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CRITICA DE LIBROS BORIS FRANKEL The Post-Industrial Utopians (Polity Press —Cambridge— y B. Blackwell —Oxford—, 1987) 1. Ignoro si Boris Frankel, pro- fesor de Sociología en uno de los colleges for advaneed education que, a extramuros de las universidades, son una de las características del sistema de educación australiano, es el mismo Boris Frankel (con diéresis) que escri- bía y publicaba sobre movimientos so- ciales, en particular los alemanes, en el París de mediados del decenio de 1970. El libro que voy a comentar no da noticias biográficas del autor. Aparentemente, las diferencias preva- lecen sobre las identidades; aquel ex- trotskysta de origen estonio mostraba una cultura sobre todo histórica y li- teraria, además de sociológica; el ac- tual profesor en Victoria College en Australia parece tener su cultura de base estructurada en conceptos y en problemas que son más bien estricta- mente políticos y económicos. El autor radical, que era un gran cono- cedor de los Jugendbewegungen cen- troeuropeos (basta leer su interesante post-facio a La mort de Pygmalion, París, Maspero, 1974), era al mismo tiempo un humanista y un moralista; el profesor en Malvern escribe un in- glés duro, seco, burocrático y factual (lo que da, en algunas páginas, la im- presión de que se ha contagiado de- masiado deprisa de la jerga socioló- gica abstracta de moda en la Costa Oeste americana desde principios del decenio de 1970). Por otra parte, hay identidades que sugieren una conti- nuidad entre el Boris Frankel que es- cribía en Vartisans en la época en torno, e inmediatamente después, del Mayo 1968 parisino, y este asiduo co- laborador de algunas publicaciones ra- dicales. Ambos van contracorriente. Ambos toman como uno de sus ob- jetos las utopías anticapitalistas. Y ambos someten a crítica la inmadurez 44, «8 pp. 167-189

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CRITICA DE LIBROS

BORIS FRANKEL

The Post-Industrial Utopians(Polity Press —Cambridge— y B. Blackwell —Oxford—, 1987)

1. Ignoro si Boris Frankel, pro-fesor de Sociología en uno de loscolleges for advaneed education que,a extramuros de las universidades, sonuna de las características del sistemade educación australiano, es el mismoBoris Frankel (con diéresis) que escri-bía y publicaba sobre movimientos so-ciales, en particular los alemanes, enel París de mediados del decenio de1970. El libro que voy a comentarno da noticias biográficas del autor.Aparentemente, las diferencias preva-lecen sobre las identidades; aquel ex-trotskysta de origen estonio mostrabauna cultura sobre todo histórica y li-teraria, además de sociológica; el ac-tual profesor en Victoria College enAustralia parece tener su cultura debase estructurada en conceptos y enproblemas que son más bien estricta-mente políticos y económicos. Elautor radical, que era un gran cono-

cedor de los Jugendbewegungen cen-troeuropeos (basta leer su interesantepost-facio a La mort de Pygmalion,París, Maspero, 1974), era al mismotiempo un humanista y un moralista;el profesor en Malvern escribe un in-glés duro, seco, burocrático y factual(lo que da, en algunas páginas, la im-presión de que se ha contagiado de-masiado deprisa de la jerga socioló-gica abstracta de moda en la CostaOeste americana desde principios deldecenio de 1970). Por otra parte, hayidentidades que sugieren una conti-nuidad entre el Boris Frankel que es-cribía en Vartisans en la época entorno, e inmediatamente después, delMayo 1968 parisino, y este asiduo co-laborador de algunas publicaciones ra-dicales. Ambos van contracorriente.Ambos toman como uno de sus ob-jetos las utopías anticapitalistas. Yambos someten a crítica la inmadurez

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de unos o la hiperabstracción deotros, para salir del combate intelec-tual como unos antiutopistas que semantienen, empero, partidarios de lautopía (en particular el Frankel ac-tual). Lo que constituye una de lasrazones para ser leídos con atención,sea su relación de identidad o de fi-liación (la cual podría a su vez dife-renciarse entre intelectual o bioló-gica) *.

Dicho esto por lo que concierne alautor y mis interrogantes sobre él,pasemos a hablar de la obra.

2. Se trata de un libro de lecturadifícil, ingrata. Ha sido escrito conescaso arte. Casi a cada página hayfrases que podían haber sido formu-ladas de modo más breve, en lenguajemás simple y más elegante. Este viciode forma no lo menciono meramentepor un prejuicio estético. Al contra-rio: tratándose de una obra de carác-ter analítico y que se propone estric-tamente hacer el análisis de las fala-cias, ingenuidades y oscuridades delos textos de una serie de autoresutopistas contemporáneos nuestros, eltrabajo analítico exigía un estilo coor-denado con el método: separar demodo constante las ideas, claras y dis-tintas, y nombrar específicamente losproblemas, sin mezclarlos. El lengua-

* La confusión de identidades no es unfenómeno insólito en el mundo de las cien-cias sociales, una vez que éste se halla sa-turado de autores que comparten grandestemas ideológicos, son de origen étnico ju-dío y escriben a veces en la misma lengua.En el París de mediados del decenio de1970 a 1980 hubo alguna revista que con-fundió a Michel Levy (que era un marxistade Québec) con Michael Lowy (un sociólo-go francés especializado en autores marxis-tas centroeuropeos).

je sintético y las frases larguísimas enlas que cabalgan, unas sobre otras,representaciones, conceptos, y proble-mas, está en los antípodas del estiloque era necesario emplear y dominar.

El interés de la obra se halla ensu contenido, en su oportunidad co-yuntural y temática, y en la lucidezde no pocos juicios. Decir esto no esun parvo elogio si pensamos que noshallamos ante un producto que seinscribe en un género doblemente se-cundario, una especie de secundarioelevado al cuadrado. En efecto, hayobras que nos enseñan sobre la vidapolítica tal como ésta es y se desarro-lla en un lugar y un- tiempo bien lo-calizados (tal, ex. gr., Paysage de cam-pagne, de Ph. Alexandre, París, Gras-set, 1988, libro terrible, hiriente ydemoledor, sobre la política y los po-líticos parisinos); hay libros que nosdicen cuál es la política que corres-ponde implementar a una clase socialdeterminada en un país determinado(tal, ex. gr., los Tratados de John Loc-ke); hay otras obras que explicancómo debería ser la organización so-cial y económica ideal, o la más ra-cional, o la más humana, una vez quese está viviendo históricamente sobreunos supuestos irreversibles, tanto es-pirituales (secularización) como mate-riales (desarrollo de la industria),ex. gr., textos de Saint-Simón o deComte. En nuestro caso actual esta-mos en presencia de una obra que notrata de la política como ésta se desa-rrolla ante un observador atento e in-humano, moralista y censor; ni anteuna obra que constituye un programapara una clase social, bajo la aparien-cia de un razonamiento de valor uni-

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versal. El libro de Frankel es una re-flexión sobre lo que en todos los casosresulta improbable que se realice, loque podría ser probable, y lo que seríadeseable, pasando por el tamiz analí-tico los escritos de unos cuantos uto-pistas. Por tanto, aprendemos pocosobre la vida política tal como éstaverdaderamente es, o sobre las relacio-nes sociales tal como permanecen ycambian en una época de grandestransformaciones económicas y de rá-pidas modas culturales. Lo que síaprendemos es a juzgar un género queha devenido prolífico, abigarrado, aveces fascinante, pero en todo secun-dario, como es el género de la pros-pectiva voluntarista, fuertemente utó-pica.

Precisamente la enorme extensiónalcanzada en los últimos años por estegénero, medio ensayístico, medio lite-rario, es ella misma un síndrome dela situación en que se hallan una can-tidad de autores que, cuando entra-ron en una universidad, pensaban sin-ceramente ser unos científicos socia-les, y con rapidez fueron derivandohacia la producción de híbridos deprogramación social con desiderata po-líticos post-marxistas y post-industria-les. Cada mes se organiza en algunaciudad del mundo occidental, ciudadde preferencia con atractivos turísti-cos, algún seminario que se definecomo interdisciplinario e internacio-nal, prospectivo y científico, en elque se habla sin fin sobre las relacio-nes sociales altruistas y creadoras, laspequeñas fábricas automáticas rodea-das de álamos, césped o cipreses y la-gos, los servicios públicos generales yal alcance de todos sin Estado que

los controle, los organice o los finan-cie, y, claro está, la maravilla cultu-ral de la que son espontáneas porta-doras las nuevas tecnologías, con elocio generalizado como subproducto,y con Eros como posibilidad colectiva.Leyendo los programas de algunos deestos seminarios, se diría que es unimbécil quien no se dé cuenta de quenuestra sociedad está ya a punto deparir la Edad de Oro en la cual todospodrán dedicarse a amarse los unos alos otros y habrá desaparecido hastael último vestigio de miseria. Para rea-lizar esta nueva Civilización, basta conpensarla. Lo demás, después de losseminarios interdisciplinarios, vendrápor sí solo.

La eficacia del libro de Boris Fran-kel deriva, en buena parte, del hechode que son autores más bien presti-giosos, y poco fabuladores, los que sonsometidos a examen: Bahro, Toffler,Gorz, Jones, y episódicamente Gal-tung e Illich. La crítica de los adoles-centes prolongados y de sus ensueñosromántico - sociológicos hubiera sidodemasiado fácil, y más bien requeriríael panfleto sarcástico (estilo Die deut-sche Ideologie) que el trabajo acadé-mico.

Coherentemente con esa selecciónde autores y de sus respectivos textos(selección a su vez elevada al cuadra-do, pues, por ej., de Bahro se sometena estudio escritos que son muy recien-tes, y sólo de pasada se alude a pá-ginas muy conocidas de La Alternati-va) , es la elección disciplinaria prac-ticada por Frankel. La economía y,más en rigor, las características del sis-tema económico capitalista que son ala vez duraderas y necesariamente (in-

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trínsecamente) integrantes de este sis-tema, tanto a escala local como a esca-la mundial, constituyen el patrón ini-cial del análisis. De modo que losautores son, de entrada, juzgados porlo que saben del sistema capitalistareal.

Ya en la Introducción, Frankel se-ñala de manera adecuada que las teo-rías definitorias de una probable so-ciedad post-industrial, a mediados deldecenio de 1960, tienen su origen enpensadores de derecha, poco revolu-cionarios en el dominio estrictamentepolítico (el dominio de la distribuciónsocial del poder político), aunque in-novadores en el terreno de la trans-formación del sistema económico y dela emergencia de algunos nuevos mo-delos de relaciones sociales. A media-dos de aquel decenio, los escritoresradicales o de izquierda hablaban to-davía de la industrialización central-mente planificada como instrumentopara incrementar la producción glo-bal, y del acceso del proletariado alpoder, fuese por vía de una crisis revo-lucionaria, o por la vía del reformismodemocrático. Y eran sociólogos polí-ticamente conservadores, y en todocaso fieles a la burguesía empresarial,quienes creían más firme y prospec-tivamente en las capacidades revolu-cionarias (no políticas) del capitalis-mo, socialmente consideradas.

Desde este abordaje, es de sumautilidad el contrapunto constante queFrankel introduce, trayendo a la me-moria citas de Daniel Bell, H. Kahn,E. Schumacher, u otros. A las hipóte-sis post-industriales, los utopistas deizquierda llegan más tardíamente, mu-cho más cerca de nosotros. Dada la

sensibilidad (y la vulnerabilidad) deeste tipo de producciones a la coyun-tura política mundial, no era sorpren-dente este fenómeno: coincide con elperíodo de estancamiento ideológico,económico, y burocrático, en la UniónSoviética y en las llamadas democra-cias populares del Este europeo, asu vez simultáneo con una situaciónde desorientación política y de luchade tendencias en la China post-Mao.Dejan de haber los referentes empíri-cos idealizados, y los jóvenes teórica-mente anticapitalistas que cobran sa-larios precarios (por funciones preca-rias) en universidades o en organis-mos científicos occidentales, se consti-tuyen en activos difusores de textosde Gorz, Toffler, Habermas, Offe,Bahro, Illich, etc. Dado que nos ha-llamos en una época de disolución delas grandes legitimidades políticas fun-dadas en principios universales, y decreciente emergencia de una multipli-cidad de nuevas legitimidades locales,fundadas en valores privados, resultó(y resulta todavía) que el mosaico in-telectual que se ofrece al público de-viene la condición suficiente para laformación de una cantidad de híbridosy de legitimaciones individuales.

(iQué valor científico poseen, en-tonces, estos textos?

3. La posición personal de Fran-kel queda enunciada con suma hones-tidad (y un cierto candor) en la pá-gina 18, cuando dice:

«A lo largo de todo este librousaré en un modo fuertemente crí-tico el concepto post-industrial uto-pian. Pues estoy de acuerdo conLukács en que, por muy deseables

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que sean las ideas postindustriales,se reducen a piadosos deseos si nose vinculan a planes concretos deacción y de organización. Por otraparte, siento mucha simpatía por latradición utopista, fuente vibrantede inspiración, rechazo de la acep-tación obtusa y resignada de unavida cotidiana irracional y empo-brecida. Comparadas con la co-rriente principal de los partidos deizquierda de hoy, muchas ideas ra-dicales utópicas brillan positiva-mente e implican un desafío; y, noobstante, no pocas ideas que ape-nas diez años atrás eran objeto deaprobación, son ahora descartadaspor los propios partidos de izquier-da, que las juzgan, a medida queestos partidos se desplazan hacia laderecha, como ideas ultraizquier-distas o utópicas, en particular des-de la resurgencia de fuerzas po-líticas de Nueva Derecha [NewRight] y la evolución de las crisiseconómicas. En consecuencia, esnecesario permanecer en el seno dela tradición utopista radical, al mis-mo tiempo que sometemos esasideas a evaluación y a escrutiniorigurosos.»

Obviamente, las economías alterna-tivas, y en particular la función delmercado en ellas, deben constituirseen los objetos de ese examen riguroso.En el bien entendido de que tales eco-nomías alternativas han de salir dela actual matriz capitalista, a partirde formas y contenidos que hoy fun-cionan en modo relativamente acep-tado por una mayoría social, pero quellevan en sí la probabilidad de una

autotransformación. De lo contrario,habrían de ser implementadas bienpor un poder imperativo (legal) o porun poder coercitivo (revolucionario),eventualidades ambas poco congruen-tes con la generalidad de los plantea-mientos utópicos, enemigos del po-der político concentrado y partidariosde la no-violencia.

El catálogo de preguntas que Fran-kel ha elaborado en la Introducciónse estructura de hecho en torno a unospocos ejes, no siempre claramente con-ceptualizados por el autor:

— Producción para la autosuficien-cia local vs. integración en elmercado mundial.

— Servicios sociales autogestiona-dos vs. sistemas estatales deprotección social.

— Dependencia de las relacionessociales de nuevos patrones cul-turales vs. dependencia de lasrelaciones sociales respecto delas básicas de producción eco-nómica.

— Incremento de la autarquía vs.planificación multinacional.

— Solidaridad con el desarrollo delTercer Mundo vs. preservaciónde los oasis de privilegio y crea-tividad que permiten áreas dealta renta per capita.

— Desregulación de los patronesbiográficos convencionales vs.mantenimiento del ciclo biográ-fico social ligado a roles y statusen el trabajo.

— Equidad en la distribución deconocimientos de alto nivel vs.creciente desigualdad de roles,

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status, e instrumentos tecnoló-gicos.

— Limitación del equipo militar afunciones defensivas vs. desar-me generalizado y completo.

•— Etcétera.

Sorprendentemente, los problemasde distribución territorial de la po-blación no aparecen en análisis algu-no. Y estamos en una fase excepcionaly única de la historia, con una pobla-ción mundial de cerca de ocho milmillones de habitantes para dentro demuy pocos decenios, y con megaciu-dades que son ya un hecho, algunascon decenas de millones de habitantes.Produce en el lector cierta perplejidadver que se dedica tiempo y espacioa discutir si el cottage electrónico hade funcionar, o no, para la autosufi-ciencia local o regional, o ha de estardependiendo de la integración en unmercado mundial, si el tal cottagepuede incrementar la democracia par-ticipativa y la igualdad de sexos o seráotra estructura más de una cadenaautoritaria bajo controles remotos, et-cétera, mientras nada se dice sobreuna cuestión tan fundamental y almismo tiempo tan simple como la si-guiente: ¿cómo se van a evitar losflujos poblacionales desde las zonasmenos privilegiadas en servicios socia-les y en libertades personales y nivelesde consumo hacia las áreas de privile-gio y de supermodernidad? En el bienentendido de que la calidad de los ser-vicios sociales es función de un ciertoequilibrio entre oferta y demanda, en-tre la capacidad de prestarlos y lamagnitud de la población que ha derecibirlos o hacer uso de ellos y que

un incremento de población, pasadosunos umbrales, provoca el deteriorode aquéllos. No solamente esto: la ca-pacidad de «biografías flexibles», enlas cuales unos individuos eligen, porejemplo, cambios de trabajo, cambiosen el ciclo vi tai-social (estudiar a edadmás avanzada en vez de edad adoles-cente o juvenil, cambiar de profesióny de sector de actividad económica, et-cétera) solamente parecen posibles sise garantizan unos niveles desahoga-dos de ingreso per capita. Y resultaobvio que el otorgamiento de rentasmínimas o de alguna especie de sala-rio comunitario (mal llamado social,pues deriva del hecho de pertenecer,por nacimiento, por status adscripto,a una determinada comunidad), provo-caría a su vez diferencias legales den-tro de una misma población, o la rei-vindicación de la igualdad por y parala descendencia de los aferentes al áreade privilegio. ¿Sería ésta un área ce-rrada o abierta a flujos poblacionales?No es ociosa la pregunta, y la pruebade su validez está en que, sin formu-larla Frankel, en cambio dedica unacantidad de páginas a uno de los as-pectos de la implementación prácticade un nivel mínimo de ingreso comu-nitario: la cuestión de unas rentas in-dependientes del trabajo, bien fuesende carácter monetario, bien en servi-cios o en especie. Unos cuantos malen-tendidos en Gorz y en Toffler sonaclarados en el análisis de Frankel; loque no queda claro es cuál va a serla relación entre las áreas de privile-gio y las no privilegiadas, sea a escalade un mismo país, de un grupo depaíses relativamente homogéneos, o aescala mundial. El lector se pregunta

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si no ocurriría, en este cambio de so-ciedad (frase que suena muy bien,pero que está preñada de ilimitadassignificaciones), lo que en una coyun-tura en cierto modo similar acontecióen el Imperio Romano: en vez de lalibertad personal de los antiguos tra-bajadores rurales, lo que apareció fue(coercitivamente) una nueva clase deglebae adscripti: las profesiones tu-vieron que quedar fijadas estatutaria-mente y obligatoriamente, y la liber-tad personal siguió siendo el privilegiode unas familias patricias y de los ri-cos traficantes marítimos.

4. En esta obra de Frankel haymuchas observaciones que son perti-nentes frente a los «modelos» utopis-tas, en el sentido siguiente: se tratade construcciones arbitrarias produci-das por la agregación de rasgos o desoluciones sociales culturales que sevaloran como positivas. Pero estasconstrucciones no forman un sistema.O, en otros términos, carecen de co-herencia. Y esto, tanto en el planológico como en el histórico. AunqueFrankel no lo expresa con estas pa-labras, lo que emerge de sus análisises un hábito de pensamiento y de es-critura que yo definiría como el errordel elementarismo discrecional. Es de-cir, se extraen de un sistema económi-co, social o cultural elementos suel-tos mediante el proceso de abstracciónpositiva, se los modula de acuerdo aciertos valores particulares y se los in-serta en una construcción o «modelo»junto a otros elementos que son pura-mente imaginarios, derivados de lasubjetividad del autor. Digo bien va-lores, para distinguirlos de los prin-

cipios que, tanto lógicos como ideoló-gicos, poseen una universalidad y, porconsiguiente, pueden originar cons-trucciones que sean realmente sisté-micas, coherentes. Los elementos asívalorizados son des-sistematizados enuna primera fase de la operación inte-lectual y dejan de ser elementos deun sistema; luego devienen, en la se-gunda fase, otra vez componentes ele-mentales, si bien lo son de un todoque es una construcción simbólica.Este todo no constituye un «modelo»propiamente dicho, respecto a unarealidad histórica; es el agregado derasgos que son positivamente valora-dos en lo que un autor británico nom-bró ya hace dos decenios como thepolitics of subjectivity. En cuanto re-ferencia ideal para algunas decisionespúblicas o privadas, esos agregadossimbólicos pueden ser portadores dealguna utilidad; en cuanto «modelos»de sociedad, son ilusorios, entre otrasrazones, la primera, porque carecen decoherencia. Y, dado este handicap, sonaltamente improbables.

El libro de Frankel es, en este as-pecto, devastador. Tanto Bahro comoToffler en particular, resultan carentesde atributos científicos. Pues la pri-mera condición de un científico sociales que se percata de que los hechos,tanto económicos como sociales y cul-turales, forman sistemas: la realidadtiene una cierta consistencia (sin lacual, además, no habría ciencia socialposible); y esa realidad histórica no esmanipulable a voluntad.

Una lectura atenta de algunos deesos «modelos» implica que se supo-nen condiciones que no se hacen ex-

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plícitas: población estacionaria, altonivel de ingreso per capita, fronterascerradas, homogeneidad social. Dadosesos supuestos, quizá sería posible laedénica libertad cultural, el sexo ylas biografías flexibles, electrónica adomicilio entre los cipreses y los la-gos, etc. Claro es, a escala local.

5. No es algo fortuito el hechode que algunos de estos fabricantes denuevas civilizaciones y de sus corres-pondientes «modelos» hayan tenidouna formación como antropólogos cul-turales. En efecto, están habituados atratar con símbolos; sus objetos sonpreferentemente símbolos y, conse-cuentemente, creen que toda clase desímbolos pueden ser manipulados ycombinados, sea como en la notaciónmusical, sea como en los algoritmosen matemáticas o en física teórica.

Pero la simbología cultural, relacio-nal, sexual, etc., es algo muy diferentede la planificación política, e inclusode la utopía social, tanto la delsiglo xvn como la del siglo xix, desdeMoro o Campanella hasta Fourier oVictor Considérant.

6. Diré, finalmente, que en laobra de Frankel hay reflexiones ver-daderamente merecedoras de ser rete-nidas y anotadas, sea sobre la trans-formación de los Welfare states enotra clase de monstruos o de micro-monstruos no burocratizados, sobrela pobreza conceptual y teórica de ladicotomía Estado/sociedad civil, so-bre la supervivencia histórica de laforma legal y política que conocemosbajo el concepto de Estado, y que está

muy lejos de morir; o, no por citarloaquí en último lugar lo menos impor-tante socialmente, sobre la relación ne-cesaria entre dinero público para laeducación, educación de calidad, y mo-vilidad social ascendente, una cadenano tan clara en el futuro como lo hasido en la época del desarrollo capita-lista liberal y civilizado (descontadaslas guerras mundiales, coloniales, et-cétera).

Como revela la observación socio-lógica, se están haciendo cada vez másgrandes y multidimensionales las dis-tancias intelectuales y científicas, so-ciales y culturales, entre, de una par-te, una pequeña minoría que es la queen cada país conoce los lenguajes uni-versales y las prácticas de reflexión,codificación, negociación y decisión aescala internacional y, de otra parte, lagran masa social que sólo posee suslenguas y dialectos locales y sus pro-blemas de campanario, y que de lasmodernas tecnologías sólo sabe quepara determinadas cosas hay que apre-tar determinados botones. En estascondiciones, se necesitarían cantida-des astronómicas de dinero públicopara, por la sola vía de la educaciónpública, conseguir (como así fue en lasegunda mitad del siglo pasado y enla primera mitad del nuestro) que su-ficientes miembros de esa masa socialanónima pudiesen escapar al destinoque parece cada vez más amenazarlos:el de devenir, en cada nación, gentesuperflua.

Algo que sería inexorable si, ade-más, se realizasen algunas de estasutopías de las que nos habla el librode Frankel, hoy por hoy idóneas úni-

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camente para privilegiados oasis cali-fornianos o para tierras vírgenes aus-tralianas (convenientemente barridas,

claro es, de los aborígenes que aúnmalviven en ellas).

E. PlNILLA DE LAS HERAS

RAMÓN MÁIZ (comp.)Discurso, poder, sujeto. Lecturas sobre Michel Foucault

(Universidad de Santiago de Compostela, 1987)

Con el apoyo del Vicerrectorado deExtensión Cultural de la Universidadde Santiago, y del anterior Departa-mento de Derecho Político de la mis-ma, Ramón Máiz presenta en este vo-lumen una sugestiva y variada colec-ción de colaboraciones, resultado deun ciclo en torno a la obra de MichelFoucault que tuvo lugar en aquellaUniversidad en el curso 1985-86, pre-cedida de una traducción del texto deHabermas acerca del curso de Fou-cault sobre Kant y la Ilustración, yseguida de un par de traducciones delpropio Foucault (Georges Canguil-hem: Filósofo del error y El podery la norma), con una breve cronolo-gía bibliográfica.

Por mucho que la presentación dellibro aparezca más o menos inspira-da por un cierto pesimismo necroló-gico, con la referencia al posible ol-vido y definitiva marginación del pen-samiento y la obra de tan originalpensador europeo, ni el propio textode las colaboraciones ni, sobre todo,la evolución posterior de los aconte-cimientos, con el reforzado eco de laobra foucaultiana entre el pensamien-to contemporáneo, parecen confirmartal hipótesis de partida: y es que, pre-

cisamente, la intensificación del deba-te sobre la crisis de la modernidad nopuede prescindir con facilidad de unode sus más sugestivos adelantados,cuya amplia y compleja elaboraciónteórica remueve incesantemente mul-titud de espacios oscuros del universohistórico contemporáneo, surgido dela Ilustración.

La colaboración inicial, «Saber ysentido», de Juan Luis Pintos, se cen-tra en la ambivalente o contradictoriaposición histórica de la obra de Fou-cault, confirmada en primer lugar através de su comparación con Haber-mas, paradigma extremo del macro-análisis institucional, frente a la pre-ocupación por el estudio de los pode-res capitales y la vida cotidiana delautor francés. Se refiere Pintos a lapolémica con Sartre, condicionante dela primera etapa de la creación fou-caultiana, mediante una yuxtaposicióncomparativa de textos que aclaran sureacción antiexistencial, donde se ex-presa el rechazo al concepto históricode la modernidad y la insistencia al-ternativa en la multiplicidad, la diso-ciación de palabras y cosas, mediantela utilización de una combinación deldiscurso nitzscheano con elementos

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instrumentales del positivismo utilita-rista: un enfoque que se reconducehacia el objetivo de la constitución delsujeto humano a partir del surgimien-to de la sociedad burguesa y su siste-ma de pensamiento condicionado porel análisis lógico-histórico. Natural-mente lleva razón Pintos al señalarcómo el postulado de la multidimen-sionalidad deja sin resolver el proble-ma de la posición externa del sujetoobservante, el indeterminado «Otro»carente de la cualidad de sujeto, capazde percibir la Historia desde el exte-rior de la Historia misma. Finalmen-te, por lo que respecta a las relacionesentre los procesos de constitución delsaber y los sistemas de poder, se re-coge una sistematización de la cons-trucción metodológica de Foucaulthasta los años ochenta, para culminaren su ¿Qué es la Ilustración?, de1983.

El breve trabajo de Miguel Moreysobre el problema del sentido de laHistoria está fundamentalmente orien-tado a clarificar la influencia deNietzsche en el proceso intelectual deFoucault, y su rechazo de la raciona-lidad histórica como un modo de pen-samiento cómplice del orden «natu-ral» burgués. Entiende esquemática-mente que serían cinco los rasgos fun-damentales de su enfoque historiográ-fico: en primer lugar, el rechazo delsentido legitimador de toda explica-ción histórica basada en un «origen»más o menos mítico; en segundo lu-gar, la inversión de la elaboración dela Historia de las ideas, abandonandoel proyecto de encontrar en el pasadouna explicación del presente, y resta-bleciendo el sistema de los «olvidos

interesados» de la memoria; en tercerlugar, el rechazo de la imagen linealy continua de la historia frente a lasdiscontinuidades, rupturas y desplaza-mientos; en cuarto lugar, la negacióndel sujeto histórico eternamente iguala sí mismo, el «hombre» genérico delprimitivo discurso burgués; y, por úl-timo, la función del historiador re-orientada no hacia el análisis del saberdesde una meta ya asumida, sino des-componiendo las condiciones que ledan significado en cada período his-tórico, y admitiendo en consecuenciael estatuto positivo y la plena vigen-cia del «error» histórico.

La colaboración de Luis GarcíaSoto, centrada alrededor de «Las pa-labras y las cosas», establece un cua-dro comparativo de las relaciones en-tre los sistemas de conocimiento clá-sicos (siglos xvn y XVIII) y la epíste-me moderna que se inicia en el si-glo xix, conjugando la posición delas distintas disciplinas científicas.

El enfoque predominantemente lin-güístico de Pompeu Casanovas (tra-ductor al catalán de parte de la obrade Foucault) desarrolla algunos aspec-tos literarios de su sistema de con-ceptuación: distinción entre elemen-tos metodológicos y sustantivos, desa-rrollo de la dinámica procedimentaldel sistema de escritura, y otros ele-mentos que clarifican el tipo de «dis-curso no discursivo» de Foucault, quepretende tomar conciencia de la pro-pia historicidad del lenguaje de laépoca para establecer así una separa-ción tanto frente al pensamiento ca-tegorial o científico como frente a lasconvenciones del lenguaje natural.

La aportación de Julia Várela y

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Fernando Alvarez-Uría pretende orien-tarse, en cambio, hacia las implica-ciones de la elaboración foucaultianacon las teorías de la marginalidad ylos ámbitos sociales residuales de lassociedades capitalistas, entroncandoen una línea que desde Marcuse en-cuentra notable predicamento entresectores neomarxistas. Marginales, lo-cos o delincuentes aparecerían en laóptica de Foucault como el paradigmaextremo de la potencial peligrosidad,subyacente en las clases trabajadoras,para el orden burgués establecido conla Revolución, y al que se accede através de unos instrumentos metodo-lógicos que unifican al Derecho conla Psiquiatría: se trata, en todo caso,de elementos de peligro que anidanentre las poblaciones pobres y cuyoinicial tratamiento, de tipo defensivo-represivo, va a ser pronto superadopor una profilaxis preventiva que im-plicará una interacción activa de lacomunidad en programas de vigilanciay control. Al respecto se ofrece porlos autores un panorama de las apor-taciones de la escuela de Chicago conun encuadramiento de la posición deFoucault en el marco de las investi-gaciones actuales sobre los proble-mas del control social, particularmen-te complejos a partir del desarrolloy crisis histórica del Estado de Bie-nestar.

Antonio Serrano, en «Poder suhspecie le gis y poder pastoral», presen-ta a partir de los trabajos de Haber-mas una breve revisión de la nociónde biopoder en las últimas elaboracio-nes de Foucault, entendido como unmodo de estructurar el campo de ac-ción posible de los demás, y operando

una sugestiva aproximación a algunosproblemas del discurso sociojurídi-co contemporáneo en autores comoVoigt, Luhmann, etc.

La aportación de José Carlos Ber-mejo, titulada «Ni en Grecia ni enRoma: Michel Foucault y la antigüe-dad clásica», realiza una interpolacióncomparativa del proceso de constitu-ción del sujeto, en clave foucaultiana,dentro del modelo de sociedad de laantigüedad clásica.

Naturalmente la colaboración mássustanciosa en cuanto a las implicacio-nes del discurso de Foucault para lateoría política contemporánea es ladel propio Ramón Maíz, quien tomacomo punto de debate inicial el con-cepto de modernidad entendido comoinstancia racionalizadora del procesohistórico, con toda la crítica a lasmistificaciones de la Historia opera-das en nombre del progreso, de laconciencia y del devenir de la razón;es decir, el metarrelato de la Ilustra-ción concebido como aquel donde elhéroe del saber trabaja para un finético-político, la paz universal. El co-mienzo de tal proceso implicaría unafragmentación analítica que es, sinembargo, deudora del propio plano dereferencia inicial en cuanto supone lareconstrucción de un sistema de con-tradicciones productivas que RamónMáiz pretende analizar en tres ám-bitos:

1. Un plano crítico-analítico, cen-trado en el estudio del surgimiento delindividuo moderno políticamente ac-tuante y sus condiciones estructuralesde posibilidad.

2. Un plano crítico-político, cen-

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trado en la estructuración y periodi-zación del poder en cuanto estrategiae institución.

3. Un plano crítico-normativo,centrado en la posibilidad misma deun discurso alternativo en una pers-pectiva nietzscheana, y sus efectos na-turalistas y relativistas.

El enfoque de la muerte del indi-viduo concebido en cuanto sujeto tras-cendental y autorreflexivo, en la líneade Kant y Hegel, debe naturalmenteresituarse en el entorno contextualde las generaciones del pensamientoeuropeo anteriores al pensador fran-cés, y sus procesos de revisión. Seríaasí notoria la proximidad del itinera-rio de Foucault al proyecto de Hei-degger, al menos en cuanto supone deabandono del paradigma del sujetoburgués, y su resituación en un nuevocampo de relaciones sociopolíticas,aunque en el proyecto foucaultianoprimaría la orientación hacia la bús-queda de una nueva «ontología histó-rica»: un proyecto que intentará re-construir los elementos del discursoy las relaciones de poder, enfrentadosa la ingenuidad humanista de la pre-valencia de la autonomía y la libertaddel individuo sobre la realidad oscu-ra del sometimiento y la alienación.

Como destaca Máiz, no se trata tan-to de un enfrentamiento filosófico,sino más bien de una revisión críticade los paradigmas históricos de laburguesía (autonomía, libertad, mo-dernidad) concebidos como alternativaliberadora frente al orden jerárquicofeudal y su proceso de degeneraciónhistórica, hasta convertirse en la fa-

chada legitimadora de las nuevas for-mas de dominación.

Si el punto de partida de este pro-ceso se centra, en L'archeologie dusavoir, en las formaciones discursivas,bien pronto se tratará de una proyec-ción sobre los acontecimientos exterio-res, sobre las prácticas estructurantesdel complejo saber/poder en la mo-dernidad. Esta analítica del poder con-diciona, pues, una revisión de la iden-tidad y la continuidad históricas enla explicación del origen del sujetoburgués, orientando un intento de darcuenta de la historia en su pluralidaddispersa: prácticas de erosión y pro-cesos de división de construccionesefímeras que intentan hacer aparecertodas las discontinuidades que nosatraviesan al margen de la voluntaddel sujeto, ya sea individual o colec-tivo. A partir de 1970 esta tarea secentrará en el análisis de las condi-ciones de control, selección y distribu-ción de la producción del discurso,progresivamente aproximado a la His-toria presente, hasta acabar por situara la tecnología del poder en una rela-ción de continuidad con el desarrollo,más o menos «humanista», de los sis-temas penales.

Desde la perspectiva de la cienciasocial este enfoque implica un enten-dimiento del orden social condiciona-do por el poder, a través de la disci-plina y la vigilancia y, en consecuen-cia, la subsiguiente imposibilidad deatribuir una proyección jurídica inme-diata al sujeto colectivo (soberanía),que resulta ahora «producido» por latecnología política. Una constataciónque debería no olvidarse ante algunosrecientes y precipitados proyectos

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—más o menos neoliberales— de «re-torno a la Sociedad Civil», ya que,desde la perspectiva del análisis fou-caultiano, cualquier sociedad mercan-til concebida como teórica asociacióncontractual de sujetos jurídicos aisla-dos resulta en cualquier caso condi-cionada por la presencia de técnicasde saber/poder con capacidad paraconformar a los mismos individuos.Todas las categorías del orden socio-político constituido (emplazamiento,localización, clausura, jerarquización,control del tiempo, vigilancia, san-ción, gratificación, etc.) resultaríanser, pues, mecanismos de encauza-miento de las conductas para la crea-ción de cuerpos dóciles.

A partir de este macroorden orga-nizado, las propias ciencias humanasse convertirán en una variable depen-diente, nacidas del sujeto así condicio-nado: la misma ciencia social acabaríasiendo, pues, finalmente, un elementomás del régimen disciplinario.

Naturalmente es necesario señalar,como hace Máiz, las ausencias meto-dológicas que se advierten en este dis-curso; en primer lugar, la renuncia ala potencialidad jurídica del conceptode soberanía en la definición del po-der (en una curiosa coincidencia conla desproblematización de la teoríadel poder constituyente en alguna re-ciente doctrina); así como el propioabandono de la Teoría —entendidacomo Teoría política o Teoría generaldel Estado— en cuanto recurso me-todológico, frente a la peculiar analí-tica interpretativa con que se analizanlos fenómenos del poder.

En el primer caso, el elementojurídico-formal de la soberanía se en-

tiende como un soporte no idóneo,generalmente encubridor de la reali-dad disciplinaria de los mecanismosde microfuncionamiento del poder enlas más inmediatas retículas del sis-tema social: lo que permite, pues,obviar el espacio central de la polí-tica, o las categorías sobre el Estadoy el Derecho, operando alternativa-mente a partir de una total «sociali-zación» del poder; de esta manera,Foucault «... ignora no ya solamenteel debate ideológico liberal-democráti-co en procura de defensa de la auto-nomía del individuo frente al Le-viathan, sino la ajenidad profunda almodelo clásico de la soberanía nacio-nal-estatal de las libertades formalesmodernas, introducidas en su prácticatotalidad por la presión de las clasessubalternas (comenzando por el pro-pio sufragio universal) y, lo que esmás grave, la precariedad de las mis-mas en el Estado capitalista, de lamano ya de regímenes de excepción(que desde la microfísica del poderfoucaultiana resultan acríticamente ni-velados con los momentos más demo-cráticos), ya de la propia administra-tivización controladora de las socieda-des contemporáneas» (p. 156).

El resultado, pues, como señala Ra-món Máiz, es una relativa ahistorici-dad que impide insertar la microfísicadel poder en los espacios estructuralesy estratégicos, es decir, políticos, enlos que se desenvuelven las grandesluchas de poder, generando así todauna serie de insuficiencias, como laimposibilidad de explicar la crisis delprincipio de legalidad, la pérdida decentralidad del Parlamento en el Esta-do contemporáneo, la concepción re-

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duccionista del Derecho penal, o lapropia posición instrumental, no ideo-lógica, del sistema jurídico.

Semejantes inconvenientes derivande la falta de uso de una teoría, queconduce finalmente a «la indefinición,la falta de precisión, la falta de cons-trucción sistemática reemplazada poruna técnica literaria de evocación através de la acumulación de rasgoscaracterísticos, en forma que recuer-da, por su brillantez estética, la enu-meración caótica del surrealismo»(p. 160).

Finalmente, aparece el problema dela subjetivación del individuo en re-lación con la concepción múltiple odispersa del poder «socializado» enel mundo contemporáneo. Una con-cepción en la cual el Estado se conver-tiría, al menos en principio, en unasimple etapa de individuación, perosin que su grado de desarrollo y cen-tralización histórica pueda, natural-mente, rechazarse; ello explicaría pro-bablemente el aparente giro experi-mentado por Foucault a partir de losaños ochenta, con una nueva preocu-pación por el espacio epistemológico-crítico de la Ilustración.

El enfrentamiento del enfoqueFoucault al discurso sobre la genera-

ción de la autoconciencia individualen la sociedad occidental, desde susraíces en Kant y Hegel hasta algunosde sus desarrollos más recientes,como Habermas o Claus Offe, permi-ten a Máiz clarificar el grado de ale-jamiento respecto del curso históricodel pensamiento crítico occidental quesupone el proyecto de reinvención delanálisis del poder: proyecto cuyas cla-ves originarias deberán buscarse en elinicial distanciamiento de Foucaultrespecto de la totalización teórica deSartre.

Restaría así, por último, ponderarel grado de proximidad del conceptorelacional de poder de Foucault, conalgunas implicaciones del funciona-lismo, en el sentido de Parsons, y enparticular el riesgo de derivación ha-cia una suerte de sustancialización uontologización naturalista o ahistóricadel poder: una derivación que acaba-ría por disolver o camuflar cualquierproyecto de liberación o autonomíadel discurso crítico occidental, frentea la única y limitada posibilidad de lasluchas puntuales o moleculares, ca-rentes de toda estrategia de contra-poder.

Antonio J. PORRAS NADALES

DOMINGO COMAS£1 Tratamiento de la Drogodependencia y las Comunidades Terapéuticas

(Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, 1988)

Domingo Comas ha vuelto a sor-prendernos con un profundo y rigu-roso análisis en este libro, editado por

el Ministerio de Sanidad y Consumo,Delegación del Gobierno para el PlanNacional sobre Drogas.

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Un trabajo tan esperado como ne-cesario en la panorámica editorial so-bre el tema interesa, por su nivel dedocumentación y especialización, a to-dos aquellos que se ocupan de las dro-godependencias y su tratamiento.

El confuso debate existente sobrela operatividad de estas Comunidadescomo recursos terapéuticos viables yefectivos —discusión deudora en granmedida de ciertos estereotipos globali-zadores fomentados desde los mediosde comunicación, la opinión públicao incluso los propios profesionales delsector—, su razón de ser, en suma,dentro de toda política de prevencióny tratamiento de las drogodependen-cias, se ve esclarecido por medio deun pormenorizado análisis que se ex-tiende a tres niveles fundamentales.

En primer lugar, como el propioautor indica, es éste un estudio sobrelas Comunidades Terapéuticas paraDrogodependientes (CTD) españolas.A través de la combinación de unametodología cuantitativa y cualitativa,se nos ofrece una puesta al día de loque está sucediendo en nuestro paísal respecto: con qué tipo de Comuni-dades Terapéuticas contamos, cuálesson sus usuarios y los actores implica-dos, cómo son sus discursos, cuáleslas imágenes y expectativas a ellas aso-ciadas, que han de considerarse tam-bién como parte del problema, cuáles, en suma la oferta y demanda queposeemos al respecto.

Así, se estudian 81 CTD, recogién-dose todos aquellos tratamientos dela drogodependencia no hospitalariosy no ambulatorios, incluyendo desdelas consideradas como parte de la Red

pública —vinculadas a Ayuntamien-tos, Comunidades Autónomas o Dipu-taciones— como a las de la Red pri-vada y otras como la de El Patriarca,las de las Iglesias Evangélicas, el Pro-yecto Hombre o Narconón. Al finaldel libro se presenta un censo de CTDen España.

Se estudian los tipos de admisióny desintoxicación, de contrato terapéu-tico, reglamento de régimen interior,composición y cualificación del equipoterapéutico, el sistema jerárquico, laorganización del trabajo y de las acti-vidades y, sobre todo, el programaterapéutico.

Las CTD comenzaron en España apartir de 1980 y aglutinan a casi uncentenar de centros y varios miles deplazas, mostrando un gran dinamismofrente a la escasa dotación hospitalariaexistente.

El desarrollo de las CTD hay quecontemplarlo en relación a las caren-cias del Estado de bienestar en estamateria. Los déficits estructurales delos mecanismos de bienestar social ySalud Pública en el área del tratamien-to de las drogodependencias han gene-rado una respuesta social desde diver-sas instancias, a veces con un altogrado de espontaneísmo.

La actitud básica que orienta laconstrucción del objeto de estudioparte de la idea de que «la investiga-ción no establece ninguna distinciónoperativa entre las distintas CTD por-que todas son parte de una misma rea-lidad sociológica, y a todas debe apli-cárseles los mismos principios y reglasmetodológicas» (p. 280). Se evita así,con inteligencia, caer en la lógica de

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los propios discursos de las CTD —apesar de la inexistencia de un discursóasistencial propiamente dicho—, lascuales establecen su unicidad/iden-tidad subrayando las diferencias quesupuestamente las distinguen de otrascomunidades, autootorgándose su-puestas legitimidades de las que otrascarecerían. La Comunidad Terapéuticapara Drogodependientes se presentaasimismo como un modelo ideal, aun-que indudablemente operativo.

El segundo gran bloque temáticose concentra alrededor de una discu-sión altamente elaborada sobre la di-námica interna y externa de las CTDy sus presupuestos terapéuticos y or-ganizativos. Es ésta una de las partesque más llaman nuestro interés comocientíficos sociales. Es aquí donde elanálisis institucional se practica, don-de se discuten diferencias en la efi-cacia y los costes de las CTD, su di-versidad terapéutica, y, sobre todo,donde creemos se plantean cuestionesdecisivas en la definición social y lascategorizaciones de la drogodependen-cia y los actores implicados.

La Comunidad Terapéutica extraesu sentido primario como instituciónvinculada a la esfera de los tratamien-tos de los trastornos de salud mental;en resumidas cuentas, al Hospital Psi-quiátrico. Un recuerdo histórico deestas instituciones nos transporta aalgunas de las discusiones o prácticasque subyacen a las distintas orienta-ciones presentes en las CTD. La histo-ria no explica per se los fenómenos,pero sí da pistas para entenderlos.

La deuda con estas vinculacionesiniciales no ha desaparecido del todo.

Ha habido un proceso general de eufe-mización de las definiciones socialesde la desviación —de la que la drogo-dependencia formaría parte—, unasuerte de piedad categorial bajo unhumanitarismo falso, lo que ha su-puesto una relativa despsiquiatriza-ción en las categorizaciones en favorde una consideración sanitario-medicaldel problema, resumido brevementeen el título De loco/desviado a en-fermo. Esta fagotización médica de laspatologías sociales y de la alteridadse sustenta en la hegemonía que estecolectivo profesional pretende ejercersobre un problema que traspasa am-pliamente los límites de esta discipli-na, que ante todo tiene una funda-mental dimensión social y también po-lítica. Se confirma esto, en parte, siatendemos al relativo fracaso del tra-tamiento hospitalario y ambulatoriofrente a otras propuestas de tipo co-munitario como son las de las CTD,tal como nos señala Domingo Comas.

La Comunidad Terapéutica puedeser analizada como institución total:su carácter de internado, el fenóme-no de autoidentificación del paciente,la sustitución de un ambiente socialde referencia que procura, su idiosin-crasia holística y envolvente, autosu-ficiente, le otorgan méritos suficien-tes para ser tratada desde esta pers-pectiva. Se pone en juego aquí el va-lor terapéutico de lo comunitario fren-te a otro tipo de intervenciones máspuntuales y externas, como es el trata-miento ambulatorio citado.

Estas dimensiones globalizantes yreconfortantes de las CTD son bienconocidas por los usuarios directos oindirectos. Las CTD tienen un carisma

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popular bastante elevado, ajustándose,en este sentido, a las expectativas dela demanda social, a pesar de la habi-tual sobrevaloración que hacen los im-plicados en algunos de sus discursosrespecto de su independencia frente atoda obligación terapéutica. Existe,como decimos, una fe social en su ca-pacidad terapéutica, un contenido má-gico de su imagen social, lo que lesconfiere una legitimidad apoyada enestos demandantes. Esto explica, enparte, el fracaso de los métodos ambu-latorios.

Este convencimiento se basa, enbuena parte, en una concepción socialmuy particular sobre el drogodepen-diente, en la medida en que, para suhomologación, se considera que ésteha de sufrir una transfiguración totalque sólo puede venir desde su inmer-sión en un medio comunitario total yvinculante que le devuelva la integri-dad psicosocial supuestamente perdi-da. La estigmatización que proveetoda institución total no hace sinoconfirmar la que se sufre como con-sumidor de tóxicos: el paso por laCTD es asumido como un eslabóndentro de la biográfica del drogode-pendiente. Nos preguntamos, enton-ces, sobre la incapacidad de la socie-dad de resolver este tipo de conflictossi no es por medio del apartamientotemporal de los individuos, como lodemuestra su incapacidad de dar solu-ciones a la salida de éstos del CTD,tal como se plantea a continuación.

Como instituciones totales, lasCTD se convierten en sustitutivos so-ciales, microcosmos alternativos, finesen sí mismos, desconectadas del exte-rior. En toda institución de este tipo,

los límites físicos vehiculan los límitessimbólicos, algo que suele olvidarse amenudo y que las distingue perfecta-mente de aquellas otras nociones so-bre la institución como norma y/ocomportamiento recurrencial social-mente sancionado. El concepto deinternamiento es, por ende, funda-mental.

Buena parte de la problemática entorno a las CTD reside en esta cues-tión: la reintegración social se aseme-ja así a un nacimiento, con sus dolo-res y fracasos. Los conflictos de sa-lida manifiestan la inseguridad en lavuelta al estadio pre-comunitario, apa-reciendo a menudo nuevos conflictoscon el medio de extracción familiary social a veces muy complejos. Elnuevo reconocimiento social comodesintoxicado se otorga como conse-cuencia de la realización de un ritode paso —el ingreso y estancia enuna CTD—, que es en realidad elpago que el sujeto efectúa como com-pensación de su apartamiento social,así establecido por la sociedad.

Se cuestiona, entonces, la utopía yabstracción de una tal reinserción so-cial. Hace falta garantizar los meca-nismos de salida y su continuidad,tanto para las CTD públicas comoprivadas si se pretende optimizar elrendimiento terapéutico de éstas.

Además de interesantes conclusio-nes de tipo teórico y metodológicopare el estudio de las CTD, el especia-lista encuentra, por último, como unode los objetivos principales de la obra,importantes consecuencias aplicadas.El análisis institucional se combinacon la metodología de la etnoevalua-

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ción que asegura el distanciamientosuficiente del objeto y los discursosque lo adornan, pero a la vez permiteuna intervención por parte del anali-zador. De esta forma, se elabora unaserie de propuestas y recomendacionespuntuales a corto y medio plazo conel fin de utilizar eficaz y conveniente-mente los recursos disponibles o porcrear.

Si bien algunas CTD adolecen decierto amateurismo e irregularidad,el autor reivindica el valor terapéuticode las mismas, pero dentro de un planasistencial, un proyecto global de Sa-lud pública, normativizadas y regula-das, como una técnica terapéutica yno como un recurso que se agota ensí mismo.

En este apartado entran los crite-rios de homologación propuestos, eva-luación y acreditación de acuerdo conla legislación vigente. La disposiciónde medios materiales y humanos parala atención de los usuarios de estosservicios, el respeto escrupuloso a susderechos elementales y la existencia deun programa terapéutico realista, su-ficiente y aplicable, y, sobre todo, ladisponibilidad a ser sometido a loscriterios de evaluación, control e ins-pección determinados por el agentehomologador, serían requisitos im-presdibles para esta normalización.

La homologación se haría en basea criterios objetivos, fuera de otrotipo de consideraciones ideológicas, en

conexión con un plan organizado yglobal de actuaciones tendentes a lareinserción social.

En esta medida, la estancia en laCTD debería contemplarse como unpaso más en la escalada hacia la rein-serción social, un continuum asisten-cial que propiciara la apertura de lasCTD hacia el universo amplio que sesupone destino final de estos tran-seúntes de las drogas.

Por tanto, se apuesta por el Estadode Bienestar como guía, directriz ygarante de los derechos individuales,aportando las normas básicas, peropropiciando la intervención y respon-sabilización del sector privado, de lasociedad civil. Contando con que prác-ticamente todas las iniciativas técnico-terapéuticas surgen del sector público,la existencia de una Red pública quese apoya en los recursos privados exis-tentes es perfectamente concebibledesde la idea de una solidaridad tera-péutica básica entre las distintasredes.

Exceptuando algunos errores tipo-gráficos o de traducción libre (p. 35),consideramos que, en conjunto, estetexto de Domingo Comas constituyeuna puesta al día y una herramientaimprescindible, que sin duda está te-niendo el eco que corresponde a untrabajo profesional de indudable cali-dad y profundidad.

Eugenia RAMÍREZ GOICOECHEA

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ROMÁN REYES (dir.)Terminología científico-social. Aproximación crítica

(Barcelona, Editorial Anthropos, 1988)

La obra, dirigida por el profesorRomán Reyes, supone una contribu-ción importante en el ámbito de lasCiencias Sociales, en cuanto que vienea completar los fondos bibliográficosdedicados a esta materia. El primerhecho que conviene destacar es el es-fuerzo y la laboriosidad que llevaconsigo una obra de estas caracterís-ticas, que constituye uno de los mé-ritos principales de las personas quelas realizan, en un proceso que, eneste caso, se ha llevado a cabo a lolargo de más de dos años. Tambiénes de agradecer la iniciativa de edito-riales que apuestan por la publica-ción de un volumen como el que aquíse reseña.

Las más de trescientas voces quecomponen la obra han estado coordi-nadas, en función de diversas áreastemáticas, por un Consejo asesorcompuesto por Gabriel Albiac (Filoso-fía), Francisco Alburquerque (Econo-mía), Francisco Aldecoa (RelacionesInternacionales), Rafael Bañón (Cien-cia de la Administración), Raúl Bení-tez Manaut (Latinoamérica y varios),María Cátedra (Antropología), JavierEcheverría (Historia de la Ciencia),Juan B. Fuentes (Psicología), AgustínGarcía Calvo (Lingüística), Jorge Gó-mez Alcalá (Psicoanálisis), AlbertoHidalgo (Lógica), Jesús Ibáñez (Socio-logía), Juan L. Paniagua (Derecho Po-lítico), Román Reyes (Filosofía de lasCiencias Sociales), José L. RodríguezGarcía (varios), Tomás Rodríguez-Villasante (varios), Marcos Roitman

(Latinoamérica), Juan Terradillos (De-recho), Luis Vega (Filosofía de laCiencia). En su conjunto, componenun equipo de reconocida valía acadé-mica e intelectual, que dota a estaobra de unas características difícilesde reunir. Junto a ellos han elaboradolos originales, hasta constituir las 204firmas registradas, un grupo de perso-nas, de las que hay que destacar que68 trabajan como docentes o inves-tigadores en la Facultad de CienciasPolíticas y Sociología de la Universi-dad Complutense de Madrid, Centrodonde nació el proyecto, al que con-tribuyó destacadamente el profesorJesús Ibáñez.

Quizá pueda sorprender que, juntoa colaboraciones de conocidos pensa-dores, aparezcan «firmas nuevas»; esotro mérito de la obra (de las perso-nas que se han encargado de realizar-la, claro está), ya que, como se ex-plica en el prólogo, «han ofrecido suvoz y su pluma más de un meritorioprincipiante —que en esto se es hastala muerte—, en todo caso, incansablesy anónimos estudiosos todavía-no-reconocidos como tales desde la ciu-dad de los intelectuales o desde lacomunidad de profesionales —ya(auto/hétero) acreditados— de la pa-labra». Ello le confiere una amplitudque enriquece el conjunto del texto,aunque, también hay que reconocer-lo, una heterogeneidad que puede res-tar coherencia al conjunto, objetivoarduo de conseguir, por otro lado, enuna obra como ésta.

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Dentro de la amplia proyección delos coautores, destaca la participaciónde 19 firmas de docentes/investigado-res adscritos a universidades o cen-tros de investigación no españoles, en-tre las que figura el profesor Raúl Be-nítez, de la UNAM. El largo procesode gestación de la obra ha hecho im-posible la participación de colabora-dores comprometidos en el proyectocomo Francois Chátelet, Manuel Sa-cristán y Enrique Tierno Galván, quehan fallecido en ese período.

Respecto a su contenido, el títuloes bastante significativo: no se tratade un mero diccionario de términos,en el que la rigurosidad en los con-ceptos viene generalmente acompaña-da por una pretendida objetividad,que hace de ellos un conjunto dema-siado aséptico. En este caso, el hiloconductor que atraviesa todos los tér-minos es su aproximación crítica alos conceptos que se tratan; como serecoge en el prólogo, se parte de unaidea en desarrollo: siendo, como es,única y compacta la realidad —y espe-cialmente la realidad considerada so-cial—, ésta, sin embargo, se nos mues-tra desde diferentes ángulos y la reci-bimos desde posiciones teórico-viven-ciales asimismo diversas. Se pretendede este modo, evitando dogmatismos,unificar la diversidad.

Los términos que aparecen surgende las áreas a las que antes hemos he-cho referencia cuando mencionábamosel Consejo Asesor. Lógicamente, y apesar de contemplarse alrededor de300 términos a lo largo de más de1.000 páginas, se podrán echar de me-nos algunos; sin embargo, está pre-vista la edición de un Anexo que cu-

bra los posibles huecos de esta edi-ción. Por ello, podemos subrayar elcarácter interdisciplinar del que gozael conjunto de términos y el que, di-cho con palabras del coordinador, laobra esté pensada no para suplantartextos vigentes, sino para que sirvade complemento crítico a los ya exis-tentes; esta selección llena así un es-pacio hasta ahora no ocupado, selec-ción que en ningún momento pretendeser exhaustiva en sus dimensiones nicerrada en las definiciones que pudie-ran aventurarse.

Se construye así un conjunto basa-do en la interdisciplinariedad de loselementos que lo componen, que ha-cen de él una útil herramienta de tra-bajo para todos aquellos investigado-res de las Ciencias Sociales; perotambién, y ésta es otra de sus cua-lidades, será de gran ayuda para to-das aquellas personas que se estánformando en estas disciplinas e inclu-so para los meros aficionados. Todosellos encontrarán rigor y claridad enla exposición de los términos, siem-pre desde la óptica de la aproximacióncrítica con que se tratan.

Por todo ello, hay que subrayar laimportancia que tiene la obra quereseñamos en un campo como el delas Ciencias Sociales, sobre todo ennuestro país, donde, por su juventud,carece todavía de un fondo bibliográ-fico, mucho más abundante en otrospaíses de nuestro entorno cultural.Obra que, además, tiene un carácterabierto y que servirá de centro de re-ferencia y punto de partida obligadopara estudios e investigaciones poste-riores.

José Ángel SOTILLO

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CRITICA DE LIBROS

Luis PRIETO y CARLOS BRUQUETAS (eds.)Libertades públicas y Fuerzas Armadas

(Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1986)

Bajo el título que encabeza estaslíneas se publican las actas de las jor-nadas de estudio que, sobre el tema,se celebraron, del 2 al 24 de febrerode 1984, en el Instituto de DerechosHumanos de la Universidad Complu-tense. La edición, a cargo del profe-sor don Luis Prieto y del capitán deCorbeta y sociólogo don Carlos Bru-quetas, se ha llevado a cabo por laSecretaría General Técnica del Minis-terio de Educación y Ciencia, y recogemás de cincuenta estudios originalesde otros tantos jornadistas.

Una primera observación me pareceoportuna: el título del volumen, quese corresponde con el de las jornadas,puede inducir a error. Su contenidoexcede, realmente, de lo que aquélpueda sugerir. En un momento enque la problemática de las FuerzasArmadas en el Estado democrático esobjeto de especial atención por los es-tudiosos, el libro que se comenta esuna aportación clarificadora. Me atre-vería a decir que constituye casi untratado sobre las Fuerzas Armadas enrelación con la Constitución española;un tratado que no se limita al análisisde los derechos humanos en relacióncon los miembros de las Fuerzas Ar-madas —como pudiera sugerir el títu-lo—, sino que profundiza, además, enla esencia misma de ellas y se adentra,también, en la consideración de losfines que constitucionalmente se lesatribuye.

Es posible estar de acuerdo con loseditores cuando, en su «Presenta-

ción», afirman que la heterogeneidadde los temas, la diversa procedenciade los ponentes y el sello interdisci-plinar que quiso imprimirse a los tra-bajos, impiden que el volumen puedaser considerado como un tratado; peroel acierto —sin duda debido a losorganizadores de las jornadas y edito-res de sus actas— de haber conse-guido, dentro de la heterogeneidad ydiversidad, una cierta sistemática,puede permitirse la licencia, comomás arriba he dicho, de calificar alvolumen como «casi un tratado».

Quizá lo que se ha dicho hasta aho-ra no debiera considerarse como unavirtud del libro, pues no siendo su finel de constituir un tratado, lo que vaen extensión lo pierde en profundi-dad. Pero en el momento en que lasFuerzas Armadas se encuentran so-metidas a una especial transformación,y en un país en que no son especial-mente abundantes los estudios sobreel tema, me parece que estamos anteuna herramienta que no podrá serdespreciada por nadie que intente unestudio más pormenorizado sobrecualquiera de las cuestiones aborda-das. Y, en tal sentido, habrá que re-conocer que el libro sí es virtuoso.

He hablado antes de una cierta sis-temática. Habría que añadir que talsistemática ha permitido reunir todoslos trabajos en tres grandes gruposque, simplificadamente, responden atres grandes temas: las Fuerzas Arma-das, en sí mismas; la posición jurí-dico-constitucional de sus miembros;

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y las líneas generales de sus fines. Noes posible, naturalmente, en una notade las características de la presentehacer un análisis de todos y cada unode los trabajos que aparecen recopi-lados. Su valor, lógicamente, es muyvario. Lo que interesa, en cambio, esexaminar hasta qué punto se consi-gue, o en qué dirección se plantea, lainvestigación sobre aquellos tres gran-des temas.

En la parte primera, bajo la rúbri-ca de «Sociedad y Defensa: las Fuer-zas Armadas en el régimen constitu-cional», se incluyen una serie de po-nencias que, áe nuevo —permítasemeinsistir en esta especie de leit motiv—,exceden de lo que el título pudieraindicar. Una serie de psicólogos, so-ciólogos y constitucionalistas exami-nan, bajo distintos puntos de vista ycon distintas mediatizaciones ideológi-cas, la integración del individuo enlas Fuerzas Armadas, los elementosde cambio social en las mismas Fuer-zas y la integración de éstas, final-mente, en un régimen político de ca-rácter democrático. Se traduce ello,como se indica en el sumario, en unanálisis de psicología social, un aná-lisis sociológico y, añado yo, un análi-sis constitucional, todo ello en rela-ción con las Fuerzas Armadas. Se tra-ta de un grupo de trabajos que afec-tan, en definitiva, a la esencia mismadel ejército en el seno de una socie-dad democrática.

La parte segunda se refiere al «Ré-gimen Jurídico de las libertades pú-blicas en las Fuerzas Armadas» y qui-zá por pura formación —o deforma-ción—, profesional, me resulta espe-cialmente atractiva. Aquí se agrupan,

en seis capítulos, trabajos sobre elorden jurídico militar, en general, so-bre los derechos políticos, sociales yprofesionales del militar, sobre suslibertades de expresión, ideológica yreligiosa, y sobre otros derechos fun-damentales. Los editores son conscien-tes de la existencia de lagunas o delinsuficiente tratamiento que recibenalgunos de los derechos fundamenta-les. A algunas de tales lagunas se po-dría aludir aquí: el derecho a la liber-tad personal y el arresto disciplinario,por ejemplo; o la problemática de lasgarantías jurídicas de los miembros de\as Tuerzas Armaáas frente a sus su-periores jerárquicos, en conexión conla necesidad de mantener una organi-zación esencialmente jerarquizada; oel tema de la naturaleza de la juris-dicción castrense en nuestra Constitu-ción; o el estudio de la obediencia ysus límites en relación, precisamente,con las libertades públicas, etc. Es evi-dente que, en una colección de estetipo, no cabe buscar solución a todaslas cuestiones que, siempre dentrodel tema objeto de las jornadas, pu-dieran haberse planteado. Por el con-trario, algunos asuntos son repetida-mente abordados por varios comuni-cantes: tal sucede con la libertad deexpresión. Se trata de un defectoinevitable en una obra de este tipo,en que los invitados a participar enlas jornadas disfrutan de una ciertalibertad de elección. En su conjunto,sin embargo, encontramos elementossuficientes para considerar que el tra-tamiento dado al tema de la posiciónconstitucional del militar en cuantoindividuo encuadrado en una institu-ción —singular por su estructura y

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por sus fines— es suficientementeextenso, aunque no resulte exhaus-tivo.

En la última parte del volumen serecogen ponencias varias que se agru-pan bajo el título de «Ponencias ycomunicaciones sobre problemas ge-nerales de seguridad y defensa». Y esen ella donde podemos encontrar unareferencia constante a la Defensa,ciertamente en su más amplia acep-ción, que incluye, como parte inte-grante esencial, la defensa militar. Es,probablemente, la parte menos acaba-da —sin que ello suponga deméritopara las ponencias, sumamente valio-sas algunas de ellas—, sin duda por-que el tema o temas tratados excedíanrealmente de lo que era objeto mono-gráfico de las Jornadas. Su inclusión,sin embargo, permite iniciarse en elproblema de los fines de la defensa

militar y de la razón de ser misma delas Fuerzas Armadas.

No quedaría esta nota completa sino se hiciese referencia a la de carác-ter bibliográfico con que se termina elvolumen y a la aportación con que elprofesor Peces-Barba, a la sazón pre-sidente del Congreso de los Dipu-tados, da comienzo al mismo: unalección sobre derechos humanos en laque se alude expresamente al procesode su internacionalización, que tam-bién ha de repercutir seriamente en elproblema general planteado, es decir,en el de las libertades públicas en lasFuerzas Armadas; un aspecto éste—la internacionalización y sus conse-cuencias sobre los miembros de losejércitos— al que quizá no se hanaportado demasiadas contribucionesen los estudios de este, por tantas ra-zones, valioso volumen.

J. SÁNCHEZ DEL RÍO Y SlERRA

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