249465650 vicente lenero 1933 2014 revista proceso 1988
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Índice
CISA / Co mu ni ca ción e In for ma ción, SA de CVCON SE JO DE AD MI NIS TRA CIÓN: Pre si den te, Ju lio Sche rer Gar cía; Vi ce pre si den te, Vi cen te Le ñe ro; Te so re ro, Rafael Rodríguez Castañeda; Vocales, Francisco Álvarez, Salvador Corro
DI REC TOR: Ra fael Ro drí guez Cas ta ñe daSUB DI REC TOR EDITORIAL: Salvador CorroSUB DI REC TOR DE ADMINISTRACIÓN: Alejandro RiveraASIS TEN TE DE LA DI REC CIÓN: Ma ría de los Án ge les Mo ra les; ayudante, Luis Ángel CruzASISTENTE DE LA SUBDIRECCIÓN EDITORIAL: Flor HernándezASISTENTE DE LA SUBDIRECCIÓN DE ADMINISTRACIÓN: Laura ÁvilaCOORDINADORA DE FINANZAS DE RE DAC CIÓN: Be a triz Gon zá lezCOORDINADORA DE RECURSOS HUMANOS: Luz María PinedaEDI CIÓN Y CORRECCIÓN: Alejandro Pérez, coordinador; Cuauhtémoc Arista, Tomás Domínguez, Ser gio Lo ya, Hugo Martínez, Juan Carlos OrtegaREPORTEROS: Carlos Acosta, Jorge Carrasco, Jesusa Cervantes, Juan Carlos Cruz, Patricia Dávila, Gloria Leticia Díaz, Álvaro Delgado, José Gil Olmos, Santiago Igartúa, Arturo Rodríguez, Ro dri go Ve ra, Rosalia Vergara, Jenaro VillamilCO RRES PON SA LES: Campeche, Rosa Santana; Co li ma: Pe dro Za mo ra; Chiapas, Isaín Mandujano; Gua na jua to: Ve ró ni ca Es pi nosa; Guerrero, Ezequiel Flores Contreras; Jalisco, Fe li pe Co bián;
Michoacán, Francisco Castellanos; Nuevo León, Luciano Campos; Oaxaca, Pedro Matías; Puebla, María Gabriela Hernández,Tabasco, Ar man do Guz mánIN TER NA CIO NAL: Ho me ro Cam pa, coordinador; Corres pon sa les: Madrid: Alejandro Gutiérrez; Pa rís: An ne Ma rie Mer gier; Washington: J. Jesús Esquivel CUL TU RA: Ar man do Pon ce, edi tor; Ju dith Ama dor Tello, Ja vier Be tan court, Blan ca Gon zá lez Ro sas, Estela Leñero Franco, Isa bel Le ñe ro, Samuel Máynez Champion, Jor ge Mun guía Es pi tia, Jo sé Emi lio Pa che co, Al ber to Pa re des, Niza Rivera Medina, Ra quel Ti bol, Flo ren ce Tous saint, Rafael Vargas, Co-lum ba Vér tiz de la Fuente; [email protected] PECTÁCU LOS: Ro ber to Pon ce, co or di na dor. [email protected]: Raúl Ochoa, Beatriz PereyraFO TO GRAFÍA: Marco Antonio Cruz, Coordinador; Fotógrafos: Ger mán Can se co, Miguel Dimayuga, Ben ja mín Flo res, Oc ta vio Gó mez, Eduardo Miranda; ; asistente, Au ro ra Tre jo; auxiliar, Violeta MeloAU XI LIAR DE RE DAC CIÓN: Á ngel Sán chez
AYU DAN TE DE RE DAC CIÓN: Da mián Ve gaANÁLI SIS: Co la bo ra do res: John M. Ackerman, Ariel Dorf man, Sabina Berman, Jesús Cantú, De ni se Dres ser, Marta Lamas, Rafael Segovia, Ja vier Si ci lia, En ri que Se mo, Er nes to Vi lla nue va, Jorge Volpi; car to nis tas: Gallut, Helguera, Hernández, Na ran jo, Ro chaCENTRO DE DOCUMENTACIÓN: Ro ge lio Flo res, co or di na dor; Juan Car los Bal ta zar, Li dia Gar cía, Leoncio RosalesCO RREC CIÓN TIPOGRÁFICA: Jor ge Gon zá lez Ra mí rez, co or di na dor; Se ra fín Dí az, Ser gio Da niel Gon zá lez, Pa tri cia Po sa dasDI SE ÑO: Ale jan dro Val dés Ku ri, co or di na dor; Fer nan do Cis ne ros Larios, An to nio Foui lloux Dá vi la, Ma nuel Foui lloux Ana ya y Juan Ricardo Robles de HaroCOMERCIALIZACIÓNPU BLI CI DAD: Ana María Cortés, administradora de ventas; Eva Ánge les, Ru bén Báez eje cu ti vos de cuen ta. Tel. 5636-2077 / 2091 / 2062
se ma na rio de in for ma ción y aná li sis
No. 1988 • 7 de diciembre de 2014
DIPLOMACIA39 La diplomática mexicana con dos patrias /Alejandro Gutiérrez
INTERNACIONAL42 COLOMBIA: Ayotzinapa muestra la derrota del Estado /Rafael Croda
46 ESTADOS UNIDOS: “Matar al mensajero” /Oswaldo Zavala
ANÁLISIS50 Diez ofensas a la inteligencia /Ernesto Villanueva
51 De ultratumba /Naranjo
52 Estado y crimen /Javier Sicilia
53 Oportunidad para la oposición /Jesús Cantú
54 Retóricas de la intransigencia /Marta Lamas
56 Declaración de los desestabilizadores /Denise Dresser
REPORTE ESPECIAL 8 Vicente, Vicente /Julio Scherer García
10 La amistad /Julio Scherer García
10 El atentado contra “Excélsior”. Relación de los hechos /Julio Scherer García
12 La dignidad /Julio Scherer García
18 El periodismo no está para resolver las crisis; está para decirlas /Vicente Leñero
20 La invitación: Un relato sin ficción /Vicente Leñero
27 ¿Cómo “trascender” a Julio Scherer? /Vicente Leñero
32 Vicente Leñero, mi amigo /Javier Sicilia
RELIGIÓN36 La Iglesia y Slim recuperan la Plaza Mariana /Rodrigo Vera
Foto portada: Eduardo Miranda
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VEN TAS y MERCADOTECNIA: Margarita Carreón, gerente Tel. 56 36 20 63. Lucero García, Karina Valle, Norma Velázquez. Circulación: Mauricio Ramírez, Barbara López, Gisela Mares. Tel. 5636-2064. Pascual Acuña, Fernando Polo, Andrés Velázquez. Suscripciones: Cristina Sandoval Tel. 5636-2080 y 01 800 202 49 98. Mónica Cortés, Ulises de León, Rosa Morales.ATENCIÓN A SUSCRIPTORES (Reparto): Lenin Reyes Tel. 5636-2065. Jonathan García.TECNOLOGÍA DE LA INFORMACIÓN: Fernando Rodríguez, jefe; Marlon Mejía, subjefe; Eduardo Alfaro, Betzabé Estrada, Javier Venegas
AL MA CÉN y PRO VE E DURÍA: Mer ce des Gue rra, co or di na do ra; Ro ge lio Val di via
MANTENIMIENTO: Miguel Olvera, Victor Ramírez
CON TA BI LI DAD: Edgar Hernández, contador; Ma ría Con cep ción Al va ra do, Rosa Ma. García, Ra quel Tre jo Ta pia
COBRANZAS: Sandra Changpo, jefa; Raúl Cruz
OFI CI NAS GE NE RA LES: Re dac ción: Fre sas 13; Ad mi nis tra ción: Fre sas 7, Co l. del Va lle, 03100 Mé xi co, DF
CON MU TA DOR GE NE RAL: Ka ri na Ure ña; Susana Arellano, 5636-2000
FAX: 5636-2019, Dirección; 5636-2055, Subdirección de Información; 5636-2086, 5636-2028, Redacción.
AÑO 38, No. 1988, 7 DE DICIEMBRE DE 2014
IM PRE SIÓN: Quad Graphics. Durazno No.1, Col. San José de las Peritas, Xochimilco, México, DF
EDI TO R EN JEFE: Raúl Monge; Editores: Sara Pantoja, Miguel Ángel Vázquez, Concepción Villaverde, María Luisa Vivas; Tels.: 5636-2087, Fax: 5636-2006
EDITOR: Marco Antonio Cruz; Dirección: www.procesofoto.com.mxCorreo electrónico:[email protected]; Ventas y contrataciones: 5636-2016 y 56362017
EDITOR: Alejandro Caballero; Correo electrónico: [email protected]; Armando Gutiérrez, Juan Pablo Proal y Alejandro Saldívar, coeditores; Tel. 5636-2010RESPONSABLE TECNOLÓGICO: Ernesto García Parra; Saúl Díaz Valadez, desarrollador,Tel. 5636-2106
Cer ti fi ca do de li ci tud de tí tu lo No. 1885 y li ci tud de con te ni do No. 1132, ex pe di dos por la Co mi sión Ca li fi ca do ra de Pu bli ca cio nes de Re vis tas Ilus tra das el 8 de sep tiem bre de 1976. Proceso es una Reserva para uso exclusivo otorgada por la Dirección de Reservas del Instituto Nacional del Derecho de Autor en favor de Comunicación e Información, S.A. de C.V., bajo el Número 04-2011-072215095900-102. Número ISSN: 1665-9309
Circulación certificada por el Instituto Verificador de MediosRegistro No. 105 / 23
Suscripciones DF y zona Metropolitana: Un año, $1,490.00, 6 meses, $850.00; Guadalajara, Monterrey, Puebla y Xalapa: Un año, $1,600.00, 6 meses, $880.00. Ejemplares atrasados: $45.00.
Pro hi bi da la re pro duc ción par cial o to tal de cual quier ca pí tu lo, fo to gra fía o in for ma ción pu bli ca dos sin au to ri za-ción ex pre sa de Co mu ni ca ción e In for ma ción, S.A. de C.V., ti tu lar de to dos los de re chos.
agen cia pro ce so de in for ma ción
agen cia de fotografía
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57 Soberbia política /Héctor Tajonar
59 Marchando desde (por) Ayotzinapa /Javier Hernández Valencia
ENSAYO
60 Análisis crítico sobre el sistema nacional /Arturo González de Arágon O.
CULTURA
68 Herencia cultural /Armando Ponce
70 De “Claudia” a la “Revista de la Universidad” /Myrna Ortega
74 Desde el número 0 de “Revista de Revistas” /Manuel Robles
78 De la radionovela a la telenovela hasta el cine /Columba Vértiz de la Fuente
82 Tres testimonios / Susana Cato, Alejandro Toledo
y Juan José Reyes
84 Francisco Araiza o la gloria del canto /Samuel Máynez Champion
84 Páginas de crítica
ARTE: El artista como curador /Blanca González Rosas
MÚSICA: Michel Nyman, concierto excepcional /Raúl Díaz
CINE: Sueño de invierno /Javier Betancourt
TELEVISIÓN: Vicente Leñero y el videoarte /Florence Toussaint
DEPORTES88 CENTROAMERICANOS: La decepción /Beatriz Pereyra
91 Contra la violencia... la hipocresía /Raúl Ochoa
94 Palabra de Lector
98 Mono Sapiens /Calendario de fotos famosas para un país lleno de fosas /Helguera y Hernández
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Hacia afuera, el dolor desgarra. En lo íntimo, el dolor es retros-pección, reflexión, evocación creativa. Hoy Proceso vive el do-
lor de la pérdida que no tiene vuelta. Con la muerte de Vicente Leñero perdemos en Proceso –como la parte del país con la que pueden com-partirse la cotidianidad y la historia– al hombre que deja huella honda en el periodismo y en las múltiples expresiones de la creación artística. Pero aquí tenemos una pérdida adicional. Partió uno de los fundadores y un pilar de lo que ha sido y es Proceso: un sueño, un proyecto, una realidad, una historia y el futuro en permanente desafío.
Leñero está en la esencia de lo que nosotros, los que aquí trabaja-mos y los que en esto creemos, hemos llamado el espíritu de Proceso. Como subdirector de la revista durante 20 años, lado a lado, piel a piel con Julio Scherer García, contribuyó a inspirarnos en la búsqueda de la verdad, de la integridad profesional, la independencia ante el poder, la honestidad, la crítica implacable, la denuncia sin concesiones, en el periodismo que, como él lo describía, “es trabajo sinfónico de equipo, es la búsqueda necia, emprendida entre todos los que forman un grupo, por desatar los nudos del mundo en que vivimos”.
Llegamos a entender, en su compañía, que en el periodismo “no hay descanso ni gloria permanente. Hay exigencia de humildad, de acep-tar con modestia la pequeñez humana ante lo inmenso que nos resulta siempre el monstruo inabarcable de la maldita realidad”.
Leñero hace mutis, como dijo Luis de Tavira en la oración fúnebre, en días aciagos para un país herido que quiere despertar pero aún no se decide; para un pueblo esperanzado que avista el horizonte que se aleja.
Experimentamos un dolor íntimo, con una certeza: como el grito que se escuchó en el Palacio de Bellas Artes durante el homenaje a Vi-cente Leñero, Proceso sigue.
REPORTE ESPECIAL
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E scuché a Vicente Leñero por teléfono, la voz lenta, húmeda:
“Llegó nuestro tiempo, Julio. Tengo un tumor en el pulmón. Cáncer. Los médicos me dan dos años de vida.”
Vicente me evitó una respuesta que habría sido superflua. Simplemente se retiró del teléfono.
Yo me acompañaba en la casa con algunos de mis hijos y en ese momento nada les dije acerca de la noticia que me laceraba. Necesitaba estar solo.
La palabra de Vicente tenía dos acentos: el irónico y el sarcásti-co. Ahora asomaba el lenguaje del dolor que ya no lo abandonaría.
Vicente rehuía a los médicos como augures de las malas nue-vas. Los galenos se las ingeniaban para encontrar males en cuer-pos perfectos. Del momento de la derrota no quería saber. Que-ría para él final súbito. Un plomazo o un infarto y ya. Sería todo.
Sus amigos le urgíamos para que confrontara su pasión por el tabaco. No era buen camino su adicción: cajetilla y media o dos paquetes diarios. Él replicaba con humo equívoco.
Había visto en El País una fotografía reciente de Manuel Fra-ga, constructor de la democracia española. La información daba cuenta de su edad: 89 años. Se veía satisfecho y no apartaba el ci-garro de la boca. Lo disfrutaba como si anduviera en los cincuenta.
Saludé a José Pagés Llergo en su casa, ya vigilante la agonía. Vivía para continuar vivo. Sus pulmones estaban deshechos por su incontrolada pasión por fumar. Para él no había colilla que so-
Como director de Excélsior, Julio Scherer García invitó en
1972 a Vicente Leñero a colaborar con él y le encargó la
conducción de Revista de Revistas. Desde ese momento
establecieron una estrecha relación profesional y amisto-
sa. Pieza clave en su creación, Leñero fue durante 20 años
subdirector de Proceso y protagonista central de momen-
tos memorables, algunos de los cuales son evocados en
estos apuntes inéditos de su fundador.
JULIO SCHERER GARCÍA
brara. Trabajaba y fumaba, fumaba y escribía. Permanecían a su lado una enfermera y un tanque de oxígeno de metro y medio de altura, color verde, deteriorado. Pagés, vanidoso, dejaba que co-rriera una entrevista con Hitler en 1945. La entrevista se reducía al intercambio de unas frases de cortesía y un apretón de ma-nos. Nada.
A corta distancia de Pagés vi el rostro de la desesperación. Sin oxígeno en los pulmones quería atrapar aire del medio ambien-te de su recámara, las ventanas siempre abiertas. Francisco Mar-tínez de la Vega, su compañero, lo lloraba. De buena fe, tersa la in-tención, el 7 de junio, día de la libertad de prensa, Martínez de la Vega dijo, en Los Pinos, que sin el consentimiento del jefe de la na-ción, no habría medio impreso que pudiera subsistir. Martínez de la Vega abogaba para que Proceso contara con los recursos nece-sarios para sobrevivir, entre ellos, la publicidad.
Pagés fue hombre generoso. Nos ofreció, a los expulsados de Excélsior, un piso en un edificio de su propiedad, en avenida Cha-pultepec, para que ahí pudiéramos planear nuestro futuro. Vi-cente fue el primero que rechazó la oferta. Dijo que Siempre, el semanario de Pagés, no era independiente del gobierno. Ahí se publicaron textos contra el gobierno pero siempre tuvo un lími-te, la voluntad del ejecutivo que gobernaba en todas partes. Si en verdad queríamos una publicación libre, con todos los ries-gos, no teníamos sino un camino. En esos días renunciaron al-gunos compañeros al proyecto y otros esparcían su veneno. Las traiciones estuvieron a la orden del día. “Julio está loco –oía de-cir–. Quiere venganza”. Francisco Galindo Ochoa, el portavoz de la palabra presidencial, decía:
Vicente,Vicente
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“Julio pierde los estribos. En su insensatez perderá hasta su casa. Ya le hice saber que pagaría las consecuencias si publica la fotografía y arma un reportaje sobre la casa del Presidente en la Colina de Cuajimalpa.”
Una tarde de ésas en las que finalmente la luz triunfa sobre la bruma que se extendía por el Valle de México, recibí la visita de José Antonio Zorrilla, director de la Federal de Seguridad. Era portador de un mensaje del secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, su jefe.
En tono duro me dijo que en Gobernación tenían informes acerca de un próximo reportaje que publicaría Proceso. Me adver-tía que en caso de contrariar la voluntad del Presidente, sufriría las consecuencias. Respondí que consultaría con el subdirector de la revista, Vicente Leñero. A solas me dijo que publicaríamos el texto sin una coma de más ni un punto de menos. Zorrilla se fue satisfecho y nosotros quedamos con el preciado as en la ma-no: nuestro trabajo en nuestras manos y la decisión de publicar-lo cuando lo creyéramos conveniente.
No escapaban a nuestro quehacer los mensajes amenazantes. Discutíamos cuál debía ser nuestra actitud. Ya se nos había pre-sentado un asunto grave por un reportaje firmado por Alejan-dro Gutiérrez.
El artículo de Alejandro está fechado el 13 de mayo de 2007 en Apatzingán, Michoacán. En él, hacía referencia de cómo cada día
eran más los ciudadanos que padecían violencia e imposiciones de los narcotraficantes y de cómo los operativos policiacos y mi-litares, que se justificaban sólo para restaurar la seguridad pú-blica, incrementaban los riesgos de la población por vivir en un país convertido en campo de batalla: detenciones ilegales, alla-namientos, torturas y hasta robos, fueron y son algunos de los abusos que han cometido las Fuerzas Armadas.
Alejandro Gutiérrez, según Ramón Eduardo Pequeño García, quien fuera titular de Seguridad Regional de la Secretaría de Se-guridad Pública, debía contar con dos hombres de confianza que lo protegieran de un posible atentado. Vicente se opuso al punto de vista. La seguridad de nuestro personal debía depender de no-sotros mismos. Agradecimos la atención y optamos por nombrar a Alejandro, corresponsal de Proceso en España.
Echeverría (otro tiempo, el mismo país, idéntica lacra de la polí-tica), encargó a un emisario de promisorio futuro decirnos que el Presidente era un bien nacional y estábamos obligados a cui-dar de su buena fama. A su arenga llegó la advertencia: más nos valía que protegiéramos el nombre y la figura presidencial o po-dríamos pasar momentos desagradables. Sin embargo, a Vicente ya nadie podría detenerlo.
Siempre de buen humor, extrañaba la literatura. Fue así co-mo fundó El Mollete Literario. Ya concluida la jornada de trabajo se iba con perdones, al parecer a recrearse con libros y escrito-res. Juró que nunca dejaría ir a José Emilio Pacheco y su Inventa-rio, ambos de nuestra sección cultural.
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“Llegó nuestro tiempo, Julio”
REPORTE ESPECIAL
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E n el primer trimestre de 1976, cuando el diario Excél-sior y la compañía editorial que lleva su nombre disfru-taban del mayor auge perio-dístico y económico de su
historia, empezaron a surgir problemas internos: los consejos y comisiones que rigen el funcionamiento de la coopera-tiva quedaron casi unificados contra la dirección de Julio Scherer García y la ge-rencia de Hero Rodríguez Toro.
Seguidamente, como un signo exter-no que parecía evidenciar el propósito de destruir a Excélsior como el más impor-tante diario autosuficiente e indepen-diente del país, se produjo un hecho inex-plicable: en la madrugada del 10 de junio, supuestos ejidatarios miembros del Con-sejo Agrarista Mexicano dirigido por Humberto Serrano, candidato a diputa-do del PRI, invadieron el fraccionamiento Paseos de Tasqueña. Los terrenos en que se levanta este fraccionamiento fueron adquiridos por la cooperativa Excélsior, mediante una operación de permuta, en
1959. En 1973 se obtuvieron las autoriza-ciones correspondientes para urbanizar y aprovechar económicamente el predio, y los cooperativistas decidieron repar-tir la mitad del producto en cantidades iguales para todos –independientemen-te de la antigüedad y del rango escalafo-nario– de modo que cada uno alcanzaría a recibir un total de 160,000 pesos. La otra mitad se destinaría a la construcción de una gran planta industrial para la empre-sa, que así garantizaría su independencia económica y su solidez periodística.
En la madrugada misma del 10 de ju-nio, el agente del ministerio público de Coyoacán, licenciado Luis Miravent Jáu-regui, levantó un acta sobre la invasión, que fue turnada a la Procuraduría Gene-ral del Distrito. En las semanas siguien-tes, la Procuraduría del DF declaró que la invasión no era de su competencia y no admitió más actas de los vecinos de Pa-seos de Tasqueña, pese a que se referían a robos, despojos, restricción al tránsito legal de personas y vehículos.
Entre tanto, en el interior de la coo-
Relación de los hechos(Esta es una crónica colectiva, no sólo un testimonio personal)
VICENTE LEÑERO
La amistad*JULIO SCHERER GARCÍA
A ños después del 8 de julio de 1976, con Los periodistas en las librerías, Vicente Leñero me contó de su ánimo en la asam-
blea. Pensaba que me había adelantado a los acontecimientos al ponerme de pie y anunciar el camino a la calle. Me dijo:
–Creo que te precipitaste. Tu nombre ya se coreaba en la asamblea. Debiste aguardar unos minutos.
Los sucesos que seguirían al golpe modificarían el punto de vista de Vicente. No podría olvidar su juicio:
–Frente a cualquier crítica adversa, sostendría que te habías mantenido en la línea correcta.
Vicente me llevó a la zona profunda de la amistad. Su crítica adversa, en mo-mentos cruciales, habría terminado con lo poco que restaba de mí.
Permanecimos juntos un primer año, luego un segundo y en una larga etapa, veinte años. Vicente me decía que desea-ba volver a su vocación en el teatro, los libros, la cultura, los talleres que impartía, su condición de profesor. Me obsequiaba parte de su tiempo esencial.
*Fragmento de Vivir (2012).
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El atentado contra “Excélsior”
Leñero. La crónica del 8 de julio de 1976
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perativa, los miembros de consejos y co-misiones –en especial el Consejo de Vigi-lancia– exacerbaron sus ataques contra la dirección y la gerencia en un lenguaje in-sólito que adquirió tonalidades injuriosas. Al mismo tiempo algunos periódicos de la capital, que habían manifestado una sis-temática hostilidad contra Excélsior pasa-ron directamente al insulto y se desarrolló una campaña ubicua y metódica de notas y desplegados contra la política editorial del diario y, de manera singular, contra el ensayista Gastón García Cantú. La empre-sa Televisa dedicó gran parte del tiempo de sus noticiarios a presentar el asalto a Paseos de Tasqueña como una legítima reivindicación de los ejidatarios supues-tamente despojados –de modo que Excél-sior parecía cometer los mismos atracos censurados una y otra vez desde sus pági-nas– y sus comentaristas vilipendiaron al periódico, sin cuidarse de la fundamenta-ción de sus cargos y en términos que inci-taban a la violencia.
Proporcionó un nuevo dato significa-tivo la unión de cooperativistas desafec-tos quienes, en 1965, se constituyeron du-rante once años en feroces impugnadores de la empresa y tuvieron difusión en pan-fletos que circulaban en forma anónima y clandestina. Este grupo de expulsados, que tenía como cabezas visibles a Raúl Beethoven Lomelí y Arnulfo Rodríguez, contó esta vez con el apoyo de Televisa pa-ra desplegar en sus noticiarios la signifi-cativa unión de fuerzas concertada entre ellos y los miembros rebeldes de los con-sejos y comisiones de la cooperativa.
Regino Díaz Redondo, responsable de la segunda edición de Últimas Noticias y presidente del Consejo de Administración, se convirtió en caudillo de esta unión. No mostró reticencia alguna en aliarse con los expulsados. Datos internos de la cooperati-va, estrictamente confidenciales, se hicie-
fesó haberse entrevistado con Humberto Serrano, el candidato priista, quien le ase-guró que en 24 horas sacaría a los invaso-res de Paseos de Tasqueña si se producía el derrocamiento de las máximas autori-dades del periódico.
Tras largos trámites innecesarios y di-laciones, la Secretaría de la Reforma Agra-ria dio, al fin, su ratificación definitiva a convenios celebrados tiempo atrás entre la cooperativa y los antiguos ejidatarios, y declaró satisfactoria la permuta en todos sus aspectos. Los plenos derechos de Ex-célsior sobre Paseos de Tasqueña demos-traron así de manera indubitable, el delito en que estaban incurriendo los invasores, cuyo número aumentaba todas las no-ches. Ninguna dependencia del gobier-no dio un paso para resolver la contradic-ción: legal y socialmente todo se hallaba en orden en las transacciones; sin embar-go, los ocupantes permanecían allí. Ex-
El golpe contra el Excélsior de Julio Scherer García, orquestado desde las
más altas esferas del poder, era silenciado por unos medios nacionales
que más bien se unían a la campaña contra la dirección legítima de ese
rotativo. Era indispensable que la historia se conociera y para tal efecto los
directivos expulsados del periódico decidieron que se publicara una cróni-
ca de los hechos. Un primer borrador, elaborado por José Emilio Pacheco,
se desechó por no ser el autor un cooperativista ni ser testigo de primera
mano. El trabajo final, el de Vicente Leñero, se escribió pero no alcanzó a
difundirse ampliamente. Presentamos aquí el texto íntegro, tal como debió
darse a conocer en julio de 1976.
ron públicos en algunos de los periódicos oportunistas que se publican los domingos –y que circularon en dependencias oficia-les–, y cuando menos una estación de ra-dio, la XEX, se sumó a la campaña contra Excélsior anunciando la celebración de una asamblea extraordinaria como si se tratara de una pelea de box.
Dentro de Excélsior, y sobre todo en la sección de talleres, miembros de los con-sejos y comisiones esparcieron el rumor de que la invasión a Paseos de Tasqueña –y la posible pérdida de 160,000 pesos por cada cooperativista– constituían una res-puesta directa a la política editorial del diario. La crítica a los actos del gobierno –decían– cancelaba todo posible arreglo. Las cosas no volverían a la normalidad hasta que Julio Scherer abandonara la di-rección del periódico. En el mismo sentido se expresó más tarde Regino Díaz Redon-do cuando, en una reunión pública, con-
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El informe de los directivos de “Excélsior”
REPORTE ESPECIAL
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La dignidad*JULIO SCHERER GARCÍA
A l abandonar el edificio de
Excélsior, en Reforma 18, me sentí perro sin dueño. Sin sa-ber qué hacer con mi cuerpo,
no había más mundo que el mundo in-terior. Algo me decía que mi comporta-miento en la asamblea que nos había puesto en la calle había sido propio de un cobarde, pero algo me decía que no, que en el momento extremo me ha-bía acompañado la lucidez, tocado el periódico de muerte.
De esto hablaba a solas con Susana. Yo sentía que se apretaba contra mí, que nada mejor podía hacer en el agobio que era nuestra vida. La miraba a los ojos para mirar atrás de su mirada verde y descendía a los labios que tanto me gustaban. Temía lo peor, el despertar en ella de una amorosa compasión, irrepetibles los días que no se quieren olvidar.
Sin frontera que separe las palabras del pensamiento, un día me dijo Vicente Leñero: “Quizá abandonamos la asam-blea antes de tiempo. Ya se coreaba tu apellido. En fin, no sé”.
Un agujero me devoró. Si nos habíamos salido antes de tiempo, el miedo me había ganado.
Trabajábamos en Proceso, la revis-ta ya levantaba vuelo y volvió Vicente, directo e inesperado. Me dijo que había escrito un libro, Los periodistas, que me dedicaba la obra de la que yo era eje y que no me mostraría una línea del manuscrito. No se expondría ni me expondría a un punto de vista adverso, a la sugerencia de alguna modificación significativa o circunstancial.
Vicente se reflejaba en las palabras de Kertész, el Nobel húngaro: “¿La Verdad o mi Verdad? La Verdad. ¿Y si no es la Verdad? Entonces el error, pero el mío”.
Fui leyendo Los periodistas como quien camina, hablando y escuchando, observando y sintiéndome observado, comprendiéndome entre muchos, agra-decido en las lágrimas de las que sólo yo puedo dar cuenta.
Las páginas se fueron haciendo una cadencia dolorosa, un andante y fui sa-biendo que, poco a poco, recuperaba el sentido de mi propia dignidad.
Presentación de Los periodistas, de
Vicente Leñero. Edición especial a 30
años del golpe a Excélsior (Joaquín
Mortiz, 2006)
presamente, la Procuraduría General de la República avisó que procedería al desalo-jamiento del fraccionamiento sólo el vier-nes; es decir, después del 8 de julio.
Este hecho permitió que los miem-bros de consejos y comisiones manejaran demagógicamente ante sus compañeros –siempre al nivel del rumor, de la pláti-ca en grupos– la “prueba fehaciente” de la incapacidad de sus autoridades.
Sabedor de que su cargo como presi-dente del Consejo de Administración ter-minaba en diciembre de 1975 –al cabo de dos años de ejercicio–, Regino Díaz Re-dondo tuvo que participar en los aconte-cimientos y convocar a una asamblea ex-traordinaria que a todas luces, dados los feroces ataques del exterior que soporta-ba la empresa, se consideraba inoportuna: se corría el riesgo de dividir a la cooperati-va en momentos en que era objetivamen-te necesario consolidar la unidad interna.
En dos pretextos de muy diferente ca-tegoría y relevancia apoyó Díaz Redondo la “necesidad urgente” de celebrar una asam-blea extraordinaria: el caso de Juventino Oli-vera, subgerente de administración y presi-dente del Consejo de Vigilancia, y el caso de la empresa PEPSA (Promotora y Editora de Publicaciones, S.A.), filial de Excélsior.
El caso de Juventino Olivera se desa-rrolló durante la segunda quincena de ju-
nio, cuando ya el Consejo de Vigilancia se había convertido en el ariete de la oposi-ción a Julio Scherer García y a Hero Rodrí-guez Toro, recurriendo a insultos directos, actitud inusitada en el seno de las reunio-nes oficiales.
Hasta el día 21, y pese a su calidad de Presidente del Consejo de Vigilancia, Oli-vera no se había manifestado solidario de los impugnadores ni de las autorida-des. Mantenía una aparente neutralidad. Fue entonces cuando 14 cooperativistas, reunidos para decidir qué hacer ante los ataques externos e internos, concluye-ron que resultaba muy importante pedir a Olivera una definición al respecto. Pa-ra ello, el 21 de junio, acudieron a su ofi-cina cinco de esos 14 cooperativistas. Ar-turo Sánchez Aussenac, jefe de redacción de Excélsior, 34 años de antigüedad en la cooperativa; Leopoldo Gutiérrez, secreta-rio de redacción, 25 años de cooperativis-ta; Ángel Trinidad Ferreira, reportero, con 24 años; Jorge Villalobos Alcalá, encarga-do de la primera edición de Últimas Noti-cias, con 21 años, y Arnulfo Uzeta, jefe de información de Excélsior, con 28 años en la cooperativa.
En diálogos con sus compañeros, Olive-ra se solidarizó con la institución. Dijo es-tar escandalizado, en desacuerdo con los consejeros y dispuesto a hacer pública su
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repulsa en un escrito. Para tal efecto dic-tó allí mismo, en su oficina, ante los cinco, una carta que textualmente decía así:
H. Consejo de Administración
Presente.Ante la actitud asumida por algunos miem-bros del H. Consejo de Vigilancia que me hon-ro en presidir, y con la lealtad inquebranta-ble que ha caracterizado mi trayectoria de 34 años en esta Cooperativa, me permito expre-sar categóricamente mi desacuerdo con di-cha actitud, porque considero que enturbiar la convivencia de los compañeros cooperati-vistas, por motivos inconfesables que no al-canzo a comprender, constituye un acto de la mayor gravedad.
Estimo que convertir la normal vigilancia de los asuntos de nuestra sociedad, el trámi-te de los problemas inevitables en toda organi-zación, en motivo de mítines, enfrentamientos personales, propalación de versiones parciales, tendenciosas e insidiosas, no sólo equivale a contrariar la función del propio Consejo de Vi-gilancia, sino que significa atacar los legítimos intereses de la Cooperativa.
AtentamenteJuventino Olivera López
Subgerente de Administración
Súbitamente, en ese instante, cuando Oli-
vera terminaba de dictar su carta, un grupo de miembros de los consejos y comisiones trató de irrumpir en la oficina cerrada pro-firiendo voces. Se les abrió la puerta y en-traron, irritados, con ánimo de “defender” a Olivera porque les habían informado –se-gún dijeron después– que “lo tenían ame-nazado”. Pacíficamente salieron los cinco, con la carta del subgerente, y dejaron a los comisionados reunidos con Olivera.
Por la tarde de ese mismo día, en los talleres y oficinas circulaba la versión de que Olivera había sido amenazado por los cinco, pistola en mano, para que suscri-biera la carta de repulsa. Los rumores ca-lumniosos lo convertían en un mártir de actos gangsteriles.
En la noche de ese día 21, Olivera y los consejeros y comisionados se reunieron con el director de Excélsior. Olivera ratificó su absoluta confianza a Julio Scherer Gar-cía y estuvo de acuerdo en romper su pri-mera carta como acto simbólico de buena voluntad. La entrevista terminó en abra-zos. Pese a ello, y acto seguido, Olivera fue paseado por consejeros y comisionados a través de los talleres de Excélsior como un héroe ofendido y victorioso, mientras se insistía en la versión de que el subgeren-te había sido encañonado con un arma.
Al día siguiente, martes 22, en sesión de consejo y a petición de Díaz Redondo, Olivera mostró una segunda carta en la que afirmaba que la primera había sido ob-tenida bajo presión. Propuso, sin embargo, que todo debía quedar en familia, y pro-metió romper esa segunda carta, al mis-mo tiempo que amenazaba renunciar a la cooperativa si alguien pretendía llevar ade-lante el asunto. Rompió la carta, en efec-to; pero después de un receso de 40 minu-tos durante el cual se ausentó de la sala en compañía de varios consejeros, regre-so diciendo: “Como hombre, rompo la car-ta, pero me asocio a las decisiones del H. Consejo de Vigilancia”, que exigía la con-signación de los cinco cooperativistas in-volucrados en el asunto.
Los impugnadores de la dirección y la gerencia encontraron así, en ese he-cho, un motivo artificial para acentuar sus ataques y difundir el descontento, y un pretexto para convocar a una asamblea extraordinaria.
El otro pretexto fue el caso PEPSA.Esta empresa subsidiaria de Excélsior
fue creada en 1969, un año antes de que Hero Rodríguez Toro asumiera la gerencia con objeto de extender el ámbito de activi-dades de Excélsior hasta abarcar el campo de la edición y la distribución de libros, así como hacer inversiones productivas que aumentaran los ingresos de los coopera-tivistas y sobre todo mantener fuentes de trabajo remunerativas para los socios que laboran en los departamentos de rotogra-bado, encuadernación, fotocomposición y
rotocolor. PEPSA comenzó a funcionar for-malmente en marzo de 1974, y se encar-gó de su administración a Miguel Scorza, quien parecía experto en la edición y ven-ta de libros, y su auditoría a Antonio Zava-la Tobón, auditor interno de la cooperativa y, a partir de 1975, miembro de la Comi-sión de Control Técnico.
Al año del funcionamiento de PEPSA, el gerente Hero Rodríguez Toro se vio obliga-do a suspender a esas personas que pro-vocaron un caos administrativo, y nombró una nueva administración encabezada por el licenciado Ignacio Álvarez Icaza, bajo el estricto control de erogaciones de Juventi-no Olivera.
La administración de Álvarez Icaza no tardó en descubrir que los manejos de Scorza y Zavala no sólo habían provocado un caos administrativo sino que acusaban una disposición indebida de fondos por parte de este último: Zavala no ingresó a PEPSA la cantidad de 400,000 pesos que Ex-célsior le había entregado para sufragar sus gastos de operación de acuerdo con póli-zas adjuntas, además de no justificar gas-tos por un monto de 600,000 pesos.
En mayo de 1976, mientras la adminis-tración de Álvarez Icaza rectificaba el rum-bo de la empresa y la abocaba a una crecien-te tarea de edición, una comisión designada por el Consejo de Administración por ins-tancias de la propia gerencia general de Ex-célsior se propuso estudiar la situación real de PEPSA. Sin embargo, contrató para ello los servicios de un despacho de contado-res sin ningún reconocimiento profesional y que, además, por sus relaciones persona-les con Zavala Tobón, resultaba sospechoso de parcialidad. En efecto, el informe rendi-do por el despacho de contadores y avalado por la comisión nombrada por el Consejo de Administración, emitió datos erróneos. En-tre otros, atribuyó a PEPSA una pérdida de 6.372,000 pesos, evidentemente falsa, tanto por el monto como porque tal cifra no po-día considerarse como una pérdida empre-sarial. En realidad se trataba de un déficit de operación representado por inversiones comprobables de 2.692.676.90 pesos, que para una empresa que llevaba funcionando menos de tres años –en uno de los cuales sufrió una caótica administración– no era desde ningún punto de vista considerable. Menos aún si se tomaba en cuenta que, por la venta en un año de los volúmenes exis-tentes, PEPSA obtendría una utilidad neta de 8.000,000 pesos.
No obstante las rectificaciones que se hicieron a este informe presentado por la comisión designada –y a la decisión de la gerencia de encomendar a una organiza-ción de alto prestigio la realización de una auditoría que esclareciera definitivamen-te la situación– los consejeros impugna-dores difundieron dolosamente el infor-me parcial y esparcieron rumores de que
Scherer entrevistado por corresponsales extranjeros
REPORTE ESPECIAL
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se habían cometido grandes fraudes im-putables a las autoridades del periódico. Las calumnias encontraron eco en publi-caciones dominicales panfletarias en las que se inventaban cifras cuantiosas y se acusaba insistentemente a Scherer y a Rodríguez Toro. Algunos trabajadores de talleres parecieron dar crédito a éstos y otros infundios, y se acentuó la división en el seno de la cooperativa.
En este clima de tensión exacerbada se convocó –con irregularidades jurídicas– a la asamblea del 8 de julio en cuya orden del día no se daba cabida, insólita pero signifi-cativamente, a los informes de la dirección y la gerencia.
En vísperas del acontecimiento, y con objeto de ilustrar a compañeros malinfor-mados que habían prestado oídos a las ca-lumnias y se dejaban liderar por los opo-sitores, un grupo de cooperativistas hizo circular, entre otros documentos, uno en el que se asentaba:
“Este es un nuevo capítulo de la his-toria de las agresiones a nuestro periódi-co. Los ataques del exterior han tenido, más de una vez, cómplices entre miem-bros de la cooperativa. Es clara la coinci-dencia entre la invasión de la Candelaria (Paseos de Tasqueña) y nuestros pro-blemas internos. También es muy clara la relación entre los agravios que anti-guos compañeros lanzan ante la televi-sión y en las páginas de muchos pasqui-nes y la actitud dolosa de consejeros y comisionados. Nos oponemos a esta ac-titud inmoral de consejeros y comisio-nados. Ellos saben que los infundios que han propalado serán destruidos por la verdad. Por eso pretenden acallarla. La convocatoria a la asamblea no sólo viola los principios de convivencia cooperati-va sino que también infringe las normas jurídicas que nos rigen.”
Enterados de la situación, y conoce-dores del peligro que se cernía contra la libertad de expresión en México –puesta en juego por la crítica situación de Excél-sior– cerca de 50 colaboradores del diario y de las demás publicaciones de la em-presa elaboraron por voluntad propia un manifiesto en defensa de la libertad de expresión y de solidaridad con Julio Sche-rer García y Hero Rodríguez Toro. El mani-fiesto debía aparecer en la última plana, la número 22, de la primera sección de la edición del 8 de julio.
A las tres de la madrugada de ese día 8 –día de la asamblea– se consumó la pri-mera operación del golpe: miembros de los consejos y comisiones se presentaron en el departamento de rotativas y, guiados por Díaz Redondo, en franca rebeldía con-tra las órdenes del director, eliminaron el texto e hicieron que el periódico se publi-cara con una página en blanco: afrenta al
lector y humillación jamás inferida a las publicaciones Excélsior.
Horas después, la atmósfera que se respiraba dentro y en torno a las instala-ciones de la empresa era ya de franca ti-rantez. Una patrulla de la policía circulaba continuamente por Paseo de la Reforma con su sistema de sirenas encendido, y pequeños grupos de individuos sospecho-sos –con aspecto de agentes, con aire de espías– paseaban en torno a los edificios. Un par de ellos incluso, entraron en el edi-ficio, se identificaron abiertamente como agentes policiacos ante los reporteros de guardia y preguntaron dónde se hallaba la sala de asambleas. Los talleres, a su vez, se encontraban invadidos y cercados por gente extraña a la cooperativa: muchos fueron identificados como “porros”, otros eran simplemente desconocidos que de-nunciaban en su semblante los efectos del alcohol y la droga; todos integraban una especie de fuerza de choque que preten-día amedrentar a los socios de la coopera-tiva y que instalaba, definitivamente, un ambiente de violencia. Era clara también la presencia de armas que abultaba, en al-gunos de estos desconocidos, la parte pos-terior de su vestimenta.
Por otra parte, los cooperativistas re-beldes habían decidido uniformarse con sombreros de palma –en los que se leía la inscripción 8 de julio– y se identificaban a sí mismos como “la indiada”, bajo el pre-texto de que los trabajadores de talleres habían recibido ese mote, a manera de in-sulto, de parte de miembros de la redac-ción en épocas anteriores.
Ante la violencia ambiental que go-bernaba las instalaciones de Excélsior, ho-ras antes de la celebración de la asamblea, uno de los colaboradores de las páginas editoriales, Ricardo Garibay, intentó desde las oficinas de la redacción, y en presencia de varios corresponsales extranjeros, una
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Granados Chapa. La salida
Los cooperativistas expulsados
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comunicación telefónica con el presiden-te de la República para enterarlo de la si-tuación que se estaba viviendo y que ha-cía peligrar a la institución. El secretario privado del presidente recibió el mensa-je de Ricardo Garibay, pero éste no obtuvo contacto telefónico con el primer manda-tario, quien, según le informaron, asistiría a una premiación de niños aplicados.
Poco antes de las once y media de la mañana, Julio Scherer García y Hero Ro-dríguez Toro, seguidos por toda la redac-ción y por empleados administrativos y de talleres entraron en el salón de asambleas que se encuentra ubicado en el segundo piso de Bucareli 17, cerca de la sección de rotativas, y que tiene acceso también por el edificio de Reforma.
El salón donde habitualmente se reali-zan las asambleas, y que en esos instantes merecía para muchos el nombre de “rato-nera”, de “trampa”, es un largo recinto rec-tangular, positivamente incómodo, que sólo cuenta con una angosta puerta de ac-ceso ubicada en el extremo posterior al si-tio donde se instala el presídium. Se habi-lita para tales efectos con sillas plegadas de lámina agrupadas en dos sectores que sólo dejan libre un pasillo central como única vía de tránsito entre el presídium y la puerta. Esta vez, el exceso de sillas obli-gaba a “amontonarse” a los concurrentes y hacía más estrecho el estrecho pasillo.
Cuando el grupo solidario al director y al gerente entró en el salón de la asam-blea, los trabajadores identificados con sombreros de palma ocupaban ya casi el sector cercano al presídium donde toma-ron asiento Scherer y Rodríguez Toro. Sus seguidores, en cambio, se vieron pronto apresados en la sección central, pues las fi-las posteriores se llenaron, instantes des-pués, con quienes se identificaban como “la indiada” y entre los que había numero-sos desconocidos, creando así una especie de sándwich que contribuía a acrecentar la presión. Por si esto fuera poco, el pasi-llo central se fue ocupando paulatinamen-te con los de sombrero de palma, de modo que se constituyó un émbolo humano que dificultaba no sólo la visibilidad, sino el li-bre movimiento de los que se hallaban in-cómodamente sentados. También llevaban sombreros de palma, además de un braza-lete rojo, los miembros de la comisión de orden, nombrados por el Consejo de Ad-ministración y situados, lógicamente, en el repleto pasillo central. Tales comisiona-dos ejercitaban muy arbitrariamente su función: cuando minutos después se ini-ció la asamblea, los comisionados del or-den hostigaban a los cooperativistas leales: les impedían ponerse en pie, los empella-ban, trataban de silenciarlos con amena-zas y abucheaban sus intervenciones. Era evidente la intromisión de abundantes in-dividuos ajenos a la cooperativa, en cuya
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actitud provocadora se les adivinaba estar dispuestos a provocar un zafarrancho que, en un lugar así, hubiera tenido consecuen-cias catastróficas.
La entrada al salón de los distintos miembros de los consejos y comisiones, casi todos ellos ensombrerados y con los ojos enrojecidos, provocó aclamaciones de los soliviantados, obedientes siempre a un sistema de porras perfectamente or-ganizado. Cuando Juventino Olivera cruzó el pasillo central, los del sombrero lo acla-maron. El subgerente agradecía los gritos balanceando el brazo derecho y sonrien-do, con desacostumbrada expresión de or-gullo, como un político en triunfo.
Transcurrió más de una hora antes de que Díaz Redondo, como presidente del Consejo de Administración, declarara abierta la asamblea. Lo hizo al fin sin co-municar la existencia o inexistencia del quórum legal, y procedió a solicitar propo-siciones para el nombramiento de seis es-crutadores. Su participación fue del todo arbitraria: rápidamente admitió la inscrip-ción de los candidatos que le gritaban los que llevaban sombrero, y alegaba no escu-char, no entender en medio de la gritería, los nombres que le proponían los coopera-tivistas fieles a la institución.
La gritería era realmente fenomenal. Las voces del grupo opositor y sus compar-sas, y el hostigamiento de los comisiona-dos del orden, impedía toda expresión libre y el adecuado desarrollo del proceso. Díaz Redondo, sin embargo, sometió a votación los nombres que él consideró propuestos –sólo dos de los solicitados por los coope-rativistas solidarios– y en forma también arbitraria –atisbando de una simple ojea-da las manos que se alzaban, los sombre-ros que se agitaban– declaró triunfadores a cinco escrutadores de sus incondiciona-les y a sólo uno del otro grupo de cooperati-vistas. Estos escrutadores, ahora en conni-vencia con Díaz Redondo, hicieron válido el dudoso triunfo que el propio presidente del Consejo de Administración –desoyendo la petición de una votación nominal– decidió conceder para presidir la asamblea al can-didato propuesto por los del sombrero, Jor-ge Castillero, sobre el candidato propuesto por el otro sector: Manuel Becerra Acosta, subdirector del periódico.
En medio de una gritería incontrola-ble se protestó fuertemente la decisión, al tiempo que las porras que dirigía un repor-tero de espectáculos, Ricardo Perete –quien se trepó al presídium y con expresiones desorbitadas agitaba su sombrero– corea-ban burdamente: “¡la indiada ya votó!... ¡la indiada ya votó!”.
A estas alturas, la violencia ambien-tal había llegado a extremos francamen-te peligrosos. La farsa de asamblea que se habían propuesto celebrar los adictos a Díaz Redondo era palpable. Para evitar
un incidente grave, y convencidos de que no existía posibilidad alguna de ejercitar la democracia, el director y el gerente de-cidieron abandonar el salón. Trabajosa-mente se formó una valla en el pletórico pasillo central para defender la integri-dad física de los dirigentes. Entre excla-maciones de “¡Scherer-Excélsior!, ¡Sche-rer-Excélsior!”, lanzadas por numerosos cooperativistas, salieron el director y el gerente acompañados de un considerable grupo, mientras algunos opositores grita-ban “¡Fuera!” y otros se mantenían atóni-tos, repentinamente emocionados ante los encendidos gritos de apoyo a la insti-tución y de repulsa al golpe que se acaba-ba de instrumentar.
El director, el gerente y los coopera-tivistas que abandonaron el recinto, se reunieron entonces en la sala de redac-ción del diario para celebrar allí, ante un notario público, la asamblea extraordina-ria que no había podido desarrollarse en el salón de talleres.
Mientras se acondicionaba la redacción, varios de los principales dirigentes de Ex-célsior, reunidos en la dirección y encabe-zados por el director y el gerente, celebra-ron con los corresponsales extranjeros que habían llegado al periódico horas antes una entrevista de prensa. Allí dieron cuenta de lo acontecido en el salón, informaron de los antecedentes y de la significación del aten-tado contra la libertad de expresión, y de-nunciaron la intromisión de individuos ex-traños a la cooperativa y que los propios corresponsales detectaban sin dificultad.
Durante la asamblea en la sala de re-dacción, los cooperativistas allí escucha-ron y aprobaron por unanimidad los infor-mes que rindieron el director y el gerente, y decidieron desconocer a los consejos y comisiones por su franca actitud de rebel-día y de ilegalidad.
En su informe, el director dijo: “Hemos venido padeciendo graves ataques del ex-terior. No necesito insistir en cuánto es-cozor causa nuestro trabajo –el de todos nosotros, absolutamente todos nosotros– a quienes en México se oponen al orden, a la independencia y a la honestidad. He-mos sabido contestar a los enemigos de afuera. ¡Cuántos quieren que Excélsior desaparezca como el único diario inde-pendiente y autosuficiente!...
“Pero resulta intolerable que la conspi-ración invada nuestras propias filas, que quienes tienden la trampa de Paseos de Tasqueña sean los mismos que asaltan la rotativa y lanzan a la calle un periódico mutilado, que quienes se han dicho nues-tros amigos y compañeros atenten contra su propia fuente de trabajo para lograr fi-nalidades ajenas. Siempre hemos puesto nuestro afán en que Excélsior sea el mejor, el más limpio, el más importante periódi-co de nuestra patria. Todos los días, desde
sus páginas, hemos pedido al gobierno y a la nación respeto y amor para cada uno de los mexicanos. Excélsior ha sido com-batido pero nunca juzgado con el despre-cio con que puede comenzar a ser juzgado desde ahora. Díganme si destruyéndonos a nosotros mismos, si echándonos lodo a nosotros mismos, si haciendo de nosotros objeto de ineficacia, burla y anarquía po-dremos seguir demandando y defendien-do todo aquello que ha sido hasta la ma-drugada de hoy nuestra divisa.”
Terminada la asamblea, los coopera-tivistas presentes ocuparon las principa-les instalaciones de Reforma 18 –donde se encuentran las oficinas de redacción y administración– ante la noticia de que los asambleístas reunidos en el salón de talleres habían acordado suspender al di-rector, al gerente y a los cinco socios im-plicados en el incidente de Olivera.
Se temía en esos instantes un acto de fuerza desencadenado por los solivianta-dos y el contingente de “porros”, algunos de ellos evidentemente armados, y ante tal peligro se solicitó telefónicamente la pro-tección policiaca en presencia del notario público y de los corresponsales extranje-ros. La protección no llegó jamás. Quienes llegaron hasta la oficina del director, ocu-pada por cooperativistas leales, fueron los integrantes de una comisión nombrada por los adictos a Díaz Redondo quienes co-municaron las suspensiones aprobadas en su reunión, la decisión de ocupar de inme-diato las oficinas del director y del gerente, y la determinación de convertir al Conse-jo de Administración en la única autoridad para fijar la política editorial del periódico y su manejo administrativo.
No había pacto posible. Resultaba pa-tente que negarse a acatar tales órdenes, resistirse a la ocupación de las oficinas, provocaría enfrentamientos violentos, to-da vez que los accesos a las instalaciones se hallaban controlados por los solivian-tados y los desconocidos, quienes a esas alturas ocupaban además las escaleras del edificio de Reforma formando un cor-dón y asumiendo actitudes acechantes.
Fue así como los dirigentes del perió-dico decidieron abandonar el edificio y sa-lir a la calle, seguidos por un nutrido grupo de cooperativistas, trabajadores eventua-les y colaboradores que entendían clara-mente la significación del golpe. Se trata-ba de un atentado artero contra la libertad de expresión en el que se habían conjun-tado intereses ajenos a la cooperativa y ambiciones internas de quienes se con-virtieron en instrumentos para la ejecu-ción de un crimen. Un crimen que eclipsa, por el momento, la posibilidad de contar en México con una prensa libre, profesio-nal, autónoma, independiente, verdadera-mente analítica de la realidad y del mun-do en que vivimos.
REPORTE ESPECIAL
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Hace 20 años Vicente Leñero recibió el Premio Manuel
Buendía a la Trayectoria Periodística 1994, en una ce-
remonia efectuada el 30 de mayo en el Paraninfo de
la Universidad de Guadalajara. Como maestro que era,
el subdirector de Proceso dio en su intervención esta
lección de periodismo:
VICENTE LEÑERO
E l periodismo es trabajo sin-fónico de equipo, es la bús-queda necia, emprendida en-tre todos los que forman un grupo, por desatar los nudos del mundo que vivimos. No
es tarea individual, ni jamás el desplante inspirado que produce de pronto una obra redonda –como sucede a veces en el arte–
Arc
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roceso
El periodismo no está para resolver las crisis; está para decirlas*
REPORTE ESPECIAL
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para ponerse luego a dormir en laureles. Tampoco es cosa de sentarse a afinar du-rante meses un trabajo reporteril: a pulir-lo y acabarlo hasta el punto final que nos entrega a la satisfacción o al sueño de que ahí quedó fijado para siempre. ¡Qué va!
El quehacer periodístico es talacha de urgencias, neurosis de presente, pasión por el instante que nos parece eterno a la hora de dar con la noticia y atrapar el se-creto de un gran descubrimiento, pero que se diluye pronto, apenas lo entregamos a la voracidad de esa vida que nunca se de-tiene y que se traga todo: los hechos, las palabras de un hombre entrevistado, el llanto por un grande que se muere, la si-tuación insólita de ahorita que mañana ya a nadie le sorprende.
Todos sabemos: la noticia de hoy só-lo dura este día; se volverá envoltorio al otro, o trapo para vidrios, o cenizas o basu-ra. También el reportaje se muere con to-do y sus palabras calientes por más que lo soñábamos una novela clásica. Y hasta esa audaz portada de la revista semanaria que repensamos tanto y que dijimos órale, se va quedando atrás al poco rato sepulta-da entre otras, y otras, y otras cien enfila-das por la banda sin fin, inalcanzable, del quehacer periodístico. Como obra indivi-dual, poco queda intocado que importe a lo que importa el periodismo, que es el re-gistro del instante. Lo que importa si aca-so –e importa mucho, la verdad– es el ca-mino, la voluntad constante, el fatigoso ir descubriendo durante años, paso a pa-so, noticia tras noticia, reportaje sumado a reportajes, columnas, entrevistas, la cam-biante manera en que la realidad presen-ta sus conflictos, problemas, contradiccio-nes, signos. No está llamado el periodismo a resolver las crisis –qué falacia–; está lla-mado a decirlas, a registrar su peso, a gritar qué se esconde, qué se oculta o simula, có-mo duele la llaga, por qué y cómo y a qué horas, desde cuándo y por dónde se ma-nifiesta el yugo que oprime esta vida so-cial. Más que ir en busca de la verdad, como suele decirse cayendo en el gazapo filosó-fico, lo que sale a buscar el periodismo, de momento a momento, es la profunda en-traña, el desgarrado cuerpo de nuestra rea-lidad. Ese es el objetivo: la realidad a secas. Monda y lironda. Desnudita y completa, lo mejor que podamos fotografiarla a punta de noticias, de indagar lo que saben los que saben, de testimonios y documentos y pa-receres sustantivos, de pregunta metiche y cuchillo que punza donde duele porque al-go hay si eso sangra. La realidad.
No es tarea para sueños de perma-nencia histórica, ni vocación de quie-nes buscan celebridad eterna. Es oficio de hombres actualísimos que a dentelladas muerden el presente y se mueren con él. Como el teatro, que vive y se consume en el lapso que dura cada función, el queha-
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Un relato sin ficciónVICENTE LEÑERO
E ran como las nueve de la no-che del jueves 21 de enero de 1988 cuando me telefoneó a Proceso un tal Moreno Cruz –el licenciado Moreno Cruz–dijo–, del PRI.
A las primeras frases me enteré de que el cordial Moreno Cruz era uno de los en-cargados para establecer contacto con los invitados especiales a las distintas giras del Candidato –como le dicen en el PRI al candidato del PRI– y precisamente para eso me llamaba: para invitarme de mane-ra especialísima, dijo, a nombre del licen-ciado Carlos Salinas de Gortari, a la etapa de “la semana próxima” en cuatro ciuda-des: León, Tuxtla Gutiérrez, San Luis Poto-
cer periodístico es por definición efí-mero. Y grandioso, si vale la palabra, tal vez por eso mismo: por su fugaci-dad. De un trancazo directo el reporte-ro con su noticia de hoy, y mañana ya es otra la exigencia: otra noticia, otro trancazo, otra vuelta a indagar y a bus-car y a descubrir miserias y grandezas. No hay descanso ni gloria permanente. Hay exigencia de humildad, de aceptar con modestia la pequeñez humana an-te lo inmenso que nos resulta siempre el monstruo inabarcable de la maldita realidad.
Pero hay camino, trayecto en la se-cuencia, y el periodismo a veces se nos convierte en causa. La causa de una lar-ga faena vivida y trabajada en lo común. Nadie está solo haciendo periodismo. A nadie deslumbra el brillo de las estre-llas solitarias. Esa fe ya pasó. Otra vez, como en el teatro, el periodismo se ejer-ce en colectivo. Entre pocos o muchos o muchísimos se construye un perió-dico, se hace surgir una revista que se arraiga y se expande con el tiempo só-lo por gracia de la pasión común. Y la causa que habita en ese cuerpo múlti-ple es la chispa que logra entreverarnos en un destino largo, más allá de la vida y el proyecto individual de cada quien. Eso sí permanece: el espíritu en grupo como manera de trabajar a diario sin volver hacia atrás: la vocación por lo in-mediato de todo periodista nos dispen-sa de errores cometidos en el papel de ayer que se volvió basura y nos impulsa a fuerza, inevitablemente, a seguir tra-bajando en vistas al futuro cercano que es el día de mañana o la semana próxi-ma. No más allá. No hay modo de averi-guar qué pasará después. Que no le pi-dan, por Dios, al periodista visiones de profeta. Él vive el día de hoy, y ese lap-so pequeño es su parcela, su religión, su centro, y se acabó.
Subrayo, el periodismo es trabajo sinfónico de equipo, es causa colecti-va de quienes juntos intentan escarbar más a fondo, más a fondo, las entrañas hondísimas, sensacionales siempre, de nuestra oscura realidad.
Eso quiero decir, entre obviedades y reiteraciones, hoy que me fuerzo a recibir en mi Guadalajara un distinti-vo que me rebasa en todo lo que soy. La vida me obligó a ser periodista, y el periodismo me entregó una vida que comparto entre todos los que hacen más vida esta vida que vivo: mi mujer y mis hijas, mis compañeros amigos de trabajo y mi jefe: más hermano que je-fe, pero ni modo: corazón de mi peque-ña historia periodística.
* Texto publicado en la edición 918 de Proceso (6 de junio de 1994).
sí y Monterrey. El candidato visitaría esos cuatro puntos clave en los gravísimos pro-blemas de la escasez y la contaminación del agua en el país, y quería el candidato, de manera especialísima que yo forma-ra parte de su comitiva de invitados a la campaña. Eso dijo Moreno Cruz.
La verdad es que nunca antes había aceptado invitaciones similares. Dije “no” cuando en 1969 me quisieron incorporar al grupo acompañante del candidato Luis Echeverría en su gira por Jalisco, y un “no” parecido exclamé en tiempos del candi-dato José López Portillo. Con el candidato Miguel de la Madrid ya nadie me invitó a ninguna parte, pero ahora, con el candida-to Salinas de Gortari, escuchando al telé-fono la voz comedida, cortés, se diría que hasta seductora del tal Moreno Cruz, sufrí
Andrés Garay
La invitación
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lez Gamio me tomó del brazo y me jaló un poquitín aparte.
Ya íbamos de salida.–Ven a saludar al candidato– me dijo.–Ya lo saludé– le dije–. Ya hasta me
despedí.Era cierto, pero Margarita me sonrió co-
mo si yo me estuviera evadiendo de pura ti-midez y me condujo hasta el portón de la casona donde Salinas se despedía de don José Iturriaga. Cuando yo iba a hacer lo mis-mo, el candidato rechazó mi mano y exten-dió su derecha para señalarme la portezue-la abierta de un auto inmenso estacionado allí mismo, al canto de la banqueta.
Antes de que tuviera tiempo de reac-cionar, en un abrir y cerrar de ojos –co-mo se acostumbra escribir en los viejos cuentos– me vi instalado en el extremo iz-
quierdo de aquel auto inmenso sobre un mullido asiento tapizado de azul, Salinas subió detrás, se oyó el característico cerrar de portezuelas de los secuestros, y el auto empezó a avanzar despacito hacia Miguel Ángel de Quevedo.
Sentí que hacía gulp y que mi hernia hiatal se contraía, mientras los pequeñí-simos ojos de Salinas de Gortari me mira-ban de punta.
–Me da gusto verlo, Leñero.–Gracias, licenciado.En un principio traté de ser únicamen-
te el dramaturgo Leñero, el novelista Le-ñero, pero el intercambio de frases trope-zó necesariamente con Proceso.
–¿Qué tal Proceso?–Ahí va licenciado... disfrutando de la
libertad de expresión que se vive en Mé-xico– dije.
En realidad no fue lo único inteligen-te que dije en todo el trayecto por Miguel Ángel de Quevedo, rumbo a San Ángel. De cuando en cuando el candidato saludaba con discretos ademanes de su derecha a quienes lo reconocían desde la calle o des-de otros autos, y yo me sentía como via-jando en carroza de rey.
Verboso de puros nervios traté de en-comiar el periodismo cada vez más obje-tivo que tratamos de hacer en Proceso, a pesar de tantas fallas y convencido como estoy y como estamos muchos de que no hay razón para que los periodistas vivan de la greña con el poder. La distancia con el Príncipe que siempre encomia Octavio Paz, no tiene por qué ser barrancón insu-perable, despeñadero. Eso hubiera queri-do decir a Salinas en ese momento, pero desde luego no logré articular pensamien-tos coherentes.
–¿Le gustaría caminar un rato?– me preguntó Salinas cuando el auto inmenso llegó a Revolución.
unos instantes de indecisión. Como deci-mos en el teatro: hice una pausa.
Dos semanas antes, a principios de enero, un sábado a mediodía, Margarita Gonzá-lez Gamio y Héctor Azar se reunieron en el CADAC de Coyoacán para conversar priva-damente con Salinas, a lo que se denomi-nó “un selecto grupo de intelectuales”. No sé si fue por sugerencia de Margarita o por cortesía de Héctor por lo que yo resulté in-cluido en el grupo, el caso es que después de una riquísima comida en el jardín (cuar-teto de cuerdas como fondo musical) y una breve reunión en el salón CADAC durante la cual Salinas de Gortari intercambió pun-tos de vista sobre temas culturales con al-gunos de los asistentes, Margarita Gonzá-
En esta crónica, publicada el 9 de mayo de 1988 y de la cual pre-
sentamos extractos fundamentales, Vicente Leñero cuenta cómo
a principios de ese año electoral los tentáculos del poder priista
lo alcanzaron y lo subieron al carro (es decir, al avión y a los
autobuses) del candidatazo en turno: Carlos Salinas de Gortari.
Atento al habla y a los ademanes de los políticos, el dramaturgo
en funciones de periodista retrata a un Salinas truculento y efec-
tista, que marcha sin sobresaltos aparentes hacia la cima del
sistema. Pero el aparato autoritario ya no funcionaba bien. Algo
rechinaba, obligaba al futuro presidente a sondear a Proceso y
provocaba uno que otro “malentendido”.
REPORTE ESPECIAL
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Frente al Mercado de Flores de San Án-gel caminamos a paso lento rumbo a la ca-lle Cracovia donde el candidato en campa-ña tiene su centro de operaciones. Salinas sonreía y saludaba a los puesteros, a uno que otro transeúnte, al tiempo que yo tra-taba de localizar con el rabillo del ojo a los guaruras con walkie-talkie que seguramen-te vigilaban invisibles el paseo de su jefe.
En el largo patio interior de Cracovia concluyó el pacífico secuestro, al estre-char la mano de Salinas me atreví:
–Usted debería hablar con Julio Sche-rer, licenciado... Conmigo puede hablar de literatura, pero para hablar de periodismo, de Proceso, sólo con Julio Scherer. De ve-ras, licenciado, estaría muy bien.
Salinas rechazó enfáticamente mi su-gerencia (sus ojos se convirtieron de pron-to en alfileres), y nuevamente cordial me dio a entender que volvería a buscarme, para seguir hablando así, conmigo, otro día, en otra ocasión.
Cruz Moreno aguardaba al otro lado del teléfono el final de mi pausa.
Se adelantó:La etapa del trabajo sobre los proble-
mas del agua empezaría el martes 26 en León y terminaría en Monterrey el vier-nes 29. Cuatro días, un día para cada ciu-dad: León, Tuxtla Gutiérrez, San Luis Poto-sí y Monterrey.
–¿Está de acuerdo?–Estoy de acuerdo –dije–. Sólo que ten-
go un problema.Era cierto. Tenía un problema. Mar-
tes 26 y miércoles 27 me había citado con Luis de Tavira para concluir los ajustes dra-matúrgicos a una obra mía que Tavira em-pezaba a dirigir con la compañía CET. El trabajo era urgente y resultaba despropor-cionado aplazarlo para atender una invita-ción a una gira política.
–Martes y miércoles no puedo –dije a Moreno Cruz–. Podría hasta el jueves y viernes, ¿hay algún problema?
–No creo, pero déjeme preguntar, ma-ñana le aviso.
Puntual y más cordial todavía, More-no Cruz me telefoneó la tarde siguiente. Lo había consultado y no, qué va, no ha-bía ningún problema. Era una lástima que yo no pudiera estar en la comitiva desde el martes 26 en León, pero el jueves 28 me in-corporaría al grupo en San Luis Potosí para seguir luego hasta Monterrey, Moreno Cruz me haría llegar mi pasaje de avión Méxi-co-San Luis a mi casa ese mismo sábado, junto con la información necesaria y los gafetes que debería usar durante las dis-tintas reuniones de la gira. Me recomen-daba Moreno Cruz, por último, que al ba-jar del avión me prendiera en la ropa uno de esos gafetes para que el encargado de ir a recogerme me identificara sin dificultad.
Es todo y muchas gracias –concluyó el funcionario del PRI–. Buen viaje –remató como si ya estuviera yo en el aeropuerto.
De acuerdo con lo prometido, el pasa-je de avión, los gafetes y la papelería me llegaron el sábado por la mañana. El lu-nes en la tarde una llamada desconcertó momentáneamente a Estela, mi esposa. Una secretaria del PRI telefoneó a casa pa-ra informar que se cancelaba mi vuelo del martes a León. Estela pidió aclaraciones. Explicó que yo no me había comprometi-do a volar el martes a León sino el jueves a San Luis: incluso ya estaba en mi poder el pasaje.
Después de decir ha, la misma secreta-ria telefoneó minutos más tarde para de-cir nuevamente: ha... ha, sí, disculpe. Era un error. Todo está confirmado. Todo okey. El señor Leñero viajará a San Luis el jueves 28 en el vuelo de Mexicana a las seis AM.
No tenía hambre. Aunque mal, había de-sayunado un sandwich de jamón y que-so y un café aguado en el avión de Mexi-cana. Pero de todos modos me caería bien un café, pensé.
Dónde sentarme, el restorán del Hos-tal Quijote estaba lleno de caras descono-cidas: varones con caras de políticos, la mayoría: invitados especiales en la eta-pa de San Luis, sin duda. A la distancia re-conocí al célebre Gómez Gordoa –surcan-do los setentas–, y ahí cerca, a mi derecha, a una tercia encabezada por este hombre, ¿cómo se llama?, delegado de Coyoacán, un tipo simpático que conocí en una co-mida de SOGEM y vi recientemente en la reunión de intelectuales en CADAC.
El delegado de Coyoacán me descubrió allí, parado, pajareando, y generoso me in-vitó a su mesa. Al sentarme y, mientras es-cuchaba el nombre de sus compañeros, al-cancé a leer el suyo en el gafete: Fructuoso
López. Claro. Licenciado Fructuoso López. Gran amigo de Fernández Unsaín, de Án-gel Boliver, excelente delegado de Coyoa-cán, según hacía correr su buena fama.
–Pero ya renuncié –aclaró Fructuoso al preguntarle lo obligado: ¿cómo va la dele-gación? Renuncié para poder jugarla co-mo candidato a diputado o senador. ¿No sabías? –me tuteaba como si fuéramos viejos amigos, me presentó como un veci-no coyoacanense, nos soltamos a conver-sar tome y tome café.
Él era de San Luis. Por eso estaba allí, en esa etapa, en su tierra. Acababa de re-gresar de un viaje a Lima, a Río de Janeiro, a Buenos Aires: ciudades de países mucho más jodidos que México– dijo Fructuoso.
–Ahí sí que está difícil la situación po-lítica.
–¿En dónde?–En Perú, con Alan García. La gente no
lo quiere. Anda con triple de los guaruras de los que utiliza Salinas, de veras. El pue-blo no quiere a Alan García, le dicen Alon-so: por Alan y por zonzo.
Fructuoso López soltó la risotada en el momento que apareció Chávez y me en-tregó la llave de la habitación 454.
–Ya está su maleta ahí, no se preocupe.A todos los que llenamos el comedor
nos hicieron pasar a un salón del hotel para que dos connotados priistas potosi-nos, Jesús Palacios y Santiago Salas, nos demostraran cómo y por qué arrasaría el PRI en el estado. Empezó hablando Jesús Palacios, pero no puse atención a su de-magogia. Luego Santiago Salas leyó cifras y cifras y aludió a los peligros que plan-tean al PRI el Frente de Unión Cívica alia-do con el PAN y el PDM. Peligros relativos –precisó el orador–, porque todos sabe-mos que nuestro partido es la única op-ción del Pueblo en San Luis.
Al comenzar su discurso Salas había prometido rematar con un tiempo para
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El Príncipe. Por la calle
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preguntas, pero ni siquiera llegó a la úl-tima cuartilla: un encargado de invitados entró a decir –nerviosísimo, como si ocu-rriera un terremoto– que el señor Candi-dato ya había arribado a la ciudad y que era tiempo de irnos, ya, de irnos a la fábri-ca para reunirnos con él. Rapidito, por fa-vor, señores, rapidito.
–Ya llegó– se oyó un murmuro. Y ensegui-da el alud de gente. Primero los periodis-tas y algunos importantes de los invitados especiales: Gonzalo Martínez Corbalá, cir-cunspecto, forrado por una chamarra de cuero gris, igualita a una que meses antes me enamoré inútilmente en Perisur: era italiana, estaba carísima.
También con chamarra de cuero, pero de color marrón, nada aparatosa, llegó Mi-guel López Azuara. Desde que dejó Proce-so en 1979 para incorporarse a las tareas en el gobierno lo veía muy de cuando en cuando y sin poder acostumbrarme a su imagen de funcionario público, al servicio del candidato del PRI, ahora, en el área de las relaciones con los periodistas que cu-brían la campaña. De pie, en el frío, Miguel y yo conversábamos unos minutos. Esta-ba trabajando dieciséis horas diarias y el ochenta por ciento de ese tiempo los de-dicaba a las giras con Salinas de Gortari. Muy atrás había quedado todo lo que que-dó atrás. Eran nuevos tiempos para él. Era definitivamente un nuevo Miguel López Azuara convertido en la religión del siste-ma. Quizá más feliz.
Cuando Salinas de Gortari entró a la fábrica seguido por un grupo del que re-conocí a Carlos Payán y a Regino Díaz Re-dondo, un locutor-animador que inauguró en ese instante el micrófono, pidió aplau-sos como si estuviéramos en un pro-grama de Raúl Velasco. La concurrencia aplaudió, los obreros cenizos ovacionaron al candidato y agitaron banderitas, pero todas las manifestaciones fueron apaga-das de golpe por el silbatazo largo de la fá-brica hecho sonar como saludo, como gri-to de júbilo.
Aparte de Regino Díaz Redondo que se veía cachetón, con cara de niño bueno, y de Carlos Payán, que en contraste pare-cía un director de orquesta de melena al-borotada –un Celibidache de los años cin-cuenta–, no reconocí de momento a los demás invitados que ocuparon las sillas del templete, en grupo con Salinas. Por ahí advertí luego la papada de Jonguitud Barrios, el pelo cano otra vez de Gómez Gordoa, y en una silla postrera a Miguel S. Biónche –como Garibay le decía por es-crito a Miguel S. Wionezek, en los buenos tiempos de Excélsior.
Salinas caminó hacia el templete salu-dando aquí y allá con la cabeza. Yo vi que sus ojos me veían y sentí que me sonreía
de manera especial, pero lo mismo sintie-ron sin lugar a dudas los demás presentes, incluido Fructuoso López.
Empezó la reunión.Hilvanados por el locutor-animador,
técnicos en obras hidráulicas, industriales y algún político emitieron puntos de vis-ta muy generales sobre los problemas del agua contaminada primero en las fábricas e inservible después para el uso domésti-co. Eran comentarios que se antojaban pro-pios de una reunión en privado y en vistas de enfrentar deveras a cada problema, no a dejarlos planteados en el aire, como con-texto de una simple postura de campaña, inevitablemente demagógica.
Pese a la inutilidad de los discursos pseudotécnicos, Salinas de Gortari escu-chaba con atención de estudiante y toma-ba notas con tarjetas que parecían arran-cadas de un fichero escolar.
De pronto irrumpió la voz de una mu-jer humilde:
–¡Señor licenciado!Los periodistas acreditados la descri-
bieron más tarde como una espontánea valerosa, pero era evidente para quienes estábamos ahí que además de mujer jodi-da se trataba de una mujer-comparsa que los organizadores habían situado en ese extremo derecho de la primera fila. Se lla-maba María Luisa Maya y exclamó, ante el candidato, en un tono que los reporteros calificaron de insólito:
–¡En el rancho no hay agua, señor li-cenciado!... Y yo lo invito a usted a que cargue los botes, no un kilómetro... ¡medio
kilómetro! para que vea lo que es sufrir por la falta de agua, señor licenciado.
Le aplaudieron muchísimo. Y muchísi-mo le aplaudieron también a otros humil-des que hablaron luego, con idéntica es-pontaneidad.
Al finalizar el acto, Salinas de Gorta-ri dejó de tomar notas en sus tarjetones y comentó con sensatez tanto los discursos pseudotécnicos como las voces espontá-neas que se manifestaron en Aceros San Luis ese jueves 28 de enero, lleno de frío.
Ahora había que salir corriendo.No entendí el término con la textuali-
dad que debía y me retrasé a causa de dos reporteros potosinos. Uno trabajaba en El Sol de San Luis después de haber estudia-do periodismo en el ITESO de Guadalajara con maestros como Raúl H. Mora, y el otro trabajaba en Momento, un periódico pro-piedad de Jonguitud Barrios, según ase-vera el propio reportero. Los dos colegas querían entrevistarme sobre la campaña de Salinas, y como yo dije que sólo venía a ver, solamente a ver, no hablar, se pusie-ron a lanzarme puyas:
Que qué decía el Manual de periodismo sobre la participación de los escritores in-dependientes en las giras del PRI, que qué pensaba yo sobre Salinas de Gortari, que qué opinaba sobre Cuauhtémoc Cárde-nas, que qué actitud tomaría si también Cuauhtémoc o Heberto me invitaban a sus campañas...
No respondí ni una sola pregunta; por estar toreándolos salí de la fábrica cuan-do los pullmans de redilas –como los lla-
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Mirada crítica
REPORTE ESPECIAL
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maría Gabriel Zaid– arrancaban rumbo a la carretera. Vi salir disparado al Tamau-lipas, y en el estribo del Hidalgo –también arrancado ya– un joven de liváis me hacía señas y me gritaba:
–Suba don Vicente, suba...Tuve la intención de saltar, como lo
hacía cuarenta años antes para abordar el tranvía Zócalo-Mixcoac en Revolución, pero muy a tiempo me frené. Entonces el que saltó a la calle fue el joven de liváis:
–Ya lo andan dejando Don Vicente... ¿Por qué se atrasó?
Todo el mundo parecía enloquecido por la prisa. Además del Tamaulipas y el Hidalgo, muchos otros autobuses, autos, camionetas, rechinaban llantas, giraban en reversa como jacas de rejoneador y luego salían disparados, bufando, en seguimien-to de la comitiva que se iba formando en lí-nea recta, carretera arriba.
Mientras miraba aturdido aquel ja-leo, el joven de liváis me tomó del brazo, y luego de llamar a gritos la atención de los ocupantes de un auto cuatro puertas que también despegaba ya, me lanzó de un empujón al interior y él trepó detrás, de clavado. Salimos de esa estampida antes de que la portezuela posterior se cerrara.
Era un auto de guaruras. El que acom-pañaba al chofer y el que viajaba detrás empuñaban walkie-talkies. Si no fuera porque se trataba a todas luces de indivi-duos de verdad, bien trajeados, solemnes, bañaditos, yo los habría calificado como comparsas sobreactuados de una farsa di-rigida por Gurrola. Lanzaban frases en cla-ve por los walkie-talkies y a cada rato de-cían: Afirmativo, cambio...
Afirmativo, cambio... Afirmativo, cam-bio, después de largas hileras de núme-ros: veintitrés, cuarentaicinco, ocho, cam-bio... Doscientos treinta y dos, cuarenta, cambio... Veintiuno, quince, treintaiuno, cambio.
El joven de liváis se presentó. No era tan joven ni tan franco como se podría su-poner a primera vista. Se llamaba Francis-co Javier Torres y pertenecía a la coordina-ción de invitados especiales. Él más que el señor Chávez del Hostal Quijote, estaba a mis órdenes –dijo– durante el tiempo de gira. Y me repitió el programa: íbamos en ese momento rumbo a Villa de Reyes, lue-go a una reunión de trabajo en la fábrica, después a una comida importantísima de Salinas con sus invitados y en la tarde a un mitin en San Luis y a una reunión con intelectuales. Mañana...
No puse atención al programa que me dictaba Francisco Javier Torres, porque además de sabido, el auto cuatropuertas corría como un cohete rebasando vehícu-los y tratando de emparejarse con el Ta-maulipas y el Hidalgo.
–Veinte, treintaicinco, ocho, cambio...Entre los volantazos de un chofer irres-
ponsable y las frases de la logística por los walkie-talkies, yo me sentía aterrado. Y no era en balde. Esa misma mañana –se-gún me enteré después– un autobús priis-ta que viajaba con un contingente de aca-rreados de Tamazunchale a San Luis se estrelló contra un camión carguero al que desde luego se le echó la culpa. En el acci-dente –según me enteré después– murie-ron seis acarreados y veinte más resulta-ron heridos.
Por fortuna llegamos a salvo, y pronto, a Vi-lla de Reyes. El cuatropuertas me escupió en compañía de Francisco Javier Torres en una de las calles ya repletas del pequeño pueblo. Era día de fiesta en Villa de Reyes. Por primera vez y seguramente por única vez en su historia los visitaba un candidato a la Presidencia de la República. Nada tan importante había ocurrido en Villa de Re-yes, y en tales circunstancias de expecta-ción los organizadores del mitin no nece-sitaban acarrear gente de ninguna parte. Todos los campesinos del pueblo se encon-traban allí; escuchando música huapacho-sa primero y atentos después a un par de oradores que presentaron a Salinas como el verdadero Dios venido de la tierra pa-ra redimir a este pueblo de campesinos sedientos, marginados y olvidados por el centro –según lloriqueó Juana María Díaz.
Un coro de mujeres al amparo de una manta salinista acordonó el discurso de Juana María.
–¡Salinas ha de ser!, ¡Salinas ha de ser!, ¡Salinas ha de ser!– gritaron las mujeres.
Y luego más música huapachosa. Y luego el verbo encendido del candidato del PRI que se puso a gritar sin que en ver-dad hiciera falta.
Los invitados especiales llenábamos el kiosko de la plaza donde gritaba Salinas al pueblo enfiestado. Ahí en el kiosko, ya de salida, me rocé con Biónchec. La nostalgia me impulso a ser amable: –Tanto tiempo sin verlo, maestro Biónchec– le dije.
Es que no puedo estar en dos sitios al mismo tiempo –me respondió mirándo-me a los ojos. Pero no le entendí.
Guiado de la mano por Torres fui de los primeros en abordar el Hidalgo, que nos llevaría a la Productora Nacional de Papel para otra reunión de trabajo sobre lo mis-mo: el agua y el desarrollo industrial.
En el autobús tomé asiento al lado de un ingeniero que dijo conocerme: Víc-tor Manuel Mahbub, director general de Obras Públicas, de la Secretaría de Comu-nicaciones y Transportes. No era de mi ge-neración, sino de la generación 57 de la UNAM, pero conocía a todo el mundo in-genieril que me resultaba familiar: a Ser-gio López Mendoza, a Enrique del Valle, a Eugenio Laris, a Fernando Rubio, a Javier Laborde... De ellos hablamos y de lo mo-
lesto que estaba él, Mahbub, por la ingra-titud del rector Carpizo con un colega tan íntegro y eficaz como José Manuel Cova-rrubias. También recordamos al profe Cas-telazo, muerto hacía poco en una vejez al-cohólica. Hablamos poquito pero bien de Heberto Castillo, y cuando tocaba el turno del inge Cuauhtémoc, compañero de cla-se de la generación 51, el autobús Hidalgo llegó a la Procuraduría Nacional de Papel Desechable, Pronapade.
La reunión preparada en la gigantesca bodega de Pronapade tenía característi-cas espectaculares. Sillería para no menos de quinientos concurrentes enfrentados a un presidium de quince a veinte plazas. El presidium estaba formado por un largo cajón-escritorio y paneles posteriores en los que se conjugaba el nombre de Salinas y los escudos del PRI con el repetido título de la reunión: agua y desarrollo industrial.
Ahí encontré, frente al presidium, los arreglos florales que había visto conducir hasta una combi, en el hotel Real de Mi-nas, a los sardos disfrazados de civil.
Pronto ocupó el presidium y pronto se llenó la sillería para dar curso a la carreta-da de ponencias técnicas que me dio pere-za atender. En los diarios del día siguiente leí que habían presentado trabajos once ponentes de algún modo expertos en pro-blemas hidráulicos, y que Salinas de Gor-tari había tomado la palabra final, como siempre, para aseverar –escribió Bernar-do González Solano, enviado de Unomásu-no– que “la industria debe ir a la cabeza de los usuarios para cubrir el costo del agua en su justa dimensión económica y que a ese costo debe sumársele el de la con-taminación que se hace en las descargas del líquido”.
Cansado del ajetreo, no presté sufi-ciente oído al discurso de Salinas, pero me llamó la atención que tanto en ese ac-to como en el ocurrido en Aceros San Luis, el candidato empleaba el término “vital lí-quido” para referirse al agua. Eso me lla-mó la atención.
Eran las cuatro y treinta de la tarde cuan-do la carreteada de aplausos que vibró en la bodega de Pronapade hizo saber que la reunión había concluido.
Abrí los ojos. Perdón.Me sentía incómodo, soñoliento, con
mucha hambre y urgentes ganas de ori-nar. Me preocupaba, sobre todo, que el ac-to siguiente consistía en una comida con Salinas con los invitados especiales.
Qué nervios, caray.Renuncié a buscar un letrero de sanita-
rios-hombres porque me di cuenta que la bodega se hallaba en un área muy lejana del cuerpo de oficinas y sobre todo porque la prisa, otra vez la prisa, correteaban a los asistentes en su camino hacia los vehículos.
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REPORTE ESPECIAL
Nuevamente Francisco Javier Torres me apresuró, indicándome el Hidalgo:
–Ese es su autobús don Vicente.Subí. Tomé asiento.Ahora eran muy pocos los pasajeros del
Hidalgo. No estaba el ingeniero Mahbub, ni Biónchec, ni Fructuoso López; sólo una de-cena de invitados que había visto, en su ma-yoría, en el Hostal Quijote o como ponen-tes en el acto recién concluido. Me extrañó oírlos hablar de “cuánto tiempo se hace de aquí al aeropuerto”, “ojalá no se tarde mu-cho el avión”, “a las siete tengo una cita en Paseo de la Reforma 428”.
Qué raro.Fui hasta el chofer. En el estribo, una chi-
ca con aire de edecán sonreía como si para sonreír solamente se le hubiera contratado.
–Perdone, señorita, este autobús...–Este autobús va hacia el aeropuerto
–completó sin pensarlo la muchacha–. Es para los que regresan a México.
–Ah no, yo no voy a México –dije–.Yo voy a comer con el candidato.
La chica abrió más su sonrisa y se re-plegó para que yo bajara cómodamente antes de que el Hidalgo saliera disparado.
Al tocar piso tropecé con Torres. Esta-ba enfrentito.
–Me equivoqué –dije, apenado.–Este es su autobús –dijo Torres.–No, éste va para el aeropuerto. Me
acaba de decir la señorita.–Es su autobús, don Vicente –repitió
Torres.Me cerraba el paso. Me miraba con fir-
meza. Había subido la voz, seca, cortante, como si él también fuera un militar: igual que los sardos de civil, igual que los gua-ruras del cuatropuertas, igual que Chávez.
Suavizó el semblante un poquito.–Suba por favor. Le voy a explicar.–¿Qué me va a explicar?–Suba.Guiado por la mano abierta de Torres
regresé al interior del Hidalgo. Seguí por el pasillo hasta el único asiento doble que tenía una mesita enfrente. La decena de ocupantes seguía hablando de vuelo a Mé-xico y de un contrato con la Conasupo.
Antes de que me sentara, el autobús ya estaba en marcha.
–¿Quiere un whiski?– preguntó Torres.Por la ventanilla se veía a un grupo que
caminaba haciendo como bolita al candi-dato. El grupo se empequeñecía poco a po-co, con la distancia. Allá iban Regino, Bión-chec, Payán, Martínez Corbalá, Fructuoso, Miguel López Azuara.
–¿Un whiski?– volvió a preguntar.–Bueno.El mismo Torres fue a la zona posterior
del autobús y regresó con dos whiskis con hielo y soda. Luego la edecán sonriente trajo un pequeño plato con botanas: acei-tunas, quesitos, jamoncitos.
–¿Qué pasó?
–No pasó nada don Vicente.–Me están regresando, ¿no?... ¿Por qué
me regresan?–Es que hubo un mal entendido.–Pero me están regresando.–Porque hubo un mal entendido, don
Vicente.–No entiendo.–Es lo que le voy a explicar.–Para qué me invitan y luego me regre-
san. No entiendo.–Es que hubo un malentendido, don
Vicente... Al licenciado Salinas le gus-ta que sus invitados especiales lo acom-pañen en toda una etapa para que se den cuenta de toda la etapa. Si la etapa dura cuatro días, al candidato le gusta que sus invitados estén con él los cuatro días, no solamente dos...
–Yo les advertí.–Sí, la culpa no es de usted...–Pero me están regresando.–Más bien, el candidato quiere cam-
biarle de etapa. Como ya no se pudo aho-ra, quiere que usted lo acompañe a me-diados de febrero, en la otra gira técnica. O después, cuando el candidato vaya a Jalis-co... Usted es de Jalisco, ¿verdad don Vicen-te?... Ahí estaría muy bien, entonces. Sería una oportunidad mejor que ésta. ¿No cree?
Torres no era un tipo muy inteligente, pero se esforzaba en parecerlo. Se esforzaba en hacer pasar por buena una mercancía de razonamientos evidentemente chafa. Era inútil protestar, además de inútil, resultaba horrible –pensé–. Era tanto como ponerme a gritar que yo quería seguir allí, por favor, allí: cerquita del señor Candidato, en su gi-ra, con su gente, con su calor, con su sonri-sa, con la luz de su inteligencia.
Me sentía furioso, pero decidí, por sim-ple orgullo, disimular frente a Torres.
Pedí otro whiski a la edecán.–Viera qué gran hombre es el licencia-
do Salinas– dijo Torres, de pronto.Y como si tratara de convencerse a sí
mismo se puso a hablar de la inteligen-cia, del calor humano, de la sensibilidad extrema del futuro del presidente. Habló también de lo muy económica que esta-ba resultando esa campaña en la que no había dispendio de ninguna clase, como otras veces, de veras, checadísimo.
A la carretera le faltaba un gran trecho todavía para hacernos llegar a San Luis.
Del candidato admirado, Torres saltó al tema de su vida personal: su esposa estaba esperando al segundo de sus hijos, ya pa-ra muy pronto. El primero era una maravi-lla, eso sí, mire usted. Y Torres se introdujo una mano al bolsillo trasero de su liváis pa-ra extraer la cartera y mostrar la foto koda-color de su esposa y el primero de sus hijos.
Cómo no.Después de cruzar la zona indus-
trial, el Hidalgo se detuvo frente al Hos-tal Quijote.
–¿Vamos a recoger mi maleta? –pre-gunté a Torres.
–Su maleta ya está en el avión– con-testó Torres.
–¿Cómo que ya está en el avión?... ¿A qué horas la llevaron?
–Ya está en el avión– repitió Torres.–¡Quiero verla!–Ya está en el avión– dijo Torres por
tercera vez, al tiempo que me detenía de un brazo porque me vio intenciones de ba-jar definitivamente–. No hace falta don Vi-cente. Todo está en orden.
–¡Quiero orinar! –exclamé.Aproveché el breve viaje a los sanita-
rios del comedor del hotel para entregar a la empleada malencarada, aún malen-carada, la llave del 454 que seis horas an-tes me había entregado Chávez. Ni siquie-ra supe de qué color era la colcha de mi cuarto.
Llegamos al aeropuerto de San Luis poco después de las cinco y media de la tarde. El jet 727 en que viajaríamos una decena de pasajeros no tenía siglas ni emblemas que lo delataran como un avión del go-bierno mexicano.
En la escalerilla, antes de despedirme de Torres le pregunté:
–De hombre a hombre, ¿cómo debo de interpretar esto? La verdad... Quiero saber.
–Le doy mi palabra de honor que es así don Vicente: sólo un cambio de plan.
Una azafata sonrientísima sirvió a bordo un maravilloso menú para un ham-bre que se había convertido en tremenda: arroz con lomo adobado, gelatinas, galle-tas y café. Yo lo completé con un whiski.
Desembarcamos en el hangar de la Se-cretaría de Comunicaciones y Transportes, en el aeropuerto Benito Juárez, y de inme-diato un empleado me entregó mi maleta. Traía terminada en el asa una tarjeta con la inscripción INVITADO y una identificación escrita a pluma: SR: BISENTE.
Lo primero que hice al regresar a la ciudad fue telefonear al cordial Moreno Cruz. Se sorprendió:
–Yo lo hacía en San Luis –dijo.–Yo también.Le conté brevemente lo ocurrido, con
todo y las explicaciones de Francisco Ja-vier Torres.
–No puede ser, no puede ser, no puede ser –exclamaba Moreno Cruz desde el otro lado de la línea. Se decía desconcertado, alarmado, extrañado, enojado, apenadí-simo conmigo, y me ofrecía –senor Leñe-ro– averiguar hoy mismo la causa de una desatención tan espantosa y llamarme a la mayor brevedad posible para darme las amplísimas explicaciones y disculpas que yo merecía.
Por supuesto Moreno Cruz nunca me volvió a telefonear.
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¿Cómo “trascender” a Julio Scherer?*
En el libro Periodismo de emergencia publicado por la editorial Debate, Vicente Leñero reconstruye el día en el que Carlos Salinas de Gortari, entonces candidato a la Presidencia de la República, le pregunta: “¿Cómo po-dría Proceso trascender a Julio Scherer, Vicente?”. El verbo fue tan ambiguo como revelador. Salinas le suge-ría al amigo y cofundador de la revista que repitiera la vieja historia de traición de Regino Díaz Redondo...
VICENTE LEÑERO
E n 1988 ya había muerto Eche-verría, hundido a arponazos después del coletazo de 1976 contra Julio Scherer García. Ya había desaparecido José López Portillo soltando, en-
tre sus estertores, aquel “no pago para que me peguen” con el que suspendió toda publicidad a Proceso como si él fue-ra dueño del país. Se estaba apagando ya la veladorcita de Miguel de la Madrid cuya tibieza lo llevó a soslayar durante su se-
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REPORTE ESPECIAL
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xenio al director de Proceso, y empezaba a centellar, prepotente, Carlos Salinas de Gortari, obsesionado desde que lo desea-ron como candidato por la figura perio-dística de Julio
Conocí a Carlos Salinas a principios de ese año, cuando salimos del Centro de Ar-te Dramático de Héctor Azar después de un encuentro con intelectuales. Margari-ta González Gamio –quien apuntaba para una secretaría de la mujer y terminó co-mo delegada de la Miguel Hidalgo– me en-toriló en el cuatropuertas blanco del señor Candidato.
–¿Qué le pasa a Julio? –me preguntó Salinas al iniciar una larga perorata con-tra la mala leche de Proceso, contra los cartones de Naranjo, contra las cabezas de nuestras portadas…
–Hable con él –le dije.–¿Qué le pasa?–Hable con él –insistí porque no en-
contraba el modo de frenar su tono despectivo.
–No, no. Ni pensarlo. Luego Julio va a publicar nuestra conversación en un libro.
Salinas me amenazó con seguir plati-cando conmigo “en estos días”, y unas se-manas después me invitaron –que de su parte– a acompañar al Candidato en una gira por San Luis.
Acepté por la maldita curiosidad de estar en una farsa de aquéllas, pero a unas cuantas horas de mi llegada a San Luis, antes de asistir a la comida para in-vitados especiales, antes de intercambiar palabra alguna con Salinas, un achichin-cle de la campaña me montó en un au-tobús, me condujo al aeropuerto, y en un avión me regresaron a México como per-sona non grata sin la menor explicación.
En lugar de emberrincharme escri-bí en Proceso una crónica del desaire, y al rato ahí estaba un tal Pedro Navarro, se-cretario del secretario particular del Can-didato, o no sé qué, telefoneándome pa-ra que fuera a tomar un café con Salinas en su cuartel de Cracovia. La cita era para
ese día de madres –diez de mayo de 1988– a las dos p.m.
Se lo comenté a Julio la víspera en las oficinas de Proceso. Julio estaba encabrita-do. Nos reunió a Enrique Maza, a Froylán, a Rafael Rodríguez, a Carlos Marín y a mí, para contarnos los incidentes de una ce-na que había tenido con Otto Granados y Miguel López Azuara, encargados de las cuestiones de prensa del Candidato. To-dos conocíamos bien al par de informa-dores priistas. En algún tiempo –antes de El Colegio de México, antes de ser secreta-rio de Reyes Heroles en Educación Pública y mucho antes de trabajar en la embajada de Madrid– Otto Granados colaboraba con notitas de libros en la sección cultural de Proceso y lo hacía muy bien. A López Azua-ra lo conocíamos mejor. Fue gente de Julio cuando Julio no llegaba aún a la dirección de Excélsior, y con el reginazo abandonó el periódico con él y fue miembro importante de nuestro grupo en la fundación de Proce-so. Se partió la madre en los primeros años difíciles (se jefeaba con Julio: “jefe Julio” le decía Miguel, y “jefe Miguel” le respondía Julio) hasta que se cansó. Agarró el camino del servicio público para terminar de co-municador ¡del gobierno de Patricio Chiri-nos en Veracruz! Lo que hay que ver.
Estaba diciendo, pues, que Julio enca-britado nos platicó aquella víspera del diez de mayo cómo Otto Granados y Miguel Ló-pez Azuara lo invitaron a cenar para rega-ñarlo. Por lo mismo: que la línea de Proce-so, que los cartones de Naranjo, que esto no podía seguir así: no podía ser, no podía ser… Según Julio, el jefe Miguel se mante-nía parco y dejaba el tono prepotente a un Otto que empezaba a sentir a sus espaldas, impulsándolo, la fuerza del poder.
–A mí no tienen que decirme cómo ha-cer mi trabajo –les respondió Julio. Y los mandó a calacas y palomas.
Con ese antecedente llegué a la casa de Cracovia, puntual, de traje, antesito de las dos. Un guarura funcionario me condujo hasta un pequeño salón con ventana al her-
mosísimo jardín. Todo parecía nuevo: la me-sa con cuatro sillas, el par de sillones tapiza-dos con lana blanca, la alfombra de Temoaya a la que habían olvidado desprenderle, de una orillita, la etiqueta del precio. Fotogra-fías enmarcadas en el muro de allá: Salinas en su toma de protesta como candidato al PRI, Salinas en un mitin citadino, Salinas de gira entre indígenas. Y en blanco y negro: el padre de Salinas con López Mateos, junto a Lázaro Cárdenas y Ruiz Cortines.
–¿No quiere un café?Me tomé dos cafés antes de que llegara,
a las dos y cinco, Otto Granados. Lo vi más cachetón que la última vez en Madrid. Más sonriente. Me preguntó por mi hija Isabel a quien conoció en España por el 85 cuando ella era becaria de artes plásticas.
–Salúdamela mucho.–Claro que sí.Y luego:–¿Cómo te fue con Julio en la cena?–¿Ya te contó?–No –mentí.–Me fue bien, muy bien. Aunque ya sa-
bes: es muy difícil hablar con Julio. Es muy radical.
–Así es Julio.–Pero nos fue bien.Entonces llegó Salinas. De traje azul
marino, cortado por el mismísimo Dios, y corbata azul y roja. Fresquecito y limpio como lo vería siempre, después. Ya se sen-tía el presidente pero todavía se le podía decir licenciado.
Se escurrió Otto Granados con sonrisa saludante y de inmediato Salinas aludió a mi crónica del desaire.
–¿Por qué escribió eso, Vicente? No ha-bía necesidad.
–Me pareció muy significativo, licenciado.
–No tiene nada de significativo.–No en lo personal, licenciado. Me pa-
reció interesante por lo que revela de las campañas políticas. El folclor de las gi-ras… Me regresaron y escribí lo que me pasó, lo que vi. Tal cual. Nada más.
–No había necesidad, Vicente. ¿Y quie-re que le diga la verdad? Todavía no sé por qué lo regresaron. No sé qué pasó.
–Yo menos, licenciado.Salinas se veía de buen humor. Me to-
mó de un brazo y me llevó al jardín.–¿No quiere tomar algo?Iba a decir un whisky pero dije un
refresco.–¿Cocacola?–Un sidral, licenciado.Se apareció por ahí un servidor y al ra-
to nos trajo dos vasos: cocacola para Sali-nas y sidral para mí. Con mucho hielo. Ha-cía calor.
–Lo que voy a hacer ahora –dijo Salinas bromeando, cuando caminábamos por el jardín– es dejarlo hablar a usted, sólo us-ted. Usted habla y yo escucho. Para que
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Leñero y Scherer. Los incómodos
28 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
luego no escriba nuestra conversación.–No, licenciado. Si leyó mi crónica se ha-
brá dado cuenta de que no puse nada de lo que me dijo en su auto. Porque lo consideré una conversación privada… ¿Lo vio?
–Sí, me di cuenta. Por eso está usted aquí –y me palmeó la espalda, afectuoso–. El que no respeta las conversaciones pri-vadas es Julio.
No, no, licenciado. Sobre eso estamos de acuerdo Julio y yo. Pensamos igual.
–¿Sobre las conversaciones privadas?–Sí, licenciado… Mire, cuando Julio es-
taba escribiendo Los presidentes/ –Salinas me interrumpió con un ges-
to de fuchi apenas cité el libro de Scherer, que para entonces tenía dos años de edi-tado. Dijo:
–A eso me refiero precisamente: al li-bro de Julio.
–Pues él tenía algunos escrúpulos cuando lo estaba escribiendo, licencia-do. Por eso mismo, por las conversaciones privadas. Y llegamos a una misma conclu-sión que yo tenía clara desde Los periodis-tas. Las conversaciones privadas dejan de ser off the record cuando lo que se dijo en ellas ya no afecta directamente, en lo po-lítico, a los implicados. Ya no tienen efec-to político. Ya se diluyeron. Pasan a ser un material histórico aprovechable para el escritor. Legítimo. Toda la literatura perio-dística que se hace ahora… y hay un boom de esos libros, licenciado, hay un boom. To-da esa literatura está basada en ese prin-cipio. No hay otra manera de reportar nuestra realidad, de hacer historia con-temporánea. Y no sólo los libros políticos, licenciado, las memorias de los grandes personajes. ¿Usted no ha leído los cuen-tos biográficos de Truman Capote?, ¿lo que dice de Marilyn? ¿No ha leído las memo-rias de Arthur Miller?
Iba a soltarme hablando de Vueltas al tiempo, que acababa de leer y traía muy en la memoria, pero el silencio de Salinas me interrumpió. Nada había chistado duran-te mi rollo interminable –dictado por mi nerviosismo, más que por mi seguridad– y ahora tenía una sonrisita irónica y me clavaba sus ojos.
Sin duda fue él quien recordó mi cróni-ca del desaire donde yo había escrito “sus ojos se convirtieron de pronto en alfileres”, porque me preguntó de sopetón: –¿De ve-ras lo miré con ojos de alfileres, Vicente?
Me sentí de pronto fuera de balance, como agarrado en curva.
–Así me pareció, licenciado.–Pero, ¿por qué?–Tal vez por énfasis, licenciado.–¿Cuál énfasis?–La forma en que me dijo que no que-
ría hablar con Julio por ningún motivo. Fue usted muy radical, licenciado.
–Julio es el radical –replicó Salinas y hasta ese momento se puso de veras serio,
enérgico–. Es un hombre incapaz de dialo-gar. Es intransigente. No admite razones de nadie. No entiende que Proceso no pue-de seguir así.
–Julio es el mejor periodista de México, licenciado. Un periodista que no admite presiones, ni chantajes ni embustes. Ver-daderamente honrado.
–Ese no es el punto.–Y Julio es honrado, perdóneme usted…
Julio es honrado, no por un prurito moral, si-no porque para ser buen periodista se tiene por fuerza que ser honesto. Y él es un apa-sionado de eso, licenciado, usted lo conoce. Él se la pasa reporteando a todo el mundo, preguntando y preguntando. No vive más que para eso… Y sí, es radical en lo de averi-guar cosas, en la independencia de Proceso, en hacer un periodismo objetivo.
–No me diga que Proceso es objetivo, Vicente. Eso no se lo cree ni usted. Si a ve-ces parecen panistas. Se la pasan critican-do al gobierno sin ton ni son. Ahí están los cartones de Naranjo.
–Julio no tiene nada que ver con los cartones de Naranjo, licenciado. Hable us-ted con Naranjo.
–Julio es el responsable.–No todo lo que se publica en Proceso
lo revisa Julio.–Pero él es el director, ¿sí o no?–El lee los reportajes hasta que se pu-
blican, licenciado.–Pero es el director, ¿sí o no?–Sí lo es, licenciado, claro.–Y como director es el responsable de
todo lo que se publica, ¿sí o no?–Sí, licenciado, es el responsable.–Ahí tiene.–Por eso le digo que hable con él,
licenciado.Estábamos sentados en una banca, a
pleno sol, en una especie de terraza en-ladrillada que se adelantaba hacia el jar-dín. El Candidato me había invitado a que nos quitáramos el saco y bebíamos ya una segunda ronda de refrescos. Salinas mojó sus labios en la cocacola con mucho hielo cuando me atreví:
–¿Le puedo decir algo, licenciado?–Dígame lo que quiera, Vicente. Para
eso le pedí que viniera: para que usted ha-ble, para que me diga lo que piensa. Yo lo escucho, me interesa mucho oírlo.
–El único interlocutor de Julio es usted, licenciado. Véalo, de veras. Para que usted le diga esto que piensa de Proceso: que es muy radical, que no hacemos un periodismo ob-jetivo, que parecemos panistas, todo eso. Él tiene mejores respuestas que las mías.
–Ya le dije que con Julio no se puede.–Es que lo que me parece muy ofensi-
vo, licenciado, es lo de la otra noche. Que a un matador de toros como es Julio, us-ted le manda dos becerritos a lidiar con él.
–Qué becerritos.–Otto Granados y López Azuara,
licenciado.–Ah, Otto.–Es un becerrito, licenciado.–Pues se va a convertir en un toro, ya
verá.–Pero todavía no lo es… Y así como us-
ted habla con Regino, con Socorro Díaz, con Carlos Payán, así debería hablar con Julio. Ese es el nivel.
–Proceso solamente se interesa por el gobierno para criticarlo.
–También nos tienen marginados, licenciado.
–Cuál marginados. Publican lo que quieren. Nadie los censura.
–Quiero decir… informativamente. Nos impugnan como una revista de pri-mera y nos tratan como Quehacer Político.
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En Proceso. Los puntales
REPORTE ESPECIAL
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 29
–Eso no es cierto.–No hay reporteros de Proceso acredi-
tados en su campaña, licenciado. Y así no se puede cubrir bien la información.
–Ninguna revista está acreditada.–Porque piensan que todas las revistas
son como Siempre! o Quehacer Político. Y no es cierto. Nosotros tenemos tanto derecho a la información como cualquier periódico.
Un breve silencio.–En eso tiene razón, Vicente. Vamos a
ver cómo lo resolvemos.Salinas se puso de pie. Dejamos los va-
sos de refrescos no sé dónde y él me tomó del codo para que camináramos nueva-mente bordeando el jardín. Me sentía más suelto, más confiado, todavía nervioso pe-ro mejor. A diferencia de otros presidentes que conocí tangencialmente –López Porti-llo, De la Madrid…–, Salinas Candidato se antojaba más dispuesto a conversar, a oír. Sin duda era más inteligente y más enér-gico que sus inmediatos antecesores, pe-ro sus cuarenta años de edad le daban un aire juvenil que lo aproximaba a la charla con cualquiera.
Volvió a la carga contra Proceso, ése era el tema: es criticón, es negro, es exagerado. Y recargó las tintas sobre Julio Scherer: ésa era su obsesión: Julio es el culpable.
–Si un marciano llegara a México y en un primer momento sólo leyera Proceso, se llevaría una impresión tremenda y to-talmente equivocada de lo que es nuestra realidad –remató Salinas.
–Pero bastaría con que encendiera la televisión –le respondí rápido, me vi bien– para que de inmediato sintiera que todo es bonito.
Por primera vez rió Salinas con toda la boca –parecía divertido con la ocurrencia– y su risa me dio permiso para encadenar una frase cursi:
–Al fin de cuentas, licenciado, la misión del periodista, como la del escritor, es des-entrañar el lado amargo de la vida. Sobre todo en un país tan lastimado. Lo mejor de la Divina Comedia no es el cielo, licenciado, es el infierno.
–Por lo que yo voy a luchar en la presi-dencia –me miró Salinas– es para que no lleguemos al infierno.
Un servidor llegó hasta nosotros en ese momento y le entregó un papelito. Sa-linas lo leyó de un vistazo y tomó rumbo a la construcción.
–Discúlpeme un momento… ¿No quie-re otro refresco? –negué con la cabeza al servidor, que se fue tras de Salinas hasta desaparecer. Regresé a la banquita del jar-dín deseando que terminara pronto la en-trevista. Que dijera: adiós, tengo una urgen-cia, hasta luego.
Pero no. Volvió hasta mí, siempre en mangas de camisa, como si hubiera prepa-rado una nueva argumentación contra Ju-lio mientras hablaba por teléfono. El modo
me pareció extraño. Seguía con las cacalla-cas contra el director de Proceso, pero no como si fuera una lata exclusivamente pa-ra él y para el gobierno sino también para mí y para todos los que trabajábamos en la revista. Decía algo así como: Yo sé que Julio es muy difícil, que para ustedes debe ser muy complicado, que ha de resultar muy agobiante trabajar con una persona así…
Y de pronto el remate, al ángulo:–¿Cómo podría Proceso trascender a
Julio Scherer, Vicente?Me acalambré de golpe. Sin duda había
utilizado mal el verbo “trascender”. Hubie-ra podido decir: “desplazar a Julio”, “quitar-lo de en medio”, “derrocarlo”, “sustituirlo”, pero trató de ser elegante usando el erráti-co “trascender a Julio”. Desde luego entendí la expresión y me enojó muchísimo que Sa-linas me tratara de pronto como a un Regi-no cualquiera. Qué se está pensando, carajo.
Sentí en la cara sus ojos. Las comisu-ras de los labios oprimían ligeramente sus carrillos para dibujar una muy leve sonri-sa entre irónica y terrible. Soslayé la res-puesta porque me sentía francamente atemorizado.
–Es imposible, licenciado. No se puede.–¿Por qué?–Es totalmente imposible. Proceso es
Julio Scherer.Salinas no dijo más. Él mismo cance-
ló el tema, como un bajón de cortina me-tálica, y en lugar de decirme “hasta luego, que le vaya bien”, empezó a hablar de lite-ratura y de teatro durante otro buen rato.
–Pero usted ya no escribe, Vicente.–Cómo no –suspiré aliviado–. La sema-
na próxima estreno en El Galeón una obra que dirige Luis de Tavira. Se llama Nadie sabe nada y trata justamente de las rela-ciones entre la prensa y el poder.
–¿De veras? Debe estar interesante.–Lo invito al estreno, licenciado. Es un
thriller.–No puedo –dijo sonriendo. Y bro-
meó–: Yo ando metido en otro thriller.Reí también para descargar la tensión y
el susto mientras él abordaba un tema que desde luego no le interesaba demasiado:
–A mí me encanta la novela policia-ca… John Le Carré. Lo último que leí fue La chica del tambor. ¿La conoce?
Hablamos un poco de La chica del tambor, de El espía que volvió del frío, de Llamada pa-ra un muerto. Le recomendé a la Highsmith, que en aquel entonces me entusiasmaba.
–¿Y por qué le gusta ese escritor?–Es mujer, licenciado. Patricia Highs-
mith… lo que me gusta es que nos mete en el alma del asesino, en su psicología, en su compulsión por matar. Nos despier-ta los peores instintos.
–¿De veras?Volvimos al tema del teatro porque él
fue teatrero en su infancia –¿no sabía eso, Vicente?– y hacía montajes en familia, en
privado, nada más por diversión. Yo apro-veché entonces el momento para echar mi eterno rollo sobre la necesidad de im-pulsar nuestro teatro nacional tan desde-ñado por los intelectuales de alto nivel.
–¿Por qué no me escribe unas ideas so-bre eso? Es muy interesante –comentó Sa-linas–. No le pido una ponencia porque luego usted se burla de las ponencias, co-mo en su crónica –volvió a bromear–. Na-da más unas ideas en una tarjetita. Mán-demelas. A ver qué se puede hacer por el teatro en el futuro.
Un nuevo servidor interrumpió, aho-ra sí definitivamente. Era una chica de lar-gas piernas que venía a avisar al Candida-to que su madre acababa de llegar.
–Voy a comer con ella para celebrarle el diez de mayo –explicó.
–¿Qué edad tiene su madre, licenciado?–Eso no se pregunta, Vicente, caray. No
sea mal educado.–La mía tiene ochenta y ocho.–¿Y usted?–Cincuenta y cinco, licenciado.–Entonces sus canas son prematuras.Con nuevas sonrisas rescatamos nues-
tros respectivos sacos, y otra vez elegan-tes lo seguí hasta el despacho que tiem-po después ocuparía Víctor Flores Olea, con esos mismos muebles suntuosos, pa-ra presidir el Consejo de Cultura. Junto a su madre estaba también su padre, Raúl Salinas Lozano. Ella muy amable conmigo, con mis libros y mis obras de teatro, hasta que el Candidato la interrumpió para diri-girse a su padre:
–Le estaba diciendo a Vicente que tú fuiste amigo de Julio Scherer.
–Todavía lo soy –respondió Salinas Lo-zano–. Ya no nos vemos pero lo sigo sien-do… creo.
–Seguramente sí, don Raúl.Ahí se acabó todo. Salinas me acompa-
ñó hasta el patio, me dio un abrazo y me dejó en manos de Otto Granados, quien se mantenía de pie como soldadito de plo-mo durante las fórmulas de cortesía. Él me acompañó hasta la puerta de Cracovia. Lo miré al despedirme. Otto no parecía aún un toro bravo.
A toda velocidad regresé a mi casa pa-ra que mis hijas y yo festejáramos a Este-la su diez de mayo, y en la noche me subí a escribir en mi libreta todo el episodio. Para redactarlo algún día.
Varias veces vi de nuevo a Salinas du-rante su sexenio. Me trataba bien. Me te-nía voluntad. A veces me tomaba del bra-zo, me sacaba del grupo y me preguntaba obsesivo:
–¿Qué le pasa a Julio, Vicente? ¿Qué le pasa? ¿Qué le está pasando?
*Crónica publicada en La obsesión del poder, edi-ción especial número 30 de Proceso (septiem-bre de 2010) sobre Carlos Salinas de Gortari.
30 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
REPORTE ESPECIAL
L a madrugada del lunes 1, uno de esos sueños vívidos como la realidad me tomó: Llegaba a la casa familiar de Vicente Leñero. Desde mayo, en que un grupo de amigos católicos
nos reunimos en ella por última vez –lo hi-cimos cada dos meses durante más de 15 años– no volví a verlo. La lucha con la en-fermedad que se lo llevaría había comen-zado. La casa estaba repleta de gente. De entre la multitud salió para verme. Esta-ba disminuido físicamente como la últi-ma vez que lo vi. Sacó una hoja de libreta doblada y me la extendió: “Esta es mi des-pedida para ti”. La multitud volvió a sitiar-lo. Con la hoja en el bolsillo interior de mi chamarra me dirigí hacia la puerta. Volví el rostro. Leñero estaba cercado por un nutri-do grupo de periodistas que lo interrogaba. Me miró por última vez. Su mirada, al igual que la mía, era triste y a la vez llena de una profunda intimidad. Salí. Cuando metí mi mano en la chamarra para tomar la car-ta desperté. En la mañana, con la tristeza y el dolor que no ha dejado de poseerme
El siguiente texto del poeta y colaborador de Proceso Ja-vier Sicilia ahonda en una relación tan entrañable como enriquecedora: la que mantuvieron él y Vicente Leñero, con quien compartía la vida en letras y en misticismo. Ca-tólicos ambos pero muy críticos de la institución clerical dogmática, autoritaria y corrupta, transitaron ante todo por el camino de una amistad sincera y fraterna, justo ahí donde se ponen a prueba virtudes humanas cruciales como la congruencia y el verdadero amor al prójimo.
JAVIER SICILIA
en los últimos cuatro años busqué en los noticiarios el anuncio de su fallecimiento. No quería importunar a su familia con una llamada. No llegó. Me llegaría dos días des-pués, el miércoles 3, por voz de Rafael Ro-dríguez Castañeda.
No sé qué dirían los psicoanalistas y los psicólogos. Algún día lo conversaré con Estela Franco y Mariana Leñero que saben de esas cosas. Pero yo tengo para mí que Leñero, misteriosamente, haciéndose paso entre los laberintos de la agonía con la fe que compartimos y nos unió, me visi-tó esa madrugada en sueños para darme el adiós que nos debíamos. No leí la carta. La vigilia me aguardaba. Pero sé qué decía. Lo revelaré al final.
Lo conocí personalmente a inicios de los ochenta. Yo tenía 24 años, él, que ya era Vicente Leñero, 47. Admiraba Los albañiles, Pueblo rechazado y El garabato que había leí-do en la adolescencia; sus reportajes y en-trevistas; su amistad con Sergio Méndez Arceo, Iván Illich y Gregorio Lemercier, en cuyo monasterio terminó de escribir Los albañiles; su lucha al lado de Julio Scherer
para mantener vivo el periodismo libre y su catolicismo, que defendió con un va-lor y una dignidad poco comunes frente al desprecio de las élites intelectuales y los católicos vergonzantes. Pero me desagra-daba profundamente su Evangelio de Lucas Gavilán. Mi misticismo no me había prepa-rado entonces para gustarlo.
Aquel día en que en el Departamento Editorial de la Dirección de Difusión Cultu-ral de la UNAM preparábamos un número sobre Teología de la Liberación para la ex-tinta revista Los Universitarios, me enviaron, junto con Graciela Carminati, a entrevis-tarlo sobre esa novela. Con la soberbia de la juventud, la inexperiencia y la imbecilidad, me senté frente a él. Encendí la grabadora y lejos de entrevistarlo lo increpé. Aún re-cuerdo con vergüenza su desconcierto, su bondad para responder a mis improperios y la forma en que me levanté y me fui, de-jándolo frente a la grabadora y una Gracie-la Carminati muy molesta que hizo lo que yo debí haber hecho, la entrevista.
Leñero me lo reprochó constantemen-te, pero nunca me dañó. Siempre habló
Para las dos Estelas, Eugenia, Isabel y Mariana, por todo lo que lo amamos.
Vicente Leñero,
mi amigo
REPORTE ESPECIAL
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bien de mí en público y nunca se opuso, más bien alentó mi ingreso en el equipo de analistas de Proceso. Cuando fundé la re-vista Ixtus, me concedió la entrevista que le debía y no dejó nunca de comprar cada año suscripciones para él y otras personas.
Un domingo, después de muchos años, a mediados de la década de los noventa, lo encontré al lado de Estela Franco en la capilla de las Carmelitas en Cuernavaca, donde habían comprado una casa de cam-po. Al salir de misa me llamó. Me acerqué con vergüenza. Nunca desde aquel inci-dente, y aunque muchas veces los vi en el Altillo donde, cuando aún vivía en México, iba a oír misa, me acerqué a él para ofre-cerle una disculpa. Me saludó con afabili-dad y me presentó a Estela. Habían leído mi novela El Bautista y querían que nos reu-niéramos a conversar sobre la fe. Mi ver-güenza se volvió más densa, pero acepté. Tiempo después le ofrecería las disculpas que le debía y que su amor, su fidelidad al Evangelio, perdonó desde el principio. Lla-mamos a Ignacio Solares y en una reunión en su casa de Cuernavaca surgió ese grupo
de católicos –Ignacio Solares, Myrna Orte-ga, Francisco Prieto, Alicia Molina, Socorro Ortega; después, Eduardo Garza, Analú del Valle Prieto e Isolda Osorio– que desde en-tonces, hasta su muerte, nos reuniríamos cada dos meses para comer y compartir la fe. El tema era Dios y nuestro común cato-licismo. Hablábamos de la Iglesia, de cuyo rostro institucional Vicente era un crítico feroz e implacable –testimonio de ello son su Evangelio de Lucas Gavilán, Pueblo rechaza-do y El padre Amaro–, de la Gracia, de la resu-rrección, de la encarnación, del Evangelio y sus múltiples caminos, del oficio del escri-tor frente a la fe, del mal, de la enfermedad y de la muerte.
La formación teológica de Vicente, co-mo su formación literaria, era impresio-nante. Pocas veces él y yo estábamos de acuerdo. Nadie podía ser más antitético en el mismo oficio de escritor y en la mis-ma fe que él y yo. Pero nadie, quizá por lo mismo, podía iluminarse más que dos se-res así abiertos a la escucha del otro. Vi-cente, como buen ingeniero y periodista, gustaba de los hechos. “Un gran narra-
dor –decía– narra hechos, nunca interpre-ta. Es la objetividad del hecho que narra el que abre mil vías al pensamiento”. Yo, co-mo poeta tocado por la mística, gustaba de la imagen, de la metáfora, de los abis-mos espirituales que sólo pueden decir-se mediante la metáfora y la introspec-ción. Él amaba por lo mismo el Evangelio de San Marcos: escueto y preciso, como su prosa –“Es el periodista del Evange-lio”, nos decía”. Yo, en cambio, el Evange-lio de San Juan –“pura poesía e interpreta-ción”, me objetaba. Pese a eso o mejor, por ello mismo, aprendí mucho de él. Su ra-cionalismo teológico, abrevado en la tra-dición protestante de Bultmann y de Karl Barth y su teología liberacionista, que le venía más del belga Schillebeebeckx que del peruano Gutiérrez, pulida por la luci-dez del escritor y el crítico, me hizo descu-brir al Jesús narrador. “Jesús –me decía– es un narrador espléndido. Su doctrina está hecha de cuentos que no tienen una di-rección unívoca. Están hechos para des-concertarnos, para hacernos pensar, para no anquilosarnos en la univocidad doctri-
Ger
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seco
Sicilia y Leñero (al centro). Marcha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011
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nal”. Esa mirada le hizo recopilar todas las parábolas del Evangelio y publicarlas sin la interpretación de los Evangelistas en un hermoso libro, Parábolas, el arte narrativo de Jesús de Nazaret. Me enseñó también que la resurrección podía leerse como el des-cubrimiento de Cristo en el prójimo: “El Cristo resucitado es el que está a tu lado, tú prójimo”. Donde nuestras diferencias eran irreconciliables era en su optimismo histórico que le venía de Teilhard de Char-din y de la Teología de la Liberación.
A pesar de sus reticencias hacia la poe-sía, la leía con asombro. Nunca, fuera de mi padre, conocí a nadie que supiera tan-tos poemas de memoria como Vicente; va-rias veces lo escuché decirlos en voz alta y no agotar su repertorio. A pesar de su pru-dencia frente al misticismo –“Jamás he te-nido”, nos decía a Estela, a mí y a Solares, “una experiencia espiritual como la que narran ustedes y los místicos. A mí Dios nunca me ha hablado. Me dan mucha en-vidia”–, su fe era absoluta y, estoy seguro, había tenido experiencias que su raciona-lismo y su amor por el hecho objetivo dis-tanciaba. Cuando, por fin, hacia los últimos años de su vida, se acercó a la mística, no lo hizo por el lado de San Juan de la Cruz ni de Santa Teresa; mucho menos del de los flamencos y alemanes que los antecedie-ron. Lo hizo, en cambio, a través de Willigis Jäger, monje benedictino alemán, influido profundamente por el budismo zen y su li-bro La ola es el mar, que nos regaló a todos en una comida. Sospecho que la mística de Jäger, ecuménica y ajena a una doctrina ideológica, casaba muy bien con su visión no ideologizada y anticlerical del Evange-lio. Ese contacto con la mística lo llevó a escribir, a solicitud de los Misioneros del Espíritu Santo, un guión cinemato-gráfico basado en la biografía que es-cribí sobre una de las más altas mís-ticas mexicanas, Concepción Cabrera de Armida, la amante de Cristo. Recuerdo que lo que más lo desvelaba era la es-cena donde Concha tiene la visión que condensa su espiritualidad. Después de muchos diálogos y meditaciones la encontró: una escena espléndida, que sólo Vicente Leñero podía haber con-cebido y escrito, una escena donde la realidad objetiva y cotidiana de un he-cho común, el vuelo de unas palomas, revela la dimensión inmensa e inde-cible del espíritu. Ese guión –la única de sus obras donde Vicente habla de su acercamiento a la mística–, es una joya que corona su quehacer de escri-tor. Los Misioneros del Espíritu Santo y la tradición católica mexicana tienen una deuda inmensa con él: filmarlo.
En ese periodo abrimos un nuevo diálogo. Esta vez con Julio Scherer. Fue a raíz de una comida en Proceso. Allí le pedí a don Julio que me diera una
entrevista para la revista Conspiratio, conti-nuación de Ixtus. “No se la daré –me dijo–. Nunca se la he dado a nadie. Recuerde que yo soy el que entrevisto”. Vicente se volvió hacia él. “Está bien, Julio, no se la des. Ha-gamos algo mejor. Reunámonos una vez cada 15 días tú, Javier, Enrique Maza y yo a hablar sobre la muerte. Tú, yo y Enrique estamos a punto de irnos. Hablemos sobre ella”. Don Julio aceptó. Cada 15 días, en la sala de juntas de Proceso, a las siete de la noche, nos reuníamos. El padre Maza dejó de ir a causa de su enfermedad. Un día an-tes de la primera reunión, Vicente me lla-mó por teléfono. Fiel a su amor por el pe-riodismo, la verdad y la memoria, me dijo: “Llévate una grabadora, te la escondes y nos grabas”. Lo hice. Un día, don Julio me descubrió. Me sacó la grabadora de la cha-marra. Me miró con severidad y me espetó a la cara: “Es usted un cabrón”. La sacó de la habitación y, como si nada hubiese suce-dido, se sentó de nuevo y retomó el diálogo. Sentado con los dos frente al abismo, casi no hablaba. Me limitaba a escuchar el diá-logo que ambos sostenían, a preguntar y a deslizar algún argumento para destrabar un nudo y generar una provocación. Era fascinante ver y escuchar a esos dos ami-gos tan distintos, tan irreconciliables y tan necesarios uno al otro sondear los abismos de la muerte. La fe de Leñero en la otra vida era absoluta, perentoria, argumentativa: “No le temo a la muerte, Julio. Para mí está clara. Le temo al dolor”. El agnosticismo de don Julio provocador y rebelde: “Yo tampo-co le temo, Vicente, pero su desenlace me vale madre. Voy a pelear contra ella. Por eso sigo escribiendo. Para no morir”. Algún día transcribiré esos diálogos y los publicaré.
El asesinato de mi hijo Juanelo los inte-rrumpió. Vicente y don Julio estuvieron con-migo íntima, profundamente. Ellos, junto con Proceso, habían pagado el funeral an-tes de mi llegada de Filipinas. Pero ya nunca más volvimos a reunirnos. La muerte había llegado brutal, sórdida, indecible.
Durante la marcha que realicé con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dig-nidad hacia el Zócalo de la Ciudad de Mé-xico, Vicente, junto con su familia, me aguardó en Bellas Artes. Abriéndose traba-josamente paso entre la multitud, como en mi sueño, llegó hasta mí y se enganchó a mi brazo. Me sentí aliviado. “Vine a cami-nar contigo un rato. Te has convertido en tu Bautista –me dijo en alusión a mi nove-la–. ¿Qué vas a hacer?”. “Voy a hablar fuerte –le respondí–, pero tú ven conmigo, acom-páñame, sube conmigo al templete; te ne-cesito”. Vicente, que, a pesar de escribir pa-ra el teatro y el cine, de haber sido un gran reportero, cuya escuela había calado hon-do no sólo en el mundo del periodismo si-no en la concepción misma que tenía de la novela, nunca había soportado para sí las muchedumbres, los espacios demasia-dos públicos, la dura visibilidad, me sonrió con esa dulce sonrisa que usaba para dis-culparse y, detrás de ella, pronunció un ro-tundo: “No... sólo vine a abrazarte, a cami-nar un rato contigo y a decirte que, aunque no me veas, aquí estoy”. “No me dejes –in-sistí, mirando casi encima de él las arrugas de sus párpados y la conmoción de su ros-tro–; ven conmigo, Vicente”. Volvió a son-reír. Avanzó un rato más a mi lado lenta y trabajosamente. De súbito me abrazó y, co-mo había llegado, desa pareció abriéndose paso entre la muchedumbre.
No volví a verlo hasta las reu-niones del año pasado a las que pu-de por fin reincorporarme. Nuestro último encuentro fue en mayo. Pro-fundamente fiel a sí mismo, libre de espíritu, honesto hasta la ejemplari-dad, uno sentía junto a él el orgullo de ser hombre y profesar el Evange-lio en un México roto. Amigos como él nos redimen de la espantosa sen-sación de la desesperanza. Su muer-te, que me deja un poco más vacío, más solo, más triste en medio de es-ta noche atroz que parece intermi-nable, me deja también una señal, la carta de despedida que me entregó en el sueño de hace unos días. No es larga, pero sí sustanciosa. Dice: “Has-ta pronto, Javier querido. Voy a donde está Juanelo, al amor del Padre a don-de te esperamos. No desesperes. Si-gue luchando. Nosotros teníamos ra-zón contra la noche y la muerte”.
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Sondear el abismo
Más información en la sección de Cultura (página 64)
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REPORTE ESPECIAL
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RODRIGO VERA
En noviembre de 2012 el Gobier-no del Distrito Federal (GDF) le quitó a la Fundación Plaza Mariana el predio de aproxi-madamente 30 mil metros cuadrados que antes le había
donado pues, se argumentó, dicha orga-nización no construyó en el tiempo y la manera estipulados el mall religioso-co-mercial Plaza Mariana edificado por Car-los Slim en un terreno aledaño al atrio de la Basílica de Guadalupe.
Después, en un decreto del pasado 16 de abril, el GDF desincorporó de su dominio estos bienes a fin de dárselos “a título gra-tuito” a una asociación civil de más recien-te creación: la Fundación Pro-Peregrino de Guadalupe. Ésta, precisa el decreto, mejo-
rará “los servicios para el turismo religioso que acude a la Basílica de Guadalupe”.
Sin embargo ambas asociaciones ci-viles están encabezadas por el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo pri-mado de México, y por Enrique Glennie, actual rector de la Basílica de Guadalupe, por lo cual hay quienes aseguran que se cometió el delito de “simulación”.
Francisco Rivas, abogado de los 250 comerciantes desalojados violentamente para que Carlos Slim construyera la Plaza Mariana, asegura: “El cardenal Rivera Ca-rrera y el gobierno capitalino están come-tiendo el delito de simulación, estipulado en varias disposiciones administrativas del Distrito Federal. No se le puede donar a la misma persona un bien que ya se le quitó por incumplimiento de contrato de donación. ¡No se puede! ¡Es un ilícito!”.
–Pero aquí se le quitó a la Fundación Plaza Mariana para dárselo a la Funda-ción Pro-Peregrino de Guadalupe, que son asociaciones civiles distintas.
–Distintas sólo de nombre, porque a fin de cuentas los beneficiarios de este multimillonario negocio privado de la Pla-za Mariana siguen siendo el cardenal Ri-vera y el rector de la Basílica, los mismos que encabezaban la Fundación Plaza Ma-riana. La simulación radica precisamente en este cambio de nombre, maniobra me-ramente cosmética para aparentar legali-dad, pero realmente es violatoria de la ley.
“Debe quedar claro que la Plaza Maria-na, a pesar de estar a un costado del atrio de la Basílica, es para realizar jugosos ne-gocios privados. Es un área hoy destinada para la Fundación Pro-Peregrino de Gua-dalupe, que es justamente una asociación
La Iglesia y Slim
recuperanla Plaza Mariana
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civil, no una de las tantas asociaciones religiosas que tienen prohibido realizar actividades lucrativas. El área tampoco es un atrio, pues los atrios de los templos son bienes de la nación destinados al culto. En suma, este es un negocio privado del car-denal Rivera Carrera que tiene el aval del gobierno capitalino. Así de sencillo.”
El acta constitutiva de la Fundación Pro-Peregrino de Guadalupe –copia de la cual tiene Proceso– asienta que es una “asociación civil” constituida el 28 de no-viembre de 2012 ante el licenciado José Ángel Fernández Uría, titular de la Nota-ría número 217 del Distrito Federal.
Consta ahí que los “apoderados” de la fundación son el cardenal Norberto Rive-ra Carrera y monseñor Enrique Glennie, quienes tienen las siguientes “faculta-des”: poder general para actos de admi-
En un tramposo vaivén legal, la Plaza Mariana –el mall religioso-comercial aledaño a la Basílica– vuelve a las
manos de quienes aparentemente habían perdido ese
multimillonario negocio. Con donaciones, recuperaciones
y nuevas donaciones, el enorme terreno donde se edificó la
plaza dejó de pertenecer a la Fundación Plaza Mariana pa-
ra ser ahora de la Fundación Pro-Peregrino de Guadalupe,
ambas bajo control de las mismas personas: el arzobispo
Norberto Rivera Carrera; el rector del templo guadalupano,
Enrique Glennie, y el magnate Carlos Slim. Pero resulta que
una parte del terreno en cuestión ya tenía dueño: 250 co-
merciantes que siguen peleando sus derechos.
RELIGIÓNBenjamín Flores
nistración, para otorgar y suscribir títulos de crédito, para recibir pagos, hacer ce-sión de bienes, recusar, transigir, intentar y desistirse de toda clase de procedimien-tos o presentar denuncias y querellas en materia penal, entre otras.
En segundo término se menciona a otros “apoderados”: Martha del Carmen Reveles Navarro, Isidro Alejandro Váz-quez Álvarez, Adriana Jazmín Mendizá-bal Arcos, Reyna Esmeralda Cruz Padilla, Alberto de la Mora Hernández y Gilberto Antonio Oviedo Osorio.
Asegura el acta constitutiva que la Fun-dación Pro-Peregrino de Guadalupe “no persigue fines de lucro”, sino “mejorar las condiciones de subsistencia y desarrollo, principalmente de comunidades indígenas, grupos vulnerables por edad, sexo y proble-mas de discapacidad que realizan peregri-naciones a la Basílica de Guadalupe”.
Su “objeto social” también es realizar actividades tendientes a “la protección, conservación, restauración y recuperación de todas las obras de la Basílica de Santa María de Guadalupe”. Lo mismo que “la promoción cultural de las manifestaciones artesanales y artísticas relacionadas con toda forma cultural de arte sacro”.
Y puede “obtener de los particulares, organismos no gubernamentales o insti-tuciones oficiales y privadas, nacionales o internacionales, la cooperación técnica y económica que requiera para el desarrollo del objeto social”. Finalmente se estipula que “la duración de la asociación será de 99 años a partir de la fecha de firma”.
Conflicto viejo
La Plaza Mariana empezó a generar con-flictos el 8 de abril de 2003, cuando el en-tonces jefe de gobierno capitalino, Andrés
Manuel López Obrador, expidió el decreto mediante el cual donaba el terreno de 30 mil metros cuadrados a la Fundación Pla-za Mariana, presidida por el cardenal Ri-vera. El decreto le daba a la fundación un “plazo de dos años” para construir la Plaza Mariana; de no ser así, le advertía que “la transmisión a título gratuito será revoca-da y los bienes se reintegrarán al patrimo-nio del Distrito Federal”.
Sin embargo el predio donado por Ló-
Ger
mán
Can
seco
Slim y Rivera Carrera. Negocios
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pez Obrador no era totalmente del gobier-no de la ciudad, pues en él también había cientos de comercios establecidos cuyos locatarios eran dueños de sus terrenos. Algunos aceptaron salirse con la promesa de que se les daría cabida en la Plaza Ma-riana. Pero otros no quisieron irse, como los ahora integrantes de la Agrupación Emiliano Zapata, cuyo abogado es Fran-cisco Rivas.
En enero de 2006 estos comerciantes fueron desalojados por más de mil policías, quienes llegaron con grúas y retroexca-vadoras para demoler sus locales. Fue un desalojo brutal. De un día para otro los co-merciantes se vieron en la calle, por lo que interpusieron amparos y emprendieron un litigio que aún continúa.
Por su parte, a fin de allegarse recursos para la obra, la Fundación Plaza Mariana abrió cuentas bancarias para recibir donati-vos de los guadalupanos de todo el mundo, comenzó a vender muy anticipadamente los nichos del columbario que tendría la Plaza Mariana, e incluso en Estados Unidos puso a la venta la “tarjeta telefónica guada-lupana” con el apoyo de la empresa de te-lecomunicaciones Starcom (Proceso 1571).
El 31 de agosto de 2010 Carlos Slim anunció públicamente que la construcción correría por su cuenta. “La vamos a donar”, declaró orgulloso, proclamándose gran be-nefactor guadalupano. Y su grupo empre-sarial, Carso, empezó inmediatamente la construcción de la obra que tuvo un costo de 900 millones de pesos, según sus cálculos.
Sin embargo Slim no respetó el pro-yecto arquitectónico original de la Plaza Mariana elaborado por el arquitecto Javier Sordo Madaleno y con base en el cual se hicieron todos los trámites legales. De
RELIGIÓN
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manera arbitraria, Slim impuso otro pro-yecto elaborado por su yerno, el arquitec-to Fernando Romero.
Romero dividió su Plaza Mariana en cuatro cuerpos principales delimitados por una cruz de cristal: el Centro de Evangeli-zación, el columbario, el Museo Guadalupa-no y un mercado público. Aparte de áreas públicas, estacionamientos subterráneos y una amplia explanada que se convierte en prolongación del atrio de la Basílica.
Para 2012 ya estaba concluida la cons-trucción del yerno de Slim que, sin em-bargo, no fue la reconocida oficialmente y rebasó el plazo de dos años estipulados en el decreto de 2003.
De ahí que en el decreto del 9 de no-viembre de 2012, el GDF revocó la dona-ción hecha a la Fundación Plaza Mariana y reintegró los bienes al “dominio público”. Argumentó que “las construcciones reali-zadas difieren en cuanto a dimensiones y características de las autorizadas”, además de que se rebasó el “plazo de dos años”.
Ese mismo día, la entonces consejera jurídica del gobierno capitalino, Leticia Bonifaz, dijo que el objetivo de la medida era dar “certidumbre jurídica” a los futu-ros propietarios de cada una de las cons-trucciones de la Plaza Mariana y adelantó que el columbario pasaría a manos de Slim, dejándole así uno de los negocios más redituables de la plaza.
La secundó el vocero de Rivera, Hugo Valdemar, quien indicó que sólo se trata-ba de una “revocación temporal” para “co-rregir errores” y precisar quiénes serán los propietarios de cada local.
Plaza en el limbo
Mientras tanto, los comerciantes desa-lojados realizaron plantones frente a la sede del GDF, frente a la Catedral Metro-politana y frente a las oficinas de Slim, exigiendo información precisa sobre los negocios que el cardenal y el magnate planeaban realizar en los terrenos que les arrebataron. Nunca tuvieron respuesta (Proceso 1934).
Finalmente el GDF publicó su decreto del 16 de abril de este año, en el cual “desin-corpora” la Plaza Mariana del “dominio pú-blico” para dársela en un futuro próximo a la Fundación Pro-Peregrino de Guadalupe, la nueva asociación civil de Rivera.
Adelanta esta disposición: “Se autoriza la posterior enajenación a título gratuito del predio señalado… a favor de la Fundación Pro-Peregrino de Guadalupe, asociación ci-vil, con el objeto de mejorar la infraestructu-ra de los servicios para el turismo religioso que acude a la Basílica de Guadalupe”.
Explica Rivas: “En términos legales y de acuerdo a esta última disposición, la Plaza Mariana actualmente no pertenece a na-die. Se desincorporó del gobierno. Quedó
en el limbo. Pero legalmente ya está des-tinada a esta nueva fundación encabezada por el cardenal Rivera. Sólo falta realizar el contrato de donación. Entonces pasará a las mismas manos privadas en las que es-taba antes. De ahí la simulación”.
–¿Será el cardenal quien después podrá hacer lo que quiera con la Plaza Mariana?
–Así es. El cardenal siempre ha estado lucrando con el culto guadalupano, cono-cemos muy bien todos sus antecedentes al respecto y su cercanía con los altos círculos empresariales y de poder. Es parte de ese mundo. A través de su nueva fundación podrá hacer cualquier contrato entre par-ticulares: una operación de compra-venta, una cesión, una donación... cualquier cosa que le reditúe dinero.
“Y en ese momento es muy probable que meterá al negocio a Carlos Slim, quien no construyó la Plaza Mariana por ser un alma de Dios. Claro que no. No somos in-genuos. Nosotros desde un principio de-nunciamos que nos habían arrebatado nuestros terrenos para dárselos a Slim, quien siempre ha estado interesado en ese multimillonario negocio. Después lo confirmaría la misma consejera jurídica Leticia Bonifaz… en fin, el tiempo nos ha venido dando la razón.”
La Plaza Mariana tendrá como clientela cautiva a los alrededor de 20 millones de peregrinos y turistas que cada año visitan el santuario. Y se ha venido denunciando que Slim planea incluir ahí uno más de sus centros comerciales, semejante a Plaza Carso, Plaza Cuicuilco o Plaza Loreto.
Por lo pronto cada cripta del columbario de la Plaza Mariana se vendió anticipada-mente en 25 mil pesos. Y son 120 mil crip-tas que pueden aumentar a 600 mil. Estas ventas se han suspendido temporalmente, mientras se determina a quién se le entrega formalmente este negocio. Se rumora que será a Slim (Proceso 1934).
Comenta Rivas: “Hay muchísima opa-cidad en el manejo financiero de Plaza Mariana. Por ejemplo, nunca se supo dón-de quedó el dinero que durante años los fieles le dieron al cardenal Rivera para que construyera la plaza, pues según se dijo, ésta finalmente se construyó con dinero de Slim. No lo sabemos. La Secretaría de Hacienda debió haber exigido cuentas claras desde un principio. Y hoy resulta que, después de tanto enredo legaloide, Plaza Mariana se le entrega a otra funda-ción del cardenal Rivera. Eso es ilegal”.
–¿Piensan interponer algún recurso jurídico?
–Claro. Interpondremos una denuncia penal por el posible delito de simulación o lo que resulte. Ya el juez lo determinará. Por lo pronto estamos recabando toda la información posible para sustentar nues-tra denuncia. Mancera y el Cardenal. Componendas
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La
mexicana con dos patrias
El procurador general de la Re-pública, Jesús Murillo Karam, quebrantó una de las normas que, asegura, guían su gestión: Aquella de que “nadie está por encima ni al margen de la ley”.
Y es que el funcionario permitió que Érica Cervantes Albarrán, la titular de la Agre-gaduría Legal para Europa de la PGR, asu-miera dicho cargo aun cuando tiene doble nacionalidad –la mexicana y la española–, algo que la legislación de México prohíbe expresamente.
Proceso descubrió que en el Boletín Ofi-
ALEJANDRO GUTIÉRREZ
cial del Estado (BOE, la publicación oficial del Estado español) del 18 de febrero de 2010 aparece el nombre de la funcionaria en la relación de personas a quienes se les concedió la nacionalidad española.
En el número 43, sección III, página 15031 del BOE aparece el nombre “CERVAN-TES ALBARRAN, ERICA” como una de las fa-vorecidas por una resolución emitida el 20 de enero de 2009 por la Dirección Gene-ral de los Registros y del Notariado, depen-diente del Ministerio de Justicia hispano.
Ahí se ve que la nacionalidad españo-la le fue concedida oficialmente el 7 de ju-
lio de 2009 y que la resolución para que se publicara en el BOE fue firmada el 20 de enero de 2010 por la directora general de los Registros y del Notariado, María Ánge-les Alcalá Díaz.
Al poco tiempo de recibir su nueva na-cionalidad, la funcionaria mexicana tra-mitó su pasaporte español, que tiene el número AAA811173, fue expedido el 24 de noviembre de 2009 y vence el 24 de no-viembre de 2019. El reportero posee una copia de ese documento.
En el artículo 6 del capítulo III, el regla-mento del Servicio Exterior Mexicano vi-gente señala que el “personal asimilado” –agregados civiles, militares, aéreos o na-vales, y técnicos de otras dependencias que la Secretaría de Relaciones Exteriores acre-dita ante embajadas y organismos de otros países– debe cumplir con los requisitos se-ñalados en el artículo 32 de la Ley del Servi-cio Exterior Mexicano, el cual dicta que di-chos representantes deben “ser mexicanos por nacimiento y no tener otra nacionali-dad”, además de estar en “pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos”.
Esta disposición aclara que los mexica-nos por nacimiento “a los que otro Estado considere como sus nacionales, deberán presentar el certificado de nacionalidad mexicana y el documento de renuncia de la otra nacionalidad”.
Después de una exhaustiva búsqueda efectuada por Proceso en el BOE, no existe ninguna resolución que registre la renun-cia a la nacionalidad española por parte
diplomáticaÉrica Cervantes Albarrán tiene un cargo clave en la di-plomacia mexicana: Dirige la oficina jurídica de la PGR en Europa. Sin embargo –y contra la ley–, tiene dos na-cionalidades: la española y la mexicana, lo cual podría significar un conflicto de intereses a la hora de deba-tir asuntos que implicaran a sus dos patrias. Su caso se suma a la serie de irregularidades que viven, entre otras legaciones, las embajadas en Washington y Ma-drid, donde campean la politización, las pugnas inter-nas y el nepotismo.
En el círculo, Érica Cervantes, titular de la Agregaduría Legal para Europa de la PGR
DIPLOMACIA
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de Cervantes Albarrán. La Ley de Protec-ción de Datos de España impide acceder a los archivos del Registro Civil.
El reportero consultó en dos ocasiones a la embajada de México en España. Primero inquirió sobre la doble ciudadanía de la ser-vidora pública; la respuesta fue que no ha-bría ninguna información por esta vía. En una segunda consulta, preguntó si Cervan-tes había renunciado a su nacionalidad es-pañola y, de ser así, la fecha en que concretó el trámite. A través del vocero de la embaja-da, Ramiro Pineda, Érica Cervantes respon-dió: “Mi situación está conforme a los proce-dimientos establecidos”. Añadió que ella “no es miembro del Servicio Exterior Mexicano”.
Una fuente conocedora de las legisla-ciones mexicana y española, por el con-trario, asevera que la funcionaria debió renunciar a la nacionalidad española pa-ra ejercer su función. De lo contrario, sen-tencia, viola la ley.
Explica que la Ley del Registro Civil (LRC) española es poco clara en cuanto al procedimiento de renuncia a la nacionali-dad. El artículo 24 plantea una opción: “Pier-den la nacionalidad española los españoles emancipados que renuncien expresamente a ella, si tienen otra nacionalidad y residen habitualmente en el extranjero”, algo que no ocurre con la titular de PGR para Europa.
La LRC habla más bien de la pérdida de la ciudadanía por diversas razones, in-cluida la entrada a la milicia o la acepta-ción de un cargo político en un Estado ex-tranjero, siempre que se contravenga una prohibición expresa del gobierno hispano.
Las faltas del procurador
Desde su llegada al gobierno de Enrique Pe-ña Nieto, a Murillo Karam se le considera el “hombre de hierro” del mandatario. En el procurador ha recaído la investigación de los asuntos más delicados, incluida la tardía indagatoria por la desaparición de
43 estudiantes de la Escuela Normal Ru-ral Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa; caso que le está acarreando fuertes críticas por la inconsistencia de sus pesquisas y sus pi-fias en el manejo público de la tragedia, in-cluida su frase “ya me cansé”, que soltó du-rante una conferencia de prensa sobre los avances en la averiguación.
Pero como titular del Ministerio Público de la Federación, Murillo también es el res-ponsable del nombramiento de la Agrega-duría Legal para Europa de la PGR, puesto de confianza dependiente de la Coordina-ción de Asuntos Internacionales y Agrega-durías de la dependencia, según se lee en el Portal de Obligaciones de Transparencia.
En el organigrama de la PGR, la referi-da coordinación y las agregadurías en el extranjero están bajo la férula de la Sub-procuraduría Jurídica y de Asuntos Inter-nacionales, que encabeza Mariana Bení-tez Tiburcio, una de las colaboradoras más cercanas a Murillo.
Por todo ese entramado, resulta poco probable que durante la contratación de Cervantes se pasara por alto la existencia de la doble nacionalidad.
El campo de acción de la agregaduría ocupada por Cervantes incluye todos los países europeos, incluso los que no forman parte de la Unión Europea, como Noruega, Suiza, Islandia, Montenegro y Serbia, en-tre otros. El único Estado de la región que sale de su ámbito de competencia es Aus-tria, donde hay una Agregaduría Legal que acompaña a la Misión Permanente, enca-bezada por Gonzalo Cervera Martínez co-mo representante ante la Oficina de Nacio-nes Unidas contra las Drogas y el Delito.
Murillo también le dio trabajo en Es-paña a su sobrino, Sergio Arturo Moreno Aguirre, hijo de la hermana de su espo-sa y quien desde el 1 de marzo de 2013 se desempeña como primer secretario de la Agregaduría de la PGR, donde funge como coordinador administrativo.
En las declaraciones patrimoniales de Moreno del 17 de abril de 2013 y del 20 de mayo de 2014, obtenidas en el Re-gistro de Servidores Públicos de la Se-cretaría de la Función Pública, anotó que es egresado de la carrera de admi-nistración por la Universidad Autóno-ma del Estado de Morelos y fue direc-tor de área en la Secretaría de Desarrollo Social del ayuntamiento de Cuernava-ca, donde gestionaba “vínculos con ins-tancias estatales y federales en el ám-bito deportivo y juvenil”. Este cargo de confianza tiene una clave presupuestal NC2, con un salario bruto mensual que ronda los 40 mil pesos.
No es el único familiar del procurador trabajando para el gobierno de Peña Nie-to en el extranjero; su nieta Gabriela Saa-de Murillo aparece como “consejera” asig-nada a la representación de la Secretaría de Gobernación en la embajada de México en Washington, como documentó en mayo pa-sado el corresponsal de este semanario en Washington, Jesús Esquivel (Proceso 1957).
Con el nombramiento de su nieta, Mu-rillo contribuyó al laberinto de intereses que priva en la embajada de México en Washington, a cargo del diplomático Eduar-do Medina Mora.
Algo similar ocurre en la legación en España, que encabeza Roberta Lajous. En este país la PGR colocó a Carmen del Pilar Loboguerrero Carrasco, hija de Leonel Lo-boguerrero, editor de libros del sello Cono-cimiento y Saber Siglo XXI y hombre cer-cano a Peña Nieto.
Loboguerrero funge como “asistente le-gal”, según el directorio de la página en in-ternet de la embajada de México en Ma-drid. Sin embargo, en sus declaraciones patrimoniales del 31 de mayo de 2013 y del 29 de mayo de este año apuntó que sus funciones son de comunicación estratégi-ca y control de documentación. En ambas declaraciones señaló que cursaba el sexto semestre del doctorado en ciencia política en la Universidad Complutense de Madrid.
El nombre de la titular de la Agregadu-ría Legal de la PGR para Europa ya salió a relucir antes, en un escándalo que estalló en el estado de Hidalgo: La ruptura entre el PRI de esa entidad y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) por las fallas en el presunto apoyo electoral del magisterio a la campaña del priista Fran-cisco Olvera Ruiz en 2010 ( Proceso 1782).
Se filtraron entonces listas con nom-bres de los “aviadores” de Elba Esther Gor-dillo en ese estado, lo que sacudió al equi-po de transición de Olvera antes de que éste tomara posesión como gobernador.
Entre las 46 mil plazas docentes y 8 mil administrativas en Educación Básica que se filtraron, como documentó la reporte-ra Rosalía Vergara el 26 de diciembre de 2010, “la cereza en el pastel eran el coor-
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Murillo Karam. Nepotismo
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dinador del equipo de transición del go-bernador electo, Francisco Olvera, Miguel Ángel Cuatepotzo Costeira, y Érica Cer-vantes Albarrán, quien labora en la Secre-taría de Gobierno del estado”. En diciem-bre de 2010, Cervantes ya contaba con la nacionalidad española.
En relación con su vida académica, Cer-vantes aparece como “coordinadora” en el doctorado en gobierno y administración pú-blica de la fundación del Instituto José Orte-ga y Gasset, según la Memoria de Actividades 2008-2009. Esa institución está plagada de estudiantes mexicanos, becados muchos de ellos por gobiernos estatales de México. En dicha escuela, sin embargo, hay profesores que no recuerdan a Cervantes como coordi-nadora sino “sólo como asistente”.
En el apartado de “Quién es quién” del mencionado informe, se apunta que es abogada y que cursó “estudios avanzados” en el doctorado en democracia, goberna-bilidad y reforma del Estado en Améri-ca Latina por la Universidad Compluten-se. Se señalan sus vínculos con el Senado mexicano y la Agencia Española de Coo-peración Internacional para el Desarro-llo, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
Las declaraciones patrimoniales de Cervantes asientan que cursó la licenciatu-ra en derecho por la Universidad Intercon-tinental (México), una maestría en ciencia política en la Complutense y un posgrado en derecho español para juristas extranje-ros por la Universidad de Alcalá.
No obstante, en los archivos de esta universidad también existe un acta de la sesión del tribunal acerca de la prueba de aptitud realizada el 11 de julio de 2010, en la cual Cervantes obtuvo un “no apto” pa-ra la homologación de su título de licen-ciada en derecho.
Aparte de ser asistente técnica en el Se-nado entre enero de 1997 y julio de 1998, fungió como subdirectora de Recursos Hu-manos de Radio y Televisión de Hidalgo, en la etapa final de la gubernatura de Muri-llo Karam. De 1998 a 2009 fue secretaria del director de la Coordinación Administrativa de la SEP.
Su reseña curricular también señala que entre 2010 y 2011 fue “coordinadora de proyectos” de la Conferencia de Minis-tros de Justicia de los Países Iberoamerica-nos (Comjib), pero una fuente relacionada con el organismo recuerda sus labores co-mo meramente “secretariales”.
En abril de 2013 Murillo viajó a la XVIII Reunión Plenaria del Comjib, que se cele-bró en Viña del Mar, Chile. Llegó acompa-ñado de tres funcionarias de la PGR. Una de ellas era Cervantes.
En ese viaje, Murillo y sus colaboradoras gastaron casi 332 mil pesos, según la soli-citud de información SJAI/DGAJ/8129/2013. El boleto clase premier del procurador cos-
tó más de 90 mil pesos, y una cifra apenas menor el de su secretaria particular, Judith Aracely Gómez Molano, y el de la directora general de Cooperación Internacional, Ma-ra Gómez. El de Cervantes tuvo un costo de casi 3 mil 600 euros (cerca de 65 mil pesos).
Según la documentación proporciona-da, la agregada legal recibió poco más de 30 mil pesos de viáticos, cantidad que represen-ta poco menos de la quincena que percibe en su cargo. En cuanto al hospedaje, aparte de la habitación reservada para el procurador y otra para su secretaria, la representante de la
PGR en Europa reservó dos cuartos. La direc-tora general de Cooperación Internacional no se registró en el hotel.
En la visita de Estado del presidente Pe-ña Nieto a España, en junio pasado, Murillo Karam suscribió con el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, un Convenio Marco de Cooperación en Materia de Lucha con-tra la Delincuencia Organizada y otro sobre combate a la ciberdelincuencia. En esa visi-ta fue asistido por la agregada legal para Eu-ropa, quien tras 21 meses de gestión sigue detentando la doble nacionalidad.
DIPLOMACIA
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El colombiano Gustavo Duncan terminó de escribir su libro sobre el dominio político del narcotráfico antes de que ocurriera la tragedia de Ayotzinapa. Aun así en su texto se explica lo ocurrido: Se habla de la colusión del crimen organizado con los gobiernos locales y la sumisión de éstos a las mafias, lo cual implica la des-aparición del Estado en amplias zonas del país, donde los señores de la droga imponen su ley. Sin embargo, advierte, la desaparición de los 43 normalistas cambió el paradigma y ahora el clamor de justicia de la socie-dad deberá ser escuchado en las más altas esferas del poder federal.
RAFAEL CRODA
BOGOTÁ.- Cuando Gustavo Dun-can terminó de escribir Más que plata o plomo: El poder polí-tico de narcotráfico en Colombia y México, la tragedia de Ayot-zinapa probablemente no es-
taba siquiera en la mente de los sicarios. Pero el texto de 371 páginas de este espe-cialista colombiano en seguridad ofrece una explicación anticipada del fenómeno que alimentó ese crimen: La cooptación de amplios segmentos del Estado por par-te de la delincuencia organizada.
“En México hay cualquier cantidad de municipios donde el alcalde gobierna con los narcos, donde los narcogobiernos no son una hipótesis, sino una realidad”, dice el autor a Proceso.
De acuerdo con la investigación de Dun-
Ayotzinapa muestra
la derrota del Estado
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can, parte de la cual se desarrolló en México, el narcotráfico en este país alcanzó un po-der político de tal dimensión que ya gobier-na “porciones significativas de población” en varios estados –desde Sinaloa y Durango hasta Tamaulipas, Michoacán y Guerrero– y en vastas zonas urbanas periféricas, desde Ciudad Juárez hasta Monterrey.
“En México y Colombia la guerra con-tra las drogas implica la competencia por el gobierno de amplios sectores de la so-ciedad entre el Estado y distintos tipos de organizaciones criminales. Es una guerra por la definición y el control de las institu-ciones que regulan el orden de innumera-bles comunidades y grupos sociales”, afir-ma el maestro en seguridad global por la Universidad de Cranfield, Inglaterra.
En entrevista, el pasante del doctora-do en ciencia política por la Universidad Northwestern, Estados Unidos, sostiene
que el caso Ayotzinapa ejemplifica la de-rrota del Estado mexicano frente al narco-tráfico, el cual día tras día ha ganado las guerras por el control de instituciones, po-blaciones y poder político en los espacios periféricos y marginales de la sociedad.
“Los recursos del narcotráfico le han permitido a comunidades remotas acce-der a los mercados globales de la droga. Y la violencia ejercida por las organizaciones criminales les permitió a éstas pasar del control del negocio de las drogas al control de la población. Esto lo consiguieron coop-tando el poder político. Eso es lo que des-nuda Ayotzinapa, los narcogobiernos que hay en el país”, señala.
Duncan sostiene que en México hay decenas o centenas de municipios como Iguala –donde fueron secuestrados por la policía local los 43 estudiantes de la Nor-mal Rural de Ayotzinapa, cuyo paradero sigue siendo desconocido–, donde el nar-cotráfico tiene cooptado al poder político.
“La diferencia es que los demás alcal-des no son así de chapuceros. Saben que si eliminan a 43 civiles de un jalón se daña todo. Saben que eso no se puede hacer. Es-te expresidente municipal (de Iguala, Jo-sé Luis Abarca) era corrupto e imbécil. Los demás alcaldes cooptados por el narcotrá-fico saben que pueden ser corruptos, pero no imbéciles”, asegura.
Caso emblemático
Duncan, quien está en pláticas con Ran-dom House para el lanzamiento de su libro en México, dice que su investigación ame-rita un anexo sobre el caso Ayotzinapa pa-ra explicar, desde el sentido político implí-cito en la guerra contra la drogas, por qué el crimen organizado fue capaz de desapa-recer a 43 estudiantes y por qué ese hecho se convirtió en un caso emblemático de los grados de penetración que ha alcanzado el narcotráfico mexicano en diferentes nive-les del entramado estatal.
“Mi tesis inicial es que éste fue un error de este alcalde y de Guerreros Unidos, el grupo criminal con el que estaba aliado. Es una muestra de la arrogancia a la que han llegado las mafias del narcotráfico en México. Se sienten totalmente cubiertas y creían que podían ejercer la violencia sin ningún límite”, indica el investigador de la Universidad Eafit, en Medellín.
Explica que Ayotzinapa envía a esos grupos y a sus aliados políticos un mensa-je claro: Que tienen límites y que una bar-baridad así se le puede permitir a un dic-tador de una república bananera, pero no a un alcalde de un país como México o co-mo Colombia.
“Lo que va a cambiar son los límites de la violencia, del ejercicio de la violencia sim-
bólica. Es decir, ahora se tienen que cuidar de ejercer la violencia a niveles que llamen la atención y que lleven a la indignación ciudadana, porque esto obliga al Estado a reprimir.
“El exalcalde de Iguala está preso, igual su esposa (María de los Ángeles Pineda) y muchos de sus cómplices, y Guerreros Uni-dos es una organización desactivada. Que-dó claro que los pactos entre clase políti-ca y narcos a escala local se rompen y no son viables si cometen excesos simbóli-cos”, considera el académico, quien el año anterior pasó alrededor de cuatro meses en México en labores de investigación pa-ra su libro.
Aunque suene crudo, dice, el crimen organizado se cuidará de no cometer asesi-natos masivos de civiles, pero seguirá ma-tando civiles “de uno en uno, hasta lograr el efecto amedrentador que se busca”.
Duncan valora la reacción social que ha generado en México el caso Ayotzinapa, donde cientos de miles de ciudadanos en todo el país realizan marchas en demanda del esclarecimiento del crimen y de castigo para los responsables. “Es una buena señal que demuestra que no hay tolerancia a las barbaridades y que la gente está harta de la inseguridad y de ser amedrentada”, indica.
Para el académico colombiano, quien ha sido profesor en las universidades North western y de Los Andes, en Colom-bia, el gobierno de Enrique Peña Nieto pa-gará un alto costo por las debilidades es-tructurales de la estrategia de seguridad que dejó al descubierto el crimen –según testimonios de los presuntos autores ma-teriales– en contra de los 43 normalistas.
“El gobierno de Peña Nieto había trata-do de revivir el viejo pacto del PRI con los grupos del crimen organizado, en la lógica de que es mejor negociar. Incluso las tasas de homicidios habían bajado, con acuer-dos tácitos, no explícitos; pero a veces ese tipo de negociaciones se salen de control. Por eso fue tan frustrante el caso Ayotzi-napa, porque demostró, a partir de la cha-pucería del alcalde perredista de Iguala, que ese tipo de pactos no son tan fáciles ni son tan viables como lo eran cuando el sistema era autoritario, con el viejo PRI, y había control sobre los grupos criminales. Hoy no es así”, agrega.
Dice que Peña Nieto “no supo cómo reac cionar, fue una reacción tardía, se fue a China, todo le salió mal. El presiden-te había salido en una portada de la re-vista Time (en febrero pasado con el título Salvando a México), estaba quedando bien ante el mundo y de repente se le dañó el gobierno. Ayotzinapa demuestra que la forma en que se buscaba pacificar al país se estaba dando sin el sometimiento de los narcos y tratando de revivir los viejos
José Luis de la Cruz / Procesofoto
Iguala visto desde Colombia
INTERNACIONAL /COLOMBIA
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pactos con el crimen organizado. Pero hoy ya no existen las instituciones del PRI que hacían posibles esos pactos que los nar-cos respetaban”.
Duncan advierte que un hecho de ex-trema importancia que pasó a un segundo plano en términos informativos por el ca-so Ayotzinapa fue el asesinato, el 2 de no-viembre pasado, del general Ricardo César Treviño Villarreal, responsable regional de seguridad en la zona norte de Tamaulipas.
“El asesinato del general fue gravísimo y casi no ha sido noticia. Esa es la mejor señal de la disputa que existe por el poder y de que los narcos matan a todos aque-llos que los combaten desde el Estado, sin importar que se trate de un general. Cual-
quier Estado serio se supone que aplasta a quien le mata a un general, porque ese es un desafío, pero eso no ha sucedido en México. A Peña Nieto le mataron a un ge-neral, ¿y qué ha hecho?”, plantea el acadé-mico y autor del libro Los señores de la gue-rra. De paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia (Planeta, 2006).
Problema antiguo
Duncan, exconsultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en te-mas de seguridad y construcción de Esta-do, señala que los narcogobiernos que pro-liferan en los municipios mexicanos son producto de un proceso que comenzó a
fraguarse en su actual magnitud duran-te el sexenio de Carlos Salinas de Gorta-ri (1988-1994), cuando la crisis económica y las reformas neoliberales mermaron la capacidad de regulación social del Estado mexicano, y esta nueva realidad coincidió con la expansión de los mercados mundia-les de la droga.
“Durante el gobierno de Salinas de Gortari se dan los pactos en forma entre representantes del gobierno y los cárte-les de Juárez, de Amado Carrillo Fuentes, y del Golfo, de Juan García Ábrego. Am-bos fortalecieron su posición en el en-tramado del narcotráfico por medio del respaldo del gobierno y eso les permitió expandirse”, agrega.
Explica que en esa nueva etapa del nar-cotráfico mexicano se conjuntaron otros dos fenómenos: El debilitamiento del PRI por la crisis económica y las demandas de-mocratizadoras de la sociedad mexicana, lo que dio mayor poder a las organizacio-nes criminales frente al Estado, y el cierre de la ruta del Caribe, por parte de Estados Unidos, a los traficantes colombianos.
Esto convirtió a México en el principal corredor de entrada de cocaína al voraz mercado estadunidense y los cárteles mexi-canos despojaron a los colombianos de una de las fases más lucrativas del negocio.
“Los narcotraficantes mexicanos re-
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Duncan. La realidad del narcogobierno
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clutaron a miembros de la criminalidad local para dominar las plazas por donde pasaba la droga; comenzaron a reempla-zar a las autoridades estatales en las fun-ciones de vigilancia y control de la pobla-ción, y convirtieron la venta de droga al menudeo en una actividad importante, no tanto porque las ganancias del mercado mexicano fueran significativas, sino por-que eso les facilitaba el control de las pla-zas”, dice Duncan.
Advierte que con la llegada de los go-biernos panistas de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) termi-nó en definitiva el control del PRI sobre las instituciones del Estado, que “perdieron el control” sobre los cárteles de la droga y éstos impusieron “su regulación sobre sociedades que experimentaban profun-dos cambios alentados por el capital del narcotráfico”.
El sexenio de Calderón marcó el ascen-so del Cártel de Sinaloa, de Joaquín El Cha-po Guzmán e Ismael El Mayo Zambada, y de Los Zetas, así como el declive del Cártel de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix, y de los cárteles de Juárez y del Golfo.
Duncan señala que la guerra de Cal-derón contra el narcotráfico, que cables de WikiLeaks atribuyen “a un gran desco-nocimiento de la situación y de la capa-cidad real del Estado”, consistió en invo-
lucrar como nunca antes al Ejército y a la Armada en la lucha contra las mafias. Me-joró la capacidad de choque, pero unida-des militares desplegadas en el terreno se corrompieron.
“La situación era caótica, porque ade-más la corrupción era fragmentada. No ocurría que el Ejército o la Marina estuvie-ran coludidos con determinado cártel, sino que las distintas unidades de cada fuerza se aliaban con uno u otro”, señala el autor. Un narcotraficante que entrevistó en Sinaloa le dijo: “Cada quien tenía sus generales y sus almirantes, imposible comprarlos a todos”.
Orden social
Para el especialista colombiano, el orden social que han establecido los narcotrafi-cantes en Sinaloa ejemplifica lo que ocu-rre con el fenómeno criminal en todo Mé-xico: Arriba, en la sierra, los narcos ejercen un dominio total. Ahí no hay autoridad, Estado ni nada. Sólo la regulación social del crimen organizado.
“Pero en Culiacán ya no pueden domi-nar los narcos. Ahí hay corrupción pero hay presencia del Estado. Eso ocurre tam-bién en Guerrero, donde las zonas perifé-ricas y marginadas rurales y urbanas son dominadas por el narcotráfico y éste ejer-ce control sobre la población. En Acapulco
no. Hay corrupción, pero hay presencia del Estado”, asegura.
Duncan señala que mientras en Mé-xico la guerra contra las drogas ha esta-do marcada por el proceso de democra-tización y la alternancia PRI-PAN-PRI, en Colombia la guerra ha girado en torno al inacabado proceso de integración del te-rritorio por parte del Estado y a la amena-za que las guerrillas de las FARC y el ELN representaban para los narcotraficantes.
Para el académico, su investigación es una exploración del ejercicio de la domi-nación social por parte de una clase delin-cuencial en México y Colombia, un suceso que ha marcado la historia política de am-bos países durante las últimas tres o cua-tro décadas y que aún no acaba.
“El Estado en ambos países es más fuer-te que los narcos en términos de armas, de recursos, pero lo que el Estado no tiene son instituciones de regulación que controlen y administren las zonas marginales y perifé-ricas. En esas zonas controladas por los nar-cos no hay justicia, no hay orden, no hay protección a la gente en el día a día.
“Y ahí lo único que le queda al Esta-do en el largo plazo es tratar de ampliar su capacidad de regulación creando institu-ciones que le permitan cumplir ese objeti-vo. Mientras tanto, proliferarán los Ayotzi-napa”, puntualiza.
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“Matar al mensajero”En agosto de 1996 Gary Webb, entonces reportero del San José Mercury News, reveló la complicidad de la CIA en la inundación de crack que una década antes pade-ció la costa oeste de Estados Unidos y cuyas ganancias sirvieron para financiar a la contra nicaragüense. Tales revelaciones sacudieron al establishment político, el cual –con apoyo de los grandes diarios del país– or-questó una campaña de desprestigio contra Webb. El embate destruyó su carrera y lo orilló al suicidio. Esta historia es contada en la película Matar al mensajero, de reciente estreno en Estados Unidos y que próxima-mente llegará a México.
OSWALDO ZAVALA
NUEVA YORK.- En el patio de te-rracería de la prisión de Ma-nagua, Norwin Meneses, co-nocido en Nicaragua como El Rey de la Cocaína, juega golf con calma, vestido de blanco
con ropa holgada de lino y un sombrero que cubre su rostro del fuerte sol centroa-mericano. Interrumpe momentáneamen-te el juego para hablar con su visitante:
“Te voy a decir toda la verdad. Te voy a presentar a gente con la que debes hablar y entonces tendrás que confrontar la más importante decisión de tu vida.”
El visitante, el periodista estadunidense Gary Webb, se muestra sorprendido y pre-gunta: “¿Ah, sí? ¿Y qué decisión es esa?”.
Meneses contesta: “Decidir si debes compartir la verdad o no”.
Esta escena clave de la película Kill the Messenger (Matar al mensajero) –recién es-
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trenada en Estados Unidos– resume la trá-gica vida y obra de Webb, el reportero que a finales de los noventa causó un escán-dalo nacional al revelar la complicidad de la CIA en la explosión de crack en la costa oeste de ese país.
Con la película protagonizada por Jere-my Renner (protagonista de las cintas The Hurt Locker y The Bourne Legacy) y dirigida por Michael Cuesta (director de series de televisión como Homeland y Dexter), el tra-bajo periodístico de Webb ha vuelto a ser el centro de un debate sobre los límites de la libertad de expresión cuando el poder ofi-cial se intersecta con el crimen organizado.
Kill the Messenger es adaptación del li-bro del mismo nombre publicado en 2006 por el periodista Nick Schou, reportero y editor del periódico OC Weekly, cuyo tra-bajo recupera la relevancia de Webb como un hito en la compleja historia del narco-tráfico en el hemisferio.
Entonces reportero del periódico San Jo-sé Mercury News, Webb publicó en agosto de 1996 un reportaje en tres partes, titulado “Dark Alliance” (“Alianza oscura”), que des-
cubrió el involucramiento de la CIA en una red de tráfico de crack cuyas ganancias sir-vieron para financiar al ejército contrarre-volucionario que se opuso al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua en los ochenta.
El reportaje sacudió los centros del po-der político en Washington, desde donde se orquestó una campaña de desprestigio contra Webb, secundada por los influyen-tes diarios The New York Times, The Washing-ton Post y Los Angeles Times, y la cual destru-yó su carrera hasta orillarlo al suicidio.
La película, que aún no se estrena en México, dramatiza la vida de Webb, su meticuloso y valiente trabajo periodísti-co y su debacle cuando incluso su propio periódico le dio la espalda por la presión del gobierno y de los más grandes diarios estadunidenses.
Geopolítica
Aunque el entonces presidente Ronald Rea gan consideraba a los contras “luchado-res por la libertad”, el Congreso de Estados Unidos bloqueó toda ayuda oficial a la con-trainsurgencia en Nicaragua a principios de los ochenta.
Sin embargo, y con el conocimiento y respaldo de la CIA, una red de traficantes utilizó las enormes ganancias de la venta de cocaína en Los Ángeles para financiar a la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), el más grande de los grupos contras.
El reportaje de Webb, primer trabajo de investigación que se publicó simultánea-mente en papel e internet, fue leído por muchos como la deliberada acción de la CIA en la proliferación de crack que des-truyó el tejido social de las comunidades negras de Los Ángeles.
A partir de documentos judiciales fil-trados por la esposa de un traficante, Webb reconstruyó la ruta del crack desde Nicara-gua hasta California. Norwin Meneses era el proveedor local de la droga. Óscar Dani-lo Blandón, otro traficante nicaragüense al servicio de los contras y protegido por la CIA, fungió como el distribuidor para el le-gendario Freeway Ricky Ross, el mayor ven-dedor del estupefaciente en la zona angeli-na llamada South Central.
Parte de esta información fue primero dada a conocer durante una investigación en el Senado de Estados Unidos encabe-zada por el entonces senador John Kerry, quien sería candidato presidencial por el Partido Demócrata en 2004. Entre 1987 y 1988 Kerry investigó varias acusaciones de supuestos vínculos de la CIA con nar-cotraficantes en Nicaragua.
Escribe Schou: “Entre otras cosas, Kerry descubrió evidencia del apoyo que el dic-tador panameño Manuel Noriega dio a los contras y sus vínculos con traficantes de co-caína colombianos, mucho de lo cual fue
utilizado dos años más tarde para justifi-car la invasión de Estados Unidos a Pana-má. Los documentos estaban repletos de testimonios de líderes de los contras, nar-cotraficantes y pilotos, todos hechos bajo juramento, en relación con el tráfico encu-bierto de armas en aviones de carga de la CIA a Centroamérica, con cocaína con fre-cuencia enviada en los vuelos de regreso a bases militares y aeropuertos remotos”.
La opinión pública en Estados Unidos se centró en esos años en el llamado es-cándalo Irán-contras, otra operación secre-ta por medio de la cual el gobierno de Re-agan utilizó la venta de armas a Irán para financiar a la contra en Nicaragua.
Entre otros datos, Webb reveló que el De-partamento de Justicia de Reagan bloqueó la investigación de Kerry sobre Norwin Me-neses y sus conexiones con la CIA.
Otros dos reporteros que habían escri-to sobre el tema antes que Webb fueron atacados por el gobierno de Reagan: Ro-bert Parry, de Associated Press, tuvo que renunciar a su puesto al escribir una nota sobre los presuntos vínculos de la CIA con los traficantes nicaragüenses, mientras la reportera independiente Martha Honey, quien publicó parte de su trabajo en The New York Times, fue acusada falsamente de tráfico de drogas para desacreditar una no-ta similar a la de Parry.
Los ataques contra el trabajo de Webb forzaron al San José Mercury News a des-decir algunos aspectos del reportaje, ade-más de mandar al reportero a una oficina fuera de la redacción del periódico. Webb renunció y en 1998 publicó un libro de ca-si 600 páginas, también titulado Alianza oscura, expandiendo y confirmando su investigación.
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La CIA al descubierto
Webb. Destrozado
INTERNACIONAL /ESTADOS UNIDOS
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Deprimido, endeudado, divorciado, sin poder ver a sus hijos y sin empleo, Webb se suicidó el 10 diciembre de 2004.
Ese día, registra Schou en su libo, Webb volvió a la casa que ya había perdido por falta de pago. Entre las cajas de la mudanza se puso a escuchar a uno de sus cantantes favoritos, Ian Hunter. Luego vio su pelícu-la predilecta, El bueno, el malo y el feo. Final-mente tomó la pistola .38 que había perte-necido a su padre y se mató.
Un primer tiro perforó una de sus meji-llas sin hacer mayor daño. Un segundo dis-paro dio en una arteria de la cabeza y Webb se desangró. El forense del condado de Sa-cramento certificó el suicidio cuando pu-do comprobar las marcas de la pistola en las yemas de los dedos de Webb. La inusual muerte ha generado teorías sobre su posi-ble asesinato debido a sus investigaciones, pero Schou y sus familiares están conven-cidos de que Webb en efecto se suicidó.
Reivindicación
Pese al aparente fracaso de Webb, el repor-te La controversia CIA-contra-crack: Una revi-
así que la CIA tuvo información específi-ca desde 1981 sobre el flujo de drogas ha-cia Estados Unidos que los contras estaban utilizando para allegarse fondos.
El reporte corroboró por ejemplo que Enrique Bermúdez, el jefe de la FDN –y agente al servicio de la CIA– financiaba operaciones de los contras con dinero del
narcotráfico. Éste era el contacto directo de los traficantes Mene-ses y Blandón, quienes a su vez administra-ban la ruta de la co-caína de Nicaragua a California.
Schou señala que, pese a su importancia crucial en reivindicar el trabajo de Webb, ambos reportes de la CIA recibieron esca-sa atención mediáti-ca porque la opinión pública estaba ocu-pada en el escándalo de la relación amo-
NUEVA YORK.- La guerra contra las
drogas en Estados Unidos y en
México ha fracasado porque el cri-
men organizado y el poder oficial
“no pueden separarse”. Por ello en ambos
países el narcotráfico se ha convertido en
una compleja red de intereses geopolíticos
que sólo podrá desarticularse por medio
de la legalización de los estupefacientes.
Tal es el análisis que ofrece el periodista
estadunidense Nick Schou, editor del OC
Weekly y autor del libro Kill the Messenger
(Matar al mensajero), investigación sobre la
vida y obra del reportero Gary Webb.
En un reportaje seriado, en 1996, Webb
Cuando prensa y poder caminan de la manoOSWALDO ZAVALA
reveló que la CIA tuvo conocimiento y
permitió el tráfico de drogas hacia Estados
Unidos para financiar a la contrainsurgencia
nicaragüense en los ochenta
En entrevista con Proceso, Schou dice
que la guerra contra el narcotráfico está de
antemano perdida porque “la política exte-
rior siempre rebasa la política antidrogas.
“Es imposible separar la política del
narcotráfico porque la guerra contra las
drogas tiene una dimensión política. Es un
negocio con fines de lucro que se inter-
secta con realidades políticas en todo el
hemisferio occidental”, dice. “Lo que pasa
en México no es un problema doméstico,
sino parte de una guerra global contra
las drogas. Como dice el dicho: ‘Pobre
México, tan lejos de Dios y tan cerca de
Estados Unidos’”.
Para Schou es significativo que con
cada intervención militar de Estados
Unidos en distintas regiones del mundo se
crean nuevos mercados de droga para los
consumidores estadunidenses.
Así, como lo entendía Webb, para
Schou la relación entre la CIA y la historia
del narcotráfico a escala mundial es el re-
currente efecto de una peculiar geopolítica:
“La heroína de Vietnam y Laos, la cocaína
de Latinoamérica, otra vez la heroína, pero
ahora de Afganistán. Irónicamente, parece
haber un patrón entre las intervenciones
militares en ciertas regiones y las drogas
que luego vienen de esas regiones”.
Camarena en el centro del narco
En un reportaje publicado en 1998 –dos
años después del de Webb– Schou reveló
documentos oficiales del gobierno federal
que acusaban de vínculos con el narcotrá-
fico al exsecretario de la Defensa Nacional
durante la presidencia de Miguel de la Ma-
drid (1982-1988), Juan Arévalo Gardoqui.
En 1993, descubrió Schou, la DEA usó
agentes encubiertos para comprar 967
kilogramos de cocaína y llevarlos a Estados
Unidos como parte de una operación
encubierta. Entre los vendedores de droga
estaba gente allegada al general Arévalo,
Schou. Reivindicación de Webb
sión de las investigaciones y acusaciones del Departamento de Justicia –dado a conocer por la propia CIA y el Departamento de Jus-ticia en diciembre de 1997– admitió que la agencia había utilizado dinero proveniente del narcotráfico para financiar a los contras, aunque rechazó tajantemente haber teni-do conocimiento del tráfico de drogas que operaban agentes de los contrarrevolucio-narios nicaragüenses.
Un segundo repor-te ordenado por el en-tonces inspector gene-ral de la CIA, Frederick Hitz –y puesto al alcan-ce del público en inter-net en abril de 1998– dio a conocer que la agencia había firmado un acuerdo con el De-partamento de Justicia para no tener que infor-mar sobre casos de nar-cotráfico en sus opera-ciones encubiertas.
El reporte confirmó
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incluyendo a su sobrino, Miguel Arévalo
López. Schou anota que posiblemente
para no afectar la firma del Tratado de Libre
Comercio, la DEA decidió no seguir la línea
de investigación que vinculaba a uno de
los principales jefes militares de México
con el narco. En su lugar, la DEA arrestó a
traficantes de menor perfil.
Las implicaciones de la clase política y
militar en el tráfico de drogas son uno de
los temas de mayor interés, dice Schou. El
caso de Enrique Kiki Camarena, agente de
la DEA encubierto, secuestrado, torturado
y asesinado en 1985 en México, mantie-
ne la sombra de la duda sobre el nivel de
corrupción oficial.
“No era sólo el asesinato, o siquiera
su estilo espeluznante, lo que provocó a
los funcionarios de Estados Unidos. Fue
la sospecha, enfatizada por un testimonio
en un subsecuente juicio federal en Los
Ángeles, de que los principales miembros
del gobierno de México habían participado
en el crimen.”
El homicidio del agente de la DEA y el
probable involucramiento oficial ha sido
documentado anteriormente por Proceso.
Por los distintos niveles de corrupción po-
lítica que implica, junto con la sofisticación
de los traficantes involucrados, para Schou
“la historia de Camarena va al corazón del
narcotráfico” en el hemisferio.
Webb asentó que el asesinato de
Camarena fue un crimen de Estado. En el
libro titulado Alianza oscura –que Webb
publicó en 1998 expandiendo su reporta-
je– se menciona el testimonio de un piloto
que trabajaba para el capo Miguel Ángel
Félix Gallardo, quien “insistía en que la CIA
había estado colaborando con narcotrafi-
cantes mexicanos, quienes habían acor-
dado proveer dinero, armas y campos de
entrenamiento mexicanos para los contras
a cambio de protección de la CIA”.
Más adelante Webb es directo: “De
acuerdo con una teoría, Camarena fue
interrogado y asesinado porque había des-
cubierto el involucramiento de la CIA con
traficantes mexicanos y los contras”.
“Arrogancia de poder”
El trabajo de Webb, explica Schou, puso
también de manifiesto la problemática
relación entre los medios y el poder oficial.
Tras la publicación de su reportaje, los tres
principales diarios de Estados Unidos, The
New York Times, The Washington Post y
Los Angeles Times, dedicaron múltiples
textos atacando la precisión y credibilidad
de las fuentes utilizadas por Webb. La cam-
paña de desprestigio sirvió para destruir la
carrera y la vida de Webb.
Para Schou, periodistas como los que
se dedicaron a atacar a Webb con frecuen-
cia contribuyen a estrategias de informa-
ción que apoyan los intereses específicos
del gobierno estadunidense.
“Hay reporteros críticos en medios
como el Post y el Times, pero a un nivel
institucional los periódicos tienen una
arrogancia de poder. Se han vuelto inse-
parables del poder. Sirven una función de
publicidad para el gobierno de Estados
Unidos, como en lo que pasó con la guerra
contra Irak. Argumentaron a favor de una
guerra fraudulenta y fueron cruciales para
la aceptación pública de ese conflicto.”
Con la aparición de la cinta Matar al
mensajero, algunos de los periodistas que
originalmente atacaron a Webb retomaron
la misma actitud crítica que desplegaron
a finales de los noventa. El más visible de
esos ataques fue el publicado el pasado
17 de octubre por Jeff Leen, editor asis-
tente de investigaciones del Washington
Post, quien insiste en que Webb no pudo
comprobar las acusaciones que lanzó en
sus reportajes.
“Esos periodistas están preocupados
en proteger su propia relevancia y sus fuen-
tes oficiales en el gobierno”, explica Schou.
“Gary Webb los hizo quedar como tontos”.
Decepcionado, el mismo Webb recono-
ció el fracaso del periodismo estadunidense,
que se precia de liderar la libertad de ex-
presión y la crítica sin concesiones al poder
oficial. Citado en el libro de Schou, Webb
explica que aunque inicialmente pensaba
que su carrera había tenido éxito debido a
su rigor y cuidado como reportero, la publi-
cación de Alianza oscura le reveló algo más:
“La verdad era que, en todos esos años, no
había escrito algo lo suficientemente impor-
tante como para ser acallado”.
rosa entre el entonces presidente Bill Clin-ton y la becaria Monica Lewinsky.
Pero, independientemente de su efec-to político en las distintas agencias de go-bierno aludidas, el reportaje de Webb, po-tenciado por internet, propició protestas a escala nacional y un extenso debate so-bre el contradictorio papel del Estado que facilitaba el tráfico de drogas al mismo tiempo que proclamaba una guerra per-manente contra los narcóticos.
Entre las más visibles protestas, la con-gresista demócrata de Los Ángeles, Maxi-ne Waters, hizo su propia investigación del caso por medio de audiencias públicas que la llevaron “a la innegable conclusión de que la CIA, la DEA (administración an-tidrogas), la DIA (Agencia de Inteligencia de Defensa) y el FBI supieron del tráfico de drogas en South Central. Fueron par-te del tráfico o prefirieron cerrar los ojos en el esfuerzo de financiar la guerra de los contras”.
Pero Schou aclara en su libro: “Webb nunca creyó que la CIA hubiera intencio-nalmente conspirado para volver adicto a nadie. Más bien, él creía que la agencia sa-
bía que los contras estaban vendiendo co-caína y no levantó un dedo para detener-los. Tenía razón, y la controversia en torno a Alianza oscura –considerado por muchos como el mayor escándalo mediático de los noventa– forzaría finalmente a la CIA a admitir que había mentido durante años sobre qué sabía y cuándo lo supo”.
En el prólogo al libro de Schou, el re-cién fallecido periodista estadunidense Charles Bowden –quien cubrió el tema del narco y los feminicidios en la frontera en-tre México y Estados Unidos– recuerda la primera conversación que tuvo con Webb cuando lo conoció en un bar de Sacramen-to en 1998, cuando la CIA dio a conocer el segundo reporte sobre los contras y el nar-cotráfico en California.
Bowden dice haber mencionado la posibilidad de una teoría de la conspi-ración, pero Webb lo interrumpió tajan-te: “No creo en pinches teorías de cons-piración, estoy hablando de una pinche conspiración”.
Y concluye Bowden: “Gary Webb lo en-tendió correctamente y esa fue la peor co-sa que pudo haber hecho”.
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La plaga de Los Ángeles
INTERNACIONAL /ESTADOS UNIDOS
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C omo bien afirma Tácito, “cuando es más corrupto el Estado, hay más leyes”. Aquí, el presidente Enrique Peña Nieto (EPN) pone de relieve este proverbio clá-sico, pues las 10 medidas que anunció en días pasados son un claro ejemplo de si-mulación, retórica y afectación del estado de derecho. Existen elementos para afir-mar lo anterior. Veamos.
Primero. La propuesta inicial, consis-tente en una iniciativa de “ley contra la infiltración del crimen organizado en las entidades municipales”, es, de entrada, una respuesta retórica por la coyuntu-ra de Ayotzinapa. Si por cada tragedia se hace una nueva ley como instrumento de seguridad psicológica, habrá una hi-perinflación legislativa. Además, se quie-re hacer pensar que el narcotráfico sólo se incuba en los municipios y no en los estados, en la Federación y en toda ins-tancia pública y privada. De igual forma, esa ocurrencia presidencial ignora que el municipio es el primero y más importante organismo constitucional autónomo, de acuerdo con el artículo 115 constitucio-nal. Por esta razón, la propuesta de EPN es un absurdo ya que no basta una ley, sino una reforma constitucional, que además debería discutirse con una visión de gran calado.
Segundo. EPN preconiza “refinar con precisión y claridad las competencias de cada autoridad en el combate al delito”. No se sabe a ciencia cierta qué quiso decir. Pero basta leer lo dispuesto en el artícu-lo 124 constitucional, que a la letra dice:
“Las facultades que no están expresa-mente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los estados”. De esta suerte, dicha “refinación” únicamente podría ha-cerse con una reforma de los principios cardinales de la Constitución federal, lo que dejaría sin efecto el federalismo, que constitucionalmente está protegido.
Tercero. EPN busca la creación de 32 policías estatales únicas. Esta iniciativa tiene dos grandes inconvenientes: a) Se parte de que los “malos” son los policías municipales, y de que los estatales y fe-derales son buenos y puros, cuando todos sabemos que no es así. La corrupción y el crimen organizado están infiltrados en todos los niveles de gobierno en mayor o menor medida, y b) Esa idea reclama forzosamente reformar también la Cons-titución federal, pues de manera clara el artículo 115, fracción III, numeral h), dis-pone que el municipio tendrá a su cargo la “seguridad pública”, y el artículo 21 esta-blece en su párrafo octavo que: “La segu-ridad pública es una función a cargo de la Federación, el Distrito Federal, los estados y los municipios”. En una muestra de ig-norancia, EPN dice además que “la inicia-tiva prevé sanciones para los presidentes municipales que no entreguen el mando policial, así como para los gobernadores que no lo ejerzan”. Sin comentarios.
Cuarto. EPN anuncia un teléfono úni-co de emergencias, el 911, engañando a la sociedad, por las siguientes razones: a) Porque EPN miente con una propuesta
que se entiende innovadora y no lo es por-que ya desde el 14 julio se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, cuyo artículo 190, numeral IX, establece la obligatoriedad de un número único de emergencias, que ahora viene trabajando el Ifetel como el 066 y no como el 911 que erróneamente mencionó EPN pensando en el 911 de Estados Unidos.
Quinto. Propone EPN crear la clave única de identidad que, supongo, se refie-re al número de seguridad social estadu-nidense y no a la cédula de identidad, que fue toda una polémica el sexenio pasado. En un país como México, donde la hones-tidad es la excepción, esta medida me pa-rece intrusiva. No por nada el artículo 35, numeral 5, de la Constitución de Portugal, dispone que: “Se prohíbe la atribución a los ciudadanos de un número nacional único”.
Sexto. EPN anuncia que el gabinete de seguridad realizará un operativo especial en la zona de Tierra Caliente. Desde que entró Felipe Calderón se han realizado operativos especiales en Michoacán que han continuado con un inconstitucional delegado federal en la entidad, aunque las cosas siguen igual, aparte de que al res-pecto no hay nada que no se haya dicho antes.
Séptimo. EPN prevé “acciones para hacer efectivo el derecho a la justicia”. Lo único que se requiere es cumplir con la ley, y eso no es una concesión graciosa de EPN, sino su obligación principal.
Diez ofensas a la inteligencia
E R N E S T O V I L L A N U E V A
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ANÁLISIS
Octavo. EPN propone medidas para fortalecer los derechos humanos. Sobre el tema, ya todo o casi todo está dicho; lo que falta, igual que en el párrafo anterior, es observar puntualmente el mandato de la ley.
Noveno. EPN clama de nueva cuenta por el combate a la corrupción. Por favor, debería empezar con él mismo, su espo-sa y sus socios. Es verdaderamente cínica esa propuesta autoincriminatoria.
Décimo. EPN recomienda la “rendición de cuentas”. Esta medida, que es loable y está vinculada con la anterior, no puede prosperar por el diseño institucional del país, por el amplísimo germen de la corrup-ción en la clase política y por la ausencia en la educación de una nueva generación de valores de ética pública que hoy no apa-recen en los libros de texto gratuitos. Peor tantito, buena parte de los profesores son parte del problema y no de la solución.
Por todo lo anterior, veremos que es-tas ocurrencias serán sólo eso, dejando de atender con seriedad y con verdaderas soluciones los grandes problemas del país, las cuales no podrán esperarse de EPN porque él forma parte de lo que se debe cambiar. Como diría Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo: “Nadie va contra su propio interés”, y EPN no será la excep-ción. Sólo la participación del pueblo podrá cambiar el estado de cosas. Nada más.
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N A R A N J O
De ultratumba
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A lo largo de mis artículos no he dejado de insistir en que el Estado moderno entró en una crisis terminal. Quisiera, en estos momentos en que se hace cada vez más necesaria su trans-formación, ahondar en el tema.
La imaginación poética ha creado a lo largo del tiempo monstruos que, com-puestos de otros seres, no parecen, dice Borges, “pronosticar nada bueno”. Baste citar al monstrum horrendum, ingens que, “numeroso de plumas, ojos, lenguas y oídos”, personifica a la Fama en la Enei-da, o a la Fiera Arconte que, en la Visión de Tundale, guarda en la curva de su vientre perros, osos, leones, lobos y víboras que atormentan a los réprobos.
La imagen que aparece en el fron-tispicio de la primera edición del Levia-tán de Hobbes (1651) –la gran metáfora del Estado moderno– pertenece a esa estirpe. En ella se ve a un extraño rey, de rostro hierático, armado con un báculo y una espada, cuyo cuerpo está hecho de miles de hombres.
La diferencia con los monstruos que lo anteceden es que éste no es una idea abstracta, es real y ha producido violencias terribles.
Su génesis es compleja y no hay espacio para narrarla. Baste decir que después de la caída de esa otra mons-truosidad que se llamó el Imperio Ro-mano la sociedad se ordenó en un conjunto de células llamadas feudos: unidades policéntricas que formaban, dice Roberto Ochoa en Muerte al Levia-tán, “un complejo de señoríos indepen-dientes entre sí tanto política como económicamente”. La corrupción de esas células derivó en una progresiva racionalización de la gestión del poder que condujo al gigantismo social y po-lítico y, en consecuencia, a la estructura del Estado centralizado y unitario de las monarquías absolutas y, luego, del Esta-do liberal y sus variantes comunistas y fascistas.
En este sentido, habría que de-cir que el Estado moderno comenzó
Estado y crimen
a existir a partir de una concentración monopólica del poder.
Lejos de ver en ello una perversión de la vida común y de equilibrios entre poderes, Hobbes vio una necesidad. Bajo una petición de principio (“el hombre es el lobo del hombre” –el propio Rousseau, quien creía en la bondad natural del hombre, terminó por sucumbir a él–), Hobbes justificó su existencia. Para dicho autor, el estado de naturaleza es un esta-do de perpetua guerra entre los hombres, y con el fin de instaurar la paz es nece-sario que todos se sometan a un poder mayor que al inculcar el temor por el uso legítimo de la fuerza obligue a los seres humanos a pactar entre sí.
Visto desde la abstracción y desde nosotros, que no conocemos más que ese sistema de gobierno, la tesis parece tener sentido e indicar que la crisis del Estado en México es sólo el producto de una pérdida de legitimidad. Sin embargo, visto desde la experiencia de la realidad y de otras formas de gobierno –pienso en los caracoles zapatistas–, su violencia ha sido espantosa. En el fondo, la paz del Le-viatán ha sido la del terror, la violencia, el miedo, el despojo, el arrasamiento de culturas y de formas de economías ver-náculas en función del poder.
Hoy, en México, el Leviatán ha enfer-mado de gravedad y se desmorona. Su monstruoso cuerpo comienza a fractu-rarse en muchas formas de violencia. Una de las causas de ello está en la morfología social de Leopold Kohr, continuación de la morfología biológica de Thompson y Haldane. Según ellos, las plantas y los ani-males guardan una relación proporcional entre tamaño y forma. Si un ratón, por ejemplo, cuyo cuerpo flexible y sostenido por delgadas patas, creciera ‘n’ veces su tamaño, terminaría por quebrarse. Algo semejante, pero en sentido inverso, le su-cedería a un elefante.
Lo mismo acontece, dice Kohr, en las sociedades. Cuando una sociedad aumenta desproporcionadamente su tamaño y rebasa su umbral crítico es
inevitable que la violencia surja: “Si las estrellas –escribe– se desintegran (…) es porque la materia (se expande) más allá de las barreras dispuestas para ca-da acumulación. Su masa ha llegado a ser demasiado grande (…) Si el cuerpo de un pueblo enferma (de) agresión, brutalidad, colectivismo o idiotez ma-siva (…) es porque los seres humanos han sido soldados en unidades sobre-concentradas, tales como sindicatos, cárteles o grandes poderes”. Más allá de cierto punto crítico, la masa que con-forma el cuerpo del Leviatán se vuelve tan espontáneamente vil que “adicio-nalmente al incremento cuantitativo de fechorías individuales (… ) comienza a producir un quantum” de violencia tan incontrolable como terrible. El Leviatán borra a tal grado las fronteras de lo hu-mano que crea un espacio neutro donde la violencia, que forma parte de su ra-zón de ser, se desborda.
Contra ello, las partes sanas de la so-ciedad mexicana buscan las autonomías. Lugares donde la proporción vuelve a ser posible. Contra el desdoblamiento ambi-cioso de la violencia del Leviatán, el recono-cimiento humilde de nuestra proporción humana, cuyas relaciones de hospitalidad, solidaridad, vida común y cuidado del en-torno ponen un coto a la violencia desen-frenada del crecimiento sin límite del poder, de la economía y del crimen.
No estoy idealizando esos mundos. Digo que en ellos la violencia y el crimen existen en proporciones controlables. Quizá un mundo de autonomías confede-radas, a partir de un nuevo Constituyente, sea una posible solución al desmorona-miento del Leviatán y su atroz violencia.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado, a Mario Luna y a todos los presos políti-cos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y fun-cionarios criminales, y boicotear las elecciones.
J A V I E R S I C I L I A
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ANÁLISIS
D esde el inicio de la crisis de inse-guridad detonada en diciembre de 2006, la receta ha sido exactamente la misma: concentración de atribuciones en las auto-ridades federales y uso de la fuerza públi-ca; lo único que se modificó, con el cambio de sexenio y la alternancia en el Ejecutivo federal, fue el alcance de las iniciativas y la capacidad de sacarlas adelante.
Ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto entienden que la creciente violen-cia e inseguridad es la manifestación más estrujante y cruel de la crisis del Estado mexicano, no su causa, y, por lo tanto, las soluciones a la misma no pueden concen-trarse en el fortalecimiento de los apa-ratos de seguridad, pues los eventuales avances (como sucede con la depuración de las policías municipales y estatales) son insuficientes y endebles.
A pesar de que la incidencia delictiva mantiene una tendencia alcista desde di-ciembre de 2006, como lo reconoce la mis-ma iniciativa presidencial, cada vez que un evento especialmente grotesco y estrujan-te sacude a la opinión pública se recurre al mismo ritual: envío masivo de fuerzas federales a la entidad afectada, revisión de la legislación en la materia y presencia físi-ca intensiva del presidente y los miembros de su gabinete o, al menos, de estos últi-mos. Así ocurrió en Ciudad Juárez, tras la masacre de Villas de Salvárcar; en Monte-rrey, luego del incendio del casino Royale; en Michoacán, tras el surgimiento de las autodefensas; y, ahora, en Guerrero, tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Aunque en el discurso se reconoce la necesidad de una intervención integral que permita reconstruir el tejido social y se anuncian cuantiosos recursos públicos para atender las más urgentes necesida-des, los esfuerzos se centran en las fuer-zas de seguridad, incluyendo desde luego el envío de elementos del Ejército y la Ma-rina para realizar funciones policiacas. En ocasiones la incidencia delictiva muestra algunas señales positivas; en otras, no. Pe-ro lo que es invariable es que de inmedia-to la violencia se exacerba en algún otro lugar, y los índices delictivos mantienen su tendencia alcista invariable.
La iniciativa de reforma constitucio-nal que anunció el presidente el 27 de noviembre y que envió al Senado el 1 de diciembre va exactamente en la misma dirección: desaparición de las policías municipales; redistribución de las com-petencias en materia penal (nuevo eu-femismo utilizado para continuar con el proceso de concentración de atribuciones en el gobierno federal), y hasta la posibili-dad de desaparecer ayuntamientos y asu-mir directamente sus funciones por parte del gobierno federal (haciendo a un lado incluso a los gobiernos estatales).
Aunque los coordinadores de los gru-pos parlamentarios del Congreso de la Unión ya se comprometieron a trabajar intensamente para dictaminar y votar la iniciativa en el presente periodo de sesio-nes, lo cierto es que no parece muy claro que se pueda cumplir con dicho propósi-to, dado que las voces que se oponen a las medidas anunciadas son múltiples y todo
Oportunidad para la oposición
J E S Ú S C A N T Ú
indica que también determinantes para obstaculizar la aprobación de una refor-ma constitucional.
Ante la profundización de la crisis y las evidencias de su gran responsabilidad personal (por la clara violación de diver-sas disposiciones legales en materia de transparencia y responsabilidades admi-nistrativas, por lo menos), el presidente Enrique Peña Nieto decidió variar sustan-cialmente su forma de operar: En lugar de buscar el consenso previo, optó por presentar la iniciativa, presentarla como de su única autoría y buscar, una vez que se hizo pública, los votos necesarios para conseguir su aprobación en el Congreso de la Unión.
En el mismo acto en el que pronunció su mensaje se escucharon reacciones ad-versas a sus planteamientos y, una vez que se conoció el proyecto de reforma constitu-cional, las críticas crecieron. La oposición a la desaparición de las policías municipales y de los ayuntamientos ha sido casi unáni-me tanto de los actores políticos como de la sociedad civil. Sin embargo, todo parece indicar que el presidente y su equipo per-sisten en su intención.
Como se ha documentado amplia-mente en Proceso (1968 y 1969), otra de las prácticas comunes para obtener los votos necesarios en el Congreso ha sido la compra de voluntades a través del otor-gamiento de subvenciones ordinarias, ex-traordinarias y especiales, lo que permite a diputados y senadores más que duplicar sus ingresos. También ha sido evidente, aunque está menos documentado, el inter-
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E n el discurso autoritario, que no escucha las voces distintas, se repiten lugares comunes que, al configurarse como argumentos del poder, atizan la problematicidad social en la que Méxi-co está sumido. Ante tal situación me viene a la memoria la aguda reflexión de Albert O. Hirschman Retóricas de la in-transigencia, traducida espléndidamen-te por Tomás Segovia y publicada por el FCE. Con el rigor y la elegancia que lo caracterizan, Hirschman aborda lo que consideró una de las mayores defi-ciencias del funcionamiento de las de-mocracias occidentales: la sistemática falta de comunicación entre grupos de ciudadanos: “como liberales y conser-vadores, progresistas y reaccionarios”.
Hirschman revisa los tres tipos de críticas que se han levantado infali-blemente, en múltiples variantes, an-te tres movimientos revolucionarios, progresistas o reformistas en los pa-sados 200 años, y analiza el peso y las influencias que han tenido. Así, logra poner en evidencia no sólo que el razo-namiento reaccionario “es a menudo
cambio de favores con las cúpulas directi-vas de los principales partidos políticos de oposición, particularmente PAN y PRD.
Si el PRI y el presidente quieren lograr la aprobación de la reforma constitucio-nal en este periodo ordinario de sesiones, que concluye el próximo 15 de diciembre, seguramente tendrán que pagar un costo más alto que en el pasado, entre otras ra-zones por la oposición que despertó, por la severidad de la crisis y por la necesidad que tiene el gobierno de concretar sus propuestas mediáticas.
Por méritos propios la iniciativa ca-rece de viabilidad, en la medida en que muchas de sus propuestas no tienen su-ficiente sustento (más allá de algún ejem-plo de aplicación en algún país europeo, cuyas características son totalmente dife-rentes a las nuestras) e intenta solucionar sólo una de las manifestaciones de la pro-funda crisis en la que se encuentra sumi-do el Estado mexicano.
En estas condiciones, seguramente el gobierno de Peña Nieto estará dispuesto a pagar cualquier costo. Hoy la oposición tiene la palabra, pero lamentablemen-te ellos también son corresponsables de la grave crisis del Estado mexicano, en la medida en que han visto su apoyo electoral como una oportunidad de con-solidar sus privilegios, prerrogativas y financiamiento.
El momento es crucial y determinante para el futuro político de México. Los le-gisladores y dirigentes de los partidos po-líticos de oposición tienen la posibilidad de asumir su responsabilidad histórica y obligar al gobierno a una auténtica refor-ma de Estado, que bien podría concretarse aprovechando la elección del próximo año para elegir a un Congreso Constituyente que revise integralmente la Constitución; o aprovecharse de su momento para se-guir incrementando sus rendimientos económicos y partidistas, aunque esto los condene a su desaparición en un futuro.
defectuoso”, sino que además está lleno de repeticiones; incluso señala lo cómicas que resultan algunas retóricas. También dice que “los conservadores se han lleva-do claramente la palma en el uso efectivo de la ironía, mientras que los progresistas han quedado empantanados en la serie-dad”, pues éstos “han sido pródigos en indignación moral y parcos en ironía”. En México la excepción a este señalamiento sería Carlos Monsiváis, un progresista ca-paz de hundir el estilete de su ironía con una eficacia impresionante.
Al rastrear las tesis reaccionarias, Hirschman distingue tres argumentos que califica como el de la perversidad, el de la futilidad y el del riesgo. Los voy a resumir brutalmente: La tesis de la per-versidad intenta demostrar que la acción propuesta está mal concebida y que pro-ducirá exactamente lo contrario del ob-jetivo que se proclama y persigue. O sea, la tentativa de empujar a la sociedad en determinada dirección conducirá a un movimiento en dirección opuesta. Esta idea del efecto perverso presenta muchos atractivos, y aunque es hasta cierto punto
M A R T A L A M A S
Retóricas de la intransigencia
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ANÁLISIS
elemental, tiene una paradójica cualidad que provoca el convencimiento de “quie-nes andan en busca de visiones instantá-neas y certidumbres firmes”.
El segundo, la tesis de la futilidad, es muy diferente, aunque comparte la sen-cillez de la anterior. Simplemente plantea que, por más que cambien las cosas, todo sigue igual. Con ingeniosas declaraciones se ridiculiza el propósito del cambio o se niega su posibilidad. En ocasiones, las proclamaciones sobre la futilidad pue-den llegar a ser insultantes. Gran parte del atractivo de los argumentos del efecto perverso y la futilidad tienen en común que son sencillos y escuetos.
La tercera manera de argumentar con-tra el cambio es la tesis del riesgo, que sostiene que aunque el cambio es desea-ble en sí mismo, implica costos o conse-cuencias inaceptables.
No obstante que el análisis de Hirsch-man se centra en la retórica reaccionaria, también encuentra defectos en la retórica progresista. Luego de trazar un panorama históricamente informado de argumentos progresistas y conservadores respecto al cambio, el autor encuentra que hay exa-geraciones e ilusiones comunes a ambas retóricas. Por eso asienta que es posible deducir dos ingredientes de lo que califica como una posición “madura”:
a) Existen peligros y riesgos tanto en la acción como en la inacción; los riesgos de una y otra deben esbozarse y valorarse, y hay que prevenirlos en la medida de lo posible.
b) Las consecuencias benéficas tanto de la acción como de la inacción no pue-den conocerse nunca con la certidumbre que tienen los gritos de alarma a que esta-mos acostumbrados.
En cuanto a prevenir desgracias o de-sastres inminentes, Hirschman recuerda el refrán que reza: “Lo peor no es siempre seguro”,
Finalmente, lo más interesante del erudito y divertido ensayo de Hirschman es su conclusión sobre cómo NO argüir en una democracia. Luego de diagramar la retórica de la intransigencia en los ar-gumentos paralelos de ambas posturas, declara que su objetivo no ha sido “llevar la calamidad a las casas” de ambas postu-ras, sino “empujar el discurso público más allá de posturas extremas e intransigen-tes de una u otra clase”.
Para él, la deliberación pública y el debate entre posiciones contrarias son fundamentales para que el proceso de-mocrático resulte sostenido por sí mismo y adquiera estabilidad y legitimidad a lar-go plazo. Pero, como bien dice, “un pue-
blo que apenas ayer estaba entregado a luchas fratricidas no es probable que se avenga de la noche a la mañana al toma y daca de esas deliberaciones construc-tivas”. Por eso nos previene del típico “diálogo de sordos” que “en realidad fun-cionará mucho tiempo como prolonga-ción y sustituto de la guerra civil”.
Para quienes deseen emprender el largo y difícil camino al diálogo, el tra-
bajo de Hirschman sobre las retóricas de la intransigencia es muy útil. Como indica el propio autor, tiene valor “el conocimiento de señales de riesgo, por ejemplo, argumentos que son invencio-nes hechas específicamente para volver imposible el diálogo y la deliberación”. ¿Será que el discurso de la desestabili-zación es uno de esos argumentos que obstaculizan?
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A rtículos basados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
Artículo 1. Todos los mexicanos nacen li-bres e iguales en dignidad y derechos, excepto si quieren protestar, marchar, exigir y alzar la voz, en cuyo caso este artículo no será respetado por el go-bierno de Enrique Peña Nieto.
Artículo 2.Todo mexicano tiene los dere-chos y libertades proclamados en es-ta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, excepto si es mujer y quiere manifestarse pacíficamente en el Zó-calo, en cuyo caso la policía le gritará “¡puta!”.
Artículo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona, excepto si es estudian-te normalista en Ayotzinapa, en cuyo caso este artículo no aplicará.
Artículo 4. Nadie estará sometido ni a la servidumbre ni a la esclavitud, y la trata de esclavos estará prohibida en todas sus formas, excepto si forma parte de una red de pederastia del tipo descrito por Lydia Cacho, que recibe protección política.
Artículo 5. Nadie será sometido a torturas ni a penas ni a tratos crueles, inhu-manos o degradantes, excepto si es aprehendido en una manifestación y enviado a un penal de alta seguridad, en cuyo caso este artículo no aplicará.
Artículo 6. Todo mexicano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica, excepto si protesta, en cuyo caso será tratado co-mo cosa por las autoridades.
Artículo 7. Todos son iguales ante la ley, excepto si son padrinos políticos del presidente –como Arturo Montiel–, en cuyo caso la ley no se aplicará, a pesar de existir una orden de aprehensión internacional en su contra.
Artículo 8. Todo mexicano tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribuna-les nacionales competentes, excepto si es aprehendido en una manifesta-ción en el Zócalo y enviado a un penal de alta seguridad, en cuyo caso se le negará todo recurso jurídico.
Artículo 9. Nadie podrá ser arbitrariamen-te detenido, excepto si la autoridad piensa que es un “desestabilizador”, en cuyo caso podrá ser levantado en cualquier momento.
Artículo 10. Todo mexicano tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oído públicamente por un tribunal independiente e imparcial, excepto si vive en cualquier estado donde toda-vía no se ha instrumentado la reforma de los juicios orales, en cuyo caso (en 80% de los mismos) jamás será escu-chado por un juez.
Artículo 11. Todo mexicano acusado de un delito tiene derecho a que se presu-ma su inocencia mientras no se prue-be su culpabilidad, excepto si vive en Ayotzinapa, ya que allí será apresado por la policía y desaparecido.
Artículo 12. Nadie será condenado por ac-tos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos, como es el caso de los grupos vandálicos que irrumpen al final de las manifestacio-nes pacíficas y jamás son “encapsula-dos” o aprehendidos por la autoridad.
Artículo 13. Todo mexicano tiene dere-cho a circular libremente, excepto si quiere marchar contra el gobierno de Enrique Peña Nieto, en cuyo caso será sujeto de la “Ley Anti-Marchas” recién aprobada.
Artículo 14. En caso de persecución, toda persona no podrá confiar en la policía para ser protegida, a pesar del nuevo número 911.
Artículo 15. Toda persona tiene derecho a la propiedad, especialmente si es es-posa de Enrique Peña Nieto, en cuyo
caso podrá ser una propiedad a nom-bre de un contratista beneficiario de licitaciones multimillonarias.
Artículo 16. Nadie será privado de su pro-piedad, aunque fuera adquirida –co-mo en el caso de Angélica Rivera– vía un “préstamo” otorgado por un grupo inmobiliario propiedad del Grupo Hi-ga, política y económicamente cerca-no al presidente, lo cual ha producido un escandaloso conflicto de intereses sin consecuencias.
Artículo 17. Todo mexicano tiene derecho a la libertad de pensamiento, excepto cuando se trate de cuestionar las irre-gularidades de la Casa Blanca, ya que el gobierno declarará que es un “caso cerrado”.
Artículo 18. Todo mexicano tiene derecho a la libertad de opinión y de expre-sión; este derecho incluye el derecho de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir opiniones, y el de difundirlas por cual-quier medio de expresión, excepto si es crítico del gobierno de Enrique Pe-ña Nieto, en cuyo caso será hostigado, acosado por Peñabots, calificado como desestabilizador, traidor a la patria, violento y subversivo.
Artículo 19. Todo mexicano tiene dere-cho a la libertad de reunión y asocia-ción pacíficas, excepto cuando intente marchar pacíficamente en Paseo de la Reforma, en cuyo caso será agredido y golpeado, mientras a los provocadores profesionales se les deja actuar con plena libertad.
Artículo 20. Todo mexicano tiene dere-cho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogi-dos, excepto si se trata de gobiernos priistas que ignoran a la ciudadanía o pretenden apaciguarla con decálogos desgastados.
Artículo 21. La voluntad del pueblo es la
Declaración de los desestabilizadores
D E N I S E D R E S S E R
A la memoria de Vicente Leñero
H É C T O R T A J O N A R
Soberbia política
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E l conflicto de intereses en que ha incurrido el presidente Enrique Pe-ña Nieto por su relación con el dueño del Grupo Higa es inocultable e inad-misible. Desde que Aristegui Noticias y Proceso publicaron la dudosa y opaca compra de la Casa Blanca de Las Lo-mas, los esfuerzos del mandatario por eludir su responsabilidad en el asunto han resultado infructuosos y contraproducentes.
La intención del presidente de des-ligarse del problema pidiendo a su es-posa explicar en una videograbación los pormenores de la compra del in-mueble provocó mofa e indignación, que se agravaron con la decisión pre-sidencial de presentar su declaración patrimonial excluyendo las propieda-des de su cónyuge. Siguió la difusión de un decálogo de promesas y medidas ya existentes en la que se imputa a los municipios la responsabilidad de la in-
base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que garanticen la libertad de voto, excepto cuando el PRI recurra a prácticas –no sanciona-das por la autoridad electoral– como Monex y Soriana, en cuyo caso este artículo no aplicará.
Artículo 22. Todo mexicano tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual sa-lario por trabajo igual, excepto cuando se trate del salario mínimo, en cuyo caso se volverá un tema político en-tre los partidos para ver quién obtiene más ganancias electorales.
Artículo 23. Todo mexicano tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicalizar-se para la defensa de sus intereses, excepto si es policía, en cuyo caso será despedido si intenta hacer valer sus derechos mediante la acción colectiva.
Artículo 24. Todo mexicano tiene derecho a un nivel de vida adecuado, excepto si vive en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Tabasco, Campeche o cualquiera de los estados más pobres del país.
Artículo 25. Todo mexicano tiene derecho a la educación, excepto si asiste a al-guna de las escuelas donde hay profe-sores del SNTE que están en la nómina pero jamás aparecen en el aula.
Artículo 26. En el ejercicio de sus dere-chos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley, excepto en los casos en los cuales el gobierno la interprete a su conve-niencia y comience a criminalizar la protesta social.
Artículo 27. Nada en esta Declaración po-drá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno a una perso-na a realizar actos tendentes a la su-presión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta De-claración, excepto si de Enrique Peña Nieto se trata.
seguridad y la barbarie. Las soluciones se transfieren al Congreso.
El fondo del problema fue eludido. Poco se gana con disolver las mil 800 cor-poraciones policiacas municipales para establecer 32 mandos únicos estatales si no se ataca de raíz la rampante corrupción y la infiltración del crimen organizado en los tres órdenes de gobierno. Toda ley es perfectible, pero antes hay que acatar las existentes y castigar a los infractores.
Una vez más, la puesta en escena re-sultó insuficiente y frustrante. Además, se evidenciaron tres carencias del presiden-te Peña Nieto y sus asesores: la imposibi-lidad de realizar una valoración adecuada de la delicada situación que enfrenta el país, la falta de visión de Estado para re-solverla y la incapacidad para ejercer la autocrítica. Dichas fallas minimizan aún más la legitimidad presidencial, reducen la de las instituciones y ponen en riesgo el futuro del país.
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Toda situación difícil es susceptible de agravarse. La mermada autoridad moral del presidente sufrió dos golpa-zos más: Aristegui Noticias dio a conocer que existe otra casa propiedad de Juan Armado Hinojosa que también fue usa-da por Peña Nieto durante su campaña sin haberlo hecho del conocimiento del IFE. El Instituto Nacional Electoral está obligado a investigar el asunto. Además, Bloomberg dio a conocer que uno de los consorcios favoritos para ganar la licita-ción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México está conformado por Grupo Carso, ICA y por el predilecto del manda-tario: Grupo Higa. Dadas las circunstan-cias, los socios estudian la posibilidad de eliminar a Higa del conjunto licitante.
En el mensaje con motivo del Segun-do Informe de Gobierno, el presidente ofreció que al día siguiente haría la pre-sentación formal del proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. El acto no ocurrió ni se informó sobre la causa de la cancelación. Seguramente la mencionada noticia de Bloomberg tuvo que ver con la supresión del evento. Ob-viamente, ello alimenta las suspicacias respecto al conflicto de intereses entre Peña Nieto y Grupo Higa.
La Cámara de Diputados aprobó crear una Comisión Especial para cono-cer las razones que llevaron al presiden-te Peña Nieto a revocar la licitación del tren rápido México-Querétaro –que ha-bía ganado el Grupo Higa en circunstan-cias oscuras–, por lo cual se afirma que el gobierno mexicano tuvo que pagar 16 millones 200 mil de dólares al consorcio estatal chino CRCC. Veremos si los dipu-tados aclaran con rigor y verosimilitud las irregularidades cometidas en dicha licitación cancelada intempestivamente por el jefe del Ejecutivo en la víspera de su viaje a China.
La situación es insostenible. Preten-der dar por cerrado el escándalo de la Casa Blanca y los demás que involucran conflicto de intereses con el Grupo Higa –como lo anunció el jefe de la Oficina de la Presidencia– es inviable y refleja una paradójica mezcla de ingenuidad y au-toritarismo. El Ejecutivo sigue teniendo el poder de controlar a muchos medios de comunicación, pero ya no a la opi-
nión pública. Lejos de minimizarse, la gravedad del problema que pone en du-da la integridad de Enrique Peña Nieto se incrementa. El silencio del avestruz no resuelve nada.
Los datos de las encuestas son ló-gicos y elocuentes: 58% de los ciudada-nos y 79% de los “lideres” desaprueban la gestión de Peña Nieto. Es la más baja aprobación de un presidente desde 1995. Más de 80% opina que su manera de combatir la corrupción es mala o muy mala (Reforma, 1/12/14). No hay duda de que el punto más débil de la administra-ción peñanietista es el problema de la corrupción.
En tanto Peña Nieto no recupere la credibilidad, resulta vano cualquier intento por restaurar el estado de de-recho. Si la percepción generalizada es que él mismo está involucrado en actos de corrupción, sus llamados en favor de la legalidad y la honestidad caen al vacío. Para abatir la impunidad, el presi-dente debe empezar por él mismo y sus allegados.
Lo sensato sería que, en lugar de in-tentar ocultar sus faltas, el jefe de las instituciones nacionales atendiera la obligación ética, jurídica y política de aclarar la embarazosa situación en la que está envuelto, mediante una inves-tigación rigurosa, transparente y verosí-mil. Su investidura lo exige y la sociedad mexicana lo demanda. Sin embargo, los hechos muestran lo contrario: Peña Nie-to no tiene la voluntad de aclarar el en-redo en el que está metido. Apuesta al ocultamiento y al olvido.
Como jefe del Estado mexicano, el presidente Enrique Peña Nieto es el prin-cipal responsable de la construcción de un México en paz y de hacer realidad la vigencia del estado de derecho. Su pre-sunto involucramiento en conflictos de interés con el Grupo Higa representa un obstáculo para cumplir cabal y legítima-mente con dicha responsabilidad. La fal-ta de legitimidad en la cúspide del poder reblandece la autoridad de todo el apa-rato gubernamental y pone en riesgo la estabilidad y prosperidad del país. La so-berbia política suele tener consecuencias nefastas. Como dijo San Agustín, la so-berbia no es grandeza, sino hinchazón.
P ara ilustrar la virtud cíclica de los acontecimientos y su repetición arquetí-pica –el “eterno retorno” del cual escribió Mircea Eliade–, los antiguos egipcios, grie-gos y hasta las tribus nórdicas emplearon la imagen del uróboro, un reptil que muer-de su propia cola con el afán de engullirla. El mismo día en que en México y el mun-do nos horrorizamos con los sucesos en Iguala, Guerrero, atribuidos directamen-te a funcionarios policiales, autoridades municipales y otros participantes, que derivaron en la muerte de seis personas, heridas de otras 20 y la desaparición for-zada de 43 estudiantes de la Escuela Nor-mal Rural de Ayotzinapa, yo publiqué en el diario Reforma un texto que se refería al “torrente de noticias que a nivel nacional e internacional han convertido el nombre de Tlatlaya en el epicentro de serios deba-tes y urgentes decisiones”. El insaciable uróboro no ayuna en México.
Escribo estas líneas convencido de la creciente y acelerada permutabilidad de los hechos, lugares y gente, turbado por los nombres emblemáticos que se suceden y reemplazan: Iguala/Ayotzina-pa, Tlatlaya, Discoteca Heaven, casino Royale, San Fernando, Guardería ABC, discoteca New’s Divine… y la lista de gra-vísimos casos empieza a erigirse como un tzompantli. No debemos doblegarnos a adorarlo a la fuerza ni resignarnos a con-vivir a su sombra en aroma de flores de cempasúchil.
El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, se dirigió a la nación diciendo que “(…) en la tragedia de Iguala se combi-naron condiciones inaceptables de debili-
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dad institucional (…) a raíz de la tragedia de Iguala (…) una sociedad hoy alza su voz para decir: Ya basta (...) (y) tod(o)as coin-ciden en un punto fundamental: que Mé-xico no puede seguir así. Y tienen razón. Después de Iguala, México debe cambiar”. Se trata de palabras tan arraigadas al con-texto que es deber de todo/as tomarlas con suma atención.
Y quienes hoy prestan atención son quienes desde hace mucho tiempo advir-tieron y desentrañaron la perversa natu-raleza del uróboro y su implacable afán de cebarse de violencia, muerte, corrupción e impunidad. Así lo reconoce incluso el presidente: se trata de “personas que han salido a las calles, en México y en distin-tas partes del mundo; (con) expresiones de solidaridad con los estudiantes de Ayotzinapa, de artistas, intelectuales y de-portistas; (de) miles de inconformidades difundidas en redes sociales, así como (de) opiniones de articulistas y columnistas”.
El eje del combate y la respuesta a la tragedia de Iguala (nombre intercambia-ble) se movió fuera de las institucionali-dades y se asienta en calles, plazas, aulas, gremios, cristalizando voces de diferen-tes, sucesivos y convergentes procesos, para encontrar con vida a los 43 norma-listas y para dar también con el parade-ro de, por ejemplo, José Antonio Robles Fernández o cualquiera de los que engro-san la lista oficial de “personas no locali-zadas”; y por supuesto para desentrañar las autorías materiales e intelectuales de los asesinatos de Regina Martínez, Mari-sela Escobedo; y sin duda para acoger con respeto y dignidad a toda víctima y ser
querido que busca justicia por casos de desaparición forzada, ejecución extraju-dicial y tortura, conductas puestas de ma-nera preponderante, sin ir muy lejos, en la mira de la agenda legislativa propuesta por el presidente.
Entender cabalmente este traslado de los espacios al ámbito de las manifesta-ciones implica aceptar que el ejercicio vi-goroso del derecho a la libertad de reunión pacífica “sirve de cauce para el ejercicio de muchos otros derechos”, y para las auto-ridades “debe presuponerse que las reu-niones públicas serán lícitas y pacíficas”, como señala el relator especial sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación, Maina Kiai, (A/HRC/20/27).
Es por esa razón que la ONU-DH que encabezo en México, además de monito-rear y documentar los hechos violentos de Iguala y muchos otros casos en los que emitimos posición pública, observó de manera presencial las marchas y manifestaciones del 20 de noviembre y 1 de diciembre que culminaron en el Zócalo de la Ciudad de México, en las cuales vas-tos sectores invocaron y ejercieron su de-recho legítimo a expresar su solidaridad con las víctimas y familiares afectados, así como sus exigencias a las autoridades mexicanas.
Sin dejar de tomar nota de los hechos aislados de violencia ocurridos a conti-nuación de ambas exitosas convocatorias, y ciertamente rechazando las prácticas violentas que atentan contra el derecho a la libertad de reunión pacífica, resulta meridianamente claro que las autorida-des requieren hacer esfuerzos redobla-
dos y continuos para evitar un uso de la fuerza desproporcionado y no ajustado a los principios de racionalidad. Por nuestra parte, al estar en contacto con autorida-des, OSC, abogado/as y defensore/as que se hacen cargo de las personas detenidas, incluso visitando a algunas de ellas en Tepic, Nayarit, recibimos las denuncias sobre los malos tratos recibidos y sobre las dificultades recurrentes para acceder a un/a abogado/a de su elección y para que esto/as puedan tener acceso a los expedientes.
En momentos en los que baja osten-siblemente la confianza ciudadana hacia las autoridades e instituciones y ello se expresa en las calles, es urgente que las autoridades sean capaces de distinguir el uróboro y, como en el Canto para matar una culebra que aprendimos a entonar con Inti-Illimani, vean sus ojos de vidrio sin dejarse hipnotizar: la tarea es fortalecer el derecho a la libertad de reunión pacífica y la protesta social; el deber de las autori-dades es, pues, asegurar un contexto res-petuoso y pacífico en el que la ciudadanía pueda expresar su indignación, sin temor de vulneraciones a su integridad o cual-quier otro tipo de represalia.
Para que “después de Iguala, México cambie”, toca entender que la ciudada-nía –ciertamente lastimada, erizada y bravía pues reclama verdad, justicia, re-paración y garantías de no repetición– no es la culebra.
*Representante en México del Alto Comisiona-do de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Marchando desde (por) Ayotzinapa
J A V I E R H E R N Á N D E Z V A L E N C I A *
Análisis críticosobre el sistema nacional anticorrupción
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ARTURO GONZÁLEZ DE ARAGÓN O.*
En el México actual, la corrupción se transparen-ta pero la impunidad es la constante. Nos hemos convertido en una sociedad sin sanciones, en una sociedad sin consecuencias; en suma, en una Repú-blica de la Impunidad. La ética política y la moral pública deben ser una premisa cotidiana en la ac-
tuación de los actores políticos.Según el último informe de Transparencia Internacional, en
16 años –entre 1998 y 2014– México cayó 48 lugares en el Índice de Percepción de la Corrupción, al pasar del sitio 55 al 103 entre 175 países evaluados, con una calificación de 35 sobre 100.
De acuerdo con el Semáforo de Corrupción 2013, de Trans-parencia Internacional, en la encuesta levantada sobre la per-cepción de la corrupción en México resultó que los partidos políticos, con el 91%; los policías, con el 90%; los políticos y fun-
cionarios con el 87%; y los jueces, con el 80%, son los más corrup-tos, según la opinión de los mexicanos.
De forma similar, en uno de los reportes presentados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se informó que en México se cometen 12 millones de delitos al año, de los cuales no se denuncia el 85% y sólo terminan en sentencia 120 mil, lo que significa que únicamente se castiga el 1% del total de los delitos cometidos.
En la Universidad de Nueva York se presentó el Índice Global 2013 de la Organización The World Justice Project, en el que Mé-xico se ubicó en el lugar 77 entre 99 países, debido a sus niveles de impunidad, narcoviolencia e inseguridad, que lo convierten en una de las naciones más débiles en la implantación de un estado de derecho.
En fechas recientes, los legisladores del Partido Acción Na-cional en las cámaras de diputados y de senadores de la LXII Le-gislatura del Congreso de la Unión, presentaron una iniciativa
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con proyecto de decreto que reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones a los artículos 22, 73, 74, 76, 79, 109, 113, 114, 116 y 122 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a fin de crear el Sistema Nacional Anticorrupción.
La iniciativa de referencia se integra en 35 hojas, dividida en los apartados siguientes: Exposición de Motivos; Considera-ciones; Sistema Nacional Anticorrupción; Sistema Nacional de Fiscalización; Sistema Nacional de Planeación; Extinción de Do-minio, y Proyecto de Decreto.
Los pilares fundamentales que sustentan y articulan la crea-ción del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) se conforman de la siguiente manera:
El Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción.El Consejo Nacional para la Ética Pública.El Comité de Participación Ciudadana.La Secretaría de la Función Pública (SFP) en materia de con-
trol interno. La SFP (designación de auditores externos), la Auditoría Su-
perior de la Federación (ASF), la Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrupción, y el Tribunal Federal de Justicia Ad-ministrativa, en materia de control externo.
La Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrup-ción (sanciones penales), y el Tribunal Federal de Justicia Admi-nistrativa (sanciones administrativas).
El Sistema Nacional de Fiscalización.
Coordinar la fi scalización
El Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción estará integrado por los responsables de las instancias compe-tentes y tendrá como objetivo coordinar todos los esfuerzos con el fin de implementar políticas transversales en materia de pre-vención, control, y disuasión de la corrupción, así como la pro-moción de la integridad, tanto en los ámbitos federal, estatal y municipal, como en los tres poderes de la Unión y en los órganos constitucionalmente autónomos, incluyendo sistemas de coor-dinación de información y de indicadores de desempeño. Elabo-rará un informe anual de avances y resultados.
El Consejo Nacional para la Ética Pública será presidido por el presidente de la República y se conformará con el presiden-te de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los presidentes de las cámaras de senadores y de diputados del Congreso de la Unión, los titulares de los órganos constitucionales autónomos federales, el auditor superior de la Federación, el presidente del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, los titulares de los poderes ejecutivos de las entidades federativas y los integrantes del Comité de Participación Ciudadana.
El Comité de Participación Ciudadana se conformará con cinco ciudadanos destacados por su contribución a la trans-parencia, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción, designados en la Cámara de Senadores por el voto de las dos terceras partes de los legisladores presentes. Este comité será el órgano ciudadano responsable de canalizar los esfuerzos, opi-niones y recomendaciones de las organizaciones de la sociedad civil en el combate a la corrupción.
La SFP subsiste y será responsable del control interno en el Poder Ejecutivo Federal, en materia de prevención, correc-ción, auditoría, investigación y sanción. Se le restituyen todas las funciones que le fueron suprimidas por la reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública del 2 de enero de 2013. Se propone fortalecerla. Se le retira la facultad de sanción ad-ministrativa a todos los órganos internos de control, incluida la SFP, así como a las contralorías estatales y municipales, la que
corresponderá al Tribunal Federal de Justicia Administrativa.La ASF, en materia de control externo federal, tendrá nuevas
facultades, a saber: llevar a cabo auditorías en tiempo real, elimi-nando los principios de anualidad y posterioridad a que estaba sujeta; efectuar investigaciones de posibles actos de corrupción; promover presuntas responsabilidades administrativas ante el Tribunal Federal de Justicia Administrativa y penales ante la Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrupción; recurrir las resoluciones correspondientes; podrá, en vía de atracción, investigar presuntas irregularidades de las entidades federativas en el manejo de recursos federales (ingresos y egre-sos); presentar a la Cámara de Diputados informes individuales de auditoría, cuando la revisión sea concluida, teniendo el carác-ter de públicos; el Informe del Resultado que se presentaba a la Cámara de Diputados será sustituido por el Informe General Eje-cutivo del Resultado; los informes de auditoría de las entidades de fiscalización estatales y del Distrito Federal serán públicos; se modifican los plazos para presentar la Cuenta Pública del Eje-cutivo Federal al último día hábil de febrero, el Informe General Ejecutivo del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública al 31 de octubre del mismo año, y la conclusión de la Revisión de la Cuenta Pública por la Cámara de Diputados a más tardar el 15 de diciembre del mismo año; e iniciar la fiscalización a partir del primer día hábil del año siguiente al cierre del ejer-cicio fiscal.
Tenemos conocimiento de que la facultad exclusiva en ma-teria de sanción económica resarcitoria, en esta iniciativa, se le quita a la ASF, lo que parece un verdadero despropósito. Al 30 de septiembre de 2014 la ASF ha recuperado recursos federales que se han reintegrado al erario público por cerca de 90 mil millones de pesos, en casi 14 años de existencia (www.asf.gob.mx).
Estamos de acuerdo en que el Tribunal Federal de Justicia Ad-ministrativa y la Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrupción tengan facultades de sanción económica resarci-toria, cada uno en su ámbito de competencia, pero a todas luces parece absurdo que esta facultad se le quite a la ASF, cuya pro-ductividad en esta materia resulta impresionante. En todo caso, estas tres instituciones deberían contar con esta facultad, ha-ciendo más productiva la gestión institucional del Estado mexi-cano en la recuperación de recursos públicos mal aplicados.
La Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Co-rrupción dependerá de la Fiscalía General de la República (antes Procuraduría General de la República), que ahora es autónoma y deja de depender del Poder Ejecutivo. Será la responsable de investigar y ejercer la acción penal en contra de los servidores públicos y las personas físicas y morales que cometan actos de corrupción en contra del patrimonio público federal. En los casos de presunta responsabilidad administrativa estará facultada, co-mo órgano acusador, para turnar el expediente al Tribunal Fede-ral de Justicia Administrativa.
El Tribunal Federal de Justicia Administrativa será autónomo y tendrá facultades para: dirimir controversias entre la adminis-tración pública federal y los particulares; imponer sanciones ad-ministrativas a los servidores públicos federales y de los órganos constitucionalmente autónomos, así como a los servidores pú-blicos estatales y municipales por irregularidades cometidas en el manejo y aplicación de recursos federales; y a los particulares que incurran en actos de corrupción; imponer a los responsables sanciones económicas resarcitorias (pago de indemnizaciones y sanciones pecuniarias) por los daños y perjuicios al patrimonio público federal (Hacienda Pública Federal y patrimonio de entes públicos federales). Finalmente podrá imponer sanciones para suspender, destituir e inhabilitar a servidores públicos responsa-bles de actos de corrupción.
ENSAYO
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Creación de un Sistema Nacional de Fiscalización que tenga por objeto: coordinar las acciones de los órganos de fiscalización en el país; ampliar el alcance de las revisiones; evitar duplicida-des; permitir el intercambio efectivo de información; homologar criterios de planeación, ejecución y reporte de auditorías; y esta-blecer las responsabilidades derivadas del propio sistema.
La iniciativa también propone que se aplique la extinción de dominio de los bienes derivados del enriquecimiento ilícito, con el propósito de cumplir con los tratados internacionales en materia de combate a la corrupción, como la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción y la Convención Intera-mericana contra la Corrupción, de las que México forma parte y está comprometido a cumplir con sus acuerdos.
Mayor vigilancia social
La creación del SNA tiene los siguientes aspectos positivos: visión integral; apoyo de los partidos políticos; la SFP, responsable del control interno, no desaparece y será fortalecida; se permite una fiscalización más oportuna por parte de la ASF; se crean nuevas ins-tancias como la Fiscalía Especializada en materia de Combate a la Corrupción y el Tribunal Federal de Justicia Administrativa; y se le da participación a la sociedad civil como proponente, promovente, observadora y denunciante, así como coadyuvante en la definición de políticas públicas en la materia.
Los aspectos negativos de la iniciativa son los siguientes: quitar a la ASF la facultad de sanción económica resarcitoria, en lugar de que tanto la ASF como la SFP, la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción y el Tribunal Federal de Justicia Ad-ministrativa puedan contar con esta facultad, creando un fren-te más amplio que sancione la enorme corrupción en el país; la presentación a la Cámara de Diputados de informes individuales de las auditorías realizadas por la ASF una vez que sean conclui-das, aproximadamente mil 200 auditorías anuales, hará que su titular comparezca constantemente ante la Comisión de Vigilan-cia, afectando su labor sustantiva; replicar el Sistema Nacional Anticorrupción en las 32 entidades federativas tendría enormes costos para el erario, estimando presupuestos anuales de entre 15 y 20 mil millones de pesos; carece de opiniones de un mayor número de especialistas en la materia y de más representantes de la sociedad civil, necesarias para fortalecer la iniciativa y al-canzar el mayor consenso posible.
Para aspirar a que la iniciativa tenga éxito se requieren políti-cas públicas y de acciones inmediatas en las materias siguientes:
Adoptar, como una política pública inflexible, la tolerancia cero a la corrupción y a la impunidad. Sancionar todos los delitos cometidos.
Acabar con la enorme discrecionalidad existente en el ma-nejo de los recursos presupuestales, para lo que es necesario amarrar las manos de los servidores públicos que hacen mal uso de los recursos que pertenecen a todos. El cobro de comisiones (moches) por legisladores que autorizan partidas presupuesta-rias; el caso de las cámaras de diputados y de senadores, y de los congresos locales, que no son transparentes, que manejan asignaciones presupuestarias como botín personal y que no rin-den cuentas de su aplicación; así como los gobiernos estatales y municipales que hacen uso indebido de los recursos federales que se les transfieren para educación, salud, seguridad pública e infraestructura, entre otros.
Crear los mecanismos suficientes para reducir a su mínima expresión los incentivos perversos de la corrupción. Informar a la sociedad de todas aquellas personas físicas y morales, públi-cas y privadas, que tengan procesos acusatorios por corrupción.
Exhibir públicamente a todos los corruptos a través de siste-mas de información permanentes (portales), tanto en el servicio público (SFP) como en observatorios ciudadanos comprometidos con la lucha en contra de la corrupción.
Eliminar del Marco Jurídico las adjudicaciones directas en materia de adquisiciones y obras públicas, que han sido fuen-te inagotable de corrupción, desvío de recursos y conflicto de intereses.
Hacer públicas las declaraciones patrimoniales de todos los servidores públicos para conocimiento de la sociedad. Revisar y modificar el actual formato y sus contenidos.
Sin excepción alguna, todos los subejercicios presupuestales deben ser reintegrados a la Tesorería de la Federación. Definir reglas.
Actualizar la Ley de Coordinación Fiscal y las Reglas de Ope-ración de los Fondos Federales que se transfieren a estados y municipios.
Marco sancionatorio claro y que se cumpla. Sancionar todos los delitos cometidos, sin excepción alguna. Vigilar estrecha-mente la actuación de los sancionadores.
Partidos políticos sujetos a fiscalización de la ASF. Modificar el artículo 2 de la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación para hacerlo posible.
Si queremos cambiar a México debemos empezar por cam-biarnos a nosotros mismos. Ante el pobre crecimiento econó-mico, los malos gobiernos, la inseguridad y la corrupción y la impunidad que nos ahogan, debemos adoptar actitudes y con-ductas que vigilen, denuncien, exhiban y exijan de los gober-nantes el cumplimiento cabal del compromiso asumido con la sociedad.
Como imperativo del cambio, tanto en el ámbito público co-mo en el ámbito privado, tenemos que terminar con las com-ponendas, las complicidades y las corruptelas de los actores, incluyendo gobernantes, servidores públicos, partidos políti-cos, legisladores, poderes y empresarios (personas físicas y mo-rales), que no han sabido cumplir el enorme compromiso que tienen con la sociedad para responder al reto que asumieron y tienen de cara a la Nación. Todos los actores deben ser con-gruentes con el compromiso social.
Todos debemos entender que los mandantes somos los ciu-dadanos y que los servidores públicos son los mandatarios, res-ponsables de cumplir y hacer cumplir el mandato recibido. La sociedad debe utilizar el enorme poder con que cuenta para ha-cer cumplir la responsabilidad de los gobernantes. El país es de todos y no es patrimonio particular de nadie.
* Titular de la Auditoría Superior de la Federación en el periodo 2002-2009.
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Peña Nieto. La transparencia, el reto
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El director escénico Luis de Tavira y Vicente Leñero, dra-maturgo, protagonizaron, al lado de otros artistas, una es-pecie de época de oro del teatro contemporáneo mexicano en la década de los ochenta, con sus montajes de El mar-tirio de Morelos (1981), Nadie sabe nada (1988) y La noche de Hernán Cortés (1992). La familia del escritor designó para su homenaje de despedida el jueves 4 en el Palacio de Be-llas Artes a De Tavira, cuyo discurso se reproduce íntegro.
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CULTURA
no hay fe mayor, más radical, ni más com-prometida que la fe en la palabra, precisa-mente aquí y ahora ante la muerte de un artista de la palabra, ante el silencio de un escritor.
Y es frente a ese alto vuelo de palabras que fueron tramando la imagen de Méxi-co en la admirable obra de Vicente Leñe-ro, donde quisiera hallar la luz de las pala-bras para evocarlo.
Desearía poder hacerlo con palabras desnudas, tan espontáneas y desvalidas como es mi pena; tan hondas e inevitables como aquello con las que el dramaturgo creó la voz de sus personajes y así revela la realidad oculta de este dolor mexicano.
Esta vez la palabra ha de buscar en la ausencia y su congoja el sitio de la conver-sación: es la escena capaz de hacer volver las palabras al silencio de su morada: esa herida, esta comunidad dolorida, ese con-suelo, este duelo.
Porque como sucede en el drama, la palabra ante la muerte nunca es delibera-da: sobreviene.
Sobreviene como sobreviene este ven-daval de sentimientos mixtos, y del mis-mo corazón de esta pena brota también el gozo que celebra el triunfo de Vicente Le-ñero que nos hereda la victoria de una vi-da y una obra admirables.
Porque en Vicente Leñero, México tiene a un campeón de la libertad y de la verdad.
Descubrir la verdad, hallarla y exponer-
LUIS DE TAVIRA
E l teatro que es el arte de la presencia nos ha enseñado a morar el instante, a demo-rarnos en el aquí y ahora para dejar que surja y nos suceda ese asombroso enigma con el
que irrumpe y aparece en medio de noso-tros lo que se había ausentado.
En este aquí y ahora en el que brota y se desata un vendaval de sentimientos encontrados, sucumbimos a la vivencia de una poderosa paradoja: El que conci-ta las presencias, el autor, el dramaturgo, hoy es quien se ausenta de esta escena, de este sueño, de esta ficción.
Del teatro también hemos aprendido que el gesto más poderoso del personaje es el mutis, porque es entonces, cuando se ha ido, cuando en el estremecimiento del vacío que deja venimos a descubrir ca-balmente quién ha estado entre nosotros. La muerte sólo tiene sentido para quienes han amado apasionadamente la vida.
Esto dice con elocuencia la plenitud del mutis con el que Vicente Leñero nos deja, en ese aquí y ahora en el que la pala-bra se resiste ante el silencio.
¿Qué podría decirse con palabras que valgan más que el poderoso indecible que contiene este momento?
Esta es la hora del silencio donde so-lo queda la fe.
Y es, sin embargo, este momento cuan-do accedemos al reconocimiento de que
la fue la pasión que tramó la congruencia de su obra, tantas veces honda, otras, lu-minosa y hasta regocijante, las más de las veces provocadora hasta el sacudimiento.
La libertad siempre fue el camino. Li-bertad, expresión, como creación, la liber-tad fue el camino para encontrar la verdad y manifestarla, para enfrentar la censura, la violencia del autoritarismo, las morda-zas y los embates de la corrupción.
Vicente Leñero, el periodista que siem-pre fue, el que supo elevar el oficio a la al-tura del arte, caminó siempre, junto a los defensores de la libertad, leal siempre, y de la verdad.
Para siempre ha quedado en la memo-ria la imagen de aquella fotografía en la que se le ve caminando del brazo de Ju-lio Scherer por la avenida Reforma, des-pués del golpe a Excélsior. En esa fotogra-fía puede verse sorprendente la mirada resuelta de Leñero mirando hacia adelan-te. Una mirada que ya anuncia lo que ven-dría después. Una victoria, una revista de investigación que habría de ser referente y piedra de toque en la transformación del periodismo mexicano.
En repetidas ocasiones su teatro tu-vo que dar memorables batallas contra la censura. Siempre ganó y el teatro siguió adelante. En su triunfo quedó conjurado el autoritarismo y desde entonces el tea-tro ha caminado en libertad.
Escritor total de múltiples oficios supo
Oración fúnebre por
VicenteLeñero
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CULTURA
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brimos habitantes de un país donde nadie sabe nada, urgidos de verdad y de concien-cia histórica, de un modo irrenunciable y decisivo.
Considerar en su vasto conjunto la obra teatro de Vicente Leñero es ubicarte delante de uno de los más vigorosos edifi-cios de la dramaturgia mexicana.
Llamar edificio al conjunto de una obra dramática es una metáfora. Pero en el caso de Vicente Leñero es mucho más. Vicente Leñero fue tambén un ingeniero civil. Al contemplar el conjunto de su obra admiramos una estructura compleja, sa-biamente construida, etapa tras etapa, en ascenso y amplitud, en cimiento y con-torno, en unidad y diversidad, en mesu-ra y audacia, en método e invención; sabio descubrimiento de eslabones y juego per-petuo de dimensiones.
Si al talento creador de Lope de Vega se
le llamó ingenio, a la destreza dramatúrgi-ca de Leñero podría llamártela en ese mis-mo sentido, ingeniería teatral. Leñero no es sólo el autor de obras teatrales, fue el constructor de un teatro mexicano proba-ble, no utópico sino tópico. La obra emble-mática de su epifanía teatral se llama Los albañiles, su teatro en topográfico, históri-co, psicológico, sociológico y político.
Cuando Leñero llega a la escena, venia de la literatura, discípulo de Arreola y de Rulfo, transitaba hacia una desmitifica-ción de lo mexicano. A fuerza de densidad cotidiana, borra la visión mágica de pere-nidad. Testigo de la transformación de la realidad, su teatro indaga en el rostro ci-catrizado del acontecimiento.
Itinerario deslumbrante, la obra de Le-ñero, drama del hoy, consumido en el ins-tante del escenario, es un legado fecundo para el futuro de nuestro teatro. Un pano-rama contradictorio que entraña una sa-bia congruencia en la que parece realizar-se el antiguo paradigma del teatro en el que parece mostrarse cómo los modelos del teatro son más antiguos, más fuertes y con mayor capacidad de sobrevivencia que todo lo que podamos agregarles, desde una contemporaneidad sonámbula que se muestra decidida a escapar de la realidad.
Desde el escándalo inicial de Pueblo re-chazado hasta la blasfemia transfiguración de Jesucristo Gómez, se cumple el evange-lio cruel de la paradoja cristina. Esto es el evangelio, esta es la noticia: vino a los su-yos y los suyos no lo conocieron.
Del enigma de Los albañiles al thriller de Nadie sabe nada se consuma el caso no re-suelto que se oculta en todos los crímenes de cada día.
abrir los vasos comunicantes que nutrie-ran sabiamente sus diversos horizontes: el periodismo volvió radical la actualidad del drama. El cine pobló de encuadres y secuencias, la narrativa, la novela iluminó en semitonos la escena y el teatro dotó de voces el reportaje.
Una poética audaz que sabía cami-nar peligrosamente en el filo sutil que in-termedia entre la realidad y la ficción. Lo convirtió en un virtuoso incomparable de nuestras letras, creador de un estilo intransferible.
Vicente Leñero es el dramaturgo que del modo más cabal asumió el desafío que nos heredó Rodolfo Usigli: que México aparezca en la alta dimensión del teatro. Esa fue su pasión teatral. Y si el teatro es también el prodigioso espejo que nos con-vierte en espectadores de nuestro propio acontecer, en la obra de Leñero nos descu-
Mi padre y maestrocia del compromiso de un escritor en nues-
tra sociedad y del compromiso de experi-
mentar en el arte buscando nuevas formas
de expresión, transformando la repetición
en proposición.
Como periodista, siguió una línea de de-
nuncia sin una intención de arengar. La ver-
dad por sobre todas las cosas marcó su ca-
mino. Decir lo que pasa en el aquí y ahora,
sentir que la noticia vieja no vale, que asumir
una posición crítica implicaba cuestionar al
poder, por lo que recibió amenazas, boicots,
censuras, hasta salir con la cabeza en al-
to después del “Golpe a Excélsior” y fundar
la revista Proceso para continuar hablando
con la verdad cueste lo que cueste.
Escribió novelas, guiones cinematográ-
ficos, radionovelas y telenovelas; y en ca-
da género se planteaba nuevos retos. Lo que
importa es escribir, decía, porque ahí es don-
de está el aprendizaje. En los cuentos de su
última época investigó la mezcla de realidad
y ficción; hablar de personajes conocidos por
muchos, confundirnos sin saber qué era in-
ventado y dónde estaba su experiencia.
En el teatro me contagió su pasión por
la escena desde la dramaturgia, y aunque él
me decía que eso ya lo llevaba dentro, él fue
ESTELA LEÑERO FRANCO
E l pasado miércoles a las nueve de la
mañana mi padre dejó de respirar. Co-
mo si fuera un sueño, nos sumimos
en un torbellino de emociones, de dolor, de
pena, de tranquilidad también. El homena-
je tan sentido al día siguiente, compartien-
do con hombres y mujeres, familia, colegas
y amigos, permitió dimensionar al hombre
que estuvo con nosotros 81 años y que de-
jó una huella indeleble en muchos de noso-
tros y en el devenir del México político, so-
cial y artístico.
Vicente Leñero fue maestro de varias
generaciones, ejemplo a seguir, constan-
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De Tavira. “Libertad y verdad”
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En el momento culminante de su dra-maturgia asumió el concepto de puesta en escena como eje estructurados de su com-posición. Su eficacia transformó la dra-maturgia nacional de los años que si-guieron. Su generosa pedagogía fundó un taller que fue cantera decisiva de muchas generaciones de dramaturgos.
Siempre me asombró su profundo cristianismo dostoievskiano, el evangelio de los pobres, de los humillados y ofen-didos y de todos los crucificados por la marginación social. Al contraluz de esa fe honda y silenciosa el corazón enfrenta su muerte, convencido por ese Jesús que llo-ra ante la tumba del amigo, que Dios es un Dios de vivos y que Vicente vive y perma-nece entre nosotros de algún modo que sólo ha de experimentar lo que es espíritu.
Nace de ahí un abrazo para las perso-nas que él más amó. Me gustaba decirle que era un hombre bendito entre las mu-jeres. En primer lugar Estela, un axis mun-dis, el centro de la vida, la unidad de me-dida para reconocer lo que está cerca y lo que queda lejos, en la que siempre pudo comprobar cómo es verdad que ahí don-de está tu corazón, está tu tesoro. Y tam-bién sus hijas que han sido para él la luz del mundo, la estrella de la mañana, el ar-ca de la alianza, causa de su alegría, Este-la, Eugenia, Mariana e Isabel.
Vicente Leñero nos deja en un mo-mento aciago para México. La concien-cia de los mexicanos zozobra indignante y dolida ante el horror de la atrocidad que ha consumado la tragedia de Ayotzinapa, la conciencia de los mexicanos se levanta urgida de lucidez y de horizonte y deman-da una transformación radical que deten-
ga la espiral desbocada de la barbarie. A todos nos atañe el desafío, ninguno puede desviar la mirada, ni callar la voz.
Al celebrar la vida de Vicente Leñero es un momento así, es también la ocasión de valorar el testimonio de su compromiso.
En 1994, cuando emergió el movimien-to zapatista y los indios de Chiapas des-velaron el rostro oculto de México y sa-cudieron la conciencia de los mexicanos, Vicente Leñero desde el mirador de La Ca-sa del Teatro supo convocar a los hace-dores de teatro: dramaturgos, directores, escenógrafos y actores para lanzar el Ma-nifiesto del Teatro Clandestino, para ini-car un movimiento teatral memorable que proponía la creación de un teatro de urgen-cia que expusiera la conflictiva del país en el momento mismo en que ésta se mani-fiesta. Un teatro que representara el acon-tecimiento de nuestro presente inmediato desde la perspectiva de quienes lo pade-cen. La crisis reflejada en las víctimas, en los usuarios, en la gente común. Un espejo eficaz que urge el discernimiento.
“Obras destinadas a olvidarse y desa-parecer, sin duda –escribía entonces Le-ñero– pero que cumplan el propósito de testimoniar, hoy, lo que padecen los mexicanos.”
Desventuradamente esas obras no se han olvidado ni pueden desaparecer aun. El legado de Vicente Leñero cobra la vigen-cia imprescindible, por cuanto nos recuer-da la misión original del teatro: la cons-trucción de la conciencia sobre nuestro acontecer.
Sobrevuela en el legado de sus pala-bras el aliento de una esperanza irrenun-ciable porque va enamorada del triunfo.
De El juicio a León Toral a la alucinada Noche de Hernán Cortés se liberan los mons-truos que engendra el sueño de la historia.
De La mudanza a Todos somos Marcos se desciende a la semilla de la discordia so-cial; la guerra civil reside latente en la in-comunicación de los amantes. La lucha de clases entraña una lucha más antigua: el combate de los sexos.
De Los hijos de Sánchez a Los perdedores se traza el horizonte del oprobio social; la de-rrota es insolidaria; la soledad del portero al fondo de la cancha es hija de la traición.
Del misterioso asesinato de Compañero Che Guevara a El martirio de Morelos, la his-toria se desrealiza en la relatividad del do-cumento: la verdad también es la consis-tencia indecible de la duda y la duda es el suspenso de la conciencia y la historia ofi-cial un invento de los rebaños.
De La visita del Ángel a ¡Qué pronto se hace tarde! El fin es sólo el comienzo del presente. El tiempo siempre avanza hacia atrás. La vida es un invento de la memoria.
Paradoja poderosa, el teatro de Vicen-te Leñero es una fábula eficaz de intimis-ta indagación psicológica, capaz de abrir una grieta en la trama monumental de la Historia, para desangrar ahí el torrente de la epopeya. Ahí se agita una inmensa ma-rea social capaz de invadir y avasallar el espacio sagrado de la intimidad con que se descorazona el tiempo de una realidad que se ha ausentado.
Vicente Leñero fue el escritor que ini-ció el tránsito hacia la conciliación de la li-teratura dramática y modernidad escéni-ca, y si bien siempre defendió la condición literaria del teatro, siempre que escribió el drama para la escena, no para el libro.
haber pasado por cuestionamientos y sen-
timientos encontrados–, pero no me que-
da más remedio que escribir, y exponer mis
sentimientos y pensamientos con todo lo
subjetivos que son.
La ausencia de Vicente Leñero, mi pa-
dre y de muchos otros, es un hueco insus-
tituible, a pesar de que “su obra queda pa-
ra la posteridad” y a pesar del lugar común
que implica la frase. Pero, como me dijo mi
maestro Luis de Tavira al finalizar la ceremo-
nia: él ya no nos hablará desde fuera porque
ahora vive en nosotros y habrá que dejar
que su voz se exprese desde el interior.
Porque Vicente Leñero es para las le-
tras y el teatro mexicano una presencia, un
rompedor de estructuras, un hombre críti-
co de su sociedad que a través del testimo-
nio de su vida y su quehacer, sigue marcan-
do, en nuestro país y nuestros corazones,
una ruta subversiva en el devenir.
el maestro que me enseñó a buscar mi pro-
pia voz expresiva; porque la libertad era otro
de sus principios fundamentales. La liber-
tad de elegir el camino conociendo las he-
rramientas básicas; estudiando y trabajan-
do. Por eso tenía tantos alumnos y era tan
querido, porque gracias a su generosidad
supo desentrañar las capacidades de los
otros para poderlas desarrollar; porque él
creía en la riqueza de la pluralidad, en lo ma-
ravilloso de la diferencia.
Como dramaturgo abrió muchas bre-
chas que indagar: convirtió la nota perio-
dística en teatro con un lenguaje contem-
poráneo; jugó con el tiempo escénico y,
obsesionado por las estructuras, como
buen ingeniero, las llevó hasta sus últimas
consecuencias.
Hablar de mi padre en estos momentos
resulta arriesgado: pasional, obnubilado por
mi admiración y amor por él –no sin antes
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Vicente y su hija Estela. Pasión por la escena
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ARMANDO PONCE
E l 6 de noviembre de ese 76 apareció Proceso. Un par de semanas antes, en mi en-cuentro inicial con Vicente Le-ñero, me dijo sin preámbulos: “¿Qué se te ocurre para el pri-
mer número?”. Le referí que Rodolfo Rojas Zea (quien había formado parte del “Olim-po de México”, la sección diaria del Excél-sior de Julio Scherer) me había dicho que en el medio se valoraba la exposición pic-tórica del arquitecto Teodoro González de León como la más sorprendente del año. Miguel Ángel Granados Chapa a su vez me contó que la UNAM estaba construyendo (“nadie lo sabe”) una sala de conciertos, la mayor de América Latina, que se llama-ría Nezahualcóyotl. Y la Revista de la Uni-versidad editaría un número especial por sus 30 años. Leñero me peguntó: “¿Y eso de que Echeverría quiso suprimir el Insti-tuto Nacional de Bellas Artes?”. Con esos temas reporteados, más la entrevista de Elías Chávez con el poeta Jaime Sabines sobre su papel de diputado priista, se pu-blicaron las primeras breves notas de la sección cultural. Hubo además, nada me-nos, colaboraciones de los ex de Excélsior: José Emilio Pacheco, que inauguró su In-
ventario sobre el apenas designado Nobel de Literatura Samuel Bellow, Emilio García Riera (cine), Raquel Tibol (arte), José Anto-nio Alcaraz (música), Esther Seligson (tea-tro), Ignacio Solares y Juan Tovar (libros), Francisco Carmona Nenclares (filosofía) y Gaspar Elizondo (religión).
Durante 20 años esa fue la relación con Leñero en Proceso. No hay espacio para describirla. Importa, sobre todo, re-saltar que la lección inicial fue definitiva: la sección cultural no sería una mafia ni respondería a intereses de grupo. Cuan-do más adelante Leñero me pidió la entre-vista con el narrador Luis Spota, me dijo: “Pregúntale qué opina del desprecio de la mafia por su obra”, pues no obstante su novela Casi el paraíso era considerado de segunda por escritores como Carlos Fuen-tes, Salvador Elizondo y Juan García Ponce. Al regresar le conté: “Dice Spota que no-sotros también somos mafia porque nun-ca hemos reseñado ni uno solo de sus li-bros”. Sonrió: “Hay que ponerlo, ¿no?”. Veo esas dos décadas en que Leñero formó un equilibrio perfecto con Julio Scherer como si fueran hoy (en 1996 acordaron entregar la estafeta a la siguiente generación), por-que su espíritu anima todavía el queha-
cer cotidiano en la sección: con él todo es directo, sin complicaciones; está atento a la actualidad, es respetuoso de nuestras opiniones contrarias y siempre echa por delante el carácter informativo sobre la ideología (¿cómo contradecirlo si lo hace incluso con su catolicismo?).
Cuando Leñero disiente de algo, nie-ga primero con una mueca en el ros-tro e inmediatamente da un argumento convincente.
Rememoro: en juntas realizadas cada lunes en la sección, se analizan todas las propuestas y se pasan a escoger las via-bles, se designa al reportero indicado y se prepara bien un cuestionario o el enfoque.
Cuando salimos los jueves a cenar en el Vips más cercano inventa lo que llama-mos “El mollete literario”, especie de tertu-lia a la que acude el que quiere, de dentro y de fuera, para hablar de múltiples te-mas posibles de la vida cultural. De pron-to aparecen escritores y artistas cercanos, se invita a algún entrevistado. Había allí, también, otros potenciales asuntos.
Y los viernes por la noche, en los mo-mentos climáticos de cada semana, el cuarto de dominó contiguo a su oficina de Fresas 13 arde mientras los reportajes se
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A lo largo de 20 años, hasta 1996, la sección cultural de Proceso estuvo adscrita a la sub-dirección encabezada por Vicente Leñero. Vi-cente la animó, le dio rumbo, la fortaleció con su creatividad y rigor sin límites. Este tex-to (fragmento del prólogo a su Periodismo de emergencia, Conaculta, Colección Periodismo Cultural, 2014) intenta transmitir ese espíri-tu inagotable. Concentrar en unas cuantas lí-neas la dimensión de su herencia.
Herencia cultural
cuecen a fuego alto y cobran vida en la co-cina de Proceso, el departamento de Dise-ño. La pasión periodística se enciende en Vicente Leñero con el calor del juego (lo mismo le pasa con el ajedrez). No se le pue de distraer. Cuando alguien tiene que consultarlo, replica en su tono de humor frío: “Que no sea para asuntos de trabajo”.
Ya en la hora del cierre (que se alarga toda la madrugada), en algún momento, entre bromas y veras, su asistente Fede-rico González, El Chino, pide silencio entre los restiradores donde se arma con lenti-tud artesanal (no se ha instaurado aún la computación) el rompecabezas de las pá-ginas de la revista, y de una cajita saca un pequeño objeto que otorga, designado por Leñero, al autor de lo más relevante de algo en el proceso (foto, texto, corrección de estilo, pie de grabado, diseño de pági-na, cabeza, etcétera):
“Es un honor entregarte el clip de oro para el mejor encuadre foto gráfico...”
Un clip (con un bañito dorado, pues), como las estrellitas del kínder.
Leñero nos hace jugar a todos como sólo juegan los niños, absolutamente en serio. Para él todo lo vivible es escribible (novela, cuento, teatro, crónica, reportaje);
lo más aparentemente nimio es fascinan-te como el juego, principio primero de la ficción en el ser humano. En alguna jun-ta de fin de año, alguien comenta que a la escasez de asuntos se suma el que una especie de epidemia mantiene asolada a la Ciudad de México (un extraño cambio climático que se irá acentuando año con año), pues un sinnúmero de personajes del medio cultural se muestra indispues-to a cualquier comentario o entrevista debido a la gripe. Con cierta reticencia al principio, pero luego con entusiasmo, em-prendemos la encuesta propuesta por Le-ñero y nos repartimos el trabajo. En total, 100 testimonios. El trabajo se titula La gri-pa de los intelectuales.
Leñero incluso transforma el clóset de la casa de Fresas frente a su escritorio en una vitrina donde inventa un Museo del Horror. En él se van acumulando materia-les conseguidos por los reporteros en su trajín cotidiano: un trozo de celuloide res-catado de la Cineteca incendiada; el me-morándum donde el jefe de la policía, Ar-turo Durazo, exige a sus subalternos, en “centenarios” (ésos sí de oro), el equiva-lente de las multas extraídas a los ciuda-danos; papeletas de votación quemadas
por el gobierno en las elecciones; una va-rilla de mala calidad retorcida por el terre-moto del 85; un frasco con cenizas de la erupción del Chichonal en Chiapas...
Una mañana de esos viernes, tras su regreso de la Selva Lacandona, Leñero se encierra a lo largo de todo el día en la sala de juntas con su Brother (nunca ha usa-do computadora) para escribir su encuen-tro con el subcomandante Marcos. Lo veo tecleando a contrarreloj para que su inol-vidable crónica y entrevista (“Soy un mito genial”) alcancen la edición.
Lo veo también imaginando aquella inaudita portada sin palabras, en la cual aparece uno de los ojos de Marcos detrás de su pasamontañas en la foto de Juan Mi-randa. Quizá en sus correrías de estudian-te en Madrid (adonde vuelve cada vez que puede), se había topado con la imagen, hoy célebre, de los enamorados besándo-se en esa taberna, por el barrio de Mala-saña de Valle Inclán (el Madrid que tanto ama), porque durante el estreno en octu-bre de 1992 de La noche de Hernán Cortés en un teatro de Lavapiés un Leñero achispa-do por varios “finos” recitó aquel poema de Antonio Machado:
El ojo que ves no esojo porque tú lo veas,es ojo porque te ve.
Si la fórmula clásica dicta que lo único que no puede permitirse un reportero es abu-rrir al lector, la lección de Leñero agrega a la inversa: hay que sorprenderlo. Ese ele-mento, que en sus obras literarias (nove-las, cuentos, guiones de cine y obras de teatro) toma el papel de misterio, también está presente en sus crónicas, sus entre-vistas y sus reportajes. Con todos los re-cursos posibles del periodismo, con todas las herramientas del lenguaje (él, que dice carecer de imaginación para construir historias), consigue lo que ningún otro na-rrador mexicano contemporáneo.
Sin demérito para ninguno de los des-tacados prosistas que han combinado pe-riodismo y literatura, Leñero hace la amal-gama suprema: tiene con el lenguaje de la realidad un pacto secreto.
Se veía venir: Vicente Leñero dijo para sí mismo a los 33 años, en su autobiogra-fía tempranera, mientras intentaba con-vertirse en escritor de tiempo completo:
Deben ser las cinco o las cinco y me-dia. Hoy también es sábado. Estoy frente a la máquina de escribir, los codos apoyados en la mesa y el cigarrillo en la boca, suje-to aún entre los dedos, aspirando el humo, cerrando y abriendo los ojos en el momen-to de colocar el cigarrillo sobre el saliente del cenicero para continuar tecleando. Es-cribo: estoy tratando de escribir.
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El mundo literario en México se viste de luto nuevamente. Este funesto año de 2014 dio inicio con las sensibles partidas de escritores de la talla de José Emilio Pacheco, Federico Campbell, Em-manuel Carballo, Juan Gelman y Gabriel García Márquez. Ignacio Solares, también narrador, dra-maturgo, periodista y editor, recuerda emociona-do a Vicente Leñero el amigo, el maestro, el com-pañero de batallas desde los sesenta en la revis-ta Claudia, y de quien es aún editor en la Revista de la Universidad de México.
Dea la“Claudia”
“Revista de la Universidad”
MYRNA ORTEGA
¿ Quién fue, para Ignacio Solares, Vi-cente Leñero?
–Primero y ante todo, uno de los más grandes escritores que he leído. Yo creo que con su muerte se pierde a una de las
figuras más relevantes de la literatura mexicana desde siempre. Su estilo es úni-co, sus temas lo son también y, algo fun-damental, le dio voz a personajes –como en Los albañiles– que antes no existían li-terariamente en tanto que no tenían voz. Creo que el novelista, cuando está a la al-tura de un Vicente Leñero, logra dar vida y hacer presentes a personajes que antes estaban en la sombra.
–¿Cómo nace tu relación con Leñero?–Tuve la fortuna de haber sido su ami-
go, su discípulo y su editor con el antece-dente fundamental de que leí Los albañiles antes de conocerlo. Fue un libro que me marcó, un parteaguas en mi visión de la literatura mexicana. Yo recuerdo la emo-ción con la que terminé Los albañiles y la profunda admiración que sentí por su au-tor a quien, repito, aún no conocía. De hecho, ya en mis primeros escarceos lite-rarios –muy fallidos por cierto– se nota la influencia de su literatura.
“Luego, a finales de la década de los se-senta tuve la suerte de tratarlo y trabajar con él en la revista Claudia. Era de una ge-nerosidad demoledora. Esa facultad que tenía para escuchar a su prójimo habla de su excepcionalidad como ser humano. Ahí veo una clara muestra de su cristianismo, o sea, no era un cristianismo solamente en lo interior, sino muy especialmente ha-cia el exterior en tanto que relacionaba su creencia directamente con una actitud de generosidad hacia el prójimo. Para Leñe-ro en cada ser humano había un hermano al que había que escuchar, atender y, en algún caso, consolar. En la revista Claudia coincidimos con él José Agustín, Gustavo Sáinz, Juan Tovar y luego algunos otros es-critores que empezaban también a hacer sus escarceos a la sombra de Leñero. Él era jefe de redacción y el director era Ernes-to Spota, quien al poco tiempo murió y Vi-cente pasó a ser el director de la revista.
“El aprendizaje de esos años para mí es absoluta y totalmente determinante. Yo tenía alrededor de 24 años y Vicente descubrió en mí la preocupación religio-sa que compartíamos, puesto que yo ha-bía estudiado con jesuitas y siempre me he considerado cristiano –que no católico, aclaro–. Entonces nuestra amistad, aparte de lo personal, se cimentó en compartir a algunos autores que Vicente me descubrió
más de Los albañiles, La voz adolorida, Es-tudio Q y una de sus novelas que más me gustan, El garabato.”
–¿De qué tradición, literariamente hablan-do, proviene la obra de Leñero?
–Vicente conjugó lo mejor de la tradi-
como Graham Greene, François Mauriac, Bernanos, Chesterton. Recuerdo muy vi-vamente que, en algún momento, escribí un pequeño ensayo sobre Vicente que pu-bliqué bajo el título de ‘El Graham Greene mexicano’ quien ya había publicado, ade-
–
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CULTURA
ción de la gran literatura mexicana. Hay claras huellas en él de algunos autores del siglo xix como Guillermo Prieto quien, por cierto, también ejerció, como el pro-pio Vicente, de una manera muy brillan-te el periodismo. Hay, por otra parte, una clara huella de autores como Martín Luis Guzmán, con esa su prosa aguda y trans-parente. Y yo diría que una de sus mayo-res influencias –muy manifiesto en su pri-mer libro de cuentos La polvareda– es Juan Rulfo. Pero también veo, por otra parte, en su don para describir a Juan José Arreola, quien fue al primero a quien le mostró el original de Los albañiles. Por cierto, Vicente se jactaba de las pocas correcciones que le había hecho Arreola.
–Leñero fue un escritor comprometido con su fe, es decir, un escritor que dejaba traslucir su preocupación religiosa en sus temas y perso-najes literarios. ¿Cómo consideras que influyó su creencia en su obra?
–La influencia de su fe en su obra fue determinante. Cuando montó la obra de
ROBERTO PONCE
N acido el 19 de agosto de 1944 en
Acapulco, Guerrero, José Agustín
Ramírez rememora cuando él y Vi-
cente Leñero entraron en contacto:
“Yo conocí a Vicente Leñero cuando en-
tré a trabajar a la redacción de la revista
Claudia por 1965 o 1966 y al momento que
nos dijeron que él iba a ser nuestro director.
Pensé: ‘¿Leñero? ¡De poca madre!’, porque
yo lo admiraba mucho y así nos relaciona-
mos. Vicente acabó siendo nuestro jefe de
redacción en aquella época cuando estuvo
con Gustavo Sainz y conmigo allí. De verdad
me puse muy contento cuando supe que él
vendría, y dije: ‘¿Con nosotros el señor de
los súper recursos literarios Vicente Leñero
va a quedar a mi lado en Claudia? ¡No, pos
qué a toda madre!...’. Personalmente yo le
aprendí un mundo de cosas a Vicente y so-
bre todo a su libro Estudio Q.”
José Agustín había publicado su prime-
ra novela en 1964, La tumba, para asistir más
tarde al taller literario de Juan José Arreo-
la y concluyendo estudios de cine en el Cen-
tro Universitario de Estudios Cinematográficos
de la UNAM. Cuando él y Leñero coincidieron,
preparaba su segunda novela, De perfil (1966)
y una autobiografía llamada José Agustín.
“Escribíamos todos nuestras cosas e íba-
mos pasándonos las páginas ¿no?, Vicente
estaba escribiendo Estudio Q, creo que ya ha-
bía sacado Redil de ovejas, y Gustavo Sainz
hacía Obsesivos días circulares para luego
publicar Gazapo. A mí Vicente me ayudaba a
corregir galeras…
“Nos juntábamos ahí Gustavo Sainz, Vicen-
te Leñero y yo. Luego entraron a trabajar con
nosotros bastantes escritores más como Nacho
Solares, Parménides García Saldaña o Juan To-
var, todo mundo pasó por Claudia de México.”
La charla con Proceso acontece unas cua-
tro horas antes de que José Agustín fuera ga-
lardonado junto al periodista, dramaturgo,
novelista y guionista de televisión y cine Vicen-
te Leñero con la Medalla Bellas Artes 2011, la
noche del miércoles 21 de septiembre en el
vestíbulo del Palacio de Bellas Artes. Su espo-
sa Margarita no cesa de contestar las llamadas
telefónicas que a cada momento les llegan tan-
to en el cuarto del Hotel Holiday Inn Zócalo de
la Ciudad de México –al cual arribaron la noche
anterior desde Cuautla, donde radican–, así
como en sus celulares.
“De antemano y como te digo yo ya había
leído algunas cosas de Vicente, me gustó mu-
chísimo Los albañiles; pero Estudio Q me fasci-
teatro Los albañiles –que, por cierto, es tan buena como la novela– escribí una nota para El Heraldo de Espectáculos que se ti-tulaba “Los albañiles de Vicente Leñero. Un problema teológico”, y que plantea ya su concepción cristiana en la literatura, en tanto que el personaje principal, sin-tomáticamente llamado Don Jesús, en-carna todo el mal y todo el bien que pue-de haber entre los hombres. Yo recuerdo haberle comentado que muchos especta-dores no percibían la parte teológica del drama, así que decidió agregar en el pro-grama de mano un epígrafe que lo acla-raba todo, era de San Pablo y –cito de me-moria– decía: “Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que no-sotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. Pero el concepto de Vicente de la literatura fue siempre libre de ideologías y de prejuicios. No creía en la literatu-ra de mensaje. No creía en la literatura que de entrada pregona “soy autor cató-lico”. Él decía que era un escritor católi-co, no un católico escritor. O sea, la lite-
Con José Agustín e Ignacio Solares
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“Claudia”,un gran taller para José Agustín*
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ratura valía por sí misma. En el final de El garabato –que, repito, es una de sus no-velas que más me gustan– el personaje acaba de terminar una relación amoro-sa, está en un grado superlativo de de-presión, toma un avión y dice algo so-bre su profunda soledad, del vacío que ve venir, y apunta dentro de un sospecho-so paréntesis: “puesto que es muy pro-bable que Cristo no sea Dios”. Cuando en alguna ocasión, en una reunión con ami-gos de las que frecuentábamos, yo le co-menté ese final de su novela le dije: “Pero es que ahí estás negándote a ti mismo”. “Bueno, eso lo dice mi personaje, yo soy otra cosa, yo soy el autor”, me respondió. O sea, creía mucho en la literatura por sí misma. A veces, incluso, parecía que has-ta fuera contra sus más claras conviccio-nes en ese sentido. Recuerdo otro pasa-je, excepcional, admirable, en su obra de teatro Pueblo rechazado en que el prior del convento se arranca la cruz que lleva al cuello y grita: “Cristo no necesita de Cris-tos”. Eso nos habla de un autor iconoclas-ta que no necesitaba de Cristos para su fe y para vivir cristianamente, por eso yo
creo que dentro de todos los avatares que nos tocaron vivir en la Iglesia Católica, Vicente siempre conservó una fe funda-mental que no estaba sujeta a los deveni-res de la Iglesia como institución.
–Se reunían frecuentemente a compar-tir sus inquietudes religiosas con un grupo de amigos muy especiales.
–En efecto, han sido reuniones muy significativas en la vida de todos noso-tros; reuniones que promovieron Vicente y Estela y a las que en los primeros años asistían también su hija Mariana y Ricar-do Solar. Nos reuníamos con Paco y Alicia Prieto, Javier Sicilia e Isolda, más reciente-mente se sumaron Eduardo y Analú Gar-za, cada seis u ocho semanas desde ha-ce más de 20 años, y siempre teníamos un tema que tratar que resultaba inagotable, como el perdón, la confesión, la esperan-za, la muerte, entre muchos otros.
–Escritor que destacó en varios géneros –cuento, novela, teatro, guión cinematográ-fico y periodismo– Vicente Leñero culminó su producción literaria escribiendo artículos que resultan una suerte de autoficción periodísti-ca, una nueva forma de contar la propia vida,
y que publicó mes a mes en la Revista de la Universidad de México.
“Vicente fue, como en algún momento un crítico le llamó, ‘el hombre pluma’ por-que realmente tocó todos los registros de la palabra escrita, sólo le faltó la poesía. Re-cuerdo cuando en una plática lo convencí –y no era fácil convencer a Vicente de na-da– de que colaborara en la revista que diri-jo, y lo primero que me respondió fue: ‘Pero se van a enojar los de Proceso’. Avanzando la plática, concibió una columna que estu-viera más dentro de lo cultural que cerca de lo periodístico y en una libretita apun-tó cuatro o cinco títulos del que finalmen-te quedó –y me parece admirable– ‘Lo que sea de cada quien’. Esto fue en el 2007, ha-ce siete años. Durante 95 números tuve la suerte de tenerlo como mi colaborador es-trella. Varias personas me han dicho que lo primero que leen de la revista es la co-lumna de Vicente y lo entiendo puesto que, además de la calidad literaria y periodís-tica, llevó a su última expresión el humor. Algunas de sus crónicas son para doblar-se de risa, hay otras para admirarse y otras más revelan secretos inimaginables.”
nó, me quedé gruesamente sorprendido porque
era una mina de recursos literarios sensacional.
“Pero pienso además que éramos bastan-
te buenos haciendo nuestro trabajo allí, y como
lo realizábamos relativamente rápido, nos so-
braba el tiempo para estar haciendo todo lo que
queríamos para nuestra literatura y nos la pasá-
bamos escribiendo, nos rolábamos las hojas,
en fin que era un ambiente suave, en general fue
algo padrísimo trabajar con él en Claudia.”
Vicente Leñero, refiere, “también hacía tra-
bajos literarios para las telenovelas por ese
tiempo aunque eso como que estaba un
poco estigmatizado por aquel en-
tonces en la literatura mexicana;
pero a mí me parecía perfectamen-
te bueno que Vicente hiciera lo que
se le pegara la gana, y ya ves que
posteriormente él entró al cine y
se convirtió en el súper estrella del
guión cinematográfico.
“Por mi lado yo había estudiado
cine en el CUEC, y para 1967 gané
un segundo lugar en un concurso
de guionismo cinematográfico y ya
me iba a meter por ahí pa’ seguir es-
cribiendo, pero como entonces ha-
bía salido publicada mi segunda
novela De perfil y le fue increíble, sa-
lió mucha gente del cine que incluso
me quiso comprar los derechos y fi-
nalmente se los vendí a Carlos Melo,
para ya de ahí meterme yo de lleno a
la literatura, a mí lo mío.”
La Onda y la buena onda
El éxito de aquella segunda novela
le “abrió las puertas de la literatura”
a José Agustín, quien tras aquellos
años en Claudia daría por concluido
su “último trabajo de ocho horas” y juró “nun-
ca más volver a entrar en ninguno”, cuenta a
Proceso:
“Cuando yo llegaba a leer algo que ha-
bía escrito Vicente Leñero, porque nos lo mos-
traba en Claudia, todos se lo comentábamos.
Como yo ya iba en mi segunda novela, De per-
fil, nos criticábamos nuestros escritos mutua-
mente y él en muy buena onda.”
El acapulqueño se alista para la ceremonia
en Bellas Artes.
“Vicente me hacía las recomendacio-
nes pertinentes para De perfil o para alguna
otra lectura, como se lo haría alguien a cual-
quier compañero cuando se leen sus borrado-
res para un próximo libro. Desde entonces nos
hicimos muy buenos amigos, lo cual ha conti-
nuado hasta la fecha, pues hemos mantenido
una amistad bastante buena. Igual con Sainz,
pero ahora como Gustavo se fue a vivir al Ga-
bacho (Estados Unidos) ya no nos vemos tan-
to. En cambio, a Vicente lo veo más seguido.”
Figura clave de los escritores de la llamada
Literatura mexicana de la Onda, José Agustín
se despide con ánimo fresco:
“La presencia de Vicente en Claudia fue
como la culminación de un gran taller literario
para mí y todos nosotros allí. Yo a Vicente Le-
ñero siempre lo he considerado un cuate ver-
daderamente sensacional.”
* Este testimonio del autor de De perfil so-
bre su trabajo con Vicente Leñero en la revis-
ta Claudia fue recogido el 21 de septiembre de
2011 en Proceso 1821.
Leñero director
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MANUEL ROBLES
C uenta Vicente Leñero que Julio Scherer García y Mi-guel Angel Granados Cha-pa lo invitaron a dirigir Revista de Revistas en 1972. Se trataba de transfor-
mar radicalmente la publicación más vie-ja de Excélsior, que había visto la luz en 1910, año del estallido de la Revolución mexicana.
Scherer quería imprimirle al sema-nario un nuevo formato, ágil y moderno, acorde con el periodismo independiente y crítico de Excélsior, a cuya dirección llegó en 1968, tras la muerte de Manuel Bece-rra Acosta.
En Los periodistas, libro en el que na-rra los pormenores del golpe del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez contra Excélsior, Leñero relata que la primera vez que habló con Julio Scherer fue en junio de 1971, cuando Ignacio Retes y él fueron a verlo para pedirle unas fotografías de los personajes relacionados con el asesinato del general Álvaro Obregón, que necesita-
ban para la puesta en escena de El Juicio, la obra de teatro que preparaban.
“Sin cita previa fuimos a visitar a Ju-lio Scherer, quien nos recibió de inmedia-to en su oficina y se portó cordialísimo, al grado de tutearme y de abrazarme como si fuéramos grandes amigos”, señala.
Scherer ordenó entonces al jefe del Ar-chivo de Excélsior que les facilitara, en cali-dad de préstamo, todas las fotografías que necesitaban.
“Algunas semanas después, antes de tener ocasión de hablar nuevamente con Julio Scherer, Miguel Angel Granados Cha-pa –quien estaba a cargo de la sección edi-torial del diario– fue a verme a la revista Claudia, donde trabajaba yo desde 1965”, añade.
Granados Chapa le planteó sin rodeos el verdadero motivo de su visita: pregun-tarle si le gustaría ingresar en Excélsior como director de Revista de Revistas.
Dice Leñero: “El semanario tenía un largo historial en el periodismo mexica-no, pero en los últimos tiempos se hallaba
muy descuidado. Había el plan de reno-varlo radicalmente. Si la propuesta me in-teresaba debía hablar con Julio Scherer”.
–En principio me interesa –le dijo Leñero.
–Piénsalo bien –le advirtió Miguel An-gel–. Si hablas una vez con el director ya no podrás decir no.
Agrega Leñero: “Era cierto. Aunque yo necesitaba poco para aceptar, la cor-dialidad sofocante de Julio Scherer me acorraló desde un principio. Empezó con-venciéndome de que Excélsior era un sitio ideal para mí, y cuando traté de averiguar en qué tipo de semanario quería conver-tir a Revista de Revistas, respondió dándo-me absoluta libertad para decidir: lo que tú quieras, como tú quieras. Lo importan-te es que te vengas con nosotros, ya, ma-ñana mismo”.
Resuelto el problema del sueldo y otros aspectos que le preocupaban, como la instalación de las nuevas oficinas, el proyecto para el semanario y el perso-nal de planta, Leñero renunció a Claudia,
Desde el número O de
RevistaLa publicación más antigua de la cooperativa Excél-sior dio un giro de 180 grados cuando Julio Scherer llegó a la dirección del diario, en 1968. Para lograr-lo invitó a conducirla a Vicente Leñero. La historia de Revista de Revistas en esa época dorada está por escribirse. Manolo Robles, exreportero de Proceso, y Rafael Vargas, nuestro colaborador, la bosquejan aquí. El primero como protagonista, el segundo co-mo su lector apasionado.
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CULTURA
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A
donde había hecho un espléndido trabajo, con entrevistas como aquella que le hizo a María Félix, en la que dibujaba a La Doña, o como la de la jovencita que escribía en su diario su amor por el cantante Rafael.
Dice Leñero que, con el asesoramien-to fundamental de Pedro Álvarez del Villar y la ayuda de Hero Rodríguez Newmann, a quien habían designado jefe de Redac-ción de Revista de Revistas, inició los tra-bajos preliminares de la nueva revista de Excélsior.
“De febrero a mayo de 1972 elabo-ramos el proyecto básico, resolvimos problemas técnicos de toda índole y con-juntamos un equipo de trabajadores de planta y de colaboradores que siempre consideré formidable.”
El número cero de la revista, de fecha 12 de mayo de 1972, daba una idea clara de lo que sería la nueva Revista de Revis-tas dirigida por Leñero. En la promoción del semanario, se afirmaba: “Con el pro-fesionalismo, la vitalidad y el espíritu crí-tico de Excélsior nace –renace– una nueva publicación de alto nivel periodístico. El semanario que México necesita para sa-tisfacer a un público lector cada vez más exigente, ávido, cada vez más interesado en comprender la compleja realidad en que vivimos”.
Y tras el logotipo de la revista, las dos erres, se señalaba que la publicación se-
ría “penetrante en su información; tota-lizadora en sus reportajes nacionales y extranjeros; original en sus entrevistas; polémica en sus artículos y comentarios editoriales, versátil en su contenido; es-pectacular en sus fotografías. Cada se-mana, cada viernes, todo lo que quieren saber en 48 páginas de espléndido colo-rido, la revista que no existía en México, existe ya”.
Efectivamente, la revista inició su nue-vo ciclo de manera espectacular. Bajo el título “Fromm: el hombre necesita algo más”, aparecía una enorme fotografía de Erich Fromm, “el creador del psicoanáli-sis humanista”. Luego había un reportaje de Antonio Andrade, reportero de Excél-sior, titulado “Bellezas en subasta”, un tex-to sobre los anhelos y frustraciones de cientos de jóvenes del concurso “Mis Mé-
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xico”. Después había un reportaje de Do-lores Cordero, “Miseria y esclavitud de la mujer campesina”, y más adelante una encuesta, del autor de esta líneas, titulado “Los niños toman la palabra”, sobre las lla-madas escuelas activas de entonces, que revolucionaron de algún modo la imparti-ción de la educación en México.
Más adelante, Leñero aclara que, des-de que apareció el primer número de Re-vista de Revistas, el 2 de julio de 1972, “tal como me lo había prometido Julio Scherer, él no se entrometió de manera autoritaria en el manejo de la publicación. Me deja-ba hacer y decidir libremente. Pocas veces me llamaba a su oficina para discutir la lí-nea periodística o para reclamarme por
RAFAEL VARGAS
Lo recordó Miguel Ángel Granados
Chapa cuando Vicente Leñero ingresó
a la Academia Mexicana de la Lengua,
en mayo de 2011, y antes que él lo recordó
el propio narrador y periodista en 1978, en
una de las páginas de Los periodistas: a
través de Granados (y por iniciativa de éste),
Julio Scherer lo invitó a hacerse cargo de la
dirección de Revista de Revistas.
Granados Chapa era devoto lector de
Leñero desde su primer libro, y apreciaba
también la manera en que había hecho bri-
llar Claudia, una revista mensual dirigida al
público femenino, fundada en 1957 en Ar-
gentina por el italiano César Civita, que el
diario Novedades comenzó a publicar en
México a finales de 1964. Leñero había lle-
gado a Claudia como reportero en octubre
de 1965 y para mediados de 1969 ya se ha-
bía convertido en el director.
En febrero de 1972 Granados Chapa le
comunicó a Leñero la propuesta de Scherer,
y a principios de abril el autor de Los albañi-
les dejó Claudia y comenzó a trabajar en la
reformulación de Revista de Revistas.
Esta fue, desde su fundación en ene-
ro de 1910, un semanario. Su creador, Luis
Manuel Rojas, se propuso ofrecer algo de
interés a todo tipo de lectores, cualquiera
que fuere su género o edad. Su éxito fue tan
grande que dio lugar al nacimiento de Excél-
sior el 18 de marzo de 1917.
En sus dos primeras décadas, Revista
de Revistas tuvo entre sus colaboradores a
escritores de gran renombre: Ramón López
Velarde, José Juan Tablada, Luis G. Urbina,
Pedro Henríquez Ureña, Rafael López… El
prestigio de todos esos nombres cobijó a la
un reportaje o un artículo. Nada. Tal vez por eso los miembros de nuestro equipo de trabajo sentimos a Revista de Revistas como una entidad autónoma dentro de la empresa, un mundo aparte que nos man-tenía alejados de los problemas de la coo-perativa y al margen de su grilla política”.
Lo cierto es que el autor de estas líneas se incorporó a Revista de Revistas por una invitación de Hero Rodríguez Newmann, mi amigo y vecino de la Segunda Colo-nia del Periodista, donde ambos vivíamos. Hero me dijo que si me interesaba traba-jar como reportero del semanario, lo que me entusiasmó y acepté de inmediato. Era mayo de 1972. Fue mi primera experien-cia en el periodismo. Entonces conocí a Vi-
publicación mucho tiempo. Todavía en los
años cincuenta colaboraba de cuando en
cuando Alfonso Reyes con algún relato cor-
to, pero la calidad de la revista ya había mer-
mado y en los años sesenta prácticamen-
te se había convertido en un fantasma. Sin
embargo, era impensable eliminar de pla-
no una publicación que era el fundamento
de la casa.
Reportajes de Leñero en Claudia tan
ágiles y divertidos como “Aquí está el deta-
lle (Mario Moreno vs. Cantinflas)” y “El zar
de las telenovelas (Ernesto Alonso)” le die-
ron a Granados Chapa la idea de llevarlo a
Excélsior. Y una de las decisiones más ati-
nadas de Leñero al dejar Claudia fue invi-
tar a colaborar con él a algunos de los es-
critores que había conocido en esa revista,
entre ellos José Agustín e Ignacio Solares
(de 28 y 27 años de edad, respectivamen-
te), que se convertirían en cartas clave de
su proyecto.
Lo que Leñero hizo, gracias a la libertad
absoluta que le brindó Scherer, fue trans-
formar Revista de Revistas en una publica-
ción escrita mayormente por jóvenes. Sus
colabo radores más añosos eran el suizo To-
mas Gerardo Allaz, sacerdote rebelde na-
cido en 1916, y el director escénico Ignacio
Retes, de 1918, que en 1972 tenían 56 y 54
años de edad. Y luego los seguían el narra-
dor Jorge Ibargüengoitia y el poeta Eduar-
do Lizalde, de 44 y 43 años. Pero una buena
parte aún no cumplía los 30, y el benjamín
del equipo, Manolo Robles, apenas tenía 22
años cuando publicó por primera vez.
Con ellos Leñero hizo una revista cuya
propuesta se acercaba mucho a lo que fue-
cente Leñero, quien enseñaba el abc del periodismo sin presunción alguna.
Recuerdo la paciencia de Vicente Le-ñero en los primeros meses del semana-rio. Él mismo destrozaba literalmente los textos de la mayoría de los aspirantes a re-porteros. Y él mismo los corregía y se los entregaba luego a Mary García, su secre-taria, para que ella los pasara en limpio. Después, no obstante, les daba una últi-ma afinadita.
Fue una tarea callada que llamaba la atención: Vicente corrigiendo mil gara-batos, desatinos, imprecisiones, y dán-dole coherencia y una buena redacción a reportajes, artículos y notas de todo tipo, políticas, de espectáculos o deportivos. Un
ra Revista de Revistas en su origen: una pu-
blicación que incluyera siempre algo intere-
sante para todo tipo de lector. Pero en esa
nueva época de la revista no había una so-
la nota superficial o que cumpliera sólo una
función de entretenimiento. La nueva Revis-
ta de Revistas era una publicación política
y cultural en la que, así fuera de la manera
más juguetona –el humor nunca dejó de es-
tar presente en sus páginas– todo se abor-
daba con ánimo cuestionador.
En la primera página recibían siempre
al lector un cartón de Magú y una breve co-
lumna de corte político firmada por Grana-
dos Chapa. Seguía luego un reportaje que
solía tener seis páginas de extensión pero
podía llegar hasta ocho. Los títulos de tres
de ellos dan idea de la diversidad de temas
que se trataban, y del enfoque con el que
se abordaban: “Chicanos: extraños en el
Paraíso”; “El futbol mexicano: más que un
deporte, un juego financiero”; “También las
monjas se aceleran”. Después se encontra-
ban dos páginas de síntesis noticiosa; dos
más que conformaban la sección edito-
rial con firmas de Retes, Allaz, Lizalde, Jo-
sé Agustín, el sociólogo Gabriel Careaga,
el exlíder del 68 Luis González de Alba, el
estadunidense Stanley Ryan, y enseguida
se incluía otro reportaje, o bien una entre-
vista, para luego dar cabida a dos páginas
más con una sección muy leída y muy ca-
racterística: “Expediente: México, país de
promesas”, en la que se mostraban diver-
sos hechos delictivos que invariablemen-
te quedaban impunes después de 30 días o
de 37 años.
No había tema que no fuera interesan-
El editor
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CULTURACULTURA
día, ya molesto, advirtió: “Si no aprenden, se van…”.
Todavía veo con el “cuenta-hilos”, es-cudriñando con lupa los rollos fotográ-ficos y escogiendo siempre al final las mejores imágenes para una publicación que se distinguió por sus espectaculares fotos, que aparecían a todo color a lo an-cho de las páginas.
A Vicente le molestaba, irritaba ver, por ejemplo, una entrevista con el céle-bre beisbolista Beto Avila en un Sanborns de la Ciudad de México. Decía que lo que-ría ver en un diamante, con la pelota. Y a un campeón de billar, lo soñaba con el taco en la mano analizando un tiro de tres bandas.
te para Leñero y su equipo: la venta de las
empresas paraestatales, el contraste entre
las casas que habitaban los líderes obreros
Demetrio Vallejo y Fidel Velázquez, el po-
co apoyo que recibía el libro mexicano, la
muerte de Pablo Neruda, la imagen de la re-
volución mexicana en el cine…
Inevitablemente, la revista reflejaba los
intereses de su director: la vida literaria (se
pregunta a más de 30 escritores mexicanos
si creen que alguno de sus colegas podría
obtener el premio Nobel (la mitad mencio-
na a Octavio Paz), la difícil situación del tea-
tro serio en México; la vida religiosa y el pa-
pel de la Iglesia en la sociedad (“¿Debe la
Iglesia involucrarse en el cambio social?”), y
Fue una experiencia maravillosa apren-der y trabajar al lado de Vicente Leñero, un jefe como no encontré después en otros empleos.
Un día, en una plática con Hero Ro-dríguez, en la que destaqué el trabajo que desempeñaba entonces en Somex, él me dijo:
–Sí, pero tú me ganas…–¿Por qué?–Porque tú trabajas con Vicente.Era Vicente un tipo que hablaba sin ro-
deos. Cuando no le gustaba algo, lo decía directamente, sin importar de quién se tratara.
Inolvidables son los últimos años en Revista de Revistas cuando en las “horas
también sus gustos: Ricardo Garibay conta-
ba con dos páginas para plasmar los diálo-
gos que tanto admiraba Leñero.
Junto con el despliegue imaginativo pa-
ra realizar reportajes, hay también un ri-
co abanico de imágenes que le confiere un
gran atractivo visual a la revista. Suelen in-
cluirse reportajes fotográficos de Rober-
to Bolaños y Rogelio Cuéllar conformados
por siete u ocho fotos reproducidas en buen
tamaño, y el color es otro elemento que le
confiere vistosidad. Y la sencillez y sobrie-
dad del diseño de don Agustín Cadena ha-
cen que la revista (impresa con una calidad
excelente) parezca hecha hoy.
Por diferentes razones, en aquellos años
muertas” que permitía el trabajo perio-dístico, el dominó se convirtió en el pasa-tiempo favorito.
Chistaba Vicente porque Hero, Gon-zalo Álvarez del Villar o yo le habíamos quitado la mano o no nos doblamos cuando debíamos hacerlo, pero no pa-saba de ahí.
–¿Por qué no te doblaste, güey? –pregun-taba enojado Vicente, proclive, él sí, a quitar continuamente la mano porque “yo tenía cuatro cincos y tú no me respetaste y…”.
Huraño e introvertido con el común de la gente, Vicente era muy distinto con sus amigos, con quienes bromeaba, festejaba y se reía, feliz de la vida.
“Haz la sopa, cabrón”.
–la primera mitad de los setenta– uno solía
comprar dos semanarios: Siempre!, que sa-
lía cada jueves, y Revista de Revistas, que
aparecía los viernes. En Siempre! uno bus-
caba las páginas de Renato Leduc, de Jo-
sé Alvarado, de Alberto Domingo, así como
el suplemento La Cultura en México, cu-
ya lectura era una fiesta. Pero en Revista de
Revistas todo era atractivo. El adolescen-
te que la compraba por cinco pesos se de-
leitaba leyendo las crónicas de Ibargüengoi-
tia lo mismo que un texto inédito de Miguel
Ángel Asturias sobre el peatón… o se asom-
braba con las declaraciones del asesino del
Che Guevara, la manera en que centenares
de jóvenes aspirantes a boxeadores profe-
sionales eran convertidos en carne molida,
o la drástica manera en que había variado la
capacidad adquisitiva de cien pesos en só-
lo diez años.
En los cuatro años –de junio de 1972 a
junio de 1976– en que Leñero y su equipo
(Sara Moirón, Dolores Cordero, Francisco
Ponce, Francisco Ortiz Pinchetti, Hero Ro-
dríguez Newmann, Manolo Robles, Gonza-
lo Álvarez del Villar y tantos otros…) hicieron
Revista de Revistas, los lectores esperaban
los viernes con impaciencia.
Es fácil imaginar los esfuerzos, enojos
y angustias que cada edición debe haber-
le costado a Vicente Leñero. Pero también
el gusto que debe haber experimentado al
contar con un gran reportaje, la felicidad de
cabecear con tino una nota, el delicioso ali-
vio de cerrar el número y ver que se va a la
imprenta… aunque sin duda pocos minutos
después lo invadiera la inevitable urgencia
de preparar la siguiente edición.
infatigable
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Rigor y oficio
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COLUMBA VÉRTIZ DE LA FUENTE
D ecidido a dejar la ingeniería y vivir de las letras, el narra-dor Vicente Leñero –quien recibía un salario minúsculo en la revista Señal–, comen-zó a escribir radionovelas
que patrocinaba la jabonera Palmolive a prin-cipios de los sesenta. Su primera historia en este género fue Entre mi amor y tú.
“Yo pensaba que escribir radionovelas era más digno que trabajar en la ingeniería. Apredí mucho realizando radionovelas, so-
El guionismo radiofónico y más tarde la fac-turación de telenovelas fueron una escuela que llevó a Vicente Leñero a alcanzar la cús-pide en el oficio de escritor cinematográfi-co. De la mano de Miguel Sabido, Jorge Fons, Marcela Fernández Violante, Walter Dohener, Gerardo de la Torre y Felipe Cazals, se cuenta su larga y prolífica trayectoria.
De la radionovela a la telenovela hasta el cine
“Los albañiles” (1976)
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CULTURA
bre todo su técnica. Después, cuando re-dacté telenovelas, me preocupé también por aprender la técnica. Esas experiencias me permitieron llegar al cine”, recordaba el 3 de marzo de 2008 en entrevista en la Cineteca Nacional, minutos antes de reci-bir un diploma donde se confirmaba que había sido seleccionado para la medalla Salvador Toscano al mérito cinematográ-fico 2007.
–¿Le gustó hacer radionovelas? –No sabía cómo hacerlas, pero apren-
dí. Sí me gustó. También hizo las radionovelas La san-
gre baja del río, Bodas de plata, La fea y Cuer-nos patrios.
Consiguió la beca del Centro Mexicano de Escritores (CME). Esa generación (1961-1962) la integraban también Inés Arredon-do, Guadalupe Dueñas, Miguel Sabido y Jaime Augusto Shelley.
Sabido recuerda para Proceso su en-cuentro inicial ahí:
“¡Qué privilegio tuve! Cada sema-na me tocaba escuchar un texto de cada quien. Entonces Leñero estructuraba su novela Los albañiles. Me tocó ser testigo de cómo fue dándole forma a esa obra maes-tra. Desde entonces lo admiré.
“Él logró conciliar su catolicismo con una actitud liberadora, progresista, y una honradez que a mí me conmovía hasta el fondo del corazón. Si bien Los albañiles puede considerarse su obra maestra, para mí el guión de El crimen del padre Amaro, dirigido por Carlos Carrera, es verdadera-mente excepcional porque se atreve a de-nunciar en una escena a los obispos de la Iglesia católica que reciben limosnas de los narcos, y que eso lo hiciera un católico me parece verdaderamente excepcional.”
Para el director de teatro, “murió un gran mexicano que se atrevió a denunciar lo que nadie se había atrevido a revelar, para mí eso es importantísimo”.
Con Sabido, Leñero trabajó guiones para dos telenovelas:
“En 1961, las telenovelas eran de 40 capítulos de media hora. Ernesto Alonso tenía dos horarios y era mucho el traba-jo que se le acumulaba, siempre andaba desesperado buscando escritores. Quién sabe por qué se le ocurrió llegar al CME y nos invitó a su casa a tomar un café. Nos propuso que escribiéramos una telenove-la: aceptamos Guadalupe, Inés, Vicente y yo porque nos dio mucha curiosidad. Nos apasionamos por el asunto.
“Hicimos Guía en la sombra (1962), ba-sada en un cuento de Arredondo. Era la historia de un hombre que iba guiando a un grupo de turistas en Guanajuato y les contaba la historia de cada momia. El día que salía al aire, los cuatro nos juntamos para ver el primer capítulo de 10 y nos
sorprendió que le pusieran Las momias de Guanajuato porque nuestro título no era comercial, pero la telenovela fue un éxito.
“A Leñero le gustó mucho el género. Después realizamos otra, Tres caras de una mujer, bueno, la trabajamos Arredondo, Le-ñero y yo. Fue muy mala telenovela, y me fui a Europa, pero Vicente siguió en ello.”
El autor de La vida que se va hizo otras telenovelas, bajo la producción de Ernes-to Alonso, como La trampa, Las maniquís, Mi mujer y yo y El refugio. Además adaptó al mismo tiempo teleteatros para Luis de Llano. No continuó más pues decidió irse como reportero a la revista Claudia, donde llegó a ser director.
La pantalla grande
Al comenzar la década de los setenta, cuando ya Leñero era un notable novelista y un dramaturgo admirado, entró al mun-do del séptimo arte.
“Me inicié en el cine por el camino de la truculencia”, se lee en el libro Vicente Le-ñero: Vivir del cine, del escritor Gerardo de la Torre.
Comenzó a escribir guiones con el ci-neasta Francisco del Villar, a decir suyo en esa entrevista de 2008. Ese director filma-ba películas en las que había mucho sexo, mucha acción erótica, pero aceptaba que esos temas le dieron la oportunidad de aprender a escribir guiones para cine:
“No me sentí rebajado en escribir esos relatos comerciales porque creía que es-taba sacando de eso un oficio, y yo quería aprender ese oficio.”
No obstante, esas historias le provo-caban un sentimiento de culpa. Su primer guión con Del Villar fue El festín de la loba (1972). Luego adaptó su obra de teatro Pue-blo rechazado, titulada por Del Villar El mo-nasterio de los buitres (1972), y por último trabajó con este cineasta El llanto de la tor-tuga (1974).
Escribió Los de abajo (1976), dirigida por Servando González. Ese mismo año, Jorge Fons dirigió Los albañiles, basada en su novela homónima, y obtuvo el Oso de Plata de Berlín. Para este mismo realiza-dor adaptó la novela El callejón de los mila-gros (1994), de Naguib Mahfuz, y El atentado (2010). También le escribió Otilia Rauda, pero Fons nunca la rodó.
Fons rememora, en una charla con este medio, cómo trabajaba con Leñero:
“Platicaba mucho con él, tomaba sus notas y trabajaba él solo el guión. Regre-saba con todo hecho. Revisábamos. Todos los guiones los trabajábamos principal-mente sobre las estructuras.”
–Él decía que usted lo invitó a adaptar Los albañiles, ¿qué recuerda?
–Sí. Un día platicamos mucho. Vimos
que Los albañiles ya había sido una nove-la exitosa y una obra teatral exitosa y nos comprometimos a erigir el largometraje. En 1975 trabajamos el guión, y a partir de allí fuimos amigos.
Recuerda a Leñero como un trabajador obsesivo:
“Se entusiasmaba con facilidad con un proyecto. Una vez que le presentaba uno un hilo, lo jalaba y se lo llevaba para po-nerle toda la atención.
“Era un hombre muy querendón. Nos reuníamos mucho con el actor Pedro Ar-mendáriz Jr., los directores Felipe Cazals y Paul Leduc, y Leñero llevaba a don Julio Scherer. A veces íbamos a comer a un lu-gar público o a casa de Armendáriz, quien era el que nos juntaba. Armábamos el ar-güende, platicábamos de todo: cine, tea-tro, literatura y política.”
También hizo los guiones Cuando te-jen las arañas (1977), de Roberto Gavaldón, y Cadena perpetua (1978) y La tía Alejandra (1978), de Arturo Ripstein, quien no acep-ta una entrevista para conversar sobre Leñero porque rueda el filme La calle de la amargura.
“Lo siento, pero va a ser difícil”, argumenta.
Leñero hizo en 1979 Las grandes aguas, dirigida por Servando González. Siguió Misterio, realizada por Marcela Fernán-dez Violante, una adaptación de su no-vela Estudio Q.
Fernández Violante argumenta vía telefónica que Benito Alazraki, de Cor-poración Nacional Cinematográfica (Conacine), le presentó a Leñero:
“Esa instancia debía realizar tres pro-yectos: La casa que arde de noche, de Ricardo Garibay; DF, de Emilio Carballido, y Misterio, de Leñero, el cual me proponen y me pare-ció sorprendente por toda la propuesta vi-sual y dramática, y en tres días tuve que resolver si lo filmaba o no. Leñero estaba en ese tiempo muy agobiado de trabajo en Proceso y me dio la libertad de corregir el guión. La rodé en cuatro semanas. Nos vi-sitó en el rodaje y surgió una amistad aun-que ya no volví a trabajar con él.”
Los demás guiones que elaboró: Maria-na, Mariana (1987) de Alberto Isaac, Miros-lava de Alejandro Pelayo, La ley de Herodes (1999) de Luis Estrada, La habitación azul (2000) con Walter Dohener, El crimen de pa-dre Amaro (2002) de Carlos Carrera, Fuera del cielo (El Malboro y el Cucú) (2004) de Ja-vier Patrón, y Mujer alabastrina (2005) de Rafael Gutiérrez.
Dohener dice a este semanario:“Nunca le agradecí lo suficiente la ge-
nerosidad con que me trató. Ya llevaba seis o siete tratamientos de mi guión La habitación azul y nadie creía que funcio-naba. Me pidieron que trabajara con Le-
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ñero, fui con bastante miedo a verlo. Pero resultó una experiencia increíble. En vez de tratar de cambiar mi guión como todos querían, se puso a aportar y mejorarlo.
“Siempre me quedé con ganas de aprender más de él. Me parece el gran maestro de guión que hemos tenido.”
Para Felipe Cazals realizó los guiones Tierra blanca, sobre narcos, y Olalla, pero no se rodaron.
Cazals envía por e-mail su comentario titulado Sin Vicente Leñero:
“Hoy falleció Vicente Leñero. Hoy, los
cineastas mexicanos hemos perdido a un colaborador fuera de serie. Hoy, y mañana también, recomiendo a todos volver a ver las películas con la huella de Leñero en la historia del cine mexicano. Su indeleble participación estaba fundada, decía Leñe-ro, en la necesaria solidez de la estructu-ra narrativa y en la feroz defensa del rigor del contenido dramático. Cierto.
“Aunque también, reconocía que las películas, como los toros, no tienen pala-bra de honor. Conservaré en mi memoria sus muy afortunadas observaciones sobre
los involuntarios desvaríos de la desola-dora mezcla de géneros que abundan en la historia de nuestro cine. Leñero era ante todo un escritor agudo, sin prejuicios y to-lerante en su trabajo. Prueba de ello es su paciencia con todos nosotros.
“Hoy, ante la ausencia definitiva de un colaborador con su infatigable entusias-mo para iniciar otra aventura sin destino fijo, afirmo que nuestro cine está de rigu-roso luto. Vicente Leñero no será nunca más un guionista de lujo para otro joven cineasta.”
Para el “Tícher”LETICIA HUIJARA
No te vayas a derrumbar.
–No, Tícher –le dije bajando el
rostro. El ardor en mis ojos amena-
zaba llanto.
Me descubrí bautizándome como su
alumna en ese momento. Era mi primera vez
en el célebre taller de escritura de Vicente
Leñero. Las críticas a mi primer guión cine-
matográfico fueron duras y también tupidas.
Hasta entonces lo había llamado por su
nombre; Vicente, no en balde compartía-
mos mesa de dominó y algunas veces has-
ta le había ganado. Aunque me divertía más
jugar de su lado y observar sus ojos de inge-
niero contando lo que había en la mesa del
juego y luego analizando sus fichas. A veces
silbaba en el tenso silencio de esas jugadas
definitivas. “Ay compañera, a ver si no la rie-
go, compañera”, negaba con la cabeza.
Era el año en que nos amanecimos con
el levantamiento zapatista, Vicente había
conseguido una legendaria entrevista con el
subcomandante Marcos y, bajo su guía, en
los intervalos del juego, nos robábamos la
palabra para opinar sobre los acontecimien-
tos inéditos del país. Nos propuso hacer
teatro de emergencia. Teatro corto que ha-
blara de lo inmediato, porque todo sucedía
tan rápido que no estábamos teniendo tiem-
po para elaborarlo. Surgió así el Teatro Clan-
destino. Los miembros del taller de Vicente,
y Vicente mismo, escribieron algunas de las
obras y casi todos los actores que acudía-
mos a las noches de dominó actuamos en
ellas. En todo ese tiempo yo preguntaba con
insistencia cómo funcionaba el taller y Vi-
cente me contaba gustoso. Empecé a acari-
ciar la idea de pertenecer a él, pero mi pudor
era más grande que mis ambiciones.
En 1997, justo en diciembre, Jesús
Ochoa, futuro yerno de Vicente, estaba
en Nueva York y me propuso que me fue-
ra a celebrar con él y su nueva familia. Via-
jaban Estela, Eugenia, y Mariana y Ricardo,
su esposo.
Allá tan lejos de todo, tuve el privilegio
de conocer al hombre de familia. En estos
ires y venires, Eugenia me animaba:
–Dile. Ándale.
Me animé:
–Vicente… quiero entrar a tu taller.
Se giró con naturalidad para decirme:
–Lleva un texto.
Entonces, en enero del 98 llegué con
mis fotocopias, las repartí, leí y escuché las
fuertes críticas. Al final de la ronda Vicente
recopiló, resumió, pero sobre todo atempe-
ró lo dicho por los demás y, más importante
aún, encontró los puntos fuertes de mi
historia y de mi escritura.
–Es un taller duro –dijo mientras caminá-
bamos hacia la vieja Guadalupana, en Co-
yoacán–. Y sí, lo era, lo era en la confianza
absoluta de que la presencia, la palabra y el
oído generoso de Vicente nunca permitirían
que corriera la sangre.
Así que ese día, mi primer día como ta-
llerista de su taller, me descubrí diciéndo-
le “Tícher”, vocablo que combiné durante
todos estos años con él de maestro y que
ya nunca abandoné aun cuando la vida me
otorgó el privilegio de tratarlo lejos de mis
afanes de convertirme en escritora.
Aquí, al lado de mi escritorio, Vicente se
ríe en una foto colectiva el día de mi boda;
en otra sonreímos mi marido, mi hijo y yo
junto a Estela y él, el día en que celebraron
50 años de estar juntos.
Faltan páginas para agradecer su crítica
puntual, generosa. El respeto absoluto por
los textos de sus talleristas. El ojo que des-
cubría el brillo en medio del caos.
En esos jueves infinitos pude atestiguar
también su humildad de escritor cuando nos
convidaba a leer sus textos para someterlos
a nuestra crítica. Nos costaba trabajo pen-
sar que pudiéramos aportarle algo, pero ha-
cíamos el esfuerzo llenos de orgullo por ser
sus primeros lectores. Al final del día ca-
minábamos para ir a tomar un trago y des-
pedirnos. Nos peleábamos el mejor lugar
alrededor de la mesa para escuchar sus his-
torias. Para reír, contagiados por su risa, del
recuerdo de sus errores y fracasos.
–No, pues si nada más se tratara de es-
cribir, sería muy fácil, todos seriamos escri-
tores. Hay que trabajar, retrabajar siempre
–nos decía muy serio. Y para muestra sus
escritos: atesoro con cariño las copias de
sus cuentos últimos que todavía escribía en
maquina de escribir y que corregía a pluma
con su letra impecable.
–Reescribir, ese es el secreto del escritor
–nos repetía siempre.
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 81
CULTURA
82 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
Carta de recomendación
Querido Vicente:Nadie como tú. Nadie como tú
para despertarme con un libro y dejarme los ojos abiertos y el suspiro con-tenido al ser transportada de pronto, a los 17 años, de mi escuela de monjas al feroz mundo de Los albañiles.
Nadie como tú para seguirte leyendo, o gozando tu teatro, tu cine, hasta hoy, con la misma gana, siglos después de eso.
Nadie con tu humor negro y tu solida-ridad hacia la gente de Proceso. A los 27 años te pedí una recomendación para ins-cribirme en un curso de guión en la Es-cuela Internacional de Cine en San Anto-nio de los Baños, Cuba. “Tú hazla y yo la firmo”, dijiste. Yo siempre he estado loca, y dibujé unas nubes con mi nombre so-brepuesto (esperando que alguien enten-diera que, al firmar eso, Vicente me ponía “por las nubes”). Pero tú, Vicente, más lo-co que yo, la firmaste con seriedad y cam-biaste de tema. Nunca la mandé a Cuba, la guardo como un tesoro.
Tres testimoniosGente como tú no hay, Vicente.
Leías todo en Proceso y sólo tú alaba-bas un escrito sin importar los grandes nombres. Sólo tú mencionabas un re-portaje mío en una junta directiva (y a mí me llegaba el chisme, y lo recibía co-mo se recibe el único aplauso, y lo más sabroso, que venía de alguien como tú, como algo inolvidable hasta hoy).
Sólo tú, grande entre los grandes, escribiría esta generosa (y siempre ne-ta, tú sólo escribes lo que piensas) dedi-catoria a una reportera en un libro tuyo, La vida que se va: “Para la siempre ad-mirada y admirable Susana Cato, esta novela que habla de la imaginación, tal vez lo más valioso en el ser humano…”.
Y la vida que se va se fue, y tu ima-ginación nos la dejas a todos como la más valiosa herencia.
Nadie como tú, Vicente, para pelear contra ese ridículo monstruo de poder que pretendió asfixiar la libertad de ex-presión tantas veces. Recio contra lo
que no te gustaba. Recio.Nadie como tú, Vicente, que só-
lo se guía por la pasión de la escri-tura, de la vida que se escribe, de la comedia (farsa, tragedia) existen-cial que sólo tú aprisionabas en li-bros (y hasta el rebeldísimo género de Teatro Clandestino que inventa-ron tú, Luis de Tavira, Víctor Hugo Rascón vital, hecho al segundo), re-gistrando como fiel e imparable es-cribidor en máquina Olivetti, todas las anécdotas que el dedo de Dios (para los ateos como yo, el desti-no) escribe con la gente de cine, con la gente de teatro, con los políticos, con gente como uno.
Nadie como tú, hoy extrañado Vicente, para transformar la vida en pura y gozosa dramaturgia.
L o busqué en 2002 por la ree-dición en el Fondo de Cultura Económica de A fuerza de pala-
bras, para que me contara la historia de su primera novela. Al final de la conversación, Vicente Leñero me en-tregó dos documentos que aún con-servo. Uno es una tarjeta en que se re-chaza la publicación del libro; el otro una reseña aparecida en La palabra y el hombre y que él guardaba en copia mecanográfica.
Del primer documento me dijo lo siguiente: llevó la novela a la editorial Jus, pues Salvador Abascal le había pu-blicado ahí los relatos de La polvare-da. “Con él tenía muy buena relación”, contaba Leñero, “nos llevábamos muy bien. Yo iba mucha a platicar con él, era un tipo maravilloso, ultraconservador pero maravilloso”.
Salvador Abascal dejó sus impre-siones de la lectura en una tarjeta ma-nuscrita, en la que apuntaba: “Notable como estudio psicológico pero terri-blemente deprimente. Son muchos te-mas pero narrados en un mismo tono ¡y el de un loco! No se puede dejar de leer pero sin dejar de sentir fatiga y depresión”.
Y fue claro al decirle:–No se la puedo publicar, ¡es una
novela inmoral!Días después Salvador Abascal lla-
mó por teléfono a Leñero.–No se la puedo publicar pero si us-
ted la paga la publicamos acá sin pie de imprenta.
Escandalizado, Leñero se negó:–Don Salvador, ¡eso es una inmora-
lidad! No puedo aceptar un arreglo así.Al final, la novela fue editada por
la colección Ficción de la Universidad Veracruzana. En diciembre de 1961
La imaginaciónSUSANA CATO
La inmo ALEJANDRO
Germ
án
Can
seco
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 83
CULTURA
H ay escritores a los que les impor-ta más lo que van contando que la forma con que van construyendo
sus escritos; hay desde luego también los que optan por lo opuesto: se esmeran tan-to en el empleo del idioma que terminan siendo una suerte (normalmente mala) de estilistas. Hay, por último, autores a los que los apasionan por igual el tejido ver-bal y el tejido narrativo.
Vicente Leñero –como cuentista, cro-nista, novelista, reportero– ha sido uno de ellos, un sonriente apasionado en sus quehaceres, tocado por una insólita bon-dad nacida de una inteligencia fulminan-te, veloz como un rayo para dar con lo que traían entre manos los otros, sabiamen-te maliciosa, ávidamente entregada al co-nocimiento del mundo circundante y sus personajes.
Sus ojos grandes llenaban su afilado rostro, ojos inquietos en que nacía una mirada a la vez traviesa y benevolen-te, comprensiva e interrogante. Ojos de un hombre curioso, que quería enterar-se de las razones de todo lo importante, de los pormenores que sabía administrar con singular maestría tanto en sus textos como en sus conversaciones cálidas, go-zosas, marcadas sin falta por su genero-sa comprensión.
Se ha recordado en estos días que Vi-cente Leñero cursó los estudios univer-sitarios de ingeniería civil. Para fortuna nuestra, desplegó su aprendizaje acadé-mico nada más en el campo de las letras (el que incluye naturalmente el periodis-mo): fue un espléndido proyectista y ar-mador de estructuras que le sirvieron a la perfección para mostrar cómo la verdad suele esconderse en los más oscuros plie-gues de entramados de apariencia clara y sencilla. Dar con la verdad y revelarla pa-rece haber sido la misión a la que orien-
tó sus mejores, deslumbrantes afanes. Dar con esa verdad huidiza, mimética, contra-dictoria, tan a menudo traicionada.
Pero el ambicioso narrador, siempre bien dispuesto a una feliz tarea innovado-ra, no habría cumplido sus propias expec-tativas si no hubiera poseído a la vez una enorme capacidad verbal, que le hizo unir a la total precisión la gracia y la elegancia de un lenguaje flexible, dúctil, en comple-ta consonancia con su inteligencia sin fi-suras y lista sin reserva a ponerse en jue-go. El lenguaje no guardó ante él ninguno de sus más escondidos secretos. Leñero lo conoció entero, sin resquicios, elástico, eléctrico, eficaz y hermoso.
Creyente, Vicente Leñero ha sido un hombre leal a su fe y a sus convicciones. Se adscribió con entusiasmo a las cau-sas progresistas de la Iglesia católica, tan-to como buscó que la verdad privara en la vida mexicana. No transigió con la men-tira ni con la mínima injusticia, aun en el trato que podrían recibir sus amigos. Para éstos tuvo siempre, más que palabras de consuelo, modos de ayuda efectiva.
Ha sido un conversador maravilloso, divertido, penetrante, solidario en largas mañanas y tardes ante la taza de café, tras el humo del cigarro. El mejor de los ami-gos, por siempre.
llegaron a la Ciudad de México los primeros ejemplares de La voz ado-lorida (rebautizada en 1976 como A fuerza de palabras). Una de las pocas reseñas que se publicaron sobre el libro fue de Ramón Xirau y apare-ció en la revista La palabra y el hom-bre de abril-junio de 1962, texto al que Leñero le tenía gran aprecio. Xi-rau es un personaje importante en su carrera literaria: en el tiempo en que fue becario del Centro Mexica-no de Escritores lo ayudará a encon-trar su camino en la escritura de Los albañiles.
La transparenciaJUAN JOSÉ REYES
ralidad TOLEDO
Con desenfado, Vicente Leñero gustaba de contar sus en-cuentros y desencuentros, a la manera en que narró en Vivir del teatro los avatares tras la escena, o historias a las que lue-go daría cuerpo en su columna Lo que sea de cada quién en la Revista de la Universidad. Aquí se ofrecen testimonios de tres escritores cercanos a Leñero que nos aproximan a su natura-
leza controvertida, sorprendente, impredecible.
Arc
hiv
o P
roceso
Xirau. Impulso Gran conversador
84 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
ArteEl artista como curador
BLANCA GONZÁLEZ ROSAS
Organizadas por dos
conocidos artistas que
enfáticamente recha-
zan ser identifi cados como
curadores, las muestras que se
presentan en la Galería de Arte
de la Secretaría de Economía y
en la Estación Coyoacán Arte
Contemporáneo, en la Ciudad
de México, destacan por la
espontaneidad e irreverencia de
su narrativa y contenido.
Diseñadas ambas a par-
tir de la mirada especializada
y las preferencias emotivas de
creadores, las exposiciones, sin
N o existe melómano que se precie
de serlo que no esté enterado de
la trayectoria del inigualable tenor
mexicano, al punto que la simple mención de
su nombre no deja de suscitar admiración y
agradecimientos. Asimismo, los amantes del
bel canto saben que el eximio artista le abrió
las puertas del reconocimiento internacional
a las siguientes generaciones de tenores na-
cionales a quienes se considera, con sobrada
razón, como herederos de su labor pionera.
Podría decirse que la relevancia de su figura
es comparable, dentro de su propio tiempo y
su propia tesitura, a la de la legendaria sopra-
no Ángela Peralta durante la segunda mitad
del siglo XIX.
En aras de conversar con el eminente com-
patriota, Proceso solicitó una entrevista y
ésta fue concedida con la magnanimidad que
caracteriza a los hombres de verdadera valía.
Baste decir que se aprovechó de una de sus
frecuentes visitas a nuestro país –reside en Ale-
mania desde hace 40 años– y que se obviaron
los impedimentos de tiempo para que la char-
la fluyera sin cortapisas y en las circunstancias
más propicias.
–Maestro Araiza, usted es forjador de una
gran proeza, como la de haber conmovido a
los sajones cantándoles Mozart, Beethoven y
Schubert, a los italianos Monteverdi, Rossini y
Puccini y a los franceses Gounod y Massenet.
¿hay alguna fórmula existencial que avale se-
mejante hazaña?
–Ya viéndolo a posteriori, llego a la conclu-
sión de que la vida es como un rompecabezas
y que las piezas no necesa-
riamente se presentan en
el orden deseado; hay que
desarrollar un cierto olfato,
una cierta intuición, para
distinguir cuáles de ellas
son las que embonan en el
momento preciso y cuán-
do hay que saber esperar
para encontrarles su ubi-
cación correcta. Siempre
regí mi vida por el consejo
que me dio en la prepara-
toria un inolvidable maes-
tro de filosofía; de hecho,
era un sabio que desper-
taba en todos sus alum-
nos la pasión por el co-
nocimiento. Imposible
cuantificar el impacto
de sus enseñanzas y el imán que ejercía en su
alumnado. Me dijo: “Mira, Francisco, todo lle-
ga a su debido tiempo. Lo que debes hacer es
mantener perennemente abiertas las ventanas
y las puertas de tu percepción, para que al pa-
so de las oportunidades sepas reconocerlas,
valorarlas y, si es el caso, sacarles partido”.
–Habría de anotarse que en la actual curri-
cula educativa se eliminó a la filosofía por con-
siderarla prescindible… y que hoy a la música
se le arrincona en las aulas como a una mate-
ria optativa, es decir, se le otorga el status de un
saber menor.
–Es un error colosal que todavía no se cap-
ta en toda su magnitud. Aunque quizá sí lo es-
tamos ya percibiendo por la acelerada des-
composición de muchos de los atributos de
la civilidad. Pareciera que la ética y las be-
llas artes le cedieron el paso a la vacuidad
institucionalizada.
–Usted fue hijo de un tenor y organista y
tuvo maestros en México de la talla de Erika
Kubacsek e Irma González, ahí está la circuns-
tancia de la que habló Unamuno, mas, ¿en qué
grado su disciplina y voluntad hicieron el resto?
¿Cuál es el porcentaje entre haber nacido con
facultades y haber sabido cultivarlas?
–El hecho de haber tenido un padre que se
desvivió para sacarnos adelante, fuimos siete
hermanos, influyó mucho, al igual que la suerte
de que la música fuera la materia que nos dio de
comer, de tal manera que hubo un destino implí-
cito que poco a poco fue aclarándose, no obs-
tante la negativa materna para que continuá-
ramos por la misma senda. Debo decir que mi
padre fue uno de los últimos alumnos de Miguel
Bernal Jiménez y que me dio las primeras cla-
Estro Armónico
SAMUEL MÁYNEZ CHAMPION
Francisco Araizao la gloria del canto
CULTURA
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 85
disimular sus aciertos y debilida-
des, logran un extraño equilibrio
entre trayectorias, lenguajes,
poéticas y disciplinas.
Concebida por el pintor y
académico Arturo Rodríguez
Döring para inaugurarse en el
contexto del día de muertos en
la Estación Coyoacán, la exposi-
ción Halloween dos. Hechiceras,
tejedoras y alquimistas plantea
una atractiva fusión entre imagi-
narios mágicos, seducciones fe-
meninas y prejuicios cromáticos.
Concentrado actualmente
en el estudio de la historia sim-
bólica del color, Döring con-
tradice los estereotipos que
relacionan el exceso de colores
con el gusto de las mujeres y
las empodera a través de com-
posiciones de paletas opacas
que exaltan su peligrosidad,
misticismo y sensualidad.
Con una selección de tra-
yectorias consagradas, medias
y emergentes, el pintor cons-
truye una narrativa que oscila
entre el misterio y el terror. Al
margen de fi rmas como Leono-
ra Carrington y Aurora Reyes,
en la muestra destaca una ex-
traña y fantasmagórica pintura
de Marysole Wörner Baz, una
potente instalación de María
José Alós realizada con cabe-
llos de mujeres de su familia, y
una descarada pintura de Rigel
Herrera en la que transfi gura a
la mujer en ornamentos sen-
suales y repetitivos.
Fundadora de la galería de
arte emergente La Masmédu-
la, Rigel Herrera fue una activa
y audaz promotora a principios
del siglo XXI. Dedicada en los
últimos años a su práctica pic-
tórica, la artista ha retomado
ses de piano cuando contaba con cuatro
años de edad. En su visión de la vida, los
niños y los jóvenes no debían disponer de
mucho tiempo libre, ya que ese es el me-
jor momento para aferrar conocimientos,
visión que suscribo íntegramente. Ya en la
primera adolescencia comenzó a llevar-
me a los trabajos en las iglesias donde él
tocaba para que yo lo ayudara cantando.
Eso era lo natural, aunque el desempeño
como cantante debía ser una actividad de
relleno mientras enfilaba mis estudios ha-
cia la obtención de un título universitario.
Soy licenciado en administración de em-
presas. El asunto es que en 1966 ingresé
a la Escuela Nacional de Música y ahí par-
ticipé en el coro del maestro Ávila, quien
fue uno de los primeros en decirme que
debía considerar seriamente la posibili-
dad de convertirme en un cantante profe-
sional. Poco después, tuve la fortuna de
participar en una audición para Eduardo
Mata, de la que derivaría mi debut en el Fi-
delio de Beethoven, además de haberme
dado a conocer con la maestra Kubacsek, quien
me adoptaría musicalmente hablando. Fue ella
la mentora que me acogió en su casa para tra-
bajar los fines de semana en el repertorio del
lied, del que era una gran especialista.1 Al ca-
bo de un tiempo, no dudó en hacerme patente
su sentir, diciéndome que mi voz tenía la calidad
suficiente para permitirme hacer una carrera in-
ternacional. A todo esto se agregan las clases
de inglés, francés y alemán y el resto de las asig-
naturas musicales, entre las que descollaron las
lecciones con Irma González en el Conservato-
rio. Una vez habiéndome recibido como admi-
nistrador de empresas comencé a trabajar en
un bufete y sucedió otra circunstancia propi-
cia para mi futuro: mi jefe me ofreció la dirección
de una sucursal en Monterrey al tiempo que te-
nía programado un concierto con la ópera Ma-
nón de Massenet. Hube de sopesar mucho la
decisión y para eso invité a mi jefe al concier-
to para que a su término conversáramos. Asis-
tió y su respuesta fue decisiva: “No entendí lo
que cantaste pero me tuviste con escalofríos en
la piel todo el tiempo. Creo que debes dedicar-
te al canto. Vete fuera de México y hazte un plan
de trabajo. Si ves que en unos tres años no has
logrado lo que quieres, entonces regresa, que el
puesto te estará esperando”. Después de eso
ya no tuve nada que discernir y ya no volví so-
bre mis pasos. En cuanto al porcentaje del que
me habla, creo que la balanza debe inclinarse
más por la solidez del trabajo personal, que por
la confianza en el propio talento.
–En diversas entrevistas ha mencionado
que sufrió momentos difíciles. ¿Podría abun-
dar en ellos?
–Sí, ya instalado en Alemania, aun con traba-
jo y perspectivas estimulantes de desarrollo ar-
tístico, caí en una severa depresión que me tuvo
postrado. Me costaba trabajo levantarme y más
aún querer afrontar los compromisos. También
había perdido el apetito. Fue mi hermano mayor
quien se obstinó, ya que él había vivido antes en
Alemania, para que sacara fuerzas y me sobrepu-
siera a ese momento álgido. A parte de eso han
sido más las cimas que las simas, y cuando éstas
hacen su aparición las enfrento sabiendo que son
tan pasajeras como inevitables.
–En su repertorio destacan las obras
maestras del melodrama europeo, pe-
ro hay una ausencia notoria de óperas
mexicanas, ¿cómo lo explica?
–Simplemente no se ha presentado
la oportunidad. Siempre he estado dis-
ponible y ávido de hacerlas. Una vez es-
tuvo a punto de concretarse mi partici-
pación en la ópera Tata Vasco, de Bernal
Jiménez, pero por desgracia no se logró.
Hasta donde he podido, el repertorio de
canción mexicana y latinoamericana no
lo he descuidado nunca.2
–Usted es el tenor mexicano más in-
fluyente en el mundo y su ejemplo sirve
de estímulo para las nuevas generacio-
nes. ¿La responsabilidad de tal gloria le
pesa o le sirve de acicate para levantar-
se todas las mañanas con el brío de un
vencedor?
–Después de haber recibido la invi-
tación para grabar La flauta mágica de
Mozart con la Filarmónica de Berlín y
Herbert von Karajan, sentí que mi vida
había alcanzado su punto culminante, todo lo
que ha venido después es un regalo que no de-
jo de aquilatar todos los días y en su más am-
plia expresión.
–Para concluir es obligado preguntar-
le, ¿qué opina de la crisis que se ha desatado
en nuestro país por la desaparición de los 43
normalistas?
–Sólo atino a sumar mi voz, en mi calidad
de tenor experimentado, a la del gran coro que
inunda las calles: “Vivos se los llevaron, vivos
los queremos”…
__________________________
1 Se recomienda la visión del video donde Francisco
Araiza aborda magistralmente el Viaje de Invierno de
Franz Schubert. Accédase al sitio https://www.youtu-
be.com/watch?v=bV-2v6jTsGU
2 Se sugiere la escucha de un villancico de Bernal
Jiménez. Disponible en la audioteca del semana-
rio. (proceso.com.mx): Miguel Bernal Jiménez:
Por el valle de rosas. (Francisco Araiza, tenor.
Jean-Marie Lemaire, piano. Live recording. Ma-
rienkirche, Wattens. 2000).
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silenciosa, de 2007, dirigida por
Carlos Reygadas, pasando por,
entre muchas otras, la inolvida-
ble Mujer del puerto, las icóni-
cas Reed, México insurgente,
Como agua para chocolate, La
Ley de Herodes y, por supues-
to, las inexcusables Nosotros
los pobres con Pedrito Infante,
el inefable Santo contra las mu-
jeres vampiro y Viridiana.
Empero, si ya todo eso era
fuera de lo común, lo impensa-
ble sucedió después, ya que,
fuera de programa y ante los
aplausos, el maestro Nyman
se sentó al piano y empezó a
tocar, mientras que en el fon-
do del escenario, ocupando
todo el espacio, en la enorme
pantalla empezó a proyectarse
Witness (Testigos) y las fotos
de los 43 estudiantes de Ayot-
zinapa hasta este momento
desaparecidos.
Cine“Sueño de invierno”
JAVIER BETANCOURT
Desde la primera secuen-
cia, el director turco Nuri
Bilge Ceylan expone el
tejido del enorme lienzo que
tomará más de tres horas re-
correr; Sueño de invierno (Kis
uykusu; Turquía-Francia-Alema-
nia, 2014) se entreteje con dos
tipos de paisaje, uno humano
y otro geográfi co; los rostros
de los personajes se miran tan
espléndidos e intrincados como
los alucinantes valles y monta-
ñas de la Capadocia.
El semblante lleno de surcos
de Aidyn (Haluk Bilginer), ex
actor de teatro retirado quien
ahora tiene un hotel llamado
Otelo, exhibe la majestad de un
decadente rey Ciro; la cámara
del cinefotógrafo Gokhan Tiryaki
reposa sobre cada fi sionomía
para contemplarla; en el vaivén
de espacios abiertos e inmen-
sos o encerrados y con poca
luz, la sensación de claustrofo-
bia es la misma, no hay por don-
de escapar, la única puerta es
ta”, ya sólo eso lo hace perte-
necer a la historia de la música
para siempre, a más de ser
creador cinematográfi co y otras
mil cosas como escritor y críti-
co que le han valido reconoci-
miento internacional.
Por otra parte, el programa
integrado con solo dos obras
suyas, The piano concert, el
que se utilizó en la película, y
el estreno en México de la Se-
gunda Sinfonía, Distinto amane-
cer que, en palabras del mismo
Nyman, “nació en la Ciudad de
México, específi camente en el
Palacio de Bellas Artes antes
de viajar a Londres, pasar por
Polonia (tierra de mis abuelos)
y venir de regreso a México,
donde se presenta por prime-
ra vez”, fue un programa tam-
bién de excepción: interpretado
por la juvenil Orquesta Escuela
Carlos Chávez, cuyos integran-
tes de mayor edad no pasan de
29 años, dirigida esta vez por
Guillermo Salvador, quien tenía
largo tiempo de no presentarse
en esta sala, y llevando como
solista al pianista ruso Dimitri
Dudin.
Sinfonía bella que vale por
sí misma, Distinto amanecer
tiene ahora –y eso fue lo que
vimos en su estreno en Méxi-
co– el magnífi co agregado de
una cinta fílmica que, con re-
cortes de muchas otras, es en
verdad una hermosa, dinámica
e ilustrativa historia del cine na-
cional desde ¡Que viva México!,
de Eisenstein, fi lmada en 1930,
y Allá en el rancho grande, de
Fernando de Fuentes, de 1936,
hasta Amores perros de Gon-
zález Iñárritu, de 2000, y Luz
la gestión como directora de la
Galería de la Secretaría de Eco-
nomía y, como primer proyec-
to, presenta una propuesta que
se basa en la búsqueda de una
anti-curaduría.
Abierta en la carencia de un
concepto que unifi que la selec-
ción y con un título tan general
–El punto y la línea– que cae en
lo absurdo, Herrera presenta
pinturas y esculturas de artis-
tas que en su mayoría tienen
una trayectoria media: Carlos
Jaurena, Javier Peláez, Bradley
Narduzzi, Fabian Ugalde, César
Córdova.
Sugerente como exposición
por la tensión que mantiene en
su narrativa museográfi ca, en
la selección destacan los pin-
tores Patrick Pettersson y Ro-
dolfo Camacho. El primero, por
la valiente exploración que ha
iniciado en el territorio del ros-
tro humano, y el segundo por la
fusión de estéticas visuales pa-
sadas y presentes a través de
reinterpretaciones paisajísticas.
Atractivas por la solidez,
afectividad y descarada sub-
jetividad de la mirada, ambas
exposiciones demuestran que
los artistas también pueden
curar.
MúsicaMichel Nyman, concierto excepcional
RAÚL DÍAZ
D e excepcional, por
varias razones, puede
califi carse el concierto
único que, para celebrar los 70
años de vida del compositor
Michel Nyman, se efectuó la
noche del lunes 1 de diciembre
en Bellas Artes con la presencia
y participación –esta última
fuera de programa– del propio
Nyman y la plana mayor del
Conaculta.
Excepcional el concierto
porque, celebrado justamen-
te al cumplirse dos años de la
presente administración, en
las calles aledañas se efectua-
ba una gran manifestación en
contra del titular de la misma
administración y en reclamo de
la aparición con vida de los 43
estudiantes de la Normal Rural
de Ayotzinapa secuestrados la
noche del 26 de septiembre, y,
en el interior del teatro, el públi-
co mostró reconocimiento y ca-
riño al compositor, respeto a los
funcionarios que con su presen-
cia hablaron de la apertura que
la cultura y el arte pueden dar, y
del no desconocimiento ni aleja-
miento de la situación nacional.
Excepcional también por-
que se trata de un gran com-
positor que ha obtenido
resonantes triunfos, como el
ser el autor de la música para
la película El piano, ganadora
del Festival de Cannes de 1993.
Creador del término “minimalis-
De Pettersson. Exploración del rostro
Dos obras suyas
CULTURA
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 87
hacia adentro, y se abre hacia
un camino oscuro.
Aidyn vive con su joven
esposa, Nihal (Melisa Sozen), y
una hermana de él, divorciada,
Necla (Demet Akbat), mujer
amargada y ociosa; otros perso-
najes se van cruzando y se van
escribiendo fragmentos de sus
vidas, un amigo, o el imán pobre
con un hermano alcohólico y su
familia, inquilinos que no tienen
manera de pagar la renta; todos
mantienen alguna forma de
relación con Aidyn, patriarca sin
descendencia y rico del pueblo,
siempre acompañado de su
ayudante. En la medida en que
se recorren paisajes y rostros,
se descubren trampas y recove-
cos inesperados; las referencias
explícitas son pósters de obras
de Shakespeare y Chejov, pero
la tragedia parece adormecerse
bajo la nieve, los protagonis-
tas se pierden en sus propios
laberintos, quedan lo patético y
el apego a la existencia.
Ceylan Bilge es un rea-
lizador ambicioso, escribe
novelas con sus películas; al
igual que Dostoievski, otra gran
referencia de este director,
derriba cualquier barrera tras
la que intenten esconderse sus
personajes. Nihal, bella como
princesa griega, es una pobre
mujer temerosa que se marchita
bajo la tutela de un marido al
que ya no puede querer, su
consuelo es ayudar un
tanto a los pobres. Aidyn
se entretiene un poco con
los escasos huéspedes
del hotel, errantes ellos
mismos, escribe artículos
para el periódico local y
quiere empezar a escribir
su gran tratado sobre la
historia del teatro turco;
bajo el alcohol, discutien-
do con otros, ya ninguno
se entiende, las grandes
ideas se trastocan con
sentimientos heridos, y
sólo queda la risa triste.
Claro, en una novela
cabe todo: problemas
sociales, la política,
la religión, alusiones
contra el fanatismo,
teorías sobre la moral y
el arte; o toda la gama
de pasiones. Sueño de invierno
ganó la Palma de Oro en el
Festival de Cannes de este año,
premio controvertido que hizo
que algunos detractores ata-
caran la avidez del director. Se
pierde de vista que la visión de
Bilge Ceylan sobre el paisaje de
Anatolia, con sus miles de años
de historia, convierte la tierra en
coro de tragedia, hace que las
piedras hablen.
La sensación de que algo
funesto está por ocurrir sugiere
pistas falsas, algún error o
malen tendido puede provocar
una catástrofe; pero el realiza-
dor turco trastoca el orden, lo
funesto se diluye y una simple
pedrada contra el vidrio de una
camioneta resulta tan estrepito-
sa como el choque de un tren.
TelevisiónVicente Leñero y el videoarte
FLORENCE TOUSSAINT
V icente Leñero participó
como jurado en la pri-
mera Muestra de Video-
fi lm llevada a cabo en México
en 1986. El cineasta Rafael
Corkidi la organizó y, aunque no
se trataba de un certamen, sí
había que hacer una selección
de videos para exhibir y darle un
reconocimiento a la mejor pieza.
Para ello se formó un grupo;
Corkidi, amigo suyo, fue a invi-
tarlo a Proceso. Se negó en un
principio; accedió luego de mu-
cha insistencia y cuando Corkidi
le aseguró que las sesiones para
ver los videos serían en la maña-
na de los lunes, antes de la junta
editorial de la revista.
Leñero era subdirector y
su presencia infaltable en las
reuniones en que se analizaba
el número anterior y se pla-
neaba el de esa semana. El
interés de Leñero en un ejercicio
audiovisual incipiente como el
videoarte, se puede explicar por
su participación como guionista
de telenovelas y de películas.
Para un dramaturgo, el ejercicio
de producir en corto tiempo
un libreto de 60 capítulos y
desarrollar cada escena día a
día bajo la tiranía del reloj resulta
una disciplina formadora. Con
frecuencia hablaba de que
escribir un buen melodrama no
es tan sencillo, también de que
no toda la televisión comercial
es execrable.
El videoarte era una nove-
dad. Corkidi fue impulsor de tal
arte en ese momento, él había
cambiado la cámara de cine
por la de video en vista de las
difi cultades que atravesaba la
industria fílmica nacional en
esos años.
Para Leñero toda narrativa
audiovisual era atractiva. Esa
curiosidad fue defi nitiva en su
decisión de aceptar la propues-
ta de sentarse muchas horas
frente a un monitor para analizar,
comentar y fi nalmente califi car
trabajos de las más diversas
calidades y temas.
Tuve la suerte de compar-
tir con él, como miembro del
jurado, las reuniones durante
las cuales mirábamos obras y
discutíamos sus virtudes, sus
defectos. En una primera ronda
descartamos un buen número;
pero seguían siendo muchas
las piezas de entre las cuales
saldría la ganadora. Vicente no
faltó a ninguna de las sesiones.
Su mirada experta nos guiaba,
para él importaba lo formal que
impacta el contenido, lo hace
original o irrelevante.
No hay que dejarse abatir
por el aspecto ideológico ni por
la moda. Una obra funciona
cuando es capaz de hacernos
aceptar su propuesta, cuando
nos convence.
La galardonada, por unani-
midad fue Sarah Minter con un
documental sobre niños de la
calle. La autora siguió trabajan-
do en el desarrollo de una forma
de expresión que hoy se ha
consolidado.
La ventaja de seleccionar
una muestra es que se puede
ser inclusivo, descartar poco,
mostrar cuanto sea posible en
el espacio señalado. Así se hizo
en esa primera Muestra, que
dio lugar a una Primera Bienal
en 1990, también bajo la batuta
de Corkidi, y en la cual ya no
tuvimos el privilegio de tener a
Vicente Leñero en el jurado.
Leñero. Jurado de videofilm
Cinta ambiciosa
Pro
ceso
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Mir
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88 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
BEATRIZ PEREYRA
El colofón de los XXII Juegos Centroamericanos y del Ca-ribe (JCC) Veracruz 2014 de-jó para México un retroce-so en distintas disciplinas, como el remo, en el que no
se ganaron las dos medallas de oro que la federación de este deporte prometió y en el que Cuba se llevó las 10 preseas áureas que se disputaron.
La Comisión Nacional de Cultura Físi-ca y Deporte (Conade) y el Comité Olímpi-co Mexicano (COM) se empeñan en repetir que el segundo lugar y las 115 medallas do-radas obtenidas representan un resultado exitoso porque implican 23 plazas para los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y se acortó la distancia respecto de los cubanos. La realidad, empero, es menos optimista.
Cuba ganó los JCC con 123 oros, 66 pla-tas y 65 bronces, para un total de 254. La de-legación mexicana cosechó 332 medallas, de las cuales 115 son de oro, 106 de plata y 111 de bronce. La primera comparación que desmiente las declaraciones oficiales es que México no ganó 27 medallas prometidas, con lo que no alcanzó las 359 preseas tota-les (128 oros, 107 platas y 124 bronces) que se proyectaban.
Aunque el director de la Comisión Nacio-nal de Cultura Física y Deporte (Conade), Je-sús Mena, intentó resaltar que la diferencia sólo fue de ocho oros entre Cuba y México y eso acortó la distancia con que los isleños han dominado desde Panamá 1970, olvidó aclarar que los caribeños han reducido drás-ticamente el número de preseas en cada jus-ta regional.
Estas son las cifras: en Ponce 1993, Cu-ba obtuvo 227 oros por 66 de México (la di-ferencia es de 161); en Maracaibo 98, los cu-banos consiguieron 191 y los mexicanos 60 (131); en Cartagena de Indias 2006, los isle-ños ganaron 138 y los aztecas 107 (31).
En San Salvador 2002 y Mayagüez 2010, cuando Cuba no participó, México finalizó
decepciónLa
El balance de los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014 fue negativo para la delegación mexicana: pese a que Cuba no envió una represen-tación tan nutrida y aun cuando algunos de sus atletas desertaron, México sólo obtuvo el segun-do lugar del medallero y consiguió 27 metales menos que los pronosticados. El equipo de remo fue uno de los que quedaron a deber: con un instructor que no se molesta en acudir a los entrenamientos, los remeros no triunfaron en ninguna prueba.
Loliger. Sobajado
AFP / Dam
ien Meyer
DEPORTES/CENTROAMERICANOS
en la punta del medallero, con 146 y 127 pre-seas, respectivamente, lo que indica que era irreal pretender derrotar a los cubanos en Veracruz ganando sólo 128 preseas. México pronosticó su éxito basándose en el fracaso de aquel país, ya fuera porque los atletas de-sertaran antes de competir o porque su ren-dimiento bajara en virtud de que la falta de recursos económicos no les permite prepa-rarse en condiciones óptimas.
De las 432 finales disputadas en los JCC, 382 corresponden a pruebas olímpi-cas programadas para Río 2016. De las 123 medallas ganadas por Cuba, 122 son de pruebas olímpicas (el beisbol, por ejem-plo, ya no forma parte del programa olím-pico), mientras que de las 115 de México, 96 corresponden a este nivel.
“En el medallero general la victoria de Cuba sobre México fue por ocho oros (123-115). Sin embargo, en el apartado de las modalidades olímpicas, la diferencia au-menta a 26 (122-96) y disminuye a 45 el margen en todo tipo de medallas. Resulta evidente que ya no ganamos los juegos con un margen tan amplio como antes. Pero no hay que sorprenderse. Entre otros factores, los gobiernos de muchos países disponen de recursos muy superiores en instalacio-nes, equipamientos, nivel de fogueo inter-nacional y becas de estimulación.
“Y no se vaya a pensar que nuestra ar-mada compitió en todas las pruebas convo-cadas. Casi normal es la ausencia en equi-tación, golf y rugby. En el atletismo y la natación hubo muchas pruebas sin cubanos. También faltaron mujeres en ciertos depor-tes de combate. Por si no bastara, algunas es-pecialidades quedaron sin rubricar sus obje-tivos”, publicó el diario Granma el martes 2.
Los deportes en los que Cuba obtuvo más oros fueron atletismo (23), tiro (14), judo (13), lucha y remo (10 cada uno). En esta última disciplina tuvo una actuación perfecta, al igual que en hockey, boxeo (nueve), canotaje (ocho) y ciclismo (ocho).
México erró en sus pronósticos en 16 disciplinas: basquetbol (cero oros de dos proyectados), beisbol (cero de una), boli-che (dos de cinco), boxeo (cero de cuatro), canotaje (tres de cuatro), clavados (siete de nueve), esgrima (tres de seis), gimnasia artística (una de cuatro), golf (una de dos), pesas (una de dos), natación (siete de 10), patinaje sobre ruedas (cero de una), pen-tatlón moderno (dos de tres), remo (cero de dos), tiro deportivo (seis de ocho) y vo-libol de playa (cero de una).
La deriva del remo
Aunque México ganó medallas en las 10 pruebas de remo que se disputaron en los
JCC, no pudo cumplir el objetivo de obte-ner dos oros en las modalidades de dos pares de remos cortos peso ligero y dos re-mos largos sin timonel peso abierto.
En dichas pruebas, en julio pasado, las parejas formadas por Alfonso Ramírez y Jhosymar Valenzuela y Patrick Loliger y Leopoldo Tejada se impusieron a los selec-cionados cubanos durante el Festival De-portivo Panamericano en el que, además, los mexicanos obtuvieron cuatro platas, tres bronces y 14 plazas para Toronto 2015.
El mejor remero mexicano, Patrick Loli-ger, publicó en redes sociales el malestar que le causó haber obtenido dos platas en los JCC. Y destacó que Cuba arrasó con los oros. “Terminó el #Centroamericano y me fui con 2 platas. No era el resultado que esperaba, habrá que replantear muchas cosas”.
Para la selección nacional de remo, 2014 ha sido un año difícil, en el que co-menzaron a trabajar con Eros Goretti, un entrenador italiano de 57 años de edad, sin resultados a escala internacional, cuyo máximo logro en este deporte es ser padre de Martino Goretti, un medallista mundial integrante del equipo nacional de Italia.
Goretti padre llegó a México a finales de febrero pasado. El presidente de la Fe-deración Mexicana de Remo (FMR), Pedro Cuervo Aja, determinó que este entrena-dor era el ideal para México.
Su elección fue avalada por el subdirec-tor de Calidad para el Deporte de la Conade, Othón Díaz, y por el director de Alto Ren-dimiento, Coriolan Lalu, quienes le fijaron un sueldo de 80 mil pesos mensuales. Se-gún el tabulador de entrenadores, este sa-lario corresponde a aquéllos que, además de contar con estudios profesionales en entrenamiento deportivo, hayan trabajado con un deportista en la obtención de una medalla de plata olímpica. Goretti no cum-ple con ninguno de estos requisitos.
Según la página de la Federación Italiana de Canotaje, en 2009 Goretti se desempeñó como colaborador de los au-xiliares que, a su vez, trabajan con los cin-co entrenadores en jefe de la selección na-cional que comanda Giuseppe La Mura, el director técnico y máximo responsable del equipo. Ese año fue diagnosticado con cáncer de intestino y ocupó gran parte de su tiempo en el tratamiento médico. Años atrás también trabajó como entrenador en un club privado de remo.
En algunas entrevistas que conce-dió antes de llegar al país, Goretti recono-ció que su hijo se enteró que en México buscaban un entrenador nacional, por lo que el joven mandó el currículo de su pa-pá. Esta información, publicada en www.canottaggio.org, refiere que en aquel mo-
mento era desempleado, porque había si-do despedido de una empresa donde fun-gía como gerente de calidad.
En su currículo, proporcionado a la re-portera por Pedro Cuervo, no hay infor-mación acerca de su formación académi-ca como entrenador. Después de retirarse como remero, Goretti pasó a trabajar en clubes de remo con atletas juveniles. Co-mo entrenador de tercer nivel de la Fede-ración Italiana de Remo trabajó con los equipos Sub 23. Después de ser asistente se convirtió en entrenador del equipo na-cional de peso ligero que obtuvo un oro y una plata en el Mundial de Corea 2013 en las pruebas LM8+ (ocho remos largos pe-so ligero con timonel) y 2-LM (dos remos largos peso ligero sin timonel). Sin embar-go, según el portal citado, quien ostentaba el cargo principal era Antonio La Padula.
Cuando fue presentado como entrena-dor de la selección mexicana, a los reme-ros se les ordenó seguir cabalmente el plan de entrenamiento de Goretti. En aquel mo-mento, algunos atletas como Loliger y Ana-licia Ramírez entrenaban a distancia con el holandés Josy Verdonkschot, y Lila Pérez-Rul, con un entrenador estadunidense. Los atletas fueron advertidos: quien no obede-ciera quedaría fuera de la selección.
Los deportistas confiaron en Goretti. El italiano prometió ayudarles a dar el salto para ubicarse en los primeros lugares a es-cala mundial y olímpica. Los primeros re-sultados, anticipó, se verían en el Campeo-nato Mundial de Ámsterdam, en agosto, y en los JCC de noviembre, ambos en 2014.
Con la salud sí se juega
El 27 de marzo, la Conade inauguró el Centro Nacional de Evaluación y Seguimiento de Alto Rendimiento (CNESAR), un laboratorio donde, supuestamente, las ciencias aplica-das al deporte (bioquímica, fisiología y bio-mecánica, entre otras) estarían por prime-ra vez al servicio de los atletas mexicanos.
Díaz y Lalu anunciaron que ahí se prac-ticarían pruebas a deportistas de 13 disci-plinas para ayudarlos a mejorar su desem-peño. Serían evaluados para conocer sus capacidades físicas y, con base en los resul-tados, los entrenadores diseñarían o corre-girían sus programas de trabajo.
Algunos de los primeros evaluados fue-ron los hombres y mujeres del equipo nacio-nal de remo. Los resultados arrojaron que se encontraban en óptimas condiciones.
Con el paso de las semanas, los atletas se fueron deteriorando: se alteró su pulso basal (el que se toma al despertar por la ma-ñana), no podían conciliar el sueño porque su frecuencia cardiaca estaba muy acelera-
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da, presentaban fatiga extrema y con traba-jos cumplían con la doble sesión de entrena-mientos, cortos pero a máxima intensidad, que realizaban siete días a la semana.
En las subsecuentes evaluaciones, el doctor Julio Pazos, director del Laborato-rio de Fisiología del CNESAR, advirtió a los remeros sobre lo mal que habían salido en las evaluaciones. Habían perdido condi-ción física, acusaban lesiones por sobre-entrenamiento, algunos bajaron de peso, todos acusaban síntomas de cansancio y otras deportistas tenían altas concentra-ciones de ácido láctico.
Cuando el médico de la FMR, Alfredo Rosas, vio esos resultados, pidió a Goretti que cambiara el entrenamiento. Se rehusó. “El italiano y Pedro Cuervo les dijeron a los remeros que todo era psicológico, que todo estaba en su mente, que no querían entre-nar y que se pusieran a trabajar”, dice Gil-dardo García Velasco, vicepresidente de la FMR.
Para el Mundial de Ámsterdam, Goretti decidió que los mexicanos participaran en pruebas no olímpicas –en las que se inscri-ben menos participantes y de menor nivel. Aun así los resultados fueron malos. Loli-ger, el único que sí participó en una prue-
El presidente de la FMR reconoce que los resultados en los JCC no fueron los espera-dos, pero matiza: “¿Cuántos deportes hu-bieran querido ganar las medallas que el re-mo ganó?”. Explica que ocho meses no es suficiente para que un proceso madure y que en el año ha habido altas y bajas. Desde su punto de vista, aunque hay que hacer un análisis frío y preciso de los resultados, no es conveniente remover a Eros Goretti.
“Vamos a hablar con Eros porque él pro-metió unos resultados y no cumplió con las expectativas de los atletas y dirigentes. Las declaraciones que hizo cuando llegó fueron por desconocimiento, más por ganas de ha-cer las cosas y por demostrar a lo que ve-nía, pero se ha dado cuenta de que no es tan fácil, que hay que trabajar. Tiene que decir-nos qué vamos a hacer para mejorar. En es-tos días se va a hablar con Eros y si él no es-tá de acuerdo en continuar contrataremos a otro. La lógica dicta que tenemos que seguir con este proceso, no truncarlo a seis meses de los Juegos Panamericanos.
–Goretti prometió resultados en el Mundial y en Veracruz. No cumplió. ¿Qué garantía hay de que, ahora sí, los va a dar en Toronto 2015? –se le pregunta.
–El Festival Deportivo Panamericano es un parámetro de sus resultados, pero caí-mos todos en exceso de confianza, de que sí íbamos a mejorar para los JCC. Y sí se mejoró, haciendo un análisis frío de cada tripulación, porque los botes de Eros fue-ron los de mejor rendimiento y, los peores, los de atletas que entrenaron por su lado y que han cuestionado el proceso (se refiere a Lila Pérez-Rul, que fue bronce en su prue-ba). Estoy de acuerdo en que no hay garan-tías si vamos a enfrentar a Estados Unidos, Canadá, Cuba y Argentina, pero tampoco nos da garantías cambiar en el camino.
“Que se vaya y venga otro es lo más fácil. Pero, bueno, ¿a quién traes con tan poco tiempo? Contratar a alguien com-prometido sería muy difícil. Quisiéramos tener un entrenador mucho mejor, pero los resultados no nos avalan. No hay en-trenadores de buen nivel que se maten por venir a México para ayudarnos a me-jorar. Trajimos a Eros porque los atletas no quieren a los entrenadores que hay, que-rían un cambio y lo hicimos.”
–Es muy grave el deterioro físico de los remeros, se supone que con las ciencias aplicadas al deporte iban a mejorar…
–Obviamente los atletas no han asimi-lado el cambio de programa de entrena-miento, ni los entrenadores nacionales ni los de clubes han acabado de adaptarse. Consultamos en la Conade y nos dijeron que es obvio que se cansen porque entre-nan, pero si estuvieran mal la recupera-ción sería más larga. Después ya no nos informaron si seguían cansados, entonces creo que ese punto quedó resuelto.
ba olímpica, finalizó en el lugar 16. La meta era, al menos, estar entre los ocho finalistas.
Los remeros se quejaron con Cuervo y Goretti de que, en lugar de mejorar, em-peoraban. Federativo y entrenador argu-yeron que estaban “en un proceso” y que con sólo seis meses de trabajo no podría haber mejoría. Goretti anunció que para los JCC ya se verían los cambios, pero se quejó falsamente de que los remeros fal-taban a los entrenamientos.
Los deportistas informaron a Cuervo que el italiano llegaba a la pista de remo de Cuemanco casi a las nueve de la mañana, cuando ellos ya estaban terminando de en-trenar, que cuando le preguntaban por el entrenamiento del día siguiente la respues-ta siempre era “no sé” y que detectaron que el trabajo que les ponía es el mismo que su hijo realiza en Italia y que el muchacho compartía en su página de Facebook.
García Velasco fustiga: “El señor Goretti llega tarde y no quiere ni ver a los mucha-chos, sólo les pregunta: ‘¿Cómo estuvo el entrenamiento?’. Además de su sueldote, vi-ve y come en la Conade, y como el transporte sale tarde rumbo a Cuemanco, pues no llega a las siete de la mañana, cuando los remeros están entrenando. No quiere gastar ni en un taxi. Siempre se está quejando de que 80 mil pesos no le alcanzan para nada, pero solici-té su plan de trabajo y no me lo entregaron.
“Cuervo no nos informa a los miem-bros del Consejo Directivo de las decisio-nes que toma, de cómo se gasta el dinero, de por qué Patrick, que es el mejor de Méxi-co, no tiene un bote a su medida; tiene años prometiéndoselo y, ahora, Lalu le dijo que dependiendo del resultado de los Centroa-mericanos van a ver si se lo compran o no, porque como ya tiene 29 años lo ven viejo y ya lo quieren retirar. El bote tarda nueve meses en llegar, lo necesita para los Pana-mericanos. Compran y compran botes de la marca Hudson sólo porque el director téc-nico de la federación, Eduardo Arrillaga, es el que los vende, y ahí están, ni se usan; los que sirven son los alemanes y los italianos, pero en esos no quieren gastar.”
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RAÚL OCHOA
Aun año y medio de su en-trada en vigor, la Ley Ge-neral de Cultura Física y Deporte es inoperante: la Conade no ha impulsado la integración del Consejo
de Vigilancia Electoral Deportiva (Coved). Paralelamente, la Ley para la Prevención y Sanción a la Violencia en Espectáculos De-portivos (LPV, aprobada en marzo pasado) no ha servido para sancionar o evitar in-cidentes, como el del 30 de noviembre en el estadio Jalisco, cuando durante un jue-go de liguilla entre Atlas y Monterrey hu-bo una trifulca. En dicho inmueble ha ha-bido dos grandes peleas este año.
La LPV, además, invade atribuciones penales de los municipios y estados. Así, lejos de castigar a aficionados y futbolis-tas rijosos, sólo crea confusión, inefica-cia y desconfianza entre las autoridades locales.
Jesús Mena, director general de la Co-misión Nacional de Cultura Física y De-porte (Conade), tampoco ha fortalecido la Comisión Especial contra la Violencia en el Deporte, instalada en julio pasado.
Paralelamente, aún no se integra ni se publica el padrón de personas violentas vetadas en espectáculos deportivos, base de datos que deben alimentar los equipos afiliados a la Federación Mexicana de Fut-bol (Femexfut) y organismos vinculados.
A comienzos del presente año una trifulca en el estadio Jalisco motivó una gran movilización en el mundillo político, lo que de-rivó en la publicación de la ley federal contra la violencia deporti-va. La semana pasada, sin embargo, volvió a ocurrir otra bronca en el mismo escenario, con 26 lesionados, robos y detenidos. Ocurre que la Conade no ha cumplido con lo que marca la nor-ma, no ha fortalecido los órganos existentes ni se ha apoyado en la comisión legislativa creada exprofeso. La Femexfut, por su parte, se rasga las vestiduras por las grescas, pero sigue promoviendo las barras y a los aficionados más agresivos.
De broncas a broncas
El jueves 4, el diputado priista Felipe El Ti-bio Muñoz aceptó al periódico La Afición que en realidad no se aplica la LPV, ho-ras después de su fallida reunión con los integrantes de la Comisión del Deporte en San Lázaro, grupo que él preside: sólo respondieron a su convocatoria 12 de los 25 legisladores de dicho comité.
Por falta de quórum la sesión devi-no una reunión informal de trabajo. Ahí se acordó citar al director general de la Conade para que explicara el avance res-pecto del funcionamiento de la Comisión
Especial contra la Violencia en el Deporte, así como de la instalación de las 32 comi-siones estatales.
El citatorio a Mena no tendrá la forma-lidad de una comparecencia porque, a de-cir del diputado de Movimiento Ciudadano Gerardo Villanueva, el director de la Conade está “muy arropado” por Felipe Muñoz. Se-gún Villanueva, Mena será citado esta se-mana en la Cámara de Diputados. Entre los temas que se analizarán está la bronca en el estadio Jalisco, “otra barbaridad en la que no se siguió ningún protocolo”.
El 30 de noviembre, la eliminación del Atlas por el Monterrey en el juego de vuel-
DEPORTES
Contra la
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ta de los cuartos de final en la actual liguilla desencadenó una riña cuando aficionados del equipo local agredieron a los partidarios del Monterrey y a policías de Guadalajara. El saldo fue de 20 elementos de seguridad y seis civiles lesionados. De acuerdo con el comisario de la Secretaría de Seguridad Ciu-dadana, José Ángel Campa, al menos 300 es-pectadores participaron en la gresca, pero sólo tres personas fueron detenidas. La cor-poración municipal informó que cuatro pa-trullas resultaron dañadas y fueron robados seis equipos de radiocomunicación.
Estos hechos ocurrieron ocho meses después de que en el mismo escenario se presentó un episodio similar durante el cotejo entre Atlas y Guadalajara. Aquel 22 de marzo seguidores de las Chivas arre-metieron contra la Policía Municipal. La riña dejó ocho agentes lesionados, dos de ellos de gravedad. Ese choque detonó la redacción de la LPV.
El vocero de la policía tapatía, Car-los Amaral, minimizó la reciente triful-ca y aseguró al programa TDN de Televisa
que los 250 agentes destinados en el esta-dio “son la cantidad normal para un par-tido de este tipo”. Informó que esa noche el Atlas desplegó a 450 elementos de se-guridad privada y al momento del zafa-rrancho arribaron al lugar otros 100 muni-cipales. “Si sumamos son 800 elementos, suficientes para que la gente se vaya a di-vertir. Pero si va con la intención de agre-dir es muy complicado”. El día del juego había 47 mil aficionados en el Jalisco.
En contraste y con sólo horas de di-ferencia, el gobierno del Distrito Fede-ral desplegó a 4 mil 300 policías durante el partido entre Pumas y América que se disputó en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, donde se congregaron 30 mil aficionados.
El lunes 1 Amaral dijo que ya es tiempo de que se aplique con rigor la LPV. De esa forma, argumentó, habrá mayores herra-mientas para proceder con acciones más rígidas. Reconoció que en Jalisco tampo-co existe una legislación local al respecto. “Hace falta que esta ley aterrice para impo-
nerla con todo el rigor, para no esperar que haya un muerto de un bando o de otro”.
Por duplicado
Gerardo Villanueva reconoce que la prin-cipal traba de la Comisión Especial contra la Violencia en el Deporte es “la sobrerre-gulación de la propia ley”: En la LPV se es-tablecieron, con otro nombre, delitos que ya son perseguidos en los códigos penales de los municipios y estados.
Si la situación actual no se soluciona, “sencillamente la conducta delictiva se re-petirá porque hay impunidad, no hay con-signaciones ni formas de que intervenga la policía, en desventaja numérica con los transgresores. De entrada, estos actos no te los resuelve ninguna comisión”.
El legislador acusa que el problema de fondo atañe a la Femexfut, presidida por Justino Compeán, a la que respon-sabiliza de permitir que los clubes fa-vorezcan la existencia de grupos de po-rras agresivas. “Los están tolerando, por lo tanto, ¿qué diablos va a hacer una co-misión contra la violencia, si ésta es ge-nerada por los equipos mediante sus barras en aras de vender más boletos y simular un ambientazo en el futbol a través de la televisión?
“El mismo equipo recluta a estos jóve-nes, quienes en un momento de euforia y de estupidez golpean a la porra rival sin impor-tar la presencia de niños, mujeres o familias.”
Otras caras de la violencia
En Argentina y España, la violencia vincula-da al futbol dejó dos muertos el último fin de semana de noviembre. El sábado 29, las barrabravas del equipo argentino Chacarita mataron de un ladrillazo a Franco Nieto, ca-pitán del equipo visitante, Club Atlético Ti-ro Federal, en la liga regional de Aimogasta.
Al día siguiente, en España, los ul-tras del Atlético de Madrid, denominados Frente Atlético, se enfrentaron en las cer-canías del estadio Vicente Calderón con los hinchas del Deportivo La Coruña, lla-mados Riazor Blues. En las horas previas al juego, supuestamente se habían retado a través de WhatsApp.
En el zafarrancho participaron al me-nos 200 aficionados. Una persona mu-rió y 11 resultaron heridas. El fallecido, de la porra visitante, murió por traumatis-mo craneoencefálico e hipotermia, ya que después de la paliza que sufrió fue lan-zado al río Manzanares. El hombre supe-ró un paro cardiorrespiratorio tras ser res-catado por los bomberos, pero no resistió una segunda crisis.
El presidente español, Mariano Rajoy, condenó los hechos e instó a una alian-
Ger
mán
Can
seco
Villanueva. Lagunas legales
“El Tibio”. Omisiones
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ardo
Mira
nda
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DEPORTES
za para impedir que vuelvan a producir-se acontecimientos similares. El Atlético de Madrid anunció, 48 horas después del asesinato, la expulsión de sus aficionados más violentos.
Deportivo La Coruña informó que ce-rrará las puertas de su estadio a los Riazor Blues en los dos siguientes juegos del equi-po. El expresidente de ese club Augusto Cé-sar Lendoiro fue destituido como embaja-dor de la Liga de Futbol Profesional (LFP) de España por asistir al entierro del ultra de ese equipo, difundió el miércoles 4 el presi-dente de la LFP, Javier Tebas. “No podemos permitir que, en un momento como éste, en el que condenamos cualquier acto de violencia y estamos luchando duramente, un representante de la Liga se deje ver con esta gente. Que no olvide que nosotros no aceptamos guardar un minuto de silencio. Y ahora va él y se deja ver”.
Lendoiro asumió el cargo de embaja-dor de la LFP al concluir la pasada tem-porada, meses después de perder la pre-sidencia del Deportivo tras 25 años. Actualmente es consejero independiente del club Santos Laguna.
El Consejo Superior de Deportes (CSD) de España dio a conocer, el jueves 4, san-ciones contra 88 seguidores de ambos clu-bes. Les fijó multas de 60 mil euros y les prohibió asistir a los recintos deportivos durante cinco años.
Asimismo, luego de la cumbre celebra-da entre el CSD, la LFP y la Federación Es-pañola de Futbol, ese jueves se aprobó un Plan Antiultra, que prevé cierres parciales de estadios, pérdida de puntos y descen-sos de los combinados que no colaboren. Las ordenanzas entrarán en vigor el lunes 15. Además, se informó que habrá refor-mas legislativas al respecto.
La dejadez
Mientras el presidente Enrique Peña Nie-to decide no entregar el Premio Nacional del Deporte 2014 y cancela el Desfile De-portivo del 20 de noviembre, la Femexfut y la Conade evitan ofrecer medidas anti-violencia. Ni siquiera los funcionarios ja-liscienses han tomado cartas en el asunto a una semana del encontronazo en el es-tadio Jalisco.
José Luis Aguilera, actual regidor en Querétaro, fue integrante de la Comisión de Deporte de la Cámara de Diputados en-tre 2006 y 2009. Durante ese lapso impul-só infructuosamente una iniciativa de ley antiviolencia en los escenarios deportivos que, asegura, se apropió el legislador priis-
ta Gerardo Liceaga, excomentarista de Te-levisa, quien logró integrar esta disposi-ción en la LVP.
Aguilera recuerda que la Femexfut fue la principal opositora de la iniciativa ori-ginal: “El día que visitamos en sus ofici-nas a Justino Compeán y Decio de María (entonces secretario general) nos regala-ron un balón y una playera de la Selección nacional y nos advirtieron: ‘Con eso no se metan’”.
Después, cuando Aguilera presidió la Comisión de Deporte del Congreso de Querétaro retomó la iniciativa, ahora a ni-vel estatal. “De pronto nos encontramos que la Femexfut presionó fuertemente al gobierno del estado para impedir la inicia-tiva. Insistimos y logramos sacarla”.
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port
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l Mol
ina
Carne de cañón
94 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
Del magistrado Martiniano Martínez
Señor director:
En la revista Proceso 1983,
del 2 de noviembre de 2014,
Jesús Cantú rotula su cola-
boración del siguiente modo:
Pavor a la voluntad popular,
pero no dice de quién es ese
pavor. Coincidimos en que “el
instrumento para la realización
de consultas ciudadanas nació
muerto”, mas no por las deci-
siones de la Corte al rechazar
las consultas sugeridas por el
PAN, el PRD y el PRI, sino por
la ligereza y poca visión de los
legisladores de esos partidos
cuando aprobaron el párrafo
3° del artículo 35, fracción VIII
de la Constitución, donde se establece que no
podrán ser objeto de consulta popular la mate-
ria electoral, los ingresos y gastos del Estado,
hipótesis que impidieron a la mayoría de los
integrantes de la Corte determinar la constitucio-
nalidad de la materia de las consultas puestas a
su consideración.
Efectivamente, se pretendió modelar un ins-
trumento de democracia semidirecta, y los legisla-
dores crearon una ilusión temporal en analistas y
actores políticos; ante el revés, se volcaron equivo-
cadamente contra la Corte. Esta reforma y las otras
215 con que ha sido manoseada la Constitución
desde 1917 hasta el 10 de febrero del año en curso
han evidenciado la ineptitud de los legisladores y
derrumbado su creencia de que con las leyes mal-
hechas el país superará sus problemas.
La reforma constitucional en cuestión no
resistió el primer embate, y para resolver el en-
tuerto los políticos ya piensan reformar la Cons-
titución –al fin y al cabo ella no sirve para nada–,
olvidándose de otros problemas que acucian.
Por ejemplo: La pobreza se incrementa día con
día, sobre todo porque el gobierno endeuda al
país para satisfacer su egolatría; la paz y con-
cordia brillan por su ausencia; se multiplican por
todo el territorio las fosas clandestinas para ca-
dáveres de mexicanos no identificados; la capa-
cidad e idoneidad de las fuerzas policiacas para
la defensa de la vida y los bienes de las personas
es una vergüenza, pues aquéllas permanecen
inactivas contemplando sádicamente el ataque a
la vida y a los bienes de los nacionales.
Si los legisladores hubieran sido hábiles,
la redacción sobre consultas populares
podría haber sido la siguiente: Es de-
recho del ciudadano ser consultado en
asuntos de interés nacional. La Corte
resolverá sobre la constitucionalidad de
la materia de consulta antes de la con-
vocatoria por el Congreso a petición del
presidente de la República, de al menos
un tercio de los integrantes de cualquiera
de las Cámaras del Congreso o de mil o
más ciudadanos conocedores de la mate-
ria. El resultado será vinculatorio cuando
la participación ciudadana sea superior al
51% de los ciudadanos inscritos en la lista
nominal de electores y la votación favora-
ble sea de mayoría absoluta.
Si la consulta es realmente de interés
nacional, parece obvio que los consul-
tados acudirán en mayoría a las urnas y
la votación favorable superará el 50% de los
consultados.
AtentamenteLicenciado Martiniano Martínez Reyes
Magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca, jubilado
Respuesta de Jesús Cantú
Señor director:
En relación con la carta del magistrado Marti-
niano Martínez, tres muy breves comentarios:
Uno: En el texto del artículo de referencia
está implícito que el pavor a la voluntad popular
es del presidente y los legisladores, pero también
de la mayoría de los ministros de la Corte, que
optaron por la interpretación más restrictiva.
Dos: Debo mejorar la analogía: La consulta
popular no nació muerta, estaba en estado de
coma y los ministros optaron por proceder a la
muerte asistida, en lugar de dar vida al instrumen-
to, hálito a la democracia, y una esperanza al país.
Tres: En lo general, comparto su propuesta
de redacción, pero difiero en que los solicitantes
sean “…ciudadanos conocedores de la mate-
ria…”, pues además de ser elitista, otra vez sería
un criterio ambiguo que permitiría echar abajo
nuevas solicitudes.
AtentamenteJesús Cantú
Acerca de Pavor a la voluntad popular
De Andrés Aullet Cuevas
Señor director:
En el reportaje Están identificados, pero nadie
los detiene, publicado en Proceso 1986,
mencionan un informe policial que identifica a 10
grupos anarquistas que “se han enquistado en
movilizaciones y son los que provocan violencia”.
En el apartado “Los anarcos señalan entre otras
a nuestra organización”. “Liga de Trabajadores
Socialistas”, (sic) como parte de los “defensores
jurídicos” de tales grupos, y afirman que otro de
nuestros agrupamientos, Pan y Rosas, mantiene
“nexos” con ellos.
Consideramos peligrosa la asociación que
se hace en el reporte reproducido en sus páginas
y firmado por Sara Pantoja, pues implicaría a
quienes las autoridades deben detener, siendo
que, como lo vimos en las aprehensiones arbitra-
rias del 20 de noviembre y en la consignación a
penales de máxima seguridad de 11 personas sin
pruebas, las corporaciones policiacas fabrican
acusaciones para criminalizar la protesta social.
La implicación que hace el gobierno en tales
reportes es utilizada para incriminar como delin-
cuentes también a los abogados que defienden a
presos políticos, como lo hemos hecho en diver-
sos procesos de detenciones arbitrarias.
En un contexto donde crece el repudio social
por la desaparición de 43 normalistas de Ayotzi-
napa, resulta favorable para el gobierno convertir
este rechazo legítimo en falsas imputaciones con-
tra quienes luchamos por justicia y mejores con-
diciones de vida de los trabajadores y la juventud.
Es por ello que nos llamó la atención el contenido
del reportaje, siendo que Proceso es uno de los
pocos medios críticos que desde sus páginas ha
documentado la criminalización social.
El Movimiento de los Trabajadores Socia-
listas (MTS), agrupación política nacional con
registro ante el INE, participa públicamente en
diversas iniciativas de apoyo a los normalistas,
como la Asamblea Interuniversitaria, y en las
movilizaciones multitudinarias de las jornadas
de acción global y por la liberación de los presos
políticos, ejerciendo nuestro derecho democrá-
tico a la manifestación y a la asociación que,
con operativos policiales, el gobierno busca
criminalizar.
La Liga de Trabajadores por el Socialismo
(LTS) dio paso al surgimiento del MTS para
construir una organización política de izquierda
anticapitalista y socialista, independiente de los
partidos políticos del régimen. En sectores de
activistas y luchadores jóvenes y trabajadores es
sabido que el MTS nace de la LTS y hereda su
historia y tradición de lucha.
La Agrupación de Mujeres Pan y Rosas es una
organización continental que lucha por los dere-
chos de las mujeres. Ha impulsado acciones contra
el feminicidio y el derecho al aborto, y hoy mantiene
una campaña por la libertad de las presas políticas
del 20NovMX y otras como Nestora Salgado y Ja-
queline Santana, a quien la Policía Federal intentó
hacer víctima de desaparición forzada.
Como MTS y Pan y Rosas, nos hemos suma-
do anteriormente a esfuerzos democráticos de
lucha contra la represión y contra detenciones ar-
bitrarias poniendo nuestras fuerzas al servicio de
la liberación de los presos políticos del gobierno
de Mancera y Peña Nieto. Nosotros mismos he-
mos sido víctimas de esta práctica autoritaria al
final de la movilización conmemorativa del 10 de
junio en 2013, cuando cinco militantes del MTS
fueron arbitrariamente detenidos y posteriormen-
te liberados sin cargo alguno. Lo hemos hecho
al igual que otras organizaciones, profesionistas,
intelectuales y artistas ante tales hechos.
Nuestra posición política como organización
es conocida públicamente y es accesible para
cualquier persona en nuestra prensa, Tribuna
Socialista, nuestras redes sociales y la página
de internet www.mtsmexico.org, y hoy consiste
en el llamado a desarrollar la organización y
coordinación de los trabajadores, campesinos y
el movimiento juvenil que ha salido a las calles
para que, mediante la Huelga General Política,
se haga realidad la demanda de “que se vayan
todos” y se imponga un gobierno provisional de
las organizaciones obreras, campesinas y popu-
lares en lucha que convoquen a una Asamblea
Sobre Están identifi cados, pero nadie los detiene
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 95
PALABRA DE LECTOR
Constituyente para dar una salida favorable a
las demandas históricas de los trabajadores y
el pueblo pobre.
Atentamente Andrés Aullet Cuevas
Representante legal del MTS
Respuesta de la reportera
Señor director:
En relación con los comentarios de Andrés
Aullet Cuevas, representante legal del Mo-
vimiento de los Trabajadores Socialistas, deseo
enfatizar a nuestros lectores que, tal como él lo
reconoce, esta reportera se limitó a reproducir
De Martí Batres Guadarrama
Señor director:
Le agradeceré disponer en Palabra de Lector
un espacio para las siguientes líneas.
Señor Javier Sicilia:
Aunque primero dijo que había que desapa-
recer al Estado y ahora nos dice que ya no
existe, llega usted a la misma conclusión que
nosotros: sus instituciones están podridas y
hay que transformarlas. Nos da la razón cuando
plantea reformar el IFAI y el Poder Judicial, y más
aún cuando dice que hay que devolver a la ciu-
dadanía el control del Instituto Nacional Electoral.
¿Y para que sanear el INE si no es para organizar
votaciones?
El boicot electoral no ayuda a que la ciuda-
danía pueda influir en esa transformación, por
una razón muy sencilla: los que dejan de votar
son precisamente ciudadanos críticos e incon-
formes. Las clientelas y los votos comprados
quedan intactos y permiten dar continuidad a los
Ulises Ruiz, Mario Marín, Tomás Yarrington, Man-
lio Fabio Beltrones, Murillo Karam, Osorio Chong,
Javier Duarte, Humberto Moreira, Carlos Salinas,
Rubén Figueroa, Felipe Calderón, Juan Molinar
Horcasitas, Eduardo Bours, Vicente Fox, etcéte-
ra. Todos ellos están muy contentos con el boicot
electoral, son sus beneficiarios directos.
Evidentemente, fuera de Morena existen más
mujeres y hombres comprometidos con el cam-
bio. Por supuesto que queremos caminar junto
con todos ellos. De hecho, así ha sucedido. A las
marchas que usted ha convocado hemos asistido
miles de ciudadanos que hoy pertenecemos a
Morena.
El punto estriba en que, desde Morena,
proponemos un camino claro y posible para
transformar al país: construir una coalición muy
amplia, muy grande, de ciudadanos y ciudadanas
que logre ganar la elección presidencial para sa-
cudir desde sus cimientos al régimen. En cambio,
usted plantea una ilusión, pues entre abstenerse
de votar y transformar las instituciones no existe
un nexo lógico causal.
Con AMLO en el gobierno de la República no
habría ocurrido lo de Tlatlaya ni lo de Ayotzinapa,
porque se habría acabado la idea de combatir la
violencia con la violencia. Pero usted difícilmente
podría reconocerlo porque prefirió la llegada de
Enrique Peña Nieto antes que atreverse a apro-
vechar la oportunidad de dar el gran salto en la
transformación de México.
Atentamente Martí Batres Guadarrama
Presidente del CEN de Morena
Respuesta de Javier Sicilia
Señor director:
Le solicito publicar la siguiente contrarréplica
para Martí Batres.
Es difícil dialogar con usted, querido Martí
Batres. No porque carezca de inteligencia, sino
porque la ideología –es el sino de todo pensa-
miento que se articula desde una fe que cree
poseer la verdad absoluta– lo ciega y lo hace
omitir ciertos argumentos y deformar y simplificar
las cosas. Yo por eso nunca defiendo a la Igle-
sia como institución. Edifica, al igual que lo han
hecho las izquierdas y las derechas del Estado
–hijas laicas de ella–, segregaciones, patíbulos,
purgas y violencia –es el sino de todo Leviatán–.
Trataré, sin embrago, de resumir mis argumentos
para evitar las omisiones y tergiversaciones que
usted ha hecho.
1.Cuando dije que había que desaparecer
al Estado moderno me referí a la ilusión que
lo sostiene y de la cual forman parte las urnas
que usted se aferra en defender. Detrás de esa
ilusión –es la evidencia de la realidad– ya no hay
Estado. Un Estado que no es capaz de dar paz,
seguridad, justicia, a sus ciudadanos, ya no es un
Estado. Es una asociación delictiva que la ilusión
de muchos oculta.
2.Las elecciones –recuerde simplemente las
del 2012– no han dejado de ser las de la ignomi-
nia. En ese año, cuando ustedes formaban parte
del PRD y AMLO buscaba la Presidencia, Abarca,
mediante el voto, llegó al poder de Iguala, y uste-
Prosigue la polémicasobre el “boicot electoral”
des, que conocían desde el 22 de junio de 2011
sus vínculos con el crimen organizado, según lo
ha revelado Bejarano, guardaron silencio. Con
AMLO en la Presidencia, la masacre de Ayotzi-
napa habría, contra sus ilusiones, Martí Batres,
irremediablemente sucedido, como también, por
desgracia, habría sucedido Tlatlaya, gobernada
por el priista Eruviel. En 2009, el partido en el
que ustedes militaban introdujo en la cajuela de
un automóvil, y contra todas las evidencias de
sus vínculos con La Tuta, a Julio César Godoy a
la casa de los ciudadanos para nombrarlo dipu-
tado, y ustedes no dijeron nada. La lista de sus
omisiones y complicidades con la corrupción y el
crimen, al igual que la de todos los partidos, es
inmensa. ¿Por qué, entonces, deberíamos creer
que su llegada en las elecciones intermedias
de 2015 con Morena a esa estructura corrom-
pida los haría mejores y cambiaría la realidad?
El asunto, querido Martí Batres –y es lo que se
niegan a entender–, es de estructura, no de per-
sonas. Lo que ustedes llaman Estado son esas
instituciones atrapadas en las redes de la delin-
cuencia de las que ustedes formaron y forman
parte. Ninguna asistencia a las urnas ha evitado
lo que ustedes hicieron –a los ejemplos que ya
di agrego otro entre decenas: Los asesinatos en
Cherán y Ostula, en Michoacán (aún impunes),
se perpetraron bajo el gobierno de Leonel Go-
doy, cuando ustedes aún eran perredistas. En
la última comunidad, cuando asesinaron a don
Trino, en diciembre de 2011, varios miembros del
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
estuvieron a punto de perder la vida– ni los per-
sonajes que usted enumera. Durante 2012 ellos
llegaron y AMLO perdió bajo el peso de la misma
corrupción que ustedes avalaron al participar del
proceso electoral y del juego ya degradado del
Estado y de las partidocracias. Aun cuando el
2.47% de los que anulamos nuestro voto hubié-
ramos votado por él, habría perdido. En lugar de
obtener 22.62% de los votos, habría obtenido
24.64% contra 32.62% del PRI. No me diga
entonces que yo “preferí la llegada de Enrique
Peña Nieto”. Eso, en nombre de la ilusión de las
urnas, no sólo oculta la realidad y los argumen-
tos que entonces esgrimí. Es algo peor, es mentir
descaradamente y fabricar chivos expiatorios.
Así, querido Martí Batres, se alimenta el odio que
confunde a la gente y levanta patíbulos. A uste-
des les falta humildad, autocrítica y profundidad
analítica.
3.Cuando en mi respuesta anterior dije que
el llamado al boicot electoral –no al voto nulo que
legitimaría la corrupción de las elecciones– debe
ir acompañado de exigencias medibles como
(cito textualmente, porque usted me interpreta
desde su molino) “liberar a todos los presos
políticos; devolver a la ciudadanía el control
del INE, de la Comisión de Atención a Víctimas
(usted la omite en su respuesta y me pregunto
si realmente le importan las víctimas o sólo son
para ustedes parte de la ignominia del juego
electoral), del IFAI y de todos los organismos
que a la ciudadanía pertenecen y que los par-
tidos han cooptado y corrompido; deslocalizar
al Poder Judicial y crear un comité de vigilancia
ciudadano…”, cuando dije eso, lo dije no por-
que se hará –creerlo es una ilusión en medio del
pudrimiento absoluto del Estado–, sino, vuelvo a
citar mis palabras, porque “ningún partido ni go-
bierno lo harán, con lo que el fracaso del Estado
quedará más claro”. Mientras eso no sucede –de
allí la tercera propuesta para acompañar el boi-
las partes sustanciales de un informe interno
elaborado y compartido por los gobiernos federal
y capitalino.
AtentamenteSara Pantoja
96 1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014
cot y que cito nuevamente–, hay que “organizar
un comité ciudadano de salvación nacional, con
hombres mujeres absolutamente morales y ciu-
dadanos que llame a un nuevo Constituyente que no tiene que ser igual al del Estado-nación”
con sus sistema de partidos.
Mi llamado, por lo tanto, es a eso: a un
boicot electoral, acompañado de exigencias de
reforma que nadie cumplirá y, en consecuencia,
a la creación de un comité de salvación nacional
que convoque a (y organice) un nuevo Constitu-
yente que refunde la vida política de la nación y
consiga verdaderas formas de vida democrática.
Trabajo duro, pero necesario y fundamental fren-
te a la crisis civilizatoria en que estamos hun-
didos. O lo logramos o quedaremos atrapados
por mucho tiempo en el infierno que el Estado
ha creado y reproduce bajo la “ilusión demo-
crática”. Si realmente aman a México, querido
Martí Batres, y entienden de política, no de grilla
y de lucha por el poder trasnochadas y rebasa-
das por la historia, ¿serían capaces de poner
su saber y su fuerza al servicio de esa causa
ciudadana y de una nueva historia o, por el con-
trario, en nombre de sus ilusiones, continuarán
alimentando el infierno y queriendo apagar el
fuego con la gasolina electoral que fabrican los
cárteles con la sangre, el dolor, la esclavitud y la
muerte de la gente?
Atentamente Javier Sicilia
Paz, Fuerza y Gozo
Del gobierno de Aguascalientes
Señor director:
Quiero hacer de su conocimiento que en
Proceso 1987, correspondiente al 30 de
noviembre de 2014, la página 22 contiene un
error en el pie de foto al confundir al empresario
Juan Armando Hinojosa Cantú con el gobernador
constitucional de Aguascalientes, ingeniero Car-
los Lozano de la Torre.
El pie de foto de referencia dice: “Hinojosa
Cantú. El proveedor favorito”.
Esperando vernos favorecidos con la aclara-
ción correspondiente, quedo de usted.
AtentamenteIngeniero Jaime A. Toscano Morfín
Coordinador de Comunicación Social del gobierno del estado de Aguascalientes
Respuesta de la Redacción
A l gobernador Carlos Lozano de la Torre y al
empresario Juan Armando Hinojosa Cantú,
así como a todos los lectores de Proceso, se
piden disculpas por el error que refiere la carta
precedente, debido entre otras cosas a que la
agencia de fotografía que expidió dicha imagen
así la identifica, lo cual motivó inclusive que otro
medio de circulación nacional incurriera previa-
mente en la misma confusión.
De Margarita de la O Lavalle
Señor director:
Después de hacer un reconocimiento a la
empresa editorial que preside el señor Julio
Scherer García, rodeado de un sinnúmero de
ilustrados colaboradores, permítame agradecer la
publicación de mi carta (Proceso 1984) dedicada
a Jorge Saldaña: político, filósofo, escritor, poeta,
compositor, cantante, productor y locutor de la
radio y televisión mexicana y extranjera.
A mi modesta participación en este homena-
je en Palabra de Lector se unió la veraz pluma de
la profesora Llilian Verine Peters, quién en Proce-so 1985 completa “un poco (según sus palabras)
la biografía de Jorge”.
Por su parte, en esa misma edición, el tam-
bién profesor Pedro García Rojas finaliza la expo-
sición de su problemática –la de que en Durango
buscan poner fin a un grupo pro-bolero– con las
sentidas condolencias para todos los familiares
de don Jorge Saldaña como “gran promotor del
bolero en México”.
Jorge Saldaña: Tu imagen continúa pre-
sente en las tres generaciones que instruiste y
educaste.
Descansa en paz.
Atentamente Profesora Margarita de la O Lavalle
Exigen universitarios excusarse
de sus casos al titular de la CNDH
Señor director:
Agradeceremos la publicación de la presente
carta, dirigida al licenciado Luis Raúl Gonzá-
lez Pérez, presidente de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos (CNDH) y exabogado general
de la UNAM.
Por ética profesional y porque así lo esta-
blece el artículo 73 del Reglamento de la Comi-
sión Nacional de los Derechos Humanos, usted,
al momento de asumir su nuevo cargo, debió
presentar la excusa de conocer de cualquier
asunto que aún se encuentre en trámite, en etapa
de investigación y/o pendiente de resolver en
relación con las más de cien quejas que fueron
interpuestas ante la CNDH por miembros de la
comunidad de la UNAM, así como de las futuras
donde estemos involucrados.
El citado artículo 73 (De los impedimentos)
dice: “Los visitadores generales, visitadores ad-
juntos y demás personal de la Comisión Nacional
están impedidos para conocer de asuntos por
alguna de las causas siguientes:
“III. Tener interés personal en el asunto…
“VII. Haber sido apoderado, patrono o
defensor en el asunto de que se trata, o haber
gestionado o recomendado anteriormente el
asunto en favor o en contra de alguno de los
interesados.
“En caso de que un visitador general, visita-
dor adjunto y demás personal de la Comisión Na-
cional tenga conocimiento de que se encuentra
en alguna de las causas de impedimento deberá
excusarse de inmediato del conocimiento del
asunto y solicitar a su superior la calificación y
determinación final sobre la excusa.”
Sin embargo, usted no presentó dicha ex-
cusa por lo que respecta a los asuntos de los in-
tegrantes de la UNAM de los que conoció siendo
abogado general, por lo que algunos de nosotros
ya le solicitamos individualmente por escrito que
lo haga por tener el temor fundado de que su
intervención y resolución sean en nuestra contra
y favorezcan a la UNAM.
Es de nuestro conocimiento que el “superior
de la CNDH” es la Comisión Interamericana de
los Derechos Humanos, por lo cual le solicitamos
atentamente turne nuestras quejas ante esta ins-
titución, pues esperamos que otros especialistas
en el tema revisen el acoso laboral, las arbitra-
riedades y las violaciones a nuestros derechos
humanos que han y están siendo cometidos en
nuestra contra por autoridades de la UNAM y,
muy en particular, los consumados por los doc-
tores Rosaura Ruiz Gutiérrez, Leoba Castañeda
Rivas y Leonardo Lomelí Vanegas, directores de
las facultades de Ciencias, de Derecho y de Eco-
nomía, respectivamente.
Nuestro temor fundado se basa en que us-
ted, como abogado general y representante legal
en asuntos judiciales de la UNAM, no cumplió
con la tarea de solucionar los problemas de los
firmantes y de otros universitarios con objetivi-
dad, imparcialidad y respetando nuestros dere-
chos fundamentales. Por el contrario, sólo fue
omiso y cómplice de las violaciones y del abuso
de autoridad perpetrado en nuestra contra. Lo
anterior, sólo por mencionar lo que se alcanza a
ver del iceberg de irregularidades que usted dejó
y que flota en la UNAM.
Esperamos que todos los universitarios con
casos semejantes también soliciten individual-
mente su excusa, porque ni como abogado ge-
neral de la UNAM ni ahora como presidente de la
CNDH ha hecho lo que le corresponde hacer.
Atentamente José Abarca Reyes, Claudia Alicia Salazar
Pillado, Gerardo Ruiz Chavarría, José Abarca Munguía, Víctor Amaury Simental Franco, Isa-
bel Buendía Cortés, Bernardo Salas Mar, Ignacio Campos Flores, Pablo De la Mora y Palomar
Askinasy, Sabina Ruiz Chavarría, Virgilio Se-rrano Perea y María del Carmen Bazúa Durán
(responsable de la publicación)
A LOS LECTORES
1. Toda carta dirigida al semanario Proceso deberá contener nombre y firma de su autor, una identificación fotocopiada o escaneada (de preferencia credencial de elector, por ambos lados), dirección y, en su caso, teléfono o correo electrónico. Si el remitente sólo desea publicar su nombre, lo indicará; de lo contrario, el resto de sus datos también podrían ser difundidos.
2. Ninguna carta tendrá una extensión mayor de dos cuartillas, es decir, no más de 56 líneas de 65 caracteres cada una.
3. La correspondencia no incluirá docu-mentos probatorios de lo denunciado; se publicará conforme a su turno de llegada, y podrá ser enviada por correo, entregada personalmente, transmitida por fax (56-36-20-55) o dirigida a [email protected].
4. La sección Palabra de Lector cierra los miércoles de cada semana.
1988 / 7 DE DICIEMBRE DE 2014 97
Solicitan a Chuayffet resolver
graves anomalías en el CB
Señor director:
Le solicitamos publicar en Palabra de Lector la
presente carta abierta, dirigida al secretario
de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor.
Licenciado Chuayffet: El Colegio de Bachi-
lleres (CB) del área metropolitana de la Ciudad
de México ha sufrido un grave deterioro acadé-
mico por las políticas implementadas por sus
directivos. Este deterioro se ha incrementado a
partir de la imposición de la Reforma Integral de
la Educación Media Superior (RIEMS), y se ha
agudizado en la gestión de año y medio de su
directora general, Sylvia B. Ortega Salazar.
Al ser designada, y después de un diag-
nóstico superficial, concluyó que los principales
responsables de la alta deserción y el bajo nivel
académico de los alumnos son los profesores;
sin tomar en cuenta la crisis del sistema educa-
tivo nacional, los bajos salarios de profesores
y trabajadores y las violaciones a sus derechos
laborales, las grandes fallas de infraestructura y
la tradicional incompetencia de la burocracia de
nuestra institución.
Inmediatamente después, puso en marcha
un nuevo proceso de cambio de plan de estudios
y programas sin la participación real de los profe-
sores y sin una evaluación profunda del fracaso
de la RIEMS, por lo que, entre otras cosas,
varios de los programas del primer semestre, ya
aprobados, tienen grandes deficiencias.
Aplicó ilegalmente el Reglamento del Perso-
nal Académico (que ella de manera unilateral im-
puso), el cual redujo la carga horaria y el salario
respectivo de cientos de profesores, muchos de
los cuales han demandado laboralmente al Cole-
gio. Además, con ello afectó a miles de alumnos
que se quedaron varias semanas sin clases,
mientras eran contratados nuevos maestros.
Después, lanzó una convocatoria para aspi-
rantes a profesor casi en secreto, en donde dice
erróneamente que el CB se incluye en el aparta-
do B del artículo 123 de la Constitución, cuando
está en el A, es decir, con relaciones bilaterales
en lo laboral. Esta convocatoria provocó que de-
cenas de maestros interinos con uno o dos años
de antigüedad se quedaran sin trabajo.
A finales de mayo de este año, ante lo que
ella denominó “inminencia de la huelga” del
sindicato del CB (SINTCB) para el 3 de junio,
decidió adelantarse a la misma terminando el
semestre el 30 de mayo, cuatro semanas antes
de la fecha oficial, ordenando a los profesores
dar calificaciones finales en ese día. No hubo
huelga, pero el semestre, gracias a su preocupa-
ción “académica”, en los hechos terminó dicho
viernes. En pocas palabras, la directora hizo una
huelga patronal para “evitar” una huelga sindical.
A mediados de agosto, no defendió a los
maestros que concursaron para conservar su
empleo ante el Instituto Nacional de Evaluación
Educativa y la SEP. Todo fue un caos: una convo-
catoria clandestina, un examen antipedagógico
con duración de más de 12 horas, preguntas que
no tenían relación con la guía, comunicación de
resultados pospuesta…
El mismo concurso motivó una serie de injus-
ticias: que maestros con antigüedad fueran des-
pedidos porque resultaron “no idóneos”, que otros
“idóneos” no fueron contratados, y que a unos más
que sí lo fueron se les asignaran horas arrebatadas
ilegalmente a maestros basificados. En pocas pala-
bras, prevalecieron la arbitrariedad y el fraude.
Por lo antes expuesto, licenciado Chauyffet,
le solicitamos de manera urgente que en el Co-
legio de Bachilleres se respete nuestro Contrato
Colectivo de Trabajo, y aplicar las medidas lega-
les y administrativas para resolver las situacio-
nes arriba expresadas: destitución de Sylvia B.
Ortega Salazar y participación de los profesores
en el nuevo plan de estudios y programas, ya
que de otro modo nuestro trabajo académico se-
guirá realizándose en un clima de autoritarismo,
arbitrariedad, fraude e ilegalidad, elementos en
nada favorables al mejoramiento académico que
necesita con apremio nuestra institución. (Carta
resumida.)
AtentamenteProfesores y trabajadores que apoyan el
documento: Edith Ramírez Hernández, Gusta-vo Moreno Martínez, Pedro Acevedo Recillas, Bárbara Jiménez Acosta, Juan Carlos Ferrer
Márquez (responsable de la publicación) y 20 firmas más
Barrendero enfermo pide ayuda
a Mancera y Lerdo de Tejada
Señor director:
Le ruego difundir la siguiente carta, dirigida al
jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel
Mancera Espinosa, y al director del ISSSTE, Se-
bastián Lerdo de Tejada Covarrubias.
Soy un trabajador que desde hace años lim-
pia y barre desde la Avenida 613 hasta la Avenida
633, a partir de las 6:00 de la mañana.
Hago dos horas de trayecto de mi casa a mi
lugar de trabajo pues vivo en la colonia Luis Cór-
doba Reyes de Chimalhuacán, Estado de México.
Desde hace mes y medio mi salud se ha de-
teriorado. Estuve internado en el Hospital General
José María Morelos y Pavón del ISSSTE; 30 días
después, ya con los estudios, regresé con mi mé-
dico familiar a la clínica Ermita Zaragoza.
Me retiraron la sonda. El doctor me dijo que
debía ir con el urólogo. A los dos días volvió el
dolor abdominal, ya que no podía orinar, y me
colocaron nuevamente la sonda. La cita con el
urólogo me la dieron para el 15 de julio de 2015.
No creo aguantar tantos meses sin atención
médica debido a que la sonda me produce más y
más infección urinaria. Los resultados de los estu-
dios reflejan que mi nivel de antígeno prostático es
de 54.90 ng/ml., valor que está muy por encima de
lo normal, lo cual refleja la gravedad de mi estado
de salud.
Por todo lo que describo, con todo respeto soli-
cito como trabajador del DF que usted gobierna con
oficio, alta política y congruencia ética, su valiosa
intervención para que se me otorgue el tratamiento
médico quirúrgico correspondiente a la brevedad,
con el fin de evitar futuras complicaciones en mi sa-
lud y en mi entorno laboral y familiar (yo soy el único
sostén de mis hijos y esposa).
AtentamenteMiguel Ángel Valencia Arroyo
Afiliación al ISSSTE: VAAAM -44122G10Calle Jaime Salvador E., manzana 34, lote 21
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PALABRA DE LECTOR
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