Canción de Mortaja - Jun Isa Santa Cruz

7/31/2019 Canción de Mortaja - Jun Isa Santa Cruz

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FIEBRE MORTAL



Juneida para una despedida

Para la princesa de los ojos hermosos, la que fue grato conocer y será imposible olvidar.

Que yo no tengo la culpa.

Que la culpa es de la tierra

y de ese olor que te sale

de los pechos y las trenzas…

García Lorca, Bodas de Sangre.

Nuevamente

el no deseado adiós cubre,

con sus dedos infernales,

las infatigables ganas

de no dejar de verte.

Desfilan,momentos pares,

arrinconados

en lo que el recuerdo

no guardará para siempre.

Me ven,

con tus ojos,

las palabrasque desde siempre

no han volado hasta tus oídos,

y que no han producido en ti

las flores de un verano olvidado.

Ahora,

pequeña de los ojos infinitos,has que no lluevan las soledades

sobre nuestros tristes corazones.



Amanece,

y no estarán tus ojos

para calmar la sed

de los días que me esperan,

y no estaré para mirar

como deja de llover a lo lejos.

Juneida para un ángel

Y se llama como ella,

viste como ella.

La mentira del gato

y las ilusiones contrarias,

el juego de palabras ilusorias

y la duda de su compañía.

No está, jamás estará.

Sólo es un viaje, un sueño.

Pero el alma hace suyo,

lo ajeno, convirtiéndolo en vida.No responde, Debajo de alguien ha de estar,

olvidando lo prometido,

alejando nuestros destinos.

Pero es tarde, lo perros ladran afuera.

La mariposa no vuela.

El alma se ahoga.

Busca lo que no tiene,

no responde.

Pero alegre, se le oye,

al compás de una traición emergente,

y de un miedo inusual.

Juneida para olvidar

Tu mirada se transforma en recuerdosa la orilla de mis sueños infantiles

que, noche a noche,

alejan tu inocencia sacramental.



Camino, entonces,

por las calles de una insólita nostalgia,

detrás de tus pasos, detrás del recuerdo.

Y escapas de un sueño roto

que no te deja escapar.

Pero tus manos, tu piel,

se quedan un instante,

o por lo menos lo siento así,

mirando el infinito de mis vidas.

Pero te vas, demoras un poco,pero alzas el vuelo en una noche infinita,

y te vas dejando un corazón roto,

una vida ya sin vida.

Es tanto el tiempo, los segundos,

que vuelan tristes tras de ti.

Pero no vuelves, pero quieres volver.



EL LLORAR DEL OLVIDO

Quién nos dirá de quién

en esta casa, sin saberlo,

nos hemos despedido…

Límites, Jorge Luis Borges.

Tristeza, compañera fiel de mis tardes,

nevabas sobre el alma fría de mis días que se paseaban solos por cada corredizo sin encontrar el rastro amado.

Juneida I



JUNEIDA I

La vida se acaba lentamente bajo escombros de la vida.

Soledad, amiga de toda la vida, amiga de toda la muerte.

No descansaste nunca de estar conmigo, nunca me dejaste.

Tristeza, compañera fiel de mis tardes,

nevabas sobre el alma fría de mis días que se paseaban solos

por cada corredizo sin encontrar el rastro amado.

Ya no estoy, nadie me ve.

Sólo ven mis lágrimas que caen entre los choclos de mayo.

JUNEIDA II

Canta la muerte tan cerca de mí.

Se parece a tus manos, a tus ojos nublados,

a los días nublados,

a los días nocturnos de primavera dormida.

Se asemeja mi cuerpo a la soledad infantil

que ahoga cada esperanza de encontrar tu rostro

en la diminuta claridad de los días soleados.

No se apaga aún la luz que brota de tus labios dorados,

de cada palabra que abriga el recuerdo,

de las ganas de no marcharme esta vez

lejos de la estrella fugaz de mis sueños.

JUNEIDA III

Caminas lentamente al olvido,



recuerdo entrañable, recuerdo idílico.

Pasajeras manos; dan vida, matan.

Existencia apresurada, redención lejana.

No estás, te busca el dolor,

castigando cada miembro solo,cada esquina vacía, cada hueso roído.

Amanece, las tinieblas invaden el alma,

el frío corre por la venas.

La soledad carcome cada pedazo vivo.

Anochece, busca el demonio sangre humana.

Dientes afilados, sabuesos mortales.

Látigos demoníacos dolor infernal.

No estás, estás lejos, no estás.

Camino circundante, camino plegado de rosas.

Dios lejano, dios sordo, dios ciego;

Castigas, condenas, matas sin piedad.

Lejos, la muerte canta, abraza.

JUNEIDA IV

La noche avanza en mis venas, soledad.Tu mirada de cartón desaparece

bajo la creciente luz del día anterior.

Te busco.

Encuentro tu cuerpo desgastado.

No estás, comienzas a faltar.

Los días son malos, lloran alejados.

Las cosas siguen siendo iguales, nada cambia.



Te espero donde siempre, no llegas.

Las aves viajaron, se alejaron

tras felicidad ajena.

JUNEIDA V

Manos manchadas de vida.

Corazón que canta, endecha.

Busca una razón de morir

un poco en la noche celestial.

No estás, busco cada sonrisa,

Cada mano amiga.

Comienzas a faltar,

Te tengo cerca,

Esquivas mi beso,poniendo una rara caricia

por delante.

JUNEIDA VI

Manita pequeña, escasez pérdida,mirada azul que transforma el día claro.

Tu vientre, pequeño inicio vital,

aleja el dolor de las noches nevadas.

Cansan tus días a las noches de mi soledad.

Noche infinita, soledad abstraída…

Te espero, los días pasan solos.

Ninguna mirada cerca.



Cae la lluvia, nieva.

se viste de blanco la ciudad.

Me acerco a tu pecho, se aleja,

no tengo tu calor de abril…

El tiempo, el tiempo, ¡el maldito tiempo…! Se cobra cada favor cedido,

cada día de alegría regalada.

Me conecto contigo, sueño despierto.

Te quiero, guardo los días pasados

en el cofre que da fin a mi vida.

Adiós, no te olvides de mí,

de mis manos y de mi triste agonía.

JUNEIDA VII

Tu voz se apaga a manos de la distancia, muere a tragos cortos.

Tus manos, cansadas de esperanza redentora, despintan la vida.Desapareces, así como llegaste; la niebla cubre tu rostro, aleja tu memoria.

Mirlos invaden el tejado, cantan requienes, cantan endechas; lloran tu alma.

Desapareces, así como apareciste un día ya muy lejano, y comienza a llover.

Yo no sé si te llevaste la luz, o está te siguió; el cielo, oscuro.

Comienza a llover, comienzo a llorar. Despiertan los recuerdos aterradores.Tiempos en los que a tu lado luchamos juntos, ganamos batallas.

¿Dónde estás ahora? ¿Dónde cuelgas los recuerdos que te mantenían viva?

La lucha terminó, las flores crecerán de nuevo, alegrarán tu rostro.

Navegaremos; lejos de todos, solos los dos. Y mis manos fecundaran la tierra,

abrigarán tu alma; encenderán la chispa dormida de tu ser.

Sólo soy un hombre, no puedo luchar contra celeste que te arrebata de mí.

La noche acrecienta las sombras, el cielo llora a gritos.



El dolor invade el alma mía, demonios azotan mi cuerpo desnudo.

Te pierdo, no puedo hacer nada para evitarlo.

JUNEIDA VIII

Tu silencio llena este lugar,

llena la soledad acumulada de tu ausencia.

Aún tengo una vela encendida,

con fuego gris, esperando tu regreso.

Ya es tarde, no asoma tu mirada por la ventana,

no hay rastros tuyos.

Es frió el espacio que no tocan tus dedos,

que no calienta tu boca.

Te espero. Materializo tu cuerpo en mi mente,

te extraño menos.

No estás. Me complace verte en mis recuerdos,

buscarte en mis sueños.

Te agarro de la mano, volamos juntos,nos escapamos de este mundo.

Nadie nos persigue, nadie nos molesta,

solos tú y yo, lejos del cuerpo.

No estás, crecen las ganas de buscarte en los oscuro,

buscarte en la muerte.

Correr y correr detrás de ti;

alcanzar tu alma, traerla denuevo.

No estás, no volverás;

no hay camino de regreso,

te quedaras allí siempre;

lejos de mí, lejos de todo;

lejos del amor que construimos.

Lejos de ti.

JUNEIDA IX



Adiós…

Se asomará la claridad de la aurora,

con sus dedos abrigará los campos terrestres.

Noche y día cantarán las aves y las bestiasen cada rincón poblado; bajo el sol, bajo la luna.

En cada primavera nacerán nuevas flores,

adornaran los campos con sus colores.

El río seguirá siendo río, la piedra seguirá siendo piedra;

y vivirán eternamente todos los seres eternos del cielo.

Todo seguirá igual, nada cambiará, nadie me recordará.

Adiós…

Comienzo el largo camino por el Estigia a manos de Caronte.

¿Y acaso esto se puede evitar?

La luz me mata con su brillo, me empuja hacia adentro.

Veo tu mano, tan cerca a la mía, abrigando los restos que dejo.

Quédate aquí, recuérdame tal como soy en este momento.

JUNEIDA X

Toma mis manos, descansa tus fuerzas en ellas por última vez.

No las dejes ir sin sentir tu calor, sin sentir tu fuerza.

Contempla mis ojos, hazlos tuyos, quédate con el recuerdo.

JUNEIDAXI

Amaneces vestida como para ir de boda.

La fría emoción embarga cada uno de tus días,



cada una de tus muertes a manos de amantes ingratos

que comen de tu ser sin agradecer siquiera.

Espero al aire que moja tu cara de muertes tempranas

lejos de cada balcón de judas dibujadas en tu cintura.Comen, viajan, insultan cada uno de los que destruyen tu belleza,

de los que no miran que matan tu vida, matan tu cuerpo.

Amorosa dadora de vida, creadora de mineral maldito,

déjame recorrer con mis manos tu piel, besar tus costados,

saciar mi hambre en tus orillas, amarte bajo el rojizo cielo

de tus tardes soleadas en el patarcocha. De tus tardes nevadas.

Déjate ser, busca cada idea libre de tu ser, se tú misma.

Déjate amar por cada Yaro libre, cada hombre libre

que a tus faldas duerme, piensa en ti, te ama.

JUNEIDA XII

Tengo miedo al viaje final, viaje eterno. La mirada desaparece, no ve ya los cambios

repentinos de cada uno de los días que pasan los que quedan. ¿Acaso es una obligación

emprender este viaje? Me duele dejar de ver los colores con que se visten las flores. Dejar

de oír el canto de las aves. Dejar de sentir el alma de un abrazo. Pero aún continúa la vida,

muchos nos dejan, se van. Amigos de toda la corta vida desaparecen día a día y no se les

recuerda. Enemigos que ponían emoción a cada unos de los días, con su ausencia, aburren

las noches y dejan sólo recuerdos.

Personas desconocidas que cumplieron un rol desconocido para mí también desaparecen

sin llamar mi atención.



Los días pasan, el miedo crece. La luz se agota, cansa mis pasos. Quiero vivir, pero comienzo

a morir. Siento que me observan de lejos, me llaman para formar parte de la nada. Le tengo

miedo…

¿Acaso Dios me librará de esto? No lo sé. Se agota mi vida y comienzo a llorarla. Puedoacaso devolver los días no vividos a mi alma. La noche avanza y me buscan seres que

atormentan mis pensamientos.

Tampoco llega el amor. ¿Será eso la causa de tanto miedo? los días pasan y se acaban las

horas entre sueños y perezas.

JUNEIDA XIII

Espada caída de mis manos nocturnas, como lloran tu muerte las afiladoras ansias de seguir

luchando, de seguir muriendo a tu lado. Ya no estás, pero haces una falta sin fondo a cada

canción mortal que entona la Parca.

Extraño los días de paz, los días de mi lejana infancia. Pasan y siguen pasando los días de la

melancolía.

A lejos, espada, recuerdo las lágrimas vitales que fueron derramadas al salir el sol. Nos

despedimos de todos esos nuestros seres queridos. Lejos queda cada uno de los días

felices, de las noches lunares, de los campos verdes.

No volveremos a la tierra madre, no volveremos a ver a la madre que dejamos llorando

hace mucho tiempo ya. Los amigos morirán en la espera de ver nuevamente nuestro rostro.

¡Nunca más nos buscaran al escondernos!

Espada caída de mis manos nocturnas, si vuelves a ella hazle saber que morí amándola, que

me recuerde mejor de lo que fui, que en las noches de verano vendré cada noche a visitarla

aunque no me pueda ver.



Adiós espada, adiós vida mía…

JUNEIDA XIV

Manos blancas despojadas de pureza, manos inocentes.

Inocencia robada una tarde lunar, lágrimas en infantiles ojos.

Gritos desesperados; nadie escucha, nadie cerca, nadie ayuda.

Monstruosas manos arrebatadoras de esperanza, arpías asesinas,

cantan alegres ante delito cometido; humana bestialidad asomando.

Inconciencia decreciente, amor natural extinguiéndose.

Decisión difícil, muchas veces obligada, camino fácil.

Desnaturalizado ser disfrazada de madre

Se niega a creer que alguien canta en su interior.

¿No es sensible acaso al latido que se conjuga con el suyo?

Vida que acabara sin ver la vida, sin conocer la vida.

manos calientes se enfriarán sin conocer calor solar.

No verá los colores del alba ni distinguirá la fragancia floral.

Apagan su vida expertas manos asesinas, dolor nauseabundo,

Equivocación que no quiere salir a luz, ambición generalizada.

JUNEIDA XV

Recuerdo infantil sonrisa, serenata amiga.

Te escondía la esencia campestre de la vida,

amor de día claro, de medusas cantoras.



Junio nace esperando flor de diciembre,

flor que empuja locura capitalina.

Mirada de ventana tristoza

contemplando el sur amado.

Días que no pasaron al olvido.

Deysi tu mirada ilumina el infinito

de la noche en que mis brazos

quedaron quebrantados

lejos de la ciudad mineral,

lejos de la sonrisa que me elevaría

sobre todos los seres mortales.

Pero es hora de olvidar tu sonrisa

y la rosa de agosto que dejaste tendida

en el suelo para que mis manos la tocasen

y describiesen en tu cuerpo el universo

de la lejana soledad que ahora me mata.

La nieve cae, desapareces en la oscuridad

Del tiempo infinito.

Lejano esta tu rostro que se convirtió

en la claridad del infinito olvido

que castiga el tiempo perdido.

Te extraño hoy, tal vez mañana

te haya olvidado completamente.

JUNEIDA XVI

El alba nostálgica de la noche cierra tus ojos

que contemplan el recuerdo de días mejores.



No estás aquí, pero tu aliento se deja ver

en las calles que sólo existirán en el recuerdo.

Contemplo a lo lejos tu calor mineral,

tus manos que anuncian la desolación venidera.Ha pasado mucho tiempo.

Llueve bajo el recuerdo milenario

Borrando los días vividos,

las noches silenciosas…



BATALLA CONTRA LA VIDA



I

El recuerdo se acrecienta con los años

marchitos que pasan lejos de tu alma.

Tus manos todavía no se borran de las mías.

Hemos cambiado tanto, tanto como la ciudadque desaparece ante nuestros ojos.

Katia, aún paso por tu casa esperando verte.

Te busco, ya no estás. Te imagino vestida de rojo,

de uniforme escolar.

Las tarde donde juntos conversábamos,

mientras se vestía de blanco la ciudad,

ya no volverán.

Tu mano nunca más tomará la mía

bajo el cielo rojizo del Chaupimarca lejano

que sólo queda en el recuerdo que se niega a morir.

Amiga, hemos crecido queriendo alejarnos,

queriendo olvidarnos, cada día, cada hora.

Me detestas sin saber siquiera lo que pasa por mi mente.

Ya es tarde, el colegio comercial despide

como siempre a sus alumnos.

Ya no estás entre ellos, ya dejaste el uniforme escolar.

Mi mente te recuerda,

te dibuja en el Patarcocha,

te espera en el cementerio general.

II



Lisé, he vuelto a soñar con tus manos mojadas,

con tu fragancia andina, con los paseos

a Pucayacu tomados de la mano,

con la nieve que alegraba nuestras caminatas.

Tus manos adornan los días grises del inviernoque aleja mi vida de la tuya.

Mis manos nos alejan en su afán de acercarnos.

Lisé, amada mía,

tengo ganas de recuperar el tiempo,

de no alejarme más de tu vida,

de vivir los días que nos quedan.

La nieve aún cae, todo sigue siendo igual.

III

Vendrá él.

Suenan las campanas, todo se aleja.

Las madres esconden su tesoro más sagrado

debajo de la cama, debajo de cada punto

inaccesible que esconde los recuerdos,

debajo de cada cosa que pueda ocultar otra.

Todos marchan dejando atrás

la vida opulenta de años pasados.

Algunos se niegan a partir,

se niegan a dejar atrás su vida,

se siegan a olvidar los días felices,

los días de opulencia.

Vendrá él,

no se detendrá. Vendrá a destruir cada casa,

cada recuerdo, cada amanecer azul,



cada rojizo atardecer.

Ambición ajena nos deja sin hogar,

sin vida, sin identidad.

Vendrá él.

Secará tu moribunda laguna,

matara con sus maquinarias a tu mártir,

desalojará a cada uno de tus habitantes.

Ya no habrá amaneceres,

ya no habrá atardeceres.

ya no habrá mulizas,

ya no habrá vida.

V

Lloran las tardes.

Mojan con sus lágrimas

el pequeño espacio

que ya no llenas. Es fría la tarde.

Llueve.

Se forman charcos de agua,

charcos de tristeza.

Errante en el cielo,

un gorrión busca nido.

Palomas lejanas,

escondidas,

lanzan su clamor al viento.

Llueve.

Se mojan los recuerdos,

se marchita el pasado.

VI

La noche de Pasco,

oscura en esta ocasión,



regala recuerdos ajenos,

recuerdos que ya no son míos.

Es oscura la noche,

es muy oscura esta noche,

como tus ojos,como la muerte.

La lluvia mojó por la tarde

tu recuerdo.

Katia, aún viajan

los recuerdos a tu casa,

aún ceo tu inocencia infantil

caminando de la mano

con mi nostalgia.

La noche está oscura.

Se pierden los pájarosen su intento de volver a su hogar.

Las aguas del patarcocha

cantan tristes requieres.

Mi alma te espera, no tardes.



LOS

ÚLTIMOS

SUSPIROS



Sally…

No puedo hacer más, la sangre corre por mis manos indignas ¡tu sangre corre por mis

manos indignas! Tú diste tu vida por mí y le diste, a cada día de mi vida, una razón para

seguir luchando en un mundo ya sin sentido. Pero tenías que morir, no fue tu culpa, pero

tenías que morir. Tu destino estaba marcado cuando cruzaste por esa puerta, cuando

llegaste al lado mío. Y ahora, no entiendo por qué sube por mis venas esta melancolía por

tu sangre. Sube, y no se detiene, por mis venas, llega a mi cerebro, destruye mi corazón, o

lo poco que aún queda de mi corazón. Mis manos, bañadas en tu sangre, sienten un temor

desconocido y un amor desconsolado.

Y recuerdo, aunque no me creas, la noche en que apareciste: tenías los ojos felices del

pájaro de mediodía, la elegancia de un gato de buena estirpe y la soltura de los patosandinos. El sol de enero iluminaba cada uno de tus cabellos, que bailaban al compás el aire

andino de nuestra tierra. Llegaste, como una aparición fantasmal, y helaste cada uno de mis

días anteriores y los sometiste a tu voluntad. Pero la noche fría también llegó con tus

manos de frágil mujer. El desespero, las ideas de muerte, la finalidad de un mundo infeliz, y

muchas otras ideas cabalgaban al lado de tus pies de corcel infernal. Iluminaste todo: los

soles, las hierbas y el gallito diseco que estaba entre las paredes celestes de mi habitación.

Todo lo iluminaste, al principio, pero después, con esas manos inofensivas, trajiste: la

oscuridad que siempre temí, la muerte que siempre me persiguió y esos inofensivos, pero

mortales, juegos que inventaron tu muerte.

Era un día claro, a las nueve, y un poco más, de la mañana de un día que comenzó

sumamente aburrido. Estaba sentado en medio de la pared que separaba tu vida de la mía,

tu alma de la mía. No sabía de tu existencia, no sabía que tenías luz en los ojos. La navidad

había pasado, el año nuevo ya no era tan nuevo. Tu sonrisa alumbro, por unos instantes,más que diez soles. La chompa de alpaca, el cabello suelto, y esos ojos negros como las

uvas, brillaron más que todo el oro de estas tierras. La pared era muy baja, amada Daysi,

que no te costo trabajo en burlarla, en los días siguientes. Recuerdo, mientras te veo

desangrándote, que la alegría se desbordaba como un río inmenso y furioso en nuestras

vidas.

Ya sé que no me escuchas, o quizá sí en tu nueva vida, pero se te veía linda con tu chompita

de alpaca recién bañada y tus cabellos de pasto recién podado. Tu comportamiento salvaje,

de la mano con tus zapatitos negros, planeaba aventuras donde no las había. Una araña,



unas piedras, o algo más insignificante aún, se transformaban en los más misteriosos

objetos orientales, en esos objetos que hay que tomar en cuenta para una investigación

científica.

Todos los días fueron así, todos esos días de verano pero mucha lluvia en esta ciudad. El fríoparecía haberse ido tan lejos que ni lo sentíamos. Estar al lado del otro, simplemente al

lado del otro, abrigaba estos días que se tornaban grises.

Tu amor a la muerte, tus deseos de alguna religión que el destino olvida, tu lucha por

bajarte de esta felicidad para entrar en la otra, hicieron que muchas veces tus ojos

oscurecieran y se llenaran del rocío otoñal de las despedidas crueles. – Mátame – dijiste

una noche mientras llovía – quiero salirme de la vida. Y corriste a llorar por mi patio oscuro.

Como lo recuerdo ahora, como me duele ahora. Tuve miedo de acercarme a ti, y te deje

llorando, silenciosamente, bajo los alambres que usaba mi mamá para colgar las ropas. Te

esperé en nuestro nido, que tenía, ya en ese momento, un olor a muerte medieval. Te

espere hasta muy tarde, no llegabas. Me desesperaba por dentro presintiendo que ya

habías viajado eternamente, pero me alegre al ver, después de algunas horas, tus ojos

bañados en lágrimas aparecer frente a los míos. Te tome de las manos, y trate de espantar

el dolor que tenías dentro con palabras al oído.

Al día siguiente, sabíamos que ya era imposible soportar el dolor que llevabas dentro,

Recurrimos a unos de esos vendedores del cielo buscando una cura para tu alma herida,

pero sólo conseguimos, en tres horas de soportar a un charlatán, que culparan al diablo de

lo qué te pasaba y un – dios te bendiga – cuando cruzábamos, con algunos esfuerzos, pues

un carro pudo fulminarnos, hacía la vereda de en frente. Mi amor, te veías bella aún en esas

horas de angustia. Tu belleza, sólo comparable con las rojas cantutas del valle sagrado,

crecía infinitamente esa tarde de noviembre. Tu cabello, cubierto de la nieve eventual de

los días de invierno, parecía llorar su propia historia. Era las tres de la tarde, era tu último

tres de la tarde.

Volvimos a mi casa, me abrazaste, y caminamos sentados por todos nuestros sueños, por la

mina, la laguna y el desmonte. Nos detuvimos en un beso infeliz, entre lágrimas y promesas

torpes. – Te amo, Jun. Los días se me acaban pero quiero que tú los vivas por mí – dijiste, lo

tengo muy en mi memoria, y lo tendré siempre, y lloraste como nunca antes. Tu voz gritaba

su dolor acompañado de grandes lagrimas tristes que bañaron mi alma de un dolor que aún



no conocía. Todo el dolor acumulado, toda tristeza acumulada, todos los años que no

viviremos acumulados, sobre ese pequeño corazón que se niega a vivir, que se niega a latir.

No sabes lo que sentía en ese momento, tú no entenderás nunca el dolor que me causabas

con cada una de tus lágrimas, con cada una de tus palabras. El alma mía parecía rompersecomo los cristales se rompen al caerse. Cada uno de mis sentidos lloraba tu ausencia, y ya

te extrañaban, como el mar extraña al sol cada noche, como la laguna extraña a la luna

cada mañana. Tú nunca entenderás lo que sentía, y tu corazón nunca sabrá lo que le hizo a

mi corazón.

La noche cayó como caen las piedras desde un despeñadero, y estábamos abrazados,

mirando ocultarse el sol, mirando tu último anochecer. – Tienes que matarme ahora antes

que la muerte venga por mí, antes que me maten los demonios que viven dentro de mí –

dijiste eso y lloraste amargamente. No sabía qué hacer, estaba tan confundido con esa

petición tuya. Busque a Cristo, clavado en alguna de mis paredes, pero se había ausentado

a un lugar mejor. - ¡Mátame! Es mi última voluntad – y me diste la espalda llorando. Mi

alma se confundía, todo dentro de mí flotaba hacia el infierno de tus palabras.

Habías preparado todo: la daga, la carta del adiós, y la persona que tenía que matarte. No

dejaste nada al azar. Pero como entender tus palabras en ese momento, como decirte que

no podía hacerlo. Era un esclavo de tu voluntad, un esclavo de tu risa. No podía negarte

nada, ni siquiera tener que matarte.

El reloj marcaba las siete y treinta, cuando tu grito me dio el valor de levantar mi mano

contra ti. Te di un lapazo, te jale de los cabellos. Intente hacerte volver en razón, intente no

matarte. Tendida en el piso, por el golpe que te di, me miraste a los ojos sin decir palabra. –

Tienes que matarme – volviste a decir después de cinco minutos. – Te lo pido por favor,

¡mátame! No puedo seguir viviendo, no quiero seguir viviendo. Me llene de valor, tome una

decisión. Con lagrimas en los ojos, minutos antes, te suplique que no me dejes, te dije lo

que significas en mi vida, lo mucho que te amo. Te hable al oído pero no conseguí nada. –

Tienes que ser tú – me respondiste, también al oído, con un susurro que desgarro mi alma.

Tome el puñal, mi miraste, tus ojos brillaron funestamente estudiando cada uno de mis

movimientos. Dude por unos instantes, pero tu voz me dio la determinación para hacerlo.



Tus ojos y la sangre, que salía de ti, se mezclaban en una alegría mortal. Moví el cuchillo,

todavía en tu pecho, para asegurarme de que saliera bien el trabajo. Con el dolor de mi

corazón, te empuje al piso para que desangraras con un poco más de dignidad. Saque el

cuchillo, lamí tu sangre. Era lo mínimo que podía hacer después de derramar sangre amada.

– Ya está consumado – dijiste con tus últimas fuerzas, recostada en el piso, recordando lo

que dijo el carpintero en su crucifixión. Estas palabras terminaron por destrozar mi alma y,por unos instantes, tuve las ganas de meter el chuchillo dentro de mí y acompañarte en

este viaje. Recordé que te prometí seguir viviendo, y eso me detuvo. La sangre llenaba la

habitación y comenzaba a escaparse por entra las maderas del piso, besé tu cuerpo inerte,

todavía tibio y lloré sobre tu cadáver.

Las campanadas del reloj anuncian las ocho de la noche. Por entre las ventanas hace su

aparición una luna llena, y tu cuerpo sigue allí, y seguirá allí hasta que vengan a buscarte.

Caro…

La noche avanzaba y la sangre, con su aroma mortal, corría por las escaleras de un pasado

tan lejano. Habían amanecido juntos. El sol entró, con su abrigador brillo, por las ventanasque apuntaban, como un dedo acusador, hacía el lugar por donde salía siempre. Adentro,

en la habitación, muy cerca de la cama, estaba un cuaderno que trataba de ocultar el paso

del tiempo con algunos poemas escritos hace muchos años.

Unos golpes en la puerta, de quién sabe quién, azotaron su tranquilidad y golpearon

mortalmente su pecho. Decidió ver por la ventana, pero unos pensamientos le atajaron y le

congelaron en el lugar en donde estaba. - ¿Quién será? – se pregunto sin atreverse a

moverse. Pensó por unos instantes que lo habían venido a buscar. - ¿pero quién sería? – se

volvió a preguntar. Su madre estaba en una ciudad lejana, ninguno de sus amigos podría

visitarlo a esa hora y sus vecinos, que casi no lo conocían, nunca tocaban su puerta ni

preguntaban por él.

Pero alguien había tocado la puerta, alguien había toca su puerta, hace sólo un segundo,

hace sólo menos de un segundo.



– Quisiera morir en tus brazos, está noche, o lo que queda de esta noche – le dijo sin

ningún reparo mirando las luces de la calle de afuera.

– No seré yo quién te mate, te amo tanto que no puedo hacerlo, ¿entiendes? – le

respondió ella mirándolo fijamente a los ojos.

– Lo tienes que hacer, no tengo más razones para seguir viviendo. Tú que siempre

estuviste bien no estás en la capacidad de entenderme – diciendo esto la agarró de

los brazos y la empujó sobre la pared.

– Suéltame en estos momentos – le ordenó ella y trato de zafarse.

Estos recuerdos le atormentaban en el pequeño instante entre el golpe de la puerta y la

decisión que debía tomar. Su mente voló, en menos de un microsegundo, por todo lo que

había pasado en la noche.

– Te amo Jun, ya quiero ser tu mujer – le dijo ella con una sonrisa que no tenía fin.

– Yo también quiero pasar el resto de mi vida contigo, quiero cuidarte y protegerte

todos los días que me quedan por vivir – respondió mirándole a los ojos y tomándole

en los brazos tan fuertemente como podía.

– Viviremos aquí unos años, y después, cuando haya acabado los cursos faltantes en la

universidad, iremos a vivir a donde tú quieras – le propuso esto colgándose en su

cuelo y dándole un amoroso beso.

Quiso llorar con estos recuerdos. Habían golpeado la puerta una vez más. Alguien en la calle

lo llamó por su nombre. No reconoció la voz. Pero ahora sabía que era un hombre quien lo

buscaba. Pensó que sí permanecía en silencio se iría pronto. Pero su mente ya había

comenzado a volar y los recuerdos esperaban el instante en que debían visitarlo.

– Hola Jun, no se sí me recuerdas, pero yo si te recuerdo. Te llamas Jun, estudias

literatura, te gusta el metal y eres poeta – le escribió ella como mensaje de texto a su

celular.

– Veo que sabes más de mí que yo mismo, pero yo no recuerdo quien eres – le

respondió con otro mensaje.

– Soy Carolina, chateamos en otro día, ¿Te acuerdas? – respondió ella después de y

después de algunos segundos llego otro mensaje. – Mi Nick era Gatita Caro –

recuerdas le dijo.



Las lágrimas recorrieron sus ojos y los recuerdos lo mataban. Ella se había ido ya hace

mucho tiempo y sólo le quedaba un guante como recuerdo.

Alguien, con una llave, abrió la puerta y entró. Lo encontró tirado al borde de la cama, casi

muerto.

– Jun lo nuestro no avanza. También creo que cuando nos veamos no será ya lo mismo.

Además aquí ya estoy con alguien – dijo esto y su mundo, la de él, se destruyó. No

había pensado en recibir una noticia tan mortal.

– Quiero que seas feliz, ese es mi anhelo – le dijo y sus ojos volaron al fin del mundo.

– Espero que lo entiendas, discúlpame, yo también me había hecho ilusiones contigo –

y se fue para nunca más volver.

Lo encontraron recordando eso. Lo encontraron con altas dosis de alcohol. Habían pasado

menos de dos minutos de los golpes en la puerta.

– Debes quedarte aquí, yo tengo que partir – y se fue tomando sus cosas.

No te vayas, moriré sin ti – le dijo, pero ella ya no volteó a mirar atrás.

Los recuerdos volaron y se fueron. Se levantó y comenzó a conversar con su hermano,

como si nada hubiera pasado.

Lise…

La nieve cae, la última nieva que en el futuro recordaré. Es blanca esta nieve. Por entre las

costuras de mi zapato entra el agua, pero estás aquí para abrigarme. En la mañana de este

diciembre hiciste un pacto con Jesucristo, y ese pacto, muchos años después, se romperá y

nos pesará en el alma.

Estás cerca, está última vez, y me sonríes como nunca antes. La nieve cae, la nieve es tan

blanca como tú. Estoy yo, por lo menos creo que soy yo, mirando como cae la nieve a la



puerta de la iglesia. Es la avenida López Albujar, años después, quizá en el séptimo

semestre de literatura, me enteraré de quién es.

Pero estamos juntos. Por lo menos estás con lo que quedó de mí. Los miro y vuelvo a vivir

eso que ya viví. Y me encierro, de nuevo entre las cosas que pasan, y soy feliz nuevamente.

– Mírate Isa, estás todo mojado.

– Y tú también.

– Pero yo vivo cerca. Tú tendrás que ir hasta el centro y me preocupa que te resfríes.

– Sabes que eres el calor de mi vida. No puedo enfermarme estando a tu lado.

– Lo sé, y me gusta tu compañía.

– A mí también me gusta. Quisiera no irme esta noche, que Yersi se demorara un poco

más y así tenerte un poco más de tiempo.

– Eres un loco y eso me gusta.

Los recuerdos llegan a esta conversación. Por lo menos a mí, que estoy parado, al frente,

mirándolos, mirándome. Recuerdo la paciencia que tuviste al esperarme, las veces que

aprovechamos la tecnología para comunicarnos y nuestra pelea.

– Me heriste, y no preguntes por qué.

– La verdad no lo sé. Hago tantas cosas sin pensar, hiero a los que me aman. Pero en el

fondo de mi corazón hay algo que crece para ti.

– No te creo. Estoy en Lima, no sé si podemos encontrarnos y acabar de una vez por

todas con esto.

– No creo que eso pase. ¿Quieres terminar conmigo?

– No. Pero a veces siento que tú lo quieres hacer.

Estamos ahí parados, mojándonos en la nieve. Nos prometemos tantas cosas. Es el 19 de

diciembre, yo estoy organizando un teatro, no sé si lo presentaré. Pero sí eso no pasa está

mi guitarra para presentar algo la noche de navidad. No lo quiero pasar con mi familia,

porque en estos momentos tú eres lo más importante en mi mundo.

– Mi hermana, lise, la mayor, me habló de ti.

– ¿Y qué te dijo?



Y me conocen tus hermanas, después de lo que ahora vivimos, y alegran mi vida

recordando nuestro amor. Las frases que vuelan ahora, las que nos prometemos. Las que

cada día recordaremos cuando nos alejemos. Están ahora, por lo menos esta noche, recién

naciendo en nuestros labios.

– El frío de la noche calienta mi vida. Las espesas nieves, que no me mojan, resaltan tu

blancura hasta el máximo nivel. Estamos solos, estamos cerca. La noche se irá, pero

no podrá separarnos.

– Que bonitas cosas dices. Por eso me enamore de ti, por eso te amo.

– No son las palabras mías, son tuyas. Sin ti no nacería en mi alma la poesía.

Me abrazas, y tus manos tocan mi alma. Estás tan cerca de mí, siento tu respiración.

– Nuestro tiempo se acaba, Yersi está por salir. Búscame mañana, estaré en mi casa.

– Mañana vendré a verte.

– Espero eso.

Y se acaba la historia, y se acaba esta historia. Prometiéndonos los que más tarde no

cumpliremos.

Canción de Mortaja - Jun Isa Santa Cruz

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