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    Morrison siempre estimuló el gusto por los pequeños rituales

    entre amigos. ¿Cómo escuchar The End o Celebration Of The Lizard 

    sin querer prender una vela perfumada? Así, se da más importan-

    cia al festejo de los cuarenta años de la salida del primer disco de

    los Doors que a su música –que sigue construyendo templos en las

    nuevas buhardillas que visita.

    Jim Morrison nació para huir. Nunca tuvo casa ni departamento.

    En el mejor momento de éxito de los Doors vivía en hoteles

    lamentables, vecino de habitación de putas y perdedores. ¿Cómo

    ignorar que había nacido para el sexo? Nico reinventó para él elarte de la felación. Y Pamela Courson llevaba, cosido a mano, un

    pequeño corazón rojo de seda en la parte trasera de sus jeans,

    como para lubricar con una pizca de romanticismo el delicado

    pasaje que su novio sodomita elegía sondear casi siempre. ¿Pero

    había nacido para el rock? Sólo en la medida en la que el rock, en

    esa época, ocupaba el lugar prioritario que nunca más recupera-

    ría. En 1967, el primer disco de los Doors fue la suma heroica y

    macabra de todas las experiencias, las lecturas y las películas que

    habían refinado la sensibilidad de su cantante. Y mientras que el

    mundo se rendía a sus pies, el resto del grupo vivía admirando al

    artista pero odiando sus conductas hostiles. Sobre la escucha de

    sus dos primeros discos (The Doors , Strange Days ) se cierne el

    enigma de una música disimuladamente devastadora, fijada con

    una nitidez analógica radical. Todo en ella es fascinante. El pro-

    ductor Paul Rothchild logró la alquimia de los contrarios, compa-

    rable a la lograda por George Martin en esa época con los Beatles.

    Después, con Waiting For The Sun y hasta L.A. Woman, el barco se

    volvió bastante inestable como para pretender una dirección,

    dejando sin embargo detrás de él una estela que, como una heri-

    da o la promesa punzante de que todo saldrá mal, nunca se cierra.

    Francis Dordor

    ENTREVISTA> Ray M anzar e k: Jim y yo éramos dos amigos que habla-

    ban de arte, de teatro, de cine, de jazz… Hablábamos de rock’n’roll,

    pero nunca de formar un grupo juntos. Dos semanas antes de ter-

    minar el colegio, en junio del 65, Jim me dijo que se iba a ir a Nueva

    York. Tres o cuatro semanas después, yo estaba en la playa… ¿Y a

    quién veo venir hacia mí? A Jim o a alguien que se le parecía, me

    acerqué y vi que era realmente Jim y no el David de Miguel Ángel.

    Le dije: “Si escribís canciones, sentate y cantame una”. Comenzó a

    cantar Moonlight Drive y pensé que era la mejor letra que había

    50. los inrockuptibles

    THE DOORSEntrevista histórica con Ray Manzarek

    Se cumplen cuarenta años deuna de las leyendas másgrandes del rock: The Doors.Motivo suficiente para que sereediten en nuestro país todossus discos. El tecladista Ray

    Manzarek se presta al juegode recordar y contar toda lahistoria de una leyenda que seniega a desaparecer.Entrevista Serge Kaganski y Christian Fevret

    escuchado para una canción de rock. Cantó una o dos más y le dije:

    “Esas canciones son geniales, ¿por qué no formamos una banda de

    rock?”. Jim me respondió: “Es exactamente lo que quiero hacer”.

    ¿Su carisma te impresionó de inmediato?

    Las letras de sus canciones eran bellísimas… No sólo era rock, era

    también poesía. En ese momento los Beatles no eran todavía psi-

    codélicos, cantaban “She loves you yeah yeah yeah” , y los Rolling

    Stones andaban con los blues de Chicago. Había algo de poesía en

    Dylan, pero era demasiado neoyorquino, le faltaba cierta mística.

    La poesía de Jim tenía el sentido del miedo, de la muerte y la tras-

    cendencia que le faltaba a la poesía de Dylan.

    ¿Creés que eso se relacionaba con el hecho de vivir en California?

    Sí, pero también venía del LSD, del instituto de cine, del mundo de las

    películas… Fumábamos marihuana todos juntos, tomábamos LSD y

    teníamos visiones del cielo y del infierno. Todos abrimos las puertas

    de la percepción, y después tuvimos que hacer algo con ese conoci-

    miento. Jim lo utilizó escribiendo canciones y yo en el dominio musi-

    cal con los otros Doors, John y Robbie. John Densmore había tocado labatería en bandas escolares y en grupos de jazz, Robbie Krieger toca-

    ba la guitarra flamenca –era el único que no usaba púa sino sus dedos.

    ¿Cuál era la idea inicial al formar el grupo?

    Combinar todo. Evidentemente, no podíamos cantar como los Bea-

    tles. Hacíamos música psicodélica, extraña y atípica, con mucha

    poesía. ¿Qué otra banda de rock recurría a Brecht y a Weil? En el

    primer disco también hay un tema de Willie Dixon, The End , un

    homenaje a Ravi Shankar y a la música india, y Light My Fire tiene

    la influencia del jazz. Intentábamos combinar todos los géneros

    musicales posibles. Leíamos mucho. No quiero decir que los demás

    no lo hicieran, pero…

    el fuego sagrado

    La poesía de Jim tenía elsentido del miedo, de la

    muerte y la trascendencia

    que le faltaba a la poesíade Dylan.

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    La leyenda presenta a Jim Morrison como un auténtico poeta, aun-

    que otros dicen que era un adolescente que lo único que quería era

    acostarse con chicas y tomar cerveza. ¿Cuál es la verdad?Hay algo de cierto en las dos versiones, por supuesto. Cuando vino

    a vivir con nosotros, acababa de romper con una novia y buscaba

    otra. A veces me sentía como su padre. Se iba, enojado, se acostaba

    con una chica y después escribía unos poemas increíbles; nos embo-

    rrachábamos o nos drogábamos juntos y se convertía en el chamán,

    en el ángel de la poesía. Era como un equilibrista. Era un dios…

    ¿Cómo reaccionó cada uno de ustedes ante el éxito repentino?

    Creo que todos reaccionamos bien, nadie se confundió. Ninguno mal-

    gastó su dinero comprando un auto, ni una mansión, ni vagones de

    cocaína. El dinero no fue la motivación para formar los Doors; nuestras

    motivaciones iban más allá del reconocimiento del público. Lo que nos

    importaba era el acto creativo al que los cuatro nos entregábamos.

    ¿Quedaron satisfechos con el primer disco?

    No. Me hubiera gustado grabarlo en mejores condiciones técnicas.

    The Doors fue grabado con cuatro pistas. Fue una grabación muy

    rápida; es un disco existencial… (risas) . Las condiciones no fueron

    muy distintas en Strange Days . Para el segundo grabamos en ocho

    pistas: éramos como sabios locos, podíamos hacer absolutamente

    todo lo que queríamos en esas cuatro pistas suplementarias, habí-

    amos intentado todo lo que se nos pasaba por la mente. En You’re 

    Lost Little Girl toqué el piano al revés, con el tema que pasaba por

    mi auricular pero en el sentido inverso. La grabación del segundo

    disco fue absolutamente maravillosa.

    Las relaciones entre ustedes también eran muy buenas en ese

    momento…

    En los dos primeros discos todo fue maravilloso. Los lazos se reforza-

    ron, los Doors eran como amantes y la música era la manera acepta-

    ble de hacer el amor entre hombres. La música es el sexo seguro entre

    hombres (risas) . Cuando empezamos estábamos enamorados, era

    como el inicio de una historia de amor. En el segundo disco, la historia

    de amor llegó a su cenit. Fue antes de ser contaminados por el éxito.

    ¿Qué pasó?

    La gente nos empezó a halagar demasiado. Jim fue mimado como

    una superestrella. Sus admiradores adoraban todo de él; él era la

    locura, la danza, lo salvaje… Sus comportamientos absurdos no

    sólo le eran perdonados, sino también reclamados por el público,

    que le exigía una conducta desbordada. Poco a poco llegamos a lo

    más extremo que hizo, a lo que ocurrió en Miami… Jim fue acusado

    de exhibicionismo, ebriedad, conducta “inadecuada”, obscenidad,

    blasfemia y de algo así como haber simulado tener sexo oral.

    Pero veinte años después, ¿podrías decirnos lo que realmente pasó?

    Es que en realidad no lo sé… Fui el primer testigo, pero fue como con

    la muerte de Jim, no sé qué pasó… Con respecto a lo de Miami, creo

    que nunca mostró nada. Dijo al público que iba a hacerlo pero nun-

    ca lo hizo: “Voy a hacerlo, miren, miren...”. Se sacó la camisa, la ten-

    dió delante del público como la capa de un torero, después la   >>>

    Los Doors estaban más

    del lado del blues, éramosmás duros, más oscuros. Leíamosmucho. No quiero decir que losdemás no lo hicieran, pero…

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    tiró a un costado, volvió a ponerla delante de él y pasó su mano

    delante de la capa. Parecía que se había abierto la bragueta y saca-

    do el pene afuera; después se quitó la camisa muy rápido y la colo-

    có nuevamente delante de él diciendo: “¿Vieron? ¿Vieron bien?”.

    Pienso que no lo hizo realmente, pero tenía al público hipnotizado.

    ¿Nunca buscó protegerse del público, tomar distancia?

    A veces se prestaba al juego y otras veces no. Manipulaba al público,

    pero se dejaba llevar por la emoción del momento, como todos. Jim

    era extremadamente calculador y un manipulador, pero cuando

    estaba sobre el escenario… ¡Ah, ah! (gran carcajada). Cuando no era el

    egresado universitario, el intelectual, era el primitivo. Y eso era lo que

    buscábamos en el escenario, era la razón de ser de nuestra música.

    Cuando decís que después de S t r ang e Day s las cosas se volvieron más

    dif íciles, ¿querés decir que las relaciones entre ustedes se deterioraron?

    Nuestras relaciones funcionaban cuando estábamos en la sala de

    ensayos, en nuestro estudio de Santa Mónica. Las relaciones que se

    deterioraron fueron las que manteníamos afuera y abajo del esce-

    nario. Hacía tres años que estábamos juntos, era como si cada uno

    necesitara un poco de espacio. La luna de miel había terminado y

    aparecían las dificultades de la convivencia. La verdadera intimi-

    dad de los Doors terminó en esa época.

    ¿Ésa es la razón por la que a los discos siguientes, Wait i ng F o r The S un

    y T he So f t Par ade , se los consideró como un poco decepcionantes?

    Es posible. Tal vez la motivación no haya sido la misma, pero los

    Doors también eran el reflejo de su época: Martin Luther King

    había muerto, Bobby Kennedy también, apareció Charles Manson,

    la guerra de Vietnam mataba chicos sin parar… Una tensión extra-

    ña empezaba a infiltrase en la conciencia estadounidense y los

    Doors la reflejaban. No podíamos crear fuera de ese contexto. La

    gente esperaba mucho de Jim y lo consentía demasiado. Eso empe-

    zó a afectarlo, y tal vez fue lo que hizo que los dos discos siguientes

    no fueran tan buenos como los primeros.

    ¿Cómo pudieron encontrar en Mo rrison Hot e l lo que habían perdi-

    do después de los dos primeros discos?

    Habíamos empezado una gira de veintiséis fechas que debía ter-minar en Los Ángeles. Todo fue anulado, excepto Nueva York y Los

    Ángeles. Los Doors estaban prohibidos en todos lados por “grose-

    ros”. Como no podíamos volver a tocar públicamente, sólo podía-

    mos ensayar. Teníamos todo el tiempo para hacerlo y dijimos:

    “Ahora que hicimos nuestro disco elegante, nuestra superproduc-

    ción bien limpia, con saxofonistas, trompetistas y violinistas,

    regresemos al blues”. Fue así de simple. ¡Roadhouse blues! (sonríe).

    Enseguida grabaron su último disco, L .A. Wo man, que muchos

    consideran como su obra maestra. ¿Qué fue lo que dio a ese disco

    esa unidad y esa fuerza fascinantes?

    Por un lado, el hecho de grabar en nuestro propio estudio. Nos sen-

    tíamos realmente en casa. Había también algo en el aire, tal vez

    Jim haya sentido que ése podía ser su último disco. El 8 de sep-tiembre de 1970, el día de su cumpleaños, se hizo el regalo de venir

    con un productor para grabar toda la poesía que tenía, cinco o seis

    horas de poesía. “Quiero grabarlo aunque sea una vez”, nos decía.

    ¿Por qué habrá tenido ganas de hacerlo en ese momento, el día de

    su cumpleaños, seis meses antes de su muerte? No lo sé…

    ¿Por qué Jim se f ue solo a París?

    Para descansar, para tomarse unas vacaciones largas. El contrato

    con nuestra discográfica había terminado, habíamos sacado los

    siete discos previstos. Así que podíamos renovarlo o firmar con

    otra discográfica, continuar o detenernos. Todo nos estaba permi-

    tido. Los Doors estaban a punto de empezar una nueva etapa, que-

    ríamos confort, bienestar. Era el momento de tomar un descanso.

    Jim se fue a París porque quería ir a la ciudad a la que había ido

    Hemingway (risas) , la ciudad que les gusta a los artistas nortea-

    mericanos, la ciudad a la que había ido Fitzgerald… Jim necesitaba

    descansar, tomaba demasiado y había perdido peso…

    Cuando comparamos las f otos de sus comienzos con las últimas,

    cuatro años más tarde, nos sorprende ver tanto cambio en Jim en

    tan poco tiempo. ¿Ustedes eran conscientes de eso?

    Pasó muy de a poco. Fue el alcohol, el veneno de la bebida. Era evi-

    dente el mal estado físico en el que se encontraba cuando murió. Es

    similar a lo que le pasó a Elvis, excepto que Jim lo concentró en cua-

    tro o cinco años. ¿Pero qué se le podía decir? A veces lo intentábamos:

    “Jim, no bebas tanto”, y él respondía: “No me digan qué tengo que

    hacer, yo no les digo qué hacer…”. No hay que olvidarse de que eran

    los sesenta: no se les podía decir a los demás cómo comportarse.

    ¿Qué estaban haciendo cuando se enteraron de la muerte de Jim?

    Bueno, era el fin de semana del 4 de julio; recibí una llamada en la

    mitad de la noche. Fue una tragedia terrible… Lo queríamos tanto…

    Habíamos perdido a nuestro hermano.

    ¿Te sentiste tocado por el misterio que rodea a su muerte?

    ¡Por supuesto! Fue terrible, no sabíamos nada de lo que había pasa-

    do. ¿Cómo un estadounidense podía ser enterrado en el Père-

    Lachaise? No hay explicación. ¡Pero eso es Jim Morrison! ¡Qué vida

    legendaria! ¡Qué final!

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