no tuvo por informantes directos

a Gaspar de Espinosa y Pascual de Andagoya para revelar esa supuesta cualidad del rey

inca. Por tanto, a través de este camino retrospectivo se llega a la conclusión de que el

origen último o el germen de esa imagen aún viva hoy en día de Atahualpa como jugador

de ajedrez es la carta que Espinosa a la Corona española tan pronto como desde Panamá

tuvo noticias del éxito de la operación de Francisco Pizarro.

Sin embargo, las breves menciones que Espinosa, Andagoya y Cieza de León

hacen al respecto ni mucho menos son suficiente garantía para asegurar

convincentemente que Atahualpa, en efecto, entró en contacto con el ajedrez. Bien es

verdad que estos tres personajes históricos vivieron muy de cerca la conquista del Perú

y que es muy factible que recibieran información de lo que allí sucedió por medio de

fuentes muy importantes –me refiero a estatus social de los informadores, porque todas

Page 119: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

110

las fuentes, llegado el caso, pueden ser igualmente relevantes-, aunque no es menos

cierto que sus comentarios son las tres únicas referencias que, habiendo sido vertidas

por actores cercanos a la toma del Perú, se conocen actualmente sobre esta posibilidad.

Esa falta de respaldo o apoyo en más documentos de similares características –incluidas

las probanzas de los descendientes directos de Atahualpa y de aquellos soldados

españoles que participaron en la conquista de Cajamarca y en la vigilancia posterior del

rey inca durante el cautiverio de éste- invitan a la prudencia a la hora de dar por cierto

lo que ellos afirman, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un asunto sumamente

llamativo que es de suponer que habría despertado la atención de más personas.

De esta forma, estimo que el escepticismo en torno a los testimonios de

Espinosa, Andagoya y Cieza de León es una postura prácticamente inevitable. No es

para menos: hay conjeturas muy consistentes que apuntan al no en lugar del sí. En

cambio, no creo que haya que descartar ninguna posibilidad ni que tampoco sea un

problema que esta duda se perpetúe. Lo que considero erróneo es el posicionamiento

inflexible de Olaf Holm, quien tan contundentemente descartó que Atahualpa jugara al

ajedrez. Quizá nunca lo sabremos con exactitud empírica, como tampoco ya vamos a

poder conocer cuál habría sido su análisis en caso de que hubiera tenido constancia de

las jugosas menciones que dejaron por escrito los tres españoles citados, y que, desde

luego, nunca pasarán desapercibidas para cualquiera que estudie este misterioso asunto

con detenimiento. Para Holm, el Atahualpa ajedrecista nace con el (en su opinión) poco

creíble Antonio de Herrera, pero, como se ha demostrado en este capítulo, quien sembró

Page 120: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

111

tan la llamativa imagen no fue este historiador, sino tres sujetos influyentes y bien

situados tanto geográfica como socialmente durante la conquista del Perú.

Por tanto, abogo por una postura intermedia, neutral, que ni confirme ni

desmienta, que mantenga cuidadosamente el equilibrio cual funámbulo que camina

sobre el alambre. En realidad, llegar a saber con certeza absoluta si Atahualpa jugó o no

al ajedrez antes de morir es lo de menos: el quid de toda esta cuestión, lo realmente

trascendente va mucho más allá. En primer lugar, consiste en descubrir cómo un

escenario tan ambiguo en torno a un hecho en apariencia poco relevante desemboca en

lecturas muy profundas sobre lo que significó el aprisionamiento de Atahualpa y el

sentimiento de animadversión que aún hoy en día, con una fortísima carga nacionalista,

sigue latente en los pueblos andinos respecto a la caída del imperio inca. Y en segundo

lugar, reside en mostrar el proceso que da como resultado la construcción y la

consolidación de una imagen como la del Atahualpa ajedrecista; es decir, en identificar

cuándo y por qué se produjo su nacimiento –independientemente de que esté basado en

hechos reales o no-, cuándo y por qué tomó cuerpo, y cuándo y por qué, por último,

eclosionó hasta alcanzar una gran magnitud.

Éste es un camino de no retorno. Podrá ganar o perder fuerza, pero a estas alturas

el calificativo ajedrecista en absoluto desaparecerá completamente de la caracterización

actual de Atahualpa. Precisamente, sobre ello irá el tercer capítulo de esta tesina, en la

que se analizan muy diversos ejemplos –desde noticias en la prensa hasta obras literarias

firmadas por autores de reconocido prestigio a nivel mundial, entre otros- que

demuestran que, casi cinco siglos después de los sucesos de Cajamarca, la imagen del

Page 121: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

112

último rey del imperio inca sigue asociada al ajedrez, ese juego que, en sus últimos

meses de vida, habría aprendido de los mismos que terminaron matándolo.

Mientras esta bola de nieve va ganando tamaño conforme sigue rodando, es

prácticamente inevitable conjeturar sobre qué cambiaría en caso de que un día llegara a

tenerse la certeza de que Atahualpa, como inicialmente proclamaron Espinosa,

Andagoya y Cieza de León, jugó al ajedrez. ¿Hasta qué punto la lectura que ahora se

hace sobre el desenlace del rey inca se vería modificada o revisada? Mi opinión personal

es que dicha confirmación no variaría sustancialmente la interpretación aceptada en la

actualidad, pues el curso de los acontecimientos desencadenados sería el mismo, aunque

sí es indudable que aportaría una valiosísima evidencia que corroboraría o reforzaría

dos de las impresiones transmitidas por los primeros cronistas españoles y que

tradicionalmente han sido dadas por válidas sin discusión. Por un lado, que la

convivencia entre los conquistadores y Atahualpa durante el cautiverio de éste fue

correcta y fluida al menos al principio, pues sólo así se entiende que, incluso teniendo

conceptos del juego distintos, compartieran parte de su tiempo entreteniéndose con el

ajedrez. Por el otro, que Atahualpa, y por extensión todos los incas, tenía una

capacitación intelectual similar a los españoles, algo que la corriente de pensamiento

liderara por el muy influyente Ginés de Sepúlveda negaba con rotundidad.

Page 122: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

113

CAPÍTULO 3

El Atahualpa ajedrecista después de Ricardo Palma: una imagen más

viva que nunca

En agosto de 2010, la ciudad peruana de Cuzco albergó la Copa Latinoamericana

de Ajedrez, evento oficial de carácter internacional que, como rezaban los carteles

anunciadores del mismo, se celebró “(e)n memoria al Inca Atahualpa, Primer

Ajedrecista de América.” Este detalle basta por sí solo para demostrar que, casi

quinientos años después de los acontecimientos de Cajamarca, la imagen del Atahualpa

ajedrecista sigue muy viva en los países iberoamericanos y, muy especialmente, en la

región andina.

Desde que hace poco más de un siglo Ricardo Palma, a través de su tradición

“Los incas ajedrecistas,” hiciera llegar al gran público el buen hacer del último

emperador inca en el ajedrez –todos los testimonios anteriores, provenientes de

protagonistas directos de la conquista o de historiadores, no habían alcanzado una

difusión comparable a la que sí tuvo el texto del influyente literato peruano-, se ha

producido un goteo de referencias de distinta naturaleza sobre este asunto que ha

contribuido decisivamente a la consolidación del mismo como aspecto casi

imprescindible en la caracterización actual del personaje histórico Atahualpa. Pese a

que no existe un pleno consenso al respecto –ahí está, sin ir más lejos, la negación de

Olaf Holm-, ha sido dicha cadencia, y la fuerza de la mayoría de estas representaciones,

lo que ha resultado en la aprobación cada vez más generalizada de esta imagen, que, de

tanto repetirse, ha ido perdiendo con el paso de los años su estigma de leyenda para,

Page 123: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

114

quizá ya de manera definitiva, ser considerada como el reflejo de algo que

verdaderamente sucedió.

Habida cuenta de que es materialmente imposible recabar todas las

manifestaciones culturales que de un tiempo a esta parte han enlazado la figura de

Atahualpa con el ajedrez, este tercer y último capítulo se centra exclusivamente en el

análisis de algunos ejemplos concretos que, bien por su contenido, por la entidad de

quien los produjo, por el propósito que esconden o por el impacto que han podido tener

en la sociedad, son, desde mi punto de vista, los más representativos a la hora de

corroborar cuán vigente sigue estando hoy en día esta concepción.

Desde luego, si trascendentales fueron todas y cada una de las escasas menciones

que se realizaron en lo que podríamos considerar como la primera etapa de la

construcción del Atahualpa ajedrecista –ésta iría desde Gaspar de Espinosa hasta

Ricardo Palma, pasando por Pascual de Andagoya, Pedro Cieza de León, Antonio de

Herrera, William H. Prescott e incluso el confuso grabado de Guaman Poma de Ayala-

, no menos relevantes en este sentido son los documentos que han seguido esta senda

posteriormente. Por anecdóticos o intrascendentes que algunos puedan parecer a simple

vista, cada uno suma en mayor o menor medida para la misma causa, permitiendo que

esta pincelada que tan lentamente se instauró en el imaginario colectivo de los andinos

no se haya desmoronado ni tampoco haya caído en el olvido con el paso del tiempo.

Estas evocaciones son de diversa naturaleza. El primer grupo lo componen una

serie de trabajos de carácter historiográfico en los que sus respectivos autores han

compilado toda la información que han podido sobre la caída del imperio inca y la

Page 124: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

115

consiguiente conquista española. En concreto, se trata del artículo “The Behavior of

Atahualpa, 1531-1533” (1945), de George Kubler; y de los libros The Conquest of the

Incas (1970), de John Hemming; The Last Days of the Incas (2007), de Kim

MacQuarrie; y Francisco Pizarro. El hombre desconocido (2015), de María del Carmen

Martín Rubio.

Todas estas obras tienen un denominador común: por el breve espacio que se le

reserva en estas narraciones, que Atahualpa jugara al ajedrez mientras estuvo preso

recibe el tratamiento propio de un asunto anecdótico que no tiene mayor trascendencia

para el devenir de la Historia. En cualquier caso, para Kubler y MacQuarrie estas

escuetas referencias sí son el punto de partida hacia algo más; mientras que el primero

profundiza sobre ese supuesto señorío de Atahualpa que tanto alabó originariamente

Pascual de Andagoya, el segundo utiliza el ajedrez como metáfora del pulso estratégico

que Pizarro y Atahualpa libraron mientras duró el encarcelamiento del monarca inca.

Dicho enfoque, en el que el Atahualpa ajedrecista pasa casi desapercibido, se

ubica en las antípodas de las profundas lecturas que, en cambio, emanan de diversos

trabajos de ficción o de otros productos culturales. Éstos, sirviéndose de esa imagen

asociada al líder indígena, recurren a la más pura esencia del ajedrez para representar o

escenificar el choque que se produjo entre las civilizaciones inca y europea. De esta

forma, los sets de ajedrez en los que se enfrentan los bandos español e inca metaforizan

sobre lo acontecido en Perú de la misma manera en que lo hacen el cortometraje

Atahualpa (2004), de Jimmy Entraigües e Iván García, y la novela El Tercer Reich

(2010), de Roberto Bolaño.

Page 125: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

116

Al menos en el caso de Entraigües, “Los incas ajedrecistas” fue el texto que

avivó la inquietud y la inspiración del autor. Desde luego, éste no es el único caso en el

que la citada tradición de Palma es el punto de partida para nuevas y más recientes obras

de ficción sobre este asunto. Por ejemplo, en el relato “Ajedrez fatal” (1988), el

historiador ecuatoriano Rodolfo Pérez Pimentel le da un ligero toque personal a la fiel

adaptación que hace del trabajo del literato peruano. Éste también es reproducido a

grandes rasgos en la novela Túpac Amaru (1973), donde el español Ramón J. Sénder

abarca la muerte de Atahualpa y rinde una especie de homenaje a los españoles que

votaron en contra de la condena a muerte del líder inca. Por su parte, el poeta y

académico Dennis Siluk incluye en su libro Peruvian Poems-And Other Poems (2005)

un par de poemas propios, uno de ellos de carácter épico, que igualmente retrotraen al

lector al texto de Palma.

Todas estas referencias directas a “Los incas ajedrecistas” sitúan en un lugar

privilegiado a Hernando de Soto, que desde antes de Palma ya había sido identificado

como el principal apoyo que Atahualpa había encontrado entre sus captores españoles

durante su cautiverio. Ninguno de los trabajos arriba citados omite la figura de este

destacado conquistador, que también será protagonista en otras obras literarias que

igualmente sientan al rey inca junto a un tablero de ajedrez pero que, en cambio, se

desmarcan voluntariamente del argumento de la conocida tradición. Así, Soto y

Atahualpa, con el ajedrez de por medio, tienen una relación muy estrecha en la trama

que desarrolla la novela El espía del Inca (2012), del peruano Rafael Dumett, mientras

que dos de las grandes figuras de la literatura latinoamericana del siglo XX, Jorge Luis

Page 126: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

117

Borges, en el relato “El atroz redentor Larazus Morell” (1935), y José Lezama Lima, en

“Telón lento para arias breves” (1975), incorporan una escueta pero significativa

mención al Atahualpa ajedrecista.

Por último, cabe destacar que la expansión de esta imagen ha sido tan genérica

que, incluso, ha rebasado los límites de la historiografía y la ficción para adentrarse en

el cerco exclusivo de la información periodística. Sendos artículos en el diario

ecuatoriano El Universo de Guayaquil (1992) y el español ABC (2014) avalan la

sobresaliente difusión que ha alcanzado la vinculación de Atahualpa y el ajedrez, la

cual, además, y gracias a las posibilidades que ofrece Internet, ha experimentado en las

dos últimas décadas unos niveles de popularidad antes inimaginables. A través de esta

herramienta indispensable en las comunicaciones de las sociedades del siglo XXI, una

inmensa audiencia global tiene acceso a los textos elaborados por personas anónimas,

generalmente amantes de cualquier aspecto relacionado con el ajedrez, que voluntaria y

desinteresadamente han tenido a bien divulgar este peculiar aspecto de la

caracterización de Atahualpa.

El ajedrez en las recientes reconstrucciones históricas del final de Atahualpa

Ordenar, aclarar y, en definitiva, reconstruir los acontecimientos más

determinantes que se sucedieron en el transcurso de la conquista del Perú ha sido el

difícil reto al que se han enfrentado numerosos historiadores contemporáneos. Todo

ellos, en algún u otro sentido, han creído necesaria la revisión de los textos que

inicialmente, desde las primeras crónicas o relaciones del siglo XVI hasta el History of

Page 127: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

118

the Conquest of Peru de William H. Prescott, ya trataron de resumir en la finitud de un

texto escrito la complejidad consustancial a un hecho muy enrevesado. Pese a que en

estos trabajos recientes no se entrevé por parte de los autores más aspiración que la de

ofrecer un relato fidedigno, las disparidades que se observan entre ellos en ciertos

aspectos son inevitables ya que cada autor hace su propia interpretación del material

que ha recabado durante su investigación.

Así las cosas, es simple y llanamente imposible desligar el componente literario

o ficcional de cualquier narración con pretensiones historiográficas por indiscutible que

sea la vocación del escritor de hacer un retrato objetivo -¿acaso existe la objetividad?-

de lo que aconteció en el Perú a partir de 1532. La mera selección de temas y la lectura

particular que cada historiador hace de los mismos de acuerdo a su criterio y al

conocimiento que tiene del asunto, son el origen de textos con matices diferentes.

Precisamente, esta disparidad de visiones o interpretaciones explica que sólo algunos de

ellos vinculen a Atahualpa con el ajedrez o que, entre los que sí lo hacen, esta

familiaridad tenga un significado diferente. Como puntualiza Hayden White, “historical

events are value-neutral” (84), una materia bruta a la que cada observador le da una

forma y un sentido determinados (86).

De los cuatro textos analizados en este bloque, la mención al ajedrez más

superficial es la que puede leerse en Francisco Pizarro. El hombre desconocido, el libro

con el que la historiadora María del Carmen Martín Rubio desprende al conquistador

español de la leyenda negra que tradicionalmente le ha sido adjudicada y que, en su

Page 128: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

119

opinión, no se corresponde con la personalidad de este personaje.77 En el transcurso del

apartado titulado “El tesoro de Cajamarca,” el ajedrez simplemente es citado como

demostración del clima de concordia que reinaba en la prisión de Atahualpa una vez que

los españoles creían haberse hecho con el control de la situación:

… (L)a ciudad estaba tranquila; parecía que había pasado el peligro

de ser atacada por el ejército de Quisquis, ya que aparentemente

Atahualpa había aceptado bien ir a prisión e incluso se había hecho

tan amigo de los españoles que hasta Hernando de Soto prometió

llevarle a España. Betanzos cuenta que conversaba con todos los

capitanes y que estos le amaban; así debía de ser pues Cieza de León

amplía que había aprendido a hablar un poco de castellano, que jugaba

al ajedrez y es de suponer que también a los bolos. Bajo esa calma

Pizarro gobernaba el territorio conquistado al lado de Inés Guaylas, a

quien llamaba su mujer. (227)

Mientras que Martín Rubio especifica que se ha servido del relato del cronista

Cieza de León, Kubler no detalla de dónde ha extraído la información sobre Atahualpa

y el ajedrez que incluye en su artículo “The Behaviour of Atahualpa, 1531-1533.” Sin

embargo, por el contenido del mismo, es muy probable que se haya valido de lo que el

conquistador Pascual de Andagoya dejó inmortalizado en la relación que escribió en

España entre sus dos etapas trasatlánticas:

Atahualpa’s conduct at games of chance was recorded by several

eyewitnesses, who were struck by the fact that, while playing chess,

dice, or cards with the Spaniards, Atahualpa would refuse his winnings

and give them to the loser. Thus the Spaniards got the stakes, regardless

of the outcome of the game. The incident is of some interest, for it

signifies that if Atahualpa enjoyed the tension of the game, gambling

as such held no value for him. The stakes themselves, if precious metal,

77 En una entrevista concedida al periódico español ABC, Martín Rubio responde lo siguiente cuando es

preguntada por cuál era el carácter de Pizarro: “No fue un depredador, como se ha dicho. Era un hombre

de gran honradez, férrea disciplina y un tesón que muy pocas veces se ha visto en otro personaje de la

historia universal, que asombra” (García Calero).

Page 129: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

120

were indifferent. Although European glass gave him great pleasure, the

knowledge that glass was of common use in Europe robbed it of

distinction. Then again, his sense of property was far less absolute than

that of the Europeans. His conduct was regarded as most gentlemanly,

and Atahualpa remonstrated when the gifts he presented to the losers

were taken from them by Pizarro for the common fund. (423)

Como se recordará, Andagoya no deja pasar la oportunidad que tiene para

ensalzar el señorío de Atahualpa como contraposición al engaño al que había sido

sometido por los españoles. Para demostrar lo que dice, indica que el rey inca, ganara o

perdiera en sus partidas de ajedrez, siempre entregaba a su contrincante español los

bienes materiales que apostaba. Sin embargo, es muy probable que, tal y como apuntan

Reiner Zuidema y Mariusz Ziólkowski, el comportamiento de Atahualpa no respondiera

exactamente a una generosidad desbordante sino, más bien, a la puesta en práctica del

rito que los indígenas seguían en el juego precolombino del ayllu (Ziólkowski 261).78

John Hemming, por su parte, se nutre para The Conquest of the Incas de la carta

que Gaspar de Espinosa mandó a la Corona anunciando la toma de Cajamarca. Ésta,

como se indica en el segundo capítulo de esta tesina, es el primer manuscrito conocido

que hace referencia a la entrada en contacto de Atahualpa con el ajedrez:

During the months in Cajamarca, the Spaniards were able to observe

their royal captive. “Atahualpa was a man of thirty years of age, of

good appearance and manner, although somewhat thick-set. He had a

large face, handsome and fierce, his eyes reddened with bold. He

spoke with much gravity, as a great ruler. He made very lively

arguments: when the Spaniards understood them they realized that he

78 Tal y como exponen Zuidema y Ziólkowski, el juego del ayllu era un rito en el que el resultado estaba

predeterminado, ya que a partir del mismo el rey inca, por su condición de hijo del dios Sol, tenía la

potestad de ordenar y distribuir los territorios que los waka, miembros de la élite del Cuzco, iban

conquistando en el transcurso de la expansión imperialista de los incas. Ziólkowski corrobora las palabras

de Zuidema al afirmar que este juego, en realidad, era en sí mismo una representación de la “sumisión

pacífica al poder del Inka” (261).

Page 130: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

121

was a wise man. He was a cheerful man, although unsubtle. When he

spoke to his own people he was incisive and showed no pleasure.”

Licenciate Gaspar de Espinosa wrote to the Emperor what he had

heard about Atahualpa intelligence’s: “He is the most educated and

capable [Indian] that has ever been seen, very fond of learning our

customs, to such an extent that he plays chess very well. By having

his man in our power the entire land is calm”. (49)

En este caso, el ajedrez no se utiliza para demostrar cuán buena era la

convivencia entre unos y otros ni para encumbrar la supuesta generosidad de Atahualpa,

sino para avalar la inteligencia que los primeros escribientes españoles le reconocían al

rey inca, detalle que, sin duda, es uno de los puntos más atractivos e interesantes de la

caracterización inicial que de él se hizo. De hecho, un examen detenido de este extracto

ya conocido de Espinosa transmite la impresión de que este conquistador hizo especial

hincapié en el buen hacer de Atahualpa en el ajedrez porque en aquella época no había

ningún ejemplo mejor que ése para garantizar que la capacidad intelectual que

anunciaba del líder indígena era realmente cierta.

MacQuarrie también recoge en The Last Days of the Incas las elogiosas palabras

de Espinosa hacia el rey inca. Además, apunta hacia Hernando Pizarro y Hernando de

Soto como los grandes responsables de que Atahualpa aprendiera a jugar al ajedrez:

During the many months of Atahualpa’s captivity, a number of

Spaniards grew fond of the native emperor, especially Hernando de

Soto and Hernando Pizarro. The two Spanish captains even taught the

Inca emperor how to play chess and spent hours with him enjoying a

game originally invented in India. Atahualpa soon became proficient

and gave chess the name of taptana, or “surprise attack,” thoroughly

enjoying the game’s obvious parallels with military strategy. (106)

Page 131: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

122

En la parte final de este extracto, MacQuarrie menciona la taptana. Aun sin

citarlo explícitamente, es indudable que este comentario está inspirado en el Primer

Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala, quien, como es

sabido, dibuja a Atahualpa en el transcurso de una partida de este juego indígena con

uno de sus captores españoles. MacQuarrie afirma que el rey inca utilizaba el término

taptana para referirse al ajedrez, ya que tanto el juego indígena como el español se

desarrollaban sobre un tablero repleto de cuadrados pequeños. Sin embargo, estimo que

dicha apreciación no puede ser considerada más que una hipótesis, pues el único escrito

hasta ahora conocido que relaciona a ambos juegos es el de Guaman Poma, quien, como

explica Holm, más bien quiere decir lo contrario. Es decir, el cronista de origen indígena

da el nombre de ajedrez al concepto juego de mesa, categoría a la que pertenece la

taptana (99-100).

En cualquier caso, el gran aliciente del texto de MacQuarrie reside en comprobar

cómo este historiador, aprovechando el llamativo acercamiento de Atahualpa al ajedrez,

se sirve de la quintaesencia del juego de estrategia por excelencia para ayudar al lector

a que se figure por sí mismo qué pudo pasar por las cabezas del rey local y de Pizarro

en los momentos más críticos que se vivieron a lo largo de los meses de teórica calma

tensa que transcurrieron entre la captura y la muerte del inca:

When Pizarro said without thinking that every Spaniard was going to

be granted a native chief, which meant that every Spaniard was going

to control an entire native community, Atahualpa’s plans for assuming

the Inca throne were suddenly dashed, just as unexpectedly as an

unforeseen attack in a game of chess. One of the inherent challenges

of chess, Atahualpa knew, was trying to divine the intentions of one’s

opponent while simultaneously trying to mask one’s own. In this

Page 132: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

123

regard, Pizarro had clearly succeeded while Atahualpa had just as

clearly failed. …

Atahualpa no doubt also realized that if his present circumstances

in Cajamarca were like one big game of chess, then this was probably

this last game; he surely felt the sensation of being trapped in a sudden

checkmate. Now, not only did Atahualpa not have even a proverbial

pawn to protect him, but he was further hemmed in by forces more

powerful than before the game had begun. (116-117)

Tal y como argumenta MacQuarrie, la situación que se planteó en Cajamarca

una vez que los españoles arrestaron a Atahualpa y se hicieron con el control de la

ciudad fue lo más parecido a una partida de ajedrez, en la que los dos contendientes

enfrentados jugaban sus bazas y vigilaban los movimientos de su oponente confiados

en que finalmente todo se resolviera de acuerdo a sus deseos. Según el autor, Atahualpa

empieza a ser consciente de que va a perder la partida imaginaria que estaba jugando

con Pizarro en el mismo momento en que se percata de la (para él) sorprendente e

inesperada reacción del conquistador, que tira por la borda todas sus ilusiones de

mantenerse al frente de su propio imperio. Eso le hace caer en la cuenta de que no tenía

escapatoria y que su final era cuestión de tiempo. En sentido metafórico, Atahualpa

termina convirtiéndose en esa figura del rey que, indefenso en un rincón del tablero, se

ve rodeado de piezas enemigas con capacidad más que suficiente para darle el jaque

mate definitivo en cualquier momento.

El ajedrez como símbolo del choque frontal entre dos mundos

MacQuarrie encuentra en el ajedrez una metáfora idónea para explicar el

conflicto que tuvo lugar en suelo incaico. Es más, en el juego de las sesenta y cuatro

Page 133: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

124

casillas se ha convertido en un símbolo poderosísimo que se asocia a la reivindicación

de un sentimiento, una identidad colectiva, un pasado. En los escaparates de las tiendas

de souvenirs que abundan en los puntos más turísticos del Perú, Bolivia o Ecuador, son

cada vez más frecuentes los conocidos como sets de ajedrez inca, en los que las

impersonales piezas blancas y negras propias de este juego son reemplazadas por figuras

artesanales que representan, por un lado, a los incas, y por el otro, a los españoles. Así,

una partida sobre uno de estos sets deja de ser una lucha ajedrecística al uso para

convertirse en algo más; en un duelo amistoso cargado de significado, en la recreación

de un conflicto entre dos civilizaciones que, casi quinientos años después, puede tener

incluso un desenlace distinto al que tuvo en la realidad. Ahora sí, los incas, que inician

el juego en igualdad de condiciones y tienen el mismo potencial sobre el tablero que sus

adversarios, tienen la oportunidad de derrotar a los españoles y, aunque sólo sea de

manera simbólica, de reescribir la Historia.

Quizá no haya mejor prueba de lo arriba expuesto que el breve reportaje que

puede leerse en la edición digital del periódico boliviano Página Siete y que tiene por

título un mensaje tan elocuente que no necesita ninguna explicación añadida:

“Españoles e incas luchan en un ajedrez.” En el texto de la información puede leerse

que “(s)e trata de un innovador ajedrez que se comercializa en las calles de La Paz, que

marca una nueva tendencia.” No menos interesantes son las palabras que a continuación

se le atribuyen al historiador Guiniol Quilla, pues, en su opinión, estas “obras de arte”

pensadas para ser vendidas al público –su precio oscila entre 50 y 650 bolivianos; esto

Page 134: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

125

es, entre 7 y 91 dólares aproximdamente- representan “la tendencia del pensamiento

intercultural que existe en el país” (Salazar).

Figure 4. Una dependienta de un puesto de souvenirs de La Paz, Bolivia, exhibe uno de

los sets de ajedrez inca que vende. Álvaro Valero, “Españoles e incas luchan en un

ajedrez.”

Las figuras que componen estos sets de ajedrez están caracterizadas hasta el más

mínimo detalle con la apariencia y los objetos que eran distintivos de cada uno de los

individuos o grupos protagonistas de este enfrentamiento. Ellos le otorga una

personalidad propia a cada una de ellas que, inevitablemente, recuerda a esos sets de

ajedrez medievales en los que cada pieza simbolizaba los diversos estratos de aquellas

sociedades. De esta forma, el rey del bando inca no puede ser otro que Atahualpa, que

está acompañado de la coya, quien hace las veces de la reina. El alfil tradicional es

sustituido por los soldados del imperio indígena, mientras que la figura del caballo, que

Page 135: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

126

sí se mantiene en el bando español, es reemplazada por una llama, animal característico

de la zona. La torre, por su parte, adopta la forma de las fortalezas de los poblados incas,

mientras que los ocho peones que ocupan la segunda fila son encarnados por los

originarios de la zona. En cada lugar, estos sets de ajedrez son diseñados con algunas

peculiaridades que van en consonancia con lo que sucedió en ese punto concreto de la

geografía andina. Es por ello que en La Paz la figura del rey español corresponde a

Alonso de Mendoza, quien, por mandato de Pedro de la Gasca, fundó la ciudad de

Nuestra Señora de La Paz el 20 de octubre de 1548. En Perú, lógicamente, esa pieza

corresponde a Francisco Pizarro.

Puede que nunca llegue a saberse con certeza si el capitán español y el rey de los

incas jugaron juntos al ajedrez. Desde luego, si se acepta que es muy factible que

Atahualpa aprendiera y practicara este juego durante su encarcelamiento, no sería

descabellado pensar que esta situación podría haber ocurrido en algún que otro

momento, y más aun teniendo en cuenta la relación de aparente cordialidad que existía

inicialmente entre unos y otros. Ésta es, precisamente, la idea que motivó el cortometraje

Atahualpa, que fue codirigido por Jimmy Entraigües e Iván García. El filme cuenta

cómo en junio de 1533, en un momento de máxima tensión ante las sospechas de los

españoles de que Atahualpa hacía lo posible por escapar de su prisión, Pizarro reta al

monarca indígena a enfrentarse en una partida de ajedrez después de haberse enterado

de que el inca había aprendido a jugarlo y de que, incluso, había batido en una ocasión

a su mentor, Hernando de Soto. Así introduce su película el propio Entraigües:

El ajedrez es un espacio físico y un símbolo, el lugar donde se

enfrentan dos maneras muy diferentes de ver el mundo: por un lado,

Page 136: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

127

está la materia, la fuerza de un imperio en expansión que en su

aparente poder es arrasador; y por el otro, el espíritu, una cosmovisión

donde el poder no sólo es del hombre sino también de la tierra, de los

dones de la Naturaleza, por lo que otras fuerzas, telúricas o no, deben

ser respetadas y adoradas para hallar un cierto equilibrio.

Pizarro, que se cree superior, trata a Atahualpa con desprecio. Cuando pactan la

disputa de la partida, y siguiendo lo que era costumbre entre los españoles de la época,

incita al rey inca a que apueste algo. Es entonces cuando se produce el diálogo más

representativo del cortometraje:

- Atahualpa: Mañana, mi padre, Inti, el gran señor Sol, saldrá

iluminando mi pueblo. Yo estaré con él. Mañana amaneceré viviendo.

¿Vuestro juego podrá vencer al amanecer?

- Pizarro: ¿Me estáis apostando la salida del sol? (Risas) ¡Sea!

A esa reacción del español, Atahualpa responde con una ligera sonrisa que

rebosa significado. El inca es consciente de que su futuro inmediato no le pertenece y

que será ejecutado, pero tiene la certeza de que el dios Viracocha guiará su mano hacia

la victoria contra Pizarro; un triunfo que, en palabras de Entraigües, anuncia “ese nuevo

amanecer que augura que el legado de su pueblo renacerá tras el dominio de la espada,

el dios cristiano y lejanos reyes.”

Atahualpa gana la partida, lo que despierta la ira de un Pizarro desconcertado.

El desenlace de la misma, creado a conciencia por el historiador de ajedrez José Antonio

Garzón, ni mucho menos es casual.

Page 137: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

128

Figures 5, 6 y 7. Secuencia de tres de las posiciones que se producen en el tablero

durante el desenlace de la partida imaginada en el cortometraje Atahualpa. El monarca

inca (blancas) sacrifica la torre (fig. 6) y el caballo que le restan para permitir que su

dama, con ayuda del peón que está en la casilla f2 y del rey (h2), y sirviéndose de la

escasa libertad de movimientos que tiene el rey rival, dé el definitivo jaque mate (fig.

7). Chessbase.com, “Corto de ajedrez: Atahualpa.”

Así describe este final de partida su inventor:

1. Th1!! Axh1: La torre se desplaza, en un viaje que nos parece

infinito, no ya por el tablero, sino por la Historia. …

2. Ch3!! gxf3: Las piezas se sacrifican, conocedoras de su destino,

imbuidas de un espíritu supraindividual, el inca. …

3. Dg3: jaque mate ¡Fantasmagórica visión del tablero, de la vida! ¡El

espíritu venciendo a la fuerza bruta! El poder de las conquistas, de lo

material, languidece ante la fuerza de la verdad, alimentada por el

ideal del hombre. El ocaso de un monarca es el amanecer de otro, de

un pueblo.79 (“Corto de Ajedrez: Atahualpa”)

En El Tercer Reich, novela póstuma de Roberto Bolaño, volvemos a

encontrarnos a Atahualpa ante un tablero de ajedrez, aunque en este caso la imagen es

una ensoñación del protagonista de la historia, el joven alemán Udo Berger. Campeón

nacional de juegos de guerra, Udo disputa durante varios días una larga partida del

79 http://es.chessbase.com/post/corto-de-ajedrez-atahualpa-#head2

Page 138: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

129

Tercer Reich, un juego de estrategia militar inspirado en la Segunda Guerra Mundial,

contra un enigmático hombre conocido como el Quemado. En realidad, el lector sabe

más bien poco de él: tan sólo que es de origen sudamericano, que se gana la vida muy

modestamente alquilando patines en una playa de la Costa Brava catalana donde Udo

pasa sus vacaciones de verano, que su rostro y buena parte de su cuerpo están

desfigurados –de ahí su sobrenombre-, y que lleva una vida solitaria sin apenas trato

con la gente.

La citada ensoñación tiene su origen en un pasaje previo en el que Udo tiene un

encuentro con otro personaje misterioso, el marido moribundo de Frau Else, la dueña

del hotel donde se hospeda durante sus vacaciones. Udo queda perplejo cuando se da

cuenta de que este hombre, que apenas sale de la habitación en la que consume sus

últimos días de vida, no sólo es muy diestro en el Tercer Reich sino que, además, está

al corriente de cómo marcha la partida que el joven alemán, que mueve las fichas del

ejército nazi, está dirimiendo, y sorprendentemente perdiendo, con el Quemado, que

está muy cerca de conducir al bando aliado a la victoria final. Ante la sospecha fundada

de Udo de que el marido de Frau Else estuviera ayudando en la sombra al Quemado a

ganar la partida que los estaba enfrentando, éste responde:

¡Se equivoca! El Quemado ha trascendido mis consejos. En cierta

medida me recuerda al inca Atahualpa, un prisionero de los españoles

que aprendió a jugar ajedrez en tan solo una tarde observando cómo

sus captores movían sus piezas. (326)

Tal mención a Atahualpa seguramente habría pasado inadvertida si, además, el

marido de Frau Else no le hubiera advertido justo antes a Udo de la peligrosidad del

Page 139: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

130

Quemado. “Yo sólo le aconsejo que haga las maletas y desaparezca. Total, Berlín, el

único y verdadero Berlín, cayó hace tiempo, ¿no?” (325), le recomienda a Udo el

moribundo de nombre no revelado, quien teme que el Quemado acabe con la vida del

joven como muy posiblemente hizo con la de Charly, otro alemán del que Udo se había

hecho amigo en ese período estival y que había sido encontrado muerto en el mar varias

semanas después de su misteriosa desaparición.

- ¿Me va a violar?

- No sea imbécil. Si eso es lo que usted anda buscando se equivocó

de película.

Confieso que estaba confundido.

- ¿Qué me va a hacer entonces?

- Lo usual con los cerdos nazis, golpearlos hasta que exploten.

¡Desangrarlos en el mar! ¡Mandarlo al Walhalla con su amigo, el del

windsurf.

- Charly no era nazi, que yo sepa.

- Ni usted, pero al Quemado, a estas alturas de la guerra, le da

igual. Usted ha arrasado la riviera inglesa y los trigales ucranianos,

para decirlo poéticamente, no esperará que ahora él se ande con

delicadezas. (326)

Es en este preciso momento de la historia cuando Udo es consciente del peligro

al que está expuesto y cuando empieza a saber quién se esconde realmente detrás de ese

rostro deformado y de la actitud un tanto distante que desde el inicio ha caracterizado al

Quemado. Un par de preguntas más le bastan a Udo para terminar de atar todos los

cabos que se mantenían sueltos:

- ¿El Quemado es sudamericano?

- Caliente, caliente…

- ¿Y las quemaduras de su cuerpo…?

- ¡Premio! (326)

Page 140: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

131

Udo empieza a sentir un vértigo que inconscientemente da origen a la ensoñación

anteriormente anunciada. En el transcurso de su inquietante sueño, el joven alemán

encuentra a Atahualpa jugando al ajedrez en solitario. Lo primero que le llama la

atención es que las piezas negras estaban chamuscadas. Según le dice el rey inca, lo

están porque alguien las ha arrojado al fuego.

¿Por qué razón, por maldad? En vez de contestar, Atahualpa movió la

reina blanca a un escaque dentro del dispositivo de defensa de las

negras. ¡Se las van a comer!, pensé. Luego me dije que daba lo mismo

puesto que Atahualpa jugaba solo. En el siguiente movimiento la reina

blanca fue eliminada por un alfil. ¿De qué sirve jugar solo si uno hace

trampas?, pregunté. El indio esta vez ni siquiera se volvió, con el

brazo extendido señaló hacia el fondo del templo, un espacio oscuro

suspendido entre la bóveda y el suelo de granito. Di unos pasos,

aproximándome al sitio señalado, y vi una enorme chimenea de

ladrillos rojos y guardaduras de hierro forjado en donde aún quedaban

rescoldos de un fuego que debió consumir cientos de tocones. Entre

las cenizas, aquí y allá, sobresalían las puntas retorcidas de diferentes

tipos de figuras de ajedrez. ¿Qué significaba aquello? Con la cara

ardiendo de indignación y rabia di media vuelta y grité a Atahualpa

que jugara conmigo. Éste no se dignó a levantar la cabeza del tablero.

… Juega conmigo si eres hombre, grité, queriendo escapar del sueño.

… Cuando la partida hubo acabado se levantó y portando en bandeja

tablero y figuras se acercó a la chimenea. Comprendí que iba a

alimentar el fuego y decidí que lo más inteligente era ver y esperar.

(331-332)

El paralelismo inicial que establece el marido de Frau Else entre Atahualpa y el

Quemado por la sorprendente capacidad de ambos para alcanzar, respectivamente, un

alto nivel en el ajedrez y el Tercer Reich, adquiere una nueva y mayor dimensión en el

inquietante sueño de Udo. No en vano, tanto el Atahualpa ajedrecista que protagoniza

su alucinación como ese nuevo Quemado que descubre gracias a las advertencias de su

Page 141: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

132

inesperado confidente, son dos personajes que tienen la firme intención de ajustar

cuentas pasadas que creen tener aún pendientes por una injusta aniquilación pasada.

Uno, Atahualpa, lo hace de manera figurativa, a través de una sucesión de

partidas de ajedrez imaginarias que parece no tener fin y en la que el rey inca se salta

deliberadamente las reglas del juego al mover las figuras de uno y otro color a su libre

albedrío para así conseguir su objetivo, que no es otro que derrotar una y mil veces a

esas piezas blancas que representan a los españoles –y los europeos en general- que,

hace casi cinco siglos, acabaron con él, con el imperio inca y con las otras civilizaciones

indígenas americanas precolombinas condenándolas a la hoguera. No es casualidad, por

tanto, que este Atahualpa vengativo desatienda las reglas del juego que era uno de los

grandes símbolos de lo español en el Nuevo Mundo y se tome la licencia de devolver el

golpe a su manera.

El otro, el Quemado, perpetra su resarcimiento personal tratando de matar

silenciosamente a turistas alemanes como Charly y Udo, víctimas inocentes –Udo se

escapa a tiempo- que nada tienen que ver con las atrocidades humanitarias cometidas

por los nazis y que, por supuesto, tampoco tienen relación alguna con su historia

particular; esto es, con su exilio y la desfiguración de prácticamente todo su cuerpo por

culpa de las torturas que supuestamente sufrió –nada revela al respecto tan intrigante

personaje- en cualquiera de las dictaduras militares que tuvieron lugar en distintos países

hispanoamericanos en la segunda mitad del siglo XX. Como advierte el marido de Frau

Else, el Quemado, exiliado y lleno de ira después de todo lo que le tocó sufrir, ya no

Page 142: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

133

entiende de razones, y alguien como Udo, que se recrea y divierte con un juego de guerra

y que encima mueve las fichas del ejército nazi, le merece todo su desprecio.

Para Bolaño, el resentimiento que mueve a su Atahualpa ajedrecista y al

Quemado es el mismo. Atahualpa es el Quemado y viceversa. No hay más que ver que

el Quemado, su propio sobrenombre lo dice, es una de las piezas negras chamuscadas

que mueve Atahualpa, en cuya legendaria figura se personifica o focaliza un gran

sentimiento de indignación y rebeldía, el de todos y cada uno de los americanos que, a

lo largo de la historia, primero por culpa de la conquista y colonización españolas y más

recientemente debido a las terribles dictaduras militares que padecieron, han visto cómo

su mundo, sus vidas, fueron destruidas de una manera tan inconcebible.

El antes y el después que marcó “Los incas ajedrecistas” de Ricardo Palma

Cuesta creer que la fuerza que hoy en día tiene el Atahualpa ajedrecista fuera la

misma si Ricardo Palma no hubiese escrito “Los incas ajedrecistas.” Si bien es cierto

que los testimonios anteriores al suyo son vitales para la validación histórica de esta

imagen, es indudable que, sólo a partir de dicha tradición, el lado ajedrecista de

Atahualpa alcanza una popularidad extraordinaria. Dicha sobredimensión se debe a tres

factores fundamentales: Palma era una personalidad de reconocido prestigio en el Perú;

su literatura costumbrista era asimilada con facilidad por el grueso de la población; y la

considerable carga dramática y nacionalista de este relato hizo que calara muy hondo

en la sociedad peruana, y por extensión latinoamericana, de principios del siglo XX.

Page 143: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

134

Mientras que los textos con aspiración historiográfica tienden a obviar a Palma

y se basan en las fuentes primarias que inicialmente vincularon a Atahualpa con el

ajedrez, resulta muy llamativo comprobar cómo el resto de referencias localizadas a lo

largo de esta investigación -literarias, cinematográficas, periodísticas y cibernéticas-

evidencia tener en su gran mayoría la impronta o el sello de “Los incas ajedrecistas.”

Entraigües, sin ir más lejos, lo reconoce abiertamente80 y es muy probable que ése

también fuera el caso de Bolaño, aunque quizá nunca lleguemos a saber a ciencia cierta

lo que hoy es simplemente una especulación ya que El Tercer Reich no salió a la luz

hasta 2010, unos siete años después de la muerte del novelista chileno. Bolaño nunca

dio a conocer esta historia que había escrito en 1989, ni siquiera en la exitosa etapa final

de su vida, cuando llegó su tardío pero merecido reconocimiento como escritor y no

quiso entregarla a su editorial para que la publicara. Sin embargo, la frase en la que el

marido de Frau Else le habla a Udo sobre Atahualpa –“… un prisionero de los españoles

que aprendió a jugar ajedrez en tan solo una tarde observando cómo sus captores movían

sus piezas” (326)- invita a pensar que Bolaño también tuvo presente el relato de Palma,

en el que textualmente puede leerse:

Honda preocupación abrumaría el espíritu del Inca en los dos o tres

primeros meses de su cautiverio, pues aunque todas las tardes tomaba

asiento junto a Hernando de Soto, su amigo y amparador, no daba

80 Entraigües incluye un par de guiños al relato de Palma. En primer lugar, en el cortometraje que él

codirige, Atahualpa afirma “(s)eñor, juego muy poco” cuando Pizarro se entera de que le ha ganado una

vez a Hernando de Soto y lo reta a disputar una partida. Ésa es prácticamente que utiliza Palma en “Los

incas ajedrecistas” cuando Soto, después de cerciorarse del buen nivel de Atahualpa, le invita a disputar

nuevas partidas con él. En segundo lugar, Entraigües intercambia los papeles de Atahualpa y Soto, ya que

en este caso es el conquistador español quien observa con atención la partida que está disputando el rey

inca, cuyo hombro toca suavemente en señal de advertencia cuando llega el movimiento más importante

de la partida que está enfrentándole a Pizarro.

Page 144: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

135

señales de haberse dado cuenta de la manera como actuaban las piezas

ni de los lances y accidentes de los juegos. (Palma, and Oviedo 427)

Sirvan estos dos primeros casos como aperitivo del bloque que viene a

continuación, en el que se va a diseccionar la manera en la que “Los incas ajedrecistas”

de Palma está presente, ya sea implícita o explícitamente, en diferentes obras literarias.

Sin duda, el ejemplo más manifiesto de dicha correspondencia es “Ajedrez fatal,” texto

que forma parte de El Ecuador profundo, la colección de mitos, historias, leyendas,

recuerdos, anécdotas y tradiciones del país andino que compila Rodolfo Pérez Pimentel,

cronista vitalicio de Guayaquil y miembro de la Academia Nacional de Historia de

Ecuador. En dicho relato, el autor hace una reconstrucción de las dos partes de la

tradición de Palma, la que está dedicada a Atahualpa y la que apunta que su sucesor,

Manco Inca, murió también por culpa del ajedrez.

Pese a que no se especifica textualmente, es evidente que Pérez Pimentel realiza

una adaptación resumida de la historia original de Palma, a la que intencionadamente

añade o quita algunos detalles sin que la esencia de la misma se vea alterada

significativamente.81 Sirva la siguiente comparación como muestra de la insustancial

diferencia que hay entre un relato y el otro:

81 La ineludible referencia a Palma sí se encuentra en el prólogo de esta edición de El Ecuador profundo,

titulado “Pérez Pimentel, el último de los tradicionalistas ecuatorianos” y firmado por Hernán Rodríguez

Castelo. En el mismo, se puede leer: “Esto de los ‘tradicionalistas’ ha sido antigua e ilustre usanza

americana. A medias historiadores y a medias charlistas, a ratos husmeadores de archivos y a otros correo

de chismes, los tradicionalistas han beneficiado canteras de la historia de modo muy peculiar, y los

mejores, con delicioso estilo. … Apenas hace falta decir que detrás de esta pintura del tradicionalista de

gran estilo está el príncipe de esta comarca literaria, don Ricardo Palma, el de las copiosas series de

‘Tradiciones peruanas.’ Palma marca el momento de mayor plenitud de la tradición americana; pero,

aunque sin el corte formal, casi definitivo, que él les daría, ‘tradiciones’ se contaron por tierras del nuevo

mundo desde tiempos inmemorables: los cronistas no las crearon, las recogieron” (i).

Page 145: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

136

Honda preocupación abrumaría el espíritu del Inca en los dos o tres

primeros meses de su cautiverio, pues aunque todas las tardes tomaba

asiento junto a Hernando de Soto, su amigo y amparador, no daba

señales de haberse dado cuenta de la manera como actuaban las piezas

ni de los lances y accidentes de los juegos. Pero una tarde, en las

jugadas finales de una partida empañada entre Soto y Riquelme, hizo

el ademán Hernando de Soto de movilizar el caballo, y el Inca,

tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz baja:

- No capitán, no... ¡El castillo!

La sorpresa fue general, Hernando, después de breves segundos de

meditación, puso en juego la torre, como le aconsejara Atahualpa, y

pocas jugadas después sufría Riquelme inevitable mate. (Palma, and

Oviedo 427)

Sin embargo a nadie se le había ocurrido enseñar el movimiento de

las piezas a Atahualpa, quien veía sin decir palabras; pero una tarde

fatídicas para él y mientras jugaban el Tesorero Alonso Riquelme y el

Capitán Hernando de Soto y cuando éste iba a mover un caballo para

atacar el flanco de su enemigo, sintió que el Inca le tocaba el brazo y

le decía: “No capitán no… el Castillo.”

De Soto estudió el movimiento y luego de una breve pausa movió

dicha pieza y en dos jugadas más concluyó la partida con el consabido

“Jaque mate” para el Tesorero; quien, vengativo como un gitano por

descender de moros de las Alpujarras, jamás olvidó la vergüenza de

verse derrotado por un indio novato en la ciencia del Ajedrez. (Pérez

Pimentel 67-68)

Una única lectura de estos dos extractos es suficiente para comprobar que Pérez

Pimentel, al margen de endulzar su versión con algunos detalles de su propia cosecha,

termina componiendo un discurso que suena mucho más agresivo que el de Palma. Así,

mientras el peruano es capaz de armar una historia con un claro toque nacionalista sin

atacar con dureza a lo español, la postura de su homólogo ecuatoriano resulta ser más

pendenciera, pues, por ejemplo, tacha a Riquelme de “vengativo como un gitano por

descender de moros de la Alpujarra.”

Page 146: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

137

Sin duda, esta comparación contiene manifiestos tintes despreciativos contra

Riquelme, a quien Palma, seguramente por su condición de tesorero –ya se sabe que la

gran motivación de los conquistadores españoles era el oro y la plata del Perú-, adjudica

libremente la encarnación de la crueldad española. Todas las adaptaciones o

reproducciones posteriores de “Los incas ajedrecistas” siguen adjudicando a Riquelme

el papel de malo de la película, y Pérez Pimentel, en su voluntad por endurecer el relato

original, va más allá y equipara a este conquistador con la etnia gitana, que, en

comentarios de carácter ofensivo o discriminatorio, es vinculada a comportamientos

fraudulentos.

Ésta no es la única identificación llamativa que establece el escritor ecuatoriano,

pues es igualmente destacable el paralelismo que fija entre los indígenas peruanos y los

moros que, tras la caída del reino de Granada en 1492 (La Alpujarra es una región

granadina), fueron perseguidos por la Inquisición española. En su empeño por

desprestigiar a lo español, Pérez Pimentel asemeja la culminación de la reconquista

cristiana de la península ibérica con la conquista del Nuevo Mundo, hermanando a las

víctimas de ambas operaciones político-militares de los poderosos reinos cristianos

españoles de finales del siglo XV y principios del siglo XVI.

Ramón J. Sénder, por su parte, recurre a la tradición de Palma en el primer

capítulo de su libro Túpac Amaru. Según sus propias palabras, el escritor español aspira

a “restablecer la verdad” (8) en torno al último monarca inca, quien fue ejecutado a

finales del siglo XVIII después de liderar una revuelta indígena contra las autoridades

coloniales españolas que lo convertiría en el símbolo de futuras insurrecciones. En pos

Page 147: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

138

de contextualizar su trabajo, Sénder retrocede más de doscientos años en la línea del

tiempo, hasta la llegada de los españoles al Perú, y más concretamente hasta la muerte

de Atahualpa, que relata a partir de lo leído en “Los incas ajedrecistas.” Su narración se

inicia con la apreciación de que Atahualpa “debió ser hombre muy listo ya que aprendió

el juego del ajedrez, él solo, viendo jugar a sus guardianes y sin que nadie le explicara

nada” (35). A continuación, Sénder sintetiza el relato de Palma, que complementa con

la identificación y una breve descripción de los once españoles que votaron en contra

de la muerte del emperador indígena: Juan de Rada, Diego de Mora, Blas de Atienza,

Francisco de Chaves, Pedro de Mendoza, Hernando de Haro, Francisco de Fuentes,

Diego Chaves, Francisco Moscoso, Alfonso Dávila y Pedro de Ayala (36-38).

Del uso que Sender hace de la visión del Atahaulpa ajedrecista de Palma se

extrae que lo que convierte a esta tradición en un testimonio realmente conmovedor

para los andinos es el sentimiento de injusticia que despierta. Para tener el efecto

deseado, tal sensación necesita ser avivada con situaciones extremas y no cabe duda de

que cualquier mente cabal consideraría que es un sinsentido que el emperador inca fuera

ajusticiado por algo tan banal o intrascendente como que se mostrara superior a un

español en el juego del ajedrez. Con este desenlace tan dramático, Palma da un golpe

literario maestro, ya que, con disimulo, es capaz de tocar las fibras más sensibles de una

región que tiene grabada con fuego que la muerte de Atahualpa fue el comienzo de las

páginas más tristes de su historia, el principio del fin de la civilización inca.

Esa actitud de repulsa hacia la conquista española, que está fundamentalmente

centrada en la figura de Atahualpa, queda también de manifiesto en dos poemas del

Page 148: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

139

poeta, escritor y académico norteamericano Dennis Siluk. El primero de ellos, “A Death

in Cajamarca, Perú,” tiene el sello de los poemas épicos. A lo largo de sus setenta y

ocho versos recrea la tensión y el dramatismo de los últimos momentos de la vida del

emperador inca, los cuales estuvieron marcados por el juicio al que fue sometido.82 La

influencia de “Los incas ajedrecistas” se antoja evidente en los versos que abren y

cierran este poema:

Atahualpa, enduring in Cajamarca

Greeted by De Soto, his free friend from Spain!

“Be Calm! These times will be tolerant with you.”

By Riquelme, who is wearied with this place

Unsatisfied with checkmate, looks upon Atahualpa

As simply detestable-blazing, bleak, uninviting,

And longs again to find himself in Spain,

After the embarrassment of defeat,

By the Captive slave Atahualpa, Inca King

Who gave advice to Captain Hernando de Soto

And got inevitable checkmate….

As long as Inca’s shall be known to men

Riquelme’s name shall bear the brand of ill repute,

The curse of generations still unborn! (14-16)

El segundo poema, titulado “Atahualpa’s Game VI” (2005) y ubicado en el

apartado “The Black Legend,” también conserva el punto más trágico de la historia de

Palma, al que el propio autor, en un comentario que hace previamente, reconoce como

“in part my inspiration” para este bloque de su libro (67):

Sometimes, it’s not wise

To share your wisdom

-as did, Atahualpa

(The Inca King) in the

82 En un inciso que hace fuera del poema, Siluk aclara: “This is a version, not a translation of any kind,

on the incarceration and death of Atahualpa the Inca King of the Inca Empire, in the 16th century (Peru)”

(14).

Page 149: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

140

Game of chess; thereafter,

He was condemned to death. (71)

Lo más interesante de estos dos poemas es la sutileza con la que se produce la

reminiscencia de “Los incas ajedrecistas.” Lejos de reflejar explícitamente los

momentos más señalados de la historia de Palma, Siluk se limita a conservar la esencia

de los mismos como si diera por hecho que el lector conoce ya de sobra el relato en el

que se ha inspirado, como si sus poemas fueran una reflexión complementaria sobre un

tema que es de dominio público. Así, por ejemplo, en “A Death in Cajamarca, Perú,” la

escena de la partida entre Hernando de Soto y Riquelme está presente sin ser

reproducida; esto es, es el punto de partida de algo más, de la recreación de la tirantez

que se respira en la prisión. Allí, Atahualpa se teme lo peor y se aferra a la confianza

que le inspira un Hernando de Soto que es retratado como una figura diametralmente

opuesta a Riquelme. Mientras Soto, el ganador de la partida, calma al emperador inca y

es mostrado como un hombre a gusto en el Perú, Riquelme, el perdedor, es presentado

como un ser contrariado que sólo quiere volver a España -“And longs again to find

himself in Spain, / After the embarrassment of defeat.” Siluk, finalmente, cierra el

poema contraponiendo las figuras de Atahualpa y Riquelme, la víctima y su verdugo,

augurando que se hará justicia con el paso del tiempo y que la Historia honrará a

Atahualpa tanto como dará la espalda a Riquelme.

Siluk, que hace una docena de años viajó al Perú y visitó Cajamarca y los demás

enclaves fundamentales en la caída del imperio inca, tuvo la oportunidad de conocer de

primera mano la visión que los nativos conservan sobre lo ocurrido durante la ocupación

Page 150: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

141

de los españoles. Esa experiencia en primera persona fue determinante en el enfoque

que terminaron teniendo sus poemas:

(L)ike any poet or writer, of historical fiction, or non-fiction, you fill

in the gaps: you put yourself in their place, and ask yourself what

would you do, and you become imaginative, creative, and use details,

description, and of course the background of each person you are

using, and the times.

No hay Atahualpa ajedrecista sin Hernando de Soto

Al margen de magnificar la imagen del Atahualpa ajedrecista, Palma también

pone en la primera plana la figura de Hernando de Soto, al que ya Antonio de Herrera

cataloga como uno de los españoles “que más agradaban á Atahuallpa” (qtd. in Holm

96). Palma, basándose en este primer testimonio, no sólo le da a este conquistador un

gran protagonismo en “Los incas ajedrecistas,” sino que además anteriormente le dedica

por entero otra tradición en la que, como no podía ser de otra forma, el ajedrez también

es el gran nexo de unión entre Soto y Atahualpa:

Soto fue el primer español que habló con Atahualpa, en su carácter de

embajador, mandado por don Francisco al campamento del Inca, y

logró que éste aceptase la invitación de pasar a Cajamarca. Atahualpa,

en su prisión, tomó gran cariño por Hernando de Soto, en el cual vió

siempre un defensor. Hernando de Soto era verdaderamente caballero,

y tal vez el único corazón noble entre los ciento setenta españoles que

apresaron al hijo del Sol. Aun es fama que este conquistador pasaba

horas acompañando en su prisión al desventurado monarca y

enseñándole a jugar al ajedrez. El discípulo llegó a aventajar al

maestro. (R. Palma, and E. Palma 10-11)

Este extracto demuestra que, antes de escribir “Los incas ajedrecistas,” Palma

era conocedor de la buena sintonía que presuntamente existió entre Soto y Atahualpa.

Page 151: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

142

Pese a que en esta tradición ya deja constancia del papel que en su opinión tuvo el

ajedrez en la consolidación de la relación que ambos mantenían, el escritor, cuando se

aproximaba al ocaso de su carrera literaria y sentía la presión externa de dar forma a un

relato con claras connotaciones nacionalistas, quiso volver sobre este tema. Si bien los

protagonistas y el nexo de unión son los mismos, el enfoque cambia considerablemente

entre un texto y otro. Mientras que en la primera tradición el ajedrez es prácticamente

una anécdota sin mayor importancia en la estrecha unión formada entre Atahualpa y

Soto, en la segunda este juego es, ni más ni menos, el motivo que pudo desencadenar la

condena a muerte del rey inca.

Entraigües y García también hacen mucho énfasis en el cortometraje Atahualpa

sobre la estrecha relación que supuestamente vinculó a Atahualpa y Pizarro, hasta el

punto de que plantean una clara confrontación entre este conquistador y el Padre Vicente

Valverde, el máximo representante de la Iglesia cristiana en la expedición liderada por

Pizarro en el Perú. Mientras que Soto es retratado como el maestro de ajedrez y el mejor

informante que tiene Atahualpa, Valverde es caracterizado como la sombra de Pizarro,

ante quien denuncia insistentemente el rechazo que Atahualpa hace de la doctrina

cristiana que él, fallidamente, intenta inculcarle. En un momento previo a la partida en

torno a la cual gira la trama del cortometraje, ambos mantienen un tenso diálogo que

refleja con claridad las posturas adjudicadas a uno y otro:

Soto: Habéis permitido que este soberano pierda su trato de favor.

Apenas dejáis pasar a sus caciques. Sus mujeres casi no pueden

visitarle. Sus sacerdotes pasan horas al sol para poder hablar con su

señor. … Claro que intentará escaparse si lo mantenéis como una rata.

Seguro que Valverde os habrá hablado de la fuga de hoy, mañana y

pasado. Una fuga cada día. Su lengua miente incluso cuando calla.

Page 152: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

143

Valverde: Este soberano tiene costumbres paganas: practica la

poligamia y ha querido matarnos con sus guerreros. Ya os encargáis

vos, Capitán de Soto, de alejarle muy bien de las sagradas escrituras

y del gobierno de su majestad. Vuestra amistad con el inca le ha

llevado a perder el tiempo con ese juego impío que trajeron los

musulmanes.

Soto: El ajedrez, por si no lo sabes, es un noble juego de guerra que

vuestra vacía mollera nunca comprenderá.

La novela El espía del Inca (2012), del peruano Rafael Dumett, también saca

mucho partido de la complicidad existente entre Soto y Atahualpa. La historia recrea

los movimientos que los incas, capitaneados por Cusi Yupanki, llevan a cabo con

extremo disimulo para tratar de liberar a su emperador, quien, sin embargo, deposita en

el ajedrez todas sus esperanzas para acabar con su encarcelamiento. Uno de los detalles

que más llaman la atención de esta narración es la manera en la que la voz narrativa

indígena se refiere al ajedrez. En lugar de utilizar el término español, emplea la

expresión el juego de los Incas hermanos, lo que demuestra una doble intencionalidad

por parte del autor: en primer lugar, enfatiza que el ajedrez era un juego nuevo para los

incas; y en segundo lugar, lo presenta como un elemento mediador que contribuye al

establecimiento de un clima de cordialidad y entendimiento entre los conquistadores y

Atahualpa y su séquito.

Atahualpa, como no podía ser de otra forma, pasa de ser mero espectador de las

partidas que disputan los españoles a jugar por sí mismo. Todo ello gracias a la

intervención de Soto, al que el narrador inca llama Barbudo Amable. Con esta

denominación, se resalta la simpatía que tanto Atahualpa como los incas de su entorno

sienten hacia Soto –también llamado Sutu-, porque tiene un comportamiento

Page 153: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

144

especialmente afectuoso hacia el emperador indígena. Soto derrota una y otra vez a

Atahualpa, quien se obsesiona tanto con el ajedrez que desatiende todo lo que se está

cociendo fuera de su prisión y los esfuerzos que sus hombres, como Salango, que es el

que habla a continuación, están haciendo para rescatarlo:

- El Señor Cusi Yupanqui piensa que ese tiempo está pasando

frente a tus narices sin que te des cuenta. Pone su cuello entre tus

manos si se equivoca -Ante el silencio expectante del Inca, prosigue-

. Tu hermano Huáscar ha sido visto en Tarapaco, cerca de Andamarca,

por los dos extranjeros que el Barbudo Viejo envió al Cuzco para sacar

el oro del Coricancha. El inepto se las arregló para burlar la vigilancia

de sus guardias y hacer una oferta nueva a los barbudos. Después de

mofarse del precio que ofreciste por tu vida y tu libertad, prometió

llenar de oro y de plata la plaza de Aucaypata si lo dejaban libre y te

entregaban en su poder. Los extranjeros desconfiaron, declinaron el

ofrecimiento y siguieron su camino, pero enviaron mensajeros a

repetirle la propuesta a sus Señores, a Apu Machu Dunfran Ciscu -la

voz de Salango se vuelve una soga jalada de sus dos extremos:- Hijo

Predilecto del Que Todo lo Ilumina, los mensajeros deben estar a

punto de llegar a Cajamarca en cualquier momento, si no lo han hecho

ya. Quizá aún no hayas recibido de Tu Padre el anuncio del momento

más propicio para la entrada de mi Señor Cusi Yupanqui a Cajamarca

para liberarte. Pero dispón ahora mismo con respecto a tu hermano.

El Señor Cusi Yupanqui es acechado ferozmente y sin descanso por

tus enemigos, que quieren ver a Huáscar libre y a ti muerto y borrado

de los quipus. Alíviale la tarea y aleja al peligro de ti.

Atahualpa se vuelve al Recogedor. Los ojos del Inca son dos

estanques opacos que se fijan largamente sobre él para luego posarse

y reflejarse en la superficie de cuadrados pintados, en las estatuillas.

- Dile a Sutu que estoy listo. (6272-6282)

Precisamente, esa nueva partida que disputan Atahualpa y Soto será la primera

que acabe con victoria del inca y la última que enfrente a ambos. Llega un momento en

que la situación se tensa especialmente en la prisión y la preocupación se apodera de

Atahualpa de tal manera que ya no encuentra motivos para seguir jugando con Soto al

Page 154: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

145

ajedrez, el juego de los incas hermanos. El vínculo de unión que había consolidado el

ajedrez se ha roto y Atahualpa se cree invulnerable ante los españoles por el hecho de

haber vencido en la última partida:

-¡Único Inca! -dice Challco Chima con desesperación-. ¡No

importa si la tienen o no! ¡Yo he visto la mirada del barbudo y sé que,

si no intervienes, va a pasarme por el fuego! ¡Por la momia viva de tu

ancestro el Inca Pachacutec, dile que se detenga, que te consta que

hablo con la verdad! ¡Te lo pide el guerrero al que debes la borla

sagrada que llevas en la frente!

Pulseo de miradas entre Atahualpa y Sutu.

-No te hará nada -murmura el Inca, sonriendo-. No puede. Se

rindió ante Mí en el último juego de los Incas hermanos que jugamos.

-¡¿…?!

-Es un juego barbudo donde el vencedor adquiere poder sobre la

pepa del vencido. Él se rindió antes de que lo derrotara. Tú eres un

general de mi ejército victorioso, así que no puede tocarte. (10668-

10678)

Cuando se precipitan los acontecimientos y se acerca el fin de Atahualpa, éste

sigue agarrándose a la vigencia que, en su opinión, tiene esa última partida que venció

a Soto:

-No pueden matarme -dice-. Yo respeté las reglas del buen

vencido. Yo entregué el oro y la plata que me pidió. Yo derroté a Sutu

en el juego de los Incas hermanos.

-El Señor Sutu está en Huamachuco, dizque buscando a tus

ejércitos. En verdad Apu Machu lo mandó allá para deshacerse de él,

pues Sutu es de los que más insistía en mandarte a tierras barbudas.

En cuanto al oro que les entregaste, ni una lágrima pasará a manos de

Almagru y los que vinieron con él. (11718)

En opinión de F. Blanco Castilla, “ningún conquistador español fue tan

injustamente olvidado por la historiografía hispánica” como Soto, quien, pese a ser el

Page 155: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

146

que “más batallas libró en el Nuevo Mundo y el que más tribus sojuzgó,” careció de

“secretarios o capellanes que pregonaran sus hazañas americanas” como sí hicieron los

de Cortés y Pizarro (7-8). Antes de ser uno de los capitanes con más nombre en la

conquista del Perú, Soto había comandado brillantes campañas en Panamá y Nicaragua,

y posteriormente, después de un efímero regreso a España y de convertirse en

gobernador de Cuba, lideró una no menos exitosa expedición por el sureste de Estados

Unidos que, entre otros motivos, pasó a los anales de la historia por ser la primera en la

que un grupo de europeos navegaba y exploraba el río Mississippi.

Precisamente, de este hecho sin demasiada relación con lo que ocurrió en el Perú

es de donde viene la mención que Jorge Luis Borges hace de Atahualpa y el ajedrez en

su relato “El atroz redentor Lazarus Morell,” que forma parte de su libro Historia

universal de la infamia. Al inicio de esta narración, justo cuando localiza la acción de

este personaje en las aguas del Mississippi, el escritor argentino hace un inciso entre

paréntesis que, a efectos prácticos, no tiene ninguna relevancia en el devenir de su

historia pero que, sin embargo, tampoco desentona completamente en la misma. De

hecho, en el primer párrafo apunta que “la culpable y magnífica existencia” de su

protagonista se debe a la propuesta de Bartolomé de las Casas al emperador Carlos I de

que fueran negros traídos desde África, y no los indígenas locales, los que realizaran los

extenuantes trabajos que requerían los conquistadores españoles en las minas

americanas:

El Padre de las Aguas, el Mississippi, el río más extenso del mundo,

fue el digno teatro de ese incomparable canalla. (Álvarez de Pineda lo

descubrió y su primer explorador fue el capitán Hernando de Soto,

antiguo conquistador del Perú, que distrajo los meses de prisión del

Page 156: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

147

Inca Atahualpa enseñándole el juego del ajedrez. Murió y le dieron

por sepultura sus aguas). (18)

Esta simbólica referencia que Borges incluye en su relato no debe extrañar a los

buenos conocedores de la obra de este autor, ya que en varios de sus trabajos, como

“Pierre Menard, autor del Quijote,” “Examen de la obra de Herbert Quain” y “El milagro

secreto,” hizo diversos guiños al ajedrez, juego sobre el que profesaba una auténtica

devoción83 y en el que, además, se basó para componer dos de sus sonetos metafísicos

más celebres: “Dios mueve al jugador y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la

trama empieza / De polvo y tiempo y sueño y agonías?” (Antología poética 26). Como

se ha visto, Borges no profundiza lo más mínimo en la familiaridad entre Atahualpa y

el ajedrez, aunque el simple hecho de que la haya mencionado, incluso haciéndolo a

modo de curiosidad, contribuye significativamente a la popularización de la imagen del

Atahualpa ajedrecista, pues no hay duda de que el escritor argentino fue uno de las

figuras más señaladas e influyentes de la literatura en español del siglo XX.

Otro de los nombres propios de las letras hispánicas durante la pasada centuria,

el cubano José Lezama Lima, también tuvo interés en la figura de Soto. Dicha querencia

no es de extrañar ya que la biografía de este conquistador está estrechamente ligada a la

isla de Cuba. Tras conocer el informe elaborado por Álvar Núñez Cabeza de Baca sobre

lo que este descubridor (supuestamente) había encontrado navegando en dirección norte

desde el Caribe, Soto partió hacia Florida con la esperanza de hallar una tierra tan rica

83 En el prólogo de El oro de los tigres (1972), el propio Borges reconoce que fue su padre quien le

inculcó la pasión que sentía por el ajedrez: “Mi lector notará en algunas páginas la preocupación

filosófica. Fue mía desde niño, cuando mi padre me reveló, con ayuda del tablero de ajedrez (que era, lo

recuerdo, de cedro) la carrera de Aquiles y la tortuga” (6).

Page 157: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

148

como la que conoció de primera mano en el Perú. Cuando emprende tan ambicioso y a

la postre exitoso proyecto, Soto es la máxima figura política en Cuba.

Atahualpa jugaba al ajedrez con Hernando de Soto,

mientras lo distraía, la muerte iba creciendo,

pero Atahualpa tuvo tiempo de indicarle

el agua mágica, habladora, que aprieta

de nuevo los cabellos en el agua nocturna.

¿Perdió la partida? ¿La ganó al morir Hernando de Soto? (Obras

completas 1102)

Estos versos corresponden a la sexta aria de “Telón lento para arias breves,” que

no fue publicada mientras el poeta cubano vivió. Sin embargo, el propio Lezama Lima

se refirió a la especial vinculación que unía a Atahualpa y Soto en otro texto suyo que

va en consonancia con su poema y, por tanto, ayuda a interpretarlo:

Lo precisamos jugando al ajedrez, para distraer al inca Atahualpa de

su demorada prisión. Entre los dos intercambian secretos, la infinitud

cerrada del ajedrez es aportada por D. Hernando de Soto, la lejanía, la

fabulación, el agua de vida eterna, por el emperador de los Incas. En

ausencia de Hernando de Soto, es ejecutado Atahualpa, comprende

aquel que el hechizo ha sido roto y que tiene que buscar los secretos

y los prodigios que le fueron encomendados, y decide embarcar para

Santiago de Cuba. (Antología de la poesía cubana 6-7)

Lezama Lima revive la convivencia entre Soto y Atahualpa como el momento

en el que dos culturas y, por tanto, dos maneras diferentes de concebir la vida, se

alimentan mutuamente. Soto, gracias primero a Herrera y después a Palma, goza con el

beneplácito de ser considerado un conquistador diferente en tanto en cuanto fue el

hombre de confianza que Atahualpa encontró entre los españoles durante su cautiverio.

A lo largo del mismo, Lezama Lima vislumbra un rico intercambio que marcará el

devenir de Soto. Mientras que el conquistador enseña a Atahualpa los misterios del

Page 158: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

149

juego del ajedrez, en cuya “finitud cerrada” se sintetiza la mentalidad de las sociedades

europeas, el emperador inca lo deslumbra con la manera indígena de entender la realidad

y la existencia; un “hechizo” que, una vez muerto Atahualpa, intentará encontrar en

otros territorios aún no desvirtuados por los conquistadores.

La versión de Palma conquista la Prensa y la red

El Atahualpa ajedrecista que construye Palma, con esa muerte en gran medida

determinada por su humillante superioridad sobre los españoles en el ajedrez, ha

sobrepasado cualquier frontera. No sólo ha sido el punto de partida de posteriores obras

literarias sino que, además, y por sorprendente que pueda parecer, ha rebasado los

límites de la ficción para llegar también hasta la Prensa escrita, altavoz de extraordinario

alcance y, sobre todo, inigualable escaparate en tanto en cuanto otorga un sello de

autenticidad a todo lo que aparece publicado en las páginas impresas.

El periódico ABC, una de las cabeceras de referencia en España, publicaba el 19

de julio de 2014 un artículo con este título: “El infortunio del último emperador inca,

que murió por su dominio del ajedrez.” En el cuerpo del texto se refleja que la fuente de

información de la que ha bebido el periodista que escribe la información es el libro

Túpac Amaru de Ramón J. Sénder, que, como se ha demostrado previamente, a su vez

reproduce el contenido de “Los incas ajedrecistas.” Curiosamente, este artículo

concluye con la afirmación de que Pizarro “rompió a llorar por tener que ejecutar a aquel

hombre, que había llegado a ser su amigo,” idea que no reflejan ni Palma ni aquellos

literatos que versionan su texto pero que, en cambio, sí dejó para la posteridad Pedro

Page 159: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

150

Pizarro: “Yo vide llorar al marqués de pesar por no podelle dar la vida” (Biblioteca de

Autores Españoles 168:185).

No menos llamativo es el artículo que apareció en la sección de Actualidad del

periódico El Universo de Guayaquil el 8 de octubre de 1992, año en el que se cumplía

el quinientos aniversario del descubrimiento de América. Este texto se basa

fundamentalmente en lo que se lee en el ya analizado “Ajedrez Fatal,” si bien es cierto

que el documento de Pérez Pimentel no es el único documento del que se sirve. Por

ejemplo, también se hace referencia a “Apuntes para la historia de la Lotería,” el

apéndice C del libro El hospital de Guayaquil, en el que el historiador local, Julio

Estrada Ycaza, remite a la mención que sobre Atahualpa y el ajedrez hace Pascual de

Andagoya en su ya conocida relación. En cambio, lo que llama más la atención de esta

información es que su autor contrapone los distintos testimonios que avalan la imagen

del Atahualpa ajedrecista con el artículo de Olaf Holm, quien fue una figura muy

respetada en Ecuador en el círculo historiográfico y que, como se indica en el segundo

capítulo, descartaba completamente la posibilidad de que el último emperador inca

hubiera practicado el ajedrez.

En las dos últimas décadas, y muy especialmente en los años más recientes, la

difusión de la imagen del Atahualpa ajedrecista se ha visto tremendamente beneficiada

por la radical transformación que ha experimentado el escenario mediático, que se ha

vuelto completamente global y ha trascendido con creces los límites de los medios de

comunicación tradicionales. La revolucionara irrupción de Internet ha multiplicado casi

hasta la enésima potencia las vías de comunicación de masas, lo que ha propiciado la

Page 160: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

151

existencia de unos flujos de información sin precedentes. Esto es, no sólo circula

muchísima más información que antes sino que, además, ésta se transmite de manera

instantánea y prácticamente sin límites geográficos ni filtros de control o censura.

Ahora, cualquier individuo tiene la posibilidad de abrir una página web o un blog

personal, de participar en un foro digital, de subir un vídeo en Youtube, de abrir una

cuenta propia en Facebook, Twitter, Instagram o cualquier otra red social, y de servirse

de todas estas herramientas –gratuitas, para más inri- para divulgar al mundo entero

aquello que le apetece, interesa o inquieta.

En ese inmenso espacio invisible que es Internet, que además permite la

interacción entre quien construye el mensaje y quien lo recibe, Atahualpa aparece

vinculado al ajedrez una y otra vez. Es imposible establecer con exactitud cuántas

menciones son -en esa indeterminación, precisamente, consiste la infinitud de la red-.

Sin embargo, podemos hacernos a la idea de la nueva dimensión con el siguiente

ejemplo: una simple búsqueda en Google utilizando las palabras clave Atahualpa y

ajedrez remite a más de 48.000 enlaces. Si hasta hace relativamente poco tiempo la

construcción del Atahualpa ajedrecista había sido un proceso muy lento y

fundamentado en el encadenamiento de contados documentos que habían salido del

puño y la letra de reconocidos conquistadores, historiadores y literatos; ahora, en

cambio, son un número indefinido de personas anónimas las que, voluntariamente, han

tomado el testigo y aportan su granito de arena para que esta imagen siga viva en el

presente y no corra el peligro de convertirse simplemente en una cuestión pasada que,

Page 161: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

152

como tantas otras, esté irremediablemente condenada a caer en el olvido con el paso del

tiempo.

Por tanto, si se exceptúan esas contadas obras literarias o trabajos

historiográficos recientes como los que, a modo de prueba, han sido recogidos en este

capítulo, puede observarse que los actuales guardianes de este aspecto tan peculiar y

llamativo de la caracterización vigente de Atahualpa son, por norma general, simples

aficionados al ajedrez o divulgadores de la historia de la civilización inca que, pese a no

ser fuentes de información con reputación alguna a nivel académico, sí cumplen a

efectos prácticos un papel tan importante como el que en su día, en contextos muy

distintos, pudieron realizar autores sobradamente conocidos como Prescott, Palma o

Borges, pues es este goteo continuo de referencias el que dota de solidez a esta imagen

que, de tanto ser repetida, ha alcanzado el estatus de verdad entre el gran público.

Un obligatorio rastreo por Internet permite comprobar que algo no ha cambiado

con la entrada en escena del soporte digital: la influencia de “Los incas ajedrecistas”

sigue siendo la misma, ya que abundan –por no decir que son mayoría- las páginas webs

que, al relacionar a Atahualpa con el ajedrez, lo que realmente hacen es reproducir a

grandes rasgos la trama del relato de Palma, que, como se ha apuntado en algún otro

momento de este trabajo, debe su popularidad al decisivo punto de dramatismo que

contiene su obra. Son tantos los ejemplos que podrían ser expuestos en las siguientes

líneas que estimo que es preferible centrarse en un solo caso representativo, el de la web

Ajedrez de Ataque, uno de tantos y tantos espacios en castellano pensados para el

disfrute de los aficionados a este juego y que, entre sus muchas secciones, tiene una

Page 162: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

153

dedicada exclusivamente a artículos de diversa índole sobre historias o jugadores

legendarios del ajedrez.

Uno de esos artículos compilados lleva por título “El Gambito Atahualpa” y la

firma de Mario Valverde López (1946-2014), quien, entre otras cosas, fue presidente de

la Federación Costarricense de Ajedrez a mediados de la década de los ochenta del siglo

pasado.84 En la primera parte de su texto, Valverde sintetiza a grandes rasgos los hechos

narrados en “Los incas ajedrecistas,” sin bien es cierto que este divulgador del ajedrez,

cuando apunta que los españoles invitaron a jugar a Atahualpa después de que éste los

dejara boquiabiertos en la famosa escena de la partida entre Soto y Riquelme, se toma

la licencia de añadir algo más:

Soto ganó la partida al final y después de este suceso, ambos

españoles, Soto y Riquelme invitaban a Atahualpa a jugar, pero

generalmente este rehusaba hacerlo porque decía que jugaba muy

poquito y cuando lo hacía, parece que su respuesta preferida a la

movida 1.e4 era 1…f5¡? dando origen al gambito que lleva su nombre.

(“El Gambito Atahualpa”)

84 En el juego del ajedrez, se entiende por gambito todo aquel movimiento que se hace al inicio de la

partida con la clara intención de sacrificar una figura propia, normalmente un peón, para a continuación

lograr una ventaja posicional sobre el tablero.

Page 163: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

154

Figure 8. Posición de la apertura del Gambito Atahualpa tras el primer movimiento de

los dos bandos. Escacsanoubarris.blogspot.com, “Enseñar (y aprender) historia a

través del ajedrez I: Atahualpa y Pizarro.”

Esto es, Valverde le adjudica a Atahualpa la sorprendente costumbre de iniciar

sus partidas con el llamativo movimiento 1. … f5, el cual, como el propio autor se

encarga de subrayar, “es considerado como una de las formas más extrañas, ilógica y

antiortodoxa jugada de oposición al peón del rey blanco” (fig. 8). No en vano, lo más

lógico es que las blancas, en su segundo movimiento, capturen el peón negro y, por lo

tanto, pasen a disponer una leve ventaja material sobre el tablero.

Es generalizada la impresión de que este supuesto movimiento inicial

característico de Atahualpa sólo puede catalogarse de ficción. Valverde no especifica si

el mismo llegó hasta sus oídos a través de otras personas o si, simplemente, es fruto de

su imaginación. En su empeño por dar consistencia a este sugestivo aditivo de la imagen

del Atahualpa ajedrecista, el autor llega a analizar hasta cuatro posibles variantes de

esta apertura, dando pie una de ellas a una posición tras el sexto movimiento que, en su

opinión, ni mucho menos es desventajosa para las negras. “En conclusión, ¿el Gambito

Page 164: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

155

de Atahualpa fue producto de una jugada irracional del monarca Inca o no lo fue?,”

pregunta finalmente Valverde, quien muestra los estudios que ha hecho sobre esta

apertura en partidas que disputó entre 1883 y 2005.

Lo cierto es que el conocido como Gambito de Atahualpa que divulgó Valverde

aparece registrado en los manuales de ajedrez, aunque no con el nombre del emperador

inca sino con el de Oldrich Duras (1882-1957), Gran Maestro Internacional checo que

formó parte de la elite mundial de este juego en los primeros años del siglo XX –no

volvería a jugar torneos importantes después del estallido de la Primera Guerra Mundial,

en la que sirvió al ejército austro-húngaro- y que, además, obtuvo una notable reputación

como creador de problemas de ajedrez.85 Aunque no se sabe con certeza, Antonio Gude

considera que es de suponer que el propio Duras fuera el creador de esta apertura, que

llegó a utilizar en alguna que otra partida seria.

Conclusión

Los casos analizados a lo largo de este tercer capítulo, desde una novela tan leída

en los últimos años como El Tercer Reich de Bolaño hasta el artículo que un simple

aficionado al ajedrez cuelga en una página web, corroboran que el Atahualpa

ajedrecista no es una idea pasada, una imagen que fue importante en tiempos pretéritos

pero que, en cambio, ha caído en el olvido. Todo lo contrario: ahora más que nunca, y

debido fundamentalmente al nuevo escenario que ha propiciado Internet, cualquier

persona que esté relativamente documentada sobre la historia del imperio inca

85 En dichos manuales, el Gambito Duras aparece también registrado como Defensa Fred [B00] (Tabla

de Flandes).

Page 165: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

156

seguramente vincule de una u otra manera la figura de Atahualpa con el ajedrez, pues

eso es lo que ha leído y escuchado repetidas veces y a través de distintas fuentes.

Que diversos trabajos historiográficos, películas, obras poéticas, novelas,

artículos periodísticos o textos on line hagan referencia de alguna u otra manera al

Atahualpa ajedrecista no significa ni mucho menos que todos los documentos que tratan

sobre el emperador inca lo hagan. Desde luego, no existe unanimidad al respecto,

aunque ya es muy significativo que se encuentren tantas pruebas de que esta imagen

está muy viva y que no hay riesgo de que decaiga con el paso de los años.

Cuesta creer que la situación actual se habría alcanzado si Ricardo Palma no

hubiera escrito “Los incas ajedrecistas” en el tramo final de su extensa carrera literaria.

La importancia de esta tradición es capital para esta investigación, ya que dicho relato

no sólo consolidó esta concepción de Atahualpa que hasta entonces había ido

construyéndose muy lenta y tenuemente, sino que, además, sirvió de referencia e

inspiración para muchos que después, con mayor o menor intencionalidad, también

recurrieron a esta imagen tan sugerente.

Sin embargo, el texto de Palma no goza de una aprobación unánime por parte

de todos aquellos que lo han profundizado sobre su contenido. Mientras que se observa

que quienes escriben ficción, ya sea poesía, prosa o cine, han seguido implícita o

explícitamente su estela, resulta muy llamativo que aquellos que aspiran a reproducir

fidedignamente lo que pudo ocurrir en Cajamarca optan, diría que por unanimidad, por

desmarcarse de su relato. Semejante disparidad conduce a la siguiente reflexión: “Los

incas ajedrecistas,” documento híbrido en el que historia y literatura dialogan sin que

Page 166: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

157

quede claro dónde está la línea que separa a una de la otra, tiene una carga dramática

tan grande en su desenlace que atrae como un imán a quienes se dejan llevar por la

imaginación pero, por el contrario, genera desconfianza entre quienes aspiran a una

narración histórica fehaciente que se ajuste a lo que supuestamente ocurrió y se despoje

de todo aditivo inventado. Es decir, su carga pro indígena es tan manifiesta que, por un

lado, le permite conectar con quienes están sensibilizados con este tipo de discursos,

aunque, por el otro, le deja sin crédito histórico antes quienes se ciñen a los hechos

contrastables para validar su hipótesis. Este segundo grupo, con el cual me identifico

plenamente, no niega que Atahualpa jugara al ajedrez; simplemente, su referencia no es

Palma, sino todos los testimonios escritos que le precedieron.

Para concluir y poner el colofón a este apartado, puede que no haya mejor

metáfora que la que una vez más sirve el propio ajedrez. Atahualpa, el Atahualpa

ajedrecista, es como el rey sobre el tablero. Es la figura más importante de su bando,

pero al mismo tiempo es tan frágil que no puede valerse por sí misma y precisa del

trabajo de sus escuderos para mantenerse viva. A lo largo de estos casi quinientos años,

dicha imagen ha ido haciéndose cada vez más fuerte sobre el tablero. Cada vez está más

y mejor protegida. Si en un tiempo pasado se mantuvo en pie fue gracias a piezas de

tanto valor como Espinosa, Andagoya, Prescott, Palma o los propios Borges, Lezama

Lima y Bolaño. Ellos fueron y son su dama, sus alfiles, sus caballos y sus torres. Sin

embargo, y como tantas veces ocurre en el ajedrez real, en la parte final de la partida

son los peones, las piezas de menos valor, las que juegan un papel determinante en la

suerte definitiva del rey. En esta partida que el Atahualpa ajedrecista juega contra la

Page 167: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

158

inmortalidad, sus peones son todos y cada uno de esos devotos anónimos del ajedrez

que, escribiendo una novela aún poco conocida, creando un cortometraje de limitada

difusión o, simplemente, escribiendo un modesto texto en una de esas páginas webs a

las que un usuario ordinario sólo llega a través de una búsqueda específica a través de

Google, mantienen viva, sin saberlo, una imagen que cada vez está más lejos del

territorio de las leyendas y, por consiguiente, más cerca de lo que conocemos por real.

A estas alturas ya da igual que Atahualpa jugara o no al ajedrez: esa imagen ha sido ya

tantas veces recreada que se da por hecha. Y ya no hay marcha atrás.

Page 168: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

159

CONCLUSIÓN

Esta tesina es la culminación de una investigación que, conforme avanzaba y

maduraba, iba despejando su horizonte en busca de su propio camino. Eso ni mucho

menos significa que el Atahualpa ajedrecista no tenga más recorrido que éste. Todo lo

contrario: aún se puede escribir mucho sobre todo lo que envuelve a esta imagen, de ahí

que este trabajo, más que establecer una tesis definitiva, tenga la aspiración de ser una

referencia o el punto de partida para futuros proyectos que también traten de arrojar más

luz en torno a un asunto tan atractivo y poco explorado a nivel académico.

Creo conveniente comenzar la recapitulación de las conclusiones a las que he

llegado durante este proceso con la misma pregunta que dio origen a mi investigación:

¿realmente jugó Atahualpa al ajedrez? Casi dos años después, considero que ni yo ni

nadie está capacitado a día de hoy para responder esta cuestión simplemente con un sí

o un no. Partiendo de esta premisa, entiendo que lo más razonable es argumentar que,

muy probablemente, Atahualpa tuvo contacto con el ajedrez durante su cautiverio en

Cajamarca y que hay indicios que invitan a pensar que es igualmente muy factible que

llegara a practicarlo, aunque nunca protagonizando una situación como la recreada por

Ricardo Palma en su tradición “Los incas ajedrecistas.”

Pese a que existe un gran vacío documental sobre los primeros pasos del ajedrez

en América, es lógico pensar que éste fue uno de los diversos juegos con los que los

conquistadores españoles consumían su tiempo de asueto en el Nuevo Mundo. Sirva

como ejemplo el caso del renombrado conquistador Pedrarias Dávila, quien, según

Diego de la Tobilla, llegaba a apostar esclavos en sus partidas de ajedrez en suelo

Page 169: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

160

americano (Friede 152). Teniendo en cuenta que el ajedrez por aquel entonces ya estaba

muy expandido en la sociedad española y que, además, varios de los integrantes de la

expedición de Francisco Pizarro en el Perú habían gozado de una educación humanística

privilegiada –Hernando de Soto entre ellos-, ni mucho menos es descabellado pensar

que en la prisión del rey inca se jugara al ajedrez. Nuevamente, no queda más remedio

que agarrarse a la especulación, ya que es realmente escasa la información que ha

llegado hasta nuestros días sobre los detalles cotidianos que formaron parte de la

convivencia de nueve meses que tuvo lugar entre Atahualpa y sus captores.

Sin embargo, estas suposiciones ganan mucha consistencia gracias al contenido

de la carta que Gaspar de Espinosa envió desde Panamá a la Corte española para

trasladar las buenas noticias que le habían llegado del Perú. Puede que para algunos

historiadores este documento por sí solo, por lo que dice, por quién lo dice, y por cuándo

lo dice, sea suficiente para asegurar con rotundidad que Atahualpa jugó al ajedrez.

Desde luego, es verdaderamente significativo que Espinosa hiciera mención a este

hecho en la que, muy posiblemente, fue la primera misiva que llegó a España

anunciando el éxito de la operación liderada por Pizarro. En cambio, y aun sin negar la

trascendencia y la validez histórica de este escrito, creo que hay una serie de matices

que hay que tener muy presentes en el análisis de este texto y que, en cierta medida, me

inducen a mantener ciertas reservas en cuanto a la veracidad absoluta del mismo.

En primer lugar, y al margen de puntualizar que él no fue un testigo de vista, no

hay que olvidar que Espinosa era parte interesada en este proyecto, ya que, con el favor

de la Corona, había financiado personalmente el intento de conquista del Perú. Al igual

Page 170: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

161

que otros tantos conquistadores, él, o sus informantes, que muy posiblemente fueron los

propios Pizarro o Soto, también pudieron haber magnificado este logro a base de retratar

un escenario idílico. No hay que olvidar que ésa era la vía más rápida para seguir

contando con la bendición de los reyes y, por tanto, para consolidar su posición en el

goloso negocio que se abría el Nuevo Mundo. Desde luego, a la hora de presentar el

Perú como emplazamiento ideal para asentarse y seguir expandiendo el imperio español,

nada resultaba más sugestivo que afirmar que contaban con la colaboración del rey

nativo y que éste, encima, era un ser tan brillante y fiable que hasta sabía jugar al ajedrez,

con las connotaciones que este último detalle tenía para una audiencia con el perfil del

de la Corte.

Con esta observación no deseo transmitir la idea de que todos los manuscritos

llegados desde América manipulaban o tergiversaban la realidad intencionada, aunque

sí es cierto que la crítica actual coincide mayoritariamente en que esas prácticas eran

una tendencia habitual entre los conquistadores que se dirigían por escrito a la Corona.

Otra posibilidad es que se hubiera producido una confusión lingüística; esto es, que los

españoles hubieran visto a Atahualpa jugar a la taptana o a cualquier otro juego inca

sobre un tablero y que, por la semejanza de éste con el ajedrez, lo hubieran asimilado al

juego español hasta el punto de utilizar su nombre para denominarlo. Es decir, que los

españoles utilizaran el término ajedrez cuando realmente se referían al concepto juego

sobre un tablero. De esta forma, tendría mucho sentido el argumento que ofrece Olaf

Holm cuando analiza el confuso grabado de Guaman Poma: pese a que el cronista

Page 171: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

162

indígena de educación española menciona que Atahualpa jugaba al ajedrez, lo dibuja

junto a un tablero que más bien parece ser el de la taptana.

Tanto esta suposición como la anteriormente expuesta son impresiones

subjetivas, de ahí que vea necesario puntualizar que la aprobación de la carta de

Espinosa como documento definitivo que confirma que Atahualpa jugó al ajedrez

depende del criterio o el punto de vista que utilice cada investigador al estudiar este

caso. Simple y llanamente, opino que cualquiera de las dos posturas que se pueden tomar

en torno a este documento –uno, es suficientemente aclaratorio para afirmar que

Atahualpa jugó al ajedrez, o dos, no lo es- son perfectamente entendibles, sin que creo

que ninguna deba ser catalogada mejor que la otra.

No obstante, la relación de Pascual de Andagoya me hace dudar de mi propia

duda; esto es, el análisis a conciencia del fragmento en el que este otro conquistador cita

el vínculo entre Atahualpa y el ajedrez me inspira un aire de veracidad que

perfectamente podría disipar la prudencia a la que insta la carta de Espinosa. Para

empezar, el texto de Andagoya no responde a ninguna urgencia informativa –se dio a

conocer en 1545- y la observación que hace sobre la manera en la que Atahualpa se

comportaba a la hora de jugar al ajedrez podría concordar perfectamente con la peculiar

manera en la que los incas entendían el juego. Dice Andagoya que Atahualpa, cuando

jugaba al ajedrez, ponía encima de la mesa vasos de oro y que, ganara o perdiera la

partida, éstos siempre iban a parar después a las manos españolas. Primeramente, tengo

la impresión de que su apunte se refiere a un hecho verídico porque éste hace mención

a una actitud y no a una supuesta y sorprendente aptitud del monarca indígena. En

Page 172: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

163

segundo término, y he aquí lo realmente importante, intuyo que Andagoya, aun sin

saberlo, porque ni él mismo seguramente fuera consciente de ello, pone de manifiesto

que la forma en la que Atahualpa concebía el juego del ajedrez era diferente a la

costumbre española. Mientras que para los invasores se trataba de un duelo con claros

tintes competitivos que, además, iba acompañado de apuestas entre los contendientes,

para los pobladores del Perú precolombino estos actos formaban parte de sus diferentes

rituales.

Así las cosas, la entrega de piezas de oro voluntariamente por parte de Atahualpa

no era una cuestión de generosidad consustancial a la personalidad del inca, como

interpreta Andagoya, sino que más bien respondía al comportamiento que los indígenas

seguían cuando jugaban al ayllu. Como explica Ziólkowski al referirse al ayllu, la

tradición inca dictaba que el juego no era más que la escenificación de la sumisión

pacífica al poder del soberano inca. Los waka, miembros de la elite del Cuzco,

simulaban que perdían el juego ante su rey para, de esta forma, simbolizar la entrega

que le hacían al líder inca de los territorios que habían conquistado durante sus

campañas de expansión para que éste dispusiera de los mismos como creyera

conveniente (261).

Por tanto, partiendo de la base de que Atahualpa se sentía en manos de Pizarro,

sugiero que Atahualpa podría interpretar las partidas de ajedrez de la misma manera que

los incas afrontaban sus propios juegos: como un mero ritual en el que, en realidad, no

se competía y que, esencialmente, era el procedimiento que seguía para hacerle entrega

al jefe español del oro y la plata que había recolectado con la esperanza de que éste lo

Page 173: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

164

recompensara con su puesta en libertad. A mi parecer, esta lectura, muy particular,

encaja bien con lo que trascendió de la negociación que Pizarro y Atahualpa

mantuvieron durante el cautiverio del segundo. Tal y como reflejan diversas fuentes

coloniales, Pizarro le habría prometido a Atahualpa que volvería a ser libre si llenaba

una sala de oro y plata, de ahí que estas partidas de ajedrez -y esto ya es una suposición

muy personal a raíz del análisis del texto de Andagoya- podrían haber sido el ritual que

Atahualpa, fiel a la tradición inca, habría seguido para ir cumpliendo su parte del trato

y, de esta forma, estar cada vez más cerca de su liberación.

Mientras que los manuscritos de Espinosa y Andagoya me conducen hacia

sensaciones encontradas, muchas menos dudas, aunque en un sentido bien distinto, me

asaltan al enjuiciar el valor historiográfico de “Los incas ajedrecistas.” Entiendo que la

historia que se desarrolla en este relato es producto de la elogiable imaginación de

Palma, quien, fiel a su estilo, trata de dar apariencia de realidad a un texto que más bien

pertenece al campo de la literatura. En mi opinión, el hecho de que ninguna fuente previa

ni siquiera insinuara el contenido de esta narración y que la ambigüedad entre la realidad

y la ficción fuera uno de los sellos característicos de las tradiciones de Palma, bastan

para concluir que la condena a muerte de Atahualpa no se vio en ningún caso

influenciada, como insinúa este autor, por una reacción de venganza ajedrecística del

tesorero Riquelme.

En cualquier caso, es incuestionable la trascendencia que este relato tiene en la

popularización del Atahualpa ajedrecista. Ninguno de los comentarios que hasta ese

momento se habían hecho sobre la familiaridad del rey inca con el ajedrez –a saber,

Page 174: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

165

Gaspar de Espinosa, Pascual de Andagoya, Pedro Cieza de León, Antonio de Herrera y

William H. Prescott- había conseguido un alcance tan masivo como este texto que, sin

duda alguna, marcó un antes y un después en la trayectoria de esta imagen. Una de las

demostraciones más claras del impacto que tuvo la historia inventada por Palma es que

ésta, directa o indirectamente, se reconoce en buena parte de las referencias de distinta

naturaleza -aunque especialmente literarias- que desde el siglo XX han contribuido a

mantener muy vivo el condimento del ajedrez en la caracterización que actualmente se

hace del personaje histórico de Atahualpa.

Gracias a todos ellos, el Atahualpa ajedrecista, la imagen del último emperador

inca jugando al ajedrez con los conquistadores españoles antes de que éstos lo

condenaran a muerte, está ya tan extendida que ha alcanzado un punto de no retorno. Es

irreversible. Está tan fuertemente adherida al imaginario colectivo andino que a estas

alturas, y después de tanto tiempo de lenta consolidación, no hay manera de hacerla

desaparecer. De una forma u otra, con mayor o menor intensidad o fuerza, la figura de

Atahualpa va a seguir estando ligada al ajedrez de manera indefinida. Precisamente, éste

es el motivo por el que el debate sobre su autenticidad, aun siendo siempre importante,

carece de una trascendencia superlativa. Llegados a este punto de desarrollo, da igual

que, en realidad, fuera una imagen creada: son tantas y, en algunos casos, tan

influyentes las personas que desde principios del siglo XX la han dado por cierta que a

ellos corresponde el honor de haberle concedido a esta figuración el estatus de

verdadera. Esto es, la realidad no es necesariamente lo que pasó, sino lo que se termina

dando por cierto.

Page 175: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

166

Por tanto, una vez que la cuestión historiográfica ha quedado irremediablemente

postergada al rango de asunto secundario y que el largo proceso de formación de esta

imagen está definido a partir de la enumeración cronológica de sus principales puntos

álgidos, considero que el verdadero interés reside en el uso intencionado y en el

significado que dicha figuración ha tenido en dos momentos o períodos muy diferentes

durante estos cinco siglos. Así, establezco una clara disparidad entre la utilización

interesada que, individualmente, Gaspar de Espinosa y Pascual de Andagoya hicieron

de esta representación de Atahualpa –no detecto ese mismo interés en Cieza de León,

que era un cronista y no un conquistador propiamente dicho-, y la que, en un sentido

bien diferente, se generalizó en las regiones andinas a partir de la publicación de “Los

incas ajedrecistas.”

Como se ha indicado al comienzo de esta conclusión, Espinosa ensalza el

supuesto buen hacer de Atahualpa en el ajedrez para transmitir una idea muy

favorecedora de la operación a través de la cual los españoles se habían introducido en

el Perú y en la que él estaba directísimamente implicado. La imagen de un rey inca que,

entre otras cosas, es capaz de jugar al ajedrez es el mensaje de mayor tranquilidad,

confianza y esperanza que podía mandarse desde el Nuevo Mundo hasta España, donde,

a partir de estos primeros informes positivos, se premiaría más que bien a los artífices

de semejante avance y se organizarían con la mayor celeridad posible nuevas

expediciones de refuerzo.

No menos intencionada, aunque con un propósito diferente, es la mención que

realiza Pascual de Andagoya en la relación que escribe en España y entre sus dos etapas

Page 176: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

167

trasantlánticas. Los términos que utiliza para referirse a lo acontecido en Cajamarca

denotan un claro tono de reprobación por parte de este desafortunado conquistador, al

que un grave incidente privó de encabezar la expedición triunfal que finalmente lideró

Pizarro. Andagoya no tiene reparos en criticar abiertamente la manera de proceder de

Pizarro ante Atahualpa, al que, como contraposición, elogia por su ejemplar

comportamiento. Es en este punto cuando hace referencia al ajedrez, destacando esa

supuesta generosidad del inca a la que antes se hacía referencia frente a la avaricia del

capitán español.

Tendrían que pasar más de tres siglos, hasta la aparición de “Los incas

ajedrecistas,” para que la imagen del Atahualpa ajedrecista volviera a utilizarse

intencionadamente. En cambio, en esta nueva etapa, vigente hasta el tiempo presente,

el motivo y la finalidad de dicho uso es diametralmente opuesto. Atahualpa, como

también sucede con Andagoya, aparece retratado como víctima, aunque, obviamente,

las connotaciones que esta representación adquiere en el Perú contemporáneo van

mucho más allá de las intenciones que tuvo el conquistador español. A partir de Palma

y su memorable relato, la injusticia que sufre Atahualpa a través del ajedrez es la

metáfora en la que se resume y escenifica el lamento, la denuncia o la rabia que muchos

andinos, e hispanoamericanos en general, sienten por la conquista española del imperio

inca y por la consecuente destrucción de la antigua civilización en la que reconocen sus

orígenes más remotos.

Éste es, por tanto, el uso que hacen de esta tradición de Palma aquellos cuya

identidad está marcada por ese resentimiento y que igualmente hacen suyo un discurso

Page 177: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

168

claramente postcolonial. La complejidad consustancial a un hecho histórico de tanta

magnitud como fue la caída del imperio inca a manos españolas queda esquematizada

en su más pura esencia gracias a la brevedad y a la claridad argumental de un relato que

justamente fue ideado para avivar estas emociones. De esta forma, el Atahualpa

ajedrecista que propone Palma, esa versión que tan masivamente ha sido secundada -

¡qué más da que fuera inventada!-, es un icono; es el símbolo de una injusticia, de un

pasado abruptamente roto y de una dolorosa pérdida irreparable que, gracias, entre otros

motivos, a la incuestionable fuerza de esta imagen, no ha caído en el olvido.

Sobre el papel, cuesta creer que el Atahualpa ajedrecista siguiera siendo un

asunto tan profundo hoy en día si Palma, ya en las postrimerías de su larga y prolífera

carrera literaria, no hubiera sentido la necesidad de escribir una historia con una carga

pro indígena y nacionalista tan manifiesta. Desde luego, esta aseveración puede sonar

algo desproporcionada en primera instancia, pues nunca se sabe qué hubiera pasado si

éste no hubiera sido el curso de los acontecimientos. Sin embargo, es innegable que sólo

un intelectual del perfil de Palma podría haber compuesto una narración como ésta. Y

Palma, en aquel Perú de finales del siglo XIX y principios del XX que avanzaba hacia

la creación de su propia identidad nacional, era un personaje casi único en su país. Sólo

alguien que había leído tanto y que había bebido tan frecuentemente de esa riquísima

fuente de información que era la tradición oral, podía dar forma a un relato de estas

características, en el que el pasado, la curiosidad que despertaba visualizar a Atahualpa

jugando al ajedrez, y las inquietudes que vivía el Perú en aquel momento se daban la

mano de manera tan genial.

Page 178: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

169

Sin duda, un estudio más específico sobre las circunstancias que rodearon la

aparición de esta tradición y las reacciones más inmediatas que se produjeron podría

aportar una valiosa información complementaria. Se me antoja especialmente

interesante poder indagar sobre la manera en la que esta historia se interpretó en sus

inicios; es decir, conocer, en la medida de lo posible, si el texto de Palma fue concebido

como un relato fiel a la realidad –en ese supuesto, su impacto habría sido extraordinario-

o si, por el contrario, ya desde sus primeros días de existencia fue recibido como un

texto eminentemente ficcional.

Llegados a este punto, una nueva pregunta entra en escena: ¿es preciso seguir

tildando a la imagen del Atahualpa ajedrecista de leyenda, como ha sido habitual? Si

nos atenemos a la definición que recoge el diccionario de la Real Academia de la

Lengua, por leyenda, en primer término, se entiende la “(n)arración de sucesos

fantásticos que se transmite por tradición,” mientras que la segunda acepción recogida

habla de “(r)elato basado en un hecho o un personaje reales, deformado o magnificado

por la fantasía o la admiración.”86 Tomando estas ideas como referencia, concluyo que

“Los incas ajedrecistas” sí debe catalogarse como una leyenda, pues su trama carece de

visos de veracidad. Sin embargo, eso no quiere decir que el resto de versiones que han

aparecido en torno a la vinculación de Atahualpa y el ajedrez deban recibir la misma

consideración. Es más, abogo por que la impresión emitida por Gaspar de Espinosa,

Pascual de Andagoya y Pedro Cieza de León no sea considerada como leyenda, ya que

las reservas que se puedan surgir acerca de la total credibilidad de estos testimonios no

86 www.rae.es

Page 179: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

170

dejan de ser apreciaciones particulares que, en ningún caso, tienen entidad suficiente

como para negar la veracidad de estos documentos. Mientras que la crítica es más

unánime a la hora de tildar la obra de Palma como eminentemente literaria, no hay

manera de demostrar que estos tres conquistadores, aun no siendo testigos de vista, se

inventaran, juntos o por separado, que Atahualpa jugó al ajedrez.

Esta última reflexión puede sonar contradictoria respecto a lo apuntado unos

párrafos más arriba, pues, por un lado, se afirma que, en el caso de la carta de Espinosa,

puede haber indicios que inviten a la prudencia, y por el otro se manifiesta que no hay

manera de demostrar que lo que dicen él, Andagoya y Cieza de León no es cierto. Esta

confusa situación es consecuencia inequívoca de la carencia de manuscritos que

testifiquen detalladamente la manera en la que el ajedrez fue introducido en el Nuevo

Mundo. Es un proceso que se prolongó durante muchos años y del que se sabe muy

poco, casi nada. Por decirlo de otra forma, más bien se intuye o imagina. Habida cuenta

de cuál es la situación, no hay que pasar por alto un dato realmente llamativo: dentro de

esta escasez documental generalizada, el asunto del que se conocen más referencias es,

precisamente, éste que trata del vínculo entre Atahualpa y el ajedrez. ¿Significa eso

entonces que sí ocurrió? ¿Significa justo lo contrario?

Aun siendo un tema apasionante, no creo recomendable limitar la llegada del

ajedrez a América con la figura de Atahualpa. Obviamente, en esta posible tendencia

influye que se trata, ni más ni menos, que del último emperador inca, una de las máximas

figuras de toda una civilización que justo a partir de su muerte dejaría de ser lo mismo.

Sin embargo, hay, al menos, otro caso que también es sumamente atractivo y que

Page 180: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

171

tampoco está resuelto por completo. Se trata del enigmático final de la vida del

ajedrecista Ruy López de Segura, clérigo muy cercano a Felipe II que, además, estaba

considerado como uno de los mejores jugadores europeos, y por tanto del mundo, a

mediados del siglo XVI. Su desenlace aún es un auténtico misterio, ya que lo único que

José Antonio Garzón, Josep Alió y Miquel Artigas pudieron sacar en claro de su

investigación conjunta es que él tenía los papeles en regla para embarcarse desde Sevilla

con rumbo al Perú (161). En cambio, ahí se pierde su rastro, sin que esté claro si llegó

finalmente a América o si, por el contrario, se quedó en España. Poder reconstruir lo

sucedido en los últimos años de su vida es un reto tan complicado como apasionante.

No sólo se trata de esclarecer lo que pudo haber ocurrido con uno de los grandes

referentes del ajedrez moderno, pues la posibilidad de que hubiera finalmente arribado

al Perú da pie a una serie de conjeturas muy sugestivas sobre la expansión del ajedrez

en este territorio.

Page 181: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

172

OBRAS CITADAS

Acosta de Samper, Soledad. Biografías de hombres ilustres o notables, relativos a la

época del descubrimiento, conquista y colonización de la parte de América

denominada actualmente EE. UU. de Colombia. Bogotá: Imprenta de La Luz,

1883. Print.

Adams, Jenny. Power Play. The Literature and Politics of Chess in the Late Middle

Ages. Philadelphia: U of Pennsylvania P, 2006. Print.

Alfonso X el Sabio. Libro de los juegos: acedrex, dados e tablas; Ordenamiento de las

tafurerías. Ed. Raúl Orellana Calderón. Madrid: Fundación José Antonio de

Castro, 2007. Print.

Andagoya, Pascual de. Relación y documentos. Ed. Adrián Blázquez. Madrid: Historia

16, 1986. Print.

Anderson, Robert R. “Alfonso X El Sabio and the Renaissance in Spain.” Hispania 44.3

(1961): 448-53. Print.

Asturias, Miguel Ángel. Las Casas: el Obispo de Dios. Ed. José María Vallejo García-

Hevia. Madrid: Cátedra, 2007. Print.

Bernabéu Albert, Salvador. Ricardo Palma. Madrid: Concejalía de Cultura, Instituto de

Estudios Madrileños, 1987. Print.

Biblioteca de Autores Españoles. Vol. 168. Madrid: Atlas, 1965. Print.

Blanco Castilla, F. Hernando de Soto. El centauro de las Indias. Madrid: Carrera del

Castillo, 1955. Print.

Page 182: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

173

Bolaño, Roberto. El Tercer Reich. Barcelona: Anagrama, 2010. Print.

Borges, Jorge Luis. Antología poética. Madrid: Alianza Editorial, 1986. Print.

---. Historia universal de la infamia. Buenos Aires: Emecé, 1954. Print.

Bravo Guerreira, María Concepción. “La muerte de Atahualpa: un análisis de las

circunstancias que concurrieron en ella.” Anuario de Estudios Americanos 31.1

(1976): 91-103. Print.

Brocato, Linde M. “Alfonso X’s Libro de ajedrez e dados e tablas or Libro de los juegos

Interrogating Convivencia.” Revisiting Convivencia in Medieval and Early

Modern Iberia. Ed. Connie L. Scarborough. Newark, Delaware: Juan de la

Cuesta, 2014. 297-333. Print.

Casas, Bartolomé de, Gonzalo de Reparaz. Historia de las Indias. Vol. 3. Madrid:

Aguilar, 1927. Print.

Casillas, Jorge S. “El infortunio del último emperador inca, que murió por su dominio

del ajedrez.” ABC: Vocento. 19 Jul. 2014. Web. 25 Jan 2016.

Cieza de León, Pedro. Descubrimiento y conquista del Perú. Ed. Carmelo Sáenz de

Santa María. Madrid: Historia 16, 1986. Print.

Constable, Olivia Remie. “Chess and Courtly Culture in Medieval Castile: the Libro de

ajedrez of Alfonso X, el Sabio.” Speculum 82.2 (2007): 301-47. Print.

Cornejo Polar, Antonio. Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-

cultural en las literaturas andinas. Lima: Editorial Horizonte, 1994. Print.

“Corto de ajedrez: Atahualpa.” ChessBase. ChessBase, n. d. Web. 21 Jan. 2016.

Page 183: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

174

De la Vega, Garcilaso El Inca. Historia General del Perú. Segunda Parte. Lima:

Librería Internacional del Perú, 1959. Print.

Díaz del Castillo, Bernal, and Guillermo Serés. Historia verdadera de la conquista de

la Nueva España. Madrid: Real Academia Española, 2011. Print.

Diccionario de la lengua española. Edición del Tricentenario. Real Academia

Española. Web. 25 Oct 2015.

Dumett, Rafael. El espía del Inca. Lima: La Mula, 2012. Kindle AZW file.

Eales, Richard. “The Game of Chess: An Aspect of Medieval Knightly Culture.” The

Ideals and Practice of Medieval Knighthood; Papers from the First and Second

Strawberry Hill Conferences. Ed. Christopher Harper-Bill and Ruth Harvey.

Woodbridge, Suffolk: Boydell, 1986. 12-34. Print.

El sitio de Guaman Poma: Un Centro de investigación de la Biblioteca Real de

Dinamarca, Copenhague. Det Kongelige Bibliotek, 2004. Web. 12 Oct. 2015.

Entraigües, Jimmy. “Respuestas de Jimmy.” Message to the author. 10 Jan. 2016. E-

mail.

Flores, Ángel. Orígenes del cuento hispanoamericano: Ricardo Palma y sus

tradiciones. Estudios, textos y análisis. México: Premia Editora, 1979. Print.

Foro del Origen Valenciano del Ajedrez. “Valencia. Origen del ajedrez.” Fundación

Deportiva Municipal de Valencia. Web. 12 Oct. 2015.

Friede, Juan. Documentos inéditos para la historia de Colombia. Vol. 1. Bogotá:

Academia Colombiana de la Historia, 1955. Print.

Page 184: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

175

García Calero, Jesús. “María del Carmen Martín Rubio: ‘A Pizarro se le ha negado su

gran inteligencia por analfabeto’” ABC. ABC, 27 Oct. 2014. Web. 7 Feb. 2016.

García, Leontxo. Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas. Madrid: Crítica, 2013. Print.

Garzón, José Antonio. “Nuevos documentos relativos a la afición de los Reyes Católicos

al ajedrez.” Festschrift zu Ehren Alessandro Sanvitos. Ed. Luca D’Ambrosio et

al. Viena: Refordis, 2010. 251-271. Print.

---. Personal interview. 10 Jul. 2015.

Garzón, José Antonio, Josep Alió, and Miguel Artigas. Nuevo Ensayo de Bibliografía

Española del Ajedrez 1238-1938. Valencia: Rom Editores, 2012. Print.

Gómez Redondo, Fernando. “El ajedrez en América.” Rinconete. Centro Virtual

Cervantes, 17 Jun. 2015. Web. 30 Jun 2015.

---. “Milagros ajedrecísticos.” Rinconete. Centro Virtual Cervantes, 23 Oct. 2015. Web.

16 Aug. 2015.

Gude, Antonio. “Re: Sobre el Atahualpa ajedrecista.” Message to the author. 6 Feb.

2016. E-mail.

Hemming, John. The Conquest of the Incas. New York: Harcourt, Brace, Jovanovic,

1970. Print.

Holm, Olaf. “Taptana o el ajedrez de Atahualpa: a los 425 años de Cajamarca.”

Cuadernos de Historia y Arqueología, publicación de la casa de la Cultura

ecuatoriana, Núcleo del Guayas 8.24 (1956): 91-115. Print.

Page 185: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

176

---. Introduction. Notas y documentos sobre miembros de la familia del inca Atahualpa

en el siglo XVI. By Oberem. Guayaquil, Ecuador: Casa de la Cultura

Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, 1976. 7-9. Print.

Inca: Conquest of the Andes / Los Incas y las conquistas de los Andes.” Photograph.

Dallas Museum of Art. Web. 14 Feb. 2016.

Leavitt, Sturgis E. “Ricardo Palma and the Tradiciones Peruanas.” Hispania 34.4

(1951): 349-53. Print.

Lockhart, James. Of Things of the Indies: Essays Old and New in Early Latin American

History. Stanford: Stanford University Press, 1999. Print.

Krämer‐Mandeau, Wolf. “Tradition, Transformation and Taboo: European Games and

Festivals in Latin America, 1500–1900.” Trans. John Stauff. The International

Journal of the History of Sport 9.1 (1992): 63-82. Print.

Kubler, George. “The Behaviour of Atahualpa, 1531-1533.” The Hispanic American

Historical Review 25.4 (1945): 413-27. Print.

La Dama del Ajedrez. Dir. Agustí Mezquida. Desmesura Films & Prodigius Cinema,

2014. Film.

Lezama Lima, José. Obras completas. 2 vols. México: Aguilar, 1975. Print.

---. Antología de la poesía cubana. Vol. 1. Madrid: Verbum, 2002. Print.

López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Madrid:

Editorial Mapfre, 1992. Print.

MacQuarrie, Kim. The Last Days of the Incas. New York: Simon & Schuster, 2007.

Print.

Page 186: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

177

Manrique, Jorge. Poesía. Ed. Jesús-Manuel Alda Tesán. Madrid: Cátedra, 1989. Print.

Martín Rubio, María del Carmen. Francisco Pizarro. El hombre desconocido. Oviedo:

Ediciones Nobel, 2014. Print.

Mena García, María del Carmen. Pedrarias Dávila o “La ira de Dios”: una historia

olvidada. Sevilla: Universidad de Sevilla, 1992. Print.

Murray, H. J. R. A History of Chess: The Original 1913 Edition. New York: Skyhorse

Publishing, 2012. Print.

Oberem, Udo. Notas y documentos sobre miembros de la familia del inca Atahualpa en

el siglo XVI. Guayaquil, Ecuador: Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del

Guayas, 1976. Print.

O’Sullivan, Daniel E. Introduction: “Le beau jeu notable”. Chess in the Middle Ages

and Early Modern Age. A Fundamental Thought Paradigm of the Premodern

World. Berlin: De Gruyter, 2012. 1-13. Print.

Palma, Ricardo. Tradiciones peruanas. Ed. Julio Ortega. Madrid: CEP de la Biblioteca

Nacional, 1993. Print.

---. Cien tradiciones peruanas. Ed. José Miguel Oviedo. Caracas: Biblioteca Ayacucho,

1977. Print.

---. Tradiciones peruanas completas. Ed. Judith Palma. Madrid: Aguilar, 1953. Print.

Pastor, Beatriz. Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia.

Hanover, N. H.: Ediciones del Norte, 1988. Print.

Page 187: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

178

Pérez Pimentel, Rodolfo. El Ecuador profundo: mitos, historias, leyendas, recuerdos,

anécdotas y tradiciones del país. Vol. 1. Guayaquil: Editorial de la Universidad

de Guayaquil, 1988. Print.

Podestá, Bruno. “Ricardo Palma y Manuel González Prada: Historia de una Enemistad.”

Revista Iberoamericana 38.1 (1972): 127-32. Print.

Porras Barrenechea, Raúl. Cartas del Perú, 1524-1543. Lima: Sociedad de Bibliófilos

Peruanos, 1959. Print.

---. Las relaciones primitivas de la conquista del Perú. Lima: Instituto Raúl Porras

Barrenechea, 1967. Print.

Pratt, Mary Louise. Ojos imperiales: literatura de viajes y transculturación. Trans.

Ofelia Castillo. México: Fondo de Cultura Económica, 2010. Print.

Prescott, William Hickling. History of the Conquest of Perú. Vol. 1. Philadelphia: J. B.

Lippincott and Co., 1874. Print.

Puccini, Dario. “La doble oralidad y otras claves de la lectura de Ricardo Palma.”

Revista Crítica Literaria Latinoamericana 10.20 (1984): 263-68. Print.

Ramos, Gabriela. Death and Conversion in the Andes: Lima and Cuzco, 1532-1670.

Notre Dame, Indiana: U of Notre Dame P, 2010. Print.

Rojas, Fernando de. La Celestina. Ed. Julio Rodríguez-Puértolas. Madrid: Akal, 1996.

Print.

Romero, Emilia. Juegos del antiguo Perú. Contribución a una historia del juego en el

Perú. México: Ediciones Llama, 1943. Print.

Page 188: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

179

Salazar, Yolanda. “Españoles e incas luchan en un ajedrez.” Página Siete. Página Siete,

12 Jan. 2015. Web. 19 Jan. 2016.

Scarborough, Connie L. Introduction. Revisiting Convivencia in Medieval and Early

Modern Iberia. Ed. Connie L. Scarborough. Newark, Delaware: Juan de la

Cuesta, 2014. 9-27. Print.

Shenk, David. La partida inmortal: una historia del ajedrez. Trans. Miguel Martínez

Lage y Carlos Pranger. Madrid: Turner Publicaciones, 2009. Print.

“Silk Roads: the Routes Network of Chang’an-Tianshan Corridor.” World Heritage

Center. UNESCO, n.d. Web. 12 Oct 2015.

Siluk, Dennis. Peruvian Poems-and Other Poems. New York: iUniverse, 2005. Print.

---. “Writing a Masters thesis on Atahualpa and chess.” Message to the author. 26 Jan.

2016. E-mail.

Thomas, Ruth Sievers. “Las fuentes de las ‘Tradiciones Peruanas’ de Ricardo Palma.”

Revista Iberoamericana 2.4 (1940): 461-69. Print.

Vasconcellos R., Ricardo. “Ajedrez Fatal.” El Universo de Guayaquil 8 Oct 1992. Print.

Westerverld, Govert. La reina Isabel la Católica: su reflejo en la dama poderosa de

Valencia, cuna del ajedrez moderno y origen del juego de damas. Beniel,

España: Govert Westerveld, 1997. Print.

White, Hayden. Tropics of Discourse. Baltimore: Johns Hopkins U P, 1978. Print.

Winn, Conchita Hassell. “Más sobre las fuentes y documentos de información de que

se sirvió Ricardo Palma: Sus lecturas en Lenguas Extranjeras.” Revista

Page 189: El Atahualpa ajedrecista

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016

180

Hispánica Moderna. Spec. issue of Homenaje a Federico de Onís (1885-1966)

Volumen II 34.3 (1968): 799-809. Print.

Yalom, Marilyn. Birth of the Chess Queen: A History. New York: Perrenial, 2005. Print.

Zapata Gollán, Agustín. Juegos y diversiones públicas. Santa Fe, Argentina: Ministerio

de Educación y Cultura. Dirección General de Cultura, 1973. Print.

Ziólkowski, Mariusz S. La Guerra de los wawqi: los objetivos y los mecanismos de la

rivalidad dentro de la élite inka, siglos XV-XVI. Quito, Ecuador: Ediciones

Abya-Yala, 1996. Print.