Cuadernos de Voronezh

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Osip Cuadernos de Voronezh Muestrario de Poesía 54 Biblioteca Digital Mandel - stam BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES JULIÁN

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Libro escrito por el ruso Osip Mandelstam

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Osip

Cuadernos de Voronezh

Muestrario de Poesía 54 Biblioteca Digital

Mandel- stam

BIBLIOTECA DIGITAL DE

AQUILES JULIÁN

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Cuadernos de Voronezh

Osip Mandelstam, Rusia

Muestrario de Poesía 54 Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Febrero 2010 Santo Domingo, República Dominicana Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se difunde por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición. Este e-libro es cortesía de: Sol Poniente interior 144, Apto. 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tel. 809-565-3164 Emails: [email protected], [email protected]

BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES

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Edición Digital Gratuita distribuida por Internet Coeditores:

Fernando Ruiz Granados

México José Acosta New York, EE.UU. Pedro Camilo Santo Domingo, RD Aníbal Rosario

New York, EE.UU. Milagros Hernández Chiliberti

Venezuela Eduardo Gautreau de Windt

Santo Domingo, RD Mario Alberto Manuel Vásquez

Salta, Argentina José Alejandro Peña

Estados Unidos Radhamés Reyes-Vásquez

Nicaragua / Rep. Dominicana César Sánchez Beras

Massachusetts, EE.UU. Félix Villalona Santo Domingo, RD

Ángela Yanet Ferreira

Libros de Regalo

EDITORA DIGITAL GRATUITA

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El poeta y la máquina de matar / Aquiles Julián 6 Recuerdos sobre Mandelstam / Ana Ajmátova 11 Primer cuaderno 22 Vivo en huertos importantes… 23 ¡Orejeras, mis orejeras!... 23 Déjame marchar, déjame volver, Voronezh… 23 Debo vivir, aunque esté dos veces muertos… 24 ¿Qué calle es esta?... 24 Tierra negra 24 Privándome del mar, del vuelo y del correr… 25 Sí, estoy en el suelo y mis labios tiemblan… 25 ¡Qué turbio fluye el Kama cuando… 26 Estanzas 26 Era un día de cinco cabezas. Yo llevaba ya encogido… 28 Hablando de una humeda cinta… 29 Todavía estamos llenos de vida… 29 Lingotes constantes y sonantes de las noches romanas… 30 ¿Puede alabarse a una mujer muerta?... 30 En las pestañas muertas se heló San Isaac… 30 Tras el pálido Paganini 31 Corre la ola junto a la ola, rompiendo la cresta… 32 Oficio el ritual del humo… 32 No devolveré a la tierra como mariposa blanca… 32 Segundo cuaderno 34 Tras las casas y los bosques… 35 Nacimiento de la sonrisa… 35 Me asombra el mundo cada vez más… 35 Jilguero mío, inclino la cabeza… 36 El día tiene hoy el pico amarillento… 36 Ni tú, ni yo, sino ellos… 36 En las montañas reposa el ídolo… 37

Contenido

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Estoy en el corazón del siglo. El camino es oscuro… 37 Y el maestro del taller de los cañones… 38 La ley de los pinares… 38 Con la fina hoja de Gillette… 38 Noche. Viaje. El primer sueño… 39 Las etapas lejanas del convoy… 40 ¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre? 40 Con la soga se hundía en el agua oscura… 40 Cuando tiembla y palpita… 41 Como don tardío… 41 Todo va mal… 42 Tu pupila en la corteza celeste… 42 Sonríe, cordero colérico de la tela de Rafael… 43 Cuando el mago… 43 Como halcón cautivo… 44 La amada levadura del mundo… 44 Un diablillo con el pelo húmedo… 44 Todavía no estás muerto. Todavía no estás sólo… 45 Miro tan solo el rostro del hielo… 45 Este campo abierto, lento y sofocante… 46 ¿Qué haremos con la mortandad de la llanura… 46 Como plata de mujer arde… 47 Ahora estoy en una telaraña de luz… 47 Como piedra caída del cielo que despierta la tierra… 47 Siento el primer hielo, lo siento…. 48 ¿Dónde encontraré refugio en este mes de enero?... 48 Me gusta el aliento helado… 49 Entre el rumor y la prisa del pueblo… 49 ¿Dónde está el lamento atado y clavado?... 50 Como Rembrandt, mártir del claroscuro… 51 Jirones de redondas bahías, grava y sol… 51 Canto con la garganta mojada y el alma seca… 52 Armado con la vista de puntiagudas avispas… 53 Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña… 53 Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas… 53 El sueño defiende el Don en mi sueño… 54 Como madera y cobre es el vuelo de Favorski… 55 Estoy hundido en el foso de los leones y en la fortaleza… 55 Tercer cuaderno 56 Versos del soldado desconocido… 57 3 59 Imploro, como piedad y gracia… 60 Vi un lago erguido, aplomo… 60 En la pizarra bermeja, carmesí… 61 Lo diré llanamente, en un susurro… 61 El cielo de la última cena se apegó al muro… 62

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Me extravié en el cielo ¿Qué haré? 62 Me extravié en el cielo ¿Qué haré? 63 Quizás es un signo de locura… 63 No compares: lo que vive no es comparable… 64 Roma… 64 Para que la piedra arenisca cobijara… 65 Verde Creta, vasta isla azul… 66 Cómo me gustaría… 67 La teta y la iota de la flauta griega… 67 Como en las calles de Kiev-Vij… 68 Llevo a mis labios este verdor… 69 En viscoso juramento se pegan los brotes… 69 Me apuntaban la pera y el cerezo aliso… 70 Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer… 71 Notas 72 La dignidad del poeta / Jesús García Gabaldón 79 El poema nunca escrito / Sergio Bufano 83 Sobre un poema de Osip Mandelstam / José Manuel Prieto 88 Esperanza contra toda esperanza / Joaquín Estefanía 101 Osip Mandelstam / biografía 103

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El poeta y la máquina de matar.

"De qué te quejas, éste es el único país que respeta la poesía: mata por ella".

Osip Mandelstam, a su esposa

Por Aquiles Julián Vivimos un tiempo prerracional, prehumano. Un tiempo en que el crimen y el abuso o se ocultan, o se justifican y se ensalzan. Millones engañados, cómplices inconscientes de criminales despiadados: Hitler, Lenin, Stalin, Trotsky, Pol Pot, Mao, Harry Truman, George Bush… Vivimos tiempos terribles. Inadvertidas masacres se ejecutan bajo nuestras narices, embobadas por el último desfile de moda, el último escándalo sexual del comediante de turno, el último fenómeno mediático, el último estupefaciente, en una sucesión apabullante de nimiedades dimensionadas para distraernos, para engatusar la percepción y narcotizar la conciencia.

El concepto moral de Lenín era muy directo, patológicamente simple: el exterminio de las “clases superfluas”, el asesinato puro y simple de los que a su juicio eran miembros de “las clases condenadas por la Historia”. Por más que la historiografía soviética se dedicara luego orwellianamente a embellecer, expurgar, disfrazar y transformar una conducta sangrienta en un cuento de hadas (sorprendentemente, unas “biografía” maquillada del feroz asesino Félix Dzerzhinsky, alias “el martillo bolchevique”, a quien Lenín encomendó crear La Checa, se titula “Félix significa feliz”, una muestra de beatificación de la historia y falsificación de la verdad), las órdenes de Lenín de agarrar a 30 personas al azar y fusilarlas da la exacta medida de sus escrúpulos que, por cierto, brillaban por su ausencia.

Esa mentalidad de asesino en masas, escudada en sus disparatosa ideología y sus falaces “leyes históricas” que les sirven de tapadera y justificación, llegó a su culminación con el líder de una banda de atracadores de Tiflis: Iosif Stalin.

Los otros no eran mejores. Los crímenes de Trotsky , compinche de Lenin, no quedan exculpados por haber perdido el tour de force por el naciente imperio bolchevique y luego haber sido mandado a asesinar por su viejo contrincante. El concepto de que había clases superfluas, destinadas a perecer y desaparecer y que convenía darle una manita a la “Historia” (sí, un ente metafísico, una diosa secular inventada por estos ateos “científicos”) fusilando en masa a las personas que tenían la desdicha de calificar dentro de estos grupos sociales al criterio de los nuevos zares, produjo matanzas incalificables. Y cuando no, se provocaban hambrunas espantosas para someter a la gente y desprenderse de un buen número de ellas (el campesinado también fue, después de manipulado y engatusado, sindicado de clase superflua). Las hambrunas provocadas en Ucrania y sus secuelas, que llevaron a humildes campesinos al acto horrendo del canibalismo por el simple afán de supervivencia, es demostración de la sevicia

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patológica de estos “heraldos de los nuevos tiempos”. ¿Qué los diferencia de Hitler y sus crematorios? ¡La tecnología! Los nazis fueron más sofisticados, no menos criminales. La misma mentalidad de asesinato en masa: judíos y opositores, en el caso de los nazis; grupos sociales superfluos a su criterio, en el caso de los bolcheviques.

Dos magníficos libros: En la corte del zar rojo y Llamadme Stalin, del historiador Simon Sebag Montefiore pintan el atroz retrato de Koba, que evoluciónó desde ladronzuelo en Tiflis hasta adueñarse del poder total y crear un vasto imperio mediante un hábil rejuego entre politicastros ambiciosos (todos se detestaban entre sí y aspiraban a la principalía y todos subestimaron al astuto oseta), haciendo alianzas con unos para aplastar a otros, sólo para luego volverse y también aplastar al antiguo aliado.

Al arte, los bolcheviques le asignaron una función: engatusar, adulterar, falsificar, disfrazar, distorsionar, justificar, mentir descaradamente, crear una realidad ficticia para consumo interno y externo, magnificar, endiosar, dimensionar, exagerar, borrar, reescribir… en fin, una función política y militar dentro de la guerra psicológica (ideológica, según la verborrea totalitaria): reestructurar las percepciones, adaptarse a las políticas momentáneas de los altos jerarcas, explicar que las percepciones reales eran erróneas y decir cómo debían ser interpretadas, justificar lo injustificable, dignificar la infamia y embadurnar de honor al crimen y al criminal, cantar las hazañas del psicópata y dar estatura de héroe al mediocre y al bandido.

Los escrúpulos morales eran cosa de la “burguesía derrotada”. Trotsky, el soberbio y altanero geniecillo bolchevique lo explicó en el panfleto “Su moral y la nuestra”. No hay que temer comprometerse en la peor infamia, siempre tendremos un aparato de escritores, periodistas y propagandistas que dará la versión oficial que exculpa y disfraza, que pinta idílicamente una realidad rosa al gusto de las damas de corazón sensible, con su héroe homérico que afronta los peligros y dificultades con actitud decidida para restaurar el honor y salvar a los desvalidos. Félix significa feliz, no se olvide.

La dictadura zarista, aquel gobierno medieval, obsoleto, con sus terratenientes, sus nobles, sus estratos sociales, sus campesinos-siervos… Aquel anacronismo, aquella supervivencia de un período superado que se resistía a ceder, generó un sano ambiente de rechazo, y sus disparates, como su alianza “santa” en la Primera Guerra Mundial y su atraso militar la llevaron a su bancarrota y a la Revolución de Febrero, única verdadera ocurrida en aquella infortunada nación.

Pero aquel endeble ensayo de democracia iniciado en febrero del 1917, en un país sin tradición democrática, confuso y metido en el atolladero de la guerra, fue asaltado por Lenín y su banda financiada con fondos alemanes, una estrategia interesada del militarismo alemán para debilitar la alianza que acogotaba el expansionismo germano.

Lenín hizo compromisos indignos con los alemanes, que lo escoltaron a Rusia y le proveyeron de fondos para su aventura. Y mediante una hábil estratagema, dio un golpe de Estado (no hizo una revolución), para impedir que la democracia rusa se consolidara. Luego inventarían una historia rosa para pintar

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Carta de Stalin a Lavrenti Beria donde el primero ordena, solamente firmando «За» («Pro»), la ejecución de las 346 personas listadas en la carta en enero de 1940. Tomado de Wikipedia

de héroes a la partida de canallas que se apropiaron de un proceso del cual no eran agentes y llevaran al país por el derricadero del “socialismo real”.

Frente a la perplejidad de las mayorías, los bolcheviques hicieron gala de su “moral” y se adueñaron del país, imponiendo a balazo limpio sus pretensiones (ya saben, “el poder nace del fusil”, lección moral 01, básica). Luego empezarían todos a luchar por la principalía.

Stalin, colocado en la aparentemente inocua posición de secretario de organización de la fracción bolchevique, maniobró para colocar a sus incondicionales y aliados en las posiciones de decisión y aguardó su momento. Todos los ensorbecidos jefecillos bolcheviques lo menospreciaban, y él, a su vez, les devolvía el cumplido. Cuando Lenín representó un obstáculo para su hegemonía, se aseguró de que no lo siguiera siendo y oportunamente Lenín murió. Posteriormente, empezó una ardua labor de desbroce de competidores empleando todos los medios posibles. Los fue excluyendo e incriminando en absurdas conspiraciones, arrancándole confesiones y produciendo sus propios eventos justificatorios a la medida, como el conveniente asesinato de Kirov.

E implantó el Gran Terror.

La admiración por el terror jacobino de los bolcheviques es proverbial. Para Lenín y Marx el error de los jacobinos fue no profundizar el terror lo suficiente para asesinar o postrar a la sociedad, a los discrepantes, a cualquiera que no fueran ellos mismos, sin importar el costo en sangre, en vidas.

Y con las manos sueltas para poner en práctica sus teorías, ¿qué podían hacer sino extasiarse en aplicar en profundidad el terror?

Para lanzar un velo sobre su pasado, el atracador de Tiflis decidió expurgar no sólo a sus compinches del autodenominado Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS, sino a la sociedad misma. Los escritores, científicos, personalidades, incluyendo muchas de las que se prosternaron, incluyendo a quienes fueron sus cómplices en crímenes, fueron arrojados a las ergástulas, deportados a lejanos campos en condiciones infrahumanas, cuando no se les proporcionaba el eficiente pistoletazo en la nuca en los cárceles de la Lubianka.

Brillantes escritores encontraron uno u otro final. Algunos, como Solzenitsin, tuvieron la fortuna de sobrevivir y compartirnos aquella horrenda historia, en medio de la sorna y la calumnia de la matraca canalla de los izquierdistas y sus “compañeros de ruta”, sarta de infames escritorzuelos y parásitos de viajes, ediciones y aplausos comprados.

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La matraca canalla, el aparato de desinformación, propaganda, calumnia y espionaje, ese formidable, siniestro, eficiente y disimulado aparato que coordina y traza líneas de manera directa e indirecta (a través de sus sicarios intelectuales) a decenas de miles de amplificadores que se comprometen a repetir y repetir, a gritar y a vociferar, a susurrar y a reafirmar las calumnias, distorsiones, mentiras y medias verdades que la claque totalitaria considere oportuno difundir, fue establecida por orden de Lenín a comienzos de la década del ´20 del siglo pasado.

La tarea se le encomendó a un bon vivant alemán: Willi Münzenberg, quien se las ingenió para comprometer con “el futuro” a importantes intelectuales, neutralizar a otros y desacreditar a quienes se sustrajeron a sus chantajes y melosidades tóxicas. Un par de libros muestran los entretelones de ese montaje, que comprometió en crímenes a Pablo Neruda y a Nicolás Guillén, a Jorge Amado y a Paul Eluard, a Louis Aragon y a miles más. Fueron expertos en pathablar, en la jerga orwelliana, cómplices voluntarios la mayoría, de los más sórdidos y horrendos episodios, sólo comparables a los protagonizados por sus semejantes: los nazis.

El aparato de calumniar, mitificar y desinformar, pese a la desarticulación del “socialismo real” en 1990, sigue en lo esencial indemne y cumpliendo su oscuro trabajo. Una apreciable cantidad de escritores dominicanos y latinoamericanos siguen compartiendo su pasión por el estalinismo y la represión sangrienta; evocan los buenos viejos tiempos de los viajes gratuitos y otras sinecuras; cantan nostálgicos a sus héroes, buscan nuevos césares a los que dedicar sus odas, como el deschavetado Chávez o el comediante en jefe Castro, cuando no a criminales como Tirofijo o el Mono Jojoy; se embelesan idealizando al siniestro Che Guevara, autor de estas líneas melodiosas: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.” y siguen a la espera de que un cambio de vientos les devuelva el espacio para sus cánticos de alabanza al dictador dadivoso.

Una víctima, una de tantas, del Gran Terror estalinista fue el poeta Osip Emilievich Mandelstam.

En aquel período siniestro, Mandelstam fue capaz de un acto de audacia tremendo: escribir un poema contra el torvo asesino instalado en el Kremlin. Aquel poema fue su condena, más al mismo tiempo le honra y distingue por el valor temerario demostrado.

Stalin, poeta mediocre, era alérgico al talento. De hecho, la idea que prevalecía en él era la de serviles escribanos sometidos a los designios de la NKVD (la KGB posterior y hoy la FSB, como en aquel cuento dominicano sobre nuestras querellas de principios del siglo XX, sólo nos queda comprobar que “son los mesmos”). Alexander Soltzenitsin se propuso desenmascarar a aquella estafa histórica y mostrar cómo un premio Nobel, el concedido al supuesto escritor soviético Mijail Sholojov por su novela El Don apacible, no fue más que el premio a la carátula creada por la NKVD de un proyecto en que se emplearon

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los textos incautados a los mejores escritores rusos para enhebrar una novela y crear algo que Gorski buscaba: el libro colectivo, amorfo, de todos y de ninguno, que reflejara la directriz del Partido y cambiara según los intereses del momento (véase el formidable libro “Ingenieros del alma”, de Frank Westerman si se quieren más detalles).

A Mandelstam lo fueron acorralando hasta que lo hicieron morir. Le forzaron a escribir una humillante oda al Gran Líder y Padrecito de los Pueblos para salvar su vida. No sirvió de nada. Mandelstam estaba condenado. Una sobreviviente, la brillante Ana Ajmátova, amiga de Mandelstam y su esposa, nos comparte su imagen de él en aquellos tiempos de desamparo y crueldad.

Esa sociedad malvada y cruel, con patente cinismo, aquellos jueces miserables de un poder corrupto y falso, condenaron en 1934 a Mandelstam por el poema a Stalin al destierro en los montes Urales. El poeta llegó al extremo de intentar suicidarse. Vivió varios años exiliado en la ciudad de Voronezh, cerca de la frontera de Ucrania. A su regreso, fue de nuevo hecho preso y de nuevo condenado a cinco años de trabajos forzados en uno de los campos del GULAG. Murió en "Vtoraya Rechka", un campo de concentración próximo a Vladivostok. Su esposa, Nadiezhda, aprendió de memoria los poemas de Mandelstam para preservarlos en medio de aquellos años inciertos. Risiblemente, en 1956 Mandelstam fue “rehabilitado” por la condena falaz de 1938, y 31 años más tarde, en 1987, por su condena del 1934. ¿Y quién juzgó y condenó a su vez a aquellos “jueces” verdugos?

Los grandes asesinos en masa gozan de la admiración de los incautos y de los serviles. Hay quienes justifican el crimen y lo glorifican. Por ahí andan los versos de Louis Aragon que canta a los energúmenos de la GPU. Y tenemos a Neruda, al cubano Guillén, a tantos que uncieron su poesía y su decoro al mamotrero sangriento del estalinismo, callaron los crímenes cuando no los justificaron con estridencia, sintiéndose “voceros” del porvenir.

Y hoy seguimos adorando a los pichones de tiranos y a los tiranos consumados. Justificando y glorificando la patada y el garrote. Tras la migaja. Siempre tras la migaja.

Leyendo la historia de los imperios: el asirio, el lidio, el medo, el caldeo, el romano… vemos que aquellos reyes que arrasaban ciudades y pasaban a cuchillo a sus habitantes, aquellas ínfulas engoladas, aquellas pretensiones de perpetuidad terminaron barridas, se hundieron en la noche de los tiempos. Igual pasó al Reich de los 1,000 años de Hitler, con sus sueños de hegemonía, sus mitos arios y su inmenso desprecio por la vida humana. Igual sucederá a los intentos dinásticos de los Castro, al de Kim Jong-il en Corea del Norte y sus émulos. Y la vergüenza eterna enlodará a quienes cantaron serviles a los nuevos césares. Por igual, la admiración eterna acompañará a los que padecieron, a los que resistieron, a los que sucumbieron ante la furia de la barbarie prepotente, a los que hilvanaron aún sea un precario ejemplo de dignidad en tiempos difíciles, como diría el gran poeta cubano Heberto Padilla.

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Recuerdos sobre Mandelstam(1)

Prólogo de Anna Ajmátova

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Mandelstam era un magnífico conversador: no se escuchaba y se respondía a sí mismo, como hacen ahora casi todos. En la conversación se mostraba educado, ingenioso y hablaba de temas infinitamente diversos. Nunca le oí repetirse o echar mano de temas trillados. Osip Emilievich Mandelstam tenía una capacidad extraordinaria para aprender lenguas. Recitaba de memoria en italiano páginas enteras de la Divina Comedia. Poco antes de su muerte le pidió a Nadia (Nadiezhda Mandelstam) que le enseñara inglés, una lengua que desconocía por completo. Hablaba de poesía de manera espléndida y subjetiva, y a veces se mostraba sorprendentemente injusto, por ejemplo con Blok. De Pasternak decía: "He pensado tanto en él que hasta me he cansado" y "Estoy seguro de que no ha leído ni una sola línea mía". De Marina: "Soy anti-Tsvietáieva".

Con la música se sentía como en su propia casa, tenía una relación muy especial con ella. Lo que más temía era quedarse mudo. Llamaba a eso sofoco. Cuando tenía un ataque de asma, sentía verdadero pánico y se ponía a pensar absurdas razones para explicar esa desgracia. La segunda y más frecuente causa de su pesadumbre eran los lectores. Siempre tenía la impresión de que no le

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apreciaban aquellos que él quería, sino otros. Conocía bien y recordaba la poesía ajena, y a menudo se deleitaba recitando de memoria algunos versos que había leído. Por ejemplo:

En el barro que hierve por las pisadas de los caballos Está tirada la ropa blanca del hermano-nieve...

Sólo los recuerdo con su voz. ¿De quién son? Le gustaba hablar de lo que él llamaba "idolatría". A veces, cuando quería entretenerse a mi costa, contaba cualquier cosa sin importancia. Por ejemplo, me contó que en su juventud había traducido el verso de Mallarmé "La jeune mère allaitant son enfant" ("La joven madre alimentaba a su hijo") como "La joven madre se alimentaba de sueño". Nos reímos tanto que caímos en un diván al cual le crujían todos los muelles, en "Tuchka" (La nubecita) y casi nos morimos de risa, como la muchacha del Ulises de Joyce. Conocí a Osip Mandelstam en "La torre" de Viacheslav Ivánov en la primavera de 1911. Por entonces, era un joven flaco, con un lirio en el ojal, una cabeza grande echada hacia atrás y largas pestañas. Lo vi por segunda vez en casa de los Tolstoi, en Staro-Nevski (la vieja avenida Nevski) ; él no me

reconoció, y Alexei Nikolaevich Tolstoi le preguntó quién era la mujer de Gumiliov y él hizo señas con las manos de que era yo la del sombrero grande. Temí que sucediera algo irreparable y me presenté yo misma. Ese fue mi primer Mandelstam, el autor de La Piedra verde (Editorial Acmé) con esta dedicatoria: "A Anna Ajmátova, llamarada de conocimiento en días inmemoriales. Respetuosamente, el autor". Con su peculiar y adorable autoironía, a Osip le encantaba contar cómo un viejo hebreo, dueño de la tipografía en que se imprimió La piedra, le felicitó por la publicación del libro, estrechándole la mano y diciéndole: "Joven, usted escribirá cada vez mejor".

Le veo como a través de la rara niebla de la isla Vasilievski y en el antiguo restaurante "Kinshi" (en la esquina de la Segunda Línea y el Bolshoi Prospekt; ahora hay allí una peluquería), donde, según la leyenda, Lomonósov solía trabajar y adonde nosotros, Gumiliov y yo, íbamos a desayunar desde "Tuchka" (La nubecita). No hubo ni podía haber ninguna reunión en "Tuchka", que era, sencillamente, la habitación de estudiante de Nikolai Stepanovich Gumiliov, y donde ni siquiera nos podíamos sentar. La descripción de las reuniones "five o'clock" de Georgui Ivánov (en Poetas) es una invención desde la primera hasta la última palabra. N. V. Nedóbrovo no pisó el umbral de "Tuchka". Ese Mandelstam es el generoso colaborador, si no coautor de la "Antología

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de la estupidez antigua", que los miembros del Taller de los Poetas componían (casi todos, excepto yo) antes de cenar: “Lesbia, dónde estuviste”, “El hijo de Leonid era avaro" (...) En los años diez nos encontramos, naturalmente, en todas partes: en las redacciones, en casa de conocidos, en los viernes de "Hiperborrea", esto es, en casa de Lozinski, en "El perro errante" (Brodiachaya sobaka), donde, por cierto, me presentó a Maiakovski. Una vez en "El perro", cuando todos estaban cenando y armando ruido con la vajilla, Maiakovski se puso a recitar poesía. Osip Emilievich Mandelstam se acercó a él y le dijo: "Maiakovski, deje de recitar. Usted no es una orquesta rumana". Eso sucedió ante mis ojos (entre 1912 y 1913). El ingenioso de Maiakovski no supo qué contestar; eso lo contaba con mucha gracia Jardzhiev. También nos veíamos en la "Academia del verso" (La Sociedad de los defensores de la palabra artística, donde reinaba Viacheslav Ivánov), y en las reuniones hostiles a esa Academia, del Taller de los Poetas, donde Mandelstam pronto se convirtió en el primer violín. Por entonces, escribió un poema misterioso (y no muy logrado) sobre "El ángel negro en la nieve". Nadia Mandelstam afirma que está dedicado a mí (...) Gumiliov estimó pronto y bien a Mandelstam. Se conocieron en París. (Véase el final del poema de Osip sobre Gumiliov. Allí se dice que Nikolai Stepánovich iba maquillado y con sombrero de copa:

Pero en Petersburgo el acmeísta está más cerca de mí Que el Pierrot romántico de París.

Los simbolistas nunca les aceptaron. También me visitó Osip Emilievich en Zárskoe Seló. Cuando estaba enamorado, lo que sucedía con bastante frecuencia, yo era, en algunas ocasiones, su confidente. A la primera que recuerdo es a Anna Mijailovna Zelmanova-Chudovskaya, una bella pintora. Ella le hizo un dibujo con fondo azul oscuro y la cabeza echada hacia atrás (¿en 1914?), en la calle Alexeevski. Él no escribió versos a Anna Mijailovna, de lo cual se quejaba amargamente ante mí, ya que no era capaz de escribir poemas de amor. La segunda fue Tsvietáieva, a la cual dedicó poesías de Crimea y Moscú; la tercera es Salomé Andronikova (Andreeva, ahora Galpern, a quien Mandelstam inmortalizó en su libro Tristia: "Cuando no duermes, Solominka, en tu inmenso tálamo...". Recuerdo ese tálamo suntuoso de Salomé en la isla Vasillevski). Desde luego que Mandelstam fue a Varsovia y que le llamó enormemente la atención el ghetto (de eso se

acuerda M.A.Z.), pero de su intento de suicidio, del que habla Gueorgui Ivánov, ni siquiera Nadia Mandelstam ha oído hablar, ni de Lipochka, la hija que dicen nació allí.

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Al comienzo de la revolución (1920), cuando yo vivía completamente sola y ni siquiera le veía, él se enamoró de Olga Arbénina, actriz del teatro Alexandrinski que luego se casaría con Yu, Yúrkina, y le escribió los poemas ("Porque no supe retener tus manos" y otros). Dicen que los manuscritos Se perdieron durante el bloqueo, sin embargo yo los vi hace poco en casa de J. A todas esas damas de antes de la revolución (temo que entre ellas me encuentro yo), él las llamó al cabo de muchos años “dulces europeas” : Y de las bellezas de entonces, de esas dulces europeas, ¡Cuánta confusión, desgarro y desgracia recibí!

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Mandelstam saludó a la revolución como poeta maduro y conocido, al menos en un pequeño círculo. (Su alma estaba llena de todo lo que ocurría). Mandelstam fue uno de los primeros en escribir poesía de tema cívico. Para él la revolución fue un gran acontecimiento, y no es casual que la palabra "pueblo" aparezca en su poesía. Vi con bastante frecuencia a Mandelstam entre 1917 y 1918, cuando yo vivía en Vyborg casa de los Sreznevski (en la calle Botkinskaya, 9), no en la casa extraña, sino en el piso del viejo doctor Viacheslav Sreznevski, marido de mi amiga Valeria Serguievna. Mandelstam venía a visitarme a menudo y recorríamos en un coche de simones los increíbles baches del invierno de la revolución, entre célebres hogueras que ardieron casi hasta mayo, escuchando el tableteo de fusiles, que no sabíamos de dónde procedía. Así íbamos a las veladas organizadas en la Academia de las Artes a beneficio de los heridos, y en las que intervenimos los dos en algunas ocasiones. Osip Emilievich Mandelstam estuvo conmigo en el concierto de Butomo-Nazvanóva en el Conservatorio, en el que ella cantó a Schubert (véase: "Esa tarde no resonaba el bosque ojival del órgano: nos cantaban a Schubert..."). De esa época son todos los poemas dedicados a mí: "En los instantes floridos no busqué..." (de diciembre de 1917); se refiere a mí la profecía, en parte cumplida:

"Algún día en la loca ciudad, en la fiesta de los escitas, a orillas del Neva, al son de un baile abominable alzarán la toca de tu bella cabeza."

También me está dedicado: "Tu pronunciación asombrosa..." Además, en diferentes momentos, Mandelstam me dedicó cuatro cuartetos: 1. "Quieres ser un juguete" (1911) 2. "Los rasgos faciales desfigurados..." (años 10)

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3. "Las abejas se acostumbran al apicultor..." (años 30) 4. "Nuestra relación está en declive..." Después de algunas dudas, decido recordar en estas notas que tuve que explicar a Osip que no debíamos vernos tan a menudo, ya que eso podía dar a la gente pie para hacer comentarios perversos sobre nuestra relación. Después de lo cual, más o menos, en marzo, Mandelstam desapareció. Aunque por entonces todo a nuestro alrededor era bastante confuso e informe —alguno desaparecía para siempre, otro por un tiempo, y a todos nos parecía que se habían ido a las afueras, por supuesto que no en el sentido actual de esa palabra; por decirlo así, no había un centro (la observación es de Lozinski)—, a mí no me sorprendió la desaparición de Osip Emilievich (...) Vi de nuevo a Mandelstam, de paso, en Moscú en 1918. En 1920 pasó por mi casa de la calle Serguiévskaya (en Petersburgo) una o dos veces (...) El verano de 1924 Osip Mandelstam trajo a mi casa (en Fontanka, 2) a su joven esposa. Nadia era lo que en francés dicen "laide mais charmante". Desde ese día comenzó mi amistad con Nadia, que llega hasta hoy día. Osip quería con locura a Nadia. Cuando la operaron de apendicitis en Kiev, él no salió del hospital y vivió en una habitación del portero del hospital. No abandonó por un momento a Nadia, no le dejó que trabajara, era muy celoso y le pedía consejo sobre cada palabra de su poesía. En general, no he visto nada parecido en mi vida. La correspondencia de Mandelstam a su esposa confirma plenamente mi impresión. En 1925 viví con los Mandelstam en un pasillo de la pensión de Zaitsev en Zárskoe Seló. (...) Los Mandelstam pasaron un invierno en Zárskoe Seló, en el Liceo Imperial, a causa de la salud de Nadia. (...) A Mandelstam no le gustó vivir allí. Detestaba con todas sus fuerzas los llamados "ceceos imperiales" de Gollerbraj y Rozhdestvenski y la especulación en nombre de Pushkin. Mandelstam tenía una relación muy singular, casi terrible con Pushkin. Me parece ver en ella una especie de aureola de pudor sobrehumano. Estaba en contra de cualquier "pushkinismo". Respecto al verso de Pushkin, "El sol de ayer llevan en negras parihuelas...", ni Nadia ni yo lo conocíamos y sólo ha salido a la luz ahora, de los borradores (en los años cincuenta). Mandelstam recogió de mi mesa, mi "Último cuento", esto es, mi artículo sobre "El gallo de oro" de Pushkin, lo leyó y dijo: "Vamos a jugar una partida de ajedrez". (...) De los escritores contemporáneos, Mandelstam tenía en gran estima a Bábel y a Zóschenko. Mijail Míjailovich Zóschenko lo sabía y se sentía muy orgulloso de ello. A quien más detestaba Mandelstam por algún motivo era a Leónov.(...) En otoño de 1933 Mandelstam obtuvo por fin (lo celebro) un piso (dos habitaciones, quinto piso, sin ascensor, gas ni baño) en la travesía Naschokinski

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("El piso es silencioso, como el papel..."), y la vida errante pareció acabarse. A esa casa llevó libros por primera vez. En su mayoría, se trataba de viejas ediciones de poetas italianos (Dante, Petrarca). Pero nada había acabado, todo el tiempo hacía falta llamar a algún sitio, esperar algo, confiar en algo. y nada de todo eso resultaba bien. Osip Emilievich

era enemigo de las traducciones de poesía. Una vez, en el piso de Naschokinski, le dijo a Pasternak en presencia mía: "Sus obras completas consistirán en doce tomos de traducciones y sólo uno de sus propias poesías". Mandelstam sabía que en las traducciones se escapa la energía creadora y, conseguir de él que tradujera, era algo casi imposible. A su alrededor había mucha gente, a menudo bastante turbia y casi siempre inútil. Sin tener en cuenta que aquellos tiempos eran relativamente "vegetarianos", una sombra de infelicidad y condena habitaba esa casa. Íbamos por Prechistenka (en febrero del 34) y no recuerdo de qué hablábamos. Giramos

al bulevar Gogolievski (Bulevar de Gógol) y Osip dijo: "Estoy preparado para la muerte". De eso hace ya 28 años y siempre que paso por ese sitio me acuerdo de ese instante. Durante bastante tiempo no vi a Osip ni a Nadia. En 1933 los Mandelstam vinieron a Leningrado con alguna invitación. Se alojaron en el "Hotel de Europa". Osip tenía dos veladas poéticas. Acaba de aprender italiano y estaba tan apasionado por Dante que recitaba de memoria páginas enteras de la Divina Comedia. Nos pusimos a hablar del "Purgatorio" y yo recité un pasaje del canto XXX (la aparición de Beatriz). Cito de memoria:

Sopra candido vel cinta d’oliva Donna m'apparve, sotto verde manto, Vestita di color di fiamma viva. ……………. ……………. …………………… "Men che dramma Di sangue m' e rimaso non tremi: Conosco i segni dell'antica fiamma"

Osip se echó a llorar. Me asusté: "¿Qué pasa?". "No, no es nada, sólo son esas palabras y su voz". No me corresponde a mí recordar eso. Si Nadia quiere, que se acuerde. Osip me recitó de memoria fragmentos del poema de N. Kliuev: "Los difamadores del arte", que fue la causa de la muerte del infeliz Nikolai Alekseevich Kliuev. Una vez, cuando yo reproché algo a Esenin, Osip me respondió que se podía perdonar a Esenin sólo por el verso: "No fusilé a los infelices en los calabozos..." En general, era difícil sobrevivir: sólo conseguíamos algunas traducciones,

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algunas reseñas y algunas promesas. El dinero apenas llegaba para pagar el piso y comprar la comida. En esa época, el aspecto de Mandelstam cambió mucho: más cargado de hombros, con más canas, y con asma, daba la impresión de ser un anciano y sólo tenía cuarenta años. Sólo sus ojos brillaban como antes. y su poesía era cada vez mejor, y su prosa también. (...) Recuerdo muy bien una de nuestras conversaciones de entonces sobre poesía. Osip Emilievich, quien sufría agudamente lo que hoy se llama "culto a la personalidad", me dijo: "Ahora la poesía debe ser cívica" y me recitó su poema sobre Stalin: "Vivimos sin sentir el país a nuestros pies..." De esa época es su "teoría del conocimiento de las palabras". Mucho más tarde afirmó que la poesía, festiva o trágica, se escribe sólo como resultado de una aguda conmoción. Del poema en que alababa a Stalin: "Quiero decir no Stalin, sino Yugashvili" (1937), me dijo: "Comprendo ahora que se trataba de una enfermedad". Cuando le recité a Osip mi poema "Te llevaron al alba...", el poema inicial de Requiem (1935), sobre el arresto en 1935 de N. N. Punin, (marido de Ajmátova), me dijo: "Se lo agradezco". A su vez, Mandelstam me recitó justo el último verso de su poema "Un poco de geografía" ("No una ciudad") europea... :

Él, celebrado como primer poeta, Pecador nuestro, y tuyo.

El 13 de mayo de 1934 le arrestaron. Ese mismo día, tras varios telegramas y llamadas de teléfono, llegué a casa de los Mandelstam desde Leningrado, donde había tenido lugar poco antes su incidente con Alexei Tolstoi. Éramos todos tan pobres por entonces que para comprar el billete de ida y vuelta tuve que empeñar la medalla de la condecoración, la última concedida por Remizov en 1921 (me la entregaron ya después de la huida de Remizov en 1921) y el busto que me había hecho Danko en 1924 (lo compró S. Tolstaya para el museo de la Unión de Escritores). La orden de arresto había sido firmada por el mismo Yágoda. El registro duró toda la noche. Buscaban poemas y estuvieron buscando entre los manuscritos que había tirado a un baúl. Nosotros estuvimos sentados en una habitación. Todo estaba en silencio. Tras la pared, en casa de Kirsánov, sonaba una guitarra hawaiana. Vi cómo el inspector encontró "El lobo" ("Por el valor ruidoso de los siglos venideros...") y se lo mostró a Osip Emilievich. Él asintió en silencio. Al despedirme, me besó. Se lo llevaron a las siete de la mañana. Había mucha luz. Nadia fue a casa del hermano, y yo a casa de Chulkov, en el bulevar de Smolensk, 8, y acordamos juntarnos en alguna parte. Al regresar a casa juntas, arreglamos el piso, y nos sentamos a desayunar. De nuevo golpearon en la puerta, de nuevo eran ellos, de nuevo un registro. Yevgueni Yakovlevich Jazin dijo: "Si vienen otra vez, le llevarán a usted con ellos". Pasternak, en cuya casa estuve ese mismo día, fue a interceder por Mandelstam a "Izvestia", ante Bujarin, y yo, fui al Kremlin a ver a Enukidze. Por entonces acceder al Kremlin era casi un milagro. Ello fue posible gracias a la

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gestión del actor Ruslanov (del Teatro Vajtangov), a través del secretario de Enukidze. Enukidze estuvo bastante amable, pero enseguida preguntó: "¿es posible que haya algún poema?" Con esas gestiones se aceleró y, seguramente, se suavizó el desenlace. La condena fue de tres años en Cherdin, donde Osip se tiró por la ventana del hospital porque le pareció que iban a por él. (Véase la tercera estrofa de las "Estanzas") y se rompió el brazo. Nadia envió un telegrama al Comité Central. Stalin ordenó revisar el caso y autorizó la elección de otro lugar para cumplir la condena. Después llamó a Pasternak. Lo demás es demasiado conocido. Fui con Pasternak a casa de Usievich, donde nos encontrarnos con los jefes de la Unión Soviética y con muchos jóvenes marxistas. Estuve también en casa de Pilniak, donde vi a Baltrushaitis, Spet y S. Prokofiev. En ese tiempo el antiguo síndico del Taller de los Poetas, Serguei Gorodetski, al participar en algún acto, pronunció la siguiente frase inmortal: "Esos versículos de una tal Ajmátova, que se pasó a la contrarrevolución" ; incluso en la Revista Literaria "Literaturnaya Gazeta" que publicó un informe de esa reunión, se suavizaron esas palabras auténticas (Véase la "Literaturnaya Gazeta" de mayo de 1934). Bujarin, al final de su carta a Stalin escribió: "Y Pasternak también está preocupado". Stalin informó que había dado la orden de que todo estuviera en orden con Mandelstam. Le preguntó a Pasternak por qué no había intercedido. "Si mi amigo poeta cayera en desgracia, haría todo lo posible para salvarle". Pasternak le respondió que si él no hubiera intercedido, Stalin no conocería ese caso. "¿Por qué no se dirigió a mí o a las organizaciones de escritores?" - "Las organizaciones de escritores no tratan esos asuntos desde el año 1927" - "Pero, ¿acaso es su amigo?" Pasternak se quedó callado y Stalin, tras una breve pausa, continuó la pregunta: "¿Es acaso un maestro, un maestro?" Pasternak respondió: "Eso no importa". Boris Leonídovich Pasternak pensó que Stalin le estaba poniendo aprueba para saber si conocía o no el poema y por eso se mostró inseguro. "¿Porqué siempre hablamos de Mandelstam y de Mandelstam? Hace tiempo que quería hablar con usted" - "¿De qué?" "De la vida y la muerte". Stalin colgó. Nadia nunca fue a casa de Boris Leonídovich y no le pidió nada, como escribe Robert Pane. De los hombres, fue a visitar a Nadia un tal Perets Markish. Muchas mujeres acudieron a su casa ese mismo día. Recuerdo que eran guapas y muy bien vestidas, con vestidos ligeros y primaverales: Sima Narbut, quien todavía no había sido atacada por la desgracia; la mujer de Senkevich, a quien llamábamos "la cautiva turca"; Nina Olshevskaya, de ojos claros, esbelta y extraordinariamente tranquila. Nadia y yo estábamos sentadas con prendas arrugadas, pálidas y entumecidas. Con nosotros estaba Emma Guerstein y el hermano de Nadia. Al cabo de quince días, temprano por la mañana llamaron por teléfono a

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Nadia y le dijeron que si quería acompañar a su marido debería estar en la estación de Kazán por la tarde. Todo había terminado. Nina Olshevskaya y yo fuimos a conseguir dinero para el viaje. Dieron mucho. Elena Serguievna Bulgákova lloró y me puso en la mano todo el dinero que tenía en su bolso. Nadia y yo fuimos juntas a la estación. Antes, fuimos a la Lubianka por los documentos. Hacía un día claro y soleado. Desde cada ventana nos miraban los bigotes de cucaracha del "culpable del festejo". Tardaron mucho en traer a Osip. Estaba en tan mal estado que ni siquiera podían sentarle en el furgón policial. Mi tren, que salía de la estación de Leningrado, se marchaba y no podía esperar. Los hermanos, esto es, Yevgueni Yakovlevich Jazin y Alexander Emilievich Mandelstam me condujeron allí y luego regresaron a la estación de Kazán y sólo entonces llevaron a Osip, con quien ya estaba prohibido hablar. Siento mucho que no pudiera esperarle y que él no me viera, porque por eso empezó a pensar en Cherdin que me habían matado. Fueron leyendo a Pushkin bajo la escolta "de los bravos muchachos de la férrea puerta del GPU". En ese tiempo tuvieron lugar los actos preparatorios del primer congreso de escritores (año 1934) y también a mí me enviaron una encuesta para que la rellenara. El arresto de Osip me causó tanta impresión que ni podía levantar la mano para rellenarla. En ese congreso Bujarin nombró a Pasternak primer poeta, para espanto de Demián Bedni, me criticó duramente y, probablemente, no dijo ni una sola palabra sobre Osip. En febrero de 1936 estuve en casa de los Mandelstam en Voronezh y conocí todos los pormenores de su "caso". Me contó cómo, en un ataque de locura, echó a correr por Cherdin y se le apareció la imagen de mi cuerpo fusilado, de lo cual habló en voz alta a quien se encontró por la calle, y que los arcos en honor de Cheliushkin los consideraba erigidos en su honor. Pasternak y yo fuimos a ver al magistrado de turno del Tribunal Supremo para interceder por Mandelstam, pero en aquel tiempo ya había comenzado el terror y todo fue inútil. Resulta sorprendente que la libertad plena, la grandeza y el aliento profundo surgieran en la poesía de Mandelstam precisamente en Voronezh, cuando carecía de libertad. Al regresar de casa de los Mandelstam, escribí el poema "Voronezh", que termina así:

Pero en el cuarto del poeta caído en desgracia Miedo y musa se turnan en la guardia.

Y viene una noche Que no conoce el alba.

El paso del tiempo, 1965

De sí mismo en Voronezh, Osip dijo: "Por naturaleza soy alguien que espera, por eso mismo, estar aquí me es aún más difícil". Al comienzo de los años 20 (en 1923), Mandelstam por dos veces criticó duramente mi poesía en las revistas ("El arte ruso", no 1, 2-3). Nunca hablamos

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de eso y tampoco me habló de sus elogios a mis versos. Sólo ahora los he leído (la reseña en el "Almanaque de las Musas" (1916) y la "Carta sobre la poesía rusa" (1922, Jarkov)). Allí, en Voronezh, le obligaron, con no muy buenas intenciones, a dar una conferencia sobre el acmeísmo. No debe olvidarse lo que él dijo en 1937: "No reniego ni de los vivos ni de los muertos". A la pregunta qué era el acmeísmo, contestó: "La nostalgia de la cultura universal" (...) ¿Raro? ¡Claro que era raro! Por poner un ejemplo, echó a la calle a un joven poeta que había ido para quejarse de que no le publicaban. El joven, turbado, bajaba las escaleras y Osip le gritó desde el descansillo del piso de arriba: “¿Publicaron a André Chénier? ¿Publicaron a Safo? ¿Publicaron a Jesús?" S. Lipkin y A. Tarkovski cuentan con gusto hasta hoy cómo Mandelstam les regañó por sus versos de juventud. Artur Sergueievich Lurje, quien conoció bien a Mandelstam y escribió con mucha dignidad sobre la relación de Osip Mandelstam con la música, me contó (en los años diez) que una vez iba con Mandelstam por la avenida Nevski y vieron a una señora muy imponente. Osip propuso ingeniosamente a su compañero: "Quitémosle todo eso y se lo damos a Anna Andreevna” Ajmátova. Todavía Lurje puede verificar la exactitud de esa frase. Le disgustaban las mujeres a las que les gustaba El rosario(2). Cuentan que una vez fue a casa de los Kataiev y conversó amablemente con la bella dueña de la casa. Al final, quiso probar el gusto de la dama y le preguntó: "¿Le gusta Ajmátova?" y ella contestó con naturalidad: "No lo he leído", tras lo cual el invitado montó en cólera, dijo groserías y se marchó furioso. Él no me lo contó. En el invierno de 1933-34, cuando me alojé en casa de los Mandelstam en Naschokinski, en febrero de 1934 me invitaron a una velada los Bulgákov. Osip se preocupó: "¿Quieren traerla a la literatura de Moscú?" Para tranquilizarle, le dije sin acierto: "No, Bulgákov es un marginado. Seguramente habrá allí alguien del Teatro del Arte”. Osip se enojó. Se puso a andar por la habitación y gritó: "¿Cómo alejar a Ajmátova del Teatro del Arte?" Un día Nadia llevó a Osip a esperarme a la estación. Él se levantó temprano, helado y de mal talante. Cuando bajé del vagón me dijo: "Ha venido usted a la velocidad de Anna Karénina". (...) ¿Raro? ... No es ése el asunto. ¿Porqué los escritores de memorias, del tipo de Shatski-Strajovski, E. Mindlin, S. Makovski, G. Ivánov, B. Livshin, reúnen y guardan con tanta precaución y cariño cualquier cotilleo o estupidez como imagen principal y estrecho punto de vida del poeta, y no inclinan la cabeza ante ese inmenso y sin igual acontecimiento que es la aparición de un poeta cuyos primeros versos asombran por su perfección y no vienen de ninguna parte? Mandelstam no tiene maestro. Sobre eso vale la pena pensar. No conozco en la poesía universal un hecho semejante. Conocemos las fuentes de Pushkin y de Blok, pero quién dirá de dónde llegó hasta nosotros esa nueva armonía divina, a la que llamamos la poesía de Osip Mandelstam.

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II

Voronezh

Toda la ciudad está helada. Vidriosos árboles, muros, nieve. Cruzo con temor entre cristales. La carrera incierta de los trineos floreados. y sobre el Voronezh de Pedro, están los cuervos, los álamos y una bóveda verdosa, erosionada, turbia, de polvo solar y en la batalla de Kulikovski soplan las laderas de la tierra poderosa, vencedora y los álamos, como cálices móviles resuenan con más fuerza sobre nosotros como si mil invitados bebieran a nuestra salud en el banquete de bodas. Pero en el cuarto del poeta caído en desgracia Miedo y Musa se turnan en la guardia. Y viene una noche que no conoce el alba.

1936 Anna Ajmátova

(1) Texto extractado de Páginas de mi diario, de Anna Ajmátova (2) Libro de poemas de Ajmátova. (n. del T.)

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Primer cuaderno

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Vivo en huertos importantes... Vivo en huertos importantes. Vanka, el casero, podría pasear por aquí. El viento trabaja en vano en las fábricas, y los troncos de la ciénaga conducen lejos. La noche arada y negra, de las orlas de las estepas, Se heló en los pequeños adornos de las luces. Tras el muro, el dueño, ofendido, Va y viene con sus botas rusas. Y suntuosa cruje la lápida De este cobertizo. Duermo mal en casas ajenas. Y cerca de la banca sólo está la muerte. Abril de 1935

¡Orejeras, mis orejeras!... ¡Orejeras, mis orejeras! Recuerdo las noches de Voronezh: La voz no bebida del Ay. y los silbatos de la Plaza Roja a medianoche... Bueno, ¿cómo va el metro?.. Calla, no contestes. No preguntes cómo germinan los brotes... y tú, reloj de las luchas del Kremlin, Lengua del espacio en un punto oprimido...

Abril de 1935

Déjame marchar, déjame volver, Voronezh... Déjame marchar, déjame volver, Voronezh: Suéltame o déjame escapar, caer o regresar. Voronezh, capricho; Voronezh, cuervo, cuchillo...

Abril de 1935

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Debo vivir, aunque esté dos veces muerto... Debo vivir, aunque esté dos veces muerto, y la ciudad enloquezca por el agua: ¡Qué bueno es! ¡Qué alegre! ¡Qué pómulos tiene! ¡Cómo agrada el arado a la capa de grasa y la estepa yace en el barrizal de abril, y el cielo, el cielo es tu Buonarotti...!

Abril de 1935

¿Qué calle es ésta?... ¿Qué calle es ésta? La calle de Mandelstam. ¡Qué endiablado apellido! No consigues olvidarlo. Suena retorcido, extraño. Fue poco recto y nada delicado, y por eso esta calle O, para ser más precisos, esta zanja, Lleva el nombre De ese tal Mandelstam....

Abril de 1935

Tierra negra Respetada, ennegrecida, cuidada, fértil, toda de aire y cuidados, desmigajada, coral— húmedos terrones de mi tierra y libertad... En los días de los primeros arados, negra hasta azularse la labor desarmada en ella arraiga, arado rumor de miles de colinas:

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algo ilimitado se ve en estas lindes. Y sin embargo, la tierra es yerro y hoja afilada, no reces por ella, no la pisotees, como flauta carcomida abre bien las orejas, como clarinete matutino hiela el oído... ¡Cómo agrada el arado a la capa de grasa y la estepa yace en el barrizal de abril! Te saludo, tierra negra: ten coraje, ojos... y en la labor un silencio elocuente y negro.

Abril de 1935

Privándome del mar, del vuelo y del correr... Privándome del mar, del vuelo y del correr, y dando al pie el apoyo de una tierra herida, ¿Qué habéis logrado? Excelente cálculo: No podréis arrancar mis labios trémulos.

Mayo de 1935

Sí, estoy en el suelo y mis labios tiemblan... Sí, estoy en el suelo y mis labios tiemblan, pero lo que digo, en la escuela lo aprenderán: En la Plaza Roja la tierra es redonda y su pendiente endurece a gusto. En la Plaza Roja la tierra es redonda y su pendiente es inesperadamente inmensa, y asciende hasta los campos de arroz, mientras haya un esclavo en la tierra.

Mayo de 1935

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¡Qué turbio fluye el Kama cuando... 1 ¡Qué turbio fluye el Kama cuando las ciudades se asientan sobre rodillas de encina! Vistiéndose de telarañas, barba a barba, el ardiente abeto se desliza, rejuveneciendo en el agua en ciento cuatro remos se apoyaba el agua, arriba y abajo llevaba a Kazán y a Cherdin. Allí navegaba yo por el río con cortinas en la ventana con cortinas en la ventana y fuego en la cabeza. Y conmigo, mi mujer, cinco noches sin dormir, cinco noches sin dormir y tres escoltas. 2 Yo contemplaba, alejándome, el oriente de las coníferas, el caudaloso Kama llevaba a una boya. Y quería limpiar de plantas las montañas, pero apenas lograba llenar el bosque de sal. Y quería instalarme allí, compréndelo, en los seculares Urales, poblados de gente. Y quería proteger a esta loca llanura y guardarla en un largo capote.

Abril - Mayo de 1935

Estanzas 1 No quiero cambiar el último céntimo del alma con los jóvenes de la sierra, pero, al igual que el campesino libre acude al koljós entro yo en el mundo y la gente es buena.

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Me gusta el capote del ejército rojo, largo hasta los talones, liso y sencillo de mangas, y el corte similar de la nube del Volga, que para reventar, en la espalda y el pecho, se mantuvo en la reserva. y cayó en el verano. 2 Una maldita costura, un ridículo antojo nos separó. y ahora, entiende: ¡Debo vivir, respirando y "bolchevizando", mejorando ante la muerte, durar un poco más y jugar con la gente. 3 Piensas cómo en mi amada Cherdin, donde huele el Os y el Tobol se ensancha, me agitaba en treinta centímetros de barullo no miré la pelea de los machos cabríos difamadores, como un gallo en la transparente penumbra del verano. ¡Come, escupe, sí, algo hizo, sí, es enemigo! Arranqué de cuajo el pico del soplón. Un salto y ya estoy cuerdo. 4 Y tú, Moscú, hermana mía, ligera, cuando encuentras en el avión al hermano, antes de que suene el primer timbre del tranvía: Más suave que el mar, más confusa que una ensalada de madera, vidrio y leche... 5 Mi país hablaba conmigo, me consentía, me regañaba, sin leerme, pero me fortalecía, como a un testigo, me veía y de pronto, como una lente, me inflamó con el rayo del Almirantazgo. 6 Debo vivir, respirando y "bolchevizando", trabajar el habla, sin escuchar, amigo de mí mismo. Oigo en el Ártico el golpeteo de las máquinas soviéticas. Recuerdo todo: el cuello de los hermanos alemanes, y al jardinero y verdugo que mataba el tiempo con el peine lila de Lorelei. 7 No he sido expoliado ni doblegado, sólo me he agigantado...

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Como en el Cantar de Ígor, mi cuerda está tensa, y en mi voz, después del asma, resuena la tierra —la última arma—, la seca humedad de las hectáreas de tierra negra.

Mayo - Julio de 1935

Era un día de cinco cabezas. Yo llevaba ya encogido... Era un día de cinco cabezas. Yo llevaba ya encogido cinco días enteros. Iba orgulloso del espacio que crecía ante mis ojos, el sueño era más grande que el ruido, el ruido era más viejo que el sueño, fundido, sutil, detrás nuestro volaban las carreteras con las riendas de los cocheros. Era un día de cinco cabezas y, apestado por la danza iba yo a caballo y a pie iba la masa de las cumbres negras: El ojo se convertía en carne de coníferas en las noches blancas, no, en las armas blancas, con la dilatación del poder de la aorta. El mar azul apenas me cubría dos dedos, el ojo de una aguja, lo justo para que la lancha del turno de escolta navegara a toda vela. ¡Ah, seco cuento ruso, cuchara de palo! ¿Dónde estáis, los tres bravos muchachos de la férrea puerta del GPU? Para que la mercancía milagrosa de Pushkin no caiga en manos de los parásitos, se forma una generación de pushkinistas de capote y revólver, jóvenes amantes de los versos de diente blanco. El tren iba a los Urales. En nuestras bocas cerradas galopaba Chapaiev hablando en una película sonora. Tras las traviesas, en una cinta, se ahogaba y saltaba sobre su caballo.

Abril - 1 de junio de 1935

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Hablando de una húmeda cinta... Hablando de una húmeda cinta —han hallado una reserva de sonidos a los peces— se abalanzaba la película sonora sobre mí, sobre todos y sobre vosotros... Llenos de desdén hacia los falsos caídos, con un cigarrillo mortal entre los dientes, iban los oficiales de la última hornada hacia la ingle entreabierta de la llanura... Se oía el zumbido bajo de los aviones reducidos a cenizas, y la hoja de afeitar inglesa, la del caballo, rasuraba las mejillas del almirante. Mídeme, país, vuelve a tallarme, ¡Oh milagroso ardor de la tierra registrada! Se encasquilló el fusil de Chapaiev: ¡Ayúdame, desátame, divídeme!...

Junio de 1935

Todavía estamos llenos de vida... Todavía estamos llenos de vida, todavía se pasea en las ciudades de la Unión con vestidos y blusas de telas chinas con mariposas y hojas. Todavía la maquina número uno corta cáusticamente los panales de los castaños, y caen en la limpia servilleta densos y sabios mechones. Todavía hay bastantes vencejos y golondrinas, todavía el cometa no nos enloqueció, y la tinta lila y sensata escribe formas de estrellas y de colas.

25 de mayo de 1935

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Lingotes contantes y sonantes de las noches romanas... Lingotes contantes y sonantes de las noches romanas, seno que alienta el joven Goethe. Acaso estoy en la respuesta, pero no en la pérdida: Existe una vida plena fuera de la ley.

Junio de 1935

¿Puede alabarse a una mujer muerta?... ¿Puede alabarse a una mujer muerta? Ella está lejos y sola. El poder de su amor extraño la llevó a una tumba violenta y ardiente. Pesadas golondrinas de cejas redondas volaron desde la tumba hasta mí para decirme que se reponían en su frío lecho de Estocolmo. Tu familia estaba orgullosa del violín del bisabuelo, su cuello la hacía más bella y tú abrías la boca sonrosada y sonreías en italiano, en ruso... Guardo tu triste recuerdo, fruto silvestre, osito, Mignon, pero las ruedas de molino pasan el invierno en la nieve y se hiela la cuerna del cartero.

3 de junio de 1935

En las pestañas muertas se heló San Isaac...

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En las pestañas muertas se heló San Isaac, las calles señoriales se han vuelto azules— La muerte del organista, el pelo de oso, y en el camino cepas ajenas... Ya apaga el fuego el perrero— Una bandada de coches enormes recorre la tierra —globo amueblado— y el espejo deforma al sabelotodo. En las escaleras de las plazas hay niebla y desacuerdo, aliento, aliento y canto. Se heló el talismán de Schubert en la pelliza— Movimiento, movimiento, movimiento...

3 de junio de 1935

Tras el pálido Paganini... Tras el pálido Paganini baila y canta un grupo de cíngaros, uno, una danza checa, otro una polka, y otro un baile húngaro. Altiva y esbelta muchacha, con tu canto, amplio como el Enisei, me arrastras hacia tu música. En tu cabeza, polaca, está la colina rizada de Marina Mniszek. Es sospechoso tu arco, violinista. Cálmame con el cano Chopin, el serio Brahms —no, mejor, con París, furiosamente salvaje, con un carnaval sudoroso y enharinado, o con cerveza de la joven Viena, que flota, en un frac de director de orquesta, en los fuegos artificiales del Danubio, en las carreras de caballos, y el vals, que desde la tumba se vierte en la cuna, como la ebriedad. ¡Toca, haz estallar la aorta, con una cabeza de gato en la boca! ¡Eran tres diablos y tú eres el cuarto, el último y espléndido diablo en flor!

5 de abril - 18 de junio de 1935

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Corre la ola junto a la ola, rompiendo la cresta... Corre la ola junto a la ola, rompiendo la cresta de la ola, abalanzándose sobre la luna con el ansia de un esclavo. Y el joven abismo marino de los jenízaros, la ciudad de las olas sin sueño, se agita, se retuerce y excava un foso en la arena. Y por el aire, sombrío y mullido, aparecen las almenas de un muro sin empezar y de las escalas de espuma caen los soldados de los sultanes sospechosos —pulverizados, desunidos— mientras fríos eunucos reparten el veneno.

27 de junio de 1935

Oficio el ritual del humo... Oficio el ritual del humo: Caídas en desgracia ante mí yacen las fresas del verano marino, las cornalinas dos veces limpias y el ágata, hermano de la hormiga. Pero prefiero al simple soldado del fondo del mar —gris, salvaje, de quien nadie está contento.

Julio de 1935

No devolveré a la tierra como mariposa blanca... No devolveré a la tierra como mariposa blanca de harina la ceniza prestada. Deseo que el cuerpo que piensa

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se convierta en calle, en país: El cuerpo vertebrado, carbonizado, consciente de su extensión. Apoyándose en caballetes de muerte, exclamaciones de verdeoscuras coníferas y coronas profundas como pozos dilatan la vida y el tiempo amado. ¡Oh, cercos de coníferas con la bandera roja, grandes coronas de letras! Los camaradas de la última leva iban al trabajo en los duros cielos, la infantería llevaba en silencio las exclamaciones, fusiles al hombro. Y millares de piezas de la artillería antiaérea— de pupilas marrones o azules— caminaban en desorden —gente, gente, gente— ¿Quién seguirá tras ellos?

21 de julio de 1935 - 30 de mayo de 1936

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Segundo cuaderno

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Tras las casas y los bosques... Tras las casas y los bosques, durante más tiempo que los trenes de mercancías, silba, Sadkó de las fábricas y de los jardines, por el poder de los trabajos nocturnos. Silba, viejo, respira dulcemente, como Sadkó, el huésped de Novgorod, en el fondo del mar azul, silba monótonamente en la profundidad de los siglos, sirena de las ciudades soviéticas.

6 - 9 de diciembre de 1936

Nacimiento de la sonrisa Cuando un niño comienza a sonreír, con una pequeña bifurcación de amargor y dulzura, las orillas de su sonrisa desembocan sin burlas en la anarquía del océano. Se siente mejor que nadie: Juega a la gloria con los ángulos de la boca y ya cose la sutura irisada al conocimiento infinito de la realidad. Sobre las palmas del agua se alzó el continente— La boca del caracol, suspendida, próxima— Y en los ojos sopla el instante de Atlante bajo la leve afectación de la alabanza y el asombro.

8 de diciembre de 1936 - 17 de enero de 1937

Me asombra el mundo cada vez más... Me asombra el mundo cada vez más, y los niños y la nieve me asombran; Pero la sonrisa es verdadera, como el camino,

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ni dócil, ni servil. Diciembre de 1936 - 1938

Jilguero mío, inclino la cabeza... Jilguero mío, inclino la cabeza— Miremos juntos al mundo: Este día de invierno, punzante como el salvado, ¿es tan duro en tu pupila? La punta de la quilla, las plumas negroamarillas, inyectan el color bajo el pico. ¿Sabes hasta cuándo serás jilguero, hasta cuándo trinarás? ¡Qué porte tiene en la testa, negro y rojo, amarillo y blanco! A los dos, con ojo avizor, mira de ambos lados, pero ya no mirará más, ¡echó a volar!

9 - 27 de diciembre de 1936

El día tiene hoy el pico amarillento... El día tiene hoy el pico amarillento: No puedo comprenderlo, y entre la bruma y las áncoras me miran las puertas del mar... Navegan en silencio, en silencio los barcos de guerra por el agua desteñida. Y los estrechos plumieres de los canales son más negros aún bajo el hielo...

9 - 28 de diciembre de 1936

Ni tú, ni yo, sino ellos... Ni tú, ni yo, sino ellos, tienen la fuerza de las desinencias: Su caña porosa canta con el aire,

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y agradecidos, los caracoles de los labios humanos arrastran hacia sí su peso que respira. No tienen nombre. Entra en su cartílago y serás el heredero de sus principados: Y en los vivos corazones de la gente, errante por sus bifurcaciones y meandros, representarás sus placeres y tormentos en sus flujos y reflujos.

9 - 27 de diciembre de 1936

En las montañas reposa el ídolo... En las montañas reposa el ídolo, en solícito, ilimitado y grato ocio. Y por su cuello gotea la grasa del collar que protege los flujos y reflujos del sueño. Cuando fue niño y con él jugaba el pavo, le alimentaban con el arco iris indio, le daban leche de arcilla rosada y no se conmovían por él los milpiés. Es de hueso aletargado, hecho un nudo, rodillas, manos, hombros humanizados sonríe con su boca silenciosa, piensa con el hueso, siente con la frente y se esfuerza en recordar su aspecto humano...

10 - 26 de diciembre de 1936

Estoy en el corazón del siglo. El camino es oscuro... Estoy en el corazón del siglo. El camino es oscuro. Pero el tiempo aleja el fin: El fatigado fresno de un bastón y el miserable musgo del cobre.

14 de diciembre de 1936

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Y el maestro del taller de los cañones... Y el maestro del taller de los cañones, el artesano de los monumentos de la fragua, me dice: no es nada, padre, ya te haremos uno así...

Diciembre de 1936

La ley de los pinares... La ley de los pinares: El familiar sonido de la viola y el arpa, los troncos están desnudos y torcidos, y sin embargo, son arpas y violas. Crecen como si Eolo comenzara a curvar cada tronco en el arpa y lo arrojase, compadeciéndose de las raíces, ahorrando el tronco, ahorrando fuerza, y despertara a la viola y al arpa para que suenen en la corteza con reproche.

16 - 18 de diciembre de 1936

Con la fina hoja de Gillette... Con la fina hoja de Gillette se corta fácilmente la cerda del letargo: Recordemos juntos el verano semiucraniano. Vosotras, cumbres famosas, plantas de nombre agreste, gloria de los cuadros de Ruisdael, y para empezar sólo un arbusto en el ámbar y la carne de las rojas arcillas. La tierra se mueve en las alturas. Da gusto mirar las capas puras y ser dueño de la inmensa simplicidad de media sala de hospital.

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Sus colinas volaban en cúmulos ligeros hacia una meta lejana. Su camino de bulevar estepario parecía una cadena de tiendas en el calor umbrío. Y se arrojó el sauce al fuego, y el álamo se alzó presuntuoso... Sobre el campo amarillo reinaba una vía de humo helado. Y el Don, como sangre, argenteaba torpemente, sin profundidad. Y el agua recogida con la mitad del cazo se perdía, como mi alma. Cuando se tendía en duras camas el peso de las veladas, y, al salir de la ribera, rumoreaban ebrios los árboles...

15 - 27 de diciembre de 1936

Noche. Viaje. El primer sueño... Noche. Viaje. El primer sueño, tentador y nuevo... ¿Qué sueño?, ¿sueño con Tambov y los brazos calientes de la nieve? ¿O con el río Tsni, cubierto por un velo blanco, blanco? O sueño conmigo en los campos del campesino del koljós— el aire en la boca, la vida con una boina y el sol del girasol de los malvados que mira fijamente a los ojos. No tengo sueños de pan o de hogar, sino de algo profundo: El Consejo del Koljós se levanta adormilado y se convierte en el Don azul... Anna, Rossosh y Gremiache: Sus nombres florecen. La blancura de la nieve cruje desde la ventana del vagón...

23 - 27 de diciembre de 1936

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Las etapas lejanas del convoy... Las etapas lejanas del convoy a través del cristal de la villa. Debido al calor y al hielo el río parece cercano. ¿Este bosque, es de abedules? No, de abetos no, sino de lilas. ¿y éste qué abedul es? No estoy seguro. Sólo ennegreció la prosa, ilegible y leve del aire.

26 de diciembre de 1936

¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre?... ¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre? La estepa sin invierno está desnuda... Es la madrastra de Koltsov... Bromeas: ¡el jilguero de la patria! Sólo una mirada a la ciudad muda en la helada. Sólo la tetera nocturna que habla consigo misma. El saludo de los trenes en medio del aire de la estepa y el acento ucraniano de sus dilatados silbidos.

23 - 25 de diciembre de 1936

Con la soga se hundió en el agua oscura... Con la soga se hundió en el agua oscura el cubo de las grandes tormentas, desde la hacienda noble hasta el núcleo del océano.

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Se hundió la estaca, cuidadosa y amenazante, se hundió... ¿Ves?: el cielo está más alto, una nueva construcción, casa y tejado, y en la calle brilla el sol.

26 de diciembre de 1936

Cuando tiembla y palpita... Cuando tiembla y palpita el jilguero en el nido del aire, el rencor sazona la toga y hace relucir el birrete. Calumnian la percha y la tablilla, calumnia la jaula de cien barrotes y todo en el mundo está al revés y hay una frondosa Salamanca p ara los pájaros sabios y desobedientes.

Diciembre de 1936

Como don tardío... Como don tardío siento el invierno: Me gusta su balanceo incierto desde el principio. Produce terror, como el comienzo de las cosas terribles. Para todos es el círculo sin bosque e incluso el cuervo siente miedo. Pero lo más duro de todo es el azul celeste y convexo: Y en la sien, el hielo de los riachuelos que murmuran sin sueño...

29 - 30 de diciembre de 1936

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Todo va mal... Todo va mal porque ante mí veo el ojo del gato usurero, nieto del estancado verde y mercader del agua del mar. Allí donde con letras encendidas se ofrece Kashchej piedras que hablan y espera feliz a los huéspedes, toca las piedras con las tenazas y presiona el oro de los clavos. En sus somnolientas estancias vive el gato, no para el juego: En sus pupilas ardientes guarda el tesoro de la montaña entornada y en las pupilas suplicantes, gélidas, implorantes, hay festines de chispas esféricas...

29 - 30 de diciembre de 1936

Tu pupila en la corteza celeste... Tu pupila en la corteza celeste, gira a lo lejos y a ras de suelo, la defienden los lapsus de las débiles, previsoras pestañas. Será beatificada y vivirá mucho tiempo en su tierra natal. Arroja a mis espaldas el remolino asombrado del ojo. Contempla ya de buen grado los siglos fugaces, luminosa, iridiscente, incorpórea y aún suplicante.

2 de enero de 1937

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Sonríe, cordero colérico de la tela de Rafael... Sonríe, cordero colérico de la tela de Rafael, en la tela de los labios del orbe, pero ya no es la misma... En el leve aire del caramillo se diluye el dolor de las perlas— En el color añil de la felpilla ha entrado la sal del océano... Color de los bandidos del aire y de la espesura de la caverna, pliegues de agitado reposo derramados sobre las rodillas en el peñasco más duro que el pan seco está el joven cañaveral y navega por los confines del cielo el poder encantador.

9 de enero de 1937

Cuando el mago... Cuando el mago a las ramas caídas lleve el bisbiseo de los pelajes castaños o bayos, y no quiera cantar el descolorido y perezoso bogatyr y el pequeño y poderoso Pinzón hiberne, bajo el precipicio del cielo, bajo el arco de sus cejas, en el trineo lila pronto me sentaré.

9 de enero de 1937

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Como halcón cautivo... Como halcón cautivo, estoy al lado de Koltsov. No tengo mensajero y mi casa carece de porche. Un pinar azul me sujeta la pierna y como un periódico sin decretos, abre el horizonte. En la estepa los desniveles andan como nómadas, andan y andan sin parar los nidos nocturnos, las noches, las nochecitas— Como si a ciegos guiaran...

9 de enero de 1937

La amada levadura del mundo... La amada levadura del mundo: Sonidos, lágrimas y trabajos, los acentos lluviosos de la desgracia en plena ebullición. ¿De qué vena la podemos extraer? En la miseria de la memoria reconoces por primera vez a los ciegos, llenos de agua cobriza, por sus magulladuras y sigues sus huellas, tú, desconocido y desamado por ti, ciego y lazarillo al tiempo...

12 - 18 de enero de 1937

Un diablillo con el pelo húmedo... Un diablillo con el pelo húmedo se ha colado —¿Adónde va, adónde? En los huecos de los cascos, en las huellas apresuradas:

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Kopek a kopek recoge el aire racionado de la villa. El camino espejea y salpica: Las huellas fatigadas permanecen aún un poco más sin velo, sin mica... Cruje la rueda en la cuesta: Se ladea, ¡nada! Me aburro: Mi caso habla y habla, de sesgo. Tras él pasó otro, sonrió y se rompió el eje...

12 - 18 de enero de 1937

Todavía no estás muerto. Todavía no estás solo... Todavía no estás muerto. Todavía no estás solo. Con tu amiga la mendiga gozas de la grandeza de las llanuras, de la niebla, del frío y de la nevada. Vive tranquilo y consolado en la pobreza opulenta, en la miseria poderosa. Son benditos los días y las noches y es inocente la fatiga dulce y sonora. Infeliz aquel que, como su sombra, teme el ladrido y maldice al viento. Y miserable aquel que, medio muerto, pide limosna a su propia sombra.

15 - 16 de enero de 1937

Miro tan solo el rostro del hielo... Miro tan solo el rostro del hielo: No va a ninguna parte y yo de ningún sitio vengo. Y, siempre liso, sin arrugas se pliega el milagro del llano que respira.

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Con un guiño de calma y consuelo el sol saluda a la almidonada miseria. Los bosques son inmensos, casi como aquellos... Y la nieve cruje en los ojos, inocente como el pan desnudo.

16 de enero de 1937

Este campo abierto, lento y sofocante... Este campo abierto, lento y sofocante me sacia hasta el hastío. Y se abre de par en par el horizonte, recompuesto como si una venda tapara sus ojos. Aguantaría mejor el aspecto estratificado de la arena en las almenadas orillas del Kama: Soportaría su tímido brazo, sus meandros, bordes y fosos. Trabajaría bien con él, un siglo, un instante sólo— envidioso de las costras que rápidas se cierran, escucharía la marcha fibrosa de los anillos bajo la corteza de los troncos que la corriente arrastra...

16 de enero de 1937

¿Qué haremos con la mortandad de la llanura... ¿Qué haremos con la mortandad de la llanura, con la prolongada hambruna de su Milagro? Porque lo que pensamos apertura en ellos lo vemos derramarse cuando miramos. Y sigue creciendo la pregunta: ¿Adónde van, de dónde vienen? , ¿acaso en ellos no se arrastra lentamente aquel a quien gritamos en sueños: El Judas de los espacios increados?

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16 de enero de 1937

Como plata de mujer arde... Como plata de mujer arde lo que luchó contra el óxido y la fusión. Y el silencioso trabajo hace brillar el arado de hierro y la voz del poeta.

Enero de 1937

Ahora estoy en una telaraña de luz... Ahora estoy en una telaraña de luz— Cabellos negros, rubio claro— El pueblo necesita la luz y el aire azul, el pan y la nieve del Elbrus. Nadie puede aconsejarme, y yo solo no sé si lo encontraré: Esas piedras transparentes, quejosas, no existen en Crimea ni en los Urales. El pueblo necesita un verso secreto y suyo para despertarse siempre con él y lavarse con su sonido: Una ola de pelo castaño, con rizos de lino...

19 de enero de 1937

Como piedra caída del cielo que despierta la tierra... Como piedra caída del cielo que despierta la tierra en cualquier parte, cayó en desgracia un verso, que no conoce al padre: Lo inexorable es un hallazgo para el creador, no puede ser de otro modo, nadie le juzga.

20 de enero de 1937

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Siento el primer hielo, lo siento... Siento el primer hielo, lo siento crujir bajo los puentes. Recuerdo qué luminosa flota la ebriedad sobre las cabezas. Desde las duras escalas, desde las plazas y los palacios angulosos, el círculo de su Florencia cantaba con más fuerza Alighieri con los labios cansados. Así mi sombra roe con los ojos el granuloso granito y de noche ve una hilera de troncos que de día parecían casas. O la sombra holgazanea y bosteza con vosotros, o hace ruido entre la gente, calentándose con su vino y su cielo, y alimenta con pan amargo a los molestos cisnes.

22 de enero de 1937

¿Dónde encontraré refugio en este mes de enero?... ¿Dónde encontraré refugio en este mes de enero? La ciudad abierta es una extraña cadena... ¿Acaso estoy borracho de tanta puerta cerrada? Quiero gritar por todas las cerraduras y cerrojos... Medias de seda de ululantes pasajes y desvanes de calles segadas— se esconden de prisa en los rincones y echan a correr en cada esquina... En el foso, en la tiniebla verrugosa

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resbalo hasta una bomba de agua escarchada. Tropiezo, respiro el aire muerto y echan a volar frenéticos los grajos. Y tras ellos, gimo y grito a una caja de madera helada: ¡Un lector!, ¡un consejero!, ¡un médico! ¡En una escala de espinas, hablar al menos!

1 de febrero de 1937

Me gusta el aliento helado... Me gusta el aliento helado y el vaho del habla en invierno: Yo soy yo; la realidad es la realidad... Un niño, rojo como un tomate, dueño y señor de su trineo, se lanza pendiente abajo. Y yo, en desacuerdo con el mundo, con la libertad, acepto el contagio del trineo de estriados brazos de plata. Y el siglo podría caer más ligero que una ardilla, más ligero que una ardilla en un blando arroyo, con medio cielo en las botas de fieltro, en los pies...

24 de enero de 1937

Entre el rumor y la prisa del pueblo... Entre el rumor y la prisa del pueblo, en las estaciones y muelles mira el párpado la poderosa señal y las cejas comienzan a moverse. Yo sabía, él sabía, tú sabías, y luego arrástrame adonde quieras:

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A la locuaz espesura de la estación, a la espera junto al caudaloso río. Lejos están ahora esa parada y ese jarro de agua hirviendo en la hilera de botes de hojalata y la tiniebla que velaba los ojos. Pasaba la fuerza del habla de Perm y la lucha de los pasajeros y me acariciaban y me clavaban a la pared los ojos llenos de reproche. Muchas cosas se ocultan en nuestros pilotos y segadores, y en los camaradas ríos y espesuras y en las camaradas ciudades... No debo recordar lo que sucedió: Los labios ardientes, las duras palabras— se movían las cortinas blancas y resonaba el hierro del follaje. En realidad, todo estaba tranquilo, sólo un barco cruzaba el río y tras el cedro crecía el alforfón y el pez iba en el rumor del río. Y en su casa —en su meollo— entré en el Kremlin sin permiso, desgarrando el lienzo de la distancia con el peso de la cabeza culpable...

Enero de 1937

¿Dónde está el lamento atado y clavado?... ¿Dónde está el lamento atado y clavado? ¿Dónde Prometeo, subsidio y sostén de la escala? ¿Y dónde el milano y sus ojos amarillos y alertas, sus garras y su volar escorado? No se puede hacer volver la tragedia, pero estos ofensivos labios,

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estos labios llevan directamente a la esencia de Esquilo, el cargador, y de Sófocles, el leñador. Él es el eco y el saludo, él es el jalón, no: el arado... Se irguió el teatro de piedra y aire de los tiempos que maduran en que todos quieren ver a todos: A los nacidos, a los caídos en desgracia y a los inmortales.

10 de enero - 4 de febrero de 1937

Como Rembrandt, mártir del claroscuro... Como Rembrandt, mártir del claroscuro, yo me sumergí en un tiempo que hace enmudecer. A mi áspera costilla encendida no la protegen ni estos guardianes ni este soldado dormido bajo la tempestad. ¿Me perdonarás, hermano espléndido, maestro y padre de la oscuridad verdinegra? Pero el ojo de la pluma del halcón y los ardientes joyeros de medianoche en el harén agitan no para bien, agitan sin bien a una conmovida generación de pieles de penumbra.

4 de febrero de 1937

Jirones de redondas bahías, grava y azul... Jirones de redondas bahías, grava y azul, y una lenta vela que se prolonga en una nube— Cuando comenzaba a apreciaros me han separado de vosotros: Más larga que la fuga de un órgano es la amarga hierba de los mares —los falsos cabellos— y huele a mentira

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una férrea ternura embriaga la cabeza y la herrumbre corroe la suave pendiente de la orilla... ¿Por qué habéis puesto bajo mi cabeza otra arena? Vosotros, guturales Urales, regiones del Volga de anchos hombros, o este territorio uniforme, todos vosotros sois mis derechos. Y aún debo inspirarlos con mi pecho.

4 de febrero de 1937

Canto con la garganta mojada y el alma seca... Canto con la garganta mojada y el alma seca, la mirada húmeda, limpia la conciencia. ¿Es bueno este vino? ¿ Están bien estos odres? ¿Es buena la agitación en la sangre de Cólquida? El pecho, sin lengua, calladamente es oprimido, yo no canto, canta mi aliento. El oído enfundado en un verdugo y la cabeza sorda, el canto desinteresado es su propio elogio... Consuelo para los amigos y brea para los enemigos: El canto de un solo ojo, ensombrecido por el musgo. El don de la voz de un cazador que a caballo por las cumbres, con libre y abierto aliento, canta, Preocupado sólo por llevar al altar a las doncellas, con honradez y enojo, sin pecado.

8 de febrero de 1937

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Armado con la vista de puntiagudas avispas... Armado con la vista de puntiagudas avispas que succionan el eje terrestre, el eje terrestre, huelo todo lo que me es dado ver y hago memoria en vano... No dibujo, no canto y no llevo el arco de una voz negra: Sólo absorbo la vida y me gusta envidiar a las avispas, fuertes, astutas. O, si evitando el sueño y la muerte, el aguijón del aire y el calor del verano, pudieran obligarme asentir el eje terrestre, el eje terrestre...

8 de febrero de 1937

Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña... Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña en un reloj de cuco y en una gota de rocío. Y apenas enseñaron a distinguir en su tamaño la multitud solitaria de las estrellas.

9 de febrero de 1937

Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas... Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas, el gastado esplendor de las suelas. Y yo recuerdo la algarabía de las voces y

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los cabellos negros, cerca del monte David. Callejuelas color pistacho frescas de tiza o nieve: Balcón —cuesta—herradura—caballo—balcón, robles, plátanos, lentos olmos... Y la serie femenina de las letras floridas embriaga la vista en la membrana de la luz: Y la ciudad, tan hábil, se extiende hacia la fortaleza mientras el joven verano envejece.

7 - 11 de febrero de 1937

El sueño defiende el Don en mi sueño... El sueño defiende el Don en mi sueño, y comienzan las maniobras de las tortugas, de su agitada y presta coraza, y los curiosos tapices del habla de las gentes.. . En la batalla me guían palabras comprensibles— en defensa de la vida, en defensa de la tierra patria, donde la muerte dormirá de día como la lechuza. . . El cristal de Moscú brilla entre sus angulosas costillas. Las irresistibles palabras del Kremlin— En su defensa de la defensa, y de la coraza de la guerra —y la ceja y la cabeza reunidas amistosamente junto a los ojos. La tierra escucha —otros países— la batalla, su caja coral que cae: —El esclavo no debe ser esclavo, ni la esclava esclava— Y canta el coro, en duelo con el reloj.

3 - 11 de febrero de 1937

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Como madera y cobre es el vuelo de Favorski... Como madera y cobre es el vuelo de Favorski. En las astillas del aire somos vecinos del tiempo, y una flota de tablones hacia cerrados robles y arces de cobre nos lleva. Y en las rondas el alquitrán todavía se molesta y rezuma. ¿Acaso el corazón es sólo un trozo de carne asustada? Soy culpable en mi corazón que se dilata hasta el infinito. Oh, tiempo que impregna a innumerables amigos, tiempo de plazas terribles y ojos felices. Paseo mis ojos alrededor de toda la plaza, de toda esta plaza con su bosque de banderas.

11 de febrero de 1937

Estoy hundido en el foso de los leones y en la fortaleza... Estoy hundido en el foso de los leones y en la fortaleza y hacia abajo voy, hacia abajo, hacia abajo, bajo el fermento de lluvia de estos sonidos, más fuertes que el león, más potentes que el Pentateuco. ¡Cuánto se aproxima tu llamada al mandato de la especie y de lo nuevo! Collar de perlas de Oceanía y dulces cestos de las tahitianas... ¡Oh, continente de un canto que castiga, próximo a la profundidad de una densa voz! El rostro salvaje y dulce de las muchachas ricas de ti no es digno, alma mater. Mi tiempo aún no tiene límites: Yo acompañé el éxtasis del mundo, como la música en sordina del órgano acompaña una voz de mujer.

12 de febrero de 1937

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Tercer cuaderno

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Versos del soldado desconocido Que este aire sea testigo de su corazón de largo alcance, y en las trincheras, un omnívoro y activo océano sin ventana es la materia... ¿De qué sirven estas estrellas delatoras? Todo deben contemplar ¿Para qué? En la reprobación del juez y del testigo, en un océano sin ventana, está la materia. Recuerda la lluvia, rudo sembrador— Su anónimo maná—, cómo bosques de crucecitas señalaban al océano o cuña militar. Habrá gente débil y fría que matará, sentirá hambre y frío y en una célebre tumba yacerá el soldado desconocido. Enséñame, débil golondrina que has des aprendido a volar, cómo dominar esta tumba aérea sin timón y sin alas. Y de Lérmontov, Mijail te entregaré un severo informe de cómo la bóveda enseña a la tumba y una fosa de aire imanta. 2 Con temblorosos racimos de uva nos amenazan estos mundos, y de ciudades furtivas, dorados lapsus, delaciones, bayas de hielo tóxico, penden las elásticas tiendas de campaña de las constelaciones, los dorados sebos de las constelaciones. 3 Mezcla arábiga, picadillo, luz pulverizada por la velocidad del rayo. Con sus suelas oblicuas permanece el rayo en mi retina. Millones de muertos de saldo abrieron una senda en el vacío:

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¡Buenas noches! Le desean lo mejor las enterradas fortalezas. Incorruptible cielo atrincherado, cielo de multitud de muertes al por mayor, por ti, lejos de ti, íntegro, llevo mis labios a las tinieblas. Por maltrechos cráteres, terraplenes, desprendimientos, demoraba y abrumaba: El sombrío, virulento y humillado genio de las tumbas. 4 Muere bien la infantería y canta bien el coro nocturno sobre la aplastada sonrisa de Svejk, sobre la lanza de pájaro de Don Quijote, y sobre el metatarso de pájaro del caballero. Y el inválido se hace amigo del hombre— A ambos les aguarda el trabajo— Y en la valla del siglo, con muletas de madera llama la familia. ¡Eh, la camaradería, el globo terrestre! 5 ¿Para qué debe crecer el cráneo por toda la frente —de sien a sien—? ¿Para que en sus queridas órbitas puedan penetrar las tropas? En vida crece el cráneo por toda la frente —de sien a sien—, Se atormenta por la nitidez de sus suturas, se aclara con la cúpula del entendimiento, espumea con el pensamiento, se sueña. Cáliz de cálices y patria de patrias, cofia recamada de pespuntes de estrellas, gorrito de la felicidad —padre de Shakespeare... 6 Claridad del fresno, sutileza del sicomoro, apenas enrojecido regresa a casa, como si de desmayos los dos cielos con su pálido fuego cubriera. Sólo el exceso nos une. Delante no hay un abismo, sino un error en el cálculo. Y luchar por el aire necesario es la gloria a otro no reservada.

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Y saturando mi conciencia con una vida agitada, ¿beberé acaso este brebaje no escogido? ¿comeré mi propia cabeza bajo el fuego? ¿Para eso se preparó la tara del hechizo en el espacio vacío? ¿Para que las estrellas blancas apenas enrojecidas regresaran a casa? ¿Escuchas, madrastra del campamento estelar, la noche que caerá ahora y luego? 7 Vierten sangre las aortas, y en las filas, un susurro resuena: Yo nací en el noventa y cuatro, yo nací en el noventa y dos... Y apretando en el puño el triturado año de nacimiento, en tropel, con la manada, cubierta la boca de sangre, susurro: —Yo nací en la noche del dos al tres de enero del noventa y uno, año sin esperanza, y los siglos me rodean con el fuego.

2 de marzo de 1937 - 1938

3 * Por el éter, en décimas medido, luz pulverizada por la velocidad del rayo, comienza la cifra, transparente por el luminoso dolor y el átomo último de los ceros. Campo tras campo, por un nuevo terreno vuela en triángulo la grulla, vuela la noticia como luminosa ropa nueva y ajada, y la batalla de ayer ilumina. Vuela la noticia como luminosa ropa nueva y ajada: No soy Leipzig, ni Waterloo, ni la Batalla de las Naciones, soy nueva. Conmigo se iluminará el orbe.

* Versos de "El soldado desconocido" no incluidos en la versión final

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Imploro, como piedad y gracia... Imploro, como piedad y gracia, Francia, tu tierra y tu madreselva. La verdad de tus tórtolas y las mentiras de tus pequeños viticultores al fijar las lindes. En el ligero diciembre tu aire cortado se cubre de escarcha —rico y molesto. Una violeta en la cárcel: ¡para volverse loco en la inmensidad! Silba una canción indolente y burlona. En la que se agitaba, arrastrando al rey, la alborotada calle de julio... Y ahora, en París, en Chartres y en Arlés, reina el buen Charlie Chaplin. Con el bombín en la cabeza y la extraviada precisión de un autómata, corteja a la florista. Allí donde la rosa en el pecho, en el sudor de las dos torres, el velo de la tela de araña se petrifica. Lástima que el carrusel del aire gire agradecido, respirando la ciudad. Dobla tu cuello, atea de dorados ojos de cabra. Y con retorcidas tijeras que se entrechocan corta los mezquinos ramos de rosas.

3 de marzo de 1937

Vi un lago erguido, aplomo... Vi un lago erguido, aplomo. Erigida ya su morada de agua dulce los peces jugaban con la rosa aplastada por la rueda.

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El zorro y el león luchaban en la barca. Embelesados, miraban al interior de los tres portales del mal —enemigos de otros arcos ocultos. La gacela cruzó veloz la luz violeta y desde las torres la roca lanzó un suspiro. Llena de humedad se alzó la noble piedra arenisca, y entre la ciudad-grillo de los artesanos el océano-niño surge del arroyo insípido y arroja tazas de agua a las nubes.

4 de marzo de 1937

En la pizarra bermeja, carmesí... En la pizarra bermeja, carmesí, ante el desafío de la montaña escarpada, hundida entre tres caminos de nieve se alza, soñolienta, media ciudad como un trineo, enganchado a los arneses de carbón rojo, protegida con masilla y fundida en azúcar de caramelo. No busques en ella el paraíso de las grasas invernales, ni la inclinación holandesa de las pistas de hielo. Aquí no chilla la alegre turba de enanos con gorras de orejeras, y sin que me preocupe la comparación, arranca mi dibujo, enamorado de la tierra firme, como rama seca, pero viva de arce que el humo arrastra, corriendo sobre zancos...

6 de marzo de 1937

Lo diré llanamente, en un susurro... Lo diré llanamente, en un susurro, porque aún no es hora de partir: Con sudor y experiencia se alcanza el juego del cielo inconsciente...

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Y bajo el fugaz cielo del purgatorio a menudo olvidamos que el dichoso almacén del cielo es una casa extensa y duradera.

9 de marzo de 1937

El cielo de la última cena se apegó al muro... El cielo de la última cena se apegó al muro. Resquebrajado por la luz de los tallos se desplomó en ella, se iluminó, y se transformó en trece cabezas. Éste es mi cielo nocturno. Ante él estoy de pie como un niño: La espalda se congela, los ojos escuecen, atrapo el entramado celeste. y a cada golpe del puntal caen sin cabeza las estrellas: Nuevas heridas del mismo fresco, tinieblas de una eternidad inconclusa...

9 de marzo de 1937

Me extravié en el cielo. ¿Qué haré?... Me extravié en el cielo. ¿Qué haré? El que está a su lado, que responda. Más fácil os sería, novenas de Dante, hacer girar los discos atléticos. No me separéis de la vida: ella sueña ahora con matar y halagar para que en los oídos, en los ojos y en las órbitas golpee la nostalgia florentina.

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No me coronéis, no me coronéis con un afilado y halagüeño laurel; mejor: ¡desgarrad mi corazón con el reclamo añil de una esquirla! Y cuando muera, exhausto, que el amigo viviente de todos los vivos amplíe y dilate en mi pecho el eco del cielo.

9 de marzo de 1937

Me extravié en el cielo. ¿Qué haré?... Me extravié en el cielo. ¿Qué haré? El que está a su lado, que responda. Más fácil os sería, novenas de Dante hacer girar los discos atléticos, jadear, volverlos negros, azul celeste... Si no soy pasado, si no existo en vano— Tú que estás por encima de mí, si eres el escanciador y el bodeguero, dame fuerzas para beber sin espuma inútil a la salud de la torre giratoria, de la loca contienda del azur... Palomas, negrura, nido de estorninos, muestras de las sombras más añiles, hielo de primavera, primer hielo, hielo supremo, nubes —combatientes del encanto—, guardad silencio: llevan a una nube presa.

9 - 19 de marzo de 1937

Quizás es un signo de locura... Quizás es un signo de locura, quizás es tu conciencia el nudo de la vida, en el cual nos reconocen y lanzan a la existencia...

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Así la discreta araña de luz deshace las aristas de las catedrales de vidrieras del más allá y de nuevo las junta en un único haz. Complacidos haces de líneas puras dirigidos por un rayo silencioso se reúnen y un día se encontrarán como huéspedes de altiva cabeza— Aquí sólo, en la tierra y no en el cielo, como en una casa llena de música— Pero no los asustemos, ni les hagamos daño— Sería bello vivir para verlo... Perdonad lo que os digo y leedlo en silencio, en silencio...

15 de marzo de 1937

No compares: lo que vive no es comparable... No compares: lo que vive no es comparable. Con suave temor acepté la igualdad de las llanuras y el círculo del sol me hirió. Me dirigí al aire que sirve. Esperaba de él favores o noticias y me preparé para partir y floté en el arco de los viajes que no empiezan... Estoy dispuesto a errar en busca de más cielo, pero una clara nostalgia me impide partir desde las colinas todavía jóvenes de Voronezh hacia las claras y universales de Toscana.

16 de marzo de 1937

Roma Donde las ranas de las fuentes, con sus chorros y golpes de agua, ya no duermen, se desvelan y gimen y, con toda la fuerza de sus faringes y valvas

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rocían de agua anfibia la ciudad que gusta decir sí a los fuertes. Antigüedad ligera, estival, insolente, de mirada ávida y llanos escalones, como el inviolado puente del Ángel de planta horizontal sobre el agua amarilla— Ciudad azul, informe, cenital, en el tímpano de las casas, cúpula de golondrina Modelada de callejuelas y corrientes— La habéis convertido en un vivero de asesinos, vosotros, mercenarios de sangre morena, ítalos de negras camisas, feroces cachorros de césares muertos... Todos son huérfanos tuyos, Miguel Ángel, cubiertos de piedra y oprobio: La noche, húmeda de lágrimas; David, el inocente joven de pies ligeros; y el cesto donde inmóvil Moisés yace en la cascada—. La fuerza liberada y la medida del león callan en la esclavitud y el sueño hipnótico. Escaleras de desiguales peldaños en la plaza de los ríos de escaleras deslizantes alzó Roma, lenta criatura, para que los pasos se sientan como actos y no para podridos placeres como muelles esponjas de mar. De nuevo excavaron la fosa del foro y abrieron las puertas a Herodes y sobre Roma gravita el pesado mentón del dictador degenerado.

16 de marzo de 1937

Para que la piedra arenisca cobijara... Para que la piedra arenisca cobijara al amigo, al viento y al deshielo dibujaron muchas garzas y botellas en las botellas del zar.

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La vergüenza del gobierno egipcio se adornó con piel de perro escogida y repartió la herencia de los muertos erigiendo una pirámide de baratijas. Diferente es mi hermano de sangre, cantor del pecado y del consuelo. Aún se oye el rechinar de tus dientes, querellándose desde la indolente ceniza. Ovillo de poca fortuna, desenredado en dos testamentos, mundo restituido en la despedida, en el grito, profundo como una calavera. Junto al gótico vivió con escándalo y escupió de frente a la araña el ángel ladrón y bachiller indolente, el incomparable François Villon. Él es el bandido del clero celestial, no deshonra sentarse a su lado— Y antes del fin del mundo cantarán las alondras...

18 de marzo de 1937

Verde Creta, vasta isla azul... Verde Creta, vasta isla azul de alfareros. Tus dones se cuecen en el rumor de la tierra. ¿Oyes el estridente batir de las aletas subterráneas? Este mar apareció como caído del cielo en la afortunada arcilla de la cocción. Y la vasija del poder gélido se hendió en el mar y en el ojo. Devuélveme lo que es mío, isla azul, voladora Creta, devuélveme mi trabajo y con tus rebosantes pezones de diosa amamanta la vasija recién cocida... Existió y cantó, volviéndose azul, mucho antes que la Odisea, hasta que, como alimento y bebida, lo llamaron “mío” y “mía”.

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Hazte fuerte, brilla, estrella del cielo de ojos bovinos, azar, pez volador, agua afirmativa.

Marzo de 1937

Cómo me gustaría... Cómo me gustaría, sin que nadie se entere, volar tras el rayo adonde yo no existo. Y tú, irradia el círculo —no hay otra felicidad— y aprende de las estrellas el significado de la luz. Quiero decirte que susurro, que con un susurro, niña, al rayo te doy.

27 de marzo de 1937

Nereidas, mis Nereidas... Nereidas, mis Nereidas, para vosotras sollozos son comer y beber. A vosotras, hijas del agravio mediterráneo, os ofende mi piedad.

Marzo de 1937

La teta y la iota de la flauta griega... La teta y la iota de la flauta griega— Como si no les bastase la fama— sin modelar, sin un atestado maduraban, sufrían, atravesaban fosos.

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Abandonarla, imposible, no se calma apretando los dientes, no se anima a hablar con la lengua ni se ablanda con los labios... Pero el flautista no conoce el descanso: Le parece que está solo, que hubo un tiempo en que modeló el mar natal con arcilla color lila... Con un ambicioso sonido susurrante, con un musitar de labios que recuerdan, se apresura a ahorrar, toma los sonidos —pulcro y avaro. No lo repetiremos siguiéndole, bolas de arcilla en las palmas marinas, y cuando de mar me llené mi medida se hizo peste... No amo mis labios— En su raíz está el crimen y sin quererlo, menguando, menguando, cruzo el meridiano de la flauta.

7 de abril de 1937

Como en las calles de Kiev-Vij... Como en las calles de Kiev-Vij una mujer busca a su marido y en sus mejillas de cera no cae ni una lágrima. Las cíngaras no leen el futuro de las mujeres bellas, no suenan los violines en el parque Kupechevski, en la avenida Kreschatik se caen los caballos y los señores del barrio de Lipki huelen a muerte. Salíamos con el último tranvía de la ciudad del ejército rojo y un húmedo capote gritó: "¡Sabedlo, volveremos!"

Abril de 1937

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Llevo a mis labios este verdor... Llevo a mis labios este verdor— este viscoso juramento de hojas, esta tierra perjurada: madre de campanillas, arces y robles. Mira cómo me hago fuerte y me quedo ciego obedeciendo a las raíces humildes, ¿acaso no es excesivo el esplendor del parque y sus ruidos? Y las ranas, como bolitas de mercurio se juntan en una esfera con las voces y las ramas son ramos y el vapor, invención láctea.

30 de abril de 1937

En viscoso juramento se pegan los brotes... En viscoso juramento se pegan los brotes, cayó una estrella: Es una madre que dijo a su hija que no se diera prisa. Espera, murmuró con voz clara la mitad del cielo, y el murmullo prolongado respondió: Sólo podría tener un hijo... Alcanzaré la gloria de otra vida. El pie ligero mecerá mi cuna. Será un marido sincero y salvaje, dócil y manso. Sin él, como en un libro negro dará miedo el sofocante mundo...

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Con un guiño el relámpago trabó la lengua. El hermano mayor frunció el ceño y la hermana se lamenta. El viento suave, alado, sopla también en el caramillo: Que sea un niño de frente ancha y que se parezca a los dos. Pregunta el trueno a sus conocidos: Vosotros, truenos, ¿ habéis visto que el tilo contraiga matrimonio con el cerezo aliso? Y de las frescas soledades del bosque, gritos de aves. Las casamenteras aves silban aduladoras en honor de Natacha. Y a los labios se pegan tales juramentos que en verdad los ojos galopan juntos para perderse en las pisadas de los caballos. Y todos le apremian: Clara Natacha, ¡Cásate para que seamos felices y tengamos salud!

2 de mayo de 1937

Me apuntaban la pera y el cerezo aliso... Me apuntaban la pera y el cerezo aliso— sin fallar me golpearon con una fuerza disgregadora. Racimos y estrellas, estrellas y racimos: ¿Qué dualidad de poder es ésa? ¿En qué flor está la verdad? Con flores o a la fuerza golpea el aire muerto de los garrotes blancos. Y la dulzura de la doble fragancia es huraña: Lucha y se extiende —mezclada, intermitente.

4 de mayo de 1937

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Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer... I Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer, con desigual y dulce paso ella camina, adelantándose apenas a su rápida amiga y al joven que le lleva un año. La arrastra la libertad oprimida del defecto que la anima. Y parece que una clara sospecha no quiere detenerse a su paso. Esta temprana primavera es para nosotros madre de un cuerpo muerto. Y todo va a comenzar eternamente. II Hay mujeres que nacieron en una húmeda tierra. Cada uno de sus pasos es un sollozo sonoro, y su vocación, acompañar a los muertos y ser las primeras en saludar a los que resucitan. Pedirles caricias es un crimen y separarse de ellas, imposible. Hoy ángel y mañana gusano en una tumba y pasado mañana sólo un contorno difuso. Lo que fue un paso se hace inaccesible. Las flores son inmortales. El cielo, denso. Y el futuro, sólo una promesa.

4 de mayo de 1937

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Notas

Primer cuaderno Vivo en huertos importantes: Evoca la casa, situada en las afueras de Voronezh, del agrónomo E. P. Vdovin, al cual los Mandelstam alquilaron una habitación en abril de 1935. El poema alude al personaje de las canciones populares rusas "Vanka, el casero", amante de una princesa a quien el príncipe ordenó matar. También incluye el retrato del "dueño, ofendido”, según Nadiezhda Mandelstam, porque nadie iba a visitar al poeta. ¡Orejeras, mis orejeras!: El poeta escucha las noticias de Radio Moscú. Tras ellas, suenan las campanadas del reloj de la torre Spaskaya del Kremlin, que marcaba el uso horario oficial en la Unión Soviética. Además, en el programa de radio se oyen grabaciones de sonidos del tráfico de Moscú, junto a la plaza Roja. El Ay es un vino francés. El poema alude también a la inauguración de 1a. primera línea del metro de Moscú. Calla, no contestes: Rememoración de un famoso verso del poema de Tiutchev "Silentium". Déjame marchar, déjame marchar, déjame volver Voronezh: Mandelstam elabora este poema "futurista" sobre la base de dos juegos paronomásicos que surgen al descomponer la palabra Voronezh (VORON "cuervo" y NOZH "cuchillo") y recrearla en los verbos proVORONit' ("escapar"), vyRONit' ("huir") y uRONit' ("salvar"). Se trata, en cierta manera, de un homenaje a Velimir Jlébnikov y a su poema "Conjuro de la risa" , que le sirve a Mandelstam para conjurar su destierro en Voronezh. Tierra negra: Homenaje a la tierra negra ucraniana y a su lucha por la libertad. Mandelstam consideraba la tierra como materia poética por excelencia, y a la poesía como el arado que hace surgir de ella frutos. Alude también al movimiento revolucionario populista "Tierra y libertad", que surgió en Rusia en 1870 y celebró su primer congreso en Voronezh en 1879. Privándome del mar, del vuelo y del correr: Alusión a Tristia, de Ovidio (111,7 , vv. 45-48) y a su poemario del mismo nombre, publicado en 1916. Sí, estoy en el suelo y mis labios tiemblan: Reescritura del último poema escrito por Pushkin, "Monumento". Campos de arroz: Metonimia para nombrar a China y la idea de la revolución universal. ¡Qué turbio fluye el Kama: El K ama es un río que nace en los Urales y baña Kazán y Cherdin, ciudad a la que inicialmente fue desterrado Mandelstam. Aquí el poeta recuerda el viaje en tren y en barco desde Moscú a Cherdin, que duró cinco noches y en el que iba acompañado por su mujer y escoltado por tres soldados. Según Nadiezhda Mandelstam el poeta, que iba esposado y con quien estaba prohibido hablar, pasó todo el tiempo mirando por la ventana. En principio, Mandelstam había titulado este poema, el siguiente y otro más, "Kama", iniciando con ellos una serie de poemas sucesivos en los Cuadernos de Voronezh. Estanzas: Me gusta el capote del ejército rojo: Alude también al famoso relato de Gógol titulado "El capote". Nadiezhda Mandelstam llamaba en la intimidad a su marido: "Mi Gógol". Bolchevizando: neologismo, creado a partir de "bol’shevik" ("bolchevique"). Os y Tobol: Ríos que pasan por la ciudad de Cherdin. Treinta centímetros: En ruso, "semivershkovaja", que significa "de siete vershok". El vershok era una antigua unidad de medida rusa equivalente a 4,4 cms. Un salto y ya estoy cuerdo: Alusión a su intento de suicidio en el hospital de Cherdin, donde se arrojó por la ventana. Con el rayo del Almirantazgo: El Almirantazgo es el edificio histórico más alto de San Petersburgo y termina en una aguja dorada. Como en El Cantar de Igor, mi cuerda está tensa: Mandelstam no sólo rinde homenaje al Cantar de Igor, sino que, además, responde a un poema de un tal Dligach, publicado en la revista Novy Mir en 1935, en el que aseguraba que se podía reconocer al enemigo de clase por el sonido de su lira ("En el canto reconozco al enemigo:/ su última cuerda aún está tensa").

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Era un día de cinco cabezas: Mandelstam evoca de nuevo en este poema su viaje de destierro desde Moscú a Cherdin, acompañado de su mujer y escoltado por tres jóvenes soldados que leían a Pushkin. Además, alude a la película sonora de los hermanos Vasiliev titulada "Chapaiev" (1934), que cuenta la historia del comandante rojo Chapaiev, el cual murió ahogado mientras luchaba contra la guardia blanca. Mandelstam evoca la escena de "guerra psicológica" en la que los oficiales blancos avanzan sin preocuparse de las pérdidas humanas, para desconcertar al enemigo". GPU: Acrónimo de Gosudarstvennoe Politicheskoe Upravlenie ("Dirección Política Estatal"), sigla de la policía política soviética, que más tarde pasaría a denominarse KGB. Versos de diente blanco: Metonimia para aludir a Pushkin, cuyos "gloriosos dientes blancos son la joya de la poesía rusa", según escribió Mandelstam en su "Coloquio sobre Dante". Hablando de una húmeda cinta: Continúa aquí la evocación de la película sobre el comandante Chapaiev y la guerra psicológica. Todavía estamos llenos de vida: La Unión: La Unión Soviética. La tinta lila: Así era el color de la tinta soviética de la época. Lingotes contantes y sonantes de las noches romanas: El joven Goethe: Alude al guión radiofónico del mismo título que Mandelstam comenzó a preparar en Voronezh para conseguir algo de dinero. ¿Puede alabarse a una mujer muerta?: Dedicado a Olga Vaksel (1903-1932), de quien estuvo enamorado Mandelstam en el invierno de 1924-1925. Olga Vaksel se casó con un diplomático noruego y al cabo de poco tiempo se suicidó en Oslo. Sin embargo, a Mandelstam le contaron que había muerto en la estación de Estocolmo. Dicha noticia sorprendió al poeta cuando trabajaba en El joven Goethe. Mignon: Protagonista femenina del Wilhelm Meister de Goethe, la cual fue raptada en Italia por los cíngaros. La cuerna del cartero: Eco del Winterreise de Schubert, el músico preferido de Mandelstam. En las pestañas muertas se heló San Isaac: Dedicado a Olga Vaksel. Reconstruye un encuentro del poeta con ella en el hotel de Inglaterra, que se hallaba frente a la catedral de San Isaac en San Petersburgo. Alude también al lied de Schubert "En camino", a la música de órgano y a su pelliza (shube, en ruso, crea un juego paronomásico con Schubert), como símbolo de la poesía, que aparece también en La cuarta prosa. Tras el pálido Paganini: Dedicado a Marina Tsvietáieva. El título inicial del poema era: "La violinista". Se refiere, según Nadiezhda Mandelstam, a un concierto de la violinista Galina Barinova que se parecía mucho a Marina Tsvietáieva. El Enisei es un río de Siberia. Marina Mniszek (1588-1614), fue la mujer del pseudo-Dmitri, quien luchó contra Boris Godunov por el trono ruso, Hay, además, un eco del poema de Tristia "En trineo, tendidos en un lecho de paja", dedicado también a Tsvietáieva. Corre la ola junto a la ola: En apariencia, el poema recrea el ambiente del Estambul otomano y el famoso cuerpo militar de los jenízaros, antigua guardia militar creada por Murat I e integrada exclusivamente por jóvenes cristianos de las tierras conquistadas y convertidos al islam. Según Nadiezhda Mandelstam, se refiere a la represión desatada tras el asesinato del dirigente comunista Kirov (1886-1934). Oficio el ritual del humo: El poema evoca el ambiente de Koktebel, junto al mar Negro, donde los Mandelstam estuvieron en junio de 1933, y donde, años atrás, solían reunirse intelectuales y artistas en casa del poeta Maksimilian Voloshin (1878-1932). La escena aparece también en Coloquio sobre Dante. No devolveré a la tierra como mariposa blanca: Se refiere al funeral por los aviadores del "Maxim Gorki", que murieron en una catástrofe aérea a mediados de mayo de 1935. Según Rudakov, las figuras de Lenin y Stalin son identificadas con los aviadores. La imagen de la catástrofe aérea, vista en un noticiero documental de la época, reaparece en los Versos del soldado desconocido.

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Segundo cuaderno

Tras las casas y los bosques: Sadkó: Héroe de las bylinas rusas del ciclo de Novgorod. Es un músico, comerciante y navegante que hace un trato con el rey del mar para hacerse rico a cambio de casarse con una de sus hijas. Finalmente, con la ayuda de San Nicolás logra huir y regresa a Novgorod. El día tiene hoy el pico amarillento: El poeta recuerda San Petersburgo y evoca un verso de Alexander Blok ("el agua verde dormía") sobre la llegada de barcos de guerra británicos a su puerto, durante la primera guerra mundial. También recrea su poema de Tristia "Se unieron las Helenas para la guerra". En las montañas reposa el ídolo: Forma parte de una serie de poemas sobre Stalin, el cual aparece aquí caracterizado como deidad, (ídolo de piedra de la montaña, según la mitología del Cáucaso) y, además, como la estatua del tiempo del Infierno de Dante (XIV, 103), dios hindú, Buda y feto, en una especie de anagnórisis 0 recorrido mítico a los orígenes de la representación simbólica de lo sagrado, esto es, de la divinidad, en la historia de las civilizaciones. Estoy en el corazón del siglo: Junto con Y el maestro del taller de los cañones, forma una serie de dos monumentos de cobre: el primero, de sí mismo, apoyándose en un bastón y el otro, de una figura militar (probablemente Stalin). La ley de los pinares: Evoca el paisaje de la naturaleza en la región de Zadonsk, donde pasó el verano de 1936, convaleciente de asma. En el pinar que veía desde la casa de campo que alquiló gracias a los 500 rublos que Pasternak le hizo llegar a través de Ajmátova, ve aparecer a Eolo tocando el arpa y la viola con los troncos. Con la fina hoja de Gillette: El título inicial de este poema era "Zadonsk", donde pasó el verano de 1936. Mandelstam evoca aquí el paisaje del camino que recorría desde su casa de campo a los baños, y lo compara con los cuadros paisajísticos del pintor holandés Ruisdael. La hoja de Gillette, como símbolo de la cultura moderna, aparece también en La cuarta prosa. Noche. Viaje. El primer sueño: Este poema y los siguientes evocan, en clave bucólica y onírica, la estancia de Mandelstam en un sanatorio de Tambov, entre diciembre de 1935 y junio de 1936, situado en una colina, junto al río Tsni. Asimismo este poema alude a un viaje en tren a un sovjos cercano, pasando por las aldeas llamadas Anna, Rossosh y Gremiache, en cuyos nombres Mandelstam quiere recordar a Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva, y a su esposa Nadiezhda. También aprovecha Mandelstam para evocar la colectivización de la tierra y la vida de los campesinos en los koljoses y sovjoses, en las imágenes crípticas de la segunda y de la tercera estrofa. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre?: Mandelstam une, en una serie paronomástica, koljos y sovjos, dando como resultado Koltsov. Alude a Alexei Koltsov (1809-1843), poeta nacido en Voronezh, cantor de la "húmeda madre-tierra" —a la que Mandelstam, siguiendo a Lérmontov, convierte en madrastra—, evocando no sólo su destierro, sino también el destino trágico de los poetas rusos, simbolizados aquí en el fusilamiento de Nikolai Gumiliov (1883-1921), cuyo poema "El horror de la estrella " es recordado en el verso inicial " ¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre? Cuando tiembla y palpita: Poema de tema español; alude a la Guerra Civil española y, en concreto, al incidente entre Unamuno y el General Millán Astray en Salamanca, que fue reproducido en la prensa soviética. Según Natalia Stempel, a Mandelstam le conmovió este suceso hasta tal punto que se puso a estudiar español. Todo va mal: El título inicial de este poema era “Kashchej”, nombre del gato de Natalia Stempel, amiga de los Mandelstam en Voronezh. Kashchej simboliza, en el folclore ruso, la imagen del diablo representado en la figura de un esqueleto. En la poesía rusa aparece en Ruslán y Ludmila, de Pushkin y en el Skazka o zare Berendee, de Zhukovski; poemas éstos que resuenan en los versos de Mandelstam, quien ve en el diabólico gato la reencarnación del mal en el ojo de Stalin, representado en este poema, de nuevo, como ídolo de piedra que guarda un

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tesoro en la montaña. Piedras que hablan: símbolo que identifica la poesía de Mandelstam, continuador, como declara en “La mañana del acmeísmo”, de la piedra de Tiutchev. Tu pupila en la corteza terrestre: Dedicado a su mujer, Nadiezhda. Sonríe, cordero colérico de la tela de Rafael: Según Nadiezhda Mandelstam, este poema no se refiere a un cuadro de Rafael, sino a la “Madonna Litta” de Leonardo. Se trataría, en su opinión de un lapsus o “de la nostalgia por el Hermitage”. Cuando el mago: Poema de tema fúnebre, compuesto con reminiscencias de Derzhavin, como si el poeta presenciara su propio e inminente entierro, en un trineo de lila. El bogatyr es el héroe por excelencia de la poesía épica rusa. Para la composición utiliza una serie paronomástica derivada de una misma raíz; en este caso, “sneg” (“nieve”), símbolo de la muerte. A ella contrapone la figura de pinzón (en ruso, snegir), que simboliza al poeta. Como halcón cautivo: Se trata aquí de una nueva serie paronomástica circular en los dos primeros versos (OKOLO KOL’COVa/KAK aOKOL ZAKOL’COVA), originada a partir del nombre d Koltsov (en ruso, Koltsov incluye “koltso”, “anillo”). De la misma manera, en la segunda estrofa, aparece “krugozor” (“horizonte”), que contiene “krug” (“círculo”). En su conjunto, en el poema prosigue el itinerario “dantesco” —infernal— de Mandelstam, que entra, caracterizado como poeta ciego, en otro nuevo círculo. La amada levadura del mundo: Este primer verso parece una nueva imagen de la creación poética. Sonidos, lágrimas y trabajos. Reminiscencias de un trabajo teórico de Yakubinski sobre “Los sonidos del lenguaje poético”; el poema “Ángel” de Lérmontov, su guión sobre El joven Goethe, donde describe las lágrimas de Goethe al componer el Wilhelm Meister; y, finalmente, a la obra de Hesíodo, Los trabajos y los días, recordado en su ensayo sobre A. Blok. Un diablillo con el pelo húmedo: El poema evoca un viaje después de la lluvia. El poeta contempla las huellas y los charcos y piensa sobre su “caso”, imaginando la aparición del diablo en una rueda. En realidad, es una reescritura del poema de Pushkin “Camino de invierno”, al que Mandelstam superpone el “aire racionado” del poema de Tiutchev (“No hables: él me mide el aire”), y del destierro del Ovidio en el Ponto Euxino (Ex Ponto, IV), considerado como “eje” del “carro” del mundo. Todavía no estás muerto: El título inicial de este poema era “La mendiga”. Se refiere a su mujer y está escrito en una situación de miseria absoluta. El poeta recuerda las palabras de Karamzin sobre la tormenta de nieve. Teme el ladrido y maldice el viento: proverbio árabe, que alude al final de La Cuarta Prosa: “El viento sopla, el perro ladra”. ¿Qué haremos con la mortandad de la llanura?: Poema sobre Stalin, considerado aquí como “Judas de los espacios increados”. Hay una alusión directa al “milagro” de la colectivización de la tierra y a la gran hambruna de los años treinta. Ahora estoy en una telaraña de luz: Según Nadiezhda Mandelstam, este poema y el siguiente (Como piedra caída del cielo) son una defensa y apología de la poesía como reacción a su “Oda” sobre Stalin. El Elbrus es el más alto del Cáucaso. Mide 5269 metros y está en Georgia. Siento el primer hielo, lo siento: El poeta siente nostalgia de Petersburgo —ciudad de granito— al comienzo del invierno y recuerda “las duras escalas” de Dante (paraíso XVII, 58-60), citando su Coloquio sobre Dante y considerándose a sí mismo —como en una carta escrita al crítico Kornei Chukovski— “una sombra”. ¿Dónde encontraré refugio en este mes de enero?: La ciudad abierta es una extraña cadena: En la antigua Unión Soviética había ciudades abiertas en las que los condenados podían cumplir su destierro, y ciudades cerradas en las que tenían prohibido vivir. El poema, según el testimonio de Natalia Stempel, da cuenta de la búsqueda desesperada de Mandelstam para encontrar a alguien a quien leer sus poemas. En una escala de espinas: Alusión a Dante.

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Me gusta el aliento helado: Poema construido sobre dos pares paronomásicos: ja (“yo”) / jav (“la realidad”) y vek (“siglo”) / veksha (“ardilla”). Alude también a su poema “El siglo”, incluido en Tristia. Entre el rumor y la prisa: Prosigue la paronomasia del poema anterior: vek (“siglo”) / veko (“párpado”). Según A. Mets, Mandelstam ofrece en este poema un nuevo retrato de Stalin. El poema evoca también el destierro en Cherdin y, más bien, parece un vuelo imaginario que lleva de vuelta al poeta desde su destierro hasta el Kremlin, invirtiendo —con el lienzo de la distancia— la “cabeza culpable”. ¿Dónde está el lamento atado y clavado?: Mediante la alusión a Esquilo y a Prometeo, Mandelstam lleva la esencia de la tragedia a su propia condena, considerada como martirio. El arado constituye aquí, en opinión de Omry Ronen, una metáfora de la poesía en su función histórica. Resuenan en el poema ecos de versos de Viacheslav Ivánov y de Innokenti Annenski sobre la tragedia en el arte ruso moderno. Como Rembrandt, mártir del claroscuro: De la tragedia, Mandelstam pasa al tema del martirio de la mano de Rembrandt y el cuadro “Camino del Calvario”, atribuido a él en esa época y pintado en realidad por J. W. De Wet el viejo, el cual se hallaba en el museo de Bellas Artes de Voronezh. Es un poema sobre Stalin, “espléndido hermano”, “maestro y padre de la oscuridad verdinegra”. Los ardientes joyeros de medianoche en el harén: Se refiere a los joyeros que pusieron rubíes en las estrellas que coronan las torres de Kremlin, y que se iluminaban de noche. Canto con la garganta mojada y el alma seca: El título inicial de este poema era “Cancioncilla abjasa” y alude a su Viaje a Armenia. Cólquida es el nombre de la antigua región de Asia, al este del Ponto Euxino y al sur del Cáucaso. Según la leyenda, los argonautas fueron a ella para la conquista del vellocino de oro. Armado con la vista de puntiagudas avispas: El título inicial del poema era “Las avispas”. Mandelstam hace un juego paronómico entre su propio nombre de pila, Osip, el sustantivo osa (“avispa”) y os (“eje terrestre”). Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas: El título inicial del poema era “Tiflis” (Tbilisi), la capital georgiana donde nació Stalin y donde Mandelstam comenzó de nuevo a escribir poesía en 1930, tras un silencio de cinco años. El poema evoca también otro sobre Tiflis (“Sueño con la encorvada Tiflis”) incluido en Tristia: Balcón —cuesta-herradura-caballo-balcón: Enumeración paronomásica circular: baLKON-naKLON-podKova-KON-baLKON. El sueño defiende el Don en mi sueño: Poema sobre Stalin. Mandelstam entabla, en sueños, una batalla imaginaria contra la política belicista del Kremlin y proclama solemnemente la defensa de la vida, la libertad y la igualdad de las personas y de los pueblos. Las maniobras de tortugas: Alusión a los desfiles de tanques en las paradas militares de Moscú. El sustantivo “defensa” (OBORONA) sirve en esta ocasión como base para la serie paronomásica: OBORONjaet (“defiende”), BRON (“coraza”), BROv (“ceja”), sOBRANy (“reunidas”), kOROBA (“caja”). Otra serie paronomásica se encuentra en el sustantivo RAB (“esclavo”), en el penúltimo verso: raBU ne BYt’ raBOm, raBe ne BYt’ raBOJ, a la que Mandelstam añade la reminiscencia sonora de BOJ (“batalla”). Y canta el coro, en el duelo con el reloj: Kyril Taranovski señala que, en los años treinta, las campanadas de media noche del reloj de Kremlin iban seguidas del canto de la Internacional. Como madera y cobre es el vuelo de Favorski: En este poema, Mandelstam alude al “Requiem” que escribió en 1934 tras la muerte de Andrei Biely, y que fue ilustrado por V. A. Favorski (1886-1964), pintor, ilustrador y teórico del arte, quien, por otra parte, también sufrió el destierro a mediados de los años 30. De ese hecho deriva el segundo verso: “En las astillas del aire somos vecinos del tiempo”. Estoy hundido en el foso de los leones y en la fortaleza: En este poema Mandelstam funde el recuerdo de la cantante americana Marian Anderson, de quien escuchó por la radio un concierto de “spirituals”, traducidos al ruso por otra cantante de Voronezh amiga suya, cuyo marido, el flautista Karl Schwab, fue arrestado por segunda vez.

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Tercer cuaderno Versos del soldado desconocido: (1) Corazón de largo alcance: Alusión a la artillería de largo alcance, que hizo su aparición en la Primera Guerra Mundial. El océano son ventana es la materia: Alusión a las mónadas de Leibnitz. Cuña militar: estrategia bélica inventada por los romanos. El soldado desconocido: Según el testimonio de Nadiezhda, se trata del propio Mandelstam. Lérmontov: Alude al poema de Lérmontov titulado “El demonio”. Con temblorosos racimos de uva: Alude al gas tóxico empleado en la Primera Guerra Mundial. Los dorados sebos: Alusión al hambre mediante el uso del “sebo” de las cartillas de racionamiento. Svejk: personaje principal de la novela de Jaroslav Hasek, El buen soldado Svejk, sobre la Primera Guerra Mundial. Imploro como piedad y gracia: El poema alude a Maya Kudasheva, esposa de Romain Rolland, quien en su visita a Moscú en 1937 podía interceder por el poeta ante Stalin. “Esa era la esperanza de Mandelstam”, declara su mujer. Por eso Francia —representada en la persona de Maya Kudasheva— es la “atea de dorados ojos de cabra”. La alborotada calle de julio: Alusión a la revolución francesa de 1797. Corteja a la florista: Alusión a una escena de Entre candilejas, película de Chaplin. La rosa en el pecho, en el sudor de las dos torres: Alusión a la catedral de Notre Dame, a través de la novela homónima de Balzac. Vi un lago erguido, a plomo: Titulado inicialmente “Reims-Laon”. Rememora un viaje de Mandelstam por Francia en 1909, para visitar las catedrales góticas de Reims y de Laon. A plomo: Alusión a la plomada como principio ético y estético, así como al Taller de los poetas, que reunía a los acmeístas y que se organizaba como un grupo masónico. Del mal —enemigos de otros arcos ocultos: Verso paronomástico: NEDUGI-NEDRUGI DRUGlkh Nevskrytykh Dukh. En la pizarra bermeja, carmesí: Dedicado a Natalia Stempel. Evoca un paseo juntos al atardecer por Voronezh nevada, hasta la casa de Natalia Stempel, situada en una colina, desde donde se divisa la ciudad. El cielo de la última cena se apegó al muro: Titulado inicialmente “La última cena”. Caen sin cabeza las estrellas: En la poesía de Mandelstam, las estrellas simbolizan el régimen soviético. Además, hay aquí un eco del poema de Tiutchev “Tarde de verano”. Me extravié en el cielo. ¿Qué haré?: Poemas sucesivos, compuestos por Mandelstam a modo de variantes y dedicados a Natalia Stempel. Hace alusión también al “cielo de la última cena” del poema anterior. Novenas del Dante: Alude al tipo de estrofas que forman la Divina Comedia del Dante. Los discos atléticos: Omry Ronen cree que se trata de una alusión a la estatua del Barón Klodt en Petersburgo. La nostalgia florentina: Alude a la nostalgia que sentía Dante por Florencia en su destierro, y a la del propio Mandelstam por Petersburgo. Roma: Evoca un paseo histórico y cultural por Roma, de la mano de la poesía de Miguel Ángel “Grato m’e il sono” —que había sido traducida al ruso por Tiutchev— y de sus estatuas de David y Moisés. El paseo llega hasta la época contemporánea y concluye con una condena del régimen fascista de Mussolini, el “dictador-degenerado”. Culpable deudor de dilatada sed: Describe el motivo de una vasija helénica del museo de bellas Artes de Voronezh, al que se superpone una meditación sobre la desgracia del poeta. Cómo me gustaría: Titulado inicialmente “Estrellita” y dedicado a Nadiezhda Mandelstam. La theta y la iota de la flauta griega: Trata del segundo arresto de Karl Schwab, flautista de la orquesta de Voronezh, en el cual ve Mandelstam un presagio de su próxima muerte. La theta y la iota: Letras del alfabeto griego presentes en la palabra rusa flejta (“flautista”). Como en las calles de Kiev-Vij: Inicialmente, este poema era el último de los Cuadernos

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de Voronezh y se lo había ocultado Mandelstam a su mujer. Vij: personaje del folclore ucraniano que es el jefe de los gnomos y cuyos párpados son tan largos que le llegan hasta el suelo. A través de él Mandelstam alude al relato homónimo de Gógol. Kreschatik es el nombre de la avenida principal de Kiev y Lipki es el barrio en el que en los años treinta estaba la sede le la Cheka en Kiev. Llevo a mis labios este verdor: Dedicado a Natalia Stempel. Evoca un paseo por el parque en abril. En viscoso juramento se pegan los brotes: Dedicado a Natalia Stempel. Fue escrito cuando ella les anunció a los Mandelstam que iba a casarse. Me apuntaban la pera y el cerezo aliso: Dedicado a Nadiezhda Mandelstam y a Natalia Stempel. Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer: Dedicado a Natalia Stempel.

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La dignidad del poeta

por Jesús García Gabaldón

Osip Mandelstam fue arrestado en Moscú en la madrugada del 17 de mayo de 1934, en presencia de su mujer, Nadiezhda Mandelstam y de Anna Ajmátova. Le acusaron de actividades antisoviéticas y contrarrevolucionarias por haber escrito este poema sobre Stalin:

Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies, nuestras voces a diez pasos no se oyen. Y cuando osamos hablar a medias, al montañés del Kremlin siempre evocamos. Sus gordos dedos son sebosos gusanos y sus seguras palabras, pesadas pesas. De su mostacho se burlan las cucarachas, y relucen las cañas de sus botas. Una taifa de pescozudos jefes le rodea, con los hombrecillos juega a los favores: uno silba, otro maúlla, un tercero gime. y sólo él parlotea y a todos, a golpes, un decreto tras otro, como herraduras, clava: en la ingle, en la frente, en la ceja, en el ojo. y cada ejecución es una dicha para el recio pecho del oseta.

Tras pasar quince días sometido a interrogatorios, sin apenas comer ni dormir, y tras un primer intento de suicidio cortándose las venas, fue condenado por la policía política soviética (entonces GPU) a tres años de destierro. Era, en realidad, una condena extremadamente suave, quizás la menor posible en aquella época, a la que Ajmátova denominaba "vegetariana", en contraste con los siguientes años de terror. En otras circunstancias, Mandelstam habría sido fusilado (como ya sucedió en 1921 con el poeta acmeísta Nikolai Gumiliov, primer marido de Ajmátova, o como entre 1938 y 1941 sucedería con Meyerhold, Platónov, Bábel, Pilniak y tantos otros escritores) o condenado a trabajos forzados. Por aquel entonces, Mandelstam era ya una persona enferma (de asma, del corazón, del sistema nervioso) y envejecida (tenía cuarenta y ocho años y aparentaba más de setenta). Todavía gozaba de la protección de Nikolai Bujarin, director de Izvestia, quien sería fusilado a finales de marzo de 1938, y quien intercedió por él ante Stalin, al igual que lo hicieron otros escritores, como Ajmátova, Pasternak y Sklovski. El propio Stalin se encargó personalmente de llamar a Pasternak para preguntarle si Mandelstam era un maestro; aseguró a la mujer del poeta que "con Mandelstam todo iría bien" y dio la orden de "aislar, pero preservar" , que se tradujo en una condena de tres años de destierro en Cherdin, en los Urales.

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Durante el viaje a Cherdin, dadas sus condiciones tan precarias de salud, se le permitió al poeta ser acompañado por su mujer. Eso sí, con la escolta de tres "bravos muchachos del GPU", que leían a Pushkin. Debido a las alucinaciones que sentía a partir de los interrogatorios, Mandelstam fue internado en el hospital local de Cherdin, donde sólo había un médico y una enfermera. Allí intentó suicidarse saltando desde una ventana. Se rompió el brazo y recuperó la cordura. Poco tiempo después dieron a elegir a Mandelstam el lugar para cumplir su destierro (elección, sin duda, inaudita en la época), a excepción de Moscú, Leningrado y diez ciudades prohibidas. El poeta eligió Voronezh, ciudad universitaria situada en la frontera de Rusia con Ucrania. Allí vivió Mandelstam desde junio de 1935 hasta finales de mayo de 1937, en diversos lugares (primero un hotel, luego habitaciones en pisos céntricos, más tarde en las afueras). Al comienzo, siguiendo instrucciones de Stalin, el secretario del partido comunista para asuntos de cultura y propaganda, P. F. Iudin, envió una carta a los jefes locales del partido, con las instrucciones sobre el "caso" Mandelstam. Había que ofrecer trabajo al poeta, permitirle escribir e incluso publicar. Así, durante 1935 y comienzos del 36, Mandelstam trabajó como asesor literario del Teatro Bolshoi de Voronezh, como guionista literario de la emisora de radio local (preparó programas sobre la juventud de Goethe, Swift, Ariosto, Blok...) y como colaborador de la revista Kommuna (fue enviado a un sovjos con el encargo —que fue incapaz de cumplir— de escribir sobre la colectivización de la tierra. Asimismo, el poeta fue invitado a dar una conferencia sobre el acmeísmo (claro está, con la abierta recomendación de realizar una autocrítica y una descalificación de su pasado acmeísta), al cual definió como "nostalgia de la cultura universal", afirmando que no renegaba ni de los vivos ni de los muertos refiriéndose a Ajmátova y a Gumiliov. Meses más tarde, tras ser declarado oficialmente inválido, pasar una temporada en un asilo psiquiátrico en Tambov y quedarse completamente sin trabajo, Mandelstam recibió otro "encargo": escribir una Oda a Stalin. A ello se dedicó entre enero y febrero de 1937, con la vana esperanza de salvarse. Mandelstam cumplió el encargo y envió tres poemas sobre Stalin al secretario de la Unión de Escritores de Moscú, N. Stavski, quien, al cabo de un tiempo, los utilizó para pedir a Yágoda, "una solución" al "caso Mandelstam". La solución consistió en una nueva detención el 2 de mayo de 1938 y una nueva condena por el mismo delito de "actividades contrarrevolucionarias ", pero, esta vez, a cinco años de trabajos forzados en Siberia. Mandelstam murió el 27 de diciembre de 1938 en un campo de trabajo en las afueras de Vladivostok y fue enterrado en una fosa común. Con la brevedad, acaso sentenciosa, que exigen estas páginas —porque no es éste el lugar, ni es ahora el tiempo de entretener razones y ensartar argumentos—, me apresuraré a señalar que, a mi juicio, los Cuadernos de Voronezh constituyen la cima creativa de Mandelstam y una de las más poderosas y complejas creaciones del espíritu del siglo XX. Para mí, este libro sólo es comparable, en este siglo, a La tierra baldía y los Cuatro cuartetos de

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Eliot, los Cantos de Ezra Pound, las Elegías de Duino de Rilke y Espacio, de Juan Ramón. En este siglo que ahora acaba, marcado trágicamente por la Revolución Rusa, la primera y la segunda guerras mundiales, los fascismos y totalitarismos, el progreso material y la miseria moral de la cultura europea, la obra final de Mandelstam, escrita en una situación de extrema precariedad, nos ofrece el ejemplo moral de la dignidad de la poesía frente al terror y la barbarie. En este sentido, la lucha por la dignidad social del poeta, por su derecho a la voz y a su postura en la vida, es, como escribió Mandelstam a propósito de Dante, la tendencia fundamental que determinó su vida y su obra: la autoafirmación del poeta en la poesía, expresada en la convicción de que la poesía, como también escribió, es la conciencia de tener razón.

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Los Cuadernos de Voronezh es un título doméstico. Se trata de los cuadernos escolares en los que Mandelstam anotó los poemas que escribió en Voronezh. Sólo se publicaron en Rusia a partir de 1988. En total son tres, cada uno compuesto a su vez de tres ciclos en torno a un poema central. En su conjunto, creemos, su composición sigue el modelo de la Divina Comedia de Dante. En este sentido, el primer cuaderno representa el infierno, el segundo el purgatorio y el tercero el paraíso o cielo. Por lo demás, la obra constituye en lo esencial un diario lírico del poeta en los tres años de destierro. Mandelstam, consciente de su cercana muerte, ensaya un canto final, a modo de despedida y de afirmación de la vida. En su conjunto, encontramos en los Cuadernos de Voronezh, la culminación de lo que Mijail Gaspárov denomina la "tercera poética " de Mandelstam. Se trata de una poesía con una vertiginosa asociación de imágenes y sonidos en plena metamorfosis, una síntesis de súbitas metáforas y analogías elípticas potenciadas por un proceso de anamorfosis que culmina con una nueva figuración del sujeto, encarnado en la imagen rota y fragmentaria del propio poeta. El primer cuaderno, escrito entre abril y junio de 1935, trata el tema del destierro del poeta. Sus tres ciclos son: Voronezh y la tierra negra (poema éste que constituye el germen creativo de las "Estanzas"), los Urales y Cherdin, y las piedras y los aviadores. Las Estanzas son, en cierto modo, un conjuro de su propio caso, una inversión de la culpabilidad, una reafirmación en la poesía y en la vida tras su intento de suicidio en Cherdin ("un salto y ya estoy cuerdo") . Las palabras del poeta aparecen entonces como confesión íntima, y última: "¡Debo vivir, respirando y "bolchevizando", / mejorando ante la muerte, / durar un poco más y jugar con la gente". El segundo cuaderno fue escrito entre el 6 de diciembre de 1936 y finales de febrero de 1937. El tema principal es el terror, o para ser más precisos, el comienzo de la época del terror. Mandelstam presenta su "caso” (su detención y posterior destierro), no ya como un caso único, sino como un caso representativo de la época. Los poemas de este ciclo ofrecen un diálogo entre el poeta (transfigurado en jilguero) y Stalin (ídolo de piedra), como símbolos

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trascendidos de las relaciones entre el arte y el poder. Frente al vuelo de la poesía, el eje terrestre del poder. Para la contraposición, Mandelstam usa, al modo de Jlébnikov, la atracción paronímica derivada de su propio nombre y del de Stalin (Osip es la versión eslava de Iosif), sobre la base de la raíz os' (eje) y su desplazamiento semántico sy ("avispas"). Así, Mandelstam se identifica sucesivamente con diferentes poetas perseguidos por el poder a lo largo de la historia: Pushkin, Dante, Ovidio, Fray Luis de León, etc... Sus tres ciclos son: la sonrisa y el jilguero (que incluye los recuerdos de Zadonsk, donde pasó el verano del 36, el sanatorio de Tambov y los viajes del verano del 35 por los alrededores de Voronezh, en concreto a un sovjos), la vista y las avispas (que aproxima la poesía a la pintura, representada aquí por Miguel Ángel, Rafael y Rembrandt; y a la esencia de la tragedia griega) y el aire helado (como premonición de su propia y cercana muerte). El centro se halla en la Oda a Stalin, que Mandelstam se obligó a escribir entre enero y febrero del 37, con la esperanza, si no ya de salvarse —siempre tuvo la conciencia de haber sido condenado a muerte por Stalin y siempre pensó que su destierro era, en realidad, un aplazamiento de la condena— al menos de intentar salvar a su mujer, Nadiezhda y, a través de ella, a su poesía. La Oda a Stalin, que no fue incluida en la versión final de los Cuadernos de Voronezh, sino que fue desgajada, junto con otros dos poemas sobre Stalin —los tres se incluyen aquí al final del libro— generó a su vez otros poemas de sentido contrario y de simbología compleja. Mandelstam compone su poema como un canto en alabanza de Stalin, un retrato al carboncillo de un Stalin de perfil, vestido con capote y gorra, presenciando los desfiles militares desde la tribuna de la Plaza Roja, convertida en tribuna de oradores. Pero, en otro poema, Mandelstam confiesa: "No sé cantar ni dibujar". O como le diría a Ajmátova al volver del destierro: "Ahora sé que se trataba de una enfermedad". Con todo, los poemas sobre Stalin son de extraordinaria ambigüedad, y fueron compuestos por Mandelstam siguiendo el doble modelo de sus poemas para niños y sus poemas satíricos (del tipo de la "Antología de la tontería antigua", de los acmeístas), y sólo en los versos finales pueden ser interpretados como himnos épicos. Lo que sucede es que, sin cesar el juego, Mandelstam preparó una variante apócrifa de esos finales. Así por ejemplo, el poema "Si me detuvieran mis enemigos" concluye: "Y en la tierra, que la putrefacción corroe, / despertará Stalin la razón y la vida". Y la versión apócrifa: "Y en la tierra, que la putrefacción corroe, / asesinará Stalin la razón y la vida". El tercer cuaderno, compuesto entre marzo y mayo de 1937, tiene como centro los "Versos del soldado desconocido", e incluye los ciclos del cielo (como calvario, despedida de la vida y requiem), de la antigüedad (como reafirmación de la cultura y del arte, ejes de la civilización), y de los brotes gemelos (poemas de amor y despedida dedicados a Nadiezhda Mandelstam y a Natalia Stempel). Los "Versos del soldado desconocido", verdadero testamento poético y obra maestra absoluta de Mandelstam, surgen de la visión del entierro de los aviadores del "Maxim Gorki“ . Esta nueva forma de muerte, "la muerte en el aire", "la tumba aérea", es considerada por el poeta ruso como imagen de la

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época, y como presentimiento de la inminente segunda guerra mundial. Se trata de un poema antibélico que traza la historia de la guerra, del terror y de la caída de las civilizaciones y de los grandes imperios autoritarios (romano, egipcio, napoleónico...). Al mismo tiempo, es un canto a la vida, a la libertad y al ser humano, en todo cuanto tiene de ser único e irreductible, representado aquí en Leibnitz, Shakespeare, Lérmontov, Don Quijote, Svejk... y el propio Mandelstam, auténtico "soldado desconocido": "... Cubierta la boca de sangre, susurro: / —Yo nací en la noche del dos al tres / de enero del noventa y uno, / año sin esperanza, y los siglos / me rodean con el fuego.

El poema nunca escrito por Sergio Bufano

...Mandelstam prefería mantener distancia de esa estética que más tarde se encaminaría

con paso militante hacia el realismo socialista.

En el mes de diciembre de 1938, en un campo de prisioneros de la Unión Soviética, la temperatura congelaba la respiración y la conciencia de los comisarios políticos. Los 25 grados bajo cero no perdonaban nada. Implacables, solidificaban las lágrimas y no dejaban llorar, aunque no por ello impedían la tristeza. Al menos la tristeza del poeta Osip Mandelstam, o lo que quedaba de él al cabo de algunos años de permanencia en ese desierto helado en donde sólo el aullido del viento apaga el aullido de los lobos. En una barraca de madera que dejaba filtrar por sus ranuras los puñales de aire hirientemente fríos, durmió mal, como siempre, y despertó cuando la luz plomiza del lejano noroeste de Rusia, cerca del río Kolima, amagaba con aparecer, pero no aparecía. El sol era en su memoria un círculo delgado y frágil, que se desvanecía detrás de cada ráfaga blanca; Mandelstam ya no recordaba ni un sólo día de verano. Ni una primavera. Olvidado el color verde del pasto, el amarillo de las hojas de otoño, el rocío de las noches estivales, había olvidado también la agradable sensación del calor cuando se levantó de su camastro y salió hacia el galpón para tomar el té que le servirían sus guardianes. No llegó a cruzar la calle y cayó muerto, probablemente agradecido por la generosidad de la naturaleza que le impedía seguir viviendo. Ya era hora de morir. Por fin, la muerte le abría las puertas de la libertad para escapar del tormento de su cuerpo sometido. Cuerpo que nunca más apareció. En alguna fosa común que todavía hoy

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comparte con cientos de intelectuales, revolucionarios o campesinos disconformes, los restos del poeta se ha congelado sesenta y cuatro inviernos. Nunca más se supo de él. No hay memoria que pueda rescatar sus huesos. Y nunca, además, fue posible comprender el gesto que lo condujo a la cárcel y la muerte.

San Petersburgo

El avión se inclina hacia la izquierda en busca de la pista de aterrizaje y por la ventanilla aparecen gigantescos bosques de color ocre. El otoño se muestra frondoso y difícilmente descriptible en su belleza. Las variaciones sobre el amarillo le otorgan al paisaje una irrealidad de tal hermosura que corta el aliento. Decenas de miles de árboles compiten para desafiar a un pintor, a un poeta, a cualquiera que pretenda reproducirlos, volcarlos en el papel, transmitirlo para otros que no podrán imaginarlo. En cada árbol, cientos de amarillos. Los motores se frenan y al interrumpir la imagen surge la duda: ¿es cierto lo que hemos visto? ¿O fue una ensoñación? La máquina toca el suelo y la brusca frenada disuelve el encanto. A lo lejos, diminutas, se ven altas chimeneas de industrias que recuerdan jornadas gloriosas leídas en los viejos, hoy más viejos todavía, textos de la Revolución: obreros, proletarios, días de pasión que se han disuelto como los miles de ocres que fugazmente acaban de pasar por la diminuta ventanilla. Este es suelo ruso, es San Petersburgo, la ciudad construida sobre un pantano y cuya historia en el Siglo XX levantó las ideas libertarias más formidables luego de la Revolución Francesa. Sólo ella, sus edificios, sus calles, sus canales venecianos sobreviven. El resto se hundió y llevó consigo a millones de seres que dispusieron voluntariamente sus vidas para ser llevados y otros millones que fueron sumergidos contra su deseo. Calles anchas y arboladas desembocan en inmensos espacios vacíos. Palacios zaristas de preciosas y deterioradas portadas se enfrentan al cemento de edificios stalinistas de grises pálidos y helados. Parecen querer demostrar la solidez de un futuro que fue efímero. Las aguas de los canales se mueven lentas. Sorpresivamente, con un porte majestuoso e indiferente a la historia de los hombres, sólido y plomizo, sobre todo regio, aparece el Neva ancho y caudaloso. En sus márgenes se levantan palacios de colores vivos ahora opacados por la llovizna que desdibuja sus contornos. Todo el paisaje es difuminado por una luz que las pequeñas gotas que caen del cielo hace zigzaguear ante los ojos. Al costado izquierdo queda el Palacio de Invierno, y junto a él se extiende la avenida Nevsky alguna vez recorrida por multitudes vestidas de overol. Unas calles más allá una figura conocida levanta enérgicamente el brazo, adusta, un pie adelante señalando una marcha que aparentemente no se detendrá jamás: es Lenin que indica el camino. El camino conduce a lo largo del canal Fontanka, una masa de agua domesticada y convertida en calle por el zar Nicolás. Detrás de árboles de hojas ocres hay un edificio de tres pisos con una angosta escalera de madera que desemboca en un largo pasillo con varias puertas. En cada uno de esos cuartos

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vivía una familia, salvo la poeta Anna Ajmátova que no compartía el suyo con nadie, viuda ya de su marido tempranamente fusilado y con su hijo adolescente detenido en la Lubianka. En esa habitación escribió buena parte de su obra, recibió a sus amigos poetas, pintores, críticos y actores. También a Isaiah Berlin. Y por supuesto a Mandelstam. En las cuatro paredes hay fotografías del poeta: antes y después de su primera detención, joven y envejecido por la prisión, sonriente en la foto familiar y serio en la de su prontuario. Manuscritos de poemas se juntan con legajos policiales recuperados después de la Glasnov. Allí está apenas un trozo de su vida, y el doloroso espejo de una generación de artistas.

Una noche en vela. Un huevo duro.

Osip Mandelstam, ruso por adopción, nació en 1891 en Varsovia en el seno de una familia judía. Miembro de la corriente acmeista, amigo de Anna Ajmátova, recibió la Revolución de Octubre con indiferencia. No le entusiasmaba el clima revolucionario que recorría Rusia y prefería mantenerse ajeno a la actividad política. Era miembro, como muchos otros, de la Unión de Escritores, pero distante de la militancia gremial de la entidad. Su energía era volcada exclusivamente en el papel, donde escribía poemas que nada tenían que ver con la revolución social, el comunismo o el proletariado. A diferencia de Maiakovski, Babel y tantos otros poetas que se habían comprometido con el surgimiento de los soviets, Mandelstam prefería mantener distancia de esa estética que más tarde se encaminaría con paso militante hacia el realismo socialista. Sin embargo, como el suicida que busca el método más doloroso para acabar con su vida, Mandelstam creó –sin llegar a escribirla jamás- la única poesía política de toda su existencia, un producto de escasa calidad literaria pero decididamente mortífero, como si le complaciera elaborar un veneno que garantiza la muerte pero a largo plazo y mediante indecibles sufrimientos. El poema ni siquiera tiene título, pero su lectura no permite confusiones: es contra Stalin. En la tarde del 16 de mayo de 1934 Anna Ajmátova caminó las cuadras que separaban su casa de la vivienda de Mandelstam y su esposa Nadiezhda. Desde siempre acostumbraban a leerse mutuamente sus textos antes de darlos a conocer a otros. Los acercaban sus talentos literarios y un amor que trascendía las cuestiones estéticas. Es conocida la historia de ese día, narrada por Berlin: como en la casa no había absolutamente nada más que té, Mandelstam salió, sin un peso en el bolsillo, a buscar algo para comer. Regresó al rato con un huevo duro que le regaló un vecino y que pretendía compartir luego entre los tres. Estaban leyendo sus escritos cuando tocaron a la puerta. Se presentaron tres hombres: Guerasimov, Veprintsev y Zablovski, todos agentes de la policía secreta. Sin violencia, aunque ásperos, ingresaron en la casa y comenzaron a revisar cada uno de los papeles del poeta. No tenían apuro, y la labor les llevó toda la noche: buscaban la poesía que jamás podrían encontrar porque, sorprendentemente, nunca había sido volcada al papel por Mandelstam. Elaborada en su cabeza, permanecía guardada en su memoria.

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Fue una noche larga y tensa; cada nota, cada escrito fue revisado minuciosamente. Amaneció y Nadiezhda, Ajmátova y el poeta seguían sentados esperando que terminara la labor de los agentes. Los tres sabían que él iba a ser detenido y fue Ajmátova la que insistió para que Mandelstam comiera el huevo duro donado por el generoso vecino antes de salir hacia la cárcel de la Lubianka. El poema nunca escrito pero recitado en algunas oportunidades dentro del círculo de amigos, había sido copiado por alguien que pretendía los favores del régimen y que lo entregó a las autoridades. Esa delación le costó tres años de destierro en un campo, un breve período de libertad restringida y una nueva detención que acabó con su vida. Tres meses después de ese episodio, se realizó el Primer Congreso de Escritores Soviéticos y la palabra de Máximo Gorki fue escuchada con religiosa atención. Pero muchos resultaron defraudados: el discurso del escritor no incluyó mención alguna del poeta preso. A pesar de las solicitudes para que influyera ante las autoridades y lograra la liberación de Mandelstam, Gorki prefirió callarse. Preocupado por otros temas, habló de Oscar Wilde y lo incluyó entre los "muchos otros degenerados sociales creados por la influencia anarquista de las condiciones inhumanas en el estado capitalista". Unos meses más tarde, en enero de 1935, Gorki insistió en que "hay que exterminar al enemigo sin cuartel ni piedad, sin prestar la menor atención a los gemidos y suspiros de los humanistas profesionales". El peso que su voz tenía en la Unión Soviética era sólo comparable con el de León Tolstoi en la primera década del siglo. ¿Ignoraba que su consejo sería llevado a cabo por burócratas solícitos siempre atentos a satisfacer los deseos de Stalin? Ignorante o no, su palabra fue escuchada. En 1937 no hubo cuartel ni piedad: fueron fusilados el poeta Nikolai Kliuiev, cercano a Esenin, y el escritor Boris Pilniak; en 1938 murió el prisionero Mandelstam; el mismo año fue fusilado Aleksandr Arosev, escritor que había participado junto con los bolcheviques en la Revolución; en enero de 1940 fue fusilado Meyerhold, el vanguardista director de teatro que había hecho suyas las ideas revolucionarias; en el mismo mes y año fue fusilado el escritor Isaak Babel, autor de Caballería Roja. La lista es interminable e incluye críticos literarios, pintores, ensayistas, novelistas y cuentistas. La represión cultural fue tan vasta que Ajmátova la describió en un poema como una vigilia perpetua:

Y vino una noche que no conoció la aurora.

El florecimiento de la poesía rusa, producido en las últimas dos décadas del siglo XIX, y que fue acompañado por un nuevo impulso en los primeros años de la Revolución, cayó aplastado finalmente por la represión cultural. Cada poeta era investigado, cada poesía era minuciosamente leída e interpretada por funcionarios que trabajaban día y noche para encontrar una palabra, una estrofa que pudiera aludir a Stalin. El obsesivo control sobre los artistas demostraba, curiosamente, la importancia que la poesía tenía en el pueblo ruso.

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No hay que quejarse. Este es el único país que respeta la poesía: matan por ella. En ningún otro lugar ocurre eso..., ironizaba Mandelstam cuando se enteraba de la muerte de alguno de sus colegas en alguna cárcel lejana. El hombre nace, luego muere, pero la policía permanece... había dicho ya Nikolai Gumiliev, el acmeista pionero entre los artistas por la fecha de su muerte: fue fusilado en agosto de 1921. Lo que distingue a Mandelstam de sus pares es que nunca participó del ímpetu revolucionario que recorrió la literatura rusa. No adhería a la poesía política ni tenía pretensiones de vincular su creación estética con el compromiso social, tal como hacían muchos de sus amigos. ¿Cuál fue el impulso, entonces, que lo llevó a crear una única poesía política en toda su vida, y precisamente en contra de Stalin? ¿Por qué, sin haberla volcado al papel desafió recitarla en algunos círculos literarios, donde muy probablemente encontraría un delator? Manifestación de rabia o búsqueda de un suicidio distinto que el utilizado por Maiakovski, Esenin, Svetaieva o tantos otros, nadie podrá responder nunca a esas preguntas. Una frase pronunciada a su esposa podría orientar para descifrar el enigma del gesto que lo impulsó al sacrificio: La muerte de un artista no es el fin, sino su último acto creador. Poema (sin título) Vivimos insensibles, al suelo bajo nuestros pies, Nuestras voces a diez pasos no se oyen. Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos Al montañés del Kremlin siempre mencionamos. Sus dedos gordos parecen grasientos gusanos, Como pesas certeras las palabras de su boca caen. Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha Y relucen brillantes las cañas de sus botas. Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea, infrahombres con los que él se divierte y juega. Uno silba, otro maúlla, otro gime, Sólo él parlotea y dictamina. Forja ukase tras ukase como herraduras A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo, en la ceja, Y cada ejecución es un bendito don Que regocija el ancho pecho del Osseta.

Noviembre de 1933

Publicado inicialmente en Glocal Revista

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Sobre un poema de Osip Mandelstam Por José Manuel Prieto A Osip Mandelstam le costó la vida un epigrama contra Stalin. José Manuel Prieto reconstruye ese terrible capítulo del totalitarismo al presentar esta traducción, comentada verso por verso, de la célebre sátira.

a Sergio Pitol I

En 1996 el historiador Jean Meyer, que por aquel entonces daba los toques finales a su libro Rusia y sus imperios, me pidió que le tradujera del ruso un poema del poeta Osip Mandelstam (Varsovia, 1891-campo transitorio de Vtoraya Rechka, cerca de Vladivostok, 1938). La perestroika estaba todavía cerca y yo había recién publicado una traducción del Réquiem de Anna Ajmátova, uno de los más importantes poemas políticos del siglo XX. El poema que Jean Meyer quería incluir en su libro era el muy conocido “Epigrama contra Stalin”, que empieza con el verso: “Vivimos sin sentir el país a nuestros pies”. Como cualquiera que hubiera vivido en Rusia en aquellos años de fines de los ochenta y principios de los noventa yo conocía muy bien el poema y en más de una ocasión lo había recitado en voz

alta, admirado por sus indudables cualidades formales, en particular el verso inicial: My zhibiom pod saboyu nie zhuya strani, palabras de una fuerza casi mágica. Del poema no existía ninguna versión en castellano y la versión en francés que aparecía en el recién publicado libro de Vitali Shentalinski, De los archivos literarios de la KGB, era tan pobre comparada con el bellísimo original ruso que de inmediato comencé a traducir una variante más satisfactoria en el margen de la página. En mi traducción improvisada busqué captar el encanto del poema y a la vez conservar la severa gravedad de sus versos. Trabajé varios días en una versión que Jean Meyer terminó incluyendo en su hoy día muy celebrado libro y que luego clavé sobre mi escritorio. El poema le había costado la vida a Mandelstam y escribirlo había sido un acto de increíble valentía, de arrojo, o más bien de integridad artística. Por años no he dejado de pensar en él, de leer todo lo referente a su creación y más que nada a la reacción terrible de su destinatario. Tan sólo una cosa no me dejaba en paz: a pesar de que lo había traducido con el mayor esmero y paciencia, no había quedado del todo satisfecho con el resultado. El poema no terminaba de cuajar en español, parecía una copia muy pálida del original tan bello y potente, como cincelado en ruso. Esto es porque a diferencia de la obra de un poeta como Joseph Brodsky, a quien también he traducido in extenso, la poesía de Osip Mandelstam es de una concentración asombrosa, poco discursiva. De ahí que me sea virtualmente imposible traducir de manera satisfactoria todas las sonoridades, la riqueza de muchas imágenes que no logran caer o encajar totalmente en la lengua de

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llegada, el castellano en este caso. En la operación se pierde el aura de significados y alusiones que rodea cada palabra en la versión original, absolutamente transparente para el lector en lengua rusa. Como si de todo un árbol sólo lográramos transplantar las ramas más gruesas y todo su follaje, verde y cambiante, quedara en el territorio de la otra lengua.

Estaba el hecho, además, de que el poema es rimado, como casi toda la poesía rusa, pero escogí verterlo en verso libre escarmentado por los fallidos intentos de tantos traductores que, con más buena voluntad que pericia y con una idea a mi modo de ver equivocada sobre cómo traducir poesía rimada, elaboran versiones que difícilmente funcionan en castellano. En cualquier caso, terminé publicando aquella versión y recibí muchos elogios. Pasaron los años, más de diez y no había vuelto a leer mi versión del epigrama hasta fecha reciente, con vistas a incluirlo en una Antología personal de la poesía rusaque estoy preparando. Tras una atenta relectura no creí posible cambiar ninguna de las soluciones que en su momento hallé para su traducción pero sí consideré pertinente añadirle unos comentarios que buscan transmitir al lector ese halo de significado del que hablo más arriba. He creído además importante y hasta necesario aportar una relación detallada de las circunstancias históricas que rodearon su creación, algo totalmente necesario dadas la personalidad de su creador, la naturaleza del poema en cuestión y las terribles consecuencias que terminó acarreándole.

Una última cosa antes de pasar al poema y a los comentarios: como ya dije, en Rusia se le conoce como el “Epigrama contra Stalin”, un nombre que algunos consideran desacertado porque supone una disminución de su importancia. Según algunos, este nombre se trató de una maniobra de los amigos de Mandelstam (entre otros, Boris Pasternak) para equipararlo a esas pequeñas piezas de ocasión que buscan zaherir, satirizar, y que hallaron su máximo exponente en Marcial, el poeta latino del primer siglo después de Cristo.

Descrito por un crítico como las dieciséis líneas de una sentencia de muerte, es quizá el más importante poema político del siglo XX, escrito por uno de sus más grandes poetas y contra el que fue, bien podría afirmarse, el más cruel de sus tiranos.

II

EPIGRAMA CONTRA STALIN

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,

nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.

La más breve de las pláticas

gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.

Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,

y sus palabras como pesados martillos, certeras.

Sus bigotes de cucaracha parecen reír

y relumbran las cañas de sus botas.

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Entre una chusma de caciques de cuello extrafino

él juega con los favores de estas cuasipersonas.

Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;

sólo él campea tonante y los tutea.

Como herraduras forja un decreto tras otro:

A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja, [al cuarto en el ojo.

Toda ejecución es para él un festejo

que alegra su amplio pecho de oseta.

Noviembre de 1933

III

COMENTARIOS

Verso primero

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,

(Мы живем, под собою не чуя страны,)

Este verso con que el poema comienza no presenta mayor dificultad, en apariencia, que la de trasmitir con absoluta claridad la idea de la vida azarosa de los ciudadanos, el peligro que se respiraba en todo el país. La imagen, sin embargo, se ve amplificada por el verbo que Mandelstam escoge para trasmitir esa sensación y que vertí al castellano como “sentir”, pero que en el original es chuyat, palabra que en su primera acepción arroja olfatear, ventear(para los animales), y que alude a la percepción vaga y periférica de la fiera que ventea al cazador, aporta esa dimensión cinegética. De ahí que la imagen que en ruso proyecta todo el verso es de la de personas que flotan, la zozobra de una existencia que ha perdido la referencia, el suelo debajo; trasmite una clara sensación de urgencia y peligro, de claro acoso.

Verso segundo

nuestras palabras no se escuchan [no son audibles] / a diez pasos.

(Наши речи за десять шагов не слышны,)

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En la Rusia soviética los ciudadanos han adquirido la costumbre de hablar en voz baja por temor a los oídos ajenos, los padres evitan conversar sobre cualquier tema delicado frente a sus hijos, los amantes temen ser escuchados; las delaciones, como la misma que informará a las autoridades de la existencia del epigrama, están a la orden del día. La costumbre es simple y llanamente salir a la calle para tratar cualquier asunto, hasta los de escasa importancia. Cuando Sir Isaiah Berlin visita a Anna Ajmátova en el Leningrado de la posguerra, al comienzo mismo de la entrevista la poeta le señala el techo en señal de que podrían estar escuchándolos. En Contra toda esperanza, las memorias de Nadiezhda Mandelstam, viuda de Osip, el poeta cuenta cómo en cierta ocasión, tras un viaje a provincia, encontró que en todo Moscú los teléfonos habían sido cubiertos con almohadas porque se había corrido la voz de que servían como terminales de escucha. Algo imposible, en realidad, para el desarrollo tecnológico de la época, pero otras memorias,Avec Staline dans le Kremlin, de Boris Bazhanov, ex secretario de Stalin que desertó en 1929, cuentan cómo, dentro del Kremlin, Stalin había hecho instalar una pequeña central personal que le permitía escuchar las conversaciones de los otros líderes comunistas. Una tarde Bazhanov, que no sospechaba de la existencia de aquella habitación, abrió la puerta equivocada y encontró a Stalin escuchando absorto, con los audífonos puestos, alguna conversación entre los líderes del partido, los contados que tenían el privilegio de vivir en el Kremlin. Esta visión precipita la fuga de Bazhanov por la frontera con Irán, en 1929, a pie.

Verso tercero

La más breve de las pláticas

(А где хватит на полразговорца,)

En el original, literalmente: “cuando alcanza para media conversación”. Otra variante podría ser “cuando nos animamos a una pequeña conversación” (rasgoborets). El “alcanza” (jvatit), que traduzco por “nos animamos”, alude aquí tanto a la prisa, la falta de tiempo, como al miedo que agarrota a todos.

En 1934, de visita en casa de Pasternak, Mandelstam no puede evitar leer el epigrama, que acaba de escribir. Es un acto de total insensatez, toda vez que a la velada habían asistido personas que no tardaron en delatar la lectura. Una persona muy cercana a ambos, Emma Gerstein, cuenta en sus Memoriasotra sesión en la que estaba presente el hijo de Nikolái Gumiliov, Lev, que también pasaría muchos años en el gulag. Aquel comportamiento a todas luces suicida de Mandelstam tenía, sin embargo, otra explicación: antes de escribir sus poemas, los componía en la cabeza, y sólo cuando estaban ya listos, tras un largo proceso que más recuerda los afanes del Jaromir Hladík de “El milagro secreto”, el cuento de Jorge Luis Borges, los ponía en papel, casi frente al pelotón de fusilamiento. Mandelstam además sabía que el epigrama era un poema que jamás sería publicado y buscaba dejarlo “registrado” en la mayor cantidad de mentes para evitar así que desapareciera con su muerte, que seguramente él adivinaba próxima.

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Verso cuarto

gravita, quejosa...

(Там припомнят...)

En el original, literalmente: “sale a relucir”, lo “mientan” (pripomniat)... ¿Gozaba Stalin de esa ciega admiración popular que todavía muchos le atribuyen en aquellos años anteriores al Gran Terror y a los Procesos de Moscú? El verbo utilizado, pripomniat, comporta un dejo de fastidio. Se le dice a alguien: “¡te lo recordaré!” (ya tebie pripomniu!), en el sentido de “me las pagarás”, “me las cobraré”. No es sólo que se recuerde al dictador, sino que es un recuerdo quejoso.

A Pasternak se lo había recitado también en privado y con anterioridad durante un paseo por un Moscú invernal. La respuesta de Pasternak, siempre más cauteloso y astuto (moriría en su cama, en la privilegiada villa para escritores de Peredelkino), fue, literalmente: “Lo que me ha leído usted no tiene relación alguna ni con la literatura ni con la poesía. No es un hecho literario sino un acto suicida que no apruebo y del cual no quiero tomar parte. Usted no me ha leído nada y yo no escuché nada, y le pido que tampoco se lo lea a nadie más.”

El poeta, sin embargo, sí lo hizo y, como hemos visto, en más de una ocasión. Un memorialista lo acusa de haberlo hecho movido por un odio terrible hacia Stalin.

... al montañés del Kremlin.

(... кремлёвского горца.)

Para un intelectual de la vieja escuela como Mandelstam (graduado del mismo elitista Colegio Tenishev al que asistió el niño Vova –diminutivo de Vladimir– Nabokov), la imagen de un georgiano, un “montañés” (goriets), en el Kremlin es señal de absoluta extrañeza y asilvestramiento. Las personas que ocupan los altos puestos del gobierno en la Rusia Soviética son de muy bastos modales, poco menos que campesinos. En 1921, cuando unos amigos van a interceder por la vida del poeta Nikolái Gumiliov (el primer esposo de Anna Ajmátova, acusado falsamente de participar en una conspiración monárquica y fusilado por ello), les sorprende descubrir, en el juez de instrucción que llevaba el caso –el “comisario” de la Cheka según la terminología revolucionaria–, el aspecto y los modales de un tendero de la época zarista. Dice el memorialista que, al confesarles que no había nada que él pudiera hacer para salvar la vida del poeta, movió las manos con la suavidad de “quien mide o aquilata la calidad de un paño”. Y, sin embargo, lo que tenía en sus manos era la vida de Nikolái Gumiliov.

Verso quinto

Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,

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(Его толстые пальцы, как черви, жирны,)

El “gran” poeta de la época, vate ensalzado por la propaganda oficial, no era Vladimir Maiakovski ni ninguno de los otros tres grandes titanes del siglo XX ruso: Marina Tsvetáeva, Boris Pasternak o Anna Ajmátova. El gran bardo proletario respondía al nombre de Demián Biedny, Demián “el Pobre”, y era un hábil rimador de coplas partidistas cuya popularidad era inmensa. Su posición dentro de la jerarquía soviética era tal que tenía apartamento en el Kremlin, donde, según otro memorialista, pagaba sus deudas de incorregible jugador de cartas con pedacería de oro que cortaba con un alicate y pesaba en una pequeña balanza sobre el paño verde de la mesa. Vecino, en consecuencia, de Iósif Stalin, este tomaba a veces libros prestados de la biblioteca del falso poeta obrero, libros que luego devolvía, se había quejado Demián a un colega, “con huellas de sus grasientos dedos en las páginas”. Mandelstam parece haber conocido la anécdota y metamorfoseó los dedos de Stalin en “gusanos grasientos”.

Verso sexto

y sus palabras como pesados martillos, certeras.

(А слова, как пудовые гири, верны,)

En el original, literalmente: “Y sus palabras como pesas de un pud, certeras.” Durante toda su vida Stalin, que recibió instrucción en un seminario ortodoxo en Tiflis (el actual Tbilisi), conservó un marcado acento georgiano. Hablaba escogiendo las palabras de una lengua que llegó a manejar con soltura, el ruso, pero que nunca dejó de serle extranjera. Dentro de los acentos que un ruso distingue con facilidad, el georgiano destaca particularmente por su pesadez. Son innumerables los chistes basados en la pronunciación de los georgianos, dura y poco sensible a los múltiples fonemas de la lengua rusa.

Esas pesas de un pud provocan en mí este otro recuerdo: en mis primeros años de estudiante en Rusia solía ejercitarme por las mañanas con una de esas pesas de un pud, una antigua medida rusa que equivale a unos dieciséis kilos. De hierro colado y un diseño que se remonta al XIX y al furor de la gimnasia suiza, terminan en una especie de asa por la que se las levanta con una sola mano, la derecha, la izquierda, cuidando, temiendo, no dejarlas caer en un pie. Hoy ya no se venden, desplazadas por mancuernas occidentales, cromadas y de discos intercambiables.

Verso séptimo

Sus bigotes de cucaracha parecen reír

(Тараканьи смеются усища,)

En el original, literalmente: “Ríen sus bigototes de cucaracha”. Imagen infantil que con toda probabilidad alude al muy conocido poema para niños de Kornéi

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Chukovski, en el que una “bigotuda cucarachota” (usati tarakanishe) mantiene aterrorizados a los animales del bosque hasta que un “valiente gorrión” se planta frente a ella y la engulle de un picotazo.

Encuentro una confirmación de esta suposición mía en El cielo de la Kolyma, las invaluables memorias de Evguenia Ginzburg. Un día, cuenta Ginzburg, comenzó a leerles ese poema a los niños a su cargo en el jardín de infantes donde trabajaba en la lejana provincia de Magadán. Un colega, al escuchar sobre “la terrible bigotuda cucarachota”, comprendió horrorizado cuál podía ser la “lectura” de aquel pasaje y a punto estuvo de denunciarla por leerlesese poema a los niños. Como es un poema que todavía hoy memorizan los niños de toda Rusia, la lectura de este verso pasa, invariablemente, por este locus de la memoria, una imagen a la vez cómica y terrible.

Verso octavo

y relumbran las cañas de sus botas.

(И сияют его голенища.)

El atuendo de Lenin, el chalequito de burgués suizo en el que afinca sus pulgares la mañana de 3 de abril de 1917 cuando arenga a la multitud frente a la estación de Finlandia, es demostrativamente el de un hombre pacífico, un civil. Fue León Trotski quien, en 1918, en plena guerra entre Blancos y Rojos, se hizo fotografiar con un atuendo de cuero y correajes que escandalizó a Moses Nappelbaum, retratista de la Perspectiva Nevski. A Nappelbaum, autor de célebres retratos de la élite petersburguesa, entre los que se encuentran el de la propia Anna Ajmátova, aquello le pareció –y en efecto lo había sido hasta la fecha– un ridículo traje de chauffeur, impropio para un líder de la Revolución Mundial.

El atuendo, sin embargo, hizo fortuna y se convirtió en el uniforme distintivo de los comisarios de la Cheka y, levemente reformado –botas de caña alta, guerrera de paño–, en el uniforme de toda la dirigencia bolchevique.

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Verso noveno

Entre una chusma de caciques de cuello extrafino

(А вокруг него сброд тонкошеих вождей,)

Mandelstam utiliza sbrod, que aquí traduzco por “chusma”, término despectivo e injuriante. Según el crítico ruso Benedict Sarnov, este verso casi seguro le prolongó la vida a Osip Mandelstam. Las primeras personas que escucharon, aterrorizadas, el epigrama pensaron que el arresto y fusilamiento de Mandelstam era inminente. En lugar de ello, Stalin ordenó una medida leve de entre el arsenal punitivo soviético: “exilio administrativo” a la ciudad de Cherdin, a la que se le permitió viajar acompañado por su esposa. Luego, la medida sería suavizada todavía más cuando, en 1935, les permitieron trasladarse a Voronezh, pequeña ciudad provincial en el sur de Rusia, de clima más templado. Stalin, siempre según Sarnov, le otorgó un plazo al poeta para que escribiera un poema dedicado a su persona. “Stalin sabía perfectamente que la opinión que de él tendrían las generaciones futuras dependería en alto grado de lo que sobre él escribieran los poetas.” Más aún tratándose de Mandelstam, tan sagaz que había llegado a entender el tipo de personas, “caciques de cuello extrafino”, que rodeaba al dictador y de qué manera él, Stalin, jugaba con ellos, los dominaba. Tanta penetración, tan sutil compresión de la vida del líder, parece haber impresionado a Stalin. Esto quizás explique la insistencia con que, durante una célebre conversación telefónica (véase comentario al siguiente verso), Stalin le pregunta a Pasternak si Mandelstam podría ser considerado un “verdadero maestro”. Su pregunta fue: “¿Pero es o no un maestro?”

La verdad sea dicha, Stalin demostró ser un psicólogo no menos fino y penetrante que el poeta (lo que, por otra parte, no debe extrañarnos). Efectivamente, en la ciudad de Voronezh, Mandelstam terminó escribiendo una triste Oda a Stalin, en enero de 1937, y a la que J.M. Coetzee le ha dedicado un interesante ensayo (en “Osip Mandelstam and the Stalin Ode”, de su libro Giving Offense / Essays on Censorship). En la oda figura este verso: “Me gustaría llamarte no Stalin, sino Yugashvili.” Es decir, recurriendo no a su pseudónimo oficial, partidista, sino a su nombre de cuna, más humano, acercándose a él por su parte más suave, rescatable. Un “encargo” semejante le fue hecho a Mijaíl Bulgákov, que también dedicaría casi un año, al final de su vida, ya mortalmente enfermo, a escribir la obra teatral Batum, pieza sobre la juventud heroica del joven Yugashvili y que transcurre en el Bakú prerrevolucionario.

Pasternak, un tanto más sutil, llegó a enviarle a Stalin, durante las exequias de su esposa Nadezhda Alliluyeva, un telegrama que fue publicado en la Gaceta Literaria y que algunos consideran que lo salvó de ir a dar al gulag: “Me uno al sentimiento de mis camaradas. La víspera profunda y tenazmente la pasé pensando en Stalin, como artista, por primera vez.” Es decir, le hizo la velada promesa de que algún día usaría su talento para dejar una imagen “humana” o literaria del dictador...

Permítaseme aquí esta otra digresión biográfica que ilustra a través de qué prisma vivencial leo también este poema: muchos años después, cuando estudiaba en la más grande universidad técnica de Siberia, en la profunda

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retaguardia soviética, conversé en uno de sus salones de conferencia por primera vez y durante media hora con el hijo de Lev Kámenev, uno de aquellos caudillos, fusilado en 1936. Había vivido todos esos años bajo un apellido falso, Glebov, y en aquel invierno aún no había salido de su relativo anonimato. No tenía, constato ahora de memoria, el cuello fino al que hace alusión Mandelstam y sí la nuca calva y llena de pliegues de un gospodinprofesor. De baja estatura y regordete, fumaba incesantemente en el auditorio, algo que estaba estrictamente prohibido. Brillante profesor de filosofía, hablé con él, lo recuerdo muy bien, de la Estética de Aristóteles. A fines de los ochenta recuperó su apellido verdadero y llegué a verlo dando entrevistas en la televisión sobre su padre y sobre sí mismo, siempre cigarrillo en mano.

Verso décimo

él juega con los favores de estas cuasipersonas.

(Он играет услугами полулюдей.)

La urss de los años treinta conoció el florecimiento y la expansión de un complicado sistema de patronazgo entre altos mandos del partido y la élite intelectual, como lo cuenta Sheila Fitzpatrick en su Everyday Stalinism, un libro de 1999. Era frecuente que los escritores y poetas asistieran a los “salones” de la nueva clase gobernante. Fue el caso de la amistad que unió a Nikolái Bujarin, el “preferido del partido”, y los Mandelstam. Bujarin es uno de los que al estallar el asunto del epigrama interfiere primero y recula luego asustado al comprender la magnitud de la afrenta que se ha infligido al temible dictador.

Escribirle a Stalin, acudir directamente a él para que dirima un asunto como aquel, de persecución política o encarcelamiento, se había convertido en costumbre entre los escritores soviéticos caídos en desgracia. En 1931 le había escrito Evgueni Zamiatin, autor de la célebre distopía Nosotros (1921), precursora del Brave New World de Aldous Huxley y de 1984 de George Orwell. Zamiatin le pidió permiso para emigrar, que le fue otorgado. Mijaíl Bulgákov le escribe con igual solicitud: que lo dejen irse al extranjero en compañía de su esposa, y, sin embargo, la petición le es negada.

Curiosamente, en el caso de Mandelstam, es el propio Iósif Stalin quien decide llamar a Pasternak con la clara intención de interceder por el poeta, y hasta llega a echarle en cara a Pasternak que sus colegas no hayan hecho nada luego de su arresto para salvarlo. Ocurre entonces la célebre conversación entre ambos en la que el dictador, por sobre todas las cosas, quiere saber la opinión de Pasternak y la de todo el gremio de escritores sobre la poesía de Mandelstam. La conversación tiene lugar a las 2 de la mañana. Pasternak está en su dacha. Suena el timbre. Levanta el teléfono:

Stalin: El caso de Mandelstam está siendo analizado. Todo se arreglará. ¿Por qué no acudieron a las organizaciones de escritores o a mí? Si yo fuera poeta y mi amigo hubiera caído en desgracia, haría lo imposible (me subiría a las paredes) para ayudarle.

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Pasternak: Las organizaciones de escritores no se ocupan de tales asuntos desde 1927, y si yo no hubiera hecho las diligencias, usted, es lo más probable, no se hubiera enterado.

Stalin: ¿Pero es o no un maestro?

Pasternak: ¡No se trata de eso!

Stalin: ¿De qué entonces?

Pasternak: Me gustaría encontrarme con usted... Que habláramos.

Stalin: ¿Sobre qué?

Pasternak: Sobre la vida y la muerte...

En este punto Stalin colgó bruscamente...

Verso undécimo

Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;

(Кто свистит, кто мяучит, кто хнычет,)

La Rusia de 1933 todavía no conoce, lógicamente, los Grandes Procesos de Moscú que se iniciarían a partir de 1936 y se celebrarán hasta 1939, con la mayoría de aquellos “caciques de cuello extrafino” en el banquillo de los acusados. Tampoco conoce el espectáculo de autoinculpación que ofrecerán los ex líderes bolcheviques, acusados de todos los crímenes imaginables. La descripción de Mandelstam se adelanta con prodigiosa exactitud: más de uno lloró al escuchar la sentencia y de rodillas imploraron perdón a Stalin y al partido. Cuando hacen prisionero a Mandelstam, la noche del 13 de mayo de 1934, la NKVD todavía no cuenta con una versión definitiva del poema, o bien las distintas personas que lo han delatado lo recuerdan de manera diferente, en particular el último verso. El juez de instrucción le pide al poeta que le escriba la versión autorizada del poema, a lo que este accede amablemente:

Lo escribió en una hoja de papel y usando la misma pluma con que estamparían la sentencia que sellaría su suerte.

Verso duodécimo

sólo él campea tonante...

(Он один лишь бабачит и тычет,)

Escogí traducir “campea tonante” por babachit, un neologismo, un verbo inexistente, que sin embargo no presenta dificultad alguna para el ruso parlante por ser una expresión onomatopéyica, ba-ba-ba-chit, es decir, zumba con voz tonante, habla con voz fuerte, de jefe.

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... y los tutea.

(... y tychet.)

En una primera acepción tykat es también “señalar con el dedo”, “meter por los ojos”, tratar a alguien de manera familiar y desconsiderada. De modo que el sentido se mueve entre estas dos acepciones. En Rusia es raro que los desconocidos se tuteen y en una primera presentación la etiqueta exige el más riguroso uso del usted. El tuteo es prerrogativa de los barrenderos o de los altos jefes. En un altercado callejero, el tuteo es percibido de inmediato como una violentísima agresión. Mandelstam lo utiliza aquí como muestra del maltrato al que Stalin somete a sus subordinados.

Verso decimotercero

Como herraduras forja un decreto tras otro:

(Как подкову, кует за указом указ:)

La palabra para decreto es la rusa ukaz, de amplio uso también en Occidente, y nombra una orden sin apelación y de aplicación inmediata. La imagen de que se forjan como herraduras remite a la frase rusa, más cotidiana, “hacer algo como quien hornea blynis o blintzes”, es decir, rápidamente y sin pensar. Lo que transmite la banalización del acto del gobernar.

En 1929 Stalin cree llegado el momento de cinchar apretadamente el inmenso país, despojarlo del apéndice inútil del capitalismo. Evgueni Preobrazhenski, el célebre economista, teoriza sobre cómo usar la riqueza que el campesinado había acumulado en aquellos años de mayor libertad como plataforma para el despegue industrial del país. La colectivización forzada genera un rechazo generalizado, el campesinado se resiste fieramente, y Stalin lanza una campaña de terror que buscará romperle el espinazo a la Rusia campesina. Al menos seis millones de campesinos ucranianos mueren de hambre en aldeas acordonadas por el ejército mientras el país cumple sus compromisos de exportación de granos. Las ciudades se llenan de fugitivos que cuentan el horror. Para 1934 está claro que el país vive bajo la tiranía de un Estado policial, comparado con el cual la Rusia de los zares, tan denostada por la generación anterior de intelectuales, puede ser vista como el más benigno y magnánimo de los regímenes.

Verso decimocuarto

A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja, / al cuarto en el ojo.

(Кому в пах, кому в лоб, кому в бровь, кому в глаз.)

Los decretos de ese emperador de pacotilla tienen, sin embargo, un efecto mortal. La banalización de la muerte, también. El acercamiento, o el zoom in,

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para decirlo recurriendo a una terminología del cine, con que el poeta muestra las partes del cuerpo donde van cayendo las herraduras ucases tiene el efecto de esos close ups en El acorazado Potemkin de Eisenstein, en que se muestra también, para mayor impacto de la escena, la pupila enorme tras el cristal de unos quevedos, la boca abierta en un grito, el rictus de un rostro que ocupa toda la pantalla.

Mandelstam, un poeta de honda inspiración lírica, no había escrito poesía ensalzando la Revolución, a diferencia de otros que se dejaron llevar por el entusiasmo y saludaron con apasionamiento el advenimiento de Octubre. Alexander Blok fue uno de ellos y llegó a publicar su poema “Los doce”, en que celebra el triunfo revolucionario con imágenes pletóricas de simbología evangélica. Vladimir Maiakovski, por su parte, creyó hallar en la Revolución la apoteosis de la estética futurista que había moldeado sus versos de “vocinglero jefe”, como se llama a sí mismo en su elegía “A plena voz”. No tardaría en darse cuenta de que en la Rusia de Stalin pronto quedaría aquella sola voz tonante... Para el momento en que el destino lo pone en rumbo de colisión con Stalin, Mandelstam ha publicado un número de libros, ninguno de tónica política, de tan alto valor poético que toda Rusia –o al menos ese uno por ciento de lectores de poesía del que hablaba Joseph Brodsky– lo tiene por un Maestro, con mayúscula.

Verso decimoquinto

Toda ejecución...

(Что ни казнь у него...)

A mediados de los setenta Lev Razgón, un sobreviviente del gulag y autor de las implacables memorias Nepridumannoye [“de la vida real”; en inglés, True Stories], fue internado en una clínica moscovita por un padecimiento cardiaco. Uno de sus vecinos de sala es un ex oficial, hombre amable con los otros pacientes y en particular con el escritor, a quien asiste solícito. A Razgón, con quien hace buenas migas, termina contándole algo que jamás había confesado a nadie: su labor como miembro de una de las miles de brigadas de ejecutores que operaron en la urss en la década de los treinta. Razgón escucha anonadado sobre los cien gramos de vodka que tomaban los verdugos al comenzar la noche, sobre los camiones cargados de prisioneros que eran llevados a bosques en las afueras, sobre los gritos de las mujeres al borde del foso, los vivas al partido de algunos hombres, el tiro en la nuca, el puntapié que le propinaban a la víctima para hacerla caer en el foso al tiempo que apretaban el gatillo porque las esposas de los verdugos estaban cansadas de lavar sus guerreras salpicadas de sangre... Muchos camiones durante toda la noche, por toda la urss. Siete millones de 1934 a 1941. La espeluznante cifra de un millón de ejecutados por año.

... es para él un festejo

(... - то малина)

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En el original: es para él frambuesa, palabra que tiene aquí una profunda connotación criminal, del bajo mundo; en el argot ruso, malina (“frambuesa”; el seto de las frambuesas, malinovka) se usa para referirse a la corporación de delincuentes, la guarida desde donde perpetran sus crímenes. Mandelstam apunta también aquí a la singular simbiosis entre el mundo criminal y bolchevique, transmite al lector el impulso de venganza, de ajuste de cuentas, del mundo lumpen con que se alía, desde el mismo comienzo, el bolchevismo. No hay memorialista del gulag que no mencione el uso de los comunes en los campos contra los del artículo 58, los “políticos”, acusados de traición a la patria. Los comunes no compartían el pecado original de ser “enemigos de clase” y, por lo tanto, podían ser “reeducados”, desempeñaban labores ligeras, de intendencia: cocineros, celadores, o en las casas de baño, en Siberia, donde el calor es de por sí un privilegio.

Verso decimosexto

que alegra su amplio pecho...

(И широкая грудь...)

En el original, simplemente: “Y su amplio pecho...” Delgado, de escasos 168 centímetros, con el rostro picado de viruelas, y un brazo semiparalizado por la polio con el que sostenía siempre su pipa, Stalin decepcionaba a las personas que tenían ocasión de verlo en persona y que esperaban encontrarse al coloso que sugerían sus dobles de granito y piedra erigidos por toda la urss. Para Mandelstam, ese amplio pecho que se alegra es un pecho no humano, de hierro, dentro del cual, como en el interior de los toros de bronces minoicos, bramaban los millones de sus víctimas.

... de oseta.

(... осетина.)

¿Era Iósif Yugashvili georgiano u oseta, de Osetia, la pequeña república del Cáucaso vecina de Georgia? Stalin era considerado oficialmente un georgiano, porque los osetas son tenidos por un pueblo de temperamento más violento, gente menos refinada. Curiosamente, estos dos últimos versos no convencían del todo a Mandelstam y es increíble que un hecho tan alejado de la política como la perfección de esta última línea ocupara su mente durante aquellas sesiones suicidas de lectura en voz alta. Se le recuerda diciendo: “Debo quitarlos, no me parecen buenos. Me suenan a Tsvetáeva.” No le dio tiempo, sin embargo, y quedaron en la memoria de quienes lo escucharon. Muchos años después, ya en tiempos de la perestroika, cuando Vitali Shentalinski encontró la versión manuscrita de puño y letra del poeta en los archivos de la KGB, no halló divergencias con las versiones que se habían leído en samizdatpor toda la URSS. El poema había quedado grabado fielmente en la memoria de quienes lo habían escuchado en el lejano 1934. ~

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Esperanza contra toda esperanza Por Joaquín Estefanía Entre los libros canónigos sobre el universo concentracionario de Stalin figuran, entre otros, el Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsin (Tusquets), y Relatos de Kolymá, de Varlem Shalámov (Mondadori). En ellos está descrito con toda brutalidad aquel sistema generalizado de celdas, interrogatorios, campos de tránsito, campos de trabajo forzado, exilios remotos, fusilamientos, desapariciones, etcétera, protagonizados por millones de almas perdidas, entre las que se encontraban las de la mayor parte de los dirigentes que hicieron la revolución soviética con Lenin en 1917. A estos libros se añadió, a principios de los años ochenta, la increíble biografía de la viuda de uno de los mejores poetas rusos del siglo XX, Osip Mandelstam, titulada Contra toda esperanza(Alianza) LO QUE NO PUEDO OLVIDAR A esta literatura del horror se añade ahora en castellano otro libro excepcional, del mismo nivel al menos de los anteriores, escrito por otra viuda superviviente del exterminio estaliniano: Anna Lárina, la que fue mujer del líder bolchevique más atrayente de la Rusia revolucionaria, Nikolái Bujarin. Su bellísimo y aterrador texto Lo que no puedo olvidar es la historia del medio siglo largo que va desde que conoció a Bujarin, con 17 años, hasta la rehabilitación completa de este último en la época Gorbachov, pasando por el juicio en el que fue sentenciado (año 1938) por traición y su posterior desaparición en los chupaderos siberianos. Aunque Anna Lárina intenta que el protagonista de sus memorias sea Bujarin, el centro de esta larga resistencia es ella misma. Cuando Bujarin es arrestado, hace dos peticiones a su mujer: que se aprenda de memoria, para que un día pueda hacerla pública, su carta testamento "a la futura generación de dirigentes del partido", y que eduque a su hijo Yuri (que tiene 11 meses cuando Bujarin es detenido) "como a un bolchevique". La carta tardó cinco décadas en ser publicada en la antigua URSS y su hijo creció en orfanatos y no volvió a ver a su madre hasta 1956, cuando tenía 20 años. Contra toda esperanza, las memorias de Nadiezhda Mandelstam, narra las trágicas experiencias vividas por su marido Osip, también desaparecido en el gulag, y por sus compañeros de generación, entre ellos, Anna Ajmátova, Isaac Babel, Marina Tsvetáieva o Víctor Shklovski. Como Lárina, Nadiezhda Maldelstam sobrevivió en el ostracismo a la muerte de Osip, hasta que en 1956 se le permitió regresar a Moscú donde inició estas memorias. En mayo de 1939, tres funcionarios se llevaron al alba a Osip Mandelstam; nunca se le volvió a ver vivo. Unos meses después, Nadiezhda supo que Osip había dejado de existir al recibir un giro postal devuelto, con una leyenda: "Causa: muerte del destinatario". Durante los años que vivieron juntos, Nadiezhda copiaba todos los poemas de su marido y los escondió, de modo que su obra sobrevivió a su persona. Entre esa obra poética está el poema a Stalin que el monstruo georgiano nunca le perdonó: "Sus dedos gordos son sebosos gusanos / y sus seguras palabras, pesadas pesas, / de su mostacho se burlan las cucarachas, / y relucen las cañas de sus botas". Hoy inencontrable en las librerías la edición de Alianza, Contra toda esperanza será reeditada próximamente en Galaxia

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Gutenberg, en una colección dirigida por Antonio Muñoz Molina, compuesta por testimonios de las resistencias a los totalitarismos del siglo XX. Se unirán así dos textos memo rialistas fundamentales, de calidad excepcional, escritos por las mujeres de Bujarin y Mandelstam, dos personajes unidos por la historia: fue Bujarin el líder bolchevique que más protegió al poeta hasta que ambos desaparecieron sin dejar rastro ni tumba. Para sobrevivir, Osip Mandelstam había de ejercer como traductor, y esas traducciones se las proporcionaba Bujarin. Las dos viudas no sólo fueron las sombras de sus maridos mientras éstos vivieron, sino también las sombras de su obra.

De las memorias de Anna Lárina sobresale un aspecto que supera la experiencia de la pareja Bujarin, y que atañe a otros muchos de los camaradas de Lenin, fusilados o desaparecidos por orden de Stalin: la relación amor/odio que les unía a este último. Bujarin, la joya del partido, el hijo predilecto de la revolución en palabras de Lenin, fue el principal defensor e ideólogo de la Nueva Política Económica, una especie de humanismo socialista (por llamarlo de algún modo) que Stalin abolió como "liberalismo corrompido", iniciando una industrialización draconiana que obligó a 125 millones de campesinos a adherirse contra su voluntad a granjas colectivas regidas por el Estado. Stalin nunca se lo perdonó.

Según Lárina, Bujarin no parece darse cuenta en ningún momento de la trampa que el dictador georgiano va cerrando en torno a él, y permanece como abandonado a una extraña indolencia, rehuyendo los debates que en su ausencia se convierten casi en la aceptación de su culpa, "emprendiendo viajes que tienen algo de huidas incompletas, como si supiera que tiene que escapar y al mismo tiempo no fuera capaz de hacerlo, como si no lograra desprenderse del hechizo que Stalin ejerce sobre él, mientras va tramando cuidadosamente su perdición", en palabras de Muñoz Molina en un prólogo al libro, que constituye una de las mejores piezas literarias que ha escrito el novelista español. Mientras todo esto ocurría, Bujarin escribía cartas adulatorias y serviles a Stalin que no tenían respuesta, entre ellas una última en la que se preguntaba sin entender nada de lo que estaba pasando: "Koba : ¿por qué exiges mi vida?".

El amor, la admiración que Lárina tiene por Nikolái Bujarin, le impide plantear la contradicción: el intelectual, el artista, el bolchevique que defiende el "humanismo socialista", el revolucionario incorruptible que vive con austeridad, el aficionado a las artes y a la naturaleza que renuncia a competir por el poder del Kremlin, el periodista que dirige Pravda o Izvestia en tiempos de cambio nos seduce tanto que nos produce incomodidad descubrir que Bujarin fue en algunos momentos tan sectario y tan cruel como cualquiera de sus colegas en la dirección bolchevique. Muñoz Molina reproduce una carta que escribió al fiscal Vishinki (el mismo que poco después lo interrogaría a él), que dice: "No sabe usted cuánto me alegro de que hayan fusilado a esos perros", después de la ejecución de Zinoviev y Kamenev en 1934.

Lo que no puedo olvidar es un texto emocionante, imprescindible para el estudio del estalinismo y de las relaciones del intelectual con la política. Que se puede unir sin complejos al bestiario libresco mencionado al principio.

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Osip Mandelstam / biografía Osip Mandelstam nació en Varsovia en 1891 y se inició como poeta militando en el movimiento “acmeísta”, –derivación del simbolismo ruso, y reacción contra él–, pero evolucionó con el tiempo hacia posiciones muy personales, síntesis del simbolismo, el futurismo y el acmeísmo. Un poema contra Stalin le valió en 1934 un destierro a los Urales, donde intentó suicidarse, y tras varios años en Voronezh, en los que pudo continuar su producción en condiciones precarias, regresó para ser nuevamente arrestado en 1938 y condenado a cinco años de trabajos forzados.

Murió en un campo de trabajo cercano a Vladivostok el 27 de diciembre de 1938. La poesía de Mandelstam, considerado ya uno de los mayores poetas rusos del siglo, fue milagrosamente conservada por Nadiezhda, su mujer, autora de dos libros: Contra toda esperanza y Libro segundo, en los que cuenta las trágicas experiencias que vivió con el poeta durante los años del terror. Mandelstam fue también un gran prosista. Coloquio sobre Dante, prueba de su conocimiento de la Divina Comedia, la cual citaba de memoria cuando aún no había descendido él mismo al infierno de Stalin.

Libros publicados

Poesía

La piedra, 1913 Tristia, 1922 Cuadernos de Moscú, 1930-1935 Cuadernos de Voronezh, 1935-37

Prosa

El rumor del tiempo La cuarta prosa Viaje a Armenia De la poesía Coloquio sobre Dante

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Muestrario de Poesía

30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres 53. Territorios Extraños /José Acosta 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam

1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot

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Colección

Muestrario de Poesía

2010