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    Sobre buena y mala apologtica

    Yo soy de una ciudad que como estrellabrilla en la noche sobre un alta loma...

    Ms antigua que el mundo y an doncellagrande a la vez Jerusaln y Roma.Su pie en la piedra y su pupila bellala luz por sobre las estrellas toma.La ciudad del Gran Rey, que es cielo y suelo,Venid, oh gentes que buscis consuelo!

    JERNIMO DEL REY

    E ] traductor de la obra D I E K I R C H E U N SE R E R G L A I J B E N S,de Ludwig Koerster, R. P. J . Armelin, S. J ., me pide, en

    nombre de nuestra vieja amistad, que quiera presentarlaa los lectores sudamericanos, a pesar de mi poca compe-tencia en la materia. E sta materia no es otra que laapologtica.

    Aado en seguida, antes de que algn lector se alarme:el presente , libro es un tratado sob re la Ig lesia. Es untratado de T eologa Fundamental sometido al riesgosomdulo de la vulgarizacin. E s exactamente el segundode lo? dos tratados que en el comienzo de los estudiosteolgicos se designan con el nombre de T eologa Fun-damental o I ntroductoria. E n l se entiende reducir aedificio sistemtico por medio de la argumentacindiscursiva y dems aparato tcnico de esa ciencia elgran hecho histrico-teolgico, actual y eterno, de laexistencia de la Ciudad sobre el M onte. Con el cardenalDeschampe, Maurice Blondel, De Grandmaison S. J . yotros, creemos hace tiempo que este gran hecho bienpesado, basta; y que sin este hecho bien pensado {pen-sar es pesar en latn) nada vale en apologtica.

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    A alguno? argentinos alarma o fastidia este pesado hexa-slabo griego: apologtica; y no sin razn de todo, viveel cielo!, porque existe considerable cantidad de m alaapologtica. Si se nos permite recordar cosas propias, elprimer ensayo publicado en nuestra vida 48 hace hoyjusto diez aos, CRITERIO, 1928, Un libro cabal versabasobre un libro de buena apologtica, el JESUS-GHRIST,deL once de Grandmaison, que estudia con rigor cientficoel otro hecho histricoteolgico fundamental, que es laexistencia y la figura del Fundador divino de la Iglesia.E s el otro tratado de la Introduccin a la T eologa, eltratado D E V E R A RELIGIONE. E n aquel ensayo juvenil

    aventuramos un chiste de dudoso gusto, al decir que en elidioma ingls apologtica significa disculpa o excusa(to apologise); y que, en efecto, muchos de los librosque hoy da emplean o usurpan ese ttulo, empezandopor los sosos manuales que nos hicieron sudar en el co-legio. medio justifican la sajona semntica. Y bien; hoyan, despus de diez aos de experiencia y lectura, nonos atrevemos a retirar el chiste de mal gusto, mal vistode algunos. E n el fondo del alma sentimos que M.N .,T .T ., R.H ., R .A . pon, lector, los nombres que te pa-rezca no son libros eficaces para dar fe, ni para con-servar la fe, ni para ilustrar la fe, ni para defender la fe.Ella no crece en el ruido de las disputas, ni se defiendea batacazos.

    E stos de que hablo y no nombro, por si los cono-ces son, lector amigo, libros hechos con retazos malhilvanados de varias ciencias, como H istoria, Filosofa,T eologa, Biologa, Psicologa, etctera, sin el mtodo niel rigor de ninguna, llenos de objeciones y respuestas, yque no pertenecen a gnero literario alguno a no seral famoso genre ennuyeux, pues no son ni ciencia, niarte, ni fi losofa, ni teologa, ni polmica, ni controversia,ni nada de cuantas cosas limpias y honestas puede crearla mente del hombre. Son excusas, son disculpas, son

    Incluido en C R I T I C ALITERARIA, Volumen IV de la Bibliotecadel Pensamiento Nacionalista Argentino, ao 1974, Buenos Airesp. 219. (N del E .).

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    pidelstimae, son discusiones interminables, aunque siem-pre vencedoras, con contrincantes que no existen.

    Justamente, hojeando estos das el precioso libro delas memorias argentinas de Wi lliam H . H udson eseingls acriollado que con su FA R AW A Y AN D L O N G A G O411conquist nuestro pas para la literatura inglesa muchoms noblemente que sus paisanos capitalistas con susferrocarriles para el imperio ingls-, hallamos en elcaptulo X X I I I una pintoresca ilustracin de lo quedecimos. N arra el anglogaucho H udson una profundacrisis espiritual sufrida con ocasin de una enfermedadgrave, en la cual su ansia de inmortalidad oh Una-

    muno! lo llev a meditar afanosamente sobre la fereligiosa, y a desearla y pedirla. Busc auxilio a su oscu-ridad en los libros de apologtica, y. . .

    H e aqu sus palabras:" N o es de extraar qu e en tales circun stancias m e de-

    dicara cad a ves m s a la literatura m stica: teolog a,serm ones V m editaciones para cada da del ao, EL DEBERCO MPL E TO DEL H O M BRE , U N L LA M A D O A LO S IN CRD U LO Sy otras obras por el estilo... E ntre ellas en con tr untom o titulado, si m al no recuerdo. UNA REPLICA ALHEREJE. Sobre esta obra p use m anos y ojos con entu -siasm o, en la esperanz a de ahogar las du das enloquece-doras (jue asaltaban sin cesar m i m ente. Confi en quesera de consu elo y ayuda para m . Slo sirvi de em -peo rar las cosas, al m eno s por cierto tiem po . Porqueaquel volum en m e inici e instruy en los argum entosde los librepen sadores, tanto de los destas que opu gnanel credo cristiano, com o de los incrdu los qu e com batentoda religin. Y las refutaciones a dichos argum entos

    no siem pre lograban su objeto.. ." .Y termina el buen H udson de este modo su captulo:" Sufr otros golpes d e esta clase. Cuan do evoco esta tris-

    te p oca, m e parece increble qu e tal en deb le fe en la reli-gin haya pod ido resistir, y qu e la lucha an siguiera,com o sigui y com o sigue todava.. .

    4 9 T raduci do recientemente por F. Po zzo: ALL LE JO S Y H ACETIEMPO, Peuser, Buenos Ai res , ao 1938,

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    " Para m uch os de m is lectores aquellos qu e se hallaninteresados po r la historia de la R eligin y sus rep ercu-siones en la m ente h um ana (o sea su psicologa) , todolo qu e he escrito sob re m i estado anm ico les parecercuen to resabido, desd e qu e m illares de hom bres han pa-sado anlogas ex pe riencias y las han narrado en inn u-m erables libros. Pero aqu de bo recordar qu e en losdas de m i juven tud no habam os cado todava en laindiferencia y en el escepticism o qu e ahora pervade elm und o todo. E n aquel t iem po la gente tena creenciasprofun das o al m enos no ostentaba lo contrario; y aquen In glaterra, cen tro y cerebro de l orbe, los cam pe one s

    de la Iglesia em pe aban m ortal contienda con los dar-icinistas. Y o igno raba todo eso. Careca de libros m o-dernos. L os conten idos de m i biblioteca databan de cietiaos atrs. M i luch a em pleaba arm as herrum bradas.Por eso la he revelado. N o du do qu e m is angustias reli-giosas fueron jns grand es qu e en otros casos sim ilares,a causa de esta esp ecial circun stancia qu e apun to... ' ' .

    Otro testimonio convergente con el del gaucho H udsonpodran ser las palabras de fray Agustn Gemelli, rectorde la Universidad Catlica de Miln, a un grupo de estu-diantes y profesores espaoles (E L DEBATE , 1931) . Laverdadera apologtica dijo m

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    genial, humoroso y amable, que se dio el quehacer deensear a sus paisanos el catecismo patas arriba, el ca-tecismo en negativo, es decir, a travs de las gansadassuavemente jocosas que l atrapaba alegremente en losque no saben el catecismo... " W hat they don ' t knoivcomo l deca. E sta es una de las dos grandes apolog-ticas genuinas que existen: la polmica acerada, cortsy mortal como un duelo, con adversarios existentes deigual categora al apologeta. Su gnero es controversia.Llammosla apologtica aplicada o artstica.

    E l otro gnero de apologtica genuina es la apologticapura o teolgica. E lla est en los apologticos primitivosarriba citados, en forma embrionaria. E lla es o debe sel-la exposicin de todo el dogma cristiano, tal com o puedeser visto de sde afuera por el qu e est afuera, por el quecarece del don de la Fe. E sta exposicin no puede serotra cosa (fue la teorizacin parcial o total del magnohecho histricoteolgico de la Iglesia Visible, como res-nuesta a la instintiva pregunta del H ombre en busca dela Verdad religiosa.

    Son los dos grandes hechos, uno externo, otro interno,aue al encontrarse, abrazarse, eoniugarse, originan elfenmeno de la conversin. Sobre ellos, como sobre uneie, debe irirar necesariamente toda tentativa de conduc-cin hacia la fe. E l Concilio Vaticano lo indic, al defi-nir, por una parte, la obligatoriedad de la bsqueda dela religin verdadera, v por otra, la capacidad del " mi-lagro moral" de la Iglesia para sancionar y saciar esabsqueda, lo cual es un fenmeno psicolgico normal eneste anim al religiosu m que es el hombre.

    " Ut autem officio veram fidem am plectend' i in eaqueconstanter p erseverandi satisfacere possim us, D eus perFilium suum Unigenitum E cclesiam insti tuit , suaequeinstitutionis m anifestis notis instrux it, ut ea, tam qu amcustos et m agistra verbi revelati, ab m nibu s posset agnosci.. . E cclesiam per se ipsa, ob suam nem pe adm irabilempropagationem , exim iam sancttatem et inexhaustam inm nibus bonis fecundilatem , ob Catholicam um tateminvictam qne s tabili tatem , m agnum quodd am et perpe-

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