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EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN DESDE LA SOCIOLOGÍA DE LAS MIGRACIONES THE CONCEPT OF INTEGRATION FROM THE SOCIOLOGY OF MIGRATIONS CARLOTA SOLÉ, ROSA ALCALDE, JOSEP PONT, KÀTIA LURBE Y SÒNIA PARELLA * El texto presenta las distintas perspectivas bajo las que se ha definido el concepto de integración en la sociología clásica y contemporánea. Se distingue integración de asimilación y se aborda la utilización y aplicación del concepto para afrontar los temas de la inmigración de realidades socioculturales distintas. The text presents the different sociological, classical and contemporary, perspectives on the concept of integration. The distinction between integration and assimilation is rellevant. Thee text presents the use and application of the concept in or- der to deal with several dimensions of immigration coming from different countries and cultures. Palabras clave: integración, conflicto intercultural, ciuda- danía. Keywords: integration, intercultural conflict, citizenship. MIGRACIONES 12(2002) 9-41 ** CEDIME (Centre d’Estudis d’Immgració i Minories Ètniques) fue fundado en 1989 por Carlota Solé. Cuenta con más de una docena de miembros y ha llevado a cabo diversas investigaciones sobre migra- ciones. Los autores del artículo son miembros de CEDIME. Se han in- corporado también los comentarios de Sarai Samper, Graciela Sarrible, Encarna Herrera y Natalia Ribas, Amado Alarcón y Jesús Requena.

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EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓNDESDE LA SOCIOLOGÍADE LAS MIGRACIONES

THE CONCEPT OF INTEGRATION FROM THE SOCIOLOGY OF MIGRATIONS

CARLOTA SOLÉ, ROSA ALCALDE, JOSEP PONT,KÀTIA LURBE Y SÒNIA PARELLA *

El texto presenta las distintas perspectivas bajo las que se hadefinido el concepto de integración en la sociología clásica ycontemporánea. Se distingue integración de asimilación y seaborda la utilización y aplicación del concepto para afrontar lostemas de la inmigración de realidades socioculturales distintas.

The text presents the different sociological, classical andcontemporary, perspectives on the concept of integration. Thedistinction between integration and assimilation is rellevant.Thee text presents the use and application of the concept in or-der to deal with several dimensions of immigration comingfrom different countries and cultures.

Palabras clave: integración, conflicto intercultural, ciuda-danía.

Keywords: integration, intercultural conflict, citizenship.

MIGRACIONES 12(2002) 9-41

** CEDIME (Centre d’Estudis d’Immgració i Minories Ètniques)fue fundado en 1989 por Carlota Solé. Cuenta con más de una docenade miembros y ha llevado a cabo diversas investigaciones sobre migra-ciones. Los autores del artículo son miembros de CEDIME. Se han in-corporado también los comentarios de Sarai Samper, Graciela Sarrible,Encarna Herrera y Natalia Ribas, Amado Alarcón y Jesús Requena.

10 Carlota Solé, Rosa Alcalde, Josep Pont, Kàtia Lurbe y Sònia Parella

PRESENTACIÓN

En este escrito se reflexiona sobre el concepto de inte-gración en la sociología moderna y contemporánea y sudistinción de otros conceptos como el de asimilación. Seintroducen los elementos de conceptualización teórica ne-cesarios para analizar la utilización del concepto de inte-gración en su dimensión sociocultural, en concreto, referi-da a una sociedad receptora de población inmigrante.

Podemos decir que los primeros estudios acerca del aná-lisis del proceso de emigración y establecimiento de los mi-grantes en las sociedades urbanas deben situarse dentro uncontexto de desarrollo industrial y de crecimiento de lasciudades. Es desde la Escuela de Chicago donde se hacenlos primeros estudios sobre inmigración y ciudad, y dondecomienza a utilizarse el concepto de asimilación en el aná-lisis sociológico de la inmigración. En 1919 William IsaacThomas y Florian Znaniecki publicaron el primer volumende The Polish Peasant in Europe and America en el queaparece el concepto de asimilación entendido como el re-sultado de la interacción que se establece cuando el indivi-duo se identifica con los valores y normas dominantes en lasociedad de instalación y entra en conflicto con otros gru-pos de la sociedad receptora. Años más tarde, Robert Parkretomó el concepto de asimilación en su teoría sobre elcambio racial y étnico. Si bien este autor partía, al igualque Thomas y Znaniecki, de la idea de que los inmigrantesse incorporan a sociedades homogéneas —lo que remite auna concepción del proceso de incorporación como proce-so unilateral—, Robert Park, a diferencia de sus colegas, noconsideraba que ello provocara una desorganización social,sino que ello tendría como resultado un nueva sociedad —también homogénea—, resultante de la interacción entrelos recién llegado y los autóctonos. El proceso interactivo ode reestructuración, que da como resultado la asimilaciónde los grupos inmigrantes, era percibido por Park, como unproceso globalizante, que abarca todas las dimensiones de

la vida social. La asimilación suponía la desaparición de lasdiferencias, que a su juicio son la base del prejuicio y de ladiscriminación, y por consiguiente implicaba la abolicióndel trato diferenciado. A pesar de que para Park la asimila-ción significaba la adquisición de rasgos culturales de la so-ciedad de incorporación por parte de los inmigrados, reco-nocía que ello, junto a la convivencia continuada, no sonfactores suficientes para la incorporación igualitaria de losmiembros de una sociedad. Sin embargo la idea que se des-prende de sus escritos en relación a la asimilación, es queen aquellas sociedades en las que se da una importante in-corporación de población inmigrada, se inicia de modo ine-vitable un ciclo de acontecimientos que él denomina ciclode relaciones raciales (Race and Culture 1950, citado enBlanco, 1993). Este ciclo adopta la forma del contacto,competición y eventual asimilación. El ciclo lleva consigola desaparición gradual del antagonismo racial y cultural,siendo la pluralidad racial y cultural, tan sólo una etapa detránsito hacia una nueva sociedad.

Si bien es cierto que la obra de Park es considerada comoun precedente en el estudio de la asimilación en el ámbito dela sociología de las migraciones, autores posteriores a él dela misma Escuela de Chicago, como Milton Gordon (1964),han criticado la confusión que ha generado Park al equipa-rar asimilación con integración. En este sentido autoras co-mo Cristina Blanco (1993) coincide en la crítica de Gordonal observar cómo Park no acaba de precisar el concepto deasimilación. El hecho de que el autor utilice en algunas oca-siones en sus escritos el concepto de asimilación, en otras elde amalgama, fusión e incluso melting pot, no acaba de deli-mitar cuál es el resultado final de la interacción racial.

EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓNY SU DEFINICIÓN EN LA SOCIOLOGÍA

Como ya exponíamos en la introducción de este artícu-lo, una confusión recurrente en la aplicación del concepto

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de integración es la que se da con la asimilación. Así, en elanálisis del fenómeno concreto de la presencia de inmi-gración, interior o exterior, en una sociedad específica, setiende a utilizar como sinónimos ambos términos. Estaconfusión se debe a que ambos conceptos remiten a la ideatanto de un acto o resultado final de un proceso, como alproceso en sí mismo, que puede tener consecuencias anó-micas, disgregadoras o marginadoras (Ribas, 1996:30).

Por otro lado, el uso que se ha dado a ambos conceptosen la sociología de las migraciones, varía de significado se-gún la tradición histórica y producción teórica de los paí-ses en los que se produce el fenómeno de la inmigración.A pesar de que las tesis asimilacionistas comenzaron acuestionarse en los años sesenta, autores como Sayad 1 se-ñalan que el lugar que ha venido ocupando la asimilaciónha sido sustituido por el de adaptación 2, aculturación, in-serción o integración como modelo y referente en las re-presentaciones y en las actuaciones de las llamadas políti-cas de integración referidas a la inmigración.

Revisiones del concepto de integración como las que lle-va a cabo Esser (1993) desde el conflictivismo ayudan a di-ferenciarlo del de asimilación y aculturación. Esser definecomo «aculturación» el proceso de igualación centrado enel aprendizaje cultural de las formas de actuación y com-portamiento más usuales de la cultura receptora. La «asi-milación» hace referencia a la situación de similitud entrelos emigrantes en las acciones, orientaciones y conexionesinteractivas con el sistema que los ha escogido (Esser,1993). En cuanto a la definición de «integración», ésta serefiere a una situación de igualdad personal o relacional.

Tal como exponemos a continuación, en la sociología delas migraciones, es fundamentalmente desde los paradig-

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1 Citado por Herrera 1994.2 Desde el punto de vista conductista, Roland Taft (1999) se refie-

re a la dificultad de determinadas culturas de adaptarse a la vida im-puesta desde fuera, por la falta de experiencia anterior. El reto que im-plica el proceso de adaptación se centra en el aprendizaje dehabilidades y estrategias ante una situación nueva o desconocida.

mas funcionalistas y conflictivistas que el concepto de in-tegración ha ido desarrollándose. No obstante, aunque losapartados siguientes se basen en la contribución de estosdos paradigmas, cabe resaltar asimismo, aportaciones pro-cedentes de otras líneas teóricas que han enriquecido lasrevisiones conceptuales realizadas posteriormente sobre laintegración. Debido a limitaciones de espacio, no se ex-pondrán estas líneas teóricas aunque sí se ha consideradooportuno dar unas breves pinceladas a las teorías de redes.Siguiendo a Martínez García et al. (2001:99), a mediadosde los años sesenta los demógrafos MacDonald y MacDo-nald introdujeron el concepto de cadena migratoria, no-ción que supuso un cambio significativo en el análisis delas migraciones: frente a las teorías push-pull que conci-ben a la persona migrante como inerte y pasiva, el con-cepto de cadena migratoria dota al migrante de un papelactivo en el proceso migratorio, capaz de formular estrate-gias de supervivencia y readaptación en contextos de cam-bios macroestructurales. Desde entonces, la línea de inves-tigación sobre composición, dirección y continuidad de losflujos migratorios ha ido desarrollándose tomando comoreferente el concepto teórico de redes sociales (Boyd,1989). Siguiendo la definición de Massey et al. (1997:264),las redes migratorias consisten en una serie de lazos inter-personales que conectan los inmigrantes y la población au-tóctona en el origen y en las áreas de destino mediante vín-culos de compañerismo, amistad y origen comunitariocompartido (‘shared community origin’).

a) La perspectiva funcionalista

El concepto sociológico de integración tiene sus raícesen el funcionalismo clásico de los años sesenta. Desde estaperspectiva sociológica la integración es vista como el pro-ceso subsiguiente al de diferenciación de la estructura, esdecir, de las partes constitutivas de un sistema social. Estesistema social es, a su vez, entendido como un todo que

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tiene entidad propia, más allá de la suma de las partescomponentes. Por su parte, el proceso de diferenciaciónresponde al incremento cuantitativo de la magnitud (porejemplo, el crecimiento de la población), en dimensión ycomplejidad, del sistema social, entendido por analogíabiológica, como un organismo. En el contexto teórico delfuncionalismo neoevolucionista la diferenciación se en-tiende como el proceso por el cual las principales esferasinstitucionales y funciones sociales más importantes se di-socian, se separan o dividen en nuevas unidades 3. El pro-ceso de diferenciación, por tanto, va íntimamente vincula-do a la necesidad de una creciente especialización de lasfunciones que debe realizar una unidad o sistema social.Así, por ejemplo, en la esfera económica esto se traduce enla especialización y diversificación ocupacional. En estesentido Parsons (1966) afirmaba que únicamente una so-ciedad en un estadio elevado de diferenciación estructuralpuede industrializarse, pues sólo una sociedad altamentediferenciada puede mantener un sector dedicado a la pro-ducción económica. Sin embargo, y estrechamente vincu-lada a la diferenciación en la economía, la diferenciaciónse da también en otras esferas del sistema social, como sonla familia, las instituciones políticas, la religión, etcétera.

Es así como desde la perspectiva funcionalista, la cre-ciente diferenciación de las partes o unidades que formanla estructura y componen el sistema social no lleva a la des-organización o desintegración del mismo. Más bien al con-trario, ya que las nuevas unidades aparecen con un gradode interdependencia o integración mucho más elevado, de-bido a la necesidad de que estas nuevas partes del sistemasocial sean más y más complementarias en su funciona-

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3 Esta perspectiva neoevolucionista responde a la crítica de no con-templar el cambio social, empíricamente observable, en las sociedadesindustriales. Restringimos la perspectiva funcionalista al análisis deParsons por cuanto es el autor clásico que introduce el concepto de in-tegración, sin ánimo de no considerar aportaciones posteriores que ma-tizarían la contribución parsoniana.

miento para el propio mantenimiento del sistema. Así, di-ferenciación e integración se entienden como procesos quese desarrollan íntimamente unidos. El desarrollo de estosdos procesos desencadena a su vez respuestas y reaccionesdel entorno social, que acarrean conflictos. Para los fun-cionalistas, los conflictos, que pueden traducirse en movi-mientos de protesta, sindicales, ecológicos, nacionalistas,provienen del exterior del sistema social y deben ser ab-sorbidos por el propio sistema, que se adapta a ellos paracumplir con el requisito del mantenimiento en funciona-miento del sistema social.

Resumiendo, vemos como uno de los postulados del pa-radigma funcionalista o estructural-funcional es que lassociedades deben ser entendidas holísticamente como sis-temas compuestos por partes (miembros) interrelaciona-das, de modo que la relación causa-efecto sea múltiple yrecíproca. Por otra parte, a pesar de que la integración ointerpenetración entre las partes que componen el sistemasocial, no sea nunca perfecta, el sistema social se halla ge-neralmente en un estado de equilibrio dinámico. Ello sig-nifica que la tendencia hacia la estabilidad es inherente alsistema social, más que hacia el cambio. La estabilidad,por tanto, se mantiene gracias a mecanismos internos deajuste y control social. De modo que la tendencia a adop-tar respuestas de ajuste a todo elemento que provenga delexterior y perturbe el equilibrio es inherente al sistema.Por consiguiente, y como corolario de este postulado, lasdisfunciones, tensiones y desviaciones sociales, existen ypueden persistir por largo tiempo, pero tienden a resolver-se por si mismos y a institucionalizarse a largo plazo. Enotras palabras, la integración del sistema o su equilibrio esel límite hacia el que tiende todo sistema social.

Un tercer postulado a resaltar del funcionalismo, es queel factor básico para la integración social es el consensosobre valores subyacentes al sistema social y cultural. Se-gún se afirma desde esta perspectiva, existen objetivos yprincipios amplios considerados por la mayoría de miem-bros de un sistema social (sociedad, institución, entidad,

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etc.) como deseables. El sistema de valores se toma comola fuente más importante de integración y como el ele-mento más estable de los sistemas socio-culturales. De es-te modo se considera que el sistema de valores garantiza laadaptación subsiguiente de cualquier elemento distorsio-nador o de tensión en el nuevo equilibrio. Es así como lasperturbaciones que resultan del proceso de diferenciaciónson integrables en fases posteriores del proceso de equili-brio dinámico que conduce a un nuevo orden social. Smel-ser (Smelser & Parsons, 1973) parece generalizar la ideadurkheimiana de anomia, al hablar de mal-integraciones operturbaciones que producen la diferenciación inherente atodo sistema social, cuando en un determinado momentodel proceso de complejidad creciente de un sistema, unconjunto de normas y roles devienen obsoletos. Se estable-cen nuevos mecanismos para reintegrar la unidad a un ni-vel más complejo de interacción o interpenetración de laspartes componentes del sistema. Así pues, el proceso de di-ferenciación, por sí mismo, no implica automáticamenteconflicto, competencia o coerción, sino que conduce auto-máticamente a una nueva reintegración.

b) La perspectiva conflictivista

Desde una perspectiva alternativa a la funcionalista, co-mo es la conflictivista, el concepto de integración se vin-cula al modelo de coerción que conforma una sociedad.Aquí, los elementos o partes (miembros, instituciones,etc.) de la misma interactúan, estableciendo relaciones queson, por naturaleza, en sí mismas, tensas o conflictivas. Lomás nocivo en toda relación o interacción social es la indi-ferencia. Contrariamente a lo defendido por el funciona-lismo, la tensión o el conflicto es inherente a toda relación.Por tanto, conflicto implica relación entre individuo e in-dividuo, entre emoción y emoción en el interior de un in-dividuo o entre grupo y grupo. El caso del conflicto de cla-ses sociales serviría como ejemplo de grupo de intereses.

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El conflicto deviene por tanto, ubicuo. Es además, un ele-mento integrador y, cohesionador al inducir a todos loselementos componentes a establecer coercitivamente rela-ciones con otros. Por su propia naturaleza, el conflicto esun elemento dinamizador de la sociedad (o sistema social,en la acepción funcionalista) puesto que provoca creativi-dad, innovación, desarrollo; y en última instancia, cambiosocial. No hay que olvidar que la perspectiva conflictivistase erige como complementaria a la marxista sobre la es-tructura de clases sociales y su conflicto. De este modoconsigue ampliar las premisas de partida sobre la divisiónentre propiedad y control de la producción, sobre el aisla-miento de la esfera industrial del resto de esferas de la so-ciedad y sobre no sobreposición del conflicto político so-bre el industrial.

A diferencia de la visión funcionalista, los conflictivistasponen el acento en el individuo más que en el sistema y porconsiguiente más en la interacción o relación interperso-nal que en la relación funcional entre las partes de la es-tructura del sistema. Mientras los conflictivistas se refie-ren a las ocupaciones que los individuos tienen en unasociedad, los funcionalistas hablan de las posiciones so-ciales que corresponden a las actividades imprescindiblespara mantener en funcionamiento el sistema social. Porotro lado, los funcionalistas no contemplan la posibilidadde conflicto ni cambio. Sin embargo los conflictivistas se-ñalan que el conflicto entre grupos tiene lugar en el marcode las asociaciones imperativamente coordinadas, en elcontexto de las sociedades donde prevalecen relaciones deautoridad, donde la cohesión se fundamenta en la fuerza yla coacción más que en la cooperación voluntaria o con-senso entre los miembros de la sociedad. En este sentido,la integración adopta un cariz de coerción, esto es, se defi-ne como integración coercitiva. Para los funcionalistas, envirtud de la integración (Parsons, 1971), las unidades delanálisis social son esencialmente asociaciones voluntariasde personas que comparten el mismo sistema de valores yestablecen instituciones a fin de asegurar el funciona-

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miento del sistema social. Pero en términos de la teoría dela coerción, Dahrendorf define las unidades del análisis so-cial —en analogía con la noción de sistema social— comoasociaciones imperativamente coordinadas «al considerarlas organizaciones sociales no en términos de su integracióny cohesión sino desde el punto de vista de su estructura decoerción y coacción, las consideramos como asociacionesimperativamente coordinadas, más que como sistemas so-ciales» (Dahrendorf, 1957:168), es decir, como cuerpos or-ganizados de personas sujetos a relaciones de autoridad envirtud de un orden prevalente (Dahrendorf, 1957:237). Elconcepto de autoridad, definido en términos de Weber(probabilidad de que una orden con un contenido especí-fico dado, sea obedecida por un grupo determinado de per-sonas) se halla en el centro de la relación legítima de do-minación y sujeción, prevalente en las asociacionesimperativamente coordinadas. La distribución de autori-dad en una asociación o unidad de análisis social es, en úl-tima instancia, el determinante estructural de la forma-ción de grupos y del conflicto entre ellos.

Cabe decir que la temática sobre el «conflicto» puedeser analizada desde la sociología desde diferentes perspec-tivas: las formas que adquieren los conflictos en las socie-dades actuales 4, desde una perspectiva explicativa 5, o so-bre las funciones de éste 6. Así, diferentes teóricos ven en elconflicto tanto su utilidad para el mantenimiento del sta-tus quo (Coser, 1965), como la posibilidad de que conduz-ca a la innovación y al cambio social y al progreso (Dah-rendorf, 1986) y la existencia de la relación entre elconflicto y el status quo (Ritzer, 1995).

Para la sociología de las migraciones es relevante laaportación de Esser (1993). En su definición del concepto

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4 Véase al respecto R. Dahrendorf, El conflicto social moderno. En-sayo sobre la política de la libertad, Mondadori, Madrid, 1986.

5 Véase R. Collins, Conflict, Sociology: Toward and ExplanatoryScience, 1975.

6 Véase L. Coser (ed.) The Functions of Social Conflict. Routledgeand Kegan Paul, Londres, 1956.

de integración, el autor diferencia los conceptos de acultu-ración, asimilación e integración entre sí, definiendo inte-gración como una situación de igualdad personal o relacio-nal. Esser combina las diferentes posibilidades derelaciones entre los grupos étnicos en sociedades de pobla-ción étnicamente homogénea o de población étnicamenteheterogénea, con los dos modos de relación entre grupos: laintegración, por el que la sociedad resuelve en un juego decoordinación completa o parcial los problemas y todos sa-len ganando en la misma medida o un grupo en detrimen-to de otro; y el conflicto, por el que las soluciones a los pro-blemas son de suma cero, es decir, si un grupo gana, el otropierde y los resultados de las diferentes situaciones de co-ordinación son desiguales. A partir de ahí, Esser construyeuna tipología combinando el modo de relación entre losgrupos (integración/conflicto) con el grado de diferencia-ción étnica de la población (homogénea/heterogénea) (Es-ser, 1993:40-41).

Desde la perspectiva conflictivista al estudio de la inte-gración en la sociología de la migración, Costa-Lascoux(Charbit, 1988) 7, para quien igualdad formal de trato es lafase última de la integración, resalta el hecho de que las so-ciedades receptoras no son homogéneas ni están exentasde conflicto. Además, hay que añadir las desigualdades so-ciales y la discriminación racial, que limitan la igualdadformal (Herrera, 1994). Por otro lado, aportaciones comolas de Bastenier y Dasseto (1993), al acentuar la importan-cia del espacio y el tiempo en el fenómeno migratorio yproponer el concepto de «ciclo migratorio» como útil ana-lítico de la integración, ofrecen una visión de la integra-ción como la de un proceso de gran complejidad que en-globa como actores «(...) a los ‘viejos nacionales’ y los‘recién llegados’, que negocian su copresencia en el espaciopúblico. (...) La dimensión temporal que introduce este con-cepto (el ciclo migratorio) trata de identificar los momentos

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7 Las concepciones de Costa-Lascoux han sido tomadas de Charbit,1988.

estratégicos del proceso de interacción conflictual y con re-sultado incierto que se establece en el espacio público entrelos “establecidos” y “los entrantes” en una sociedad dada.»(Herrera, 1994). Desde esta propuesta se considera que elestudio de la integración debe llevarse a cabo a partir de laglobalidad de las relaciones sociales que caracterizan a lassociedades receptoras.

En esta línea más interaccionista, y ampliando el análisismás allá del de la sociedad receptora de inmigración Oriol(1988) considera la integración como la interacción entrelas prácticas individuales de los sujetos. Añade las medidastomadas a la vez por el país receptor y de partida, incluyen-do en el análisis la capacidad integradora de la sociedad derecepción y el hecho de si la sociedad de partida refuerza ono la identidad cultural de los inmigrantes, lo que puede darlugar a respuestas que vayan desde la asimilación rápida delos/as inmigrantes en el nuevo contexto hasta la afirmaciónidentitaria del grupo de origen en la sociedad de llegada.

En definitiva, podríamos obtener de la aportación con-flictivista las siguientes sugerencias para abordar el con-cepto de integración: a) considerar que las sociedades re-ceptoras de inmigración no se caracterizan por la ausenciade conflicto, sino que se dan permanentemente desigual-dades sociales y étnicas, y en consecuencia la igualdad for-mal de trato no debe verse como una fase final de la inte-gración; b) que la integración no es un proceso lineal conun resultado definido, sino que debe ser tratada como unciclo en el que se da una constante interacción conflictual,c) y que debe considerarse la capacidad integradora de lasociedad receptora de inmigración.

LA INTEGRACIÓN SOCIOCULTURAL

Frente a la acepción asimilacionista que el funcionalis-mo tiene de la integración, el concepto de integración so-ciocultural trata de hacer hincapié en la cuestión de la in-terpenetración. A partir del estudio que Carlota Solé (1981)

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realiza de las migraciones interiores en Catalunya, apareceel concepto de integración sociocultural que pretende in-corporar a la dimensión estructural de la integración unadimensión cultural no contemplada por la perspectiva fun-cionalista. Por otro lado, esta idea de integración pretendealejarse de la concepción que apunta hacia la mera asimi-lación idiomática o de la imitación de rasgos culturales(Solé & Vicens, 1979). Solé toma parte de la definición delDiccionario de Sociología de Schoeck (1977) donde se defi-ne integración como la unión en la diversidad y no comofusión, es decir, se trataría de «unificar una sociedad» su-primiendo los antagonismos que la dividen y poniendo fina las luchas que la desgarran. En este sentido la integraciónsupone la superación de los conflictos y el desarrollo de lasolidaridad. La integración de los inmigrantes y sus hijosen una sociedad y nación históricamente delimitada comoes Cataluña es entendida por Solé como la interpenetraciónde los miembros y elementos culturales de dos poblacionesen una única y nueva estructura social y cultura.

La definición que la autora hace de este concepto es lade un proceso por el cual los inmigrantes se insertan en laestructura ocupacional, y aceptan progresivamente las ins-tituciones, las creencias, los valores y los símbolos de la so-ciedad receptora. De este modo Solé establece dos nivelesde integración: integración estructural o socio-estructural(integración en el ámbito ocupacional y social llevada a ca-bo a través de la inserción de clase), e integración culturalo nacional-cultural (reflejada en la voluntad de los inmi-grantes de reivindicar como propio el ámbito en el cual se-an y se sientan ciudadanos de pleno derecho, a la vez queco-protagonistas de un proyecto político colectivo). El pro-ceso global de integración se compone, al menos, de cua-tro subprocesos imbricados:

1. Amoldarse al tipo y condiciones del trabajo indus-trial (INTEGRACIÓN OCUPACIONAL).

2. Adaptarse a las condiciones de la vida urbana (en elcaso de que la mayoría sean de origen rural) (INTE-

GRACIÓN URBANA).

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3. La aceptación, progresiva, voluntaria y libre de lasinstituciones sociales y políticas catalanas (partici-pación como ciudadanos de pleno derecho) (INTE-

GRACIÓN POLÍTICA).4. La adopción progresiva, voluntaria y libre de las nor-

mas, costumbres valores, etc., y de la lengua de la so-ciedad receptora (INTEGRACIÓN SOCIOCULTURAL).

Sin embargo, y como señala Cristina Blanco (1993) «laincorporación del inmigrante a la estructura productiva [in-tegración estructural] no tiene por qué conllevar, necesaria-mente ni de forma simultánea, una participación efectiva enlas instituciones y organizaciones sociales mayoritarias ni elestablecimiento de relaciones primarias con la población au-tóctona» (Blanco, 1993: 237). Para el caso de la dimensiónnacional-cultural [integración cultural] observa que la ad-quisición de hábitos culturales ajenos tampoco tiene porqué significar la adopción de la identidad étnica, culturalo nacional. Por consiguiente, Blanco considera la necesi-dad de añadir a la dimensión estructural las relaciones so-ciales y de participación en organizaciones, al tiempo queincorpora una tercera dimensión: la identidad colectiva 8.Así, la integración es vista por esta autora como uno de losresultados posibles de la reestructuración de la sociedadreceptora de inmigración que se caracterizaría por dosprocesos fundamentales: la incorporación de inmigrantesen una única estructura socio-económica de forma iguali-taria a la población «autóctona»; y la existencia de unaidentidad colectiva compartida, cuya función es cohesio-nar a la sociedad generando un sentimiento de grupo y depertenencia al mismo, según el cual todos los grupos se re-conocen a sí mismos y son reconocidos por los demás co-mo parte integrante de la comunidad.

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8 De este modo las dimensiones que distingue Blanco son las si-guientes: la dimensión estructural, dividida en dos subprocesos, a sa-ber, la incorporación a la estructura productiva (inserción de clase) ylas relaciones sociales y de participación en organizaciones; la dimen-sión cultural; y finalmente la identidad colectiva.

Aparece aquí la cuestión de la identidad con relación ala integración de la población inmigrada. La consideraciónde la dimensión de la identidad es abordada desde la an-tropología social como uno de los elementos centrales enel estudio de la integración sociocultural de los inmigran-tes. En este sentido, la visión del antropólogo Manuel Del-gado parte de que las identidades no son la base del con-traste sino su fruto. Este planteamiento lleva a pensar laintegración cultural no como la meta de un proceso, sinocomo un proceso donde las identidades deben negociarconstantemente las relaciones que mantienen las unas conlas otras, relaciones que bajo el punto de vista del autor, es-conden intereses de clase. Por consiguiente el conflictovendría dado por la lucha de intereses y no por el choquecultural. De este modo, y coincidiendo con Blanco, Delga-do afirma que la integración estructural no ha de conducirnecesariamente, de manera unívoca, a la integración cul-tural, aunque reconoce que esta última resulta imposiblesin unos niveles mínimos de integración socioeconómica.

Por otro lado, la distinción de Delgado entre diferencia—referida a lo cultural— y desigualdad —referida a lo es-tructural—, hace que considere que la integración resultea partir del ejercicio del derecho a la diferencia y del de-recho a la igualdad, al tiempo que se asumen unas normasque permitan la convivencia en los marcos unitarios deomnipresentes y condicionantes, como son el mercado yla esfera económica. En su seno debe reconocerse el dere-cho a la diferencia (voluntad de diferenciación) y el dere-cho a la igualdad (ante la justicia). Así, cualquier gruposocial y cultural tiene derecho a diferenciarse y a crear suspropios microclimas morales al tiempo que se aceptanunos mínimos de convivencia compartidos y se tiene laposibilidad de colaborar en la definición de dichos míni-mos (Delgado, 1998).

Llegados a este punto, podríamos destacar de la revi-sión del concepto de integración sociocultural, la idea deque la integración cultural deriva necesariamente de la in-tegración socio-estructural, aunque esto no signifique que

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sea un resultado directo ni unívoco. En segundo lugar, laintegración cultural no tiene porqué ser entendida unilate-ralmente en términos de adquisición de hábitos ajenos, nide adopción de la identidad étnica, cultural y nacional delas sociedades de acogida, sino como resultado de la con-figuración de una identidad colectiva compartida, forma-da por distintos grupos, en la que se reconozca el derechoa la diferencia (diferentes identidades culturales). Final-mente, la integración sociocultural tampoco tiene por quésignificar la superación total de los conflictos, sino que laconstante negociación de las relaciones interétnicas —queesconden relaciones de clase— hace muy difícil una totalarmonización de todos los valores y estilos de vida. Acor-de con Schermerhorn (1970), la integración no es la direc-ción del proceso mediante el cual cierta unidad social esobtenida, sino el acuerdo entre grupos subordinados y gru-pos dominantes sobre la dirección de dicho proceso. Lassituaciones de integración serían, pues, aquellas en las queinmigrantes y autóctonos se ponen de acuerdo en cuanto alos objetivos del proceso de integración. De este modo,aunque siempre se dé cierta conflictividad es posible la ho-mogeneidad en aspectos convencionales, lo que debe ga-rantizarse a partir del derecho a la igualdad.

En suma, cabe distinguir tres niveles de integración: inte-gración estructural (a través de la penetración en la estruc-tura ocupacional de la sociedad receptora de inmigración),integración cultural (ejercicio del derecho a la diferencia yaceptación de unos mínimos de convivencia) e integraciónjurídica como garantía de igualdad ante la justicia.

EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN SOCIOCULTURALA LA LUZ DE LA INMIGRACIÓN NO COMUNITARIA.LA DIMENSIÓN JURÍDICO-POLÍTICA Y LA DIMENSIÓN SOCIOLÓGICA

El estudio de la integración de inmigrantes no interio-res (esto es, exteriores, por ejemplo, los extracomunita-

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rios 9 o los precedentes de países que pertenecen a la UniónEuropea) hace aparecer, necesariamente, nuevas dimen-siones para el estudio de la integración sociocultural comola jurídico-legal y la política, es decir, el estatus respecto ala legislación de extranjería del país de llegada y a la ciu-dadanía (Herrera, 1994) 10.

Decíamos en el apartado anterior que la integración so-ciocultural implica la garantía de igualdad de derechos pa-ra todos aquellos que componen una sociedad y la garantíade la plena accesibilidad de todos a las instituciones políti-cas que la sociedad acepta como instancias de mediación yarbitraje (Delgado, 1998). De ahí que el reconocimiento dela igualdad de derechos remita a la necesidad de exploraren la redefinición de un nuevo concepto de ciudadanía co-mo vía de integración de los flujos de inmigrantes. Ello, asu vez conduce a una perspectiva interactiva y no insideris-ta de la integración por cuanto la concesión de este derechoconlleva la posibilidad de que los inmigrantes puedan defi-nir cuáles son sus derechos y deberes a poner en práctica(De Lucas, 2000). Considerar que resulta necesario com-plementar el modelo de integración sociocultural con la di-mensión jurídico-política, es abogar por el reconocimientodel derecho al voto y por el establecimiento de cauces departicipación a escala municipal, así como de otras medi-das de fomento del asociacionismo. Así se lograría asegurar

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9 La expresión ‘inmigración comunitaria’ hace referencia a los y lasinmigrantes que en términos de nacionalidad son originarios de paísesno pertenecientes a la Unión Europea.

10 Herrera (1994), siguiendo el esquema propuesto por Solé (1981),distingue las siguientes dimensiones de la integración sociocultural: Es-tructural: inserción en el mercado de trabajo; Jurídico-política: se refie-re al estatus jurídico alcanzado, es decir, a la situación respecto a la le-gislación de extranjería del país de llegada y a la ciudadanía; Cultural:incluye las formas de actuar, pensar y sentir por una pluralidad de per-sonas; pautas culturales, tradiciones, formas de vida, vínculos con el lu-gar de origen. Identidad: sentimiento de pertenencia a un colectivo, sen-timiento de pertenencia nacional. Redes sociales: relaciones mantenidasentre los diferentes grupos de población en los diversos contextos de lasrelaciones sociales.

la presencia de inmigrantes no sólo en instancias consulti-vas sino también en los órganos superiores de política mi-gratoria y en los procesos administrativos y jurídicos queafecten a los inmigrantes (De Lucas, 2000).

Sin embargo, al igual que la integración estructural noconduce de forma unívoca a la cultural, hay que considerarque el otorgamiento de derechos jurídico-políticos no llevaautomáticamente a la integración socio-cultural de la pobla-ción extranjera. De hecho, la concesión de derechos a los in-migrantes puede generar una reacción contraria por parte deotros colectivos (autóctonos e inmigrantes interiores, etc.) alampliar la base de participación y de toma de decisiones po-líticas sobre asuntos colectivos temerosa de perder beneficiosde reivindicaciones históricamente ganadas, al tiempo quepuede darse el riesgo de divisiones en el seno de las institu-ciones democráticas en funcionamiento en la sociedad recep-tora (por ejemplo, secciones étnicas dentro de un sindicato declases, aparición de partidos étnicos, etc.) (Solé, 2002). En de-finitiva, reconocer y garantizar mayor representación de lospropios intereses y mayor participación política no conduceautomáticamente a una mayor integración (Solé, 2002).

Desde una perspectiva politológica de la integración co-mo la de Zapata-Barrero se hace especial hincapié en losaspectos institucionales que garanticen que el/la inmigran-te disponga de los recursos suficientes para poder partici-par en los asuntos públicos de su comunidad de residen-cia, como un/a ciudadano/a más. De esta reflexión sedesprende que el objetivo básico de toda política de inte-gración, en última instancia, es lograr el grado óptimo decohesión social (Zapata, 2.000:5).

En consecuencia, el primer paso en el proceso para laintegración de la inmigración debe darlo la sociedad re-ceptora: en tanto que sociedad en posición dominante es-tá mejor situada en la balanza de poder para facilitar elproceso de integración partiendo no desde una actitud to-lerante y de condescendencia paternalista sino desde el re-conocimiento de derechos y en particular la atribución dederechos políticos. Se trata, por tanto, de plantear la capa-

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cidad integradora de las sociedades receptoras de inmi-gración en términos jurídicos.

Es por ello que el objetivo más ambicioso de una políticade integración es el de la revisión de la noción de ciudada-nía para evitar la institucionalización de la exclusión de losinmigrantes. El punto de partida de la integración de laspersonas inmigrantes radica en el derecho a tener derechos(De Lucas, 2000). Las garantías y reconocimientos de unosmismos derechos para los inmigrantes deben considerarse apartir de la capacidad integradora jurídico-política real yefectiva de cada país, es decir, de los aspectos jurídicos y eltipo de derechos que cada legislación concede a los extran-jeros. Así pueden distinguirse tres modelos de integraciónjurídica: el modelo de inclusión/exclusión social, que consi-dera la inmigración como un hecho temporal y concede de-rechos civiles y sociales a los/as inmigrantes pero les niegala ciudadanía; el modelo de integración jurídica por natura-lización, que considera la inmigración como definitiva; y fi-nalmente el modelo de integración por ciudadanía, que fa-vorece la integración jurídica (Giudici, 1999).

Es así como la situación actual de los inmigrantes irre-gulares evidencia la existencia de un proceso de segmenta-ción social que divide a la sociedad no en la dualidad ciuda-dano-no ciudadano, sino en cuatro categorías: ciudadanointegrado, ciudadano no integrado, no ciudadano integradoy no ciudadano no integrado (De Lucas ,2000). El fenóme-no de la inmigración hace evidente el hecho que los límitesde la ciudadanía no sólo representa fronteras externas de lacomunidad política sino también distinciones internas entrediferentes categorías de ciudadanos/as. Al respecto, Ham-mar (1990) distingue entre ciudadanos/as (restringiéndose alos ciudadanos/as nominales) y denizens (residentes perma-nentes o inmigrantes de largo término que tienen atribuidosuna serie de derechos distinguiéndolos de los aliens —extra-ños—). En cuanto a los alien citizens (ciudadanos extraños),Thomas Hammar (1990) los define como aquellas personasinmigradas cuya residencia y situación laboral se enmarcadentro de los estándares legales pero son excluidas de la ma-

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yor parte de derechos sociales y políticos y la totalidad delos derechos civiles. Siguiendo parcialmente a Hammar, Ro-bin Cohen (1991), propone una clasificación entre ciudada-nos/as, denizens y helots (extranjero, en griego) alternativa.En primer lugar, ciudadanos/as serían todas aquellas perso-nas nacionales por nacimiento o naturalización, inmigran-tes establecidos y convention refugees (refugiados por con-vención). Los denizens serían aquellas personas queteniendo uno o más nacionalidades son solicitantes de asiloreconocidos, expatriados o entrantes especiales (e.g. HongKong en el caso británico). Finalmente, los helots serían to-das aquellas personas que han entrado ilegalmente en unEstado, trabajadores indocumentados, personas en búsque-da de asilo, personas que permanece más tiempo de lo esta-blecido por su visado de entrada y trabajadores no califica-dos ligados a un proyecto. Literalmente, un helot esgeneralmente inmigrante procedente de países de rentas ba-jas, un miembro de una minoría estigmatizada, con bajosniveles de ingresos, trabajando en una ocupación donde nose requiere mano de obra cualificada, teniendo un acceso li-mitado a la vivienda, educación y otros beneficios sociales.Similarmente, un profesional extranjero que ha recibidouna educación universitaria, de procedencia urbana, de cla-se media, recibiendo unos ingresos regulares será normal-mente un denizen (Cohen, R., 1991:164).

CIUDADANÍA INTERCULTURAL E INTEGRACIÓN 11

Conseguir la ciudadanía 12 se ha considerado habitual ytradicionalmente como un paso hacia la plena integraciónde los extranjeros y/o los inmigrantes en una sociedad. La

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11 Este apartado resume las ideas centrales de una parte del capí-tulo de Solé (2002) en la obra conjuntamente editada por Tezanos, Du-rán y Solé (2002).

12 Sabiendo de las numerosas definiciones existentes sobre elconcepto de ciudadanía creemos oportuno matizar que en el presenteartículo nos centramos en las nociones de ‘ciudadanía transcultural’

idea de integración se ha concebido desde el punto de vis-ta de la sociedad receptora, presuponiendo que el punto dereferencia o la meta de máximo u óptimo bienestar a al-canzar por parte de los inmigrantes era la situación (labo-ral, social y política) de los autóctonos. Esta visión inside-rista, propia de las sociedades europeas occidentales conuna identidad cultural bien definida y que acogían inmi-grantes de otros países europeos o de países limítrofes (co-mo es el caso de los inmigrantes turcos a Alemania en losaños sesenta y setenta), debe replantearse con la constitu-ción de la Unión Europea y la presencia de otro tipo de in-migración: la no europea o extracomunitaria. La construc-ción de una identidad europea induce la formación depautas de exclusión del otro, sean extranjeros o inmigran-tes (Miles, 1993). El proceso de integración debe contem-plarse, también desde el ángulo de los inmigrantes. Debetratarse en el nuevo contexto jurídico y político, supra-es-tatal y diverso culturalmente; es decir, desde la doble di-mensión de la multietnicidad y la pluriculturalidad (o mul-ticulturalismo, en el sentido anglosajón). Esto deberíaplantear, por tanto, una identidad europea intercultural(De Lucas, 2001).

Este aspecto cultural del proceso de integración no esmenos importante que el sociolaboral. En la Unión Euro-pea la integración se plantea en relación con diferentesidentidades culturales. Tradicionalmente, hasta la crea-ción de la CEE y más tarde la Unión Europea, se da por su-puesto que el autóctono acepta al inmigrante siempre queéste renuncie a su propia cultura (idioma, costumbres, re-ligión) y adopte la cultura (oficial) de la sociedad de aco-

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(Bauböck, 1994), “ciudadanía global” (Falk, 1994), “ciudadanía globalecológica” (van Steenbergen, 1994), “ciudadanía diferenciada” (Young,1989), “ciudadanía cultural” (Turner, 1994), “ciudadanía neo-republica-na” (van Steenbergen, 1994) y “ciudadanía multicultural” (Castles,1994; Kymlicka,1995). Partiendo del concepto de ciudadanía multicul-tural, preferimos optar por la expresión de ciudadanía intercultural alajustarse ésta al concepto de integración como interpenetración, tal co-mo hemos definido anteriormente.

gida. De esta forma, se confunde la homogeneidad culturalcon la cohesión social. La diferencia cultural se percibe asícomo una amenaza. Por otro lado, los inmigrantes, aúnpudiendo conservar sus raíces y ejercer su derecho indivi-dual a mantener y practicar sus tradiciones, deben aspirara asumir los derechos colectivos que rigen la convivenciaen la sociedad receptora. Entender la cultura como unbien primario lleva a la consideración de la identidad cul-tural propia como requisito previo al ejercicio de los dere-chos (De Lucas, 2001).

El respeto a las leyes y normas de convivencia en losámbitos económico, social, cultural y político, pueden sercompatibles con el ejercicio de los derechos privados comolas prácticas religiosas y culturales, propias de la sociedadde origen, siempre que no traspasen los límites de toleran-cia de la sociedad de acogida. Otros derechos son los polí-ticos, ya que, como minorías sociales, los inmigrantes tie-nen derecho a estar representados en la vida política localy nacional-estatal. La integración de los inmigrantes, des-de el doble punto de vista de la sociedad receptora y deellos mismos como personas, tiene un límite: la universali-dad de los derechos del hombre que han promulgado lassociedades occidentales. El respeto a las tradiciones cultu-rales y normas de la sociedad de origen no debe dar pie alrelativismo cultural. Esta doble perspectiva implica, a lavez, considerar la posibilidad de que los inmigrantes parti-cipen en el proceso de toma de decisiones sobre las cues-tiones que les afecten directa o indirectamente (trabajo, vi-vienda, representación sindical y política), y no se debanacoplar unilateralmente a aquello que los gobernantes, lasinstituciones y los ciudadanos de la sociedad receptora,decidan por ellos.

Participar en la toma de decisiones sobre los asuntos dela vida pública que atañen a uno mismo se ha considera-do, en las llamadas sociedades avanzadas, como garantíade bienestar individual y colectivo. Poder participar en laelaboración, discusión y aprobación de las leyes (por dele-gación en los representantes parlamentarios) que uno y to-

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dos los miembros de una sociedad tienen que cumplir, esgarantía de estabilidad y bienestar. En este sentido, no in-cluir a los inmigrantes en esa tarea, negándoles o bienobstaculizando su acceso a la condición de ciudadanos,aun cuando residan desde tiempo en un país, significamermar la práctica de la democracia. La representación delos propios intereses y la participación en la toma de deci-siones son los pilares del funcionamiento democrático.Promover el asociacionismo entre los inmigrantes, con elfin de institucionalizar los canales de representatividad desus intereses, es crucial. Fomentar su participación, for-mal o informalmente, en el diseño de política sociales des-de las Administraciones de todos los niveles, sería un se-gundo paso. Es necesario, pero no suficiente, que haganoír su voz a través de sus asociaciones o de organizacionesno gubernamentales, sobre las cuestiones que les concier-nen. Un tercer paso, sería reconocer el derecho de voto aesas personas, por cuanto es conveniente que participen enla elaboración de las leyes (a través de la elección de sus re-presentantes en los Parlamentos) que después deben cum-plir y respetar.

Consecuencias de esta propuesta son: a) la ampliaciónde la democracia (o, por lo menos, de sus prácticas) de losnativos o autóctonos y de los naturalizados a los no nati-vos pero residentes permanentes en un país (denizens, se-gún Hammar (1990)), fundamento, a largo plazo, de esta-bilidad y del bienestar colectivo; b) el aumento de laresponsabilidad de los inmigrantes hacia la sociedad re-ceptora, puesto que no sólo tienen derechos sino tambiénobligaciones (fiscales, políticas), al igual que todo ciuda-dano de un Estado-nación y de la Unión Europea; c) au-mento de los conflictos racistas y xenófobos debido a la re-acción de la población autóctona, contraria a ampliar labase de participación en la toma de decisiones políticas so-bre cuestiones colectivas, por temor a perder beneficios dereivindicaciones históricamente conseguidas; d) riesgo dedivisiones en el seno de las instituciones democráticas enfuncionamiento en la sociedad receptora (aparición de

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secciones étnicas en el seno de un sindicato de clase, crea-ción de partidos políticos de carácter étnico versus parti-dos políticos de clase o nacionalistas, o estatales, etc.).

Sin embargo, estas premisas para integrarse y ejercersus derechos (y obligaciones) como ciudadanos de las so-ciedades avanzadas (industrializadas, occidentales) no pa-recen ser compartidas, por lo menos explícitamente, portodos o la gran mayoría de inmigrantes. Ante los múltiplesobstáculos que deben vencer para asentarse más o menospermanentemente en un lugar (permisos, «papeles», re-chazo de vecinos, discriminación en el trabajo, etc.), los in-migrantes pueden optar, siguiendo a Hirshman, (1970),por desistir en el empeño (salida), por protestar en la es-peranza de hacer oír su voz en instancias de decisión y ac-ción (voz), o por someterse e inhibirse de toda reacción (le-altad). En algunos casos, una vez los inmigrantes se hanasentado en la sociedad de inmigración, antes de tratar detransformar el entorno, los inmigrantes se inhiben y no ac-túan. Esto ocurre no por una cuestión de lealtad (a las ins-tituciones, a los requerimientos de la sociedad receptora)sino de desaliento (despondence, que induce a la inacción(Ahmed, 1997: 176). Sin embargo, esta idea de desalientoes reversible en el tiempo, por cuanto la indiferencia y pa-sividad pueden transformarse en interés en ser reconoci-dos como personas y miembros de una sociedad, ademásde como trabajadores; esto puede traducirse en accionesde protesta o de voluntad de participación en la sociedadreceptora. Conseguir el reagrupamiento familiar, porejemplo, es un factor de estabilidad personal que puede in-fluir en la decisión de no retornar y de participar en la so-ciedad receptora.

Así pues, garantizar los derechos formales por parte dela sociedad receptora, no es suficiente. Causas adicionalesde la inhibición o despondence de los inmigrantes se hallanen su propia situación como tales. Su resistencia a aban-donar la idea de retorno, su apego a la cultura de origen,sus expectativas frustradas respecto a las posibilidades demejores oportunidades de acceso o de promoción laboral

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en el lugar de destino, etc. pueden inducir a la reticenciade los inmigrantes a integrarse, aún habiendo alcanzado elstatus de ciudadanos (Hammar, 1993: 120-126). A pesar deque el concepto de denizen enfatice la permanencia en laresidencia, el deseo de retorno al lugar de origen que con-servan los inmigrantes a lo largo de toda su vida, les inhi-be de forjar planes de futuro a muy largo plazo para ellosy sus hijos en la sociedad receptora. Consecuentemente,no son reacios a afiliarse a asociaciones que representensus intereses como trabajadores (sindicatos) o sus intere-ses más inmediatos (municipales), pero sí son indiferentesa participar en la vida política nacional-estatal, especial-mente por lo que respecta a la primera generación de in-migrantes. Votan e incluso se presentan como candidatoselegibles en las elecciones municipales, pero se inhiben dehacerlo en las generales. Además de guiarse legítimamen-te por sus intereses particulares, muchos inmigrantes ex-tracomunitarios no tienen cultura política de práctica de-mocrática, tal como se entiende en Occidente. La idea denación o de estado-nación, es ajena a su cosmovisión ypercepción de las cosas. El sentido de comunidad prima enmuchos casos sobre el de sociedad o asociación.

Esta serie de sentimientos, valores, elecciones, decisio-nes y acciones colectivas, de acuerdo con sus intereses acorto y medio plazo, tiene consecuencias en la estructurasocial y cambio de la sociedad receptora. Así, la situaciónpolítica de la clase trabajadora respecto a otras clases so-ciales puede cambiar por la presencia de los denizens. Ob-tener la ciudadanía como residentes (denizens), pero inhi-birse de participar con todos los derechos y obligacionesque ello implica en la vida política del país (haciendo usode los derechos civiles básicos como sanidad y educación),puede convertirse en una situación transitoria permanen-te. Ello puede dar lugar a la reacción en contra de los au-tóctonos, reacción que, unida a la inhibición de los inmi-grantes, puede, a largo plazo, traducirse en actitudes yconductas racistas. El racismo persistirá por la indefini-ción de la situación como ciudadanos por parte de los in-

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migrantes y la resistencia a ceder beneficios (privilegios) yaceptar una nueva composición y estructura (multiétnica,diferenciada socio-culturalmente) por parte de la sociedadreceptora. En una etapa de indefinición legal resulta másfácil para quienes están definidos legal y políticamente(autóctonos, ciudadanos), etiquetar e identificar comoexogrupo y excluir a los otros (inmigrantes, no ciudada-nos) (Solé, 1995). La ciudadanía puede así devenir un cri-terio de exclusión.

No obstante, la ausencia de participación política porexclusión social no es privativa de los inmigrantes ni que-da eliminada por la obtención de la ciudadanía. Otros co-lectivos como las mujeres o los gitanos en España son ciu-dadanos desde hace siglos y siguen estando excluidos demuchos ámbitos laborales, sociales y políticos. Los inmi-grantes interiores en Cataluña, por ejemplo, aún siendociudadanos españoles de pleno derecho, han tardado unageneración en alcanzar la participación política plena yefectiva (presentándose como candidatos a elecciones mu-nicipales, autonómicas o legislativas; estando presentes enla vida social y política de la región). Ahí se plantea la ne-cesidad de mecanismos de discriminación positiva para lo-grar la igualdad en el mercado de trabajo y en la vida so-cial y política. Pero para ello se requiere que estos gruposejerzan el derecho a voto. Garantizar ese derecho a los in-migrantes extracomunitarios, a pesar de que no impliquede inmediato la igualación de oportunidades con los au-tóctonos, es un primer paso hacia la integración sociocul-tural en la sociedad receptora.

CONCLUSIONES

Nuestras reflexiones sobre el concepto de integracióndesde la sociología de las migraciones parten del paradig-ma teórico del conflictivismo en tanto que sostenemos unanoción de conflicto como inherente a las relaciones socia-les. Igualmente, apoyamos la idea que en toda sociedad el

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conflicto se manifiesta de forma ubicua siendo, a la larga,un elemento cohesionador al inducir coercitivamente lainteracción entre los componentes de un sistema social.Cabe matizar que en sociedades de inmigración el conflic-to no surge sólo entre autóctonos e inmigrantes sino quese da, asimismo, entre autóctonos y determinados colecti-vos de inmigrantes, entre inmigrantes y determinados au-tóctonos y entre inmigrantes e inmigrantes. Desde la cons-tatación que las sociedades receptoras de inmigración noson culturalmente homogéneas, ni igualitarias en tantoque su estructura social se constituye sobre la base de lasdesigualdades sociales, concebimos la integración comoun proceso continuo de negociación entre grupos socialesque define la copresencia de estos grupos en el espacio pú-blico. De este proceso deriva, asimismo, el reconocimientomutuo de los sistemas normativos y de valores propios decada uno de los grupos en interacción a fin de posibilitarunos mínimos de convivencia compartidos. En este senti-do, la idea de negociación continua en un contexto deconstante interacción conflictual es clave puesto que in-trínsecamente implica una mecánica de resolución haciaun equilibrio social que no es sino dinámico y por tanto,potencialmente inestable.

Nuestro esfuerzo por incorporar un enfoque interactivoy no insiderista en esta revisión crítica del concepto de in-tegración nos ha llevado a practicar, como método de aná-lisis, un cuestionamiento sistemático del etnocentrismoque reviste la mayor parte de las definiciones de integra-ción. En este punto, consideramos de gran potencialidadheurística concebir la integración no sólo en términos denegociación en el nivel de diálogo sobre la alteridad entregrupos sociales, sino también como interpenetración deelementos culturales tangibles, coherente con un marco deconvivencia universal como podría considerarse la Decla-ración Universal de los Derechos Humanos. Respecto a es-to último, si bien podría objetarse el etnocentrismo que sedesprende de esta Declaración de Derechos Humanos (e.g.el reconocimiento de la igualdad de género en todas las es-

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feras de la sociedad) desarrollada principalmente por lassociedades occidentales, sostenemos que es, en última ins-tancia, un referente necesario que al mismo tiempo per-mite no caer en un relativismo cultural absoluto.

Cabe destacar asimismo que el concepto de interpene-tración que sostenemos en nuestra definición de integra-ción no se restringe a la dimensión estrictamente culturalsino que concierne la estructura social de la sociedad derecepción. En este sentido, hablar de interpenetración entérminos de estructura social implica considerar dos as-pectos concretos: la interacción que se da entre personasinmigradas y personas autóctonas en los diferentes ámbi-tos de la vida cotidiana (véase espacio de trabajo, lugar deresidencia) y la desigualdad social —entendida básica-mente en términos de condicionamientos socio-económi-cos distribuidos socialmente de forma no equitativa— queatraviesa las diferencias culturales. De modo ilustrativo,consideramos que la lengua o lenguas —concebidas en susentido vehicular—, así como la participación en un siste-ma educativo común actúan como elementos que deter-minan la interpenetración en un contexto de diversidadcultural en tanto que favorecen la comunicación social yel establecimiento de relaciones sociales. Cabe reconocer,también, que en una sociedad de desigualdad social, lanegociación que se establece entre los agentes sociales(inmigrantes y autóctonos) en un contexto de constanteinteracción conflictual es de naturaleza asimétrica encuanto a las relaciones de poder y de dominación que seproducen. No obstante, ello no significa negar la actua-ción (agency) de los grupos minoritarios a fin de negociaracciones y alcanzar mayores cuotas de poder en la tomade decisiones para lograr, así, niveles más altos de inte-gración socio-cultural.

Finalmente, según nuestro parecer, la revisión del con-cepto de ciudadanía a fin de evitar la institucionalizaciónde la exclusión de las personas inmigrantes constituye uninstrumento base para la puesta en práctica de la inter-penetración de elementos culturales. Esta interpenetra-

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ción parte como condición sine qua non de que el reco-nocimiento formal de la igualdad de derechos pase por lacapacidad efectiva de las personas inmigradas para defi-nir cuáles son los derechos y obligaciones sociales de losque habrán de hacer uso. Por tanto, ello implica la parti-cipación activa de los colectivos de inmigrantes en el pro-ceso de toma de decisiones sobre las cuestiones que lesafecta en la cotidianeidad de sus vidas (trabajo, vivienda,representación política). Al respecto, conviene enfatizarla cuestión del asociacionismo entre los/as inmigrantes,puesto que este proceso se fundamenta en la participa-ción activa de estos colectivos en las instituciones de lasociedad receptora, así como la participación activa delos inmigrantes en los partidos políticos, sindicatos yONGs. En suma, se trata de construir no sólo un espaciode presencia de los colectivos de inmigrantes en la socie-dad civil sino también de acción política. Asimismo, lapráctica de estos derechos y obligaciones sociales porparte de las personas inmigrantes conlleva simultánea-mente tanto la extensión de derechos a los residentes per-manentes no nativos de un estado, como el compartir elbeneficio de los recursos de bienestar social entre una po-blación progresivamente más presentes en las sociedadesreceptoras.

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