Critica en Mexico

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La critica literaria en Mexico: Ausencias, proyectos y querellas Author(s): Jorge Ruffinelli Reviewed work(s): Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 16, No. 31/32 (1990), pp. 153-169 Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP Stable URL: http://www.jstor.org/stable/4530501 . Accessed: 04/09/2012 03:16 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. http://www.jstor.org

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La critica literaria en Mexico: Ausencias, proyectos y querellasAuthor(s): Jorge RuffinelliReviewed work(s):Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 16, No. 31/32 (1990), pp. 153-169Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/4530501 .Accessed: 04/09/2012 03:16

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REVISTA DE CRITICA LITERARIA LATINOAMERICANA ANO XVI, N2 31-32, Lima, 1990; pp. 153-169

LA CRITICA LITERARIA EN MEXICO: AUSENCIAS, PROYECTOS Y QUERELLAS

Jorge Ruffinelli Stanford University

I

La Revoluci6n de 1910 ayud6 a abrir tres brechas en la conciencia de M6xico: la del nacionalismo, la de la educaci6n y la del pensamiento critico. Las tres han sido interdependientes aunque una(s) puedan evidenciarse o desarrollarse mas rApida y conspicuamente que otra(s). Momentos claves de esas brechas son, por ejemplo, 1921, con la gesti6n de Jose Vasconcelos al frente de la Secretarfa de Educaci6n, o 1938, con la nacionalizaci6n del petr6leo durante el gobierno de Lazaro Car- denas. ,Que relaci6n tienen momentos como 6stos -podrfa pregun- tarse- con el desenvolvimiento de una actividad cultural como es la cri- tica literaria? Muchas -es la respuesta-, si asociamos la promoci6n educativa y cultural (crecimiento de las universidades, incremento del presupuesto nacional dedicado a la educaci6n, desarrollo de los Talle- res literarios en los afnos 70 merced al Instituto Nacional de Bellas Artes y a las Casas de la Cultura de los diversos Estados, etc.) con el trabajo literario y con una creciente conciencia critica que, si bien no alcanza la madurez, llega a advertir su propia necesidad imposterga- ble. Mexico es uno de los pafses latinoamericanos que mayores recur- sos econ6micos del erario puiblico dedica a la educaci6n y a la difusi6n cultural. Tal vez no el suficiente para las etapas que le toca vivir y cumplir, dada la magnitud de su poblaci6n y por ende de sus nece- sidades de escolaridad. En este sentido, no creo que pueda hablarse de una sociedad moderna que haya 'solucionado' los problemas de su educaci6n y su cultura. Sin embargo, es notorio el cambio hist6rico de Mexico si se compara la orientaci6n cultural elitista de los "Cientifi- cos" de la era porfiriana con la 6poca contemporanea, masificada (la Universidad Nacional es casi un pais dentro del pais) y con multiplica-

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dos medios de difusi6n, ante todo el extraordinario desarrollo del pe- riodi smo.

Pese a todo, es casi un lugar comuin hablar de la "inexistencia" de la cnrtica literaria en M6xico. Tema favorito cuando se trata de evaluar sus capitales culturales, nadie ha afirinado lo contrario aunque exis- tan en su historia figuras de talla tan grinde como Guti6rrez Nijera, Alfonso Reyes u Octavio Paz. Este ultimo, precisamente, se cuenta en- tre quienes mas decidida e insistentemente, se han referido a la ausen- cia de critica, y ha legado a elaborar, como veremos enseguida, una hip6tesis explicativa. Yo creo, en cambio, que no es tanto ]a ausencia de critica literaria sino de una tradicion critica Ia que se debe echar le- gitimamente de menos en Mdxico. Si se observa la cantidad de libros y de articulos serios e importantes dedicados al estudio de la literatura mexicana (dentro y fuera del territorio del pais', no puede menos que reconocerse excelencia y puntualidad, y siri embargo sigue siendo cierto que no existe una crltica entendida como una actividad intelec- tual sostenida, orientada, plural y significativa.

Octavio Paz ha concluido en que la auserncia de una critica li- teraria est;h implicada en una falta mds amplia: la de un pensamiento crtico, de la cr'tica como actitud mental y cultural en el seno de Ia so- ciedad. Y esto no s61o sucede en Mexico, segiin su hip6tesis, sino en toda Am6rica Latina: nos ha faltado ̀ el equivalente de la Ilustraci6n y la filosofia critica" del siglo XVIII frances. De ahi en gran medida, nuestra "excentricidad" occidental, y el hecho de que nuestra cultura este "incompleta"t. La hip6tesis es seductora pero no por ello convin- cente; al menos no lo es desde otro punto de vista que el eurocentrista. Desde el eurocentrismo que hia guiado la formaci6n de las naciones hispanoamericanas en el siglo XIX, la crftica social se corresponde con una serie de prdcticas politico-culturales que el racionalismo fran- c6s 'naturaliz6' y 'universaliz6'. Pero hay otros modos de critica socio- cultural en Amrrica Latina, no precisamente articulables seg n el ca- non europeo, y dificiles de reconocer por la dificultad misma de tras- cender nuestro eurocentrismo.

II

Partamos, pues, de considerar nuestra cultura con la fuerte im- pronta europea que posee y en contraste con los m6dulos culturales he- redados. Aunque en Europa y Estados Unidos la cn'tica literaria es un objeto digno de reflexi6n y de estudio, de consideraci6n paralela (y a ve- ces hasta superior) a la de la literatura misma, en Am6rica Latina es- tamos todavia discutiendo su hipotktica existencia. No existe una sola historia de la crntica hispanoamericana, ni siquiera una antologfa de sus textos fundamentales o vigentes. Como si no contAramos con un cuerpo bibliogrdfico en que fundar esa metacritica tan habitual y de tan necesario debate en otras Areas culturales. Viniendo de Uruguay,

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podria yo atnbuir esta actitud de negaci6n propia al hipercriticismo que caracteriz6 al pensamiento de Alberto Zum Felde, asi como a la ge- neraci6n de Emir Rodriguez Monegal y Angel Rama; sin embargo, no son las del "hipercriticismo" las coordenadas que rigen a Mexico.

Al preguntarse "4,Es moderna nuestra literatura?" en 1975, Octavio Paz se contest6 negativamente, y respecto a la critica literaria, sefal6 rotundo:

Sin duda, hemos tenido buenos crfticos literarios, de Bello a Henrfquez Urefia y de Rod6 a Reyes, para no hablar de los contempordineos. cPor quo, entonces, se dice que no tenemos ciftica en Hispanoam6rica? [...1 Buena crftica literaria ha habido siempre; lo que no tuvimos ni tenemos son movimientos intelectuales ori- ginales. No hay nada comparable en nuestra historia a los hermanos Schlegel y su grupo; a Coleridge, Wordsworth y su cfrculo; a Mallarm6 y sus martes. 0 si se prefieren ejemplos mds pr6ximos: nada comparable al New Criticism de los Estados Unidos, a Richards y Leavis en Gran Bretafna, a los estructuralistas de Paris. No es diffcil adivinar la raz6n -o una de las razones- de esta anomalfa: en nuestra lengua no hemos tenido un verdadero pensa- miento crftico ni en el campo de la filosoffa ni en el de la cierncias y la historia(...). Tenemos algunos crfticos excelentes pero en Hispanoam6rica no ha habido ni hay un solo movimiento intelectual original y propio. Por eso somos una porci6n exc6ntrica de Oc- cidente2.

Como sefiak antes, la de Paz es una negativa sin matices y por desgracia se junta con los prejuicios negativos y denigratorios que el mundo anglo-saj6n y europeo expresan por los productos intelectuales de America Latina. Seguin esos prejuicios, nosotros no tenemos una cnitica, tampoco grandes movimientos filos6ficos originales, ni siquie- ra "fil6sofos" los nuestros son s6lo "pensadores"), en todo caso nos con- ceden que haya algunos buenos criticos, algunos buenos lectores, o bien algunos buenos (y malos, como veremos) profesores de literatura.

La negatividad con que (primero otros, pero ahora nosotros) ana- lizamos nuestra vida intelectual tiene antigua data. Hace veinticinco aflos, en su libro La critica literaria contemporanea, Enrique Ander- son Imbert clasific6 los m6todos de la crftica. Expuso los m6todos hist6- rico, sociol6gico, psicol6gico, temdtico, formalista, estilfstico, dogma- tico, impresionista y revisionista, pero en ninguno cupo la presencia de crnticos latinoamericanos. Para esta practica dedic6 un "Ap6ndice: Estado actual de la critica literaria hispanoamericana". Su panorama es devastador, aunque no discute ninguin trabajo (rni m*6todo) de critica literaria hispanoamericana. Mas bien identifica las conversaciones de cafe con Ia critica literaria. Anderson Imbert dice que:

En pocas partes del mundo se habla tanto de literatura como en Hispanoamerica. Y esta gran conversaci6n, por forrmar juicios sobre la literatura, es ya crftica literaria. Crftica ocasional espontAnea,

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improvisada, cortks o malhumorada, con flores para el amigo y palos para el enemigo. Las palabras de crftica literaria que se sueltan en el calor de una tertulia, suelen fijarse por escrito, en cartas, pr6logos, gacetillas, ensayos; y despu6s suelen recogerse en libros. [...] Enjeste tipo de crftica hay de todo. Naturalmente, lo que abunda es la irresponsabilidad [...] En esta sociedad literaria se aplican los principios de las tribus primitivas, una especie de c6digo con leyes de tali6n para el castigo y leyes de reciprocidad para el premio que, en la conversaci6n, se formulan asf: 'ojo por ojo y diente por diente', 'hoy por ti y mai'ana por mf', 'buen amigo de los amigos'3.

Estos dos ejemplos negativos tienen, claro esta, muy diversos al- cances: Paz sefiala ]a ausencia de una articulaci6n critica al modo eu- ropeo (racional y est6tico), Anderson Imbert fustiga a sus contempo- raneos por la frivolidad de la "vida intelectual". El diagn6stico de An- derson Imbert no serfa otra cosa que la comprobaci6n de la hip6tesis de Paz, y sin embargo en ambos se advierte el desplazamiento del ver- dadero objeto. En ningin caso se estudia, o se presta la mas minima atenci6n critica (o metacritica) al pensamiento o al metodo de los criti- cos, ni siquiera al de aquellos 'excepcionales' cuya existencia acaban concediendo. Ni Bello, ni Henriquez Urefla, ni Rod6 ni Reyes han sido estudiados por Paz, ni Anderson Imbert hace otra cosa, con muchos criticos hispanoamericanos, que listarlos como excepciones a su texto condenatorio. Es singular que despu6s de las graves impugnaciones de su Apendice sobre la critica hispanoamericana, Anderson Imbert de- cida nombrar a casi sesenta criticos que exceptuia a la regla negativa (entre esos criticos, menciona a Octavio Paz... y a Anderson Imbert).

No creo, en definitiva, en la inexistencia de la critica como tal ni en Mexico ni en America Latina. En cambio, la historia demuestra cuin escasa ha sido la atenci6n (metacritica) obtenida. No s61o la critica, tambi6n la propia literatura (narrativa, poesifa, teatro) ha vivido en gran medida con los ojos vueltos hacia Europa, su sensibilidad y su pensamiento ha girado en un eurocentrismo que por su parte ha pos- tergado la valoraci6n de lo propio. Esta valoraci6n es muy reciente, aun no tiene veinte aflos de existencia continua, y en gran medida esta mas ocupada en generar un discurso moderno que en revisar los pre- supuestos de la historia4. Dicha ignorancia del pasado persistira hasta tanto no creamos los instrumentos inmediatos que posibiliten el ana- lisis cultural: la articulaci6n de la critica en un discurso hist6rico y en una selecci6n necesariamente antol6gica.

III

La cirtica literaria mexicana ha vivido una situaci6n permanente de tensi6n y esquizofrenia. La tensi6n estd creada por la existencia de dos modalidades que suelen ubicarse en las antipodas: por un lado, la critica acad6mica, universitaria, de biblioteca, clase o "cubfculo"; por

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otro lado, la critica periodistica (revistas y suplementos literarios). En- tre ambas modalidades se expresa un desprecio mutuo y declarado porque la primera es presuntuosa y vacua y la segunda superficial, se- gun sus correspondientes y cruzados detractores. Pero tambi6n la si- tuaci6n es esquizofr6nica, dicho metaf6ricamente, porque por lo gene- ral, ambas criticas son ejercidas practicamente por las mismas perso- nas. El espacio cultural en M6xico es fuertemente centralizado en las instituciones de la capital del pais y, en forma muy limitada, en al- gunas ciudades universitarias de provincia. Los distintos aparatos cul- turales se encuentran bajo el dominio de una clase intelectual gen6- ricamente universitaria y vinculada sobre todo a la Universidad Nacio- nal Aut6noma de Mexico o a instituciones de gobierno dependientes de la Secretaria de Educaci6n Piblica.

Angel Rama seial6 alguna vez que en America Latina -a diferen- cia de Europa y Estados Unidos- la critica mds viva y vigente se en- contraba, al igual que la literatura, en la calle5 . La vida intelectual no se restringe, pues, al ambito cerrado o elitista de las academias, de la educaci6n superior, sino que estf presente en los peri6dicos, en las re- vistas culturales, y por esa misma democratizaci6n que rige al medio, su lenguaje es mucho menos arcano que el lenguaje cifrado de las co- fradias intelectuales de otras areas. La misma Universidad es de ma- sas, no selectiva ni accesible econ6micamente s61o a la burguesfa, co- mo sucede en los Estados Unidos. Sin embargo, entre el fmbito de la cultura periodistica (o de masas) y el fmbito universitario ha habido una distancia dificilmente salvable, que algo tiene, de todos modos, de distancia de clase. La situaci6n resulta ambigua o conflictiva por lo que seiale antes: ser dos discursos de un mismo agente. Y por lo que Juan Jos6 Saer seflalaba como contradicci6n, en 1970, para el drea continental: "por su origen y formaci6n, los escritores de America La- tina estan vinculados a esa cultura [la de los mass media], aun cuando mantengan con ella una relaci6n ambivalente, que a veces supone el rechazo violento o la ignorancia casi perfecta"6 .

Si es cierto que la critica mds creativa y original no ha estado vin- culada necesaria ni "naturalmente" al aula universitaria, 6sta es una verdad global y a medias. En la misma medida en que muchos criticos- y-profesores han compartido ambos ambitos, se trata'tanto de estrate- gias de lenguaje en el acto comunicativo en dos ambitos distintos como de las caracteristicas especificas de esos dmbitos, lo cual viene-con-el- territorio. El periodismo, con su alcance democratizador y su poder de penetraci6n ideol6gica, ha probado ser un vehiculo poderoso y al dia (al minuto, al momento) para el debate cultural, y por el contrario, la na- turaleza y las condiciones del estudio superior han Ilegado a promover en muchas universidades el adocenamiento de la cultura y a cons- tituirse en el refugio para el conservatismo ideol6gico y est6tico. Al grado de que la misma palabra "academia" o "acad6mico" han ganado entraflablemente una connotaci6n peyorativa.

La tensi6n antes referida existe y abre brechas al debate. Sin em-

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bargo, es dificil y err6neo generalizar la condena usando como eje los Ambitos en que la critica se cumple sin analizar puntualmente el pro- ducto de esa practica. En dicho error incurren muchos crfticos, tal vez porque la condici6n contestataria de la critica habria de iniciarse en su misma casa. Es muy comuin en Mexico sefialar la corrupci6n de la vi- da cultural a trav6s de las prActicas de esa cultura universitaria a ve- ces superflua, meramente euroc6ntrica, formalista, o de un periodis- mo muy cercano a los instrumentos del poder cultural y por ende pa- sible de corrupci6n.

Dar6 dos ejemplos de j6venes crfticos mexicanos que opinan se- veramente sobre la prdctica crntica en su pais. El primero es de Jos6 Joaquln Blanco, uno de los criticos mas agudos de la nueva cultura mexicana, quien sefiala en su ensayo "Medio siglo de literatura en Mexico":

(El) crecimiento de la academia -centralizada hasta nuestros dfas- inhibi6 (...) las discusiones propiamente criticas. Como todo mundo trabaja en un mismo lugar, nadie quiere ponerse en entredicho con sus presentes o futuros jefes y compafieros. Un falso 'objetivismo', escrito en cubicules (espaflol champurrado de profesorcitos en cubfculo) vino a domninar las proliferantes tesis, ponencias, ensayos sobre asuntos espefficamente literarios -ademas de con sus respecti- vamente modalidades, hacer otro tanto en las academias e institutos hist6ricos, cientfficos, sociol6gicos, etc. En lugar de pol6mica y crftica, complicidad en la chamba y en la jerarqufa burocratica, la mejor manera de convertirse rapidamente en intelectual importante es conseguir altos puestos en la biurocracia cultural7 .

El segundo ejemplo es el de Ignacio Trejo Fuentes. En su libro so- bre la crntica literaria, Faros y sirenas (1988). Trejo Fuentes emprende con virulencia la critica de la critica. Ve en su "Panorama actual", multiples "vicios" como el de la improvisaci6n (p. 133), la falta de profe- sionalismo (p. 134), el arribismo (p. 137), el sectarismo (p. 138), el auto- ritarismo (p. 144). Hay una inevitable violencia verbal en su diagn6s- tico, pero esta vez dedicada en especial a la critica periodistica:

En nuestras pAginas culturales campes el arribismo, la presencia de seudocriticos que escamotean, mediante oscuros procedimientos, lugares de privilegio a cr-fticos verdaderos; abundan los espontAneos, los oportunistas que sin rubor se erigen en crfticos aun careciendo de la mfnimna noci6n de lo que eso significa, sin la preparaci6n literaria adecuada y provistos tan s6lo de su arrojo irresponsable [... Sombra de si mismo, el crftico irnicia su carrer.a de francotirador mercenario mediante dos arm-nas fundamentales: el halago y la alabanza desen- frenados para el amigo; el vituperio y el ninguneo y el silencio para el que no lo es. La complacencia o el garrote [...I En nuestros dfas no existe un grupo omnfmodo de poder cultural, se han constituido gruptsculos, facciones, alianzas con similares pretensiones pero con evidente debilidad suirgida, precisamente, de la diversificaci6n.

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[...] Ahora, los crfticos ac6litos no apuntan sus incensarios a un solo sacerdote supremo, sino a varios. Persisten los golpes bajos, la in- sidia, la transacci6n nociva, el vituperio y la generosidad a toda prueba; se ensalza con la misma facilidad con que se flagela; se despotrica como se alaba" (p.133-141).

Ante estas miradas inconformistas no quedan a salvo, pues, ni el aula ni la sala de redacci6n. Sin duda los juicios de Blanco y de Trejo hacen honor a la verdad, y el panorama que describen corresponde a una practica intelectual, y sin embargo no corresponde a ]a crftica lite- raria en si misma. No a] ancho sector de la crftica que vale la pena, es decir, a decenas de ensayos y libros, entre los cuales se incluyen los que a ambos les pert,enecen. Sefialamientos como los suyos -y a esto sui- rmese el "panorama" que hacia Anderson Imbert para la critica hispa- noamericana en 1957- no logran utilidad o validez cuando, por un lado, generalizan como slntomas de una situaci6n global lo que son vicios de una prActica profesional y no de las teorias y los m6todos, y por otro, cuando a su juicio severo contrastan, al llegar al capftulo de las 'ex- cepciones', ]a inclusi6n de casi tantos nombres como crnticos existen. Dicho de otro modo: Ia critica de la critica se desinfla si no hay un lla- mado a responsabilidades; de otra mnanera, se termina incurriendo en los mismos 'vicios' seflalados con tanta iracundia: decir sin decir, cn- ticar sin ejemplos ni pruebas. Por otra palte, los diagn6sticos que aca- bo de citar se refieren gen6ricamente a las caracterfsticas de una vida cultural pero no se nmuestra la solucidn de continuidad entre esas prActicas y los productos criticos, si en verdad queremos identificar esos prodluctos (`como debe ser) rnas alla dee las gacetillas o de las opi- niones de cafe (que Anderson Imbert identificaba como crtica). Hay, en verdad, un grupo de criticos y uni corpus de trabajo -ensayos, libros, revistas, secciones cultuirales, etc.- que espera una seria y aut6ntica evaluaci6n, el juicio de sus contemporaneos.

iv

Una breve descripci6n del funcionamiento de ]a critica literaria en M6xico ha de partir de sefialar c6mo 6sta se institucionaliza. Es posible y conveniente distinguir la practica universitaria de la periodistica. La primera, nucleada en torno a la UNAM y al Colegio de Mexico, asf co- mo a la Universidad de Puebla y la Veracruzana, surge de la enseffan- za misma de la literatura y ]a teorfa literaria. La crftica no ha sido pro- movida ni considerada como disciplina, no se ha constituido en objeto de estudio y reflexi6n, y, en cambio, se la considera emanaci6n, pro- ducto, de la ensenianza literaria y de la investigac6n (las dos Areas en que se organizan y se separan las facultades y los institutos dentro de la estructura universitaria). No se produce, en consecuencia, un sur- gimiento corp6reo de tendencias que ayuden a identificar y significar las practicas crfticas concretas, salvo los grupos de estudio que acaban

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publicando sus resultados o fundando revistas para difundir su lfnea de trabajo (como el Seminario de Literatura Mexicana de El Colegio de M6xico, que produjo como colectiva, La narrativa de Jose Emilio Pa- checo, en 1979, o como las revistas de algunos seminarios universi- tarios de po6tica y semi6tica). Por encima de estos grupos de trabajo, hay revistas universitarias a medio camino entre la difusi6n-extensi6n y la investigaci6n propiamente dicha: el mejor ejemplo es la Revista de la Universidad de Mexico, cuya orientaci6n y tendencia han variado de acuerdo con el grupo cultural que Ia dirija.

La critica periodistica recorre dos campos: revistas como Vuelta, Plural y Nexos, suplementos literarios como La Cultura en Mexico (Siempre), Sdbado (Uno mas Uno), El Suplemento (Novedades), La Jor- nada Cultural (La Jornada), Diorama (Excelsior), o piginas literarias cotidianas (El Dia, Excelsior). En gran medida la cn'tica periodistica es altamente intercambiable: no s6lo muchas veces son los mismos crati- cos quienes escriben en diferentes medios y 6rganos, otras veces han publicado el mismo artaculo o se han disputado -como en el caso de un texto de Milan Kundera- el derecho legal a hacerlo. Esta intercambia- bilidad tiene limites conocidos y los campos se separan por motivos ideol6gicos: mientras Plural (que originariamente dirigi6 Octavio Paz y actualmente conduce Jaime Labastida) publica literatura de orien- taci6n marxista, Vuelta (fundada por Paz a rafz de su alejamiento de Excelsior y Plural) promueve Ia critica-al-marxismo: se constituyen asi en dos polos en el seno de la cultura mexicana.

v

En un sentido estricto y limitado, la critica literaria es aquella que se ejerce directamente sobre l1s textos, llimense 6stos novelas, cuentos o poemas. Sin embargo, un sentido mas extenso e inclusivo debe tomar en cuenta otros textos 'dial6gicos' legftimos dentro del campo de la crn- tica, como son las po16micas. La poh6mica, precisamente, constituye la prueba (en el sentido de test) sobre qu6 mdrgenes tiene la critica para funcionar dentro de la cultura nacional. Voy a referirme a tres ejem- plos contemporaneos entre los mAs interesantes que han sacudido re- cientemente la conciencia mexicana.

El primero es justamente la prueba de Ia vinculaci6n entre el dis- curso literario y el polltico. No es sorprendente que en M6xico (asi co- mo en America Latina en su totalidad) el escritor sea una figura que concite la atenci6n profesional y tambien la polftica. Es una figura pii- blica tanto como privada y 'art4stica'. El escritor personifica al intelec- tual mas que cualquier otra figura, mas que el cientifico o el politico.

De ahi el caso de Octavio Paz y la extraordinaria repercusi6n que tuvo, ante todo en M6xico, su discurso de aceptaci6n del Premio de la Paz de Francfort, a inicios de octubre de 1984. En gran medida, el dis- curso a los libreros alemanes9, vers6 sobre la politica centroamericana,

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y al respecto Paz ensalz6 la democracia de las elecciones de El Sal- vador, sin mencionar las que acababan de tener lugar en Nicaragua, pais sobre el cual dijo: "Los actos del r6gimen sandinista muestran su voluntad de instalar en Nicaragua una dictadura burocr;htico-militar segin el modelo de La Habana". Estas y otras declaraciones exacer- baron al medio cultural y politico mexicano, y durante varias semanas no cesaron de aparecer en peri6dicos y revistas innumerables articulos y cartas, a veces simples declaraciones en reportajes, respaldando o rechazando los juicios pollticos de Paz. La izquierda mexicana actu6 con desenfado y hasta violencia: un grupo del PSUM quem6 una efigie del escritor y la bandera de Estados Unidos frente a la embajada nor- teamericana. La reacci6n adversa a Paz pareci6 desproporcionada (y la de apoyo, meramente defensiva) si se recuerda que las opiniones polfticas de Paz, asi como su desafecto por los revolucionarios nicara- giienses, eran de sobra conocidoslO. Sin embargo, la sensibilidad poli- tica frente a la situaci6n de Nicaragua, ante el cerco tendido por los Es- tados Unidos, por un lado, y por otro los esfuerzos diplomaticos del grupo Contadora -en que Mexico mismo estaba comprometido-, hicie- ron politicamente explosivas las opiniones de Paz. Lo importante de es- te episodio, para advertir, como prueba, la medida de la capacidad cni- tica de la cultura mexicana, estuvo en el debate puiblico, al cual tam- bi6n pareci6 no faltar figura alguna (Incluso Juan Rulfo intervino, in- directa y 'compensatoriamente', al declarar poco tiempo mas tarde, tambi6n en Alemania, ]a peligrosidad de la politica estadounidense pa- ra la paz latinoamericana)11.

Mas alla del valor declarativo, politico, estratkgico de las opiniones, jugadas obviamente en el contexto de la cultura politica latinoame- ricana, el episodio tuvo un mayor alcance anaiftico. Escritores como Gast6n Garcia Cantui, Horacio Labastida, Francisco Martinez de la Vega y Hector Aguilar Camin le dedicaron una mayor y mds profunda atenci6n. El ulItimo de los nombrados, en su extenso articulo "El ruido de Francfort"12 , intent6 superar precisamente el "ruido" de la pol& mica para llegar a su sentido. Desde una posici6n polftica e ideol6gica diferente a la de Paz, Aguilar interpreta, por un lado, el "ruido" (la po- l1mica), por otro las expresiones de Paz. En su opini6n, el discurso "alinea a Paz, mas publicamente que nunca, en el eje de la guerra ideol6gica contra la legitimidad y la supervivencia de la revoluci6n sandinista". Aunque parezca obvia esta observaci6n contextualizadora, no lo es: quienes defienden el derecho de Paz a dar sus opiniones, no advierten (y menos reconocen) que no se trata de meras 'palabras' sobre una materia insignificante sino, al contrario, de 'actos' de habla ideol6gicamente motivados en medio de una situaci6n de "guerra ideo- l6gica" y de conflagraci6n fisica y real.

A grosso modo, la respuesta intelectual a Paz desde la izquierda mexicana, abri6 las compuertas a lo que el mismo Paz atioraba por au- sente: la posibilidad de crftica. En palabras de Aguilar Camfn, "[aun- quel mejorable como fue en su mayor parte el nivel del intercambio,

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habr(a que celebrarlo sin embargo como anuncio de la vitalidad de nuestras convicciones y diferencias, como un ejercicio fresco, aunque Aspero, de discrepancia y pluralidad".

Aguilar Camin analiza asimismo variados aspectos del discurso de Paz. Encuentra en el, como en tantos otros textos del poeta y ensa- yista, un caudal de observaciones coyunturales, asi como tambi6n una reflexi6n globalizadora. En el primer nivel, Paz se refiere a la situa- ci6n centroamericana, y el "centro de su discurso", dice Aguilar Ca- mfn, es "una reflexi6n sobre Centroam6rica que desemboca en un re- conocimiento a la democracia salvadorefia por sus elecciones y una de- nuncia del secuestro dictatorial de la revoluci6n sandinista por diri- gentes que han desnaturalizado su sentido original". Aguilar Camin seflala las contradicciones de esta oscilaci6n de la balanza: si por un lado las elecciones salvadorefias no fueron el dechado de democracia que se les atribuye, por otro descalificar sin argumento ni andlisis las elecciones nicaraguenses, no "deja de sorprender". Mds adelante, en su andlisis -que es a la vez una puntual y documentada respuesta a los argumentos de Paz-, Aguilar Camin se refiere a la reflexi6n global de Paz, y senfala la que podria ser una caracteristica del pensamiento de Paz dado que reaparece una y otra vez en sus textos: "Entre todas las parcialidades del discurso de Francfort, acaso la mAs notable termine siendo el punto de vista global asumido por Paz: una extensi6n de su afin por vivirse como contemporaneo de todos los hombres y como parte -exc6ntrica pero estimulante de la cultura occidental. Es una actitud que forma parte de la larga historia colonial de Am6rica Latina y de los pafses ex6ticos, marginales de esa cultura. Pero no deja de ser asombroso escuchar al representante internacional de la cultura me- xicana dar rienda suelta a su melancolia eurocentrista, afiorar la in- fluencia de Europa en su perifenia y externar su desilusi6n porque las naciones desarrolladas de Occidente hayan dejado de moldear el des- tino de otros pueblos". Y va por su prueba, que es el discurso mismo:

Hay que decirlo: las grandes naciones democrnticas de Occidente han dejado de ser el modelo y la inspiraci6n de las hlites y minorfas de otros pueblos. La p6rdida ha sido enorme para todo el mundo y muy especialmente para las naciones de Amnica Latina: nada en el horizonte hist6rico de este fin de siglo ha podido sustituir la influencia fecunda que, desde el siglo XVIII, ha ejercido la cultura europea sobre el pensamiento, la sensibilidad y la imaginaci6n de nuestros mejores escritores, artistas y refornmadores sociales. (Paz).

Este reclamo, dice Aguilar Camfn, si hubiese sido dicho en la d- cada del treinta en Alemania, por un escritor como Valery, se habnia juzgado "chovinismo europeo". Pero en los aflos ochenta y por boca de Paz, sus palabras "tienen un nostilgico aire colonial: el buen discfpulo exc6ntrico de las metr6polis europeas viene a reclamarles ahora que hayan abandonado a sus colonias y a lamentar lo que las propias me- tr6polis ya no lamentan".

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VI

Curiosamente, otro ejemplo, mAs reciente, vincula tambi6n ]a poli- tica a la literatura, y tiene como eje de referencia las posiciones de dos intelectuales -un escritor y de un historiador- respecto a Nicaragua. Comienza con la literatura y acaba en la politica. En realidad, mezcla inextricablemente a las dos. Me refiero al articulo de Enrique Krauze sobre/contra Carlos Fuentes publicado originariamente en Estados Unidos por The New Republic y en M6xico por la revista Vuelta. En ju- nio de 1988, Enrique Krauze (ingeniero de profesi6n, historiador mexi- cano, autor de varios libros entre los cuales destaca Caudillos cultu- rales de la Revolucion mexicana; subdirector de la revistaVuelta, que dirige Octavio Paz) public6 en Estados Unidos un ensayo de valoraci6n global sobre la obra de Carlos Fuentes y sobre las actitudes politicas de Fuentes en apoyo al r6ginien sandinista en Nicaragua. Los dos aspec- tos -literatura, definiciones politicas- parecen en principio diferentes, pe. o en la vida cultural latinoamericana son uno y el mismo. En su versi6n en ingl6s, el artfculo se present6 como una mera resefia de Old Gringo y Myself with Others, dos libros recientes de Fuentes, pero The New Republic le dio tanta importancia como para dedicarle su cara- tula, destacando en ella una caricatura del escritor mexicano con el ti- tulo Guerrilla Dandy. En Vuelta, el articulo fiie mAs extenso y expli- cativo y tuvo como titulo "La comedia mexicana de Carlos Fuentes".

En sustancia el articulo de Krauze es una desvaloraci6n global y radical (Qdesmitificaci6n?) de la obra literaria y de la persona de Fuen- tes. De la obra literaria Krauze afirma que hace tiempo dej6 de repre- sentar a la realidad mexicana, y en tal sentido es falsa; ]a cr'tica a la persona, porque "de algin tiempo a esta parte, comparto Ia convicci6n [segun Krauze, generacional] de que [Fuentes] usa el tema de M6xico distorsiondndolo frente al publico norteamericano con credenciales que no ha querido o sabido ganar". Dado que en esta po]6mica import6 tanto como el artlculo de Krauze la recepci6n de ese articulo en el me- dio intelectual mexicano, vale la pena recordar c6mo resume Arman- do Poncelal3 la requisitoria de Krauze: "Lo enjuici6 tambi6n por su adhesi6n al regimen echeverrista, su vida frivola, su toma de partido por la revoluci6n sandinista, sus actitudes histri6nicas y su visi6n dis- torsionada de la realidad mexicana. La crltica de Krauze abord6 al hombre total, en una forma que en Mexico no se acostumbra. Tan poco se 'acostumbra' en M6xico ese estilo de critica que la reacci6n en los medios culturales fue notable, y aunque Fuentes guard6 total silencio, en casos laterales encendi6 el intercambio pol6mico de cartas (Benitez- Krauze). El hecho de que el artfculo de Krauze apareciera en Vuelta involucr6 a Paz: en los afios sesenta y setenta, Paz y Fuentes mostra- ron y demostraron mutua amistad y admiraci6n, pero en los ochenta sus posiciones politicas e ideol6gicas en torno de Ia revoluci6n sandi-

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nista marc6 una separaci6n tajante. Mientras Paz incentiv6 desde Vuelta la crntica a Cuba y a Nicaragua, Fuentes se convirti6 en el in- terlocutor latinoamericano mas escuchado en los Estados Unidos. Poco tiempo antes del articulo de Krauze, Fuentes habi a recibido la Orden Ruben Dario entregada por Ernesto Cardenal en Nicaragua.

,Qu6 indican, como signos, estas dos polemicas en el centro de la vida cultural mexicana? 4,Y qu6 relaci6n guardan con la "critica lite- raria"? Desde un punto de vista 'purista', tal vez haya quienes entien- dan que la prdctica verbal llamada literatura (o) critica no guarda relaci6n alguna con la ideologla y la politica. Que la literatura no se encuentra mas alla de su especificidad y su autonomia (relativas, co- mo todo), estrechamente ligada a las demos prActicas sociales. Pero nadie menos que Octavio Paz sefialaba no hace mucho tiempo cuan ligadas estan naturalmente ambas practicas en ]a cultura latinoame- ricana. En mayo de 1987 decifa en New York que "es casi imposible se- parar la cuesti6n politica de la cuesti6n literaria", entendiendo, en su caso, que la cuesti6n politica no consiste ya -pese a que asi lo conside- raba en su juventud- en "anunciar en poemas y novelas la buena nue- va de la justicia revolucionaria que acabara con la desigualdad y la opresi6n; se trata de defender la libertad de la imaginaci6n'14. En todo caso, sera una relaci6n inclusiva o excluyente: para Octavio Paz, la ac- titud politica se concreta en defender "Ia libertad de expresi6n litera- ria"; para otros escritores, se tratara de acabar "con la desigualdad y la opresi6n". Lo importante es que, no empece la trinchera en que el in- telectual se ubique, su ejercicio de la literatura tiene mucho que ver con su ejercicio politico.

Y mas especfficamente dentro del cuerpo cultural mexicano, estas dos pol6micas significaron la apertura de un nuevo espacio para la cri- tica. No hay duda de que tanto Octavio Paz como Carlos Fuentes, mas alla de los innegables valores de sus obras, han sido figuras 'mitifi- cadas' en el orden nacionalista mexicano. Paz, mejor que Fuentes, ha manejado mayor poder cultural (a trav6s de su revista, su editorial, la adhesi6n de otras revistas o suplementos). De vez en cuando, Ia obra de Fuentes es discutida por los mas j6venes; tan grande ha sido su in- fluencia literaria y su figura internacional, que acab6 generando un fen6meno que en el Rio de la Plata es caso inevitable cada generaci6n -el parricidio literario- pero que en M6xico no tenfa costumbre ni tradi- ci6n. El espacio de la critica es innegablemente legftimo, el problema (la querella) reside entonces en los contenidos ideol6gicos expresos o en los intereses politicos ulteriores. Es alli donde la critica a Paz y a Fuen- tes encuentra una diferencia fundamental y donde no pueden avenirse posiciones tan distintas: mientras las posiciones de Paz (y de Krauze) son radicalmente negativas respecto al Sandinismo (contradiciendo, incluso, la politica oficial de M6xico), Fuentes ha devenido uno de los apoyos intelectuales y politicos mas fuertes de Nicaragua, asi como del pensamiento y las actitudes no-intervencionistas de Am6rnica Latina.

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VII

Finalmente, un ejemplo mas 'profesional' y erudito, que toca muy directamente a la referida ausencia de una tradici6n crftica, de ten- dencias claras y amplias en el discurso intelectual mexicano. El debate sobre las tendencias de la critica, incluso sobre los "lenguajes" espe- cfficos, no se habia dado hasta un intercambio de cartas airadas y pole- micas entre uno de los maestros de la filologfa, Antonio Alatorre, y un joven crftico post-estructuralista, Evodio Escalante. Podrfa parecer que se trata de una polarizaci6n nominalista y des-ideologizada, que se re- fiere a la linguistica y a los estudios literarios y no a la ideologia, y sin embargo el conservadurismo de las posiciones filol6gicas contrasta con el proyecto renovador de la "nueva critica", y en ese sentido, la pol6mi- ca (esta, asl como cualquier otra en terminos semejantes) asume y revela sus contenidos ideol6gicos.

La polemica se inici6 con una comunicaci6n de Antonio Alatorre titulada "Linguistica y literatura", que la revista Vuelta promovi6 des- de la caratula con diferente titulo: "Epistola a los linguistas". Allf Ala- torre vuelve a enfilar sus baterias de polemista contra lo que 6l llama la "Nueva Academia": ]a primera vez lo habia hecho en su Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua en 1981, pero como se- fiala aquf, aunque deseaba entonces que los "neoacademicos" se sintie- ran aludidos y le contestaran ("para luego poder yo contrareplicar") "[mi] deseo qued6 frustrado. Nadie escribi6 nada". Alatorre define sus credenciales como 'las del fil61ogo" y por si quedara duda, anuncia su prosapia: "Soy, muy conscientemente, discipulo de Raimundo Lida, que lo fue de Amado Alonso, que lo fue de Ram6n Men6ndez Pidal". Sin duda esa prosapia lo lleva a elogiar el lenguaje llano e inteligible con que Edward Sapir se refiere a la literatura en su libro El lenguaje, asi como a rechazar el fen6meno de que "en los uitimos dos decenios muchisimos estudiosos interesados en la relaci6n lengua-literatura vienen empleando, en vez de ese lenguaje simple, claro y preflado de significaci6n, otro lenguaje que parece su polo opuesto- tan arduo y complejo como poco significativo". Toma sus ejemplos de las Actas del Congreso Internacional sobre Rosalta de Castro de la Universidad de Santiago de Compostela, y observa con sorpresa que, si bien los traba- jos "rara vez citan a Saussure", en cambio abundan en otras autori- dades: Hjelmslev, Jakobson, Trubetzkoy asi como una serie de dii mi- nores (seguin su clasificaci6n): Hockett, Lyons, Holquist, Tesniere, Todorov, Kristeva, Barbara Johnson, Eco, Cohen, y en tkrminos como "microtexto", "macrotexto", "co-texto", "contexto", "intertexto" y "super- texto". Observa todo este "neo-vocabulario", la existencia incluso de "cuadros, diagramas, esquemas", y compara con el 6nfasis de su sub- rayado: "Una metodologia -esto debo subrayarlo- no diferente de la que emplean los neo-acad6micos de M6xico". Alatorre pasa a elegir algu- nos ejemplos, convirti6ndolos habilmente en deliciosos ejercicios de

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"non-sense", y concluye en que esos ejemplos "son absolutamente re- presentativos de la metodologia que impera y prospera en ]a Nueva Academia, constrifiendo a sus adeptos a decir, en lenguaje cada vez mdis refinadamente tecnico, cosas cada vez mds inu'tiles, mds ajenas a la lectura, la comprensi6n y el goce de las obras literarias, obligindo- los a erigir torres de viento, a convertir lo llano en escarpado y lo ame- no en tedioso". Un ejemplo de sus citas:

Narrador y apreciador pueden coincidir en un mismo actante. En dicho caso, coincidirdn tambi6n en un subactor homointradieg6tico o heterointradieg6tico. Si es homointra [asf dice el autor, para abreviar], la homodiegeticidad serd personal o temporal o espacial. Si el apreciador no coincide con el narrador, se tratarA de de un actante no narrador heteroextra -u homoextra- personal temporal o espacial (p. 24).

Si en 1981 Alatorre no tuvo las replicas que esperaba, esta vez, en cambio, un crntico le contest6 bajo el mismo titulo, "Linguistica y li- teratura"16 , leyendo en el articulo de Alatorre una critica conservado- ra, por un lado, frente a las nuevas "jergas" producidas por los nuevos acercarmientos te6ricos y criticos a la literatura, y, por otro, a la mis- ma "pertinencia de los nuevos metodos". Para Escalante, Alatorre se equivoca al generalizar desde la selecci6n de algunos ejemplos, en todo caso mediocres en si mismos pero que no justifican el rechazo com- pleto ni de los nuevos lenguajes ni de los nuevos metodos. De Alatorre le molesta a Escalante el elogio aprioristico y esquern6tico del lenguaje "inteligible" de la filologia. Se pregunta: 'Me temo que en el fondo el problema de la inteligibilidad remite a un circulo vicioso. "i,Qui6n dice que la jerga de los fil6logos no es igualmente abstrusa y dificultosa?" Y cita a Roland Barthes, quien replicaba a una querella similar en Fran- cia, en su Critica y verdad: "iEstd segura la antigua crftica de no po- seer tambiAn su galimatias?".

Tres semanas mas tarde, Alatorre respondi6, a su vez17 . La es- trategia pol6mica consisti6 en identificarse con su oponente, concordar con 6l en cuanto a que en verdad su artfculo original no atacaba a las autoridades (Jakobson, o Todorov, o Bajtfn), sino a los repetidores: "La frontera que tiendo es sincr6nica: de un lado pongo el lenguaje critico significativo (a Jakobson, por ejemplo, lo veo 'en serie' con Plat6n, y en mi artlculo de Vuelta declaro mi fe en que ese lenguaje 'seguird en- riqueci6ndome ad infinitum) y del otro lado el lenguaje robotizado y no significativo, de cualquier epoca que sea. Lo digo porque tambi6n en tiempos de Amado Alonso y Raimundo Lida, a quienes puede citarse en la llamada 'corriente estillstica', se escribieron cosas de mediocri- dad apabullante a causa de la adopci6n mecanica de las modas esti- listicas".

Esta pretensi6n de equidistancia no le funciona a Alatorre sino co- mo estratagema de polemista, ya que la verdad es que nunca 'denun-

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ci6' el robotismo de la filologfa, como si lo hace con las nuevas meto- dologfas. Una de las cosas interesantes de la respuesta de Alatorre consiste en setialar otra vez, y mds claramente, su posici6n provo- cadora, que le hace recordar, por ejemplo, "mi otro ataque anti-neo- acad6mico" al referirse a su discurso (nada menos que de ingreso a la Academia...) de 1981. En la tercera entrega de Ia pol6mica, Evodio Escalante18 ataca mis directamente a su antiguo maestro y califica ideol6gica-acad6micamente sus posiciones: "Como buen conservador (espero que el linotipista no me ponga conversador), Antonio Alatorre concluye que hay un lenguaje, el de los fil6logos, quele parece 'simple, claro y prefnado de significaci6n'. En cambio, las nuevas terminologfas le provocan espanto. Pero ante todo, le recrimina ir a buscar sus ejemplos lejos, a Santiago de Compostela, y le reprocha no nombrar directamente a los "neo-acad6micos" de M6xico que Alatorre tiene en mente. "S6 bien que las alusiones son como las llamadas a misa: unos las oyen y otros se hacen los desentendidos". Y Escalante identifica a No6 Jitrik, Franpoise Perus y Josd Pascual Bux6 como los objetivos del ataque de Alatorre que "se transparentaban" en su discurso de 1981.

Escalante le recuerda a Alatorre un artlculo de 6ste, sobre "los vicios de la critica literaria en M6xico", aparecido en 1955; entonces, Alatorre acusaba a Ia cr'tica de dilettantismo, nebulismo, doctrinaris- mo y cuatachismo. Tres d6cadas y media mAs tarde, el propio critico- fil6logo incurre en uno de esos vicios impugnados: el "nebulismo". "iCometo acaso un pecado al setialar las desviaciones en que incurre un maestro admirable, a quien veo enfilar por un camino que en otra circunstancia 61 mismo considerarfa impropio? Hasta donde sM, lo uini- co que hago es pedirle congruencia y fidelidad a sus propias palabras".

La pol6mica Alatorre-Escalante, aunque interesante, se frustr6 porque no entr6 a fondo en los problemas que esboza, ante todo ]a perti- nencia de las nuevas teorfas con sus correspondientes metodologias y lenguajes nuevos. De hecho, la "novedad" existe dada la reacci6n ne- gativa de Alatorre, s6lo que 6ste parece provocar pero luego no sostener sus provocaciones ni convertirlas en argumentaci6n s6lida. Al menos, en su pol6mica con Escalante, Alatorre se ape6 de su critica a las nue- vas teorias para decir que 61 no censura a las autoridades, a los pensa- dores originales, sino a sus acilitos mediocres, al pensamiento "rob6- tico"l9. A su vez Escalante adopt6 con tibieza una posici6n 'ecl6ctica' ante el problema y pareci6 defender mds el principio de la novedad que la prdctica crntica concreta de esa novedad. El intercambio nos deja el amargo sabor de una oportunidad malgastada para enfrentar una se- ne de problemas reales, verdaderos e importantes. De todos modos, es indicador de un malestar cultural que otros criticos habran de en- frentar (con planteos y revisiones crfticas, no necesariamente con que- rellas) para desbrozar caminos en la jungla de la critica. Y ese males- tar se encuentra -saludablemente- en el centro de la teonra de la critica actual: es el problema del m6todo y del lenguaje. ,Hay una oposici6n entre una teorfa -y un lenguaje- viejos frente a una teoria -y un len-

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guaje- nuevos? ,Otra vez se plantea la querella de antiguos y moder- nos? Es obvio que la filologia esti en franca retirada dentro de los es- tudios literarios, en Europa, Estados Unidos y America Latina. Es ob- vio tambi6n que el acercamiento estilistico es hoy por hoy insuficiente. La filologia seguird siendo uitil y necesaria en su funci6n de fijar textos, ediciones, estudiar lxicos y gramaticas hist6ricas, y hacer un planteo inicial de los recursos verbales de las obras a trav6s de la es- tilistica, pero la critica literaria no puede quedarse ella misma fijada en viejos paradigmas, medrosa de tentar acercamientos nuevos y osa- dos. Aunque frustrado porque no se atrevi6 a plantear a fondo esa po- lemica entre dos posiciones, este intercambio ha sido importante para advertir que la critica literaria mexicana esta pronta para ingresar en uno de los debates imprescindibles de la 'modernidad'. Y, a la vez, pa- ra plantearse al fin cual es su proyecto cultural, cuMles sus instru- mentos de interpretaci6n y anAlisis, su concepto de literatura y las funciones de 6sta en el cuerpo social. Que lo haga o no en el futuro, queda librado a su voluntad2O.

NOTAS

1. Octavio Paz, "Alrededores de la literatura hispanoamericana", en Inmedia- ciones. (M6xico, Seix Barral, 1980), p. 36. Paz ha selialado varias veces ambos puntos -la carencia de una crftica y el origen de la crftica en la Ilustraci6n-; recientemente, lo hizo en su intervenci6n en un simposio organizado por la Fundaci6n Wheatland en New York: "Entre las carencias [de la literatura hispanoamericana], la mayor es la ausencia de un pensamiento verdadera- mente crftico (...) Esta carencia es grave porque la crftica es uno de los elemen- tos constitutivos de la literatura moderna: somos los hijos de Kant y de la Ilustraci6n' "Al paso", Vuelta Sudamericana, Aflo II, octubre de 1987, p. 44).

2. Octavio Paz, "c,Es moderna nuestra literatura?", Op. cit., p. 44. 3. Enrique Anderson Imbert, La crtlica literaria contempordnea. (Buenos Aires:

Ediciones Gure, 1957). 4. Un punto de partida de la "nueva crftica" es el volumen heterogdneo que organiz6

en 1969 C6sar Ferndndez Moreno, Amdrica Latina en su literatura. (M6xico: Siglo XXI, 1970): hay veinte perspectivas diferentes, de distintos autores, que sin embargo coinciden en un aspecto fundamental: sefialar algo asf como la "mayorfa de edad" de la literatura latinoamericana, la constituci6n de un corpus propio y original, incluida la crftica.

5. Angel Rama, "Mgs all de la ciudad letrada", entrevista de Mario Szichman, en R. Roff6 (ed.), Espejo de escritores. (New Hampshire: Ediciones del Norte, 1985), p. 211.

6. Juan Jose Saer, 'La literatura y los nuevos lenguajes', en C. Fernandez Moreno, Op. cit., p. 303.

7. Jose Joaqufn Blanco, "Medio siglo de literatura en M6xico", en MoisMs Ladr6n de Guevara, ed. Politica cultural del Estado mexicano. M6xico, SEP,. 1983, p.137.

8. Ignacio Trejo Fuentes, Faros y sirenas. M6xico, Plaza y Vald6s, 1988, 137 pp. 9. La versi6n en espafiol apareci6 en M6xico ("El dialogo y el ruido", Vuelta, Aflo

VIII, No. 96, noviemnbre 1984); la traducci6n al inglt6s apareci6 en The Transition

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From Authoritarianism to Democracy in the Hispanic World, ed. Stephen Schwartz, publicaci6n del Institute for Contemporary Studies, dirigido por el es- critor cubano Heberto Padilla.

10. En este sentido Margarita Pefia utiliza la frase (aludiendo al dicho conocido pero tambi6n a un libro de Paz): "Que Octavio Paz diga lo que quiera. Ya se sabe que no se puede pedir peras al olmo" (Cf. Margarita Peiia, "Las peras del olmo", UnomdsUno, M6xico, 20 de octubre de 1984, p. 20.

11. Cf. "Estados Unidos, imperio inculto y salvaje: Juan Rulfo", La Jornada, 16 de noviembre de 1984; 'Juan Rulfo condena polStica de Estados Unidos", Uno- mcsuno, 15 de noviembre de 1984, p. 20.

12. H6ctor Aguilar Camnn, 'El ruido de Francfort", La Jornada Semanal AIio I, No. 11, 2 de diciembre de 1984.

13. Armando Ponce, "EI ensayo de Krauze contra Fuente3, entre la desmitificaci6n y el insulto", Proceso No. 612, 25 dejulio de 1988, pp. 46-51.

14. Octavio Paz, 'Al paso" [Cf. Nota 11. 15. Antonio Alatorre, 'Lingufstica y literatura", Vuelta Ado XII, Nos. 133-134, di-

ciembre de 1987, pp. 21-27. 16. Evodio Escalante, "Linguistica y literatura" ("Respuesta a Antonio Alatorre'),

Sdbado No. 539, UJnomcsUno, 30 de enero de 1988, p. 3. 17. Antonio Alatorre, 'Linguifstica y literatura" (Replica a Evodio Escalante"),

Sdbado No. 542, [JnomdsUno, 20 de febrero de 1988, p. 5. 18. Evodio Escalante, "Antonio Alatorre y las vicisitudes de la crftica ("Contra-

r6plica contumaz"), Sabado No. 543, UnomdsUno, 27 de febrero de 1988. 19. En su libro Josd Revueltas, Una literatura del lado "moridor" (M6xico: ERA,

1979), Escalante hace una lectura de Revueltas con el trasfondo transparente del Antiedipo de Deleuze y Guattari, empleando abundantemente su 'jerga', pero Alatorre desconoce el libro de Escalante (de hecho o a conciencia) aunque hubiera sido un buen ejemplo para decidir (desde su perspectiva) la pertinencia de este "pr6stamo" verbal y metodol6gico; decidir, por ejemplo, si su interlocutor incurre en el robotismo de la crftica Neo-academica.

20. En esa futura y deseable revisi6n de sus tendencias y criterios metodol6gicos, la crftica mexicana habrM de reconocer la gama variada de su ojercicio y manejar una noci6n de crftica mis amplia que el mero estudio del nivel verbal de las obras literarias. Integrando, asf acercamientos dispares y legftimos como el analisis de la cultura popular (Monsiv6is), la visi6n de ]a novela en relaci6n con las ideas (Seichovich), el subjetivismo intelectual y erudito de Paz (evidente en su libro sobre Sor Juana), el discurso femenino (Senas particulares: escritora, de Bradu), o el enfoque semiol6gico (Pascual Bux6), por dar unos pocos ejemplos.