Arte Industrial Tardorromano. Intro. Alois Riegl

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    1/11

    (si

    ). Despus

    perciben

    ImagInan

    el pla-

    l

    hombre

    ,

    de ma

    probable

    en la

    todos

    Los

    aba

    sido

    que ahora

    es Ji

    la

    edljll lo

    el

    brillo

    a

    la cir-

    ube las

    di s-

    que

    se

    en la

    ,

    a

    cada

    RIECL

    59

    piso, los

    espectadores acodados en

    los balco-

    La

    luz

    que brillar

    , las telas que

    resplandece

    nes adornan los muros hacindolos vivos por

    rn los rostros que aparecern animados

    y

    as

    decirlo, en tanto que

    otros

    suben o bajan

    sonrientes , los encuentros que se

    producirn

    ,

    y aaden

    ms

    vida

    aun. En

    [in, colocando cor-

    los

    saludos que

    se

    intercambiarn: todo

    tC ndr

    tinas

    y tapices

    colgantes

    girndulas candela

    un aire de fiesta y placer,

    y

    sin darse cuenta

    bros y araas adems de mrmoles y flores y

    de

    la pa

    rte que corresponde

    a la arquitectura

    color por doquier

    se

    har con todo

    ello

    una

    en

    este

    efecto

    mgico todos gozarn de l

    y

    brillante

    y

    suntuosa

    composicin

    que

    recorda

    todos ,

    por

    su

    impresin

    feliz,

    rendirn

    home

    r al

    natural alguna

    s de las

    esplndidas

    dis-

    naje

    a este

    arte tan poderoso

    en sus manifes-

    posiciones

    que

    Verons

    plasm

    en sus lienzos.

    laciones

    tan elevado

    en sus resultados .

    RTE INDUSTRI L T RDORROM NO

    Alois Riegl

    En

    Artf

    indu

    strial

    tardorromano

    Riegl

    presenta el arte como una

    actividad cognoscitiva

    y creat

    iva

    qu

    e

    se

    ocupa de

    lo visualmente perceptible forma y

    color

    en

    el

    plano y en el espac}--. La evolucin histrica

    del arle

    viene determinada por

    el

    incremento

    de la

    capacidad humana de aprehender

    el

    mundo visi

    ble y la

    dir ecci

    n

    de esa evolucin

    progresiva va

    desd

    e

    la negacin absoluta del espacio en los

    inicios

    del arte

    hasta

    su

    plena aceptacin en l

    arte

    moderno.

    AjJn

    l

    ndose

    en

    las aporta

    cio

    nes de

    Fiedler

    y HZ/debrand

    as

    como

    en

    un cla

    ro histor

    icismo

    de ra

    ::

    hegeliana- Ri

    eg

    l

    eslablece nuevas categorias cTticas que le permi te

    n desentraar

    el

    sentido de ulla etapa de

    la h

    is

    toria del

    arte

    hasla entonCl,

    desdeada

    o mal

    comprendida

    y moslrar

    cmo

    esas etapas

    oscuras son

    precisam

    ente momentos

    de

    espeeZal y

    sil ,nificativo

    progreso

    en

    las que se

    adivina

    el

    nacimiento

    de los

    val

    ores

    que

    confil ,urarn

    etapas

    de

    plenitud

    1

    mideras.

    A pClar

    de

    la

    especificid

    ad

    del

    tema

    de

    que

    se

    ocupa

    ,

    el

    texto de Riegl es una amplia reflexin sobre

    la

    actividad artistlca

    que

    ,

    en

    los

    inicios

    drd

    siglo

    XX,

    constitu.l'e

    tericamente

    el espa

    ci

    o

    en

    categora

    esencial

    del

    arte.

    Alois Ri

    egl. Un::. 1858- Viena 1905. Spatromische

    Kunstindustrie

    nach den

    Funden in

    Os

    te-

    rreich-Ungarn. Viena, 1901.

    hTRODUCCI ) : \ ,

    Los

    monumentos de arte de

    la

    Antigedad

    tar-

    da siguen siendo un campo esencialmente

    inexplorado al

    menos

    en

    lo referente

    a su ca-

    rcter

    puramente artstico en cuanto

    contorno

    color en la superficie o en el espacio. Lo que

    se

    acostumbra

    a presentar como la ms preci-

    sa

    definicin

    de

    ( se carcter se

    reduce todava

    de

    hecho

    a lo que ya se deca al respecto hace

    medio siglo:

    esta Antigedad tarda

    se

    define

    simplemente como no clsica.

    Se

    cree generalmente que

    el

    arte

    tardorro

    mano est

    separado del

    an terior

    del

    arte

    cl-

    sico,

    por

    un abismo

    insalvable.

    En funcin de

    la evolucin natural se opina que

    l

    arte tar-

    dorromano nunca

    habra

    podido derivarse del

    arte clsico. Semejante opinin debera pare

    cer sorprendente sobre todo

    en

    unos

    tiempos

    en que la idea de evolucin se ha convertido

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    60

    N

    LOS INICIOS DE LA MODERNIDAD

    en un

    concepto

    rundamental para nuestra re-

    presentacin

    de

    la realidad y para la explica-

    cin que damos de ella. Habremos, pues, de

    creer que no

    hubo

    evolucin en

    el

    arte de la

    decadencia

    del clasicismo? Tal hiptesis sera,

    ciertamente, inadmisible y por eso se ha recu-

    rrido

    a la mediacin

    de

    un corte

    prorundo

    pro-

    ducido

    por

    los

    pueblos

    brbaros.

    As, las

    artes

    figurativas se habran hundido desde las altu-

    ras del desarrollo

    adonde

    las

    haban

    encum-

    brado los hombres del Mediterrneo por

    culpa

    de la invasin destructora de pueblos brbaros

    en

    el

    Norte y Este del Imperio romano, hasta

    tal punto

    que

    para volver a alcanzar su anti-

    gua altura debieron reiniciar su evolucin des-

    de la poca de

    CarJomagno

    en adelante.

    De

    es ta manera se pona a salvo el principio de

    la evo lucin; pero a la par se daba por admi-

    tida la intervencin violenta de las catstro-

    res, como ya se haba

    hecho

    en otra

    ocasin

    con la historia de las

    rormaciones

    geolgicas.

    Es significativo

    que nadie se haya tomado

    jams la molestia

    de examinar de

    cerca el re-

    nmeno, tenido por cierto, de la destruccin

    violenta llevada a cabo

    por

    los brbaros. Se

    ha hablado de manera

    general de una

    bar-

    barizacin, pero los detalles se han dejado en

    una niebla impenetrable que se ha tenido mu-

    cho cuidado de no desgarrar, pues hacerlo ha-

    bra llevado

    a la invalidacin de la hiptesis

    rormulada. Adems , con qu se la habra po-

    dido sustituir,

    ya

    que

    se daba

    por seguro que

    el

    arte

    tardorromano haba significado slo de-

    cadencia y nunca progreso?

    La tesis

    principal de todas

    las investigacio-

    nes presentadas en este

    volumen

    es la elimi-

    nacin de ese prejuicio. Hemos de advertir, no

    obstante,

    que

    no es el primer intento

    de

    este

    gnero

    sino

    que

    ya se

    han

    llevado a

    cabo

    otros

    dos

    anteriores

    el primero en mis Stilfragen pu-

    blicadas en 1893; el segundo, el de F. Wick-

    hoff, en las

    pginas introductorias

    a su publi-

    cacin de la Wiener Genesis (V iena, 1893), rea-

    lizada

    junto con W. von Harte . Creo que he

    probado

    suficientemente

    en las Slilfragen

    1

    que

    los

    adornos

    en

    rorma

    de

    zarcillos

    plantirormes,

    utilizados por bizantinos e islmicos en la Edad

    Media derivan directamente de los

    de

    la An-

    1

    ProbLemas

    de esliLo Gustavo

    Gili, S.

    A.

    B

    arcelona,

    198

    tigedad clsica, y que ya en

    el

    arte de poca

    de

    los Didocos y

    de

    los Emperadores

    roma-

    nos se encuentran experimentos intermedios de

    transicin. As pues, por lo que respecta,

    al

    menos, a los

    adornos de

    zarcillos, no se ha de

    considerar la poca

    tardorromana

    como un pe-

    rodo de

    decadencia

    sino de progreso O al me-

    nos

    de perreccionamiento

    significativo y

    aut-

    nomo.

    La acogida que ha encontrado esta afirma-

    cin ma

    entre

    los estudiosos del

    tema ha

    sido

    diversa: en su ravor se declararon sobre todo

    quienes, como Otto von Falke, A.

    Kisa

    y otros,

    mantenan

    una actitud rundamentalmente

    prctica ante aquellas obras de arte. En cam-

    bio, los estudiosos

    partidarios

    de una direccin

    ms terica se mantuvieron al

    margen;

    pero

    ninguno

    , que yo sepa, ha expresado nunca

    una

    objecin directa.

    A partir

    de

    1893 se

    publicaron una

    se rie

    de

    estudios cuyo tema era

    la

    ornamentacin

    bi-

    zantina. Como siempre

    haba ocurrido

    hasta

    este momento,

    tomaban como

    punto

    de parti-

    da el motivo y su significado objetivo

    intrn-

    seco, y no como yo he procurado hacer el

    tratamiento

    del motivo en cuanto rorma y co-

    lor en la superficie y en el espacio. En es tos

    estudios no se citaban nunca mis conclusiones.

    Este

    rechazo persistente

    a darme su aproba-

    cin e incluso a contradecirme, slo se puede

    explicar, naturalmente, por el hecho de qu e

    los estudiosos de quienes hablo

    no estaban en

    condicin

    de

    orientarse

    entre

    las ideas

    sobre

    la naturaleza de la evolucin en el arte que

    plante como

    rundamento

    de

    mi

    tratado;

    as,

    no

    podan siquiera

    seguir mis conclusiones. En

    una palabra, les resultaba imposible conseguir

    liberarse de

    las viejas concepciones

    sobre

    la

    naturaleza

    de

    la

    produccin artstica que ha-

    ban dominado sin discusin en los ltimos

    treinta

    o cuarenta aos.

    Me refiero a la posibilidad de liberarse de

    aquella teora que habitualmente se relaciona

    con

    el

    nombre de Gottrried

    Semper,

    segn la

    cual la obra

    de

    arte no sera

    otra

    cosa

    que

    el

    producto

    mecnico de

    tres ractores: el uso al

    que se la destina, su

    materia y

    la tcnica em-

    pleada.

    En la poca de su rormulacin tal teo-

    ra rue justamente considerada como un im-

    portante progreso rrente a los conceptos extre-

    madamente vagos que sobre esta

    materia

    se

    ex

    presaron en la

    mediatamente

    an

    tiempo de situarla

    ria, pues, como

    t2

    dos

    del siglo pasa

    un principio el gr,

    exacta y naturalis

    per ha

    demostrad

    ms

    que un dogn

    lista.

    En contraposic:

    cnica de la na tu

    en vez de ella, pI

    lo que a m respt

    gica, pues en la o

    tado de

    una

    volu

    y consciente

    que

    impone

    a su

    dest

    nica.

    Estos

    tres

    aquella

    runcin v

    Semper

    les

    haba

    can, incluso, un

    rabie; son el coefi,

    dueto

    en su total

    e introduca en l

    minan

    te, con el

    de

    entrada

    qu

    h

    ban por la teora

    b an

    estado

    sujett

    uridad se puede

    ic

    in expectan te

    fi rmuladas en las

    despus de siete

    nes

    es

    tud

    ian el

    e

    undo lugar

    , p

    b uido a ello otra

    in vestigaciones pe

    ragen se

    limitaro

    u

    prejuicio univ

    e considera a l

    tiguras como I

    da,

    sino

    que

    se

    n tacin se atier

    ciales; por esa

    n ms , que,

    ine

    validez

    de

    mi

    rn amentacin d

    La palabra alem

    lu ntad

    ar t

    stica,

    sig

    .I

    ia na Arte tardorroma

  • 7/25/2019 Arte Industrial Tardorromano. Intro. Alois Riegl

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    R/EGL

    6

    de poca

    res

    roma

    respecta, al

    se

    ha

    de

    un pe-

    o al me-

    tivo y

    aut

    afirma

    sido

    sobre todo

    sa y

    otros,

    tal

    mente

    En cam

    direccin

    ;

    pero

    nunca una

    a serie

    de

    bi-

    hasla

    de parti

    intrn-

    hac

    e r el

    y co-

    En

    estos

    aproba

    se pu ede

    de que

    en

    sobre

    arte que

    aS,

    En

    conseguir

    sobre

    la

    que ha

    rarse de

    relaciona

    segn

    la

    que el

    el uso al

    em

    tal teo-

    un Im-

    extre

    a se

    expresaron

    en

    la poca

    romntica

    y en la in-

    mediatamen te anrerior ; pero ha llega do ya

    el

    ti

    em po

    de situarla

    definitivamente

    en

    la histo-

    ria,

    pues

    ,

    como

    lan tas

    otras

    teoras

    de media

    dos

    del siglo pasado en las que se observa en

    un principio el

    gran

    triunfo de la

    investigacin

    exacta

    y

    naturalista, tambin la teora de Sem

    per

    ha

    demostrado

    no

    ser en ltima instancia

    ms que un dogma de la metallsica maleria

    lista.

    En contraposicin con esta concepcin me-

    cnica de la

    naturaleza

    de la obra de arte, y

    en vez de ella, planteo

    po r primera

    vez, en

    lo

    que a m

    respecta- una

    hiptesis teleol-

    gica , pues en la

    obra

    de arte he visto el resul-

    tado de

    una

    voluntad

    artstica 2 d e

    terminada

    y

    consciente que, tras luchar duramente,

    se

    impone a su destino, a

    la maleria

    y a la tc-

    nica. Estos lres

    ltimos

    factores no

    tienen ya

    aquella

    funcin

    verdaderamente creadora que

    Semper

    les

    haba reconocido

    sino

    qu

    e signifi-

    can,

    incluso, un

    carcter represivo

    ) desfavo-

    rable; son

    el

    coeficiente

    de

    rozamiento del pro-

    ducto

    en su totalidad.

    Con

    la voluntad artst

    ica

    se

    introduca

    en la

    evolucin

    un factor pre

    do

    minante , con el que los estudiosos no saban

    de entrada qu hacer, mania lados como esta-

    ban

    por

    la teora a la

    que

    hasta entonces

    ha

    ban estado

    sujetos. Si se

    considera esta

    inse-

    guridad

    se puede explicar, segn pienso, la po-

    sicin expectante frente a las

    opiniones por

    m

    formuladas

    en las

    Sliljragen

    adoptada

    an

    hoy,

    despus d e siele aos, por la mayo ra de quie-

    nes

    estudian

    el

    mis

    mo

    perodo artstico

    .

    En

    segundo

    lugar, puede

    tambin

    haber contri

    buido a ello Olra circunstancia: la de que las

    investigaciones por m

    presentada

    s en las

    Stil-

    fragen

    se

    limitaron

    al

    mbito decorativo

    .

    Por

    un prejuicio universalmente extendido no s lo

    se considera a la represen tacin artstica de

    las figuras

    como

    la

    expresin artstica ms

    ele-

    vada, sino que se

    presupon

    e que dicha repre-

    sentacin se a tiene a leves

    absolutamente

    es-

    peciales;

    por

    esa

    razn puede haber ocurrido

    ,

    sin ms, que, incluso

    entre

    los que admitan

    la validez de mis deducciones

    respeclo

    a la

    ornamentacin de zarcillos, hubiese muchos

    La pal

    abra

    al e

    mana r J

    o

    l lm

    es traduc

    ida

    aq u I p

    Jr

    olunta d a n ist ira, si

    l

    uicnd o el eje mplo de la traducci n

    il aliana

    r

    l t lardMTOmOnfl. Ein

    a

    udi

    .

    Turn

    , 1959 .

    S.

    ti

    T.

    incapaces de reconocer

    el

    alcanc

    e

    general

    de

    mis afirmaciones sobre este asunLO.

    En

    realidad

    , teniendo en cuenta la mencio

    nada infravalor

    ac in del

    significado de

    la

    artes

    decorativas, se dio un importante nuevo paso

    adelante

    en

    la direccin indicada cuando

    F. Wickhoff

    , al

    publicar

    el

    nesis de

    Viena ,

    prob de modo irrefutable que

    incluso

    una

    obra no decorativa pero con representaciones

    figurada

    s de la poca tardorromana (del si-

    glo

    V

    d.C., segn se admite generalmente) no

    se

    ha

    de

    medir

    con la

    vara

    del arte clsico (ni

    aplicarle un

    juicio

    expeditivo); entre el

    arte

    clsico y

    el tardorromano

    se introducira, a co-

    mienzos d e la poca imperial romana , un ter-

    cer

    ar t

    e

    intermedio

    que

    por

    un

    lado

    est in-

    dudablemente ligado al

    clasicismo,

    pero que

    por

    el otro tiene en

    comn puntos

    sustanciales

    de contacto con un

    ejemplar tardorromano

    como

    es

    precisamente el nesis de Viena.

    De

    este

    modo

    quedaba

    firmemente compro

    bada la

    continuidad

    de la evolucin incluso

    en

    el terreno de

    las arres figurativas, y si esto no

    ha sido debidamente reconocido

    por

    todos los

    estudiosos en

    su significacin de teora precur

    sora

    se

    debe

    , sin

    duda

    , a la separacin

    dema

    siado unilatera l y rgida que Wickhoff crey

    deber lra

    za r en tre arte

    romano

    y griego. Pero

    en

    lo

    que se refi ere a la evolucin del

    arte

    tardorromano a partir del arte del primer 1m-

    perio

    , Wickhoffmi smo, inducido evidentemen

    te

    por un

    restO d e ideas materialistas

    sobre el

    arte, se ha quedado a medio camino. All don

    de

    el

    Gnesis

    y

    el

    arte navio-trajano

    tienen

    pun

    tos

    de

    contacto,

    el nesis muestra

    segn

    este

    estudioso un progreso frente al arte clsico;

    pero

    cuando

    el

    nesis

    se aleja del

    ar t

    e d el pri-

    mer perodo imperial,

    nos

    encontramos ya

    no

    ante

    un progreso sino

    ante

    una decadencia .

    AS , el mismo

    Wickhoff

    vuelve

    en

    definitiva a

    la leora

    d e las

    catstrofes, que le obliga

    a

    refugiarse

    si

    n remedio en la barbarizacin.

    Qu es, entonces, lo

    que

    ha impedido

    in -

    cluso a un

    estudioso libr

    e

    de

    prejuicios

    como

    Wickhoff-

    considerar

    con mirada imparcia l

    la

    naturaleza

    de las

    obra

    s de arte

    tardorroma

    nas? Tan slo esa subjetividad nu es tra de cr -

    ticos modernos frente a los monumentos que

    debamos ex

    aminar.

    Nueslro

    gusLO

    exige a la

    obra

    de arte bell eza y

    animacin

    y mueSlra

    sus preferencias a

    lternativamente

    por

    una

    cua

  • 7/25/2019 Arte Industrial Tardorromano. Intro. Alois Riegl

    4/11

    I

    6

    fA

    I

    OS IS I

    CIOS

    DI: Le .\fO )fR.\ ID

    l

    lidad O por la otra. La Antigedad

    preanto

    niana posey ambas: la

    poca

    clsica, una be-

    lleza

    mayor;

    la

    pnca imperial romana

    ,

    una

    mayor vivacidad. El arte tardorromano, sin

    embargo, no las posee del todo, al

    menos

    no

    en un grado suficiente para

    nos

    otro

    s.

    De ah

    deriva

    nuestro entusiasmo preferentemente por

    el

    arte

    clsico

    y,

    luego,

    de manera secundaria

    (y no por cas ualid ad), por el arte

    navio-traja

    -

    no,

    revalorizado

    por el

    mismo

    VVickhorr. Pero

    el

    qu

    e

    una

    vo

    luntad

    ar t stica decidida pueda

    inclinarse a la fealdad y a la inercia, segn nos

    parece

    verlo en el

    arte tardorromano,

    es cosa

    que, desde

    el

    punto

    de vista del

    gusto moder

    no, parece

    totalmen

    te imposible. Sin embargo,

    se

    trata tan

    slo de llega r a

    comprender

    que

    ni

    con

    aq

    ueJJo

    que llam

    a mos

    belleza ni

    con lo

    qu e d enominamos animacin da m os cuenta

    por entero de

    los fines de las artes figurativas;

    debemos entender que la voluntad artstica

    puede volcarse

    en la

    percepcin de

    otras

    for-

    mas aparentes de

    las cosas

    q u e

    no sern ni

    bellas ni

    animadas

    segn nuestros mod e rnos

    conceptos sobre

    esta

    cuestin.

    Pretendo demostrar en este libro

    que, con

    siderado

    desde

    un punto de vista histrico en

    la evolucin artstica ge neral , ta mbin

    el

    -

    nesis

    de Vien

    a

    repres

    e

    nta progreso

    y slo

    pro

    greso frente al arte navio-trajano ; y que ni

    camente

    podem

    os considerarlo obra

    decadente

    (concepto in ex istente en la rea lidad de la his-

    toria) si lo juzgamos con la regla limitada de

    nuestra crtica actual,

    y que, al contrario, el

    arte moderno no habra

    podido

    existir con sus

    caractersticas

    peculiares

    si

    el

    arte tardorroma

    no

    no

    le hubiese abierto

    las

    pu

    e

    rtas

    con

    su

    tendencia no clsica.

    En

    estas

    pginas introductoria

    s

    debemo

    s

    me

    ncionar

    , a

    modo de prelimin

    a res ,

    ciertas

    consideraciones

    que nos permiten acercarnos

    al contenido de

    nu

    es

    tras investiga

    cio nes, ya

    que

    dichas consideraciones podran parecer ex-

    traas a

    la mayora.

    Nadie pone en duda

    que

    en

    nu e

    s tros das todos los

    terrenos

    en

    que se

    ha eje

    rcitado

    la voluntad humana se presen

    tan

    con determin adas

    caractersticas,

    distintas

    a las del

    mundo antiguo. Esto sucede

    en

    la

    forma de los

    estados

    , en la religin y en la

    ciencia. Pero, pa ra que

    estas

    ca

    ractersti

    cas

    modernas pudiera

    n conso

    lidars

    e,

    deban

    des-

    truirse los principios a los que se Iiga

    ban

    las

    antiguas y dar paso a forma s de tran sicin

    qu

    e

    qu i

    z

    agraden menos qu

    e otras larmas a nti-

    g uas, pero de cuyo

    significado

    de

    transicin

    necf s

    aria

    ha cia formas mo d erna s no se puede

    dudar.

    AS,

    por ejemplo,

    l

    estado diocleciano-cons

    tantiniano prepar d e man era de cis iva la

    em

    an c

    ipaci

    n mod

    e

    rna

    del

    individuo

    dentro

    d e la

    humanidad en gen

    e

    ral, por ms que su

    forma

    externa

    desptica nos

    resulte

    desagra

    dabl e en comparaci n

    con

    las form as de

    go

    -

    bierno ateniense

    de la poca de Pericles u con

    las romanas del perodo

    republicano.

    Completamente

    similar es la

    situacin

    de las

    artl s figurativas. No hay duda, por ejemplo,

    de

    que

    la

    perspec

    tiva lineal se ha

    utilizado

    en

    el ar t

    e

    moderno de manera ms exacta

    y

    com

    pleta

    que

    el a rte an tiguo. En lOnces, en la crea

    cin

    art

    s tica, la humanidad actua

    ba movida

    por un os supuesLOs tales ( los precisaremos con

    mayor

    detalle

    en

    un

    lugar

    m s

    adecuadn

    )

    qu

    e

    le

    hacan imposibl

    e

    comprender

    la

    perspectiva

    lineal

    segn

    nuestra concepcin. Ahora bien,

    el ar te tardorromano no

    demuestra

    e

    ntender

    en a

    bsoluto

    tal

    perspectiva

    a la

    manera

    mo-

    d erna sino que parece haberse alejado de ella

    aun ms

    que sus

    antecesores

    en la

    Antige

    dad; pero, en lugar de los supuestos ex istentes

    relativos a la

    actividad artstica,

    asent nuevos

    principio

    s

    sobre

    cuya

    base

    se

    ha podido

    en

    pocas sucesivas desarrollar la prctica mod er-

    na

    de la pers pectiva lineal. Con esto no qu iero

    decir y

    he

    de repertirlo claramente para

    evi-

    tar el

    consiguiente

    malentendido--

    qu

    e

    l

    ar te

    tardorrom

    a no asumi nicamente la tarea ne-

    ga tiva de destruir pa r

    a dar

    pa

    so a

    nuevas

    ideas; le guan, por el contrario,

    intenciones

    positivas

    desconocidas hasta

    hoy

    por

    la

    simple

    razn que estaban tan alejadas de los prop

    Si

    lOS

    habituales

    del

    arte ms

    reciente

    como

    de

    los del

    arte clsico

    y

    augsteo-trajan

    afines

    de

    alguna

    manera a los nuestros.

    AS, cualquiera tendera de

    buen

    as a

    prime

    ras a co

    nsider

    a r

    un paso atrs,

    en

    relacin

    con

    pocas

    anteriores, l

    abandono por parte d el

    arte tardorromano de la

    som bra

    proyectada,

    pues

    ya en

    el

    pe

    rodo helenstico Asaroton

    la-

    teran

    ense) se sa

    bia

    relacionar los objetos con

    el

    plano

    sob

    re el

    que

    reposa

    ban

    precisamente

    por medio de

    la

    sombra proyectada, Tambin

    nuestra voluntad artst ica moderna ex ige un

    nexo entre

    los

    01:

    asunLO la

    sombra

    bastante

    importa

    a fondo lo

    que

    consq;uir media :

    qu

    ex ige de ella

    a la co

    nclusin

    d

    en

    las

    pintura

    s t

    n ues

    tras

    ideas q t

    pleadas por

    los

    gar cad a

    uno

    d e

    ximo

    que

    aparec:

    riz

    on

    taJ: en res ur

    buscaba unir la s

    el

    plano. Hoy

    , en

    figurat ivas, y, po

    tada,

    la unin d

    el

    espacio.

    Para

    berar la form a d