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1950 Harold A. Innis, Empire and Communications Marshall McLuhan escribió que gustaba de pensar su Galaxia Guten- berg (1962) como una apostilla a las observaciones de Harold Innis so- bre las consecuencias psíquicas y sociales de la adopción de la escritura y de la difusión de la prensa de caracteres móviles. Y si tenemos que reconstruir la herencia intelectual y cultural de la estructura teórica ela- borada en Empire and Communications, al menos en lo que se refiere a los estudios de la comunicación, fue precisamente McLuhan, el más co- nocido entre los no muchos estudiosos que han construido sus propias reflexiones a partir de los estudios de Innis. Su esfuerzo para dar vida a una sistematización teórica ambiciosa y capaz de proponerse como cla- ve de lectura global de las mutaciones económicas y tecnológicas será de hecho retomado y revisitado sistemática y únicamente por McLuhan (y en menor medida por Eric Havelock, Jay D. Bolter y otros estudiosos de la llamada Escuela de Toronto), aunque en modo completamente personal, y con una decidida reducción del peso atribuido a la economía y al poder y con un mayor énfasis en la cultura y en las consecuencias psíquicas y sociales de la innovación tecnológica. De su colega en la Universidad de Toronto McLuhan deriva la con- vicción de la centralidad de la comunicación como variable decisiva para comprender el crecimiento y el desarrollo de sociedades e instituciones 93

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1950Harold A. Innis, Empire and

Communications

Marshall McLuhan escribió que gustaba de pensar su Galaxia Guten-berg (1962) como una apostilla a las observaciones de Harold Innis so-bre las consecuencias psíquicas y sociales de la adopción de la escrituray de la difusión de la prensa de caracteres móviles. Y si tenemos quereconstruir la herencia intelectual y cultural de la estructura teórica ela-borada en Empire and Communications, al menos en lo que se refiere alos estudios de la comunicación, fue precisamente McLuhan, el más co-nocido entre los no muchos estudiosos que han construido sus propiasreflexiones a partir de los estudios de Innis. Su esfuerzo para dar vida auna sistematización teórica ambiciosa y capaz de proponerse como cla-ve de lectura global de las mutaciones económicas y tecnológicas seráde hecho retomado y revisitado sistemática y únicamente por McLuhan(y en menor medida por Eric Havelock, Jay D. Bolter y otros estudiososde la llamada Escuela de Toronto), aunque en modo completamentepersonal, y con una decidida reducción del peso atribuido a la economíay al poder y con un mayor énfasis en la cultura y en las consecuenciaspsíquicas y sociales de la innovación tecnológica.

De su colega en la Universidad de Toronto McLuhan deriva la con-vicción de la centralidad de la comunicación como variable decisiva paracomprender el crecimiento y el desarrollo de sociedades e instituciones

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en la historia de la civilización. En Empire and Communications se afirmacon fuerza, a través del estudio de un periodo que va desde el siglo V a.e.hasta la mitad del siglo XX, que es el predominio de uno u otro mediumlo que determina la organización de las civilizaciones, según una orien-tación que se presenta de hecho como una teoría total. Determinar sig-nifica aquí, y con raras opiniones discordantes, determinismo, aunquediferente del atribuido a McLuhan: Empire and Communications sugiereque las sociedades, las civilizaciones y las formas de vida en común seconstruyen a partir de una u otra «tecnología característica» (Bolter)que poco a poco las distingue y, también, por la competición entre me-dia diferentes y entre grupos sociales interesados en su adopción.

La reconstrucción teórica de Innis es solo en parte cronológica, y seconfigura, por el contrario, como genealógica, ya que al definir mode-los generales valorando transversalmente ciclos de ascenso, desarro-llo y decadencia de los imperios superpone en muchas ocasiones losdiversos niveles temporales examinados. En síntesis, Empire and Com-munications ofrece una interpretación del desarrollo de la civilizaciónenfocado a mostrar las modalidades a través de las que las tecnologíasde la comunicación han dado forma a la historia de Occidente.

Las vías del imperio.Comunicación y poder en Harold Innisde Andrea Miconi

1. La fortuna de un autor, ya se sabe, no depende solamente de susméritos, del perfil cristalino de la calidad científica, sino también delos complejos recorridos de su adopción, de las contingencias y de losaccidentes del espíritu del tiempo; de las afinidades que un texto des-cubre con los procesos que se despliegan a su alrededor. Apocalípticose integrados, por poner un ejemplo, hizo vibrar, ya desde el título, unnervio descubierto de la crítica cultural, tanto como El espíritu deltiempo, más o menos en los mismos años. La sociedad del espectáculo,otro caso de un título que sobrevive a sus propias razones, no habríapodido entonarse mejor con el aliento de su tiempo; y Comprender losmedios, también, encontró en la explosión pop de la televisión el te-rreno ideal para su difusión, hasta tal punto que la prolongación deMcLuhan hizo más que el propio McLuhan.

Accidentes, factores no previsibles, la alineación propicia de ciertoplaneta: razones no científicas de la afirmación de una teoría, que

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bosquejan el fondo irregular, y nunca confesado, de la actividad deinvestigación. Y, por el contrario, en oposición, esta es la historia deun autor, y de una obra, al que le han faltado ciertas prerrogativas:Empire and Communications, y del porqué Harold Innis se ha con-vertido en el gran olvidado de la teoría de los media.

2. Cuando en 1950 son compiladas las lectures de Empire and Commu-nications, Innis da cuerpo a una idea magnífica e improbable: contartoda la historia de la civilización occidental en función del desarrollode los media, entendidos, en el sentido más amplio del término, comomedios materiales de transporte de mercancías, información y perso-nas. Desde la civilización egipcia, marcada por el principio de orde-nación del Nilo y de la circulación del papiro, al monopolio sacro de laescritura cuneiforme; desde la transición entre cultura oral y alfabé-tica en la Grecia clásica, al pleno despliegue de los poderes de la es-critura en la fuerza imperial de Roma; desde la compresión territorialdel periodo medio, contraída en la pesada lógica del pergamino, a lainvasión del papel; y, por último, en el choque entre las plataformasdel libro y de la radio, que vuelve a poner en cuestión los equilibriosaparentemente consolidados de lo moderno.

Según Innis, en particular, las civilizaciones se fundan en el con-trol de las dos dimensiones constitutivas del espacio y del tiempo, ypor tanto en los media que actúan sobre una u otra de estas dos dimen-siones. La historia está determinada así por la alternancia y por elconflicto entre medios pesados, orientados al tiempo, y ligeros, orien-tados al espacio, y por las consecuencias que de ello se derivan en laorganización de la civilización. Los medios pesados, como la piedra yel pergamino, son difícilmente transportables, pero de gran conserva-ción temporal, y favorecen así la formación de poderes concentrados enáreas territoriales restringidas, aunque destinadas a mantenerse y atransmitirse entre generaciones, como los eclesiásticos, inspirados enel misterio de las escrituras y en la cualidad iniciática de la comunica-ción. Los medios ligeros, al contrario, son los corruptibles, como el pa-piro y el papel, que, sin embargo, resultan fácilmente transportables,y determinan así la construcción de unidades administrativas muyextensas, comoel Imperio Romano, pero obligadas a debilitarse con eltiempo, y a perder el control de la continuidad cultural.

En este sentido, Innis aplica a la teoría de los media un concep-to precedentemente desarrollado en las mismas investigaciones de

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historia económica, el de staple: los recursos primarios sobre las quese funda el desarrollo de la civilización, como la madera y los anima-les de pelaje en el caso de la historia canadiense (por ejemplo, Innis1995). Desde las materias primas a las vías de su explotación -lasvías comerciales, el ferrocarril, la circulación fluvial- y de aquí alos media: caso quizás único y extraordinario, en el que la visión delos medios de comunicación proviene de una lectura materialista delcurso de la historia, en lugar de una reflexión más omenos metafísicasobre los contenidos del espíritu'.

Toda fase de la historia está caracterizada, por tanto, por la ten-sión entre las dos dimensiones, y por el choque entre los media quelas encarnan. En el caso de la civilización egipcia, los dos polos de latensión están determinados por la propensión ligera del papiro, unmedio de fácil circulación, y por las fuerzas contrapuestas de la pie-dra, que favorece la concentración del poder en el sistema cerrado dela monarquía absoluta, y de la escriturajeroglífica, que la impulsa enmanos de las clases sacerdotales. En Babilonia, la transición decisivaes la que va del peso de la escritura cuneiforme en arcilla a la cuali-dad del pergamino, sobre los que las ciudades comerciales imprimi-rán las razones de su propia hegemonía. En Grecia, el círculo delsaber fundado en la armonía mítica de la oralidad es roto por la racio-nalización operada por el alfabeto fonético, que pone las bases de laorganización moderna de las civilizaciones.

El Imperio Romano, más tarde, es un caso ejemplar de conflictoentre instancias distintas: la fuerza orientada al espacio del papiroy de las redes de carreteras, sobre las que Roma ha construido suexpansión global por el territorio, y la dimensión-tiempo del perga-mino, con la que el cristianismo ha minado la resistencia culturaldel sistema. La hegemonía del pergamino, luego, ha dado lugar a losmonopolios locales del saber centrados en los monasterios, a su vezcontrarrestados, en el Medioevo, por la importación del papel, con suadaptabilidad a las burocracias a gran escala. La dilatación del espa-cio operada por el papel y por su activación productiva a través de laprensa tipográfica, por último, se quiebra con un medio orientado al

1. Sobre el análisis del materialismo «no marxiano- de Innis, véase Jahlly1993, Stamps 1995, GroswiUer 1996. De todas formas, la fundación de unateoría materialista de la cultura es, creo, un tema del que será necesarioocuparse largo y tendido.

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tiempo, como la radio, en una colisión que explica las tensiones y laslaceraciones del siglo xx.

Seis capítulos, seis grandes espacios geopolíticos, cinco mil añosde historia y una sola constante: la centralidad de los medios de comu-nicación en las transformaciones y en las estabilidades del sistema,su capacidad de hacer y deshacer los equilibrios de las civilizaciones.Por una parte, los media-tiempo, que resisten ampliamente y fijan elpoder oscuro y circunscrito de los monopolios del saber; por otra, losmedia-espacio, que facilitan la circulación de las noticias, extiendenlos confines administrativos hasta los límites de lo practicable, perohacen vulnerable al sistema en el plano de la resistencia cultural. Ynaturalmente se trata de casos puramente ideal-típicos: en la prácti-ca, cada momento está determinado por la tensión entre medios lige-ros y pesados, entre el impulso hacia el ensanchamiento del territorioy el de la reducción de los patrimonios culturales en núcleos más den-sos y restringidos. Esto, en síntesis, es el dibujo teórico de Empire andCommunications-.

3. Frente a una obra vasta y original como Empire and Communica-tions, y de la desmedida extensión histórico-geográfica sobre la que sedespliega, descubrir imprecisiones e incongruencias sería un ejerci-cio, en definitiva, simple. Por ello, en lugar de entrar en el detalle deuna extenuante reconstrucción filológica, me parece más productivoaislar dos nodos conceptuales que constituyen, aún hoy, los puntosproblemáticos del sistema teórico de Innis, y que se colocan en ciertomodo en los polos opuestos de la escala: la definición de las propieda-des específicas de los media, y el sentido atribuido al movimiento ge-neral de la historia.

Para empezar, según Innis, cada medio de comunicación está ca-racterizado por una particular inclinación, definida como bias, quepuede propender hacia el tiempo o hacia el espacio, según que setrate, respectivamente, de media pesados o ligeros. El bias es, portanto, una característica intrínseca del medio, que hace de la teoríade Innis un esquema claramente determinista: una tendenciosidadmaterial que lo hace más idóneo para un cierto aprovechamiento, y

2. Para una explicación más detallada de la obra, que aquí es imposible porrazones de espacio, y para una bibliografía más completa, permítase mereenviar a mi introducción a la edición italiana del libro (Miconi 2001).

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predispuesto a crear precisas consecuencias culturales. En palabrasclarísimas de James Carey:

toda forma de comunicación posee un bias; por su naturaleza estámás adaptado a la reducción del tiempo o al control del espacio [,..1Este bias se refuerza en un monopolio cuando algunos grupos llegana controlar la forma de comunicación e identifican con ella sus pro-pios intereses, religiosos o políticos (Carey 1992: 167).

Naturalmente la atribución de una característica de peso o de ligerezaes más bien simple mientras se hable de medios de comunicación denaturaleza mecánica: el pergamino, por poner un ejemplo, es objeti-vamente más pesado que el papel, la piedra ciertamente menos trans-portable que otros soportes, y así sucesivamente. Con la introducciónde la electrónica, no obstante, las cosas se hacen más evasivas, has-ta el punto que a los medios modernos y contemporáneos -y sobretodo con la separación entre plataforma técnica y canal comunicati-vo, inducida por lo digital- resulta muy difícil reconocer en modotan unívoco una cualidad material, y ocurre incluso, como observaRoger Silverstone (1994: 163), que los media-tiempo electrónicos sonparadójicamente evanescentes, más que pesados. Y, por lo tanto, ¿quéqueda hoy de una propiedad de por sí ya impalpable y elusiva, casifetichista, como el bias de los medios de comunicación? Por enésimavez, en resumen, cuando nos acercamos a lo específico de los media,las certezas se hacen, repentinamente, más débiles, las imágenes másgranulada y los conceptos últimos -el grado térmico de McLuhan, elbias de Innis, las propiedades de fitness, la tecnología característicade Bolter- parecen reenviar a un atributo vagamente místico, ina-prensible, abstracto. ¿Y cómo encarar, entonces, este punto centralen la fundación de un pensamiento propiamente mediológico? En elcaso específico, dos son las respuestas posibles; y dos, me parece, losposibles modos de actualizar el sistema teórico de Innis.

La primera vía para recuperar la noción de bias impone una espe-cie de inversión de la relación entre forma y función, y considera a losmedios sobre la base de las consecuencias previsibles de su acción,antes que por efecto de una especificidad difícilmente mensurable.«Toda forma de comunicación», así pues, estará «más adaptada paracontrolar el espacio, si reduce el tiempo de emisión de la información;o para controlar el tiempo, si refuerza la memoria o la conciencia

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colectiva» (Corsini 1992: 27): una visión por tanto completamentepragmática, en la que el papel decisivo lo representa la contraposi-ción entre los dos medios dominantes en una época histórica dada,que dilatan una u otra de las dos dimensiones. Cada época, en estesentido, es lacerada por el conflicto entre el impulso hacia la exten-sión territorial de las civilizaciones y la necesidad de construir unacontinuidad cultural: y, por tanto, hoy, por la extensión del espaciopromovida por la red internet", por una parte, y por las bolsas deresistencias orientadas al tiempo, y alimentadas por los media na-cionales de matriz generalista, por la otra.

Una hipótesis alternativa, que aquí se puede indicar solamenteen síntesis, la ofrece el trabajo de Peter J. Hugill, quien recodifica latipología de Innis distinguiendo entre sistemas de comunicación dealto coste y de bajo coste, que corresponden respectivamente a losmedia pesados y ligeros del esquema original. Traduciendo en térmi-nos de impacto económico la cuestión crucial del acceso a los mediosde comunicación, que Innis vinculaba a la composición material delmedio, Hugill obtiene así una visión más elástica y abierta a los tiem-pos de lo moderno, según la cual los sistemas de alto coste «tienden aproducir sistemas sociales y de gobiernos jerarquizados», inevitable-mente «gestionados por monopolios privados o por empresas estata-les», mientras los sistemas de bajo coste pueden ser usados «porcualquiera» que posea «un mínimo de formación técnica», y conducenpor tanto a una diversa articulación en red, menos concentrada y másextensa territorialmente (Hugill1999: 343). También en este caso, setrata de una hipótesis de trabajo tan productiva como, en muchossentidos, infiel, y poco respetuosa con el texto original al que hacereferencia: pero esto es, por otro lado, el destino de los autores clási-

. cos, y no está dicho que Innis deba ser una excepción.Una brevísima consideración, por último, sobre el segundo proble-

ma que hemos heredado del sistema teórico de Innis: la reconstruc-ción de los ciclos de la historia. Si, en un primer nivel, Empire andCommunications constituye un extraordinario y poco seguido ejemplode apertura a la larga duración -a la que la mediología es aún hoygravemente impermeable-, es también verdad que su organización

3. Un análisis de internet como medium orientado al espacio, en el sentidoque le da Harold Innis, es, por ejemplo, el de Menzies 1999.

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se debería valorar sobre la base de una reflexión más madura de me-todología historiográfica. La alternancia entre las diferentes fases, dehecho, parece a veces aludir en Innis a una especie de visión a saltos,a una sucesión por bloques ordenados, que esconde la trama densade superposiciones y de impurezas, de co-presencias y de cortes enhorizontal, de latidos en cámara lenta y de extraños retornos al pasa-do, de los que la historia, en realidad, está constituida. Muestra, enresumen, el perfil de una historia ordenada por claras dominantes,organizada en forma de ideal-tipos, que precisamente habría encon-trado su continuación, y también una simplificación inevitable, en losgrandes ciclos de Marshall McLuhan -edad tribal, edad alfabético-tipográfica, galaxia «reconfigurada» de la electricidad- destinados ainformar luego toda la teoría de cuño mediológico. Aquí el espaciono es suficiente para profundizar en un problema de esta magnitud:ignorado, sin embargo, en verdad no se puede.

4. Queriendo añadir una valoración sintética, hay tres clases de ra-zones por las que Empire and Communications no ha tenido, en lacultura académica de los últimos decenios, la fortuna que habríamerecido; y es interesante indicados sumariamente, creo, porqueprecisamente el reverso de estas razones puede justificar, hoy, su re-cuperación crítica.

En primer lugar, Innis atribuye a los medios de comunicación,como se ha dicho, una cualidad de staple o de recurso primario, unpapel vital en el funcionamiento de la estructura social, mostrandoprimeramente, en síntesis, que «noexiste valor omercancía sin comu-nicación» (Sanfilippo, Matera 1995: 19-20):y es cierto que una nocióncomo esta no puede sorprender hoy, cuando -de entre las mil re-flexiones sobre la sociedad del conocimiento a la economía «informa-cional» de Castells o de Benkler- la centralidad de la informaciónaparece como un valor sustancialmente adquirido. En 1950, cuandolas inversiones de pensamiento sobre la comunicación eran si acasoproyectadas en los destinos por venir de la cibernética, todo esto eraprobablemente menos previsto; y, por mucho que pueda parecer ex-traño, ocurre también que un autor puede estar demasiado adelanta-do respecto a las convicciones de su propio tiempo.

En segundo lugar, la insistencia de Innis sobre las redes de comu-nicación, sobre los trames, sobre los efectos de las infraestructuras yde las tecnologías, debió sonar de modo estridente en un periodo en

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que la investigación sobre los media se centraba sobre todo en el análi-sis de los contenidos (de aquí, comose sabe, el célebre aforismo con queMcLuhan abre Comprender los medios de comunicación). En efecto,toda vez absorbido el trauma de las innovaciones emanadas de los dosgrandes momentos de aceleración del progreso -el fin del siglo XIXy los años veinte y treinta del XX- el componente tecnológico debióparecer domesticado durante mucho tiempo, en definitiva pacificado ybajo control, tan es así que las atenciones de los investigadores fueronatraídas principalmente por los contenidos de los media, para todo eseperiodo, desde los años cuarenta hasta los setenta, que ha codificadola sociología de la comunicación como disciplina académica. Luego,sin embargo, la nueva compresión del último periodo del siglo XXharoto los equilibrios y ha vuelto a proponer rabiosamente el papel de latécnica como factor de cambio, restituyendo la legitimidad a los mo-delos teóricos que se fundaban -incluso con furia determinista- ensu poder y en su fuerza de acción. En el tiempo de las redes digitales,por una curiosa pirueta de la historia, Innis puede aparecer así comoun autor menos fechado de cuanto parecía, por ejemplo, en plena ma-durez de la televisión.

Por último, he aquí el motivo principal que ha llevado, creo, a mi-nusvalorar el papel de Harold Innis en la teoría de la comunicación.Entre los años cincuenta y los años ochenta del siglo XX, como sesabe, los estados nacionales han restringido compactamente las ma-llas de su control, y los media no han vivido una historia aparte: hansido de hecho los años de los sistemas radio-televisivos nacionales,de la hegemonía tardía de los periódicos cotidianos, de una industriacultural a menudo enrocada -en la narrativa, en la música popular,en la TV antes de la era de los format- en la consolación de los suce-sos locales. Años en los que la mirada global de Innis, y su insistenciaobsesiva en una forma organizativa aparentemente arcaica y exluidade la historia -el imperio- debían parecer comoun extraño anacro-nismo,una curiosidad de bibliófilo, o una grosera metáfora. Luego,sin embargo, los últimos decenios han invertido bruscamente el mo-vimiento de la historia, restituyendo la imagen de un mundo en quelas redes de la comunicación global vuelven a tejer la trama maestrade la soberanía, como en los grandes sistemas-mundo descritos porHarold Innis y, naturalmente y más todavía, por Fernand Braudel.En mitad de todo esto, el breve paréntesis del Estado-nación, unaexcepción completamente moderna y completamente europea, cuya

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elección como sistema -un clásico caso de distorsión y prejuicio, deincomprensión de las civilizaciones, en el sentido de Innis- es la ra-zón principal de nuestra incapacidad para leer los destinos del mun-do; y es cierto, ahora que de imperio y de redes globales se debe hablarde nuevo, que el sentido de Empire and Communications vuelve ino-pinadamente nítido y claro. Ahora que el imperio, en el fondo, no essolamente el pasado de las civilizaciones, sino también, y de formacada vez más vistosa, el presente.

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