Djehuty's Puzzle

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22 HISTORIA Y VIDA ARQUEOLOGÍA HISTORIA Y VIDA 23 PROYECTO DJEHUTY L a luz tenue de una linterna era lo único que me guiaba por los pasillos excavados en la roca.” Pese a ello, cuando José Manuel Galán entró por vez primera en la tumba de Djehuty, en noviembre de 2000, lo que vio le cautivó. No obstante, no se imaginó que tenía ante sí un rom- pecabezas que bien podría ser el argu- mento de una novela de Agatha Christie de no ser porque sucedió de verdad. Sus protagonistas: una reina controvertida, un alto dignatario vanidoso y ladrones de momias. El escenario: una montaña con muertos y ajuares ocultos. La historia arranca hacia 1450 a. C., al principio de la dinastía XVIII. La política egipcia vivía momentos cruciales. Ah- mose I había derrotado y expulsado a los hicsos, y Tebas (hoy Luxor) se había con- vertido en la capital del Imperio en detri- mento de Avaris. Era el inicio de una de las épocas de máximo esplendor de Egip- to, en la que faraones como Akhenatón harían de él una potencia hegemónica. En este período vivió también el célebre Tutankhamón. Junto a ellos, una mujer, Hatshepsut. Esposa de Tutmosis II, al no engendrar un hijo varón, vio cómo el tro- no pasó al pequeño Tutmosis III, fruto de una relación del Rey con una concubina. Pero, debido a la corta edad del herede- ro, ejerció de regente, y unos años más tarde maniobró hasta ocupar el poder. En esta época de cambios llegó a Tebas un sacerdote de la provincia de Hermó- polis. Se llamaba Djehuty, y se erigió en escriba real y supervisor del tesoro y los trabajos de los artesanos de la Reina. “Controlaba la llegada de metales pro- cedentes de Nubia y las piedras precio- sas del Sinaí, y dirigía a los que trabaja- ban el metal para cubrir los obeliscos de Hatshepsut en Karnak o a los que talla- ban con madera de cedro del Líbano la barca sagrada de Amón”, explica Galán, investigador del Consejo Superior de In- vestigaciones Científicas (CSIC). Ni rastro de él Gozar de la confianza de Hatshepsut, que tuvo que defenderse de las intencio- nes de sus enemigos, pudo costarle caro a Djehuty. Al morir, su nombre y su cara grabados en su tumba fueron borrados a conciencia a golpe de cincel y martillo. Con este ritual, conocido como damna- tio memoriae, se pretendía eliminar to- do rastro de su existencia y, con ello, privarle de la vida eterna. Era el peor castigo para un egipcio. La propia Hatshepsut fue objeto de este ataque, “tal vez para evitar que otras mu- jeres siguieran su ejemplo”, apunta Ga- lán. En contra de lo que pudiera creerse, no todos los altos oficiales de la Reina-fa- raón recibieron la misma pena. Algunos incluso “tuvieron unas carreras adminis- trativa y política boyantes en reinados posteriores”, señala el egiptólogo. De las varias tumbas a las que accedió, Galán decidió estudiar la de Djehuty al observar que sus paredes no estaban pin- tadas, sino decoradas con relieves. Era algo poco habitual para la época y signo de que la tumba pertenecía a alguien im- portante. Dos años después, comenzaba el Proyecto Djehuty bajo su dirección. “Soy el jefe” La existencia de la tumba se conocía des- de 1844, cuando el egiptólogo prusiano Karl Richard Lepsius copió parte de la Desde hace diez años, un equipo multidisciplinar dirigido por el egiptólogo José Manuel Galán trata de rescatar la memoria de un alto oficial de Hatshepsut. EL PUZLE DE DJEHUTY ZUBEROA MARCOS, PERIODISTA El escenario faraónico del más allá LAS NECRÓPOLIS DE LOS SOBERANOS DEL REINO NUEVO Y SUS MÁS ALLEGADOS EL PAISAJE FARAÓNICO Desde principios del Reino Nuevo (c 1550-1069), época dinástica que comprende, entre otros, el reinado de Hat- shepsut, el área del Valle de los Reyes y el de las Reinas, en la orilla occidental del Nilo (arriba), y los complejos de Karnak y Luxor, en la oriental, formaron un gran espacio de culto privilegiado. Djehuty hizo excavar su tumba allí, en la colina de Dra Abu el-Naga, una zona ligeramente alejada de la tumba de la Reina-faraón a la que sirvió.

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proyecto djehuty

 La luz tenue de una linterna era lo único que me guiaba por los pasillos excavados en la roca.” Pese a ello, cuando José Manuel Galán entró por vez primera en

la tumba de Djehuty, en noviembre de 2000, lo que vio le cautivó. No obstante, no se imaginó que tenía ante sí un rom-pecabezas que bien podría ser el argu-mento de una novela de Agatha Christie de no ser porque sucedió de verdad. Sus protagonistas: una reina controvertida, un alto dignatario vanidoso y ladrones de momias. El escenario: una montaña con muertos y ajuares ocultos. La historia arranca hacia 1450 a. C., al principio de la dinastía XVIII. La política egipcia vivía momentos cruciales. Ah-mose I había derrotado y expulsado a los hicsos, y Tebas (hoy Luxor) se había con-vertido en la capital del Imperio en detri-mento de Avaris. Era el inicio de una de las épocas de máximo esplendor de Egip-to, en la que faraones como Akhenatón harían de él una potencia hegemónica. En este período vivió también el célebre Tutankhamón. Junto a ellos, una mujer, Hatshepsut. Esposa de Tutmosis II, al no engendrar un hijo varón, vio cómo el tro-no pasó al pequeño Tutmosis III, fruto de una relación del Rey con una concubina. Pero, debido a la corta edad del herede-ro, ejerció de regente, y unos años más tarde maniobró hasta ocupar el poder.En esta época de cambios llegó a Tebas un sacerdote de la provincia de Hermó-polis. Se llamaba Djehuty, y se erigió en escriba real y supervisor del tesoro y los trabajos de los artesanos de la Reina. “Controlaba la llegada de metales pro-cedentes de Nubia y las piedras precio-sas del Sinaí, y dirigía a los que trabaja-ban el metal para cubrir los obeliscos de Hatshepsut en Karnak o a los que talla-ban con madera de cedro del Líbano la barca sagrada de Amón”, explica Galán, investigador del Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas (CSIC).

Ni rastro de élGozar de la confianza de Hatshepsut, que tuvo que defenderse de las intencio-nes de sus enemigos, pudo costarle caro a Djehuty. Al morir, su nombre y su cara grabados en su tumba fueron borrados a conciencia a golpe de cincel y martillo.

Con este ritual, conocido como damna-tio memoriae, se pretendía eliminar to-do rastro de su existencia y, con ello, privarle de la vida eterna. Era el peor castigo para un egipcio.La propia Hatshepsut fue objeto de este ataque, “tal vez para evitar que otras mu-jeres siguieran su ejemplo”, apunta Ga-lán. En contra de lo que pudiera creerse,

no todos los altos oficiales de la Reina-fa-raón recibieron la misma pena. Algunos incluso “tuvieron unas carreras adminis-trativa y política boyantes en reinados posteriores”, señala el egiptólogo.De las varias tumbas a las que accedió, Galán decidió estudiar la de Djehuty al observar que sus paredes no estaban pin-tadas, sino decoradas con relieves. Era

algo poco habitual para la época y signo de que la tumba pertenecía a alguien im-portante. Dos años después, comenzaba el Proyecto Djehuty bajo su dirección.

“Soy el jefe”La existencia de la tumba se conocía des-de 1844, cuando el egiptólogo prusiano Karl Richard Lepsius copió parte de la

desde hace diez años, un equipo multidisciplinar dirigido por el egiptólogo José Manuel galán trata de rescatar la memoria de un alto oficial de hatshepsut.

el puzle de djehuty

zuberoa marcos, Periodista

el escenario faraónico del más allálas necróPolis de los soberanos del reino nuevo y sus Más allegados

el paisaje faraónicoDesde principios del Reino Nuevo (c 1550-1069), época dinástica que comprende, entre otros, el reinado de Hat-shepsut, el área del Valle de los Reyes y el de las Reinas, en la orilla occidental del Nilo (arriba), y los complejos de Karnak y Luxor, en la oriental, formaron un gran espacio de culto privilegiado. Djehuty hizo excavar su tumba allí, en la colina de Dra Abu el-Naga, una zona ligeramente alejada de la tumba de la Reina-faraón a la que sirvió.

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inscripción de su fachada. A finales del siglo xix, los egiptólogos Wilhelm Spie-gelberg y Percy Newberry también es-tudiaron el monumento someramente. Pero ninguno de ellos se interesó por el personaje que hizo de su tumba una obra de arte. Galán, en cambio, lleva diez años intentando averiguar quién fue Djehu-ty, por qué recibió semejante castigo y quién, o quiénes, lo llevó a cabo. Los investigadores han extraído gran cantidad de información de las paredes del enorme patio de entrada (de 34 m de largo). Allí han hallado inscripciones en las que el escriba real se autodefine y ex-plica sus tareas. “Soy el jefe, quien da las instrucciones, quien dice a los artesa-nos cómo hacer su trabajo”, reza una de ellas. Mensajes como éste y el hecho de que algunos estén escritos de un modo

criptográfico, solo conocido por la élite, denotan que Djehuty era una persona jactanciosa, a la que le gustaba lucirse como un dominador de las letras.Galán, además, sospecha que el funcio-nario pudo haber construido su tumba con prevaricación. “Él controlaba las fi-nanzas y los artesanos, así que pudo ha-ber desviado parte del dinero de Hat-shepsut y haber empleado a los artistas que estaban decorando su templo fune-rario en la construcción de su exquisita morada para la eternidad”, argumenta.

Lazos familiares a resguardoEsta actitud ostentosa pudo granjearle a Djehuty no pocos enemigos, que se ven-garían de él borrando su memoria. No obstante, el motivo real de la damnatio memoriae podría ser otro más antiguo.

Los egiptólogos apenas sabían nada de la vida personal de Djehuty hasta que, hace dos años, encontraron tres estatuas al fondo de su tumba en las que aparece con sus padres. También sacaron a la luz dos escenas grabadas en la capilla y en la sala transversal en las que se le repre-senta con sus progenitores y sus herma-nas disfrutando de un banquete. Pese a que sus nombres fueron borrados por el maligno ritual egipcio, los expertos pu-dieron identificar a Djehuty y a sus fami-liares gracias a que los términos de pa-rentesco se salvaron de la agresión. Se desconoce si Djehuty se casó o tuvo hijos, pues no lo detalló en su tumba. “És-te es un aspecto común en algunos de los altos funcionarios de Hatshepsut. Se cree que responde a un gesto de respeto hacia la Reina”, opina Galán.

Interrogantes abiertosUna mañana de febrero de 2009, tras descender por una acusada escalera de ocho metros, Galán alcanzó el pozo fune-rario. Y, tras arrastrarse entre unos es-combros, accedió a la cámara sepulcral. “Fue uno de esos momentos que se viven

pocas veces –recuerda Galán–. Vi que las paredes estaban decoradas con algunos de los capítulos más antiguos del Libro de los Muertos, los que supuestamente le habrían permitido acceder a la vida eter-na de forma más directa.” Esos jeroglífi-cos y dibujos conservaban intacto el nombre de Djehuty, el de su madre, De-

diu, y el de su padre, Abuti, lo que suge-riría que los asaltantes de la tumba tal vez nunca llegaron hasta esta cámara. Se ha descubierto que el nombre del pa-dre de Djehuty es extranjero. Galán opi-na que puede ser semita, lo que consti-tuiría un punto de partida para investigar

los orígenes del dignatario. La expulsión de los hicsos de la región sirio-palestina de Egipto se llevó a término bajo el pre-texto de que eran “gobernantes extran-jeros” y que la esencia de lo egipcio resi-día en Tebas. Resulta sospechoso que el padre de Djehuti fuera quien se llevara la peor parte de los actos de deshonra

practicados en la morada eterna del gran escriba real. ¿Pudo haber influido en el ensañamiento contra Djehuty el hecho de que su padre no fuera un egip-cio de pura cepa? Se desconoce si existe alguna relación entre el origen no egip-cio de su familia y los daños a su tumba. “No hay constancia de que en Egipto hu-biese xenofobia. De hecho, los semitas vivían bien y hubo personalidades ex-tranjeras que adquirieron puestos de relevancia”, recuerda Galán.

Un final sorprendenteAl entrar en la cámara sepulcral, el cien-tífico español se llevó más sorpresas. Ésta no contenía ningún sarcófago, pero sí parte del oro y de los tesoros del ajuar funerario. Todo lo contrario de lo que suele ocurrir en las tumbas saqueadas.

arqueología

José Manuel galán y los exPertos que le acoMPañan en el estudio de la tuMba de dJehuty van PrácticaMente de sorPresa en sorPresa.

las cinco joyas de un proyecto inacabado

El equipo que ha acompañado a Galán durante sus campañas es necesariamente multidisciplinar. Lo forman epigrafistas que leen las inscripciones; geólogos que contro-lan la temperatura, la humedad y la estabi-lidad de la montaña; arquitectos encargados de los planos y los dibujos; y ceramistas. A veces se unen a ellos entomólogos que es-tudian la microfauna hallada en vendajes y ataúdes, paleobotánicos que identifican las plantas de las tumbas y expertos en papiros. Éstos son los cinco hallazgos más relevan-tes con los que han dado hasta ahora.

1 la cámara sepulcral Todas las paredes, incluso el techo, de

la cámara sepulcral de Djehuty están profu-samente decoradas con textos del Libro de los Muertos, algo inusual en la época. Entre las inscripciones destaca un retrato de la dio-sa Nut con una golondrina, ave que le debía otorgar el poder de ascender a una capilla superior para disfrutar de unas ofrendas en su honor y regresar a su cámara.

2 las momias de ibisEn una galería han aparecido cientos de

momias de ibis (ave en la que se encarnaba el dios Tot, el escriba de los dioses) y halco-nes, depositadas en el siglo ii a. C. a modo de exvotos. Este hallazgo, uno de los últimos en

producirse, es inédito, pues hasta la fecha no se habían encontrado tantas momias de este tipo en Tebas (sí, en cambio, en las ne-crópolis de Saqqara y Hermópolis).

3 la Tabla del aprendizFrente a la entrada a la tumba, los ar-

queólogos hallaron fragmentos en madera de un pizarrín de escuela usado en la Antigüe-dad para escribir y dibujar. Tras unirlos, con-templaron fascinados el único retrato frontal conocido de un faraón. Podría representar a Hatshepsut con apariencia de hombre.

4 la Tumba del arqueroA un metro del suelo del patio de en-

trada a la tumba salió a la luz el ataúd pinta-

do de un arquero, llamado Iqer, de 2000 a. C., lo que confirma que la tumba de Djehuty se reutilizó para enterrar otros cuerpos. Junto a la momia aparecieron tres arcos, dos bas-tones de mando y cinco flechas.

proyecto djehuty

sorprendió no hallar la momia de djehuty y sí parte de los tesoros de su ajuar funerario

5 ramos de flores Ofrecer flores a los difuntos era una

forma de desearles que viviesen en el más allá. Un total de 50 ramos, del año 1000 a. C., se hallaron en el patio de la tumba.

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arqueología

monografíagalán, j. m. En busca de Djehuty: crónica de una excavación arqueológica en Luxor. Barcelona: National Geographic-RBA, 2006.

caTálogoroehrig, catharine h. (ed.). Hatshepsut: from Queen to Pharaoh. Nueva York: The Metropolitan Museum of Art, 2005. En inglés.

inTerneTWeb oficial del Proyecto Djehuty:www.excavacionegipto.com

Para Saber máS

Todo parece indicar que la cámara se-pulcral nunca llegó a usarse como tal. “Creemos que el ataúd y parte del ajuar de Djehuty se depositaron en una cáma-ra previa a ésta, la antecámara”, afirma Galán. Tras su enterramiento, la tumba del dignatario fue profanada varias ve-ces. La primera intromisión pudo haber-se debido a personas próximas a él (tal vez familiares), que se adentraron en la antecámara para reutilizarla y recupe-rar las joyas que acompañaban al difun-to. El hallazgo de huesos humanos con-firma que en la antecámara se enterró a varios individuos más. Y restos de hu-mo en las paredes demuestran que los intrusos prendieron fuego a los despo-jos de inquilinos anteriores. Lo que se desconoce es si la momia de Djehuty fue pasto de las llamas o robada.

De la mano del SolLos misterios relacionados con el escri-ba real no acaban aquí. La colina de Dra Abu el-Naga, donde se ubica su tumba, está algo lejos de Deir el-Bahari, donde yace Hatshepsut. Por lo general, los al-tos funcionarios buscaban enterrarse junto a su rey. Djehuty, en cambio, deci-dió alejarse de la suya. ¿Por qué?Una de las hipótesis con las que trabajan los investigadores es que, al comienzo de la dinastía XVIII, Dra Abu el-Naga es-tuviera adquiriendo un carácter sagra-do. La colina, en la orilla occidental del valle del Nilo, se encuentra justo enfren-te del Gran Templo de Amón en Karnak, en la orilla oriental, de tal forma que desde ella es posible ver salir el sol en-tre los obeliscos del recinto sagrado. Según la creencia egicpia, el astro rey atravesaba la Tierra bajo su superficie antes de emerger al día siguiente por el horizonte. “Los egipcios querían acom-pañar al Sol en ese viaje subterráneo para renacer con él cada día. Tal vez Djehuty ordenó ubicar su tumba en Dra Abu el-Naga para unirse al Sol en su re-corrido”, apunta Galán. Descubrir si es-ta teoría es cierta es el principal objeti-

vo de la próxima campaña arqueológica, que arrancará en enero de 2013.

en busca de respuestasSus integrantes analizarán unas estruc-turas en adobe, anteriores a la época del funcionario, halladas cerca de su tumba. Esperan obtener datos sobre el simbo-lismo del lugar. También excavarán en los alrededores de la tumba con el ánimo de sacar a la luz otros enterramientos, quién sabe si de personajes nobles, que puedan aportar pistas sobre los factores que rodearon la elección de Djehuty.Reconstruir qué ocurrió hace 3.500 años es una ardua tarea. Ningún vesti-gio descubierto durante las excavacio-nes puede salir de Egipto, lo que obliga a fotografiarlos y anotarlos para poder estudiarlos, ya en Madrid. El equipo de Galán recopila en cada campaña cerca de diez mil fotografías. A partir de ellas catalogan y recomponen piezas o tex-tos. En los últimos diez años han com-pletado decenas de puzles. Los enemi-gos de Djehuty quisieron borrar su memoria, pero el equipo de Galán está dispuesto a devolvérsela.

el equipo de galán espera descubrir por qué djehuty ubicó su tumba alejada de la de hatshepsut

INtegraNteS DeL Proyecto DjehUty. a la derecha, piedra con el nombre grabado del alto oficial.