CRAC! LITERATURA # 1 Relatos Policiales

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Relatos Policiales “No hay crimen perfecto” Obra : “El crimen es solo el principio” Yumi. J Ilustra Año 2 | Edición Digital | Bs. As., Argentina | Agosto 2013 CREATIVIDAD | ARTE | CULTURA

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“No hay crimen perfecto” apunta a explorar el intrigante mundo del género policial. ¿Qué sabemos del género policial? ¿Podemos estar seguros de que tenemos los datos suficientes? ¿Nos declaramos culpables de ser fanáticos del género policial? Un número apasionante, como el género y ustedes lo merecen.

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Relatos Polic

iales

“No hay crimen perfecto”

Obra : “El crimen es solo el principio”Yumi. J Ilustra

Año 2 | Edición Digital | Bs. As., Argentina | Agosto 2013 CREATIVIDAD | ARTE | CULTURA

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CRAC! TEAM

Kenia Fx | [email protected]

María Luz Diez | Vice [email protected]

Natividad Marón | Jefa de redacció[email protected]

Paula Machado | Supervisora CRAC! [email protected]

Julieta MaruccoCRAC! [email protected]

Fabian BiondiCRAC! PHOTO

Pablo Stanisci [email protected]

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BIENVENIDOS A CRAC! LITERATURA # 1

Para el primer número de CRAC! Literatura hemos decidido trabajar el género

policial. Un género que parece sencillo porque es popular. Pero que no lo es. Por el

contrario, el género policial requiere de escritores y lectores entrenados. A lo largo de esta

edición nos meteremos de lleno en la delimitación del género, sus estilos y exponentes.

También conoceremos nuevos escritores y nuevas historias. Es decir, a los ganadores

del concurso de relatos policiales que hemos llevado adelante durante el mes de julio.

Podrán disfrutar de tres cuentos: Pole Dancer, de Ricardo Juan Benítez, El atrapador, de

Víctor Manuel Solís y Curvas sinuosas, de Juan Pablo Monzón.

También se deleitarán con magníficas ilustraciones. La tapa de este número es una

ilustración de Julieta Jaureguiberri, ganadora del concurso de ilustración género

policial, a quién conocerán un poquito más en el interior de la revista. Además, podrán

contemplar las ilustraciones de Gonzalo Martínez, Leandro Norberto Vargas y de

Jonathan Rapagnani.

Esperamos que disfruten de este número, tanto como nosotros disfrutamos hacerlo.

CRAC! [email protected]

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Distintos crímenes. Distintos

detectives.

Por Julieta Marucco -Página 7

CONCURSO DE ILUSTRACIÓN

Reseña artista: Yumi. J. Ilustra Página 9

El caso Poe.

Por Pablo Vázquez- Página 10

La filosofía y los métodos del policial.

Por Martín Narvaja – Página 15

Elemental, mi querido Bustos Domenecq.

Por Verónica Stewart – Página 21

El policial. Cruces entre la literatura y el cine.

Por Gabriela S. de la Cruz – Página 27

¿Policial para chicos?

Por Julieta Marucco – Página 33

El neopolicial: un género en

desarrollo. Entrevista a Lic. Mariana Musetta.

Página 36

Recomendados. Libros y películas del género

policial

Página 40

CONCURSO DE CUENTOS

Pole dancer.

Por Ricardo Juan Benítez – Página 46

El atrapador.

Por Víctor Manuel Solís – Página 49

Curvas sinuosas.

Por Juan Pablo Monzón – Página 52

Colaboraron en este número en el contenido teórico de la revista: Pablo Vázquez, Martín Narvaja, Verónica Stewart, Gabriela S. de la Cruz, Mariana Musetta y Julieta Marucco.

Colaboraron en este número con relatos de ficción: Ricardo Juan Benítez, Víctor Manuel Solís y Juan Pablo Monzón.

Colaboraron en este número con ilustraciones: Julieta Jaureguiberri, Gonzalo Martínez, Leandro Norberto Vargas y Jonathan Rapagnani.

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El neopolicial: un género en

desarrollo. Entrevista a Lic. Mariana Musetta.

Página 36

Recomendados. Libros y películas del género

policial

Página 40

CONCURSO DE CUENTOS

Pole dancer.

Por Ricardo Juan Benítez – Página 46

El atrapador.

Por Víctor Manuel Solís – Página 49

Curvas sinuosas.

Por Juan Pablo Monzón – Página 52

Colaboraron en este número en el contenido teórico de la revista: Pablo Vázquez, Martín Narvaja, Verónica Stewart, Gabriela S. de la Cruz, Mariana Musetta y Julieta Marucco.

Colaboraron en este número con relatos de ficción: Ricardo Juan Benítez, Víctor Manuel Solís y Juan Pablo Monzón.

Colaboraron en este número con ilustraciones: Julieta Jaureguiberri, Gonzalo Martínez, Leandro Norberto Vargas y Jonathan Rapagnani.

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Detective policial negro.

DISTINTOS CRíMENES. DISTINTOS DETECTIVES

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DISTINTOS CRíMENES. DISTINTOS DETECTIVES

Miércoles 11:13 AM. Suena un ce-lular. Laura tantea en la mesita de luz, encuentra el aparato y contes-ta.-Hola. Hola. -(…)-¿Quién? -(…) -Sí, dígame. -(…) -No hay problema. Un momentito. (Tapa el micrófono del celular)-Pasame eso-, dice mientras se-ñala un anotador.-¿Esto? -Sí y la lapicera. (Regresa a la conversación telefó-nica) -¿Dónde? -(…)Hace un garabato. No escribe. Vuelve a intentar y sale la tinta. Anota una dirección y la hora. -Listo. Nos vemos ahí. -¿Trabajo? -Ajá. Suena un celular con otro ringto-ne. Ricardo levanta sus pantalo-nes del suelo y busca el aparato en el bolsillo. -Hable. -(…)-Sí, soy yo.-(…)-A ver, déjeme pensar. Sí, puedo. -(…)-Sí, tengo para anotar. Ok. Ahí es-taré. El detective Suárez no apuntó nada. No hacía falta. Su nueva

amiga ya lo había hecho.-Escuchame, Laura, me acaban de llamar por lo mismo. - ¿Eh?-Sí, eso mismo.-A ver…- toma el anotador. -Y bue-no, averiguaremos de qué se trata ¿no? -¿Vas a ir? -Por supuesto. Laura abre la ducha y se mete. -¿Sabés cómo se soluciona esto?-, dice mientras se mete en la ducha. Le da un beso en la es-palda.-¿Cómo?-Llamo a mi colega, a Marlowe. Vamos armados hasta los dientes y lo hacemos cantar. -¿Te parece? ¿Es para tanto? -¿Para tanto? Laura, este tipo nos citó a los dos. Con dos minutos de diferencia.-Un minuto y medio de diferencia. -Bueno, es igual. ¿Por qué hace eso? ¿Cómo sabía que estába-mos juntos? No da para ir con una lupa.-Una lupa y un par de cosas más… Alcanzame el acondicionador. -¿Este?-Sí, ese. Uno: el tipo no sabe que estamos juntos. Si el plan era to-marnos por sorpresa no lo logra-ría. Dos: el tipo habló con cierto nerviosismo, no creo que tenga un plan. -Inteligente de tu parte. Pero es-tos no son enigmas matemáticos.-Te recuerdo que nuestra técnica

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la primera vez que se le presenta un caso con tanto misterio. Gene-ralmente, no corre ningún tipo de riesgos. Solo debe descubrir quién cometió un crimen, un hecho con-sumado. Detectives como Laura surgen a mitad de siglo 19. En ple-no desarrollo del capitalismo. El problema de ese momento: cuidar la propiedad burguesa.

Ricardo es un ex agente de policía. Siempre dijo que eligió ser policía para no ser ladrón. Y que después eligió ser detective para no ser un legítimo estafador. Co-noce todas las mañas del sistema, cada sector oscuro de la sociedad. Por eso afirma que donde pone un dedo, brota la mierda. Su manera de resolver los casos es de tipo hi-potético deductivo. Tiende a con-trastar con la experiencia. Si las cosas se ponen difíciles, que es lo más común que sucede, debe uti-lizar todos los recursos que estén a su alcance. Absolutamente todos. Su estilo se desarrolla a partir de la primera gran crisis económica del capitalismo. Lamentablemente para la humanidad, no tanto para el detective, los Estados además de llevar poblaciones a la guerra y de cometer genocidios, en todo momento participan de lo que se conoce como crimen organizado: narcotráfico, venta ilegal de ar-mas, apuestas, etc. Así son ellos. Dos estilos diferen-tes. Policial clásico y policial negro.

Por Julieta Marucco.

http://www.muchomasquede-dosquetipean.blogspot.com.ar/

siempre fue muy efectiva. Mis co-legas, Dupin y Poirot, siempre tu-vieron éxito. Ni hablar de Holmes. -Eran otras épocas. De ladrones de gallinas. -Ja, ¿ladrones de gallinas? -¿Ya te vas?-Sí, me voy a vestir. -Bueno, ahora salgo. Me afeito y salgo. -Afeitate tranquilo. Total, tu cita es tres horas después que la mía. -Que sos cabeza dura, mujer. -¿Yo, cabeza dura? Vos desmere-cés mi trabajo y…. -No es desmerecer, Laura. Pero no es lo mismo un robo hecho por un mayordomo que lidiar con policías corruptos y narcos. Ricardo se hace un pequeño cor-tecito en la cara que soluciona con un poco de alcohol.-Ya sé que no es lo mismo. Pero qué sabés de qué se trata. -No sé, Laura. Me huele mal. No quiero que salgas lastimada. -Ja, quién iba a pensar que un tipo como vos fuera tan sentimenta-lista y romántico. Lástima que la pifiaste. No soy de esas nenas que buscan ese tipo de versos. Vos querés quedarte con el caso. Sí, con la plata. No te importa la ver-dad. Solo te interesa la plata.-Está bien. Andá vos. Es tuyo. -¿Psicología inversa? -Me cansé de tus jueguitos. Tomá –le deja un revólver-, espero que no lo necesites. Abre la puerta y sale. Laura se queda en la cama, sentada, con el secador de pelo en la mano y un revólver en la mesita de luz.

Ante los desconocidos, Lau-ra se presenta como bibliotecaria. Su jornada entre los libros le per-mite ganar algún dinero seguro y leer. Los libros son la materia prima para resolver los casos. Solo nece-sita utilizar la lógica deductiva. Es

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Título de la obra ganadora : “El crimen es solo el principio”Técnica: Mixta (boceto en lápiz, dibu-jo y pintura digital)Artista: Yumi.J Ilustra Me llamo Julieta Jaureguiberri, pero en el mundo de la ilustración ca-paz que me encuentren como Yumi. J o AelitaC. Son mis seudónimos artís-ticos. Tengo 20 años, soy estudiante de diseño gráfico y dibujante auto-didacta de toda la vida. Soy amante del manga y del comic americano. Me influenciaron mucho en mi estilo de dibujo. Cada vez, tengo más ganas de incursionar en el mundo de la ilustra-ción, en el diseño de personajes e his-torias, y espero algún día lograr alcan-zar uno de mis sueños: poder trabajar en algún estudio de animación como Pixar o Dreamworks.

Fanática de las cosas saladas y aspi-rante al buen humor, siempre intento dibujar, al menos una cosita por día, ya sea original o inspirada en algún libro, serie o película como para no perder el hábito. Me encanta leer y es-cribir historias. Es un honor para mí tener este espacio en la revista. ¡Miles de Gracias!

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RESEÑA DE YUMI J., GANADORA DEL CONCURSO ILUSTRACION RELATOS POLICIALES

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EL CASO POE

Los hechos

Trata de cerrar la ventana cuando un cuervo se mete en su estudio. El cuervo abre el pico y habla. Bajo sus pies un corazón muerto late, late, late. Ahora está en una habitación de cuatro pa-redes con una cuchilla en forma de péndulo. Se levanta aturdido y comprende: está sepultado. Afue-ra, en el jardín, una persona pare-cida a él se aleja. Ahora ese espec-tro llevará su nombre, su aliento, su cuerpo.

Dupin despierta de golpe. Tiene la espalda mojada y fría. Nunca se había dejado afectar por un caso. Siempre fueron un desa-fío al ingenio, simples enigmas, pero la muerte de este hombre extraño y penetrante le tensaba los nervios. Se sentó en un sillón y encendió su pipa. El humo empe-zó a arremolinarse alrededor de su cuerpo inquieto.

Recuerda la última visita que le hizo a Edgar en el hospital. Hacía ya varios días que estaba encerra-do entre capas de alucinaciones y pesadillas. En un breve momento de lucidez, Edgar preguntó al mé-dico si quedaba alguna esperanza. El médico respondió con sinceri-dad que estaba muy grave. Edgar dijo: No quise decir eso. Quiero sa-ber si hay esperanza para un mise-rable como yo.

Dupin prendió una lámpara y volvió a revisar los documentos del caso. ¿Por qué murió? ¿Cómo? ¿Qué quieren decir todas estas historias extraordinarias? Las preguntas ase-chaban al detective más agudo del mundo.

Las pruebas

1. Poe es más grande y más chico que la llamada literatura poli-cial, de detectives o analítica, según los caprichos y las preferencias de cada cual. Es más grande porque su obra excede por mucho la ejecución de relatos lógicos donde distintos crímenes son resueltos con el sólo uso de la inteligencia (más concre-tamente, con la razón positivista que ya asomaba en la segunda mi-tad del siglo XIX). A su vez, Poe es más chico que la literatura policial, porque el recorrido de este géne-ro viene de antes (por ejemplo, De Quincey) y se extiende y complejiza mucho después, hasta bien entrado el siglo XX, pasada ya la Segunda Guerra Mundial.

2. Poe no inventó el cuen-to policial. Esta afirmación no por amarillista deja de ser cierta. 3. Sí, Doctor House es un ho-menaje a Sherlock Holmes, y Sher-lock Holmes no es otra cosa que

Science has not yet taught us if madness is or is not

the sublimity of the intelligence.

E.A.Poe

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Copia fotográfica de Poe por Oscar Halling. Uno de los últimos retratos de Poe (1849).

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una reelaboración del detective creado por Poe: Auguste Dupin. Pero trazar una genealogía de in-fluencias no es la intención de este texto. Lo que nos proponemos es pensar por qué un amante de la poesía y obsesivo orfebre de rela-tos de terror se tomó el trabajo de construir una serie de tres cuentos policiales (por ese entonces no existía el rótulo, Poe los llamaba “cuentos de raciocinio”): Los crí-menes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1843), y La carta robada (1844). Podría-mos agregar El escarabajo de oro (1843), que comparte alguna que otra característica con los anterio-res.

Uno de los motivos es eco-nómico. Todo escritor que quisie-ra publicar un libro en el siglo XIX, primero debía ganarse el favor de los lectores de diarios y revistas li-terarias. Los cuentos y las novelas aparecían por entregas en perió-dicos como el Broadway Journal, el Burton´s Magazine, el Southern Literary Messenger, y tantos otros. Sus reseñas ya eran muy leídas, pero sus cuentos fantásticos y cruentos no dejaban de estar ade-lantados a su tiempo, muchas ve-ces ninguneados por ser “vulgares” (el buen burgués llamaba vulgar a todo aquello que leía y no enten-día). Debía, por lo tanto, buscar un relato que fuera desafiante para él y a la vez tentador para un director de periódicos. Los relatos más em-parentados con el positivismo y la racionalidad se vendían mucho y se pagaban bien.

El contexto social y psico-lógico de Estados Unidos nece-

sitaba además de este género. Frente a la amenaza constante de lo inexplicable, la clase media y alta reclamaba historias que les hicieran creer, al menos por unos minutos, que con la razón se po-día contener al mundo. Todas las enredaderas que crecen entre las rendijas de la razón y se apoderan de nosotros -exactamente todo lo que Poe amaba y transmitía como pulsaciones en sus relatos- eran inadmisibles y debían ser pulve-rizadas por la razón positivista, la explicación lógica de las causas que llevan a determinadas conse-cuencias. La sociedad necesitaba catalogar, clasificar, en fin, justifi-car el progreso que hacía podero-sos a algunos mientras se llevaba puestos a todos los demás.

4. Hay todavía muchos otros motivos que desconocemos. La vida de Poe tiene múltiples lagu-nas, como a él le gustaba. Es como si su biografía fuese un relato más de su obra, lleno de misterio y pre-guntas que se abren hasta alcan-zar puntos insoportables. Todos buscamos respuestas tranquili-zadoras. Pero él, el borracho, el poeta hermoso, el hombre negro como la sombra de un cuervo, no escribió para tranquilizar.

5. I wish I could write as mysterious as a cat, (desearía po-der escribir tan misteriosamente como es un gato) dijo más de una vez. Y sus palabras se abren como diez ojos grandes y profundos que miran de frente.

Por Pablo Vá[email protected]

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Placa colocada en el lugar de entierro original de Poe en Baltimore, Maryland.

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Chandler, pipa y gato.

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Supuestamente todo co-menzó con Poe, su socías, Au-gust Dupin, quien por una serie de contratiempos se había vis-to reducido a una pobreza tal que renunció a sus ambiciones mundanas, y el hábil orangután equilibrista con veleidades de barbero. Pero las cosas habían comenzado mucho antes. La primer y célebre historia ocurre en el viejo continente. El prota-gonista, investigador, recibe la noticia de un crimen perverso pronto a suceder y aparente-mente inevitable. Durante la investigación, una serie de aza-res lo comprometen en un ase-sinato. Finalmente, comprende que el secreto del problema es un error de identidad; él mismo es el criminal. La clave del enig-ma, que da el tour de force al final de la historia es la misma que la de Resplandor Plateado de Conan Doyle. Como observa Chesterton, la joya, el caballo robado que da nombre al rela-to, desempeña también el pa-pel de arma. En nuestro caso es

LA fILOSOfíA Y LOS MéTODOS DEL POLICIAL “Si rebelarse contra una sociedad corrupta equivale a ser inmaduro, Philip Marlowe lo es en extremo. Si ver la basura donde hay basura constituye una señal de inadaptación social, Philip Marlowe es un inadaptado. Por supuesto, Marlowe es un fracasado, y lo sabe...supongo que a largo plazo somos todos fracasados o no tendríamos la clase de mundo que tenemos.” R. Chandler.

“Los cuentos de hadas no dan al niño su primera idea de los fantasmas. Lo que los cuentos de hadas dan al niño es su primera idea clara de una posible victoria contra el fantasma.” G. K. Chesterton.

la joya el arma pero también el investigador. Edipo lo compren-de demasiado tarde.

En un típico truco de de-tective, Hamlet, el príncipe Da-nés, utiliza la presencia de una compañía teatral para testear la culpabilidad de Claudio y la veracidad de los testimonios del fantasma mediante una re-construcción del hecho con la representación de “El asesinato de Gonzago”. Otro ejemplo de métodos detectivescos, esta vez más bien policiales, recrea Galileo Galilei en su Diálogo so-bre los dos máximos sistemas del mundo. Allí el copernicano investigador Salviati y su fiel Watson Sagredo someten a extenuantes jornadas de inte-rrogatorio a Simplicio, defensor de las ideas de Aristóteles, has-ta que este se da por vencido y confiesa, ha estado equivo-cado. Galileo conocía bien los métodos de la inquisición. Los casos podrían multiplicarse in-definidamente. ¿Pero dónde

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Anuncio de la aparición de El sabueso de los Baskerville

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queda entonces lo específico del policial?

El género policial aparece a fines del siglo XIX junto a tres figuras fundamentales, la insti-tución policial, la prensa diaria y el contexto urbano como for-mas de vida hegemónicas. Desde siempre, hablando en tiempos humanos, hubo crímenes, noti-cias, agentes de la ley y caseríos, pero no fueron el lugar natural del hombre hasta bien entrada la sociedad industrial. Fue por en-tonces que la ciencia y la tecno-logía vinieron a ocupar el lugar de la teología, la religión y los duen-des de los bosques. Las novelas y cuentos de detectives vinieron a retratar y construir una nueva poesía y mitología. Pero lo que es más interesante es que no apare-cieron para mostrar un mundo de crimen y terror, sino para señalar que este tenía sentido, que la ciu-dad podía tener una lógica tan interesante y las calles una poe-sía tan profunda como los bos-ques de Chaucer o los caminos del Quijote. Dicho en negro sobre blanco, fueron literatura popular en el mejor sentido.

Hablemos del método por un momento. Desde mediados del siglo XIX, siguiendo la larga tradición de la botánica, la esen-cia del método científico era con-cebida mayoritariamente en tér-minos empiristas. La ciencia se basaba, se decía, en la experien-cia, la observación minuciosa, tan exhaustiva como fuera posi-ble, la clasificación de la informa-

ción así obtenida y la búsqueda de nexos causales. Empresa más fácil de enunciar que de ejecutar. Esas son las ideas básicas del méto-do detectivesco de Sherlock Hol-mes. Las marcas de unos anteojos sumadas a dos puños gastados, eran la consecuencia del trabajo de una dactilógrafa corta de vis-ta, el tatuaje de un pez en la mu-ñeca, la prueba de un viaje a china, la aceptación de un trabajo por la mitad del salario esperado, la de un segundo interés detrás de dicha aceptación, etc. Se trataba de re-ducir los detalles de cada caso a un conjunto de regularidades tan na-turales como los ciclos del sol. Pero el secreto detrás de ello era el mé-todo no del detective penetrando en un misterio criminal, sino el del lector penetrando en un misterio literario. La clave no se encontraba en por qué los mormones habían hecho tal o cual cosa, sino en por qué Conan Doyle los había puesto en medio de los asuntos del detec-tive cocainómano de Baker Street. La garantía del método Holmes, la verdad se encuentra manifiesta y es evidente para quien sabe obser-var los detalles y conoce los nexos causales asociados, está en su éxi-to. Holmes resuelve una y otra vez los enigmas con su método analí-tico deductivo, pero no aceptamos su solución porque confiemos en el método. Todo lo contrario, acep-tamos el método, a veces extra-vagante, porque confiamos en Holmes y confiamos en él porque tiene éxito.

En El secreto del padre Brown, Chesterton manifiesta a

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do. Lo que no nota es que ambos métodos tienen algo en común. Más allá del método o del carácter psicológico o no de las soluciones propuestas, ambas postulan la posibilidad de conocer a través de un método, de dar con la verdad, cuando la única justificación que tenemos para esa fe es el éxito li-mitado que los relatos exhiben. Se trata de una cuestión filosófica en la que nuevamente hay una com-plicidad central entre lectores au-tores y detectives: las cosas tienen un sentido y podemos acceder al mundo a través de la comprensión de ese sentido, para lo cual basta un conjunto limitado de evidencia.

Esta fe, injustificada como toda fe es el gran tabú del policial. Pero, al mismo tiempo es la clave de su épica. En esta fe comparti-da, en este principio metafísico y místico, más que metodológico, hay una complicidad total. A esta complicidad se suma un elemen-to, los investigadores del policial, son un poco todos los hombres y ejercen sus habilidades especia-les, sin renunciar a personalida-des con defectos muy comunes. El ejemplo más claro en este sen-tido es el detective de Chandler. Marlowe podrá ser un fracasado, pero es un héroe. Es un ejemplo de que hay algo más que triunfar en los negocios y que vale la pena elegir ese algo. Todos los detec-tives mencionados ejemplifican ese distanciamiento, ese arte de renuncia a lo mundano. Son todos marginales que eligen construir y dar testimonio de una sociedad que se construye y se aprecia des-de sus márgenes. No tienen dine-ro, no tienen relaciones amorosas

través de su esférico detective otro método. El padre Brown con-fiesa allí que él puede resolver los crímenes porque él mismo los ha cometido. Es la confesión since-ra del método hermenéutico ale-mán, el de la comprensión a través de la empatía, que sostendrían Dilthey y Schleiermacher. Las so-luciones a los crímenes del mundo de Chesterton no tienen que ver, en general, con el descubrimiento de una regularidad que se subsu-me en una cadena causal, sino en la capacidad de ver con los ojos del criminal, de comprender su único estado psicológico. El miste-rio de los crímenes de Chesterton reside casi siempre en una falacia, un prejuicio, una observación so-ciológica que el criminal ha apro-vechado. En un banquete de una sociedad de millonarios se produ-ce un robo. Sólo están presentes los sirvientes y los millonarios. La solución del enigma reside en que el ladrón se presenta tanto como un millonario como un sirviente. Le basta caminar erguido ante los sirvientes y bajar la cabeza ante los millonarios, para que el hábito social construya el resto sobre un traje de etiqueta. Pero nuevamen-te, Brown no es un mentalista ni un adivino y su método es tan in-falible como su éxito nos muestra.

En una reseña, escribe Bor-ges que en las malas ficciones policiales, la solución es de orden material - una barba falsa, una puerta secreta- y en las buenas de orden psicológico -un hábito mental, una superstición-. Acusa a Holmes de abusar de las solu-ciones del primer tipo y festeja a Brown, por preferir las del segun-

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Chesterton saluda a joven admiradora

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concretas, no pertenecen a una clase privilegiada ni son parte acti-va de ninguna institución. Y es por eso que comprenden realmente lo que ocurre. Y es por eso que cree-mos en ellos y hasta en sus mé-todos de una forma semejante a aquella por la que aceptamos la ciencia natural porque creemos en el hombre, ya que no en dios.

Por Martín NarvajaFilósofowww.sindudamente.blogspot.com

Ilustración por Gonzalo Martinez

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Sherlock Holmes nunca dijo “elemental, mi querido Watson”. Para un fanático de la literatu-ra policial que comienza a aden-trarse en la obra de Arthur Conan Doyle, no hay mayor desilusión que descubrir que el más famoso detective del género jamás emi-tió las palabras más célebres que se le adjudicaron. Pero quizás sí lo hizo. Quizás, entre tanto humo de pipa y alguna que otra inyección de cocaína, nos perdimos de algo. Quizás no logramos escuchar esas palabras simplemente porque no hace falta que Holmes las diga. Después de todo, el detective siempre se refiere a cosas que son, a su mirada precisa, obvias. Si algo queda claro gracias a la brillante construcción del personaje es que Holmes no necesita señalarle a Watson que, al lado de su ojo as-tuto, él es ciego.

Al mejor modo de homenaje, así es como operan los personajes de Seis problemas para don Isido-ro Parodi. Escrito por Horacio Bus-tos Domecq y publicado en 1942, la obra consiste de seis cuentos que, a pesar de mantener una lógi-ca individual, tienen varios puntos de encuentro, ya sean persona-jes o incluso acontecimientos de un cuento que repercuten en otro y que enriquecen a este universo narrativo. Bustos Domecq nació en la localidad argentina de Puja-to, y es tal su capacidad con la plu-ma que sus primeras obras fueron publicadas a la temprana edad de

10 años, en la prensa rosarina. Así asegura su biógrafa, pero resulta extraño referirse a este autor en la tercer persona singular; después de todo, Horacio Bustos Domecq es un seudónimo utilizado para las obras en conjunto de nada más ni nada menos que Jorges Luis Bor-ges y Adolfo Bioy Casares.

Ahora bien, en lo que al li-bro se refiere, don Isidoro Parodi es el ex dueño de una barbería en el barrio Sur. Cometió el crimen de deberle plata a un oficial de poli-cía, crimen por el cual pagaría el castigo equivalente al de un ase-sinato: catorce años antes del pre-sente del libro, Parodi es acusado de matar a un carnicero. Los seis cuentos de los que está compues-ta la obra presentan seis críme-nes distintos; los personajes que se ven afectados de alguna forma por estos asesinatos se presentan a la celda 273 en busca de ayuda. El primero que lo hace es Molina-ri, un periodista que, al participar de un acto de iniciación a la secta de los drusos, termina acusado de asesinato. Molinari luego le reco-mienda los servicios de Parodi a Montenegro, quien cuenta de un viaje en tren desde Perú hasta la Argentina donde se lleva a cabo un robo y un asesinato; lo acusan de ambos cargos al bajarse del tren. Montenegro luego lo instará a Anglada a visitar la penitencia-ría para recibir la asistencia del ya célebre reo en un asunto de co-rrespondencia comprometedora

ELEMENTAL, MI qUERIDO BUSTOS DOMECq

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Borges y Bioy Casares unen plumas para convertirse en Bustos Domecq

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y desaparecida, situación que se complica hasta desembocar en un asesinato. Los tres crímenes que restan incluyen la muerte del hijo de un Commendatore, el asesina-to de un muchacho en un hotel, y el robo de una joya y la muerte del ladrón que está tras ella. Todos es-tos casos, por supuesto, pasan por Isidoro Parodi antes de ser resuel-tos.

En muchos sentidos, esta obra es un clásico del género po-licial. Cuenta con una clara figura detectivesca, cuya inteligencia, como la de Sherlock Holmes, pasa más por la intuición que por el es-tudio. Cuenta con evidencia sutil; fiel al buen cuento policial, pre-senta las pistas de una manera lo suficientemente clara como para que quien lee pueda volver atrás y encontrarse con ellas, pero tan ocultas como para que no las note en la primera leída, así mantenien-do el misterio.

El punto más interesante del libro es, sin embargo, el persona-je de Isidoro Parodi. En él encon-tramos una diferencia con Conan Doyle; mientras su Sherlock es un detective dinámico luchando con-tra la feroz niebla británica para dar con la respuesta al acertijo que lo compete, el Isidoro Parodi de Bustos Domecq es práctica-mente la definición de lo estático: es un reo, un prisionero. Aunque quisiera, moverse le es imposible. El escenario cambia también por ser Buenos Aires la ciudad donde se desenvuelven la mayoría de los crímenes. Tal como se pierde la niebla en el camino de Londres a Buenos Aires, se pierde con ella el haz de misterio que un autor bus-ca generar y que el otro decide ig-norar. En Bustos Domecq, no se

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trata de mantener al lector al bor-de de su asiento, sino meramente de armar las piezas de un rompe-cabezas, y de hacerle sentir que la forma de hacerlas encajar estuvo siempre delante de sus narices. Es Isidoro Parodi el único que sabe armarlo.

El prisionero es, en realidad, sencillo, pero es esa sencillez la que lo hace fascinante. En un relato repleto de personajes de clase alta, que utilizan frases en francés, italiano o latín un promedio de una vez cada tres oraciones, Parodi se destaca. En “Las noches de Goliadkin”, por ejemplo, Montenegro dice tête-à-têtê en vez de cara a cara, y describe la lectura de su obra a un pasajero del tren asegurando que “lo deleité, después, con la primera de mis odas a José Martí; poco antes de la undécima tuve que privarlo de ese placer (…)”. Es un universo de a momentos tan pedante y frívolo que aquellos que encontraron el cadáver recuerdan lo que tenían puesto al toparse con tal escena (como en el caso de “El dios de los toros”). Y aún así, quien siempre tiene la respuesta correcta es un prisionero que solía ser peluquero, un hombre de clase más baja que aquellos con quien interactúa, que no tiene miedo de decirles que están hablando de más. Es un personaje que no teme hacer acusaciones como “usted, don Anglada, que se finge amante de la señora y más de una vez se hizo el nene (…)”. Es a través de la figura de Isidoro Parodi que Borges y Bioy Casares se declaran culpables de un crimen que atraviesa a toda su literatura: pecan de cultos. Porque por todos los libros que han leído y todas las

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Publicado en 1942, Seis problemas para don Isidoro Parodi nos regala un detective único

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óperas y obras de teatro a las que han asistido, jamás podrían hacer lo que hace el reo de la celda 273. Cuando las palabras de Bustos Domecq están por ser tan pedantes que ya molestan al lector, el mismo escritor crea un bote salvavidas que lo aleje de eso, que lo acerque más al mate del vasito celeste y menos al vino más caro de la carta.

Así que no, Sherlock Holmes jamás dijo “elemental, mi querido Watson”. Pero eso se debe a que nunca debió hacerlo. Mismo es el caso de Bustos Domecq: es tal el razonamiento lógico y deductivo que logra hacer sin moverse de la

cárcel que no necesita más palabras para humillar y a la vez tranquilizar a quienes acuden a él con crímenes a resolver. Es el porte de clase alta de Bustos Domecq, representado en casi todos los otros personajes, el que se queda corto al ir demasiado lejos, y es la misma pluma de Bustos Domecq la que creará al personaje que lo salvará de su propio exceso de cultura.

Por Verónica [email protected]

Ilustración: Represión, por Rapa Art

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Indagar en los inicios del género policíaco, tanto en la li-teratura como en el cine, supone remontarnos muchos años atrás en el tiempo. El cine era por aquel entonces un arte que llevaba muy pocos años desarrollándose (su nacimiento data en 1895 en la pri-mera exhibición del Cinematógra-fo de los hermanos Lumière). Eran tiempos en donde primaban como entretenimiento la radio y la litera-tura. Fue en eso años en donde na-cieron los pulps magazines. Estos eran revistas impresas en papel de color amarillento, fabricado con pulpa de madera. Tenían portadas llamativas y vulgares, y ofrecían una amplia variedad de temas y géneros de lectura accesible para todo tipo de lectores. Esos rasgos, y algunos más que iremos deta-llando a lo largo de estas páginas, convirtieron a los pulps en un fenó-meno sociocultural norteamerica-no y anglosajón, sobre todo en las décadas de 1920 y 1930, su época de mayor apogeo. La cultura pulp, en tanto cultura popular, impreg-naba todo, incluso el cine, y más particularmente, el cine negro de Hollywood. Y es que al revisar los films noir americanos podemos reconocer en ellos una serie de características temáticas, psico-

lógicas, escenográficas y literarias propias de las pulps fiction. El ob-jeto de este escrito es entonces examinar la influencia que este tipo de literatura ejerció en el arte cinematográfico.

Comencemos por explicitar que los pulps eran publicaciones que abarcaban mucho más que solamente el género policíaco. De hecho, cubría todos lo géneros y temas populares (género béli-co, deportivo, aventura, western, superhéroes, romántico, erótico, ciencia ficción, terror, fantasía, suspenso y crimen). Asimismo, re-imprimían materiales de autores clásicos consagrados o fallecidos tales como Poe, Wells, Conan Do-yle, entre otros. Fue gracias a Black Mask, un pulp magazine especiali-zado en crimen y misterio, que sur-gió un nuevo estilo de relato poli-cíaco “realista” y cínico, basado en la violencia, e inmerso en am-bientes criminalistas. Este género bautizado como hard boiled novel se multiplicó rápidamente dando lugar a decenas de otras pulps es-pecializadas en la temática. A los escritores a sueldo de origen poco distinguido se le sumaron con el correr de los años otros como Ray-mond Chandler, Erle Stanley Gard-

EL POLICIAL. CRUCES ENTRE LA LITERATURA Y EL CINE

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El característico manejo de luces y sombras en los rostros de los personajes resaltados desde las sombras

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ner, James M. Cain, Hemingway, Hammet, por nombrar solo algu-nos nombres.

Fabián Soberón destaca que la literatura de género policial pre-senta dos variables rápidamente capturadas por la industria cine-matográfica: el blanco y el negro. La mayor parte de las diferencias entre uno y otro pueden encontrar-se condensadas en el tratamiento de uno de sus personajes centra-les: el detective. El policial blanco inventado por el norteamericano Edgar Allan Poe y desarrollado por ingleses, “coloca al detective en el centro de la organización narrativa y profesa una estética menos inte-resada por la realidad social que por las construcciones de la razón. El método filosófico deductivo de la novela inglesa es realista. Los detectives de la novela blanca es-tán convencidos de la capacidad racional del hombre para descu-brir la verdad” (2010: 1). En cam-bio, el policial negro, de origen norteamericano, “propone una vi-sión desencantada del mundo so-cial. La mirada de los personajes es escéptica o cínica. Ellos creen que el crimen y el robo son epife-nómenos de la realidad económi-ca. Para un policía o para un ladrón del policial negro, el secreto del asesinato siempre queda abierto y la cadena del crimen se bifurca de manera insospechada” (2010: 1-2). Los contenidos sociales e in-terpretaciones psicológicas del cine negro derivan como hemos dicho anteriormente de los pulps, de su estética, de sus caracterís-ticas visuales. Mucho de esto es fácilmente reconocible en pelícu-las de serie B y exploitation de los años 50 a los 70. Y hoy día puede ser visto, por ejemplo, en películas

de Quentin Tarantino. En pocas palabras, los pulps se distinguen por sus diálogos cortantes, ero-tismo, violencia, exotismo, humor, elemento fantástico, y mezcla de géneros. Características que con-forman la denominada era clásica del film noir. Veamos algunas de ellas.

En cuanto al estilo, la mayo-ría de las escenas están ilumina-das para la noche. En ese sentido, los actores y los decorados reciben el mismo énfasis de iluminación. Es decir, en la mayoría de los ca-sos, los efectos de sombra acen-túan al personaje central. Hay una marcada preferencia por las líneas oblicuas y verticales (se debe a la influencia del Expresionismo ale-mán). Se prefiere la tensión com-positiva por sobre la acción física. Otro personaje imprescindible es el de la femme fatale o la vamp que arrastra a la perdición a los hom-bres. Estas mujeres ambiciosas se presentan como la destrucción del personaje masculino. Las ga-fas negras las distinguen, como así su manera de manipular a los an-tihéroes de estos films para con-seguir sus objetivos. Seducción, engaño y chantaje son las pala-bras que mejor las definen. Pode-mos observar, a modo de ejemplo, en el film Double indemnity (Billy Wilder, 1944) algunas de estas ca-racterísticas. En primer lugar, en la escena del crimen, no hay ningún otro rostro que la cámara enfoque que no sea el de Phyllis (la prota-gonista femenina encarnada por Barbara Stanwyck), desde que su-ben al coche hasta que el asesina-to es cometido. Incluso, se anun-cia al espectador con tres toques de claxon la inminente muerte y el crimen se comete fuera de plano,

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enfocando únicamente el rostro de Phyllis mientras conduce. Es en la sugerencia, en la identificación con el personaje y el conocimien-to que traba de él el espectador durante un primer plano sosteni-do en el que algo horrible se está cometiendo, lo que le hace mirar involuntariamente hacia su inte-rior. Son las emociones las que llevan a los personajes a cometer el asesinato y son las que facilitan la resolución del mismo. Todas las acciones vienen determinadas de una u otra manera por ellas. Es la incapacidad para controlar las pa-siones humanas lo que provoca que la chispa salte cuando Neff (Fred Mc Murray) conoce a Phyllis. El miedo a ser descubierto como el actor material del crimen se apo-dera de Walter Neff. La imagen de la inocencia y el remordimien-to provocan la desconfianza ha-cia Phyllis y le hacen darse cuenta del error cometido al enamorarse de una mujer perversa que lo ha utilizado como a una marioneta y que le ha destruido la vida. La fa-talidad y la predestinación acen-túan la tragedia y el desamparo del personaje. La muerte del pro-tagonista se nos presenta como la redención de aquel que peca porque no es del todo responsable de sus actos. De hecho, no existe arrepentimiento por el asesinato, sino solamente por la traición a su amigo Keyes (Edward Robin-son). El crimen es comprensible. Keyes lo entiende y Neff sabe que su amigo no va a juzgarle por ello, pero siente la necesidad de confe-sar porque necesita su perdón por la traición cometida. Walter Neff es un tipo inteligente, eficaz ven-dedor de seguros y con personali-dad suficiente para ser un seduc-tor en condiciones normales. Se

La femme fatale en pleno acto de seducción cautivando a Walter Neff, un simple vendedor de seguros, que se deja caer en sus garras

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La femme fatale en pleno acto de seducción cautivando a Walter Neff, un simple vendedor de seguros, que se deja caer en sus garras

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ve superado por Phyllis en este as-pecto y cae en sus redes pensando en principio que él la seduce para aceptar luego sus condiciones. Se implica con lo que siente y actúa en consecuencia. De ahí que un tipo como él sea posible víctima de la fatalidad. Phyllis Dietrichson es una mujer inteligente y mani-puladora. No duda en utilizar a los demás para su propósito y escon-de sus intenciones bajo la aparien-cia del desamparo y la infelicidad. Juega no sólo a la seducción físi-ca, sino sobre todo, a la emocio-nal. Busca despertar la compasión como arma para mantener a Neff cerca. Al tomar conciencia de ha-ber sido utilizado, la mata. Este segundo asesinato es en donde la “perdición” queda consumada. Keynes es un investigador infalible. Ya conocemos las razones por las que no logra descubrir a su amigo Walter como cómplice de Phyllis Dietrichson, pero esto es perfecta-mente justificable desde el canon. Barton Keyes es mucho más hu-mano, y se equivoca porque cree en la amistad, pero no deja de ser asombrosa su deducción de cómo es perpetrado el crimen ni su ol-fato para los asuntos turbios. En este sentido observamos las im-

plicancias casi personales propias del género.

Este film es solo uno de los muchos que conformaron el gé-nero policial y en el que se pueden ver impresas las marcas de la lite-ratura pulp.

Por Gabriela S. de la CruzEstudiante avanzada de Artes Combinadas (FFyL- UBA). Inte-grante del Centro de Investigación y Nuevos Estudios sobre Cine (CI-yNE).

Bibliografía:Soberón Fabián (2010). El policial en el cine y la literatura argentina. Univ. Nac. de Tucumán. ASAECA, Actas.

Ilustración: Enigma seductor, por Leandro Norberto Vargas

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En los primeros años, es co-mún que los chicos pidan que le re-pitan los cuentos. Pero ¿Quién no ha visto varias veces una película o leído más de una vez un libro? Con el misterio pasa lo mismo. Al igual que los adultos, disfrutan poner a prueba su razonamiento. ¿Quién será? ¿Cómo es posible? El géne-ro policial resulta interesante para los más pequeños. La diferencia está en la complejidad de la tra-ma y en las escenas de violencia. Las obras policiales para chicos se caracterizan por contener elemen-tos fantásticos. Incluso, se trabaja con algunas pinceladas de humor. La estructura es: enigma, investi-

gación y resolución. Hay un bando de los buenos y otro de los malos. Algunos autores de literatura in-fantil que han trabajado el género, por nombrar algunos son: Norma Huidobro, Franco Vaccarini, María Brandán Araoz, Jorge Grubissich.

***

Con música Twist, típico de la década del ’60, aparece Sco-oby-Doo, ¿dónde estás tú?, un producto de Hanna-Barbera. Más tarde, Un cachorro Scooby-Doo, se presenta como su versión re-novada. Scooby participa por las Scooby galletas. Es cobarde como

¿POLICIAL PARA ChICOS?

Sherlock Holmes versión anime

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su dueño. Por el contrario, Cere-bro, el perro de la sobrina de Gad-get, es listo y valiente. El papel de torpe es para el inspector Gadget. Un dato interesante es que la voz de Gadget en su versión original la hace ni nada más ni nada menos que Don Adams, el agente 86. Ca-sualmente, El inspector Gadget y el Agente 86 tienen elementos en común. Son como los anti-héroes del mundo detectivesco. Tienen elementos avanzados en tecnolo-gía que no van a ser del todo apro-vechados. Además, sus asistentes se encuentran en los lugares me-nos pensados. ¿Qué agente se va a esconder en una caja fuerte don-de no se puede respirar?

***

Sherlock Holmes aparece en versión anime. No es un señor con gorro y pipa. Es un perro con ras-gos humanos y con mucho olfato. “Con su lupa, con su pipa y su ga-bán. Es inconfundible, el terror de los gatos”, dice la música que fina-liza los capítulos de esta serie ja-ponesa. Con elementos de acción y aventura, más un enigma senci-llo, han generado un cantidad de episodios considerables, aunque sin el éxito de las series menciona-das con anterioridad. No obstante, a partir de la Sherlock manía, en el 2010, Tom y Jerry conocen al fa-

moso detective. ¿Aceptaría Sher-lock Holmes a dos ayudantes así? En el mundo de Turner Entertain-ment / Warner Bros. Animation todo es posible.

Entre los jóvenes, Sherlock Holmes ha revitalizado. Los tres estudiantes, de Arthur Conan Do-yle, es perfecto para un público pre-adolescente. Un profesor acu-de a Sherlock Holmes. Sabe que uno de sus estudiantes estuvo en su oficina y pretende hacer trampa en un examen, pero no tiene certe-za de quién podrá ser. El delito es el engaño motivado por un benefi-cio: una beca de estudio.

Vale admitir que la nueva ola de fanáticos de Sherlock Hol-mes viene de las películas de Guy Ritchie. Ambas versiones apuntan a un público adolescente más cer-cano a la adultez. Holmes es cal-culador, pero también un hombre de acción. Al que le gusta la lucha libre y rescatar bellas damas. Des-prolijo pero con un gran poder de observación. Por tanto se puede encontrar a Holmes en historias para distintos tipos de segmentos etarios.

Por Julieta Marucco

http://www.muchomasquede-dosquetipean.blogspot.com.ar/

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Un cachorro llamado Scooby Doo

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CM: ¿A qué nos referimos cuan-do hablamos de neopolicial?

MM: El género policial ha estado, desde sus orígenes, vinculado con la vida en sociedad. Desde la se-rie clásica, y los interrogantes so-bre la primera ciudad moderna, a la serie dura norteamericana y los intrincados laberintos de un mun-do que se ha vuelto sórdido y vio-lento, el policial opera en las zo-nas oscuras de una sociedad que padece los avatares del crimen. Éste como anomalía social debe ser explicado apelando a las leyes que cada comunidad tiene como válidas en el momento en que el delito emerge. El neopolicial, en-tonces, constituye un nuevo tipo de escritura que ha irrumpido en el campo de la literatura policial en los últimos años, en especial en Argentina y América Latina, y que muestra rasgos propios que lo diferencian de las tradiciones anteriores (en particular la clásica o de enigma y la negra), aunque indudablemente se nutre de ellas para desarrollarse. En Argentina, se pueden rastrear sus raíces en un precursor, Osvaldo Soriano, y su novela Triste, Solitario y Final (1973). La existencia de un crimen, la conciencia de vivir en medio de la violencia, y la justicia que no siempre está presente en la socie-dad se constituyen como puntos de partida para reconocer los ele-

mentos más claros al momento de describir el neopolicial latino-americano. La narrativa neopoli-cial es un campo de producciones de muy reciente aparición que se vuelve propicio para hablar de la sociedad en donde se gesta. El exilio político, las dictaduras, la co-rrupción policial, la trata de perso-nas, y hasta la Guerra de Malvinas, por ejemplo, son algunos de los entramados temáticos en donde sucede un crimen. Por otra parte, los aspectos centrales del género: detective, víctima, victimario, ver-dad, razón, policía, Estado, se co-rren de sus lugares clásicos para tomar nuevos caminos estéticos. Los detectives pueden ser mujeres o simples ciudadanos que se pro-ponen resolver crímenes, las vícti-mas suelen pertenecer a sectores marginales de la sociedad, y el cri-men no siempre se resuelve, y aún cuando se soluciona, desenmas-cara con él todo un sistema social corrupto, un crimen social genera-lizado, un estado permanente de injusticia. En suma, la trama del neopolicial se vuelve el escenario donde se discuten valores de una sociedad y donde se desarrolla un comentario sobre lo social y cultu-ral, a menudo crudo y descarnado, que intenta revelar y cuestionar aquello que la sociedad ha natu-ralizado.

CM: ¿Qué conexiones presenta

EL NEOPOLICIAL: UN GéNERO EN DESARROLLOEntrevista a la Licenciada Mariana Mussetta, docente/investigadora de la UNVM (Universidad Nacional de Villa María), Córdoba, Argentina y miem-bro del equipo de investigación sobre el neopolicial denominado: El género como práctica. Condiciones de producción y estrategias discursivas en prác-ticas de la literatura neopolicial contemporánea. Contacto: [email protected]

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Libro: Imaginarios literarios y culturales

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el neopolicial con el policial clá-sico y negro?

MM: El neopolicial parte de las series tradicionales de enigma clásico y de la serie negra para abordarlas desde la perspectiva de las reescrituras. Algunos auto-res argentinos como De Santis, y Martínez o Di Benedetto (con sus cuentos que refractan la obra de Poe) se aproximan más a la tra-dición clásica o de enigma, mien-tras que escritores como Ernesto Mallo se encuentran mucho más cerca de la serie negra. Evidencia de esta tensión entre validar una u otra tradición se puso de mani-fiesto abiertamente en la polémi-ca generada el año pasado (2012) en el Festival Internacional de No-vela Policial BAN en Buenos Aires. De todas maneras, el neopolicial no es simple continuación de una u otra, sino que cada vez se afirma más sobre reglas genéricas pro-pias, aunque aún en desarrollo.

CM: ¿En qué países hay un desa-rrollo del género? ¿Por qué?

MM: Si bien en toda América La-tina en general se ve un reciente desarrollo del policial con rasgos particulares, podemos mencio-nar a Argentina, Chile, México, Co-lombia, Cuba y Perú como países en donde este género ha tenido un gran desarrollo en los últimos años. Las razones son diversas: una nueva realidad sociopolítica que necesita nuevas formas de contar sobre el delito.

CM: ¿El neopolicial tiene acep-tación entre los lectores?, ¿es popular? ¿Alcanza los niveles de ventas como lo supieron conse-guir Sherlock Holmes, las histo-rias de Agatha Christie en aque-

llas épocas?

MM: Ése es el gran desafío para los escritores del neopolicial. Su popularidad va en aumento. Como escritores de un género masivo, y más que nunca, los autores in-tentan ajustar su ficción a lo que el público demanda, y el público parece acompañar la nueva ten-dencia. Se agrega a éste otro reto, quizás más difícil: el de dar cuenta de su complejidad y profundidad para ser aceptado en el mundo académico y deshacerse de una vez por todas del prejuicio que lo tilda de un género menor, aunque sin perder por ello su carácter de literatura de masas.

CM: Conformas un equipo de in-vestigación sobre el neopolicial. Contanos cómo y dónde se con-forma.

MM: El equipo trabaja desde hace ya cuatro años. Es dirigido por el Mgtr. Fabián Mosello y co-dirigido por la Especialista Marcela Mela-na, que trabaja en el Instituto Aca-démico Pedagógico de Ciencias Humanas de la Universidad Na-cional de Villa María. Es un equipo de investigación abocado a inda-gar sobre las nuevas formas del policial contemporáneo, en donde participo como investigadora. Con el foco en el neopolicial (catego-ría utilizada para referirse a la re-configuración del policial latino-americano actual), nos abrimos también al estudio de otras nue-vas formas posibles del género en otros países, como es el caso de Grecia, Suecia, o Inglaterra. Nos proponemos establecer conexio-nes con sus condiciones de pro-ducción y explorar las múltiples estrategias discursivas de las que se nutren. El proyecto tiene como

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propósito desarrollar una inves-tigación en relación a un conjun-to de obras literarias de reciente aparición, tanto en Latinoaméri-ca como en Europa, y explorar de qué manera estas escrituras rees-criben lugares clave del género, para proponer detectives no pro-fesionales, lo que de un modo re-define las relaciones del discurso con la verdad, la justicia social y el poder. El punto de partida con-siste en tomar al neopolicial como práctica discursiva, lo que supone considerar no sólo el conjunto de restricciones y modelos garantes de la legibilidad del género, sino, además, las condiciones de pro-ducción de esa práctica. De este modo se propone mostrar que el neopolicial no sólo constituye una nueva forma de escribir ficciones sujetas a los estereotipos de un género de alta codificación sino, también, mostrar cómo esas mar-cas en el discurso son entendibles si se atiende a las nuevas condi-ciones de producción del policial en la contemporaneidad. Así, se articulan enfoques semióticos y de las teorías de la literatura, con estudios culturales y sociológicos. CM: ¿Cuáles son exponentes del neopolicial? ¿Qué obras nos po-drías recomendar?

MM: Para leer neopolicial: Ampue-ro, Roberto. La Otra Mujer. Buenos Aires: Norma, 2011.Cueto, Alonso. La Venganza del Silencio. Perú: Ediciones Planeta, 2010. Fornaro, Milton. Cadáver se Necesita. Villa María: EDUVIM, 2011. Giardinelli, Mempo. Qué sólos se Quedan los Muertos. Buenos Aires: Ed. La Pá-gina, S.A., 2011. Orsi, Guillermo. Se-gunda vida. La guerra no siempre te convierte en un héroe. Bs.As. Gru-po Editorial Norma, 2011. Padura,

Leonardo. La Cola de la Serpien-te. Ed. Tusquets, 2012. Yudicello, Lucio Judas no siempre se ahorca. EDUVIM. Villa María, 2010. Krimer Inés, Sangre Kosher. Negro Absolu-to, 2010.

Para leer sobre neopolicial: Morales Piña, Eddie. “Aproxima-ción a la novela neopolicial de Ra-món Díaz Eterovic.” Nueva Revista del Pacífico, 2003. Piglia, Ricardo. El último lector. Anagrama, Bar-celona, 2005. Susañavia, Ricardo. Aproximaciones a la novela policial en Latinoamérica y su presencia en Luna caliente de Mempo Giardine-lli. Lima: Yachay, 1999. Teobaldi, Daniel Gustavo y Fabián Mosello. Imaginarios literarios y culturales. Córdoba, República Argentina: Ediciones del Copista, 2010.

El equipo nuestro espera la pronta edición de su segundo libro sobre teoría y análisis del género policial. En este caso la editorial universitaria EDUVIM de la Uni-versidad Nacional de Villa María editará El discurso del policial. Re-configuraciones del género en la so-ciedad contemporánea, compilado por Fabián Mossello (director del proyecto: [email protected]) y Marcela Melana (co-directora del proyecto: [email protected]). Por otro lado, a comienzos del 2014 se publicará nuestro ter-cer libro resultado del proyecto de investigación que fundamenta esta nota cuyo título genérico será El género como práctica. Condicio-nes de producción y estrategias dis-cursivas en prácticas de la literatura neopolicial contemporánea, dirigi-do por los mismos profesores/in-vestigadores de la UNVM.

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RECOMENDADOS

Fracture o Crimen perfecto (2007) Cuando Willy Beachum cree que es un abogado exitoso, aparece un caso que le complicará la vida. Las pruebas para incriminar al asesino no apare-cen. Ni el arma homicida. La desespe-ración por resolver el caso y no perder todo en el intento. Con Anthony Hop-kins y Ryan Gosling.

The Silence of the Lambs o El silencio de los inocentes (1991).

Clarice Starling aspira ingresar al FBI. Para ello, debe pasar la peor prueba de su entrenamiento: te-ner a Hannibal Lecter, un psicópa-ta, como su principal asesor, para encontrar a un asesino serial. Con Anthony Hopkins y Jodie Foster.

PELíCULAS

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Seven (1995).

Un hombre a punto de jubilarse y un detective novato e impulsivo deberán capturar a un asesino serial que se guía con los peca-dos capitales para cometer sus aberrantes crímenes. Con Morgan Freeman y Brad Pitt.

The Usual Suspects o Los sospe-chosos de siempre (1995).

Uno de los thrillers más inteligen-tes paridos por Hollywood. En una comisaría, el único sobreviviente de un tiroteo es interrogado por un policía. Acorralado, le cuenta la más increíble historia.

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Fargo (1996)

Una de las grandes películas de los hermanos Coen. Tiene tantos elementos que casi tendrían que inaugurar el género “Coen”. Un vendedor de autos organiza el secuestro de su esposa pero la situación se le va de las manos.

La dama del lago, Raymod Chandler.

Phillip Marlowe tiene que investigar un nuevo caso: la aparición del cadáver de una mujer flotando en el lago. Un caso que en principio parece fácil, pero que poco a poco va a adquirir su complejidad. Pues, debajo del lago, de la transparencia del agua, se encuentra el barro. Y todo lo que arrastran aquellas aguas.

LIBROS

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LIBROS

El misterio del cuarto amrillo, Gastón Leroux.

¿Cómo puede escapar alguien de un cuarto herméticamente cerrado? Lo peor no es solo un enigma que parece imposible de resolver, lo peor es que no fue por asesinato, sino intento de asesinato. Es decir, alguien que no se sabe cómo entró o cómo salió, puede volver para terminar con su cometido.

Cosecha roja, Dashiell Hammett

Cuando un detective ha resuelto un caso se encuentra con que no puede regresar por el lugar de donde vino. Le queda todavía mucho trabajo: ni más ni menos que limpiar toda una ciudad de sus porquerías.

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Agatha Christie. Los cuadernos secretos. Y dos novelas inéditas de Poirot, John Curran

Y dos novelas inéditas de Poirot.- John Curran. Exploración de las anotaciones de una de las mejores escritoras del género policial y sus dos últimos relatos.

Nadie lo ha visto, Mari Jungstedt.

En un lugar de vacaciones encuentran un cuerpo mutilado en la playa. Las autoridades están desesperadas. Un hecho así, complicaría la llegada de turistas. Mucho más cuando los casos se multiplican.

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ENIGMA

La policía investiga a una organización mafiosa. Por un micrófono que tienen escondido cerca de la puerta quieren escuchar la contraseña para acceder a su lugar de reunión.

Una persona está en la puerta. Llama. Desde el interior le dicen: “18”. A lo que responde: “9”. La puerta se abre.

-Ya está, entremos-. -Pará, esperemos. Ahí entra otro-. Otro hombre toca la puerta. Desde dentro le dicen: “8”. Él responde: “4”. La puerta se abre.

Los policías sonríen. -Pan comido-. Al ratito llega otra persona y ante un 14 abre con un 7.

Envían a un agente. Llama a la puerta. La voz de adentro dice: “0”. El policía no sabe qué decir. Responde “0”. Se oye una ráfaga de disparos y el policía muere.

Igual mandan a otro. Desde dentro se oye: “6”. El policía contesta muy con-vencido “3”. Pero la puerta no se abre. Tiene la misma suerte que su anterior compañero. ¿Cuál es la contraseña correcta para el 6?

Respuesta: Ver última página de la revista.

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CONCURSO DE CUENTOSPole dancerRicardo Juan Benítez 1er puestoLos tiempos cambian, casi nunca para bien. En otras épocas el detective pri-vado tenía un aura de solitaria integridad y lidiaba con una sociedad en estado de descomposición. Tal vez un mito alimentado por los arquetipos literarios al estilo de Sam Spade o Phillip Marlowe. Quizá el inconsciente colectivo que anhela a su caballero errante en lucha contra los molinos de viento en alguna llanura lejana. El asunto es que, luego de un atraso de tres meses en la renta, más otras facturas impagas dentro del cajón superior del desvencijado escrito-rio, uno toma el primer trabajo que le ofrezcan si está bien pago.

A los consabidos seguimientos de esposos adúlteros se habían agregado otras tareas un tanto menos éticas. Por ejemplo, hacerse pasar por un abogado para apurar el desalojo de algunos inquilinos remolones con los pagos o quebrarle alguna de sus piernas a un jugador con persistente mala suerte y su crédito agotado.

Vicenzo era un cliente al cual había visto un par de veces en mi vida. Cuando necesitaba de mis servicios llegaba una encomienda con una llave en su inte-rior. Debía dirigirme a la terminal de micros. En una de las taquillas (la indicada por el número en la llave) encontraba un sobre de papel madera. En su interior unas notas con las instrucciones más un fajo de dinero. Vicenzo pagaba muy bien, en efectivo y por adelantado. Una vez realizado el trabajo cobraría una prima por productividad y la diferencia por los días y gastos adelantados. Si la cosa salía mal, lo mejor sería buscar otro trabajo lo más lejos posible de Vicen-zo y sus muchachos. Era un tipo al que no le gustaba dejar ningún cabo suelto.

***

Ella se movía con gracia gatuna. Ante cada nueva acrobacia parecía que una parte de su anatomía caería directamente dentro de mi vaso de escocés. Se tomó con sus manos del caño y quedó cabeza abajo. Sus piernas se abrieron en V, para luego dejarse caer con lentitud calculada. Antes de tocar el suelo se enrolló y giró sobre sí misma. Excepto por la mínima tanga, todo su cuerpo era un provocativo body painting atigrado que brillaba bajo los haces de luz de los seguidores.

—¿Cómo se llama la gata? —le pregunté a la barwoman. —¿La tigra? —gritó mientras servía dos Margaritas—. Tamara. Vas a perder tu tiempo con ella. —¿Por? —devolví el grito.

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CONCURSO DE CUENTOS

Se acercó con aire conspirativo. —Ella es diferente —susurró a mis oídos—, yo salgo en dos horas… —No es que no me gustes —le respondí con mi mejor sonrisa inocente—, pero esa mujer me interesa por otros motivos. —Su problema es que no le da importancia al dinero —me miró con malicia—, con Tamara no funciona eso de “billetera mata galán”. —¿Entonces? —Nada —masculló en neutro—, no se le conocen hombres; ni amantes, ni clien-tes. Viene, hace su trabajo y se evapora. Nadie sabe dónde vive. No tiene ami-gos, ni amigas y, según parece, tampoco familiares. —Bien, quiero otro escocés sin hielo —terminé la charla.

Tamara acababa de recibir una ovación. Estaba de cara al techo en el centro del círculo plateado de luz. Una lluvia de billetes cayó a su derredor. Los comenzó a levantar de a uno mientras gateaba por toda la plataforma. Los aullidos mascu-linos aprobaban con entusiasmo su sensual paseo.

Deposité un billete próximo a mi vaso de licor. Ella se acercó presurosa, después de todo parecía que el dinero le interesaba algo.

—¿Ya terminaste? —le dije, mientras le retenía la mano. —No salgo con extraños —me respondió sosteniendo mi mirada.Pude intuir un par de bultos llenos de músculos acercándose a mis espaldas. No me sobraba el tiempo. —Yo no soy un forastero más —respondí en un susurro—, vengo de parte de Vi-cenzo, somos casi como hermanos. Una deliciosa O se le formó en la boca, un gesto de desconcierto le frunció el entrecejo. —¡Está bien, chicos! —les dijo a las dos moles, al tiempo que alzaba su mano derecha.Los dos gorilas se retiraron contrariados hacia su cubil. Esa noche no tendrían diversión. No habría sangre sobre la pista de baile. —Salgo en media hora —agregó con un ligero temblor en la voz— ¿Adónde nos encontramos? —¿Te parece en Carlito’s? Está abierto toda la noche. —Carlito’s me parece bien. El riesgo de ser apaleado por el par de grandulones fue recompensado con cre-ces. Tamara acababa de desplegar todo su arsenal de artimañas, que no eran pocas, para saciar mis apetitos más retorcidos.

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—¿Por qué te manda Vicenzo? —preguntó mientras jugueteaba con un rulo del pelo de mi pecho. —Quiere asegurarse de que estás segura —suspiré. —Desde que salí de la ciudad —afirmó—, nadie sabe que vine a este pueblo de mala muerte. —El problema es que si te encuentran, lo encuentran a él —volví a suspirar—. Eso no debe suceder. Yo me tengo que encargar de que no suceda. Otra vez se le formó la O adorable en su boquita, el mohín de desconcierto. —Nada personal —murmuré mientras la retenía bajo mi cuerpo—, sólo es una cuestión de negocios.

El iris de sus ojos se agrandó imperceptiblemente. La O fue perdiendo consis-tencia. Sus mejillas se desmoronaron fláccidamente hacia las comisuras de los labios. Entonces aflojé la presión sobre su cuello y la nuca. Me senté en el borde de la cama. Fui al baño y tomé una larga ducha.

Del gran bolso de lona de marinero saqué un pantalón, un calzoncillo, medias, unas zapatillas náuticas y una remera sin uso. Me vestí. Luego introduje las ro-pas, los interiores y los calzados que nos habíamos quitado hacía unas dos ho-ras antes, más los documentos de Tamara. En el baúl del automóvil tenía un bi-dón de limpiador con amoníaco, guantes descartables, unas franelas, una bolsa de plástico negra, un barbijo, antiparras, calzado para uso quirúrgico y un frasco con un líquido blanquecino.

La casa de Tamara quedaba en un lugar descampado, pero siempre cabía la posibilidad de algún testigo indiscreto. Con tranquilidad, pero sin perder tiem-po, empecé mi tarea. Primero refregué los pomos de las puertas, el mobiliario, la bañera, el botiquín, la pileta y la canilla con limpiador. Luego rocié con es-permicida antiséptico las almohadas, las sábanas y el cuerpo de Tamara; con especial esmero en la boca y sus partes íntimas. Guardé todos los elementos en la bolsa negra y la introduje en el bolsón de lona. Más tarde, a un costado de la ruta, hice una fogata que borrara toda huella material del trabajo. Si era nece-sario le daría fuego dos veces.

Luego de cobrar la prima busqué mi antro predilecto, a la orilla de una ruta pol-vorienta. Me gustan las bailarinas de caño, el buen escocés y las prostitutas diestras.Aquel era mi lugar en el mundo.

Los tiempos cambian, casi nunca para bien. Pero algunas costumbres perma-necen inalterables. Cuando vi entrar a los dos forasteros en mi antro recordé que a Vicenzo no le gustaba dejar ningún cabo suelto. Pero ya era tarde, ya es-taba muerto.

Por Ricardo Juan BenítezEl Escarabajo LiterarioCuentos y otras ficciones de R.J.BenítezMis poetas contemporáneos Agonía Net

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El sueño era el mismo, y su muerte también.Era como ver un espejo moverse entre el viento, con el frío adherido a la mirada vidriosa y el acercamiento señalando el final. La risa que profería esa imagen era lo que lo despertaba, y John Castor sudaba cada temor hasta que salía el sol. Sabía que había ido demasiado lejos, y ahora su misma figura lo atrapaba en sueños para asesinarlo. No eran menudeces de autoayuda aquéllas que hablaban de conquistarse a sí mismo. Si John no lo lo-graba, despertaría muerto, y luego de ello no habría otro despertar.Cuando fue a su oficina, el reloj daba las dos de la tarde y la luz de afuera entra-ba por su ventana como un caleidoscopio de rayos oscuros que se abría paso a lo largo y ancho de la habitación, y formaba una telaraña de sombras. John se sintió una mera mosca en ella. La araña aún no había llegado. Para eso falta-ría cerrar los ojos y descansar. Y así le costara su sanidad, él pensaba tenerlos abiertos.Solo que no contaba con la aburrición de un día entero sin clientes.Cuando el sol se ocultó, John se levantó para cerrar la oficina apestosa a humo. Cuatro cajas. Un encendedor entero. Las cuerdas vocales destruidas. Solo gru-ñidos graves y secos escapaban con cada palabra pronunciada. Tal vez ya no le hiciera falta volver a hablar. Una mirada bastaría. O una noche más en la que apareciera el…“¿Señor John? ¿John Castor? Mucho gusto, mi nombre es Elena. Elena Matos. Lo llamé anoche y me dijo que viniera hoy. Disculpe la tardanza. Fue un largo día. ¿He llegado muy tarde? Entenderé si ya se tiene que ir”.Esto era. Ella era. Los dos éramos.John le abrió la puerta y le acomodó la silla. Ella se sentó y él se quedó de pie. La miraba a contraluz, como a un ángel de la guarda.“Solo quiero decirle que llevo mucho tiempo esperando este momento. No pue-do creer que al fin haya llegado”.John no sabía a lo que se refería, pero igual la escuchó. Se deleitó en su voz mientras le contaba sobre un empresario de artes oscuras para el cual trabajó y del cual quería alejarse, pero que siempre la llamaba a primera hora del día y justo antes de medianoche. Le decía siempre que pensara en él como “El mago”. Le mostró una nota. John prometió examinar la caligrafía. Le preguntó si podía merodear por su casa como vigilante. Ella le dijo que ya tenía a un policía asig-nado. Él le dijo que lo haría de todos modos. A ella no le importó, y se despidió diciendo que pensaba que solo en las películas había detectives con un abrigo largo marrón que usaban un sombrero Fedora con cinta negra en la base.“No olvide los cigarros”, dijo él. “Sin filtro. De los más letales.”

***

Mientras las arenas del tiempo se escurrían entre sus dedos, apenas pudo exa-minar bien la nota que decía:¿Cuántas veces tu reflejo te ha delatado, querida Elena? No puedo permitir que

El atrapador Víctor Manuel Solís 2do puesto

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me abandones. Estoy en cada rincón. Y ningún malentendido evitará que hasta mi sombra te encuentre. Contéstame cuando te llame, y dime que sí volverás. Te amo.

***

John Castor encendió su último cigarrillo. Aspiró largo y tendido. Dejó escapar el humo en una sola y singular brisa de furia. Miraba hacia la ventana del segundo piso de la pequeña casa suburbana de Elena Matos. Allí había una luz encendi-da. Todas las demás apagadas. Cuatro coches estacionados uno detrás del otro en la hilera del frente. Todos eran bestias durmientes, excepto uno. Uno parecía contener un alma. Una sombra dentro de la sombra.John aspiró de nuevo. La silueta de Elena Matos se dibujó hacia arriba y a lo le-jos. Una constelación de curvas sensuales que le provocó poseer. Y para ocultar este pensamiento miró su reloj y recordó que el Mago llamaba antes de la me-dianoche.Cuando llegó la hora, la silueta salió del marco de la ventana para hacer otras cosas. Seguro estaba contestando. Necesitaba escuchar eso. El tono de voz po-dría decirle de dónde era y qué clase de comida o aire respiraba. Esperó un rato oculto entre la oscuridad de los árboles del parque de enfrente y quiso que la silueta volviera a su lugar de adoración.Y volvió. Volvió en forma de un violento sacudón que la lanzó 20 metros hacia la grama con un golpe seco de huesos rotos.John Castor lanzó el cigarrillo y salió de su escondite y se dio cuenta de que un hombre vestido con traje oscuro salía de una de las bestias durmientes y se di-rigía corriendo hacia la casa, sin mirar atrás.Abría la puerta de entrada y corría escaleras arribas.John Castor estaba a punto de hacer lo mismo cuando escuchó un grito y un gemido y otro cuerpo que caía pero esta vez escaleras abajo.John pensó en el cuerpo de Elena, pero igual corrió hacia la sala en penumbras. Vio al hombre de traje oscuro con la garganta abierta de par en par, que despe-día sangre. Tenía la mirada perdida y la expresión inmóvil de sorpresa y dolor de aquél que no pudo despedirse.John alzó la mirada y vio una sombra correr desde el tope de las escaleras hacia algún cuarto.La siguió y desenfundó su revólver de cañón corto. Lo sostuvo con las dos ma-nos y pateó la puerta de uno de los cuartos. Esperó en silencio por la menor agitación del viento. No hubo ninguna. Hizo lo mismo con cada habitación, y de las tres que estaban en el piso de arriba ninguna dejó escapar nada.Cuando volvió a la habitación de Elena lo único que encontró fue el teléfono descolgado.Lo alzó y se lo puso a la oreja.“Me preguntaba cuándo lo ibas a hacer…” le dijo la voz del otro lado.“¿Quién eres? ¿Qué es lo que has hecho? Cómo puedes…”.“Soy solo una voz, señor Castor. Una voz cualquiera. Mi sombra hace las cosas por mí. Y mientras hablamos ya se ha desvanecido y en este preciso instante está tocando a mi puerta. Adiós, y muy buenas noches”.“¿Pero cómo…?”.

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“Pensé que ya sabía mi nombre”.“El mago…”, dijo John Castor, y la respuesta fue un tono muerto desde algún lado del mundo. Algún lado cercano tenía que ser. Nadie regresa tan rápido a su amo. Entonces corrió hacia el jardín y se arrodilló frente al cuerpo golpeado y frío de Elena Matos. La miró a los ojos, pero ella ya no miraría más.Quería darle un último beso antes de huir, pero una llamada a su propio celular lo interrumpió:“Una última cosa”, dijo la voz ahora familiar. “¿Quisieras saber cómo lo hice? Ya que como usted pronto morirá me pareció lo más sensible y apropiado”.“¿Dónde está usted, cobarde?”.“En su oficina, señor Castor. Es tan pequeña que no hay oportunidad de ser des-organizado. ¿Acaso estaba pensando retirarse prematuramente? Sería un pla-cer menos para mí”.John Castor corrió hacia el otro lado del parque, donde tenía su Chevette. Y con él llegó en pocos minutos al edificio San Martín, donde estaba su oficina.Subió el ascensor mientras escuchaba la respiración y los silbidos musicales de la voz que lo provocaba con cada paso.Las puertas se abrieron, así como la puerta de su oficina, número B122.Detrás de ella encontró su escritorio, sus dos sillas, su afiche de Casablanca, su perchero para el abrigo y el sombrero, todos intactos. “¿Se ha visto en el espejo últimamente?” preguntó la voz.John corrió al baño con la pistola desenfundada en la otra mano.“Dígame… ¿qué ve?”.John Castor miró horrorizado cómo la imagen del espejo no era la suya, sino la de un hombre joven de cabello blanco y traje púrpura con uñas largas y anillos de plata. Le estaba sonriendo mientras sostenía el celular con la mano opuesta.“¿Impresionado?”.“¿Cómo es posible?”.“Soy el Mago, señor Castor. No obedezco a las reglas comunes del género”.“Pero es absurdo”.“No había otra opción”.John Castor sintió que su garganta se abría de par en par y un chorro de sangre bañaba el espejo.“No se fíe ni de su propia sombra”, dijo el Mago, mientras John sentía que un ser oscuro y alto, y fugazmente incorpóreo, se retiraba y se perdía de vista. Era como ver un espejo moverse entre el viento, con el frío adherido a la mirada vi-driosa. Y el alejamiento señalando el final. “Yo las controlo”, dijo la voz.John moría sintiendo las incógnitas acumularse.“¿Por qué Elena?”, se preguntó el Mago. “Porque esa es mi manera de despedir a mis protagonistas. ¿Feliz?”.John Castor no lo estaba. El mundo se desvaneció en un laberinto que giró como un reloj desquiciado y se lo llevó con él.El sueño era siempre el mismo, y su muerte también.

Por Víctor Manuel Solíshttp://cavernasysombras.wordpress.com/Email: [email protected] Twitter: @VictorMSolisB

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Buenos Aires, año 1968, mes de julio. Quizás estas sean mis últimas pa-labras, quizás este sea mi último recurso para comunicarme con ustedes. Estoy encerrado en el baúl de este coche, que al parecer es un Torino. No conozco baúl más grande que el de ese auto. Tengo una pierna rota y una herida de arma blanca de aproximadamente cinco centímetros en mi abdomen, por la que bro-ta mucha sangre. Mis pocos conocimientos forenses revelan que me quedan pocas horas de vida. Intenté detener la hemorragia con algunos trapos sucios pero de nada sirvió, solo logré que la pierna se infecte más rápido de lo pensado. Mi nombre es Ulises Alesker, soy detective privado. Mis antepasados pertene-cieron a las fuerzas armadas, de las que formé parte pero que abandoné por la mala paga. He armado mi propia agencia con la ayuda de mi socio, de quien no voy a dar detalles para preservar su identidad. Hace una semana, una mujer de unos 40 años, dueña de unas curvas peligrosamente sinuosas, se presentó en mi oficina. Recuerdo que entró taconeando sus zapatos rojos y que llevaba una falda que dejaba respirar sus rodillas pero que asfixiaba a sus caderas. Tenía una blusa blanca que permitía ver, por uno de sus hombros, las tiras de su cor-piño, que era del mismo color que sus zapatos. Se sentó, encendió un cigarrillo importado. Por el aroma que dejaba en el aire podría decirse que era mentola-do. Me miró a los ojos y me preguntó si estaba preparado para salvar su vida. Anonadado por su belleza, contesté que sí. No sospeché que esa afirmación me llevaría hasta aquí.

Se llamaba Clara, era polaca y su acento daba fe de ello. Había llegado al país a mediado de los años cincuenta de la mano de su esposo, un exitoso empresario de la industria textil. Clara me comentó que su marido había des-aparecido dos semanas atrás y que no podía dar aviso a la policía ya que sufría amenazas constantes. El chantaje era básico: le pedían que deposite el dinero de su marido en una cuenta bancaria creada en un paraíso fiscal. Decidí tomar el caso ya que no parecía de gran complejidad, pero fundamentalmente porque no podía dejar de contemplar la sensualidad de aquella mujer.

Lo primero que hice fue pedir una prueba de vida. Cuando los secuestra-dores la llamaran por teléfono debería pedir hablar con su marido. Era funda-mental para la investigación saber si buscábamos un cadáver o a un hombre con vida.

Dos días más tarde Clara vino a verme. Sacó de su cartera una cajita de bolígrafos. Me dijo que la habían dejado en la puerta de su casa pocas horas después de haber recibido un llamado pero que no había tenido el coraje de

Curvas SinuosasJuan Pablo Monzón3er puesto

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abrirla sola. Me entregó la caja y la abrí con cuidado. Un insoportable olor me perforó la nariz. En la caja estaba la lengua del empresario y una nota que de-cía: “¿Querías escucharlo? Depositá la plata o te enviamos el corazón”. Clara se desmayó. Después de volver en sí, me pidió que la acompañara a su domicilio. Salimos a la calle, paré un taxi y le pedí que nos llevara hasta la avenida Alvear al trescientos, tal como ella me había indicado. Clara se pasó todo el viaje llo-rando, atemorizada.

Al llegar me encontré con una mansión de los años treinta, una de las úl-timas edificaciones glamorosas que se habían construido antes de la gran crisis económica. Ingresamos por una puerta, adornada con detalles de bronce, a una enorme sala, decorada con muebles de época.

Clara se sacó los zapatos y se recostó en un sillón inglés. Sus piernas eran como de porcelana, blancas y delicadas. Me pidió que le retire su abrigo y dejó que viera un poco más de su torso. Me pidió que le sirviera una medida doble de un whisky escosés que descansaba arriba de la mesa. Clara temblaba de mie-do. Sus labios, color carmín, no paraban de tiritar y yo no podía dejar de verlos. Me pidió que me sentara a su lado. Obedecí. Me miró a los ojos y escondió su rostro en mi cuello. La abracé sin dudarlo un instante. Nos quedamos detenidos en el tiempo por cinco minutos hasta que sus manos comenzaron a tocarme la cara. Mis brazos cada vez la sujetaban más fuerte. Sus piernas se entrelazaron con mi rodilla. Sus suspiros, jadeantes, invadían mi pecho. Volvimos a mirarnos a los ojos y un éxtasis incontrolable hizo que le sacara la ropa con pasión desen-frenada. Esa noche me quedé a dormir con ella.

Al día siguiente, sin noticias de los secuestradores, me encargué de depo-sitar todo el dinero. Clara tenía miedo de salir de la mansión.

Al salir del banco sentí que no estaba llevando la investigación como un profesional, pero la pasión de esa noche en su cama no me dejaba actuar con claridad.

De regreso, ella seguía desnuda en la cama. Me pidió que le sirviera una copa de champagne. Me dirigí a la cocina y saqué del refrigerador una botella del mejor champagne francés. Tomé una copa. Me resultó inevitable beber un poco. Al volver a la habitación había una ventana abierta, con sus cortinas que volaban como si fueran dos fantasmas anunciando el mal. Sus zapatos esta-ban en el borde de la ventana. Supuse lo peor. Me asomé. Esperaba ver su cuer-

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po sin vida.

En ese momento un dolor agudo y punzante penetró mi abdomen. Cuando me di vuelta, ahogado en un dolor insoportable, la vi a ella, endemoniada, con una sonrisa tenebrosa. Intenté caminar para escapar del cuarto, pero al llegar a las escaleras perdí el equilibrio. No recuerdo nada más, creo que ese fue el motivo de por qué mi pierna está rota.

Me desperté hace algunas horas en este baúl. Tengo de compañía el cuer-po sin vida del empresario. Seguramente toda la policía me busca como autor del hecho. Mis huellas están en la caja fuerte, en la lengua, en la copa. También me encargué de hacer el depósito del dinero. En el cuerpo de Clara hay marcas que me comprometen. Doy por seguro que los investigadores poseen el testi-monio del taxista que nos llevó a la mansión, con la imagen de Clara atemoriza-da.

Estas ya son mis últimas palabras. Siento mucho sueño. Me pesan los párpados y el frío hace que me cueste pensar. Si algún día encuentran esta gra-bación, busquen a una mujer de unos 40 años, dueña de unas curvas peligrosa-mente sinuosas y con acento polaco. Quizás ella pueda darles más explicacio-nes que yo.

Por Juan Pablo Monzó[email protected]://juanpablomonzon.wix.com/juan-pablo-monzon#!home/mainPage

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Viene de página 45:

Respuesta: Cuatro

Hemos finalizado este recorrido por el género policial. Queremos agra-decerles a todos ustedes, lectores de CRAC! Magazine, y a todos los que parti-ciparon de la construcción de este número. Para seguir en contacto, los invitamos a formar parte de CRAC! Literatu-ra, un espacio para escritores y lectores. Allí proponemos desafíos semanales, debates, recomendamos libros, entre otras actividades culturales. También concursos y la elaboración de suplementos literarios como este. Hecha la invi-tación, nos vemos ahí.

+ info: [email protected]

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