Biografias

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Edward Jenner (Berkeley, Gran Bretaña, 1749-id., 1823) Médico inglés. A los trece años entró al servicio de un cirujano local, con el que permaneció hasta los veintiuno, momento en el que se trasladó a Londres y se convirtió en pupilo de John Harvey. En 1773 regresó a Berkeley para abrir una consulta local, en la que adquirió un notable prestigio. En el siglo XVIII, la viruela era una de las enfermedades epidémicas con un mayor índice de mortalidad. El único tratamiento conocido en la época era de naturaleza preventiva, y consistía en inocular a un sujeto sano materia infectada procedente de un paciente aquejado de un ataque leve de viruela. Dicho principio se basaba en la evidencia empírica de que un sujeto que hubiera superado la enfermedad no la volvía a contraer. Sin embargo, la persona inoculada no siempre desarrollaba una versión leve de la enfermedad y fallecía a menudo; además, podía actuar como foco de infección para los que lo rodeaban. La memoria con los resultados obtenidos fue rechazada por la Royal Society, pero él la publicó en 1798, incluyendo también los resultados favorables de otras pruebas posteriores. No sin problemas, la práctica de la vacunación se fue extendiendo desde el campo de la acción médica particular al ámbito nacional, continental y mundial. Jenner, convertido en un personaje célebre, disfrutó desde 1802 de una cuantiosa suma anual concedida por el Parlamento, retirándose de la actividad científica en 1815. MIGUEL SERVET (Miguel Servetus; Villanueva de Sijena, España, 1511- Champel, Suiza, 1553) Teólogo y médico español. Mientras cursaba estudios en Barcelona trabó amistad con el confesor de Carlos I fray Juan de Quintana, quien lo acogió a su servicio y viajó con él a Roma en 1530 con motivo de la coronación del emperador. Seguidamente abandonó a su mentor e inició una larga peregrinación por diferentes ciudades europeas (Lyon, Ginebra, Basilea), donde polemizó con algunos líderes reformistas como Johannes Ecolampadio o Martín Bucer. En 1531 y 1532 aparecieron dos obras suyas en las que intentó dilucidar las cuestiones teológicas relativas a la Santísima Trinidad, y abogó por una visión muy personal que consideraba a Jesús como una divinidad deseada por el Padre y, en consecuencia, con un origen simultáneo al acto físico del nacimiento. Esta concepción, inmediato precedente del unitarismo, le enfrentó tanto a los católicos como a los protestantes, viéndose obligado a publicar una formulación revisada de la misma apenas un año después.

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Edward JennerMIGUEL SERVETALBERT EINSTEIN

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Edward Jenner

(Berkeley, Gran Bretaña, 1749-id., 1823) Médico inglés. A los trece años entró al servicio de un cirujano local, con el que permaneció hasta los veintiuno, momento en el que se trasladó a Londres y se convirtió en pupilo de John Harvey. En 1773 regresó a Berkeley para abrir una consulta local, en la que adquirió un notable prestigio. En el siglo XVIII, la viruela era una de las enfermedades epidémicas con un mayor índice de

mortalidad. El único tratamiento conocido en la época era de naturaleza preventiva, y consistía en inocular a un sujeto sano materia infectada procedente de un paciente aquejado de un ataque leve de viruela. Dicho principio se basaba en la evidencia empírica de que un sujeto que hubiera superado la enfermedad no la volvía a contraer. Sin embargo, la persona inoculada no siempre desarrollaba una versión leve de la enfermedad y fallecía a menudo; además, podía actuar como foco de infección para los que lo rodeaban. La memoria con los resultados obtenidos fue rechazada por la Royal Society, pero él la publicó en 1798, incluyendo también los resultados favorables de otras pruebas posteriores. No sin problemas, la práctica de la vacunación se fue extendiendo desde el campo de la acción médica particular al ámbito nacional, continental y mundial. Jenner, convertido en un personaje célebre, disfrutó desde 1802 de una cuantiosa suma anual concedida por el Parlamento, retirándose de la actividad científica en 1815.

MIGUEL SERVET (Miguel Servetus; Villanueva de Sijena, España, 1511-Champel, Suiza, 1553) Teólogo y médico español. Mientras cursaba estudios en Barcelona trabó amistad con el confesor de Carlos I fray Juan de Quintana, quien lo acogió a su servicio y viajó con él a Roma en 1530 con motivo de la coronación del emperador. Seguidamente abandonó a su mentor e inició una larga peregrinación por diferentes ciudades europeas (Lyon, Ginebra, Basilea), donde polemizó con algunos líderes reformistas

como Johannes Ecolampadio o Martín Bucer. En 1531 y 1532 aparecieron dos obras suyas en las que intentó dilucidar las cuestiones teológicas relativas a la Santísima Trinidad, y abogó por una visión muy personal que consideraba a Jesús como una divinidad deseada por el Padre y, en consecuencia, con un origen simultáneo al acto físico del nacimiento. Esta concepción, inmediato precedente del unitarismo, le enfrentó tanto a los católicos como a los protestantes, viéndose obligado a publicar una formulación revisada de la misma apenas un año después.

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En 1537 se matriculó en la Universidad de París para estudiar medicina, pero un tratado de astrología en el que defendía la influencia de las estrellas en la salud humana lo enfrentó a la comunidad médica profesional. Su amistad personal con el arzobispo de Vienne le permitió entrar a su servicio como médico personal. En 1546 envió a Calvino una copia de su trabajo más importante, Christianismi Restitutio, de carácter fundamentalmente teológico pero que pasó a la posteridad por contener en su Libro V la primera exposición de la circulación pulmonar o menor. Tras leer dicha obra, Calvino denunció a Servet ante la Inquisición de Lyon, lo que provocó la huida apresurada de éste. En una fatal etapa en Ginebra, camino de Italia, Servet fue reconocido y, tras ser detenido y juzgado, fue condenado a morir en la hoguera. Su muerte suscitó una fuerte polémica en el frente protestante sobre la aplicación de la pena capital por razones de supuesta herejía. ALBERT EINSTEIN

Albert Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más, incluso, de lo que llegó a serlo en vida, si se tiene en cuenta que su imagen, en condición de póster y exhibiendo un insólito gesto de burla, se ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico, junto a los ídolos de la canción y los astros de Hollywood. Sin embargo, no son su genio científico ni su talla humana los que mejor lo explican como mito, sino, quizás, el cúmulo de paradojas que encierra su propia biografía, acentuadas co n la perspectiva histórica. Al Einstein campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre de la bomba»;

y todavía es corriente que se le atribuya la demostración del principio de que «todo es relativo» a él, que luchó encarnizadamente contra la posibilidad de que conocer la realidad significara jugar con ella a la gallina ciega. Durante 1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le valió el grado de doctor por la Universidad de Zurich, y los cuatro restantes acabaron por imponer un cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del universo. De éstos, el primero proporcionaba una explicación teórica, en términos estadísticos, del movimiento browniano, y el segundo daba una interpretación del efecto fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por cuantos individuales, más tarde denominados fotones; los dos trabajos restantes sentaban las bases de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la equivalencia entre la energía E de una cierta cantidad de materia y su masa m, en términos de la famosa ecuación E = mc², donde c es la velocidad de la luz, que se supone constante. Durante la siguiente década, Einstein concentró sus esfuerzos en hallar una relación matemática entre el electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en avanzar hacia el que, para él, debía ser el objetivo último de la física: descubrir las leyes comunes que, supuestamente, habían de regir el comportamiento de todos

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los objetos del universo, desde las partículas subatómicas hasta los cuerpos estelares. Tal investigación, que ocupó el resto de su vida, resultó infructuosa y acabó por acarrearle el extrañamiento respecto del resto de la comunidad científica. Luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, se unió a los científicos que buscaban la manera de impedir el uso futuro de la bomba y propuso la formación de un gobierno mundial a partir del embrión constituido por las Naciones Unidas. Pero sus propuestas en pro de que la humanidad evitara las amenazas de destrucción individual y colectiva, formuladas en nombre de una singular amalgama de ciencia, religión y socialismo, recibieron de los políticos un rechazo comparable a las críticas respetuosas que suscitaron entre los científicos sus sucesivas versiones de la idea de un campo unificado.