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NÚM. 144 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO FEBRERO 2016 Universidad de Mexico REVISTA DE LA NUEVA ÉPOCA NÚM. 144 FEBRERO 2016 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO $ 40.00 ISSN 0185-1330 Poemas Ethel Krauze Tedi López Mills Luis Paniagua Alberto Paredes Raúl Renán Dylan Thomas Juan Ramón de la Fuente Conocimiento para el desarrollo Miguel León-Portilla Escritos de juventud Adolfo Castañón Noventa años de León-Portilla Postmanifiesto del Crack (1996-2016) Fernando Serrano Migallón Las vidas del libro Enrique González Pedrero Reflexiones políticas Beatriz Espejo Mónica Lavín Nadia Villafuerte Cuentos Concepción Company La lengua española en América Paulina Rivero Weber Valores universales Raquel Serur Jóvenes en la modernidad Elena Poniatowska Sobre Diego Villaseñor Reportaje gráfico Diego Villaseñor Poemas Ethel Krauze Tedi López Mills Luis Paniagua Alberto Paredes Raúl Renán Dylan Thomas Juan Ramón de la Fuente Conocimiento para el desarrollo Miguel León-Portilla Escritos de juventud Adolfo Castañón Noventa años de León-Portilla Postmanifiesto del Crack (1996-2016) Fernando Serrano Migallón Las vidas del libro Enrique González Pedrero Reflexiones políticas Beatriz Espejo Mónica Lavín Nadia Villafuerte Cuentos Concepción Company La lengua española en América Paulina Rivero Weber Valores universales Raquel Serur Jóvenes en la modernidad Elena Poniatowska Sobre Diego Villaseñor Reportaje gráfico Diego Villaseñor

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NÚM. 14

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UniversidaddeMexicoREVISTA DE LA

N U E VA É P O C A N Ú M . 1 4 4 F E B R E R O 20 16 U N I V E R S I D A D N A C I O N A L A U TÓ N O M A D E M É X I C O $ 4 0 . 0 0 I S S N 0 1 8 5 - 1 3 3 0

PoemasEthel KrauzeTedi López MillsLuis PaniaguaAlberto ParedesRaúl RenánDylan Thomas

Juan Ramón de la FuenteConocimiento parael desarrollo

Miguel León-PortillaEscritos de juventud

Adolfo CastañónNoventa años de León-Portilla

Postmanifiesto del Crack(1996-2016)

Fernando Serrano MigallónLas vidas del libro

Enrique González PedreroReflexiones políticas

Beatriz EspejoMónica LavínNadia VillafuerteCuentos

Concepción CompanyLa lengua españolaen América

Paulina Rivero WeberValores universales

Raquel SerurJóvenes en la modernidad

Elena PoniatowskaSobre Diego Villaseñor

Reportaje gráficoDiego Villaseñor

PoemasEthel KrauzeTedi López MillsLuis PaniaguaAlberto ParedesRaúl RenánDylan Thomas

Juan Ramón de la FuenteConocimiento parael desarrollo

Miguel León-PortillaEscritos de juventud

Adolfo CastañónNoventa años de León-Portilla

Postmanifiesto del Crack(1996-2016)

Fernando Serrano MigallónLas vidas del libro

Enrique González PedreroReflexiones políticas

Beatriz EspejoMónica LavínNadia VillafuerteCuentos

Concepción CompanyLa lengua españolaen América

Paulina Rivero WeberValores universales

Raquel SerurJóvenes en la modernidad

Elena PoniatowskaSobre Diego Villaseñor

Reportaje gráficoDiego Villaseñor

$40.00

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Enrique Graue WiechersRector

Ignacio SolaresDirector

Mauricio Molina Editor

Geney BeltránSandra HeirasGuillermo VegaJefes de redacción

CONSEJO EDITORIALRoger BartraRosa BeltránJuan Ramón de la FuenteHernán Lara ZavalaÁlvaro MatuteVicente Quirarte

NUEVA ÉPOCA NÚM. 144 FEBRERO 2016

EDICIÓN Y PRODUCCIÓNCoordinación general: Carmen Uriarte y Francisco NoriegaDiseño gráfico: Rafael Olvera AlbaveraRedacción: Edgar Esquivel, Rafael LunaCorrección: Helena Díaz Page y Ricardo MuñozRelaciones públicas: Silvia Mora

Edición y producción: Anturios DigitalImpresión: Impresos Vacha

Portada: Diego Villaseñor, Casa PapelillosFotografía de portada: Michael Calderwood

Teléfonos: 5550 5792 y 5550 5794Fax: 5550 5800 ext. 119Suscripciones: 5550 5801 ext. 216Correo electrónico: [email protected] www.revistadelauniversidad.unam.mxRío Magdalena 100, La Otra Banda, Álvaro Obregón,01030, México, D.F.

La responsabilidad de los artículos publicados en laREVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO recae, de ma -nera exclusiva, en sus autores, y su contenido no re -fleja necesariamente el criterio de la institución; no sedevolverán originales no solicitados ni se entablaráco rrespondencia al respecto. Certificado de licitud detí tulo núm. 2801 y certificado de licitud de contenidonúm. 1797. La REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICOes nombre registrado en la Dirección General de De -rechos de Autor con el número de reserva 112-86.

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EDITORIALCONOCIMIENTO PARA EL DESARROLLO

Juan Ramón de la FuenteESCRITOS CIENTÍFICOS DE JUVENTUD. DOS TEXTOS RESCATADOS

Miguel León-PortillaMIGUEL LEÓN-PORTILLA. UNA SEMBLANZA PARA DOS RESCATES

Adolfo CastañónPOSTMANIFIESTO DEL CRACK, 1996-2016

Ricardo Chávez Castañeda, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz, Jorge VolpiALGUNAS REFLEXIONES POLÍTICAS

Enrique González PedreroLAS VIDAS DEL LIBRO

Fernando Serrano MigallónSAFO

Beatriz EspejoLA LENGUA ESPAÑOLA EN AMÉRICAConcepción Company Company

SOBRE LOS “VALORES UNIVERSALES”Paulina Rivero Weber

LOS JÓVENES EN LA MODERNIDADRaquel Serur

EL BRASIER DE IVONNEMónica Lavín

LA MUJER QUE CANTABANadia Villafuerte

DIEGO VILLASEÑOR, ARQUITECTO. PROTECTOR DE LA NATURALEZAElena Poniatowska

REPORTAJE GRÁFICODiego Villaseñor

CONVOCACIONES, DESOLACIONES E INVOCACIONESEthel Krauze

TARDE EN HUITZILACTedi López Mills

ESPALDASLuis Paniagua

“ASÍ LOS HOMBRES”Alberto Paredes

NOBLEZA ENCANECIDARaúl Renán

DOS POEMASDylan Thomas

RESEÑAS Y NOTAS

ALBERTO GIACOMETTI A 50 AÑOS DE SU MUERTE. EL ESPACIO DE DESVANECIMIENTOSalvador Gallardo Cabrera

CARLOS MARTÍNEZ ASSAD. DONDE HABITA EL ALMASandra Lorenzano

OCTAVIO PAZ. PENSADOR Y POETA DE LA ALTERIDADFrancisco Prieto

JAIME LABASTIDA. VIAJE POR LA POESÍAEduardo Langagne

UN INSTANTE EN LA VIDA DE UN COMPOSITOREusebio Ruvalcaba

¿POR QUÉ IMPORTA SINATRA?Rosa Beltrán

¿HUBO UN SOLO AXCANÁ GONZÁLEZ?Álvaro MatuteSOMORMUJOS

José Ramón EnríquezLA INACEPTABLE HONRADEZ DE CARLOS ARRUZA

Ignacio SolaresSEXTO SENTIDO

Sergio González RodríguezSEXTETO

David HuertaRAMÓN, SIEMPRE

Christopher Domínguez MichaelDAVID BOWIE: EL HOMBRE QUE REGRESÓ A LAS ESTRELLAS

Mauricio MolinaEL EXTRAÑO CASO DEL DILETANTE GILBERT KAPLAN

Pablo EspinosaEL CLIC QUE FIJÓ (¿INMORTALIZÓ?) A SEIS COMENSALES

José de la ColinaRÉPLICA

Víctor JiménezCONTRARRÉPLICA

Felipe GarridoERNEST HEMINGWAY. UNA FIESTA QUE NOS SIGUE MOVIENDO

Guillermo Vega ZaragozaALGO SOBRE BOHUMIL HRABAL

Edgar EsquivelIN MEMORIAM, A DOS AÑOS DE AUSENCIA. EL UNIVERSO DE JOSÉ EMILIO PACHECO

José Gordon

EDITORIAL | 3

A partir de una reflexión en torno de los vínculos entre lasciencias y las humanidades, el doctor Juan Ramón de la Fuente trazó un panorama de la situación contemporánea

en lo político y lo social, en el discurso que leyó al momento de recibir el doctorado Honoris Causa por la Univer-

sidad de Guadalajara. En su disertación, el ex rector de la UNAM identificó la urgencia de un mayor y más fuerte

én fasis en la educación para recomponer el camino de un país con graves carencias: “Educar es forjar seres huma-

nos libres, sensibles, autónomos, críticos y creativos, comprometidos con la comunidad a la que pertenecen, aptos

para el ejercicio responsable de la democracia”.

Las disquisiciones sobre las problemáticas de nuestro momento histórico hablan de la necesidad de analizar

con mirada crítica y argumentada las diversas aristas del sistema social y político. Desde enfoques propios, tres

profesores e investigadores con una notable trayectoria en nuestra Universidad, Enrique González Pedrero, Pau-

lina Rivero Weber y Raquel Serur, plantean en sus ensayos acercamientos en torno de las formas de la concepción

política bajo la democracia, los valores éticos y la fuente de que emanan para la conciencia laica, y las utopías y

distopías que entrecruzan los destinos de la juventud.

Miguel León-Portilla, el reconocido estudioso de las culturas precortesianas, se interesó en su juventud por

una diversidad de temas científicos con los que no lo asociaríamos en un primer momento. Adolfo Castañón ha

rescatado para las páginas de nuestra Revista dos artículos que el autor de Visión de los vencidos publicó en 1954

sobre asuntos de astronomía y física nuclear.

Elena Poniatowska entrega una semblanza, que participa de la crónica y el ensayo, sobre el trabajo arquitectó-

nico de Diego Villaseñor, un creador heterodoxo de espacios cuya obra ilustra el reportaje gráfico en esta edición.

Invitados por el hospitalario foro de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con motivo de circunstan -

cias diferentes, Fernando Serrano Migallón y Concepción Company Company abordan los dominios del libro y la

expresión lingüística, en ensayos que reivindican el amor por las bibliotecas y la potencia de la lengua castellana.

Tres generaciones de narradoras mexicanas se ven representadas con textos de ficción de Beatriz Espejo, Móni-

ca Lavín y Nadia Villafuerte. Desde una fabulación evocativa de la poeta griega Safo, pasando por las ensoñacio-

nes de una jovencita a raíz de su interés por la vestimenta femenina, hasta llegar a los desencuentros e incompren-

siones que se propician en “la ciudad que nunca duerme”, estos tres relatos demuestran la vitalidad y pluralidad

expresivas que se atestigua en las escritoras mexicanas de nuestro tiempo. De igual modo, hemos reunido una

breve selección de textos de poetas mexicanos. Así, José Luis Rivas comparte sus creativas traducciones de dos

poemas de Dylan Thomas, mientras Tedi López Mills, Ethel Krauze, Raúl Renán, Luis Paniagua y Alberto Pare-

des comparecen en estas páginas con ejemplos de su audaz escritura lírica.

Esta entrega de la Revista de la Universidad de México se integra, finalmente, con reflexiones en torno a figuras

tan relevantes de la cultura universal como Ramón Gómez de la Serna, Alberto Giacometti, Ernest Hemingway,

Octavio Paz, el recientemente fallecido David Bowie, Nikolai Rimsky-Korsakov, Frank Sinatra y Bohumil Hra-

bal en textos de Christopher Domínguez Michael, Salvador Gallardo Cabrera, Guillermo Vega Zaragoza, Fran-

cisco Prieto, Mauricio Molina, Eusebio Ruvalcaba, Rosa Beltrán y Edgar Esquivel.

CONOCIMIENTOPARA ELDESARROLLO | 5

La Universidad de Guadalajara es una institución decalidad académica y trascendencia social inobjetables,orgullosamente pública, laica, que ha sabido ser inclu-yente con los históricamente excluidos porque no igno -ra ni olvida, y que lo mismo ha albergado bajo su techoel saber propio de la ciencia que la palabra distintiva delas humanidades. Basta examinar su trayectoria paraconstatar la fraternidad con la que en ella conviven lasciencias, las humanidades y las artes. Es una universidadque ha entendido que difícilmente hay progreso cuan-do las tareas propias del espíritu se fragmentan pero no secomplementan; que no hay progreso sin conocimien-to, ni conocimiento sin reflexión.

Hoy en día, cuando en el mundo se reanima el de -bate sobre el modelo de universidad que los tiemposactuales demandan, resurge también el dilema concep-tual de las dos culturas: ciencias y humanidades, pero

ya no como dos grupos polarmente antitéticos (comosostuvo C. P. Snow en su célebre conferencia sobre “Lasdos culturas y la revolución científica”, en el SenateHouse de Cambridge en 1959), sino como formas dife-rentes de aproximarse a la realidad y de generar saberes.Pues ocurre que, avanzando por sus propios caminos,los humanistas han acumulado una riqueza de obser-vaciones que constituyen una visión penetrante de lanaturaleza humana y siguen siendo fuente inagotablede sabiduría y de renovadas maneras de entender nues-tra historia; en tanto que los científicos, usando sus po -derosos métodos, han logrado indagar en las causas demuchos fenómenos naturales que hasta hace poco secreían indescifrables.

Ni sus objetos de estudio disímbolos ni sus méto-dos diversos son razones para disociarlas y menos en elmodelo pedagógico de las instituciones educativas. No

Conocimientopara eldesarrollo

Juan Ramón de la Fuente

“Saber es poder”: una frase fundamental de los maestros vas-concelistas sigue siendo por entero vigente para las difíciles cir-cunstancias actuales de México. Ante las numerosas proble-máticas que enfrenta nuestra sociedad, la única solución defondo está en la educación, señaló Juan Ramón de la Fuente alser investido con el doctorado Honoris Causa por la Universi-dad de Guadalajara.

creo que exista entre ellas un abismo de mutua incom-prensión. Pienso que ciencia y humanismo son en rea-lidad complementarios. Por ejemplo, en lo que se refie-re al estudio de la vida, los científicos se ocupan sobretodo de las estructuras y los mecanismos que son co -munes a todas las formas de vida. Su meta principal esel conocimiento de su sustento biológico, de su origenfísico-químico, de su base molecular. A los humanistas,en cambio, les interesa comprender las causas de lasacciones humanas, los valores que las rigen, sus funda-mentos sociales y culturales, sus aportaciones estéticas,sus diversas formas de expresión. El humanismo per-mite comprender mejor, en términos de la naturalezahumana, mucho de lo que la ciencia explica.

También pienso que la educación debe ser, sobretodo, un proyecto público, porque hay en ello una ine-ludible responsabilidad del Estado, que merece ser apo -yada por el sector privado y debe ser dinamizada por elsector social. El punto de partida no es otro que la ideade la educación como un proceso integral. Su impor-tancia radica no sólo en la ya tradicional tarea de gene-rar y transmitir conocimientos, que ciertamente no esmenor, porque educar es más que eso.

Educar es ante todo formar personalidades en liber-tad, constituir a los sujetos éticos que habrán de asimilary cuestionar el cúmulo de conocimientos adquiridos,para que estos tengan pertinencia y sentido. Educar esforjar seres humanos libres, sensibles, autónomos, crí-ticos y creativos, comprometidos con la comunidad ala que pertenecen, aptos para el ejercicio responsablede la democracia y dispuestos a enriquecer la tradicióncultural en la que están inmersos.

Habría que agregar que, frente a la incalculable can - tidad de información a la que estamos expuestos cadadía, hoy se ha vuelto preciso además que la educa ciónayude a discernir aquello que realmente es relevantey capaz de incidir en nuestro destino. Sin informa-ción no hay desarrollo, pero tiene que haber conoci-miento para que la información adquiera relevancia,y no hay conocimiento sin educación. Ya desde 1934nos alertaba el Nobel de Literatura T. S. Eliot: “¿Dón -de está el conocimiento que hemos perdido con lainformación?”.

Ahora estamos, se dice, en la era del conocimiento.La nuestra debería ser entonces una sociedad del cono-cimiento, pero no lo es. Si acaso, vivimos en sus subur-bios. Porque los conocimientos hoy en día no sólo se ge -neran y se transmiten sino que además se aplican, sepatentan, se exportan, se importan y tienen un inesti-mable valor en el mercado. Ocurre que aproximada-mente el 10 por ciento de la población mundial generay controla el 90 por ciento de todos los conocimientosde los que hoy disponemos y que ya han sido incorpo-rados al aparato productivo. Eso explica por qué es unaquinta parte de la población la que controla toda la pro -ducción global.

“Saber es poder”, rezaba la conseja popular de losmaestros vasconcelistas en el México posrevoluciona-rio, sin imaginar que los centros del poder económicoharían de ella una realidad inconmovible. Por eso sos-tengo que el mejor modelo de desarrollo al que podemosaspirar es un modelo que esté sustentado en la educa-ción, en el conocimiento, en la cultura, en la ciencia yen la tecnología.

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Rectoría y Biblioteca Central, Ciudad Universitaria, Universidad Nacional Autónoma de México

Cuando me refiero a la educación, hablo no sólo deescuelas, sino de laboratorios, talleres presenciales y vir -tuales, fábricas modernas y proyectos innovadores; dejóvenes que buscan su vocación y de familias que fin-can en ellos su esperanza. Pienso en iniciativas ciuda-danas, en capital humano no sólo abundante sino inte-ligente y sensible; en la protección de las minorías y delmedio ambiente, en la atracción de capitales producti-vos y en empresas socialmente responsables. Estos sonsólo algunos de los vínculos que percibo con claridadentre la educación, el conocimiento y el desarrollo.

Flaubert imaginaba una biblioteca fantástica que pu -diera abarcar todos los libros escritos, los que se estabanescribiendo y, sobre todo, los que nunca se escribieronpero debieron escribirse. A mí me gusta atisbar la ideade un futuro cercano donde la educación fomente so -bre todo la tolerancia, el respeto a disentir, la igualdadde derechos y la redistribución equitativa del ingreso.Pienso en la educación con la convicción de que una so -ciedad que no transmite conocimientos genera violen-cia y veo al conocimiento como un mecanismo poten-te de inclusión social.

Digo educación y pienso en la posibilidad real deeliminar la injusticia, la discriminación y la corrupción,y pienso en la construcción de una sólida cultura de lalegalidad que erradique de una buena vez y para siem-pre a la incultura de la arbitrariedad.

Ahora bien, creo que la educación puede ser tam-bién factor de equilibrio entre el Estado, el mercado yla sociedad. En todo caso, la pregunta sería: ¿cómo secombina esta tríada en un Estado democrático? En las

sociedades más desarrolladas pesa más el mercado, mien -tras que en las menos desarrolladas, el peso favorece alEstado. Ahí radica con frecuencia el punto de tensión.¿Cuál de los dos predomina? ¿O con qué equilibriointeractúan?

Quienes se aferran al modelo liberal, deben aceptarque este genera desigualdades. Históricamente ese hasido el gran problema ético del liberalismo. Por otrolado, quienes se aferran al modelo social, deben aceptarque la igualdad restringe libertades. Hay un modelo li -beral de “buena fe” que impulsa el desarrollo indivi-dual y corporativo, es cierto, pero el problema es queno ha sabido poner límites. Este modelo defiende elmecanismo de la meritocracia, obliga al Estado a reple-garse pero deja entonces en libre vía a las fuerzas delmercado que no son particularmente sensibles a las ne -cesidades sociales.

Quienes nos sentimos inclinados por un modelo detipo social, pensamos que es más justo restringir algu-nas libertades en aras de la igualdad, siempre y cuandohaya mecanismos transparentes y legítimos que lo ha -gan efectivo.

En medio de las tensiones que inevitablemente sedan entre liberalismo y socialismo, en los polos en losque se mueve la relación entre Estado, mercado y so -ciedad, me parece que la educación puede ejercer unequilibrio entre dichas fuerzas. Si vemos las políticas deinclusión como políticas de inversión, entenderemosmejor por qué el proceso educativo es tan importante.De ahí que sea inadmisible detener la inversión públicaen educación.

CONOCIMIENTOPARA ELDESARROLLO | 7

Antiguo edificio de la Rectoría de la Universidad de Guadalajara

En el México actual, el reto sigue siendo alcanzaruna democracia efectiva que propicie un desarrollo conjusticia. Porque puede haber desarrollo sin justicia nidemocracia, o democracia y desarrollo sin justicia, o jus -ticia sin democracia ni desarrollo. Pero se requieren lostres para que el progreso deje de ser un espejismo y elbienestar se convierta en realidad compartida. Sólo asípodrán distribuirse mejor el poder y la riqueza.

El panorama que enfrentamos no es sencillo. Al re -zago educativo y la desigualdad que son ya de propor-ciones alarmantes, ahora se suman la violencia, la inse-guridad ciudadana y un creciente desfase entre políticay sociedad. La política tradicional se ha alejado de losreclamos sociales y por eso la sociedad civil ha encon-trado y forjado otros ámbitos para expresarse y compar -tir preocupaciones. El gran impacto de las redes socialesen la vida política ha sido ese: abrir espacios al reclamocreciente de una mayor participación directa en asun-tos públicos, sin intermediarios. Los partidos políticos sehan quedado a la zaga. Muchos ciudadanos no se sientenrepresentados en el Congreso. Ocurre, pues, que sobretodo los jóvenes demandan, con sobrada razón, nuevasformas de participación directa, sin pasar por el embu-do de las Cámaras, sin subordinarse a las formas ni a lostiempos de los representantes populares. Así salen a lacalle y se reúnen en la plaza pública.

Frente a esta demanda que avanza, y junto a la pre-gunta de cómo ampliar la participación democrática,surgen otros temas igual de trascendentes: el de la re -novación ética de la democracia y el de las institucionescapaces de responder a los nuevos retos. Porque el pro-blema sigue siendo la falta de credibilidad en las perso-nas y la ineficacia de las instituciones para dar respues-tas satisfactorias.

¿Cuál sería entonces la nueva institucionalidad querequerimos? A mi entender, los partidos políticos sonnecesarios para una democracia, pero ya no son sufi-cientes. ¿Acaso serán las redes sociales el quinto poder?No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos con certeza es

que en asuntos que conciernen al Estado y a la democra -cia, el gran impacto de la ciencia y la tecnología ha sidodecisivo: ahí está la participación social expresada entiempo real; la revolución de la información que ha per -mitido establecer un vínculo estrecho e inmediato entrelas redes sociales y los sucesos políticos y económicos.

En este contexto, las universidades adquieren unare novada relevancia social, porque desde ellas se puedeanalizar, con oportunidad y rigor, el origen y la natura-leza de las preguntas que han surgido a la luz de los nue -vos fenómenos que cada día definen con mayor peso elrumbo de nuestras vidas.

La gran contribución política de la universidad pú -blica a nuestro país ha sido la construcción de un Estadodemocrático, aún joven e imperfecto, pero ya no auto-ritario. Son tiempos de búsqueda de otras alternativas,de renovar el diseño de muchas de nuestras institucio-nes, de dar adecuado cauce a una mayor participaciónciudadana. Sólo así podremos contender con ese otroflanco preocupante que hoy nos agobia: la fragilidad denuestro estado de derecho. No es ningún secreto, lasdemocracias necesitan leyes para que funcionen. Porqueen un sistema democrático pueden fallar muchas cosas,pero lo que no puede fallar es la justicia. Imposible guar -dar silencio ante lo ocurrido en Ayotzinapa, en Tan-huato o en Apatzingán. Tiene que haber responsables.

En medio del vórtice de esperanzas y titubeos denuestro país, en momentos decisivos como los que es -tamos viviendo, en los que aún las disyuntivas parecenborrosas, acaso hoy más que nunca sea necesario el for-talecimiento de las instituciones dedicadas a la educa-ción, así sea con el fin de mantener viva la utopía edu-cativa que ha hecho posible mucho de lo que más valeen nuestra sociedad y que ha estado presente en los me -jores momentos de nuestra historia.

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Fragmentos del discurso pronunciado en el Paraninfo Enrique Díaz de Leónde la Universidad de Guadalajara el 30 de noviembre de 2015, al recibir elgrado de doctor Honoris Causa.

Campus Central de Ciudad Universitaria, Universidad Nacional Autónoma de México Rectoría General, Universidad de Guadalajara

DOSTEXTOS RESCATADOS | 9

EL SUBMARINO ATÓMICO

Por fin han comenzado las grandes aplicaciones técnicasde la energía atómica. Dos son las que se han ganado laatención del público en lo que va del año. Nos referi-mos al nuevo método de obtener electricidad directa-mente de algunos metales radioactivos y, sobre todo, ala primera aplicación de la energía nuclear a la propul-sión de un submarino. Por ahora, vamos a ocuparnos so -lamente del submarino atómico. Nuestro fin es mostrar,sin muchas complicaciones técnicas, la parte esencialde su funcionamiento. Pero, ¿no es éste un secreto de laComisión Federal de Energía de los Estados Unidos?Lo es en sus detalles y adaptaciones concretas, pero no

en sus principios fundamentales que son ya del domi-nio científico universal.

Comencemos por describir exteriormente el “Nau-tilus”, primer submarino atómico. Como puede versepor las fotografías que de él se tomaron al ser botado, setrata de una gran embarcación de proa achatada y deunos 100 metros de largo. Al sumergirse, desplaza el“Nautilus” tres mil toneladas y puede desarrollar unavelocidad que se calcula entre los 20 y 35 nudos porhora, es decir, entre los 40 y 70 kilómetros aproxima-damente. Y conviene notar que dicha velocidad se acer -ca al doble de la que podían lograr hasta ahora los me -jores submarinos. Pero lo más interesante del “Nautilus”es lo ilimitado de su radio de acción. Con su mecanismo

Escritos científicos de juventud

Dos textosrescatados

Miguel León-Portilla

No se requiere sino citar libros clásicos como La filosofía ná -huatl estudiada en sus fuentes o Visión de los vencidos paraaquilatar el irrefutable peso que han tenido las aportaciones deMiguel León-Portilla en los estudios de las culturas prehispáni-cas. Sin embargo, otros intereses temáticos, muy disímbolos, semanifestaron en el ánimo juvenil del gran investigador, como lorevelan dos artículos científicos publicados en 1954 en el pe -riódico El Nacional y que ahora recuperamos gracias a nuestrocolaborador Adolfo Castañón, quien explica las circunstanciasque rodean estas disquisiciones de León-Portilla en temas defísica nuclear y astronomía.

de propulsión atómica podrá permanecer indefinida-mente debajo del agua. Podrá dar holgadamente variasveces la vuelta al mundo sin tener que salir a renovar sucarga de “combustible”. La explicación de esto se hallaen su reactor nuclear. Esto es precisamente lo más im -portante del “Nautilus”. Pasemos a describirlo.

El reactor atómico o nuclear, que aún no ha sidoto talmente instalado, pronto lo estará en un lugar co -rrespondiente al que ocupan las calderas en un sub-marino ordinario. El reactor está herméticamente cu -bierto por gruesas planchas de plomo que impiden lapropagación al exterior de las radiaciones atómicas.El reactor mismo puede describirse como una espe-cie de cobre de zirconio, que es un metal difícilmenteatacable por las radiaciones atómicas. En su interior,y perfectamente ajustada, hay una estructura de gra-fito con horadaciones a todo lo largo. En estas hora-daciones hay unos a modo de recipientes de aluminioen los que se colocan diferen tes porciones del metalradioactivo uranio-235. Este viene a ser el que podría -mos llamar “combustible” del reactor.

Por medio de un mecanismo adyacente, que bienpuede consistir en una mezcla de berilio con emana-ciones de radio, se obtienen los “proyectiles” necesariospara comenzar la desintegración del uranio-235, y echara andar así el reactor atómico. Los “proyectiles” emplea -dos no son otra cosa que neutrones, o sea, pequeñísimaspartículas sin carga eléctrica, provenientes del interiorde núcleos atómicos. Y no se crea que hacen falta pro-

yectiles o neutrones velocísimos. Dada la inestabilidadnatural del uranio-235, cualquier neutrón medianamen -te acelerado será capaz de comenzar la desintegración.

Ahora bien, cualquier átomo de uranio-235, al serbombardeado por un neutrón, estallará en pedazos. Setransformará por ejemplo en kriptón y bario, dos ele-mentos químicos totalmente distintos y emitirá tambiénpoderosas radiaciones “beta” y “gamma”, junto con lo quees más importante: dos o tres nuevos neutrones. Estosneutrones recién emitidos bombardearán al momentootros átomos de uranio-235, con su consiguiente “fisión”o ruptura y con una nueva emisión de energía radiante yde más neutrones. Y así, mientras haya neutrones, ha -brá bombardeo de uranio, y mientras haya uranio, ha bráproducción constante de neutrones. La reacción de fi -sión nuclear con gran desprendimiento de calor se sos-tendrá en esta forma. Se habrá logrado una “reacciónen cadena”.

Sin embargo, para impedir que dicha reacción seprecipite en cuestión de segundos y cause una explosióncomo la de la bomba atómica, es necesario un “mo -derador” capaz de controlar la reacción en serie. Coneste fin existen en el reactor atómico algunas varillasde cadmio o de otro metal capaz de absorber muchos delos nuevos neutrones o proyectiles que continuamentese están produciendo. Y por su parte el grafito, que co -mo hemos dicho, forma las horadaciones donde se colo -ca el uranio-235, disminuye también la velocidad delos nuevos neutrones producidos. En esta forma logra

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Miguel León-Portilla

controlarse a voluntad la desintegración en cadena deluranio-235.

Pero es ya tiempo de notar aquí algo sumamenteimportante. Hemos hecho ver cómo con los primerosneutrones lanzados comienza la fisión del uranio. Peroes necesario añadir ahora que con el desprendimientocontinuo de energía principia a elevarse la temperaturaen el interior del reactor. Aumenta el número de áto-mos de uranio-235 que se desintegran y aumentan lasradiaciones. El aumento de energía térmica (calorífica),continúa a su vez. Es entonces cuando empieza a circu-lar por el interior del reactor gran cantidad de agua des-tinada a refrigerarlo, ya que de otro modo estallaríahecho pedazos debido a la gran cantidad de calor pro-ducido en su interior. Así, queda establecida en el reac-tor una corriente continua de líquido refrigerante. Elagua sale después por la parte superior del reactor a unatemperatura muy elevada, causada por la producciónininterrumpida de energía.

Muy pronto sale el agua del reactor vaporizada ycon una presión poderosísima. Este vapor de agua esdi rigido entonces por una tubería especial, a prueba deradiaciones atómicas, hasta llegar a una turbina. Allí lapresión potente del vapor hará girar las aspas de la rue -da interior de la turbina a gran velocidad, que no obs-tante será siempre controlada. Se tendrá entonces la fuer -za capaz de engendrar, por medio de una dinamo, todala corriente eléctrica que se desee y sobre todo, se ten-drá una fuerza capaz de poner rápidamente en movi-miento las hélices del submarino.

En esta forma, partiendo del primer neutrón o pro-yectil atómico que bombardea al uranio-235 y comien -za la reacción en serie, se logra obtener fuerza más quesuficiente para mover a 35 nudos por hora a un subma-rino de tres mil toneladas en el que viaja una tripula-ción de 95 hombres.

Y respecto de la cantidad de uranio-235 necesariopara mover al “Nautilus”, bastará con decir que la desin -tegración de un kilogramo de uranio-235 en el reactoratómico producirá tanta energía calorífica como la com -bustión de tres mil toneladas de carbón. Por aquí se veráque no hay exageración alguna al afirmar que con unacarga relativamente pequeña de uranio-235, podrá el sub -marino atómico surcar varias veces todos los mares delglobo. Al ver esto, vale la pena ir pensando en el costomucho más bajo de las comunicaciones marítimas y qui -zá también aéreas y terrestres en un futuro cercano.

Y ojalá que como dijo el almirante Carney, jefe de laescuadra americana, “la instalación motriz del ‘Nauti-lus’ simbolice el deseo de aprovechar la ciencia para elbien en esta era de cambios fantásticos”.

(Suplemento dominical de El Nacional, “Revista Mexicana de Cultura”,

México, 7 de marzo de 1954, número 362, segunda época, pp. 4 y 12).

EL ORIGEN DEL SISTEMA SOLAR

¿Tenía razón Laplace? ¿Hay otros sistemas planetarios?Hasta hace pocos años se aceptaba la hipótesis de unacolisión o un acercamiento de estrellas, como la másprobable explicación científica del origen de los plane-tas. En nuestro artículo anterior expusimos la teoría deSir James Jeans, quien afirma que por el acercamientode una estrella advenediza a nuestro primitivo Sol, seprodujo en éste una especie de marea inmensa. La atrac -ción de la estrella formó en la superficie del Sol oleadasgigantescas que al fin se desprendieron y se condensa-ron formando así los diversos planetas.

Pero, como insinuábamos ya anteriormente, estateoría inventada para escapar a las objeciones contra lahipótesis de Laplace, encontraba también sus propiasdificultades. Así, por ejemplo, la teoría de Jeans no lo -gra explicar a qué se debe que las órbitas de los planetas,siendo elípticas, no lo sean exageradamente, como de -biera suceder en el caso del acercamiento estelar. Igual-mente en dicha teoría continuaba siendo un misterioinsoluble la antigua ley de Bode que mostraba que enel sistema planetario las distancias medias de los planetascon relación al Sol guardan una proporción constante.O sea que, por ejemplo, Venus se encuentra aproxima-damente dos veces más lejos del Sol que Mercurio, laTierra dos veces más que Venus y así sucesivamente.Esta ley perfectamente comprobada tampoco podía ex -plicarse en la teoría de Jeans. Estas y otras dificultadesmovieron a los científicos a idear nuevas teorías.

En 1943 el físico alemán Carl von Weizsäcker pre-sentó una interesante hipótesis que en cierto modo re -sucitaba la vieja teoría de Laplace. Weizsäcker negaba lanecesidad de admitir “la estrella advenediza y fecunda-dora”. Según él, el Sol por sí mismo había dado a luz es -pontáneamente a numerosa progenie.

Pero veamos cuál es el punto de partida de Weizsä -cker. El Sol en su estado primitivo era una gran masa enla que predominaban los elementos sumamente ligeros:el helio y el hidrógeno. Y no se trata de una mera supo-sición, ya que consta por las observaciones de Strom-gren que aún al presente estos dos elementos siguenconstituyendo la mayor parte de la masa solar. Pero,junto con el hidrógeno y el helio, había también un re -ducido porcentaje de otros elementos más pesados. Aho -ra bien, al irse condensando nuestro Sol, fue quedandoen el espacio circundante una especie de anillo gaseosoque no alcanzó a condensarse. Este anillo gaseoso, alre-dedor de la masa central y en continuo movimiento gi -ratorio estaba formado por gases de difícil condensación,es decir por hidrógeno y helio y por diminutas partícu-las de otros elementos.

Los gases ligeros indudablemente se fueron difun-diendo cada vez más. Así llegaron a su actual difusión en

DOSTEXTOS RESCATADOS | 11

la que, según comprobaciones repetidas, existen realmen -te en el llamado “espacio vacío” en la proporción de unmi ligramo por cada millón de millas cúbicas de espacio.

Pero las diminutas partículas de los otros elementosy aun de compuestos químicos como varias clases de óxi -dos, silicatos, etcétera, chocando sin cesar entre sí por sucontinuo movimiento, fueron formando poco a pocograndes agregados de materia. Y estas acumulacionesfueron posibles ya que las partículas más pequeñas es -pontáneamente tendían a juntarse con las mayores.

Así se formaron en un periodo de unos cien millo-nes de años varias acumulaciones materiales alrededordel Sol. Muestra enseguida Weizsäcker por un largoproceso matemático que estas acumulaciones debieronformarse precisamente a determinadas distancias conrelación a la masa central del Sol. Y lo notable es quedescribiendo luego las órbitas de las acumulaciones demateria, vienen a coincidir con las distancias mediasde los planetas con relación al Sol, según la antes mis-teriosa ley de Bode.

Esto fue sin duda un gran acierto de la teoría deWeizsäcker. Además, en función de ella, se pudo expli-car luego por qué precisamente no eran más elípticaslas órbitas de dichas acumulaciones de materia, o sea,de los planetas. Esto se debía a que no habiendo ocurri-do ninguna perturbación exterior provocada por algúncuerpo intruso, las acumulaciones materiales, o plane-tas, tenderían a conservar su antiguo movimiento gira-torio circular alrededor del Sol. Únicamente debido alreajuste general de los planetas entre sí (considerandosus diversas masas como otros nuevos centros gravita-cionales), tomó el movimiento de los planetas una for -ma ligeramente elíptica. Y así se explica el origen de lasórbitas actuales que no son en modo alguno desmesu-radamente elípticas.

Y hay aún otra consecuencia deducible de la teoríade Weizsäcker. Si es que éste fue realmente el procesonatural de formación del sistema planetario, entonceses obvio que la aparición de “sistemas solares” en el uni -verso no debe ser cosa tan rara. Porque, constándonosque hay multitud de estrellas de una composición físi-ca semejante a la de nuestro Sol, es sumamente verosí-mil que en muchas haya tenido lugar un proceso seme-jante. Quizás en algunas de esas estrellas de nuestra VíaLáctea o de otras constelaciones remotas se estén for-mando en este preciso momento otros sistemas plane-tarios como el nuestro. Y tal vez existan ya al presenteun sinnúmero de “soles” girando por el espacio con sucortejo de planetas.

Con nuestros telescopios actuales, incluso con elmás potente del Monte Palomar en California, no po -demos verificar esto, pero por qué habremos de negarque quizás algún día sea posible la comprobación clarade la existencia de miles o millones de sistemas plane-

tarios. Si la teoría de Weizsäcker es cierta, es entoncesindudable que hay multitud de sistemas solares en nues -tro universo. Y en este caso, es también muy probableque en algunos o en muchos de esos “sistemas solares”existan planetas con las condiciones necesarias para ha -cer posible la vida.

De hecho, sabemos al presente que no es poco loque se requiere para que aparezca la vida, al menos comonosotros la hemos visto y medio entendido. De otrostipos de vida distintos de la nuestra por el momento nopodemos decir nada científicamente. Sin embargo, estono significa que sea imposible o absurda su existencia.Lo que sí queremos indicar es que de ser cierta y com-probada la teoría de Weizsäcker acerca del origen delsistema solar, entonces estas cuestiones verdaderamen-te apasionantes deberán pasar al primer plano de la cien -cia actual.

Todo esto, junto con la determinación exacta de es -tos sistemas de planetas como el nuestro y aun el cono-cimiento más perfecto de nuestro propio sistema solar,abre nuevos horizontes a la astronomía. Y lo notable esque, al igual que en otras ciencias, el progreso de la astro -nomía coincide con el avance maravilloso de la física nu -clear. De las aplicaciones de ésta al campo verdadera-mente ilimitado de los astros, ha nacido la llamadaAstrofísica, que es una de las ciencias que más sorpresasnos guardan. Con su desarrollo llegará el día en quepodamos obtener una respuesta cada vez más precisade todos estos problemas relacionados con la existencia deotros sistemas planetarios y de la posible aparición de lavida en algunos de esos remotos planetas. La respuestaque entonces obtendremos no será ya sólo partiendocomo ahora de una hipótesis, la de Weizsäcker, sinopartiendo de la observación empírica y científicamentecomprobada.

Por el momento, en esta materia sólo podemos in -vestigar —y eso a tientas— el caso de otro de los planetasde nuestro sistema solar. Nos referimos al caso de Marte.Acerca de él mucho se ha especulado y escrito; sin em -bargo, aún quedan muchos problemas por resolver. ¿Sehan constatado en Marte todas las condiciones que hacenposible la vida? ¿Se han descubierto algunos vestigiosinnegables de vida? ¿La existencia de los llamados “ca -nales de Marte” no puede explicarse como un mero fe -nómeno óptico? Todas estas cuestiones deben ser exami -nadas antes de adelantar cualquier respuesta. Por lo quea nosotros toca, muestran solamente el campo ma ravillo -so que se abre a la astronomía en la época actual, cuandogracias a su consorcio con la física nuclear ha dado a luzesa nueva ciencia, la Astrofísica, en la que se logra una sín -tesis maravillosa de los conocimientos ató micos y nu clea -res con el saber de los astros y del universo entero.

(Suplemento dominical de El Nacional, “Revista Mexicana de Cultura”,México, 11 de abril de 1954, número 367, segunda época, p. 2).

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UNASEMBLANZA PARADOS RESCATES | 13

[La excavación] Es una nueva inesperada forma de agricul-

tura. Se cava para recoger cosechas sembradas hace miles

de años. Con el frenético entusiasmo que ha sido siempre

la virtud suma y el mayor vicio de los europeos se dedican

a escarbar por todas partes. Si se nos deja, haremos del mun -

do un agujero.

JOSÉ ORTEGA Y GASSET,

Las Atlántidas y Del Imperio Romano

I

El arqueólogo tiene en común con el campesino el he -cho de que cultiva la tierra, el campo. Ambos hacentrabajo de campo. En el caso del segundo, los frutos desu acción saltan a la vista y son palpables y hasta comes-tibles: el trigo, el maíz, la papa. O bien, útiles para elvestido como el algodón, el lino o la seda. El arqueólogo,en cambio, cosecha restauraciones, reconstrucciones, re -surrecciones, recoge y cultiva los frutos del pasado. EnAmérica se ha dado el caso afortunado del arqueólogoy el filólogo que, al reconstruir, y dar vida al pasado, davida al presente y al porvenir. En América, a partir delencuentro de dos mundos o descubrimiento, las len-guas indígenas fueron marginadas, acalladas y soterra-das como muertas en vida. El estudio de las lenguas in -

dígenas en México a partir de la Revolución, que buscóprecisamente restituir la dignidad del campesino, de lacultura rural y del indígena, esa variedad de la agricul-tura que es la arqueología cobraría una importancia querebasa lo meramente arqueológico. La idea de que la ar -queología puede transformarse en una variante mágicade la agricultura, planteada por José Ortega y Gasset enLas Atlántidas, tiene, a la luz de la arqueología mexicanacontemporánea representada por Alfonso Caso, ÁngelMaría Garibay, Miguel León-Portilla y Eduardo Matos,un resultado inquietante. Si de la misma manera quelas excavaciones del Centro Histórico que han llevadoa exponer a la luz el Templo Mayor, produjeron en elespacio de la ciudad un trastocamiento del espacio ar -quitectónico, de esa misma manera la restauración, re -construcción, reanimación y traducción y enseñanza delas lenguas indígenas en México introducen en la ciu-dad del conocimiento y de la educación la necesidad deadaptarse a esas lenguas y culturas que parecían muer-tas y solamente estaban soterradas, disimulándose en losmuros de la historia como esas manchas de humedadque trazan en las paredes dibujos misteriosos pero im -poniendo de cualquier modo la apremiante necesidadde ser comprehendidos... Este apremio resulta tantomayor cuanto que se vive en un mundo cautivo de un

Miguel León-Portilla

Unasemblanzapara dosrescates

Adolfo Castañón

irrefrenable proceso de transformaciones. Es como silos jóvenes adultos de hoy cobraran repentinamente con -ciencia de que han heredado una casa de cuatro pisos—el orden prehispánico, el colonial, el liberal del XIX yel moderno tecnológico del XX y del XXI—, y solamenteconocen —conocemos, dijo el otro— una parte... Des -de ese ángulo, la arqueología histórica practicada porLeón-Portilla tiene un carácter medicinal e indudable-mente ético y político.

Llama la atención que el estudio en torno a la iden-tidad nacional y a la llamada ontología del mexicanopromovida por el grupo Hiperión, encabezado por Leo -poldo Zea, Luis Villoro, Emilio Uranga, entre otros,coincida en el tiempo con el inicio formal y articuladode los estudios de las lenguas indígenas por figuras co -mo Manuel Gamio, Cecilio A. Robelo, Alfonso Caso,Miguel León-Portilla. Renuevan y ensanchan el estu-dio de las lenguas indígenas y más aun le confieren uncarácter no sólo literario sino político. Su humanismose resuelve en una perspectiva demográfica y etnográfi-ca. El arqueólogo se transforma en un sembrador delpresente y del futuro. La importancia de los estudios deMiguel León-Portilla alrededor y desde las lenguas in -dígenas no solamente le dan voz a un pasado soterradosino a un presente crítico. Profundiza tanto el allá comoel aquí. El reciente otorgamiento del Premio AlfonsoReyes de El Colegio de México el pasado 8 de octubreen la sede del Ajusco por la doctora Silvia Elena Gior-guli, que preside esta institución, es el motivo de estasreflexiones y lo fue de un hermoso discurso. En sus pa -labras dichas con familiaridad y simpatía, hizo León-Portilla, de un lado, un ensayo de autobiografía intelec -tual. Manuel Gamio, Ángel María Garibay, AlfonsoReyes y José Gaos fueron las sombras evocadas y con-vocadas por las frases del historiador. Al mismo tiem-po, como oportunamente lo resaltó en su laudatio ladoctora Rebeca Barriga, León-Portilla supo armar eldiá logo entre la Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes yla Visión de los vencidos que él mismo produjo en 1959,a partir de los diversos testimonios, documen tos, pre-moniciones de la Conquista —europea más que espa-ñola— en México. Este diálogo entre las dos “vi siones”casi se podría decir que podría ayudar a comprehenderla envergadura y complejidad de la tarea de Miguel León-Portilla, no sólo como historiador y ar queólogo, sinocomo un guía trágico identificado con la historia trá-gica de los pueblos, lenguas y comunidades en Méxicoy en Hispanoamérica. La posibilidad del conocimien-to, vendría a decirnos al oído el decano de los historia-dores mexicanos, es una posibilidad trágica en la me -dida en que está determinada por dos paradigmas a lapar irreductibles y condenados a la extinción: la civili-zación grecolatina y mediterránea y las civilizaciones in -dígenas americanas.

En uno de los momentos más emotivos de su dis-curso, don Miguel refirió la anécdota de la muerte deldoctor José Gaos al término del examen profesionaldel historiador José María Muriá. Gaos expiró en losbrazos de Miguel León-Portilla. El hecho vertiginoso deeste articulo mortis no deja de ser memorable despuésde casi medio siglo de ocurrido. Es un hecho que cabríainterrogar simbólicamente en muchos sentidos: unode ellos sería que el espíritu de la filosofía de la historiapasó en ese momento del aliento español al aliento me -xicano. La ceremonia del premio se realizaba, no lo ol -videmos, en el salón Alfonso Reyes de El Colegio deMéxico, fundado sobre la Casa de España en México,la casa de los refugiados españoles. Esos refugiados quellegaron a partir de 1939 y que no sólo dieron su traba-jo durante las décadas siguientes, sino que continuarían,por así decir, sembrando su herencia intelectual y polí-tica hasta nuestros días, al dar voz y aliento, fermento,a la segunda y tercera generación de esos trasterrados,ya arraigados, enraizados en México, y a sus discípulos.Nadie es profeta en su tierra, ¿cuál podría ser la profe-cía del trasterrado que es, por definición, el intelectualque ha renunciado a su solar nativo para arraigar en laesfera de las ideas?

II

Es verdad que los estudios de las culturas indígenasem prendidos por León-Portilla tienen auge y discípu -los dentro y fuera del país. Pero también es cierto queel or den rural, descalzo y expuesto a la intemperie, seen cuentra amenazado por un mundo envuelto en loses pejismos y transvaloraciones de un orden mundialines table y tironeado por fuerzas encontradas. Todo esolo sabe bien León-Portilla. Lo sabía diríase desde hacemu cho. A él le interesa e interesaba el presente y elfuturo que ya antes tocaba a las puertas. León-Portillano sólo estudió en Estados Unidos la filosofía de HenriBergson, no sólo vislumbró allí el pasado y el porve-nir de la cultura náhuatl y la urgencia de estudiarlos.También se interesó vivamente en otras cuestiones. Lostextos que se publican a continuación, publicados cuan -do Miguel León-Portilla tenía 28 años, reflejan no sólosu alerta pluma sino la inteligencia del que sabe cap-tar y comunicar lo que entonces se sabía sobre te mascomo la ener gía atómica y su aplicación en “El sub-marino atómico” o temas de astronomía como “El ori -gen del sistema so lar”. Prueba de que al que es profun -damente humano nada humano le es ajeno, son laspá ginas que publicó en El Nacional en 1954 y que acontinuación salvamos para dejar constancia de losamplios horizontes que alimentan el pensamiento deMiguel León-Portilla.

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I. CRACK PARA NIÑOS

1. Los seres humanos se unen para hacer sus vesti-dos, para levantar sus casas, para extraer sus alimentosde la naturaleza. Es lo normal, pensamos, hacerlo jun-tos, pues de otro modo nunca lo conseguiríamos. Sinembargo, esta necesidad de grupo se torna sospechosacuando surge en el arte. ¿Por qué? Primer hecho: haceveinte años nos tornamos sospechosos.

2. ¿Puede de verdad el arte hacerse en solitario comola masturbación o el suicidio? ¿No es verdad que parainsertarse en la tradición y adquirir oficio son necesa-rios nuestros mayores vivos y nuestros mayores muer-tos? Segundo hecho: quizá lo desconfiable es la uniónhorizontal y no la vertical.

3. Los pueblos se autoproclaman, las congregacionesse autobautizan, las amistades se dejan ver, las familias seapellidan y se registran. Tercer hecho: autoproclamarse,

autobautizarse, dejarse ver, permitir registro, es legíti-mo. “Somos el Crack”. Y sobrevino el mutismo, la es -palda, el ninguneo. Tercer hecho: la autoproclamación,el autobautizo, el dejarse ver, el apellidarse y registrarseno se perdonan si sucede en ciertos ámbitos que enton-ces se presupondrían asociales.

4. El ser humano es gregario. No vive sino convive;no se desarrolla apartadamente sino en común unión.Nos necesitamos. Sin embargo, en toda sociedad sur -ge una raza extraña que vive entre el “nosotros” y el“ustedes”. En todas las fronteras y en todos los már-genes ha bitan “ellos”: los solitarios. Cuarto hecho: lagente dedi cada al arte forma parte de esta subespeciehumana maldecida por la soledad o destinada a lasoledad.

5. Los artistas viven una soledad fatal y cultivada: ala maldición de descubrirte hecho isla se añaden losprocesos y yacimientos para convertir ese hecho en tra-

Postmanifiestodel Crack,1996-2016

Ricardo Chávez Castañeda / Ignacio PadillaPedro Ángel Palou / Eloy Urroz / Jorge Volpi

En los años noventa, un grupo de jóvenes escritores decidieronincorporarse a la literatura mexicana a través de un manifiesto.Ahora, transcurridas dos décadas, los cinco integrantes del Crackse vuelven a reunir para intentar una revisión de sus inicios,sus búsquedas en el terreno de la novela y sus alcances ante unpanorama cultural que ha conocido una veloz transformación.

gedia. Quinto hecho: lo imperdonable es pretender quepueden ser agrupadas la soledad y la tragedia.

6. El arte está fuera del mundo, es un fin en sí mismo,su realidad es otra. Sexto hecho: es sospechoso todo loque del arte está en este mundo.

7. Un fin en sí mismo no acepta otros fines. Sépti-mo hecho: al Crack no le ha bastado el arte.

8. Las promesas y el futuro. Todo artista encarna unapropuesta, una promesa, un proyecto que sólo el tiem-po medirá. Octavo hecho: no es necesario pregonar lapoética personal pues debe quedar expresada en la obra.

9. La soberbia y la vanidad personal son los dañoscolaterales del ser artista. Noveno hecho: se perdonasiempre y cuando sea individual y no colectiva.

10. Todo puede ser conmemorado, unir nuestras me -morias para recordar: hace veinte años ciertos escrito-res mexicanos decidieron publicar cinco novelas de lasque nadie se interesaba a pesar de haber sido premiadas,las llamadas “novelas del Crack”. Si antes habían sidorechazadas editorialmente de una en una, sufrieron lamisma suerte en grupo. Dos años después, tres de lascinco novelas fueron publicadas. Los escritores decidie -ron hacer un manifiesto y hacerlo público durante lapresentación. El medio literario mexicano les aplicó la ley

de la defenestración y posteriormente la ley de la indi-ferencia. Décimo hecho: eso conmemoramos.

11. Todo recuerdo es un verbo: “recordar”. Es nece-saria la voluntad. Se recuerda entonces lo que está ca -yendo en el olvido. Onceavo hecho: habría que pre-guntarnos qué se recuerda, quién lo recuerda, por qué,para qué, contra qué y contra quiénes en este vigésimoaniversario.

12. El ser humano es una manifestación extraña dela vida. La vida tiene tres movimientos: la atracción, lahuida y un equilibrio entre ambas fuerzas, generadorde la inmovilidad. El ser humano al parecer posee uncuarto movimiento que no es acercamiento, ni aleja-miento, ni quietud, sino distracción. Doceavo hecho:toda distracción supone quitarle la atracción a algo; re -tiramos la atención de aquí para ponerla allá. Si “allá”es el vigésimo aniversario del Crack, ¿cuál es el “aquí” alque le retiramos la atracción y la atención?

13. La facultad de las aves es el vuelo, la facultad delos peces es el nado, la facultad humana es la compren-sión. Treceavo hecho: ya que nos vamos a distraer, ha -bría que comprender algo, sacar en claro algo.

14. La literatura se mide con libros y los libros semiden por su calidad, la cual es una síntesis de verdad,belleza y trascendencia. Catorceavo hecho: habría quehacerse la única pregunta pertinente: ¿qué dicen los li -bros del Crack sobre el Crack?

15. No nos importa cómo se levantó la casa, se cul-tivó el suelo o se tejió la ropa: los recién llegados reco-nocen su trascendencia si les ofrecen techo, alimento ocobijo. Quinceavo hecho: habría que enfrentar el únicocuestionamiento pertinente: ¿qué ofrecen los libros delCrackmás allá de nuestras palabras y nuestras conmemo -raciones a quienes han venido después de nosotros?

RICARDO CHÁVEZ CASTAÑEDA

II. NUEVO SEPTENARIO DE BOLSILLO

1. El Crack no fue ni pretendió ser nunca una gene-ración ni un movimiento, no digamos una estética. Setrató más bien de una invitación y, si acaso, de una acti-tud. O de la invitación a recuperar cierta actitud haciala escritura y la lectura. Si bien interpelaba a editores,autores y crítica, su manifiesto estuvo dirigido sobre to -do a los lectores.

2. El Crack fue desde el principio un juego, una bro -ma que por fortuna algunos se tomaron muy en serio;nada tuvo de estrategia (no somos tan listos) ni muchomenos aspiró a una defenestración de nuestros maes-tros (no somos tan tontos).

3. El manifiesto del Crack nació aposta fragmentarioy contradictorio. De allí que sus interpretaciones hayansido tantas y tan encontradas. Hay muchos Crack, y

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Ricardo Chávez Castañeda

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quizás el menos conocido a estas alturas sea el grupo denovelas expuesto en 1996.

4. Muchos equívocos reconformaron o de plano re -construyeron a modo algunos postulados del manifies-to del Crack, lo bastante lábiles como para permitirlo.Entre estos equívocos, acaso los más prósperos y nota-bles sean, primero, el mito de una negación de los esce-narios mexicanos y, segundo, el de una confrontacióncon los grandes autores de la literatura latinoamericana.La mayor parte de las novelas escritas por los firmantesde aquel manifiesto transcurren en México, si bien entodas ellas y para todas ellas hemos reivindicado nues-tro derecho a situar nuestras historias en el lugar delmundo o del inframundo donde mejor podamos expre -sar ese relato concreto, siempre, eso sí, en esa patrianuestra que desde siempre ha sido la lengua española.

5. Las del Crack fueron propuestas en esencia nove-lísticas, triunfo rotundo de la impureza y la imperfec-ción. En su raíz, no obstante, se encuentra el heroicofracaso del cuento como aspirante a la imposible per-fección. El cuento es a la utopía lo que la novela es a ladistopía. La novela seguirá triunfando mientras asumay encarne la imperfección distópica de lo real. El cuen-to sólo triunfará si se asume como quijotesco fracaso ycuanto de sublime hay en ello.

6. El Crack fue una amistad literaria, un archipiéla-go de soledades e individualidades que acaso permitiórecordarnos que la literatura, solitaria como es, puedetambién vivirse como una experiencia colectiva. Algunosaportaron, otros se disolvieron. Interesados más que na -da en la creación —y acaso en la docencia—, los miem -bros del Crack nunca tuvieron la malicia suficiente nibuscaron detentar ni ejercer poder bastante como paraconstituirse en una de esas capillas literarias que tantodaño han hecho a la cultura en nuestro país. Tampocoexcluyó ni crucificó por consigna, ni siquiera a sus crí-ticos más enconados. Como quiera que sea, al final sóloquedarán dos o tres obras que es lo que viene más alcaso. Lo único que importa.

7. El Crack no fue el único, aunque sí uno de losprimeros catalizadores de un proceso de recomposicióny redignificación de la literatura en español que de cual -quier modo habría ocurrido. Algunos de los entoncesfirmantes seguimos convencidos de que es posible laruptura con continuidad. Renegamos todavía del faci-lismo, deificamos aún la novela total, la literatura difí-cil, la lengua y sus posibilidades, creemos más en la re -cuperación que en la pura innovación, reivindicamosnuestro derecho a la dislocación, y estamos desde luegoconscientes de que otros más diestros y más lúcidos quenosotros se encargarán de crear y proponer las alterna-tivas sobre los cadáveres que quedan en el campo de ba -talla en el que nos tocó participar.

IGNACIO PADILLA

III. EL CRACK, UNA POÉTICA

1. Hace 20 años los agoreros de la muerte de la no -vela no eran menos legión que ahora. Hoy está vivita ycoleando. El Crack nació como defensa de la novela to -tal. Es una mercancía internacional en la que cabe to do,es cierto, pero también una forma de arte, acaso la másflexible y el género literario más extendido en el mun -do. La novela siempre se cuestiona a sí misma. Rabelais,Cervantes, Sterne son un trío de locos que se consagrana un género que apenas se inventa pero en el que, creen,se cifra el mundo. La novela en pleno estertor se buscapreguntándose. Por escrito o en la pantalla. Lo mismoen Coetzee que en The Wire.

2. La novela es un género internacional, las influen-cias no tienen que ver con los países. Pensar en una no -vela latinoamericana —o arequipeña o norteña— escomo pensar en equitación protestante. Si a la novelase le adjetiva se le banaliza. El Crack apostó por esa glo-balidad de la novela desde las tradiciones locales. Nobuscó destruir al Boom, como se dijo, sino continuarlo.Hizo Crack, una fisura en la tradición que aún hoy suenacomo cuando se pisan las ramas y las hojas en un bosque.

3. No existe la novela con adjetivos. No hay novelahistórica, novela erótica, novela policiaca. La verdadera

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Ignacio Padilla

novela es un organismo fagocítico. Todo lo engulle y lodevuelve trastocado. Por eso mismo El Quijote no esuna novela de caballería o Alicia en el país de las mara-villas no es una novela fantástica. En 1907, Mahler ledice a Sibelius sobre la sinfonía —esa novela de la mú -sica— que debe ser como el mundo, en ella debe com-prenderse todo. Todo cabe en la novela, que es como elmundo pero no es el mundo. La novela resiste la do -mesticación de lo literario que el mercado intenta ope-rar siempre y cuando intente demoler la retórica litera-ria que la convierte en mercancía, ese señalado realismolírico que nada aporta a la crítica de la realidad. Y vivi-mos, veinte años después, en la triste domesticación delo literario.

4. La gran novela reescribe hacia atrás toda la tradi-ción novelística. El Crack, un grupo de novelas con unma nifiesto, entró a las bibliotecas como un viento helado.

5. Nada más pernicioso que el nacionalismo —unadjetivo europeo, por cierto— para la novela. El nacio-nalismo es una mentira y la novela odia, aborrece lamen tira. La novela entraña una búsqueda de la verdadliteraria. Dentro de sus páginas, todo lo que ocurre esabsolutamente verdadero. El Crack es una novela sinadjetivos y sin nación.

6. Cesare Pavese lo supo bien al hablar de su queridoStendhal: la novela crea situaciones estilizadas y las repi-te fingiendo lo que llamamos estilo. Una buena novelaresiste una mala traducción porque lo que la novela hademostrado es que el estilo es, ante todo, una visión.

7. Los estilos novelescos son sistemas de operacióndentro del lenguaje cuyos efectos buscan ser extralin-güísticos. Son máquinas estilísticas portables. Comolos celulares o los coches, pueden importarse y llevarseadonde sea.

8. La novela presenta, no explica. “Europiccola”, lla -maba Joyce a Trieste. Sabía una cosa: el escritor es siem-pre un exiliado, es el exiliado por excelencia: un despla-zado. El cosmopolita es alguien que ya dejó de tenerpatria. Supo también que el provinciano es alguien va -cío, carente de contenido. El provinciano se ancla en lanostalgia porque no tiene nada. El cosmopolita exilia-do, habiéndolo perdido, lo tiene todo. Es nuestro, diceBorges —ese novelista de pequeños cuentos/ensayo,como “El Aleph”, acaso la mejor novela argentina—,sólo aquello que hemos perdido. Miguel Torga dixit: louniversal es lo local sin los muros. Alabado sea. Perotambién Unamuno: el mundo es un Bilbao más grande.

9. El Crack sabe ahora, a pesar del mercado y subanalización, que la gran novela es una burla velada de larealidad y de las lecturas erróneas que hacemos de ella.Es una mirada despiadada contra la ciudad del lugarcomún.

10. La novela que el Crack aspira a escribir veinteaños después es un manual para descreídos, un tratadode apostasía. Es un alegato contra la banalidad y contrael mercado —que en nuestros países es un engaño, comodice Piglia—. Es una máquina de demolición contra loliterario como cliché. Es un arma de destrucción masi-va contra la estupidez desde la ironía, esa suprema for -ma del conocimiento. La vida real es repetitiva, comola novela. A la vida real no puede entendérsela. No espor ello papel de la novela el conocimiento, sino la ex -periencia. Y sólo se experimenta, en literatura, el desastre.Las novelas del Crack, veinte años después, aún creenque la literatura no está muerta ni enterrada.

PEDRO ÁNGEL PALOU

IV. 20 INSTANTÁNEAS A 20 AÑOS

1. La novela aspira a la imperfección: desde Rabe-lais, la novela quiere ser amorfa. En esa contradicciónradica su forma. El cuento aspira a la perfección. Bor-ges, Chéjov, Arredondo estuvieron obsesionados conella: escribieron cuentos perfectos.

2. El cuento es absoluto. La novela es todo lo queno es el cuento, pero puede incluir cuentos, lo mismoque puede incluir al mundo.

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Pedro Ángel Palou

3. Cada novela es un ensayo del mundo y por eso, tam -bién, un nuevo —monumental— fracaso. Cada de rrotaes, para la novela, su mayor victoria. Para escribir Casadesolada, Dickens ensayó muchas veces, se ejercitó convarias grandes novelas antes de escribir su obra maestra y,sin embargo, Casa desolada es imperfecta y amorfa, lo mis -mo que Don Quijote,Los bandidos de Río Frío,Moby Dick,En busca del tiempo perdido,Hijos de la medianoche, Pali-nuro de México o La vida exagerada de Martín Romaña.

4. Los grandes novelistas —justo lo que Rulfo no era,pero Fuentes sí fue— se ejercitan, luchan, bregan, igualque un atleta contiende con las pesas (todos los días,toda su vida). Los grandes novelistas lo intentan una yotra vez y en el solo intento estriba su grandeza.

5. La solución última al problema de la novela estáen escribirla.

6. El Crack empezó como un delirio llamado volun -tad: voluntad de un grupo de jóvenes por escribir gran-des novelas, novelas polifónicas, novelas distintas a lasque se publicaban entonces, relatos empeñados en crearalgo nuevo aunque no exista lo nuevo, relatos empeña-dos con romper porque romper es la única forma decontinuar escribiendo.

7. Usurpar historias, discernir materiales, poner aprueba ideas, desechar, filtrar… Reescribir palabras, fra -ses, eliminar párrafos y con la greda y argamasa quequeda concebir una nueva realidad, una tan verdaderao ilusoria como la nuestra.

8. Añadirle una mentira a una novela, jamás es men -tir. Acaso sea la única forma de desvelar una verdadoculta o callada.

9. Cada punto y coma implica una elección; impli-ca no haber elegido otra cosa. Lo mismo cada acción ocada evento de la historia: otro hubiera sido el derrote-ro de tal o cual personaje si otro hubiese sido el estilo,el punto de vista, el tiempo elegido o el narrador. Lasdisyuntivas que genera la novela son también las dis-yuntivas morales del autor.

10. No sé si se acabaron los tiempos de la novelacomo género. Es más probable que primero se acabenlos lectores de novelas a que algún día se terminen lasnovelas. Y esto es así porque el género, dúctil como nin -guno, se ha logrado desdoblar: hay series de televisión,hay telenovelas, hay juegos virtuales, trasuntos que nohacen sino repetir, por otros medios, lo que ha hecho elarte de la ficción desde Homero: remedar el mundo,convencernos de esa otra realidad tan parecida —y aje -na— a la nuestra.

11. Las mejores novelas desafían nuestros valores,atentan contra nuestros presupuestos, cuestionan nues -tra forma de pensar y de vivir.

12. Las mejores novelas no sólo “entretienen” comoquería Cervantes. También irritan, incomodan y, en elmejor de los casos, subvierten.

13. La novela desemboza —y despereza del letar-go— a Eros y a Tánatos, quienes suelen hacer muchomás da ño adormecidos que despiertos.

14. La novela es una forma vicaria de la condiciónhumana: nos permite vivir o atestiguar otros posibles di -lemas de nuestra propia existencia.

15. La novela debe decir lo que nada ni nadie se atre -ve a decir. Pero esto no importa si no se dice bien, si elautor no infiere la forma desde adentro.

16. Cuando Brodsky recibió el Premio Nobel dijoque era menos probable que alguien que hubiese leídoa Dickens disparara contra otro ser humano, a que al -guien que no lo hubiese leído lo hiciera. (Lo mismo pa -saría, pienso, si en lugar de Dickens, el asesino hubieseleído a Sade o a Sabato). Tal vez para eso sigan sirvien-do los libros, esos inutensilios. Y los llamo así —comoel poeta portugués llamaba a los poemas— pues a pesarde sus incalculables beneficios, el arte de la novela nodebe buscar, a pesar de todo, otro fin que el de su propioarte. Como decía Lawrence: la moral, la metafísica delescritor, debe supeditarse a la obra de arte, debe supe-ditarse a su forma, y nunca al revés a riesgo de terminarescribiendo un panfleto con rostro de novela. Dejemosque sólo sea ella misma la que conlleve, solitaria y au -tárquica, su propio, desmesurado, fracaso… Al cabo ensu caída se afinca su victoria.

17. Si con la ciencia ocurre que cada nueva teoríaverifica o refuta a la anterior, la novela verifica y refutaa la anterior.

18. Hace 30 años me obcequé con una idea: armarun grupo literario. La idea vino, por supuesto, de losBeatles, pero también de la llamada “Generación de laAmistad” o “Generación del 27”, a la que admiraba yadmiro. Pensaba que un grupo era siempre más fuerteque un autor; un grupo podía tener más solidez literariae histórica que un escritor en solitario, aunque, pasadoslos años, algunos de estos mismos escritores termina-ran por aborrecerse. La Generación del 98, Contem-poráneos, la llamada Generación del 50 en España, elBoom, el grupo de Bloomsbury, The Lost Generation ysobre todo la Generación de Medio Siglo en Méxicome lo demostraban. A muchos de estos autores los leígracias a que formaban parte de un grupo más amplio,un escritor me llevaba a otro. Mi instinto me decía queasí debía funcionar el grupo con el que yo soñaba a los18 años. Eso no quería decir que no admirase a los gran -des solitarios: Stendhal, Kafka, Lowry u Onetti. Lo quesignificaba era que, si algún día podía tener la preten-sión de ser leído y no archivado era más probable quelo consiguiera si me unía con un grupo de jóvenes a losque yo admirase. Y los encontré. (Los encontré y a al -gunos de ellos los perdí).

19. Algo más ocurrió, algo con lo que entonces nocontaba: la sana rivalidad, la competencia entre igua-

POSTMANIFIESTODEL CRACK, 1996-2016 | 19

les… Ambas me hicieron escribir mis mejores libros.Esa rivalidad, esa envidia, me impulsó, azuzó mi va -nidad o atizó mi pereza. Acaso sin sus libros no hubie-se escrito ninguno o acaso hubieran sido muy malos.Por fin comprendí que no habría Beatles si no hubieseha bido reñida competencia. No existiría La realidady el deseo si Lorca no hubiese literalmente envidiado aCernu da, su entrañable amigo, y si este, a su vez, nose hubiese sabido admirado por quien él más envidia-ba y quería.

20. El Crack es como una novela: tiene su principio,su clímax y su desenlace inesperado y no siempre feliz,pero esto, la verdad, no importa demasiado, lo mismoque no importa que Don Quijote haya muerto en1615 o 1616… La duración, el gozo, la lectura infinitaes lo único que, al final, importa.

ELOY URROZ

V. QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA

1. 22 años atrás, 5 aspirantes a escritores se reúnenen casa de uno de ellos y le dan nombre a un grupo lite-rario. ¿Qué buscan? ¿Fama, trascendencia? ¿Imitar a sus

héroes? ¿O algo en apariencia más prosaico: publicarsus manuscritos en pos de esos espectros, los lectores?

2. Es en el invierno de 1994 y el PRI ha vuelto aganar las elecciones. Acaba un año de asombros y ca -tástrofes: el alzamiento zapatista y el asesinato del can-didato a la presidencia. Si los 5 tiemblan no se debe alfrío de diciembre, sino a la debacle política y económi-ca de un país adocenado por las crisis.

3. 2 años después, los 5 anuncian el nombre de sugrupo, presentan sus novelas y leen su manifiesto. (En -tretanto, en Chile, otros jóvenes emprenden una aven-tura paralela). Los miro a la distancia: ¿qué pretenden?Si azuzar a sus coetáneos, lo consiguen. ¿Un juego, unaprovocación, una estrategia publicitaria? Lo inverosímiles que aún se escuchan ecos de esa tarde.

4. Como casi todos los jóvenes, los 5 no se acomo-dan a su tiempo. Abjuran de su época. Y se aburren. Es -tamos en 1996 y el futuro no existe.

5. La globalización y su doble siniestro, el neolibe-ralismo, inician su conquista del planeta. México es to -davía una isla.

6. Los 5 han leído a Borges, a Rulfo, a Paz y a losmaratonistas del Boom igual que Alonso Quijano leíanovelas de caballería: sus páginas son la realidad. Unarealidad mejor que la suya.

7. Afuera triunfan los saltimbanquis que se disfra-zan de García Márquez. Los 5 se encabritan: adoran eloriginal, desdeñan las copias. Y nadie los escucha.

8. Entre 1996 y 1999, los 5 pasan de moda. Y luego,entre 1999 y 2003, el mundito literario español —consu aspiración monárquica— los unge y redescubre.

9. En los 20 años transcurridos desde entonces, laliteratura se convierte en mercado literario. Una esferapegajosa, sin salida. Incluso quienes se rebelan —¡có -mo adoran los mercados a los rebeldes!— se pliegan alas reglas de la oferta y la demanda.

10. La discreta apoteosis en España es un malenten -dido. Ellos, que vivían en las entrañas del Boom, son pre -sentados como sus liquidadores. Y ellos, que no podíanser más mexicanos, son vendidos como antimexicanos.

11. Muy pronto sus rivales los acusan de ser pro-ductos del mercado. Sorprendidos, los 5 se resisten. Envano: son productos del mercado. Igual que sus críticos.

12. Y, sin embargo, escriben. 13. Mientras tanto, América Latina deja de ser la

América Latina inventada por el Boom. Ya nadie sabelo que significan esas dos palabras que los merolicos re -piten en foros y congresos. Y si no existe América Lati-na, la literatura latinoamericana mucho menos.

14. En su primer resplandor desde Felipe II, los vi -rreyes peninsulares ordenan y clasifican la literatura enespañol. En su imperio se concentran editores, agentes,promotores, suplementos, académicos, críticos, es -critores. Y los latinoamericanos caen en la trampa.

20 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Eloy Urroz

15. Los 5, a los que se han sumado otros 2, se tomande la mano con sus enemigos y rivales y juntos peregri-nan a Madrid y Barcelona. Buscan premios, reconoci-mientos y adelantos.

16. 20 años atrás, jamás pensaron que podrían vivirde sus libros. Menos enriquecerse a su costa. Duranteun breve lapso —las vacas gordas españolas— se adhie-ren al espejismo.

17. México y casi todos los países de América Lati-na derivan, de nombre, en democracias. Los intelectua -les no tienen opción más que jubilarse. Ser escritor yano implica desgañitarse en la plaza pública. Los nuevosjóvenes respiran aliviados y se concentran en dominarel punto de cruz.

18. Otra muerte ocurrida en estas décadas, que porcierto nadie llora: la de los críticos. Si antes eran odia-dos y temidos, hoy buscan empleo de ascensoristas ydeshollinadores.

19. Veinte años atrás, los 5 contribuyeron a dinami -tar las reglas para ascender en el escalafón literario dise-ñadas por sus mayores. ¿Quién alza hoy la voz para rom -per los nuevos códigos?

20. Triunfó el mainstream y, con él, el predominioabsoluto de la literatura en inglés. La literatura en espa-ñol es un silbido en un concierto de rock.

21. Si el mercado es el Dragón, ¿quién podría hoyapuñalarlo? Sólo no propongan los nombres de Aira oVila-Matas, por favor.

22. En estos veinte años, Letras Libres y Nexos, losdos sindicatos más poderosos del país, también son des -mantelados. Sin darse cuenta, sus miembros siguen asis -tiendo a sus asambleas.

23. Muere Paz. Muere Fuentes. Muere García Már-quez. Mueren Monsiváis y Pacheco. Nadie ocupa susaltares.

24. Los nuevos escritores dicen aborrecer las mafiasmientras en secreto las imitan. Sólo que no les ponennombre.

25. La revolución digital no trastoca la literatura. Selee en un sinfín de formatos. Se lee de otra manera.Pero los escritores apenas se dan por aludidos.

26. Las redes sociales agitan la sociedad del espec -táculo. La celebridad dura hoy dos horas. Los escrito -res abandonan sus plumas y sus computadoras y hacenstand-up comedy.

27. Novelas profundas, polifónicas: el clamor prin-cipal del manifiesto. Contra la banalidad del naciona-lismo y de las etiquetas. Al menos en este punto la lu -cha no ha variado.

28. Del grupo queda un puñado de obras perdura-bles. A algunos les parecerá muy poco. No se dan cuen-ta de que lo que hoy dura más de tres meses aspira aconvertirse en clásico.

29. Veinte años atrás, México era un avispero de co -rrupción y autoritarismo. Hoy es un cementerio. ¿Cómoescribir sentados sobre fosas repletas de cadáveres?

30. Todo grupo literario es una tensión entre fuerzascentrípetas —la amistad, la ambición compartida— ycentrífugas —la envidia, los celos, el miedo—: el equi-librio es siempre precario. Nadie puede exigir que dure20 años.

31. Como en Dumas, 20 años después los mosque-teros están más viejos. Tienen menos ilusiones. Algunosse ignoran, otros simplemente no se miran a los ojos. To -do los separa. Pero no pueden dejar de ser los que fueron.

32. Intento mirar de nuevo a esos jóvenes. Y com-pararlos con sus trasuntos arrugados, gordos, calvos dehoy. ¿Qué se conserva? Su voluntad de escribir grandesnovelas. Novelas que le cambien la vida a un lector.

33. El grupo fue, por supuesto, una ficción. Nopodía dejar de serlo. Un puñado de voluntades y poéti-cas enfrentadas contra el tiempo. Una hermosa, va -liente ficción.

JORGE VOLPI

POSTMANIFIESTODEL CRACK, 1996-2016 | 21

Texto leído por primera vez en el Congreso de la Modern Language Asso-ciation, en Austin, Texas, el 7 de enero de 2016.

© Javier N

arváez

Jorge Volpi

22 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

La política elemental, por así decir, es un oficio comocualquier otro (y no lo es). Algunos la identifican como elarte del gobierno, pero eso tiene que ver con metas máselevadas: eso es ya ocupación del hombre de Estado,del conductor de la máquina estatal. Naturalmente, parallegar a esta etapa hay que conocer, cuando no domi-nar, el oficio “puro y duro” —como dicen los france-ses— que más que arte es, en esta fase, una artesanía (y,a veces, un artificio) en el que, además de una inteli-gencia pragmática, hay que tener un poco (por no de -

cir un mucho) de malicia. Porque, como opinaba Nor-berto Bobbio sobre Goya, después de ver su pinturanegra, que El Sordo era un hombre sabio porque sapevache l’uomo è cattivo.2

Ahora bien, malicia, según el diccionario de la RAE

en alguna de sus acepciones, significa: “cierta solapa ybellaquería con que se hace o dice una cosa, ocultandola intención con que se procede”; y, ya más matizada-mente, es una “propensión a pensar mal” pero, también,“penetración, sutileza, sagacidad”. Del verbo maliciarañade que es recelar, sospechar, presumir. Por tanto, siel político es suspicaz —¿y qué político verdadero no loes?—, se trata de un ser desconfiado, es decir, lo opues-to a ingenuo, que es sinónimo de sinceridad, de candi-dez, y se emparenta con bondad.

El político actúa en relación con los demás, acogién -dose al beneficio de la duda: primero sondea, mide, trata

Algunasreflexionespolíticas

Enrique González Pedrero1

La historia política desde el siglo XIX señala a México como el“país de un solo hombre”, ya se trate de Santa Anna, Juárez oDíaz. Sin embargo, las últimas décadas han visto desarrollarseuna transformación en los lenguajes y modos de operación de lapolítica nacional, que no han sido capaces de resolver los gravesproblemas de pobreza, desigualdad, corrupción e impunidad.

1 Quiero agradecer a la Comisión Operativa Nacional del Movi-miento Ciudadano el haberme otorgado el Premio Nacional BenitoJuárez al Mérito Ciudadano. En verdad, me siento muy honrado poreste reconocimiento que lleva el nombre de uno de los mexicanos másilustres, que fue miembro y dirigente de la generación de la Reformaque es, sin ningún género de duda, la comunidad más lograda en nues-tra historia, que produjo “la transformación más profunda que hemostenido en México y que jamás se vio a sí misma como una mutaciónradical sino como una modesta reforma”, y como el Benemérito, comosu generación en su gran mayoría que se dedicó a la acción política, ex -presaré en esta ocasión algunas ideas sobre ella.

2 Jesús Silva-Herzog Márquez, La idiotez de lo perfecto. Miradas ala política, FCE, México, 2006, p. 73.

de conocer las intenciones del “otro” y luego actúa. Enconsecuencia, este personaje está más cerca de Maquia-velo y de Hobbes, que de Rousseau. ¿Tiene que ver lamalicia con el pecado original? Entre pecadores puedeesperarse lo peor de sí mismos y de los demás.

Como dice Hannah Arendt en su Diario filosófico:“Se trata de una solidaridad fundada en la fundamentaldesconfianza por principio de la sustancia humana”.3

Por ello, tal vez, Ortega y Gasset la llama “equívoco ofi-cio” en Vieja y nueva política. Pero habría que empezarpor preguntarse si hay una nueva y una vieja política o si,más bien, se trata de una política reciente y una pasaday donde la historia tiene mucho que decir. Natural-mente, el tiempo juega aquí un papel importante y conel tiempo los participantes. Pero atengámonos a donJosé Ortega y Gasset y asomémonos a la política nueva.

Hace unos años Lorenzo Meyer resumió la agendapolítica mexicana “como una sociedad subdesarrolla-da, con una demografía densa, con grandes desigualda-des sociales, con una ecología seriamente degradada,con altos índices de pobreza y marginalidad, con unainstitucionalidad carcomida por la corrupción y una altay creciente dependencia económica y política del po -deroso vecino del Norte”.4

Evidentemente, el rostro de México que el investi-gador trazaba a grandes rasgos hace diez años sigue sien -

do válido en esta etapa (neoliberal) que vive el orbe, apartir de la desaparición de la bipolaridad y de la GuerraFría; del famoso “fin de la Historia” de Francis Fukuyama,etapa en la que con la democracia y el capitalismo, “to -dos los problemas realmente cruciales habrían sido re -sueltos”.5 Pero, a pesar del optimismo de Fukuyama,hagamos un rápido repaso histórico de México para verqué es lo que ha ocurrido y revisemos algunos de losporqués que nos ayuden a comprender lo sucedido.

En una conferencia que expuse en un ciclo organi-zado por el Fondo de Cultura Económica en 1999, so -bre la globalización y las soberanías nacionales, titula-da “El Estado mexicano: globalización y modernidad”señalé:

Para finales de los años ochenta la globalización se vol-

vió, en México, un proyecto de gobierno. El grupo en el

poder decidió cambiar por completo el rumbo económi-

co del país. Para ingresar a los grandes canales del mundo

global se cambiaron estrategias económicas que eran, cier -

tamente, nacionalistas y proteccionistas. México no podía

seguir desarrollándose si no se formalizaba la ya muy es -

trecha intercomunicación con la economía de los Estados

Unidos. Para conducir al país en esa dirección, el gobierno

necesitaba el más amplio poder para tomar decisiones drás -

ticas. Esas decisiones no fueron impugnadas por la mayo-

ría de los mexicanos porque su irrupción fue sorpresiva y

ALGUNASREFLEXIONES POLÍTICAS | 23

3 Hannah Arendt, Diario filosófico, Herder, Barcelona, 2006.4 Lorenzo Meyer, El Estado en busca del ciudadano. Un ensayo sobre

el proceso político mexicano contemporáneo, Océano, México, 2005, p. 43.

5 Francis Fukuyama, El fin de la Historia y el último hombre, Plane-ta, México, 1992, p. 13.

Estampa del México Independiente

porque el sistema de partidos era aún demasiado reciente,

y porque la oposición de derecha coincidió con el gobier -

no (a través de las “concertacesiones”) en la visión neoli-

beral. La oposición de izquierda no estuvo entonces en

condiciones de debatir y presentar un proyecto alterna-

tivo, acosada como estuvo siempre por el apa rato hege-

mónico. Esto permitió al gobierno una concen tración

del poder y la negociación unilateral del Tra tado de Libre

Comercio con Estados Unidos, a espaldas de una ciuda-

danía desinformada y sorprendida por la veloz ofensiva.6

Regresando a nuestro entorno, hay que recordar queMéxico ha sido en buena medida “país de un solo hom -bre”. Antes de la creación del Estado, el hombre fueSanta Anna; una vez creado el Estado laico, fue el paísde Juárez; otro más, el “país de un solo hombre”, conun Estado incompletamente pacificado y comunicadoy, por tanto, no del todo nacional, el país de PorfirioDíaz; y, el siguiente, el país de varios hombres que fuecreando la Revolución mexicana: Venustiano Carranza,Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cár -denas, con quien culmina la creación del Estado nacio-nal. Aunque cada uno de ellos fuera en su momento elhombre que rigió los destinos de México, aunque porlapsos cada vez más breves.

Lo que ocurrió en México después de la SegundaGuerra Mundial y de la institucionalización de la Re -volución es cualitativamente distinto, aunque el centrode la política mexicana siguiera siendo el presidente dela República, a pesar de la división de poderes estable-cida en la Constitución Política de los Estados UnidosMexicanos.

Naturalmente, cada régimen tiene sus peculiarida-des y va recibiendo la influencia del tramo temporal quele ha tocado vivir. Pero la importancia del Poder Ejecu-tivo ha sido una característica fundamental de la polí-tica mexicana (mientras el Estado prevaleció sobre elmercado). Cuando por efecto de la globalización, quesiguió al fin de la Guerra Fría, al fin de las ideologías yal fin de la historia; cuando la “mano invisible” que guíaa las fuerzas del mercado prevaleció sobre la mano visi-ble que guiaba el poder del Estado, las cosas han co -menzado a cambiar y el país singular, el país de un solohombre, se ha vuelto plural, ha ido deviniendo paula-tinamente el país de los “poderes fácticos”. Pero estosupone un cambio radical de época, de metas, de sensi -bilidad, de la concepción del espacio-tiempo y de la or -ganización social... Ahora bien, económicamente —quees lo que en el neoliberalismo importa—: ¿cuáles hansido los resultados?

Datos publicados muy recientemente sobre el cre-cimiento de la economía mexicana durante el periodoneoliberal son los que cito a continuación: durante elgobierno del licenciado Miguel de la Madrid, que bus -có un crecimiento anual del 5.5 por ciento, sólo se al -canzó el 0.34 por ciento; en el sexenio de Carlos Salinasde Gortari, que prometió un crecimiento del 6 por cien -to anual, el resultado fue de un 3.9 por ciento; ErnestoZedillo ofreció un 5 por ciento y sólo consiguió el 3.5por ciento. Vicente Fox prometió un crecimiento del7 por ciento y sólo alcanzó un 2.2 por ciento y Calderónofreció un 5 por ciento anual y sólo llegó al 1.8 porciento. En cuanto a Enrique Peña Nieto, se compro-metió a obtener un 5 por ciento y en su primer bieniosólo alcanzó 1.75 por ciento.7 De manera que, en tér-minos económicos, el neoliberalismo no ha consegui-do lo que prometió.

Viene a mi memoria una frase significativa que ayu -da a entender, desde otro ángulo, el sentido de los nue-vos tiempos que vivimos.

Haiga sido como haiga sido es una expresión del li -cenciado Calderón Hinojosa en una entrevista, en la quebuscaba explicar que de lo que se trataba era de llegar ala meta “a como diera lugar”. Y, en apariencia, así es.Pero sólo aparentemente porque, en realidad, no se tra -ta sólo de llegar a la meta y de “ganar”.

Lo que quiero decir es que para ejercer legítima-mente el poder, para tener autoridad, hay que tener,primero, autoridad moral como la tuvo siempre Beni-to Juárez. Sólo cuando la sociedad cree que el triunfoob tenido ha sido legítimo, cuando se gana realmente,es cuando puede ejercerse el poder a plenitud —hastadon de eso es posible ahora— y, desde luego, cuandoen ese ejercicio las acciones desplegadas tienen una ra -zón de ser, cuando son convincentes. Sólo así el pue-blo te otorga el mando (te “mandara”, como se sueledecir ahora, no sé si correctamente), para que lo re -presentes y ejerzas el mando en su nombre. Sólo así sees mandatario. De otro modo, no se es mandatario sinomandadero de los intereses que han influido para lle-varte adonde estás, así se ocupen los lugares que tradi-cionalmente han sido los espacios donde se ha ubica-do el poder. Porque, co mo se sabe, aunque el podertiene algo de fetichismo, no reside tanto en el lugar tra -dicional desde donde se gobierna, sino en la personaque ejerce el poder, que tiene que ser y parecer, comodecía Maquiavelo.

Los nuevos tiempos han ido creando un nuevo vo -cabulario, cuando no un nuevo lenguaje, que es intere-sante registrar, puesto que se trata de una especie de NewSpeak, como el que empleaba el Big Brother, aquel per-

24 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

6 E.G.P., “El Estado Mexicano: globalización y modernidad” en Laglobalización y las opciones nacionales. Memoria, Fondo de Cultura Eco -nómica, México, 2000, p.84.

7 Carlos Fernández Vega, “México, S.A.”, La Jornada, 10 de abrilde 2015.

sonaje que creó George Orwell en su novela 1984. Men -ciono sólo algunos ejemplos: “políticas públicas” y “po -líticas de Estado”, así como los significativos términos:desregulación, descentralización, descertificación, des-concentración, desestatización y demás “des”.

Ahora se habla de políticas públicas, como si la polí-tica, desde sus remotos orígenes en Atenas, no hubierasurgido en las discusiones y debates ocurridos en la pla -za pública, cuando se creó la polis. Así como el orden dela casa lo dictaba la economía (oikós, casa; nómos, ley), lapolítica era el orden que surgía en la plaza pública, don dese reunían los ciudadanos para debatir los problemas de lapolis, de manera que la política siempre ha sido lo pú -blico por antonomasia.

En cuanto a las “políticas de Estado”, hay que recor -dar que la polis es la ciudad-Estado, de modo que hablarde políticas de Estado es “llover sobre mojado”, es em -plear, también, una expresión pleonástica. En lo relati-vo a aquellas palabras con el prefijo des- implican, a finde cuentas, que el mercado ha ido influyendo en la re -configuración del Estado.

En la columna “México, S. A.”, de Carlos Fernán-dez Vega, en La Jornada del 21 de julio de 2015, se co -menta en uno de sus párrafos: “la terminología neoli-beral a todo le encuentra el lado ‘bueno’ de las cosas.Por ejemplo, en México nunca se privatizó la infraes-tructura productiva del Estado; simplemente se ‘mo -dernizó’. La banca nunca se ‘rescató’ ni extranjerizó,sólo se ‘afianzó’ y ‘globalizó’. El poder adquisitivo de lossalarios nunca se desplomó, apenas si se ‘adecuó’, y asípor el estilo” (p. 22).

Pero hay algo superlativo que se ha colado a la fiestasin invitación: la expresión cada día más usada de “ca -pital humano”, que refleja la enajenación en la que vi -vimos en la actualidad. En vez de reconocer al hombreque con su trabajo crea la riqueza moral y material ala que aspiramos, para vivir una existencia plena, el hom-bre se ha convertido en capital, es decir, en parte de sucreatura, se ha subsumido en su creación, se ha vueltoajeno a sí mismo: se ha enajenado.

Y ese “capital humano” es lo que nuestro país no hasabido desarrollar, cuando es la riqueza que tiene máscerca. Es cierto: tenemos mares, tierras fértiles, minera-les, petróleo. Pero esa riqueza constituida por cientoveinte millones de personas —que si estuvieran educa-das, capacitadas, sería extraordinaria (como lo muestranlos “mil usos” que funcionan en todo)— se ha vueltouna rémora, un obstáculo.

Mientras no tengamos una cultura que esté recreán - dose a sí misma por su vitalidad y su riqueza; una edu -cación (elemental, media y superior) que cree con-fianza en los mexicanos de aquí y de ahora y en los demañana; una ciencia comunicada con los demás cen-tros cien tíficos del mundo y volcada a la solución de los

problemas del presente, ayudándonos a resolverlos yadelantándonos a ellos y a los nuevos, no servirá de mu -cho sostener algo absolutamente positivo, que nuestroEs tado debe ser social y plural, democrático y de de -recho, porque lo que llena de sentido (y de conteni-do) a las formas políticas es siempre la realidad humana,viva, que impulsa a la cultura, la educación, la cienciay el progreso tecnológico que forjan los hombres decarne y hueso, de aquí y de hoy, de mañana y de siem-pre. Es la voluntad de ser para prevalecer: ser más quetener, por que el que es tiene. En cambio, el que tieneno siempre es.

Regresando al “país de un solo hombre”, a menudome he preguntado por qué México lo ha sido. La res-puesta no hay que buscarla en ningún complicado la -berinto. Creo que el problema reside en que nos ha fal-tado algo esencial: el ciudadano. Un país sin ciudadanoses un país de un solo hombre. No basta con que la CartaMagna señale los requisitos formales para serlo. Los ciu -dadanos no nacen; se hacen, se forman, y sólo hay uncamino para crearlos: la educación.

No es por falta de conciencia de lo que es la educa-ción que hemos fallado, pues además hemos tenido agrandes educadores al frente de la educación nacional.

ALGUNASREFLEXIONES POLÍTICAS | 25

P. Miranda, S. Hernández, Leandro Valle, siglo XIX

El derecho a la educación está garantizado en nuestraCarta Magna, en el capítulo I dedicado a las garantíasin dividuales y, concretamente, en el artículo tercero,uno de los mandatos más lúcidos de nuestra Constitu-ción. El segundo párrafo del artículo expresa que “laeducación que imparta el Estado tenderá a desarrollararmónicamente todas las facultades del ser humano yfomen tará en él, a la vez, el amor a la patria y la con-ciencia de la solidaridad internacional, en la indepen-dencia y en la justicia”. Las fracciones siguientes delprecepto añaden que la educación pública será laica, ba -sada en el progre so de la ciencia, nacional, democráti-ca, solidaria, gratuita y obligatoria. Se trata, por tanto,de todo un programa que lo mismo incluye al indivi-duo que a la sociedad e, igualmente, a la nación y a lacomunidad internacional.

El derecho a la educación está pues, reconocido, perolas condiciones que hacen posible su cumplimiento sólohan existido eventualmente. No me refiero tanto a los re -cursos materiales, sino a la carencia de una política edu -cativa sostenida, continua, lo cual ha sido lamentable por -que, como hemos visto, la principal riqueza de Méxicoestá en su población, en su gente. Y esa riqueza, por lafalta de educación, se ha perdido lamentablemente y,con ella, se ha ido perdiendo México paulatinamente.

Educar es, esencialmente, enseñar a pensar, pues quiensabe pensar sabe enfrentar los problemas y buscar lassoluciones que ayudan a resolverlos. Quien no piensa:copia, imita.

Como dice don José Ortega y Gasset:

El hombre que trabaja en cualquier cosa soborna su con-

ciencia vital, la cual le susurra que no es cualquier cosa lo

que debería hacer, sino algo muy determinado. Y ¿qué es

ese algo muy determinado? Ser uno mismo. Ser uno mismo

“nos representa la caricia más secreta y profunda, es como

si acariciaran nuestra raíz... Como Nijinsky en Scherzade,

sin preocupación alguna, apenas abierta la puerta de la

prisión, damos el enorme brinco hacia la delicia de ser sí

mismo. Vamos a palpar, temblando de placer, las morbi-

deces del yo”. En interior homini habitat veritas, había

dicho San Agustin.8

En suma, la falta de una política educativa, sistemá-tica, permanente, se tradujo en la inexistencia de ciuda -danos, pero estas carencias produjeron, en buena medida,los males que aquejan al país: corrupción, deshonesti-dad, inestabilidad, caudillismo, caciquismo, injusticia,desorden, desinterés en la cosa pública. En síntesis: hayque formar ciudadanos. Porque país sin ciudadanos espaís de un solo hombre.

Me viene a la memoria una frase con la que empiezaEl hombre rebelde de Albert Camus: “¿Qué es un hom-bre rebelde? Un hombre que dice no”. ¿Verdad quealgo tiene que ver el ciudadano con saber decir no?

26 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

8 José Ortega y Gasset, “Goethe el libertador” en Goethe desde Den -tro. Obras Completas, tomo IV (1929-1933), Revista de Occidente, Ma -drid, 1966, pp. 422 y 425.

Anónimo, Discurso cívico conmemorativo en la Alameda, siglo XIX

LASVIDAS DEL LIBRO | 27

Es una obligación, una muy agradable y justa obligación,expresar mi profundo agradecimiento por el reconoci-miento que se me hace el día de hoy.

Permítaseme, para salir de este laberinto de perple-jidad y asombro que me produce estar hoy aquí, frentea ustedes, que acuda una vez más a la que María Zam-brano llama la palabra luminosa de la ofrenda: Gracias.

Gracias por muchos motivos, pero en especial dos,que son particularmente importantes para mí. Uno, elprimero, es recibirlo aquí en la hermosa ciudad de Gua -dalajara en un recinto de la prestigiada y querida Uni-versidad de Guadalajara y dentro de los actos de la Fe -ria del Libro más importante de habla española; y otro,al mismo tiempo, con la consagración de esta ofrenda,darme la oportunidad de compartir la emoción de re -cuerdos, anhelos, deseos y vivencias.

Desde mi más tierna infancia, mi afición a los librosse dio de manera natural, gracias a pertenecer a un ho -gar donde los libros existían y convivían con nosotros,los otros habitantes de la casa; su presencia era, pues,cotidiana y cercana.

El libro era, así, un medio de estudio, de expresiónde ideas y de transmisión de la cultura. Esto cambió ala corta edad de catorce años debido a una enfermedad

que me postró en cama por un lapso de casi un año; esasensación inicial se transformó y se convirtió en un me -dio de placer y distracción.

Pasó así a ser un amigo, un camarada; que aunquemutable por naturaleza, pues cambia de título, autor,tema y formato, se mantiene, sin embargo, perma-nentemente, como un compañero que pese a su varie-dad nos permite disfrutar de su presencia y nos acom-paña en todo momento y en todas las circunstanciasde la vida.

Guiado por la mano de mi padre, la lectura, dada lasituación económica por demás austera en que vivía-mos, fue la única ventana que mantenía abierta hacia elexterior de mi encierro.

Así, la lectura se convirtió, sin quererlo, ni tan siquie -ra pensarlo, en un sendero para conocer, para compren -der pero sobre todo para disfrutar del mundo.

Desde entonces se estableció con los libros una mu -tua relación que ha sido uno de los aspectos esencialesde mi vida.

Prestarles la atención y obtener de ellos el conoci-miento y lograr, también gracias a ellos, la correcciónen el hablar y en el escribir eran unos valores por alcan-zar y privilegiar.

Las vidasdel libro

Fernando Serrano Migallón

En la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Gua -dalajara, Fernando Serrano Migallón recibió una de las distincio -nes más significativas que se pueden conferir a los habitantes dela patria libresca: el Homenaje al Bibliófilo. En su discurso de acep -tación, el catedrático, investigador y miembro de la AcademiaMexicana de la Lengua expuso su relación vital con los libros.

Ellos nos hacen saber nuestros orígenes, el presentey quizá lo que será el futuro. Gracias también a ellos so -mos conscientes de los grandes y radicales cambios quese han producido y que se realizan.

Los libros con esta voluntad de cambio ponen demanifiesto su vocación revolucionaria en el sentidomás amplio, radical y positivo del término, encauzarlos deseos y exigencias sociales.

Marguerite Duras dice que “el mundo existe porqueel libro existe”. No sé, quizás esta afirmación sea exage-rada, pero sí se puede suponer que el ser humano actuales como es porque el libro existe.

La vida del libro es quizá la obra humana que másse parece en su devenir a la del propio ser humano, sucrea dor. El acto de creación, el de su nacimiento, essiempre en soledad; es una labor solitaria que necesi-tará posteriormente de un sinnúmero de voluntadescolectivas.

Desde que el ser humano tuvo consciencia de sí hatenido un deseo permanente y espontáneo de dejar untestimonio de su pensamiento, de sus sentimientos osimplemente de su existencia; desde las primeras cuevasrupestres hasta nuestros días en que las ediciones digi-tales han hecho su aparición, hay una voluntad perma-nente e inmutable de transmitir y dejar rastro de nues-tra presencia y de nuestro ser en el mundo.

Así, asumimos nuestra condición, modesta pero in -sustituible, de formar parte de esa cadena infinita quees la historia de la vida humana.

Me siento orgulloso de mi afición a la lectura, al li -bro, a su creación y a su conservación; por eso, aunquehaya muchos otros que tengan más derecho y más me -recimientos que yo para obtener este reconocimiento,no me siento al recibirlo un usurpador.

Soy un fiel seguidor de los libros, desde luego soyun “bibliófilo”, persona que ama a los libros, pero tam-bién y al mismo tiempo soy un “bibliómano”, no comoquien tiene la pasión de tener muchos libros, sino co -mo quien una vez que ya está en posesión de uno deellos no puede deshacerse de él; al mismo tiempo, tam-bién me considero un “bibliófago”, al no poder conte-ner el apetito de devorar libros.

Esa pasión por los libros hace que su unión los con-vierta en biblioteca, no como un recinto en el que seacumula un conjunto de objetos, sino como el lugar enque el hombre establece una relación cálida con ellos.

El libro es en sí un objeto inerte, similar a cualquierotra obra material, pero cambia de naturaleza cuandopor resultado de su lectura recibe el soplo bíblico queda a la materia la esencia espiritual y adquiere, así, almapropia; a partir de ese momento adquiere autonomía yvida por sí mismo.

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Biblioteca Nacional de China, Beijing

El libro se convierte en un hálito de vida que se desa -rrolla independientemente de la voluntad de su autor, delas intenciones y deseos que haya tenido este al crearlo.

Este ser vivo autónomo, con vida propia, si bien nogoza de libre albedrío, sí tiene la virtud de que, graciasa su presencia viva, quienes acuden a él pueden accederde mejor manera a la búsqueda de esa libertad.

El libro, además de tener vida propia y esencia au -tónoma, goza de un espíritu gregario que lo obliga, quelo impulsa a vivir con sus semejantes.

Los libros tienen una tendencia natural de agrupar-se, de unirse unos con otros sin importar su origen, suforma de creación y su contenido. Se congregan comoseres vivos que son, para ayudarse, apoyarse y proteger-se mutuamente.

Así surgen las comunidades de libros como grupossociales que crecen, evolucionan y se desarrollan.

La biblioteca se convierte paso a paso pero al mismoritmo que la vida de su propietario en un ente, tambiéncon existencia real y paralela a la de su dueño.

Los libros que pertenecen a una persona reflejanquién es; nada es más nítido de la personalidad de unser humano que la radiografía que se obtiene a travésde su biblioteca.

Con ellos y con su conjunto se adquiere una obliga-ción ética insoslayable; uno tiene un deber ineludiblede darles casa, comida y sustento; ellos, por su parte, alir aumentando van ocupando espacios que antes erannuestros pero que paulatinamente y de manera conti-nua nos van marginando.

Los libros han sido y son, además de grandes ami-gos, grandes promotores de la amistad, pues por su con -ducto me he acercado a autores que, sin haber tenidocontacto personal con ellos pero debido a su lectura, losconsidero amigos, amigos muy cercanos míos.

Los libros son el elemento esencial para conservarel co nocimiento y para transmitirlo de una generacióna otra.

La memoria y la tradición, corregidas por la razón, fa -vorecen que las generaciones futuras puedan tener mayo -res y mejores medios de consciencia y de conocimiento.

Woodrow Wilson afirmaba que una universidad esuna biblioteca rodeada de cuartos; quizá también estaafirmación sea exagerada, pues ignora el ejemplo y las en -señanzas de una pléyade de universitarios que he co no ci -do a lo largo de mi vida y de los cuales, afortunadamen -te, he podido aprender y que gracias a su presen cia físicay a su ejemplo moral hicieron que lo que los libros con-tienen se convirtiese en una realidad viva y presente.

Por ellos y por quienes los ponen a nuestro alcancehe podido asumir, a lo largo de mi vida, una relación depertenencia emocional y emotiva con la institución de laque no he podido ni querido apartarme nunca: la Uni-versidad Nacional Autónoma de México.

En muchos hogares mexicanos la lectura era, ha sidoy es un eje que marca la vida de sus integrantes.

La lectura, además de ser una fuente de conoci-miento, de transmisión de ideas y emociones, se con-vierte en el tabernáculo donde se cultivan, se protegeny se guardan los valores, cuyo ejercicio y respeto llevanal ser humano a ese camino permanente de la búsque-da de la libertad personal y de la justicia para todos.

La necesidad de mantener esos valores y de luchar porellos de manera decidida hacen que muchas veces la con -secuencia sea el desarraigo de quienes asumen su defensa.

Ellos también me han dado el fundamento racionaly las bases teóricas a sentimientos que se presentaron demanera espontánea, pero que conforme se va crecien-do se trata de encontrar los cimientos para justificar labúsqueda por la libertad, la justicia y la verdad.

El mío era uno de muchos hogares en que el únicopatrimonio era la vocación y la búsqueda por la liber-tad, la verdad y la justicia.

El exilio y su condición de desarraigo fortalecían elcódigo de honor y de ética que justificaba su presenciaen México y la razón de la lucha por esos valores.

Muchas gracias por este honor, que sin duda meacom pañará mientras yo aliente en este mundo.

LASVIDAS DEL LIBRO | 29

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Safo nació en una isla, lo cual es un principio de sole-dad, una definición. Parada en lo alto de su terraza, seveía tan pálida como la muerte. Tenía el rostro blancode las leprosas. Sus bucles en desorden igualaban lashojas del bosque en las tempestades y se le enredabanlos cabellos canos que pronto ni con todas las artes dela cosmética dejarían de servirle para tejer con ellos supropia mortaja. Lloraba su juventud perdida igual que sifuera un amor traicionado. Se dolía aun más que cuan-do la bella Attys abandonó sus amores. Creyó que nopodría superarlo nunca; sin embargo, superó el desga-rramiento y casi sonrió pensándolo.

Su pequeña y delgada figura se recortaba con las pri -meras luces de la aurora. Veía el panorama dormido a suspies, sólo las olas del mar se estrellaban contra las rocas,parecían una mano que lanzaba por cada dedo espumasintermitentes. No olvidó que el médico Hipócrates lehabía dicho que en el agua encontraría su salvación ypor eso la observaba con avidez. Creyó —como todoslos desdichados— que los demás eran felices y a esa ho -ra los habitantes de Mitilene descansaban y después deacariciarse abrazaban a sus parejas. Se convenció de queúnicamente ella había estado desasosegada y sin dor-mir desde hacía semanas. Los ojos se le llenaron de lá -grimas. Reconstruyó la imagen de algunas discípulas.Las había enseñado a bailar entonando cánticos nup-ciales. La abandonaron siguiendo al hombre con quiendebían desposarse; otras las sustituyeron, incluso más gra -ciosas; pero ahora crecieron y se fugaron de esa mirada

que exaltaba la agilidad de los movimientos, los pechoserguidos, la carne firme, la sonrisa confiada, todo cuan toella había perdido y añoraba. Además, las nuevas alum-nas también se dispersaron obedeciendo su destino.

Estaba amargada por el llanto que valientemente noderramaba. Se daba cuenta de que ofrecía a sus amigasun desamparo acariciador y que Attys al alejarse no ha -llaría una felicidad tan grande como al besarse apasio-nadas o corretear en la orilla de la playa fingiendo queno se alcanzarían hasta que una de las dos abandonabala carrera y se desplomaba sobre la arena esperando a laotra; sin embargo, algunas más dotadas la remplazaron.Ahora también se habían ido. Y ella intentaba descan-sar sin lograr hacerlo por una tortura inexplicable.

Claukis —la esclava que la había ayudado y prote-gido desde su infancia, la llamaba niña y conocía el do -lor que albergaba por los años pasados sin apenas sentir -los— vino al poco rato para masajearla. La tendió en uncamastro. Luego tomó un peine artísticamente labradoy con aceite comenzó a trabajarle los rizos. Safo abriólos ojos, cerrados para sentirse mimada, y con una vozmansa conociendo de antemano la respuesta preguntó:

—¿Estás triste por ver cómo se blanquean mis ca -bellos? ¿O porque tu arte ya no consigue disimular lospliegues y arrugas de mi cara?

—No, señora mía, desearía que alguna vez pudieraverte tan radiante como cuando regresaste del exilio si ci -liano con tu esposo Kerkolas. Entonces mis preocupa-ciones descansarían. En ese tiempo nació tu hija Kleis y

SafoBeatriz Espejo

Safo de Mitilene vivió a principios del siglo VI a. C. Voz de lasmás inspiradas en el panteón lírico de Grecia, ella representótambién la imagen de la amante no correspondida. Según unale yenda luego retomada por Ovidio en sus Heroínas, al nolograr el amor de un joven de nombre Faón, la poeta se lanzódesde una roca de la isla de Léucade. Beatriz Espejo fabulaeste episodio amoroso.

por una época fuiste sencilla y feliz… —repuso la ancia -na como si no hubiera oído lo que acababan de decirley como si no hubiera dicho lo mismo con frecuencia.

Safo siempre temió que su hija heredara su propiotemperamento, su apasionado apego a la libertad y suardiente comprensión de los sentidos que traía consigodolores infernales. Ninguno sabía tanto que un segundode plenitud se paga con lustros de desesperación. Son-rió melancólica, se enderezó para contemplarse en el es -pejo colocado sobre una mesita entre potes de afeites. Nodisimulaba las profundas ojeras de la madrugada ante-rior, la piel morena de matices grises. A pesar de perma ne -cer desvelada, Apolo no la había visitado durante variassemanas y no consiguió ni una línea digna de rescatarsey su pena se recrudecía segura de que su existencia per-día sentido y se le había secado la fuente. Conocía elprecio con que se paga el talento. Desdeñaba la cárcelde su cuerpo. Sin embargo, a ella, elegida por los hadoscon el don de la poesía, le quedaba el consuelo de ha -berse expresado con su arte provocando éxtasis embria -gantes. Pero guardó ese pensamiento contradictorio yconsolador. Se levantó para que le abrocharan el peplo.La esclava cerró las hebillas de los hombros y el cintu-rón de metal cincelado que ceñía estrechamente el talle,levantó los amplios pliegues de la túnica encima del cin -turón y formó una especie de blusa. Le calzó sandaliasde cabritilla y dejó cerca un sombrero de paja que la de -fendería del calor cuando saliera para visitar sus huer-tas, jardines y viñedos.

A medida que la mañana entraba se distinguían milesde insectos zumbando alrededor de los árboles frutales.Algunos olivos antiquísimos levantaban sus troncos car -comidos por siglos, eran gigantes ancianos que mirabana sus retoños creciendo cerca. Y sin que nadie notaracambios en su conducta, empezaron las peticiones co -tidianas que tanto cansaban y aburrían:

—Ama, queríamos preguntarte si quieres comprarlas semillas que trajeron los mercaderes de Samos, dicenque las ensaladas y calabazas que de ahí salen tienen sa -bores especiales.

—Ama, los canales que riegan el viñedo están muy de -teriorados; si no se reparan sufrirán mermas las cosechas.

—Ama, los almendros deben podarse. —Ama, necesitamos niños que corten aceitunas.Asentía. En realidad apenas oyó las propuestas, de -

jaron de importarle. Su pensamiento volaba. Con másfuerzas que los días anteriores, la mordía el recuerdo,símbolo de lo extraordinario. Llegó a Eresos, su ciudadnatal en Lesbos. Recordó a su intrépido padre que con-taba viejas leyendas de los dioses y toda la frescura de labrisa quedaba encerrada en esas horas. Cuando se fue auna guerra de la que jamás regresó, quiso morir. Cadavez que gozaba momentos tranquilos reconstruía la épo -ca en que los hombres abandonaron Lesbos y las mujerestomaron el gobierno. Resolvían problemas de agricul-tura, familia y derecho. Se convirtieron en amazonas ycobraron una fama expuesta a la maledicencia. Trajo asu mente la cara de su madre que supo guiar con bra-

SAFO | 31

John William Godward, Dolce Far Niente, 1904

vura a cuatro hijos y le enseñó orgullosa que debía apo-yarse en su propio sexo e independencia. Dibujó en suimaginación al rubio Alceo, el poeta de la guerra y elvino, su primer enamoramiento. Junto con él crecióacom pañada por mancebos que la deseaban gracias asu volcánico apego a la belleza en cualquier forma que sepresentara, en el ritmo que se les daba como cosa natu-ral desde los lejanos tiempos cuando esas tierras cobija-ron la cabeza de Orfeo. Por eso proliferaban los artistasaunque nadie había alcanzado la fama que ella constru-yó desde la primera edad. Sus canciones se oían en todaspartes. El pueblo se las apropiaba de tanto repetirlas.La rodearon jóvenes que la convirtieron en un atrayentepersonaje escuchado con atención desde adolescente.Se admiraban de sus movimientos al bailar cantando ytañendo su cítara. Después conjuró otra vez a todas susdiscípulas, las primeras de su misma edad que se inter-naban en los bosques de pinos aspiraban el perfume delas ramas y se preparaban para las danzas en los altaresde las diosas. “Eros sacude tanto los sentidos como lastormentas de las montañas a los bosques”, repetían.

Recordó cuando, ahora le parecía que había pasadouna eternidad, se puso su sombrero y salió rumbo al mer -cado acompañada de Claukis, quien le señaló con el dedouno de los veleros debajo del puente. Allí descubrieronal rubio Faón. Parado sobre su nave se reclinaba contrael mástil y tenía junto dos quinceañeras sonriéndoleembelesadas. Por el griterío reinante no se podía enten-der lo que hablaban; sin embargo, él bajó de un salto,abrazó a sus adoradoras inclinándose a cada una; y lue -go por primera vez vino hacia ella, que había advertidola prestancia del pescador. Mirando de cerca esos ojoscolor miel tuvo una extraña premonición, sintió que sucorazón latiría de nuevo y se burló de una promesa que

hizo sin sospechar el porvenir. “Hacia vosotras, hermosashermanas mías, está inclinada mi alma y jamás cambia-rá”. Entonces le preguntó a su esclava lo que sabía deese hombre tan atractivo. Así se enteró de las historiasque corrían de boca en boca. Decía ser hijo de una grie-ga de Esmirna y de un marino y traía consigo muchasexperiencias. La tarde empezaba a ocultarse y a la luz deun farol contempló el rostro de aquel que la había no -tado sin demasiada curiosidad, pero que para ella comen -zaba a ser el único sol humano. Luego siguió su caminohacia un templo redondo construido en honor de unadeidad, iba repitiendo versos que había compuesto cuan -do el amor por una doncella la abrumaba. Ahora sinpresentir el porvenir pronunciaba las mismas palabrasconfigurando la silueta del barquero. Y estuvo allí em -bargada por sensaciones sorpresivas hasta que comen-zó la tarde. Ya en su casa había salido la luna iluminandoun ángulo del patio abierto. Bajo esa luz pudo leer unacarta, su hermano viendo que la vida por aquellas épocasse le complicaba gracias a los acerbos comentarios que lapondrían en peligro, le rogaba que contrajera ventajosomatrimonio. El marido propuesto se llamaba Jadmón,era un comerciante rico que deseaba ca lentar su lechocon la fama de la poetisa y hasta prometía abandonar supropia isla para hospedarse con ella, devolverle un buennombre y mantenerla hasta el final de su vida.

Ella encontró la oferta conveniente y sin embargoni lo pensó. Su resolución fue tomada antes incluso deanalizar sus ventajas. Escribió que aceptaría si aún pu -diera concebir; pero esa oportunidad se había ido. “Simis pechos dieran leche todavía, si mi seno pudiera lle-var fruto, iría sin temor hacia el tálamo nupcial; peroya la vejez ha grabado arrugas en mi piel”, repuso. No.Ya no tendría la ventura de estar embarazada. Ahora era

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Lawrence Alma-Tadema, Safo y Alceo, 1881

una mujer confusa. La prudencia y la voluntad compe-tían en su interior. Su hacienda mermada le impedía vivircon tanto lujo como siempre. Decidió cortar el hilo desu vida y por ello recordaba. Quizá sólo una ilusión ledevolvería el ensueño, pero la fantasía se evaporó comolas gotas del mar al chocar contra la costa. Vestida consu precioso peplo blanco de anchos bordados en el ex -tremo y una cinta del mismo color ciñéndole la frentesalió otra vez a la terraza que empezaba a iluminarse conla gloria del ocaso. En torno del monte Olimpo los rayosse encendían de púrpura y oro. Y siguió recordando, na -die debía notar cambios en su conducta ni impedir suresolución. Así continuó una costumbre, bajó a la viñapara examinar las reformas en los acueductos que se em -pezaron bajo las diligencias del jardinero. Mientras, sefiguraba que esos rayos celestes envolvían a Faón comosi fuera algo divino e inatrapable. Por él había percibi-do un manantial agotado que volvía con ímpetus a bro -tar de sí misma. No importó que al conocerlo no supie-ra leer. Ella lo enseñó con tal de verlo con frecuencia ymientras lo hacía y lo observaba descifrando las letrasfue mitad madre y mitad doncella y su ser se abría co -mo mariposa saliendo del capullo. Recordó los halagosde Faón en los primeros encuentros, el beso al extremo desu manto, sus continuadas reverencias. Recordó los rela -tos populares que lo convertían en un mimado de Afro -dita porque se decía que la diosa eligió la nave de esepescador para ir a Hierápolis, su punto de destino, dis-frazada de una anciana andrajosa a la que por lástima elmarino no le quiso cobrar. La pesca había sido abun-dante y como recompensa recibió un bálsamo que he -chizaba a las mujeres. A Safo la hechizó. Aquel día, eldía que cruzaron gestos cordiales, ella que apenas pro-baba alimentos, comió con fruición los langostinos ofre -cidos por el pescador. A la mañana siguiente volvió amandar que le prepararan la mula para repetir el paseo ycolgó la canasta con las provisiones en la perilla del argón.Caminaba sola, por el sendero anterior, sin encontrar aquien tanto anhelaba. Transcurrieron horas hasta queMitilene inundada por la luz lunar cobró una bellezairreal. A la derecha se veía el golfo de Hiera y muy lejos ala izquierda centellaban puntos luminosos de Methymna.Safo no olvidó el fulgurante espectáculo. Ni olvidó tam -poco que le hubiera gustado alcanzar el cielo con las ma -nos. Al regresar a su casa lo alcanzó. El joven barqueroestuvo allí llevándole más pescado.

Esos fueron los principios. El recuerdo despiadadola llevó hasta la pequeña bahía donde se bañaba en es -pera de lo esperado. Por eso en una gruta tendió sus man -tas. A treinta pasos de la playa se balanceaba un barcoal vaivén de las olas. Sintió una sombra sobre su cuer-po, como si alguna nube acabara de ocultar la claridad.Ante ella estaba Faón, que cayó de rodillas y escondióla cabeza en su regazo tartamudeando palabras dulces.

Ella no se movió, un temblor la recorrió al contacto deaquellos músculos poderosos. Emocionada lo atrajo con -tra sí. Besó sus mejillas y sus labios, le confesó que loanhelaba y por la confesión consumaron los deseos. Des -pués en la penumbra él se quedó dormido y ella veló susueño llena de gratitud. Sí, esos fueron los principios.Recordó nuevamente que los encuentros se dieron to -dos los días en el agreste nido o en su propia habitacióndonde, ciñendo contra sí las rodillas, empezó a cantarlesus poemas sin importarle las habladurías de sus servi-dores. Él se mantuvo reservado hablando de cosas aje-nas a cualquier intimidad. Ella, sin querer notarlo en esosmomentos, recordó nostálgica que se sentía tan afortu-nada que carecía de importancia todo lo tenebroso ytriste. Tiraba guirnaldas al mar musitando: “Y que elcarro del triunfo flotante reciba mis ofrendas”.

Pese al tiempo transcurrido Faón seguía sin dar se ña -les de que compartía el enamoramiento salvo al hacerlagozar hasta la enajenación. Ella, tan sabia en caricias, su -po sólo que cada encuentro había sido mejor que los de -más. Un anochecer, cuando Faón se disponía a partir conuna ira impredecible como si no hubiera terminado dedesfogar sus ardores, Safo lo detuvo y escanciándola convinos le sirvió la comida que Claukis había preparado.Se sentó a su lado y jaló la mesita y la lámpara de aceite.

—Amado —susurró—, anoche aproveché tu reposoy escribí para ti unos versos —desdobló el rollo de pa -piro y leyó—: “Esta noche te aseguro he rezado que notenga alba…”. Serán una señal de nuestra unión, un se -creto no compartido, algo que sólo tú y yo sabremos.

Faón los recibió como un tesoro y se puso a deletrear -lo. Safo se enterneció al advertir que había aprendido aformar palabras con rapidez y que escondía el pequeñorollo en su chitón arriba de la cintura:

—Guárdalos bien —advirtió ella—. Que nadie lo lea.Después Faón apagó la lámpara de un soplo y esa no -

che no tuvo alba; pero los dioses ciegan a quienes quie-ren perder, es bien sabido.

Una semana después en el mercado, porque la burlaasesina el respeto, hasta la más triste verdulera se delei-taba haciendo mofa de la vieja poetisa rogando paraconquistar al jovenzuelo del bálsamo misterioso, la pe -tición a los inmortales y la noticia de que Faón desapa-reció apresurado cruzando los mares. Afirmaban que noregresaría. Safo en sus visitas a la gruta, en su paso porel mercado, lo había escuchado sin detenerse a indagar.Envuelta en el velo de niebla de sus recuerdos, nada com -praba. Convencida de que la voluntad había triun fadosobre la prudencia, repetía sus mismos versos, “Erossacude tanto los sentidos como las tormentas de lasmontañas a los bosques”. Entre sueños, guiaba su mulahacia un majestuoso acantilado. En el filo, recordó porúltimo a Hipócrates y abriendo los brazos como si qui-siera abarcar el universo se lanzó hacia las aguas.

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I. Los algo más de 460 millones de hablantes que tenemosel español como lengua materna compartimos decenasde miles de palabras y cientos de patrones gramaticalespara designar cosas, abstracciones, procesos, movimien -tos o relaciones, mesa, zapato, humildad, destrucción, sal-tar, reír, amar, tú, yo, hasta, te esperé desde por la mañana,no te sientes ahí, te vas a ensuciar, y un larguísimo etcé-tera. Ese vocabulario y gramática comunes hacen posi-ble la convivencia y permiten comprendernos unos aotros, con mínimas dificultades, a uno y otro lado delAtlántico y en este continente, sin solución de conti-nuidad, desde el río Bravo hasta la Tierra del Fuego.Sin duda, hablar y escribir español es un hecho integralpanhispánico.

Pero además de esos miles de vocablos y cientos deconstrucciones comunes, hablar una sola lengua noshace compartir una visión de mundo subyacente, y esavisión de mundo conjunta es la prueba contundente deque hablar español es un hecho integral y único y hay

una sola lengua española. Pongamos un solo ejemplo.Todas las variantes del español tienen la posibilidad dehacer metáforas positivas a partir de campos concep -tuales negativos. Así, un español, si algo quedó buení-simo, dirá esto está de puta madre, un mexicano dirá estoestá de poca madre, la diferencia es muy pequeña: decirexplícitamente, en el caso español, o atenuar, en el casomexicano, el oficio de la progenitora. También un es -pañol, para manifestar su total aprobación de un ali-mento, dirá está que te cagas de bueno, y un mexicanodirá que un niño está cagadísimo si está muy bonito, y lomismo dirá si una película o un chiste fueron buenos.La escatología al servicio de la buena vida. Y un argen-tino para decir que una dama está dotada de magníficosatributos físicos dirá está flaca mal, es decir, la dama encuestión no sólo goza de cabal salud y no está anoréxica,sino, todo lo contrario, es muy hermosa. Por lo tanto,este pequeño ejemplo de metáforas comunes positivasa partir de una base conceptual negativa es muestra de

La lenguaespañolaen América

Concepción Company Company

La lengua española muestra características comunes en las muynumerosas comunidades en que es hablada. Al mismo tiempo,existen variaciones notables entre España y América, y entre losmismos países de este continente. Concepción Company Com-pany desmenuza algunas de las instancias que expresan la na -turaleza unitaria y plural del patrimonio lingüístico hispánico.

creatividad común y, por tanto, de visiones de mundocompartidas, lo cual es una prueba irrefutable de quehay una sola lengua española y una visión de mundosubyacente compartida, gracias a la cual no sólo noscomprendemos, sino, más importante, disfrutamos jun -tos aspectos múltiples de la vida.

Pero también es cierto que hay muchas lenguas es -pañolas, y que ese único español panhispánico es hoypluricéntrico y plurinormativo, y lo era ya en la segun-da mitad del siglo XVIII. Hay, sin duda, muchos españo-les y todos correctos. De las causas de esa diversifica-ción voy a hablar hoy.

II. La diversificación dialectal de una lengua es conocidaen la gramática como variación lingüística o variacióndialectal. ¿En qué consiste? En la capacidad que tene-mos los seres humanos de llamar a una misma realidadde dos o más maneras distintas: acera en España y en al -gunos países de América, banqueta en la mayor parte deMéxico, escarpa en la península de Yucatán, vereda en elCaribe insular, Argentina, Uruguay y Chi le, etcétera.

Y también es variación dialectal usar una misma gra -mática de dos modos. Por ejemplo, concebir de dosmaneras diferentes el tiempo implicado en una acciónverbal: un español dirá hoy se ha casado Juan, y el restodel mundo hispanohablante, con excepción de Boliviay parte de Ecuador, dirá hoy se casó Juan. Desde luego,la variación no existe porque sí —nada es gratuito ni re -

dundante en la gramática—, y hay siempre sutiles peroimportantes diferencias semánticas que nos otorganidentidades distintas. Para un español, lo importantees el tiempo transcurrido entre la acción de casarse y elmomento de decirlo: si la distancia temporal es grandeusará el pretérito simple, hace un año se casó Juan, si ladistancia es breve dirá hoy se ha casado Juan. Para el restodel mundo hispanohablante, con excepción de Boliviay parte de Ecuador vuelvo a decir, el uso de un tiempono está regido por la distancia temporal, grande o pe -queña, sino por el modo, cerrado o abierto, de conce-bir el hecho: si un americano concibe el hecho comoconcluido totalmente, usará el pretérito simple y si loconcibe como no concluido o abierto, usará el pretéri-to compuesto, sin importar el tiempo mismo, ni la edadni las circunstancias temporales: Juan no se casó signifi-ca que, desde mi perspectiva de hablante americana,no le veo yo ya oportunidades de casarse al tal Juan; encambio, Juan no se ha casado significa que, desde miperspectiva de hablante americana, Juan tiene todavíaalguna oportunidad de hacerlo —así Juan tenga 70, 80o 90 años—. Y cuanto más al sur nos movemos en estegran subcontinente de lengua española, más pretéritossimples se usan, y por ello el ¿viste?, ¿viste? de los argen-tinos, casi atemporal, usado como una simple muletillapara mantener la conversación.

Y es también variación sin duda dos modos diver-sos de codificar o decir un mismo proceso o acción: un

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español dirá paso a por ti a las 12, voy a por pan, el restodel mundo hispanohablante dirá paso por ti, voy porpan. El uso de a por frente a sólo por constituye una delas pocas fronteras gramaticales absolutas del mundohispanohablante, España frente a América. Sin duda,ambos modos son correctos, pero hay diferencias designificado: los españoles ponen de relieve o enfatizanprimero la meta adonde se debe llegar, mediante a, yluego el trayecto que se requiere caminar para alcanzaresa meta, mediante por, por eso voy a por pan; al restodel mundo hispanohablante sólo le importa enfatizar oponer de relieve el trayecto, por eso voy por pan. Y hayque decir que la estructura más antigua sólo tenía por,como leemos en El Lazarillo de Tormes a mediados delsiglo XVI: “Yo fui por el vino, con el cual no tardé en des-pachar la longaniza”. De hecho, a por es una innovaciónmadrileña, difundida radialmente hacia la periferia pe -ninsular. Es una construcción muy joven, ya que apa-rece documentada por primera vez a inicios-mediadosdel siglo XIX y sólo hasta el primer tercio del siglo XX sevuelve la construcción general y normativa de España.Un cambio lingüístico aceptado y generalizado en ape-nas 80 años sólo puede explicarse cuando se difundedesde un centro de prestigio cultural, político y socialy, sin duda, la capital, Madrid, gozaba de prestigio. De -jemos esta noción de “prestigio” en la memoria, porquees muy importante para entender la diversificación y deella nos vamos a servir en un momento.

Por lo tanto, atrás de la variación dialectal hay ma -neras distintas de concebir el espacio, el tiempo, el mun -do en general. Y en esa capacidad de elegir entre dos omás opciones lingüísticas radica la alta creatividad de lagramática, y en esa capacidad de elegir radica que unalengua esté viva y funcionando. Una lengua sin opcionespara sus hablantes, sin capacidad de elegir, es una len-gua muerta, y hay que pasar por la escuela para apren-

derla. La lengua, al igual que la literatura tradicional, elromancero, el corrido, vive en sus múltiples variantes.

La variación es, por lo tanto, inherente o consustan -cial al funcionamiento de una lengua y, desde luego,cuanto más cantidad de hablantes y amplitud geográ-fica tenga la lengua en cuestión, más variación habrá,más diversificación, aunque siga siendo una y general.Esa capacidad de opción suele ser inconsciente para lagran mayoría de hablantes —e incluso los buenos es -critores hacen un empleo casi inconsciente, pero con ungran control y maestría, de esas sutiles opciones—. Conel transcurso del tiempo una de las opciones suele sedi-mentarse en un lugar y tiempo dados, otra opción enotro lugar y tiempo dados, de manera que cada una sevuelve la rutina lingüística de dos distintas comunida-des de hablantes y terminan así constituyéndose nor-mas dialectales diferentes de una misma lengua.

Pero, ojo: la variación es un hecho de la gramática,no hay variación buena ni mala, ni mejor ni peor. En lagramática no existen ni buenas ni malas estructuras, nimejores ni peores construcciones; todas están presen-tes por algo y todas operan a la perfección en tanto quelos hablantes logramos comunicarnos con ellas. Para lalingüística no existen dialectos completos ni incomple-tos, ni mejores ni peores, ni bonitos ni feos; no existensonidos, palabras, estructuras ni significados malos obuenos, peores o mejores. Cualquier variante dialectaldel español tiene absolutamente todo lo que necesitapara cumplir rigurosamente con todas sus funciones co -municativas y sociales; no le sobra ni le falta nada. Porlo tanto, las voces correcto e incorrecto no caben en ladiversificación dialectal.

Pero también consustancial a los hablantes es el sen -tido y la búsqueda de corrección lingüística, en tantoque somos seres insertos en sociedad, en convivenciasocial cotidiana, y nos importa, y mucho, la valoración

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que el otro haga de nosotros. De ahí que preguntas im -portantes y frecuentes en todo hablante sean: ¿qué estámejor dicho?, ¿cómo suena mejor? Y de ahí que crea-mos que ciertos modos de hablar son mejores que otros.Por supuesto, no son mejores ni peores, ni buenos nimalos, pero sí pueden tener mayor o menor prestigiosocial, aunque el prestigio viene de los hablantes, de lasociedad, no de la gramática misma. Podría resumirsela preocupación de los hablantes por la calidad lingüís-tica y por el prestigio con la paráfrasis de un conocidorefrán: “dime cómo hablas y te diré quién eres”, ya queel modo de hablar es una variable importante, impor-tantísima, en el “diagnóstico” que el otro hace de noso-tros. En resumen, podemos vestirnos de seda, pero cuan -do hablamos, podremos saber si la seda es de buenacalidad o no.

III. Es innegable, por tanto, que sí existe un españolgeneral o panhispánico pero es innegable también, y almismo tiempo, que no existe un solo español sino mu -chos españoles, todos ellos igualmente válidos y nor-mativos en sus respectivas áreas geográficas. La lenguaespañola, como cualquier lengua, es multinormativa ypolicéntrica en cualquiera de los niveles de lengua y entodos los países que la tienen como lengua materna. ¿Cuá -les son las causas de estos muchos españoles? Variosespañoles en el interior de España, muchísimos más enAmérica. Centrémonos en este continente, en Améri-ca, porque aquí estamos.

El español en, no deAmérica, se gesta con dos gran-des aportes: el español de fines del siglo XV y el del sigloXVI y el aporte, igualmente patrimonial, de las numero-sas lenguas indígenas de América. El aporte léxico deestas al español general panhispánico fue muy impor-tante —canoa, tiza, huracán, papa/patata, cancha, cho -colate, tomate, chicle, etcétera—, y fue importantísimopara la gran mayoría de países hispanoamericanos don -de aún se mantienen vivas numerosas lenguas indíge-nas, como es el caso de Bolivia, Centroamérica toda,Ecuador, México, Paraguay o Perú, países donde es co -mún, incluso, que la voz indígena haya sustituido a lavoz española, tal es el caso del nahuatlismo apapacharpor mimar en gran parte de México y Centroamérica,el nahuatlismo machote, que llega hasta Venezuela y Co -lombia, que compite con forma y formato.

El español en América es resultado de sucesivas ycomplejas nivelaciones lingüísticas, conocidas comokoineizaciones, del griego koiné, “conjunto”, que tu vie -ron lugar tanto entre los diferentes inmigrantes euro -peos, españoles de muy diversas regiones y no espa-ñoles, como entre inmigrantes y hablantes indígenasque apren dían español y, a su vez, permeaban con suspropias len guas nativas la lengua española. La mayorkoineización tuvo lugar, sin duda, a lo largo de todo el

siglo XVI. Para Argentina, Chile y Uruguay son im -portantísimas las ni velaciones producidas durante lasegunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX,causadas por sucesivas oleadas migratorias europeas,españolas y no españolas.

La diversificación dialectal del español en Américafue causada además de por estas diferentes koineizaciones,por tres hechos o variables fundamentales: la distanciageográfica, la distancia temporal y la distancia y auto-nomía de los órganos administrativos.

Geografía. Cuanto mayor y más compleja sea la dis-tancia geográfica que separa a dos comunidades de ha -blantes, mayores serán las posibilidades de que esas doscomunidades se distancien lingüísticamente, esto es, ter -minen hablando de manera diferente. La distancia geo -gráfica entre España y América a la vez que las enormesdistancias internas americanas y la compleja geografíamontañosa de prácticamente todos los países hispano-americanos tuvieron como consecuencia la escasa co -municación entre sus respectivos hablantes, generaronun cotidiano y progresivo aislamiento que llevó a clarasdiferenciaciones lingüísticas y a la adquisición de unaspersonalidades lingüísticas americanas propias.

Tiempo. La segunda variable que gestó y condicio-nó la fisonomía actual del español en América es la dis-tancia temporal que se requería para cruzar el OcéanoAtlántico, casi tres meses en los primeros viajes. Con eltiempo se acortó la duración de la travesía y subjetiva-mente se acortaron las distancias. Los barcos oficialmen -te autorizados por la Corona española para hacer la tra-vesía a América, denominados navíos de embarque, sólosalían en unas pocas ocasiones al año, por lo regular tresen el siglo XVI, lo cual significaba que había que esperarla salida, y había que esperarla cerca del puerto de sali-da, primero Sevilla, después Cádiz, y había que convi-vir en esa espera andaluza y también por meses en losbarcos, circunstancia importantísima para gestar nive-laciones lingüísticas o koineizaciones. Los viajeros a In -dias procedentes de los más diversos lugares de la pe -nínsula ibérica e incluso de Europa esperaban meses, aveces más de un año, y poco a poco se aclimataban alhabla sevillana, luego gaditana, y aprendían los usos lin -güísticos de la Andalucía occidental. Esa espera anda-luza, como se sabe, fue fundamental para la configuracióndel español de América, ya que se produjo una activainterdialectalización, o nivelación dialectal de base an -daluza previa a la llegada a América, además de que lagran mayoría, más del 50 por ciento, de las primerasoleadas de pobladores a este continente, procedía de An -dalucía. Todo lo anterior fue determinante para com-prender uno de los rasgos más estudiados del españolamericano: su persistente andalucismo. Los barcos y An -da lucía fueron importantes gestadores del español ame -ricano. Y hay muchos americanismos cuya base marítima

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y cuyo origen andaluz ya nadie reconoce: cobija y cobi-jar, arbotante, frijoles, arvejas y un enorme etcétera.

Administración. La tercera variable que otorga unapersonalidad lingüística diferenciada a América es la pro -gresiva autonomía administrativa. La América españo-la estaba integrada en una muy compleja administraciónde cuatro virreinatos —dos fundados en el siglo XVI,Nueva España y Perú, dos en el XVIII, Nuevo Reino deGranada y Río de la Plata; 1535, 1542, 1717 y 1776son las respectivas fechas fundacionales—, que abarca-ban numerosas provincias, llamadas también en algunaszonas reinos, numerosas audiencias y/o capitanías gene -rales —según que fueran asuntos civiles o militares— ygobernaciones. Sin embargo, no todas las zonas ameri-canas estaban sujetas a un virreinato ni todos los pro-blemas o gestiones jurídicas y administrativas se solu-cionaban a través de audiencias, aun cuando ese fuerael camino legalmente estipulado, de manera que la re -lativa autonomía administrativa de que gozaban mu -chísimas zonas americanas fue también un reflejo delaislamiento territorial y un disparador de las acusadasdiferencias dialectales de Hispanoamérica.

Estas tres variables, junto con las koineizaciones yacomentadas, apoyan la periodización estándar, más acep -tada actualmente, para el español en América en cuatrograndes etapas.

1. Conquista y primeros asentamientos poblacio-nales: fines del siglo XV y todo el XVI.

2.Criollismo: siglo XVII y dos o tres primeras décadasdel XVIII; fundación o consolidación de grandes ciu dades,creación de importantes focos de difusión cultural y dedifusión de modas lingüísticas, toma de conciencia porparte de intelectuales y élites económicas virreinales deuna identidad propia y de que su estatus y privilegiosciudadanos son diferentes, e inferiores, a los de los es -pañoles de España, no obstante ser legalmente consi-derados y nombrados españoles; esta paulatina toma de

conciencia, conocida como criollismo, es mucho másacusada en la segunda mitad del siglo XVII.

3. Preindependencia: segunda mitad del XVIII y doso tres primeras décadas del XIX. Sin duda, el hecho his-tórico central de esta tercera etapa es el impacto socialprovocado por el cambio dinástico, muy a fines del sigloXVII, de los Austrias a los Borbones y las dos distintaspolíticas americanistas: relativa autonomía de los Aus-trias frente a un fuerte centralismo de los Borbones. LosBorbones ponen fin al sistema jurídico administrativode los Austrias, que separaba pueblos de indios de pue-blos de españoles, y eso provocó una extensa migraciónde indígenas a las ciudades, con la consecuente ciuda-danización del indígena y la incorporación de muchosy nuevos indigenismos en el español americano. ParaMéxico, por poner un ejemplo, el periodo de mayor in -corporación de indigenismos a la lengua española ha -blada y escrita se produjo a lo largo del siglo XVIII, espe-cialmente entre 1750 y 1780.

Ese fuerte control centralista borbónico fue un granacicate para las independencias. Y fue también la basepara una nueva y aguda toma de conciencia por partede los hablantes americanos de que su identidad y suestatus jurídico eran totalmente distintos del de los es -pañoles de España. Por ejemplo, la respuesta novohis-pana a las leyes borbónicas de “se acata pero no se cum-ple” se aplica perfectamente a la lengua porque, junto ala independización económica, política y administrati-va que venía produciéndose, los hablantes americanostomaron plena conciencia de ser distintos del otro y delos otros. La segunda mitad del siglo XVIII es un partea-guas lingüístico, posiblemente el primer gran parteaguas,entre el español de América y el de España.

4. Independencia y afianzamiento dialectal. Du -ran te el siglo XIX, con motivo de las independenciaspolíticas, se acentúan los rasgos diferenciadores gra-maticales que venían tomando carta de naturaleza. La

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diferenciación lingüística es mucho más acusada en lasegunda mitad del XIX, tras la puesta en marcha de lasprimeras constituciones americanas a mediados deese siglo.

IV. El español actual del continente americano, herede-ro de ese acontecer histórico antes señalado, tiene nu -merosas variantes dialectales bien diferenciadas, tantoentre países como en el interior de muchos de los países,y esa variación otorga identidades lingüísticas propias.El léxico, la parte más “visible” de la lengua, es el res-ponsable central de estas muchas identidades; la gramá -tica es mucho más general y estable. Pero la lengua es -pañola en América tiene asimismo un número nadadesdeñable de construcciones gramaticales comunes acasi todos los países, las cuales confirman el carácterpanhispánico e integral ya señalado.

Las siguientes 18 formas o construcciones puedenser consideradas americanismos sintácticos generales opanamericanos, dada su extensión territorial —se usanen 12 de los 19 países, al menos—, dado que tienen es -tatus de norma estándar urbana, culta o popular, y dadasu amplia documentación en lengua escrita y en todotipo de género textual.

1. Obligatoriedad de ustedes como pronombre desegunda persona de plural. América desconoce el trata-miento vosotros y, en consecuencia, desconoce los pro-nombres-adjetivos asociados, vuestro-vuestra, y desco-noce el pronombre os (os lo dije).

2. Voseo generalizado. Todos los países de Américaconocen y usan el voseo, de distintas maneras gramati-cales y con diversos grados de generalidad, estandariza-ción o estigmatización: vos sabés, tú no venís hoy, vos nocantás mal.

3. Generalización del pretérito simple, incluso paraexpresar acciones futuras: ¡Ahí sí que me pillaste!, paramañana ya lo acabé.

4. Pronominalización se los/se las para bitransitivascon objeto directo singular y objeto indirecto plural entodo tipo de registro y género textual: solo a los cercanosse los he dicho en persona. Esta construcción es general ynormativa en todos los países de Hispanoamérica.

5. Doblamiento casi categórico de objeto indirectocon casi todo tipo de verbos y papeles semánticos: sonlos diez mil pesos que le pellizcaron al gobierno.

6. Pérdida de concordancia casi general entre el sus-tantivo en función de objeto indirecto y el pronombreátono de dativo: le apostaron a los mejores equipos.

7. Mucha mayor marcación prepositiva de objetosindirectos inanimados, incluso con verbos de baja tran -sitividad: en esta terapia se trata al sobrepeso de maneraseria, la policía detectó a dos helicópteros.

8. Mayor empleo de perífrasis y/o de expresionesverbales complejas en lugar de verbos simples, con la

consecuente progresiva auxiliarización de verbos: tevoy a pedir que le digas..., vámonos yendo “vámonos”,dame trayendo “tráeme”, sus palabras no saben impresio-narnos “no nos impresionan”, ya tengo que empezar airme “ya me voy”.

9. Generalización del pretérito imperfecto de sub-juntivo en -ra y valoración de los subjuntivos en -secomo un uso afectado, identificado, incluso, en mu -chos países como españolismo.

10. Uso general de verbos de movimiento con porpara indicar trayecto + meta (nunca se emplea a por):paso por ti a las ocho, vamos por unas cervezas, regreso porlas niñas a las seis.

11. Mayor concordancia de haber existencial, casiestándar y casi sin estigmatización desde Ecuador haciael sur, sobre todo en formas compuestas o perifrásticasy, en menor medida, en formas simples: comenzaron ahaber voces en contrario.

12. Mayor posposición de posesivos, particularmen -te en países del norte y noreste de Suramérica: la posi-ción nuestra ha sido muy clara.

13. Mucho mayor empleo de construcciones pose-sivas con doble codificación del poseedor en la mismaoración o en el mismo sintagma, con un consecuentedebilitamiento de la fuerza anafórica del posesivo, esdecir, el posesivo está dejando de “poseer”: tenía su pelogris ceñido a la frente, le di su gratificación, esa es su vidade Juan, sus papás de Maru viven en las afueras.

14. Generalización de expresiones cuantificadorasintensivas y ponderativas varias: ¡vino de gente!, ¡es delindo!; ¡qué gusto (de/en) verte!, ¿qué tanto le doy?, ¿quétanto es tantito?

15. Mucho mayor empleo de adjetivos adverbiales,además de que se adverbializan adjetivos no empleadosadverbialmente en el español castellano: le dimos lindoal River; llegaste (de) (a) rápido; a partir de allí el climase enrareció mal; diario le doy la medicina; viva bonito ycompre barato.

16. Conservación etimológica del sistema latinoacusativo-dativo de pronombres átonos para referir aentidades: a Juan ya lo vi en la mañana, al puerco hayque matarlo, el teléfono cuélgalo.

17. Leísmo no referencial sino pragmático para in -dicar respeto o cortesía: a las viejitas siempre les ayudo asubirse al autobús; ¿maestro, me deja ayudarle?

18. Usos adverbiales distantes de sus empleos eti-mológicos: decía recién que no existe integración regio-nal, siempre sí lo vamos a hacer, GWB soltó dos barrabasa-das que, nomás porque es el presidente, pero…

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Este texto fue presentado originalmente como conferencia en la Feria In -ternacional del Libro de Guadalajara en diciembre de 2014, con motivo delos actos de clausura del tercer centenario de la fundación de la Real Acade-mia Española, que iniciaron en Madrid, España, en noviembre de 2013 yconcluyeron en Guadalajara, México, a fines de 2014.

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Creer en valores absolutos y universales presupone elconocimiento del origen de dichos valores, esto es: quiéno qué los instituyó como tales. Un valor universal esaquel que puede ser compartido por la humanidad in -dependientemente del tiempo, el espacio y la clase socialen que se viva: hace cinco mil años o ahora, en un pue-blo turco o en Río de Janeiro, viviendo en la opulenciao en la hambruna. Para el creyente de cualquier religiónesto no es un problema: Dios o los dioses instituyerondichos valores. Esa es al menos una postura coherente,aunque conocemos sus bemoles; son muchos los diosesque habitan el mundo y sus opiniones sobre los valoresuniversales no siempre coinciden. Pero lo que me inte-resa reflexionar es lo siguiente: ¿cómo comprender laexistencia de valores universales desde una perspectivalaica? Nuevamente pregunto: ¿quién los ha dictado ydónde están escritos? Acaso una respuesta pudiera serque los encontramos en la naturaleza; respuesta erró-nea, como veremos.

La escritura de la naturaleza no conlleva un patrónhomogéneo que nos lleve a considerar que ella tengavalores: aquello que nosotros podríamos llamar “el bieny el mal” en la naturaleza varía constantemente de unaespecie a otra e incluso al interior de la misma especie odel mismo animal. Sonreímos conmovidos al ver el videode un gato que amamanta a un ratón y pensamos que esalgo tan noble… pero ese mismo gato puede jugar conotro ratón y ya aburrido botarlo a morir en un rincón. No:la naturaleza no parece ofrecer patrones homogéneosde lo que nosotros llamamos “el bien y el mal” y toda lalista de valores que de esos conceptos se desprenden.

Son dos los nombres que deben ir ligados a la crisis delos valores universales y a una nueva forma de respon-der a muchas preguntas: Darwin y Nietzsche. Darwinacabó con el platonismo biológico en la misma medidaen que Nietzsche acabó con el platonismo filosófico.No quiero decir que Platón sea “descartable”; eso seríauna barbaridad. Lo que en este contexto concreto llamo

Sobre los“valoresuniversales”

Paulina Rivero Weber

¿Existen valores que hayan sido compartidos por la humani-dad a lo largo de la historia y en todas las geografías? La evi-dencia histórica y antropológica demuestra que no. Entonces,desde una perspectiva laica, ¿en qué nos basamos para estable-cer diferencias entre el bien y el mal? Sin las explicaciones de lareligión, ¿cuál sería el principio que regiría los valores humanos?

Para mis colegas del Colegio de Bioética, con respeto y afecto

“el platonismo” alude a la creencia en patrones univer-sales inmutables y eternos, de los cuales se derivan todoslos entes posibles. Platón llamó a esos patrones Eidos,concepto que se tradujo como “formas” o “ideas”.

De modo contrastante, para Nietzsche todo valor esun invento humano: valores e ideas no son algo eternoe inmutable de lo cual derive la moral, no son entes rea -les que esperan ser descubiertos; son entes históricos y,como tales, evolucionan de modo si milar a como lo hacela vida: con base en su adaptabilidad. Esto lo ha sabidocomprender la Iglesia católica cuando ha decretado co -mo “no pecaminosa” una actividad que antaño consi-deraba un pecado absoluto, e incluso ha llegado a pedirperdón: sus valores y su forma de ver el mundo han cam -biado adaptándose a nuevas formas de ser. Por su parte,después de Darwin resulta imposible creer que cadaespecie proceda de una única forma inmutable y eternaque proporcione una he rencia igualmente inmutable asu progenie. La humanidad comprendió que las espe-cies cambian, evolucionan: no necesariamente para superfeccionamiento, sino más bien para la superviven-cia de la especie: todo evoluciona y, por supuesto, tam-bién la moral.

Sabemos que esto es así no sólo porque lo hayan di -cho Nietzsche, Darwin u otros pensadores. Los valoreshan evolucionado aun antes de que el homo sapiens apa -reciera en la faz del planeta: evolucionaron desde los ani -males. Son muchos los estudios al respecto, pero los máscontundentes son experimentos que muestran que losprimates exhiben con claridad una cierta moral que im -plica valores compartidos y castigos para quien se alejade ellos. De ahí que los primates tengan un concepto dejusticia e injusticia, como lo demuestran los estudios yexperimentos que Frans de Waal, entre otros, ha llevadoa cabo. En ese sentido, nuestros valores son la evolución

de valores arcaicos que nuestros ancestros, los grandessimios, crearon para la supervivencia de su especie.

No comprender lo anterior solamente puede con-ducirnos a dos conclusiones: o se es abiertamente pla-tónico, o se es religioso de manera radical, lo cual puedesuceder incluso entre los ateos. El pensamiento religio-so no es privativo de las religiones institucionalizadas,de modo que aun el científico que cree en valores uni-versales es, en cierta medida, religioso: cree que hay “al -go” ahí en el mundo, si no es que en el cosmos, y queese “algo” instituye por sí mismo los valores.

Cuando alguna vez le expliqué todo esto a una bue -na amiga, dócilmente me respondió: “Bueno, pero metienes que conceder que ciertos valores son universales”.No, no, no y mil veces no: no hay experiencia alguna deello, de hecho sobran evidencias de lo contrario: nadaha sido considerado como “bueno” o “malo” por abso-lutamente toda la humanidad. La historia, la antropo-logía y la biología hablan por ello de evolución. Impen-sable resulta hoy torturar a un niño hasta su muerte pormera diversión, pero existe un caso documentado deuna tribu donde esto ocurrió al menos una vez sin con-secuencia legal o moral alguna. Impensable es para no -sotros matar a una mujer porque ya esté vieja; hay casosdocumentados de quienes así lo han practicado.

Aparte de los múltiples ejemplos empíricos que ofre -ce la antropología, en el mundo de las ideas, los dere-chos humanos son un magnífico ejemplo de la ausenciade valores absolutos: los derechos humanos conllevanvalores creados por el ser humano para garantizar lo queusualmente no estaba garantizado de manera natural.Quienes instituyeron los derechos humanos fueron, pre -cisamente, los seres humanos. Y no todos los pueblosestarían de acuerdo con esa universalización ni con nues -tros derechos humanos. Hemos visto que han existido

SOBRE LOS “VALORESUNIVERSALES” | 41

Friedrich Nietzsche Charles Darwin

pueblos para los que el maltrato o incluso la muerte deun infante “por diversión” no es algo censurable, en lamisma medida en que hoy existen sociedades en que elmaltrato y la muerte de un animal, incluso por diver-sión, no es censurable. Nos horroriza pensar que unniño pueda ser maltratado hasta morir para hacer reír alos demás, pero ha habido sociedades en las que esto noha sido mal visto. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién está enlo justo? Depende de cuál sea el tipo de valores que pre-dominan en la persona. Y he ahí el verdadero proble-ma: ¿acaso cualquier escala de valores es igualmente acep -table? ¿Con base en qué hemos de optar por una u otraescala valorativa? La respuesta a la primera pregunta esun no radical.

En efecto, no cualquier escala de valores es igual-mente aceptable. También hay una respuesta a la segun -da pregunta. ¿Con base en qué fundamentamos unaes cala de valores? Para Nietzsche —y en esto coincidoplenamente—, toda civilización, toda ciencia o religión,en resumen: toda la cultura, debería de presentarse anteun tribunal, que no es el tribunal de la razón, sino el dela vida. ¿Qué tanto una escala de valores promueve ycobija la vida? Esa es la pregunta clave: cuando la vidaes el valor supremo puede accederse a una forma dife-rente de ver las cosas. Y aquí dejemos de lado a Nietzschepara responder a las necesidades del mundo actual: alproponer la vida como el valor supremo no me refieroa la vida humana, sino a la vida en sí. Por eso tan im -portante es un ecosistema como otro, tan importanteuna vida como otra. Esto es difícil de comprender paraquienes no logran romper la barrera del antropocen-trismo, lo cual resulta urgente ante la devastación delplaneta: urge la creación de valores no antropocéntri-cos, que garanticen la vida en el planeta.

Es importante reconocer que los valores son crea-ciones humanas, para tomar en las propias manos laresponsabilidad que ello implica. Como humanos quesomos, creamos los valores necesarios para un mundoen el cual deberán habitar el resto de los seres vivos deeste planeta. Nuestra responsabilidad es una: crear va -lores que sustenten la vida sana, fuerte, libre y crecienteen nuestro planeta. Debemos ser capaces de crear valo-res que garanticen los derechos humanos en todo elmundo tanto como los derechos del resto de los anima-les no humanos. Y para ello debemos ser capaces de crearvalores que garanticen el bienestar de todos los ni chosecológicos, de todos los ecosistemas para el desarrollode la vida en el planeta.

Se me dirá que entonces la vida es “el valor univer-sal”. Y esto me parece cuestionable; habría que dete-nerse primero a explicar qué entendemos por el con-cepto de “vida”, y eso es lo que a mi modo de ver quedacomo uno de los problemas del pensamiento de Nietz -sche. Ya Toni Morrison ha dicho de manera magistralen su Beloved que hay algo más importante que la vida:la vida en libertad. De modo que el valor de la vida nopuede en realidad universalizarse: es necesario juzgarlacaso por caso. En un caso la eutanasia puede ser la op -ción más vital, en otro no. En un caso el aborto puedeser la opción más vital, en otro no. Cada individuo tieneel derecho de elegir lo que le resulta más vital siempre ycuando ello no interfiera con los derechos de los demásindividuos. La vida libre, la vida fuerte, la vida sana,respetuosa de la vida misma, podría en efecto perfilarsecomo el único valor que quizá pueda fundamentar éti-camente el actuar humano y la creación de sus valores,que ante la depauperación de la vida en el planeta es laresponsabilidad humana más urgente.

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Toni Morrison

LOS JÓVENES EN LA MODERNIDAD | 43

1. LA MODERNIDAD COMO UNA “CASA TOMADA”

Uno de los cuentos más notables de Julio Cortázarlleva por título “Casa tomada”. La historia que se na -rra en el cuento es la de dos hermanos que habitan loque fue la casa familiar y en donde algo inusitado su -cede: “algo” —no se sabe qué, pero se sabe y se sien-te— va tomando partes de la casa y, por lo mismo, loshermanos se resignan a que aquellas partes tomadasse vuelvan intran sitables para ellos. Ese “algo” avanzay acecha a los hermanos hasta que los expulsa defini-tivamente y ellos se ven obligados a salir de la casa. Enpalabras de Cortázar, el cuento termina así: “Rodeécon mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella es -taba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejar-nos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiréla llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre dia -blo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esahora y con la casa tomada”.

¿Por qué traigo a colación este cuento de Cortázaren una sesión de la Fundación UNAM dedicada al bachi-llerato? ¿Tiene algo que hacer aquí la literatura?

La respuesta es, y no lo es, sencilla. Lo que proponeCortázar, según nuestra lectura, es que el paso de un mo -

mento a otro de la historia implica una transubstancia-ción, un cambio de substancia; implica una disconti-nuidad. Es decir, Cortázar mira a la Historia no comoun continuum sino como una forma de vida que se aca -ba para dar paso a una “nueva” que avanza y arrinconaa la anterior hasta que la expulsa.

Lo nuevo es la amenaza de “algo” que va entrando ymetiéndose poco a poco. La pareja de nuestro cuentopercibe a este “algo amenazante” como algo con lo queno hay componenda posible, como algo que se va apo-derando de lo entrañable de su mundo y frente a lo queno hay resistencia posible, que arrincona, que arrebatalo preciado de la vida.

Si pensamos en el recambio global, a la luz del cuen -to de Cortázar, este es el de una vida moderna de rasgoscivilizados a una regida por el capitalismo salvaje quepoco tiene de civilizada. El cuento es pertinente porquemuchos de nosotros, si no es que todos, de una u otramanera, sentimos que estamos siendo expulsados denuestra propia casa. ¿Quiénes de los que estamos aquí,sentimos que el México que estamos viviendo nos esal go entrañable y familiar? Y, ¿qué decir de los jóvenesen esta situación? Jóvenes que, para seguir con la metá-fora de Cortázar, ya nacieron con la “casa tomada”.

Los jóvenes enla modernidad

Raquel Serur

Un famoso cuento del autor argentino Julio Cortázar, “Casa to -mada”, sirve como metáfora a la profesora e investigadora Ra -quel Serur para reflexionar en torno de la situación actual delos jóvenes en México, una encrucijada en la que la crisis socialy política ha derivado en la escasez de oportunidades dignas deeducación y de trabajo de cara al futuro.

2. DE LAS UTOPÍAS A LAS DISTOPÍAS

Bolívar Echeverría, el filósofo fundador de nuestro Se -minario de la Modernidad, se avocó en vida al estudiode la modernidad como proceso civilizatorio. De estodan cuenta todos sus escritos a los que ahora, en distin-tos ámbitos de México, América Latina y Europa, seestima que son un instrumento valioso para tratar deentender tanto las distintas fases del capitalismo comosu relación con el proceso civilizatorio que llamamos mo -dernidad y que muchos, cuidado, tienden a confundircon modernización.

El pensamiento de Bolívar Echeverría es una piezaclave para entender la crisis en la que está sumido elmundo moderno en todo el orbe y, con matices dis-tintos según el grado de desarrollo del capital, en cadauno de los países. Una idea fundamental de BolívarEcheve rría es que todas las promesas que trajo consi-go la mo der nidad —emancipación, abundancia, li ber -tad, una vida mejor y más digna, etcétera— están hoyprácticamente canceladas. La crisis a la que ha llevadoel capitalismo salvaje es una crisis de dimensiones ci -vilizatorias que pone en peligro la supervivencia demuchas especies de plantas y animales e incluso de lavida humana en el pla neta. El capitalismo salvaje quedomina el orbe no sólo ha cancelado esa utopía quellevaba consigo como promesa la modernidad sino queha mostrado la dimensión de la crisis como algo ca -tastrófico e irreversible si no se logra hacer un recam-bio, detener la voraz necesidad del capital de generarriqueza, de valorizar el valor, a cos ta de lo que sea. Acosta de trastornar la vida de todas las sociedades, devolverlas injustas e inequitativas, anti democráticas yex cluyentes, violentas y genocidas.

Por esto, inevitable e irremediablemente, todos losámbitos de la vida moderna se encuentran en crisis y loestán porque se encuentran insertos en una crisis mayor,planetaria, una crisis civilizatoria que afecta el ámbitode la vida política y civil; que hace fracasar todos los es -fuerzos de las instituciones gubernamentales; que afec-ta la vida religiosa y cultural en todas sus esferas. Unacrisis en donde la educación, por supuesto, no quedabien librada. En realidad, la crisis de la educación po -dríamos decir que es hoy reflejo de este mal mayor.

Todo lo que estoy diciendo en este apartado, estoyplenamente consciente de ello, es algo que no nos gus -ta oír, y no nos gusta escuchar estas cosas porque nossaca una venda de los ojos que no nos queremos quitar,que resulta cómoda para sobrellevar la vida cotidiana,plena en recursos que la modernización nos proporcio-na, a una minoría de la población mundial, para hacer-nos creer que este confort, si sabemos administrar la ri -queza, puede ser alcanzable para las mayorías que, enmayor o menor medida, se piensa, ya gozan de ellas. Loque no queremos percibir son los problemas que conlle -va la producción capitalista de bienes en términos tantoambientales como sociales. El disfrute de lo micro esenceguecedor y no nos permite ver lo catastrófico de lomacro. Las clases medias del orbe tendemos a creer quevivimos en paraísos que, en realidad, no son otra cosaque auténticos infiernos de “felicidad”.

La crisis de la época actual no sólo es algo que se per -cibe en los sectores de izquierda o por los críticos delcapitalismo. La crisis de la época actual se percibe tam-bién por la propia dinámica del capital. De tal modoque, para salir avante de sus propias catástrofes, el capi-

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Loui Jover, Celestine, 2015

talismo hace una demanda a la educación: le exige queella se perfeccione. Esta, y no otra, es la razón de que laeducación no esté empeñada actualmente en formar alos individuos en el desarrollo de todas sus potenciali-dades espirituales, cognoscitivas y físicas; sino que la edu -cación está enfocada en generar seres creativos y com-petitivos que estén a la altura de la crisis actual a fin deperfeccionar e innovar el capital.

3. ¿JÓVENES? ¿CUÁLES JÓVENES?

En una investigación que publicó hace menos de dosaños, Rossana Reguillo1 nos previene del “complejo, do -loroso y difícil horizonte para millones de jóvenes quedeben lidiar con un sistema que los excluye, los crimi-naliza y se muestra torpe, autoritario, pero fundamen-talmente ciego, sordo y mudo ante lo que significa serjoven en esta sociedad sacudida por recurrentes crisis”.En estos días, luego de la desaparición forzada de los 43estudiantes de la normal de Ayotzinapa, el panoramase torna aun más complejo. Reguillo decía que el futurohabía dejado de ser una palabra significativa para los jó -venes. Hoy, se percibe, volviendo a Cortázar, como un“algo amenazante” que pende sobre ellos.

Nuestros jóvenes en el bachillerato de la UNAM noestán ajenos a lo que pasa en la sociedad en su conjun-to. Salvo una minoría, ni ellos, ni los de las escuelasprivadas, ni los de provincia, piensan que están estu-diando para así poder insertarse de mejor manera enla vida so cial. Saben que su futuro es incierto y en laencrucijada de la adolescencia se sienten incompren-didos por sus ma yores, padres y maestros, y buscan ensus pares la necesi dad de forjarse un relato de futuroque no encuentran.

Reguillo nos dice y con razón que los jóvenes noconstituyen un todo homogéneo. Los clasifica, segúnsu lejanía o mayor cercanía con los procesos de incor-poración social, en cinco circuitos no estáticos que sóloenumero y no explico por falta de tiempo:

1. El de los inviables: una juventud precarizada, desa -filiada y sin opciones que constituye, por ejemplo, eliner me ejército de migrantes.

2. El de los asimilados: jóvenes que aceptan las con di -ciones del mercado, sus lógicas y mecanismos, y que acep - tan lo que se ha denominado en inglés el 3d job: dirty,dangerous and demeaning: sucio, peligroso y denigrante.

3. El de la paralegalidad: jóvenes que se han deci di -do por la violencia al ingresar a las filas del narcotráfico

y el crimen organizado. Jóvenes que han in cor porado ensu vocabulario la palabra “sicariar” para dar nombre, sinnom brar, a su trabajo: el de matar.

4. El de los incorporados: jóvenes que gozan aún dega rantías sociales y formas de inserción laboral y edu-cativa dignas.

5. El de las zonas de privilegio: jóvenes conectados almundo, con amplio capital social y cultural.

Algo común a los cinco circuitos de jóvenes es queno encuentran narrativas de futuro que los vinculen enuna utopía que pudieran perseguir. Reguillo formula tresnociones que resultan útiles para entender los territo-rios juveniles signados por la violencia que ejerce sobreellos el capitalismo salvaje en la modernidad tardía: laprecarización subjetiva, el desencanto radical y la desa-propiación del yo.

En la era digital, en la que se tiene acceso a innume-rables bienes gracias a la modernización en el capitalis-mo tardío —cine, televisión, juegos de computadora,correo electrónico, celulares, WhatsApp, Facebook,Twitter, Google Plus, YouTube, etcétera—, y en la queestamos más conectados que nunca y al mismo tiempomás distantes los unos de los otros, se vive, en el “mejorde los casos”, un presentismo cínicamente hedonista delque participan los jóvenes que piensan, sienten y tienenla convicción de que la promesa de futuro es algo que estemundo les ha arrebatado. En todos estos medios cir culannarrativas y mensajes apocalípticos que, lejos de alimen-tar una esperanza, muestran que la realidad del capi talis -mo tardío es desesperanzadora, deprimente, vio lenta, ge -no cida, falsa, destructiva, falta de valores, cínica, etcétera.

Para ellos, vivir en el capitalismo es “vivir en lo invi-vible”. Como decía una pinta juvenil cerca del Museodel Chopo: “Es más fácil imaginar el fin del mundoque el fin del capitalismo”.

Frente a esta situación, el reto para nosotros, en laUniversidad y en la sociedad, no es fácil. ¿Qué hacerfrente a una juventud que ha perdido la esperanza, quecree que el re-encantamiento del mundo ya no es posi-ble, que el desamparo es el sino de los tiempos, que des -confía de los adultos y de las instituciones? ¿Qué hacerfrente a jóvenes que sienten que ese “algo amenazante”avanza lenta pero inevitablemente y que ha tomado yasu casa, su mundo?

Responder estas preguntas supone necesariamenterepensar esta realidad que nos está expulsando, que tomanuestra casa. Quizás hay que pensar la educación de losjóvenes como uno de los caminos privilegiados pararetomar nuestra casa, nuestro mundo. Para eso, la edu-cación no puede continuar por el camino que va. Tieneque cambiar: lo que está en disputa no son nuestros jó -venes, sino nuestra realidad. Lo único cierto es que na -da podremos sin ellos.

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1 Rossana Reguillo, “Jóvenes en la encrucijada contemporánea: enbusca de un relato de futuro” en Debate Feminista, año 24, volumen 48,octubre de 2013, pp. 137-151.

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Beatriz insistía en bajar la ropa del tendedero. Fingíaque era por ayudar a su madre, quien sorprendida acce-día. Sí, era extraño que rompiera su pereza de tardes delbachillerato, ese estar tirada en el sofá de la sala miran-do las páginas coloridas de una revista de modas que lamadre traía del trabajo. Le gustaba el estilo Audrey conaquellos pantalones pegaditos que llegaban al huesitodel tobillo, la mascada con la que ataba el pelo y los len-tes oscuros. Tenía tarea de etimologías y hacer unos pla -nos para su clase favorita. Quería ser arquitecta. Hacercasas y edificios. En el que vivían tenía varios defectos,por ejemplo, que miraba al norte. Y eso hacía que en elinvierno desayunaran con abrigos, ridículo. Las ciudadesdeberían darle la espalda a ese punto cardinal. Grandesrespaldos decorados con pinturas, o con esos trompe-l’œilque hacían soñar en ventanas donde no las había.

Tomó el cesto para bajar la ropa que debía de estarseca y salió del piso rumbo a las escaleras que remata-ban en la azotea pequeña. Había descubierto el placerde ese espacio soleado, desde allí se podían ver los edi-ficios de los vecinos, y la azotea del edificio contiguo,también de cuatro pisos. Subir a la Torre Latinoameri-cana le había dado vértigo, en cambio cuatro pisos le pa -recían una altura tolerable. Sobre todo para mirar la ropa

tendida al sol de los vecinos. Y en particular la de Ivonne,mademoiselle Ivonne, la del 4. La señorita francesa quevivía con una tía y a la que su madre le decía siempreque se la topaban: Bonjour, Ivonne. Le gustaba pronun -ciar ese francés que era un salvoconducto a los días deParís. Beatriz apenas y recordaba un parque por el quehabían corrido mamá y ella. Y lo recordaba por la foto-grafía que la prima de mamá había tomado en los díasen que vivieron esperando el barco que las trajera a Mé -xico. Bonjour, Ivonne, y la madre de Beatriz sonreía mu -cho como si Ivonne fuera una embajadora, un puente,la salvación después de salir de España. Palabras alegresque contrarrestaban las pláticas de guerra con los ami-gos de sus padres. Ivonne era una conexión con Euro-pa, un andén alegre. Por eso mirar la ropa retando al solde la señorita francesa era grato para Beatriz. Era comopasar las páginas de la revista. Allí estaban los pantalo-nes cortos, y aquella falda trompeta y una blusa con uncorbatín. Todo muy chic. Como de actriz de cine. Ivonneera más llenita que Audrey Hepburn y nunca usabauna mascada.

Cuando lo descubrió, se ruborizó porque una cosaera mirar la ropa que se lleva por afuera y otra espiar lainterior. Y una cosa eran los bóxers del señor Aguilar

El brasierde Ivonne

Mónica Lavín

El paso del corsé al brasier, una transformación definitiva en lahistoria del vestido femenino, es el tema que Beatriz, la prota -gonista de este cuento, desarrolla en una clase escolar. Intriga -da por la ropa interior de sus vecinas, ella acostumbra encar-garse de ir al tendedero para bajar la ropa de su familia, hastauna tarde en que no puede evitar cometer una transgresión.

tendidos en la parte de la azotea que le correspondíaque tener de cerca aquel brasier azul celeste de tenueencaje colgando como si nada bajo el cielo de la Ciu-dad de México. Miró a todos lados como disculpandola intromisión de su curiosidad, y se acercó. Lo habíanapresado con dos pinzas por los tirantes y el aire abom-baba esas copas traslúcidas que se llenaban de coquete-ría. Suspiró como frente a las páginas prohibidas de al -guna revista. Creyó escuchar algún ruido y se apresuróa descolgar la ropa de su familia. Se alegró de no verninguno de sus brasieres ondeando sin pudor al sol. Eranblancos y con círculos de costuras en las copas, parecíanmás uniforme de enfermera o aparato ortopédico queuna prenda delicada tan cerca de la desnudez.

Durante la cena pensó en comentar con su madresobre el brasier de Ivonne. Cuando Beatriz señalaba al -gún vestido en las revistas, para una próxima fiesta, sumadre trataba de complacerla. Modista al fin, robabatiempo al tiempo y los domingos iba sacando el moldeen aquel papel muy fino y lo prendía sobre la tela queextendía en el comedor. Muchas veces conseguía retazosy sobrantes a precio de remate del negocio de confeccio -nes donde trabajaba. Eran telas buenas, sedas, shantús,piqués españoles, gabardinas de lana. Y de domingo endomingo, con aquella máquina de baquelita negra quele había regalado su marido, la madre de Beatriz lograbaun vestido que era envidia de sus compañeras de colegio.¿Y si mamá le hacía un brasier como el de mademoiselleIvonne? ¿Dónde se hacían los brasieres? Su madre com -praba los de ella y los de su hija en una tienda del Cen-tro, blanco, beige o negro era la opción, apenas un nú -mero y una letra para la variedad de torsos femeninos.Beatriz era 34 C. Delgada y con pechos visibles. No de -masiado ostentosos, pero lo suficiente para que se sin-tiera orgullosa de su cuerpo.

Cuando se desvistió esa noche, colocó el sujetadorblanco sobre la silla, como si fuera un vestigio prehistó-rico. Llevada por esa visión del azul celeste traslúcido,eligió para la clase de historia exponer algo relativo a lahistoria del vestuario. “Limítese a nuestro siglo”, habíadicho la maestra. Y Beatriz no sólo se había limitado altrozo de siglo XX que había transcurrido, sino a la evo-lución de las prendas interiores, sobre todo al paso delcorsé al brasier. ¿Había algo más llamativo? Que las fal-das se acortaron, que los acolchonados se dejaron deusar, pero el gran hallazgo había sido que aquel soportede varillas que compactaba el torso y la cintura, resaltabael pecho y obligaba a cierta postura, había sido reem-plazado por un breve sostén de los senos y el talle sehabía liberado de esa jaula rígida.

Exaltada por la información que había encontradoen la biblioteca de la escuela, aquella tarde se ofreció denuevo a bajar la ropa del tendedero. Subió la cesta y,antes de dirigirse al que le correspondía, miró el del

cuatro y en lugar de prendas se topó con las aburridassábanas blancas de la cama de Ivonne o de su tía Mar-garita. Bajó fastidiada de no poder regodearse de que elcorsé hubiera sido desbancado por una prenda ligera, tanligera y etérea como la que usaba la señorita Ivonne.

Mientras juntaba los calcetines de sus hermanos y supadre en bolitas compactas, pues bajar la ropa no ter-minaba en la entrega del canasto, le comentó a su madreque ahora sabía quién inventó el brasier.

—Una tal Mary Phelps, mamá, una señora ameri-cana muy rica que un día juntó dos pañuelos, les cosióunas cintas y los usó bajo un vestido. En 1914 vendióla patente.

Su madre le contó que ella había visto los corsés desu abuela.

—Tenían cintas de seda y varillas de metal.

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Beatriz había leído que al principio el armazón erade marfil o de huesos de ballena y luego de metal.

—Se acabaron por la guerra, mamá.—No me extraña —dijo su madre, y Beatriz inten-

tó evadir la cantaleta de siempre. —En la Primera Guerra Mundial se pidió a las muje -

res donar metal para fabricar armas: las varillas del corsé.—Nada más faltaba que las guerras tengan un lado

bueno —refunfuñó su madre.Beatriz prefirió callar. De qué le servía saber esas

cosas si ella no podía más que usar un artefacto como elde ahora, mientras terminaba el último ovillo de calce-tines grises, escondía sus senos colegiales como ar -madura de guerra, como faja de monja.

El trabajo resultó curioso a sus compañeras de clase,la maestra censuró la necesidad de contar que MaryPhelps había huido con su amante y cambiado el nom -bre por el de Caresse Cosby. Esas eran vidas privadas.Pero liberó a las mujeres de usar los corsés que les de -formaban la es palda, les impedían la digestión, las ha -cían desmayarse, defendió Beatriz, le había encanta-do que se cambiara el nombre de una virgen por el deCaresse —caricia—. Había vendido la patente por milquinientos dólares a Warner’s que anunciaba la prendacomo alphabet bras, porque sus tamaños se definíanpor letras. Había salido contenta de la clase y aferradaa las palabras vital y liberación.

Necesitaba subir al tendedero y aunque su madre ledijo que seguramente aún no se había secado la ropa,ella lo hizo. Que subiría de nuevo si era necesario; estabadeseosa de mirar el brasier azul, de carearse con aquellaprenda cuya historia conocía, le parecía que conducía aamores y vidas en hoteles de mucho lujo, entre cojinesde satinados y aromas exóticos. Allí estaba, colgando deun solo tirante, un tanto desprotegido. Oteó el campoy se acercó, lo desprendió de la pinza y lo extendió haciael cielo. Se lo acercó a la cara para olerlo, qué bien olía.Lo colocó sobre la ropa y lo imaginó bajo ella. El vientopodía hacer de las suyas, cuántas veces mamá no se habíaquejado de las prendas que salían volando. Miró de nue -vo, nadie a la redonda. Lo tiró en la canasta; en el ten-dedero que les correspondía desprendió la ropa seca deprisa para ocultarlo. Mientras su madre preparaba el café,lo llevó a su cuarto y lo ocultó en el buró, bajo los libros.

Había habido un escándalo en el edificio porque se co -rrió el rumor de que alguien robaba ropa. No dijeronlo que les faltaba por pudor y todo mundo negó su par-ticipación. El viento de febrero, concluyeron todos. Dossemanas después se cruzaron con mademoiselle Ivonney su tía Margarita en las escaleras. Ellas bajaban, cuan-do las del cuatro volvían de un paseo. Bonjour, Ivonne,dijo la mamá de Beatriz. Pero la francesa no respondióy Beatriz esquivó la mirada, mientras el azul celeste 34C protegía su corazón desbocado.

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Facsímil del brasier original, 1914 Corset, 1880

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Terminé de leer “Paseo”, de José Donoso. El narradorcuenta la historia de la tía Matilde y de sus tres herma-nos, de la supuesta armonía en la que viven hasta queuna perra blanca llega para romper el equilibrio y cues-tionar sus fundamentos familiares. Antes de encontrara la perra blanca, la tía Matilde ha tenido una vida aus-tera y eficiente, pero ese elemento extraño irrumpe lanormalidad y poco a poco va arrastrando a aquella mu -jer, la piadosa tía, hacia un universo exterior salvaje... Sino es que la perra blanca ha simplemente abierto lapuerta para que todos los miedos, los secretos nuncaconfesados y los peligros ocultos en el interior de aquelespacio doméstico, los de Matilde incluidos, emerjan porfin. A partir de entonces, Matilde y la perra se lanzan ala calle con cierta frecuencia, y ese exterior indómitoque la mujer desconocía es el que le rasga las faldas, lealborota el cabello y le impregna en los ojos un ardordistinto, hasta que un día no vuelven más.

Hacía mucho que un relato no me sacudía tanto, algrado de que cuando acabé, arrastrada por un deseoinnombrado de pronto azotando mi cabeza, tuve las mis -mas ganas de salir. Ese exterior llamaba pero algo porigual estaba anhelando removerse. Mi llegada a NuevaYork había transcurrido entre el acoplamiento y la ten-sión académica y esta vez tenía anhelo de perderme como

me ocurría antes, de extraviarme a los sentidos. Ni si -quiera era el ánimo de perderme lo que echaba en falta,sino que el aire helado de octubre golpeara mi rostro,que se ocuparan los ojos por calles ilegibles, esos ojosajenos no oriundos ni turistas ni viajeros ni migrantessino expatriados, de quien se queda sin referentes paraconjeturar lo que ven.

Aproveché que Connie iba a la misa a Brooklyn ycon ella salí. Cuarenta minutos después, dejando atrásHarlem, ya fuera del metro Jay MetroTech, las dos to -mamos sentidos contrarios. Ella fue a la iglesia, yo atra-vesé la calle. Recordé que un año antes había estado porese rumbo, en dirección a Fort Greene, buscando la di -rección donde Connie vivía cuando la conocí. Teníapareja entonces, pero en el transcurso de los meses lascosas habían cambiado y de qué modo: ahora vivíamosjuntas y ella iba a la iglesia de siempre. Nunca habíaestado con una persona que fuera a la iglesia los do -mingos para leer durante la misa. Es más, nunca habíaestado antes con una persona como ella, dado que misrelaciones siempre las establecí con hombres. ¿No eraeso la perfección y el misterio coincidiendo?

Saqué 20 dólares de un ATM empotrado en la paredde una tienda y pensé: los cajeros automáticos. Entré aun deli, compré frituras y volví a conjeturar: los delis.

La mujerque cantaba

Nadia Villafuerte

Lo que antes fue París, ahora lo es Nueva York: la Babel queatrae a los aventureros, los artistas y los ansiosos del conoci-miento de la otredad. En una crónica que también es ensayo yacaso también es ficción, una joven llega a la ciudad que nuncaduerme para encontrarse con los testimonios elocuentes de lasoledad siempre despierta en el mayor imperio de nuestra era.

Cajeros automáticos y delis, además del metro, ¿no eranlos puntos que unen en eslabón a casi todos los distritosde la ciudad? Esas burdas reflexiones me entreteníancuando una mujer llamó mi atención tan pronto mede tuve en la esquina de Myrtle. La fulana traía un abri-go largo de imitación de piel, un sombrero de ala an -cha. Los ojos le relumbraban y la boca ancha proferíafrases inentendibles. Era alta pero delgada, es decir gran -de y sin embargo se veía pequeña. Debería decir: pudeapreciar en ella cierta fragilidad, como la de los gorrio-nes físicamente heridos a los que, por el pelaje, no se lesnota la sangre que los hace temblar sino hasta cuandouno los toma y sus convulsiones nos estremecen la mano.Se movía en el mismo diámetro de banqueta, haciendocírculos sobre el borde de la esquina: a los diez minutos deobservarla, me di cuenta de que no tenía intencionesde cruzar y tampoco estaba esperando a alguien. Puedeque la mujer estuviera haciendo ejercicio para calentarsus carnes adheridas al hueso, y ya se sabe que cuando elviento de otoño cala el hueso es difícil que el frío se vaya.Igual yo me detuve, un poco perpleja por su caminarsin dirección, en el cerco de ese perímetro de banqueta,porque entonces comprendí. Hablaba sola y en voz alta,esa cualidad de quienes huyendo de las convenciones,ya se han entregado a un tormentoso nomadismo. Ca -minaba no en esa calle sino a millas de ahí. La preguntaera dónde. Tal vez ni siquiera estuviera extraviada enotra ciudad real sino en una ficticia, perdida en un pue-blo que existía en una película, una película proyectadaen un cine vacío. Tal vez ella ahí, atrapada dentro de la

película, mirando desde aquella orilla, estuviera acor-dándose de las tardes en las que perteneció a la tierra,cuando levantó su rostro hasta el cielo y se quedó ensi-mismada, contando, como una navegante nocturna, laaparición de las estrellas.

El caso es que su mera presencia irrumpía el fin dela tarde y daba sentido, un sentido excéntrico si se quie -re, a una calle que los días de semana se mantenía en elritmo frenético de la actividad, llena de comercios obe-dientes al sistema, a la máquina de hacer dinero. Quizáporque casi todas las tiendas estaban cerradas y la zonalucía sospechosamente tranquila, la mujer era visible.Yo misma no la habría encontrado en medio de esa tur -ba que va y viene en horarios de trabajo.

Domingo, 7 pm, principio de otoño. La zona deldowntown de Brooklyn se debate entre la gentrifica-ción y lo que queda de la silueta obrera y “gritty”. El des -canso del ajetreo cotidiano deja entrever entre calle ycalle las antiguas marcas que unen un barrio con otro:por un lado, bodegas otrora fábricas, baldíos, jardinesabandonados, lotes con las marcas de ventanas que fue -ron empaladas, muros tapiados de grafitis. Por otro, lahuella de los edificios modernos, levantados a golpe depuro cristal. Estos edificios pierden su peso y dimen-sión cuando no hay electricidad y no hay personal niinternet ni computadoras trabajando al interior de ellos.Vacíos, obligando a volver la vista al piso, despliegan sufutilidad frente al espesor de la noche porque se puedesentir, con sólo mirar sus estructuras, que la gente va aponer sus existencias ahí vía jornadas extenuantes para

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© Ban

ksy

Banksy, Grafitis en Nueva York

que puedan volver a lo de veras importante. Lo impor-tante está siempre en otro sitio, cuando muchas de esaspersonas vuelven a sus respectivas habitaciones para com -probar que desestimando sus aspiraciones más simples,han conseguido lo que querían para traicionar lo que enalgún momento desearon. Esas eran por supuesto misimpresiones, encajadas a la fuerza sobre un paisaje si -mulado que mostraba su lado oculto, o al menos otrosdetalles: los montones de basura en las afueras de losrestaurantes, los aparadores de maniquíes sin focos bajolos cuales brillar, algunos bares abiertos con alfombra-dos rojos y bombillas débiles haciendo espectrales lassiluetas de sus clientes, los mendicantes y los lisiados delos shelters acunando sus delirios en su elegido rincón.No el downtown del Brooklyn fancy sino el del margeny sus desechos. No el barrio de los trabajadores le galeso ilegales, sino el de sus fantasmas.

La mujer elegante con abrigo seguía caminando dela mitad de la calle a la esquina y viceversa. Y de prontoapareció en la escena otra figura. No supe de dónde sa -lió pero venía con un niño y me preguntó si yo sabía aqué hora cerraban el negocio de telefonía celular, en cuyapared me había inclinado para guardar mis dólares enel monedero. Era bajita, igual que yo, de rasgos indíge-nas, el cabello teñido, jalaba al niño con demasiada fuer -za, cualquiera habría dicho que lo estaba maltratando. Suforma de inquirir, con migajas autoritarias en la gargan -ta, me asustó, no sé si por la aspereza con la que pronun -ció las palabras, como si quisiera sacarlas de su encierro.

Las grandes metrópolis han de compartir eso: quesus habitantes expresan la soledad de muy diferente ma -nera. En la Ciudad de México la soledad se padece unpoco en mute, las miradas bajas, los gestos de conmise-ración expresados en silencio. Quizá la soledad no esnuestra forma de estallar, quizá ni siquiera se trate desoledad, sino de desamparo colectivo. No hay tiempo

para la soledad individual cuando la catástrofe social pasaencima de los lomos sexenio tras sexenio. Allá somosalmas sufrientes. Abusivas pero dóciles. Pero crueles.Pero amnésicas. Pero sufrientes. En Nueva York he no -tado que la solitude se manifiesta con una exigencia delas personas por ser oídas y vistas. En el metro hay quienno alcanza a subirse al vagón y te dice de inmediato que noimporta, que a pesar de eso la tarde sigue siendo espec-tacular y que adónde vas y si no crees que el servicio delmetro es espantoso y que los migrantes la afean, etcétera.Su propia manera de configurar el: “No sé decir qué es loque me encierra, lo que me cerca, lo que parece enterrar -me, pero siento, sin embargo, no sé qué rejas, qué pare-des. Y quiero romperlas, esta noche, aquí, contigo”.

¿Sabe si la tienda estará abierta hasta la noche?, vol-vió a preguntar la mujer bajita, parada enfrente mío,compartiendo la esquina de Myrtle Avenue con la otramujer de abrigo largo hasta los tobillos (qué tendría esabendita esquina como para que de pronto coincidiéra-mos las tres). Sólo que la segunda ocasión ella fue másagresiva, ¿o quizá paranoica?, que la primera. La pre-gunta era absurda porque la tienda estaba abierta. Lerespondí que no lo sabía, por qué no entraba a infor-marse. Estaba diciendo, y aquí de nuevo no sé si encau-zo esta idea a la arbitrariedad del prejuicio, esa formamaliciosa de la conjetura cuando queremos encontrarlesentido a los hechos, estaba diciendo esa mujer con elchico prendido a su mano: “Nadie quiere ayudarme, peroyo debo esperar aquí porque no quiero volver a casa y túbitch tendrías que saberlo”. A lo mejor quería pretextopara contarme su historia pero yo, cobarde, la corté. Miintensa curiosidad se había replegado muy rápido.

Me moví de la pared, caminé bajo el chisporroteo delos neones, me detuve e hice visera al ventanal del barde junto, donde una pareja hablaba en sordina, quizádiscutiendo que su relación estaba ya por extinguirse y

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© Banksy

que eso iba a salvarlos o a arruinarlos, cuando descu-brieran que no tener problemas era el problema. “Sin tivoy a ser mejor persona”, decía ella. “Nadie te va a pre-parar un sándwich como lo hago yo”, le respondía él.El ventanal era una baldosa de vidrio grueso y la refrac-ción de la luz deformaba la imagen que sucedía del otrolado. Sí, así de contaminada por los libros me sentía.Bastante tenía ya con la tristeza literaria, para encimatener que soportar aquellas imágenes de angustia calle-jera (en la contienda entre literatura y vida siempre ganala vida). Lo más probable es que estuvieran discutien -do la trama de la serie de televisión en turno.

Y la hora o se fugó o la escena de las mujeres en lacalle de Myrtle revoloteando sobre el mismo eje se habíaprolongado más de la cuenta. Miré el reloj y me dirigíal lugar donde Connie y yo nos encontraríamos. La vihecha un puntito oscuro a lo lejos, flotando en mediode un inmenso pasillo hasta que fue adquiriendo fac-ciones: los ojos de búho con ojeras violetas enmarcadaspor las micas print de sus lentes, la boca ancha diciendo“Ma babe” con la voz más grave del mundo, con su pielmarrón y esa flaquez extrema pero de huesos fuertesque me permitían abrazarla para descubrir que era ellay no yo quien podía sostener mi peso.

Bajamos a los andenes, tomamos la línea A y en eltrayecto me contó que había sido una misa peculiar por-que a la iglesia entró una mulata. Que llevaba un sacolargo, muy entera y guapa, no parecía homeless. Que sesentó a su lado y comenzó a hablar primero en murmu-llo y después casi como si estuviera en el púlpito, levan-tándose y dirigiéndose a los demás con dulzura, lanzan-do enseguida un monólogo a mitad de la misa. ¿Y si elviento la empujaba y se caía, quién iba a levantarla? ¿Y sila traicionaban sus alpargatas y se resfalaba y se rompía lacadera y no era capaz de volver a pie? ¿Pero adónde? “¿Us -tedes tienen dónde volver? Claro, tienen dinero para pa -gar el alquiler al menos, pero y si tuvieran la plata paramarcharse, ¿lo harían?”. No se detectaba en el tono siaquello era un regaño. Eso me contó Connie o eso enten -dí, porque yo siempre entiendo lo que me conviene. Elmonólogo culminaba con la referencia a su país de ori-gen: “Soy de Puerto Rico y extraño mi casa”. Después, lamujer salió de la iglesia, arrastrando su abrigo desgarba-do y dejando en el aire una cierta tensión. Tal vez hemosvisto a la misma persona, acotó Connie cuando hablé deaquella con la que me había topado en la esquina de la ave -nida Myrtle, que caminaba en semicírculos mirando lapun ta de sus zapatos, o se perdía en el pueblo ficticio deuna película, o simplemente hacía ejercicio para calentarsu cuerpo, esperando una estación de tren donde dormir.

Ni bien nos quedamos calladas por un rato, se escu-chó una voz, una bala metálica que recorrió el pasillodel vagón. No era una bala pero se oyó expansiva. Unamujer estaba cantando. De nuevo una mujer. Dema-

siadas mujeres, diosas y pordioseras cruzándose sobrelos mismos perímetros. La mujer que cantaba traía unatúnica africana y un trapo de colores brillantes atado alpelo. El acento y la canción religiosa la delataban. Can-taba un himno pero no era ni por asomo una de las pre-dicadoras de Jesucristo pidiendo una moneda para sucongregación. Eso habría sido, por obvio, menos tur-bador. Esta mujer simplemente cantaba y en el cantohabía algo enorme y pequeño, el mismo gorrión heridoy temblando pero retorciéndose en mi garganta y no enmi mano. En el canto se presentía la huida. No se calló.Durante los 40 minutos de trayecto no dejó de hacerlo,vaya a saber en qué estación iba a parar. Evocaba lossonidos de un desierto añorado con una voz cargada dearena que partía el mundo, al menos su mundo, en dos:el del pasado y el del ahora, un presente continuo y con elfuturo tronchado, conectadas las partes mientras se man -tuviera de pie. ¿También ella quería volver y la psicosis lehabía hecho olvidar cómo?

Es duro, dije. Es molesto, dijo Connie. No es molesto. Es sólo una canción. Podría perder la paciencia y enfrentarla. Es incómodo, dije. Después de los salmos y de una misa yo al menos

quiero volver en paz, dijo Connie. Insensible, reclamé, mitad en serio, mitad en bro -

ma, en español, sabiendo que no me entendería. Sí, dijo Connie en español. Decía “Sí”a todo cuan-

do le hablaba en mi idioma. “¿Me odias, Connie?”. “Sí”.“¿Me amas?”. “Sí”. “¿Querrías volar este tren ahora?”.“Sí”. Sentadas una al lado de la otra, era obvio que nues -tras sensaciones eran distintas. Unas sensaciones tandistintas que ni valía la pena seguir discutiéndolas. Talvez tú quieres paz pero sería horrible que estas interrup -ciones no alteraran el camino, que nos dedicáramos afingir que nada de esto existe. Que nadie rompiera lalógica de la sucesión temporal. Que no saliera el extra-ño que habita dentro de uno para desorientarnos. Seríaaterrador que no se atravesaran esos seres que nos re -cuerdan, de hecho, que hay algo que no encaja y que aveces ni el lenguaje alcanza para entender. Está bienque nos sintamos amenazados y que los demás ejerzansu derecho a estar locos porque a diferencia de quieneslo ocultan o lo reprimen, ellos no pueden contenerlomás. Yo, al menos, siento una fecunda identificación,le dije a Connie, pero no hablé en absoluto.

Llegamos a Harlem. Pensé en el amor y en el miedo.Toda la noche no dejé de pensar en esas tres mujeres, ensus formas de irrupción: las tres perdidas en horizontesbifurcados por su mente, eran como un desajuste de larealidad en medio de ese espacio colectivo compartido.En cierto sentido yo me sentía así, desajustada en misformas de percibir y de acoplarme a los otros, al

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ambiente mismo: atrapada en mi propia mente, cami-nando dentro de ella de un lado para otro, bajando ysubiendo escaleras, tambaleándome entre pasillos du -rante ¿cuántas horas?, cien noches desde que había lle-gado a Nueva York, viviendo como si la vida aún no meperteneciera. Idéntica a como los demás habían llegadoesperando nada, pero anhelando en el fondo un mi -lagro. Hasta que los milagros se morían bajo el efectodel monóxido de carbono. Sólo que a mí me faltaba to -davía un tramo extenso para descolocarme por comple-to, mientras que aquellas mujeres ya se habían aban -donado a un lugar sin retorno.

Ellas eran las videntes. Sus murmullos inentendibleseran la sutil frontera entre la coherencia lindando conel descontrol. Hablaban porque querían confirmar quela noche existía, que el viento frío. Además de los caje-ros automáticos y los delis, dinero y comida en una sim -biosis imperfecta, ¿los locos eran las junturas del mapaurbano? ¿Me recordaban algo que tendría que tomar encuenta? ¿Dejaban las marcas de sus dedos hambrientosen el aire? Si era así, ellas representaban el elemento omi -noso, cuando un entorno familiar, apacible, de pronto,como resultado de una inversión, se vuelve amenazan-te porque algo de súbito ataca esa superficie, a causa deuna circunstancia que no se puede controlar ni prevery escapa a toda mediación. Si era así, estas tres mujeresbastaban para que el trayecto familiar se desconfigurara,para que lo supuestamente civilizado que había en el tra -yecto se tornara salvaje. Para que la seguridad se con-virtiera en riesgo. Y no era sólo porque se tratara enapariencia de mujeres afligidas, tal vez acosadas por susmúltiples voces interiores, conectadas con el lado másoscuro de su psique. Lo que ellas ponían en tela de jui-

cio tenía otra naturaleza. Lo singular es lo opuesto a loidéntico. Si la identidad es una fantasía que nos inven-tamos para calmar la desesperación que supone ser di -ferente, ellas no se parecían más que a sí mismas, contoda su vulnerabilidad y violencia encima. Las huéspe-des inesperadas. La diferencia enemiga. Las voces anta-gónicas. Las expulsadas de los ATM y los delis. Ellas erancomo la perra blanca que se planta para incordiar la casaen el cuento “Paseo”, de José Donoso. Los rostros dife-rentes que, cruzándose en el camino, salpicaban la am -bigüedad y el desequilibrio. La circunstancia no com-prendida que, sacándonos ya no de la rutina sino denuestro aferrarnos a la simulación, abrían ese espacio es -pecífico para desestabilizarlo. Una grieta desde dondese escuchaba el murmullo de sus historias lejanas. Untajo abriendo a la posibilidad de que cualquier cosa nosdejase caer, de que algo nos arrastrara a su confín oscu-ro y todo se fuera al chute.

Lo más constitutivo del “yo” es siempre extranjero. Ylo que temí de ellas era lo que me aturdía de mí, cuan-do a través de sus rostros, vislumbré nuestro común ydiferido destino: desaparecer lleva tiempo, pero desa-parecer es una forma de persistir también. Me lo dije-ron ellas, más reales que todo lo conocido, reales comosólo pueden ser las cosas imaginadas o esos sueños in -soportablemente ciertos porque están desprovistos detodo lo irrelevante. La una con sus hombros encorva-dos de migrante latinoamericana sosteniendo la manode su hijo. La exiliada de Puerto Rico interrumpiendouna misa y quitándose de encima las estrellas incrusta-das a su abrigo. La última con su voz de amplio rangotonal, cantando a capella una canción que agitó en mílas cien noches oscuras de mi corazón roto.

LAMUJER QUECANTABA | 53

© Banksy

Nada más dañino en México que las decisiones de losregentes en turno que se sienten redentores, talan los ár -boles y construyen sobre taludes rascacielos de hierro yde vidrio que ponen en peligro la vida de sus habitantes.

Esos edificios hieren al paisaje. Sólo tienen razón deser en Manhattan. Allá sí, los neoyorquinos dieron en elclavo; aquí se ven falsos y construidos por manos ton-tas y mezquinas.

Ahora que el D. F. se ha cubierto de edificios inse-guros y hostiles, es bueno recordar a arquitectos quesaben cobijar y dar intimidad, como Diego Villaseñor,discípulo de Luis Barragán.

Ver la obra de un arquitecto capaz de curar las en -fermedades y las lacras del modernismo es un bien:“Ven, ven, te voy a cobijar para que no te enfríes; tam -poco voy a permitir que te queme el sol”. ¿No debe-rían ser esas dos frases las premisas de cualquier ar qui -tectura? Los médicos suelen aconsejarnos: “Tápense,no corran riesgos inútiles”. Recuerdo que hace añosentrevisté al autor del Museo Nacional de Antropo-logía, Pedro Ra mírez Vázquez, y le pregunté: “¿Cuál esel remedio con tra las goteras?”. “Una cubeta”, me res - pondió. No reí. Sentí tristeza. El sonido de una gota

de agua que cae en un calabozo es capaz de volver lo -co a un preso.

Antes, Tenochtitlan, como lo informan los aztecas, seextendía en círculos de jade e irradiaba luz como plu masde quetzal. Los grandes señores nacían en canoas y sobreellos se extendía una neblina de flores y por eso mismolos conquistadores se preguntaron si estaban vi viendo unsueño. Ahora todos vivimos la ciudad como una pesa-dilla y el lazo emocional que tenemos con nues tra casa seha reforzado porque regresamos a ella como a un faro.

Diego Villaseñor nació en Tlaquepaque, Jalisco, en1944. Es el autor de más de cien proyectos residencialesy desarrollos turísticos en México, en América Latina,Estados Unidos, Europa, Medio Oriente y Asia. Susobras en la costa del Pacífico, en Careyes, en Pun ta Zi -catela, Oaxaca, en Punta Ixtapa, Guerrero, han hechoque lo llamen un arquitecto de la costa, título que a él se -guramente no le dice nada porque, más que ningún otro,se relaciona con la tierra, y podría afirmarse que la tie -rra se lo devuelve con creces como una madre a su hijo.

Su obsesión por las alfombras de piedritas me llamamucho la atención. Recuerdo el cuento infantil de Pe r -rault, “Le petit Poucet”, “Pulgarcito”, que va dejándo-

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Diego Villaseñor, arquitecto

Protector dela naturaleza

Elena Poniatowska

“Un arquitecto es en cierta forma un médico y un confidente”,afirma Elena Poniatowska, la Premio Cervantes 2013, en estaentrañable semblanza sobre las creaciones arquitectónicas deDiego Villaseñor, el discípulo de Luis Barragán que ha sabidointegrar los elementos de la naturaleza en sus espacios dándo-les al mismo tiempo un sentido acogedor y hospitalario.

las una tras otra para reconocer el camino. Así DiegoVillaseñor encuentra el suyo entre magueyes y cactáceas.México siempre ha tenido que ver con las piedras y losmejores fogones son de piedra, lo mismo los hornos depan, los temazcales, los lavaderos. “De piedra ha de serla cama, de piedra la cabecera”, dice Cuco Sánchez, y re -clama: “Ay, corazón, ¿por qué no amas?”. También aDiego Villaseñor el corazón se le ha amacizado con pie -dras de tantos muros levantados y de tantos caminosempedrados. Ser de piedra es una ventaja. “No te oigo,soy de piedra”, responde el gobierno. “Soy de piedra,nada me duele”, dice la abandonada. En Yalalag, Oaxaca,las zapotecas colocan su comal sobre tres piedras así co -mo muelen maíz en un metate. En Tepoztlán, CarlosPellicer movió sus enérgicas piernas de caminante, ten-dió al monte azul y cargó la noche entera en su dorso deAtlante. Nos hizo descubrir a la piedra más alta delTepozteco y a ella le cantó. De sí mismo decía algo quetambién Diego Villaseñor podría suscribir: “Estoy todolo iguana que se puede, desde el principio al fin”.

También Luis Barragán creó casas para la contem-plación del mundo pero nunca se atrevió a ser iguanaporque sentía que estirarse al sol podía ser pecado. Sebañaba rápido sin verse, comía rápido como un tracis-ta, si partía en dos un totopo podía oírse en toda la casa.

Era franciscano, a diferencia de Villaseñor. Las casas deAmatlán y Punta Ixtapa de Diego son sensuales. A él legusta introducir una casa dentro de una jungla y quenadie sepa que está allí hasta descubrirla de pronto co -mo un tesoro o una víbora porque cualquier humano,hasta el más puro, puede destilar veneno si no lo sabestratar. Aunque las casas de Diego Villaseñor no agreden,siempre tienen su alguito de ponzoña. La Casa QuintoSol es pura armonía con su palapa indígena y sus sillasde palo, sus órganos y sus palmeras, que esperan consanta modestia a que las ocupen. Diego le da su lugar ala madera, le canta a la serenidad de la palma que tejenlos artesanos y recoge la sabiduría de la tierra pero antetodo privilegia a las piedras, las chiquitas y las grando-tas. Hace lo mismo en Bahía de Banderas, en Manza-nillo, en Zihuatanejo, en Zicatela, en Valle de Bravo yen su casa de Amatlán.

Luis Barragán es el papá de los pollitos. A Mariana Yampolsky, la fotógrafa autora de La

casa que canta, y al autor de Architecture Without Archi-tects, Bernard Rudofsky, les gustaría lo que hace DiegoVillaseñor.

Si Diego no fuera arquitecto sería un pintor de for-mas que fluyen y rasgos armoniosos, de texturas cálidasy tonos que tienen que ver con el sol.

PROTECTORDE LANATURALEZA | 55

Diego Villaseñor

En su casa de Los Cabos avienta un ala al cielo o alo mejor me equivoco y es una gigantesca hoja de ma -guey. Dos palmeras parecen levantar la casa como dosguardias reales, la terraza se extiende hasta la superficiedel mar y sus poderes de curación, su afán de eternidadestán a la vista.

En su casa de Rocas Rojas, en Zicatela, la luz tam-bién se vuelve sinuosa y ondula así como se cuadriculaen los enormes zaguanes hoteleros de Ricardo Legorre-ta, amigo y seguidor de Luis Barragán. La casa de Zica-tela cubre a sus moradores con una manta amorosacomo diciéndoles: “Anda, ya pasó, ya duérmete”. Con-solar, repito, también debería ser parte de la tarea de laarquitectura.

Diego Villaseñor logra lo que Luis Barragán y Ma -thias Goeritz lograron: levantar, sobre las cenizas delvol cán Xitle (que hace siglos cubrió de lava el sur de laCiudad de México) los llamados Jardines del Pedregal,un desafío para cualquier creador. Ambos, Barragán yGoeritz, sacaron un paraíso del infierno de piedras ne -gras que acuchillaban la tierra y de esos cuchillos de ob -sidiana brotaron iris morados que son las flores que másenamoraron al poeta Carlos Pellicer.

Más que nadie, Villaseñor comprende que las plan-tas son la mayor riqueza de nuestro planeta. Son partedel aire que respiramos, del agua que bebemos. Sin aguamorimos. Descuidarlas es descuidarnos a nosotros mis -mos. Por eso en vez de talar el árbol, Diego “le hace casi -ta”. Aristóteles decía que las plantas son seres vivos; tie-nen alma y buscan su camino al sol. Intencionadas semueven para asirse al muro o a la corteza del árbol.Siempre suben. Para llegar a rosa sacan espinas y secre-tan miel o una sustancia pegajosa que atrapa a múlti-ples insectos. Carnívoras, las plantas se tragaron a Die -go Villaseñor y nos lo devolvieron en forma de cactusque levanta sus brazos al cielo. Ese cactus lleva el nom-bre de “candelabro”.

Las plantas respiran y se comunican y se aficionan aquien las protege. La presencia del buen jardinero lasfecunda y algunas hasta tiemblan. El Principito de Saint-Exupéry cuida que no se marchite la única rosa de suplaneta. Si la ignora, sus pétalos se marchitan y se yer-guen al sentirse observados. Así la naturaleza de Zica-tela sana las heridas y devuelve la salud porque hay unaenergía cósmica y una fuerza vital en las casas de DiegoVillaseñor.

Las casas de Villaseñor son magnéticas. Diego reac-ciona al estado anímico de un árbol, a su color y a suenergía. Un árbol enfermo lo afecta como nos afectannuestros estados de ánimo, nuestros temores, nuestrainseguridad. A lo mejor si fuéramos árboles y tuviéra-mos a Diego de jardinero, seríamos más felices. En susmanos, las plantas nunca se marchitan y las casas no se

desmoronan ni envejecen pasadas de moda. Por eso loshermosos cuatro volúmenes dedicados a sus obras, im -presos y encuadernados por Graphic Design, en ArtesGráficas de Palermo y España, son un tesoro al igualque la naturaleza que él se ha propuesto proteger.

El gran legado de Luis Barragán unificó a sus discí-pulos y les dio a sus creaciones ciertas características:altos espacios a los que se llega por una puerta diminu-ta, corredores de techos bajos que desembocan en unaestancia de altas y generosas dimensiones, trazos seve-ros y monásticos que le sirven al hombre para concen-trarse y no para la dispersión que propician los absur-dos chalets para la nieve con todo y buhardillas que enMéxico resultan tan absurdos como los edificios queahora se tambalean en Santa Fe, aunque menos dañi-nos. Un arquitecto es en cierta forma un médico y unconfidente. A la viuda multimillonaria debe quitarle sucursilería, al banquero de recién ingreso guiarlo por elcamino de la morigeración, al junior asegurarle que latele se ve igual de bien en una pantalla normal que enun desmesurado cinemascope y que es mejor salir a co -rrer todas las mañanas al parque más cercano que cons-truirse un gimnasio a domicilio. ¿Cuál es el entorno delalma de cada uno? Diego Villaseñor le explica al empre -sario que una mesa de madera es más bella que un barcasero con refulgentes botellas y que una palapa con susvigas resulta más noble que una araña de cristal cortado.

Por último, quisiera desafiar a Diego Villaseñor ypreguntarle si estaría dispuesto a hacer milpa, es decir,a levantarle en Oaxaca una casa al maíz mexicano y acombatir al transgénico, genéticamente alterado.

Los mexicanos recurrimos al maíz para todo, no sólopara el nixtamal y las tortillas, el pozole, el pinole, laspalomitas, los tamales, el pastel de elote, el cucuruchode esquites. Abonamos la tierra con granos rojos, negros,blancos, amarillos y hasta morados. (Nada mejor queun humeante elote al que le clavan un palito, hervido aflor de banqueta en un perol). El maíz transgénico, losabemos todos, daña la salud de los niños, la de los cam -pesinos, a las comunidades mayas y a las oaxaqueñas, alos pueblos indígenas y a todos los desarrollos rurales denuestro país. Monsanto es una transnacional que afec-ta a la biodiversidad y su daño es crónico al igual que eldel cigarro.

Proteger al maíz es hacer lo que Diego hace en suscasas en las que enseña a vivir. Hasta el día de hoy, sus ele - mentos arquitectónicos han sido el agua, la luz, la tierra,pero también el maíz que defiende Francisco To ledo.¿Por qué aceptaría Diego, el arquitecto de los ricos? Meatrevo a pensar que a lo mejor lo haría por el re cuerdo desu nana, esa mujer indígena de terrón de te petate queno sólo lo tomó de la mano sino le fue nombrando unaa una las cosas de la tierra.

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Diego Villaseñor

< PUNTA IXTAPA / Punta Ixtapa, Zihuatanejo, vista desde el patio de acceso, 1994© Michael Calderwood

JARDÍN DE SAN MIGUEL / Jardín de San Miguel, Ciudad de México, detalle de escalera, 2008

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CASA LA CANGREJERA / Punta Ixtapa, Zihuatanejo, ventana hacia escalera al cielo, 1998

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CASA PAPELILLOS / Punta Mita, Nayarit, vista de patio interior y fuente, 2004

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CASA QUINTO SOL / Punta Ixtapa, Zihuatanejo, muro de alberca, recámara principal, 2005

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CASA LOS CABOS / Los Cabos, Baja California Sur, vista del patio hacia el mar, 2011

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CASA ROCAS ROJAS / Punta Zicatela, Puerto Escondido, Oaxaca, vista lateral del arco, 1991

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CASA LA LAGARTIJA / Valle de Bravo, Estado de México, escalera hacia el estudio, 1994

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CONVOCACIONES, DESOLACIONES E INVOCACIONES | 65

1. CONVOCACIONES

¿RECUERDAS CÓMO ERA LA LLUVIA

cuando aún no nos besábamos?Era julioy el moribundo cielose rasgaba.Nos miramos tras la rejamuchas veces,antes de que el frutose abriera.Nos subimos al puente del aromapara probar el naranjoen nuestra sed,y no saciaba.No saciaban los hielosen el vasoni el cántaro de vinoni la miel.Nos bebíamos el filode la lluviaen la ropa,en el paraguas,y el clamor no cesaba.Recorrimos las calles,los planetas,buscando el vértice del agua.No lo hallamos.Intentamos la espuma,la neblina,el vidrio de la madrugada,las fibras del rocío,la escarcha,la vibración de la nieve…Nada.

Convocaciones,desolaciones einvocaciones

Ethel Krauze

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Ni una gota que calmarala fiebre.No hubo otro modo:cerramos los ojosy dejamos que el beso nos llamara.

Quien nos viera volaren la espesurano sabríapor qué la luznos anuda.Por qué la estrellanos sigue aun bajo techoy se cuelga del hombropara no perdernos.Por qué la aurora nos buscaen cada notaen cada filode su lento círculo.Por qué nos silba el albarespirando por finsu brisa heladacomo si despertarade un desmayoo de una sombra.Por qué la alondracon su trino tejela claridadque nos envuelve,el latido donde nos tocamos.Quien nos viera iniciarel ancho vueloen el cristal de la noche,no sabría lo que hacemos.

2. DESOLACIONES

DESPUÉS DEL FIN

anidaré anidaréanidaré en tus brazos de fantasma,en tu cuerpo de agua.

Me habré roto en pedazos la cabeza,volcado en fuego.

Mas no habré muerto.

Te seguiréte seguiréte seguiré en la puerta de la nada,la cruzaré al desgairey entenderé qué hay detrás del fin.

Un hilo de tu ser empecinadose enredará en mis piernas,me tumbará de nuevorendido por tu amor, rendido.

CONVOCACIONES, DESOLACIONES E INVOCACIONES | 67

Tras de ti en el corredor del paraísopaciendo con los lobos,tu cuello de ángel con el hacha en medio,sabré,después del fin,de qué se muere uno en el infierno, cómo la sangre es una negra florbajando por tu espalda,sabrésabré de qué entramado son las sombras,me vestiré de luto,me vestiré de piedra,me enterraré entero en la oquedad.

Regresaré al antes,al quicio de tu puerta,al fresco de tu patio:a seraquel en cuyo abrazo ibas cayendo,ibas cayendocayendo como trigo que se duermeen el calor de la humedad.

Regresaré,sin duda,al tiempo blanco de los aguaceros.El tiempo en que existían las cosas:había cortinas sollozantes,

al menos eso parecían entoncesesperando que tu estela llegaraal paso de tu brisa de agua pura,aunque tus claros ojos parpadeanteseran solos de mar allende el viento,solos de guerra en plena pazsonando hasta la luz,sonandosonando en su cristal del jade.

Verdes tus ojos como negros mares.

En ellos llegaré,bebiéndolos.Bebiéndolos.

Después del fin no habrá mareas mansas:un desierto de olas empedradas

desprendidas del magma,recorrerá la tierra que pisaste,recordará los trazos que tu sombrasembró de noches claras nuestro mundo.Diáfanas noches de obsidianaen las que tú me cabalgabas.

¿Recuerdas cómo se sentía?Yo sí.Aún siento ese esplendor sobre mi pecho,la plétora de rosas que emanabade tu boca en mi piel,de la punta de tu lengua en mi cuello.El ánfora de azules aguas vivas

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que vertían tus palmas al tocarme,la cualidad de peces desbandadoscon la que atacabas mis piernas

mientras te subías por ellas.

Un poema acudiendo a la palabra,un poema viniendo en tu cintura,viniendoviniéndosea la altura del verso codiciadocon el que te mordías la mano,antes, siempre, del fin.

Cuando el mundo era un espacio buenodonde acampar,

una luna en el porche,una barca de niebla en la laguna,una tierra posible donde arar.

El mundo era una nota de aguaen el gran pentagrama.

3. INVOCACIONES

ESTA INDECIBLE SENSACIÓN

de haber tocado el aireen el fondo del aire,

debe ser Dios,¿o Diosa?;debe ser Él o Ella

desnudando la huella de mis dedospara tocar sin miedo su misterio.

Como el sabor que nos queda en la palmacuando la fruta acaba.

Como la lluvia en la ventana abierta,el palpitar del agua,esa ansia del agua por brotar

en flor,y abrirse en aguacero.

Así toco la luz del aguala pulpa y su cadencia,y espero

como sedienta mariposala bravura incendiaria de la rosa.

El lenguaje de Dios es de la Diosa.

Sin perseguir las sombras,sin extender las alas:

—tenue nube de seda—una conspiración de la bellezase precipita en esta hora dulce.

CONVOCACIONES, DESOLACIONES E INVOCACIONES | 69

La textura de Dios es un lenguajede fuego y luz,

nombra a las cosas y las mueve,las tocalas hiendelas recorre sin tregua y las convierte.

En el aire nocturno,en mis ojos cerrados,en la silente campanada

que sacude mi cuerpocuando suelto las amarras del mundo,Dios respira en mi piel,electriza mi sangre,es mi médula.

¿O soy apenas una de sus células?

A veces,las palabras son peces voladores

perdidos en el silencio de Dios.No pueden contener las campanadassecretas de su voz.Son como pétalos de un díamuy engarzadas en el tulipán;no son la flor, no son su savia,

su olor,su gracia.

A veces,se escapan antes de llegar

al pensamiento, al cáliz de la tintaal signo en el papel.Y se arrepienten de su atrevimiento,se hunden en el caos de un diccionario

que las describe huérfanas,sin trama que tejer;se vuelven cosas en los dedos,son moscas en la blanca página,exhalación apenas

del hervor en las venas,del río de Dios que corre:ese magnífico ojo del silencio.

Las palabras se cruzan en el airesin tocarse siquiera, volanderas.No conocen el ritmo ni el sentido,no contienen vivencias;sólo vibran, adentro,

son cuerdas de silencioque construyen los versosa la vera de Dios.

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Supongamos que todo estuvo ahí:las hilachas del sol sobre una laderaque cuidaba su propio cultivo de sombras,el árbol imaginadodesde la orilla de la ciudadcomo una fricción recurrente de ramasen la memoria que buscaotro árbol para fracturar el molde,otra postura del eucalipto para inventar una forma,una prueba de que el día vinocon su cuota de objetos,su volumen de naturaleza intacta.

Supongamos que ese jardíntuvo su propia ascendencia;que el barranco domado por la casacedió su intemperiea cambio de la baraja de tonosrepartida desigualmenteentre el régimen insubordinado del pastoy las calles sueltas como cintas desde lejos;que la ruta del campo fue el retornoa una edad menos sólida de los cuerpos,cuando el aire y la pieltrashumaban en un mismo flanco de la luz.

Supongamos que en ese declive de la tierradurante dos o tres horas junto a la fogatahubo una civilización y luego su ruina,un estilo estrecho de la frasey otro idioma de silenciosesculpido en la aldea de la boca,otra versión de la personamás clemente que nuestros contornosdescompuestos en la arcadia de una colina,

Tarde enHuitzilac

Tedi López Mills

Para Hugo Gola

TARDE EN HUITZILAC | 71

como las figuras de un tiempocarcomido por la campaña secade unas cuantas voces.Supongamos que tuvo sentidoproclamar el make it new en polvo morelense,el molino de Montale y su agua veteada,el “Dante y yo” mitigadopor el falso trópico de la frondaque anulaba toda noción de testigos,salvo el perro de la cuadrauncido a la reja de alambres,que recibía nuestros dardos de carnecomo un mártir condenadoa imitar la quietud del pavimento.

Supongamos que todo ocurrió:primero la polémica de hábitosmás allá del paisaje,el arte o la ira de la defensa;luego la duda moralen las cuestas de Huitzilac,a ratos la alianzaentre una tradición y el grito;que hubo al finalel gorjeo tan deseadode un ave diminuta,la melancolía dilatadade un burro pasajerofrente a la barda de piedra,y que la falla de origen en ese fasto bucólicono fue la extensa gramática de los comensalessino la avaricia imparcial de esa tarde,que dispuso dar otra vez de sítan sólo una idea más, imperfecta.

72 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Te siento a mis espaldas cuando escribo.

De alguna forma, te cargo en mis espaldas mientras escribo.

En cierto modo, eres estos versos.

Ajena a ello, en tus cosas, continúas tras de mí.

Ignoras que cada una de estas letras lleva algo tuyo,para reconstruirte, lejos, tiempo después, si hay un poco de suerte.

Espaldas

Luis Paniagua

“ASÍ LOS HOMBRES” | 73

Como racimos de uvas los hombrescayendo a tierraen un otoño apresurado

Nadie suponía que tan pronto estallaríanderrochando entre los surcosel tesoro bajo su dulce piel

Alguien dirá “inútilmentese derraman esos néctares nadielos llevará al cuenco de sus labios”

Gea gobierna con un saberantiguo y cruel forastero a los hombresdoblegando y segando cuando quiere

Cómo tan pronto ese amigose desgaja del sarmiento madresin llegar a la pródiga vendimia

Ningún pie ninguna maza macerará ese mostono conocerá la fermentación misteriosaen el silencioso vientre de maderas perfumadas

El turgente zumo se pudre en el breñales Cecias que con armas terriblesestá triscando las efímeras uvas

Entonces Gea bebe a fauces llenasla prematura presatodo le pertenece y ella decide el cuándo

Así el ciclo portentoso de astrosvides y hombres se hunde en la nochegotas de rocío en el océano sideral.

“Así loshombres”

Alberto Paredes

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Cosechó nobleza encanecidaen la aguja portentosa que desde su cabezaabre el cielo fugaz.

Mira con la sonrisade que a todo debe congraciarse el alma humanay con los dedos el espacio aglutina el entusiasmode letras contenidasya están dichascon la escritura que trazópoemas irrepetibles.

La palabra narradaes leera en el aireironía del tejidoque el desprendimiento aguza.

Volverán a sabersecuando las letrasrecuperen el soplo sapientey emocionado.De sí arroja el fuego desdobladoque vio la advertenciay estuvo en su pensamientoel fruto verderepleto de promesas maduras.

Esas sobre la mesa vocesdel condumio alimentana los demáspara saciarlos.

El andar va ganando el espacioque acumulan los piespara que a nadie faltedistancia prematura, el poeta la adelantaporque recorrerán los siglos que esperala tierra para alentaransiosa su permanencia.

Noblezaencanecida

Raúl Renán

DOS POEMAS | 75

EL JOROBADO EN EL PARQUE

El jorobado en el parqueUn señor solitarioSostenido entre el agua y los árbolesDesde que la cancela del jardínAbre el paso a los árboles y al aguaHasta la oscura campanada que enluta al domingo

Come el pan que ha envuelto en un periódicoBebe el agua del pote encadenadoQue los niños llenaron de cascajoEn la pileta donde pongo a bogar mi barca.Por la noche durmió en una perreraPero sin ser por nadie encadenado.

Llegó temprano como los pájaros del parque.Se sentó como el agua.Y Señor Señor Oiga lo llamaronLos golfillos del puebloQue salieron corriendo no bien les hizo casoHasta perderse lejos de su escucha,

Más allá del lago y los arriates,Riendo si el jorobado blandía su periódico,Jorobándose en bromaCruzaron el ruidoso zoo del saucedal,Esquivando al guardián del parquecitoQue recogía hojas con su pincho.

Y aletargado, el viejo perroA solas se quedaba entre nanas y cisnes,Mientras los bribonzuelos en los saucesHacían que los tigres saltaran de sus ojosY rugieran por la grava del arriate.Y entonces la arboleda azulaba de marinos.

Esculpida durante todo el díaUna figura de mujer sin tacha,Erguida como un olmo joven,Alta, esbelta, surgía de los gibosos huesosPara permanecer de pie toda la nocheTras la cancela y las cadenas.

Dospoemas

Dylan ThomasTraducción de José Luis Rivas

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Toda la noche en el parque esfumadoTras los arbustos y las rejas,Los pájaros, el césped, los árboles, el lagoY los niños, traviesos cual fresas inocentes,Que habían perseguido al jorobadoHasta la oscuridad de su perrera.

AMOR EN LA CASA DE LOS LOCOS

Una extraña ha venidoA compartir mi alcoba en la casa que anda algo mal de la cabeza,

Una muchacha loca como los pájaros

Que atranca con su brazo, su plumaje, la noche de la puerta.Rígida en intrincado catre,

Alucina con nubes que entran en la casa a prueba de los cielos.

Y también alucina con su ronda aquella alcoba de pesadilla,Libre como los muertos,

O cabalga el océano fantaseado del pabellón de los varones.

Aquí llegó obsesionadaCon que recibe la ilusoria luz a través del fuerte muro,

Obsesionada con los cielos.

Duerme en la estrecha artesa aunque deambula por el polvo,Y a voluntad delira

Sobre el tablado de la casa de los locos luido por mis lágrimas andantes.

Y preso a plena luz en sus brazos, amados luego de largo tiempo,Ojalá logre yo resistir sano y salvo

La primera visión que puso fuego a las estrellas.

Reseñas y notas

Ramón Gómez de la Serna Carlos Arruza Octavio Paz

Alberto Giacometti Sandra Lorenzano Francisco de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, 1799

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Alberto Giacometti (1901-1966) creó consus dibujos, grabados, pinturas y escultu-ras un espacio nuevo: el espacio del des-vanecimiento, el lugar donde las formascomienzan a disolverse, pero sin desapa-recer. Cuenta la leyenda que en 1938 Gia-cometti tuvo una revelación al ver a unaamiga suya alejarse en medio de la nochehacia un bulevar iluminado. Desde en -tonces, quiso atrapar ese efecto de corri-miento, esa onda que va desgajándose enfilamentos, líneas cortadas, huecos. De ahílas formas alargadas de sus esculturas, susformas delgadas y finas, desplazándose, encamino; o las figuras entre redes densas delíneas incompletas de sus pinturas, ale-jándose siempre en una longitud de ondano identificable (algunos museógrafos ave -zados prolongan el efecto de corrimientocolocando una fuente de luz frente a susesculturas para que la sombra continúealejándose en el muro). Esa misma orien-tación tienen sus esculturas minúsculas, de10 o 12 cm, con las cuales quería paten -tizar el efecto de desvanecimiento, lograrque el espectador entrase en su cauda deun solo vistazo, sin que su mirada vagarade un detalle a otro. Por ello sus escultu-ras provocaban una gran incertidumbre;no podían adscribirse ni a la abstracción nia la figuración en tanto opciones polares.Sus obras abrieron un nuevo espacio parael arte; y, eso, muy pocos pueden hacerlo.

Siempre que se habla de la formación deGiacometti, aparece Antoine Bourdelle,de quien se dice trabajó con Rodin, co -mo si a eso se redujese su importancia.Bourdelle fue un escultor poderoso; susobras buscaban alcanzar una síntesis plás -tica siguiendo el orden de lo que llamaba la“construcción”: contener, mantener, con -trolar; a Giacometti le debe haber intere-

sado sobre todo su trabajo por planos y labúsqueda de líneas simplificadas. La acen -tuación de las líneas se intensificó en laetapa surrealista de Giacometti; en 1933creó una pieza escultórica, El palacio a las4 a.m., cuya fuerza desborda a los cientosde “objetos” con que nos atiborran hoy endía en los museos y galerías posmodernas.Para desarmar los parloteos sobre el fracasode las vanguardias bastaría con mostrarcómo, desde la irradiación vanguardista,se alcanzó una comprensión artística, y yano sólo folclórica o cultural, de las másca-ras, esculturas y pinturas de África, Ocea -nía y América. Las vanguardias quebraronla frontera liminar de lo artístico. Giaco-metti exploró esos bordes y, bajo la guíade Bourdelle, también la plástica griega.En sus esculturas de rostros y de manos esposible apreciar esas exploraciones y bús-quedas; en Manos que sostienen un vacío(objeto invisible) (1934), una escultura debronce que muchos historiadores consi-deran su última obra surrealista, y la pri-mera donde aparece una figura humanaanatómicamente completa, el rostro es unamáscara en que la nariz continúa la fren-te, como en las esculturas griegas.

Parece que en nuestros días lo estéticose reduce a las “singularidades”, pero elproblema es que las singularidades ya no

se distinguen unas de otras en el mercadode lo intercambiable. Giacometti se pre-ciaba de ser un copista; incluso escribióunas notas muy bellas sobre las copias enL’Éphémère, la revista que editaron YvesBonnefoy, André du Bouchet, Louis-Renédes Forêts y Gaëtan Picon para la Funda-ción Maeght. Toda su vida copió obras demaestros antiguos; las artes le aparecíansimultáneamente como si el tiempo to -mase el puesto del espacio. Hombre quecamina (1947), la escultura con que al -canza sus afanes de desvanecimiento, de -viene de El hombre que camina (1878), deRodin. No buscaba una singularidad entanto estilo unificado o insularidad atípi-ca; cada nueva obra disipaba a la anteriory excluía la comparación inmediata. Loque buscaba era crear un acontecimientoal lado de las cosas y los seres que lo rodea -ban, seguir su historia, su formación, lasseries de las que formaban parte, los re -gistros a los que se ceñían. Así, el dibujo,las pinturas, los grabados y la escultura es -taban unidos en un mismo flujo.

Como todo gran artista, Giacomettifue construyendo su propio pensamiento.Fue amigo de Breton y de algunos surrea -listas, y luego estuvo cerca del existencia-lismo. Sartre consideraba que con sus obrashabía provocado una revolución coper-nicana en el arte; veía en sus figuras alar-gadas a seres caminando entre la nada y elser. A mí me gusta más la imagen que acu -ñó Jean Cocteau para referirse a esas es -culturas tan potentes y, al mismo tiempo,tan delicadas: “nieve que conserva las hue -llas de las pisadas de un pájaro”. Quizánosotros estemos a la distancia justa deGiacometti, y ahora podríamos formar al -go en el espacio de desvanecimiento queél abrió.

Alberto Giacometti (a cincuenta años de su muerte)El espacio de desvanecimiento

Salvador Gallardo Cabrera

Alberto Giacometti

RESEÑASY NOTAS | 79

Pero en esa mansión, a cuya puertaSe extingue nuestro aliento, hay otro aliento

Que de nuevo a la vida nos despierta.

Así, con estos versos de Manuel Acuña,cierra el narrador la entrañable visita aaque lla casa de las once puertas que eshogar y memoria, arrullo y raíz. Puertoseguro al cual regresar cuando los vientosde la vida soplan más solos o más despia-dados que nunca. Allí estarán siempre elabrazo del abuelo, las risas de las tías, el ver -de generoso de la tierra, para dar, para dar -nos otro aliento.

La casa de Huejutla es el Líbano de Car -los. A ella vuelve una y otra vez para bus-car paz y pertenencia, tal como los suyosvolvían a los paisajes cantados por Gibrán.Quizá por eso amo, como él, los relatosde migrantes. Porque le dan sentido a nues -tras nostalgias. Quienes crecemos añoran -do paisajes propios y ajenos, sabemos tam -bién hacer hogar en cualquier pedacito decualquier patria. ¿Dije “nostalgias”? Deboestar distraída. Por supuesto quiero decir“morriña” (como dicen los gallegos, y co -mo decía mi madre), quiero decir “sau-dades”. Justo aquí, para hablar de esto, esesta palabra “saudades” la que mejor se aco -moda. Dicen que las saudades portugue-sas son nostalgia de lo que fue, de lo quepasó, pero también nostalgia de aquelloque no vivimos.

Quienes somos hijos y nietos de inmi -grantes, como el Antonio Torres Herediade Lorca, “moreno de verde luna, voz declavel varonil” , lo era de camborios, va -mos por la vida con extrañamientos tam-bién por lo que no fue, por lo que —enpalabras de Javier Marías— se queda en “lanegra espalda del tiempo”. Y ahí andanlos historiadores —sobre todo si se dedi-

can a la historia regional, digo yo, como elquerido Carlos— naciendo en Jalisco, es -tudiando en Pachuca, llegando a la UNAM,pero siempre imaginando Líbano, comoen un pentimento algo borroso pero fir -me, hablando español pero soñando ára -be, y a la inversa. Nadie se libra de la mar -ca; es más persistente que la cola de cerdode las estirpes condenadas a cien años desoledad.

En La casa de las once puertas, CarlosMartínez Assad nos lleva de la mano alpaís de la infancia. Allí otra vez, comocuando éramos chicos, el relato nos en -vuelve y tranquiliza. Su vocación de me -morioso sabe que somos lo que hemos vi -vido pero también lo que han vivido otros,lo que nos han contado, lo que hemos leí -do. Hay un psicoanalista francés que diceque somos contrabandistas de historiaspropias y ajenas, y me encanta esa idea deun contrabando del que no siempre so -

mos conscientes y prácticamente nuncasomos responsables.

Por eso escribo, dice Carlos casi sin de -cirlo. O diciéndolo en un susurro detrásde la voz de la madre que cuenta (y seque ja porque la interrumpen), del niñoque mira y escucha, del hijo adulto queama esas voces que son también suyas.

Hay un mandato de la sangre que Car -los cumple a través de las palabras. Peroquien lo enuncia no es él sino esa suertede álter ego del lado campesino, del lado delos calzones de manta y los movimientospopulares. El maestro rural, otro hijo deHuejutla, dice en las últimas páginas de surelato, hablando con su padre: “Mira, meimporta porque eres mi padre y si te pasaalgo, a nosotros nos va a joder, pero a míme gusta, de hecho siento orgullo por ti,porque lo hagas y qué más te puedo decirque cuentes conmigo. Yo te apoyo en lo quepueda —aquí imagino yo una pausa, la

Carlos Martínez AssadDonde habita el almaSandra Lorenzano

Carlos Martínez Assad

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escena es como de vieja película mexicana,como de esas de las que Carlos sabe más queningún otro de nuestros escritores. Pausa en -tonces y… retomo—: Yo te apoyo en lo quepueda, a hacer escritos” (p. 204). ¿Másclaro? Y hablo de películas porque ya sa -ben que soy fan de muchas de las obras deMartínez Assad, pero tengo especial pla-cer por volver una y otra vez a La Ciudadde México que el cine nos dejó. Se sabe to -dos los diálogos, conoce a todos los “ar -tistas”, como se decía en aquella época,canta las canciones, las disfruta, las analizacomparándolas con Renoir, o con Fellini,o con Griffith… Y luego vienen a contar-nos que los estudios culturales nacieron enEstados Unidos. Cosas veredes, Carlos…

Claro que el mandato de “hacer escri-tos” aumenta si contar historias es el ofi-cio: “Cuando me preguntaban en la fa -milia por qué no escribía la historia o almenos realizaba un árbol genealógico, pen -saba que sería una camisa de fuerza para la

imaginación, por eso preferí la novela contodo y sus intrínsecas mentiras” (p. 35).

Leo las páginas de La casa de las oncepuertas y me dan ganas de contarle lo tanparecido pero tan diferente que era todoallá, al sur de todos los sures, donde laabuela fue siempre Luisa aunque el actade nacimiento rusa dijera cualquier otracosa, y el apellido es hijo de la distraccióndel funcionario de la aduana que veía de -masiados extranjeros que bajaban de losbarcos cada día y lo mismo le daba Juanque Pedro (o Juana que Chana, como di -cen algunos), Schumacher que Gramajo.“¿Por qué no hablarán en cristiano estosextranjeros?”. Y la sorpresa gozosa ante lasmaravillas de México se parece a lo queTununa Mercado cuenta de nuestro pro-pio exilio. A todos los que llegamos nosatrapan…

“Este paisaje se hacía más interesantecuando los domingos los vecinos llegabandesde las barriadas, rancherías y pueblos

vecinos y colocaban sus blancos toldos demanta con sus productos en un mercadoestrella que atraía a los indios de toda laregión para comerciar las más variadas mer -cancías: maíz blanco, negro, morado, ana -ranjado, amarillo, rosa, café, beis; chilestambién de muchos colores y tamaños; fri -jol con variedades inimaginables, del claroal más oscuro; tabaco, café, ajonjolí, choco -late, amaranto, piloncillo, anís, jitoma tes,chayotes, habas…” (p. 41) y la enumera -ción sigue y sigue con el vértigo multico-lor del propio mercado.

La melancolía del destierro se transfor -ma en fuerza y alegría en la prosa de Car-los. Son saudades felices las suyas. Sí, lesjuro que eso también existe.

Como Comala, como Macondo, tam -bién Huejutla es el centro del universo.Un universo de puertas abiertas para queentren por ella novias muertas y hombresenloquecidos de amor, los vendedores denombres, los pianistas solitarios y silen-ciosos, esposas cambiadas, o hasta la Ligade la Decencia personificada por las tije-ras de la madre que corta con celos im -placables a la voluptuosa Rosita Fornésde la foto en que posa con el padre y elniño, con el mismo entusiasmo con quellevó a toda la familia a ver los segundosdel noticiero en que el mismo niño es re -tratado junto a un candidato que pasa porel pueblo. Querido Carlos, no sé si lo sa -bes, pero sospecho que todas las madreshubiéramos actuado igual.

La otra cara del otro centro del uni-verso es el Líbano. De ida y vuelta, el via -j e del narrador tiene dos Ítacas, esa es larealidad de muchos de nosotros, el secre-to que quizás Homero se guardó para sísin revelárselo al pobre Ulises.

Me gustaría cerrar estas páginas conuno de los epígrafes del libro, unos versosde Pita Amor: “Al decir casa pretendo ex -presar que casa suelo llamar al refugio queyo entiendo que el alma debe habitar”.

El alma de Carlos Martínez Assad —yahora también la nuestra— habita una ca -sa de once puertas.

Texto leído en la presentación de La casa de las once puer -tas, de Carlos Martínez Assad (Seix Barral, 2015, 230 pp.)en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa, en la Ciudadde México, en abril de 2015.

RESEÑASY NOTAS | 81

Octavio Paz ha sido el traductor incansa-ble de los di versos lenguajes y códigos dela sociedad mexicana, un revelador de ana -logías entre el mundo mexicano con lascomunidades europeas y las culturas delextremo Oriente, especialmente la India.De todo esto dan cuen ta sus ensayos pero,también, su poesía.

Octavio Paz es un hombre de letras que,en tanto tal, asume los aspectos más di -versos del mundo en que le tocó vivir, dia -loga consigo mismo, que es encontrar a losotros, puesto que nuestro ser no es puraidentidad consigo. Y es que antes de todoencuentro, de toda in vasión del afuera, elotro está ya en nosotros y condiciona apriori la aprehensión del otro fuera de no -sotros. Cuando Paz escribe “en una socie-dad realmente libre lo importante sería elcultivo de las diferencias”, pues “aquelloque nos distingue es aquello que nos une”,propone, ni más ni menos, la primacía dela relación y, por tanto, del diálogo en laexistencia humana. El otro me descubreesa posibilidad de ser que no puedo haceren mí pues me asombra y me deslumbra;descubre una carencia, una menesterosi-dad y al reconocerle me reconozco. Yo-mis -mo sucede, en el tiempo, a yo-otro. Y esque lo que no está unido desde un princi-pio no lo estará jamás. Sólo la distinciónhace presente en la carencia el impulso ala unión. Y dice Paz: “La decadencia mo -derna del amor es la consecuencia de ladecadencia de la noción de persona y delocaso de la idea de alma”.

Entonces, poder encontrarse a saborentre las cosas, en paz consigo, requiereque el individuo, instalado en la comu-nidad, se sepa otro. Instalarse en la co -munidad y saberse otro presupone la ideadel alma sobre la que se construye el yo.

El yo así construido hace del hombrepersona. “La idea del alma —declaraOctavio Paz a Ma sao Yamaguchi— es elorigen del amor en Occidente. Uno noama solamente el cuerpo, ama tambiénel al ma. Como esa alma está ligada a uncuerpo, se ama a una persona, solamen-te a esa persona”.

Asimismo, dice Paz al filósofo Fernan -do Savater: “No nos conocemos a nosotrosmismos porque no po seemos una identi-dad única y estable. El hombre es un des-conocido para sí mismo porque encierra ensí mis mo personalidades que desconoce…Hay, en cada uno de nosotros muchos des -conocidos: nuestro cuerpo, el hombre queaparece en nuestros sueños o el que brotaen ciertos momentos privilegiados, comoel amor, la con versación, la pasión…”.

Todo Paz parece encerrarse y abrirseen este poema:

Todo nos amenaza:El tiempo, que en vivientes fragmentos

[divideAl que fui Del que seré,Como el machete a la culebra;La conciencia, la transparencia

[traspasada,La mirada ciega de mirarse mirar;Las palabras, guantes grises, polvo

[mental sobre la yerba,El agua, la piel;Nuestros nombres, que entre tú y yo

[se levantan,Murallas de vacío que ninguna

[trompeta derrumba.

Ni el sueño y su pueblo de imágenes[rotas,

Ni el delirio y su espuma profética,

Ni el amor con sus dientes y uñas nos[bastan,

Más allá de nosotros,En las fronteras del ser y el estar,Una vida más vida nos reclama.

Octavio Paz ha sido uno de los esca-sos escritores con temporáneos para quienel encuentro de Oriente y Occidente sig -nifica, como el encuentro hombre-mu -jer, la vuelta al principio en el camino ydesde el aquí y aho ra. Así “el que escribey aquel que mira al que escribe son lamisma persona. El escritor se percibe co -mo dualidad, como escisión”. El verda-dero escritor, el verdadero artista, sabeque el núcleo de su experiencia poética,como esa primera línea que ha esboza-do, le han sido dictados y en ese instantecomprueba que yo-mismo surge del en -cuentro de los contrarios, como las ale-grías y las tristezas no se excluyen en lafelicidad y la beatitud. El autodiálogo, me -jor aún, el diálogo intrapersonal, anulala facilidad de los ismos y el hombre departido que enfrenta, desprejuiciado, eltexto del artista reintegra su ser antes ena -jenado y disperso. Porque el verdaderopoeta es yo y yo-otros, reproduce el lec-tor ese mis mo diálogo que no es con elautor, sino consigo.

No puedo concluir sin citar unos ver-sos de Paz que son, también, una plegaria:

Soy hombre: duro pocoY es enorme la noche.Pero miro hacia arriba:Las estrellas escriben.Sin entender comprendo:También soy escrituraY en este mismo instanteAlguien me deletrea.

Octavio PazPensador y poeta de la alteridad

Francisco Prieto

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El amor, el sueño y la muerte en la poesíamexicana, en la edición de Novaro que seterminó de imprimir el 28 de febrero de1974, hace 42 años, fue mi compañía du -ran te aquel tiempo en que nos empeñá-bamos en formarnos como poetas, añosen los que la lectura perfilaba estilos, poé -ticas, trincheras, al enseñarnos la tradiciónde la que venimos y desde la que partimospara continuarla, renovarla, transformar -la. No era la primera edi ción. No obstan-te, este libro entrañable al que confieso enel corazón de mi memoria, en el centro delas lecturas decisivas, en la recurrenciade la consulta que desgasta sus páginas,viene de nuevo a mí en una edición enri-quecida con una selección aún más am -plia de poemas que constituyen nuestrareferencia literaria, una his toriografía poé -tica del siglo XX, con su camino franco, yaen trote veloz recorriendo este siglo XXI.

El incipiente poeta y el que haya po -dido alcanzar a ser hoy no tenemos sinogratitud hacia el antologador de esta rutapoética que fue norte en la juventud yque ha sido referencia fundamental paradisfrutar —por el camino de la compren-sión— la poesía de la tradición que nossustenta.

En su prólogo, valioso por esclarece-dor y deleitable, vivificado también por unpermanente ejercicio crítico, Jaime Labas -tida refiere la idea propuesta por PedroHen ríquez Ureña, respecto a que despuésde sor Juana no hay poesía importanteen México hasta Manuel Gutiérrez Náje-ra; es decir, hasta el Modernismo, ya bienen trado el siglo XIX. Percepción en la queLabastida reflexiona para proponer unalectura que no nos confine a los extre -mos, que no pacte con el vacío histórico,sino que haga visible el eslabón que repre -

sentan autores como Gutierre de Cetina oLuis de Sandoval Zapata, y algunos poetasdel XIXque enlazan Romanticismo con Mo - dernismo, significados por Manuel Acuña,Manuel J. Othón y Luis G. Urbina, con-temporáneos del Duque Job, cuando la fé -rrea tarea de erigir una nación era la prin ci -pal preocupación de la vida independientey, en consecuencia, de quienes construíanla literatura del país. Fue en ese lapso quelas varias propuestas estéticas por atender,entre ellas las de la creación literaria, esta-ban vinculadas al periodo de la búsquedade una identidad nacional. Un momentoen el que Altamirano proponía que tan -to en la novela como en la canción popu-lar po dían exaltarse los valores de la pa -tria y encontrar la ex presión posible de unaidentidad fortalecedora.

Acuña, Othón y Luis G. Urbina es -tán presentes enEl amor, el sueño y la muer -te en la poesía mexicana junto a Gu tié -rrez Ná jera, para fundamentar que nose termina con corte limpio el pasado pa -ra franquear el futuro, que nunca se ini-cia de la nada.

La época representa para el idioma quecompartimos un momento de búsqueda yde renovación; a los intelectuales de nues -tra América les corresponde hacer la refle -xión sobre su circunstancia continental.Así, con un notable fervor interrogan latradición poética, en cuen tran los valoresde sus recursos literarios y revalorizan elidioma.

El Modernismo en Hispanoamérica fueuna forma eficiente y puntual de devolvera la lengua española una propuesta crea-tiva en el mismo idioma heredado du ran -te la dominación, enriquecido por las vo -ces indígenas originales y hecho propiocomo lengua materna rica y expresiva.

Tenemos en cuenta que el octosílaboy el endecasílabo son las medidas del ver -so más utilizadas en nuestra creación poé -tica hispánica. Dice el gran amigo de Al -fonso Reyes, Henríquez Ureña, citado porLabastida, que el endecasílabo “es el ver -so por excelencia clásico de las literaturascastellana y portuguesa”. Es verdad. Aun - que hay que agregar que lo que en portu-gués suena a endecasílabo para nuestrooído castellano es en realidad un verso de -casílabo, de diez sílabas para la retórica dela lengua portuguesa, ya que la regla de ver -sificación es más sencilla: simplemente elúltimo sonido fuerte del verso da la me -dida. Obviamente sucede lo mismo conel oc tosílabo, que en portugués es hepta-sílabo. En esta estro fa con la que da inicio“Vou-me embora pra Pasárgada”, poemade Manuel Bandeira, notamos que la va -riedad acentual de los versos, heptassíla-bos en portugués, suenan a octosílabos encastellano.

Vou-me embora pra PasárgadaLá sou amigo de reiLá tenho a mulher que eu queroNa cama que escolherei

Jaime Labastida plantea en su prólo-go conceptos filosóficos, desarrolla juiciossobre la creación poética y sobre el poe -ma como estructura literaria; ofrece pla-

Jaime Labastida Viaje por la poesía Eduardo Langagne

RESEÑASY NOTAS | 83

taformas variadas para la actualización delas polémicas que pueden darse alrededorde este asunto tan cercano a todos, tan le -jano a todos. Una actualización necesaria,que clarifica ideas sobre algo en lo que nohay aún definición exacta: la poesía. Lapoesía es creación, la poe sía es algo de loque hacen los poetas, y probablemente esun no sé qué que queda balbuceando...

Todo estudio o reflexión sobre la poe -sía, estoy convencido, incluye a Machado.Hoy es siempre todavía. An tonio Macha-do escribe filosofía cantada. Es un poetaque leyó a su contemporáneo Ortega yGasset. Canto y cuento es la poesía, se can -ta una viva historia contando su melodía,afirma, y las enseñanzas de Juan de Mai-rena son parte de esta apuesta reflexivaque Labastida asume certeramente.

El prólogo de El amor, el sueño y lamuer te en la poesía mexicana nos conducea confirmar que las vanguardias abrieronespacios de creación más amplios, perotambién nos obliga a volver a reconocerque estos nuevos ámbitos de propuestacreativa no siempre concluyeron con el ex -perimento que quisieron realizar. La ri mano necesariamente trae poesía, pero la au -sencia de rima tampoco hace el poema.Machado también su giere: líbrate del versocuando te esclavice. Es verdad que el versolibre ha dejado una maravillosa posibili-dad de combinar versos clásicos, estrofasclásicas y acentuaciones distintas de cadauno de los tipos de verso. En esta bella es -trofa contemporánea llamada verso libre,el poe ma dice de la manera que le es másconveniente. Al am pliar las ideas de Go -rostiza sobre la poesía actual, con todo yque la palabra actual se actualiza perma-nentemente, las que argumenta Labastidaen su prólogo me hacen recordar cuán cier -ta es aquella sentencia de la sa biduría po -pular que me gusta repetir: hay quien ensu -cia el charquito / pa que luzca más profundo.

Desde mi punto de vista, la metáforase elabora pa ra que el sonido de la ima-gen facilite la comprensión del verso.

En el poema, las palabras saben tra-ducir con fidelidad la emotiva expresiónde los acontecimientos. Tienen pre senciael sustantivo adecuado y el adjetivo que davida. Ambos, en comunión semántica, sesuman al testimonio lírico, o épico. En fin,

creo que uno de los pro pósitos de la poe-sía es enaltecer la vida, lo cual nos enseñaa va lorarla en una dimensión poliédrica.

Esta antología es un libro de texto pa -ra los lectores en general, un compendiojugoso para los lectores de poe sía, indis-pensable para quienes escriben poesía y,más aun, para quienes quieren escribir poe -sía. La selección de poemas y poetas queha ampliado para esta edición Jaime Labas -tida es sumamente rica. Para cada autorha escrito comentarios, singularizando lascaracterísticas de su poesía. En el aparta-do de El amor, la muestra nos conduce porla silenciosa pasión prohibida de ManuelJosé Othón, que en “Idilio salvaje” nosdio uno de los momentos más inquietan-tes de la poesía mexicana; por el rigurosoDíaz Mirón, compilando términos en de -suso para darles nueva dimensión semán-tica, cincelando su poema como una joyaen un idilio bucólico; por el in novadorTablada, vanguardista, orientalista; porel Efrén Rebolledo que escribe poemasdel amor entre muchachas con toda la sor -presa para su momento; por el Pellicer so -lar y fluido, el Pellicer fluvial.

Celebro especialmente la novedosa in -clusión del ci clo de poemas de López Ve -larde sobre Fuensanta, la ati nada propues -ta que significa leer reunido todo el ím petudestinado a Josefa de los Ríos, su amorju venil. Un momento resaltable del volu-men es el ensayo en el que Jaime Labasti-da arriesga y valoriza, en una nueva lectu-ra, el poema “Hormigas”: esa vocacióndual de López Ve larde por la carne y el es -píritu; la culpa por el desenfreno o por lomenos la sombra posterior al gozo carnal.

En López Velarde se dan cita algunasconsideraciones modernas, del Modernis -mo específicamente, y están aprehendidaslas del XIX. En esta selección vemos imáge -nes distintas del rostro poético del jerezanoque abren nuevas y estimulantes lecturas.Labastida recoge así la ilimitada expresiónpoética de una de nuestras voces más im -portantes, el joven abuelo, santo laico opadre soltero de la poesía mexicana.

El libro suma también a Gilberto Owen,misterioso y lúcido; a Rosario Castellanos,punto de enlace a la mi tad del siglo XX contodo lo que nuestras autoras contempo-ráneas nos traen a la poesía en los años re -

cientes; a Alí Chumacero, inagotable en suespacio breve, generoso y eterno maestro.

El único poeta vivo incluido en estamuestra es, me recidamente, Eduardo Li -zalde, que con El tigre en la casa ha ofreci-do un altísimo momento que renuevanues tra poesía. Leemos al clásico Gutierrede Cetina de ojos claros, serenos y al presti -digitador Luis G. Urbina que sabe desafiarun beso con una mano frágil que lo evita.

La selección acrecentada de Rubén Bo -nifaz Nuño, uno de los poetas leídos porlos jóvenes con sincera cercanía afectiva,reúne poemas de El manto y la corona co -mo “Amiga a la que amo: no envejezcas”,una relectura que Bonifaz hizo al antiguopoema de Rosnard, de los Sonetos para He -lena, de 1587, que conocimos tradu cidopor Lizalde. Las lecturas y apropiacionesque nues tros maestros hicieron de poemasclásicos son indudablemente una ense-ñanza. De Octavio Paz, que con su inte-ligencia nutrió la segunda mitad del si -glo XX, leemos “Piedra de Sol,” uno de losgrandes poemas del idioma.

En “El sueño”, Ortiz de Montellanoestá presente con su “Segundo sueño”, he -redero de sor Juana, nuestro pun to de par -tida, que en su largo poema de casi mil ver -sos lleva a la conciencia adormecida hastael nacimiento del día.

Al final está “La muerte”. Canta Jai -me Sabines la pérdida del padre; EnriqueGonzález Martínez la pérdida del hijo;Luis de Sandoval Zapata la pérdida delespíritu.

El centenario cocodrilo Efraín Huertacon el “Bo rrador para un testamento” ysus necrologías para Da río y Kafka; Ma -nuel Gutiérrez Nájera que no muere deltodo paseando el modernismo por Plate-ros, evocando el París del XIX. Manuel Acu -ña con su olor cianúrico de almendras; elXavier Villaurrutia nocturnal, nostálgicoy el José Gorostiza de la “Muerte sin fin”que completa este libro con su voz con-cluyente: “¡Anda, putilla del rubor hela-do, / anda, vámonos al diablo!”.

En El amor, el sueño y la muerte en lapoesía mexicana, de Jaime Labastida, se ofre -ce una ruta de lectura con tres temas querecogen poemas esenciales y se celebra lapoesía escrita en México, poemas que ha -cen un homenaje a nuestra lengua.

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Nikolai Rimsky-Korsakov destapó la bo -tella. Aún quedaba un poco de vodka. Tuvoel impulso de llevársela a la boca y beberdirectamente de la botella, como acostum -braba hacer Mussorgsky. Pero cambió deopinión. Se puso de pie, fue a la vitrina ysacó un vaso. Vertió lo que consideró unpar de tragos. Se volvió a mirar el piano,y brindó a la salud de su amigo. A sus oí -dos vinieron las extrañas y sublimes armo -nías de la música de aquel compositor. Ytambién vinieron sus arengas, como si es -tuviera ahí. Siete meses había vivido enaquella casa y cada día reclamaba lo mis -mo. Apenas la víspera había empacado suscosas y se había marchado. En unos cuan -tos días, Nikolai contraería matrimo nioy su novia Nadieshda pasaría a ser la dueñade la casa. Por supuesto que Mus sorgskytomó a mal la nueva. No por él, finalmen-te podría acomodarse en cualquier parte.Sino por Rimsky-Korsakov: “¿Y qué va aser de tu vida musical, Kolia? —le habíainquirido—. Con una mujer a tu lado vasa bajar la guardia y tu música se va a pudrir.Vas a componer como un burgués. Comolo que eres: un maestro insignificante demúsica en un conservatorio donde se en -venena el talento de los alumnos”.

Nikolai Rimsky-Korsakov se habíaacos tumbrado a aquellos juicios. Se es for -zaba por ser tolerante. No tiene ningunaimportancia, se decía, amo el corazón y lagenialidad de este hombre, no sus perora-tas. Escuchaba a Mussorgsky to car el pia noy al instante una fuerza le imbuía el alma.

Sintió el vodka deslizarse por su gar-ganta. Le costó un enorme esfuerzo tra-garlo. ¿Cómo era posible que Mussorgskybebiera un litro diario, todos los días, cadadía de la semana? ¿Un litro? Eso jamás po -dría entenderlo.

La convivencia había sido extremada-mente difícil. Porque Mussorgsky se la pa -saba sentado al piano, y no necesariamen -te porque estuviera componiendo. Poníalas manos al teclado y las notas fluían enun lenguaje nuevo e inusitado. Rimsky-Korsakov se angustiaba de ver que aque-lla sonoridad se pulverizaba en el aire. Deque Mussorgsky se dejaba llevar de la ins-piración y no fijara aquellas melodías enel pentagrama. ¿Quieres que apunte, Mo -dinka? No, si quisiera escribir lo que com -pongo yo mismo lo haría, ¿crees que soyidiota? Entonces salía de la casa y se iba alconservatorio. Tenía todo ahí: intimidad,un estudio con piano, papel pautado, plu -ma y tinta. Ahí escribía una obra tras otra.Prefería hacer eso ahí, en el conservatorio,en su centro de trabajo, que hacerlo de -lante de su amigo. Porque enseguida locriticaría. ¿No te das cuenta de que estássiguiendo preceptos que no son tuyos?,¿que estás sometiendo tu creatividad a losprincipios académicos de ese cementeriollamado conservatorio? El arte de la músi -ca debe brillar con luz propia. Hacer añi-cos los convencionalismos academicistas.Destruir las estructuras aparentemente in -destructibles. O se compone así o no secompone. Qué chiste tiene repetir las fu -gas de Bach, los scherzos de Beethoven,

las bromas de Mozart. Si no aprovechastu talento para componer entonces estásperdido. Lo que escribas es basura. Comotodo lo que escriben en el conservatorio.Maestros y alumnos. De ahí no se saca másque verdura tumefacta.

Rimsky-Korsakov se quedó mirandoatentamente el vaso. La música de Mus-sorgsky era rechazada por los selecciona-dores de los programas de la música enSan Petersburgo. Lo obligaban a rehacerdeterminados pasajes, que a sus oídos decensores sonaban a prohibidos. Cuandosu amigo Modinka admitía por lo menosrevisar la obra, y en su caso editarla, se tor -naba insoportable. Regresaba a casa conel legajo de música, lo colocaba encima delpiano, y mascullaba maldiciones al tiem-po que abría una botella de vodka y sor-bía la mitad de un trago sin molestarse enrespirar. Entonces tomaba aquella músi-ca y la arrojaba a la chimenea. Jamás lesdaré gusto a esos imbéciles, gritaba. Nosaben lo que es la música. Creen que mevan a someter. Prefiero que las llamas de vo -ren a mi música, a que la oiga esa catervade imbéciles.

Rimsky-Korsakov se sentó al piano ytocó uno de sus preludios favoritos. Sa bíaque en la música de Bach encontraría laquietud anhelada. Siempre le pasaba igual.Cualquier problema, no importa de la na -turaleza que fuera, se esfumaba como porarte de magia cuando interpretaba a Bach.Algo tenía la música de ese hombre, sedijo. Enseguida, comenzó a jugar con elteclado. Llevaba sus manos de un extremoa otro. En algún punto una nueva melo-día vendría en su auxilio. Era una suerteque Modest Mussorgsky, Modinka, no es -tuviera presente. Como un tornado, ha -bía desaparecido.

Un instante en la vida de un compositorEusebio Ruvalcaba

Nikolai Rimsky-Korsakov

La leyenda dice que Pete Hamill (cronis-ta, autor y amigo de Sinatra) se sentó aescribir esta crónica cuando se enteró, depaso en un aeropuerto, que el mundo sehabía quedado sin La Voz. Que el sobre-viviente de tantas eras en la vida estadou-nidense no viviría una más. Que Sinatrahabía muerto. Era el 14 de mayo de 1998.Entonces se preguntó: ¿por qué la vida deFrank Sinatra es imprescindible para en -tender la historia de Estados Unidos en elsiglo XX?

Cuando pensamos en Sinatra pensa-mos en un “crooner”. Pero pensamos enmucho más. El temperamento feroz, laviolencia etílica, la mafia, el apoyo incon-dicional a presidentes de la derecha y laizquierda, la respetabilidad de la vida pú -blica y el desastre de la vida privada (lopúblico y lo privado mezclados en una des -concertante ambigüedad) y, sobre todo, elascenso y la caída; la soledad pese al éxito.Es decir, pensamos en el mito americano.No en balde el libro favorito de Sinatraera El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, esanovela que tiene el personaje más repre-sentativo de la oscuridad de nuestros ve -cinos del norte.

Sinatra crece con la prohibición, la leymás tonta según él porque es la que crea ala mafia y no al revés. De los cuatro a los18 años oyó en la cocina de su casa todaslas razones que había para infringir la ley,una ley que se percibía como injusta. Lamayoría de los prohibicionistas tambiénavalaban restricciones severas contra la in -migración (algunas como las que estabancontra asiáticos, que eran puramente ra -cistas) que sólo buscaban aislarlos, enjau-larlos. Inmigrantes —como el caso de lositaloamericanos— que acababan de lucharen la Primera Guerra Mundial, la Gran

Guerra, que sufrieron un reclutamientoobligatorio y que ahora se sentían engaña -dos. La prohibición (el “Noble Experimen -to”) fracasó. Según datos de Pete Hamill,había cinco mil bares antes de la prohibi-ción; con la prohibición creció a 32 milcantinas ilegales.

No es exactamente igual, pero algo dicede nuestra época.

Según Sinatra, “todos estaban en la tran -sa… Sabíamos que la policía transaba…pero también creíamos que los curas tran -saban, los maestros, el tipo de la ventani-lla de licencias matrimoniales, todo el mun -do. Creíamos que si Dios venía a NuevaJersey, él también se formaría para recibirsu sobre” (pp. 92-93).

No es igual, pero también dice muchode nuestra idiosincrasia y nuestro tiempo.

Sinatra representa también los modosde americanizar el crimen. De usar las re -laciones para ir en contra de la ley, de serun proscrito. Es un self-made man. Y cons -truye un arquetipo: el Tierno Tipo Rudo,

el modelo de masculinidad estadouniden -se de todo el siglo XX.

Su éxito arrollador tuvo que ver con unfactor histórico: la guerra. Estados Uni dosparticipaba en la Segunda Guerra Mun-dial, los hombres se habían ido al frentey las mujeres que se quedaron trabajaban enlas fábricas de armamento y uniformes yganaban sueldos que nunca antes habíansoñado; sueldos que les permitían ir a clu-bes nocturnos a oír al hombre que canta-ba sobre la soledad del amor y su añoranza.Las mujeres fueron su público incondicio -nal y masivo. Fue el primer cantante anteel que desmorecieron las fanáticas.

Todo esto para abonar el argumentocentral: a cien años del nacimiento de Si -natra el libro de Pete Hamill es lo que im -porta. Porque demuestra que la crónicano es un género menor. Del periodismoestadounidense aprendimos a hacer tam-bién nosotros, los latinoamericanos, gran -des crónicas. Supimos cómo se puede to -mar la figura de un gran personaje, unicono, para hacer el recuento de un país, deuna época. Cómo —igual que sucede conla novela histórica al tomar un gran per-sonaje, pero de modo más moderno— esepersonaje nos habla, más que de sí mis -mo, de una forma de habitar el mundoque contagió a varias generaciones y a va -rias culturas.

Ahondar en las muchas caras de Sina-tra habla también de la ambigüedad moralde Estados Unidos. Y al hacerlo, Hamillretrata la manera en que inscribe la histo-ria de un país en la de un individuo. Esuna lección de cómo se escribe ese géne -ro que oscila entre el ensayo y la crónica,que los norteamericanos llaman non fic-tion, que es otro modo de decir los miste-rios de lo real.

RESEÑASY NOTAS | 85

Los raros¿Por qué importa Sinatra?

Rosa Beltrán

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En 1961 el poeta Héctor González Mo -rales obsequió a mi madre un poemariode su hermano Otilio González, quien—afirmaba— había sido el modelo deMartín Luis Guzmán para su personajeAxcaná González. Para entonces, todavíano había leído La sombra del caudillo,pero recuerdo haber preguntado lo nece-sario para no permanecer en la ignorancia.Después de haber cursado en la prepara-toria un seminario con Margo Glantz, pro -cedí a la lectura. Poco después tuve el pri-vilegio de asistir a una función privada dela película de Julio Bracho, presentada porel propio don Martín. Vino luego la en -trevista de Emmanuel Carballo en la queGuzmán identifica a los personajes lite-rarios con los históricos y la fusión entreel general Francisco Serrano y la circuns-tancia de Adolfo de la Huerta. Los nom-bres poco a poco me hacían sentido, perono tenía idea de que me dedicaría a escri-bir sobre ellos después.

Me olvidé de Otilio y sus Poemas es -cogidos en la pulcra edición de su herma-no, a quien jamás volví a ver. Ya metido ahistoriador del obregonismo, mi antiguaalumna y colega Georgette José Valenzue -la, en plática de pasillo, me dijo de mane-ra tajante que el modelo de Axcaná no eraotro sino el escritor y político sonorenseJulián S. González. Yo repliqué con lo quesabía y ambos compartimos la duda, sinresolver nada. Si bien no fue asunto queme quitara el sueño, en algún rincón demi cerebro se alojaron los posibles AxcanáGonzález. A los dos de ese apellido suméel nombre y la candidatura del constitu-yente tabasqueño Rafael Martínez de Es -cobar, asesinado, al igual que Otilio, enHuitzilac. Su trayectoria política me pa -recía que cuadraba con el personaje de La

sombra del caudillo, sobre todo cuando re -leí la obra en la versión periodística edita-da por Bruce-Novoa para la UNAM. Másadelante se levantó la prohibición a la pe -lícula de Bracho que he presentado en va -rias ocasiones.

Lo llamativo del caso es que los dosGonzález y Martínez de Escobar compar -ten experiencias políticas que bien puedencompaginar con el personaje literario, queen versión cinematográfica encarna To -más Perrín. El mayor de todos es el tabas-queño, nacido en 1884, mientras Otilio,de Coahuila, vio la luz cuatro años des-pués y el sonorense Julián hasta 1899.Después de haber sido diputado constitu -yente, Martínez de Escobar volvió a Don - celes, donde a contrapelo de sus interven -ciones en Querétaro en las que abogó porel presidencialismo, ya en la XXIX Legisla-tura optaba por el sistema parlamentario.Corrió la mala suerte de los miembrosdel defenestrado Partido Liberal Consti-tucionalista, que quiso ir más lejos de loque el caudillo podía permitir. Los Gon-zález, por su parte, fueron cooperatistas dela XXX Legislatura, cuyo motor fue el in -

quieto Jorge Prieto Laurens (Emilio Oli-vier, en La sombra). La inclinación de lostres por Adolfo de la Huerta los expulsódel país, al que regresaron a morir.

Martínez y Otilio se involucraron conel general Serrano. El caso era oponerse aObregón y por añadidura a Calles. Juliánlo siguió haciendo desde lejos. No regre-só sino hasta 1935, con el caudillo muer-to y el Jefe Máximo en proceso de soltarlos hilos del poder. Julián y Otilio fueronhombres de pluma. Martínez, orador. Oti -lio escribió poesía bajo claro influjo ve -lardiano; Julián, cuya producción desco-nozco, poeta, narrador y cineasta.

Forman un interesante triángulo. Mar -tínez de Escobar y Otilio perdieron la vidaen Huitzilac, en el cambio de escolta quelos llevaba de Cuernavaca, donde fueronaprehendidos, a la Ciudad de México. Ju -lián mantuvo sus nexos oposicionistas enLos Ángeles. El doctor Francisco J. Santa -maría, único sobreviviente de la redada deCuernavaca, escribió el prólogo de unade las novelas de González: La danzarinadel estanque azul (1930). Involucrado enla cinematografía, otra de sus novelas esNoches de Hollywood (1934). Ya radicadoen México busca seguir en esa actividad,que lo lleva a la muerte. Un militar celosolo ultima cuando pretendía darle un papela la esposa en la película que preparaba.

Axcaná no muere en la carretera de To -luca, como sí sucedió con los personajesreales. Julián no participó en esos hechos,pero la ficción no se ajusta literalmentecon la historia, ya que Emilio Olivier estáen la lista de finados y Prieto Laurens, sumodelo, tuvo una larga vida. Axcaná reú -ne actitudes y hechos de los tres persona-jes históricos. Ninguno es más Axcanáque otro.

Tintero¿Hubo un solo Axcaná González?

Álvaro Matute

RESEÑASY NOTAS | 87

Ortega y Gasset utiliza el verbo “somor-mujar” en un texto referido a Goya. Ver -bo cacofónico al que la Real Academia dael extraño sentido de “sumergir, chapuzar”,o en forma transitiva de “bucear”. De he -cho no le concede existencia a la palabrasino que refiere el sentido a “somorgujar”,que deriva del mismo “somormujo”.

Aunque leída en Ortega, la palabra,que algo tiene del Pájaro Dodo de LewisCarroll, me golpeó la memoria porque,hace casi cincuenta años y en homenaje aun León Felipe recién muerto, la utilicémal (por dislexia o ignorancia) en un poe -ma que creía olvidado pero volvió, con mu -cho de sonrojo, al leer “somormujar”: “pá -jaros hay absurdos y deformes / faisanes /somomurjos / golondrinas sin brújula / hay/ pero también existen los pájaros-leones...”.

Hay un fuerte olor a esos cocidos depobre en mi Callejón del Gato porque, sibien es el mismo por el cual jugó Valle consus Luces de bohemia, también es la ollaen la que he echado y seguiré echando ahervir mis pocas luces. He recorrido sinautoridad académica sus adoquines lite-rarios, pero también me he tropezado, mu -chas veces en estado vergonzoso de ebrie-dad, con sus adoquines de verdad y enbusca de la pensión Mayor donde viví sue -ños y mentiras sin poder distinguir unosde otros. Así, en esta olla pongo a hervirla imperativa seriedad kantiana de Ortegay Gasset, junto con un Pájaro Dodo maldesplumado, un somomurjo que quise seryo mismo (mal peinado por carecer deespejo) y con la tristeza por la pérdida delprofeta-poeta del exilio León Felipe. Todoaderezando y dando enjundia a la piezaprincipal del cocido: don Francisco de Go -ya, auténtico creador del esperpento, se -gún el propio Max Estrella.

Ortega entre papeles y fragmentos que,después de su muerte, compilaron y edita -ron sus herederos de la Revista de Occidente,más que intelectualmente interesado enel artista, se muestra deslumbrado ante lacontradicción de ese fenómeno que fueFrancisco de Goya. Termina por decir: “Laverdad es que la obra de Goya no germinanunca en la inteligencia: o es vulgar ofi-cio o es videncia de sonámbulo”. Ortegaaceptaba que la pintura de Goya lo irrita-ba tanto a él como a otros pensadores, perohablaba de una irritación con “peculiarcariz. Va disparada contra el artista, peroda un culatazo sobre quien la siente”. Ha -ce al espectador, afirma Ortega, “lo quehay de indómito en el arte que le permitesomormujar súbitamente en los senos másdramáticos de la vida”.

El filósofo tiene que preguntarse porla España de Goya para entender al pin-tor. Y, al hacerlo, acabará por encontrareso que Valle-Inclán termina por plasmartanto en sus comedias bárbaras como ensus esperpentos. Sobre todo, en sus es -perpentos que vuelven teatro la dualidadque Ortega ve como contradicción fun-damental de lo goyesco.

Ortega nota que a un primer Goya,castizo, corresponde un teatro que es elsainete de don Ramón de la Cruz, al quedesprecia por populachero. Y se pregun-ta por qué “de 1760 a 1800 ha sido laépoca en que los españoles han gozadomás del teatro”, para responder: “juntoal puñado de autores imbéciles que en -charcaban la escena, surge una seria inin -terrumpida de actrices geniales y de acto -res egregiamente dotados. Unas y otrosde cuna plebeya”. Hay un segundo Goya,el pintor real que se ha enfrentado con laIlustración. Trágico encuentro, porque se

ve obligado al imperativo categórico detransitar a lo re finado. Sigo con Ortega:“vivían enton ces casi todos los españolescomo han vi vido siempre, a la buena deDios, en aban do no al cariz de la hora, conuna espontaneidad vegetal. Ahora [Goya]encuentra ante sí criaturas para quienesvivir es lo contrario de abandonarse, queentienden la existencia como un cons-tante reobrar sobre sí, frenar lo espontá-neo, moldearse en cierta figura ideal dela humanidad”.

Así el somormujo se pierde en los la -berintos de una extraña razón que engen-dra monstruos y, por si fuera poco, sufrede saturnismo (lo envenena el plomo desus pinturas) y se queda sordo. Ortega sevuelve más cruel: “conviven dentro de éldos hombres antagonistas... el aldeanofrente... al impulso hacia lo alto y selectode que su talento artístico es sólo unamanifestación”.

Ortega es un Segismundo que despiertaespañol y eso lo obliga a sufrir pero tam-bién a pensar. Y tal vez por pura intuición,más bergsoniana que hegeliana, entiendeque el somormujo de Goya es el esper-pento que explica Max a un don Latino tanprofundamente de Hispalis como el Com -padre Miau de las Divinas palabras.

Callejón del GatoSomormujos

José Ramón Enríquez

Francisco de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, 1799

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Me contaba Jacobo Zabludovsky que a losdos años de despedirse Carlos Arruza porprimera vez de los toros, en 1950, este loinvitó a comer por la necesidad imperio-sa que tenía de un trabajo, no tanto porlo económico —Carlos tenía varios edifi-cios en la ciudad, inversiones en dólares,una ganadería—, sino por tener algo quehacer.

—Llevo las cuentas de mis negocios,leo mucho, estoy con la familia, veo ami -gos, pero si no tengo una verdadera res -pon sabilidad voy a volver a torear. Meconozco.

Jacobo habló con el presidente MiguelAlemán para contarle el caso y este lo re -mitió enseguida al secretario de Relacio-nes Exteriores, Manuel Tello. Arruza po -día ser representante del país en un buennúmero de eventos de la Secretaría en elextranjero.

Así sucedió. Tello le contó a Jacobo, alos pocos meses, que Carlos era un mo -delo de empleado, pocas veces visto por él.

—Llega todos los días a las nueve dela mañana a su oficina, atiende enseguidatodos los asuntos que se le encomiendan.Habla y lee perfectamente en inglés, queaprendió, dice, por su cuenta en la ado-lescencia. Su cultura es admirable. Su puronombre abre puertas insospechadas en to -do el mundo. Las cartas que manda reci-ben respuesta enseguida. Lo conocen hastaen China. “Oh, el torero más famoso delmundo junto con Manolete”, dicen.

Recordemos que eran los años en queun torero podía llegar a tener tanta o másfama de la que hoy puede tener una estre-lla del futbol.

Y continuó Tello, contándole a Jacobo:—Cuando hubo una recepción para

Frank Sinatra y Ava Gardner, ella lo abra-

zó y lo llenó de besos en las mejillas, antelas miradas furiosas de Sinatra.

El problema empezó —o terminó—cuando lo enviaron a un encuentro tauri-no-cultural hispanomexicano en Sevilla.

A su regreso, Carlos invitó a Jacobo acomer.

—¿Cómo te fue? —le preguntó Jacobo.—Me corrieron —respondió Arruza,

moviendo la cabeza de un lado a otro. Parecía inconcebible. —¡Cómo que te corrieron! Habrá que

hablarle al presidente enseguida…Carlos puso una mano abierta en alto.—Bueno, no me corrieron. Yo renun-

cié. Ni siquiera le he avisado a Tello paradarle las gracias por sus amabilidades, perolo voy a hacer. Él no tuvo la culpa.

Y contó: —Para el viaje me dieron un montón

de dólares en efectivo, dizque para gastos derepresentación, invitaciones, cenas, comi -das, espectáculos… El director de admi-nistración me aclaró que no necesitabatraer de regreso ningún comprobante delos gastos, que dispusiera de ellos comomejor me pareciera. Nomás me hicieronfirmar un papel de recibido y ya. El avióny el hotel estaban pagados… —Carlos pa -recía de veras afectado y mostraba las ma -nos abiertas—. Pero ya te imaginas, enSevilla, donde soy un verdadero ídolo,todo me lo pagaron. Hasta tuve que re -chazar algunas invitaciones porque no medaba tiempo de atenderlas todas. Ni si -quiera tuve que tomar un taxi. Total, queregresé y así como me lo dieron regresé elfajo de dólares. El director de administra -ción abrió unos ojos como no te puedesimaginar. Me explicó que no podía hacereso, que crearía un pésimo antecedente.Trataba de regresarme el dinero, y yo otravez a dárselo. Me puse furioso, ya cono-ces mi carácter.

—¡Ese dinero es del gobierno y novoy a disponer de él! ¡Punto! Y si diceque voy a crear un mal antecedente, me -jor me voy. Trató de alcanzarme, perocreo que hasta un empujón le di… Y nohe vuelto a la Se cretaría, ni pienso vol-ver. Ese tipo de trabajos no son para mí.No estoy acostumbrado. Yo me he ga -nado todo lo que tengo jugándome la vi -da y no voy a cambiar.

—¿Y qué vas a hacer?—Ya estoy empezando a entrenar. Voy

a regresar a los toros. En efecto, en marzo de 1951, reapa-

reció en una corrida que se celebró en Je -rez de la Frontera, España.

Modos de serLa inaceptable honradez de Carlos Arruza

Ignacio Solares

Carlos Arruza

RESEÑASY NOTAS | 89

Terminaba el invierno en Nueva York en1995, y el viento helado se colaba por losresquicios de las puertas y ventanas del de -partamento situado en la orilla de Green-wich Village.

Al anochecer y por las mañanas, veíareunirse en un parque cercano al mismogrupo de jóvenes negros que, vehemen-tes y cubiertos con prendas gruesas, go -rros y guantes multicolores, intercambia-ban pequeñas bolsas de papel por billetesverdes.

A través de la ventana del cuarto dedormir los atisbaba oculto tras la cortina.De cuando en cuando, alguno de ellosvolteaba alrededor en una acción vigilan-te. La urbe se hallaba entonces en un pro-ceso regenerativo para combatir el crimen,que culminaría en imponer una de las pri -meras ciudades globales del planeta a costade su carácter tradicional de barrios y ca -lles donde la transgresión a las normas sevinculaba con la liberalidad de los usosdel cuerpo.

Desaparecía poco a poco la ciudad declaroscuros que recrearon la narrativa po -licial, el cine de Hollywood y la época deoro de los cómics con sus extrañezas étni-cas, restaurantes sombríos, evocaciones dela Gran Depresión, y el influjo de los añosde guerra, el surgimiento del jazz comoaviso de la emergencia interracial, los bajosfondos del crimen y la sexualidad prohi-bida con sus edificios de ladrillos rojos,art déco o neogóticos. Todo aquello co -menzó a verse desplazado por los rasca-cielos ultramodernos y las nuevas reglasde cero tolerancia a lo anómalo.

Cada noche, al llegar al departamentoque alquilé durante varios días, concluíami jornada de paseos por librerías y mu -seos frente a dicha ventana. Y allí estaban

los jóvenes negros inmersos en sus ruti-nas de supervivencia, ajenos a mi lecturade su índole espectral. En breve, todo cam -biaría en su mundo.

La inadvertencia del fantasma respec-to de su propia condición es otro de lostemas de la literatura sobre espectros. EnEl burdel de las gitanas, el libro de relatoscrípticos de Mircea Eliade, un hombre des -cubre de pronto que está muerto mien-tras realiza sus actividades acostumbradas.La culpa, el desconcierto, el asomo de lafelicidad, el estupor de la muerte, los re -cuerdos de amores perdidos se le agolpanen un tiempo simultáneo que lo condu-cirá a un vagabundeo espectral entre losvivos, donde estos parecen no darse cuen -ta de la condición evanescente del hombre.

En un rincón de su memoria, los jó -venes negros de entonces continúan surutina cotidiana ya estacionada en el tiem -po, y vuelven a realizar una y otra vez susmismas actividades, desplazamientos, pa -labras, gestos. Lo sé porque fui el intrusointempestivo que ahora mismo los obser-va. No importa que alguno de ellos hayamuerto, y que el resto envejezca en unavivienda miserable o haya encontrado pla -cidez en una prisión, pues desde una di -mensión alterna, la de los fantasmas y losdeseos, el tiempo se mantiene vivo y rei-terado, como me consta a mí en este ins-tante. Le denomino el efecto Morel, quesupo consignar Adolfo Bioy Casares enLa invención de Morel con la historia delcientífico que, mediante una máquina pro -digiosa, logra reproducir una secuencialarga de la vida de la mujer amada queaparece y desaparece en forma circular. Elintruso que observa el invento termina porenamorarse también de aquella, Faustinede nombre, que concita al menos dos

fantasmas en su propio espesor de humoy polvo.

A principios del siglo XXI se hizo fa -mosa una película de fantasmas, Los otros,de Alejandro Amenábar, que se dijo en sumomento estaba inspirada en dos relatosclásicos de la literatura fantástica de más deun siglo atrás, uno de Henry James (Otravuelta de tuerca) y otro de Rudyard Kipling(“Ellos”). En ambos la ambigüedad fren-te a lo real y lo espectral, el umbral de loincierto surgen para desconcertar la per-cepción de la lectura donde la voz que na -rra o quien interpela al narrador es el ve -hículo que asedia el principio de verdad.

El filme citado reitera el motivo de lamansión misteriosa tanto como la visita aun ámbito convergente donde hay fantas -mas ciegos al mundo de todos los días. Elacontecer de la existencia refiere a la posi-bilidad de que más de una realidad habiteen nuestra cotidianidad sin que seamoscapaces de advertirlo, mucho menos decomprenderlo.

Con el advenimiento vasto de lo ur -bano desacralizado y profano, la técnicay la razón moderna, su modelo de verifi-cación experimental que declara falsos overdaderos a los fenómenos, la gente se di -vidió en dos: quienes advierten y creen enlos fantasmas y quienes los niegan y re -chazan. El adelgazamiento mental que in -dica la segunda postura establece de an -temano la inexistencia espectral y, por lotanto, se muestra incapaz también de no -tar el estatuto espectral del propio ser hu -mano. Lo anticipó Pascal Quignard: el es -panto es el signo del fantasma.

Años atrás, sentado frente al escrito-rio de mi recámara en un cuarto piso, decara a la ventana y de espaldas a la puerta,leía un libro del que ahora olvido su título

Tras la líneaSexto sentido

Sergio González Rodríguez

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y su tema. Había anochecido y estaba so -lo, y de la calle apenas se filtraban sonidoslejanos de autos en la avenida. Mi placi-dez se vio interrumpida por un erizamien -to de los cabellos en mi nuca y un temblorse apoderó de mí. La sensación nada tuvoque ver con la lectura ni el tema del libro:recuerdo la claridad de un hálito de pavorexterior que me rodeó y se impuso. Algosobrenatural y desafiante del tiempo. Lue -go de un instante de parálisis, me levantéy cerré la puerta del cuarto, atónito. Aúnme pregunto qué fantasma fue aquel quese filtró aquel anochecer y desató tal reac-ción instintiva de mi cuerpo.

Mi hermana decía que en ese departa-mento se oían voces o sonidos extraños,tocaban a la puerta y, al abrir de inmedia-to, nadie estaba ni se escuchaban pasos.El barrio de Xoco había estrenado su acen -to moderno pocas décadas atrás, ya quehacia 1970 comenzó a llenarse de edificiosmultifamiliares lo que antes fueron llanosque albergaron ladrilleras artesanales y pre -dios para uso industrial en las inmedia-ciones del Río Churubusco y Coyoacán.

En Xoco hay enterramientos precor-tesianos ahora sepultados por construccio -nes crecientes, y en la capilla de San Felipese celebran cada año ritos del sincretismonáhuatl y católico. Jirones fantasmagóri-cos de un tiempo que se extingue y, a lavez, reclama su vigencia.

En 1999 se estrenó otra película defa ma: El sexto sentido, de M. Night Shya-malan, en la que el tema de la inadverten-cia de lo espectral ocupa el contenido. Unpsicoanalista es agredido de un tiro de balapor un ex paciente que le reclama no ha -berle ayudado. Enseguida, el sujeto se sui -cida. El psicoanalista retoma su rutina yllega a tratar a un niño que tiene alucina-ciones como las del agresor. El niño con-fiesa: “Veo gente muerta, caminando co -mo gente normal. Ellos ignoran que estánmuertos”. Bajo el esquema de “otra vuel-ta de tuerca”, el filme busca descentrar desus certezas a los espectadores y, en parti-cular, resuena la pregunta acerca del dis-tingo entre la vida y la muerte, o la de lamaterialidad falaz de la propia vida, en eselinde donde reaparece el aserto de Agus-

tín García Calvo: “eso que llamamos rea-lidad sólo por un acto de fe”. O bien,para reiterar a R. Buckminster Fuller: lafísica no ha encontrado líneas rectas, sóloha encontrado ondas; la física no ha en -contrado sólidos, sólo campos de aconte-cimientos de alta frecuencia. El universono se ajusta a un marco de referencia tridi -mensional perpendicular-paralelo. El uni - verso de la energía física se expande siem-pre de forma divergente (radiante), o secontrae de forma convergente (gravitato-ria). De eso hablamos cuando hablamosde fantasmas.

En 1910 Albert Einstein y ArnoldSommerfeld idearon un dispositivo teó-rico que podría enviar señales al pasado apartir del uso de taquiones (una partículaque en términos hipotéticos pudiera mo -verse más rápido que la velocidad de laluz): un “antiteléfono taquiónico” (https://en.wikipedia.org/wiki/Tachyonic_antitelephone). La máquina de Morel yel efecto consecuente serían algo semejan -te. La expresión “los fantasmas del pasa-do” tendría así una posibilidad física decorporeizarse o al menos de desplegarseante nuestros ojos, como en el caso deBioy Casares, como una holografía de al -ta definición.

Cierro los ojos ahora y vuelvo a ver alos jóvenes negros que hacen aspavientosal hablar y emiten palabras que se disuel-ven en el vaho. Bajo el efecto Morel, unay otra vez repetirá aquella escena en mimemoria, eco de mi intrusión en su vidados décadas atrás. Ocho años después deaquel viaje a Nueva York, volví al mismodepartamento: la ciudad se había trans-formado de modo radical. Poco o nadaquedaba de lo que, entre otros, había re -gistrado Paul Auster en La Trilogía de Nue -va York, y que Luc Sante describe así en“My Lost City”: “No vivo más en NuevaYork, y tengo problemas para ir y caminarallá porque las calles están demasiado obse -sionadas por los fantasmas de mi propiahistoria con la ciudad. Yo no nací en Nue -va York, y nunca he podido vivir allá denuevo, y sólo de pensarlo me pone tristeporque la ciudad me cambió para siem-pre. Mi imaginación está casada con ella,y la llevo como una cicatriz”. La cicatrizdel espanto pasado y futuro.

Greenwich Village, Nueva York

RESEÑASY NOTAS | 91

Una de las lecturas más orientadoras de mivida ha sido la de una larga reseña de Ma ríaRosa Lida de Malkiel a un libro de Gil-bert Highet, La tradición clásica (1949);fue publicada en 1951 por la Nueva Re -vista de Filología Hispánica. Esa reseña yese libro están rodeados de incidentes detodo pelaje: desde un par de insercionesintempestivas ¡de Alfonso Reyes! en el tex -to de Lida de Malkiel, hasta la historia dela traducción del libro de Highet al espa-ñol —hecha magistralmente por AntonioAlatorre— y su publicación en Méxicocon el sello del Fondo de Cultura Econó-mica (1954).

Con una erudición avasalladora, unaes critura exquisita y un conocimiento com -pleto del tema del libro, el corazón de esareseña era una denuncia: la de la indife-rencia de algunos países europeos ante lacultura española. Lida de Malkiel mos-traba y examinaba, en el libro de Highet,errores, omisiones, fallas, descuidos. Re -conocía el valor del libro pero en ningúnmomento le perdonaba o le pasaba por altoesa insensibilidad ante las obras de nues-tra lengua.

Gilbert Highet tomó nota de las durí-simas observaciones de Lida de Malkiel yen vez de subsanarlas personalmente hizoalgo extraordinario: le pidió a Alatorre sucolaboración para perfeccionar el libro ydarle su lugar, en las páginas de la obra enla cual había puesto tanto de su saber y desus fatigas, a las literaturas olvidadas por él;la consecuencia no puede ser más im pre -sionante: frente al original publicado porOxford, el libro de Highet publicado enMéxico es mejor, más completo. Pero detodo ello, para los fines de esta columna,me quedo con ese fenómeno extendidísi-mo: la ignorancia de tantos europeos ante

lo hispánico. ¡Cuántas veces nos hemosencontrado nombres mal citados, desco-munales pifias de geografía, omisiones im -perdonables! Quizás el emblema o cifrade esos incurias sea el error de John Keatsen un soneto famoso: le atribuye el des-cubrimiento del Océano Pacífico a Her-nán Cortés (“stout Cortez”, dueño de unamirada de águila); casi cualquier escola-pio de por estos rumbos latinoamericanossabe el nombre del verdadero descubridordel mar más extenso del planeta: VascoNúñez de Balboa.

No vale la pena insistir en esos tristesepisodios de un auténtico desencuentrode civilizaciones, o por lo menos de lite-raturas. Esos fenómenos son una trampay una invitación perpetua a caer en una delas estribaciones de la “cultura de la que -ja”, como la llama lúcidamente RobertHughes. Aquí procuraré, en cambio, ofre -cer una tercia de parejas de autores, poe-tas por más señas, convergentes y dialo-gantes, para mitigar el desencuentro: trespoetas españoles y tres poetas de lenguain glesa. Son ellos, unidos cada uno consu compañero: fray Luis de León y EdgarAllan Poe, San Juan de la Cruz y John

Donne, Lope de Vega y Geoffrey Hill.Pue de verse con facilidad cómo se unenaquí vastos mundos literarios; en el sexte-to discernimos todo esto: misticismo, poe -sía religiosa, poesía metafísica, romanti-cismo, modernidad.

Pero vayamos por partes; es decir: porpares de poetas. El primero de esos paresjunta los siglos dieciséis y diecinueve pormedio de un profesor salmantino y un vi -sionario norteamericano; en medio, a mo -do de presentador o maestro de ceremonias,un hechicero argentino (“poeta menor dela antología”).

Juntar los nombres de Edgar Allan Poe(1809-1849) y de fray Luis de León (1527-1591) puede parecer dislate, despropósito,pero no lo es. Poe leyó a fray Luis. Lo vicon claridad —debí tomar nota hace mu -chos años— al releer La cifra, de Borges;allí, en el prólogo de este libro está la noticia:

Ejemplo de poesía intelectual es aque -lla silva de Luis de León que Poe sabíade memoria:

Vivir quiero conmigo,gozar quiero del bien que debo al

[Cielo,a solas, sin testigo,libre de amor, de celo,de odios, de esperanza, de recelo.

No hay una sola imagen. No hay unasola hermosa palabra, con la excep-ción dudosa de testigo, que no sea unaabstracción.

¿Poe, lector de fray Luis de León? Sí,pues el mismo Poe lo comunica en unrincón insólito de su obra literaria, espe-

Aguas aéreasSexteto

David Huerta

92 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

cíficamente poética: las notas al extrañopoema arábigo titulado “Al Aaraaf”, el másextenso de cuantos compuso, junto a “Ta -merlane”; esos poemas no suelen figuraren las antologías. El nombre Al Aaraafproviene del Corán: es el de un lugar se -mejante al Limbo o al Purgatorio del cris -tianismo. Poe anotó profusamente el poe -ma, como lo haría muchos años despuésT. S. Eliot con “The Waste Land”. En esasnotas Poe menciona a fray Luis de León ycita su poema más célebre, más citado, másantologado: la horaciana “Oda a la vidaretirada”. (Borges se equivoca ante el poe -ma frayluisino: la “Oda” no es una silva;está compuesta en liras de cinco versos, laestrofa adaptada de la poesía italiana porGarcilaso de la Vega).

No tengo la menor idea de cuáles seríanlas ediciones de fray Luis de León al al -cance de Poe. Lo cita de un modo parcialy pintoresco, quizá copiando los versosun poco à la diable, y dándoles un ordenestrafalario; cito tal cual aparecen en latranscripción de Poe, en la edición de DavidGalloway para Penguin:

Un no rompido sueno –Un dia puro – allegre – libreQuiera –Libre de amor – de zelo –De odio – de esperanza – de rezelo.

Y al pie, el crédito: “– Luis Ponce deLeon”. Como puede verse, Borges recogeparcialmente la cita frayluisina hecha porPoe. Los dos primeros versos correspondena la sexta lira del poema y los restantes a laoctava. Cualquier lector puede recons-truir y corregir los versos, con una ediciónconfiable a la vista (por ejemplo, sustituirel rechinante subjuntivo, “Quiera”, por unindicativo de lo más normal: “quiero”).

La biografía de San Juan de la Cruz (1973)hecha por Gerald Brenan (1874-1987) meha acompañado durante largos años. Lareleo y la consulto con avidez. No fue pe -queña mi sorpresa al encontrarme, hacealgunos lustros, con Brenan —encarnadopor un actor (Samuel West) parecidísimoal muy admirado y entrañable hispanistainglés— en la película titulada Carrington,con Emma Thompson y Jonathan Pryce en

los principales papeles (este como LyttonStrachey, el maravilloso biógrafo de la eravictoriana, y aquella como la pintora DoraCarrington). Gerald Brenan fue un ena-morado de España, en donde pasó unabue na parte de su vida y sobre la cual es -cribió cientos de páginas.

El punto de interés, aquí, en las pági-nas de Brenan sobre San Juan, consiste enuna conjetura. No una fantasía cualquie-ra ni el débil esbozo de una hipótesis desca -bellada; sino una idea histórico-poética deun interés, me parece, enorme. Brenan nosinvita a imaginarnos el atareado Madridde 1590. En esa ciudad, por los mismosdías, dos poetas andaban por esas calles deDios: John Donne y el diminuto monjecarmelita Juan de Yepes. Eso está docu-mentado en las vidas de ambos; pero so -lamente Gerald Brenan lo ha puesto deresalto —al menos hasta donde alcanzanmis noticias, nada especializadas ni eru-ditas—, lo cual no deja de tener su méri-to. He aquí la cita, proveniente de unanota al pie de la página 85 de mi edición:

Juan visitó Madrid en junio de 1590, para

asistir al capítulo general extraordinario.

Es curioso pensar que hubiese podido cru -

zarse por la calle con un joven católico in -

glés muy interesado por la poesía españo-

la, de la que compró varios volúmenes. Se

trataba de John Donne, quien se cree que

por aquel tiempo llegó a Madrid proce-

dente de Nápoles.

¿Y si de veras esos dos se encontra-ron…? La mayoría de los novelistas estánenfrascados en temas muy alejados de lasposibilidades de esta conjetura, por des-gracia; yo no soy novelista: si lo fuera,tendría aquí un material extraordinario,seductor (al menos para mí y para cuatrogatos más), fascinante. La conjetura ma -drileña de 1590 me despertó una grati-tud inmensa por Gerald Brenan.

La última pareja del sexteto está formadapor el poeta inglés Geoffrey Hill y el Fé -nix de los Ingenios: el tumultuoso Lopede Vega. Geoffrey Hill es un poeta, creo,muy poco conocido; Jordi Doce lo ha tra -ducido a nuestra lengua con maestría yaun lo ha “explicado” (en un libro muy

her moso: Himnos de Mercia). Jordi Docecompara a Geoffrey Hill con “el últimoYeats”, y por las mejores razones: estosdos poetas poseen “parecida honestidad yvigor formal”.

Hill se detuvo largamente, por lo visto,en la poesía de Lope, en especial la detema religioso. (También hizo una imita-ción de uno de los Argensolas, LupercioLeonardo). Es posible imaginarse a susguías o precursores en estos empeños: eltraductor y también poeta Roy Campbell;o quizá por J. M. Cohen o James Fitz-maurice-Kelly, ambos muy se rios estu-diosos de la literatura española. El espí-ritu independiente de Geoffrey Hill pudoperfectamente proceder por su cuen ta.Su encuentro con la poesía lopesca lomarcó, por lo visto. Solo así se explica suinterés en traducir al Fénix. Escogió, pa -ra ello, uno de los más célebres sonetosde Lope y de toda la literatura española:“¿Qué tengo yo que mi amistad procu-ras?”, vertido con fluidez, gracia y sobrie -dad por Hill.

Quizás el poeta doctus más importantedel siglo veinte, en lengua inglesa, fue T. S.Eliot, por su influencia y por el innegablevalor de su obra. Pero Eliot adolecía delimitaciones semejantes a las del profesorGilbert Highet, quien sin embargo las zan -jó con buen espíritu y con diáfana forta-leza intelectual y moral, en compañía deAntonio Alatorre y de los editores del Fon -do de Cultura Económica, todos ellos aci -cateados por María Rosa Lida. Eliot noquiso ni supo superar esa falla de su in -formación literaria, si acaso le interesó ha -cerlo. Su ignorancia de la poesía españolade los siglos de oro es francamente escan-dalosa. Ante esa falla de Eliot, me con-suela pensar en Geoffrey Hill, quien, sinproponérselo, la ha zanjado en pequeñaescala, y lo ha hecho con gran talento. Almenos así lo siento.

Fray Luis de León, Edgar Allan Poe, SanJuan de la Cruz, John Donne, Lope deVega, Geoffrey Hill: cualquiera diría, anteesos seis nombres aquí reunidos, “eso es unbatiburrillo, un gatuperio, una balum baintolerable”. Si algún lector amable pien-sa diferente y lo aprueba, este valiente sex -teto habrá cumplido su misión.

RESEÑASY NOTAS | 93

No recuerdo quién dijo que si en sus ma -nos estuviera reescribir la historia de la li -teratura en lengua española de la pasadacenturia, empezaría por dividirla en dosmitades: la primera para Ramón Gómezde la Serna y la segunda para Borges. Paraquienes heredamos esa opinión de nues-tros maestros, y la sostenemos, ya dejó deser una sorpresa que el siglo de Ramónhaya terminado sin que el autor de El circo,Descubrimiento de Madrid, Explicación deBuenos Aires, Automoribundia, La Nardo,Cinelandia, El doctor inverosímil, Seis fal-sas novelas y de otros libros maravillosos,pasara a ocupar ese lugar primerísimo re -servado para él en la literatura mundial,criatura fantástica que fue, cruce de Apol - l inaire y Quevedo. Quizá fue la propianaturaleza del inventor de las gregueríasla que conspiró para que su obra quedaseaislada en un magnífico museo que sólovisitan quienes realmente lo merecen, por -que, como lo dijo Francisco Umbral, unode sus valedores, RAMÓN con mayúsculasfue un escritor que nunca entró en el mun -do y esa precaución de no nacer le permi-tió configurar el único momento en que,en aquellos años de las primeras vanguar-dias, la felicidad y la literatura se encon-traron en el tiempo.

Hace diez años, Biblioteca de México, larevista ya entonces dirigida por EduardoLizalde y fundada por Jaime García Terrés,festejaba sus quince años con un núme -ro dedicado a Ramón Gómez de la Serna(1888-1963), el correspondiente a enero-abril de 2006. Escombrando, me he to -pado con ese número, y reproduzco algu-nas de las inmortales greguerías. No fuenecesario entonces y menos lo es ahoraque se cumpliera ninguna onomástica (laReal Academia prefiere la forma femeni-

na), para celebrar a un escritor que perte-necía a otra Academia, la de Real Gana,no requiriendo de la conjunción de otrasvoluntades que no sean las del ramonis-mo puro y militante. Por ello resulta lógi-co que sea José de la Colina, que alcanzóa cartearse con Ramón, quien haya ofre-cido hace una década el ensayo introduc-torio a una entrega memorable, como anteslo fueron las revistas monográficas dedi-cadas por Biblioteca de México a SalvadorDíaz Mirón y a Salvador Elizondo. Es elpropio De la Colina quien selecciona “Cien

y una greguerías” de las cuales nosotros, asu vez, escogemos algunas:

† El mono tiene cara de criado del hombre.

† Todas las Venus se parecen por detrás.

† ¿Y si las hormigas fuesen los marcianosestablecidos ya en la tierra?

† A las mariposas las hacen los ángeles ensus horas de oficina.

La epopeya de la clausuraRAMÓN, siempre

Christopher Domínguez Michael

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† Al mar le gusta la impunidad y por esoborra toda huella en la playa.

† El mar sólo ve viajar: él no ha viajadonunca.

† Estamos mirando el abismo de la vejez ylos niños llegan por detrás y nos empujan.

† La sandía es una alcancía de ocasos.

† El que nos ha confundido con otro nosdeja convertidos en dos para siempre.

† La niebla destierra a otro sitio la ciudad.

† En el agua bebemos recuerdos de paisajes.

† La lluvia se puso a teclear en su máqui-na de escribir.

† Enterramos al perro, pero el ladrido que -dó en otro perro que ladraba a lo lejos.

† Los acróbatas tienen la coquetería de lamuerte.

† Incendio: tigres de fuego saltando porlas ventanas.

† El bostezo quiere abarcar al mundo.

† Daba unos buenos días siempre nublados.

† La timidez es como un traje mal hecho.

† Al levantar del suelo una hoja caída da -mos la mano al otoño.

† Las estatuas no vuelven la cabeza por-que saben que si la volvieran se volveríanefímeros seres mortales.

Hojeando Biblioteca de México fui adar al estante donde pongo los libros ra - monianos y me encuentro, en búsquedade lo sintético, Ramonólogos. Una entre-vista imaginaria con Ramón Gómez dela Serna, útil guía antológica publicadapor Francisco Castañeda Iturbide conmotivo del centenario (UAM, 1988), dela que tomo la siguiente cita de Benja-mín Jarnés. Cita que habla, precisamen -te, de la tentación de arreglar el mundo

citando a Ra món o al menos de corregira sus expensas una nota: “El fiel crítico—minuciosamente equipado— desplie -ga con júbilo el abanico de sus citas an -te una obra bien emparentada. Pero, an teun libro de Ra món, tan huérfano, tan sinfecha, ¿qué textos, qué fechas, qué ni -chos venerables se pueden airear, refres-car, desempolvar con fruto? Para ver pasarun libro de Ra món, no vale esa ventanailuminada de la cita por donde asomasu nariz el erudito —iluminada, no lu -minosa, porque deja el libro a oscuras yapenas nos permite ver la silueta borro-sa del notario… Para pe sar los libros deRamón, es preciso traer la báscula de losgrandes fardos, como para ‘documen-tar’ los libros de Ramón es preciso con-tentarse con textos de Ramón. Aquí elbuen erudito debe contentarse a olvidar.Antes de que Ramón subiese al trapecio,ya su arte era glorioso. Glorioso en el mástremendo sentido: en el sentido teoló-gico. No le faltaba dote alguna: ágil, cla -ro, sutil, impasible…”. RAMÓN, como di -rían esos franceses a los que despreciaba,toujours.

Ramón Gómez de la Serna en una fotografía de Alfonso Sánchez Portela, Madrid, 1932

RESEÑASY NOTAS | 95

Acaso debemos al director británico Ni - colas Roeg una de las trayectorias másdu raderas de la historia del rock: su filmeEl hombre que cayó a la Tierra (1976)hizo de David Bowie una suerte de feti-che de nuestro tiempo. Evidentementeno bus co aquí restar talento ni fama alicono de la música contemporánea nimenospreciar al director de culto: la gran -dilocuencia de uno y la discreción delotro no hacen sino engrandecer sus res-pectivas obras.

Acaso la muerte —reciente, dolorosay súbita— de David Bowie nos permiteatisbar una de las obras cinematográficas

más interesantes de nuestro tiempo, de lamisma forma en que podemos apreciarla grandeza de ambos. Tanto el discretodirector de cine como la fulgurante estre-lla del pop entablan un diálogo entre elcul to y el fulgor. Observar la obra de am -bos artistas nos permite reflexionar acer-ca de lo popular y lo oculto, lo discreto y loespectacular. Nicolas Roeg, autor de unoscuantos filmes que ya forman parte de lomás selecto de la historia del cine, y DavidBowie —ese Bob Dylan posmoderno lle -no de altibajos— nos hacen reflexionaracerca de las luces y sombras del arte con-temporáneo y su recepción.

Nunca sabremos si El hombre que cayóa la Tierra fue una marca definitiva en laobra del director de cine y del rockero me -tamórfico, pero sí sabemos que hay unantes y un después. En 1976 David Bowieya había trazado algunos de los rasgos fun -damentales de su carrera camaleónica: ha -bía escrito canciones definitivas comoSpace Oddity o The Man Who Sold TheWorld, ya había logrado discos legenda-rios como Hunky Dory (donde, entre otras,contenía rolas como “Changes” y “Lifeon Mars?”) y había desarrollado a un per-sonaje andrógino e icónico como ZiggyStardust. Es sin embargo con el filme El

Zonas de alteridadDavid Bowie:el hombre que regresó a las estrellas

Mauricio Molina

David Bowie

96 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

hombre que cayó a la Tierra donde el pro-ducto pop se convierte en una entidad dealcances mitológicos.

El director británico Nicolas Roeg,quien había participado como fotógrafoen filmes legendarios como Lawrence deArabia, Doctor Zhivago y Fahrenheit 451,entre otros, venía de dirigir Don’t Look Now(1973), que habría de darle una famacasi monumental. Con las actuaciones deDonald Sutherland y Julie Christie, estefilme neogótico ubicado en Venecia ha -bría de influir de manera secreta al cineeuropeo posterior. Algunos de los rasgosque caracterizan al cine de Roeg son laelipsis, la discontinuidad, las rupturas na -rrativas. Todas estas técnicas las desarro-lló en El hombre que cayó a la Tierra, unfilme que sólo podría tener como prota-gonista a David Bowie.

El hombre que cayó a la Tierra, basa-da libremente en la novela homónimadel es critor norteamericano Walter Tevis,cuen ta la historia de un personaje queviene a nuestro planeta para salvar a sufamilia de su propia tierra baldía, sin aguani recursos, en franca extinción. Duran -te su es tancia en la Tierra, el personajeencarnado por Bowie (nadie podría ha -berlo hecho mejor) se convierte en unacartonado em presario que se sumergeen la soledad, la adicción al dinero, elalcohol y las sustancias, una suerte deHoward Hughes o Steve Jobs, tal y comose lo presenta en los filmes más recientes.La película, filmada con un presupues-to muy bajo incluso para los es tándaresde su tiempo, contiene va rias for tunas, lamayor de todas la de una sociedad nar-cisista que busca reflejarse de todas las

ma neras. Resulta impresionante que enel filme haya cámaras fotográficas quesirven para hacerse unas selfies muy denuestro tiempo, así como de pequeñas es -feras que contienen música a la manerade nuestros iPods contemporáneos: pa -tentes que nos ha traído un extraterrestrede un mundo en ruinas. Nunca sabre-mos si este hombre viene de otro plane-ta o del futuro (como se nos insinúa enel filme). Los guiños a La Jetée, de ChrisMarker y a Alphaville, de Godard, lo mis -mo que al Ciudadano Kane de OrsonWelles resultan evidentes.

A cuarenta años de su filmación, Elhombre que cayó a la Tierra de NicolasRoeg sigue interrogándonos. Lo mismosucede con la obra de David Bowie, pro-tagonista y actor de este filme emblemá-tico. Apenas un año después el rockerobritánico desarrollaría la impresionantetri logía de Berlín (1976-1979), confor-mada por tres álbumes que merecieron laatención de la crítica musical: Low, Heroesy Lodger, en compañía de músicos de latalla de Brian Eno y Robert Fripp y quemerecerían un par de versiones orquesta-les nada menos que de Philip Glass. Esindudable que los temas de Bowie —lasoledad, la sensación de ser un extraño enel mundo, la alienación— se enriquecie-ron luego de su participación en El hom-bre que cayó a la Tierra.

Si algo caracteriza a las obras de Bowiey de Roeg es la discontinuidad: a la trilo -gía de Berlín de Bowie habrían de suce-der álbumes flojos y descalabrados, siem -pre con momentos y piezas fulgurantes.Lo mis mo sucede con Roeg, quien fil-mara una obra absolutamente maestraco mo Bad Timing (1980). Ambos artis-tas británicos se caracterizan por utili-zar formas no na rrativas, discontinuida -des y rupturas.

Los últimos dos álbumes de Bowie sonobras maestras. Tanto The Next Day, consus nostalgias y críticas, como Blackstar,una de sus piezas fundamentales de sudiscografía, constituyen el testamento deuno de los artistas más fulgurantes de lamúsica contemporánea que trasciendengéneros y fronteras.

Larga vida a David Bowie, pasajero pri -vilegiado de nuestra era.

David Bowie

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Vivió una vida de película.Gilbert Edmund Kaplan nació en Nue -

va York el 3 de marzo de 1941 y abando-nó el cuerpo físico dos horas y media des-pués de comenzar el año 2016.

Su hermano mayor, Joseph Brooks(na cido Joseph Kaplan y famoso comoJoe Brooks o Joey Brooks), fue un com-positor que hizo fortuna merced a su ta -lento como inventor de melodías pega-josas de anuncios comerciales y músicapara Hollywood, donde fue multipre-miado. Se suicidó en 2011 para no lle-gar al tribunal, donde sería juzgado porabuso sexual.

El padre de ellos tenía una espléndidavoz de barítono y era fabricante de ropa ysu madre, banquera, cortó los estudios delniño Gilbert porque tomaba clases de cor -no francés y piano pero se negaba a prac-ticar los ejercicios diarios de solfeo, embo -cadura y habilidad digital sobre el teclado.

Así que fue a parar a la Duke Univer-sity de Carolina del Norte, donde se gra-duó en economía.

Su talento lo convirtió en un lobo deWall Street. Tenía 26 años cuando el mag -nate del whisky, Gerald Bronfman, le pres -tó cien mil dólares para fundar la revistaInstitutional Investor, cuya magia y jiribi-lla le ganó el apodo de “la Vanity Fair delos inversionistas”.

A la manera de los cómics de RicoMcPato, de inmediato hizo su primer mi -llón de dólares.

Un buen día de 1965 le cambió la vida.Asistió a un ensayo de la American Sym -phony Orchestra. Leopold Stokowski lohizo cimbrarse con la Segunda Sinfonía Re -surrección, de Gustav Mahler.

“Yo entré a la sala como una personay salí convertido en otra persona. Fue co -

mo si hubiera caído sobre mí una tormen -ta de relámpagos”.

Auferstehung, resurrección. Ese pasajede la sinfonía lo atrapó de por vida.

Se propuso, de manera obsesiva, con-vertirse en director de orquesta solamen-te para dirigir en público esa obra.

En ese instante murió como lobo deWall Street y resucitó como el más apa-sionado de los mahlerianos.

Gilbert Kaplan se obsesionó con esasinfonía al punto de quemar sus naves enWall Street y volver a estudiar música.Pero no toda la música, solamente la Sin-fonía Resurrección, la única obra en todosu repertorio de por vida.

La sinfonía por la que Gilbert Kaplan seobsesionó nació a su vez de una obsesión.

Gustav Mahler escribió obras que osci -lan de lo sublime a lo grotesco debido asus dos obsesiones centrales: el amor, queexpresaba en música de manera sublime,y la muerte, que manifestaba de maneragrotesca. Eros y Thanatos exacerbados.

La génesis de su segunda sinfonía essu poema sinfónico Totenfeier, Ritual fú -nebre, a partir de un texto del polaco AdamMickiewicz, el poema dramático “Dziady”,que recoge una antigua festividad eslavapara conmemorar a los muertos.

Totenfeier consistía en un solo movi-miento, cuyo bosquejo mostró Mahler asu admirado Hans von Bülow, quien des-potricó frente al autor de semejante siste-ma “antimusical”.

Pero Mahler, obsesivo, no cesó. Escri-bió otros tres movimientos hasta caer enaridez creativa.

Theodor Reik, asistente de SigmundFreud, recogería años después de la visitaque hizo Gustav Mahler al doctor Freud,algunos aspectos que tienen que ver con

el resultado final de la Segunda Sinfonía,en particular el malestar de Mahler poruna melodía que se le había incrustado enla mente: una haunting melody, de la queen principio no ubicaba origen ni causani destino.

Una haunting melody es una tonada deesas que se nos meten a la cabeza y no lapodemos sacar de ahí. Desconocemos suorigen, así como su poder.

Theodor Reik logró desentrañar el ori -gen de la melodía encantada que obsesio-naba a Mahler: era un coro funerario, pa -ra no variar, del que Mahler se contagiódurante el funeral de su maestro Hans vonBülow, cuyo texto es precisamente el Aufers-tehung, poema de Friedrich Gottlieb Klops-tock, cuya esencia es la redención.

Por cierto, el diagnóstico de Freud enel caso Mahler: neurosis obsesiva.

El texto del Auferstehung fue el deto-nante de su Segunda Sinfonía, que conmue -ve profundamente al escucha y conviertela obra entera en un ritual de renovación.

Gilbert Kaplan recibió en su ser elAuferstehung como esa tormenta de re -lám pagos que describió. Los siguientes 17años los dedicó a estudiar esa obra, con elauxi lio de Charles Bornstein, asistente deStokowski precisamente en la preparaciónde la Segunda de Mahler con la AmericanSymphony Orchestra, elementos que es -tremecieron en relámpagos al magnateKaplan.

Esa habilidad del millonario de WallStreet para conseguir las herramientas cla -ves para su propósito, conformaron su po -lémica trayectoria en el exigente, caníbalmundo de la música de concierto.

Para muchos, Gilbert Kaplan es unafarsa, un lobo de Wall Street que pagabapor tocar, un músico inventado gracias a

El extraño caso del diletanteGilbert KaplanPablo Espinosa

98 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

su poder económico, capaz de comprarcríticos de música, alquilar orquestas me -diante donativos y las mejores salas de con -cierto a su disposición.

Para otros, es un referente mahlerianoque se convirtió en imprescindible por lomucho que aportó en el conocimiento dela obra de Mahler.

Su estrategia era impecable: ofrecía do -nativos a las orquestas, siempre necesita-das todas de recursos, y añadía a su currí-culum, una a una, las más prestigiadasdel orbe.

La única orquesta que no cedió a susrequiebros fue la Filarmónica de Berlín,ante lo cual Kaplan atenuaba así: “Bue no,es que el maestro Simon Rattle, directorde esa orquesta, interpreta la Segunda deMahler de manera tan excelente que nohago falta ahí”.

El lobo de Wall Street utilizó sus ha -bilidades adquiridas en el mundo del di -nero para diseñar su fulgurante “carreramusical”.

Cuando se sintió listo para dirigir enpúblico, en 1982, tomó como pretexto lacelebración de su aniversario 15 comoperiodista, es decir, como director de larevista más exitosa de Wall Street, alquilópara la fiesta el Carnegie Hall y contratóa la American Symphony Orchestra. Esdecir, fabricó la repetición de la epifaníaque lo convirtió al mahlerianismo, peroahora él como protagonista, al mando,sobre el podio, de manera similar a lossueños que Gustav Mahler contó a su si -coanalista: se soñaba dirigiendo a una or -

questa gigantesca, trepado en una escalerakilométrica y desde las alturas gobernabala puesta en vida de su música, que queríafuera celestial.

En el clausulado del contrato con laorquesta se estipulaba que el concierto se -ría por una única ocasión y exclusivamen -te para sus 2 mil 800 amigos y colegas yno se haría publicidad.

Pero había letra chiquita y Gilbert Ka -plan rompió el acuerdo olímpicamente.Coló entre sus invitados a dos críticos demúsica que publicaron sendos artículoselogiosos que hablaban del “nacimientode una gran carrera musical”.

En contrapeso, los expertos mahleria-nos tienen argumentos sólidos y objetivos:Gilbert Kaplan aportó elementos funda-mentales para el entendimiento y glosade la Segunda de Mahler.

Kaplan editó publicaciones muy va -liosas musicológicamente hablando: “Có -mo Mahler dirigía su Segunda Sinfonía”,“En una nota de Mahler, un mundo designificados”.

Su mayor aporte vino también de loscaprichos del dinero. Compró el manus-crito, de plano, pero para compartirlo, nosin antes jactarse de que halló más de 300errores en la primera edición, de maneraque hizo una edición crítica con anota-ciones suyas y la publicó.

El hecho fue celebrado por Tim Page,el gran crítico de música de The New YorkTimes, en un artículo que publicó el 18de mayo de 1986 y que inicia con una en -trevista a Kaplan, quien responde:

“La publicación de este facsímil signi-fica que por primera vez esta obra maestrapuede ser estudiada fuera de los confinesde las bibliotecas y los archivos. Para mí,también representa la culminación de unalarga y personal búsqueda de las raíces dela Segunda Sinfonía de Gustav Mahler”.

La Sinfonía Resurrección dura unos 85minutos e involucra a una orquesta de grantamaño, al igual que gigantesco el coro,dos cantantes solistas, una soprano y unacontralto, un órgano y un conjunto ins-trumental con instrumentos de metal ypercusiones, ubicado fuera de escena y queaportan una atmósfera sobrecogedora ycelestial.

El experto mahleriano Luis Pérez San -toja refiere esa experiencia inolvidable enla Sala Nezahualcóyotl, donde el mismí-simo Gilbert Kaplan dirigió a la Sinfóni-ca de Minería y ubicó a los músicos fuerade escena, en los pasillos y en la cámaraacústica bajo el piso del escenario.

Aquella visita fue tan clamorosa comolas incursiones de Kaplan en distintas ciu -dades del mundo, donde se invitaba me -diante aportaciones, donaciones a las or -questas en turno. Se decía que llegó a laCiudad de México en su jet privado y semovía en limusina.

Ese poder económico lo hizo posee-dor del tesoro del manuscrito de Mahler,cuya trayectoria lo dotaba de pedigrí: almorir, el compositor dejó el autógrafo asu esposa, Alma Mahler, quien lo regalóal director de orquesta holandés WillemMengelberg, amigo de Mahler y uno desus principales difusores.

Al morir Mengelberg, la partitura es - taba protegida mediante una fundacióny era mostrada en un museo de La Haya.Kaplan la adquirió en 1984 y la dejó endepósito en la Biblioteca Pierpont Mor-gan, de Nueva York. La edición facsimi-lar que publicó incluye un prólogo de Ka -plan y una meticulosa cronología de lacompo sición hecha por Edward R. Reilly,máxima autoridad en los manuscritosde Mahler.

El shopping de Kaplan no se limitó almanuscrito. Regaló a su esposa, la dise-ñadora de interiores sueca Lena Biörck,el único anillo que tuvo a bien Mahler deregalar a su mujer, Alma Mahler. Ah, Ka -

Gilbert Kaplan

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plan dirigió más de cincuenta veces condistintas orquestas en el mundo la Segun-da de Mahler con una batuta que perte-neció al compositor y también directorde orquesta.

Gilbert Kaplan es quizás el único di rec -tor de orquesta en el mundo cuyo reper -torio se limita a una sola obra: la Segun -da de Mahler, aunque dirigió también elAdagietto de la Quinta Sinfonía y algunospasajes de Edward Elgar.

Gilbert Kaplan, como dijimos, quemósus naves en Wall Street pero, habilidososiempre, se mantuvo como editor en jefede la revista que fundó y había vendidoen 75 millones de dólares.

Polémico, tuvo enemigos pero tam-bién grandes amigos, como el gran direc-tor de orquesta húngaro sir Georg Solti,quien narraba con exquisito humor: “Esun gran placer encontrar a un hombre deWall Street con quien puedo hablar de mú -sica, porque cuando me reúno con miscolegas sólo hablamos de dinero”.

Si bien es uno de los más fascinantes,el caso de Gilbert Kaplan no es único.

Hay historias a mares en la historiadel diletantismo musical, desde el relato deMiloš Forman en Amadeus, donde vemosa magnates interpretar torpemente las pie -zas que les acababa de entregar bajo pedidoMozart, hasta hombres de negocios quedejaron las finanzas para hacerse instru-mentistas y encargar obras para violon che -lo, como el caso del ingeniero y econo mis -ta graduado en el Massachusetts Instituteof Technology, Carlos Prieto Jacqué, quienestudió violonchelo desde los cuatro añosde edad, o bien, batutas inventadas queparecen nuevas revelaciones, pero en rea-lidad son producto de una estrategia si -milar a la que fundó Kaplan: alquilan sa -las y orquestas y se promueven en redessociales, como un caso doméstico bastan -te conocido, también con admiradores ydetractores.

Hay casos muy célebres, como el deltambién periodista, escritor, militar, po -lítico conservador, primer ministro delReino Unido, Edward Heath, quien porcierto ayudó estratégicamente a GilbertKaplan a fabricar su carrera musical.

El señor Heath, a su vez, desarrolló in -tensa actividad como pianista, organista y

director de orquesta. Instaló un gran pia -no Steinway en el número 10 de DowningStreet, de manera similar a como SherlockHolmes, de la mano de sir Arthur ConanDoyle, tenía su violín para relajarse en sudomicilio de 221B de Baker Street.

Edward Heath dirigió a la LondonSymphony Orchestra, a la Royal Philhar-monic y a la English Chamber Orches-tra, además de orquestas en Alemania yEstados Unidos, en distintas ocasiones.

En la residencia oficial del gobiernorecibía a sus amigos Isaac Stern, YehudiMenuhin y al Cuarteto Amadeus para ha -cer música, al igual que en Chequers, lacasa de campo también oficial de gobier-no, y grabó discos: el Triple Concierto deBeethoven y el Concierto para violonchelode Boccherini.

Otro diletante célebre fue el cancilleralemán Helmut Schmidt, también perio -dista (fue editor del semanario Die Zeit),quien grabó para la Deutsche Grammo -phon el Concierto para cuatro pianos deBach con el pianista y director ChristophEschenbach otros dos pianistas: JustusFrantz y Gerhard Oppitz, además del Con -cierto para tres pianos de Mozart (en ladisquera EMI).

La estrategia de Gilbert Kaplan podíaser denostada, pero él no puede ser acu-sado de mentir en su entrega a una solapartitura en su vida. Cada vez que subía aalgún podio importante, no cesaba de de -cir: “Soy un amateur”.

La primera parte de su vida fue unlobo de Wall Street. Su razón de ser en lasegunda parte de su vida fue la SegundaSinfonía de Mahler.

En octubre de 2015 le fue detectadoun cáncer cuya agresividad lo consumiórápidamente, en menos de tres meses. Alas 2:30 horas del primero de enero de2016 abandonó el cuerpo físico.

Su Resurrección queda en los concier-tos inolvidables que ofreció por el mun -do, en su pasmosa, escalofriante manerade lograr detalles en la ejecución de esaobra con transparencia pasmosa y clari-dad en el discurso que pocos directoresmahlerianos han logrado.

Todo eso queda también en los discosque dejó grabados y en la leyenda que for -jó: el extraño caso del diletante GilbertKaplan. Un multimillonario que dedicósu vida y su fortuna a una sola obra entoda su vida.

La historia de una obsesión.

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Va una foto, ¿de cuántos años atrás?, queno tiene al dorso fecha ni anotación dellugar y ahora es una imagen fantasmal. Yrecuerdo o creo recordar la ocasión. Algu -nos redactores de la revista Nuevo Cine(interrumpida en el número 7, de agostode 1962) y otros amigos de Luis Buñuel,nos reuníamos cada mes en el restauran-te Charleston de don Tino. Aquellos eranpequeños banquetes en que comíamos se -sos de cabrito asados en el cráneo mis model animal y bebíamos un riojano vinotinto de una marca que no he vuelto aencontrar.

Esa vez de la foto, durante la sobre-mesa, es decir, en el final del rito civiliza-do y cordial de la comensalidad, cuatro delos seis personajes presentes: Emilio Gar -cía Riera, Tomás Pérez Turrent, Luis Bu -ñuel y Alberto Isaac, ostentaban otros tan -tos cigarros puros que fumaban a todotren, mientras Arturo Garmendia (deca-pitado por el apresurado encuadre) y yo,absteniéndonos de producir humo, fes-tejábamos también algún comentario chis -toso que don Luis comunicaba a Albertocon gesto de complicidad y un susurroque más bien sonaba a “trueno susurrado”.

Para tomar esa foto tuve que haceruna pequeña y veloz pantomima: mon-tar el aparato fotográfico en un tripié (queal gunos prefieren llamar trípode, acasopor que suena más culto o siquiera mástécni co), activar el disparador y correr asituarme con un aire de naturalidad allado del grupo antes de que el clic me ex -pulsara de la imagen.

El momento se habrá dado en 1974,un año después de que Buñuel había fil-mado El discreto encanto de la burguesíaen los estudios Billancourt de París, don -de lo visité para hacerle un reportaje que

se publicaría en Excélsior (el que dirigíaJulio Scherer); y recuerdo muy vivamenteque cuando vi al cineasta emplear, quizápor primera vez en su caso, un monitor detelevisión adjunto a la cámara filmadora(con el fin de observar un plano ge neral dela escena tal como se vería luego en la pan -talla), me hizo gracia que don Luis indi-cara los movimientos a los acto res seña-lando con el dedo índice sus figu ras en lapantallita televisora que parecía subyu-garlo como a un niño con juguete nuevo,provocando que los actores se des concer -taran y se mirasen unos a otros casi asus-tados porque, hallándose algo distantes deldirector y las dos cámaras, no sabían paraquién precisamente iban aque llas órdenesemitidas con un “susurro de trueno”.

Mi foto de 1974 (¿una especie de sel-fie?) es fantasmal, como en mayor o me -nor medida les ocurre a todas las fotos,pero espero que conserve un leve latir devida, y en silencio le pregunto a cada unode los fotografiados qué estaría ocurrien -do en ese momento que el clic quiso fijar,acaso “inmortalizar”. ¿Qué broma habíaocurrido?, pues don Luis era aficionado

a las bromas, fuesen hechas por él o porotros. ¿O qué picante chiste o qué gra-cioso recuerdo o qué cándido chisme erael que comunicaba don Luis a Alberto yque nosotros también oíamos, puesto queal parecer eran festejados por todo el gru -po? Y tras encontrar por casualidad (den -tro del caos reptante que es mi cuarto deescribir y de dormir) la foto que creíaperdida, al recuperar ese “icono”, en elcual tal vez se perciba la amistad, la con-vivialidad, la comensalidad de los allí cap -tados, me acuerdo de una secuencia deEl séptimo sello, de Ingmar Bergman, enla que el señor feudal de regreso de unaCruzada, sentado en la hierba entre unoshumildes cómicos de la legua y en el es -plendor de la luminosa tarde estival, ríeporque respira esa fugaz dicha, porque ce -lebra sentirse fugazmente olvidado porla muerte “en persona” que lo ha acom-pañado durante todo el camino, y alzaen las manos un cuenco rebosante deleche y fresas silvestres para brindar porel triunfo de estar vivo y entre amigos…aunque sólo sea durante un parpadeodel tiempo.

La espuma de los díasEl clic que fijó (¿inmortalizó?)a seis comensales

José de la Colina

Luis Buñuel con Emilio García Riera, Tomás Pérez Turrent, Alberto Isaac, Arturo Garmendia y José de la Colina

RESEÑASY NOTAS | 101

El pasado 2 de septiembre de 2015 dirigíuna carta al entonces rector de la UNAM,doctor José Narro, en la que me refería aun artículo aparecido en el número 137,Nueva Época, de la Revista de la Univer-sidad de México, correspondiente al mesde julio pasado, que firma Felipe Garrido.

Decía en la misma que en 1998, reciénllegado a la Fundación Juan Rulfo, busquéa varias personas para conversar sobre laFundación. Una de ellas fue Felipe Ga -rrido. Hablamos, entre otras cosas, de lasediciones de El Llano en llamas y Pedro Pá -ramo impresas en 1980 por el Fondo deCultura Económica, mismas que llevabanla leyenda “Edición revisada por el autor”.

Garrido me dijo en esa ocasión que la“revisión” había consistido en un inter-cambio de comentarios de él con Rulfo, yque el escritor había identificado clara-mente cuatro o cinco puntos en los quedeseaba una corrección, por tratarse de al -teraciones al texto ajenas a su mano. Medio como ejemplo la frase inicial del frag-mento 12 de la novela, donde Rulfo escri -bió (y así viene en la primera edición): “Enel hidrante las gotas caen una tras otra”.En algún momento alguien cambió “hi -drante” por “destiladera”, y Rulfo exigióreponer “hidrante”. Su interés se centróen eliminar los cambios no hechos por él.Garrido enfatizó que, además de esto, Rul -fo no se involucró realmente en la revisióny dedicó poco tiempo a ello.

En la Fundación Juan Rulfo hemos ana -lizado con cuidado cada edición de la obrade Juan Rulfo, y puedo afirmar que lo dichoen 1998 por Garrido es compatible con loque arroja la comparación de las edicionesprevias a 1980 y las aparecidas ese año conla leyenda citada, más al gunas posteriores.

Por ello resulta muy contrastante queen su artículo Garrido afirme: “Tuve la for -

tuna de revisar con él [Rulfo] los libros”.Y prosigue, ahora en absoluta contradic-ción con lo que afirmaba en 1998: “Du -rante cuatro o cinco meses nos vimos unpar de veces por semana, en su oficina delInstituto Nacional Indigenista […], o enel ya desaparecido café El Ágora […], pa -ra dedicar dos o tres horas a la lectura delos textos. Yo iba marcando los cambiosque él pedía; discutimos algunos; tuvi-mos a la vista una copia del original queestaba en el Fondo; cotejamos juntos laspruebas finales. Se trataba de que donJuan dejara sus libros como los quería.Terminó satisfecho […] y conservo algu-nos objetos que entonces me dio”.

En esos años un servidor frecuentabaa Juan Rulfo tanto en su oficina del INI co -mo en su casa y en dos cafés cercanos a sudomicilio: El Ágora y El Juglar. Rulfo co -mentaba conmigo las novedades del día yjamás hizo mención alguna relativa a unarevisión de tal importancia a su obra he chaen esos días. Su familia tampoco recuerdaque les hubiese mencionado nada al res-pecto. Sí conservan en la memoria, en cam -bio, el deseo de Rulfo de no permanecermás en el Fondo de Cultura Económica.

Garrido, evidentemente, desea crearen su artículo la idea de que la “revisión”de las ediciones de la obra de Rulfo de lasque se asume como responsable es pro-ducto de un meticuloso trabajo conjuntocon Juan Rulfo. Pero este no existió, y sutestimonio de 1998 es una de las pruebas(no la única) de que ahora intenta crearotra historia.

Por lo demás, y esto no es de menor im -portancia, en su texto Garrido igualmen-te fantasea sobre cómo debería ser, paraél, el final de Pedro Páramo, lo que seríauna ocurrencia sin mayor interés de noser porque cita una parte tan extensa de la

novela de Juan Rulfo que viola lo permi-tido por las leyes concernientes al de -recho de autor. Con esto tanto el señor Ga -rrido como los responsables de la ediciónde la Revista de la Universidad de Méxicohan demostrado un gran descuido por losderechos que protegen la obra de un es -critor, como me aseguró el licenciado Ri -cardo Larrea S., representante legal de laseñora Clara Aparicio de Rulfo. Pero Ga -rrido lo hizo de manera absolutamenteincomprensible: en su artículo pretendedescalificar a la Fundación por no haberincorporado dos nuevas separaciones ensendos fragmentos finales: ¡sólo que estasseparaciones tampoco aparecen en la edi-ción conmemorativa de 1980, de la quetanto se ufana! ¿No estaba avalada por la“revisión del autor”?

Mi carta del 2 de septiembre no apa-reció publicada en la Revista de la Univer -sidad de México, que era lo correcto. Acambio, recibí copia de una nota dirigidapor Ignacio Solares al secretario particulardel doctor Narro, que tiene como anexolo que quiere ser una respuesta de FelipeGarrido (donde repite inexactitudes y fan -tasías, agregando otras) frente a lo que yoexponía en aquella carta. La de Garrido,de fecha 23 de septiembre, está dirigidasólo a Solares. Por esta razón decidí hacerllegar una segunda carta al rector de laUNAM, ahora el doctor Enrique Graue.En ella le expongo nuestra inconformidadante lo escrito por Felipe Garrido tantoen la Revista de la Universidad de Méxicocomo en su carta a Ignacio Solares, don desólo extiende sus fantasías a lo que su pues -tamente habría ocurrido en una con ver -sación que sostuve con él en 1998. Dicede mí “que [en 1998] su interés era ad -vertirme que, en caso de que esa revisiónhubiese producido algunos documentos

Réplica Víctor Jiménez

102 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

—cartas, actas, listas de cambios, lo quefuera—, mi obligación era entregarlos ala Fundación Rulfo. No estuve de acuer-do, pero discutirlo no tenía caso porqueno había nada de lo que él suponía”.

Ese “interés” no existió de mi parte, yreiteré al doctor Graue lo que sí me dijoGarrido: que la revisión hecha por él conJuan Rulfo sólo mereció una breve aten-ción por parte del autor de El Llano enllamas y Pedro Páramo, que se concretó endos o tres correcciones puntuales, siem-pre para revertir alteraciones ajenas a sumano. Quizá la imaginación de Garridoresponde al hecho de que en esos mismosaños era redactor de los discursos del pre-sidente Ernesto Zedillo: no es común queestos documentos se ciñan a los hechos.

Pero igualmente sostiene Garrido, enla carta que dirige a Ignacio Solares, quesu versión del trabajo de revisión de lostextos de Rulfo a lo largo de algunos me -ses y al lado del autor podría ser avaladapor otra persona: “Hay por lo menos unmiembro de la familia Rulfo […], PabloRulfo, que estuvo siempre al tanto de loque ocurría […], pues Pablo se encargóde ilustrar la edición conmemorativa delmillón de ejemplares, tanto de El Llanoen llamas como de Pedro Páramo…”. Bien,lo que asegura Pablo, consultado al res-pecto, es que lo que sostiene Garrido esimposible, y que su padre habría presta-do, a lo sumo, una atención muy limitadaa esa revisión: lo que concuerda con lo queel mismo Garrido efectivamente me dijoen 1998, y que yo recuerdo muy bien. Perohay algo más: Pablo estuvo becado enFrancia desde 1978, pasó allá todo el año1979 y en 1980 tuvo una breve estanciaen México, regresando de nuevo a París.Los dibujos que realizó allá los envió aldiseñador Rafael López Castro y vio enuna sola ocasión a Garrido, quien se en -contraba con López Castro durante unavisita de Pablo a la editorial durante supaso por México en aquel año. Y algo más:en el colofón de la edición conmemorati-va de 1980 se asienta, y cualquiera puedeverlo hoy, que se terminó de imprimir el5 de septiembre de 1980 y que el tirajefue de 3,000 (tres mil) ejemplares: ¿Có -mo puede “recordar” Felipe Garrido quese trató del tiraje de ¡un millón de ejem-

plares!, cifra tan abismalmente alejada? Laprimera edición “revisada por el autor”—como dice la portada— en la ColecciónPopular (no ya la “conmemorativa” de lacolección Tezontle: esta se reimprimió sóloen 1986, con 5,000 ejemplares, y 1996,con 1,000: en total 9,000 ejemplares), im -presa en 1981, constó de 50,000 ejem-plares, y durante algunos años las reim-presiones de esta serie oscilaron entre esacifra y los 30,000 ejemplares, y no apare-cían todos los años (por ejemplo, 1988 y1989). Antes de 1980 hubo tres tirajes (en1973, 1975 y 1977) de 100,000 ejempla -res, los mayores realizados por el Fondo.Los datos anteriores proceden de los ejem -plares que conserva la Fundación JuanRulfo, pero igualmente, y de manera fun -damental, de una de las investigacionesmás completas hechas jamás sobre PedroPáramo: la que integra el libro La recepcióninicial de Pedro Páramo (1955-1963), deldoctor Jorge Zepeda (Editorial RM, Fun -dación Juan Rulfo, UNAM, Universidad deGuadalajara, Secretaría de Cultura del Es -tado de Jalisco, Conaculta, INBA, México,2005). El doctor Zepeda recoge en el ca -pítulo “Tirajes de Pedro Páramo en el Fon -do de Cultura Económica” (pp. 293-297)todas las ediciones y reimpresiones he -chas por esa casa editorial del 19 de mar -zo de 1955 (primera edición) a noviem-bre de 1997 (última reimpresión): en los43 años comprendidos entre estas fechas setiraron exactamente 1’143,000 ejemplares.

Curiosamente, si uno revisa las edi-ciones de Pedro Páramo en el Fondo deCul tura Económica hechas antes de 1980(por ejemplo la primera, de 1955), así co -mo la conmemorativa (colección Tezon-tle) y todas las posteriores a 1980, comolas mencionadas de la Colección Popularcon la leyenda de marras, o la incluida enObras, a partir de 1987, no encontraráen ninguna las separaciones de fragmen-tos que defiende Garrido en su artículo yque habrían resultado, supuestamente,de su “revisión” conjunta de la obra conJuan Rulfo. Es decir, ni la propia casa edi-torial para la cual se habría hecho la su -puesta “revisión” avalada por Garrido, niel mismo Garrido, llevaron dicha “revisión”a las páginas de la obra. ¿O la nueva pro-puesta de separación es una iniciativa de

Garrido concebida al momento de escri-bir su artículo, y por tanto ajena a su pro-pia justificación de apoyarse siempre enlo que habría hecho Juan Rulfo a su lado?¿Sabe Garrido realmente lo que está di -ciendo en su artículo?

Todo lo que asegura Felipe Garridoparece tener una necesidad de reconoci-miento de paternidad, y lo preocupantees que con sus fantasiosas declaraciones yla falsa intervención tan dilatada y pro-funda de Rulfo para producir la ediciónde 1980 —con Garrido a su lado, ade-más— pretendiera reclamar ahora algúnderecho de autor que definitivamente noexiste, y rechazamos cualquier tipo de par -ticipación que, a 35 años, venga este señora argumentar o reclamar. Me permito se -ñalar esto porque el abogado de la señoraClara Aparicio de Rulfo, licenciado Ri -cardo Larrea S., considera necesario que lomanifestemos aquí de manera explícita.

Lo que me permití hacer del conoci-miento de los dos distinguidos rectores dela UNAM a quienes me he dirigido, el doc-tor José Narro y el doctor Enrique Graue,sólo tiene la intención de atajar afirmacio -nes como las del señor Garrido, que notienen sustento alguno incluso cuando serefieren a hechos verificables con algo tantangible como las ediciones de unas obrasque, como las de Juan Rul fo, son absolu-tamente conocidas por to dos los estudio-sos. No son más sólidas sus aseveracionescuando se remiten a lo que supuestamentehabría hecho o dicho fren te a testigos in -vocados por él, como Pablo Rulfo, y desdeluego es aún más endeble lo que afirma sinotro sustento que su propia palabra. Podríaextenderme aquí citando el resultado decomparar (como hemos hecho al estable-cer el texto definitivo de las obras de JuanRulfo en la Fundación que lleva su nom-bre) ediciones muy diversas y el originalmecanográfico escrito por Rulfo, que obraen poder de la señora Clara Aparicio deRulfo. Nuestro trabajo en la Fundaciónse fundamenta en un detenido y exigentetrabajo documen tal, recurriendo a elemen -tos de información por supuesto verifica-bles, comparables y susceptibles de unarevisión rigurosa, lo que no es ni remota-mente, como que da demostrado, el casode lo que sostiene Felipe Garrido.

RESEÑASY NOTAS | 103

Comienzo por el final, porque la réplicaque Víctor Jiménez hace a mi ensayo “Lamuerte de Pedro Páramo” es un alegatoque desemboca en una acusación:

Todo lo que asegura Felipe Garrido parece

tener una necesidad de reconocimiento de

paternidad, y lo preocupante es que […]

pretendiera reclamar ahora algún derecho

de autor que definitivamente no existe, y

rechazamos cualquier tipo de participación

que, a 35 años, venga este señor a argumen -

tar o reclamar. Me permito señalar esto por -

que el abogado de la señora Clara Apari-

cio de Rulfo, licenciado Ricardo Larrea S.,

considera necesario que lo manifestemos

aquí de manera explícita.

Esto es una calumnia. Un delito. Nohay manera de llegar a esta conclusión apartir de la lectura de mi ensayo. Ahí está,a la vista de todos, en el número 137 de laRevista de la Universidad de México, co -rrespondiente a julio de 2015, ya impre-so, ya en la página electrónica de la revis-ta. Hace falta ser un lector muy torpe, omalintencionado —o las dos cosas, co -mo es el caso—, para interpretarlo comouna manera de ir preparando el terrenopara reclamar derechos de autor. En lasediciones de las que habla el artículo nome di más crédito que anotar en los colo-fones respectivos que me había hecho car -go del cuidado de la edición; en El Llanoen llamas junto con Antonio Graham Pon -tones, y en Pedro Páramo junto con JoséC. Vázquez.

Mi ensayo propone una nueva manera deleer lo que dice Pedro Páramo; es posibleque alguien más ya lo haya leído de ese

modo; ni siquiera pretendo ser el prime-ro en hacerlo. Resumo la novedad en trespuntos:

1) Al comenzar la obra, no es DoloresPreciado quien muere, sino su hijo Juan;de no ser así, no tendría acceso a la tierra delos muertos.

2) Al acabar, Abundio Martínez noapuñala y asesina a su padre, Pedro Pára-mo, sino a Damiana Cisneros, que grita“¡Están matando a don Pedro!”, pero nohay que confundir lo que la mujer dicecon lo que sucede.

3) En las últimas páginas, por razonesde coherencia con el resto del libro, pro-pongo que la división en fragmentos seadi ferente a la que han tenido las diversasediciones, incluido el texto que la Funda-ción Juan Rulfo anuncia como definitivo.Si mi propuesta llegara a imponerse, la obratendría dos fragmentos más.

Nada de esto, que es la sustancia demi escrito, le interesa a Víctor Jiménez. ElLlano en llamas y Pedro Páramo son paramí un objeto de estudio. Para la Fundaciónson un negocio. Y esta perspectiva expli-ca su réplica. Sus demás quejas son pro-ducto de que Víctor Jiménez no entiendelo que lee.

Jiménez dice, y es verdad, que cuando lle -gó a la Fundación me buscó para conver-sar sobre las ediciones de los dos libros queRulfo y yo habíamos revisado. Jiménez dejaentender que no estaba al tanto del carác-ter ni de los alcances de la revisión que Rul -fo y yo habíamos hecho pero, si así hubie -ra sido, ¿para qué iba a buscarme? Jiménezsabía que habíamos revisado los dos librosy suponía que esa revisión había tenidocomo consecuencia algunos textos; que yo

había llevado alguna relación de nuestrotrabajo, o algo por el estilo, y le interesa-ba que yo entregara esos materiales a laFundación. Pero yo no registré lo que con -versamos mientras Rulfo —no yo; yo sólotomaba nota— iba haciendo los ajustesque le pareció pertinente hacer.

Jiménez inventa que le dije que aque-lla revisión había sido “un intercambiode comentarios” y que “Rulfo no se invo-lucró realmente en la revisión y dedicó po -co tiempo a ello”. No fue así. Rulfo y yohicimos un trabajo concienzudo, leímos lasdos obras línea por línea, y le dedicamos,Rulfo y yo, todo el tiempo que hizo falta, alo largo de cuatro o cinco meses. Me llamala atención que Jiménez nunca se refiera alos cambios en El Llano en llamas: fueronmuchos más que en Pedro Páramo, y másimportantes. Menciono los dos más evi-dentes: el orden en que aparecen los cuen -tos cambió —a partir de entonces se haconservado—; y, después de diez años deausencia, volvió al libro “Paso del Norte”.

Es obvio que Jiménez no tiene idea delcui dado que un autor pone al revisar unlibro que está por aparecer. Tampoco tie -ne idea del trabajo que un buen editor setoma pa ra acompañar a un escritor enesa tarea.

Yo, tengo que decirlo, soy un editor sol - vente. Se lo debo a mis maestros. En la re -vista Mañana (1962-1965), Fernan do So -la na; en la revista Contenido (1966-1968),Armando Ayala Anguiano y Javier RamosMalzárraga; en la revista Transformación(1968-1969), Luis Guevara y FernandoZenteno; en SepSetentas y el Fondo deCultura Económica, Alí Chumacero y JoséLuis Martínez. Se lo debo también a mis

ContrarréplicaFelipe Garrido

104 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

compañeros de trabajo y a la infinidad deautores, traductores, editores, impresores,diseñadores y trabajadores de imprenta conlos que he compartido las tareas editoriales.

He tenido la fortuna de trabajar —co -mo gerente de producción, o editor en jefe,o director— en la colección SepSetentas,de la SEP (1972-1976); en el Fondo de Cul -tura Económica (1976-1985); en la en esetiempo Dirección de Literatura del INBA

(1986-1989); en la Universidad de Gua-dalajara y en las ediciones del Teatro Isau -ro Martínez, de Torreón (1990-1993); enla Unidad de Publicaciones Educativasde la SEP (1994-2000); en la Direcciónde Publicaciones del entonces Conaculta(2000-2003) y, después, por dos años enla editorial Jus y, como trabajador inde-pendiente, con universidades y secretaríaso institutos de cultura de diversos esta -dos, sobre todo en Baja California, Nue -

vo León, Coahuila, Jalisco, San Luis Po -tosí, Aguascalientes y Veracruz.

He editado, literalmente, millares delibros, de cientos de autores y traducto-res, lo mismo primerizos que los más ex -perimentados y de mayor renombre. Loslibros de Rulfo eran dos de los más de tres -cientos, entre novedades y reimpresiones,que en esos años publicaba cada año elFondo. Eran parte de mi trabajo cotidiano.¿Por qué iba a llevar la cuenta de lo queíbamos haciendo con ellos? De la mis mamanera que con Rulfo, en esos años mesenté frente a frente con José Luis Martí-nez, Antonio Alatorre, Miguel León-Por -tilla, Carlos Fuentes, Mariana Frenk, ElíasTrabulse, Eduardo Matos Moctezuma, Era -clio Zepeda, Sergio Galindo, EnriquetaOchoa, Pedro Miret, Carlos Pellicer López—con libros de su tío, Carlos Pellicer—,Orso Arreola —para preparar obras de su

padre, Juan José—… La lista rebasa conmucho la escasa capacidad de mi memo-ria, pero los libros están allí.

No siempre hizo falta leer la obra lí -nea por línea, como en el caso de Rulfo.A Rafael Ramírez Heredia, por ejemplo,lo convencí de que suprimiera dos cuen-tos en un libro donde todos los demás erande tema taurino; con eso la obra cobróuna unidad que la mejoró. Con OctavioPaz revisé Sor Juana Inés de la Cruz, o lastrampas de la fe. A lo largo de un par demeses fui una vez por semana a su casa,en ese tiempo muy cerca de la Columna dela Independencia, para ver con él lo quehabía encontrado en el original un cuida-dosísimo editor del Fondo, Fulgencio Ló -pez Vidarte. Entre los muchos motivos quetengo para admirar a Paz está la enormeinteligencia y la no menos enorme pasióncon que revisaba nuestras dudas: citas, fe -chas, nombres de personajes y ciudades,detalles de puntuación y de redacción.

¿Podría yo aspirar a exigir en alguno deestos casos una parte de los derechos de au -tor? Nunca tuve esa absurda tentación.Tampoco en el de Rulfo. La ocurrencia deVíctor Jiménez y de su abogado es un dis-late. Tal vez es también un modus operandi.Se fabrica una amenaza totalmente irreal,un fantasma de humo; se procede a la enér -gica defensa, y se demuestra ante la Fun-dación una eficacia tan cabal como risible.

Jiménez se queja de que “[Garrido] en suartículo pretende descalificar a la Funda-ción por no haber incorporado dos nuevasseparaciones de sendos fragmentos fina-les: ¡sólo que estas separaciones tampocoaparecen en la edición conmemorativa de1980, de la que tanto se ufana!”. Pero yono pretendo descalificar a la Fundación; enmi ensayo acepto que la división en frag-mentos que tiene su edición mejora la quehicimos Rulfo y yo.

Otra cosa es que me parezca ridículala jactancia de que se haya logrado, comopretende la Fundación, un texto definitivo.La propuesta de esas dos nuevas separacio -nes no tiene nada que ver con la revisiónque hice con Rulfo. Es una sugerencia ala que he llegado muchos años despuésy que publico por primera vez en el ensayoque tanto ha alterado a Jiménez. Es una

Juan Rulfo, 1969

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RESEÑASY NOTAS | 105

propuesta para las futuras ediciones, queseguramente se harán. Porque cuando setrata de editar a un clásico —Pedro Pára-mo lo es— jamás se llega a un texto defi-nitivo. Mal que le pese a Jiménez, y así élpretenda estorbarlo, seguirá habiendonuevas lecturas y nuevas ediciones de lasobras de Rulfo. Como digo al final de miensayo, “Hace falta no un ‘texto definiti-vo’, sino una edición crítica de la novela.Podrán ser más de una. Las habrá”.

Los esfuerzos que hace Jiménez por de -mostrar que Juan Pablo Rulfo ilustró doslibros sin que, al igual que su familia, su -piera que se estaban preparando son las-timosos. No se trata de un trabajo menor.El Llano en llamas lleva 17 ilustraciones apágina completa, una por cada uno de loscuentos, y Pedro Páramo tiene ocho ilus-traciones a página entera y ocho menoresque ocupan espacios de distintos tamaños—algunos de ellos, media página— queRafael López Castro dejó con ese propó-sito al diseñar el libro.

Si Pablo hizo estos dibujos en París o enMéxico o mientras volaba sobre el Atlán -tico no tiene importancia. ¿Resulta vero-símil que un pintor emprenda la facturade 33 ilustraciones para dos obras de pri-mera importancia, en ediciones de lujo, sinhaberse puesto de acuerdo con sus edito-res y con el diseñador de la serie sobre elformato y las características de los librosy de las ilustraciones? Es obvio que PabloRulfo, Rafael López Castro y yo nos reuni -mos más de una vez, y el propio José LuisMartínez, director de la editorial, nos acom -pañó en alguna ocasión. La colección fueidea suya, y José Luis disfrutaba cuandotenía la oportunidad de intervenir direc-tamente en los trabajos de edición.

Algo más debo decir sobre estas ilustra -ciones: fuera de los libros no existen. Pa bloRulfo hizo tres dibujos para cada una deellas que, al imprimirse en tintas diferen-tes, produjeron las imágenes que ve mos. Yeso significa que Pablo Rulfo, Rafael LópezCastro y yo estuvimos, se guramen te másde una vez, en Bdemex, donde se impri-mieron los libros, al pie de las prensas,para revisar pruebas de im prenta que mos-tramos a José Luis Martínez y al propioJuan Rulfo para que las aprobaran.

Artistas tan exigentes consigo mismoscomo Juan y Pablo Rulfo y como RafaelLópez Castro no podían hacer menos. Yyo hice todo lo que hizo falta para que asífuera; esa era mi tarea.

Con Pablo Rulfo he trabajado otrasveces. La más importante en 1994, cuan-do Ernesto Zedillo, entonces secretario deEducación Pública, me pidió que coordi-nara y editara los libros de Historia paracuarto y sexto grado de primaria en la se -rie de los Libros de Texto Gratuitos de laSEP. Dos años antes estos libros, de otrosautores, provocaron un escándalo tan gran -de que fueron retirados. Gracias al enormeapoyo del maestro Olac Fuentes, subse-cretario de Educación Básica, con la ayu -da de Joaquín Díez-Canedo —que se hizocargo de la investigación iconográfica— yde Antonio Ruiz Mariscal como asisten-tes de coordinación, de un amplio grupode maestros como consultores, y la atentasupervisión del propio Secretario, pudimosterminarlos e imprimirlos en los cuaren-ta días que faltaban para que comenzarael nuevo ciclo escolar. Permanecieron vi -gentes los veinte años siguientes.

Para poder completarlos en ese breví-simo plazo, a medida que los fuimos es -cribiendo los fue diseñando Stega Diseño.Trabajaban en esa firma Juan Antonio Gar -cía Trejo, Teresa Ojeda y Paola Stephens,bajo la dirección de Pablo Rulfo. Me cons -ta, porque laboramos codo a codo esoscua renta días, que Pablo cuida paso a pasolo que hace. Y así trabajó también cuan-do ilustró las obras de su padre.

Un agudo descubrimiento de Jiménez esque el colofón de la edición conmemora-tiva, en Tezontle, asienta que se imprimie -ron tres mil ejemplares. Yo no digo en miensayo que se haya tirado un millón deejemplares de esa edición, sino que esapequeña colección de libros conmemo-rativos se hizo para celebrar que esos títu-los —Los de abajo, El Llano en llamas,Pedro Páramo, El laberinto de la soledadmás Postdata y Vuelta al laberinto en unvolumen, dos o tres más— habían llega-do a vender un millón de ejemplares en laColección Popular. Ya lo dije: Jiménez noentiende lo que lee.

A Jiménez le molesta también que lascitas de mi ensayo sean, en su opinión, de -masiado extensas:

Garrido […] cita una parte tan extensa

de la novela de Juan Rulfo que viola lo

permitido por las leyes concernientes al

de recho de autor. Con esto tanto el se -

ñor Ga rrido como los responsables de la

edición de la Revista de la Universidad de

México han demostrado un gran descui-

do por los dere chos que protegen la obra

de un escritor.

Tal vez Jiménez y su abogado no hanleído lo que dice el Artículo 10 del Con-venio de Berna: “Son lícitas las citas to -madas de una obra que se haya hecho lí -citamente accesible al público, a condiciónde que se hagan conforme a los usos hon-rados y en la medida justificada por el finque se persiga”.

O lo que dicen los incisos I y III del ar -tículo 148 en el capítulo II (“De la Li mi -tación a los Derechos Patrimoniales”) dela Ley Federal de Derechos de Autor:

Arti�culo 148.— Las obras literarias y ar -

tísticas ya divulgadas podrán utilizarse,

siempre que no se afecte la explotación

normal de la obra, sin autorización del ti -

tular del derecho patrimonial y sin remu-

neración, citando invariablemente la fuen -

te y sin alterar la obra, sólo en los siguientes

casos:

I. Cita de textos, siempre que la canti-

dad tomada no pueda considerarse co mo

una reproducción simulada y sustancial

del contenido de la obra; […]

III. Reproducción de partes de la obra,

para la crítica e investigación científica, li -

teraria o artística.

Mi ensayo es un trabajo de investiga-ción y de crítica literaria.

Termino donde comencé. La calumniaque Jiménez lanza en mi contra es un in -fundio que los hechos refutan: ni por aso -mo he creído nunca que un editor tengaderecho a reclamar más beneficio econó -mico por los libros que publica que elsueldo o los honorarios que recibe porsu trabajo.

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En noviembre de 2015, una nota del pe -riódico español El País informó que, díasdespués de los ataques perpetrados porterroristas islámicos —en los que murie-ron 137 personas y otras 415 resultaronheridas, la noche del 13 de noviembre de2015 en París, Francia—, las ventas dellibro de memorias de Ernest Hemingway,París era una fiesta, tuvieron un repunteextraordinario: en tres días se vendieron12 mil ejemplares y se mandó a hacer unareimpresión de otros 20 mil, cuando el añoanterior apenas se habían logrado venderocho mil. ¿Por qué estas memorias de laidealizada juventud de un escritor en cier -nes a principios del siglo XX en París siguenejerciendo una perenne fascinación?

La primera impresión que tuve fue queen esta ocasión había sido producto más deun bienintencionado malentendido quede una convicción precisa. El editor de laversión francesa, entrevistado para la oca -sión, declaró que “el libro habla de cosasdistintas de las que estamos viviendo, perodescribe un París intelectual lleno de te -rrazas, donde la gente se encontraba parabeber cafés y copas de vino. Su espíritu co -rresponde a lo que les apetece reivindicarahora a los parisienses, ese espíritu eterno.Su título emblemático sirve para decir queParís siempre será una fiesta”. Eso me hizopensar en la película Midnight in Paris,de Woody Allen, quien recrea ensoñado-ramente esa época en forma de comediaromántica.

Incluso sin saber de qué trata realmen -te el libro, tal parece que los parisinos dehoy se acercaron a él en busca de algo quesienten que se les escapa. El título origi-nal del libro es A Moveable Feast (y noParís era una fiesta, como se conoce tantoen español como en francés). Fue sugerido

a la viuda Mary Welsh por A. E. Hotchner,editor, amigo y biógrafo de Ernest, quienrecordó haberle escuchado decir en el bardel Ritz de París en 1950: “Si tienes lasuerte de haber vivido en París cuandojoven, luego París te acompañará, vayasa donde vayas, todo el resto de tu vida, yaque París es una fiesta que se mueve”.

En noviembre de 1956 la gerencia delHotel Ritz de París le regresó al autor dePor quién doblan las campanas dos peque-ños baúles de su propiedad que se habíanconservado ahí desde marzo de 1928. Se -gún cuenta Seán Hemingway —nieto deErnest, hijo de Gregory—, los baúles con -tenían restos olvidados de los primerosaños de Hemingway en París: páginas me -canografiadas, cuadernos con apuntes paraThe Sun Also Rises (Fiesta, como le pusie-ron en español), libros, recortes de perió-dico y ropa vieja. Le enviaron el cargamen -to a su finca en Cuba. Su contenido loim pulsó a escribir una serie de viñetas so -bre sus días en París de 1921 a 1926. Tra-bajó en ello intermitentemente desde 1957hasta noviembre de 1959, cuando le en -vió el borrador a su editor, sin introduc-ción, ni capítulo final, ni título definitivo.

Ernest Hemingway, Premio Nobel deLiteratura, no volvería a tocar el manus-crito. El 2 de julio de 1961 se descerrajóun escopetazo en la cabeza.

Sin embargo, Mary Welsh, la cuarta yúltima esposa de Hemingway, decidió edi -tarlo y publicarlo como libro con el títulode A Moveable Feast —frase que no semenciona en el texto sino en el epígrafeinicial—, con una nota suya y un prefa-cio de Hemingway que en realidad estátomado de párrafos provenientes de va -rias cartas. Así apareció en 1964, como elprimer libro póstumo del escritor norte -

a mericano más renombrado de la prime-ra mitad del siglo XX.

Para Mario Vargas Llosa —quien es -cribió el prólogo de una edición del libroen español en 1987 y que luego incluiría ensu obra La verdad de las mentiras—, Parísera una fiesta, “más que una evocación nos -tálgica de la juventud, es una invocaciónmágica, un esfuerzo inconsciente para, re -tornando mediante la memoria y la pala-bra al apogeo de su vida, el momento demayor empuje y fuerza creativa, recupe-rar aquella energía y lucidez que ahora loestán abandonando de prisa. Y el libro estambién un desquite póstumo, un arre-glo de cuentas con viejos compañeros devocación y de bohemia. Libro patético,canto de cisne —pues fue el último libroque escribió—, esconde, bajo la engaño-sa pátina de los recuerdos de su juventud,la confesión de una derrota. Aquel quecomenzó así, en el París de los locos añosveinte, tan talentoso y tan feliz, tan creadory tan vital, aquel que en pocos meses fuecapaz de escribir una obra maestra —TheSun Also Rises— al mismo tiempo que ex -primía todos los jugos suculentos de lavida —pescando truchas y viendo toros enEspaña, esquiando en Austria, apostandoa los caballos en Saint-Cloud, bebiendo losvinos y licores de La Closerie— está yamuerto, es un fantasma que trata de afe-rrarse a la vida mediante aquella prestidi-gitación antiquísima inventada por loshombres para, ilusoriamente, prevalecercontra la muerte: la literatura”.

Debo confesar que este libro de Heming-way ejerció sobre mí una fascinación in -cluso antes de haberlo leído, precisamen-te a partir del texto de Vargas Llosa. Hace20 años, el 19 de marzo de 1996, luego

Ernest HemingwayUna fiesta que nos sigue moviendo

Guillermo Vega Zaragoza

RESEÑASY NOTAS | 107

de leer el ensayo del autor de La ciudad ylos perros, escribí con tinta roja (algo quecasi nunca hago) en mi cuaderno de no -tas: “Buscar París era una fiesta de ErnestHemingway”. Lo busqué por cielo, mar ytierra; lo pedí en librerías de nuevo y deviejo. Agotado e inconseguible. Pasó eltiempo y lo olvidé. Poco más de dos añosy medio después, el 6 de junio de 1998,vi la película City of Angels (en español lepusieron Un ángel enamorado), de un talBrad Silverling, remake de Las alas deldeseo (Der Himmel über Berlin) de WimWenders. Es la historia de un ángel lla-mado Seth (Nicolas Cage) que se enamo-ra de una doctora (Meg Ryan), pero parapoder amarla tiene que convertirse en hu -mano. En ese mundo de ficción, entre otrascosas, los ángeles habitan en las bibliote-cas y leen las mentes de los lectores. Enuno de sus recorridos por los pasillos, Sethencuentra a un anciano que está leyendoA Moveable Feast y escucha esto: “Sabíasque siempre habría primavera, como sa -bías que el río volvería a fluir después deldeshielo. Cuando continuaron las frías llu -vias y acabaron con la primavera fue co -mo si un joven hubiera muerto por na -da”. Intrigado, Seth observa el título en laportada. Al día siguiente, el libro apareceen el buró de Maggie. Intrigada, lo lee ydecide regresarlo a la biblioteca. Ahí seencuentra a Seth:

—¿Te gusta Hemingway? —dice él alver el libro que lleva.

—Sí, me está empezando a gustar.Seth lo toma y lo abre.—¿Puedo?Comienza a leer: “Al comer una os -

tra, con su fuerte sabor a mar y ese pun -to me tálico que tienen al beber el frescojugo de la concha y pasarlo acompañadopor el refrescante sabor del vino desapa-recía la sensación de vacío y comenzabaa ser feliz”.

—Siempre describía el sabor de las co -sas. Me gusta eso — dice Seth.

—¿Vienes mucho por aquí? —pre-gunta Maggie.

—Vivo aquí.—¿Qué haces?—Leo.—No, ¿en qué trabajas?—Soy mensajero.

—¿Qué tipo de mensajero? ¿De los demoto?

—No, soy mensajero de Dios.—¿Tienes un mensaje para mí?—Te lo acabo de dar.Seth se enamora de Maggie porque

ella pudo mirarlo a los ojos mientras ledaba masaje al corazón de un hombrepara revivirlo después de una operación.De cide convertirse en hombre y renun-ciar a la eternidad para poder sentir, oler,co mer, hacer el amor. Pero para dejar deser ángel tiene que lanzarse al vacío des -de las alturas. Un ex ángel que lo hizoantes que él le advierte: “Te despiertasapestando y dolorido de pies a cabeza,con más hambre que en toda tu vida, sóloque no sabes qué es el hambre ni nada deeso, todo re sulta confuso y doloroso, pe -ro bueno, muy bueno”. Seth se avientadesde lo alto de un edificio y ya comohumano va en bus ca de Maggie. La en -cuentra, se aman apa sionadamente, pe -ro al día siguiente sucede lo inevitable:

Maggie muere en un accidente. Seth ex -perimenta el dolor profundo. Uno de suscolegas ángeles le pregunta: “Si hubierassabido que iba a pasar esto, ¿lo habríashecho?”, y Seth le contesta: “Prefiero ha -ber olido una sola vez su ca bello, un besode sus labios, una caricia de su mano, quetoda la eternidad sin ella”.

En ese momento de mi vida, hace casi20 años, para mí fue inevitable acusar re -cibo del mensaje que ¿Dios?, ¿los arca-nos?, ¿el destino? me estaban enviando conesta película y con el libro de Hemingway:la literatura me había visto a los ojos, co -mo Maggie a Seth. La literatura es unamujer que con sus propias manos puedeabrir el pecho de los hombres y tratar —aveces inútilmente— de revivir sus cora-zones. El escritor es un ángel, un mensa-jero de algo que no sabe muy bien qué es,pero que tiene que decírselo a los hom-bres. ¿Fue casualidad que Seth dijera “aquívivo” en una biblioteca y que el libro fue -ra A Moveable Feast, que yo había tratado

Ernest Hemingway, París, 1924

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de conseguir infructuosamente duranteaños? Seth necesitaba volverse humanopara poder amar a Maggie, no le importórenunciar a la eternidad, a escuchar la mú -sica celestial del amanecer si iba a podersentir, oler, saborear, en una palabra: vi -vir. Así el escritor: necesita renunciar a loque no lo deja vivir con plenitud, a todolo que lo distrae, para consagrarse a lo queverdaderamente ama: la literatura.

Hacia finales de 2006, una amiga me tra -jo desde España la edición de Seix Barralde París era una fiesta, en la traducción deGabriel Ferrater, que atenta en forma la -mentable contra la brillantez y la tersurade la prosa original de Hemingway. Tiem -po después apareció una edición de bol-sillo con prólogo de Manuel Leguineche,quien asegura que Hemingway exagera,pues no vivía tan pobremente en ese en -tonces en París como lo cuenta, ya que ély su esposa recibían dinero de varias fuen -

tes y la vida era barata. En 2014 compréuna nueva edición del libro, publicadapor Lumen, en un formato más grande.Lo guardé y apenas a fines del año pasadolo tomé para releerlo. Me encontré conque era una versión —considerada “defi-nitiva en castellano” por la editorial, anun -ciado esto en interiores con una nota, perono en la portada ni en la cuarta de fo -rros—, basada en la edición restaurada porSeán Hemingway en 2009. En efecto, esuna edición diferente: el orden y el títulode algunos capítulos están cambiados, seha añadido una nueva sección de “Boce-tos de París”; no incluye ya ni el epígrafe,ni la nota de Mary Welsh ni el prefacio deErnest. Busqué la versión en inglés y meencontré con que Lumen había escamo-teado el prólogo de Patrick Hemingway,segundo hijo de Ernest y primero conPauline Pfeiffer, y la introducción de Seán,donde aclara punto por punto todos loscambios que le hizo a la edición armada

por la última esposa del escritor. Su obje-tivo era restituir el texto tal como lo mandósu abuelo al editor en 1959. Algunos lo hancriticado por ello, pero lo cierto es queesta edición restaurada arroja nueva luz so -bre el libro y, lo más importante, sobre elsentido de su enigmático título original.

En el prólogo, Patrick Hemingway re -vela que la referencia a París como una fies -ta móvil, movible o que se mueve provie-ne de la liturgia cristiana. Nos recuerda queErnest se convirtió al catolicismo para ca -sarse con Pauline Pfeiffer. En la Wikipediase asienta que, en el cristianismo, una fiestamovible o fiesta móvil es una celebración enun calendario litúrgico que se produceen fechas diferentes (relativo al calendariosolar o civil dominante) en di ferentes años.El conjunto más importan te de fiestas mo -vibles es un número fijo de días antes odes pués del Domingo de Pascua —la Se -mana Santa—, que varía por más de 40días dependiendo de la fase de la Luna.

En la nota periodística de El Paísmen -cionada al principio, se registra la opi-nión de un crítico literario: “Es el títuloel que ha sido adoptado como un eslo-gan, y no su contenido, que poca genterecuerda hoy. Pero nos recuerda que Fran -cia es una nación literaria, donde los librossirven siempre de símbolos”. Entonces,para mí, mientras escribía este artículo,las cosas empezaron a tener sentido. Poresos mecanismos misteriosos y casi mági-cos que tiene el verdadero arte, el símbo-lo tan poderoso que está plasmado en eltítulo original y que retoma la película queme conmocionó y significó tanto para to -mar una de las decisiones más importan-tes de mi vida, es el de la resurrección. Paraalcanzar la vida eterna, de alguna manerahay que morir y resucitar, como el propioJesucristo. A través de ese libro, en el querecreaba la mejor época de su vida, cuandoera joven y pleno, Hemingway resucitópor unos momentos como escritor des -pués de saberse acabado. El ángel renun-ció a la eternidad para poder vivir, sentiry amar a una mujer. Los franceses, aunantes de leerlo, sintieron que el libro lesdiría algo sobre la posibilidad de sobrevi-vir y renacer después de tan traumáticosacontecimientos. A mí, simplemente, mecambió la vida.

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El tío Pepe no sabía qué eran los diccio-narios, tampoco conocía a fondo el signi-ficado de las palabras. Pero ello no impidió—afirmó su sobrino, Bohumil Hrabal—que por más de 40 años él ayudara a lagente a “encontrar manantiales ocultos derisa y de alegría inocentes”. Pepe era Josef,también Pepin; él fue, según el indeleblerecuerdo del propio Hrabal, lo mismo un“rabino milagroso” que un “cuentista po -pular”. Hubo de todo en ese entrañablepersonaje. “Tío Pepe, ¿qué le gustaría ser?,él contestaba: Epiléptico, es lo mejor quehay en la India para encontrar manantia-les de agua para las personas con la ayudade una varita”.

Cuando el joven Bohumil Hrabal (Brno,1914-Praga, 1997) vivía solo, después dedejar la casa familiar, le consolaban so -bremanera las visitas de Pepin, quien eraalgo muy parecido a un juglar trasnocha -do, un “profeta de pueblo” que no dejó decontarle las historias que co nocía, desco-nocía y des cocía, las mismas que escu -cha ba, recreaba y nutría en la cerveceríadon de trabajaba o en alguna taberna don -de solía pa sar las horas y la vida, allá enNymburk (Bo hemia central, al este de Pra -ga). Bastó que Hrabal aguzara su oído des -de pe queño para descubrir a través de lavoz y peroratas de Josef que el mundo es -taba lleno de relatos alucinantes. Ahí don - de por lo regular solamente se escuchababu llicio de tasca o se miraban solamenteca lles y arrabales, latía otra realidad. Elcaudal de cuentos sin pausa que su tíoPepin le narró fue la mejor iniciación li -teraria para Hrabal: y sí, todas las histo-rias —ver daderas y no tan creíbles— sedeshilan de un tirón una vez que se las tie -ne en la punta de los dedos o le queman aalguien en la lengua.

“Yo no era nunca yo mismo, eran losdemás, los que me rodeaban, quienes loeran, entonces me consideraba un simpleespejo de bolsillo”, alega Hrabal con ve -hemencia al recordar el sitio donde re -dactó el texto Las desventuras del viejoWerther (un edificio que albergaba a la em -presa de pompas fúnebres Schoenbach),es decir, la transcripción de los “atestados”de Pepin, que no eran otra cosa que laspropias historias dictadas de su tío, un pu -ñado de relatos sin pies ni cabeza que con -tienen, sin embargo, un orden propio. Ca -da línea, palabra o recuerdo de este brevelibro revela al mundo el caudal de imáge-nes que surgían como un “hongo atómi-co” de la mente de Josef. “Reemprendi-mos nuestros atestados en siete ocasionesen total a lo largo de un trimestre… sinpreocuparnos de la cronología”. Hrabalredactó hacia 1949 Las desventuras, perolo dejaría “durmiendo” varios años, hasta1963, cuando se transforma en un libritoque tituló Curso de danza para adultos yalumnos avanzados. Perviven, no obstante,en los atestados, la evocadora nostalgia deuna gran vieja historia concluida hace tan -tísimo tiempo y la frescura de la primerasorpresa que se le arrebata a la existencia.El mundo, “magnífico e ingenuo”, surgíade Pepin: “Mi tío tenía un don que tam-

bién poseen las videntes y las brujas, gra-cias a su voz podía curar y sanar, disipabalas preocupaciones y alegraba la vida…Era el parlanchín número uno, mi musa,un narrador sin igual”. ¿Dónde y cómoaprender a contar la mejor historia que elmundo pueda conocer? Si se sabe escuchar,se caerá en la cuenta que ese es, quizás, elsecreto mejor guardado de la Creación. Ysus guardianes son ilusionistas, lo resguar -dan sin tener conciencia de ello, pues bas -ta con una dosis de ingenuidad y algunostrucos baratos para ocultarlo de la mane-ra más sencilla posible: hay que pensar enel oficio de zapatero como si fuera el de uncompositor. Josef fue zapatero, padre espi-ritual e inspirador de Bohumil. Ambos “pa -saban las noches representando obras deteatro, hablando de los papas y los empe-radores y las señoritas”; no es de extrañarentonces que el único drama que podríadetener el tiempo fuera la ausencia del tíoPepe. ¿Cómo denominar a la alocuciónininterrumpida de un anciano aficiona-do a la bohemia y la buena vida, a la feli-cidad extrema, a procurarse un poco deamor y una evasión deliberada de lo real?Afortunadamente Las desventuras del viejoWerther no corresponden a ninguna cla-sificación tradicional de un género litera-rio (¿literatura fantástica?, toda narraciónlo es, de hecho). Pero como ocurre en otrosórdenes de la vida, preferimos asignar ad -jetivos precisos y detallados al límite, so -lamente para después perpetrar con faci-lidad alguna transgresión y poder gritar quesomos los fieles poseedores de la autenti-cidad. Y para terminar están los que sonverdaderos dones de Dios, aquellos cuya ca -beza la recorren miles de pensamientos y sucuerpo miles de hormigas tan pronto se fi -jan en una mujer guapa.

Algo sobre Bohumil HrabalEdgar Esquivel

Bohumil Hrabal

Para Claudia Castro

110 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Vi a un hombre sentado en la banca deun parque que imaginaba a otro hom-bre que lo miraba desde la ventana deun edificio. A través de una persiana me -tálica, entreabierta con los dedos anulare índice, el hombre imaginado tambiéncreaba hipótesis sobre el hombre sen -tado en la banca del parque. ¿Quién deellos es el na rrador omnividente?, pre-gunta José Emilio Pacheco en la novelaMorirás lejos.

¿Será el poeta y escritor mexicano? JoséEmilio, al igual que Bashevis Singer, aligual que Amos Oz, interroga la natura-leza de la realidad y del dolor, de lo queparece ya no existir pero que ha dejado lashuellas de una tortura que parece frutode la ficción. Pero no lo es. La imagina-ción en la persiana entreabierta se asomaa otras dimensiones, a otros tiempos, a lacrueldad de exterminios que no puedenborrarse de la memoria. Al mismo tiem-po constata que “la hermosa Tierra [es]indiferente al dolor de los humanos comoal pesar de las hormigas”. Un torturadorde un campo de concentración mira fur-tivamente al cielo, a las constelaciones queson astros muertos, “luz petrificada de unaantigua catástrofe que en este instante ocu -rre hace mil años”.

Tal parece que nada sucedió, que todolo referido en la narración es irreal, pero elpoeta defiende su “pobre intento de con-tribuir a que el gran crimen nunca se re -pita”. En sus ojos sin párpados como desalamandra registra el horror pero tam-bién el asombro. Es el sino del poeta. Leintriga una sensación de totalidad que bañaa la existencia. La vida se entreteje sutil-mente y en el libro El silencio de la luna su -giere que una estrella de mar es quizás elfragmento de un sol que vive oculto entre

las olas. En el poema “Lumbre en el aire”(de La arena errante), describe así una ex -periencia oceánica que se extiende hastael cielo nocturno:

Digamos que no tiene comienzo el marEmpieza donde lo hallas por vez

[primeray te sale al encuentro por todas partes.

En ese mismo poema, retrata una sen -sación semejante a la que nos da la imagende un chorro de partículas subatómicasque aparece por unos instantes en las co -lisiones de protones en el CERN. Parece unallamarada de petate o lumbre en el aire:

A cada instante otro Big Bang.Nacen astros, cometas, aerolitos.Todo es ala y fugacidaden la galaxia de esta lumbre.Mundos de luz que viven un instante.Luego se funden y se vuelven nada.Como esta noche en que hemos visto

[ardercuerpos fugaces sobre el mar eterno.

Y vi los versos de José Emilio Pachecoque exploran la unidad de la naturaleza enuna gota: “La gota es un modelo de con-cisión: todo el universo encerrado en unpunto de agua”. Esa gota “está pobladade seres que se combaten, se exterminan,se acoplan”. En esa gota estamos prisio-neros. Nos preguntamos por qué nos pasalo que nos pasa, de qué se trata lo que vi -vimos. En torno a la gota hay sombra ysilencio. La gota es una “brizna de luz en -tre la noche cósmica”.

In memoriam, a dos años de ausenciaEl universo de José Emilio Pacheco

José Gordon

Fragmento del próximo libro de José Gordon: El inconce -bible universo. Búsquedas en la ciencia y en la literatura.

José Emilio Pacheco

UniversidaddeMexicoREVISTA DE LA

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IGNACIO SOLARES YGUADALUPE ALONSO

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