America Latina y La Filosofía de La Historia by José Antonio MAteos Castro LIBRO

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    UNIVERSIDAD N ACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

     Rector 

    Dr. José Narro Robles

    Secretario General 

    Dr. Eduardo Bárzana García

    Secretario de Desarrollo Institucional 

    Dr. Francisco José Trigo Tavera

    Coordinadora de Humanidades 

    Dra. Estela Morales Campos

    CENTRO DE INVESTIGACIONES SOBRE AMÉRICA L ATINA  Y  EL C ARIBE

     Director 

    Dr. Adalberto Santana Hernández

    Secretaria AcadémicaDra. Margarita Aurora Vargas Canales

    Secretario Técnico

    Mtro. Felipe Flores González

     Jefe de Publicaciones 

    Lic. Ricardo Martínez Luna

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     AMÉRICA LATINA Y LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

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    CENTRO DE INVESTIGACIONESSOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

    COLECCIÓN

    FILOSOFÍA E HISTORIA DE LAS IDEAS EN  AMÉRICA LATINA  Y  EL CARIBE

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     José Antonio Mateos Castro

     AMÉRICA LATINA Y LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICOMÉXICO 2014

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    En la portada:

    Primera edición: junio de 2014

    Fecha de edición: 20 de junio de 2014

    D. R. © 2013 Universidad Nacional Autónoma de México

      Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, C. P. 04510

      México, D. F.

    CENTRO DE INVESTIGACIONES SOBRE AMÉRICA L ATINA  Y  EL C ARIBE

    Torre II de Humanidades, 8º piso,Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.

    Correo electrónico: [email protected]

    http://www.cialc.unam.mx

    ISBN: 970-32-3579-4 (Colección)

    ISBN: 978-607-02-5552-6 (Obra)

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización

    escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Impreso y hecho en México

    Mateos Castro, José Antonio, autor.

     América Latina y la filosofía de la historia : (una filosofía de la historia desde abajo) / José Antonio Mateos Castro. -- Primera edición.

    192 páginas. -- (Colección filosofía e historia de las ideas en América Latina y elCaribe ; 18)

    ISBN 978-607-02-5552-6

    1. Historia – Filosofía. 2. América Latina -- Historia -- Filosofía. I. Título. II. Serie

    D16.8.M375 2014

    La publicación de este libro se hizo gracias al apoyo de la Dirección General de

     Asuntos del Personal Académico de la UNAM, a través del Proyecto de Investiga-

    ción: Diversidad Filosófica en América Latina en la Segunda Mitad del Siglo XX .

    Número de Proyecto: IN400311-3. Responsable: Dr. Mario Magallón Anaya.

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     A la memoria de Bolívar Echeverría

     y Ricardo Aviléz Espejel.

     A mi familia toda que me ha acompañado

     y cuidado hasta este momento de juventud

    acumulada... a la que se encuentra

    conmigo, a la del otro lado del río Bravo

     y a la que está en las montañas del sur de

    este país en donde mis muertos descansan.

     A los compañeros y amigos con los que

    he caminado y seguiré caminando paraconstruir un mundo otro…

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    El lomo de la continuidad histórica ofre-ce una línea impecable al tacto y a la vista;pero oculta cicatrices, restos de miembrosmutilados e incluso heridas aun sangran-tes que sólo se muestran cuando la manoo la mirada que pasan sobre él lo hacena contrapelo. Conviene por ello perder-le el respeto a lo fáctico; dudar de la ra-

    cionalidad que se inclina ante el mundo“realmente existente”, no sólo como anteel mejor sino como ante el único mundoposible, y confiar en otra menos “realis-ta” y oficiosa que no esté reñida con lalibertad.

    BOLÍVAR  ECHEVERRÍA

    El don de encender la chispa de la espe-ranza sólo es inherente al historiógrafoque esté convencido de que ni los muer-tos estarán seguros ante el enemigo si esque éste vence. Y ese enemigo no ha ce-sado de vencer.

     W  ALTER  BENJAMIN

    Quizá dormidos somos, verdades de dor-midos conocemos. Tal vez alguien nos mi-ra que dormimos. Y yo te invoco en sue-ños, y me salvo, y al salvarme te salvo sime escuchas.

    R UBÉN BONIFAZ NUÑO

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     AGRADECIMIENTOS

    Este libro es producto del esfuerzo y del diálogo constante

    que hacemos conjuntamente estudiantes, profesores y maes-tros de la licenciatura en Filosofía, así como de las autori-dades que la dirigen, por eso, mi gratitud a la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.Estoy seguro que sin ello, hubiera sido difícil construir y crearéstas ideas fronéticas, temperantes y poiéticas.

    Mi agradecimiento al Consejo para la Cultura y las Artesde Nuevo León (Conarte), por haber galardonado éste traba-jo con el Premio de Ensayo Filosófico Raúl Rangel Frías enel año 2012.

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    ÍNDICE

    Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    I. Filosofía de la historia: un acercamiento . . . . . . . . . . . 21  Filosofía e historia y filosofía de la historia . . . . . . . . . 21  Modernidad y capitalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

      Filosofía de la historia y modernidad occidentalcapitalista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

    II. Modernidad, posmodernidad y fin de la historia . . . . . 77  Modernidad y posmodernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77  Posmodernidad y fin de la historia . . . . . . . . . . . . . . . 96  América Latina: posmodernidad y fin de la historia . . . 110

    III. América Latina, una filosofía de la historia

    “desde abajo” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127  América Latina y la filosofía de la historia . . . . . . . . . . 127  Filosofía de la historia: ¿disciplina fenecida

    o más allá de la filosofía de la historia? . . . . . . . . . . 140  Hacia una filosofía de la historia desde abajo . . . . . . . 156

    Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

    Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181

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    PRÓLOGO

    El hacer y el quehacer de la filosofía en general y de las fi-losofías en particular es una labor que se realiza desde unser situado históricamente en una realidad que demanda res-puestas de la condición humana, en un mundo que transitahacia nuevos estadios de significación y de sentido, dondela fragmentación de los saberes, la desilusión y el desencan-to se han posicionado para desvanecer los conocimientos, laEpistemología, la Ontología y las ontologías regionales quese potencializan, desvanecen y deconstruyen formas de ana-lizar los modos de ser del ente y de las ontologías circunstan-ciadas de filosofías desde un nuevo horizonte filosófico decomprensión.

    Es en esta nueva realidad de la modernidad alternativaradical de nuestra América es que se da a la luz el texto deljoven filósofo  fronético, temperante , imaginativo y  poiético José Antonio Mateos Castro,  América Latina y la filosofía dela historia, precisamente en un momento, donde algunos filó-sofos de gran envergadura filosófica como: Jürgen Habermas,

    que al final del siglo  XX , levantaba las manos al cielo para dargracias por “la muerte del “virus” de la filosofía de la historia”.La cual ahora resurge y se resignifica con la capacidad expli-cativa de la reconstrucción y de la explicación histórica-filo-sófica del conocimiento y de la historicidad humana, dondeel sujeto de la modernidad histórica adquiere y reconquistasu lugar en el mundo, como de la historicidad fenoménica yóntica de la expresividad y de sus modos de ser y del obrar.

     Allí donde los espacios pequeños y las esferas privadasse hacen presentes de manera inequívoca y se resemantiza

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    la filosofía de la historia, como la historia de las ideas filo-sóficas, políticas, sociales, culturales, económicas, científicas,etc., en una construcción ontoepistémica desde un horizontesimbólico e iconográfico de nuestra América, que se expresaen un modo de ser común de lo humano en la realidad his-tórica temporal. Se puede decir, que de la misma forma deque no existe filosofía e historia de las ideas filosóficas, polí-ticas, educativas tradicionales, sino más bien, reactualizadas

     y puestas al día, a pesar de la resistencia de grupos, de estir-pes, de cuadrillas, de hordas, de un mundo de anarquismo,indeterminado y sin un horizonte epistémico y político, deprivatismos y de pequeñeces; ahora, y por lo mismo no habráhiperpolítica, sino filosofía política y eticidad o gran política y de las filosofías previas, sin la venganza de lo local y lo in-dividual en lo comunitario y lo social. Sobre todo cuando se vive las experiencias de la separación o reconfiguraciones de

    grandes regiones que se separan o se reunifican movidas porel dictado mundial del capital globalizado. Hoy en el mundose está observando que grandes porciones de la poblacióndignas de ser tenidas en cuenta, les han vuelto la espalda alos políticos con indiferencia y aversión. Por esto mismo, serequiere la reconstrucción de una historia de la filosofía y delas ideas desde abajo desde el horizonte ontoepistémico ben-jaminiano, como expresión del Ángelus Novus  de la historia.

    En este mundo sin un carácter suficientemente definido y una sociedad sin identidad, se urden de forma masiva losataques, los contraataques y el regreso a las reservas tradicio-nales de la historia de la filosofía y de la política clásica. Semuestra con gravedad, en algunas regiones, Estados y nacio-nes las limpiezas étnicas y las masacres de crímenes de urbesenteras, allí donde la política no existe como recurso de ne-gociación de lo posible, frente a los excesos de lo imposible y a la prepotencia del poder del Estado y de las organizacio-

    nes económicas mundiales.

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    7 Prólogo

    Con la globalización, las totalidades de las continuidadespolíticas de la época clásica, que mantuvieron juntos a losseres humanos en grandes conformaciones modernas co-mienzan a emigrar y transformarse, como son las antiguasidentidades de los Estados nacionales y su gusto por la convi- vencia, lo cual demanda un nuevo instrumento hermenéuticode interpretación y de explicación de la filosofía de la histo-ria, de la política, etc.

    La nueva grandiosidad de nuestra época aparece en el horizon-

    te como la monstruosa Internacional de los usuarios terminales.

    Más agudamente que en la era de la política clásica, se manifies-

    ta, a la vista de estas grandes unidades hiperpolíticas, una terri-

    ble verdad: que la cultura superior ha exigido demasiado a ese

    animal de grupos pequeños que es el homo sapiens , pues éste

    no ha sido capaz de engendrar prótesis emocionales y simbóli-

    cas para moverse por las grandes superficies. Cuando se estancala producción de prótesis, las clases políticas de países ente-

    ros pierden su capacidad de gestión y de maniobra. Justamente

    aquellas sociedades que dan la impresión de ser como civiliza-

    ciones integradas a medias, pueden retroceder tras la pérdida de

    sus imaginarias prótesis políticas, a estirpes neuróticas.1

    En la globalización el humanismo, la humanidad, el serhumano, el sujeto social, el “hombre de carne y hueso”, hansido desvanecidos de la historia, para ser sólo parte de losprocesos histórico-sociales y convertidos en medio y no enfin. Allí donde el sentido de la vida y del ser humano de re-lación situado se derrumban y se desdibujan, de cierta for-ma, y lo que permanece es la nada, la carencia, la privación y donde la negación lo engloba todo. La existencia humana,

    1

     Peter Sloterdijk, En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica, Es-paña, Ediciones Siruela, 2008, p. 78.

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    el ser humano, que era en otro tiempo prisionero de la tem-poralidad, ha caído en un vacío que parece imposible dellenar y ahora se desinteresa por la vida. Así, la existencia yel mundo humano carecen de objetivos y de sentido, domi-na la monotonía, el aburrimiento y el tedio el cual surte unefecto deshumanizante donde el ser humano se vuelve pobredel mundo, de las cosas ontofenoménicas , fácticas, políticase hiperpolíticas y culturales en el cual “han sido arrojados”.

    La conciencia del ser humano de la pérdida de sentido odel “olvido del ser” lo coloca ante un mundo incierto de in-certidumbres e inseguridades, ante la situación de ser coloca-do en mera inmediatez y reducido a cosa u objeto. Ser en elmundo, de la modernidad alternativa radical implica, o másbien, es una polaridad entre el ser humano y el entorno; estoes, de la cualidad y la relación entre sujeto y objeto, como lasformas constituyentes de la modernidad occidental.

    Una de las singularidades del siglo  XX  es de precaversedel progreso y de la renovación. Fue el siglo de la moder-nidad, ensayo de nuevas aspiraciones políticas, en ciencia,en moralidad, en tecnologías. Siglo progresista de la políticaconcreta y limitada que favorece y justifica las prácticas delpoder horizontal y democrático, pero también de dominio yde exclusión, de dictaduras, de totalitarismo, de fascismo, defalangismo, y de las prácticas nazis, etc.

    Más allá de la concepción y de la superación de la dico-tómica heideggariana, de la modernidad: sujeto-objeto, allídonde tal dicotomía ha quedado relegada; ésta es, más bien,una relación sujeto-objeto, zona analógicamente intermedia,allí donde precisamente surge el  sentido  entendido comoafectación,  como afección  en la relación del sujeto con elentorno, con la cosa, con el otro como conciencia situada y particularizada existencialmente, que al ser separada delmundo y colocada en situación es afectada por la angustia, la

    desesperación y la nada.

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    9 Prólogo

     Allí donde el tedio y la desesperación si son huérfanos dela dicotomía, de la polaridad, los que pierden su sentido, antela ausencia afectiva de relación entre los sujetos y las cosas. Ante esto qué queda: nada menos que el ser, rodeado de lanada y de los modos no esenciales que ocultan la verdaderanaturaleza del ser. El tedio se cierra a nosotros mismos y almundo, pero éste en su forma más radical puede conducir aun cambio y puede llevar a superar el vacío, ante la urgen-

    cia y la añoranza de otros tiempos concebidos como kairos ,de una temporalidad que transita dialéctica e históricamentedel presente-pasado/presente-futuro, como proceso de acer-camiento y distanciamiento en ese estar reconstruyéndose,interpretándose desde el ser humano, sujeto situado, afecta-do y en situación, por las situaciones fácticas, temporales delmundo de la vida. Por ello, el tiempo no es estático sino di-námico, porque en éste, el cambio es lo que dialécticamente

    permanece.El tedio, en sí, más allá de Heidegger, no es posible supe-

    rarse, no obstante de que forma parte de la existencia huma-na, permanece en la lógica de la transgresión. Lo importantees aceptar que el tedio forma parte de la condición humanaen la vida histórica concreta. Por ello, éste puede ser unafuente de conocimiento al crear un espacio para la reflexiónsobre el ser humano y el mundo. Puede decirse que “el te-dio no nos conduce a ningún tipo de comprensión total del sentido del ser , pero sí puede ofrecernos alguna que otra in-dicación sobre cómo vivimos de hecho”.2 El tedio está transi-do de la nihilización de la existencia, de la vida, allí donde elsentido es ya no tener sentido.

    En la pospolítica y en la posmetafísica de la posmoderni-dad, es posible observar que:

    2

      Lars Svendsen,  Filosofía del tedio, España, Ensayo/Tusquets, 2006,p. 169.

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    Desde las desiertas construcciones imaginarias del útero social

    se precipitan innumerables pánicos postpolíticos y difusos des-

    amparos, para los que el nombre común de

    es todavía el nombre civilizado. El mismo fenómeno puede apa-

    recer en el tercio inferior de las naciones ricas, así como en casi

    todos los niveles de los pobres. Durante los cambios de la forma

    de mundo, muchos individuos y familias se sienten de pronto

    como abandonados por todos los buenos espíritus políticos. El

    compromiso de los que son muchos con una gran forma inter-conectada termina en perjurio o en hipnosis fracasada. En el

    peor de los casos, ningún miembro de una sociedad se sigue

    creyendo en serio que esa sociedad sea suya. Un presentimiento

    de esas peores posibilidades flota justamente hoy en el ambien-

    te del rico hemisferio occidental. […] Es la época sin

    de la que Robert Musil habló por primera vez, que empieza a

    mostrar sus exigencias. Si no fuera porque el sistema occidental

    del Estado de bienestar como útero de ayuda social se ha ga-nado su reconocimiento por medio de una cierta capacidad de

    funcionamiento, la ausencia de una tarea común evidente hu-

    biera triturado las grandes sociedades de la era industrial en un

    abrir y cerrar de ojos.3

    En cambio, la modernidad occidental desde el Renaci-miento hasta el siglo  XX  reclama el puesto del ser humano enel Cosmos, como sujeto histórico productor y producto de lahistoria; para ello unirá a la ciencia, la técnica, la racionali-dad y el método científico. Es la recuperación y perfecciona-miento espiritual y cultural del ser humano en su camino alprogreso constante. Precisamente es en esa modernidad quese empieza a descubrir la historicidad del mismo ser huma-no y el peso específico de la cultura y sus inherentes legadosrecibidos.

    3 Peter Sloterdijk, op. cit ., pp. 76-77.

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    11 Prólogo

    Hoy el mundo de la vida y de la historia han cambiadomagistralmente, tanto que no se sabe hacia dónde nos lle- vará el “barco”, empero, hay posibles encallamientos. Peroante esta realidad y desde la modernidad alternativa radical vislumbramos, resurgir la esperanza de utopías de mundosposibles más justos y humanos.

    Sólo me queda dar la bienvenida al libro de José AntonioMateos Castro,  América Latina y la filosofía de la historia,con la expectativa de que éste sea la experiencia compartidade muchas más.

    Gracias mi querido “Toño” por compartir tus conocimien-tos, saberes, imaginación y creatividad  poiética  con todos:alumnos, amigos y maestros.

    Mario Magallón AnayaCd. Universitaria, D. F., a 29 de junio de 2014.

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    INTRODUCCIÓN

    El siglo  XX  abre con el fin de una visión omnicomprensivadel devenir histórico, cuestión que puso en tela de juicio a lafilosofía de la historia, debido al derrumbe de las teorías ge-nerales de la sociedad y concepciones del proceso históricocomo historia con sentido en términos universales. Hoy pare-ce que tales visiones omnicomprensivas del devenir históricoconfirman el fin de la historia, de todo proyecto, de todo sen-tido, de toda posible transformación. Sentencias confirmadastambién de manera historiográfica por la caída del muro deBerlín, la desaparición de la Unión Soviética y el bloque so-cialista y, por el supuesto, llamado triunfo pacífico del estadoliberal (Fukuyama).

    Sin embargo, consideramos que la filosofía de la historiaha de ocuparse de los acontecimientos humanos (androdicea)con sentido, a manera de flechas, apuntando hacia un blanco;el reino de Dios (San Agustín de Hipona), el Estado nacional(Hegel), a una sociedad de iguales (Marx), al liberalismo de-mocrático (Fukuyama) o, inclusive, al fin de los metarrelatos

    (Lyotard), lo que implica hacer inteligible las acciones huma-nas, los temores y las propias esperanzas, que no son otra cosaque la toma de conciencia, de la cual, se forma parte de la his-toria; ya sea cualquier individuo, pueblo o cultura. Esta es unaposibilidad de construir la memoria colectiva y el sentido decomunidades y sujetos colectivos en el presente; esfuerzo yposibilidad por reescribir el significado de eso que llamamosnuestra América (José Martí).

    En ese tenor, la filosofía latinoamericana ha tenido espe-cial interés por el aspecto histórico, y es nuestra tradición fi-

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    losófica más representativa y profunda, ya que ella nos lleva y sigue llevando a preguntar por ¿Quiénes somos?, es decir,por nuestra identidad y lugar que ocupamos en la historia. Alpreguntarnos por nuestra historia hacemos filosofía de la his-toria desde nuestra memoria, desde las injusticias y opresiónsufridas. Ella es la expresión de los esfuerzos que realiza elhombre americano por resolver sus problemas y dar sentidoa su andar en el tiempo.

    Por eso, aquí defendemos la idea, más allá de afirmacionesescépticas, desencantadas y apocalípticas, que la filosofía dela historia no terminará mientras exista la demanda de senti-do social, cuestión que nos remite a preguntas sobre nuestropeculiar modo de ser y lugar que ocupamos en el devenirhistórico. Porque el problema fundamental de la filosofía esel esfuerzo por comprender e interpretar el sentido del acon-tecer humano, la esperanza de que las cosas se transformen

     y la humanidad logre sus más altas metas (Kant). Así, el trabajo que presentamos es un ejercicio de repensar

    lo minúsculo, porque si la historia se trata de contar hechos,tendrá que contarlos todos, ya que una historia “universal”también tendría que referir lo que no ha tenido lugar y haquedado en el camino y, no sólo lo grande y lo pequeño ; esto nos permitirá repensar la experiencia de la barbarie, dejusticia a víctimas y oprimidos como un deber, como justiciade la memoria de los excluidos, para el caso, de esta Américasufrida de conquistas, golpes de estado, dictaduras militares,revoluciones frustradas, intervenciones extranjeras, guerrassucias, etc. Pero además, llena de una historia panfletaria,racista, utilitaria y machista que ha hecho de nuestro pasadorepositorio de virtudes morales y herramienta para la homo-geneización cultural y legitimación de los grupos en el poder.

    La memoria, sostenemos, mantiene vivas las injusticias pa-sadas, a través del testimonio y la acción de recordar, que

    median, como el detective que investiga y devela el carácter

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    15 Introducción

    mercantil del botín de la historia, el intento de leer los acon-tecimientos con un valor universal a ultranza. Si los hechosson algo que nos golpea, asirlos es tarea entonces de la me-moria, ejercicio hermenéutico del pasado como construcciónde nuestro presente. Lo contrario, el olvido, habrá de ser eldesprecio hermenéutico de los sin-nombre, de aquello quecuestiona la facticidad desde lo que quedó en mera posibi-lidad. Rememorar para desedimentar, para ver los múltiples

    sentidos latentes detrás de las significaciones que han per-mitido la continuidad de imágenes históricas, cuyo botín deguerra, como afirma Walter Benjamin, ha sido conducido porel “cortejo triunfal”. Es así que la tesis de filosofía de la his-toria de Benjamin, nos permitirá un análisis y una lectura a“contrapelo”.

    Para lograr nuestro cometido hemos dividido nuestra inves-tigación en tres capítulos; en el primero hacemos un esbozo

    sobre la relación entre filosofía e historia desde la antigüedadclásica griega hasta la Ilustración. Desarrollamos explícita larelación entre filosofía e historia en dos filósofos paradigmá-ticos de la modernidad, Emmanuel Kant y Friedrich Hegel,filósofos que hacen de la historia una categoría de explica-ción y comprensión de los asuntos humanos y también unaracionalidad que definirá a los diversos sujetos de la historia,situación que tendrá sus manifestaciones paradójicas en eldevenir histórico de nuestro continente.

    Mostramos cómo en la modernidad el hombre se enfrentaa su única responsabilidad, su historia, ya que a través de ella va adquiriendo conciencia de lo que es y de lo que puedellegar a ser. Este mundo humanizado de la modernidad, cuyapauta es el hombre concreto, constituye la única realidad, poreso, de inicio el mundo es mera confusión y la filosofía seráel esfuerzo por dar cuenta de la realidad entera y sentido alámbito de la libertad (Kant). En ese marco nos preguntamos

    si en América existió la llegada de la mayoría de edad o en-

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    trada del espíritu, ideas y problemas que están en el fondode las reflexiones de la filosofía de la historia y que, muchas veces, cierran la posibilidad de comprensión de otros hori-zontes existenciales, humanos, temporales e históricos.

    Lo cierto es que la toma de conciencia de este procesohistórico de la modernidad, muestra cómo los hombres ylas culturas concretas, en relación con otros hombres y otrasculturas, luchan por imponer o alcanzar sus propios fines o

    intereses, a costa de muchos. En el fondo, es un conflictopermanente de modos peculiares de existencia, que expresanla pretensión que anima a un determinado proyecto de civi-lización, “racionalizando, ilustrando, modernizando” a otrasculturas y otros sujetos.

    En el segundo capítulo, abordamos la creencia de que lahistoria persigue fines de emancipación humana que el hom-bre proyecta en ella, es decir, una concepción del progreso

    incesante, que supone un término en que el hombre se libe-rará de sus sujeciones, mostrándose una historia resultado desu acción, capaz de vencer las fuerzas irracionales que rigenlos acontecimientos e instaurando finalmente un orden racio-nal (Hegel).

    El proyecto moderno se legitimó en las narraciones queoperaron, en términos de filosofía de la historia, como formade entender, recordar y ordenar el saber y el sentido históri-co; una emancipación de los hombres y las sociedades a tra- vés del sujeto racional moderno, que ocupó el centro de laenunciación de la verdad bajo un supuesto progreso haciala libertad y la soberanía de los pueblos, hacia una distribu-ción igualitaria de riqueza e historia universal con carácter deley o norma que le daba orden y sentido a todo el procesohistórico.

    Se revisan las contradicciones de la razón moderna comodiscurso unificador en Friedrich Nietzsche y en Walter Be-

    najmin. Mientras Nietzsche hace la crítica desde el individuo

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    rebelde, el héroe, y más tarde el superhombre; Walter Benja-min lo hará desde la solidaridad de las víctimas que lucharon,pero que finalmente cayeron bajo las ruedas de la moderni-dad y el progreso. En sus tesis de filosofía de la historia, sos-tiene que no hay progreso, no hay un gran relato, no hay uncuadro omnicomprensivo de la historia, sólo representacio-nes del pasado construidas por grupos y clases sociales do-minantes, es decir, una visión histórica que oculta, bajo sus

    dobleces, algo que no aparece en los registros de la historia. Ahondamos en la crisis y el debate sobre los metarrela-

    tos y el fin de la modernidad a través del postestructuralismofrancés, con Jean F. Lyotard; la teoría crítica alemana, con Jürgen Habermas; y la sociología neoconservadora nortea-mericana, con Daniel Bell. Por supuesto, dentro del debatemencionado problematizamos el fin de la historia en el ámbi-to de las ciencias sociales y de la filosofía. Pasando revista a

    las ideas de Lyotard, Gehlen, Francis Fukuyama, Gianni Vat-timo y Foucault, y, así, comprender lo que está debajo de laafirmación del fin de la historia, a saber; el fin de una imagendel mundo y otra crisis más de la conciencia burguesa que harepresentado la conciencia histórica de la “humanidad”.

    Se trata pues, de pensar en América Latina dentro de otroproceso de devenir, donde converjan y emerjan sujetos y gru-pos marginales, culturas e historias calladas por las imposicio-nes teóricas e ideológicas de los centros de poder y deliberaruna filosofía de la historia “desde abajo”. Si la historia es lahistoria de los hombres y el hombre su hacedor, entonces elhombre y su historia están en un constante hacerse, proyecto y comprensión de la posibilidad de ser siendo en el tiempo;por eso, la historia no puede estar clausurada, ya que de otromodo, el hombre, como ente histórico, abandonaría la tareade historiar la historia, su historia y la posibilidad de transfor-mar su presente.

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    Problematizamos la recepción latinoamericana del discur-so posmoderno para su esclarecimiento, es así que pasamospor sus detractores en la tradición filosófica latinoamericana; Arturo Andrés Roig, Gilberto Valdés, Mario Magallón, FranzHinkelammert, Gabriel Vargas Lozano, Adolfo Sánchez Váz-quez, Pablo Guadarrama; y sus defensores como RobertoFollari, Nelly Richard, Beatriz Sarlo, José Joaquín Brunner yNorbert Lechner.

    En el último capítulo, lo que hacemos es mostrar el largoandar y su lugar en el devenir de la historia del filosofar lati-noamericano, haciendo hincapié en un filosofar con relacióna las circunstancias histórico-concretas, en otras palabras, elejercicio del filosofar no necesariamente es una actividad abs-tracta, también es fruto de un modo situado de ver la realidad,el reflejo de un modo específico y auténtico de acercarse y darcuenta de ella. Lo expresado, supone que desde el inicio, el

    filosofar latinoamericano buscó y sigue buscando el recono-cimiento de la dignidad ontológica y antropológica de Améri-ca Latina como esfuerzo constante de pensar las necesidadessociales, culturales y políticas.

    La reflexión filosófica latinoamericana es ejemplo del com-promiso con la realidad social, como sostiene Arturo AndrésRoig, la historia de las ideas latinoamericanas no está separa-da de un marco ético-político, es decir, del ámbito de la razónpráctica. La reflexión filosófica tiene un papel transformador y creador de sujetos concretos, recuperando la condición his-tórica de la realidad, la primacía de modos concretos de sersobre la conciencia y el pensamiento. Si preguntamos sobrenuestro filosofar, lo hacemos sobre las condiciones que per-miten la conformación de un discurso latinoamericano, esdecir, sobre un discurso propio, sobre una filosofía que ha re-flejado nuestros problemas, nuestro ser concreto e histórico.

    Es por eso que los hombres y las culturas se vuelcan sobre

    la historia, ya que ella es el horizonte de sus posibilidades y

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    la finitud de sus acciones, de su vida; la posibilidad sin límitesde sus deseos y el límite de la posibilidad de sus realizacio-nes. Tanto lo ideal como lo concreto son parte de la historia,en el origen de toda realidad hay siempre un sueño, y en elorigen de toda lucha una utopía, pero una que tiene la fun-ción de cuestionar a la facticidad y, que al mismo tiempo,avizore los límites de lo posible para transformar al presente,a su historia desde sus decisiones libres, y rescatar así la vi-

    gencia de la dignidad humana.Una filosofía de la historia que emana del conocimiento

    del pasado y de su sentido en Latinoamérica, pero ademásuna historia que había sido olvidada y que se hace necesariohoy recuperar para elevar su dignidad ontológica y antropo-lógica, recobrando lo más pequeño, el recuerdo de los sin-nombre, de lo que no ha tenido lugar y ha quedado en elcamino por un automatismo lógico (Kant) y una metafísica

    del espíritu (Hegel) que acabó suplantando y enmascarandoa otras culturas, desdramatizando la existencia concreta.

    La tarea es pensar y problematizar una interpretación  so-cial de la historia, cuyo objetivo sea hacer una historia desdeabajo, es decir, recuperar, de las experiencias excluidas de lamemoria histórica y de su devenir, una relación distinta entrepasado y presente. En ese sentido, hablar de historia desdeabajo, es darle nombre a las víctimas permanentes de los sis-temas de dominación: esclavos, siervos, campesinos, prole-tarios, minorías étnicas, sociales, culturales o religiosas, etc.Oprimidos que han resistido, luchado y siguen luchando ylevantado la voz contra la dominación. Contiendas que sonmovidas por el sacrificio de las generaciones vencidas, me-moria de los diferentes actores políticos o sujetos colectivosde nuestra América que son todavía fuente de inspiraciónpermanente para los procesos de emancipación. Una historiaa “contrapelo” (Benjamin), como un “contrarrelato” (Dussel)

    que busca lo silenciado, lo no dicho, el hablar de la corpora-

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    lidad que sufren los diferentes sujetos colectivos de nuestroa-mérica, desde la cara oculta de la modernidad que recorrió sucamino “civilizador” y “humanizador”, ocultando y oprimiendorostros que pagaron con su vida la acumulación del capitaloriginario, por eso tenía razón Walter Benjamin cuando afir-maba que, “No hay documento de cultura que no sea a la vezun documento de barbarie”.

    Por ello, consideramos que en nuestro continente existe

    un estado de rebelión del pueblo latinoamericano que estátomando dimensiones históricas; los sujetos colectivos vanmostrándose y madurando políticamente y hoy son referen-cias ineludibles en el hacer y quehacer político. Las deudas yagravios que le han dado vida a la historia, aparecen súbita-mente como relámpago desde abajo, como instante mesiáni-co (Benjamin), de crisis, de ruptura que mezcla al pasado yal futuro y, por supuesto, a un presente intensamente vivido.

    Si el pasado nos habla, tal vez una forma de escucharlo yrecogerlo sea el proyectar, en ese pasado revisitado, los pro-blemas que agitan y mueven nuestro presente. De este modo,los sujetos colectivos habrán de ser movidos por múltiplesmensajes de la historia, por otros compromisos, otras pregun-tas, para alimentar la memoria y mover a la práctica social.

    Hoy, comunidades, colectivos o grupos, muestran que sonel fundamento de las instituciones y del poder político al po-ner el grito de alerta en calles, plazas públicas o, en términosbenjaminianos, cobran conciencia en estos instantes de peli- gro (jeitzeit); tiempo que se enfrenta a los poderes, tiempo dela gran transformación de la historia que rompe con el conti-nuum del devenir histórico en un momento de crisis econó-mica mundial; donde las maquiladoras no duermen, dondemucha gente vende diarios que no saben leer, cosen ropasque no pueden vestir, lustran autos que nunca serán suyos ylevantan edificios que jamás habitarán.

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    I. FILOSOFÍA DE LA HISTORIA:

    UN ACERCAMIENTO

    FILOSOFÍA E HISTORIA  Y  FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

     El historiador piensa no sólo lo “humano”. Laatmósfera en que su pensamiento respira na-turalmente es la categoría de duración (…) eltiempo de la historia, realidad concreta y vivaabandonada a su impulso irreversible, es el

     plasma mismo en que se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad.

    M ARC BLOCH, Introducción a la historia.

    R econocemos que es evidente la relación entre los distin-tos saberes, debido a que no podemos afirmar, de maneracategórica, que existan estudios puros, ya sean históricos ofilosóficos. Muchas veces, si se quiere alcanzar “rigor” y “ob-

    jetividad”, son necesarias las conclusiones de otras discipli-nas: aquellas que permitan y contribuyan al esclarecimientode problemas que merecen atención, los relacionados con elhombre. Esta forma de entender la conexión entre los sabe-res hace notar una interdisciplinariedad y, para el caso, noquedan exentas la historia y la filosofía.

    Dentro de la filosofía, la historia tiende a comprenderse endos sentidos: por un lado, como la ciencia que dirige el cono-

    cimiento de hechos, es decir, aquella que reconstruye cientí-

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    ficamente las acciones; por otro, como la organización deesas acciones conforme a un  plan o una idea. A la primeraacepción se le ha llamado filosofía crítica o formal de la histo-ria; a la segunda, filosofía especulativa de la historia,1 catego-rías que desarrollaremos con más profundidad más adelante.

    En la historia de la filosofía encontramos ejemplos de fi-losofías especulativas: desde las concepciones de la historiacomo decadencia, ciclo, reino del azar, hasta las de orden

    providencial, del progreso del cristianismo, y la modernidad,respectivamente. Lo anterior, presupone que el proceso his-tórico está basado en un factor capital, en motor de desarro-llo, llámese Dios, conciencia, voluntad, idea o razón, además,supone una concepción de tiempo; ya sea lineal, en espiral,providencial o cíclico.

    De esta forma, no podemos deducir que ambos acerca-mientos filosóficos estén separados; por el contrario, muchas

     veces en la historia de la filosofía una visión especulativa dela historia —el presupuesto de un motor capital en el procesohistórico y la concepción de tiempo— ha llevado a reflexio-nes epistemológicas y metodológicas de ella. Revisemos esto.

    La filosofía griega, tanto presocrática como clásica, está fun-dada en una metafísica rigurosamente antihistórica, ya que lahistoria, considerada como ciencia del obrar humano que semanifiesta en un mundo cambiante, es imposible de conocer;porque es una ciencia opuesta al orden inmutable del cos-

    1 La primera se ocupa de las investigaciones, análisis y especulaciones que de-dican su atención a la naturaleza de la realidad histórica, de las categorías pertene-cientes a la historia, independientemente de los hechos concretos; la segunda, sobrelas investigaciones, análisis y, ante todo, especulaciones que tienen como objeto a lahistoria concreta y que aspira a ordenar los hechos según un plan o una idea. Enla presente investigación, esencialmente nos centraremos en la segunda, ya que elobjetivo es encontrar, en el caos de acontecimientos humanos, algún sentido y fina-lidad, lo que implica hacer inteligible la racionalidad de las acciones humanas y las

    propias esperanzas, que no es otra cosa que la toma de conciencia de formar partedel devenir histórico.

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    mos2 que legisla como canon y esencia del hombre griego:en la política, en el arte, en la tragedia y en la filosofía. Así lomuestra el filósofo Parménides, el metafísico, al afirmar: “To-do es eterno, algo que existe no puede convertirse en nada.El cambio es imposible [...]. El ser es lo que es, fuera del serno hay nada.” Y agrega:

    No nos queda más que un camino que recorrer: el ser es. Y hay

    muchas señales de que el ser es increado, imperecedero, por-que es completo, inmóvil, eterno. No fue, ni será, porque es ala vez entero en el instante presente, uno, continuo. [...]. Termi-no aquí mi discurso fidedigno y mis reflexiones sobre la verdad.Oye ahora las opiniones de los mortales.3

    Esta concepción filosófica consideró que el mundo percep-tible, perecedero y múltiple no es motivo de conocimiento,

     ya que es caótico y debe subordinarse a la sabiduría teórica,al pensamiento lógico que protege contra el cambio y la ca-ducidad, para poder, luego, alcanzar la inmortalidad de losdioses. En consecuencia, la historia, en estos términos, ten-dría que ser imposible. Así nos lo recuerda Aristóteles: “ Eltiempo está hecho para olvidar [...]. El conocimiento procedede lo que no es tiempo: La contemplación.”

    Todas las cosas se generan y se destruyen en el tiempo.Por eso, mientras que algunos decían que el tiempo era “elmás sabio”, el pitagórico Parón lo llamó con más propiedad

    2  El cosmos representa para el hombre griego el modelo o canon de todaactividad humana: orden, belleza, armonía, sin principio ni fin. El cosmos legisla yhace que lo posible advenga. Es reconocer la ley universal, porque de esta manerael hombre dispone de un precepto para sus propias obras, no sólo externas, comola política o el arte, sino también internas: el equilibrio del alma, su serenidad eimpermutabilidad. En contraposición al mundo sublunar, convulso hasta el límitede su aniquilación.

    3 R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos: edad antigua, Barcelona, Herder,1982, pp. 13-16.

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    “el más necio”, porque en el tiempo olvidamos. Es claro, en-tonces, que el tiempo tomado en sí mismo es más bien cau-sa de destrucción que generación, porque el cambio es en símismo un salir fuera de sí, y el tiempo sólo indirectamentees causa de generación y de ser. Un indicio suficiente de elloestá en el hecho de que nada se genera si no se mueve de al-guna manera y actúa, mientras que algo puede ser destruidosin que se mueva, y es, sobre todo de esta destrucción, de la

    que se suele decir que es obra del tiempo. Pero el tiempo noes la causa de esto, sino que se da en caso de que el cambiose produzca en el tiempo.4

     Aristóteles, al respecto de la historia, nos dice en su Poética:

     Ahora bien: también resulta evidente, por lo que hemos dicho,que la obra propia del poeta no es tanto narrar las cosas querealmente han sucedido, cuanto contar aquellas cosas que po-

    drían haber sucedido y las cosas que son posibles, según una verosimilitud o una necesidad. En efecto: el historiador y el poe-ta no difieren por el hecho de escribir sus narraciones uno en verso y el otro en prosa —se podría haber traducido a verso laobra de Heródoto y no sería menos historia por estar en versoque en prosa—; antes se distinguen en que uno cuenta los su-cesos que realmente han acaecido y el otro los que podían suce-der. Por eso la poesía es más filosófica que la historia y tieneun carácter más elevado que ella; ya que la poesía cuenta sobretodo lo general, la historia lo particular. Lo genérico, es decir,que un hombre de tal clase hará o dirá, verosímil o necesaria-mente, tales o cuales cosas; es a este tipo de representación ala que tiende la poesía, aunque atribuya nombres a sus perso-najes; lo particular es lo que ha hecho Alcibíades o lo que le hasucedido.5

    4 Aristóteles, Física, Madrid, Gredos, 1995, pp. 285-286.5 Aristóteles, Poética, Madrid, Aguilar, 1972, pp. 87-88.

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    Tal afirmación aristotélica deviene del género poético dela tragedia. Desde la Orestiada  hasta  Antígona, la tragediagriega dejó ver la aspiración fundamentalmente racional decomprender, y posiblemente, incluso, de explicar las pulsio-nes y conflictos internos de la condición humana, al tratar dedarle un sentido al cúmulo de emociones y pasiones que diri-gen la existencia. La tragedia recuperó así las contradiccionesdel mundo humano (la tekné ), del logos humano, afirmándo-

    lo y entretejiéndolo con la eternidad y la voluntad de los dio-ses, haciendo estallar entre los hombres lo que secularmentefue reprimido para violentar el orden y arrebatar los dere-chos. Es por eso que la poesía trágica es un acto de recupe-ración de una totalidad negada, que, polimórfica, dinámica,conflictiva y, sobre todo, humana, restituye lo sensible, lo fi-nito, lo humano como fuente de sentido.

    Bajo estas afirmaciones podemos encontrar la idea de que el

    tiempo vivido es una potencia negativa; es un tiempo quetodo lo devora; que infunde temor e inspira el deseo de salirde él. El ser de Parménides, las ideas de Platón, la sustanciaaristotélica, el Dios como motor inmóvil, el concepto de eter-nidad, son ejemplos claros de lo afirmado.

     A pesar de tal concepción metafísica antihistórica,6 la tra-gedia griega, con Esquilo, Sófocles y Eurípides, recuperó lascontradicciones del mundo humano, de la tekné , del logos hu-mano. La tragedia fue expresión, entonces, de las contradic-ciones del mundo de lo humano, de las oposiciones griegas: —polis-extranjero, masculino-femenino, griego-bárbaro, etc.— y de la oposición del hombre frente a los dioses, contradic-

    6  Aunque reconocemos que los griegos tuvieron una experiencia dramáticadel cambio, el monumento de su arquitectura y su escultura reflejaron una barreracontra el cambio, un antídoto contra la caducidad. Es por eso que a través de lafilosofía se concilió la realidad del cambio y la permanencia del orden cósmico. Esto

    lo lograron a través del pensamiento lógico, las conceptualizaciones metafísicas ydesarrollo de la mente que reflexiona sobre sí misma.

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    ciones que, en última instancia, describen las tensiones histó-ricas de Atenas y que aún sigue vigentes en pleno siglo  XXI.

    Por el lado de la filosofía, Anaxágoras afirmaba que “Lastécnicas son conquistas de la humanidad.” Protágoras decía“El hombre es la medida de todas las cosas” porque de losdioses nada podemos saber; “Todo fluye, todo está en movi-miento, nada dura eternamente”, filosofaba Heráclito. Desdela filosofía, se consideraba que el hombre, el tiempo y el mo-

     vimiento eran la esencia de todas las cosas; el fuego prome-teico de la razón técnica se afirmaba y oponía al logos y alsaber de los dioses, esto es, al logos teórico, a la contempla-ción. Esta actitud desalojó las constantes y seguras perma-nencias construidas por el pensamiento contemplativo, a lasque se aferraba la existencia presa del vértigo, para arrojarsenuevamente, de manera ineluctable, al tiempo, al mundo, alhombre, es decir, a la historia.7 Para clarificar esta afirmación,

    rescatemos algunos ejemplos.Tucídides, en su libro  Historia de la Guerra del Pelopo-neso, “Un bien para siempre”, nos dice que la historia es unproducto humano que se sustenta, ya sea en las capacida-des o estupideces de los hombres. El historiador buscó cau-sas humanas conforme a la naturaleza del hombre y causassociopolíticas de las acciones de éste, a través de categoríasde periodicidad, regularidad, previsión; bajo la pluralidad delacontecer político, la cual, se alcanza analizando la natura-leza humana y haciendo los acontecimientos humanos pro-ducto de la racionalidad, y que el historiador trata de hacerinteligibles. Tucídides, en ese sentido, indagó en los mecanis-

    7 Tenemos que decir que si bien es cierto los griegos Herodoto y Tucídideshacen de la historia una ciencia, un mundo racional, no existe una filosofía de lahistoria propiamente hablando, porque ello significaría hacer del tiempo de loshombres, dentro de la filosofía, una suprafísica, que igualaría o estaría por encimadel espacio natural: se vería en él la realización de un fin distinto al del cosmos. No

    existe, por lo mismo, una concepción global perteneciente a los asuntos humanos nide su historicidad. Esto aparecerá con la tradición judeo-crisitina.

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    mos más profundos del movimiento histórico, poniendo én-fasis en elementos psicológicos y convirtiendo a la naturalezahumana en el motor más profundo de la historia.

    Otro ejemplo, de las relaciones entre filosofía e historia, esPolibio, historiador griego seducido por el imperio romano.Relata y explica la conquista romana, analizando la constitu-ción que la hizo posible. Para lograrlo, tuvo que refundir lashistorias particulares en la historia universal; concretamente, la

    de la expansión romana que había sometido a su poder casila totalidad del mundo, en ese momento el conocido y domi-nado por el Imperio. Bajo un intelectualismo histórico, Poli-bio, en su obra, da gran espacio a las acciones de los grandespersonajes: para él, es el individuo pensante el que ocupa elprimer plano de la causalidad histórica: príncipes y jefes deEstado controlan el juego político por medio del cálculo y laprevisión. A través de discursos, manifiestan el pensamiento

     y proyectos que determinan los actos, descubriendo la cau-sa debido a la cual palabras o actos conducen al fracaso o aléxito. Por tal razón, los héroes, los grandes personajes de lahistoria, son fríos, positivos y calculadores, en oposición a losperdedores de la historia, que son irracionales y apasionados.Dice Polibio: “que se echen la culpa a sí mismos, por las fal-tas que cometieron contra la razón”.8 Ya que todo aquél quese abandona a las fuerzas oscuras, inevitablemente fracasa.

    Sin embargo, la fortuna y el azar (Tyché ) representan loslímites de esta visión racionalista de la causalidad histórica,tesis filosófica que permea y determina tal racionalismo. La for-tuna, aquella que cambia de forma imprevista el curso de losacontecimientos, mantiene un poder regulador sobre la histo-ria. Es ella la que saca adelante los acontecimientos del mun-do; la que se superpone a las causas humanas, aunque no lasdesplace de manera absoluta.

    8 Citado en Guy Bourdé y Hervé Martin,  Las escuelas históricas , Madrid, Akal,2004, p. 21.

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    Por lo anteriormente dicho, no podemos negar que, a pe-sar de la tarea metodológica e historiográfica de los historia-dores grecorromanos9 mencionados arriba, es evidente la rela-ción que existe entre la filosofía y la historia en los discursoshistóricos, ya que aparecen categorías filosóficas como la na-turaleza humana, el destino, la fortuna, la razón, el poder ,fundadas dentro del ámbito de la filosofía.

    Caído el Imperio Romano, el mundo entero pereció con

    él. De su derrumbamiento nace la comunidad cristina, y elcristianismo como nueva imagen del mundo. Así nos diceÉtienne Gilson,10 cuando, al orientar hacia un fin trascenden-tal al hombre y naturaleza, el Cristianismo modificó las pers-pectivas históricas aceptadas y hasta el sentido mismo de lanoción de historia como revelación y realización de un moti- vo importante por sus posibles consecuencias. Los cristianosno sólo dominaron la temporalidad, sino también el alma tan-

    to de creyentes como de paganos, al tratar de reducir o expli-car toda la historia a través de la historia sagrada.Los escritores de historias cristinas no creían hallarse en una

    nueva edad, sino que pretendían absorber y asimilar la vieja:cristianizar el conjunto de la historia humana, insertándola demanera lineal en la tradición bíblica y eclesiástica: “convertirla historia universal en historia de la salvación”.11

    De esta manera, pasado, presente y futuro —bajo esta con-cepción de historia— se conectaron de manera vital y lógica

    9 Hemos dejado de lado a otros historiadores, no por ser menos importantes,sino porque consideramos aquellos que permiten confirmar el objetivo del trabajo.Historiadores como Jenofonte, en su obra La Ciropedia, mostró la preocupaciónsobre la naturaleza del poder y su técnica. Otros historiadores, de los cuales sólotenemos referencia, en fragmentos de otras obras, son Éforo, Timeo; también, des-pués de Polibio, en plena dominación romana, Diodoro de Sicilia, Plutarco, Salustio,Tito Livio y Tácito, entre otros.

    10 Étienne Gilson,  El espíritu de la filosofía medieval , Buenos Aires, Ediciones

    RIALP, 1981.11 Joseph Fontana, La historia de los hombres , Barcelona, Crítica, 2001, p. 52.

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    en la tierra, creando la historicidad, cristianizando todo el de- venir humano en un proceso universal, providencial, apoca-líptico, única vía de realización que monopoliza la compren-sión del devenir humano. La venida de Cristo será entoncesel acontecimiento central de la historia de los hombres, seña-lando un antes y un después en el devenir del tiempo.

    Desde ésta perspectiva, San Agustín de Hipona, en  Laciudad de Dios , periodizó la historia en función de la his-

    toriografía sagrada, es decir, relacionando el tiempo con laeternidad, afirmando que los hombres son peregrinos, ex-tranjeros hasta el final de los tiempos, cuando Dios “separe”a las dos ciudades; la de Dios  y la Terrena. Agustín captó elproceso histórico en su conjunto y en su significado más pro-fundo. Mostrando que la sustancia de la historia del hombrees un conflicto entre dos ciudades, las cuales se entremezclanen el mundo terrenal, realizando así una peregrinación hacia

    la tierra de promisión o patria celestial. Esta visión escatoló-gica de la historia supone un plan previo y un telos  único,donde el pasado es comprendido a partir del futuro que loilumina y le da sentido, en otras palabras, es la realizacióndel  Plan de Dios  para la salvación de la “humanidad”. Paraello, tenía que explicarse el plan divino en distintas etapashistóricas.

    El obispo de Hipona lee en el presente el presentimientodel porvenir que aún no es. El pasado que ya no se revive yse perpetúa en la imagen presente de la memoria. Nos revelala conducta de la providencia en los asuntos del mundo: lalucha entre hombres esclavos del hombre y hombres servi-dores de Dios. Esta forma filosófica de entender la historia sesustenta desde el horizonte religioso, contrastando la eterni-dad de Dios con el misterio del tiempo. Por eso, el estudiode la historia servía al cristiano como lección moral y comoconfirmación de su fe con la secuencia de los milagros y de

    las profecías.

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    Sin embargo, es en el siglo XVIII cuando la filosofía y la his-toria12 se vinculan de manera muy cercana. Así lo expresa Car-bonell: “las relaciones que mantienen la historia y la filosofíason el signo del Siglo de las Luces. Relaciones tan íntimas quea veces las dos palabras llegan a ser sinónimas, considerandoel mismo tema”.13 Si Aristóteles mostró indiferencia con res-pecto a la historia, dominando la tradición occidental hastamediados del siglo  XVIII, fueron la Revolución Francesa pri-

    mero y Norteamericana después, las que revelaron que el pre-sente albergaba la posibilidad de romper radicalmente con elpasado. Sólo a partir de ese momento la filosofía comenzó apreguntarse si la razón podría tener una moral y una respon-sabilidad intrínsecas y si, sobre esa base, no debería desarro-llar una relación más activa y profunda con el presente, conla historia. En este contexto es que se habla del progreso, delespíritu humano de manera reiterada,14 dentro de la filosofía y

    la historia, explicando y jerarquizando causas, extrayendo delas particulares la general de los asuntos humanos, como lohacen Montesquieu y E. Gibbon desde una Historia filosófica.O Voltaire y Kant interrogándose de manera global sobre la

    12 Cabe resaltar que por cuestiones metodológicas y de extensión del texto, noabordamos a un filósofo esencial dentro de la tradición de la filosofía de la historia, asaber; Giambattista Vico. Sin embargo, cabe decir que es él quien crea el mundo delos hombres en su Ciencia nueva, en ella, imagina el orden y sentido de la historia

    civil, de las acciones humanas. Mostrando el relato del hombre desde su estadooriginario (bestial) a su más completa humanidad. El hombre en la historia se vatransformando así mismo, se hace a sí mismo y, al mismo tiempo, genera lengua,religión, filosofía, instituciones, etc., ya que el hombre sólo puede conocer aquelloque ha hecho. Y es precisamente este ámbito de la historia en donde el hombre esobra de sí mismo. En el fondo, el planteamiento viquiano refleja la historia asumida

     y pensada con libertad, como obra del hombre y su única responsabilidad. Se puededecir, que el hombre es historia, temporalidad, circunstancialidad, porque es en lahistoria donde se muestra su continuo hacerse y desarrollarse. Cfr . Giambattista

     Vico, Ciencia nueva, II tomos, Madrid, Planeta De-Agostini, 1996.13 Charles-Olivier Carbonell, La historiografía, México, FCE, 2001, p. 95.14 Ejemplos claros de ello son Turgot, con Cuadro filosófico de los progresos  

    (1750), y Condorcet, con Esbozo de un cuadro histórico de los progresos  (1794).

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    marcha de las sociedades humanas haciendo de esta maneraFilosofía de la historia.

    Es un marco donde se instaura una conciencia filosófica,conciencia que refiere a una manera de saber estar en el mun-do, a una percepción de capacidades operativas y de posibi-lidades de emancipación política, y, además, una concienciahistórica  del mundo, perteneciente a los ánimos humanosque es el mundo civil o de las naciones, la sociedad, la cultu-

    ra y la política; autorreflexión que los hombres hacen y asu-men de su tiempo, de su pasado histórico como parte de suhorizonte existencial y vivencial. Lo anterior, presupone doscosas: un sentido unitario del pasado y un conocimiento cien-tífico de la historia, o sea, una filosofía especulativa y una fi-losofía crítica de la historia.

    La historia, dentro de este marco de ideas, se entendió co-mo proceso creador. Los casos de Vico, Herder y Montesquieu

    son ejemplo claro de ello. Ven en ella una realidad cambiante,de donde la filosofía emerge pero también vuelve a ella paracomprender su estructura. La filosofía de la historia,15 a partirde este momento, se convirtió en una nueva racionalidad queenfocó de manera distinta las relaciones del hombre con lanaturaleza, del hombre con Dios y del hombre consigo mis-

    15 Categoría que nace en la pluma de Voltaire, en el Ensayo sobre las costumbres

     y el espíritu de las   Naciones (1756). Voltaire define a la filosofía de la historia comoel esfuerzo que los hombres hacen por comprender la historia y comprenderse así mismos, integrados en ella desde una perspectiva secularizada y crítica. Es unaconcepción filosófica, cuya meta es recomponer el desarrollo de la civilización (es),seguir los esfuerzos de los hombres viviendo en sociedad para salir del estadoprimitivo y cumplir la vocación del hombre, pese a sus caídas y fracasos. De hecho,el objetivo del Ensayo es explicar aquello que merece ser reconocido “el espíritu,las costumbres, los usos de las naciones principales, con los hechos que no estápermitido ignorar”, además de “saber en qué año un príncipe indigno de serconocido sucedió a un príncipe bárbaro en una nación grosera”. Es en el siglo XVIII en donde nacen las ideas del devenir de la materia, de la evolución, del progreso de

    los seres humanos. Es la creencia y la esperanza del movimiento ascendente de lahumanidad hacia su estado ideal.

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    mo: antropologismo, conciencia histórica y filosofía de la his-toria, además de la creencia en el progreso de la humanidad.La Ilustración será una actitud intelectual y el fundamento detodos los niveles de la vida, humana y natural: “La Ilustraciónsería esencialmente pensamiento crítico, desconfianza haciael saber establecido y el consentimiento universal: la defen-sa de la razón contra la convicción, del saber transformadorcontra la tradición”.16 Carl Becker habla de una “religión de la

    Ilustración”: el hombre es capaz, bajo la luz de la razón, demejorar la vida, liberando las mentes de los hombres de las ca-denas pertenecientes a la superstición y la ignorancia, y a loscuerpos de la opresión arbitraria del orden social establecido.Kant lo expresa de la siguiente manera:

    Un llamamiento a la razón para que de nuevo emprenda la másdifícil de todas las tareas, a saber, la del autoconocimiento y, por

    otra, para que instituya un tribunal que garantice sus pretensio-nes legítimas y que sea capaz de terminar con todas las arrogan-cias infundadas, no con afirmaciones de autoridad, sino con lasleyes eternas e invariables que la razón posee.17

    Para Emmanuel Kant y otros filósofos de la Ilustración, eraclaro que la autoafirmación de la razón tenía un impacto his-tórico, pues sólo ella podía mostrar cómo transformar el pre-sente en un “futuro mejor”, alcanzando las metas más altasque corresponden a la humanidad, a saber; la paz perpetua yla comunidad ética.18 En este caso, en una idea de la HistoriaUniversal con sentido cosmopolita.

    Detengámonos un poco y analicemos la relación entre his-toria y filosofía en Emmanuel Kant que expone en su  Filoso-

    16 Fontana, La historia de los hombres , p. 83.17 Emmanuel Kant, Crítica de la razón Pura, España, Alfaguara, 2000, p. 9.

    18  Cfr . Emmanuel Kant,  La religión dentro de los límites de la mera razón,Madrid, Alianza, 1995.

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     fía de la historia. En él encontramos la cercanía y la necesidadde la historia. También, en el ensayo filosófico-político “¿Qué esla ilustración?”, de 1784, desarrolla una concepción moral de lahistoria. Ahí está una mirada retrospectiva de los principiosde un modo de pensar, que comenzó con una revolución, la dela visión del mundo físico de Isaac Newton,19 y que terminócon la transformación social llamada Revolución Francesa.

    En Kant, vemos una consideración de la actualidad histó-rica, es decir, la inscripción de las filosofías en el conjunto deconocimientos que constituyen lo que conocemos como lacultura moderna. Nuestro filósofo abre un horizonte, un sis-tema y un método; ofrece al ser humano la responsabilidadacrecentada en cuanto a su propio destino moral y político:autonomía, libertad e igualdad ante la ley. En ese ensayo, Kantanuncia el recibimiento cronológico llamado Ilustración. Ahímuestra que el pensamiento filosófico no podrá separarse de

    la historia, de la posibilidad de transformar el presente y libe-rarse del pasado abriendo el futuro. Esta revolución kantianatiene dos dimensiones: la primera hace referencia a la fun-ción del ser humano en cuanto a las posibilidades de su sa-ber y de su acción, planteamientos que son abordados en laCrítica de la razón pura y en la Crítica de la razón práctica. La razón se interroga a sí misma y establece las condicionesde su uso: autonomía en el saber y en la moral, bajo un fun-damento universal y necesario: en este sentido, Kant retomólas problemáticas de su siglo, cuestionándolas y formulán-dolas bajo un principio racional, además de sistematizar loscampos del saber. La segunda dimensión envía a la relación con la historia: su importancia radica en la naturaleza delsigno del suceso, del posible progreso moral de la humani-

    19  El mundo regido por leyes naturales. El conocimiento concebido así, esinmutable. En el caso de Kant, considera que las acciones humanas son producto

    de la libertad de la voluntad, como si fuera un trozo de naturaleza, reduciéndola aleyes, como el de las órbitas de los planetas (Kepler) o la dinámica (Newton).

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    dad; en otras palabras, en la legitimación para la filosofía dela pregunta por el  presente  y de su actualidad histórica. Lapreocupación que aparece en nuestro filósofo, es saber quépasa en la historia, cómo es posible orientarse en ella y, sobretodo, cómo revelar su sentido y ver si es posible corregir elcamino andado, es decir, mostrar el status moral de la histo-ria; ejemplo de ello son los nueve principios que aparecen en“Idea de la historia Universal en sentido cosmopolita”.

    Kant define a la Ilustración de manera negativa, como unescape que libera de cierto estatus de inmadurez:

    La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapa-cidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de suinteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable por-que su causa no reside en la falta de inteligencia sino de deci-sión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de

    otro. [...]. ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí ellema de la ilustración.20

    Esta liberación o salida se caracteriza como un fenómeno,un proceso constante, pero también como tarea y obligación,que implican un cambio interior:  Atreverse a  saber , tener elcoraje y la audacia de saber. El hombre, en ese sentido, par-ticipa colectivamente y se convierte en elemento y agentede dicho proceso. La humanidad sólo alcanzará la madurezcuando no requiera obedecer, sino cuando se le diga: Obede-ce y serás capaz de razonar tanto como quieras . En palabrasde Kant:

    el uso público de su razón le debe estar permitido a todo elmundo y esto es lo único que puede traer ilustración a los hom-bres; [...]. Entiendo por uso público aquel que, en calidad de

    20 Emmanuel Kant, Filosofía de la historia, México, FCE, 1987, p. 25.

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    maestro, se puede hacer de la propia razón ante el gran públi-co del mundo de lectores. Por uso privado entiendo el que esemismo personaje puede hacer en su calidad de funcionario.21

    Es claro que el uso público de la razón refiere cuando elser humano se piensa como totalidad, como integrante de la“humanidad”; cuando se lleva a cabo un uso universal, libre y público; y no cuando el ser humano es fragmento particular

    de la sociedad, o sea, cuando se le considera sólo como pie-za de la gran maquinaria. La Ilustración será el instante histó-rico en el que la humanidad pondrá su propia razón en uso,sin someterla a la autoridad; entonces será el momento parala crítica, ya que el papel de ésta filosofía define las condicio-nes bajo las cuales el uso de la razón se legitimó para deter-minar qué es lo que puede saberse, debe hacerse y esperarsede ello. Ilustración que tiene la misión de alumbrar al género

    humano con la luz de la razón y así combatir la superstición y transformar el orden establecido, en otras palabras, civilizara la Humanidad.

    Lo que Kant revela es un “signo histórico”, en donde re-conoce la vigencia de un plan de la historia, que conduce auna sociedad más racional. La historia de la especie humanano es otra cosa que la ejecución de un plan oculto de la na-turaleza, que permite realizar una constitución interior y ex-teriormente perfecta como el único estado en el cual puedendesarrollarse plenamente en la humanidad todas sus dispo-siciones. Desde una perspectiva filosófica, trata a la historiauniversal en función de dicho plan y tiende a una unifica-ción política total de la especie humana. La hipótesis que es-tá debajo es que existe una finalidad en el caótico y absurdocurso de los asuntos humanos, es decir, en la historia empí-rica. Tal finalidad, precisamente, se encuentra en el plan de

    21  Ibid., p. 28.

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    la naturaleza, realizando sus fines a través de la historia. Lafilosofía de la historia de Kant se afirma entonces como par-te de la moral, es decir, de la filosofía práctica, ya que existela esperanza de reorientar el camino hacia la posible convi- vencia humana y establecer un orden cosmopolita estable yrazonable.

    Para entender a la historia, la clave se encontraría en unateoría de la sociedad y en las formas de estado que posibi-

    liten la convivencia de la libertad de cada uno con la de losdemás. La razón es el poder con el que está dotado el hom-bre para desarrollar sus proyectos, ya que el estado que elhombre tiene que alcanzar como meta, no es el de naturalezasino el cultural. Si Kant le confía la razón a la humanidad esporque no tiene para ésta ninguna función precisa y definiti- va, como nos lo dice en el principio número uno: “Todas lasdisposiciones naturales de una criatura están destinadas a de-

    sarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada”.22

     Yes precisamente la naturaleza quien le da impulso al hombrehacia la “humanidad”. Ella le ha dejado al hombre la opor-tunidad de inventar su vida material y satisfacer sus necesi-dades básicas, pero también de extraer de sí mismo eso queKant denomina la bondad de su voluntad, en otras palabras,la posibilidad de vivir en sociedad.

    Se le piensa a la historia desde la  filosofía práctica, cuyopilar es la teoría ética. Así, la reconstrucción del pasado nose separa de un proyecto de transformación del presente; eneste caso, el programa de la Ilustración, que ve una sociedadfutura en la que el derecho (legislación) será el único podersobre la tierra que logre imponer una  Paz perpetua23 (1795),una de las metas más altas a la que la humanidad puede as-pirar, superando el estado de naturaleza y la amenaza per-

    22  Ibid., p. 42.23 Ver Emmanuel Kant, Hacia la paz perpetua, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.

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    manente de la guerra que hay entre los pueblos, aunque enúltimo término ella sea ineluctable. En suma, es construir unapaz internacional garantizada institucionalmente.

    La realización de la sociedad civil será el problema fun-damental con el que se enfrentará la razón a lo largo de lahistoria de la humanidad, “administrando el derecho de for-ma universal”.24 Tal situación se refleja en lo que afirma enel principio ocho de su Filosofía de la historia. Parafraseando

    a Kant, la historia de la humanidad es la realización del plande la naturaleza para crear una perfecta constitución política,que aún seguimos buscando.

    Por lo dicho, la historia es el lugar en donde se producirála ruptura con los lazos  de la tradición y la costumbre, me-diante un paulatino proceso de crítica-racional, convirtiéndosela filosofía kantiana en un proyecto histórico, jurídico y filo-sófico, que, como afirmó Kant en el conflicto de las facultades,

    creará la posibilidad del progreso moral que ningún hombrepolítico sospechó.La percepción filosófica, jurídica y moral del filósofo de

    Königsberg, se consumó de manera definitiva en FriedrichHegel, acortando la distancia entre historia y filosofía. Su obraes expresión de un sistema en el cual todo el universo puedeser pensado. Tal filosofía se interesó por la toma de concien-cia del espíritu a través de la historia universal. La historia noes otra cosa que la representación del espíritu en su esfuerzopor adquirir el conocimiento de lo que es, a saber, conocersea sí mismo,25 pero además es el esfuerzo filosófico más im-portante por unir esa escisión entre realidad efectiva y prin-cipios, entre lo finito y lo infinito, entre necesidad y libertad,que no es otra cosa, filosóficamente hablando, que la consti-tución del mundo moderno. Por eso la filosofía tiene que dar

    24 Emmanuel Kant, Filosofía de la historia, pp. 57-61.25 George W. F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, España, Abada Editores, 2010.

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    cuenta de ello, hacer un esfuerzo especulativo por pensar talescisión y superarla, la cual Kant no logró superar.

    Hegel pone de cabeza la sentencia aristotélica con respec-to a la historia: fuera de ella, nada hay más filosófico que lahistoria. Su drama se despliega en el contraste entre el espí-ritu y su destino, dos aspectos que, a partir de ese momento,no deberán analizarse de manera independiente: “La historiauniversal [...] es [...] el desarrollo necesario de los momentos

    de la razón y, por lo tanto de su autoconciencia y de su liber-tad; es el despliegue y la realización del espíritu universal”.26

    En Hegel, podemos encontrar la preocupación por el serhumano como sujeto histórico concreto; por la progresión desu conciencia y su ejercicio en la historia. En dicho sistema fi-losófico, la realidad se hace filosofía, integrando lo particular,lo individual, en una tentativa de saber absoluto. El espírituestá en marcha y se ha encarnado en el mundo. Así lo refiere

    nuestro filósofo:

    Lo particular tiene su interés propio en la historia; es un ser fi-nito y como tal debe perecer. Es lo particular lo que se utilizaen la lucha y resulta en parte destruido; y de esa lucha y esadesaparición de lo particular surge lo universal, a lo que nadade aquello turba. La Idea no se expone al conflicto, la lucha yel peligro; se mantiene apartada de todo ataque y daño y envíaal combate a la pasión para que en él se consuma. Podríamoscalificar como astucia de la razón a ese dejar obrar por ella alas pasiones, de suerte que sólo al medio del que se vale parallegar a la existencia alcanzan pérdidas y daños. Porque sólo laapariencia fenoménica es en parte nula y en parte positiva. Loparticular es demasiado pequeño frente a lo universal; y los in-dividuos son, en consecuencia, sacrificados y abandonados. La

    26  George  W. F. Hegel,  Principios de la filosofía del derecho, Buenos Aires,Sudamericana, 1975, p. 383.

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    Idea paga tributo a la existencia y a la caducidad no por sí mis-ma, sino por medio de las pasiones individuales.27

    Se le piensa a la historia de manera universal, mostrando queella tiene un elemento racional, un sentido y un orden. Ella esen sí la razón que constituye la esencia de lo real. Pero ademáses una razón que saca partido del instinto colectivo para haceravanzar a la humanidad por la vía de la perfección. Por este

    motivo, las acciones de los hombres, en el devenir de la histo-ria, se dan como algo diferente a lo que proyectaron o desea-ron. Los individuos creen realizar sus propios objetivos y nohacen más que desplegar, sin darse cuenta, un destino más vasto que está por encima de ellos. Esto es la fenomenología,aquella que señala el camino de la conciencia, que da cuen-ta de todo el desarrollo del pensamiento o experiencia de lahistoria perteneciente a la formación de la conciencia. El de-

     venir histórico aparece como “el devenir que se sabe y se vamediando consigo”:

    Pensarse como Yo es lo que constituye la raíz de la naturalezadel hombre. En tanto que espíritu, el hombre no es algo inme-diato, sino esencialmente un ser que vuelve sobre sí mismo.Este movimiento de mediación es un momento esencial del Es-píritu. Su actividad consiste en salir de la inmediatez, en negarla y volver de este modo sobre sí mismo. Es, pues, lo que él se ha-

    ce mediante su actividad. El sujeto, la verdadera realidad, es tansólo lo que ha vuelto sobre sí mismo. El Espíritu debe ser com-prendido únicamente como su propio resultado. [...] el hombredebe hacerse por sí mismo lo que ha de ser, debe conquistarlotodo por sí mismo, precisamente porque es espíritu. Tiene que

    27 George W. F. Hegel, Lecciones sobre filosofía de la historia, Madrid, Seminarios y Ediciones, 1972, pp. 135-136.

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    desembarazarse del elemento natural. El Espíritu es, pues, supropio resultado.28

    La forma concreta en la que el espíritu se va mostrando noes la de un individuo humano singular. El espíritu es esencial-mente individuo. Pero en el ámbito de la historia universal,no nos enfrentamos con personas singulares reducidas a suindividualidad particular. En la historia, el espíritu es un indi-

     viduo de naturaleza a la vez universal y determinada: un pue-blo; y el espíritu al que nos enfrentamos es el del pueblo. A su vez, los espíritus de los pueblos se distinguen según larepresentación que de sí mismos hacen; conforme a la su-perficialidad o la profundidad con que han aprehendido elespíritu. El orden ético de los pueblos y su derecho constitu- yen la conciencia que el espíritu tiene de sí mismo. Tal cono-cimiento depende del saber que de sí mismo tiene el espíritu.

     Y la conciencia última a la que todo se reduce es la de la li-bertad humana. De ahí que debe darse una forma concretaen el mundo; y la materia de esta encarnación, el suelo enel que arraiga, no es otro que la conciencia general, la de unpueblo. Ésta constituye sus costumbres, su derecho, su reli-gión; forma la sustancia del espíritu de un pueblo, aun cuan-do los individuos no sean conscientes de ella. La concienciacolectiva no es transmitida al individuo como una lección ter-minada, sino que se forma a partir de él: es la esencia en que

    el individuo puede existir. La concreción del espíritu no esotra cosa que configuraciones racionales que nos revelan no-ciones acerca de la realidad y del significado de la existenciahumana, implícitas en las instituciones políticas, religiosas,artísticas y en las maneras de pensar de una época. Estas for-mas diversas de pensar son lo que constituye el espíritu en lahistoria. Por dichas razones, la fenomenología es la historiaque se ocupa de un progresivo despliegue y surgimiento de

    28  Ibid., pp. 77-81.

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    nuevas formas de concebir la realidad; describe el camino dela formación intelectual de un sujeto que quiere ponerse a laaltura de su propio tiempo y requiere recapitular una seriede experiencias para su aprendizaje, que no son otra cosaque diversas y sucesivas épocas de la historia de la sociedad y del pensamiento humano. Este desarrollo conflictivo de laconciencia que el hombre tiene de sí y de su mundo es la his-toria. Y la filosofía no es la que prescribe lo que el mundo

    debe ser; más bien, ella es la “consideración reflexionada”, laque nos dice que la razón es la que gobierna y la historia esel movimiento a través del cual la substancia espiritual entraen posesión de su realidad.

    Kant como Hegel nos invitan a comprender que, a partirdel siglo XVIII, el pensamiento, en este caso filosófico, no po-drá desplegarse en la ignorancia de la historia, con todas laslecturas y consecuencias que ésta traiga. Considerar el estu-

    dio de la historia puede revelar nuestra naturaleza y lugar enel mundo, es decir, el cómo nos comprendemos al interiorde una comunidad y las perspectivas que tenemos dentro dela historia. A partir de la modernidad el hombre se enfrenta,como lo hemos visto, a su única responsabilidad, que, comoafirma Vico, es lo que él hace, el saber de lo más concreto, esdecir, la ciencia de la realidad espiritual. A través de la histo-ria es como el hombre va adquiriendo conciencia de lo quees y de lo que puede llegar a ser. El hombre histórico deja deser una entidad cerrada, para ser un ente que se va haciendoen el devenir de la historia, cargado de un pasado que cons-tantemente se actualiza en un presente proyectivo. Conce-bido así, el hombre no es, se va haciendo en el tiempo, esdecir, en la historia. En el fondo se muestra el anhelo humanode encontrar sentido al devenir histórico y, sobre todo, de loque podemos llegar a ser en el futuro. Este mundo humaniza-do de la modernidad, cuya pauta es el hombre concreto, cons-

    tituye la única realidad, por eso, de inicio el mundo es mera

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    confusión y la filosofía será el esfuerzo por dar cuenta de larealidad entera y sentido al ámbito de la libertad:

    La historia, que se ocupa de la narración de estos fenómenos, noshace concebir la esperanza, a pesar de que las causas de los mis-mos pueden yacer profundamente ocultas, de que, si ella con-templa el juego de la libertad humana en grande, podrá descu-brir en él un curso regular (…) La Naturaleza ha querido que el

    hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que so-brepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, yque participe de ninguna otra felicidad o perfección que la queél mismo …se procure por la propia razón.29

    En ese sentido, la filosofía de la historia supone una an-tropología filosófica, ya que el hombre es el problema funda-mental de la historia. Pero también la filosofía de la historia

    sería el esfuerzo por comprender e interpretar el sentido delacontecer humano, la esperanza de que las cosas se transfor-men y la humanidad logre