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  • E.L.U.A., 9, 993, pp: 305-307

    RESEA

    JOS LUIS TORNEL SALA

    G. BROWN Y G. YULE: Anlisis del discurso, Visor, Madrid, 1993,344 pgs.

    El realizar una resea acerca de una obra como Anlisis del discurso, de los autores Gillian Brown y George Yule, se debe esencialmente a la trascendencia que en los ltimos decenios ha adquirido la disciplina pragmtica dentro de los estudios lingsticos. La lingstica del texto supuso ya el primer escaln expansivo en el interior de los reducidos mrgenes oracionales, superando dicho nivel cuantitativamente hacia el texto. Pero la visin cuantitativa pronto evidenci la necesidad de un segundo proceso abarcador hacia otros aspectos inherentes al mismo hecho comunicativo, y de esta forma, la ampliacin cuantitativa se vio completada por la incorporacin cualitativa del contexto. En este sentido, la lingstica textual deriv en una concepcicn lingstica cualitativa y cuantitativamente superadora de los niveles puramente inmanentistas que el estructuralismmo hasta entonces haba establecido.

    El libro de Brown y Yule viene a aportar su particular introspeccin dentro de este gran e inexplorado mbito de estudio que es la disciplina analtica del discurso, la cual, en definitiva, parte de premisas semejantes al estudio pragmtico: colocar al hablante / escritor en el centro del proceso de comunicacin.

    La obra consta de 7 captulos, a travs de los cuales los autores ofrecen una visin panormica de diversos y diferentes aspectos del acto comunicativo centrado en el discurso.

    En el primero de ellos, se abordan rpidamente las funciones del lenguaje (descriptiva e interactiva), para pasar a analizar con mayor profusin las diferencias existentes entre textos orales y textos escritos, desde la doble perspectiva de la produccin y la reproduccin, indicando entre otros aspectos, los inconvenientes

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  • del hablante (presin temporal al hablar, necesidad de control de aquello que dice...) y del escritor (no posee fenmenos paralingsticos, no puede acceder a la reaccin del receptor...), as como una larga lista de aspectos morfosintcticos y lxicos que diferencian uno de otro.

    El segundo captulo se centra en la necesidad e importancia del co- y contexto en la interpretacin de las oraciones, una relevancia tal que cualquier oracin que no sea la primera del fragmento de discurso recibir una interpretacin forzosamente restringida por el texto precedente, y no solamente aquellos sintagmas (...) que se refieran de una manera obvia y especfica a l.

    En este captulo que sealamos, Brown y Yule plantean tambin la problemtica de la expansin contextual, es decir, del hecho de que los hablantes, oyentes y objetos sealados estn dotados de un enorme nmero de propiedades fsicas y sociales, cada una de las cuales puede ser la relevante en un acto comunicativo determinado, y de cmo el hablante dispone ante este fenmeno de dos procedimientos que limitan la infinita extensin de los rasgos del contexto: el principio de interpretacin local, que insta al oyente a no construir un contexto ms amplio del necesario y el principio de analoga, por el cual hablante y oyente suponen que todo permanecer como antes.

    El captulo tercero se introduce en el apasionante campo del tema discursivo, aportando una visin nueva y atractiva de lo que hasta ahora vena siendo considerado como tal. Para los autores, el tema no es una parte de la oracin, una frase o una proposin, sino un conjunto de elementos (hablante, oyente, espacio, lugar, actividades, etc.) que se activan en ese discurso del que decimos que "trata" sobre algo, un conjunto de elementos al que los autores denominan marco del tema.

    Brown y Yule sealan tambin las unidades de marcacin temtica basadas en el aspecto formal. As, los prrafos en el lenguaje escrito y los paratonos en el oral, son los marcadores que, en cierta medida, delimitan el paso de un tema a otro.

    En el captulo cuarto se tratan los fenmenos de la tematizacin y el montaje, partiendo del presupuesto esencial para la interpretacin de que la linealidad ejerce una decisiva influencia sobre ella.

    Los autores diferencian ahora nociones como tema punto inicial del enunciado y rema lo que el hablante afirma sobre, o con respecto a, el punto inicial de la oracin, y junto a ello mencionan el concepto de tema sintctico y las dos funciones que le son fundamentales: conectar y unir con el discurso precedente y servir como punto de partida para el desarrollo posterior del discurso.

    Finalmente se habla del proceso de tematizacin que se produce a menudo en el discurso, por el cual lo que el hablante selecciona y sita en primer lugar influye decisivamente en el desarrollo interpretativo de lo que le sigue. Dicho tema puede ser desempeado por un personaje u objeto principal, una entidad temtica o incluso por el mismo ttulo de un texto cualquiera.

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  • El captulo quinto se centra en la estructura informativa del discursivo, y de la existencia de dos clases de informacin, nueva (la que el emisor cree no conocida por el receptor) y dada (informacin que el emisor cree que el receptor ya conoce). Brown y Yule describen en las primeras pginas del captulo la teora establecida por Halliday acerca de los grupos tnicos como unidades de informacin, para pasar a continuacin a criticar mediante textos empricos los yerros de tal teora. As, sealan que las unidades de informacin tienen ms de una slaba tnica y de que la prominencia fnica sirve para otros aspectos anexos a nuestro tema, o establece nfasis y contrastes en lo dicho.

    En el captulo sexto, Brown y Yule analizan los conceptos de cohesin y referencia. Contrariamente a la opinin establecida por Halliday acerca de que las relaciones de cohesin entre oraciones son las que otorgan o no el estatus de texto, los autores no creen que esta cohesin formal garantice la identificacin de un texto como tal, porque, en definitiva, lo que hace de un texto tal texto no son marcas formales, sino la propia actitud del hablante hacia ellos. Es decir, textos son los que los oyentes y lectores tratan como textos.

    A continuacin se definen los trminos en los que el analista del discurso debe estudiar la nocin de referencia. Al analista del discurso no debe importarle la referencia correcta (verdadera) sino la referencia acertada, esto es, el hecho de que el oyente identifique el referente que el hablante trata de comunicarle, a fin de que la comprensin del mensaje lingstico se lleve a cabo.

    El ltimo captulo de la obra se embarca en el anlisis de dos aspectos esenciales: los actos de habla y las representaciones del saber enciclopdico. Con respecto al primero de ellos, los autores mencionan la conocida distincin de Austin de los actos de habla {locutivo, ilocutivo, perlocutivo), as como a especificado de Searle (directos, indirectos).

    Brown y Yule, introducindose en mbitos de naturaleza psicolingstica, ofrecen una concepcin de las dos formas, ascendente I descendente en que el ser humano procesa el discurso: el procesamiento ascendente asigna significados a las palabras y a la oracin, para pasar a incluir el conocimiento co- y contextual en el procesamiento descendente.

    En lo referente a la representacin del saber enciclopdico, ambos autores ofrecen una descripcin detallada de los diversos conatos de definicin de la misma, mencionando en este sentido, las teoras de los marcos, guiones, escenarios, esquemas y modelos mentales.

    En resumen, la obra de Brown y Yule aporta una innegable ayuda en el mbito siempre vasto del fenmeno comunicativo, con las ventajas favorables que suponen una diccin ajena a complejidades retoricistas de comprensin y un desarrollo terico basado en numerosos ejemplos discursivos, extrados, adems, de conversaciones y dilogos empricos, alejados de la fabricacin artificial de los tratados lingsticos al uso.

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  • E.L.U.A., 9, 1993, pp: 309-314

    RESEA

    LEONOR RUIZ GURILLO (Universidad de Valencia)

    G. COLN: El espaol y el catatn, juntos y contraste, Ariel, Barcelona, 349 pgs.

    El autor del libro que ahora reseamos ofrece al lector un anlisis de las relaciones, afinidades y divergencias que existen entre dos lenguas hispnicas: el espaol y el cataln. G. Coln se declara bilinge espaol-cataln, aunque mucho tiempo fuera del pas que lo vio nacer, siempre se ha ocupado a lo largo de su vida de las lenguas peninsulares. En este volumen se han recogido artculos que ya haban sido publicado y que, en esta ocasin, han adquirido una estructura diferente, se han redactado de nuevo e incluso se han enriquecido con otros materiales o con las crticas formuladas por otros autores a su primera edicin.

    Esta obra consta de tres extensos apartados. El apartado A est dedicado al cataln, a sus rasgos lingsticos y sociolgicos. El apartado B se destina a las relaciones lxicas castellano-cataln, inicialmente de manera general y de forma ms concreta en las muestras monogrficas que completan este bloque. El apartado C comienza con la consideracin del papel de la lengua cancilleresca en la Corona catalano-aragonesa, y contina con el anlisis etimolgico de algunas soluciones halladas en el aragons.

    En el primer captulo de esta primera seccin se hace referencia a una cuestin candente en la Comunidad Valenciana: el nombre de la lengua que all se habla, con todo lo que eso conlleva. El trmino lengua valenciana puede documentarse desde muy antiguo, lo que ha servido para avivar un particularismo presente todava en nuestros das y que intenta defender que cataln y valenciano son lenguas diferentes e incluso opuestas. Sin embargo, el autor no encuentra razn lingstica que pueda sostener esta hiptesis.

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  • El segundo captulo viene a corroborar sus palabras. Se detiene en las principales caractersticas del cataln, tanto fonticas como morfosintcticas y lxicas, por medio de las que puede determinarse, lomando como criterio dierenciador el tratamiento de las vocales tonas, la subdivisin de la lengua catalana en dos grandes dialectos, cataln oriental y cataln occidental, que dan lugar a cinco grupos dialectales. Seguidamente nos habla de cuestines no estrictamente lingsticas pero que contribuyen a comprender la idiosincrasia de la lengua, como la historia de la comunidad de habla catalana, la diglosia presente en la poesa hasta del s. xv, el diclive de la lengua que comienza hacia 1410 con la monarqua de los Trastmaras y que contina con el centralismo de ios Borbones en el s. xvm, el despertar motivado por la Renaixenca en el s. xix y, por ltimo, algunas referencias sociolingsticas del momento actual: la creacin de un estndar, la interferncia lingstica, el bilingismo y la diglosia...

    El apartado B ocupa la mayor parte del libro y se subdivide en dos: el primero se encamina hacia el estudio contrastado del vocabulario espaol y cataln. El segundo se compone de varias parejas lxicas que muestran las interferencias y divergencias entre las dos lenguas romnicas.

    En el primer captulo recurre fundamentalmente a una adaptacin que hizo Gabriel Busa al cataln en 1507 del Lexicn latino-espaol de Antonio de Nebrija, obra original de 1492. El repertorio lxico que nos ofrece le va a permitir comprobar una hiptesis formulada al inicio del captulo: las concordancias que presenta el cataln con el occitano y el francs autorizan a hablar de un diasistema romance diferente del diasistema castellano-portugus. El galorromanismo del cataln que propugna G. Coln es similar al sostenido por otros investigadores, como G. Rohlfs'; es decir, se fundamenta en la corrobora-cin de que buena parte de los tems lxicos bsicos documentados para el cataln son diferentes a los del castellano y que, sin embargo, coinciden con los del occitano. Cuando en cataln encontramos una solucin afn al resto de las lenguas hispnicas, sa ha sido o es tambin propia del occitano. Por el contra-rio, si un timo cataln no aparece en el occitano, es lcito pensar que se trata de un prstamo castellano casi con toda seguridad.

    A partir de fines del s. xiv y principios del s. xv se observa un viraje en el cataln, determinado histricamente por el comienzo de la monarqua de los Trastmaras. El vocabulario cataln comienza a alejarse del occitano y a acer-carse al castellano. La influencia se afianzar a partir de los s. xvi y xvn con el Decreto de Nueva Planta. Este devenir histrico explica que el cataln, lengua en origen galorromnica, muestre hoy en da un nmero importante de coinci-dencia lxicas con los romances peninsulares.

    ! lislucUos .sobre el lxico romnico, Gredos, Madrid, 1979.

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  • Como consecuencia de su evolucin histrica, el lxico cataln puede ayudarnos a comprender las soluciones que encontramos a ambos lados del Pirineo e, incluso, en el resto de lenguas romnicas. El examen sosegado de los diferentes tems romnicos para un mismo concepto permitir una comprensin profunda de su evolucin.

    En el segundo captulo se discuten supuestas etimologas de parejas lxicas espaol/cataln. Resultan de inters para el lector el hallazgo de soluciones diferentes a las tradicionalmente aceptadas, como la etimologa propuesta para el fr. son, el origen espaol del fr. entresolelentresol o la cuna hispano-rabe del esp. azarbe, cat. assarp.

    A pesar de que buena parte de los lingistas (J. Jud, Meyer-Lbke, J. Coraminas, V. Gnther, W. v. Wartburg) estn de acuerdo en que la procedencia del fr. son se ha de buscar en las lenguas germnicas, G. Coln opina que la etimologa acertada es el latn SECUNDUM. Al parecer, todo se debe a una confusin entre el sentido jurdico-moral del concepto salvado, que procede del timo seon, seonner de la base anglosajona SEON *desecho, y el sentido concreto, material, de salvado, procedente del timo latino SECUNDUM. Para este sentido se ha utilizado un numeral, que hace referencia al cernido mltiple del producto de la molienda. La reparticin conceptual entre harina y salvado tiene su origen en el uso que se le da a la materia prima elaborada: como alimento del hombre o como alimento del animal. Esta hiptesis viene avalada por la gran cantidad de nombres de la misma base etimolgica que encontramos en las lenguas romnicas: cat. seg, prov. ant. segon y, por contaminacin con SEQUENTE, SEQUENDU, verons sontro, belluns soventri, etc.

    En cuanto al esp. salvado, su procedencia hay que buscarla en el latn SALIVATUM que, segn la documentacin, hace referencia a una medicacin especfica para los animales basada en cereales triturados. Son variantes del mismo timo tanto SALIVATUM como SALVIATUM, aducido por A. de Nebrija en su Vocabulario espaol-latino. Por ltimo, hemos de comentar la crtica que J. Coraminas dedic a G. Coln a raz de la publicacin de este estudio en 1974, y que aparece transcrita en esta ocasin a pie de pgina. G. Coln piensa haber demostrado con esta nueva formulacin que tales crticas eran infundadas.

    En lo referente a cast. entresuelo y cat. entresol, G. Coln disiente de la tesis gala para el origen de este timo. Nos descubre que el primer testimonio se encuentra en espaol y data de 1490, mientras que la voz francesa aparece documentada por primera vez en 1607, es decir, ms de un siglo despus. Segn parece, este hispanismo se transmiti al francs y a los romanos peninsulares y, gracias al gran prestigio del francs en el s. xvm pudo difundirse por toda Eu-ropa esta palabra de creacin espaola.

    El espaol y el cataln han elegido caminos diferentes por los que se refiere a las voces jamn y pemil. Pemil, segn los testimonios, dispone de un ncleo inicial en Aragn, desde donde se extendi al resto del domino espaol y

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  • tambin al cataln. Esta es la razn por la que puede encontrarse, por ejemplo, en el Universal Vocabulario de Alonso de Palencia (Sevilla, 1490) o en La Celestina. Aunque eran varias las voces que luchaban por la preeminencia {jamn, procedente del fr. jambn, prestito, del italiano prestito, prosciuto, to-cino, trmino polismico, lunada), sin embargo, entre los s. xv y xvi la rivalidad se concentra entre la autctona pemil y el extranjerismo jamn, que acabar triunfando en el s. xvn.

    Por otra parte, el aragonesismo/?er// se impuso en el cataln con gran fuerza, favorecido por la disparidad de trminos con los que se designaba el concepto jamn: perna, bac, ciuxot e incluso camaiot.

    Otra suerte corri el portugus que adopt un prstamo del italiano que, contaminado por etimologa popular, dio lugar a la solucin presunto.

    La siguiente monografa est dedicada a esp. hincha, cat. inxa, port. bicha, que procede en espaol y portugus del latn INFLARE. En espaol ha adquirido un nuevo sentido, referido a la esfera deportiva, surgido en la Argentina, quiz de un modelo italiano, a partir de hinchar, inflar, soplar.

    En cuanto al cat. inxa, se pueden rastrear en los textos dos valores diferen-ciados: a) Uno referido a encono, animadversin, que es comn con el esp. hincha y port. incha, y que segn parece proviene de un viejo castellanismo, y b). el ms material, varilla o palo que se inserta en otro objeto, homnimo del anterior y conectado con la voz galorromnica anche o enche.

    Azarbe y assarp, voces de limitada extensin geogrfica, reciben igualmente la atencin del autor. Su origen parece encontrarse en el hispano-rabe sarb, alba-a!, canal. Las soluciones romnicas de este timo, ya sea el murciano azarbe como el valenciano assarp, se agrupan, geogrficamente hablando, en torno a los ltimos tramos del ro Segura. Se analizan en este apartado las probables conexiones del siciliano silibba y del asturiano salibu con la voz rabe; aunque reconoce que faltan elementos de juicio para valorar esta posibilidad, deja abierto el camino para futuras investigaciones que puedan confirmar esta hiptesis.

    Tambin de reducido mbito geogrfico son las voces cat. goa, ga y esp. goa. La voz catalana proviene de un genovesismo, mientras que la espaola, localizada hoy en da slo en Amrica, puede ser un prstamo directo del genovs o indirecto a travs del cataln, postura que defiende el autor.

    Por ltimo, resulta de inters la formacin y evolucin de una unidad fraseolgica, concretamente de una locucin, que puede encontrarse en la documentacin como esp. fallar menos/hallar menos, cat. antiguo trobar menys y port. achar meoslachar menos. Rechaza la explicacin del origen portugus del esp. echar de menos/echar menos, pues lo considera metodolgicamente inviable, ya que la presunta fuente, achar menos, comienza a decaer a partir del s. xvi, mientras que en castellano tiene vigencia desde los primeros documentos hasta el s. xvm, cuando es sustituido definitivamente por echar (de) menos, que aparece testimoniado ya desde 1517.

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  • Segn el autor, los tres giros son autctonos y entre ellos no hay dependencia gentica sino polignesis iberorromnica. Analiza el origen de los componentes de esta locucin espaola, por un lado, de fallar Ihallar y su sustitucin posterior por echar, y por otro, de de menos, cuya motivacin no perciben hoy los hablantes, hecho que ha ocasionado que se recurra a menudo a echar en falta.

    El apartado C, dedicado al aragons, muestra una amplia variedad de los documentos cancillerescos de que dispone el fillogo para la investigacin y pone de relieve la enorme importancia que tienen para el conocimiento de las lenguas hispnicas. El descubrimiento del aragons a travs de este tipo de documentacin nos ayuda a comprender su funcin transmisora (como en el caso del timo pemil) o a cubrir las posibles lagunas existentes en la evolucin de las lenguas vecinas (como ocurre con el rabe al-haniya, incorporado al es-paol como alhana, y cuyo testimonio romance ms antiguo se encuentra en el aragons alfaneya).

    Este ltimo apartado se subdivide en dos captulos. En el primero de ellos se abordan aspectos sociolgicos, como el bilingismo de la Cancillera Real aragonesa, la lengua utilizada por los reyes, etc. En el segundo encontramos tres monografas lxicas que estn dedicadas a alhana y alfaneya, alcoba, poetastro, enemigo y enemic, y al adverbio en -mente en un pasaje de la obra de don Juan Manuel.

    Por lo que se refiere al primer captulo, son los testimonios aragoneses de alfaneya los que contribuyen a reafirmar la fuente rabe para la voz espaola alhana.

    Los matices abundan en el tratamiento d&padrasto frente a enemigo y enemic: se analizan aspecto psicolgicos y supersticiosos que pudieran haber ocasionado el origen de esas voces, se examinan las soluciones de otras lenguas romnicas e, incluso, de lenguas como el alemn o el neerlands y se exponen las soluciones encontradas en los textos. La voz catalana enemic est documentada antes que en ninguna otra lengua en 1507. La voz espaola padrastro, en 1514. Tambin se recurre a otro sentido de la misma palabra, que se emplea en la documenta-cin como obstculo, estorbo y siempre enfocado hacia situaciones blicas. Esta acepcin figurada no parece tener nada que ver con la tambin figurada de padrastro, referida al pellejo surgido en las zonas cercanas a las uas. Por ltimo, rebate las opiniones sobre el influjo portugus en la voz judeo-espaola inimigo, que G. Coln supone surgida en el Este peninsular.

    Con ms detalle se dedica a explicar la colocacin del grupo adverbial en -mente por medio de una frase del Libro de los Estados. Las interpretaciones que apriori pueden hacerse del sintagma declaradamente conplida estn motivadas directamente por la transcripcin errnea del pasaje de don Juan Manuel, realizada por P. Gayangos en 1860. En una edicin ms reciente se halla una construccin bimembre, declaramente et conplida. Esta segunda lectura, que parece ms acertada, se explica por influencia del aragons, que se ha impreg-

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  • nado a su vez de la solucin catalana, aunque se puede pensar tambin en razones de ndole estilstica.

    En suma, G. Coln nos ofrece, a travs de la consideracin de aspectos generales y concretos, una visin peculiar del lxico romnico y, en particular, del lxico espaol y cataln, unas veces coincidente y otras enfrentado.

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  • ELUA.9, 1993, pp: 315-318

    RESEA

    ANA ISABEL NAVARRO CARRASCO (Universidad de Alicante)

    H. LPEZ MORALES: El espaol del Caribe, Mapfre, Madrid, 1992, 318 pgs.

    Dentro de la Coleccin Idioma e Iberoamrica de la editorial Mapfre se inserta este libro que constituye una verdadera joya preciosamente labrada. El espaol del Caribe es una obra de madurez expuesta con espritu clarificador. Humberto Lpez Morales recoge todo lo publicado sobre la zona, incluyendo sus propios trabajos que son muchos, y lo elabora en un manual bien trabado y bien estructurado, como suele hacerse en los buenos manuales al uso.

    El libro consta de una introduccin y nueve captulos agrupados en cuatro partes: El Caribe como zona dialectal, Fonologa, Morfosintaxis y Lxico, adems de las conclusiones y cuatro apndices de tipo lxico.

    En la Introduccin se ofrece un panorama bibliogrfico del Caribe hispni-co. El espaol antillano, concretamente, comprende Cuba, La Repblica Domi-nicana y Puerto Rico.

    Se refiere a la situacin lingstica y poltica de Puerto Rico: un pueblo que se ha negado a ser absorbido culturalmente por su poderoso vecino del norte (pg. 28), de ah que no sea un pas bilinge por ms que haya estado muchos aos en contacto con el ingls. Humberto Lpez Morales habla de la raigambre que tiene el espaol en Puerto Rico: slo un 16% dominan la lengua inglesa segn el ltimo censo disponible. Lo que sucede es que muchos puertorriqueos que emigraron a Estados Unidos vuelven a Puerto Rico constituyendo un 6% de la poblacin de la isla y ello obliga a una poltica educativa especial para ellos. Son los Programas bilinges (cfr. pg. 153).

    Se nos habla de manera muy objetiva y con palabras muy exactas del concepto de lengua. Las lenguas no son habladas por nadie (pg. 29)

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  • porque no existe(n) (ibdem). Todos los individuos, por fuerza, hablan un dialecto (pg. 30). Si las lenguas son sistemas de comunicacin no realizables, en cambio los dialectos son sistemas comunicativos perfectamente realizables. As mismo se hace referencia al concepto de sociolecto y de variacin estilstica (lo que llamamos registro). Por otro lado, la estratificacin social es algo normal en las sociedades puesto que las comunidades no son homogneas, ni social ni lingsticamente (ibdem).

    Se hace referencia a las delimitaciones de las zonas dialectales del espaol de Amrica llevadas a cabo por Juan Ignacio Armas, Pedro Henrquez Urea, Jos Pedro Roa, ngel Rosenblat, Dlos L. Canfield, Philippe Cahuzac, Melvyn Resnick y Juan Clemente Zamora. De las conclusiones de estos inves-tigadores, Humberto Lpez Morales extrae como hiptesis de trabajo que el Caribe presenta una zona dialectal con cierta homogeneidad y que el centro de dicha zona sera Las Antillas.

    En relacin al vocalismo, el autor nos indica que no se puede hablar de desdoblamiento fonolgico por desaparecer la -s implosiva de los plurales y de la segunda persona del verbo, como haba indicado Navarro Toms en Puerto Rico cuando dijo que al perderse dicha -s la vocal precedente se abra. Lpez Morales se refiere al hecho de que se llevaron a Amrica los planteamientos del desdoblamiento voclico del andaluz. Pero nuestro investigador no ofrece sus afirmaciones ni sus conclusiones de forma gratuita. Si dice que en los dialectos antillanos no hay desdoblamiento voclico es porque los anlisis espectrogrficos y de percepcin se encargaron de desmentirlo rigurosamente(pg. 42).

    La -j implosiva se pierde en los dialectos caribeos y sus hablantes se entienden unos a otros sin problemas. Esto sucede porque la lengua posee otros recursos para que no se establezca igualdad entre singular y plural o entre la 2-persona verbal y la 3a. Ahora bien, la -s en interior de palabra produce a veces un alargamiento voclico (pe:cado 'pe(s)cado'), fenmeno que ltimamente ha re-cibido gran atencin por parte de los investigadores.

    Otra caracterstica que presentan los dialectos antillanos es la nasalizacin de las vocales en casos en los que no estn en contacto con nasal (v. gr. bandera). Naturalmente hay rasgos comunes con otros dialectos hispnicos (asimilaciones, disimilaciones, mettesis, etc.). La elisin de -d-, tan generali-zada en nuestros dialectos, tambin aparece como era de esperar en el Caribe, slo que ah se considera rasgo de incultura y zafiedad lingstica(pg. 57) por eso choca tanto la pronunciacin espontnea de hablantes de dialectos castellanos donde el fenmeno no es diastrtico, sino cuestin de estilo(nota 22 a la pg. 57).

    La velarizacin de /i7 aparece en Puerto Rico junto con las realizaciones normales de este fonema: Puerto Rico se destaca del resto del Caribe hispnico por este fenmeno que resulta prcticamente desconocido en otros dialectos de la zona(pg. 61). Esta pronunciacin est fuertemente estigmatizada en la isla:

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  • la velarizacin es inaceptable. El fenmeno parece ser antiguo porque lo reali-zan las generaciones mayores, los jvenes no. Adems, esta velarizacin est retrocediendo en la metrpolis.

    Era de esperar el yesmo en los dialectos antillanos. Lo normal en espaol es encontrarnos con hablantes yestas. Hoy en da lo extrao y raro resulta la pronunciacin de la lateral linguopalatal sonora. En cuanto a la /c/ es africada, no fricativa.

    Los datos que va ofreciendo Humberto Lpez Morales proceden siempre de recuentos sistemticos y pormenorizados de los fenmenos del espaol antillano. Los resultados estn basados en encuestas rigurosamente realizadas. Se tiene presente las variantes sexo, edad, nivel sociocultural, etc., segn procedimien-tos de la moderna y puntual sociolingstica. As mismo, se considera el contexto fnico del fenmeno que se estudia. Y, de todo ello, se extraen conclusiones significativas. Ha pasado el tiempo de la subjetividad en lings-tica. Ha pasado el tiempo de ofrecer un dato perdido en un punto perdido y darlo por general. Estamos ante una nueva lingstica que cuantifica los hechos y ofrece conclusiones de primera mano. Siempre se parte de lo realizado por Navarro Toms para despus reafirmarlo o contradecirlo con datos recientes. Todos los informes que utiliza Lpez Morales son sumamente actuales.

    En el Caribe encontramos lateralizaciones de -r, y en cambio el fenmeno inverso (-l>-r) es poco frecuente.

    Para acabar con los rasgos fonticos, hay que aadir la velarizacin de -n caracterstica de la zona. Y de la entonacin, Humberto Lpez Morales nos indica que se han hecho pocos estudios de los patrones entonativos de los dialectos antillanos.

    Si la fontica ofrece rasgos caracterizadores, en la morfosintaxis pocos son los rasgos considerables. Lo ms destacable quizs sea la presencia abundante de pronombres personales de sujeto (v. gr., Qu t dices?) y el que galicado(v. gr., Ahora fue que lo aprobaron). En Puerto Rico, por influencia del ingls, tenemos estudios gramaticales cuyos resultados muestran el reflejo patente de la gramtica inglesa. Por ejemplo, el especial uso del gerundio o del infinitivo (Caminando es bueno; Desapareci la cartera conteniendo el dinero; El motivo de la conferencia de prensa es para la compaa desmentir los falsos ru-mores; Necesitaban una piscina para estas nias baarse). O bien el sistema preposicional.

    En cuanto al lxico, Humberto Lpez Morales nos dice claramente que el lxico antillano es fundamentalmente patrimonial. Nuestro maestro pone en evidencia qu se entiende por arcasmo. Porque una voz que tenga uso normal en Amrica, por ms que sea anticuada en Espaa no es un arcasmo del espaol americano. Amrica tendr, a su vez, sus propios arcasmos, que alguna vez coincidirn con los de Espaa y otras no.

    Con criterios de rigurosidad cientfica, se hace referencia a la necesidad de

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  • realizar trabajos de campo para establecer cul es el lxico bsico de nuestra lengua. Habla del Frequency Dictionary ofSpanish Words de Juilland y Chang Rodrguez (La Haya-Pars, Mouton, 1964), ya antiguo, y que, por otra parte, no representa nuestro lxico bsico. Para determinar el lxico en Hispanoamrica hace falta igualmente realizar encuestas in situ y an as habra que decidir qu peso darles a los ndices de frecuencia (pg. 215).

    Se habla de mortandad lxica en Puerto Rico, de que la desaparicin de las voces va unida a la de las cosas, de los indigenismos del espaol antillano no tantos como figuran en los vocabularios de la zona, de los anglicismos de los dialectos del Caribe, etc. Respecto a los anglicismos recoge los de San Juan y los clasifica en muy usuales, de uso medio, poco uso y espordicos. As mismo incluye un cuadro donde se especifica mediante tres curvas el uso de los anglicismos en Madrid, Mjico y San Juan.

    Hace referencia a la necesidad del Atlas Lingstico de Hispanoamrica para trazar la frontera sur de los dialectos caribeos y para establecer semejanzas y diferencias de los mismos con la Amrica Central.

    Humberto Lpez Morales concluye su obra refirindose a la homogeneidad que presenta el dialecto hispnico de la zona caribea, a la dbil estratificacin social en las Antillas en lo que respecta a la fonologa aunque es media en los otros niveles de la lengua, a su fuerte vocalismo y a su consonantismo dbil, a la escasa influencia de las lenguas indgenas de la regin y de las varias lenguas africanas tradas por los esclavos negros, y, finalmente, a la influencia del ingls, sobre todo en Puerto Rico.

    El libro al igual que las clases que imparte el Profesor Lpez Morales es magistral. Estamos ante la obra de todo un maestro de la lingstica hispnica. Recoge todo lo hecho por los dems y todo lo suyo para ofrecernos un trabajo reelaborado que caracteriza al dialecto del Caribe hispnico. Ojal todas las zonas hispnicas estuvieran tan estudiadas como lo estn los dialectos antillanos!

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  • E.L.U.A., 9,1993, pp: 319-322

    RESEA

    ANA ISABEL NAVARRO CARRASCO (Universidad de Alicante)

    M. ALVAR EZQUERRA: La formacin de palabras en espaol, Arco Li-bros, Madrid, 1993.

    Ya en la "Presentacin" del libro (pg. 7) se nos avisa del tipo de obra ante la que nos encontramos: "una introduccin a los diversos aspectos que afectan a la renovacin del vocabularo de la lengua" (ibdem), "sin otras pretensiones" (ibdem) y se habla de "librito" (ibdem). Efectivamente, estamos en presencia de un "librito" o de un "pequeo libro", si se prefiere. De hecho la editorial Arco Libros que ha tenido mucha vista comercial titula la coleccin en la que se inserta la obra "Cuadernos de Lengua Espaola", de manera que tambin podemos llamar al trabajo "cuaderno". Sin embargo, a pesar de lo dicho, a pesar de que no se trate con profundidad el tema "se ha procurado llegar a todos los rincones" (ibdem). De esta manera, se enumeran y se explican algunos de los prefijos, sufijos y elementos cultos, aunque no exhaustivamente. Para ello M. Alvar Ezquerra nos remite a otras obras donde s que encontraremos esa exhaustividad como, por ejemplo, la Morfologa Histrica del Espaol de M. Alvar y B. Pottier (Madrid, Gredos, 1983) y las ltimas pginas de la 14-edicin del Diccionario Manual Ilustrado de la Lengua Espaola, VOX (Bar-celona, Biblograf, 1990). As pues, los destinatarios del libro sern como se deja patente los interesados en el tema, los alumnos de los ltimos aos de enseanzas medias y los que estn en los comienzos de nuestras licenciaturas. Se pretende llegar al mayor nmero posible de lectores y para ello se ha presentado el manualito con mucha claridad y de forma muy ordenada. Se ha seguido el aspecto normativo de la lengua espaola, pero tambin el descripti-vo, de manera que se hace referencia tanto a lo que dicta la Academia como a los

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  • usos reales que presenta el espaol. Los ejemplos se han tomado de los diccio-narios y de un corpus de neologismos llevado a cabo en el Departamento de Filologa Espaola I y Filologa Romnica de la Universidad de Mlaga, corpus que se ha preparado para un proyecto denominado "Elaboracin de un diccionario de neologismos del espaol" subvencionado por la DGICYT.

    En la "Introduccin" (pgs. 9-11) M. Alvar Ezquerra entre otras muchas cosas se refiere a la evolucin de la sociedad, en concreto la espaola, y al hecho de que la lengua debe renovar su vocabulario a fin de atender las necesidades de los hablantes. Se nos da un porcentaje de la procedencia de las palabras en espaol: 23% palabras heredadas, 41% prstamos y 35% voces creadas, pero la frecuencia de uso es diferente pues las palabras heredadas o patrimoniales representan un 81% con lo cual queda patente que son las ms empleadas. M. Alvar Ezquerra se refiere al momento de la sustitucin de una palabra por otra y habla de la convivencia de ambas palabras, la sustituida y la que sustituye, durante un cierto periodo de tiempo. En la "Introduccin" marca la pauta que va a seguir en el libro haciendo referencia a los recursos que posee una lengua para renovar el lxico: la revitalizacin, la creacin onomatopyica, la incorporacin de voces ajenas y Informacin de palabras nuevas. A cada una de estas posibilidades que tiene la lengua para actualizar su vocabulario se dedica un apartado del libro, pero, evidentemente, la parte del len se la lleva la formacin de palabras en espaol que es lo que da ttulo a la obra.

    Al tratar de la creacin onomatopyica se refiere a la distinta denominacin que se utiliza en espaol, italiano, francs, ingls y alemn para nombrar el canto del gallo y dice algo muy evidente pero muy significativo para aquellos que todava en ciertos aspectos defienden la motivacin del signo lingstico:

    De haberse imitado la realidad, el trmino tendra que haber sido el mismo en todas las lenguas (pg. 15).

    En relacin a los ejemplos hay que sealar la actualidad de los mismos. Pinsese, por ejemplo, en boutique del pan, donde se dice que el prstamo lxi-co tomado del francs boutique puede sufrir alteracin en su significado, pues nada tiene que ver la boutique del pan con el significado de boutique en francs. En la incorporacin de voces ajenas se nos habla de las palabras-cita (graffiti), los hbridos (zapear 'hacer zapping'), las palabras inventadas (gas) y los cultis-mos lxicos (mdula). Acerca del arraigo que puede tener un cultismo entre los hablantes se pone el ejemplo de rpido/raudo. Evidentemente, raudo del latn RAPIDU es la palabra heredada, la voz patrimonial (RAPIDU> rbido >rabdo >raudo), pero si nos atenemos a su uso vemos que rpido, el cultismo, es mucho ms usado en todos los estratos sociales que el trmino raudo. Se nos tildara de cursis y pedantes si dijramos que "Fulano raudamente se almorz el pollo". Quizs "raudamente" no fuera entendido por un nmero amplio de hablantes. Y todo el mundo entendera "Fulano rpidamente se almorz el pollo".

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  • Con relacin a los prstamos se nos advierte que no es slo moda de hoy da y que su introduccin es tan achacable a los periodistas como "a los polticos, la administracin, a los tecncratas, etc." (pg. 20) "que los utilizan como manifestacin de su propia diferencia, o para ocultarse detrs de un lenguaje rebuscado, o incluso para velar aquello que dicen o lo que no quieren decir" (ibdem).

    Cmo se forman las palabras nuevas? Las voces de nuestra lengua se amplan "con mecanismos de tipo morfolgico, y partiendo de elementos ya presentes en el lenguaje, o con otros tomados de fuera" (ibdem). La formacin de palabras nuevas se lleva a cabo mediante tres procedimientos bien conocidos: composicin, derivacin y parasntesis (en sentido amplio combinacin de los dos primeros: v. gr., regordete).

    De manera muy bien organizada se nos habla de los tipos de composicin (sinapsia, disyuncin, contraposicin, yuxtaposicin, mediante sufijos vulgares y acortamiento), de derivacin (mediante prefijos cultos, mediante sufijos, mediante interfijos) y de parasntesis. Se siguen las consideraciones tradicionales de incluir la sufijacin con elementos cultos en el apartado dedicado a la derivacin, pues dichos elementos no se pueden usar aisladamente en la lengua.

    El carcter del libro, llmese "cuaderno", llmese "manualito", hace que el autor no utilice notas a pie de pgina y cuando se cita una obra la pone entre parntesis al hilo de la redaccin.

    A veces se deja entrever el espritu del investigador constreido en el carcter del libro, queriendo decir ms de lo que realmente puede. Por ejemplo, al hablar de la combinacin sintagma adverbio + substantivo que no es normal en espaol, salvo por gramaticalizacion, se refiere al trmino malacrianza y enseguida apostilla "que no figura en el DRAE" (pg. 37). O, por ejemplo, tra-tando de las palabras compuestas por disyuncin se fija en las creaciones expresivas y humorsticas, y as, menciona la guerra incivil de la que hablaba Unamuno, a partir de guerra civil, o a la denominacin de pez zurrn que Viera y Clavijo deca que deba darse al pez cofre por su fealdad.

    Se incluye el acortamiento como una parte dentro de la formacin de palabras nuevas en nuestra lengua. Aqu encontramos la actualidad con que se est tratando el tema. Adems, acerca de ello, el autor posee gran experiencia porque en su da public junto a A. Mir Domnguez el Diccionario de siglas y abreviaturas (Madrid, Alhambra, 1983), en el que aparece el estudio "El acortamiento de palabras" {ibdem, pgs. 3-25). Sobre las siglas motivadas M. Alvar Ezquerra se refiere al tren AVE (de Alta Velocidad Espaola) "pues va tan rpido que vuela" (pg. 47). Esto en cuanto a la creacin motivada de stas pero tambin se nos advierte que el usuario busca la motivacin, as algunos inter-pretan OTAN como "Os Tenemos Atrapados Nenes" o como "Organizacin Terrorista con Armas Nucleares" (cfr. pg. 48).

    La composicin de palabras exceptuando las construcciones con siglas

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  • es un procedimiento poco utilizado hoy en da. El verdadero peso de la creacin de palabras nuevas recae en la derivacin. A propsito de la derivacin se hace mencin del empleo tan frecuente y usual que tiene hoy en da el prefijo super-y se aportan muchsimos ejemplosisuperdeportivo, superbueno, etc.), aunque ejemplos hay por doquier dadas las caractersticas del libro.

    Brevemente se refiere al empleo geogrfico de algunos sufijos. De esta manera, aunque no exclusivamente, -ico se usa en Navarra, Aragn, Murcia y Andaluca oriental; -uco en Cantabria; -ino en Len y Extremadura; -in, -ino en Asturias, Len y Extremadura; -io en Galicia (cfr. pg. 58).

    La parasntesis mezcla de composicin y derivacicn es un procemiento con el que se puede crear el mayor nmero posible de palabras, lo que sucede es que en un sentido ms restringido slo son elementos parasintticos los que se han formado mediante composicin y sufijacin, a la vez, y siempre que no exista la forma aislada del segundo elemento del compuesto con este sufijo (v. gr. quinceaero, porque no existe *aero). Si aceptamos esta postura restringida, en espaol habra pocos parasintticos. M. Alvar Ezquerra recoge de entre sus datos sietecallero refirindose a las Siete Calles de Bilbao (cfr. pg. 64).

    El libro acaba con unos ejercicios (pgs. 65-70) que constan de una serie de preguntas y sus soluciones (pgs. 71-73). Entre las preguntas se pide al lector que haga un anlisis del tipo de voces que aparecen en un fragmento de Rayuelo., as como del tipo de siglas usadas por Dmaso Alonso en su poema "La invasin de las siglas". Finalmente aparece una bibliografa (pgs. 75-77) que pone fin a la obra.

    Estamos en presencia de una pequea pero gran obra. Clara, concisa y sencilla, donde la materia se expone ordenadamente. No se busque ms de lo que se pretende, ni ms de lo que admite esta coleccin. No nos llamemos a engao. Precisamente por su misma condicin ni siquiera se ha admitido un ndice de palabras mencionadas, pero, sin duda alguna, en este manualito se refleja un saber que se ha ido adquiriendo a lo largo de los aos y como bien sedimentado es fcil de exponer.

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  • E.L.U.A., 9, 1993, pp: 323-326

    RESEA

    Luis EUFRASIO GMEZ GONZLEZ

    A. MIGUEL BAN: El \ocativo en espaol. Propuestas para su anlisis lingstico, Octaedro, Barcelona, 1993,158 pgs.

    El libro que nos proponemos resear supone un esfuerzo esclarecedor acerca de un elemento conocido por muchos, pero ignorado normalmente a la hora de afrontar su estudio exhaustivo desde el punto de vista lingstico.

    El vocativo, efectivamente, aparece en los estudios lingsticos tratado de soslayo, y es precisamente en este libro de Antonio Miguel Ban donde podemos deternernos a profundizar en la descripcin de esta pieza lingstica, que implica su mejor consideracin desde una perspectiva lingstica centrada en la interaccin comunicativa.

    Son dos los niveles fundamentales en los que se puede estudiar el vocativo, el sintagmtico y el discursivo, que, al mismo tiempo, forman los dos grandes captulos que dan lugar a este libro.

    En el primer captulo se estudia el vocativo desde el punto de vista sintagmtico, dedicando su primera parte al tratamiento que ha recibido histricamente por parte de los estudios histricos gramaticales; sobre todo han ido orientados a definir la situacin del vocativo en relacin a su integracin en la oracin, as como lo que se refiere a su posicin. Los que han defendido la teora de la no-integracin del vocativo en la dinmica proposicional, lo han hecho segn tres criterios: el sintctico funcional, el sintctico posicional, y el sintctico semntico. En cuanto a la posicin atribuida tradicionalmente al vocativo, destaca aquella que se refiere a las tres posiciones bsicas de dicho elemento inicial, media y final. En definitiva, nos acerca a todos los estudios que ha suscitado el vocativo, llegando a considerar tambin a autores que incorporan al estudio del

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  • vocativo la mediacin del imperativo verbal. Concluye el anlisis histrico con los criterios grficos y prosdicos a la hora de analizar sintcticamente un vocativo.

    El centro de todo este captulo lo constituye el segundo apartado del mismo, en el que plantea una autntica alternativa al anlisis posicional-funcional del vocativo en espaol, cuyo punto innovador ms importante es precisamente la cuestin que al principio deja en el aire y que luego ir resolviendo: Es conveniente mantener la oracin como nica unidad de referencia sobre la que asentar cualquier anlisis posicional y funcional del vocativo?.

    El estudio de la posicionalidad va a ceirse al marco del cuadrado semitico greimasiano, considerndola igualmente en sentido prototpico, lo que dar lugar a la siguiente tipologa posicional que ms tarde estudia minuciosamente: 1) central, 2) marginal final y marginal inicial, 3) no-marginal posmarginal y no marginal, 4) no central precentral y no central poscentral. Junto a estas relaciones aade una nueva oposicin conceptual con que describir la riqueza posicional del vocativo en el enunciado: posicionalidad-interposicionalidad.

    La verdadera novedad del estudio del vocativo por parte de Antonio Miguel Ban, consiste en tratarlo teniendo como marco de referencia dos unidades que tienen como valor comn la intencionalidad, a saber: el enunciado y el texto.

    Pasamos as directamente al estudio del vocativo como enunciado indepen-diente respecto al cual el autor encuentra la siguiente tipologa:

    1) Vocativo salutatorio y honorativo. 2) Vocativo de llamada o apelativo puro. 3) Vocativo exclamativo. 4) Vocativo de mandato. 5) Vocativo de ruego. 6) Vocativo de delimitacin de turno conversacional. 7) Vocativo axiolgico. En cuanto a las funciones del vocativo en el enunciado, comparte la oposi-

    cin esbozada por Haverkate a propsito de la relacin entre posicin del vocativo y funciones de intensificacin o distensin, con lo que queda manifes-tada su teora de las funciones del vocativo en el enunciado, como son la tensin y persuasin.

    Antes de pasar a la integracin del vocativo en el enunciado, dedica un apartado ciertamente interesante, dentro de la distincin posicionalidad e interposicionalidad, al vocativo axial, es decir, al vocativo interpuesto que adems de ocupar el centro de estructuras repetitivo-recursivas, acta de eje entre sus dos partes, equivalentes formal o funcionalmente.

    En cuanto al apartado de la integracin del vocativo en la dinmica comunicactancial del enunciado, plantea otra alternativa importante, y es estu-diarlo dentro de planteamientos de anlisis prototpicos, justificando este enfoque porque trabajan estableciendo grados de pertenencia o no pertenencia a catego-

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  • ras, clases o funciones que atienden a la informacin derivada del escrutinio previo de los rasgos pertinentes que las conforman, sin forzar adscripciones o exclusiones en trminos absolutos. De esta forma, analiza el vocativo atendiendo sobre todo a factores de cantidad y relevancia o nuclearidad del referente, estableciendo tres grados: 1) el vocativo como comunicante puro, 2) el vocativo adscrito a constituyentes genricos o especficos del enunciado, y 3) el vocativo en concordancia con el ncleo predicacional del enunciado.

    Todo lo expresado anteriormente se refiere al marco del enunciado, en cuanto al otro marco de referencia, el texto, la orientacin vara, pues la discusin sobre su posible integracin en el enunciado pierde pertinencia, al estar acogido necesariamente a la coherencia textual.

    La funcin del vocativo en la dinmica temtico-textual, siempre en el marco de los valores intensivos y distensivos, ser descrita de forma exhaustiva tomando como punto de estudio dos discursos de Felipe Gonzlez, en los que se tiene que relacionar el discurso poltico con el discurso persuasivo. Resulta muy aleccionador el anlisis semitico que realiza.

    Los otros dos apartados que dedica al vocativo desde la perspectiva textual son su consideracin en el anlisis conversacional, ya sean los llamados marginales (en la preparacin conversacional y en la apertura conversacional) o los funcionalmente pertinentes en la distribucin y orientacin del turno conversacional, siendo las funciones bsicas que desempea en la distribucin de turnos peticin, cesin, reintegro y limitacin.

    El ltimo apartado viene dedicado a los vocativos marginales de las cartas, especie de tipologemas textuales que ejemplifican la dinmica posicional del vocativo, as como muestran la diversidad estructural y semntica de las variantes apelativas. El anlisis realizado de las Epstolas Familiares de Fray Antonio de Guevara resulta muy ilustrativo al respecto.

    El tercer captulo en el que ha dividido el autor este libro (el vocativo en la dinmica sociocomunicativa del espaol dando buena cuenta de los lmites difusos entre lo textual y lo sociocomunicativo) se caracteriza de una forma clara por propuestas concretas de Antonio Miguel Ban respecto a la unidad lingstica que nos ocupa.

    En primer lugar, esboza una organizacin de cuatro categoras apelativo-comunicativas: convocativo, invocativo, evocativo, vocativo, centrndose, evi-dentemente, en esta ltima.

    Una vez enmarcado, se centra en cuatro aspectos del uso del vocativo en el contexto de la variacin y, consecuentemente, de la tensin:

    a) Atendiendo a distintos parmetros sociolingsticos, concluye diversas funciones del vocativo como indicador de campo de discurso, modo del discurso, y tenor o tono del discurso.

    b) Los procesos sociotextuales fundamentales en los que interviene el vocativo (presencia del trato apelativo, ausencia, omisin, asuncin,

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  • transformacin, transgresin, transposicin, inversin y contradiccin) y su funcin e identificacin: reactante, destacando con ello su perspectiva dentro de la teora de la accin comunicativa.

    c) Relacin entre ideologa y variantes apelativas, donde concluye que: 1) los vocativos situados al margen inicial del texto soportan un peso ideolgico; 2) con el alocutario colectivo decrece la informacin interlocutiva individual, aumentando el grado de conocimiento del grupo social al que pertenece el emisor; 3) el discurso poltico es una autntica cantera tipolgica de variantes apelativas en las que dejan huella las tendencias ideolgicas de todo tipo (geosociales, socioreligiosas, etc.).

    d) A partir de una encuesta sociolingstica, estudia el sistema de trata-miento apelativo del grupo social escogido.

    Con todo este material que acabamos de sealar, nos encontramos ante un libro que nos da una visin explicativa y descriptiva realmente original y atractiva respecto del vocativo.

    Sin menoscabo del excelente recorrido histrico de las propuestas que sobre el vocativo realiza, estamos seguros de que la valiosa contribucin del autor desde la dinmica discursiva textual al fenmeno en cuestin, establece el marco de referencia adecuado para el tratamiento lingstico de tan espinoso problema. Los claros anlisis semiticos con que el autor ejemplifica su propuesta ponen de manifiesto la alta rentabilidad explicativa del fenmeno vocativo para los anlisis textuales.

    En definitiva, pues, un excelente trabajo de investigacin, valioso por diversos motivos: intrnsecamente, por la investigacin llevada a cabo: el vocativo; genricamente, por la rentabilidad terica y metodolgica de su investigacin: la necesaria perspectiva textual e integral; y colateralmente, por el claro inters didctico que manifiesta la obra mediante la ejemplificacin constante.

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  • E.L.U.A., 9, 1993, pp: 327-330

    RESEA

    Ma TRINIDAD FUSTER BERENGUER (Universidad de Alicante)

    M. ALVAR: La lengua de..., Universidad de Alcal, Alcal de Henares, 1993, 213 pgs.

    El libro que presenta M. Alvar con el ttulo La lengua de... est dividido en ocho trabajos que tienen en comn la profunda preocupacin por la lengua espaola.

    Se parte de un estudio y de una valoracin del Diccionario acadmico dejando patente todos los problemas que presenta dicho diccionario. Como el mismo M. Alvar dice toda la lexicografa est condicionada por el Diccionario acadmico (pg. 13), pero la lexicografa debe ser consciente de dicha proble-mtica para no caer en ella.

    A~lo largo de los dos primeros estudios M. Alvar comenta cada uno de los escollos con que tropieza la RAE. Aunque deja claro que nuestra Institucin debe velar por la pureza y fijacin de la lengua, no por ello debe actuar de forma rgida. La lengua est en continuo movimiento; en una lengua siempre penetran palabras nuevas y otras dejan de ser utilizadas. A raz de esto se nos plantea la cuestin de los tecnicismos, extranjerismos y neologismos, y su aparicin en espaol. Ante tal penetracin la Academia debe actuar con sensatez, pues debe velar por la pureza pero sin rechazar algunas voces que se han generalizado. Todo el estudio sobre el Diccionario acadmico abarca adems otras cuestiones tales como las reglas, la ortografa, las etimologas, etc. Basndose en un comentario cronolgico y tomando como punto de partida la primera edicin del DRAE, M. Alvar llega por evolucin a la 21a edicin.

    La lengua es un ente vivo reejo de una sociedad, de ah que est amparada por la colectividad que la utiliza. Todo hablante hispnico condiciona su lengua

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  • de un modo u otro y por eso debe ser consciente de la importancia de su labor. La Academia no es la nica que debe velar por la lengua sino tambin cada uno de los hablantes.

    En los captulos siguientes M. Alvar se refiere a la lengua de distintos grupos sociales y culturales, as como a los problemas que estos grupos plantean en lo que respecta al uso lingstico. En estos trabajos nos da su visin sobre la lengua de los polticos, del deporte y de la cultura, de los medios de comunicacin, adems de realizar un estudio sobre los lxicos particulares como los de Bellas Artes y el de los economistas. Termina con la cuestin espinosa y tantas veces planteada que presenta la traduccin.

    En cuanto a los polticos M. Alvar muestra claramente que el metalenguaje de stos se presenta extrao y difcilmente compresible. As pues, se produce una escisin entre el orador y el receptor: aqul habla; ste escucha, pero no entiende (pg. 70). Estamos ante un lenguaje terico: el poltico antes de enfrentarse a su receptor elabora un discurso cuidado y la improvisacin no tiene lugar. Este tipo de discurso elaborado carece de un elemento esencial e imprescindible para que una lengua pueda ser considerada como tal: la comu-nicacin, pues una acumulacin de palabras ininteligibles privan al mensaje de su fin comunicativo (pg. 77). Refirindose a la lengua de los polticos, M. Alvar habla de los recursos utilizados por stos para obtener de su mensaje terico un fin especfico: convencer a su receptor.

    En otro momento de esta obra que estamos reseando M. Alvar dedica unas lneas a la lengua del deporte. Se basa en el deporte ms seguido, el que ha sido considerado como el deporte rey. A partir del ftbol nos trasladamos a un tipo de periodismo especfico: el deportivo. El periodista no ofrece a su lector informaciones nuevas sino que narra unos acontecimientos que ya son conoci-dos por el receptor. Esto hace que la comunicacin sea distinta a lo que generalmente suele entenderse como tal. Por otra parte, se establece una distincin entre jerga, gemiana y tecnicismos, de manera que el metalenguaje deportivo, o ms estrictamente futbolstico, se puede ceir a uno de estos grupos. M. Alvar seala que las voces propias de un deporte no pueden considerarse germana, ni jerga, pues no pertenecen a la lengua de un grupo cerrado, sino abierto, ya que los deportistas no quieren limitar, sino generalizar sus saberes, de ah que su terminologa se trasvase sin dificultad a la lengua comn (pg. 129).

    Hay un estudio donde el autor nos habla de la lengua de los medios de comunicacin. Vemos la importancia que tienen dichos medios dentro del desarrollo de la lengua. La televisin, la radio, los peridicos, etc. tienen una enorme influencia sobre todos los ciudadanos, por eso los profesionales que estn en estos puestos comunicativos deberan tener buenos conocimientos lingsticos y hacer buen uso de su lengua para influir positivamente en el pblico. Las personas son muy vulnerables frente a los instrumentos de comu-nicacin y se dejan influenciar rpidamente: hacen lo que se les aconseja a

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  • travs de la publicidad y dicen lo mismo que oyen en la televisin o en la radio. Aqu cuestiona la importancia del periodista, el cual puede hacer mucho por su lengua. Pero para que un profesional de la televisin, la radio... pueda hacer un buen uso de la lengua debe conocerla. Muchas veces omos hablar del mal uso que los periodistas hacen del sistema lingstico, decimos que no saben escribir, pero han tenido una formacin adecuada? y, por otra parte, por qu deben tener una formacin distinta, lingsticamente hablando, a la de un abogado o un mdico? El autor de nuestras pginas, benvolamente, no culpa a los perio-distas como solemos hacer habitualmente, porque, al igual que ha dicho que la Academia no es la nica que debe velar por la lengua tambin dice que la lengua es un quehacer de todos (pg. 176), y no slo de un determinado grupo social o profesional.

    Encontramos dos trabajos que hacen referencia a lxicos particulares. Primero, M. Alvar nos habla de los trminos artsticos y de su inclusin en el diccionario. Hay que saber distinguir entre trminos artsticos y los que no lo son. Despus vemos que no todas las voces artsticas pueden incorporarse dentro de un diccionario general de lengua puesto que stas constituyen un metalenguaje. De ah la existencia de unos lxicos particulares donde aparecen recogidos estos trminos. Son estas obras diccionarios? Por el hecho de recoger un lenguaje particular, no la totalidad de la lengua comn, estos lxicos no pueden ser diccionarios. Adems, dichos lxicos incluyen saberes propios de las enciclopedias. Dentro de este metalenguaje se producen cambios semnticos, al igual que sucede en la lengua comn. M. Alvar cita la procedencia de muchas de estas voces: helenismos, arabismos, etc.

    Otro tipo de lxico es el de los economistas. Un diccionario de la lengua espaola debe recoger la lengua comn, de ah la necesidad de lxicos que nos aclaren muchas palabras cuyo significado desconocemos. Son palabras nuevas que van ocupando un lugar relevante en nuestra lengua debido a los adelantos cientficos, profesionales, etc. Por eso necesitamos diccionarios de tcnicas, de artes y de ciencias para que el diccionario comn no sea un pandemnium en el que se mezcla todo lo que es y ha sido con lo que no pasa del pequeo mundo de los iniciados (pg. 169). De manera que un lxico particular sirve para limpiar la lengua comn (quitndole lo que es impuro) y sirve para fijarla (asentando lo que es propio y no contaminando su rostro) (ibdem).

    Por ltimo, encontramos en el libro un estudio sobre la traduccin. Todos hemos odo decir, e incluso en algunas ocasiones tambin lo hemos dicho, que un libro pierde mucho al ser traducido. En este trabajo final M. Alvar llega ms all de este simple comentario y muestra la dificultad que presenta la traduccin as como la importancia de la misma. Al traducir un texto de una lengua a otra, hay que actualizarlo, pues el uso lingstico no es el mismo en dos lenguas. La traduccin no es una simple correspondencia exacta entre dos lenguas sino algo mucho ms profundo. Para que una traduccin sea fiel debe tener en considera-

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  • cin al autor que escribi la obra que se traduce, esto es, hay que plantearse qu hubiera podido excribir el autor de haberlo tenido que hacer en la otra lengua (pg. 192). Hay que tener presente que las traducciones son necesarias pues es el modo en que dos culturas, dos sociedades distintas pueden llegar a conocerse.

    A lo largo de toda la obra hemos visto la lengua desde distintas vertientes, analizadas adecuadamente y con mucha claridad. M. Alvar como hablante de lengua castellana y como eminente fillogo nos muestra una gran preocupacin por su lengua, preocupacin que debiera trasladarse a todo hablante hispnico. Nuestra lengua es el reflejo de todo lo que constituye la idiosincrasia de nuestro pueblo y uno de los instrumentos que mejor puede representarnos. La obra, sin desperdicios, es de enorme utilidad para todos nosotros.

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  • E.L..A., 9, 1993, pp: 331-335

    RESEA

    JOS LUIS CIFUENTES HONRUBIA (Universidad de Alicante)

    B. POTTIER: Smantique Genrale, Puf, Paris, 1992, 237 pgs.

    El libro que reseamos es, segn palabras del propio autor, el punto final de una tetraloga iniciada en 1955 con su Systmatique des lments de relation, y continuada con Lingstica General y Teora y anlisis en lingstica, y cons-tituye, fundamentalmente, un marco organizador del estudio del sentido, y ello no desde una perspectiva meramente terica, sino que la ejemplificacin es constante en l, lo que contribuye sobremanera a la didctica de su exposicin, al igual que su predileccin por la visualizacin grfica de las representaciones significativas tan de moda ltimamente en las aplicaciones informticas de la lingstica y en lingstica cognitiva.

    El libro est dividido en 4 partes con 15 captulos. La primera parte (Las semnticas y la lingstica) desarrolla en el primer captulo los elementos fundamentales del esquema de la comunicacin, y lo hace partiendo de los conceptos dinmicos, no estticos, de enunciador e interpretante, lo que obliga al lingista a distinguir, para complementarse, un proceso onomasiolgico de semiotizacin enunciativa de la conceptualizacin, y un proceso semasiolgico de interpretacin, posibilitando de principio diferenciar cuatro estratos funda-mentales cuya confusin ha estado presente en gran parte de la historia de la lingstica: el nivel referencial, distinto de la esquematizacin de toda lengua, y de los procesos noemtico-conceptuales, as como del discurso realizado. Dichos estratos articulan, aunque no unilateralmente, distintos tipos de perspectivas semnticas: referencial, estructural, discursiva y pragmtica. Si a estas cuatro semnticas aadimos tres nuevas perspectivas semnticas independientes, complementarias del punto de vista lingstico de las anteriores (semnticas no

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  • lingsticas, semiologas paralelas y semitica textual), tenemos esbozado prototpicamente el conjunto de los dominios semnticos susceptibles de integrar la reflexin del lingista.

    El captulo 2 destaca como frmula de principio que la unidad comunicativa es el texto, punto fundamental que nunca debemos olvidar y que debe figurar siempre como objetivo de la lingstica, y un texto que se encuentra determina-do por la competencia no nicamente lingstica, sino tambin cultural y enciclopdica, la intencionalidad y los contextos internos y externos al texto.

    La preocupacin en el captulo 3 por otros tipos de comunicacin que no la comunicacin lingstica, le lleva a centrarse en el captulo 4 en el signo lin-gstico, haciendo incidencia en mltiples aspectos como, por ejemplo, la semiotizacin, en tanto que una misma realidad puede ser expresada de diversas maneras, el signo mnimo, la complementacin entre lxico y gramtica, el continuo histrico entre lexemas y gramemas, el anlisis componencial siem-pre en el interior de un taxema o conjunto de experiencia1, la estructura in-terna de la palabra, o la polivalencia y motivacin sgnicas.

    El captulo 5 es el encargado de plantear distintos modelos abstractos de esquemas de representacin, que van desde el cuadrado lgico y su adapta-cin en semitica textual hasta la teora de conjuntos, la psicomecnica de Guillaume, y la teora de las catstrofes de R. Thom y su aplicacin y adaptacin semitica, opcin sta por la que toma partido Pottier.

    La segunda parte, a travs de tres captulos, se ocupa de los problemas de la conceptualizacin y de los universales. En el captulo 6 establece los conceptos y esquemas como soportes de las escenas mentales creadas por el enunciador y recreadas por el interpretante, y que pudiendo expresarse de distintas maneras dentro de una misma lengua y entre lenguas distintas, tienen que buscar su equivalencia en ese nivel mental, donde intervienen, de forma destacada, procesos cognitivos como los metafricos y los metonmicos. Siendo la percepcin resultado de la interaccin entre el entorno y la organizacin funcional y cognitiva del sistema nervioso, queda establecida como la unidad psicolgica bsica del conocimiento sensible, y una percepcin que, evidentemente, es selectiva. Habiendo establecido la destacabilidad perceptiva como punto de unin entre la realidad y la conceptualizacin, pasa a ocuparse en el captulo 7 del espinoso tema de los conceptos, noemas y universales: la comparacin de lenguas obliga al establecimiento de conceptos fundamentales, de ah la funda-mental distincin que debe hacerse de principio entre lo que pueden ser conceptos

    1 Lo que supone, claro, que las significaciones son relativas a dominios cognitivos, y su

    articulacin paradigmtica y sintagmtica es la nica forma lingstica emprica de establecer el anlisis smico. De lo cual quiero establecer dos importantes conclusiones: el anlisis smico no se confundir con el anlisis referencial, y son injustificadas las crticas a un exclusivismo inmanentista del estructuralismo, pues la referencia a los taxemas obliga a considerar la sustancia semitica.

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  • generales, en tanto que universales empricos que afectan al mundo objetual lingstico en este caso, y conceptos universales o noemas, es decir, uni-versales de mtodo, lo que le lleva a tratar diversos ejemplos, como la distincin lexema-gramema, la ordenacin discursiva, lxica y sintagmtica, etc.

    El captulo 8 trata de la representacin de los acontecimientos, siempre con la diferenciacin entre un nivel conceptual y un nivel lingstico, pues el mundo cognitivo y los sistemas lingsticos no se encuentran en correlacin regular. Utilizando ejemplificadamente los esquemas de representacin catastrofista, diferencia cinco tipos bsicos noemticos de acontecimientos: existencia, localizacin, propiedad, actividad y cognitividad. La ejemplificacin lingsti-ca que hace de ellos tiene el inters de mostrar entre otros aspectos el carcter gradual o prototpico de estos tipos de acontecimientos Pottier insiste mucho a lo largo de todo el libro en el continuo de los elementos categoriales a la vez que insiste, de nuevo, en las distintas posibilidades que se le ofrecen al interlocutor para expresar una misma realidad (polisemiosis). Continuando con los esquemas analticos de representacin mental, ejemplifica tambin los comportamientos un comportamiento establece la relacin entre dos entidades, lo que constituye el acontecimiento elemental bsico, realizn-dose usualmente como verbo en un nivel lingstico estativo, evolutivo, causativo, que, combinados con los tipos de acontecimientos, posibilitan quince configuraciones generales. Afortunadamente para el lector, la dificultad metaterica que suponen las representaciones se ven acompaadas de una continua ejemplificacin. El didactismo, siempre presente en Pottier, es muy de agradecer en este caso.

    Si en la parte 2 Pottier se ocupa de diversos aspectos de la conceptualizacin, antes de tratar algunos elementos enunciativos, considera en la parte 3 diversos aspectos de la esquematizacin necesaria para la fijacin de los procesos conceptuales en lengua. As, recoge en los captulos nueve y diez los problemas de la semiotizacin y del recorrido diattico. Partiendo del juego referencial y estructural a que debe adaptarse todo signo para obtener su significacin, se ocupa de lo que denomina eje onmico, es decir, la aplicacin denominativa que pueden tener los signos, que sita, como suele ser caracterstico, en un eje gradual a travs de la ortonimia, metonimia, metfora y peronimia. Si importan-tes son estos fenmenos de semiosis para su consideracin en lengua, no menos lo es el estudio de los distintos mdulos casuales que pueden esquematizarse para los diferentes ncleos lxicos, destacando nuevamente la gradualidad que puede existir en la relacin de los participantes con su ncleo.

    As pues, si la conceptualizacin de la realidad exterior es cultural, la fijacin de dichos procesos en esquemas lingsticos lxicos u oracionales debe seguir determinadas pautas: esquema predicactancial, relaciones paradigmticas, perspectiva diattica, nominalizaciones, etc.

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  • La cuarta parte se ocupa de una amplia variedad de aspectos enunciativos. No es de extraar que inicie esta parte con el captulo 11 dedicado a la determinacin, una determinacin que incluye como elemento privilegiado la dexis, en sus distintas dimensiones, personales, espacial, temporal y nocional, as como otros distintos tipos de determinantes (cuantitativos, anafricos, etc.)- En definitiva todos estos elementos suponen articulaciones de la organizacin del mundo en relacin al yo, centro de la enunciacin, en su papel de mecanismos contribuyentes a la realidad enunciativa, es decir, de mecanismos de puesta en discurso y cuya consideracin enunciativa remite obligadamente al proceso enunciativo.

    El captulo 12 viene dedicado a los actantes enunciativos, es decir, a los distintos participantes semnticos en el acontecimiento predicado. Su presencia necesaria o circunstancial, se distribuye a lo largo de un continuo, y su funcio-namiento y manifestacin sintctica depende, evidentemente, de consideracio-nes semnticas. De igual forma, es muy interesante considerar el continuo sobre el que se inscribe el contenido de ciertos casos (como ergativo, nominativo-absolutivo, acusativo, dativo), as como otros tipos de relaciones actanciales (el aspecto procesual, la determinacin segn la persona verbal, la ponderacin actancial), y consideraciones referidas a las marcas casuales entendidas como posiciones actanciales y las variaciones de actancia.

    El aspecto es el tema abordado en el captulo 12. A travs de un nutrido grupo de ejemplos, Pottier nos va introduciendo en la problemtica del aspecto, ayudados en los contrastes por su habitual esquematizacin visual de las re-presentaciones mentales. As, retomando aspectos ya tratados en Teora y an-lisis en lingstica, nos ofrece una amplia gama de caracterizaciones y tipos aspectuales que quedan claramente definidos y contrastados mediante los ejemplos.

    Son pocas las pginas que dedica al tiempo captulo 14 pero las sufi-cientes para sugerirnos toda su problemtica enunciativa: al igual que el espacio es uno y continuo, siendo el hombre el que establece cortes en el mismo a partir de las relaciones de oposicin que caracterizan las propiedades identificadoras de los objetos, el tiempo es tambin un continuo, un juego infinito de pasado, presente y futuro, y cualquier temporalizacin lingstica supone una orientacin, la particular orientacin que expresa el enunciador.

    El ltimo captulo, el quince, viene referido a la modalidad, que manifiesta nuevamente la actuacin del enunciador sobre lo que dice: la subjetividad siempre est inscrita en el mensaje, pues ste siempre tiene marcas del sujeto de la enunciacin, y la eleccin modal del discurso es buena prueba de ello. Pottier se dedica a tratar ejemplificadamente los distintos tipos de modalidades que recorren todo discurso: ntica, altica, epistmica, factitiva, axiolgica, que debemos entenderlas como organizadas en pequeos sistemas.

    En conclusin, pues, estamos ante un libro no tanto de sugerencias como seala Pottier en el prlogo como de fundamentos: son los fundamentos a considerar en el estudio de la semntica, que es la perspectiva fundamental en el

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  • estudio del lenguaje, pues las lenguas son, fundamentalmente, instrumentos culturales significativos. Dichos fundamentos pasan por establecer claramente una diferenciacin de niveles y los problemas a tratar en cada uno de ellos: la conceptualizacin, la semiotizacin y la enunciacin, y a ello se aplica el trabajo de Pottier, considerando en cada uno de estos niveles algunos de los principales puntos que debemos tratar en el estudio de las lenguas.

    As pues, si una semntica general debe proveernos las bases fundamentales del estudio de las semnticas particulares, Pottier lo logra, de forma magistral, como siempre, pues su trabajo es ya punto de partida obligado en el estudio semntico, y ello con su peculiar didactismo, orden, precisin, ejemplificacin y gusto por el soporte visual de las representaciones a expresar.

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