Documento de Trabajo N°29

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Documento N° 29 SÍNDROME DE RIESGO DELICTUAL: Antecedentes del Uso de Drogas en Menores de la Región Metropolitana Por Roberto Lagos

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Documento N° 29

SÍNDROME DE RIESGO DELICTUAL: Antecedentes del Uso de Drogas en Menores

de la Región Metropolitana

Por

Roberto Lagos

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Registro intelectual N° 163.905

Instituto Chileno de Estudios Municipales

Universidad Autónoma de Chile

Mayo 2007

Consejo editorial

Teodoro Ribera Rector Universidad Autónoma de Chile

Georg Spee

Vicerrector Universidad Autónoma de Chile

Sergio Thiers Director Acreditación Universidad Autónoma de Chile

Ricardo Israel

Director Ejecutivo Ichem

Andrés Chacón Secretario General Ichem

Ignacio Pérez Editora Ichem

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3

Roberto Rodrigo Lagos Flores

Cientista Político de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Postítulo en Seguridad Ciudadana © Universidad Alberto Hurtado

Investigador del Área de Seguridad Pública del Instituto Chileno de Estudios

Municipales de la Universidad Autónoma de Chile

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TABLA DE CONTENIDOS Antecedentes

El abuso de drogas dentro de un Síndrome de Riesgo

Influencia del abuso de drogas sobre la delincuencia ¿Qué dice el observatorio nacional sobre drogas? Tendencia del consumo de drogas en la Región Metropolitana Variables asociadas al uso y abuso de drogas

Conclusiones Prácticas

Potenciar y reestructurar estrategias de prevención y control

Asignar importancia central a la coexistencia de factores de riesgo criminales

Bibliografía

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ANTECEDENTES El propósito del presente artículo es contribuir al debate sobre políticas públicas

preventivas y de control frente a la criminalidad, asociadas al fenómeno del

consumo y tráfico de drogas, muy especialmente en la población juvenil (entre

13 y 18 años de edad).

Los principales medios de comunicación y la literatura especializada coinciden al

prestar especial atención al fenómeno de la delincuencia en el mundo juvenil.

Además, los expertos señalan que, en general, en esta edad operan una

variedad y cantidad de fenómenos psicológicos, de desarrollo biológico,

psicosexual y cognitivo que pueden repercutir en conductas antisociales1 y

aumentar la probabilidad de que un menor o adolescente se vea implicado en

infracciones a la ley o en situaciones de vulneración de derechos2. Es en este

período de desarrollo del joven en que aparecen fenómenos como la rebeldía,

los actos vandálicos y la violencia urbana, que son generados por conductas

disruptivas propias de los jóvenes, pero que en algunos casos pueden adquirir

características violentas permanentes y propiciar actos antisociales “iniciáticos”;

comportamientos que resultan riesgosos a medida que los jóvenes se acercan a

su mayoría de edad. En la actualidad existen una serie de estudios relacionados

a la criminalidad juvenil y a la aparición de factores de riesgo en los menores de

edad, lo que ha llevado a acentuar su importancia social, teniendo en cuenta la

implementación de una nueva reforma legal que busca responsabilizar

penalmente a menores que comentan delitos, al mismo tiempo, generar

condiciones de reparación del daño y de reinserción del menor que se inicia en la

delincuencia3.

1 Ver Garrido, Vicente; Per Stangeland y Santiago Redondo. Principios de Criminología. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1999. 2 Ver Vanderschueren, Franz y Alejandra Lunecke. Prevención de la Delincuencia Juvenil. Análisis de experiencias internacionales. División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior, 2004. 3 En su artículo 20, la nueva Ley de Responsabilidad Penal Adolescente (Ley 20.084) busca “hacer efectiva la responsabilidad de los adolescentes por los hechos delictivos que comentan, de tal manera que la sanción forme parte de una intervención socioeducativa amplia y orientada a la plena integración social”. Además, se crea un sistema de responsabilidad penal especial para los adolescentes entre 14 y 18 años coherente con la Convención de Derechos del Niño; se elimina el “discernimiento”; se consagra el derecho a defensa, el debido proceso, a ser oído, a la separación de los adultos; la excepcionalidad de la privación de libertad y al apoyo de la familia durante todo el proceso.

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40,3% de quienes han sufrido robo con violencia o intimidación son jóvenes

40.30%

28.90%

19.70%

11.10%

15 a 26 años 27 a 40 años 41 a 53 años 54 y más años

En general, las conductas de violencia urbana, delincuencia y la comisión de

delitos son propiciadas en su mayoría por menores, entre 13 y 18 años de edad,

pero al mismo tiempo, también entre los 13 y 18 años se producen las mayores

tasas de victimización según tramos de edad, como por ejemplo se muestra en el

Cuadro N° 1. Por lo tanto, es preciso hacer notar que en este tramo de edad se

observan dos fenómenos simultáneos: el menor como autor de actos delictuales

y el menor como sujeto o víctima de hechos criminales.

Cuadro N° 1: Victimización en jóvenes

Fuente: Ministerio de Justicia, División de Defensa Social, Región Metropolitana.

Una paradoja que tiene varias “cuasi explicaciones” y múltiples condicionantes,

como también una detallada lista de actos delictuales en el segmento juvenil que

tiene validez prácticamente en todo el mundo: asociado al robo de bienes, al

tráfico de drogas, a actos incívicos o a violencia callejera. Paradoja que se

conjuga además con determinados riesgos psicosociales, como la etapa

adolescente de construcción de personalidad, la influencia decisiva del grupo de

pares, la pérdida de protagonismo del grupo familiar y escolar, y muy

especialmente el uso y abuso de drogas o sustancias ilícitas, cuestión que en el

último tiempo ha marcado la pauta de las investigaciones en delincuencia juvenil

y que busca dar pistas sobre esta importante relación: juventud y drogas; cuestión

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que algunas instituciones de relevancia nacional aún no han asumido, como por

ejemplo, el Instituto Nacional de la Juventud.

En Chile existe una interesante red de referencias públicas y privadas que

estudian la problemática. Centros de estudios y universidades han buscado

reflexionar críticamente sobre el mundo juvenil y sus naturales dificultades en la

vida moderna, puntualizando la relación con el uso de sustancias lícitas e ilícitas.

Entre otras cosas, durante la década de los ‘90 se ha medido sistemáticamente el

uso de drogas por parte de jóvenes, específicamente en población escolar.

En el presente artículo se utilizará como marco de referencia la encuesta a

escolares diseñada y publicada por CONACE en la Región Metropolitana y se

contrastará esa información cuantitativa con la literatura especializada para dar

una marco de análisis propio del fenómeno, buscando ilustrar la relación entre los

jóvenes y el uso de sustancias como uno más de los factores de riesgo de la

actividad antisocial y sus repercusiones en el ámbito de la seguridad pública. Se

entenderá que el uso y abuso de sustancias es uno más de variados y complejos

factores de riesgo que determinan la probabilidad de que una persona inicie una

carrera delictual, que genere una sintomatología clave con el fenómeno de la

delincuencia, denominado aquí «síndrome de riesgo delictual», subrayando el

hecho de que es tan sólo una probabilidad y no una causa directa del fenómeno

criminal. En la actualidad existe un consenso entre los expertos de que no existen

causas inequívocas de la delincuencia, sino que sólo factores o condicionantes

que aumentan la probabilidad del crimen; este artículo se centrará en el estudio

de tan sólo uno de ellos, muy determinante y que aparece como fundamental a

la hora de hablar sobre un síndrome de riesgo de la delincuencia.

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EL ABUSO DE DROGAS DENTRO DE UN SÍNDROME DE RIESGO

Influencia del abuso de drogas sobre la delincuencia Según la literatura especializada y, siguiendo el contexto epidemiológico de la

criminalidad, es posible afirmar que existen ciertos factores que en conjunto

aumentan las opciones de que un sujeto inicie una carrera criminal, en otras

palabras, que mediante una compleja relación de estos factores se constituya

un escenario en el cual se comentan actos incívicos o delictuales. De esta forma,

la presencia de determinados factores podría constituir un síndrome, es decir,

hacer aparecer un conjunto de fenómenos que caracterizan la situación de

delincuencia. Por ejemplo, un entorno urbano fragmentado o la carencia de

habilidades parentales. Existe un virtual consenso en que para configurar un

síndrome de riesgo deben coexistir algunos de los siguientes 13 factores de riesgo,

los cuales están bien documentados y apoyados en el saber científico actual4:

Esquema N° 1: Principales Factores de Riesgo

1. Calidad de estilo parental

2. Reacción de padres antes conductas de riesgo

3. Actitud hacia conductas de riesgo

4. Neutralización

5. Involucramiento de pares en conductas de riesgo

6. Cercanía con drogas/alcohol

7. Valoración de experiencia escolar

8. Actitud hacia el uso de violencia

9. Sociabilidad y agrado de la experiencia escolar

10. Repeticiones

11. Depresión en el hogar

12. Violencia en el hogar

13. Consumo de drogas/alcohol en el hogar

En este artículo se tomará, a modo de ilustración, la variable “uso y abuso de

alcohol y drogas”, como un factor activador de un síndrome de riesgo mayor. El

4 Los hallazgos de Hein en la materia son sobresalientes, véase Hein, Andrés y Gonzalo Barrientos. Violencia y Delincuencia Juvenil. Comportamientos de riesgo autorreportados y Factores asociados. Fundación Paz Ciudadana, octubre 2004.

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caso del uso de sustancias en población escolar es una muestra con la cual

detallar una variable, que dentro de un fenómeno mayor, puede dar origen a

conductas criminales. En suma, un elemento que sumado a otros

comportamientos o variables exógenas o encadenadas entre sí, pueden

propiciar hechos delictivos.

¿Qué dice el observatorio nacional sobre drogas?

A escala internacional existen variadas fuentes de información y reportes de

expertos sobre la relación de la droga como factor de riesgo de la criminalidad.

Adicionalmente, además de las instituciones estatales, sean éstas fuentes

gubernamentales de información que mediante políticas públicas e

intervenciones, miden o evalúan el impacto del fenómeno de las drogas en la

sociedad; coexisten con ellas entidades independientes del poder público:

organizaciones académicas, organismos independientes, foros de expertos o

ciertos sectores organizados de la sociedad civil que actúan como Observatorios

sobre el tema de drogas y tráficos de estupefacientes5. Sin embargo, en Chile el

Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes CONACE, actúa como una

doble fuente de información lo cual limita la validez y credibilidad de sus

informes6. En efecto, esta institución actúa en dos dimensiones: como

observatorio –monitoreando la evolución del consumo y tráfico de drogas– y

como agente principal –como organismo público dedicado a la temática–.

Se ha transformado así en la única entidad ampliamente reconocida que

entrega información en la materia para el territorio nacional, capaz de generar

informes de calidad y que además pose una estrategia de acción en el tema,

5 El Observatorio Interamericano de Drogas (OID) y el Observatorio Europeo de las Drogas y las Adicciones son los mejores ejemplos de este sistema de monitoreo y evaluación sociopolítico relacionado con la materia. 6 CONACE es un Consejo nacional que actúa a nivel regional y comunal como parte del servicio público destinado a la prevención y al control del consumo y tráfico de drogas. Creada en 1992, cuenta con una Estrategia Nacional sobre drogas 2003-2008 que presenta los lineamientos generales para actuar sobre la materia. En general, es un organismo reconocido a escala internacional debido a la eficacia de sus políticas y a su estrategia adecuada de intervención.

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que apunta en la dirección correcta de la integralidad, la corresponsabilidad y el

trabajo territorial.

Sin embargo, reconocer el mérito del trabajo desarrollado por la institución en el

campo de la intervención pública no impide el análisis crítico de esta

ambivalencia. Por una parte implementar una política, y por otra, certificarla y

evaluarla, lo que le resta autonomía. Este último punto podría recaer en otras

instituciones o ser complementada por otra vía. Sin duda, la conjunción de estas

dos dimensiones genera reparos al ser CONACE productor de información

cuantitativa sobre el fenómeno que busca solucionar, ser el agente principal y el

observador de su accionar. Un ejemplo de este diseño con reparos, que puede

generar un efecto perverso en la calidad de su información, es el hecho que

una institución que implementa programas y que trabaja en una política social

específica, produzca evaluaciones directas y/o semidirectas sobre sus propias

gestiones7.

No obstante las observaciones anteriores, el consumo de drogas en el país ha sido

monitoreado por CONACE y asistido por estudios puntuales de instituciones como

Fundación Paz Ciudadana o FLACSO. Con todo, el consumo de drogas muestra

un comportamiento relativamente homogéneo en el contexto de las comunas

metropolitanas y con una tendencia al alza en sustancias como el alcohol y la

marihuana en población joven escolarizada, aún cuando el consumo de pasta

base aparece ligado a población menor que se encuentra fuera del sistema

educativo.

Los estudios y la evaluación pormenorizada de las encuestas sobre esta materia

evidencian una estrecha vinculación de la delincuencia con el abuso de drogas,

más que con la utilización de sustancias, ligado este último fundamentalmente al

esparcimiento juvenil, no relacionado significativamente con actitudes

criminológicas. Este último fenómeno es más heterogéneo y se presenta en

7 Un ejemplo de esta ambigüedad institucional es el Ministerio del Trabajo, quien entrega informes de desempleo/empleabilidad; una respuesta eficiente a ello es que la Universidad de Chile produce de modo independiente información sobre el tema con amplia validez, mejorando de este modo la información, depurando y haciendo más fiable y creíble el sistema de monitoreo y evaluación de las políticas.

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distintas realidades teniendo como referente a las comunas de estratos bajos y a

otras particularidades territoriales.

Antes bien, resulta imprescindible reconocer que este artículo considera para el

análisis una muestra de menores escolarizados y deja fuera por su propia

naturaleza a menores fuera del sistema escolar, lo que ciertamente tiene otro

nivel y magnitud de consumo de sustancias ilícitas; lo que representa otra forma

de ver la relación “drogas y delincuencia” y, por lo mismo, una fuente de

información relevante para el diseño de políticas públicas, premisa que no se

puede dejar de lado, y que constituye dentro del presente artículo una cifra

negra, un ámbito descuidado por los análisis que bien vale la pena sacar a la luz

en investigaciones posteriores.

En el contexto de las poblaciones marginales, la obtención de la droga significa

en muchos casos, hechos delictuales especialmente violentos, situación que ha

sido ampliada por los medios de comunicación masivos aumentando la

sensación de temor de la población general. Factor comunicativo de alto

impacto que ha tenido cada vez más influencia en los temas de seguridad

ciudadana y en la implantación de prácticas preventivas con marcado acento

en el segmento juvenil; la sensación de inseguridad se ha visto fuertemente

afectada por la presencia de pandillas de consumidores y microtraficantes en los

barrios. Máxime cuando diversos estudios indican que la población percibe que

una de las principales razones del incremento de la delincuencia es el consumo

de drogas8.

CONACE realizó en septiembre de 2005 el Sexto Estudio Nacional de Drogas en

Población Escolar de Chile contribuyendo de esta forma a mantener un registro

fiel de la evolución del uso de drogas en el país9. La serie en población escolar

8 Véanse por ejemplo los estudios del Ministerio del Interior a través de su División de Seguridad Pública, los Estudios de Opinión Feedback y Fundación Paz Ciudadana Adimark desde 1999 en adelante. 9 Cabe destacar que CONACE realiza estudios nacionales en población escolar en años impares, desde 1995 a la fecha, y estudios nacionales en población general en años pares, desde 1996 a la fecha; en base a un cuestionario autoadministrado.

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consta de seis estudios, a saber, los tres primeros (1995, 1997, 1999) bajo la

responsabilidad del Ministerio de Educación, a diferencia de ello, los tres últimos

estudios siguiendo el formato y los procedimientos de CONACE (2001, 2003, 2005),

bajo estándares y protocolos internacionales. El Sexto Estudio utilizó como fuente

a alumnos de Octavo Básico a Cuarto Medio en colegios municipalizados,

particulares subvencionados y particulares pagados de 86 comunas del país,

configurando una muestra nacional de drogas homologable a todos sus estudios

anteriores. En definitiva los tres últimos estudios son comparables entre sí y

constituirán la base del presente documento de trabajo.

Al igual que en reportes internacionales, la encuesta de 2005 obtiene las

declaraciones de consumo de 1)tabaco, 2)alcohol, 3)marihuana, 4)pasta base,

5)cocaína, 6)éxtasis, 7)alucinógenos y 8)heroína, además de sustancias

9)inhalables y estimulantes 10)anfetamínicos, estos últimos usados sin prescripción

médica; como también la (a)intensidad de uso, (b)la percepción de riesgo de los

menores y (c)los factores de riesgo presentes en niños y jóvenes del sistema

educativo nacional, con el objetivo de utilizarlos como indicadores o variables

que coexisten al momento de tratar el uso de sustancias como factor de riesgo

criminal.

En el presente artículo se utilizará la información extraída de la Región

Metropolitana a fin de estimar la importancia relativa del consumo de drogas en

menores como uno de los factores de riesgo que se erigen como elementos

claves dentro de un síndrome de riesgo delictual mayor, predictor de actividades

criminales.

El Cuadro N° 2 presenta la muestra utilizada para la Región Metropolitana: 27.608

estudiantes, representando a 464.283 escolares de 8º básico a 4º medio, de

ambos sexos y de establecimientos municipales, subvencionados y particulares

pagados en la región. En general, los instrumentos de la encuesta nacional a

nivel de universo, muestra y nivel de precisión o error muestral, son adecuados

para realizar interpretaciones de amplio espectro e inferencia estadística.

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Cuadro N° 2: MUESTRA DEL VI ESTUDIO DE DROGAS EN POBLACIÓN ESCOLAR, 2005

MUESTRA POR REGIONES, SEGÚN SEXO. HOMBRE MUJER TOTAL

REGIONES Muestra

Pob. Representada Muestra

Pob. Representada Muestra

Pob. Representada

I 990 17666 855 17780 1845 35446 II 918 19189 941 19335 1859 38524 III 645 8412 717 8908 1362 17320 IV 1151 18100 1130 20217 2281 38317 V 3161 48621 3482 52525 6643 101146

RM 13771 232611 13837 231672 27608 464283 VI 644 13755 776 14014 1420 27769 VII 1847 27975 1963 28610 3810 56585 VIII 3516 50707 3658 53175 7174 103883 IX 793 14750 930 17049 1723 31799 X 1428 22660 1506 23783 2934 46443 XI 199 2305 229 2615 428 4919 XII 342 4665 452 5192 794 9857

PAÍS 29405 481416 30476 494875 59881 976291 Fuente: El autor a base de VI Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar.

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Para ahondar en la problemática (1) se analizarán las encuestas del año 2001,

2003 y 2005 del consumo de tabaco, alcohol, marihuana y derivados de la hoja

de coca bajo la categoría de cocaína, para la Región Metropolitana.

Asimismo, (2) la evolución que han tenido las variables asociadas al uso de

drogas y que tienen una importancia latamente significativa en lo que se

denomina factores de riesgo correlacionados con la criminalidad.

El análisis toma como referencia las “prevalencias de último año” o consumo

reciente en las drogas ilícitas (proporción que ha usado drogas al menos alguna

vez en los últimos 12 meses). En el caso del tabaco y alcohol la medida de

referencia es la “prevalencia de último mes” o consumo actual (proporción que

ha usado estas sustancias al menos una vez en los últimos 30 días).

Para finalizar, (3) se intentará contextualizar el fenómeno y su magnitud a la luz de

otras investigaciones y de la propia interpretación del abuso de sustancias en el

mundo juvenil y su impacto en la criminalidad, la delincuencia y la seguridad

pública.

Tendencia del consumo de drogas en la Región Metropolitana

Las prevalencias de drogas lícitas al mes muestran en el caso del TABACO tasas

de consumo actual de 43,5% y en ALCOHOL de 46,8%; ambas cifras mayores al

promedio de consumo nacional (Tabaco 42% y alcohol 43%). De acuerdo a los

resultados del VI Estudio y cotejado con informes externos, la droga ilícita más

consumida es la MARIHUANA, con una tasa de consumo reciente (prevalencia

de último año) de 16,9%, considerablemente mayor que la prevalencia a nivel

nacional de 15%. Por otra parte, la tasa de consumo de COCAÍNA es de un 3,4%

y la de PASTA BASE de un 2,5%.

En otras drogas como crack, éxtasis y alucinógenos las prevalencias son inferiores

al 2%, demostrando que aún hay un incipiente uso de estas sustancias por parte

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de escolares, a diferencia de lo que ocurre en otros países. En cuanto al

consumo de los inhalables el uso reciente llega al 2,7% y el uso indebido de

estimulantes anfetamínicos, sin prescripción médica, la prevalencia de último año

es de 2,6%. Todo lo anterior queda ilustrado en el Cuadro N° 3.

Cuadro N° 3: PREVALENCIA POR TIPO DE DROGAS 2005 REGIÓN METROPOLITANA

En el caso de Tabaco y Alcohol se considera la prevalencia por mes, las otras drogas corresponden a prevalencia anual. Fuente: El autor a base de VI Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar.

Las interpretaciones del Cuadro N° 3 deben ser contrastadas con la información

emanada de mediciones anteriores, con el objeto de evaluar la real magnitud

del consumo de drogas por parte de los menores de la región. Lo cual puede ser

ilustrado observando la evolución del consumo de drogas lícitas e ilícitas desde

2001 a la fecha, pero acentuando el análisis en aquellas drogas que según los

expertos presentan una correlación más significativa con el fenómeno de la

delincuencia, a saber, alcohol, marihuana, cocaína y pasta base.

Prevalencia por tipo de droga

3.37

16.88

46.7943.48

1.572.7 2.6

1.631.871.462.54

0

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

Marihuana Pasta base Cocaína Crack Éxtasis Alucinógenos Heroína Inhalables Estimulantes Tabaco Alcohol

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El Cuadro Nº 4 muestra las prevalencias de consumo en el último mes de alcohol y

tabaco en el quinquenio 2001 – 2005, y las prevalencias de marihuana, cocaína,

pasta base y éxtasis para el mismo período.

Cuadro N° 4: EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS EN LA REGIÓN METROPOLITANA

EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE ALCOHOL Y TABACO según prevalencia de último mes, por sexo

SEXO DROGAS TOTAL Hombre Mujer

2001 42,51 42,49 42,52 2003 41,71 41,57 41,84 Alcohol 2005 46,79 45,93 47,66 2001 43,26 38,86 47,68 2003 39,16 35,38 42,84 Tabaco 2005 43,48 39,45 47,51

EVOLUCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS ILÍCITAS según prevalencia de último año, por sexo

SEXO DROGAS TOTAL Hombre Mujer

2001 17,20 17,79 16,61 2003 14,44 15,57 13,35 Marihuana 2005 16,88 17,89 15,86 2001 2,56 3,36 1,77 2003 2,66 3,51 1,83 Pasta base 2005 2,54 3,21 1,85 2001 4,66 6,16 3,16 2003 4,03 5,46 2,65 Cocaína 2005 3,37 4,46 2,28 2001 1,20 1,60 0,79 2003 1,48 2,00 0,98 Éxtasis 2005 1,87 2,43 1,30

Fuente: El autor a base de Estudios Nacionales de Drogas en Población Escolar de Chile (2001-2005).

En el caso del ALCOHOL se observa un aumento estadísticamente significativo en

el último bienio, de 41,7% en 2003 a 46,8% en 2005, alza que se aprecia tanto en

hombres como en mujeres. Hay estudios que demuestran el impacto del abuso

de alcohol en conductas antisociales, dada su ingesta excesiva y su capacidad

desinhibidora que precede conductas violentas y predispone al individuo a

comportamientos riesgosos.

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A nivel nacional, el alcohol es la droga más consumida y la que mayor tasa de

morbi-mortalidad produce. La edad promedio de inicio de alcohol es 13 años, lo

que trae aparejado dependencia física y psíquica que puede derivar en un

trastorno progresivo. Situación altamente significante si se comprende el uso y

abuso precoz de esta sustancia por parte de menores, tanto de escolarizados,

que como vemos va en alza, como de desescolarizados, que según los

antecedentes tendrían prevalencias superiores de consumo y mayores factores

de riesgo vinculados a su empleo precoz. Un caso de riesgo alto si se tienen en

cuenta las consecuencias físicas, psíquicas y de desarrollo cognitivo que se

encuentran aparejadas al alto consumo de alcohol en menores de edad.

La comparación de las prevalencias del último año para la droga ilícita

MARIHUANA señala un aumento que es estadísticamente significativo para el

bienio 2003 – 2005, pasando de 14,4% en 2003 a 16,9% en 2005, aún cuando no

llega al nivel de 2001 de 17%. Alza en el consumo de menores que se verifica

tanto en hombres como en mujeres. Esta manifestación es particularmente

preocupante si se tiene en cuenta que la marihuana es una “droga de inicio”,

que si bien no tiene consecuencias inmediatas en hechos delictuales sí es una

puerta de entrada al consumo y abuso de drogas con mayor poder adictivo y

con mayores probabilidades de generar conductas antisociales. Este hecho se

basa en la conocida “hipótesis de la escalada”, o sea, una secuencia general

de progresión estable y acumulativa entre adolescentes10. A lo cual se suma el

hecho de que la población joven que inicia un consumo progresivo de sustancias

menores y prosigue con drogas de mayor poder y dependencia, toman un

contacto primerizo con situaciones de violencia, riñas o conductas facilitadoras

de la delincuencia.

Por otra parte, el uso reciente de PASTA BASE se mantiene estable durante el

quinquenio, no observándose diferencias significativas durante el período.

10 La hipótesis de la escalada afirmaba en sus comienzos que el uso de marihuana conducía necesariamente al consumo de heroína. Hoy se considera que existen a lo menos 4 fases de esta “hipótesis de escalada de las drogas legales a las ilegales”: primero, consumo de cerveza o vino, segundo, cigarrillos o licores, tercero, marihuana y finalmente drogas ilegales. Para mayor ahondamiento véase Becoña, Elisardo. Bases científicas de la prevención de las drogodependencias. Delegación del gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Ministerio del Interior, España, Madrid, 2002.

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Respecto a la COCAÍNA, en cambio, se observa una variación a la baja que es

estadísticamente significativa. Por lo mismo, cabe señalar aquí que ambas

sustancias no están estrechamente relacionadas con el mundo joven

escolarizado, quienes utilizan sustancias con motivos de esparcimiento, del

llamado “carrete juvenil” y de reunión con su grupo de pares. Hay que

considerar que el uso de pasta base se da en contextos fundamentalmente de

menores en situación de marginalidad, en niños desescolarizados o en situación

de calle, hecho que ahonda su riesgo y los hace aún más proclives a ser víctimas

de vulneración de derechos. Aún es incipiente el uso de pasta base en jóvenes

del sistema escolar. Lo mismo pasa con el consumo de cocaína, el cual se da

preferentemente en población de mayor edad.

Aún cuando no resulte primordial para el plan de análisis de este artículo, vale la

pena destacar que en el uso reciente del ÉXTASIS se observa un incremento

durante todo el quinquenio, variación que es estadísticamente significativa en el

último bienio. El uso de éxtasis resulta tal vez todavía más preocupante que

sustancias como cocaína o pasta base, ya que, debido a las implicancias

sociales que tiene para el adolescente (droga de esparcimiento “menos riesgosa”

que la pasta base) puede constituir un inicio a la experimentación con drogas de

diseño. Aún cuando no se aprecie en las encuestas un consumo elevado de

éxtasis por parte de escolares, resulta necesario monitorear su acceso y

prevalencia en adolescentes debido al uso de sustancias de laboratorio que son

tanto o más perjudiciales que las conocidas en la actualidad.

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Variables asociadas al Uso y Abuso de drogas

De la medición enfocada sobre prevalencias y tendencias de consumo se puede

generar una interesante fotografía de la realidad del consumo de drogas en

población joven; no obstante, es requisito fundamental ahondar en algunas

variables que permitan dar luces sobre la relación que tiene el uso de drogas

como factor de riesgo dentro de un contexto de síndrome de riesgo que puede

desestabilizar la conducta juvenil al punto de implicar al sujeto en actividades

incívicas o simples delitos, dentro de los patrones convencionales de control

formal y control informal de la delincuencia.

Los indicadores o variables que según la documentación se encuentran más

relacionados con el uso y abuso de drogas como factor de riesgo asociado a la

estructura escolar es la violencia o agresión en la escuela, la percepción de

riesgo del uso de sustancias, la oferta reciente de droga y la accesibilidad de la

sustancia.

Por una parte, la agresividad escolar, es decir, aquel menor que frecuentemente

ha estado relacionado o ha sido parte de acciones como robos, riñas escolares o

burlas a compañeros, puede convertirse en un predictor del consumo o estar muy

relacionado a él. Las encuestas nacionales sobre drogas así lo corroboran y es

particularmente significativo en las mediciones realizadas hasta ahora. En otras

palabras, un estudiante que haya participado en una o varias acciones de

agresión o violencia escolar tiende a presentar mayores niveles de consumo de

drogas o de intensidad en su uso. Por otra parte, también un indicador válido de

la relación escuela-drogas es la percepción de riesgo que tienen los estudiantes

con respecto al uso frecuente de alguna droga lícita o ilícita. Es decir, aquellos

estudiantes que tienen mayor consciencia del peligro del uso de sustancias

tendrían también un menor consumo de las mismas. En este sentido,

generalmente los estudiantes tienden a tener mayor percepción de riesgo con

drogas duras: cocaína o pasta base, lo que los predispone a menores consumos,

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20

como ha ratificado en el análisis anterior correspondiente a la serie de encuestas

nacionales sobre drogas en adolescentes; sin embargo, conservan una menor

percepción de riesgo en el uso de marihuana. Lo cual sustenta el hecho de que

es necesario profundizar en estrategias que aumentan esta percepción y se frene

la puerta de entrada al consumo de drogas por esta vía. En general, los

resultados de las encuestas desde 2001 a la fecha no señalan una baja

significativa en los niveles de percepción de riesgo, concentrándose por ejemplo,

en los siguientes niveles: riesgo de fumar marihuana en un 36%, tomar tragos

frecuentemente en un 42% o probar cocaína dos veces al mes en un 50%. Con el

objeto de profundizar en la percepción de riesgo es que resulta vital continuar

con planes de información nacionales y regionales, con mayor difusión y entrega

de conocimientos, derribando mitos y convenciones que son parte de la cultura

vitivinícola nacional o de simples invenciones que se han quedado en el

inconsciente adulto y juvenil y que catalogan a las sustancias como elementos

inocuos y compatibles con una vida sana y saludable.

Lo mismo ocurre con el indicador oferta de la droga, esto es, la proporción de

jóvenes que declara haber recibido un ofrecimiento directo de marihuana, pasta

base o cocaína durante los últimos 30 días. En general los niveles regionales se

mantienen estables en marihuana con proporciones del orden del 18%. En cuanto

a la cocaína su oferta directa baja de un 6,1% a un 5%, lo que sigue demostrando

una leve disminución tanto a la oferta directa de cocaína, como a la

predisposición del menor a usarla, como lo comprueban todas las encuestas

nacionales. En el caso de la pasta base, en cambio, no se observan variaciones

importantes. El único elemento a la baja es facilidad de acceso a las sustancias,

las encuestas desde 2001 a la fecha registran una mantención o caída moderada

en la percepción de los niños y jóvenes con respecto a la facilidad/dificultad de

obtener droga. La proporción de estudiantes que considera que es fácil conseguir

marihuana pasa de un 50,3% a un 44% entre los años 2003 y 2005; la proporción

de jóvenes que considera fácil conseguir cocaína disminuye de 23,7% a un 20,3%

y la proporción de estudiantes que consideran fácil conseguir pasta base pasa

de un 22,9% a un 19,3% en el último bienio.

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Con todo, es posible sostener que persiste un escenario en el cual los menores

conviven cotidianamente con sustancias como el alcohol y marihuana, y en

menor medida, con pasta base y cocaína. Aún consideran el sistema educativo

como un factor protector y persiste la imagen de que es riesgoso consumirlas

frecuentemente y es difícil acceder a ellas con periodicidad. Sin embargo, es

necesario mantener y reforzar estrategias de prevención en el segmento juvenil

de modo de debilitar los factores de riesgo, revertirlos, y reducir los indicadores

asociados al consumo de drogas como síndrome de riesgo delictual: intensidad

de uso, facilidad de acceso a sustancias, accesibilidad de drogas y agresión y

violencia escolar, entre otras. Entendiendo que un factor de riesgo como el uso

de sustancias aumenta su complejidad mediante la coexistencia con otras

situaciones que incrementan la posibilidad de que un adolescente desarrolle

problemas emocionales, conductuales o de salud que podrían derivar en

acciones delictuales.

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CONCLUSIONES PRÁCTICAS

Potenciar y reestructurar estrategias de prevención y control

El consumo de drogas a nivel país, ha tendido a estabilizarse, luego de que

aumentara durante la segunda mitad de los noventa. Teniendo presente este

contexto, el presente artículo, utilizando como fuente las encuestas nacionales, la

literatura especializada y los datos actuales sobre la realidad del consumo de

drogas en menores de la Región Metropolitana, y teniendo en cuenta las

variables relacionadas con este Factor de Riesgo, puede concluir lo siguiente:

Primero, los datos registran un aumento significativo del consumo de marihuana

en la región, especialmente en la enseñanza media, y por lo mismo, es necesario

potenciar las estrategias preventivas para este grupo etáreo o reestructurar las

acciones realizadas en la actualidad. Un involucramiento activo de instituciones

relacionadas en la materia (CONACE, INJUV, administradores de espacios de

recreación, policías, División de Seguridad Pública) junto a una perspectiva de

focalización territorial y barrial, donde los municipios y sus organizaciones juveniles

de base resultan fundamentales. También es necesario reforzar la percepción de

riesgo en torno al uso de sustancias y rechazar mensajes o discursos favorables a

la legalización del consumo de sustancias ilícitas, menos aún cuando se trate de

menores de edad.

En segundo lugar, el uso de cocaína y pasta base en población escolar se

mantiene estable, lo que señala que es preciso focalizar y especificar la

intervención social y sanitaria en sustancias de mayor acceso y consumo por

parte de los menores de edad escolarizados, pero aumentar los esfuerzos en

menores fuera del sistema educativo comprendiendo el uso de otras sustancias

ligadas a su condición social.

En tercer lugar, la escuela sigue siendo un espacio protegido, o sea, un espacio

propicio para prevenir el consumo de drogas y una fuente de protección a

menores; en cambio, se ha constatado que el uso, el consumo y el acceso a

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drogas se concentra en mayor medida en espacios como las discotecas, los pubs

o fiestas y espacios de diversión juvenil. En este sentido, en amplios sectores

juveniles la asociación entre drogas y diversión ha ido creciendo de tal manera

que el uso de drogas, y sobre todo de alcohol, ha acabado por convertirse en un

componente esencial de su tiempo libre, por lo cual se hace fundamental tomar

medidas e implementar acciones preventivas, especialmente dirigidas a este

grupo de la población y que tengan como trasfondo el buen uso del tiempo libre

y espacios de diversión libres de drogas.

Existen modelos internacionales, a este respecto, útiles de referenciar. Pareciera

que hay muchas familias y entidades educativas que aún no perciben estas

situaciones de riesgo y que todavía no consideran la gravedad que este

problema tiene y la urgencia de abordarlo seriamente, aún cuando, por el

contrario, algunos establecimientos educacionales implementan y enfocan

estrategias dirigidas al mundo joven, integrando acciones de prevención del

consumo de sustancias, de violencia y maltrato escolar, de convivencia y de

resolución pacífica de conflictos. Sin embargo, estas acciones no pasan de ser

buenas intenciones, o hechos aislados y parciales según la institución

gubernamental patrocinadora o la Municipalidad o Corporación que se

encuentra a cargo. La relación de las policías y el mundo joven permanece

como un espacio vacío, casi imposible de ligar, a diferencia de experiencias

internacionales exitosas en las que policías ligados al trabajo comunitario y

organizaciones juveniles son capaces de trabajar en la promoción de conductas

y acciones de consumo responsable de sustancias para mayores de edad, y de

espacios libres de drogas para menores en vulnerabilidad social.

En cuarto lugar, resulta elemental evitar el predominio de conductas y actitudes

favorables hacia el consumo de drogas, tanto a nivel escolar como familiar y de

barrios, situación que se da especialmente entre el grupo de pares, lo que

tendería a favorecer una delincuencia temprana o cometer “delitos iniciáticos”,

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situación que es radicalmente distinta en un grupo de pares que no consumen11.

La presión del grupo de pares y las relaciones entre menores de edad en torno al

uso de sustancias y de delitos menores, se encuentra en la actualidad

suficientemente demostrado como para delinear acciones de prevención y de

control con base científica y técnica.

Con relación al control del tráfico de sustancias ilícitas, los datos muestran que el

consumo está estrechamente relacionado a la exposición y oferta de drogas, la

que se produce principalmente en lugares de diversión nocturna y en espacios

públicos. Esto debe llamar a mejorar no sólo la acción de los elementos de

control, como las policías, sino también convocar una adecuada supervisión por

parte de los padres y de los responsables de los locales de diversión o quienes

organizan actividades de esparcimiento dirigidos a niños y adolescentes. Como

también a transformar a los gobiernos locales en promotores del desarrollo

espacial y territorial con una dimensión de seguridad pública esencial, un espacio

público que considere a la seguridad como elemento de su diseño y atención

fortalece el capital social, promueve el diálogo vecinal y produce convivencia

urbana y disminuye la sensación de inseguridad, especialmente entre niños y

adolescentes, los principales usuarios de los espacios públicos comunales.

Se ha postulado en este trabajo la estrecha relación entre criminalidad precoz y

abuso de drogas, teniendo presente que como factor de riesgo, esta última

conducta debe coexistir con otros factores de modo de conformar un «síndrome

de riesgo delictual».

11 Las teorías más fecundas y validadas sobre la criminalidad precoz y el uso de drogas son, en general, las teorías del control y las teorías subculturales, por ejemplo, la Teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland y la Teoría de las Oportunidades Diferenciales de Cloward y Ohlin. En el primer caso, la familia juega un rol estratégico de control y encausamiento de conductas; en el segundo, son los amigos o pares los que determinan comportamientos. Para mayor ahondamiento ver Garrido, Vicente; Per Stangeland y Santiago Redondo. Principios de Criminología. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1999.

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Algunos autores postulan la fuerte asociación de ciertas características familiares

con los factores anteriormente expuestos para constituir una probabilidad de

conducta criminal12.

Este artículo ha considerado que la dependencia del consumo de drogas se

integra dentro de una combinación de elementos que facilitan la entrada de los

sujetos a problemas de conflicto con la justicia, como también, que el consumo

de estas sustancias desinhiben la “conducta socialmente permitida”, provocando

agresividad, dañando las relaciones familiares, el desarrollo escolar y profesional.

Con respecto al uso excesivo del alcohol por menores, aún existen falsas

creencias, mitos y confusiones, y sus consecuencias son mal valoradas,

generando mayor preocupación entre profesionales y expertos y no tanto en la

población general, especialmente en el grupo juvenil, quienes lo ven como un

instrumento más en sus vidas ligados a momentos de diversión y compañía. Lo

que se profundiza cuando redes de microtraficantes o “narcos ocasionales”

pasan a formar parte del entorno cercano del menor, principalmente si este

último ha dejado la escuela por escasez de expectativas, por relaciones familiares

desestructuradas o por problemas de aprendizaje. Bajo este escenario, su

“mundo privado” pasa a ser el “grupo del barrio”, los pares que inician junto al

menor el camino hacia comportamientos más riesgosos o amenazantes.

De esta manera, se va configurando un comportamiento alternativo que

responde a una realidad que muchos adolescentes no logran manejar

adecuadamente, bajo el propósito de intentar obviar la dura realidad en la que

viven.

En este sentido, la teoría de las oportunidades diferenciales desarrolladas por

Cloward y Ohlin señala una serie de subculturas relacionadas con las prácticas de

12 “El desempeño parental en atención, supervisión y control del comportamiento adolescente juega un rol estratégico. Ambas cosas están, por lo demás, perfectamente asociadas como se ha mostrado: padres efectivamente involucrados mejoran la relación con los hijos y ciertas disposiciones específicas del control adolescente no sólo no menoscaban, sino que se asocian directamente con la calidad de la relación parental”. Valenzuela, Eduardo. “Padres involucrados y uso de drogas: un análisis empírico” en Revista Estudios Públicos. N° 101, verano, 2006. Pág. 162.

Page 26: Documento de Trabajo N°29

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la delincuencia. Una de ellas, la subcultura de la evasión, se corresponde con

este fenómeno de alejamiento de los controles sociales y del mundo cotidiano,

estructurado por normas y valores sociales; en cambio, el uso y abuso de

sustancias se presenta como una respuesta a la falta de integración con la

sociedad, constituyéndose en una válvula de escape autodestructiva y

desorganizadora del orden social cuando se expresan en conductas de agresión

concretas, aunque aisladas, hacia otras personas13.

Asignar importancia central a la coexistencia de factores de riesgo criminales

Si bien las agencias estatales han tendido durante el último tiempo a estructurar

su trabajo y a priorizar su intervención con la sociedad, aún permanecen

debilidades en el diseño de programas y en la ejecución de políticas públicas

locales. Es así como la División de Seguridad Pública ha delineado una Política

nacional y una Estrategia Nacional de Seguridad Pública, también SENAME, y

SERNAM profundizan su trabajo a escala comunitaria; por otra parte, CONACE

cuenta con una Estrategia Nacional hasta el año 2008, necesaria de actualizar,

pero que en general presenta un mapa operativo adecuado a la problemática

que busca atender. Sin embargo, el peso de los hechos y la necesidad de refinar

las intervenciones y de ser fieles al diseño original de los programas, hace

necesario avanzar en la búsqueda de mejor coordinación y de evitar la

fragmentación de acciones y programas en el ámbito local.

Solamente realizando acciones que tengan como objetivo común al individuo,

las familias, la escuela y el barrio, de manera coordinada e integrada se pueden

13 Hay una estrecha relación entre el “delito amateur” y el uso y abuso de drogas: los “dealers” generalmente son jóvenes que desarrollan una actividad asociada al tráfico menor de drogas; como también los “soldados”, “guardias” o “zombies”, son categorías dentro de una red vertical asociada al consumo y tráfico de droga que utiliza a menores de edad en conductas altamente vulnerables y delictuales. Véase para el primer caso Vanderschueren, Franz y Alejandra Lunecke. Prevención de la Delincuencia Juvenil. Análisis de experiencias internacionales. División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior, 2004. Para el segundo ejemplo, Lunecke, Alejandra y Juan Carlos Ruiz. Barrios urbanos críticos en materia de violencia y delincuencia: Marco de análisis para la construcción de indicadores de diagnóstico. Universidad Alberto Hurtado y ONG Cordillera, 2004.

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entregar respuestas de impacto en las comunidades. De esta forma se estará

interviniendo coherentemente y atacando los “síndromes de riesgo delictual” y se

evitará intervenir tan sólo sobre “factores de riesgo”, lo que hasta la fecha de hoy

predomina en las respuestas burocráticas estatales: ministerios y policías.

Actuando en conjunto sobre los síndromes de riesgo delictual se diseñan

estrategias locales de prevención promoción, tratamiento y rehabilitación de

conductas desviadas o antisociales.

Cuadro N° 5: DE FACTORES DE RIESGO A SÍNDROME DE RIESGO

EJEMPLO DE COEXISTENCIA DE FACTORES

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Como lo sintetiza el Cuadro N° 5, en este artículo se han intentado contextualizar

los conceptos de “factores de riesgo” y de “síndromes de riesgo delictual”,

utilizando como elemento estratégico el “consumo y abuso de drogas” por parte

de niños y jóvenes. Antes bien, los factores de riesgos no son ponderables y aún

se mantiene en el debate académico y científico la importancia relativa de cada

Factores de riesgo

El

encadenamiento de las causas aumenta la

probabilidad de conductas delictuales

Síndrome de riesgo delictual

Calidad de estilo parental

Violencia en el hogar

Consumo de drogas/alcohol en el hogar

Involucramiento del grupo de pares

Etc.

Reacción de padres antes conductas de riesgo

Page 29: Documento de Trabajo N°29

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uno de ellos en conductas socialmente desviadas, la priorización de los factores.

Solamente se sabe que es necesario trabajar en la mayor cantidad de ellos. Sin

embargo, y para diseñar una carta de navegación consistente, se parte de la

premisa de que todas las intervenciones sociales deben ser sistémicas y tomar a

los factores de riesgo en común, o con la coexistencia de varios de ellos. Sólo de

ese modo la política pública estará haciendo eco de la multicausalidad de los

elementos que hacen probable la delincuencia.

Los factores de riesgo son tan sólo probabilidades de ocurrencia de hechos

relacionados con el delito, la violencia o la victimización. En algunos casos, el

abuso de sustancias puede actuar como una causa remota, por ende se

presenta ante el policy maker o el investigador, como un indicador de un

síndrome de riesgo mayor; pero del mismo modo, el abuso de drogas puede

actuar como una causa inmediata, es decir, el cometer actos delictuales con el

objetivo de obtener droga (alcohol y pasta base preferentemente) de manera

inmediata. Ambas situaciones influyen en la construcción de capital social en el

ámbito local (fortaleciéndolo mediante su ausencia o pervirtiéndole mediante su

presencia) y en el encadenamiento de los factores riesgo –individuales, familiares,

barriales- originando la presencia de un síndrome de riego delictual.

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BIBLIOGRAFÍA Becoña, Elisardo. Bases científicas de la prevención de las drogodependencias. Delegación del gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Ministerio del Interior, España, Madrid, 2002. Conace, (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), Ministerio del Interior. Cuarto Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, 2001. Informe final, 2002. Conace, (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), Ministerio del Interior. Quinto Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, 2003. Informe final, 2004. Conace, (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), Ministerio del Interior. Sexto Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, 2003. Informe final, 2006. División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior. Política Nacional de Seguridad Ciudadana. Documento, octubre, 2004.

Garrido, Vicente; Per Stangeland y Santiago Redondo. Principios de Criminología. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1999. Hein, Andrés y Gonzalo Barrientos. Violencia y Delincuencia Juvenil. Comportamientos de riesgo autorreportados y Factores asociados. Fundación Paz Ciudadana, octubre 2004. Lagos, Roberto y Jorge Mardones. La Seguridad Pública en los Gobiernos Locales. Documento de Trabajo N° 10, Santiago, ICHEM, octubre, 2006. Ley 20.084. Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, diciembre, 2005. Valenzuela, Eduardo. “Padres involucrados y uso de drogas: un análisis empírico” en Revista Estudios Públicos. N° 101, verano, 2006. Vanderschueren, Franz y Alejandra Lunecke. Prevención de la Delincuencia Juvenil. Análisis de experiencias internacionales. División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior, 2004.