Aventuras de Pinocho

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Aventuras de Pinocho Carlo Collodi Aventuras de Pinocho Carlo Collodi Dibujo por Carlo Chiostri “Pinocho es preso por la Guardia Civil” Audio Player 00:00 Use Left/Right Arrow keys to advance one second, Up/Down arrows to advance ten seconds. 00:00 Use Up/Down Arrow keys to increase or decrease volume. Pinocho de Carlo Collodi es quizás uno de los libros infantiles más famosos del mundo. En 1880 apareció por primera vez, y tres años después se publicó en forma de libro; desde entonces, todas las madres regañan a sus hijos por sus primeras mentiras de la misma manera: “¡Vea, su nariz está creciendo!”. Tierna y conmovedora historia de un muñeco de madera y sus andanzas. Escrita con amenidad, encierra un fondo aleccionador. La historia de este títere de madera, autoconsciente y gamberro, que aspira a convertirse en niño, dio lugar a uno de los primeros mitos de la historia de la literatura infantil. Pinocho refleja las preocupaciones 1

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Cuento infantil

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Aventuras de Pinocho Carlo Collodi

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Dibujo por Carlo Chiostri Pinocho es preso por la Guardia Civil

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Pinocho de Carlo Collodi es quizs uno de los libros infantiles ms famosos del mundo. En 1880 apareci por primera vez, y tres aos despus se public en forma de libro; desde entonces, todas las madres regaan a sus hijos por sus primeras mentiras de la misma manera: Vea, su nariz est creciendo!. Tierna y conmovedora historia de un mueco de madera y sus andanzas. Escrita con amenidad, encierra un fondo aleccionador. La historia de este ttere de madera, autoconsciente y gamberro, que aspira a convertirse en nio, dio lugar a uno de los primeros mitos de la historia de la literatura infantil. Pinocho refleja las preocupaciones pedaggicas que siempre tuvo en mente su autor, y supone un aguijonazo contra la mentira y la pereza, as como una advertencia sobre las consecuencias de las malas compaas. Versin castellana del italiano, las ilustraciones de esta edicin electrnica son de Carlo Chiostri.

Ttulo original: Le avventure di Pinocchio. Storia di un burattino

NDICECaptulo 1: De como el maese Cereza encontr un trozo de madera que lloraba y rea como un nio.Captulo 2: Maese Cereza regala el pedazo de tronco a su amigo Goro, el cual lo acepta para construir un mueco maravilloso, que sepa bailar, tirar a las armas y dar saltos mortales.Captulo 3: De vuelta maese Goro en su casa, comienza sin dilacin a hacer el mueco, y le pone por nombre Pinocho. Primeras moneras del mueco.Captulo 4:De lo que sucedi a Pinocho con el grillo-parlante, en lo cual se ve que los nios malos no se dejan guiar por quien sabe ms que ellos.Captulo 5: Pinocho tiene hambre, y buscando, buscando, encontr un huevo con el cual pens hacer una tortilla; pero cuando menos los pensaba se encontr con que la tortilla sali volando por la ventana.Captulo 6: Pinocho se duerme junto al brasero, y al despertarse a la maana siguiente se encuentra con los pies carbonizados.Captulo 7: Goro vuelve a su casa, y le da al mueco el desayuno que el buen hombre tena para s.Captulo 8: Goro arregla los pies a Pinocho, y vende su chaqueta para comprarle una cartilla.Captulo 9: Pinocho vende su cartilla para ver una funcin en el teatro de muecos.Captulo 10: Los muecos del teatro reconocen a su hermano Pinocho y le reciben con las mayores demostraciones de alegra; pero en lo mejor de la fiesta aparece el amo de los muecos, Tragalumbre, y Pinocho corre peligro de terminar sus aventuras de mala manera.Captulo 11: Tragalumbre estornuda y perdona a Pinocho, el cual, despus salva la vida de su amigo Arlequn.Captulo 12: Tragalumbre regala a Pinocho cinco monedas de oro para que se las lleve a su padre Goro; pero Pinocho se deja engaar por la zorra y el gato y se marcha con ellos.Captulo 13: La posada de El Cangrejo Rojo.Captulo 14: Por no haber hecho caso a los consejos del grillo-parlante, se encuentra Pinocho con unos ladrones.Captulo 15: Los ladrones continan persiguiendo a Pinocho y cuando al fin consiguen darle alcance, le cuelgan de la Encina grande.Captulo 16: La hermosa nia de los cabellos azules hace recoger el mueco; le mete en la cama, y manda llamar a tres mdicos para saber si est vivo o muerto.Captulo 17: Pinocho se come el azucar sin querer purgarse; pero al ver que llegan los enterradores para llevrselo, bebe toda la purga. Despus le crece la nariz por decir metiras.Captulo 18: Pinocho vuelve a encontrarse con la zorra y el gato, y se va con ellos a sembrar sus cuatro monedas en el Campo de los Milagros.Captulo 19: Roban a pinocho sus monedas de oro, y adems le tienen cuatro meses en la crcel.Captulo 20: Libre ya de la prisin, trata de volver a la casa del Hada; pero encuentra en el camino una terrible serpiente y despus queda preso en un cepo.Captulo 21: Cae Pinocho en poder de un labrador que le obliga a servir de perro para custodiar un gallinero.Captulo 22: Pinocho descubre a los ladrones, y en recompensa de su fidelidad queda libre.Captulo 23: Pinocho llora la muerte de la hermosa nia de los cabellos azules; despus encuentra una paloma que los lleva a la orilla del mar, y ah se arroja al agua para ir a salvar a su pap.Captulo 24: Arriba Pinocho a la Isla de las Abejas industriosas y encuentra al Hada.Captulo 25: Pinocho promete al Hada ser bueno y estudiar.Captulo 26: Pinocho va con sus compaeros de escuela a la orilla del mar para ver al terrible dragn.Captulo 27: Gran pelea entre Pinocho y sus compaeros. Uno de estos cae herido, y Pinocho es preso por la guardia civil.Captulo 28: Pinocho corre peligro de ser frito en una sartn como un pez.Captulo 29: Vuelve Pinocho a casa del Hada. Gran merienda de caf con leche para solemnizar el xito de Pinocho en sus exmenes.Captulo 30: Pinocho, se escapa con su amigo Esprrago al pas de los juguetes.Captulo 31: Despus de cinco meses de vagancia nota Pinocho con gran asombro que le ha salido un magnfico par de orejas de asno, y acaba por convertirse en un borriquito, con cola y todo.Captulo 32: Le nacen a Pinocho orejas de burro, despus se convierte en verdadero pollino y empieza a rebuznar.Captulo 33: Convertido Pinocho en un pollino verdadero, es llevado al mercado de animales y comprado por el director de una compaa de titiriteros para ensearle a bailar y a saltar por el aro.Captulo 34: Pinocho, es arrojado al mar y devorado por los peces. Vuelve a su primitivo estado de mueco; pero mientras nada para salvarse, se lo traga el terrible dragn marino.Captulo 35: Pinocho encuentra en el cuerpo del dragn A quin encuentra? Leed este captulo y lo sabris.Captulo 36: Por fin Pinocho deja de ser un mueco y se transforma en un muchacho.

CAPTULO IDe cmo el carpintero maese Cereza encontr un trozo de madera que lloraba y rea como un nio.--Pues, seor, ste era...--Un rey! --dirn en seguida mis pequeos lectores.--Pues no, muchachos nada de eso.Este era un pedazo de madera.Pero no un pedazo de madera de lujo, sino sencillamente un leo de esos con que en el invierno se encienden las estufas y chimeneas para calentar las habitaciones.Pues, seor, es el caso que, Dios sabe cmo, el leo de mi cuento fue a parar cierto da al taller de un viejo carpintero, cuyo nombre era maese Antonio, pero al cual llamaba todo el mundo maese Cereza, porque la punta de su nariz, siempre colorada y reluciente, pareca una cereza madura. Cuando maese Cereza vio aquel leo, se puso ms contento que unas Pascuas. Tanto, que comenz a frotarse las manos, mientras deca para su capote:--Hombre! llegas a tiempo! Voy a hacer de ti la pata de una mesa!Dicho y hecho; cogi el hacha para comenzar a quitarle la corteza y desbastarlo. Pero cuando iba a dar el primer hachazo, se qued con el brazo levantado en el aire, porque oy una vocecita muy fina, muy fina, que deca con acento suplicante:--No! No me des tan fuerte!Figuraos cmo se quedara el bueno de maese Cereza!Sus ojos asustados recorrieron la estancia para ver de dnde poda salir aquella vocecita, y no vio a nadie. Mir debajo del banco, y nadie; mir dentro de un armario que siempre estaba cerrado, y nadie; en el cesto de las astillas y de las virutas, y nadie; abri la puerta del taller, sali a lacalle, y nadie tampoco. Qu era aqullo? --Ya comprendo --dijo entonces sonriendo y rascndose la peluca--. Est visto que esa vocecita ha sido una ilusin ma. Reanudemos la tarea!Y tomando de nuevo el hacha, peg un formidable hachazo en el leo--Ay! Me has hecho dao! --dijo quejndose la misma vocecita.Esta vez se qued maese Cereza como si fuera de piedra, con los ojos espantados, la boca abierta y la lengua fuera, colgando hasta la barba como uno de esos mascarones tan feos y tan graciosos por cuya boca sale el cano de una fuente.Se qued hasta sin voz. Cuando pudo hablar, comenz a decir temblando de miedo y balbuceando:--Pero, de dnde sale esa vocecita que ha dicho ay!? Si acju no hay un alma! Ser que este leo habr aprendido a llorar y a quejarse como un nio? Yo no puedo creerlo... Este leo... Aqu est: es un leo de chimenea como todos los leos de chimenea: bueno para echarlo al fuego y guisar un puchero de habichuelas! Zambomba! Se habr escondido alguien dentro de l? Ah! Pues si alguno se ha escondido dentro, peor para l. Ahora le voy a arreglar yo.Y diciendo esto agarr el pobre leo con las dos manos, y empez a golpearlo sin piedad contra las paredes del taller.Despus se puso a escuchar si se queja alguna vocecita. Esper dos minuto y nada; cinco minutos, y nada: diez minntos, y nada.--Ya comprendo --dijo entonces tratando de sonreir y arreglndose la peluca--. Est visto que esa vocecita que ha dicho ay! ha sido una ilusin mia Reanudemos la tarea!Y como tena tanto miedo, se puso a canturrear paca cobrar nimosEntre tanto dej el hacha y tom el cepillo para cepillar y pulir el leo. Pero cuando lo estaba cepillando por un lado y por otro, oy la misma vocecita que le deca riendo:--Pero hombre! Que me ests haciendo unas cosquillas terribles!Esta vez maese Cereza se desmay del susto. Cuando volvi a abrir los ojos, se encontr sentado en el suelo. Qu cara. de bobo se le haba puesto! La punta de la nariz ya no estaba colorada; del susto se le haba puesto azul.

CAPTULO IIMaese Cereza regala el pedazo de tronco a su amigo Goro, el cual lo acepta para construir un mueco maravilloso, que sepa bailar, tirar a las armas y dar saltos mortales.En aquel momento llamaron a la puerta.--Adelante! --contest el carpintero con voz dbil, asustado y sin fuerzas para ponerse en pie.Entonces entr en la tienda un viejecillo muy vivo, que se llamaba maese Goro; pero los chiquillos de la vecindad, para hacerle rabiar, le llamaban maese Fideos, porque su peluca amarilla parecia que estaba hecha con fideos finos. Goro tepa un genio de todos los diablos, y adems le daba muchisima rabia que le llamasen maese Fideos. Pobre del que se lo dijera!--Buenos das, maese Antonio --dijo al entrar--. Qu hace usted en el suelo?--Ya ve usted! Estoy enseando Aritmtica a las hormigas!--Es una idea feliz!--Qu le trae por aqui, compadre Goro?--Las piernas! Sabra usted, maese Antonio, que he venido para pedirle un favor.--Pues aqu me tiene dispuesto a servirle --replic el carpintero.--Esta maana se me ha ocurrido una idea.--Veamos cul es.--He pensado hacer un magnifico mueco de madera; pero ha de ser un mueco maravilloso, que sepa bailar, tirar a las armas y dar saltos mortales. Con este mueco me dedicar a correr por el mundo para ganarme un pedazo de pan y... un traguillo de vino.Eh! Qu le parece?--Bravo, maese Fideos! --grit aquella vocecita que no se saba de dnde sala.Al orse llamar maese Fideos, el compadre Goro se puso rojo como una guindilla, y volvindose hacia el carpintero, le dijo encolerizado:--Por qu me insulta usted?--Quin le insulta?--Me ha llamado usted Fideos! --Yo no he sido!--Si le parece, pondremos que he sido yo! Digo y repito que ha rido usted!--No! --S! Y furiosos los dos, pararon de Ias palabrss a los hechos, y agarrandose con furia se araaron, se mordieron, se tiraron del pelo... Se pusieron hechos una lstima.Cuando termin la batalla, maese Antonio se encontr con la peluca amarilla de Goro en las manos, y Goro tena en la boca la peluca gris del carpintero.--Dame mi peluca! --grit maese Antonio.--Dame t la ma, y hagamos las paces!Los dos viejecillos se entregaron las pelucas y se dieron las manos, prometiendo solemnemente ser buenos amigos toda la vida.--Conque vamos a ver qu favor es el que tiene que pedirme, compadre Goro --dijo el maestro carpintero como muestra de que la paz estaba consolidada.--Quisiera un poco de madera para hacer ese mueco de que le he hablado. Puede usted drmela?Maese Antonio. contentsimo, se apresur a coger aquel leo que le habia hecho pasar tan mal rato. Pero. cuando iba a entregrselo a su amigo dio el leo una fuerte sacudida y se le escap de las manos, yendo a dar un palo tremendo en las esmirriadas pantorrillas del compadre Goro.--Ay! Tan amablelnente regala usted las cosas, maese Antonio? Por poco me deja usted cojo!--Pero si no he sido yo!--Y dale! Habre sido yo entonces!--No, si la culpa la tiene este demonio de leo!--Ya lo s que ha sido el leo; pero, quien me lo ha tirado a las piernas, sino usted?--Le digo a usted que yo no lo he tirado.--Embustero! --Goro, no me insulte usted, o le llamo Fideos!--Borrico!--Fideos! --Hipoptamo! --Fideos! --Orangutn! --Fideos! Al oirse llamar fideos por tercera vez perdi Goro los estribos, se arroj sobre el carpintero, y de nuevo se obsequiaron con una coleccin de coscorrones, pellizcos y araazos.Al terminar la batalla maese Antonio se encontr con dos araazos ms en la nariz, y Goro con dos botones menos en el chaleco. Arregladas as sus cuentas, se estrecharon las manos y otra vez se ofrecieron indestructible amistad para toda la vida.Hecho lo cual, Goro tom bajo el brazo el famoso leo, y dando las gracias a maese Antonio, se march cojeando a su casa.

CAPTULO IIIDe vuelta maese Goro en su casa, comienza sin dilacin a hacer el mueco, y le pone por nombre Pinocho. --Primeras moneras del mueco.

La casa de Goro era una planta baja, que reciba luz por una claraboya. El mobiliario no poda ser ms sencillo: una mala silla, una mala cama y una mesita maltrecha. En la pared del fondo se vea una chimenea con el fuego encendido; pero el fuego estaba pintado, y junto al fuego haba tambin una olla que herva alegremente y despeda una nube de humo que pareca de verdad.Apenas entrando en su casa, Goro fuese a buscar sin perder un instante los tiles de trabajo, ponindose a tallar y fabricar su mueco.--Qu nombre le pondr? --preguntse a s mismo--. Le llamar Pinocho. Este nombre le traer fortuna. He conocido una familia de Pinochos. Pinocho el padre, Pinocha la madre y Pinocho los chiquillos, y todos lo pasaban muy bien. El ms rico de todos ellos peda limosna.Una vez elegido el nombre de su mueco, comenz a trabajar de firme, hacindole primero los cabellos, despus la frente y luego los ojos.Figuraos su maravilla cunado hechos los ojos, advirti que se movan y que le miraban fijamente.Goro, viendose observado por aquel par de ojos de madera, sintise casi molesto y dijo con acento resentido:--Ojitos de madera, por qu me miris?Nadie contest.Entonces, despus de los ojos, hzole la nariz; pero, as que estuvo lista, empez a crecer; y crece que crece convirtindose en pocos minutos en una narizota que no se acababa nunca.El pobre Goro se esforzaba en recortrsela, pero cuando ms la acortaba y recortaba, ms larga era la impertinente nariz.Despus de la nariz hizo la boca.No haba terminado de construir la boca cuabdo de sbito sta empez a reirse y a burlarse de l.--Cesa de rer! --dijo Goro enfadado; pero fue como si lo hubiese dicho a la pared.--Cesa de rer, te repito! --grit con amenazadora voz.Entonces la boca ces de rer, pero le sac toda la lengua.Goro, para no desbaratar su obra, fingi no darse cuenta de ello, y continu trabajando.Despus de la boca, le hizo la barba; luego el cuello, la espalda, la barriguita, los brazos y las manos.Recien acabadas las manos, Goro sinti que le quitaban la peluca de la cabeza. Levant la vista y, que es lo que vio? Vio su peluca amarilla en manos del mueco.--Pinocho!... Devulveme en seguida mi peluca!Pero Pinocho, en vez de devolverle la peluca, se la puso en su propia cabeza, quedndose medio ahogado metido en ella.Ante aquellas demostraciones de insolencia y de poco respeto, Goro se puso triste y pensativo como no lo haba estado en su vida; y dirigiendose a Pinocho, le dijo:--Diantre de chico! No ests todava acabado de hacer y ya empiezas a falatarle el respeto a tu padre! Mal hijo mo, muy mal!Y se sec una lagrima.Quedaban todava por modelar las piernas y los pies.Cuando Goro termin de hacerle los pies, recibi un puntapi en la punta de la nariz.--Bien merecido lo tengo! --dijo para s--. He debido pensarlo antes; ahora ya es tarde!Despus tom el mueco por los sobacos, y le puso en el suelo para ensearle a andar.Pinocho tena las piernas agarrotadas y no saba moverse, por lo cual Goro le llevaba de la mano, ensendole a echar un pie tras otro.Cuando ya las piernas se fueron soltando, Pinocho empez primero a andar solo, y despus a correr par la habijtacion, hasta que al legar frente a la puerta se puso de un salto en la calle y escap como una centella.El pobre Goro corra detrs sin poder alcanzarle, porque aquel diablejo de Pinocho corra a saltos como una liebre, haciendo sus pies de madera ms ruido en el empedrado de la calle que veiente pares de zuecos de aldeanos.--Cogedle, cogedle! --gritaba Goro; pero las personas que en aquel momento andaban por la calle, al ver aquel mueco de madera corriendo a todo correr, se paraban a contemplarle encantadas de admiracin, y rean, rean, rean como no os podis figurar.Afortunadamente un guardia de orden pblico acert pasar por all, y al or aquel escndalo Crey que se tratara de algn aprendiz travieso que habra levantado la mano a su maestro, y con nino esforzado se plant en medio de la calle con las piernas abiertas, decidido a impedir el paso y evitar que ocurrieran mayores desgracias.Cuando Pinocho vio desde lejos aquel obstculo que se ofreca a su carrera vertiginosa, intent pasar por sorpresa, escurrindose entre las piernas del guardia; pero se llev chasco.El guardia ni tuvo que moverse. La nariz de Pinocho era tan enorme que se le vino a las manos ella solita. Le cogi, pues, y le puso en manos de Goro, el cual quiso propinar a Pinocho, en castigo de su travesura, un buen tirn de orejas. Pero figuraos qu cara pondra cuando, al buscarle las orejas, vio que no se las encontra. Sabis por qu! Porque, en su afn de acabar el mueco, se haba olvidado de hacerselas.Entonces le agarr por el cuello, y mientras lo llevaba de este modo, le deca mirandole furioso:--Vamos a casa! Ya te ajustar yo all las cuentas!Al or estas palabras se tir Pinocho al suelo y se neg a seguir andando. Mientras tanto iba formndose alrededor un grupo de curiosos y de papanatas.Cada uno de ellos decan una cosa.--Pobre mueco! --decan unos--. Tiene razn en no querer ir a su casa. Quin sabe lo que har con l ese brbaro de Goro!Otros murmuraban con mala intencin:--Ese Goro parece un buen hombre; pero es muy cruel con los muchachos. Si le dejan a ese pobre mueco en sus manos, es capaz de hacerle pedazos.En suma, tanto dijeron y tanto murmuraron, que el guardia, dejando en libertad al mueco, se llev preso al pobre Goro, el cual, no sabiendo qu decir para defenderse, lloraba como un becerro; cuando iba camino de la crcel, balbuceaba entre sollozos:--Hijo ingrato! Y pensar que me ha costado tanto trabajo hacerlo! Me est muy bien empleado! He debido pensarlo antes!Lo que sucedi despus de esto es un caso tan extrao, que cuesta trabajo creerlo, y os lo contar en el captulo siguiente.

CAPTULO IVDe lo que sucedi a Pinocho con el grillo-parlante, en lo cual se ve que los nios malos no se dejan guiar por quien sabe ms que ellos.

Pues, seor, sucedi que mientras el pobre Goro era conducido a la crcel sin culpa alguna, el monigote de Pinocho, libre ya de las garras del guardia, escap a campo traviesa; corra como un automvil, y en el entusiasmo de la carrera saltaba altsimos matorrales, setos, piedras y fosos llenos de agua, como una liebre perseguida por galgos.Cuando lleg a su casa encontr la puerta entornada. Abri, entr en la habitacin, y despus de correr el cerrojo se sent en el suelo, lanzando un gran suspiro de satisfaccin.Pero la satisfaccin le dur poco, porque oy que alguien deca dentro del cuarto:--Cri, cri, cri!--Quin me llama? --grit Pinocho lleno de miedo.--Soy yo.Volvi Pinocho la cabeza, y vio que era un grillo que suba poco a poco por la pared.--Dime, grillo: y t quin eres?--Yo soy el grillo-parlante que vive en esta habitacin hace ms de cien aos.--Bueno --contest el mueco--; pero hoy esta habitacin es ma; si quieres hacerme un gran favor mrchate prontito y sin volver siquiera la cabeza.--No me marchar sin decirte antes una verdad como un templo.--Pues dila, y despacha pronto.--Ay de los nios que se rebelan contra su padre y abandonan caprichosamente la casa paterna! Nada bueno puede sucederles en el mundo, y pronto o tarde acabarn por arrepentirse amargamente.--Como quieras, seor grillo; pero yo s que maana al amanecer me marcho de aqu, porque si me quedo, me suceder lo que a todos los nios: me llevarn a la escuela y tendr que estudiar quiera o no quiera. Y yo te digo en confianza que no me gusta estudiar, y que mejor quiero entretenerme en cazar mariposas y en subir a los rboles a cogrer nidos de pjaros.--Pobre tonto! Pero, no comprendes que de ese modo cuando seas mayor estars hecho un solemne borrico y que todo el mundo se burlar de ti?--Cllate, grillucho de mal agero!--grit Pinocho.Pero el grillo, que era paciente y filsofo, no se incomod al oir esta impertinencia, y continu diciendo con el mismo tono:--Y ya que no te gusta ir a la escuela, por qu no aprendes al menos un oficio que te sirva para ganar honradamente un pedazo de pan?--Quieres que te lo diga?--contest Pinocho, que empezaba ya a perder la paciencia--. Entre todos los oficios del mundo no hay ms que uno que me guste.--Y qu oficio es ese?--El de comer, beber, dormir, divertirme y hacer desde la maana a la noche vida de paseante en corte.--Te advierto-- replic el grillo-parlante con su acostumbrada calma-- que todos los que siguen ese oficio acaban casi siempre en el hospital o en la carcel.--Mira, grillucho de mal agero, si se me acaba la paciencia, pobre de t!--Pinocho! Pinocho! Me das verdadera lstima!--Por qu te doy lstima?--Porque eres un mueco, y, lo que es peor an, porque tienes la cabeza de madera.Al or estas palabras salt del suelo Pinocho muy enfurecido, y cogiendo un mazo de madera que haba sobre el banco, se lo tir al grillo-parlante.Quizs no crea que iba a darle; pero, por desgracia, le dio en la misma cabeza, y el pobre grillo apenas si pudo decir cri, cri qued aplastado en la pared.

CAPTULO VPinocho tiene hambre, y buscando, buscando, encontr un huevo con el cual pens hacer una tortilla; pero cuando menos los pensaba se encontr con que la tortilla sali volando por la ventana.

Mientras tanto se iba haciendo de noche. Pinocho se acord de que no haba comido nada, Y empez a sentir en el estmago un cosquilleo que se pareca muchsimo al apetito. Pero el apetito en los muchachos camina muy de prisa. A los pocos minutos el apetito de Pinocho se convirti en hambre, y en un abrir y cerrar de ojos el ambre se hizo canina, rabiosa. El pobre Pinocho se acerc al fuego donde estaba aquella olla que herva, y quiso destaparla para ver lo que haba dentro; pero ya os acordis que estaba pintada en la pared. Figuraos la cara que puso. La nariz, que ya era bien larga, le creci lo menos una cuarta. Entonces empez a recorrer la habitacin buscando por todos los cajones y por todos los escondrijos un poco de pan, aunque fuera muy duro y muy seco; una corteza, un hueso que se hubiera dejado para los perros, una raspa de pescado: cualquier cosa, en fin, que se pudiera llevar a la boca; pero no encontr nada, nada! absolutamente nada!!Y mientras tanto el hambre creca y creca. El pobre Pinocho no tena ms consuelo ni ms alivio que bostezar; y eran tan grandes los bostezos, que algunas veces abra la boca hasta las ore]as. Pero a pesar de los bostezos, el estmago segua dando tirones.Entonces empez a llorar y a desesperarse, mientras deca:--Razn tena el grillo-parlante! Qu mal he hecho en rebelarme contra mi pap y en escaparme de casa! Dios me castiga. Si mi pap estuviera aqu, no me vera expuesto a morir bostezando! Oh! Qu enfermedad tan mala es el hambre!De pronto le pareci ver en el montn de virutas una cosa redonda y blanca, semejante a un huevo de gallina. Dar un salto y cogerlo, fue cuestin de un momento: era un huevo de verdad. No es posible describir la alegra del mueco; poneos en su caso. Tema estar soando; acariciaba el huevo, le daba vueltas mirndole por todos lados, y lo besaba diciendo:--Y ahora cmo lo guisar? Har una tortilla? No; estar mejor pasado por agua! Y no estar ms sabroso frito? Y escalfado? No; lo mejor que puedo hacer es cocerlo en una cacerola! Esto es lo ms rpido, y el hambre que tengo no es para esperar mucho. Dicho y hecho; puso una cacerola en una estufita que tena algunas brasas; ech un poco de agua en vez de aceite o de manteca, y cuando empez a hervir, tac!, rompi el cascarn del huevo para hecharlo dentro. Pero en lugar de clara y yema sali un pollito muy alegre y muy ceremonioso, que despus de acerle una linda reverencia, dijo:--Muchsimas gracias, seor Pinocho, por haberme evitado la molestia de romper el cascarn. Vaya, hasta la vista! Me alegrro mucho de verle bueno, y recuerdos a la familia!Despus de decir esto extendi sus alitas, y sali volando por la ventana hasta que se perdio de vista.El pobre mueco se qued estupefacto, con los ojos fijos, la boca abierta y las cscaras del huevo en las manos. Cuando volvi de su asombro comenz a llorar, a gritar y a dar patadas en el suelo con desesperacin, diciendo:--Cuanta razn tena el grillo-parlante! Si yo no me hubiera escapado de casa y si mi pap estuviera aqu, no me morira de hambre!Y como el estmago le gritaba cada vez ms y no saba cmo hacerle callar, se le ocurri salir de la casa y dar una vuelta, con la esperanza de encontrar alguna persona caritativa que le socorriera con un pedazo de pan.CAPTULO VI

Pinocho se duerme junto al brasero, y al despertarse a la maana siguiente se encuentra con los pies carbonizados.

Haca una noche infernal: tronaba horriblemente y relampagueaba como si todo el cielo fuese de fuego; un ventarrn fro y huracanado silbaba sin cesar, levantando nubes de polvo y zarandeando todos los rboles de la campia.Pinocho tena mucho miedo de los truenos y de los relmpagos; pero era ms fuerte el hambre que el miedo. Sali a la puerta de la casa sin vacilar, y turnando carrera, lleg en un centenar de saltos a las casas vecinas, sin aliento y con la lengua fuera como un perro de caza.Pero lo encontr todo desierto y en la ms profunda oscuridad. Las tiendas estaban ya cerradas; las puertas y ventanas, tambin cerradas, y por las calles ni siquiera andaban perros. Aquello pareca el pas de los muertos.Entonces Pinocho, desesperado y hambriento, se colg de la campanilla de una casa y empez a tocar a rebato, dicindose:--Alguien se asomar!En efecto: se asom un viejo, cubierta la cabeza con un gorro de dormir y gritando muy enfadado:--Quin llama a estas horas?--Quisiera usted hacer el favor de darme un pedazo de pan?--Esperate ah que vuelvo en seguida!-- respondi el viejo, creyendo que se trataba de alguno de esos muchachos traviesos que se divierten llamando a deshora en las casas para no dejar en paz a la gente que est durmiendo tranquilamente.Medio minuto despus se abri la ventana de nuevo, y se asomo el mismo viejo, que dijo a Pinocho:--Acrcate y pon la gorra!Pinocho, no poda poner gorra alguna, porque no la tena: se acerc a la pared, y sinti que en aquel momento le caa encima un gran cubo de agua, que le puso hecho una sopa de pies a cabeza.Volvi a su casa mojado como un pollo y abatido por el cansancio y el hambre, y como no tena fuerzas para estar de pie, se sent y apoy los pies mojados y llenos de barro en el brasero, que por cierto tena una buena lumbre.Quedse dormido, y sin darse cuenta meti en la lumbre ambos pies, que, como eran de madera, empezaron a quemarse, a quemarse,a quemarse hasta que se convirtieron en ceniza.Mientras tanto Pinocho segua durmiendo y roncando como si aquellos pies no fueran suyos. Por ltimo, se despert al ser de da, porque haban llamado a la puerta.--Quin es?-- pregunt bostezando y restregndose los ojos.--Soy yo!-- respondi una voz.Aquella voz era la de Goro.

CAPTULO VII

Goro vuelve a su casa, y le da al mueco el desayuno que el buen hombre tena para s.

El pobre Pinocho, que an tena los ojos hinchados del sueo,no haba notado que sus pies estaban hechos; carbn, por lo cual apenas oy la voz de su padre, quiso levantarse en seguida para descorrcr el cerrojo; pero al ponerse en pie se tambale dos o tres veces, hasta que al fin dio con su cuerpo en tierra cuan largo era, haciendose un ruido, tremendo.--breme!-- gritaban mientras tanto desde la calle.--No puedo, papa, no puedo!-- responda el mueco llorando y revolcndose en el suelo.--Por que no puedes?--Porque me han comido los pies!--Quin te los ha comido!--El gato!-- dijo Pinocho, viendo que el animal se entretena en jugar con un pedazo de madera.--Abreme, te digo!-- repit, Goro--. Si no, vas a ver cuando entre yo en casa como te voy a dar el gato!--Oh, pap; creme! No puedo ponerme en pie! Pobre de m! Pobre de m, que tendr que andar de rodillas toda mi vida!Creyendo Goro que todas estas lamentaciones no eran otra cosa que una nueva gracia del mueco, decidi acabar de una vez, y escalando el muro, penetr en la casa por la ventana.Al principio quera hacer y acontecer; pero cuando vio que su Pinocho estaba en tierra y que era verdad que le faltaban los pies, se enterneci, y levantndole por el cuello, comenz a besarle y a acariciarle.--Pinochito mo!-- deca sollozando--. Como te has quemado los pies?--No lo se, pap; pero creme que esta noche ha sido infernal, y que me acordar de ella toda mi vida. Tronaba, relampagueaba, y yo tena mucha hambre. Entonces me dijo el grillo-parlante: "Te est muy bien empleado; has sido malo y lo mereces". Y yo le dije: "Ten cuidado, grillo!" Y l me contest: "T eres un mueco, y tienes la cabeza de madera." Y yo entonces le tir un mazo y le mat. Pero la culpa fue suya, y la prueba es que puse en la lumbre una cacerola para cocer un huevo que me encontr; pero el pollito me dijo: "Me alegro de verte bueno; recuerdos a la familia!"Y yo tena cada vez ms hambre, y por eso aquel viejo del gorro de dormir, asomndose a la ventana, me dijo: "Acrcate y pon la gorra!; y yo entonces me encontr con un cubo de agua en la cabeza porque pedir un poco de pan no es vergenza, verdad! Me vine a casa en seguida, y como segua teniendo mucha hambre, puse los pies en el brasero, y cuando usted ha vuelto me los he encontrado quemados. Y yo tengo, como antes, hambre; pero ya no tengo pies! Hi!... hi!... hi!..Y el pobre Pinocho comenz a llorar y a berrear tan fuerte, que se le poda oir en cinco kilmetros a la redonda.De todo este discurso incoherente y lleno de los, slo comprendi Goro una cosa: que el mueco estaba muerto de hambre. Sac entonces tres peras del bolsillo, y ensendoselas a Pinocho le dijo:--Estas tres peras eran mi desayuno, pero te las regalo. Cmetelas, y que te hagan buen provecho.--Pues si quieres que las coma, tienes que mondrmelas.--Mondarlas?-- replic asombrado Goro--. Nunca hubiera credo, chiquillo, que fueras tan delicado de paladar! Malo, malo, y muy malo! En este mundo hijo mo hay que acostumbrarse a comer de todo, porque no se sabe lo que puede suceder. Da el mundo tantas vueltas!...--Usted dir todo lo que quiera-- refunfu Pinocho--; pero yo no me comer nunca una fruta sin mondar. No puedo resistir las cscaras!Y el bueno de Goro, armndose de santa paciencia, tom un cuchillo, mond las tres peras, y puso las cscaras en una esquina de la mesa.Despus de haber comido en dos bocados la primer pera, iba Pinocho a tirar por la ventana el corazn de la fruta; pero Goro le detuvo el brazo, diciendo:--No lo tires! Todo puede servir en este mundo!--Pero yo no voy a comer tambin el corazn!-- contest el mueco con muy malos modos.--Quin sabe! Da el mundo tantas vueltas!...-- repiti Goro con su acostumbrada calma.Dicho se est que despus de comidas las peras los tres corazones fueron a hacer compana a las cascaras en la esquina de la mesa.Cuando hubo terminado Pinocho de comer, o mejor dicho, de devorar las tres peras, dio un prolongado bostezo y dijo con voz llorosa:--Tengo ms hambre!--Pues yo, hijo mio, no tengo nada ms que darte.--Nada, absolutamente nada?--Aqu tenemos estas cscaras y estos corazone de pera.--Paciencia!-- dijo Pinocho-- Si no hay otra cosa, comer una cscara.Al principio hizo un gesto torciendo la boca; pero despus, una tras otra, se comi en un momento todas las cscaras, y luego la emprendi tambin con los corazones, hasta que dio fin de todo. Entonces se pas las manos por el estmago, y dijo con satisfaccin:--Ahora s que me siento bien!--Ya ves-- contest Goro-- cunta razn tena yo al decirte que no hay que acostumbrarse a ser demasiado delicados de paladar. No se sabe nunca, querido mo, lo que puede suceder en este mundo. Da tantas vueltas!...

CAPTULO VIII

Goro arregla los pies a Pinocho, y vende su chaqueta para comprarle una cartilla.

Apenas el mueco hubo satisfecho el hambre, empez a llorar y a lamentarse, porque quera que le hiciesen un par de pies nuevos.Para castigarle por sus travesuras, Goro le dej llorar y desesperarse hasta medioda. Despus le dijo:--Y para qu quieres que te haga otros pies? Para escaparte otra vez de casa?Le prometo a usted --dijo el mueco sollozando-- que desde hoy voy a ser bueno!--Todos los nios-- replico Goro --dicen lo mismo cuando quieren conseguir algo.--Le prometo ir a la escuela, estudiar mucho y hacerme un hombre de provecho!--Todos los nios repiten la misma cancin cuando quieren conseguir alguna cosa.--Pero yo no soy como los dems nios! Yo soy mejor que todos y digo siempre la verdad! Le prometo, pap, aprender un oficio para poder ser el consuelo y el apoyo de su vejez.Aunque Goro estaba haciendo esfuerzos para poner cara de fiera, tena los ojos llenos de lagrimas y el corazn en un puo por ver en aquel estado tan lamentable a su pobre Pinocho. Y sin decir nada, tom sus herramientas y dos pedacitos de madera y se puso a trabajar con gran ahinco.En menos de una hora haba hecho los pies; un par de pies esbeltos, finos y nerviosos, como si hubieran sido modelados por un artista genial.Entonces dijo al mueco:--Cierra los ojos y duermete.Pinocho cerr los ojos y se hizo el dormido. Y mientras fingia dormir, Goro, con un poco de cola que ech en una cscara de huevo, le coloc los pies en su sitio; y tan perfectamente los coloc, que ni siquiera se notaba la juntura.Apenas el mueco se encontr con que tena unos pies nuevos, se tir de la mesa en que estaba tendido y comenz a dar saltos y cabriolas como si se hubiera vuelto loco de alegra.--Para poder pagar a usted lo que ha hecho por m--dijo Pinocho a su pap--, desde este momento quiero ir a al escuela.--Muy bien, hijo mo!--Slo que para ir a la escuela necesito un traje.Goro, que era pobre y no dispona de un perro chico, le hizo un trajecillo de papel rameado, un par de zapatos de corteza de rbol y un gorrito de miga de pan.Pinocho corri inmediatamente a contemplarse en una jofaina llena de agua, y tan contento qued, que dijo pavonendose:--Anda! Parezco enterarnente un seorito!--Es verdad-- replic Goro--; pero ten presente que los verdaderos seores se conocen ms por el traje limpio que por el traje hermoso.--A propsito! --interrumpi el mueco--. Todava me falta algo para poder ir a la escuela: me falta lo ms necesario.--Qu es?--Me falta una cartilla.--Tienes razn. Pero, dnde la sacamos?--Pues sencillamente: se va a una librera y se compra.--Y el dinero?--Yo no lo tengo.--Ni yo tampoco --dijo el buen viejo con tristeza.Y aunque Pinocho era un muchacho de natural muy alegre, se puso tambin triste; porque cuando la miseria es grande y verdadera, hasta los mismos nios la comprenden y la sienten.--Paciencia! --grit Goro al cabo de un rato, poniendose en pie; y tomando su vieja chaqueta, llena de remiendos y zurcidos, sali rpidamente de la casa.Poco tard en volver, trayendo en la mano la cartilla para su hijito; pero ya no tena chaqueta.Vena en mangas de camisa, aunque estaba nevando.Y la chaqueta, pap?--La he vendido!--Por qu?--Porque me daba calor!Pinocho comprendi lo que haba sucedido, y conmovido y con los ojos llenos de lgrimas, se abraz al cuello de Goro y empez a darle besos, muchos besos.

CAPTULO IXPinocho vende su cartilla para ver una funcin en el teatro de muecos.

Cuando ya ces de nevar, tom Pinocho el camino de la escuela, llevando bajo el brazo su magnfica cartilla nueva. Por el camino iba haciendo fantsticos proyectos y castillos en el aire, a cul ms esplndidos.Deca para su coleto:--Hoy mismo quiero aprender a leer; maana, a escribir, y pasado, las cuentas. En cuanto sepa todo esto ganar mocho dinero y con lo primero que tenga le comprar a mi papto una buena chaqueta de pao. Qu digo de pao? No; ha de ser una chaqueta toda bordada de oro y plata, con botones de brillantes! Bien se lo merece el pobre! Es muy bueno! Tan bueno que para comprarme este libro, y que yo aprenda a leer, ha vendido la nica chaqueta que tena y se ha quedado en mangas de camisa con este fro. La verdad es que slo los padres son capaces de estos sacrificios!Mientras iba discurriendo de este modo y hablando para s, le pareci sentir a lo lejos una msica de pfanos y bombo: Pi-pi-pi, pi-pi-pi, pom-pom, pom-pom!Se detuvo y se puso a escuchar. Aquellos sonidos venian por una larga calle transversal que conduca a un paseo orilla del mar.--Qu ser esa msica? Qu lstima tener que ir a la escuela, porque si no!...Permaneci un instante indeciso, sin saber qu hacer; pero no haba mas remedio que tomar una resolucin: ir a la escuela, o ir a la msica.Por fin se decidi el monigote, y encogiendose de hombros, dijo:--Bah! Iremos hoy a la msica, y maana a la escuela! Asi como as, para ir a la escuela siempre hay tiempo de sobra!Y tomando por la calle transversal, ech a correr. A medida que iba corriendo senta ms cercanos los pifanos y el bombo: Pi-Pi-pi, pi-pi-pi; pom-pom, pom-pom!De pronto desemboc en una plazoleta llena de gente arremolinada en torno de un gran barracn de madera, cubierto de tela de colores chillones.--Qu barracn es ese! --pregunt Pinocho a un muchacho que vio al lado suyo.--Lee el cartel.--Lo leera con mucho gusto, pero es el caso que hoy precisamente no puedo todava.--Buen lila ests hecho! Yo te lo leer. Ves esas letras grandes encarnadas? Pues, mira, dicen: GRAN TEATRO DE MUECOS.--Hace mucho que ha empezado la funcin?--Va a empezar ahora mismo.--Cunto cuesta la entrada?--Veinte cntimos.Pinocho, que ya estaba dominado por la curiosidad, dijo descaradamente al otro muchacho:--Ouieres prestarme veinte cntimos hasta maana?--Te los prestara con mucho gusto-- contest el otro con tono zumbn y remedando a Pinocho--; pero es el caso que hoy precisamente no puedo.--Te vendo mi chaqueta por veinte cntimos-- dijo entonces el mueco.--Y qu quieres que haba yo con esa chaqueta de papel pintado! Si te llueve encima, no tendrs el trabajo de quitrtela, porque se caer ella sola.--Quieres comprarme mis zapatos?--Slo sirven para encender fuego.--Cunto me das por el gorro?--Vaya un negocio! Un gorro de miga de pan! Me lo comeran los ratones en: la misma cabeza!Pinocho estaba ya sobre ascuas. Pensaba hacer una ltima proposicin; pero le faltaba valor, dudaba, quera intentarlo, volva a vacilar. Por ltimo se decidi y dijo:Quieres darme veinte cntimos por esta cartilla nueva--Yo soy un nio y no compro nada a los dems nios-- contest el otro, que tena ms juicio que Pinocho.--Yo compro la cartilla por veinte cntimos!-- dijo entonces un trapero que escuchaba la conversacin.Y de esta manera fue vendida aquella cartilla, mientras que el pobre Goro estaba en mangas de camisa y tiritando de fro, por haber vendido su nica chaqueta para comprar el libro a su hijo.

CAPTULO X

Los muecos del teatro reconocen a su hermano Pinocho y le reciben con las mayores demostraciones de alegra; pero en lo mejor de la fiesta aparece el amo de los muecos, Tragalumbre, y Pinocho corre peligro de terminar sus aventuras de mala manera.

Cuando entr Pinocho en el teatro de los muecos, ocurri algo que produjo casi una revoluclon.Empecemos por decir que el teln estaba levantado y que haba empezado la funcin.Estaban en escena Arlequn y Polichinela, que disputaban acaloradamente, y que, segn costumbre, de un momento a otro acabaran repartindose un cargamento de estacazos y bofetadas.El pblico segua con gran atencin la escena, prorrumpiendo en grandes risas al ver aquellos dos muecos que gesticulaban y se insultaban con tanta propiedad, que parecan realmente dos seres racionales, dos personas de carne y hueso.Pero de pronto deja Arlequn de recitar su parte y volvindose frente al pblico, seala con la mano el fondo de la sala y empieza a vociferar con grandes gestos y tono dramtico:--Oh! Ah! Qu veo! Cielos! Es ilusin de mi mente acalorada o delirio insano de la fantasa? S, es l! l!! Pinocho!!!l es! Es l! Pinocho! --dijo Polichinela.--Es l, no hay duda!-- chill Colombina, asomando la cabeza entre bastidores.--Es Pinocho! Es Pinocho!-- gritaron a coro los dems muecos de la compaa, saliendo al escenario--. Es nuestro hermano Pinocho! Viva Pinocho! Vivaaa...!--Pinocho, ven ac!-- grit Arlequn--. Ven a los brazos de tus hermanos de madera!Al or tan amable invitacin, no pudo contenerse Pinocho, y en tres saltos pas desde la entrada general a las butacas; de las butacas a la cabeza del director de orquesta, y de la cabeza del director de orquesta al escenario.Que de abrazos! Qu de besos! Qu de achuchones, palmaditas y hasta pellizcos de amistad, de afecto, de alegra! Es imposible figurarse el bullicio y el jaleo que produjo la triunfal entrada de Pinocho en aquella companla dramtica de madera.No hay que decir que el espectculo era conmovedor; pero el pblico de la entrada general, viendo que la comedia no segua, se impacient y empez a gritar:--Que siga la comedia! Queremos la comedia!Todo fue intil, porque los muecos, en vez de continuar desempeando sus papeles en la comedia, redoblaron sus gritos y algazara, y tomando a Pinocho en hombros, empezaron a pasearle triunfalmente por delante de las candilejas.Entonces sali el dueo del teatro, un hombrazo tremendo, y tan fesimo que slo verle daba miedo. Tena unas enormes barbas negras como la pez, y tan largas, que llegaban hasta el suelo. Como que se las pisaba al andar! Su boca era grande como un horno, sus ojos parecan dos faroles rojos encendidos. Llevaba en las manos unas disciplinas, hechas de serpientes y rabos de zorros.Ante aquella inesperada aparicin, todos los muecos enmudecieron.Se hubiera odo el vuelo de una mosca. Los pobres muecos y muecas tiritaban de miedo.--Por qu has venido a armar este jaleo en mi teatro?-- pregunt a Pinocho aquel gigante con vozarrn terrible.--Crea usted, seor, que no ha sido culpa ma.--Basta ya! Despus ajustaremos nuestras cuentas!-- dijo el empresario, metiendo a Pinocho detrs de las bambalinas y colgndole de un clavo.Terminada la funcin, el dueo del teatro se fue a la cocina, en la cual estaba preparando su cena: un carnero cebn atravesado en un asador, que giraba lentamente sobre el fuego. Pero como faltaba algo de lea para que el asado estuviera en su punto y bien dorado, llam a Arlequn y a Polichinela, y les dijo:--Traedme en seguida aquel mueco que dej colgado de un clavo. Me parece que est hecho de madera bien seca, y estoy seguro de que en cuanto le echemos al fuego dar una buena llama para terminar el asado.Arlequn y Polichinela dudaron al principio; pero, aterrorizados ante una colrica mirada de su dueo, obedecieron. Salieron de la cocina, y al poco tiempo llevaronn en sus brazos al pobre Pinocho, que revolvindose como una anguila que se saca del agua, chillaba desesperadamente:--Pap, pap, slvame! Yo no quiero morir! No! No! No quiero! Pap, pap...!

CAPTULO XI

Tragalumbre estornuda y perdona a Pinocho, el cual, despus salva la vida de su amigo Arlequn.

Tragalumbre (que ste era el nombre del dueo del teatro! pareca a primera vista un hombre terrible, sobre todo por aquellas barbazas negras que le tapraban el pecho y las piernas; pero en el fondo no era malo. La prueba es que cuando vio delante de l al pobre Pinocho, que pataleaba desesperadamente, y que gritaba: No quiero morir! No! No quiero!, empez a conmoverse y a apiadarse. Al principo quiso mantener sus amenazas; pero por ltimo no pudo contenerse y lanz un estrepitoso estornudo.El buen Arlequn, que estaba acurrucado en un rincn, todo compungido y con ojos de carnero moribundo, al or el estornudo se puso contentsimo, y acercndose a Pinocho le dijo en voz baja:--Buena seal, hermano! Tragalumbre ha estornudado, lo cual indica que se ha compadecido de ti y que ests salvado. Porque habis de saber que as como todo el mundo cuando se enternece, llora, o por lo menos hace como que se limpia las lgrimas,Tragalumbre tena la ocurrencia de estornudar cada vez que se conmova de verdad. Despus de todo, es un sistema como otro cualquiera. Luego de haber estornudado, Tragalumbre trat de recobrar su aspecto terrible, y grit a Pinocho:--Basta ya de lloriqueos! Tus chillidos me han hecho cosquillas en el estmago... algo as como... Vamos, que siento una... ahchss! ahchiss!Y lanz otros dos formidables estornudos.--Jess!-- dijo Pinocho.--Gracias! Y tu pap? Y tu mam? Estn buenos?-- pregunt Tragalumbre.--Mi pap, s; pero a mi mam no la he conocido nunca.--Qu disgusto tan grande tendra tu pobre padre si yo te arrojara al fuego! Pobre viejo! Tengo lstima de l! Ahchiss!, ahchiss!Y estornud otras tres veces. --Jess-- dijo Pinocho.--Gracias! En fin, tambin yo soy digno de compasin, porque ya ves, no tengo lea bastante para terminar ese asado, y la verdad, t me hubieras sido muy til. Pero, qu le vamos a hacer? Me has dado lastima! Tendremos paciencia!... En tu lugar echar al fuego a cualquiera de mis muecos. Hola, guardias!

Al or esta llamada aparecieron en el acto dos guardias civiles de madera altos, altos y delgados, delgados, con el tricornio en la cabeza y el sable desenvainado, en la mano.Entonces Tragalumbre les dijo con voz imperiosa:--Prended a Arlequn, y despus de bien atado arrojadle al fuego! Quiero que mi carnero est bien dorado!Figuraos el espanto del pobre Arlequn! Se le doblaron las piernas de temor y cay al suelo.

Al presenciar este conmovedor espectculo se arroj Pinocho a los pies de Tragalumbre, y llenndole de lgrimas su largusima barba, empez a decir con voz suplicante:--Piedad, seor Tragalumbre!--Aqu no hay ningn seor!-- respondi con dureza Tragalumbre.--Piedad, noble caballero!--Aqu no hay caballeros!

--Piedad, Excelencia!El tratamiento de Excelencia consigui suavizar un tanto la terrible expresin del rostro de Tragalumbre, y volvindose de pronto ms humano y tratable, dijo a Pinocho:--Y bien, qu es lo que quieres?--El perdn del pobre Arlequn.--Eso no puede ser, amiguito. Si te he perdonado a ti, tengo que echarle al fuego en tu lugar. No quiero que mi carnero est poco asado.--En ese caso, yo s cul es mi deber!-- dijo arrogantemente Pinocho, tirando al suelo su gorro de miga de pan--. En marcha, seores guardias! Atenme y arrjenme al fuego! No, no es justo y no puedo consentir que mi buen amigo Arlequn muera por mi causa!Estas palabras, dichas en voz alta y con acento herico, hicieron llorar a todos los muecos que presenciaban la escena. Los mismos guardias, a pesar de ser de madera, lloraban como dos borreguillos.Al principio permaneci Tragalumbre insensible y fro como un mrmol; pero poco a poco comenz a enternecerse y a estornudar. Y despus de lanzar cuatro o cinco tremendos estornudos, abri los brazos y dijo afectuosamente a Pinocho:--Eres un buen muchacho! Ven a mis brazos y dame un beso!Pinocho acudi corriendo, y trepando como una ardilla por la barba de Tragalumbre, le dio un prolongado y sonoro beso en la misma punta de la nariz.--De modo que estoy perdonado?-- pregunt el pobre Arlequn con voz que apenas se oa.--Ests perdonado!-- respondi Tragalumbre.Dicho esto lanz un profundo suspiro, y bajando la cabeza murmur:--Paciencia! Por esta noche me resignar a comer el carnero, medio crudo; pero lo que es otra vez, pobre del que le toque!Apenas los munecos oyeron que Arlequn estaba perdonado, corrieron al escenario, encendieron todas las luces, como en las noches de gala, y empezaron a saltar y a bailar.Cuando amaneci seguan bailando todava.

CAPTULO XII

Tragalumbre regala a Pinocho cinco monedas de oro para que se las lleve a su padre Goro; pero Pinocho se deja engaar por la zorra y el gato y se marcha con ellos.

Al da siguiente Tragalumbre llam aparte a Pinocho y le pregunt:--Cmo se llama tu padre?--Goro.--Ou oficio tiene?--El de pobre.--Gana mucho? --Lo bastante para no tener nunca un cntimo en el bolsillo. Figrese que para comprarme la cartilla que yo necesitaba para ir a la escuela vendi la nica chaqueta que tena; una chaqueta tan llena de remiendos y de piezas que pareca un mapa.--Pobre hombre! Me da lstima! Aqu tienes cinco monedas de oro. Vete en seguida a llevrselas, y dale muchos recuerdos de mi parte.Como puede suponerse, Pinocho dio miles de gracias a Tragalumbre; abraz uno por uno a todos los muecos de la compaa, incluso a los guardias civiles, y lleno de alegra se puso en camino con direccin a su casa. Pero todava no haba andado medio kilmetro, cuando encontr una zorra coja y un gato ciego, que iban andando poquito a poco y ayudndose uno a otro, como buenos amigos. La zorra andaba apoyndose en el gato, que a su vez se dejaba guiar por la zorra.--Buenas das, Pinocho! --le dijo la zorra, saludndole gentilmente.--Cmo sabes mi nombre? --pregunt el mueco.--Porque conozco mucho a tu papa.--Dnde le has visto?--Le vi ayer en la puerta de su casa.Y que haca?--Estaba en mangas de camisa y tiritaba de fro.--Pobre papato mo! Pero, si Dios quiere, desde hoy ya no tendr fro.--Por qu?--Porque yo me he convertido en un gran seor.--T, un gran seor?-- dijo la zorra comenzando a reir burlona y descaramente. Tambin se rea el gato, pero trataba de ocultarlo atusndose los bigotes con una de las manos.

--No es caso de risa!-- replic Pinocho incomodado--. No es por daros envidia; pero mirad esto, si es que entendis de dinero. Estas son cinco magnficas monedas de oro. Y ense las monedas que le haba regalado Tragalumbre. Al or el simptico ruido del oro, la zorra coja, sin darse cuenta, alarg la pata que pareca coja, y el gato ciego abri tanto los ojos, que parecan dos faroles verdes; pero volvi a cerrarlos tan rpidamente, que Pinocho no lleg, a notarlo.--Y qu piensas hacer con ese dinero!-- pregunt la zorra.--Ante todo-- contest el mueco--, quiero comprar a mi pap una hermosa chaqueta nueva, toda bordada en oro y plata, y con botones de brillantes, y despus me comprar una cartilla para m,--Para ti?--Claro est; como que quiero ir a la escuela y estudiar mucho!--Dios te libre!-- dijo la zorra--. Mrate en m. Por mi loca aficin al estudio he perdido una pata.--Dios te libre!-- dijo el gato--. Mrate en m. Por mi loca aficin al estudio he perdido la vista de los dos ojos. En aquel instante un mirlo blanco que estaba encaramado en un seto a orilla del camino, dej or su acostumbrado silbido y dijo:--Pinocho, no hagas caso de los consejos de las malas compaas, porque tendrs que arrepentirte!Pobre mirlo; nunca lo hubiera dicho! El gato, dando un gran salto, le cay encima, y sin dejarle tiempo ni para decir ay!, se lo trag de un bocado, con plumas y todo. Despus de comerlo y de haberse limpiado el hocico, cerr los ojos y volvi a hacerse el ciego nuevamente.--Pobre mirlo!-- dijo Pinocho al gato--. Por qu has hecho eso?--Para darle una leccin. As aprender para otra vez a no meterse en camisa de once varas ni en conversaciones ajenas. Cuando ya estaban a mitad del camino, la zorra se detuvo de pronto y dijo a Pinocho:--Quires aumentar tus monedas de oro?--Cmo?Quires hacer con slo esas cinco monedas, ciento, mil, dos mil?.--Ya lo creo! Pero, de que modo?--De un modo muy sencillo. En vez de ir a tu casa, vente con nosotros.--Y adnde vamos?--Al pas de los buhos.Pinocho medit un instante, pero al fin dijo resueltamente:--No, no quiero. Ya estoy cerca de mi casa, y quiero ir a buscar a mi pap, que me est esperando. Pobre viejo! Estar muy triste. Dios sabe cunto habr suspirado desde ayer al no verme volver! He sido un mal hijo, y el grillo parlante tena razn cuando me deca que a los nios desobedientes les castiga Dios. Yo lo s por experiencia, porque me he buscado muchas desgracias, y aun anoche mismo me vi bien en peligro en casa de Tragalumbre. Uf! Slo el recordarlo me da fro!--Ah! Te empeas en volver a tu casa? Bueno; pues vete; peor para ti.--Peor para ti!-- repiti el gato.--Pinsalo bien, Pinocho, porque pierdes la ocasin de hacer fortuna.--De hacer fortuna!-- repitio el gato.--De hoy a maana, tus cinco monedas se hubieran convertido en dos mil.--Dos mil!-- repitio el gato.--Pero, cmo es posible que se conviertan en tantas pregunt Pinoho, quedando con la boca abierta por la sorpresa.--Pues vers-- dijo la zorra--. Sabrs que en el pas de los buhos hay un campo extraordinario, al cual llaman todos el Campo de los Milagros. T haces un agujero en aquel campo y meter; por ejemplo, una moneda de oro. Tapas despus el agujero con tierra, lo riegas con un poco de agua, echas encima un poquito de sal, y ya puedes irte tranquilamente a dormir en tu cama. Durante la noche la moneda echa races y ramas, y cuando vuelvas al campo, a la maana siguiente, sabes lo que encuentras? Pues un hermoso rbol que est tan cargado de oro como las espigas lo estn de granos de trigo en el mes de Junio.--As, pues-- dijo Pinocho, que estaba cada vez ms asombrado--, si yo enterrase en ese campo mis cinco monedas de oro, cuntas encontrara a la manana siguiente?--Es una cuenta sencillsima-- contesto la zorra--; una cuenta que puede echarse con los dedos. Pongamos que cada moneda se convierte en un racimo de quinientas; multiplica quinientas por cinco, y vers que maana puedes tener en el bolsillo dos mil quinientas monedas de oro contantes y sonantes.--Oh, qu hermosura!-- grit Pinocho saltando de alegra--. En cuando recoja todas esas monedas me quedar con dos mil para m, y os dar a vosotros quinientas de regalo.--Un regalo a nosotros?-- dijo la zorra con acento desdeoso y ofendido--. Dios te guarde de hacerlo!--Dios te guarde de hacerlo!-- repiti el gato.--Nosotros no trabajamos por el vil inters-- continu la zorra-; trabajamos slo por enriquecer a los dems.--A los dems!-- repiti el gato.--Qu excelentes personas!--pens Pinocho; y olvidndose en el acto de su papato, de la chaqueta nueva, de la cartilla y de todos sus buenos propsitos, dijo a la zorra y al gato:--Vamos en seguida; os acompao!

CAPTULO XIII

La posada de El Cangrejo Rojo

Andando, andando, llegaron al terminar la tarde, rendidos de cansancio y de fatiga, a la posada de El Cangrejo Rojo.--Detengmonos aqu un poco--dijo la zorra--. Tomaremos un bocadillo y descansaremos unas cuantas horas. A media noche nos pondremos de nuevo en camino hacia el Campo de los Milagros.Entraron en la posada, y se sentaron n torno de una mesa, pero ninguno de los tres tena apetito.El pobre gato, que tena el estmago sucio, slo pudo comer treinta y cinco salmonetes a la mayonesa y cuatro raciones de callos a la andaluza; pero como le pareci que los callos no estaban muy sustanciosos, hizo que les agegaran as como kilo y medio de longaniza y tres kilos de jamn bien magro.Tambin la zorra hubiera tomado alguna cosilla; pero el mdico le haba ordenado dieta absoluta, y tuvo que conformarse con una liebre ms grande que un borrego, adornada con unas dos docenas de capones bien cebados y de pollitos tomateros. Despus de la liebre se hizo traer un estofado de perdices, tres platos de langosta, un un asado de conejo y dos sartas de chorizos. Por ltimo, pidi para postre unos cuantos kilos de uva moscatel, un meln y dos sandas, diciendo que no quera nada ms, porque estaba tan desganada que no quera ni ver la comida.El que menos comi de los tres fue Pinocho, que se content con una nuez y un mendruguillo de pan, y aun dej algo en el plato.El Pobre muchacho tena el pensamiento fijo en el Campo de los Milagros, y haba cogido ya una indigestin de monedas de oro.Cuando acabaron de cenar dijo la zorra al posadero:--Preprenos dos buenos cuartos, uno para el seor Pinocho y otro para mi compaero y para m. Antes de marcharnos echaremos un sueecillo. Pero tenga presente que a media noche queremos estar despiertos para continuar nuestro viaje.--S, seores-- respondi el posadero guiando el ojo a la zorra y al gato, como queriendo decirles: Ya os he comprendido, compadres!Apenas cay Pinocho en la cama, se qued dormido y empez a soar. Y as soando le pareca estar en medio de un campo, y que este campo estaba todo lleno de arbolillos cargados de racimos formados por monedas de oro, que al ser movidas por el aire hacan tin, tin, tin, como si quisieran decir: Aqu estamos para el que nos quiera llevar! Pero cuando Pinocho estaba en lo mejor, es decir, cuando ya extenda las manos para coger aquellas monedas y metrselas en el bolsillo, fue despertado de pronto por tres fuertes golpes que dieron en la puerta del cuarto.Era el posadero, que vena a decirle que era media noche.--Estn ya dispuestos mis compaeros?-- pregunt el mueco.--Cmo dispuestos? Ya hace dos horas que se fueron!--Por qu tenan tanta prisa?--Porque el gato ha recibido un parte telegrfico diciendo que el mayor de sus gatitos est en peligro de muerte por culpa de los saballones.--Han pagada la cena?--Cmo es eso? Son personas muy bien educadas, y no haban de hacer tamaa ofensa a un caballero como usted.--Diantre! Pues es una ofensa que hubiera recibido con mucho gusto!-- dijo Pinocho--. Despus pregunt:Y dnde han dicho que me esperaban esos buenos amigos?--Maana al amanccer, en el Campo de los Milagros.Despus de haber tenido que soltar una de sus monedas para paganr la cena de los tres, sali Pinocho de la posada.Pero puede decirse que sali a tientas, porque la noche estaba tan oscura, que no se veian los dedos de la mano. Por todo alrededor no se oia moverse una hoja. Unicamente algn que otro pjaro nocturno cruzaba el camino de un lado a otro, tropezando a veces con la nariz de Pinocho, el cual daba un salto y gritaba lleno de miedo:Quin va?, y entonces el eco repetia a lo lejos: Quin va?, Quin va?, Quin va?En tanto segua Pinocho su camino, y a poco vio en el tronco de un rbol un animalito muu pequeo, que reluca con resplandor plido y opaco, como luce una mariposa detrs de la porcelana transparente de una lamparilla de noche.--Quin eres?-- pregunt Pinocho.--Soy la sombra del grillo-parlante!-- respondi el animalito con una vocecita dbil, dbil, que pareca venir del otro mundo.--Y qu me qieres?--dijo el mueco.--Quiero darte un consejo. Vulvete por tu camino y lleva esas cuatro monedas que te quedan a tu pobre papato, que llora y se desespera al no verte.--Maana mi Papato se convertir en un gran seor, porque en vez de cuatro monedas tendr dos mil--Hijo mo, no te fes de los que te ofrecen hacerte rico de la noche a la maana! Generalmente, o son locos o embusteros que tratan de engaar a los dems. Creme a m, que te quiero bien: vulvete a tu casa.--Pues a pesar de eso, yo sigo adelante.--Mira que es muy tarde!--Quiero seguir adelante!--Mira que la noche est muy oscura!--Te digo que quiero seguir adelante!--Mira que este camino es muy peligroso!--Que lo sea! Yo sigo adelante!--Acurdate de que a los muchachos que no obedecen ms que a su capricho y a su voluntad, les castiga Dios, y pronto o tarde tienen que arrepentirse.--S, ya lo s! La misma historia de siempre! Buenas noches!--Buenas noches, Pinocho! Que Dios te guarde del relente y de los ladrones!Apenas termin de hablar la sombra del grillo-parlante, se apag su lucecita como si la hubieran soplado, y el camino qued an ms oscuro que antes.

CAPTULO XIV

Por no haber hecho caso a los consejos del grillo-parlante, se encuentra Pinocho con unos ladrones.

--Verdaderamente que los nios somos bien desgraciados!-- se deca el mueco al emprender de nuevo su viaje--. Todo el mundo nos grita, todos nos rien y se meten a darnos consejos! Si les hiciramos caso, todos haran oficio de padres o maestros: hasta los grillos-parlantes! Por ejemplo por no hacer caso de ese fastidioso grillo; quin sabe cuntas desgracias debern ocurrirme, segn l! Hasta ladrones dice que voy a encontrarme! Menos mal que no creo ni he credo nunca en los ladrones. Para m los ladrones han sido inventados por los paps a fin de meter miedo a los muchachos que quieren andar por las noches fuera de su casa. Adems, aunque me los encontrase aqu mismo en el camino, qu me iba a pasar? De seguro que nada, porque les gritara bien fuerte, en su misma cara: "Seores ladrones, qu quieren de m? Les advierto que conmigo no se juega; conque ya pueden largarse de aqu, y silencio! Cuando les diga todo esto muy en serio, los pobres ladrones escaparn como el viento. Ya me parece que los estoy viendo correr! Y en ltimo trmino, si estuvieran tan mal educdos que no quisieran escapar, entonces me escapaba yo, y asunto concludo.Pero no pudo Pinocho terminar sus razonamientos, porque en aquel instante le pareci or detrs de l un ligero ruido de hojas.Volvise para mirar lo que fuera, y vio en la oscuridad dos mascarones negros que, disfrazados con sacos de carbn, corran tras l dando saltitos de puntillas como dos fantasmas.--Aqu estn-- se dijo Pinocho; y no, sabiendo dnde esconder las cuatro monedas de oro, se las meti en la boca debajo de la lengua.Despus trrat de escapar; pero an no haha dado el primer paso, cuando sinti que le agarraban por los brazos y que dos voces horribles y cavernosas le decan:--La bolsa o la vida!No pudiendo Pinocho contestar de palabra, porque se lo impedan las monedas que tena en la boca, hizo mil gestos y seas para a entender a aquellos dos encapuchados (de los cuales slo poda verse los ojos por unos agujeros hechos en los sacos) que l era un pobre mueco, y que no tena en el bolsillo ni siquiera un cntimo partido por la mitad.--Ea, vamos! Menos gestos, y venga pronto el dinero!-- gritaron bruscamente los dos bandidos.Y el mueco hizo de nuevo con la cabeza y con las manos un gesto como diciendo: No tengo absolutamente nada!--Saca pronto el dinero, o eres muerto:--dijo el ms alto de los dos ladrones.--Muerto!-- repiti el otro.--Y despus de matarte a ti, mataremos tambin a tu padre!--Tambin a tu padre!--No, no, no! A mi pobre pap no!-- grit Pinocho con acento desesperado; pero al gritar le sonaron las monedas en la boca.--Ah, bribn! Conque llevabas escondido el dinero en la boca? Escpelo en seguida!Y Pinocho firme como una roca.--Te haces el sordo, eh? Pues espera, y ya vers cmo nosotros hacemos que lo escupas!Uno de ellos cogi el mueco por la punta de la nariz y el otro por la barba, y comenzaron a tirar cada uno por su lado a fin de obligarle a que abriera la boca; peru no fue posible: parecia como si estuviera clavada y remachada.Entonces el ms bajo de los dos ladrones sac un enorme cuchillo, y trat de meterlo por entre los labios de Pinocho para obligarle a abrir la boca; mas el mueco, rpido como un relmpago, le cogi la mano con los dientes y se la cort en redondo de un mordisco. Figuraos lo sombrado que se quedara cuando al echarlo de la boca vio que era una zarpa de gato!Envalentonado con esta primera victoria, consigui librarse de los ladrones a fuerza de araazos, y saltando por encima de un matorral escap a campo traviesa. Los ladrones echaron a correr tras l, como dos perros tras una libre.Despus de una carrera de quince kilmetros, el pobre Pinocho no poda ya ms: viendose perdido, se encaram por el tronco de un altsimo pino, y cuando lleg a la copa se sent cmodamente entre dos ramas. Tambin los ladrones trataron de subir al rbol; pero al llegar a la mitad de la altura resbalaron por el tronco y cayeron a tierra, con los pies y las manos despellejados.Pero no por eso se dieron por vencidos, sino que recogiendo un brazado de lea seca, la arrimaron al pie del rbol y prendieron fuego. En menos tiempo del que se tarda en decirlo empez a arder el pino. Viendo Pinocho que las llamas iban subiendo cada vez ms, y no queriendo terminar asado como un pollo, dio un magnfico salto desde lo alto del rbol, y se lanz a correr como un gamo por campos y viedos. Y los ladrones detrs, siempre detrs, sin cansarse nunca.En tanto empezaba a clarear el da, y de pronto se encontr Pinocho con que estaba el paso cortado por un foso ancho y muy profundo, lleno de agua sucia de color de caf con leche. Qu hacer? El mueco no se detuvo a pensarlo. Tom carrerilla y gritando: Una, dos, tres!, salv de un salto el foso, yendo a parar a la otra orilla. Tambin saltaron a su vez los ladrones; pero como no haban calculado bien la distancia, cataplum!, cayern de patitas en el agua.Al sentir Pinocho el golpetazo de la cada y las salpicaduras del agua, grit, burlndose y sin dejar de correr:--Que siente bien el bano, seores ladrones!Y ya se figuraba que se habran ahogado en el foso, cuando al volver una vez la cabeza vio que seguan corriendo detrs siempre metidos en los sacos y chorreando agua por todas partes.

CAPTULO XV

Los ladrones continan persiguiendo a Pinocho y cuando al fin consiguen darle alcance, le cuelgan de la Encina grande.

Entonces el mueco, perdida ya toda esperanza de salvacin, estuvo tentado de arrojarse al suelo y darse por vencido; pero al dirigir en torno suyo una mirada, vio a lo lejos blanquear una casita entre las verdes copas de los rboles.--Si tuviera fuerzas para llegar hasta all, quizs podra salvarme!-- se dijo.Y sin perder un segundo se lanz nuevamente a todo correr por el bosque en direccin de aquella casita. Y los ladrones siempre detrs.Despus de haber corrido desesperadamente durante cerca de dos horas, lleg, por ltimo, sin aliento a la puerta de la casita y llam.No respondib nadie.Volvi a llamar con ms fuerza, porque senta acercarse el rumor de los pasos y la respiracin jadeante de sus perseguidores.El mismo silencio.Viendo que el llamar no le daba resultado, empez a dar puntapies y cabezadas en la puerta. Entonces se asom a la ventana una hermosa nia de cabellos de un color azul precioso y de cara blanca como la nieve, con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho, que sin mover los labios dijo, con una vocecita que pareca venir del otro mundo.--En esta casa no hay nadie; todos estn muertos!--Pues, breme t!-- grit Pinocho suplicante y lloroso.--Yo tambin estoy muerta!--Muerta! Pues, entonces, qu haces ah en la ventana?--Estoy esperando la caja que ha de servir para enterrarme!Apenas dijo estas palabras desapareci la nia, y se cerr la ventana sin hacer ruido alguno.--Oh, hermosa nia de cabellos azules: abre, por piedad!-- gritaba Pinocho--. Ten compasin de un pobre nio perseguido por los ladr...Pero no pudo terminar la palabra, porque sinti que le agarraban por el cuello, y oy los mismos dos vozarrones, que decan con acento amenazador:--Esta vez no te escapars!Al verse el mueco tan cerca de la muerte, fue acometido de un temblor tan grande, que le sonaban las junturas de sus piernas de madera y las monedas de oro que haba escondido debajo de la lengua.--Conque vamos a ver: abres la boca o no?-- le preguntaron los ladrones--. Ah! No quieres responder? Ahora veremos!Y sacando dos cuchillos largos, largos y afilados como navajas de afeitar, zas... zas...!, le dieron dos cuchilladas en la espalda.Pero por fortuna, el mueco estaba hecho de una madera tan dura, que las hojas de los cuchillos saltaron en mil pedazos, y los ladrones se quedaron con los mangos en las manos y mirndose asombrados.--Ah!, ya comprendo!-- dijo entonces uno de ellos--. Hay que ahorcarle! Ahorqumosle!--Ahorqumosle!-- repiti el otro.Dicho esto le ataron las manos a la espalda, y pasndole un nudo corredizo por la garganta, le colgaron de una gruesa rama de la Encina grande.Despus se sentaron sobre la hierba para esperar a que el mueco hiciese la ltima pirueta; pero tres horas despus segua el mueco con los ojos abiertos, la boca cerraba y moviendo los pies cada vez ms.Finalmente, cansados de esperar, se levantaron, y dirijindose a Pinocho, le dijeron en tono de burla:Vaya, hasta maana! Esperamos que cuando volvamos otra vez, nos habrs hecho el favor de estar bien muerto y con la boca abierta.Dicho esto se marcharon.Entretanto se haba levantado un fuerte viento Norte que silbaba rabiosamente, y que, moviendo de un lado a otro al pobre ahorcado, le haca oscilar violentamence como badajo de campana en da de fiesta. Este continuo movimiento le causaba grandes dolores, y el nudo conrredizo le apretaba cada vez ms la garganta, quitndole la respiracin.Poco a poco iban apagndose sus ojos; senta que se acercaba el instante dc su muerte, y se encomendaba a Dios, suplicndole que le enviase alguna persona caritativa que le salvara.Slo cuando despus de esperar tanto tiempo vio que no pasaba nadie, balbuce:--Oh, pap mo; si estuvieras aqu!No tuvo fuerzas para decir ms. Cerr los ojos, abri la boca, estir las piernas, y dando una gran sacudida, se qued rgido e inmvil.

CAPTULO XVI

La hermosa nia de los cabellos azules hace recoger el mueco; le mete en la cama, y manda llamar a tres mdicos para saber si est vivo o muerto.

En el momento en que el pobre Pinocho, colgado por los ladrones en una rama de la Encina grande, pareca ms muerto que vivo, la hermosa nia de los cabellos azules apareci de nuevo en la ventana. Y compadecida de aquel infeliz, que colgado por el cuello se columpiaba movido por el viento, dio tres palmaditas con las manos.A los pocos instantes se oy un rpidoo batir de alas, y apareci un milano muy grande, que vino a posarse en el antepecho de la ventana.--Qu quieres de m, hermosa Hada?-- dijo el milano inclinando el pico en seal de respeto, porque habis de saber que la nia de los cabellos azules no era, en fin de cuentas, ms que una bonsima Hada, que haca ms de mil aos que viva en aquel bosque.--Ves aquel mueco que est colgado de una rama de la Encina grande?--Lo veo.--Pues bien: vete all en seguida, volando; corta con tu fuerte pico la cuerda que le tiene suspendido en el aire, y con mucho cuidado le colocas tendido en la hierba al pie de la Encina.Sali volando el milano, y a los dos minutos estaba ya de vuelta, diciendo:--Ya est hecho lo que me has ordenado.--Y cmo le has encontrado? Vivo o muerto?--A primera vista pareca muerto; pero no debe de estar an muerto del todo, porque apenas he aflojado el nudo corredizo que le apretaba la garganta, ha lanzado un fuerte suspiro y ha dicho en voz baja: Ahora me siento mejor!Entonces el Hada dio otras dos palmadas, y apareci un magnfico perro de lanas, que andaba sobre las patas de atrs completamente derecho, como si fuera un hombre.Estaba vestido como un cochero, con librea de gala. Llevaba en la cabeza un tricornio galoneado de oro; una peluca rubia, con rizos que colgaban hasta el cuello; una casaca de color de chocolate, con botones de brillantes y con dos grandes bolsillos para guardar los huesos que su ama le daba para comer; unos calzones cortos de terciopelo carmes, medias de seda y zapatos escotados. Detrs llevaba una especie de funda de paraguas, hecha de raso azul, que le serva para meter el rabo cuando el tiempo amenazaba lluvia.--Oyeme, mi buen Sultn-- dijo el Hada al perro de lanas--. Haz enganchar en seguida la mejor de mis carrozas, y toma el camino del bosque. Cuanda llegues bajo la Encina grande, encontrars tendido sobre la hierba un pobre mueco medio muerto. Recgele con cuidado, le colocas bien en los almohadones de la carroza y le traes aqu. Has comprendido?El perro de lanas mene tres o cuatro veces la funda de raso azul, como dando a entender que haba comprendido, y sali a escape.Al poco tiempo se vio salir de la cochera una hermossima carroza azul celeste, almohadillada con plumas de canario y tirada por cien parejas de conejitos de Indias, blancos, con los ojitos encarnados, llevando sentado en el pescante al perro de lanas, que haca. chasquear el ltigo a derecha e izquierda, como los cocheros:cuando temen llegar tarde.No haba pasado un cuarto de hora cuando regres la carroza, y el Hada, que estaba esperando a la puerta de la casa, cogi en brazos al pobre mueco, y conducindole a una habitacin pequeita que tena las paredes de ncar, mand llamar a los mdicos ms famosos del contorno.Y llegaron los mdicos, uno detrs de otro: un cuervo, un mochuelo y un grillo-parlante.--Quisiera saber, seores-- dijo el Hada volvindose hacia los tres mdicos reunidos junto a la cama de Pinocho--, si este desgraciado mueco est vivo o muerto.Al or esta pregunta se adelant primero el cuervo, y le tom el pulso; despus le toc la nariz y el dedo meique del pie izquierdo, y cuando le hubo examinado bien, pronunci solemnemente estas palabras:--Yo opino que el mueco est completamente muerto; si por fortuna no estuviese muerto, entonces sera seal indudable de que estaba vivo.--Siento mucho no ser de la misma opinin de mi ilustre amigo y colega el cuervo-- dijo a su vez el mochuelo--; yo opino que el mueco est vivo y bien vivo; pero si por desgracia no lo estuviese entonces sera seal indudable de que estaba muerto.--Y usted qu dice?-- pregunt el Hada al grillo-parlante.--Yo creo que el mdico prudente, cuando no sabe qu decir, lo mejor que puede hacer es permanecer callado. Por lo dems, este mueco no me es desconocido: hace ya tiempo que le conozco.Pinocho que haba permanecido hasta aquel momento como un tronco, tuvo un estremecimiento que hizo mover la cama.--Este mueco-- continu diciendo el grillo-parlante-- es un granuja incorregible!Pinocho abri los ojos, pero volvi a cerrarlos en el acto.--Es un galopn, un holgazn, un vagabundo!Pinocho escondi la cara entre las sbanas.--Un hijo desobediente, que har morirse de pena a su pobre padre!En aquel momento se sinti en la habitacin rumor de llanto y de sollozos. Levantaron el embozo de la sbana y se encontraron con que era Pinocho el que lloraba.--Cuando el muerto llora, es seal de que est en vas de curacin-- dijo solemnemente el cuervo.--Siento mucho contradecir a mi ilustre amigo y colega-- replic el mochuelo--. Yo creo que cuando el muerto llora es seal de que no le hace gracia morirse.

CAPTULO XVII

Pinocho se come el azucar sin querer purgarse; pero al ver que llegan los enterradores para llevrselo, bebe toda la purga. Despus le crece la nariz por decir mentiras.

Apenas salieron los tres mdicos de la habitacin, se acerc el Hada a Pinocho, y al tocarle la frente not que tena una gran fiebre.Entonces disolvi unos polvos blancos en medio vaso de agua y se los present al mueco, dicindole cariosamente.--Bebe esto, y dentro de pocos das estars bueno.Pinocho mir el vaso torciendo el gesto, y pregunt con voz plaidera:Es dulce, o amargo?--Es amargo, pero te sentar bien.--Amargo! No lo quiero.--Anda, bbelo: hazme caso a m!--Es que no me gustan las cosas amargas.--Bbelo, y te dar despus un terrn de azcar para quitarte el mal gusto.--Dnde est el terrn de azcar?--Aqu lo tienes-- dijo el Hada, sacndolo de un azucarero de oro.--Primero quiero que me des el terrn de azcar, y despues beber el agua amarga.--Me lo prometes?--S.El Hada le dio el terrn, y Pinocho, despus de comrselo en menos tiempo que se dice, se relami los labios, exclamando:--Qu lstima que el azcar no sea medicina! Yo me purgara entonces todos los das!--Ahora vas a cumplir la promesa que me has hecho, y a beberte este poco de agua que ha de ponerte bueno.De mala gana tom Pinocho el vaso en la mano, acercando la punta de la nariz y haciendo un gesto; despus hizo como que se lo llevaba a la boca; pero se arrepinti y volvi a olerlo, hasta que por ltimo dijo:--Es muy amarga! Muy amarga! No puedo beberla!--Cmo puedes saberlo, si no lo has probado?--Me lo figuro lo conozco en el olor. Quiero otro terrn de azcar primero, y despus la beber.Con toda la paciencia de una buena madre, el Hada le puso en la boca un poco de azcar, y despus le present el vaso otra vez.--As no puedo beberlo-- dijo el mueco haciendo mil gestos.--Por qu?--Porque me fastidia esa almohada que tengo en los, pies.El Hada retir la almohada.--Es intil! tampoco puedo beberlo!--Qu es lo que ahora te fastidia?--Me fastidia esa puerta del cuarto que est medio abierta.Entonces el Hada cerr la puerta.--Es que no quiero!--grit, Pinocho llorando y pataleando--. No; no quiero beber ese agua amarga; no quiero; no, no!--Hijo mo, mira que luego te arrepentirs!--Mejor!--Tu enfermedad es grave.--Mejor!--Esa fiebre puede llevarle al otro mundo.--Mejor!--No tienes miedo de la muerte?--Ninguno. Antes me muero que beber esa medicina tan amarga!En aquel momento se abri de par en par la puerta de la habitacin, y entraron cuatro conejos, negros como la tinta, que llevaban sobre los hombros; una caja de muerto.--Qu queris?-- grit, Pinocho despavorido, sentndose en la cama.--Venimos por t-- respondi el conejo mas grueso de los cuatro.--Por m? Pero si no me he muerto todavia!--Todavia no; pero te quedan pocos instantes; de vida, por no haber querido beber la medicina, que te hubiera curado la fiebre.--Oh, Hada. ma! Hada ma!-- comenz entonces a gritar el mueco--. Dame en seguida el vaso! Anda pronto, por favor, que yo no quiero morir, no quiero morir!Y tomando el vaso con ambas manos, se lo bebi de un sorbo.--Paciencia!-- dijeron entonces los conejos--. Por esta vez hemos perdido el viaje.Y echndose de nuevo sobre los hombros la caja, que haban dejado en tierra, salieron del cuarto refunfuando y murmurando entre dientes.Claro es que a los pocos minutos pudo Pinocho saltar de la cama completamente curado; porque ya se sabe que los muecos de madera tienen la particularidad de ponerse muy enfermos de pronto y de curarse en un santiamn.Cuando el Hada le vi correr y retozar por la habitacin, listo, y alegre como un pajarillo escapado de la jaula, le dijo:--De modo que mi medicina te ha sentado muy bien?Ya lo creo! Me ha resucitado!--Entonces, por que te has resistido tanto para beberla?--Porque los nios somos as. Tenemos, ms miedo de las medicinas que de la enfermedad.--Pues muy mal hecho! Los nios debierais recordar que una medicina a tiempo puede evitar una grave enfermedad, y aun la misma muerte.Ah! Otra vez no me resistir tanto. Me acordar de esos conejos negros con la caja de muerto al hombro, y entonces coger en seguida el vaso, y adentro.--Muy bien! Ahora vente aqu, a mi lado, y cuentame cmo caste en manos de los ladrones.Pues fue que Tragalumbre me dio cinco monedas de oro y me dijo: "Llevaselas a tu papa", y en el camino me encontr una zorra y un gato, dos personas muy buenas, que me dijeron: Quieres que esas monedas se conviertan en mil o en dos mil! Vente con nosotros y te llevaremos al Campo de los Milagros. Y yo les dije: "Vamos". Y ellos dijeron: "Nos detendremos un rato en la posada de El Cangrejo Rojo, y cuando sea media noche seguiremos nuestro camino." Cuando yo me despert ya no estaban all, porque se haban marchado. Entonces yo me march tambin. Y haca una noche tan oscura que apenas se poda andar. Y me encontr con dos ladrones metidos en dos sacos de carbn, que me dijeron: Danos el dinero!" y yo les dije: "No tengo ningn dinero". Porque me haba escondido las monedas de oro en la boca. Y uno de los ladrones quiso meterme la mano en la boca, yo se la cort de un mordisco; pero al escupirla me encontr con que, en vez de una mano, era la zarpa de un gato. Y los ladrones echaron a correr detrs de m; y yo corre que te corre, hasta que me alcanzaron; Y entonces me colgaron por el cuello en un rbol del bosque, diciendo: "Maana volveremos, y estars bien muerto y con la boca abierta, y entonces te sacaremos las monedas de oro que tienes escondidas debajo de la lengua".--Y dnde tienes las cuatro monedas de oro?--le pregunt el Hada.--Las he perdido!-- respondi Pinocho; pero era mentira porque las tena en el bolsillo.Apenas haba dicho esta mentira, la nariz del mueco, que ya era muy larga, creci ms de dos dedos.--Dnde las has perdido?--En el bosque.A esta segunda mentira sigui creciendo la nariz.--Si las has perdido en el bosque-- dijo el Hada--, las buscaremos, y de seguro que hemos de encontrarlas, porque todo lo que se pierde en este bosque se encuentra siempre.--Ahora que me acuerdo bien-- dijo el mueco, embrollndose cada vez ms--, no las he perdido, sino que me las he tragado sin querer al tomar la medicina.A esta tercera mentira se le alarg, la nariz de un modo tan extraordinario que el pobre Pinocho no poda ya volverse en ninguna direccin. Si se volva de un lado, tropezaba con la cama o con los cristales de la ventana; si se volvia de otro lado, tropezaba con la pared o con la puerta del cuarto, y si levantaba la cabeza, corria el riesgo de meter al Hada por un ojo la punta de aquella nariz fenomenal.El Hada le miraba y se reia.--Por que te ries?-- pregunt el mueco, confuso y pensativo, al ver cmo creca su nariz por monmentos.--Me ro de las mentiras que has dicho.--Y cmo sabes que he dicho mentiras?--Las mentiras, hijo mio, se conocen en seguida, porque las hay de dos clases: las mentiras que tienen las piernas cortas, y las que tienen la nariz larga. Las tuyas, por lo visto, son de las que tienen la nariz larga.Sintio Pinocho tanta vergenza, que no sabiendo donde esconderse, trat de salir de la habitacin. Pero no le fue posible: tanto le haba crecido la nariz, que no poda pasar por la puerta.

CAPTULO XVIII

Pinocho vuelve a encontrarse con la zorra y el gato, y se va con ellos a embrar sus cuatro monedas en el Campo de los Milagros.

Como podis suponer, el Hada dej que el mueco llorase y gritase durante ms de media hora porque con aquellas narizotas no podia salir de la habitacin. Lo hizo as para darle una leccin y para que se corrigiera del vicio de mentir, el vicio ms feo que puede tener un nio. Pero cuando ya le vio tan desesp[erado que se le salian los ojos de las orbitas, tuvo lstima de l y dio unas palmadas. A esta seal entraron en la habitacin unos cuantos millares de esos pjaros que se llamn picos o carpinteros, porque pican en la madera de los rboles y posandose todos ellos en la nariz Pinocho, empezaron a picarla de tal manera, que en pocos minutos aquella nariz enorme volvi a su tamao anterior.--Qu buena eres, Hada, y cunto te quiero!-- dijo el mueco, enjuagandose los ojos.--Yo tambin te quiero mucho-- respondi el Hada--; y si quieres quedarte conmigo, sers mi hermanito y yo ser para ti una buena hermanita.--Yo s quisiera quedarme; pero; y mi pobre pap?--Ya he pensado en eso. He ordenado que le avisen y antes de media noche estara aqu.De veras?--grito Pinocho saltando de alegra--. Entonces, Hada preciosa, si te parece bien, ir a buscarle Tengo mmuchas ganas de darle un beso al pobre viejecito que tanto ha sufrido por mi!--Bueno; pues vete. Pero cuidado con perderte. Toma el camino del bosque, y as le encontrars seguramente.Sali Pinocho, y apenas lleg al bosque emperz a correr como un galgo. Pero al llegar cerca del sitio donde estaba la Encina grande se par de pronto, porque le pareci que haba oido ruido de gente entre la maleza. En efecto: vio aparecer... No sabis a quin?Pues a la zorra y al gato; o sea a aquellos dos compaeros de viaje con los cuales haba cenado en la posada de El Cagrejo Rojo.--Pues si es nuestro querido Pinocho!-- grit la zorra, abrazndole y besndole--. Qu haces por aqu?--Qu haces por aqu?-- repiti el gato.--Es largo de contar--dijo el mueco--. Pero ante todo os dir que la otra noche, cuando me dejasteis en las posada, me salieron al camino unos ladrones.Unos ladrones? Pero es de veras? Pobre Pinocho! Y que queran?--Queran robarme las monedas de oro.Qu granujas!--dijo la zorra.--Qu grandsimos granujas-- repiti el gato.--Pero yo me escap-- continu contando el mueco--, y ellos siempre detrs, hasta que me alcanzaron y me colgaron en una rama de aquella Encina.Y Pinocho seal la Encina grande, que estaba a dos pasos de distancia.--Que atrocida!-- exclam la zorra--. Qu mundo tan malo! Parece mentira que haya ggente as! Dnde prodemos vivir tranquilos las personas decntes?Mientras charlaban de este modo observ Pinocho que el gato estaba manco de la mano derecha porque le faltaba toda la zarpa,con uas y todo.Qu has hecho de tu zarpa?--le pregunt.Quiso contestar el gato pero se hizo un lo, y entonces intervino la zorra con destraza diciendo:--Mi amigo es demasiado modesto, y por eso no se atreve a contarlo. Yo lo contar. Sabrs cmo hace una hora prximamente que nos hemos encontrado en el camino un lobo viejo, casi muerto de hambre. que nos ha pedido una limosna. No teniendo nada que darle, sabs lo que ha hecho este amigo mo, que tiene el corazn ms grande del mundo? Pues se ha cortado de un mordisco la zarpa derecha, y se la ha echado al pobre lobo para que se desayunara.Y al terminar su relato la zorra se enjug una lgrima.Tambin Pinocho estaba conmovido. Se acerc al gato y le dijo al odo:--Si todos los gatos fueran como t, qu felices viviran los ratones!--Y qu haces ahora por estos lugares?-- pregunt la zorra al mueco.--Esperando a mi pap, que debe de llegar de un momento a otro.--Y tus monedas de oro?--Las tengo en el bolsillo, menos una que gast en la posada de El Cangrejo Rojo.--Y pensar que en vez de cuatro monedas podran ser maana mil o dos mil! Por qu no sigues mi consejo? Por qu no vamos a sembrarlas en el Campo de los Milagros?--Hoy es imposible; iremos otro da.--Otro da ser tarde--dijo la zorra.--Por qu?--Porque ese campo ha sido comprado por un gran seor, que desde maana no permitir que nadie siembre dinero.--Cunto hay desde aqu hasta el Campo de los Milagros?--No llega a dos kilometros. Ouieres venir? Tardamos en llegar una media hora; siembras en seguida las cuatro monedas, a los pocos minutos recoges dos mil, y te vuelves con los bolsillos bien repletos. Qu? Vienes?Pinocho vacil antes de contestar, porque se acord de la buena Hada, del viejo Goro y de los consejos del grillo-parlante; pero termin por hacer lo mismo que todos los muchachos que no tienen pizca de juicio ni de corazn; acabo por rascarse la cabeza y decir a la zorra y al gato:--Bueno; me voy con vosotros!Y marcharon los tres juntos.Despus de haber andado durante medio da llegaron a un pueblo que se llamaba "Engaabobos". Apenas entraron, vio Pinocho que en todas las calles abundaban perros flacos y hambrientos que se estiraban abriendo la boca, ovejas sucias y peladas que temblaban de fro, gallos y gallinas sin cresta y medio desplumados, que pedan de limosna un grano de maz; grandes mariposas que ya no podan volar por haber vendido sus preciosas alas de brillantes colores, pavo reales avergonzados por el lastimoso estado de su cola y faisanes que lloraban la prdida de su brillante plumaje de oro y plata.Entre aquella multitud de mendigos pasaba de vez en cuando alguna soberbia carroza llevando en su interior ya una zorra, ya una urraca ladrona o algn pajarraco de rapia.--Y dnde est el Campo de los Milagros?-- pregunt Pinocho.--A dos pasos de aqu.Atravesaron la ciudad, y al salir de ella se metieron por un campo solitario, pero que se parecia como un huevo a otro a todos los dems campos del mundo.--Ya hemos llegado-- dijo la zorra al mueco--; ahora haz con las manos un hoyo en la tierra, y mete en el las cuatro monedas de oro.Pinocho obedeci: hizo el hoyo, coloc dentro las cuatro monedas que le quedaban y las cubri con tierra.--Ahora--dijo la zorra-- vete a ese arroyo cercano y trae un poco de agua para regar la tierra en que has sembrado.Pinocho fue al arroyo; pero como no tena a mano ningn cubo se quit uno de los zapatos y lo llen de agua, con la cual reg Ia tierra del hoyo. Despus pregunt:--Hay que hacer algo ms?--Nada ms respondi la zorra--; ahora ya podemos irnos. Tu te vas a la ciudad, y cuando hayas estado all unos veinte minutos, vienes otra vez, y encontrars que ya ha nacido el arbolito, con todas las ramas cargadas de monedas de oro.Lleno de gozo, el pobre mueco dio efusivamente las gracias a la zorra y al gato, ofreciendoles un magnfico regalo.--No queremos ningn regalo-- respondieron aquel par de bribones--; slo con haberte enseado el modo de hacerte rico sin trabajo alguno, estamos ms contentos que unas Pascuas.Dicho esto saludaron a Pinocho, y desndole una buena cosecha, se marcharon.

CAPTULO XIX

Roban a pinocho sus monedas de oro, y adems le tienen cuatro meses en la crcel.

Cuando Pinocho volvi a la ciudad, empez a contar los minutos uno a uno y ya que crey que haba pasado el tiempo necesario, se puso de nuevo en marcha hacia el Campo de los Milagros.Andaba con paso rpido, y senta que su corazn palpitaba con ms fuerza que de costumbre, haciendo "tic-tac; tic-tac", como un reloj en marcha. Mientras tanto, pensaba en su interior:--Qu chasco, si me encontrara con que las ramas del rbol tienen dos mil monedas en vez de mil! Y si en vez de dos mil fueran cinco mil? Y si en vez de cinco mil fueran cien mil? Entoces s que sera un gran seor! Tendra un magnfico palacio, y mil caballitos de cartn en muchas cuadras, automoviles, aeroplanos, y una deespensa llena de mantecadas, de almendras garapiadas, de bombones, de pasteles y de caramelos de los Alpes!As fantaseando vio de lejos el Campo de los Milagros, y lo primero que hizo fue mirar si haba algn arbolito que tuviera las ramas cargadas de monedas; pero no vio ninguno. Anduvo unos cien pasos ms, y nada; entr en el campo, y lleg hasta el mismo sitio donde haba hecho el hoyo para enterrar sus monedas de oro; pero, nada, nada y siempre nada. Entonces se qued pensativo e inquieto y, olvidando las reg]as de urbanidad y de buena crianza, sac una mano del bolsillo y se rasc largo rato la cabeza.En aquel instante lleg a sus oidos una gran carcajada. Volviose, y vio en las ramas de un rbol un viejo papaguayo que estaba arreglndose con el pico las escasas plumas que le quedaban.--Por qu te res?-- le pregunt Pinocho encolerizado.--Me ro, porque al peinarme las plumas me he hecho cosquillas debajo del ala.No respondi el mueco. Se fue al arroyo, y llenando de agua el mismo zapato de antes reg la tierra que haba echado encima de las monedas.Otra carcajada mayor y mas impertinente que la anterior se oy en la soledad de aquel campo.--Pero, vamos a ver, papagayo grosero!--