ALABARCES-AÑON hegemonia
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HEGEMONÍA la evolución de las sociedades: aquellos casos en los que la incapacidad de la burguesía para
Término tradicionalmente usado desde los llevar a cabo sus tareas históricas de índole deti~PQ!_clá~ como sinónimo de su.Eremacía mocrática obligaba a la clase obrera a reemplade una comumdad política sobre otras, a partir zarla y cumplir ese papel frente al absolutismo, de una traslac10n allatm oettés.griego he- esto es, a dar cuenta de una separación histórigemon (<<el que marcha a la cabeza»; su uso en ca entre lo que se entendía como «naturaleza cl!cho sentido, ya en la época moderna, fue le- de clase» de la tarea y el agente social que degitimado por los teóricos de la Razón de Esta- bía llevarla a cabo. Este tema, que se plantearía
..QQ._como opuesto a la noción de equilibrio en con toda intensidad alrededor de la Revolución las relaciones internacionales. Así ingresó el Rusa de 1905, separaría definitivamente las concepto en la teoría política. Esa utilización, aguas entre las corrientes <<revolucionarias» y
sin embargo, fue ampliada por algunos escrito- «reformistas» de la socialdemocracia rusa, sires del Renacimiento al emanciparlo de su ex- tuando la caracterización del proceso de hegeclusivo significado político-militar e interpre- manía en las relaciones internas entre las clases tarJo como primado c.!yil y moral, ya no basado -y no entre los Estados-, en el centro de un laren el uso de la fuerza sino en la cultura y las go debate que se prolongaría por décadas. ~es. Así, aqmave o en sus conseJOS Técnicamente, para la metodolo ía marxisal Príncipe utilizalia a ¡gura el centauro para ta, el tema e a hegemonía -tal como habrá de calificar lo esencial de la tarea que aquél debía concebirlo la socralden10cracia rusa primero y emprender: mezcla de fuerza y de inteligencia, lo que se conocerá como leninismo luego- se de violencia y de razón. Y !erá este significa- vincula directamente al de~as alianzas declasf ~o, como doble perspectiva de la acción po!It1- y postula como e¡e de mdagactón la relación ea, con el que el vocablo «hegemorua» mgresa, entre la clase obrera y el resto de las clases sude la mano del marxismo, en la teoría social bordinadas, en esp~al el camp~nado. en tancontemporánea para posteriormente, extender IOnifcleo histó~ico de.JUL~ll.J.i.e.1GillS.fill:::__ su aplicación a los F.STUDIOS CULTURALES. mación radical. Dicha alianza, en la medida en
St bien ha sido JA.ntonio Graídsci ,~uien en que~gir un ciclo de revolución persus Cuadernos de la cárcel más ha contribuido manente capaz de transformar una etapa de rea la difusión del término, al punto de colocarlo volución democrática en revolución socialista. c6mo eje de sus indagaciones teóricas, el mis- suponía un componente hegemónico por parte mo había sido ya utilizado, aunque con signifi- del proletariado al que los otros aliados debecactos diversos, en las discusiones en el interior rían subordinarse. En esa instancia, ilié.!J!lÍl]D •
de la socialdemocraci;Cusa a pnnclplos:=a-e.I:3E'" «hegemonía» aludía a un proceso especmco: el glo XX. Desde Pl~nov hasta Lenin, la intro- de la constitución de un bloque popular revoluducción del término tiene que ver con la nece- -ci.Onario bajo la conducción, ideológica y org¡¡sidad de analizar un proceso no previsto en la ñizal:ivi,'del proletariado y de su partido para la versión clásica que Marx había propuesto sobre Cünqutst~ __ d_elpoder e_o~o. Ese es el sentido
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Hegemonía
de la primera introducción del término por parte de Lenin y de la fracción bolchevique; a las tesis de los socialistas reformistas ( «menchevi-4ues») expresadas en autores como Plejanov, Axelrod o lvlartov, según los cuales la revolución democrático-burguesa debía ser dirigida por la burguesía liberal, Lenin y los bolchevi-4ues contraponían la de la necesidad de la dirección -{) hegemonía- del proletariado en un frente autónomo con los campesinos. Ésta es la hipótesis de trabajo que aparece en un texto clásico de Lenin -<<Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática>>- que sería sacralizado luego como un documento fundador del leninismo en la lucha no sólo contra los mencheviques sino también contra León Tr~ partidario de un proceso de <<revolucÍón permanente» que no reconocía la necesidad de una alianza estratégica con el campesinado. Esta última polémica, que habría de saldarse con sangre y represión, incluiría como marco, años después, la opción de S.li!.lin y su grupo por lo que se llamó, en abierto desafío a la utopía internacionalista del soci.alismo t:lli!!;i"
na!, la construcción del «socialismo ~r1 un §Dló paíS>>. Bajo esa estrategia, que Lenin ~-iht~Ítlfiá-
. do con la posibilidad de la nípidn lra11~f'~t!i!WÍ!l. 1 de la Revolución Rusa de 1917 a toda EUHJ!lil
' . [ no había previsto y que León Trotski r~ch~H''ll¡ ba, la alianza hegemónica de la clase obren~ 11•1~
cional con el campesinado aparecía como Cl1n• 1 dición de la fortaleza del nuevo Estado, <'11
\lugar de la fusión con el proletnri~tl(l itlterrta' cional. A partir de entonces, y ~ÍII!Illlf~ nmw
producto del análisis de las relacif}tlí!§ i'!ll:re clases en el interior de un Estado, ~1 f~l-tfi!HI.' «hegemonía>> habrá de aparecer, ílll l~ dtti'IHtlll leninista y en los debates de la hltllf!l"<'il'flªl Comunista, como sinónimo de ditiltl<tl.ltf! tl~l ¡naletarjg¡lo, un concepto utilitntltl CJt:~§l(:JOalmeme por Marx y rechaz11do por l¡¡ SPI!llflllil Internacional.
Esquematizando lo dicho. h~c;ia m~úip¡lps de 1!! déc~~~ 1920, el térmíl1o _ _<t_~~-@Í__;j>> era utilizado porefpensa~Ít~m<U-4!!!! Pftfil J~ign!l_~:C(l)\JactTi-eciTó~ñ de la clhs~ obr~ra ~11 la _revolución burg~~a-¡el ca~o d~ la. R,~volucton Rusa de 1905)1J2J. a direc¡;íÓtl d~ 1~ ~elase obrera sobre sus alia.dos --en esp~cial lus Campesinos pobres- en el procesn diO Ct)ll(jtll'ila tlel
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poder/(3) la dirección de la clase obrera, luego de la toma del poder, sobre la sociedad en su conjunto (la dictadura del proletariado como eje de una alianza obrero-campesina).
Pero estos usos internos, esotéricos para los extraños a la doctrina, que caracterizarán la in~ traducción por el pensamiento marxista del término «hegemonía» en la teoría política, sufrirán un vuelco con la resignificación que del mismo habría de hacer el pensador y dirigente comunista italiano Ant~ en sus C~eT.I-eda~~s deJa década de 1930 y ~gs-a..par· til:.de..J.:w.eg.upda posgne¡:;a, El-rasgo principal de la contribución grnmscilma es haber hecho trascender el concepto más allá de los estrechos límites en que se movía, pru-a ubicarlo en un marco m:ucho más universal para la teoría política contemporánea. A partir de los aportes de Gramsci, la palnbtll «hegemonía>> comenzará a funcionllf como un' instrumento de análisis para l.~s deudas sociales en un rango que va desde la lii!lntia política y la sociología histórica hasta la teoría de la cultura y el estudio de los procesos de socialización y de constitución de ideologías (v. IDEOLOGÍA).
Si es cierto que puede detectarse en Lenin y en el discurso teórico de la Tercera Internacio!lal la proximidad más directa con el uso que Gtaltlsci le dará al concepto de hegemonía, no lo ~§ !tlértos que en su obra el mismo adquirirá ':ltls éspecificaciones significativas que ampliarán y proyectarán su sentido. En primer lugar, la transformación que realiza de un término operatorio de la política al des lazar o- nr·· tiha centralidad de lo8y de lo e tura En §éguñOo ugar, _ · · o concepto Pli!\ie para definir ya no un comportanuento adjudl€iltlD al proletariado sino la forma ideal tío pica que adquiere la dominación política en el J::!§tilli!U!!~O, esto es. su capacidad para disHngulr.la.autori.da.d de la burguesía en una Slh..
E!edad capitalista consolidada, de otros tipos imterioresde_@minación.
En ese sentido, al reconocimiento hecho por Gramsci cuando señala que su introducción ~tM principio teórico-práctico de la hegemonía>> es el aporte teórico máximo de Lenin al marxismo, debe agregarse otro linaje al uso gra~g:i;mo_ del.fl)!l_Cepto: la tr~reña.Ceñ-
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Hegerñon~~~~~~]
tista, especificada en la figura de Nicolás Maquiavelo y en su recordada imagen del centallro ·como definición del orden en una comunidad 12QHI!ca, tal cual lo señala Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel al referirse a la «do6le persp~(iya>> de ia acción política y de los Estados:«~emonía, VIolencia y civilización>>, como figuraba en la remimscenc1a maquiavelista de la combina-ción de bestia y hombre en aquel ser mJtÜÍógico. As!, Rara dramsc1, la supremacía de un gru-¡if SOcial's~esa--neaos-modOS:--COn!2
'l domrnw y como dtrecctón intelectual y moral,
zada didácticamente por cuanto, en la realidad, ellas componen un «bloque histórico», expresión tomada de Georges Sorel para aludir a una unidad orgánica entre econornia, política, ideologías y CULTURA que, como sistema hegemónico, caracteriza a cada sociedad en sus distintos momentos. En ese sentido, y colocándose-en el extremo opuesto a las concepciones que combate, la relación entre la economía y las otras esferas de la vida social no sería de causaefecto sino d_e r¡1~n, en tanto las superestructuras senan el campo en que los hombres (y, por lo tanto, las clases sociales) toman conciencia de su posición y construyen sus objetivos, conformándose así en ellas la trama vi va de la historia.
E,!iliU~~!i!...r~aciónfl)tre los conceptos de base y superestructu~ lo
ITevañrtlsOdelaexpreswn «b@Ciue ~ricil"
1 cómo donunante aelos grupos adversariOs y diñgente de los grueos aliados, en una primera dts!mcton conceptual entre dominación y dirección como componentes de la hegemonía, que ya aparecía, aunque de forma más ambigua, en la literatura contemporánea de la Tercera lo ter nacionaL
Pero la peculiar introducción grantaciuua de la expresión «hegemonía>> con el vtraJe dé su senlldo hacia el predominio de lo moral, lo eticO,lo tdeologtco y lo cultural en detrimento rl~ lo polttlco tnstrumennu:;no-¡mtirflrlm!-el'Se' sin una refotmolaelon sifffii!taileii.oeotros téricinos que en conjunto Jfal:ifáñ-de coñsfíf~na
para referirse a ella, introduce otras distincto.-ñes. Así, cambia la definición del Estado mo-,~aem6 que, de epifenómeno político delosmo·-vimlentos de la economía, deviene Uf!. órgano
Qrlginal cadena conceptuaL . Esa batería de¡voces restg¡ill'iClldifs-~
ampliado, sociedad c~ítico, bloque--histórico, guerra de postcioner,guerra-de maniobras, revOiüCion pastva, transf'iíiTiiíSiííli:-~ entre ntras- tiene como- núcleo el" concepto <re
_ 'l}Tgeñt~ en.ta_ñto-pi.i-nto-~e_partida p?rauna ~ polerm~!l de la clos,co..relru:a.orLmarxi~t~~~~cturJil'y,«~ y como complemento necesario de una teorfa •obre la función de los INTELECTUALES étl el j:ifll·
ceso sociaL El desencadenante político de las retle~it•
nes gramscianas es el «economiei$Jtl~!Hiit·Hwido a las visiones más vulgares del marxisttl\J, tanto en la visión «reformista>> de la Segund~ Internacional cuanto en la «revolucionaria» fi¡¡ la Tercera. Datan de 1930 los primeros ap@f¡¡:,
de crítica a ese enfoque, que Gramsci callfl~~ como una superstición que debe ser ctJliiiJ¡¡tf~(¡¡ no sólo en el terreno de la historiografía sillll también en la acción política. La distinción etl• tre base y superestructuras sólo podría ser utili-
~u~ceptible de ser dividido para su análisis en Fifmnivllles ds:.. , · ón: como ocie ad olí ·a y ____ ...,__~ ~J.!Jl)_Qy-ociedad civi La primera dimensión al~(i"é ni Estado como instituci-ones de gobier-no; lu ~<:gunda, a lo 4ue Gramsci -hegelianam~nt¡;·- considera la trama privada, ética del Est11do, «Ul conJunto de los organismos vulgar-llW!i!t) llnmados privados [ ... ] y que correspondou ü In función de hegemonía que el grupo dofitliiUtHe ejerce ~n toda la sociedad». A4uí las dlf~f~twias con el uso marxiano del término ~All flotorj¡¡~: mientras que para Marx el con·· l'e(Jh:J di' ~ociednd civil -en línea con la economia pulltici\ clásica- aludiría a la economía, p~ta t_lratnsci su marco de referencia estaría en LJM plano de las superestructuras: el del Estado.
l.u SO('l<illíld_cilúL en -Gimmssi-supone.una tmn¡~-"i"nslitucional formada por la t"amilia, la ~SGl1~l.u, los medios de comunicációti o las J.~s, rn~~5'nismos gue socializan a la pobla~!~li ~!l ¡,,s_·valores dominantes y 4. ue ~' <;Qr]ltlbi!VI!n~;r--¡¡¡ elaborac10n Cíeeonsen e
frlrffin nú~- perdur-able ~i~e};i"iil•e ~;n;;;u; del;, •ir)Íen~:ia mon~j¡)()ll~;da por la sociedi.;i p~l]itl~
"tUL .'\~!. ~1 E~lt!do, como «hegemonía acorazatia ~J~ LOt;:ft:ión». operaría como un campo •''1ill!'l.;.jD de dominución, en el 4ue las institu-
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Hegemonía (
e t-ones de la sociedad civil funcionan-'an como 1· 1 reproducir-las condiciones históricas que lo pro
lrtncheras protectoras de los órganos de la so- dujeron. en su confrontación con otros aspectos uedad política. de la realidad que vive el sujeto queda lugar pa-
Pero en la sociedad civil no operan sola- rala aparición de prácticas transformadoras. mente los difUsores Cle1aCultiua domillante:- es Un rasgo común, sin embargo, de todas esun campó-delucfias,<<aererac!oiles oe fiierzlt», tas aproximaciones conceptuales a la noción de de conlliciosdehege-rriorua-eii.ife-las'Clases'ifo- hegemonía es la necesidad de ubicar a sus portninaittes yliis <::Tases slil:ia.Jferrúis~i\la-Iu:gemo- tadores soctales, a los mediadores entre clases liiit-vlgente se le opondrá una contrahegemonía fundamentales e individuos. Ha sido Gramsci, en construcción, una nueva «voluntad colectiva nuevamome, quien primero colocara el eje en
-nilclonal-popular» que se erigirá desde un pro- esa cuestión al desarrollar una teoría de Jos in-ceso Je «reforma intelectual y moral>> hasta telecruule stá indisolublerilenteugada a <,lésembocar en una crisis «orgánica» de la so- la pro!JJ~!)láti<;a-ae-Ift=!i8g:e;t:IIt[!IÍlrl:Ull10au ctedad, <<crisis de hegemonía[ ... ] crisis del Es- cióiL~otf~i:cayCultural. Partiendo e de
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tado en su conjunto>>, como anticipo de una q~~res son 1ntelecruales (esto ___ ~ ____ ,,¡m~, nueva sociedad. .--~E:? VIStOS oe raelonillldad) <<pero no tddos
Algunos autores posteriores, como Louis (Qs hombre~oseen en la sociedad la función ;\jtJ:l._us:¡n,_han rigidizado en clave funcionalis- d~telectn~s», Gramsci define esa funcíÓ~ la ese esquema gramsciano. En efecto, lo que como la de empleados de los grupos SO~J<.SGramsci llamó instituciones de la sociedad ci- fundamentales para las tareas de he emonfa so-vi 1 aparece en ese filósofo marxista francés co- cial y de gobierno. po tlco, o sea, como prorno <<agaratos ideológicos de dominación>>, con ductru:es__de._c.ons.enS!Ly/u organízadores. de- ¡a;: la_tiif~<~efinidos violencia legítimaJGramsci, 1978). LY!HQ __ ¡;ampus de c~--comop¡:ífaS ex- Las reflexiones gramsdanas abren paso a la p_~~iones del dominio_cle_cla~ta posibilidad de incluirlas en una saga que, desde riqueza analítica del concepto se empobrece al Hegel hasta Weber, se formula como teoría de explicar los mecanismos de reproducción de un 1~. En la medida en que cada grupo ststema pero no los de su transformación. ~do en la producción económica,
Otro autor contemporáneo, el sociólogo crea con él capas de intelectuales que le profrancés~ también se mueve en porcionan homogeneidad y conciencia de sus un terreno con resonancias gramscianas al estu- fines, son ellas las que cumplen las funciones diar las formas de lo que llama '):!Q_tiÜP-ªf_i()n «conectivas y organizativas>> en el interior del simbólica", trat do de reconstruir en to!TIO del bloque histórico. Pero esta relación entre grucon¿i'pJ:Q'Je_ i~~roC650jJOf el cua]losi.:. pos sociales e intelectuales no es lineal en la cial_~"- interioriza_en_l~divid~"]iaY:és de concepción gramsciana. sistemas. de-costumbre&-no~conscientes -lo que Los intelectuales, en su función de burocraGramsci llamaba <<el ~ntidu_Q.QmÚn»- y lograr cia política, tienden a generar comportamientos que l<!.O..i;'~\[tlc.;turas -~bjetivas coincidan-con las estamentales, a considerarse a sí mismos como l)bjeti•as,.Como- el hab!fiiso6ra alamanera de si fueran el Estado, lo que -señala Gramsciun conjunto de esquemas o disposiciones social- genera «complicaciones desagradables>> para el mente adquiridas (<<estructuras estructurantes» ), grupo económico fundamental que es el Estaordena el conjunto de las prácticas de personas y do, hasta colocar puntos de crisis en el sistema. grupos garantizando su coherencia con Jos valo- Pero esta dimensión burocrática de la función res predominantes y arraigando la hegemonía en de Jos intelectuales pertenece, como ha quedalas vidas cotidianas. A diferencia de la pasividad do dicho, a uno de los dos grandes planos de que emerge de la caracterización althusseriana las superestructuras: el de la sociedad política. de los aparatos ideológicos de dominación, y Es fundamental la otra dimensión de la función mús cerca de la relación gramsciana entre hege- ~tel~ctual: la de constructora de consensos, de Blonía y práctica histórica, la teorización de va-lores,_de representaciones colectivas e;er llourdieu asume que si bien el habiws tiende a seno de las in~tituciones de la sociedad civiL
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('~-·¡ Hermenéutica y ciencias sociales
0 En la definición ampliada de Gramsci, el
Estado moderno opera una reconciliación «nacional>> de los intereses fragmentados de la sociedad mediante la el!tboración de un consenso <<espontáneo» compueato de símbolos y valores hegemónicos. Pero en eltpansión tiene quiebres hasta llegar a un punto de saturación en el que ya no es capaz de integrar sino que comienza a desagregar: es el momento de la~ orgánica en el bloque histórico. Allí, la voluntad colect¡ va nac10nal-estatal entra en tensión con la voluntad colectiva nacional-popular, que viene siendo elaborada en la relación entre otros grupos de intelectuales y las clases subalternas a favor de una reforma •<intelectual y moral» en dirección hacia ~na forma superior. de civilización. En este punto surge el papel del Nuevo Príncipe ~1 partido político-, capaz de articular en un movimiento complejo el <<sentir», el «saber» y el «comprender>> sociales que constituyen el núcleo de la acción histórica.
Inspirados or los textos gramscianos, un significativo núcleo de invest1ga ores m; eses, ala cabez~uales ha e ubicar ~
que la tradición y la práctica cultural son comprendidas como algo más que reflejos de una estructura económica.
Una hegemonía es siempre _l!_l!__proceso compuesto de exp_eriencias, relaciones y actos y no se produce de modo pasivo: ~~_permaneÓtéillentedesatla-da y resTsiida por otras presiones(iue consiíiiiyen [()s-momentos contrahegemónicos o de hegem-onías alternattvas. 5íTa hegemonía: i)or defi'ilición, siempre es do m--;::--' nante, jimüís lo és de un riwdo Tót.il__(¡ ~~jusivo, en la visió_l_!_~~-~lliai!l!!_l?~~<!-~s procesos culturales no deben ser vistos como simpl~l11_t:!l~-ª"ª!li-ªtiYouina.como_WLprocew _<:?_I!Icl.t:.i_Q_y_vivo en el que se articul3(]Y_~~nt<m!.i!.dC!lllilla:cióll_y_ll!_r_e_§i~tencia.
Lecturas sugeridas BouRDIEU, Pi erre (1 991). El sentido práctico, Ma
drid, Taurus. GAAMSCI, Antonio (1 978), Los intelectuales y la or
ganización de la cultura, México, Juan Pablos v Editor.
PORTANTIEAO, Juan Carlos (1999), Los usos de t~
Gramsci, Buenos Aires, Grijalbo. PoRTELLI, Hughes (1973), Gramsci y el bloque his
tórico, Buenos Aires, Siglo XXI. WtLLIAMS, Raymond ([1977], 1980), Marxismo y lite-,,·
Definida en general como una manera par-~ ratura, Barcelona, Península. ticular de ver el mundo, la natU!alezo: y-1-lts-rela- , - ([1976], 2000), Palabras clave, Buenos Atres \/ cmnes humanas, sus efectos sobre la teona col- \ Nueva V1s1ón tural -señala Williams- son directos porque ~ . iñcluye y supera a dos poderosos conceptos an- ¡ Juan Carlos Portantzero tenores:· los d~gía. Tendría nn alcance mayor que el de cultura, tal como fuer~ , definido anteriormente, por la capacidad de ad-¡ HERMENEUTICA vertu sobre la di~tribución de poder que cahfi- , Y CIENCIAS SOCIALES ca a un proceso soci!LJ. También que el de ideología, porque no incluiría solame~n sisteffill 1
consciente de ideas y creenCiaS. formal y arti- ! colado, SíñOla ccinéiencia heteri:)géneii,uífUsa e incom_pk~ __ que_guíalas_~ticas.-sociah:S-e-in_gjyirluales-
Para Williams ([1977a], 1980), <da hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida. [ ... ]es un sistema vívido de significados y valores (que otorga) un sentido de realidad
. para la mayoría de las gentes de la sociedad>>. Ello permite que la cultura no sea considerada como una «Superestructura» en la medida en
"-. La palabra hermenéutica tiene una histona larga y sinuosa que comienza en la Grecia clásica, como tantas cosas; pero en su origen designa algo bastante modesto: la técnica de interpretación de los documentos escritos para establecer su significado correcto. Con el tiempo, la definición ha cambiado y el término se usa para referirse a la interpretación de todo lenguaje imaginable; en sustancia, sigue siendo un recurso auxiliar para evitar malentendidos al interpretar un texto, un cuadro, una acción.
Ahora bien, como cualquier otra herramienta intelectual. es útil sólo si se supone que el
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Intelectuales
la incorporación a los textos constitucionales -es el caso de la Constitución argentina reformada en 1994- de un conjunto de instrumentos internacionales con rango constitucional (cf. art. 75, inciso 22 del citado texto) que preserva derechos y garantías relacionadas con lo económico, lo social y lo cultural.
En este plano vale la pena señalar la existencia de un Banco Federal de Datos de Derechos Humanos, que compila y actualiza información fáctica y normativa sobre este campo. Se trata, indudablemente, y de ahí la pertenencia e interés de la cita, de una ampliación de los horizontes tecnológicos, que pasan de tributar servicio a las artes del espectáculo y lo mediático a un rango de mayor compenetración con demandas civiles meliorati vas y largamente reclamadas. ·
Lecturas sugeridas DeeoRo, Guv ([1967], 1995), La sociedad del es
pectáculo, Buenos Aires, La Marca. FERAER, Christian (1996), Mal de ojo. El drama de
la mirada, Buenos Aires, Colihua. FEYERABEND, Paui K. (1984), Contra al método,
Buenos Airas, Orbis/Hyspamérica. RIVERA, Jorge B. (1994), Postales electrónicas. En-·
sayos sobre medios, cultura y sociedad, Buenos Aires, Atuel.
- (1995), El periodismo cultural, Buenos Aires,
Paidós. - (1998), El escritor y la industria cultural, Buenos
Aires, Atuel.
Jorge Rivera
INTELECTUALES
Este término, usual tanto en el lenguaje corriente como en las ciencias sociales del último siglo, es relativamente nuevo. En efecto, como sustantivo destinado a designar un grupo social el vocablo intelecnwl tiene una trayectoria breve -no va más alráOel siglo XIX- y el episodiO Cñflco que prec1puo su cnstahzacwn ~oca bulario ideológico remite al año ~y)al debate que movilizó y dividió a la optruón-=¡;ública francesa en tomo del «caso Dreyfuss». El 14 de enero de ese año una declaractón de escritores y universitarios, publicada en el periódico L 'Aurore bajo el título de «Manifiesto de los intelectuales», recl:vnaba una revisión del
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juicio por el cual se había condenado al oficial de origen judío Alfred Dreyfuss. Al asentar junto a sus nombres los títulos profesionales de que estaban investidos, los signatarios dejaron ver que consideraban las credenciales intelectuales una fuente de autoridad, la autoridad de los hombres de saber, que les confería tanto la responsabilidad moral como el derecho colectivo a intervenir directamente en el debate cívico (Charle, 1990; Sirinelli, 1990).
Después de 1898 la adopción del ténnino se extendió, con mayor o menor velocidad, al conjunto de las lenguas occidentales. «Desde principios del siglo XX -se lee, por ejemplo, en la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana Espasa-Calpe (1926)-- se ha
usado con frecuencia la denominación intelectuales para designar a los cultivadores de cualquier género literario o científico». La difusión de este apelativo acotó la propagación de otro, de origen ruso, que alcanzaría también un uso general: intelligentsia. Utilizado para referirse a una elite de escritores y doctrinarios surgidos en Rusia en la década de 1840 y caracterizados por su crítica radical -tanto moral como política- al orden establecido, el término intelligentsia pasó a los países de Europa occidental (sobre todo a Alemania) con los viajeros y exiliados rusos, ellos mismos representantes de esa minoría de ilustrados disidentes (Malia, 1971; Berlín, 1979). Actuaunente se lo emplea con un significado más o menos próximo al de intelectuales, o bien para designar sólo a una fracción de éstos -la que levanta la idea de una misión de las elites culturales para con su sociedad: la de esclarecerla, guiarla y, generalmente, también refonnarla-.
El concepto ile intelectual, impreciso como el conjunto social que se busca deftnir con él, tiene, pues, un registro ineliminablemente polftico y condensa una historia que no es sólo la de una figura social, sino también una historia de las representaciones sobre el papel"dtliis' grupos cuya tarea especial.es la producción y la administración de los bienea simbólicos. característica de la MODERNtl'lAO, el inte
lla cól!i!ctaao al tñiimo tiemu!J, nor ! · - í!_l~Jón j'de u!la ¡~l"l~oJ!.
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nición oficial de la realidad en nombre de una verdad más profunda. Sacerdotes y profetas son antepasados más o menos lejanos del inte-
~
HOMBRES DE LETRAS, IDEÚLOGOS, INTELEC11JALES
Como tantos otros temas del pensamiento político y social moderno, la idea de un~l rector de las elites culturales hizo su aparición
_en el siglo XVITI, en el marco de la Ilustracjón y como principio consustancial de la mentalidad ilustrada. La cultura del Iluminismo fue una cultura urbana, con sus «metrópolis» europeas y sus «provincias», tanto en Europa -los países ibéricos, Italia, Rusia- como en América. Es en las ciudades (París y Londres ocupan el centro) donde surgen y se expanden los hechos y los escenarios considerados típicos de la Ilustración europea: la emergencia de un mercado del libro y de su agente, el librero-editor; la ampliación del círculo de los consumidores de bienes culturales, en particular, de Jos lectores; el florecimiento de los salones y de los cafés como ámbitos de sociabilidad intelectual, donde los plebeyos de talento se cruzan con los aristócratas ilustrados y la conversación se mezcla con la discusión (Habermas [l98la], 1996); la aparición de los periódicos como órganos de comunicación de las verdades y los valores del pensamiento ilurninista. Lo que Alvin W. Gouldner llama <<Cultura del discurso crítico» (Gouldner. 1980), a la que considera <iistintiva de los intelectuales como comunidad, tuvo su génesis en este espacio, el de la Ilustración y sus sociedades de pensamiento ~afés, salones, clubes literarios-.
La figura central de ese medio ideológico es el hombre de letras o filósofo (las dos denominaciones eran entonces casi intercambiables). El artículo que la Encyclopt!die de Diderot y D' Alembert consagró a los literatos (gens dt lettres) fue redactado por Voltnire, quien describe un tipo y n la vez un tdeal -~
. hombre llustrado-.:,Esta J!enomin.J~2ttJtrms_de _!ptrt!j), dice Voltnirll, corresponde n lo que gtiegos y mmnnos lhtmaban ¡¡rnmáticn~, que
lló dntn sólo vers11dos en Grnmlitica, ••In btuc
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de todos los conocimientos». sino también en~'
geometría, filosofía, historia, poesía y elocuencia. No merecía, pues, en el siglo XVIII, el título de hombre de letras quien cultivara un solo género literario o de conocimiento. Aunque no podía exigirse al literato que profundizara en todas las materias (<da ciencia universal no está al alcance del hombre»), el verdadero hombre de letras incursiona en varios terrenos, si bien no puede cultivarlos todos. A diferencia del gramático griego, sin embargo, que se contentaba con saber su lengua, o del romano, que no aprendía más que griego, el hombre docto de los nuevos tiempos debía conocer, además del griego y el latín, tres o cuatro idiomas. Socialmente más independientes que sus antepasados, señalaba Voltaire, los hombres de letras prestaban también servicios más útiles a la sociedad, contribuyendo a civilizarla al tomar como objeto del espíritu crítico no sólo ya las pa labras griegas y latinas sino los prejuicios y la supersticiones que la infectaban.
La Ilustración legó a la sociedad burguesa naciente este modelo cultural. Para Zigmunt Bauman, el phi/osophe del siglo XVIII representa el arquetipo y la utopía de los intelectwl::... les modernos. Evoca, en el campo fragmentado de las especializaciones propias del saber contemporáneo, «el fantasma de los e'!sadores como tales, personas que viven para y orTáS ideas, no contaminadas por ninguna preocupación limitada por la función o el interés; personas que preservan la aptitud y el derecho de dirigirse al resto de la sociedad (incluidos otros sectores de la elite culta) en nombre de la Razón y principios morales universales» (Bauman, 1997: 37).
El interés de la historia política por las elites culturales comenzó justamente con este predecesor del intelectual, y Alexis de Tocguevil!e fue el primero en introducirlo en su célebre estudio de la Revolución Francesa. El Antiguo Régimen y la revolución. La novedad del análisis tocquevilliano no radicaba en el papel sobresaliente que le asignaba a los ilustrados en la caída del Antiguo Régimen -el terna de la conspiración de los «hombres de letras, había sido lanzado en los mismos días de la Revolución por Edmund Burke- sino en la explicación de ese pupel por la evolución de la monarquía en
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Francia, la declinación de la nobleza como au- Marx y de Engels, como criterio para fijar la toridad política y la posición social de los inte- política de atracción que el proletariado, reprelectuales en la «más literaria de las naciones de sentado real o simbólicamente por quienes se Europa» (Tocqueville [1851], 1969: 185). La proclamaban herederos de la doctrina, debía perspectiva de El Antiguo Régimen y la revo/u- asumir frente a la fracción ilustrada de la burción alimentará una amplia literatura posterior, guesía. histórica y polémica, sobre la Revolución Fran- Los Cuadernos de la cárcel de Antonio cesa, el jacobinismo y la influencia política de Gramsci, en particular el conJunto de notas y las «sociedades de pensamiento», que contribuí- reflexiones reunidos y publicados bajo el título rá a fijar los tópicos de una larga requisitoria de LOs mtelectuales y la organización de la contra los intelectuales, vistos como individuos cultura (1978), introdujeron una nueva persinclinados al profetismo y a la ensoñación polí- pectiva dentro del marco teórico marxista. El tica, poco prácticos para lidiar con los hechos relieve que en esos escritos tiene la cuestión de de la realidad mundana de la sociedad y el Esta- los intelectuales proviene de su concepción de do. El opio de los intelectuales, de Raymond la HEGEMONlA y del papel que asigna a la CUJ.;
Aron ( 1967), es un clásico de esta literatura de ~n la producción y el ejercicio de éSii'he=-desaprobación de los clercs. gemonía. Para Gramsci, la supremacía de. una
La obra teórica y política de Karl Marx jns- clase social sobre otras se manifiesta de dos iró otra tradi<;ión de análisis, que asoció el te- modos: como «dominio», término con el que
ma de los mtelectuales con dos ejes de referen- indicaba el momento de la fuena y de la coer-~ cm: el de la dlVlstón del trabajo, que había _ ción estatal; y como «dirección», momento dct escindido el trabajo mental del trabajo manual, la hegemonía, del consenso y del ascendiente
--y el de la .lucha política de. clases. El propio intelectual y moral que un grupo social ejerce Marx no le dedtcó a la cuestiÓn -la de los sobre otros -los que son sus aliados y forman <<ideólogos>>, de acuerdo con la denominación Con el un bloque histórico- o bien sobre el conque usaba con mayor frecuencia- más que unos junto de la sociedad. El terreno propio de la hepocos párrafos de sus escritos, en. que los con- gemonía era el de la sociedad civil y sus insti~ sideraba como una fracción de la clase domi- tuciones (la Iglesia, la escuela, los partidos, los nante, producto de la división del trabajo en las sindicatos, etcétera) y en ese terreno estratégico filas de los dominadores, diferenciados entre se inscribía la actividad de los intelectuales. miembros activos y pensadores. Estos últimos Cada clase genera sus propias categoóas intesun los que se consagran a elaborar las .ilusio- ¿ectuales.-los intelectuales_ «orgánicos» de una nes de esa clase sobre sí misma, disimulando el clase-, pero la disputa por la supremacía social interés particular bajo la forma del interés ge- requiere también el esfuerzo por conquistar neral (Marx y Engels, La ideología alemana ideológicamente a los intelectuales procedentes [ 1846]. 1971: 51). Sin embargo, en el Mani- de otros grupos -los mtelectuales «tradicionajiesto comunista, en uno de esos pocos pasajes les»-. La ociedad civil era vista así como el referidos a la «clase ideológica», Marx afirma : spacio de un combate cultural gue hacía de los que a medida que la lucha del proletariado con- '· [!ítelectuales actores centrales de la lucha por el ;:: tra la burguesía se aproxime a su momento de- consenso y la conquista de la hegemonía. ..!·
cisi vo una minoría de la clase dominante se pasará a las filas de la revolución social, señaladamente la parte de los ideólogos burgueses SOCIOLOGÍA DE LOS INTELECTUALES que han alcanzado a comprender teóricamente el movimiento histórico en su conjunto. En esta tradición, el tema de los intelectuales será indisociable de las discusiones relativas a la estrategia socialista y la relación que los partidos obreros debían mantener con la intelligentsia, y la tesis del Manifiesto servirá, tras la muerte de
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Desde Ideología y utopía, de Karl Mannheim ([1929], l94l),la «Sociología de los intelectuales>> o de la intelligentsia es un tópico obligado de la historia y la sociología de la cultura. Aunque Max Weber había llevado a cabo en este terreno una labor pionera, en particular
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en sus estudios sobre las elites letradas en China y la India antiguas (Ensayos $obrt sociología de la religión, [1920], 1983-1987) y en las célebres conferencias de 1918 -«La ciencia como vocación» y «La polítka como vocación»-, Ale Mannheim quien buscó formular las bases de la consideración sociológica de los hombres de conocimiento. Muchos de los temas planteados por él en su obra de 1936 y después en «El problema de la "intelligentsia"» (Mannheim [1956a), 1962) serán retomados, así sea polémicamente, en descripciones e interpretaciones posteriores.
Para Mannheim, cuya visión de las divisiones. del mundo social no es ajena al marxismo, una sociología orientada sólo en t6rminos de clase no puede dar cuenta de los intelectuales como categoóa. Su punto de partida era la observación de que en toda sociedad existen grupos, más o menos institucionalizados, cuya tarea especial consiste en suministrar a esa sociedad una interpretación de sí misma y del
., mundo. La comprobación general de este he. cho, sin embargo, resultaba insuficiente para
describir y explicar el papel de las elites intelectuales de las sociedades modernas. Uno de los datos sobresalientes de la cultura moderna, señala, es que, en ella, <<a diferencia de las culturas anteriores, la actividad intelectual no es privilegio de una clase rigurosamente definida, como el clero, sino más bien de un estrato social, en gran parte desligado de cualquier clase social y que se recluta en un área cada vez más extensa de la vida social» (Mannheim [1929), 1941: 138). Estrato internamente muy diferenciado, sin !.IDa organización común equivalente a la que había ofrecido en el pasado la institución eclesiástica, la cultura obra como un vínculo 'unificador entre los diferentes grupos intelectuales. Sobre estos rasgos -la amplitud del reclutamiento de los miembros del estrato, los límites imprecisos de éste y la relativa laxitud de su organización institucional, la falta de dependencia directa respecto de cualquier clase social- fundaba Mannheim su idea de la intelli
. gentsia libre. El hecho de que los intelectuales no estén sociológicamente ligados a ninguna clase en particular (o sea, su condición de categoóa social «flotante>>) no significaba que hubieran permanecido al margen de los antago-
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nismos entre las clases. Por el contrario, en el interior del subconjunto social poroso que ellos forman encontraron eco los diferentes intereses sociales y los intelectuales «aceptaron en una forma aún más acentuada los más di versos modos de pensamiento y de experiencia que existían en la sociedad y los esgrimieron unos contra otros» (Mannheim [1929], 1941: 11). El combate de ideas que libraban entre sí era. al mismo tiempo, un combate por el público, cuyo favor debían conquistar pues, a diferencia de lo que ocurría con el clero, se trataba de un público al que no se accedía sin esfuerzo.
Los intelectuales, observaba Mannheim, habían proporcionado teóricos tanto a las fuerzas conservadoras como al proletariado. Sin embargo, ligarse voluntariamente con alguna de las clases antagónicas no era, a sus ojos. la forma en que los intelectuales podían ser fieles a la misión que estaba implícita en su posición social. Esta posición (caracterizada por su falta de ataduras de clase), la movilidad ideológica que ella generaba (según lo dejaba ver la capacidad para adoptar diferentes modos de pensar), y la cótica mutua que ejercían unos sobre otros a través del debate eran los factores que predestinaban a la intelligentsia para obrar como portadora de Jos intereses intelectuales del todo social (Mannheim [1929], 1941: 139). Estos análisis se insertaban dentro del marco, más vasto, de la sociología del conocimiento ( v. coNOCIMIENTO, SOCIOLOGÍA DEL), disciplina que está en el centro del conjunto de la obra de Mannheim y en cuyo desarrollo cumplió el papel del fundador. La tesis de la intelligenrsia socialmente flotante -capaz de asumir puntos de vista contrapuestos y, por lo tanto, de mediar entre ellos- buscaba ofrecer un fundamento sociológico a la posibilidad de un conocímiento de validez objetiva, liberado de las limitaciones que el interés imponía al resto de las posiciones constituidas en el espacio social. Tanto la tesis como la idea anexa de una misión de los intelectuales seóan en general criticadas en la literatura posterior sobre el tema. sea por su falta de realismo político y sociológico, sea porque atribuían a los intelectuales, en tanto categoóa, el papel de custodios de la razón, aunque la historia y los propios análisis de Mannheim enseñaban que sus miembros es-
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taban lejos de ser equidistanres y no eran inmu- Jetl va y una categoría de análisis (Bourdieu, nes a las pasiones que agitaban la vida social. 1967). Como los otros <<Campos» que, en la De todos modos, cuantos se propusieran ofre- concepción de Bourdieu, constituyen el mundo cer después de Mannheim una definición socio- social en las sociedades altamente diferencialógica de los intelectuales habían de encontrar- das, el microcosmos de los intelectuales está se, de hecho o explícitamente, con el problema regido por reglas propias, irreductibles a las reque él había tratado de resolver: ¿cómo tratar glas que rigen la dinámica y la competencia en sociológicamente la cuestión de los intelectua- otros dominios (el económico o el político, por les sin elaborar criterios y esquemas de clasifi- ejemplo). En ese espacio relativamente au~ cación para grupos, clivajes y jerarquías del rno, los intelectuales luchan por el rnon~lio mundo social que no se dejaban apresar a tra- de la producción cultural legítima con arreglo a vés de la definición económica de las clases y estrate ias que dependen de la posición ue calas divisiones sociales? da actor, indivi ual o colect!Vo, ocupe en el
Después de Jdeologí~ y utopía la investiga- campo. La autonomía de las elttes cúitürales ción sociológica de los intelectuales tomaría di- -escntores, artistas, científicos-, reconocida ferentes caminos, tanto desde el punto de vista socialmente o reclamadá. por éstas, es la autoteórico como empírico. Ahora bien, si hay que nonúa del campo, sus instituciones, sus reglas
indicar una obra que sea equivalente por su propi~viceversa. ambición y pór su influencia a la de Mann- E , 197 , Bourdieu retomó el es uema esbo-heim, es necesario referirse a la que ha produ- zado en 6. y re ormu ó la noción de campo cido Pierre BonrdietLalo.Jargo..de..un.cuart.o de intelectual, convertida ya en herramienta central
__3!glg. Si los estudios de Mannheim acerca de la áe una sociología de los intelectuales que se deintelligentsia se inscribían dentro del programa sarrollaría en los a.lios siguientes a través de la
_ \ de una sociología del conocimiento, ~ reflexión teórica y la investigación empírica. El
~~ ~jos del sociólogo francés sobre los intelectuales elemento más. sobresaliente de la nueva formu'~) integran igualmente un cuerpo que es más am- !ación es el lugar que atribuye a los intelec-1_..--- plic:>_'-el de una sociología de l~ e u tura en ten 1- tunles _en la constelación del poder sociaL Es-
@_c_Q!!!Q. so¡;iología de los sistemas simbólicos. tructura de propiedades específicas, el campo
Jl~ La sociología de la cultura de BourdieuN ~tual es, para Bourdieu, parte de ~e-/ busca reunir y comupi. entre sí varias claves tura ma or ue constitu e e 1
de-análisis: la d urkhe' res ecto de la n- e ahí el otro rasgo eje la definición que ofrece C!ün. social (d~actón) de las formas sim- de los intelectuales:'é'n tanto poseedores del CA-
·ootlcaS;Ta de arx a'terciL.ilii:lll!Pel político Pf1'AI. CULTURAL, ellos son miembros de la clase (de-domr;;;;ión) de esas mismas formas; la de dominante ero en la ición de fracción dolos estudios de sociología de las religiones de nunadn de lo ominadores. ta pos¡cwn s';;:.
_ tv~-quie~--IE~tró~ la producCH[ri)' 'c:J..afiñente ambigua --<ionunados entre los domiíaadiñinistració!l de los bienes relj_gi~s- ~9- tos inclina a «mantener una Ielatlón fttuyeron históricm~~l monopolio de un iltl1btvalente, tanto con las fraccwnes dominan-cüe~i_~¡¡ecTatistas. Ciertamente, fueron los I~SJ\~ la clase dominante ("los burgueses") coanTJisis de Weber los que le inspiraron la~ mo_!~Qn las clases dominadas ("el pueblo"),, logia para de1íñifa los intelectuales cumo el CHourdiéU [197lc], 1999a: 32). As1, no es en su conjunto de aquellos_que tienen, en las soct~a- fnltn de ataduras sociales, sino en esta posición des modernas, el monopolto de la proauc,S!.Ott llstructtirahnente ambigua donde hay que buscar aelos5ienes culturales. Según Bouflheu, sin In explicación de sus tomas de posición en el emoargo, no -es postble hablar sociológicamen· eampo político (Bourdieu, l990a: 109). te de los intelectuales sino a cundiciótl de. estn- La eiección del campo intelectual como blecer el punto de vista que permitn ílpréhllt1- uni~a. de análisis tiene para Bourdieu d.erlos en el universo sociul_gut'l 1~1! es .propio. ~CO. además de ventajas :eóricas y Este es el papel de la nonon d~ C0MtQ.d!:ll.E.:... metOOorcigicas. Ella mvahda las dettmcwnes ~que .!!!c!l"-~-'!_la_._vg uuu. >(Slt1!¡;¡t~ normativas y voluntaristas de los intelectuales,
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así como pone al descubierto el {litismo]le los enfoques que se ocupan sólo de la0'5'ra y de la acción de las grandes figuras de la producción intelectuaL. Introduce, asjmjsmg mayor complejidad en las relaciones entre las clases y los
ttelect~al? y ent'l'e estOs y erymmeo. u meiación e campo intelectual permite desCñ1W'
e 'fñterpretar en nuevos térnunos la lucha social ypi5IT11ca por el reconocimiento, señalada ya como rasgo de la intelligentsia moderna por Mannheim, quien la entendía como una lucha por el favor de una audiencia capaz de ofrecerle recompensas no sólo materiales sino simbólicas. Lo que el análisis del universo de los in
telectuales deja ver es que el reconocimiento~ que ellos aspiran es dobl~ ~~ d' sys ~el del pübhso-. que ambos veredictos no suelen ser convergentes ue la aprobac10n conside-
~ '''"· ra a mte ectualmente le ~áJireducti-' ' ~ a 11, IIOtQbft¡:jón del rner~o.
- Ni el análisis ni la reflexión sociológicos . respecto de los intelectuales se han desarrollado únicamente dentro de programas teóricamente tan ambiciosos como los de Mannheim o Bourdieu. Como ejemplo de otras direcciones de investigación pueden mencionarse los trabajos de Edward Shils y Lewis A. Coser. Al pnmero se debe, además del artículo «intellectuals>>, de la Intemational Encyc/opedia (~( the
.Social Sciences ( 1968), una serie de él15nyo3
.destinados a dilucidar el papel de la intc/Ugent,sia en las sociedades contemporáneas (Shils, 19}6a, 1976b). Alternttndo la dllijcripción con la prescripción, Shils analiza en e1ws trobajo-5 las características de las comunidades intelectuales en diferentes países (y en diferentes tipos de países), las instituciones y las tradiciones de las elites culturales, la responsabilidad de éstas respecto de la «civilización>>, de la vida pribllca y los valores de la modernización social y polftica. Lewis A. Coser es el autor de Hombres de ideas (1968), conjunto de estudios que tienen como objeto describir posiciones intelectuales típicas a lo largo de un itinerario que va del siglo XVID al siglo XX y según dos dimensiones de referencia: por un lado, los «escenarios de la vida intelectual», como llama al conjuntd tl~ instituciones y formas que actuaron «Como incubadoras principales de la vocación intelectual en el mundo occidental», desde el salón ro-
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cocó a la revista cultural, pasando por la censura y la secta política; por el otro, las diversas modalidades que asumió la difícil relación entre intelectuales y poder, enfocadas a través de una serie de casos históricos.
LEGISlADORES, IDEÓLOGOS Y EXPERTOS EN AMERICA LATINA
El estudio de los intelectuales como subconjunto particular dentro del campo de las elites es todaví~en América latjna (lamayoría de los trabajos que responden a este tipo de aproximación se han producido en las ültimas tres décadas). En general, tanto la obra como la acción pública de las elites culturales han sido un tema de la hJstoria política, de la historia literaria y de la historia de las ideas. En el caso de His anoamérica odríamos decir que el si ·o XIX ece prestarse casi naturalmente al
pre ominio de la historia política de los intelectuales, pues, de hecho, todos los grupos con algún poder, entre ellos ros titulares del poder cultural -los <<letrados», fueran eclesiásticos o laicos- tomaron parte en la larga y tormentosa lucha que siguió al derrumbe del orden colonial y en que se buscó definir y construir un nuevo orden, capaz de regir una dominación efectiva y duradera. No sólo los textos de combate, los escritos constitucionales o los de doctrina se ordenaron en tomo de la política y de la vida ptíblica, sino que aun la poesía fue, durante buena parte de esa centuria, poesía cívica. La autonomía de los letrados respecto del poder del E:;tado y de la Iglesia, así como la diferenciación dara de las elites intelectuales respecto de las elites políticas, comenzarán a registrarse como datos, lentamente y de manera variable y disé011tinua según los países, sólo a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
No obstante, asi sea a través de la histuna polltiGa P de In historia de la literatura, en partl~ulnr de la literatura de ideas, algunos nuevos ~nfoques han dejado ver la posibilidad y aun la 1\Ce!ljitlud d"' (Onsiderar a esos círculos letrados y §U 1\wci.IJnamiento en tanto gmpos con identidad propia, e~ d~cir, no siempre reductibles al papel d~ ¡Ntr~Vll~~s o representantes ideológicos de otra~ ciA~es. En Hispanoamérica «el in·
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telectual nace -en nacimiento doloroso y conflictivo- del letrado colonial», escribió Tulio Halperin Donghi, quien esboza una tipología histórica de figuras intelectuales a partir del estudio de la literatura autobiográfica (Halperin
~·onghi, 1987b: 55). Fue la crisis del antiguo rden colonial la que abrió el espacio para el ercicio de nuevos papeles cívicos por parte de reducida minoría de los letrados, de cuyas fi
las surgirían los publicistas y muchos de los políticos de la era posrevolucionaria. Heredero de los signos de preeminencia social de una categoría integrada en los rangos superiores del orden colonial, el letrado que hace la carrera de la Revolución es una figura de transición hacia un nuevo tipo, el de los «pensadores>>, que emergerá a mediados del siglo XIX en <<una Hispanoamérica qwe está entrando a su modo en el mundo moderno» (1987b: 58). Formados en la literatura de ideas que acompañó al romanticismo o en el cientificismo positivista, los «pensadores» reclamarán frente ii la sociedad y los otros poderes seculares el papel público de «guías» (Q..de intelectuales «legisladores», según la te~o1~gí~ _acuñad_a por~ [ 1 997]), relvtndtcacwn asoc1ada con -~ a~: El tercer tipo es el del scntor-artlsta, ura que se hace visible a finenres¡g!o¡J;~ vemrruento ef modernrsmo literario en el. §Cnti s anoame-ricano ile este tr v. MOD
i~ción indicaba e avance e a 1 e iación y la especialización de las actividades cufñiñi:ieS,aüñqüe maleara necesanamente la
..lmlª!illiS:ii..ik...Y.Junercado para los bieus;s l!L!·
...J!..«<r!!flos 1!2!~sas actividades. A mediados de la década de 1960, la pre
gunta de si los intelectuales latinoamericanos podían ser considerados como impulsores de la reforma económica y social o, por el contrario, si eran más bien un foco·de resistencia al cambio, originará una serie de trabajos inspirados en la problemática del desarrollo económico y la sociología de la modernización. Dentro de esta problemática hay que inscribir el ensayo del sociólogo colombiano Fernando Uricoechea, Intelectuales y desarrollo en América Latina ( 1969), que define a las sociedades de la región como «sociedades críticas» o de transición, y sobre esa base caracteriza el papel de-
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sempeñado por la intelligentsia latinoamerica-na a través de una periodización que sigue el esquema, establecido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, de la evolución económica del subcontinente (etapa de desarrollo «hacia fuera», fundada en la exportación de productos primarios, y etapa basa-da en la industrialización sustitutiva). Algunos de los trabajos del socíólogo Juan Marsa! son igualmente representativos de esta preocupa-ción por el papel de los intelectuales en rela-ción con el cambio sociaL A través del examen de la literatura que llama «parasociológica» -es decir, la del ensayo de interpretación nacional-y de las posiciones intelectuales que creía observar como características de. las sociedades iberoamericanas en el siglo XX, Marsa! bo&quejó una serie ideal-típica de figuras. En el cen~o del ~squema estaban los pens~or~· ·.-.] te tipo de mtelectual, procedente de las soctedades deci.ffionónicas, que pensaba y .actuaba como heredero de los valores de fa Tiustración, políticamente liberal y filosóficamente espiritualista ( «arielista» ), era visto por Marsa! como predomínante todavía a mediados del siglo XX. Promotores del cambio cultural''-la eduéacióiry la modernizaCión intelectual o «eUropeízación» son las preocupaciones fundamentales de los pensadores-, ellos se mostraban indifereptes respecto de la industrialización y la innováción tecnológica "(Marsal, 1971); La hegeni.oníll de esta figura,· que·· se concibe' a· sf z¡lisma como una «ciase ética»·, era desafiada por· otros ·dos tipos: el de los «expertos o especialistas que representan, generalmente, ideas desarrollistas originadas en los países dirigentes del mundo occidental, y los ideólogos o ·~acobinos de izquierda", de formación doctrinaria marxista» (Marsa!, 1971: 188). Concluía que para la diná-mica social de estos países no era indiferente el grado de arraigo de esos tres grupos de intelectuales, su base existencial y social y las relacio-nes entre ellos.
Tipologías de alcance general pueden desprenderse también de trabajos que provienen del ámbito de la crítica literaria, como el célebre ensayo de Ángel Rama, La ciudad letrada ([1982], 1985), o el libro de Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina ( 1989). Pero los que se han hecho cada vez
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más numerosos en los últimos años son los estudios de momentos y casos nacionales, trabajos que pueden ordenarse según privilegien la acción de los intelecruales en la arena ideológica o las relaciones entre los intelectuales, ~1 Estado y el campo político. En el primero de esos registros pueden anotarse varios trabajos: «As
lntelectua les
sesenta, de Silvia Siga! (1991); «Le intellectuel au Chili (1830-1973)», de Luis Bocaz (1997); «Les intellectuels en Uruguay au XXe siecle», de Carmen de Sierra (1997); lnteletltais a brasileira, de Sergio Miceli (2002), y La batalla de las ideas ( 1943-1973), de Beatriz S arlo (2001).
idéias fora do lugar», de Roberto Schwarz Lecturas sugeridas (1973); «La Arglntina del Centenario: campo BAUMAN, Zigmunt (1997), Legisladores e intérpre-intelectual, vida literaria y temas ideológicos», tes, Buenos Aires, Universidad Nacional de / de Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo ([1983a], Ouilmes. 1997), «A génese de uma intelligentsia.Os inte- BooiN, Louis (1970), Los intelectuales, Buenos Ai-lectuais e a politica no Brasil, 1920 a 1940», de res, Eud~ba. . . _ L · M · (1987)· N - Be•ADIEU, P1erre (1999), Intelectuales, poii!Jca yj· .,...
uctano art~s • ue~tro~ anos. sesen- poder, Buenos Aires, Eudeba. tas: lajonnac1ón de la nueva ¡zqu¡erda mtelec- BAUNNEA, José Joaquín y FuSFICH, Angel (1983),
tual en la Argentina, de Osear Terán ( 199.1 ). Los intelectuales y las instituciones de la cu/tu-Sobre las relaciones entre intelectuales, poder y ra, Santiago de Chile, FLACSO. vida pública, mencionemos: Rudos .contra cien- COSER, Lewis A. (1966), Hombres de ideas. El pun
, fific.q¡,.La Unive,r~idad,Nacional duranteda,¡f~'''f ;to de.~i$(,;utr,un sociólogo, México, FCE. volución mexicana; de Javier Garciadiego .l. ,. · •
(2000); Intelectuales y poder en la década del Carlos AltamiraTio
' apuntes:::o"'"'l"irot rr~m.ar 155
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