BURN Julianna Baggott · -El chico debe de estar en una pijamada. -¿Revisaste el cuarto? -Revisé...
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Deep in Fantasy Burn
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BURN
Julianna Baggott
Julianna Baggott es la autora de esta historia. No
me pertenece, yo sólo la traduje. Espero que este
último libro tanto como yo lo hice… -Deep in Fantasy
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PROLOGO
BRADWELL
Él conocía el final. Podía verlo casi tan claro como vio el principio.
-Empieza allí, -Susurró al viento. Sus alas eran gigantescas. Las plumas aleteando; algunas eran arrastradas a sus espaldas. Tiene que tensar sus alas contra el viento mientras camina, atravesando los campos de rastrojos hacia el risco de piedra. Quiere retroceder, hacer un túnel y cavar hacia el niño pequeño que una vez fue. Esto es lo que nunca le había dicho a nadie. Él no estuvo durmiendo durante el asesinato de sus padres; quería creer que lo había hecho. Después de que los hombres entraron a su casa, un altercado lo despertó, su madre gritando, probablemente justo antes de que ella y su padre fuesen disparados. Bradwell había sido advertido sobre gente entrando a la fuerza en su casa. Rápidamente se levantó de la cama y se escondió debajo de ella. Vio un par de botas en el espacio entre la falda de la cama y el suelo. Se apostaron al lado de su litera, y entonces uno de los asesinos –próximamente, su asesino— se arrodilló, levantó la tela, y por un momento, estuvieron cara a cara. Bradwell no se movió, aguantó la respiración. La cara del hombre era larga y angular, con una barbilla levemente torcida. Tenía ojos azules. Finalmente, sin una sola palabra, dejó caer la falda. Le dijo al otro hombre que se encontraba con él: -El chico debe de estar en una pijamada. -¿Revisaste el cuarto? -Revisé la maldita habitación. Los escuchó irse y ni siquiera entonces se levantó. Pretendió dormir, aún bajo la cama. Pretendió soñar. Y luego, abrió los ojos, y esta es la parte que confesó: bajó a la cocina como si fuera una mañana cualquiera; eso podría ser todo lo que su cerebro podía manejar. Como sus padres no estaban haciendo el desayuno, los llamó, y sólo entonces comenzó a entrar en pánico. Finalmente, encontró sus cuerpos aún en la cama.
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Podría haber corrido hacia el grito de su madre, pero en su lugar se escondió. Le contó a Pressia que había estado dormido durante los asesinatos, y había querido creer que eso era verdad. En realidad, ese día fue la primera vez que debería haber muerto, pero, por mucho, no la última. El hecho de estar vivo es accidental. Trepa las rocas y camina al borde del risco. Está oscuro, pero la luna es brillante. Extiende sus alas y se inclina hacia la brisa. Por un momento piensa que el viento cesará y que él caerá hacia delante y volará. Pero sus alas no lo sostendrían. Volar. Ese no es el final. Acaba en polvo y ceniza. Estaba destinado a ser un mártir, junto a sus padres. Él tomó prestado este tiempo con sus hermanos—El Capitan y Helmud. Nunca se supuso que se enamoraría o que alguien lo amaría a él—Pressia. Cuando piensa en ella, es como si patearan su corazón fuera de su pecho. Pudo haber muerto con ella en el suelo congelado de un bosque. Pudo haber muerto unido a sus hermanos, con su sangre entremezclándose. Pero ninguno de esos fue el fin. Aquí, en el risco, ve el final: él yaciendo en el suelo entre el polvo y las cenizas de su tierra natal y su pecho abierto a desgarrones. La verdad se eleva de su cuerpo como un moño largo desplegándose, moteado con su sangre. ¿Cómo pasará? ¿Cuándo? Sólo sabe que no está muy lejos. Con el viento atravesando sus alas, siente como si estuviera corriendo hacia ello— ¿O es el final apurándose para encontrarlo? Esta vez no se ocultará. Esta vez correrá hacia el grito.
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PRESSIA
Llave
La puerta del cuarto de Pressia está trabada. Las guardianas vienen y van
con llaveros, tintineando—¿Cuántas habitaciones hay? ¿Dónde está
Bradwell? ¿Helmud y El Capitan? ¿Dónde están sus cosas—el vial, la
fórmula?
Las guardianas nunca responden a sus preguntas. Le dicen que se mejore. –
No estoy enferma. –Le dicen que descansen. –No puedo dormir. –Sonríen y
asienten y señalan las alarmas en cada una de las paredes de su habitación.
–Aprieta aquí si hay una emergencia. –Las guardianas también llevan
collares con botones de emergencia adheridos. Pero ella no sabe qué tipo de
emergencia esperar. Cuando pregunta, dicen, -Por si acaso…
-¿En caso de qué?
No le dirían.
Cada día es lo mismo.
Demasiados días para contar; pasaron semanas- ¿Casi un mes, ya?
Las guardianas son todas mujeres y doradas, cada una de ellas, casi
brillantes ¿Es la luz de lumbre? Es que tantas están embarazadas— ¿No
brillan las mujeres en cinta? ¿Es algún tipo de radiación interna? La
mayoría tiene panzas que sobresalen de sus caderas. Hinchadas.
Pero no sólo las guardianas son doradas. Los niños en el campo también lo
son. Son enviados afuera a diferentes intervalos de día para jugar. Tienen
palos y bolas y redes en postes enterrados en el frío suelo. Dorados, todos
ellos, como si se hubieran parado sobre algo levemente metálico, y sin
fusiones o cicatrices o marcas. Solamente piel. Las alarmas se bambalean
en la parte frontal de sus abrigos.
Las guardianas le traen a Pressia bandejas con comida: sopa caliente, avena,
vasos grandes de leche fría— leche blanca, blanca, sin una pizca de ceniza
en ella. Los devoradores de ceniza están por todas partes, escabulléndose
entre las cucharas, en los bordes de la bañadera de metal, en los paneles de
las ventanas, dentro y fuera. Con la espalda de un escarabajo y levemente
iridiscente, parecían trabajar día y noche, resistiendo el frío.
Una de las guardianas le dijo que habían sido engendrados para utilizar sus
delicados brazos para palear cenizas dentro de sus pequeñas bocas, para limpiar la loza—así fue como lo dijo.
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Ellos eran la razón de por qué el cielo fuera de la ventana estaba teñido de
azul en lugar de gris.
Ellos eran el por qué las sábanas, fundas de las almohadas, y hasta las
pequeñas plumas de ganso que escapaban de la colcha eran generalmente
blancas. Pressia no recuerda haber visto nunca algo tan prístino.
Todo en su habitación es mantenido limpio. Le cambian las sábanas todos
los días. En el baño adjunto, siempre hay una barra nueva de jabón. Alguien
incluso saca los pequeños mechones enredados de cabello suelto de su
cepillo; cada mañana está limpio.
Pasa sus dedos por la ventana y mira a través de ella. Puede divisar una
antigua torre de piedra, inclinada como si fuera arte del viento, extrañas
bestias de caminar pesado— del tamaño de vacas pero con abrigos espesos,
gomosos y sin pelo, ocasionalmente con colmillos—vagando por la niebla,
cuesta abajo. Más allá de la manada, está la aeronave, atada al suelo por un
montón verde; había sido tragado por las vides.
¿Alguna vez volverían? A casa ¿Siquiera existía? Y ahora, después de todo
lo que pasó, después de todo lo que hizo, ¿Se merece un lugar llamado
hogar? Bradwell, sus alas masivas —ella le hizo eso.
Quiere regresar a como era antes. Pero no hay vuelta atrás.
Para limpiar la loza. ¿Pero qué haces cuando la loza no puede limpiarse?
¿Hay alguien trabajando en la aeronave? ¿Recuperaron Bradwell, El
Capitan, y Helmud las fuerzas suficientes como para viajar? ¿Bradwell la
perdonará alguna vez?
-¡Esto es una pérdida de tiempo! –Había perdido la paciencia un par de
veces y gritado a las guardianas -¡Necesitamos volver a casa! ¡La gente nos
necesita!
Ellas sonríen, asienten, apuntan a las alarmas en las paredes.
Al anochecer, cuando su cuarto se oscurece, la alarma brilla con rojo y
escucha el aullido. Viene con cada atardecer— caninos a la distancia
¿Lobos, zorros, coyotes? ¿Qué perros aulladores viven en esta tierra?
Algunas veces desea que los perros se acerquen, amenacen con devorarla.
Tal vez quiere ser vuelta pedazos, desaparecer.
Y se despierta sintiéndose del mismo modo. Es su culpa a la que quiere
destruir, devorar, hacer desparecer. Bradwell. Piensa en él ahora, con su
habitación llenándose con la luz matutina. Después de inyectarle el suero a
los pájaros en su espalda, después de que esas alas crecieran rápida y
ferozmente mientras sus costillas y hombros también se expandían, él dijo:
-¿Qué me has hecho?
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Ella sabe que lo traicionó. Él no quería ser salvado por los contenidos del
vial— la medicina que puede que algún día lleve a la Purificación de los
sobrevivientes, de todas esas cicatrices y fusiones. Quería morir Puro— por
su propia definición de la palabra.
Pero no podía dejarlo ir.
Sola, aún soñolienta, se recuesta en la cama y recuerda cómo era estar en el
paso subterráneo sobre el duro suelo con Bradwell, sus manos ásperas y
cálidas, rodeando su cara. Era como estar completamente viva por primera
vez en su vida—cada una de las células de su cuerpo despiertas. Y ahora,
algo dentro suyo se siente muerto. Se siente vacante. Bradwell la odia. Se
odia a sí misma. No está segura cuál es peor. Haría cualquier cosa para
ganarse su confianza de vuelta, pero sabe que el daño no puede ser
deshecho.
Entiende por qué odia la idea de ser capaz de revertir sus fusiones, borrar
sus cicatrices, filosóficamente; él no quiere revertir o borrar el pasado, los
pecados de la Cúpula. Pero ella no entiende por qué no hay siquiera una
pequeña parte de él—muy al fondo— que desee estar entero de nuevo.
Toca la cicatriz en el interior de su muñeca— una línea fina y arrugada
donde la piel sintética de la cabeza de muñeca delineaba sus propias
terminaciones nerviosas. A los trece trató de cortar la muñeca. Recuerda la
sensación del cuchillo sobre su piel. Su punta era afilada. Era algo de lo que
ella tenía control— no algo que le pasaba a ella. Le encantaría tener el
control ¿Acaso pensaba que un muñón iba a ser mejor? ¿Pensaba siquiera?
No realmente. Solamente quería ser libre.
Aún quiere eso. El vial y la fórmula la acercaban un paso más a esa
posibilidad, pero Bartrand Kelly confiscó estas cosas— lo que todos habían
arriesgado sus vidas para descubrir. Si conseguía llevar estas cosas devuelta
a la Cúpula donde hay científicos trabajando en laboratorios, no solamente
la ayudaría a ella. No. Habría un futuro donde todos los supervivientes
estaban enteros de nuevo.
Frota sus nudillos ocultos bajo la cabeza de la muñeca y rasca su brazo.
Quiere estar entera. Después de todos estos años, ¿quién no?
Una llave repiquetea en la cerradura. La manija gira. Es una mañana
brillante.
Pressia se sienta en el borde de la cama, esperando.
Fedelma es la única guardiana de la que conoce el nombre. Está a cargo del
resto y recoge su cabello en dos rodetes puntiagudos arriba de su cabeza.
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Ella tiene más poder y quizás sea por esta razón que le es permitido hablar
más. Pressia se alivia al verla.
Fedelma también está embarazada. Su estómago es un tenso tambor que
tiene que soportar, y no es joven.
Su pelo es canoso en las raíces. La piel que rodea sus ojos se arruga un
poco cuando sonríe. Empuja la puerta con una mano y sostiene una bandeja
de estaño en lo alto con la otra. -¿Dormiste? -Pregunta.
-Apenas, -Dice Pressia, y va directo al grano. –Quiero ver a Bartrand Kelly.
–No lo había visto desde el primer día— una mezcla fugaz de sonidos,
espinas, sangre y alas— cuando habían sido cargados dentro del carrito y
llevados dentro. –Tiene cosas que me pertenecen.
-Él es fiel a su palabra, -Dice Fedelma, apoyando la bandeja al lado de la
cama. –Te contará todo cuando sea el momento correcto.
Todo ¿sobre su madre y padre? ¿Sobre su pasado? Bartrand Kelly era uno
de los Siete. Era amigo de sus padres cuando eran jóvenes. Sabe más de
ellos que los que ella nunca podrá. Le parece increíble haber esperado
encontrar a su padre aquí. Lo extraña aunque él sea un extraño para ella.
-¿Y la aeronave? ¿Va a dejarla cubierta de enredaderas allí afuera?
-Las enredaderas funcionan como camuflaje por ahora. Mantendrán la nave
a salvo de predadores y bandas de ladrones. Es por eso que fueron criadas
para ser carnívoras. Protección.
“¿Criadas para ser carnívoras?” Piensa Pressia. En algún lado hay
laboratorios, campos de sembrado…
Fedelma se estira y sujeta gentilmente la muñeca de Pressia— no la de la
pepona, no. A Fedelma le sorprende la muñeca, trastornada por la forma en
la que está fusionada a su puño, aunque trata de pretender que no le afecta.
-¿Qué haces? -Pregunta Pressia.
Fedelma levanta la manga del suéter de Pressia, revelando su brazo. -¿Ves?
Tu piel ha comenzado a volverse dorada, -Dice. –Tu comida está infectada
con un químico que disuaden a las vides— una esencia emanada por tu piel.
Pressia ahora lo ve también. Una leve tonalidad. Empuja la manga hacia
abajo. –A la gente no le gusta ser envenenada. -Dice.
-A la gente no le gusta morir atragantada por enredaderas con espinas. –Es
verdad. Pressia vio cómo las plantas casi matan a Bradwell, El Capitan, y
Helmud. -Come, -Dice Fedelma, empujando la bandeja hacia Pressia.
-¿Por qué nadie me cuenta sobre las alarmas? ¿A qué le temen?
Fedelma frota sus brazos como si tuviera frío.
–No hablamos de ello. –Camina hacia la ventana.
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-Escuché los aullidos.
-Los perros salvajes son nuestros. Nos ayudan a mantenernos a salvo.
-¿Por qué no simplemente me lo cuentas? Dime la verdad.
-Nunca llegaron extraños. No sabemos cómo tratarlos, excepto como a
extranjeros, tal vez una amenaza.
-¿Parezco una amenaza?
Fedelma no contesta. –Uno de ustedes empezó a caminar por las tierras.
Desconozco cómo obtuvo el permiso. Era el que peor se encontraba cuando
llegaron. Tal vez no lo tenga permitido, pero aun así está allí afuera. Hasta
ahora lo vi dos días seguidos.
Pressia se levanta y camina rápidamente hacia la ventana.
-¿Bradwell?
Fedelma asiente. –Aún se encuentra algo inseguro de pie desde…
Las bestias domesticadas habían sido llevadas a alguna otra parte, pero los
chicos se encuentran allí— corriendo con pelotas y palos. Muchos de los
juguetes parecían nuevos, como los sombreros y bufandas. La navidad
acababa de pasar ¿Los consiguieron cómo obsequios? Gritan y silban. Unos
pocos cantan en un pequeño grupo, hacienda gestos al unísono.
Una niña pequeña con un suéter rojo brillante rodea los bordes de los
grupos. Sostiene una muñeca contra el pecho. Pressia se imagina a sí misma
a esa edad con su propia muñeca— la que está fusionada a su puño, para
siempre.
En algún momento fue nueva— sus ojos brillaban y se cerraban al unísono.
Ser nueva. Sentirse nueva. No puede imaginarlo…
Otra niña camina hacia la de la muñeca— su gemela. Ambas se agarran del
brazo de la otra y siguen caminando.
Muchos chicos, pocos adultos. Están repopulando. Deben hacerlo. ¿Dónde
estaba Bradwell? -¿Lo ves? -Pregunta Pressia.
-No, -Dice Fedelma. –Pero está allí afuera, en alguna parte.
-Yo también tengo que salir, -Dice Pressia.
Fedelma sacude la cabeza. –Necesitas comer. Necesitas dormir. Si vas a
fortalecerte necesitas…
-Necesito verlo, con mis propios ojos. -Pressia camina hacia la puerta, que
Fedelma olvidó trabar.
-¡No! -Dice Fedelma. -¡Pressia! ¡Detente!
Pero Pressia ya había atravesado la puerta y empezado a correr por el
vestíbulo. Encuentra una escalera y baja pisando fuertemente los escalones.
Puede escuchar a Fedelma detrás suyo. -¡Pressia! ¡No!
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¿Debería estar corriendo embarazada? ¿Cuántos años tiene, de todas
formas?
Pressia encuentra una pesada puerta hacia el exterior.
El aire es cortante y húmedo. Camina velozmente a través del campo de
niños, todos ellos dorados.
Un grupo juega a formar un círculo impreciso mientras que otros, dentro de
la ronda, giran y giran.
Mira tú reflejo.
Halla tu pareja.
¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate!
¡No quedes al final!
Los niños en la ronda gritan la canción, y luego, los chicos mareados
persiguen a los otros, dispersándose por el pasto.
Pero otros, sin jugar, se detienen y miran a Pressia. Y ahora que se
encuentra entre ellos, divisa otro par de gemelos. Ve a un tercero que es
idéntico. Nunca vio trillizos antes. Aunque no quiere mirarlos fijamente; no
le gusta cuando la observan con fijeza.
Un chico de cabello negro azabache dice, -¡Miren! –Y señala al puño de
muñeca. Pressia se niega a ocultarlo.
Fedelma, jadeando detrás de ella, grita, -¡Callado, niño! Sigue con tu juego.
Pressia se dirige a la torre de piedra; necesita una mejor vista. Estos chicos
le recuerdan de cómo podrían ser las cosas en la Cúpula. El aire respirable,
la falta de deformidades, cicatrices y fusiones. Se pregunta dónde su medio
hermano, Perdiz, se encuentra en el momento. Había vuelto a la Cúpula
¿Está buscando gente que lo ayuden a encontrar una forma de tomar el
control del reinado de su padre? ¿Recordará a aquellos que sufren fuera?
¿Hará lo correcto? ¿Está Pressia haciendo lo correcto, prisionera aquí,
perdiendo tiempo preciado? ¿Será Bartrand Kelly fiel a su palabra?
-¡No deberías estar fuera! –Le grita Fedelma. -¡Te encuentras bajo órdenes
estrictas de recuperación! Si Bartrand Kelly se entera sobre esto, no será
bueno ¿Estás escuchando? ¿Lo estás?
Pressia corre el resto del camino hacia la torre, con los pulmones doliéndole
por el frío. Sube la pequeña escalera circular de a dos escalones,
propulsándose con la baranda con su mano buena. Presiona el lado de la
cabeza de muñeca contra su pecho, como si pudiese escuchar su frenético
corazón.
La torre es redonda con techo picudo. Las ventanas estrechas solo son
agujeros— sin vidrio. El viento sopla dentro. La piedra está fría y curtida,
con parches de musgo resbaladizo. Se detiene en uno de los agujeros y mira
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el exterior –Niebla ondulada, otra vista de la aeronave. Las vides crujen y la
aeronave parece balancearse un poco ¿Están las enredaderas apretando
tanto que la nave es sacudida por ellas?
¿Alguna vez saldrán de allí? Sin la aeronave, no es posible.
Se mueve con rapidez a la próxima ventana—unas pocas bestias, del tipo
que no puede nombrar, huelen el pasto cerca de un saliente rocoso.
Escucha las botas de Fedelma en la escalera. Pressia se gira y allí está ella,
respirando pesadamente.
-¿Deberías correr detrás mío en tu condición? -Dice Pressia.
-¿Deberías estar corriendo por ahí en tu condición? -Rebate la mujer.
Ambas dejaron la casa principal sin abrigo. Fedelma se abraza a sí misma,
con los brazos sobre su panza. El viento mueve los finos cabellos que se
habían soltado de los dos rodetes sobre su cabeza.
-¿Por qué piensas que yo estoy enferma? -Pregunta Pressia.
-Bradwell, El Capitan, y Helmud— ellos fueron los que casi mueren. No
yo.
-Ellos enfermaron por las heridas de las espinas, pero tu caso es más serio,
en algunos aspectos. Estás enferma del corazón.
Pressia se sorprende. –No sé de qué estás hablando. –Pero si lo hace. El
dolor se encuentra en su interior, como si una piedra pesada se hubiera
posado en su pecho. Culpa, pérdida, traición. Se mueve hacia la siguiente
ventana y mira a través de ella. Solamente ve cielo y tierra, y árboles en la
distancia. Un devorador de ceniza se arrastra por las rocas acomodadas de
forma ceñida. Le da un empujón con la punta del dedo.
-Tienes que sanar desde dentro, -Dice Fedelma. –Toma tiempo.
Los ojos de Pressia se llenan de lágrimas. El peso es tan abrumador que le
es difícil respirar. Aprieta sus pulmones, y le provoca dolores agudos en el
pecho.
-Kelly quiere verlos hoy. A todos.
-¿Por qué no me dijiste antes?
-No se supone que te debería haber contado. –Suspira. –Te ayudará, pero
querrá algo de vuelta.
-¿Qué?
Fedelma señala una ventana con la cabeza. Hay silencio por un momento,
excepto por los chicos jugando en el campo y viento. –Allí está el que
buscas, -Dice la mujer, y se aleja de la ventana. -Mira.
Pressia se mueve con rapidez.
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Bradwell está caminando cuesta abajo a través del pasto alto. Tres pares de
alas masivas encorvadas en su espalda, coincidiendo con la suela de sus
botas, y las puntas siendo arrastradas por detrás. Él no está acostumbrado al
peso de las alas, y las duras ventiscas lo empujan y vuelven torpe,
desgarbado e inseguro –casi como un potro tratando de acostumbrarse a
nuevas piernas.
Fignan, siempre leal, lo sigue, su pequeño cuerpo de caja negra suspendido
en sus piernas larguiruchas conectadas a las ruedas, las cuales aplastan un
pequeño camino de pasto detrás de él.
Recuerda la jeringa en su mano temblorosa y cómo había inyectado a cada
una de las tres pequeñas aves incrustadas en su espalda. Él quería morir
bajo sus propios términos. Ella le arrebató eso. Aun así, está vivo.
Su corazón golpea contra su pecho. No puede disculparse por salvarlo, no
importa qué. No puede.
Y nunca la perdonará por ello.
Bradwell se detiene, y por un momento, se pregunta si puede sentir sus ojos
en él. Pero el chico no gira en su dirección. Mira al cielo—pájaros viraban
sobre su cabeza. Aún se encuentra pálido por la pérdida de sangre, pero su
mentón es puntiagudo y sus ojos acerosos. Suspira profundamente, lo cual
ensancha su pecho. Mientras observa a las aves planear, una de sus alas se
sacude casi imperceptiblemente.
Gírate. Gírate y mírame, lo urge. Estoy aquí. Pero él se incorpora nuevamente y sigue caminando en el viento.
PERDIZ
LUTO
Trepa por su garganta. Lo maté. A veces incluso abre la boca como si
realmente se lo fuera a decir a alguien. Maté a mi padre. El líder que aman—Willux, su salvador—lo asesiné. Pero entonces su garganta se
cierra.
No le puede decir sobre esto a nadie, por supuesto—excepto a Lyda.
Después de confesarse ante ella, se sintió más aliviado—pero sólo por un
corto tiempo. La ve cada pocos días y pasó Noche Buena con ella, casi un
mes atrás. La mañana de Navidad despertaron e intercambiaron pequeños
regalos en su hermoso departamento, el que había hecho arreglar para ella
en el Nivel 2. Fue lo primero que hizo cuando el poder de su padre le fue
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transferido a él. Sacó a Lyda del centro médico, y ahora ella tenía gente que
se encargara de ella—y del bebé creciendo dentro suyo. Su bebé.
Le sorprende cuánto un secreto puede resonarle en la cabeza. Lo maté. Aunque no es sólo un secreto. Lo sabe. Es asesinato. Es el asesinato de su
padre.
Perdiz está sentado en la antecámara junto al salón principal, donde puede
escuchar a los dolientes empezar a hacer fila. Sofocaban su dolor, pero
pronto lo dejarían de hacer. Se pondría ruidoso y sofocante con todos los
cuerpos entrando, y Perdiz tendrá que aceptar sus condolencias, todo su
retorcido amor por su padre.
No se sorprendió cuando Foresteed entró a la habitación. Él había sido la
cara del líder de la Cúpula por algún tiempo, y atiende a la mayoría de estos
servicios. El padre de Perdiz lo había usado como representante desde el
comienzo de su deterioración, y seguramente Foresteed esperaba ser el
reemplazo de Willux después de su muerte. Naturalmente, Perdiz no le
enorgullece.
Foresteed no está solo. Lo flanquean Purdy y Hoppes, quienes trabajan para
él. Todos saludan y se sientan frente a él y la mesa de caoba. Perdiz lleva
puesto uno de sus trajes fúnebres. Tiene siete de ellos—uno para cada día
de la semana.
-Pensé que podríamos hablar un minuto, -Dice Foresteed.
-Bueno, a mí me gustaría saber cuántos funerales más habrán, -Dice Perdiz.
Es como estar de gira con la urna de su padre—una gira de luto. Lo peor es
sentarse aguantando los elogios. Algunos de los oradores hablaban sobre de
lo que su padre los había salvado a todos—los Miserables, aquellos viles
maldecidos de la humanidad, desalmados, ya inhumanos. Tuvo que
convencerse a sí mismo que podía hacerlos cambiar de parecer—cuando el
momento llegara. Le había dicho a Lyda, -Cuando conozcan a un
Miserable, como Pressia, todo cambiará. –Pero todo el asunto lo pone
enfermo y ansioso.
Foresteed ladea su cabeza y dice, -¿Es demasiado para ti? Quiero decir,
¿luchando con tu luto personal sobre toda esta adoración? ¿Seguro que
puedes manejarlo?
Foresteed es un conversador de muchas capas—Perdiz le concedía eso
¿Está siendo sarcástico acerca del luto personal del chico? ¿Está indicando
que no está lo suficientemente afligido? ¿Sospecha que él mató a su padre?
¿O está llamándolo simplemente débil? –Sólo quiero llegar al trabajo en
mano, -Dice Perdiz, -el trabajo que mi padre quería que hiciera. –Pone su
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mentón sobre su pecho y rasca su frente, escondiendo sus ojos un momento
porque se le habían puesto llorosos. El hecho era que, él mató a su padre, sí,
y no se arrepiente de haberlos hecho, pero también lo extraña. Esta es la
parte enferma. Lo amaba. A un hijo le está permitido querer a su progenitor
no importa qué, ¿o no? Perdiz odia como las emociones le llegan tan
rápido—culpa, miedo a ser expuesto, tristeza.
Purdy revisa una agenda en su portátil.
Para alguien que vive en la Cúpula, Foresteed está muy bronceado. Sus
dientes son tan brillantes que parecen pulidos. Su cabello se encuentra tieso,
como si hubiera sido rociado con espray de pelo. Dice, -La gente aún
necesita del luto en público.
-¿Qué hay sobre algo de luto en privado? -Dice Perdiz. –Culturalmente
hablando, creo que somos bastante buenos embotellando nuestras
emociones.
-Tu padre quería un período de luto en público, -Dice Foresteed. A veces
Perdiz piensa que el hombre puede haber odiado a su padre. Siempre el
segundo en línea, tenía que estar celoso del poder.
-Pero este servicio es diferente, -Dice Purdy.
-¿Cómo?
-Lo mencioné en mi último reporte, -Dice Foresteed. Le da a Perdiz
reportes todo el tiempo—gordas pilas de papeles llenos de actualizaciones
sobre política burocrática escritas en un lenguaje denso y sin sentido
(“Hasta el momento, la caución presumirá de vigor y resistencia ante los
deberes anteriormente tratados…”).
No soporta leerlos.
-Ah, cierto, -Dice Perdiz. –Debí de haberme perdido esa parte ¿Puede
alguien ponerme al día?
Purdy mira a Foresteed. –Todos los dignatarios y miembros de la alta
sociedad vienen esta vez, -Dice este último. –Está cerrado al público. De
todos modos, lo estaremos trasmitiendo. En vivo. Queremos que este se
sienta trascendental. El momento en el que la gente reconozca
verdaderamente a los líderes del mañana, avanzando a esta nueva fase.
Perdiz se apoya en el respaldo y suspira. Reconocerá a estas personas por
sus funciones políticas, fiestas, aquellos que viven en el edificio
departamental donde creció, padres de sus amigos de la academia. Sacude
la cabeza. –No quiero sentarme junto a Iralene esta vez. No me
malinterpreten. Me gusta Iralene. La respeto. Pero tienen que
acostumbrarse a la idea de que no vamos a casarnos. Cada vez que me ven
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con ella, va a ser más difícil de explicar que estoy con Lyda. –En víspera de
Navidad, Perdiz y Lyda se besaron un poco. Él puso su mano en la suave
piel de su estómago, donde el bebé recién empezaba a crecer. –Voy a ser
padre. Lyda y yo vamos a casarnos. Debemos introducir esta idea y
deshacer las mentiras de mi padre.
Hoppes sacude la cabeza y sus gordos cachetes se mueven. Él es el
responsable de manejar la imagen de Perdiz.
-Estamos trabajando en una historia que ponga todo esto en orden.
Tenemos un plan. Pero es demasiado pronto. Mi equipo está trabajando con
diligencia. Créeme.
-¿Qué hay de la verdad? –Perdiz siente un fogonazo de calor correr por él.
La mentira era como operaba su padre. Le contaba a la gente cuentos de
hadas para que pudieran dormir de noche—historias sobre un mundo
dividido entre Puros y Miserables. -¿Qué hay de la maldita verdad por una
vez?
Foresteed pone los puños sobre la mesa y se levanta, inclinándose sobre
Perdiz. –La verdad es que derribaste a alguien y te comprometiste con otra
persona. Tu querida, acomodada en un lindo lugar para mantenerla
callada—de tal palo, tal astilla.
-No soy en nada como mi padre. –Perdiz mira a Foresteed fijamente,
esperando a que recule, pero no lo hace. Le devuelve la mirada como si le
rogara que tomara un trago.
Purdy rompe el silencio. Rascándose la nuca, dice, -Simplemente no
entiendo por qué no estarías interesado en una chica como Iralene. Ella fue
hecha para ti.
-Literalmente, -Dice Perdiz.
-Bueno, es una verdadera conquista, -Dice Purdy. –A veces tienes que
confiar en alguien que te tenga un espejo en alto. ¿Estoy en lo correcto,
amigos?
Hoppes dice, -Sí, por supuesto.
Foresteed asiente.
Perdiz siente una presión en el pecho. –Amo a Lyda. No voy a ser
presionado por ustedes para desenamorarme, ¿bien? ¿Así que por qué no
mantienen sus malditas opiniones para ustedes mismos?
Purdy alza las manos. –Vamos a resolverlo ¡Va a estar todo bien!
Odia esto más que nada—animadas sonrisas defensivas para cubrir las
mentiras. Ya no lo soporta. Siente que su pecho podría explotar. Se inclina
hacia delante. –Sé la verdad. Y voy a liderar con la verdad. Mi padre fue el
mayor asesino en masa de la historia, -Dice Perdiz. Esta era la verdad que
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había escondido por un largo tiempo. Se siente bien decirlo. Se siente
poderoso por una vez. –La gente lo sabe, pero pretende que no. Se les fue
entregada una mentira, y viven de ella. Los debe de estar carcomiendo.
Tienen que estar listos para aceptarlo. Es la única forma de seguir hacia
delante.
-Jesús, -Dice Hoppes. Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo presionó contra
su labio superior y su frente.
-¿Para qué fin posible? -Pregunta Foresteed, sus ojos abiertos con sorpresa.
–Quiero decir, ¿Quieres a los Puros y Miserables caminando mano a mano
hacia un mañana maravilloso?
-¿Dolería prepararse para el tiempo cuando dejemos la Cúpula y
empecemos una vida para nosotros mismos allí afuera? Quiero decir, ¿Qué
hay de un poco de compasión por los sobrevivientes? –Perdiz y Lyda
habían estado haciendo planes, cosas simples que pueden empezar a hacer
para mejorar vidas fuera—agua limpia, comida, educación, y medicina. –
Realmente podemos impactar en sus vidas para mejor.
-¿No es noble? -Dice Foresteed.
Perdiz no puede soportar su condescendencia.
Purdy dice, -Vamos a desacelerar por un minuto.
Perdiz está harto de posponer las cosas, evitar el conflicto. Ahora era el
tiempo. Levanta el tono, trata de sonar lo más calmado posible. -Miren,
estuve pensando sobre esto ¿Qué hay de malo con un consejo, conformado
por gente del interior y del exterior? –Él, Lyda, y Pressia podrían estar en
ese consejo—más Bradwell y El Capitan. Podrían progresar de veras.
-Dios. -Foresteed camina hacia la puerta, comprueba que esté cerrada, y se
vuelve a sentar en la mesa.
-¿Qué hay de malo con un consejo? ¿Qué hay de malo con algo de
progreso? -Dice Perdiz. Tiene que haber progreso. Fue por eso que se
entregó a la Cúpula, en primer lugar. Fue por eso que mató a su padre—
para pujar por algo esperanzador.
-No, no, no, -Dice Hoppes en voz baja. –Esta es tu gente, Perdiz, la gente
de la Cúpula. Les gusta la normalidad, la consistencia. No puedes irrumpir
en sus vidas y comenzar a destrozar cosas.
Perdiz quiere voltear la mesa. Cruza los brazos sobre el pecho para tratar de
contener su desbordado corazón -¿Por qué no? Tal vez sea la única forma
de que podamos reconstruir.
Foresteed ríe.
Deep in Fantasy Burn
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-¿Qué es tan gracioso? –Perdiz odia a Foresteed de forma repentina. Su cara
se pone roja por el enojo. Hubiera sido mejor si lo hubiera golpeado o al
menos respondido—¿Pero reírse de él?
Hoppes dice, -Como investigador, me gustaría explicarte lo que la
“mentira”, como la llamas…
Purdy lo interrumpe, -Un término con el que estoy profundamente en
desacuerdo.
-Esa “mentira”, -Continúa Hoppes, usando comillas invisibles, -creó el
marco que le permite a la gente aceptarse a sí mismos, les permite mirarse a
los ojos, amar, y seguir adelante. Si te llevas eso, entonces…
-¿Entonces qué? -Dice Perdiz.
Foresteed sonríe. –Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. Eso es
qué ¿Qué hay de un poco de compasión por la gente dentro de la Cúpula?
¿Eh?
La habitación se silencia. Estos hombres nunca lo verán desde su lado.
Habían otros dentro de la Cúpula que se suponía que estaban del bando de
Perdiz—Cygnus—aquellos que tenían el plan de meterlo en el poder, un
plan que su madre había tratado de poner en acción desde fuera ¿Dónde
demonios estaban ahora? A Perdiz le servirían algunos refuerzos. Ni
siquiera puede saber si Foresteed le está diciendo la verdad ¿Es que la
mentira mantiene a la gente unida o sólo trata de callar a Perdiz? –Quiero
ver a Glassings, -dice.
-¿Glassings? -Pregunta Hoppes.
-Mi viejo profesor de Historia Mundial. -Glassings es uno de los líderes
secretos de las células durmientes, parte de Cygnus, y el que le dio la
píldora para matar a su padre. En algunos aspectos, Glassings lo metió en
esto. Le gustaría que al menos se aparezca de nuevo.
-¿Por qué quieres verlo? -Pregunta Foresteed ¿El nombre de Glassings lo
alarma?
-Tengo algunas preguntas sobre historia mundial, -Miente rápidamente
Perdiz. –Me ayudaría saber cómo lideraron otras personas ¿No te parece?
-Tu padre era un gran líder ¿Qué más podrías pedir? -Dice Purdy, sonriendo
nervioso.
Quiere pedirle a Purdy que arregle una cita con Glassings, pero no le gusta
la mirada sospechosa en los ojos de Foresteed, así que suspira pesadamente
como si estuviera aburrido. -¿Cuántos más de estos servicios? –Pregunta
nuevamente.
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Purdy vuelve a examinar su agenda. Toca las fechas y cuenta en voz alta
hasta siete. –Eso es. Siete funerales más. No está mal.
-Y luego podemos publicar la nueva historia—el rompimiento entre tú e
Iralene y las noticias de tu nuevo amor, Lyda, -Dice Hoppes. –Abarcaremos
la situación del bebé dos meses después.
¿Van a seguir posponiéndolo? –La nueva historia sobre Lyda saldrá pronto,
¿Verdad? ¿Días, no semanas?
-Por supuesto, -Dice Hoppes.
Foresteed dice, -Sólo sal y di tus líneas, Perdiz. Déjalos mostrar su respeto.
-Bien, pero sin Iralene, -Dice Perdiz. –de todos modos, necesita un
descanso. Sólo mándenla a casa, ¿sí? –Le preocupa Iralene. Está bajo un
montón de presión, sintiéndose terriblemente escrudiñada, y sabe que su rol
está por cambiar. Perdiz le aseguró que siempre tendrá un lugar en su
vida—como amiga—y un sitio respetado en la sociedad, pero no sabe cómo
va a verse eso.
-No podemos prometer nada acerca de Iralene, -Dice Hoppes. –Sabes que
hay muchas piezas en juego aquí. –Se refiere a Mimi, viuda de su padre y
madre de Iralene, que puede ser impredecible.
-No podemos ser acorralados por Mimi. –Perdiz se levanta. –Estoy a cargo,
-Dice, aunque se siente nervioso al hacerlo. -Sin Iralene esta vez ¿Sí? No la
quiero sentada a mi lado en una proyección en vivo. -Lyda estará mirando,
¿o no? La imagina como la vio por última vez. Llevaba un largo camisón
blanco de algodón. Estaba cansada—no está durmiendo bien—pero
también inquieta.
-Me siento como un tigre enjaulado, -Le había dicho ella. –No sé cuánto
pueda soportarlo ¿Cuándo vas a volver?
La besó y le dijo, -Tan pronto como pueda. Mi vida no es realmente mía
por ahora, pero lo será dentro de poco. Ya viene. Lo prometo.
-Esta reunión acabó, -Dice Perdiz. Algunas veces, son las pequeñas cosas
las que se sienten tan bien—como anunciar el fin de una junta. No debería
importar, pero le gusta poder flexionar este músculo sin que nadie lo pueda
contradecir.
Foresteed da una zancada hacia la puerta, llega allí primero y la destraba. -
Permíteme, -Dice. Abre la puerta para Perdiz. Allí estaba la línea de
dolientes, vestidos inmaculadamente. Sus cabezas se giran, y miran a
Perdiz. Escucha un par de sollozos sofocados. Lo observan expectantes.
Foresteed le da una palmada a Perdiz en el hombro, con el agarre
demasiado duro. Se le acerca y susurra,
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-Te equivocas, lo sabes. Tu padre no sólo fue el mayor asesino en masa de
la historia. Fue el más exitoso. Hay una diferencia.
Perdiz pone una mano en la puerta, listo para salir del cuarto. –No viviré
sus mentiras por él. No soy su marioneta, y estoy completamente seguro
que tampoco de ustedes.
Foresteed le sonríe. Sus dientes casi brillan por su blancura. –Como si ya no
tuvieras tus propias mentiras, Perdiz. –Dice tan bajo que sólo el chico lo
escucha. –Si vas a confesarte, ¿Por qué no empiezas por ti mismo?
IL CAPITANO
ARMADURA
Il Capitano no tiene un cuchillo. –No necesito uno, -Le explica a Helmud.
–Estamos drogados. -Primero notó el cambio en el color de piel de los
brazos de Helmud—siempre colgando alrededor de su cuello. Al principio
pensó que era ictericia, pero luego, tan pronto como las guardianas le
dijeron que era un químico que repelía a las vides—sus espinas filosas y
caninas—requirió subir su dosis. –Dos corazones aquí, dos pares de
pulmones, dos cerebros—más o menos, -Dijo. –Necesitamos el doble de
medicinas. Mantenlo en mente.
Y ahora su piel se ve como si hubiera estado al sol durante todo el verano.
No roja y ampollada, sino marrón dorado. Casi tenía un brillo metálico.
Recuerda broncearse los brazos, cara y nuca de niño—un bronceado de
granjero, o así era llamado. Pero su color siempre estaba mezclado con
mugre. Él y Helmud eran el tipo de niños que se pasaban mucho tiempo en
bicicletas sucias, trepando árboles, remolcándose en el lodo. Quizás así era
más él que su hermano. De hecho, como niño, Helmud parecía, de alguna
manera, refinado. Il Capitano había sido el bravucón, el bruto—no tenía
opción. Era el hombre de la casa tan joven.
Con sus manos envueltas en toallas robadas de un gabinete, usa las
enredaderas para trepar hacia la escotilla, la cual, como la aeronave había
rodado sobre un costado, está ahora en la parte superior ¿Pero dónde está la
trampilla? No sobresale, que es como la había dejado cuando fue a buscar a
Bradwell. Las vides debían de haberla cerrado cuando hicieron su camino
por los costados de la nave.
Las enredaderas parecían presentir los químicos emanados por la piel suya
y de Helmud. No retroceden pero ciertamente no son agresivas y parece que
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se alejaran. Il Capitano escucha las espinas arañando el exterior de la nave.
Lo mata estarla rayando.
Las vides lo espantaban—no simplemente porque casi lo matan una vez,
sino porque no eran naturales. –Hay algo mal con este lugar, -Le dice a
Helmud. Se refiere a la manada de criaturas pastando en la colina—¿son
jabalíes gigantes? Y los chicos—todos por debajo de la edad de nueve, o así
parece, lo que significa que nacieron después de las Detonaciones. Además,
muchos eran parecidos. Para él no tenía sentido, pero sabe que está
desmadrado. –Definitivamente mal ¿Pero quién soy para hablar, verdad?
-¿Quién soy? -Dice Helmud ¿Está hablando filosóficamente? El Capitan se
alegra de que Helmud se pueda comunicar únicamente repitiendo. Si
verdaderamente pudiera expresarse, Il Capitano teme que su hermano
podría empujarlo a llevar la conversación hasta un nivel más profundo. Il
Capitano no es alguien para filosofar.
Ríe. -¿Quién eres? Mantengamos nuestra mierda junta, Helmud, ¿sí? No
vayamos por el camino profundo. Sabes a qué me refiero.
-Sabes a qué me refiero, -Repite Helmud, y Il Capitano sabe que debe
dejarlo. Helmud está en uno de esos humores en los que quiere reafirmarse
como persona. Sin charlas para él.
Un cuchillo ayudaría, pero no tenía tiempo para ir a buscar uno. Quería
salir. Quería ver su aeronave, y finalmente había reunido las fuerzas
suficientes para deambular. Se había escabullido, ¿Y ahora estaba siendo
vigilado a la distancia? Quizás ¿A quién le importa? Tiene una nave que
poner en orden y, con suerte, de vuelta en el aire. Tiene personas a las que
llevar a casa—Bradwell, Pressia. Piensa en ella y recuerda el beso.
Jesús.
La besó. Cada vez que piensa en ello, su corazón se vuelve una cosa
tortuosa en su pecho, toda tornada y mal—una rareza que latirá por ella por
el resto de su vida. La amará por siempre.
Bradwell pudo haber sido capaz de darle la espalda, pero Il Capitano nunca
podría hacerlo. Tendrá que aguantar el dolor. Tendrá que soportarlo dentro
suyo eternamente. Había sobrevivido hasta ahora con el peso de su propio
hermano. Conocía la carga. Se siente avejentado por ella, y aun así todavía
joven. Era un niño en el momento de las Detonaciones, apenas más grande
que Bradwell, pero se siente de mediana edad—probablemente porque
nunca tuvo una infancia. Sin un padre y con su madre siéndole arrebatada y
muriendo joven, fue apresurado dentro de la adultez siendo un niño
pequeño.
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Sólo espera que Pressia no esté destrozada por siempre por lo que le hizo a
Bradwell—lo salvó, sí, pero también lo mató de cierta forma. Un golpe
mortal. Il Capitano vio su cara cuando se dio cuenta de lo que había hecho,
y sabía a quién realmente amaba. Se había acabado. A la mierda con eso. Il
Capitano tenía que seguir adelante—sin importar que tan enfermo lo hiciera
sentir. Nostalgia—eso lo podía arreglar ¿Asuntos del corazón?
Simplemente tejen una red de cicatrices. Le estaría agradecido, algún día,
por haberlo hecho endurecer su corazón. –Las cicatrices son buenas ¿No es
verdad, Helmud? Es la manera del cuerpo de hacer una armadura.
Helmud se queda callado. Quizás su silencio signifique que no está de
acuerdo.
Il Capitano sigue empujándose con las vides, y después de tantear
ciegamente a su alrededor por algunos minutos, encuentra el contorno de la
trampilla.
Sabe qué esperar—sus raciones podridas, la mancha de su sangre, el caos
del aterrizaje estrellado. La bucky de popa—uno de los tanques que ayudó a
mantenerlos en alto, como un dirigible—se rompió durante el vuelo.
Empezó a dejar entrar aire y es por eso que se estrellaron. Las otras buckies
podrían estar rotas por el impacto. Pero no sabrá estas cosas a menos que la
aeronave esté prendida y los diagnósticos funcionando.
Corre las vides, aflojándolas lo suficiente para abrir la puerta.
Está aquí sólo para verla, para entrar otra vez. No hay otro lugar en la tierra
donde se sintió tan cómodo, tan en control. Mira el interior de la nave. Las
vides sofocan tanto la luz que es sólo un agujero oscuro. No huele a
podrido. Quizás las ratas entraron y comieron sus raciones.
Primero balancea las piernas hacia adentro y le dice a Helmud que se
agarre. Baja con su doble peso, golpea con una bota y la aeronave se eleva
un poco.
Ama su maldita nave. -Bebé, -Dice, -Estoy en casa.
Tiene un aire submarino. Las enredaderas envuelven las ventanas, sin dejar
pasar la luz del sol.
Pasa los asientos, gatea hasta la puerta de la cabina de mando y entra.
Camina hacia la consola, corre sus manos por sobre los botones,
interruptores y pantallas. Están raramente prístinas. De hecho, parecen
recién pulidas. El vidrio fracturado de la ventana había sido cambiado. Lo
toca. No—el vidrio no fue reemplazado. De alguna forma fue arreglado.
Puede sentir las ondas en donde alguna vez estuvo roto, y el está nublado
justo en ese punto ¿Quién había estado aquí abajo? ¿Alguno de los hombres
de Kelly? Si arreglaron el vidrio, ¿Hicieron lo mismo con la bucky de popa?
Deep in Fantasy Burn
21
Se siente esperanzado ¿Funciona la aeronave? Por supuesto que no puede
hacerla volar. Está sujeta al lugar por vides, con una enorme fuerza
colectiva.
-Deberíamos ser capaces de poner a este bebé devuelta en el aire, -Le dice a
Helmud. -Dios, se sintió bien estar aquí al timón ¿O no?
-¿O no? -Dice Helmud.
-Nunca lo comprenderás—no como yo, -Le dice a su hermano. –No
entiendes, Helmud.
Helmud levanta su peso de la espalda de Il Capitano. –No entiendes
Helmud. -Dice.
Y tiene razón. Il Capitano solía pensar que entendía a su hermano porque
pensaba que era un idiota, una marioneta grotesca que se sentaría en su
espalda, para siempre. Pero durante los últimos meses, Helmud había
cambiado, volviéndose sí mismo, de alguna forma—o quizás Helmud
siempre había sido más complicado de lo que Il Capitano le había dado
crédito. –Me parece justo, -Le dice a su hermano. –Me parece justo.
Mira hacia donde una vez estuvo la bandeja de comida, las manchas secas
de su propia sangre, una errante taza de hojalata. –Podría haber muerto
aquí.
-Podría, -Dice Helmud.
Y entonces Il Capitano recuerda la cara de Pressia, inclinada sobre él—su
hermoso rostro—y la manera que tocó su cabeza y lo miró a los ojos. Ella
tenía miedo de que estuviera muriendo. Quería salvarlo. Él quería que esa
fuera la prueba de que lo amaba. Tal vez por eso la beso y le dijo que la
amaba. Había confundido su amabilidad con amor. Tenía demasiado miedo
de decirle cómo se sentía antes.
Había gastado su tiempo siendo un cobarde mientras Bradwell avanzaba,
ganándosela. Pero en ese momento, se sacudió el miedo y eligió vivir de
verdad.
Se pregunta si se lo debería haber dicho antes. Tal vez esperó demasiado.
Pero entonces Helmud empieza a tararear a sus espaldas—una vieja
canción de amor: Me quedaré justo aquí y esperaré por siempre hasta que me haya vuelto piedra—y sabe que no hubiera importado. De todas
formas, no se iba a enamorar de él. Siente su pecho hincharse de dolor. Se
niega a sentir pena por sí mismo. -¡Cállate, Helmud! -Dice. –¡Nadie quiere
escuchar esa mierda!
-¡Cállate, mierda! -Responde Helmud.
-¿Me estás llamando mierda?
Deep in Fantasy Burn
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-¡Nadie!
-Púdrete, Helmud ¿Me escuchas? Si no fuera por ti, Pressia podría caer por
mí ¿No lo sabes? ¿Piensas que alguien va a enamorarse jamás de alguno de
los dos? Estamos enfermos ¿Me entiendes? Somos grotescos. Y siempre lo
seremos.
Helmud empuja su cabeza contra el hombre de El Capitan. - Si no fuera por
ti…
- Si no fuera por mí, tú estarías muerto.
-Tú estarías muerto.
-Lo sé. Lo sé, -Dice. -¿Piensas que no sé que nos necesitamos mutuamente
ahora? Te hubiera matado hace mucho si eso no hubiera significado
matarme a mí mismo.
-¡Matarme a mí mismo! -Dice Helmud, como si estuviera lanzando una
amenaza.
-No hables así. No seas tan dramático. Cállate.
-Cállate. Cállate. Cállate, -Dice Helmud. - Cállate.
Il Capitano se apoya con fuerza contra el metal. Helmud resopla.
-Cállate, -Helmud resuella una vez más.
Il Capitano se desliza hasta sentarse, sintiendo una punzada de culpa por
golpear a su hermano tan fuerte. Odia la culpa. Estas punzadas son
relativamente nuevas. No las tenía antes de conocer a Pressia—o no sabía
qué eran—y desea que desaparezcan.
Mira las ventanas cubiertas de verde ¿Cuál es el punto de ir a casa si no
puede estar con Pressia—no aquí, no nunca? -¿Sabes qué es lo que
realmente lo arruina, Helmud? El amor. El amor es lo que nos arruina. –
Deja que su barbilla caiga sobre su pecho. -¿Qué piensas, Helmud? No me
repitas ¿Qué piensas realmente?
Helmud se queda callado por un momento, hasta que finalmente dice, -
Piensas. Realmente piensas.
Il Capitano cierra los ojos ¿Qué tendría Helmud para decir sobre el amor y
su desperdicio? –No sé lo que dirías, Helmud. –Pero entonces le llega—
como si verdaderamente estuvieran conectados en algún nivel elemental. -
¿Quizás dirías que ya estamos arruinados, así que, qué es un poco más de
ruina?
-¿Qué es un poco más de ruina? -Helmud dice. - Ya estamos arruinados.
Y entonces hay un ruido—vides moviéndose, arañazos de botas sobre sus
cabezas—y voces ¿Otros vinieron para proclamar la aeronave como de
ellos? ¿Siguieron a Il Capitano y Helmud hasta aquí? ¿Están armados?
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No hay a dónde ir. –Estamos atrapados, - Il Capitano le dice a su hermano.
¿Cuántos hay? Dos, tal vez tres… posiblemente más.
-Atrapados, -Helmud susurra.
PERDIZ
EN MEMORIA
En la línea de recepción, el deseo de Perdiz de confesar el asesinato de su
padre empeoró. La pena le llega de a montones. Tiene guardias a ambos
lados; Beckley, en quién llegó a confiar, está a su derecha. Ofreció hacer
circular a la gente, pero Perdiz quiere ser un líder accesible—real, humano.
Y quizás es parte de su castigo. Su propia tristeza se encuentra tan llena de
ira que apenas cuenta como pena, así que debe aceptar la de ellos. Es un
depósito de ella, un almacén.
Perdiz busca en la fila a Arvin Weed. Este funeral está reservado a los
dignatarios, y Weed ciertamente se volvió uno. Eran amigos en la
academia—por completo no cercanos, pero amigos, al fin y al cabo. Arvin
era el cerebro de la clase. De hecho, probó ser más inteligente de lo que
nadie jamás hubiera adivinado. Era el médico personal del padre de Perdiz,
el cual iba a trasplantar su cerebro dentro del cuerpo del hijo—el plan de
inmortalidad de su progenitor, requiriendo la muerte de Perdiz.
Weed se encargó de la autopsia y lo declaró muerto por causas naturales,
pero Perdiz no lo ha visto desde entonces. Se pregunta si conoce la verdad,
si cubrió el asesinato y puede ser confiado. Podría usar un aliado.
También, Weed podía ser el único al cual preguntarle sobre las “pequeñas
reliquias,” de su padre, los cuerpos que suspendió—congelados, pero
todavía vivos—y guardó en el edificio en el que Perdiz vivió antes del
asesinato. Weed podría saber quién está atrapado allí abajo y liberarlos. El
abuelo de Pressia es uno, y Jarv Hollenback, apenas un bebé, otro. El padre
de Perdiz castigó a su hijo por medio del Sr. y Sra. Hollenback—ambos en
la facultad de la academia—en las vacaciones, y Perdiz se había encariñado
con ellos.
El Sr. Hartley, un viejo vecino, es el próximo en la línea. Detrás se
encuentra su esposa y luego el Capitán Westing y los Elmsford—sus hijos
mellizos son de su misma edad; los conocía de la academia, y ahora están
en las Fuerzas Especiales. Tienen los ojos llorosos—¿porque lloran a su
padre o porque Perdiz les recuerda que, de algún modo, perdieron a sus
hijos? No está seguro. Sacuden la mano de Perdiz con las dos de ellos—con
Deep in Fantasy Burn
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fuerza. Golpean sus hombros, lo abrazan tan fuerte que puede oler sus
polvos y colonias. Lloran y sacan pañuelos de sus bolsos y bolsillos, y se
soplan la nariz.
Algunos otros traen a sus niños, como si esto fuera lo más cerca que jamás
estarán de su nuevo líder. El heredero. –Sacude su mano, -Le dicen a sus
niños. -Vamos.
-Lo sentimos.
-Es tal la pérdida.
-Lo soportas tan bien. Estaría orgulloso de ti.
Quiere decirles que tienen razón; lo estaría. Cuando un asesino muere a
manos de su propio hijo—a quien siempre consideró débil e inútil—¿no
siente un destello de orgullo, justo antes de morir?
Perdiz todavía lo odia ¿Puedes aborrecer a alguien por obligarte a matarlo?
Forzado. Así es como se sintió. No parecía correcto y aun así es por qué
más odia a su padre justo ahora.
Mira a una madre joven, sosteniendo un bebé, equilibrarse al poner una
mano en el cerco de vidrio que rodea la urna de su padre. Sus costillas se
contraen bajo su vestido negro mientras solloza. Uno de los camarógrafos
en el grupo obtiene un primer plano de su cara marcada de lágrimas y su
niño, quien parece saber que es una ocasión sombría.
Su padre no merece esta efusión.
Lo maté, quiere decir Perdiz. Lo maté, y deberían agradecerme por hacerlo. Entonces, cuando menos se lo espera, allí está Arvin Weed.
Perdiz le agarra la mano y lo atrae para abrazarlo. –Quiero que me hagas un
favor, -Susurra. –Las personas suspendidas en hielo ¿Sabes sobre ellas? –Es
todo lo que puede sacar antes de que se acabe el abrazo.
Weed asiente. -Sí.
Perdiz mira la línea de dolientes, a los guardias—y, no muy lejos, a
Foresteed hablándole a Purdy ¿Cómo puede llegar al punto con tanta gente
a su alrededor? –Extraño la academia, -Dice. -¿Cómo están el Sr. y la Sra.
Hollenback? –El Sr. Hollenback enseñaba ciencias. La Sra. Hollenback,
artes domésticas a las chicas. -¿Y sus hijos?
Weed asiente, como si entendieran que la gente suspendida y los
Hollenback están vinculados. –Bien, creo.
-Ve cómo están por mí. Especialmente el pequeño Jarv. Lo extraño. –
Recuerda encontrar a Jarv en la hilera de camas cerradas con vidrio en
Deep in Fantasy Burn
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forma de huevo que mantenían a los niños con los tubos en sus bocas y
hielo cristalizado en su piel.
Weed dice, -Siento tu pérdida. Me imagino que es casi imposible superar
algo como esto. –¿Se refiere a la muerte de su padre o al hecho de que
Perdiz lo mató?
-Es bueno verte, Arvin, -Y luego, como superado por la emoción, lo agarra
y abraza. -Belze, -Susurra. –Es un hombre viejo. Sácalo de suspensión a él
también. –Y entonces lo deja ir.
Weed asiente y empieza a caminar, pero Perdiz dice, -Espera ¿Escuchaste
algo de nuestros viejos profesores de la academia?
-¿Qué?
-Ya sabes, nuestros profesores ¿Te mantienes en contacto con alguno? –
Quiere que saque a relucir a Glassings.
Arvin sacude la cabeza. –Como si tuviera tiempo para eso, -Dice. –Sé que
no los encontrarás aquí.
Tiene razón. Los profesores de la academia no son lo suficientemente
importantes como para este grupo de sólo invitados. Arvin se aleja. Perdiz
desea haber tenido más tiempo, más privacidad.
Un chico de diez años es el próximo en la fila. Lleva puesto un traje azul
marino y una corbata a rayas. No dice una palabra. Simplemente saluda a
Perdiz.
-Tranquilo, -Dice Perdiz. -Descansa. –El chico está congelado de esa forma
¿Dónde están sus padres? –Puedes parar, -Dice Perdiz.
Uno de los camarógrafos presiente el momento y se acerca para obtener un
primer plano del niño.
Ahora Perdiz debe quedarse allí y aceptar el saludo. Pero es claro que el
chico espera una respuesta. No lo hará. No quiere ser visto como un líder
militar. No quiere alinearse con la guerra mundial y la aniquilación. Se
estira y revuelve el pelo del niño. -Ve, -Dice con gentileza. –Es casi hora
del servicio, ¿sí?
El chico levanta la mano y toca el punto donde Perdiz lo tocó, como si
estuviera asombrado por el contacto personal.
El camarógrafo hace zoom en Perdiz. Él mira hacia delante, negándose a
mirar derecho hacia la cámara. La verdad, piensa para sí mismo. Es tiempo de la verdad. Finalmente, la fila mengua, y Perdiz es escoltado hacia la primera fila del
salón. Allí se encuentra Iralene, le sorprende: su postura derecha, su piel
cremosa contrastada contra el negro de su vestido fúnebre (parece tener un
Deep in Fantasy Burn
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suministro ilimitado de ellos), y sus rasgos perfectos y cantarines sobre la
suave tristeza de su expresión. Específicamente pidió que no se presentara,
y aun así, allí está. Iralene fue criada para ser la esposa perfecta, una que
hace lo que se le dice. Había sido preparada para su rol tan duramente que
parecía siempre lista, pero esa fachada nublaba sus motivos. Perdiz rara vez
sabe qué quiere en verdad ¿Le pidieron que se fuera y se negó
amablemente? Es absolutamente posible. Iralene puede convencer a la
gente a hacer casi cualquier cosa con tal cautela que se van pensando que
acaban de convencerla a ella, y no al revés.
Su madre se sienta a su izquierda—Mimi parece compuesta a puntadas. Sus
ojos, redondos por el miedo, vuelan por la habitación como si estuviera
perdida. El asiento a la derecha de Iralene está vacío, reservado para Perdiz,
por supuesto.
Se sienta y se inclina hacia ella, susurrando, -Les dije que te dejaran irte a
casa. Estuviste en demasiados de estos. En serio, deberías tomarte un recreo
si quieres.
Ella toca su rodilla. –Ambos me necesitan aquí, -Dice, indicando a Perdiz y
su madre.
-De hecho, estoy bien. –Busca a su alrededor otro asiento, pero todos están
ocupados.
-Tu padre lo hubiera querido de esta forma. –Sonríe tristemente.
Esta es la parte confusa. Iralene sabe que mató a su padre. Ella fue la que le
entregó la píldora venenosa ¿Así que por qué creía que estaría dispuesto a
hacer las cosas del modo en que su padre quería?
-Desearía que Glassings estuviera invitado. -Dice.
Su nombre la sorprende. Susurra, -Escuché que dejó de presentarse a clase.
Su oficina también fue vaciada.
-¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo contó?
-Tengo amigas, Perdiz. Tu padre se aseguró de que hubiera un montón de
chicas de la academia que me conocieran bien ¡Tengo que tener a alguien a
quien pedir ser mi dama de honor!
-¿Dama de honor? Iralene, sabes que…
-No dije que me casaba contigo ¿O no? –toca su cabello para asegurarse de
que esté perfectamente derecho.
Él desabotona el saco de su traje. -Perdón. No quise…
-Glassings vendrá cuando lo necesites. Sin importar hacia dónde haya
corrido.
Deep in Fantasy Burn
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-Eso espero, -Dice Perdiz. Pero lo pone nervioso que Glassings se haya ido.
No hay hacia dónde correr dentro de la Cúpula. Ningún lugar en absoluto.
Alguien se estira de la fila trasera y le aprieta el hombro. Se gira y ve a uno
de los arquitectos de la Cúpula y compañero de su padre hace siglos atrás,
Walton Egert.
El papá de Perdiz y los otros arquitectos lo llamaban Gertie. Dice,
-Se fuerte, Perdiz ¿Escuchas? Se fuerte, hijo.
Perdiz mira por sobre su hombro y dice, -Gracias, Gertie. Muchas gracias. –
Nunca se le había permitido llamar a Walton Egert por su sobrenombre si
su padre hubiera estado vivo. Es una demostración de poder—el modo de
Perdiz de decir, Soy tu jefe ahora ¿Así que por qué no retiras tu indulgencia? Gertie lo entiende y dice, -Por supuesto. De nada, -Y se vuelve a sentar con
rigidez, mirando de lado a lado para ver quien más los había escuchado.
Unas pocas personas lo hicieron, y miraron hacia un costado para no
sumarse a su vergüenza. En este momento se le ocurre a Perdiz que va a
tener que hacer ese movimiento mil veces de muchas maneras distintas.
Gente importante camina hacia el podio y habla sobre la dedicación,
inteligencia y visión de su padre, pero, principalmente, sobre cuán
endeudados le están por haberles salvado la vida. Los discursos hechos
durante estos servicios lo hacían sentirse incómodo, y esta noche no es la
excepción.
Uno de los consejeros de su padre se inclina sobre el micrófono, diciendo, -
Willux nos salvó a todos y cada uno de nosotros de la muerte, de la
mutilación. No tenemos que vivir entre esos Miserables: asesinos,
violadores, monstruos, ¡Todos ellos! Fuimos elegidos. Déjenos merecer esa
elección para siempre. –Y luego levanta la mano y señala a Perdiz. –Ahora
tenemos un nuevo líder. El único hijo sobreviviente de Willux. Guíanos, -
Le dice a Perdiz. –Guíanos y protégenos. Estás aquí por nosotros en este
turbulento tiempo de tristeza y pena, durante este tiempo de cambio.
Gracias por levantarte y tomar el lugar de tu padre.
Todos en la habitación se giran para mirar a Perdiz. Los camarógrafos
apuntan las cámaras a su cara. Se siente sonrojado y aun así frío por dentro.
Su cara está congelada. Sus ojos se mueven de una cámara a otra.
Iralene lo codea con gentileza. Asiente y le responde con gestos al hombre
del podio. Las cámaras se giran de nuevo y sólo entonces puede respirar.
Se dice a sí mismo que todo lo que debe hacer es levantarse después de la
charla de Foresteed y decir sus líneas: Estoy aquí para representar a mi
Deep in Fantasy Burn
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familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación. Gracias por venir, y espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Eso era lo único en lo que él y Hoppes pudieron
coincidir. Es tan lejos como Perdiz podía llevarlo. Casi acaba, se dice a sí
mismo.
Escucha la voz de Gertie en su cabeza—Se fuerte, hijo—lo que sólo
consigue retorcer su estómago.
Foresteed toma el micrófono. Dice lo de siempre: -Ellery Willux fue el
principal intelectual de esta generación. Un hombre de ciencia, de visión,
de innovación… -Su tono está perfectamente modulado. Sus ojos se
humedecen en el momento adecuado, pero su mandíbula sobresale con
braveza. Su voz suena con la tal emoción que, en algún punto, Perdiz se
pregunta si el hombre realmente amó a su padre. Willux era carismático—
incluso al ser la mente maestra detrás de escena antes de las Detonaciones
¿De qué otra forma pudo haber amasado tanto poder desenfrenado?
Todavía puede escuchar a Foresteed diciendo, -Tu padre no sólo fue el
mayor asesino en masa de la historia. Fue el más exitoso… -¿Es qué
algunas de estas personas son adoradores?
Los ojos de Foresteed vagan por el gentío mientras habla y luego los centra
en Perdiz. –Nunca olvidemos lo que hizo por nosotros, y llevemos su
legado hacia el futuro.
La espalda de Perdiz pica por el sudor. No quiere que eso suceda.
Y ahora es su turno en el micrófono como si él fuera quien llevaría el
legado hacia el futuro, y supuestamente lo es.
Se levanta y camina por la fila de fotografías ampliadas, que empiezan en
los días de su padre como cadete en el Mejor y más Brillante, cuando fundó
los Siete, se enamoró de la madre de Perdiz, y pudo haber empezado a
volverse loco—quizás mostrando los primeros signos de manía, narcisismo,
y tal vez algo de la buena paranoia a la vieja usanza. Siguen con las fotos de
él como ingeniero líder de la Cúpula, parado junto a más de un presidente,
y fotos más recientes de él dentro de la Cúpula, dando discursos, parado
frente a las fuerzas de elite más recientes de las Fuerzas Especiales. Y luego
hay una fotografía de su padre con un brazo rodeando a cada hijo. Perdiz se
ve desgarbado, pequeño para su edad, y lleva la expresión preocupada de
alguien de mediana edad. Sedge, por el otro lado, entró en la pubertad
siendo joven. Es alto y ancho de hombros. Se para derecho y le sonríe a la
cámara. Están frente a un árbol de navidad. Debe de haber sido la primer
Deep in Fantasy Burn
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navidad después de las Detonaciones. Tienen un aire de supervivientes.
Habían atravesado algo. Ahora están a salvo.
Perdiz sube al podio armado para la trasmisión. Mira hacia la audiencia
pero apenas puede ver por el brillo de las luces. Localiza a Mimi, quien lo
mira somnolienta. A su lado, Iralene le sonríe con los labios apretados y
asiente para darle valor. Foresteed se encuentra en una pared junto a Purdy
y Hoppes.
Como si ya no tuvieras tus propias mentiras, Perdiz. Si vas a confesarte,
¿Por qué no empiezas por ti mismo?
Tose sobre su puño y abre la boca para decir las líneas que le dieron. Estoy aquí para representar a mi familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación… Pero cuando empieza a hablar, las palabras allí
son más simples: Maté a mi padre. Entra en pánico ¿Qué le va a decir a estas personas? Las cámaras apuntan
hacia él—es como estar rodeado de ojos extra grandes. Allí afuera, Lyda
podría estar mirando. Todos están mirando. Esta es en realidad la primera
vez que se dirige a toda la gente de la Cúpula.
La primera vez.
La verdad.
No importa lo que quiere Cygnus de él, lo que Glassings espera. De todas
formas, ninguno se puso en contacto desde la muerte de su padre ¿Por qué?
Lo desconoce, pero sí sabe que ahora está a cargo. Él es el líder. Es tiempo
de que lidere.
Piensa en Bradwell viendo estas cintas algún día ¿Y si termina en su baúl
junto a todas las otras cosas viejas que ha guardado? Escucha a Pressia
preguntándose en voz alta si tiene el coraje y a Il Capitano gritándole, -
¡Dilo! ¡Cuéntales! ¿A qué le tienes miedo? Lo peor ya nos pasó a nosotros.
Mierda. Él mismo va a ser padre algún día—pronto. Su propio hijo podría
ver una filmación de este momento en un futuro distante.
Mira al gentío y divisa a Gertie, quién parecía demasiado viejo como para
sentirse tan avergonzado, pero lo está y rápidamente mira sus rodillas.
Perdiz no quiere tener que mandar un mensaje a todos los Gertie en la
Cúpula, uno a uno. No. Mierda. Este es el momento.
Abre la boca de nuevo. Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. No
puede seguir con la mentira. Él también tiene que ser capaz de mirarse en el
espejo.
-Gracias a todos por venir, -Dice y mira a Hoppes, quien se ve afablemente
sorprendido. Él quería que fuera más conversador, pero el rosto de
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Foresteed se oscurece. Sabe que este apartado del libreto no es bueno. A
estas personas les gusta la consistencia, la normalidad… Toma una
bocanada de aire y se aferra al podio. –Aquí está la honesta verdad sobre mi
padre. Él fue la mente maestra detrás de las Detonaciones. Fue un asesino
de masas. –Puede sentir el aire tensarse, silencioso e inmóvil. –Estuve fuera
de la Cúpula. Conocí a gente que sabe la verdad, incluyendo mi propia
madre. Fui testigo de cómo mi padre la mató junto a mi hermano. –De
pronto, esto se sentía como lo más importante. Atestiguar. Ve un borrón de
su madre y Sedge, la explosión. Mira hacia el podio y levanta la vista hacia
el mar de rostros blancos, mirándolo con los ojos abiertos. Ve a Iralene. Sus
ojos brillan con lágrimas. Sacude la cabeza un poco, urgiéndole que pare,
pero no puede detenerse ahora. –La única razón por la que necesitaban
salvarse era porque él voló en pedazos el mundo como lo conocíamos. Mi
padre los salvó porque quería quemar la tierra entera y empezar de nuevo.
Foresteed había empezado a caminar a empujones por entre Hoppes y
Purdy en el pasillo hacia la parte trasera del salón—quizás buscando a la
persona a cargo de las cámaras.
Perdiz acelera. -¿Por qué empezar de nuevo solos? En adición a tener a la
clase inferior de Miserables rotos y fusionados como sirvientes, ¿por qué no
tener, más o menos, piezas cuidadosamente seleccionada de ganado con
ideas similares para arrear hasta alguna nueva versión del planeta que mi
padre quería dominar, solo? Eran su ganado. -Sacude la cabeza. –No, no era
un pastor. No así. No eran su ganado. Eran su audiencia. Todos somos
cómplices. Dejamos que las Detonaciones sucedan. Debemos ser honestos
¿Cómo podremos avanzar hacia el futuro si no podemos al menos
reconocer la verdad del pasado?
La madre de Iralene, Mimi, está fuera de su asiento, marchando hacia el
pasillo, diciendo, -¡No lo soporto! ¡No lo soporto!
Iralene se lanza tras ella.
Otros también se están parando, tratando de irse, empujando a los otros.
Perdiz había perdido a Foresteed entre las luces de la parte trasera del salón,
pero escucha su voz. -¡Corten el micrófono! ¡Córtenlo!
Muchas voces aumentan el volumen, pero Perdiz sigue. –Se lo debemos a
los supervivientes allí afuera—los que llamamos Miserables—y nos lo
debemos a nosotros mismos. Podemos mejorar. Podemos ir al Nuevo Edén
con todas nuestras fallas. Podemos admitirlos. Y podemos, al fin, sentir la
culpa. Hacerlo es como tal vez—sólo tal vez—seremos perdonados. Quiero
que cada uno sepa— -El micrófono se corta. Los reflectores bajan su
intensidad. Perdiz puede ver más de la audiencia ahora. Aquellos aun en sus
Deep in Fantasy Burn
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asientos están petrificados. Sus caras destensas por el shock y sus ojos
abiertos con miedo. El niño que lo saludo se encuentra sentado junto a su
madre, quien le cubre los oídos con las manos. Hay silencio. Los
camarógrafos se alejan de las cámaras, ahora muertas.
Dice Perdiz, -Quiero que cada uno de ustedes sepa que voy a construir un
puente entre Puros y Miserables—desde dentro de la Cúpula hacia fuera.
Voy a hacer lo correcto para que cuando nos mudemos al Nuevo Edén, no
seamos— -Foresteed corre hacia él. Llamaría a los guardias, pero no tiene
control sobre ellos. Sólo responden ante Perdiz. –No seamos tiranos ni
opresores. Debemos decir la verdad para perdonarnos a nosotros mismos y
los unos a los otros y esperar ser perdonados por los que dejamos allí fuera.
Los que dejamos morir.
Foresteed está ahora a su lado, sin aliento por correr detrás de escenas.
Agarra su brazo y lo hace retroceder un poco.
–Está bien, -Dice Perdiz con calma. –Ya acabé.
Baja del escenario, afloja su corbata, y marcha por el pasillo central. Los
guardias trotan para alcanzarlo y escoltarlo por ambos lados. Pasa la
antesala y abre de un empujón las puertas dobles.
Pero no está fuera. Nunca está fuera.
Por un segundo, no sabe a dónde va, pero por supuesto que lo hace. Quiere
saber si Lyda vio la transmisión. Quiere ver a la única persona que lo
entenderá, que sabrá que hizo lo correcto.
Como sea que su futuro se desenvuelva, lo construirá junto a ella. Esa es la
próxima verdad a revelar. Forzará la mano de Hoppes. Una verdad a la
vez… hasta que sólo quede una—que asesinó a su padre. Va a aguantarse
esa.
LYDA
ORIGAMI
El hombre de reparaciones es de extremidades largas, enjuto y alto. Lyda
se lo imagina fuera de la Cúpula—como un cazador, como un carroñero.
De hecho, podría irle bien allí fuera, pero luego recoge el orbe roto—su
regalo de navidad de Perdiz—y nota cuan suaves y pálidas son sus manos.
Sostiene el aparato con tal delicadeza que Lyda sabe que tiene miedo—¿de
ella? Vino tan rápido que su petición debe de haberle llegado por un canal
Deep in Fantasy Burn
32
especial ¿Sabe él que es la… qué? ¿Amante? ¿Señora? ¿Qué es ella de
Perdiz?
Sabe qué palabras usa la gente para chicas que se embarazaron sin casarse
como ella—arruinadas, deshonrosas, penosas… Estas niñas que
supuestamente se enamoraron, siendo atrapadas. Lyda sólo escuchó
rumores. Ciertas chicas desaparecidas de la academia, que si volvían,
llevaban brillantes pelucas, al ser afeitadas sus cabezas, y se veían pálidas y
asustadas—cómo versiones de muñecas de porcelana encogidas de sí
mismas.
Habían sido encerradas en el centro de rehabilitación. Lyda lo recuerda
bien—su solitaria celda con luz falsa, las filas de píldoras, los especialistas
con anotadores, incluyendo su madre, quien trabajaba allí y apenas podía
mirarla por la vergüenza ¿Qué piensa de ella ahora? No la vino a visitar
aunque de seguro que sabe que Lyda está aquí, en este departamento que
Perdiz le mandó a preparar con su reciente poder.
Y ella también tiene un poder extraño, nota ahora, mirando a las manos
temblorosas del hombre de reparaciones, pero no lo entiende. Quizás a las
chicas arruinadas, como ella, se las conoce por ser salvajes, apartadas de la
sociedad de una manera que no puede ser arreglada, y por esto las reglas ya
no aplican para ellas ¿Hay libertad en su ruina—incluso encerrada fuera del
ojo público? ¿O es simplemente su conexión con Perdiz lo que le da ese
poder? No puede leer la nerviosidad del hombre de reparaciones.
Su cabello está volviendo a crecer. Se pasa un pequeño mechón detrás de
cada oreja. –Gracias por venir tan rápido, -Dice probándolo un poco. -
¿Respondes a todos los llamados con esta rapidez?
-¡Estos orbes son especiales! –Dice él sosteniéndolo en alto. –No recibo
muchas llamadas por ellos. De hecho trabajé en el prototipo. –Su nombre es
Boyd. Está impreso en la tarjeta enganchada a su remera. –Mi primer
trabajo fuera de la academia.
El orbe es un pequeño dispositivo que le permite a Lyda cambiar el
decorado de la habitación—incluso la vista desde las ventanas—para que el
apartamento pueda sentirse repentinamente como si existiera en alguna
versión del Cairo, París, las Islas Canarias, los Alpes suizos u otros
lugares—todo durante el Antes. -¿Sabes cómo funciona realmente esta
cosa? -Pregunta Lyda.
-Sí. Seguro. Las correcciones deberían de ser bastante simples. –Lleva el
orbe a la pequeña mesa de vidrio en el comedor, sacando un pequeño set de
herramientas. -¿Te importa si trabajo aquí?
Deep in Fantasy Burn
33
-Por mí bien, -Dice. -¿Quieres beber algo?
Boyd la mira con rapidez pero aparta la vista. –No. No, gracias. Lindo de tu
parte ofrecerlo, pero no, gracias. –Se sienta, sonrojándose, e inclina la
cabeza hacia el orbe.
Está tan nervioso que Lyda se pregunta si pensará que coquetea con él,
tratando de seducirlo. Tal vez otros la consideran, no penosa, sino
peligrosa. Lo prefiere de esa forma.
Se sirve un vaso de agua y se sienta frente a él en la mesa. –Dime cómo
funciona.
-Es realmente complicado. Quizás deberías mirar la transmisión del funeral.
Todos lo estábamos haciendo en el trabajo, pero luego recibí esta llamada
urgente, así que…
-¿Urgente? No sé nada sobre eso.
-Es el único motivo por el que me estoy perdiendo la trasmisión, es
mandataria. Está en vivo en cada hogar. Creo que se supone que usted…
-Ya no tengo que hacer lo que se supone que haga. Esa es la ventaja de ser
una marginada social.
Él sacude la cabeza, asintiendo rápidamente. –Aun así, deberíamos tenerla
encendida. Ellos saben, sabes, lo que está prendido y lo que no. Me sentiría
más cómodo si estuviera encendida. Me refiero… ya sabes.
Lyda se levanta y camina hacia la televisión pero no la prende. Sabe qué
verá—a Perdiz mintiendo. Estará con Iralene, tal vez incluso sosteniendo su
mano. En la víspera de navidad, le prometió que acabaría pronto, que
alguien estaba a cargo de manejar esto para que ellos dos pudieran emerger,
juntos. Sólo unos pocos días más, le prometió hace unos días, la última vez
que lo vio—hace una semana como mucho. Con el cuarto puesto en el
Cairo y la vista de pirámides a la luz de la luna desde la ventana, le había
confesado que mató a su padre. No le diría los detalles—sólo que no quería
hacerlo, pero lo hizo. Lo entendía ahora, habiendo vivido con las Madres y
comprendiendo la supervivencia en su nivel más básico. Pero aun así, su
confesión le hacía sentir un quiebre dentro de sí misma. Era lo correcto, sí.
No duda de que Perdiz se sintiera obligado a hacerlo—para sobrevivir o
hacer bien lo malo del pasado o hacer los cambios dentro de la Cúpula
posibles. Pero también estaba mal. Incluso si era noble, no había forma de
escapar de este hecho inmutable. Y cambia a la persona. Perdiz ahora es
diferente. Lo sintió antes de que le hubiera confesado el asesinato, pero tan
pronto como lo hizo, sabía que era la razón del cambio—uno casi
imperceptible. –Y Lyda, -Le dijo, -Algo bueno tiene que salir de todo esto.
Deep in Fantasy Burn
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Tiene que. –Sabía que se refería a que quería hacer de este mal la fuente de
algo mejor.
Y sí, todo se le abalanzó encima cuando volvió a la Cúpula—siendo Iralene
parte del paquete. No era su culpa. Lyda le cree pero a veces se pregunta
qué tan duro peleó él por ella. Iralene es innegablemente hermosa de un
modo que ella siempre quiso ser pero nunca consiguió.
-¿Vas a prenderla? -Pregunta Boyd de nuevo. Pero lo ignora.
Se acerca más a la pantalla y ve su propio reflejo. Su cara engordó un poco,
y sus labios están más llenos—como si su cuerpo supiera qué está viniendo.
El sistema de filtrado de aire zumba y aun así en la Cúpula se asfixia—
siente que apenas puede respirar. Y todavía a veces le dan nauseas. Los
estantes se encuentran llenos de libros sobre el embarazo y parto. Ella no es
Lyda. Es la vasija que carga a un Willux.
-Puedo prenderla sin sonido, Boyd ¿Es ese un compromiso con el que
puedas vivir? –Perdiz le contó lo que se le decía a su padre en estos
servicios, y no puede aguantar la efusiva adoración.
-Realmente pienso que deberíamos…
Lo mira. Aún tiene la fiereza que las Madres le enseñaron—algo que
siempre tuvo pero que nunca usó.
-Bueno, -Dice él. -Bien.
Prende el televisor y allí está Perdiz, apretando manos, aceptando
condolencias. Un reportero narra sobre quién se encuentra en la fila, cómo
sirvieron a la Cúpula o su relación con Willux. Aprieta el silencio. -¿Puedes
reprogramar el orbe? –Le pregunta a Boyd.
-¿A qué te refieres? ¿Por qué querrías hacer eso? –Mira a su alrededor, y
ella sabe que busca las cámaras de vigilancia. Perdiz le aseguró que todos
los equipos de grabación estaban prohibidos aquí. Aun así, Lyda—y
seguramente Boyd—tiene sus dudas.
-Quiero que agregues un mundo ¿Puedes?
-Si los algoritmos fueron inventados, sí. Hay un montón de atajos. Fue
hecho para que una persona no experta pueda elegir entre las distintas
opciones con facilidad. Willux los quería hacer baratos y “amigables” para
todos. Todavía son un poco muy caros para entregarlos como dulces, pero
se están acercando ¿Dónde quieres que te lleve?
Se imagina el viento empujando ceniza, las frías sombras que sentía justo al
borde del bosque raquítico, y la nieve. Dios, sí—nieve gris filtrándose del
cielo. –Allí fuera.
Boyd para. Sus manos se congelan. -¿Afuera? –dice con un respingo.
Lyda entrecierra los ojos. -Sí.
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35
-¿Pero por qué? –Mira hacia el orbe y luego a la televisión como si los
rostros allí pudieran verlo y escuchar la conversación. Lyda también mira.
Un niño pequeño está saludando a Perdiz. Su mano perfecta, su rostro
perfecto—tan limpio y liso, casi parece irreal. –¿Cómo es allí fuera? –
Pregunta Boyd en un susurro.
-Difícil de explicar, -Dice Lyda. –No recordaba realmente el Antes así que
me impresionó el aire, qué tan rápido da vuelta las cosas. El sol real—
cubierto pero maravilloso. Y la luna también—como una lámpara brillante
en el cielo. La gente, las alimañas y los Terrones, las deformidades, lo
grotesco… No te puedes imaginar la belleza en sus vidas. Todo está sucio y
es real. No hay nada falso o estéril. Es… la vida ¿Sabes a qué me refiero?
Boyd había empezado a llorar. Dos lágrimas manchaban sus mejillas. No se
las seca. -Lo recuerdo. Soy un poco más grande que ti así que… sí. Sé de
qué habIas. Solía trepar árboles. Incluso me caí de uno una vez y me quebré
un hueso de la mano. –Cerró su puño. –A veces, cuando me acuesto de
noche, recuerdo cómo era caer en el aire y aterrizar con fuerza sobre el
suelo embarrado. No podía respirar. Todo el aire había salido de mis
pulmones. Pero yo simplemente miré al cielo. Había nubes—nubes
grandes, gordas y blancas que parecían moverse muy rápido por el cielo. –
Sacude la cabeza. –Maldita sea.
Lyda camina hacia la mesa y apoya su mano sobre las de él. –Quiero el
mundo detonado. El verdadero, -Dice. -¿Lo harías por mí? Viento, ceniza,
suciedad, nubes oscuras, todo quemado y chamuscado y roto.
-No lo sé, -Dice, mirando a Foresteed en la pantalla de la TV. Justo terminó
su discurso y se está bajando de la plataforma. –No creo que se suponga
que yo…
-Creo que se supone que hagas lo que yo digo, -Dice Lyda. No está segura
de si funcionará ¿Está este hombre de reparaciones por encima de su estatus
social porque está arruinada, o está por debajo porque el bebé es un Willux?
Las jerarquías de la Cúpula son estrictas, pero este es territorio desconocido
para ella. Aplana su voz, tratando de hacerla sonar más distante, menos
temblorosa. -¿Sabes quién soy? ¿Sabes quién está a cargo?
Perdiz va a hablar ahora. Va a dar sus comentarios, que terminarán de la
manera que siempre lo hacen: espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Lyda lo ayudó con esas líneas.
Podría sacarlo a relucir frente a Boyd. Camina hacia la televisión y sube el
volumen.
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Pero Perdiz no está diciendo lo usual. Le cuenta a la gente que su padre era
un asesino de masas; los llama ganado. No—no ganado. Miembros de la
audiencia. Les dice que son cómplices. Quiere que reconozcan la verdad
¿Cómo sino podremos avanzar hacia el futuro?
El corazón de Lyda empieza a martillearle el pecho. Se lo debemos a los
supervivientes allí afuera y nos lo debemos a nosotros mismos. Podemos
mejorar. Aún está hablando—sobre el Nuevo Edén, sobre ser
perdonados… La pantalla se pone en blanco.
Lyda apenas puede respirar. Lo hizo. Dijo la verdad. Se siente excitada y
sorprendida. Es una vindicación. Quiere decirle a las Madres y a todos los
Miserables fuera de la Cúpula. Quiere gritarle a Bradwell, Pressia e Il
Capitano y Helmud, ¡Lo hizo! Pero también está asustada. Esto significa cambio—uno grande y radical.
El futuro. Lleva una mano a su estómago. Había entrado en su segundo mes
de embarazo. Se siente hinchada, la primera pista de que su cuerpo
empezaría a abultarse. El futuro, el mundo donde su niño vivirá—acaba de
tomar una nueva forma.
Camina de vuelta hacia la mesa y mira a Boyd. -¿Acaba de…? –No puede
terminar la oración. Sólo quiere asegurarse de que tiene un testigo. No se ha
vuelto loca.
-Sí.
-Todo va a cambiar, -Le dice, aunque en lo profundo de su estómago, no
está segura de si para mejor o peor. -¿Puedes creerlo?
Boyd se para. Se ve incómodo con su peso y brazos larguiruchos. Se cubre
la boca con las manos y sacude la cabeza.
-¿Qué pasa, Boyd?
Él no se mueve.
-¿Qué pasa? –Es un extraño, pero aun así se acerca agarrando sus muñecas
y apartando las manos de su boca. -Dime.
Él cierra los ojos lentamente y después los abre. –Demasiado pronto, -
Susurra. –No estábamos listos.
-¿Nos?
Busca en su bolsillo con su mano derecha y luego le da un apretón de
manos, como si recién se estuvieran conociendo.
Lyda siente la presión de algo en el centro de su palma. Lo toma,
escondiéndolo en su mano cerrada, y luego se sienta en una de las sillas del
comedor. Se inclina lentamente, y a través del vidrio de la mesa, ve una
pequeña pieza de papel—un cisne de origami.
Deep in Fantasy Burn
37
Mira a Boyd. Es uno de ellos. Es parte del movimiento revolucionario en el
interior, las células durmientes que fueron alineadas a la madre de Perdiz—
aquellos que querían derribar la Cúpula. Es como si su rezo silencioso fuese
respondido. Se siente conectada a algo más grande que simplemente ella y
Perdiz.
Cierra su mano sobre el pequeño cisne de papel. Piensa, ¿Demasiado pronto? ¿No estábamos listos? ¿Acaba Perdiz de cometer un error
terrible? Se siente alterada.
-Pero es bueno, -Dice. –Va a contarle sobre nosotros también. Esto es lo
que se suponía que hiciera. Tenía que decir la verdad.
Boyd le mira la mano en el bolsillo.
Ahora ella está asustada del cisne. Lo da vuelta en sus manos y ve el borde
de una palabra debajo del ala. Lo desdobla. Y allí hay un mensaje.
Glassings necesita tu ayuda. Sálvalo. ¿No se supone que Glassings ayude a Perdiz? Él había querido contactar
con su maestro. Lo necesitaba, ¿pero ahora debía salvarlo primero? La red
que, sólo momentos antes, parecía que podía ayudarlos se veía ahora frágil.
Lyda dice, -Me prometió que iba a… -Contarles a todos lo de su bebé.
Prometió que estarían juntos—públicamente. Pero sabe que ahora todo ha
cambiado. Dijo la verdad—era demasiado pronto ¿Pero iba alguna vez a
ser el momento adecuado para decir lo que debía decir? Está enojada y
asustada ¿Qué le pasó al futuro?
Boyd no le pide que termine la oración. Sabe que no hay nada que pueda
hacer para ayudar.
Lyda pone el cisne en su bolsillo. Mira a Boyd. –Me encargaré de esto
cuando vea a Perdiz de nuevo, pero debes hacer algo por mí a cambio.
-Por supuesto.
-Programa el orbe de la manera que te lo pedí, -Le dice. -¿Harías eso por
mí?
-Sí, Srta. Mertz, -Dice, -Por supuesto. Haré lo que digas. Ese es mi trabajo.
PERDIZ
CONTAGIO
Perdiz siente el cambio tan pronto como sale a la calle. Todo es diferente.
El aire está cargado, de una forma que nunca lo había sentido antes, del
sonido de voces amortiguadas detrás de las ventanas de los departamentos.
Deep in Fantasy Burn
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La mayoría de las ventanas de la Cúpula están selladas—los edificios tienen
la temperatura controlada ¿Para qué abrir una ventana jamás? Francamente,
sólo invita a la gente a saltar, y el número de suicidios ya es lo
suficientemente alto. Aun así, puede oír a la gente gritar—en silencio, sí,
pero en todas partes al mismo tiempo. Y Perdiz sabe porqué. Les arrebató
de su mentira—la que les permitía funcionar en el mundo que los rodea. Si
les arrebatas su mentira, se auto-destruirán, Foresteed le había advertido
¿Era verdad? ¿O están enojados con él? Seguro, las células durmientes,
Cygnus, habrán visto la trasmisión y estarán regocijándose ¿Alguno de
estos sonidos podía ser de alegría, verdad?
Mientras gira en la esquina, Beckley y los otros guardias le siguen el paso,
rodeándolo. -¿A dónde vas? -Pregunta Beckley.
-A lo de Lyda. –Responde Perdiz. –Necesito verla.
-Creo que esa es una mala idea.
Perdiz se saca la corbata del cuello. La hace una bola y se la mete en el
bolsillo de su saco.
-Si quisiera tu opinión te la pediría.
Pasan Smokey’s, el restaurante. Algunas personas se debieron de haber
reunido allí para comer el almuerzo y mirar la trasmisión todos juntos.
Alguien lo localiza por la ventana y grita. -¡Allí está! ¡Justo allí!
A Perdiz no le gusta el tono hostil. Él y los guardias mantienen un paso
rápido, pero la gente sale por las puertas doble de Smokey’s y los siguen.
-¿Por qué vienen a por mí? ¿Qué esperan que pase ahora?
-Tú eres el que los llamó ganado, -Dice Beckley.
Uno de los guardias más jóvenes dice, -Voy a pedir apoyo. –Saca su radio
de doble sentido y da el nombre de un cruce próximo.
-¿Apoyo? Estamos bien. –Dice Perdiz, tratando de reír. –Es sólo gente que
acaba de almorzar.
La pequeña multitud había llamado la atención de otros saliendo de tiendas:
un salón de té, un gimnasio, un banco.
Un cajero detrás de una ventana con barrotes lo mira. La mayoría está en
silencio, como si esperaran otro discurso. Pero unos pocos lo llaman por su
nombre.
-Sigue caminando, -Dice con calma Beckley.
-¿En serio? ¿Sólo ignorarlos? –Dice Perdiz.
-Sí –Dice Beckley con firmeza.
Perdiz para. Piensa en hacer nada, pero no se siente como una opción real.
Se da la vuelta y levanta las manos.
Deep in Fantasy Burn
39
La multitud también se detiene. Algunos se giran y se van, pero la mayoría
se congela. –No estoy seguro de que quieran, pero di mi discurso. No daré
otro hoy.
Se giran para mirarse mutuamente como esperando a que otro hable
primero. Finalmente, una madre joven cargando un bebé dice. –Perdiz,
¿Qué deberíamos hacer?
-¿Sobre qué? ¿La verdad? –Dice Perdiz. –Pueden tratar de aceptarla.
Un hombre con un traje gris oscuro dice, -¡Di que no es verdad!
-Movámonos, -Dice Beckley en voz baja.
Perdiz mira el hombre del traje gris. –Lo dicho es la verdad. No me voy a
retractar. De hecho, nos voy a guiar hacia el futuro con ella.
-Pero somos Puros. –Dice una mujer más vieja, pegándose un libro de
bolsillo de crochet al pecho. –Esa es la verdad. Somos Puros. Nos
merecemos lo que tenemos.
La mujer del bebé dice, -Dios nos ama. Es por eso que estamos aquí.
-Sí, -Dice Perdiz. –Pero…
Otro hombre se adelanta. Tiene una panza gruesa y carrillos anchos. Lleva
puesto un traje oscuro con un pin con la cara de Willux en él, como si el
padre de Perdiz estuviera en alguna clase de reelección. –Llamaste a tu
padre un asesino, pequeño gamberro. –Escupe a Perdiz, aterrizando una
mancha blanca cerca de los zapatos de este último, y el grupo
repentinamente parece que lo fueran a atacar.
Los guardias se mueven rápidamente. Uno golpea al hombre en el
estómago con la base del rifle y lo hace caer en cuatro patas, jadeando.
-¡Paren! –Dice Perdiz.
-Déjalos hacer su trabajo. -Dice Beckley.
El otro guardia golpea al hombre con la pistola en la espalda. Perdiz nota
que seguramente están codificados para hacerle esto a cualquier agresor.
La mayoría de la gente se gira y aleja con velocidad, devuelta hacia las
tiendas, bajando el callejón. Pero algunos no se mueven.
El hombre en el suelo, ahora sobre su lado, mira a Perdiz, desafiante. Tiene
el labio partido; empieza a toser, manchando el piso con sangre. Uno de los
guardias le pone los brazos en la espalda y se los esposa con ataduras de
plástico muy apretadas. Dos guardias lo levantan. Sus dientes están teñidos
de rojo.
Beckley saca su pistola, con dos manos, firme, y la nivela hacia los que
quedan. –Les estamos pidiendo que se dispersen. Por favor, háganlo ahora.
El resto se larga.
Deep in Fantasy Burn
40
-Vamos. –Dice Beckley.
Perdiz sacude la cabeza. No puede creer lo que acaba de suceder. –No
quiero que la gente se calle así, -Dice. –Quiero que sean capaz de
expresarse, incluso si no están de acuerdo conmigo.
-No hay mucho que puedas hacer sobre eso. -Dice Beckley.
Una mujer en un mono blanco con un balde camina hacia allí, se arrodilla
y, sin una palabra, frota la sangre del hombre del piso, dejando una mancha
blanca de lavandina. Perdiz piensa en Bradwell. Sus lecciones en Historia
Eclipsada—que tan rápido se limpia la verdad.
Entonces un auto estaciona frente a ellos—no un carrito de golf como usa la
mayoría de la gente, sino un sedán azul marino. Tiene la puerta abierta. Un
nuevo grupo de guardias sale, flanquea a Perdiz y lo guían al auto.
-Llévenme a lo de Lyda. –Dice Perdiz cuando se sienta en el asiento
trasero, acuñado entre dos hombres de hombros anchos.
-¿Piensas que esto es un taxi? -Dice Beckley desde el asiento delantero.
Puertas cerradas. El auto sale disparado hacia adelante, sacudiéndose en
una curva y atravesando el parque público, por sobre el suave césped y
pasando árboles falsos.
-¿A dónde me llevan?
-Estamos bajo el protocolo de clausura. Te vas a la cámara de guerra.
-¿La cámara de guerra?
-Tu padre solía tener una facilidad segura en la Cúpula, -Le explica
Beckley. –Esa es la cámara de guerra.
-¿Realmente piensas que la gente está tan enojada? ¿Piensas que son
peligrosos?
Beckley mantiene los ojos al frente. –Te olvidas que esta es la gente que
abrió su camino hacia la Cúpula a codazos, señor. En lo profundo, nada
dulce sobre ellos.
Uno de los guardias hace un sonido parecido a un suave balar. -Baa, baa,
baa. –Tan bajo que Perdiz ni siquiera está seguro de haberlo escuchado ¿Se
lo imaginó o alguno de ellos se está riendo de su discurso—de cómo los
llamó ganado?
-¿Quién tiene acceso a este cuarto? –Dice Perdiz bruscamente, tratando de
mantener su dignidad.
-Tu padre sostenía reuniones aquí, pero dentro hay una cámara sólo para él.
El lugar más seguro de la Cúpula. Fue rediseñado para que sólo tú puedas
entrar ahora—escáner de retinas, huellas.
-Una cámara de guerra, -Dice Perdiz. –¿Mi viejo tenía un cuarto de guerra
con una habitación sólo para él?
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-Y ahora tú tienes una, -Dice Beckley.
-Una herencia real a la antigua usanza, -Dice Perdiz. Ve la cara de su padre
justo antes de morir, sus ojos abiertos al darse cuenta de que lo estaba
matando. –¿Por qué no escuché sobre esto antes? ¿Un cuarto sólo para él?
Si hubiera habido un ataque, ¿iba a ir por mí o simplemente me dejaría en
la academia?
Beckley no dice nada. O no lo sabe o no quiere decirle la verdad.
Perdiz recuerda sus vacaciones de invierno con los Hollenback. Si los
supervivientes se hubieran alzado y atacado, ¿es con ellos con quienes
hubiera muerto? –Quiero que Lyda Mertz se capaz de entrar también.
Rediséñenla.
-¿Lyda Mertz? ¿Seguro, señor? –Preguntó uno de los guardias.
-Completamente –Es la única persona en la que puede confiar realmente. Si
algo le pasara a él, ella podría todavía entrar. No tundra un cuarto al que
sólo él pueda acceder. No será esa persona. –Hagan que alguien traiga a
Lyda a la cámara. Debo verla.
-Sí, señor. -Dice Beckley.
Salieron por el otro lado del parque. La gente estaba en la calles. Algunos
erraban sin un destino fijo. Otros cargaban contra las multitudes como si
buscando a alguien perdido. Gritaban y lloraban. Una mujer se quedó
inmóvil, lágrimas le rodaban por la cara.
Un par de peleas se habían desencadenado. Una mujer agarra a otra por el
brazo, torciendo su piel desnuda. Dos hombres jóvenes se aporrean en el
suelo.
-Con suerte se cansarán, -Dice Beckley.
Perdiz no está seguro. Habían sostenido un montón de culpa e ira por
mucho tiempo. –¿Qué pasa si es sólo el comienzo? –Algunos guardias
trotan apretados por una calleja en una formación. Más aparecen del otro
lado de la calle. –No quiero que se ponga sangriento, -Dice Perdiz.
-¿Realmente pensaste que podrías hacer lo que hiciste sin derramar sangre?
–Dice Beckley.
-Quiero paz, Beckley. Esa es mi meta. Adentro y afuera.
-Y eso usualmente se paga con sangre, -Dice Beckley.
Perdiz reconoce algunas de las caras aquí y allá—a nadie que pueda
nombrar, pues no hay tantas caras en la Cúpula. Circulan y se vuelven
familiares. Pero tal vez le es difícil ubicarlas porque se ven diferentes—
desesperadas, perdidas, indefensas.
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Unas pocas personas ven el largo auto negro y asumen que hay alguien
importante dentro, así que lo siguen corriendo una o dos cuadras, haciendo
gestos con locura y enojo. Un chico es rápido. Salta sobre el baúl y lo
golpea con el puño. –¡Baja la velocidad! ¡Hay un niño sobre el auto! –Dice
Perdiz.
-¿Quieres que entre? –Pregunta el conductor.
-¡Dije que más lento!
El conductor baja la velocidad pero colea lo suficiente para que el chico
caiga hacia atrás sobre el suelo, sorprendido.
Perdiz mira por la ventana tintada—el niño, sobre su espalda, golpea el
piso, mientras el resto corre y grita y alborota. En medio del caos, hay un
hombre viejo con corbata en el centro la calle. Perdiz lo conoce. Tommy.
Es todo lo que tiene—un primer nombre. Tommy era el barbero de su
padre. Se había vestido para la trasmisión. Tenía su abrigo deportivo
doblado sobre su brazo. Su barbilla contra el pecho, se frota los ojos ¿Está
llorando? Después se tambalea y mira hacia arriba, como queriendo ver el
cielo.
* * *
Rodeado de guardaespaldas, Perdiz es guiado desde el auto hasta el
conjunto de elevadores reservados para la gente de elite de la Cúpula. La
cámara de guerra está enterrada en el mismísimo centro de la Cúpula, en el
nivel subterráneo más bajo.
Las puertas del ascensor se abren y entran a una construcción con un
laberinto de pasillos que hacen un eco muy fuerte con el golpear de los
tacos de sus botas. Uno de los guardias abre la puerta de la cámara de
guerra tipiando una serie códigos en el teclado allí montado. La puerta se
abre, revelando una larga mesa de caoba rodeada de sillas de cuero. Las
paredes están cubiertas con pantallas negras, ahora oscuras y vidriosas, casi
parecen mojadas.
El guardia lo lleva dentro junto a Beckley.
Perdiz camina por la mesa y corre la mano por sobre el respaldo de la silla
en la cabeza. La silla de su padre. El cuerpo de su padre estuvo aquí una
vez. Su mente recuerda su cara una vez más—su piel ulcerosa roja y, en
algunos lugares, ya ennegrecida por la necrosis, y sus manos, curvadas
hacia dentro, sacudiéndose con una parálisis constante. Willux había
abusado por décadas de drogas para mejorar sus habilidades mentales. Le
pasó factura, causando una degeneración rauda en sus Células. Perdiz trata
de recordarse que su padre se lo hizo a sí mismo, pero eso no sofoca la
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culpa. No hay forma de dejarlo ir. -¿Ha estado alguien dentro de la cámara
desde la muerte de mi padre?
-No, señor, -Dice Beckley. –Estábamos bajo órdenes estrictas de solamente
reprogramar los códigos. No se nos dejó entrar—únicamente programarlo
para que tú pudieras.
Perdiz se pregunta si la habitación realmente era para su protección —¿o
era una trampa, una forma de eliminarlo si no hacia lo que la Cúpula quería
que hiciese? ¿Es esto algo que su padre soñó para su sucesor, o había sido
arreglado por Foresteed para tomar el control? Siente el sudor frío en su
espalda, y piensa en su padre, quien había liderado por tanto tiempo ¿Era
este el tipo de duda y sospecha con el que había vivido todo el tiempo? ¿Era
por eso que gobernaba con puño de acero?
Perdiz mira al guardia que abrió la puerta. Nunca había estado
completamente seguro de en quién fiarse. Incluso su confianza en Beckley
había sido difícil de conseguir y algunas veces se sentía inestable. Pero
ahora que había dicho la verdad sobre su padre Perdiz está incluso menos
seguro de quiénes habían sido movidos por las noticias y cómo se
decidirían volverse contra él. Estos son los Puros—no del tipo que se alzan.
Pero aun así debía ser cuidadoso. Mira a Beckley, tratando de estimar una
lectura de él. Perdiz no quiere ir a la cámara sólo para ser aislado y atacado.
Beckley lo mira con calma. -¿Estás bien? -Pregunta.
-Bien. –Dice Perdiz. No tiene otra opción que confiar en quienes lo rodean.
Son todo lo que tiene. –Veámosla.
Beckley asiente al guardia, quien se estira debajo de la mesa, tal vez
presionando un botón escondido allí, y una de las paredes se parte,
revelando un panel, y abre, revelando una puerta.
Del otro lado podían estar los secretos de su padre. Nunca lo había
entendido. Era tan ausente—incluso estando en el mismo cuarto, su mente
trabajaba en otra cosa. Perdiz no recuerda alguna vez sentir que su padre lo
estuviera mirando realmente a él. Era más que distante. Parecía casi vacío.
Pero no siempre había sido así; hubo algo en él—alguna vez—que hizo que
su madre se enamorara de él ¿No había sido divertido en algún momento?
¿Pensativo? ¿Tal vez incluso un poco vulnerable?
También es consiente que del otro lado podrían haber pruebas para
mostrarle a la gente de aquí—evidencia de que su padre era la mente
maestra detrás de todo, que la gente del exterior necesita ayuda.
Camina hacia la puerta. –¡Cómo hacemos esto?
-Miras al rayo de luz del escáner de retinas, -Dice el guardia. –Y presionas
tu mano en este cuadrado para comprobar tus huellas. –El resplandor es
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azul y sale de una lente en la pared. El cuadrado es de vidrio, pero también
tiene un brillo azulado.
Perdiz se inclina sobre la luz. Algo dentro del lente chasquea. Presiona su
mano contra el cuadrado de vidrio, y escucha más chasquidos. Lleva la
mano a la manija, pero la puerta se abre automáticamente. El cuarto está
oscuro.
Beckley se mueve hacia adelante para guiarlo.
-Espérame afuera, -Dice Perdiz. –Afuera del todo. En el corredor.
-Sí, señor. -Dice Beckley y saca al resto de los guardias.
Perdiz entra a la habitación oscura; puede decir que es relativamente chica,
y que se siente abarrotada. Por la tenue luz recibida desde la cámara de
guerra, puede ver que las paredes de la sala están cubiertas en algo que se
agita. Piensa en alas—en las aves en la espalda de Bradwell y cómo,
cuando se alzaban, su camiseta se movía.
¿Está la cámara de su padre llena de alas batiéndose? Quiere cancelar esto,
salir del cuarto, pero no puede. Fue demasiado lejos. Sabrían que tiene
miedo.
No es lógico, pero siente como si entrara a la mente de su padre. Siempre
presintió que tenía secretos infinitos, que parecía tan ausente porque había
una versión de sí mismo que se negaba a compartir. Un lado secreto.
Y Perdiz había descubierto tantos secretos—destrucción, muerte, tantas
capas de mentiras. No quiere conocer ninguna de ellas.
Se estremece y da un paso atravesando el umbral.
Inmediatamente, las lámparas titilan hasta encenderse. La habitación se
llena de luz. La puerta se cierra a su espalda.
Las paredes están cubiertas de hojas de papel—cientas, quizás miles de
ellas. Algunas son lustrosas y gruesas, otras blancas y finas.
Las brillantes son fotografías, y a los papeles los cubre la letra de su padre.
Perdiz camina hacia una pared. Ve la cara de su madre, posada sobre un
bebé envuelto en una manta. Sedge está a su lado, espiando al bebé. Es
Perdiz, recién nacido.
Mira el papel pegado a la pared junto a la foto. Es una carta. Dice,
Para mi Hermosa esposa,
Te recuerdo en este momento ¿Estaba allí? ¿Tengo simplemente el
recuerdo de mirar esta fotografía? Nuestras vidas se dividen así. Aun te
extraño. Siempre lo haré. Eres mía. No lo olvides. Mía.
Ellery
Perdiz avanza a la próxima hoja de papel.
Para mi Hermosa esposa…
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Y la siguiente: Para mi Hermosa esposa…
Y luego encuentra una que comienza,
Querido Sedge,
¿Qué pasó? ¿Por qué me diste la espalda? ¿Por qué…
¿Alguna vez dejó Sedge atrás a su padre?
Perdiz,
Mira que tan joven una vez fuiste. Solías gritar y cantar cuando iba a la
puerta, y ahora creciste. Un chico académico…
El cerebro de su padre estaba afectado por las mejoras. Se deterioraba, y
estaba dispuesto a sacrificar a su hijo para poder seguir viviendo. Perdiz
murmura con los labios secos, -Mi padre estaba loco.
Estira el brazo y agarra la carta. La hace un bollo en la mano ¿Todo este
tiempo su padre les había estado escribiendo cartas? Estaba haciendo un
álbum de fotos al que entrar, una muestra. Y lo había mantenido para sí
mismo todos estos años.
Perdiz saca una fotografía de sí mismo en una bici a los cinco, de Sedge en
su uniforme de hockey sobre hielo, de su madre y padre vestidos para una
ocasión formal.
El amor y odio hacia su padre se revuelve dentro suyo ¿Quién era Ellery
Willux? ¿Los amaba después de todo? ¿Es este lugar una prueba de que no
podía demostrarlo?
Perdiz embiste contra una pared y arranca tantas fotografías y cartas como
puede. Caen al suelo. Corre sus manos por los muros, arrancando un trozo
de tela y luego otro. Su pecho se contrae. Siente su corazón comprimido, y
su respiración superficial. Sostiene el puño contra el pecho. –Demonios, -
Dice.
Y se tambalea hacia la única silla en el lugar, la de detrás del escritorio de
su padre. Se sienta con pesadez y lentamente mira a su alrededor. Esto es
todo lo que siempre quiso de su padre. Alguna muestra de su amor. Algún
gesto de afecto ¿Y siempre había estado construyendo esto?
Escucha un golpeteo en la puerta.
-¡Les dije que esperaran en el pasillo! –Grita y trata de recuperar el aliento
¿Está teniendo un ataque al corazón? Jesús, ¿está su padre tratando de
matarlo con esta mierda?
-Soy yo. Lyda.
Lyda. Se levanta de la silla y se mueve hacia la puerta. Gira la manija y,
como antes, la puerta se abre automáticamente.
Allí está ella. La observa por un momento—su rostro, sus pestañas, sus
labios partidos.
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-Dijiste la verdad, -Dice ella, sorprendida.
Por un segundo no entiende de lo que habla—decir todas esas cosas en el
funeral parece hace tanto tiempo. –Esperaba que estuvieras viendo. –La
acerca hacia él. Huele la esencia a lavanda en su perfume. –Les dije que te
trajeran. Debía verte, -Dice. –Ven conmigo.
-¿Qué es este lugar?
Él pone su mano en la parte baja de su espalda y la guía dentro de la
cámara. Ella mira el suelo lleno de fotos y cartas, y las paredes con cinta. –
Perdiz. –Dice. –¿Era este el cuarto de tu padre?
-Su cámara secreta. –Le alivia tenerla aquí. Es como un antídoto a la
solitaria locura de su padre. Le trae sanidad a la habitación. Puede centrarse
en ella y el resto se nubla.
-¿Por qué te hizo esto?
-¿A mí? -Pregunta Perdiz. -¿A qué te refieres con que a mí?
Lo mira sorprendida. Él puede decir que se está aguantando. No quiere
contarle algo que lo hiera. No es buena ocultándolo.
Y entonces lo golpea, y mira la habitación de nuevo—esta vez viéndolo de
la forma en la que ella lo hace ¿Es todo por el show? Su padre debió de
haber trabajado en esto por años—mucho antes de haber planeado en usar
el cuerpo de Perdiz para seguir adelante ¿Es este cuarto algún tipo de
broma? ¿Son todas estas fotos y cartas estúpidas un intento de oprimir su
corazón? O tal vez estaba originalmente diseñado para jugar con Sedge. Él
era el verdadero heredero ¿Es todo esto falso? ¿Un plan para ganar
simpatía? ¿Un último intento de poder usando el amor?
-¿Piensas que todavía está jugando conmigo?
Ella camina hacia el escritorio de brillante superficie de Willux. Lo circula
y saca la silla.
-No. -Dice Perdiz.
-¿Por qué no?
-No sé. Es sólo que…
-¿Qué?
-Este cuarto. Se siente lleno de contagio ¿No lo sientes aquí? ¿Su
presencia? Es como si no estuviera muerto. No aquí, al menos. Llena la
habitación, el aire. –Perdiz se pregunta si el contagio que siente es su propia
culpa tóxica. Mira las caras de su familia mirándolo acusatorias. Una vez
fue un bebé; ahora es un asesino.
-Esta habitación es tuya ahora. –Dice ella.
-¿Qué pasa si no la quiero?
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Camina hacia Perdiz, se arrodilla y levanta otra foto de él de bebé. En esta
lleva una gorra. Su cara tiene un tono rosa brillante. Y es su padre quien lo
sostiene. –Eras un lindo bebé. –Dice. Se para y se la entrega. Él la mira un
minuto. Y con un anhelo inesperado quiere volver atrás. Quiere ser ese
bebé de nuevo. Quiere hacer todo otra vez.
Pero no le puede permitir a su padre llegar hasta él. Había sido guiado hasta
aquí, y usaría esta habitación para su propio fin. Usaría el secreto de su
padre en su contra, tratando de deshacer lo que su padre había hecho.
Le devuelve la imagen a Lyda, camina hacia el escritorio y dice. -¿Qué más
esconde aquí dentro? –No se sentará en la silla de su padre de nuevo. La
saca del escritorio y presiona sus palmas contra la superficie brillante. De
pronto el escritorio se ilumina. Ante él hay un mapa del mundo, punteado
con luces azules, cada una pulsante excepto una—localizada en el lugar
donde se yergue la Cúpula. Ese brilla.
-¿Qué demonios? –Susurra Perdiz.
Lyda se pone su lado. –Es el mundo y eso es nosotros.
-Sí. –Dice. –Así que la pregunta es, ¿qué representan todas las luces
titilantes?
-¿Qué representan, o a quién? –Dice Lyda en voz baja.
A Perdiz se le pone la piel de gallina. –Podrían ser otros lugares que fueron
prescindidos ¿Podría significar que hay otros sobrevivientes allí afuera?
-Toca una. –Dice ella.
Perdiz piensa en el padre de Pressia, Hideki Imanaka. Era uno de los Siete.
Uno de los tatuajes todavía pulsantes en el pecho de su madre antes de
morir prueba que seguía vivo. Tal vez esta sea una forma de encontrarlo.
Una de las luces parpadeantes está en la isla de Japón. Perdiz estira el brazo
y la toca.
La estática se eleva de parlantes ocultos, y luego una voz. –Perdiz. –Es la
voz de su padre y, por un segundo, piensa que sigue vivo, que el asesinato
no tuvo éxito. Mira la puerta de la cámara, pero está cerrada. Lyda se estira
y le agarra la mano ¿Volvió su padre de la muerte? ¿Es imposible de matar?
–Mi hijo. –Dice su padre.
-No. -Perdiz se siente enfermo. Agarra los bordes del escritorio y se sienta
en la silla de su padre.
La voz sigue: -Tu huella—esa pequeña espiral que estuvo allí desde tu
nacimiento. Encontraste este cuarto, este mapa, mi mundo. Desbloqueaste
mi voz con un simple toque. Y eso significa una cosa: tú estás vivo y yo,
muerto.
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-Lyda. –Susurra Perdiz. –No puedo escuchar esto.
Ella lo agarra del brazo. –Está bien. –Susurra. –Debemos hacerlo.
-Con un toque, un mensaje le fue enviado al resto de que me he ido y de
que estás a cargo ¿Realmente pensaste que me contentaba con controlar una
pequeña Cúpula?
Perdiz quiere presionar sus manos contra las orejas, pero no puede moverse.
Apenas puede respirar. Mató a su padre, pero él sigue allí.
-Abre el primer cajón del escritorio. Allí, encontrarás una lista de mis
enemigos—ahora tuyos. Descubrirás la verdad que le escondía a todos—
incluso a ti. Hallarás la simple y honesta ironía de todo lo que intenté
lograr. Con suerte, entenderás la fragilidad de lo que heredaste. Puede que
me odies. Lo entiendo. Yo también odiaba a mis padres. Es la forma en la
que el mundo funciona. Vi el fin, Perdiz, y te estaba tratando de salvar de
él. Cree lo que quieras, pero es lo que hacen los padres. –Pausa entonces
¿Vio Willux su propio final cerca? ¿Qué final? –Una cosa más. –Dice su
padre ¿Va a firmar diciendo que lo ama? ¿Qué es lo que realmente quiere
Perdiz del hombre muerto?
Su padre baja la voz y continúa. –Una pregunta ¿Hay sangre en la huella?
Hay otro corto arranque de estática y la voz desaparece.
Silencio. Mira el mapa de luces azules. Siente su respiración alta y atascada
en su garganta. Da vuelta las manos y mira sus dedos—las pequeñas
espirales intrincadas que son de él solamente. Su padre sabía que si Perdiz
estaba escuchando la grabación, entonces probablemente lo había matado.
Lyda susurra. –Él sabía que lo harías.
-No. –Dice Perdiz.
-Todavía está en el poder. –La voz de ella es fría, o tal vez esté asustada.
Él alza la cabeza y se gira para mirarla. –No. –Dice Perdiz. –Lo maté.
El rostro de Lyda se ve pálido y rígido. –Aún está… -Levanta las manos a
su garganta, apretando los puños. Él se vuelve a parar y ella retrocede. –Te
cambió, Perdiz. Una parte de tu padre sabía que lo harías, que eras capaz de
matarle, y te cambió muy en lo profundo. –Retrocede contra la pared,
haciendo temblar las fotografías.
-¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que me mate?
-No. –Dice ella, sacudiendo la cabeza enojada. –Tan sólo…
-¿Sólo qué? –Él recuerda el sentimiento que tenía justo después de hacerlo.
Sus manos se habían entumecido. No sentía las piernas. No podía pensar.
En cambio, su corazón latía con fuerza, como si fuera lo único que le
quedaba. Y lo siente ahora porque Lyda nunca había estado tan asustada de
él, y puede leerlo en su cara con claridad. –Lyda. –Susurra.
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-No sé. –Dice ella. –Es otro secreto. Crecimos con todos estos secretos y
mentiras ¿Cómo podremos seguir viviendo así, Perdiz? No sé si pueda… -
Inhala profundamente, rápidamente tocando su estómago. El bebé. El
futuro.
-Sin ti, estaría sólo en esto, -Dice él. –No me des la espalda.
-No lo hago. –Mira a su alrededor como agregando, no tengo dónde ir. Pero luego mete la mano en su bolsillo. –No estamos completamente solos.
-Saca un pedazo arrugado de papel. Él camina hacia ella y Lyda se lo
entrega. –Están aquí—las células durmientes: Cygnus, el cisne.
Es un cisne de origami. –¿Se pusieron en contacto contigo?
-Léelo.
Perdiz desenvuelve el ala y lee Glassings necesita tu ayuda. Sálvalo. -¿Quién te lo dio? -El técnico que vino a arreglar el orbe.
-¿Salvar a Glassings de qué? ¿Dónde diablos está? -Dice.
-Esto es todo lo que tengo. –Ella suspira y se frota los ojos. –¿Vas a abrir el
cajón?
-¿Qué?
-Creo que deberías hacerlo.
-Observé a mi padre toda mi vida, sabes—cómo le miraba y hablaba la
gente. No quise, pero lo incorporé todo, y creo, que en algún nivel, debí de
haber pensado que su vida algún día sería la mía. Quiero decir, era mi
padre. –Para abruptamente. Da un respingo. Le preocupa llorar. –No es sólo
que lo maté, Lyda. No es sólo que soy un asesino. –Frota su pulgar contra
sus otros dedos, pensando en su padre hablando sobre la sangre en ellos. –
Es que tengo miedo volverme él.
-Abre el cajón, -Dice Lyda.
Perdiz no va a discutir con ella—no ahora. Pone un dedo en el cuadrado de
luz azul del primer cajón del escritorio. Se abre deslizándose y revela un
montón de carpetas.
Toma la de arriba y la tira sobre el escritorio. Justo como dijo su padre, en
la etiqueta se lee ENEMIGOS. La abre. Está llena de fotos de gente, cada una
con una página de información—actividad sospechosa, familia, amigos,
afiliados.
Perdiz hojea el montón y Lyda se le acerca para ver las caras. Cuando llega
a Bradwell. Lyda jadea, y sabe que es porque reconoce el fondo también—
el bosque donde su madre y hermano fueron asesinados. La imagen es de
Bradwell gritando, los tendones en su cuello tensos; lo atraparon a mitad de
Deep in Fantasy Burn
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la acción y Perdiz se da cuenta de que fue tomada de una trasmisión vía
video de uno de los Soldados de las Fuerzas Especiales que los había
atacado. La imagen fue tomada minutos antes de que su padre matara a
Sedge y su madre.
-Vamos. –Lo apura Lyda. -¿Quién más está allí?
Va a la próxima foto, y es una de Il Capitano y Helmud del mismo lugar, el
mismo día. Cierra la carpeta y la devuelve al cajón. –Estos no son mis
enemigos. –Dice Perdiz. Es un alivio. Su padre estaba equivocado.
Hay otra carpeta. La toma y la saca.
NUEVO EDÉN.
La abre y le echa un vistazo a los planes—escritos a mano con los flojos
garabatos de su padre—para esclavizar a los miserables como una raza sub-
humana para servir a los Puros una vez la tierra sea habitable de nuevo. –
Nuevos esclavos para un Nuevo Edén. –Dice Perdiz con el estómago
retorcido. La cierra.
La próxima carpeta se titula RETORNO. Su padre generalmente opta por
referencias más simbólicas, así que esta palabra práctica lo pone nervioso.
La abre de forma que él y Lyda puedan leer juntos.
Primero hay un reporte oficial de un equipo de científicos y doctores. La
lista de nombres al principio del reporte es larga, pero para él resalta el
nombre de Arvin Weed. Lo apunta. –Mira.
-También lo vi. -Dice Lyda.
“De las muestras recolectadas y su incubación en un entorno simulado,
nuestros especímenes reaccionaron de forma pobre en general. De veinte,
doce murieron los primeros diez días. Cuatro contrajeron tumores
cancerígenos que tomaron raíz casi de inmediato y parecían desarrollarse en
sus problemas de salud. Dos de estos cuatro fueron curados del cáncer pero
murieron por más tumores con los años. A los cuatro sobrevivientes—un
hombre y tres mujeres—les fue mal en general. Dos son estériles. El
hombre contrajo una enfermedad en el ojo, dejándolo ciego. Él y una mujer
tienen asma y los pulmones comprometidos. No esperamos que sean
capaces de volver a unirse a la población general de la Cúpula. El hombre
está en una unidad de cuidados críticos, y la mujer sufre de problemas
mentales y está actualmente en un confinamiento solitario en el centro de
rehabilitación. Las otras dos están siendo estudiadas y evaluadas. Fueron
mandadas de vuelta al público con sus memorias sobre los estudios
borradas.
En conclusión, creemos que aquellos que sobrevivieron en la Cúpula se han
vuelto, por falta de exposición al exterior y a las enfermedades en general,
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vulnerables con el tiempo. Si fuéramos al Nuevo Edén, perderíamos una
gran cantidad de gente el primer año. Aquellos que sobrevivan serían por
mucho sobrepasados en número por los supervivientes fuera de la Cúpula.
Sin embargo, entre más esperemos entrar al Nuevo Edén, más vulnerable
nuestra población será ante los elementos que fueran a matarnos.
Mientras tanto, los sobrevivientes originales de las Detonaciones han sido
erradicados, dejando a aquellos con habilidades extremas para adaptarse y
sobrevivir. Los restantes tienen un sistema inmune superior. La Operación
Purificación de Miserables contiene la más detallada información sobre los
sobrevivientes de cualquiera de nuestros estudios de observación.”
El padre de Perdiz había circulado Miserables y escrito en el margen dos
palabras: Raza Superior. Perdiz levanta la hoja y estudia la letra de su padre. -Sí creó una raza
superior después de todo, sólo que resultó ser la equivocada. –Esa es la
ironía. Su padre lo sabía antes de morir. Dijo que podía ver el fin y de que
trataba de salvarlo de él.
-¿Pensó que tendríamos que vivir aquí por siempre? -Pregunta Lyda. –No
podemos. Los recursos son limitados ¿Iba a dejar que los Puros murieran
fuera?
-No lo sé. –Perdiz va al final del reporte. La última página es sólo un
montón de ecuaciones científicas—nada que pudiera descifrar. -¿Qué
demonios es esto?
Lyda dice con sarcasmo, -Como si la academia considerara que enseñarle
ciencia a la chicas vale la pena. Guárdalo, -Le dice. –Podría ser importante.
–Él lo dobla y lo mete en su bolsillo.
Perdiz hojea un par de otras carpetas y su espalda se pone rígida.
Saca una carpeta. Está etiquetada como PROTOCOLO PARA ANIQUILACIÓN.
-¿Qué significa? -Pregunta Lyda. –Ya aniquiló todo.
-No todo. –Perdiz abre la carpeta.
Allí hay una lista de instrucciones explicando cómo desencadenar un
proceso activado por voz. Un dibujo del cuarto apunta a un pequeño
cuadrado metálico en una de las paredes. Ambos miran hacia arriba, y allí
está, modesto, del tamaño de un enchufe. Con un grupo de comandos, el
metal se retraería, revelando un botón. Si lo presionaba “liberaría un gas
inodoro fuera de la Cúpula.” Un gas “basado en monóxido de carbono,”
pero más potente. “Induciría el sueño” y después comprometería los
pulmones y causaría una muerte en masa silenciosa. El gas mataría a todo
ser vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda. Willux escribió que la
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activación por voz sólo reconocía la suya, pero que luego había sido
tachada y agregado el nombre de Perdiz.
-¿Le enseñó a la computadora a responder a mi voz? ¿A matar a todo ser
vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda?
-Pero son la raza superior, -Dice Lyda. -¿Por qué querría matarlos?
-Tal vez era su plan B. –Perdiz tira la carpeta al cajón y lo cierra con un
golpe.
Lyda se gira y mira las fotografías en el suelo. –Tú y tu padre son personas
diferentes, -Dice. –No eres él. Nunca lo serás.
-Tuve que hacerlo. –Susurra Perdiz. –Tuve que matarlo. –Se inclina hacia
delante, meciéndose un poco. Se frota los ojos.
-Vuelve a casa conmigo, -Dice Lyda. –Tengo una sorpresa para ti. -¿Es esta
su manera de decirle que ya no le tiene miedo, que él no cambió realmente,
que no le dará la espalda? Se gira en su dirección y rodea con sus brazos el
cuello de Perdiz. Se sostienen con fuerza mutuamente, y él quiere congelar
este momento. Justo aquí, ahora.
Una llamada a la puerta los sorprende.
Beckley dice, -Señor, la situación empeoró.
Perdiz no suelta a Lyda. -¿Peor cómo?
-Lo necesitamos, señor.
Perdiz no se siente un líder. Su padre aun manda desde la tumba. –No creo
que haya algo que pueda hacer.
-Hay una cuota de muertes, -Dice Beckley. –Está creciendo.
Perdiz deja ir a Lyda, corre hacia la puerta y la abre. Allí está Beckley
ligeramente sin aliento; sus ojos van de Lyda a Perdiz. -¿Se están matando
entre ellos?
-No, señor.
-¿Entonces cómo?
-No se están matando entre sí. Se están suicidando.
PRESSIA
DEBER
Fedelma conduce a Pressia por un largo corredor con piso de piedra, cada
puerta que pasan tiene una pequeña ventana. Pressia entrevé laboratorios,
gente inclinada sobre delicados trabajos científicos—tubos de pruebas,
maquinaria. -¿Qué hacen? –Pregunta.
Fedelma para y la mira. –Sabes qué están haciendo, Pressia.
Deep in Fantasy Burn
53
-No. –Dice ella. –No lo hago. –Pero en parte se pregunta si simplemente no
quiere saberlo, si la verdad es demasiado aterradora, y por eso está bloqueando
lo obvio.
-Seguramente puedes imaginarte nuestro gran desafío y cómo podríamos
superarlo. Has visto a los niños. Sabes lo que podemos hacer con meras vides.
Viste a los jabalíes en el campo ¿o no? –Parece repentinamente enojada. –Y
yo. Conoces mi lote.
Pressia mira el estómago de Fedelma y ahora lo entiende: ella no eligió estar
embarazada. Es su deber ¿Cuántos chicos habrá tenido? ¿Por cuánto tiempo
continuará así? –No fui a la escuela. –Le cuenta Pressia. –Todo lo que sé es lo
que mi abuelo me contó. Era un confeccionador de carne, en una funeraria
¿Cómo podría saber lo que sucede en laboratorios?
-Viniste hasta aquí por una fórmula. Tenías uno de los viales más potentes de
biotecnología conocido por el hombre ¿Esperas que crea que no entiendes lo
que hacemos aquí? Esto es un juego de niños comparado a lo que buscas. –
Retoma su marcha por el pasillo.
Pressia se estira y agarra el brazo de Fedelma. –No lo sé. Lo juro.
Los ojos de la mujer revisan la cara de Pressia. Todavía no le cree del todo
pero dice, -Willux salvó a Newgrange, el sitio sagrado. Le dio su palabra a
Kelly de que sería escusado. Sólo treinta de nosotros logramos entrar en la
colina a tiempo.
-Pero está toda esta tierra, estos edificios y laboratorios ¿o no? ¿Qué hay de
todo eso? -Pressia quiere saber qué tan avanzada está esta gente ¿Pueden
reparar una aeronave y hacerla despegar?
-Willux perdonó un radio de cinco kilómetros. Y debes saber cómo
funcionaron las Detonaciones. No puedes hacerte la tonta en ese punto. –Mira
el puño de cabeza de muñeca de Pressia. –Las viviste ¿O no?
-Apenas recuerdo, -Dice Pressia. –Pero regresa a mí de a momentos. Sé que
hubo ciclones masivos de fuego que barrieron todo. Y que la ceniza voló y
hubo una lluvia negra ¿Alguien fuera de Newgrange sobrevivió?
-Otros veinte, sumando cincuenta, pero con enfermedades, menguábamos
nuevamente.
-¿Y qué hizo Kelly entonces?
-Todo lo que pudo.
-Este lugar. –Dice Pressia –No es como el de donde provenimos. Los
devoradores de ceniza, primero que nada. Inventó todo tipo de cosas ¿O no? –
Entre más información pudiera Pressia sacarle a Fedelma, más podría
compartir con Il Capitano y Bradwell. Si quiere que Bradwell la perdone, tal
vez el primer paso sea hacerle ver que es valiosa, que todavía necesitan del
otro para volver.
Deep in Fantasy Burn
54
-Bien, tenía una base en ingeniería genética de plantas y clonación a nivel
molecular. Creó la agrifactura, que es por qué nuestras plantas funcionan
como un equipo de defensa.
-Clonación. –Sabe a qué se refiere, en términos generales. Réplicas. Copias. -
¿Cómo lo hacen?
-Usamos nuestro ADN para crear clones. –Explica Fedelma. –Pero cada
embrión todavía requiere de un útero en el que desarrollarse. Todas las
mujeres cumplen con su parte. Acarrearé bebés hasta que, eventualmente, ya
no pueda hacerlo; incluso si muero en el proceso, el riesgo lo vale. –Y después
añade a la defensiva. -¡No podemos arriesgarnos a extinguirnos!
Pressia siente un escalofrío subiendo por su columna. Mira tú reflejo. Halla tu
pareja ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final! Los chicos lo decían
en serio. Halla tu pareja; Encuentra una copia de ti mismo. Pressia había
alentado el paso. Piensa en las caras de los niños—las que eran casi una
imagen en espejo. Finalmente deja de caminar.
Fedelma se gira. -¿Nos estás juzgando? Todos hacemos sacrificios ¡Es la
única forma de valer!
-No los juzgo. Entiendo los sacrificios. –Dice Pressia. Piensa en Bradwell. No
deseaba sacrificarlo, aunque eso era lo que él quería. –Los jabalíes… -Dice,
tratando de encajarlo todo junto.
-Algo de partición genética, sí. Están diseñados para ser domesticados como
ganado pero también feroces. Si es necesario, atacarán en nuestro nombre.
-¿Atacar a quién?
Fedelma se le acerca. A pesar de que no hay nadie cerca, baja la voz. –Debes
ser cuidadosa. Más allá de cinco kilómetros a la redonda, el territorio que
marcamos con las vides, están aquellos que quieren entrar—quienes matarían
por lo que tenemos aquí.
-¿Quiénes son ellos?
-No son diferentes a los que tienes en tu parte del mundo.
Pressia dice, -¿Cómo sabes qué tenemos en nuestra parte del mundo?
Fedelma susurra, -Nos perdonó. Sabe que estamos aquí. Nos vigila y
probablemente a otros.
-¿Quién? ¿Willux?
-Tenemos suerte de siquiera estar vivos.
-¿Willux y Bartrand Kelly siguen en contacto? ¿Siguen siendo… amigos? -
Pressia cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza, -¡Willux sabe que están
aquí! ¡Vivos!
-Shhh, -Dice Fedelma. Toma la mano de Pressia y la posa sobre su estómago.
Pressia siente un golpeteo desde dentro. –Tenemos un futuro que proteger. Lo
entiendes ¿Verdad?
Deep in Fantasy Burn
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Pressia saca la mano. -¿Dónde está Bartrand Kelly?
Fedelma suspira. –Quiere que lo esperes. –Continúa por el pasillo.
Pressia la sigue. Giran en una esquina y se detienen frente a la puerta de una
habitación pequeña. Fedelma dice, -Aquí. Esperarán. –Abre la puerta de un
empujón.
El estómago de Pressia se voltea ¿Estará Bradwell aquí? ¿Va a hablarle?
¿Siquiera la mirará? Trata de pensar en algo que decirle pero no puede
imaginarse por dónde empezar. Entra.
El cuarto es pequeño—sólo un placar muy grande realmente. Sin muebles. Il
Capitano está allí, apoyado contra una pared con Helmud descansando la
cabeza en sus hombros. Uno de los párpados de Il Capitano está hinchado y
rojo—las sombras tempranas de un ojo negro. Il Capitano se endereza y dice
hola de manera formal.
Helmud sonríe. –Hola. –Dice.
Había estado tan asustada de ver a Bradwell que se olvidó que todo entre ella
e Il Capitano está torcido. Él le había profesado su amor y la había besado ¿A
dónde iban desde aquí? Se siente rígida y tímida. Il Capitano la mira, pero
aparta la vista con rapidez.
-Hola. –Dice ella. Se siente sonrojada. Lo que había hecho Il Capitano fue tan
dramático, tan lleno de emoción. Fue valiente. Esto es lo que admira de él—y
que es duro y aun así tiene un corazón tierno. Todavía recuerda el beso.
-Kelly vendrá directamente, -Dice Fedelma y Cierra la puerta.
-Bradwell no está aquí. No sé dónde está. –Dice Il Capitano, como si ella sólo
quisiera ver a Bradwell y no a él.
-Me alegra verlos. -Dice Pressia. –No sangran hasta morir. Es una gran
mejora.
-Y somos dorados, -Dice Il Capitano. –Como estatuas móviles.
-Dorados. -Dice Helmud.
-Sí. -Dice Pressia mirándose los brazos.
-Se ve bien en ti, -Dice Il Capitano y mira el suelo.
-Cap, -Dice Pressia, aunque no está segura de cómo continuar—¿Espero que
no se ponga raro entre nosotros dos? Espero que todavía…
Pero entonces la puerta se abre de nuevo. Pressia sabe que es Bradwell antes
de girarse. El profundo crujido de sus alas es ruidoso. Escucha a Fignan
haciendo bip a sus botas.
-Esperaré aquí fuera. –Es su voz.
Se gira y ve sus rápidos ojos oscuros, sus mejillas golpeadas por el viento,
también el matiz dorado en su piel. Las alas son largas y harapientas—pero
también musculares y hermosas.
Deep in Fantasy Burn
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-No hay sitio para mí allí dentro. –Le dice a un cuidador a su lado, un joven
nervioso. -¿No lo ves?
-Lo siento, lo siento mucho. –Dice el cuidador. –Esperaré contigo aquí afuera.
Antes de cerrarse las puertas, Bradwell mira a Pressia como si quisiera decir
algo. Ella abre la boca para preguntarle cómo lo lleva. Pero él se gira antes de
tener la oportunidad. La puerta se cierra y él ya no está.
IL CAPITANO
BACTERIA
-¡Jabalíes! -Dice Bartrand Kelly mientras cruza el campo caminando. -
¡Comenzaré con los jabalíes!
Pressia mira a Il Capitano, quien se encoje de hombros.
-¡Jabalíes! -Dice Helmud.
Il Capitano le da un codazo a su hermano sobre su espalda. –Cierra el pico.
–Susurra.
Bradwell camina unos pasos detrás de ellos con Fignan a su lado. Es todo
hombros y pecho—más grande y ancho que cualquiera a quien Il Capitano
jamás vio, aparte de las Fuerzas Especiales. Las aves en su espalda deben
de ser enormes, aunque están escondidas bajo sus espesas y extensas alas,
que son tan grandes que sobresalen por su cuello y tocan el suelo a sus pies,
deshilachadas como dobladillos viejos y usados. De vez en cuando, las alas
de Bradwell se arqueaban, revelando los gruesos huesos angulares y
desmesurados y densas plumas de pájaro. Il Capitano siente lástima por él.
Sabe cómo es acarrear algo en tu espalda por siempre. Aun así, Bradwell
obtuvo lo fácil ¿no? Al menos sus aves no le respondían.
Kelly es el que habla ahora. Había regresado en el tiempo desde los jabalíes
y les da un discurso sobre la Irlanda del Antes—sus monumentos, su tierra
fértil, su rica historia, sus poetas. A Il Capitano no le interesa la visita al
pasado. Quiere saber a dónde los está llevando y el estatus de la aeronave.
Cuando él y Helmud fueron encontrados en la cabina de mando, había
peleado. Resultó ser que los guardias no querían matarlo. Sólo querían que
saliera de allí. Lo golpearon lo suficiente para reprimirlo y lo llevaron de
vuelta a su cuarto. Les había preguntado sobre la aeronave—si la habían
arreglado, si podía volar—pero se negaron a contestarle.
Kelly lleva la delantera caminando con gran energía y propósito, meciendo
un bolso de cuero. Los campos verdes están vacíos. El viento corta por
Deep in Fantasy Burn
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entre ellos. Hace que los ojos de Il Capitano se humedezcan—
especialmente el que tiene casi cerrado por la hinchazón.
Il Capitano aprendió a andar en bicicleta en un campo como este. Su madre
le había atado una toalla debajo de los brazos, alrededor de las costillas, y
había corrido a su lado hasta que él hubo alcanzado suficiente impulso—
con el viento en su cabello, rebotando sobre el pasto. Cuando piensa en ello
ahora, se ve a sí mismo liviano—no sólo sin el peso de su hermano sino sin
el de la vida.
Se acercan a un granero distante sobre una colina. Fignan se impulsa por el
pasto caído, con sus luces brillando por el exterior de su caja negra. -Así
que… ¿A dónde nos llevas? –Dice Il Capitano, interrumpiendo a Kelly. -¿A
la aeronave?
Kelly se gira y mira a Il Capitano como si recién lo notara. –Escuché que es
allí donde te encontraron. Tomará un par de días más poder hacerla volar
¿Hiciste un pequeño tour por ella, no?
-No era un tour realmente. Es mi nave. –Aclara Il Capitano.
-Es mi nave. –Dice Helmud, que suena como si contradijera a su hermano.
Il Capitano particularmente odia cuando hace eso en frente de otros.
-¿En serio? -Bartrand Kelly se detiene y piensa sobre esto. –Porque pensé
que habían robado la aeronave.
Se gira y sigue marchando cuesta arriba contra el viento. Il Capitano puede
escuchar las ráfagas contra las alas de Bradwell.
-Era mía para robar. –Dice. –Willux ennegreció la tierra entera. Me debía
una.
-Tenías otras opciones.
-¿Las tenía? Porque me gustaría saber cuáles son exactamente.
-¿Cómo sabes que la robó? –Dice Pressia, pero parece conocer la respuesta.
Il Capitano se siente desorientado. Mira a Bradwell para ver si él parece
saber algo que Il Capitano no, pero la expresión de su amigo es acerosa e
imposible de leer.
Kelly no responde y, momentos después, llegan al granero. Se para frente a
la puerta, levanta un pesado pestillo y la abre. –Sé cosas. Tengo mis
conexiones. –Dice finalmente.
El granero tiene algunas ventanas altas. Retazos de luz se cuelan, llenando
el sucio aire con luz solar. Lo siguen, siendo Fignan el primero. Uno de los
lados tiene estrechas casillas—veinte o más—todas repletas de jabalíes
masivos. Sus costillas son tan anchas como las de las vacas. Sus espaldas,
curvas. Sus espinas, tan grandes como puños, corriendo en una línea
dividida por montones de carne. Tienen pesuñas oscuras y colmillos
Deep in Fantasy Burn
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gruesos y amarillentos sobresaliéndoles por los costados de sus largos y
gomosos hocicos.
-¿Conexiones? –Dice Il Capitano. Había solo una persona con la que podía
estar conectada para recibir información sobre la aeronave, ¿correcto? –
Estás en contacto con Willux, ¿o no?
-Bien. –Dice Kelly mientras se sacude las manos y cruza los brazos sobre
su pecho. –Lo estaba, pero ya no.
-¿Por qué? –Pregunta Bradwell. Su voz suena ronca por el desuso.
-Porque está muerto.
-¿Muerto? –Dice Pressia.
El viento se filtra en silencio. Es como si el fantasma de Willux—sólo su
respiración—estuviera allí por un segundo.
La madre de Il Capitano creía en fantasmas. Por el momento, no podía
aceptar que Willux estuviera muerto. Pero entonces, él siempre lo había
considerado como la muerte misma. Las madres llamaban a todos los
hombres Muertos, pero Willux era el duro sedimento para ello. Il Capitano
conocía la verdad. Willux está muerto. Se siente bien—en lo profundo. Se
ha ido.
Hay silencio mientras la noticia se asienta sobre ellos. Sólo se escucha el
sonido del que debe de ser el gruñido de los jabalíes y del leve zumbido de
los engranajes de Fignan. Il Capitano puede sentir a Helmud conteniendo la
respiración. Mira a Pressia y Bradwell, quienes parecen no poder creerlo.
-¿Cómo los sabes? ¿Estás seguro? –Le dice la chica al hombre.
Kelly asiente con énfasis.
-¿Está realmente… muerto? –Dice Bradwell. Su expresión se ve
conflictiva.
-Es lo que dije. –Dice Kelly. -¿Es tan difícil de imaginar?
Bradwell asiente. Su respiración es un poco dura. –Es sólo… no esperé que
se diera tan en silencio. Tan dada por hecho. Esperaba… -Agarra el frente
de su propia camisa. –Quería…
-Sí. –Dice Pressia, como siguiendo con el pensamiento del chico. –Debería
ser más grande. Se debería sentir más como un…
-Alivio. –Dice Bradwell. –O final. –Pero no mira a Pressia. Les da la
espalda a todos ellos. Il Capitano se pregunta si Bradwell está
decepcionado. El hombre quien ordenó el asesinato de sus padres está
muerto, y Bradwell no logró ser parte. No hay justicia en ello.
Y entonces Pressia dice. –Perdiz. -¿Había Perdiz en serio organizado el
golpe maestro? Se cubre la boca. No debería de haber dicho su nombre.
Deep in Fantasy Burn
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Kelly la mira con intensidad. –Sí. El hijo más joven de Willux. Está a cargo
ahora.
-¿Perdiz? –Dice Bradwell tosiendo. Se gira para encararlos. -¿Seguro sobre
eso?
Il Capitano también está sorprendido. -¿Cómo pasó? –Recuerda la última
vez que habló con Perdiz. Estaban en un vagón de subte, encerrados bajo
tierra. Il Capitano no pensó que le quedaba mucha vida y confió en Perdiz.
Tuvo que tener fe en él. Aun así, no puede imaginárselo manejando tanto
poder. Il Capitano sabe de primera mano que el poder puede corromper el
alma.
–Lo hizo. –Susurra Pressia, casi para sí misma. –¡Entró! Perdiz cambiará
las cosas.
-O… -Dice Kelly, -Podría resultar ser justo como su padre.
-No. –Dice Pressia. –Odiaba a su padre.
-Sí, pero ¿Qué tan lejos irá? –Pregunta Bradwell con un afilado tono de
enojo en su voz. -¿Qué tan duro pujará por el cambio? ¿Realmente tiene lo
que se necesita? La única forma para llegar a hacer algo es si está dispuesto
a arriesgarlo todo ¿Puede hacerlo?
Il Capitano no conoce la respuesta. Nadie lo hace. Bradwell está
cuestionando la profundidad de la convicción de Perdiz. Perdiz puede no
saberlo él mismo. Il Capitano no está seguro de su propia convicción ¿Fue
un momento de debilidad en el que le dijo a Pressia que la amaba? ¿O era
convicción?
-Algunas vece el hombre hace al poder. –Dice Kelly. –Y otras, el poder
hace al hombre.
Pero entonces Pressia sacude la cabeza y mira a Kelly. -¿Estás en contacto
con la Cúpula? ¿Cómo es eso?
-Sabes que la historia entre Willux y yo remonta tiempo atrás. –Mira a
Pressia. –Conocí a tu madre y padre bien, también. No es un secreto.
-¿Así que estabas en buenos términos con Willux antes de las
Detonaciones? –Dice Bradwell en voz baja, como para disfrazar la rabia
justo debajo de la superficie. -¿es así como sobreviviste aquí afuera?
¿Willux jugando a sus favoritos?
Fignan zumba por la habitación con sus nudosas ruedas, reuniendo
información sobre este nuevo lugar. Se acerca a los corrales con los
jabalíes—pero no demasiado.
-Me dio un aventón—sólo tiempo suficiente para entrar a salvo a
Newgrange. Así que tal vez ayudó el hecho de que hayamos sido viejos
amigos, pero no era sólo amigo de él. -Kelly le dice a Pressia, -Tu madre
Deep in Fantasy Burn
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murió recientemente. Su tatuaje dejó de pulsar. Era fuerte y luego se
detuvo. –Suspiró profundamente. –No sé qué pasó.
-Estaba con ella. –El viento azota alrededor de Pressia. Cruza los brazos
para protegerse del húmedo frío. –Willux los mató a ella y a Sedge juntos.
Kelly respira largamente. Sus mejillas están rojas. Parece apenado pero
luego furioso. -¿Cómo la encontró? ¡Pensé que estaba a salvo!
-Nos usó a Perdiz y a mí para encontrarla. Éramos la carnada.
Kelly retrocede un par de pasos, tratando de recomponerse. –Lo siento. –
Murmura, pero no es claro qué siente—el hecho de que Willux usó a su
propio hijo como carnada o la pérdida en sí misma.
-Eras un amigo cercano de mi madre por entonces. –Dice Pressia. Il
Capitano sabe que está escarbando por detalles de la vida de su madre. Era
tan pequeña.
-Todos fuimos cercanos en un momento. –Dice Kelly.
-¿Y qué hay de mi padre? –Pregunta Pressia. -¿Sabes dónde está? Il
Capitano no soporta cuan vulnerable Pressia se ve. Está desesperada por
encontrar a su padre de nuevo. Él es apenas un sueño para ella. Il Capitano
lo entiende. Nunca conoció a su padre. Toda su vida se la pasó bajo la
sombra de un hombre cuyas facciones él no podía descifrar.
Kelly se gira de nuevo. –Sé que hay más de nosotros. Bolsillos como este.
Sobrevivientes. Y creo que Willux estaba en comunicación con muchos. Si
tu padre sobrevivió, fue porque Willux quería que sobreviviera—para
mejor o peor.
-¿A qué te refieres con peor?
-El pulso de tu padre todavía late en mi pecho—es todo lo que sé.
Pressia acuna la cabeza de muñeca contra su pecho, protegiéndola con su
mano buena.
-Willux no sólo le dio protección a la gente. –Dice Bradwell. –Deben de
tener algún valor para él. Estuviste trabajando para él todo este tiempo ¿no?
-Deberías de haber notado que es inteligente quedarse del lado bueno de
Willux. –Dice Kelly enojado y hace un gesto con ambos brazos como para
abarcarlo todo. –Estaba instaurando un número de laboratorios en el Reino
Unido e Irlanda antes de las Ddetonaciones. Una de las facilidades fue
fundada a través de las conexiones con Willux y asentada en el radio de
cinco kilómetros que perdonaría. Me lo dijo, sin términos inciertos, dónde
debía estar para sobrevivir. Lo conocía lo suficiente como para creerle.
Traje únicamente a mi familia inmediata conmigo. Eso es todo lo que me
permitió. –Los jabalíes gruñían y pateaban el suelo. –Me pone enfermo
pensar en ello ahora ¿Podría haber alertado a cualquiera que tuviera el
Deep in Fantasy Burn
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poder para cambiar el curso de las cosas? No lo sé. –Se pasa las manos por
el cabello. Il Capitano está seguro de que este es el pensamiento que lo
mantiene despierto por las noches. Conoce los signos de una culpa
infecciona—íntimamente, de dentro hacia fuera.
-Estaba en el medio de un tour—y apure a cuanta gente pude dentro de la
colina. Fuimos salvados, al igual que nuestro entorno, pero muchos
murieron después, por enfermedades, fuego, y, para ser honesto,
desesperación—una de mis dos hijas y mi esposa entre ellos. –Se para bajo
uno de los rayos de sol, pedazos de heno flotan a su alrededor, todos
dorados. –Mis hijas murieron primero. Mi esposa falleció por la
desesperación.
-Conocemos la desesperanza. –Dice Pressia. –Es algo que todos tenemos en
común. –Sus ojos van hacia Bradwell, pero él todavía no la mira. Il
Capitano quiere decirle al chico que al menos la mire; ¿no le puede dar eso?
Lo mata por dentro ver la mirada en los ojos de su amiga. Helmud debe
sentir algún sufrimiento en su hermano porque Il Capitano lo siente alejarse
de Pressia, como tratando de que Il Capitano dejara de enfocarse en ella—
por su propio bien.
-Los jabalíes, -Dice Kelly recordando el tema principal. Fignan se vuelve a
acercar a los animales. Al principio se sorprenden pero después olfatean en
su dirección. –Los jabalíes pueden ser viciosos e impredecibles, pero
cuando se los mezcla genéticamente con vacas, se vuelven más grandes y
dóciles. Y aun así son también tratables. Pueden atacar bajo nuestro
comando.
-¿Una palabra? ¿Un signo? –Pregunta Bradwell.
-Cualquiera. –Dice Kelly.
Il Capitano registra la amenaza. Kelly los llevó allí por una razón ¿Les está
tendiendo una trampa? –Así que haces que simpaticemos contigo por la
muerte de tu esposa e hijas y luego nos informas educadamente que nos
puedes tener ensartados en cualquier momento. –Il Capitano camina hacia
el borde del corral y uno de los jabalíes deja salir un corto y agudo chillido.
–Dime si estoy en lo correcto.
-El término es corneado no ensartado. –Kelly le dice con calma.
Fignan retrocede de los animales hacia las botas de Bradwell.
-Los jabalíes fueron un experimento exitoso. –Sacude la cabeza y mira por
una de las ventanas. –Hay otro que salió terriblemente mal.
¿Peor que jabalíes que atacan bajo comando? ¿Qué hay allí fuera? Nadie
tiene las agallas para preguntar.
Deep in Fantasy Burn
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Il Capitano puede ver los tiesos pelos del jabalí, las arrugas ennegrecidas de
su hocico, la curvatura de sus colmillos. Se imagina la punta de uno de ellos
atravesando por entre sus costillas, destrozando su pecho.
Pressia dice, con una nota de sospecha en su voz. –Le podías hacer esto a
un hombre ¿o no? División de genes entre especies ¿Por qué no humanos?
–Mira a Bartrand Kelly con los ojos entrecerrados. -¿Le diste tu
investigación a Willux?
Fuerzas Especiales. Il Capitano se las imagina como las vio por primera
vez, saltando por entre los árboles—algunas tenían la musculatura de un
alce o un venado y otras parecían sostener la corpulencia carnosa de un oso.
Levantaban sus cabezas al viento, con sus fosas nasales tensándose al
alertarse ante distintas esencias. Como animales. Piensa en su amigo
Hastings—¿Es en realidad una alimaña, una creada genéticamente bajo las
órdenes de Willux con la investigación de Kelly?
Kelly dice. –Haces lo que debes hacer.
Las alas de Bradwell se arquean y ensanchan. –Algunas personas hacen lo
correcto.
-Investigación es investigación. Cómo elija Willux usarla es su propio
pecado. No el mío.
Il Capitano reconoce la racionalización. Él mismo la había probado. Pecado
es pecado—individual y colectivo. Su vida está llena de ellos.
Bradwell camina hacia Kelly. –Sabías cómo la usaría.
Kelly alza las manos y chasquea los dedos. Los jabalíes se tensan. Sus
cabezas se giran, con sus pesados colmillos y todo, casi en perfecto
unísono. -¿Qué tal si retrocedes un par de pasos?
Bradwell mira a los jabalíes, sus ojos están todos fijos en la mano de Kelly.
El chico camina hacia la puerta del granero, mirando al cielo.
Il Capitano se pone rígido. -¿Por qué no simplemente nos dices qué
quieres?
-Probablemente quiero lo que ustedes quieran.
-¿Qué es eso?
-Ser dejado en paz.
-Pero Willux te salvó. –Dice Bradwell. –Y estuviste jugando de lo lindo
con él.
-Él está muerto. –Dice Pressia. –Y Perdiz está a cargo ahora. Todo está por
cambiar.
-Tienes más fe en la naturaleza humana que yo. –Dice Kelly.
-Bueno, nosotros no queremos ser dejados en paz. –Dice Bradwell. –
Queremos que salga la verdad. Queremos justicia.
Deep in Fantasy Burn
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Pressia sacude la cabeza muy levemente. Por un momento, parece que es
todo en lo que lo va a contradecir pero luego es como si no se pudiera
contenerse. Dice. –No. Queremos el vial que le perteneció a mi madre y la
formula que encontramos. Y queremos llevarlas de vuelta—para salvar
vidas.
Bradwell mira a Pressia. Por un segundo, Il Capitano piensa que va a
romper con toda esa rabia y resentimiento, caminar hacia ella y besarla.
Pero no dice nada. Simplemente quería que la verdad se supiera—
completar con la misión de sus padres. Willux había arreglado la muerte de
los padres de Bradwell antes de las Detonaciones y forzado a Arthur
Walrond a terminar con su propia vida—Walrond, un amigo de la familia
que amaba a Bradwell. Los tres, idos. La madre de Pressia, muerta.
Il Capitano dice. –No me importaría un poco de venganza al viejo estilo.
No creo que esté solo.
Esto atrae la atención de Kelly. –Le di a Willux lo que quería, pero he
estado trabajando en otro agente también, no muy diferente a las vides
espinosas—una bacteria viva, pero casi indetectable que puede comer el
material resistente a la radiación de la Cúpula.
-¿Cómo funciona? –Pregunta Il Capitano.
-Actúa increíblemente rápido. –Mete las manos en los bolsillos.
-¿Estás diciendo que tienes algo para traer abajo la Cúpula? –Dice Il
Capitano. Su corazón empieza a golpear contra su pecho.
-¿Traer abajo la Cúpula? –Repita Helmud para una aclaración.
-Es exactamente lo que estoy diciendo. –Dice Kelly.
-Eso no es lo que queremos en absoluto. –Dice Pressia. –Necesitamos la
Cúpula. Si le devolvemos el vial y la formula a Perdiz, encontrará a la
persona correcta dentro para ayudarnos. Podemos revertir las fusiones—sin
efectos secundarios. Podemos hacer a todos iguales de nuevo.
-Incluyéndote a ti. Finalmente serás capaz de librarte de la cabeza de
muñeca. –Le dice Bradwell a Pressia. –Así puedes ser Pura ¿Qué es más
egoísta? ¿Tu deseo de volverte completa o venganza?
-Eso no es justo. –Dice Pressia. –Quiero que Wilda y los otros niños
sobrevivan. Quiero salvar gente.
-Pero admítelo. –Dice Bradwell. –Te salvarías a ti misma en el proceso.
Il Capitano se agarra la cabeza con las dos manos. Se siente mareado. Dice.
–Podemos traer abajo la Cúpula, Pressia. Eso es por qué sobreviví ¡Es mi
misión! ¡Jesús! De una vez por todas, podemos acabar con esto.
-Eso no es un final ¡Es simplemente más destrucción! –Los ojos de Pressia
se notan enojados y aun así brillan con lágrimas. Ella mira las anchas tablas
Deep in Fantasy Burn
64
del piso del granero. –Ahora que Perdiz está a cargo podemos hacer una
diferencia. Podemos curar a la gente de sus fusiones. –Se gira hacia Il
Capitano y Helmud. –Pienso que podría llegar el momento en el que ambos
puedan ser ustedes mismos de nuevo. –Il Capitano ni siquiera había
pensado que eso era posible ¿Podían él y Helmud ser vueltos Puros?
¿Podían ser separados y completados? No, piensa. No—no es posible. La
idea lo aterra. Es todo lo que siempre quiso, y aun así se niega a creerlo.
Pressia le dice a Bradwell, -Podrías librarte de esas alas que tanto odias. –
Bradwell abre la boca para responderle, pero ella levanta la mano. –Mira,
no tienes que quererlo para ti mismo. Pero piensa en la gente allí afuera. No
contestes por ellos. Déjalos tener la oportunidad de responder por sí
mismos.
-Pressia. –Susurra Bradwell, pero no dice nada más. Es un suave susurro,
más como si le rogara—¿por qué?
-Ella tiene un punto. –Dice Kelly. –La gente en la Cúpula tienen la culpa
del sobreviviente. Odian a todos los que sobrevivieron fuera porque se
odian a sí mismos. Pero si tienen un nuevo rol y los salvan a todos
paternalmente, bien, serán capaces de redimirse y sentirse héroes.
-Y tal vez los sobreviviente podrían perdonarlos porque los Puros están
haciendo finalmente lo correcto, ¿Ves? –Le dice Pressia a Bradwell. –
Podría funcionar.
-¡Demonios, no! –Dice Bradwell.
-¿Por qué no? Podríamos empezar a reconstruir. –Dice Pressia.
-No voy a dejar que los Puros se salgan con la suya en esto. –Dice
Bradwell con la voz áspera por la ira. –Y estoy seguro como el infierno que
no voy a dejar que salgan como héroes. No después de lo que hicieron.
Nunca.
Il Capitano lo entiende. En el corazón acuerda con Bradwell, pero sabe qué
piensa Pressia: ¿Qué importa quién sale como héroe si hay una oportunidad
de empezar de nuevo? Hay silencio de nuevo. Kelly aguarda a la próxima
pregunta, e Il Capitano sabe cuál tiene que ser. Dice. -¿Qué propones
exactamente?
-Les daré el vial y la formula y los pondré en el aire de nuevo, pero deben
llevarse la bacteria con ustedes. Si eligen no usarla, no hay nada que yo
pueda hacer. –Mira a Pressia por un momento y después de nuevo a Il
Capitano y Bradwell. –Pero si quieren lo que es suyo, tendrán que tomar lo
que es mío.
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En el aire de nuevo. Esto es lo que Il Capitano quiere realmente ahora—
volver al aire.
Pressia se gira hacia Kelly. –Si aceptamos hacer esto, ¿Qué tan pronto nos
puedes hacer volver?
Él pausa, comprendiendo la volatilidad de la conversación, y luego dice. –
Bueno, como Il Capitano vio, la aeronave está casi reparada. Necesitaremos
un par de días más y ustedes necesitan tiempo para planear el viaje de
forma que aterricen de día.
Abre su bolso, mete la mano, y saca una pequeña caja de metal. Hace saltar
un broche diminuto y abre la tapa. La caja está envuelta en terciopelo y
moldeada para proteger una lámina cuadrada—dos piezas de vidrio unidas
por un fino borde de metal soldado. Sostiene el cuadrado a la luz,
iluminando las pequeñas motas rojas. La bacteria.
-Así que ¿Van a llevársela con ustedes a cambio de su vial y la formula y la
aeronave a casa? -Dice Kelly. –Es la oportunidad de sus vidas—Para todos
nosotros.
Il Capitano se inclina hacia adelante antes de incluso notarlo.
-Espera. –Susurra Pressia, pero ya la sostiene en su palma ahuecada.
-La oportunidad de sus vidas. –Le dice Il Capitano a Pressia.
-Para todos nosotros. –dice Helmud.
LYDA
DIESCISIETE
-No llevaremos el auto, -Dice Beckley. –Eso llamaría más la atención de
lo que lo vale. Ya es pasado el toque de queda. Debería de ser más seguro
simplemente caminar hacia allí.
Beckley y otro guardia están a cada lado de Lyda y Perdiz. Caminan por el
corredor hacia los ascensores.
-¿Cuántos perdimos? –Pregunta Lyda.
-Únicamente en la última hora, diecisiete. –Dice Beckley. –La buena
noticia es que otros intentos no fueron exitosos.
-¿Podemos vigilar a la gente? –Pregunta Perdiz.
Entran a un elevador. Las puertas se cierran y en un borrón gris se reflejan
los rostros de Lyda y Perdiz. A ella no le gusta cómo ambos se ven pálidos,
asustados. Más que nada, le sorprende cuan jóvenes se ven. La idea de la
cámara de guerra hizo parecer poderoso a Perdiz; la realidad era algo más
en conjunto. Ahora, se ve flacucho, y ella está tomando su mano—no
Deep in Fantasy Burn
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románticamente; está asustada. No le gusta ese sentimiento. No hace
mucho, estaba fuera en lo salvaje, era una cazadora ¿La Cúpula ya la había
hecho más débil y asustadiza? Se suelta de él y cruza los brazos como si
tuviera frío.
-¿Quién vigilaría? –Dice Beckley, claramente frustrado. -¿Quién es estable?
¿Quién no? Es imposible de decir.
Salen del ascensor y pronto están de vuelta en las calles, que están vacías,
exceptuando a los guardias apostados cada cien metros y así.
-Ley marcial. –Dice Beckley. –Por ahora.
-¿Nos llevas a lo de Lyda?
Beckley suspira. –Sólo por esta noche. Luego te llevaremos a otra locación.
Tenemos cosas sobre las que hablar.
-¿Cómo lo están haciendo? -Pregunta Lyda.
-Hay más pistolas allí afuera que antes. -Dice Beckley. –Hay almacenes de
armas en ciertas locaciones de la Cúpula, en caso de un ataque desde el
exterior. Algunos fueron saqueados.
Lyda piensa en Sedge. Así fue como supuestamente se había suicidado—
una herida de bala auto-infringida. Pero, por supuesto sabe que Perdiz debe
de estar pensando en la muerte real de su hermano—su cabeza explotando
al inclinarse su madre para besarlo. Ella no había sido capaz de sacudir la
mancha de la imagen; nunca lo haría. Perdiz le contó en vísperas de
navidad cómo se sintió en ese momento—la explosión de sangre y como
todo se volvió silencioso, incluso el sonido de sus propios gritos. Estaba
furioso y aturdido.
-Otros se cortan las muñecas en baños calientes y se desangran. –Dice
Beckley. –Unos pocos lograron llegar a las azoteas. Algunos pudieron ser
atrapados a tiempo.
-¿Y dónde están ahora—aquellos que fueron atrapados a tiempo? –Pregunta
Lyda, aunque teme saber la respuesta.
-El centro de rehabilitación ya estaba lleno. Pronto va a estar inundado si
esto sigue escalando. –Dice Beckley.
-Ese lugar sólo logra hacerte querer suicidar con más ganas. –Dice Lyda.
Las paredes blancas, el sol falso, los pequeños vasos de agua de cartón y las
píldoras. –Es horrible. Es una forma de castigo.
Toman uno de los elevadores reservados para la elite que se mueve entre
los niveles de la Cúpula.
De nuevo, allí está su reflejo. Una triste pareja. Miran derecho hacia
adelante. Piensa en algunas de las imágenes del Sr. y la Sra. Willux en el
suelo del cuarto de la cámara de guerra—tan frecuentemente vestidos
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regiamente, mirando a la cámara con sonrisas forzadas. Y siente un
estanque de tristeza al pensar en las otras fotos—una madre, sus hijos, una
familia que una vez fue, pero que ya no más. Todos eran tan dolorosamente
hermosos, tan jóvenes—soplando las velas de tortas de cumpleaños,
cabalgando caballos pintados en la calesita, saludando desde puertos con
equipos de pesca. Es una vida que ella, Perdiz y su hijo no tendrán—no
aquí, en la Cúpula, ni afuera.
-Tal vez sólo es la primera reacción. –Dice Perdiz. –Con suerte la gente se
calmará. Quizás necesiten tiempo.
-No sé. No sólo perdimos personas, sus familias y amigos están enojados
por las pérdidas. –Dice Beckley. –Y los suicidios se sumarán a su propia ira
subyacente.
-Pero una rebelión enojada no sería algo malo. –Dice Lyda. –Si realmente
están procesando lo que pasó.
-La gente de la Cúpula no es rebelde por naturaleza. Es como llegaron aquí,
Perdiz. Tú mismo lo dijiste. –Dice Beckley. –Son ganado.
-¿Qué quieren? –Pregunta Perdiz.
-Quieren restaurar el estatus quo.
-Solamente pueden rebelarse contra ellos mismos. –Dice Lyda. –Aquí, el
suicidio solamente es socialmente aceptable de la ira, odio y desesperación.
Beckley le dice a Perdiz. –Debes sofocarlo.
-¿Cómo? –Dice Perdiz. –Dije la verdad. Eso tiene que servir.
-Debes darles un poco. –Dice Beckley.
-No voy a retractarme en lo que dije. –Beckley saca su walkie-talkie y le
pregunta a alguien si los monorrieles fueron despejados. La voz del otro
lado le responde que un par más de trenes tienen que volver a la estación,
pero que están cerca.
-Mantenlos corriendo. –Dice Beckley. –Hasta que de la palabra.
Salen del elevador hacia otra plataforma de monorriel.
Beckley le dice al otro guardia que se aleje, asegurándose de que ningún
pasajero extraviado los haya seguido.
Caminan a través de los túneles con eco en silencio. Adelante, a la
distancia, escuchan el gimoteo de sirenas—una sobreponiéndose a la
siguiente, taladrando el aire nocturno.
PERDIZ
TREN
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Beckley mira la señal digital que comunica qué trenes están llegando a la
plataforma. –Este próximo no es nuestro; es un expreso. Esperaremos al
siguiente.
Perdiz y Lyda siguen a Beckley hasta el final de la plataforma que los
pondría en el primer vagón. Lyda toma la mano de Perdiz. Miran hacia la
boca del túnel. Los ojos de Perdiz buscan por la oscuridad, como si pudiera
encontrar allí alguna respuesta. Los suicidios se sienten irreales. No pueden
estar sucediendo y, aun así, la culpabilidad lo engulle. Es su culpa. A él
tienen que acusar. Aprieta la mano de Lyda y ella le responde el apretón. Al
menos no está solo.
Justo entonces, un hombre con una cazadora negra da un paso hacia las
vías. El blazer está desabrochado, y un chaleco desacomodado se asoma por
debajo.
Beckley da medio giro y les hace señas a Lyda y Perdiz para que se
detengan, ellos lo hacen.
-La estación está cerrada; debes abandonar la plataforma y subir. –Dice
Beckley.
El hombre lo mira sin expresión en el rostro. –No hay lugar al que ir. -Dice.
-¿Qué haces aquí abajo? -Dice Beckley. –Está cerrado señor.
-Saben por qué estoy aquí.
Perdiz suelta la mano de Lyda, se estira y toma el brazo de Beckley ¿Está el
hombre aquí para saltar frente a un tren? Beckley mira a Perdiz como para
preguntarle si quiere manejar esto él mismo. Un líder toma el control de una situación como esta, Piensa Perdiz. Le asiente a Beckley.
El chico da un paso hacia el hombre pero mira hacia tras, a Lyda, antes de
hablar ¿Qué debería decir?
Ella alza una mano, casi como si le estuviera dando una bendición. –Sí, ha
habido problemas, pero va a estar bien. Las cosas se solucionarán. –Dice
Perdiz. –Necesitas darle tiempo.
El hombre registra por primera vez que este es Perdiz Willux. Su cara se
contorsiona, como si estuviera físicamente dolorido. –Tuve mi tiempo. –
Dice el hombre. -¡Tiempo que otros no! –Baja la vista hacia una simple vía.
–Lo supe todo el tiempo. Lo sabía, y no hice nada sobre ello.
-Perdiz. –Susurra Lyda ¿Le está advirtiendo? ¿Está asustada del hombre? Si
se acerca demasiado, ¿querrá tirarlo con él?
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-Tuviste que continuar. Todos lo hicimos. –Dice Perdiz, acercándose al
hombre mientras Beckley y Lyda se quedaban atrás. –Teníamos que
sobrevivir.
-Mi hermana ya se suicidó, -Dice el hombre casi con orgullo. –Se tragó las
píldoras antes de que cualquiera pudiera atraparla.
-Debes ser valiente. –Dice Perdiz, tratando de sonar calmado. –No será
fácil, pero tienes que resistir.
Perdiz oye el correr distante del monorriel a sus espaldas. El hombre
también lo escucha. Levanta la cabeza y mira al túnel y de vuelta a Perdiz. -
No. Valiente es lo que estoy haciendo ahora. Valiente es terminar con la
mentira. –Dice, y una horrible sonrisa se asoma en los bordes de sus labios.
–Fui un cobarde hasta ahora.
-No digas eso. Mira, podemos conseguirte ayuda. –Dice Perdiz, y se alivia
al ver al hombre retroceder un paso, justo cuando el tren acelera en su
camino.
-Seguro, ayuda. –Dice el hombre y entonces, sin otra palabra, salta hacia el
camino del tren con la solapa negra de su cazadora curvándose como papel
quemado.
-¡No! –Grita Perdiz contra el rugido del monorriel y la estática de la
adrenalina en sus oídos y el golpe enfermizo del tren acabando con la vida
de otro hombre.
Y entonces, las brillantes ventanas del tren se deslizan, brillantes y oscuras,
y el tren deja entrar el aire.
Perdiz cae sobre sus rodillas.
Los frenos rechinan, una acción retardada; el tren se detiene abajo en el
túnel.
Lyda corre hasta el lado de Perdiz. –Trataste salvarlo. Realmente lo
intentaste. Hiciste todo lo que podías.
Toma su brazo y le rodea el cuello, abrazándolo.
Beckley grita en su walkie-talkie—saltador de monorriel, presuntamente muerto.
* * *
No es real.
No lo son los gritos que se escuchan adelante mientras corren por las calles.
No el altercado en el callejón.
No el ulular colectivo de las ambulancias.
No el siguiente elevador que toman dentro del edificio departamental de
Lyda.
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No el pasillo con sus alfombras rojas. No la puerta al apartamento de Lyda.
No Beckley o este nuevo guardia que se para junto a la entrada.
No el sillón donde Perdiz se sienta o la mesa de vidrio de donde Lyda
levanta el orbe.
No el orbe en sí mismo.
Dijo la verdad. La gente se está suicidando. No pudo evitar que un hombre
se tirara frente a un tren. Perdiz había visto morir a demasiada gente—su
hermano, su madre. Sus muertes pasan frente a sus ojos—brillando con
sangre. Y la muerte de su padre—su culpa; no fue una muerte. Fue un
asesinato. –Demasiadas. –Dice Perdiz. –Han habido demasiadas.
-Sí, -Dice Lyda. –Demasiadas.
¿Alguna vez verá a Glassings? Perdiz lo necesita, no al revés. Necesita un
plan. Necesita a alguien que le diga qué hacer ¿Es Glassings simplemente
un reemplazo de su propio padre? ¿Es realmente Perdiz solamente un niño
perdido, un huérfano? ¿Dónde está Glassings? Perdiz no puede salvarlo. No
puede salvar a nadie.
Dice, -Necesitan tiempo para procesar lo que dije, ¿verdad?
-Sí. –Dice ella.
-Van a parar de suicidarse. Sólo era unos ciertos pocos que ya estaban
sufriendo…
-No te retractarás en lo que dijiste. Todavía hiciste lo correcto. –Le sonríe,
pero su sonrisa parece frágil, como si ya estuviera tintada con duda. Dice, -
La sorpresa, ¿Recuerdas?
Él apenas lo hace.
Ella sostiene el orbe y juguetea con los controles. Él recuerda la primera
vez que lo vio. Iralene lo sostenía como una manzana—con las palmas
ahuecadas. Quería que Perdiz fuera feliz. Eso es todo.
Y entonces la habitación se oscurece. El aire está nublado. Casi satinado.
Pero luego se da cuenta que no es oscuridad ni nubes ni seda.
Es ceniza.
Las paredes se ennegrecen. El sillón donde está sentado parece
chamuscado. Las ventanas se ven como si hubieran sido golpeadas con
puñetazos—hundidas y astilladas pero no rotas.
Este es el mundo fuera de la Cúpula.
Está Freedle, merodeando por el aire tintado.
Lyda se acurruca en su regazo. Envuelve su cuello con sus brazos y
descansa allí la cabeza. Él la mantiene cerca.
Ella dice, -¿Lo recuerdas?
-¿Cómo hiciste esto? ¿Cómo—?
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71
-Lo necesitaba de vuelta.
El cuarto se enfría. Es invierno, después de todo. El viento levanta la ceniza
y el polvo, haciéndolos revolotear a su alrededor. Y, finalmente, algo se
siente real.
PRESSIA
DIENTES Y PULSO
Es de noche. Pressia no puede dormir. Los perros salvajes aúllan de forma
tan aguda y desolada que se imagina sus costillas contrayéndose con cada
aullido ¿Los perros se están acercando?
Pasaron dos días desde que hicieron el trato con Kelly. Supuestamente, la
aeronave está lista y parten mañana. Kelly le dio a Il Capitano la bacteria en
una caja de metal cerrada. Él los acompañará hasta la nave, que ya está
llena de provisiones. Como el cable que una vez mantuvo a la nave atada
dentro del Edificio del Capitolio, frágil y en ruinas, uno de los hombres de
Kelly cortará la vid principal y el resto de las plantas se aflojarán.
Pronto volverán a casa.
Pero ¿Cómo es casa ahora? Willux murió y todo es diferente. Perdiz está a
cargo de la Cúpula. Tomó el control ¿Está el chico en posición de ordenar
la muerte de su padre o de dar algún tipo de adelante? ¿O murió Willux
durmiendo—una muerte gentil y que Pressia no puede evitar pensar que no
se merecía?
Si Perdiz está realmente a cargo, ¿Serán los límites entre ambos mundos—
los límites de la Cúpula en sí misma—desmantelados?
Tienen que regresar para salvar a Wilda y los otros niños.
Con suerte, la Cúpula ahora trabajará con ellos. Y Hastings está allí afuera
también, siendo cuidado por los supervivientes que viven en el parque de
diversiones Crazy John-Johns—eso, si sigue con vida. Perdió una pierna y
un montón de sangre en el proceso. Tienen que recogerlo y llevarlo con
ellos.
Desde la reunión con Kelly, la puerta de Pressia ya no estuvo trabada. Tal
vez para establecer una sensación de confianza. Y también, ¿A dónde iría?
¿Saldría a la noche de aullidos? La luz del corredor brilla por la apertura de
la puerta. Las guardianas a veces pasan por allí—la luz se amortigua y
después regresa.
La alarma roja ilumina la pared. La mira como si fuera una estrella distante.
El fuego en la chimenea está apagado. Sólo hay ceniza, un montón de
Deep in Fantasy Burn
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escoria, como casa. El cuarto está frío, pero se acurruca en las mantas para
mantenerse caliente.
Bradwell le dijo que era egoísta y, después de todo lo que pasaron, ¿quiere
venganza? Se pregunta cómo cambiar su cuerpo—esa capa masiva de
alas—lo hizo ajeno a sí mismo. Ella lo vio suceder antes. La gente que
acudía a su abuelo para que repare su carne—ya habían sufrido alguna
deformidad, alguna fusión, y se habían adaptado a ella. Pero a veces era
esta segunda herida—una pierna retorcida en los campos de escombro, una
mano mordida por una alimaña, o alguna otra deformidad nueva—se volvía
demasiado grande para soportar. Es como si el alma pudiera desplazar la
imagen del cuerpo sólo una vez, incluso radicalmente, ¿Pero una segunda?
¿Una tercera?
¿Es Bradwell todavía la persona de la que se enamoró? Tal vez quiere creer
que él cambió porque le es más fácil que creer que es el mismo pero que
simplemente no puede perdonarla—o que ya no la quiere. Hay una
diferencia.
Sabe que él nunca iría a través de ningún proceso—especialmente creado
en compañía de la Cúpula—para remover sus alas. Fue una locura siquiera
sacarlo a relucir en el granero, pero lo decía en serio. Él no debería decidir
por los otros supervivientes.
Gira hacia la pared, cierra los ojos y se dice a sí misma que sueñe. Sus
sueños han estado llenos de cenizas flotantes, como si una parte de ella,
muy profunda, extrañara su hogar.
Pero en unos pocos minutos, una alarma distante suena—una sirena en
crescendo. Gira hacia la puerta. Pasos corren por el pasillo.
Otra alarma suena. Ésta más cercana—en el mismo piso.
Los perros ya no aúllan ¿Qué les pasó?
Pressia sale de la cama y se viste con rapidez.
Cuando se está poniendo las botas, Fedelma abre la puerta.
-¡Ahora! –Dice– Hay un ataque ¡Debes irte ahora!
-¿Irme?
-Todo el camino. A la aeronave. –Sostiene una pequeña mochila.
-Pero quizás podamos quedarnos y ayudar. –Pressia corre hacia la puerta.
-Alcanzaron a los niños. Tres están perdidos. No puedes ayudarnos.
Necesitas irte. –Pressia ve un destello a su lado—un cuchillo en su otra
mano. –Tómalo. La vid está marcada, de rojo. La que necesitas cortar.
-¿Cómo la veré?
-Alguien le ha dado a los hermanos una linterna.
-¿Il Capitano y Helmud?
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73
-Esperan al pie de la escalera.
-¿Y Bradwell?
-Fue sólo. No era sabio, pero no lo detuvimos. Tenemos nuestros propios
problemas.
Fedelma busca en la pequeña mochila una caja de metal como la que tenía
Kelly para contener la bacteria, pero más estrecha y larga. La abre
rápidamente y le muestra a Pressia el vial—la única muestra restante de una
vida de trabajo de la madre de Pressia, el poderoso brebaje que inyectó en
la espalda de Bradwell, el vial que rescató del bunker de su madre. Yace en
una muesca revestida con terciopelo, con una pequeña pieza de papel
doblada a su lado.
-¡El vial y la fórmula! –Dice Pressia.
-Sí. –Dice Fedelma, y cierra la caja con cerrojo.
-No pensaste que nos los quedaríamos, ¿o no?
Fedelma pone la caja en la mochila y se la entrega a Pressia.
Ella se cuelga las correas de los hombros y desliza el cuchillo entre su
cinturón y pantalón.
-Gracias. –Dice Pressia. –Por todo.
-Tengan cuidado allí afuera. No usen su miedo. Eso los atrae.
-¿A quién?
-Tuvimos tantos muertos. Tantos. Y Bartrand Kelly pensó que podría crear
una fuerza para bien, una estirpe que saldría y mataría las violentas
criaturas que venían tras nuestro una y otra vez. Pero los construyó y crió
con un hambre que era demasiado fuerte. Sí, mataban a los otros, pero
ahora, los anteriormente muertos, se volvieron en nuestra contra. Tengan
cuidado. –Fedelma abre los brazos y abraza a Pressia de forma rápida y
ruda y se separa –Especialmente cuídense de la niebla. Algunas veces tiene
pulso.
Pulso. -¿Los antes muertos? Usó a los muertos. Los construyó y crió…
-Nos roban de nuestros jóvenes. Busca dientes en la oscuridad.
-Y la niebla tiene pulso… -Pressia está asustada y confundida.
-No puedo explicarlos mejor. Vamos.
Pressia corre hacia las escaleras y las baja de dos en dos. En el último
rellano encuentra a Il Capitano y Helmud parados junto a la puerta,
esperando, con la linterna en la mano del mayor.
-¿Lista? –Dice Il Capitano.
-¿Escuchaste sobre lo que hay allí afuera?
-Escuché lo suficiente. –Dice él.
-Suficiente. –Dice Helmud.
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-Estoy lista. –Dice Pressia.
-Extraño mis pistolas. –Dice Il Capitano- Espero que las hallan devuelto a
la aeronave.
-Espero que lleguemos a la aeronave. –Pressia dice.
Il Capitano empuja la puerta.
La niebla tiene pulso.
Busca dientes en la oscuridad.
Gente con linternas vagan por el campo, llamando a los niños perdidos. -
¡Carven! ¡Darmott! ¡Saydley!
Algunas de las llamadas salen del bosque. Su propia linterna ilumina el
campo y los matorrales y bosques cercanos.
-Se supone que no debemos demostrar miedo. –Dice Pressia. –Los que se
llevaron a los niños—lo sienten.
-Como perros.
-¿A dónde fueron los perros? –Pregunta Pressia. –Dejaron de aullar.
-No quiero saberlo, ¿Y tú? –Dice Il Capitano.
-No quiero saberlo. –Dice Helmud.
-Bartrand Kelly hizo a estas criaturas. –Dice Pressia. –Las que se llevaron a
los niños.
Il Capitano asiente. –Entonces Kelly se merece lo que obtuvo.
-No necesariamente. –Dice Pressia.
-¿No nos merecemos lo que obtenemos, Helmud? –Dice Il Capitano. -¿No
cosechamos lo que sembramos?
-Cosechamos. –Dice Helmud. –Sembramos. Cosechamos. Sembramos.
Cosechamos…
Il Capitano no le dice a Helmud que se calle. Lo deja seguir y seguir y
seguir, lo que no es del estilo del Cap.
Pero Pressia tampoco le dice que pare. Sembramos. Cosechamos.
Sembramos. Cosechamos. Sembramos. Es un sonsonete hechizado. Quizás
los mantenga a salvo. Al final, le da un ritmo a sus pasos que los mantiene
moviéndose con rapidez.
Entran al bosque donde las vides comienzan a aparecer. Las enredaderas
aún asustan a Pressia. Mantiene su distancia de las áreas donde crecen muy
juntas y enredadas. Las sombras a cada lado del camino son oscuras. Las
voces llamando a Carven y Darmott y Saydley son ahora lejanas ¿Eran
idénticos—los tres? ¿Cómo es estar con imágenes espejadas vivas y
respirando de ti mismo—hasta tu ADN? ¿Siguen vivos?
Pressia también deja los oídos abiertos por los niños, sólo en caso de que
estén allí afuera, simplemente perdidos.
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-¿Escuchaste cómo se ven? –Dice Il Capitano.
-¿Los niños? –Pregunta Pressia.
-¿Los niños? ¿Qué? No. Las creaciones de Kelly. Sus muertos y criados.
-Cosechamos. Sembramos. –Sigue Helmud. -Cosechamos. Sembramos.
-No. –Dice Pressia, apretando las correas de su mochila. –No sé cómo son.
Debería haber preguntado. –Piensa en decirle que la oscuridad tiene dientes
y la niebla pulso, pero le avergüenza saber estas cosas estúpidas sin haber
obtenido una descripción, lo que ahora parece algo muy práctico y obvio de
preguntar.
Caminan cuesta arriba. La aeronave no se encuentra lejos. De hecho, Il
Capitano levanta el haz de la linterna hacia los árboles e ilumina el claro
donde él, Helmud y Bradwell casi sangran hasta la muerte en las vides.
-Cosechamos. Sembramos. Cosechamos. Sembramos. –Dice Helmud, ahora
más rápido.
Caminan arduamente por los árboles finales y atraviesan el claro. La niebla
los ha envuelto.
Tiene pulso.
El haz cortante de la linterna golpea el aire neblinoso.
Del otro lado del claro, escuchan un grito ¿Humano? Es difícil de decir
¿Infantil? Carven y Darmott y Saydley—Pressia se imagina encontrándolos
aquí fuera, envueltos de vides.
Il Capitano apaga la luz, y la oscuridad parece correr a envolverlos.
Entonces Pressia siente la mano de Il Capitano en la de ella. Es áspera y
callosa. Él dice:
-Por aquí. –Escucha a Helmud levantándose nervioso en su espalda.
Hay otro grito.
Sus ojos se ajustan lentamente a la luz de luna.
Caminan hacia un grupo de árboles y se detienen. Il Capitano suelta su
mano y ella extraña el sentimiento de su agarre seguro.
-Están aquí. –Dice Il Capitano.
-Sin miedo ¿recuerdas? –Dice Pressia. –Sin miedo.
-Cosechar, sembrar. –Susurra Helmud.
Pressia asiente pero no puede controlar su propio temor. Nadie puede.
-Podemos escurrirnos entre ellos. –Susurra Il Capitano. –La nave está a
quince metros. Podemos hacerlo.
-¿Qué pasa si tienen a los niños?
-Tenemos a más gente que salvar en casa que esos tres chicos.
-¿Pero dónde está Bradwell?
-Con suerte, ya se encuentra allí.
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-¿Qué si no lo hace?
Il Capitano no responde. –Debemos movernos rápido.
-Vamos. –Dice Pressia.
Il Capitano empieza a correr. Pressia empuja un árbol y lo sigue. Es difícil
evitar los árboles con tan poca luz, pero pronto Pressia—sin aliento y
rápido—apenas puede ver el orbe redondeado de la nave, enganchada
fuertemente con vides podridas.
Escucha otro grito y voltea.
Nada más que niebla espesa y árboles.
Entonces una sombra fugaz.
Mira hacia adelante y sigue corriendo, pero tropieza y cae. Atrás suyo ve a
un perro salvaje muerto y mutilado.
Il Capitano susurra su nombre con voz ronca. Ella se tambalea hasta
ponerse de pie. No puede verlo a través de la niebla. En sólo segundos se
volvió tan densa que está rodeada de blanco.
Otro grito agudo y después uno más, como si respondiera.
Empieza a moverse tan rápido como puede—con más dificultad ahora con
tan poca visibilidad. Debe dejar su mano de cabeza de muñeca extendida
para tantear el camino de tronco a tronco.
“Ahora soy la presa” Piensa mientras apoya su palma contra la áspera
corteza. Debe proteger la caja de metal en su mochila. Debe alcanzar la
aeronave.
Escucha un paso a su espalda. Se gira pero no hay nada allí. Mantiene los
ojos bien abiertos, como si esto le fuera a ayudar a ver, pero no lo hace.
Blanco. Todo a su alrededor. Blanco.
Se empuja por entre los árboles, pero entonces algo roza su mochila. Se tira
hacia adelante, lejos de eso. -¡Cap! –Lo llama-¡Cap! –Miedo. Está
mostrando miedo.
Ve el resplandor de la linterna, pero en la densa niebla sólo ilumina la
bruma. -¡Cap! –Tal vez él pueda seguir su voz.
Un brazo—largo y delgado—se estira y la agarra del codo. Ella grita y trata
de liberarse. El brazo está moteado de cicatrices y densos puntos hechos a
las apuradas corren por sus venas. Se suelta pero estaba tan fuertemente
agarrada que el dolor se dispara hacia su hombro. Aun así, logra
mantenerse de pie.
Escucha extraños sonidos guturales—un llamado, una respuesta. Un par
adelante suyo y después detrás.
-¡Cap! –Grita. -¡Aquí!
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La luz sigue brillando más allá. Los gritos hacen eco a su alrededor en todas
direcciones ¿Cuántos hay? ¿Qué les hicieron a los chicos? ¿Dónde está
Bradwell?
Una mano agarra su otro brazo. Esta vez tira su brazo contra ella y
repentinamente distingue una cara—una mandíbula gruesa, mejillas
flacuchas cubiertas de piel quemada. Abre la boca y la piel se le estira—
tensa y brillante y húmeda por el aire mojado. Su boca se cierra. Sus ojos
están ciegos y errantes. La quiere en la niebla porque aquí ella está casi tan
ciega como él.
Se imagina esos dientes escarbando en su carne y músculos. Trata de librar
su brazo pero otros aparecen en la espesa bruma y la sujetan. Sus agarres
son firmes ¿Cuántos? ¿Cinco, seis? No puede decir. La fuerzan contra el
suelo. Se retuerce y patea, pero todavía la sostienen por la espalda. Puede
sentir el borde filoso de la caja de metal sosteniendo el vial y la fórmula.
El suelo está frío y húmedo. Logra gritarle a Il Capitano.
-¡Cap! ¡Cap! –¿Está aquí?
-¡Pressia! –Grita. Se gira en dirección a su voz y ve sólo la linterna cayendo
y rebotando hasta que se apaga.
Susurra su nombre mientras dos caras se le acercan por encima. Hay sangre
ennegrecida en sus pieles, manchas—por las espinas o por los perros
salvajes o… -¿Dónde están los niños? –Dice Pressia.
No parecen entenderle. Uno se estira y le toca la frente. Pasa su fría y
huesuda mano por su cara. Ella se retuerce pero la mano la sigue. Aprieta
los labios y uno asegura su cabeza con un agarre increíblemente fuerte,
presionando uno de los lados de su rostro contra el suelo. Pero las criaturas
tienen una extraña calma en ellos. Se mueven con lentitud. Espera encontrar
su debilidad, o espera una distracción.
Ahora empiezan a tararear—sin tono y sosos. Uno toca su cabello con
suavidad. Esto le da un escalofrío.
Tal vez no quieren matarla.
Tal vez la quieren.
Y ahora empieza a luchar con todo lo que tiene. Tira sus piernas al aire y
golpea a una de las criaturas en el pecho. Rueda lejos de otro. Le clavan las
uñas en el brazo. Su hombro está torcido. Se logra parar. No ser capaz de
ver la hace sentirse mareada, desorientada. Su corazón palpita. La niebla
tiene pulso—es el suyo propio, martilleándole.
Saca el cuchillo y sostiene la hoja frente a ella. La bruma se vuelve más
fina donde hay una brisa y puede verlos—aunque sólo por un instante en un
momento—elevándose a su alrededor, cuatro de ellos. No pueden ver el
Deep in Fantasy Burn
78
cuchillo, por supuesto, pero parecen reaccionar a su energía. No tienen
forma, con extremidades desparejas y aire estupefacto. Sus cicatrices son
marcas de las Detonaciones, quemaduras y gruesas y fibrosas queloides;
pero también de los puntos. Sabe sobre coser. Su abuelo, el empleado de la
funeraria, el remienda-carne, era conocido por su pulcro trabajo. Estos
puntos eran apurados y desastrosos. Las cicatrices corrían por sus hombros
y por algunos de sus brazos y pechos.
La huelen—captan su miedo, la pequeña espada de su confianza ¿Están
siendo más atraídos?
Los muertos y criados de Kelly—hay un animalismo en ellos ¿Fueron
concebidos para que fueran carnívoros viciosos? ¿Para que su sed de sangre
no pueda saciarse? Están principalmente desnudos exceptuando por una
especie mohosa de abrigos caseros diseñados para mantenerlos calientes.
Puede ver ahora que la mujer se apartó del resto, como atraída por algo a lo
lejos.
Pressia retrocede un par de pasos. El dolor en su hombro se intensifica con
cada pisada. Saben que se está moviendo. Avanzan hacia ella con rapidez y
después se detienen—¿Presienten el cuchillo? ¿Es la niebla—esa humedad
en el aire lo que los conecta a todos, como alguna clase de red?
-¡Cap! ¡Helmud! –Los llama Pressia. -¡Demonios! ¿Dónde están?
Y entonces escucha un débil eco. -¡Demonios! ¿Dónde están?
Helmud—al menos él está vivo, pero su voz suena ahogada ¿Es esto lo que
la criatura femenina olía en el aire? ¿Más presas?
Pressia se abalanza sobre las criaturas gruñendo salvajemente, luego gira y
empieza a correr tan rápido como puede al no ser capaz de ver bien.
Devuelve el cuchillo a su cinturón y mantiene su mano buena delante de
ella. Cada vez que siente un árbol, lo agarra y le da un giro. Puede
escucharlos detrás suyo. Sus jadeos suenan al nivel del suelo ¿Están sobre
cuatro patas?
-¡Helmud! ¡Llámame!
-¡Llámame! ¡Llámame! –Dice Helmud.
Se está acercando. -¡Sigue llamando!
-Llamando –Grita Helmud.
Entonces escucha el gruñido. Saca el cuchillo de nuevo. La niebla se parte
lo suficiente para dejarle ver que una de las criaturas tiene a Il Capitano y
Helmud aferrados contra el suelo. Sus garras contra el cuello del mayor.
Pero la criatura debe de sentir a Pressia—¿La vibración en el espeso aire?
La niebla tiene pulso.
Deep in Fantasy Burn
79
Esta vez se mueve decisivamente, corriendo hacia la criatura con el
cuchillo. Ésta salta fuera de Il Capitano y Helmud y, sin sus ojos vidriosos,
tiene suficientes sentidos intactos para evadir el ataque. Y entonces, en un
arrebato, la agarra por la muñeca con tanta fuerza que ella suelta el cuchillo.
No tiene nada.
Il Capitano jadea en busca de aire y logra pararse. Helmud también jadea—
aunque quizás es sólo un eco.
Las otras cuatro criaturas fueron atraídas y empiezan a rodearlos.
Il Capitano dice con la voz áspera. –Gracias.
-¿Por qué? –Dice Pressia, agarrándose las costillas con el brazo. –Estamos a
punto de ser comidos.
-Cierto.
-¡Comidos! –Grita Helmud tan fuerte como puede. -¡Comidos!
Las criaturas le gritan de vuelta con ladridos y graznidos. Siguen girando en
círculo, algunos en cuatro patas, otros erguidos. La cortina de bruma
algunas veces se parte, revelando un muslo grueso atravesado de puntos, un
pedazo de moho en una espalda, el brillo de ojos blanquecinos.
Il Capitano dice. –Quiero que sepas algo.
-¿Qué?
-No haría lo que Bradwell hizo. Te habría perdonado en seguida.
Ella lo mira con los ojos muy abiertos, tratando de descifrar su expresión a
través de la niebla.
-Si fueras la persona parada a mi lado. –Continúa. –Me quedaría para
siempre.
Esto es en lo que Pressia quiere creer—el tipo de amor que permanece, no
importa qué. Es una declaración que proviene de la boca equivocada. Como
si Il Capitano supiera lo que ella está pensando, dice:
-No te preocupes. No tienes que sentirte del mismo modo conmigo. Sólo
necesitaba decirlo.
-Lo entiendo, sí. –Dice Pressia. Sí, sí, sí, quiere decir, porque él le hizo
bien. La hizo sentirse un poco perdonada.
-Me alegra la niebla. –Dice. –De esta forma no tendremos que ver al otro
ser asesinado.
-¿Asesinado? –Susurra Helmud.
Las criaturas empiezan a gruñir, de forma baja y profunda. Siente que va a
llorar, no por estar asustada—que sí está—pero porque Il Capitano merece
ser amado de la manera que la ama. Está mal morir sin eso. Es injusto.
Quiere decirle que lo ama ¿Por qué no? Van a morir, pero no puede decirlo
a menos que sea verdad. Realmente verdad.
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80
-Eres bueno. –Dice en su lugar. –Realmente estás lleno de bondad, Cap.
Helmud también.
-Ah, -Dice. –Lo entiendo. –Su voz se quiebra. Tiene miedo de haberlo
empeorado.
Las criaturas se animan a acercarse más. Se estiran y los arañan. Rasgan los
pantalones de Pressia, su abrigo. Uno corta el cachete de Helmud. Sangre
cae por su cuello. Il Capitano golpea a uno, pero los otros aúllan y muerden
el aire cerca de su rostro.
Cuando se separa un poco la bruma, Pressia tiene suficiente puntería para
golpear a uno con sus botas, pero se levanta de nuevo, inmutado.
Pressia siente un brazo alrededor de su pierna y luego otro, y cae con
fuerza. Il Capitano es derribado a continuación. Luchan y patean y arañan
en respuesta, pero no sirve de mucho. Las caras de las criaturas aparecen y
desaparecen en la niebla—las cicatrices, los dientes, los ojos ciegos.
-¡No quiero morir así! –Grita Pressia, y luego piensa en Bradwell. No
quiere morir sin haber sido perdonada.
-¡No quiero morir! -Grita Helmud.
-¡Pressia! –Grita Il Capitano, tratando de arrastrarse hasta ella. -¡Pressia!
Pero no sirve de nada. Las criaturas fueron criadas para ser fuertes y
despiadadas. Pressia recuerda al perro salvaje mutilado. Así es como se
verá—lo sabe—en cuestión de minutos.
Y entonces escucha la voz de Bradwell. -¡Apártense! ¡Quítenseles de
encima! –Lucha contra una de las criaturas, pero entonces el resto gira la
cabeza hacia el ruido. Empiezan a correr hacia la agitación de moléculas, el
pulso fresco. Ve la fila de luces de Fignan parpadeando en la oscuridad.
-¡Corran! –Grita Bradwell. -¡Lleguen a la nave! ¡Estaré allí!
-¡No lo lograrás! –Dice Pressia.
Il Capitano empieza a correr. -¡Créele! –Grita, corriendo hacia la nave. –
Voy a soltarla para estar listos para despegar ¡Vamos!
-¡No! -Grita Pressia. Su miedo hace que algunas de las criaturas se giren
hacia ella.
Entonces escucha a Bradwell luchar duramente. Sus alas se extienden y
golpean el aire. Fignan suelta una estridente alarma que nunca había
escuchado antes. -¡Ve! –Grita Bradwell. -¡Pressia, ve!
-¡No voy a dejarte!
Sus alas batientes crean una brisa que corta la bruma, formando más
cortinas que se levantan y ascienden.
Puede ver a más de las criaturas y patea a la más cercana, sobre cuatro
patas, en el estómago. Ésta deja salir un quejido pero luego velozmente se
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81
pone de pie. Las alas de Bradwell siguen empujando la niebla—aleteando,
aleteando.
Y, de pronto, la criatura parece perdida y realmente ciega. Otra estira los
brazos y tantea el aire.
-¡Sigue batiendo las alas! -Grita Pressia sin aliento. –Necesitan la bruma
constante para sentir dónde están y dónde estamos.
Bradwell aletea más fuerte, la niebla alejándose en ráfagas ahora a su
alrededor. Sus alas—ella nunca las había visto totalmente extendidas,
masivas y fuertes. Quiere decirle que es así como se suponía que fuera—tan
mal como fue para ella hacerle esto, tan mal como se siente, él es esta
persona en este momento, y no hay nada más hermoso.
Las criaturas escapan en busca de la bruma que da sentido a su mundo,
retirándose a los árboles.
Bradwell deja de batir sus alas. Se retraen apretadamente en su espalda. Y
entonces es sólo ellos dos, mirándose mutuamente a través de la fina niebla.
LYDA
UN CUENTO DE HADAS
Lyda y Perdiz no han comido ni dormido bien en días—no desde que el
hombre se tiró frente al tren. Los números de suicidio crecen. Perdiz pujó
por la reunión con Foresteed porque quiere información clara, más
estadísticas, un plan para acabar con lo que ahora es, claramente, una
epidemia.
Se encuentran en la oficina de Foresteed, harta de mobiliaria devota al
pasado y a la Cúpula.
-Nunca estuve aquí dentro antes. –Susurra Perdiz. Lyda tampoco lo ha
estado, por supuesto. La asistente de Foresteed les ofreció un asiento donde
esperar, pero no pueden evitar deambular, pensando en todo.
Carteles de reclutamiento para la Ola Roja Honesta están enmarcados en las
paredes—hombres jóvenes con la mandíbula fuertemente apretada hombro
con hombro, con una ciudad en llamas al fondo: UNETE AHORA, ANTES DE QUE
SEA DEMASIADO TARDE… En la mezcla, hay un folleto tríptico enmarcado
celebrando la inauguración del museo de la Ola Roja Honesta. Lyda le da
un vistazo al texto, recordando levemente su propia niñez.
¡Dentro del museo, actores en vivo representan obras ambientadas en los
tiempos problemáticos cuando criminales de ideas peligrosas vagaban por
nuestras calles, cuando el feminismo no alentaba propiamente a la
Deep in Fantasy Burn
82
feminidad, cuando los medios de comunicación saboteaban al gobierno en
sus verdaderos esfuerzos reformadores, cuando el gobierno no tenía el
poder para proteger por completo buenos y trabajadores ciudadanos, del
daño, y mucho, mucho más!¡Únetenos en el pasto para una reconstrucción
histórica en un entorno completamente envolvente!¡Anima a los soldados
de la Ola Roja Honesta mientras vencen a manifestantes y criminales y
otros elementos malvados! Prepárate para asombrarte por nuestro creciente
Sistema de prisiones, nuestros centros de rehabilitación, nuestros asilos para
los difuntos… ¡Trae a tus estudiantes a esta oportunidad educativa!
¡Familias, pasen tiempo juntas uniéndose sobre el oscuro pasado reciente y
nuestro esperanzador futuro! Compren en nuestra patriótica tienda de
regalos de la Ola Roja Honesta. Chicos menores de 12 entran gratis.
A Lyda le da un escalofrío.
Perdiz se le acerca por detrás. –Fui de niño ¿Y tú?
Ella sacude la cabeza. –Mi padre no me dejaría. Creo que tenía algunas
ideas ocultas propias sobre la Ola Roja Honesta. Puede ser por eso que ya
no está con nosotros.
Lyda se mueve hacia un gabinete de vidrio protegiendo ediciones envueltas
en cuero de: El manual académico para niñas, El manual académico para niños, y El
Nuevo Edén: Prepara Tu Corazón, Mente y Cuerpo—un libro dado a cada dueño
de hogar en la Cúpula. Detalla instrucciones sobre el tiempo de volver a
vivir en el exterior, y también una lista de rasgos de carácter que deberían
ser cultivados y alabados—fidelidad, devoción, pureza de corazón. Lyda
recuerda la copia de su familia, prominentemente exhibida sobre el mantel
para que la pueda ver cualquier invitado.
En otra caja de exposición hay viejos uniformes y recortes de periódicos
sobre los planes de construcción de la Cúpula. Uno incluye una foto del
padre de Perdiz en una ceremonia de apertura.
-Me pregunto si Foresteed alguna vez se casó. –Dice Lyda. -¿Tuvo una
familia? ¿No lograron entrar?
-No sé. –Dice Perdiz. –No lo conocía por aquel entonces.
-Lo extraña. –Dice Lyda. –Los asilos, las batallas, las prisiones. Extraña la
opresión en masa.
-Está enfermo de la cabeza. –Agrega Perdiz.
Lyda camina hacia el escritorio de Foresteed y se inclina sobre él. Hay un
pilón de autorizaciones de padres para codificación—las firmas
garabateadas como si pudieran elegir—y luego ve un archivo con su
nombre en la etiqueta. De pronto, todo se siente más personal, situándola al
límite.
Deep in Fantasy Burn
83
Alza la carpeta levemente. Es su evaluación psicológica del centro de
rehabilitación.
-¿Qué? –Susurra.
Perdiz está al otro lado de la habitación, concentrado en artículos de diario
sobre su padre. Lyda toma la carpeta con rapidez.
Razón a referirse: se cree que Lyda Mertz sufre de un trauma emocional
debido a un evento en el que participó de un robo y desaparición de un
compañero de clase, Perdiz Willux…
Debajo de FUENTES DE INFORMACIÓN, hay una lista de todos los que
entrevistaron y depusieron—sus maestros, la Srta. Pearl y el Sr. Glassings;
algunas de sus compañeras; su madre; su pediatra. Hay resúmenes de sus
reportes y luego una lista de pruebas psicológicas—todas dispensadas ¿Por
qué? Porque las habría pasado. No estaba loca.
Un equipo que la entrevistó cuando fue traída al centro de rehabilitación
describe a Lyda en su entrevista.
La Srta. Mertz estaba agitada y nerviosa… fácilmente distraída por la
imagen de la ventana y frecuentemente se frotaba las rodillas con las
manos. Estaba consciente de su cabeza rasurada y la mantenía cubierta. No
mantuvo contacto visual consistente… una entrevistada reluctante…
Encontró doloroso hablar de su padre y su muerte. No quería discutir las
dificultades de ser criada por una madre soltera. Habló brevemente sobre su
vida en la academia, diciendo que estaba “bien” y que había estado “feliz,
ya sabes, más o menos”.
Estuvo feliz, más o menos, pero sólo porque no sabía lo que era la felicidad.
No la entendía porque nunca tuvo la libertad de tomar sus propias
decisiones, de elegir una vida.
La libertad y felicidad están entrelazadas—una no puede realmente existir
sin la otra.
Se ve a sí misma en el ojo de su mente—esa niña callada y asustada en el
centro de rehabilitación, avergonzada y humillada. No quiere volver a
sentirse de esa forma de nuevo.
Lyda lee algo del denso lenguaje medico sobre su diagnóstico, no suena
para nada verídico.
Y entonces las conclusiones.
Diagnóstico a corto plazo: Creemos que debido al pensamiento
desilusionado de la Srta. Mertz, desobediencia deliberada, omisión de
reglas y leyes, nuevo historial criminal y profundo nivel de negación, es
una amenaza para sí misma y otros…
Sacude la cabeza. No, no es verdad. Para nada.
Deep in Fantasy Burn
84
Diagnóstico a largo plazo: Creemos que la Srta. Mertz posiblemente no
sea jamás capaz de una transición devuelta a la sociedad normal. Sus
prospectos de encontrar pareja—a luz de sus deficiencias psicológicas—son
remotas. No creemos que vuelva al nivel de completa participación y
contribución como miembro de la comunidad. Sugeriremos—sujeto a
análisis posterior—que sea considerada inapropiada para compañerismo.
Fuertemente urgimos que no le sea dado el derecho a procrearse, al ver su
debilidad psicológica como una posible raíz con origen genético del lado
paterno.
Determinación Final: institucionalización de por vida.
Lyda baja la carpeta, se aleja del escritorio. Se siente atrapada de nuevo,
como lo hacía en el centro de rehabilitación. Recuerda las sombras de las
aves falsas moviéndose a través del recuadro de luz que se suponía que
recordaba a los pacientes del sol. Quiere llamar a Perdiz, mostrarle la
carpeta, pero no puede. Hay algo de vieja vergüenza dentro suyo.
Profesionales pensaron estas cosas sobre ella—inapropiada para
compañerismo, no le sea dado el derecho a procrearse… Quiere esconder
esto de Perdiz.
¿Por qué anunciar que esta era una determinación, su futuro muerto?
¿Por qué está esto en el escritorio de Foresteed?
Susurra: “La Srta. Mertz posiblemente no sea jamás capaz de una
transición devuelta a la sociedad normal.” Y se pregunta si esta es la cosa
más cierta que jamás haya leído. Ahora que estuvo fuera en lo salvaje,
¿Podría sobrevivir aquí—incluso con Perdiz a su lado?
Camina hacia él ¿Lo necesita aquí dentro de una manera que no lo hizo allí
afuera? Solía no tener miedo, ser audaz y fuerte. Extraña sus lanzas.
Extraña a las Madres y al olor a bosque y a la forma en la que la ceniza gira
en el aire. –Perdiz. –Dice.
Él se gira y la mira, su rostro ansioso y alerta. -¿Qué pasa?
Y entonces se abre la puerta y Foresteed—esbelto y bronceado—da una
zancada dentro del cuarto. -¡Siéntense! Pónganse cómodos.
-No es realmente posible. –Dice Perdiz. –Necesitamos el nuevo conteo de
suicidios ¿Todavía sube?
Foresteed se sienta en su escritorio. Mira la carpeta como si supiera que no
está en el punto exacto donde la dejó. Observa a Lyda.
Ella aparta la vista y toma asiento en una de las sillas de cuero.
-El número sólo empeoró. -Dice Foresteed. –Y estamos sobrecargados en
todas las facilidades, tratando de cuidar a aquellos que lo arruinaron todo. –
Casi ríe.
Deep in Fantasy Burn
85
-Haré cuanto pueda para ayudar en la situación. –Dice Perdiz. –Excepto,
bueno, ya sabes qué pienso sobre retractarme. No puedo hacerlo.
-Por supuesto que no. -Dice Foresteed. –El daño está hecho, ¿o no?
Perdiz mira sus manos. Ha estado retorciéndose de la culpa. Lyda le trató
de decir que no hay forma de que hubiera podido saber que la gente
empezaría a suicidarse, que no es su culpa. Pero nada ayudó.
Foresteed golpea el escritorio con los nudillos como un martillo. –Creo que
hay cosas que podemos hacer.
Perdiz se sienta e inclina hacia delante. -¿Cuál es el plan?
-Debes ofrecerles alguna parte de la verdad, Perdiz. Tienes que hacerles
sentir que pasará algo de lo que les fue prometido, algo que reconozcan. Y
sería genial si fuera también algo que los distrajera, dales una pequeñez que
celebrar.
Foresteed toma la carpeta con la evaluación psicológica de Lyda, golpeando
el escritorio. –Purdy y Hoppes tienen una muy buena sugerencia, y quieren
que te diga que consideres…
-¿Purdy y Hoppes? Se supone que trabajan en la historia para que Lyda y
yo podamos estar juntos.
-Como puedes imaginarte, todo eso está en espera. -Foresteed mira a Lyda.-
Ahora no es el momento.
Lyda se siente azorada repentinamente. Es la madre soltera de nuevo, una
vergüenza para su familia, su escuela. Se recuerda rápidamente que está
orgullosa de quién es y cuán fuerte se volvió, pero la vergüenza no escucha
lógica ¿De dónde viene? ¿Por qué es tan incontrolable y repentina?
Foresteed parece saber exactamente qué decir para impulsarla. –Está bien. –
Dice Lyda, tratando de sonar segura. –No estamos en ningún apuro. La
mayor prioridad aquí es salvar vidas.
Foresteed apenas le presta atención. –Es serio, Perdiz. Purdy y Hoppes
quieren que te pregunte si estás dispuesto a revertir el curso un poco. Hay
demasiado para ser ganado de un personaje público que está más en línea
con lo que le fue prometido a la gente. Románticamente hablando…
Perdiz parece saber exactamente lo que Foresteed sugiere. –No. –Dice.
-No ¿Qué? –Le pregunta Lyda. Es como si la estuviera excluyendo de la
conversación. –No te ha preguntado nada aun.
-Sé qué preguntará y la respuesta es no.
-Perdiz. –Dice Lyda. –Gente se está suicidando, están muriendo. Chicos
encuentran a sus padres en bañeras llenas de sangre. Si puedes hacer algo
sin retractarte de la verdad, entonces tendrías que hacerlo. Debes hacerlo. –
Toma su mano.
Deep in Fantasy Burn
86
-Lyda. –Dice Perdiz. -¿No sabes que sugerirá?
-No, no lo hago.
-A la gente les fue contado un cuento de hadas. –Dice Foresteed. –Quieren
un “felices por siempre”. Quieren algo que haga parecer que las cosas
volverán—incluso aunque no lo hagan.
-¿Un cuento de hadas? –Dice Lyda. -¿Un felices por siempre?
-Purdy y Hoppes me dijeron que te preguntara. No fue mi idea. –Dice
Foresteed golpeando los dedos en la carpeta. –Pero no es mala,
considerando que realmente no tenemos otra ¿Por qué no darles una boda?
La que les fue prometida.
Lyda mira a Perdiz. Suelta su mano. Entrelaza sus dedos y los mira. -
Iralene. –Quiere asegurarse de entenderlo.
-Iralene. -Dice Foresteed.
-Una boda. Perdiz e Iralene, -Dice, su voz ahora un susurro. Presiona su
mano contra su frente. Su piel está fría y húmeda.
Foresteed habla rápidamente. –Podemos trasmitir una conferencia de prensa
en una hora. Sentimos que lo distraerá, como poco, y detendrá la explosión
de muertes. Debemos hacer algo. –Y luego aspira profundamente y suspira.
-¿Quieres que tu propio niño nazca en un mundo con tanta inestabilidad,
violencia y muerte?
Lyda odia que Foresteed siquiera hizo mención a su hijo. Se siente
repentinamente protectora. –Esto no es sobre mi niño. –Dice.
-Bien, entonces piensa en los chicos de las otras personas. –Dice Foresteed.
-Los que crecerán sin uno de sus padres—como tú, perdiendo a tu padre tan
joven.
Sabe que Foresteed trata de manipularla, y lo odia por eso, pero extraña a
su padre y quiere que estas muertes innecesarias acaben. Él le sonríe
grotescamente.
-Es sólo un cuento de hadas. –Dice Lyda. –Quieren un cuento de hadas. Un
“felices por siempre” ¿Puede ser un casamiento temporal hasta que las
cosas se estabilicen de nuevo?
-Exactamente. –Dice Foresteed.
¿Entonces por qué siente un pozo tan profundo de tristeza dentro suyo?
-No tenemos que hacerlo. –Le dice Perdiz. –En serio, no tenemos.
-Gente saltó de techos. Hay armas siendo disparadas en habitaciones. –Mira
a Perdiz. No hay nada más. Él aspira pero no dice nada. Se gira hacia
Foresteed. -Hazlo, -Dice. –Diles lo que quieren. Ve si funciona.
Hay un silencio y después Lyda le susurra a Perdiz. –No más sangre en tus
manos. No más.
Deep in Fantasy Burn
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PRESSIA
REFLEJO
El aire está estancado y los motores son ruidosos. La aeronave se zarandea
en el viento. El viaje entero toma cincuenta horas. Revisó la caja de metal
algunas veces, tocando el vial y la fórmula—ambos intactos, gracias a dios;
se ha vuelto un hábito nervioso. Ya pasó mucho del tiempo, pero aun así,
las horas que quedan—¿Cuántas, exactamente?—se alargan ante Pressia sin
descanso. En una mano, sólo está la vista por la claraboya del centelleante
mar; en la otra, la nave es peligrosa. Il Capitano es un piloto novato, y
estaba enojado cuando se dio cuenta que regresarían sin sus armas. Se veía
perdido y desesperado. -¿Cómo demonios espera Kelly que lleguemos a
ninguna parte sin pistolas? –Se calmó lo suficiente para despegar, y,
ocasionalmente, suelta boyas de seguimiento reflectoras de láser. El sonido
es ensordecedor mientras son lanzadas de la aeronave, iluminando las
claraboyas y haciendo a la nave en sí misma traquetear. Podían morir aquí
afuera—desplomarse, estrellarse y después hundirse, sin sonido, en el suelo
oceánico. Esto le asusta, pero le ha temido a la muerte por tanto tiempo que
ya no tiene tanto poder sobre ella como una vez lo hizo.
En su lugar, el sofocante sentimiento que tiene en el pecho—implacable y
horrible—es por Bradwell. Él está sentado sólo al otro lado del pasillo, e,
incluso aunque le salvó la vida, no han hablado ¿Cómo se siente estar
atrapada en un espacio pequeño con alguien que la odia? La hace querer ser
más y más pequeña hasta desaparecer.
Espera al momento en el que Bradwell baje la guardia un poco, en el que se
suavice, se abra. Pero incluso mientras duerme, parece enojado. Su
entrecejo se frunce en sueños, tal vez pesadillas. Patea sin descanso. Es
duro para él simplemente sentarse en el asiento. Tieso e incómodo, sus alas
parecen empujar sus hombros hacia adelante, forzándole a encorvarse.
Il Capitano y Helmud están en la cabina de mando con Fignan a su lado. Il
Capitano está cantando canciones viejas—aunque nada de amor. Asume
que está siendo cuidadoso.
Pero no hay tiempo para cuidarse del otro. Deben hablar sobre su próximo
paso.
-¡Bradwell! -Dice Pressia.
No se mueve.
-¡Bradwell!
Deep in Fantasy Burn
88
De nuevo, nada.
Se desabrocha el cinturón, cruza el pasillo y le sacude el hombro. -
¡Bradwell, despierta!
Se despierta del sueño de la forma en la que lo solía hacer en el cobertizo
mohoso donde se recuperó después de que casi mueren congelados en el
suelo del bosque—sus brazos y piernas se sacuden y jadea en busca de aire.
-¿Qué? ¿Qué pasa?
-Tenemos que hablar.
Mira a su alrededor, con los ojos bien abiertos, y luego a la claraboya—
seguramente sorprendido de encontrarse en una aeronave cruzando el
océano. –No quiero hablar sobre nosotros. –Dice. –No puedo.
-No sobre nosotros. –Dice ella, pero desea que pudieran hablar sobre lo que
significan para el otro ¿Alguna vez lo harán? –Necesitamos un plan.
Tenemos que hablar con Il Capitano y Helmud también.
Él se frota los ojos y asiente. –Tienes razón.
Bradwell sigue a Pressia a la cabina de mando. Il Capitano está cantando, y
Helmud parece estar tarareando una harmonía. Es hermoso. Fignan parece
estar en modo dormido, como si el canto lo hubiera apaciguado. Odia
interrumpir.
La puerta está abierta, pero golpea de todos modos.
Él se detiene a mitad de una nota. –Pensé que estaban dormidos.
-Yo lo estaba. –Dice Bradwell. Con Pressia entran a la cabina. Él apenas
cave en el espacio. Sus costillas, pecho y hombros se ensancharon. Sus alas
son espesas y se arquean a su espalda.
-Debemos pasar a ver a Hastings. -Dice Pressia agarrando la espalda del
asiento de copiloto vacío.
-Tendríamos que aterrizar en Crazy John-Johns y después despegar
nuevamente. –Dice Il Capitano nervioso.
-No podemos dejarlo allí. –Dice Bradwell.
-No estaba diciendo que lo abandonaría. Es sólo un riesgo—eso es todo. Si
nos aterrizamos/estrellamos como lo hicimos la última vez, no tendremos a
nadie que nos ayude. Deberemos volver a casa a pie a través de un territorio
en el que apenas sobrevivimos la primera vez.
-No tenemos opción. –Dice Pressia. –Nos necesita, y podríamos necesitarlo
a él también.
-¿Necesitarlo para qué? –Pregunta Il Capitano.
Pressia suspira. –Voy a entrar a la Cúpula. Tengo que hablar con Perdiz.
Debo llevarle la cura a la gente correcta dentro. –En ningún momento se
suelta la mochila.
Deep in Fantasy Burn
89
-Asumes que hay gente correcta en el interior. –Dice Bradwell.
-Gente correcta. –Dice Helmud con optimismo.
-No pueden ser todos malos. Y ahora que Perdiz está a cargo, estoy segura
de que…
-Yo no estoy seguro de nada. –Dice Bradwell. -Kelly sabía que Willux
estaba muerto, que Perdiz estaba a cargo, ¿Entonces por qué no ha
escuchado sobre una nueva orden en la Cúpula?
-Tal vez Perdiz no tuvo tiempo. –Dice Pressia enojada. –Tal vez su plan
está en marcha ¡O quizás empezó a hacer verdaderos cambios, pero decirle
a Kelly, a un océano de distancia, no es su mayor prioridad justo ahora! -Se
gira hacia Il Capitano. –Crees en Perdiz ¿No?
-Siempre dudo de la gente. –Dice Il Capitano. –Sobreviví por no creer en
otros humanos.
Pressia lo entiende. Ella es alguien que decepcionó al Cap; no lo ama de la
manera que él a ella.
-¿Cuál es su plan? ¿Derribar la Cúpula y que haya una guerra civil? ¿Más
sangre, más muerte? –Les pregunta Pressia.
-Si quieres ponerte de su lado, adelante. –Le dice Bradwell a Il Capitano. –
Cómo te sientes con respecto a ella ya no es un secreto. Haz lo que quieras.
A Pressia le sorprende que Bradwell haya dicho esto en voz alta. Mira a Il
Capitano. Tiene los cachetes sonrosados. Él tose en su puño y mira fuera
por el parabrisas. Están atravesando un banco de nubes.
-Solamente quieres que prueben que tienes razón después de todos estos
años. –Le dice Pressia a Bradwell. –Tomarás justicia sobre paz, incluso si
eso significa que va a morir gente.
-No estoy tratando de probar que tengo razón. La tengo. Hay una
diferencia. La verdad es importante. –Dice Bradwell. –La historia es
importante.
-Il Capitano hará lo que piense que es correcto—justicia o paz, -Dice
Pressia. –Confío en él para que tome la decisión.
-Paz. -Dice Helmud, dando su voto.
A Pressia le alegra que Helmud esté de su lado. –Bien. –Dice Pressia. –
Gracias.
-¿Cap? -Dice Bradwell.
-No, -Dice Il Capitano. –No voy a elegir entre ustedes. Debemos estar
unidos en esto.
Bradwell mira por el parabrisas, y Pressia sólo puede ver su perfil, las
cicatrices gemelas recorriéndole una mejilla. Él dice. –Mi madre murió
agarrada a la camisa de mi padre. Sus ojos seguían abiertos, mirándolo,
Deep in Fantasy Burn
90
como si hubiera muerto rogándole que siguiera vivo. Pero murieron Puros,
por dentro. –Se golpea el pecho. –Murieron como eran, luchando por
revelar la verdad. –Se frota los nudillos y dice. -¿Qué soy yo? -Sus alas se
tuercen a su espalda. –Soy un cuento de hadas que los padres les cuentan a
sus niños para asustarlos y que tengan cuidado en la vida. No soy real.
Pressia se lo imagina como un niño pequeño corriendo por la casa y
llamándolos con creciente pánico.
Algunas veces se le olvida el chico que una vez fue—quien fue enviado a
vivir con sus tíos, quien corría por una bandada de pájaros cuando las
Detonaciones ocurrieron, quien encontró su camino de vuelta a la casa de
sus padres, al cofre en el cuarto seguro, quien se las arregló solo por años.
Ella ama a ese niño. Ama el hombre en el que se convirtió—complejo y
terco. -Eres real. Eres la misma persona.
Él sacude la cabeza. -No. Ese Bradwell se ha ido.
-¿Qué significa eso? –Pregunta ella.
-Lo que realmente me mantuvo andando todos estos años son la verdad y
justicia. Podía mirar a la Cúpula, su cruz brillante, en cualquier momento, y
tenía todo lo que necesitaba para sobrevivir. Mataron a mis padres. Se
encerraron en su perfecta pequeña burbuja y destruyeron al mundo. Soy un
Miserable. Eso es lo que me hizo Puro ¿Y ahora? Con esos químicos dentro
de mí ¿Qué es lo que soy?
-Todavía eres tú mismo. –Dice Pressia. Quiere decir más. Quiere decirle
que es real, que lo ama. Pero su espalda está tensa. Sus ojos miran al cielo.
Está distante. Dice. –Tienes toda la razón para odiarme.
-No te odio. Desearía poder hacerlo.
-Miren. –Dice Il Capitano. –Alguien tiene que comprometerse.
La cabina está en silencio.
-Aquí está mi compromiso. –Rompe Bradwell el silencio. –Sólo sobre mi
cadáver saldrán los Puros de esto como héroes. –Mira a cada uno a los ojos
y se va.
Pressia mira el parabrisas que sostenía su reflejo. Ahora es una pantalla
negra temblando con nubes ocasionales. Él había bajado la guardia. Habló
sobre haber encontrado a sus padres muertos. Desea haber dicho algo
diferente, pero ¿qué?
Se gira hacia el reflejo de Il Capitano. Él atrapa su mirada y sonríe
tristemente. -Perdón. –Dice. –Por todo. No debería haberlo empujado al…
-No. –Dice ella. –Está bien.
Helmud se estira, le roza el cabello y aparta la vista tímidamente.
Deep in Fantasy Burn
91
Ella ve su propio reflejo y piensa en el juego de rimas que los chicos
jugaban en el campo.
Mira tú reflejo. Halla tu pareja. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al
final!
Alza la cabeza de muñeca ¿Quién sería sin ella? ¿Más ella misma o menos?
No puede imaginarse cómo debe de ser para Bradwell—su cuerpo no es el
suyo propio. Piensa en su propio ADN, las instrucciones sobre cómo
construirla a ella, y solamente a ella. Pelo, piel, sangre.
Y luego recuerda el cepillo en su cuarto, cómo nunca tenía un sólo pelo en
él a la mañana siguiente ¿Tomaron su ADN? ¿Habrán réplicas de ella—allí
afuera—algún día? La idea la aterroriza en formas que no puede entender.
¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! Ella no sabe realmente quién es. Tampoco
Bradwell ¿Alguien lo hace?
Il Capitano dice: -Estamos sobre tierra.
-Tierra, -Dice Helmud, como si le ordenara a su hermano que aterrizara. -
¡Tierra!
Pressia se quita la mochila y se la abraza al pecho. Mira por el parabrisas al
horizonte irregular. Desde aquí, se ve pacífico y en calma. Pero ella sabe
que allí pululan alimañas y Terrones. La tierra en sí misma está viva—
odiosamente viva. Tal vez la venganza es parte de todos ellos.
PERDIZ
QUE SUERTE LA NUESTRA
La voz de su madre. -¡Perdiz! ¡Tu amigo está aquí!
Abre los ojos.
¿La voz de su madre? No—no puede ser. Está muerta. Y aun así, ella solía
llamarlo de esa forma cuando sus amigos se pasaban por su casa. Recuerda
su hogar en la infancia—sus sábanas con pequeños camiones, el reloj en
forma de pelota de Baseball, un set de bloques conectables desparramados
por el suelo.
Y su madre apareciendo en el pasillo—su pelo balanceándose, su sonrisa.
No es la voz de su madre, y tampoco la de Lyda. Este es el cuarto en el
apartamento donde creció dentro de la Cúpula. Duerme en la cama inferior
de la litera. Sedge solía dormir arriba. No le gustaba cuando Perdiz lloraba
de noche. Le diría que se calle. Su madre se había ido, presuntamente
muerto. Debería haberle sido permitido llorar cuando quisiera.
La habitación de su padre está vacía. No entra allí—nunca.
Deep in Fantasy Burn
92
Perdiz lo mató.
Este pensamiento lo despierta del todo.
La puerta se abre y es Iralene. -Arvin Weed está aquí. –Dice. -¿Debo
hacerles de beber? ¿Refrescos? –Está retorciendo su anillo de compromiso.
-¿Qué hora es? –Se sienta.
-Dormiste, y dormiste, y dormiste. –Dice ella. –¡Ya es mañana!
Después de que regresó a casa e Iralene lo haya abrazado, él le dijo que no
se estaba sintiendo bien y que pensaba que sería bueno hablar con Arvin
Weed, quien es ahora su doctor. En realidad, sólo quería preguntarle sobre
Glassings y la gente que sigue suspendida, y también mostrarle la hoja de
ecuaciones científicas que encontró en la cámara de guerra de su padre.
Después de que Iralene le dijo que arreglaría un encuentro con Weed,
Perdiz caminó hasta su cuarto, se acostó y, después de días sin dormir, cayó
en incansables pesadillas. Solía soñar con encontrar el cuerpo muerto de su
madre en todas partes—debajo de las gradas vacías, en el laboratorio de
ciencias de la academia—pero en este sueño, vivía su día de alguna forma
mundana cuando se encontró con un montón de cuerpos. Uno o dos
retorcidos, sangrando, pero todavía vivos, y se levantaban y corrían hacia
él. Hablaban con la voz del hombre que saltó en frente del tren—Eckinger
Freund, confirmaron las autoridades. Y estas personas moribundas lo
llamaban mentiroso, pero Perdiz no podía decir si lo odiaban por la verdad
que le contó de su padre o por esta nueva mentira—casarse con Iralene.
-¿Vas a venir a hablar con Arvin? –Dice Iralene. -¿Debo charlar con él para
darte algo de tiempo?
Se frota los ojos y se recuesta en la cama con las manos sobre su corazón.
Sigue completamente vestido. Se siente enfermo. –No, está bien. Ya voy. –
Empieza a irse pero él dice. –Espera.
Ella se gira, sonriéndole. –Amo la forma en la que te ves cuando recién te
despiertas.
-Iralene, estamos solos. –Dice. –Prometimos no… -Él le pidió no ser
romántica con él excepto para el espectáculo, en público.
-¿No puede una chica practicar?
Se sienta. -¿Subió el conteo de muertes desde que se transmitió la
conferencia de prensa?
Ella aspira profundamente. El suicidio la asusta. Su rostro se endurece. -
Beckley reportó que no hubo casos durante la noche.
-Bien. –Si va a renunciar a su libertad, y una buena medida de la verdad,
así, mejor que esté salvando vidas. –Dile a Arvin que estaré allí en un
minuto ¿Si?
Deep in Fantasy Burn
93
-Seguro. –Ella sonríe y cierra la puerta.
Perdiz se cambia la ropa. No debería estar nervioso sobre ver a Arvin. Él
fue en algún momento sólo un nerd académico, un amigo distante que a
veces le dejaba a Perdiz copiarse de sus notas. Pero Arvin no está allí como
un amigo. Arvin ayudó a Perdiz a volver a crecer su meñique, y parecía
estar a cargo del equipo que le borró la memoria, ambas órdenes de su
padre. Y probablemente habría sido el elegido para hacer el trasplante de
cerebro ¿Lo habría hecho? Perdiz nunca lo sabrá. En vez de una operación,
hizo la autopsia de su padre, diciéndole a los líderes que había muerto por
una Degeneración Rauda de Células mientras, públicamente, a la gente le
fue dicho que luchó bravamente contra un desorden genético.
Perdiz mira su meñique y flexiona la mano. El dedo se dobla y extiende en
perfecta sincronía con el resto. Dentro de todo, es un trabajo increíble.
Mientras esté aquí, Arvin querrá probablemente probar las terminaciones
nerviosas y la re-formación de la memoria de Perdiz también.
Perdiz encuentra la hoja de información científica donde la escondió y la
desliza dentro de su bolsillo.
Va al baño, se moja la cara con agua y se seca con una toalla de mano. Se
mira a sí mismo por un momento y no está seguro de quién, exactamente,
se supone que sea. Se siente un fraude. Sabe que tendrá que entregarse a
esta mentira. Lo hará porque Lyda susurró: No más sangre en tus manos.
No más.
Pero él sabe que la sangre simplemente ha empezado.
¿Y Lyda? ¿Y el bebé? ¿Cuánto tiempo tendrán que vivir esta vida oculta?
Después de la reunión en la oficina de Foresteed, pidieron por unos minutos
en el cuarto juntos. Se sostuvieron mutuamente. Ella dijo. –Perdiz, esto es
lo correcto. –Y rápidamente agregó. –Estoy asustada.
Él le dijo que él también estaba asustado. Y ahora extraña el sentimiento de
su cuerpo cálido mientras se abrazaban debajo de su abrigo entre la ceniza
flotante, como nieve negra. Extraña la manera en la que ella lo mira, que
siempre se siente honesta. Ama como Lyda parece ambas, frágil y dura. En
una mano, el delicado trabajo de hacer un ser humano está ocurriendo
dentro suyo. En la otra, se endureció de una forma que no puede explicar.
La verdad sobre su padre. Esta única verdad ¿Cuántas mentiras tendrá que
ofrecer para apaciguar a la Cúpula? ¿Cuántas?
Sale del baño, camina por el corredor y entra a la sala de estar. Arvin está
mirando la carpeta de Iralene de vestidos de novia. –Creo que este es
verdaderamente hermoso. –Dice apuntando a una página abierta. –No que
eso importe.
Deep in Fantasy Burn
94
-¿Por qué no importaría? –Dice Iralene herida.
-Te verías bien en cualquier cosa. -Dice Arvin. Y aquí está un perfecto
ejemplo de Weed. Puede que haya querido decir que no le importa, pero lo
recubrió con un cumplido ¿O lo dice en serio?
Es verdad que Iralene se vería bien en cualquier cosa. Es perfecta. Es por
eso que está aquí.
Y de pronto lo golpea: lo tienen donde quieren tenerlo. Está actuando la
vida que su padre diseñó para él. Iralene, con su cabello lustroso y sonrisa
brillante, se está preparando para una boda. Perdiz va a caminar hacia al
altar carcomido por la culpa. Trató de liderar y todo se hizo pedazos.
Y entonces su sospechoso comienzo ¿Fue la cantidad de suicidios
realmente tan grave como le dijeron? La multitud enfurecida, el ruido de
sirenas, el hombre que salto frente al tren—todo se sintió real. De hecho, se
sintió espontaneo—la cosa más improvisada que jamás presenció en la
Cúpula. Y aun así, no puede confiar en Foresteed, quién vería la alteración
como una oportunidad de controlarlo con la culpa. Puede ser que Foresteed
no tenga una gran consciencia, pero seguro la ve como una debilidad en los
otros—una para explotar a su beneficio ¿Qué tan real es todo esto? ¿Es una
conspiración para llevar a Perdiz al límite? ¿Participa Weed en ello?
-Perdón por interrumpir. –Dice Perdiz.
Arvin e Iralene levantan la vista. Arvin saca las manos y sacude las de
Perdiz. -¿Cómo te sientes?
-He estado mejor.
Iralene alza sus paquetes de novia y dice. –Los dejaré hablar. –Perdiz se
imagina las sesiones de entrenamiento por las que tuvo que pasar Iralene—
lecciones sobre cuándo ser visible y cuándo desaparecer cortésmente.
-Hablemos por aquí. –Perdiz lleva a Arvin a los sillones. Se sientan uno
frente al otro.
-Así que, el meñique. –Dice Weed. -¿Algún calor, adormecimiento o picor?
-Nop.
Weed se estira a través de la mesa de café entre ellos, toca el dedo de Perdiz
y lo dobla. -¿Sientes todo esto bastante bien?
-Sip. Aunque a veces todavía me imagino que no está. Y después miro
hacia abajo y me sorprendo.
-Gente que pierde una pierna dicen que todavía pueden sentirla; sus
terminaciones nerviosas sigue mandando mensajes al cerebro sobre que
existe. Se llama extremidad fantasma.
-¿Así que estoy sintiendo la extremidad fantasma?
Deep in Fantasy Burn
95
-Volver a crecer partes del cuerpo es toda ciencia nueva. Quizás esto se
vuelva una observación común.
Perdiz se pregunta si está hablando de Wilda, la niña que fue secuestrada,
llevada a la Cúpula y purificada. Ya no tiene cicatrices o marcas o fusiones
o incluso un obligo, y sólo podía decir lo que estaba programada para
decir—una amenaza del padre de Perdiz. -¿Esperas hacer crecer muchas
extremidades, Dr. Weed?
-Soy uno de los tipos buenos, Perdiz. –Dice Arvin. –Lo sabes. –Sus ojos se
separan de él y mira alrededor del cuarto.
-¿Lo hago? –Dice Perdiz.
Arvin ríe y se reclina contra el sillón.
-¿Qué es tan gracioso?
-Recuerdo que una vez me dijiste que vivía demasiado en mi cabeza.
Dijiste: “No tienes un instinto de barriga, Weed? ¿Has ido alguna vez de
panza?” ¿Recuerdas?
Perdiz no tiene memoria de eso para nada. –Debe ser la pérdida de
memoria. –Dice Perdiz.
-No. –Dice Weed. –No lo recuerdas porque lo dijiste sin siquiera pensarlo.
Me tocaste el estómago con un dedo y todos rieron.
-Perdón, Weed. Estoy seguro de que no quería decir nada con ello.
-Todo lo que decías tenía un significado. Eras el hijo de Willux. Era tu pase
libre para hacer lo que quisieras.
-¿En serio? –Dice Perdiz a la defensiva. –Porque recuerdo gente
ofreciéndose para patearme el trasero, ¿Y tú saltaste a ayudarme? No.
Simplemente mantuviste tu nariz en tus estudios ¿Y sabes qué? Tenía
razón. Vives demasiado dentro de tu cabeza.
-Y tú -Dice Weed, -Deberías tratar de confiar un poco menos en tu
estómago y un poco más en tu cabeza. Si lo hicieras, quizás no estaríamos
en este lío.
Está culpando a Perdiz por los suicidios, y tiene razón. No se puede negar
que fue la chispa. Perdiz alza una mano. Weed fue demasiado lejos. Ya no
puede dejar que la gente le hable de esa forma—ni siquiera un viejo amigo.
Weed tose, se alias la camisa. Hay silencio antes de que vuelva a su rol de
doctor. -¿Qué hay de tu memoria?
-Siguen habiendo parches algunas veces—ya sabes, mi tiempo en el
exterior. –Recuerda la mayoría: Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud, y
las madres fusionadas a sus niños. Recuerda el thunk de su meñique siendo
seccionado y cómo yacía allí, desconectado. Hay cosas que aún le vuelven
en explosiones de color—mayormente su madre y Sedge muriendo en el
Deep in Fantasy Burn
96
suelo del bosque. Recuerda haber estado con Lyda en la base de cama de
bronce con dosel, abrazados bajo su abrigo, el calor de sus cuerpos. –Sabes
cómo es. Algunas cosas quieres recordar. –Dice. –Y otras, olvidar.
-Apuesto a que sí. –Dice Arvin con una ligera sonrisa de suficiencia en el
rostro.
¿Sabe Weed que es un asesino? Si es así, Perdiz casi desea que se lo diga
directamente.
-¿Apuestas?
Arvin se inclina hacia delante, con los codos en sus rodillas, y baja la voz. –
Dime por qué estoy realmente aquí.
-Primero que nada, ¿Dónde está Glassings?
-¿Durand Glassings? ¿Nuestro profesor de Historia Mundial? Esto es a
donde querías llegar en el funeral ¿Todavía en ello?
-Sí.
-¿Cómo demonios lo sabría?
-Foresteed me dice lo mismo. Pero alguien lo sabe.
-No yo. –Weed lo mira con el rostro hecho piedra.
-Quiero saber si empezaste exitosamente a sacar a la gente de suspensión. –
Dice Perdiz. –Como te dije.
-Mira, esto no es fácil. Belze es muy viejo. Estaba muy débil cuando fue
puesto en suspensión, postoperación en realidad ¿Y sabías que sólo tiene
una pierna? El muñón termina en una manga de cables. No podemos
simplemente sacarlo de un tirón. Quiero decir, si estás haciendo esto de
alguna forma por el bien de tu hermana, no va a hacer ningún bien si muere
en el proceso.
-¿Cómo sabes que está conectado a Pressia?
-Tengo el mayor nivel de accesibilidad posible. De hecho, algunos estamos
curiosos por lo que realmente pasó en el bunker de tu madre ¿Siquiera te
encontraste con esos viales y, tal vez, otras cosas?
-Pensé que sólo los querrías para mi padre, como último recurso para
curarlo, y como no los obtuvo a tiempo para hacerle algún bien…
-Podría hacer mucho con ellos, créeme. -Arvin se para y se pone a caminar.
-¿En serio? ¿Estás seguro, Weed?
-¡Dios, Perdiz! Tengo todo lo que necesito para purificar a alguien, pero
luego se derrumban.
-He visto tu obra. –Dice Perdiz con un poco de sarcasmo.
-¿Te refieres a los Miserables que trajimos dentro? –Dice Weed caminando
hacia la ventana, mirando la calle. –Eran sólo experimentos.
-No, eran personas.
Deep in Fantasy Burn
97
Se gira hacia Perdiz rápidamente y dice. –Y sus sacrificios no serán en vano
si tenemos la fórmula y ese último ingrediente. Sería capaz de arreglar a
todos los Miserables sin ninguno de los efectos colaterales que mataron a tu
padre ¿Piensas que los chicos de las Fuerzas Especiales saldrán limpios?
Hay amigos tuyos de la academia allí, Perdiz.
-No sabía que tenías este lado altruista. Quiero decir, Arvin Weed,
humanitario. No tenía idea cuando estabas, ya sabes, supervisando mi
tortura.
-Órdenes son órdenes. Algunos dirán que fui más responsable que el propio
hijo de Willux. Di lo que quieras sobre él; tu padre era un genio. Nunca
empezarás siquiera a imaginarte de lo que era capaz su cerebro. Deberías
mostrar algo de respeto.
-Weed, en tu cabeza y en tu estómago, sabes que mi padre fue un asesino de
masas; tienes que saberlo.
Weed asiente. Levemente se rasca la frente. Dice con voz escalofriante y
calmada. –Puedo hacer que pase algo bueno. Puedo salvar gente. Puedo
hacer el bien donde tu padre falló.
Perdiz sacude la cabeza.
-¿Piensas que, de algún modo, puedes retomar donde mi padre lo dejó? –
Perdiz se levanta, le da la espalda a Weed y cruza los brazos sobre el pecho.
–Sé que fuiste el que desarrolló la píldora. –Dice en voz baja. Es incapaz de
mirar a Weed a los ojos. Con esta oración, reconoció el hecho de que usó la
píldora para matar a su padre, como también la posibilidad real de que
Weed fuera cómplice en el asesinato. Puede ser que los dos no sean tan
diferentes como parecen, unidos como lo están en un momento de la
historia—en un asesinato.
-Sin ti. –Dice. –No podría haberlo hecho. –Se gira y mira a Weed, luego al
suelo.
-Estoy seguro de que no sé de qué estás hablando. –Dice Weed.
Perdiz ya no puede soportar las mentiras y negaciones. Camina hacia Arvin,
lo empuja y le agarra el hombro. -¡Maldita sea! Si admirabas a mi viejo
tanto ¿Por qué lo hiciste?
Weed mira a Perdiz, lleno de odio. Se libera del agarre de Perdiz.
-Dije que no sé de qué hablas.
Y entonces Perdiz sabe la respuesta. Arvin ya la dijo: Puedo salvar gente.
Puedo hacer el bien donde tu padre falló. Weed quería tener el poder.
Arvin camina hacia el sofá y se sienta con pesadez. –No sabes nada, Perdiz.
Es la misma vieja mierda. Sigues paseándote por ahí, siendo el hijo de
Willux, y no hiciste nada de la tarea.
Deep in Fantasy Burn
98
Perdiz se sienta frente a Weed de nuevo. Presiona sus palmas juntas. –Eso
no es enteramente verdad. He estado en la cámara secreta de mi padre en el
cuarto de guerra. Aprendí un montón allí. De hecho, tu nombre aparecía en
un documento.
-¡Por supuesto que lo hacía! Estoy en el centro, Perdiz, y lo he estado por
un largo tiempo. Incluso cuando estábamos en la academia, ya estaba
metiéndome en los círculos internos.
-Si no sé nada, Weed, ¿Qué tal si me iluminas? Adelante. Explícamelo.
-Bien. –Dice Weed. –Primero, tu hermana y sus amigos robaron una de
nuestras aeronaves. Estaba marcada, por supuesto. Conocemos su ruta.
Sabemos a quién contactaron seguramente—cómo descubrieron donde
encontrar a estos otros sobrevivientes es un misterio—pero resulta que ellos
sí hacen su tarea.
Perdiz ignora la indirecta. -¿De qué diablos estás hablando? ¿Una ruta?
-Atravesando el Océano Atlántico, están en su camino de vuelta.
Perdiz ríe. Es ridículo. -¿El Atlántico? ¿En una aeronave? No es posible.
-La llevaron a Newgrange, una de las locaciones especiales de tu padre. Si
estuviste en su cámara interior, entonces sabes que salvó un par de lugares
sagrados y a la gente lo suficientemente suertuda para estar allí en el
momento correcto.
Newgrange. Perdiz piensa en todas las lecturas de Glassings sobre las
antiguas colinas de entierro y la obsesión de su padre desde la niñez con los
domos. –Pero Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—¿Fueron hasta allí
y volvieron?
Arvin asiente.
-¡Foresteed debería haberme dicho todo esto!
-Estoy seguro de que está en sus reportes.
-¡No los leo! -Dice Perdiz más para sí mismo que para Weed.
-Y allí. Probaste mi punto.
-Newgrange, -Dice Perdiz. –En una aeronave. –El mundo parece abrirse.
Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—atravesaron un océano. –Dios
mío. –Susurra. -¿Pero aún no volvieron? Suena peligroso.
-Bueno, llegaron hasta allí y ahora están en el aire de nuevo. La pregunta es
por qué ¿Qué pensaron que encontrarían allí? ¿Y tuvieron éxito?
-¿Está Foresteed en esto, rastreando su progreso?
-A Foresteed no le importa mucho tu hermana y sus amigos. Tiene otros
intereses.
-¿Cómo cuál?
Arvin sonríe. –Puedes preguntárselo tú mismo.
Deep in Fantasy Burn
99
-Arvin, escucha. Creo que podríamos lograr un consejo juntos—gente del
exterior y del interior sentándose a hablar. Podemos ayudar a cada lado a
entenderse mutuamente. Allí es donde mi padre verdaderamente falló. Esta
gente se está suicidando, pero si conocieran a alguien de allí afuera, si
conocieran a Pressia…
Weed lo interrumpe. –Eso es lindo, Perdiz. Pero no funcionará.
-¿Por qué no?
-Mientras los Miserables lleven nuestra historia en común en su piel, no
habrá paz. Culpa, Perdiz. No puedes vivir con toda esa culpa sin querer
culpar a las víctimas y exonerarte a ti mismo. Naturaleza humana.
-Pero…
Weed menea la cabeza, sonriendo. –Este es un ejemplo. Quieres que saque
a esta gente de suspensión ¿Qué diablos vamos a hacer con todas estas
personas? ¿Eh? Algunas están deformadas. Algunas incluso son Miserables
¿Qué vas a hacer? ¿Obtenerles trabajo? ¿Mandarlos al almacén?
-¿Por qué no?
-He pasado los últimos días cosiendo muñecas cortadas, mirando heridas
grandes y abiertas de bala, bombeando estómagos, todo por ti.
-Espera. –Dice Perdiz. Es la segunda vez que Weed lo responsabiliza por
las muertes. No es completamente justo. –Mi padre no debería haberles
forzado mentiras por la garganta.
-Así que, mientras yo estaba limpiando el desastre, ¿tú estabas ocupado
racionalizándolo todo? ¿Es así como pasaste tu tiempo?
-No, te dije que fui a la cámara secreta de mi padre, y sé que él sabía que
había cometido un error. Sabía que el fin estaba llegando.
-Y allí es donde viste mi nombre ¿Eh? –Weed se alisa el pelo, frota su
cabeza. –Sí, recuerdo ese reporte. Bastante aleccionador. Así que, después
de todo, no somos la raza superior. Imagínate cómo se sintió tu padre
cuando se enteró. –Weed ríe, pero ya no tiene esa sonrisa persistente.
-No sé ni siquiera qué lo hizo pensar que éramos superiores en primer
lugar. Nunca lo entenderé.
-¿Es eso lo que quieres de mí? ¿Un psicoanálisis de tu padre?
-No pediría eso de mi peor enemigo. –Dice Perdiz. –Pero sé que si no le
gustaba una verdad, encontraba la manera de cambiarla. –Perdiz saca de su
bolsillo la hoja con información científica que tomó de los archivos. No
quiere mostrársela a Weed, pero, ¿A quién más? –Explícame esto.
Weed agarra la hoja, la mira y se la devuelve. –Es una receta.
-¿Para hacer qué?
-Gente.
Deep in Fantasy Burn
100
-No lo entiendo ¿Gente?
-¿Por qué lo harías? Estás haciendo una persona al viejo estilo ¿o no?
embarazando a alguien.
-Conoces su nombre. Ella no es simplemente alguien. Sólo explica la
ciencia, ¿Sí?
Weed sonríe, feliz por haber hecho enojar a Perdiz, y se reclina contra el
sillón. –Esta era su receta para hacerlos desde lo básico. Un poco de ADN
de Puros, un poco de la semilla más dura, los Miserables. Un poco de
clonación, algo de crecimiento.
-¿Vos le diste esta receta?
Weed ríe. –Esas cosas son muy avanzadas ¿Quién sabe de dónde la obtuvo?
Pero no de nosotros. No. Es arte elevado.
-Así que iba a empezar a construir su propia súper-raza de cero.
-Él no iba a empezar a hacerlo. Está en progreso. De hecho, estaba contigo
cuando los viste.
-¿Verlos? ¿A quiénes?
-Tal vez es uno de los agujeros que todavía no se aclaró. Además, estabas
un poco sedado. Estábamos llevándote a purificarte.
-¿Quieres decir cuando casi me ahogan?
-Tu padre prefería el término bautismo.
-¿A quién vi? ¿En dónde?
-Los bebés—filas y filas de pequeños bebés.
Y entonces Perdiz lo recuerda, claramente. El banco de ventanas como una
sala de maternidad gigante, pero todos los bebés eran prematuros, chiquitos,
retorciéndose, algunos chillando, algunos plácidos y quietos. Bebés. Él
estaba acostado—no, atado—rodando… siendo llevado en una camilla.
-El Nuevo Edén merecía sus propios Adanes y Evas. –Dice Weed. -
Willux también se dio por vencido con la gente de la Cúpula—somos
débiles y vulnerables con pulmones delicados y corazones irritables.
Empezó a odiarnos cerca del final, Perdiz. Y cuando saliste y sobreviviste,
estaba orgulloso de ti. Ni siquiera tenías ningunas de las cosas de la
codificación de tu hermano. Sólo estabas allí afuera, desentrenado y solo y
sobreviviendo. Deberías haberlo escuchado hablar sobre ti. –Weed parece
enfermo al recordar. Y a Perdiz le cuesta creer. Su padre siempre estuvo
decepcionado de él. Pero entonces piensa en el cuarto de guerra, todas esas
fotos de su niñez, todas las cartas de amor. Quizás su padre ocultaba su
amor y orgullo bien.
Aun así, Perdiz no está seguro sobre qué pensar. Los sentimientos de su
padre hacia él son tan retorcidos y difíciles de determinar. –Nunca me dijo
Deep in Fantasy Burn
101
que estaba orgulloso de mí. Nunca. –Excepto al final, justo antes de
morir—sabiendo que Perdiz lo había envenenado—le dijo: “Eres mi hijo.
Eres mío”—lo que hizo que se sintiera como su padre, por primera vez, vio
algo que era un reflejo de él mismo. Cuando Perdiz piensa en ello ahora, es
como si Willux le estuviera diciendo que son iguales, tal vez incluso que
está destinado a volverse su padre, lo que sería un gran elogio para este
último. –Sólo se amaba a sí mismo.
-Bueno, los nuevos Adanes y Evas se volvieron su gente, su esperanza.
Eran el futuro. –Weed se levanta. –Deberías cuidarte.
-¿Qué hay del pequeño Jarv Hollenback? ¿Lo sacaste de suspensión? ¿Está
con sus padres?
Weed asiente.
-¿Estaban los Hollenback felices por tenerlo devuelta en casa? –Es una
pregunta estúpida, pero Perdiz quiere algo bueno—algún efecto positivo de
él estando allí, incluso si es pequeño.
-Bueno, la Sra. Hollenback…
-¿Qué?
-Está en el hospital
-¿Trató de…?
-Casi lo logra.
Recuerda la última vez que la vio—en la cocina, sus manos manchadas de
harina, pánico tintaba su voz. Que suerte la nuestra, decía. Que suerte la
nuestra. Y quería desesperadamente decirlo en serio. La Sra. Hollenback,
quién enseñó Historia de la Doméstica como una forma de Arte—la
recuerda cantando sobre un muñeco de nieve ¿Cómo trató de hacerlo? No
quiere imaginarlo. Había recuperado a Jerv ¿Por qué haría esto ahora? ¿A
dónde fue su resistencia, su deseo de vivir? –Quiero ver a la Sra.
Hollenback, antes que nada. –Se frota las manos, pensando en culpa y
sangre. –Y quiero ver la maternidad. No quiero más generalización por
parte de Foresteed, no más data. Quiero ver a la gente.
-¿Estás seguro?
-Sí.
Weed parece apreciar esto. –Está bien.
-¿Crees que la boda ayudará—en nada? Quiero decir, ¿Realmente necesitan
una distracción?
-Les sacaste todo. El casamiento les da algo con lo que orientarse
nuevamente. –Perdiz asiente. Esperaba que Weed le diera una razón para
echarse atrás. –De todas formas, ¿Quién no querría casarse con Iralene?
Deep in Fantasy Burn
102
Perdiz lo mira. Se siente repentinamente adormecido. –Sabes dónde está mi
corazón.
Weed se rasca la cabeza y se encoje de hombros. –Cada quien a lo suyo.
-Quiero que me lleves a la maternidad, ahora. –Dice Perdiz. –Necesito ver
cosas con mis propios ojos.
Weed inclina la cabeza. –Y yo quiero hablar con tu hermana, Perdiz. Si no
estrellan esa nave, quiero saber lo que sabe.
-¿Piensas que chocarán?
-¿Quién sabe si tienen un piloto real a bordo? Las probabilidades son pocas,
¿O no?
Pero Perdiz no está tan seguro. Inmediatamente piensa en Il Capitano y en
cuánto amaba su auto. Se volvería loco por una aeronave. De ninguna
forma no estaría en los controles ¿Es bueno en ello? Perdiz no lo sabe
realmente, pero siente un arrebato de confianza por Il Capitano solamente
basado en el poder de voluntad de Il Capitano. –No puedo decirte si mi
hermana sabe o no algo.
-Créeme. -Dice Arvin. -¡Lo hace!
IL CAPITANO
CRAZY JOHN-JOHNS
Il Capitano está sentado en el asiento del piloto, reclinado hacia adelante a
causa de Helmud en su espalda. Fignan está en el lugar del copiloto,
proyectando mapas brillantes del territorio que los rodea. Il Capitano
escanea el horizonte en busca del parque de diversiones Crazy John-Johns.
Desea no tener que volver; casi mueren allí.
En su cabeza, todavía puede ver a Helmud por sobre su hombro,
apuñalando cada ojo de Terrón que parpadeaba en la tierra, la gran
corpulencia de los que se empujaban fuera de la suciedad, y la pierna de
Hastings siendo mordida por una trampa de dientes, cómo la desgarró para
librarse—con su pierna a la mitad. Y su auto—amaba ese maldito auto; se
quedó atascado allí fuera también.
¿Hastings? ¿Sobrevivió la cirugía de su pierna? Muchas cosas podrían
haber ido mal—un cirujano torpe cortando accidentalmente una arteria
principal, pérdida de sangre, falta de higiene causando una infección.
¿Qué pasa si está muerto?
Mierda.
Deep in Fantasy Burn
103
El paisaje sigue sucio y estéril. La última vez aterrizó estrellándose. Le
gustaría hacerlo bien, pero ya está distraído. Piensa sobre lo que le dijo
Pressia—que un día, podría ser posible para él y Helmud separarse el uno
del otro. El vial tiene propiedades de crecimiento celular. Podría ser usado
en Helmud desde donde sus costillas se unen un poco con las de Il Capitano
y donde sus piernas se unen a su hermano. Imagina un procedimiento en el
cual Helmud vuelve a crecer pedazo a pedazo como es, despacio, cirugía
tras cirugía, separado ¿Podría ser posible?
Helmud ha sido parte de Il Capitano por tanto tiempo ¿Cómo se sentiría
volver a estar solo? Se dice a sí mismo que endemoniadamente bien. Quiere
ser ese hombre—su propio hombre. Pero le duele el pecho cada vez que
piensa en ello, como si el corazón de Helmud—que cabalga siempre justo
detrás del suyo—sintiera la traición y aplicara una aguda presión, corazón a
corazón.
Si funcionara, le permitiría a Pressia verlo como una persona real, un
hombre que se mantiene solo—¿Alguien de quién enamorarse?
Ella y Bradwell volvieron a sus asientos. Il Capitano desea poder sentir una
pizca de esperanza de que nunca vuelvan a juntarse. Pero también sabe que
no tiene oportunidad con Pressia—con o sin Bradwell.
Ella obtuvo lo que quería—el vial y la fórmula—e Il Capitano tiene la
bacteria. Antes, en el cuarto, le pidió a una de las guardianas cinta
resistente, y adhirió la caja que sostenía a la bacteria, plana y cuadrada,
detrás de su espalda—justo frente al pecho de Helmud. Dice. –Revísala,
Helmud.
Y puede sentir los dedos de su hermano contra la caja. -¡Revisada! –Dice.
Il Capitano no tiene sus pistolas, pero está más armado de lo que jamás lo
había estado en su vida.
Crazy John-Johns empieza a tomar forma a través de la ceniza. Mientras
deja que los buckies tomen aire, la aeronave baja. Puede ver el cuello
alargado de una de las montañas rusas sobresaliendo por las nubes negras y
la calesita inclinada, pero la ceniza es tan espesa para ver la agrietada
cabeza gigante del mismo Crazy John-Johns—su rostro de payaso con
permanente sonrisa, nariz abultada y cabeza pelada. El polvo en el suelo es
demasiado denso.
-¡Algo anda mal! –Le grita a Pressia y Bradwell.
-Algo. –Susurra Helmud.
Fignan emite una serie de nerviosos pitidos.
-¿Qué pasa? –Le dice Pressia.
Deep in Fantasy Burn
104
Pasa el parque de diversiones y empieza a darle la vuelta. Una gran cerca
rodea el lugar, pero la tierra a su alrededor se levanta mientras los Terrones
hacen un túnel, saliendo del suelo. Algunos arremeten contra la verja
mientras otros le clavan las garras. -¡Los Terrones se están sublevando!
Los sobrevivientes defienden el parque con beebees y dardos. La debilidad
de los Terrones es en los ojos—el punto donde son más humanos. Al ser
golpeados allí, se tambalean y caen, y los otros Terrones los devoran
rápidamente. –No pueden matarlos lo suficientemente rápido. Hay
demasiados ¡Centenares!
Il Capitano no ve a Hastings. Empieza a sentir un nudo en el estómago.
Pressia lo convenció de que lo necesitan. Es de adentro de la Cúpula—una
de sus propias creaciones, la elite de Fuerzas Especiales. Pero, por
supuesto, fue depurado y, por lo tanto, comprometido, pero podía clamar
que todo eso fue hecho contra su voluntad. Puede volver a la Cúpula como
un mensajero asediado. También es un viejo amigo de Perdiz. Tomará a
Hastings de vuelta ¿o no?
-¡Veo a Fandra! -Grita Pressia.
-¡Y a Hastings! -Responde Bradwell.
Allí están—trepando por los ríeles de la montaña rusa, usándolos como
escalera. Hastings se encuentra encorvado y pálido, pero todavía alto y
musculoso. Lleva puesta alguna clase de prótesis oculta por la pierna del
pantalón, excepto por una cuña de metal—que es ahora su pie. Con armas
incrustadas en sus brazos, se detiene—azotado por el viento, enganchando
su brazo al juego—y dispara a los Terrones. Tiene buena puntería y derriba
a un par. Sus cuerpos giran y caen. Pero hay demasiados.
Fandra trepa detrás de él. Su cabello es tan brillante como una bandera
dorada. Lo tiene recogido, pero pequeños mechones todavía se mecen en su
cara.
-No puedes aterrizar. –Dice Bradwell. –¡No con todos los Terrones, para
que vengan a por nosotros! –Tiene razón. Hastings y Fandra están trepando
hacia ellos.
-¿Quieren sacar a todos por aire? –Grita Il Capitano.
-¡Son demasiados ahora! –Grita Bradwell.
A través de la ceniza y del polvo, Il Capitano ve cuerpos corriendo a toda
velocidad por el parque de diversiones.
Bradwell tiene razón. Hay más sobrevivientes que la última vez que
estuvieron aquí. Fignan había extendido las piernas y trata de juntar
información. Declara una cuenta aproximada—setenta y dos—en un radio
de hombre-a-mujer, de edades parecidas.
Deep in Fantasy Burn
105
-¡No ahora, Fignan! –Dice Il Capitano.
-¡No ahora! –Grita Helmud.
Significa que más gente arriesgó sus vidas para salir de la ciudad—una
mala señal. Algo pasó allí. ¿Ahora qué? Piensa Il Capitano ¿Ahora qué? Se
siente enfermo, con una torcedura familiar de temor en su pecho.
-¡Necesitamos a Hastings! –Grita Il Capitano.
-¿Por qué atacan? –Dice Pressia. –La música era un freno ¿Dónde está la
música?
-No puedo escucharla por sobre el motor. -Dice Il Capitano. La música
mantenía a los Terrones a raya. Eran sólo las estúpidas notas tintineantes de
los temas de los parques de atracciones. Dinky dinks y diddly dinks… Pero
los sobrevivientes la usaban como barrera, reproduciéndola en viejos
altavoces antes de abrir fuego. Los Terrones habían llegado a temerle.
-No podemos oír la música. –Dice Bradwell. –Estamos encerrados aquí.
Il Capitano toca el botón y el sello de una pequeña ventana lateral se rompe
y el vidrio se baja unos centímetros. Escucha movimiento, probablemente
Pressia y Bradwell corriendo hacia la ventana abierta.
Al principio sólo se oye el viento. Pero después escuchan un grito. Luego
otro. –No hay música. –Dice ella.
-Sin música… -Grita Il Capitano, y después susurra lo que todos saben. –
Morirán.
Sobrevuela Crazy John-Johns, esta vez tan bajo que puede ver las caras
retorcidas y derretidas de los caballos en la calesita. Y ahora puede
distinguir algunos Terrones arremetiendo sus pesados cuerpos contra las
cadenas, golpeando entre el beebee de las pistolas, pequeñas nubes de polvo
esparciéndose de sus pechos y hombros. Una docena se inclinan sobre la
verja, que se dobla bajo su peso.
Y entonces la cerca cede, saltando de sus postes y enrollándose sobre sí
misma. Los Terrones la pasan a gatas hasta dentro del parque.
Los sobrevivientes comienzan a gritar y correr de un lado al otro.
-¡Dios santo! –Dice Il Capitano.
-¡Dios! -Grita Helmud.
Escucha a Pressia gritando. -¿Qué demonios estás haciendo?
Bradwell corre hacia el puente de mando. –Están dentro. –Dice.
-Lo sé. –Dice Il Capitano.
-¡Dios! –Dice Helmud.
-Debemos acercarnos a la montaña rusa. –Dice Bradwell. –Y necesitamos
hacer entrar a Hastings.
-Y a Fandra. –Dice Il Capitano.
Deep in Fantasy Burn
106
Pressia también camina hacia la cabina de mando. –No vendrá con
nosotros. No dejará al resto. La conozco. Está trepando por un motivo, pero
no para escapar.
Bradwell mira afuera por el parabrisas. –Mejor que se apuren.
-Voy a acercarme tanto como pueda. –Dice Il Capitano.
-Cerca. –Dice Helmud.
Il Capitano deja entrar más aire a las buckies. La aeronave se inclina
momentáneamente hacia un lado—Pressia y Bradwell se tambalean hasta
agarrarse de las paredes. El viento es fuerte, viniendo del oeste. Da un giro
hacia él. –Si bajo las puntas de aterrizaje, puede agarrarse a ellas.
Hastings alcanzó la punta de la montaña rusa; con Fandra detrás. Ambos se
sostienen con fuerza. El viento con ceniza se enrosca a su alrededor.
-En este viento. –Murmura Il Capitano. –Va a ser más difícil hacerlo bien.
-Puedes hacerlo, Cap. –Dice Bradwell.
-La estrellé la última vez ¡La estrellé! -¡Jesús! Chocó. Podrían haber
muerto. Recuerda el suelo acercándose desde debajo. Se había cubierto para
el aterrizaje y las cosas se pusieron negras.
-Bradwell tiene razón. -Dice Pressia. –Puedes hacerlo. Lo sabemos.
-Lo sabemos. –Dice Helmud.
Il Capitano aprieta su agarre en el volante y se inclina hacia delante. Da
otro giro. Los Terrones deambulan por el parque. Un par están encorvados
sobre un cuerpo—¿Un sobreviviente? ¿Otro Terrón? Se están dando un
festín.
Arriba, Hastings y Fandra esperan en la punta de la montaña rusa, con sus
ropas ondeando. Y entonces se tambalean. Se miran mutuamente y luego
hacia abajo.
-¿Qué pasa? –Dice Pressia.
-Los Terrones. –Dice Bradwell.
Il Capitano ve que se han reunido en la base del juego. Lo están golpeando
con los hombros.
-No podemos dejar a Fandra. –Dice Pressia. –No podemos abandonarlos.
-¿Qué otra opción tenemos? –Dice Il Capitano.
-Es demasiado terrible imaginar cómo morirán todos ellos. Demasiado
terrible. –Los ojos de Pressia se humedecen y ella cubre su rostro con una
mano y se mete la cabeza de muñeca debajo de la pera. Il Capitano quiere
consolarla, pero no puede; incluso si pudiera quitar sus manos de los
controles, no la tocaría frente a Bradwell.
Pero justo cuando el horror de todo eso empieza a hacer impacto en Il
Capitano—estos Terrones devorando sobrevivientes en un parque de
Deep in Fantasy Burn
107
atracciones bombardeado—un par de pequeñas notas llenan el aire. Fignan.
Está reproduciendo una grabación que debe de haber capturado la última
vez que estuvieron aquí.
Todos giran y miran a Fignan, quien detecta la atención repentina y calla.
-¡Fignan! -Grita Pressia. -¡Lo tienes!
Fignan hace parpadear su fila de luces, orgulloso.
-Y puede hacerlo sonar a todo volumen también. –Le dice Il Capitano a
Bradwell. -¿O no?
-A todo volumen. -Dice Helmud.
-Sí. -Dice Bradwell. –Pero…
-Tenemos que entregarlo. –Dice Pressia.
-Espera. –Dice Bradwell. –Tiene que haber otro modo.
-¡Pero Fignan puede salvarlos! –Dice Pressia. -Quién sabe qué le pasó a su
sistema.
-Pero no podemos entregarlo. –Dice Bradwell. –Tiene información
importante. Es único en su especie.
-Debemos hacerlo. Van a morir. Lo necesitan.
Y entonces las luces de Fignan parpadean y, de nuevo, una pequeña tonada
se eleva desde él—ligera y suave y rápida.
-Vallan a la puerta de la cabina. –Dice Il Capitano. –Estén listos para entrar
a Hastings y bajar a Fignan. Encontraré una forma de mantener esta cosa
firme.
-Sigue tocando, Fignan. –Dice Pressia, levantándolo y llevándolo fuera del
cuarto de mando. –Tan alto como puedas.
-Ten cuidado con él. –Dice Bradwell, siguiéndola fuera. Fignan se ha
vuelto su compañero leal, un viejo amigo.
El sonido se vuelve más y más fuerte, hasta que es estridente y penetrante,
incluso sobre el rugido de los motores. Il Capitano suelta las cuatro patas
largas que mantienen firme a la nave en el suelo. Hastings sigue codificado
con fuerza, agilidad, velocidad. Con suerte, es lo suficientemente fuerte—
después de su pérdida de sangre y de una extremidad—para agarrarse. Las
patas de aterrizaje zumban con fuerza y se traban en su lugar.
Il Capitano siente una ráfaga de aire entrando a latigazos por la cabina.
Pressia y Bradwell habían abierto la puerta de la cabina. Il Capitano deja
que los buckies tomen más aire. La aeronave resuena y se balancea y brilla
en dirección a Hastings, que había enganchado las piernas—una real, una
prostética—en el último peldaño de la montaña rusa, ahora meciéndose por
los Terrones frenéticos que la golpean por debajo. Il Capitano no será capaz
Deep in Fantasy Burn
108
de ver si desciende lo suficiente para que Hastings se agarre. Pasará por un
punto ciego.
En su último vistazo, Fandra está mirando a los Terrones debajo y Hastings
tiene ambos brazos estirados hacia arriba.
PERDIZ
CARBÓN
Arvin Weed lleva a Perdiz y Beckley a través de un ala del centro médico.
Arvin le está explicando que la Sra. Hollenback coparte un cuarto que se
suponía que era simple. –Nada que pudimos hacer en el momento. Por
supuesto, los otros dos pacientes han sido movidos temporalmente—para
darles privacidad. Ha sido una casa de locos. –Le dice Weed. –Llegó un
punto donde teníamos camas alineadas en el corredor.
Esto hace que el pecho de Perdiz se contraiga. Le gustaría que sea su padre
muerto el que siga cargando con la culpa, pero ¿Por cuánto tiempo lo podrá
mantener? Racionalizando—eso es como Weed lo llamó, y tenía razón.
Pasan al lado de sólo un par del personal médico, hablando por sobre una
pila de historiales. Todas las puertas por las que pasan están cerradas. Se
siente culpable de haber pensado que Foresteed exageraba con la epidemia
de suicidios. Tal vez Perdiz sólo quería una razón para no creerlo y aceptar
la culpa.
-¿Sabe la Sra. Hollenback que vengo? –Pregunta Perdiz.
-Pedí tenerla vitalizada para la visita. Le pregunté a muchos de los
empleados si está lista. –Dice Arvin. –Pensaron que, en realidad, le haría
bien. Te amó como a su propio hijo, ya sabes.
Perdiz sabe que lo aceptó en su hogar y fue amable con él, pero siempre se
sintió una carga en algún punto. –Fue buena conmigo. –Dice.
Llegan a la puerta de la Sra. Hollenback. Su nombre está en un marco
adherido a la pared: HOLLENBACK, HELENIA. MUJER. EDAD 35.
¿Sólo treinta y cinco? Siempre había parecido mayor.
Weed se aleja unos metros de la puerta. Es raro para Perdiz qué tan crecido
está Arvin—un doctor, un científico, un genio. Weed lo odia desde hace
rato—eso es lo que Perdiz descubrió de su acalorada conversación. Aun así,
no puede evitar impresionarse; ya parece un adulto y Perdiz siente que él
sólo lo finge.
Deep in Fantasy Burn
109
-Tus padres deben de estar orgullosos de ti. –Dice Perdiz, tal vez para
entretenerse—le asusta la condición en la que podría encontrar a la Sra.
Hollenback. -¿Cómo están? –Puede no estar seguro de qué lado está Arvin,
pero sus padres estaban, ambos, en la lista de su madre—Cygnus, los tipos
buenos.
-En realidad, se resfriaron.
-¿Resfríos? Nada serio, espero.
-Nada serio. –Dice Arvin y palmea a Perdiz en el hombro. –Buena suerte
allí dentro.
-Haré guardia. –Dice Beckley.
Perdiz asiente, toma un respiro y golpea.
-Tendrás que abrir la puerta. –Dice Weed. –Su voz no es lo suficientemente
fuerte como para decirte que pases. Estaré en la estación de enfermeros.
-Espera. –Dice Perdiz. -¿Me vas a decir cómo trató de hacerlo?
Weed sacude la cabeza. –Ella te lo dirá si quiere hacerlo.
Perdiz pone la mano en la manija, la gira lentamente, y entra al cuarto. Es
blanco y está limpio y brillantemente iluminado. Camina pasando dos
camas vacías. Las de los pacientes mudados para la visita de Perdiz tienen
correas colgando sueltas en sus marcos, lo que le da un escalofrío.
Escucha la voz de la Sra. Hollenback, un susurro ronco. -¿Eres tú?
Camina hacia la cortina que rodea su cama, estira el brazo—y piensa en su
propia madre, la difusa memoria de un cuarto pequeño donde él y Pressia la
encontraron nuevamente, la cápsula cubierta de vidrio, su rostro sereno, sus
ojos abriéndose… corre la cortina y dice. –Sí. Soy yo.
Está delgada y pálida. Tiene los ojos vacíos. Lleva puesto un traje de
hospital demasiado grande para ella y se abre tanto en el cuello que lo
sostiene con una mano, como si rogara lealtad. Pero la parte más
inquietante de su aspecto es su boca. Está ennegrecida—sus labios se ven
cenicientos cuando sonríe, incluso sus dientes son oscuros, como si hubiera
mordido un pedazo de carbón, como si su boca fuera un pozo oscuro.
Ella estira su mano.
Perdiz se le acerca rápidamente y la toma. Se siente fría y huesuda, como la
de un niño en invierno.
Dice, -Oh, Perdiz. –Su voz es áspera.
No está seguro de si lo dijo con ternura o con un toque amonestador. Ha
sido una madre amable con él. En los últimos años, ella fue quien le puso
los regalos de navidad debajo del árbol, quien le dio una cama calentita y lo
alimentó de sus raciones de comida de los domingos. Julby y Jarv lo
trataban como a su hermano mayor. -¿Cómo estás? –Pregunta.
Deep in Fantasy Burn
110
-Bien. –Dice. –Viva, ¿No es cierto? –Su cara se tensa en una dolorosa
sonrisa.
–Cuando te mejores, tendremos una cena juntos. Tu familia, yo e Iralene. –
Dice queriendo hacer lo que sea para mejorar las cosas. -¡Te debo tantas
cenas!
Ella sacude la cabeza. -Oh, Perdiz.
-Eres como de mi familia. –Dice él.
Ella gira la cabeza hacia la almohada. -¿Qué sabemos sobre familia aquí? –
Susurra.
-Tú me enseñaste sobre familia. –Dice. –Y Jarv está en casa, ¿O no? ¿No
quieres ir a casa con Julby y Jarv?
-Jarv. –Cierra su puño sobre su bata de hospital, torciéndolo con fuerza, y
cierra los ojos. -¿No sabes por qué no está bien? ¿No lo sabes?
-No. –Dice Perdiz suavemente.
-Viene de mí. –Dice ella, abriendo los ojos y volviéndose hacia él. –Estoy
mal por dentro. Enferma. Si me abrieras con un corte, Perdiz, no habría
nada más que putrefacción ¿Entiendes? He estado muriendo desde que
entré a la Cúpula. Pudriéndome desde el interior.
-Eso no es verdad. Eres tan buena madre y maestra. Todo el mundo te ama.
Ella sacude la cabeza. –No me conocen.
-Yo lo hago. –Dice Perdiz. –Te conozco y te amo.
-¿Sabes qué hice para estar en esta cama de hospital?
No está seguro de querer saberlo. –Es personal. No tienes que decírmelo si
no quieres.
-Tomé todas las píldoras. Las de Jarv, las de mi dolor de cabeza, las de la
espalda de Ilvander, incluso las que son para calmar a Julby cuando entra
en uno de sus ataques. Las tomé todas. Quería morir. Necesitaba morir.
Pero no me dejaron. Comprimieron mi estómago y me dieron tablas de
carboncillo y trataron de limpiarme. No hay manera de limpiarme—no
realmente. No, nunca.
-Sra. Hollenback. –Dice Perdiz. –No…
Ella se estira y le agarra la manga. –Dijiste la verdad. –Dice. –Me despertó.
No quiere empezar a llorar, pero puede sentir su pecho comprimiéndose por
la culpa. –No quise decir lo que dije. No de la forma en la que lo
escuchaste. No quería decirlo, Sra. Hollenback. Si hubiera sabido que
alguien hubiera hecho esto, no habría…
-¿Sabes a quién dejé morir allí, afuera de la Cúpula? Mi padre era amigo
con alguien que tenía lugares reservados para él, su esposa y sus dos hijas.
Aunque una de ellas era revolucionaria. Le dijo que se negaba a ir. Escuché
Deep in Fantasy Burn
111
a mi padre y su padre hablando. Él dijo: ‘Si sale repentinamente mal, nos
llevaremos a una de tus niñas con nosotros. Ella tomará el lugar de la
nuestra. Desearía poder ofrecer más.’ Tenía dos hermanas ¿A cuál elegirían
mis padres? Tenía una ventaja. Era la única que sabía que competíamos. No
quería soltar que lo sabía y, en su lugar, Ilvander, que ya tenía un lugar,
hizo un plan conmigo. Les dije a mis padres que estaba embarazada. Sabía
que esto nunca se expondría como una forma de ser elegida. Había tanta
vergüenza en ello y, aun así, también sabía que mis padres elegirían
mandarme si estaba embarazada, con un niño dentro de mí. Y entonces todo
sucedió más rápido de lo que nadie esperó. Fui traída dentro. Mis hermanas
no. Se quedaron atrás con mis padres y seguramente murieron. Tú lo
dijiste—somos todos cómplices. Yo también soy una asesina, Perdiz, como
tu padre. Los dejé morir. Debería haber perecido con ellos.
La historia sorprende a Perdiz. Sólo es capaz de murmurar. –No digas eso.
El suicidio nunca es la respuesta.
-Esto no fue un suicidio. Fue una muerte en deuda desde hace mucho
tiempo.
Está entrando en pánico ¿Cómo pude corregirlo? –Mi boda es algo que
esperar con ansias. Quiero que estés allí—toda tu familia—en la fila
delantera.
-Dijiste la verdad.
-¿Qué pasa si estaba mintiendo?
-No lo estabas.
-Qué si te dijera… -Y por unos pocos segundos, deja de respirar ¿Puede
decirle la verdad? ¿Puede ahorrarle un poco de culpa? –Que yo también soy
un asesino.
-Eras demasiado joven. No entendías lo que sucedía—no como nosotros.
No.
-No lo entiendes. –Dice. –Lo maté. Soy un asesino.
La Sra. Hollenback busca su rostro. -¿Lo mataste? –Dice, pero él está
seguro de que sabe de qué está hablando.
-Debía detener a mi padre. –Ahora que dijo estas palabras en voz alta,
quiere contarle todo. –No tuve opción. Planeaba…
Con una mano, ella presiona sus dedos contra su boca, y la otra se toca sus
propios labios ennegrecidos. Sus ojos tiemblan con lágrimas. Sacude la
cabeza y deja que su mano caiga sobre la cama. Mira al techo.
-Perdónanos. –Susurra ella. –Perdónanos a todos.
Deep in Fantasy Burn
112
PRESSIA
HUMO FRESCO
Pressia tiene medio cuerpo fuera de la aeronave. Va a bajarle a Fignan a
Hastings, quien se lo dará a Fandra. Tendrán que arrastrar a Hastings hacia
arriba y dentro de la nave. El viento mete le mete a Pressia el pelo en la
boca y ojos y hace que le golpee las mejillas. Sostiene a Fignan con fuerza
y se inclina aún más hacia Hastings, confiando en el agarre de Bradwell
sobre su cintura, familiar y, aun así, desconocido. Sus alas crujen,
golpeadas por la corriente.
-Está bien. –La reconforta Bradwell. –Te tengo. Lo hago.
Fignan hace sonar la música temática de Crazy John-Johns que ya causó
que un par de Terrones empiecen a retroceder. Pero todavía algunos siguen
golpeando la base de la montaña rusa arruinada. Hastings tiene sus brazos
estirados en lo alto, y Fandra está agachada a su lado, haciendo una mueca
cada vez que los Terrones hacen tambalear el juego.
-¡Más lento! ¡Dile que vaya más lento! –Le grita por sobre el viento Pressia
a Bradwell. Se siente bien gritarle después de la discusión y toda la
distancia entre ellos.
-¡Hace lo que puede! –Le responde Bradwell. Ella conoce su rostro tan
bien—las largas cicatrices en sus cejas, sus pestañas—que puede
imaginarse qué cara está poniendo ahora, su mueca al sostenerla, el ceño
fruncido por el esfuerzo. Está tan cerca que puede ver las arrugas en los
nudillos de Hastings, la fina arena volando por sus cachetes, el brillo de las
armas en sus brazos. Repentinamente, el viento levanta la punta delantera
de la nave. Es como si Hastings estuviera cayendo bajo suyo. Quiere tirarle
a Fignan a Fandra, esperando que lo agarre, pero no puede arriesgarse.
-¡Fallamos! –Grita.
El aumento en el zumbido significa que Il Capitano lo sabe y está subiendo
para girar y volver a intentar.
Estuvieron tan cerca.
Bradwell la empuja dentro de la cabina y se sientan respirando con pesadez.
-Tal vez pueda volver a acercarse de cara al viento. –Dice Bradwell sin
mirarla. –Casi lo tiene.
-Estuvimos realmente cerca. –Dice Pressia. Y mientras se escucha decirle
estas palabras a Bradwell, quiere hacerlo refiriéndose a ellos. Estaban tan
cerca. Estaban enamorados. Ahora esto: el largo silencio, la tensión, la
Deep in Fantasy Burn
113
decepción. Quiere devuelta ese hormigueo que sentía cuando él se le
acercaba, no el golpe de pavor. Sentada tan cerca de Bradwell debería
hacerla sentir segura de sí misma, feliz, incluso aunque esté por asomarse
desde una aeronave a cientos de metros por encima del suelo.
-Lo lograremos esta vez. –Dice Bradwell.
Pressia asientes. Pero no hay esperanza para ellos dos ¿O no? Mira el
parque de atracciones, la montaña rusa parecida a una rebanada de una
serpiente gigante, el horizonte gris. Este ha sido el hogar de Fandra, y
Pressia la va a ayudar a salvarlo. Extraña su propia casa. Tan sucia y torcida
como es, casi está de vuelta, lo que le provoca un raro bienestar.
La aeronave se acerca a las manos estiradas de Hastings.
Pressia se vuelve hacia la abertura de nuevo y se inclina hacia Hastings con
las fuertes manos de Bradwell en su cadera. La nave se tambalea
brevemente y luego para casi por completo, lo que le permite a Pressia
soltar a Fignan a tan sólo unos centímetros del agarre de Hastings.
-¡Lo tiene! –Grita.
Hastings gira rápidamente hacia Fandra, quien lo mira a través de su
cabello revuelto por el viento, de la arena rasposa y del polvo y la ceniza.
Sonríe. Y Hastings se gira y salta hacia una de las piernas de la aeronave.
Se balancea allí por unos momentos y luego hace contacto visual con
Pressia, preparándose para impulsarse hacia ella.
-Cuando cuente tres. –Dice Bradwell.
Ella asiente.
Él aprieta su agarre -Uno, dos, ¡Tres!
Hastings se suelta de la pierna de la nave y agarra la mano de Pressia. Ella
empuja con todas sus fuerzas; los brazos de Bradwell se flexionan,
empujándola hacia su pecho. El suelo debajo es un borrón. A ella se le
llenan los pulmones con aire y los oídos con los ruidos de la máquina—
abrumadores. Los ojos de Hastings están fijos con una determinación
confiada, y ella siente la profundidad de su propia fuerza mientras, con
Bradwell, lo empujan hacia la seguridad de la aeronave. Pressia es un
conector, salvando a Hastings del cielo y después del suelo. Bradwell los
arrastra hasta que están adentro del todo, cayendo hacia atrás sobre sus
enormes alas, empujando a Pressia con él.
Hastings se tambalea con su prótesis repiqueteando contra el piso.
-¡Vamos, Cap! ¡Lo tenemos! –Grita Bradwell. -¡Vamos!
Hastings se endereza y se mueve velozmente hacia la puerta abierta de la
cabina. Sostiene su mano en alto y luego la deja caer. Se sienta en el suelo
de la nave, recostado contra la pared y apoyando su pierna buena.
Deep in Fantasy Burn
114
Bradwell cierra la puerta con cerrojo y se sienta al borde de su silla.
Pressia se mueve rápidamente a la ventanilla. Los Terrones están
retrocediendo apresurados, alejámndose de la música de Fignan, empujando
sus pesados cuerpos por sobre la verja rota. Ve a Fandra. Sus miradas se
encuentran. Pressia apoya su palma contra el pequeño vidrio circular.
Fandra asiente y sonríe. Gesticula un: “¡Gracias!” Pressia quiere detener el
tiempo, hacerle una confidencia, contarle todo, pero la nave acelera,
dejándolo todo atrás. Il Capitano grita: -¿Todos bien?
-¿Bien? –Grita Helmud.
-¡Estamos todos bien! –Dice Bradwell aliviado.
-Estoy feliz de que lo lograras. –Dice Pressia girándose hacia Hastings. Ve
algo de su prostético. Ella se especializó en ellos en los cuarteles de la
ORS, y puede decir que las articulaciones no son muy flexibles, pero es un
trabajo manual firme. La pierna baja está hecha de dos piezas de metal
enganchadas. Se imagina que tenían un montón de partes de las que elegir
en un parque de atracciones.
-Lo hice, sí. –Dice Hastings, todavía respirando con fuerza. –Pero no
estamos bien. No todos.
Bradwell se inclina hacia delante. -¿Por qué hay más sobrevivientes en el
parque ahora?
-Tuvieron que dejar la ciudad. –Dice Hastings. –Ya no era segura.
-Nunca lo fue. –Le recuerda Pressia.
-Es peor ahora. Ataques—nuevos.
-¿Qué tipo de ataques? -Pregunta Bradwell.
-De las Fuerzas Especiales, y ni siquiera tropas realmente codificadas. Los
Miserables dicen que la Cúpula está mandando escuadrones de sólo niños
un poco musculosos. Las fusiones de sus armas son tan nuevas que la piel
se les arruga a su alrededor. –Hastings traga con fuerza. –Me preocupa qué
está pasando dentro de la Cúpula.
-¡Pero Perdiz está a cargo ahora! –Dice Pressia. -¡Se supone que las cosas
deberían ser mejor!
-¿Perdiz está a cargo? -Pregunta Hastings. ¿Willux…?
-Murió. -Dice Bradwell. –Esto no me gusta ¿De qué tipo de ataques
estamos hablando?
-Sangrientos. –Dice Hastings. –Los niños soldados matan a aquellos en la
ciudad—un baño de sangre—pero las madres entraron y los están sacando.
Una matanza en ambos lados.
Pressia se siente inocentemente golpeada. Perdiz, piensa, ¿cómo es que esto
está pasando? -¿Qué más? –Pregunta tomando asiento. –Dinoslo todo.
Deep in Fantasy Burn
115
-Sólo sé lo que les dije. No lo he visto por mí mismo.
No quiere mirar a Bradwell ¿Culpará a Perdiz?
Él dice. –Queremos tirar abajo la Cúpula, Hastings.
Bradwell le explica la bacteria que les dio Bartrand Kelly. –Es nuestra
ahora. –La amenaza cuelga en el aire.
Pressia se sienta y mira el techo curvado. Los motores son ruidosos, y la
nave se tambalea y eleva. Mira nuevamente por la ventana. Están pasando
por el terreno con rapidez—rocas, cascos oxidados de camiones, rastros de
caminos, escombros corroídos. Pronto llegan a Washington DC, y pasan
por la torre caída, por el edificio del Capitolio con su domo derrumbado, y
lo que una vez fue la casa Blanca, reducida a pilones de piedras mohosas—
todo mármol y cal. Y entonces una cebra brinca por entre el pasto alto que
lleva al pantano y al bosque. La aeronave atraviesa una colina.
Su corazón empieza a latir con más rapidez. Respira profundamente. Se
están acercando y ¿qué verá? Una matanza.
Cierra los ojos. Tal vez Hastings está equivocado. Quizá hubo un error en la
comunicación. Ninguna carnicería. Ha habido suficientes pérdidas.
Pero luego escucha decir a Bradwell. -Mira eso
No quiere abrir los ojos, pero lo hace. Y allí está el horizonte—embotellado
con el ascenso de humo fresco. La ciudad está en llamas.
PERDIZ
LLANTO
Sale al pasillo—al brillo de los azulejos, el resplandor de las luces
fluorescentes. Camina con rapidez, pasando a Beckley.
-¿Estás bien? –Le pregunta Beckley cuando lo alcanza.
No se detiene a responder. Perdónanos. Perdónanos a todos.
Weed está allí. Toca el hombro de Beckley y dice. –Dame un minuto con
él. –Weed camina hacia él y dice. -¿Qué pasa?
Perdiz sacude la cabeza y trata de aclararse la mente. –Estoy bien.
-No, no lo estás.
Perdiz camina hacia la pared y estira la mano sobre ella; está fría al tacto. –
Pensé que podría cargárselo al resto al decir la verdad. Pensé que eso me
hacía mejor o exento o algo. –Ve los ojos de su padre agrandándose al darse
cuenta de que lo había envenenado. -Soy uno de nosotros. No. –Dice, y
siente que le falta el aliento. –Soy peor.
Deep in Fantasy Burn
116
Arvin le agarra el brazo. -¡Calla! –Dice en un susurro ronco.
-Sé ahora lo que soy. –Dice Perdiz. –No procesé las mentiras de mi padre,
en lo que todos éramos cómplices, la culpa.
Arvin se le acerca más y le susurra al oído. -¡Cierra el pico! –Su cara está
rígida de enojo. –¿Dejaste que te afectara? Jesús.
Perdiz se da la vuelta hacia Weed, confundido por su súbita rabia. –Acabo
de darme cuenta de que soy…
-¿Quieres ir a casa? ¿Es esto demasiado para tu delicada constitución?
-Retráctate, Weed. –Pero, en realidad, Weed dio en el blanco. Perdiz no
quiere ver a la próxima generación de su padre: filas de clones. Su
estómago no lo soporta.
-Te llamaré un auto así puedes irte ¿Es eso lo que quieres?
-No.
-Debes querer saber. Sólo puedo llevarte a donde demandes que te lleve. –
Susurra Weed. -¿Sabes lo que digo?
Perdiz no está seguro ¿Está Weed bajo el comando de alguien más—uno
que sólo él puede superar? –Bien. –Dice Perdiz. –Sigamos. Llévame con
los bebés.
Arvin llama a Beckley, y juntos, sin hablar, caminan por el corredor hasta
un ascensor hacia otro piso.
Salen a un pasillo enfilado por guardias—uno cada quince metros. Perdiz
recuerda el olor—dulce, y como de blanqueador. -¿Por qué hay tantos
guardias?
Weed dice. –Este piso está reservado para casos especiales.
-¿Especiales cómo?
-¡Gente que merece una segunda oportunidad! –La voz de Weed suena
forzada ¿Piensa que está siendo grabado? Para entonces y dice. -¿Quieres
volver, Perdiz? Puede ser arreglado.
Perdiz se siente como si estuviera sobre un escenario. Dice lo que Weed le
dijo. –Demando ver los bebés.
Weed asiente sin ninguna pista de emoción.
Caminan por el corredor con ventanas alineadas a un lado. Perdiz se acerca
al vidrio y allí ve las filas de pequeñas incubadoras. Los bebés son tan
chiquitos que cabrían en la palma de un hombre. Algunos duermen; otros
patean. Algunas bocas están abiertas, chillando, pero las ventanas deben de
ser a prueba de sonido porque no escucha nada. Dentro de las incubadoras,
en la parte superior, hay pantallas mostrando rostros humanos. Las caras
miran a los bebés con intensidad. Sonríen y parpadean. Sus bocas también
se mueven—como si estuvieran cantando.
Deep in Fantasy Burn
117
Una enfermera camina por entre las filas.
Perdiz toca el vidrio y está tibio. -¿Qué les va a pasar?
-Serán criados en un ambiente perfectamente adaptado donde recibirán la
mejor educación, entrenamiento físico y afecto.
-¿Y padres que los amen?
Weed no responde. Mira por sobre su hombro como si alguien más
estuviera con ellos. -¿Estás listo para ser escoltado fuera?
Perdiz piensa en Lyda—su bebé. Siente que se encuentra en una
locomotora alejándose a toda velocidad de ellos—un compromiso, una
boda… ¿Cómo va a bajarse de este tren?
Y entonces, lejos de allí, un grito hace eco por el pasillo.
-¿Qué es eso? –Dice Perdiz.
-¿Qué es qué? –Dice Arvin. –Puedo hacer que alguien te escolte fuera. –
Dice nuevamente.
Perdiz lo ignora y empieza a caminar rápidamente hacia el sonido. Beckley
le sigue el paso. Los guardias se ponen rígidos y se llevan las manos a las
armas, pero sin sacarlas. Mientras Perdiz gira en una esquina, un guardia se
estira y lo agarra del brazo. Algunos otros bloquean el corredor, lado a lado.
-Quítenle las manos de encima. –Le dice Beckley al guardia.
-¿Señor? –Uno de los otros guardias le dice a Weed. -¿Le pasamos la barra?
-Su palabra es superior a la de todos nosotros. –Dice Weed. –Si demanda
seguir adelante, puede hacerlo.
Hay otro grito.
-¡Demonios! –Dice Perdiz. -¡Demando seguir avanzando!
El guardia afloja su agarre. Los otros le dejan paso.
Perdiz se gira hacia Weed. -¿Siguen torturando gente? ¿Es a lo que te
referías con darles una segunda oportunidad?
-Los protocolos de tu padre siguen en su lugar. No podemos detenerlo todo
ahora que estás al mando—¿Parar la Cúpula mientras chilla?
-¡Maldito seas, Weed! No más tortura.
-Los enemigos de tu padre podrían volverse tuyos.
-No me importa. Se acabó. Ciérralo ¿Sabe Foresteed sobre esto?
Weed asiente. –Vigila el día a día hasta que superes tu—hace una pausa,
buscando la palabra adecuada—proceso de luto, sin mencionar la boda
próxima. Estás ocupado.
-No soy un mascarón para ser enviado a casamientos y funerales, Weed.
Estoy a cargo ¿Sí? ¡Estoy a cargo de todo! Dile a Foresteed que quiero otra
reunión.
Deep in Fantasy Burn
118
Adelante hay más gritos. Perdiz empieza a correr hacia ellos. Pasa por
grandes cuartos vacíos con estantes llenos de Tasers y pequeñas y extrañas
herramientas que no puede reconocer. Algunas de las habitaciones tienen
cámaras; otras están vacías. Varias tienen jeringas alineadas en bandejas
metálicas y esposas en la pared.
-Estás haciendo más cambios. –Dice Weed. -¿No sabes que estas personas
no los soportan?
Perdiz se gira hacia él. -¿Quién eres, Arvin Weed? ¿Quién demonios eres?
¿Quieres que todo esto siga sucediendo? ¿Por qué? ¿Respeto?
Hay un grito gutural de un hombre—no muy lejos. Perdiz corre hacia una
puerta. Está cerrada. –Abre esta puerta. Ahora.
Weed camina hacia un panel en ella. Introduce un código. Cuando la puerta
se abre, grita. -¡Entrando!
Hay tres personas usando un equipo quirúrgico manchado con sangre.
Esposado a la pared hay un hombre. Perdiz puede ver sus brazos
ensangrentados, cubiertos por precisas incisiones. En la mesa frente a él hay
un Taser, una vara de metal e instrumentos quirúrgicos.
-¡Aléjense! –Grita Perdiz.
Todos lo hacen.
Y ahora ve al hombre enteramente; su cuerpo ha sido cortado y cosido. Lo
golpearon tanto que su piel está ennegrecida con moretones. Tiene el rostro
tan hinchado que es casi irreconocible—casi.
El corazón de Perdiz late tan fuerte en sus oídos que lo ensordece. Se acerca
y dice. –Señor….
Los ojos del hombre se abren y sí, es él. Glassings. Su profesor de Historia
Mundial, quien le dio lecturas sobre el bello barbarismo.
-Perdiz. –Dice a través de sus hinchados y partidos labios.
-Profesor. –Dice Perdiz, y luego se gira y dice. –Bájenlo ¡Ahora! Quiero
que lo lleven a mi apartamento. A ningún otro lado. Lo quiero cuidado las
veinticuatro horas ¿Me escuchan? ¡Ahora!
-Es tu enemigo. -Dice Weed.
Perdiz cierra el puño, se vuelve y golpea al otro chico en la mandíbula con
tanta fuerza que Weed se tambalea hasta la pared, de donde se desliza hasta
el suelo. Arvin lo mira, sorprendido. Perdiz también lo está. Se olvida de
que tiene algo de codificación en él—fuerza, velocidad, agilidad. No
mucho—no como las Fuerzas especiales—pero más que Weed, a quién le
realzaron el cerebro, no el cuerpo.
Deep in Fantasy Burn
119
Perdiz encara al resto. –Consigan un doctor. –Dice. -¡Muévanse! –Camina
de vuelta hacia Glassings. –Vas a estar bien. –Dice, pero el hombre había
perdido la conciencia. Su cara está floja.
Ya no soporta estar en este cuarto. Mira todos los instrumentos, los rostros
blancos de los restantes torturadores. Le dice a Beckley, -Asegúrate de que
lo hagan bien.
Se dirige hacia la puerta, pasando a Weed, quien se frota la mandíbula.
-¿A dónde vas? –Pregunta Beckley.
-Solamente quédate. –Dice Perdiz. –Asegúrate de que lo traten con respeto.
Asegúrate… -Pero ni siquiera puede terminar la oración. Mira a Weed y
está seguro de que éste sonríe. Le gustaría volver a golpearlo.
Pero se gira y sale. Glassings. Lo ama. Cuando estaba seguro de que no le
importaba a su padre, pensó en él como una figura paterna—y no puede
soportar lo que le hicieron.
Escucha la voz de Beckley -¡Ahora, con cuidado! ¡Cuidado!—y luego
empieza a correr por el pasillo. Sus nudillos suenan de dolor, pero se sintió
bien golpear a Weed. No sabe a dónde va, pero sigue corriendo hasta que
vuelve al banco de ventanas.
Descansa los puños y la frente contra el vidrio y mira todos los cuerpos
envueltos, los pequeños capullos de sus rostros. Dice. –Voy a ser padre. –Y
tiene miedo—de lo que la Sra. Hollenback se hizo a sí misma y de lo que le
fue hecho a Glassings y del futuro, pero mayormente, en este momento,
está asustado de la delicada piel de los infantes, sus pequeños dedos, los
ojos que apenas se abren. Separa los puños del vidrio y los pone en sus
bolsillos. Ya no le es permitido estar asustado.
PERDIZ
PERIQUITO
Están en los jardines de la academia, rodeados por falsos setos, falsas
camas de flores, falsos cantos de aves en falsos árboles. Es invierno, pero
mantienen el parque viéndose como en primavera. Perdiz odia la
deshonestidad. Sigue conmovido por lo que vio en el centro médico. El
brillo de este jardín—el de los brotes y cerosas hojas—sólo le recuerda la
fealdad oculta bajo la superficie de las cosas en la Cúpula.
Perdiz y Beckley esperan a Iralene y a los fotógrafos que se supone que los
atraparán en su cita, como si no estuviera planeado. Está inquieto. Ella llega
tarde. De todas formas, no quiere estar aquí.
Deep in Fantasy Burn
120
-Quiero ver que Glassings sea acomodado de forma correcta. Asegúrate de
que tenga enfermeros viniendo de a turnos y todo lo que necesite ¿Sí?
Beckley asiente.
-Y cuando diga que acabamos aquí, acabamos. –Perdiz se siente culpable.
Incluso aunque Lyda le urgió hacer esta farsa, lo siente como una traición.
Pero no puede largarse ¿Qué si hay otro brote de suicidios? Sólo se tendría
a sí mismo para recriminar. Y no puede aguantar más culpa. Siente como si
su pecho fuera de plomo con todo esto.
Hay silencio, excepto por el canto de los pájaros. Perdiz mira al centro
agujereado de una margarita y se pregunta si puede ser un pequeño
parlante. No confía en nada.
Beckley dice. –No puedo creer cómo te metiste con Arvin Weed. –Sonríe
anchamente.
Perdiz se frota los nudillos. –No pensé en ello. Sólo lo hice. –Mira los
hombros anchos de Beckley. –Tienes algo de codificación en ti ¿o no?
Apuesto a que hay un molde de momia con tu nombre en el centro médico.
-En realidad, sólo me dieron algo leve. Nada lujoso. Sin moldes.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, hay una forma de hacer la codificación bien con todas las
protecciones incorporadas para hacerlo lo más seguro y específico posible.
Y luego, por mucho menos dinero, puedes hacerlo rápido. No creo que haya
sido bueno para mi salud general, pero no soy un chico de la academia ¿O
no? Soy prescindible, a la larga.
Perdiz recuerda a Wilda—una nena de sólo nueve años—hecha Pura dentro
de la Cúpula, y cómo empezó a desmoronarse tan rápido porque todo era
tan potente y ella tan joven ¿Qué le pasará a Beckley dentro de diez años?
¿Cinco? Perdiz se para y mira al dormitorio de chicos. –No pienso que eres
prescindible. Para nada. –Mira a Beckley, quien asiente secamente y mira
hacia otro lado.
Y entonces oye la voz de Iralene, aguda, dando algún tipo de instrucciones.
Se vuelve y allí está ella, usando un vestido amarillo canario flotando sobre
sus piernas sedosamente. Es de corte bajo y parece un traje para la tarde.
Perdiz no se vistió elegante. Ella está rodeada por un pequeño grupo de
jóvenes mujeres con sonrisas arregladas. Su madre, Mimi, está con ella, con
apariencia fría y enojada. Media docena de fotógrafos marchan detrás de
ellas con sus cámaras apuntándole a él como si fuesen armas.
-Hey, Iralene. –Dice Perdiz. -¿Lista? –Quiere ponerse en marcha.
Deep in Fantasy Burn
121
La boca de ella forma una O perfecta de sorpresa. Sonríe y luego,
extrañamente, se quita sus tacos amarillo canario, enganchándoselos en los
dedos, y corre hacia él. Abre los brazos y, si él no lo hace también, va a
atropellarlo. Así que debe abrirlos, y cuando lo hace, ella salta un poco para
que tenga que atraparla y devolverla al suelo.
-¡Estuviste trabajando tan duro que no tuvimos tiempo juntos! ¡Para nada! –
Inclina la cabeza y lo mira.
Las cámaras hacen erupción con clicks y flashes.
-No los mires. –Dice. –No se supone que sepamos que están aquí.
Las amigas de Iralene—aunque no reconoce a ninguna y se pregunta si
fueron asignadas al trabajo—arrullan y dicen aww como si miraran gatitos.
Perdiz lo odia. -¿Tienen que hacer esos sonidos?
-¡Estamos completamente solos ahora! ¡Por fin! Caminemos hacia la
hamaca de madera cerca del enrejado.
-Bueno.
Se toman de las manos y caminan. -¿Cómo estás? ¡Cuéntame todo de lo
que me perdí!
-La Sra. Hollenback trató de suicidarse tomando píldoras. Están estos bebés
prematuros… no puedo hablar sobre ellos. Han estado torturando gente.
Glassings entre ellos. Parecía casi muerto. Golpeé a Arvin Weed.
-¡Para! –Dice repentinamente, roja de enojo. -¡Sólo, detente!
-Tú preguntaste.
Llegaron a la hamaca. Ella se vuelve a poner los tacos, lo que es tan
inexplicable como el por qué se los sacó. Se sienta en el columpio y se
congela, mirándolo y sonriendo amorosamente.
Él no puede devolverle la sonrisa. Se siente enfermo. Mira de nuevo a los
dormitorios. El ala de los novatos está toda iluminada. Aunque los otros
pisos están oscuros y en silencio ¿Fueron los tres años superiores a uno de
esos deprimentes viajes de campo al zoológico? Extraña todo eso de pronto.
Quiere volver a ser un niño. Le gustaría no saber nada ¿Es acaso eso malo?
-¡Empújame! ¡Empújame! -Dice Iralene, sonando más como una pequeña
Julby Hollenback que como ella misma.
Sus amigas gritan. -¡Sí, sí! ¡Empújala!
Mimi los observa con disgusto.
Se siente tan profundamente manipulado que, por un segundo, no puede
moverse. Se niega a hacer lo que le dicen.
Deep in Fantasy Burn
122
Pero ya está aquí. Firmó. No más sangre en tus manos, escucha susurrar a
Lyda. Se recuerda que no está pasando por este pequeño cuento de hadas
para el séquito de Iralene. Lo hace para salvar vidas.
Se para detrás de Iralene, agarra las cuerdas encima de su cabeza, empuja el
columpio hacia atrás y lo suelta. Un par de empujones más tarde, ella está
realmente planeando, y ahora entiende el vestido. Fue hecho para ondear
perfectamente sobre sus piernas al balancearse en una hamaca de madera.
-¿No estás feliz? –Le pregunta, y por esto probablemente se refiera a: Sonríe ¿sí? ¡Al menos trata de sonreír!
Fuerza una sonrisa. Es doloroso—peor, quizás, porque Beckley está allí.
Las mujeres jóvenes aplauden levemente.
-¡Háblame de algo! –Dice Iralene. –Algo placentero.
Perdiz no puede pensar en nada placentero exceptuando a Lyda. La extraña.
Desea estar aquí con ella. Pero se fuerza a entablar una vaga conversación.
Si dice lo correcto, tal vez termine más rápido. –Me pregunto a dónde
llevaron a los chicos de la academia. Los novatos están aquí, pero eso es
todo.
-Oh, ¿Quién sabe? -Dice Iralene. –¡Estoy segura de que es educacional!
-Cierto. –Dice perdiz, pero mira a Beckley, que está dado vuelta ¿Por qué?-
Beckley, ¿Sabes dónde están los chicos más grandes?
No obtiene una respuesta.
-¡Beckley! ¿Qué pasa?
-¡Un ave! -Grita Iralene entonces ¿Está tratando de distraerlo? -¡Un ave real
y viva! –Apunta a las ramas del árbol.
Perdiz mira hacia arriba. Tiene razón. Es un pájaro real. A veces se escapan
del aviario. Incluso tratan de hacer nidos en los árboles. Pero, sin nada de
comer, mueren rápido.
-¡Es tan hermosa! ¡Atrápala por mí, Perdiz! ¡Atrápala!
-La gente caza mariposas, Iralene. No aves.
-¡Pero tú puedes! ¡Por mí!
-No, de hecho no puedo capturar pájaros. –Se aleja caminando de las
hamacas hasta Beckley. –Dime qué está pasando con los chicos mayores en
la academia.
Beckley no lo mira. –No me es permitido.
-¿Debo hacerlo en forma de orden?
Beckley asiente. –Sip, debes que hacerlo.
-Dime, diablos, es una orden.
-Sólo lo oí por casualidad, no sé si es o no verdad.
-¿Qué?
Deep in Fantasy Burn
123
-Foresteed está atacando. Se llevó a todos los chico de dieciséis para arriba
y comenzó con una codificación masiva. Algunos ya están fuera, uniéndose
a las Fuerzas Especiales en el exterior. Otros están siendo equipados.
-¿A quién está atacando?
-Miserables.
Perdiz siente que la cabeza podría explotarle. Se presiona el talón de la
mano contra la frente.
-¿Por qué? Por el amor de Dios…
Beckley se encoge de hombros. –Una aeronave fue robada, y tuvo que
neutralizar la situación antes de que una amenaza seria pudiera ser… -La
nave que Pressia, Bradwell e Il Capitano y Helmud robaron ¡Pero aun así el
ataque sigue sin tener sentido! Cruzaron el Atlántico. Weed le dijo que a
Foresteed no le importaban Pressia y la aeronave.
-¡No puede atacar! ¡No tiene la autoridad!
-Dirige la milicia, y dado que has estado angustiado…
-¡No estoy angustiado! Demonios ¿Piensas que quiero estar en funerales y
sesiones de fotos? –Piensa en Pressia, Bradwell e Il Capitano y Helmud. No
pueden volver ante un ataque de la Cúpula. Los necesita—en una pieza,
vivos.
-Llama por radio. Quiero una reunión con Foresteed tan pronto como sea
posible.
-¡Perdiz! –Lo llama Iralene. –Necesito otro empujón. –La hamaca está
quieta. Su vestido, ya sin volar a causa del viento, parece una flor marchita.
-Sacaron suficientes fotos. Tengo que irme, Iralene. Perdón. –Se aleja
rápidamente. Beckley está a su lado.
Iralene lo llama. -¡No, Perdiz! ¡El ave! ¡Ven y atrápalo por mí! ¡Es un
periquito!
¿Fue el perico plantado allí? ¿Alguien realmente espera que lo atrape para
ella y se lo dé como regalo?
-Va a morir aquí afuera. –Dice Perdiz. –Necesita ser llevado devuelta al
aviario.
Iralene grita. -¡Oh, no!
Mira hacia atrás y ve al pájaro volando hacia lo que tendría que ser el cielo.
LYDA
SEGUNDA PIEL
Deep in Fantasy Burn
124
Lyda arregló el orbe para que el comedor se viera como parte de una casa
de rancho suburbana, antes de las Detonaciones—nunca compartiría su
mundo cenizo con nadie excepto Perdiz. No lo ve desde su reunión con
Foresteed donde le dio permiso para casarse con Iralene—¿o le instó a
hacerlo? Y si ella hubiera dicho no, ¿Le hubiera realmente importado a un
hombre como Foresteed? Mirándolo ahora, piensa que se suponía que
vagaran por el cuarto, y que ella encontrara su evaluación psicológica. En
retrospectiva, era una amenaza silenciosa—institucionalización de por vida.
Ahora está bajo el cuidado de una mujer llamada Chandry, quien está
descargando un lote lleno de ovillos y agujas de tejer. –Así que ¿con qué te
gustaría empezar? ¿Botitas? ¿Un gorro de bebé? ¿Una mantita?
-¿Puedo preguntar quién te envió? -Dice Lyda tratando de sonar dulce.
-¡Oh, es mi deber! Estoy a cargo de prepararte para la llegada de tu pequeño
bulto. –Palmea la rodilla de Lyda. –Además, tejer es relajante ¡Desteje tus
problemas! –Gorjea- Tengo amigos realmente quebrados por los hechos
recientes ¡Pero no yo! ¡No con el tejido de mi parte!
O se refiere al discurso de Perdiz sobre la verdad o a los suicidios o a
ambos. -¿Eventos recientes? –Dice Lyda haciéndose la tonta.
-Ya sabes. –Dice Chandry. –Tú, de todas las personas…
Lyda, de todas las personas. Se pregunta si la culpa de alguna forma.
Chandry empieza a tejer contándole con lujo de detalles su rápido trabajo.
Lyda interrumpe. -¿Qué hay de malo con lo quebrado? A veces es la forma
correcta en la que sentirse.
Esto hace que Chandry se sonroje, pero sigue punteando. No querría
socavar sus propios argumentos sobre el poder relajante del tejido. -¡No yo!
–Dice y sigue contándole a Lyda cómo sostener las agujas. Le da una
pequeña pieza de práctica que Chandry empezó por ella en casa. Parece
ignorar el hecho de que Lyda aprendió cómo tejer en la academia. Todas las
chicas lo hicieron. Pero no se lo dice. Pretende ser una estudiante terrible.
No es que esté en contra de envolver a su bebé en mantas hechas a mano; es
que no quiere ser reconfortada—por nada.
-También te voy a dar el libro Propio del Bebé. Puedes comenzar a escribir
en él para documentar las alegrías del bebé—¡comenzando desde la panza!
-Las alegrías.
-¡Sí! ¡Las alegrías! Historias tiernas. Ya sabes… ¡Tal vez ansías batidos de
frutilla! Podrías escribirlo en el diario ¡Estas son cosas que un día tu niño
querrá saber sobre su experiencia fetal!
Deep in Fantasy Burn
125
Lyda ansía tener ceniza en su piel. Ansía cazar en el bosque al crepúsculo.
Ansía el desconocido retumbar de un Terrón—la tierra temblando debajo
de tus pies. No dice nada. Si cría a su hijo en la Cúpula, ¿Alguna vez será
capaz de contarle todo esto?
La pantalla de la TV está en blanco. Vio demasiado de las noticias que
están febrilmente lanzando el entusiasmo sobre el compromiso entre Perdiz
e Iralene por los aires, mientras reportan que todo lo demás está bien. No
mencionan las peleas callejeras, los suicidios. En su lugar, hay imágenes
del novio y novia tomándose de las manos y sonriendo.
Chandry le atrapa la mirada en la TV. -Oh, cariño. -Dice. -No quieres ver
qué hay en esa vieja caja parlanchina. Lo sabes. -Y le sonríe con profunda
simpatía molesta.
Lyda quiere darle una cachetada. No quiere su simpatía. Enrolla su pequeña
tira de tejido, toma las agujas y la bola de hilo y se los devuelve a Chandry.
-Ya no quiero hacer esto.
-¿Te sientes enferma? ¿Ansías un batido de frutilla? -Sonríe.
-Me voy a mi cuarto.
-¡Sí! -Dice Chandry. -Debes recostarte un rato.
Lyda agarra el orbe y camina hacia su pieza, cierra la puerta y lo programa
en cenizas. Se acuesta en la cama y mira el techo.
No le podía decir a Perdiz que no fingiera su casamiento. Las estúpidas
sesiones de foto podrían, de hecho, salvar vidas. Pero aun así se siete frágil,
como si estuviera hecha de fino cristal. Podría quebrarse. Recuerda sentirse
de esta forma como estudiante en la academia, pero no fuera de la
Cúpula—no entre las madres, cazando en el bosque ¿Va, toda su dureza, a
erosionarse? ¿Está destinada a ser la persona que solía ser dentro de la
Cúpula? ¿Es que la definió solamente dar un paso dentro?
Cuando escucha a Chandry hablándole al guardia y la puerta del
departamento cerrándose nuevamente, camina en círculos por su habitación
buscando algo ¿Qué? Primero que nada quiere hacer arte—no algo dulce
como una vieja ave de alambre. No. Quiere hacer algo resistente, que dure.
Cuando abre el armario, encuentra perchas de alambre. Las saca y las deja
caer al suelo—que se ve hollinado y manchado.
Recuerda las estúpidas esteras para sentarse que la tuvieron trenzando con
tiras de colores cuando la encerraron en el centro médico, cómo tejía y
destejía la suya en solitario. Se sienta entre las perchas y las estira para que
se suelten las puntas de cada una. Las endereza y empieza a trenzar.
¿Qué está tejiendo? No está segura. Simplemente urde sin cesar hasta que el
metal forma un gran rectángulo. No la tranquiliza, lo que es bueno. La hace
Deep in Fantasy Burn
126
sentirse vital, en control. Todavía puede ver a Perdiz en la cámara de su
padre, las fotos de su familia perdida desparramadas a su alrededor. Sigue
amándolo—asesino y todo. Pero después de ver su evaluación psicológica,
su deseo por salir aumentó. Quiere estar allí afuera en el mundo—
comoquiera que se viera, sin importar lo salvaje y sin domar. Incluso si
todo se solucionaba e Iralene desaparecía para poder ocupar ella su rol—
Perdiz le prometió—no puede quedarse aquí y ser la esposa feliz, usando
perlas, tejiendo botitas, escribiendo en libros de bebés. Esa noche cuando
ella y Perdiz yacieron juntos bajo su abrigo en el marco de una cama de
bronce en una casa sin techo, con sólo el cielo gris sobre sus cabezas, él
quería que fuera con él. Ella se negó. Aunque esta vez lo convencería a él
de que viniera con ella. Esta vez, se mantendrían juntos. El bebé los
mantendría unidos ¿O no? Eso es lo que los bebés hacen. Unen familias.
Su padre vio el fin ¿Previó cómo, eventualmente, habría tan poco de qué
vivir? La gente se amontonará y hará guardia y después robarán y pelearán
y matarán por lo que queda. Son todos animales. No quiere ser uno
encerrado.
Sigue tirando de los alambres, apretando el tejido hasta que sus dedos están
demasiado rígidos para continuar. Sostiene en alto lo que se ve como un
escudo tejido—hermoso, fuerte, pero también flexible. Se para y camina
hacia el espejo—oscurecido por la imagen de la ceniza. Puede ver su vago
reflejo. Presiona el metal trenzado contra su cuerpo. Su panza va a
hincharse, pero el metal es maleable. Podía ser moldeado alrededor de su
estómago—no importa qué tan grande.
Y entonces sabe qué hizo.
Una armadura.
Una segunda piel de metal.
Es arte, si nadie pregunta. Pero para ella, es también protección y control.
Es quién es ella—no alguien que teje botitas para calmar sus nervios.
Podría sentirse un poco quebrada, pero también es fuerte. No puede
apoyarse sólo en Perdiz. Debe ser capaz de defenderse. Esta es su
protección.
La esconde al fondo del armario, detrás de esponjosos vestidos de
maternidad.
IL CAPITANO
ALETEO
Deep in Fantasy Burn
127
No es sólo la ciudad. Dando vueltas desde arriba, puede ver que todo ha
sido recientemente incendiado. Las esternías no tenían mucho que quemar,
pero Il Capitano baja la aeronave lo suficiente para ver un par de Terrones
ennegrecidos arqueados, saliendo de la tierra como peces muertos
asomándose en la superficie de un estanque para tomar aire. Los otros
Terrones están en silencio, como si les asustara alzar la cabeza.
Atraviesa los fundizales, que están vacíos. La selva de gimnasios de
plástico ya se había fundido en manchas, pero algunas de las casas que
habían sido parcialmente reconstruidas habían sido destrozadas de nuevo
por los incendios. Los toldos aletean en los fuertes vientos. Los cuarteles de
la ORS y el bosque cercano donde él y Helmud habían cazado por años,
siguen humeando, perdidos en grandes nubes grises e hinchadas.
El puesto fronterizo que fue en algún momento un internado debe ser el
peor—las tiendas de los sobrevivientes están negras y habían colapsado
sobre sí mismas como puños cerrados. La piedra del edificio sigue de pie,
pero el fuego había engullido a la edificación misma. Se acerca lo suficiente
para ver que sigue habiendo gente allí, aturdida y buscando a quienes
perdieron. Solo unos pocos miran hacia arriba al escuchar el zumbido del
motor. Pero no se refugian. Simplemente se detienen y alzan sus rostros
hacia el sonido. La pequeña cabaña donde Pressia ayudó a Bradwell a
recuperar fuerzas sigue allí, pero el techo había cedido y los árboles a su
alrededor que tenían ramas que los sostenían contra el suelo como raíces,
son sólo troncos achicharrados.
Aquí y allá, incluso las más pequeñas estructuras ardieron o siguen
lanzando humo—las casetas de pastores y recolectores, cobertizos, los
techos de madera de altares hechos manualmente, los postes alrededor de
cementerios. Humo sube en ráfagas, temblando, al cielo, arremolinándose
en los terrenos como sábanas masivas.
Poco después de recoger a Hastings, éste caminó hacia la cabina de control
para preparar a Il Capitano para la devastación. Le contó las historias de
aquellos que lograron llegar a Crazy John-Johns. Il Capitano asintió. -Algo
que conozco es la asolación, Hastings. No te preocupes.
-Preocupes. -Había dicho Helmud, y tenía razón. Nada podría haberlo
preparado para esto. Su hogar siempre había estado quemado y lleno de
cenizas, pero luchando para volver. Y ahora es como si toda la vida y
energía y fuerza que costó reconstruir se había esfumado.
Deep in Fantasy Burn
128
Ve un campo vertiente donde los adoradores de la Cúpula, hace un tiempo,
construyeron una hoguera por su cuenta. Ido. Todo. Allí es donde aterrizará
la aeronave.
Desciende más y más, hasta que finalmente le grita al resto. -¡Sujétense
para el aterrizaje!
-¡Sujétense! ¡Sujétense! –Grita Helmud y se agarra de Il Capitano con tanta
fuerza que el mayor debe tirar los hombres hacia fuera para tener suficiente
movilidad para trabajar los instrumentos.
-¡Afloja, Helmud!
La nave planea y luego se sacude mientras empieza a descender. El suelo
está llegando demasiado rápido.
-¡Afloja! –Grita Helmud. -¡Afloja!
Il Capitano va un poco más lento, pero los motores suenan débiles. No
quiere que el motor se pare. Así que deja a las Buckies tomar más aire—
demasiado. La aeronave cae. Una de las patas de aterrizaje golpea el suelo,
acanalándolo y esparciendo un penacho negro de ceniza. La nave baja su
otra pata y también derrapa. La máquina se inclina hacia delante sobre sus
dos piernas delanteras, vacilando por un momento con la nariz colgando
justo por encima de suelo, antes de sacudirse hacia atrás, sobre sus cuatro
prolongaciones, sólidamente.
Il Capitano suspira silbando. Helmud le hace eco.
Escucha abrirse la puerta de la cabina. Deja a los otros salir de un salto. No
tiene apuro para ver más. Se toma su tiempo apagando los motores. No sabe
cuándo volará de nuevo. Palmea la pared de la cabina de mando.
-La extrañaremos, ¿O no, Helmud?
-Extrañar. –Dice Helmud, como si ya estuviera listo para salir adelante.
Siguen al resto al suelo, que está duro por el frío. No hablan ¿Qué
demonios podría alguno decir? El humo que los rodea es tan espeso y
oscuro como la niebla de Irlanda era blanca. Le arden y lloran los ojos. Se
cubre la boca con la manga.
Pressia da una vuelta, tratando de comprender la destrucción a través de las
bandas de humo. –¿Dónde están Wilda y el resto? ¿Cómo vamos a
encontrarlos siquiera?
Bradwell extiende sus anchas alas y se envuelve con ellas—sólo se ve su
rostro, su barbilla sobresaliendo. Il Capitano siente como si sus piernas
fueran a ceder, y Helmud parece repentinamente tan pesado en su espalda
que descansa sobre una rodilla.
Deep in Fantasy Burn
129
Hastings tiene una postura firme, balanceando su peso entre su pierna real y
la prótesis. Finalmente dice. –Este verano, compré libros para todo el ciclo
escolar.
Al principio, Il Capitano no sabe por qué diría algo así ahora, pero entonces
Bradwell dice. –Recuerdo dar esas lecciones de Historia Eclipsada. Lo tenía
todo claro. Sabía qué hacía y por qué. –E Il Capitano entiende. Están
preguntándose qué demonios le pasó a todo lo que una vez supieron que era
verdad.
Pressia dice. –Hacía juguetes a cuerda. Algunas veces aleteaban, pero
nunca logré hacerlos volar.
Il Capitano dice. –Yo tenía este diario. Probaría bayas en los reclutas para
ver cuáles eran venenosas. Tenía un sistema. Dibujaba en él. Era bueno en
eso.
-Era bueno. –Dice Helmud, como para resumirlo. Una vez, hace mucho
tiempo, antes de las Detonaciones, todos eran buenos. Il Capitano siente un
ataque de ira más fuerte que cualquiera que haya sentido antes. Golpea el
frío suelo con sus puños. Siente el deseo de venganza pulsando en él.
Bradwell es el primero en decirlo. –Tirémosla abajo.
Il Capitano dice. –La bacteria es un regalo. Nos dieron un regalo. –Puede
sentir el cosquilleo de la gruesa cinta sosteniendo en su lugar a la caja
protegiendo a bacteria.
-Un regalo. –Dice Helmud.
-No. –Dice Pressia. –Debemos hablar con Perdiz. Algo fue mal. No haría
esto. Lo sé.
Esta vez tiene a alguien que la resguarde sin vacilar. –Perdiz nunca dejaría
que esto pase. –Dice Hastings. –Lo conozco. Éramos amigos. Créanme.
-Eran amigos. –Dice Il Capitano. –Conozco el poder por mano propia. Sé
qué puede hacerle a tu cabeza. Sales del otro lado retorcido.
-Retorcido. –Dice Helmud. Sabe de qué habla su hermano. Llevaba en
consecuencia la quemadura.
Pressia dice. –Debemos tratar de entrar. Apeguémonos al plan.
-Ese nunca fue mi plan. –Dice Bradwell.
-Bueno, fue el mío. –Dice la chica.
Bradwell camina hacia ella. -¿Lo hueles en el aire? ¿Sabes de qué es ese
olor?
Mira a Il Capitano y Helmud, después a Hastings. –Humo.
-No.- Dice Bradwell. -¿Qué hay dentro de ese humo?
-No. –Dice Il Capitano
Deep in Fantasy Burn
130
-Pelo y carne. Eso es lo que arde, Pressia ¿Cuántas veces vas a perdonar?
¿Cuántas veces caerás en la trampa al pensar que podemos razonar con
ellos? Son asesinos. Perdiz está, o demasiado débil para detenerlos, o es
uno de ellos. De cualquier manera…
-También eres el hijo de tu padre, Bradwell. –Le dice Pressia. –Y de tu
madre. Ellos no trataban de matar a Willux. Creían en la verdad ¿Era su
religión, no? Tú lo dijiste. Creían que liberaría a la gente ¿No lo crees?
Bradwell cierra los ojos y deja a sus alas atrapar el viento y abrirse un poco
en su espalda. –No. –Dice. –Ya no sé en qué creo.
Pressia se mete la cabeza de muñeca debajo del mentón y se cubre la boca
con la mano. Dice. –Puedo ir sola.
-Mantengámonos juntos, por ahora. –Dice Il Capitano. –Al menos hasta que
sepamos a qué nos enfrentamos, hasta que nos orientemos.
-A qué nos enfrentamos. -Dice Helmud con miedo.
Pressia no parece convencida.
Il Capitano trata desde otro ángulo. –Hay gente que nos necesita aquí,
Pressia. Quieres ayudarlos ¿Correcto? Quieres encontrar a Wilda y a los
otros niños, ¿No?
Ella mira el rostro de la cabeza de muñeca. La inclina para que cierre los
ojos ¿Tiene miedo de que estén muertos? ¿Tiene miedo de que sea
demasiado tarde para llevar la cura a la Cúpula, encontrar a los niños,
salvarlos?
-No puedo dejarte entrar a la Cúpula. –Dice Bradwell. –No puedo dejarte ir.
Il Capitano mira a Pressia. Puede decir que está sorprendida. Mira a
Bradwell, luego a Il Capitano y Hastings, después aparta rápidamente la
mirada ¿Está Bradwell confesando algo aquí—relacionado con el amor? Il
Capitano se siente enfermo.
-Antes de irnos. –Dice Pressia. –Había viajado la palabra de que el Cap
levantó tiendas médicas en la ciudad. Una vez quemado el puesto
fronterizo, ese sería el lugar más lógico para llevar a los niños.
Las tiendas médicas se han ido. Esa es la verdad pero Il Capitano no lo
dice. Quizás Pressia lo sabe o tal vez vive de la esperanza. –Está bien. –
Dice él. –Empecemos por allí.
Pero sabe que probablemente sólo se compró un poco de tiempo antes de
que ella los deje a todos para seguir su propio camino.
PRESSIA
LLAMANDO, LLAMANDO
Deep in Fantasy Burn
131
Pressia ya había decidido dejarlos. Cuando fuera el momento correcto, se
escabulliría. Es más fácil de esta forma. Sin discusiones. Sin peleas. Debe
encontrar a Perdiz. Debe conocer la verdad.
Cuando Bradwell le preguntó si sabía qué era el olor en el viento, quiso
darse vuelta y golpearlo. Recuerda el olor a carne y cabello quemado de los
días en los que la ORS estaba en el poder, tan bien como de su niñez
temprana—de las Detonaciones. Había embotellado las memorias por tanto
tiempo, pero ahora recuerda los incendios, peor que estos porque a aquellos
los provocaba la radiación—¿O era que las explosiones hicieron todo
susceptible a volverse yesca? Los ciclones de fuego partieron todo, llevaron
a gente hacia el agua—personas ya medio muertas. Su abuelo la había
sostenido contra su pecho y, en una pierna, se arrastró por los restos. La
ayudó a trepar y atravesar un río taponado de muertos.
Pasaron por el río mientras volaban. En sus bordes había hielo, una orilla
blanca. Pressia recordó cómo fue casi ahogarse en él—la fría oscuridad a su
alrededor, ese sentimiento de ser salvada, alzada por manos que no podía
ver ¿Lo vio Bradwell fuera de su ventana—el lugar donde casi mueren
congelados? ¿Recuerda el sentimiento de sus pieles tocándose? Ella lo
hace. Nunca lo olvidará. El recuerdo hace que su piel se sienta caliente.
¿Y luego Bradwell le dijo que no podía dejarla ir? Sólo se refiere a que no
la dejará irse. Le está diciendo qué puede o no hacer. Él la miró una vez,
después, más tarde, de nuevo. Pero Pressia pretendió no notarlo. Si no
puede perdonarla, debe endurecer su corazón ¿o no? Debe hacerse de acero.
Mientras tanto, hace su plan.
Por supuesto, no puede sacudirse la pregunta que late en su cabeza—
¿Perdiz hizo esto? Le hace eco con cada paso. Tiene que confiar en Perdiz
¿En qué más puede creer? Ve una fila de árboles torcidos y quemados en la
distancia ¿Los vio alguna vez antes? Sabe que sí. Pero ahora han sido
reducidos a rayos carbonizados. Se siente más vieja. Los árboles muertos,
como monumentos a la destrucción, sobresalen para ella individualmente.
Cada uno sufrió por su cuenta. Cada uno ha sido forzado a ser algo que
nunca se supuso que fuera. Cada uno es ahora parte de una pérdida mayor.
Caminan por entre los árboles hacia la ciudad, usando los restos como
refugio. Las plantas parecen cactus. Desnudas. Aisladas. El cieno entra en
los troncos del lado prevaleciente al viento. Los sistemas de raíces de araña
volteados verticalmente agarran lo que atrae el viento—mayormente basura
y podredumbre que vagó por estos páramos buscando descanso, un lugar
donde parar, un final a todo. Mira por entre las ramas bajas, buscando el
Deep in Fantasy Burn
132
movimiento de cualquier figura o algún borrón de color. -Hastings, -Dice
cada algunos minutos. -¿Algo?
Sus sentidos han sido codificados, pero el humo en el aire limita su visión y
sentido del olfato. -Debemos seguir moviéndonos. –Dice él.
-¿Estamos siendo seguidos? –Pregunta ella.
-Son débiles. –Dice él. –Y no muchos. Sólo tenemos que continuar.
En más de una ocasión, escuchan pasos, un roce ¿Son las Fuerzas
Especiales? ¿Los están rastreando? Si son los soldados, no abren fuego.
Y luego, devuelta en el descubierto, Pressia ve rastros de sangre en el sucio
aire. Es la escena de una batalla—los restos sangrientos de cuerpos siendo
arrastrados—¿Las Madres y sus hijos o las Fuerzas Especiales? Pasan un
montón de escombros atrapados contra una berma. Tal vez allí había un
camino, quizás un estanque para almacenar agua. Pero la berma agarró todo
lo que no la pasó por arriba. Pasan un camión de basura con las luces
delanteras vacías, un carro de supermercado, losas de concreto quebradas,
barras de acero, y suciedad y ceniza y cosas irreconocibles por las
explosiones. Alguien hizo el camión. Alguien lo condujo. Alguien empujó
el carrito y alguien yació el concreto. Y allí, debajo de una mancha de barro
seco, una bola aplastada. Casi puede escuchar al niño pateándola. Esto la
aplasta.
Después de un rato, se encuentran con otro desastre sangriento—esta vez,
los cuerpos de los sobrevivientes que no habían sido sacados. Los muertos
contaminan el suelo, sus extremidades, torcidas, las heridas de bala,
abiertas y oscurecidas por la sangre seca.
Siguen andando.
Una vez en la ciudad, Pressia entrevé la cruz distante en la punta de la
Cúpula. En algún lugar de estos corredores y calles escombras, dejará al
resto detrás. Pero es difícil mantenerse centrada en la Cúpula. Il Capitano
tenía razón; se está desesperando por encontrar a Wilda y los niños. No
puede irse hasta saber que están a salvo. Acercándose al área donde una vez
estuvieron las tiendas médicas, empiezan a llamar a Wilda mientras se
abren paso. La lluvia parece, al principio, un milagro, despejando el humo,
enfriando los restos, mojando todo que siga ardiendo, pero no amaina. Sólo
empeora, cayendo sobre ellos mientras buscan a Wilda y los niños,
llamando y llamando por las calles vacías. Sus ropas y botas están
empapadas. El cabello de Pressia se le pega al rostro. Bradwell la lleva
mejor—sus alas lidian con el agua.
Deep in Fantasy Burn
133
La pira para disponer de los muertos se apagó, e incluso si parara de llover,
pasaría un largo tiempo antes de que la madera se seque lo suficiente para
volver a encenderla.
Hallan un grupo de sobrevivientes cavando una tumba masiva, hay cuerpos
apilados cerca. Al menos ahora el suelo ya no se encuentra congelado y
cede un poco.
Al adentrarse en la ciudad, empiezan a escuchar gritos de nuevos huérfanos
y padres llamando a sus niños. Las quemaduras recientes y verdugones y
ampollas cubren las viejas cicatrices—una capa de dolor fresco sobre el
viejo. Pressia protege más el contenido de su mochila que nunca. El vial y
la fórmula pueden volver a hacerlos enteros, ¿o no?
-¡Wilda! –Sigue gritando Pressia, su voz uniéndose al coro de voces
llamando a los perdidos. -¡Wilda!
Hastings no se aparta de ellos para que esté claro que no es una amenaza—
quizás, incluso un prisionero. Pressia le pregunta a los sobrevivientes si
vieron a los niños. –Podría haber parecido que temblaban. Podrían haber
estado siendo llevados sobre la espalda de otra gente.
Los sobrevivientes sólo la miran ausentes y se encogen de hombros.
Pero luego Pressia ve a un hombre que reconoce del puesto fronterizo.
Tiene el brazo rociado de metal y un engranaje en la mandíbula.
-Disculpe. –Dice ella.
Él alza la vista.
-Estamos buscando a niños que estaban siendo cuidados en el edificio
principal del puesto fronterizo. Enfermizos. Temblaban y probablemente
habrán estado con enfermeras. Usted estaba allí. Sabes a quiénes me
refiero.
-Idos. –Dice el hombre, el engranaje en su mandíbula hace click.
-¿A qué te refieres con—idos? -Pressia se acerca un paso. -¿Están muertos?
-Siente un incremento de miedo.
-Se llevaron a los niños en sus espaldas y siguieron ¿Quién sabe a dónde?
¿A quién le importa? No había a dónde ir. Estaban en todas partes. Querían
asesinarnos a todos. Golpeé a uno hasta matarlo con una roca. –El hombre
se mira las manos con corteza de metal, sus dedos se curvaron como si
sostuvieran la piedra en ese momento. Sus ojos se abrieron en un instante. –
Y era sólo un niño. Era sólo un niño. Un chico muerto. Un sangriento chico
muerto. –Mira a Pressia. –Como mi propio hijo. Esa era la cosa. Se veía
como mi propio hijo—si hubiera nacido bien y hubiera vivido. ¿Hizo Perdiz esto?
-Lo siento. –Dice Pressia. –Lo siento tanto.
Deep in Fantasy Burn
134
El hombre la mira con claridad, como si acabara de despertar. –Iban a
llevarlos a la ciudad—esos niños temblorosos en sus espaldas, aquellos
pálidos niños temblorosos. La ciudad. Por ayuda. Pero vi humo saliendo de
allí también, así que ¿quién sabe a dónde fueron? ¿Quién sabe? –Se aleja
arrastrando los pies.
Hastings, con su escucha mejorada, es bueno localizando gente gimiendo
desde los restos de cobertizos derrumbados y buscando a personas
atrapadas dentro. Se detienen y cavan, encontrando cuerpos—algunos
vivos, algunos muertos por inhalación de humo. Il Capitano trabaja con
sobrevivientes atendiendo heridas, entablillando. Mientras cava, sacando
piedras y rocas, Pressia sigue llamando a Wilda. Se vuelve una canción, una
oración. Su voz está áspera y desgastada.
Wilda. Lo grita tantas veces que ya no suena como un nombre—sólo dos
sonidos unidos y resonando una y otra vez.
Siguen andando, pasando a gente que apenas se sostiene. Ve un Amasoide
sentado sobre escombros—tres mujeres que apenas reconoce. Una está tan
gravemente quemada que no lo logrará ¿Qué le pasará a las que están
fusionadas con ella? No sobrevivirán a la muerte. Una sostiene una tela
húmeda sobre los labios de la víctima. La tercera mira hacia otro lado.
Pressia, Bradwell, Il Capitano y Hastings ayudan a llevar a los muertos a la
tumba gigante. Se inclinan contra el viento frío, sudando por el trabajo, con
las manos empezándoles a entumecerse. Ocasionalmente, uno se hace a un
lado para recuperarse. Respiran con pesadez. A veces gritan. Pero después
vuelven. Listos para seguir.
Los adoradores de la Cúpula están quebrados. No es que ya no crean en
ella. Es que la pena los envolvió. Están vacíos.
Un hombre con una pierna mal y el rostro moteado de cobre, les dice que
los muertos incluyen a las Fuerzas Especiales. –Por allí sus cuerpos—les
arrancamos las armas de los ligamentos. Incluso logramos que algunas
funcionaran. Pero mantenemos sus cuerpos cubiertos. No soportamos la
visión.
Hay tres bultos envueltos en una sola sábana oscura, manchados de sangre
seca. Pressia entiende por qué no querrían ver los ojos muertos del enemigo
observándolos.
-Jóvenes los que mandan ahora. –Sigue el hombre diciendo. –Como si se
les hubieran acabado los suficientemente grandes para ser soldados y
mandaran a sus hermanos pequeños.
Pressia se imagina brazos abultados con armas demasiado grandes para que
sus delgadas figuras las sostengan.
Deep in Fantasy Burn
135
-Con cuidado. –Dice el hombre. –Algunos siguen allí afuera. No muchos,
pero también tienen buenos ojos.
Pressia sigue llamando a Wilda mientras se mueven por las casetas del
Mercado Negro que fueron quemadas a cero, los toldos, carpas y
cobertizos. Todas las mercancías fueron carbonizadas más allá de todo
reconocimiento, apiladas. Sobrevivientes las revuelven.
Pressia escucha un gimoteo. Camina hacia una pila de rocas—lo que solía
ser una casa casera—y comienza a cavar.
-¡Hay alguien vivo aquí! –Grita y los otros se reúnen. No se paran sobre la
pila de escombros—demasiado peso. Pero toman las piedras a medida que
ella las levanta. -¡Escucho una voz! –Dice.
Las caras de Il Capitano y Helmud están manchadas de ceniza. La de
Bradwell, enrojecida por el frío. Hastings no lloró—tal vez esté
programado para no hacerlo—pero su rostro se ve perdido y quebrado.
Ella escarba más cerca del gemido ¿Va a sacar una última piedra y ver a
Wilda? Rodea la roca con las manos, hace palanca hasta que logra sacarla.
Y allí está la cara de una mujer, pálida y de labios azules—jadea y entonces
se le ponen los ojos vidriosos. Está muerta, pero luego hay un sollozo
¿Puede ser que esta mujer sea una de las enfermeras de los niños?
Pressia dice. -¡Wilda! ¡Wilda! –Incluso aunque sabe que no puede ser
Wilda ¿o no?
Il Capitano dice. –Pressia. –Como advertencia. Tal vez sabe que su corazón
está fijo en encontrar a la niña.
Y entonces saca las rocas suficientes para ver un pequeño perro gris—la
mira con los ojos grandes, temblando. La mujer protegió al can apretándolo
con fuerza contra su cuerpo. Pressia se estira y toma al perro por sus
huesudas costillas.
Lo alza, le frota las orejas y, tan pronto como baja de los escombros, el
perro se tuerce en sus brazos y salta al suelo, alejándose corriendo.
Sus brazos están vacíos. Siente como si el corazón fuera a salírsele del
pecho. Se sienta en el piso.
Bradwell camina hacia ella. -¿Estás lista ahora?
-¿Qué?
-¿Has visto suficiente?
Se siente mareada y enferma. –Si entro y encuentro a Perdiz y trato de
averiguar qué está pasando allí adentro, y puedo llegar a los laboratorios y
hacerlos empezar a trabajar en la cura mientras ustedes siguen buscando…
Sólo sigan… buscando… a Wilda y… -Se siente sin aliento, como si su
garganta empezase a contraerse. Se pone una mano en el pecho.
Deep in Fantasy Burn
136
Bradwell se sostiene la cabeza con ambas manos. –Pressia, después de todo
lo que hemos visto, luego de todos estos cuerpos muertos y destrucción,
¿Quieres entrar y tratar de averiguar qué está pasando? ¡Creo que sabemos
qué está pasando! Perdiz necesita ser detenido. Es peor que su padre—ya
sea si es demasiado débil para evitar que pase esto o él es el que lo ordena.
Ella sacude la cabeza. –Debemos tratar de hablar con él. Debemos tratar de
ayudar a los niños.
-¡Demonios, Pressia! –Dice Bradwell. -¡Wilda y los otros niños están
muertos!
El aire parece dar latigazos a su alrededor. Parpadea y siente un pulso
eléctrico en la cabeza.
Bradwell susurra. –Wilda está muerta.
-No lo sabes. –Dice Pressia, pero su voz es pequeña. Mira a Il Capitano. –
Cap, díselo.
Il Capitano mira el suelo, y ella sabe que él también piensa que están
muertos.
Se para y toma a Il Capitano de las mangas del abrigo. -¿Por cuánto
tiempo… por cuánto tiempo me lo ocultaste? Cap, dime ¿Por cuánto?
-Nunca pensé que había muchas probabilidades. –Dice él. –Pero cuando
sólo había más y más muertos…
-Cállate. –Dice ella en voz baja.
-Pressia. -Dice Il Capitano. –Deberíamos escuchar lo que Bradwell tenga
que decir. Él…
-Cállate. –Le dice Helmud,
Wilda y los niños no pueden estar muertos. Se perdieron—eso es todo.
Pressia comienza a llorar y se aleja de ellos hacia un puesto del mercado
volcado. Wilda es una sobreviviente, como ella. Si está muerta, entonces
alguna parte de Pressia morirá con ella. –No. –Dice girándose hacia el
grupo. –No saben si están muertos. No pueden darse por vencidos en la
gente.
Bradwell sacude la cabeza.
-Tan solo sigamos moviéndonos. –Dice ella.
Y lo hacen, pero pronto sólo hay más muertos que atender.
Bradwell, Il Capitano y Hastings arrastran un Amasoide muerto—dos
hombres anchos—fuera de los restos. Están absortos en el esfuerzo—
incluso Helmud.
Pressia sabe que de la única forma en la que de verdad puede ayudar a su
gente es llevando al vial y a la fórmula dentro de la Cúpula. Da un último
vistazo—Il Capitan con Helmud colgándose a su cuello, el suave brillo de
Deep in Fantasy Burn
137
las alas de Bradwell y Hastings levantando la mole del peso del
Amasoide—y gira en un corredor y empieza a caminar con rapidez. No
correrá. Es demasiado parecido a escapar. Da la vuelta en otra calle y
después en otra.
Las voces de hombres y mujeres llamando a niños suenan en las calles,
sobreponiéndose. Y chicos también. Niños perdidos. Sus llamados no
encajan. Sus voces sólo parecen aumentar de volumen, más insistentes
¡Wilda, Wilda, Wilda! No puede abrir la boca y llamar su nombre. Se
quebrará. En su lugar, el nombre de la niña resuena en su cabeza.
Ve a un niño de unos doce años. Es difícil decir. Los sobrevivientes son a
menudo engañosos. Él también camina rápido, aunque una de sus piernas
parece fusionada a un tornillo, como si la unión de su rodilla fuera parte
metal y se hubiera oxidado en él, quedando trabada. Un lado de su rostro se
ve frescamente escaldado. No levanta la mirada. Cuando pasa, le dice. –
Perdóname ¿Puedes hacerme un favor?
-El mundo no funciona en base a favores. –Dice él. -¿Qué tienes?
Posee cosas preciosas—el vial, la fórmula—pero no significarían nada para
él. Hurga en su bolsillo. Saca una lata de metal. –Necesito un mensajero.
El niño ojea la lata con hambre. -¿Cuál es el mensaje? ¿Para quién es?
PERDIZ
PÍLDORA
Perdiz camina hecho una tormenta por el corredor de su edificio
departamental, lanzado con adrenalina. Le gustaría golpear a Foresteed
como se metió con Arvin Weed, pero eso no haría mucho bien. Con
Foresteed, debe ser racional—firme, duro, calmo.
¿Y quién demonios es Arvin Weed, de todas maneras? Weed ayudó a hacer
el asesinato posible, ¿Y todavía sigue llevando a cabo los deseos del
hombre muerto? Pero entonces Perdiz piensa en su tiempo en la cámara
secreta de su padre: ¿Él también sólo lleva a cabo los deseos de su padre?
Beckley trota para mantenerle el paso. No hablan. Perdiz le grita al guardia
en su puerta al final del pasillo. -¿Está Foresteed aquí?
-Todavía no. –Dice el guardia mientras le abre la puerta torpemente.
Perdiz y Beckley entran a la sala, donde un doctor le da instrucciones a una
enfermera.
-¿Está Glassings aquí? –Pregunta Perdiz.
-Hola, Perdiz. –Dice el doctor.
Deep in Fantasy Burn
138
-¿Dónde está? –Dice Perdiz, los pasa volando y camina por el corredor
hacia los cuartos.
Escucha a Beckley ordenándole al doctor que no se mueva.
Perdiz no está seguro de por qué, pero espera que Glassings haya sido
puesto en su cama. Entonces escucha un tosido cansado viniendo de la
habitación de su padre, la que mantuvo cerrada desde que llegó después de
su muerte.
Camina hacia la puerta, apoya la mano en la manija, pero no la gira. Está
congelado allí, preocupándose por un momento de si es su padre el del otro
lado. Parece todavía tan vivo que no le sorprendería encontrarlo sentado en
la cama, con almohadas gordas detrás de su espalda, leyendo reportes.
-Detente. –Dice Perdiz en voz alta. –Está muerto. Ya está muerto.
Gira la manija y abre la puerta. El cuarto está iluminado por una simple
lámpara de mesita de luz. Glassings se estremece como si esperase
extraños, tortura. Perdiz dice. –Soy sólo yo.
El rostro de Glassings está golpeado, sus brazos ennegrecidos por los
moretones. Ambas piernas han sido ahora enyesadas, levantadas sobre
almohadones para mantenerlas elevadas por sobre su corazón. El cuarto
huele a ungüentos y a limpieza con alcohol. Su respiración es superficial y
cortante. Inclina la cabeza para poder ver a través de las hinchadas ranuras
de sus párpados.
Perdiz camina hacia la cama y se sienta en la punta. Es bizarro ver el
cuerpo roto y golpeado de Glassings en la cama de su padre, su cabeza en
sus almohadas. –Te quedarás conmigo hasta que estés completamente
recuperado.
Glassings abre los labios y susurra. –No me voy a recuperar.
-Por supuesto que lo harás. –Pero Glassings no parece sólo derrotado. Se ve
pequeño y enfermo. A Perdiz le preocupa que tenga razón.
-No éramos un secreto. –Dice Glassings. –Siempre supo quiénes éramos.
-¿Mi padre sabía sobre Cygnus? ¿Sobre ustedes?
Glassings sacude la cabeza. Tose nuevamente, doblándose por el dolor en
sus costillas.
-Tómalo con calma. –Dice Perdiz. –Podemos hablar más tarde. Tienes
sentirte mejor.
-No. –Dice Glassings, su cara está afligida por el dolor. –Ahora. Debes
saber esto ahora. –Su voz es áspera, casi ida.
-Está bien. –Dice Perdiz. -¿Quién sabía?
Glassings aspira jadeando. -Foresteed.
-¿Foresteed sabía sobre Cygnus?
Deep in Fantasy Burn
139
-Nos dejó trabajar. Nos protegió sin que nosotros sepamos.
Perdiz piensa en esa píldora en su bolsillo justo antes de matar a su padre,
recuerda tocándola con la punta de los dedos. –La píldora.
-Pensamos que la robamos.
-Pero fue más fácil de robar de lo que pensaron. –Dice Perdiz. –Porque
Foresteed quería que la robaran, que me la dieran. Quería que matara a mi
padre. –Perdiz se levanta y mira el cuarto de su padre. Se siente sin aliento
y enfermo. –Foresteed quería que matara a mi padre. Lo quería muerto, y lo
hice por él. –Escucha la voz de Beckley en la sala y después también la de
Foresteed. Está aquí por su reunión. Un golpe de calor le quema el pecho. –
Tuvo una oportunidad de quedar al mando. Y entonces, en el último
minuto, mi padre me pasó a mí el poder.
-Quiere sacarte a ti también. -Dice Glassings, estirándose y tomando el
brazo del chico con fuerza por un momento, hasta que su mano cae.
-¿Cómo lo sabes?
-Me lo dijo él mismo. No pensaba que saldría vivo. Cree… -Dice
Glassings, tratando de estabilizar su respiración. –Que serás más fácil de
tirar abajo que tu padre.
Glassings tiene razón. Willux era una central de poder protegido de todas
partes. Perdiz se siente completamente vulnerable. Aprieta los puños y se
frota la frente. Dios ¿Qué demonios va a hacer?
-Te fallé. –Dice Glassings.
-No, no lo hiciste. –Ha sido su figura paterna por un largo tiempo. Lo
recuerda de moño, como chaperón en un baile cuando se encontraron
debajo del escenario en el auditorio de la academia. Nunca tuvo el padre
que quiso. -¿Qué harías si fueras yo? –Dice Perdiz. –Dime.
Glassings sacude la cabeza. –Mis consejos no son buenos.
-Sólo dime algo… lo que sea.
-No le dejes saber que sabes. Derríbalo cuando menos lo espere. Hazte el
tonto.
Perdiz asiente. –Considerando las notas que obtuve en Historia Mundial,
eso no debería ser tan difícil.
Glassings trata de sonreír, pero su rostro está demasiado oprimido por la
hinchazón.
-Descansa un poco. –Perdiz camina hacia la puerta.
-Puedes hacerlo. –Dice Glassings.
Perdiz apoya la frente contra el borde de la puerta abierta, por un segundo,
tratando de calmar sus nervios. Escucha la risa estridente de Foresteed
¿Dijo el doctor algo gracioso? ¿Está Foresteed riéndose de un chiste
Deep in Fantasy Burn
140
propio? Glassings cree en Perdiz. Debe recordarlo, aferrarse a ello. No tiene
mucho más.
Está a punto de salir, pero primero tiene una pregunta. –La píldora. Estaba
designada para ser liberada por tiempo, siendo el veneno indetectable. –
Dice Perdiz. -¿Alguien la robó por ustedes?
-Sí. –Dice Glassings. –Alguien de nuestro lado.
-¿Quién?
-Arvin Weed.
-No, estás mal.
Glassings cierra los ojos y sacude la cabeza.
¿Estaba Weed ayudando porque realmente está del lado de Cygnus o era el
topo de Foresteed? Después de todo, alguien tuvo que haber estado
alimentándolo con información, y qué conveniente que Weed fue el que
robó la píldora por ellos. En cualquier caso, Perdiz golpeó a Weed en el
rostro. Recuerda su estúpida sonrisa antes de salir hecho una furia ¿Estaba
Arvin llevando a Perdiz hacia Glassings—para salvarlo?—¿Mientras
trataba de dar la impresión de ser leal a Foresteed? -¿Weed? –Dice Perdiz. -
¿Seguro?
-Weed, -Dice Glassings.
PRESSIA
AVES MIGRATORIAS
El humo se hizo más fino, pero el aire es, como siempre, hollinado.
Pressia escucha un zing cortante y un golpecito cerca de sus botas—
¿Fuerzas Especiales? ¿Francotiradores con rifles?
Corre y se agacha detrás de un tanque de aceite.
Un gruñido resuena en un corredor cercano.
Se mueve hacia el otro extremo del tanque, ve una figura cojeando en el
callejón, arrastrando una mano por la pared. Deja salir otro quejido. Ella
presiona la espalda contra el barril de aceite, consciente de que con un
barril de aceite todo empezó. Vio a un extraño siendo atacado por un
Amasoide y los distrajo arrojando su zueco a un barril de aceite. Ese
extraño resultó ser Perdiz, su medio hermano, lo que no era una
coincidencia. Estaban siendo atrapados, guiados hacia el otro, usados. No
puede arrepentirse de ese encuentro—incluso después de todo por lo que
pasaron, incluso después de las pérdidas. Todo se siente inevitable, mirando
hacia atrás.
Deep in Fantasy Burn
141
A medida que la figura se acerca al final del callejón oscuro, se detiene—
¿asustada de la luz? Se mueve como un Miserable—un paso desigual
causado por llevar algo de peso extraño alojado en el cuerpo, que es, a
veces, otro cuerpo ¿Es un superviviente?
Mira detrás de ella, buscando en los escombros alrededor de un edificio
caído señales de las Fuerzas Especiales que debieron de haberle disparado.
Quizás el tirador escuchó los gemidos y ahora yace a la espera de que el
Amasoide o la alimaña salga.
¿Cuál la atacará—la figura en el callejón o las Fuerzas Especiales,
escondidas en algún lugar allí afuera? ¿Un poco de ambas?
Lo que sea que está en la callejuela, alza la cabeza, como si estuviera
captando su aroma. Se sacude hacia ella y se inclina a la luz. Ella se
esconde de nuevo detrás del barril de aceite, deseando tener su cuchillo.
Entonces escucha un sonido extraño—piares, tristes y hermosos. Mira de
nuevo, con cuidado, y la figura había salido a la luz—por completo. No es
una alimaña o un Armasoide o un sobreviviente, para nada.
Es un soldado, pero no Puro—no. Es pequeño y sí, joven, recordándole a su
conversación con el hombre que dijo que estos soldados eran como los
hermanos pequeños de los que habían venido antes. No es elegante o ágil.
Su musculatura ha sido inflada, pero sus músculos son gigantescos y
duros—casi calcificados—poniéndolo tenso y, la parte más rara, es que el
soldado tiene quemaduras en la cara. Ella recuerda que una vez, no hace
mucho, vio un hombre de nieve en la ciudad—estaba envuelto y cubierto en
los residuos de la calle. Parecía un Miserable. Este es un soldado de las
Fuerzas Especiales, pero también es un Miserable ¿Cómo es posible? Y,
más que nada, ¿Por qué harían un soldado que no fuera Puro? ¿Por qué
hacer un soldado castigado con las deformidades del enemigo?
Hace sonidos suaves, casi dulces. Alza las manos en el aire, y espera ver
sus armas metálicas, las que están fusionadas a sus brazos.
Pero ahora ve que uno es un bulto sangriento. El otro ha sido extirpado, y el
arma ya no está ¿Alguien le arrancó el brazo mientras seguía vivo?
Él le pía. –Ayúdame. Ayúdame.
Se estira, con el brazo casi allí, y se tambalea hacia ella. Agarra su mochila,
cuidándola ante todo.
Pero, justo antes de caer, alguien escondido dispara. Lo golpea de frente en
el pecho y él cae con fuerza al suelo, a centímetros de ella.
Yace allí, con sangre saliendo a borbotones de su cuerpo, mezclándose con
los charcos de la lluvia oscura. Su cuerpo se tuerce dos veces.
Deep in Fantasy Burn
142
Ella se le acerca siempre en cubierto. Lo mira a los ojos. Quiere darle paz. –
No dolerá por mucho. –Él se estira con un gran último esfuerzo y agarra la
carne en su brazo—pinchando su piel.
Él hace el extraño sonido piando un par de veces más, y después su agarre
se afloja. Su mano cae. Está muerto.
Ella sabe que probablemente los sobrevivientes arrancaron sus armas y que,
de alguna forma, él se libró de ellos y huyó, pero lo cazaron y acaban de
dispararle, posiblemente con su propio rifle. Se acercarían tan pronto como
estén seguros de que está muerto.
Y entonces ella corre hacia el callejón, hacia una dentada pila de ladrillos y
se esconde nuevamente.
Como era seguro, momentos después, sobrevivientes lo registran—se
llevan algunas armas parecidas a cuchillos alojadas en las botas, algo
afilado como una cuchilla en sus hombros. Trabajan rápido y en silencio.
Son expertos en esto ahora.
Se frota la zona irritada donde la pinchó en el brazo, encuentra una pequeña
rajadura en su cazadora y un poco de sangre.
Alza de nuevo la vista. Los sobrevivientes se fueron, dejando atrás el
cuerpo.
Pressia no puede evitar mirar lo que queda. El cuerpo está desplomado de
lado. Puede ver el rostro del chico, marcado con quemaduras, un brazo
levemente peludo, como si fuera parte alimaña, y la joroba en su brazo que
no es para nada una joroba. Era algún tipo de animal que existió debajo de
la piel ¿Por qué debajo de la piel?
Este no es un Puro. Es un Miserable. Pero no como cualquiera que haya
conocido antes. Ha sido mejorado y, aun como si con las mejoras, también
hubiera sido criado para ser un Miserable ¿Por qué haría alguien esto? ¿Por
qué? Pressia recuerda las horribles criaturas en Irlanda—el latido de la
niebla, los dientes desnudos de la noche, la idea de aquella piel cosida, los
errantes ojos ciegos ¿Cuántos como estos ya están muertos? ¿Cuántos
siguen allí afuera?
Se levanta y corre. La lluvia empieza a caer con fuerza. Encorva los
hombros, impulsa sus brazos y piernas y golpea el suelo. La respiración le
quema los pulmones.
Está tratando de encontrar la ruta más corta a la Cúpula. Pronto reconoce
las calles a su alrededor, este aire, este olor.
Estas son las calles que corrió al ser una niña pequeña, y finalmente se
encuentra parada frente a la condenada cascara de lo que una vez fue una
Deep in Fantasy Burn
143
barbería. Su abuelo le contó sobre las aves migratorias. Conocen su casa.
Siempre vuelven a ella. Aquí está.
En casa.
LYDA
CUARTO DE BEBÉ
No hay muchos usos para los fósforos en la Cúpula. Fuegos, grandes y
pequeños, son mal vistos. Lyda recuerda muchas conversaciones entre su
madre y las amigas de ésta en el tema. Extrañaban tener velas con olor a
calabaza en otoño. -¿Cómo sabremos, sino, que es otoño? –Dijo su madre
una vez. Y los hombres perdieron sus parrillas. Los fuegos artificiales del 4
de julio fueron reemplazados por un espectáculo de luz eléctrica.
Pero Lyda quiere fósforos. Así que le dice a uno de los guardias que quiere
hacer una cena especial para Perdiz –Quiero hacerla con velas y todo ¡Para
que sea romántica! ¿Podrías conseguirme velas y fósforos? Y mantenlo en
secreto. Quiero sorprenderlo.
El guardia se los da, en secreto, en un bulto de papel marrón para envolver.
Le hace un guiño.
No le importan las velas. Esconde los fósforos en un bolsillo y los lleva al
baño. También trae un bol de metal y uno de los libros que Chandry le
trajo, Cómo decorar el cuarto de bebé perfecto. La habitación tiene una cuna
y colchón, una silla mecedora, una mesa para cambiar al bebé y un pequeño
cofre de pañales, pero se supone que ya está eligiendo el tema en color, su
diseño—¿estrellas, elefantes, globos? El libro se supone que ayudaría.
Cierra la puerta.
El hollín aquí en el mundo simulado no es real. No puede sentirlo. Necesita
sentirlo.
Baja la tapa del inodoro, se para sobre ella, desconecta el detector de
humo—sólo un pequeño nudo de cables—y prende el ventilador. Se sienta
en el piso embaldosado, empieza a arrancar las hojas del libro. Saca los
fósforos de su bolsillo y quema las páginas, una detrás de la otra, en el bol.
Las flamas le recuerdan a las Madres. A menudo cocinaban sobre llamas
abiertas. Se reunían alrededor de fogones y hablaban en grupos pequeños,
sus niños fusionados a sus caderas y hombros, con las cabezas
bambaleándose.
¿Su propia madre? Se imagina su cara—terca, cerrada. Su madre la
amaba—está segura de eso. Pero era un amor encerrado, un amor enterrado
Deep in Fantasy Burn
144
un amor del que estar avergonzada porque… ¿Por qué ese tipo de amor te
hace vulnerable? ¿Te hace débil? ¿Por qué no vino su madre a visitarla?
¿Está demasiado avergonzada ahora de su hija?
Lyda extraña a las Madres y su fiero amor.
Extraña el frío, el viento, el fuego.
Toca algo de la ceniza, la frota hasta que las puntas de sus dedos están
manchadas de negro.
Sabe qué extraña más que nada. Su lanza—su peso en su mano mientras
corría a través del bosque.
Quiere una lanza.
Es imposible ¿Dónde encontraría algo para transformarlo en una lanza? No
aquí. Necesitaría un palo, largo y derecho.
Pero entonces, espera.
Se levanta, sale del baño cerrando la puerta detrás de ella dentro del cuarto
del bebé.
La cuna—con todas sus varillas.
Una fila de lanzas—si pudiera sacarlas y tallarlas con un cuchillo de cocina
¿Cómo liberarlas?
Necesita un martillo.
Entra a la sala, la rodea, ve una lámpara con base de mármol. La levanta y
pesa en su mano—suficientemente pesado.
Esta noche, sacará el libro Propio del Bebé de su mesa de luz, y escribirá en
él: Ansío. Ansío. Ansío.
PERDIZ
UNA BELLEZA
Perdiz corre la mano por la pared del pasillo mientras hace su camino
hacia la sala. Escucha la voz rasposa de Glassings en su cabeza: No le dejes
saber que sabes. Derríbalo cuando menos lo espere. Hazte el tonto. Perdiz nunca fue el inteligente. Sedge ganó todos los premios en la
escuela—ambos, atléticos y académicos. Perdiz era el hermano menor
flacucho con notas promedio. La sección de comentarios de su boletín
estaba lleno de eufemismo por el esfuerzo decepcionante de Perdiz: si se
aplicara un poco más… ¿Cómo le dices a Willux que su hijo es inadecuado?
Deep in Fantasy Burn
145
Arvin Weed, en la otra mano, era un niño genio ¿Quería al padre de Perdiz
muerto? ¿Está de su lado? No está seguro de poder confiar en él. Ya no está
seguro de en quién puede confiar.
Entra a la sala. Beckley está parado frente a la puerta principal. El doctor se
fue, pero la enfermera está en la mesa del comedor, organizando todos los
papeles médicos de Glassings en una carpeta. Beckley le dice algo y ella
responde. –Iré a revisarlo ahora. –Y desaparece.
Perdiz encuentra a Foresteed sentado en el sillón favorito de Willux—en el
cual a nadie nunca le fue permitido sentarse. Debe de haberlo sacado de la
esquina del cuarto, poniéndolo cerca de la mesa de café.
-Esa era la silla favorita de mi padre. –Dice Perdiz. –Es una belleza ¿o no?
Foresteed empieza a levantarse.
-No, no. –Dice Perdiz. –No te levantes.
Foresteed frota el cuero en los brazos. –Tu padre tenía buen gusto.
Perdiz se sienta en una silla menos regia a unos metros. -¿Cómo están las
cosas? –Pregunta.
-Tú me llamaste a reunión. Asumí que había temas que querías discutir.
-Escuché sobre los ataques a sobrevivientes.
-Teníamos razones para creer que los Miserables debían ser amansados.
-Quiero que pare.
-¿Qué? –Dice Foresteed, como si le fuera difícil escuchar.
-Quiero que el amansamiento llegue a su fin. –Dice Perdiz lentamente.
Foresteed se retuerce en su silla y apoya un talón en su rodilla. –Yo estoy a
cargo de la defensa.
-Y yo estoy a cargo de ti.
-O eso parece. –Sonríe Foresteed.
-¿Qué se supone que eso signifique?
Foresteed saca un pequeño control remoto de su bolsillo. Apunta la pantalla
a Perdiz. La cara de éste está en ella. Es en el centro médico con la Sra.
Hollenback a su lado. Perdiz sabe qué sigue. Foresteed presiona play y
Perdiz ve un rápido clip de su confesión.
-¿Qué si te dijera… -Y hay una pausa, el momento en el que pudo haber
elegido permanecer callado, pero dice –Que yo también soy un asesino.
-Eras demasiado joven. No entendías lo que sucedía—no como nosotros.
No. –Dice la Sra. Hollenback.
-No lo entiendes. –Dice él. –Lo maté. Soy un asesino.
La mujer también está en el cuadro—su rostro demacrado, su boca negra
como el carbón. -¿Lo mataste?
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146
Y entonces él dice las palabras que lo condenarían. -Debía detener a mi
padre. No tuve opción. Planeaba…
-¡Apágalo! –Dice Perdiz. No quiere escuchar lo que la Sra. Hollenback dice
a continuación, pero Foresteed es demasiado lento. -Perdónanos.
Perdónanos a todos. –La escucha decir.
-Es llamado parricidio. -Dice Foresteed. –Y a la gente no le importa ¿Crees
que la Cúpula quiere ser gobernada por un asesino?
Perdiz se siente enfermo y enojado y avergonzado. –Aunque sabías. Lo
facilitaste todo ¿o no?
-¿Cómo podría haber predicho que en realidad lo harías? Quiero decir,
matar a tu propio padre—eso requiere una profunda corrupción del alma.
No sabía que lo tenías en ti.
-Tal vez me subestimaste.
-No, tú me subestimaste, Perdiz. Si le muestro este video a la gente,
clamarán por tu ejecución.
-¿Es ese tu plan?
Foresteed sacude la cabeza y ríe. –Si hay una cosa que aprendí de trabajar
para tu padre, es las ventajas de ser el titiritero, no la marioneta.
Perdiz se frota los nudillos. Le encantaría golpear a Foresteed, arrancarle el
control remoto de la mano, destruir el clip. Pero sabe que el video existe en
múltiples locaciones. Foresteed no es idiota. Perdiz no tiene ahora poder.
-Así que pretendamos que esta reunión fue bien. –Dice Foresteed. –Dejaré
de amansar a tus Miserables—como si siguiera órdenes—e incluso detendré
el programa de tortura que interrumpiste. Y tú continuarás con la boda. Te
concentrarás en probar pasteles y en inscribirse para batidoras. Espero que
estés entendiendo todo esto, Perdiz. Porque si no haces lo que digo...
Perdiz siente la sangre agolpándose en su rostro. -¿Qué?
-¿Conoces la colección de enemigos de tu padre, todos encerrados en sus
cámaras congeladas? ¿Sus “pequeñas reliquias”?
Perdiz gira la cabeza. No puede mirar al rostro bronceado de Foresteed con
sus dientes relucientes.
-¿Sabes por qué tu padre guardó a sus mayores enemigos vivos?
Perdiz sacude la cabeza. No quiere saberlo.
-Los sacaría de vez en cuanto para torturarlos, por los viejos tiempos. A
Deep in Fantasy Burn
147
veces, el humor sólo le pegaba. Creo en el castigo de la gente por sus
crímenes. Y si el delito es verdaderamente aborrecedor, pienso que la pena
debería ser dolorosa. –Foresteed se inclina hacia delante. -¿Quién sabe?
Quizás un día tendré una colección propia de “pequeñas reliquias”.
-Suena como algo que ansiar.
Foresteed frota el cuero en los brazos de la silla una vez más y luego se
levanta. –Bueno, esto fue placentero. Hagámoslo de nuevo pronto.
-Sip. –Dice Perdiz. –Muy pronto.
IL CAPITANO
NIÑO
Al principio, Il Capitano piensa que el niño los está siguiendo porque está
perdido y aturdido, y no tiene otro lugar a donde ir. Lo ignora—un cojo con
una pierna dura y el rostro medio quemado. Tal como es ahora, están
buscando huérfanos, aunque sabe que probablemente estén muertos. Aun
así, no necesitan más almas perdidas pendiendo de ellos.
Aunque tampoco tiene el corazón para decirle a un niño que se largue—no
todavía.
Pero entonces Bradwell dice. –¿Dónde está Pressia? No la veo desde hace
rato.
Il Capitano y Helmud ambos miran a su alrededor. La lluvia sigue cayendo
con fuerza, el viento la empuja por las calles. Hastings se congela y olfatea
el aire.
-Hastings. -Dice Bradwell repentinamente nervioso. -¿A dónde fue?
Hastings trepa en uno de los escombros para tener una mejor vista.
-¡Hastings! -Dice Bradwell, impaciente.
Y el chico se acerca. Tira de la manga de Il Capitano.
-Ahora no. –Dice éste.
El chico se acobarda, pero luego dice. –Tengo un mensaje de ella.
-¿De quién? –Dice Bradwell caminando hacia el chico, que está asustado de
su figura imponente y largas alas. Retrocede unos pasos, e Il Capitano tiene
que acercarse, hablando en voz baja y apoyándose en una rodilla.
-Dinos. –Dice.
-Dinos. –Repite Helmud en una suave voz cantarina.
-La que están buscando. Pressia Belze.
Deep in Fantasy Burn
148
Tiene su nombre completo, lo que significa mucho aquí afuera. Hastings
baja de los restos y todos se juntan un poco más cerca.
-¿Cuál es el mensaje? –Dice Il Capitano.
-Debía irse. Tenía que partir.
-¿A dónde? –Grita Il Capitano.
-¡Sabemos a dónde! –Grita Bradwell.
-¿Dónde? ¿Dónde? –Le dice Helmud al niño, de nuevo en tono cantarín.
-No dijo. Dijo que sabrían.
-Sabemos. –Dice Hastings.
-Dijo que mandaría un mensaje una vez allí. –Dice el niño. –Dijo que
encontrará a su hermano y él la ayudará a mandarlo.
-¿Qué tipo de mensaje?
-Dijo que les diría si derribarla o no. Dijo que ustedes sabrían a qué se
refería y que haría un dibujo en el mensaje.
-¿Un dibujo de qué? –Pregunta Il Capitano.
-No me dijo, pero dijo que sabrían por la imagen que ella lo mandó.
-¡Ves lo que hiciste! –Le grita Il Capitano a Bradwell, quien se pasa una
mano por el cabello mojado y retrocede del niño.
-¿Ves lo que hiciste? –Dice Helmud pasándole la culpa a Il Capitano.
-Escucha a tu hermano por una vez. –Dice Bradwell sacudiendo la lluvia de
sus alas.
-Le dijiste que no podía ir. Actuaste como si te perteneciera. –Grita Il
Capitano en defensa. –¡Se fue de esa manera para no tener que pelearte!
El chico cojea hacia atrás y se encoje detrás de algunas rocas con una
pierna estirada de costado, mirando.
-Tú deseabas dejarla ir. –Dice Bradwell. –La dejarías hacer lo que sea que
quiera porque quieres que se enamore de ti.
-Quieres que se enamore de ti. –Le dice Helmud a Bradwell fríamente.
-¿Qué dijiste, Helmud? –Dice Bradwell.
-Helmud se refiere a que quieres que todavía te ame para poder castigarla
con eso. Al menos yo le dije como me sentía. –Dice Il Capitano. –Si no
hubieras estado tan asustado, tal vez lo habrías hecho.
Bradwell carga contra él, llevando su hombro contra el esternón del otro.
Golpean una pared de ladrillo, embutiendo a Helmud contra ella. Il
Capitano siente las costillas de su hermano contraerse, sin aire.
Hastings se mueve para separarlos, pero Il Capitano rueda alejándose de él,
tomando a Bradwell de la garganta. Éste se suelta y agarra a Il Capitano en
una llave de cabeza. Helmud golpea a Bradwell en la parte trasera de su
cabeza mientras su hermano le clava el codo en el estómago.
Deep in Fantasy Burn
149
Bradwell afloja el agarre y cae sobre una rodilla.
-¡Nunca empujes a Helmud! –Dice Il Capitano estirándose y soportando la
nuca de su hermano. -¿Me escuchas? Lo protegeré con cada gota de sangre
en mi cuerpo ¿Lo entiendes? –Gira el rostro hacia su hermano. -¿Estás
bien? –Susurra.
La respiración de Helmud es desigual. –Bien. –Murmura.
Bradwell e Il Capitano también están sin aliento.
-¿Alguna vez pensaste sobre la bacteria? –Grita Il Capitano. -¡Idiota! –Y
entonces le grita a Helmud. -¡Revísala!
Siente los ágiles dedos de su hermano tocando su borde. –Revisada. –Dice
Helmud débilmente.
-Perdón. –Dice Bradwell, empujándose la cabeza con ambas manos. –No
estaba pensando.
-Esta desprotegida. –Dice Hastings.
-No lo haría de ninguna otra forma. –Dice Il Capitano.
-Nos dijo que enviaría un mensaje. –Dice Hastings. –Démosle tiempo de
evaluar la situación.
Bradwell mira a Il Capitano cortante.
Il Capitano deja sus ojos vagar por los restos a su alrededor, la pila distante
de cuerpos. –Podría morir antes de siquiera llegar allí.
Bradwell inspira profundamente -¿Por qué no nos dejó al menos escoltarla
dentro?
-Si muere, será bajo sus propios términos. –Dice Il Capitano. -¿Es lo que tú
querías, o no? ¿Morir bajo tus propios términos?
Bradwell se frota los ojos. Quizás está llorando. Il Capitano no puede decir.
El niño dice. –Había algo más.
Il Capitano se había olvidado del chico, que sale de detrás de las rocas. Esta
vez habla tan rápido como puede. –Dijo que no se dieran por vencidos con
los chicos. Wilda y ellos. No se den por vencidos con ellos. Sigan
buscando. –Y antes de tener la oportunidad de preguntarle algo, o
enzarzarse en otra pelea, se gira y sale corriendo.
Todos se quedan callados por un momento.
Y entonces Hastings alza la cabeza en alto. –Puede que se enoje, pero tengo
que al menos tratar de encontrarla y protegerla. Sigo teniendo algo de
codificación de lealtad, y está puesta en ella. Tengo una excusa. –Y eso es
todo. Sacude la cabeza, como si se estuviera sacando el pelo de los ojos, y
se aleja en la lluvia, impulsando su prótesis hacia delante y saltándola
ágilmente.
Deep in Fantasy Burn
150
-También tengo un lugar donde necesito ir. Un lugar donde puedo pensar
bien. –Dice Bradwell. Mira a Il Capitano, casi rogándole, y después al
suelo. -¿Vendrás conmigo?
-Depende ¿A dónde?
-No dije que es un lugar al que quiero ir. Dije que necesito hacerlo. Sólo di
que sí. Nos mantendremos juntos.
-Juntos. –Dice Helmud.
-Está bien. –Dice Il Capitano. –Nos mantendremos juntos.
PRESSIA
CASA
Pressia cruza lo que una vez fue la entrada, sus botas crujiendo contra el
vidrio roto. El techo ya no está, como fauces abiertas sobre su cabeza. El
piso brilla con oscuros charcos de lluvia. Está la vieja vara, yaciendo de
costado, la fila de espejos condenados, y, metidos contra la pared sólida, la
única silla de barbero restante, el mostrador, los peines en vertical en el
viejo contenedor Barbasol de vidrio. El fuego se hizo camino hasta aquí.
Las paredes están aún más negras, las piezas restantes de espejos
manchadas de negro como si se hubieran cerrado. Pressia se recuerda que
no fue hace mucho que estuvo aquí. Pero eso no ayuda. Todo es diferente.
Podrían haber francotiradores cerca, pero no le importa. Mátenme, piensa.
Wilda y los chicos están muertos. Si hubiera llegado más rápido, si nunca
los hubiera dejado tan desprotegidos… es su culpa.
Ve el panel falso que su abuelo construyó en la pared trasera—su trampilla
de escape—encajada en su lugar. Lleva hacia el cuarto trasero de la
barbería, el hogar de su niñez. Camina hacia el panel, lo desencaja.
Y allí está el gabinete donde una vez durmió. Frota con la mano la madera,
la fina capa de ceniza. Aquí es donde dibujó la sonrisa torcida de la carita
feliz. Le prometió a su abuelo que volvería, y aquí está finalmente. Incluso
aunque él esté muerto, debería cumplir la promesa—para sí misma sino
para nadie.
La puerta del gabinete está levemente entornada y puede ver el viejo cuarto
de almacenamiento—las patas de la mesa, la silla de su abuelo. Gatea para
entrar al gabinete y pone el panel de vuelta en su lugar. Una vez dentro del
pequeño espacio, aprieta la puerta del gabinete desde dentro. Está oscuro y
ella se siente pequeña de nuevo. Se mete la cabeza de muñeca debajo del
mentón. Trata de recordar cómo era estar aquí la primera vez—el espacio
Deep in Fantasy Burn
151
apretado, las finas motas de polvo y ceniza girando en el aire, y cómo
alguna parte de ella esperaba poder sobrevivir simplemente siendo buena,
silenciosa y pequeña. Recuerda a su abuelo sentado en su sitio usual junto a
la puerta, su muñón atado con las venas de cables, el ladrillo en su falda, el
ventilador en su garganta zumbando hacia un lado y después al otro con
cada uno de sus suspiros desiguales.
Lo extraña. Extraña quién una vez fue ella en este gabinete. Era su nieta. Él
está muerto, y resulta que ni siquiera eran parientes. Sólo era una pequeña
niña perdida rodeada de gente muerta en un aeropuerto. La salvó.
Quiere ser salvada de nuevo.
Piensa en los zapatos que su abuelo le dio para su dieciseisavo
cumpleaños—ese par de zuecos—como si él supiera que ella se iba a ir
pronto y quería que tuviera zapatos fuertes, al menos, para poder sobrevivir
en el mundo ¿Y qué clase de mundo era?
Nada que ella podría haber imaginado.
Tan horrible y sangriento y lleno de sufrimiento y muerte como es, se
enamoró en ese mundo. Amor ¿Quién habría imaginado que podría existir,
después de todo? Pero lo hace.
Toca con el dedo la puerta del gabinete levemente. Se abre con un crujido.
El cuarto está más o menos intacto. La mesa, chamuscada, pero allí. El
viejo camastro de su abuelo se fue en humo. Está pequeño y oscurecido—es
mayormente hollín. Pero el ladrillo sigue allí. Se sienta junto a la puerta
trasera.
Puede decir que alguien más vivió aquí desde que su abuelo fue llevado.
Había un saco colgado de un gancho en la pared. El saco ya casi no está,
pero el asa sigue descansando en la garra. La mesa está cubierta de pedazos
de lo que parece un intento de reconstruir algo electrónico—¿una radio, una
computadora, un simple tostador? Es imposible de decir.
Este ya no es su hogar. Su abuelo ya no está. Es como si nunca hubiera
existido.
Cierra la puerta, vuelve a salir trepando el panel falso hacia la barbería y se
sacude. Perdió tiempo. Se siente culpable por ello, pero después enojada
¿Volvería Bradwell en el tiempo si pudiera a cuando tenía padres para
cuidarlo? ¿No llevaría Il Capitano a Helmud devuelta al lugar en el bosque
donde vivieron con su madre antes de que fuera llevada?
¿Es por eso que quiere llevar el vial y la fórmula a los laboratorios de la
Cúpula? ¿Porque piensa que si suficientes personas pueden volver a como
eran en algún momento, no sólo se sentiría como si hubieran sido curadas,
sino que podrían borrar esta situación horrible y volver a un tiempo en el
Deep in Fantasy Burn
152
que… qué? ¿Cuándo se sentían a salvo? ¿Alguna vez ella se sintió
realmente segura? Por esto, quizás sólo se refiere a no estar sola en el
mundo.
¿Qué pasa si Bradwell e Il Capitano tienen razón? Tal vez el planeta no
necesita la intervención de la ciencia y medicina. Quizá sólo necesite
nivelar el campo de juego y tirar abajo la Cúpula.
Aunque tiene que ver a Perdiz primero. No puede formar parte de eso sin
saber qué pasó.
Sigue teniendo fe en él. Tiene que. Si la pierde, su fe en todos se irá. Y no
puede permitirse perder más. Es demasiado preciosa.
Camina hacia el agujero de la puerta, devuelta a la calle. De nuevo, corre—
cabeza gacha, sin aliento. Ahora conoce el camino. Sigue hasta poder ver el
área reluciente de la Cúpula que, en la distancia, cruza brillando la seda
negra de las nubes.
IL CAPITANO
SANTA
Bradwell se detiene en la punta de algo de escombro. Alza una pieza de
una reja de hierro fundido. –Por aquí. –Baja primero un pequeño conjunto
de escalones de piedra. Il Capitano conoce esta parte de la ciudad—o pensó
que lo hacía. Solía hacer rondas cuando manejaba el camión, recogiendo
reclutas involuntarios, pero nunca antes vio este agujero.
Le dice a su hermano. -¿A dónde nos lleva?
-¿Nos? –Susurra Helmud como si prefiriera que lo dejen solo atrás.
Il Capitano sigue a Bradwell por las escaleras, devolviendo la reja a su
lugar por encima, cubriéndolos.
El cuarto es pequeño, pero no sólo por ser cavado. No, fue construido para
ser pequeño. -¿Estamos cerca de donde solía estar la vieja iglesia? –Dice Il
Capitano, tratando de orientarse.
-Estamos en ella.
-¿La iglesia?
-Es una cripta.
Bradwell parece demasiado grande para el espacio. Sus alas masivas rozan
las paredes. Se encorva y mantiene la cabeza inclinada—¿Porque es
demasiado alto o por respeto? Camina hacia una pared y se arrodilla.
Pero Bradwell ha juntado sus manos. Susurra dentro de ellas ¿Por qué? Il
Capitano nunca entendió las religiones.
Deep in Fantasy Burn
153
-No sabía que eras del tipo que va a la iglesia. –Dice Il Capitano más para sí
mismo que para Bradwell. Al principio parece como si el chico le rezara a
una pared de Plexiglas, un poco quebrada, pero de pie. Luego ve que el
Plexiglas cubre un recoveco en el muro y, a través del plástico astillado, ve
una chica. Su rostro está ligeramente alzado; sus manos en su falda. Está
sentada allí, usando un antiguo vestido largo, el pelo peinado lejos de su
cara—un rostro hermoso, simple y aun así profundamente triste. Ella es
paciente. Está esperando a algo o alguien. Quizás a Bradwell. Tal vez a
Dios.
-¿Quién es? –Dice Il Capitano, pero sabe que Bradwell no responderá. Está
rezando. Sus ojos están cerrados, sus manos juntas. Los adoradores de la
Cúpula solían arrodillarse y orar así. Los ha visto enfilados en las esternías
antes, todos apuntando hacia la Cúpula.
-¿Quién? –Dice Helmud. –¿Quién?
Una fila de velas en un estante se derritieron, cubriéndolo en cera.
Ofrendas. Mucha gente ha estado aquí. Il Capitano nota una placa. Se
acerca a ella. La mitad de las palabras ya no están. Está toda machacada.
La estatua es de una santa cuyo nombre empezaba por Wi. Sabe que era la
patrona de algo. Ve la palabra abadesa pero no sabe qué significa. Hay más
sobre niños pequeños y milagros y la palabra tuberculosis, que conoce bien.
Es seguramente como murió la santa. Una afección en los pulmones. Su
madre murió joven de una enfermedad. Era como una santa—para él, al
menos.
Il Capitano se mueve hacia la pared trasera y se sienta, apoyándose en su
hermano. Helmud descansa la cabeza en el hombro de Il Capitano.
Éste se pregunta cuánto tiempo le llevará a Bradwell. Parece adolorido. Sus
susurros—no puede distinguir las palabras—suenan urgentes ¿Le está
rezando a la santa que mantenga a Pressia a salvo? ¿Está rezando por
perdón? Eso es algo que siempre sale con las religiones ¿o no?
Il Capitano apoya los antebrazos en las rodillas y junta las manos. Se sienta
de esa forma por un rato antes de darse cuenta de que sus manos están
unidas casi como las de alguien orando. Cierra los ojos, preguntándose si en
un lugar como este algo vendrá a él.
Susurra. -Santa Wi. –Trata de imaginarse quién era ¿Ayudó niños? ¿Cuáles
fueron sus milagros? Piensa en su rostro. No tiene que mirarla. Su cara está
grabada en su mente—su forma de mirar. Está esperando pacientemente ¿A
Il Capitano? ¿A que diga lo que necesita decir?
Dilo, escucha susurrar la palabra en su cabeza. Dilo.
Deep in Fantasy Burn
154
Ve el rostro de alguien a quien mató. Y luego otro. Recuerda manejar ese
camión, haciendo rondas, recogiendo niños que sabía que nunca serían
soldados—demasiado enfermos, demasiado débiles, demasiado fusionados
y deformados. Dilo. Ve un hombre retorcido. Una pierna ulcerosa. Ve la
jaula donde mantenía a aquellos que nunca lo lograrían. Recuerda el olor a
muerte que había allí adentro. Dilo. Estuvo la vez que llevó a Pressia, sólo una recluta nueva en aquel entonces,
al bosque a jugar El Juego—cazar reclutas enfermos. Ingership dio la orden
de hacerla jugar, ¿Pero habría sabido si Il Capitano no hubiera cumplido?
No. Podría haberlo fingido. Y entonces el niño, arrastrándose por los
arbustos, quedó atrapado en una de sus trampas. Las púas metálicas se le
hundieron en las costillas, agujereando su pecho. Les suplicó que le
dispararan. Pressia no pudo, pero Il Capitano sí, y lo hizo. Fue fácil.
¿Entonces por qué ve ahora la cara del niño rogando que apriete el gatillo?
¿Por qué el dolor de esto lo sigue persiguiendo como un perro?
Aspira. Se siente enfermo. Dilo. Traga el aire.
Sabe que debería pedir perdón. El pensamiento está allí en su cabeza.
Dilo. Dilo. Abre la boca, pero en lugar de decir Lo siento, dice. –Debemos irnos.
Bradwell alza la cabeza, se gira y lo mira. –Dame un minuto.
-Bueno, pero eso es todo, sólo un minuto. –Il Capitano se pone de pie, pero
su cabeza no se siente bien. Se inclina hacia la estatua de la santa, ahora
mareado. Presiona sus pálidas manos llenas de cicatrices contra el
Plexiglas astillado, y baja la cabeza para que también toque el plástico.
-¿Estás bien? –Pregunta Bradwell.
Il Capitano se endereza, frota su rostro. –Bien. –Dice. –Estamos bien ¿O no
estamos bien, Helmud?
-¿Bien? –Dice Helmud.
E Il Capitano se gira y sube corriendo las escaleras de roca, hace a un lado
la pieza de reja de metal fundido y sale al aire polvoriento. Respira
profundamente. Mira a un lado y otro de la calle. Recuerda correr por estas
calles—en las Muerterías. Se inclina hacia delante y escupe el suelo.
-¿Bien? –Pregunta Helmud de nuevo.
-No bien. –Dice Il Capitano. –Para nada. –Se imagina a Pressia haciéndose
camino hacia la Cúpula. Ella es la que tiene esperanza, la que todavía cree
en Perdiz. Le alegra que sea libre de ellos. –Ella está allí afuera tratando de
hacer algo bien ¿Y tú y yo, Helmud? ¿Qué deberíamos hacer? ¿Cuál es el
punto de ambos en la tierra? Dímelo.
Deep in Fantasy Burn
155
-Dímelo. –Dice Helmud.
Bradwell trepa los escalones, cubre nuevamente la apertura y dice. –Voy a
ir detrás de ella.
Il Capitano siente un pico de celos. Quiere taclear a Bradwell y golpear su
cabeza con una roca. Así es como hubiera manejado una situación así, antes
de haber conocido a Pressia. –Déjala ir.
-No. Debo encontrarla. No para protegerla. Tengo que decirle algo.
Il Capitano sabe que la ama, que se dio cuenta de que esta podría ser su
última oportunidad para decir la verdad. Traer abajo la Cúpula seguramente
llevara a algo parecido a la guerra. Dios, se sentiría bien moler el rostro de
Bradwell contra el suelo, pero esto está más allá de Il Capitano. Debe
retirarse. No tiene oportunidad en el amor. Dice. –Esta vez irás solo.
-Conozco el final, Cap.
-¿Qué final?
-El mío.
-¿Cómo resulta?
-Podría ser mejor, pero debo cumplirlo.
-Supongo que eso es lo que todos podemos hacer—cumplirlo.
-Cumplirlo. –Dice Helmud.
-¿Nos encontraremos? –Dice Il Capitano.
-Podemos hacerlo en la vieja caja fuerte. Debería ser seguro y estar seco.
-¿El banco?
-Lo que queda de él. -Bradwell está a punto de irse, pero entonces se gira. -
¿Qué te pasó allí adentro?
-¿Allí adentro? –Dice Helmud estirándose y golpeando el pecho de su
hermano.
Il Capitano no sabe, así que no responde. –Prométeme que en verdad se la
dirás. –Le arde el pecho. –Cuéntale toda la verdad. Cualquiera que sea. Se
merece eso.
PERDIZ
PROMESA
Los planes de boda llegan sin cesar. Iralene insiste en que esté
involucrado. –Debes invertir emocionalmente en esto. –Susurra. –O lo
sabrán ¡Lo harán! ¡Podría salirte el tiro por la culata!
Ella sostiene en alto muestras de tela de materiales para vestidos de damas
de honor, manteles, servilletas. Lo hace elegir patrones de cubiertos y
Deep in Fantasy Burn
156
platos, candeleros y salseras para su registro. Un chef de tortas le trae
muestras de pastel. Un cocinero, opciones de comidas y vino—más
muestras. Prueba y da sorbos y señala. –Ese.
-¿En serio? –Dice Iralene.
-Está bien. Ese.
-¡Quiero que lo ames!
-¿Qué quieres que diga? ¿Cuál es la opción correcta?
A Iralene se le llenan los ojos de lágrimas cada vez que él se frustra. -¡Se
supone que es una ocasión gloriosa!
-No. –Dice él. –La boda es un evento para distraer a la gente y levantar la
moral y detener los suicidios. No es una ocasión gloriosa; no es siquiera un
casamiento. Hay una diferencia.
Ella suspira, como si se diera cuenta de que sacó el arsenal demasiado
pronto, y se inclina hacia él y susurra. –Elige el salmón.
Y él elige el salmón. Una concesión, agrega. –Me gusta mucho la salsa
holandesa. –Mira a Iralene como para decir ¿Ves? Estoy tratando. -Con sólo enfocarte un poco.
No puede enfocarse. Hay una cosa que Foresteed dijo que le pegó—las
pequeñas reliquias de su padre, una colección de sus más grandes
enemigos. Perdiz recuerda la cámara que era diferente al resto—la que
Iralene le mostró una vez mientras caminaban por esos largos pasillos. No
tenía marca y estaba pesadamente asegurada. Perdiz no sabía cómo entrar.
Pero si las pequeñas reliquias de su padre son realmente sus más grandes
enemigos—mantenidos para poder sacarlos y torturarlos cuando está de
humor—entonces ¿Quién está en esa cámara? ¿Podría ser el mayor
enemigo de su padre, el mejor aliado de Perdiz?
Quiere llegar a la cámara de alguna manera y tratar de abrirla. Se sigue
preguntado si es posible que uno de los Siete esté allí. El mayor enemigo de
su padre era uno personal: Hideki Imanaka, el hombre del que la madre de
Perdiz se enamoró y con el que tuvo un desvarío—con el padre de Pressia.
También, el abuelo de Pressia sigue en uno de esos cuartos de suspensión
¿Está Weed de su lado o no? ¿Siquiera está tratando de sacar a Belze de
suspensión? Ahora que lo golpeó, o va a ser más cumplidor o se negará a
ayudar.
¿Cómo va a llegar Perdiz allí abajo? Lo enfrentan inacabables planes de
boda—ser ajustado para un traje y zapatos brillantes, escoger arreglos
florales, hablar sobre sentar a los huéspedes en una jerarquía social muy
estricta que no entiende o le importa.
Deep in Fantasy Burn
157
Se siente mareado. No ha estado comiendo mucho—no con esta inquietud
eterna en el estómago. Empezó a tomar algunas píldoras para la
indigestión—blancuzcas y amargas—pero no ayudan. Se siente como uno
de los felinos grandes del zoológico—como si las almohadillas de sus pies
estuvieran al rojo vivo de caminar de lado a lado en el duro cemento. Se
siente encerrado.
Y entonces, mientras son sólo ellos dos e Iralene le está preguntando sobre
el corte de un moño para los centros de mesa, ella toma su mano y le da un
apretón. -¿Cuál es tu favorito?
Su mano es fría y le sorprende, y recuerda que Iralene pasó la mayor parte
de su vida en suspensión. Le contó que piensa de esos pasillos de las
cámaras como su hogar de la infancia. Iralene es su especialista en
suspensión. Ella fue la primera en mostrárselos.
Él posa su mano sobre la de ella. Ella levanta la mirada, sorprendida. –
Iralene. –Susurra él. –Quiero que hagas algo por mí.
-¿Qué? –Sus ojos son enormes y brillantes. Le asusta, a veces, qué tan
desesperada está por complacerlo.
-Quiero ir de nuevo a las cámaras.
Ella sacude la cabeza. –Esa parte de mi vida acabó. –Dice con una sonrisa
temblorosa.
-Necesito tu ayuda. No la pediría de otra forma.
-No me hagas volver. –Ella se muerde el labio inferior.
-Necesito una guía. Necesito que me lo expliques todo. Necesito que me
lleves a la cámara de alta seguridad sin marcar. –No puede simplemente
anunciar sus planes. Ya no es su propia persona, ahora que Foresteed ejerce
su poder sobre él. Quiere mantener esta visita en secreto, y no sabe en quién
confiar. Iralene es fidedigna y conoce el edificio.
Ella sacude la cabeza, cierra los ojos.
-Te necesito. Puedo devolverte el favor de alguna forma. Lo prometo.
Ella cruza los brazos en su pecho y lo mira con serenidad. –Sin ninguna
condición. Un favor. En cualquier tiempo del futuro. Me lo deberás.
Está un poco asustado; no está seguro de en qué se metió. –Sí. Quiero decir,
no quiero tener que…
-Sin condiciones.
-Está bien. –Dice. –Bueno ¿Puedes llevarnos allí sin ser detectados?
Ella piensa sobre ello. –Con la ayuda de Beckley, sí.
-También quiero ver si Odwald Belze fue sacado de suspensión.
-Arriba a por aire. –Dice ella. –Así es como lo llamamos.
Arriba a por aire. Perdiz quiere salir a tomar aire.
Deep in Fantasy Burn
158
Durante todo el rato, extraña a Lyda. Es peor en la noche cuando no hay
tantas horribles distracciones. Foresteed le comunicó que no puede verla
hasta después de la boda, de que el escrutinio muera. Sería demasiado
peligroso que le llegara palabra al público.
Más tarde, Perdiz prepara su cama en el sillón. Ahora que Iralene duerme
en su viejo dormitorio y Glassings en el de su padre, Perdiz empezó a
dormir en la sala. Pero tiene problemas para descansar. Le escribe cartas a
Lyda y se las da a Beckley, como si fuera sólo un escolar pasando notas en
clase. Al principio los mensajes eran cortos—Te amo. Te extraño… No le
dice que está bajo el dedo de Foresteed. Sabe que debería, pero no puede.
Está demasiado avergonzado. Aunque la escritura sí lo ayuda a despejar sus
pensamientos, así que empezó a tratar de tallar algún tipo de futuro. Esta
noche escribe:
No me di por vencido con la idea de un consejo. Pressia debería
liderarlo. Bradwell necesita estar a cargo de escribir la nueva historia,
la verdad, para poder empezar a hacerle llegar esa información a
todos. Y requerimos a alguien como Il Capitano para hacerse cargo de
la milicia. Todavía necesitaremos mantener la paz…
Seré capaz de irme pronto. Lo prometo… Cuando estemos juntos de
nuevo, todo va a estar bien.
Sabe que Lyda está asustada por el futuro. Tiene que estarlo. Todo es tan
desconocido. Se imagina a la gente allí afuera que trató de suicidarse y
atacar a los Miserables y bebés alineados en incubadoras esperando al
Nuevo Edén de su padre, la gente en suspensión y todos esos sobrevivientes
allí afuera—desparramados por el mundo.
Todo pesa sobre él hasta que se siente increíblemente pequeño.
Esta noche, le pasa en secreto la carta más reciente a Beckley, como
siempre, quien hace guardia cerca de la puerta delantera, y le pregunta si
tiene alguna respuesta de ella.
La respuesta no varía nunca.
Beckley sacude la cabeza. –Todavía no. –Se mete la carta en el bolsillo del
pecho.
-¿Y cómo está? –Pregunta Perdiz.
-Se queda en el cuarto del bebé la mayor parte de sus días. Lo está
decorando para sorprenderte. No deja entrar a nadie.
Perdiz se la imagina pintando las paredes, decorando la cuna,
manteniéndose ocupada. Eso parece ser algo bueno, pero la conoce lo
suficientemente bien como para asumir que también se siente enjaulada.
Deep in Fantasy Burn
159
Otro guardia aparece y Perdiz regresa al sillón. Junta sus manos tan fuerte
que empiezan a temblar. Esto no es lo que quería. Esta no es su vida.
Poder—tiene todo este supuesto poder y aun así se siente impotente.
Recuerda preguntarle una vez a su padre si Dios era real. Le respondió que,
al final, no importaba realmente si lo era o no. –La religión nos mantiene
juntos. La iglesia es importante. Nos da orden y estructura. Es el mejor
lugar para legislar la política—desde lo alto. Le enseña a las masas la
diferencia entre el bien y el mal.
Había tantas reglas—de quién y de quién no te deberías enamorar, cómo y
dónde te deberías casar, qué deberías y que no discutir o cuestionar en casa,
cómo criar a tus niños para que nunca rompan ninguna norma, un libro
entero en cómo ser una buena madre y esposa.
No, piensa Perdiz ahora. Las reglas las hizo el hombre. Dios es importante.
La gente conoce la diferencia entre el bien y el mal en sus corazones—si
buscan en ellos. La religión tuerce el bien y el mal. Sus diferencias son del
tipo que necesitan ser enseñadas porque no son naturales ¿Por qué sino la
gente pensaría que su padre era un hombre bueno y harían luto por su
muerte a menos que alguien les haya forzado su bondad por la garganta? La
religión era una de las herramientas de su padre. La usó bien.
Perdiz susurra. –Dios. –Es todo lo que tiene. Sólo una palabra.
PRESSIA
CRUJIDO
Para el anochecer, logra llegar al bosque que lleva al terreno estéril que
rodea la Cúpula—que fue una vez hogar de pastores y recolectores de
bayas, moras, tubérculos. También había granjeros, pero crecía tan poco—y
nunca de la forma en la que lo esperaban—que era difícil pensar en ellos
como tales. Algunos los llamaban reparadores. Todos fueron desalojados
con el fuego. Pressia siente el tronco de un árbol quemado, su corteza
húmeda pelándose como una capa carbonizada de piel. La fina lluvia
golpea el suelo lleno de cenizas.
Hay silencio aquí afuera ahora, y desea que hubiera luz. Necesita encontrar
un lugar donde dormir antes de encaminarse hacia la Cúpula en la mañana.
Sabe qué tan difícil fue para Perdiz escapar ¿Será tan complicado entrar?
Pretende caminar hacia el puerto de carga en donde escoltaron a Lyda
fuera. Recuerda los mapas que Perdiz y Lyda hicieron. Sabe dónde buscar
las uniones de la Cúpula.
Deep in Fantasy Burn
160
También se le cruza por la cabeza que no llegará a la puerta para nada. Hay
grandes posibilidades de ser devorada por un Terrón o por una alimaña
esperando una matanza de una presa fresca, o podrían dispararle mientras
se acerca. Es raro cuánto se acostumbró a esta idea.
¿Contestará alguien la puerta? Planea decirles que es la media hermana de
Perdiz, y no tiene idea de cómo reaccionarán a esto. Las cosas pueden ser
volátiles en la Cúpula ahora, como secuela de la muerte de Willux. La gente
podría estar en contra de dejar a Perdiz tomar el control. Deberían estarlo.
Sólo es el hijo de Willux ¿Por qué debería eso concederle automáticamente
la autoridad?
El aire huele a pino quemado, humo y metal. Finalmente llega a un claro en
el bosque que, sorprendentemente, no parece que se haya incendiado. La
mayoría de las ramas están desnudas porque es invierno. Pero mira más de
cerca el árbol cubierto de maleza con sus ramas torcidas y con clavos, y
raíces bulbosas sobresale del suelo como rodillas enterradas. Sus agujas son
pegajosas al tacto. Levanta una hoja del suelo; está sucia con óxido como si
el árbol hubiera sido teñido de hierro. Una nueva especie híbrida
apareciendo ¿Puede ser visto, posiblemente, como algo bueno—una tierra y
sus criaturas tratando de adaptarse?
Se detiene y revisa de nuevo el vial y formula, abriendo su mochila y la
cajita de metal, tocándolos. Están bien, y esto le da un poco de coraje. Le
recuerdan su misión aquí.
Se adentra más en el bosque, esperando encontrar un grupo de arbustos en
los que esconderse, una roca o tronco caído para bloquear el viento.
Pero entonces hay un crujido.
¿Aves o roedores? ¿Un zorro? Recuerda los brazos cosidos de las criaturas
ciegas que Kelly soltó—sus ojos errantes, la forma en la que tocaron su
cabello. Se estremece. No son ellos. Lo sabe, pero no puede sacudir el
sentimiento de cuando la tocaron ¿Qué habrían hecho si no hubiera
escapado?
Se lleva los brazos al pecho y mira la oscuridad, esperando que algo
pequeño e inofensivo se revelara. Por favor, sé un conejo, piensa. Un
conejito. Me vendría muy bien un conejo. La última vez que vio uno fue hace
años, y en lugar de pelaje tenía la piel llena de cicatrices, oscura y arrugada,
sus costillas sobresalían en tiras envueltas. Pero seguía siendo un conejo,
con largas orejas y dientes frontales filosos, y huyó corriendo, asustado de
ella. Huye corriendo, ora con el conejo que probablemente ni siquiera sea un
conejo en absoluto. Por favor huye corriendo.
Deep in Fantasy Burn
161
El frío cielo nocturno se alza con nubes oscuras, espeso por el humo.
Quiere salir del viento y dormir. Eso es todo. Está cansada—en lo profundo
de sus huesos y articulaciones. Es una fatiga que parece haber chocado con
ella.
Más crujidos. Se agacha. Empieza a notar la adrenalina, pero no es
suficiente. No tiene fuerzas para pelear. No quiere ser comida aquí,
destrozada hasta morir—no ahora. Se saca la mochila y la sostiene contra
su pecho. Mira la cabeza de muñeca, sus ojos vidriosos destellando en la
luz opaca como si le rogara protección. Le falló a Wilda y a los otros—la
cabeza de muñeca parece saber, y es como si hubiera perdido algo de fe en
ella.
Más crujir, pasos. Agarra la cabeza de muñeca y la mochila y se congela.
Y entonces escucha su nombre. La áspera voz de Bradwell. Lo ve, entre dos
finos árboles. Abre las alas, oscurecidas por la lluvia. –Pressia. -Dice.
Ella se levanta lentamente. Vino por ella. Le enoja que no tenga fe
suficiente en ella, pero le alivia verlo. Su corazón se acelera.
-Mírame. –Dice él.
Y ella lo hace: la carne en sus hombros, las largas púas de su clavícula, las
cicatrices gemelas en su mejilla, y sus ojos, sus labios—todos mojados por
la lluvia. Su piel, como la de ella, perdió el brillo dorado de su tiempo en
Irlanda. Pero las alas—eso es lo que quiere que mire. Algunas plumas
brillan. Otras están hechas jirones. Son gruesas y fuertes. Ella dice. -Te veo.
-Entero.
-Te veo entero. –Es como un sueño. La mira como si realmente la viera por
primera vez desde hace mucho tiempo.
-Debía tratar de encontrarte. -¿Cómo la rastreó?
-Tuve que irme. –Dice ella.
-Lo sé, pero no pude decir lo que necesitaba.
-¿Y qué es eso?
Él se pasa las manos por el cabello mojado. –¿Piensas que no me imagino
estando dentro de la Cúpula, en esas aulas académicas, en los salones de
baile contigo? Lo hago. Pero no de la forma que lo haces tú. Te ves a ti
misma encajando.
-No, no lo hago.
-Piensas que es posible. Puedes imaginar cómo sería tener tu mano de
vuelta, no tener cicatrices ¿Yo? No tengo ese tipo de imaginación. Sólo me
veo como soy. Y cada vez que me imagino allí, veo cómo me mirarían.
Estoy enfermo para ellos. Dañado. Soy una perversión del ser humano.
-No eres nada de eso para mí.
Deep in Fantasy Burn
162
Se frota los nudillos. Ella sabe que esto es difícil para él, humillante. –
Nacimos para morir, Pressia. Somos quienes nadie esperó que
sobrevivieran. Así que mi vida es un error; es sólo algo que me fue dado
por accidente. No es mía. Es prestada. –Se acerca a ella y susurra, -A veces
pienso que volvería atrás si pudiera. Me desangraría a muerte unido a mis
hermanos. Pero entonces sé que volvería todavía más atrás. Si pudiera,
moriría contigo en el suelo congelado del bosque. Estábamos mojados y
fríos y desnudos. Así es como vinimos a este mundo. Podríamos habernos
ido de esa forma juntos. -Él presiona sus frentes juntas. Cierra los ojos. –Sé
por qué hiciste lo que hiciste. Pero ahora tengo esa cosa en mi sangre, y ya
no soy quien soy. No puedes amarme.
-Pero lo hago.
-No.
-Trato de no hacerlo.
Ella se estira por sobre su hombro y deja correr la mano por sobre sus
suaves alas mojadas. Parecen seda. Él toca la quemadura en forma de luna
creciente alrededor de uno de sus ojos y después acuna la cabeza de muñeca
en sus manos.
-No puedo dejarte ir, -Dice.
Ella se inclina hacia él, cerca, la lluvia descansando en sus pestañas. Apoya
una mano en el corazón del chico y lo siente golpear. –Tengo que.
-Lo sé.
-¿Cuánto me darás antes de usar la bacteria?
-No mucho. Cualquier cosa podría pasarte allí dentro. Cap tenía razón sobre
eso también.
-Me llevará al menos un día entrar ¿Así que cuánto me darás?
-No lo sé.
-Si llego con Perdiz puedo mandarte un mensaje.
-¿En tres días?
-Puedo intentarlo. –Quiere besar sus labios mojados. Lo extraña tanto que
le duele el pecho. Dime que me amas, quiere decir. Dime que me amas como
solías hacerlo. Y entonces él se inclina hacia ella y la besa en la boca, con la lluvia aun
cayendo. Cuando se retira, ella no tiene aliento.
-Tres días. –Dice él. -¿Bien?
-Bien. –Dice ella y entonces, incluso aunque tiene las piernas entumecidas,
retrocede un paso.
-Hastings también vino por ti. –Dice. –Me sorprende que ya no te haya
encontrado. Sólo quiere ayudar.
Deep in Fantasy Burn
163
Ella asiente.
-Pressia, ¿Qué pasa si no nos volvemos a ver? ¿Qué pasa si es la última vez
que nos vemos? –Tiene miedo. Ella no está segura de alguna vez haberlo
visto de esta forma.
-Estaré bien. –Dice.
-Sé que lo estarás. –Dice él. –Es sólo…
-¿Qué?
-En caso de que haya un paraíso…
-No hables así. –Dice Pressia.
-En caso de que haya un paraíso, quiero que estemos juntos allí. Juntos.
Para siempre. –Busca sus ojos. –Nunca vi una boda. –Dice.
¿Le está pidiendo matrimonio? Ella susurra. –Escuché que se hacían en
iglesias o debajo de carpas blancas.
-¿Qué pasa si el bosque es nuestra iglesia?
-Me estás pidiendo matrimonio, ¿Aquí? ¿Ahora?
-Te amé desde el principio—desde la primera vez que te vi ¿Por qué no
casarnos—sí, aquí y ahora? –Alza la mano de ella y la apoya en su corazón.
Después desplaza su propia mano entre el brazo y pecho de ella y la pone
sobre su propio corazón. Se inclina y apoya su mejilla contra la de Pressia.
Dice. -¿Serás mi esposa eternamente? ¿Aquí y ahora y en el más allá?
Ella cierra los ojos. Siente sus brazos entrelazados, sus cachetes
tocándose—ambos mojados por la lluvia y fríos. Asiente. –Lo haré ¿Serás
mi esposo eternamente?
Él dice. –Lo hare. –E inclina la cabeza y besa su cuello, su mandíbula, sus
labios.
-Este no es el fin. –Dice Pressia. –Sólo estamos empezando, Bradwell.
La levanta del suelo y la besa de nuevo—ella siente sus labios, su lengua,
sus dientes.
Y se siente tan viva que apenas puede respirar. Está feliz. Esto es cómo se
siente la alegría—no tiene que ser sobre este momento. La felicidad puede
ser una promesa.
Cuando la vuelve a bajar, se siente pesada.
Él se gira entonces y se encamina de vuelta al bosque; el viento lluvioso
agitando sus alas un poco. Ella va a seguir. Pero ahora sabe qué quiere:
volver a Bradwell, encontrar un comienzo.
Ahora camina rápido, temblando de alivio y alegría, marchando con un
propósito. Tiene que encontrar ese lugar seguro. Camina por un rato, y
entonces un zumbido corta el aire—un burlón zing terminado en un thunk
Deep in Fantasy Burn
164
justo sobre su cabeza. Mira arriba al árbol a su espalda, y allí alojado en
profundidad en la corteza, hay una cuchilla gruesa, afilada de todos lados.
Hay Madres allí afuera. Por eso probablemente esta parte del bosque no fue
quemada. Ha sido resguardada pesadamente.
Pressia se mantiene agachada pero grita. -¡Soy sólo una niña! ¡Soy amiga
de Lyda! ¡Mi nombre es Pressia y conocí a su Buena Madre! ¡Estoy sola!
¡No hay Muertos conmigo! –Pero no es sólo una niña—es una esposa. No
está sola, aunque parezca así. Tendrá a Bradwell, para siempre.
El bosque está en silencio. Se mueve detrás de un árbol. Otra cuchilla
zumba en el aire, enganchando su saco al árbol detrás. Quiere desgarrar el
abrigo y liberarse y correr, pero no se debe jugar con las Madres. Si las
desafías, pueden contraatacar con brutalidad.
Alza la cabeza de muñeca en el aire. -¿Qué quieren? –Grita al bosque. -¡Me
rindo! ¿Bien? –Espera que Bradwell se haya ido hace rato, que ni siquiera
pueda escuchar el eco de sus voces. –Me rindo. –Y cuando dice de nuevo
esas dos palabras, parecen la cosa más real que dice desde hace tanto
tiempo. Me rindo. Estoy cansada. Llévenme. Finalmente, escucha una voz de mujer, cortante y clara. –Agárrenla. -Dice.
–Es nuestra ahora.
LYDA
CONVIRTIÉNDOSE
Lyda está oculta en su otro mundo. El orbe—puesto en el mundo
exterior—existe en el cuarto del bebé ahora. Es donde mantiene las cenizas
de los libros de bebé quemados y la fila de tiras cilíndricas de la cuna que
afiló en lanzas. La puerta permanece cerrada. Si alguien pregunta dice. -¡Es
una sorpresa! ¡Para Perdiz!
Perdiz ordenó que más guardias vigilen su puerta. Una pequeña armada está
allí ahora. ¿Está asustado de que alguien la ataque? ¿O se está asegurando
de que nunca se vaya?
Trabajó duro en ese cuarto pequeño, y ahora yace en la cama, limpia y
oliendo bien, su cabello húmedo por una ducha de mediodía. Le escribe
otra carta a Perdiz. Ha escrito tantas que perdió la cuenta. Se las da a
Beckley cuando lo ve—cada pocos días hace una ronda—pero él nunca
tiene nada para ella.
-¿Qué dice cuando se las das? –Preguntó.
-Sonríe y se las guarda en el bolsillo—para leer más tarde, supongo.
Deep in Fantasy Burn
165
-No entiendo por qué no me escribe devuelta.
-Está ocupado. Ya sabes—planes.
Planes de boda. Sí, lo sabe.
Perdiz,
¿Cuándo vas a volver? Me estoy convirtiendo.
¿En qué se está convirtiendo? No lo sabe. Parece más honesto decir sólo
que se está convirtiendo. La transformación es lo que importa, tal vez más
que el resultado.
Piensa en escribirle que está anidando—un término que aprendió en la
academia femenina en una clase de cuidado infantil, una que Chandry usa a
menudo cuando viene para sesiones de tejido. Le gusta la palabra porque
cuando estaba en la academia de chicas, amaba caminar por el aviario,
mirando a las aves fortificar sus nidos. Sus instintos de anidación pueden no
ser lo que Perdiz espera, pero siente como si estuviera construyendo un
lugar para ella y este niño—sólo para ellos. Se siente a salvo en el cuarto
del bebé. Pero yaciendo allí, en su propia habitación, sobre sábanas frescas,
habiendo alisado su cabello peinándolo, es vulnerable.
Algo viene. Las cosas están inestables. No es sólo que Willux murió. Es
como si el aire estuviera agitado, inflamable. Y mientras Perdiz está allí
afuera, ocupado con sus planes de boda, ni siquiera lo nota. Nadie parece
hacerlo. Los guardias se mantienen firmes afuera de su puerta. Chandry
viene y va. A veces, Lyda mira por la ventana y ve a gente en las calles,
rebosantes de paquetes, paseando perros en miniatura, empujando carritos.
Volvió todo casi por completo a la normalidad—como si la verdad nunca
hubiera sido dicha.
A veces, le escribe a Perdiz,
Siento como si el fuego estuviera dentro de mí. No sé en qué me estoy
convirtiendo. Pero creo que es para ayudarme a encontrarme algún futuro
que no puedo imaginar, pero que viene de todas formas.
¿Cuándo te veré de nuevo? ¿Alguna vez?
Te quiere,
Lyda
PRESSIA
MADRES
Las Madres emergen del bosque una a una. Un arbusto se vuelve un
cuerpo. Una mujer salta desde las delgadas ramas de un árbol. Está oscuro,
Deep in Fantasy Burn
166
y sus cuerpos—vivos con la inquietud de sus hijos—son difíciles de
distinguir. Una de las Madres dice. –Llévenla al campamento. Vigílenla de
cerca. Mandaremos palabra a Nuestra Buena Madre de su presencia. –
Pressia, todavía clavada al árbol por el dardo en su abrigo, no está segura de
qué pensaría su Buena Madre de ser una de las prisioneras.
Dos Madres caminan hasta ella, una en una capa de lana y la otra de pelo
blanco.
Pressia espera que no le confisquen la mochila. Eso es lo más importante.
La de cabello blanco saca la cuchilla del árbol—dejando un corte fresco en
el saco de Pressia—y mete el dardo devuelta en un bolso pequeño atado
sobre su hombro. -Por aquí. –Dice. –Las manos en la cabeza.
Pressia camina entre las dos Madres. Le empiezan a doler los brazos. Puede
ver a sus hijos ahora—uno en el hombro de su madre, otro curvado en el
pecho de la suya.
-Evitaron que esta parte del bosque ardiera. –Susurra Pressia.
Ellas asienten, guiándola a través de un pequeño cobertizo camuflado.
Dentro, Pressia ve aparatos raros—¿catapultas sobre ruedas?—y canastas
de lo que parecen granadas. –Hice algunas de esas de las arañas robóticas
mandadas de la Cúpula.
-Y nosotras continuamos el esfuerzo. –Dice la mujer de cabello blanco. –
Estamos en la primera línea de defensa. Derribamos a las nuevas Fuerzas
Especiales cuando salen y descienden, cuando siguen desorientados. –La
Madre se detiene ante un gran barril lleno de pistolas recién pulidas. –Les
arrancamos las armas, las limpiamos. La pila de stock crece.
Pressia recuerda al niño de las Fuerzas Especiales—no un Puro, un
Miserable. -¿No son algunos jóvenes?
-Mandan a sus niños a morir. Nosotras obedecemos. –La madre de pelo
blanco bizqueó al mirar a Pressia. -¿Por qué estás aquí?
No quiere decirles. Las Madres son erráticas—calmas y después asesinas,
capaces de casi cualquier cosa. –Buscaba a alguien.
-¿A quién? –Dice la Madre del pelo blanco y Pressia se pregunta si la mujer
en la capa de lana siquiera tiene voz ¿Es muda?
-Los chicos que fueron Purificados en la Cúpula, especialmente una niña
llamada Wilda.
La Madre en la capa de lana hace un sonido de cacareo con la lengua, como
si Pressia dijo algo incorrecto y la Madre le estuviera reprimiendo.
-Deja de buscar. Es una pérdida de tiempo. –Dice la madre de pelo blanco.
-¿Porque están muertos o porque están escondido en alguna parte?
Deep in Fantasy Burn
167
-Algunas preguntas es mejor dejarlas sin respuesta. –Dice la Madre. –
Además, estás mintiendo.
-No lo estoy.
-No estás diciendo toda la verdad, lo que es mentir.
La Madre en la capa de lana cloquea con la lengua de nuevo.
La del pelo blanco se estira y saca una de las pocas hojas de una rama
encima de sus cabezas. Dice. –Esta es una temporada de muerte. No
estamos seguras de si va a haber otra primavera.
-¿A qué te refieres? -Dice Pressia. –La tierra ha durado hasta ahora. Por
supuesto que va a haber otra primavera. –Piensa en Bradwell diciendo, Si
no nos volvemos a ver… -Después de que tomaron a Lyda, decidimos que nunca recularemos.
Algunos dicen que es un deseo mortal. Nosotras no deseamos morir. Ya
estamos muertas.
-¿Tomaron a Lyda? Ella iba a entrar a la Cúpula con Perdiz. No fue
tomada. Fue por su cuenta…
-¡Fue tomada! –Dice la madre de pelo blanco.
-Mmmhmm. –La madre en la capa de lana ronronea desde la parte trasera
de su garganta.
Pressia no está segura de en qué creer. Las Madres a veces se cuentan las
historias que quieren creer. Pressia no puede culparlas. Pero justo ahora,
desearía entender. -¿Qué pasó? Díganme.
La Madre en la capa de lana sacude la cabeza y mira a las otras Madres.
-No puedes ser confiada. –Dice la Madre de pelo blanco.
-Pero necesito saber. Lyda es mi amiga. Es como una hermana para mí
¿Entienden? –Las Madres construyeron sus vidas alrededor de la noción de
hermandad. Intercambian una mirada.
-No. –Dice la Madre de pelo blanco. –No te diremos nada.
Caminan por bosque, adentrándose más y más, hasta que está
completamente oscuro. Llegan a un pequeño campamento de cobertizos.
Las Madres llevan a Pressia a una de las carpas pequeñas.
La madre de cabello blanco dice. –Ya puedes bajar los brazos.
Pressia se los frota, hormigueándole por la falta de sangre. La Madre de la
capa de lana ve la cabeza de muñeca, se estira y la acuna en sus pálidas
manos en carne viva.
La Madre de pelo blanco asiente y dice. -Es como si fuera una de nosotras.
La Madre en la capa de lana ronronea de nuevo.
-¿Una de ustedes? ¿Por qué dicen eso? -Dice Pressia. No es en nada como
ellas. No es una mujer que ha sido desertada, y nunca lo será. Tiene a
Deep in Fantasy Burn
168
Bradwell—aquí, ahora y en el más allá. Las Madres la asustan. Siempre lo
hicieron. Su fuerza subyacente se dispara con algo vicioso. Es como se
mantuvieron con vida. –Es sólo una muñeca.
-Es parte de ti ¿O no? –Dice la Madre de pelo blanco. –Te define por
completo, y entonces, de nuevo, no te define en absoluto—como la
maternidad. Serás una de nosotras. Es cuestión de tiempo.
Pressia aprieta la cabeza de muñeca contra su pecho, pero no sabe qué
decir. No quiere ser parte de esta tribu de mujeres. Quiere superar esto y
construir una vida con Bradwell. Si no nos volvemos a ver—el simple
pensamiento la asusta.
La madre de pelo blanco dice. -Estaremos haciendo guardia. No intentes
escapar o la próxima vez que disparemos te apuntaremos al corazón.
PERDIZ
FRUTILLA
Sólo un par de días después, Perdiz e Iralene se encuentran en un picnic
rodeados por un enrejado bajo ¿De dónde vino la verja? ¿La instalaron en la
noche? Es el tipo de cerca usada para enrejar los jardines delanteros de la
gente en el Antes en las comunidades con un cercado mayor—rejas entre
rejas. Existen para que la gente sepa que no debe acercarse demasiado. Este
picnic—aunque no fue anunciado—tiene una audiencia creciente.
-Actúa natural. –Dice una de las mujeres del séquito de Iralene mientras
arregla el collar del vestido de la chica.
-¿Actúa natural? –Dice Perdiz. -¿No es eso una contradicción? Estoy
actuando, así que no es natural.
La señora se levanta y se aleja.
Estas mujeres fueron las primeras en juntarse en la reja, pero pronto hay
más de cien personas. -¿Quién sabría que alguien pasaría su tiempo
mirándome comer un sándwich triangular y sorber limonada? –Perdiz sólo
pincha su comida, la revuelve en el plato de papel.
-No a ti. –Lo corrige Iralene. –A nosotros. -Nosotros. –Dice él. –Lo siento. –Piensa en Lyda, ese es el nosotros del que
se supone que sea parte.
-Ahora sé cómo se sienten los peces en el acuario. –Dice Perdiz.
-¡No golpees el cristal! –Dice Iralene.
Él mira el lujoso edificio departamental rodeando el parque. Allí es donde
se quedó cuando recién lo trajeron devuelta a la Cúpula—donde en uno de
Deep in Fantasy Burn
169
los pisos inferiores hay gente suspendida en el tiempo, cada uno en su
propia cápsula oscura y congelada. –Sabes que no estamos lejos de ellos. -
Dice.
-Lo sé. –Dice ella con tanta rapidez e impasibilidad que no está seguro de si
sabe de qué está hablando en realidad. Alza una frutilla. –Se ve real ¿O no?
-¿No lo es?
-Creo que es comestible.
-Eso es diferente a ser real. –Dice él.
Ella muerde y la multitud—gente que mayormente sobrevive a base de
píldoras soytex y suplementos—parece inclinarse más cerca. Ella sonríe y
dice. -Mmmmm. –Entonces levanta la frutilla y la sostiene frente a los
labios de Perdiz.
-Cómela. –Quiere preguntarle si sigue a bordo como guía por las cápsulas.
Abre la boca. Ella aleja la frutilla y luego, cuando él empieza a protestar,
ella se la mete en la boca para que sus dientes muerdan la fría dulzura. La
multitud murmura, feliz.
-Sabes que si te tocara la nariz justo a ahora, estallarían en awwws. –Dice
ella. –Tenemos un montón de poder.
-Nunca tuve menos poder en mi vida.
Perdiz mira al grupo de gente. Atrapa la mirada de la mujer joven que le
dijo que actúe natural. Ella sacude un dedo a modo de advertencia; no se
supone que debe mirar a la multitud porque los pone incómodos. Y, de
hecho, ellos cambian su postura y apartan la mirada.
Se gira devuelta hacia Iralene.
-Tenemos mucho poder, Perdiz. –Ella le toca la nariz y la multitud dice
awww—tal vez liderado por el séquito, pero la adoración es considerable.
Lo pone nervioso—la inmediatez.
Él se recuesta, como si estuviera en un picnic de verdad, con los brazos
cruzados por sobre su cabeza, mirando el falso cielo—todo con tal de
pretender que el público no está allí, rodeándolos.
Iralene también se recuesta. Descansa la cabeza en su pecho, acariciándole
la pera con la nariz.
-Tus amigas me odian. –Susurra él. -¿No se supone que yo sea el tipo
bueno?
Ella musita. –Piensan que eres consentido, superficial y cruel.
-Wow ¿Yo soy consentido y superficial? Podría decir lo mismo de ellos.
-Piensan que te entregaron todo en bandeja de plata.
-No es la primera vez que escucho esa queja. –Los niños de la academia
siempre pensaron que la tenía mejor que ellos—el hijo de Willux. Weed
Deep in Fantasy Burn
170
justo lo estaba acusándolo de esto también, en tantas palabras. Y después
escapó de la Cúpula y estuvo fuera, y se vio increíblemente mimado para
Pressia y Bradwell y, bueno, para todos los que conoció.
-Y cruel. –Susurra ella. –No reaccionaste a eso.
-Soy cruel. Tienen razón en eso. –Dice manteniendo la voz baja.
Iralene alza la cabeza y lo mira. –No eres cruel. No te conocen como yo.
-Le estoy fallando a todos los que conozco, todos los que me importan.
-¿Incluso a mí?
-Sí, a ti. Me importas, Iralene. Lo sabes.
-No olvidé mi promesa. –Susurra ella. –El favor por favor.
-¿Tienes un plan? –Ahora sabe por qué ella eligió este lugar. Estaba muy
consciente de qué tan cerca del edificio de las cápsulas está.
-Traje una radio. Tendrás que bailar conmigo para que esto funcione.
-¿Es parte del plan? ¿Tengo que bailar frente a toda esta gente?
Ella asiente. –Tienes que bailar y alzarme y darme vueltas. Beckley va a
ayudar. Y tengo a alguien dentro—un experto—esperando.
Mierda. -¿Bailando? ¿Podemos hacerlo de alguna otra forma?
Ella sacude la cabeza y sonríe. -Nop. Es parte del plan.
Iralene se sienta, mete la mano en la enorme bolsa de lona y saca una radio
pequeña. La multitud murmura entre sí inquieta, como si esto fuera justo lo
que hubieran estado esperando. La chica prende el aparato y juega con el
dial. Una canción suena con claridad. Es como la música tintineante de
ensueño de un viejo parque de diversiones al que fue de niño ¿Cómo se
llamaba? Crazy John-Johns. Recuerda la calesita, la montaña rusa, el dulce
caramelo enrollado al aire en un palo de papel.
Y entonces se escuchan tambores.
Él sabe qué se supone que haga. El baile debe ser su idea. Se levanta y
extiende la mano. Ella la toma y Perdiz tira para ponerla de pie. Se paran
sobre el pasto. Él alza una mano y pone la otra en la parte baja de la espalda
de Iralene. La canción es alegre y triste al mismo tiempo. El cantante quiere
ser más viejo, quiere vivir con su novia, quiere ser capaz de decirle buenas
noches y después dormir con ella. La última vez que Perdiz bailó, fue con
Lyda. Estaban en la cafetería de la academia, transformada para el baile con
calcomanías de estrellas pegadas en el techo. Recuerda la forma en la que
ella olía—a miel—y siente la seda de su vestido y, debajo, sus costillas. Eso
fue cuando se besaron por primera vez.
Pero aquí está Iralene. No sería lindo, no sería lindo, no sería lindo… El
cantante sigue recitando la misma frase. Quiere vivir en el tipo de mundo
Deep in Fantasy Burn
171
en el que ambos encajen. Este no es, piensa Perdiz con la multitud
oscilando a su alrededor. No lo es para nada. La mano de Iralene encaja perfectamente en la suya. Ella se estira y toca la
parte trasera de su cabello que roza el collar de su camisa. –Álzame y
gírame ahora. Álzame.
Él la levanta mientras el cantante dice que quiere hablar sobre eso, incluso
aunque lo empeore, pero todavía quiere hacerlo. Y mientras gira a Iralene,
Perdiz piensa en Lyda, lo que lo hace peor, pero no puede evitarlo. Siente
ese deseo. Cierra los ojos. Iralene es liviana. Le da más y más vueltas. Mira
su rostro, retroiluminado con la falsa luz solar, y ella sonríe, y aun así, tiene
los ojos llenos de lágrimas. No sería lindo… Ve la canción por un segundo
como ella debe de verla— No sería lindo si todo esto fuera verdad… No sería
lindo si realmente la amara… No sería lindo si pudieran casarse y quedarse
juntos para siempre… ¿Eligió ella la canción? ¿Es esto lo que significa para
ella? El cantante quiere casarse para que los dos puedan ser felices. Perdiz
quiere llorar entonces, girándola y girándola.
La multitud aplaude ahora porque saben que la canción está terminando.
Si las cosas fueran diferentes—si no se hubiera ya enamorado de Lyda, tal
vez él e Iralene podrían estar juntos. Quizás incluso podrían ser felices.
Podría amarla de la manera que ella quiere que lo haga. Incluso desea—por
un momento—que las cosas fuesen de la forma en la que Iralene lo
imagina; sería mucho más simple. Entonces siente culpa por pensarlo. No,
ama a Lyda, y va a ser el padre de su bebé.
El cantante le dice buenas noches, que duerma bien, la llama bebé.
Cuando Perdiz baja a Iralene, la multitud parece seguir girando a su
alrededor, y mientras sigue sosteniéndola por la cintura, ella se lleva una
mano a la frente y dice. -¡Perdiz! Estoy tan… mareada. –Y cuando se le
aflojan las rodillas él la acerca más—tan cerca que ve el batir de los
párpados de la chica.
El gentío lanza un grito ahogado y Beckley está allí enseguida. Le dice a
Perdiz. –Levántala.
El chico la alza hasta su pecho.
-Atrás, gente. -Dice Beckley. –Llevémosla a algún lugar frío. –Le grita a
los otros guardias. –Quédense aquí. Controlen a la gente. La llevamos a
dentro. Asegúrense de que nadie nos siga.
Beckley guía a Perdiz lejos de la multitud, por el pasto en pendiente hacia
el edificio en el que Iralene le prometió meterlo y guiarlo—el lugar que ella
conoce desde siempre y al que nunca quiso volver.
Deep in Fantasy Burn
172
Sus ojos se abren con un revoloteo. -¿Ves, Perdiz? Le soy fiel a mi palabra.
Y tú también lo serás cuando llegue el momento de devolverme el favor
¿no?
-Por supuesto, Iralene. –Dice él dudando. –Por supuesto.
PERDIZ
RIESGOS
Alguien estuvo aquí antes que ellos. La falsa sala de estar titila sobre las
paredes de cemento. Iralene sostiene la mano de Perdiz con Beckley a su
lado. Esta es la casa que ella conoce. Él puede decir que la asusta ahora.
Perdiz reconoce la felpuda alfombra blanca, el pequeño perro jadeante, los
sillones enormes y sillas y arte moderna colgada de las paredes, y la cocina
reluciente donde la imagen de Mimi una vez hizo muffins, una y otra vez,
diciéndole a Iralene—sentada en el piano al otro lado del cuarto—que
vuelva a empezar la canción.
Pero este bucle no es uno que Perdiz haya visto antes. La imagen de Iralene
entra al cuarto usando una bata y pantuflas, después a la cocina, donde se
sirve un vaso de leche y agarra un plato de galletas.
-Odio este. –Dice la Iralene real, apretando con más fuerza la mano de
Perdiz. –Tu padre se lo hizo a mi madre. Un regalo del día de la madre.
Su madre llega desde la imagen de una puerta que Perdiz no recuerda que
sea real. También lleva una bata, bien cerrada.
Mimi dice. -¿Qué hay de una charla de chicas con tu leche y galletas?
La falsa Iralene dice con alegría. -¡Bueno!
Perdiz sigue caminando. –El corredor está en la esquina ¿no? ¿El que lleva
a las cápsulas?
La mano de Iralene se desliza de la de él. Ella camina hacia su imagen y la
de su madre. –A veces pienso que él en realidad quería que fuéramos
felices. –Dice.
Perdiz mira a Beckley, quien dice. –No tenemos mucho tiempo aquí. Si
tardamos demasiado, la gente pensará que estás de verdad enferma y
entrará en pánico.
Iralene se para dentro de su propia imagen. Conoce su parte y líneas. Alza
la mano en perfecta sincronía con la imagen y se retuerce un mechón de
pelo. Ella y la imagen dicen ambas al unísono. –Hay un chico en la escuela.
Creo que es realmente especial.
-¡Oh, en serio! –Dice Mimi. -¿Y piensa él lo mismo de ti?
Deep in Fantasy Burn
173
La imagen de Iralene baja la cabeza con timidez. Pero la Iralene real se
estira y toca la cara de su madre. Por supuesto, no está allí. Su mano resbala
en el aire. –Hay unos míos de cuando era incluso más joven. Con mi madre
enseñándome a coser. Leyéndome cuentos en el sillón.
A Perdiz le da un escalofrío la idea de ver su vida en lugar de vivirla. -¿Las
miraba mi padre?
-No podía simplemente meternos y sacarnos de suspensión cada vez que
nos extrañaba. Debía tener estos pequeños momentos nuestros de vez en
cuando. Y mi madre y yo los mirábamos, por supuesto. Eran versiones
fantásticas de nuestras vidas. Nos amábamos allí dentro. Cada vez que nos
traía uno nuevo, lo saborearíamos juntos.
Esto pasaba cuando el padre de Perdiz los ignoraba a él y Sedge, cuando los
mandaba a la academia, cuando, después de que Sedge estuviera
supuestamente muerto, ni siquiera se molestó en dejar que Perdiz volviera a
casa para las vacaciones. Se siente extrañamente celoso, pero también
enfermo. Esta no era manera de amar una familia.
Iralene ríe de la imagen de su madre, que está diciendo que tan maravillosa
es la chica, cómo cualquier chico tendría suerte de ganar su corazón. –Ella
nunca hubiera dicho eso en la vida real. Habría dicho: Debes hacer que se
enamore de ti ¡Debes ser perfecta, Iralene! Si vale la pena, tendrás que
engañarlo para que te quiera. –Se gira hacia Perdiz y Beckley mientras
ambas imágenes siguen conversando. –No soy el tipo de chica de la que un
chico se enamoraría con naturalidad.
Perdiz no está seguro de qué decir. Es encantadora—justo de la forma que
es—pero no puede amarla.
Beckley es el que responde primero. -¿Sabes cuantos hombres te quieren?
Tu imagen ha sido plasmada en cada pantalla.
-Quieren mi aspecto entonces. –Dice ella inexpresivamente.
Perdiz sacude la cabeza. –No, no lo compro. Con verte una vez de verdad—
-¿Y qué? -Dice Iralene con tantas ansias que lo interrumpe.
-Pueden ver a través de tu imagen. –Dice Perdiz. –Quién eres realmente. –
Ella camina hacia él, toma su brazo y lo acerca. Perdiz se siente culpable
cada vez que es amable con ella. Sólo le está dando falsas esperanzas, y
está traicionando a Lyda ¿Pero qué debería hacer? ¿Ser cruel, en su lugar?
-Vamos. –Dice ella. –Por aquí.
Lo guía a él y Beckley por un pasillo. Las puertas a ambos lados están
marcadas con placas—especímenes numerados y nombres. El aire zumba
con electricidad. Iralene se detiene cuando llega a la puerta donde solía
Deep in Fantasy Burn
174
estar su nombre. El de su madre sigue allí debajo del espacio ahora vacío—MIMI WILLUX.
-¿Sigue viniendo tu madre?
-No puede permitirse envejecer, especialmente ahora que vuelve a ser
soltera. –Dice Iralene como si fuera un hecho. –Pero ha estado fuera para
todos los funerales y nuestra cita. –Apoya la mano en la puerta. –Aunque
yo no volveré. Le hice prometer que podría ser libre ahora. –Ladea la
cabeza. –Bueno, tan libre como pueda.
Siguen por el pasillo.
Este lugar es acechantemente oscuro y frío y lúgubre. Existen cuerpos
detrás de cada puerta zumbando. Cuerpos mantenidos en el tiempo—¿por
cuánto? Demonios. Weed tenía razón. Si puede liberarlos, arriba por aire,
¿Qué va a hacer con todos ellos?
-¡Dr. Peekins! -Llama Iralene por el corredor.
Escuchan el ruido de zapatos. Peekins da vuelta una esquina y se detiene
con las manos en sus anchas caderas.
Es un hombre bajo y con pies de pato de la generación del padre de Perdiz.
–Iralene. -Dice.
-Hola. –Dice ella con calidez.
Los dos se abrazan.
Iralene dice. –El rostro del Dr. Peekins era el primero que veía cada vez que
salía a tomar aire.
-Y a veces también tenía que dormirte, lo que era desagradable cuando eras
pequeña, antes de que entendieras por completo. –Desagradable es el tipo
de eufemismo que la gente de la Cúpula usa ante algo horrible,
inadmisible… Perdiz sólo puede imaginar cómo era anestesiar a Iralene de
niña.
La chica inclina la cabeza y dice. –Me contaste historias para dormir
¿Recuerdas? El bebé en la canasta en el bosque que creció fuerte y
hermoso.
Los ojos de Peekins están húmedos ¿Fue una figura paterna para Iralene? –
Por supuesto que recuerdo. –Entonces Peekins se voltea hacia Perdiz. -¡Y
este debe ser el mismísimo joven! –El hombre mantiene la mano en alto.
Perdiz la sacude. –Nunca tuvimos el placer de conocernos, pero por
supuesto, sé quién eres. –Como buena medida, también sacude la mano de
Beckley, lo que agrada a Perdiz. Mucha gente lo ignora.
-Perdiz necesita tu ayuda. –Le dice Iralene a Peekins.
Deep in Fantasy Burn
175
Los ojos de Peekins recorren el pasillo de lado a lado. Se acerca un paso,
bajando la voz. Parece saber que ayudar a Perdiz podría ser peligroso ¿Le
contó Foresteed que está a cargo?
-¿Tiene que ver con Weed?
-¿Ha estado aquí? –Pregunta Perdiz.
-Mandó palabra. El bebé Hollenback. –Dice Peekins con suavidad. –Y
ahora Belze.
-Sí. –Dice Perdiz. -Odwald Belze ¿Puedes ayudar?
Peekins se frota la ceja. –No se supone…
-Es importante. –Dice Perdiz.
-Sí, pero hay conflictos, sabes. –Se rasca el mentón. –Cosas más allá de mi
control. Lo que puedo hacer es limitado.
Iralene toca su hombro. –Por favor ¿Puedes intentar?
Su cara se suaviza. –Por aquí. –Siguen a Peekins por un pasillo y después
otro. -Belze es un hombre viejo y un Miserable, y ha sido mantenido sedado
por mucho tiempo. Los congelamientos profundos son mucho más
complejos que los cortos, como Iralene sabrá—parecido a la forma en la
que trabaja la anestesia.
-¿Puedes traerlo con cuidado? –Pregunta Perdiz.
-Siempre tengo cuidado. –Dice Peekins, y se detiene frente a una muerta
marcada como ODWALD BELZE. –Pero hay riesgos.
-¿La otra alternativa es nunca sacarlo al aire—nunca intentarlo siquiera? –
Pregunta Perdiz. -¿Qué diferencia hay entre suspensión permanente y
muerte?
Iralene asiente. –Cada vez que me sedaban me preguntaba si había sido
olvidada.
-Nunca te habría olvidado. –Dice Peekins. –Lo sabes.
El hombre abre la puerta. Iralene y Perdiz lo siguen hacia un cuarto
pequeño. Beckley se queda en el pasillo, haciendo guardia.
Y allí hay una cápsula de dos metros, con el vidrio empañado y gris hielo.
Perdiz siente un escalofrío—desde muy adentro hasta la superficie de su
piel. Peekins limpia el vidrio, revelando el rostro congelado de un hombre
viejo.
Su expresión es tensa y dolorida. Tiene una larga cicatriz rosa oscuro
corriéndole por el cuello, bisecada a un tercio del camino como una cruz. El
abuelo de Pressia.
-¿Dónde está su pierna? –Pregunta Iralene.
Deep in Fantasy Burn
176
-Vino así. –Dice Peekins. –Es un tipo de fusión en realidad. Algo de las
Detonaciones. Hay un nudo de cables en el muñón. De qué, exactamente
¿quién sabe?
Perdiz recuerda estar con su media hermana cuando murió su madre—la
sangre homicida llenando el aire. Ambos perdieron tanto. Y aun así, aquí
está el hombre que cuidó de ella toda su vida, la única figura paterna que
alguna vez conoció y que piensa que está muerto, y Perdiz puede
devolvérselo. Es el mejor regalo en el que puede pensar. Amor, devuelto. –
Quiero que sea tratado con mucho cuidado. –Dice Perdiz.
-Por supuesto. -Dice Peekins. –Sólo puedo tratar ¡Sin promesas!
-No le digas a Foresteed o Weed o a nadie más en el poder. –Incluso
aunque Glassings respondió por Weed, Perdiz no está seguro. –Te lo estoy
pidiendo directamente ¿Si?
Peekins asiente. –Sí, sí.
-Hay algo más por lo que vino. –Dice Iralene.
-Creo que sé que te trajo. –Dice Peekins
-¿Qué? –Pregunta Perdiz.
-No eres la primera persona en bajar y preguntar por eso. Cualquier cosa
encerrada con tanta seguridad debe de haber sido de increíble valor para tu
padre ¿no? –Así que sabe que Perdiz quiere que se le permita entrar a la
cámara ¿Quién vino antes que él? Probablemente Foresteed. Tal vez Weed
¿Trataron miembros de Cygnus obtener acceso?
-¿Sabes qué hay allí dentro? –Pregunta Perdiz sin rodeos.
-Lo que está en el cuarto no es para ti. –Perdiz no está seguro de qué se
supone que signifique eso ¿Es para su padre? ¿Para alguien más?
-No esperaba encontrar mi herencia, Peekins.
Este comentario sorprende a Peekins. Su cabeza se sacude un poco, y
entonces aparta la mirada.
-¿Sabes qué hay en el cuarto? ¿O debería decir quién?
Peekins no responde.
-Debes decirme.
-No. –Dice Peekins. –No lo hago.
-Estoy a cargo ahora ¿No escuchaste? –Es una mentira, pero Peekins podría
no saber la verdad.
El hombre lo mira y parpadea.
-Dr. Peekins, pensé que sabía cómo seguir órdenes. –Dice Beckley,
parándose en la puerta con una mano en la pistola.
-Estoy siguiendo órdenes.
-¿De quién?
Deep in Fantasy Burn
177
Mira a Perdiz. –De tu padre.
¿Su padre está vivo? ¿Es esto lo que Peekins está diciendo? -Jesús, Peekins.
–Dice Perdiz tratando de reír. -¡Está muerto!
El doctor no se mueve, no dice nada. Se ve tan congelado como uno de los
cuerpos en suspensión ¿Por qué estaría siguiendo las órdenes de su padre? –
A menos que no esté muerto ¿Es él quien está en la cámara, Peekins? ¿Mi
padre? ¿De alguna manera fue resucitado? –Perdiz apoya el hombro contra
la pared para estabilizarse. -¿Es esa urna supuestamente llena con sus
cenizas y puesta en exhibición en cada endemoniado funeral sólo un
fraude? –Empiezan a pitarle los oídos. Lo maté, se recuerda. Lo maté. Quería
que muera, y lo hizo. Peekins sigue sin contestar. Perdiz quiere golpearlo en la cabeza. Quizás
Weed tenía razón y un pequeño acto de violencia es necesario de vez en
cuando. –Dime la verdad, Peekins—ahora. Dime lo que sabes.
-¿O qué?
Perdiz retrocede. Tortura. –O te haré entrar.
-¿Dónde? -Dice Peekins. –Escuché que pusiste fin a todo eso.
El chico aprieta la mandíbula. Mira a Iralene y Beckley en busca de ayuda
¿Pero qué pueden decir ellos? Peekins está declarando lo obvio. –Llévanos
a la cámara de alta seguridad ¿Puedes manejarlo?
Peekins los guía por los pasillos hacia uno de los finales frente a la gran
puerta de metal. Tiene cerrojo y barras, con un sistema de alarma iluminado
con azul montado en la pared y un teclado a un lado de la puerta.
Perdiz posa la mano en la pantalla azul, esperando que funcione como
alguno de los sistemas de huellas en el cuarto de guerra y antecámara de su
padre, pero como Peekins predijo, nada sucede. Se inclina, buscando un
escáner de retinas, pero nada ilumina sus ojos.
Mira el teclado ¿Es esto lo único que lo separa del cuerpo suspendido de su
propio padre, presuntamente muerto? ¿O de Hideki?
Empieza a escribir todas las palabras clave que asocia con su padre:
Cisne. Sin respuesta.
Cygnus. Sin respuesta.
Fenix, Operación Fenix. Nada.
-Peekins, ¿Estoy cerca? ¿Es así como funciona?
Peekins está callado. Perdiz lo odia por esto. –Mierda. –Murmura. Está tan
frustrado que empieza a errarle a las letras, escribiendo mal—aprieta
BORRAR, BORRAR, BORRAR y empieza de nuevo. Siete, los siete.
Escribe cada uno de los nombres de los Siete—el de su madre, de su padre,
Hideki Imanaka, Bartrand Kelly…
Deep in Fantasy Burn
178
Entonces a Beckley le llega un mensaje por su auricular. –Los otros
guardias dicen que la multitud está empezando a preocuparse. Quieren
llamar a una ambulancia. Un doctor se identificó a sí mismo y preguntó si
puede ayudar. Debemos irnos.
-Todavía no. –Dice Perdiz.
-¡Tenemos que! –Dice Iralene, tirándolo del brazo, haciendo que se
equivoque de nuevo.
-¡Iralene! ¡Suéltame! –Empieza de nuevo. Edén, Nuevo Edén… Nada
funciona.
Peekins se acerca y susurra. –No se supone que estés aquí en verdad.
Conozco la verdad.
¿Que Foresteed tiene todo el poder real? ¿Que lo está chantajeando? ¿O
está Peekins diciendo que sabe que Perdiz mató a su padre?
-La verdad es que mi padre está muerto. No puedes seguir sus órdenes. –Le
grita Perdiz a Peekins.
-¡Sé que lo está! –Entre más dice que su padre murió, menos real se siente.
Las palabras parecen desprenderse de su significado y son sólo sonidos. –
Sólo tratas de meterte en mi cabeza ¿O no? ¿Para quién trabajas en
realidad? ¿Foresteed? ¿Weed?
Peekins alza el mentón y no dice una palabra.
-Voy a meterme en esta cámara, Peekins. Con o sin tu ayuda. Deberías estar
en el lado correcto cuando el momento llegue.
-Reconozco el lado bueno del malo. -Dice Peekins lentamente. -¿Y tú?
Perdiz se inclina hacia delante y pone la cara a un centímetro de la del
hombre. –No me presiones ¿Me escuchas? No me presiones.
Por primera vez, Peekins se ve un poco asustado. Asiente lentamente ¿Así
se siente un bully? Se pregunta Perdiz. Si es así, se siente bien.
Beckley dice. –Vamos.
-Tenemos que irnos. –Dice Iralene. –Sígueme.
Y empiezan a correr por los pasillos, pasando placa tras placa—tantos
cuerpos, congelados, atrapados, pero con vida.
IL CAPITANO
MEJOR
El atardecer se acerca, ¿Pero cuántos días han pasado? ¿Dónde está
Bradwell? La ciudad rota y humeante ha perdido sus bordes. Las sombras la
llenan como piletas de mareas. Las esternías están silenciosas ¿Fueron
Deep in Fantasy Burn
179
todos los Terrones quemados vivos? Las calles están casi igual. Il Capitano
pasa una pila de cuerpos cubiertos por una lona, pero puede ver una mano
quemada envuelta, un pie rígido embadurnado con metal.
Bradwell se fue a decirle a Pressia que la ama ¿Ya la encontró? ¿Se
presentará en el punto de reunión? Sabe que ella ama a Bradwell y que
nunca perderá a Il Capitano. –Mejor. –Susurra, y es un viejo pensamiento—
uno sobre el cual se apoyaba cuando mataba Miserables, cuando los usaba
de diana, cuando contaba los cuerpos después de las Muerterías. Mejor
muerto que viviendo esta vida, que es simplemente una muerte prolongada.
Helmud está callado. Debe recordar los humores oscuros de Il Capitano. Se
achica en la espalda de su hermano, no tararea.
Il Capitano se abre camino hacia la vieja cámara del banco. Hay una buena
posibilidad de que ya haya sobrevivientes apretujados allí abajo. Les dirá
que se larguen. Quiere estar solo. Por completo. Nunca lo estará.
Se empuja el cuello de la camisa hacia arriba y camina junto a un muro que
solía ser un edificio. En este momento, Pressia y Bradwell podrían estar
enamorándose de nuevo. Recuerda encontrarlos en el pasaje de roca,
besándose. Y tiene el repentino deseo de embestir a su hermano contra la
pared, de encontrar un palo y golpearlo con él. Todos los viejos hábitos,
comodidades—eso lo atrae: el poder que una vez conoció, el poder que una
vez lo conoció.
Deja de caminar, aprieta los puños, y mira al cielo, el humo atravesándolo
con rapidez.
Golpear a su hermano solía hacerlo sentir más vivo. No sabe cómo o por
qué. Quizás era lo más cercano a golpearse a sí mismo.
-No tenemos nada. –Susurra Il Capitano. –Nada. –Agarra el frente de su
abrigo, lo tuerce y grita. No recuerda la última vez que gritó así.
Helmud se aprieta hecho un nudo en su espalda.
-¡Quítate de arriba mío! –Grita Il Capitano. Golpea con el hombro las
costillas de su hermano, lo toma de los brazos y lo tira hacia delante con
tanta fuerza que cae de rodillas. -¡Quítate de arriba mío! –Grita, clavándole
las uñas a Helmud.
-¡Quítate de arriba mío! -Helmud grita, alejándose tan fuerte como puede,
retorciéndose en el suelo mojado. -¡Quítate de arriba mío! ¡Quítate de
arriba! ¡Mí! ¡Mí! ¡Mí!
-¡No, mío! –Grita Il Capitano. Se estira salvajemente hacia su hermano,
quien se arquea y agita. -¡Mí! –No le importa la bacteria. Nada importa.
Puede sentir la cinta despegándosele de la piel.
Deep in Fantasy Burn
180
Entonces Helmud golpea a Il Capitano con fuerza en la mandíbula. Éste
último está sorprendido. Se congela en cuatro patas. Helmud ladea el puño
y lo golpea de nuevo. Il Capitano rueda y deja al menor contra el suelo.
Helmud consigue ahorcar el cuello de su hermano y lo sigue golpeando en
la cabeza.
-No tengo nada. -Le grita Il Capitano. -¡No tengo nada! -Helmud sigue
golpeándolo.
Y entonces Il Capitano deja de luchar. Se cubre la cabeza con los brazos, se
hace un bollo y deja que su hermano le pegue. Helmud no tiene aliento. Sus
nudillos son afilados, y sus golpes le llegan con fuerza y rapidez. -No tengo
nada. -Dice Il Capitano una y otra vez.
Y entonces Helmud dice, -¡-Mí! ¡Mí! ¡Mí! –Pero sigue golpeando a su
hermano, sigue dándole puñetazos hasta que se debilita, hasta que
finalmente se rinde y recuesta, sosteniendo los hombros de Il Capitano.
Yacen allí en la suciedad mojada, murmurando—nada y mí y nada—hasta
que Il Capitano no está siquiera seguro de cuál de los dos dice qué. Nada. Mí. Nada.
PERDIZ
SABIENDO
Es su día de boda. Foresteed la lanzó sin decirle a él o Iralene por qué, y
quizás no haya otra razón que su posición de poder. Pero el pensamiento—
día de boda, mi día de boda—lo sigue sacudiendo como un shock eléctrico.
Le golpea ahora que está parado frente a un alto espejo traído sobre ruedas
al apartamento por el sastre que le hizo el traje. Lleva pantalones negros y
medias y se está abotonando la camisa de vestir mientras el hombre,
pequeño y callado, le abre la bolsa colgando de una percha que contiene el
saco del traje, la faja y el moño. Y Perdiz sólo lo mira. Está completamente
mal. Todo fue un error tan terrible—un pequeño paso a la vez. Susurra. -
Una boda. Mi boda.
-¿Señor? –Dice el sastre.
-Nada. –Dice Perdiz.
Ningún modo de llegar a Lyda. Ninguna respuesta a sus cartas. Ninguna
forma de volver a la cámara de alta seguridad. No puede saber si Peekins
sacó a Belze de suspensión o no. No le es posible volver al cuarto de guerra
de su padre sin levantar sospecha, y parte de él desea nunca ver esa
Deep in Fantasy Burn
181
habitación de nuevo. El solo pensarlo le revuelve el estómago. Esas fotos
del pasado, esas cartas de amor de su desamorado padre. Ningún modo de
descubrir qué sucede en verdad fuera de la Cúpula.
¿Dónde están Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud? Weed mandó
palabra de que la aeronave aterrizó a salvo, pero más allá de eso, no sabe
nada y no tiene intención de comunicarse.
Y Glassings empeoró. Dijo que no se recuperará, y tal vez no lo haga.
Perdiz se ha estado quedando despierto hasta tarde, sentado en la silla
puesta al lado de su cama. Espera al momento en el que el profesor
despierte y esté lo suficientemente consiente para hablarle, pero eso no
pasó. Y desde su visita a la cámara de alta seguridad, Perdiz estuvo
ocupado escribiendo una lista creciente de posibles contraseñas para
desbloquearla ¿Está loco por poner sus esperanzas en la idea de que uno de
los más grandes enemigos de su padre no esté sólo vivo, sino que sea capaz
de ayudarlo? No está seguro de cuándo o de si conseguirá otro intento para
abrir la cámara. Después de su tiempo en los cuartos de suspensión, la
seguridad aumentó. Foresteed debió de haber escuchado algo. Por ahora,
debe mantener la farsa de que tiene el poder para derribar a Foresteed en
silencio ¿Cómo? No está seguro.
Por ahora, se siente solo, alejado.
Enjaulado.
Cuando el sastre está dando vueltas a su alrededor, Beckley entra. –
Decorándote, veo.
-Estoy bastante seguro de que me estoy casando. –Le responde, medio en
modo de afirmación y medio como pregunta.
-¿Sabe Iralene? –Dice el guardia bromeando. Pero el chiste cae plano.
Después de todo, está casando a la chica incorrecta.
Perdiz se aleja del sastre y le dice a Beckley. -¿Algo? –Sabiendo que
entenderá que pregunta por Lyda. Siempre es lo primero que pregunta.
-No. –Dice el hombre. –Tienes que tener paciencia ¿o no? No puede ser
fácil.
-Ella fue quien lo presionó. –Dice Perdiz en un susurro. No escucha sobre
ella desde hace tanto y no puede evitar pensar que lo está castigando ¿O
está dudando? Entonces lo golpea. -No crees que me convenció de hacer
esto para librarse de mí ¿No? Quiero decir, ¿Incluso inconscientemente? –
Se niega a murmurar frente al sastre, enfermo de todo el secreto.
-No sé cómo funciona mi propio subconsciente. Mucho menos el suyo.
El sastre tose educadamente para llamar la atención de Perdiz. Sostiene el
saco en su percha de madera.
Deep in Fantasy Burn
182
El chico alza la mano, diciéndole que aguarde.
-¿Así que piensas que es posible? No volvió conmigo a la Cúpula. Quería
que lo hiciera. Le rogué. Pero entonces dijo que se rindió al entrar, así que
pensé… Bueno, pensé que había cambiado de opinión. Pero ahora tal vez lo
volvió a hacer.
-Los dos van a tener un bebé juntos. Ese es un vínculo que dura para
siempre.
-Nos hace padres, Beckley. No significa que estemos enamorados. –Sus
propios padres se desenamoraron. Se imagina que le pasa a la mayoría de
las parejas. Sus padres se quedaron casados incluso aunque su padre sabía
que su esposa se había enamorado de Imanaka y tenido su hija. Perdiz se
acerca al sastre, saca el saco de la percha y se la pone. –El amor no dura.
No es permanente. –Se siente enfermo, tira del saco para hacerlo menos
limitante. –Y ahora es mi endemoniado día de boda.
-Deberías intentar disfrutarlo. –Dice Beckley.
Perdiz mira su reflejo. Es una farsa, un impostor. -¿Cómo se supone que lo
haga? Si Lyda aún me ama, esto dolerá. Si no lo hace, entonces ¿Qué hay
peor que eso?
-¿Lo dices en serio? –Dice Beckley.
El sastre le alza el cuello de la camisa y empieza a atar el moño. Perdiz
asiente. –Por supuesto.
-¿Qué pasa si dejaste que Lyda te convenciera de casarte con Iralene porque
es lo que querías—ya sabes, como dijiste, inconscientemente?
-¡No me hables sobre mi subconsciente! –Perdiz se siente repentinamente
furioso. Ahora que está enjaulado, su rabia se enciende con rapidez.
Beckley se encoje de hombros. –Perdón. No quise tirarte con tu lógica.
Perdiz lo mira un momento. Hay algo en él diferente a otra gente en la
Cúpula. Tiene estos momentos cuando simplemente debe ser honesto—
como si no pudiera evitarlo.
-¿Qué? –Dice el hombre.
El sastre le está asegurando la faja a la cintura.
-Me negué a elegir a un padrino. –Dice Perdiz. De hecho, Purdy y Hoppes
le dieron una carpeta de padrinos adecuados, y él la cerró y les dijo que se
largaran. –Pero tal vez estaba mal.
-No estás pensando…
-A nadie le importa una mierda como a ti, Beckley. Y eso es lo que hacen
los amigos. –Piensa en Hastings cuando eran compañeros de cuarto.
Siempre discutían. Y después estaba Bradwell, que siempre lo ponía en su
Deep in Fantasy Burn
183
lugar, e Il Capitano, que no era siempre el chico más amable, pero decía lo
que pensaba. -¿Lo harás?
-Creo que se supone que elijas a alguien de tu… bueno, de tu clase social.
-Ahí está el beneficio extra. Eligiéndote enojaré a un par de personas de esa
clase.
-No sé.
-Mira, tienes que pararte a mi lado como mi guardia de todas formas.
Podrías tener algo real que hacer mientras estás allí. Sólo tienes que
pasarme un anillo, creo. Puedes hacerlo ¿O no?
-Creo que también hay un brindis. Tengo que pararme y decir algo.
-Sólo di: ¡A la hermosa pareja! ¡Alcen sus copas! ¡Salud! Eso es todo.
-¿Por qué no alguien más?
-¿Cómo quién? ¿Weed? ¿Piensas que su mandíbula sanó? ¿Es capaz de
volver a masticar comida sólida?
-Creo que esa no sería la mejor opción.
-Eres tú, Beckley. Así que pongámoste un traje ¿Bien? Si alguien pregunta,
puedes decir que sólo sigues órdenes. –Estira la mano y el guardia la
sacude. Cuando suelta, dice. –Esto sigue siendo lo correcto para la gente
¿no? Sólo me gustaría escuchar a alguien diciéndolo.
-Es lo correcto para la gente. –Dice Beckley. –Lo necesitan.
-Lo sé. –Se siente de repente nervioso. Es su boda—vergüenza y todo.
Tiene que hacerlo bien. Su padre no está aquí—lo mató. Lo asesinó. Pero
ahora necesita a alguien que le dé consejo ¿No es eso lo que necesita un
joven en su día de boda? Se calza los zapatos. –Necesito ver a Glassings.
-¡Pero, señor! –El sastre no terminó.
-Suficientemente bien. –Dice Perdiz.
Camina por el corredor y lentamente abre la puerta de Glassings. El cuarto
está bien iluminado. El hombre tiene una almohada apoyada detrás de la
espalda, y como la hinchazón bajó un poco, se ve amarillento y demacrado.
Sabe que posiblemente no despierte, e incluso aunque lo haga, no estará lo
suficientemente lúcido para aconsejarle. Pero aun así, acerca la silla al
costado de la cama y se sienta. –Voy a casarme. –Susurra. -¿Qué piensas de
eso?
Los párpados de Glassings revolotean.
Posa una mano sobre la de su maestro, que está fría y seca. –Dime qué
hacer. –Dice. –Tengo miedo. –Se suponía que Cygnus estaría a su lado.
Glassings se lo prometió. -Cygnus es un montón de cobardes ¿o no?
¿Dónde están ahora? ¿Sentados en sus departamentos viendo las calles? –
Aleja la silla. Se frota el nuevo meñique.
Deep in Fantasy Burn
184
Glassings comienza a toser, su pecho agitándose, y es como si el dolor de
sus costillas rotas lo despertaran. Sus ojos son sólo rajas acuosas. Perdiz
dice. –Estoy aquí. Estoy justo aquí.
La mirada de Glassings encuentra la del chico. Le asiente, como si quisiera
que se acercara.
Perdiz lo hace. -¿Qué se supone que haga? –Dice.
-La próxima cosa buena. –Susurra Glassings. –Y luego la siguiente. Si cada
uno es un paso bueno, avanzarás.
-Estoy casando a Iralene. Se siente como el paso equivocado. –Está
desesperado. Necesita que Glassings le diga qué hacer. Se siente como si
corriera fuera de control hacia un brisco y este hombre le pudiera decir
cómo apretar el freno.
Glassings mira a Perdiz. Hace silencio por un momento. -¿No la amas?
-Se supone que me case con Lyda.
Glassings estrecha los ojos. –Responde la pregunta.
Tal vez le esté diciendo que debería amar a Iralene ¿Haría eso las cosas
mejor, más seguras, más claras? No estaba seguro de sí mismo ante ese
micrófono diciendo la verdad, y ahora se está ahogando de culpa. Más que
nada, ya no confía en su propio juicio. Quiere decir que no ama a Iralene,
pero piensa en cuando la sostuvo y giró, la falsa luz solar en su cabello. –
No importa a quién ame. Mi vida no me pertenece.
-De nuevo. –Dice Glassings. –No respondiste la pregunta.
-¿Qué pasa si no sé?
-Hay cosas que simplemente debes saber.
PRESSIA
JUNCO HUECO
Antes de siquiera abrir los ojos a la mañana, Pressia piensa en el beso de
Bradwell. Así es como ha sido cada despertar desde la última vez que lo
vio. Recuerda la sensación de sus labios húmedos contra los de ella, su piel,
la dureza de sus músculos contra su pecho cuando la levantó del suelo y la
suavidad de sus alas. Quiere quedarse en ese ensueño, pero escucha un
pequeño tosido y cuando abre los ojos la sorprende el rostro de un niño
mirándola. Agarra la mochila con la que duerme. Está en el palé que las
Madres le ofrecieron sobre el frío piso dentro de una tienda chica. La luz es
difusa. Es temprano en la mañana. Las Madres le dijeron que ayudarían,
pero no habían dicho cómo o cuándo. Una mano frota el pelo del niño.
Deep in Fantasy Burn
185
Pressia alza la vista y ve a una mujer mirándola. Tiene palabras quemadas
en una mejilla, revertidas, pero todavía legibles: LOS PERROS LADRABAN CON
FUERZA. CASI HABÍA ANOCHECIDO.
-¿Madre Hestra? –La reconoce de la última vez que vio a Perdiz y Lyda—
en el carro de subte atascado bajo tierra.
Madre Hestra asiente. –Estoy aquí para hacerte entrar.
-¿A dónde? –Por un momento, piensa que va a llevarla a la Cúpula, pero
eso no tiene sentido.
-Con Nuestra Buena Madre. –Dice Madre Hestra. –Ahora. No hay tiempo
que perder.
En unos pocos minutos, Pressia tiene la mochila colgada nuevamente y
sigue a Madre Hestra por el bosque. Ésta cojea, con el peso a un costado de
su niño, pero es extrañamente ágil. Pressia come una tortilla que le
cocinaron sobre una fogata en el campamento. El aire sigue ahumado. La
lluvia se había detenido. Sabe que debe tratar de convencer a Madre Hestra
de dejarla ir ¿Pero cómo? Empieza con el terreno conocido. -¿Se llevaron a
Lyda? Una de las Madres me dijo que la forzaron a entrar a la Cúpula.
-¿No escuchaste de ella? –Dice Madre Hestra.
-¿Cómo podría hacerlo?
-Está del lado de Perdiz. Es tu hermano. Tiene maneras ¿o no?
-Ni siquiera sé si fue sola o a la fuerza. Lo último que escuché es que iba a
entrar con Perdiz. –Cruzan un pequeño arroyo, saltando de roca en roca.
-Tiene su propia vida. Tomó sus propias decisiones. Quería quedarse.
-¿Y se la llevaron? ¿Contra su voluntad?
Madre Hestra se detiene. Quiebra un junco hueco y silba dentro—una nota
baja y triste—y entonces se lo entrega a su hijo, que juguetea con él feliz.
-Fue durante la batalla. Atacamos la Cúpula ¿No escuchaste? –Dice cuando
comienzan a moverse de nuevo por entre los árboles.
¿Es por esto que la Cúpula disparó en respuesta? -¿Está la Cúpula siendo
retribuida entonces? ¿Es de eso que se tratan los incendios y muertes?
Madre Hestra usa los árboles para empujarse y Pressia empieza a hacer lo
mismo, aguantando un ritmo rápido.
-Hubo un periodo de calma, y entonces comenzaron los ataques. Sólo
podemos adivinar.
-Pero Willux murió. Perdiz está a cargo ¿Cómo puede estar esto pasando?
Madre Hestra se detiene y gira. -¿Willux está muerto?
Pressia no debería haber dicho esto. Siente el retorcer enfermo de una daga
en su estómago. Esto es malo. Muy malo. Pero no puede retractarse. El
rostro de la Madre Hestra se congeló un una mirada intensa. Pressia asiente.
Deep in Fantasy Burn
186
-¿Y Perdiz es quien nos está mandando estos Muertos a matarnos? ¿Perdiz?
-No creo que sea él ¡No puede ser!
-Pero está a cargo. –Dice Madre Hestra. –Lo dijiste.
-No le digas a Nuestra Buena Madre. –Le ruega Pressia.
-¿Cómo podría ocultar esto de ella? ¿Cómo podría escondérselo a mis
hermanas compañeras? Nuestra Buena Madre estará furiosa. Es
impredecible qué puede liberar. Desprecia a todos los Muertos pero parece
que Perdiz le disgusta con una venganza especial.
-Sólo necesito tiempo. Por favor, si…
-¡Silencio! –Madre Hestra se tensa. –Sigue. –Dice retomando el paso.
-Por favor no me lleves a Nuestra Buena Madre. –Dice Pressia. –Por favor.
Es importante, Madre Hestra. De vida o muerte.
La mujer para y se agacha. Le hace señas a la chica para que haga lo
mismo. Pressia se sienta con la espalda contra un árbol. Mira al cielo—
gris, siempre gris, con extremidades oscuras cortándolo como un vidrio
fracturado. Es prisionera. Falló. –Por favor, Madre Hestra. –Dice de nuevo.
La aludida se lleva la mano a la boca y deja salir un extraño sonido de ave
—un cu largo y suave.
Pressia quiere llorar. Piensa en correr, pero sabe que las Madres están bien
entrenadas. No llegaría lejos.
Y entonces hay un cu en respuesta. Se propaga por el bosque.
Pressia agarra el abrigo de Madre Hestra. –Por favor. –Dice otra vez.
-Calla. –Dice a mujer. –Sé por qué estás en estos bosques. No buscas niños
muertos ¿O no? Quieres entrar. A la Cúpula. Voy a llevarte allí.
-Pero Nuestra Buena Madre…
-Voy a desobedecerla. Pagaré el precio. Cuando escuché que estabas aquí,
me presté voluntaria para ser la guardia de prisión que te trajera. Como
hermana de Perdiz, eres la única que puede entrar y esperar cualquier
protección, aunque eso también podría convertirte en un objetivo. Debes ser
tú.
-¿Cómo sabías que quería entrar?
-Lo haces por Lyda. –Dice Madre Hestra. –No puede tener a su bebé dentro
de la Cúpula. No sería seguro. No estaría bien. Ella pertenece aquí.
-¿Su bebé? –Espeta Pressia. Está sorprendida. Debe de haber un error.
-El bebé de Lyda. –Dice Madre Hestra, confundida porque Pressia no sabe.
–Perdiz es el padre.
-¿Qué?
-Está embarazada. En cinta. No desde hace mucho.
Deep in Fantasy Burn
187
¿Perdiz y Lyda van a tener un bebé? –No ¿sabía. -¿Es Lyda sagrada? ¿Está
sola? Pressia quiere verla y decirle… ¿Qué? ¿Que todo va a estar bien? ¿Lo
estará? No puede mentirle. Las voces por la ciudad, llamando a sus niños
perdidos—Lyda y Perdiz tendrán un niño propio por el que temer, por el
que luchar, al que llamar…
-¿Cómo podrías no saber? –Dice Madre Hestra. -¿No es por eso por lo que
va a entrar—para salvarla?
-Voy a entrar porque tengo lo que se necesita para curarnos. Si puedo
llevarlo a los científicos de la Cúpula, podemos deshacer nuestras fusiones
sin efectos secundarios. Podemos completar a los sobrevivientes de nuevo.
A todos nosotros. –Mira al niño en la pierna de Madre Hestra. Él la
observa, escuchando, asiéndose al junco con lágrimas temblándole en los
ojos.
Las mejillas de Madre Hestra se ruborizan. Aprieta la mandíbula. –No hay
cura para esto ¡Ninguna!
-¡Pero la hay!
-Pensé que estabas en estos bosques para prepararte para salvar a una
hermana, una hermana embarazada ¿Sabes cuánto ha pasado desde que
sostuvimos un bebé de las nuestras? ¿Sabes? ¡Este niño es nuestro nuevo
comienzo!
-Ibas a hacerme entrar. Hazlo. Ahora que lo sé, haré lo mejor que pueda
para sacar a Lyda. Lo prometo.
El cu llega de nuevo—esta vez más cerca. Madre Hestra mira hacia la
dirección por la que vino. –Si Nuestra Buena Madre sabe que Willux
murió, presentirá debilidad. Y si sabe que Perdiz está al mando, querrá
matarlo aún más.
-Y si ataca. –Susurra Pressia. –Sólo causará más muertes, y Lyda está allí
adentro. Si me das tiempo, puedo ir e intentar sacarla antes de que ataquen.
–No se atreve a decirle sobre la bacteria que puede derribar la Cúpula. La
necesita tranquila, enfocada.
Madre Hestra agarra el brazo de Pressia. –Me prometes que la sacarás.
-Prometo tratar.
Madre Hestra se presiona los dedos contra la frente, cierra los ojos. –Doce
Madres murieron en ese puesto donde dormiste—sólo en ese. Siete de ellas
tenían niños—también están muertos. La tumba masiva está llena.
Empezaron otra ¿No nos había brutalizado el padre de Perdiz lo suficiente?
-No sabemos si Perdiz hizo esto. No lo hacemos.
-Mátalo. –Dice Madre Hestra. –Entra y mátalo.
Deep in Fantasy Burn
188
Pressia sacude la cabeza. –No orquestó este nuevo ataque. No lo haría. Nos
conoce. Se preocupa por nosotros.
-Está a cargo. Esto es lo que pasó. Son hechos.
-Debo tener fe en él.
-Los Muertos sólo derrochan la fe. No merecen nuestra confianza.
El cu llega de nuevo, más fuerte, más urgente.
-No puedo matar a mi hermano. No lo haré. Pero trataré de sacar a Lyda. –
Recuerda la última vez que la vio, cuando estaban en las esternías a punto
de ser ejecutados ¿Es aquí donde pertenece? ¿En lo salvaje? Si quiere salir,
Pressia la ayudará de todas las formas que pueda. –Ten fe en mí.
El hijo de Madre Hestra envuelve sus brazos en la cintura de su madre,
sosteniéndose con fuerza. Ella lo besa en la parte superior de la cabeza. –
Pagaremos. –Dice. –Cuando Nuestra Buena Madre sepa todo, pagaremos.
Pressia siente un pulso de rabia golpear dentro suyo. –Eso no es justo. –
Mira al niño. –No puedo pedirte que hagas esto.
El cu hace eco de nuevo.
-Sobreviviremos. Es como fuimos construidos. –Madre Hestra toma la
mano de Pressia y entrelaza sus dedos. –Cuando veas a Lyda, dile que nos
preocupamos. Era como una de las mías para mí. Mía propia. –Su hijo la
mira y ella lo toma suavemente por la barbilla, como para decir: No te
preocupes. A ti te quiero más.
Y entonces Madre Hestra se lleva la mano a la boca de nuevo y su cu flota
en el aire matutino, rebarbando en el bosque.
LYDA
BRILLO
Lyda está arreglada como si fuera una invitada en la boda. Su vestido es
de tafetán azul, con dobladillo a media espinilla. Lleva tacos que fueron
teñidos para combinar con el vestido y su cartera azul, que sólo tiene una
cosa dentro—Freedle, envuelto con soltura en una toalla de mano. Quería
tener una pieza del mundo exterior con ella. Freedle es confortante. Sabe
que lo necesitará.
Se sienta con rigidez en el sillón, junto a Chandry Culp, la mujer a cargo de
enseñarle a tejer. Ella arregló todo esto y está aquí con su esposo, Axel
Culp, y su hija, Vienna—como si fueran viejos amigos de la familia
reuniéndose para algún anuncio público importante.
Deep in Fantasy Burn
189
A Vienna no le gusta la salsa. -¡Es demasiado picante! –No le gustan las
zanahorias. -¡La textura no es realista! –No le gusta la forma en la que su
madre la peinó. -¡Está demasiado esponjado!
Lyda quiere encontrar el momento adecuado para clamar que se siente débil
y nauseabunda y retirarse gentilmente a su cuarto. Honestamente, está
cansada. No ha estado durmiendo mucho. Cada vez que cabecea, se
despierta minutos después, jadeando como si no hubiera suficiente oxígeno
en el aire, como si se estuviera sofocando.
¿Por qué creen que quiere ver a Perdiz casándose con Iralene? ¿Es una
prueba? ¿Se supone que demuestre que su relación terminó, que todo será
como ellos esperan? Se siente intimidada por el vestido y la salsa, incluso
por el Sr. Culp que da vueltas diciendo. –Lindo lugar tienes aquí ¿No es
lindo, Chandry?
La televisión muestra a la gente a medida que llegan, parejas con varios
títulos entrando a la iglesia en trajes y vestidos. Hay guardias aquí y allá,
rodeando la iglesia. Pero por otro lado, todo es hermoso—flores adornando
en todas partes, moños, alfombras rojas. Lyda acuna su cartera en su falda,
Freedle asentado dentro.
Se siente enferma. Sí, por supuesto que quiere ser quien se case con Perdiz.
Pero no de esta forma. No con tanta suntuosidad y grandeza, mientras sabe
cómo la gente fuera araña la supervivencia básica. Le revuelve el estómago.
Dice. –Creo que voy a tener que recostarme un rato.
-¿Qué? –Dice Chandry. -No, no ¡Todavía no llegó!
-¿Estamos esperando a alguien más?
Vienna dice. –Se supone que sea una sorpresa. –Rueda los ojos.
Lyda se alarma. -¿A quién esperamos?
-Déjame ver su progreso. -Chandry corre hacia la puerta delantera para
hablarle a los guardias.
El Sr. Culp alza un porta velas vacío. -¡Me gusta! –Dice. -¡Muy bonito!
Lyda camina hacia Vienna. –Dime quién viene.
-No puedo.
-Por favor.
-¿No entiendes cómo funcionan las sorpresas? –Dice Vienna.
-No me gustan las sorpresas.
-¡Está viniendo! –Dice Chandry. -¡Ya!
La puerta está bien abierta, y los guardias están parados a los lados.
Chandry retrocede un paso y abre una mano dramáticamente mientras la
madre de Lyda aparece en el marco.
-¡Sra. Mertz! –Dice Chandry, medio orgullosa, medio aliviada.
Deep in Fantasy Burn
190
La madre de Lyda se ve pequeña y desorientada. Se para allí y parpadea. Al
principio le echa un vistazo al cuarto en rededor, incapaz de mirar a su hija.
También era así en el centro de rehabilitación. De hecho, ese fue el último
lugar donde la vio. Fue fría con Lyda, ocultándose detrás de su papel oficial
como clínica. Pero ahora no está allí en ese rol. También lleva puesto un
vestido—uno de los que usó para ir a la iglesia por años.
-¿Mamá? –Dice Lyda.
La aludida se acerca. Alza la vista hasta que finalmente se encuentra con
los ojos de su hija, frunciendo los labios y tomando aire como si juntara
fuerzas para algo—¿Qué espera? ¿Qué le dijeron? ¿Sabe que está
embarazada? Lyda no sabe si se supone que debe abrazarla o no. Y su
madre parece igualmente insegura. –Lyda, querida. –Dice suavemente.
Y la chica siente una corriente de amor que parece animarla. La extrañó
más que lo que se dejó admitir. Deja la cartera con cuidado al final de una
mesa, manteniendo a Freedle sano y salvo, y camina hacia su madre con
rapidez, rodeándole el cuello con los brazos. La mujer se tensa pero
después le palmea la espalda. –No pensé que vendrías a verme. Ni siquiera
sabía si sabias que estaba aquí.
-Lo sé todo. –Dice su madre. Pero Lyda no está segura de con qué versión
de todo fue alimentada. Aprieta las manos de su madre. –Vamos a hablar,
sólo las dos. –Dice Lyda y se gira hacia Chandry, el Sr. Culp y Vienna. -
¿Les molesta si tenemos algo de privacidad?
-¡No, no! –Dice la madre de Lyda. -Está bien. No hay necesidad de
interrumpir la reunión. –Camina hacia la televisión. –Va a ser un evento
encantador que compartir. –Mira a su hija. –Y aceptar.
Lyda siente como si la hubieran abofeteado. Le pitan los oídos. El cuarto
del bebé. Quiere ir allí, sentir el peso de una lanza, la ceniza en su piel. Esas
cosas son reales. La retribución de su madre está hecha siempre de aire. Ni
siquiera puede ubicarla. Ni siquiera puede acusarla de algo en concreto.
Pero ahora Lyda sabe por qué está allí: para decirle que su relación con
Perdiz terminó. Esta boda no es falsa. Va a mantenerse. No hay vuelta
atrás—sólo aceptarla. Está aquí para ayudarle a admitir este final.
Lyda desea que esto sea sólo un sueño. Quiere despertar, jadeando por aire.
Pero es real.
No puede hablar. Se estira y toma el respaldo de una silla.
-¿Vas a estar bien? –Dice Vienna. –No te ves bien.
-¡Está empezando! -Grita Chandry y se gira hacia la TV. Saca un pañuelo
del bolso y se lo presiona a la mejilla. -¡Y allí viene ella! ¡O Dios!
-¡No se ve linda! –Dice el Sr. Culp.
Deep in Fantasy Burn
191
Toda la pequeña familia Culp se acurruca frente a la pantalla brillante, con
la madre de Lyda frente al Sr. Culp. Música orquestal suena con estridencia
en la televisión. Lyda se imagina a Iralene en un largo vestido blanco, la
audiencia levantándose.
Miran todos boquiabiertos la pantalla a excepción de la madre de Lyda, que
mira a su hija ahora, contemplándola. –Ven y mira. –Dice.
Lyda sacude la cabeza.
Su madre dice, sin enojo en la voz—sólo resignación -Lyda, no seas terca.
Esto es lo que debes hacer.
Lyda dice. –No, gracias.
Su madre camina hacia ella. –Lyda. –Dice suavemente. –Va a estar bien.
Tú y el bebé. Todo. Estaré aquí para ti ahora. Este es mi nuevo rol.
-¿Es un concierto pago? ¿Cuánto te ofrecieron? –Dice Lyda cortante.
-¿Qué? Lyda, sabes que quiero estar aquí ¿En qué otro lugar del planeta
desearía estar más que a tu lado? –Busca la mano de su hija, pero ella se
aparta.
-Tengo Madres. –Dice Lyda. –Tengo tantas allí afuera que no te necesito
¿Me escuchas? No te necesito para nada. -Lyda se gira, toma su cartera—
con Freedle a salvo dentro—y camina por el corredor.
-¡Lyda! ¡No lo hagas! –Grita su madre, corriendo tras ella.
Lyda abre la puerta del cuarto del bebé, pero antes de poder cerrarla, su
madre mete su cuerpo en el marco. Ve la cuna quebrada, la pila de lanzas,
la madera afilada, el cuchillo, el montón de libros de bebé rotos, el tazón de
ceniza—todo perdido en los bloques flotantes proyectados por el pequeño
orbe sentado en el centro de la habitación. –Mi Dios. Lyda.
-Vete. Esto es para mí. Para mí sola.
La Sra. Mertz mira a su hija a los ojos. -¿En qué te convertiste? –Su madre
se tambalea hacia atrás, llegando y apoyándose en la pared, respirando con
pesadez.
Lyda cierra la puerta con traba. Se desliza hacia abajo, presiona la espalda
contra la entrada y se sienta en el suelo ¿En qué me convertí? Abre la
cartera y saca el nido envuelto de la toalla de mano donde duerme Freedle.
-Freedle. –Susurra. -¿Cómo nos metimos en esto?
Los ojos de Freedle se abren con un parpadeo. Estira sus frágiles alas.
Quiere escarbar por entre sus vestidos de maternidad y sacar su armadura.
Quiere sentirse recubierta y protegida.
-¿Cómo volvemos a salir? –Dice.
Y entonces de pronto se le llena el pecho de rabia. Encuentra un borde en el
costado de su vestido, lo toma en sus puños y desgarra la pollera hasta la
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altura de la cintura. Toma más fábrica y la rompe más y más hasta que está
hecha jirones.
-Mis Madres. –Susurra. –Extraño a mis Madres.
PRESSIA
PUERTAS
Madre Hestra camina a Pressia hasta el perímetro del bosque. Allí, un par
de Madres trabajan rápido. Habían sacado maquinaria de catapultas y cestas
de granadas de arañas robóticas.
-Te cubrirán. –Dice Madre Hestra. –Es lo mejor que podemos hacer.
-¿Le advertiste? Las Fuerzas Especiales son ahora diferentes allí afuera. –
Le dice una de las Madres a Madre Hestra.
-Lo sé. –Dice Pressia. –Los he visto.
-¿Los que se ven como Terrones? –Pregunta Madre Hestra.
Pressia sacude la cabeza. -¿Qué? ¿Como Terrones? ¿Cómo?
-No hay tiempo para explicar. Ya verás. –Dice una de las Madres, cargando
una catapulta con una granada.
Las otras Madres se mueven a su alrededor. Explican qué va a pasar.
-Atacaremos desde aquí.
-Tú caminarás por el borde del bosque por allí.
-Y nosotras distraeremos.
-Bien. -Dice Pressia
Madre Hestra le entrega un cuchillo. –No creo que vaya a ser de mucho
uso, pero al menos lo tendrás.
Pressia le agradece y lo desliza entre la cintura de su pantalón.
Madre Hestra se aleja de ella, vate la mano, y se gira para irse.
-Espera. –Dice Pressia.
Pero Madre Hestra comienza a correr en el bosque. Y, en un par de veloces
zancadas, ella y su hijo desaparecen entre los árboles y arbustos. Idos.
Pressia quería otro momento—un adiós más. Pero se da cuenta de que nada
hubiera hecho esto más fácil. Le da un vistazo a la Cúpula y empieza a
caminar por el límite del bosque. Sólo tiene que lograr que no le disparen
en el camino, y entonces, con suerte, tendrá una oportunidad de decir quién
es, su conexión con Perdiz y entrar—¿Cómo prisionera?
Su meta es ser llevada viva.
Escucha algo en el bosque—el crujido de hojas ¿La siguen las Madres?
¿No confían en ella? Podrían decidir en cualquier momento retirar la oferta
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193
y atacarla. Agiliza el paso. Podría ser una Alimaña o Fuerzas Especiales.
Podría ser cualquiera, cualquier cosa. No debería correr, porque tiene que
mantener el ritmo, pero ve algo—una figura trotando entre arbustos
distantes. Empieza a correr, justo dentro de la línea de árboles. No puede
exponerse—no hasta que las Madres hagan el primer tiro.
A través de las ramas que pasa, ve el movimiento de una silueta gris,
después un cuerno retorcido. Finalmente, ve un claro y una oveja, quieta
como una roca, mirándola con ojos hinchados. El animal tiene lana gris y
cuernos largos y doblados que se curvan sobre su cabeza. Perdió a su
rebaño, tal vez sea el último con vida. Le bala con una voz triste y
desesperada como la del chico—el soldado—con el muñón en el brazo en
la ciudad, muerto de un disparo. La oveja patea el suelo mojado como si
estuviera haciendo una demanda. Una de sus pesuñas traseras está nudosa,
casi inútil. Está demacrada, sus costillas resaltando. Muriéndose de hambre.
Camina hacia ella. Sus dientes sobresalen; su mandíbula está torcida. Bala
de nuevo, mostrando una lengua azulada. Ella estira la mano. La oveja se
acerca más para olerla. Pressia le toca el copete bajo la barbilla. –Está bien.
–Susurra. La oveja le acaricia los dedos con el hocico.
Hermosa, sola, hambrienta. No puede ayudarla. Tampoco pudo salvar a
Wilda. No está segura de poder salvarse a sí misma.
Y entonces hay una explosión. El animal levanta la cabeza y huye
corriendo, brincando hacia la profundidad del bosque.
Es hora. Las Madres empezaron su bombardeo. Pressia camina hacia la
tierra estéril y tiene que cruzarla y detenerse detrás de un árbol. Ve el humo
y el polvo y ceniza elevarse de la primera granada. El aire neblinoso le
proveerá cubierta.
Mira la cuesta frente a ella—en la cima, la Cúpula misma.
Y entonces la colina empieza a cambiar. Emergen cuerpos, cubiertos en
tierra y ceniza ¿De dónde vienen? ¿Por cuánto tiempo estuvieron allí? Son
chicos esbeltos, moviéndose atropelladamente hacia la explosión, y
entonces, tan rápido como aparecieron, algunos desaparecen nuevamente,
volviéndose uno con el suelo—completamente camuflados. Las Madres
lanzan otra granada. Golpea el piso mojado y, segundos más tarde, explota.
Los chicos le disparan al bosque, pero ella ni siquiera puede verlos.
Ocasionalmente, la suciedad parece moverse, pero entonces nada.
Debe correr. Las Madres ya gastaron dos granadas. Escanea el suelo y parte
corriendo. Como la oveja, piensa. Como la oveja que perdió al rebaño.
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Las granadas, aunque lejos a su derecha, son ensordecedoras. Sueltan
rachas de humo y ceniza. Una estalla y está segura de que no golpeó nada,
pero entonces explosiona sangre y carne del suelo.
Su abuelo una vez le explicó sobre las minas terrestres, y es como si los
chicos propios fueran ellas—minas terrestres siempre en movimiento.
Sigue corriendo tan rápido como puede, esperando a que si llega a la
Cúpula tenga suficiente aliento en los pulmones para explicar quién es. Soy
la hermana de Perdiz Willux. Díganle que Pressia está aquí. Pero entonces el
piso desaparece debajo de sus pies, y cae en un pozo poco profundo.
La suciedad se abolla y cede y se desmorona a su alrededor mientras trata
pararse.
Un codo.
Un brazo.
Una pistola cargada en el brazo apuntándole.
Un rostro recientemente cosido y cubierto de vidrio—tan nuevo que hay
costras frescas cristalizadas alrededor de cada pieza. Es la cara de un chico.
Tiene una nariz torcida y labios rojo oscuro, y cuando sonríe—¿Por qué
sonríe?—ve la peor parte. Sigue usando frenos—aunque cubiertos de tierra.
Soy la hermana de Perdiz Willux. Díganle que Pressia está aquí. Piensa en
estas palabras, pero se da cuenta que no las está diciendo. El viento es duro.
El aire, espeso. La cara del chico—su sonrisa—aparece entre franjas de
humo.
-Tengo una. Tengo una. –Dice en un susurro bajo. –Tengo una. –Es como si
estuviera tan orgulloso de sí mismo en este momento que quiere disfrutarlo.
Matarla lo acabaría muy rápido. Él mira a su alrededor y dice en voz más
alta. -¡Tengo una! –Busca algún testigo ¿Cuál es el punto de matarla si
nadie lo ve?
Ella tose y finalmente escupe. –Soy la hermana de Perdiz Willux.
Su rostro se contrae. No entiende.
-No me mates. Llévame dentro. Llévame con Perdiz. Soy su Hermana.
Él sacude la cabeza. –Sin hermana. –Dice. –Sin hija.
Y tiene razón, por supuesto. Nadie en la Cúpula sabe que la esposa de
Willux tuvo un bebé fuera extramatrimonial, mucho menos una niña
llamada Pressia.
-Soy su media hermana. –Dice volviéndolo a intentar. –Por favor. Llévame
como prisionera.
-No hay prisioneros. –Dice él. -¡No hay prisioneros! –Le sacude la boca de
la pistola debajo del mentón.
-Este es un error. –Dice Pressia, tragando con fuerza. –No lo hagas.
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Él se suaviza por sólo un minuto, observando su rostro. Pero entonces sus
ojos ven la cabeza de muñeca y sabe que es una Miserable como todo el
resto—¿Y no lo es él también parte? Sonríe de nuevo. Va a disfrutar
matándola. Ella cierra los ojos, esperando el golpe.
Pero entonces el chico ya no está, su cuerpo fue golpeado contra el suelo
por alguien mucho más grande y ancho.
Primero ve la prótesis doblada de metal, y después la cara de Hastings.
¡Vino por ella! No lo quería, pero demonios—le alegra que lo haya hecho.
Él golpea al soldado contra el suelo con su prótesis—esta vez con tanta
fuerza que está segura de que se le va a romper. Pero no lo hace. Él le toma
la mano y dice. –Déjame llevarte adentro.
-Saben que te cambiaste de bando ¿o no? Serás visto como un traidor.
-Te estoy llevando. –Dice él, agarra su brazo y la empuja contra su pecho.
La sostiene con tanta fuerza que ella apenas puede respirar.
Corre cojeando pero rápido. El suelo sigue explotando. El aire está viciado
con tierra y muerte.
Y, finalmente, Pressia ve el blanco de la Cúpula frente a ellos ¿Cómo se
mantiene así con todo este hollín oscuro? Le dice que pare. –Déjame bajar
¡Yo hare el resto del camino!
Hastings no la escucha.
Retuerce la cabeza de muñeca hasta soltarla y golpea tan fuerte como
puede. Él no se inmuta. Intenta un par de veces más. Nada.
Finalmente, encuentra la carne de sus bíceps y después la piel más fina en
su antebrazo y lo muerde tan fuerte como puede. Saborea sangre.
Él se dobla y la suelta.
-Gracias. –Dice ella sin aliento.
Él se frota el bíceps interior. Su mano sale manchada con sangre.
Ella se gira hacia la Cúpula.
-Sigue derecho. –Dice él. –Y te encontrarás con la primera serie de puertas.
Ella asiente y lo mira. –Dile a Il Capitano y Helmud, dile a Bradwell… -Se
atraganta con el nombre del chico.
-¿Qué?
-Diles que llegué hasta aquí. –Se gira y empieza a correr. El suelo sisea por
el viento.
A veces tumultos de tierra se alzan, desparraman y desaparecen. Puede ver
la puerta justo adelante, como Hastings le dijo. Acelera, pero entonces se le
traba el pie en el suelo y cae. Se gira para ver con qué tropezó. Pelo color
mate—una cabeza saliendo del piso. Una mano se estira y le atrapa el
tobillo. Pressia lo golpea con el talón de la bota mientras busca su cuchillo.
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Se estira hacia delante, le clava la hoja en la muñeca. Sus dedos se
flexionan. Empuja la rodilla hacia el pecho. La cabeza se alza y hay un
rostro. Dos ojos brillantes. Una fila de dientes.
Se levanta y corre hacia la puerta mientras el soldado suelta su sangrienta
muñeca. Alza ambos puños y golpea la puerta. Quiere entrar. -¡Ayuda! –
Grita. -¡Ayúdenme! ¡Déjenme entrar! -Le duelen los nudillos pero sigue
golpeando—con fuerza y rapidez.
El soldado está de pie, y se le acerca atropelladamente. Ella está sin aliento.
Trata de aplastarse contra la puerta.
Y entonces escucha un clic—un pop como si se hubiera roto un sello. La
puerta cede. El aire dentro es frío y limpio.
Un uniforme. Un guardia.
Dice por encima del viento. –Soy la media-hermana de Perdiz Willux.
Una voz de hombre dice. –Sabemos quién eres. –Le agarra la muñeca y la
empuja contra la corriente de viento.
Ella ve al soldado una última vez, su mano sangrienta y flácida.
El guardia cierra la puerta. Está armado y tiene una mano en el mango de su
pistola—aun sin sacar, pero preparada.
Está en una cámara, silenciosa y calmada, encerrada entre dos puertas—una
hacia el exterior y una hacia el interior de la Cúpula.
Por primera vez en su vida, Pressia está dentro.
PERDIZ
IMITACIÓN
Perdiz está en uno de los camerinos de lo que llaman la catedral-gym-
torio. Es el lugar de la boda, y momentos después será transformado en un
salón de banquete. Fue usado para cada gran evento de la Cúpula que pueda
recordar—política, religión, entretenimiento. Escuchó los discursos de su
padre aquí—los de Foresteed también. Ha visto el Pesebre ser representado
al igual que animadores vestidos con disfraces raros, sincronizando labios
con canciones pop autorizadas. La multitud gritaba como si fueran reales y
no estuvieran imitando a nadie.
Se recuerda que él se está imitando a sí mismo.
Beckley dice. -¿Estás listo o qué?
Perdiz se observa en el espejo de cuerpo entero—en el que se miró su padre
tantas veces. Piensa en cómo éste antes de morir le agarró la camisa con
una garra de mano y le dijo que era su hijo. Eres mío. El asesinato fue lo
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que los conectó finalmente. Se mira parado allí en su traje, y sabe que es un
asesino a punto de también volverse padre—y ahora esposo.
-¿Está alguien jamás listo para algo como esto? –Le pregunta a su guardia.
-Sí. –Dice Beckley usando un traje propio, su pistola calzada detrás en sus
pantalones. –Creo que es algo a lo que la gente es obligada, en realidad.
-Suenas como alguien que ha estado enamorado. –Perdiz se da cuenta de
que no sabe mucho de nada sobre Beckley.
-Una vez estuve enamorado. –Dice.
-¿De quién?
-En realidad ya no importa. –Dice Beckley. Y Perdiz está seguro de que a
quien amó está muerto.
-¿Qué edad tienes?
-Veintisiete.
Y allí está. Beckley era lo suficientemente grande para enamorarse antes de
las Detonaciones.
-¿Crees que te volverás a enamorar algún día?
Endereza la corbata de Perdiz. –Espero endemoniadamente que no.
Hay un leve golpe en la puerta.
-Es hora. –Dice Beckley. –Esto es.
El guardia abre la puerta que lleva al escenario o altar o plataforma de
trofeos—dependiendo de cómo se vea. Perdiz puede oír todas las voces
hablando a la vez.
Tira de Beckley hacia atrás. –Dime que debería hacerlo.
-No puedo hacer eso.
-¿Pero tú lo harías, Beckley?
-No soy tú.
-Pero si lo fueras…
-Ni siquiera puedo imaginar cómo es ser tú, Perdiz.
El chico se pregunta si lo odia ¿Lo resiente por todo lo que le fue dado o es
algo más? Es el tipo de cosas que Perdiz se volvió bueno captando, pero no
puede leerlo bien. –Aun así, me entiendes a un cierto nivel, Beckley.
-¿Piensas que eso es realmente posible? ¿No conoces ya la compensación?
-¿Qué? ¿Ni siquiera puedo esperar que alguien me entienda—sólo por
quién fue mi padre y por la vida en la que nací? –Piensa en Bradwell e Il
Capitano ¿Eran siquiera amigos? Probablemente no. También lo odiaban en
un cierto punto.
-¿Quieres que la gente te quiera por ser tú mismo? Hubiera supuesto que ya
superaste eso para ahora.
Perdiz se siente inocentemente golpeado. Le gusta Beckley por ser honesto
Deep in Fantasy Burn
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—pero eso mismo es una espada de doble filo.
El hombre abre bien la puerta y la mantiene en su sitio.
Perdiz no tiene opción. La atraviesa y el largo pasillo se llena de pedidos de
silencio. Llegan hasta el fondo y de pronto hay silencio. Perdiz se mueve a
su punto en el medio del altar y se gira para enfrentar la audiencia.
Dios mío, piensa. Todos están aquí. Ve unas pocas filas de chicos de la
academia, sus vecinos de Betton West, Purdy y Hoppes con sus familias,
Foresteed, Mimi usando un gran sombrero enjoyado y mirando al altar, e
incluso Arvin Weed, que asiente. Quizás lo perdonó por el golpe.
Perdiz escanea el mar de ojos observándolo. La gente lo está mirando
fijamente, sonriendo, ya presionando pañuelos contra sus cachetes mojados.
Lo aman de nuevo. Mira a Beckley, parado a unos metros, rígido y con la
mandíbula apretada. Quiere que admita que hay algo de esta efusión que no
es sólo sobre quién era su padre. Hay algo personal allí ¿Cómo sino podrías
explicar estas caras, estas lágrimas, este mirar?
Sigue registrando la multitud, dándose cuenta de que busca a Lyda ¿Está
allí afuera, en algún lado? ¿En serio vendría a este evento? Ella lo aprobó.
De hecho, lo empujó a hacerlo ¿Pero siquiera le sería permitido estar aquí?
Si no es así, ¿Está en casa? Las cámaras lo miran a él. Las luces brillantes
le dan calor sobre la cabeza. Mira a una de las cámaras. Quiere decirle algo.
Quiere que sepa que esto no es real. Soy un imitador imitándome a mí mismo,
quiere decir. Pero no puede. Así que guiña el ojo y agita un poco la mano
¿Sabrá que es para ella?
La multitud nota el saludo y suspira colectivamente.
Beckley se estira y lo palmea en la espalda ¿A modo de disculpa o de
consolación? No está seguro.
Y entonces, apenas con aviso, la suave música de fondo, que ni siquiera
notó realmente, baja de volumen y por unos segundos, todo está en silencio.
Entonces la tonada del órgano suena triunfante desde el techo. La audiencia
se para al unísono y se gira.
Al principio Perdiz sólo ve las luces de las cámaras estallando con locura, y
entonces Iralene sale a la vista, emergiendo de todas las luces repentinas y
al final de una larga alfombra blanca que lleva al altar—a él. Su rostro está
perdido detrás de un velo blanco.
Por un minuto, Perdiz piensa que podría ser Lyda debajo del tul. Pero puede
decir por la equilibrada manera en la que camina, la elevación del mentón,
y los pasos medidos, que es Iralene. Este es el momento para el que ella se
ha preparado.
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Y la chica asciende hacia el altar, los invitados perfeccionando su
entrenamiento, Perdiz puede verle el rostro detrás del velo blanco. Es
hermosa. Nunca lo negó, pero hoy se ve mucho más linda, si eso es posible.
El ministro empieza a hablar, y sorprende a Perdiz. Debió de haberse
parado en el escenario cuando Iralene caminaba por el pasillo.
Perdiz sabe que no recordará lo que dice. Las luces le dan repentinamente
demasiado calor. Curva los hombros hacia delante y los rueda hacia atrás,
como si esperara poder estirar la tela de su traje un poco. Su moño y faja
están ambos demasiado apretados ¿Por qué tenía el sastre que asegurar
todo?
Le da un vistazo a Iralene, pero ella está mirando al ministro, un hombre de
mediana edad con un bigote teñido de gris y abundantes dientes.
¿Cómo demonios me metí en esto? Se pregunta. Ahora puede oler todas las
flores. Son abrumadoras. Mira a Beckley ¿No nota él cuánto calor hace?
¿Qué tan fuerte huelen las flores?
El guardia lo mira preocupado. Susurra. –Dobla las rodillas un poco. Te ves
como si fueras a desmayarte.
-Estoy bien. –Susurra Perdiz. Pero sigue el concejo porque, de hecho, se
siente mareado.
Jesús, no te desmayes frente a toda esta gente, se dice. No te desmayes.
Y entonces es momento de intercambiar votos.
Por suerte, el ministro le dice sus líneas, votos tradicionales—los que
probablemente se dijeron sus padres y luego rompieron.
Soy un imitador, se recuerda, me estoy imitando a mí mismo.
-Para tener y atesorar. –Dice repitiendo al ministro, concentrándose en cada
palabra para no equivocarse, y éstas salen a borrones hasta el final. –Hasta
que la muerte nos separe. –La muerte nos separe. La muerte nos separe. Le
hace eco en la cabeza.
Iralene también dice sus votos. Sus labios son rojos, sus dientes perfectos y
blancos. Mira a Perdiz. –En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la
enfermedad… -Y se da cuenta de que es Iralene la que lo trajo aquí. Sin
ella, estaría perdido. Sin ella, su padre lo habría matado. Escucha a Beckley
en su cabeza. ¿Quieres que la gente te quiera por ser tú mismo? Hubiera
supuesto que ya superaste eso para ahora. Lo que Beckley no entiende es que la gente nunca supera querer ser amada
por como realmente es, especialmente cuando crece como una celebridad o
en su borde ensombrecido. Es todo lo que Perdiz siempre quiso. Iralene no
estaría allí si no fuera el hijo de Willux, pero lo ama. No hay nada de lo que
esté más seguro en este momento que de eso. Glassings le preguntó si la
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quería, y no pudo responder. Gente murió por él—inocentes, quienes
pudieron haber ayudado a lograr verdaderos cambios para bien. Idos ¿Qué
pasa si hay amor entre él e Iralene, y el amor puede salvarlos? ¿No es eso lo
que está pasando?
Pero ahora el ministro le dice que puede besar a la novia, y cuando levanta
el velo, su corazón se ensancha al verla claramente—su hermoso rostro y la
forma en la que lo mira en este instante. La música empieza de nuevo, y la
besa y ella le responde. Él toca entonces su mejilla por un momento, y
entonces, raramente, todo parece detenerse—toda la gente, el ruido, las
luces, la música—y dice. –Gracias.
-¿Por qué? –Dice ella.
-Me trajiste aquí. –Dice. -¿En dónde estaría si no fuera por ti? –Es la
verdad. Lyda no quería seguirlo a la Cúpula, pero Iralene ha estado a su
lado a cada paso del camino. Es querible y merece ser amada ¿Es la
próxima cosa buena que hacer, después de todo? ¿Es esto a lo que se refería
Glassings?
Los ojos de Iralene se llenan de lágrimas y toma su mano. -¿Deberíamos
saludar ahora a la gente?
Dice. –Hagámoslo.
Y juntos se giran y saludan. La multitud está de pie, gritando y celebrando
tan fuerte que Perdiz siente la vibración en sus costillas. En este momento,
sabe que ya no es una imitación. Esto es real.
Innegablemente real.
PRESSIA
DÉBIL
-Elegiste un buen momento. –Dice el guardia. –Pero debemos ir rápido.
Una serie de puertas se abrieron en una ráfaga; el guardia lleva a Pressia a
través de cada una, y se cierran a sus espaldas. Ella agarra las correas de su
mochila—el vial, la fórmula—tan cerca ahora. Todo está reluciente y
pulido. El aire huele a químicos raros mezclados con algo acre y dulce.
-¿Cómo sabías que estaba viniendo?
-Te vi en los ojos de un soldado muerto. Te plantó un rastreador. –Ella se
estira y toca el punto donde sintió el extraño pinchazo y notó la rasgadura
¿La estaban rastreando? –Hemos estado mirando tu aproximamiento y
cifrando tus alrededores a medida que eran reportados a Foresteed.
-¿Foresteed?
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-Supervisa las operaciones militares.
-Así que Perdiz no ordenó los ataques ¿Fue Foresteed?
Él asiente.
A Pressia la anega el alivio. Tenía razón. Perdiz nunca habría hecho eso.
-Te necesitamos aquí. –Dice el guardia. –Queremos que hables con Perdiz.
-¿Qué quieren que le diga?
-Que debe hacer esto de la forma difícil.
-¿Hacer qué?
-Empezar de nuevo.
-¿Y lo está haciendo de la forma fácil?
-No hay forma fácil. Será sangriento. Tiene que dejar que sea así.
La lleva a un pequeño cuarto lleno de boquillas, como si fuera a ser rociada
hasta morir.
-Ropa apilada para ti. Cámbiate rápido.
-Espera ¿Quiénes son?
-Somos Cygnus. Podemos llevarte con tu hermano. –Cierra la puerta.
¿Cygnus? ¿Cómo la constelación? El cisne. Todo esto se remonta a su
madre. Siente fuertemente, por sólo un momento, que su madre está con
ella.
Y está dentro. Esto es. La Cúpula. Está sorprendida. Toca el azulejo blanco,
dejando un rastro de ceniza.
Mira a las boquillas, preparándose para el agua—¿o gas venenoso?
Nada viene.
Levanta la ropa de la pila—un traje de guardia, incluyendo una pistolera.
Recuerda la primera vez que usó el uniforme de la ORS, cuánto amó la
pomposidad del saco térmico incluso aunque se odió por ello. Siente la
misma punzada aquí. No debería estar emocionada por estar dentro.
Bradwell estaría furioso. Il Capitano querría reventar la cabeza del
guardia—ayudando o no, el bastardo logró entrar. Fin. Pero tiene
esperanza. La llevarán con su hermano, que es inocente. Quiere ver las
academias femeninas y masculinas con canchas, los edificios
apartamentales con cuartos limpios y literas, los campos y comida y falso
sol y luz, sin frío, sin sufrimiento, sin oscuridad absoluta. Pero ha sido
advertida: será sangriento.
En una esquina hay un pequeño cuenco con una barra de jabón y una toalla.
Quieren que se lave. Es bueno que su piel ya no lleve el brillo dorado. Se
viste con rapidez, nerviosamente sujetándose la pistolera alrededor de la
cintura. No será capaz de llevar la mochila. Resaltaría demasiado. La abre,
mete la mano y saca la caja. Abre el pestillo y revisa que el vial esté intacto,
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la fórmula en su lugar. Cierra la caja, la desliza entre su camisa a medida y
saco apretado, y la posiciona sobre una cadera, la ropa es lo suficientemente
ajustada para mantenerla en su lugar. Se mueve hacia el cuenco, se frota el
rostro, el cuello y después mira la cabeza de muñeca. Por la alegría de estar
dentro de la Cúpula, de haber logrado llegar hasta aquí, olvidó esto—la piel
de la cabeza de muñeca manchada con cenizas, sus labios fruncidos, sus
ojos parpadeantes. Le lava la cara, frota la fila de pestañas plásticas y el
cráneo, donde sus nudillos se fusionan debajo de la superficie. La seca con
toques de la toalla de mano y la cabeza de muñeca se ve fresca y limpia,
con los cachetes rosados ¿Puede ser removida? ¿Puede ser curada aquí?
Sale de la habitación, dejando la mochila vacía detrás.
El guardia le entrega una pistola como la de él. Ella la desliza en la
pistolera y alza la muñeca.
-¿Qué hay sobre esto? –Dice. Pero él ya está preparado. Saca un rollo de
vendajes.
Pressia levanta el brazo, y él enrolla la venda en la cabeza de muñeca,
obviamente le incomoda. Aprieta tanto que, por un segundo, se imagina que
la muñeca no será capaz de respirar. Ridículo, lo sabe. Engancha la venda
en su lugar.
-Si alguien pregunta, diles que estuviste en un accidente.
Ella asiente, pero se siente enferma. No fue un accidente. Esa es la razón
por la que está aquí. Le fue hecho a propósito. Todas esas pérdidas,
asesinatos, muertes adrede. Bradwell diría: Mira qué tan rápido escondieron
la verdad.
El guardia se toca un lado de la cara, el mismo punto donde ella tiene la
quemadura en forma de media luna. –Cúbrete eso. –Dice. –Tira algo de
cabello hacia delante. –Le entrega una gorra. –Y déjate esto puesto.
Es traición. Todo. La enferma.
Él la lleva por un pasillo. Ella escucha un rumor lejano y piensa en los
Terrones rodeando Crazy John-Johns. Siente las mismas vibraciones en las
suelas de sus botas. Está asustada y no tiene idea de qué esperar.
Pero pronto están junto a un túnel y un tren llega. Es elegante, una máquina
hermosa—tan brillante que puede ver su reflejo. Es una guardia ahora.
Las puertas se abren. Entran. El vagón está vacío.
-Todos están frente a sus televisores hoy. –Dice el guardia.
-¿Por qué?
La observa y después aparta la mirada. –Boda. Perdiz va a casar se.
-¿Va a casar se?
-Sip.
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Piensa en Lyda y el bebé ¿Se casan porque es mandatorio en la Cúpula
hacerlo al embarazarse? Preguntaría, pero no está segura de si el embarazo
es de conocimiento popular. Piensa en su boda en el bosque. Real pero no.
Íntima. Un secreto. La única forma que parece poder existir es en su cenizo
y desolado hogar. Pero el amor dentro de la Cúpula debe ser distinto. Aquí,
enamorarte puede ser un evento, una proclamación sin reconocer que a
todos los que amas pueden morir de forma horrible, que amar a alguien es
aceptar la pérdida inminente.
Se siente un poco mareada. Se agarra de la vara brillante del tren, tan limpia
que rechina cuando se le resbalan las manos. Este es el día de boda de mi
hermano, piensa, y a pesar de todo, se siente feliz, quizás incluso
esperanzada.
Pero de todas formas, el vagón le recuerda al que estaba enterrado, en el
que las Madres había hecho un túnel, con su suelo levantado y sus ventanas
golpeadas. Puede oler los persistentes perfumes de los champuses de los
Puros, lociones, fijador de pelo—una dulzura que le recuerda a su niñez en
la barbería con sus pequeñas botellas de tónicos y geles. Mayormente, hay
una ausencia de podredumbre y muerte, humo y carbón. La marea y
también le dan ganas de llorar.
Se endereza y dice. -¿Me llevas a la ceremonia de la boda?
El guardia revisa su reloj. -La recepción. El lugar estará lleno de guardias.
Alta seguridad. Encajarás.
-¿Seguro? –Sostiene en alto su puño vendado.
-Herida ¿Recuerdas? Sólo di eso.
-Accidente. –Dice ella. –Me dijiste que dijera que fue un accidente.
-Misma diferencia.
-Sólo porque ninguna es verdad.
El guardia la mira. -¿Qué?
-No fue un accidente. No estoy sólo lastimada.
-No nos adentremos en eso.
-¿Eso?
-Ya sabes.
Siente el calor de la ira enrollarse en su pecho. –Las Detonaciones nos
deformaron. –Dice. –Mutilaron y fusionaron. Alteraron nuestro nivel más
básico. Incluso los bebés nacidos después de las Detonaciones están
mutados ¿Es eso en lo que no te quieres meter?
-Soy uno de los tipos buenos. –Dice el guardia a la defensiva.
-¿Eso te ayuda a dormir por la noche?
-No duermo de noche. –Él se inclina contra la ventana, su rostro
Deep in Fantasy Burn
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reflejándose oscuramente en el vidrio. El tren desacelera. –Aquí es. –La
mira. -¿Lista?
Ella no se puede imaginar en qué está a punto de entrar, mucho menos si
está lista. –No estoy acostumbrada a tener elección.
Las puertas se abren.
-De aquí en adelante, caminamos hombro a hombro ¿Bien?
-Bueno. –Dice ella. -¿Cuál es tu nombre?
-Vendler Prescott. –Le responde. –Mis amigos me llaman Ven.
Éste es quién tiene de su lado. Ven. Hombro a hombro. –Vamos.
Caminan a través de más pasillos esterilizados. Asienten al encontrarse con
un guardia ocasional. Pressia escucha la música distante, voces fuertes.
Llegan a un par de puertas. Ven se detiene, la mira. Pressia asiente.
Él abre las puertas, y allí hay un gran y hermoso cuarto lleno de mesas con
manteles y gente en vestidos y trajes. Meseros revolotean por allí con
pequeñas tortas en platos. Algunas mujeres parecen estar usando pelucas
elaboradas, por la forma en que los rizos están apilados en las puntas de sus
cabezas. Los hombres tienen cabello liso, engominado hacia atrás.
Piel, piel, piel—toda perfecta.
Los chicos se agachan debajo de mesas, levantan los platos de torta
abandonados por la gente. El suelo está cubierto de pétalos aterciopelados.
Nadie se encorva bajo el peso desigual de otra persona. No hay animales, ni
vidrio o metal o plástico incrustado en sus cuerpos. Sin amputaciones, sin
cicatrices profundas y rojizas, sin quemaduras de soga.
Sin la espesa capa de ceniza.
Todo está limpio y reluciente.
Y la música es gloriosa. Nunca escuchó algo como esto—tan grande y
fuerte y hermoso. Mira el alto y espaciado techo. Globos están atrapados en
las bóvedas.
Esto es una boda—no dos personas susurrando en un bosque. No importa
cuánto ella y Bradwell se amen, esto se siente real de una forma en la que
su casamiento nunca lo será.
Ven la toma del brazo, y Pressia recuerda que se supone que encaje, no que
todo la asombre.
Caminan junto a una pared, lejos de las muchedumbres.
En la pista de baile, parejas tomándose de las manos se mecen y giran. Lo
más impresionante es que es mejor de lo que jamás lo imaginó, y pensó que
había esperado demasiado, que nunca sería capaz de cumplir con sus
expectativas.
Deep in Fantasy Burn
205
Pasan una torta con los pisos sujetos por columnas, como si fuera una
catedral. Arañas—los cristales tintineando sobre sus cabezas. Recuerda el
comedor de la granja y cómo, después del incendio, la lámpara se estrelló
contra la mesa, como una reina caída ¿Dónde está la prueba de que estas
personas fueron gobernadas por alguien tan horrible como Willux? Quiere
que Bradwell vea esto ¡Una boda! ¡Siguen existiendo! Los Puros pueden
creer en un amor tan profundo que lo celebran abiertamente ¿Podrán ella y
Bradwell alguna vez dejar de estar lo suficientemente hastiados para hacer
algo así? Por supuesto, las bodas son probablemente comunes dentro de la
Cúpula, pero para Pressia, se siente como un acto tan desnudo de esperanza.
¿Por qué razón en el mundo quería Lyda quedarse con las Madres? Esto es
el paraíso. Bebe de la música; el aire dulce, limpio; los chicos chillando con
alegría. Bradwell, piensa, ¿Ves? No son todos malos. Hay belleza aquí. Hay
inocencia y gozo. Se siente vindicada.
Y entonces ve a Perdiz. Está siendo felicitado por un grupo de chicos de su
edad. Levantaron sus vasos aflautados—¿Champán?—para hacerle un
brindis. Pressia toma aire, con intención de llamarlo, pero se detiene. Es
una guardia, no una hermana.
Uno de los amigos golpea su vaso vacío con un tenedor. Los otros se le
unen. Ven para y espera. Un coro tintineante se eleva a su alrededor. Perdiz
parece estar buscando a alguien ¿A Lyda? ¿Dónde está?
-¿Qué pasa? –Le pregunta Pressia a Ven.
-Se supone que se besen. Es una tradición.
¿Una tradición con un beso? Pressia piensa en las tradiciones con las que
fue criada. Las Muerterías le vienen a la mente.
De un frenesí de mujeres, emerge un vestido blanco—abombado y de
encaje, sostenido como la catedral de trota.
A Pressia le sorprende que Lyda haya elegido un vestido tan elaborado y
enorme, pero entonces ve la cara de la novia.
No es Lyda.
Es una chica a la que nunca vio antes.
El tintineo se vuelve más y más alto y estridente.
Tiene que haber un error.
Pero entonces Perdiz toma la mano de la mujer, la acerca y la besa. Es
rápido, pero un beso después de todo. La gente deja de golpear los vasos y
estallan repentinamente en hurras. Pressia deja de respirar.
Perdiz y la mujer, esta extraña, saludan y después se susurran mutuamente,
sonriendo.
Pressia agarra el saco de Ven. –¿Qué pasó? ¿Quién es ella?
Deep in Fantasy Burn
206
-Iralene. –Dice Ven. –Willux la eligió para Perdiz.
-Pero… Lyda… y…
Ven sacude la cabeza, y ella sabe que no es sólo el embarazo secreto, sino
Lyda también.
-Quiero hablarle a Perdiz. Quiero hablarle ahora. –Está furiosa ¿Qué
demonios está él haciendo? ¡Lyda está en cinta! Es su hijo, ¿y sigue
haciendo lo que su padre le dijo?
-Estoy tratando de acercarte; después tal vez ustedes dos puedan encontrar
un lugar tranquilo—
-No me importa encontrar un lugar tranquilo. –Dice Pressia y se dirige a la
multitud. Escucha a Ven diciéndole que espere, pero ella sigue—rodeando
mesas, atravesando la pista de baile y yendo en línea recta hacia Perdiz.
La novia ha sido separada por algunos invitados. Perdiz le está hablando a
un hombre más viejo de rostro delgado y bronceado ¿Cómo te bronceas en
un lugar sin sol? Pressia se detiene frente a ellos.
Le toma unos segundos a Perdiz notarla, pero cuando lo hace, su cara se
ilumina. -¡Pressia! –Dice como si fuera una buena sorpresa.
Y por alguna razón, es su alegría lo que la enoja más que nada. Él le pasa su
trago a un hombre cercano, se inclina hacia delante, con los brazos abiertos,
listo para abrazarla, y antes de siquiera pensarlo, ella levanta la mano para
abofetearlo, pero su muñeca es agarrada.
El hombre de rostro bronceado la ase con firmeza, acercándola.
-¿Quién demonios eres? –Dice Pressia. –Déjame ir.
-Soy Foresteed. Lindo conocerte, Pressia.
-¿Cómo sabes quién soy?
-Es difícil no reconocer a un Miserable tan conocido como tú ¿Crees que
esos vendajes me engañan?
-Afloja, Foresteed. –Dice Perdiz, y el agarre lo hace y la deja ir. -¿Cómo
llegaste? Vamos a algún lugar para hablar.
-No voy a ninguna parte.
Las mejillas de Perdiz se vuelven de un rojo oscuro, como si lo hubiera
golpeado. Se frota las manos. –Necesitamos hablar.
Ella nota que todos sus dedos están allí. Se estira y le toma las dos manos,
preguntándose por un segundo si recordó mal cuál meñique Nuestra Buena
Madre le cortó. Pero ambas manos están intactas. Sus meñiques están
perfectamente formados. –¿Cómo? ¿Por qué? –Apenas puede hablar.
Deep in Fantasy Burn
207
Él retira sus manos y mira al enorme salón, y ella puede verlo caer en la
cuenta—cómo esto debe de verse para ella. –Puedo explicarlo. –Dice. –
Estoy haciendo lo correcto aquí. Tan sólo… Sólo que no…
-Me enfermas. –Su voz está tan ahogada de rabia que sale como un susurro.
-Debemos encerrarla. –Dice Foresteed. –Por el amor de Cristo, está
contaminada ¿Cómo diablos llegó aquí adentro? –El hombre mira el
poblado salón de banquete.
-Nos siguen matando allí afuera. Y a ti ni siquiera te importa. Mírate. –Dice
Pressia.
La novia, como si presintiera la tensión, se acerca rápidamente. -¿Qué está
pasando?
-Está bien, Iralene. –Dice Perdiz. –Sólo danos un minuto. –se gira de vuelta
hacia Pressia. –Mira, ¡Tenía que casarme con Iralene! ¡No entiendes lo que
está pasando aquí!
Iralene mira a Perdiz, herida por su comentario. Dice. -¡Quiero saber quién
es ella!
-Soy Pressia ¿Dónde está Lyda?
-No pudo venir. -Dice Iralene. -¿Por qué querría hacerlo siquiera?
-¡Púdrete! –Le dice Pressia a la otra chica, cuyo rostro instantáneamente se
tensa. –Y tú también, Perdiz. Eres peor que tu padre ¿Lo sabes? Al menos
él tenía una ambición real.
Foresteed susurra. –Déjame escoltarla afuera.
Un hombre joven de aproximadamente la misma edad que Perdiz se abre
paso a empujones hacia el pequeño grupo. -¿Es ésta Pressia? –Dice.
-Ahora no, Arvin. –Dice Perdiz.
-Quiero hablar contigo. –Le dice Arvin a Pressia. –Puedo ayudar—
Perdiz alza la mano. –Todos, sólo esperen…
-Quiero ver a Lyda. –Dice Pressia. -¿Dónde está?
Perdiz se gira y grita. -¡Beckley! –Un hombre de traje aparece. Es alto y
ancho con pelo rapado. –Lleva a Pressia a lo de Lyda. –La mira. –Confío en
Beckley. Estás en buenas manos.
-¿Buenas manos? ¿Quién diablos eres, Perdiz?
-Sigo siendo la misma perdona. Tenme fe.
Pressia sacude la cabeza.
-Te encontraré en lo de Lyda. Hablaremos entonces. Puedo explicarlo,
Pressia. Puedo.
Iralene envuelve su brazo en el de él. –Beckley debe hacer el brindis. –
Dice.
Beckley alza las cejas.
Deep in Fantasy Burn
208
-Sólo ve. –Dice Perdiz.
El guardia empieza a escoltar a Pressia fuera, pero Iralene dice. -¡Aguarda!
Se supone que Beckley haga el brindis.
Pressia da un par más de pasos pero se gira. No puede evitarlo. Está furiosa.
–Te defendí. –Dice con la voz temblándole. –Pero tuvieron razón todo el
tiempo. Eres débil.
-No digas eso. –Perdiz corre hacia ella. Dice en voz baja. –Tu abuelo,
Pressia—lo encontré. Voy a traerlo de vuelta.
-¿De qué estás hablando?
La multitud se está acercando. Iralene tiene su brazo. –No hagan una
escena.
-No, no. No querríamos una escena ¿O no? –Dice Pressia.
-Puedo explicarlo. –Dice él, pero ella sabe que no está seguro. De hecho,
tiene los ojos bien abiertos y ella sabe que está aterrado.
IL CAPITANO
NOMBRE
Más allá del centro comercial, Il Capitano ve una fila de columnas caídas,
yaciendo frente a una gran pila de escombros.
Empieza a treparla. Con cada paso, siente los moretones de los golpes de
Helmud. Su hermano le pateó el trasero ¿Y qué? Se merecía los golpes.
Además, se siente bien ser un poco molido—encaja con cómo se siente
dentro: golpeado, cansado, acabado.
-Revísala. –Le dice a Helmud sin mucha convicción.
Helmud pasa las manos sobre la cinta, la caja cuadrada. -¿Revisada? –Dice,
más como pregunta que como respuesta.
Il Capitano sabe que se está soltando—demasiada pelea, demasiado
sudor—pero la bacteria está en su lugar, más o menos. –Suficientemente
bien.
Ve un hoyo en la pila de escombros. Grita. -¡Sal! ¡Sal! ¡Quienquiera seas! –
Desearía tener un rifle para disparar al aire. Le gustaría darle a quién
estuviera allí abajo la impresión de que está a punto de tirar. Sus pistolas
son definitivas, y, para ser honesto, las necesita devuelta. Siente como si
hubiera perdido todo sentido de sí mismo—dirección y propósito. Sólo está
allí—con Helmud.
Su hermano no lo puede dejar solo. Lo odia y necesita y se odia a sí mismo
por necesitarlo.
Deep in Fantasy Burn
209
Il Capitano llama de nuevo, pero sigue sin respuesta. Retrocede y espera un
poco.
Justo cuando piensa que está vacío, hay ruidos de rasguños. La cabeza de
un hombre aparece en un agujero no muy lejano. -¿Il Capitano? –Dice,
parpadeando ante la pálida luz. Divisa a Helmud sobre el hombro de su
hermano. Deben de parecer bastante golpeados, pero este hombre también
se ve un poco molido—y pálido. Parece asustado de Il Capitano. Su miedo
alimenta a este último, que a veces extraña ser temido.
-¿Quién eres?
-Mi nombre Gorse. –Dice.
-Conozco ese nombre. –Dice Il Capitano. -¿El hermano de Fandra?
El chico duda antes de asentir y mira más allá de Il Capitano y a ambos
lados. Las fusiones de Gorse deben de yacer debajo de su abrigo, que se
abulta en un hombro. Sus manos tienen un brillo como si hubiera metido las
manos en el fuego para sacar algo. –Escuché que estabas en la ciudad—con
Bradwell. –Evidentemente se sentiría un poco más seguro si Bradwell
estuviera aquí.
-Nos vamos a reunir. Él eligió este lugar. Pensó que sería seguro y bueno
para salir del clima ¿Cuántos allí abajo?
Gorse alza las cejas. –Sólo dos de nosotros.
-¿Te importa si esperamos a Bradwell con ustedes?
Gorse no está seguro. Mira hacia abajo y después de vuelta a Il Capitano.
-Tengo buenas noticias para ti, Gorse. –Dice Il Capitano.
-¿Sí? ¿Qué es?
-Fandra.
-¿Qué hay sobre ella? –Lo mira con sospecha.
-Está viva. Sobrevivió allí afuera, apenas, y fue recogida por sobrevivientes
en Crazy John-Johns. Está bien.
-No me mentirías ¿no?
-La vi yo mismo. –Dice Il Capitano. –Largo pelo rubio. Nos salvó el trasero
allí afuera.
-Nos salvó el trasero. –Dice Helmud.
-No tienes que creer nuestra palabra. –Dice Il Capitano. –Bradwell está de
camino, como dije. Se lo puedes preguntar tú mismo.
Gorse mira a Il Capitano y Helmud, y luego, algo detrás suyo le llama la
atención.
-No hay que esperar. –Dice.
Il Capitano se gira. Bradwell está trepando los escombros. Ve a Gorse y
grita. -¡Ey, Gorse! ¿Escuchaste las noticias?
Deep in Fantasy Burn
210
Il Capitano mira de vuelta a Gorse. -¿Ves? Te dije que lo confirmaría.
Gorse debe querer escucharlo por sí mismo. Se hace el tonto. -¿Noticias?
¿Qué noticias?
-Tu hermana. La vimos fuera por el parque de atracciones. Está bien,
Gorse. Lo logró después de todo.
Gorse se pone rígido. Sus ojos brillan con las lágrimas. Se limpia la
garganta, se excusa y desaparece por el agujero.
-¿Y? –Le dice Il Capitano a Bradwell.
-Encontré a Pressia. Dije lo que debía. La dejé ir.
Il Capitano no está seguro de a qué se refiere ¿Le dijo que la amaba? ¿Qué
le dijo? Decide que no quiere saber ¿Por qué castigarse con los detalles?
-¿Qué demonios les pasó a ustedes dos? Se ven como la mierda. –Dice
Bradwell.
-Caímos.
-¿Por unas escaleras? -Dice Bradwell.
-Sí. –Dice Il Capitano. –Algo como eso.
-Algo. –Dice Helmud. -como eso.
Gorse reaparece, sus ojos delineados con rojo. Ha estado llorando. Se frota
la cara con rudeza. –Fandra ¿Viva? ¿Seguros?
-Seguros. -Dice Bradwell.
Gorse deja salir un sonoro sonido de alegría. –¡Bueno, debemos celebrar
entonces! Tenemos algunas cosas de primera aquí abajo, de antes de que los
bodegones explotaran.
-Sí. –Dice Il Capitano ¿Cuándo fue la última vez que tuvo algo de tomar?
Le encantaría emborracharse. El tipo de embriaguez con la respiración
desgarradora.
-No lo sé. –Dice Bradwell.
-No. –Dice Helmud. No le gusta cuando Il Capitano bebe.
-¿Qué no sabes? –Le dice Il Capitano a Bradwell. –No hay nada que
podamos hacer ahora—no para nosotros, no para Pressia. No podemos
hacer nada hasta que escuchemos de ella. Deberíamos celebrar cualquier
cosa mientras todavía haya algo que celebrar. -Il Capitano se gira hacia
Gorse y dice. -Déjame hacer esto simple: ¡Mierda que sí!
-Mierda. –Dice Helmud con nerviosismo. –Sí.
* * *
-A las Madres. –Grita Il Capitano. -¡Que me asustan como la mierda! –Ya
brindó por los Terrones, las alimañas, los muertos, los vivos, los jabalíes,
las criaturas en la niebla… toma un largo trago. Le quema la garganta, le
calienta el pecho. Él y Helmud están sentados en el suelo de la bóveda del
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banco con Bradwell y Gorse y otro chico que se había desmayado y
acurrucado en una esquina. La puerta circular de un metro de espesor está
permanentemente abierta, contraída por el techo torcido. Los muros de
metal están alineados con pequeños cajones rectangulares—todos los cuales
han sido abiertos y vaciados. La mayoría de los cajones en sí ya no están.
Es acogedor aquí adentro. Se siente seguro, a salvo. Huele a metal. A Il
Capitano le gusta.
Mientras le pasa la botella a Bradwell, Helmud se estira e intenta agarrarla.
–Vas a recibir tu parte. –Dice Il Capitano. –Está en la sangre. –Se ríe con
fuerza. Sabe Helmud no quiere un trago. Quiere llevarse la botella lejos
suyo. No le gusta emborracharse—y seguro que ambos lo están ahora. Il
Capitano se había olvidado de cuánto extrañaba el licor—la forma en la que
suaviza al mundo, enmudece el sonido, emborrona las cosas. El viejo
Ingership le solía dar un trago de vez en cuando. Le alegra que el hombre
haya muerto, pero extraña el licor.
-Tu parte, tu parte, tu parte. –Murmura Helmud, los brazos flácidos y la
cabeza colgándole sobre un hombro. Está retando a su hermano por tomar
demasiado.
-¡Cállate, Helmud! –Dice Il Capitano. –Estamos celebrando aquí ¿Verdad,
Bradwell? Dile ¿Verdad?
-Cierto. -Dice Bradwell pasándole la botella a Gorse.
-¡Cierto! -Grita Gorse, dando un trago. Il Capitano vigila de cerca la bebida,
intentando averiguar si obtendrá el último trago o no.
Desea que Pressia esté aquí, aunque no quiere sacar su nombre a relucir—
no frente a Bradwell. No quiere saber qué pasó entre ellos cuando corrió
detrás suyo en la lluvia. A Il Capitano le gusta pensar en ella ahora—con
esta linda embriaguez. Todo el dolor está despuntado. Puede imaginarse un
futuro con ella—los dos, o incluso tres, contando a Helmud. Y es bueno.
Y entonces, como si hubieran tocado el interruptor, Il Capitano piensa en el
niño muerto atrapado en la trampa ¿Por qué ahora? Se frota la frente. –No.
No. –Murmura, pero hay más rostros de muertos apareciéndole en la mente.
Sus caras son un borrón ¿Qué le pasó en esa cripta? Allí es donde empezó.
¿Por qué se siente tan enfermo sobre ello ahora? Jesús. Casi le reza a Dios o
a esa estatua de la santa en busca de perdón. Si lo hubiera hecho ¿Qué le
habría pasado? Tendría que admitir que estaba mal. No estaba mal. Mira—
¡Está vivo! ¡Helmud está vivo en su espalda!
-¿Por qué te asustan? –Le pregunta Bradwell a Il Capitano.
-¿Dios y esa santa? –Pregunta Il Capitano.
-¿Qué? No. –Dice Bradwell. –Las Madres. Dijiste que te asustan como la
Deep in Fantasy Burn
212
mierda.
-¿No te aterran? –Responde Il Capitano.
-No dije eso. Sólo me preguntaba por qué les temes.
Il Capitano se inclina hacia el medio del círculo. –Parecen buenas y lindas
y, bueno, son Madres. Solían organizar comidas a la canasta y hablar sobre
cortinas, y ahora te matarían tan pronto como te vean.
-Eres quién para hablar. –Dice Gorse.
-Sí, pero nunca me enorgullecí por educar las mentes jóvenes del mañana al
elegir la mejor escuela privada y conducir hasta ella en la mejor minivan.
-Todos fuimos inocentes hace un tiempo. –Dice Bradwell. –Técnicamente
una vez fuiste un niño, ¿No, Il Capitano? Quiero decir, mierda—tenías un
nombre aparte de ese, ¿O es así en tu libreta de bautismo?
-No lo recuerdo. -Dice Il Capitano. Walden. Walden era su nombre.
-¿No lo recuerdas? -Dice Gorse. -¿Tu propio nombre?
-¡Helmud! -Dice Bradwell. -¿Cuál era el nombre de tu hermano antes de ser
Il Capitano.
-No lo sabe. –Dice Il Capitano. -¡No te rías de él!
Puede sentir la cabeza de su hermano dispararse hacia arriba detrás de él. –
No te rías. –Dice Helmud.
-No me estoy burlando, Helmud. Sólo digo que podrías recordar el nombre
de Il Capitano por su niñez compartida. Quiero decir, está allí, en lo
profundo. Tu madre solía llamarte adentro cuando eras pequeño ¿Cierto?
Te llamaba ‘¡Helmud!’ y después decía otro nombre ¿Cuál era?
Helmud se bambalea otro rato ¿Está recordando? ¿Hay algún pinchazo de
luz iluminando la oscura esquina de su memoria?
-No lo molestes con esta mierda. No lo recuerda y tampoco yo. Mi viejo
nombre está muerto. Soy Il Capitano.
-¿Qué hay de tu apellido? –Pregunta Gorse.
-Croll. -Dice en voz baja. –Mi padre era Sargento Warret B. Croll. Croll.
Bradwell se acerca más a Il Capitano. Se estira y sostiene las mejillas de
Helmud en sus manos.
-Cuando tu madre estaba enojada, tal vez los llamaba a los dos por sus
nombres completos. Las madres hacen eso ¿Cómo lo llamaba cuando
estaba enojada con él?
-¡Déjalo en paz! –Grita Il Capitano, retrocediendo para que el rostro de su
hermano resbale de las manos de Bradwell. Se levanta. Helmud parece
increíblemente pesado en su espalda y lo hace chocar contra una pared con
las cajas vacías del depósito de seguridad. La cabeza de Il Capitano golpea
Deep in Fantasy Burn
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contra el metal—un golpe agudo.
Se deja caer al suelo de nuevo. Se toca la cabeza—no hay sangre.
-¡Qué demonios, Cap! -Dice Bradwell. -¡Sólo estamos pasando el rato!
-No deberías haber dejado que Pressia entrara sola. –Grita Il Capitano. –Si
muere, es tu culpa ¡Lo sabes!
Helmud lo impulsa hacia arriba. -¡Tu culpa! –Le grita a su hermano.
-¿Qué? –Grita Bradwell. -¡La dejaste ir tanto como yo!
-Tranquilos, ahora. –Dice Gorse con las manos en el aire.
Il Capitano apenas puede verlos. Son figuras tenues y parpadeantes ante sus
ojos. Mira al chico en la esquina y lo odia—repentinamente y sin ningún
motivo aparente. –No la deberías haber dejado ir en absoluto.
-Cap. –Dice Bradwell. –Sabes que no tenía opción. Sabes que…
Il Capitano cierra los ojos y siente que el piso bajo sus pies gira, suelto. –Si
muere. –Dice volviendo a abrir los ojos, parpadeando. –La sangre está en
tus manos.
-¿Quién demonios te crees que eres? –Grita Bradwell, con sus grandes alas
resplandeciendo en su espalda.
Il Capitano ni siquiera se prepara para un golpe. De hecho, espera que
Bradwell lo ataque. -¡Nos deberíamos desgarrar mutuamente! –Grita. –
Matarnos ¡Superarlo ya!
-¿Seguro sobre eso? –Dice Bradwell.
Pero entonces Il Capitano escucha movimiento y la voz de Gorse. –Déjalo
dormir la mona.
La voz de Bradwell es áspera. –No tengo miedo de que vaya a morir. Es
demasiado dura para eso ¿Sabes en qué no estás pensando todavía, Cap? No
te preocupa que le guste—que elija la Cúpula por sobre alguno de nosotros.
Las palabras de Bradwell penetran lentamente, y se da cuenta de que tiene
razón. Bradwell siempre podía ver todas las posibilidades antes que él ¿Qué
pasa si ama cómo es estar en la Cúpula? ¿Qué pasa si se va… no muerta,
pero se marcha de todas formas? No puede pensar en nada que decir—nada
en absoluto. Siente como si fuera a empezar a llorar. Mierda. Lágrimas se
deslizan por sus ojos.
Entonces siente una mano en su cabeza. Remueve el pelo de su frente
gentilmente, con suavidad. La mano le palmea el cráneo como a un nene
pequeño, sudoroso por jugar en el bosque. Una voz dice. -Waldy. Waldy,
Waldy, Waldy. –Así es como su madre lo llamaba cuando era pequeño.
Waldy. Apodo de Walden. -Waldy, Waldy. -Helmud recuerda. Le palmea
la cabeza de la forma en la que su madre una vez lo hizo hace un tiempo,
cuando eran inocentes, hace un tiempo, cuando Il Capitano era Waldy.
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-No pude salvarla. –Le dice a Helmud. No se refiere sólo a su madre sino
también a Pressia.
Helmud envuelve los brazos alrededor de su hermano, lo sostiene con
fuerza. Il Capitano toma aire y lo suelta. Helmud lo sigue sosteniendo. Se
cubre los ojos con las manos. Está llorando. –Lo siento.
Susurra. –Perdóname. Perdóname. –Lo siente no sólo por la muerte de su
madre, sino por todas.
-Perdóname. –El niño en la trampa, las Muerterías, las jaulas de chicos
fuera en el frío. Mató gente.
Fue causante de muerte y sufrimiento…
Lo siente por todo el dolor. Por todo.
-Perdóname. –Es lo que no pudo decir en la cripta.
Pero aquí, ahora, con Helmud, Il Capitano está pidiendo perdón a la Santa
Wi o Dios o a cualquier fuerza que pueda existir más allá de ellos. –
Perdóname. –Sigue diciendo.
Quiere decir: Llévate esto de mí. Llévatelo.
Y entonces lo siente—algo desgarrando su pecho. Y siendo levantado.
Y ya no está.
PERDIZ
CONFETI
-Baila conmigo. –Grita Iralene por sobre la música. –Vamos.
Perdiz se siente sorprendido. Pressia iba a golpearlo. Sus ojos revolotean
por la multitud, por mesas de banquete, vestidos brillantes, cabello lustroso,
cubiertos relucientes, arcos dorados en el techo ¿Ésta fue la primer mirada
de Pressia a la Cúpula? Y él está en el centro de todo, tomando champán en
un traje hecho a medida, junto a su novia, ¿esposa? –No puedo. –Dice en
voz baja.
Y justo entonces, alguien en alguna parte suelta confeti rosa. Lo vuela una
máquina oculta y revolotea a su alrededor. Le recuerda el principio de
todo—corriendo por el filtro masivo de aire, las aspas gigantes de
ventilador, cortando los filtros rosas, todas las fibras girando a su alrededor.
Le recuerda a la forma en la que la ceniza flota en el aire—allí afuera—y a
Lyda y lo que ella dijo sobre estar encerrado dentro de un globo de nieve.
Iralene le tira del saco. -¡No dejes que Pressia lo arruine! Llegará a
conocerme, y le gustaré. A ti tampoco te guste la primera vez. –Dice.
La chica lo empieza a empujar hacia la pista de baile. Él la detiene y la mira
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a los ojos. Recuerda cómo era la primera vez que la conoció. Estaba rígida
y rara—casi como un extranjero. Y era una extranjera. Había vivido tanto
tiempo suspendida. –Hice un desastre.
Ella envuelve los brazos a su alrededor, lo sostiene con fuerza. –No, no lo
hiciste. Hiciste lo correcto. Te vi hacerlo. Sé que es la verdad. Se lo
explicarás todo. Entenderá.
-No creo que jamás lo entienda.
-Sé qué harás, Sr. Perdiz Willux.
-¿Qué?
-Tienen el mejor regalo del mundo para darle, y una vez lo hagas, te
perdonará todo. -Iralene le sonríe. -¿Verdad?
Perdiz tiene a su abuelo. Vivo. El ventilador asentado en su garganta fue
sacado, y lo enmendaron, suspendieron. Incluso podría tener a su padre,
aunque no puede acceder a esa cámara—no aún al menos.
Por ahora, puede devolverle a su abuelo. Puede intentar. Pero siente como
si se estuviera ahogando. Falló.
Pressia lo sabe. Probablemente no sepa lo peor de eso.
-Al final, mirarás hacia atrás y todo tendrá sentido.
¿Alguna vez tendrá sentido? ¿Alguien alguna vez mirará a esta serie de
eventos y sabrá que trató tan duro de hacer lo correcto—mientras todo se
desmoronaba a su alrededor? -¿Qué más puedo hacer? –Dice.
-Puedes bailar con la Sra. Perdiz Willux.
Aún sorprendido, deja a Iralene llevarlo a la pista de baile, confeti llenando
el aire, ensuciando el suelo como nieve rosa.
PRESSIA
SALTADOR
-Usualmente soy yo el que está vestido de guardia. –Dice Beckley. -¿Te
molesta si me saco la corbata?
-¿Qué me importa? –Dice Pressia. Está furiosa. Tiene la sensación de dos
puños golpeándole el pecho a la vez.
Bradwell tenía razón—sobre los Puros, sobre Perdiz. Le avergüenza
haberse tragado la alegría, el amor, la desnuda esperanza de una boda—
incluso por un segundo. Extraña a Bradwell más que nunca.
Él dice lo que quiere decir—incluso aunque sabe que a ella no le va a
gustar. Es un lío—todos los humanos lo son—pero al menos es real. Il
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Capitano y Helmud también. Se pregunta si siquiera tendría que haber
venido. Pero puede sentir la caja de metal clavándosele en la cadera. Debe
tratar de salvar gente. Tiene que darle una oportunidad—incluso si Perdiz
es una causa perdida.
Están caminando por una calle vacía. Los frentes de las tiendas están
cubiertos con fotos de Perdiz e Iralene en varias poses. Se detiene en una
del chico empujando a su prometida en una hamaca de madera. –Míralo.
Beckley se mete el moño en el bolsillo y para. –Estaba allí. –Dice. –Él no
quería posar para las fotos.
-Tal vez no quería posar para ellas, pero el hecho es que lo hizo. Dejó que
alguien los fotografiara. –Mira el rostro de Beckley. Es más grande que ella
por bastante, se ve algo endurecido.
-¿Cómo es? –Dice ella. –¿Vivir en este lugar?
-¿Qué se yo? Ha pasado tanto tiempo que ya no tengo a nada con qué
compararlo.
-¿No recuerdas el Antes? No te creo.
-Quizás esa es tu primera lección. No deberías creerle a nadie aquí. –Él se
vuelve a poner en movimiento.
Ella camina detrás con rapidez. -¿Es siempre así de horrible y hermoso?
-Generalmente no está tan iluminado, pero sí.
-Perdiz dice que va a traer a mi abuelo de vuelta. Está muerto, Beckley
¿Piensa Perdiz que es Dios?
Fue cruel de parte de él decirlo—prometerle su abuelo. Perdiz sabe qué
significaría para ella tenerlo de nuevo. Fue el único padre real que alguna
vez conoció. No era su abuelo verdadero, pero eso sólo hacía todo lo que
hizo más remarcable. Le salvó la vida.
-Dime ¿De qué lado estás? –Pregunta ella.
-No hay lados.
-¿Y es esa la segunda lección?
-Supongo que puede ser.
-Creo que hay un lado bueno. –Dice Pressia. –Y estás en él o no lo estás.
El guardia mira a la chica y después al aire mustiado. –De todas formas
¿Cómo es allí afuera?
¿Cómo puede describir el mundo fuera de la Cúpula? Es imposible. –No sé.
–Dice Pressia. -Real.
Beckley mira el punto en la estrecha acera, más blanca que el resto.
-¿Qué es eso? –Pregunta Pressia.
Él se detiene, mira al edificio y apunta a una de las ventanas que ha sido
cubierta por plástico grueso. –Saltador.
Deep in Fantasy Burn
217
-¿Saltador?
Él asiente.
-¿Te refieres a que alguien saltó por esa ventana?
-Sip.
-Y la acera está blanca porque…
-Limpiaron la sangre con blanqueador. –Beckley se mete las manos en los
bolsillos y sigue caminando.
Pressia mira de lado a lado la acera y la calle estrecha. Ve otra mancha de
blanqueador. Después otra. Todas se ven frescas.
-¿Por qué hay saltadores, Beckley? –Pregunta.
-Es tan horrendo como hermoso, ¿O no? Y a veces también es real aquí. –
El guardia camina hasta la puerta principal de un edificio departamental,
aprieta el timbre. La puerta se abre. Entran a la recepción con lujosos
muebles de terciopelo y grandes espejos con marco dorado. Orquídeas
brotan de floreros ornamentados. No pueden ser reales.
Beckley asiente hacia un hombre sentado detrás de un escritorio. Está
mirando una TV en miniatura. Pressia no ve una televisión desde el Antes.
Tiene lluvia pero color—y entonces reconoce el lugar. El hombre está
viendo la recepción de boda de Perdiz e Iralene.
-Es el gran día. –Dice el hombre, frotándose la panza. –Pensé que estabas
allí.
-Otro día, otro dólar. –Dice Beckley.
El hombre mira a Pressia pero no hace preguntas.
Beckley la lleva a un ascensor. La puerta se desliza y abre. A Pressia la
pone nerviosa tener que entrar a la casa, pero se niega a mostrarlo. Se para
detrás de Beckley, quien ilumina un botón circular, y presiona la espalda a
la pared. El elevador se sacude y sube. Se le da vuelta el estómago.
Justo cuando el ascensor se detiene, Beckley se estira y sostiene un botón. –
Lyda no lo está llevando muy bien allí dentro.
Pressia se adelanta. -¿A qué te refieres?
Beckley sacude la cabeza. –Hoy puede no ser fácil, por obvias razones.
El guardia se cubre la boca con el puño y tose. Entonces, con su mano aún
alzada, dice. –Una vez tenga al bebé, la van a volver a meter.
-¿Volver a meter?
El hombre suelta el botón y la puerta se abre. Mira a un lado y al otro del
pasillo. –Perdón. –Dice, sacándole el arma de la pistolera. -Protocolo. –Y
luego murmura, tan suave que ella apenas puede descifrar lo que dice. –
Volverá al centro de rehabilitación. Para gente loca. Nunca saldrá.
-Pero el bebé…
Deep in Fantasy Burn
218
-El bebé estará bien. –Susurra él. –El bebé es un Willux.
PRESSIA
MADRE E HIJA
El departamento es prístino, espacioso: muebles blancos, cortinas blancas,
muros blancos enmarcados con impresiones de flores en vasos que casi
hacen juego con las flores en los floreros sobre las mesas aquí y allá. Y
sentados en dos sillones hay dos mujeres, un hombre y una chica, todos
perfectamente posicionados alrededor de una televisión brillante,
sintonizada en la recepción, por supuesto. No se le puede escapar.
Lyda no está entre ellos. A Pressia le disgusta la vacía perfección de todo
¿Alguien va a dejar que Lyda vuelva a ser mandada al centro de
rehabilitación después de sacarle su bebé? ¿Sabe la gente el secreto?
Pensó que sabía qué era el infierno. Pensó que lo conocía íntimamente—
una alimaña agarrándola en un campo de escombros, las muerterías de la
ORS, los Terrones alrededor de Crazy John-Johns, las criaturas contenidas
en la niebla en Irlanda, enfermas, los pulmones tapados, una muerte lenta.
Pero no. Este es un infierno que nunca se imaginó—uno educado y vicioso.
-¿Dónde está Lyda? –Les pregunta Pressia.
La miran, cada par de ojos observando su puño de cabeza de muñeca
envuelto. No soporta la forma en la que la miran boquiabierta. Desgarra los
vendajes. Debería haberlo hecho en la recepción—mostrarles la verdad de
quién ella es. Deja caer el vendaje al suelo. Se siente libre de nuevo—como
si la cabeza de muñeca pudiera ahora respirar.
Una de las mujeres toma a la niña y la abraza contra su pecho.
-¿Quién es esta, Beckley? –Pregunta la otra mujer. Se levanta y su vestido
ondea como si estuviera debajo del agua.
Beckley da un paso hacia adelante. –La media-hermana de Perdiz. -Dice.
Pressia se saca el gorro y lo tira en una mesa para que puedan ver las
quemaduras curvadas alrededor de uno de sus ojos. –¿Dónde está Lyda?
El hombre le dice a la mujer apretando a la niña. –¡Llévala a la cocina! ¡Por
el amor de Dios!
-¡No! –La chica dice. -¡Quiero verlo!
Pero la madre dice. -¡Calla, Vienna! ¡Muévete! ¡Ahora!
El hombre agarra el brazo de la chica y la empuja hacia la cocina, la mujer
los sigue de cerca.
La señora del vestido flotante se mantiene firme. Le dice a Beckley,
Deep in Fantasy Burn
219
ignorando a Pressia. -¡No quiero a mi hija hablando con esta Miserable!
¿Me escuchas? ¡Esta situación ya es lo suficientemente delicada!
-¿Eres la madre de Lyda?
La mujer mira a Pressia. Simplemente asiente cortante. -¡No lo soportaré! –
Le sisea a Beckley. -¡No lo soportaré! ¡Dile que debe irse!
Beckley se encoge de hombros. De hecho, se ve algo divertido por la
situación. –Puedes decírselo tú misma. Soy un guardia, no un mensajero.
-¿Perdona? No puedes usar ese tono conmigo. –Dice la madre de Lyda. –
Espera a que reporte esto ¡Sólo espera!
Beckley sonríe con suficiencia. No le teme a la madre de Lyda. Puede ser
que las mujeres dentro de la Cúpula nunca son tanta amenaza como
escuchó que eran en el Antes, con el peso del feminismo femenino.
La madre de Lyda parece como si fuera a llorar, como si fuera bien
consiente de que no tiene poder real. Dice. –Quiero lo mejor para mi hija.
Mi única hija.
-¿Es eso verdad? –Tal vez tiene poder y Beckley lo está probando, por el
bien de Lyda o el de ella.
La señora se gira; su pollera revolotea a su alrededor. Agarra su bolso y
dice. –¡No puedo trabajar bajo estas condiciones! Soy una profesional.
¿Está aquí trabajando? ¿Es una madre profesional? Pressia no entiende.
La madre de Lyda camina hacia la puerta. –Quiero el cuarto de bebé
desmantelado. Quiero que todo sea tirado y reemplazado. Cada cosa ¿Me
escuchas? –Su voz es fría y distante.
Beckley no responde. Destraba la puerta y la mantiene bien abierta.
Mientras la mujer pasa, mira de vuelta a Pressia. Ahora no parece enojada;
es como si toda esa emoción se hubiera disipado repentinamente y como si
lo que saliese en su lugar fuera miedo.
A Pressia le gusta. Piensa en Il Capitano—miedo es poder. No hay duda de
por qué le gustó todos esos años. Lo hizo sentir protegido y a salvo.
Beckley cierra la puerta detrás de la madre de Lyda y se gira hacia Pressia.
–Sacaré a la familia Culp de aquí. –Dice. –Puedes ir por ese pasillo. Lyda
probablemente esté en el cuarto de bebé. La puerta está en la derecha.
Tendrá traba.
-Gracias, Beckley. –Dice ella.
-¿Por qué? –Dice él.
-Ya sabes. –La respaldó.
El guardia asiente y va hacia la cocina.
Mientras camina por el pasillo, Pressia huele algo familiar—humo.
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220
LYDA
PRUEBA
No.
Perdiz vendrá por ella. Empezarán una nueva vida. La ama. Recuerda
despertarse con él en el vagón de subterráneo, el sucio viento levantando su
capa. La besó rápidamente, antes de que Madre Hestra pudiera atraparlos.
Luego, yaciendo uno junto al otro en la casa del alcalde, Perdiz fue el que
quiso que vaya con él. La forma en la que la miró, en que la tocó, cómo se
sintió cuando estaban cerca del otro—eso era amor ¿O no? ¿Puede el amor
simplemente desaparecer?
Ella fue quien le dijo a Perdiz que se case con Iralene—para frenar los
suicidios ¿No fue lo correcto que hacer? ¿Fue armado? ¿Quería Perdiz
permiso para traicionarla?
Mira alrededor del cuarto—la cuna desmantelada, el pequeño colchón
inclinado contra una pared junto a una pila de libros de bebé despedazados
y el bol de cenizas donde quemó hoja tras hoja, la pila de lanzas que talló
de los palos, las virutas ensuciando el suelo y las bolsas de hilo y agujas de
tejer que le trajo Chandry.
Mira su vestido rasgado, lo apretado que está alrededor de su cintura, donde
su panza seguirá creciendo… este es el cuarto de un loco, y ella es la loca
dentro ¿Ha estado tan depravada del sueño que no podía verlo claramente
por lo que era?
Levanta los pedazos de su vestido. Lo tirará a la basura, y nadie verá lo que
le hizo. –Puedo cambiarme. –Susurra. –Puedo volver a ser mi vieja yo. –
Alza la bolsa de elementos de tejido. –Puedo hacerlo. –Camina hacia la pila
de libros de bebés destrozados, queriendo esconderlos, pero
accidentalmente patea el bol de cenizas, que se desparraman por el piso. Se
arrodilla y trata de devolver las cenizas al bol, pero mancha el suelo con
hollín ennegrecido. Entre más la frota, más oscura se vuelve la mancha.
Hay un golpe en la puerta.
No, no. -¿Quién es? –Es su madre. Lo sabe. Su madre vuelve para decirle
qué tan avergonzada está, cuan mal está Lyda, qué niña terrible crió. Le
dirá a Perdiz todo sobre el cuarto del bebé.
-Lyda.
No es su madre. Es una voz que reconoce pero que no puede ubicar.
Deep in Fantasy Burn
221
Se para y en silencio camina hacia la puerta. Toca la madera con la punta
de los dedos, suavemente, como una araña de agua en la superficie de un
estanque. Recuerda verlas de niña—empujando y deslizándose tan ligeras
como el aire. -¿Quién es?
-Soy yo. Es Pressia.
No, no puede ser. Es un truco. Sacude la cabeza. –No te creo.
-Lyda, soy yo. Tenemos que hablar.
¿Cuánto pasó desde que en verdad durmió toda la noche? Quizás su falta de
descanso la volvió paranoica, o tal vez debería estar paranoica. -¡No confío
en ti! –Mira las esquinas superiores del cuarto donde cubrió las cámaras. –
Sólo déjame en paz. Dile a Perdiz… -Pero no puede completar la oración
¿Qué querría que alguien le dijera a Perdiz?
-Puedo probar que soy yo. –La voz dice. –Pregúntame algo que sólo yo
sabría.
Piensa en los tiempos que estuvieron juntas. –La granja. –Dice. –Dime.
-Todos estábamos allí. Illia también. Mató a su marido. -Illia. Lyda la
recuerda en la bañera, sus puños brillantes sacudiéndose en el aire.
-Está muerta. –Dice Lyda. Quizás la gente en la Cúpula ya lo sepa. Necesita
algo más específico. –El tapizado. –Dice Lyda. –Cuéntame sobre el
tapizado en el cuarto de operaciones.
-Botes. –Dice Pressia. –La pared estaba cubierta de pequeños botes porque
no era un cuarto de operaciones. Una vez fue una habitación de bebé.
Lyda mira a su alrededor, su propio cuarto de bebé ¿Es por eso que
preguntó? El tapizado fue prueba de que alguna vez Illia pensó que iba a
tener un bebé y entonces, por algún motivo, no lo tuvo.
Esto es a lo que más le teme ahora. Si Perdiz verdaderamente se casó con
alguien más, ¿Qué pasará con ella y el bebé? Se encuentra repentinamente
exhausta. Se inclina contra el muro, descansando la mejilla contra su
frialdad, aplastando las palmas de sus manos. Mira a la manija ¿Está
Pressia del otro lado? ¿Es una mentira? ¿Puede confiar en algo de lo que
alguien diga dentro de la Cúpula?
Mira la leve huella de ceniza que marcó su mano. Aprieta la traba en la
manija, la gira y abre un poco la puerta.
No puede mirar. Quiere ver tanto el rostro de Pressia que empieza a llorar.
-Lyda.
Levanta la vista.
Pressia ¿Cómo es posible?
Pressia entra en el cuarto del bebé, cierra la puerta con traba de nuevo, y las
dos se abrazan.
Deep in Fantasy Burn
222
Se sostienen mutuamente con fuerza.
PRESSIA
CYGNUS
Lyda tiembla en lo profundo. Apenas puede estar de pie. Pressia la
sostiene en alto. –Debemos sacarte. Van a llevarte y tomar al bebé una vez
haya nacido.
Lyda asiente ¿Ya sabe que es verdad? Si no, no la sorprende. –Quiero
volver con las Madres. Este lugar—no puede ser salvado.
-Escucha, tenemos la intensión de derribar la Cúpula. –Susurra Pressia.
-¿Realmente van a hacerlo? ¿Pueden?
-Si Perdiz se ha vuelto contra nosotros, tendríamos que. –Dice Pressia. -
Bradwell e Il Capitano están afuera, esperando mi palabra.
-¿Esperando por palabra para tirar abajo la Cúpula? ¿Cómo mandarías el
mensaje?
-No lo sé. Pensé que tendría ayuda una vez estuviera aquí.
-Cygnus. –Dice Lyda en voz baja. –Están aquí. Son los seguidores de tu
madre. Pueden ayudarnos, creo.
-Alguien de Cygnus me encontró cuando recién entré a la Cúpula.
-Podemos tratar de que nos ayuden. Sé que podemos. –Dice Lyda. -¿Qué
dirá el mensaje?
-Bueno, no estoy lista para mandarlo. Tengo la cura conmigo. -Dice
Pressia. –Necesito llevársela a alguien que sepa qué hacer con ella. Todavía
podemos salvar gente—los sobrevivientes. Podemos hacerlos completos.
No podemos derribar la Cúpula hasta que trate de darle esto a alguien en
quien podamos confiar.
-Sí, pero ¿Qué tipo de mensaje enviarías? ¿Qué diría? -Pregunta Lyda.
-Sería algo que sólo puede ser mío. –Mantienen sus voces bajas.
-¿Un mensaje en código?
Pressia asiente. –Le diría a Bradwell que nuestras vidas no son accidentes.
Este es el principio, no un final. Le diría que haga lo que deba hacer. Sabrá
que es de mí y que es tiempo de tirar todo abajo. Tal vez una imagen. –
Piensa en Cygnus, la constelación, los seguidores de su madre—su madre
sigue con ella, de alguna forma. –Quizás un cisne.
-Creo que puedo encontrar a alguien que ayude a enviarla. –Dice Lyda.
-No estoy segura de si alguna vez será lo correcto. Es sólo que Perdiz
parece ido. Tan ido…
Deep in Fantasy Burn
223
-Está ido. –Dice Lyda. –Lo está.
-Me dijo que tiene a mi abuelo, que lo va a traer de vuelta—de los muertos
¿Es eso posible, Lyda? ¿Lo es? –Pressia tiene miedo de que Lyda le diga
que sí, y también de que le diga que no.
-¿Es por eso que realmente estás esperando a decirles que la derriben? ¿Tu
abuelo? –Lyda aspira desigualmente.
-¿Es posible que siga vivo? Por favor, dime.
-Pueden hacer cosas que parecen buenas, pero son horribles, Pressia ¿Me
entiendes? Horribles. –Empieza a llorar de nuevo, peor esta vez, sus
costillas convulsionan. -¡Manda el mensaje! ¡Mándalo!
Pressia la abraza y la mece gentilmente. –Todavía no. Dame tiempo.
-Entonces hazme un pequeño favor. –Susurra Lyda, su voz temblando.
-¿Qué?
-Dile al guardia que el orbe está roto.
-¿El orbe?
-Los orbes mantienen las imágenes de los cuartos cambiando. No puedo
explicarlo. Sólo prométemelo.
-Lyda, justo ahora tenemos que concentrarnos en—
-¡Sólo díselo! -Grita Lyda.
-Bueno. –Dice Pressia tan gentilmente como puede. –Se lo diré. Está bien.
Va a estar bien.
-Estoy tan cansada. –Susurra Lyda. –No puedo dormir.
-Estoy aquí. –Dice Pressia. –Podrás dormir ahora. Estoy aquí.
PERDIZ
CAMAS DE LATÓN
Perdiz alza a Iralene, la lleva atravesando el umbral dentro de una suite en
el pent-house. Esta es una luna de miel.
No debería estar sorprendido por el lujo de todo, pero lo está. La suite es
exuberante—incluso después de todos los lujos del día. Deja a Iralene sobre
sus tacos y juntos caminan por una sala de estar con muebles de cuero y un
comedor, por un piano de cola mignon y una bañera con patas de garra en
un baño tan grande como un dormitorio.
Perdiz no puede dejar de pensar en Pressia. Desde que la vio, no puede
evitar ver todo doble: desde su perspectiva y desde la de ella—toda la
arrogancia, riqueza gastada y crueldad de tanto lujo cuando ambos saben
qué hay fuera de la Cúpula. Se siente atragantado por la culpa.
Deep in Fantasy Burn
224
Iralene tomó demasiado champán, y él también—más de lo que debía
porque quería ahogar la culpa. Pero ahora desea no haberlo hecho. Le
gustaría ser capaz de pensar. Debe llegar con Pressia y Lyda lo más pronto
posible ¿Cómo?
Iralene corre adelante suyo y abre la puerta del dormitorio. Lo llama. -
¡Tienes que ver esto! ¡La cama es tan grande como una pileta! –Desaparece
en el cuarto.
Él camina hacia el salón pero no entra a la habitación. Esta no es una luna
de miel real
Iralene saca la cabeza por la puerta del dormitorio y lo mira. -
¡Zambullámonos! –Se saca los zapatos.
-Iralene, -Dice él. –Sabes que es todo falso.
-¿Qué? –Dice ella. –No puedo escucharte.
Él camina hasta la puerta de la pieza y se inclina contra el marco.
Iralene había trepado la cama de dosel, su manta blanca cubierta de pétalos.
Se gira y cae de espaldas, los brazos estirados, los pétalos rebotando a su
alrededor. -¡No te escucho! ¡No te escucho! –Canta.
Perdiz camina hacia la cama y se sostiene a uno de sus postes, como
alguien en un bote tratando de recuperar el equilibrio.
Es, de hecho, una gran cama con dosel—con un brillante marco de latón.
Como la que estaba arruinada en el tercer piso de la casa del alcalde donde
él y Lyda se arroparon y tuvieron sexo—donde él le contó que la amaba.
Una cama de latón.
-No puedo dormir aquí, Iralene.
Ella alza a cabeza. -¿Qué?
-Sabes que no puedo. Sabes por qué.
-Pensé que lo decías en serio. Lo que dijiste hoy. Lo que me prometiste. Lo
sentí.
-Creo que sí lo hacía.
-¿En serio?
-No sé.
-¿Sabes en qué soy buena, Perdiz? ¿Sabes cuál es mi rasgo más
perfeccionado?
Se propulsa sobre sus codos. Se ve hermosa en la cama rodeada de pétalos
de flores. –No tengo idea.
-Paciencia.
Tiene razón. Creció a la espera, suspendida. Se refiere a que va a esperar a
que realmente se enamore de ella—de ella y de nadie más.
Deep in Fantasy Burn
225
-Voy a ponerme al teléfono y hablar con Weed. –Dice Perdiz. –Quiero que
ayude a Peekins con el abuelo de Pressia. Quiero que trate de ayudarme a
entrar en la cámara bloqueada sin nombre de allí abajo. Tengo que—
-Haz lo que necesites hacer, pero recuerda—todavía me debes.
-Lo sé. –Dice él, pero la voz de Iralene cambió de una forma que lo puso
intranquilo. Se dirige hacia la puerta.
-Perdiz. –Ella susurra.
Él se detiene.
-Puedes no haberlo dicho en serio lo de hoy, pero yo sí. –Dice Iralene. –
Sólo para que sepas. A veces no lo hago. A veces tengo que decir lo que la
gente quiere que diga o lo que necesite para sobrevivir. Aunque hoy lo
decía en serio. Cada palabra.
Perdiz asiente. Cierra la puerta con gentileza y se para allí por un momento
¿Por qué nunca Lyda le respondió las cartas? ¿Cómo se siente sobre él
ahora? ¿Realmente quiere saber la respuesta a esa pregunta?
Camina por el pasillo a la sala de estar de la suite. Se acaba de casar, pero
por algún motivo, se siente increíblemente solitario. Tal vez es porque está
solo. Su madre, su hermano, su padre—todos se han ido.
Justo ahora extraña a Sedge más que nada. Sedge habría sido su padrino.
Quizás incluso lo hubiera podido aconsejar. Perdiz ni siquiera tiene un
recuerdo de su hermano.
Entonces le viene a la memoria la excursión a la que Glassings llevó a su
clase de Historia Mundial—los Archivos de Seres Queridos. Todos los
chicos de la academia caminaron por los pasillos alineados con cajas en
orden alfabético, cada una con un objeto personal de alguien que murió.
Había abierto la caja de su madre, donde encontró algunas pistas
importantes de su existencia—pistas que le habían sido plantadas. Pero
nunca abrió la de su hermano. No había tenido el coraje. Ahora desea haber
visto lo que hay dentro.
Y entonces se da cuenta de que no necesita permiso para ir a los Archivos
de Seres Queridos. Está a cargo.
Quiere ir. Ahora. Extraña a su hermano y quiere ver qué hay en esa caja.
Se da cuenta de que parece loco, tal vez borracho ¿Pero a quién le importa?
Camina hacia la puerta de la suite y la abre. Allí, parado con firmeza, hay
un guardia. No Beckley. Él sigue con Pressia y, probablemente, ahora con
Lyda. Éste es un guardia que no conoce bien para nada—Albertson.
-¿Señor? -Dice Albertson.
-Quiero que me escoltes a un lugar.
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-No puedo simplemente hacer eso, señor. Tendría que obtener permiso.
Tendría que hacer llamadas.
-¿A Foresteed?
Albertson aparta la mirada.
-Es mi día de boda, Albertson. Qué tal si como regalo no haces ninguna
llamada, ¿sí?
-No sé. –Dice Albertson. –Es sólo que no estoy seguro.
-Vamos, Albertson. Sabes que es lo correcto. Sólo un pequeño viaje. Tú y
yo.
-¿Ahora, señor?
-Sí.
-¿A dónde?
-Quiero visitar a mi hermano.
IL CAPITANO
MIERDA QUE SÍ
Il Capitano siente una gran presión en el pecho. Está en el suelo de la
bóveda del banco, las cajas del depósito de seguridad se emborronan en la
pared. Está oscuro, excepto por un par de linternas parpadeantes. El jadeo
de Helmud en su espalda. -¿Qué es esto? –Dice Il Capitano. Le retumba la
cabeza. El aire está lleno con el olor a biodiesel.
Una mano toma una de sus muñecas y después la otra, y al sentir que se las
atan detrás de la espalda, se sacude y retuerce. -¿Qué demonios pasa?
Pero ahora alguien los está aplastando contra el suelo.
Una voz de hombre dice. –Estamos listos para arrastrarlos, Frost.
El hombre a su espalda, Frost, murmura. –Bueno.
¿Dónde está la bacteria? Helmud lo está empujando, y puede sentir los
bordes agudos de la caja. –Revísala. –Le gruñe a su hermano.
Helmud no responde.
-¡Revísala! –Grita Il Capitano de nuevo. -¡Revísala!
Todavía nada. E Il Capitano sabe que ya no está. Es un fracaso. Perdió lo
único que podía derribar a la Cúpula. Se acabó.
-¿Bradwell? -Grita Il Capitano. -¿Estás aquí? –Alza el mentón, raspándose
con el suelo, y gira la cabeza. Dios, no quiere que sepa que ya no está.
Bradwell está sentado en el suelo, ya amordazado, sus brazos detrás de su
espalda. Dos hombres están parados junto a él, uno a cada lado. Bradwell
debe de haber luchado con bastante fuerza. Tiene un corte en la cabeza,
Deep in Fantasy Burn
227
sangre corriéndole por la sien. Sacude la cabeza y pasa los ojos hacia la
pared de cajas detrás de él. Il Capitano no puede leer el gesto.
Divisa la lata de gasolina cerca de la puerta circular de un metro de espesor
de la bóveda del banco ¿Qué diablos están haciendo con eso aquí abajo? No
puede ser bueno.
El rostro de Gorse repentinamente aparece al apoyarse sobre una rodilla.
Sostiene un rifle viejo de la ORS. –Pensaste que podía perdonar y olvidar
todo el asunto con la ORS ¿eh? ¿Pensaste que todos veríamos alguna nueva
versión brillante al regalar comida y abrigo, y todo el resto desaparecería?
-¿Por qué ataron a Bradwell? Está de su lado.
-¿Lo está? Parece que perdió su camino, aliándose contigo.
Il Capitano mira a Bradwell. Se siente mal por haberlo arrastrado. Bradwell
encoge sus pesadas alas—una especie de perdón. –Pero realmente he
cambiado. –Dice Il Capitano.
-¿Alguna vez pagaste por lo que hiciste? –Dice Gorse. -¿Lo hiciste?
No tiene que pensarlo mucho. La respuesta es no. No pagó en realidad.
Impartió tanta muerte y sigue vivo. -¿Qué van a hacer conmigo?
-¿Conmigo? –Susurra Helmud.
-Será servida justicia. –Dice Gorse, y después mira a Frost, quien tiene a los
hermanos trabados contra el suelo. –Ve y amordázalos a ambos.
-¡Gorse, espera! –Grita Il Capitano. -¡Pensé que éramos amigos!
-Ahora sabes mejor.
-¡Pero encontramos a tu hermana!
Gorse se para y le apunta el rifle a la cabeza. –No vuelvas a hablar de mi
hermana. Quizás esté muerta. Quizás esté viva. Pero el hecho es que pensé
que estaba muerta todos estos años por ti ¿Cuántos dejaste morir en las
muerterías? ¿Cuántos se congelaron en tus jaulas? ¿Cuántos cazaste y
usaste como blanco? ¿Mantuviste la cuenta? ¿Eh?
Il Capitano trata de luchar de nuevo contra las cuerdas. Si no puede librarse
es hombre muerto. Ambos, él y Helmud. Gorse lo patea en las costillas. Se
dobla a la mitad. Jadea en el piso, retorciéndose sobre el dolor, mientras
Frost le envuelve un trapo en la boca, haciéndolo aún más difícil respirar.
Justicia, piensa Il Capitano. Está bien. –Golpéame de nuevo. –Gruñe contra
el trapo. -¡Hazlo! –Es lo que se merece. Pero puede escuchar los gritos de
protesta de su hermano pronto sofocados. Il Capitano no dejará que Helmud
pague. Luchará por él, por sí mismo. Es quién es. Peleará todo el camino.
-¿Le tapamos los ojos? -Pregunta Frost.
-No. -Dice Gorse. –Quiero que vea esto.
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228
Frost tira de Il Capitano para ponerlo de pie. Los dos hombres, ambos con
rostros retorcidos y metal sobresaliendo de sus brazos, como si hubieran
estado en el mismo lugar durante las Detonaciones y tuvieran suerte de no
estar fusionados juntos, levantan también a Bradwell. Caminan por la
puerta dentada de la bóveda del banco hacia los yacimientos desmoronados
de la recepción y por el agujero en los escombros—no le es tan fácil con las
manos atadas detrás de la espalda, bajo el peso de su hermano.
Sobre el nivel del suelo, el viento es frío y cortante. Bebió demasiado; se
siente enfermo. La cabeza lo está matando, y se siente algo mareado. Está
casi feliz de que Frost tenga un agarre tan fuerte sobre su brazo superior; de
otra forma, podría caer.
Están rodeados por una docena de gente, más o menos, incluyendo un par
de Amasoides aglomerados. Trata de distinguir todos los rostros para ver si
hay algún amigo entre ellos.
Entonces escucha una voz que recuerda bien. -¡Felicidades, Il Capitano! –
Ve a los adoradores de la Cúpula que encontraron a Wilda en un campo
cuando recién fue devuelta de la Cúpula, purificada, como era.
Recuerda las cicatrices bulbosas y trenzadas corriéndole por un lado de la
cara. Margit. Ella lo odia.
Margit se acerca, le encaja los dedos debajo de la mordaza, empujándola
hasta la punta de su mentón. -¿Qué dices?
-Mierda. -Il Capitano dice, sacudiendo la cabeza.
-¿No estás feliz de ver gente de mi calaña?
-La última vez que te vi habías sido golpeada por una araña, atrapada ¿Así
que no explotaste?
-Fui salvada. Por Dios.
-Un regalo de la Cúpula, adivino, ser salvado así.
-Y no están felices con nosotros, Il Capitano. No están felices para nada.
-¡Pero querían a su hijo devuelto y eso pasó! ¿Qué podrían posiblemente
querer ahora?
-Deben de querer otro sacrificio. –Dice ella.
Il Capitano asiente lentamente. –Y adivino que no será un auto-sacrificio.
-¿Yo? No. Quiero estar aquí cuando seamos llamados para unírseles en el
paraíso de la Cúpula. No ser ceniza en el viento.
-Ya veo. –Il Capitano ahora sabe para qué será usado el biodiesel. Arder
hasta morir—no su preferencia para irse. –Pero te pediré una bondad.
-¿Qué cosa?
-Dejen a mi hermano. –Dice Il Capitano. –Es un ángel. Es bueno. Dejen a
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mi pobre hermano. –No puede evitar el hecho de que haya un tono irónico
en su voz.
-Ahora ¿Cómo lo salvaríamos y no a ti, hombre tonto?
-Creo que van a tener que ser suaves conmigo. -Il Capitano alza las cejas. –
No pueden dejar morir otra alma buena ¿O no?
Margit alza su puño apretado y con los nudillos golpea a Il Capitano en la
cabeza. Le recuerda a su abuela que lo golpeaba cuando se le iba debajo de
los pies. –Tal vez esa sea la mejor parte—tú sabiendo que tus pecados
causaron la muerte de tu hermano. -Margit se gira y le dice a Gorse. –
Deberíamos golpearlos bien y sólidamente primero y después prender fuego
al hermano en su espalda para que Il Capitano pueda escuchar sus gritos.
A Gorse le gusta la idea. -¡Mierda que sí! –Dice burlándose de Il Capitano
de la noche anterior. -¡Mierda que sí!
Y antes de que Il Capitano pueda escupir algo más, Margit le vuelve a
meter la mordaza en la boca.
PERDIZ
HERIDA DE BALA
En media hora, Perdiz está junto a Albertson en la entrada de los Archivos
de Seres Queridos. Golpean y esperan. Es media noche ¿Habrá alguien de
turno?
El rostro de una mujer pálida aparece en una pequeña ventana rectangular
junto a la puerta. Le sorprende ver a Perdiz. Él saluda. Ella se congela un
momento y después sostiene en alto un anillo con llaves. Desaparece. Los
cerrojos se abren.
Abre la puerta. -¿Puedo ayudarlos? –Es una mujer pequeña con un corte de
pelo justo por encima de los hombros.
-Esperaba poder tener un par de minutos. Hay alguien a quién quiero
buscar. –Dice Perdiz.
Ella mira a su espalda y después dice. –Es pasada la hora. No tenemos
visitantes usualmente, pero en tu caso. –Dice ella, aturullada. –Entren.
-Gracias.
-Sabes que tu padre aún no tiene una caja.
-No estoy aquí por mi padre.
Albertson dice. –Les daré privacidad. –Mira a la dependiente, quien asiente
velozmente.
Ella traba la puerta. –Tal vez sepas el camino.
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-Lo hago.
-Bueno, entonces. Vendré a controlar en unos minutos.
Al adentrarse por el pasillo, Perdiz siente una extraña sensación de calma.
La última vez que estuvo aquí fue como ladrón. Robó los contenidos de la
caja de su madre. Su padre sabía que lo haría. Había sido embaucado.
Esta vez, es consciente de su padre. De hecho, en este momento, se siente
más cercano a él que en ninguno de los funerales—¿O es que está más
próximo? ¿Acercándose?
Encuentra el pasillo alfabéticamente correcto al final del cuarto y lo sigue.
Sus talones chocan contra el suelo embaldosado—golpes rápidos y
cortantes, como si hubiera alguien en el frío en la puerta principal,
esperando a que lo dejen entrar. Tiene miedo por un segundo de no ser
capaz de abrir la caja de su hermano—justo como la última vez. Pero el
sentimiento es fugaz. Abrirá la caja, pero nunca sabrá si lo que hay dentro
es lo que su hermano realmente dejó atrás o si es algo que su padre plantó
para que lo encontrara. Ese es el pensamiento que enlentece sus pasos. No
quiere tener más que descifrar sobre su padre. Déjame en paz, quiere decirle
al viejo.
Pasa por los nombres sobre el frente de las cajas tan rápido como puede.
Debajo de ellos hay una lista con causas de muerte. Está buscando a
Willux—Sedge Watson Willux. Camina por las V, hasta las W, y entonces
se detiene.
Weed.
Marta Weed. Victoro Weed. Los nombres de los padres de Arvin. Estaban
en la lista de su madre. Perdiz le preguntó a Weed sobre sus padres. Dijo
que estaban bien, que tenían un resfrío, pero que eso era todo ¿Murieron?
La causa de muerte lee, simplemente, CONTAGIO.
Y entonces hay dos otros nombres: Berta Weed, cuya muerte está enlistada
como ATAQUE AL CORAZÓN , y Allesandra Weed, que tiene una sola palabra
escrita debajo de su nombre: INFANTE.
Perdiz recuerda el día de la excursión con la clase de Historia Mundial con
Glassings. Fue Arvin quien preguntó si podían abrir las cajas. Había
encontrado una tía—tal vez Tía Berta. Sus padres no estaban muertos.
¿Había quedado su madre embarazada de nuevo?
Perdiz tiene el extraño deseo de abrir la caja de los padres de Arvin. Nadie
está aquí. Está sólo.
No. Estas cajas son sagradas.
Camina un par de pasos y encuentra SEDGE WATSON WILLUX y junto a él
ARIBELLE CORDING WILLUX. Presiona la punta de los dedos contra el nombre
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de su hermano. Su mente revive el momento de la muerte suya y de su
madre—juntos—el beso, la explosión, la sangre esparciéndose finamente a
su alrededor.
Sacude la cabeza. -No. Viva. Quiero verla viva. –Cierra los ojos y piensa en
ella en la playa, metida hasta los tobillos en la espuma oceánica delineando
la costa. Su cabello vuela al viento. Está mirando al horizonte. Él susurra. –
Mírame. –Y ella gira la cabeza, y puede verle el rostro. Su madre se tira el
pelo hacia atrás y lo mira con amor. Amor real. Le duele la garganta.
Abre los ojos. La causa de muerte de su hermano es la misma que cuando
estuvo aquí la última vez, la mentira que solía creerse: HERIDA DE BALA,
AUTO-INFLINJIDA. Odia a su padre por matar a su hermano—dos veces. Una
vez con una mentira. Otra al tocar un botón.
La última vez que estuvo aquí, no podía soportar ver la vida de su hermano
reducida al contenido de una caja.
Pero ahora, tomará lo que pueda obtener.
Saca la pequeña caja de su ranura, aguanta la respiración, y la abre.
Está vacía.
Mete la mano y la presiona al fondo—como Sedge una vez le enseñó, nadar
hasta el fondo de la parte más profunda de la pileta y aplanar las palmas
contra el piso. Un recuerdo rápido y cortante.
Sedge le enseñó a nadar.
Devuelve la caja a su agujero y después tira rápidamente de la manija de la
de su madre.
Nada, por supuesto. No tiene nada en absoluto ¿Esperaba algo? ¿Sigue
queriendo algo de su madre?
Sí, lo hace. La extraña con un dolor agudo.
-¿No hay mucho que robar esta vez, o no?
Se gira y allí está la dependienta. Ella se aprieta su saco de punto al
alrededor de las costillas y cruza los brazos. Perdiz debe de verse tan
culpable. No sabe qué decir.
-Estaba de turno la última vez que estuviste aquí. De hecho, -Dice ella
inclinándose hacia él con su pelo meciéndose hacia adelante, tocándole las
mejillas. –Era yo quien controlaba las cámaras cuando tomaste las cosas de
tu madre.
-Se lo reportaste a mi padre ¿Supongo?
-Oh, la cadena de mando es larga y complicada. No conocía el motivo de
por qué se suponía que robarías esas cosas. Sólo sabía que era bueno si lo
hacías y que debíamos entonces dejarte ir.
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-Fue un ardid bastante elaborado. –Dice Perdiz. –Le concederé a mi viejo
eso.
La dependienta asiente. –Intentó hacerlo también con Sedge. Un plan muy
similar. Un par de años antes de que aparecieras por aquí.
-¿Qué quieres decir conque lo trató con Sedge?
-Oh, Sedge también fue traído en una excursión—no con ese maestro tuyo.
Era alguien más. Y fue con la caja de tu madre. Y dentro había retazos de
piezas, chucherías, como las que encontraste. Pero no las robó. No pudo.
Miró a su alrededor y estábamos mirándolo por medio de cámaras de
vigilancia—yo y otro dependiente a cargo de reportarlo pero no detenerlo.
No, no. Sabíamos que quería robar sus cosas. Nos aseguramos de que esté
bastante solo. Pero había algo en él que no lo dejaría tomarlas. –La
dependienta sonríe ante la memoria. -¡No es tanto un ladrón como tú!
Así que su padre probó a Sedge ¿Pero su negación contó como aprobar o
fallar?
-Aunque Sedge se tomó mucho tiempo. –Dice la dependienta. –Leyó una
pequeña tarjeta de cumpleaños—esa era para él, por supuesto, con su
nombre en ella. Miró el collar con la borla en él, y algo más.
-¿Una caja de música? –Dice Perdiz.
-Sí. Era una caja de música. Y si me lo preguntas, se dio cuenta de algo al
sostener esos objetos. Lo sintió en lo profundo. Lo que encontró lo
conmovió. Supo algo que no sabía antes.
-Quizás supo que nuestra madre podría no estar muerta, después de todo.
-¿Es eso?
Perdiz asiente.
-Después fue a las Fuerzas Especiales. Escuché que fue el primero en
ofrecerse voluntario para dejar la Cúpula. Quería estar allí afuera. –La
dependienta pasa la mano por un par de asas. Cada una resuena, metal
contra metal. -Tal vez fue a buscarla. No de la forma en la que tú lo hiciste,
pero a su propia manera.
Entregó su cuerpo a las Fuerzas Especiales. Se volvió una máquina de
lucha, casi un animal sin habla. De alguna forma mantuvo una parte de sí
mismo y, al final, nunca se volvió contra su hermano. Luchó por él.
Perdiz se pone una mano sobre los ojos, inclina la cabeza. Empieza a llorar.
Se imagina a Sedge en los momentos después de saber qué había en la caja
de archivos personales de su madre ¿También dejó su padre la pista de que
podría estar viva fuera de la Cúpula? ¿Sintió como si quisiera peinar toda la
tierra por ella, de la forma en la que Perdiz quería? –Lo extraño. –Dice.
-¿Piensas que una persona sólo existe en un cuerpo? No, no. –Dice la
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dependienta. –No mucho más que la vida de una persona puede encajar en
una pequeña caja de metal. Está aquí. –Dice y agita la mano en el aire como
si estuviera repentinamente cargado con electricidad. –Todos. –Dice. -
¡Están todos a nuestro alrededor! ¡En todos lados!
LYDA
RUEDAS
Lyda no tiene mucho tiempo. Pressia, todavía vestida de guardia, está
dormida al otro lado de la cama, pero puede despertar en cualquier
momento.
Abre gentilmente su mesita de luz y saca el libro Propio del Bebé. Ve su
escritura. Ansío. Ansío. Ansío. Las palabras cubren hoja tras hoja. Es todo lo
que ha escrito.
Los márgenes están vacíos. Pone el libro de costado y escribe a lo largo del
borde exterior justo lo que Pressia le dijo que le escribiría a Bradwell—un
mensaje en código: Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un
final. Haz lo que debas hacer. Y dibuja un rudimentario cisne flotando en
una onda. Podría haber parecido como si hubiera enloquecido la noche
anterior pero estaba pensando con claridad—sobre el próximo paso y cómo
llegar hasta allí. Tenía el corazón altamente destrozado, pero ya no hay
salvajez en él. Ahora siente un dolor implacable. Sabe qué debe pasar.
Pressia puede no estar segura de si es el momento de derribar la Cúpula,
pero Lyda lo está.
Rasga el borde del papel en el que acaba de escribir. Anoche dejó salir a
Freedle y ahora chasquea la lengua suavemente, llamándolo. Escucha el
Tick y después un zumbido de alas, y momentos después, se enciende en su
palma abierta. Lyda susurró. –Hubo una vez en la que la madre de Pressia
te liberó para que buscaras a su hija. Y lo hiciste. Esta vez, con suerte,
Cygnus te sacará de la Cúpula y tendrás que encontrar a Bradwell y darle
este mensaje.
Alza una de las finas alas de Freedle y, a través de su fina cubierta, puede
ver el mecanismo interno. Lyda enrolla el mensaje alargado y pequeño y lo
encaja en el cuerpo de la cigarra, pero deja una pequeña cola—un poco que
sobresalga, algo que alguno de los otros pudiera notar.
La cigarra abre sus finas alas de metal, aletea, se levanta sobre su mano y
revolotea por el cuarto.
Lyda abre la puerta del placar. Hace a un lado los vestidos de maternidad,
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sus perchas resonando en la barra, pero cuando llega al final del closet,
estirándose hacia su armadura casera tejida con perchas, no hay nada. Se
fue.
¿Vinieron anoche y se la llevaron? ¿Supieron todo el tiempo que estaba
aquí? Se siente invadida, traicionada—y arrebatada de la cosa que hizo para
protegerse.
Escucha dos voces en el pasillo hablando rápidamente, con urgencia. Lyda
presiona la oreja a la puerta y reconoce la de Chandry—aguda y chillona—
y el bajo del guardia. Se imagina a Chandry entrando, rebuscando entre su
ropa, y arrancando la armadura. Probablemente ya la tiraron a la basura.
Las voces se detienen. Hay un sonido chirriante, algo repiqueteando por el
suelo de madera—¿algo sobre ruedas? Y entonces hay un golpe en el cuarto
de bebé. Sabe qué está pasando. Lo están tirando todo abajo.
El sonido despierta a Pressia, que se tensa y sienta.
Lyda se presiona los dedos a los labios.
-¿Qué está pasando allí afuera? –Pregunta Pressia.
-Es Chandry Culp. La que me está enseñando a tejer y, bueno, cómo ser una
buena madre. Está derribando el cuarto del bebé. Lo está destruyendo.
-Tu madre le ordenó a Beckley que reemplacen todo allí.
-Mi madre. –Dice Lyda. –Tiene la prueba de que necesitarán llevarme
después de sacarme al bebé. Mi madre reportará que estoy
certificablemente loca. Quizás lo estoy. –Se sienta junto a Pressia en la
cama.
-No. -Dice Pressia. –No digas eso.
-¡Niñas! –Es la voz chillante de Chandry. -¡Niñas, salgan ahora! -¿Va a
hacerla desarmar el cuarto del bebé—como castigo?
Lyda chasquea la lengua en busca de Freedle de nuevo, quien pedalea por
el aire.
-¡Freedle! -Dice Pressia.
-¡Él está bien! –Dice Lyda, y rápidamente lo toma en sus manos y lo guarda
en el bolsillo de su sweater. –Mejor mantenerlo oculto.
Pressia toma la mano de Lyda. -¿Hay alguna forma?
Lyda sabe qué está preguntando ¿Se puede salir de aquí? –Siempre la hay.
Entran al pasillo. La puerta del cuarto del bebé está lo suficientemente
abierta como para ver a Chandry en un traje azul brillante, inclinada sobre
un gran tacho rectangular sobre ruedas. Está levantando un montón de
lanzas afiladas a mano. El orbe ya no está. Chandry también estuvo
trabajando duro. Está levemente sin aliento y sudorosa. Murmura para sí
misma con enojo. -¡Qué lindo desastre que hicimos! ¡Qué lindo desastre! -
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Cuando aparecen en la puerta, alza la mirada. -¡Tú! –Le dice a Pressia. -
¡Empieza a ayudar!
-¿Y yo? –Pregunta Lyda.
-Alguien reportó que un orbe está roto. Un hombre de reparaciones está
aquí. -Lyda mira a Pressia ¡Recordó decirle al guardia! –Quiere saber qué
exactamente está mal con él. –Dice Chandry. -¡Personalmente, no creo que
deberías seguir teniendo acceso a ese orbe! ¿Pero alguien pidió mi opinión?
¡No! ¡No lo hicieron!
-Bueno. –Dice Lyda. –Iré a verlo.
-Y después vuelve justo aquí. Has sido malvada ¿Me entiendes? Malvada
¡Y tiene que parar!
-Lo prometo. –Dice Lyda. -¡Ya no más de eso!
Chandry asiente una última vez y Lyda camina velozmente hacia la sala de
estar. Allí, en la mesa del comedor, está Boyd, usando un mono gris,
trabajando en el orbe. -¡Viniste rápido! –Dice Lyda.
Él se levanta y sonríe. –Siempre a tu servicio.
-¿Lo arreglaste?
-Trabajo en ello. –Dice Boyd. –Es un problema de cableado, creo. –No hay
nada malo con él, en absoluto ¿así que esto significa que sabe que fue
llamado por un motivo completamente diferente?
-Bueno, en verdad necesito tu ayuda. –Dice Lyda.
-Lo estoy suavizando.
-¿Debes llevártelo a la tienda? Pensé que quizás necesitaría ser llevado. –Se
refiere a que espera que las pueda sacar—a Pressia y Lyda juntas ¿Pero
entenderá?
-Veo tu punto. –Dice Boyd. –Sí. Pensé en ello.
-¿Lo hiciste?
-Sí.
Boyd atornilla un panel negro al orbe, lo aprieta. Se lo entrega a Lyda. -
¡Aunque ya está mejor! ¿Ves?
Ella lo admira. -¿No eres un salvador? –Dice Lyda, queriendo decir Sálvanos. -Fue lindo ver a Chandry aquí esta mañana. -Dice Boyd, perezosamente
guardando sus herramientas.
-¿La conoces?
-Somos vecinos, de hecho. El Sr. y la Sra. Culp son grandes personas.
Lyda se alarma ¿Le está tratando de decir algo?
-De la clase de vecinos que ayudan al resto ¿Sabes?
-En serio… -Dice Lyda.
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-En serio. –Dice Boyd. –Siempre puedes confiar en un Culp. -¿Le está
diciendo que confíe en Chandry? Lyda tiene ganas de llorar ¿Es una
broma? ¿Confiar en Culp? ¿Chandry? Si lo hace, y Boyd está equivocado,
terminará en el centro de rehabilitación. Pero si Boyd en verdad es parte de
Cygnus y también los Culp, entonces esta podría ser su única oportunidad.
Boyd se estira y le sacude la mano. Se está yendo. Ella lo abraza y susurra.
–Devuélvelo al exterior. Es un mensajero. Déjalo ir. –Toma a Freedle de su
bolsillo y se lo mete en el del mono gris de Boyd.
Cuando lo suelta, parece confundido, pero debe tener fe en que encontrará a
Freedle y hará como le dijo y en que Freedle tendrá el sentido y la fuerza
suficiente para entregar el mensaje. Lyda le sonríe a Boyd, le palmea el
hombro.
-Ten cuidado con el orbe. –Dice él, pero mira a su panza. Se refiere a Cuida
del bebé ¿Está diciendo que no la volverá a ver—por un largo tiempo?
-Lo haré, Boyd. Gracias. –Dice. –Gracias por todo.
-De nada. Espero que todo funcione. –Él le sonríe—con cuidado pero con
una pizca de esperanza.
Ella sonríe y después camina por el pasillo.
Cuando entra al cuarto del bebé, Pressia no está a la vista. El gran cesto de
plástico sobre ruedas yace en el medio de la habitación. Chandry la mira
inquisitivamente y después a las cámaras montadas en las esquinas altas.
Los trapos tapándolas ya no están, pero una parece haber sido retorcida para
apuntar a una esquina, dejando parte del cuarto fuera de la vista.
-¿Vas a quedarte ahí parada? –Dice Chandry. -¡Deberías haber hecho todo
esto sola! –Su tono sigue siendo duro ¿Está haciendo un show? Alza una
lanza. –Aquí. –Dice asintiendo hacia el tacho.
Lyda toma la lanza y camina hacia el cesto. Mira dentro y allí, entre todo el
desastre de su pieza—los restos de libros y lanzas, pedazos de su vestido, el
estante de un par de libros, incluso el bol de cenizas, ahora dado vuelta y
todo lo que queda de la cuna—está Pressia. Ella alza la vista y asiente.
Confía en Culp. Eso es lo que parece estar diciendo. Lyda deja caer la lanza
al cesto.
Chandry tiene un montón de ellas en una mano. Se acerca a la pared que la
cámara no está filmando. –Acerca ese tacho. –Dice Chandry. -¡Muévete!
Lyda hace caso. Empuja el tacho hacia el punto que le están señalando. Una
vez allí, Chandry asiente. Quiere decir, Ya no estás a la vista. Entra.
El cesto está oscuro y desordenado con los restos de su pieza. Mientras
Lyda entra, Chandry sigue hablando. -¡No sé qué te poseyó para hacer
semejante desastre asqueroso! Un niño es un regalo muy, muy bendito.
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Pronto, Lyda y Pressia están sentadas en el suelo del tacho. Está sucio con
ceniza, como en casa.
Chandry está tirando el último par de lanzas, diciendo. -¿Ibas a traer a este
niño en este horrible lugar? ¿En qué estabas pensando? Tú madre tenía
razón sobre ti.
Eso duele ¿Qué dijo su madre sobre ella?
-¡Necesitas ayuda! ¡Ayuda real y profesional! Probablemente nunca estés
bien de la cabeza ¡Es una condición permanente!
Lyda cierra los ojos. Sabe por qué Chandry dice esto; es una advertencia.
Se refiere a que debe salir ya. Su madre volverá a por ella con un equipo de
profesionales. Será llevada al centro de rehabilitación y nunca se le
permitirá salir. Una condición permanente. Lyda piensa en lo que leyó en
su evaluación psicológica: institucionalización de por vida. Abre los ojos.
Pressia se estira y le toma la mano. Debe de saber que esto es duro para
Lyda. Es como perder una madre, en un sentido. Quizás peor. Un rechazo.
Pressia le da un apretón, y Lyda se lo devuelve.
Chandry Cierra la tapa y el tacho se queda a oscuras.
El cesto empieza a rodar. Lyda puede sentir las ruedas empujando. Escucha
su suave rechinar.
Chandry las llevó fuera del cuarto. Se detiene en el pasillo por un momento
¿Las dejó?
No—está de vuelta, tarareando una pequeña tonada, empujando el tacho de
basura masivo.
Le dice al guardia. –La pobre chica tuvo un shock. No queremos que pierda
el embarazo. Déjenlas a las dos dormir por el resto del día. Ya comieron.
Devoraron. No las molesten ¿Me escuchas?
El guardia debe de asentir porque Chandry empieza a moverse de nuevo,
las ruedas saltando y agitándose bajo ellos. Lyda se apoya en el piso para
estabilizarse y siente el metal tejido estrechamente—su armadura. Está
aquí. Tal vez Chandry supo que esta era la forma para que Lyda la
mantuviera.
IL CAPITANO
ÁNGEL
Los brazos de Il Capitano están atados, dejándolo colgado de un marco de
metal que solía ser un set alto de hamacas detrás de una escuela primaria.
Helmud está tomado de su cuello. Hay una fila de gente esperando su turno
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para golpearlos a ambos con palos. Sólo puede ver a través de la ranura de
uno de sus ojos inflamados; el otro se le cerró por la hinchazón—esto era
de la paliza de antes: un gratis por todo. Los cuerpos de los supervivientes
están doblados y envueltos, pero su ojo lloroso emborrona los detalles de
sus cicatrices y fusiones, lo que es una bondad.
Habían elegido sus propios palos—algunos finos como látigos y otros
pesados como tablas. Un superviviente está armado con lo que parece un
viejo palo de golf, torcido y curvado. Il Capitano y Helmud están cubiertos
en una mezcla de cortes sangrientos, moretones profundos y ampollas. El
cuerpo de Il Capitano arde con un dolor tan agudo que siente la mente
ligera.
Y recuerda ser pequeño—le taparon los ojos, le dieron un palo y le dijeron
que golpeara un burro de colores brillantes colgando de la rama de un árbol.
Era una fiesta de cumpleaños. Llevaba pantalones de pana nuevos que se
agitaban a cada paso. Su madre se quedó todo el rato, lo que era raro, y
sostuvo la mano de Helmud en lugar de dejarlo vagar por ahí.
Il Capitano sabía que la cumpleañera era de una familia rica porque tenían
una pileta—aunque era otoño y estaba tapada.
Ya habían abierto los regalos, y los chicos en la fiesta se rieron del suyo—
una muñeca de plástico. Era un presente barato, y la cumpleañera era
demasiado grande para ella. Y entonces, cuando llegó su turno, golpeó el
burro tan fuerte como pudo. Y cuando le dijeron que su turno había
acabado, siguió golpeándolo. Le pegó una y otra vez hasta que escuchó un
pop y llovieron caramelos, desparramándose por todos lados mientras el
burro se mecía abierto.
Se sacó la tela de los ojos y miró a los niños pelearse. Helmud se libró del
agarre de su madre y se les unió, pero ahora Il Capitano estaba más enojado
aun. Los niños habían sido recompensados por reírse de él. –Ve y sírvete. –
Le dijo el padre de la niña empujándolo por la espalda.
Se negó. No iba a buscar los restos de los chicos ricos. Se quedó allí y
observó. Más tarde robó algunos de los caramelos de Helmud; alguien le
debía algo.
Ahora él es el burro.
Incluso sin otra culpa o pecado, se merece esta golpiza sólo por haber
perdido la bacteria.
Escucha a gente llamándolo—burlándose. Su visión es borrosa a causa del
sudor y sangre. Parpadea por la brillante luz del día. El sol—incluso
nublado como siempre—le causa un dolor abrasante en el cráneo. En su
mayoría ve a adoradores de la Cúpula, pero algunas madres también se
Deep in Fantasy Burn
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acercaron. Lo odian completamente. Además, reconoce un par de soldados
de la ORS ¿No hizo cosas buenas por ellos?
Sus rostros demacrados saltan dentro de foco. Sus afiches de reclutamiento
prometían comida sin miedo y que la solidaridad los salvaría. Se fue, y se
marchitaron. Vinieron a presenciar su violenta ejecución porque los
abandonó, porque muchos fallecieron y aquellos que se mantienen con vida
están muriendo de hambre. Sabe cómo es ser abandonado. De niño, miró al
cielo en busca de aeroplanos, deseando una pequeña conexión con su padre,
un piloto que dejó la familia antes de que Il Capitano pudiera reunir
siquiera un par de recuerdos del hombre.
Aun así, los soldados se ven casi felices. Los sobrevivientes aman una
paliza. Hay tanto por lo que pagar. Cuando alguien es elegido para acarrear
algo de culpa, es un alivio. Il Capitano conoce ese sentimiento. Mató
personas y a veces pensó, con bastante simpleza, la gente merece morir. Pero dijo que lo sentía. Y fuese Dios o Santa Wi o alguna fuerza espiritual
que ni siquiera puede comprender, se sintió perdonado ¿Por qué lo dejan
sufrir así? ¿Se merece la golpiza? ¿Dios ya se dio por vencido con él?
Algunos de los que están en la fila son más nervudos y fuertes de lo que
piensa, mientras otros llevan su fuerza en hombros endurecidos y
estómagos musculosos. Il Capitano y Helmud no tienen los ojos tapados, lo
que parece injusto, ya que ninguno simplemente batea el aire. Pero sólo los
dejan golpearlos tres veces cada uno. Si alguien va por un cuarto golpe,
Margit está allí para mantener la fila avanzando. –Guárdalo. –Dice. –Todos
quieren el suyo, así que devuelta a la línea.
Busca a Bradwell. Fue forzado a mirar el gratis por todo, pero no fue
golpeado en el proceso. Los sobrevivientes todavía le tienen una cierta
estima. Se fue.
Algunos de los sobrevivientes dicen un nombre cuando lo golpean—
algunos muertos, algunos que Il Capitano mató o que podría haber salvado
si no hubiera ayudado a montar un régimen tan cruel como la vieja ORS.
Cada nombre le resuena en la cabeza. Al principio se encorvaba y combatía
los golpes, después sólo se preparaba para recibirlos y, ahora, los acepta.
Un hombre bajo, de torso ancho, lo golpea en los muslos con una tabla. -
¡Minnow! –Grita. -Minnow Wells ¡Mi Minnow! –Suena como el apodo de
un niño—de la forma en la que la madre de Il Capitano cambió de una
forma muy profunda quién era al dejar de llamarlo Waldy ¿Minnow era el
hijo o hija de este hombre? ¿Su amor?
Il Capitano recibe los golpes. -Minnow. Minnow Wells. –Susurra.
Sabe que posiblemente haya un golpe final, como el que le dio a la piñata.
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Probablemente morirá por las heridas internas más que por la sangre
manando de él ¿Primero se detendrá su corazón o el de Helmud?
Una vez se imaginó cómo sería decirle a Pressia que Bradwell murió ¿Será
Bradwell el que le diga de su muerte y de la de Helmud? Espera que en ese
momento ella se dé cuenta de que lo ama. Eso es todo lo que él quiere. Se
imagina que llorará y que Bradwell será quien la consuele.
En este escenario, podrían estar sentados dentro de una Cúpula quebrada.
Podrían haber llegado a esa realidad—sin él.
Estuvo cerca.
Alguien lo golpea con tanta fuerza que su cuerpo se arquea y balancea. La
multitud—ahora cientos—celebra. Pero Il Capitano recuerda no tener
peso—arriba, en el cielo, en esa aeronave. Si tiene un alma, y si el alma
deja el cuerpo una vez alguien muere, le gustaría despegar como esa nave.
Me gustaría volar. Es su nueva oración. Me gustaría volar sólo una vez más. Lucha por mantenerse despierto. Siente una sombra de entumecimiento
colocarse sobre sus ojos. Oscuridad. La lucha. Su cuerpo se sacude. Sus
manos son garras azules sobre su cabeza. Trata de mojarse los labios y
saborea sangre. Escucha la voz de su hermano tarareando en su oreja—una
tenue canción, una que Il Capitano no reconoce.
Los golpes pararon. El viento le suena en los oídos. La cosa se calmó y
silenció
Excepto por una voz.
Il Capitano fuerza un ojo para que se abra.
Ve las alas de Bradwell arqueándose sobre sus hombros. El viento sacude
sus plumas. Los sobrevivientes todavía sostienen sus palos y tablas, pero se
callaron.
Bradwell tiene una forma de hablar que hace que la gente lo escuche.
Siempre la tuvo. Historia Eclipsada. Bajo tierra. Tenía seguidores. Dirigía
un movimiento.
¿Convenció Bradwell a Gorse para dejarlo hablar con la gente? ¿Hizo un
caso en nombre de Il Capitano y Helmud? ¿Trata de salvarlos?
Escucha la palabra malvado. Quizás no esté intentando de salvarlos para
nada. Il Capitano sabe cómo se siente la maldad—en la piel es como odio,
pero cuando la encuentras bajando hasta tu estómago, es en verdad temor.
El miedo es de donde viene la maldad. Y el odio siempre le vino fácil a Il
Capitano porque se odiaba a sí mismo—con tal profundidad, tal totalidad,
como si le hubieran disparado con auto desprecio, un spray de perdigones.
Por un vengativo segundo, piensa, Déjalos matarme a golpes. Déjenlos
meterme el odio a palos. Sabe que hacerlo será su castigo. Matar a alguien—
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eso no puede ser lavado. Lo tendrán que llevar consigo—más fácil en
grupo, más sencillo mover el pecado de una persona a otra, pero nunca
indoloro. Llevarán su muerte por siempre.
Y la de Helmud también.
Igualdad—eso es de lo que Bradwell está hablando ahora ¿En este mundo?
Pero sea lo que sea que dice, funciona. Alguien había trepado a la punta de
las viejas hamacas y está serrando la cuerda con un cuchillo. Otros
sobrevivientes envolvieron sus brazos alrededor de las piernas de Il
Capitano para que él y su hermano sean atrapados una vez la soga se
rompa.
Sus vidas han sido salvadas ¿Por Dios? ¿Por la Santa Wi? ¿Por Bradwell?
Y entonces Bradwell está allí. Abraza a Il Capitano y Helmud.
-¿Qué pasó? –Susurra Il Capitano con su labio hinchado y partido.
-Hice un trato con Gorse. Le prometí llevarlo con su Hermana si me daba
un par de minutos para dirigirme a la multitud. Y entonces le dije a la gente
que fui enviado por Dios. Un ángel.
Il Capitano sonríe a pesar de que duele. –Las alas ayudaron.
-Finalmente son buenas para algo. –Dice Bradwell.
-Buenas. –Dice Helmud.
Bradwell llama a algunos de los supervivientes. –Límpienlos. Il Capitano
estaba perdido pero ahora ha sido encontrado.
Los sobrevivientes empiezan a darse órdenes entre sí. Miran a los
hermanos, perplejos pero también un poco sorprendidos. Las miradas ponen
nervioso a Il Capitano. Siempre prefirió el miedo a la admiración, pero tal
vez sea lo mismo. Poder. Por un segundo, se pregunta si Bradwell
realmente los salvó a él y a Helmud porque los ama como hermanos o por
alguna otra razón más compleja. Tal vez sabe que lo necesita para
conseguir lo que quiere ¿Y qué quiere realmente Bradwell? ¿Derribar la
Cúpula o regresar a Pressia antes de que ella decida quedarse allí?
-¿Qué sigue? –Le pregunta Il Capitano a Bradwell, pero el chico no lo
entiende. La voz de Il Capitano está tan cruda que sólo puede susurrar, y
sus labios están tan hinchados que sus palabras salen confusas.
Bradwell se arrodilla y apoya una mano en su pecho. -¿Qué dijiste?
-¿Qué sigue? –Dice Helmud, hablando por su hermano.
Bradwell dice. –Esperamos palabra.
-¿De Pressia? -Pregunta Il Capitano
-Esperamos palabra de lo alto. –Dice Bradwell en voz alta para que todos
puedan escuchar. -¿Quién más? ¿Dónde más?
Deep in Fantasy Burn
242
El brillo se centra en el rostro de Bradwell. Oscuridad traga los bordes de la
visión de Il Capitano. Parpadea y parpadea e intenta decir algo. Pero
entonces el mundo se vuelve negro.
PERDIZ
SUEÑO
Perdiz despierta; una figura está inclinada sobre él. Se sacude, se sienta. -
¿Qué demonios?
Se encuentra en el sillón de su suite de luna de miel. Las cortinas están
cerradas, excepto por un pequeño centímetro de luz… y allí está Foresteed,
mirándolo. Lleva un uniforme militar—uno viejo de los días de la Ola Roja
Honesta. Tiene enganchada una banda roja alrededor del bíceps, medallas
brillan en su pecho, y una gorra se sienta levemente inclinada en su cabeza.
-¿Qué demonios quieres? –Dice Perdiz.
-Esto es lo que hemos estado esperando, Perdiz. Todos estos años. Es el
momento. –Su voz suena casi nostálgica.
-¿Tiempo para qué, Foresteed?
-Vienen a por nosotros. Tu padre está muerto. Sólo somos nosotros ahora.
Sólo nosotros.
-¿Quiénes vienen? Lo que dices no tiene sentido. Jesús ¿Dónde está
Beckley? ¿Dónde está Iralene?
-Quería que habláramos a solas. –Dice Foresteed, metiendo la mano en el
bolsillo del oscuro saco de su uniforme –Tengo otra pequeña grabación
para ti, Perdiz. –Saca el mando y se lo da. –Presiona Play.
-No quiero escuchar más grabaciones ¿Me entiendes?
Foresteed se desabotona el saco, toma una pistolera alrededor de su pecho
y saca una pequeña pistola—de nuevo, se ve como si fuera del Antes.
Sostiene el arma a su lado, apuntando al suelo. –Presiona Play. –Es la
calma en su voz lo que lo asusta más que nada—indiferente, incruento.
Perdiz traga con sequedad. Toca el botón de play. La pantalla permanece en
negro, pero escucha una voz—levemente amortiguada pero aun así
distintiva.
-Debemos sacarte. –Es la de Pressia, inconfundible. – Van a llevarte y
tomar al bebé una vez haya nacido.
Perdiz mira a Foresteed, pero el hombre le da la espalda. Pressia no le está
hablando a Lyda ¿O no? No tomarán al bebé, Quiere decir. Eso es de locos.
¿De dónde sacó Pressia eso? Se le acelera el pulso.
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243
–Quiero volver con las Madres. –Dice Lyda. -Este lugar—no puede ser
salvado. –Perdiz casi ríe. Lyda no puede querer volver con las Madres. Está
aquí, a salvo. Pero sabe que no quería venir en primer lugar.
-Escucha, -Dice Pressia. –Tenemos la intensión de derribar la Cúpula.
-¿Lo escuchas? -Murmura Foresteed, girándose devuelta hacia Perdiz. Con
el brazo rígido empieza a golpear la pistola contra su pierna.
-¿Realmente van a hacerlo? –Dice Lyda. -¿Pueden? –Suena esperanzada.
Dios mío ¿Por qué querría derribar la Cúpula? ¿Está celosa de la boda? ¿Le
creyó a Pressia sobre lo del bebé siéndole apartado? ¿Se volvió loca?
-Si Perdiz se ha vuelto contra nosotros, –Dice Pressia. -Tendríamos que.
Eso es. El sonido se desvanece. Perdiz mira a la pantalla negra y brillante. -
¿Vuelto contra ellos? –Dice Perdiz. Se siente completamente traicionado. –
¿Entra, ve una boda y piensa que tiene el control de toda situación? –Está
sorprendido, pero entonces escucha el golpe constante del arma de
Foresteed contra su pierna. El hombre piensa que Pressia va a derribar la
Cúpula. Esto es lo que estuvimos esperando, Perdiz. Todos estos años. Es el
momento. Piensa que los Miserables vienen tras ellos. –Escucha, Foresteed.
No pueden derribar la Cúpula. No hay forma de hacerlo.
-No sabes nada. El viaje a Irlanda la puso en contacto con gente muy
avanzada que podrían vernos como una amenaza.
-No, no. –Perdiz se frota la parte de atrás del cuello. –Algo está mal.
Sacaste esta grabación fuera de contexto.
-Debemos detenerla. –Dice Foresteed. –No se le puede permitir ganar
ningún ímpetu. Tuve que tomar acción.
Perdiz se para. -Foresteed… ¿Qué hiciste?
-Estoy armando nuestra milicia en la Cúpula.
-¿Le estás dando armas a gente que se estuvo suicidando?
-Sólo a nuestra milicia—hombres en buena condición física. Debemos
defender lo que es nuestro. Las tropas de Fuerzas Especiales allí afuera son
ahora patéticas. Fueron apurados—un mal lote. Ya no tenemos a nadie
protegiéndonos. No en realidad. Tuve que abrir los stocks.
-Esto es de locos. Déjame hablar con Pressia y Lyda. Puedo corregirlas. Es
sólo un malentendido.
-No puedes hablar con ellas. –Dice Foresteed.
-¿Por qué no? –Dice Perdiz, sintiéndose amenazado.
-Se fueron.
-¿Qué? ¿Estas bromeando? –Perdiz camina hasta las cortinas y las abre.
Tiene vista a la calle. Ve el montón de gente debajo, corriendo en todas
direcciones. Pánico ¿Llevan armas? Es un desastre. –¿Fueron a dónde?
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244
-Si supiéramos dónde están. –Dice Foresteed. –Serías capaz de hablarles.
Perdiz se gira hacia Foresteed. -¿Salieron de la Cúpula?
-No tenemos evidencia de que nadie haya escapado. Creemos que están
aquí, en alguna parte.
-¡Es un domo, por el amor de Dios! ¡No puede ser tan difícil encontrarlas!
Foresteed alza la pistola, la frota suavemente. –Sabes qué podría pasar…
Perdiz inspira profundamente. Se imagina a la Cúpula siendo infiltrada por
alimañas, Amasoides, las Madres, la ORS… Ve a los Puros—pálidos y
sorprendidos, completamente desprevenidos, caminando por allí en sus
cardiganes, en sus zapatos de tacón. Serán apaleados hasta morir. La
Cúpula será saqueada. Las Fuerzas Especiales sólo hará la cosa más
sangrienta. La raza inferior—los Puros. Los Miserables traerán
enfermedades con ellos—unas que ellos ya sobrevivieron pero ante las que
los Puros no tendrán inmunidad. Si el sello de la Cúpula es roto, el aire en
sí mismo los asfixiaría. Caos. Baños de sangre. Una lista de muertes
enorme. Y entonces lo golpea. –Su mi hermana dice que tiene la intención,
entonces es verdad.
-Tenemos confirmación de afuera. -Dice Foresteed. –Capturamos al traidor
que los llevó a la aeronave. Obtuvimos información suficiente sobre él para
confirmar que tienen algún tipo de agente—una guerra química de alguna
clase.
-¿Qué traidor?
-Un soldado de las Fuerzas Especiales que se rebeló.
No Hastings. No Silas Hastings. Por favor, no. -¿Quién?
-Alguien a quien una vez conociste bien, resulta. Hastings.
Perdiz aprieta su agarre sobre las cortinas. –No lo torturaste para obtener—
-No. Intentó combatirlo, pero no había mucho que pudiera hacer. Está
programado para rendirse ante nosotros. Codificación de comportamiento.
–Dice Foresteed melancólicamente. –Si sólo tu madre no hubiera
bloqueado la tuya.
Perdiz está agradecido por eso. Sigue pudiendo tomar sus propias
decisiones—para mejor, para peor. -¿Puedo hablarle?
Foresteed camina hacia Perdiz, parándose en el rayo de falsa luz solar
entrando por la ventana.
Foresteed brilla con sudor. Levanta la pistola y la posiciona en el bolsillo
mullido detrás de la mandíbula de Perdiz. Dice. –Vamos a estar listos. Tu
hermana, si es encontrada, será ejecutada. Y tú, Perdiz—mejor haz lo
correcto y ayuda a atraerla. Porque ¿Sabes lo que pasaría en una
revolución? - Foresteed aprieta más la pistola. –Los Miserables te cortarían
Deep in Fantasy Burn
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la cabeza primero, pero no si me dan ganas a mí de hacerlo primero ¿Sabes
lo que digo?
Perdiz asiente y, entonces, como un disparo en el estómago, piensa en su
propio bebé ¿Será este niño lo suficientemente fuerte para sobrevivir si la
Cúpula es derribada? Sólo por ser concebido allí afuera no lo hace más duro
o más inmune.
-¿Tienes un plan? –Pregunta Foresteed.
-Necesito conseguirle a su abuelo. Lo necesito. -¿Podía confiar en Arvin
para mandar palabra entre Cygnus? ¿La ayudaron ellos a escapar? ¿O la
están buscando también?
Foresteed bizquea. Sus ojos se aprietan con gotas acuosas. Dice. -¿Puedo
confiar en ti?
-Ya lo dijiste. Mi padre está muerto. Sólo somos nosotros ahora, Foresteed.
Tú y yo.
Foresteed sonríe con un lado de la boca y baja el arma. Sus ojos bizquean
sobre el rostro de Perdiz. –Correcto. Tú y yo. –Se endereza el uniforme de
la Ola Roja Honesta con un par de sacudidas. Es posible que Foresteed
espere con ansias esto, tan nostálgico como es por los viejos días de la Ola
Roja Honesta. Le da a Perdiz un saludo rápido y camina hasta la puerta, con
la pistola aun en una mano. Sin mirar atrás, dice. -Toma al viejo. –Y
después camina por la puerta y el corredor.
Perdiz trata de sacudirse el sentimiento permaneciente de la pistola
presionada bajo su mentón.
Beckley aparece. –El reporte salió. Estado de emergencia. Un mensaje
grabado de Foresteed. Dijo que los Miserables van a alzarse. Dijo que el
momento es ahora ¿Es verdad?
Perdiz le estudia la cara un momento. –Sé lo que piensas de mí.
-¿Lo haces?
-Piensas que estoy demasiado metido. Piensas que no tengo idea de qué
estoy haciendo. Piensas que me voy a ahogar. Nada o húndete, y le estás
apostando al último.
-¿Son esas metáforas? No entiendo las metáforas.
-Afuera con la mierda. Crees que me hundo ¿O no?
-Perdiz, no tenemos tiempo para—
-Ni siquiera puedo decir si me hundo o si el agua es la que sube a mi
alrededor. –Mira la habitación sin ver nada, sintiéndose ciego.
-Perdiz ¿Qué puedo hacer? Dame una orden.
Eso es verdad. Se supone que esté a cargo—incluso si no tiene poder,
Beckley está de su lado ¿O no? –Debes llevarme con Peekins—las cámaras.
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246
-Deberíamos ir rápido. Se está empezando a poner caótico allí afuera.
-Iralene viene con nosotros. Y nadie puede vernos.
-Encontraré la forma.
-Glassings. Lo necesito a salvo. También debo hablar con él.
Beckley sacude la cabeza y mira por la ventana, como si tratara de discernir
el clima—como si pudiera cambiar. La piel alrededor de sus ojos es
oscura—así que sin dormir.
-Beckley ¿Qué pasa?
-Glassings.
-¿Qué con él?
El guardia lo mira. –Murió en la noche.
-¿A qué te refieres? ¿Estuvo Foresteed involucrado? ¿Lo hizo él?
-Coágulo de sangre. En su corazón. Los hombres de Foresteed entraron
para interrogarlo sobre Lyda y Pressia, pero se había ido.
Perdiz se pregunta si sabía en algún nivel que volvían a por más, si quiso
morir porque no podía aguantar otra ronda. –Debería haber ido a verlo. Fui
a los Archivos de Seres Queridos a ver la caja de mi hermano—estaba
vacía. Podría haber estado allí. Quizás podría haber…
-Se fue, Perdiz. Ahora debes concentrarte en los vivos.
Perdiz siente que no tiene padre—un huérfano que ha quedado huérfano de
nuevo. –Pero necesito verlo. Necesito a Glassings. No puedo hacer esto
solo…
-Debes tener algo de fe en otras personas.
Ve a un hombre corriendo en diagonal por la calle con un rifle agarrado a la
espalda. Milicia.
Perdiz alza la mirada y ve su propio reflejo. No soy mi padre, quiere decirle
a la brumosa imagen de su propio rostro. No soy mi padre. Pero entonces
recuerda nuevamente la mano temblante de la dependienta. Sí, su hermano
está en todas partes. Su madre está en todas partes. Pero su padre también.
Dice. –Soy un hijo de Willux ¿Qué aprendí sobre tener fe en otra gente?
Beckley se acerca y lo agarra por los brazos. –Ve a por Iralene. Debemos
irnos. Ahora.
Perdiz camina con rapidez por el pasillo al cuarto. Se siente robótico. No
puede procesar la muerte de Glassings. Agarra la manija fría. Piensa en la
vida y la muerte—una fina membrana que las separa. Una puerta… a veces
cerrada, a veces abierta.
Iralene duerme pacíficamente, sus suaves rulos cubriendo la almohada de
seda.
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247
Camina hasta ella, se sienta en la cama y gentilmente le sacude el hombro.
–Iralene. –Susurra. -Iralene, despierta. Iralene.
Ella abre los ojos y se acuesta sobre su espalda. –Estaba teniendo un sueño.
–Dice. –Sigo sin acostumbrarme a qué tan reales son, Perdiz. Era tan real.
-¿Uno bueno esta vez?
Ella asiente.
Él frota los puños—nudillos saltando nudillos. –Estoy asustado, Iralene.
Foresteed le dijo a la gente que se acerca un levantamiento.
Ella se sienta y apoya una mano en su pecho. –Estaremos bien, Perdiz. No
importa qué.
-No, -Dice el chico. –Si vienen por nosotros, gente morirá, Iralene
¿Entiendes lo que digo?
Ella lo envuelve con los brazos. Susurra. –En el sueño, éramos felices.
Teníamos una casa, con cortinas floreadas. Tú la construiste, Perdiz. Estaba
en un campo y el viento soplaba por entre el pasto. Creo que era el futuro.
-No creo que así sea cómo funcionan los sueños, Iralene.
-Era tan real. Mejor que el orbe. Caminábamos de cuarto en cuarto y
espiábamos por las ventanas ¿Qué dirías si hiciera un lugar como ese real?
Le gusta el sonido de la voz de la chica. Cierra los ojos por un momento e
imagina la casa.
-Tulipanes. –Dice ella. –Eso era lo que estaba bordado en las cortinas.
Tulipanes—miles de ellos. Podía tocar la costura con las puntas de mis
dedos y después, cuando miré fuera por otra ventana, había un campo de
tulipanes, bamboleando sus pesadas cabezas en las brisas.
-¿No era sólo un orbe?
-No, era real ¿Crees que no escuché sobre la casa que Lyda te hizo? ¿Ese
mundo oscuro y cenizo del orbe? No es la única que puede hacer un hogar
para ti, Perdiz.
-¿Quién te contó sobre eso?
-Sé cosas—más de las porque me das crédito.
-No lo quería decir de esa forma. Es sólo que… ¿De qué casa estás
hablando sobre hacernos?
-¿Qué pasa si pudieran crear un hogar para nosotros donde todos estemos
juntos? Todos nosotros. Incluso a quienes perdiste, Perdiz.
¿Un mundo con su madre y Sedge? No con su padre—no él, no. -Glassings
murió en la noche. –Sólo puede susurrar las palabras.
-Glassings también podría estar allí. –Dice Iralene, como si no le temiera a
la muerte, y quizás no lo hace.
-Eso es lo que llaman paraíso, Iralene.
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248
-¿Pero y si pudiera se aquí, en la Cúpula?
-No es posible. Sigues soñando.
-Podríamos ser felices allí. Es el futuro en el que podríamos entrar un día, si
queremos. Recuéstate. –Dice. –Recuéstate conmigo y sueña un poco. –Se
ve somnolienta. Sus ojos son tan claros como el cristal y hermosos.
Él no puede soñar—ni siquiera un poco. Tiene que sacar al abuelo de
Pressia a por aire. Debe encontrarla y a Lyda—ella es con quien se supone
que debe entrar en el futuro. -No. –Ya gastó demasiado tiempo. –No puedes
estar aquí sola. Ya no es seguro. Ven conmigo.
-¿Dónde más quisiera estar?
-Te dejaré prepararte. –Dice.
Ella promete no tardar.
Perdiz camina hacia la puerta, la cierra despacio y trota por el pasillo,
esperando que Beckley haya encontrado una forma de sacarlos sin ser
vistos.
Cuando camina dentro de la sala de estar de la suite, ve una camilla cubierta
con sábanas blancas. No es lógico, pero piensa en Glassings; no puede ser
para él. Está muerto…
La puerta de la suite se abre. Beckley le está hablando a alguien en el
corredor, agradeciéndole a la persona en voz baja. Cierra la puerta,
sosteniendo dos batas de laboratorio en perchas, se gira para mirar a Perdiz,
que dice. -¿Qué pasa? ¿Quién está enfermo?
-No enfermo, -Dice Beckley. –Muerto.
-¿Quién?
-Por ahora, -Responde Beckley, -Tú.
PRESSIA
OTRO CIELO
El aire en el tacho es cerrado y cálido por sus cuerpos. Pressia y Lyda se
habían enderezado para estar sentadas lado a lado. Se sostienen las manos
como hermanas. A Pressia le hubiera gustado haber tenido una hermana.
Recuerda cómo era esconderse en la cabina en la parte trasera de la barbería
quemada, sola.
Mientras Chandry las empuja, Pressia le cuenta a Lyda sobre Irlanda—los
jabalíes; las criaturas ciegas y viciosas en el bosque; la enredadera con
espinas. Le confiesa lo que le hizo a Bradwell, y cuando lo hace, puede ver
sus grandes y negras alas. Dice. –Quiero volver con él. –De hecho, justo
Deep in Fantasy Burn
249
ahora, atrapada en este tacho, moviéndose hacia alguna locación
desconocida, se iría si pudiera. El vial, la fórmula, salvar vidas… A veces
desearía que alguien más pudiera hacerse cargo en su lugar. Quizás sólo
esté siendo infantil, pero extraña ser protegida, cuidada. Echa de menos a su
abuelo.
No le dice a Lyda que ella y Bradwell están casados. No es algo que
alguien más vaya a entender ¿Puede el bosque ser una iglesia? ¿Son las
promesas susurradas de dos personas suficientes?
Lyda le aprieta la mano en la oscuridad. –Lo entiendo. –Dice. –Justo ahora,
es como si pudiera sentir a mi otro yo aún allí afuera en el bosque—
corriendo entre los árboles. Quiero ser ella otra vez…
-No es lo mismo allí afuera. –Dice Pressia, y le explica los efectos de los
ataques más recientes de la Cúpula—los incendios, la destrucción, las
Fuerzas Especiales más jóvenes y crudas y fáciles de matar. Y los soldados
que son como Terrones. Las muertes en ambos bandos.
-¿Y las Madres? –Susurra Lyda.
-Sobrevivieron mejor que la mayoría. Madre Hestra quería que te dijera que
te extraña, que eres como una hija para ella.
Lyda suspira. –No puedo vivir aquí por el resto de mi vida, Pressia. Debes
entender. Este lugar tiene que ser detenido. Me recuerdas la primer vez que
salí—pálida y débil. Me criaron para ser pálida y débil. –Dice Lyda. –Me
educaron para ser callada y dulce. No sabía de qué era capaz. Tú vas por
allí pensando que no es justo que los Miserables tengan que vivir allí
afuera. Pero yo sé que no es justo que los Puros tengamos que vivir—detrás
de vidrio, correteando en nuestro mundo falso. Si la Cúpula cayera, sería
piadoso—no para los Miserables, sino para los Puros.
-No sé… -Dice Pressia. -¿Estás segura de eso, Lyda? ¿Realmente lo crees?
-Es algo que quizás nunca entiendas. Pero esa es mi verdad. Mía.
-Tengo la cura, Lyda. Tengo lo que necesitan para ayudar sobrevivientes,
para salvarlos. No podemos tratar de…
Lyda le aprieta la mano en la oscuridad de nuevo y le cuenta a Pressia sobre
la cámara interna en el cuarto de guerra.
-Hay un botón. Puede liberar un gas venenoso y matar a los sobrevivientes.
A todos.
-¿Quién tiene acceso a él?
-Sólo Perdiz.
-Nunca lo haría. –Dice Pressia.
-¿Incluso si pensara que es para salvar gente en el proceso? –Dice Lyda. -
¿No crees que será capaz de racionalizarlo?
Deep in Fantasy Burn
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Pressia dice. –No sé qué va a pasar, pero le prometí a las Madres que
trataría de sacarte ¿Es eso lo que quieres?
-Más que nada.
El cesto se detiene.
-Hay algo más, Pressia. Perdiz puede comunicarse con otra gente en lugares
distantes. Si tu padre está allí afuera…
Pressia no está completamente sorprendida. El sistema de comunicación es
cómo Bartrand Kelly supo que Willux estaba muerto y que Perdiz estaba al
mando. –Si pudiera hablar con mi padre, me gustaría escuchar su voz. Me
gustaría que sepa que estoy aquí. Pero no puedo pensar en nada de eso
ahora. No puedo.
-Quiero creer en cómo una vez era entre Perdiz y yo—cómo nos
amábamos. Pero tampoco puedo pensar en eso.
Escuchan el chirrido de los goznes de una puerta. Y luego están en
movimiento de nuevo, bajando lo que parece ser una rampa.
El carrito se detiene nuevamente.
Chandry abre la tapa y allí arriba hay estrellas—miles. Milagrosas e
inexplicables luceros como agujeritos brillantes en otros planetas distantes.
Ambas se levantan y Pressia espera una ráfaga de viento.
Pero no, no están afuera. La imagen sobre ellas no es del cielo. Se
encuentran en un teatro con filas curvadas de asientos. El cielo es sólo un
techo—oscuridad moteada por bombillas de luz.
IL CAPITANO
PALABRA DESDE LO ALTO
El arenero donde Il Capitano y Helmud fueron atados a un marco de un
par de hamacas y golpeados, es parte de una escuela primaria, e Il Capitano
yace de lado sobre un catre mohoso y casero en lo que debió una vez haber
sido la biblioteca, ahora sin techo, sólo las vigas y travesaños restantes. Los
rodean estanterías de metal, algunos todavía llenos de pedazos de ceniza y
polvo—¿Qué solían ser libros? Helmud ocupa la mayor parte de la
almohada plana, fría y húmeda—tan nauseabunda que realmente no vale la
pena el leve confort. A veces, un ex-soldado de la ORS entra, le da tragos
de agua y se va con rapidez.
Il Capitano escucha voces, huele el humo de fogatas ¿Cuánta gente hay allí
afuera? Escucha ganado. No—un bebé llorando. Sus ojos están casi
cerrados por la hinchazón.
Deep in Fantasy Burn
251
¿A dónde fue Pressia? A la Cúpula ¿Dónde está Bradwell? Aquí no
¿Simplemente lo dejó rodeado de estantes de libros muertos? Il Capitano se
cansa de nuevo. Cabecea y sueña.
Recuerda la forma en la que su madre les leía, recuerda las grandes páginas
en los libros. Il Capitano en la cama de arriba, Helmud debajo. Cada uno
envuelto en sábanas blancas. Verano. Un ventilador de pie en la esquina
cortando aire—un zumbido constante. La luna encerrada en la ventana.
Cuando ella enfermó, quería salvarla. Cuando se fue, tomó el mando. Se
sentó en su silla para leerle libros a Helmud. Una sábana vacía arriba.
Cuando su hermano dormía, Il Capitano ponía el rostro frente al revolver
del ventilador, dejándolo tartajear su voz—cantando desde atrás.
Lo están pinchando. Helmud se endereza en el catre detrás suyo.
-Un par de costillas rotas. Mayormente contusiones. Todos los cortes
fueron cosidos. Con suerte dejó de sangrar internamente. –La voz es áspera
y baja. –Quizás un par de fracturas en las piernas. Difícil de decir.
Y entonces está la voz de Bradwell. -¿Cuánto antes de que pueda pararse y
moverse? –Il Capitano apenas puede ver sus rostros a través de las ranuras
de sus ojos.
-Sufrieron deshidratación. Pero están tomando fluidos. Tendrían que estar
de pie pronto—o él tendría, debería decir.
El polvo en el aire—la ceniza de hojas, encuadernados ¿Cuánto tiempo
pasó? No puede decir si fueron horas o días.
Bradwell está a su lado, arrodillado. La otra persona se va. El chico
endereza el saco de Il Capitano.
-¿Cómo estás?
-Bien. –Murmura.
-¿Helmud? ¿Estás bien? –Dice Bradwell
Il Capitano siente el sacudir de la cabeza de Helmud.
-Bien. –Dice Bradwell, y se para y toma asiento en su pequeño baúl.
-¿De dónde vino eso? –Pregunta Il Capitano.
-Tuve que ir y tomarlo de los cuarteles. Sabes cómo soy con él.
-Un día, lo dejarás ir. –Dice Il Capitano. Él ha dejado ir su propio pasado.
Está limpio.
-Un día. –Bradwell frota los nudillos contra la superficie. –En este baúl, mis
padres siguen vivos de alguna forma. Empecé a reescribir su manuscrito.
Tenemos más pruebas. Escribí un montón de cosas, Cap. Necesitaba
hacerlo. Me alegra que estés mejor. - Bradwell se para y se mete las manos
en los bolsillos. –Estaba preocupado.
-Sigues preocupado. –Dice Il Capitano. –Puedo notarlo.
Deep in Fantasy Burn
252
Bradwell mira el cuarto, cruza los brazos sobre el pecho. –Volví a la
bóveda.
-¿Por qué?
-Escondí la bacteria allí en uno de los agujeros que solía ser una caja del
depósito de seguridad.
Il Capitano siente como si un globo hubiera explotado en su pecho. -
¡Gracias a Dios! –Quiere llorar. –Pensé… -Decide no confesar haberla
perdido ¿Por qué admitir tal absoluta falla? –Eso fue inteligente.
-Te saqué la bacteria cuando estabas borracho. No creí que estuvieras en la
mejor forma para mantenerla a salvo. Y tuve justo tiempo suficiente para
esconderla cuando entraron a las corridas.
-Gracias y, siento eso. –Dice Il Capitano.
-Bueno, sólo hay algo más. –Dice Bradwell.
Il Capitano sabe que no quiere oír esto. -¿Qué?
-No está.
-¿No está? –Dice Helmud
-¿Estás seguro de que revisaste el agujero correcto? –Dice Il Capitano. –La
pared estaba llena de ellos.
-Los revisé todos. -Bradwell se corre las manos por el cabello. –Alguien la
tomó.
-¿Gorse?
-Hablé con todas las personas que estaban en la bóveda. Están de mi lado
ahora. Actúan como si fuera un Dios. No fue ninguno de ellos. Estoy
seguro.
Le encantaría estirarse y ahorcarlo—un viejo instinto. Pero, por supuesto, él
mismo pensó que fue quien la perdió. No puede realmente culpar a
Bradwell, y no tiene la fuerza para asfixiar a nadie ahora de todas formas.
Y entonces se da cuenta de cómo se siente realmente sobre la bacteria.
Quizás la quería desaparecida. –Sería un alivio que ya no esté en nuestras
manos. –Dice. –Excepto que significa que está en las de alguien más.
Bradwell lo mira, confundido. -¿Por qué sería un alivio?
-No podemos tirar abajo la Cúpula.
-¿Qué?
Il Capitano quiere decirle que fue perdonado. Está limpio. –No puedo
volver.
-¿Volver a qué?
-A quién solía ser.
-Debemos hacerlo, Cap.
-¿Por qué?
Deep in Fantasy Burn
253
-Para que no haya una división ¿No estás cansado de ser nada? ¿De ser algo
dejado para morir?
Il Capitano no puede mirarlo. Ha sido nada por tanto tiempo que no se
puede imaginar otra cosa. –Siempre habrá una división. Siempre seremos
nosotros y ellos. Y si esta separación desaparece, habrá otro nosotros y
ellos.
-Deben enfrentarse a lo que hicieron.
-¿Por qué?
-Todos están esperándome—adoradores de la Cúpula, revolucionarios, la
ORS, incluso algunas de las Madres. La solidaridad nos salvará—tú lo
dijiste. Incluso los adoradores de la Cúpula creen que esta podría ser una
manera de unirse a los Puros, en su propia forma retorcida. Bajaron de los
cuarteles, subieron de la ciudad y salieron del bosque y de los Fundizales.
Quieren que los lidere.
Esto duele. Il Capitano ha estado tratando de amasar un ejército todos estos
años, y viene Bradwell y se lo lleva. Sabe que no es el punto, pero aun. -
¿Cuántos hay?
-Demasiados para contar. Y ahora no tengo nada.
Il Capitano se sienta, apoyando la espalda de su hermano contra la pared.
Helmud dice. –Contar. –Tal vez piense que necesitan saber cuántos hay
exactamente si terminan dirigiéndose hacia algún tipo de batalla.
-Ahora es el momento. –Dice Bradwell. –Necesitamos la bacteria ¿Cómo
sino van los Puros a aprender?
-¿Te refieres a cómo sino tendrás una oportunidad de castigarlos? ¿En serio
estás jugando a ser Dios?
-Willux jugó a ser Dios—no yo. –Clava los talones de sus botas en el sucio
suelo. -¡Pressia está atrapada allí, Cap! ¿Quieres que simplemente la
abandone?
-¿Estás haciendo todo esto para traerla de vuelta? -¿Será Bradwell el héroe
en todo esto? Pressia presionó a Il Capitano para hacer lo correcto ¿No está
haciéndolo por fin? ¿No vale de algo?
-Lo hago porque es la misión. Hasta ahora, era tu misión.
-Dijiste que enseñabas Historia Eclipsada porque debíamos aprender del
pasado para no repetirlo ¿No es este sólo otro apocalipsis, más pequeño—
bajo tus propios términos esta vez?
Bradwell se sienta en el suelo, se apoya la cabeza en las manos. Sus alas
vuelan el polvo a su alrededor. Se frota los ojos ¿Está por llorar?
-¿Qué? –Dice Il Capitano. -¿Qué pasa?
-Perdí la bacteria. Nos emborrachamos, Cap. Nos emborrachamos.
Deep in Fantasy Burn
254
Despertamos. Nos capturaron. Trate de esconderla. Ya no está. –Mira a Il
Capitano. -¿Qué soy, Cap?
-¿A qué te refieres?
-¿Soy un ser humano? ¿Un animal? ¿Soy siquiera el hijo de mis padres?
¿Qué crees que soy?
-No importa lo que pienso.
-Para mí sí.
-Eres un profeta. Eso es lo que algunos dicen. Un ángel, tal vez, con esas
alas. Crees en la verdad. Esa es la razón de es por qué Pressia te ama.
-¿Cómo podría amarme así?
-Ahora sabes cómo me siento.
-Cómo me siento. –Dice Helmud ¿Está también enamorado de ella?
-Realmente la amas ¿O no?
Il Capitano asiente. Bradwell parece aceptarlo. Por alguna extraña razón,
incluso parece estar feliz de escucharlo. –No mandó palabra todavía ¿No?
Tenemos tiempo. Quizás podamos encontrarla.
-Quizás. -Dice Bradwell.
-Palabra de lo alto. –Dice Il Capitano, recordando cómo lo puso Bradwell. –
Sigue habiendo algo de tiempo.
Helmud dice. –Lo alto. –Il Capitano lo siente arqueando la espalda,
mirando hacia arriba por la biblioteca sin techo, al cielo. -¡Lo alto! –Dice de
nuevo.
-Lo sabemos, Helmud. Lo sabemos. Cállate ¿Sí? –Le dice a su hermano.
-¡Lo alto! –Dice Helmud nuevamente, y entonces agarra el mentón de Il
Capitano y lo empuja hacia arriba.
-¡Fuera! -Dice Il Capitano.
Helmud apunta al cielo.
Il Capitano mira hacia arriba de mala gana. Bradwell también lo hace.
Y allí hay un pequeño punto, tambaleándose en círculos, revoloteando
hacia abajo.
-¿Qué es eso? -Dice Bradwell.
La pequeña cosa chisporrotea y se acerca más haciendo espirales.
Freedle.
Aterriza al pie del catre de Il Capitano, alza las alas. Helmud se estira.
Freedle salta a su mano. Helmud lo alza. E Il Capitano ve un pequeño borde
blanco de un pedazo de papel que fue deslizado dentro de la caja de su
cuerpo.
Un mensaje.
Deep in Fantasy Burn
255
PERDIZ
EN TODOS LADOS
Perdiz está atado a la camilla y cubierto completamente con una sábana
blanca. Ahora están fuera del hotel. Iralene y Beckley, vestidos con batas
blancas de laboratorio y máscaras de cirugía, lo guían por las calles, las
ruedas repiquetean contra el pavimento. Sólo puede ver la sábana
iluminada, fina y brillante sobre sus ojos. Sabe que hay gente corriendo
cerca. Pasan por un grupo de voces. Se desata una pelea—puede oír a dos
hombres enojados gritando.
Hay un alarido y más chillidos en la distancia—un par de disparos.
Se supone que esté muerto, pero se siente muy vivo—le duele el corazón,
cada latido es como un golpe dentro de su pecho. Glassings murió. Todos
podría hacerlo ¿Puede estar su hermana realmente conspirando para
derribar la Cúpula? ¿Es esta sábana que cubre su rostro—la tela fina y
blanca que le entra a la boca cada vez que respira—una advertencia?
Muerte—¿es ese su futuro cercano?
Escucha a Beckley gritar. -¡Cuidado con el cordón!
La camilla vira, choca contra el concreto.
Se están moviendo tan rápido como pueden. Pasan agujeros, sacudiendo su
cuerpo. No hay auto esperándolos esta vez. Por suerte, están en el mismo
nivel en la Cúpula que el rascacielos con las cámaras de suspensión.
Perdiz no soporta no ser capaz de ver. Pellizca la sábana, la levanta unos
centímetros a un lado y gira la cabeza. Tiene una vista lateral de todo, las
calles llenas de gente. Algunos corren, siguiendo niños, llevando jarras de
agua y cajas de píldoras soytex. Están metidos en tiendas con filas que
serpentean por la cuadra. Algunos están ocupados sellando ventanas con
lonas y cinta adhesiva por miedo a que la Cúpula protectora se rompa.
Gracias a Foresteed, algunos tienen rifles en la espalda.
Aun así, siguen empujando. Como hombre muerto, es ignorado. Los Puros
se han acostumbrado a la muerte. Se están preparando para más. Sus rostros
son una mezcla de miedo, pánico y una extraña resignación—como si
hubiera llegado al fin algo que estuvieron esperando por un largo tiempo.
Pero entonces ve a alguien escribiendo en uno de los posters, Perdiz e
Iralene en una cita—un hombre garabateando en pintura roja oscura sobre
sus caras: LA ESCORIA DEBE MORIR.
Deep in Fantasy Burn
256
Perdiz se estremece. Esta gente los amaba a él e Iralene. Ellos fueron la
razón por la que se casaron—para mantenerlos felices, darles un motivo
para vivir ¿Y ahora son escoria? ¿Deben morir? Deja caer la sábana ¿Va a
ser asesinado por Puros? ¿Es así como irá?
Una vez dentro del edificio, Iralene y Beckley rápidamente lo desatan.
Todos corren por lo que se está volviendo una serie más familiar de pasajes
y pasillos largos e inquietantes, pasando cuartos apenas iluminados
zumbando con la maquinaria que mantiene a la gente suspendida viva.
-Justo arriba. -Dice Iralene.
Perdiz los sigue a ella y Beckley por una esquina y ve una puerta, la luz sale
de la habitación al pasillo. Iralene y Beckley bajan el ritmo. Perdiz se estira,
pausa y después golpea. Peekins y una enfermera levantan la vista de una
gráfica.
-Ah, es bueno verte, Perdiz. –Dice Peekins. –Me alegra que pudieras llegar
bajo las… circunstancias.
El cuarto es sorprendentemente brillante y cálido. Beckley e Iralene se
quedan cerca de la puerta, manteniendo un ojo en el corredor.
Perdiz camina hasta la cápsula y puede ver la silueta emborronada del
rostro de Odwald Belze—su tieso cabello blanco, sus ojos cerrados, sus
mejillas cetrinas—cristalizado con una fina capa de hielo. La cicatriz en su
cuello es roja, preservada cuando era una herida quirúrgica reciente. Perdiz
recuerda la pequeña caja azul que contenía el ventilador removido de su
garganta, y la cara de Pressia cuando descubrió que significaba que su
abuelo había muerto.
-Las cosas se están desmoronando rápido. –Dice Beckley.
-Debemos movernos rápido. –Dice Iralene.
-¿Cómo se ven las cosas? –Pregunta Perdiz.
-Sólo un poco más y sabremos si habrá daño a largo plazo. –Dice Peekins.
-¿Daño? Pensé que o sobrevivía o no.
-Hay un montón de escenarios en el medio. –Dice Peekins, obviamente
frustrado con él. –Silencio, por favor.
El médico y la enfermera trabajan velozmente. Ponen la cápsula en
posición horizontal. El brillante calor incubado desempaña el vidrio. El
latido en la pantalla cerca de la cápsula se acelera. De hecho, Perdiz se
preocupa porque el corazón esté ahora latiendo demasiado rápido. Los bips
llegan pronto.
Con un zumbido eléctrico, el vidrio se retrae en la cápsula, revelando el
rostro de Belze—rígido y húmedo por los cristales de hielo derretidos.
Deep in Fantasy Burn
257
-Interesante capacidad pulmonar total. -Dice Peekins, y mete la información
en la computadora, su rostro contraído por la concentración.
La caja torácica de Belze sube y baja temblando y entonces toma aire por la
nariz. Tira la cabeza para atrás, sus mejillas y carrillos se mecen, y luego su
rostro se contrae. Sus ojos se aprietan. Sus pulmones parecen cerrados.
-¡No respira! –Dice Perdiz.
-Aguarda. –Dice Peekins, sus ojos moviéndose por el panel de control. –
Sólo aguarda…
El corazón de Belze empieza a latir con fuerza—el bip es estridente y
continuo—pero yace con rigidez.
-Está funcionando a toda marcha. –Dice la enfermera.
Perdiz grita. -¡Hagan algo! ¡No podemos perderlo!
Y entonces Belze toma otra bocanada de aire, lo que parece imposible.
Ahora está aguantando demasiado aire.
Su rostro se torna de un rojo purpureo profundo.
-Aguanta. –Dice Peekins. –Aguanta, aguanta, aguanta.
Los labios de Belze empiezan a volverse azules.
-Jesús. Está muriendo. –Grita Perdiz. -¡Está muriendo justo aquí ante sus
ojos!
Iralene trata de hacer retroceder a Perdiz de la cápsula. –Perdiz. –Dice
suavemente.
Peekins repentinamente parece ser presa del pánico. -¡No sé qué más hacer!
¡Nunca hice esto con alguien tan viejo!
Y entonces el latido se detiene. El bip se vuelve una sólida línea mortal.
Perdiz se estira y toma los hombros de Belze, que siguen fríos.
-¡Retrocede! –Grita Peekins, pero Perdiz empuja el cuerpo del anciano lo
suficiente para hacerle colgar una rodilla sobre la cápsula, y después se
inclina sobre las costillas de Belze. Aprieta contra su pecho con todas sus
fuerzas.
Nada.
Beckley grita. -¡Perdiz! ¡Déjalo ir!
El chico aprieta de nuevo.
-¡Si vas a hacerlo, hazlo bien! –Grita Peekins y apunta al lugar donde las
costillas de Belze se juntan en el centro del pecho.
Perdiz retrocede y empuja, sus codos trabados. El anciano sigue rígido.
Perdiz cierra los ojos y lo vuelve a hacer una y otra vez. -¡No mueras! –
Grita -¡No mueras! –Puede sentir la fina piel del viejo, los huesos en su
pecho, el ceder de sus ligamentos.
Deep in Fantasy Burn
258
-Se ha ido. –Dice la enfermera.
-Perdiz. –Dice Peekins. -¡Detente! –Sacude al chico por el hombro. -¡Para!
Perdiz, sin aliento y sudando, sigue.
-Es una causa perdida. –Dice Beckley.
-Para, Perdiz. –Dice Iralene. -¡Por favor!
Y Perdiz se pregunta si tienen razón. Abre los ojos. El rostro del anciano
está tenso. Ya falleció. Perdiz sigue. Quiere llorar, pero entonces la
máquina salta. Hay un latido… y otro. Los ojos del hombre se abren con un
revoloteo y se centran en los de Perdiz.
El pecho de Belze sube y baja con sacudidas. Sus ojos están bien abiertos.
Deja salir un suspiro profundo y repiqueteante.
-Odwald. –Dice Perdiz. Se inclina hacia el anciano. -¡Odwald! ¡Estás aquí!
¡Estás bien!
Perdiz se baja de un salto. Peekins y la enfermera trabajan ahora con
rapidez, estabilizando a Belze. No mucho después, está tranquilo. Su
respiración y latido son estables. Perdiz dice suavemente. –Vamos a
reunirte con Pressia ¿Si? Te extraña. Quiere verte ¿Bien?
-Pressia. –Dice el hombre viejo, sus labios temblando con su nombre.
-Sí. Te extraña.
-Mi esposa.
Perdiz sacude la cabeza. –No, tu nieta.
El anciano parece confundido. -¿Dónde estoy?
-Está bien. –Dice Perdiz. –Está bien.
-¿Dónde está mi esposa? ¿Dónde está Pressia?
-Tu nieta. –Dice Perdiz.
-No tengo una nieta ¿Cómo podríamos si ni siquiera pudimos tener hijos
propios?
Perdiz mira al resto.
-Está desorientado. –Dice Peekins. –Quizás sea temporal.
-Esto ocurre algunas veces. –Dice la enfermera.
Perdiz camina hacia la pared y se apoya en ella, tratando de aclararse la
cabeza.
-¿Dónde estoy? –Dice Belze.
-Estás en un hospital. –Le dice Peekins con calma. –Vas a ponerte bien.
Perdiz dice. –Él no era su abuelo real. La encontró después de las
Detonaciones y la cuidó como si fuera propia. Debe de haberla nombrado
por su esposa. Fue como la hija que nunca tuvo.
Peekins le está explicando cosas al anciano. –Pasaste por una operación, y
estuviste en un tipo de coma, pero vas a estar bien.
Deep in Fantasy Burn
259
Beckley dice. –Está aquí, pero no lo está.
Perdiz mira el suelo. No acabó aquí. Sale del cuarto y camina por los
pasillos.
Corre aunque se siente mareado. Con una mano en la pared, se apoya en
ella cuando gira.
Iralene y Beckley lo siguen. -¿Qué pasa, Perdiz? –Grita Beckley. -¿A dónde
vas?
-¡Perdiz! –Lo llama Iralene.
Saben a dónde va. Sigue corriendo dentado por los pasillos hasta que llega
a la cámara de alta seguridad—la que está toda sellada y a la espera de que
Perdiz descubra algún código, alguna contraseña.
El chico mira la puerta, sin aliento, mientras Beckley e Iralene lo alcanzan.
-¿Qué tienes allí dentro? ¿Qué me dejaste? –Le está hablando a su padre
directamente. Está en todas partes; dentro suyo.
-Quizás no quieras saber. –Dice Iralene.
-Tal vez no puedas saber. –Dice Beckley.
Perdiz se gira y sacude al guardia. -El abuelo de Pressia no la recuerda. Lo
traje de vuelta—pero una parte sigue muerta ¡Intenta tú darle eso a Pressia
como un regalo! Tú trata.
-Tranquilo. –Dice Beckley, alzando las manos.
-¿Qué pasa si su padre está allí adentro? Hideki Imanaka es la persona que
mi padre más odiaba en el mundo. Mi padre amaba a sus pequeñas
reliquias. Debió de haber mantenido a Imanaka si pudo. Y podía hacer lo
que sea ¿no?
Beckley camina hasta la pesada puerta de metal.
-He hecho todo lo que pude para progresar. Necesito que éste sea el padre
de Pressia. Lo necesito.
-Tratamos un montón de combinaciones, Perdiz. –Dice Beckley. –No
podemos abrirla.
-Vuélala.
-Tu padre se aseguró de que esto no sea sólo sobre un show de fuerza. -
Dice Iralene. –Era sobre un secreto. Algo que tal vez sólo ustedes dos
sepan.
Perdiz se corre las manos por el cabello -¡Mi padre y yo no compartíamos
secretos! No compartíamos nada. –Ni siquiera amor, piensa Perdiz. Su
padre ni siquiera lo amaba. Eso es lo que le dijo antes de matarlo. Nunca
entenderás el amor. ¿Quiere su padre amor?
Perdiz mira a Beckley. Sus manos sostienen la memoria de comprimir las
Deep in Fantasy Burn
260
costillas de Odwald Belze. Están temblando, como una vez lo hicieron las
de su padre. Es como si el viejo nunca lo fuera a dejar. Es, por un breve
momento, como si su padre se hubiera metido en su camino, como si
hubiera transferido su cerebro al cráneo de Perdiz y está dentro por siempre.
Odia a su padre más que nunca, y sabe ahora qué quiere—qué demanda.
-Debo saber qué hay allí adentro, Beckley. –Toma la manga de la bata de
laboratorio de Beckley. –Debo decirle que lo amo.
-¿Qué?
Perdiz sabe que su padre quiere que salga de su propia boca. –Hay un
parlante. –Susurra de espaldas contra la puerta sellada. –Quiere que lo diga.
-¿Estás seguro de que es eso? -Beckley no suena convencido, pero no
conoce a Willux como Perdiz.
Iralene posa la mano sobre el frío metal de la puerta.
-El cuarto dentro de la cámara de guerra estaba lleno de viejas fotos, cartas
de amor—escritas para cada uno. Todas las cosas que nunca dijo. Porque
nunca las decía, nunca las escuchó de vuelta. Sé qué quiere. -Nunca estuve
más seguro de nada en mi vida. –Perdiz lo sabe porque su padre está dentro
suyo—un hechizo desde el interior. Eso es lo que no le puede decir a
Beckley.
-Dilo. -Susurra Iralene.
Perdiz se gira hacia la puerta. Camina hasta el pequeño parlante. Cierra la
boca y sacude la cabeza. No lo dirá. No puede. Quiere decir: Déjame en paz.
¿Es esto lo que le pasa a todos los asesinos? Su cuerpo es una prisión.
Perdiz golpea los puños contra la pared sobre su cabeza.
Intenta pensar en alguien más. Puede fingirlo. Pero su padre está allí en su
cabeza—sus manos curvadas y ennegrecidas, su respiración silbante. Un
Miserable al final. Y entonces, no está seguro de dónde viene, pero dice. –
Un Miserable como yo. –Hay una canción sobre ser un Miserable, sobre la
gracia de Dios. Quiere decirle a su padre que son todos Miserables. Que
todos necesitamos ser salvados. Pone la boca contra el parlante. –Te quiero.
–Dice. –Eres mi padre. Siempre te quise. No tuve opción más que hacerlo.
En alguna parte dentro de las cerraduras elaboradas de su padre, sus
palabras coinciden con algún criterio ¿Fue sólo su voz? ¿Fue el dolor en
ella lo que activó algo? Nunca lo sabrá.
Empiezan los clics. La puerta finalmente cede. Su sello está roto. Frío se
filtra del cuarto helado.
Niebla roda hacia el pasillo.
Perdiz pone la mano en la puerta y lentamente la empuja para que se abra.
Una luz adelante se enciende con un parpadeo, iluminando cuatro cápsulas
Deep in Fantasy Burn
261
pequeñas.
Perdiz se acerca y ve infantes en cada una. Yacen de costado. Tienen tubos
en la boca. Sus pieles están todas levemente cristalizadas y tintadas de azul,
igual que Jarv Hollenback cuando lo vio por primera vez aquí abajo. El
cuarto también tiene una mesa en la esquina con una caja de metal sentada
arriba.
-Cuatro pequeños bebés. –Dice Iralene, entrando a la habitación e
inclinándose sobre uno.
-Mi Dios. –Dice Beckley cuando pasa por la puerta. –Mi Dios.
Perdiz no lo entiende. Mira a Beckley, quien empalidece y retrocede.
El guardia se toma del marco de la puerta y mira a Perdiz con los ojos bien
abiertos. –Jesús, Perdiz ¿No lo sabes?
El chico sacude la cabeza y mira a Iralene. Observa el entendimiento
también llegar a su cara.
Mira a las cápsulas de nuevo. Esta vez busca placas con nombres en los
bordes. Encuentra una pequeña etiqueta plateada frente a cada cápsula con
las iniciales: RCW, SWW, ACW, ELW.
rcw—sus iniciales: Ripkard, su nombre real; Crick, su segundo nombre; y
Willux.
sww—las iniciales de su hermano: Sedge Watson Willux.
Se agarra de esta segunda cápsula y se mueve rápidamente hacia la tercera
placa: ACW. Aribelle Cording Willux, su madre.
Dice, -No, no. –Mientras sus ojos se disparan hacia la placa final: ELW. Su
padre. Ellery Lawton Willux.
¿Podría ésta ser su familia—reconstruida?
Piensa en los bebés prematuros detrás del banco de ventanas en el cuarto de
bebé. Clones—hechos de la codificación genética de Puros y Miserables.
¿Está mirando a su madre y padre—como infantes? ¿Está mirándose a sí
mismo y a Sedge? ¿Es esto lo que su padre le dio? Su familia ¿De vuelta?
Una de sus rodillas cede. Se toma del borde de una cápsula y camina hacia
la caja de metal en la única mesa. La mira por un momento. Le corre la
sangre en los oídos. Sus ojos se empañan. Parpadea, y la caja vuelve a estar
en foco.
Tiene que abrir la tapa.
-No. –Dice Iralene. –Déjala.
Pero no puede. Saca la tapa con los pulgares. Resuena contra la mesa.
Dentro, hay instrucciones médicas—un programa para envejecer los
especímenes para que eventualmente tengan la diferencia de edad correcta
para ser una familia de nuevo. ACW y ELW tienen que ser sacados y
Deep in Fantasy Burn
262
envejecidos por veinticinco años, y entonces SWW puede ser sacado. La
madre y padre de Perdiz tuvieron a Sedge cuando tenían veinticinco años.
RCW puede ser sacado dos años más tarde.
Y entonces… ¿Qué tenía su padre en mente? ¿Serían una familia? ¿Una
familia normal? ¿Reunida y completa?
Tal vez no se arrepentía de haber matado a su madre e hijo mayor porque
seguían vivos.
Perdiz vuelve a las cápsulas—los pequeños infantes ¿Qué hará con ellos?
Ésta es su herencia.
La radio de Beckley lanza un graznido ¿Puso la hermana de Perdiz el plan
en acción? ¿Están los supervivientes invadiendo? ¿Es este el principio de
otra guerra sangrienta? Dice. -Iralene, dime algo en este mundo que
importe. Dime algo sagrado.
-Tú importas. –Susurra ella. Pero esto no es lo que él necesitaba oír.
Beckley vuelve a entrar al cuarto. -Lyda y Pressia han sido encontradas.
-¿Piensas que ha empezado? –Pregunta Perdiz.
-Un grupo se formó no lejos de la Cúpula. –Dice Beckley. –De acuerdo a
los reportes, parece que se mueven.
Iralene y el guardia salen al pasillo y, por un momento, son sólo Perdiz y
los infantes. Su padre también pensó que estaba haciendo lo correcto. Pero
ahora Perdiz sabe que él no es su padre. Su padre siempre le fue un extraño.
Perdiz va a tratar de salvar la Cúpula, no por lo que significa, o por lo que
aspira a ser, sino porque cada persona importa. Puede tratar de salvar vidas.
Iralene trata de nuevo. –El hogar es sagrado, Perdiz.
-Tenemos que traer a Lyda y Pressia al cuarto de guerra. A Odwald Belze
también.
-La familia es sagrada. –Susurra Iralene. –Un hogar lleno con la familia.
Él camina hacia el pasillo. Las luces en la habitación se apagan con un
parpadeo. La puerta se cierra automáticamente. El único ruido es el sonido
de las cerraduras volviendo a su lugar con clics.
IL CAPITANO
ADECUADO
Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un final. Haz lo que
debas hacer.
Bradwell lo lee una y otra vez, en voz alta, con los dedos pellizcando las
puntas de la pequeña tira de papel.
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263
Sus manos tiemblan tanto que el cisne dibujado a mano parece sacudirse. –
¿Cómo demonios vamos a derribarla sin bacteria? –Dice.
-Mierda si lo sabré. –Dice Il Capitano.
-¡Mierda! –Dice Helmud enojado.
Afuera, la gente empieza agitarse, a hacer ruido—han habido un par de
gritos y canticos poco claros.
Desde su cama, Il Capitano encuentra una vista de la multitud reuniéndose
a través de las estanterías ennegrecidas y los muros derrumbados.
-¿Qué está pasando allí afuera? -Dice Bradwell.
-Ni idea. –Dice Il Capitano.
Pero entonces, el gentío se parte y Nuestra Buena Madre, flanqueada por
todas partes por Madres, avanza a zancadas hacia los restos de la escuela
primaria. Está envuelta en pieles, excepto por las partes desnudas en su
bíceps, donde la boca del bebé está alojada, e Il Capitano sabe que viene
para encontrarlos a él y Bradwell. Una vez esté en la habitación, será capaz
de ver los pequeños labios fruncidos del bebé.
El niño lo asusta más que nada.
-Está aquí. –Dice Il Capitano.
-¿Quién?
-Nuestra Buena Madre. Siento como si me fuera a meter en líos. –Dice Il
Capitano. –Espero que no esté armada.
-Siempre está armada. –Dice Bradwell
-Siempre. -Dice Helmud.
Il Capitano sube una fina sábana para cubrirse, como si fuera a servir como
alguna clase de protección. –Odio cuando las madres nos dicen Muertos.
-Odio cuando Nuestra Buena Madre nos dice algo en absoluto.
La lona puesta entre dos estanterías es corrida. Nuestra Buena Madre la
atraviesa seguida por tres otras Madres que se detienen junto a la entrada.
-Déjenos solos por un momento. –Ella dice. –Hagan guardia en la puerta. –
Las mujeres miran a Il Capitano y Bradwell, después se van reluctantes.
-No creo que nos hayas visitado antes. –Dice Bradwell. -¿Cuál es la
ocasión?
-No tomes un tonito conmigo, Muerto. Estoy aquí fuera por bondad de mi
corazón. –Mira a Il Capitano, su cara moteada con moretones. –Así que
finalmente obtuvieron su venganza.
-Quizás no toda. –Dice Il Capitano.
-Toda. –Dice Helmud, no estando de acuerdo.
-Bueno, no puedes culparlos. –Dice ella.
Il Capitano no responde. Se culpa a sí mismo, y el sentimiento es nuevo y
Deep in Fantasy Burn
264
extraño. No le gusta.
-¿Por qué estás aquí? –Dice Bradwell.
-Estoy aquí porque me necesitan. –Dice Nuestra Buena Madre.
-¿En serio? –Dice Bradwell. –Porque siento como si ya tuviéramos un show
bastante de grande aquí. Podríamos estar listos. –Il Capitano sabe que
Bradwell no quiere estar en deuda con Nuestra Buena Madre. Ella tiene una
manera brutal de saldar deudas.
-Por favor—están desorganizados, desarmados, y son débiles. Y creo que
les está faltando algo muy precioso ¿Tengo razón?
Bradwell abre la boca para decir algo, pero Il Capitano lo interrumpe. -
¿Qué es eso? ¿Qué tienes?
-Hemos estado siguiéndolos—sólo vigilando. Y dejaron algo atrás. Saben
qué es. –Dice con evasivas.
-No me estás entendiendo. –Dice Il Capitano. –No estoy convencido de que
tú sepas qué es.
-Sé que es pequeño. Sé que es poderoso. Sé que es esencial para tu plan. Sé
que si uno de ustedes emprende hacia la Cúpula solo, o incluso si van
juntos, los matarán en el proceso ¿Notaron estas nuevas armas brillantes
que ahora están sobre el techo de la Cúpula—¿una guirnalda de
armamento?
-¿Qué? –Dice Bradwell. -¿Armas nuevas?
-Se están preparando para la guerra. –Dice Nuestra Buena Madre. -¿Y
ustedes? -Las alas masivas del chico se despliegan y agitan. -Será una
masacre de todas formas ¿Por qué no los ayudamos a derribar la Cúpula y
hacerlo una lucha justa?
Il Capitano sacude la cabeza. –No puedo entrar en pelea. –Dice. –No lo
haré. Ese ya no es quien soy—nunca más.
-Este no tiene que ser un acto de agresión. –Dice Bradwell. –No tenemos
que estar atacándolos. Estamos asaltando a la Cúpula en sí misma.
Podríamos estar liberándolos.
-Esperas acercarte con tu pequeña entrega especial ¿correcto? –Empieza
Nuestra Buena Madre. -Tenemos que estar preparados para la posibilidad
de que se le haya escapado a Pressia—o que le hayan sacado información
de tu arma a los golpes. Deben de saber una buena parte, de hecho. Si
rodeamos la Cúpula y vamos todos a la vez, no sabrán quién tiene esta
entrega especial. Podría ser cualquiera ¿Dónde empezar a disparar? ¿Cómo
iniciar la masacre? Todos llegamos en un círculo apretado. Vivimos como
una masa; quizás muramos como tal. Pero al menos estamos todos juntos.
Para matar al correcto, tendrán que acabar con todos nosotros.
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265
-Van a empezar a mermarnos con ametralladoras. -Dice Bradwell. –No les
va a importar a quién disparen.
-Sólo aquellos que quieran hacer el círculo lo harán. –Dice Nuestra Buena
Madre. –Nadie será forzado.
-Si Perdiz está de veras a cargo. –Dice Il Capitano. –No tendrá el estómago
para matarnos a todos.
-¿Y si no está realmente al mando? –Dice Bradwell.
-Lo descubriremos, de una vez y para siempre. –Dice Nuestra Buena
Madre. Mete la mano en sus pieles de animal y saca la caja cuadrada de
metal conteniendo la bacteria. -¿Están dentro?
Bradwell mira a la multitud por el muro derrumbado. –Lo estoy sólo si soy
quien lleve la bacteria a la Cúpula. –Dice.
Nuestra Buena Madre sacude la cabeza. –Te apuntarán primero, Bradwell.
Sospecharán de ti más que nada.
-No tendré que acercarme demasiado. –Camina hacia el estante donde está
sentado Freedle sobre sus pequeñas piernas segmentadas. –Si me disparan,
todavía podemos asegurarnos de que la bacteria lo logre.
-¿Esa pequeña criatura? –Nuestra Buena Madre la mira entornando los ojos.
-Lo recuerdo ahora. Este era un regalo a Pressia de su madre ¿o no? ¿Es
como se aseguraba de que Pressia esté siendo cuidada?
-Correcto. –Dice Bradwell.
Nuestra Buena Madre se inclina más cerca de la delicada cigarra de metal.
–Su madre sigue con nosotros. Esto es lo que las madres hacen. Alertas—
incluso desde la tumba. –Asiente. –Es adecuado. Sí. Lo apruebo. –Con eso,
se mueve hacia la lona, pero antes de irse, se gira y dice. –Tuve un marido
una vez. Deben saberlo. Me dejó antes de que impactaran las Detonaciones.
Está dentro de la Cúpula, mi Muerto lo está ¿Saben que haré una vez la
Cúpula caiga?
-¿Qué? –Pregunta Bradwell.
-Lo cazaré como a un animal y lo mataré a sangre fría—preferiblemente
con mis manos desnudas. -Sonríe. –La Sra. Foresteed va a matar al Sr.
Foresteed. Confieso que algunos aspectos de la guerra pueden ser muy
íntimos.
PRESSIA
CABEZA DE MUÑECA
Deep in Fantasy Burn
266
Chandry, Lyda y Pressia se paran en el centro del planetario, sobre un
pequeño escenario circular, con el tacho que las llevó allí entre ellas. El
teatro está a oscuras, como si fuera el atardecer. Las estrellas brillan sobre
sus cabezas.
-Todo está cerrado—tiendas, escuelas, restaurantes. –Dice Chandry. –Por
eso pudimos arreglar el encuentro aquí.
-¿Cerrado? –Pregunta Lyda.
-Saben qué tienes. –Le dice Chandry a Pressia. –Conocen tu plan.
-¿De qué estás hablando? –Dice Pressia, negándose a soltar nada. No está
convencida de realmente confiar en Chandry. Se fio lo suficiente para
meterse en el tacho porque era su única salida, pero revelar un secreto es
diferente.
-Tu revolución. Lo saben.
-¿Revolución? -Dice Pressia. Nunca antes lo había pensado como una
revolución, pero por supuesto que Chandry tiene razón. Eso es exactamente
lo que podría ser.
-Nos estamos preparando. –Dice Chandry. –Para lo peor, que podría ser
para mejor, al final.
-¿Preparándose cómo? –Pregunta Lyda.
-Con fuerza militar, por supuesto. Una milicia armada. La Ola Roja
Honesta es necesaria una vez más.
Chandry mira su reloj con nerviosismo. Pressia conoce las historias de la
Ola Roja Honesta tomando el poder antes de las Detonaciones—un reinado
de terror y opresión; quiere saber a quién esperan. -¿Quién viene? –Dice
Pressia.
-Un doctor. -Dice Chandry, y mira la cabeza de muñeca de Pressia, como si
el doctor viniera a curarla.
-¿Arvin Weed? -Pregunta Lyda.
Chandry asiente.
Pressia conoce el nombre. –Se acercó a mí en la recepción de boda. –
Inmediatamente se siente culpable por sacar el casamiento a relucir frente a
Lyda. Puede sentir su enojo. –Quería hablarme.
-Estaba desesperado por llevarte a un lugar seguro para hablar. –Dice
Chandry. –Y aquí estás.
-¿Qué quiere? –Pregunta Pressia, consiente de la caja de metal aún
presionada a salvo contra su piel.
-Piensa que podrías tener algo. Algo… -Chandry busca la palabra correcta.-
Esencial.
Deep in Fantasy Burn
267
A Pressia le cosquillea el estómago ¿Podría ser esta la persona que ha
esperado conocer? –¿Lo conoces? ¿Es confiable? –Le pregunta a Lyda.
-No sé en quién confiar ¿No es obvio ya? –La chica está mirando las
estrellas falsas.
-¿Es parte de Cygnus? –Le pregunta a Chandry. -¿Cómo tú?
-Conocí a tu madre. –Dice Chandry. –Estábamos en un grupo de juego
juntas—una tapadera para nuestras reuniones.
Cualquier mención de su madre hace a Pressia sentirse físicamente
hambrienta. Trata de no sonar demasiado desesperada. -¿Mi madre? ¿Cómo
era en ese entonces?
-Ella era maravillosa. Una mente aguda y pensativa, un corazón profundo.
Pensé el mundo de ella. –Dice Chandry, mirándose las manos. –Creí que
podía salvarnos. –Mira a Pressia. –Tal vez tú puedas.
Pressia no está segura de qué decir, pero de todas formas no hay tiempo.
Escuchan un clic. La puerta de la salida de emergencia del planetario se
abre. Un borde de luz se desliza dentro del cuarto, y entonces la puerta se
cierra con un sonido metálico.
Es el joven que vio en la recepción de boda—sí, lo reconoce de inmediato.
Él camina hacia el escenario y luego se queda allí parado con extrañeza por
un momento. –He estado tratando bastante duro tener un minuto contigo. –
Dice. –Al final tuve que hacerlo de la forma difícil. –Mira a Chandry. –
Gracias. –Dice. –Lo aprecio mucho.
-Es lo menos que podía hacer. –Dice ella, y Pressia se pregunta si está en
deuda con Weed.
Él mira a Pressia y sonríe. –Ha pasado demasiado tiempo. –Dice.
Ella dice. -¿De qué lado estás. Sólo dime la verdad.
-Estoy de mi propio lado. –Dice él. –Cada uno de nosotros lo está. Si
piensas de otra forma, deliras.
-¿Entonces qué quieres? –Pregunta Pressia.
-Sé qué alcance has estado teniendo. Sé a qué puede que tengas acceso. Sé
que podrías ser más como tu madre de lo que Perdiz alguna vez soñó.
-¿Qué se supone que eso signifique? –Dice Pressia.
-Quieres hacer lo correcto.
-Quiero un montón de cosas. –Dice ella.
Weed se agarra las manos detrás de la espalda. –Dime qué son esas cosas,
Pressia. Quizás podamos hacer un trato.
-No sé si puedo confiar en ti.
-¿Qué quieres? Empieza por allí.
Deep in Fantasy Burn
268
-Quiero que Lyda sea capaz de salir de aquí. Hice una promesa.
Weed sacude la cabeza. –No lo entiendo ¿Quieres vivir allí afuera, Lyda?
-No me importa si lo entiendes o no.
-¿Es por eso que le diste la espalda a Perdiz? ¿Porque querías dejarlo atrás?
-Nunca le di la espalda.
-Aunque no le respondiste ninguna de sus cartas.
-¿Me mandó cartas? –Pregunta Lyda. -¡Arvin! ¿Me escribió?
-Muchas. -Dice Weed.
Lyda inspira con profundidad. Mantiene el aire en sus pulmones. Sus ojos
corren por el cuarto. –Necesito verlo antes de irme. Ahora. –Dice -
¡Necesito verlo ahora!
-Espera, Lyda. -Pressia se gira hacia Weed. –Sé que Purificaste gente aquí.
Sé que creaste a las Fuerzas Especiales pero que esas mejoras se volvieron
contra la gente. Los niños que Purificaste…
-¿Qué pasa con ellos? –Dice Weed.
-Están muertos. Los mataste. Tienes la habilidad de Purificar, pero ese
proceso…
-Erosiona las funciones más básicas del cuerpo. -Weed sostiene sus manos
abiertas frente a él, con las palmas hacia abajo. Tiemblan, incluso tan
levemente. -Willux me hizo tomar mejorías de cerebro. Quería que usara mi
mente para salvarlo. –Se estira y sostiene la muñeca de Pressia, levantando
su cabeza de muñeca. –Tal vez no sea demasiado tarde para ninguno de los
dos.
A Pressia le falta el aliento. Siente como si su corazón se alzara sin peso en
su pecho. –tengo lo que necesitas—un vial del suero de mi madre y la
fórmula. Puedes Purificar y tengo lo que se necesita para que el proceso no
tenga ningún efecto secundario mortal. Había otra pieza. Para eso está la
formula y—
-Tenemos todo lo que necesitamos, Pressia. –Dice Weed. –Podría empezar
contigo.
Este es el momento que Pressia ha estado esperando. La cabeza de muñeca
puede ser removida. Puede liberarse de ella. Puede volver a ser entera—ella
misma por completo. Y pueden salvar a otros sobrevivientes.
Lyda interrumpe. –No hay tiempo.
-No sabemos cuándo van a atacar—si siquiera tienen el coraje para
intentarlo. –Explica Weed, metiéndose las manos en los bolsillos. –Quizás
tengamos tiempo. Quizás no.
-Todavía no recibieron un mensaje mío. Están esperando. –Dice Pressia.
-No. –Dice Lyda, mirando hacia otro lado. –El mensaje ha sido enviado.
Deep in Fantasy Burn
269
-Yo no lo mandé. –Dice Pressia a la defensiva ¿Lyda no le cree? -¡No lo
hice!
-Yo fui. –Dice Lyda en voz baja.
-¿Qué les dijiste, Lyda? -Dice Pressia, agarrándola por el codo. -¿Qué
mensaje mandaste?
-Sabes qué les dije. –Dice ella, liberándose del agarre de su amiga. –Les
dije que hagan lo que tengan que hacer. Usé las palabras que me dijiste y
dibujé un cisne—para que Bradwell supiera que es de tu parte.
-Lyda ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? -Pressia mira el suelo, tratando de
procesarlo todo—los hechos cambiando, las repercusiones fuera de la
Cúpula—y entre todo eso, se siente traicionada. -Me hiciste decirte las
palabras clave ¿Cómo pudiste hacerme eso?
-Lo hice por todos nosotros. –Dice Lyda. Mete la mano en el cesto, saca
dos lanzas y le entrega una a Pressia.
-No voy a llevar una lanza, Lyda ¿Siquiera sabes lo que hiciste?
Lyda mete la mano en el tacho de nuevo y saca una pieza de metal tejida
con perchas. Pone los brazos en las correas que agujereó. Le sienta
cómodamente sobre el pecho y estómago—donde el bebé recién comienza
a tomar forma. Es una armadura tejida a mano. Lyda debió de haberla
hecho—¿Cómo? Pressia no lo sabe, pero le entra perfecto. –Hice lo que
debía hacer. –Dice Lyda.
-Tenemos que llevarlas a ambas a un lugar seguro. –Dice Weed frotándose
la mandíbula, obviamente tratando de armar una estrategia.
-Debo ver a Perdiz. –Dice Lyda de nuevo, con énfasis.
-Ahí es donde las estoy mandando. Pero primero. –Mira a Pressia. –Puedo
proteger los laboratorios de investigación, Pressia. Hay una defensa extra
construida dentro. Si me das lo que tengas, puedo mantenerlo a salvo.
Pressia puede sentir la caja de metal contra sus costillas. -¿Me prometes
hacer lo correcto?
-Lo prometo.
Pressia mira a Lyda. -¿Confías en él?
Lyda dice. –La confianza requiere un acto de fe. Justo ahora ¿Qué más
tienes?
Pressia agarra debajo del saco de su uniforme la caja y la saca. Cuando
entrega el vial y la fórmula dentro, la golpea el miedo. Sus manos tiemblan
como si ella también se estuviera derrumbando.
-Perdiz va a querer que canceles el ataque. Los Puros tienen todo que
perder, así que va a tirarte con todo—todo lo que alguna vez quisiste.
Prepárate para eso.
Deep in Fantasy Burn
270
¿Cómo podría prepararse para serle dado todo lo que alguna vez quiso? –
Mantén tu promesa, Arvin Weed.
-Sabes, Willux también mató a mis padres. -Dice Weed. –Se supone que
diga que mi hermana pequeña murió de complicaciones durante el
nacimiento. Pero fue un rehén. Mis padres hicieron lo que Willux quería,
pero la mató de todas formas. Y entonces, cuando yo era un poco mayor,
se resfriaron y nunca recuperaron, como si algo tan benigno como un
resfrío los hubiera matado. He seguido con el juego, Pressia. Lo seguí y
seguí y seguí. Y ahora solo quiero salvarlos.
-¿A quiénes?
-Tantos—demasiados para contar… -Weed no puede hablar por un
momento. La tristeza ahoga su voz. Tose y dice. -Willux me hizo crearlos.
Ahora es mi responsabilidad mantenerlos vivos. –Mira a Pressia y Lyda de
pronto, como si hubiera estado tan sumergido en sus pensamientos que se
olvidó de que estaban allí. -Le mandaré palabra a Perdiz que estás yendo. –
Agarra la caja de metal, la alza en su puño. –Gracias. –Dice, y mientras
camina devuelta hacia la puerta, grita por sobre su hombro. –Lleva la lanza,
Pressia. En algún punto, la necesitarás.
IL CAPITANO
CORAZÓN
Se están movilizando—todos: Amasoides, Madres, soldados de la ORS,
adoradores de la Cúpula, incluso un par de niños del sótano y familias que
tuvieron que salir de las ciudades y cuarteles generales y puestos de
avanzada por el humo.
No hay muchas Fuerzas Especiales restantes, pero, de vez en cuando, una
aparece en los bordes, huele el aire, y antes de ser disparado, sale corriendo.
Los sobrevivientes se reúnen en el bosque, a los límites del territorio estéril,
que va cuesta arriba hacia la Cúpula, brillando con blancura, y coronada
con armas negras y brillantes, su cruz atravesando las nubes oscuras.
Il Capitano está apoyado a ambos lados por soldados de la ORS, que están
soportando su peso y el de Helmud combinados. Le duelen los huesos,
especialmente las costillas rotas, y tiene la piel túrgida por los moretones y
profundas hinchazones. Donde las cuerdas se hundieron en sus muñecas,
hay ahora vendajes.
Bradwell le está hablando a un grupo de Madres. Todos se mueven con una
intensidad silenciosa, una electricidad silenciada.
Deep in Fantasy Burn
271
Il Capitano está aliviado porque su propósito unificador ya no es matarlos a
él y Helmud.
Las Madres han estado organizando la manada. Los sobrevivientes se
despliegan en ambas direcciones para rodear la Cúpula.
Y ya eligieron a los que se quedarán—chicos, quienes los cuidarán y
aquellos que son más una carga que ayuda. Están alzando un par de tiendas
improvisadas para romper con el frío y viento, y allí es donde los dos
soldados de la ORS se detienen.
-Esta servirá. –Murmura uno de ellos.
-No voy a ir a una tienda. –Dice Il Capitano.
-¡No voy a ir! –Dice Helmud.
-Señor, nos dijeron que lo instalemos en una tienda.
-No. Me quedo con Bradwell. Él va. Nosotros vamos.
-Nosotros vamos. –Dice Helmud.
-Pero ni siquiera puede caminar, señor. -Dice el soldado de la ORS.
-¡Bradwell! –Grita Il Capitano, rompiendo el silencio.
Bradwell camina hacia ellos. -¿Qué?
-No nos vamos a sentar en el banquillo en esta endemoniada tienda.
-Cap, no estás en ninguna condición de—
-Vamos contigo. Incluso si tengo que gatear, vamos.
-En serio, ni siquiera puedes—
-No voy por las razones que siempre creí que lo haría. Voy porque no te
dejaré solo. Somos como hermanos.
-Hermanos. –Dice Helmud.
Bradwell mira las puntas de los árboles atrofiados. –Bueno. –Dice. –Si vas
a venir conmigo, quiero que me prometas algo.
-¿Qué? –Dice Il Capitano.
-Si no lo logro. –Dice Bradwell. –Quiero que revises mi corazón.
-¿Tu corazón?
-Sólo asegúrate que ya no esté latiendo. Asegúrate de que ha parado.
-Si mueres ¿quieres que ponga mi oído en tu pecho y me asegure de que tu
corazón ya no late?
-Sí. Y lleva a Gorse con su hermana. Eso es lo que quiero, y no me
preguntes nada más sobre ello.
-Bueno. –Dice Il Capitano. –De todas formas, no vas a morir, Bradwell.
El aludido no responde. En su lugar, dice. –El viento es fuerte hoy ¿o no?
Il Capitano asiente. –Bastante fuerte.
-Con suerte seguirá así. –Dice Bradwell y se aleja.
-¿El viento? -Pregunta Il Capitano. -¿Estamos hablando sobre el viento?
Deep in Fantasy Burn
272
-El viento. -Dice Helmud.
PERDIZ
ATADOS CON CORDEL
La larga mesa de caoba es en realidad una pantalla. Proyecta un mapa en
vivo—la Cúpula en el centro. Perdiz mira la imagen. Pequeños puntos rojos
han rodeado la Cúpula, y más están de camino—puntos manan del bosque.
-Está producido con una compilación de varias cámaras que registran
movimiento y lo siguen. –Explica Beckley.
-¿Cada punto es un superviviente? –Dice Perdiz. Realmente está pasando.
Se da cuenta ahora de que nunca lo creyó por completo.
-Correcto.
Iralene engancha su brazo con el de Perdiz. Él está tan desconectado que el
tacto lo sorprende. -¡Hay tantos! –Dice ella.
A Perdiz le golpea el corazón en las orejas. Siente un surgimiento de
orgullo. No puede creer que se hayan organizado y juntado así. Se imagina
cómo deben de estar sintiéndose Il Capitano y Bradwell ahora ¿Están a la
cabeza de esto? ¿Ha pasado a su alrededor? Pero al mismo tiempo, el
surgimiento de orgullo cambia rápidamente a miedo. Se están reuniendo
porque esperan entrar. Esta no es una misión de buena fe.
Este es el principio de una revolución.
-Tenemos que comunicarnos con ellos. –Dice Perdiz. –¡Sigue habiendo una
forma de enlentecerlo todo! Tenemos que hacerlo de forma pacífica ¿Hay
noticias de Pressia y Lyda?
-Están de camino. –Dice Beckley.
Pensar en Lyda hace que se le contraiga el pecho ¿Por qué ni siquiera le
respondió las cartas? ¿Se desenamoró de él?
-Puedes convencer a Pressia de hacer una tregua. Sé que puedes. –Dice
Iralene. –Viene de esa gente. Sabrá cómo comunicarse con ellos ¿no? -
Miserables—eso es a lo que Iralene se refiere.
Beckley le está hablando a alguien por su walkie-talkie. -¿Está listo? ¿Aquí
ahora?
-¿Qué pasa? –Pregunta Perdiz.
-Espero que no te importe. –Dice Beckley. –Pero tomé la oportunidad de
tomar a alguien que podría ser de intermediario.
-¿Intermediario?
-Necesitarás a alguien en el campo que te sirva como mediador. Pensé en la
Deep in Fantasy Burn
273
persona perfecta. Alguien que puede parecer… confiable para ellos. –
Beckley camina hacia la puerta, la abre, y entra un soldado de las Fuerzas
Especiales alto y larguirucho, cojeando sobre una prótesis elegante, la
pierna del soldado termina en el muslo.
El soldado mira a Perdiz, y éste lo conoce.
-Hastings… -Trata de ver a su viejo amigo, torpe y fácil de avergonzar. Lo
extraña.
-Perdiz Willux. –La voz de Hastings es más robótica que nunca, pero sigue
habiendo algo muy profundamente humano dentro suyo, algo que no
pueden borrar.
Iralene le teme a Hastings. Aprieta su agarre en el brazo de Perdiz y se
mueve para estar apenas detrás de él.
-¿Qué pasó? –Perdiz se refiere a la pierna de Hastings. La última vez que lo
vio, le dijo que encontrara a Il Capitano ¿Lo llevó eso a su pérdida? ¿Es
Perdiz el culpable? No le sorprendería.
-Un incidente. -Hastings ha sido cerrado. Sólo puede dar respuestas
cortas—del tipo menos relevante. Se rebeló y lo recodificaron.
-Siento eso. –Dice Perdiz.
Hastings asiente. Siguen siendo viejos amigos. Algo de lealtad permanece.
-Hastings. –Dice Beckley. –Necesitamos que seas nuestros ojos y oídos. –
Está completamente intervenido. –Te prepararemos la comunicación para
que podamos hablar directamente con quien esté al mando allí abajo.
-Il Capitano y Bradwell. –Dice Perdiz.
-Te daremos un portátil que transmitirá nuestras voces desde aquí. –Explica
Beckley.
Hastings inspira profundamente. Sus inmensos hombros se alzan y caen.
-Beckley te trajo porque eres en quien confiarían allí afuera, pero realmente
eres en quien yo confío, Hastings. –Dice Perdiz. –Tenemos un pasado.
-No tienes que jugar con tus viejas ataduras. –Dice Iralene suavemente,
reconociendo algo en Hastings. –Está programado para obedecerte.
-Ella tiene razón. –Dice Beckley. -Foresteed dobló su codificación de
comportamiento. Nunca se rebelará de nuevo.
-¡Quiero que tenga una opción! –Dice Perdiz. -¡Mierda! ¡Quiero que la
gente se decida por sí misma!
Beckley camina hacia Hastings. -¿Puedes decidir por ti mismo, Hastings?
Hastings mira a Perdiz y después a Iralene. Sacude la cabeza. -No, señor.
-Debemos sacarlo rápido. –Dice Beckley. –Si tenemos alguna esperanza de
negociar.
-Bueno, Hastings, vamos, afuera. Encuentra a Bradwell o Il Capitano.
Deep in Fantasy Burn
274
Pressia llegará pronto. –Dice Perdiz, esperando que sea verdad. –Cuando
los encuentres, estaremos listos para hablar. Todavía podemos voltear esto.
Beckley camina hacia el pasillo y elige a dos guardias para escoltar a
Hastings fuera de la Cúpula.
Antes de irse, Hastings echa un vistazo por sobre su hombro. Mira a
Perdiz—es todo lo que tiene, innegable humanidad en sus ojos. La mirada
es ambas, acusadora y llena de sufrimiento. Filosa y rápida y le manda un
shock a Perdiz. Es como si Hastings conociera el futuro, y es peor de lo que
Perdiz jamás podría imaginar. Pero antes de poder decir algo—¿Y qué
diría?—Hastings sale del cuarto, medio con pesadez, medio rengueando.
Lo recuerda hablándole a una chica en el último baile al que fue, en el que
Perdiz bailó con Lyda ¿Cómo terminaron aquí—cada uno roto de una
nueva forma que nunca hubieran podido predecir?
-Hay algo más. –Le dice Beckley a Perdiz cuando vuelve a entrar al cuarto.
–Cygnus decidió que era mejor si tú y Lyda eran separados. –Mete la mano
en el bolsillo de la campera de su uniforme y saca dos atados—montones de
papeles doblados, cada uno atado con un cordel. -Cartas—tuyas para Lyda
y de ella para ti.
PRESSIA
SAGRADO
Pressia y Lyda están corriendo por las calles de la Cúpula hacia el cuarto
de Guerra. Sus lanzas están en sus cinturones. Pressia tomó una pequeña y
filosa, de sólo 15 centímetros y fácil de esconder. Lyda tiene puesta su
armadura. Todos están tan golpeados por el pánico, tan sorprendidos y
enojados y esperanzados y perdidos, que ni siquiera lo notan. La ventana de
una tienda ha sido quebrada, y hay gente en la calle peleando por linternas y
baterías. Otro grupo bloqueó un camión oficial de la Cúpula y está
saqueando máscaras de gas, mantas, agua embotellada. Pressia recuerda las
historias que su abuelo le contaba sobre qué pasó justo después de las
Detonaciones—peleas en mini-marts y supertiendas tumbadas. Los posters
anunciando el compromiso de Iralene y Perdiz, pegados en las vidrieras,
han sido pintarrajeados, sus caras tachadas, MUERAN, escrito en tinta espesa
sobre sus cabezas, por sus narices y cráneos.
-Es el chivo. –Dice Lyda. -¡Perdiz es el chivo!
-¿A qué te refieres?
-El chivo expiatorio ¡Van a culparlo por todo!
Deep in Fantasy Burn
275
Pressia está asustada. Esta gente quiere sangre. Conoce esa mirada en sus
ojos. Le recuerda a los sobrevivientes que tomaron las calles durante las
Muerterías. La gente sólo puede sufrir por tanto tiempo antes de que
alguien deba pagar.
Ella y Lyda cruzan la calle para evitar a los Puros, que están alborotando en
sus sobretodos y monos y vagando en sus mocasines de suelas finas,
dirigiéndose a una nube de humo. Éste se alza de una multitud frente a una
iglesia adelante, agitándose y agitándose sin dónde ir.
-Está empezando a oler como en casa. –Dice Lyda. –No sólo a humo pero a
desesperación.
Se cubren las bocas y narices con sus mangas y siguen.
Cuando pasan la iglesia, Pressia ve que el gentío está quemando una
efigie—un traje relleno con un rostro chisporroteante. -¡Per-diz! ¡Per-diz!
¡Per-diz! –Gritan. Pressia apenas puede respirar. Perdió la fe en su hermano
¿Pero quemar una efigie?
Mira a Lyda, que está impactada. Pressia se la lleva lejos de la multitud. –
Simplemente mantén la cabeza gacha. –Dice Pressia. –Sigue caminando.
Lyda se tambalea un poco pero continúan.
Cuando giran en la última esquina, Pressia choca contra un guardia. Él la
agarra por el brazo. -¿A dónde demonios van?
Una mujer está parada cerca. Ve la cabeza de muñeca antes que el guardia y
suelta un alarido.
-¡Ya están aquí! –Grita. -¡Miserable! –La mujer sube más la voz. -
¡Miserable!
El guardia ve la cabeza de muñeca y se cae de espaldas, tanteando
desesperado por el rifle en su espalda. -¡Detente! –Grita a través del humo
cada vez más grueso. -¡Detente ahora!
Pero siguen corriendo tan rápido como pueden. Los Puros a su alrededor
también lo hacen mientras gritan. Hay un disparo ¿Fue del guardia
gritándoles a través del humo? ¿De alguien más?
Lyda empuja a Pressia dentro del edificio, y corren por una recepción ancha
y aireada con paredes espejadas y un hermoso marco dorado. Otro guardia
grita. -¡Por aquí! –Corren hacia un único elevador y entran.
El guardia golpea un botón. –Ha estado esperando.
-¿A cuál de nosotras? –Pregunta Lyda.
El guardia se encoge de hombros como si ni siquiera supiera realmente
quiénes son, y ahora Pressia puede decir que es joven—más que ella. -
¿Piensas que debería quedarme? –Pregunta él en voz baja. –Estoy
preocupado por mis hermanas ¿Debería irme? Se está poniendo feo ¿o no?
Deep in Fantasy Burn
276
-¿Estás relacionado con las chicas Flynn? -Dice Lyda. -¿Fuiste a la
academia de chicos?
-Aria y Suzette. –Dice él. –Mis padres no están. No lograron superar bien...
–Baja la voz. –El discurso. Lo hicieron de una buena forma—realmente
bien planeado. Sin sangre, y lo arreglaron para que sea la sirvienta la que
los encontrara, no nosotros. Eran buenos padres. –El chico tiembla.
-Por supuesto que eran buenos padres. –Dice Pressia. –Estoy segura de que
te amaban mucho. Estarían orgullosos de ti ahora, pensando en tus
hermanas. –Ella sabe qué es lo que siempre quiso escuchar de su madre y
padre—Te amo. Estoy orgulloso de ti. Se aferra a la idea de ellos cuidándola
por tanto tiempo… no podría imaginarse que se hubieran suicidado.
Lyda se estira y toma la manga del chico. –Deberías ir. Este es el momento
para que la gente hable sobre amor. Podría no quedar mucho tiempo.
Pressia piensa en Bradwell. No puede evitarlo. Amor. Allí está. Siempre lo
amará ¿Tendrán más tiempo juntos?
El ascensor se balancea y para. Pressia nunca se acostumbrará a ellos. La
puerta se abre y las chicas salen.
-¡Por aquí! –Las llama otro guardia por el corredor.
-Siento lo de tus padres. –Dice Pressia girándose hacia el chico en el
elevador.
Se le humedecen los ojos. –Nunca nadie dice algo como eso aquí. Nadie
habla sobre ellos ya. Es como si hubieran desaparecido.
-No se fueron. –Dice Pressia.
El guardia agacha la cabeza y las puertas se cierran con un desliz. Pressia
sabe que probablemente nunca lo verá de nuevo. Así es como todo se siente
ahora—una primera vez y una última, todo al mismo tiempo.
Lyda corre por el pasillo. Pressia la sigue. Cuando pasan una serie de
puertas, Lyda se agacha en un pasillo y presiona la espalda contra la pared.
-¿Qué estás haciendo? –Pregunta Pressia.
Lyda se toma las costillas con un brazo. –Sólo necesito un momento. Sigue.
-¿Segura?
Ella asiente.
Pressia continúa. Una puerta se abre adelante. Perdiz da un paso hacia el
pasillo. Pressia recuerda la primera vez que lo conoció—cómo, con su
bufanda desatada, sabía que era el Puro del que había escuchado, el Puro de
cabello corto y piel perfecta librado de la Cúpula. Él se estira—¿Para
sacudirle la mano? ¿Va a ser formal? –Te salvé la vida antes de siquiera
saber quién eras. –Dice ella. No acepta el apretón.
Deep in Fantasy Burn
277
Perdiz se mete la mano en los bolsillos. –Es verdad. –Dice. –Unos groupies
estaban a punto de matarme.
-Aunque no lo habrían hecho ¿O no? En ese entonces estábamos siendo
reunidos, y ahora pasa lo mismo. –Dice ella.
-Tal vez es verdad.
-Tengo el presentimiento de que va a ser distinto esta vez.
-Estamos mucho más metidos. –Dice Perdiz. –Tan profundo como es
posible ¿Qué hiciste aquí, Perdiz? ¿En quién te convertiste?
-¿Qué hay de ti? Te volviste sobre mí. Te diste por vencida conmigo.
-No, tú te rendiste con nosotros. –Dice Pressia.
-Debes cancelar el ataque. –Dice Perdiz con frialdad. –Estamos localizando
a Bradwell e Il Capitano y estableciendo comunicación. Dialogaremos—de
verdad—por primera vez en la historia de la Cúpula.
-¿Y en este diálogo tú me dices qué hacer? ¿Es eso un diálogo?
Perdiz mira el pasillo y Pressia sabe por el cambio en su mirada que Lyda
apareció. Y entonces él dice su nombre. -Lyda. Lyda Mertz. –Empieza a
caminar hacia ella, y después a correr. Lyda se queda completamente
quieta. Pressia no sabe si lo aceptará o no ¿Todavía lo ama realmente, o
tiene que saber si él la amó en algún momento—amarla de verdad? En el
último segundo, él desacelera. Ella dice algo que Pressia no puede escuchar
y él le responde. Se estira y le toca la mejilla con la parte trasera de los
dedos. Ella lo abraza entonces, susurrándole algo.
Pressia escucha un ruido detrás de ella y se gira. Hay una mujer. Está
mirando a Perdiz y Lyda, aspira de forma cortada y suspira
temblorosamente.
-Iralene. –Dice Pressia, reconociéndola como la novia en la boda.
Iralene asiente. –Tengo algo que cambiará tu forma de pensar. –Y mira al
pasillo. Pressia sigue su mirada hacia Perdiz, quien ahora sostiene el rostro
de Lyda con ambas manos, hablándole con palabras apuradas. –Era un
regalo de boda.
-Iralene. –Dice Pressia nuevamente. -¿Estás bien?
Iralene agarra el marco de la puerta. –Es el paraíso. –Dice y le sonríe a
Pressia mientras le resbalan lágrimas por los cachetes. –Hice que hicieran el
paraíso. Aquí. Justo aquí. Porque es el lugar más seguro del mundo. Aquí. –
Dice. –Déjame mostrarte el paraíso.
Cuando da un paso hacia el pasillo, su tobillo se tuerce y se tambalea por un
momento sobre sus talones. Susurra en una voz tan baja que Pressia apenas
puede escucharla. –Ven conmigo. Quiero mostrarte por qué deberías
Deep in Fantasy Burn
278
decirles que se detengan. Esto cambiará todo. Hará que se sienta bien. Ya
verás.
Iralene camina unos metros por el corredor. Perdiz y Lyda notan su
presencia ahora. Levantan la vista, tomándose de las manos, justo cuando
Iralene abre una puerta, y repentinamente, la ilumina una brillante ola de
luz. Es como si el cuarto contuviera al sol en sí mismo. -Pressia, -Dice. –
Eres de la familia. La familia es sagrada ¿Qué es el hogar sin la familia?
IL CAPITANO
OJOS
La multitud está en silencio. Camina callada. Il Capitano ve sus rostros—
el plástico y vidrio relucientes, las quemaduras brillantes, y las ásperas y
nudosas cicatrices. Sus mandíbulas están fijas con nefasta determinación.
Se tambalean y arrastran los pies y cojean. Algunos están fusionados juntos
pero igual dan zancadas. Sin pistolas, sin rifles, sin cuchillos. Adelante
están las Fuerzas Especiales—sus cuerpos se ven sobre trabajados,
demasiado pesados con sus armas y rígidas fusiones. Algunos están
encorvados y sus extremidades parecen desparejas. Se paran a intervalos de
seis metros, anillando el perímetro de la Cúpula. A pesar de verse casi
discapacitados, están preparados para abrir fuego.
Il Capitano no puede mantener el ritmo. Cada paso le manda una serie de
dolores por el cuerpo. Y aun así, siente un raro surgimiento de fuerza. La
Cúpula se hace más y más grande. El viento es frío y cortante. Y, por
alguna razón, es todo hermoso.
Los velos de ceniza alzándose.
El diáfano cielo oscuro.
El sol, una mancha de luz.
Y entonces todos se detienen. Voces empiezan a susurrar y sisear ¿Anda
algo mal? Il Capitano se abre camino a través de la multitud a empujones,
su cuerpo grita de dolor. -¡Bradwell! –Grita. -¡Bradwell! –Llega al frente y
ve a Hastings emerger desde detrás de la fila de Fuerzas Especiales
protegiendo a la Cúpula.
Bradwell da un paso hacia delante para encontrarse con Hastings, quien
corre a zancadas cuesta abajo, con un rengueo apenas notable en su andar.
-Hastings está comprometido. –Dice Bradwell. –Ven lo que ve y escuchan
lo que escucha.
Deep in Fantasy Burn
279
Pero ahora que Il Capitano ve la cara de Hastings claramente, sabe que hay
algo mal. –Hastings. –Il Capitano dice. -¿Qué te hicieron? –Puede decir
que, a pesar de la profunda emoción en sus ojos, ha pasado por más
codificación. –Te reprogramaron ¿o no?
Hastings asiente.
-¿Peor que antes?
Hastings vuelve a asentir.
-¡Perdiz! –Grita Il Capitano. -¿Qué le hiciste? ¡Dios santo! Es amigo tuyo.
Hastings dice. -Perdiz y Pressia van a hablar pronto. Por favor, espere.
Bradwell mira a Il Capitano. -¿Están listos?
-¿Listos para qué? –Dice Il Capitano.
-Lo que sigue.
-¿Qué sigue? -Pregunta Helmud.
PERDIZ
CUARTOS
Sol. Cortinas calientes. Iluminadas. Es como se sintió cuando vio las
cartas y después a la misma Lyda—como si lo hubieran llenado
repentinamente de luz, como si el sol ardiera en su propio pecho.
No dejó de amarlo. Las cartas eran la prueba, pero ella misma lo dijo.
-Incluso aunque me abandonaste, te seguía amando. Siempre lo haré.
Y ahora aquí está con él, vagando por esta cocina en la casa que Iralene
diseñó, de la que le empezó como si fuera un sueño, pero ya estaba en
construcción—Ahora ¿desde hace cuánto?
Manteca brilla en un plato de cristal. Un tostador reluce en la esquina. Una
mujer está junto al lavado, con su fina espalda, su remera floreada.
Sabe que es una imagen de su madre. Quiere ir y tocarle el hombro. Pero
sabe que no hay ningún hombro. Ninguna mujer. Quiere que se gire y lo
mire. Pero no tiene madre.
Lyda toma un vaso de leche, agua decorada. Su mano la atraviesa en un
desliz.
Iralene entra al cuarto. -¿Te gusta? –Pregunta.
¿Puede él amarlas a ambas? Su amor por Lyda es profundo. Pero ha llegado
a querer a Iralene. Es firme y honesta. Todos se mueven por la cocina
donde su madre—su pálida imagen en el lavado—mete la mano en el agua
espumosa, girando un plato blanco, tarareando para sí misma. Es tan real
Deep in Fantasy Burn
280
que no soporta mirarla demasiado tiempo. Quiere que ella lo vea allí, que lo
trate como suyo—de vuelta.
¿Pero le gusta? ¿Puede responder a eso? Es un espejismo. No es real ¿No
conoce Iralene la diferencia? No le dice nada de esto. Dice. –Me gusta estar
aquí. –Es una verdad a medias.
¿Por qué hay tanto sol? Mana de las ventanas, llena el cuarto con tanto
brillo que emborrona los detalles. Tal vez los detalles no están terminados.
-¿Cómo lo hiciste todo? –Pregunta Perdiz.
-Purdy y Hoppes tienen acceso a todos esos archivos. Pensaron que te
convencería. Hay más. –Dice ella. –Tanto más.
Lyda no se mueve. Está parada en el rayo de luz que tira la falsa ventana. –
Aves. –Dice. –En el centro de rehabilitación tenían pájaros que volaban por
las ventanas falsas de luz justo así.
-¡No tuvimos mucho tiempo! –Dice Iralene con enojo.
-No me gustaban los pájaros. –Dice Lyda. –Me recordaban que no tenía
donde ir.
Lyda le dijo que Arvin dejó entrever que las cartas no eran pasadas entre
ellos, que pensó que la había abandonado. Perdiz le explicó que no lo
dejaban verla; Foresteed había tomado el control de su vida. Después ella le
confesó que siempre lo había amado, él le dijo que quería estar con ella.
Ella dijo. –Lo entiendo. -¿Pero qué significa eso—lo entiendo? ¿Qué quería
él? ¿Que dijera que había estado equivocada al dejarlo ir la última vez y
que de ahora en adelante, siempre estarían juntos?
-¡Perdiz! –Es Pressia, llamándolo desde el pasillo. Sigue su voz, pasando un
cuarto con camas marineras.
Se detiene, retrocede y mira dentro. Allí, durmiendo en la cama inferior,
está su hermano. Mi Dios, es Sedge—antes de las mejoras y toda la
codificación. No es un soldado de las Fuerzas Especiales. Es sólo un niño—
tal vez de quince o dieciséis. Duerme aunque el sol brille por la ventana.
Perdiz quiere despertarlo. Quiere escuchar la voz de su hermano. Pero sabe
que éste fue un trabajo apurado. Esto es probablemente todo lo que hace su
hermano—duerme, como una vez hizo, un chico en una litera.
Perdiz apoya la cabeza contra el marco de la puerta. Dice. -Sedge, Sedge.
Mi hermano.
Y entonces Pressia lo vuelve a llamar.
Se aleja de la puerta y entra, sin equilibrio, a un dormitorio. Una pollera
rosa con volados, un dosel. Una jirafa de peluche. Un gran espejo con
incrustaciones en la puerta del armario. Pressia se mira a sí misma en él. Se
acomoda el pelo para atrás. La cicatriz en forma de luna creciente alrededor
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281
de su ojo ya no está en la imagen de su rostro en el espejo.
Y entonces ella se aleja y alza el puño de cabeza de muñeca. Pero en el
reflejo ya no está. Levanta las dos manos y las flexiona—abiertas, cerradas,
abiertas, cerradas.
Mira a Perdiz por el espejo. -¿Por qué alguien haría un lugar como este?
Él no tiene una respuesta.
* * *
Un coro de voces. Pressia las reconoce. Puede decir que Perdiz también lo
hace. Él se paraliza, y ella lo empuja para pasar. Siente como si su corazón
se hubiera hinchado y pudiera explotar. Sigue un pasillo hasta una salita. Y
allí, como si la estuvieran esperando, hay tres hombres. Bradwell, Il
Capitano y Helmud. Tres hombres separados. Hablan, bromean. Helmud se
alisa el pelo y se frota las rodillas. Está nervioso. Il Capitano palmea a
Bradwell en la espalda. Todos ríen.
No puede entender las palabras. Siguen siendo sólo voces—del tipo que se
escuchan al extremo de un largo pasillo por las paredes y puertas. Ellos
tampoco parecen saber que está parada en frente.
-Bradwell. –Dice.
Su rostro está limpio. Sin cicatrices. Sus nudillos no están arañados. Lleva
puesto el saco de un traje—uno hecho a medida.
No hay alas enormes. No hay ningún pájaro en su espalda en absoluto.
-¿Cómo hicieron esto?
Perdiz está ahora junto a ella. Se agacha y mira sus rostros. –Jesús. –Dice. –
Míralos.
Pressia no puede hacerlo. –Están mal. –Le dice a Perdiz. –No son ellos
mismos—no así, no sin algún pasado.
Ella puede ver un pequeño ojo en un objeto redondo, del tamaño de una
manzana, en el suelo. Un orbe, como le contó Lyda. Cada cuarto debe tener
uno, creando cada una de las imágenes. Nada de esto es real.
Sale de la habitación y corre devuelta por el pasillo, pero éste cambió un
poco. Hay una puerta donde antes estaba segura de que no la había. Está
abierta—sólo una raja. Alza la cabeza de muñeca, aliviada de que sigua con
ella, y abre la puerta de un empujón.
Allí está su abuelo, con una pila de almohadas mullidas detrás de su
espalda. Hay un libro de crucigramas sobre su rodilla. Ella puede ver que
sólo tiene una pierna, y una falsa—brillante y rosa—con una media y
zapato negros y pequeños en la esquina. El ventilador que había estado
alojado en su garganta, ya no está. En su lugar, hay una cicatriz dentada en
forma de cruz.
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282
No es como Bradwell, Il Capitano y Helmud en la salita. Parece saber que
ella está allí. Pero entonces dice. -¿Puedo ayudarte? –Como si fuera una
desconocida.
-Soy yo. –Dice Pressia.
-Hola. –Dice su abuelo, pero su tono es vergonzoso como si nunca antes la
hubiera visto.
-Pressia. –Dice ella. –Soy yo. Pressia.
Él cierra fuertemente los ojos por un segundo, como si el nombre en sí
mismo le causara algún dolor. Cuando los abre, sonríe. –Ese era el nombre
de mi esposa. –Dice finalmente. –Murió algunos años atrás.
Pressia entonces camina hasta su abuelo. Alza la mano, se estira para tocar
la de él pero duda. Quiere sentir la calidez ¿Qué pasa si es sólo un truco—
un truco cruel?
Apoya la mano sobre la de él—y siente la sequedad de su piel, la soltura de
sus nudillos artríticos.
-Eres real. –Dice ella. –Pero no me conoces.
Él le sonríe.
A Pressia le arden los ojos con lágrimas. -¡Perdiz! ¡Lyda! –Grita.
Lyda aparece en la puerta.
-Es real. –Dice Pressia. –Tenemos que sacarlo de aquí. Debe estar con
nosotros.
Lyda está pasmada por ver al viejo.
-¡Perdiz! -Grita Pressia. -¿Dónde estás?
La chica se estira y toca ahora todo—el muro, las fotos, los pomos, un
jarrón.
A veces las cosas son reales, y otras su mano las atraviesa como aire. -
¡Perdiz! –Grita. -¡Perdiz!
No hay respuesta. Corre hacia la cocina, que había pasado de largo la
primera vez.
Una mujer está junto al lavado limpiando los platos y Perdiz está sentado en
la mesa de la cocina.
-Trajiste a mi abuelo de vuelta.
-Excepto su memoria. –Dice él.
-Pero está vivo. –Dice ella. –Hiciste eso. Gracias.
Él mira a la mujer en el fregadero y dice. -¿No sabes quién es ella?
Pressia camina hasta la mesada. Se inclina hacia delante y ve la cara de su
madre, el perfil de su delicada nariz y mentón. Sus ojos son amables. Sus
brazos levemente pecosos están desnudos. Las burbujas de jabón brillan en
la superficie del agua. Entonces ella alza una burbuja en su palma y la sopla
Deep in Fantasy Burn
283
hasta que se eleva y planea y después explota.
Pressia se estira para tocarla.
-No. –Dice Perdiz. –No la toques.
Iralene entra al cuarto, sonriendo. –Esto vale la pena quedárselo ¿o no? Una
casa llena de familia. Todos los que perdieron, perfeccionados. No puedes
derribar la Cúpula ahora ¡No cuando este lugar existe! Puedes llamarlo tu
hogar, Pressia.
-¿Piensas que voy a querer salvar este lugar? No es real.
-No, no. –Dice Iralene, retorciéndose las manos. –Podemos programarlos
mejor. Podemos hacerlos interactivos. Podrás conversar con ellos
eventualmente. No entiendes.
-Tú no entiendes. No son gente de verdad.
-Por eso no puedes derribar la Cúpula, Pressia. –Interrumpe Perdiz. –Está
llena de gente real. Morirán allí afuera ¿Y sabes a quién matarán primero?
A nosotros. A ti y a mí y a Iralene y a Lyda. A Lyda y a nuestro bebé. Y
más…
-¿Más?
-Bebés. –Dice él. –Pequeños bebés en incubadoras ¿Qué les pasará a ellos?
-¿Bebés en incubadoras? –Ella se imagina a las Madres encontrando filas
de niños en cajas de plástico cálidas.
Madre Hestra y las otras los recogerían llenándose los brazos y
amarrándolos a sus cuerpos—un confort familiar de cercanía—y los
cuidarían. –Si hay bebés que necesitan madres, Perdiz, creo que deberías
saber quiénes los cuidarían.
-¿Confiarías en las Madres? ¿Las que me cortaron el meñique?
-Las cosas deben cambiar. –Dice Pressia. –Lo sé ¡Tienen que!
-Bueno, se pone peor. Hay gente guardada congelada. No te imaginas… -
Perdiz se levanta, tambalea y sale de la casa, volviendo al corredor.
Pressia lo sigue, gritando. –Perdiz ¿Qué estás haciendo? ¡Perdiz!
Él está doblado sobre sí mismo, tratando de recuperar el aliento, pero
cuando ella lo alcanza, se endereza y entra a la sala de conferencias,
deteniéndose junto a una mesa en el centro del cuarto.
Pressia va hacia la mesa. Hay un mapa del área rodeando la Cúpula, pero es
uno en vivo. Marcas negras se mueven cuesta arriba en cada dirección,
acercándose más y más a la Cúpula ¿Es uno de esos puntos Bradwell?
¿Están Il Capitano y Helmud entre ellos? ¿Quién tiene la bacteria?
-Los sobrevivientes se están movilizando. –Dice Perdiz.
-Se acercan. –Dice Beckley.
-Jesús. –Dice Perdiz.
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-¿Es esta…? –Pressia no está segura de cómo terminar la oración ¿Es esta la
revolución? -Es lo que crees que es. –Él pone la mano en una brillante almohadilla
negra junto a la puerta. Ésta se abre.
-La cámara de mi padre. Entra. Tengo algo más para que veas.
Pressia entra en el cuarto oscurecido. Las luces se prenden. El suelo está
cubierto con fotos de Perdiz y su familia—vacaciones, fotos escolares,
feriados—y cartas escritas a mano. Pressia ve una, claramente firmada. –Tu
padre. -¿Es así como Willux eligió decorar su oficina?
Pressia ve una foto de su madre. Se arrodilla rápidamente y la levanta. Está
sentada junto a una chimenea con un recién nacido en sus brazos—¿Perdiz
o su hermano Sedge? Sólo sabe que no es ella de bebé.
Iralene entra y empieza a levantar los papeles y fotografías como si le
avergonzara el desorden. Perdiz camina hasta un gran escritorio en medio
del cuarto.
-Aquí hay un sistema de comunicación. –Dice Perdiz. –Nos conecta con los
otros lugares en el mundo que sobrevivieron. –Toca el escritorio y una
pantalla se prende en su superficie, como la mesa de caoba en la sala de
conferencias, pero éste es un mapa del mundo. –Si la Cúpula cae, también
lo hace tu oportunidad de encontrar a tu padre. –Apunta a Japón. –Su
corazón latía. –Dice Perdiz. –Está vivo en algún lado…
-Weed me dijo que me tirarías con todo para cancelarlo.
-¿Por qué no lo harás?
-¿Por qué piensas que puedo?
-Déjame contarte qué descubrió mi padre. Los Miserables son la raza
superior. Han sido probados y probados por todos los horrores por los que
han pasado y fueron endurecidos ¿Y los Puros? Son débiles—mimados y
protegidos. Ya no tienen realmente sistemas inmunitarios ¿Sabes qué
pasará si ya no existe la Cúpula y los Puros deben vivir allí afuera,
respirando ceniza y luchando Terrones y alimañas y Amasoides?
-Sí. –Dice Pressia. –Sé exactamente qué pasará ¿Lo olvidaste? Esa es mi
niñez.
-¿Y quieres que eso suceda de nuevo?
Pressia sacude la cabeza. –Quería que los Puros ayudaran a los
sobrevivientes. Quería equilibrar el campo de juego con la cura. Quería
borrar todas las cicatrices y fusiones y que todos estén enteros de nuevo.
Pero ya no quiero eso. Bradwell tenía razón. Nunca deberíamos borrar el
pasado, incluso cuando lo llevamos en nuestra piel.
-Sé dónde está el botón, Perdiz. -Iralene señala al pequeño cuadrado de
Deep in Fantasy Burn
285
metal incrustado a la pared. -Es éste ¿no? Sálvanos, Perdiz.
Hay un golpe en la puerta abierta. Una voz de hombre dice. -Bradwell está
en espera ¿Estamos listos?
-Lo estamos. –Dice Perdiz.
Una pantalla se ilumina en un muro. Y allí está el rostro de Bradwell.
Entrecierra los ojos. El viento golpea su remera, su pelo. Se gira y mira a un
lado—mostrando las cicatrices gemelas corriéndole por un lado de la cara,
sus alas oscuras.
Iralene jadea. No está acostumbrada a la ceniza, cicatrices y fusiones.
Las cámaras alojadas en los ojos de Hastings captan a Il Capitano y
Helmud, que se ven pálidos y débiles. El mayor tiene dos ojos negros y la
mandíbula torcida.
-¿Qué les pasó? –Dice Pressia.
-¿Están esos dos fusionados juntos? -Iralene dice la palabra fusionados como si fuera nueva para ella. Está horrorizada y Pressia recuerda lo que
dijo Bradwell sobre qué suponía que los Puros pensarían de él—ese
disgusto, ese horror.
-Lo explicaré más tarde. –Dice Perdiz.
Pressia se pregunta si habrá un más tarde…
-Dile a Bradwell que lo cancele. –Le dice Perdiz a Pressia ¿Pulsaría el
botón? ¿Mataría a todos los supervivientes de una vez por todas?
Pressia desliza las manos al bolsillo y toma una de las lanzas que Lyda afiló
de los palos de la cuna.
-¡Bradwell! -Dice Pressia. -¿Puedes escucharme?
-¡Sí! –Grita al viento. -¿Estás bien?
-¿Y tú? -Dice.
Él asiente. Mira a Il Capitano y Helmud. –Estamos bien ¡Desearía poder
verte!
-Dile, Pressia. -Dice Perdiz.
-¿Es esa la voz de Perdiz? –Pregunta Bradwell.
-Soy yo. –Dice Perdiz.
-¿Qué tienes que decirme? -Pregunta Bradwell.
Pressia sabe que se supone que le diga que cancele el ataque, pero en su
lugar dice. –Perdiz puede matarlos a todos. Puede presionar un botón
diseñado por su padre y soltar un gas en el viento que los pondrá a dormir
para siempre.
Bradwell inspira profundamente. –Estamos desarmados. –Dice. –Il
Capitano dijo que era la única forma de hacerlo. Sin armas. Todos juntos.
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286
-Si derriban la Cúpula, Puros morirán. No pueden vivir fuera. La mayoría
no lo logrará. –Duce Perdiz. –Así que parecen bastante armados para mí.
Il Capitano empieza a hablar. Los ojos de Hastings rápidamente lo enfocan
y su cara acapara las pantallas. -¿Elegirías matar supervivientes a salvar
Puros?
-¿No ven la cantidad de muertes en ambos lados? –Pregunta Perdiz.
-¿Las muertes de Miserables cuentan menos? –Dice Bradwell.
-Ninguno lo puede entender. Voy a ser padre. Tengo un bebé de camino—
no saben cómo es preocuparse por criar a un niño allí afuera.
-Perdiz. –Dice Bradwell. –Nosotros fuimos chicos aquí. Sabemos cómo es,
y tú nunca lo harás.
-¡Mi propio hijo! –Dice Perdiz. –Mi propio hijo tiene que ser capaz de
respirar y crecer y desarrollarse. No puede hacer eso allí afuera.
-¿Tu hijo? -Dice Iralene como si recién ahora le llegara cuánto le importa
este niño ¿Piensa que será su madre? ¿O está hablando de Lyda?
Pressia dice. –El bebé no es sólo tuyo. De hecho, justo ahora, no lo es para
nada.
-Me matarán—lo sabes. Seré el primero en morir. Matarán también a
Iralene. Puros y Miserables—no importa quién. Nos asesinarán. Sabes qué
representamos. –Presiona las manos contra la pared. –Están en mí. Dentro
mío. Mi padre. No se encuentra sólo en el aire a nuestro alrededor. Está
dentro de mi cuerpo. Su sangre es la mía.
Pressia mira su mano, la que tiene el meñique de vuelta, la que está
peligrosamente cerca del botón de comando. No puede apurarlo con la
lanza. Ha sido codificado con fuerza y velocidad. La vencería con facilidad.
Pero mira a Iralene. Es una Pura—es la raza más débil; eso es lo que llegó a
creer Willux.
Y entonces Pressia se estira en busca de la pálida muñeca de Iralene. La
toma y gira, doblándole el brazo, apretándoselo entre los omóplatos. Las
cartas y fotos que coleccionó en sus brazos caen de sus brazos al suelo, un
spray de caras, cumpleaños, bicicletas, árboles de navidad y cartas escritas
a mano—hojas y hojas de ellas. Su piel se siente fina y fría. Pressia
presiona el rostro de Iralene contra la pared, sosteniéndole el otro brazo con
la cadera y la lanza contra su garganta.
-Aléjate. –Dice Pressia. –O la mataré.
Perdiz mira a Pressia. Aprieta los puños y se queda completamente inmóvil.
–Hastings. -Dice Perdiz. –Toma a Bradwell.
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287
La voz de Perdiz es pequeña y fría. Toma a Bradwell. Las palabras hacen
un eco enfermizo en la cabeza de Pressia, un timbre que no se detendrá.
Hastings no tiene opción.
Empuja a Bradwell al suelo, pone su pie bueno sobre su pecho. Las alas de
Bradwell extendidas debajo suyo. Hastings apunta una de las armas
alojadas en sus brazos al corazón del chico.
Hay un rayo rojo de luz.
Bradwell mira a Hastings a los ojos, pero sólo le habla a Pressia. Dice. -Lo
siento.
Pressia no puede respirar. Ella sabe por qué está arrepentido—no por lo que
pasó, no. Dice que lo siente por lo que está por pasar.
-¡No! -Grita, aun sosteniendo firmemente a Iralene. -¡No!
Y luego Bradwell empieza a luchar devuelta. Contraataca. Patea a Hastings
y trata de luchar para levantarse de la suciedad. Sus alas golpean el suelo,
llenando el aire con más polvo y ceniza.
La pantalla se opaca. El rostro de Bradwell se pierde en la nube oscura.
-¡Deja de resistirte! –Ordena Hastings. -¡Para, ahora!
Pressia le grita a Perdiz. -¡Haz algo!
Pero Perdiz no entiende ¿o no? Bradwell está peleando a muerte. Lucha,
sabiendo que va a morir.
La pantalla se pone blanca.
Hastings había cerrado los ojos.
Y entonces hay un tiro.
Sólo uno.
Algunos sobrevivientes gritan.
Y luego silencio.
Y entonces hay un grito—fuerte y largo.
Es seguido por otro grito—justo igual de fuerte y justo igual de largo.
Un eco del primero.
Pressia deja caer la lanza. Afloja su agarre en Iralene, quien permanece
completamente quieta, con su cuerpo apoyado en la pared.
-Está muerto. -Susurra Pressia.
* * *
Hastings está rígido, su pistola posada en la multitud. Es un soldado.
Mantiene su posición.
Il Capitano se arrodilla junto a Bradwell. Le aterroriza toda la sangre, tan
repentina y rápida, esparciéndose por el pecho de Bradwell. Helmud se
sostiene del cuello de su hermano. Agarra su camisa con sus delgados
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288
puños.
-Bradwell. –Dice Il Capitano sin aliento. Se supone que debe revisarle el
corazón. Pero la sangre ha empapado su remera. No puede quedar mucho
del órgano.
Las manos de Il Capitano tiemblan tanto que apenas puede agarrar la
remera de su amigo. Pero cuando lo hace, la desgarra, abriéndola.
El viento sopla.
Pequeñas hojas sangrientas de papel se alzan.
Il Capitano se sienta mientras el viento recoge los papeles y los manda
volando sobre la suciedad seca.
La bota de Hastings se para sobre uno, sus bordes empapados con rojo.
Il Capitano levanta uno.
Estamos aquí, mis hermanos y hermanas, para acabar con la división, para
ser reconocidos como humanos, para vivir en paz. Cada uno tiene el poder
de ser benevolentes.
No hay una cruz al final del mensaje. Sólo manchas al azar de la sangre del
difunto.
Los sobrevivientes levantan las hojas. Se reúnen alrededor de Bradwell.
Su cuerpo yace en la manta de sus alas con plumas negras. Las sangrientas
hojas blancas siguen revoloteando de su pecho como un moño interminable
empujado por el viento.
Sus brazos están estirados, sus manos abiertas—y de una de ellas, Freedle
aparece. Apenas perdido en las hojas flotando y girando de papel, Freedle
extiende sus alas mecánicas y alza vuelo, dirigiéndose a la Cúpula.
* * *
Pressia no puede respirar. No puede llorar. Bradwell murió. Él sabía que iba
a morir. Si no nos volvemos a ver… Debería haberse quedado con él. No se
debería haber ido. Él sabía, y no le dijo—no la verdad completa. Dijo si…
si, si, si… Pensó que era sólo el comienzo.
Todavía no se olvida del beso ¿lo recordará por siempre? ¿Le quedó
marcado en los labios? Por esto le hizo prometer estar juntos aquí, ahora, y
en el más allá—en caso de que haya un paraíso… en caso de lo que pueda
haber más adelante.
Se lleva el puño al corazón. Ella y Bradwell siguen juntos. No hay mejor
iglesia que el bosque. Al fin y al cabo, una boda es entre dos personas—lo
que prometen en un susurro.
No está segura de por qué, pero ahora siente miedo. Le aprieta el pecho.
Sabe cómo es tener un golpe de pena, cómo es estar de luto. Pero lo que
siente es terror. Se ha ido. Darse cuenta de que el mundo sigue existiendo y
Deep in Fantasy Burn
289
él no—a esto es lo que más le temía. Y aquí está.
Mira el suelo sucio con las fotografías de la feliz niñez de Perdiz.
El chico camina hacia ella.-Lo maté. –Dice.
-No me toques. No me mires.
Perdiz es un fantasma.
Iralene dice. –No mataste a nadie. No lo hiciste. No lo mataste ¡Fue
Hastings!
-Cállate. –Dice Pressia. -¡Cállate!
Iralene se desliza por la pared hasta sentarse en el suelo. Su mirada es
inexpresiva.
-Pressia. –Dice Perdiz. –Hice lo correcto. Lo juro. No sabía que Hastings
iba a matarlo.
-Hastings estaba programado para matar a cualquiera que se resistiera.
Bradwell lo sabía. Por eso contraatacó.
-Di la orden. -Dice Perdiz, su voz está tan ronca que es apenas audible. –
Podría haber hecho retroceder a Hastings. Podría haber hecho algo.
-Nos trajiste hasta aquí, -Dice Pressia. –Nos trajiste a todos hasta este
momento. Hiciste algo peor que no haber hecho retroceder a Hastings.
-No iba a presionar el botón. -Murmura Perdiz. –No lo habría hecho. No
habría.
-No. -Dice Iralene. –No habrías. Sé que no. –Luego, con esperanza en su
voz, agrega. -Tal vez eso los detuvo. Quizás se den la vuelta ahora.
-Freedle. -Dice Pressia. -¿No lo viste? Él lleva la bacteria. Ya viene.
Trabaja rápido.
Golpean la puerta con estruendo. Escuchan la voz alta y urgente de
Beckley. -¡La gente se está revelando en las calles! ¡Quieren sangre!
-Vienen por nosotros. -Dice Iralene.
-Nos encontrarán aquí. -Dice Perdiz. –Sé que lo harán.
La pantalla aun muestra la escena. Los ojos de Hastings están bien abiertos.
Escanea la multitud. Il Capitano está gritando. -Sigamos. Esto es lo que él
quería. Avancemos ¡Juntos! –Su cara se encuentra manchada con negro por
la ceniza. Se había limpiado las manos sangrientas en la remera.
Y luego Hastings gira. Camina hacia la Cúpula y se para en línea junto a
otros dos soldados.
-La Cúpula va a caer, y cuando lo haga, voy a salir e ir a casa. -Dice
Pressia. Camina hacia la puerta, la abre, y se para en la sala de
conferencias. Beckley se encuentra junto a su abuelo, quien está sentado en
una de las sillas de cuero, con Lyda a su lado.
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-Vienes con nosotros. -Le dice Pressia al anciano. –Te mantendremos a
salvo.
Está asustado pero asiente. Hace mucho, él fue el extraño que la acogió.
Esta vez, ella será la que cuide de él.
* * *
Perdiz mira a Lyda, todavía sorprendido de que esté aquí, tan cerca, y aun
así, tan distante. Las cosas han cambiado entre ellos ¿Cómo fue esto para
ella? Recuerda a Pressia diciéndole a Lyda que iban a llevarse al bebé ¿Le
creyó? ¿Era la verdad? Ya no sabe qué es real. Quizás nunca lo hizo.
Pressia le dirá qué pasó en ese cuarto. Le contará que podría haber salvado
a Bradwell y que falló. Su amigo está muerto. Perdiz dudó ¿Por qué? ¿Por
rabia, rancor, o realmente pensó que estaba haciendo lo correcto, intentando
salvar a su gente? En lo profundo ¿así piensa de los Puros—como su gente?
Podría nunca descubrir su propia verdad. Tal vez así es como empezó su
padre—un acto que nunca pudo retirar y que tuvo que decidir qué tipo de
persona era. Perdiz quiere ser bueno. Siempre lo quiso ¿o no? Justo ahora,
debe decidir cómo todos tratarán de sobrevivir. –Podrías haber corrido.
Probablemente deberías haberlo hecho ¿Por qué te quedaste? –Le pregunta
a Beckley.
-Somos amigos. Los amigos se quedan.
Perdiz no se dio cuenta de que ha estado esperando esto, pero ahora que lo
escucha, se alegra. Toma a Beckley y lo abraza. –Gracias. -Dice.
-Debemos movernos ahora. Si no te vas. –Dice Beckley. –Te encontrarán
aquí. No se pueden encerrar. Simplemente te esperarán afuera si te quedas
en la cámara de tu padre.
Perdiz mira a Pressia. Sabe que no se merece ir con ellos. Sacude la cabeza.
-Nos destruirán allí afuera. –Dice. –De una forma o la otra…
-Tenemos que movernos ahora. –Lo urge Beckley.
-Ven con nosotros. –Dice Pressia. –Podemos encontrar una forma de
sacarte de la Cúpula; entonces te hallaremos un escondite fuera.
Beckley y Lyda ayudan al abuelo de Pressia. Van hacia la puerta. Pressia
los sigue. –Vamos, Perdiz. Trae a Iralene. Salir es su única oportunidad.
Mantengámonos juntos. –Perdiz puede decir que le duele decir esto. Sabe
qué piensa de él. Se odia. Detesta ambas palabras—dentro de la Cúpula y
fuera.
Iralene y Perdiz entran al pasillo, siguiendo a los otros al ascensor, con
Lyda y Beckley ayudando al abuelo cojo de Pressia.
Entonces Iralene se detiene. Mira la puerta a la casa que diseñó. Sigue
abierta—sólo un poco.
Deep in Fantasy Burn
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Luz mana de ella.
Agarra el brazo de Perdiz, lo sostiene con fuerza. –Recuerda. -Dice. -Aún
me debes un favor.
-Iralene. –Dice Perdiz con suavidad.
-Me hiciste una promesa. -Dice ella. -¿Te atendrás a ella?
-Por favor… -Dice.
-¿Eres un hombre de palabra? –Dice ella. Él sabe qué desea, y no quiere
que lo diga en voz alta, pero lo hace. –Construí un hogar para nosotros.
Pressia sostiene la puerta del ascensor abierta. -Deprisa. –Los llama,
mientras los otros se giran y miran.
Él sacude la cabeza. –No puedo. -Iralene le suelta el brazo y se dirige hacia
la puerta llena de luz dorada. Agarra las cartas de Lyda.
-No, Perdiz. –Dice Pressia.
Lyda dice. –Allí no hay nada real. Está vacío.
-Puedo sacarlos de aquí. -Dice Beckley rogando. -¡Iralene, dile que venga
con nosotros!
-Un minuto. -Le dice Perdiz a Iralene. Ella asiente. Camina por el pasillo
hacia Lyda. Busca en su bolsillo un manojo de cartas y se las entrega. -
Aquí. Éstas son tuyas.
Lyda toma el pilón y sostiene las cartas contra su pecho. -¿No puedo
quedarme y tú no puedes irte? –Le dice a Perdiz.
-Nunca se sabe qué pasará. Un día…
-Si vienes a buscarme, sabes que estaré allí fuera…
-Ambos. –Dice él. Madre e hijo. –Esta es una nave. Pienso que si se hunde,
debería irme con ella.
Camina de vuelta con Iralene, le toma la mano, saluda una última vez.
Entran al cuarto brillante, a la luz cegadora—y él cierra la puerta detrás de
ellos.
* * *
Un grupo de sobrevivientes hacen guardia sobre el cuerpo de Bradwell
mientras Il Capitano y Helmud lideran a los otros.
El círculo se aprieta más y más hasta que sólo hay nueve metros entre Il
Capitano y los soldados de las Fuerzas Especiales, Hastings entre ellos. Il
Capitano da un grito y los sobrevivientes a su alrededor se detienen.
Su comando viaja por el círculo y pronto, todos los supervivientes están
plantados en su lugar. Hastings mira a Il Capitano ¿Ha perdido contacto con
aquellos dentro? ¿Qué está pasando allí?
Nadie se mueve. Nadie habla. Están parados allí, en el viento, las hojas de
Bradwell aun revoloteando en el aire cenizo.
Deep in Fantasy Burn
292
Y entonces sucede.
Un chirrido, bajo y profundo, como algo escuchado desde una gran nave.
Hay un pop, y entonces una grieta corre por el costado de la Cúpula, como
una rasgadura en el hielo de un lago congelado. Se dispara por la superficie,
creando fisuras.
Y luego una pieza del domo se levanta, balancea, y luego cae dentro de la
misma Cúpula.
* * *
Nuestra Buena Madre camina cuesta arriba, protegida por todos lados por
Madres. La cruz del marco de la ventana en su pecho mantiene su postura
rígida. Sostiene la cabeza en alto. Cuando ve las grietas correr por la blanca
superficie de la Cúpula, le susurra a la boca de bebé alojada den su brazo. -
¡Vamos a buscar a papi, querido! –Y aprieta su lanza. –Vamos a encontrar a
tu papá.
* * *
Las luces titilan y se atenúan. Arvin espera. Sostiene la respiración, cierra
los ojos—y cuando lo hace, ve las caras de sus padres. Siguió órdenes para
poder mantenerse con vida. Se hizo importante, indispensable. Pero ahora,
finalmente es libre. El generador zumba con vida. Las luces sobre su cabeza
brillan, y escucha el murmullo del laboratorio siendo sellado. No se irá
hasta tener una cura.
* * *
Cuando las luces se apagan, el zumbido de la maquinaria muere dentro de
cada cámara—a un lado y al otro de los pasillos.
Hay un silencio mortal. Peekins ha estado trabajando en esta cámara,
tratando de salvar a una familia—cuatro infantes rígidos, el tinte azul pálido
desvaneciéndose de su piel. Busca en su bolsillo una linterna. La saca y
apunta el brillo hacia los bebés ante él—los Willux. Un par de ojos
tiemblan. Se abren. Es una niña pequeña. La madre de Perdiz. Tal vez sea
la única en sobrevivir.
* * *
Los orbes iluminan cada habitación. Iralene eligió la música—la misma que
bailaron en el picnic, lo que parece hace tanto tiempo. Se filtra por parlantes
escondidos. Se sostienen mutuamente en el salón—es un balanceo más que
un baile. Ahora hay voces en el pasillo, pisadas fuertes.
Perdiz susurra. –La luz solar no entibia. No es real.
-¿Qué es, de todas formas, la realidad? –Dice Iralene.
-Vienen por nosotros.
-Déjalos.
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-Iralene. -Dice. Le toma el rostro en sus manos y le toca la mejilla con los
pulgares.
Hay golpes en la puerta, un cuerpo pesado tirándose contra ella una y otra
vez.
* * *
Para cuando alcanzan la calle, pueden ver el cielo a través del agujero. La
ceniza entra revoloteando.
Pressia dice. -Está pasando.
-Ceniza. -Dice Lyda.
Beckley llevan al frágil abuelo de Pressia en su espalda. –Recordaré cómo
era ¿O no? -Dice.
El anciano alza la mano en el aire y caza pequeños copos de ceniza con su
palma. Mira a Pressia, con una expresión sorprendida en el rostro y dice. -
Mi niña.
Pressia empieza a llorar. –Sí. -Dice. –Estoy aquí. –Su madre está muerta.
Bradwell se ha ido. Y Perdiz eligió su propio fin. Pero obtuvo a una
persona de vuelta.
Hay otros en las calles. Algunos gritan y lloran. Aprietan a sus hijos contra
sus pechos. Algunos sostienen objetos de valor—candeleros dorados, cajas
de mobiliaria, sus pistolas. De hecho, a esta distancia, las están aferrando
con tanta fuerza que parecen fusionados con sus posesiones terrenales.
Algunos empiezan a correr—¿pero hacia dónde? No hay donde ir.
La red eléctrica ha sido comprometida. Las luces parpadean y mueren. El
monorriel para con un chillido. Beckley los lleva hasta el set de escaleras
ocultas entre los ascensores secretos, ahora atascados como todo lo demás.
Llegan a la planta baja de la Cúpula y caminan por las tierras vacías de la
academia, pasan dormitorios, las ventanas oscuras de clases, incluso un
campo de futbol—sus líneas blancas cruzando el césped falso—y la cancha
de básquet detrás de un alambrado. Hubo un tiempo en el que le dijeron que
su padre era base. Su verdadero padre—probablemente nunca escuchará su
voz… está allí afuera.
Finalmente llegan a los campos de soja, verdes y llenos de hojas. Las
hileras se curvan con la forma de la Cúpula. Caminan y caminan. Pressia
puede sentir el viento silbando desde algún lugar oculto a la vista.
Lyda saca su lanza. La ceniza es ahora más espesa, revoloteando por el aire.
Dice. -Está nevando.
Cerca del suelo, un triángulo de la Cúpula ha caído sobre los campos de
soja, sobre las plantas con sus hojas verdes y epispermos amarillas. El
suelo, rociado con esquirlas, cruje bajo sus botas.
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Caminan hacia el mismo hoyo y borde de la Cúpula. Pressia mira hacia
afuera, a ese mundo cenizo, su tierra natal. Caminando arduamente colina
arriba están los sobrevivientes, viniendo a aclamar lo que es suyo. Ella
empieza a correr hacia ellos y busca entre las caras a Bradwell, sabiendo
que no estará entre ellas.
Pero allí están Il Capitano y Helmud—manchados de ceniza y adoloridos.
Cuando Il Capitano ve a Pressia, se detiene y cae sobre una rodilla. Tiene
agarrado un pedazo blanco de papel con el puño. Lo levanta sobre su
cabeza como una bandera blanca.
No hay victoria. Siempre hay pérdida.
Esta es la rendición de él.
Esta es la rendición de ella.
Su corazón dice, Suficiente, suficiente, suficiente. Me rindo. Y espera que su corazón se detenga.
Perdió demasiado.
Y sabe que allí fuera encontrará el cuerpo de Bradwell. Le golpeará una y
otra vez que él está muerto ¿Cuántos impactos puede soportar?
Pero su corazón late en su pecho y no se detiene.
La devuelve a la vida.
Su propio corazón no se rendirá.
Así que este no es el fin.
Es sólo otro comienzo.
Se detiene y mira sobre su hombro hacia atrás. Caminando por la nieve
negra hacia ella, están Beckley, llevando a su abuelo, vivo después de todo,
en la espalda, y Lyda y el bebé dentro de ella, protegido debajo de su
armadura hecha a mano. Se vuelve hacia Il Capitano. Él se tambalea al
ponerse de pie, con Helmud pesado en su espalda, y camina hacia Pressia.
La abraza. Cuando estaban en la niebla rodeados por criaturas y pensaron
que los matarían, Il Capitano dijo, Si fueras la persona a mi lado, me
quedaría por siempre jamás. Esta es la promesa en la que necesita creer. Quédate conmigo. Quédate. Esta es su familia ahora.
Ella e Il Capitano y Helmud se giran y miran a los Puros que se dirigen a
los campos, la soja verde relucen alrededor de sus tobillos. Están pálidos y
tienen los ojos bien abiertos, moviéndose como tímidos fantasmas hacia el
borde roto de su mundo.
En algún lugar, Perdiz e Iralene están sentados en una mesa en una cocina
falsa, llena de la brillante luz del sol artificial— mientras las baterías dentro
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de los orbes se gastan lentamente. Si la gente venía tras ellos, espera que al
menos luchen. Este es el último retazo de esperanza que tiene en él.
Pero ella eligió esta verdad –Grotescamente hermosa y hermosamente
grotesca—este mundo.
-¿Qué haremos ahora? -Susurra Il Capitano.
-¿Qué haremos? -Dice Helmud.
-No más sangre, -Dice Pressia.
Su corazón late y late y late— cada vez, como una detonación en su propio
pecho— y cada momento a partir de aquí, es un mundo nuevo.
El Fin